¿Cómo emerge Dios en el proceso evolutivo?

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¿Cómo emerge Dios en el proceso evolutivo?
2012-04-13
La nueva cosmología, derivada de las ciencias del universo, de la
Tierra y de la vida, viene formulada en el arco de la evolución
ampliada. Esta evolución no es lineal. Conoce paradas, retrocesos,
avances, destrucciones en masa y nuevas recuperaciones. Pero, si lo
miramos hacia atrás, el proceso muestra una dirección: hacia delante y
hacia arriba.
Somos conscientes de que renombrados científicos se niegan a aceptar
una direccionalidad en el universo. Simplemente no tendría sentido.
Otros, como el conocido físico inglés Freeman Dyson –cito solo a uno–
afirma: «Cuanto más examino el universo y estudio los detalles de su
arquitectura, tantas más evidencias encuentro de que él, de alguna
manera, debía haber sabido que estábamos en camino».
Mirando retrospectivamente el proceso evolutivo que tiene ya 13’7
miles de millones de años, no podemos negar que hubo una escalada
ascendente: la energía se volvió materia, la materia se cargó de
informaciones, el caos destructivo se hizo generativo, lo simple se hizo
complejo, de un ser complejo surgió la vida y de la vida la conciencia.
Hay un propósito que no puede ser negado. Efectivamente, si las cosas
en sus mínimos detalles no hubiesen ocurrido como ocurrieron, no
estaríamos aquí hablando de ellas.
Con razón escribió el conocido matemático y físico Stephen Hawking
en su libro Una brevísima historia del tiempo (2005): «Todo en el
universo parece haber sido ajustado muy finamente para permitir el
desarrollo de la vida. Por ejemplo, si la carga eléctrica del electrón
hubiera sido un poco diferente, se habría alterado el equilibrio entre las
fuerzas electromagnéticas y gravitatorias en las estrellas y, o bien
habrían sido incapaces de convertir hidrógeno en helio, o bien habrían
explotado». De una u otra manera, la vida no podría existir.
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¿Cómo emerge Dios en el proceso cosmogénico? La idea de Dios surge
cuando nos planteamos esta pregunta: ¿qué había antes de la gran
explosión? ¿Quién dio el impulso inicial? ¿La nada? Pero de la nada
nunca sale nada. Si a pesar de eso aparecieron seres es señal de que
Alguien o Algo los llamó a la existencia y los mantiene en el ser.
Lo que podemos sensatamente decir es: antes de la gran explosión
existía el Incognoscible y estaba presente el Misterio. Sobre el Misterio
y el Incognoscible, por definición, no se puede decir literalmente nada.
Por su naturaleza, ellos están antes de las palabras, de las energías, de
la materia, del espacio y del tiempo.
Pues bien, el Misterio y el Incognoscible son precisamente nombres
que las religiones, también el cristianismo, usan para significar lo que
llamamos Dios. Delante de él el silencio es mejor que la palabra. No
obstante, puede ser percibido por la razón reverente y sentido por el
corazón como una Presencia que llena el Universo y hace surgir en
nosotros el sentimiento de grandeza, de majestad, de respeto y de
veneración.
Situados entre el cielo y la tierra, cuando vemos la noche cuajada de
estrellas, nos quedamos sin respiración y nos llenamos de reverencia.
Surgen naturalmente las preguntas: ¿Quién hizo todo esto? ¿Quién se
esconde tras la Vía-Láctea? Como dijo el gran rabino de Nueva York,
Abraham Heschel: «En nuestros despachos climatizados o entre las
cuatro paredes blancas del aula de clase podemos decir cualquier cosa,
o dudar de todo. Pero en medio de la complejidad de la naturaleza y
empapados de su belleza no podemos callar. Es imposible despreciar la
aurora del amanecer, permanecer indiferentes cuando se abre una flor,
o no quedarse pasmado al contemplar a un recién nacido». Casi que
espontáneamente decimos: fue Dios quien puso todo en marcha. Él es
la Fuente originaria y el Abismo alimentador de todo.
Otra pregunta importante es ésta: ¿qué quiere expresar Dios con la
creación? Responder a esto no es sólo preocupación de la conciencia
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religiosa, sino de la misma ciencia. Sirva de ilustración lo que dijo
también Stephen Hawking en su conocido libro Breve historia del
tiempo (1992): «Si encontramos la respuesta de por qué nosotros y el
universo existimos, tendremos el triunfo definitivo de la razón humana;
porque entonces habremos alcanzado el conocimiento de la mente de
Dios». Todavía hoy los científicos están buscando el designio
escondido de Dios.
Desde una perspectiva religiosa, sucintamente podemos decir: El
sentido del universo y de nuestra propia existencia consciente parece
residir en el hecho de poder ser el espejo en el cual Dios se ve a sí
mismo. Crea el universo como desbordamiento de su plenitud de ser,
de bondad y de inteligencia. Crea para hacer participar a otros de su
superabundancia. Crea al ser humano con conciencia para que pueda
oír los mensajes que el Universo nos quiere comunicar, para que
pueda captar las historias de los seres de la creación, de los cielos, de
los mares, de los animales y del propio proceso humano y religar todo
a la Fuente originaria de donde proceden.
El universo todavía está naciendo. La tendencia es acabar de nacer y
mostrar sus potencialidades escondidas. Por eso, la expansión significa
también revelación. Cuando todo se haya realizado, entonces se dará
la completa revelación del designio del Creador.
Leonardo Boff
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