información y punto de cambio

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INFORMACIÓN Y PUNTO DE CAMBIO
Notas en torno al lugar de la información
en la emergencia de una nueva
conciencia humana
Gonzalo Gutiérrez
Tunquelén, primavera de 1997
“La metáfora del tubo para la comunicación. Nuestra discusión nos
lleva a concluir que, biológicamente, no hay ‘información
transmitida’ en la comunicación. Hay comunicación cada vez que
hay coordinación conductual en un dominio de acoplamiento
estructural.
Esta conclusión es chocante sólo si nos empeñamos en no
cuestionar la metáfora más corriente para la comunicación que se
ha popularizado en los así llamados medios de comunicación. Según
esta metáfora del tubo, comunicación es algo que se genera en un
punto, se lleva por un conducto (o tubo), y se entrega al otro
extremo receptor. Por lo tanto, hay un algo que se comunica, y lo
comunicado es parte integral de aquello que se desplaza en el
conducto. Así, estamos habituados a hablar de la ‘información’
contenida en una imagen, objeto, o más evidentemente, en la
palabra impresa.
Según lo que hemos analizado, esta metáfora es fundamentalmente
falsa, porque supone una unidad no determinada estructuralmente,
donde las interacciones son instructivas, como si lo que pasa en
un sistema en una interacción quedara determinado por el agente
perturbante y no por su dinámica estructural. Sin embargo, es
evidente, aun en la vida cotidiana misma, que la situación de
comunicación no se da así: cada persona dice lo que lo que dice u
oye lo que oye según su propia determinación estructural. Desde
la perspectiva de un observador hay siempre ambigüedad en una
interacción comunicativa. El fenómeno de comunicación no depende
de lo que se entrega, sino que de lo que pasa con el que recibe.
Y esto es un asunto muy distinto a ‘transmitir información’ “.
(Humberto Maturana y Francisco Varela. El árbol del conocimiento.
Santiago, Universitaria, 1994, p. 130).
TABLA DE CONTENIDOS.
TABLA DE CONTENIDOS.
3
INTRODUCCIÓN.
4
I. SOBRE SILENCIOS, PALABRAS Y ACCIÓN. NOTAS EN TORNO A LA
EMERGENCIA DE UNA NUEVA CONCIENCIA HUMANA.
6
Conocer y vivir.
6
Al principio era la palabra.
13
Al principio era la acción.
18
La muerte de la modernidad y un “nuevo orden de los siglos”.
21
Silencios para la acción.
24
II. SOBRE NUEVA CONCIENCIA, EDUCACIÓN E INFORMACIÓN. NOTAS EN
TORNO A LAS CATEGORÍAS DE UN PUNTO DE CAMBIO.
29
Las categorías de la nueva conciencia.
29
Las categorías de la educación.
31
Las categorías de la información.
33
Información e incerteza.
34
COLOFÓN: PARA UN ENFOQUE HOLONÓMICO DE LA INFORMACIÓN.
37
EPÍLOGO.
38
BIBLIOGRAFÍA
40
INDICE
43
4
INTRODUCCIÓN.
Mi motivación en la producción de este escrito se
origina en los trabajos de la Red Latinoamericana de
Documentación e Información en Educación (REDUC), que opera
desde 1975 y cuyo planteamiento original le ha dado un éxito
sin precedentes en la región de Iberoamérica y el Caribe. Su
exitoso diseño mira hacia:
- La concepción de la información como un proceso en el que
una persona elabora datos con el deseo de iluminar un
problema o una conversación que le atañen. Por “problema”
señalamos una situación a la que una persona se enfrenta con
el ánimo de ir más allá de ella, hasta una acción adecuada,
entendiéndose por tal aquélla que le permite pasar a una
nueva situación consensualmente mejor que la anterior. Por
“conversación” significamos la interacción de diferentes
descripciones con el ánimo de obtener una nueva y más
adecuada descripción consensual.
- La vehiculización de los datos hacia los usuarios mediante
“productos de intermediación” que le facilitan el proceso de
producción de información. El producto típico de REDUC son
los Resúmenes Analíticos en Educación (RAE), que presentan,
en unas 300 palabras, los contenidos claves de estudios sobre
diversos aspectos de la educación en el ámbito que cubre la
Red.
- La estructura cooperativa del sistema, con la participación
de diferentes organismos de distinta naturaleza
institucional. Uno de ellos presta el necesario servicio de
coordinación de la Red.
- El empleo de tecnología avanzada para el procesamiento y
puesta en servicio de los datos existentes, a la vez que
adecuada las necesidades de los centros participantes.
El éxito de REDUC se ha traducido en una creciente
presencia en el área iberoamericana y caribeña, y fuera de
ella. Pero estamos - después de más de 20 años - en una etapa
en la que se impone la reflexión sobre lo que hacemos. Hoy,
la satisfacción de necesidades de crecimiento económico de
los países de la región, unida a algunos análisis por
organismos internacionales, tienden a instrumentalizar la
educación en función de esas necesidades, fomentando la
5
competitividad1. El arte de educar corre el riesgo de pasar,
de tarea de humanización, a esfuerzo por aprendizajes útiles.
Como resultado, la vieja “metáfora del tubo” para la
comunicación y la información - campo en el que se inscribe
la tarea educativa - sigue gobernando acríticamente las
orientaciones de las políticas y de las prácticas2.
Este escrito es un intento por ver el campo de la
información en la esfera de la educación desde una
perspectiva diferente. El núcleo de lo que voy a decir está
en el convencimiento de que asistimos al comienzo de una
nueva era; de que estamos en el umbral de un mundo nuevo. Ese
mundo se insinúa en una nueva conciencia que aparece por
todos lados: desde las “ciencias duras” hasta las diferentes
formas de espiritualidad que marcan una intensa búsqueda
entre la gente de hoy.
Aquí, en este umbral, un sistema de producción de
información como REDUC tiene mucho que decir porque apunta al
arte de educar, precisamente al punto de cambio hacia una
nueva conciencia3.
Voy a decir lo que digo discurriendo por dos partes: la
emergencia de una nueva conciencia humana y el papel que le
cabe allí a la información en el campo de la educación.
Agradezco a Francisco Téllez sus observaciones y su
trabajo editorial.
1
Como lo hace el lastimoso trabajo de CEPAL/UNESCO Educación y
conocimiento, eje de la transformación productiva con equidad. Santiago,
CEPAL/UNESCO, 1992. Los negativos resultados de una educación orientada
mayormente a la inteligencia racional y al espíritu competitivo han sido
mostrados hasta la evidencia por los análisis que recoge Daniel Goleman
en La inteligencia emocional, Buenos Aires, Javier Vergara, 1996. Llaman
particularmente la atención las notas del capítulo 15.
2
Ver la entrevista de Manuel Guzmán con Humberto Maturana “La educación,
un ejercicio de humanidad” en: Revista de Educación, Santiago, Ministerio
de Educación, n° 228, Setiembre de 1995, pp. 16-19.
3
Ver: Fritjof Capra. O ponto de mutacao. Sao Pablo, Cultrix, 1989.
6
I. SOBRE SILENCIOS, PALABRAS Y ACCIÓN. Notas en torno
a la emergencia de una nueva conciencia humana.
En esta primera sección ofrezco una mirada hacia un
nuevo mundo que nace. Lo veo insinuarse por todas partes a
través de un modo diferente de conocer. Talvez estamos
volviendo a los orígenes de un conocer global, holístico, en
el que la racionalidad no lo es todo sino que una parte, y no
la más grande4. Fue la gnoseología que nos propusieron
Platón, los neoplatónicos como Plotino, los gnósticos y los
filósofos herméticos. Fue la gnoseología de la que nos fuimos
apartando desde Aristóteles, sus traductores árabes y judíos,
y Tomás de Aquino. Talvez, si nos hubiéramos mantenido fieles
a la otra tradición habríamos atesorado la perdida capacidad
de ver más allá de lo que dice nuestro discurso y habríamos
vivido más cerca del espíritu. El modo de vivir depende de
cómo conozcamos y un cambio en el conocer cambia la realidad
que construimos5.
Conocer y vivir.
Vivir es conocer6. Vivimos porque conocemos: porque
interactuamos efectivamente con nuestro medio. Porque
“enactuamos”7 aquello que solemos llamar “realidad”, y que se
encuentra inextricablemente unido a nuestro conocer. De
4
Ver: Daniel Goleman, La inteligencia emocional. Buenos Aires, Javier
Vergara, 1996.
5
Ver: George Leonard, El pulso silencioso. Madrid, EDAF, 1987.
6
Recojo las enseñanzas de Humberto Maturana y Francisco Varela en: El
árbol del conocimiento, Santiago, Universitaria, 1984. El concepto de
conocimiento que se maneja allí es operacional: “conocer es acción
efectiva, es decir, efectividad operacional en el dominio de existencia
del ser vivo” (p. 15); y que “admitimos conocimiento cada vez que
observamos una conducta efectiva (o adecuada) en un contexto señalado...”
(p.115). Se hace, pues, referencia a un criterio para saber cuándo existe
conocimiento, criterio que comparto. Sin embargo, podemos ir hacia atrás
y remitirnos a nuestra propia experiencia interna de conocedores; en ella
se nos hace presente una adecuación entre conocedor y conocido, que queda
claramente expresada por la etimología latino-griega de “cognoscere” (que
juxtapone “co” y “nous”, algo así como un “espíritu común”, “mente
común”); “adaequatio mentis et rei” (“adecuación de mente y cosa”) dice
la escolástica. Digo que ambas descripciones son válidas y así las usaré
en lo que sigue.
7
Ver: Francisco Varela, Conocer, Barcelona, Gedisa, 1990. Varela propone
el término “enacción” (ver p. 91), tomándolo del inglés “enact”: “poner
en escena” (en el teatro), “poner en acción”. Cuando decimos que
“enactuamos” una “realidad” queremos indicar que eso que llamamos
“realidad” lo es en la medida de nuestro conocimiento y de nuestra
acción. Como Varela indica se trata de un término aun no establecido,
propuesto por razones expositivas.
7
hecho, al establecer un límite entre lo que concebimos como
“externo” y nosotros mismos estamos recurriendo a un
artificio que no resiste un examen más serio. Por supuesto,
podemos no preguntarnos acerca de cómo conocemos; seguiremos
viviendo como antes... o casi. Pero si lo hacemos, no tenemos
cómo esquivar la pregunta acerca de nuestra relación con eso
“externo” y su respuesta nos devuelve a lo dicho: si
afirmamos la existencia de un mundo “objetivo”, independiente
de nuestro conocer, tal afirmación se basa en nuestro conocer
mismo; es la circularidad de nuestros actos cognitivos:
conocemos una “realidad” que se nos hace presente solo en la
medida en que la conocemos; y ese conocerla, la condiciona.
Es un asunto muy antiguo: desde los albores de la filosofía
nos hemos venido planteando ese asunto8. Por supuesto, sin
respuesta universalmente aceptada, como no sea dentro de una
misma escuela. Lo que pasa es que el mentado “problema del
conocimiento” es un problema mal planteado: preguntarnos
acerca de la certeza que podamos tener sobre la existencia de
un mundo independiente de nosotros mismos, nos remite a
nuestros propios procesos cognitivos. Sujeto conocedor,
mecanismo del conocer y objeto conocido son inseparables.
Mucho se ha discutido sobre este tema, especialmente por
quienes han intentado encontrar un terreno firme,
autoconsistente, para fundar juicios éticos, metafísicos,
científicos. Temas que se cruzan aquí: todas las
“demostraciones” (por ejemplo, de la existencia de Dios, y
hay quienes han intentado hacerlo mediante fórmulas
matemáticas9). Es que lo absoluto atrae, se lo busca; no nos
resignamos con nuestra condición relativa, esto es:
condicionada, dependiente, y buscamos certezas. Las
buscamos en referentes que están más allá de nosotros mismos;
o, simplemente, escondemos la cabeza y esquivamos el
problema. Se nos hace difícil quedarnos en el medio de una
situación cambiante, en movimiento constante. Sin embargo, el
sentido común nos dice que es así, y - de nuevo - si nos
hacemos la pregunta acerca de cómo conocemos, qué somos, y
qué es el mundo, la respuesta de sentido común es que no hay
nada común.
Hay acuerdos y supuestos que se manifiestan en palabras,
y sobre tales acuerdos fundamos nuestra convivencia.
Suponemos que si digo “mesa” nuestro interlocutor entiende lo
8
Quien desee examinar el llamado “problema del conocimiento” desde una
perspectiva de la filosofía escolástica encontrará un excelente trabajo
en los cinco volúmenes de: Joseph Maréchal, Le Point de Départ de la
Métaphysique, Bruxelles, 1944. Hay edición castellana de Gredos, Madrid,
1957.
9
Es conocida la argumentación de Leonard Euler a Denis Diderot, en la
corte rusa de Catalina la Grande: (a+bn)/z=x, luego, Dios existe. Ver:
Arthur Zajonc, Atrapando la Luz, Santiago, Andrés Bello, 1994, p. 112.
8
mismo que yo significo. Pero nada nos dice que eso sea
efectivamente así: no podemos comprobarlo recurriendo a un
elemento externo a nuestro propio mecanismo cognitivo. La
supuesta relación entre un enunciado y un conjunto
“verdadero” (como en el caso de Euler) no es más que eso: un
postulado. Esto es, algo que definimos y a partir de lo cual
organizamos una serie de descripciones que resultan
verdaderas en la medida en que responden a ese postulado
original.
Lo del conocimiento verdadero se reduce, así, a un
asunto de postulados. Y los usamos. La vida de quien acepta
la existencia de determinados valores éticos puede ser
enteramente diferente de quien acepta otros... o ninguno. La
vida y la muerte, la convivencia, los regímenes sociales y
políticos, se originan en asuntos del conocer.
No solamente es esto así en las vidas individuales.
Describir las distintas formas en que las personas y sus
sociedades se han planteado los temas del conocimiento es un
hilo conductor para analizar paradigmas10 culturales11. Por
ejemplo, las diferencias existentes entre los modos oriental
y occidental de plantearse ante el mundo. Diferencias que
muestran menos su parte emergente en un mundo en el que la
cultura del pragmatismo se ha venido imponiendo, pero que a
poco de hurgar salen a la vista. Dos mundos, ciertamente; y
dos modos de vivir basados en dos diferentes modos de
conocer, de enactuar la realidad.
Occidente se construyó sobre la fusión de los espíritus
griego y latino, en una aventura que subió por el Rhin,
navegó por el Mediterráneo, se asomó al Este por el Danubio y
Siria, y posteriormente llegó a América, África y Asia. Más
que en una geografía, Occidente ha llegado a expresarse en
una gnoseología: las cosas son; podemos conocerlas,
analizarlas, intervenirlas. El mundo, casa del hombre, está
allí para ser utilizado y modificado: constituye “recursos”.
La mente humana es instrumento adecuado para conocer y actuar
en ese mundo, y las ciencias y artes de todo tipo son su
10
El término “paradigma” es de uso frecuente hoy y no siempre unívoco.
En su etimología, “para-digma” viene del griego “pará” (cerca, acerca) y
“deígma” (muestra, ejemplo). Los bazares del antiguo puerto del Pireo son
“tà deígmata”. En su sentido propio, “parádeigma” designa un plano de
arquitectura. Uso el término para nombrar un modelo común o frecuente en
una determinada época, cultura o corriente de pensamiento.
11
Morris Berman lo ha hecho de una forma particularmente ilustrativa.
Ver: Morris Berman, El Reencantamiento del Mundo, Santiago, Cuatro
Vientos, 1990. Ver también del mismo autor: Cuerpo y Espíritu. La
Historia Oculta de Occidente, Santiago, Cuatro Vientos, 1992. Otro
conocido autor que toca el tema es el físico Fritjof Capra en dos de sus
trabajos: O Tao da Física, Sao Paulo, Cultrix, 1983; y O Ponto de
Mutacão, Sao Paulo, Cultrix, 1989.
9
mejor producto. Mediante ellas usamos, habitamos y arreglamos
nuestra casa. Podríamos decir que Occidente ha valorado una
exterioridad lograda y definida en el lenguaje propio de la
razón: el habla12.
Los sabios de Oriente se han planteado más comúnmente
desde la interioridad: no es ese mundo externo el que
constituye lo real; lo que tenemos por real no es más que una
apariencia, una transitoriedad. La permanencia ha de ser
buscada más allá de esas apariencias, y la vida es camino en
ese buscar, y ha de ser andada cuidadosamente. No basta
vivir, sino que es importante la manera cómo vivamos nuestra
vida. De ello depende nuestra liberación del mundo de las
apariencias para llegar a lo que lo supera y fundamenta. De
aquí se sigue que en Oriente se hayan originado valiosos
métodos13 de vida, que subsisten hasta hoy y que alimentan los
insatisfechos deseos de espiritualidad de muchos de nuestros
contemporáneos.
De alguna manera, Oriente y Occidente muestran dos
umbrales del conocer, dos actitudes, dos polos, dos espíritus
cuya complementariedad resulta necesaria para transitar esos
umbrales14. Pero, de nuevo, no es cosa de geografías sino que
de configuraciones del conocer. En la medida en que los pasos
por sus umbrales se hacen más y más reiterados, dicha
polaridad se nos muestra, salta a la vista, y su aparente
antinomia se disuelve en un ver que la traspasa.
“Trans-pasar” se hace así la palabra clave del conocer
como una invitación a ir más allá, a adentrarse hacia lo que
se esconde tras las apariencias, hasta una zona en que toda
apariencia se esfuma, en la que todo camino desaparece y todo
método deja de serlo.
Son frecuentes las expresiones que apuntan hacia la
reificación y cuantificación del conocer: “conocimiento
acumulado”, “transmitir conocimientos”, y otras semejantes,
que encierran equívocos que se hace necesario despejar.
12
La definición del hombre como “animal racional” es típicamente
occidental. La elaboró Aristóteles: “zóon logikón” (animal capaz de
hablar) y de allí pasó a la escolástica como “animal rationale”. El
término griego “lógos” designa la palabra, lo mismo que su equivalente
latino “ratio”. Algo de eso se mantiene en nuestra antigua expresión
castellana de “dar una razón” o recado.
13
De nuevo la etimología (que sirve para precisar lo que decimos). El
origen griego de “método” nos remite a “metá” (por entre medio, más allá
de) y “odós” (camino). Así, un método es una forma de hacer camino para
llegar más allá, traspasar una situación actual.
14
No son pocos quienes han hecho su vida de esta manera. Remito al lector
a los testimonios del benedictino Bede Griffiths en: El Matrimonio de
Oriente y Occidente, Madrid, Paulinas, 1985.
10
El sentido común nos dice que el conocer se manifiesta
en acción efectiva. Sabemos que hay conocimiento cuando
nuestra acción y la que vemos en los demás resulta eficiente
de acuerdo con un determinado contexto. Por ejemplo, sabemos
que alguien sabe usar un martillo cuando lo vemos clavar; o
que otro sabe alemán cuando lo escuchamos conversar en ese
idioma. Hay un aprendizaje previo, ciertamente; y alguien que
propició ese aprendizaje. Pero el conocer mismo no ha sido
“transmitido”, sino que “enactuado” por el propio sujeto. De
esta manera, decir que hoy “sabemos” más cosas que hace 100
años resulta inexacto: hay mayor acumulación de datos, más
escritos, mayor codificación de resultados de experiencias e
investigaciones... pero para que todo eso sea conocimiento se
requiere que el individuo los procese de manera tal que su
acción resulte efectiva en su propio campo.
La metáfora del tubo resulta así inadecuada: no existe
tal “transmisión de conocimientos” como si éstos fueran un
algo que viaja entre un emisor y un receptor. No hay nada que
viaje; hay un maestro que enseña, esto es, que testimonia su
propia experiencia; hay un discípulo que aprende, esto es,
que realiza la suya propia a partir de determinados
estímulos. Y sólo sabemos que hay conocimiento cuando esa
segunda experiencia resulta efectiva en la acción.
Las expresiones comunes con respecto de la información
resultan igualmente equívocas. Es lo ya dicho. Un registro
cualquiera (por ejemplo, una guía telefónica) no contiene
información, sino que datos. Cuando una persona desea llamar
a alguien recurre a la guía, y en ese momento, ese dato se
transforma en información: ha sido referido a una necesidad
de esa persona.
Es importante tener en cuenta estas precisiones, porque
nos ayudan a dar cuenta de los a veces difíciles umbrales del
conocer que se producen, por ejemplo, en la educación: no
todos aprenden ni lo hacen de la misma manera ni con iguales
resultados; o en el escaso procesamiento de lo que
supuestamente “sabemos”: está claro que el hábito de fumar es
dañino para la salud, y sin embargo muchos mueren en él, sin
haber producido la información que puesta en acción habría
llevado a un conocimiento, un sentido, y un resultado
beneficioso.
Podemos expresar estas relaciones en el siguiente
algoritmo:
DATO+REFERENCIA=INFORMACIÓN+ACCIÓN=CONOCIMIENTO
11
En todo umbral del conocer hay un “darse cuenta”15 que
establece la diferencia entre no conocer y conocer, entre
dato e información, entre acción inefectiva y efectiva. En
todos los campos: desde los hábitos corporales hasta los que
llaman al espíritu. Porque el ser humano es unidad.
En esa unidad cuerpo-mente-espíritu es donde el conocer
anida, procrea y florece. La parcelación de las operaciones
es otro de los engaños que ocultan su luz, y toda ascética16
del conocimiento habrá de construir una y otra vez lo uno17.
Porque los umbrales del conocer no se abren a paisajes
distintos; son ventanas hacia un mismo valle, puertas hacia
un mismo caminar: el hombre que es parte de un cosmos en
continuo proceso de emergencia de conciencia18.
El conocer nos supera. No somos los únicos que
conocemos, los seres humanos; somos apenas los únicos capaces
de elaborar un conocimiento humano, y esto no es la totalidad
del acto consciente. La conciencia radica en cada átomo de
materia, moviéndose permanentemente en un proceso espiral que
apunta a la vez hacia la complejización y la interiorización.
Basta remitirnos a los procesos inteligentes de nuestro
propio cuerpo, y es algo que no deja de tener una enorme
utilidad práctica en una época en que una medicina
materialista (por suerte ya en receso) nos ha llenado de
fármacos19.
Es precisamente de ese carácter holístico, global,
supraindividual, de donde toma su fuerza el conocimiento.
Porque como todo lo humano, el conocer tiene fuerza, poder de
crear y deshacer realidades. Reducido a la dimensión
individual, el conocer aparece modificado por los filtros del
yo, referido a un micromundo que se nutre apenas de la
limitada energía de quien lo enactúa. Pero en la medida en
que son trascendidas las dimensiones de lo individual se
hacen presentes nuevas y más fuertes bandas energéticas hasta
15
Gregory Bateson nos ha hecho ver esto con claridad; ver de él, Pasos
hacia una Ecología de la Mente, Buenos Aires, Planeta, 1991.
16
Todo proceso de conocer resulta un trabajo, un ejercicio, una
“ascética”: de “áskesis”, el entrenamiento que realiza el atleta.
17
La tradición cristiana anterior a la escolástica es fiel a esta
trilogía “soma-psyché-pneúma” en cuya unidad radica la conciencia, y ha
sido retomada, entre otros, por el benedictino J.M. Déchanet, en:
Christian Yoga, New York, Harper, 1960.
18
Aquí debe ser recordada la abundante obra de Pierre Teilhard de
Chardin. Para una introducción sugiero: Peter Smulders, A visão de
Teilhard de Chardin, Petrópolis, Vozes, 1965.
19
En este tema es señero el trabajo del endocrinólogo hindú Deepak
Chopra. Ver: Cómo Crear Salud, México, Grijalbo, 1990; La Curación
Cuántica, Buenos Aires, Grijalbo, 1992; y Cuerpos sin Edad, Mentes sin
Tiempo, Buenos Aires, Vergara, 1994.
12
que, en una dimensión de conciencia cósmica, el conocer
aparece conectado a la totalidad de la energía del universo y
su fuerza es arrolladora20. Como lo he dicho más arriba, todo
conocer implica una relación del dato a un marco referencial,
a una universalidad21 en los dos sentidos de lo universal: por
una parte, un vector de complejización o centrífugo, que mira
lo universal como una totalidad de partes; por otra, un
vector de interiorización o centrípeto, que mira lo universal
desde el punto en que esas partes son unidad; en ambos casos,
la unidad en su dimensión de relación22, como nodo de una
malla.
Sin embargo no podemos tener la pretensión de que la
totalidad de la malla del universo se nos haga presente.
Precisamente es en ese postulado de universalidad donde se
ubica la peligrosidad de toda utopía: llevada a la acción
tiende a engendrar lo que Popper ha denominado “ingeniería
social holística”, en la que las mil diferencias del
conglomerado social son arrasadas. Lo hemos visto en todos
los totalitarismos, de cualquier signo. El abrirnos a la
dimensión universal del conocimiento requiere una posición
mucho más humilde que supone una doble actitud: atestiguar la
universalidad que intuimos a la vez que reconocer nuestra
incapacidad para describirla cabalmente; decir que el todo
está en cada parte y que cada parte tiene sentido en función
de ese todo, junto con hacer el camino de las mil
particularidades que conforman nuestro ámbito de experiencia.
En términos de acción, criterio de todo conocimiento, esto
lleva a un también humilde dar pequeños pasos que - esperamos
- nos irán conduciendo a una mejor comprensión de nuestro
entorno.
20
El tema de la fuerza del conocer es uno de los motivos centrales de la
serie de trabajos en que Carlos Castaneda nos ha dado testimonio de su
aprendizaje con Don Juan. Los libros de Castaneda han tenido muchas
lecturas y han influenciado decididamente el cambio de paradigma al que
asistimos. Son, hasta ahora, los siguientes: Las Enseñanzas de Don Juan
(1974), Una Realidad Aparte (1974), Viaje a Ixtlán (1975), Relatos de
Poder (1976), El Don del Águila (1982), El Segundo Anillo de Poder
(1986), El Fuego Interior (1986), El Conocimiento Silencioso (1988) y El
Arte de Ensoñar (1994).
21
La tradición escolástica es clara en esta afirmación; “ens est proprium
obiectum intellectus”, afirma Tomás de Aquino (Summa Theologica, I, 5, 2,
resp.).
22
Los términos latino y griego para designar lo universal muestran,
precisamente esa doble dimensión: “uni-versum”, “volcado hacia lo uno”; y
“tò kathólou”, “lo que se refiere a la totalidad”, “lo que se remite al
todo”. Teilhard de Chardin recoge esta doble dimensionalidad del universo
en una “ley de la complejificación y de la interiorización” (Ver: Peter
Smulders. A visao de Teilhard de Chardin. Petrópolis, Vozes, 1965.
13
Pero - como en todo - lo contrario también se hace
presente; habrá que repetirlo: todo conocimiento existe en la
medida de nuestra relación con la unidad de la que somos
parte. La fragmentación de la conciencia (frecuente en
nuestra realidad ordinaria) nos pierde en las dicotomías de
un yo que se plantea opuesto a un no-yo. Yo y tú; las cosas y
yo; yo y mi cuerpo, mi mente, mi espíritu. Y así,
fragmentados, abrimos la puerta a los desórdenes en que se
van expresando nuestras divisiones y tensiones: las
enfermedades de cuerpo, mente y espíritu. Recuperar la unidad
es la tarea de construir una vida que signifique vivir: no
ser vividos.
Conocer se hace de esta manera una tarea de vida.
Vivimos tal como conocemos, tal como construimos la realidad
de la que nuestra vida forma parte. Vivir es, pues, más que
biología: es cuerpo, mente y espíritu; es conciencia.
Al principio era la palabra.
El tema de la palabra como hacedora de conocimiento está
presente desde los más antiguos orígenes del pensamiento
occidental. Lo recoge Aristóteles cuando define al ser humano
como “zóon logikón”, “animal capaz de habla”; “animal
rationale” traduce la escolástica y en esa “racionalidad” se
basa toda la construcción intelectual de Occidente: “lógos”,
“palabra”, “verbo”, llega así a ser “razón”, capacidad e
instrumento de conocer.
Con distintas acentuaciones.
En Platón y el neoplatonismo ese “lógos” es subsistente,
existente en sí, forma pura que infunde cognoscibilidad en lo
material. La posibilidad de que el mundo sea conocido depende
de su participación en ese “lógos”; los “lógoi spermatikói”,
“palabras o verbos seminales” presentes en la naturaleza la
hacen cognoscible. La hermosa herencia gnóstica tiene aquí su
centro y se manifiesta en expresiones tan aculturadas en
Occidente como el acto por el que Dios crea mediante su
palabra un mundo a partir de la nada y la visión de Juan el
Evangelista que nos dice del Verbo de Dios por el que todas
las cosas fueron hechas y que se encarna en Jesús23.
23
Ver las narraciones de los orígenes en Génesis 1 y 2; y el prólogo del
Evangelio de Juan, 1, 1-18. Este prólogo refleja una corriente de
pensamiento ampliamente difundida por ciertos círculos judíos, y que
hemos conocido en los escritos de los esenios de Qumrán, en los que ya se
anuncia la gnosis.
14
La influencia de esta corriente de pensamiento es
predominante en la filosofía cristiana24 hasta Tomás de
Aquino, quien realiza un desplazamiento hacia Aristóteles
basándose en los trabajos de los filósofos judíos y árabes en
España25. Pero precisamente a través de ese descubrimiento de
Aristóteles los conceptos de “lógica” y “razón” comienzan a
construirse más allá de la connotación mística del “lógos”
platónico, neoplatónico y gnóstico para alcanzar la
instrumentalidad discursiva, analítica y conclusiva que han
venido poseyendo en los últimos ocho siglos y que en
Descartes toma una formulación que suele ser considerada
definitoria de un modo de pensar occidental26.
Pero esta situación está siendo de alguna manera
revertida. Las nuevas ciencias y tecnologías del
conocimiento, alimentadas en resultados de investigaciones
especialmente en los campos de la biología y la neurología
están comenzando a cuestionar la afirmación de existencia de
un mundo exterior independiente del sujeto conocedor y de la
adecuación de la razón como herramienta para su conocimiento;
y ofrecen un punto de vista que en cierta medida recupera la
acción creadora de realidades que poseen los lenguajes, y el
habla en particular27.
Tal cuestionamiento es asunto de sentido común: podemos
dejar de preguntarnos acerca del origen de la certeza que
tenemos sobre la existencia de ese “mundo externo”; pero si
lo hacemos, no podemos negar que carecemos de un criterio
objetivo para tal certeza: afirmamos la existencia de ese
mundo exterior e independiente de nosotros basándonos en
nuestro acto de conocer y validamos tal acto por la
afirmación de existencia de ese mundo exterior. Es un proceso
circular que se remite a sí mismo. Más acorde con lo que nos
dice nuestra propia experiencia como conocedores es aceptar
que en ese acto de conocer, conocedor y conocido formamos una
indisoluble unidad. Y en ella, la “realidad” aparece
emergiendo del acto de conocer mismo, siendo “enactuada” por
el que conoce.
24
Sobre el concepto de “filosofía cristiana” es importante conocer el
análisis que hace Étienne Gilson en El espíritu de la filosofía medieval,
Buenos Aires, EMECÉ, 1952, pp. 27-46.
25
Recuérdese que Tomás de Aquino tuvo que enfrentar críticas y
dificultades por haber desplazado al “divino” Platón prefiriendo los
análisis más “racionales” del estagirita.
26
Así lo hacen los analistas de la llamada “modernidad”. Ver, por
ejemplo: Morris Berman, El reencantamiento del mundo. Santiago, Cuatro
Vientos, 1987, pp. 31-36; Fritjof Capra, O Ponto de Mutacao. Sao Paulo,
Cultrix, 1989, pp. 52-58.
27
Ver un análisis de esta evolución en: Francisco Varela, Conocer.
Barcelona, Gedisa, 1990.
15
No es fácil dar este paso de la certeza a la incerteza:
todo tambalea. Descripciones recibidas y aceptadas
acríticamente desde niños en muy distintos campos que van
desde las afirmaciones propias de la vida corriente hasta las
que se relacionan con nuestros principios y valores más
profundos. Nuestra tendencia a la afirmación, a la
definición, a la universalización, a lo apodíctico, se siente
íntimamente lesionada.
Sin embargo, este paso de la certeza a la incerteza
devuelve a la palabra su poder creador. A través de ella
establecemos redes de conversaciones que hacen culturas28.
Pareciera que las epistemologías de Oriente y Occidente
se vienen acercando29. Las implicaciones éticas y
educacionales de este cambio de perspectiva son enormes, ya
que nos devuelven la facultad de hacer realidades, de
modificarlas; facultad que la afirmación de independencia de
un mundo externo nos había hecho perder. Nuevamente tenemos
el mundo en nuestras manos30.
Pero no solamente nuestras conversaciones generan
realidades, culturas, mundos. También lo hace nuestro diálogo
interno. El universo que nuestras palabras crean está también
armado por nuestra palabra interior, aquélla que se gesta
continuamente en nuestra mente, en la que se reflejan los
temores y las alegrías, los éxitos y los fracasos, los amores
y los desamores que bullen en nuestro interior.
Quienes se han introducido, por ejemplo, en lo que se ha
venido llamando “medicina cuerpo-mente” hablan claro sobre la
relación que existe entre las descripciones que una persona
maneja acerca de sí misma y de su mundo, y las patologías que
genera. La enfermedad no es una entidad independiente de
nosotros que de pronto nos ataca, sino que se gesta en y con
nosotros mismos, a partir de la metabolización de nuestras
descripciones31.
28
Ver la introducción de Humberto Maturana a El cáliz y la espada, de
Riane Eisler (Santiago, Cuatro Vientos, 1990).
29
Es indicativo de este hecho el movimiento de acercamiento de
científicos occidentales y pensadores budistas, promovido por Francisco
Varela. Ver: Francisco J. Varela y Jeremy W. Hayward. Un puente para dos
miradas. Santiago, Dolmen, 1997.
30
Humberto Maturana lo ha destacado en numerosos escritos. Ver, por
ejemplo, Emociones y lenguaje en educación y política, Santiago,
Hachette, 1991.
31
Los libros del endocrinólogo hindú que trabaja en los Estados Unidos,
Deepak Chopra, son particularmente iluminadores en esto. Ver: Cuerpos sin
edad, mentes sin tiempo. (Santiago, Vergara, 1994); La curación cuántica.
(Barcelona, Grijalbo, 1992); Vida sin condiciones.(Santiago, Vergara,
1992).
16
Así, un cambio de nuestro mundo, un traspaso de las
limitaciones de la enfermedad, en definitiva, todo esfuerzo
por metabolizar la libertad, ha de partir por parar el
diálogo interno. Mientras siga funcionando, seguiremos
dependiendo de las mil descripciones aprendidas desde la
infancia y que no solamente nos limitan, sino que crean para
nosotros un mundo limitado. La cárcel en que nos encerramos
tiene por barrotes nuestro propio diálogo interior y por
guardián nuestro instintiva dependencia de él32. Y
metabolizamos nuestro encierro, nuestra dependencia; la
muerte anida en nuestras células.
Fruto directo del diálogo interno es nuestra importancia
personal, núcleo de toda nuestra debilidad; sin ella somos
invulnerables, pero acabar con la importancia personal es una
obra maestra del espíritu. Mientras no lo consigamos nos
mantendremos débiles, enfermizos, llenos de temores; y quien
desee ingresar seriamente en el camino del conocimiento
tendrá que habérselas con este trabajo, que no puede ser
hecho con delicadezas: es colocar el hacha en la raíz de todo
lo que nos duele. Pero el premio es la libertad; ésta sólo
llega cuando no nos queda nada de importancia personal33. Y
allí, toda palabra habrá sido superada y nos encontraremos en
las puertas del conocimiento silencioso. Porque todo lenguaje
y todo conocimiento lenguajeado apunta a su propia
superación. De lo contrario, se restringe, queda empobrecido,
librado a sus propias posibilidades estructurales. Sabemos
muy bien que cuando hayan sido dichas todas las respuestas a
todas las preguntas, todavía no ha sido tocado el núcleo de
lo humano34.
Y, por supuesto, del silencio no se puede hablar.
Marguerite Yourcenar pone este mismo pensamiento en las reflexiones del
emperador Adriano sobre la enfermedad de que morirá: “No rehuso ya esta
agonía que me corresponde, este fin lentamente elaborado en el fondo de
mis arterias, heredado quizá de un antecesor, nacido de mi temperamento,
preparado poco a poco por cada uno de mis actos en el curso de mi vida”
(Memorias de Adriano, Barcelona, EDHASA, 1982, p. 227).
32
Uno de los puntos de partida de las “enseñanzas de Don Juan” que nos ha
dejado Carlos Castaneda en sus libros, es la necesidad de “parar el
mundo” mediante la detención del diálogo interno. Ver, por ejemplo, Viaje
a Ixtlán, México, FCE, 1987, pp. 10-14; 152; 193-194; 269; 338-350; y El
conocimiento silencioso, Buenos Aires, EMECÉ, 1988, p. 207.
33
Ver: Carlos Castaneda, El fuego interior. Buenos Aires, EMECÉ, 1986,
pp. 26 a 46 y 146.
34
Es éste el término natural al que llega el minucioso análisis de Ludwig
Wittgenstein en su Tractatus logico-philosophicus. Ver los párrafos
numerados del 6.4 adelante (en la edición bilingüe de Alianza, Madrid,
1989, pp. 177 y ss.)
17
18
Al principio era la acción.
Del silencio no podemos hablar. Pero, sí, dar
testimonio; y nos adentramos en el campo de la acción. Allí,
conocer es ver35. Pero también sabemos que conocimiento es
acción efectiva36. Silencio, palabra y acción se entrecruzan y
allí, en ese entrecruzamiento, a veces nace una luz; hay un
ver y un cambio de actitud.
Manuel Bastías nos ha hablado del “hombre de Nogales”,
un típico habitante de una población marginal de Santiago en
la que Manuel condujo un programa educativo37. Nos cuenta que
se encontraban en la etapa de evaluación del programa, y
participaban en la reunión los pobladores, en su mayoría
parejas jóvenes. De pronto, un muchacho tomó la palabra para
decir que a él le había resultado útil el programa porque le
había ayudado a ser consciente de los hábitos machistas
imperantes entre las parejas, y que se había decidido a
cambiar su mente. Que deseaba que todos se abrieran a una
consideración igualitaria de los roles de mujeres y varones,
y que, por su parte, había comenzado a barrer la casa. Que,
por la fuerza de la costumbre, lo hacía con las ventanas
cerradas para que no se rieran de él, pero que esperaba que
llegara el día en que se atreviera a hacerlo a la vista de
todos, barriendo no solo la casa, sino que también la vereda.
Nada más. Nada menos. El tipo cambió silenciosamente su
vida tomando la escoba para compartir el trabajo con su
mujer.
Ver esto como lo hace Manuel, es apuntar al despertar de
una nueva conciencia. A partir de la acción cotidiana, con
una escoba en la mano, el hombre de Nogales vio. La
oportunidad la tuvo en la experiencia de un programa
educativo a partir del cual elaboró nueva información que
abrió su mente a una conciencia nueva.
Ludwig Wittgenstein diría que el hombre de Nogales logró
salir de su botella cazamoscas. Cuando se pregunta sobre el
35
Tomo “ver” en el sentido que le asigna Don Juan: “la capacidad que
tienen los seres humanos para ampliar su campo de percepción hasta el
punto de aquilatar no sólo las apariencias externas sino la esencia de
todo” (Carlos Castaneda, El fuego interior, Buenos Aires, EMECÉ, 1986,
pp. 12 y 13).
36
Humberto Maturana y Francisco Varela. El árbol del conocimiento.
Santiago, universitaria, 1994, p. 15.
37
Manuel Bastías. From silence to action: the political theory of Agnes
Heller. Notre Dame, Indiana, 1990).
19
objetivo de su filosofar, Ludwig se responde: “mostrarle a la
mosca la salida de la botella cazamoscas”38.
Los seres humanos creamos cárceles; o, lo que es lo
mismo, botellas cazamoscas. Las construimos en torno a
nosotros, y, en ese encierro, ni siquiera añoramos la salida.
Las hacemos con nuestras palabras, con las descripciones de
nuestra razón.
Las botellas cazamoscas que construimos se llaman
pobreza y riqueza, desarrollo y calidad de vida, enfermedad y
salud, felicidad y desdicha, soledad y compañía, saber e
ignorancia, vida y muerte, objetividad y subjetividad.
Hacemos una cárcel del mensaje liberador de las religiones y
nos esclavizamos a sus normas y ritos; la tecnología que
hemos creado nos embotella en su transparente encierro; la
fuerza creadora que está en nosotros la usamos para tener
poder sobre los demás; hacemos de la capacidad analítica de
nuestra racionalidad un bisturí de disección de cadáveres y
de la ciencia un museo de formas disecadas.
A veces vivimos con aparente comodidad dentro de
nuestras botellas: disponemos de siquiatras, consejeros,
médicos y gurús que nos ayudan a arreglarlas. Incluso llegan
a darnos paños con detergente para limpiar el vidrio: eso
forma parte del juego de una sociedad de individuos
embotellados. Sí, por supuesto: creemos en los detergentes
(la publicidad nos impone sus cualidades) y recurrimos a
terapias que van desde la meditación hasta el suicidio,
pasando por la huida, el refugio, el hedonismo, las
ideologías, el trabajo forzado. Pero rara vez encontramos la
salida o rompemos el vidrio.
La filosofía, dice Ludwig, debería ayudarnos a encontrar
una salida. Precisamente, en la medida en que sea filo-sofía:
sabiduría (“sofía”) de lo relacional (“tou filou”), del
tejido en que se manifiesta nuestra pertenencia al universo.
Red constituida por los múltiples lenguajes que nos
relacionan. Traspasar esos lenguajes para llegar al silencio
nos permitirá ir de la periferia al centro, lugar en el que
se quiebran todas las botellas cazamoscas.
Trascender las descripciones que elabora nuestro yo y
que recibimos desde que nacemos nos permite llegar a una
nueva dimensión, a una nueva conciencia, a partir del
silencio. El silencio que encontramos una vez acalladas las
descripciones que conforman nuestras continuidades es
38
“Was ist dein Ziel in der Philosophie?-Der Fliege den Ausweg aus dem
Fliegenglas zeigen”. Ludwig Wittgenstein. Philosophische Untersuchungen,
309.
20
indecible, pero testimoniable en su fuerza; una vez
descubierta la experiencia del silencio, como el hombre de
Nogales, volvemos a decir, pero de otra manera y hacia una
acción nueva.
El diálogo silencio-lenguajes-acción es en espiral: una
y otra vez, cada vez más hondo en la búsqueda del centro,
cada vez más amplio en su don de sí. Tarea del espíritu y de
la materia en que se encarna: individual y social, personal y
cósmica.
Este espiral silencio-lenguajes-acción obra una nueva
conciencia que emerge sobre las descripciones de una razón
dejada en sí sola. Conciencia de un hombre nuevo, enraizado
en el silencio, hablador de nuevos lenguajes, hacedor del
amor.
21
La muerte de la modernidad y un “nuevo orden de los siglos”.
Por el año 50 antes de la era cristiana, el poeta romano
Virgilio decía que “magnus ab integro saeclorum nascitur
ordo”, que “nace desde dentro un nuevo orden de los siglos” y
que deseaba estar allí39. Y no se equivocó: Jesús nace unos 45
años después; y el nuevo orden que ya se anunciaba en sus
tiempos se fue haciendo presente.
Es una época muy semejante a la nuestra. El siglo II
a.C. nos muestra un mundo atormentado por guerras,
revoluciones y atroces incursiones militares para pacificar
sometidos en toda la enorme extensión del mundo grecorromano.
Pero cuatro siglos más tarde, hacia mediados del siglo II
d.C. la paz reina desde el Ganges al Tyne, desde la India a
Britania; el Imperio Romano cubre las costas del
Mediterráneo; el Imperio Parto asegura la paz en Iraq e Irán;
el Imperio Kusham lo hace en Asia Central. Los constructores
y dueños de esos imperios no son griegos ni romanos, pero
tienen en honor considerarse filohelenos; el griego es la
lengua de la ya presente globalización.
La paz romano-parto-kushana ha logrado que se estabilice
lo social; la vida es algo tolerable para todos, por lo
menos, más segura. Pero la presión de gobiernos autoritarios
ha creado un enorme vacío espiritual. La gran cuestión es
cómo llenarlo, y aunque los espíritus sofisticados de los
filósofos y de los funcionarios ignoran todavía que existen
otros temas en la agenda, hay quienes han leído las señales
de los tiempos. Inicialmente, sólo oscuros misioneros de
media docena de religiones venidas todas ellas de Oriente.
Pero, suavemente, los líderes religiosos van quitando la
iniciativa de manos griegas y romanas y la marea ofensiva de
éstos se repliega.
La ofensiva grecorromana fue militar, política y
económica; la contraofensiva fue religiosa y tuvo un futuro
prodigioso que el tiempo se encargó de probar40.
Luego fue naciendo la modernidad. Lentamente, por los
pavimentados caminos que salían de Roma, por el Rhin y el
Danubio. Hasta el norte y hasta ese Renacimiento que hizo
decir a Christiaan Huygens, humanista, comerciante,
científico, diplomático y políglota holandés: “el mundo es mi
país y la ciencia mi religión”41. La globalización y el
39
Publius Virgilius Maro. Bucolica, IV, 5.
Ver, por ejemplo, los análisis de Arnold Toynbee en El Mundo y el
Occidente. Madrid, Aguilar, 1858.
41
Ver: Carl Sagan. Cosmos. Paris, Nazarine, 1981, p. 143.
40
22
imperio de la razón fueron siendo las características de una
“modernidad” que aún no logramos superar, aunque hace ya más
de cincuenta años que murió. Hoy como en la época de Virgilio
buscamos un mundo nuevo que nace de sus cenizas.
El 1945 la humanidad contaba los muertos de la
modernidad: de 35 a 60 millones. Cien mil quemados en
Hiroshima el 6 de Agosto y ochenta mil en Nagasaki tres días
después. Y la modernidad murió con ellos.
Catorce semanas más tarde se creaba la Organización de
las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO), con una constitución cuyo Preámbulo
comienza así:
“Los Gobiernos de los Estados Partes en la presente
Constitución declaran:
- Que, puesto que las guerras nacen en la mente de los
hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse
los baluartes de la paz;
- Que en el curso de la historia, la incomprensión mutua de
los pueblos ha sido motivo de desconfianza y recelo entre las
naciones, y causa de que sus desacuerdos hayan degenerado en
guerra con harta frecuencia;
- Que la grande y terrible guerra que acaba de terminar no
hubiera sido posible sin la negación de los principios
democráticos de la dignidad, la igualdad y el respeto mutuo
de los hombres, y sin la voluntad de sustituir tales
principios, explotando los prejuicios y la ignorancia, por el
dogma de la desigualdad de los hombres y de las razas;
- Que la amplia difusión de la cultura y la educación de la
humanidad para la justicia, la libertad y la paz son
indispensables a la dignidad del hombre y constituyen un
deber sagrado que todas las naciones han de cumplir con un
espíritu de responsabilidad y ayuda mutua;
- Que una paz fundada exclusivamente en acuerdos políticos y
económicos entre gobiernos no podrá obtener el apoyo unánime,
sincero y perdurable de los pueblos, y que, por consiguiente,
esa paz debe basarse en la solidaridad intelectual y moral de
la humanidad.”
Es el acta de nacimiento de una nueva conciencia; bien
lejos, por supuesto, de una educación para la competitividad.
Hugo Lasalle fue un sacerdote católico romano,
perteneciente a la Compañía de Jesús, maestro zen. De origen
alemán, llegó a servir en Japón en 1929, adquiriendo la
nacionalidad japonesa en 1948 y tomando el nombre de Makibi
Enomiya. Dentro de su intensa actividad como hombre de
espíritu se cuentan más de 100 obras suyas desde 1948, en las
que da cuenta de su experiencia como maestro Zen; en una de
23
ellas42 reflexiona sobre una nueva conciencia que nace y en la
que nos propone vivir.
Toda conciencia es una descripción. Somos conscientes
porque describimos, tenemos conciencia de lo que describimos
y nuestras descripciones crean conciencia. Conciencia y
descripción son términos reversibles. Concebimos el mundo tal
como hablamos de él, y en torno a nuestras descripciones lo
construimos e - incluso - lo destruimos. Enomiya estaba en
Hiroshima cuando aviadores norteamericanos dejaron caer el
último fruto de la modernidad, y experimentó en carne propia
que las guerras se gestan en la mente de los hombres.
Una nueva conciencia es una nueva descripción hecha
posible por la superación de las descripciones anteriores,
por hacerlas transparentes. Así, cuando hacemos ese “nuevo
orden de los siglos” que Virgilio nos dice nacer desde
dentro, estamos atestiguando una apertura de nuestra
intimidad, nuestra mente, nuestro corazón a una descripción
más amplia, más fecunda, más diáfana. Y que esta apertura
tiene lugar por el agotamiento o el quiebre - a veces
violento, doloroso - de las descripciones anteriores.
Es el caso de la modernidad: su muerte se produce porque
sus descripciones ya no dan más, están agotadas, han llegado
al fin. Tanto se ha agotado nuestra pura racionalidad que
estamos buscando integralidad. Tanto dolor ha generado el
manejo del poder que estamos buscando el servir. Tan aislado
hemos quedado en nuestras casas llenas de cosas, que estamos
deseando austeridad. Tanta pobreza ha producido el tener, que
estamos empezando a dar y compartir. Tanta angustia e
insuficiencia nos ha dado el afán de superación, la lucha por
destacar, la búsqueda de metas más y más exigentes, que
estamos descubriendo el valor de la rutina, lo repetido, el
ir y venir de la vida que se basa en procesos de una
admirable estabilidad.
Trascender no quiere decir anular, sino que “transscendere”, “subir más allá de”; a través de lo que
trascendemos incorporando lo trascendido con lo que lo
trasciende, se llega a una dimensión nueva. En este
trascender las dimensiones anteriores quedan a la vez
transparentadas y asumidas. Así, lo mágico y lo racional
siguen estando presentes en las descripciones de una nueva
conciencia integral. Es una conciencia cualitativamente
diferente en la que el yo queda superado porque la
racionalidad de sus descripciones, de su diálogo interno,
queda atrás.
42
Hugo Makibi Enomiya Lasalle. Vivir en la nueva conciencia. Madrid,
Paulinas, 1987.
24
La nueva conciencia te hace ver. Ves la totalidad del
mundo desde la totalidad de ti que está más allá de ti. Ves
el mundo como un milagro, como algo admirable.
Pero la maravilla del ver con la nueva conciencia es el
resultado de un trabajo, de una ascesis. El camino de la
nueva conciencia pasa por un método43. Los métodos pueden
variar, pero apuntan todos a una misma finalidad: a colocarte
en una posición en la cual te abres a un nuevo “darte
cuenta”, a una “iluminación”, a una “conversión”. Muchas
veces serán pequeños iluminaciones relacionadas con la
cotidianeidad, como le sucedió al hombre de Nogales. Pero en
todos los casos, el proceso es el mismo: una experiencia que
te permite generar información nueva de la que nacen
descripciones nuevas y un nuevo actuar que produce un nuevo
conocer. Entre las descripciones antiguas y las nuevas hay un
quiebre, un silencio.
Silencios para la acción.
Fernando Flores es un economista chileno que fue
ministro del Presidente Allende. Con el golpe militar de 1973
sufrió los efectos de la represión y la dictadura, y partió
al exilio. Obtuvo un doctorado en filosofía, centrando su
investigación en los nuevos caminos del conocimiento44. Ha
elaborado una teoría y una práctica dirigidas al adecuado
manejo de las conversaciones que intervienen en las acciones,
y ha montado una exitosa empresa llamada “Action
Technologies” que ofrece asistencia empresarial para la
acción eficiente.
Supongo que hubo mucho silencio en los momentos en que
Fernando fue perseguido. No he seguido sus cursos, sino que
sé de él por sus escritos. Flores habla de “Conversaciones
para la acción” y como un modo de saludar lo que él hace he
querido presentar una alternativa: la de la acción
silenciosa, a partir del silencio45.
43
Tomo la expresión “método” en su exactitud etimológica de “metá odós”:
“camino por entremedio de, más allá de”. Es este un tema larguísimo que
no abordaré aquí. Por lo menos la mitad de los textos de Enomiya se
refieren a la práctica del Zen. Las “Enseñanzas de Don Juan” refieren
dieciséis años de aprendizaje de Carlos Castaneda con su maestro brujo.
En Yoga y Vida Contemplativa (El Arrayán, 1988) he abordado una
presentación sistemática de ese método ascético.
44
Ver: Terry Winograd y Fernando Flores. Understanding computers and
cognition. Norwood, Ablex, 1986.
45
Cabe aquí hacer una referencia a testimonios de Gandhi. Por ejemplo,
en: An Authography or the Story of my Experiments with Truth, Ahmedabad,
Navajivan, 1948. Ver también las siguientes selecciones de textos:
25
Digo que a partir del momento en que la nueva conciencia
se hace presente, en el proceso mismo de su florecimiento,
como expresión suya y a la vez como muestra de tu docilidad
ante sus enseñanzas, van apareciendo actitudes que
constituyen una modificación cualitativa de los cauces por
los que suele fluir la acción originada en las descripciones
de la conciencia ordinaria. Las motivaciones, criterios y
modos de actuar son otros, nuevos, obedientes a una realidad
no ordinaria en la que la capacidad perceptiva del cuerpo ha
entregado una acumulación de intensidad que con su carga
produce un quiebre. El ser humano que de aquí nace, el hombre
nuevo, es también diferente, y lo es al mismo tiempo todo lo
suyo, incluido un actuar a través de los silenciosos cauces
de la nueva conciencia. Es lo que llamo “silencios para la
acción”:
Silencio del yo. La nueva conciencia logra la trascendencia
del yo como punto de referencia de las palabras y de la
acción. Tienes conciencia de que por los canales de tu cuerpo
fluye con toda su fuerza la gran palabra, la gran acción que
rebasa los diques con los que tu pequeño “yo” tiene la
pretensión de ser el origen de la palabra y de la acción por
menguadas acequias. Diques y acequias del yo han sido
destruidos, banalizados. Tu importancia personal, tu imagen
de tí no tienen ya nada que decir. Tu identidad es recobrada
en una dimensión que te trasciende.
Silencio de la razón. No habiendo referencia al yo, el árbol
de la ciencia del bien y del mal, el de la racionalidad de la
dualidad que todo lo dice en términos de ser y no-ser, se ha
desvanecido para dar lugar al brillo único del árbol de la
vida que está en el medio de tu jardín interior. Las
descripciones de la realidad ordinaria son trascendidas,
transparentadas, vistas en su ser relativo, cambiante.
Pierden su fijeza, adquiriendo la fluidez de la savia que
corre por el árbol de la vida, de la fuente de agua viva que
salta hasta la vida eterna.
Silencio del poder. El poder es el “ser como dioses”,
conocedores del bien y del mal, capaces de distinguir,
juzgar, manejar, gobernar, seducir, imponer, conseguir,
triunfar. El poder se apodera de ti y te hace su servidor a
través de tu imagen de ti, de tu importancia personal. En la
nueva conciencia, el poder se esfuma como una sombra, no es
nada. Sus fantasmas desaparecen: el orgullo, el temor, la
inquietud, la angustia, el afán, la lucha, el comportamiento
autoritario, las rigideces, la duda, la mentira, las
Gandhi, Todos los Hombres somos Hermanos, Madrid, Atenas, 1984; y Suzanne
Lassier, Gandhi y la no-violencia, Madrid, Paulinas, 1976.
26
ideologías, el cáncer. Y en su lugar se hace visible la
irresistible fuerza del espíritu que te toma y te lleva a las
maravillas de un mundo en el que los lenguajes no son
fronteras sino que horizontes siempre en movimiento y en el
que la acción pasa por ti, a través de ti a ese mundo y a
esos horizontes. Vienen los dones de la humildad, la
confianza, la paz, el servicio, la fluidez, la certeza, la
visión amplia, el amor. La libertad.
Silencio del tener. El tener da poder. El rico domina al
pobre; el que sabe, al que no sabe; el elegante, al mal
vestido; el que decide, al que no tiene voz; el que manda, al
que obedece; el armado, al desarmado. Y los lenguajes del
poder se definen en términos de clase social, logro,
eficiencia, brillo, acceso a las decisiones y al consumo. El
llamado “desarrollo” no ha sido, para muchos, sino que un
tener más. Y las consecuencias las sufre nuestro medio humano
degradado. En la nueva conciencia, el tener cede al ser
austero de quien goza la libertad de vivir con lo menos
posible, de la pobreza que el Maestro Eckhart define como “no
desear nada, no conocer nada, no tener nada”46.
Silencio del hacer. Todo hacer puede ser violencia si viene
del yo, si se origina en alguno de sus fantasmas. Trascendido
el yo, la nueva conciencia se abre a las paradojas de un
hacer en el no-hacer. No-hacer dejar que la acción fluya a
través tuyo, no a partir de tu yo sino que desde la gran
acción del universo. Terminan nuestros pequeños haceres,
nuestro afán de modificarlo todo, de prevenir, preparar,
decidir, tratar, lograr. Desaparecen las metas y los
objetivos; solo queda un ver atentamente los signos de los
tiempos para dejar que nuestro hacer fluya en su sentido.
Silencio del lograr. Los lenguajes del poder y del yo
describen el logro, el éxito, como meta de la vida humana.
Estamos llenos de expresiones relativas a la “realización
personal”; cuando preguntamos a alguien ¿qué haces? la
respuesta suele indicar su trabajo; y ante la pregunta ¿cómo
te va? la contestación alude al éxito, por lo general, en
términos de ingresos, bienes y responsabilidad laboral y
profesional. Llamamos “curriculum vitae”, “curso de la vida”
a una lista de estudios y trabajos. En la vida social
corriente, ser ingeniero es más que ser profesor, tener mucho
que hacer es laudable y a quien se declare ocioso se lo mira
con asombro o sonrisa. La importancia del logro pasa a veces
por encima de cómo se lo obtenga. En la nueva conciencia, el
logro es algo de lo que no te ocupas. La fuerza en la que te
inmerges te señala una dirección y te pones en camino. Tú
46
Ver el comentario de D.T. Suzuki en: Budismo Zen. Barcelona, Kairós,
1986, p. 170.
27
recorres fielmente esa ruta, con todo lo que ella significa,
y descuentas el resultado. Tu vida no se define por puntos
fijos, sino por su flujo.
Silencio de la autocompasión. Uno de los recursos más
corrientes que empleamos para atraer la atención de los demás
es la enfermedad. “¿Cómo te va?” “Más o menos; vamos
pasando”, con el deseo de que el tema continúe y podamos
hablar de los dolores que siento, de los médicos que
consulto, del siquiatra que me trata. Es la autocompasión que
no sólo refiere enfermedades sino que las genera, las cuida,
las utiliza. Usamos nuestro cuerpo en vez de identificarnos
con él. Dejar atrás la autocompasión requiere todo el trabajo
ascético de la nueva conciencia.
Silencio de la compañía. La nueva conciencia te da un gran
amor, pero te acompañará siempre un fondo de soledad: a tu
silencio no llega nadie. Don Juan nos enseña que el
conocimiento silencioso te da libertad y regocijo de la mano
de tristeza y añoranza; que sin éstas uno no está completo,
pues sin ellas no hay sobriedad ni gentileza; que la
sabiduría sin gentileza y el conocimiento sin sobriedad son
inútiles47; que en tu vida sólo el camino es real48. La nueva
conciencia te pone en camino; con amor y solidaridad a la vez
que con fluidez y soledad. Es otra de sus paradojas.
Silencio de la seguridad. En la nueva conciencia existe
certeza con respecto de la vida, del mundo y de tí mismo.
Certeza radical, confiada. Pero nó la seguridad: no aquélla
que busca alejar el riesgo, la sorpresa. La nueva conciencia
comienza con un salto al vacío; con un soltar la rama de la
que te sujetas sobre el abismo, abrir las manos y dejarte ir,
confiadamente. Es precisamente en ese salto donde las
descripciones del yo egotista se desvanecen como sombras;
donde toda seguridad se hace inútil, pierde sentido. Quedan
atrás, en un mundo trascendido. La seguridad es una
descripción de la importancia personal y nada queda de ella
cuando el yo muere. No existen compañías de seguros en la
tierra sin caminos49.
Silencio de la muerte. En el desfile del 1° de Mayo de 1990,
en la Plaza Roja de Moscú, un monje joven y barbudo levantó
un letrero: “Cristo resucitó, Mijail Sergevich”50. El recado
47
Carlos Castaneda. El fuego interior. Buenos Aires, EMECÉ, 1986, pp. 1415.
48
. Viaje a Ixtlán. México, FCE, 1987, p. 361.
49
La expresión “tierra sin caminos” es de Juan de la Cruz. Ver Subida al
Monte Carmelo, II, 4, 5. La he tomado en un escrito anterior: Por la
tierra sin caminos. El Arrayán, 1989.
50
En: El Mercurio. Santiago, 2 de mayo de 1990.
28
era para Gorbachov, y proclamaba lo que la nueva conciencia
cristiana viene anunciando desde hace casi dos mil años: que
Jesús venció a la muerte, y nosotros con él; toda nueva
conciencia canta el triunfo de la vida sobre la muerte. Esta
certeza hace de la muerte una amiga que te ayuda a poner las
cosas en su lugar: cuando comienzas a perder perspectiva, a
inquietarte, la muerte te dice que ella aún no te ha tocado;
que cada acto tuyo tiene la fuerza de ser tu última batalla
sobre la tierra; que sólo tienes tu vida y tu muerte; y la
eternidad. Que no tienes tiempo para dudar ni para tu
importancia personal ni tu autocompasión51.
51
La referencia a la muerte como consejera es frecuente en Don Juan. Ver,
por ejemplo: Carlos Castaneda, Una realidad aparte, México, FCE, 1987, p.
175; , Viaje a Ixtlán, México, FCE, 1987, pp. 62, 74, 127.
Ignacio de Loyola da la misma idea. Ver: Ejercicios Espirituales, Segunda
semana, Segundo modo para hacer sana y buena elección..., 3a. Regla.
29
II. SOBRE NUEVA CONCIENCIA, EDUCACIÓN E INFORMACIÓN.
Notas en torno a las categorías de un punto de
cambio.
Hay quienes dan testimonio de grandes iluminaciones: de
una nueva conciencia que llega en forma arrolladora,
cambiando la vida toda de una persona. Pero - por lo general
- es más bien asunto de minucias. Pequeños cambios, nuevas
perspectivas para ver un problema, alguna descripción
diferente. Modificas alguna actitud con respecto de los
demás; te ves a tí mismo de otra manera; dejas de lado algún
hábito superado. Y así, poco a poco, tu vida va cambiando.
Es ése el campo de la educación, la que defino como el
arte de la relación intencionada. Apunta a producir puntos de
cambio que hacen posible el florecimiento de una conciencia
nueva, de un decir diferente, de realidades que antes no
existían.
En esta sección voy a proponer algunas categorías que
permitan decir ese punto de cambio52.
Las categorías de la nueva conciencia.
Referirse a las categorías de la nueva conciencia es,
entonces, un intento por traer a luz su aparecer en los
lenguajes cotidianos.
Movimiento espiral de callar y decir. Toda conciencia
describe y con ello hace un universo. Todo universo es una
descripción. Las descripciones de nuestra conciencia
ordinaria son las que hemos venido recibiendo desde que
nacemos, sin silenciarlas jamás. En su conjunto, forman
continuidades que defendemos: nos cuesta salir nuestro mundo,
aunque sea una botella cazamoscas. Pero hay momentos en que
esas descripciones se rompen; ya sea por situaciones que
vivimos o por una voluntad crítica expresa. Las descripciones
son silenciadas, nuestro diálogo interno es detenido, y con
52
Tomo la expresión “categoría” como lo hace Martín Heidegger en Sein und
Zeit (I, 9): “decir públicamente”, “decir como se lo hace en la plaza”
(de “katá” y “agorá”: “como en el ágora”, en público). “Lo avistado y
visible de tal ser son las kategoríai”. Aristóteles llamó así a un apunte
de clase en el que definió los términos básicos de sus descripciones
metafísicas. “Una ciencia que trata acerca de las palabras en cuanto
éstas pueden constituirse en predicados (predicables) de una
proposición)” dicen Humberto Gianini y María Isabel Flisfisch en la
introducción de su edición bilingüe de las Categorías (Santiago,
Universitaria, 1988, p. 19).
30
ello “paramos el mundo”53, detenemos el universo de nuestra
conciencia ordinaria; aunque sólo sea en pequeños detalles. Y
en ese silencio aparecen nuevas descripciones, las de una
conciencia nueva.
Fluidez y transparencia. Las continuidades de descripciones
de la conciencia definen, determinan, fijan. La nueva
conciencia se manifiesta como un continuo cambio, sin puntos
fijos que no sean sometidos constantemente a una acción de
silenciar sus descripciones para hacerlas transparentes.
Integralidad. Las descripciones de la racionalidad son
alternativas: unas u otras. Buscan coherencia. Para ello
están hechas las ciencias, y lo admirable queda fuera. Ludwig
Wittgenstein: “Es absurdo decir que la ciencia ha probado que
no hay milagros. La verdad es que el modo científico de ver
un hecho no es el modo de verlo como milagro”54. En la
integralidad de la visión de la nueva conciencia, las
distintas descripciones se iluminan unas a otras, y detrás de
ellas y de su continuo cambio asoma un mundo al que no llega
la racionalidad de los opuestos55.
Novedad. Se trata de una conciencia “nueva” en el sentido de
que se hace presente por transparencia y trascendencia de una
conciencia ordinaria, habitual. De pronto está allí. De muy
distintas maneras: a veces, como iluminación súbita,
repentina, luego de un largo caminar; otras, paulatinamente
hasta que de pronto nos damos cuenta que está allí,
calladamente pero con una fuerza que se impone.
Carácter noético. Posee una calidad de “nóesis” (“conocer
directamente”), no de una “dianóia”56 (“conocer a través de”).
No el resultado de un discurso sino que de un intuir: “intus
ire”, “ir hasta adentro desde dentro”. La nueva conciencia es
reflexiva en el sentido etimológico: “reflectere”, “devolver
lo que llega” o “reflejar”.
Orientación a la acción. La fuerza de que aquí se genera es
imbatible; basta recordar, por ejemplo, a los mártires de la
nueva conciencia religiosa o política.
53
Don Juan enseña que para “ver” es necesario “parar el mundo”. Ver:
Carlos Castaneda, Viaje a Ixtlán, México, FCE, 1987, pp. 10-14; 152; 193194; 269; 338-350; y El conocimiento silencioso, Buenos Aires, EMECÉ,
1988, p. 207.
54
Ver “Conferencia sobre ética” en: Umbral XXI, México, Universidad
Iberoamericana, n. 3, 1990, p. 16).
55
Ver la introducción de Carl Gustav Jung a la edición de El secreto de
la flor de oro preparada por Richard Wilhelm, Barcelona, Paidós, 1988,
pp. 30-31.
56
El término es empleado para designar la mente discursiva.
31
Las categorías de la educación.
Como en todas las cosas, sobre la educación existen
numerosas descripciones, muchas de ellas aberrantes unas de
otras. Lourié nos recuerda sobre esto la parábola de los
ciegos que tratan de describir un elefante57. “Tot auctores,
tot sententiae”. Es que la educación, al ser categorizada, se
manifiesta en un “a la mano” enmarcado en un paraje que
define su mundanidad. Intentar traer a la luz las categorías
de la educación es un referirse al hecho educativo para
descubrir allí la verdad encubierta por el paraje58. Así,
pues, cuando el lenguaje corriente habla de un “sistema
educativo”, se está refiriendo a un sistema de escuelas en
las que - supuestamente - se hace algo de educación, y a un
mecanismo de soporte para lo que allí se hace: por lo
general, enseñar algo.
Yo defino la educación como el arte de la relación
intencionada, lo que nos remite a un hecho en que dos o más
personas se relacionan entre sí para tender a un cambio
personal en relación con una finalidad59.
Movimiento. Aristóteles define el movimiento como el “acto
del ser en potencia en cuanto tal”60. Es lo propio del ser
imperfecto, y va en el sentido de la actualización de sus
potencialidades. Se afirma así la característica expresiva de
la educación, que retoma Paulo Freire en su oposición entre
“educación bancaria” y “educación liberadora”61. Por su parte,
Sciacca nos recuerda que “educar” viene de “e-ducere”,
conducir hacia afuera lo que está dentro62.
Cambio cualitativo. Más adelante63 Aristóteles explicita el
movimiento en términos de una jerarquía de cambios:
sustancial, referido a la generación y a la corrupción;
cuantitativo, a un aumento o disminución de materia; local o
translación espacial; y cualitativo. Este último consiste en
la transformación de una o varias cualidades del ser por la
57
Sylvain Lourié. Education and development. Strategies and decisions in
Central America. Paris, IIEP, 1989.
58
El término griego para “verdad” es “alézeia”, que significa lo no
encubierto. La Verdad era representada en figura de mujer desnuda.
59
Una invitante propuesta es la que hacen Fernando Flores y Francisco
Varela en el texto “Mapas fundamentales”, en: Revista de educación,
Santiago, Ministerio de Educación, n° 228, Setiembre de 1995, pp. 27-33.
60
Ver la Física, 201a, 10.
61
Ver, por ejemplo, las conversaciones con Frei Betto en: Esa escuela
llamada vida, Buenos Aires, Legaza, 1988.
62
Michele Federico Sciacca. El problema de la educación en la historia
del pensamiento occidental. Barcelona, Miracle, 1957.
63
Ibidem.
32
adquisición de una nueva forma (“trans-formación”) de esa o
esas cualidades.
Perfección. El cambio cualitativo se produce en el orden de
la perfección: “terminar” el ser, “terminar de hacerlo”:
“per-facere”. Entra aquí la dimensión ética de la educación.
No hay educación al margen de los valores definidos por la
naturaleza humana; por ejemplo, la vida. Una “educación
militar”, por ejemplo, orientada a “destruir al enemigo”, no
es aceptable, aunque se la vista con ropajes de autodefensa.
Tanto el concepto de “enemigo” como el de su destrucción
vulneran valores humanos relacionados con la vida. ¿Que esto
carece de sentido en una sociedad llena de agresiones? Por
supuesto que nó: estamos hablando de una educación en la
perspectiva de una nueva conciencia. Gandhi: “la no-violencia
consiste en estar dispuesto a que cualquier situación de
conflicto se resuelva a costa mía”; “marchar sobre el
cortante afilado de la ‘ahimsha’ no es fácil en un mundo
lleno de ‘himsha’64. No es cosa baladí esta de la educación:
pone el hacha en la raíz.
Intencionalidad. Un cambio en el orden de la perfección
supone un tender, un “ir hacia”. Un caminar, en el sentido
que le otorga Tomás de Aquino cuando habla del ser humano
como teniendo un “status viatoris”65. George Leonard habla de
la intencionalidad como “el vector de la identidad”66 y Don
Juan se refiere frecuentemente al “intento”, la “intención”
y el acto de “intentar”67. La categoría intencional de la
educación señala una acción explícita y no-neutra, con lo que
nuevamente hacemos referencia a lo axiológico y lo ético.
Carácter magisterial. La acción educativa señala hacia un
maestro. Muestra la experiencia de los valores vividos por
las personas y los grupos humanos, que son transmitidos por
procesos en los que actúan personas y grupos de personas. El
peso relativo de esta acción va disminuyendo en la medida del
desarrollo de la autonomía, madurez en la que se hace
presente la voz del maestro interior que hay en cada uno de
64
Citado en: Suzanne Lassier, Gandhi y la no-violencia. Madrid, Paulinas,
1976, p. 200. Se suele traducir “ahimsha” como “no violencia”, pero
entiendo que significa más bien la actitud espiritual que da lugar a un
actuar no violento.
65
Son muchos los lugares de esta referencia. Ver, por ejemplo, S.Th, III,
15, 10. Ver también el excelente análisis de Josef Pieper Sobre la
esperanza, Madrid, Rialp, 1951.
66
George Leonard. El punto silencioso, Madrid, Edaf, 1987, caps. 9 y 10.
67
Son muchas las referencias a este propósito. Ver, por ejemplo, Carlos
Castaneda, El don del águila, México, Edivisión, 1989, pp. 129 y 287 a
289. . El conocimiento silencioso, Buenos Aires, EMECÉ, 1988, pp. 12-19,
33-34, 51-57, 67-70, 81-87, 136, 200, 315.
33
nosotros, y la que con frecuencia no alcanzamos a oír en el
tráfago de nuestras descripciones68.
Carácter mágico. La modernidad desencantó el mundo69 y al
hacerlo, lo disecó. Tarea de la educación en la nueva
conciencia es reencantarlo70. Reencantar el universo es volver
a descubrir su trama y la vida que se hace presente en ella,
mucho más allá de las descripciones de la razón.
Las categorías de la información.
In-formación tiene que ver con “formar desde dentro”,
constituir, dar forma. Un conjunto de elementos (datos) son
llamados a constituirse en un ser nuevo mediante su relación
con un marco de referencia. Las categorías de la información
tienen que ver, pues, tanto con los datos como con los marcos
referenciales.
Transparencia de los datos. Un dato es un elemento o unidad
que contiene en sí potencialidad informativa. Estas unidades
han de ser puestas a la luz, transparentadas, por su estar a
la mano, por su disponibilidad.
Trazado de paradigmas. “Paradigma” es un término muy
empleado, gracias a su imprecisión. Retomo su origen
semántico: de “pará” y “deígma”, “en torno a” y “muestra”,
“ejemplo”. En griego, “paradigma” designa un plano de
arquitectura. La categoría de trazado de paradigmas define a
la información como útil o instrumental; se refiere al diseño
de un croquis que represente el paraje en el que se expresa
un dato.
Elaboración de teorías. De nuevo la etimología: “teoría”
quiere decir: “mirada (oráo) hacia Dios (theós)”. Es un tener
ojos para una visión amplia, desde un conjunto en el cual ese
dato cobra sentido. Una teoría está constituida por un
conjunto coherente de hipótesis que la soportan (“hipótesis”
quiere decir “colocar debajo de”).
68
Para un excelente análisis de este tema ver: Karlfried Graf Dürkheim,
El maestro interior, Bilbao, Mensajero, 1984.
69
“La modernidad produce inevitablemente un ‘desencantamiento’ del mundo
e impulsa hacia la secularización de la cultura en la esfera pública”
(José Joaquín Brunner: “Los intelectuales chilenos se definen” en: El
Mercurio, 16.09.90, p. E7). “Vivimos en un mundo cada vez más escéptico,
laico y relativista, y sigue habiendo razones para continuar en esa
dirección, de modo que no veo una posible reversión” (Tomás Jocelyn-Holt,
Ibidem.)
70
Ver: Morris Berman, El reencantamiento del mundo, Santiago, Cuatro
Vientos, 1987.
34
Decir diferencias. Bateson describe la información como “la
diferencia que hace la diferencia”71. Decir una diferencia
corresponde a un cambio de mente, a una perspectiva nueva. El
pivote de toda iluminación es la información.
Función de razón. Se refiere al ser-útil de la información,
novedad ordenada a las descripciones de las que se siguen
conversaciones, decisiones y nuevos hechos educativos.
Función de intensidad. Se refiere al cambio cualitativo
mismo, a partir de una diferencia que silencia descripciones
y origina nuevos decires.
Fenomenologización del hecho educativo. “Fenomenologizar”
equivale a aplicar la palabra (“lógos”) a lo que aparece, lo
que se muestra (“fainómenon”). La información ha de hacer ver
el hecho educativo, transparentarlo, permitir que sea visto.
Información e incerteza.
Podría hacerse una historia de Occidente en torno a la
búsqueda del Punto Fijo. Nos encontraríamos con las
cosmogonías geocéntricas que prevalecieron hasta Galileo; con
los afanes y teorías de geógrafos y navegantes del
Renacimiento; con los “autos de fe” de ayer y de hoy; con las
modernas empresas que nos venden seguridad. Siempre lo mismo:
hallar el punto de referencia desde el cual todo puede ser
definido; establecer lo verdadero separándolo de lo falso;
procurar lo estable, lo que no cambia. En todo: desde la
religión hasta la política; en la conducta y la salud; y para
qué decir en la escuela, aquélla “vaca sagrada” de Illich,
cuya razón de ser es transmitir los modos y maneras
perpetuados en una sociedad72.
Sin embargo, los puntos fijos se nos mueven. Las metas
se hacen horizontes siempre cambiantes, y el resultado es el
hastío del que nos habló Sartre hace ya algún tiempo73 o la
depresión que ha sido definida como “el mal de la
modernidad”74. Es que nos hacemos incapaces de vivir el
movimiento, el cambio. Nos aferramos a lo que sea, y allí,
agarrados al arbusto de la orilla, el agua del río nos
entorbellina y ahoga. No nos atrevemos a soltar nuestras
fijezas y a aprovechar la corriente para nadar. Como Roberto
71
Ver: Gregory Bateson. Pasos hacia una ecología de la mente. Buenos
Aires, Planeta, 1991.
72
Ver: Ivan Illich. Deschooling society. New York, Harper and Row, 1971.
73
La Nausée es de 1938.
74
Ver una buena síntesis de estudios al respecto en: Daniel Goleman, La
inteligencia emocional. Santiago, Vergara, 1997, pp. 267 y ss.
35
de la Rive, en la novela de Umberto Eco, nos cuesta un largo
proceso el desnudarnos, saltar al agua y dejar atrás el barco
del conocimiento establecido75.
Una concepción tradicional de la información retoma el
mismo espíritu: “recuerde: la información reduce la
incertidumbre” se receta en un informe de un seminario
reciente. Pero poco es lo que avanzamos a partir de ese
enfoque: solo llegamos a acumular descripciones sin que nada
cambie en nosotros ni en nuestras vidas. Y es precisamente
este cambio el que constituye el eje del acto educativo.
La información - lo hemos venido diciendo - se ubica en
el centro del cambio, es su pivote. Y al serlo, se relaciona
no con la certidumbre sino que con la incerteza. Cada vez que
abandonamos nuestros puntos fijos, cada vez que soltamos
nuestras amarras, cada vez que nos desnudamos y nos atrevemos
a saltar al agua, estamos colocándonos en el camino de lo que
viene en lugar de lo que ya fue; en el camino del proceso de
in-formación: de ir dando nuevas formas.
Los corredores de distancias largas conocemos bien ese
estado que llamamos “la zona” en el que se acaba el esfuerzo,
la respiración se hace natural y pausada, el cuerpo entero
adquiere un ritmo espontáneo... y los kilómetros pasan sin
ser sentidos76. En todo aprendizaje existe el mismo efecto;
más aun: no hay aprendizaje en el solo esfuerzo, sin que se
produzca el llamado “estado de flujo” en el cual el niño (o
cualquiera que aprende) adquiere una concentración
espontánea, en la que todo sucede suavemente, sin ser
forzado. Y cuyo resultado es una nueva comprensión que
aflora, un acto creativo, un salir de sus anteriores
descripciones para que aparezcan otras nuevas, las que - a su
vez - habrán también de ser superadas. “Aprendizaje III”
llama Gregory Bateson a ese estado de superación de sí
mismo77. San Juan de la Cruz dirá “Entréme donde no supe y
quedéme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo”78.
Desde las más fundamentales experiencias de cambio en
nuestras vidas hasta los más pequeños detalles de los
aprendizajes de cada día, la información será siempre esa
75
Umberto Eco. La isla del día de antes. Barcelona, Lumen, 1995.
Los testimonios de esta experiencia son numerosos. Ver, por ejemplo,
James F. Fixx. The complete book of running. New York, Random House,
1977. Joe Henderson (Ed.). The complete marathoner. Anderson World,
Mountain View, 1981.
77
Ver Gregory Bateson. Pasos hacia una ecología de la mente. Buenos
Aires, Planeta, 1991.
78
Copla “Entréme donde no supe” en: S. Juan de la Cruz, Obras completas.
Burgos, Monte Carmelo, 1987.
76
36
“diferencia que hace la diferencia”, esa generadora
introducción de la incerteza.
El proceso de la información es, así, un ir oponiendo
descripciones, unas a otras, traspasándolas todas, siempre en
busca de un estado en el que aparece una nueva y tenue luz.
Un hermoso texto de Platón nos lo recuerda. El maestro tiene
75 años, y morirá cinco años después, luego de una larga y
fructífera vida académica; escribe en su Carta VII: “Cuando
se ha restregado uno contra otro cada uno de los factores,
nombres, definiciones, imágenes y sensaciones, cuando se los
ha probado en discusiones amistosas sin poner ningún énfasis
en las preguntas ni en las respuestas, se produce de pronto,
en forma incipiente, un trazo de luz, se concibe y comprende
el objeto estudiado...”79.
Cuántos cánceres somáticos, síquicos, espirituales y
sociales nos evitaríamos si no nos aferráramos a nuestras
certezas, nuestros puntos fijos.
79
Citado por: A.-J. Festugière. La révélation d’Hermes Trismégiste.
Paris, Lecoffre, 1954. Vol IV, pp. 87-88.
37
COLOFÓN: PARA UN ENFOQUE HOLONÓMICO DE LA
INFORMACIÓN.
El físico Geoffrey Chew ha elaborado una “filosofía
bootstrap” de la naturaleza y la utiliza para la construcción
de teoría sobre el comportamiento de la materia. En esta
visión, el universo es concebido como una tela o tejido
dinámico de elementos, una trama de eventos
interrelacionados, amarrados entre sí como lo están los
ojetillos de una bota de caza por el cordón: “bootstrap”.
Ninguna de las propiedades de cualquier parte de la trama es
fundamental; todas se encuentran influidas por las otras, y
la consistencia global de las relaciones mutuas es la que
determina la estructura de toda la trama80.
A través de este escrito he intentado servirme de un
enfoque semejante, que llamo “holonómico”, para iluminar el
sitio de la información en el punto preciso de cambio en el
que nace una nueva conciencia, que se abre, lo sabemos, a un
universo dinámico, donde lo ilusorio, lo engañoso, consiste
en fijar eventos, sacándolos de la trama en la cual cobran
sentido.
En el epílogo dejaré la palabra a Teilhard de Chardin
quien nos hablará de la necesidad de “ver” para dar cuenta
del hecho humano. Este “ver” obra en la emergencia de una
nueva conciencia que se hace presente con una fuerza cada vez
mayor en las dimensiones personal y social de lo humano.
En este nacimiento de una nueva conciencia, la educación
y la información encuentran su sitio. El desafío de un
sistema de información está en operar conjuntamente las
dimensiones de razón y de intensidad de la información en la
tarea de fenomenologizar un hecho educativo. Trabajar ambas
funciones exige ejercer vigilancia sobre un ir y venir
dialéctico en el que un decir se transparenta y refleja en
otro. Ejercer vigilancia es abrir del “sentidos” de que nos
habla Teilhard: de la inmensidad espacial, de la profundidad,
del número, de la proporción, de la cualidad o novedad, del
movimiento, de lo orgánico.
80
Para una bibliografía sobre el tema ver: Fritjof Capra, O Tao da
física. Sao Paulo, Cultrix, 1989, especialmente pp. 213 ss.
38
EPÍLOGO.
“Ver. Se podría decir que toda la vida consiste en esto - si
no como finalidad, por lo menos esencialmente -. Ser más es
unirse más y más. Sin embargo, lo comprobamos más aún: la
unidad no se engrandece más sustentada por un acrecentamiento
de conciencia; es decir, de visión... No hay necesidad de ser
hombre para percibir los objetos y las fuerzas dispuestas
circularmente alrededor de uno mismo. Todos los animales lo
hacen tanto como lo hagamos nosotros. Pero es peculiar del
Hombre ocupar en la Naturaleza una posición tal, que esa
convergencia de líneas resulta ser no sólo visual, sino
estructural... Para descubrirse a sí mismo hasta el fin, el
Hombre tenía necesidad de ‘sentidos’ cuya gradual
adquisición, según diremos, llena y marca los hitos de la
historia misma de las luchas del Espíritu.
- Sentido de la inmensidad espacial, tanto en lo grande como
en lo pequeño, que desarticule y espacie, en el interior de
una esfera de radio indefinido, los círculos de objetos que
se comprimen a nuestro alrededor.
- Sentido de la profundidad, que relegue de una manera
laboriosa, a lo largo de series ilimitadas, sobre unas
distancias temporalmente desmesuradas, los acontecimientos
que una especie de gravedad tiende de manera continua a
comprimir para nosotros en una fina hoja de Pasado.
- Sentido del número, que descubra y aprecie sin pestañear la
multitud enloquecedora de elementos materiales o vivientes
que se hallan comprometidos en la más mínima de las
transformaciones del Universo.
- Sentido de la proporción, que establezca en lo posible la
diferencia de escala física que separa, tanto en dimensiones
como en ritmo, el átomo de la nebulosa, lo ínfimo de lo
inmenso.
- Sentido de la cualidad o de la novedad, que pueda llegar,
sin romper la unidad física del Mundo, a distinguir en la
Naturaleza unos estadios absolutos de perfección y de
crecimiento.
- Sentido del movimiento, capaz de percibir los irresistibles
desarrollos ocultos en las mayores latitudes - la agitación
extrema disimulada bajo un velo de reposo -, lo completamente
novedoso deslizándose hacia el centro mismo de la repetición
monótona de las mismas cosas.
- Sentido de lo orgánico, finalmente, que descubra las
interrelaciones físicas y la unidad estructural bajo la
superficial juxtaposición de las sucesiones y de las
colectividades.
A falta de estas cualidades en su escrutar, el Hombre
continuará siendo indefinidamente para nosotros, hágase lo
que se haga para que podamos ver, lo que aún resulta ser para
39
algunas inteligencias: un objeto errático dentro de un Mundo
dislocado. Que se desvanezca, por el contrario, en nuestra
óptica la triple ilusión de la pequeñez, de la pluralidad y
de la inmovilidad, y el Hombre vendrá a adquirir la situación
central que habíamos anunciado: cima momentánea de una
Antropogénesis que corona a su vez una Cosmogénesis.
El hombre no sería capaz de verse a sí mismo de manera
completa fuera de la Humanidad, ni la Humanidad fuera de la
Vida, ni la Vida fuera del Universo”. (Pierre Teilhard de
Chardin. El fenómeno humano. Madrid, Taurus, 1963, pp. 4347).
40
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43
INDICE
—A—
acción, 3, 4, 6, 10, 11, 13, 15, 18, 20, 24, 25, 26, 30,
31, 32, 33
Aprendizaje III, 36
Aristóteles, 6, 9, 13, 14, 29, 31, 32
—F—
Festugière, 36
filosofía, 7, 14, 19, 24, 37, 41
Fixx, 35
Flores, 24, 25, 31
Freire, 31
—B—
Bastías, 18
Bateson, 11, 34, 36
Berman, 8, 14, 33
bootstrap, 37
botella cazamoscas, 19, 29
Brunner, 33
—G—
Galileo, 34
Gandhi, 25, 32, 41
Gilson, 14
gnoseología, 6, 9
Goleman, 5, 6, 35
Griffiths, 9
—C—
cambio, 3, 5, 6, 12, 15, 16, 18, 29, 30, 31, 32, 34, 35,
36, 37
Capra, 5, 8, 14, 37
Castaneda, 12, 16, 17, 18, 24, 27, 28, 30, 32
categorías, 3, 29, 31, 33
CEPAL/UNESCO, 5, 40
Chew, 37
Chopra, 12, 16
comunicación, 2, 5
conocer, 6, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 18, 24, 26, 30
conocimiento, 2, 5, 6, 7, 8, 10, 11, 12, 13, 14, 16, 17,
18, 24, 27, 30, 32, 35, 40, 42
conversación, 4
—H—
Hayward, 15
Heidegger, 29
Henderson, 35
hombre de Nogales, 18, 19, 20, 24
Huygens, 21
—I—
Illich, 34
incerteza, 3, 15, 34, 35, 36
información, 1, 2, 3, 4, 5, 10, 11, 18, 24, 33, 34, 35,
36, 37
—D—
dato, 10, 11, 12, 33, 34
Déchanet, 11
Don Juan, 12, 16, 18, 24, 27, 28, 30, 32
Dürkheim, 33
—E—
Eckhart, 26
Eco, 35
educación, 3, 4, 5, 10, 15, 22, 29, 31, 32, 33, 37, 40,
41, 42
educar, 5, 31
Eisler, 15
enacción, 6
enactuar, 8
Enomiya, 23, 24
espíritu, 5, 6, 11, 13, 14, 16, 20, 22, 23, 26, 35, 40, 41
estado de flujo, 35
Euler, 7
—J—
Juan de la Cruz, 28, 36
Jung, 30
—L—
Lasalle, 23
Lassier, 25, 32
Leonard, 6, 32
lógos, 9, 13, 14, 34
Lourié, 31
Loyola, 28
—M—
Maréchal, 7
Maturana, 2, 5, 6, 15, 18
milagro, 24, 30
modernidad, 3, 14, 21, 22, 23, 33, 35
muerte, 3, 8, 16, 19, 21, 23, 28
44
mundo nuevo, 5, 22
—T—
—N—
no-violencia, 25, 32, 41
nueva conciencia, 3, 5, 6, 18, 20, 22, 23, 24, 25, 26,
27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 37, 41
nueva era, 5
Teilhard de Chardin, 11, 12, 37, 39, 42
Téllez, 5
teoría, 24, 34, 37
Tomás de Aquino, 6, 12, 14, 32
Toynbee, 21
trama, 33, 37
—U—
—O—
Occidente, 8, 9, 13, 14, 15, 21, 34, 40, 41, 42
Oriente, 9, 15, 21, 41
umbral, 5, 11
UNESCO, 5, 22, 40
universo, 12, 16, 19, 26, 29, 33, 37
—P—
palabra, 2, 3, 9, 10, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 25, 34, 37
paradigma, 8, 12, 33
Pieper, 32
Platón, 6, 14, 36
Plotino, 6
Publius Virgilius Maro, 21
punto de cambio, 3, 5, 29
Punto Fijo, 34
—R—
racionalidad, 6, 13, 19, 23, 24, 25, 30
realidad, 6, 8, 13, 15, 25, 28, 40
REDUC, 4, 5
Renacimiento, 21, 34
—V—
Varela, 2, 6, 15, 18, 31
verdad, 30, 31
Virgilio, 21, 22, 23
Vivir, 6, 13, 23, 41
—W—
Wilhelm, 30
Winograd, 24
Wittgenstein, 17, 19, 30
—Y—
Yourcenar, 16
—Z—
—S—
Sagan, 22
Sartre, 35
Sciacca, 31
silencio, 17, 18, 19, 20, 24, 25, 27, 30
Smulders, 11, 12
Suzuki, 26
Zajonc, 7
Zen, 24, 26, 42
zona, 10, 35
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