PARRA, UN POETA MENOR

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Parra, un poeta menor
PARRA, UN POETA MENOR
Mario Rodríguez Fernández(*)
Uso este título provocativo porque me permite realizar una “operación” con la
antipoesía, que la llamada “interpretación” me niega de antemano.
Menor indica en la operatividad que utilizo, que Parra hace uso de una lengua
menor que mina y hace huir a la lengua mayor - Menor y mayor no se refieren a
atributos, no cualifican dos lenguas ni distinguen una supuesta mayoridad de una
también supuesta minoridad, sino apuntan a dos usos distintos de una misma lengua.
¿Cuáles son los dos grandes poetas chilenos del siglo XX que han utilizado de
manera radicalmente opuesta la lengua española hablada en Latinoamérica?
Está más claro que el agua que Neruda y Parra -cuando escribo Neruda pienso
en el poeta de Canto General, de Las uvas y el viento, Odas elementales, La espada
encendida y no en el de Residencia en la tierra (las dos primeras) ni en Estravagario.
Neruda en los primeros textos citados, utiliza un patrón lingüístico que conforma una constante: quien habla es siempre el vate, el testigo, el oráculo, hombre blanco-macho-adulto, que utiliza modos expresivos del español estándar, que convencionalmente se considera “poéticos”.
Neruda al acogerse a esta invariante hace un uso de la lengua, que permite calificarlo como poeta mayor.
(*)
Profesor de Castellano. Profesor del Departamento de Español, Universidad de Concepción. Director de la revista
Atenea.
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Mario Rodríguez Fernández
A la presencia de las constantes lingüísticas habrá que añadir que el uso mayor
de la lengua impone siempre una forma de poder, ya que la unidad de una lengua es
fundamentalmente política. Tal como afirma Deleuze, “no hay lengua madre, sino
toma de poder por una lengua dominante”.1
Entre los años 30 y 60 Neruda impuso con vigor y propiedad una lengua poética
mayor, ‘olímpica’, dirá Parra, en la poesía chilena, imposible de resistir por bella,
utópica y comprometida con ideologías de salvación, a tal punto que homogeneizó
y centralizó un empleo determinado de la lengua que pasó a llamarse Nerudiano.
¿Qué hace Parra frente a este panorama? Desterritorializa la lengua mayor, la
baja del Olimpo a la tierra, conquista un nuevo territorio para su propia lengua,
despoja a la mayor de sus oropeles mediante una sobriedad admirable. Utiliza la
parodia, la risa, la ironía para hacer huir a la lengua mayor, poniéndola en un estado
de variación continua, haciéndola entrar en un devenir irresistible.
Desterritorializa la lengua mayor para trazar en ella un uso menor todavía desconocido. Es como si hablara dos lenguas, un bilingüismo dentro de un mismo idioma. “Tal es la fuerza de los autores ‘menores’ y que son los más grandes” 2 porque
entre otras cosas son extranjeros en su propia lengua y los libros más bellos están
escritos de ese modo.
Tan profunda es la desterritorialización de la lengua poética nerudiana dominante, tan potente el bilingüismo y vertiginoso el devenir de mayor a menor, que
efectúa Parra, que la lengua que emplea se pone de repente a tartamudear:
"Se me pegó la lengua al paladar.
Tengo una sed ardiente de expresión
pero no puedo construir una frase.
.....................................................
Puedo decir palabras aisladas:
árbol, árabe, sombra, tinta china,
pero no puedo construir una frase."
Parra no se limita a una constatación fisiológica - se me pegó la lengua - que deje
intacta la forma de expresión, sino que pone a explosionar la lengua: “Árbol, árabe”;
a susurrar: “sombra”; a chirriar “tinta china”.
Todos estos vocablos son introducidos por el tartamudeo, no existen en forma
independiente del balbuceo que las selecciona y las introduce - El decir es aquí un
hacer - El poeta se ha vuelto un tartamudo de la lengua.
“¿Es posible hacer balbucear la lengua sin confundirla con el habla”?.3
1
Mil mesetas, Pretextos, Valencia, 1997, p. 104.
2
Op cit., p. 107.
3
Ibid, p. 151.
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Parra, un poeta menor
Todo depende del uso que se haga de la lengua. Si es uno menor, que rechaza el
equilibrio y el carácter homogéneo del uso mayor para trabajar lingüísticamente
con el desequilibrio y lo heterogéneo se puede conseguir el balbuceo de la lengua,
hasta el punto de ponerla en un estado de boom cerca de hacer crac. Como sucede en
el poema “Saranguaco”:
"Es de noche, no piensa ser de noche
es de día, no piensa ser de día
Cómo va a ser de noche si es de día
cómo va a ser de día si es de noche
¿creen que están hablando con un loco?"
Saranguaco: mescolanza, heterogeneidad, revoltijo; en una palabra: tartamudeo,
revoltijo conceptual vocálico y consonántico.
El “Saranguaco” que distorsiona la lengua hace ¡crac! en los Artefactos que han
sido definidos correctamente por el propio Parra, como la explosión de los antipoemas.
Cierto, pero en la línea que yo he elegido se puede afirmar que los artefactos son el
tartamudeo de los antipoemas o que son antipoemas tartamudos.
Ello no quiere decir que Parra distorsione las palabras, ellas quedan intactas,
completas y normales; lo que sucede es que entran en relaciones disyuntivas, inesperadas, disparatadas hasta el extremo de suscitar esa risa nerviosa que se produce
al escuchar a un tartamudo:
"El mundo es lo que es
y no lo que un hijo de puta llamado Einstein
dice que es"
El artefacto se desliza sintácticamente desde la zona de generalización abierta
por el artículo definido ‘el’, hasta la otra zona de particularización dominada por el
indefinido ‘un’, zona totalmente inesperada para el lector; el paso puede compararse con la situación del tartamudo que logra al fin completar la palabra que salta
como bofetada al rostro del interlocutor. La vibración que produce el paso de ‘el’ a
‘un’ se refuerza con la reiteración de la sibilante S: ‘es lo que es - dice que es’.
Nos encontramos frente a uso idiomático instalado en regiones de desequilibrio
que son las únicas que permiten creaciones fonéticas, léxicas y aun sintácticas y por
ello exploradas obsesivamente por los auténticos poetas, como ocurre con el Neruda
de Residencia en la tierra. Lo que importa aquí es el tipo de exploración empleado
y en este sentido Parra es innovador en la poesía chilena, tal vez sus únicos antecesores sean Pezoa Véliz y Mistral. Como ellos el antipoeta “inventa una utilización
menor de la lengua mayor”, que la desequilibra hasta el punto de hacerla funcionar
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como lengua extranjera. Algunos dicen que Parra trivializa la poesía rebajándola a
los niveles del chiste, la chirigota, la ocurrencia fácil. Naturalmente quienes lo dicen
son los defensores de una lengua mayor.
Este es el sentido, en que puede llamarse a Parra extranjero en su propia lengua,
como lo es, Neruda en las Residencias, aunque como dije de modo muy distinto veámoslo. El antipoeta crea en su lengua materna una lengua extranjera no mediante desarticulaciones sintácticas y enumeraciones caóticas como en Neruda, sino a
través de cómicas precipitaciones, enlaces inesperados, frenazos elocutivos, que la
crítica ha/he llamado pudorosamente lenguaje de lo cotidiano, cuando en realidad
nadie habla como escribe Parra. Él ha inventado un lenguaje que simula ser cotidiano
cuando en verdad es una construcción impecable que asedia con una lógica implacable a una lengua poética mayor, para ponerla en desequilibrio y alcanzar así los
límites del lenguaje, o mejor dicho, el exterior del lenguaje.
A fuerza de ser “menor” Parra ha devenido en el poeta chileno más “grande” de
fines de siglo.
La cosa está más clara que el agua:
dos son los grandes, Neruda y Parra.
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