R14 b LATERCERA Sábado, 1 de febrero de 2014 Tiro al blanco Fernando Villegas La Guerra y/o la Paz... S E HA DECLARADO la continuación de la paz. La Haya hizo pública su decisión y el contencioso acerca de las fronteras marítimas con Perú queda zanjado sin más tardanza que los necesarios ajustes operacionales. A pesar de eso y de la alegría oficial que se ha decretado en Lima y de la aceptación con pesar que se ha promulgado en Chile, ha habido, hay y habrá pataletas a ambos lados, pero en lo principal seguimos por ahora coexistiendo sin irnos a las manos. La guerra que ya hace tiempo no pocos descerebrados desataron en YouTube, con intercambios de insultos y clips de videos confeccionados con batallas de fantasía, se traslada al interior de cada una de estas naciones. Veremos a pescadores exigiendo reparación por pérdidas presuntas que sufrirán por causa del fallo, a nacionalistas exigiendo declararlo “insubsanablemente nulo”, a políticos culpando a sus antecesores o a los actuales gobernantes por un resultado que no les gusta, y al público en general sin saber muy bien si hay motivo de jolgorio, de pena, de rabia o de resignación. En cinco minutos, los pescadores de Arica y Tacna pasaron de un estado de ánimo al opuesto. Cancillería fenicia... Mucho de lo que se diga en Chile de negativo acerca del fallo vendrá sencillamente de personas disgustadas por el corte del paralelo en la milla 80, pero los reparos más sistemáticos y masivos son y serán de los sectores del progresismo. Estos apuntan su artillería no tanto al fallo como al estilo con que se han llevado las RR.EE. desde hace 20 o 30 años. Es en virtud de ese estilo, argumentan, que nos demandan desde todos lados. Acto seguido, proponen como sustituto una estrategia diplomática cuyo fundamento es la creencia de que existe una entidad llamada “solidaridad y fraternidad” entre los pueblos y es posible “cultivarla” como si fuera una lechuga. A esa loable presuposición se agrega una actitud de sospecha, desdén y a veces hasta franco repudio a todo lo que suene a Patria, fuerzas armadas, interés nacional y fronteras inviolables, ítems que serían inventos de las burguesías explotadoras. Ideológica y emocionalmente, estos sectores nunca han evolucionado más allá de ese punto y por eso han estado predicando el mismo evangelio desde tiempos inmemoriales. Ni siquiera cambiaron su mirada con la inyección de “realpolitik” prestada por 20 años de Concertación. En cuanto a la economía de mercado y los negocios, siempre les parecieron cosas sospechosas, pero hoy, convocados por el despavorido grito “¡No al lucro!”, las ven como casi demoníacas. Juntando en un nudo esos hilos viscerales y declamatorios, era inevitable que estos críticos centraran sus disparos en la Cancillería, a la cual consideran dedicada mezquinamente sólo a los tratados comerciales y a despreciar el vecindario, de modo que, sigue dicha narrativa, Chile tiene pocos o ningún amigo. En resumen, esta Cancillería “fenicia”, buena para cerrar pactos comerciales pero no para palmotear a los líderes populistas de moda y/o proferir a coro sus cantinfladas, sería la “causa basal” de las demandas territoriales que nos han hecho y las que nos harán, amén de culpable por los agravios sufridos cada tanto tiempo de manos de Argentina, de la frialdad de Brasil, de la supuesta puñalada por la espalda de Ecuador, etc. Como remedio se propone una actitud distinta cuya materialización conceptual aún no se conoce; sólo conocemos un serie de frases aspiracionales repletas de buena onda y una brumosa imagen de hermandad y unidad basada en clips mentales en Technicolor acerca del presunto influjo de la simpatía mutua entre los líderes y/o su común confesión ideológica; se agrega a dicha congerie la presunta eficacia que tendría ser parte de los mismos clubes de oradores y timadores políticos, el rendirle pleitesía a Brasil y sus ambiciones hegemónicas, hacerle venias al Alba, asociarse con países con cien políticas comerciales distintas y cambiantes día a día, proclamar una La guerra que ya hace tiempo no pocos descerebrados desataron en YouTube, con intercambios de insultos y clips de videos confeccionados con batallas de fantasía, se traslada al interior de cada una de estas naciones. Mucho de lo que se diga en Chile de negativo acerca del fallo vendrá sencillamente de personas disgustadas por el corte del paralelo en la milla 80, pero los reparos más sistemáticos y masivos son y serán de los sectores del progresismo. llamada vocación “bolivariana” y asistir a asados de camaradería con unos y otros. Los ejes de las RR.EE. Examinadas las cosas en su despliegue histórico y empírico, sin las martingalas retóricas del oficio diplomático, ¿en qué pueden consistir, en su substancia, las relaciones entre Estados? ¿Qué clase de interacciones pueden tener? Y, por tanto, ¿en qué consiste en realidad el pecado original de las RR.EE. chilenas? Despejando de la ecuación las cantidades y expresiones inservibles, la primera de ellas es la untuosa y tan cacareada frase “la fraternidad entre los pueblos”. Nunca ha existido. Las naciones no son fraternas unas con otras, salvo si son aliadas contra un tercero y es, en ese caso, una simpatía utilitaria basada en el odio común hacia el enemigo. Fuera de dicha situación, ¿a qué daría lugar, llegado el caso que existiera? ¿A qué conductas? ¿A qué pactos? ¿En qué sentido verificable podemos decir que tal o cual porcentaje del país A tiene sentimientos fraternos con los del país B? ¿Y en qué se traducirían en política internacional dichas emociones? ¿Se ha tomado alguna vez una decisión de paz o de guerra por la “simpatía” que se siente con tal o cual pueblo? ¿Altera un sentimiento los designios globales de los Estados? ¿Dejaron Churchill y Stalin de ser enemigos mortales en todo lo que no fuera la guerra contra Alemania porque se encerraban a beber juntos? ¿Dejó Europa de ir a la Primera Guerra Mundial por ser todos sus mandatarios miembros de la misma espesa red genealógica de la nobleza europea? Más aun, ¿acaso no celebran esos mismos progresistas -y los ofrecen como ejemploslos casos de cancillerías como Itamaraty y otras de la región que persisten en sus políticas por décadas, independientemente de los presidentes o dictadores de turno y sus respectivas simpatías y hasta declaraciones? Las relaciones REALES entre los países, las que producen efectos y tienen gravitación, son, siempre han sido y sólo pueden ser las siguientes: a.– Una relación de NO relación, de total indiferencia, ignorancia y prescindencia mutua por lejanía geográfica y/o ausencia de comercio. b.– La relación que genera el comercio, el más frecuente de los mecanismos de interacción. La humanidad ha estado comerciando desde la época del neolítico y aun antes. Es el comercio el que inspira, requiere, produce y sostiene las relaciones diplomáticas y personales, las rutas, los tratados, los intercambios culturales, parte importante de la innovación tecnológica y algún grado de tolerancia mutua, esto es, la mayor parte de la médula de lo que pueden ser las relaciones humanas. c.– El conflicto bélico, cuyo origen primordial no necesita mucha más explicación de fondo que la que ya ofreció Tucídides en su estudio contemporáneo de la guerra del Peloponeso. La guerra, cuando estalla, obedece a factores de una profundidad que ni el comercio ni la simpatía ni la cercanía pueden evitar, aunque a menudo, al contrario, la excitan y hacen más posible. La paz no se compra con el comercio, pero tampoco se gana con la asistencia a foros internacionales ni yendo a palmotear al caudillo de turno. d.– La relación política basada en intereses objetivos comunes, sea este un enemigo común de quien defenderse o a quien despojar. Claramente, este punto es una derivada de los puntos b y c. Todos los demás ítems que se deseen agregar, nunca definidos sino siempre embolsados en el mismo paquete al que se bautiza con la pomposa frase “mejorar o ampliar o elevar las relaciones”, también no son, en el mejor de los casos, nada sino derivadas del punto b. En breve, las relaciones internacionales no adquieren más “densidad” -otra frase de modaporque los países intercambien grupos de baile, se abran institutos de cultura, aumente el turismo y se multipliquen los foros o las asambleas. No ha habido un mundo social y cultural más “densificado” en esos términos que la Europa de la Belle Epoque que se desgarró en la Primera Guerra Mundial. Palabrería y pecado original Lo que se propone, entonces, en reemplazo de una política comercial y las capas agregadas de relación que eso induce y produce, no es sino el bisnieto retórico y marchito de ese candoroso ideologismo. No hay ”densidad” ni “mirada bolivariana” ni visitas a tedeum o pompas fúnebres de hombres de Estado ni membresía a organismos internacionales -retóricos y vacuos como lo son casi todos en Latinoamérica- ni firmas de convenios ni abrazos en la pampa, la cordillera o en los palacios de gobierno que sustancien ni la paz ni la guerra, ni buenas o malas relaciones. Si somos culpables de algo es de otra cosa: de controlar un demasiado vasto espacio marítimo codiciado por terceros, incluso por naciones situadas más allá de nuestra vecindad. Una mirada no muy distinta a la de Faustino Sarmiento, escupida con sarcasmo y desprecio hace casi 200 años, sigue vigente. ¿Qué nos creemos, tan pocos chilenos, siendo dueños de tan promisorio territorio?R