El encuentro de las dos aguas

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Alejo Carpentier y el encuentro de las dos aguas
en las Bocas del Dragón :
sus fuentes y múltiples significados
Carmen Vásquez
Centre d’Études Hispaniques d’Amiens (CEHA)
Université de Picardie Jules Verne
De esa maravillosa novela que es El Siglo de las Luces, uno de los pasajes más
significativos es el encuentro de Esteban con las dos aguas – la dulce y la salada - en
las Bocas del Dragón. Dotado de múltiples significados y logrado mediante un
montaje de fuentes extremadamente complejo, estos párrafos son a la vez la síntesis de
la historia de América y la síntesis de la novela.
Situémonos dentro del contexto de la novela. Después de su llegada desde París
a La Guadalupe, Esteban, cual Odiseo, emprende un periplo cuya meta final es su
regreso a La Habana. Viaja por las islas y, como Cristóbal Colón en su tercer viaje de
1498, esta vez acompañado por Bartolomé de Las Casas, va descubriendo el Caribe
continental : Cayena, Sinnamary, Paramaribo y, finalmente, las aguas de las Bocas del
Dragón.
Antes de llegar a este lugar tan singular, va deambulando, perdido,
descubriendo las maravillas de una geografía igualmente singular. Su experiencia es
única, por lo cual adquiere proporciones épicas. Ya veremos.
El texto carpenteriano sitúa a Esteban inmediatamente « frente a las Bocas del
Dragón » . Siguiendo la tradición del Siglo de Oro con la noche serena de Fray Luis de
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León y de la noche oscura de San Juan de la Cruz, Carpentier inserta a Esteban « en la
noche inmensamente estrellada » y de inmediato cita a Cristóbal Colón, como para
otorgarle veracidad al escenario descrito. Cita entonces le entrada del diario con fecha
del 13 de agosto de 1498 que está dedicada a la toma de contacto con las Bocas del
Dragón.
Con esa cita comienzan los múltiples problemas que este episodio présenta.
Porque, al citar a « el Gran Almirante de Fernando e Isabel (que) viera el agua dulce
trabada en pelea con el agua salada desde los días de la Creación del Mundo », cita
solamente una fuente sobre el tercer viaje y a la vez sitúa a Esteban en condición
1
Alejo Carpentier, El Siglo de las Luces, edición de Ambrosio Fornet, Madrid, Cátedra, 1989, pp. 313319.
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similar a la del gran descubridor. Así asocia la ficción a la Historia – con « H »
mayúscula » y al personaje de ficción con dicha Historia. No obstante, detrás de este
telón de presentación, se encuentran unos tras bastidores aún más reveladores que el
telón.
Carpentier, gran conocedor de la obra escrita de Cristóbal Colón, me consta, no
podía ignorar y, de hecho, no ignoraba, que el relato del tercer viaje del descubridor
no ha sido nunca publicado integralmente. Contario al relato del primer viaje, que es
certero y del que disfrutamos todos los detalles, el relato del tercer viaje es
extremedamente suscinto. Narra, en efecto, cómo la expedición entró en el Golfo de
Paria y descubrió la isla que llamó de la Trinidad, todas las aguas y las otras islas.
Colón, de hecho, tuvo enormes dificultades para salir de esos golfos hasta llegar a los
mares abiertos. Y de eso se trata en la relación del tercer viaje colombino. El
problema es que de esta odisea no tenemos los textos escritos de la mano del
descubridor. Unicamente tenemos el Sumario que de la relación hizo Bartolomé de las
Casas, quien sí tuvo en sus manos la relación del tercer viaje, cuyo texto integral y
primerizo desapareció después sin explicación alguna.
De tal manera, y esto no podía escapársele a Carpentier – gran admirador de Las
Casas a quien llamaba con respeto, simpatía y proximidad « Bartolomé » - que cuando
se cita a Colón sobre el tercer viaje se cita asímismo a Las Casas. Así, todo lo citado
como texto histórico en este episodio novelesco, no puede ser puesto en tela de duda.
De hecho, así sucede en la novela. Carpentier cita primeramente « el agua dulce
trabada en pelea con el agua salada desde los días de la creación del Mundo. « La
dulce empujaba a la otra porque no entrasse, y la salada por que la otra no saliese. »
Los textos colombinos dicen, primeramente :
Y plugo a Nuestro Señor de me dar viento, y atravesé pore sa boca adentro ; y luego
halle tranquilidad, y por açertamiento se sacó del agua de la mar y la halle dulce.
Luego :
…llegando a la dicha boca a la ora de tercia, halló una gran pelea entre el agua dulce
por salir a la mar, y el agua salada de la mar, por entrar dentro en el golpho, y era tan rezia y
temerosa, que levantava una gran loma, como un cerro muy alto, y con esto traían un roído y
estruendo amgas aguas, de levante a poniente, muy largo y espantoso ,, con hilero de aguas, y
tras uno venían cuatro hileros unos tras otrro, que hacían corrientes que peleavan ; donde
pensaron perecer, no menos que en la otra boca de la Sierpe del cabo del Arenal, cuando
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entravan en el golpho…Temieron, calmado el viento, no lo echase el agua dulce o salada a dar
en las peñas con sus Corrientes, donde no tuviesen algún remedio…2
Por su parte, Las Casas escribe :
Llegando a la dicha boca a la hora tercia, halló una gran pelea entre el agua dulce por
salir a la mar, y el agua salada de la mar por entrar dentro en el golfo, y era tan recia y temerosa,
que levantaba una gran loma, como un cerro muy alto, y con esto traían un roído y estruendo
ambas aguas de Levante y Poniente, muy largo y espantoso, con hileros uno tras otro, que hacían
Corrientes que peleaban ; donde pensaron perecer , no menos que en la otra boca de la Sierpe del
Cabo Arenal, Cuando entraban en el golfo….Dicen que dijo aquí el Almirante, aunque no lo
halle escripto de su mano, como halle lo susodicho, que si de allí se escapaban de la boca del
drago, y po resto se le quedó este nombre, y con razón…Así salió, lunes, 13 de agosto (de
1498).3
Desde este momento, el lector reconoce las principales fuentes que utiliza Carpentier y,
naturalmente, los contextos en que inserta a su personaje Esteban. Porque nuestro
Esteban se encuentra en un lugar muy real, como lo comprueba la historicidad de éste,
pero que, a la vez, y esto es lo importante, le parece totalmente imaginario.
Al encontrarse en las Bocas del Dragón, cerca de la Trinidad, y al ver las
« larguísimas barcas », igualmente citadas por Colón y Las Casas, Esteban se encuentra
en la « Tierra Prometida », en el verdadero y auténtico Paraíso, como lo dicen Colón y
Las Casas. Y así se pierde cualquier noción de tiempo, de tiempo histórico, lo cual hace
que el personaje Esteban pueda confrontarse y asimilarse a la historia de toda la
América. Se reconoce entonces la historia de toda nuestra América, la de los indios, tan
desarrollada por Las Casas, la de sus composiciones tribales y toda su cultura, así como
la de la confrontación con el invasor español. De tal suerte, en el texto puede leerse, y
en él Esteban puede asimilar, que se encuentra en la « Tierra en Espera », es decir, en la
América con un futuro, aunque aún no pueda precisarlo.
Antes de la llegada de los españoles, según estos parráfos carpenterianos, no
había conciencia de la historia en lo que sería posteriormente llamada América o si se
quiere, como dijo nuestro apóstol antillano, nuestra América. En todo caso, debe
tenerse en cuenta de que este breve relato consigna un acontecimiento de gran
envergadura : el descubrimiento de la América continental, porque hasta el tercer viaje,
Colón solamente había descubierto la América caribeña insular.
No obstante, a este acercamiento a la historia americana hay que añadirle otra
acepción, que se esconde detrás de la que es évidente. Porque el encuentro, la pelea o el
2
Cristóbal Colón, Los cuatro viajes. Testamento, edición de Consuelo Varela, ? Madrid, Alianza
Editorial, 1986, pp. 232 y 270, respectivamente.
3 Fray Bartolomé de las Casas, Historia de Indias, Obras escogidas, Biblioteca de Autores Españoles,
Madrid, Atlas, 1957, pp. 367-368.
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combate de las dos aguas, se remite directamente, como combatte épico, al combate
fundador de los titanes, y particularmente al combate y duelo fundador que es el de
Aquiles y de Héctor, en La Ilíada de Homero, el cual terminó, como se sabe y se
canta en el libro XXII del gran poema épico, con la muerte de Héctor. La referencia
homérica aquí es indudable. También es indudable que está tratada al revés, a la
inversa, como Carpentier solía hacer, con malicia y en tantas ocasiones. Porque al
acercarse a la « pelea » de las aguas, es decir al combate de las guas, y al acercarse al
más antiguo y fundador poema épiço de nuestra cultura occidental , a la vez hace
referencia a él y lo desvirtúa. Porque en el enfretamiento entre Aquiles y Héctor hubo
un vencido, y un muerto heroico, mientras que en el duelo entre la dos aguas no hubo ni
sigue habiendo un vencido o un vencedor. Solamente hay un combate que no cesa, que
dura desde el comienzo de la creación y durará mientras la América pueda existir.
Nunca terminará. Siempre será.
De ahora en adelante Carpentier va a utilizar la historia de Las Casas como
apoyo por excelencia para el tratamiento de la esencia misma de América. Cuando
Esteban atraviesa y logra salir de las Bocas del Dragón, como Colón acompañado por
Las Casas, nuestro personaje va a lanzarse a meditar sobre las tierras americanas y, por
ende, sobre el ígneo tema de la Tierra Prometida. El tema no es nuevo para él. Ya lo
había tratado en « Los Pasos Perdidos ». Pero ahora adquiere un matiz nuevo, abordado
e inspirado por los escritos de Las Casas.
De tal suerte, en la narración, el texto se sitúa tanto dentro del contexto
homérico como del contexto de los diarios de Colón y de la historia de Las Casas. Se
convierte así en algo intemporal, en lo que el propio texto señala como « el gran teatro
del mundo », que lo abarca todo y, además, se precisa dentro del contexto del Siglo de
Oro, con la évidente alusión a Calderón de la Barca y a su auto sacramental El gran
teatro del mundo.
Desde ahora Esteban se halla « rumbo a las islas » y, puesto que de las islas se
trata, de la historia de éstas se trata.
El panorama que leemos es abarcador y va, como
dice el texto, « de isla en isla ». Todo esto le permite a Carpentier abordar uno de sus
temas predilectos que fue y siguió siempre siendo al largo de su vida, el de la unidad y
la diversidad de las tierras americanas y del Caribe en particular. Al interior de este
tema se halla, como sabemos, el acto simbólico de nombrar las cosas, y, en este caso, de
otorgarle un nombre a cada isla, un nombre relativo a los Reyes Católicos, o a los libros
de los santos católicos. De tal suerte, las Antillas y las otras tierras descubiertas
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adquieren una connotación especial. Existirán de acuerdo a sus nombres, todas ellas con
una existencia, porque tienen nombres, y solamente porque tienen nombres, existen. La
referencia bíblica aquí es inévitable.
En el texto, la importancia del Almirante es ineludible. Pero, volviendo al
comienzo de todos los tiempos, es decir « desde los días de la creación », la experiencia
de « la pelea » lleva la narración a alusiones imprevistas y espectaculares. De tal suerte
tenemos la mención de San Isidoro de Sevilla (570-636) que aparece frecuentemente
mencionado en los textos de Las Casas, quien cita particularmente sus Etimologías en
las que se encuentra, como en el texto carpenteriano, la asociación del Paraíso – lugar
comparable a las bellezas caribeñas – al Oriente. Igualmente en mencionado el
« Venerable Beda » (673-735), historiador anglosaxón, autor de numerosas obras, en
particular de Historia eclésiastica de los ángeles.
Luego la referencia es a San
Ambrosio (330 ?-397), obispo de Milán y autor de semornes, tratados morales, himnos.
Después la referencia es a Dun Escott ( (1270-1308), teólogo y filósofo escosés,
defensor de la filosofía agustiniana con respecto a las teorías aristotélicas y tomistas.
Las Casas afirma : « San Isidoro, Beda, Estrabón, El Maestro de la escuela escolástica,
San Ambrosio, Scot y todos los teólogos sagrados dicen que el paraíso terrestre está en
el Oriente. » Así recupera tantas fuentes antiguas, como a su vez Carpentier récupéra
las fuentes citadas por Las Casas, movido por la gran admiración que siempre le tuvo a
este gran historiador.
El recorrido continua con las alusiones correspondientes. Ahora se trata de la
asociación de Santo Domingo con Tarsis y, consecuentemente, con la evocación del
país mítico donde debían encontrarse las minas del rey Salomón. Y no hay que olvidar
que en Andalucía había minas antiquísimas piritas de hierro y cobre, ya conocidas desde
los tiempos de los fenicios. Y, en este pasaje tan complejo, igualmente asociado a
Salomón por Las Casas : « Ofir es una provincia de las Indias que debía su nombre a
Ofir, hombre del linaje de Heber, de donde nación el linajen de los judíos ». Aquí todo
se funde, porque sabemos que Colón, en su primer viaje, pensó que había llegado al
Oriente, como lo indica la novela de Carpentier. Y luego aparece la mención de
Cipango, cuyo nombre estaba relacionado al antiguo nombre del Japón. En su diario,
precisamente en las entradas del 21 y del 23 de octubre, Colón cuenta cómo llegó a
« otra isla, muy grande, que debe ser Cipango », y que él luego identifica como la isla de
Cuba.
Las Casas menciona a Cipango en numerosas ocasiones y utiliza ese nombre
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para decribir la isla de Cuba, algo que hace a la vez dándole el símbolo de la Tierra
Prometida.
Las alusiones continúan y siempre dentro de una lógica histórica. Carpentier
alude a Séneca, filósofo romano pero en realidad, para él, andaluz. Las Casas, en la
pluma de Carpentier, cita el mismo pasaje que ya había citado San Isidoro de Sevilla :
« En los años futuros y lejanos vendrán siglos o tiempos donde la Mar Océano soltará
sus lazos de tal manera que ésta no se parecerá a una gran tierra : el marino, inventor de
la novedad, descubrirá nuevos mundos, entonces la isla de Tulé no sera más
considerada como la última de todas las tierras. » El historiador español que fue Las
Casas se pregunta, « ¿Cómo Séneca podía anunciar tan claramente el descubrimiento de
las Indias ? ». La transcripción de Carpentier y el sentido que le da a ella no puede ser
más fiel a los textos de origen. Por lo demás debe constatarse que Las Casas menciona
a Séneca en varios capítulos de « La Historia de las Indias », es decir en los capítulos
11, 14, 127, 128, 129 y 143, lo cual no es poca cosa.
Nuestro Esteban sigue deambulando, cual Odiseo, por esos mares y viviendo
nuevas experiencias e imaginaciones :
De súbito el Descubrimiento cobraba una gigantesca dimensión teóloga. Este
viaje al Golfo de las Perlas de la Tierra de Gracia estaba escrito, con relumbrante subrayado en
el Libro de las Profesías de Isaías. Confirmábase el anuncio del Abad Joaquín Calabrés,
afirmando que de España saldría quien huibiese de reedificar la Casa del Monte Sión.
La idea de la Tierra prometida sigue en este pasaje desarrollada. Porque el abate
cisterciense Joaquín Calabrés (1130 ?-1202) sí aportó una nueva vision histórica, más
hacia el futuro que hacia el pasado, en la que se anunciaba la era del Espítiru, la de la
Tierra Prometida, con su célebre obra Concordia novis et veteris testament.
Desde entonces se va al presente y al futuro. Y de nuevo Carpentier cita a Las
Casa, cuando alude a Colón en el momento en que se alejaba, por fin, y después de
tanto esfuerzo, de las Bocas del Dragón. « No creía…porque nunca había oído decir que
ni el Ganges, ni el Eufrates, ni el Nilo tenían tanta agua dulce. » En la novela de
Carpentier, el delta del río que acaba de ser descubierto aún no tiene nombre.
Posteriormente lo tendra : el Orinoco.
Luego se aborda el tema de la propagación de la fe durante la colonización, en
los indios,
de la conversion así como de los lazos entre la conquista y la
evangelización. La misión evangelizadora de la colonización recurre con insistencia en
la historia de Las Casas :
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Y en estas Bocas del Dragón, de aguas transparentadas por el Sol naciente,
podía el Almirante clamar su exultación, entendiendo el secular combate de las aguas dulces y
las aguas saladas : « Así pues, el Rey y la Reina, los Príncipes y sus Reinos, tributen gracias y a
nuestro Salvador Jesucristo que nos concedió tal victoria. Celébrense procesiones ; háganse
fiestas solemnes ; llénense los templos de rama y de flores ; gócese Cristo en la tierra como se
regocija en el cielo, al ver la próxima salvación de tantos pueblo entregados hasta ahora a la
perdición. » El abundante oro de estas tierras acabaría con la abyecta servidumbre en que el
escaso oro de Europa tenía sometido al Hombre. Cumplidas eran las profesías de los Profetas,
confirmadas estaban las adivinaiciones de los antiguos y también las inspiraciones de los
teólogos. El peremne Combate de las Aguas, en tal lugar del mundo, anunciaba que se había
llegado por fin, después de una agónica espera de siglos, a la Tierra de Promisión…Hallábase
Esteban en las Bocas del Dragón, devoradoras de tantas expediciones que abandonaron las aguas
saladas por las dulces, en busca de aquella Tierra de Promisión nuevamente movediza y
évanescente….
Aquí no solamente se trata del descubrimiento de Colón de esta región y de la
relación que de él hace Las Casas. Carpentier se lanza más allá, con otros textos, y,
sobre todo, el texto fundador que concierne directamente a esta région. Se trata de The
Discovery of the Large, Riche, and Beautiful Empire of Guiana. With a relation of
the Great and Golden City of Manoa (which the Spaniards call El Dorado) and the
Provinces el Emeria, Arromaia, Amapaia, and other countries, with their rivers
adjooining, de Sir Walter Raleighi, publicado en 1596. Se trata pues de la búsqueda de
El Dorado, de la tierra del oro y de todas las riquezas, y por lo tanto, dentro de este
contexto, de la búsqueda de la más grande de todas las felicidades.
Sin embargo, Esteban sale de este paraíso, sin darse realmente cuenta de que ha
de hecho encontrado a El Dorado. No lo comprendre. Salir del Golfo de las Perlas y de
las Bocas del Dragón implica un triunfo en el que no se considera la posibilidad de
llegar a las riquezas de El Dorado. Es un triunfo, sin lugar a dudas.
Sí, para Esteban es un triunfo el poder salir y el poder terminar este viaje
iniciático, que tanto recuerda el canto XI de La Odisea de Homero. Y que también
recuerda el libro V de La Eneida, de Virgilio, Cuando Eneas sale de los infiernos. Se
trata entonces de los dos más célebres viajes iniciáticos de la literatura grecolatina. Se
trata también de adaptarlos a la realidad histórica americana y a la geografía – a la vez
real y simbólica – de ésta.
De tal suerte, el capítulo XXXIV de El Siglo de las Luces sitía al personaje de
Esteban en un contexto a la vez histórico y simbólico. Lo sitía históricamente porque
Esteban vive en la época que le toca vivir, que es la época de la represión colonial
española en las Antillas Hispánicas y de lo que será la España bajo le yugo napoleónico,
como puede observarse al final de la novela. Pero también es, y sobre todo es,
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simbólico. Porque Esteban es, al menos en esta parte de la novela, a la vez un Odiseo y
un Eneas.
Es sobre todo un Odiseo, porque saliendo de unos territorios ajenos,
déambula y déambula, encontrando contratiempos y contratiempos, pero siempre con el
objetivo que poder regresar a su casa, a lo suyo propio . Y Odiseo pudo regresar a Ítaca,
donde nadie, sino su querido perro, lo identificó. Porque ni Penélope, ni nadie más, lo
reconoció.
En esto Carpentier quiso reescribir ese episodio homérico, pero al revés. Porque
deseaba convertir a su Esteban en una especie de Odiseo, al menos en esta parte de su
novela. Deseaba también, y como lo hizo con tanta frecuencia, inspirarse de un gran
trozo de la literatura universal y adaptarlo a su narración, adaptarlo sí, pero al revés. De
tal suerte, que el recuento de la inmersión de Esteban en las Bocas del Dragón, es decir,
en el infierno, sin salida y posibilidad de salida y de salvación, terminan siendo una
alusión directa la La Odisea.
Ya sabemos que Carpentier era buen y fiel lector de Homero. He escrito sobre
ello y escribiré aún más en el futuro. Solamente aquí, en El Siglo de las Luces tiene
que tenerse en cuenta que el episodio de las Bocas del Dragón no pueden sino estar
inspiradas en las pesadillas de Odiseo y en su confrontación a las diversas pruebas que
le fueron necesarias vivir para posibilitar su regreso a Ítaca. Esteban necesitaba regresar
a La Habana, y como Odiseo, tenía que vivir sendas experiencias y pruebas antes de
poder alcanzar su objetivo. Y así lo hizo. Pudo regresar a La Habana. Y al revés de lo
que puede leerse en La Odisea, como ya le hemos dicho, puedo regresar a su casa y a su
Habana y ser bien y felizmente reconocido por su tan querida Sofía.
Los textos más clásicos de la historia y de la literatura universal, que ya hemos
mencionados, aparecen en la obra de Carpentier cuando uno menos los percibe, y a
veces aparecen aplicados con la mayor fidelidad. Otras veces aparecen aplicados con la
mayor fidelidad pero con ciertas distorciones y /o variantes significativas. Estos últimos
casos son muchos y de ellos no trataremos ahora. El ejemplo del caso de Estaban
encerrado, como Cristóbal Colón y Bartolomé de las Casas, en el golfo de las Perlas
cercado por las Bocas del Dragón, es ejemplar al respecto. Todo pasó como consignado
- término súmamente utilizado por Carpentier – en la historia relatada por Cristóbal
Colón y Bartolomé de las Casas. Pero Esteban vivió otro mundo y pudo salirse de su
infierno y regresar, directamente, como lo indica el final de ese capítulo dl Siglo de las
Luces , a su Habana natal, y ser reconocido inmediatamente por Sofía a su llegada.
Reconocimiento tan diferente al de Odiseo, quien, después de haber vivido tantas
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peripecias antes de poder regresar a su Ítaca natal, solamente fue reconocido por su
perro. Al menos, y eso tiene que haberlo seguramente pensado Carpentier, ambos
pudieron regresar a su casa. Uno, a un regreso triste ; otro, a un regreso feliz.
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