Buenos Aires, 28 de noviembre de 2005 Sr. Presidente del

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Buenos Aires, 28 de noviembre de 2005
Sr. Presidente del
Consejo de la Magistratura de la Nación
Dr. Enrique Petracchi
S/D
De nuestra mayor consideración:
Tenemos el agrado de dirigirnos a Usted en representación del Centro de Estudios
Legales y Sociales (CELS), en el marco del procedimiento de acusación abierto contra los
jueces de la Cámara Nacional Criminal y Correccional de la Capital Federal, Dres. María
Laura Garrigós de Rébori y Gustavo Bruzzone, a raíz de la excarcelación concedida al
imputado Omar Chabán en la causa penal del caso “Cromañón”.
La decisión de citar a estos dos camaristas reaviva la discusión sobre los principios que
deben regular el uso de la prisión preventiva y los motivos por los que el Consejo de la
Magistratura puede iniciar actuaciones disciplinarias contra un juez y convocarlo a dar
explicaciones. En el presente caso, la acusación está relacionada con el cuestionamiento
de un sector político y judicial a la forma en que estos dos jueces interpretaron las reglas
procesales sobre prisión preventiva, sin que se alegue una actuación irregular en el
cumplimiento de sus deberes de funcionario público.
La interpretación de la ley procesal que estos jueces consideraron correcta a la luz de los
principios constitucionales y del derecho internacional de los derechos humanos vigentes
ha sido efectuada también por otros jueces de diversas instancias judiciales1 y sostenida
por buena parte de la doctrina jurídico-penal. A esto se suma que la decisión de la Sala III
de la Cámara Nacional de Casación Penal, al revocar la concesión de la excarcelación al
imputado Chabán2, sustentó su fallo en la diferente valoración que los camaristas
pudieron hacer sobre la existencia de peligro de fuga. De este modo, quedó claro que la
discusión jurídica en el caso concreto estuvo centrada en el desacuerdo con la
1
Ver, entre otros, CSJN, “Estévez”, 3/10/97 (E. 381 XXXII); CSJN, “Rosa”, 1/11/99 (R.258 XXXIII);
CNCP, Sala III, “Machieraldo”, voto de la Dra. Ledesma, 22/12/04; CNCC, Sala V, “Potes”, 19/2/03;
CNCC, Sala I, “Barbará”, 10/11/03; CNCC, Sala I, “González”, 12/11/03.
2
CNCP - Sala III, "Chabán, Omar Emir s/ rec. de casación", C. 5996, del 24/11/2005.
apreciación que los jueces Bruzzone y Garrigós habían hecho de la prueba para negar la
existencia de riesgo procesal. Sin duda, el impulso de un proceso de remoción a un juez
sobre la base de estos desacuerdos constituye una grave afectación de la garantía
constitucional de independencia judicial y un claro mensaje de disciplinamiento para los
otros jueces penales.
El reciente fallo “Verbitsky” de la Corte Suprema3 sobre las condiciones de detención en la
provincia de Buenos Aires establece que por mandato constitucional la regla procesal
debe ser la libertad del imputado y que la prisión preventiva sólo procede en supuestos
excepcionales. Esto es, cuando existe riesgo de fuga o de entorpecimiento de la
investigación, cuestiones que deben ser probadas teniendo en cuenta las circunstancias
particulares de cada caso. Ello exige que los jueces interpreten y apliquen la ley procesal
de modo tal que se respeten estos criterios.
En este sentido, de acuerdo con los principios que se extraen de las decisiones de la
Corte Suprema y de los organismos de aplicación de los tratados internacionales de
derechos humanos, en la medida que la ley procesal disponga que determinado monto de
pena en abstracto obliga al juez a imponer la aplicación de la prisión preventiva, se
vulnera el principio de inocencia y se invade la facultad del poder judicial de evaluar las
constancias de una causa judicial para aplicar una medida cautelar. Esta es también la
posición de la doctrina más autorizada en materia penal.
La Constitución nacional y los instrumentos internacionales de derechos humanos
garantizan el derecho de toda persona sometida a un proceso penal a permanecer en
libertad hasta tanto no haya una sentencia de culpabilidad en su contra, salvo que se den,
en el caso, estrictas y limitadas razones4.
Tanto la Corte Interamericana como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
en distintas decisiones, han remarcado cuáles son estas condiciones que justifican la
aplicación de la prisión preventiva como medida cautelar: lo determinante es que estén
dados en el caso concreto los siguientes requisitos:
•
•
3
que tenga fines procesales. Es decir, que pretenda resguardar la averiguación de
la verdad y la aplicación de la ley penal. Por ello, sólo se justifica la medida ante
posibles casos de entorpecimiento de la investigación y de peligro de fuga5.
que exista una verificación concreta de estos dos supuestos. Es decir, que los
jueces no pueden privar de libertad si no se dan en el caso circunstancias
objetivas y ciertas que prueben estos dos presupuestos6.
CSJN, “Recurso de hecho deducido por el Centro de Estudios Legales y Sociales en la causa
Verbitsky, Horacio s/habeas corpus”, V. 856 XXXVIII, del 3/5/05.
4
En nuestro país, la libertad ambulatoria está protegida por el artículo 14 de la Constitución
Nacional y el principio de inocencia se desprende del artículo 18, así también en los tratados de
derechos humanos, con jerarquía constitucional. El artículo 7.5 y 8.2 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, y el artículo 9.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
hacen referencia a la detención preventiva.
5
Corte IDH, Caso Suárez Rosero, Ecuador, sentencia del 12/11/97, Serie C, nº 35, numeral 77.
6
Corte IDH, Caso Tibi, Ecuador, sentencia del 7/9/04, Serie C, nº 114, numeral 107.
•
que sea una medida de carácter excepcional, obligación que rige tanto para el
poder legislativo —al momento de regular los procedimientos penales—, como
para el judicial —al momento de imponer o no las medidas—7.
•
que sea proporcional. Esto es, que la coerción meramente procesal no puede ser
más gravosa, ni durar más, que la propia pena. Esto se combina con la exigencia
de que la privación de libertad tenga justificación sólo dentro de un plazo
razonable8.
•
que exista una sospecha sustantiva sobre el imputado, es decir, que existan en el
caso, elementos concretos de culpabilidad9.
•
que tenga carácter provisional. La medida es legítima mientras se mantengan sus
presupuestos10.
•
y, por último, que esté garantizado un adecuado control judicial de la legitimidad de
la detención11.
En consecuencia, en tanto la legislación procesal nacional (artículos 312 y concordantes)
pretende establecer pautas objetivas que imponen la aplicación de la prisión preventiva a
partir de la magnitud del delito imputado y por las características del autor, los jueces
están obligados a interpretarla de forma tal de no vulnerar los principios constitucionales
antes desarrollados y, si ello no es posible, a declarar su inconstitucionalidad. En este
caso concreto, las deficiencias de la ley procesal fueron salvadas por la interpretación
judicial que postula que el código procesal contiene presunciones que hay que corroborar
con la prueba concreta del riesgo procesal que se alegue, tal como lo ha afirmado la
Cámara de Casación justamente al revocar la resolución de la Cámara del Crimen.
Todas estas consideraciones hacen evidente que la decisión de los jueces Bruzzone y
Garrigós, no puede ser tachada de caprichosa o contraria a toda interpretación legal, ni
producto de una actuación irregular de los jueces del caso, tal como parece desprenderse
de la acusación que pesa sobre ellos. En este contexto, el proceso disciplinario carece de
verdadero sustento.
Por lo demás, es necesario recordar que el uso injustificado de la prisión preventiva es un
problema histórico en Argentina. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ya
sostuvo que el Estado argentino incumplía la Convención Americana sobre Derechos
7
Corte IDH, Caso Tibi, citado, numeral 106.
CIDH, Informe 12/96, caso Giménez, Argentina, 1/3/96, Informe Anual 1995, párrafo 72; Corte
IDH, Caso Gangaram Panday, Suriname, sentencia del 21/1/94, Serie C, nº 16, numeral 47.
9
Corte IDH, Caso Tibi, numeral 107.
10
CIDH, informes 12/96 y 2/97, Caso Bronstein y otros, Argentina, 17/2/98, Informe Anual 1997.
Reglas mínimas de las Naciones Unidas sobre las medidas no privativas de la libertad (Reglas de
Tokio) principio 6.2.
11
CIDH, Informe 2/97, citado, párrafo 19.
8
Humanos en la medida que no respetaba los estándares internacionales que permiten
imponer una medida privativa de la libertad12.
El Consejo de la Magistratura, en tanto órgano de control y gobierno del Poder Judicial de
la Nación, debe tener en cuenta que en tanto los procesos penales están estandarizados
para aplicar en forma sistemática la prisión preventiva y se deja de lado la meta de llegar
a un juicio oral rápidamente, se mantienen las condiciones ideales para que el sistema
penal funcione en forma contraria a lo que es considerado un proceso justo, tanto para la
víctima como para el acusado. Para brindar respuestas a las exigencias sociales y
fortalecer el sistema judicial argentino entonces se debe intervenir institucionalmente
sobre estas cuestiones de fondo.
La lentitud de los procesos penales y la impunidad que ha caracterizado la historia
reciente de nuestro país, de alguna manera, han marcado las demandas de las víctimas,
que asimilan la libertad durante el proceso con la ausencia de justicia, y ponen el acento
en conseguir la prisión inmediata, más que en la realización de un juicio que estiman
remoto y de dudosos resultados. Estas demandas sociales han sido aprovechadas por
quienes defienden el endurecimiento de la legislación penal, por quienes al mismo tiempo
se oponen a revisar el funcionamiento defectuoso de la administración de justicia, y por
quienes están impulsando hoy este proceso acusatorio.
La consecuencia del uso irracional de la prisión preventiva por un sistema judicial lento e
ineficaz, es la existencia de una situación grave de vulneración de derechos. En la
actualidad, por ejemplo, más del 50% de las personas privadas de libertad en el sistema
federal y más del 80% en la provincia de Buenos Aires, son presos sin condena. Este uso
generalizado durante la última década en la provincia, ubicó a la privación de la libertad
como principal herramienta de solución de los conflictos sociales, y provocó las tasas de
encarcelamiento más altas de la región, con niveles de hacinamiento y mal trato
inadmisibles. Y este incremento exponencial no guardó relación alguna con el aumento de
los delitos registrados en el mismo período. La declamación demagógica acerca de la
necesidad de que el sistema penal intervenga en todos los casos y que lo haga con
privación de libertad, aún sin una sentencia de culpabilidad, no hizo otra cosa que
profundizar los graves problemas de legitimidad de la justicia penal argentina.
Por todo ello, el largo registro de impunidad que degradó las instituciones en nuestro país,
obliga a impulsar una reforma de las prácticas judiciales a fin de dar una adecuada
respuesta a las demandas de justicia de las víctimas. Ello no se logra con “demagogia
punitiva”, ni presionando sobre jueces que defienden la aplicación de los principios
constitucionales. Procesos de acusación como el presente trámite son manifestación de
12
CIDH, Informes 12/96 y 2/97, citados. En forma muy resumida podemos decir que el derecho
internacional de los derechos humanos ha dedicado especial interés a la protección de la libertad
ambulatoria y el estado de inocencia. Como corolario de ello, se entiende que toda persona tiene
derecho a gozar de su libertad durante la sustanciación de un proceso penal en su contra. A su
vez, se han ido definiendo estándares y principios obligatorios para cualquier normativa o práctica
estatal que pretenda limitar este derecho. Lo fundamental a resaltar son las exigencias específicas
para los Estados, vinculadas con los “requisitos sustantivos que autorizan la detención preventiva
de un inocente”, por una parte, y el necesario “control judicial de esos requisitos”, por el otro. Es
preciso detenerse en la obligación que recae sobre el poder judicial de controlar la legitimidad de
cualquier encarcelamiento preventivo.
una voluntad contraria a la decisión de comenzar un profundo movimiento de cambio en el
funcionamiento de la justicia penal y de fortalecer la independencia judicial. Dos metas
sobre las que el Consejo de la Magistratura tiene una clave responsabilidad.
Sin otro particular y a la espera de que estas consideraciones sean tomadas en cuenta
para decidir sobre la continuación de este proceso, lo saludamos a Usted atentamente.
Andrea Pochak
Directora Adjunta
CELS
Victor Abramovich
Director Ejecutivo
CELS
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