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Los jóvenes y el
Evangelio: entre
catedrales y fast food
Versión en español
editada por:
Ponencias del I Coloquio de la
Facultad Adventista de Teología
Collonges-sous-Salève - Francia
3-4 de marzo 2001
Los jóvenes
y el Evangelio:
entre catedrales
y fast food
Ponencias del I Coloquio de la
Facultad Adventista de Teología
Los jóvenes
y el Evangelio:
entre catedrales
y fast food
Ponencias del I Coloquio de la
Facultad Adventista de Teología
Collonges-sous-Salève - Francia
3-4 de marzo 2001
Edita
SUMARIO
Traducción: Juan Antonio López de la Torre
Diseño gráfico y maquetación: Esther Amigó Marset
Aula7activa-Aeguae
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7
Prefacio a la edición francesa
Bernard Sauvagnat
9
Prefacio a la edición española
Los editores
11
De una generación a otra...
Jacqueline Catalogne
45
¿Por qué abandonan la iglesia nuestros adolescentes?
Roger Dudley
53
El Evangelio en una taza
Thomas Müller
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© 2002, Facultad Adventista de Teología, Collonges-sous-Salève (Francia)
© 2004, Aula7activa-AEGUAE, en español para todo el mundo
Depósito Legal: B-12613-2004
59
Vino nuevo y odres viejos
Marc Toureille
65
Los jóvenes y la credibilidad de las doctrinas cristianas
Johannes Gerhardt
73
Para que los jóvenes sean actores
Guy Zeller
77
El centro José Figols
Manuela Casti y Corrado Cozzi
PREFACIO
A LA
EDICIÓN FRANCESA
Tras haber celebrado sus primeros veinte años de existencia, la
Facultad Adventista de Teología pretendía ampliar su proyección tanto dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día como en la comunidad universitaria y en la sociedad en general. Con ese objetivo
decidió crear un coloquio internacional e interconfesional anual con
el fin de estimular la reflexión sobre temas importantes para los adventistas.
Este volumen está formado por las actas del primero de esos congresos y se publica en ocasión del segundo. La elección del tema,
«Los jóvenes y el Evangelio», vino condicionada por la importancia y
la urgencia que dicha temática tiene en las iglesias y por la reciente
creación dentro del campus adventista del Salève del Centro José
Figols, dedicado al ministerio en favor de la juventud.
Invitamos a diversos participantes representativos tanto de las distintas regiones del mundo occidental, y europeo en particular, como
de las diversas confesiones cristianas: católica, protestante, evangélica y adventista. Desafortunadamente nuestro invitado católico no
pudo asistir por lo que carecemos de su importante aportación sobre
este tema. Por otra parte, deseábamos que el tema fuera abordado
teniendo en cuenta diferentes perspectivas: sociológica, teológica y
pastoral.
Nuestra falta de experiencia en la organización de este tipo de encuentros ha hecho de este un modesto inicio. No todas las comunicaciones incluidas en este volumen pretenden reflejar investigaciones académicas. Ellas representan, de forma modesta, la preocupación
de las iglesias en relación con la juventud y presentan interesantes
claves de reflexión para que el Evangelio adquiera un significado
real entre los jóvenes de nuestra sociedad. Este volumen podrá, por
tanto, aportar una ayuda apreciable a todos aquellos que consagran
sus esfuerzos a este objetivo.
Desde aquí nos gustaría agradecer a todos los autores, así como
a Ariane Johnson por sus traducciones y a Corinne Hauchecorne por
su trabajo de traducción, de relectura y de edición.
Bernard Sauvagnat
Decano de la Facultad Adventista de Teología
7
PREFACIO
A LA
EDICIÓN ESPAÑOLA
Aula7activa inicia con el presente título la edición en español de las
publicaciones de la Facultad Adventista de Teología de Collongessous-Salève. Este volumen agrupa las ponencias correspondientes
al primer coloquio internacional e interconfesional promovido para
conmemorar el vigésimo aniversario de la facultad.
El interés de dicho coloquio, bajo el título de «Los jóvenes y el
Evangelio: entre catedrales y fast food», es evidente en el momento actual para todas las denominaciones cristianas, de ahí el interés
de su traducción para el público de habla hispana tanto por su temática como por la diversidad de los participantes, representantes de
algunas de las denominaciones cristianas de mayor relevancia en
Europa. En todas ellas es común la preocupación por los jóvenes,
que cada vez se alejan más de las formas religiosas más tradicionales, y en consecuencia de las iglesias cristianas.
La lectura de estas ponencias puede aclararnos algunos de los
motivos que llevan a alejarse a los jóvenes de las iglesias, al tiempo
que pueden contribuir a la creación de recursos adecuados que nos
permitan, en definitiva, mostrar a los jóvenes que, a pesar de todo lo
negativo que puedan observar en las iglesias, nada puede competir
con las bendiciones que el mensaje de Cristo y el Evangelio como
forma de vida nos ofrecen generosamente.
Confiemos que las páginas siguientes puedan contribuir a esta
labor.
LOS EDITORES
Aula7activa
9
Capítulo 1
De una generación a otra...
Valores y creencias de los jóvenes
a partir de un estudio sociológico
sobre líneas genealógicas
Jacqueline Catalogne1
Tras la muerte de mi esposo hace unos diez años, decidí realizar una
investigación centrada en las creencias pero con rigor académico y
en el marco de una universidad estatal. Eso me llevó a interesarme
en los valores de los jóvenes.
Antes de explicar los resultados de mi investigación pienso que citar a Paul Ricoeur supone un gran estímulo para emprender esta
reflexión sobre los valores. Me parece sin lugar a dudas acertado retomar aquí una bonita metáfora usada por este autor mientras le
entrevistaban hace algunos años en Le Monde:2
«No se puede decir que los valores sean inventados por los que los
creen. De hecho, el estatus de los valores es muy particular y muy
difícil de definir...
»El concepto de valor tiene un estatus particular por dos razones:
»En primer lugar, combina de forma singular objetividad y subjetividad. Por un lado, un valor se impone a alguien con una cierta autoridad, como un elemento heredado de una tradición. En este sentido el valor no carece de objetividad. Por otra parte, el valor sólo
existe cuando alguien lo adopta como tal. Es como si la convicción fuera la condición de su existencia.
1
2
Jacqueline Catalogne, doctora en historia y sociología de las religiones y de los sistemas de pensamiento por la Ecole Pratique des Hautes Études (Escuela Práctica
de Altos Estudios, Universidad de la Sorbona, Paris), forma parte del Grupo de
Sociología de las Religiones y del Laicismo, uno de los grupos de reflexión organizados en el laboratorio del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS,
Centro Nacional de Investigación Científica).
P. Ricoeur, Le Monde, 29 octubre 1991.
11
»En segundo lugar, los valores se sitúan, a mi entender, a medio camino entre las convicciones duraderas de una comunidad histórica y
las constantes reevaluaciones producidas por los cambios de época
y de circunstancias, con el consiguiente surgimiento de nuevos problemas, como los del medio ambiente, la aplicación de las técnicas
biológicas al dominio de la vida, la economía mundial, etcétera.
»Para ilustrar esta segunda peculiaridad de los valores se puede
pensar en lo que ve un pasajero por la ventana de un tren. El paisaje desfila pero todos sus planos no lo hacen a la misma velocidad. Los horizontes lejanos se deslizan lentamente, los cercanos
taludes pasan a toda velocidad. Los valores están, desde mi punto de vista, en una posición intermedia.
»Demasiado a menudo, en nuestros debates actuales, olvidamos
esta posición específica de los valores. Los dogmáticos apuestan
demasiado fácilmente por la inmovilidad del horizonte. Los nihilistas
subrayan con demasiada rapidez la desaparición instantánea de los
primeros planos y el carácter quebradizo de los valores. Sin embargo, me parece que es entre los dos extremos donde encontramos
las grandes categorías orientadoras del político. Los valores no desaparecen en un abrir y cerrar de ojos. Tienen una gran duración. Y
del mismo modo son fundamentalmente perecederos y, por lo tanto, deben ser actualizados continuamente con la finalidad de responder a las vertiginosas mutaciones de nuestra historia.»
Esta parábola moderna, un paisaje de planos que se van sucediendo
mientras el tren conduce a los pasajeros hacia otros horizontes, puede evocar el tiempo, que pasa mientras que las generaciones siguen
mirando al futuro, con el riesgo de no vivir el presente, o se vuelven
melancólicamente hacia el pasado, con el riesgo de quedarse inmóviles como la mujer de Lot transformada en estatua de sal.
Al mismo tiempo, esta parábola nos ayuda a comprender mejor lo
que pueden ser los valores. Paul Ricoeur insiste en el hecho de que
es legítimo pensar en la tradición como objetiva, aunque evolucione
a través de las generaciones. Sin embargo, no habría que olvidar que
los que viven esa tradición son personas; por lo tanto pueden, o mejor dicho, deben transformar esa tradición. De esta manera podrá
construirse la tradición futura, lo cual es de vital importancia.
Por otro lado, es posible retomar los diferentes planos de la metáfora. Así, los horizontes lejanos, casi inmóviles, serían las civilizaciones
que viven a lo largo de la historia y que pueden parecer inmutables. Los
taludes que pasan a toda velocidad serían los efectos de la moda, normalmente efímeros puesto que pueden desaparecer tan rápido como
12
se han impuesto. Finalmente, los planos intermedios serían, justamente,
como dice Paul Ricoeur, los diferentes planos de valores que, según
las generaciones, permanecen si son vividos de manera diferente por
los individuos embarcados en el tren de la aventura humana.
No obstante, el respeto de la evolución de la sociedad no es contradictorio con la necesidad de transmitir los valores vividos por las
generaciones precedentes; dichos valores conformaban su identidad
profunda y la base de su vida social. Se trata, pues, de un proceso
fundamental para la permanencia de las sociedades humanas.
A la hora de abordar en profundidad este problema, podemos probablemente hacer nuestra la afirmación de Confucio:
«El buen maestro es aquel que, a pesar de repetir conceptos antiguos, es capaz de encontrar en ellos algo nuevo.»3
Según este sabio, repetir conceptos antiguos puede hacer aparecer algo nuevo. Se podrá verificar la pertinencia de este adagio a lo
largo de este estudio sobre los valores y las creencias; aparecen con
formas nuevas pero no desaparecen. Como lo dirá cinco siglos más
tarde, de forma casi idéntica, la Biblia por boca de Jesús4 –¡lo que demuestra la universalidad del pensamiento humano!–, hay que saber
sacar «de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas». Las generaciones
pasan, los valores permanecen aunque se transformen.
MI INVESTIGACIÓN
Entraremos ahora en mi investigación en la que han aparecido reveladoras tensiones entre algunos hallazgos contrastados, en ocasiones
contradictorios, se han revelado esencialmente heurísticos. No tengo
la ambición que de ello resulten nuevos paradigmas. Sin embargo, desearía mostrar cómo los individuos pueden ser a la vez «productos» y
productores de valores y de creencias en un sector de la sociedad francesa, en los albores del siglo XXI. ¿Cómo se transmiten los valores?
¿Ha cambiado el proceso de transmisión? Más aún, ¿Se da todavía
ese proceso? ¿Han contribuido algunos valores a la transmisión de
otros? ¿Creer no consiste en elegir ciertos valores y magnificarlos?
Mi investigación se centró en la transmisión de los valores con referencia a una práctica –la catequesis– considerada en este caso par3
Confucio, Entretiens du maître avec ses disciples (La Petite Collection, 156), Mille
et une nuits, París, 1997.
4 Mateo 13: 52.
13
ticular como una simple práctica social de formación espiritual. Se trataba de saber si se seguían transmitiendo los valores y cuál era el peso de la catequesis en esta transmisión. Para investigar esta problemática en 1992-93 elaboré una encuesta sociológica de tipo sondeo
de datos cuantitativos; para diseñar y validar dicha encuesta me asesoró un amigo, profesional de los sondeos de opinión. Me voy a permitir daros algunos de los resultados más destacados de dicha encuesta.
METODOLOGÍA DE ESTE SONDEO
Intentar definir los valores que serían propuestos dentro del cuestionario del sondeo implicaba hacer una elección, con una preocupación constante por la objetividad. Determinar un conjunto de valores
que pudieran ser tomados en cuenta e incluidos en el cuestionario
corría el riesgo de resultar subjetivo y arbitrario. Esta tarea de identificación resultó compleja y delicada.
Había que intentar hacer un inventario de los valores que habían
sido transmitidos a lo largo del tiempo a fin de determinar su peso e
importancia. Pero, ¿cómo definirlos? ¿Dónde se podía encontrar su
rastro? Nos pareció posible poder descubrir en los diferentes documentos escritos a través de los tiempos.
Efectivamente, de una generación a otra, de un grupo a otro, de un
lugar a otro, en los documentos escritos ha podido vehicularse aquello que permite al hombre, a los individuos, seguir viviendo y construyendo su espacio social.
Por ello, este inventario consistió en un primer momento en un listado de los valores reconocidos por los filósofos, escritores y pensadores que han forjado nuestra civilización hasta nuestros días. Como
era impensable releer la totalidad de sus escritos, este trabajo fue
efectuado con la ayuda de antologías escolares, de diccionarios, de
colecciones de textos filosóficos. Por supuesto no se trata de un trabajo exhaustivo.5
5
A. Armand, Histoire de la littérature française (Itinéraires Littéraires), 6 vol., Hatier,
París, 1991; J.-M. Vencer, Histoire de la philosophie moderne et contemporaine.
Figures et oeuvres (Le Collège de la Philosophie), Grasset, París, 1993; J. P. de
Beaumarchais, D. Couty, A. Rey (eds.), Dictionnaire des littératures de langue française, 3 vol., Bordas, París, 1984; D. Huisman (ed.), Dictionnaire des philosophes,
2 vol., PUF, París, 1984; A. Lagarde, L. Richard, Les grands auteurs français, PUF,
París, 1985; P. Brunel (ed.), Littérature française. Histoire et anthologie, 3 vol., Bordas,
Paris, 1979; A. Roussel, G. Durozoi, Philosophie. Notions et textes, Nathan, París,
1989; J. Russ, Les chemins de la pensée, Colin, París, 1988.
14
En la época en la que se estaba preparando este sondeo, para establecer el listado de valores, se tomaron en cuenta también estudios, encuestas y sondeos aparecidos sobre los valores y los jóvenes.6
A partir de estas fuentes, hubo que identificar la importancia de
los valores de igual manera que en el estudio precedente sobre el peso y la permanencia de los valores en el tiempo.
En todos estos estudios, cualquiera que fuera su fuente y su forma,
aparecían valores-guía. Con ellos se compuso la base del cuestionario. Por supuesto se puede pensar que se podría haber realizado
otra selección; hay numerosos sinónimos, numerosos términos cercanos; hubo que cortar y al fin seleccionamos veintisiete ítems.7
Gracias a que se creó una red de profesores y educadores, al menos un millar de cuestionarios fue distribuido en centros de enseñanza secundaria, tanto públicos como privados, repartidos a su vez
en la región parisina y en el resto del territorio francés, principalmente en el oeste, el norte y el centro de Francia. Este sondeo fue
difundido incluso en los Foyers de Jeunes Travailleurs (FJT) [Hogares
de Jóvenes Trabajadores]. Aunque no se trate de un muestreo de
selección aleatoria, la gran difusión del cuestionario permite considerar los resultados como bastante significativos, a falta de ser totalmente representativos según las normas reconocidas en sociología.
Los cuestionarios fueron puestos de manera anónima a disposición de los jóvenes que querían responderlos. Tanto en los institutos y en las universidades como en los FJT los jóvenes participantes cooperaron y se mostraron realmente muy interesados en
nuestro sondeo; respondieron concienzudamente y también con
amabilidad.
La mayor parte de las veces, los educadores y los profesores los
entregaban al alumnado, dejando tiempo para rellenarlos, pero, por
supuesto, no intervenían en el proceso, dejando a los jóvenes total libertad para opinar. Al final del cuestionario los jóvenes debían precisar si habían recibido o no enseñanza religiosa.
6
Se puede citar a: J. Stoetzel, Les valeurs du temps présent. Une enquête européenne (Sociologies), PUF, Paris, 1983; A. Muxel, Y. Lambert, P. Mayol, Les jeunes
adultes de 18 à 25 ans, CNER, París, 1991; G. Lescanne, T. Vincent, 15-19 ans. Des
jeunes à découvert, Cerf, París, 1990.
7 Los valores seleccionados son: altruismo, amistad, amor, dinero, autoridad, belleza,
bien, cultura, deber, familia, fidelidad, orgullo, fe, justicia, libertad, lealtad, paz, perdón, patria, razón, respeto de la persona, saber, solidaridad, tolerancia, trabajo, verdad, voluntad.
15
LA MUESTRA
583 cuestionarios nos fueron devueltos correctamente rellenados, de
los que 155 pertenecían a jóvenes que no habían recibido enseñanza religiosa. No fue necesario añadir más sujetos a la muestra del
subgrupo de los no catequizados, puesto que representaba prácticamente un cuarto de las personas entrevistadas. Es cierto que era
indispensable disponer de un número de participantes bastante elevado para poder comparar estadísticamente las respuestas de una
población con la otra, es decir, catequizados y no catequizados.
De 583 encuestas válidas, 428 provenían de jóvenes que decían
haber recibido una enseñanza religiosa, a los que denominamos «catequizados», y 155 provenían de jóvenes que afirmaban no haber recibido formación religiosa y que denominamos «no catequizados». El
53% del total, es decir, 309 respuestas, eran de chicas, frente al 47%
de muchachos.
Del total, 198 jóvenes (34%) vivían en la región parisina y 385 (66%)
fuera de ésta. Se constatan las mismas proporciones en las dos subdivisiones de la muestra. El 57% de los jóvenes tenían más de 18
años y el 43% eran adolescentes menores de edad. El 62% estaba
aún escolarizado y el 38% de los encuestados trabajaban.
Este sondeo realizado a través de un cuestionario tenía como objetivo conocer lo que los jóvenes consideran importante para sí mismos y para la sociedad, y cómo eso les había sido transmitido, por
medio de qué canales; por otra parte, teniendo en cuenta el objetivo
que nos habíamos propuesto en esta investigación, se deseaba saber cuál era el impacto de la catequesis en esta transmisión.
Considerando cómo se había hecho el sondeo, los jóvenes que participaron en el estudio representaban ampliamente a la juventud francesa en su diversidad y su pluralidad: parisinos y de otras provincias,
procedentes de todos los medios sociales (si bien los barrios considerados «de alto riesgo» están ausentes), escolarizados y trabajadores, y en una franja de edad que va de los 15 a los 25 años.
Voluntad, justicia y lealtad alcanzan el 60%.10 En el 50% se encuentran solidaridad y tolerancia.11
Así pues, casi la mitad de los 27 términos propuestos fueron considerados como «muy importantes» por la mayoría de los entrevistados.
Tres, de los catorce restantes: perdón, trabajo, cultura, igualan o
superan el 40%.12
Hay que subrayar el hecho de que la fe está por debajo del 40%,
y valores como altruismo, saber, bien, deber, fueron juzgados como
«muy importantes» por el 30% de los jóvenes encuestados.13
Los seis últimos: razón, patria, dinero, belleza, orgullo, autoridad,
solo son considerados como «muy importantes» por una minoría, con
el resultado más bajo para autoridad (11%).14
Estos términos representativos de los valores son considerados
por los jóvenes como fundamentales, aunque no los definan sistemáticamente como «valores». Valores tan importantes como el amor,
la amistad, la justicia, la libertad, la fidelidad (asociada al amor por
el 65% de los jóvenes entrevistados), la familia, el respeto al otro, la
solidaridad, constituyen auténticos referentes para los jóvenes que
fueron consultados. En este sondeo, por el contrario, la autoridad no
consigue una valoración muy positiva. Como se verá más adelante, los jóvenes han envuelto este término de un sentimiento de ambigüedad.
Se aprecia que siguen funcionando los canales habituales de transmisión. A pesar de la evolución del núcleo familiar, los principales
transmisores de valores siguen siendo los padres y también los abuelos. La escuela, por su parte, conserva principalmente su rol tradicional de aprendizaje del saber y de la cultura, indisociables en la opinión de los jóvenes.
Igualmente parece que los valores tienen un impacto mayor entre
los jóvenes que han accedido a una formación religiosa. En cualquier
caso las diferencias son relativamente pequeñas.
¿Se puede afirmar realmente que se ha producido la muerte de los
valores? A pesar de los rumores, de las informaciones de los medios
RESULTADOS OBTENIDOS
Tres palabras superan el 80%:8 amor, libertad, amistad. Paz y respeto
de la persona rozan el 80%; familia, verdad y fidelidad superan el 70%.9
10
Voluntad: 67,8%; justicia: 63,5%; lealtad: 60,7%.
Tolerancia: 52,7%; solidaridad: 52,4%.
12 Perdón: 48%; trabajo: 44,5%; cultura: 40%.
13 Fe: 37,4%; altruismo: 37,9%; bien: 33,9%; saber: 36,1%, deber: 31,8%.
14 Razón: 26,6%; patria: 19,5%; dinero: 18,7%; belleza: 16,6%; orgullo: 14%; autoridad: 11,9%.
11
8 Amor:
9
83,7%; libertad: 82,9%; amistad: 80,6%.
Paz: 79,9%; respeto de la persona: 78,2%; familia: 71,7%; verdad: 71,5%; fidelidad:
70,5%.
16
17
de comunicación, da la impresión de que los valores, según este sondeo, siguen siendo fruto de la educación familiar, escolar y, ciertamente, de la educación religiosa. No obstante, los resultados obtenidos en lugar de dar todas las respuestas, plantean una gran cantidad
de preguntas.
LÍMITES Y PREGUNTAS
Sin embargo, este sondeo no resuelve todos los problemas planteados. Tras el sondeo de 1993 se podía observar que, teniendo en cuenta el conjunto de los términos propuestos, la suma de los resultados
en los que se concedía más importancia a los valores era más elevada entre los catequizados que entre los no catequizados; el hecho
de haber recibido una formación religiosa tiende a maximizar la explícita consideración de los valores, pero la diferencia es demasiado
débil (del orden del 10-20% máximo) como para extraer una conclusión definitiva sobre la importancia de la enseñanza religiosa en la
transmisión de valores.
Evidentemente es difícil, por no decir imposible, precisar con exactitud lo que los jóvenes entendían con precisión al hablar de cada
uno de los términos que les habían sido propuestos. Esto es debido al valor polisémico de los términos empleados. A pesar de esta reserva, parece que para algunos términos no existe ambigüedad.
Es cierto que uno puede preguntarse con razón sobre lo que los jóvenes entienden cuando se les dice: «belleza», «bien», «razón», «verdad», «amor», «fidelidad» o «fe». Esta ambigüedad pudo ser parcialmente minimizada, a veces, gracias a las asociaciones de términos,
pero es cierto que en muchos aspectos es una realidad.
Por ejemplo, perdón y tolerancia tienen un peso casi idéntico en los
jóvenes; se constata no obstante que el peso del perdón es bastante más elevado entre los catequizados, mientras que parecería que
la tolerancia tiene más importancia entre los no catequizados.
Posiblemente esto se deba al hecho de que en la tradición cristiana
el perdón es una virtud evangélica, mientras que la tolerancia es calificada más bien como una virtud laica. Habrá que precisar estos aspectos en la encuesta cualitativa. Para los jóvenes entrevistados se
trata en cualquier caso de cualidades.
Igualmente podemos plantearnos el concepto de fe para los jóvenes. ¿Implica una creencia religiosa o espiritual? Para algunos jóvenes que encontramos en las reuniones en los institutos o en los FJT,
la fe solo implica la confianza en el ser humano.
18
Así mismo, ¿qué es la fidelidad? ¿Es el matrimonio para toda la vida, pase lo que pase, como para la mayor parte de las parejas de
antes de la Segunda Guerra Mundial, y como lo sigue exigiendo la
religión católico romana? ¿O se trata más bien de fidelidad a la pareja con la que se vive mientras el amor perdura, pero con la posibilidad de cambio cuando la convivencia se salde con una ruptura?
La fidelidad, en efecto, asociada por los jóvenes de 15-25 años al
amor en un 65% de las respuestas —la más fuerte de todas las propuestas por los jóvenes— ¡plantea algunos problemas! ¿Consideran
ellos la fidelidad hasta la muerte predicada por la Iglesia Católica,
o se trata más bien de fidelidades sucesivas, puntuales, pero percibidas como importantes en el momento en el que son vividas? Este
podría ser también una forma de ideal difícil de llevar a cabo pero
muy deseado.
El término «orgullo» puede ser también un buen ejemplo: algunos
jóvenes lo calificaron de «defecto», asimilándolo sin duda a la ambición; para otros era una «cualidad», tal vez pensando principalmente en la satisfacción del trabajo bien hecho, del logro personal.
Estos ejemplos son sólo una muestra de los interrogantes que se
pueden plantear. Por lo tanto, este sondeo no permite comprender
por qué los valores perduran hoy en un mundo tan inseguro desde el
punto de vista económico y social, por mencionar solo algunos aspectos; por otro lado, no resulta posible decir cómo los valores evolucionan. Nadie puede afirmar si se trata de una fuerza motriz capaz de dar un sentido y una coherencia al futuro de estos jóvenes.
Tampoco es posible decir que se trate de un refugio seguro frente a
las incertidumbres y los peligros tan numerosos en este final de siglo
y de milenio. Sólo era, pues, un punto de partida para la continuación
de esta tesis.
PROFUNDIZANDO EN LOS RESULTADOS
Diversos métodos matemáticos y estadísticos aplicados a los datos obtenidos –en este caso, análisis factorial, para los que conocen estas técnicas– nos permitieron afinar los resultados, organizándolos de manera diferente para aportar matices más que
interesantes.
Lo que resultó más pertinente fue la aparición de una especie de
«paisaje» de los valores. Esta organización no contradice los análisis previos; nos permite comprender cómo los valores se organizan
entre ellos e incluso cómo evolucionan a lo largo de la formación de
los jóvenes.
19
Los valores se sitúan en torno a dos ejes.
Un eje vertical parte de la familia/fidelidad para llegar a la tolerancia/cultura. Parece mostrar que se podría pasar de los valores tradicionales de la vida familiar, o incluso religiosa con la fe y el perdón en
el centro, a los valores de la modernidad desarrollados a partir de la
Ilustración, valores que pueden definir el espíritu de la laicidad.
Incluso sería posible definirlo como el eje de la infancia a la edad
adulta; en efecto, parte de la familia, unida ya que está marcada por
la fidelidad, e incluso el amor (un poco a distancia, pero siempre muy
presente en lo alto de este diagrama, en una especie de trascendencia intemporal); después vienen la amistad, el deber, la voluntad, la fe
y el perdón que pueden ser los rasgos de la adolescencia en la etapa escolar y del catecismo; para ir, abajo del cuadro, hacia el grupo
saber-razón-tolerancia-cultura, lo que significaría la abertura al mundo adulto; sin olvidar el paso por la paz-la justicia-el respeto al otro-la
solidaridad-la libertad, que son muchos de los ideales de los jóvenes
adultos.
Este planteamiento parece más creíble cuando se observan las edades dentro del cuadro, ya que se ve que los menores de 18 años se
sitúan más bien en la parte de arriba, mientras que los menores están en la parte inferior del cuadro.
Al eje horizontal se podría definir de la siguiente forma: de lo individual a lo social, con un cierto repliegue en torno a la vida material,
incluso bajo una cierta forma de nacionalismo, para ir hacia valores
altruistas. ¿Sería exagerado decir que se va del materialismo capitalista al cristianismo social, de la economía del provecho propio a la
de la generosidad?
Sin duda se le podría calificar también de la siguiente forma: del poder al servicio, e incluso de la economía de mercado al humanitarismo, pasando de la autoridad al perdón, del dinero a la justicia y a la
solidaridad.
La belleza y, en una proporción menor, el amor se encuentran aislados en este paisaje como si fueran valores de un rango superior, difíciles de reagrupar.
En nuestro cuadro, no es posible, sin embargo, encontrar diferencias verdaderamente significativas atendiendo a las categorías de sexo, región, origen o actividad.
No obstante, las chicas y los muchachos están suficientemente separados, lo que demuestra una vez más, como se observaba ya en
el caso de los análisis de selecciones cruzadas, que las chicas están
más cerca de valores altruistas, poniendo al descubierto su sensibilidad femenina, y los chicos, en cambio, se acercan más a valores de
20
orden, más racionales, coincidiendo más con las representaciones
tradicionales de las diferencias entre los sexos.
Los jóvenes escolarizados están más cerca de los menores de 18
años y los trabajadores de los mayores de edad, lo que resulta completamente lógico; este hecho tiende a confirmar lo que señalamos
anteriormente para las edades y la organización de los ejes.
Quedarnos con estos resultados cuantitativos ya de por sí interesantes, aunque parciales, hubiera sido una lástima, así que consideré la posibilidad de continuar esta investigación en el marco de una
tesis doctoral que voy a describir a continuación.
INVESTIGACIÓN RECIENTE
Llegada a este punto, realicé mi Diplomatura de Estudios Avanzados
en la Escuela Práctica de Altos Estudios, en el departamento de
Ciencias Religiosas de la Sorbona. Acabo de terminar y pronto defenderé una tesis cuyo tema puede describirse de la siguiente forma:
«De una generación a otra, valores y creencias a partir de un estudio
sociológico generacional.» El título es: Familias, valores y transmisión. Encuesta cualitativa sobre los valores de tres generaciones de
la clase media francesa, a finales del siglo XX.
Efectivamente, para corroborar los resultados del sondeo de 1993,
parecía interesante poder comparar, con un cuestionario igual, lo que
cambia en el curso de las generaciones: los que tienen entre 18-25
años, entre 26-40, entre 40-65 y los de 66 años o más. Pero eso no habría permitido comprender lo que ocurre en una transmisión real en una
misma familia. Así que, en lugar de entrevistar a jóvenes, después a
padres y finalmente a abuelos que no tuviesen ninguna relación entre
ellos, nos pareció más interesante estudiar una línea de transmisión en
el seno de líneas genealógicas; esto permite observar una verdadera
«cadena de transmisión». Se toma al joven como punto de partida. En
una entrevista de tipo semidirigida expone lo que es importante para
él, evoca sus valores, precisa cuáles son, desde su punto de vista,
los orígenes... A continuación, en la misma familia, se realiza una entrevista con uno de los padres, o incluso con los dos pero tomados de
forma separada. Finalmente, si es posible, se entrevista al primer eslabón de la cadena, un abuelo, una abuela, o incluso los dos.
Había que delimitar la población a estudiar. No se podía considerar
la posibilidad de realizar entrevistas de tipo cualitativo en el conjunto de la población francesa ya que era una tarea materialmente irrealizable. Trabajar con una veintena de familias nos parecía razonable;
pero, ¿de qué nivel social las debíamos buscar?
21
Nos pareció que trabajar con familias de clases medias, que hoy en
día constituyen la mayoría de la población francesa, nos permitiría
extraer enseñanzas sobre la transmisión de valores que podrían ser
extendidas al conjunto del país.
¿La noción clases medias a qué se refiere? Es cierto que el contexto actual es completamente diferente al de los años inmediatamente
posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Tampoco tiene el mismo sentido que se le atribuía comúnmente en el período entre la Primera y la
Segunda Guerra mundiales. En aquel momento, no se hablaba de «clases medias» en plural, sino de «clase media» que se refería al mundo del pequeño comercio minorista. O. Galland y Y. Lemelt comentan:15
«El diagnóstico era el de una transformación de la sociedad francesa centrada en la clase media, entendiendo dicho proceso no como una nivelación general sino como una focalización progresiva
en las clases medias.»16
Las fronteras de clase parecen pues más confusas y las diferencias
menos marcadas. La disminución del sentimiento de pertenencia a una
clase social definida es general. O. Galland llega a hablar de una «nebulosa de las clases medias»17. Una vez precisado esto, aún nos quedan muchas incertidumbres y el futuro de estos análisis sociales parece inseguro. A pesar de todo decidimos buscar familias en el contexto
de la así llamada «clase media» según lo que acabamos de considerar.
Esto excluía de la población a estudiar por una parte los estratos
más desfavorecidos, como son los jóvenes de las ciudades y de los
barrios marginales, y por otra parte lo que se podría calificar como los
«súperprivilegiados» de nuestra sociedad. Pero incluso ahí, la fran15
O. Galland y Y. Lemel (eds.), La nouvelle société française. Trente années de mutation, A. Colin, París, 1998.
16 Las clases medias en esta perspectiva, continúan diciendo los autores, comprenden
los cuadros intermedios, una parte de los ejecutivos de nivel superior (incluyendo a
los profesores de la enseñanza secundaria) y también los «empleados» [en inglés
white collars: administrativos, secretarias…, empleados en ocupaciones no manuales en general. N. del T.]... Cada vez más franceses consideraban que pertenecían a
la clase media... La puesta en marcha de nuevas formas de sociabilidad les permitía
a algunos de sus miembros remontar progresivamente posiciones en la escala social. El rol y el lugar de las categorías superiores (burguesía clásica, dirigentes) parecía reducido. El análisis se apartaba enormemente de los modelos más clásicos de
inspiración marxista o weberiana en los que las posiciones elevadas combinan ingresos, prestigio y poder y constituyen el elemento dominante de la sociedad. Las
afirmaciones de Pierre Bourdieu sobre este grupo constituyen un buen ejemplo.
17 O. Galland y Y. Lemel (eds.), op. cit.
22
ja es incierta, debido una vez más a la tendente desaparición de identidad de clase.
Finalmente, y dentro de las llamadas clases medias, había que tener en cuenta la diversidad de las situaciones familiares actuales, a
pesar de que no sea posible hablar de una muestra representativa
cuando sólo se trata de una veintena de familias.
Sin embargo fue posible encontrar familias relativamente diversificadas, tanto en la región parisina como en el resto del territorio francés, algunas monoparentales, ya sea por divorcio o por viudedad,
otras reconvertidas en «biparentales» al aparecer la figura de un
padrastro o madrastra. También se diversifican en cuanto al estatus
profesional de sus miembros; casi todas las madres trabajan; el estatus profesional de los adultos va desde ingeniero a empleado, pasando por profesor, militar o técnico. Tampoco habría que olvidar a
un empresario en paro. Esta diversidad aparece también en el seno
de los abuelos, por supuesto jubilados, pero cuyas profesiones anteriores iban de la actividad liberal a empleado de la EDF [Électricité
de France, compañía eléctrica estatal francesa. N. del T.]. Excepto en
uno o dos casos, los jóvenes aún no tienen actividad profesional, pero reflejan también esta relativa diversidad de las situaciones.
Igualmente parece importante subrayar una relativa homogeneidad
de los niveles de vida, al menos de forma aparente; todas las entrevistas las realizamos en sus propios hogares y, al menos, pude observar el aspecto de los salones.
El hogar transmite esta homogeneidad ya que el confort de las
casas era bastante idéntico. No obstante, aparecen algunas diferencias, principalmente en el tipo de muebles de los salones, lo que
puede implicar orígenes sociales más diversos de lo que la forma
de vivir actual deja entrever. En este aspecto, por supuesto, sólo se
trata de matices que pueden ser subjetivos y no se puede hablar de
nada que sirva para establecer una verdadera separación. Lo cual
tiende a confirmar lo que ha sido dicho sobre las «clases medias».
La composición de este corpus de veintiuna familias (a saber, 75
entrevistas semidirigidas con una media de duración de una a dos horas) pudo llevarse a cabo gracias a una red de amistades en el conjunto del país. Ocho de esas veintiuna familias viven fuera de la región parisina. Las demás viven en el mismo París o en los alrededores.
Pero, teniendo en cuenta la movilidad actual, y el origen de los abuelos, sería muy aventurado definirlas únicamente de esta forma. Esto
nos permitió estudiar el hilo de transmisión en el seno de «casos familiares». Así que partimos de una «cadena de transmisión» en el interior de una misma familia.
23
Cuando utilizo el término «familia», quiero decir que al menos pude entrevistar a un joven o a alguno de los padres; pero en un tercio
de las familias pude tratar con tres generaciones, es decir uno o incluso dos jóvenes, uno o dos padres y uno de los abuelos. En algunas familias reestructuradas, pude además entrevistar a un padrastro.
Les planteaba una pregunta de partida muy genérica sobre aquello que ellas consideraban importante en la vida, después continuaba haciéndoles reflexionar en particular sobre los valores que yo proponía en el sondeo. Igualmente les preguntaba lo que pensaban de
la sociedad actual, de sus problemas y cómo veían el futuro.
Estas entrevistas realizadas en un marco de confianza me permitieron reunir un enorme corpus cuyo contenido es muy difícil resumir en unas pocas páginas; en cualquier caso puedo intentar compartir lo esencial, sobre todo en lo que concierne a la transmisión,
principal hilo conductor de esta investigación. Estudiarlo permite
sintetizar lo que este trabajo puede aportar sobre la cuestión de los
valores.
LOS VALORES
Es posible constatar algunos puntos cardinales que vienen a corroborar lo que decía el sondeo precedente.
Estas entrevistas tanto con los jóvenes como con los padres, e incluso con los abuelos, reflejan una especie de núcleo central de valores que parecen comunes a todas las generaciones, incluso si se
enfocan de manera diferente, o si son vividos de otra forma.
Estos valores son esencialmente los mismos que los aparecidos en
el sondeo que nos sirvió como punto de partida; se trata de la familia, la amistad, la fidelidad, ¡pero también y con una importancia mayor de la prevista entre los jóvenes, el saber y la cultura! Este conjunto de valores se ha rebelado como el derivado de una herencia
familiar. Los jóvenes mismos reconocen con satisfacción que son los
herederos de los valores de sus padres, incluso si no los viven de la
misma manera.
Conviene subrayar aquí la importancia de la familia. Se trata de
un valor seguro; incluso se podría afirmar que se trata del valor dominante, cualesquiera que sean la edad y el nivel sociocultural. Incluso
se puede hablar de «valor-fuente» en la medida en la que está en el
origen de otros valores que los jóvenes adoptan. Efectivamente, en
el seno de la familia se transmiten los principios éticos, que es esa
tensión latente de las actitudes frente a las innumerables elecciones
de cada día. Al mismo tiempo esto nos permite enfatizar la importan24
cia de la familia, cualquiera que sea la situación familiar, incluso si se
trata de familias desestructuradas o recompuestas. Sólo una chica
de los cuarenta jóvenes entrevistados habló de la familia de forma relativamente negativa, se trataba de una alumna de primero de bachillerato cuya madre había muerto y cuyo padre se había divorciado. Pero para todos los demás, la familia representa el valor más
importante.
En cuanto al amor, no sólo se entiende como el amor de un cónyuge o de un novio, sino también, en muchos casos, como el amor al
prójimo, la atención al otro. Dan la sensación de querer ampliar el concepto de amor más allá de su pareja.
Otros tres valores, desde mi punto de vista, son realmente específicos de los jóvenes, una especie de faro luminoso: son el respeto
de la persona, que tiene por corolario la tolerancia y la solidaridad.
¡Los perciben como la fuente de los demás valores! Es una constante en la mayoría de las entrevistas realizadas, lo cual me parece
bastante significativo.
No obstante, una pequeña minoría, apenas el 5%, matiza bastante el concepto de tolerancia; se trata de jóvenes con convicciones religiosas muy sólidas y tradicionales, ¡o más bien tradicionalistas! Se
creen en posesión de la verdad y quieren transmitirla a toda costa.
Sin embargo, otros jóvenes para los que la religión es igualmente
importante no desean imponer sus propias convicciones a los demás.
Para ellos, el concepto de tolerancia es absolutamente fundamental; muchos son incluso bastante críticos frente a las limitaciones morales que parece querer imponer el Vaticano, especialmente en materia de sexualidad. En este aspecto, consideran que cada pareja
debe determinar su conducta.
Ante este gran respeto al otro, unido muy frecuentemente al concepto de tolerancia, parece justificado plantearse si no se trata más
bien de una forma de individualismo actual: «¡Cada uno que crea lo
que quiera!»
La libertad es también un valor esencial para la mayoría de los jóvenes; afirman ser afortunados por vivir en un país libre donde cada
uno puede expresarse sin grandes riesgos.
Respecto a la fidelidad, al igual que en el sondeo, para todos los
jóvenes, de padres divorciados o no, se trata de un valor estrechamente relacionado con el amor pero también con la familia y la amistad. Pude constatar entre los jóvenes cuyos padres se habían divorciado, que algunos desean enormemente construir familias
basadas en una fidelidad estable y duradera; sin embargo, subrayan
que se trata más bien de un ideal deseado que de una realidad po25
sible. Muchos piensan que esta fidelidad está ligada al período de la
vida en el que cada uno se encuentra, ¡pero sin poder prejuzgar el
futuro! No es la fidelidad «para toda la vida», aunque admiren este
ideal y deseen vivirlo en su mayor parte. «La fidelidad es importante porque es lo que permite establecer una relación duradera; sin
fidelidad, sin la posibilidad de poder estar seguro de los demás, de
poder confiar en los otros, no se puede funcionar», dijo un chico de
19 años. Y una chica de 20 años afirmó: «La fidelidad, sí, pero duradera. No vale que porque un día la relación no funcione haya que
largarse por las buenas y dar un portazo. Vamos, que los dos tienen
que esforzarse.»
Por el contrario, otros jóvenes también hijos de divorciados, consideran este valor como algo totalmente utópico. Para ellos, la fidelidad
es un concepto completamente irrealista e irrealizable en nuestra sociedad.
Es interesante subrayar que aquellos cuyos padres no se han divorciado tienen exactamente los mismos tipos de reacciones ante el
concepto de fidelidad. No parece que el divorcio de los padres sea un
factor tan discriminante como se pudiera pensar.
El trabajo y el dinero están estrechamente relacionados en su opinión pero no tanto como objetivos sino como medios. El dinero sólo
es para ellos un medio, por supuesto que absolutamente necesario,
¡pero no es un valor! «No es importante, pero no se puede vivir sin
ello», comentan los jóvenes.
Hay que hacer notar también que cultura y saber, ya ampliamente
reunidos en el primer sondeo, lo siguen estando con una casi total
unanimidad; ¡casi todos dicen que no serían nada sin conocimientos!
Contrariamente a las ideas recibidas, para ellos son valores esenciales, y consideran la lectura como un medio privilegiado para desarrollar esta cultura.
Por otra parte, al contrario que para algunos padres, el valor de la
patria no les dice ya gran cosa e incluso es un valor cuestionado
por los padres y por algunos abuelos; más bien piensan que viven por
un lado en una especie de globalización y, por otro, en un núcleo familiar relativamente restringido –lo cual resulta un tanto paradójico–.
Se observa en este aspecto una importante transformación, a pesar
de que el concepto Europa no parezca tener demasiado sentido para algunos. ¡Un abuelo nos dijo que se consideraba «ciudadano del
mundo»!
Respecto a la fe religiosa, podríamos decir que no ha desaparecido completamente: no obstante, es considerada como un valor menos esencial que para algunos de sus padres; también para estos,
26
parece ser menos primordial que para sus propios padres. Para la
gran mayoría de jóvenes, la palabra «fe» evoca siempre la creencia
y la pertenencia religiosa; ¡no obstante esto se aplica también a la
fe dentro de un ideal social como por ejemplo la fe comunista! De todas formas, incluso entre los abuelos, la fe ya no está ligada a la
Iglesia como institución; podría citar a una abuela de 73 años, de origen humilde, que había sido secretaria en su vida profesional y que
me dijo: «Lo principal es descubrir a Dios y después confiar en él,
pero la Iglesia o el Papa dicen cosas que no son interesantes... Hay
cosas importantes de las que la gente apenas ni se ocupa, y sin embargo los quehaceres cotidianos hacen una gran historia... La fe ayuda a vivir, pero los pormenores de la Iglesia son algo diferente, no
son importantes en absoluto.» Estas afirmaciones me parece que
son un reflejo bastante fiel de lo que me dijeron los entrevistados de
todas las generaciones. Los jóvenes opinan de manera similar; así
por ejemplo, Cécile, de 16 años, estudiante de primero de bachillerato, me dijo: «Hablaba el otro día con un chico de mi clase que es
un poco como yo. No creemos en un Dios igual al de todo el mundo.
Nos hemos inventado un Dios sin todo lo que está alrededor.»
Desconfían de la religión, temen dejarse alistar, pero manifiestan interés por los temas religiosos.
Muchos muestran una posición a medias tintas: ni afirmación ni rechazo total, incluso a veces presentan más benevolencia que hostilidad, y también algunas reservas (Juan Pablo II). En suma, la religión puede ser un recurso que se puede utilizar, pero con la condición
previa de que sea libremente. La identidad cristiana resulta bastante difusa e imprecisa. Un millón de jóvenes en el césped del hipódromo de Longchamp de Paris no significa un millón de jóvenes
católicos, comprometidos o no. En definitiva, el sentimiento de pertenencia a una iglesia, las prácticas y las certezas religiosas disminuyen.
Al mismo tiempo, el ateísmo no aumenta: entre el 65% de jóvenes
que se declara «sin religión», los ateos son minoría. Un buen grupo
presenta lo que podríamos llamar un bricolaje pragmático de las creencias. Dicho esto, ¿hay ausencia de lo religioso?, ¿un retorno de lo religioso? Las demasiado famosas pañoletas o fulares [shador o velo
islámico, N. del T.] no serían el único indicio. Hay que añadir la atracción que los jóvenes de hoy sienten por las manifestaciones importantes y multitudinarias, tales como las de Taizé,18 de Paray-le-Monial,19
o las Jornadas Mundiales de la Juventud en agosto de 1997 o en
Roma en el año 2000. ¿Se trata de verdadero sentir religioso? Resulta
en gran medida incierto y los estudios recientes invitan a obtener con27
clusiones bastante más matizadas. Puede tratarse de nuevos tiempos en lo religioso. No es ya la misa dominical obligatoria, sino una
adhesión festiva a un importante momento de convivencia religiosa.
La pertenencia a una religión ya no se decide por nacimiento; cada
uno elige su modo de vida, su profesión e incluso su religión; dicha
pertenencia implica una adhesión interior, pero una adhesión crítica.
Se observa un desplazamiento del sentimiento religioso y de las creencias. La adhesión a la dimensión institucional de los valores religiosos deja su lugar a la dimensión cultural, simbólica, a una búsqueda
de sentido, en una reivindicación personal, individual. La necesidad
siempre real de trascendencia se encuentra cada vez más individualizada, más personalizada.
Dicho esto, conviene relativizar nuestro análisis ya que la religión
sigue siendo un elemento bastante discriminador en este estudio. En
las opiniones de los entrevistados se observa que creer tiene una gran
importancia en relación con la fe, la búsqueda de sentido, pero, paradójicamente creer tiene relativamente poca influencia en los otros
valores, excepto tal vez en algunos creyentes convencidos y relativamente tradicionales; pero estos siguen siendo minoritarios, lo que
podría ilustrar la opinión de Yves Lambert: «Las religiones no son más
que unas opciones entre otras... No escapan al relativismo general ni
a un desmembramiento.»
Por otra parte, entrevisté a hijos de padres no creyentes, e incluso
ateos militantes, que se consideran a sí mismos a la búsqueda; una
joven, muy unida a su familia comunista militante, por contra se plantea la pregunta del bautismo, ¡pero en una iglesia protestante! ¡Esto
parece confirmar un cierto rechazo del catolicismo percibido como demasiado «totalitario»!
Ahí es donde la transmisión no parece funcionar, cualesquiera que
sean las convicciones de los padres. Padres muy comprometidos religiosamente tienen hijos que ya no lo están e incluso que rechazan
la fe; al menos, desean vivirla de forma diferente, tener una búsqueda más profunda, sin conformarse con una verdad cerrada que viene de lo alto...
18 Taizé
es una comunidad ecuménica internacional fundada en 1940 en Taizé, Francia,
por el hermano Roger. Organiza encuentros internacionales de jóvenes y adultos.
El 5 octubre de 1988 celebró un encuentro en el que participó el papa Juan Pablo
II. Más información en: www.taize.fr. [N. del T.]
19 Paray-le-Monial: Es un lugar al que cada año más de 300.000 personas acuden en
peregrinaje. La Comunidad de Emmanuel se encarga de organizar los eventos. Más
información en: http://emmanuel.info/fra/fr/paray/. [N. del T.]
28
Se confirma que el perdón es más fácil para los que dicen tener una
fe religiosa, incluso si dicha fe no está enmarcada en una iglesia determinada.
LA TRANSMISIÓN
El concepto de transmisión es muy complejo. Hay una manera, tal
vez de tipo «mítico», en todo caso tradicionalmente reconocida, de
considerar la transmisión: los valores, inalterados durante décadas e
incluso durante siglos, se perpetuarían de forma casi inmutable.
Normalmente esto es lo que se sobrentiende de partida cuando se
aborda este problema. A partir de este estudio, resulta difícilmente
concebible sostener este tipo de planteamiento. En efecto, es posible formar parte de una misma cadena, de una misma línea genealógica y transmitir valores y maneras de pensar sin compartir esa manera un tanto fantasmagórica de concebir la transmisión entre
generaciones.
En esta encuesta, en todas las generaciones de una misma familia
aparecen diferentes formas de transmisión de valores y conceptos importantes; se pueden encontrar valores cercanos a certezas inmutables que se transmiten a la siguiente generación sin verdaderos cambios. Del mismo modo dicha transmisión se puede presentar en forma
de un cuestionamiento mutuo sobre los grandes problemas de la vida, y esto a cualquier edad. Incluso se puede dar una ruptura con algunos puntos, algunos valores, particularmente con la fe. Finalmente,
se habría podido encontrar una negación, un rechazo de toda transmisión, hecho este que aparece más bien en la generación joven, pero de manera menos intensa también en las generaciones de los padres y abuelos. No obstante, esta última posibilidad sólo ha aparecido
una vez en este trabajo y en un caso habría que matizarla bastante.
Transmisión sin alteraciones
Si se toma el conjunto de la encuesta cualitativa, es posible encontrar
familias en las que la transmisión parece funcionar de generación a
generación, de manera casi inalterable. En los datos procedentes de
esta encuesta, esta forma de transmisión de tipo tradicional, clásica,
a base de fuertes convicciones que aparecen en todas las generaciones, funciona en muy pocas de las familias entrevistadas. No obstante, este tipo de transmisión existe. Se observó esencialmente en
dos familias de tres generaciones. Se trata de familias bastante acomodadas y de fuerte tradición católica; la práctica religiosa se man29
tiene desde los abuelos hasta los nietos, al menos para los participantes en la encuesta. En este tipo de transmisión, siempre dentro del
marco de esta encuesta, parece que la fe sea el pivote de una transmisión sin verdadera ruptura. La fe no sería por fuerza portadora de
los demás valores, pero favorecería una transmisión sin ruptura. Así
mismo tendría un rol más central de lo que parece explícito.
Esto no significa, por el contrario, que estas familias puedan ser calificadas de tradicionalistas, en el sentido en el que se entiende este
término normalmente. En estas familias, la fe es la clave de los valores y debe transmitirse; de hecho, se transmite. Como dijo una madre de familia, todo se fundamenta en la fe y hay que transmitirla:
«Pienso que lo más importante en los valores que transmito a mis hijos es la relación personal con Dios. Al menos es lo primero, porque
en mi opinión todo lo demás se desprende de eso.»
Transmisión y cambio
En otras familias también es posible hablar de transmisión. Sean cuales fueren las generaciones, se da una transmisión de valores y de
conceptos importantes; tanto los abuelos como los padres y los hijos
se consideran a sí mismos como los eslabones de una misma cadena que llega más allá de ellos. Así, esta madre piensa que es el primer elemento de una tradición que va más allá de ella misma.20 Sin
embargo, no podemos hablar aquí de la homogeneidad precedente,
es decir, de una transferencia inmutable de convicciones, religiosas
o no, de los mayores a los más jóvenes. En realidad, aquí se trata de
la transmisión de valores importantes, «valores pilar» llegaron algunos a decir, en cualquier caso de un núcleo de conceptos humanos
tales que «habría que poner todos esos valores en el centro para que
fuera perfecto... Son el ideal si se puede tenerlos todos...» –afirma un
joven de 22 años–. Compara todos esos valores de referencia a los
«pilares de la vida».
Este planteamiento más bien parece la transmisión de una generación a otra de una forma de cuestionamiento frente a la complejidad de la vida. Es lo que encontramos en la mayoría de familias entrevistadas. Ya no se transmiten certezas absolutas, sino una especie
de intercambios, de observaciones que se entrecruzan entre gene20
«Siempre me he considerado el eslabón de una cadena. En este aspecto, conviene
ser firme y enseñar a los hijos a ser firmes, porque esta cadena va mucho más allá
que la humanidad, que la familia, que la patria, que... El mundo en su conjunto, de
hecho los otros, pero es sumamente difícil.»
30
raciones, frente a una vida cambiante que desafía sin parar la propia
conciencia. Hay una especie de cuestionamiento intergeneracional;
ya no se da la transmisión lineal, de padre a hijo. Casi sería posible
hablar de intercambio recíproco de valores.
¿Se puede afirmar que es la nueva generación, frente a los cambios de la sociedad, la que ha influido en sus abuelos o en sus padres? No es posible afirmarlo con seguridad. Tal vez pudieran ser los
cambios de la sociedad los que están planteando preguntas a cualquier edad; por otra parte ambos supuestos no son incompatibles,
siendo como son los jóvenes los portadores de esos cambios. No obstante, cualesquiera que sean las incertidumbres principalmente relacionadas con la adolescencia, aparece entonces un diálogo que se
instaura entre las diferentes generaciones. Por medio de estos interrogantes, de estas dudas, es como se transmiten entre las generaciones los valores importantes a las futuras generaciones, como podemos ver en una abuela de origen humilde que rechaza una fe de
convicciones absolutas y prefiere la confianza,21 pero que añade: «Me
gustaría darles a los niños estos valores, sobre todo la fe». El deseo
y la importancia de transmitir los valores y los puntos de referencia
siguen siendo importantes, aunque puedan cambiar a lo largo de
las generaciones. A cualquier edad de la vida, las personas no rechazan el reformular, pero queda un núcleo central que todos quieren seguir transmitiendo, incluso los jóvenes. Aquí, se puede por lo
tanto hablar de transmisión.
Finalmente, hay familias en las que la fe está ausente, pero en las
que los valores de la humanidad se transmiten. Hay opiniones similares sobre la existencia, aunque no tengan una religión determinada. No obstante, en una de ellas, la hija echa de menos algunos valores que «en otro tiempo transmitía la Iglesia Católica», convertida
ahora en una institución demasiado moralizadora, según su opinión.
En todas estas familias, incluso en aquellas en las que aparece una
especie de cuestionamiento, en las que la religión no tiene una gran
importancia, no hay una verdadera ruptura. Valores importantes como la solidaridad, la tolerancia, el respeto al otro, e incluso la honestidad, ocupan un lugar preponderante y se transmiten entre generaciones, aunque no siempre sean vividos de la misma forma.
En algunos casos, sin embargo, la transmisión no es tan tangible.
Puede haber elementos de ruptura, aunque la transmisión funcione
21
«Lo más importante es descubrir a Dios y después confiar en él, pero la Iglesia o
el Papa...»
31
en algunos aspectos. Muchos, en lugar de rechazar a priori los valores de las generaciones precedentes, piensan que cada generación
hace sus elecciones a posteriori basándose en lo que la generación
precedente le ha propuesto o incluso inculcado.
Por ejemplo, está el caso de una familia en la que las tres generaciones de mujeres desean transmitir valores. La madre piensa también que la influencia de los padres es importante, aunque la forma
de vivir los valores pueda evolucionar e incluso «mejorar de generación en generación». Para la hija mayor, la educación de los padres
es muy importante; «la familia hace mucho, en fin, la educación en
cualquier caso... Algunos no tienen puntos de referencia porque no
han tenido padres». En cuanto a la nieta de 17 años, piensa que es
importante recibir valores de sus padres, aunque se pueda hacer una
selección de ellos: «Respecto a los valores, hay que aprenderlos, porque si no, habría egoísmo y un montón de cosas. Los valores empiezan en nuestra familia porque es el primer lugar en el que uno está, pero después también se aprenden otras cosas en la escuela...
Después se hace una selección». El hijo de 21 años, alumno de ingeniería, confirma dicha afirmación: «Transmitir, al menos intentar
proporcionarles lo necesario para que puedan establecer su propia
visión; no se puede intentar imponerlo todo.»
En otra familia, bastante acomodada, la madre quiere transmitir,
pero dice que sus hijos escogerán con lo que se quedan: «He intentado transmitirles, pero soy completamente consciente de que
en un momento dado los valores deben ser personales más que
transmitidos y son ellos los que tienen que descubrirlos». Da la
impresión de haber tenido éxito, ya que su hija dice haberlo recibido todo pero enseguida hace su elección personal, tal y como esperaba su madre: «Yo diría que, por supuesto, cuando uno es pequeño lo recibe todo... y después cuando se habla de crisis de
adolescencia... se hace la selección de lo que uno se queda y de lo
que rechaza.»
En otra familia, se produce aproximadamente el mismo discurso; la
madre y el hijo quieren transmitir los valores esenciales y recibidos,
pero saben que dichos valores pueden evolucionar según las generaciones. La madre habla extensamente de la transmisión, pero cree
que todo ello puede cambiar con el paso de las generaciones: «Son
los valores que realmente he vivido en el seno de la familia... Respecto
a los niños, me gustaría decirles que me vean vivir y que tomen lo
que sea bueno para ellos.» A su hijo le gustaría transmitir lo que ha
recibido, pero sin rechazar la idea de construir, aportando su estilo
personal y el de su esposa.22
32
Algunos valores pueden ser adquiridos a lo largo de la vida. En una
familia relativamente clásica y de ingenieros, la educación es esencial en la transmisión de valores, incluso si para el hijo resulta posible adquirir otros nuevos con las experiencias que viva: «Aunque no
se encuentren todos los valores de los propios padres, creo que una
gran parte proviene de la educación que se recibe y que siempre obtenemos una cierta parte de valores en nuestra educación. Y seguro que se siguen obteniendo otros conforme pasa la vida».
De la misma manera, en otra familia, recompuesta, los valores se
reciben en primer lugar en la familia, pero también se construyen
a lo largo de toda la vida: «Seguro que me los han transmitido.
Aunque eso depende. Pero hay algunos que no he encontrado en
mi familia, o bien que he adquirido por oposición... Hay algunos valores que he desarrollado por mi propia experiencia, bastante recientemente, porque creo que durante toda la vida uno construye
y reflexiona acerca de dichos valores.» La hija no habla de manera diferente: «Creo que son cosas que se reciben de la familia en
general, de los padres…, pienso sobre todo cuando uno es pequeño. Después las influencias se diversifican, ya sea de personas
con las que uno se encuentra y que tal vez nos han influido mucho,
valores que vienen de mis abuelos a través de mis padres; a veces
son las circunstancias también.»
Finalmente, hay una familia en la que la transmisión plantea problemas. Se trata también de una familia recompuesta. Para la madre, estamos en una cadena en la que cada uno debe adaptarse según el mundo en el que está situado; por lo tanto se trata de un
proceso evolutivo: «Estamos en una cadena pero que cada generación modifica, aporta, transforma… ya sea para bien o para mal; porque el mundo cambia, y en el ser humano hay también una gran necesidad de adaptación.» El hijo mayor no rechaza la idea de transmitir
cosas a sus hijos, pero le gustaría que ellos se forjasen también sus
propios valores.23 Pero su hermano menor rechaza por completo to-
22
«Es la educación que he tenido. Me gustaría mucho que mis hijos tuvieran la misma, pero por supuesto yo tendría que darle mi toque personal. Que no sea la religión de mis padres la que les inculque, sino la mía personal junto a la de mi esposa; y juntar los dos cabos y después construir algo, y que siga evolucionando.»
23 «Me gustaría tener hijos pero para transmitirles cosas, creo mucho en el hecho de
que uno se hace a sí mismo. Por lo tanto, intentaría con todas mis fuerzas transmitirles cosas que considera que están bien. Y lo que más me gustaría transmitirles
es la fuerza de la vida, querría que descubrieran la mayoría de cosas por ellos mismos.»
33
da noción de transmisión: «No veo claro lo que se puede transmitir,
sabe usted, porque a menudo los hijos hacen lo contrario que sus
familias... Y además porque no se sabe lo que se intenta transmitir...
No quiero transmitir porque son obligaciones muy pesadas.» Es el
único caso de negación total de la transmisión recogido en esta encuesta.
No hay pues un verdadero rechazo de los valores recibidos, de ruptura de transmisión, excepto tal vez en lo que concierne a la fe que
plantea un problema particular. En realidad no es transmitida, excepto
en algunos pocos casos en los que todo se transmite, se podría decir «a la antigua usanza», y funciona de manera inmutable, al menos
en lo que respecta a las personas entrevistadas, ya que no se puede
prejuzgar lo que los otros hijos de estas familias hubieran podido decir. La fe es principalmente un aspecto cuestionado, sean cualesquiera
las generaciones interrogadas aquí.
Variables discriminantes
Ateniéndonos a esta encuesta, podemos decir de forma resumida: no
es posible determinar qué elemento plantea un problema específico
en cuanto a la transmisión, si se trata de la edad, del sexo o del ambiente sociocultural. A lo largo del presente estudio encontramos los
mismos ideales, los mismos deseos de transmisión, las mismas inquietudes en cuanto a la posibilidad o no de transmitir.
Lo que parece más revelador es el cuestionamiento de un mundo
en continua trasformación; es algo palpable en todas las generaciones, incluso entre las personas de más edad, como por ejemplo un
abuelo de 84 años, deportado de guerra, que también piensa que las
cosas pueden evolucionar.
También hay que observar que las dos o tres familias en las que todo parece inquebrantable, inmutable, son familias de un grupo social
que se puede calificar como «vieja burguesía tradicional» y de formación militar. No obstante, incluso en esas familias, se pudo encontrar una abuela que cree en una posible evolución; así tenemos
el caso de una abuela que, a sus 90 años podíamos calificar de «revolucionaria». Otra de esas familias de la llamada vieja burguesía tradicional permitió que aparecieran en su medio una forma de búsqueda
y una mayor apertura.
Posiblemente debido al tipo de encuesta utilizado, no es posible
aquí determinar si tal ambiente sociocultural, tal sexo, tal generación
o tal edad percibe el problema de los valores y de la transmisión de
una manera específica.
34
Peso y papel de las instituciones
Siempre hemos insistido en la importancia de la familia en el proceso de transmisión; no es necesario volver sobre este punto. Lo mismo ocurre con las instancias religiosas, esencialmente en esta encuesta cuando se refiere a la jerarquía eclesiástica. Como hemos visto
antes, si la fe en Dios no es cuestionada, la relación con la institución
«Iglesia» aparece como algo más problemático. La pertenencia a una
religión ya no viene dada por el nacimiento; cada uno elige su manera de vivir, su profesión e incluso su religión; esta última implica una
adhesión interiorizada, pero una adhesión crítica. Se observa un desplazamiento del sentimiento religioso y de las creencias.
La adhesión a la dimensión institucional de los valores religiosos
deja su lugar a la dimensión cultural, simbólica, a una búsqueda de
sentido, en una reivindicación personal, individual. La necesidad siempre real de trascendencia se encuentra cada vez más individualizada, más personalizada.
Por el contrario conviene prestar atención al peso de la escuela y
de los medios de comunicación. Sin embargo, no hubo muchos comentarios por parte de los entrevistados sobre este aspecto. No obstante, especialmente en lo que concierne al peso de la escuela en
la transmisión de valores, pudimos constatar algunas observaciones interesantes, algunas positivas y otras más negativas.
Para algunos, la escuela es fuente de transmisión de convivencia.
«En la escuela se está con otros y uno aprende a vivir con ellos»,
dice un chico de 21 años. Con mucha lógica también comenta que la
escuela es fuente de cultura, tal como se había puesto de manifiesto en el sondeo de 1993. La escuela «tiene que ver con la cultura –dice un padre–, para mostrarles que existen cosas bellas.» Y añade:
«Cuando uno es pequeño aprende a razonar; no somos los padres
los que les enseñamos a razonar sino la escuela.» Para otros, como un padre de familia de 55 años, la escuela representa «la autoridad, el trabajo». Lo que confirma una madre de 45 años: «Aprendí
en la escuela la autoridad, el deber, las cosas que me dan miedo».
Otro chico de 19 años precisa que, si la escuela es fuente de valores como el trabajo, el deber y la autoridad se debe al hecho de que
es un reflejo de la sociedad.24 Finalmente, para un padre de 62 años,
antiguo contramaestre, la escuela enseña mucho; habla de lealtad,
de tolerancia, de solidaridad y, por supuesto, de saber y de cultura.
24
«Trabajo, deber, dinero, verdad, autoridad, en mi opinión es principalmente la sociedad la que enseña estas cosas por medio de la escuela.»
35
Piensa que el respeto a las personas debería ser aprendido también en la escuela.25 Su mujer analiza el problema del mismo modo: «La escuela está ahí también para transmitir valores, una educación moral, como había en los tiempos de los profesores de moral...
Un buen profesor puede transmitir por su trabajo, por su manera de
hacer las cosas.» Otra madre, profesora de matemáticas, considera
que se debería revalorizar la educación cívica.
Pero otros padres piensan que no se debería tomar a la escuela como sustituto de la educación de los padres. «Se le pide demasiado a
la escuela y cada vez más se observa cómo los padres dimiten de
sus funciones –dice una joven estudiante–. Los profesores no son
nuestros padres.» Otra joven afirma: «Hay padres que piensan que
la escuela debe hacerlo todo. No, los padres también están ahí para educar; la gente delega en los maestros y los profesores, pero creo
que a pesar de todo la base es la familia.»
Del mismo modo, un padre de 69 años se queja de que, en su opinión, «la escuela ha renunciado a sus enseñanzas morales». Una joven estudiante añade: «Soy pesimista; el papel de la escuela ha cambiado mucho.» ¿Se trata de un lamento por la ausencia de una
formación cívica o de una clase de moral laica? Un abuelo, antiguo
contramaestre, recordó rápidamente esa asignatura.
Se da otra forma de «institución», no una institución con autoridad
conferida sino una que se impone en nuestra sociedad; como son los
medios de comunicación de masas, especialmente la televisión. El final del siglo XX se distingue por un exceso de informaciones. Esta
abundancia excesiva de información que caracteriza a esta sociedad
altamente mediatizada por los medios de comunicación, ¿no la convierte en una sociedad «informe», mal formada, de lo que se deriva
ese sentimiento de ausencia de valores? Este sentimiento se impone aún más en una sociedad que se caracteriza por su masificación
y por su individualismo. Esta paradoja es sólo aparente; son las dos
caras de una misma moneda. Pero esta oposición aparente en el
interior de la sociedad hace de ella algo frágil y permeable a esta «información deformadora» de la que hablábamos antes.
Incluso si el impacto causado en los encuestados no es muy importante, merece la pena tomarlo en cuenta. Para muchos de los que
han abordado esta cuestión, los medios de comunicación amplifican
y deforman la realidad. Incluso los jóvenes subrayan este hecho;
así por ejemplo una estudiante dice: «Los medios de comunicación
nos hacen creer cualquier cosa... dan una imagen de la sociedad que
no se corresponde con la realidad. [...] Es el colmo, unos medios de
comunicación son importantes porque son los encargados de proporcionarnos la información, etcétera.» Para un chico de 20 años:
«Los medios de comunicación me dan miedo; es un círculo vicioso,
siempre machacan las mismas cosas; usan un vocabulario simplista,
hacen reflexiones simplistas... Los medios de comunicación son de
mala calidad y tienen un rol fundamental por desgracia –por desgracia y por suerte–, pero el problema es que lo utilizan mal.» Para un
padre, los medios de comunicación hablan demasiado de la violencia y siempre están echando leña al fuego: «Hablan demasiado de la
violencia... Y es algo que siempre ha existido; en el siglo XIX ya se hablaba de eso, al igual que se hablaba del paro; pero no había medios
de comunicación como ahora que hablan de las ciudades y otras cosas.» Una chica de 18 años lo dice de esta manera: «Antes, uno se
enteraba menos de lo que pasaba en otros sitios». «A los medios
de comunicación les encantan las exclusivas», comenta un padre, y
eso le molesta visiblemente. Para una estudiante de trabajo social,
«los medios de comunicación no ayudan a reflexionar... Su influencia
es realmente nefasta».
Todos coinciden en la importancia de la influencia de los medios de
comunicación, pero la encuentran esencialmente negativa; solamente una chica, estudiante de economía de 22 años, da una nota un poco más positiva: «No estoy en contra de la actuación de los medios
de comunicación, al contrario, estoy por la libertad, pero pienso que
a veces no saben reflexionar demasiado y no siguen exactamente
el mejor camino.» Dice además: «Al menos conviene decir que los jóvenes prestan mucha atención a los medios de comunicación.»
Todo esto nos permite confirmar que los jóvenes no rechazan los valores que les son transmitidos, principalmente por la familia y por la escuela, pero desconfían de las instituciones que parecen ser demasiado dirigistas o demasiado impositivas, como la Iglesia o los medios
de comunicación, a pesar de lo diferentes que son. Es evidente que
los jóvenes pueden ser influidos sin darse cuenta; no obstante, tienen
miedo de ser manipulados y desprovistos de responsabilidad.
EL FUTURO
25
«El respeto a las personas, debería ser aprendido en la escuela... La autoridad, tal
vez un poco más tarde; la solidaridad se debe aprender de jovencito... En la escuela
es donde se aprende eso.»
36
Antes de intentar concluir, conviene considerar todavía lo que todos
esos entrevistados, todas esas generaciones mezcladas dijeron so37
bre el futuro. Dos tercios de los padres y de los jóvenes consideran
el futuro de forma positiva. Otro tercio se inquieta ante la evolución
de la sociedad y del mundo. Esta constatación puede sorprender pero no se puede negar.
Una especie de confianza matizada por algunos interrogantes aparece en esta encuesta: «Sí, tengo confianza en el futuro a pesar de
todo», dice una madre de 62 años, que ya era abuela. «Soy más bien
optimista –dice también un padre– pienso que aún se puede actuar
con sensatez y creo que las personas al fin y al cabo no son realmente
malvadas.» «Ni optimista ni pesimista –dice otra madre–; debo decir también que tenemos suerte; pienso en mis padres. A los 50 años
ya estaban mucho peor físicamente que nosotros.»
Para un padre de 55 años, en el paro desde hacía dos, «la humanidad no está perdida; hay algo bueno en el ser humano... Dicho
esto, para vivir todos los días, hay que rodearse de personas que irradien un poco de optimismo, de felicidad...»
Muchos piensan que este futuro depende de nosotros, que lo construimos nosotros mismos. Son los jóvenes los que lo afirman. «De todas formas, pienso que nosotros somos los que labramos nuestro
propio futuro; si empezamos a decir que el mundo es de los asesinos, más vale parar del todo; no, ¡el futuro sólo puede ser bueno y
hermoso!», dice una joven de 23 años.
Para otro chico de 22 años: «No hay más remedio que tener ganas
de luchar para forjarse un porvenir y pienso que si nuestro porvenir
nos cayera del cielo por las buenas, no se avanzaría.» Su hermano
menor añade: «Lo que sería importante para mí sería construir cosas, no necesariamente el día de mañana, sino para poder gobernar
mi futuro.» Una estudiante de trabajo social cree que el futuro «es una
de las cosas que espero construir en mi vida».26
Según ellos, la sociedad se transforma, evoluciona. «No soy pesimista –dice una madre profesora de instituto–, ellos van a construir
un mundo, van a encontrar su lugar en él, pero es menos seguro que
cuando yo era joven.» «No sabría decir si se trata de progreso –dice
una joven de 20 años–, pero estoy segura de que sí hay una evolución... En cualquier caso, la sociedad evoluciona; de progreso se puede hablar porque ahora nos planteamos más preguntas.» Un chico
de 20 años, futuro geógrafo, piensa que: «Es verdad, cuando se habla
de valores y de todo eso, uno tiene tendencia a ser más bien optimis-
ta.» Otra madre, divorciada, dice: «Por el contrario, soy muy optimista;
se está terminando algo, una etapa de la civilización, un momento de
cambio, y nos dirigimos hacia otra. Seguro que será difícil para mis
hijos, porque sin duda no serán ellos los que la verán nacer, pero el invierno es magnífico porque trae la primavera.» Otra joven se ve a la
vez «esencialmente pesimista y esencialmente optimista.» Y añade:
«Mi visión del mundo es catastrófica: un mundo de egoísmo, de falta
de inversión en la persona y de un consumismo estúpido. Pero lo que
espero realizar, no necesariamente a gran escala, sino en mi existencia, será algo ambicioso y creo que intentaré que así sea.»
Para otros, no obstante, el futuro es inquietante, asusta. Una estudiante de 23 años confiesa: «Sí, tenemos miedo del futuro; no creo
que sea algo específico de los jóvenes tener miedo al futuro.» Plantea
elementos inquietantes: «Hay elementos que, objetivamente, son inquietantes –dice un padre de 45 años–, porque hay un gran materialismo y a la vez medios de destrucción masiva.» Una estudiante de
22 años piensa que «el futuro es incierto para los futuros estudiantes». Otra joven, ya profesora de universidad, piensa: «Estamos en
una sociedad en declive y, en nuestra sociedad capitalista, no se
llega a encontrar la manera de escapar de esta situación.»
Quizá, antes de concluir, podríamos terminar este estudio con una
nota optimista de una profesora de instituto, madre de la joven profesora de la que acabamos de hablar, que afirma: «Quiero ser optimista; es decir; no se puede ser ingenuamente optimista, en cuyo caso
estaría ciega, pero quiero ser optimista y pienso que los jóvenes tienen realmente energía de sobra. Hay energía de sobra en la juventud
y pienso que, al menos de momento, está siendo mal empleada; quisiera que estos jóvenes descubrieran en ellos mismos la fuerza y el
deseo de transformar el mundo y de hacerlo mejor de lo que es.»
CONVERGENCIAS
Llegados a este punto, resulta también interesante considerar en qué
aspectos coincide nuestro trabajo con estudios recientes. Así, los primeros resultados de la tercera edición de la encuesta europea sobre los valores realizada en 1999 que tenían relación con los franceses27 corroboran en gran parte lo que muestra este estudio sobre
26 Añade:
«Soy optimista porque creo que cada uno tiene un potencial en sí mismo para arreglárselas, para hacer algo con su vida; sin duda hay recursos imprevistos
en el ser humano.»
38
27
P. Brechon (ed.), Les valeurs des Français. Evolutions de 1980 à 2000 (U-Sociologie),
A. Colin, París, 2000.
39
las líneas genealógicas en relación a la transmisión a finales del siglo XX.
La familia no es un valor pasado de moda; no está amenazada por
la modernidad, ni siquiera por la ultramodernidad.28 Es cierto que los
modelos de familia evolucionan; la institución familiar ha cambiado; hay
una disminución del número de bodas, una multiplicación de las familias llamadas monoparentales o recompuestas. No obstante, todas las
encuestas muestran que la familia sigue siendo, cualitativamente, un
valor esencial para los franceses de todas las edades. Constituye a menudo el eje central de la vida, el que favorece la existencia, el lugar de
transmisión de la vida, donde el amor y la ternura se expresan, y donde se manifiesta la solidaridad entre las generaciones.
La vida en pareja favorece la tolerancia y constituye una llamada
a la fidelidad conyugal. Parece ser un factor más importante en las
generaciones posteriores al baby boom. Los jóvenes del sondeo de
1993 ya mostraban esta tendencia, puesto que dos tercios de ellos
(65%) asociaban sistemáticamente fidelidad y amor; el porqué y el
cómo de esta asociación han sido ampliamente tratados en nuestro
estudio. La fidelidad sigue siendo al mismo tiempo un valor y un objetivo. La mayor parte de los franceses valoran además la idea de la
fidelidad como algo útil, incluso indispensable, para tener un completo
éxito en una relación amorosa. Muchos son los que piensan que hace falta mucho esfuerzo y que hay que ser capaz de hacer concesiones para lograrlo. También piensan que la sociedad y sus instituciones reconocidas (Iglesia, Estado, convenciones sociales) no deben
interferir en la vida privada. Eso confirmaría el tercer nivel de laicismo del que habla Jean Baubérot, y que se caracteriza por un proceso de desinstitucionalización.29
Habiendo apoyado esta tesis con nuestra encuesta, este hecho viene también a confirmar esta evolución hacia un cierto modo de individualización y de rechazo de una obediencia demasiado estricta respecto a la mayor parte de las instituciones. Lo que se une a lo que
afirman las recientes encuestas europeas. Sigue desarrollándose un
efecto de erosión del poder religioso; hay una individualización de la
apropiación de los bienes simbólicos. La religión institucional se hace cada vez más débil, aunque su retroceso esté siendo más lento
28
Esta expresión fue retomada por Yves Lambert en su artículo «Religion, modernité,
ultramodernité: une analyse en terme de «tournant axial», Archives de Sciences
Sociales des Religions n.º 109, enero-marzo 2000, págs. 87-116.
29 J. Baubérot, Histoire de la laïcité française. Que sais-je? n.º 3.571, PUF, París, 2000,
pág. 123.
40
recientemente; hoy es posible creer sin pertenecer a una iglesia, y limitarse a explorar las diversas tradiciones religiosas. Es un poco un
catolicismo «a la carta» lo que aquí se muestra.30
Y aunque parezca paradójico, se percibe una especie de aumento
de creencias, principalmente ligadas con los aspectos que tienen que
ver con las circunstancias tras la muerte; en esta tendencia encontramos incluso a los sin religión, lo que corresponde más a una búsqueda de modelos más flexibles, menos dogmáticos y más abiertos a
las elecciones personales. Se desarrolla pues un creer sin pertenencia real a ninguna religión. La tendencia a salir de la religión continúa,
pero las necesidades espirituales se expresan tanto más fácilmente
cuanto más separadas están de los asuntos de las iglesias, principalmente de la Iglesia Católica.
Siempre según las encuestas europeas, la politización no es muy
elevada; los franceses no están muy ávidos de participar en la vida
política. Cada vez menos aceptan entrar en un molde propuesto por
el sistema político e institucional. Desean, por el contrario, hacer valer su singularidad. Esta actitud concuerda con un cierto rechazo de
la política, constatado también en la encuesta realizada para la presente tesis.
En el estudio llevado a cabo en el marco de esta tesis, el futuro era
visto de manera bastante optimista por dos tercios de los encuestados. La encuesta europea atenúa este juicio; en ella se deduce que
los franceses son optimistas por lo que respecta a sí mismos pero pesimistas sobre el conjunto de la evolución de la sociedad. No obstante
hay concordancia respecto a la preocupación por el medio ambiente;
parece estar igualmente bastante poco presente en las encuestas europeas. Los medios de comunicación hablan abundantemente de este tema; los franceses, incluidos los jóvenes, aún parecen poco sensibles a este valor. Es cierto que no es un valor transmitido por la
generación precedente.
Los diferentes trabajos publicados recientemente han puesto de relieve la importancia de la transmisión por parte de los padres, aunque
haya cambiado de naturaleza. Ya no se hace a través de unas relaciones autoritarias, de arriba abajo, sino que más bien procede de las
relaciones personales. Olivier Galland escribe que «el debilitamiento
del poder prescriptivo de las normas impersonales es coherente con
este avance de lo «relacional». A partir de este hecho se puede afirmar que las convicciones morales se forjan a través de las relaciones
30
J.-L. Schlegel, Religions à la carte, Hachette Littérature, París, 1995.
41
interpersonales».31 Esto confirma lo que el estudio llevado a cabo para la tesis ha mostrado sobre el cuestionamiento mutuo intergeneracional.
En esta misma encuesta se planteó el problema de creer. En las
opiniones de los entrevistados se observa que creer tiene una gran
importancia en relación con la fe, la búsqueda de sentido; pero, paradójicamente creer tiene relativamente poca influencia en los otros
valores, excepto tal vez en algunos creyentes convencidos y relativamente tradicionales, que siguen siendo minoritarios, lo que podría
ilustrar la opinión de Yves Lambert: «Las religiones no son más que
opciones entre otras... No escapan al relativismo general ni a un desmembramiento».32
Sin duda es posible subrayar en unas pocas líneas lo que esta tesis tiene de original y que a la vez supone la quintaesencia de nuestra investigación. Al trabajar con líneas genealógicas partiendo de entrevistas cualitativas, el análisis muestra, por una parte, una transmisión
siempre presente pero que ya no viene como imposición sino como
propuesta, ya que a menudo dicha propuesta es recibida, a veces discutida y se suele presentar en un contexto en el que padres e hijos
se interpelan mutuamente en una sociedad en movimiento; por otra
parte, los valores ya no provienen de obligaciones externas, sino de
una apropiación personal de exigencias de conciencia libremente
aceptadas, prefiriendo una moral de convicción y de responsabilidad.
Como hemos visto, esto es particularmente verdad en lo que concierne a las creencias; siempre hay búsqueda de sentido, pero ya no
se recibe de arriba; es más bien el fruto de una búsqueda personal. El
sentido religioso no desaparece, sino que se metamorfosea. Del mismo modo, puesto que el sistema referencial ya no cae por su peso,
cada cual se da a sí mismo sus valores con el sesgo de sus propias
experiencias y de su subjetividad. Se produce, por lo tanto, una especie de subjetivización de los valores; esto se confirma en la medida
en la que los valores de la encuesta más objetivos, más trascendentes tales como la autoridad, la patria, la razón, el bien, son considerados como menos fundamentales. De este hecho se deduce una especie de fragilización de los valores. No obstante, sería falso identificar
esta individualización con una especie de anarquía, de anomía. Se tra-
ta más bien de un movimiento de autonomización del individuo que no
quiere que le impongan sus normas éticas desde el exterior. Las cuestiones sobre el sentido de la vida siguen presentes, pero las respuestas evolucionan según los individuos y los momentos de la vida.
Es difícil e incluso inadecuado, ante esta constatación, dar conclusiones generales sobre la transmisión de valores limitándose a una
investigación llevada a cabo únicamente en Francia.
En este contexto, la opinión de Alain Touraine resulta relevante:
31
33 A.
En Les valeurs des Français..., pág. 214. añade: «Así se puede comprender cómo
la fidelidad en la pareja es de nuevo importante: la confianza recíproca es el cimiento
de relaciones cuya solidez ya no se garantiza por principios intangibles».
32 Ibídem, pág. 152.
42
«Ya no hay que llamar moderna a la sociedad que hace tabla rasa
del pasado y de las creencias, sino a la que trasforma lo antiguo
en moderno sin destruirlo, la que incluso sabe actuar de tal forma
que la religión sea cada vez menos un vínculo comunitario, cada vez
más una llamada a la conciencia que hace estallar los poderes sociales y enriquece el modo de subjetivización... Al igual que no hay
democracia sin disminución de las distancias y de las barreras sociales, sin una ampliación del mundo de la decisión, no puede existir una democracia sin un acercamiento de la ética de la responsabilidad y de la ética de la convicción, sin una superación de las
fronteras trazadas entre la razón instrumental, la libertad personal y
las herencias culturales, sin reconciliación del pasado y del futuro.»33
En nuestros días la genética nos enseña que, sea cual sea el color
de nuestra piel, todos tenemos los mismos antepasados y somos portadores de un capital genético idéntico. Del mismo modo, el modo de
expresión de los valores puede variar según los tiempos y los lugares, mientras que su realidad profunda permanece inalterable.
En cuanto a la transmisión, se la puede comparar al crecimiento y
al desarrollo de las plantas y podemos retomar aquí la metáfora del árbol.34 De un solo tallo cuyas raíces se sumergen en el suelo, salen múltiples florecitas. Fecundados, sus granos vuelven a la tierra y nuevos
tallos salen del suelo; de nuevo, llevan numerosas flores. Quizás ocurre lo mismo con los valores que salen de un mismo terreno humano
y de su transmisión o reproducción a lo largo de las generaciones.
No es la reproducción de lo idéntico sino un engendramiento que
justifica que los valores puedan evolucionar y no sean clones que
34
Touraine, Critique de la modernité, Fayard, París, 1992, pág. 371.
Hay un tronco único en el que se pueden injertar y crecer las diversas ramas de
las civilizaciones y de las culturas, con un acuerdo sobre lo que es bueno o malo para el hombre al menos en los aspectos esenciales.
43
se renueven sin alteración ni cambio. Transmitir es también saber despojarse para que el otro pueda creer, e incluso reinterpretar, según
su proyecto de vida.
Aunque debilitados por la autonomía del sujeto, los puntos de referencia no parecen haber desaparecido. Haciéndose eco de este estudio, Jean Buabérot también lo atestigua: «¿Se han perdido los puntos de referencia? ¡Ni mucho menos! Podemos encontrar muchos, en
diversos lugares, a nuestra disposición. Ya no nos envuelven. Han
perdido su trascendencia. No por ello han dejado de existir y los utilizamos a nuestro gusto.» Y añade: «Hemos asumido nuestra responsabilidad. Moralmente hablando somos mayores de edad. Nos toca a nosotros saber cómo vivir.»35
Esta investigación se ha centrado principalmente en las líneas genealógicas dentro de las clases medias de la sociedad francesa, a lo
largo de los últimos años del siglo XX. No aborda los problemas relativos a los barrios marginales, severamente castigados aún más por
la crisis económica de estos últimos años y por el paro; barriadas
en las que la violencia y la inseguridad están muy presentes. Sin
duda otros estudios permitirán ampliar este trabajo a otros campos.
Muchos jóvenes contemplan el futuro con confianza, sin demasiado temor y sobre todo con un gran respeto a sus compañeros de viaje, incluso a sus mayores. Nos queda esperar que nuestra sociedad
no se masifique demasiado por causa de la aceleración de la globalización, sino que conserve su diversidad, tanto por sus diferencias
de raza y de cultura como por sus compromisos culturales y religiosos. También hay que desear que no se estanque y que deje a los jóvenes trazar su camino. Es un desafío considerable en los albores
del siglo XXI, lleno ya de tantos temores, pero también ampliamente
portador de esperanza.
Capítulo 2
¿Por qué abandonan la iglesia
nuestros adolescentes?
Un estudio sobre la Iglesia Adventista en
América del Norte
Roger Dudley1
Realizamos un estudio2 en 695 iglesias, es decir, un promedio de una
por cada mil miembros. Después de un período de seis meses, recibimos un 95% de respuestas. Los 1.523 adolescentes seleccionados
representaban a todas las regiones de Estados Unidos y de Canadá.
Durante diez años se ha estado realizando una encuesta cada año a
estos mismos jóvenes. 783 de ellos han colaborado hasta el final de
este período.
Nuestro estudio pretendía descubrir qué factores, en la vida de
los adolescentes adventistas del séptimo día (de 15 y 16 años), permiten prever quiénes seguirán formando parte activa de la iglesia diez
años más tarde, y quiénes se habrán ido o se habrán convertido en
miembros pasivos.
Ha sido una experiencia enriquecedora para los jóvenes que han
participado. Como prueba quiero compartir el testimonio de Kathleen:
«Me gustaría agradecerle el interés que muestra por mi persona, a
pesar de que usted no me conoce. Su carta ha hecho mella en mi corazón... Nos encontraremos en el cielo y podré abrazarle por haberse interesado por mí cuando yo estaba desanimada y por haberme
ayudado a superar mis dificultades.» Sin embargo, lo único que
1
2
35
J. Baubérot, La morale laïque contre l'ordre moral, Seuil, París, 1997, pág. 15.
44
Roger Dudley, sociólogo adventista, ha dirigido el Institute of Church Ministry de la
Universidad Andrews, en Berrien Springs, Michigan (Estados Unidos).
Se puede ver un resumen de este estudio en Roger L. Dudley, V. Bailey Gillespie,
Valuegenesis: Faith in the Balance. La Sierra University Press (California), 1992. [Se
puede encontrar más información sobre este trabajo en www.lasierra.edu/
centers/hcyfm donde es posible incluso acceder a informes actualizados del estudio. N. del T.]
45
hice fue escribir una simple carta personal. Cuando nuestros jóvenes
sufren –y este es el caso de muchos de ellos– un poco de bondad,
un poco de atención, un poco de comprensión pueden ser, para ellos,
como el maná caído del cielo.
LA MITAD DE LOS JÓVENES ADVENTISTAS PIERDEN
EL INTERÉS POR LA IGLESIA
Cuando tengan 25 años más o menos, el 48% de los adolescentes adventistas habrán abandonado la iglesia o se habrán convertido en miembros pasivos. Del 40% al 50% de los que se bautizaron durante su adolescencia no llegarán a ser miembros activos. Al cabo de diez años, solo
el 55% asistirán a la iglesia con regularidad, y el 21% tendrá cargos en
la iglesia. Solamente el 45% devolverán el diezmo con regularidad.
Shirley creció en un hogar adventista unido y sólo asistió a escuelas adventistas. De adolescente, era un miembro activo de su iglesia,
creía en todas las doctrinas y portaba en alto el estandarte adventista. Sin embargo, a los 26 años ya había dejado de ser una adventista activa en la iglesia. ¿Por qué? «Una puede estar sentada en
un banco de la iglesia, rodeada de gente y sentirse aún más sola que
sentada en un parque jugando al solitario. Ésta era la primera razón. Más tarde, me sentí atraída por Dios y empecé a asistir de nuevo a la Iglesia Adventista, pero de nuevo volví a perder todo mi interés. Pero esta vez fue por una razón completamente diferente: Jesús.
Necesito oír hablar de Jesús. Necesito escuchar decir que él me ama.
Necesito que alguien me recuerde cómo mostró su amor por mí.»
Shirley expresa en términos muy claros y mordaces el mismo tema
planteado por la mayoría de jóvenes adultos. Digamos claramente
que muchos adolescentes y jóvenes dejan la iglesia porque la ven como una iglesia centrada en el comportamiento, mientras que ellos
buscan relaciones personales.
FACTORES PARA ABANDONAR
Los jóvenes se van porque se sienten extraños, no integrados. Piensan
que hay una cierta incoherencia entre el discurso de la iglesia y su
comportamiento. Perciben intolerancia. También denuncian lo que
ellos consideran como una cierta complacencia. Señalan con el dedo los conflictos personales entre los miembros. Para nada se mencionan motivos doctrinales.
46
La causa principal para dejar la iglesia es el sentimiento de no ser
aceptado por su iglesia. Teniendo en cuenta la descripción de muchos de ellos, su iglesia es muy «fría», «distante» y «no amigable».
Una joven pintó un cuadro muy expresivo de su iglesia: «Preferiría
pasar un sábado completamente sola a intentar esculpirme un lugar
en un bloque de hielo». Otra añade: «Nadie parece realmente feliz
allí. Es como si estuvieran obligados a estar allí o algo parecido».
En una encuesta dirigida específicamente a los que habían dejado la iglesia, planteamos esta pregunta:
«Cuando dejó usted la iglesia o dejó de ser un miembro activo en
ella, ¿recibió...
❑... una visita del pastor?
❑... una llamada telefónica del pastor?
❑... una llamada telefónica de un miembro de iglesia?
❑... una carta de alguien de la iglesia?»
¡No más del 15% de los encuestados respondieron afirmativamente a esta pregunta!
Un joven comparte su experiencia: «Nunca he dejado la iglesia porque algunas personas más mayores que yo siempre se aseguraron
de que estuviera involucrado en las actividades de la iglesia cuando
era adolescente. Estaba acostumbrado y me gustaba. Por eso me he
quedado, aunque a veces haya pensado en irme de la iglesia.»
FACTORES PARA VOLVER
En un sondeo que trataba sobre las probabilidades de un posible
regreso a la iglesia, el 15% de los encuestados reconoció que probablemente volverían a la iglesia, el 26% dijo que era poco probable,
y el 33% no estaba seguro. Solamente un cuarto de los entrevistados
considera que es improbable: «Más bien iría a otra iglesia, pero no
a la de X... porque allí los miembros son muy fríos.»
Un factor importante para volver es el ambiente fraternal cristiano.
Alguien comparte su testimonio: «Una vieja amiga me envió una postal de Navidad. Es la única que recibí aquel año. No me juzgaba ni
me preguntaba porqué me había ido de la iglesia, y tampoco me condenaba. Simplemente era mi amiga.»
Otro participante en el sondeo compartió lo siguiente: «He encontrado una iglesia que me acepta, me alimenta espiritualmente y me
implica.»
47
Esta necesidad de fraternidad puede esconder un aspecto más delicado: «Me gustaría mucho volver ahora que mi marido ya no está.
Me gustaría involucrarme, pero no estoy segura, tengo algunos recelos. No siento que confíen en mí. No estoy segura de tener verdaderos amigos allí.»
FACTORES PARA QUEDARSE
Lo que ocurre en la familia es uno de los factores más determinantes
para que los jóvenes se queden en la iglesia. Cuando el padre y la
madre continúan casados, cuando siguen siendo adventistas y asistiendo fielmente a la iglesia, cuando el culto familiar se realiza en el
hogar, hay más posibilidades de conseguir que los jóvenes se queden en la iglesia.
Los adolescentes que se quedan en la iglesia son los que creen en
el mensaje, los que tienen un entorno adventista, los que están en relación con Dios, los que viven la fraternidad y la amistad. Lo expresan de la siguiente forma: «Mi iglesia está llena de personas que te
muestran amor cristiano... En definitiva, son personas maravillosas.»
«Me he sentido aceptado. Allí es donde debo estar y donde tengo mi
lugar.» «La iglesia, al menos la mía, me ofrece oportunidades para
que yo me involucre... Es genial formar parte de una iglesia que está viva, que crece y, sobre todo, es genial saber que yo he contribuido en parte a hacer de ella lo que es.»
Factores para involucrarse
Para intentar predecir si un joven se involucrará en su iglesia, en su
práctica religiosa personal y en su estilo de vida adventista, se han
estudiado varios factores.
La puntuación más alta fue obtenida por «la pertinencia de la iglesia local», seguida por «un mensaje de salvación impregnado por la gracia.»
La encuesta muestra que la pertinencia de la iglesia se mide a partir de tres datos: el interés de las predicaciones del sábado, la satisfacción de las necesidades espirituales, la satisfacción de las necesidades sociales.
Céleste hace un llamamiento urgente: «¿Cuándo vamos a aprender? Si el mundo no puede encontrar a Jesús en nosotros y en nuestras iglesias, ¿dónde lo encontrará? Nuestra religión no debería estar basada en normas, sino en relaciones. Creo que Cristo está muy
triste cuando ve la situación actual de la Iglesia Adventista. Cada día,
48
oro por nuestra iglesia. Ruego a Dios que ayude a los que entre nosotros están ciegos para que se despierten y sean conscientes de la
cosecha. Que podamos levantarnos de nuestros cómodos bancos de
tradicionalismo frío e inmutable. Que podamos ir hacia nuestros jóvenes y amarlos, amar a sus amigos y llevar así a Jesús a este mundo impregnado de soledad.»
Patricia muestra su inquietud: «Hagáis lo que hagáis en la vida, tratad a los demás con respeto. Los adventistas del séptimo día pueden
tener la verdad, pero recordad que hay que usarla con ternura. Pienso
que nuestro trabajo consiste en mostrar a los demás cómo dejar que
Dios entre en nuestra vida. Dejémosle la preocupación de restaurar el
interior, y lo demás ya llegará. Quiero que mis hijos vayan a la iglesia y
a la escuela sabática, pero preferiría que tuvieran una sana relación
con el Señor antes que un buen registro de asistencia a la iglesia.»
¿Qué os aporta personalmente la iglesia?
Los jóvenes esperan que la iglesia satisfaga estas tres necesidades:
fraternidad cristiana, alimento espiritual, seguridad y estabilidad.
Recogimos testimonios reconociendo la importancia de los miembros de iglesia que «siempre están disponibles cuando se los necesita, como nuestro Dios». Un joven manifestó su admiración por estar en un entorno de amigos que aman a Jesús. Considera que tiene
suerte, ya que finalmente ha encontrado un grupo de jóvenes sólido
con el que se puede identificar. No necesita renunciar a ser él mismo
para pertenecer a este grupo. Añade que ellos cantan canciones juveniles y que se lo pasan bien aunque sean adultos.
La historia de Sally
«El año pasado, añadí una carta personal en el envío de mi sondeo. Me sorprendió agradablemente recibir una respuesta que, de
principio a fin, expresaba una cierta inquietud por mi salvación. Querría
agradecérselo.
»En primer lugar, quisiera darle las gracias por las dos cartas personales que me envió. ¡Muchas gracias! Tales acciones restauran mi
confianza en los dirigentes de nuestra iglesia.
»Hice una experiencia de servicio voluntario durante un año. Fue
un tiempo difícil, pero que mereció la pena. Hacia el final de mi estancia, empecé a leer mi Biblia más a menudo, y llegué a tener una
mejor comprensión de la verdad de la justificación por la fe y de la salvación por medio de la gracia. Mejor, pero no lo suficientemente pro49
funda. Volví a Estados Unidos y todo lo que había adquirido parecía
haberse desvanecido.
»En tanto que estudiante misionera, me confiaban muchas responsabilidades. ¡A veces demasiadas! Pero de vuelta a casa, de repente me sentí inútil en el seno de mi iglesia. Esperaba tener la ocasión de hablar de mis experiencias pero, cuál no fue mi sorpresa, la
iglesia solo me concedió diez minutos durante la Escuela Sabática,
lo cual me supuso una enorme decepción. Al final de mi presentación,
les dije que me gustaría mucho terminar mi historia, pero ya no me
volvieron a invitar.»
¿Qué te molesta más en la iglesia?
Cuando se pregunta a los jóvenes sobre lo que les molesta en la iglesia, las cinco respuestas más frecuentes que obtenemos son: la actitud de juicio que muestran ciertas personas, las políticas de administración de la iglesia, la hipocresía y los cotilleos, los reglamentos
y las normas y, finalmente, las actitudes del tipo «es imposible ser
más santo que yo».
Marlene se siente excluida
«Mi hermano dejó de ir a la iglesia, pero yo estaba decidida a integrarme, porque quería una relación más estrecha con Dios y pensaba que el único medio de lograrla pasaba a través de la iglesia. Un
sábado, en el boletín de mi iglesia, leí el anuncio de los trabajos previstos para el día siguiente. Pensé: «Este es un buen modo de hacer
amistad con los otros miembros de iglesia.»
»Llegué a la iglesia una media hora antes, ¡tenía tantas ganas de
empezar bien! A medida que los miembros llegaban, hacía preguntas
para saber en qué trabajo iba a empezar primero. Nadie parecía necesitar mi ayuda. No podía comprender la razón ya que tenía una buena forma física, ropa de trabajo y estaba dispuesta a hacer cualquier tipo de trabajo. Finalmente, y no de muy buena gana, me enviaron
a pintar un aula y los baños con otros tres miembros de iglesia mayores que yo.
»Estos tres miembros hablaban de sus cosas entre ellos mientras
trabajaban, ignorándome por completo. Pasé seis horas pintando sin
decir ni una palabra. Volví a casa muy decepcionada y lloré mucho
aquella tarde. A pesar de todo, seguí yendo a la iglesia cada sábado;
no obstante, a medida que pasaba el tiempo, me iba sintiendo más
incómoda.
50
»Miré atentamente a mi alrededor en la iglesia, todos esos rostros
familiares, pero que en realidad eran extraños para mí. Volví a mirar a la mujer que estaba sentada a mi lado, pero ella era también
una extraña. Me levanté y me fui de la iglesia llorando. Nunca más he
vuelto.»
CÓMO SERÍA UNA IGLESIA IDEAL
Todos los elementos precedentes permiten dibujar un retrato robot de
lo que podría ser una iglesia ideal a ojos de los jóvenes participantes
en la encuesta. Los siguientes ocho puntos presentan los principales
rasgos.
1. Amigable y atenta. Según el testimonio recibido, los miembros de
la iglesia ideal son afectuosos y todos se sienten a gusto en la iglesia. Tienen un sentimiento de pertenencia. Se trata de una familia
cuyo amor es incondicional.
2. Profunda espiritualidad. La iglesia ideal se concentra en la definición de los principios esenciales de la espiritualidad.
3. Como una familia. La iglesia ideal funciona y actúa como una verdadera familia. Como miembros de la familia de Dios, cada uno se
interesa por los demás, los respeta y los ama. Se presta especial
atención a los niños que son nuestro futuro y que necesitan una dirección espiritual apropiada.
4. Involucrada con la sociedad y con la misión. La iglesia ideal hace importantes aportaciones a la sociedad. Es activa en sus esfuerzos por alcanzar a la sociedad en la que ejerce un ministerio.
5. Un ambiente de reflexión. En la iglesia ideal, «se pueden cuestionar las creencias sin que nadie se escandalice por ello». Es un
lugar «seguro para los que quieren confrontar sus ideas, compartir y reflexionar». «Favorece la creación de «un ambiente en el que
no se tiene miedo de plantear preguntas, sin que sea necesario
aportar las respuestas.»
6. Jóvenes involucrados en la iglesia. Cada vez más jóvenes adultos tienen cargos en la iglesia ideal. Cada vez más adultos están
dispuestos a enseñar a estos jóvenes y a guiarlos hacia la luz.
51
7. Un culto significativo. La iglesia ideal propone programas satisfactorios para los jóvenes de todas las edades y de todos los orígenes. Hay menos tradicionalismo y se encuentra en la iglesia apertura a la aceptación de nuevas ideas y al cambio.
Capítulo 3
El Evangelio en una taza
8. Diversidad. La iglesia ideal acoge a «una gran variedad de personas que se aceptan entre sí como son, y no por lo que se querría que fueran».
Crear una iglesia en el marco
de un café
LO QUE MI IGLESIA HA HECHO BIEN
Becky Lane Scoggins agradece a su iglesia por haberle encomendado importantes responsabilidades cuando ella solo era una adolescente, por haber sido paciente durante el proceso de crecimiento
y por haber estado dispuesta a dedicar un tiempo especial para hacer comprender a los niños que ellos son una parte importante de la
vida en la iglesia.
Thomas Müller1
Alcanzar a los jóvenes con el Evangelio se ha convertido, a lo largo
de estos últimos años, en una tarea muy difícil dentro de una sociedad secularizada. Las estadísticas demuestran que la Iglesia Adventista
de Dinamarca ha perdido alrededor de 50 miembros cada año durante los últimos veinte años. Esto también es una realidad en el caso de las otras iglesias evangélicas. A los jóvenes les atrae otro tipo
de propuestas en el dominio espiritual. No obstante, tres chicas de alrededor de 20 años aceptaron el desafío de hacer algo por su generación, la generación X.
En los párrafos que siguen, voy a presentar la historia de la «iglesia-café» y, a continuación, compartiré algunas lecciones que hemos
extraído de esa experiencia.
HISTORIA DE LA «IGLESIA-CAFÉ»
En 1996, Betina, Laila y Sonja se encontraban cada semana para orar,
cuando sintieron que el Espíritu Santo las estaba impulsando a implantar una nueva iglesia. Se trataba de crear una iglesia semejante
a la descrita en Hechos 2: 46, en la que todos sus amigos se sentirían
cómodos. Al principio, se reunieron dos veces al mes, el sábado por
la tarde, para estudiar la Biblia con algunos amigos adventistas. El verano siguiente (1997), decidieron encontrarse cada sábado para llevar a cabo un programa que combinara el estudio de la Biblia con el
servicio a la iglesia. Durante el primer año se formó un núcleo de
seis a ocho personas, con una asistencia regular de cinco a doce personas, principalmente jóvenes de origen adventista.
1
52
Thomas Müller es pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Copenhague,
Dinamarca.
53
Betina, Laila y Sonja pronto se dieron cuenta de que varios jóvenes
habían dejado la Iglesia Adventista o solo asistían muy de tarde en
tarde. No por culpa de las creencias, sino principalmente debido a
la manera en la que la iglesia vivía. Se elaboró un programa bimestral y se repartieron invitaciones a los amigos y a los padres que estaban en esta categoría o que conocían a otros en la misma situación. Durante este segundo año (del verano de 1997 al verano de
1998), se reunieron cada sábado de diez a quince personas.
El lugar elegido para estos encuentros fue un salón de reuniones
en un gran edificio de tres pisos perteneciente a una de las iglesias
del centro de Copenhague, cuya capilla podía acoger a ciento treinta personas. De esta forma, cuando la iglesia terminaba su servicio
hacia las doce del mediodía, los jóvenes acudían a la iglesia, algunos
para comer juntos, otros para orar. A las tres empezaba el programa
con música grabada y, después de una breve reflexión espiritual, venía un tiempo de discusión.
En la primavera de 1998, la Unión de Iglesias Adventistas Danesas
recibió una donación destinada a evangelización no tradicional, y contactaron con los jóvenes para ver cómo podían utilizar una parte de
ese dinero. Entonces surgió la idea de un café. Durante las vacaciones de verano, se redecoró por completo el salón de reuniones convirtiéndolo en un café moderno, en una calle muy frecuentada, y en
donde se podían instalar cómodamente unas cincuenta personas. La
Unión se interesó en el proyecto con la perspectiva de implantar
una iglesia y decidió asignar un equipo. Dos jóvenes pastores fueron
los encargados de desarrollar el proyecto. Ahora que todo empezaba a tomar forma, las personas estaban expectantes, intrigadas y
vinieron a ver in situ lo que era una iglesia-café. Pronto un grupo de
unas veinte personas, principalmente jóvenes de origen adventista,
acudía con regularidad a la iglesia cada sábado por la tarde.
El programa era el mismo que al principio, pero una orquesta remplazaba al lector de CDs. La Unión Danesa proporcionaba no sólo los
fondos para la modernización y la compra de nuevo mobiliario sino
que además aportaba una suma de dinero, que servía para pagar los
servicios de los músicos hasta que la iglesia pudiera encontrar entre sus propios miembros a responsables de esta área.
Así, a finales de agosto de 1998, tuvo lugar el primer encuentro
en nuestro nuevo café. El sueño de tener una iglesia reunida alrededor de pequeñas mesitas y tomando un té o un café y unas galletas se había hecho realidad. Es interesante subrayar que no hubo que
realizar ninguna gran campaña publicitaria. Los jóvenes hablaban a
sus amigos de esta nueva iglesia y los invitaban a asistir. Desde el
54
principio se había querido realizar la evangelización a través de la
amistad. El único esfuerzo de relaciones públicas era una velada en
el café con una periodicidad mensual: un concierto el viernes por la
tarde, una película, una representación teatralizada u otros programas no religiosos. La idea detrás de estas veladas del viernes era invitar a amigos que no habríamos invitado necesariamente a la iglesia, pero que vendrían para una actividad entretenida. Una vez
habituados al café, constatamos que les resultaba más fácil volver el
sábado por la tarde a la iglesia. Expresiones tales como: «¿de verdad queréis decir que es vuestra iglesia?», o «¿realizáis vuestro servicio de iglesia alrededor de estas mesitas de café?», eran frecuentes pero positivas y nos ayudaron a tomar una decisión más fácilmente.
Pronto cesaron estas veladas mensuales en el café, porque en enero el pequeño café estaba completamente lleno. Los jóvenes adventistas que habían dejado la iglesia o que mantenían una relación
bastante relajada con ella invitaron a sus amigos no cristianos a la
iglesia. Estos jóvenes adventistas estaban orgullosos de su Iglesia
y les resultó más fácil llevarlos allí. Pronto, estos amigos trajeron a
otros amigos, y en el espacio de tres meses, el grupo había pasado
de quince a cuarenta jóvenes.
A partir de agosto de 1999, la mayor parte de las veces éramos más
de cincuenta personas y, algunas semanas, más de setenta. Teniendo
siempre en mente que en el café se podía atender con comodidad
solamente a cincuenta personas, nos enfrentamos al inmenso desafío de encontrar un local más espacioso. En este momento, aún estamos en el mismo edificio repleto de gente, probando desesperadamente diferentes soluciones para establecer otro lugar de encuentro.
LECCIONES APRENDIDAS
Centrémonos ahora en algunas de las lecciones que hemos aprendido. Mientras pintábamos las paredes de nuestra sala de reuniones para convertirla en un café, precisamos nuestros valores y nuestra declaración de misión. Traducirlo del danés es difícil, pero sería
algo así: «Deseamos ser una comunidad de jóvenes dinámicos e iguales, en la que nos animamos mutuamente a vivir una vida abierta a
Dios y al mundo, y en la que buscamos la verdad.» Desde el principio, nuestro grupo intenta alcanzar a la generación X, con la visión de
«multiplicar a los de la generación X para Dios.» Perteneciendo nosotros mismos a dicha generación, deseamos que nuestros iguales
encuentren a Dios.
55
Desde el primer momento, cuando inauguramos el café, se podía
dividir a los que lo frecuentaban en tres categorías. La mitad era de
origen no cristiano, un cuarto provenía de diferentes iglesias cristianas y otro cuarto era de origen adventista.
Pasamos mucho tiempo organizando el programa, en particular el
ciclo del programa mensual:
El último viernes de mes: velada café.
El primer sábado de mes: servicio para personas con inquietudes.2
Los otros sábados progresaban de forma paulatina de servicios para personas con inquietudes a servicios para creyentes.
El último sábado de mes: servicio para creyentes.
El objetivo era atraer a los no cristianos a nuestro café para participar de una velada en el café, y después invitarlos a un servicio de
iglesia que pudiera ser comprendido fácilmente. Esto podía durar
algunos meses; después, cuando estuvieran preparados para cosas más sólidas, podían venir a los otros servicios que se basaban
sobre todo en la Biblia. Los dirigentes pensaban que este era un buen
sistema de organización, pero a la gente le resultaba difícil saber cuál
era el sábado adecuado para invitar a sus amigos, lo que provocó malentendidos como este: «¡Ah! Puedo traer a mi amigo este fin de semana, porque es un servicio para creyentes».
Otro problema era que el contenido de los programas estaba demasiado separado. Habíamos interpretado mal el concepto de servicio para personas con inquietudes y no nos atrevíamos realmente a mencionar a Dios, sino que tratábamos temas como el amor, la
paz, cuestiones de sexualidad en términos generales, y después
concluíamos con un texto bíblico y una declaración muy breve sobre la manera en la que la Biblia abordaba el tema. Nos dimos cuenta de que incluso los jóvenes secularizados esperan que se les
hable de Dios de manera más directa en una iglesia, aunque sea
alrededor de una mesita de café. Así que reajustamos nuestro sistema y empezamos a presentar el Evangelio con claridad cada sábado. Los servicios especiales para edificar a los creyentes se desplazaron al viernes por la noche. Ahora, parece que estamos en el
buen camino.
2
En la versión francesa utiliza la palabra ‘chercheurs’ [lit. buscadores, investigadores]
que a su vez intenta expresar un concepto pensado en danés, la lengua del ponente.
[N. del T.]
56
La parte de la discusión también se cambió en el programa. Al principio, hacíamos pausas durante las cuales se invitaba a todos los presentes a discutir sobre el tema alrededor de las mesitas durante algunos minutos. Era un momento muy difícil de controlar. Demasiados
puntos de vista diferentes salían a la luz y nuestros invitados se perdían. A pesar de que habíamos intentado, intencionalmente, colocar
un creyente en cada mesita, nuestra identidad cristiana se difuminaba entre tantas opiniones diversas. Ahora dejamos tiempo para preguntas y comentarios solamente al final y no alrededor de las mesitas. Cuando se termina el programa, se llenan los platos, se sirven
bebidas calientes y se invita a la gente a que se quede a charlar.
Volvamos al problema de la mezcla entre el servicio para personas
con inquietudes y el servicio para creyentes. Desde el principio, se
trataba de funcionar siguiendo el modelo de grupos pequeños, en los
que se espera que participen todos los miembros activos. Establecimos
tres criterios para estos pequeños grupos: comida, tiempo para compartir y oración. No se trata de que cada encuentro tenga que empezar a toda costa con una comida, pero sí queremos un carácter social en los encuentros de tal forma que se pueda tomar un té y un
pastelito para crear un ambiente cálido. Después tiene que haber
un tiempo para compartir. Un tiempo en el que uno comparte lo que
le pasa en su vida en el momento actual, de forma abierta y honesta, sin intentar enmascarar el lado difícil de la vida, sino siendo transparente. El encuentro termina siempre con una oración. Se puede hacer de muchas formas, pero a menudo nosotros utilizamos la oración
conversación. El objetivo de los grupos pequeños es proveer un apoyo y un alimento espiritual para la semana, de tal forma que el sábado por la tarde podamos concentrarnos en los que no conocen gran
cosa del Evangelio.
El rápido crecimiento del número de personas que frecuentaban
la iglesia tiene mucho que ver con la música. Como mencionamos antes, dispusimos de medios para contratar los servicios de músicos.
Así, desde el primer día, el nivel musical ha sido muy alto. Utilizamos
la música de alabanza contemporánea que nos viene de Australia,
Reino Unido y Estados Unidos. El año pasado, adoptamos un estilo
de alabanza musical más danés y fuimos bendecidos, ya que contamos entre nosotros con personas de talento que no sólo tocan bien
sino que también componen la música y crean la letra de nuevas canciones.
La alta calidad de la música ha sido una prioridad para la iglesia.
Esto ha sido una fuente de bendición para muchos y ha abierto los corazones para que la palabra dicha con sencillez fuera comprendida.
57
Otra lección capital que hemos sacado desde el principio ha sido la
importancia del sentido de propiedad. Un núcleo de quince jóvenes
empezó esta iglesia-café. Pintaron, compraron el mobiliario, se reunieron en torno a una visión común y crearon un ambiente en el que
ellos mismos se sentían muy bien. No era sólo el ambiente físico, el
café, sino también el contenido del programa. Varios miembros de este núcleo habían dejado la Iglesia Adventista, a causa de tradiciones rígidas que les dejaban poco espacio para hacer cambios. La manera de hacer las cosas, el lenguaje, los cantos eran tan diferentes
de su vida cotidiana que no les habría resultado natural invitar a sus
amigos a la iglesia. De pronto, estos jóvenes le habían dado forma
a su propia iglesia con el estilo de un café. ¡Era su iglesia! ¡Este lugar era suyo! Cuando sus amigos les preguntaban:
–¿Qué hacéis este fin de semana?
Ahora les resultaba natural responder:
–Voy a la iglesia-café, ¿quieres venir conmigo?
Nunca subrayaré suficientemente este aspecto. Cuando los jóvenes hacen suya la iglesia, se sienten bien en ella, están orgullosos de
ella y quieren compartirla espontáneamente con sus amigos.
En último lugar, me gustaría insistir en el papel de la oración en la
iglesia. Este aspecto ha sido siempre un punto de capital importancia, pero ha sufrido una enorme evolución desde el principio. Después
de cada servicio en la iglesia, proponemos orar por los que lo desean.
Dos dirigentes hablan en privado con los que desean orar y que quieren hablar de los problemas a los que se están enfrentando en el momento en el que se ora por ellos. La iglesia se abre dos veces por semana para los miembros que quieren orar por la comunidad.
Hemos tenido algunos años «moviditos» en la iglesia-café, pero nos
regocijamos cada día cuando vemos que el Espíritu Santo empuja a
las personas a tomar partido por Cristo. Hasta el presente hemos
tenido el gozo de bautizar a siete personas, y otras diez han vuelto
a la iglesia y ahora son miembros activos. Que el Señor siga bendiciendo la iglesia-café.
¿Se puede copiar esta experiencia? No, pero seguro que podéis
hacer algo similar. En Noruega, en Finlandia y en Países Bajos conocemos a jóvenes pastores y a laicos que promueven iglesias de tipo café con la intención de alcanzar a los jóvenes secularizados de
nuestros días. ¡Vosotros también lo podéis lograr!
Capítulo 4
Vino nuevo y odres viejos
Un proyecto para los jóvenes
en iglesias históricas
Marc Toureille1
Vino nuevo, odres viejos, «cristiano nuevo» e «iglesias viejas»... El libro de los Hechos de los Apóstoles (Hech. 20: 7-12) nos invita al
encuentro entre Pablo y un joven: Eutico. ¡Sólo viendo la forma que
Pablo tiene de evangelizar a los jóvenes podemos constatar que
debía pertenecer a la iglesia tradicional, al «odre viejo»! Y sin embargo algo ocurrió, ¡trajo a Eutico de nuevo a la vida!
¿Existe una incompatibilidad tan profunda entre institución y juventud? ¿Hay que crear nuevas estructuras, nuevas iglesias más
adaptadas a los jóvenes? ¡Me atrevo a afirmar que los «odres viejos»
van a resistir!
El desafío de la Unión de Iglesias Reformadas Evangélicas (IRE),
compuesta por unas treinta comunidades en Francia, consiste en formular un proyecto para los jóvenes, en el marco de una iglesia de las
llamadas históricas, heredera de las doctrinas y de las estructuras de
la Reforma, pero al mismo tiempo heredera de los reavivamientos de
los siglos XIX y XX en Francia, una Unión de Iglesias que decididamente desea compartir el Evangelio con todos. Este proyecto nació
hace siete años en un grupo de trabajo, la Comisión Nacional de
Jóvenes (CNJ), a la que se le pidió que analizara la situación de la juventud en las IRE y que propusiera pistas de reflexión y de acción para cada una de las comunidades que componen dicha Unión de
Iglesias.
A continuación presentamos un resumen de las conclusiones de dicha comisión.
1
58
Marc Toureille es pastor en Alès. Preside la Comisión Nacional de Jóvenes de la
Unión de Iglesias Reformadas Evangélicas de Francia.
59
LOS JÓVENES EN LAS IGLESIAS REFORMADAS
EVANGÉLICAS DE FRANCIA
Actualmente entre 150-200 jóvenes (14-25 años), es decir aproximadamente un 10-15% de los miembros de las IRE, asisten a la iglesia,
esencialmente a las actividades de los grupos de jóvenes y al culto.
Tras una encuesta, constatamos que pocos estudiantes universitarios
llegan a ser miembros de nuestras iglesias. Hay especialmente dos
períodos en los que los jóvenes parecen romper su relación con la iglesia: después de la catequesis y después de la pertenencia al grupo de
jóvenes, es decir, en el momento de los estudios y del inicio de la vida profesional.
¿Por qué abandonan los jóvenes nuestras iglesias? ¿Por qué se
van justo después de haber terminado su catequesis? ¿Por qué los
estudiantes desaparecen después de formar parte del grupo de jóvenes? ¿Y por qué los pocos jóvenes que quedan participan tan poco en las actividades de la iglesia? Para empezar a responder de forma global a las cuestiones planteadas, constatamos en primer lugar
lo siguiente: si bien hay iglesias y ciudades enteras en las que los jóvenes parecen haber desaparecido, hay aún más iglesias en las que
son los adultos los que han dimitido de su responsabilidad con respecto a la juventud.
«No se trata tanto de que los jóvenes no vengan, sino más bien
de que los adultos acepten ir a su encuentro.» Esta reflexión supera
ampliamente el marco del grupo de jóvenes y nos lleva a concentrarnos en toda la iglesia que debe sentirse implicada y reflexionar sobre la transmisión de la fe. El Proyecto Nacional de la Juventud IRE
nació a partir de esta constatación y fue adoptado por el conjunto
de nuestras iglesias en marzo de 2000, en el sínodo nacional y general de Saint-Christol-les-Alès.
EL PROYECTO NACIONAL DE LA JUVENTUD
A continuación, se indican las tres grandes orientaciones del Proyecto
Nacional de la Juventud IRE y, de forma sucinta, los diferentes medios de acción propuestos para su puesta en marcha.
A. Tres orientaciones generales
Formar. Puesta en marcha de programas regionales y nacionales
de formación para la animación de un grupo de jóvenes.
60
Coordinar. Coordinación nacional de actividades y de los esfuerzos a favor de la juventud en las diferentes regiones.
Acompañar. Elaboración de un proyecto coherente de acompañamiento de los niños y de los jóvenes de las IRE.
B. Cuatro métodos de acción regionales y nacionales
1. Suscitar en las iglesias acompañantes de jóvenes
a) Creemos que el punto más débil en la situación actual de nuestras feligresías es la falta de adultos comprometidos con los jóvenes
por un período de tiempo largo. El hecho de que quien se encargue de los jóvenes sea o bien el pastor, si posee lo que se conoce
como un perfil joven, o bien otros jóvenes de más edad, parece tener a menudo como consecuencia atenuar, de una forma u otra, la
implicación de otros adultos en este acompañamiento y que se pierda el contacto con los jóvenes cuando el referente (pastor o joven)
deja la comunidad (bien por traslado a otra feligresía o por cambio
profesional). Nos faltan adultos formados, responsables de jóvenes
presentes en la iglesia y en nuestros consejos de iglesia, que sean
verdaderos referentes, durante un largo tiempo, para las sociedades de jóvenes que se forman. Esto supone que estos adultos responsables se comprometan durante cinco o seis años para seguir a
un grupo desde la preadolescencia hasta la edad adulta y, por consiguiente, que mantengan el contacto con ellos si se van de la ciudad donde han crecido por causa de estudios o trabajo, con la finalidad de orientarlos para que vayan a otra comunidad y, si hay una
iglesia IRE en esa ciudad, que puedan integrarse en ella.
Nuestra primera propuesta sería pues animar a los adultos, a los
que llamamos acompañantes, a comprometerse a seguir, a apadrinar durante varios años, el recorrido de los niños y jóvenes en la
feligresía, para ayudarlos a integrarse en la iglesia, a encontrar su
lugar en ella, para transmitirles el deseo de vivir la comunión fraternal, de asumir responsabilidades. Conviene ser consciente de la
importancia de los abuelos en un proyecto semejante.
b) Creación de un archivo nacional de jóvenes. Se ha creado un
archivo nacional de niños, de jóvenes y de responsables de jóvenes
de la Unión. Gracias al trabajo de los acompañantes, se actualizará
cada año, lo que permitirá un seguimiento mejor de estos jóvenes a
largo plazo, tanto a nivel regional como nacional. Se enviarán personalmente a cada joven algunas herramientas de información, de
entre las que destaca el periódico Le 7 expérimental, con la finalidad
de que la Unión no sea algo abstracto para ellos. Este periódico de
61
reflexión sobre la vida espiritual en nuestras iglesias está destinado principalmente a los adolescentes. Su objetivo es llegar a los jóvenes en sus vivencias diarias. Tenemos la sensación de que este
periódico es una herramienta que ayudará a nuestros jóvenes a conocer mejor a las IRE y nuestra misión.
c) Acompañar a los estudiantes en las ciudades universitarias. De
momento aún no tenemos una organización nacional que nos permita hacer un seguimiento sistemático de los jóvenes que se van
de su región de origen para estudiar en una ciudad universitaria.
Gracias al archivo nacional de jóvenes, la CNJ podrá animar y apoyar a todas las feligresías de las ciudades universitarias en sus esfuerzos para acoger a estos jóvenes, al ponerlos en contacto con
la iglesia que los recibirá.
2. Formar animadores para las sociedades de jóvenes
Basándose en la formación ya organizada en el pasado, la CNJ, en
colaboración con otras entidades de formación ya existentes (CPCV,
EEUDF),2 pretende organizar actividades de formación en cada región. Dichas actividades tendrían la siguiente estructura: un encuentro organizado todos los años, al principio del año, y algunas actividades de formación complementarias, bien como jornadas o como
retiros de un fin de semana, sobre un tema preciso en función de
las necesidades y las demandas de los responsables.
la iglesia. Por lo tanto, no es bueno que los jóvenes vivan únicamente su fe en los grupos paralelos, sin mantener regularmente una
fuerte relación con la iglesia. Cuando dejen su grupo, corren el riesgo de no vincularse a una comunidad cristiana. Hay que encontrar un
equilibrio. En este aspecto, el proyecto de la juventud quiere favorecer la organización de campamentos de catecúmenos y de diferentes grupos de jóvenes. La CNJ, en colaboración con la comisión de
catequesis, estaría dispuesta a animar y a ayudar a organizar los encuentros de fin de semana y los campamentos regionales. Varios
miembros de la CNJ ya están involucrados en la dirección de campamentos y los organizan con regularidad.
Pero también es importante reforzar la organización de congresos nacionales. Cada año, la CNJ organiza tres fines de semana
nacionales para los jóvenes: un fin de semana tras el verano para
ayudar a los responsables de los jóvenes a movilizar a sus «tropas»
al principio de un nuevo período; un fin de semana de deportes, y
un encuentro de «oxígeno para los jóvenes», para concluir el año y
tener la oportunidad de reunirse antes de la dispersión del verano.
Estos congresos tienen como objetivos principales propiciar un buen
ambiente espiritual entre jóvenes cristianos, favorecer un verdadero encuentro entre los jóvenes, edificar, evangelizar, interpelar a
estos jóvenes y, finalmente, evaluar cómo va la juventud de nuestras iglesias.
4. Poner en marcha foros de catequesis
3. Dialogar con los grupos extra
Con el término «extra» nos referimos a los grupos que están fuera del
marco de la iglesia local: EEUDF (escultismo), grupos de música,
de deporte. A una edad en la que se suelen tener dificultades para vivir solamente en la institución, nos parece que estos grupos son importantes ya que permiten que los jóvenes cristianos estén en contacto con la fe cristiana y que vivan otra realidad diferente de la de
la iglesia. La historia nos enseña que muchas veces es en estos grupos en los que se perfilan un buen número de vocaciones al servicio de la iglesia.
Estamos convencidos de que la iglesia necesita a los jóvenes y a
su dinamismo, pero también creemos que los jóvenes necesitan a
2
Comité Protestant des Colonies de Vacances [Comisión Protestante de Colonias de
Vacaciones]; Eclaireurs et Eclaireuses Unionistes de France [Exploradores y
Exploradoras Unionistas de Francia].
62
A los jóvenes les cuesta tener una visión clara de nuestra Unión nacional, principalmente porque no tenemos una cierta coherencia en
nuestros proyectos de catequesis. Por lo tanto, propondríamos crear
una estructura de reflexión, de intercambio y de elaboración de material para la catequesis, en colaboración con la CNJ. Se le podría dar
la forma de una comisión nacional, encargada de poner en marcha
en las diferentes regiones foros de catequesis en los que se reunirían los catecúmenos.
Estos foros se concebirían ante todo como momentos de intercambio
y de elaboración de instrumentos comunes, que tendrían una difusión
nacional a través de dicha comisión.
En la actualidad, los pastores Marc Toureille y Pascal González han
recogido material para elaborar un catecismo probado por una decena de catecúmenos. Teniendo en cuenta las observaciones y las reflexiones de los foros, propondrán un material nacional adaptado y
utilizable.
63
En este contexto, la CNJ propone la creación de bibliotecas de
catequesis regionales en las que haya material de animación, de enseñanza y de investigación en torno a proyectos para niños y para jóvenes.
Capítulo 5
Los jóvenes y la credibilidad
de las doctrinas cristianas
CONCLUSIÓN
Como conclusión, subrayaría principalmente en este proyecto el concepto de acompañamiento, la necesidad que tienen los jóvenes de
un referente distinto del animador de la sociedad de jóvenes, un apoyo en un amplio período de tiempo. A menudo confundimos animador y acompañante. Para ser un acompañante no se necesitan grandes actividades organizadas, sino una atención discreta y mantenida
en el tiempo. El apóstol Pablo no era un animador de una sociedad
de jóvenes y sin embargo estuvo donde Eutico lo necesitó.
«En realidad no se trata tanto de que los jóvenes no vengan, sino
más bien de que los adultos acepten ir a su encuentro.»
Johannes Gerhardt1
En estos últimos decenios, la influencia de la Iglesia en general, y del
mensaje cristiano en particular, ha decrecido en Europa occidental.
Hablando en particular de Alemania, el país en el que vivo, sólo el
17% de la población de la antigua Alemania del Este todavía cree en
un concepto de Dios, mientras que el porcentaje se eleva a un 70%
en Alemania Occidental. Esta cifra aparentemente elevada en Alemania Occidental subraya simplemente el hecho de que el cristianismo
ha sido un elemento cultural occidental, puesto que en realidad solamente el 3% de los alemanes occidentales van a la iglesia y manifiestan un interés personal por las cuestiones de la religión y de la fe,
a pesar de su pretendido carácter religioso.
Parece que existe un amplio abanico de problemas subyacentes,
pero en primer plano encontramos las cuestiones sobre la credibilidad y la pertinencia tanto de la iglesia como de su mensaje. Similares
preguntas son planteadas en el mismo seno de la iglesia por nuestra
joven generación, como lo han demostrado las encuestas realizadas
en Estados Unidos y en Europa (por ejemplo el estudio Valuegenesis2
o el estudio de Steininger en Alemania).
Para el adventismo, parece que hay que desatar otro nudo para enfrentarse al problema. El adventismo se desarrolló en una época
calificada como «modernismo», que ponía el énfasis en la razón, en
la argumentación, en la ciencia, en el control y en la conquista.
«Desarrollamos nuestra apologética, estructuramos nuestra teología
e inventamos nuestras propias técnicas de crecimiento de la iglesia
tomando como base el paradigma de la experiencia moderna.»3 No
1
Johannes Gerhardt enseña teología aplicada en la Facultad Adventista de Teología
de Friedensau, Alemania.
2 Véase el capítulo 2.
3 S. Selmanovic, «Pastoring on the postmodern frontline», 1ª parte, Ministry, n.º 7,
2001, pág. 11.
64
65
obstante, nuestros jóvenes viven en un paradigma diferente. La visión moderna del mundo, incluido el cristianismo, ya no es capaz de
dar suficientes respuestas creíbles y pertinentes. El adventismo debe rendirse a la evidencia de que el modernismo no era mejor que
el posmodernismo actual. Son simplemente diferentes. El Evangelio
no pertenece ni a uno ni a otro. Sólo puede comunicarse con los medios que ofrece cada una de estas épocas.
DEL MODERNISMO AL POSMODERNISMO
Se ha demostrado ampliamente el hecho de que se ha producido lo
que se denomina un cambio de paradigma en la sociedad occidental,
que ha pasado del modernismo al posmodernismo en los últimos decenios. Este cambio afecta a todas las capas de la sociedad, pero en
primer lugar a la generación joven.
La vida siempre ha tenido necesidad de interpretar su búsqueda,
pero en nuestros días esa necesidad es urgente. La gente necesita
respuestas para darle un sentido a su existencia y a la existencia de
este mundo. El esquema de referencia proviene de una combinación
de existencialismo, individualismo y constructivismo que constituyen la base de interpretación del posmodernismo. Entre las múltiples
facetas que lo caracterizan, se pueden destacar las tres siguientes:
la elección de la propia identidad, una conceptualización subjetiva de
la verdad y una orientación hacia la experiencia.
CUESTIONES Y RESPUESTAS
Como la vida no hace más que plantear preguntas sin dar las respuestas, es el hombre el que debe encontrar sus respuestas, siendo la más importante la respuesta a la cuestión abierta de la identidad.
La elección de su propia identidad
Los roles tradicionalmente establecidos, por un lado de forma positiva como fortalezas que dan seguridad y por otro lado de forma negativa al restringir la autorrealización, ya no son capaces de aportar
soluciones pertinentes en una sociedad abierta como la nuestra. Nunca
ha habido una época como la actual, en la que el individuo experimenta tanta libertad de elección, en materia de profesión, de estado
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conyugal, de paternidad o incluso de identidad sexual. Por lo tanto,
el hombre está condenado igualmente a hacer esta elección individual una y otra vez. Con bastante frecuencia, el resultado es lo que
denominamos identidades patchwork, opciones parciales para un
tiempo o una función específica, experimental, transitoria, incierta. Lo
que el hombre necesita es una elección de una identidad estable que
se mantenga firme en medio de las exigencias siempre cambiantes
de la vida. El cristianismo en general, y el adventismo en particular,
deben estar preparados para afrontar ese desafío y para ofrecer soluciones creíbles.
Consideremos, por ejemplo, el mensaje del bautismo.
Lejos de ser la última etapa decisiva y difícil hacia la pertenencia
a la iglesia después de un largo período de estudio de la dogmática
adventista, el bautismo para el hombre posmoderno es más bien un
símbolo de que Dios acepta al hombre de forma incondicional y un
acto en el que eso se experimenta de forma vivencial. El bautismo
transmite al creyente una identidad que nunca se acabará y que nunca cambiará, ni siquiera después de la muerte. Es una primera respuesta seria, decidida y holística a la cuestión fundamental del hombre posmoderno: ¿quién soy? Una respuesta que se da sea cual sea
el momento en el que esta cuestión aparezca. La forma adecuada del
bautismo aún no juega un papel clave en este estadio. Lo que cuenta es el bautismo como respuesta plena de sentido a la búsqueda de
identidad.
La experiencia del bautismo une al hombre posmoderno a la experiencia de Martín Lutero quien, en sus días de peligro y de soledad,
de depresión y de aislamiento absoluto, de duda y de sentimiento de
pequeñez, sólo pudo aferrarse al hecho de su bautismo que lo había
convertido en un hijo de Dios por medio de una aceptación incondicional. Era la única identidad que le quedaba y se revelaba como algo creíble y pleno de sentido. La leyenda dice que, en ese estado absoluto de falta de identidad, tomó una tiza y escribió en toda su mesa:
«He sido bautizado», como para transmitirse seguridad a sí mismo a
través de un hecho más trascendente que sus sentimientos momentáneos.
Una concepción subjetiva de la verdad
Al abordar el problema de la epistemología o de la aprehensión de la
verdad, el individuo posmoderno, con su posicionamiento subjetivo
respecto a la verdad, ya no se contenta con la presentación de simples propuestas con las que se debe estar de acuerdo y a las que se
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debe obedecer. Si un contenido factual tiene la pretensión de ser verdadero, debe demostrar su significación y, por lo tanto, su pertinencia. Sólo el concepto de significación crea las verdades de segundo
orden y contribuye a que alguien comprenda su mundo. Si existe una
verdad objetiva y absoluta más allá –y en tanto que cristianos y adventistas así lo creemos, puesto que Dios es la última verdad y el
último absoluto– sólo puede ser comprendida en el marco de la concepción humana como una realidad tanto de contenido como de sentido.4 Propuestas sin significación carecen de sentido. Un dogma cristiano que no sea pertinente para el individuo y para su vida es como
una concha sagrada. Siempre representa algo o a alguien, pero no
está viva hoy.
El Evangelio, con su desafío de proclamar la «buena nueva», es
una verdad presente. Pero para conseguirlo debe ser una «nueva»
positiva y pertinente para el hombre posmoderno en su lucha por una
vida llena de sentido. Consecuentemente, la tarea de la iglesia y de
sus teólogos, educadores y evangelistas, consiste en extraer el sentido de las enseñanzas cristianas y adventistas para la vida de nuestros días.
Tendremos que vencer la ortodoxia de una iglesia bicentenaria y descubrir el poder y la belleza del Evangelio como un mensaje pertinente para la juventud posmoderna. En este esfuerzo, descubriremos que
debemos reorganizar el orden de nuestra cadena de doctrinas en función de su importancia para las cuestiones de nuestros días o, bien,
que debemos ponerlas en un nuevo marco de referencia (el hombre
posmoderno tiene bastantes dificultades para comprender las señales del fin de los tiempos en relación con el terremoto de Lisboa de
1755. Está demasiado lejos para ser pertinente, y ¿qué ocurre con los
sismos de nuestros días, aún más devastadores?). Al esforzarnos por
descubrir el sentido detrás de las doctrinas, nuestras propias vidas se
beneficiarán ampliamente y seremos capaces de compartirlo con aquellos de nuestros jóvenes que se interesen más por la cuestión «¿Por
qué creéis y hacéis eso?», que por la cuestión «¿Qué creéis?».
ya sea a través de la razón, de la emoción o de la acción. Aunque en
nuestros días veamos una gran insistencia en la acción y en lo sensacional, con todos sus efectos perjudiciales, la verdadera religión no
está por ello menos orientada a la experiencia.
La fe es la reacción individual al Evangelio que se apodera del individuo en su totalidad. La persona con fe no puede evitar estallar
en alabanzas al comprender el abundante amor de Dios. No es posible entender el amor simplemente con el cerebro. El amor tiene
que ser experimentado para ser comprendido, porque está más allá
de lo racional; incluso, me atrevo a decir que tiene algo de irracional.
En nuestra tentativa de ganarnos a la juventud para el Evangelio
que tanto amamos, tenemos que hacer frente a estas preguntas:
¿cuál es nuestra experiencia con el Evangelio y con la iglesia?, ¿cómo afecta eso a nuestras vidas?, ¿es la experiencia positiva? A veces, la experiencia con la iglesia parece ser más bien negativa. Por
ello, los jóvenes tienden a decir sí a Dios pero no a la iglesia. La encuesta realizada entre los jóvenes adventistas que mencioné anteriormente y mi propia experiencia con los jóvenes confirman esta tendencia.
Por lo tanto, tenemos que meditar sobre la pregunta de las experiencias llenas de sentido con el Evangelio. Nuestros ritos, tales como el bautismo o la santa cena, y nuestras reuniones regulares como el culto o las reuniones de oración: ¿qué tipo de experiencias
favorecen? ¿Podemos hacerlas más significativas? ¿Podríamos o
deberíamos, por ejemplo, tener ceremonias de bautismos de jóvenes
al aire libre, al amanecer de una mañana de Pascua en lugar del
sábado por la mañana, por razones de comodidad y de confort, como una parte de la rutina? ¿Valdría la pena hacer ese esfuerzo y para quién? ¿Sería justo y para quién?
Una orientación hacia la experiencia
Aunque creamos que Dios y su mensaje sean una verdad última y
absoluta para todos los hombres y para todos los tiempos, y aunque lo proclamemos así, reconocemos que Dios se reveló a sí mismo en forma humana en el fenómeno que llamamos la encarnación
de Jesucristo. La encarnación, desde entonces, ha sido el modelo para transmitir el mensaje bíblico a la raza humana. La encarnación respeta a las dos entidades: al Dios infinito y al hombre finito, al Dios
incondicional y al hombre condicional, a la verdad absoluta y a la con-
Finalmente, la orientación hacia la experiencia es el resultado de
las dos características precedentes del posmodernismo. La pertinencia
sigue siendo una palabra sin sentido si no puede ser experimentada,
4
Cf. Die erfundene Wirklichkeit, P. Watzlawick, Múnich, 1985.
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CONCLUSIONES
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ceptualización subjetiva, al Evangelio eterno y a la verdad presente
para el hombre en las condiciones específicas de su tiempo.
La juventud adventista forma parte de la iglesia que ha sido moldeada en el modernismo y que, por lo tanto, ha incorporado también los caminos y los métodos para hablar al modernismo. En la actualidad, el adventismo en algunas partes del mundo quiere hablar al
hombre posmoderno dentro y fuera de la iglesia. La Iglesia Adventista
debería, por consiguiente, seguir las siguientes etapas:
10) Adaptar los servicios de la iglesia al hombre y a los jóvenes
de nuestro tiempo, tanto en lo que respecta a la predicación como a la oración, al canto y a la música. No confundamos sensación con pertinencia.
11) Dar verdaderas responsabilidades a los jóvenes. Recordemos
esto: ellos seleccionan su identidad en términos de pertinencia.
BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA
1) Adquirir una actitud positiva hacia el presente y aceptarlo como
un hecho. El modernismo no fue mejor, simplemente diferente.
Cada época tiene sus problemas y sus oportunidades. Recordemos lo siguiente: incluso un mundo posmoderno es el mundo de Dios. Él está dispuesto a morir por el mundo y lo ha hecho.
¿Cómo podemos atrevernos a rechazar este mundo en el que
y del que vivimos?
2) Hacer serios esfuerzos para estudiar la sociología y la psicología del posmodernismo con la finalidad de comprender a la sociedad y a su juventud.
3) Tener una actitud positiva hacia la generación joven. Funciona de
forma diferente, pero quiere hacer buenas elecciones y es la verdadera idealista de la iglesia. Transmitir confianza y esperanza.
La actitud es más importante que los métodos. Concentrémonos
en las personas y en sus deseos más profundos, y no en sus insuficiencias.
4) Al proclamar el mensaje, no contentarse con el simple contenido, sino revelar el significado para la vida personal. No vendamos una iglesia ni una doctrina. Seamos los testigos de la «buena nueva». Seamos honestos.
5) Hacer de la vida cristiana una experiencia y experimentarla.
Reconsideremos las tradiciones y los ritos, y tratemos de descubrir su sentido para nuestros días.
6) Tomar en serio las principales cuestiones de nuestro tiempo y
tratar de encontrar y de dar respuestas honestas.
7) Tener la voluntad de reorganizar el conjunto de nuestras creencias y de encontrar nuevas prioridades. Deberíamos descubrir
que las «veintisiete doctrinas» adventistas no son igualmente pertinentes ni tienen el mismo peso específico.
8) Mezclarse con los que piensan de forma diferente, escuchar sus
preguntas, tratar de comprender.
9) Dar una visión personal de lo que pensamos y creemos, y explicar porqué es pertinente para nosotros.
70
Christsein gestalten. Eine Studie auf dem Weg der Kirche. Rat der Ekd.
Gütersloh, 1985.
Die erfundene Wirklichkeit, P. Watzlawick, Múnich, 1985.
J. Gerhardt, «Gemeinde als Vermittlungsinstanz», Christiana, 6, 1995, págs.
51-68.
J. Gerhardt, «Persönlichkeit und Wirklichkeit», Christiana, 7-8, 1996-97, págs.
101-119.
B. McLaren, The Church on the Other Side, Grand Rapids, 2000.
W. Noack, «Die Sozialpathologien der Geseelschaft und ihre Herausforderungen
an die Gemeinde», Christiana, 6, 1995, págs. 84-115.
S. Selmanovic, «Pastoring on the postmodern frontline», 1ª parte, Ministry, 7,
2001, págs. 10-13.
S. Selmanovic, «Pastoring on the postmodern frontline», 2ª parte, Ministry, 9,
2001, págs. 18-21.
T. R. Steininger, Konfession und Sozialisation. Adventistische Identität zwischen Fundamentalismus und Postmoderne, Gotinga, 1993.
71
Capítulo 6
Para que los jóvenes
sean actores
Guy Zeller1
Una encuesta realizada hace tres años en diferentes iglesias evangélicas de Suiza (alrededor de mil personas, en la parte del país donde
se habla francés) mostró que después de los 15 años, el 50% de los
jóvenes dejan la iglesia. Esto ayudó a las iglesias a tomar conciencia
del desafío que la generación joven representa: una familia cristiana no
tiene necesariamente menos desafíos que las otras, más bien al contrario, ¡suele enfrentar más de uno que las otras familias no tienen!
LAS CARACTERÍSTICAS DE LA JUVENTUD POSMODERNA
En varios aspectos, los jóvenes de hoy son diferentes de todas las
generaciones que los han precedido.
Relacional. Aprecian los grupos pequeños y los grandes acontecimientos. Buscan confidentes vulnerables y abordables. Ganar su
confianza es mucho más difícil y no es algo que se dé por sentado.
Visual. La imagen que uno da de sí mismo es importante. ¡Denota
una búsqueda de identidad! Lo mismo ocurre en la iglesia, la apariencia, el estilo adquieren una gran importancia.
A corto plazo. Al joven le cuesta mucho pensar en términos de vocación. Objetivo de mayor alcance: mis próximas vacaciones. No
quiere tener la impresión de estar en los raíles de un ferrocarril y se
guarda un margen de maniobra.
Poco idealismo. Los jóvenes ya no pretenden cambiar el mundo,
sino construir su propio mundo virtual en el que se sienten bien.
Cuestionamiento. Necesitan cuestionarlo todo y repensarlo todo:
la autoridad, las formas de funcionar...
1
72
Guy Séller dirige el grupo Los Fabricantes de Alegría, de la misión evangélica Juventud
en Misión, en Yverdon, Suiza.
73
De la sensibilidad a la autenticidad. No buscan simples predicadores sino modelos que encarnen el mensaje en sus vidas, que
vivan lo que creen.
Gran honestidad. Dicen lo que piensan y no quieren ser «corteses»...
Menos responsabilidad. El joven es víctima del entorno, el medio
ambiente determina su futuro. Se desplaza la culpabilidad.
¿CÓMO MIRAMOS A LOS JÓVENES?
Jesús nos dice: «No menospreciéis a ninguno de estos pequeños»
(Mat. 18: 10). ¿Qué quiere decir con estas palabras?
Encontramos un ejemplo en 1 Samuel 17, en la historia de David
y Goliat. Cuando Goliat ve al joven David acercándose a él, lo mira
y lo menosprecia diciendo: «¡No eres más que un niño!». Menospreciar
es tener esa mirada que encierra, que minimiza, que rebaja, que transmite: «¡No eres más que...!». Los jóvenes en particular necesitan percibir la mirada opuesta, aquélla que les comunica: «¡Yo creo en ti! A
pesar de todo lo que has vivido, de lo que vives, de lo que eres, creo
en ti y estoy dispuesto a invertir en tu vida y tomar tiempo para estar
contigo!».
Esa mirada que ya ve lo que aún no son es la que los anima, la que
les comunica una esperanza inmensa. De hecho, es la mirada de Cristo
sobre ellos, la misma que les dirigió a sus discípulos cuando los llamó.
UNA VISIÓN MULTIGENERACIONAL
No podemos aislar a los jóvenes de las otras generaciones. A pesar
de las apariencias, ese es el mejor modo de perderlos. Los jóvenes
tienen una gran capacidad de servicio, de entrega, de sacrificio, de
entusiasmo. Pero necesitan mentores, padres y madres que crean
en ellos y que los entrenen. Cada generación tiene su lugar y su rol,
y el de los adultos debe ser liberador antes que controlador.
¡COMENZAR LO ANTES POSIBLE!
Creo que comenzar lo antes posible es una clave para dar raíces a
los jóvenes (Mat. 13: 6). Debe existir coherencia en la formación que
damos a los más pequeños y tenemos que replantearnos el modelo
74
de escuela dominical tradicional, ciertamente adaptada a la sociedad
moderna, pero no a la posmoderna. Al mismo tiempo, nuestras iglesias deben dar la posibilidad de vivir algo en familia (trabajo a nivel
de los padres, cultos para todas las edades, etc.) y de que cada miembro de familia encuentre su lugar.
A menudo se escucha aquella famosa frase que dice que los niños
son la iglesia del mañana. En cierto sentido, ¡es verdad! Nuestra filosofía de formación y de integración va a determinar la iglesia que
tendremos mañana, ya que recogeremos lo que hayamos sembrado en ellos.
Pero los jóvenes son también la iglesia de hoy, con la posibilidad
no sólo de recibir informaciones sobre Dios, sino también de dar y recibir dentro del cuerpo de Cristo y a través suyo. En nuestras actividades vemos a niños y a adolescentes orar, compartir, hacer viajes
misioneros y, de esa manera, los vemos cómo hacen suya la misión
de la iglesia: «La iglesia no es sólo un rollo de mis padres. ¡Yo también tengo mi lugar en ella!».
EL CARÁCTER: UNO DE LOS MAYORES DESAFÍOS
DE LA GENERACIÓN ACTUAL
Jueces 3: 1-2: la nueva generación debe aprender a pelear. ¡Qué gran
verdad para nuestros días! Para trabajar el carácter de los adolescentes hemos puesto en marcha campamentos NIKO en la naturaleza, en los que aprenden a trabajar en equipo para superar las dificultades, a reflexionar sobre su funcionamiento y a estimular el
crecimiento de su carácter.
UN CONOCIMIENTO PROBADO
Esta generación está más interesada en las vivencias que en el saber. Aunque hay peligros en ello, no hay que ocultar todos los aspectos positivos que tiene, a saber, que los jóvenes no quieren una
teoría sino una fe activa. No quieren un Dios lejano cuando existe la
posibilidad de vivir cerca de él.
Los discípulos se pusieron un día entre los niños y Jesús. Es comprensible. Jesús estaba hablando del divorcio con los fariseos y tal
vez no era el mejor momento para molestarlo... Pero Jesús interrumpió
una discusión tan importante para pasar tiempo con los niños, imponerles las manos y bendecirlos.
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¿Cómo enseñar al niño y al adolescente a venir a Jesús? ¿Cómo
no ser como los discípulos y dejar a los niños venir a nosotros, a nuestras actividades, a nuestras lecciones, a nuestros bricolages, a nuestras historias? ¿Cómo evitar ponernos, sin ni siquiera darnos cuenta
a veces, entre Cristo y los niños?
Cuando estaba en un campamento con niños de 9 a 12 años, empezó una pelea entre dos niños. Michael, uno de ellos, estaba muy
enfadado cuando lo aparté para hablar:
–¡Voy a matarlo, él es el que ha empezado!
Yo estaba justo a punto de hablarle del perdón, pero no me sentí libre de hacerlo. Le dije: «Escucha, quédate solo un momento, reflexiona y ora sobre esta situación. ¡Pregúntale al Señor lo que piensa, y volvemos a hablar de ello más tarde!»
Diez minutos después, Michael se me acercó, muy pesaroso: «Me
he dado cuenta de que debía perdonarlo, y también me he dado cuenta de que he sido yo el que lo había empezado al hacerle enfadar.
También voy a pedirle perdón.»
Al final del campamento, los dos chicos eran los mejores amigos
del mundo.
¿Habría obtenido un resultado tal si le hubiera dado el discurso sobre el perdón? Dios sabe hablar al corazón de los niños, aunque no
siempre ocurra de forma tan sencilla. Un Cristo integrado en la vida
cotidiana, cercano a ellos, a pesar de las épocas de preguntas, de
pruebas, de dudas o de separación; ese es el Dios que los jóvenes
buscan. Un conocimiento real, es aquél en el que la práctica va de la
mano con la teoría.
Capítulo 7
El centro José Figols
Una herramienta para trabajar a favor
de los jóvenes
Manuela Casti1 y Corrado Cozzi2
El 2 de julio de 2000, George Knight, profesor de Historia de la Iglesia
en la universidad estadounidense de Andrews, pronunció un discurso notable y reseñable en la asamblea mundial de la Iglesia Adventista
celebrada en Toronto (Canadá). Dijo acerca de la juventud:
«Para alcanzar a la nueva generación debemos aprender a comunicarnos en su lenguaje actual,tal como hizo Jesús, usando el
lenguaje y las las expresiones de su tiempo, y tal como James
Whitehizo en el suyo. Si la iglesia insiste en usar las expresiones
del siglo XIX para alcanzar a los jóvenes del siglo XXI, acabará probablemente igual que los Amish, que han mantenido sus formas
y sus tradiciones pero han perdido su misión en el mundo.
»Las generaciones nacidas después del Watergate o del Vietnam,
y que podemos denominar «posmodernas», son también «posconfesionales». La iglesia no puede atender a una lealtad inocente e irreflexiva, simplemente porque se ha nacido adventista
o se piensa que el adventismo posee la verdad. Por el contrario,
para conservar su lealtad, la Iglesia deberá demostrar que es verdaderamente la que pretende ser y que utiliza fielmente todos los
fondos y recursos3.»
1
2
3
76
Manuela Casti dirige el centro José Figols para la pastoral de la juventud y enseña
en la Facultad Adventista de teología de Collonges-sous-Salève, en Francia.
Corrado Cozzi, pastor adventista, dirige el Departamento de Jóvenes de la Iglesia
Adventista del Séptimo Día de la División Euroafricana en Berna (Suiza).
Una versión abreviada del discurso de George Knight se ha publicado en español
con el título de «Si yo fuera el diablo…», en Revista Adventista n.º 309, octubre 2000,
págs. 8-12.
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• evangelización y servicio,
• investigación,
• documentación,
• red de animadores de jóvenes
• comunicación,
• formación.
La Iglesia, ¿es un profeta mudo?:
«No es un problema pequeño. La juventud de la Iglesia es su mayor activo, y la juventud de afuera es su campo de misión presente y futuro. La juventud es la mayor oportunidad del adventismo, y a la vez su mayor desafío. La Iglesia debe crear planes para
alcanzar sus mentes y para lograr su apoyo. Ellos serán la iglesia del futuro4.»
El centro José Figols se ha creado5 para contribuir a la acción de
la Iglesia en favor de la juventud.
PROYECTOS Y ACCIONES
Las primeras actividades del centro José Figols ya han sido definidas. Algunas tardarán poco tiempo en ponerse en marcha, pero otras
están previstas para un plazo más largo.
EN EL CENTRO DE LA RED
El centro José Figols es el fruto de la reflexión de los departamentos de Jóvenes de la División Euroafricana y de la división Transeuropea de la Iglesia Adventista.
El campus adventista de Salève ha sido escogido para albergar este centro. La presencia de la Facultad de Teología en este lugar ha
contribuido a esta elección, para fomentar una deseable interacción
en la formación de pastores y de futuros pastores.
Su emplazamiento geográfico no impide la influencia del centro, que
está en línea directa con los otros dos campus universitarios adventistas de europa occidental: Newbold College, en Reino Unido, y la
universidad de Friedensau, en Alemania.
Más aún, el centro José Figols está ligado a dos de las grandes universidades adventistas estadounidenses: Andrews y La Sierra, las
cuales disfrutan de los servicios de un centro similar en el ministerio
para los jóvenes.
De hecho, muchos departamentos e instituciones de la Iglesia
Adventista están implicadas en la pastoral de jóvenes y colaboran estrechamente con el centro José Figols.
LOS OBJETIVOS
Enteramente consagrado al ministerio a favor de los jóvenes, el centro José Figols define sus objetivos en torno a seis ejes prioritarios:
LA PRIMERA ENCUESTA EUROPEA SOBRE LA JUVENTUD
Y LA IGLESIA ADVENTISTAS
En América del Norte, en la década de los años 1980 se realizó una
gran encuesta con el fin de conocer mejor a su juventud: Valuegenesis6.
Los sociólogos implicados en Valuegenesis afirman que una iglesia,
en tanto que sistema, necesita al menos veinte años para producir
evoluciones significativas. Según estos mismo sociólogos, los desarrollos positivos producidos por Valuegenesis han reducido este tiempo a un tercio, sobre todo en las áreas del ambiente interno de las
iglesias y de la madurez de la fe de los jóvenes.
Los estudios más recientes estiman que el porcentaje de jóvenes
que abandonan la Iglesia Adventista está alrededor del 75% en los
países occidentales. Se hace preciso pues un análisis vasto y preciso de este suceso. El centro José Figols tiene entre sus objetivos
la realización, a escala europea, de una encuesta similar a Valuegenesis.
Esperamos obtener, de esta manera, una «foto» científica y detallada de la Iglesia, tal y como es percibida por los jóvenes a través de
sus relaciones con las familias, los dirigentes, los pastores y las escuelas adventistas. Las conclusiones de la encuesta deberán permitir a la Iglesia poder plantear una estrategia en numerosos niveles,
intervenir en los puntos débiles y orientar desarrollos y soluciones.
El inicio del proyecto está previsto para mayo de 2001.
4 Ibid.
5 El
centro José Figols, situado en el campues adventista de Salève, en Collongessous-Salève (Francia), fue inaugurado el 8 de noviembre de 2001.
78
6
Véase capítulo 2.
79
MASTER OF ARTS IN YOUTH MINISTRY
La formación de pastores en el ámbito del ministerio para la juventud
se percibe como una necesidad por la Iglesia Adventista.
El centro José Figols tiene el propósito de realizar a corto plazo
un programa académico para la consecuención del diploma de
Master of Arts in Youth Ministry (nivel DEES de la enseñanza superior francesa). Esta formación será el resultado de una colaboración internacional con las universidades estadounidenses de
Andrews y La Sierra, y las europeas Newbold College y universidad de Friedensau.
Más que una formación teórica, este Master favorecerá la creación
de una red internacional de intercambio, de reflexión y de trabajo para la evangelización de los jóvenes, en la sinergia que se establecerá entre los profesores y estudiantes comprometidos en el proyecto.
El proyecto tiene previsto comenzarse en 2003.
• promover una acceso regular a las reflexiones, debates, y experiencias de actualidad a nivel internacional;
• coordinar la información para ponerla en relación con las iniciativas en curso a nivel local e internacional;
• proponer debates y evaluciones de las experiencias pilotos.
ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE ANIMADORES
DE JÓVENES
Una actividad importante del centro José Figols consistirá en dotar
a los pastores y a los animadores de jóvenes de material especializado y en convertirse en lugar donde compartir experiencias.
Con el tiempo, el centro acumulará proyectos, experiencias realizadas y analizada, formaciones, etc.
EL DIARIO FORUM
Para favorecer la comunicación, el centro José Figols volverá a publicar Forum, destinado a los jóvenes adventistas.
La versión en papel ofrecerá discusiones sobre temas importantes
para los jóvenes, fichas para profundizar en las iniciativas de evangelización, reportajes sobre acontecimientos destacados, debates,
etc.
La versión de Internet incluirá noticias, crónicas, debates, páginas
abiertas a la participación de los jóvenes, etc.
Los objetivos de Forum se resumen de la siguiente forma:
• constituir una red de diálogo y de intercambio entre las diferentes
realidades de la juventud;
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w w w. a u l a 7 a c t i v a . o r g
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