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Venciendo Gigantes
La Biblia nos relata la historia de un niño que tenía una fe inmensa, que era muy
valiente, que luchó y mató a un gigante.
Ese niño se llamaba David.
Pero hoy no les contaré sobre la gran valentía de David o de su reino, sino que les
hablaré de sus fracasos. Sí, de sus fracasos, también de como salió adelante y ocupó su
valentía para seguir pese a las dificultades y como siempre volcó su corazón a Dios.
El pecado
Uno de los errores de David fue cuando miró por su ventana y vio a una hermosa
mujer bañándose desnuda.
“Y sucedió un día al caer la tarde, que se
levantó David de su lecho y se paseaba
sobre el terrado de la casa real; y vio desde
el terrado a una mujer que se estaba
bañando, la cual era muy hermosa. Envió
David a preguntar por aquella mujer, y le
dijeron: aquella es Betsabé hija de Eliam,
mujer de Urías el Heteo.
Y envió David mensajeros, y la tomó; y
vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia y se volvió a
su casa.”
2 Samuel 11:2-4
Tomó a una mujer que no era su esposa y se acostó con ella.
¿Por qué se permitió codiciar a esta mujer? Porque él ya se había separado de Dios,
él ya había rechazado en su corazón la ley, o más importante, rechazado a Jehová.
El pecado te atrapa
Así como dice la ley física: toda acción tiene una reacción. Todo lo que hacemos trae
consecuencias. David tuvo las consecuencias de su acto: ella quedó embarazada (versículo
5). Cuándo han cometido algún error ¿han sentido angustia y han querido arreglarlo? Como
cuando quiebran un vaso e intentan pegarlo para que el próximo que lo tome piense que lo
hizo.
Algo parecido quiso hacer David, quería que el marido de Betsabé creyera que el hijo
era de él. Lamentablemente eso no le resultó a David porque Urías, por ser fiel a su rey, no
se acostó con su mujer los días que estuvo de vuelta en la ciudad.
Así que llevó a cabo un plan malévolo que “solucionaría temporalmente” su
problema.
“Venida la mañana, escribió David a Joab una carta, la cual envió por mano de
Urías. Y escribió en la carta, diciendo: Poned a Urías al frente, en lo más recio de la
batalla, y retiraos de él, para que sea herido y muera. Así fue cuando Joab sitió la
Ciudad, puso a Urías en el lugar donde sabía que estaban los hombres más
valientes”
2 Samuel 11:14-16
David mandó a Urías
que muriera, así podría tomar
nadie se enteraría que ese hijo
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al frente de la batalla para
como esposa a Betsabé y
fue concebido en adulterio.
Luego de la muerte de Urías, Natán el profeta fue a David con un mensaje de Dios. Le
dijo que su pecado le traería consecuencias, le quitaría sus mujeres y se las daría a su
enemigo y que el hijo que tenía con Betsabé moriría (2 Samuel 11:14).
Arrepentimiento, confesión y perdón
David se sintió muy triste al saber que como consecuencia de su pecado un niño
inocente moriría. Una vez nacido enfermó gravemente, David oró, ayunó y rogó a Dios por el
niño. David no comía, no dormía y nadie lo podía consolar (2 Samuel 11:16,17).
Más este murió al séptimo día de nacido. Cuando el niño falleció, David no se puso
más triste, lo más extraño fue que se levantó, se bañó, comió y alabó el nombre de Dios. ¿Por
qué hizo esta cosa tan extraña? Fue porque sabía que Dios lo había perdonado y también
escuchado, ya no había nada más que hacer sino que aceptar su voluntad. El niño ya había
muerto y ahora lo que le quedaba era seguir adelante.
En uno de los salmos más hermosos de David podemos entender su manera de
actuar.
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su
pecado.
Bienaventurado el hombre a quién Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo
espíritu no hay engaño.
Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: confesaré mis
transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado”.
Salmos 32: 1, 2, 5
Volver a Dios y levantarse nuevamente
David se levantó y siguió adelante porque tenía el perdón de Dios. Sí, Dios lo había
perdonado, por eso lo adoró una vez que supo que ya no había nada más que hacer sino que
levantarse y seguir porque Dios le había otorgado una nueva oportunidad.
Cada vez que se equivocaba se volvía a poner en pie sabiendo que Dios lo había
perdonado y le seguía dando nuevas oportunidades de ser un buen hijo.
Así, Dios también nos perdona, tira nuestros pecados al fondo del mar y nos recibe
con los brazos abiertos.
“¿Qué Dios como tú, que perdonas la maldad, y olvidas el pecado del resto de su
heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque es amador de misericordia.
El tornará, él tendrá misericordia de nosotros; él sujetará nuestras iniquidades, y
echará en los profundos de la mar todos nuestros pecados”.
Miqueas 7:19
Él quiere que venzamos a nuestros gigantes, que salgamos adelante, así como lo hizo
David. Que no se hundió en la depresión, porque sabía que Dios lo amaba y lo perdonaba.
Cuando te veas débil sin perdón sin salida sin fuerzas para vencer la tentación, ruega
a Dios y verás que serás un vencedor.
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