El sistema urbano español

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DINÁMICA Y ORGANIZACIÓN DEL POBLAMIENTO
Y EL SISTEMA URBANO ESPAÑOL
Las ciudades no son núcleos aislados, encerrados en sí mismos, sino que están en estrecha conexión unas con otras, manteniendo entre sí una cierta relación de jerarquía. Esta
jerarquía aparece determinada por el tamaño demográfico de los distintos núcleos y por
el área de influencia de sus funciones económicas. La relación de las ciudades nos permite
hablar, pues, de sistema urbano, entendido éste como el conjunto de ciudades interrelacionadas que organizan el territorio.
1.
LOS TIPOS DE POBLAMIENTO (RURAL Y URBANO) Y SU DINÁMICA
El espacio residencial, aquel que se reserva fundamentalmente para el alojamiento de las personas, se denomina poblamiento o hábitat. Según el tipo de actividades a que se dedican prioritariamente sus habitantes y los rasgos que presenta este poblamiento se han de diferenciar dos tipos: el rural y el urbano. La definición de lo que es una ciudad
incluye tanto criterios cuantitativos como cualitativos (usos del suelo, características morfológicas, sociológicas...).
La ciudad es un núcleo de población de más de 10.000 habitantes, caracterizado por una alta densidad
de edificación y de población, cuyos habitantes se dedican principalmente a actividades no agrarias. La
ciudad se caracteriza además por su capacidad para organizar el espacio que al rodea, es decir para influir sobre otros núcleos de población.
Hasta hace poco tiempo, la diferencia entre poblamiento rural y urbano era muy clara. El poblamiento rural estaba
constituido por edificios residenciales a base casi exclusivamente de viviendas unifamiliares y sus habitantes se dedicaban casi con exclusividad a actividades agrarias o, en todo caso, a actividades al servicio de las necesidades
productivas agrarias. Por el contrario, el poblamiento urbano se diferenciaba por la construcción en altura prioritariamente y sus habitantes se dedicaban casi exclusivamente a las actividades secundarias y terciarias.
En los momentos actuales, las diferencias entre el poblamiento rural y el poblamiento urbano son más difusas. Las
casas rurales tienden cada vez más a asimilarse a las construcciones urbanas, en el exterior y sobre todo en el interior.
Por otro lado, en el poblamiento rural cada vez hay más zonas residenciales compuestas de una segunda vivienda de
los habitantes de las ciudades o de personas que se dedican a actividades rurales no agrarias, o destinadas a satisfacer la demanda urbana. Es más, en las ciudades, parte de sus habitantes tienden también a construir viviendas unifamiliares, como forma de acercarse más al medio natural. Esta aproximación de uno y otro poblamiento se intensifica,
sobre todo, en los núcleos rurales próximos a las ciudades, en una orla que con el tiempo se va ampliando.
2.
LA RED URBANA Y EL TERRITORIO
2. 1. Los factores responsables de la red urbana española actual.
a. Los factores histórico-económicos.
 La industrialización de los sesenta va a producir la expansión urbana más notable del país. En este período experimentan un fuerte desarrollo las ciudades de la franja cantábrica y mediterránea, así como Madrid y su periferia. Se origina así el denominado triángulo del desarrollo del nordeste con vértices en Madrid, Barcelona y Bilbao.
 La crisis industrial de los 70 y la terciarización. Con la crisis industrial de los años setenta y la difusión de las
nuevas tecnologías se produce una notable caída del empleo industrial, al tiempo que se acelera el proceso de
terciarización. La crisis afecta de forma más intensa a las regiones industriales del norte (Asturias y País Vasco);
en cambio, el eje mediterráneo, el foco madrileño y el del valle del Ebro reciben un nuevo impulso; y hay una
cierta revitalización de las funciones terciarias en las ciudades de tipo medio.
 El desarrollo del turismo, a partir de los años sesenta, es el responsable en buena parte de la consolidación urbana de amplios espacios mediterráneos, como la costa levantina, la Costa del Sol y las Baleares y Canarias. Es
más, ha hecho que surjan ciudades nuevas, como Marbella, Torremolinos o Benidorm, que superan en población
habitual a bastantes capitales de provincia.
 La mejora de las infraestructuras de transporte (autovías, AVE…) ha favorecido las relaciones económicas,
sociales... entre las ciudades.
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b. Los factores histórico-políticos.
 Dentro de las políticas de localización industrial, el Estado en los años sesenta incentivó la difusión espacial
de la industria con los llamados “Polos de Desarrollo” y, por tanto, el desarrollo urbano. Esta política tuvo éxito
relativo cuando los polos de desarrollo se ubicaron en zonas favorecidas por la renta de situación, como Zaragoza, Vitoria, Burgos, Valladolid...
 Las medidas administrativas, sin pretender inicialmente actuar sobre la economía o el sistema urbano, tienen,
sin embargo, una gran incidencia en este campo. La condición de capitalidad –con las funciones administrativas que lleva implícitas– ejerce una influencia decisiva en la evolución de los sistemas urbanos, tanto desde el
punto de vista provincial, como autonómico o nacional.
• La puesta en marcha de la actual organización provincial (Francisco Javier de Burgos, 1833) trajo como consecuencia que las ciudades favorecidas con la función de capital de provincia ampliaron notablemente sus
posibilidades económicas y, por ello, urbanas, mientras que la mayor parte de las marginadas entraron en una
fase de estancamiento o decadencia.
• La reorganización político-administrativa actual, el Estado de las Autonomías, ha consolidado la función de
metrópoli regional cuando la capital autonómica coincide con la capitalidad económica o funcional –como
sucede con Barcelona, Valencia, Zaragoza, Sevilla, Valladolid– y ha favorecido la emergencia de las nuevas capitales (Vitoria, Santiago de Compostela...). Por otro lado, ha fortalecido las relaciones urbanas internas dentro de cada Comunidad, de manera que el espacio funcional tiende a aproximarse al autonómico.
• Finalmente, la incorporación de España a la Unión Europea incide globalmente sobre la red urbana española al insertar ésta dentro del sistema urbano europeo y estar sujeta a los ajustes derivados de la competencia dentro de este espacio europeo. Sobre todo favorecerá a aquellas ciudades españolas del cuadrante
Nordeste, porque su situación facilita el aprovechamiento de los estímulos económicos llegados de fuera.
2.2. La desequilibrada distribución de los núcleos urbanos.
Sistema urbano o sistema de ciudades significa un “conjunto de asentamientos de un territorio que se encuentran
interrelacionados”. El sistema urbano se compone, por tanto, de ciudades, las cuales se caracterizan por tener
un tamaño demográfico y una localización espacial. Haciendo un análisis de las ciudades según tamaño y localización se observa que la distribución de las ciudades españolas contrapone una regularidad grande en cuanto
al tamaño y una gran irregularidad en cuanto a su distribución espacial.
a. El tamaño de las ciudades españolas.
El tamaño demográfico de las ciudades es una de las bases de la jerarquía urbana. Se establece de acuerdo con
la regla rango-tamaño, que relaciona la población de una ciudad y su rango (número de orden por su importancia) en el sistema urbano. En España la relación guarda bastantes regularidades: a medida que es menor el
tamaño de la ciudad, su número es mayor, y a medida que aumenta su tamaño, su número disminuye.
Ahora bien, existen determinados desajustes entre algunos tamaños. Hay que destacar, en especial el brusco salto
que se produce entre el tamaño de la segunda y tercera ciudad del sistema nacional (Barcelona y Valencia), así como
el escaso número de ciudades en torno al medio millón de habitantes, mientras que hay un elevado número de ciudades con población entre 300.000 y 400.000.
b. La distribución espacial de las ciudades españolas.
La distribución espacial de las aglomeraciones urbanas españolas no cubre de forma adecuada todo el territorio, presentando unos contrastes marcados entre centro y periferia:
 En la Península, las grandes ciudades se disponen de forma semianular en la periferia (al excluir las ciudades
portuguesas), en torno a un espacio interior poco urbanizado en el que sólo Madrid, Zaragoza, y en menor medida Valladolid, aparecen como centros urbanos destacados.
Las aglomeraciones urbanas de la periferia se localizan a lo largo de cinco ejes: el mediterráneo (desde Gerona
a Cartagena), el cantábrico, el valle del Ebro, el andaluz y el gallego.
 Las grandes metrópolis se concentran en el Nordeste, donde se localizan cinco de las siete aglomeraciones urbanas con más de 500.000 habitantes: los cuatro grandes polos de actividad económica (Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia) y Zaragoza, que ocupa una posición estratégica como lugar de encrucijada.
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3.
FUNCIONES URBANAS Y ÁREA DE INFLUENCIA
3.1. Las funciones de las ciudades en el sistema urbano.
Las funciones que realizan las ciudades son otro de los factores que determinan su posición en el sistema urbano. Las funciones son las actividades que desempeñan las ciudades hacia el exterior, no las encaminadas al
servicio interno de la ciudad. Aunque actualmente y por definición la ciudad se caracteriza por la diversidad
funcional, se pueden señalar diversos modelos de ciudades en la que destacan una o varias de sus funciones.
• Algunas ciudades están especializadas en servicios, que son las actividades que mejor definen el rango
de una ciudad y su papel organizador del espacio, como las grandes metrópolis nacionales. Los servicios
en los que destacan pueden ser comerciales, administrativos (Mérida), culturales (Salamanca), sanitarios, religiosos (Santiago de Compostela), turísticos (Benidorm), etc.
• Otro tipo de ciudades están especializadas en la industria (muchas de las localizadas en el País Vasco, Cataluña y Asturias), o como algunos municipios integrantes de las áreas metropolitanas.
• Por último existen núcleos de población importantes en tránsito hacia el mundo urbano que tienen una
especialización en actividades del sector primario. En tal sentido destacan las llamadas agrovillas de la
mitad sur peninsular, así como las ciudades mineras del Norte.
3.2. El área de influencia urbana.
La cantidad y especialización de las funciones de una ciudad son factores determinantes de su capacidad de influencia hacia el exterior. Cuanto mayor sea el número de funciones que ofrece una ciudad, su poder de atracción será mayor: a la ciudad acude gente a trabajar, comprar bienes, adquirir servicios (delegaciones
administrativas, universidad, espectáculos, hospitales…).
Las ciudades se consideran lugares centrales, porque abastecen de bienes y servicios a un territorio más o menos
extenso, denominado área de influencia. De la ciudad central dependen una serie de ciudades menores, de las
que, a su vez, dependen otros núcleos aún menores.
Un sistema de asentamientos equilibrado correspondería al modelo de los lugares centrales de Christaller,
quien clasificó los lugares centrales de acuerdo con las funciones más o menos especializadas que desempeñan
y, les adjudica un área de influencia hexagonal. Así, un pueblo tendría como área de influencia a seis aldeas; una
villa tendría como área de influencia a seis pueblos..., hasta llegar a las ciudades de mayor categoría. El resultado
es un territorio organizado en una malla hexagonal formando hexágonos metidos unos dentro de otros que indican la influencia de cada una de las ciudades.
Es difícil que este modelo se dé en la realidad, porque el espacio físico no es isotrópico, la población no está repartida homogéneamente y en la adquisición de bienes y servicios influyen factores comportamentales (“utilidad subjetiva”). No obstante, pone de manifiesto cómo se ordena el territorio en un mosaico de áreas de
influencia que constituyen una red jerarquizada de lugares centrales. Una buena red urbana, con asentamientos jerarquizados en distintos niveles, permite una integración del territorio: la ocupación humana del espacio
optimiza todas sus potencialidades naturales, las prestaciones sociales, el desarrollo económico, las innovaciones... llegan hasta los espacios rurales.
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4.
LA ACTUAL CONFORMACIÓN DEL SISTEMA URBANO ESPAÑOL
4.1. La jerarquía urbana
En el sistema urbano no todas las ciudades tienen la misma influencia; existe un orden de importancia, una jerarquía entre ellas. La posición de cada ciudad en la organización jerárquica del sistema urbano está determinada por el tamaño demográfico, las funciones y la extensión del área de influencia.
En España se diferencian distintos niveles jerárquicos, desde las grandes metrópolis nacionales hasta las cabeceras de comarca:
 Metrópolis nacionales. Son las áreas metropolitanas de Madrid y Barcelona. Su población supera los 3 millones de habitantes (cinco millones con sus respectivas regiones metropolitanas) y cuentan con las funciones
más diversificadas (servicios muy especializados –de gestión, innovación, cultura y esparcimiento– e industrias de alta tecnología), algunas en exclusiva, como la administrativa de capital del Estado. Su área de influencia
se extiende por todo el territorio nacional y se encuentran muy relacionadas con otras metrópolis mundiales.
 Metrópolis regionales. Son las áreas metropolitanas de Valencia, Bilbao, Sevilla, Málaga y Zaragoza. Tienen
más de medio millón de habitantes; cuentan con servicios de alto rango, sobre todo administrativos (en algún
caso son capitales autonómicas) y comerciales; su área de influencia es regional y tienen relaciones intensas con
las metrópolis nacionales.
 Metrópolis subregionales o regionales de segundo orden son ciudades como Oviedo, Murcia, Alicante, La Coruña o Valladolid. Tienen entre 250.000 y 500.000 habitantes y todavía cuentan con funciones y algunos servicios muy especializados (Universidad). Su área de influencia es subregional o regional en el caso de
comunidades autónomas uniprovinciales. Sus relaciones con las capitales provinciales de su región son muy
intensas y mantienen importantes flujos con las metrópolis nacionales.
 Ciudades medias. La mayoría son capitales de provincia no incluidas en los apartados anteriores. Su población
está entre 50.000 y 250.000, y sus funciones son principalmente terciarias, pero menos especializadas: el comercio y servicios administrativos y sociales (educación, sanidad) de ámbito provincial. Algunas pueden tener
determinada especialización industrial (Avilés), portuaria (Algeciras) o universitaria (Salamanca).
 Ciudades pequeñas o villas. Tienen menos de 50.000 habitantes. Sus funciones son aún menos especializadas
–administrativas o comerciales–, aunque cuentan con algunos equipamientos de cierta especialización (educación secundaria y profesional). Son nodos de transporte para la comarca y su área de influencia es comarcal.
4.2. El significado de los subsistemas regionales
 Un sistema urbano nacional bicéfalo.
El sistema urbano español es bicéfalo con dos grandes metrópolis de carácter nacional: Madrid y Barcelona. Su
influencia se ejerce sobre todo el territorio español, pero de forma diferenciada. Madrid tiene un papel más claramente nacional tanto por la intensidad de sus flujos como por el ámbito de los mismos; Barcelona, por su parte,
proyecta una acción más débil en conjunto, aunque se intensifica en la parte oriental del país (Cataluña, Levante,
Baleares y Aragón).
En cualquier caso, los flujos y relaciones entre ciudades no tienen la misma intensidad en todo el territorio español, reflejo de un modelo de desarrollo polarizado. Los flujos entre las metrópolis nacionales y las regionales,
y entre las propias metrópolis regionales, son más fuertes en el cuadrante nordeste. Aquí se sitúan cinco de las siete
metrópolis más importantes del país, al ser el espacio económico español más pujante. Al alejarnos de este cuadrante, los flujos se debilitan muchísimo. El eje urbano mediterráneo se encuentra interrumpido a partir de Murcia, de forma que las relaciones entre las metrópolis andaluzas y levantinas son poco intensas; en la meseta sur
hay espacios ampliamente desconectados; las relaciones a lo largo del Cantábrico se debilitan hacia el Oeste,
pero el área con mayor desconexión es la que rodea a Portugal (la “raya”), salvo Galicia.
 Los subsistemas urbanos regionales.
Dentro del sistema urbano español existen grupos de ciudades especialmente vinculadas entre sí. Cada uno de
estos grupos constituye lo que se llama un subsistema urbano. En España, los límites de los subsistemas urbanos no siempre coinciden con los territorios de las comunidades autónomas, ya que las relaciones entre ciudades no tienen por qué ajustarse a las demarcaciones político-administrativas
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En el caso español los subsistemas regionales más completos corresponden a la periferia, mientras que en el interior dominan espacios escasamente articulados.
1º Subsistemas de la periferia mediterránea: los más equilibrados.
La periferia mediterránea se organiza en
tres subsistemas regionales: el catalán, el
valenciano-levantino y el andaluz. Los dos
primeros –liderados por Barcelona y Valencia, respectivamente– están muy vinculados entre sí (desde Gerona hasta
Cartagena), y se han visto beneficiados
por el desarrollo industrial y del turismo
de masas, siendo actualmente el eje
mejor conectado con el sistema europeo
(forma parte del “arco mediterráneo”). El
subsistema andaluz se organiza en torno
a dos ejes: el eje litoral (de Almería a
Huelva) y el eje interior (valle del Guadalquivir), ahora más integrados gracias a la
mejora de las infraestructuras de transporte en el interior de la comunidad.
2º Subsistemas de la periferia septentrional y del Valle del Ebro: consolidados y excéntricos.
Este espacio consta de cuatro subsistemas regionales: el gallego, el asturiano-leonés, el vasco-periferia y el
aragonés. El más consolidado es el vasco-periferia, con la red urbana más densa y con influencia sobre ciudades (Pamplona, Logroño, Santander y Burgos) de comunidades vecinas. El valle del Ebro, con su centro en
Zaragoza, disfruta de su renta de situación entre País Vasco, Cataluña y Madrid. El subsistema galego se articula en torno a dos metrópolis regionales (La Coruña y Vigo, , con la capital autónoma en un lugar intermedio (Santiago de Compostela).
3º Subsistemas del interior: los menos articulados.
Los subsistemas urbanos del interior están menos integrados y carecen de ciudades importantes en que
apoyarse, por el efecto negativo ejercido por Madrid en todo el conjunto. La única excepción es Valladolid,
que es además capital autonómica, pero sin influencia efectiva aún sobre todo su territorio.
• El Subsistema vallisoletano se apoya en una escasa densidad de ciudades. Por ello su área de influencia no abarca en exclusiva toda la región: León y Burgos son atraídos a la vez por Valladolid y por otras
metrópolis; Soria, por Zaragoza y Madrid, y Ávila y Segovia, por Madrid. Quizás en el futuro el ejercicio
autonómico y una dotación de carreteras que articulen la región permitan ampliar la influencia de Valladolid a un espacio que forma mayoritariamente una unidad hidrográfica, la cuenca del Duero.
• Subsistema madrileño: organizado en torno a Madrid (la metrópoli nacional destaca muchísimo sobre las restantes ciudades), incorpora a buena parte de las provincias manchegas y algunas ciudades de Castilla y León
(Segovia y Ávila).
4º Subsistemas insulares.
Los subsistemas insulares presentan dos rasgos comunes. El primero es su insularidad, que dificulta determinados tipos de comunicaciones con la Península y entre las islas; el segundo es la actividad turística dominante en ambos casos. Pero también ofrecen características muy diferentes entre sí: el balear tiene una
ciudad dominante y está más cercana a la Península (depende sobre todo de Cataluña); en cambio el canario está organizado a través de dos ciudades (policéntrico) que comparten su dominio y está más alejado de
la Península, con mayores problemas de conexión, por tanto.
4.3. La integración del sistema urbano español en el sistema urbano europeo.
El sistema urbano español es, en realidad un subsistema del gran sistema mundial de ciudades. Con la progresiva internacionalización de la economía, aumentan cada vez más las relaciones entre ciudades y la influencia de
unas sobre otras. Por ejemplo, el crecimiento de muchas ciudades depende de decisiones sobre la instalación de
fábricas, que son tomadas a miles de km de distancia. El sistema urbano español se vincula especialmente al sistema urbano europeo.
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 La parcial integración en el sistema urbano europeo: las “eurociudades”.
La integración del sistema urbano español en el europeo se realiza a través de las grandes ciudades nacionales,
que se denominan “eurociudades”. Asumen esta categoría las metrópolis nacionales de Madrid y Barcelona
(aunque su cualificación funcional es inferior a la que cabría esperar por su tamaño demográfico) y las metrópolis
regionales de primer orden de Valencia, Sevilla y Bilbao. La mayor parte de las ciudades superiores a los 200.000
habitantes quedan al margen de una conexión eficaz e intensa con el sistema urbano europeo.
Esta escasa integración del sistema urbano español en el europeo está motivada en buena parte por insuficiencias notables en las infraestructuras de transportes y telecomunicaciones y, por tanto, en la facilidad de
acceso a los mercados y clientes europeos.
Esta carencia se ve agravada por la propia
situación excéntrica de España con respecto a Europa, sobre todo con respecto a
su espacio central y más dinámico, dorsal
europea (la llamada banana azul) que se extiende desde Londres a Milán, y concentra
gran parte de la actividad económica y la
vida urbana.
No obstante, se está produciendo cierto
desplazamiento espacial de los centros
neurálgicos de la economía europea. Parte
del dinamismo de ese núcleo se está desplazando hacia el Arco mediterráneo, al
coincidir las deseconomías de los espacios
urbanos centrales con el atractivo ecológico del Mediterráneo (de la Europa del carbón y los humos a la Europa del Sol – el Sun
Belt,–). Muestra tendencias muy dinámicas
en lo económico e innovadores en la tecnología. En el arco mediterráneo abundan
las ciudades medias que están teniendo un notable crecimiento gracias a las actividades turísticas. Se extiende
desde el centro y norte de Italia, pasa por el sur de Francia y se prolonga por el corredor mediterráneo español
hasta Murcia y con ramificación hasta Madrid.
El resto de la península queda en situación menos ventajosa. Las ciudades del Noroeste español, situadas en el Arco
Atlántico, y especializadas en sectores pesados e intensivos en mano de obra, sufrieron más intensamente la crisis industrial de los años ochenta, y son hoy sistemas de menor dinamismo. Por ello se las ha denominado finisterres.
La zona meridional corresponde a lo que se han llamado los Sures (junto con Grecia, Sur de italia e Irlanda), haciendo referencia a su condición de espacios periféricos poco desarrollados, con escasa base industrial y tecnológica y poco integrados en el sistema de ciudades europeo.
A estas grandes áreas hay que añadir la menos conocida Diagonal Continental, que se extiende desde Lisboa
hasta el interior francés, atravesando Castilla y León.
5.
LA DESEQUILIBRADA ESTRUCTURA DEL POBLAMIENTO EN CASTILLA Y LEÓN
Si se compara con la española, la distribución de la población castellano-leonesa en municipios según su tamaño, se aprecia que:
• no existe una ciudad de tamaño grande, en torno o superior al medio millón de habitantes, capaz de convertirse
en una metrópoli regional que atraiga dentro de su zona de influencia al conjunto regional. Por ello, determinadas comarcas o incluso capitales de la periferia regional giran en torno a otras ciudades exteriores, como
es el caso de Soria en torno a Zaragoza o el de Segovia y Ávila en relación con Madrid.
• en cambio, está bien dotada de ciudades de tipo medio, entre los 50.000 y los 400.000 habitantes, por lo que
las capitales de provincia pueden ejercer sus funciones administrativas, comerciales, de transporte... en relación con el medio rural. La excepción es Soria, con poca capacidad para ejercer influencia en su provincia, dado su tamaño reducido. El conjunto de estas ciudades han experimentado un crecimiento importante
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en los últimos 40 años hasta duplicar la población de sus municipios y han ido asumiendo servicios que han
arrebatado en muchos casos a los núcleos de servicios comarcales.
• la principal debilidad del sistema se encuentra en las capitales comarcales, que por lo general tienen un tamaño muy reducido. Nuestra región tiene menor proporción de población residente en municipios entre
5.000 y 50.000 habitantes que el conjunto de España, lo que contribuye a que no existan, salvo en zonas
puntuales, núcleos de servicios comarcales realmente dinámicos.
• este hecho reviste mayor gravedad si tenemos en cuenta que la proporción que vive en municipios menores de 2.000 habitantes es todavía cuantiosa en nuestra región, un 28%, y de ésta casi la mitad reside en municipios menores de 500 habitantes, lo que condena a estos municipios a su desaparición.
Esta ruptura en la continuidad de tamaños que debe caracterizar a una jerarquía de asentamientos equilibrada
territorialmente dificulta la prestación de servicios sociales (educación, sanidad) y la dotación de equipamientos
e infraestructuras, provocando un alto coste económico de los mismos. Asimismo, como consecuencia, muchos
núcleos pequeños se ven obligados a ejercer una centralidad de influencia que por su tamaño no les correspondería.
Frente a este desequilibrio en el rango-tamaño, la estructura espacial del sistema urbano regional se presenta más equilibrada.
La metrópoli regional destacada sobre el resto
(Valladolid) se sitúa en el centro de la región.
Esta ciudad tiene mayor tamaño demográfico
que las otras capitales provinciales, como expresión de su mayor dinamismo económico y
administrativo; por ello, ejerce una influencia
más amplia en la región. En un segundo nivel
se encuentran las ciudades de Burgos, León y
Salamanca, ubicadas en los ángulos de la comunidad. Finalmente están el resto de capitales provinciales (Palencia, Zamora, que
dependen de Valladolid; Ávila y Segovia, que
están en la órbita de Madrid; y Soria, de Zaragoza) dotadas de escaso dinamismo y tamaño, junto con núcleos industriales
(Miranda de Ebro y Aranda de Duero) o mineros Ponferrada) .
En un futuro cercano es posible que este sistema urbano pueda tener una mayor integración con el desarrollo
de las nuevas infraestructuras de comunicación regionales, y que Valladolid –incipiente área metropolitana–,
contribuya al desarrollo de los otros centros urbanos regionales incorporando las áreas periféricas que están hoy
bajo influencias exteriores. Si bien, para ello sería necesario que la región tuviera un mayor dinamismo económico y no siguiera perdiendo población.
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