“La vida en el páramo es puro trabajo” Los cabellos como hilos plateados reposan entretejidos sobre su espalda y los surcos en su rosto le dan vida a la expresión que hace al hablar Doña Laura de Pérez, quien a los 94 años con gran lucidez nos narra una parte de su vida como mujer y protagonista de la historia de la hermosa población de Piñango, en pleno páramo merideño. Laura de Pérez, habitante del páramo merideño Esta anciana mujer expresa que Doña (Foto: Henry) nació el 11 de Julio de 1910 en este pueblo y al crecer fue que se percató que apenas siete casas conformaban el poblado donde vivía con su familia que era muy amorosa. “Las casitas estaban ubicadas cerca de la iglesia que era muy pequeñita y tenía techo de paja y la plaza estaba construida de sólo piedra”. Dice que la vida en el páramo es puro trabajo, lidiar con las vacas y sembrar con bueyes, escardilla y picos. “Antes era más bonito desde que yo me acuerdo esa era la labor de los hombres trabajar agricultura y, las mujeres, en el oficio de la cocina y lavar”. Del pueblo se salía sobre bueyes junto con las cargas de las siembras o en burros, pero ahora, cometa que se sale en carros. Aunque toda su vida la ha vivido en este páramo, refiere que no es baquiana de estos lares sino para la zona de La Puerta. “Nos ibamos a pie pa´lla, por ese páramo, mi papá nos llevaba junto con un buey a comprar la comida y para el camino llevábamos arepas y carabinas, la gente que trabajaban por ahí, se ponían en los cobritos y se iban a comprar pa´lla”. - ¿Y usted se acuerda cuándo trajeron el primer carro al pueblo? - Si me acuerdo ¡uh, como no!.. Pusieron algunos obreros a trabajar con pico y pala, para hacer un caminito y eso les costó hacerlo porque hay unos pedregales y unas peñas como esas (señala el paisaje). Me acuerdo que lo iban rompiendo a puro pico y pala y con una yunta de bueyes fueron sacando la tierra para hacer la calle y en eso tardaron años, no fueron dos días. Sonriendo doña Laura nos dice que ella conocía los carros porque iba con su familia a la misa en San Rafael o a Mucuchíes. “Mucha gente de aquí, de Piñango se asustó cuando vieron llegar el primer carro pues pensaban que se iban a morir y que aquí se estaba acabando el mundo. Igual pasó cuando oímos el primer avión”. -¿Qué pensaron cuándo vieron el primer avión en el cielo? - La gente se pasó de una casa pá otra, teníamos miedo porque creíamos que el cielo se estaba cayendo cuando vimos esa cosa que iba por el aire. Un señor que vivía po´ aqui abajito y cuatro familias más se vinieron pa acá pa´ la casa mia y me decían: “ay señora Laura qué hacemos iremos a morir aquí. Y, cuando el ruido del avión fue pasando salimos de la casa y ya estaba muy claro, lo vimos que se fue de pa´allá, se fue y se fue y se fue. Pensamos que nosotros tal vez ya no morimos, eso si fue un gran susto. -Ahora cuéntenos ¿usted vio osos frontinos por aquí? -Si eran unos bichos bonitos, porque uno ve un animal de esos y son como un ovejo ¿usted conoce a los ovejos?. Aja son como un ovejo negro con la diferencia que tienen la cara igual a la de un cristiano. “Yo escuchaba la conversa de la gente de que los osos salvajes se sentaban como una persona y que se revolcaban como un perro. Pero una vez yo vei uno cuando venía con Jacinto, mi esposo y dije mira donde esta aquel animal haciendo daño en una siembra de papas que era de Don Pedro y yo quería ir a sacarlo pero él no me dejó, entonces nos quedamos mirando al oso que caminaba pa` lla y pa` aca, dio unas vueltas y se sentó vivamente como un cristiano y sus manos eran iguales a las de un hombre, solo que el tamaño de las uñas son así de largas…¡ay no, no, no!” - ¿Alguna vez vio matar algún oso? - Si, uno salvaje que andaba por ese páramo y que mataba las reses eso fue como jalarse a uno de aquí pa allá, yo lo veí abajote agarrando una vaca y se vino como pa´ la casa y gritó fuerte y varios que estaban ahí le echaron los perros y lo pudieron matar y se lo llevaron pa´comerselo. ¿Y usted llegó a comer carne de oso? - Que si llegue a comer!... si, pa´que lo niego, la carne es tiesa y no es sabrosa, no tiene sabor a carne, es como morder un palo, eso no vale cocinarla, ni aliñarla porque es desabrida, no es buena la carne de oso, no, nadita. La comida era cocida con leña a puro fogón, recuerda doña Laura que cargaba el agua para cocinar en unos barriles sobre un burro porque cerca de donde vivía no había nacientes. “Se molía el maíz con piedras y se hacía arepas parejo todos los días”, agregó. De las festividades en Piñango evoca que se celebraba a la Virgen del Carmen, Santa Lucia, La Inmaculada, San Isidro y San Benito, todos los años durante el Marzo para ello traían en bestia a un sacerdote desde Torondoy quien ofrecía las misas. “Aquí la gente podía morirse sin confesión porque eran tres días de camino en bestia para traer y volver a llevar al padre. (Prensa-Mumcoa-CNP 6.255). Museo de la Memoria y la Cultura Oral Andina MUMCOA Unidad: Archivo de la Palabra Serie: Historia Inmediata Línea de Investigación: Pensamiento Urbano Colaborador: (Estudiantes de la Maestría en Historia de Venezuela)