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La vuelta de la Alconafta
Del libro La Segunda Revolución de las Pampas
La iniciativa del gobernador de Tucumán en 1978 de utilizar el alcohol en mezclas con motonaftas,
incluyó la formación de comisiones de trabajo con la Secretaría de Energía de la Nación.
En Tucumán, la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres, investigó los
rendimientos de un grupo de autos accionados con motonaftas y de otro con alconaftas.
Se financió la primera planta deshidratadora de alcohol con fondos provinciales y se realizaron
campañas para informar a la población sobre las ventajas del uso de alconafta.
Mediante convenios con las empresas petroleras, el gobierno provincial aseguró la provisión de
alcohol etílico anhidro para las mezclas.
Se logró la desgravación del impuesto nacional para el alcohol anhidro y finalmente el Poder
Ejecutivo autorizó la venta de alconafta en la Argentina, comenzando con alconafta común en
Tucumán en marzo de 1981, y se fijó como precio para el alcohol el 90% del promedio del precio
de venta de las naftas súper y común.
En 1985, el programa cubría las 12 provincias del norte y Litoral de la Argentina, y se
comercializaron 276.700 m3 contra 23.400 m3 en 1982.
En 1988, las ventas de Alconafta alcanzaron su máximo nivel: 1.290.736 m3.
Esto implicaba que el volumen de las ventas de alcohol anhidro fue de 193.610 m3.
En el ejercicio 1987/88 la producción total de alcoholes fue de 329.596 m3 (190.519 m3 eran de
alcohol anhidro), lo que implicaba un crecimiento del 120% sobre la media histórica.
En 1988, la Secretaría de Energía de la Nación dejó de aplicar la fórmula de actualización para el
precio del alcohol anhidro en función de los incrementos del precio que fijaba para las motonaftas.
A raíz de ello los factores sufrieron un deterioro del 40% en el precio del alcohol en términos
reales. Una sequía extraordinaria producida en 1988, juntamente con unas heladas de gran
intensidad afectaron sensiblemente la disponibilidad de caña.
Así, en febrero de 1989, los factores involucrados en la producción de alcohol solicitaron al PEN
“reducir por un período de 27 meses la proporción de alcohol anhidro en alconafta, de forma tal
que la demanda de las empresas petroleras para el abastecimiento del Plan Alconafta se
mantuviese en un promedio de 5.800 m3 mensuales”.
Indirectamente se ofrecía aproximadamente un 35% del volumen de alcohol vendido en el año
anterior y, desde el punto de vista del alcohol incorporado a las naftas, se proponía que las
alconaftas tuvieran sólo un 5% de anhidro, algo inaceptable por parte de las petroleras.
En ese momento quedaron en la nada los esfuerzos realizados desde el Gobierno provincial para
lograr que el Estado nacional impusiera a las petroleras la obligación de vender alconafta,
poniendo a disposición de los alcoholeros, sin costo alguno, una valiosa infraestructura de
expendio constituida por la totalidad de estaciones de servicio en 12 provincias argentinas.
En 1988 el programa alconafta había incrementado las ventas de alcohol en un 122% respecto al
promedio de los diez años anteriores al de su lanzamiento;
. utilizó 2.900.000 toneladas de caña adicionales;
. con una ocupación directa en el sector agrícola de más de 2 millones de jornadas-hombre-año;
generó ingresos adicionales a la región;
. mejoró el nivel de ocupación de los ingenios, incrementó la recaudación impositiva; y ahorró
divisas al no importar el fluido etílico de plomo.
Pero, además, demostró que es una de las modalidades de producción de energía con menor período
de maduración de la inversión; que tiene una alta relación entre producción de energía y capital
invertido, frente a otros proyectos, que por su altísima intensidad de capital se tornan inviables, y que
puede ser llevado a cabo con tecnología simple, ampliamente conocida en todo el mundo, y en este
caso, nacional.
No obstante, un conjunción de intereses petroleros privados, la crítica situación derivada de la
deuda externa, la inflación, y otros factores, hicieron que el gobierno Alfonsín, clausurara la
continuación del programa Alconafta, acuciado por problemas económicos derivados de la deuda
externa heredada y potenciada por la dictadura, que no pudo solucionar.
Veinte años después
La escalada en el precio internacional del petróleo que llegara a los U$S 140 el barril en
Setiembre 2008, aceleró en todo el mundo la búsqueda de alternativas al combustible. Aquellos
países que ya tienen producción de biocombustibles continuaron desarrollándola. En nuestro país,
la escases de gasoil y gas, potenciaron la necesidad de producirlos en el país.
La sanción de la ley 26.093 de Biocombustibles fijó para todo el país un porcentaje de corte
del 5% de bioetanol en todas las naftas y de biodiesel en el gasoil. A su vez la Ley 26.334 de 2008
establece un régimen de promoción para los productores de bioetanol. Según el INTA la entrada
en vigencia de la Ley 26.093 demandará unos 330 millones de litros anuales de bioetanol, 900
millones de litros de biodiesel, que se obtiene principalmente de la soja, para lo cual será necesario
destinar para esos fines, unas 50.000 hectáreas en una primera aproximación. Según los expertos,
se requieren 20 toneladas de caña de azúcar para obtener una tonelada de alcohol anhidro, la
variedad utilizada para cortar las naftas en casi todo el mundo. Además, la industrialización de la
caña, deja como residuo el bagazo que es aprovechable en la cogeneración de energía eléctrica.
(Diarios del 5/07/09).
El bioetanol puede obtenerse del procesamiento del maíz, el sorgo, la remolacha azucarera
o la caña de azúcar, siendo este último el cultivo mas conveniente desde el punto de vista de la
eficiencia energética, ambiental y económica, como ya se había demostrado veinte años atrás y
que la falta de estrategias políticas y de quienes sostienen que “el mercado” es el que asigna los
recursos, se “olvidaron” de sostener la biodiversidad, hasta que hizo crisis el petróleo; más aún en
nuestro país, donde desde la entrega de YPF y las reservas petrolíferas de las áreas centrales,
Repsol está agotándolas sin haber realizado exploraciones en busca de más reservas.
Ahora, que la industria azucarera se recuperó en parte, debido a la mayor demanda (y
precio) de azúcar de caña, el sector empresario azucarero se ha concentrado aún más. El 61% de
la industria está en Tucumán y el 37% en Salta y Jujuy. La concentración empresaria, modelo
vigente desde los ’90 se prepara ahora para la producción de etanol.
Lo que se inició ahora es una puja por el negocio donde Argentina tiene un gran potencial de
exportación de etanol (tanto de maíz como de sorgo) aunque el etanol de caña ya se exporta.
Todo dependerá obviamente del mercado internacional del precio del petróleo y los
aranceles de importación de los biocombustibles, porque también en esto Argentina no forma
precios y su economía sigue atada a los precios internacionales. Salvo en la década del 40/50
cuando Argentina desacopló los precios en el mercado interno de los internacionales (La industria
peronista, Claudio Belini, Edhasa)
La mayor empresa azucarera argentina (Ledesma, líder en producción de azúcar, papel y
alcohol) del grupo Blaquier, adquirió el Ingenio La Florida el segundo más grande de Tucumán y
con los beneficios de la producción azucarera durante décadas, se instaló en la pampa húmeda
con cabañas, producción de maíz, de cerdos y está invirtiendo en un plana de etanol a partir del
maíz, lo mismo que está haciendo la empresa agroalimentaria, semillera, de fertilizantes y
exportadora más grande de Argentina y del mundo: Cargill.
Esta superconcentración del negocio agrario, vinculado en este caso con la energía, es lo
que se les “pasa por alto” los defensores del modelo agropecuario basado en la soja. Argentina
está pasando a ser un socio importante pero menor, del gran negocio global de los agroalimentos y
en adelante de los biocombustibles, que encabezan Cargill, Bunge, Monsanto en todo el mundo.
Lo que se frustró en 1989 con el Plan Alconafta, será ahora el negocio de un puñado de
grupos internacionales y un virtual monopolio de empresas entre ellas la norteamericana Tabacal
el antiguo ícono de los Patrón Costas. Porque han desaparecido desde los años ’90 gran cantidad
de productores pequeños y medianos que podrían desarrollarse con la producción de caña para
alcohol. Sin embargo, a Junio de 2009 la Secretaría de Energía ya había aprobado 11 de 14
proyectos de grupos empresarios. En materia de política agraria para la producción no existe
ningún proyecto nacional, lo que asegura a los grandes Ingenios, el control de la producción. Pero
el ministro de Economía Boudou, proyectaba dar fondos de ANSeS para un consorcio entre YPF
(Repsol-Eskenazi), Petrobras y Pluspetrol con los Ingenios. Eso sí, con un 10% para el gobierno
provincial tucumano.
La producción de azúcar alcanzó las 2,4 millones de toneladas en 2008 contra 1,2 millones
en 2002 (por la crisis internacional del azúcar). La producción de caña para alcohol podría
beneficiar a cientos de nuevos agricultores si hubiese una política al respecto.
Brasil produce caña para alcohol desde 1975. En 2005 había 340 destilerías y 313 plantas
procesadoras con una capacidad de producción de 16 millones de metros cúbicos y produce el
60% del total mundial de etanol de caña de azúcar en 3 millones de hectáreas donde utiliza el 13%
del herbicida que utiliza Brasil. El uso de pesticidas sin embargo está creando problemas de
contaminación en el Acuífero Guaraná, relacionado con el cultivo de caña en el Estado de San
Pablo. El área de cultivo continuaba ampliándose a un promedio de 135 billones de litros por año.
Estados Unidos es el principal importador de etanol brasileño.
Este desarrollo crea obviamente problemas de deforestación, como en Pernambuco donde
sólo restan el 2,5% de los bosques originales. Porque se requerirían 30 millones de hectáreas para
reemplazar el 10% del uso mundial de gasolina en los próximos 20 años (Fearnside, 2001).
Además las exportaciones de etanol de Brasil son las mayores del mundo y crecen año
con año –sumaron 5.16 mil millones de litros en 2008, 47 por ciento más que los 3.5 mil millones
de 2007–; este comercio lo operan empresas como Archer Daniels Midland (ADM) y Bunge, que se
disputan el control del mercado.
También utilizan el bagazo de caña (la biomasa que queda después de moler) para
generar bioelectricidad y recientemente fue inaugurada una biorefinería pionera, que hace plástico
de caña. Crece tanto la agroenergía que en 2008 la generada a partir caña de azúcar ya es la
segunda fuente de energía más importante del país (representa 16 por ciento del total); está
después del petróleo (que aporta 36,7 por ciento) y por encima de la hidroelectricidad (14,7 por
ciento).
La caña sigue creciendo y ocupando más tierras. Líder en los cultivos en expansión,
avanzó 8.6 por ciento en superficie entre 2007 y 2008 para sumar casi siete millones de hectáreas.
La producción es una agroindustria basada en grandes haciendas, siempre integradas a los grupos
de terratenientes que están creando cárteles, con áreas de 200 mil a 500 mil hectáreas.
Pero también en Brasil el grupo estadounidense Monsanto agregó la caña de azúcar a su
línea de negocios principales; señaló que: “junto con la soya, el sorgo y el algodón, la caña de
azúcar es ahora una commodity global”; hoy la demanda por etanol de caña ha sobrepasado la
producción. Compró dos compañías de biotecnología hasta entonces brasileñas: CanaVialis, SA,
de tecnología de semillas de caña de azúcar la mayor empresa privada mundial en esa área, con
contratos con 46 ingenios de Brasil que producen en un área de 1.1 millones de hectáreas, cerca
de 20 por ciento del total del área nacional de caña, y Alellyx, SA, una compañía de genética
aplicada que se dedica al desarrollo de variedades de caña de azúcar y de eucalipto transgénico.
Las dos empresas tenían contrato con Monsanto desde 2007 para desarrollar caña
transgénica RR, tolerante al herbicida Round up Ready de Monsanto. La empresa afirma que
pretende utilizar la tecnología desarrollada por las empresas brasileñas, que se suman a sus
conocimientos en el área, para colocar en el mercado mundial semillas de caña de azúcar de
mayor productividad para 2016. O sea que la tendremos en la Argentina.
El desarrollo del etanol de Brasil provoca también serios problemas; degradación ambiental
y especulación con la tierra causada por la expulsión de los campesinos de superficies agrícolas,
contaminación de suelos y uso excesivo de agua, incremento en el uso de pesticidas, emisiones y
humo con las quemas –lo que hace que en regiones de grandes áreas con plantaciones (como el
estado de San Paulo) se presenten enfermedades respiratorias en la población en general además
de afectar a los trabajadores.
Desde el punto de vista social, del trabajo y del empleo, el 25 por ciento de la caña es
cosechada mecánicamente, 75 por ciento del área de más de siete millones de hectáreas es
cortada a mano, con un ejército de trabajadores jóvenes y migrantes sometidos a empleos
precarios, muchas veces en condiciones degradantes y no es raro encontrar casos de trabajo
esclavo o de peonaje por deuda.
El 21 de noviembre de 2009 se informó (La Nación, Campo) que Brasil tiene 7 millones de
hectáreas plantadas con caña de azúcar contra 300.000 de Argentina. De 54 toneladas por
hectárea que producían en 1975 pasaron a 84 toneladas/ha. Y se hizo en base a una variedad que
importaron 30 años atrás de Argentina y que mejoraron. También se dice allí que en 1975
Argentina tenía alrededor de 60 millones de cabezas de ganado vacuno y hoy apenas llega a las
48.
En Estados Unidos se utilizaban (2007) 3,3 millones de hectáreas de tierras con maíz para
lo cual era necesario desmalezar, fertilizar y cosechar el maíz (Pimentel 2003) para producir 10,6
billones de litros de etanol que solo proveen el 2% de la gasolina utilizada por los automóviles en
EE.UU. anualmente. Pero además, para producir etanol de maíz se requieren 1.29 galones de
combustibles fósiles por galón de etanol producido, y la producción de biodiesel de soja requiere
1,27 galones de energía fósil por galón de diesel producido, debido a la relativa baja densidad
energética del etanol, aproximadamente 3 galones de etanol son necesarios para reemplazar 2
galones de gasolina. Pero para lograr esto, Estados Unidos subsidia anualmente con 3 billones de
dólares (0,54 por galón) (Bravo, 2006). Esto lo puede hacer EEUU hasta hoy por todo lo que
sabemos (petróleo de los Emiratos, Irak, Arabia Saudita, etc.) mientras las grandes petroleras
desarrollan combustibles alternativos. Pero además porque su gigantesca economía industrial de
uso intensivo de energía, puede pagarlo. Sin embargo, la crisis que le obligó a estatizar la empresa
más grande de EEUU, la General Motor, le plantea al gobierno la continuidad de una industria
incompatible con el medio ambiente y la disponibilidad de petróleo barato, como ha sido en todo el
siglo XX.
Por eso en Argentina habrá que pensar muy bien en qué tipo de cultivo es el más rentable
y eficiente, y menos contaminante y que además, utilice zonas semiáridas y no de la pampa
húmeda y con un sistema de producción con agricultores. Y esto no es obra de un solo
gobierno, aislado, cualquiera que fuere.
Para eso se requiere de una estrategia de utilización racional de los ecosistemas y de una
política nacional que solo el Estado mediante un planeamiento con expertos, especialistas,
técnicos e instituciones como el INTI, el INTA y el CONYCET, establezcan un programa nacional al
respecto. A menos que los apologistas del sistema actual, renieguen de la participación del Estado
en un aspecto fundamental de la economía, mientras el modelo actual sigue superexplotando los
ecosistemas y la biodiversidad, ante el modelo exitoso … para Cargill en primer lugar.
Esto está estrechamente vinculado con el uso y la propiedad de la tierra en la Argentina.
En nuestro país había alrededor de 422.000 explotaciones o granjas, (Altieri y Pengue
2006 Universidad de California). En el 2002 sólo quedaban 318.000. El área sojera se incrementó
en un 126% a expensas de la producción de leche, maíz, trigo y sorgo. En la campaña 2003/2004
se sembraron 13,7 millones de hectáreas, pero hubo una reducción de 2,9 millones de hectáreas
de maíz y 2,15 millones de girasol. La expectativa de siembra 2009/2010 implicaría una producción
de 50 millones de toneladas de soja, luego de la caída a 32 millones de toneladas del 2008/2009,
por la sumatoria de la sequía.
Los grandes beneficiarios de la producción de los biocombustibles serán los grandes del
mercado de los granos, como Cargill, ADM y Bunge; compañías de petróleo como British
Petroleum, Shell (hoy, la petrolera más grande del mundo), Chevron, Neste Oil, Repsol y Total, y
gigantes de la biotecnología como Monsanto, Dupont y Syngenta.
Hasta el momento (2009) las empresas que están preparadas para el negocio del
biocombustible, son además de las azucareras ya instaladas, las siguientes: Cargill, Ecofuel
(Aceitera General Deheza con Bunge), Renova (Glencore y Vicentín), Louis Dreyfus, Patagonia
Bioenergía, (grupo K?), Mollinos, Explora y Unitec Bio de Eurnekian. Como se ve, también las
principales exportadoras.
En la Argentina, el negocio del biocombustible, como de tantos otros vinculados al campo,
dependerá de que un gobierno opte por dar continuidad al desarrollo actual como un apéndice del
negocio global de las multinacionales de cereales, granos y alimentos, o replantee la estrategia y
elabore otro tipo de desarrollo para el campo, la energía, el comercio exterior, la industrialización, y la
defensa de los ecosistemas productivos, que es en síntesis, una sola política interrelacionada para el
campo.
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