PROFECÍA QUE SE AUTOCUMPLE Daniel Romero Pernalete A la hora de dirigir a las personas para combinar y orientar sus esfuerzos hacia el logro de sus objetivos, los gerentes se guían por un conjunto de supuestos que ellos traen consigo, y que han adquirido, ya sea mediante el estudio o mediante la experiencia. Todos traemos con nosotros, aunque a veces no tengamos clara conciencia de ello, un conjunto de suposiciones sobre el hombre y su relación con el trabajo. Douglas McGregor considera que existen dos concepciones opuestas y extremas sobre el hombre y su vinculación con el trabajo. Son las Teoría X y Teoría Y, cuyos supuestos se presentan a continuación. La concepción tradicional (Teoría X) es típica de aquellos gerentes que piensan que el hombre promedio es indolente por naturaleza, carece de ambición, le desagrada la responsabilidad, es indiferente a las necesidades de la organización, es resistente al cambio y crédulo, es manipulable y no muy brillante, y sólo trabaja por dinero y por su seguridad. La concepción humanista (Teoría Y) es típica de aquellos gerentes que consideran que el hombre promedio puede disfrutar su trabajo, tiene ambición y le gusta asumir responsabilidades, se interesa por el éxito de la organización, acepta y desea el cambio, es más capaz de lo que normalmente se piensa y busca satisfacer necesidades de orden superior. Ahora bien, como todo ser humano, los gerentes buscan cierta correspondencia entre lo que piensan y lo que hacen, de tal forma que estas dos concepciones del hombre y su relación con el trabajo conducen a conductas o acciones gerenciales diferentes, como se ilustra a continuación. Quienes tienen una concepción tradicional (Teoría X), piensan que el gerente debe guiar a los trabajadores y especificar con detalles las tareas, supervisar muy de cerca a los trabajadores, controlarlos mediante premios y recompensas, tomar las decisiones y transmitirlas para que los trabajadores las cumplan. Quienes se guían por una concepción humanistas (Teoría Y) consideran que el gerente debe: asignar tareas desafiantes a sus trabajadores, facilitar la autodirección y el autocontrol de su personal, promover el desarrollo de las potencialidades del personal y permitir la participación de los trabajadores en la toma de decisiones sobre asuntos que los afecten Hasta aquí todo pareciera asunto de preferencias personales, sin mayores repercusiones, sino fuera por el efecto que la conducta gerencial tiene sobre los trabajadores y sobre la organización. En efecto, la forma como suponemos que es el trabajador, va a determinar la forma como lo dirijamos y la forma como lo dirijamos va a determinar la forma cómo va a comportarse. Un ejemplo para ilustrar lo anterior: si pensamos que los trabajadores son flojos, inmaduros y apáticos, los vamos a tratar como si realmente fueran flojos, inmaduros y apáticos… ¡Y ellos van a comportarse como si verdaderamente fueran flojos, inmaduros y apáticos!... Por el contrario, si pensamos que los trabajadores son responsables, maduros y animosos, los vamos a tratar como si realmente fueran responsables, maduros y animosos… ¡Y, nuevamente, ellos van a comportarse como si verdaderamente fueran responsables, maduros y animosos! Este fenómeno es lo que se conoce como “profecía que se autocumple” y que se define como la tendencia de los trabajadores a reaccionar de forma tal que se ratifican los supuestos iniciales en los que se basan las acciones del gerente. La próxima vez que escuche a algún gerente o supervisor decir que trata a sus trabajadores como niños porque ellos se comportan como niños, pegúntese usted si no será al revés, es decir, si los trabajadores se comportan como niños porque el gerente o supervisor los trata como niños. (Escrito para el Boletín Electrónico N° 15 de Romero & Romero Consultores, C.A.)