l Un pan que se parte y una copa de vino que se derrama. Una persona entregada, una vida para los demás. Ése es Jesús. ¿Cómo te interpelan estos gestos? Solemnidad del Corpus Christi Éx 24, 3-8 l Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros. Sal 115 l Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor. Heb 9, 11-15 l La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia. Mc 14, 12-16. 22-26 l Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre. ¡OH CÁLIZ, MI ESPERANZA! Tu ternura madura ese trigo dorado, ese vino de luz. ¡Sangre se ha derramado! bajo una especie oculta de tu cuerpo entregado. Es maná que perdura Como incienso elevado, senda de envergadura que la fe ha probado: “medicina que cura” y del cielo ha bajado. Sáciame de tu hartura Cuerpo de Nueva Alianza, aumenta mi ternura. ¡Oh Cáliz, mi Esperanza! Monasterio de Nuestra Señora de la Piedad Dominicas Contemplativas Palencia [email protected] 10 Junio A través de los signos sacramentales del pan y del vino Jesús se expresa a sí mismo. ¿Qué rasgos de su persona te impactan más al contemplarle durante la última cena con sus discípulos? l www.diocesispalencia.org [email protected] Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre E l primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Él envió a dos discípulos diciéndoles: «Id a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa adonde entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Os enseñará una habitación grande en el piso de arriba, acondicionada y dispuesta. Preparádnosla allí». Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la Pascua. Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios». Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos. ellos son forasteros), una sala ya dispuesta en el piso superior de la misma, y hasta una persona que les servirá de contacto con el dueño. Lo que el evangelista pretende de este modo es presentarnos a Jesús como aquél que prevé los acontecimientos. No son ellos los que dominan, sino que es Él quien, al preparar la cena, se está preparando también para su propia muerte. S i pasamos a la segunda escena, Jesús, que tantas veces había hecho de la comida escenario privilegiado de sus enseñanzas, aprovecha una cena, la de la fiesta de Pascua, para impartir su última lección de vida. Marcos 14, 12-16. 22-26 J C on este relato evangélico de Marcos celebramos los cristianos la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo. Las lecturas que proclamamos este día nos sirven para entender mejor lo que celebramos cada domingo en la Eucaristía, centro de la vida cristiana: la actualización del acontecimiento pascual de Cristo, la Cena del Señor. El relato que leemos presenta dos escenas: la primera habla de los preparativos de la cena; la segunda, lo que sucedió durante la misma. E n la primera escena se diría que, a primera vista, son los discípulos los que se interesan por el tema y por eso preguntan a Jesús. Pero una lectura más atenta revela que el Maestro se les ha adelantado y parece tenerlo todo previsto: una casa en Jerusalén (donde esús quiere celebrar la fiesta judía con sus discípulos, la celebra en torno a una mesa, como banquete. La celebra en un momento concreto de su vida, cuando la inquina de los responsables judíos contra Él se ha hecho manifiesta y los acontecimientos se están precipitando de tal modo que puede entrever que será su última cena pascual. Para ello utiliza algunos elementos típicos de la Pascua -pan y vino- y usa a su vez el poder creador que el espíritu semítico reconoce a la palabra y toda vía la aumenta con su autoridad soberana, dando al pan y al vino su nuevo sentido: “Esto es mi cuerpo”, es decir, en adelante lo será. Identificando el pan partido con su cuerpo y la copa de vino compartida con su sangre, Jesús está resumiendo el sentido de su vida y anticipando el significado de su muerto como entrega y donación sin límites de toda su persona. De este modo, el ritual de la antigua Pascua judía, centrada en el cordero sacrificado, se transforma en celebración de la Nueva Alianza entre Dios y los hombres, sellada con la sangre que Cristo derramó por todos. L as tradicionales celebraciones del Corpus tienen el peligro de convertirse en pomposas manifestaciones de devoción popular que pueden hacer olvidar el sentido más genuino y primigenio de la Eucaristía. Para no perder la memoria lo mejor es volver al Evangelio, es necesario revivir en la participación de la Eucaristía el momento de su institución. Unidos a sus protagonistas, nuestra celebración estará fuera del tiempo y del lugar en que se celebró esa cena pascual, pero actualizaremos lo que allí se vivió, especialmente los sentimientos de Jesús en aquel momento: el amor y la unidad, junto al servicio.