Hiram Rosado y Elías Beauchamp

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2016
Núm. 1
20 de febrero de 2016
MADERA DURA
Elías Beauchamp e Hiram Rosado
con un canto de ausubo
y una proclama de Bayoán
traen una bandera besada de calor eterno.
Vienen entre luces de sol inevitable
endureciendo el viento como azotes de tierra.
Entre campanarios y torreones
se acercan compaginando recuerdos,
levantando perdones, llevando
en los labios como una furia de rosa,
como un amor dulce de pitirres.
Elías Beauchamp e Hiram Rosado
traen el pulso y lo vienen propagando
en la noche del Yunque vigilante.
Las piedras calladas también vigilan.
Vigilan los astros, almas insomnes,
y las hojas ciegas de luna llena
hacen señales al camino desierto.
Elías y Rosado entre las lágrimas del río
ancho y subterráneo brotan en manantiales
como leche de madre rebelde cantando.
No es posible el olvido, quemantes suspiros
que esparcen terso perfume de gloria.
Llena el aire de zumo de vuestros corazones
que circulan incorruptos por venas
de abierto amor sin llanto.
No es posible el olvido, olas de granito,
árboles infinitos, sal de la tierra.
No es posible porque estas noches
os he visto llenando el espacio
con la bandera del hombre indoamericano.
Hugo Margenat
Hiram y Elías, dos nombres; dos símbolos heroicos;
dos pechos que supieron morir con dignidad;
dos almas valerosos; dos mártirs estoicos;
dos glorias que caminan hacia la eternidad.
Julia de Burgos
Aguas Buenas, Puerto Rico
Hiram Rosado y
Elías Beauchamp
El ajusticiamiento del
Coronel Riggs
El sábado 22 de febrero de
1936 el Coronel de la Policía
Elisha Francis Riggs regresó
de Santo Domingo, República
Dominicana, donde había
asistido en representación
del gobierno de Puerto Rico a
Elías Beauchamp saluda antes de ser ejecutado.
las fiestas de inauguración de
la Avenida George
Washington en dicha capital.
El domingo 23 de febrero de
1936 asistió a misa en la
Catedral de San Juan.
Nacionalistas que vivieron
en 1930 han comentado que
había varios comandos con la
encomienda de ejecutar a
Riggs en retaliación por las
muertes de los nacionalistas
en Río Piedras. Pero no
hemos podido comprobar la
veracidad de dicho
comentario. Sí queda claro
Hiram Rosado
para la historia que fue el
comando que componían
Elías Beauchamp e Hiram Rosado el que ejecutó el magnicidio.
Ese domingo 23 de febrero de 1936 un comando compuesto
por los jóvenes nacionalistas Hiram Rosado, y Elías Beauchamp fueron
al Viejo San Juan a dar fiel cumplimiento al juramento que habían
hecho en el entierro de sus compañeros nacionalistas asesinados por
la policía en Río Piedras el 24 de octubre de 1935. El plan nacionalista
era vengar los muertos en la persona del propio jefe de la Policía a
quien responsabilizaban de haber ordenado la masacre y para que
dicho crimen no quedara impune.
Hiram Rosado se apostó cerca del mediodía frente a la
imprenta "Romero y del Valle", en la Calle Allen (hoy Fortaleza) en la
1
esquina del Callejón del Gámbaro.
El chofer del Coronel Riggs, el policía Angel Alvarez,
tomó esa ruta de regreso a la residencia de su jefe en El
Escambrón, luego de asistir a misa. Ese domingo, Riggs iba
en el asiento delantero de su automóvil marca Packard,
tablilla G. I. ll estilo abierto. Al llegar a la esquina de la Calle
Allen y Callejón del Gámbaro, a un bloque de distancia del
Teatro Municipal, Rosado le salió al paso disparándole dos
veces con una pistola calibre 38. El chofer se detuvo y
observó que a Rosado el arma le amarraba fuego. Alvarez
avisó a gritos al policía de turno frente al Teatro Municipal
para que persiguiera a Rosado, mientras dirigía su automóvil
con su pistola en la mano derecha hacia la calle Tetuán,
donde desembocaba el Callejón del Gámbaro.
Rosado se retiró corriendo por el Callejón de
Gámbaro al darse cuenta de que no funcionaba la pistola. El
conductor de Riggs dirigió su carro por la calle del teatro
Municipal hacia el recinto
sur. Acelerando la marcha
logró ver, al llegar cerca de
la esquina de la Tanca, que
Rosado corría con la pistola
en la mano y abordó como
pasajero un automóvil rojo
de servicio público que
Elisha Francis Riggs
conducía Quintín Sánchez
que pasaba por el lugar.
Detuvo su carro en medio de la calle y se abalanzó
sobre el carro, logrando detenerlo, procediendo a arrestar a
Rosado. Mientras lo arrestaba, se acercó al carro de Riggs el
joven nacionalista Elías Beauchamp. Riggs estaba hablando
con un testigo del primer atentado, Rafael Andréu.
Beauchamp impecablemente vestido de blanco, no levantó
sospechas de Riggs y acercándose a éste le dijo: "Yo lo vi,
Coronel, yo lo vi". Otros policías habían llegado al lugar y
procedieron a conducir a Rosado al Cuartel de la Policía en la
Calle de San Francisco. Al momento de Riggs abordar de
nuevo su automóvil, invitó a Beauchamp a que entrase
también al carro para conducirlo al Cuartel a que testificara
lo que había visto.
En ese momento, Beauchamp sacó su arma,
disparando contra el Coronel, perforándole el cráneo, e
hiriéndole en el pecho y la mano derecha. Beauchamp
intentó retirarse disparándole a los que le seguían y entró al
almacén Rodríguez y Palacios, en la Calle Tetuán número 29.
Tiró su arma detrás de unas cajas apiladas cerca de la
entrada. Allí la policía le dio alcance usando la violencia para
someterlo a arresto.
Beauchamp les gritó: "Suéltenme, yo fui quien lo
maté, ya está hecho, no lo voy a negar, suéltenme voy a
buscar el arma". Lo sueltan y Beauchamp sacó el arma del
lugar donde la había tirado y vuelven a someterlo al arresto.
Ante la muerte del Jefe de la Policía Riggs, se desata
la histeria dentro de las fuerzas policiacas. Al propagarse la
noticia empezó la policía a registrar los establecimientos y
vehículos de nacionalistas. Cerca de las tres y media de la
tarde en el pueblo de Utuado el Jefe de la Policía Vélez Ortiz
y el guardia Marrero se disponían a registrar el carro
ocupado por los nacionalistas Angel Mario Martínez y Pedro
Crespo cuando estos entraban al cafetín "Osiris" frente a la
Plaza de Recreo. Se produjo otro tiroteo en el que resultó
herido el jefe de la Policía Vélez Ortiz de ese pueblo por un
disparo que le atravesó la cara. Pedro Crespo fue herido de
bala en el brazo derecho y herida contusa en la cabeza.
Angel Mario Martínez pereció acribillado a balazos por la
espalda. La Policía armada de carabinas sitió el cafetín
cerrándolo y recorriendo las calles del pueblo disolviendo
grupos de ciudadanos. El alcalde de ese pueblo, Santiago
González, resultó herido y acusó a la policía de haber
provocado la balacera como represalia por la muerte de
Riggs.
Elías Beauchamp al momento de su arresto
Tras la muerte de Riggs, Charles H. Terry, Secretario
del Gobernador Winship asumió el mando de la policía,
impuso un estado de sitio, con policías armados de
revólveres y carabinas, que no permitían acceso a la ciudad,
aun a los residentes del área. Todos los ciudadanos que
transitaban por la Calle Tetuán fueron arrestados y el
nacionalista Buenaventura Rodríguez, empleado de la
Imprenta Puerto Rico, donde se editaba el periódico La
Palabra, fue macaneado brutalmente en el allanamiento
que hicieron a su lugar de trabajo.
El gobernador Winship estaba de pasadía en
Luquillo y cuatro policías fueron enviados a darle la noticia
del atentado. Inmediatamente salió hacia San Juan,
deteniéndose en el hospital de la Escuela de Medicina
Tropical para ver el cadáver de su íntimo amigo Riggs,
regresando más tarde a La Fortaleza.
Linchamiento de Beauchamp y Rosado
Una vez arrestados, Hiram Rosado y Elías
Beauchamp fueron trasladados al Cuartel de la Policía,
situado en la Calle Salvador Brau (hoy Calle San Francisco)
en San Juan. Fueron encerrados en la oficina del Jefe José R.
Vázquez. En un estante de esa oficina había seis carabinas
sin cargar y cerca los cinturones con los cartuchos. En la Calle
Salvador Brau (hoy San Francisco) y todas las calles de San
Juan fueron sitiadas, agentes fuertemente armados
impidieron el paso a los residentes que iban a sus hogares.
Al poco rato se oyeron unas detonaciones,
resultando herido Hiram Rosado y muerto Elías
Beauchamp. Rosado falleció en el Hospital Municipal de
Santurce.
2
Según el periódico El Imparcial de fecha del 25 de
febrero de 1936, los agentes de la uniformada presentes en
el Cuartel insultaban a Beauchamp y Rosado por haber
ejecutado al Jefe de la Policía. Rosado, de acuerdo a la
reseña de El Imparcial antes citado irguiéndose como un
héroe respondió: "Disparen para que vean cómo muere un
hombre". Al momento se oyó una serie de disparos.
El jefe Vázquez explicó a la prensa que los
nacionalistas Beauchamp y Rosado se habían apoderado de
las armas y que el policía Fernando Lozada, quien guardaba
la puerta de entrada a la oficina avisó al resto de los
compañeos quienes les dispararon pero que los habían
trasladado al hospital con prontitud.
Corretjer en su ensayo Albizu Campos y los años
treinta concurre con lo dicho por Castro y añade que
semanas después el Coronel Cole fue ascendido al grado de
Brigadier por el presidente Roosevelt y trasladado a los
Estados Unidos. Dice Corretjer sobre los hechos: "Salvo la
reacción inmediata de la orden del Coronel Cole -quien la dio
encerrado en la fortaleza de El Morro y quien de allí no salió
hasta volar a Estados Unidos, excepto para concurrir al
sepelio del Coronel Riggs la acción del gobierno, inclusive la
del General Winship y de toda la oficialidad yanqui, fue de
franca cobardía “.
Hiram Rosado yace herido en el
cuartel de la policía en San Juan.
Elías Beauchamp yace exámine en
el cuartel de la policía en San Juan.
Sin embargo el periódico El País, de fecha 25 de
febrero de 1936, desmintió las declaraciones del Jefe José R.
Vázquez. Informan que la policía esperó que Elías
Beauchamp muriera primero para luego llevar a Rosado al
hospital.
Según versiones de Paulino Castro y de Juan
Antonio Corretjer su ejecución fue ordenada por el coronel
Cole, Jefe del Regimiento 65 de Infantería de los Estados
Unidos. Paulino Castro dice en el opúsculo El gobernador
Luis A. Ferré debe revisar su historia de Puerto Rico
(Editorial Betances, San Juan, 1970) que el Coronel Cole se
hallaba estacionado en El Morro, cuando el Capitán Vázquez
lo llamó para informarle sobre le ejecución de Riggs ya que
no había logrado comunicación con el Gobernador Winship.
El Coronel Cole le dijo entonces: "Are they still alive?" Esta
frase la entendió Vázquez como una orden de fusilamiento.
Según informa El Imparcial del lunes 24 de febrero
de 1936 los reporteros vieron a las víctimas tendidas sobre
un gran charco de sangre con el rostro mutilado. Hiram
herido mortalmente como estaba, trataba de acercarse al
cuerpo de su compañero para auxiliarlo, pero cuatro
miembros de la uniformada lo arrastraron hasta un
automóvil para conducirlo al Hospital Municipal de
Santurce donde murió ayer a las 4 de la tarde. En el
automóvil Rosado decía lastimeramente: "Déjenme morir
en paz, no me traten tan mal", pero al pronunciar estas
últimas palabras, sufrió un colapso.
El periódico La Palabra, en edición Extra publicada
el 24 de febrero de 1936, informó que ese domingo cerca de
la 1:30 de la tarde, quince o veinte policías armados, se
personaron en la Imprenta Puerto Rico, con sus carabinas
apuntando a los vecinos. Esa misma noche la Imprenta fue
asaltada por segunda vez por el Jefe Pérez Segarra y su
banda de carabineros. En esta ocasión Paulino Castro les
abrió en el acto. Pérez Segarra lo insultó y lo macaneó,
llevándose materiales impresos y otros documentos. Luego
de partir la Policía, Paulino Castro sacó la edición de La
Palabra que estaba lista para despacho. Fue en esos
momentos que vio el desorden en que dejaron los talleres.
3
A partir de estos hechos varios nacionalistas fueron
encarcelados sin derecho a fianza y se realizaron
allanamientos en los hogares de otros, mientras éstos
asistían a los funerales. La Junta Nacional igualmente fue
allanada y sus archivos y documentos fueron incautados por
la policía.
El Imparcial publicó un Editorial donde culpó al
Gobernador Winship por los abusos que se estaban
cometiendo contra los miembros del Partido Nacionalista.
Con abierta indignación y lenguaje directo se expresó en los
siguientes términos: Una banda de facinerosos la puede
acabar la policía matando a los facciosos, pero una
organización de patriotas no la destruye todo el poder de los
Estados Unidos.
Winship solicitó a la Legislatura aprobar legislación
para restituir la pena de muerte, demanda que ya había
hecho en su primer mensaje anual a la Legislatura el 11 de
febrero de 1936. Interrogado por la prensa el gobernador
dijo: "He recomendado a la Asamblea Legislativa la
restauración de la pena de muerte. Sostengo que ella es
necesaria para detener la ola de crímenes. Insistiré en eso y
espero que la Legislatura habrá de atender esta solicitud
que ahora nuevamente reitero. Debe saber el criminal que
tiene que responder con su vida si arrebata la vida de otro
cobarde y ruinmente. Repito que en Puerto Rico haré cumplir
la ley y mantendré el orden a todo trance”.
Sin haber investigado las circunstancias del
linchamiento la policía excusó las muertes acusando a los
nacionalistas de querer apoderarse de unas armas
guardadas en el salón donde estaban detenidos para
disparar contra ellos. Sin embargo, la misma prensa pudo
constatar, por la condición de sus cuerpos y los huecos que
dejaron las balas en las paredes, que éstos habían sido
linchados. Una vez los reporteros llegaron al Cuartel
preguntaron al Jefe Vázquez ¿Pero esas carabinas estaban
descargadas, verdad? Contestó Vázquez: —Bueno, pero
ellos trataron de apoderarse de ellas. ¿Y por qué no los
dominaron a palos?—preguntó el periodista. ¿qué cree
usted, que se va a dejar uno matar así? contestó con sorna
el Jefe Vázquez.
En el Informe que rindió el Comité de Libertades
Civiles (Garfield - Hays) en mayo de 1937 indica sobre estos
hechos: La excusa de la policía fue la de que estos hombres
cogieron armas. La respuesta es que cuando los prisioneros
están en poder o bajo custodia de la policía, no importa la
magnitud del delito, ellos tienen derecho a la seguridad
personal. De creerse la versión de la policía de que estos
hombres echaron mano a las carabinas en presencia de
varios policías, entonces la policía debería explicar por qué a
los prisioneros se les condujo a una habitación donde había
carabinas.
La prensa opina del asesinato
Muchas voces se levantaron para condenar el
brutal asesinato. El Imparcial publicó un Editorial el 25 de
febrero de 1936 que expresaba lo siguiente: Elías
Beauchamp e Hiram Rosado tenían derecho a ser juzgados
por un jurado compuesto de hombres como ellos, nacidos
aquí, con nuestras preocupaciones, prejuicios, pasiones y
sentimientos. Este derecho es respetado siempre. Aun en el
caso de tratarse de asesinos vulgares. ¿Por qué no se esperó
la acción de la justicia y se ordenó la matanza en el Cuartel?
Esta es la contestación que El Imparcial exige del General
Blanton Winship, Jefe Ejecutivo del Gobierno, representante
de los Estados Unidos, y al Procurador General Benigno
Fernández García, encargado de la administración de la
justicia, para satisfacción del Pueblo de Puerto Rico,
justamente indignado con este asesinato sin precedentes.
¿De quién partió la orden de ejecución?
El periódico El Mundo en el Editorial del 25 de
febrero de 1936 denuncia el abuso de "la autoridad": ¿Con
qué derecho, con qué fuerza moral, van las autoridades
armadas de un país a exigir que no se usen las armas sino en
los casos justificados de defensa propia, cuando de unos
hechos que no tienen explicación por mucho que se quiera
buscársela, se desprende que quien con mayor discreción
debe usarla —la autoridad—, no ha usado, sino que ha
abusado de ellas...?
Capilla ardiente en la Junta Nacionalista de Santurce.
Cientos de puertoriqueños desde temprano
llegaron a la Junta Nacionalista donde estaban expuestos los
cadáveres de Beauchamp y Rosado para rendir guardia de
honor. En perfecto orden la inmensa multitud comenzó el
desfile hacia el cementerio. La comitiva llegó hasta la Iglesia
Católica de Barrio Obrero donde ya esperaba Albizu Campos
rodeado de varios líderes del Partido, quien estuvo al lado
de los féretros mientras el Reverendo Hernández cantó el
responso por el eterno descanso de los fenecidos. Una vez
terminado el rito religioso el entierro siguió en perfecto
orden hasta el Cementerio de Villa Palmeras.
4
Barbosa, Américo Ortíz, Fernando Losada y Francisco
Velázquez, éste último era oficial de la Comandancia del
puesto de San Juan el día de los hechos, así como al Capitán
Martínez Chapel y al Cabo José Escobar, acusándolos de
negligencia y de falta de celo en el cumplimiento del deber.
El Gran Jurado recomendó al gobernador la destitución
inmediata de Martínez Chapel, Escobar y Vázquez y una
reorganización de la Policía. Al Jefe Vázquez también se le
acusa de haber ocultado evidencia relacionada con el caso,
como parte de los plomos de las balas que fueron
disparadas.
Pedro Albizu Campos en la despedida del duelo de Beauchamp y Rosado.
“Venimos aquí a jurar que el crimen no perdurará en Puerto Rico”.
Albizu comenzó su discurso diciendo:
Señores: El valor más permanente en el hombre es
el valor. El valor es la suprema virtud del hombre y se cultiva
como se cultiva toda virtud y se puede perder como se pierde
toda virtud. El valor en el individuo es su supremo bien. De
nada vale al hombre estar lleno de sabiduría y de vitalidad
física si le falta el valor. Ese es el supremo bien del individuo y
de la nación. Porque el valor es lo único que permite la
transmutación del hombre para fines superiores. El valor es
lo que permite al hombre pasearse firme y serenamente
sobre las sombras de la muerte y cuando el hombre pasa
tranquilamente sobre las sombras de la muerte, entonces es
que el hombre entra en la inmortalidad…
Aquí traemos, señores cenizas preciosa, cenizas
preciosas de héroes auténticos. Traemos cenizas que dicen
de la inmortalidad de Puerto Rico, de la eternidad de Puerto
Rico. Traemos cenizas de héroes gloriosos y valientes. Y se
decía, señores, que había muerto el valor en la patria; y
cuando se decía que había muerto el valor en la patria se
sentenciaba a la patria a la muerte de la esclavitud: pero,
señores, ha habido un mentis a aquella frase de que el
puertorriqueño colectivamente tomado, era cobarde. Eso es
una leyenda que un liderato podrido trajo a la patria para
justificar su tráfico con la vida de su patria. Nuestro pueblo
es valeroso, nuestro pueblo es un pueblo heroico…
El juicio de los asesinos de Beauchamp y Rosado
Un Gran Jurado fue citado para analizar la muerte
de los dos nacionalistas y sus circunstancias. El Gran Jurado
encontró causa probable para enjuiciar a los policías
implicados en el caso de asesinato.
Por los hechos fueron acusados el Jefe José Ramón
Vázquez, Jefe, el cabo Federico Cabán y los guardias Jacinto
Once meses después, todavía bajo fuertes
manifestaciones de repudio por el asesinato y estrictas
medidas de seguridad, el martes 19 de enero de 1937,
empezó a celebrarse el juicio por asesinato en primer grado
contra seis miembros de la policía en la Corte de Distrito de
San Juan.
Como fiscal actuó el licenciado Domingo Massari y
la Corte estuvo presidida por el juez Pablo Berga. El equipo
de defensa fue dirigido por el licenciado Alfonso Lastra
Charriez y Justo A. Casablanca.
El Jurado quedó formalmente constituído el
segundo día del juicio por los señores Aguedo F. Vargas,
Roque Acosta, José Pastor Robles, Francisco Vélez, José
Matos, Arcadio Rivera, Emilio Antuñano, Miguel I. Mangual,
Manuel Caballero, Castor Carrión, Eduardo García y Enrique
Conde. El fiscal Massari presentó su caso exponiendo que
Beauchamp y Rosado fallecieron sin que hicieran disparo
alguno porque estaban desarmados.
5
El Dr. Antonio Martínez Alvarez, quien practicara la
autopsia de los muertos indicó que Beauchamp presentaba
dos heridas, un disparo que le entró por el brazo izquierdo
con trayectoria de izquierda a derecha, de arriba hacia
abajo, que le atravesó el pulmón izquierdo, y otro disparo
que le produjo fractura del hueso de la quijada en la parte
del mentón. Rosado, según el Dr. Martínez Alvarez,
presentaba seis heridas de bala con cinco orificios de salida.
De las seis, tres le penetraron por el lado izquierdo del
cuerpo, cerca de la tetilla, un tanto separadas entre sí, otra
le afectó la parte anterior de la tibia de la pierna izquierda,
otra le atravesó el muslo izquierdo y la última el muslo
derecho. La trayectoria de casi todas estas heridas era de
abajo hacia arriba, ligeramente todas de izquierda a
derecha.
El resto de los testigos eran casi todos miembros de
la policía y civiles quienes fueron instruídos con antelación
sobre lo que tenían que declarar. El fiscal llamó como testigo
de cargo al cabo José Escobar Ríos. Escobar Ríos se
encontraba de retén ese domingo en el Cuartel de San Juan.
Expresó en su testimonio que el primero en ser conducido al
cuartel fue Hiram Rosado. Casi inmediatamente llegó el
Capitán Martínez Chapel quien ordenó que lo condujeran a
la oficina del Jefe Vázquez, que quedaba frente a la del
retén. Poco después llegó arrestado Elías Beauchamp
siendo conducido a la misma oficina donde se encontraba
Rosado. El policía Fernando Losada fue destacado en la
puerta de la oficina con la intención de vigilarlos. En esa
misma oficina también se encontraba detenido Quintín
Sánchez, el chofer del carro público que abordó Rosado.
Posteriormente fue sacado de dicha oficina.
Declaró Escobar Ríos que mientras los jóvenes
nacionalistas se encontraban en la oficina trató de localizar
por teléfono a un magistrado, pero no tuvo comunicación.
Salió al patio del cuartel y llamó al telefonista de apellido
Cordero para preguntarle por qué no le conseguía la Central
para hacer la llamada. Mientras conversaba con el
telefonista oyó cerca de seis o siete disparos que provenían
de la sala del retén. Regresó adentro y vió muchos policías,
entre ellos al Jefe Vázquez, Américo Ortíz, Jacinto Barbosa,
Fernando Losada y otros, agrupados en la puerta de entrada
a la oficina. Cuando miró adentro vió a Rosado a un lado y
Beauchamp a otro lado, ambos acostados en el piso.
Estaban desarmados. A pesar de haber declarado ésto en el
juicio, en su testimonio ante el Gran Jurado dijo que vió dos
carabinas, ambas sin cargar, al lado de los cuerpos.
Quintín Sánchez el chofer de carro público que
abordó Rosado en su huída y quien había sido llevado al
Cuartel de la Policía de San Juan junto a los dos nacionalistas
asesinados, afirmó que no vió a ninguno de los nacionalistas
tocar las armas y aseguró que cuando lo sacaron de la
oficina, después del tiroteo, no vio arma alguna en el suelo.
Los demás testigos sin excepción hicieron en el
juicio declaraciones interesadas que favorecían la versión
de la policía en el sentido de que Beauchamp y Rosado
fueron matados en defensa propia porque intentaron
apoderarse de las dos carabinas.
Un testigo que parecía no tener una declaración
interesada era el periodista Enrique Ramírez Brau, redactor
de "El Día". Declaró el periodista que llegó al Cuartel de la
Policía por casualidad y cuando sonó el último disparo. Por
una rejilla de la oficina de la Detective dijo que vió cuando
"se profanaban los cuerpos de los heridos que fueron
golpeados con los pies por una persona vestida de paisano".
Dijo que no podía reconocer a esa persona porque el cuarto
estaba oscuro. "¿Alguno de los acusados fue quien hizo eso
que usted dice con los heridos?" —le preguntó el abogado
de la defensa, Alfonso Lastra Charriez. —"Yo quiero declarar
aquí que ninguno de ellos estaba dándole a los heridos. Era
una persona alta, vestida de paisano, la que hacía eso",
contestó el periodista. Lastra Charriez felicitó al periodista
Ramírez Brau por lo "honorable" que había sido en su
testimonio, y pidió que su declaración (la de Ramírez Brau)
se eliminara del "record" o expediente; a lo que el fiscal
inexplicablemente apuntó : "Lo que resuelva la Corte".
Entonces el Juez Berga ordenó que se eliminara del record la
declaración del periodista.
Más tarde en su libro Memorias de un periodista,
publicado en 1968, Ramírez Brau escribe que el día que
mataron a Beauchamp y Rosado, al salir del lugar desde
donde observó los hechos, uno de los guardias "se colocó de
rodillas y con la escopeta o tercerola me apuntó para
matarme". Entonces le comentó: Lo único que falta es
matarme, y así habrás concluido tu obra, dándole muerte a
un periodista.
Añade Ramírez Brau que en el juicio contra los
policías se negó a identificarlos porque según dijo al Juez:
"todos se habían transfigurado y todos parecían gemelos".
Dice también el periodista en ese libro que Lastra Charriez,
el abogado defensor, había defendido a una prima suya
acusada de dar muerte a su esposo, otro primo suyo de
apellido García de Quevedo. Y así, comentò: "Saldé la deuda
con Lastra". En otras palabras, Ramírez Brau conocía la
identidad de los cuatro policías que habían linchado a los
nacionalistas, pero para pagar una deuda de gratitud
personal con el abogado de la defensa, decidió guardar
silencio.
El viernes 22 de enero y en el momento en que el
fiscal se proponía cerrar su prueba de cargo, el licenciado
Lastra Charriez, pidió al Juez que retirara el Jurado para
plantear una cuestión de derecho. Consistía en demandar la
absolución perentoria de los seis acusados alegando para
ello que la prueba presentada por el Pueblo contra sus
defendidos no sostenía la acusación de asesinato que se les
había hecho. Como petición especial la defensa declaró que
el fiscal no había traído un solo testigo que incriminase con
6
su testimonio al cabo Francisco Cabán y que en cuanto al
Jefe José Ramón Vázquez, una sola persona lo aludía, el
guardia Américo Ortiz, que es otro de los acusados y citó
jurisprudencia tendiente a demostrar que la confesión o
admisión de un acusado solamente le perjudicaba a él
exclusivamente y no a otro acusado.
En cuanto a la confesión de Américo Ortíz ante el
Gran Jurado así como la que prestaron los policías Jacinto
Barbosa, Francisco Velázquez y Fernando Losada, señaló la
defensa el hecho de que en ella tampoco se incriminaba al
Jefe José Ramón Vázquez, a pesar de que le mencionaba
como estando en la sala del retén cuando se desarrolló el
tiroteo.
La teoría de la defensa se basó en que el artículo 240
del Código de Enjuiciamiento Criminal dice lo siguiente:
"Cuando dos o más personas hayan sido incluidas en la
misma acusación y el tribunal sea de opinión que no existen
pruebas suficientes contra uno de los acusados deberá
decretar que se le excluya del proceso antes de terminarse
el período de la prueba, de modo que pueda servir de
testigo a su compañero". Amparándose en ese precepto de
ley, Lastra Charriez pidió la absolución perentoria
expecialmente del cabo Cabán y del jefe Vázquez. Lastra
Charriez insistió en más de una ocasión en que luego de
matar a Riggs los dos nacionalistas estaban en actitud
nerviosa y resuelta; que ambos constituían un grave peligro
por "esa misma resolución que albergaban en sus mentes" y
que detenidos en una oficina del cuartel, ambos se armaron
de unas carabinas, dispararon de adentro para afuera
obligando a la policía a defenderse.
Añadió la defensa que aunque Américo Ortíz,
Francisco Velázquez y Jacinto Barbosa dispararon, no había
evidencia de que sus balas alcanzaran a Beauchamp y
Rosado y que si así fuera, lo hicieron en legítima defensa
propia y cumpliendo con uno de los preceptos del código
que justificaba el homicidio. El fiscal Massari se allanó en
cuanto al Cabo Cabán debido a que no había prueba en su
contra. En cuanto al Jefe Vázquez dejó en manos de la Corte
resolver su caso, pero se opuso a la absolución del resto de
los acusados por entender que había prueba contra ellos
que debía ser vista por el Jurado para su fallo. El Juez Pablo
Berga expresó que resolvería la cuestión planteada.
El día sábado 23 de enero de 1937, en una sala llena
de público, el Juez Berga declaró con lugar la moción de
absolución perentoria de los acusados José R. Vázquez y
Federico Cabán, y dejó sin efecto la moción de
desestimación en cuanto a los demás acusados Francisco
Velázquez, Jacinto Barbosa, Américo Ortiz y Fernando
Losada.
Antes de retirarse a deliberar, el jurado José Pastor
Robles solicitó a la Corte ir al lugar donde ocurrieron los
hechos, para así dar un veredicto justo e imparcial. El juez
resolvió que ambas partes se pusieran de acuerdo para
trasladarse a visitar el Cuartel de la Policía el mismo sábado
23 de enero por la tarde. Ese mismo día a las 4:00 de la tarde
comenzó a deliberar el jurado.
A las 9:00 A.M. del domingo 24 de enero de 1937, el
Jurado que había estado secuestrado en el Hotel Palace
regresó a la Corte sin que hubiera llegado a veredicto
alguno. Regresan a las 2:00 P.M. al Hotel para continuar las
deliberaciones.
El lunes 25 de enero el Jurado trajo un veredicto de
no culpables del delito de asesinato en primer grado que se
les imputaba a los policías Jacinto Barbosa y Francisco
Velázquez. En cuanto a Américo Ortíz y Fernando Lozada el
jurado anunció al juez Berga que no habían podido llegar a
un acuerdo y que todo indicaba que tampoco llegarían a un
veredicto. Ambos tendrían que comparecer a un nuevo
juicio. Entonces el juez Berga declaró disuelto el jurado a las
9:40 A.M.
El fiscal Massari pidió el archivo y sobreseimiento
de la causa que todavía tenían pendientes Jacinto Barbosa y
Francisco Velázquez por la muerte de Hiram Rosado, de la
misma manera que lo pidió para el cabo Federico Cabán y el
jefe José R. Vázquez para el caso de Beauchamp.
Consideraba el fiscal que la prueba era la misma y no los
incriminaba. El jurado deliberó y los declaró no culpables.
Luego del juicio de los ejecutores de Beauchamp y
Rosado, Antonio Ayuso Valdivieso, Director de El Imparcial
firma otro Editorial el 29 de octubre de 1937 (pág. 14) donde
expresa: Y digámoslo con franqueza: la policía ha cometido
dos linchamientos, contra los cuales la opinión pública debe
pronunciarse abiertamente. ¿Con qué derecho la policía se
abroga las facultades que corresponden a los tribunales de
justicia? Se pretende decir en justificación, que los dos
agresores del Sr. Riggs, intentaron adueñarse de armas de
fuego que estaban en el cuartel, pero eso es una invención
que la policía de San Juan por su propio respeto, y por
respeto a la opinión pública, debe cuidarse de darla a los
organismos de la justicia y al público, si es que no quiere
perder totalmente la confianza de esta sociedad
Como era de esperarse el Gobernador Winship no
tomó en cuenta la recomendación del Gran Jurado y todos
l o s p o l i cí as co nti n u aro n ej erci e n d o s u s ca rgo s
impunemente.
Para más información relacionada a este tema
recomendamos la lectura del libro El Nacionalismo y
la violencia en la década de 1930 de Marisa Rosado.
Nadie tiene interés en defendernos a excepción
de nosotros mismos. Es una insensatez creer que
los invasores tengan otro interés que no sea la
explotación de Puerto Rico.
Pedro Albizu Campos
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¿Quién era Elías Beauchamp?
Su familia era natural de Lares y las Marías, área montañosa
en Puerto Rico. Su familia era muy conocida en esa parte y
tenían ya una hermosa historia de cómo lucharon contra el
imperio español para los años de 1865. De estos hombres y
mujeres luchadores descendía Elías. Su padre estaba muy
orgulloso de él, no sólo como estudiante sino por ser un
buen hijo. Era muy conocido en su pueblo. Trabajaba con el
licenciado Leopoldo Santiago Carmona. Después con los
tabacaleros de Bayamón y luego, J. Ramírez e hijo. Así que
Beauchamp era muy parecido en su crianza y conducta a
Hiram Rosado. Su último trabajo fue en San Juan antes de
morir. Elías también tenía sentimientos nacionalistas.
Conocía del asesinato de los cuatro jóvenes el año anterior
en Río Piedras y sentía notable indignación como ser
humano. Algo tenía que suceder ante la muerte de esas
víctimas. Se unió al plan con Hiram, Juan A. Corretjer y
Plácido Hernández para sacar de circulación al jefe de la
policía, el sangriento Coronel Riggs que vino a nuestra país a
aterrorizar a un pueblo pacífico. Porque aquí el terrorismo lo
trajo el imperio norteamericano. Nunca Puerto Rico fue
consultado para que entraran a nuestra tierra como amos. El
gobierno norteamericano para este tiempo lo que hizo fue
desacreditar sus propias leyes y a los que estaban en la
cúpula del gobierno. No había justicia ni lástima sólo
asesinatos horrendos y esa conducta no podía seguir.
¿Quién era Hiram Rosado?
Hiram era un joven de Ciales, a quien le gustaba la música y
la lectura. Su padre don Pedro Rosado, sabía que su hijo era
estudioso y se esmeraba por comprarle libros. Era
apasionado estudioso del violín y un modelo de la juventud
que se levantaba muy decidida a defender su patria a toda
costa. Ocupaba un puesto de supervisor local en una
compañía conocida FERA. Perteneció al Ejercito Libertador y
fue nombrado Comandante Especial el 11 de febrero de
1936 por el Jefe instructor Rafael Ortiz Pacheco. La vida de
Hiram Rosado y de Elías Beauchamp ambas se parecían.
Como se conocieron? Es algo que no sabemos. El día del
acontecimiento en San Juan nadie sospechaba de sus
planes. Lo cierto es que tomó una decisión que terminaría
con su vida y la de su compañero. Pero esa decisión no fue
una idea cualquiera porque tuvo su propósito: Ajusticiar a
Riggs por la muerte de los cuatro jóvenes en Rio Piedras,
hacer justicia. Palabras de Hiram Rosado: “Ante el inmenso
dolor de la patria esclava, el sufrimiento personal nos
empequeñece”. Del ideario íntimo del joven nacionalista
son estas palabras que deben ser leídas con respetuoso
recogimiento espiritual.
H O R A S A N TA
Por JULIA BURGOS DE RODRÍGUEZ
A Hiram Rosado y Elías Beauchamp
Hiram y Elías: dos nombres: dos símbolos heroicos;
Dos pechos que supieron morir con dignidad;
Dos almas valerosas; dos mártires estoicos;
Dos glorias que caminan hacia la eternidad.
Caisteis abatidos por manos homicidas
De seres que han nacido en nuestro patrio hogar;
De seres que creísteis hermanos. ¡Parricidas!
Que vuestras juventudes no osaron respetar.
Vuestros cuerpos inertes ya no vibran, se han ido
Para siempre y descansan en connubio silente
Con la tierra, que abierta, presenció la traición;
Y aquí, cada cerebro se agita estremecido
Ante el contacto tierno de dos almas valientes,
Que han señalado la hora de la Revolución.
San Juan, P.R.
26 de febrero de 1936
La dimensión política del caso
Pueblo v. Sánchez
para el futuro de las relaciones políticas
entre Puerto Rico y Estados Unidos
CONFERENCIA
CON
EL
Lcdo. Alejandro Torres Rivera
Jueves 3 de marzo de 2016
7:00 pm
Casa del Cuento
Calle Carrión Maduro. Esquina Núñez Romeo
Cayey, Puerto Rico
Auspicia: • Fundación Casa Albizu • 33 en 33 x Oscar
Información: 787 - 473 - 2513
PO Box 1335
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CAMINANTES
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