2016 Núm. 1 20 de febrero de 2016 MADERA DURA Elías Beauchamp e Hiram Rosado con un canto de ausubo y una proclama de Bayoán traen una bandera besada de calor eterno. Vienen entre luces de sol inevitable endureciendo el viento como azotes de tierra. Entre campanarios y torreones se acercan compaginando recuerdos, levantando perdones, llevando en los labios como una furia de rosa, como un amor dulce de pitirres. Elías Beauchamp e Hiram Rosado traen el pulso y lo vienen propagando en la noche del Yunque vigilante. Las piedras calladas también vigilan. Vigilan los astros, almas insomnes, y las hojas ciegas de luna llena hacen señales al camino desierto. Elías y Rosado entre las lágrimas del río ancho y subterráneo brotan en manantiales como leche de madre rebelde cantando. No es posible el olvido, quemantes suspiros que esparcen terso perfume de gloria. Llena el aire de zumo de vuestros corazones que circulan incorruptos por venas de abierto amor sin llanto. No es posible el olvido, olas de granito, árboles infinitos, sal de la tierra. No es posible porque estas noches os he visto llenando el espacio con la bandera del hombre indoamericano. Hugo Margenat Hiram y Elías, dos nombres; dos símbolos heroicos; dos pechos que supieron morir con dignidad; dos almas valerosos; dos mártirs estoicos; dos glorias que caminan hacia la eternidad. Julia de Burgos Aguas Buenas, Puerto Rico Hiram Rosado y Elías Beauchamp El ajusticiamiento del Coronel Riggs El sábado 22 de febrero de 1936 el Coronel de la Policía Elisha Francis Riggs regresó de Santo Domingo, República Dominicana, donde había asistido en representación del gobierno de Puerto Rico a Elías Beauchamp saluda antes de ser ejecutado. las fiestas de inauguración de la Avenida George Washington en dicha capital. El domingo 23 de febrero de 1936 asistió a misa en la Catedral de San Juan. Nacionalistas que vivieron en 1930 han comentado que había varios comandos con la encomienda de ejecutar a Riggs en retaliación por las muertes de los nacionalistas en Río Piedras. Pero no hemos podido comprobar la veracidad de dicho comentario. Sí queda claro Hiram Rosado para la historia que fue el comando que componían Elías Beauchamp e Hiram Rosado el que ejecutó el magnicidio. Ese domingo 23 de febrero de 1936 un comando compuesto por los jóvenes nacionalistas Hiram Rosado, y Elías Beauchamp fueron al Viejo San Juan a dar fiel cumplimiento al juramento que habían hecho en el entierro de sus compañeros nacionalistas asesinados por la policía en Río Piedras el 24 de octubre de 1935. El plan nacionalista era vengar los muertos en la persona del propio jefe de la Policía a quien responsabilizaban de haber ordenado la masacre y para que dicho crimen no quedara impune. Hiram Rosado se apostó cerca del mediodía frente a la imprenta "Romero y del Valle", en la Calle Allen (hoy Fortaleza) en la 1 esquina del Callejón del Gámbaro. El chofer del Coronel Riggs, el policía Angel Alvarez, tomó esa ruta de regreso a la residencia de su jefe en El Escambrón, luego de asistir a misa. Ese domingo, Riggs iba en el asiento delantero de su automóvil marca Packard, tablilla G. I. ll estilo abierto. Al llegar a la esquina de la Calle Allen y Callejón del Gámbaro, a un bloque de distancia del Teatro Municipal, Rosado le salió al paso disparándole dos veces con una pistola calibre 38. El chofer se detuvo y observó que a Rosado el arma le amarraba fuego. Alvarez avisó a gritos al policía de turno frente al Teatro Municipal para que persiguiera a Rosado, mientras dirigía su automóvil con su pistola en la mano derecha hacia la calle Tetuán, donde desembocaba el Callejón del Gámbaro. Rosado se retiró corriendo por el Callejón de Gámbaro al darse cuenta de que no funcionaba la pistola. El conductor de Riggs dirigió su carro por la calle del teatro Municipal hacia el recinto sur. Acelerando la marcha logró ver, al llegar cerca de la esquina de la Tanca, que Rosado corría con la pistola en la mano y abordó como pasajero un automóvil rojo de servicio público que Elisha Francis Riggs conducía Quintín Sánchez que pasaba por el lugar. Detuvo su carro en medio de la calle y se abalanzó sobre el carro, logrando detenerlo, procediendo a arrestar a Rosado. Mientras lo arrestaba, se acercó al carro de Riggs el joven nacionalista Elías Beauchamp. Riggs estaba hablando con un testigo del primer atentado, Rafael Andréu. Beauchamp impecablemente vestido de blanco, no levantó sospechas de Riggs y acercándose a éste le dijo: "Yo lo vi, Coronel, yo lo vi". Otros policías habían llegado al lugar y procedieron a conducir a Rosado al Cuartel de la Policía en la Calle de San Francisco. Al momento de Riggs abordar de nuevo su automóvil, invitó a Beauchamp a que entrase también al carro para conducirlo al Cuartel a que testificara lo que había visto. En ese momento, Beauchamp sacó su arma, disparando contra el Coronel, perforándole el cráneo, e hiriéndole en el pecho y la mano derecha. Beauchamp intentó retirarse disparándole a los que le seguían y entró al almacén Rodríguez y Palacios, en la Calle Tetuán número 29. Tiró su arma detrás de unas cajas apiladas cerca de la entrada. Allí la policía le dio alcance usando la violencia para someterlo a arresto. Beauchamp les gritó: "Suéltenme, yo fui quien lo maté, ya está hecho, no lo voy a negar, suéltenme voy a buscar el arma". Lo sueltan y Beauchamp sacó el arma del lugar donde la había tirado y vuelven a someterlo al arresto. Ante la muerte del Jefe de la Policía Riggs, se desata la histeria dentro de las fuerzas policiacas. Al propagarse la noticia empezó la policía a registrar los establecimientos y vehículos de nacionalistas. Cerca de las tres y media de la tarde en el pueblo de Utuado el Jefe de la Policía Vélez Ortiz y el guardia Marrero se disponían a registrar el carro ocupado por los nacionalistas Angel Mario Martínez y Pedro Crespo cuando estos entraban al cafetín "Osiris" frente a la Plaza de Recreo. Se produjo otro tiroteo en el que resultó herido el jefe de la Policía Vélez Ortiz de ese pueblo por un disparo que le atravesó la cara. Pedro Crespo fue herido de bala en el brazo derecho y herida contusa en la cabeza. Angel Mario Martínez pereció acribillado a balazos por la espalda. La Policía armada de carabinas sitió el cafetín cerrándolo y recorriendo las calles del pueblo disolviendo grupos de ciudadanos. El alcalde de ese pueblo, Santiago González, resultó herido y acusó a la policía de haber provocado la balacera como represalia por la muerte de Riggs. Elías Beauchamp al momento de su arresto Tras la muerte de Riggs, Charles H. Terry, Secretario del Gobernador Winship asumió el mando de la policía, impuso un estado de sitio, con policías armados de revólveres y carabinas, que no permitían acceso a la ciudad, aun a los residentes del área. Todos los ciudadanos que transitaban por la Calle Tetuán fueron arrestados y el nacionalista Buenaventura Rodríguez, empleado de la Imprenta Puerto Rico, donde se editaba el periódico La Palabra, fue macaneado brutalmente en el allanamiento que hicieron a su lugar de trabajo. El gobernador Winship estaba de pasadía en Luquillo y cuatro policías fueron enviados a darle la noticia del atentado. Inmediatamente salió hacia San Juan, deteniéndose en el hospital de la Escuela de Medicina Tropical para ver el cadáver de su íntimo amigo Riggs, regresando más tarde a La Fortaleza. Linchamiento de Beauchamp y Rosado Una vez arrestados, Hiram Rosado y Elías Beauchamp fueron trasladados al Cuartel de la Policía, situado en la Calle Salvador Brau (hoy Calle San Francisco) en San Juan. Fueron encerrados en la oficina del Jefe José R. Vázquez. En un estante de esa oficina había seis carabinas sin cargar y cerca los cinturones con los cartuchos. En la Calle Salvador Brau (hoy San Francisco) y todas las calles de San Juan fueron sitiadas, agentes fuertemente armados impidieron el paso a los residentes que iban a sus hogares. Al poco rato se oyeron unas detonaciones, resultando herido Hiram Rosado y muerto Elías Beauchamp. Rosado falleció en el Hospital Municipal de Santurce. 2 Según el periódico El Imparcial de fecha del 25 de febrero de 1936, los agentes de la uniformada presentes en el Cuartel insultaban a Beauchamp y Rosado por haber ejecutado al Jefe de la Policía. Rosado, de acuerdo a la reseña de El Imparcial antes citado irguiéndose como un héroe respondió: "Disparen para que vean cómo muere un hombre". Al momento se oyó una serie de disparos. El jefe Vázquez explicó a la prensa que los nacionalistas Beauchamp y Rosado se habían apoderado de las armas y que el policía Fernando Lozada, quien guardaba la puerta de entrada a la oficina avisó al resto de los compañeos quienes les dispararon pero que los habían trasladado al hospital con prontitud. Corretjer en su ensayo Albizu Campos y los años treinta concurre con lo dicho por Castro y añade que semanas después el Coronel Cole fue ascendido al grado de Brigadier por el presidente Roosevelt y trasladado a los Estados Unidos. Dice Corretjer sobre los hechos: "Salvo la reacción inmediata de la orden del Coronel Cole -quien la dio encerrado en la fortaleza de El Morro y quien de allí no salió hasta volar a Estados Unidos, excepto para concurrir al sepelio del Coronel Riggs la acción del gobierno, inclusive la del General Winship y de toda la oficialidad yanqui, fue de franca cobardía “. Hiram Rosado yace herido en el cuartel de la policía en San Juan. Elías Beauchamp yace exámine en el cuartel de la policía en San Juan. Sin embargo el periódico El País, de fecha 25 de febrero de 1936, desmintió las declaraciones del Jefe José R. Vázquez. Informan que la policía esperó que Elías Beauchamp muriera primero para luego llevar a Rosado al hospital. Según versiones de Paulino Castro y de Juan Antonio Corretjer su ejecución fue ordenada por el coronel Cole, Jefe del Regimiento 65 de Infantería de los Estados Unidos. Paulino Castro dice en el opúsculo El gobernador Luis A. Ferré debe revisar su historia de Puerto Rico (Editorial Betances, San Juan, 1970) que el Coronel Cole se hallaba estacionado en El Morro, cuando el Capitán Vázquez lo llamó para informarle sobre le ejecución de Riggs ya que no había logrado comunicación con el Gobernador Winship. El Coronel Cole le dijo entonces: "Are they still alive?" Esta frase la entendió Vázquez como una orden de fusilamiento. Según informa El Imparcial del lunes 24 de febrero de 1936 los reporteros vieron a las víctimas tendidas sobre un gran charco de sangre con el rostro mutilado. Hiram herido mortalmente como estaba, trataba de acercarse al cuerpo de su compañero para auxiliarlo, pero cuatro miembros de la uniformada lo arrastraron hasta un automóvil para conducirlo al Hospital Municipal de Santurce donde murió ayer a las 4 de la tarde. En el automóvil Rosado decía lastimeramente: "Déjenme morir en paz, no me traten tan mal", pero al pronunciar estas últimas palabras, sufrió un colapso. El periódico La Palabra, en edición Extra publicada el 24 de febrero de 1936, informó que ese domingo cerca de la 1:30 de la tarde, quince o veinte policías armados, se personaron en la Imprenta Puerto Rico, con sus carabinas apuntando a los vecinos. Esa misma noche la Imprenta fue asaltada por segunda vez por el Jefe Pérez Segarra y su banda de carabineros. En esta ocasión Paulino Castro les abrió en el acto. Pérez Segarra lo insultó y lo macaneó, llevándose materiales impresos y otros documentos. Luego de partir la Policía, Paulino Castro sacó la edición de La Palabra que estaba lista para despacho. Fue en esos momentos que vio el desorden en que dejaron los talleres. 3 A partir de estos hechos varios nacionalistas fueron encarcelados sin derecho a fianza y se realizaron allanamientos en los hogares de otros, mientras éstos asistían a los funerales. La Junta Nacional igualmente fue allanada y sus archivos y documentos fueron incautados por la policía. El Imparcial publicó un Editorial donde culpó al Gobernador Winship por los abusos que se estaban cometiendo contra los miembros del Partido Nacionalista. Con abierta indignación y lenguaje directo se expresó en los siguientes términos: Una banda de facinerosos la puede acabar la policía matando a los facciosos, pero una organización de patriotas no la destruye todo el poder de los Estados Unidos. Winship solicitó a la Legislatura aprobar legislación para restituir la pena de muerte, demanda que ya había hecho en su primer mensaje anual a la Legislatura el 11 de febrero de 1936. Interrogado por la prensa el gobernador dijo: "He recomendado a la Asamblea Legislativa la restauración de la pena de muerte. Sostengo que ella es necesaria para detener la ola de crímenes. Insistiré en eso y espero que la Legislatura habrá de atender esta solicitud que ahora nuevamente reitero. Debe saber el criminal que tiene que responder con su vida si arrebata la vida de otro cobarde y ruinmente. Repito que en Puerto Rico haré cumplir la ley y mantendré el orden a todo trance”. Sin haber investigado las circunstancias del linchamiento la policía excusó las muertes acusando a los nacionalistas de querer apoderarse de unas armas guardadas en el salón donde estaban detenidos para disparar contra ellos. Sin embargo, la misma prensa pudo constatar, por la condición de sus cuerpos y los huecos que dejaron las balas en las paredes, que éstos habían sido linchados. Una vez los reporteros llegaron al Cuartel preguntaron al Jefe Vázquez ¿Pero esas carabinas estaban descargadas, verdad? Contestó Vázquez: —Bueno, pero ellos trataron de apoderarse de ellas. ¿Y por qué no los dominaron a palos?—preguntó el periodista. ¿qué cree usted, que se va a dejar uno matar así? contestó con sorna el Jefe Vázquez. En el Informe que rindió el Comité de Libertades Civiles (Garfield - Hays) en mayo de 1937 indica sobre estos hechos: La excusa de la policía fue la de que estos hombres cogieron armas. La respuesta es que cuando los prisioneros están en poder o bajo custodia de la policía, no importa la magnitud del delito, ellos tienen derecho a la seguridad personal. De creerse la versión de la policía de que estos hombres echaron mano a las carabinas en presencia de varios policías, entonces la policía debería explicar por qué a los prisioneros se les condujo a una habitación donde había carabinas. La prensa opina del asesinato Muchas voces se levantaron para condenar el brutal asesinato. El Imparcial publicó un Editorial el 25 de febrero de 1936 que expresaba lo siguiente: Elías Beauchamp e Hiram Rosado tenían derecho a ser juzgados por un jurado compuesto de hombres como ellos, nacidos aquí, con nuestras preocupaciones, prejuicios, pasiones y sentimientos. Este derecho es respetado siempre. Aun en el caso de tratarse de asesinos vulgares. ¿Por qué no se esperó la acción de la justicia y se ordenó la matanza en el Cuartel? Esta es la contestación que El Imparcial exige del General Blanton Winship, Jefe Ejecutivo del Gobierno, representante de los Estados Unidos, y al Procurador General Benigno Fernández García, encargado de la administración de la justicia, para satisfacción del Pueblo de Puerto Rico, justamente indignado con este asesinato sin precedentes. ¿De quién partió la orden de ejecución? El periódico El Mundo en el Editorial del 25 de febrero de 1936 denuncia el abuso de "la autoridad": ¿Con qué derecho, con qué fuerza moral, van las autoridades armadas de un país a exigir que no se usen las armas sino en los casos justificados de defensa propia, cuando de unos hechos que no tienen explicación por mucho que se quiera buscársela, se desprende que quien con mayor discreción debe usarla —la autoridad—, no ha usado, sino que ha abusado de ellas...? Capilla ardiente en la Junta Nacionalista de Santurce. Cientos de puertoriqueños desde temprano llegaron a la Junta Nacionalista donde estaban expuestos los cadáveres de Beauchamp y Rosado para rendir guardia de honor. En perfecto orden la inmensa multitud comenzó el desfile hacia el cementerio. La comitiva llegó hasta la Iglesia Católica de Barrio Obrero donde ya esperaba Albizu Campos rodeado de varios líderes del Partido, quien estuvo al lado de los féretros mientras el Reverendo Hernández cantó el responso por el eterno descanso de los fenecidos. Una vez terminado el rito religioso el entierro siguió en perfecto orden hasta el Cementerio de Villa Palmeras. 4 Barbosa, Américo Ortíz, Fernando Losada y Francisco Velázquez, éste último era oficial de la Comandancia del puesto de San Juan el día de los hechos, así como al Capitán Martínez Chapel y al Cabo José Escobar, acusándolos de negligencia y de falta de celo en el cumplimiento del deber. El Gran Jurado recomendó al gobernador la destitución inmediata de Martínez Chapel, Escobar y Vázquez y una reorganización de la Policía. Al Jefe Vázquez también se le acusa de haber ocultado evidencia relacionada con el caso, como parte de los plomos de las balas que fueron disparadas. Pedro Albizu Campos en la despedida del duelo de Beauchamp y Rosado. “Venimos aquí a jurar que el crimen no perdurará en Puerto Rico”. Albizu comenzó su discurso diciendo: Señores: El valor más permanente en el hombre es el valor. El valor es la suprema virtud del hombre y se cultiva como se cultiva toda virtud y se puede perder como se pierde toda virtud. El valor en el individuo es su supremo bien. De nada vale al hombre estar lleno de sabiduría y de vitalidad física si le falta el valor. Ese es el supremo bien del individuo y de la nación. Porque el valor es lo único que permite la transmutación del hombre para fines superiores. El valor es lo que permite al hombre pasearse firme y serenamente sobre las sombras de la muerte y cuando el hombre pasa tranquilamente sobre las sombras de la muerte, entonces es que el hombre entra en la inmortalidad… Aquí traemos, señores cenizas preciosa, cenizas preciosas de héroes auténticos. Traemos cenizas que dicen de la inmortalidad de Puerto Rico, de la eternidad de Puerto Rico. Traemos cenizas de héroes gloriosos y valientes. Y se decía, señores, que había muerto el valor en la patria; y cuando se decía que había muerto el valor en la patria se sentenciaba a la patria a la muerte de la esclavitud: pero, señores, ha habido un mentis a aquella frase de que el puertorriqueño colectivamente tomado, era cobarde. Eso es una leyenda que un liderato podrido trajo a la patria para justificar su tráfico con la vida de su patria. Nuestro pueblo es valeroso, nuestro pueblo es un pueblo heroico… El juicio de los asesinos de Beauchamp y Rosado Un Gran Jurado fue citado para analizar la muerte de los dos nacionalistas y sus circunstancias. El Gran Jurado encontró causa probable para enjuiciar a los policías implicados en el caso de asesinato. Por los hechos fueron acusados el Jefe José Ramón Vázquez, Jefe, el cabo Federico Cabán y los guardias Jacinto Once meses después, todavía bajo fuertes manifestaciones de repudio por el asesinato y estrictas medidas de seguridad, el martes 19 de enero de 1937, empezó a celebrarse el juicio por asesinato en primer grado contra seis miembros de la policía en la Corte de Distrito de San Juan. Como fiscal actuó el licenciado Domingo Massari y la Corte estuvo presidida por el juez Pablo Berga. El equipo de defensa fue dirigido por el licenciado Alfonso Lastra Charriez y Justo A. Casablanca. El Jurado quedó formalmente constituído el segundo día del juicio por los señores Aguedo F. Vargas, Roque Acosta, José Pastor Robles, Francisco Vélez, José Matos, Arcadio Rivera, Emilio Antuñano, Miguel I. Mangual, Manuel Caballero, Castor Carrión, Eduardo García y Enrique Conde. El fiscal Massari presentó su caso exponiendo que Beauchamp y Rosado fallecieron sin que hicieran disparo alguno porque estaban desarmados. 5 El Dr. Antonio Martínez Alvarez, quien practicara la autopsia de los muertos indicó que Beauchamp presentaba dos heridas, un disparo que le entró por el brazo izquierdo con trayectoria de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo, que le atravesó el pulmón izquierdo, y otro disparo que le produjo fractura del hueso de la quijada en la parte del mentón. Rosado, según el Dr. Martínez Alvarez, presentaba seis heridas de bala con cinco orificios de salida. De las seis, tres le penetraron por el lado izquierdo del cuerpo, cerca de la tetilla, un tanto separadas entre sí, otra le afectó la parte anterior de la tibia de la pierna izquierda, otra le atravesó el muslo izquierdo y la última el muslo derecho. La trayectoria de casi todas estas heridas era de abajo hacia arriba, ligeramente todas de izquierda a derecha. El resto de los testigos eran casi todos miembros de la policía y civiles quienes fueron instruídos con antelación sobre lo que tenían que declarar. El fiscal llamó como testigo de cargo al cabo José Escobar Ríos. Escobar Ríos se encontraba de retén ese domingo en el Cuartel de San Juan. Expresó en su testimonio que el primero en ser conducido al cuartel fue Hiram Rosado. Casi inmediatamente llegó el Capitán Martínez Chapel quien ordenó que lo condujeran a la oficina del Jefe Vázquez, que quedaba frente a la del retén. Poco después llegó arrestado Elías Beauchamp siendo conducido a la misma oficina donde se encontraba Rosado. El policía Fernando Losada fue destacado en la puerta de la oficina con la intención de vigilarlos. En esa misma oficina también se encontraba detenido Quintín Sánchez, el chofer del carro público que abordó Rosado. Posteriormente fue sacado de dicha oficina. Declaró Escobar Ríos que mientras los jóvenes nacionalistas se encontraban en la oficina trató de localizar por teléfono a un magistrado, pero no tuvo comunicación. Salió al patio del cuartel y llamó al telefonista de apellido Cordero para preguntarle por qué no le conseguía la Central para hacer la llamada. Mientras conversaba con el telefonista oyó cerca de seis o siete disparos que provenían de la sala del retén. Regresó adentro y vió muchos policías, entre ellos al Jefe Vázquez, Américo Ortíz, Jacinto Barbosa, Fernando Losada y otros, agrupados en la puerta de entrada a la oficina. Cuando miró adentro vió a Rosado a un lado y Beauchamp a otro lado, ambos acostados en el piso. Estaban desarmados. A pesar de haber declarado ésto en el juicio, en su testimonio ante el Gran Jurado dijo que vió dos carabinas, ambas sin cargar, al lado de los cuerpos. Quintín Sánchez el chofer de carro público que abordó Rosado en su huída y quien había sido llevado al Cuartel de la Policía de San Juan junto a los dos nacionalistas asesinados, afirmó que no vió a ninguno de los nacionalistas tocar las armas y aseguró que cuando lo sacaron de la oficina, después del tiroteo, no vio arma alguna en el suelo. Los demás testigos sin excepción hicieron en el juicio declaraciones interesadas que favorecían la versión de la policía en el sentido de que Beauchamp y Rosado fueron matados en defensa propia porque intentaron apoderarse de las dos carabinas. Un testigo que parecía no tener una declaración interesada era el periodista Enrique Ramírez Brau, redactor de "El Día". Declaró el periodista que llegó al Cuartel de la Policía por casualidad y cuando sonó el último disparo. Por una rejilla de la oficina de la Detective dijo que vió cuando "se profanaban los cuerpos de los heridos que fueron golpeados con los pies por una persona vestida de paisano". Dijo que no podía reconocer a esa persona porque el cuarto estaba oscuro. "¿Alguno de los acusados fue quien hizo eso que usted dice con los heridos?" —le preguntó el abogado de la defensa, Alfonso Lastra Charriez. —"Yo quiero declarar aquí que ninguno de ellos estaba dándole a los heridos. Era una persona alta, vestida de paisano, la que hacía eso", contestó el periodista. Lastra Charriez felicitó al periodista Ramírez Brau por lo "honorable" que había sido en su testimonio, y pidió que su declaración (la de Ramírez Brau) se eliminara del "record" o expediente; a lo que el fiscal inexplicablemente apuntó : "Lo que resuelva la Corte". Entonces el Juez Berga ordenó que se eliminara del record la declaración del periodista. Más tarde en su libro Memorias de un periodista, publicado en 1968, Ramírez Brau escribe que el día que mataron a Beauchamp y Rosado, al salir del lugar desde donde observó los hechos, uno de los guardias "se colocó de rodillas y con la escopeta o tercerola me apuntó para matarme". Entonces le comentó: Lo único que falta es matarme, y así habrás concluido tu obra, dándole muerte a un periodista. Añade Ramírez Brau que en el juicio contra los policías se negó a identificarlos porque según dijo al Juez: "todos se habían transfigurado y todos parecían gemelos". Dice también el periodista en ese libro que Lastra Charriez, el abogado defensor, había defendido a una prima suya acusada de dar muerte a su esposo, otro primo suyo de apellido García de Quevedo. Y así, comentò: "Saldé la deuda con Lastra". En otras palabras, Ramírez Brau conocía la identidad de los cuatro policías que habían linchado a los nacionalistas, pero para pagar una deuda de gratitud personal con el abogado de la defensa, decidió guardar silencio. El viernes 22 de enero y en el momento en que el fiscal se proponía cerrar su prueba de cargo, el licenciado Lastra Charriez, pidió al Juez que retirara el Jurado para plantear una cuestión de derecho. Consistía en demandar la absolución perentoria de los seis acusados alegando para ello que la prueba presentada por el Pueblo contra sus defendidos no sostenía la acusación de asesinato que se les había hecho. Como petición especial la defensa declaró que el fiscal no había traído un solo testigo que incriminase con 6 su testimonio al cabo Francisco Cabán y que en cuanto al Jefe José Ramón Vázquez, una sola persona lo aludía, el guardia Américo Ortiz, que es otro de los acusados y citó jurisprudencia tendiente a demostrar que la confesión o admisión de un acusado solamente le perjudicaba a él exclusivamente y no a otro acusado. En cuanto a la confesión de Américo Ortíz ante el Gran Jurado así como la que prestaron los policías Jacinto Barbosa, Francisco Velázquez y Fernando Losada, señaló la defensa el hecho de que en ella tampoco se incriminaba al Jefe José Ramón Vázquez, a pesar de que le mencionaba como estando en la sala del retén cuando se desarrolló el tiroteo. La teoría de la defensa se basó en que el artículo 240 del Código de Enjuiciamiento Criminal dice lo siguiente: "Cuando dos o más personas hayan sido incluidas en la misma acusación y el tribunal sea de opinión que no existen pruebas suficientes contra uno de los acusados deberá decretar que se le excluya del proceso antes de terminarse el período de la prueba, de modo que pueda servir de testigo a su compañero". Amparándose en ese precepto de ley, Lastra Charriez pidió la absolución perentoria expecialmente del cabo Cabán y del jefe Vázquez. Lastra Charriez insistió en más de una ocasión en que luego de matar a Riggs los dos nacionalistas estaban en actitud nerviosa y resuelta; que ambos constituían un grave peligro por "esa misma resolución que albergaban en sus mentes" y que detenidos en una oficina del cuartel, ambos se armaron de unas carabinas, dispararon de adentro para afuera obligando a la policía a defenderse. Añadió la defensa que aunque Américo Ortíz, Francisco Velázquez y Jacinto Barbosa dispararon, no había evidencia de que sus balas alcanzaran a Beauchamp y Rosado y que si así fuera, lo hicieron en legítima defensa propia y cumpliendo con uno de los preceptos del código que justificaba el homicidio. El fiscal Massari se allanó en cuanto al Cabo Cabán debido a que no había prueba en su contra. En cuanto al Jefe Vázquez dejó en manos de la Corte resolver su caso, pero se opuso a la absolución del resto de los acusados por entender que había prueba contra ellos que debía ser vista por el Jurado para su fallo. El Juez Pablo Berga expresó que resolvería la cuestión planteada. El día sábado 23 de enero de 1937, en una sala llena de público, el Juez Berga declaró con lugar la moción de absolución perentoria de los acusados José R. Vázquez y Federico Cabán, y dejó sin efecto la moción de desestimación en cuanto a los demás acusados Francisco Velázquez, Jacinto Barbosa, Américo Ortiz y Fernando Losada. Antes de retirarse a deliberar, el jurado José Pastor Robles solicitó a la Corte ir al lugar donde ocurrieron los hechos, para así dar un veredicto justo e imparcial. El juez resolvió que ambas partes se pusieran de acuerdo para trasladarse a visitar el Cuartel de la Policía el mismo sábado 23 de enero por la tarde. Ese mismo día a las 4:00 de la tarde comenzó a deliberar el jurado. A las 9:00 A.M. del domingo 24 de enero de 1937, el Jurado que había estado secuestrado en el Hotel Palace regresó a la Corte sin que hubiera llegado a veredicto alguno. Regresan a las 2:00 P.M. al Hotel para continuar las deliberaciones. El lunes 25 de enero el Jurado trajo un veredicto de no culpables del delito de asesinato en primer grado que se les imputaba a los policías Jacinto Barbosa y Francisco Velázquez. En cuanto a Américo Ortíz y Fernando Lozada el jurado anunció al juez Berga que no habían podido llegar a un acuerdo y que todo indicaba que tampoco llegarían a un veredicto. Ambos tendrían que comparecer a un nuevo juicio. Entonces el juez Berga declaró disuelto el jurado a las 9:40 A.M. El fiscal Massari pidió el archivo y sobreseimiento de la causa que todavía tenían pendientes Jacinto Barbosa y Francisco Velázquez por la muerte de Hiram Rosado, de la misma manera que lo pidió para el cabo Federico Cabán y el jefe José R. Vázquez para el caso de Beauchamp. Consideraba el fiscal que la prueba era la misma y no los incriminaba. El jurado deliberó y los declaró no culpables. Luego del juicio de los ejecutores de Beauchamp y Rosado, Antonio Ayuso Valdivieso, Director de El Imparcial firma otro Editorial el 29 de octubre de 1937 (pág. 14) donde expresa: Y digámoslo con franqueza: la policía ha cometido dos linchamientos, contra los cuales la opinión pública debe pronunciarse abiertamente. ¿Con qué derecho la policía se abroga las facultades que corresponden a los tribunales de justicia? Se pretende decir en justificación, que los dos agresores del Sr. Riggs, intentaron adueñarse de armas de fuego que estaban en el cuartel, pero eso es una invención que la policía de San Juan por su propio respeto, y por respeto a la opinión pública, debe cuidarse de darla a los organismos de la justicia y al público, si es que no quiere perder totalmente la confianza de esta sociedad Como era de esperarse el Gobernador Winship no tomó en cuenta la recomendación del Gran Jurado y todos l o s p o l i cí as co nti n u aro n ej erci e n d o s u s ca rgo s impunemente. Para más información relacionada a este tema recomendamos la lectura del libro El Nacionalismo y la violencia en la década de 1930 de Marisa Rosado. Nadie tiene interés en defendernos a excepción de nosotros mismos. Es una insensatez creer que los invasores tengan otro interés que no sea la explotación de Puerto Rico. Pedro Albizu Campos 7 ¿Quién era Elías Beauchamp? Su familia era natural de Lares y las Marías, área montañosa en Puerto Rico. Su familia era muy conocida en esa parte y tenían ya una hermosa historia de cómo lucharon contra el imperio español para los años de 1865. De estos hombres y mujeres luchadores descendía Elías. Su padre estaba muy orgulloso de él, no sólo como estudiante sino por ser un buen hijo. Era muy conocido en su pueblo. Trabajaba con el licenciado Leopoldo Santiago Carmona. Después con los tabacaleros de Bayamón y luego, J. Ramírez e hijo. Así que Beauchamp era muy parecido en su crianza y conducta a Hiram Rosado. Su último trabajo fue en San Juan antes de morir. Elías también tenía sentimientos nacionalistas. Conocía del asesinato de los cuatro jóvenes el año anterior en Río Piedras y sentía notable indignación como ser humano. Algo tenía que suceder ante la muerte de esas víctimas. Se unió al plan con Hiram, Juan A. Corretjer y Plácido Hernández para sacar de circulación al jefe de la policía, el sangriento Coronel Riggs que vino a nuestra país a aterrorizar a un pueblo pacífico. Porque aquí el terrorismo lo trajo el imperio norteamericano. Nunca Puerto Rico fue consultado para que entraran a nuestra tierra como amos. El gobierno norteamericano para este tiempo lo que hizo fue desacreditar sus propias leyes y a los que estaban en la cúpula del gobierno. No había justicia ni lástima sólo asesinatos horrendos y esa conducta no podía seguir. ¿Quién era Hiram Rosado? Hiram era un joven de Ciales, a quien le gustaba la música y la lectura. Su padre don Pedro Rosado, sabía que su hijo era estudioso y se esmeraba por comprarle libros. Era apasionado estudioso del violín y un modelo de la juventud que se levantaba muy decidida a defender su patria a toda costa. Ocupaba un puesto de supervisor local en una compañía conocida FERA. Perteneció al Ejercito Libertador y fue nombrado Comandante Especial el 11 de febrero de 1936 por el Jefe instructor Rafael Ortiz Pacheco. La vida de Hiram Rosado y de Elías Beauchamp ambas se parecían. Como se conocieron? Es algo que no sabemos. El día del acontecimiento en San Juan nadie sospechaba de sus planes. Lo cierto es que tomó una decisión que terminaría con su vida y la de su compañero. Pero esa decisión no fue una idea cualquiera porque tuvo su propósito: Ajusticiar a Riggs por la muerte de los cuatro jóvenes en Rio Piedras, hacer justicia. Palabras de Hiram Rosado: “Ante el inmenso dolor de la patria esclava, el sufrimiento personal nos empequeñece”. Del ideario íntimo del joven nacionalista son estas palabras que deben ser leídas con respetuoso recogimiento espiritual. H O R A S A N TA Por JULIA BURGOS DE RODRÍGUEZ A Hiram Rosado y Elías Beauchamp Hiram y Elías: dos nombres: dos símbolos heroicos; Dos pechos que supieron morir con dignidad; Dos almas valerosas; dos mártires estoicos; Dos glorias que caminan hacia la eternidad. Caisteis abatidos por manos homicidas De seres que han nacido en nuestro patrio hogar; De seres que creísteis hermanos. ¡Parricidas! Que vuestras juventudes no osaron respetar. Vuestros cuerpos inertes ya no vibran, se han ido Para siempre y descansan en connubio silente Con la tierra, que abierta, presenció la traición; Y aquí, cada cerebro se agita estremecido Ante el contacto tierno de dos almas valientes, Que han señalado la hora de la Revolución. San Juan, P.R. 26 de febrero de 1936 La dimensión política del caso Pueblo v. Sánchez para el futuro de las relaciones políticas entre Puerto Rico y Estados Unidos CONFERENCIA CON EL Lcdo. Alejandro Torres Rivera Jueves 3 de marzo de 2016 7:00 pm Casa del Cuento Calle Carrión Maduro. Esquina Núñez Romeo Cayey, Puerto Rico Auspicia: • Fundación Casa Albizu • 33 en 33 x Oscar Información: 787 - 473 - 2513 PO Box 1335 Aguas Buenas, Puerto Rico 00703 [email protected] CAMINANTES 33 en 33 X OSCAR facebook...Casa Albizu, Fundación Casa Albizu 8