IES A Pobra do Caramiñal Lingua Castelá e Literatura II REALISMO Y NATURALISMO En el siglo XIX, como consecuencia del crecimiento de las clases medias urbanas y de la extensión de la enseñanza, aparece un público más numeroso. Predomina ahora un lector burgués que busca reconocerse en los personajes y asuntos de ficción, por lo que las preocupaciones y los ambientes de estas clases medias pasan a ser un tema literario central. El Realismo surge por el rechazo de los principios idealistas de la estética romántica. Se origina en Francia en la primera mitad del siglo XIX y se inició con escritores como Balzac y Stendhal, desarrollándose con Flaubert. En España surgió hacia 1870, tras “La Gloriosa”. A diferencia de los románticos, interesados por la interioridad, los escritores realistas se centraron en la descripción meticulosa de lo exterior. Así, en el Realismo distinguimos los siguientes rasgos: • Interés por la realidad. Paralelamente a lo que ocurre en la ciencia, los autores recurren a la observación como procedimiento creativo. La novela, género predilecto del Realismo, se convierte en importante documento social. • Contextualización contemporánea. El interés por la realidad inmediata se traduce en una localización espaciotemporal próxima al momento en el que se escriben las obras. • Tendencia a la objetividad y al verismo. Se pretende presentar ambientes, comportamientos y diálogos reales o creíbles. En correspondencia con este interés, abundan las descripciones y se procura que cada personaje se exprese conforme a su educación y su forma de ser. El estilo abandona el retoricismo romántico y presenta una expresión más sencilla que busca la fidelidad a la realidad retratada. • Intención crítica. La pretensión de objetividad no impide que la voz del autor y su intención crítica tengan un peso considerable en el relato. Curso 2011/2012 2º Bacharelato El importante desarrollo científico, sobre todo de la Biología y de las Ciencias Naturales, hace surgir en las dos últimas décadas del siglo una corriente literaria derivada del Realismo, el Naturalismo, que no supone un movimiento distinto o contrapuesto. De hecho, fueron los propios escritores realistas los que incorporaron a su literatura novedades de este movimiento iniciado por Èmile Zola en Francia. Este último estableció las bases de su nueva estética conforme a ciertas corrientes de pensamiento que afirmaban que el ser humano no es libre, sino que está determinado por las leyes de la herencia biológica y por el influjo del medio. Partiendo de estas premisas, el Naturalismo se caracteriza por los siguientes rasgos: • Lleva a la literatura preceptos científicos; la obra se convierte en un método de estudio del comportamiento humano, tal como se ha visto, determinado por lo biológico y lo circunstancial. • Siente interés por lo feo y lo sórdido. De esta forma, la enfermedad o la marginación suscitan gran interés en el Naturalismo, que estudia su incidencia en el individuo. Este punto de vista se refleja directamente en sus formas de expresión: aumento el léxico científico (especialmente médico) y recurre frecuentemente a pormenorizadas descripciones y fragmentos expositivos. En España, los escritores rechazaron el determinismo biológico y reivindicaron el libre albedrío y el humor; sin embargo, incorporaron temas y técnicas naturalistas: las descripciones minuciosas y documentadas; una menor intervención del narrador y mayor presencia de las palabras y pensamientos de los personajes; y la influencia del medio (físico y social), de lo fisiológico, de la educación y la familia en la conducta de los personajes. IES A Pobra do Caramiñal Lingua Castelá e Literatura II Curso 2011/2012 2º Bacharelato 1.- LA NOVELA REALISTA El desarrollo del Realismo supuso el triunfo de la novela. En ella, todos los elementos narrativos componen un mundo verosímil. Algunos de sus características son las siguientes: • Los temas reproducen los conflictos d ella sociedad de la época: las tensiones políticas y religiosas, la hipocresía social, las relaciones humanas, el mundo del trabajo o la importancia del dinero. • Los personajes ya no son héroes, sino individuos extraídos de la realidad cotidiana, que se eligen para ser observados. A medida que avanza el Realismo, los personajes ganan en profundidad y se percibe un mayor interés en el análisis y explicación de sus comportamientos. La novela realista otorga importancia a la figura femenina y a lo colectivo: el ambiente puede adquirir en ocasiones la dimensión de un personaje. • Es frecuente el narrador omnisciente, que relata desde una perspectiva externa y superior a la historia, aunque a veces se introduce una perspectiva interna para expresar el mundo interior de los personajes. El narrador interviene de forma constante: comenta, enjuicia hechos, juzga a seres con intención satírica, irónica, educativa o moralizadora. Junto con la narración tradicional y el estilo indirecto, destacan el diálogo (fundamental en la caracterización de personajes), el estilo indirecto libre y el monólogo interior (para expresar la subjetividad). • El argumento presenta, en general, sucesos que se conciben como un fragmento de una realidad más amplia. Por eso, es frecuente el comienzo in medias res (el relato se inicia cuando la historia ya ha empezado). • El espacio se corresponde a menudo con lugares verdaderos y concretos y el tratamiento del tiempo suele ser lineal, a semejanza del tiempo de la realidad. Sin embargo, se recurre a veces a la analepsis o retroceso para explicar el presente en el que se sitúa la novela. • El estilo se caracteriza por la precisión de las descripciones y la agilidad de los diálogos. • El lenguaje tiende a la sencillez y, para dar verosimilitud a los personajes se introducen a menudo regionalismos o coloquialismos. En la evolución del Realismo español se suelen diferenciar tres fases: • El Prerrealismo se inicia con la publicación en 1849 de La Gaviota, de Fernán Caballero (seudónimo de Cecilia Böhl de Faber). Durante esta fase se escribe una novela idealizadora de tintes costumbristas y las obras tienen, con frecuencia una intención moralizante. El principal representante de esta corriente es Pedro Antonio de Alarcón, autor de El sombrero de tres picos, una de las mejores novelas cortas del siglo. • Suele decirse que el Realismo se inicia con la publicación en 1870 de La Fontana de Oro, de Benito Pérez Galdós. En esta etapa, el narrador adopta una actitud más objetiva hacia sus personajes y el retrato sicológico se convierte en motivo central. Junto a Galdós y a Clarín, los autores más destacados son Pereda y Valera. • El Naturalismo, derivación del Realismo, aparece en España hacia 1880 con la publicación de La desheredada, de Galdós. Los principales autores que recibieron esta influencia fueron Clarín, Emilia Pardo Bazán y Blasco Ibáñez. Benito Pérez Galdós (1843-1920) es, sin duda, el mejor novelistas español del siglo XIX y uno de los grandes novelistas europeos de la época al lado de Dickens, Balzac o Dostoyveski. La España que tenía ante sus ojos no le gustaba y comienza a indagar para encontrar la raíz de los problemas que aquejaban al país. De esta indagación nace su obra narrativa. Intenta cumplir con la pluma una misión reformadora, ya que piensa que conocer los problemas y planteárselos a los demás puede ser un comienzo de la solución de los mismos. IES A Pobra do Caramiñal Lingua Castelá e Literatura II Curso 2011/2012 2º Bacharelato Los Episodios nacionales ocupan un importante lugar dentro de la obra galdosiana y son, fundamentalmente, la historia novelada de una buena parte del siglo XIX. Relatan los más significativos hechos históricos del periodo comprendido entre 1805 (batalla de Trafalgar) y 1875 (Restauración de la Monarquía borbónica). Se trata de 46 relatos distribuidos en 5 series, cada una de 10 episodios (menos la última, que sólo tiene 6). Los Episodios intentan darnos una imagen realista de un periodo histórico muy cercano. Galdós mezcla con gran habilidad acontecimientos públicos y privados con la pretensión de recrear una historia viva, cotidiana, próxima al sentir y al vivir de sus contemporáneos. En cuanto a la técnica narrativa, Galdós utiliza personalmente personajes de ficción que narran en primera persona y sirven de hilo conductor de los acontecimientos. Cuando Galdós escribe las “Novelas españolas contemporáneas” de la segunda época, se encuentra en plena madurez personal y literaria. De ahí que este grupo de novelas constituyan lo más representativo e interesante de su producción. En plena obsesión de la técnica realista, Galdós profundiza en la observación de la realidad española de la segunda mitad del siglo XIX y va a ofrecernos un cuadro completo de la misma. Adopta, como autor, la postura de mero observador y nos presenta los hechos como él los ve, sin tomar ya partido a favor de una ideología determinada. Su genio creador se pone sobre todo de manifiesto en la creación de ambientes y en la caracterización de los personajes. Madrid, centro y síntesis del vivir español, será el escenario elegido, y dentro del ámbito de la ciudad tendrán cabida todos los estamentos sociales: la aristocracia, la burguesía, la clase media de los burócratas, los pequeños comerciantes, los clérigos, los jornaleros, los mendigos, los golfos, etc. Todo esto se pone de manifiesto de manera excepcional en Fortunata y Jacinta -tal vez la mejor novela de Galdós- que podría ser considerada como una crónica del Madrid de la época. Se desarrolla, de un lado, en torno a dos familias de ricos comerciantes: los Arnáiz y los Santa Cruz, cuyos hijos de unen en matrimonio. Estos representan la alta clase media, confortablemente instalada y avalada por las leyes morales y sociales vigentes en la época. De otro lado, frente a ellos, el pueblo madrileño, vital, espontáneo, muchas veces al margen de toda ley, al que pertenecen Fortunata, sus amigos y parientes. El punto de unión de los dos mundos será Juanito Santa Cruz, joven burgués, mimado e irresponsable. A ambos lados estarán las dos mujeres que dan título a la obra: Jacinta, la esposa, como representante de las virtudes burguesas, y Fortunata, la amante, representante de la fuerza instintiva del pueblo. La historia se desarrolla entre diciembre de 1869 y 1876, cuando muere Fortunata. En la narración se integran todos los acontecimientos políticos de estos años: el optimismo y, a la vez, los conflictos que provoca “la Gloriosa”, la abdicación del rey Amadeo de Saboya, la guerra carlista, la I República, los pronunciamientos militares y la Restauración borbónica. En Fortunata y Jacinta se han enfrentado dos mundos: el de las pasiones humanas instintivas y el regulado por las leyes sociales. Al final de la novela asistimos al fracaso de lo espontáneo: Fortunata no tiene más remedio que aceptar las leyes sociales (aceptación simbolizada por la voluntaria entrega de su hijo ilegítimo al matrimonio Santa Cruz). A partir de aquí, Galdós descubre la necesidad de someterse a una ley superior de orden espiritual. Con ello, el novelista se inserta dentro de una corriente europea contemporánea de neocristianismo, cuyo máximo representante en el mundo de la literatura es el ruso León Tolstoi. Leopoldo Alas, “Clarín” (1852-1901) es uno de los escritores más apreciados por la crítica y el público contemporáneo. Su producción se centra en tres aspectos: • La labor narrativa. Entre sus novelas, La Regenta (1884) está considerada hoy como una de las mejores de la producción realista del siglo XIX. Este hecho ha originado que no se valore en toda su importancia otra de sus novelas, Su único IES A Pobra do Caramiñal Lingua Castelá e Literatura II Curso 2011/2012 2º Bacharelato hijo (1890), donde el autor introduce algunos de los elementos propios de la técnica narrativa contemporánea. • El cuento. “Clarín” es uno de los más interesantes escritores de cuentos del siglo XIX, momento en el que el cultivo de este género alcanza su máximo esplendor. Entre sus colecciones de cuentos destacan El señor y lo demás son cuentos (1892) y Cuentos morales (1896). A caballo entre la novela y el cuento se encuentran sus novelas cortas: Pipá (1886) y Doña Berta (1892). • “Clarín” crítico literario. Su obra crítica se encuentra recogida en dos colecciones, Solos de “Clarín” (1881) y Paliques (1893), donde podemos encontrar los juicios más incisivos sobre la producción literaria de su época, aunque con un alto grado de subjetividad. La Regenta (1884) está ambientada en Vetusta, que ha sido identificada con Oviedo, y su contenido es una auténtica crónica social de esta capital de provincia, que resume, en cierto modo, la realidad nacional de finales del siglo XIX. En la obra el clero es la clase social dominante y en torno a ella gira toda la acción. Además, es de señalar la presencia de la nobleza, en cuyas manos está el poder político de la nación. Quizá porque Oviedo era ya una ciudad más industrial que campesina, “Clarín” ignora el problema obrero de la época: el hambre, la miseria y las consecuencias de la desamortización. La clase baja apenas aparece en la obra; otro tanto sucede con la clase media. La obra, por otra parte, refleja todo el costumbrismo de la época: casinos, reuniones, excursiones, etc., y las características políticas y sociológicas del país en ese momento: las luchas de partidos, la hipocresía, etc. La acción de la obra se desarrolla en torno a dos temas: el amor y la religión. Sin embargo, estos dos hilos temáticos están controlados por la falta de libertad de los protagonistas. Este es el papel que el autor encomienda a Vetusta. El nudo de la trama gira en torno a la lucha interna de Ana ante los dos amantes, que la llevará a enfrentarse a momentos de exaltación religiosa y a otros de máxima sensualidad. “Clarín” nos presenta la duda de esta mujer analizando todos sus cambios sicológicos con una técnica maestra. Efectivamente, muchos de los elementos que caracterizarán a la novela de nuestros días están ya presentes en La Regenta y entre todos ellos el monólogo interior es uno de los más representativos (de él se vale el autor para que Ana analice su propia situación; con este procedimiento el personaje cobra una nueva dimensión porque, aparentemente, no está dirigido por el autor, sino que parece que tiene vida propia). El elemento folletinesco de la novela reside en la parte del triángulo: marido, mujer, amante, porque el amante mata al marido en un duelo y el amor entre los adúlteros se deshace. Sin embargo, queda el segundo plano del triángulo, representado por el Magistral, y aquí es donde el autor dirige el desenlace a un final digno de la novela contemporánea. Es la lucha del Magistral con su propia existencia y con la existencia de Vetusta y del mundo religioso entero. A la Regenta se le niega hasta el consuelo de la religión y de este modo termina la novela, con el acabamiento total de la Regenta. La estructura de la obra es envolvente: el principio y el final coinciden en la intención del mensaje. Comenzó con la descripción de la miseria física y espiritual de Vetusta y termina con la destrucción total de su protagonista. Emilia Pardo Bazán (1851-1921) fue la principal defensora en España del Naturalismo. En el caso de esta autora, este movimiento se encuentra enmarcado en el catolicismo. Así, el determinismo naturalista de Zola es solo aparente y está subordinado a la capacidad del hombre para sobreponerse a él por medio de la fe, que lo eleva sobre el resto de las criaturas. Entre sus novelas destacan Los pazos de Ulloa y La madre Naturaleza, desarrolladas en ambientes rurales de Galicia que conforman mundos cerrados y dominados por las pasiones. Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) es el último representante del Naturalismo en España. Publicó novelas ambientadas en tierras IES A Pobra do Caramiñal Lingua Castelá e Literatura II Curso 2011/2012 2º Bacharelato valencianas, como La barraca, Entre naranjos o Cañas y barro, en las que los personajes luchan por su existencia, sumidos en la miseria, el odio, la venganza y la fatalidad. En los años 90 se percibe un cierto cambio en la concepción de la novela: se acentúa el interés por la sicología de los personajes y se atiende también a nuevos aspectos como la imaginación, los sentimientos o la espiritualidad. Nace así lo que se conoce como novela espiritualista, representada por Misericordia, de Galdós o Su único hijo, de Clarín. El teatro de esta época no tuvo especial relevancia. Por un lado, triunfa la alta comedia, destinada a un público burgués, caracterizada por una intención moralizante. En esta línea se encuentra la obra de Manuel Tamayo y Baus, por ejemplo. Asimismo, se desarrolla el género chico, de gran aceptación entre las clases populares. Está constituido por breves obras de carácter cómico. Entre los dramaturgos que se inscriben en el marco del teatro neorromántico se encuentra el Premio Nobel José de Echegaray. Por último, cabe señalar, ya en la frontera del siglo XX, el teatro de carácter social de Joaquín Dicenta. 2.- LA POESÍA Y EL TEATRO Además de la poesía posrromántica, la segunda mitad de siglo desarrolla otras tendencias ya dentro de la estética realista, como la obra de Ramón de Campoamor o la de Gaspar Núñez de Arce. IES A Pobra do Caramiñal Lingua Castelá e Literatura II TEXTOS I.- Fortunata y Jacinta, Benito Pérez Galdós. Juanito no pecaba de corto, y al ver a la chica y observar lo linda que era y lo bien calzada que estaba, diéronle ganas de tomarse confianzas con ella. -¿Vive aquí – le preguntó- el señor de Estupiñá? -¿Don Plácido?...en lo más último de arriba- contestó la joven, dando algunos pasos hacia fuera. Y Juanito pensó: “Tú sales para que te vea el pie. Buena botas”...Pensando esto, advirtió que la muchacha sacaba del mantón una mano con mitón encarnado y que se la llevaba a la boca. La confianza se desbordaba del pecho del joven Santa Cruz, y no pudo menos de decir: -¿Qué come usted, criatura? -¿No lo ve usted? -replicó mostrándoselo-. Un huevo. -¡Un huevo crudo! Con mucho donaire, la muchacha se llevó a la boca por segunda vez el huevo roto y se atizó otro sorbo. -No sé cómo puede usted comer esas babas crudas -dijo Santa Cruz, no hallando mejor modo de trabar conversación. -Mejor que guisadas. ¿Quiere usted? -replicó ella ofreciendo al Delfín lo que en el cascarón quedaba. Por entre los dedos de la chica se escurrían aquellas babas gelatinosas y transparentes. Tuvo tentaciones Juanito de aceptar la oferta, pero no: le repugnaban los huevos crudos. -No, gracias. Ella entonces se lo acabó de sorber, y arrojó el cascarón, que fue a estrellarse contra la pared del tramo inferior. Estaba limpiándose los dedos con el pañuelo, y Juanito discurriendo por dónde pegaría la hebra, cuando sonó abajo una voz terrible que dijo: -¡Fortunaaá! Curso 2011/2012 2º Bacharelato Entonces la chica se inclinó en el pasamanos y soltó un yia voy con chillido tan penetrante que Juanito creyó se le desgarraba el tímpano. El yia principalmente sonó como la vibración agudísima de una hoja de acero al deslizarse sobre otra. Y al soltar aquel sonido, digno canto de tal ave, la moza se arrojó con tanta presteza por la escaleras abajo, que parecía rodar por ellas. […] Pasaron junto a las dos damas figuras andrajosas, ciegos que iban dando palos en el suelo, lisiados con montera de pelo, pantalón de soldado, horribles caras. Jacinta se aprestaba contra la pared para dejar el paso franco. Encontraban mujeres con pañuelos a la cabeza y mantón pardo, tapándose la boca con la mano envuelta en un pliegue del mismo mantón. Parecían moras: no se les veía más que un ojo y parte de la nariz. Algunas eran agraciadas; pero la mayor parte eran flacas, pálidas, tripudas y envejecidas antes de tiempo. Por los ventanuchos abiertos salía, con el olor a fritangas y el ambiente chinchoso, murmullo de conversaciones dejosas, arrastrando toscamente las sílabas finales. Este modo de hablar de la tierra ha nacido en Madrid de una mixtura entre el dejo andaluz, puesto en moda por los soldados, y el dejo aragonés, que se asimilan todos los que quieren darse aires varoniles. Nueva barricada de chiquillos les cortó el paso. Al verles, Jacinta y aun Guillermina, a pesar de su costumbre de ver cosas raras, quedáronse pasmadas, y hubiérales dado espanto lo que miraban, si las risas de ellos no disiparan toda impresión terrorífica. Era una manada de salvajes, compuesta de dos tagarotes como de diez y doce años, una niña más chica, y otros dos chavales, cuya edad y sexo no se podía saber. Tenían todos ellos la cara y las manos llenas de chafarrinones negros, hechos con algo que debía de ser betún o barniz japonés del más fuerte. Uno se había pintado rayas en el rostro, otro anteojos, aquél bigotes, cejas y patillas con tan mala maña, que toda la cara parecía revuelta en heces IES A Pobra do Caramiñal Lingua Castelá e Literatura II de tintero. Los pequeñuelos no parecían pertenecer a la raza humana, y con aquel maldite tizne extendido y resobado por la cara y las manos semejaban micos, diablillos o engendros infernales. […] Desde que Jacinta apareció al extremo del corredor, Fortunata no quitó de ella sus ojos, examinándole con atención ansiosa el rostro y el andar, los modales y el vestido. Confundida con otras compañeras en un grupo que estaba a la puerta del comedor, la siguió con sus miradas, y se uso en acecho junto a la escalera para verla de cerca cuando bajase, y se le quedó, por fin, aquella simpática imagen vivamente estampada en la memoria. La impresión moral que recibió la samaritana era tan compleja, que ella misma no se daba cuenta de lo que sentía. Indudablemente su natural rudo y apasionado la llevó en el primer momento a la envidia. Aquella mujer le había quitado lo suyo, lo que, a su parecer, le pertenecía de derecho. Pero a este sentimiento mezclábase con extraña amargura otro muy distinto y más acentuado. Era un deseo ardentísimo de parecerse a Jacinta, de ser como ella, de tener su aire, su aquel de dulzura y señorío. Porque de cuantas damas vio aquel día, ninguna le pareció a Fortunata tan señora como la de Santa Cruz, ninguna tenía tan impresa en el rostro y en los ademanes la decencia. De modo que si le propusieran a la prójima, en aquel momento transmigrar al cuerpo de otra persona, sin vacilar y a ojos cerrados habría dicho que quería ser Jacinta. II.- La Regenta, Leopoldo Alas “Clarín”. El Magistral, olvidado de los campaneros, paseaba lentamente sus miradas por la ciudad, escudriñando sus rincones, levantando con la imaginación los techos, aplicando su espíritu a aquella inspección minuciosa; como el naturalista estudia con poderoso microscopio las Curso 2011/2012 2º Bacharelato pequeñeces de los cuerpos. No miraba a los campos, no contemplaba la lontananza de montes y nubes; sus miradas no salían de la ciudad. Vetusta era su pasión y su presa. Mientras los demás le tenían por sabio teólogo, filósofo y jurisconsulto, él estimaba sobre todas su ciencia de Vetusta. La conocía palmo a palmo, por dentro y por fuera, por el alma y por el cuerpo, había escudriñado los rincones de las conciencias y los rincones de las casas. Lo que sentía en presencia de la heroica ciudad era gula; hacía su anatomía, no como el fisiólogo que solo quiere estudiar, sino como el gastrónomo que busca los bocados apetitosos; no aplicaba el escalpelo, sino el trinchante […]. Don Fermín contemplaba la ciudad. Era una presa que le disputaban, pero que acabaría de devorar él solo. ¡Qué! ¿También aquel mezquino imperio habían de arrancarle? No, era suyo. Lo había ganado en buena lid. ¿Para qué eran los necios? También al Magistral se le subía la altura a la cabeza; también él veía a los vetustenses como escarabajos; sus viviendas bajas y negruzcas, aplastadas, las creían los vanidosos ciudadanos palacios y eran madrigueras, cuevas, montones de tierra, labor de topo...¿Qué habían hecho los dueños de aquellos palacios viejos y arruinados de la Encimada que él tenía bajo sus pies? ¿Qué habían hecho? Heredar. ¿Y él? ¿Qué había hecho él? Conquistar. § Pero, ¿el amor?, ¿era aquello amor? No, eso estaba en un porvenir lejano todavía. Debía ser demasiado grane, demasiado hermoso para estar tan cerca de aquella miserable vida que la ahogaba, entre las necesidades y pequeñeces que la rodeaban. Acaso el amor no vendría nunca; pero prefería perderlo a profanarlo. Toda su resignación aparente era por dentro un pesimismo invencible: se había convencido de que estaba condenada a vivir entre necios; creía en la fuerza superior de la estupidez general; ella tenía razón contra todos, pero estaba debajo, era la vencida. Además su miseria, su abandono, la preocupaban más que todo: su pensamiento principal era librar a sus IES A Pobra do Caramiñal Lingua Castelá e Literatura II tías de aquella carga, de aquella obra de caridad que cada día pregonaban más solemnemente las viejas. Quería emanciparse; pero, ¿cómo? Ella no podía ganarse la vida trabajando; antes la hubieran asesinado las Ozores; no había manera decorosa de salir de allí a no ser el matrimonio o el convento. § La Regenta, que estaba de rodillas, se puso en pie con un valor nervioso que en las grandes crisis le acudía...y se atrevió a dar un paso hacia el confesionario. Entonces crujió con fuerza el cajón sombrío, y brotó de su centro una figura negra, larga. Ana vio a la luz de la lámpara un rostro pálido, unos ojos que pinchaban como fuego, fijos, atónitos como los del Jesús del altar... El Magistral extendió un brazo, dio un paso de asesino hacia la Regenta, que, horrorizada, retrocedió hasta tropezar con la tarima. Ana quiso gritar, pedir socorro y no pudo. Cayó sentada en la madera, abierta la boca, los ojos espantados, las manos extendidas hacia el enemigo, que el terror le decía que iba a asesinarla. El Magistral se detuvo, cruzó los brazos sobre el vientre. No podía hablar, ni quería. Temblábale todo el cuerpo; volvió a extender los brazos hacia Ana...dio otro paso adelante...y después, clavándose las uñas en el cuello, dio media vuelta, como si fuera a caer desplomado, y con piernas débiles y temblonas salió de la capilla. Cuando estuvo en el Curso 2011/2012 2º Bacharelato trascoro, sacó fuerzas de flaqueza, y aunque iba ciego, procuró no tropezar con los pilares y llegó a la sacristía sin caer ni vacilar siquiera. Ana, vencida por el terror, cayó de bruces sobre el pavimento del mármol blanco y negro; cayó sin sentido. La catedral estaba sola. Las sombras de los pilares y de las bóvedas se iban juntando y dejaban el templo en tinieblas. Celedonio, el acólito afeminado, alto y escuálido, con la sotana corta y sucia, venía de capilla en capilla cerrando verjas. Las llaves del manojo sonaban chocando. Llegó a la capilla del Magistral y cerró con estrépito. Después de cerrar tuvo aprensión de haber oído algo allí dentro; pegó el rostro a la verja y miró hacia el fondo de la capilla, escudriñando en la oscuridad. Debajo de la lámpara se le figuró ver una sombra mayor que otras veces... Y entonces redobló la atención y oyó un rumor como un quejido débil, como un suspiro. Abrió, entró y reconoció a la Regenta, desmayada. Celedonio sintió un deseo miserable, una perversión de la perversión de su lascivia; y por gozar un placer extraño, o por probar si lo gozaba, inclinó el rostro asqueroso sobre el de la Regenta y le besó los labios. Ana volvió a la vida rasgando las nieblas de un delirio que le causaba náuseas. Había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo.