La conquista del espacio

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m e n s a j e CRISTIANO PARA EL MUNDO DE HOY
La conquista del espacio
Para millares de periodistas de todo el mundo, la
noticia cumbre del año que acaba de pasar ¡ve ciertamente el exitoso vuelo de la cosmonave Apolo S alrededor de
¡a luna.
Triunfo técnico extraordinario —todo se realizó exactamente de acuerdo a lo proyectado, y las complicadas
maquinarias obedecieron dócilmente— pero, no está demás
recordarlo, triunfo técnico Que es expresión y resultado
de largos años de investigación científica coordinada, de
esfuerzo paciente y constante, de fracasos y renovadas esperanzas, de colaboración y de coraje humano. Y expresamente subrayamos lo "humano", ya que de otra manera
este inmenso dispendio de energía y de dinero —el vuelo
de Apolo 8 significó un gasto de S10 millones de dólaresno tendría ningún sentido.
En octubre de 1957 fue colocado en órbita el Sputnik I,
primer satélite artificial de la tierra. En noviembre del
mismo año el Sputnik II hacia famosa a la perra Lailca.
En enero de 1958 los norteamericanos lanzaban su Explorer i. El 12 de abril de 1961. inesperada y desafiante, salía
a la luz la gran noticia; Yuri Gagarín había sido puesto
en órbita alrededor de la tierra y, a varios centenares de
kilómetros de distancia, la había sobrevolado en 1 hora
48 minutos. Luego vinieron las 17 vueltas de Gherman
Titov y el 20 de febrero, John H. Glenn se mantenía 5
horas en el espacio.
2.— Mensaje
Rusia y Estados Unidos empezaban una carrera de
competencia, de prestigio y de dominación. Pero ¿a qué
conducía todo esto? Una de las dos superpotencias ganaría, tarde o temprano, pero ese ganar ¿significaría mayor
bienestar, mayor felicidad o justicia?
Kl espacio no pu<?de .ser conquistado por un país, por
una potencia, por una mayor disponibilidad de dólares.
Su conquista sólo se justifica si es hecha por el hombre
y con fines humanos.
Felizmente en esta exitosa aventura norteamericana lo
"humano" ha quedado suficientemente destacado. F><ii¡fc
Barman, James Lovell y William Anders na eran héroes
de etiqueta sino hombres que confiaron en los resultados
de un equipo de muchos miles y que con extraordinaria
simplicidad arriesgaron su vida —una máquina siempre
puede fallar— pora que el "hombre" pudiese llegar «ids
lejos. No se insistió en el éxito norteamericano. Expresamente se indicó que la conquista del espacio no debía ser
de países sino de todos. En un noble gesto —evidentemente
todo gesto puede ser interpretado bien o mal— los rusos
ofrecieron su ayuda en caso de que los tripulantes americanos quedasen aprisionados en la órbita lunar. Y olvidándose de nacionalismos y rencores todo el mundo se
unió en esta aueníura y convivió la noche buena de tres
seres humanos que contemplaron la tierra —"la buena
tierra— desde 370 mil kilómetros.
Desde esa lejanía los tripulantes de la nave Apolo pudieron, en una sola mirada, abarcar países y continente*
diversos, y comprobar lo relativo de ¡as distancias que
separan, ¡a artificialidad de las ¡Tonteras ?/ la gran realidad de la familia humana. Seguramente apreciaron que
lo que da sentido al vuelo cósmico no es el orgulloso ajan
ile conquistar el cielo ni el miedoso deseo de evadirse de
la tierra, sino la posibilidad de contemplarla en conjunto,
imitaría, "ecuménicamente", y tomar así conciencia de la
grnn larca humana: hacer que los hombres se unan en
la }iermosa faena de realizar la felicidad de todos.
Esto explica la oración de Borman: "Dadnos, oh Dios,
la listón que puede ver tu amor en el mundo pese a las
deficiencias humanas. Dadnos la je para confiar en tu
bondad pese a nuestra ignorancia y debilidad. Dadnos el
conocimiento para que podamos continuar rezando con corazones comprensivos, y señálanos lo que cada uno de
nosotros podremos hacer para adelantar et día venidero
úe la paz universal. Amén". Y cuando se iniciaba el
descenso, se oyó una vez más la voz del comandante de
la nave: "Que Dios bendiga a todos Vds, en ¡a buena
tierra".
¡caro se acercó atrevidametite al sol y, quemadas sus
a!ns, se precipitó en la tierra. Los hombres quisieron un
<lia levantar una torre que llegase al cielo pero la confusión de lenguas, los egoísmos y nacionalismos, redujeron
[a torre de Babel a un estéril muñón. El hombre anhela
horizontes infinitos, pero quiérala o no, va arrastrando la
sombra de sus limites. No es el hombre el monarca del
cielo sino Dios y a Dios no se llega en un orgulloso gesto
de desafio sino con la mente y el corazón abiertos, en bus
ca de Verdad y de Amor.
Grande es la hazaña realizada por los astronautas de
nuestra época, pero si sucumbimos a la tentación del orgullo veremo.t pronto quemarse nuestras alas de cera.
Cristo también, finalizada su misión terrena, ascendió a
10
iris c'-.elas pern no dejó que sus discípulos se quedasen allí
estáticos mirando hacia arriba sino que les hizo tomar
conciencia de su tarea: conquistar primero la tierra. "El
cie¡> es nuestra aventura —ha escrito P. Dubarle - pero
la tierra es nuestra tarea". El progreso técnico no puede,
significar una liberación de limites sino una responsabilidad más. Nuestra época se llamará quizás la época cósmica pero sólo será "humana" si logra superar divisiones
y enconos, si logra unir más a Jos hombre.s, .1» afianza
más en ellos la conciencia de "hermandad".
Y para lograr esto se requiere otra aventura, otra
exploración, pero no hacia afuera y apoyada en la ¡ria
eficiencia de las máquinas, sino hacia "adentro". Es necesario que el hombre se redescubra a sí mismo —su espacio interior— si no quiere perecer aplastado par sus
propias creaciones.
"Porque cada vez se hace más evidente —escribe un
tiran conocedor de hambres, C. G. Jung (L'homme á la
découverte de son ame. Epilogue pag. 402)— que no son
los terremotos, o el hambre o los microbios o el cáncer el
gran peligro para el hombre sino el hombre mismo. No
hay. en efecto, defensas suficientes contra las epidemias
psíquicas, y éstas actúan en forma infinitamente más desvastadoras que cualquier catástrofe de la naturaleza.
"Que Dios beitdiga a todos Uds. en la buena tierra".
Este es el logro más positivo de la carrera espacial. Quizás es necesario que el hombre se libere de pequeños y
artificiales límites de fronteras y de nacionalismos y desde
lejos contemple a nuestro planeta transformado en una
estrella. Hay mucho de sombra —Vietnam, Biafra. hambre en la India, desesperación en dos tercios de la humanidad, iñoíencia instalada, violencia de bayonetas y
sables —pero también hay mucho de luz: hombres que
en el fondo buscan verdad, justicia y paz.
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