“Yo sólo quería observar para no ‘alterar’ al grupo. La reflexividad sobre mi trabajo de campo con el Grupo Unigay” Porfirio Miguel Hernández Cabrera Universidad del Valle de México [email protected] Resumen. La presente ponencia tiene como objetivo reflexionar sobre mi papel como investigador queer durante mi trabajo de campo con el Grupo Unigay, un grupo activista de jóvenes gays de la ciudad de México, durante el periodo de 1997 a 1999. Específicamente, pretendo analizar los efectos de mi participación como investigador y como miembro en las actividades realizadas en todos los espacios de acción del grupo, en la generación de los datos etnográficos y en la producción del conocimiento expresado en mi tesis de maestría en antropología social en la ENAH (Hernández Cabrera, 2002). Para ello, en la primera parte de esta ponencia expondré algunos planteamientos teóricos que sobre la perspectiva de la reflexividad en la investigación sobre sexualidad, también llamada autorreflexividad, han elaborado algunos(as) investigadores estadounidenses como Gardner Honeychurch (1997) y mexicanos(as) como Lamas (2001) y Núñez Noriega (2004). Específicamente, retomaré las sugerencias de Lamas en el sentido de la necesidad de aplicar una perspectiva reflexiva en el análisis de algunos resultados preliminares sobre mi investigación de maestría publicados en un artículo (Hernández Cabrera, 2001). En la segunda parte expondré algunos antecedentes sobre mi investigación de maestría, y los tipos de actividades que realizaba el Grupo Unigay en todos sus espacios de acción. En la tercera parte aplicaré la perspectiva de la reflexividad al caso particular de mi trabajo de campo, identificando simultáneamente mis acciones etnográficas así como las reflexiones autoetnográficas que se derivan de ellas. Específicamente, reflexionaré sobre cómo las construcciones de mi identidad sexo-genérica y de mi identidad como antropólogo investigador en estudios sobre diversidad sexual contribuyeron en: 1) la elección de estos asuntos como objetos de estudio; 2) la selección del Grupo Unigay como universo de estudio; 3) la forma en que me inserté en él y mis impresiones sobre mis primeros acercamientos con el grupo; 4) la orientación de mi participación como miembro 2 e investigador durante mi pertenencia/trabajo de campo en el grupo; y 5) en la construcción de los resultados de la investigación y en la producción del conocimiento. Finalmente, en las conclusiones discutiré la pertinencia teórica y metodológica de la perspectiva reflexiva para el mayor y mejor conocimiento sobre las relaciones entre “investigador” e “informantes” en el trabajo de campo, y analizaré sus repercusiones en la producción del conocimiento antropológico sobre la construcción de las identidades gays. Palabras clave: Identidad gay, reflexividad, etnografía. Introducción La investigación social es una forma de conocer e interpretar la realidad, pero también es una actividad que algunos/as investigadores hacemos para conocernos e interpretarnos a nosotros mismos. Estas motivaciones están presentes en muchos ámbitos del quehacer investigativo en las ciencias sociales, pero particularmente en la antropología social. Sin embargo, una cosa es reconocer las motivaciones personales en el terreno de lo subjetivo y otra muy diferente hacerlo explícito como parte de los resultados de la investigación. Es bien sabido que la selección y delimitación de los temas de investigación no se realiza ingenuamente, elegimos investigar lo que investigamos no sólo por nuestras inquietudes intelectuales y sociales, sino también, y cada vez más, porque eso que elegimos tiene “algo” que ver con nosotros, porque nos identificamos con el tema elegido. Así, con la emergencia de los paradigmas posestructuralistas y con el advenimiento del posmodernismo, son cada vez más los proyectos de investigación que se realizan en los que la o el investigador se lanza a la aventura de investigar a su propio grupo de pertenencia. Esto se presenta sobre todo en el ámbito de la antropología social, en donde el acercamiento con el “objeto de estudio” es tarea obligada a través del trabajo de campo para la realización de etnografías. No obstante, no siempre la o el antropólogo incorpora el análisis de sus elecciones subjetivas en el reporte de investigación final. Los motivos de esas elecciones quedan relegados a charlas de café con los colegas y amigos, pero raramente llegan a figurar como parte del reporte de investigación. Así, los gustos, preferencias, motivaciones, deseos, miedos, alegrías y muchas otras manifestaciones de la subjetividad del 3 investigador/a, experimentadas durante el trabajo de campo, quedan en el terreno de lo “privado”, como si el investigador no fuera un ser humano que se relaciona con los “informantes” comportamental, afectiva y cognitivamente durante la selección, recolección y análisis de los datos; como si la interacción con los “informantes” se hubiese realizado de una manera despersonalizada y los “datos” hubiesen sido obtenidos por una máquina registradora de pura “información objetiva”. La reticencia de las y los etnógrafos para enfrentar su subjetividad y reflexionar sobre ella públicamente es patente independientemente del campo y del tema de investigación elegido. Sin embargo, tal reticencia es mayor cuando se trata del estudio de la sexualidad. Si bien desde hace muchos años el estudio de la sexualidad de los “otros” nativos ya dejó de ser tabú como tópico de investigación, desafortunadamente sigue siéndolo cuando -en el marco de tal tipo de investigación- se espera que la o el antropólogo reflexione públicamente sobre las relaciones entre su propia sexualidad y su objeto de estudio en una ponencia, un artículo, una tesis de posgrado o un reporte de investigación. Pero, todavía más, la reticencia es mucho mayor cuando se espera una autorreflexión por parte de la o el investigador en el contexto de los resultados de investigación sobre algún tipo de sexualidad disidente, llámese homosexualidad, lesbianismo, bisexualidad, transgenerismo o alguna otra variante de la diversidad sexual. Como investigadores estamos dispuestos a desvelar la sexualidad de los “otros”, de los “informantes”, pero no estamos dispuestos a desvelar nuestra propia sexualidad como una parte de nuestro objeto de estudio. Sin embargo, desde los años noventa del siglo XX son cada vez más frecuentes las aproximaciones reflexivas o autorreflexivas en el ámbito de los estudios sobre la antropología de la sexualidad en la academia anglosajona (Coffey, 1999; Kulick y Willson, 1995; Markowitz y Ashkenazi, 1999). En contraste, hoy en día todavía no existe en México una tendencia de investigación que explore esa importante veta y analice las repercusiones de la reflexividad de la o el etnógrafo en la producción de conocimiento antropológico sobre las sexualidades diversas. No obstante, es necesario reconocer que en la actualidad existen algunas propuestas de importantes antropólogos y antropólogas nacionales para orientar el trabajo etnográfico en ese sentido y así aprovechar todas sus posibilidades epistemológicas (Lamas, 2001; Núñez Noriega, 2004). 4 En mi caso particular, como antropólogo investigador en estudios sobre diversidad sexual, asumir la perspectiva de la reflexividad y analizar la construcción de mi identidad sexo-genérica y de mi orientación sexual era una inquietud que me rondaba cuando trabajaba en mi tesis de maestría en antropología social en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) (Hernández Cabrera, 2002). Sin embargo, sólo me atreví a hacer algunos apuntes al respecto, pero no hice las reflexiones que me hubieran gustado. Esto fue motivado en mucho por mi homofobia internalizada y el miedo a la exposición personal; por mi formación profesional positivista anterior; el poco conocimiento de la perspectiva autorreflexiva y el temor a contravenir los cánones teórico-metodológicos de la academia; y por las presiones institucionales para terminar la tesis. En este sentido, ahora, a cuatro años de haber concluido la tesis, con una mayor seguridad personal en general y sobre mis gustos homoeróticos en particular, con un poco más de conocimiento sobre esta perspectiva, y con una mayor capacitación y autoridad como antropólogo, considero importante retomar el tema y enfrentar los fantasmas, no solamente como un ejercicio de autonomía personal, sino sobre todo como un ejercicio intelectual y académico que sigo considerando necesario. Pienso que el análisis de las operaciones realizadas durante mi trabajo de campo desde una perspectiva autorreflexiva, me permitirá llegar a una comprensión más cabal de los intereses de investigación que llevé a cabo en la tesis de maestría. Este análisis arrojará algunas luces sobre la utilidad teórica y metodológica de esta perspectiva en el campo de los estudios antropológicos sobre la diversidad sexual, específicamente sobre la interrelación entre los procesos de generación de los datos etnográficos y los procesos de producción de conocimiento que se derivan de ellos. Así pues, la presente ponencia tiene como objetivo reflexionar sobre mi papel como investigador queer durante mi trabajo de campo con el Grupo Unigay, un grupo activista de jóvenes gays de la ciudad de México, durante el periodo de 1997 a 1999. Específicamente, pretendo analizar los efectos de mi participación como investigador y como miembro en las actividades realizadas en todos los espacios de acción del grupo, en la generación de los datos etnográficos y en la producción del conocimiento expresado en mi tesis de maestría. 5 Para ello, en la primera parte de esta ponencia expondré algunos planteamientos teóricos que sobre la perspectiva de la reflexividad en la investigación sobre sexualidad, también llamada autorreflexividad, han elaborado algunos(as) investigadores estadounidenses como Gardner Honeychurch (1997) y mexicanos(as) como Lamas (2001) y Núñez Noriega (2004). Específicamente, retomaré las sugerencias de Lamas en el sentido de la necesidad de aplicar una perspectiva reflexiva en el análisis de algunos resultados preliminares sobre mi investigación de maestría publicados en un artículo (Hernández Cabrera, 2001). En la segunda parte expondré algunos antecedentes sobre mi investigación de maestría, y los tipos de actividades que realizaba el Grupo Unigay en todos sus espacios de acción. En la tercera parte aplicaré la perspectiva de la reflexividad al caso particular de mi trabajo de campo, identificando simultáneamente mis acciones etnográficas así como las reflexiones autoetnográficas que se derivan de ellas. Específicamente, reflexionaré sobre cómo las construcciones de mi identidad sexo-genérica y de mi identidad como antropólogo investigador en estudios sobre diversidad sexual contribuyeron en: 1) la elección de estos asuntos como objetos de estudio; 2) la selección del Grupo Unigay como universo de estudio; 3) la forma en que me inserté en él y mis impresiones sobre mis primeros acercamientos con el grupo; 4) la orientación de mi participación como miembro e investigador durante mi pertenencia/trabajo de campo en el grupo; y 5) en la construcción de los resultados de la investigación y en la producción del conocimiento. Finalmente, en las conclusiones discutiré la pertinencia teórica y metodológica de la perspectiva reflexiva para el mayor y mejor conocimiento sobre las relaciones entre “investigador” e “informantes” en el trabajo de campo, y analizaré sus repercusiones en la producción del conocimiento antropológico sobre la construcción de las identidades gays. 1. La perspectiva de la reflexividad en la investigación sobre sexualidad De acuerdo con Gardner Honeychurch (1997), en la investigación tradicional sobre sexualidad predominan los enfoques heterosexualizantes que legitiman visiones hegemónicas, homófobas y estigmatizantes. Sin embargo, señala que en la actualidad existen aproximaciones investigativas autoetnográficas en las que el conocimiento es producido por sujetos investigadores sociales gays y lesbianas que cuestionan los 6 supuestos epistemológicos y metodológicos de los discursos heterosexualizantes y el “adoctrinamiento heterosexual” de la academia Gardner Honeychurch propone una aproximación queer al estudio de las sexualidades diversas para abolir las concepciones estrechas de la sexualidad humana. Tal aproximación supone una ontología diferente acerca de los objetos de conocimiento, así como de las relaciones entre el sujeto cognoscente y el objeto cognoscible. Supone también, asumir un posicionamiento queer como autor y autoridad en la producción de conocimiento y abandonar las visiones heterosexualizantes sobre los sujetos gays y lesbianas como sujetos de estudio. Para el autor “una aproximación al conocimiento social desde posición queered es una refutación postmoderna de la certidumbre epistemológica” (p. 119) y es también una “salida del clóset epistemológico” en el que la investigación social ha mantenido a los disidentes sexuales y genéricos. Agrega que es necesario reconocer las interconexiones entre las pluralidades del deseo y el conocimiento para cuestionar las epistemologías heterosexuales y sus presunciones de “objetividad”, y para aceptar “las implicaciones del cuerpo y de lo erótico en las prácticas de investigación” (p. 118), además de reconocer y analizar las estructuras cognitivas prevalecientes en las que los sujetos se desenvuelven y desde las cuales emana la producción del conocimiento. Según Gardner Honeychurch, las orientaciones sexuales no sólo son un asunto de prácticas sexuales personales, sino fundamentalmente dimensiones de la subjetividad que revelan todo un cúmulo de experiencia humana y de funciones cognitivas, y que están imbricadas con otras dimensiones de clase, género, etnia, etc. En este sentido crítica la visión objetivista del quehacer científico y reconoce que el investigador y el sujeto de investigación en el proceso de conocimiento son actores situados desde un punto de vista que determina sus relaciones y acciones. Así, aboga por el reconocimiento de la dimensión humana del investigador como un sujeto con deseos, cuerpo y orientaciones específicas, y que vive en contextos culturales particulares que lo influyen. De este modo señala que los textos queered precisan que los sujetos sexuales hablen como tales ya que los sujetos gays, lesbianas, bisexuales, heterosexuales, “necesitan ser denominados, en lugar de presuponerse lo que son” (p. 7 125), sobre todo si se considera que el lenguaje “es un medio de regulación o silenciamiento del cuerpo y del deseo” (p.127). Para Gardner Honeychurch es necesario inscribir la dimensión sexual del investigador como un tópico académico igual de serio que cualquier otro, además de que implica abordar más honestamente los efectos del deseo y el papel del cuerpo en la investigación y el conocimiento. Anota que en la academia estadounidense cada vez es más frecuente una reflexión sobre estos asuntos, por ejemplo, el reconocimiento de Malinowsky sobre sus “pensamientos impuros acerca de un sujeto de investigación” (p. 131); el trabajo de Esther Newton sobre “la dimensión erótica del trabajo de campo”; y los relatos sobre experiencias personales de atracción hacia sujetos de estudio, masculinos o femeninos, y los efectos de esto en el proceso de investigación. Por otro lado, Lamas (2001), en un artículo en el que comenta algunos avances publicados sobre mi investigación de maestría (Hernández Cabrera, 2001) -y otros cuatro trabajos reunidos en un número monográfico sobre sexualidades editado por la revista Desacatos-, señala que: “Los artículos que aquí aparecen publicados representan en cierto sentido la vanguardia de la investigación antropológica sobre sexualidad en nuestro país. Ante el frío desinterés que priva en nuestro medio por temas relativos a la sexualidad, un mérito indudable de les [sic] autores radica en su voluntad de indagar, a pesar de lo incómodo que todavía resulta el tema” (p. 138). Sin embargo, Lamas opina que tales trabajos se caracterizan por la carencia de una perspectiva autorreflexiva de las y los investigadores en cuestión. En este sentido, comenta: “De los cinco artículos, cuatro (Núñez, Hernández Cabrera, Rodríguez y Ponce) se nutren de un original trabajo de campo […] Los cuatro trabajos de corte etnográfico ofrecen materiales inéditos, que ayudan a ir armando el complejo rompecabezas sobre las prácticas y vivencias de la sexualidad entre los mexicanos, pero ninguno de los cuatro tiene una perspectiva autorreflexiva” (p. 143). Para Lamas, la investigación antropológica moderna requiere realizar un trabajo de reflexividad entendida como “la autorreflexión de quien investiga sobre las formas en que los productos de la investigación son afectados por el personal que investiga y por los procesos de investigación” (ibidem). Desde su punto de vista, el contexto relacional en el 8 que se lleva a cabo el trabajo de campo precisa de la sistematización de “una serie de vivencias y de intercambios personales intensos”, y agrega que, debido a esto, interpretar la cultura de un grupo “es una tarea que está sesgada por el posicionamiento de quien investiga” (ibidem). Según la autora, en un afán por garantizar la objetividad, los primeros enfoques investigativos en ciencias sociales estaban marcados por una intención del investigador de “reducir o controlar los efectos que producía”, ya fuera a través del distanciamiento o por el ocultamiento de la identidad y la ideología del investigador, con el propósito de minimizar los efectos de su subjetividad sobre los informantes y los datos recabados. No obstante, reconoce que en la actualidad ha habido cambios en la perspectiva metodológica y agrega: “Hoy se elige la reflexividad, lo que requiere asumir un proceso autorreferencial y detectar así los elementos que influyen” (ibidem). De este modo, Lamas concluye señalando la importancia de considerar la subjetividad del investigador en el estudio antropológico ya que: “Los objetivos de investigación se construyen no sólo insertos en tendencias cognitivas que marcan las interpretaciones intelectuales sino también (casi diría fundamentalmente) cruzados por factores subjetivos” (ibidem). Por su parte, también en el ámbito de la antropología mexicana, Núñez Noriega (2004) ha argumentado sobre la necesidad de reflexionar sobre los supuestos epistémicos, las operaciones teóricas, los métodos de investigación y las técnicas que se utilizan para dar cuenta de los hombres como sujetos genéricos “en tanto que acciones y elecciones inscritas en coordenadas simbólicas de género” (p. 14). Esto implica estudiar a los investigadores, sus habitus1 masculinos y la forma en que intervienen en el quehacer científico. Específicamente, propone considerar cómo las emociones, los deseos, las experiencias personales y la identidad de género del investigador(a) influyen en las elecciones epistemológicas, teóricas, metodológicas y técnicas en la investigación y en la producción de conocimiento. 1 Sobre este concepto Núñez Noriega (1999) ha señalado: “El habitus hace referencia a estructuras de percepción, pensamiento y acción que organizan las prácticas de los individuos (y que incluye por supuesto el sentimiento de ‘diferencia’). Se trata de ‘disposiciones’, esto es, de ‘tendencias, aptitudes, propensiones, destrezas, hábitos, inclinaciones [...] Una disposición no es una actividad o que ocurra un hecho, sino que es la probabilidad de que aquella se realice o que ocurra aquel en ciertas circunstancias’ (Geertz, 1984, p. 93). El habitus se genera en el contexto de la representación de ciertas experiencias en una historia individual. Como las representaciones son por definición compartidas, y como hay experiencias similares, se generan habitus similares, o lo que aquí llamamos un ‘habitus grupal’: un conjunto de disposiciones compartidas” (pp. 149-150). 9 Núñez Noriega (2004) cuestiona las bases mismas de la epistemología dominante empezando por la negación de la existencia de la objetividad y la neutralidad absolutas y, en cambio, reconociendo: la dimensión social e histórica de la realidad como una construcción social; la imposibilidad de dejar fuera la subjetividad y “el cuerpo y las emociones como posibilidades de conocimiento”; la mutua interpenetración de la realidad y el sujeto; y la subjetividad implicada en la elección de los objetos de estudio y de las categorías que se utilizan para conocerlos. Del mismo modo que Lamas, Núñez Noriega (2004) propone el reconocimiento y el autorreconocimiento del investigador social como un “sujeto posicionado” que es también construido social e históricamente, que utiliza conceptos social e históricamente construidos para definir la realidad que estudia, y que realiza acciones y establece relaciones igualmente social e históricamente construidas en el proceso de producción de conocimiento. Agrega que la subjetividad del investigador siempre está presente en los procesos de producción de conocimiento, sólo que es silenciada por estrategias de poder en el campo académico. Núñez Noriega entiende el concepto de reflexividad en la investigación de dos maneras: “1) reflexividad como cuestionamiento crítico de las condiciones sociocognitivas involucradas en la posibilidad de conocer la realidad, y 2) reflexividad como la atención a las emociones, intereses, elecciones, valoraciones, dificultades personales e institucionales del sujeto investigador durante la investigación […]” (2004, p. 27). En este sentido, propone un nuevo tipo de investigación en el que se hagan patentes los “saberes subyugados” de los/as investigadores y se analicen reconociendo la historia personal e institucional a partir de los habitus personales y académicos para expresar: “con honestidad académica, la manera en que las dinámicas de género se hacen presentes en nuestro trabajo de investigación sobre los hombres como sujetos genéricos” (p. 31). 2. Algunos antecedentes sobre mi investigación de maestría Mi tesis tuvo como objetivo general realizar una aproximación etnográfica al Grupo Unigay para estudiar los procesos de asimilación y reproducción del discurso identitario gay local, analizar sus efectos en el proceso de construcción de la identidad gay individual 10 y colectiva de los miembros del grupo, analizar la participación del mismo en los eventos públicos de difusión de los discursos de la diversidad sexual y la lucha contra el sida organizados por el movimiento LGBT, así como analizar el tipo de relaciones establecidas con éste. En la primera parte de dicho trabajo recupero los desarrollos teóricos y sociales de los individuos y grupos pioneros en el activismo social homófilo y gay europeo y estadounidense, que contribuyeron al debate político y académico sobre las homosexualidades desde la mitad del siglo XIX hasta pasada la mitad del siglo XX, y que hicieron posible el surgimiento del movimiento de liberación gay y de la identidad gay como una categoría teórica y social. Retomo los aportes de la teoría de la identidad y expongo las dimensiones y el valor social de la identidad, así como la utilidad teórica y empírica de tal concepto. Rescato la perspectiva construccionista social de los paradigmas que al respecto de las identidades gay y lésbica han formulado los estudios lésbico-gays. Expongo la perspectiva de los estudios sobre diversidad sexual y realizo una revisión del estado de la cuestión acerca de las investigaciones que sobre las identidades gay/lésbica, los grupos gays/lésbicos y la salida del clóset se han llevado a cabo en la antropología mexicana. Finalmente, reviso algunos mecanismos de internacionalización y globalización del movimiento de liberación gay estadounidense y su impacto en el surgimiento y desarrollo del Movimiento de Liberación Homosexual de la Ciudad de México, y reconstruyo la historia del ahora llamado movimiento LGBT local en el período comprendido de 1971 a 2001. En la segunda parte presento una aproximación etnográfica a algunos grupos gays de jóvenes y describo el proceso de selección del grupo estudiado. Abordo los antecedentes de la formación del Grupo Unigay y las etapas de su desarrollo; sus objetivos; las características de sus integrantes y coordinadores; la estructura organizativa y las formas básicas de operación; las formas de afiliación al grupo; las características del lugar de reunión de los jóvenes; y los tipos de actividades que realizaban. Identifico tres ejes de análisis en los procesos identitarios generados por el grupo: 1) la recreación/ensayo del proceso de desclosetamiento (la salida del clóset) de los miembros en una dinámica de grupo; 2) el papel de la presencia pública del grupo en el Parque Hundido; y 3) la predominancia de las expresiones identitarias camp (el “joteo” y el 11 “perreo”2) como formas de sociabilidad particulares. Abordo la participación proselitista del Grupo Unigay en los eventos pro diversidad sexual y antisida; analizo la función cultural de tales eventos en la construcción de la identidad gay colectiva -global y local-, para lo cual describo sus orígenes, objetivos y características, y analizo el tipo de activismo realizado por el grupo y su influjo simbólico en las formas específicas de construcción de la identidad gay entre los jóvenes integrantes. Finalmente, describo las relaciones intergrupales establecidas por el Grupo Unigay con el movimiento LGBT durante la organización de los eventos pro diversidad sexual y antisida, así como sus relaciones con los grupos de la diversidad sexual, las organizaciones de lucha contra el sida y los medios de comunicación. Esbozo el carácter frágil y circunstancial de estas relaciones, y abordo el divisionismo perenne que priva en el movimiento a través de la descripción de algunas acciones activistas en la transición hacia el nuevo milenio. 2.1 Las actividades del Grupo Unigay El Grupo Unigay constituye un caso paradigmático dentro del activismo específicamente gay del movimiento LGBT local porque, a diferencia de los otros grupos gays contemporáneos de jóvenes (Hernández Cabrera 2005a), proporcionaba muchos espacios de socialización en los que los integrantes, además de realizar diversas actividades proselitistas, establecían múltiples relaciones de sociabilidad. Durante mi trabajo de campo realicé observación participante en todos los espacios de socialización del grupo. En específico, el Grupo Unigay tenía cuatro espacios de acción formales, además de otros informales (principalmente en restaurantes y casas habitación). De esos cuatro espacios, dos eran semanales durante los días martes y domingo, y otro era quincenal durante los sábados. El cuarto espacio de acción se concretaba durante la participación del grupo en los eventos anuales pro diversidad sexual (marchas del orgullo LGBT) y antisida (veladas, instalación de altares, día mundial, caminatas nocturnas y tianguis 2 “El término “perrear” se deriva de la palabra “perra”, que es un término que designa la actitud verbal sarcástica o irónica de un gay en una relación interpersonal en la que se hace un despliegue de ingenio y agudeza verbal para hacer mofa del otro. Así, “perrear” significa la acción de comportarse como una “perra”. Existen dos tipos de “perreos”: el sutil, caracterizado por un ánimo festivo y un impulso lúdico; y el “perreo” agresivo, en el que el objetivo es someter y humillar al otro. El “perreo” es una modalidad del “joteo” y comparte con él la afectación y el afeminamiento del habla” (Hernández Cabrera, 2002; p. 265). 12 informativos en memoria de los muertos por el sida y en lucha contra esa pandemia), sobre la cual presenté los resultados en un artículo recientemente publicado (Hernández Cabrera, 2005b). 2.1.1 Las juntas de los martes Todos los martes se llevaban a cabo las “juntas” entre los coordinadores del grupo y tenían como objetivo planear y evaluar las actividades para cada espacio de acción. Las juntas se realizaban por las tardes en el auditorio de la Fundación Ser Humano Internacional y en la oficina del grupo en la misma institución, la cual es una institución de asistencia privada que trabaja en la prevención y atención del VIH/sida3. Debido a incidencias importantes para el grupo algunas juntas extraoficiales se efectuaron en el restaurante “Vips” de la calle de Hamburgo en la Zona Rosa. 2.1.2 Las convivencias de los domingos Los domingos se realizaban las “reuniones de acercamiento” o “convivencias” del grupo con el propósito de “interrelacionarse y divertirse aprendiendo”4. Tales reuniones se llevaban a cabo en el Parque Hundido todos los domingos del año, en la tarde, al aire libre y a la vista de la población de paseantes. Esta era la reunión principal del grupo a través de la cual se intentaba alcanzar los objetivos antes descritos, pero además lograr que la gente asistente al parque derribara mitos y estereotipos sobre la homosexualidad y los homosexuales. Las actividades comprendidas en las convivencias dominicales eran muy variadas y las clasifiqué en tres tipos: 1) dinámicas de grupo; 2) actividades de conmemoración de festividades; y 3) actividades dominicales especiales. 1) Dinámicas de grupo En el contexto de las actividades de Unigay, las “dinámicas de grupo” eran definidas como: “juegos y/o actividades grupales, por medio del uso de materiales diversos, para que, de una forma divertida, se promueva la competición entre equipos”5. En este sentido, 3 Durante mi trabajo de campo la Fundación distribuía permanentemente un tríptico en el que se leía: “Ser Humano, A. C. es una Organización No Gubernamental (ONG) fundada en 1992 por un grupo de personalidades de las artes y las ciencias en México, cuyo propósito es el ofrecer servicios profesionales de prevención contra el VIH/SIDA. Hoy tenemos una experiencia de 4 años en ofrecer talleres y capacitación dirigidos especialmente a: profesionales de la salud, maestros, estudiantes, jóvenes, amas de casa, niños, trabajadores del campo, familiares de pacientes con VIH y la población en general” (Ser Humano, A. C., 1997, ciudad de México). 4 Grupo Unigay, Boletín Informativo (“Derribando mitos”), tríptico, 1997, ciudad de México. 5 Grupo Unigay, “Plan de Trabajo de la Coordinación de Actividades Dominicales”, enero de 1998, ciudad de México. 13 las “dinámicas de grupo” eran entendidas como un conjunto de técnicas y estrategias grupales a través de las cuales se organizaba al grupo para trabajar sobre uno o más temas. Este tipo de actividades dominicales constituía el principal pilar de las actividades del grupo y era, de hecho, la primigenia forma de trabajo con la que inició Unigay desde su fundación atendiendo a sus objetivos de apoyo emocional y socialización. La selección de las dinámicas de grupo para las actividades dominicales no se realizaba mediante un plan preestablecido, más bien se dejaba a la libre elección de los coordinadores en función de las ideas que se les ocurrían para enfrentar el siguiente domingo tratando de ser variados en el tipo de actividad (no ser repetitivos), pero también tomando en cuenta los comentarios de los integrantes en el sentido de que querían dinámicas “divertidas y atractivas”. Debido a esto, en algunas ocasiones las actividades dominicales estaban conformadas por sólo una dinámica de grupo, pero en otros casos el programa incluía entre cuatro y cinco dinámicas. Durante mi trabajo de campo contabilicé la realización de 70 dinámicas de grupo, de las cuales observé la mayoría. Todas las dinámicas de grupo tenían como objetivos principales lograr entre los miembros: el autoconocimiento y la autoestima; la integración individual y grupal; el fomento de las relaciones de amistad, de pareja y de solidaridad; la diversión y el relajamiento; el aprendizaje de la experiencia de los otros; la difusión de información; el debate y la reflexión; la visibilidad y la presencia pública en el parque; la generación y fortalecimiento del sentimiento de pertenencia hacia el grupo y hacia la comunidad lésbicogay; y la aceptación de la identidad gay. Los temas de las dinámicas de grupo eran variados, pero los más frecuentemente abordados eran los siguientes: el performance de la identidad de género6 y el camp; la animación y la diversión; el conocimiento interpersonal; la integración grupal; las representaciones sociales sobre la homosexualidad (homofobia) y la heterosexualidad (los “bugas”7); la evaluación de las actividades y los aportes del grupo; y el autoconocimiento y la autoestima. 6 Por performance de la identidad de género entiendo la puesta en escena de la identidad gay a través de la teatralización de las discontinuidades de los roles de género. Así, mediante una serie de acciones, comportamientos y formas de representación simbólica derivados de las dinámicas de grupo, los jóvenes echaban mano de la performatividad sexo-genérica para romper con los constreñimientos de las identidades de género binarias masculino/femenino y de este modo expresar, a través de la representación teatral, los significados individuales y grupales de lo “joto” y la “jotería”. 7 En México la palabra “buga” se usa para designar a las personas heterosexuales. Según Hernández Guerrero (1997) “buga” es un “Término Quechúa que significa ‘lo distinto’, ‘lo diferente’ y que es utilizado generalmente de manera peyorativa para referirse a personas con orientación heterosexual en ambientes 14 Otros temas de las dinámicas incluían: las características socio-demográficas de los integrantes; el conocimiento y apropiación de la subcultura gay; los conocimientos generales (“trivias”8); el desclosetamiento9; la familia; la organización grupal; la pareja; la participación del grupo en una investigación de tesis de licenciatura en psicología sobre la revelación de la homosexualidad y del seroestatus al VIH/sida en hombres homosexuales (Delgado y Solís, 2000); la pertenencia al grupo; la presencia pública y el contacto con paseantes del Parque Hundido; la prevención del VIH/sida y de ITS; la religión; y la sexualidad. En cuanto a los tipos de actividades de las que se conformaban las dinámicas de grupo, los más recurrentemente utilizados eran los cuestionarios (sobre datos individuales, asuntos del grupo y sobre la investigación de tesis de licenciatura antes mencionada); los escritos con una temática específica; las técnicas de animación y diversión; los convivios; los debates; los juegos de roles; y las técnicas de conocimiento interpersonal. Otros tipos de actividades observadas fueron los siguientes: audiodebate; concurso de baile; concursos de conocimientos; competencias de destreza física; demostraciones; distribución de trípticos; elaboración de anuncios clasificados, carteles y collages; entrevistas entre miembros del grupo y con paseantes del parque; intercambios de regalos; lectura y comentarios de textos; notificaciones; opiniones verbales; premiaciones; subasta; técnicas de autoestima, confrontación, información, integración y organización grupal; discusiones en equipos y exposiciones de conclusiones; y sesiones plenarias. 2) Actividades de conmemoración de festividades Este tipo de actividades dominicales consistía en la celebración de alguna fecha festiva importante en los calendarios cívico, religioso y consumista de la ciudad de México. Estas actividades se realizaban en el Parque Hundido en el mismo día de la festividad (si caía en domingo) o en el domingo más próximo. Las actividades observadas en este rubro fueron las siguientes: - Día de la Independencia de México (16 de septiembre). Para conmemorar esta fecha cívica se realizó una “Tarde mexicana” consistente en: aplicación de una “trivia” del Día de la Independencia; concurso de interpretación de canciones mexicanas en equipos; y donde predominan lesbianas y homosexuales” (p. 59). Sin embargo, desde mi punto de vista, en la ciudad de México la palabra “buga” no tiene connotaciones peyorativas, sino más bien distintivas. 8 “Trivias” es el nombre que actualmente se le da en los medios de comunicación a los concursos de conocimientos, con base en preguntas, sobre un tema específico. 9 Para una revisión de la dinámica de grupo sobre el desclosetamiento véase Hernández Cabrera (2001 y 2002). 15 concurso de confección y exhibición de trajes regionales femeninos elaborados en el parque con papel y otros materiales. - Día de Muertos (Día de los Fieles Difuntos, 2 de noviembre). La celebración de esta festividad incluyó: escritura de calaveras en “versión gay”; y concurso de confección y exhibición de disfraces de “Halloween” elaborados con papel y otros materiales. - Fiestas decembrinas (Navidad y Año Nuevo). Para esta ocasión se llevó a cabo una Posada Navideña del grupo y un balance de fin de año; para ello los miembros de Unigay efectuaron las siguientes actividades: escritura de la petición de posada en “versión gay” y posada del grupo, que incluyó procesión con peregrinos, petición de posada, entrega de colación, partida de piñata y baile; y la redacción individual de un recuento personal sobre "Lo bueno y lo malo que me dejó Unigay en 1997". - Día de Reyes (6 de enero). Se llevó a cabo: “trivia” de Día de Reyes, escritura de una carta a los Reyes Magos y partida de rosca. - Día de la Candelaria (2 de febrero). Como es la costumbre, cuando se realizó la partida de Rosca de Reyes en el grupo se acordó que a las personas que les tocara un muñequito emblemático del Niño Dios (“el mono”) tendrían que organizar la tradicional tamalada con motivo del Día de la Candelaria. Tal festejo no se realizó por falta de organización entre los integrantes. - Día del Amor y la Amistad (14 de febrero). Para conmemorar este día se hizo un intercambio, al azar, de paletas de chocolate entre todos los miembros del grupo. Para la realización de este tipo de actividades se echaba mano de las mismas estrategias y actividades antes descritas (concursos, escritos con una temática específica e intercambio de regalos), pero también de otras como: las “trivias”; la confección y exhibición de trajes femeninos y de atuendos; y las fiestas y convites. 3) Actividades dominicales especiales Estas constituían una serie de eventos específicos que tenían un carácter novedoso e insólito en comparación con las actividades de los dos tipos anteriormente descritos. Las actividades dominicales especiales se llevaban a cabo básicamente con tres propósitos: i) salir de la rutina e imprimir nuevos aires en el grupo mediante el abandono momentáneo de las actividades dominicales habituales; ii) generar una mayor integración del grupo a través del fomento de la asistencia de los integrantes a las reuniones dominicales y de su participación en una actividad inusitada; y iii) promover, en algunos casos, la recaudación de fondos para el grupo mediante la participación de los integrantes en esa actividad. Las 16 actividades dominicales especiales que observé durante mi trabajo de campo fueron las siguientes: - El amigo secreto. Al inicio de mi trabajo de campo esta actividad especial estaba llegando a su fin. Consistía en que cada domingo cada miembro del grupo recibía anónimamente un pequeño obsequio junto con una carta o una tarjeta de parte de su “amigo secreto”, es decir, algún integrante del grupo que le había sido asignado al azar. El objetivo del juego era fomentar el conocimiento entre los miembros y la integración grupal ya que cada uno tendría que descubrir, en una fecha determinada -y a partir de las pistas que se daban en las cartas y tarjetas-, quién era su “amigo secreto”. - Primer y Segundo Concursos de Belleza Miss Gay. Cuando ingresé a Unigay el grupo ya había dado inicio a esta actividad desde semanas atrás. Cada domingo los integrantes votaban en una hoja a favor del o los candidatos que deseaban fueran acreedores a algún título de los propuestos por los coordinadores. Además, en la hoja se dejaba espacio para que los miembros propusieran otros títulos no considerados y agregaran los nombres de las personas propuestas. Los títulos “oficiales” a premiar fueron los siguientes: Miss Diva, Miss Cuarto Obscuro, Miss Perra, Mr. Capitán Galán, Miss Línea 7 (Metrera), Mr. Capitán Cavernícola, Miss Higadito, Mis Sifusa, Miss Mujir, Mr. Don Juan, Mr. Buga (Ella jura), Miss Ligues, Miss Trapos, Mis Sogina y Mr. Aburrido. Los títulos que los integrantes propusieron fueron: Miss Autóctona, Miss Incógnita y Miss Teca. Así, en una fecha determinada, según el recuento de mayoría de votos, se eligió al ganador -“la ganadora”, decían los jóvenes- de cada título de entre las ternas conformadas. La ceremonia de premiación del Primer Concurso de Belleza Miss Gay se llevó a cabo en el Parque Hundido. Meses después se realizó el Segundo Concurso de Belleza Miss Gay bajo los mismos lineamientos que el primero. - Venta de Esclavos. Esta actividad se realizó en el Parque Hundido con la finalidad principal de recaudar fondos para el grupo; consistió básicamente en una “subasta” interna de algunos miembros que fueron propuestos para fungir como “esclavos” por sus cualidades físicas (belleza o apostura). A los “esclavos” elegidos se les pidió su consentimiento para participar en este evento. Así, durante los preparativos de esta actividad en las juntas de los martes, se acordó la necesidad de exaltar los atributos de los “esclavos” con el propósito de generar una fuerte “puja” y consolidar excelentes contratos de “compra-venta”. 2.1.3 Las pláticas de los sábados 17 Los sábados por las noches, en el auditorio de la Fundación Ser Humano, se realizaban quincenalmente conferencias y video-debates, mejor conocidas por los jóvenes como “pláticas”, las cuales tenían como objetivo educar y brindar información sobre “temáticas gays y relativas a la homosexualidad”. Para ello se invitaba a “expositores conocedores de la materia”10, por lo general conferencistas provenientes de otros grupos o asociaciones gays y lésbicas, quienes hablaban durante dos horas sobre temas diversos relacionados con la homosexualidad y al final contestaban las preguntas de los jóvenes asistentes. Sin embargo, durante mi trabajo de campo el Grupo Unigay realizó otras actividades en este espacio de acción, por lo cual las pláticas de los sábados quedaron clasificadas en dos tipos: 1) actividades de educación y 2) actividades sabatinas especiales. 1) Actividades de educación Las actividades de educación estuvieron conformadas por las siguientes acciones: - Pláticas. Éstas comenzaron a programarse en mayo de 1997 y finalizaron en octubre del mismo año. En este periodo se impartieron once pláticas, de las cuales no observé las primeras nueve por aún no estar integrado al grupo. Los títulos de estas pláticas fueron los siguientes: “La gayasidad (visiones de la vida guei”, “La homosexualidad en la historia”, “Sexualidad humana”, “Grupo GRUMALE [Grupo de Madres Lesbianas]”, “Vida leather, “Homofobia y autoestima”, “Homosexualidad y drogadicción”, “Minorías sexuales” y “Literatura”. Una vez habiendo iniciado mi trabajo de campo en el grupo, observé la décima plática, la cual versó sobre “Psicología del mexicano”. La última plática se tituló “Historias de desclosetamiento” y consistió en un video-debate conducido por mí sobre el documental titulado Stories of Coming Out in America, de producción estadounidense y transmitido a mediados de los años noventa por el canal 22 de la ciudad de México. - Ciclo de conferencias sobre VIH/sida. Posteriormente a las pláticas, durante mi observación participante, los coordinadores del grupo programaron semanalmente el “Ciclo de conferencias sobre VIH/sida”, del 11 de octubre al 13 de diciembre de 1997. Dicho ciclo tuvo como objetivo informar a los integrantes de Unigay y a la comunidad en general sobre diversos aspectos en torno a la pandemia. Sin embargo, tal ciclo se llevó a cabo de una manera muy accidentada por no contar con la asistencia y apoyo de la 10 ídem. 18 mayoría de los conferencistas que estaban programados. Así, de nueve conferencias programadas, seis fueron canceladas. - Video-debates y conferencias. Después del fracaso que constituyó el “Ciclo de conferencias sobre VIH/sida”, propuse la programación de video-debates con la proyección de películas recientes sobre temáticas gays y lésbicas, las cuales se alternaron con algunas conferencias. De este modo, del 17 de enero al 12 de septiembre de 1998 se programaron quincenalmente trece video-debates y dos conferencias, de los cuales observé aproximadamente la mitad. La mayoría de las películas fueron seleccionadas por los coordinadores del grupo y los debates fueron conducidos por ellos (“Trilogía de amor. Jóvenes corazones gay”, “Un banquete de bodas”, un video porno gay, “Twilights of the Golds”, “Al caer la noche”, “Es o no es”, “Juego de lágrimas” y “Las aventuras de Priscilla, la reina del desierto”). Algunas películas fueron sugeridas por mí (“Jeffrey”, “Doña Herlinda y su hijo”, “Kids” y “Contacto peligroso”) y los debates fueron moderados por amigas y amigos míos, y por el crítico de cine Carlos Bonfil, a quien invité sin conocerlo personalmente. Las dos conferencias se titularon “Sexualidad y sida”, a cargo del experto en sexualidad Oscar Chávez Lanz, y “Testimonios de dos personas que viven con VIH”. En algunas fechas no se programaron video-debates debido a días festivos y/o compromisos del grupo en eventos antisida. 2) Actividades sabatinas especiales Este tipo de actividades tenían el propósito de generar la interacción y la integración de los miembros del grupo a través de actividades recreativas y fueron las siguientes: - Excursiones. Previo a mi entrada al grupo, Unigay había realizado excursiones a La Marquesa, Cuautla y a otros lugares. Para celebrar el segundo aniversario de la fundación del grupo, los coordinadores programaron una excursión al balneario “Ex-Hacienda de Temixco”, en el Estado de Morelos, la cual se llevó a cabo en enero de 1998 y a la que no pude asistir. - Primera Exposición de Creatividad. Esta actividad fue una iniciativa de los coordinadores del grupo para formar un espacio dentro de la oficina de Unigay -en las instalaciones de la Fundación Ser Humano-, a fin de que todos los integrantes se acercaran a conocerla y expusieran ahí los productos de su creatividad individual (cuentos, poemas, instalaciones, escritos testimoniales, pinturas, dibujos, esculturas, fotografías, etcétera) y de su creatividad colectiva surgida durante algunas dinámicas en el Parque Hundido (carteles y collages). Tal exposición se llevó a cabo el 5 de septiembre de 1998. 19 - “¡ZAZ!...”, obra de teatro. La idea de montar una obra de teatro en el Grupo Unigay surgió a raíz de la convocatoria de los coordinadores del grupo para montar la exposición de creatividad. Artemio, un integrante escritor que gustaba de escribir cuento, novela y teatro, y que había participado sin fortuna en diversos certámenes literarios nacionales, respondió a la convocatoria y propuso escribir y montar una obra para ser representada en la misma fecha de inauguración de la exposición de creatividad. Artemio invitó a algunos integrantes del grupo que aceptaron fungir como actores y con ellos se formó, ex profeso, el “Grupo de Teatro” de Unigay. Los ensayos y el montaje de “¡ZAZ!...”, obra de teatro en un acto de Artemio Belmont, se realizaron en la oficina del grupo. La obra fue estrenada y representada por única vez en el auditorio de la misma fundación. 3. La reflexividad sobre mi trabajo de campo con el Grupo Unigay La perspectiva de la reflexividad está presente de alguna manera en mi tesis de maestría, sólo que no trabajada abiertamente ni mucho menos reconocida como tal. Está presente, en ciernes, cuando expongo la manera en que seleccioné al Grupo Unigay como universo de estudio, la forma en que me inserté en él, mis impresiones sobre las primeras reuniones a las que asistí en tres de los espacios de acción del grupo y, sobre todo, en la exposición de mi rápido posicionamiento como coordinador en varias coordinaciones del grupo durante mi pertenencia/trabajo de campo en Unigay. Sin embargo, no desarrollé esta perspectiva debido a la siguientes razones: la necesidad personal de permanecer en el clóset, o al menos de no salir completamente de él; los prejuicios positivistas, que pretendí superar, heredados de mi formación como psicólogo conductista; la dificultad percibida sobre cómo instrumentar una perspectiva “autoetnográfica” -ya conocida desde entonces a través del ensayo de Gardner Honeychurch (op. cit.)-; la falta de conocimiento sobre la validez y las posibilidades teórico-metodológicas de una perspectiva autorreflexiva; y la falta de tiempo para desarrollar esta vertiente en mi investigación debido a la necesidad de responder a los tiempos institucionales para la entrega del trabajo terminal marcados por la ENAH y por el Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (CONACYT), el cual me proporcionó una beca para realizar mis estudios de maestría. 20 Así pues, a continuación retomaré la información etnográfica sobre mi posicionamiento como miembro e investigador del Grupo Unigay, para tratar de analizarla desde una perspectiva autorreflexiva. 3.1 “Yo elegí este tema de investigación para ‘aceptarme’, para ‘hacerme gay’ ” En el momento en que inicio mi trabajo de campo con el Grupo Unigay yo estaba por cumplir 37 años, estaba cursando el segundo año de la maestría en la ENAH. Trabajaba como profesor de asignatura en la Universidad del Valle de México (UVM) impartiendo diversas asignaturas sobre psicología y ciencias sociales, y en la entonces denominada Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Iztacala, específicamente en el Área de Psicología Experimental Humana, en la cual orienté mis cátedras hacia la revisión de los modelos psicológicos de la formación de la identidad gay para trabajar simultáneamente en mi proyecto de tesis de maestría. En el ámbito académico mis publicaciones se limitaban a un capítulo de un libro colectivo en el que expuse, junto con mi asesor, algunos resultados de mi tesis de licenciatura en psicología sobre la participación de las madresposas de la clase baja en la crianza genéricamente diferenciada de los infantes preescolares (Hernández Cabrera y Yoseff Bernal, 1994). Para entonces ya había participado en congresos, coloquios y encuentros organizados por diversas instancias de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, de la UNAM (ENEP-Iztacala, PUEG y Facultad de Psicología) y de la UVM, presentando los resultados de mi tesis de licenciatura, y en un congreso internacional realizado en Cuernavaca en donde presenté algunos aspectos de mi proyecto de tesis de maestría. También colaboraba eventualmente, desde 1992, en La Jornada Semanal con reseñas sobre libros de narrativa y ensayo que abordaran la sexualidad, el género, el erotismo y la diversidad sexual, entre otros temas, y con entrevistas a escritores. En el ámbito literario había publicado algunos cuentos y crónicas en libros colectivos, y había ganado algunos premios en concursos universitarios de cuento. Al mismo tiempo, participaba con un grupo de amigos gays en el CULHO (Círculo Unido de Lectores sobre Homosexualidades), el cual después adoptó el más académico nombre de “Seminario Novo 41”. Me había incorporado a ese grupo gracias a la invitación 21 de Mauricio List Reyes, mi amigo y condiscípulo de la maestría quien, junto con Humberto Guerra, había cofundado dicho círculo de estudios sobre las homosexualidades. En un principio mi proyecto de investigación de maestría se llamaba “La formación de la identidad gay y el proceso de desclosetamiento en jóvenes clasemedieros de la ciudad de México”. El 14 de abril de 1998 le escribí un correo electrónico a Guillermo Núñez Noriega, mi entonces director de tesis, en el que le confesaba lo siguiente: “Yo elegí este tema de investigación para ‘aceptarme’, para ‘aceptar que me gustan los hombres y que me mueven eróticamente’, en suma, para ‘hacerme gay’”. Así pues, yo estaba “en el clóset” y quería salir de él vía la investigación académica. No tenía pareja, pero ya había tenido algunas experiencias homosexuales después de haber tenido relaciones sexuales con novias. 3.2 En El Taller o “Si él también está aquí, por algo será” El domingo 31 de agosto de 1997 fui a divertirme con mi amigo Óscar a la disco-bar gay El Taller. Llegamos en metro a la Zona Rosa y al salir a la Glorieta de la estación Insurgentes nos encontramos a Cristian, un ex-alumno de Óscar y mío que había egresado de la universidad hacía tiempo y desde entonces no lo veíamos. Cristian iba con otro joven veinteañero, llevaba en la mano un pequeño objeto envuelto para regalo, lo cual nos hizo pensar a Óscar y mí que tal vez eran pareja y que andaban festejando alguna fecha especial. Después de saludarnos e intercambiar algunas palabras, nos despedimos. Cristian y su amigo se dirigieron hacia el metro y Óscar y yo hacia El Taller, en la calle de Florencia. Nadie había dicho hacia dónde se dirigía. En El Taller Óscar y yo bailamos, tomamos unas cervezas y presenciamos el número de un stripper. Estábamos en la barra platicando, junto a la pantalla de proyección de videos porno gays, cuando de repente vimos venir hacia nosotros a Cristian y a su amigo. - ¡¿Túúú Migueeelll?! -me preguntó Cristian, sorprendido. - Sí, yo también -le respondí, calmado, casi cínico; divertido por la cara de sorpresa de Cristian. - De otros lo hubiera imaginado, pero no de ti. No se te nota -agregó Cristian, quien no terminaba de salir de su estupor. 22 - Pues a ti sí, y a leguas -perreó Óscar. Todos reímos. Este encuentro fortuito con Cristian además de marcar el inicio de mi relación con el Grupo Unigay, como se verá más adelante, ilustra también una de las muchas maneras en que se da la salida del clóset entre personas a quienes se ha asumido como heterosexuales durante mucho tiempo. “Si él también está aquí, por algo será”, se suele escuchar cuando alguna persona autoidentificada como gay se encuentra azarosamente con algún conocido en algún lugar de reunión gay. Esta reacción se presenta como una descarga de alivio cómplice que aminora la ansiedad después de la sorpresa y relativo temor de haber sido descubierto “in fragantti” por el conocido, y al mismo tiempo permite la autojustificación de la propia presencia en el lugar gay en tanto que se establece una identificación con el otro. Este tipo de desclosetamiento es accidental por el hecho de que la revelación de la disidencia sexual es no intencional; de hecho, en estas situaciones el desclosetamiento suele quedar a nivel sólo de la percepción entre los actores implicados y puede o no llegar al terreno de la verbalización. La revelación, propiamente dicha, de la identidad gay -o del simple gusto erótico por los del mismo sexo sin pretensiones identitarias- va a depender del tipo de relación que exista entre las personas. Si existe amistad y confianza, el desclosetamiento tomará un giro de confesión íntima en el que se abundará en detalles y anécdotas que confirmarán las “evidencias” y darán a los confidentes elementos de confrontación de las propias experiencias que permitirán sentar las bases para el establecimiento de una mayor “complicidad” y la reafirmación de la identidad gay como en un juego de espejos. De cualquier manera, con o sin divulgación explícita, lo que si es un hecho es que en este tipo de situaciones el desclosetamiento es mutuo, lo que nos lleva a afirmar con Prieto (1996) que para que haya una salida del clóset se necesita a un otro testigo que perciba y/o escuche la revelación del “secreto” de la propia identidad sexual homosexual o de la práctica homoerótica. En el caso de Cristian y mío, el recuerdo de la cordialidad con que se llevó a cabo nuestra antigua relación de profesor/estudiante nos permitió enfrascarnos en un breve y mutuo interrogatorio desclosetador ante las miradas atentas de Óscar y de Mario, el amigo de Cristian, quienes hacían esfuerzos por escuchar y casi nos leían los labios a causa del sonido ensordecedor de la música disco que provenía de la pista de baile. Cristian me preguntaba que yo “desde cuándo”, que si yo ya “era” cuando le daba clases hacía como 23 cinco años atrás; reiteraba que “no lo hubiera pensado de mí”, que “no se me notaba” y otras cuestiones por el estilo. Cristian no terminaba de salir de su sorpresa ante mi presencia “delatora” en el antro gay. Por mi parte, ávido de informantes y de información, ya que hasta el momento no había seleccionado a mi población de estudio, cuando terminé de contestar las preguntas de Cristian me di a la tarea de “entrevistarlo” en medio del ruido de la disco-bar. Me dijo que apenas hacía dos años se había aceptado como homosexual, que ahora tenía veintinueve años y que le hubiera gustado salir del clóset mucho más joven para tener más experiencia ya que conocía a chavos más jóvenes que él, de dieciocho años o menos, y se daba cuenta de que “cuando él iba, ellos ya venían”, que “ya estaban muy vividos y había que tener cuidado con ellos”. Al preguntarle a Cristian qué era el objeto envuelto que llevaba en su mano, incluso en el interior de El Taller, me dijo que era un regalo que le habían dado “en el Grupo” (así, con G mayúscula que rebelaba su orgullo de pertenencia). Me explicó que participaba en un grupo gay llamado “Unigay” y que ahí, desde hacia varios domingos, llevaban a cabo una actividad llamada “El amigo secreto” en la que los miembros intercambiaban de manera anónima mensajes y regalos para fomentar la integración grupal. Para entonces yo ya había oído hablar de Unigay en Media noche en Babilonia11 y a través de Agustín, el líder de Palomilla Gay, otro grupo gay de jóvenes que yo había descartado como posible población de estudio. Le pedí a Cristian más información sobre el Grupo Unigay y me dijo que se reunían todos los domingos a partir de las tres de la tarde en el Parque Hundido, además de que llevaban a cabo otra serie de actividades. Me invitó a asistir a las reuniones y yo acepté porque Unigay era un grupo prospecto para realizar mi investigación; la conocida actividad constante del grupo y la evidencia del trabajo efectuado a través de la actitud y el testimonio de Cristian me motivaron para considerarlo como posible grupo de estudio. 11 Conducido por el actor Tito Vasconcelos, tal programa estaba dirigido expresamente a la población homosexual y se transmitió todos los domingos por las frecuencias de la estatal Radio Educación durante siete años hasta su desaparición del aire en septiembre de 1997. Entre otros temas, en este programa se abordaban los derechos de los gays, la aceptación de la identidad gay y diferentes aspectos en torno a la prevención y orientación sobre el sida. 24 3.3 Mi primera convivencia de los domingos en Unigay o “Bienvenidos una vez más a otra reunión del Grupo Unigay” El domingo 7 de septiembre de 1997 acudí por primera vez al Parque Hundido a las convivencias del Grupo Unigay. Llegué acompañado de mi amigo Oscar y de Cristian, quien me condujo al centro del parque. Ahí se encontraba un reducido grupo de unas quince personas, todas ellas jóvenes varones veinteñeros con facha de estudiantes universitarios, quienes, mientras esperaban que la reunión diera inicio, conversaban animadamente en grupitos. Cristian nos presentó con algunos de sus compañeros y con Paco y Carlos, dos de los coordinadores a quienes inmediatamente les expliqué el objetivo de mi presencia: hacer observación participante y entrevistas con algunos miembros del grupo para mi investigación. Paco y Carlos parecieron no darle mucha importancia a mis intenciones, simplemente manifestaron estar de acuerdo y no hicieron más preguntas; me dieron la bienvenida y anotaron mi nombre en un pedazo de papel reciclado con el sello del logotipo del grupo: un pequeño rompecabezas al que se encimaban las letras “Ug” y abajo la leyenda “UNIGAY”. Me dieron también una tira de cinta adhesiva y pegué mi “gafete” sobre mi camisa: “PORFIRIO”; ya era miembro del grupo. Los demás integrantes de Unigay ya portaban su gafete, y los que recién llegaban eran abordados por Carlos, quien los saludaba con una sonrisa o con un apretón de manos y un beso en la mejilla e inmediatamente anotaba sus nombres en el pedazo de papel y se los entregaba junto con su respectiva tira de cinta adhesiva. Carlos y Paco portaban un gafete más formal con su nombre completo y el área particular que coordinaban: Coordinación de Actividades Dominicales. Posteriormente, Paco solicitó a todos los presentes a que se congregaran y dio inicio a la sesión: - Hola, buenas tardes. Bienvenidos una vez más a otra reunión del Grupo Unigay... Al terminar la reunión, Rubén, el coordinador de la Coordinación de Educación del grupo, me preguntó si iría al “café” o a El Taller. Me explicó que al concluir las convivencias los coordinadores y otros miembros acostumbraban ir a un restaurante Vips 25 cercano, mientras que otros grupos de jóvenes iban a “Las tardeadas de El Taller”12. Le dije que prefería ir al café y hacia allá nos dirigimos Rubén, Cristian, Paco, Carlos, Max y otros integrantes del grupo. En el camino Rubén me informó sobre las actividades que Unigay realizaba también los martes y los sábados, y sobre la estructura organizativa del grupo. Frente a las puertas del restaurante Cristian y otros dos jóvenes se despidieron, él iría a comer a casa de su tía y después iría a El Taller, a la fiesta de despedida de Media noche en Babilonia, que ese día terminaba su ciclo celebrando siete años al aire y transmitiendo su última emisión desde la disco-bar. En el restaurante, mientras nos atendían, nos pusimos a platicar en grupitos. Para generar la interacción entre todos propuse un brindis: “Por Unigay, por sus integrantes y por sus coordinadores”. El brindis surtió efecto porque Carlos aprovechó la ocasión para interpelarme: - Bueno, ahora que ya observaste el trabajo del grupo, ¿qué te parece, qué opinas? Esto sirvió como detonador para que, durante toda la comida y la sobremesa, estuviésemos hablando de Unigay, su historia, objetivos, algunas anécdotas, etcétera. Les dije que al parecer era un grupo cordial, que me había sentido a gusto, que creía que tenía un mayor número de integrantes (al final de la reunión yo había contado alrededor de cincuenta personas), a lo que me explicaron que el número de asistentes fluctuaba según temporadas. No quise externar más opiniones sin tener un mayor conocimiento del trabajo del grupo. A partir de esta primera aproximación al grupo decidí realizar mi trabajo de campo con los Unigay porque reunían las características que me interesaban, además de que llevaban a cabo actividad constante y diversa los domingos, los martes y los sábados. Especialmente, las actividades dominicales en el Parque Hundido representaban una oportunidad para evaluar el impacto de la visibilidad de los jóvenes entre los paseantes y el efecto de esta visibilidad en los jóvenes. Finalmente, Unigay contaba con un número de integrantes considerable que me permitiría observar la diversidad de las identidades gays. 12 Así se denominaba al espacio dominical vespertino que El Taller dedicaba especialmente a los jóvenes gays que, por circunstancias familiares o de otro tipo, tenían dificultades para asistir a divertirse y sociabilizar en el lugar a altas horas de la noche. 26 3.4 Mi primera junta de los martes en Unigay o “¿Y cuál es tu tendencia?” Los coordinadores me habían explicado que los martes se reunían para realizar “juntas” en las que se organizaban las actividades del grupo, y me habían invitado para que asistiera a presenciar esta actividad el siguiente martes a las seis de la tarde en el auditorio de la “Fundación Ser Humano Internacional”. Ese día llegué tarde al auditorio y la junta aún no empezaba a pesar de que había un retraso de media hora. Entré y saludé de mano a los pocos asistentes. Ahí estaban Paco y Carlos, al frente, sobre la tarima. Paco me presentó como “un nuevo integrante que está haciendo una investigación sobre el grupo”. Además de ellos estaban también, sentados en las butacas: José Luis, un joven de unos 35 años, “amanerado”, moreno, gordo y bajito; un joven delgado y güero como de unos 24 años al que todos llamaban Melanny; y Fernando, un joven de lentes, de apariencia varonil y pulcra, de alrededor de 27 años. Esperaban a que llegara más gente para iniciar la junta y, mientras, Paco y Carlos escribían en el pintarrón los puntos del orden del día y los comentaban con Melanny y Fernando. Dispuesto a esperar me senté junto a José Luis, quien me abordó y empezamos a platicar. Él era el encargado de la Comisión de Difusión del grupo y me explicó en qué consistía su labor. Me preguntó qué había estudiado y cuál era mi “tendencia”. Le dije que me gustaban “algunos hombres” y que estudiaba antropología, aunque antes había estudiado psicología. Me comentó que frecuentemente iban psicólogos al Parque Hundido a “estudiarlos”, a verlos como “conejillos de indias” y a aplicarles cuestionarios. Le parecían “tontas” las preguntas que los psicólogos les hacían, además de que sus actitudes hacia ellos le resultaban “ingenuas”. Para José Luis esa actitud era igual a la que tuvieron los soldados y los misioneros españoles que durante la Conquista se sorprendían de cómo vivían los indígenas en América. Al escuchar esta opinión inmediatamente recordé la apreciación de Weston (1993) en el sentido de que en la época actual los gays y las lesbianas son los “nuevos nativos” a quienes los antropólogos investigan en las ciudades. José Luis, sin tanta elaboración teórica y sin tener conocimiento sobre los estudios lésbico-gays, me había dado la imagen que yo tenía de mí mismo en ese momento: me sentía como un antropólogo urbano “posmoderno” metiendo las narices en donde no me llamaban, pero al mismo tiempo me justificaba al considerar que la elección 27 de mi objeto de estudio, los jóvenes gays de su grupo, era científicamente válida y que trataría al máximo de realizar mi intervención etnográfica con el más absoluto respeto hacia los “nuevos nativos”. 3.5 Mi segunda junta de los martes o “Comprometerse en serio por el beneficio del grupo” La segunda junta del grupo a la que asistí se llevó a cabo la semana siguiente en el Vips de la calle de Hamburgo, en la Zona Rosa, debido a que “Ser Humano” estaba cerrado por ser día festivo. En esa ocasión Paco y Carlos me presentaron con Raúl, quien había sido coordinador del grupo antes que los primeros y ahora fungía como miembro del “Consejo de Unigay”, una instancia asesora para los nuevos coordinadores. Raúl fue amable, pero a la vez muy claro al advertirme que era bienvenido siempre y cuando trabajara “de veras” para el grupo porque, dijo, en otras ocasiones se habían acercado a Unigay psicólogos, antropólogos y otros estudiantes de ciencias sociales que decían querer colaborar con el grupo, pero que en realidad no lo hacían, y añadió: “Van al Parque, aplican cuestionarios, entrevistan, sacan información sobre el grupo, se titulan, obtienen sus grados con mención honorífica y luego se van, y ni siquiera dejan una copia de su tesis o reporte de investigación”. Las palabras de Raúl me recordaron la responsabilidad que implicaba incidir en Unigay por la importancia personal que para los integrantes tenía un proyecto grupal al que yo me acercaba con intereses académicos. Hasta ese momento yo no había pensado que tendría que “trabajar para el grupo”, creía que simplemente podría insertarme y observar el desempeño grupal e individual de sus integrantes. En última instancia mi idea de “trabajar para el grupo” se limitaba a hacer una “buena etnografía” y a colaborar en las actividades que estuvieran directamente relacionadas con mis necesidades de investigación, las cuales, estaba seguro, servirían de algo al grupo. Fue en este sentido que me comprometí a trabajar en serio por el beneficio del grupo y entregar al final una copia de mi tesis. En esa junta le expliqué, a grandes rasgos, a Raúl y a los miembros del grupo mi condición de estudiante de maestría y los objetivos de mi investigación, sobre los cuales no recibí preguntas ni objeciones. Así, entré a Unigay como investigador, pero también como un miembro más del grupo, y desde el principio me integré a trabajar activamente en las coordinaciones de Actividades Dominicales, Educación, y Archivo y Estadística. Realicé observación 28 participante durante un año (de septiembre de 1997 a septiembre de 1998) y, con algunas excepciones, en este periodo observé todas las actividades del grupo durante los domingos, los martes, los sábados y durante los eventos pro diversidad sexual y antisida. 3.6 Mi participación en Unigay o “Yo sólo quería observar para no ‘alterar’ al grupo” Al principio de mi integración al grupo yo sólo quería observar y eso era lo que hacía, pero por mi condición de miembro y mi formación de psicólogo los jóvenes me fueron pidiendo más participación, opiniones y asesoría para programar las actividades dominicales. Les dije que primero quería observar y luego propondría algunas cosas. Todavía con muchos resabios positivistas, adquiridos durante mi formación como psicólogo en una escuela y en una época con una marcada tendencia conductista, me aferraba a no querer opinar ni sugerir mucho para no “alterar” al grupo. Cuando mucho llegué a comprar algunos libros sobre técnicas de dinámicas de grupo y a prestarle otros a Carlos para que eligiera las que le parecieran más adecuadas para programar las convivencias de los domingos. Con ello pensaba que daba cause a mi responsabilidad de colaborar con el grupo sin “alterarlo” directamente. Sin embargo, a medida que me fui integrando a Unigay me fue cada vez más difícil sustraerme a participar externando opiniones y proponiendo actividades. Esto fue así debido a que mi investigación, mi involucramiento en el trabajo de las diversas coordinaciones a las que estaba integrado y mi relación cada vez más amistosa con los coordinadores y los miembros, me lo demandaban. Pero mi mayor participación también se debió a la situación particular por la que atravesaba el grupo ya que por noviembre de 1997 se agudizó una crisis de liderazgo: los miembros se quejaban de la incapacidad de los actuales coordinadores para programar actividades más “divertidas” y “amenas”, además de que consideraban que eran poco “carismáticos” y les faltaban habilidades para integrar y organizar al grupo. Por su parte, los coordinadores estaban cansados, pues la tarea de conducir a Unigay requería de mucho tiempo y creatividad. Esta situación posibilitó que emergiera en mí el prejuicio -hasta ese momento más o menos reprimido- de tener “mayor y mejor“ formación universitaria por haber estudiado psicología, ya que los coordinadores no tenían formación psico-pedagógica en el terreno de la educación profesional ni en el campo de la capacitación. Así, “yo psicólogo”, con experiencia en capacitación y en docencia, podría contribuir en algo “para el beneficio del 29 grupo” y para que mis ahora amigos de Unigay llevaran a cabo de una “mejor manera” sus objetivos y actividades. Además, yo tenía temor de que la crisis de liderazgo del grupo lo llevara a la desintegración, con la consecuencia de que yo tendría que buscar otra población de estudio y habría “perdido el tiempo”. Aunado a lo anterior, también estaba pendiente mi necesidad de asumir una “verdadera” posición de antropólogo en formación abandonando el esquema positivista. Todo ello contribuyó a decidirme a participar más y, de alguna forma, a observar menos, amparándome en la técnica antropológica por excelencia: la observación participante. Después de todo, yo era un miembro del grupo y bajo esa condición era perfectamente válida mi participación más activa, además, la “coartada” de la observación participante no sólo me lo posibilitaba, sino que me lo exigía. Así, cada vez fui opinando, proponiendo y haciendo más cosas que sólo observar; me convertí en un “verdadero” observador participante, pero también en un “verdadero” integrante del Grupo. Todo esto dentro de los límites que me imponían mis otras actividades fuera del grupo -que no eran pocas-, y sin asumir nunca el papel de “psicólogo del grupo”, como una vez me nombró amigablemente Arturo -un joven integrante muy allegado a los coordinadores. Aunque cabe señalar que algunos jóvenes en ocasiones me pedían “terapias” (las comillas las ponían ellos) cuando tenían alguna bronca, sobre todo de tipo sentimental con la pareja. En estos casos, en la medida de mis posibilidades, accedí a platicar con el interesado en cuestión, pero nunca asumiendo una actitud formal de “psicólogo”, sino de amigo y de investigador dispuesto a escuchar y a opinar según un punto de vista pasado por todos los tamices de mi formación personal, académica y profesional. Debo reconocer que a lo largo de mi trabajo de campo mi actitud velada de “seudosuperioridad”, por llamarla de alguna manera, fue paulatinamente resquebrajada por el constante enfrentamiento a la experiencia, el conocimiento, la calidad humana, el esfuerzo, la inteligencia y la creatividad de los coordinadores y miembros del grupo. Con su comportamiento cotidiano en los diferentes espacios del grupo, y fuera de él, los jóvenes de Unigay me enseñaron muchísimas cosas, pero sobre todo aprendí a integrarme a un grupo valorando y respetando las posibilidades y limitaciones de cada uno de los miembros, pero también reconociendo las mías propias. Las actividades dominicales que propuse y conduje en el Parque Hundido fueron pocas y recibieron buena acogida por parte de Paco y Carlos. Aunque en su mayor parte 30 tales actividades fueron más por el lado de la “reflexión” que el de la “relajación”, mi participación sirvió para que los coordinadores descansaran un poco. Sin embargo, cabe aclarar que, aunque yo era coordinador de Actividades Dominicales junto con Paco y Carlos, mi participación en esta área fue más bien de apoyo en el ámbito de las dinámicas de grupo, ya que nunca propuse la realización de otras actividades del tipo de conmemoración de festividades o de actividades especiales, aunque sí contribuí en la afinación del diseño de algunas de ellas. Además, siempre procuraba que Paco y Carlos llevaran la voz cantante tanto en la selección como en la conducción de las dinámicas de grupo. Esto no era difícil, pues ellos nunca abandonaban su papel de coordinadores principales y así se conducían frente al grupo. En cuanto a mi participación en las otras actividades del grupo, desde el inicio de mi trabajo de campo/pertenencia en Unigay me integré como apoyo a la Coordinación de Educación y posteriormente, con las renuncias de Rubén y de Toño al grupo, asumí la titularidad de la coordinación. En esta área llegué a exponer y moderar algunas “pláticas” de los sábados; participé en la organización y difusión del primer “Ciclo de conferencias sobre VIH/sida” que organizó Unigay en octubre y noviembre de 1997; e incorporé los video-debates como actividad sabatina, a los cuales invité a algunos/as amigos/as y a otras personas con trabajo afín a participar como expositores. Dentro de la Coordinación de Archivo y Estadística propuse y realicé, en mi segunda reunión de los domingos, una encuesta sobre datos socio-demográficos de los miembros del grupo y a partir de entonces mantuve actualizado el registro de los nuevos integrantes que llegaban cada domingo al Parque Hundido. Por lo que respecta a las juntas de los martes, desde mi ingreso a Unigay me di cuenta de que, en términos generales, existía poca formalidad para la conducción de las reuniones y para la programación y el seguimiento de las actividades. Acostumbrado a tratar con jóvenes debido a mi desempeño como docente universitario, al principio en ocasiones intentaba asumir un papel directivo para darle formalidad y continuidad al programa que nos habíamos fijado. Sin embargo, pronto caí en la cuenta de que “me aceleraba” al pretender poner “orden y progreso” a las juntas ya que la laxitud en Unigay era una característica del grupo derivada de su propia estructura. Este “descubrimiento” me llevó después a entender que, en tanto observador participante, debía respetar la propia dinámica del grupo, y a que, en tanto miembro del grupo, debía procurar manejar la 31 misma actitud relajada que los jóvenes. Comprendí que Unigay no era un grupo de alumnos ni un equipo de trabajo asalariado, sino un grupo de amigos que buscaban divertirse y realizar un trabajo voluntario con el tiempo, los recursos, la experiencia y el estilo de que disponían, aunque, eso sí, con muchas ganas de que Unigay siguiera siendo un espacio en el que los jóvenes se sintieran a gusto asumiendo la identidad gay y en el que encontraran medios para no vivir en la angustia ni en el aislamiento. Además, durante mi pertenencia/trabajo de campo en Unigay, participé con el grupo en todos los eventos antisida y pro diversidad sexual que los grupos y organizaciones no gubernamentales realizaron en la ciudad de México a lo largo del año (Hernández Cabrera, 2005b), y en otros eventos sobre diversidad sexual y cultura juvenil a los que los jóvenes fueron invitados a través de mí. También participé en las actividades especiales sabatinas que realizó el grupo en “Ser Humano” con el propósito de crear otros espacios de integración grupal, y en otras actividades de trabajo voluntario, en solidaridad con esa institución para agradecer el apoyo que brindaba al grupo, como pintar las paredes de la recepción, los pasillos y los cuartos del albergue en el que se alojaban las personas enfermas de VIH/sida. En cuanto a mi convivencia con los Unigay en otros ámbitos más allá de las actividades formales del grupo, cabe decir que participé en casi todas las reuniones en el “café” después de las convivencias de los domingos en el Parque Hundido, y en algunas fiestas y reuniones en casas particulares a las que pude asistir a invitación de los jóvenes. Finalmente, es importante señalar que tuve encuentros más formales con siete de los integrantes del grupo a fin de realizar entrevistas individuales en diversas sesiones de dos horas. Si bien estas entrevistas constituyen un material etnográfico muy valioso para comprender a mayor cabalidad la acción sociabilizadora del grupo y el proceso de construcción de la identidad gay de algunos de los integrantes del Grupo Unigay, no las incluí en mi tesis por razones de cambio de objetivos y perspectiva de la investigación; sin embargo, sí eché mano de algunos testimonios vertidos en ellas para apuntalar algunas afirmaciones y apreciaciones. 32 « Conclusiones » El abordaje de este tema me ha movido muchas fibras subjetivas pasadas y presentes porque se imbrican muchas cuestiones personales, académicas, profesionales, laborales, etc. Considero que este es un tema que requiere de mucho tiempo y mucha calma para analizar en profundidad todas estas cuestiones. Lamentablemente, debido a otros compromisos personales, familiares y laborales, no conté con el tiempo suficiente para “bucear” en mi subjetividad y terminar esta ponencia. Estoy consciente de que en esta versión de la ponencia no llegué a aplicar a cabalidad la perspectiva reflexiva. Sé que necesito retrabajar todos los apartados del punto número tres para explorar en profundidad todas las ramas de mi autobiografía que están implicadas. Estoy muy claro en que el análisis autorreflexivo no es de ninguna manera una autobiografía en el sentido estricto, aunque también estoy claro en que sí toma como datos importantes algunos eventos relevantes de la vida del etnógrafo, pero no desde una perspectiva meramente narrativa, sino fundamentalmente desde una óptica analítica teórica y epistemológica. Por lo mismo, prefiero presentar esta nota a manera de “conclusión” temporal en lugar de maquillar unas supuestas conclusiones a las que no llegué. A partir de esta primera aproximación he decidido escribir con calma un artículo en el que me pueda explayar en tiempo y en espacio en la autoexploración de mis acciones, pensamientos y emociones durante mi trabajo con el Grupo Unigay, y de sus repercusiones en el contexto de la producción de conocimiento sobre los jóvenes gays chilangos como subgrupo de la población sexualmente diversa en particular, y en el contexto de los estudios sobre diversidad sexual desde la antropología en general. Por lo anterior, en este momento no puedo concluir aquí sobre los asuntos de mi ponencia. De antemano ofrezco una disculpa a los/as organizadores de este III Encuentro Nacional de Escrito@s sobre Disidencia Sexual e Identidades Sexo-genéricas y a los/as posibles lectores interesados en mi trabajo. Sin embargo, mientras el encuentro se realiza, intentaré seguir trabajando en el tema para exponer, el día de mi presentación, un resumen que contenga los asuntos que ahorita rondan mi cabeza y que no tuve tiempo de objetivar en el texto. Muchas gracias por su comprensión. 33 Referencias Coffey, A. (1999) The Ethnographic Self. Fieldwork and the Representation of Identity, Londres, Thousand Oaks y Nueva Delhi, Sage Publications. Delgado, K. y Solís, E. (2000) “Apoyo social en hombres homosexuales que han revelado y no su homosexualidad y/o su seroestatus al VIH/sida”. Tesis de licenciatura en psicología, Facultad de Psicología-UNAM. Gardner Honeychurch, K. (1997) “Subjetividades disidentes”, en Debate Feminista. Raras rarezas, vol. 18: 112-138, México. Hernández Cabrera, P. M. (2001) “La construcción de la identidad gay en un grupo gay de jóvenes de la Ciudad de México. Algunos ejes de análisis para el estudio etnográfico”, en Desacatos. 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