CERVANTES, Miguel de - Academia Editorial del Hispanismo

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© Editorial Academia del Hispanismo · Crítica Bibliographica · Vol. C · ISSN 1885-6926
C RÍTICA
B IBLIOGRAPHICA
Revista Crítica de Reseñas de Libros Científicos y Académicos
DIRECCIÓN
Cristina Luna · [email protected]
C
LIBRO RESEÑADO
Miguel de CERVANTES (1613), Novelas ejemplares.
Edición de Jorge García López. Estudio preliminar de Javier Blasco.
Presentación de Francisco Rico.
Barcelona, Galaxia Gutenberg · Círculo de Lectores · CECE, 2005,
1170 pp.
ISBN: 84-672-1501-1
AUTOR DE LA RESEÑA
Georges GÜNTERT
Universidad de Zúrich
FECHA
21 mayo 2006
&
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CRÍTICA
BIBLIOGRAPHICA
Revista Crítica de Reseñas de Libros Científicos y Académicos
T
al como sucedió con la magna edición comentada del Quijote
que, impresa en 1998 con la dirección de Francisco Rico y el concurso de varias decenas de cervantistas, Galaxia Gutenberg dio
de nuevo a las prensas con motivo del cuarto centenario de la príncipe,
este texto crítico de las Novelas ejemplares, aparecido en 2001 como volumen perteneciente a la Biblioteca Clásica de Crítica, se reedita merced
a los desvelos de Círculo de Lectores / Galaxia Gutenberg y el Centro
para la Edición de los Clásicos Españoles. Respecto de la primera edición, el texto, amén de contar con una sugerente “Presentación” de
Francisco Rico, ofrece nuevos comentarios, notas y actualizaciones
bibliográficas, y discute la pertinencia de lecciones alternativas propuestas a raíz de la edición de 2001. Reproduce, asimismo, el perspicaz
“Estudio preliminar” de Javier Blasco y la excelente introducción del
editor, Jorge García López, quien reflexiona sobre la denominación
“novela ejemplar”, analiza el prólogo de 1613, traza una historia de la
crítica, recoge aportaciones procedentes de sucesivas generaciones de
cervantistas y añade, eventualmente, sus propias consideraciones. El
editor es además responsable del aparato crítico y de las cuatrocientas
páginas de notas complementarias, que convierten a esta edición en
instrumento imprescindible del hispanista contemporáneo. Ni que
decir tiene que el presente volumen incluye las controvertidas versiones de Rinconete y Cortadillo y El celoso extremeño incluidas en el manuscrito Porras, así como La tía fingida, que varios recientes estudios coinciden en atribuir, de una vez por todas, a Cervantes.
El primer objetivo de Jorge García López ha sido el de establecer, de
acuerdo con los más rigurosos principios de la ecdótica, un texto críti-
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co, limpio de errores de imprenta. Con este propósito, ha revisado
minuciosamente los ejemplares conservados de la editio princeps de
1613, privilegiando, con todo, el custodiado en la Biblioteca de
Cataluña, que ha sido corregido, en varios lugares, con las lecciones del
perteneciente a la Biblioteca Nacional de Madrid. A la hora de subsanar las lecturas problemáticas de la edición príncipe, el editor ha tenido a la vista multitud de ediciones, antiguas y modernas. Ha consultado no sólo la segunda impresión de Juan de la Cuesta (Madrid, 1617),
sino también las ediciones piratas de 1614, a saber: la de Pamplona,
muy atenta a corregir erratas, la de Bruselas y, sobre todo, la de Lisboa
o Sevilla, publicada con portada de Madrid y atribuida a Juan de la
Cuesta. Esta última y contrahecha edición, considerada genuina durante mucho tiempo, presenta, en opinión del editor, enmiendas basadas
“en una muy atinada lectura del texto príncipe”, y es que, a más de
corregir algunos de sus errores, resuelve varios de sus lugares oscuros.
Es comprensible, así las cosas, que los cervantistas hayan contado,
desde el siglo XVIII, con ella y que haya pasado a convertirse en uno de
los más prestigiados testimonios de las novelas cortas de Cervantes. Su
colación completa y el estudio de sus variantes constituyen, por tanto,
una de las máximas aportaciones de la edición de Jorge García López.
A los lectores se ofrece un ‘texto limpio’, libre de signos diacríticos
que dificulten la lectura. Las ediciones utilizadas aparecen consignadas, por supuesto, en el aparato crítico. Parte esencial de esta edición es
la sistemática anotación de los relatos cervantinos: en calidad y esmero
supera la de todas las ediciones anteriores. El editor, en el transcurso de
su labor, ha seguido los criterios habituales en la Biblioteca Clásica de
Crítica, a saber: distinción entre notas a pie de página y notas complementarias. Las últimas permiten profundizar en los problemas del
texto sin perder de vista las aportaciones bibliográficas de casi cuatro
siglos de cervantismo.
En su “Presentación”, Francisco Rico subraya que la redacción del
Quijote de 1605 y la de la mayoría de las Novelas ejemplares (escritas,
según afirma y ha demostrado con sus estudios, antes de 1610) fueron
simultáneas o casi. De ello deduce que el lector de las novelas de
Cervantes se mueve en ámbitos más próximos a los del primer Quijote
de lo que podría parecer a primera vista, y no sólo porque el Quijote
naciese probablemente como novela corta, sino también porque ambas
obras se adaptan a los ideales renacentistas de variedad y belleza (más
característicos, en verdad, de Boyardo y Ariosto que de Tasso). Uno y
otro sirven de pretexto, en el Quijote, para la inserción de siete cuentos
(más o menos) y, en las Novelas Ejemplares, para la multiplicación
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asombrosa de temas, tramas narrativas y figuras. (El aristotélico Tasso
había propuesto, mientras tanto, un ideal estético más ambicioso y,
sobre todo, más complejo, basado en el principio de ‘la variedad dentro de la unidad’). En el Quijote se trata, ante todo, de introducir distintos géneros narrativos (el bucólico, el folklórico, el autobiográfico,
etc.), con el propósito presunto de aligerar la lectura de la historia
principal; en las Novelas ejemplares, en cambio, las narraciones, a pesar
de contener motivos procedentes de varias tradiciones, pertenecen
todas —excepto las dos últimas— a un mismo género: el relato provechoso y deleitable. Francisco Rico demuestra, por lo demás, que la distinción entre novelas “idealistas” y novelas “realistas” es apenas operativa: podemos concluir, así pues, que el problema de la variedad en
el Quijote tiene que ver, sobre todo, con los géneros, mientras que, en
las Novelas Ejemplares, afecta a la inventio misma de cada una de ellas,
y de todas en conjunto. Es posible que Cervantes conociese las propuestas estéticas de Tasso, contenidas en sus Discursos de 1587: El
curioso impertinente, pese a su no-pertenencia a la narración principal,
representa una paradójica mise en abyme respecto del discurso del
Quijote. El carácter satírico del Coloquio de los perros, con el muy poco
edificante relato liminar de Campuzano y las hipócritas censuras de la
murmuración de Berganza, contrasta irónicamente con la pretendida
“ejemplaridad” de las diez novelas precedentes.
En su bien documentado “Prólogo”, Jorge García López recuerda
que el italianismo novella “soportaba el sambenito del desprestigio
moral”, y que el título Novelas Ejemplares “debió percibirse como maliciosa contradicción” (p. XCIV). Añade acto seguido que Cervantes heredó el vínculo de Literatura y Ética de los autores de la Contrarreforma
(Giraldi Cinthio, los traductores de Bandello, etc.), y es cierto. En este
“Prólogo” se discute también si el título Novelas ejemplares de honestísimo entretenimiento, que aparece en la “Aprobación” de Alonso Jerónimo
de Salas Barbadillo y en el “Privilegio”, se debe a Miguel de Cervantes
o a su librero y editor, Francisco de Robles. Si el título descartado se
debiese a Cervantes, contendría cautas reflexiones “en torno al alcance
y el sentido de esa ejemplaridad”. Es sabido que los enemigos de
Cervantes no tardaron en criticar sus novelas cortas: el incógnito
Avellaneda las llama “más satíricas que ejemplares”; otros, como
Cristóbal Suárez de Figueroa y Lope de Vega, se expresaron de modo
análogo.
Javier Blasco, después de plantear, en su “Estudio preliminar”, el
problema de la “ejemplaridad” de las novelas cervantinas, examina
tanto las explicaciones morales (la “heroica hipocresía” [Ortega], el
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deseo de Cervantes de “desmarcar sus novelas de la tradición italiana”
[Riley], el “reclamo publicitario” [Pabst]) como las explicaciones estéticas, sostenidas, sin ir más lejos, en los estudios de Avalle Arce. Ni unas
ni otras acaban de convencerle; su interpretación, de hecho, es más bien
histórico-literaria: Cervantes dio a sus novelas el sobrenombre de
“ejemplares” con el propósito de definir un género autóctono, diferente de la novella italiana, que iba a colmar una de las lagunas de la literatura castellana. A un tiempo, Blasco sugiere que no se debe perder de
vista a Boccaccio como probable modelo cervantino: en el “Proemio”
del Decamerón, en la introducción a la “Cuarta Jornada” y, sobre todo,
en la “Conclusión del Autor”, Boccaccio se defiende de las acusaciones
de inmoralidad que pesaban en su contra, situando sus novelas en una
esfera exclusivamente social, y no, por tanto, espiritual. El ámbito de la
literatura que propongo en mi obra, así dice, se encuentra fuera de los
templos y de las escuelas. Ciertas imágenes de Boccaccio, si bien repetidas por otros novelistas (“né tra cherici né tra filosofi in alcun luogo
ma ne’ giardini, in luogo di sollazzo, tra persone giovani benché mature e non pieghevoli per novelle […]”), anticipan, en mi opinión, el
“Prólogo” de 1613, donde Cervantes escribió lo que sigue: “Sí que no
siempre se está en los templos; no siempre se ocupan los oratorios; no
siempre se asiste a los negocios, por calificados que sean. Horas hay de
recreación, donde el afligido espíritu descanse. Para este efeto se plantan las alamedas, se buscan las fuentes, se allanan las cuestas y se cultivan con curiosidad los jardines” (p. 18).
Una discusión en profundidad de las innumerables sugerencias
contenidas en los tres ensayos liminares y en las notas exigiría más
amplio espacio del que dispongo en esta reseña. Me contento con afirmar, a modo de conclusión, que esta novísima edición de las Novelas
ejemplares supone importantes progresos en la investigación sobre
Cervantes. Tanto los lectores y estudiosos de hoy como las futuras
generaciones de hispanistas advertirán la calidad del esfuerzo aquí
empleado y sabrán, qué duda cabe, apreciarlo debidamente.
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