Estrés postquirúrgico - PSIQUIATRA Y SALUD MENTAL

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ARTICULO DE REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA
ESTRÉS POST QUIRÚRGICO
Maria Salaverría*,Paula Vasquez*, Zinzi Rios*,Vidamor Zuñiga*,
Paulys Gomez*, Dra. Virginia Ortiz **
Universidad de San Carlos de Guatemala
Hospital Nacional de Salud Mental
INTRODUCCIÓN
El
estrés es reconocido como un
factor significativo que afecta el desempeño
en la aviación, los militares, y los deportes
competitivos. En todos estos campos, las
intervenciones específicas de formación han
sido establecidas. La cirugía es un dominio de
seguridad crítica en las que el rendimiento
del cirujano es un factor determinante de los
resultados, sin embargo, los efectos del
8
estrés rara vez son reconocidos. El estrés
provoca desequilibrio emocional que se
traduce en trastornos del sueño, sentimiento
de culpa, agotamiento emocional y
eventualmente necesidad de suspender la
actividad, interfiere la buena armonía en el
seno familiar y también con los
colaboradores
inmediatos,
en
la
exteriorización del estrés, la menos afectada
es la relación médico-paciente. Como una
respuesta a este estrés, el organismo
desencadena una serie de mecanismos
dirigidos a mantener la homeostasis
mediante la liberación de factores que tienen
acciones biológicas. Estos cambios consisten
en un estado de hipermetabolismo,
movilización de sustratos y alteración de la
respuesta inmune, los cuales han sido
considerados como parte de una respuesta
de adaptación ayudando al organismo a la
reparación de la herida y de la injuria
quirúrgica. 3,6
El cirujano sufre estrés como
consecuencia de su actividad. Casi la mitad
de los cirujanos padece estrés leve, siguiendo
los de estrés moderado. Uno de cada 10
cirujanos está manifiestamente estresado y
sólo casi dos de cada 100 están gravemente
estresados. Campbell y col. Investigaron el
"Burnout" entre cirujanos norteamericanos,
encontrando agotamiento emocional en el
32% de los mismos, despersonalización en el
13% y disminución del rendimiento personal
en el 42%. 4
A pesar de los avances en la
medicina y las técnicas quirúrgicas, la cirugía
representa indudablemente un evento
estresante para todos aquellos involucrados
en la misma, alrededor de la cual existen
preocupaciones
sobre
la
muerte,
dependencia física, no despertar de la
anestesia el
dolor, la enfermedad,
recuperación, separación con la familia,
situación
económica
y
laboral
y
hospitalización entre otros. Ante todos estos
interrogantes,
pueden
surgir
varias
respuestas emocionales; ansiedad, estrés,
depresión, que cuando son muy intensas
tienen importantes consecuencias haciendo
más lenta y complicada la recuperación
postoperatoria.1
** Psiquiatra Infanto-juvenil. Docente titular U.D. Psiquiatría y Salud Mental. Fac. CCMM-USAC *Estudiantes pregrado
(5º año). U.D. Psiquiatría y Salud Mental Fac. CCMM-USAC
REVISIÓN
E
l estrés fue un término usado por
primera vez por Hans Selye en 1936 e
identificado ya en el siglo XIV como las
experiencias personales negativas tales como
adversidades, sufrimientos, dificultades y
aflicciones, se los asoció durante el siglo XVII
con fenómenos físicos como presión y
fuerza. Estrés era la fuerza interna presente
donde una fuerza externa (carga) actuaba
para provocar una deformación o distorsión
(“strain”). Estos tres conceptos fueron
adoptados tanto por la fisiología como la
psicología y la sociología y así el término
carga derivó en estresor (estímulo inductor
del estrés) en tanto que estrés y “strain” se
confundieron y definieron, de esta manera,
un estado fisiológico del organismo
denominado estado de estrés.2
Las
intervenciones
quirúrgicas
constituyen una fuente de estrés psicológico,
porque obligan a los pacientes a enfrentar
situaciones desconocidas y que, además,
implican riesgos ciertos.5 El estrés quirúrgico
hace que los pacientes tengan reacciones
muy variadas, que pueden dar conductas
agresivas, regresivas, depresión, pasividad e
inexpresividad.
La mala adaptación
emocional de un paciente o de la familia,
puede generar distintas dificultades en su
relación con el personal intrahospitalario, en
esos casos, una actitud profesional adecuada
requiere el conocimiento de los procesos
psíquicos que determinan la conducta del
enfermo, y también de la mejor manera de
abordarlos.1 Los enfermos deben apelar a sus
recursos emocionales para hacer frente a la
realidad de la enfermedad orgánica y la
cirugía, e intentar sortear con mayor o
menor éxito las exigencias de la recuperación
postoperatoria. Como resultado de las
alternativas de ese complejo proceso de
adaptación psicológica a la cirugía, la
ansiedad es un síntoma frecuente en los
pacientes quirúrgicos.5
En general, los enfermos con una
adaptación preoperatoria normal (aquellos
que tienen una visión realista de su
experiencia quirúrgica y el grado esperable
de ansiedad frente al peligro objetivo de la
cirugía) presentan una buena evolución
postoperatoria. Por el contrario, los
pacientes con una adaptación psicológica
anormal en el preoperatorio -a menudo
también portadores de una personalidad
previa con rasgos patológicos-, presentan
mayores dificultades en su evolución clínicoquirúrgica.5
Esas dificultades pueden ser
síntomas psíquicos (ansiedad, insomnio o
agresividad) o problemas en la rehabilitación
o en la relación médico-paciente,
convalecencia prolongada, mal control del
dolor con analgésicos, actitudes inadecuadas
con respecto al cuidado de la propia
enfermedad y, en ocasiones, complicaciones
orgánicas. Es decir que una adaptación
emocional ineficaz frente al estrés
preoperatorio
determina
un
riesgo
quirúrgico adicional, de origen psicológico y
psiquiátrico, que debería ser siempre
evaluado junto con los demás factores de
riesgo. Uno de los rasgos distintivos de las
reacciones emocionales anormales frente al
estrés quirúrgico es el mal manejo de la
ansiedad, de lo que se desprende la
necesidad de su adecuada evaluación y
control con psicofármacos y otras medidas
terapéuticas.5
En cirugía, la magnitud de la ansiedad que
experimenta el paciente y su capacidad para
tolerarla y dominarla, dependen de la
interacción de varios factores:
1) La magnitud del factor traumático
externo o real: es decir, la gravedad
de la enfermedad orgánica, si se
realizara una intervención de cirugía
mayor o mutilante, etcétera.
** Psiquiatra Infanto-juvenil. Docente titular U.D. Psiquiatría y Salud Mental. Fac. CCMM-USAC *Estudiantes pregrado
(5º año). U.D. Psiquiatría y Salud Mental Fac. CCMM-USAC
2) La
duración
del
período
preoperatorio: cuanto más urgente
sea la necesidad de operar, menos
tiempo tiene el paciente para
reconocer y controlar sus temores.
Ello condiciona un elevado nivel de
ansiedad, que con frecuencia adopta
la forma de un estado de angustia
con crisis emocionales y muchas
manifestaciones
somáticas
y
neurovegetativas.
3) Los
antecedentes
Personales y familiares en cuanto a
cirugías: historias de complicaciones
anestésicas o quirúrgicas que el
enfermo teme se repitan, lo que
puede transformarse en la principal
fuente de ansiedad.
4) La capacidad subjetiva del paciente
para hacer frente a la ansiedad, es
decir su natural tolerancia y
capacidad para defenderse y
controlar
psicológicamente
las
situaciones estresantes. Es por eso
que, en ocasiones, una intervención
menor, que el cirujano no vacila en
considerar "sin importancia", puede
ser muy traumática para un enfermo
con una personalidad débilmente
estructurado o que se encuentra en
una situación emocional que lo torna
más vulnerable.
De la interacción de todos estos
factores resulta un determinado grado de
ansiedad, que varía en un amplio espectro
desde aquellos pacientes que impresionan
como absolutamente tranquilos, hasta los
enfermos con una notable angustia e
inquietud motora, e incluso crisis de
excitación psicomotriz con agresividad.5
hipótesis de que, en parte, esta respuesta de
estrés puede ser dañina para el sujeto y
terminar con la reserva fisiológica del
organismo. En base a los recientes
descubrimientos de los mediadores que
participan en esta respuesta de estrés y
especialmente en relación con los del
sistema nervioso y humorales se han
desarrollado diversas estrategias con la
finalidad de alterar esta respuesta; con la
suposición de que el freno en las mismas se
asociaría con una más rápida recuperación y
supresión de la disfunción orgánica.6
El sufrimiento psicológico y el estrés
preoperatorio
pueden
retrasar
la
recuperación. Las intervenciones quirúrgicas,
aunque pueden representar un alivio,
también están cargadas de ansiedad y
constituyen una fuente de estrés psicológico
para el paciente, porque lo obliga a enfrentar
situaciones desconocidas, que implican
ciertos riesgos de vida. La carga emocional
propia que cualquier intervención pueda
tener, puede aumentar, si el paciente al
recibir la noticia, revive recuerdos
traumáticos de pasadas cirugías propias o de
personas cercanas.7
Existen varias formas de preparar
psicológicamente al paciente
ante una
intervención quirúrgica,
ya que Estudios
demuestran que cuando se prepara a la
persona psicológicamente para cualquier
intervención
quirúrgica,
proveyéndole
información, enseñándole técnicas de
relajación, escuchándole y eliminando sus
miedos, la ansiedad disminuye, la estadía
hospitalaria es más corta, el dolor es menor
por lo tanto menor necesidad de analgésicos,
el post operatorio es más corto y la persona
tiene un sentido de bienestar y de control. 7
Asimismo, la aparición de ciertas
complicaciones -como infarto de miocardio,
patología pulmonar, tromboembolismo y
fatiga posoperatoria- que no parecen
directamente relacionadas con la técnica
quirúrgica, han llevado a establecer la
** Psiquiatra Infanto-juvenil. Docente titular U.D. Psiquiatría y Salud Mental. Fac. CCMM-USAC *Estudiantes pregrado
(5º año). U.D. Psiquiatría y Salud Mental Fac. CCMM-USAC
COMPLICACIONES
C
uando la persona presenta un al
to grado de ansiedad o estrés, esta puede
afectar
la
respuesta a las
drogas
anestésicas, la tensión arterial o la frecuencia
cardiaca, sus heridas demoraran en cicatrizar
mas, su sistema inmunológico se debilitará y
el post operatorio será más largo. También
puede presentar insomnio, agresividad,
problemas en sus relaciones con el médico o
el equipo multidisciplinario, uso excesivo de
analgésicos, para controlar el dolor y
actitudes inadecuadas con respecto al
cuidado de la propia enfermedad.7
PREVENCIÓN Y
TRATAMIENTO.
CRITERIOS PARA
INDICAR
PSICOFÁRMACOS
El abordaje de las manifestaciones
del estrés quirúrgico debe contar con
estrategias que tiendan sobre todo a un
diagnóstico temprano de los conflictos
generados por la cirugía. Como siempre lo es
en medicina, la meta ideal sería actuar de un
modo preventivo. Para mejorar la
recuperación psicológica y orgánica de los
pacientes quirúrgicos, se dispone de
diferentes recursos: adecuadas medidas
ambientales, de enfermería o en la relación
cirujano-paciente, y diversas modalidades de
psicoterapia y psicoprofilaxis, además de la
utilización de psicofármacos. Es beneficiosa
en ocasiones la indicación de psicofármacos
porque, al disminuir la ansiedad, el insomnio
u otras manifestaciones psiquiátricas más
graves, pueden ayudar a una mejor
adaptación emocional y una recuperación
quirúrgica menos amenazada por tensiones y
sufrimientos.5
En el contexto quirúrgico, los
psicofármacos siempre deben utilizarse
teniendo en cuenta las características de la
personalidad del enfermo y su modo de
adaptación psicológica frente al estrés. El uso
de psicofármacos como simples "supresores"
de la ansiedad u otros síntomas no es
adecuado; debe ser acompañado por
medidas tendientes a la identificación de los
temores y conflictos desencadenados por la
operación,
lo
que
permite
una
tranquilización mucho más eficaz y duradera.
A continuación se expondrán algunos
lineamientos generales para la utilización de
psicofármacos en cirugía. Estos criterios han
surgido de nuestras observaciones clínicas y
de
la
bibliografía
revisada,
pero
indudablemente constituyen un tema que
requerirá
de
nuevos
estudios
y
comprobaciones experimentales futuras.5
a) Período preoperatorio
En
cuanto
a
la
ansiedad
preoperatoria, cierto nivel de ansiedad es
normal y deseable, es la señal que indica que
existe un esfuerzo de adaptación y de control
de los temores y fantasías generados por la
operación y la anestesia; evidencia la
adecuación a la realidad de la situación
prequirúrgica. Ahora bien, es útil distinguir
en la ansiedad preoperatoria aspectos
cuantitativos y aspectos cualitativos; los
primeros se refieren a la magnitud del estado
de ansiedad, que puede influir en el margen
de seguridad anestésico y tiene una relación
directa con la intensidad del dolor
postoperatorio, entre otros parámetros. El
aspecto cualitativo de la ansiedad lo
proporciona su tinte hostil o depresivo, el
que forme parte de una reacción maníaca
con omnipotencia y minimización de los
riesgos de la cirugía, etcétera. Esa cualidad
del estado ansioso preoperatorio es un
indicador de las conductas con que el
paciente afronta el estrés, del tipo de su
personalidad y de algunas posibles
dificultades psicológicas u orgánicas que
** Psiquiatra Infanto-juvenil. Docente titular U.D. Psiquiatría y Salud Mental. Fac. CCMM-USAC *Estudiantes pregrado
(5º año). U.D. Psiquiatría y Salud Mental Fac. CCMM-USAC
pueden surgir en el pre o el postoperatorio.
Con esto se quiere señalar que la ansiedad, a
la que es muy conveniente disminuir con
medicación, también puede transformarse
en una interesante variable en la evaluación
preoperatoria de los enfermos.
El uso de psicofármacos en la etapa
prequirúrgica apunta sobre todo al aspecto
cuantitativo, pues busca reducir la "cantidad"
de ansiedad a niveles más tolerables para
cada paciente. Se persigue la meta de evitar
que el monto de ansiedad impida al enfermo
reflexionar y adaptarse correctamente en
cada momento de la experiencia anestésico y
quirúrgica, y de prevenir descargas motoras
directas (excitación psicomotriz, crisis de
pánico y huida del quirófano, etcétera) por
imposibilidad de mantener un buen control
emocional. Además, como un nivel
patológicamente elevado de ansiedad
preoperatoria puede disminuir el margen de
seguridad anestésica (Rosen, 1952), es
importante atenuar la ansiedad y sus
concomitantes fisiológicos para impedir que
un estado de labilidad autonómica genere
complicaciones
intraoperatorias
(como
arritmias cardíacas, o incremento de las
posibilidades de efectos secundarios
peligrosos de las drogas utilizadas en la
anestesia).5
Indicaciones: En general, los casos que
parecen beneficiarse más con el tratamiento
ansiolítico en el período preoperatorio son:
1. Los pacientes con un alto grado de
ansiedad en el contexto de una
adaptación preoperatoria patológica,
en particular reacciones hostiles y
conductas maníacas con negación y
omnipotencia pero con poca
tolerancia de la ansiedad. Sobre todo
es conveniente medicar a quienes no
logran
tranquilizarse
con
la
información recibida en las consultas
preoperatorias.
2. Todas aquellas situaciones con
intensa angustia que desborda la
capacidad de control psíquico y se
acompaña
de
manifestaciones
somáticas que son "equivalentes" de
angustia (como disnea, molestias
precordiales o diversos síntomas
gastrointestinales). Esto ocurre con
frecuencia en cirugía de urgencia y
en pacientes en terapia intensiva o
con complicaciones graves, que
suelen presentar trastornos por
estrés postraumático agudo (DSM-IV,
1995).
3. En personas con padecimientos con
componentes psicosomáticos, en
quienes el estrés preoperatorio
puede empeorar su patología
orgánica. Por ejemplo, esto debe ser
considerado en pacientes con
cardiopatía coronaria que van a ser
operados; es frecuente que posean
una personalidad tipo A, siempre con
una reactividad muy alta ante la
descarga de catecolaminas por el
estrés (por ese mecanismo pueden
sufrir
isquemia
miocárdica
perioperatoria o arritmias), por lo
que ha sido recomendada una eficaz
ansiolisis preoperatoria (Barberá,
1989).
Una paciente con antecedentes
coronarios debía ser operada por un nódulo
mamario. Frente a la cirugía, había
reaccionado
con
omnipotencia
y
minimización de todos los riesgos y de los
temores por su salud; parecía estar tranquila.
Pero, los días previos a la fecha de la
operación, comenzó a presentar inquietud
motora, insomnio y algunos picos de
hipertensión arterial; luego sufrió marcos,
empeoro su arritmia cardíaca (por la que ya
estaba medicada) y tuvo episodios de
taquicardia supraventricular paroxística, que
motivaron una breve internación y la
suspensión de la cirugía. Un adecuado
tratamiento ansiolítico, junto con la
** Psiquiatra Infanto-juvenil. Docente titular U.D. Psiquiatría y Salud Mental. Fac. CCMM-USAC *Estudiantes pregrado
(5º año). U.D. Psiquiatría y Salud Mental Fac. CCMM-USAC
preparación psicológica para su operación,
permitieron la estabilización del cuadro
clínico y la intervención pudo realizarse sin
inconvenientes.
Además de los enfermos coronarios,
la posibilidad de que surjan complicaciones
orgánicas relacionadas con el estrés
quirúrgico debe también ser evaluada en
quienes tengan antecedentes o padezcan
úlcera duodenal, hipertensión arterial o
asma bronquial, por ejemplo. En lo referente
a la elección del tipo de ansiolítico a utilizar,
en el contexto clínico-quirúrgico las drogas
mejor toleradas son las benzodiazepinas de
acción corta e intermedia (alprazolam,
lorazepam,
bromazepam).
Como
habitualmente los pacientes reciben otros
fármacos con efectos sedativos (analgésicos,
sobre todo) y se pueden potenciar efectos
secundarios
indeseables,
la
rápida
metabolización de dichas benzodiazepinas
las hace más seguras (Feely y Pullar, 1990).
Esto es particularmente importante en los
enfermos añosos; por los cambios
farmacocinéticos
y
farmacodinámicos
vinculados a la edad, existe una mayor
sensibilidad a las benzodiazepinas y un
menor margen de seguridad entre las dosis
terapéuticas y tóxicas, por lo que se aconseja
evitar el efecto acumulativo utilizando
drogas de acción corta e intermedia (Meyer,
1982; Moizeszowicz, 1994).5
En algunos pacientes es posible
predecir una respuesta pobre a las
benzodiazepinas, cuando padecen ansiedad
grave, terror psicótico y cierto grado de
desorganización del pensamiento, o tienen
una personalidad débil con muy mal manejo
de la ansiedad y la agresividad (Laage, 1988);
esos casos no deben ser medicados con
benzodiazepinas
sino
con
algún
tranquilizante mayor (suele ser útil indicar
una fenotiazina de baja potencia pero con
efecto sedativo, como la prometazina, la
tioridazina o la levomepromazina).
Siempre debe tenerse en cuenta la
probable interacción farmacológica entre los
psicofármacos indicados en el preoperatorio
y las drogas anestésicas (Galiotti, 1991); por
eso es recomendable informar al médico
anestesiólogo los fármacos y las dosis
indicadas. Sobre todo en pacientes en estado
crítico deben utilizarse dosis pequeñas de
benzodiazepinas por el peligro de depresión
cardiorrespiratoria.
Los
tranquilizantes
mayores o neurolépticos disminuyen el
requerimiento de drogas anestésicas y
potencian su efecto vasodilatador e
hipotensor.
Tanto en el pre como en el
postoperatorio, la utilización de sedantes,
narcóticos y analgésicos puede tener
influencias adversas sobre la respiración del
paciente, tanto por depresión del centro
respiratorio como por disminución de la
fuerza de los músculos respiratorios. Este
hecho deberá ser jerarquizado en pacientes
polimedicados y con un estado general
crítico, en cirugía de tórax y en neurocirugía,
y en toda situación clínica que presuponga
un riesgo de insuficiencia respiratoria (que
podría ser precipitada por la utilización de
psicofármacos).
b) Período postoperatorio
El control de la ansiedad debe ser
abordado con criterios similares, medicando
con benzodiazepinas a los enfermos que no
logran una buena adaptación psicológica a
los
aspectos
displacenteros
del
postoperatorio, están inquietos, irritables o
con
insomnio,
o
que
presentan
manifestaciones somáticas de angustia.
Otro punto importante es el
abordaje psicofarmacológico del dolor.
Rockwell y Rockwell (1979) han destacado la
relación directa que existe entre el grado de
ansiedad preoperatoria y la intensidad del
dolor postoperatorio, y en general puede
comprobarse que la mayoría de los enfermos
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(5º año). U.D. Psiquiatría y Salud Mental Fac. CCMM-USAC
que presentan dolor intenso y difícil de
controlar, son efectivamente quienes han
tenido antes y después de la cirugía un mal
manejo de la ansiedad (Giacomantone y
Mejía, 1997). Buena parte de esos pacientes
maladaptados suelen beneficiarse con el
tratamiento con ansiolíticos que, al disminuir
la ansiedad y los componentes emocionales
del cuadro doloroso, posibilitan un mejor
control del dolor con menores dosis de
analgésicos.
Con respecto al estado de duelo
postoperatorio, en general se acompaña de
sentimientos depresivos transitorios que
raramente
configuran
cuadros
que
justifiquen la indicación de fármacos
antidepresivos; en casos aislados puede
utilizarse alprazolam, benzodiazepina que
además de su efecto ansiolítico tiene
propiedades antidepresivas en pacientes con
depresiones leves.5
c) Posología
Con respecto a la dosificación de los
psicofármacos es necesario destacar que, en
el contexto quirúrgico, se requieren
usualmente dosis bajas; con ellas se logran
buenos resultados y se evitan efectos
secundarios por interacción con uno o varios
de los muchos medicamentos que reciben
los pacientes quirúrgicos. Para el caso del
alprazolam, las dosis diarias indicadas varían
de 1 a 3 mg, repartidos en 3-4 tomas. En el
uso de psicofármacos en cirugía debe
también tenerse en cuenta que los síntomas
psicológicos
y
psiquiátricos
están
fuertemente ligados al estrés quirúrgico y a
las alternativas de la recuperación orgánica.
Así, un paciente sumamente ansioso debido
a la aparición de una complicación quirúrgica
puede tener una notable mejoría psicológica
si esa complicación es superada con éxito. De
modo que la prescripción y la dosificación de
psicofármacos
siempre
tendrán
que
contemplar esta realidad cambiante.
Luego del alta, a los pacientes que
fueron medicados con benzodiazepinas por
ansiedad y por una mala adaptación al estrés
quirúrgico se les debe indicar un esquema de
disminución gradual del psicofármaco. No es
recomendable una suspensión abrupta en el
momento del alta, en primer lugar porque el
alta y los primeros días en el hogar se
acompañan de dificultades prácticas que
suelen provocar ansiedad e insomnio. Y en
segundo lugar, la suspensión abrupta de las
benzodiazepinas de acción corta e
intermedia puede producir síntomas por
supresión (ansiedad. temblor, etcétera) e
insomnio de rebote (Dorado, 1992; Alvano,
1997). Los pacientes que sólo han sufrido
complicaciones leves durante la internación,
podrán
suspender
gradualmente
el
ansiolítico en 5-10 días, y aquellos que
evidenciaron una muy mala adaptación al
estrés quirúrgico se beneficiaran con un
tratamiento algo más prolongado, de 3 a 6
semanas,
para
luego
suspenderlo
lentamente. Si se las utiliza durante estos
breves períodos, no debe temerse por el
riesgo de dependencia o adicción a las
benzodiazepinas, que casi siempre ocurren
luego de un uso regular por un tiempo mayor
de 6 meses (Uhlenhuth y otros, 1988).3,5,7
Es importante además que el paciente
cuente con preparación psicológica consiste
en ayudar al paciente a identificar, explorar y
eliminar las emociones que tenga con
respecto a su cirugía y prepararlo
emocionalmente para la misma. Idealmente
se empieza hacer 3 semanas antes de la
cirugía. El número de sesiones depende del
grado de ansiedad, experiencias traumáticas
pasadas y gravedad de la cirugía.1
Las técnicas usadas para la preparación son:
técnicas de relajación, hipnosis, visualización
y desensibilización sistemática para eliminar
el miedo.
** Psiquiatra Infanto-juvenil. Docente titular U.D. Psiquiatría y Salud Mental. Fac. CCMM-USAC *Estudiantes pregrado
(5º año). U.D. Psiquiatría y Salud Mental Fac. CCMM-USAC
Otros beneficios que otorga la preparación
psicológica son:
o
Menos complicaciones relacionadas
con la cirugía y la recuperación
Mejora el estado inmunológico
Mejor y más rápida cicatrización
Mejor circulación y metabolismo
Mayor tranquilidad y autocontrol
Menor estrés antes, durante y
después de la cirugía
o
o
o
o
o
Menos dolor y menos analgésicos
Recuperación más rápida
Menor tiempo de hospitalización
Disminución de depresión o ansiedad
Mayor cooperación del paciente en
su recuperación
o
o
o
o
o
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