Campesinado histórico y neoliberalismo en Chile

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FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES
SEDE ACADÉMICA DE MÉXICO.
Maestría en Ciencias Sociales
XVIII (décimo octava) Promoción
2010-2012
Campesinado «histórico» y neoliberalismo en Chile:
La articulación entre las unidades domésticas rurales y el
nuevo patrón de reproducción del capital en el sector
silvoagropecuario (frutícola y forestal).
Tesis que para obtener el grado de Maestro en Ciencias Sociales
Presenta:
Pablo Andrés Cuevas Valdés
Directores:
Dra. Alicia Puyana Mutis
Dr. Fernando Saavedra Pelaez
Lectores:
Mtra. Flérida Guzmán Gallangos
Dr. Nelson Florez Vaquiro
Seminario de tesis: La globalización y las políticas de
desarrollo económico en América Latina. Una mirada desde la exclusión social
Línea de investigación: Integración y dinámica socioeconómica latinoamericana.
México, D.F. 30 Mayo de 2012
Se agradece el apoyo brindado por el Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnología (CONACYT)
Resumen
La tesis consiste en un estudio que busca conocer y comprender las trasformaciones
recientes que han afectado a un segmento de la población rural de Chile en las últimas
cuatro décadas: aquellos grupos usualmente denominados como campesinado. Más allá
de una descripción general de los cambios sufridos por estos sectores, se hace hincapié
en la relación de los mismos con la aplicación del neoliberalismo en el país, desde
mediados de la década de 1970. A partir del estudio de este sector social por medio de
las unidades domésticas que lo reproducen, se analiza la articulación entre éstas y el
nuevo patrón en el que el capital se reproduce en Chile, durante el neoliberalismo. La
investigación se realiza a partir del uso de la base de datos de la encuesta CASEN
(Ministerio de Desarrollo Social de Chile) y otras fuentes secundarias, cualitativas y
cuantitativas, y proyecta una discusión teórica que pone énfasis en la especificidad de las
dinámicas de utilización del trabajo rural en la economía chilena, en tanto economía
periférica.
Palabras clave: Campesinado, neoliberalismo, Chile, silvoagropecuario, unidades
domesticas, superexplotación del trabajo.
Abstract
The thesis is a study that seeks to know and understand the recent transformations that
have affected a segment of the rural population of Chile in the last four decades: those
groups often referred to as peasants. Beyond an overview of the changes in these sectors,
emphasizing the relationship of these with the implementation of neoliberalism in the
country since mid 1970. From the study of the social sector by households that play, we
analyze the link between these and the new pattern in which the capital is playing in
Chile during neoliberalism. Research is conducted through the use of database CASEN
(Ministry of Social Development in Chile) and other secondary sources, qualitative and
quantitative, and projects a theoretical discussion that emphasizes the specificity of the
dynamics of use rural labor in the Chilean economy, while peripheral economy.
Keywords: Peasanty, neoliberalism, Chile, forestry and agriculture, domestic units,
exploitation of labor.
ii
…A los trabajadores rurales de la periferia mundial, a aquellos cuyo
esfuerzo es transformado en “ventajas comparativas” y cuyo sudor
contribuye a reproducir al gran capital.
iii
Agradecimientos
La realización de la presente tesis ha sido posible gracias al apoyo de variadas
instituciones y personas. Se agradece el apoyo a CONACyT, institución que
otorgó la beca que permitió la realización del presente trabajo, a FLACSO –
México, por su apoyo en el financiamiento del trabajo de recolección de
información en Chile. Es necesario además señalar que esta investigación utilizó
información de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional. El autor
agradece al Ministerio de Desarrollo Social de Chile, propietario intelectual de la
Encuesta, haberle permitido disponer de la base de datos. Todos los resultados del
estudio son de responsabilidad del autor y en nada comprometen a dicho
Ministerio. También es menester agradecer a todos los funcionarios de la
Biblioteca Iberoamericana de FLACSO - México, por su siempre atenta y eficaz
labor y apoyo a los estudiantes de posgrado.
En Chile, un especial agradecimiento a la Escuela de Antropología de la
Universidad Academia de Humanismo Cristiano y a la Biblioteca de la misma
casa de estudios, por otorgar al autor acceso a material sin el cual este trabajo no
habría sido el mismo. En la misma institución, se agradece a GICSEC por facilitar
el acceso a resultados de investigación inéditos y al profesor Miguel Bahamondes
Parrao, por asistir y aconsejar en la búsqueda de material de trabajo.
Además quisiera agradecer a todos los integrantes del seminario de tesis “La
globalización y las políticas de desarrollo económico en América Latina. Una
mirada desde la exclusión social”, y con ello especialmente a las Doctoras Alicia
Puyana y Graciela Bensusán, y a los estudiantes Francisco Cantamutto, Agostina
Costantino, Andrés Medellín y Andrea Santos, de cuyas críticas y comentarios
esta tesis se benefició ostensiblemente. De la misma manera se agrácese a la Mtra.
Marisol Luna, por su ayuda en el manejo de los programas computacionales
estadísticos. De entre las personas que cooperaron en esta tesis, es necesario
expresar gratitud también a la Mtra. Teresa Rojas Martini, cuyas minuciosas
lecturas e ideas, beneficiaron enormemente esta tesis.
Un particular agradecimiento también a los directores de esta tesis, a la ya
mencionada Dra. Alicia Puyana Mutis y al Dr. Fernando Saavedra Pelaez, cuya
dirección ha sido decisiva en el desarrollo de la investigación. Se hace extensivo
también el agradecimiento a la Mtra. Flérida Guzmán Gallangos y al Dr. Nelson
Florez Vaquiro, cuyos concejos y sugerencias incidieron notoriamente en el
resultado final.
Finalmente, un agradecimiento para todos los alumnos de la promoción XVIII de
la Maestría en Ciencias Sociales. Ellos contribuyeron a generar un rico ambiente
académico, que benefició el trabajo de muchos.
Pablo Cuevas Valdés
iv
Índice
Agradecimientos ........................................................................................................................... iv
Cuadros, esquemas y gráficos ............................................................................................... viii
Siglas......................................................................................................................................... x
Introducción ................................................................................................................................... 1
i.
Presentación. ...................................................................................................................... 1
ii. Contexto investigativo y delimitación del problema de estudio. ....................................... 3
iii. Sobre el contenido............................................................................................................ 10
Capítulo I: Marco teórico y de análisis y metodología. ............................................................... 11
I.1. Las unidades domésticas, la reproducción del trabajo y las relaciones domésticas. ....... 12
I.2 El Campesinado: unidades domésticas y campesinado “histórico”................................... 14
I.3 Contexto capitalista dependiente y superexplotación del trabajo. ..................................... 21
I.4 Aspectos metodológicos. ................................................................................................... 24
I.4.1 Unidades de observación y análisis. ............................................................................... 24
I.4.2. Fuentes de información. ................................................................................................ 25
Capítulo II: Antecedentes: El campesinado histórico durante la ISI y la aplicación del
neoliberalismo en Chile ............................................................................................................... 27
II.1. El campesinado histórico durante la ISI. ......................................................................... 27
II.1.1 La ISI en Lainoamérica y en Chile.......................................................................... 27
II.1.2 La marginación del campesinado “histórico” del acuerdo de clases del “Frente
Popular” (1938-1952). ................................................................................................................. 29
II.1.3. El agro chileno antes de la reforma agraria: el mito del “atraso feudal”. ................ 31
II.1.4. La reforma agraria (1962-1973). ............................................................................. 35
II.1.5. La dialéctica del agro durante la ISI. ....................................................................... 37
II.1.6. La política económica general y sectorial durante la ISI. ....................................... 40
II.2 La aplicación del neoliberalismo en Chile y su agricultura. ............................................ 41
II.2.1. El neoliberalismo en Chile y el mundo. .................................................................. 41
II.2.2. El neoliberalismo en Chile: sus políticas concretas. ............................................... 45
v
II.2.3. La política sectorial silvoagropecuaria: La implementación del modelo en dos
periodos: 1973 -1983/ 1983-1989. ............................................................................................... 47
Capítulo III: Décadas de cambios en el sector silvoagropecuario chileno. Una mirada general . 53
III.1. Panorama general. Cambios económicos a nivel macro en el sector silvoagropecuario.
..................................................................................................................................................... 53
III.2. Los cambios en las explotaciones silvoagropecuarias y en el uso de suelo. .................. 62
III.3. Cambios al interior de las explotaciones........................................................................ 65
III.4. Aspectos generales sobre los subsectores frutícola y forestal. ....................................... 69
III.4.1. El subsector frutícola. ............................................................................................ 69
III.4.2. Subsector forestal. .................................................................................................. 72
III.5. Recapitulación. ............................................................................................................... 77
Capítulo IV: Transformaciones en el campesinado “histórico”: el trabajo rural en el Chile
neoliberal...................................................................................................................................... 79
IV.1. Efectos de las políticas de la etapa 1973 – 1983 sobre el agro y las unidades domésticas.
..................................................................................................................................................... 79
IV.2. Efectos del modelo agro-exportador sobre las unidades domésticas relacionadas a los
subsectores hortofrutícola y forestal. ........................................................................................... 87
IV.2.1. Transformaciones en las unidades y la producción doméstica tradicional. ........... 87
IV.2.2. Indicios sobre los destinos de la producción doméstica subsistente. ..................... 97
IV.2.3. Diferenciación........................................................................................................ 99
IV.2.4. El patrón forestal y frutícola de unidades domésticas ......................................... 103
IV.2.4.1. Forestal ........................................................................................................ 103
IV.2.4.2. Frutícola: ..................................................................................................... 107
IV.2.4.3. Comparación de las unidades domésticas de zonas forestales y frutícolas, 109
IV.2.5 La composición del ingreso de las unidades domésticas y la reproducción de los
trabajadores rurales. ................................................................................................................... 111
IV.3. Condiciones del trabajo asalariado silvoagropecuario................................................. 118
IV.3.1. Los ingresos salariales en los trabajadores asalariados individuales. .................. 119
IV.3.2. Los salarios en los hogares. ................................................................................. 120
IV.3.3. Presencia del trabajo temporal y de contratos en comunas frutícolas y forestales.
................................................................................................................................................... 122
IV.3.4. La temporalidad e inseguridad del trabajo como rasgo del sector. ..................... 124
vi
IV.4. Recapitulación. ............................................................................................................ 126
Capítulo V: Análisis general y comentarios finales. .................................................................. 128
V.1. Las grandes transformaciones en el sector silvoagropecuario y en el campesinado
“histórico” a partir de las políticas neoliberales: una propuesta explicativa. ............................. 128
V.2. Formas de incorporación del trabajo del campesinado “histórico” a la reproducción del
capital y la superexplotación del trabajo. ................................................................................... 135
V.3. La inserción periférica del sector en la economía internacional. ................................... 142
V.4. Las permanencias: superexplotación e inserción periférica. .......................................... 144
V.5 Epílogo. ........................................................................................................................... 147
Bibliografía ................................................................................................................................ 149
i.
Libros y artículos publicados ......................................................................................... 149
ii. Tesis de grado y posgrado.............................................................................................. 155
iii. Documentos inéditos...................................................................................................... 158
iv. Bases de datos ................................................................................................................ 158
v.
Prensa ............................................................................................................................. 158
vi. Páginas web ................................................................................................................... 159
ANEXOS ................................................................................................................................... 160
vii
Cuadros, esquemas y gráficos
Cuadro 1
Cuadro 2
Cuadro 3
Esquema de la tipología de Unidades Domésticas
Empleo según los tipos de agricultura (cifras de 1965)
Composición de las Exportaciones Chilenas según Categorías (% del total de
exportaciones en dólares)
Balanza silvoagropecuaria 1990-2000 2001-2012
Chile: Distribución porcentual del Empleo por sectores
Número de explotaciones y cambios en tamaño medio, por tipología
Cambios en superficie (riego y secano) por tramo.
Cambio en el uso de suelo (hectáreas) en las explotaciones agropecuarias con
tierra.
Participación del ingreso aportado por la explotación, por tipología Nacional
Trabajadores permanentes y temporeros promedio explotación por explotación en
2007.
Trabajadores del hogar en la explotación, por tramo 2007.
Destino de la producción. (% de las explotaciones del tramo que exportan)
Variaciones por tramo de la superficie de frutales y viñas. (Miles ha.)
Total extensión en Plantaciones forestales por tramo (Has.)
Condición Jurídica de las explotaciones forestales (Superficie de plantaciones en
has. 2007)
Participación de las principales empresas exportadoras en las exportaciones
forestales chilenas (%)
Población e índice de crecimiento Urbano rural 1960 -2002
Tipología de comunas rurales según Berdegué et al (2010)
Comparación de medias (zonas forestales y frutícolas) de los porcentajes de cada
tipo de ingreso en el ingreso total. (Hogares con al menos 1 ocupado en la rama
agricultura, caza y silvicultura)
Ingreso promedio mensual de los hogares, pesos chilenos de 2009, zonas frutícola
y forestal (Comparación de medias y prueba T)
Ingreso mensual hogares, pesos chilenos de 2009, zonas frutícola y forestal
(Medidas tendencia central)
Porcentaje de participación de la producción doméstica en el ingreso anual
familiar
Sector de residencia habitual de temporeros
Ingreso promedio trabajadores agropecuarios nacional
Ingresos medios peones forestales y agrícolas, individual y en el hogar (pesos
chilenos de 2009)
Ingresos medios peones forestales y agrícolas, individual y en el hogar, comunas
forestales y frutícolas(pesos chilenos de 2009)
Pruebas Levene y T, comparación de medias ingresos peones forestales y
agrícolas, individual y en el hogar. (pesos chilenos de 2009)
18
33
56
Esquema 1
Esquema de la tipología de Unidades Domésticas
17
Gráfico 1
Gráfico 2
PIB silvoagropecuario, periodo 1962-2007 (en millones de pesos chilenos de 2003)
Proporción del PIB Silvoagropecuario en el PIB nacional,1962-2007 (según cifras
en valores corrientes)
Apertura, importaciones y exportaciones en el PIB
53
54
Cuadro 4
Cuadro 5
Cuadro 6
Cuadro 7
Cuadro 8
Cuadro 9
Cuadro 10
Cuadro 11
Cuadro 12
Cuadro 13
Cuadro 14
Cuadro 15
Cuadro 16
Cuadro 17
Cuadro 18
Cuadro 19
Cuadro 20
Cuadro 21
Cuadro 22
Cuadro 23
Cuadro 24
Cuadro 25
Cuadro 26
Cuadro 27
Gráfico 3
viii
58
60
63
63
64
67
67
66
69
72
75
75
76
83
91
112
114
114
116
117
119
120
121
122
55
Gráfico 4
Gráfico 5
Gráfico 6
Grafico 7
Gráfico 8
Gráfico 9
Gráfico 10
Gráfico 11
Gráfico 12
Gráfico 13
Gráfico 14
Gráfico 15
Gráfico 16
Gráfico 17
Gráfico 18
Gráfico 19
Gráfico 20
Gráfico 21
Mano de obra ocupada en agricultura, caza y pesca y participación en total, periodo
1985-2007
Agricultura: Participación en el empleo total y tasa de crecimiento del PIB
sectorial.
Variación porcentual de la superficie cultivada por tipo de cultivo, 1975-2007
Estructura del Empleo en las explotaciones según nexo,2007
Participación porcentual de las exportaciones chilenas de fruta fresca en el total
exportado por el hemisferio sur (toneladas)
Participación porcentual del volumen de exportación de vino chileno en las
exportaciones mundiales.
Superficie con frutales y viñas, censos 1976, 1997 y 2007
Balance importaciones exportaciones forestales
Participación porcentual de Chile en el volumen de la producción mundial de
productos primarios, 2009.
Superficie con plantaciones forestales, censos 1976, 1997 y 2007
Destino de las tierras expropiadas por la reforma agraria en la contrareforma
agraria
Exportaciones Agrícolas totales (Millones de dólares constantes)
Empleo agropecuario absoluto y relativo al empleo total
Tasa de desocupación nacional
Tasas de desocupación de la agricultura 1980-1987
Ocupación de los trabajadores silvoagropecuarios nacional CASEN 1990-2009
Composición del ingreso de las unidades domésticas en la localidad de Huelón
(Curepto, VII región) en 2007
Distribución de la población por decil de ingreso per capita, según definición de
ruralidad del PNUD (2008)(% de población en cada decil)
ix
61
62
65
68
70
71
71
73
73
74
81
82
85
86
86
102
115
120
Siglas
BCCh
Banco Central de Chile
BM
Banco Mundial
CAI
Complejos Agro Industriales
CASEN
Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional
CEP
Centro de Estudios Públicos
CEPAL
Comisión Económica para América Latina y el Caribe
CONAMA
Comisión Nacional de Medio Ambiente
CORA
Corporación de Reforma Agraria
CORFO
Corporación de Fomento a la Producción
DTICA
Departamento Técnico Interamericano de Cooperación Agrícola
FEDEFRUTA
Federación Nacional de Productores de Fruta de Chile
FMI
Fondo Monetario Internacional
HRB
Hectáreas de Riego Básico
INDAP
Instituto de Desarrollo Agropecuario
INE
Instituto Nacional de Estadística.
INFOR
Instituto Forestal de Chile
ISI
Industrialización por Sustitución de Importaciones
MIDEPLAN
Ministerio de Planificación
MINAGRI
Ministerio de Agricultura
ODEPA
Oficina de Estudios y Política Agrarias
PEA
Población Económicamente Activa
PIB
Producto Interno Bruto
RM
Región Metropolitana
SNA
Sociedad Nacional de Agricultura
x
Introducción
i. Presentación.
La presente tesis consiste en una investigación inscrita en el campo temático de
la modernización del agro y los procesos de transformación de las economías
campesinas, a través de la cual se busca conocer y comprender los principales cambios y
permanencias ocurridos –durante las últimas cuatro décadas- en el sector social que ha
sido denominado como campesinado en Chile, e identificar cómo se relacionan éstos con
la aplicación de las políticas neoliberales.
La investigación se focaliza, en un primer momento, en los efectos de las
principales políticas neoliberales establecidas desde la dictadura militar (1973-1989) al
presente, sobre este particular sector social, para señalar, primero las más importantes
trasformaciones y continuidades y, segundo, identificar las formas de articulación entre
el nuevo patrón de reproducción del capital1 y la dinámica de las unidades mínimas de
reproducción de este campesinado “histórico”2: las unidades domésticas. En
consecuencia con lo anterior, el análisis pone énfasis en la particular relación que se
establece entre dinámicas micro y tendencias macro: en la articulación de las economías
domésticas que componen el campesinado “histórico”, con la economía nacional y su
inserción internacional.
En términos muy amplios, el marco general en el que se inscribe el esquema
teórico que plantearemos, puede ser catalogado como marxista. El grueso del análisis se
sustenta en conceptos que pertenecen a dicha tradición de pensamiento y se articulan
bajo sus preceptos teóricos.3 De esta manera, la propuesta de análisis de esta tesis rescata
esta corriente teórica para el abordaje de un objeto y una problemática que, desde las
ópticas contemporáneas dominantes, podrían no resultar siquiera visibles o relevantes.
1
De acuerdo a autores como Adrián Sotelo (2002) o Jaime Osorio (2009) en Latinoamérica el patrón
industrial de reproducción del capital de la posguerra habría dado paso, entre mediados de la década de
1970 y principios de la de 1980, a un patrón de especialización productiva o exportador, característico de
la etapa neoliberal. Al respecto no existe consenso, sin embargo, no entraremos aquí en dicho debate, y
nos posicionáremos desde esa lectura.
2
Más adelante, dentro de esta introducción, se especifica con precisión a qué referimos con «campesinado
“histórico”». Por el momento, diremos que refiere a aquellos grupos denominados como campesinado en
el pasado, hoy con variables transformaciones.
3
Deben por tanto ser entendidos en el sentido que desde allí se les da.
1
Nuestro esquema teórico particular se articula principalmente en función de tres
ejes interrelacionados entre sí. A) El primero consiste -parafraseando a Bourdieu et al
(1975)- en una “construcción del objeto de estudio” a partir de un concepto propio:
«campesinado “histórico” 4». Se trata de una categoría suficientemente amplia que capta
el movimiento diacrónico del objeto en su interior, e incorpora los sectores heterogéneos
que han sido nominados “campesinado”. Sin embargo, debido a la amplitud y a la
diversidad de configuraciones que abarcará nuestra noción de campesinado “histórico” –
en términos de relaciones productivas, acceso a medios de producción, entre otros-,
dicho objeto se subdivide, como veremos, en subgrupos. B) El campesinado “histórico”
se estudia desde la lógica de la reproducción antes que de la producción, por lo que el
segundo eje lo constituye la noción de “unidades domésticas”. A partir de éstas,
definidas como unidades mínimas de suma y redistribución de un ingreso común, se
identifican los “subgrupos”, a partir de una tipología generada por medio de formas de
composición del ingreso doméstico. C) El tercer eje, refiere a la “superexplotación” del
trabajo (Marini, 1979) en el campesinado “histórico”. Nuestro énfasis en la
reproducción, al realizar el análisis desde las unidades domésticas, y no desde los
trabajadores individuales o las explotaciones, permite visibilizar dinámicas que
indirectamente fundamentan la hipótesis de existencia de superexplotación, por medio
de mecanismos que sólo se hacen visibles a partir de la reproducción de las unidades
completas. La presente tesis no prueba la existencia de superexplotación (y no es este su
objetivo), pero al señalar particulares formas de articulación entre unidades domésticas y
el patrón de reproducción del capital, allana el camino para una eventual comprobación
de la existencia de la misma.5
Estos tres ejes: campesinado “histórico”, unidades domésticas tipificadas y
superexplotación del trabajo componen nuestra propuesta de análisis, que busca,
primero, describir las transformaciones de este sector social en el contexto neoliberal y,
4
Es necesario señalar que el adjetivo “histórico” para el campesinado, no refiere a “no existente” o a parte
del “pasado”, sino más bien a aquel sector social al que “históricamente” se lo ha definido y se ha auto
identificado bajo la palabra “campesinado”, que no es necesariamente equivalente al sector –o clase
social- que se reproduce en una economía campesina. Este asunto será abordado, en el apartado “marco
teórico y de análisis”.
5
Superexplotación, de acuerdo a cómo se la definirá más adelante, es medible concretamente por medio
del cálculo de la tasa de plusvalía. Esta labor no se realiza en la presente tesis. Sin embargo, el estudio
muestra algunos elementos que, de forma provisional, permitían señalar la existencia de la misma.
2
segundo, caracterizar la articulación de éste con el gran y mediano capital, poniendo
énfasis en aquellas elementos que indirectamente podrían hablar de súper-explotación
del trabajo.
ii. Contexto investigativo y delimitación del problema de estudio.
En décadas recientes, la importancia del campesinado como categoría de estudio
ha menguado, contrastando con su centralidad hasta al menos la década de 1970. Tanto
en los países centrales como en Latinoamérica se comienza a hablar de “nueva
ruralidad”, con lo que la “cuestión campesina” deja de ser una problemática.
El particular contexto de la posguerra, con un énfasis modernista, desarrollista e
industrializador en toda la región, generó interés por el estudio de este “actor” que, pese
a su condición de “no moderno”, tenía importancia tanto demográfica como en la
producción, además de una creciente centralidad política. Se le definió desde diferentes
ángulos, principalmente, como clase social o como unidades de producción (la unidad
campesina) centradas en la figura de “el productor”. Su presencia era característica de
las economías periféricas. En tanto forma “no capitalista” de producción, su existencia
generaba múltiples interrogantes en relación al desarrollo capitalista. Distintos enfoques
y perspectivas teóricas participaron en una intensa discusión en todo el continente,6 la
cual giró principalmente en torno a la definición y constitución del campesinado, su
reproducción, y su transformación e inserción en el contexto capitalista. 7 En términos
generales, predominaba una mirada que se concentraba en la estructura productiva,
cobrando especial importancia en el debate las variadas lecturas marxistas.
En general, las posturas más próximas a la “teoría de la modernización” y a las
vertientes mecanicistas del marxismo, proyectaban las “etapas” del desarrollo en los
países centrales sobre la realidad latinoamericana. Desde vertientes menos ortodoxas del
marxismo, sin embargo, comenzó a entenderse las particularidades de las economías
periféricas –entre ellas, la presencia del campesinado- como parte de un proceso
histórico integral del desarrollo mundial del capitalismo, que configuraba en la región un
6
Teniendo como epicentro México, pero también con cierta importancia en Chile, Perú y otros países de
la región.
7
En América latina, entre las décadas de 1960 y 1970, se asiste a un resurgimiento, rescate y rediscusión
de parte los debates “clásicos” que emergieron entre fines del siglo XIX y principios del XX en Europa,
respecto del campesinado ante el avance del capitalismo -y el socialismo- en ese continente, ahora en el
contexto del desarrollo latinoamericano.
3
capitalismo que más que “atrasado” era sui generis. En ese contexto cobra importancia
la articulación entre campesinado y capitalismo, cuestión que en esta tesis tendrá
especial consideración.
Sin embargo, durante la década de 1970 la cuestión cambió. A nivel global, y
fundamentalmente motivado por una crisis en la tasa de acumulación, el capital
comenzaba a transformar los patrones en los que se reproducía en distintos espacios
geográficos. Así, movilizaba uno de sus tantos mecanismos de acción: la política
pública, logrando imponer nuevos preceptos que le permitirían –hipotéticamenterecuperar la tasa de acumulación. Chile, en particular, dada la coyuntura política interna
–una dictadura desde 1973-, se prestó como laboratorio de ensayo de esta nueva política:
la neoliberal.
Con la “llegada” del neoliberalismo, la discusión en torno al campesinado se
diluyó en toda la región. A la vez que desaparece su importancia en tanto actor político –
en Chile, mediante el uso directo de la fuerza- también desaparece su importancia como
sujeto de políticas públicas o “sector” al cual “modernizar”. En tanto “actor colectivo”,
el campesinado –como el proletariado- chocan con una “teoría” transformada en la
“filosofía del Estado neoliberal” que negaba la existencia de cualquier conglomerado
humano y agregación de intereses, y que ponía en marcha una política que intentaba
hacer de ese precepto teórico una realidad empírica.8 En este mismo contexto, desde las
demás ciencias sociales –dejando a un lado a la economía- a partir de los nuevos
enfoques el campesinado se hizo igualmente invisible. En el ámbito de los estudios
agrarios comenzaba a hablarse, en su reemplazo, de una “nueva ruralidad”9 con “nuevos
actores”.
8
La teoría en la que se basó la aplicación del neoliberalismo expresa una ideología individualista extrema.
De acuerdo a ella, las clases sociales no existen y los individuos velan por sus intereses individuales antes
que colectivos. Sin embargo, lo curioso de esto especialmente en Chile con el contexto dictatorial, radica
en que, contrario a lo que ocurre usualmente cuando una teoría observa y luego explica lo observado, al
diferir en Chile la realidad del precepto, se construyó por la fuerza aquello que la “teoría” señalaba como
existente, imponiendo la desarticulación sindical y evitando la agregación de intereses en colectivos.
9
Por “nueva ruralidad”, en un principio, se hacía referencia a un conjunto de propuestas teóricoconceptuales que, en Europa y EEUU, desde las décadas de 1970 y 1980, tendían a cuestionar la
pertinencia de una realidad definible bajo el concepto de “ruralidad”. En general, en esos países refiere a
los procesos de desplazamiento de las capas medias a zonas rurales, en virtud de una nueva valorización
del entorno rural, en términos de su calidad de vida y de evocaciones culturales particulares (Ratier, 2002).
Blanca Rubio (2002) destaca el hecho de que estos cambios se relacionan con la crisis del modelo
productivo anterior, y con la modificación en la política agrícola de los países centrales, lo que trajo
4
En América Latina, el concepto de “nueva ruralidad” ha tenido tanto detractores
como defensores, pero en general, como bien lo apunta Kay (2009) el término se ha
convertido en un “concepto paraguas” utilizado para referirse a cualquier nuevo
desarrollo en las áreas rurales. En este sentido el escenario se torna algo más confuso,
pero a grandes rasgos se puede distinguir un primer grupo compuesto por quienes
aceptan la existencia de una “nueva ruralidad” en el continente; un segundo grupo,
compuesto por quienes la niegan y señalan que aquello que la identifica es el producto
de la imposición de las políticas neoliberales, es decir “nueva ruralidad” como “ruralidad
transformada por el neoliberalismo”; y una tercera posición que la coloca como referente
utópico, proponiendo una “nueva ruralidad” futura. En la presente tesis nos
posicionaremos en el segundo grupo.
Desde esa posición, al ser el primer país -no sólo de la región sino del mundo- en
instaurar plenamente el modelo económico neoliberal, la pregunta por aquello “nuevo en
la ruralidad” es evidentemente muy pertinente para Chile. Desde la década de 1980 se
experimenta en este país una sostenida alza de las exportaciones del sector
silvoagropecuario, y un claro incremento en la tasa de crecimiento promedio del PIB
sectorial, que entre 1983 y 2007 fue de 5.64% anual, más del doble de la del periodo
1963 – 1982, de tan sólo 2.70%.
En la actualidad, el agro chileno se caracteriza -como veremos- por un modelo
agroexportador dominado principalmente por el gran capital y secundariamente por el
mediano. Si bien durante la década de 1980 y principios de la de 1990 esta situación
suscitó interés académico, en los últimos veinte años la ruralidad y sus actores han
perdido interés público e investigativo. Al margen de excepciones, el cambio en los
enfoques teóricos ha determinado una falta de interés por el proceso de transformación
de los antaño denominados campesinos, frente al avance de este proceso de
modernización agroexportador neoliberal, y un aún más escaso interés por la
articulación entre este campesinado ahora transformado y el patrón de reproducción del
consigo una relativa pérdida de importancia de las actividades productivas agrícolas. Por ello se habla de
“desagrarización”, señalando que el ingreso que perciben los pobladores rurales ya no proviene
principalmente de la agricultura, lo que implica una mayor “pluriactividad”, que impediría –según los
“nuevos ruralistas”- delimitar como campesinos a quienes se vinculan con actividades productivas
agrícolas, al tiempo que las formas de organización y de vida están fuertemente influenciadas por patrones
urbanos (Rubio, 2002).
5
capital, con los consecuentes y derivados procesos de explotación del trabajo. Esta tesis
constituye un esfuerzo modesto para contribuir a llenar ese vacío.10
Si bien existen cambios en lo que antaño pudo definirse como ruralidad -los
cuales deben ser recalcados y explicados-, a partir del énfasis en lo nuevo –que redunda
al hablar de “nueva ruralidad”- tiende a perderse aquello que permanece, aquello que no
ha cambiado. En la medida en que entre “lo que permanece” se encuentran las relaciones
de explotación del trabajo, al tomar como referencia los nuevos marcos, se debe tener el
cuidado de no volverse una más de las voces que se encuentran legitimando el nuevo
modelo, al menos si no es eso lo que se desea hacer.11
La presente tesis surge de lo que pensamos es una necesidad de volver a
considerar los cambios sufridos por los sectores a los que se les denominaba como
campesinos, desde una perspectiva que insista en la pertinencia de un análisis que
incluya elementos estructurales.12 En efecto, partimos desde la identificación de un
objeto inexistente desde otras miradas, “el campesinado”, pero ese campesinado
denominado como tal en el pasado -y su movimiento hasta el presente- que hoy puede
ser distinto, que conserva algunas de las características que justificaban ese nombre,
pero que también en muchos casos ha perdido otras que quizás dificultan llamarlo así.
Nos referimos a un sector social, respecto del cual nos preguntamos, ante el contexto
10
Desde la década de 1990 ha existido un relativo retorno a algunos temas campesinos. Desde algunos
sectores heterodoxos de la ciencia económica se analiza al campesinado por su potencial productivo y a la
pequeña propiedad se la ubica como una forma eficiente de explotación agrícola capitalista. Entre algunas
razones: el pequeño propietario y productor asume totalmente el riesgo, cubre sus gastos fijos totalmente y
se sobre explota, cuando es necesario. También surgió en el continente una corriente agroecológica que
señala a la economía campesina como una forma de producción menos dañina del medio ambiente. Por el
lado político, la persistencia del movimiento de los “sin tierra” de Brasil renovó algunas discusiones en
torno al campesinado y las amenazas de hambrunas o de desnutrición relevaron la importancia de la
producción de alimentos de los miles de millones de campesinos que existen en el mudo. Sin embargo,
pese a este resurgimiento, el campesinado dista mucho de tener la centralidad académica y política que
tuvo durante las décadas de 1960 y 1970. En Chile la ruralidad en general –y más aún sus viejos actores,
entre estos, el campesinado- ha dejado de ser un tema de interés y discusión. Como bien lo destaca Rubio
(2001) a nivel latinoamericano, en Chile también el campesinado ha devenido en un sector invisible,
“Abordar hoy los problemas campesinos, los mecanismos de subordinación a los que están sujetos, sus
luchas y reivindicaciones, se considera irrelevante, reiterativo, poco novedoso.” (Rubio, 2001: 211)
11
Al señalar esto no se pretende cuestionar el énfasis en muchos de los “temas emergentes” en el ámbito
rural, muchos de los cuales parecen ser importantes y necesarios de estudiar, lo que se cuestiona es, por un
lado, el abandono de otras dimensiones –como las relaciones de producción, explotación y las
configuraciones estructurales nivel macro y micro- y el tratamiento atomista que muchas veces privilegian
las nuevas perspectivas.
12
No se trata de postular un retorno acrítico a viejos debates descontextualizados, sino de señalar que el
análisis de una realidad contemporánea desde una perspectiva que hoy es poco frecuente, ilumina
fenómenos actuales poco visibilizados desde los marcos dominantes.
6
neoliberal, en qué ha cambiado y también en qué no lo ha hecho. Hablamos así, del
campesinado “histórico”, entendido, no como una clase social, sino como un sector
social heterogéneo, transformado, transfigurado y contemporáneo, compuesto no por
“individuos”, sino por las unidades en que el trabajo se reproduce: las unidades
domésticas.
A diferencia de muchos de los enfoques del pasado, que estudiaban al
campesinado como un grupo constituido por “el productor”, y en el mejor de los casos,
por la unidad productiva (la unidad campesina de Chayanov, por ejemplo), nosotros lo
estudiaremos a partir de las “unidades domésticas”, en las que se reproducen los
trabajadores agropecuarios, entendidas como las unidades mínimas en las que se suma y
distribuye un ingreso, de orígenes diversos y potencialmente distintos al propiamente
“campesino”. En otras palabras, se desplaza el criterio desde la producción a la
reproducción (social-económica), para lo cual se usa de manera operativa la
composición del ingreso según sus fuentes. Esto nos permitirá identificar una tipología
de las unidades domésticas que componen el campesinado “histórico”, definidas a partir
de la proporción de los ingresos según sus fuentes.13 La tipología, que va desde las
unidades domésticas típicamente campesinas, en las cuales la mayor proporción del
ingreso es producto de la parcela, mediante relaciones familiares, a las completamente
proletarizadas, donde el ingreso proviene mayoritariamente del trabajo asalariado. Así
pretendemos seguir las mutaciones que las unidades domésticas han sufrido en el
contexto neoliberal, a partir de sus movimientos dentro de la tipología. Ello mediante: a)
la comparación de aquello que podemos reconstruir sucedía antes del neoliberalismo,
frente a lo que hoy podemos observar (los cambios en la proporción del ingreso según
las fuentes: producción propia (autoconsumo), venta de producción, salarios y subsidio);
y b) mediante la comparación entre lo que hoy puede observarse a partir de nuestra
tipología de unidades domésticas, en zonas asociadas a dos de los principales
subsectores agroexportadores: el frutícola-vitivinícola y el forestal.
Como se adelantó, la presente tesis no sólo persigue observar cuáles han sido las
transformaciones en este campesinado “histórico” asociadas al neoliberalismo, sino se
propone además caracterizar la articulación de este sector social con el gran y mediano
13
La tipología se especifica y define más adelante, en el apartado “marco teórico y de análisis”
7
capital moderno, poniendo énfasis en aquellos elementos que podrían estar indicano la
presencia de superexplotación del trabajo, la cual se explicaría, en parte, por la lógica
doméstica de organización (roles familiares), producción (multivariada) y (re)
distribución de los ingresos, tareas y deberes, y ello se relaciona con la forma en que el
neoliberalismo impulsó la modernización del agro.
De esta manera, recuperando lo planteado hasta acá, el problema que en concreto
se pretende abordar mediante esta investigación es la modernización del campesinado
“histórico” chileno, la cual se ha realizado, desde la instauración del modelo neoliberal,
“desde arriba”, es decir, por la fuerza del gran capital. Uno de sus efectos –planteamossería la superexplotación del trabajo. En este marco debe ubicarse la siguiente pregunta
(guía) respecto de ¿Qué cambios y qué permanencias ha experimentado el campesinado
“histórico” en Chile en las últimas cuatro décadas y cómo se relacionan unos y otras
con la aplicación del “neoliberalismo”? En respuesta a ello, se explicitan dos hipótesis
generales, contenidas en el problema identificado, éstas son:
Hipótesis 1. El nuevo modelo ha profundizado la dependencia del campesinado
“histórico” obligado a vender, cada vez en mayor proporción, su fuerza del trabajo.
Sugerimos que esta venta se realiza a un valor inferior a su costo de reproducción.14 Esto
es evidente en las actividades exportadoras tales como la fruticultura y la silvicultura.
Hipótesis 2. Las “relaciones productivas domésticas”15, y la lógica doméstica de
redistribución del ingreso,16 se articulan al patrón de reproducción del capital, facilitando
la extracción de plusvalía, principalmente absoluta17.
14
Al no medir el “trabajo necesario” del trabajador para su reproducción, la presente tesis no puede
demostrar que el trabajo está remunerado por debajo de su costo de reproducción. Sin embargo, se
señalarán algunos elementos que indirectamente podrían dar cuenta de ello.
15
Relaciones sociales mediante las cuales se produce al interior de la unidad domestica.
16
Basada en la lógica de la reciprocidad generalizada.
17
La distinción entre plusvalía absoluta y plusvalía relativa proviene de Marx, quien señala: “La
producción de plusvalía absoluta se consigue prolongando la jornada de trabajo más allá del punto en que
el obrero se limita a producir un equivalente del valor de su fuerza de trabajo y haciendo que este
plustrabajo se lo apropie el capital. La producción de plusvalía absoluta es la base general sobre que
descansa el sistema capitalista y el punto de arranque para la producción de plusvalía relativa. En ésta, la
jornada de trabajo aparece desdoblada de antemano en dos segmentos: trabajo necesario y trabajo
excedente. Para prolongar el segundo se acorta el primero mediante una serie de métodos, con ayuda de
los cuales se consigue producir en menos tiempo el equivalente del salario. La producción de plusvalía
absoluta gira toda ella en torno a la duración de la jornada de trabajo; la plusvalía relativa revoluciona
desde los cimientos hasta el remate los procesos técnico del trabajo y las agrupaciones sociales.” (Marx,
1968: 426).
8
A partir de lo anterior se establecieron los siguientes objetivos y tareas: el
objetivo general es conocer y comprender los cambios y permanencias que ha
experimentado el campesinado “histórico” en Chile en las últimas cuatro décadas y su
relación con la aplicación de políticas neoliberales.
Para el cumplimiento del objetivo propuesto, delimitamos nuestra labor mediante
los siguientes objetivos específicos:
a) Comprender la articulación entre las unidades domésticas -donde se reproduce el
campesinado “histórico”- con el anterior y el actual patrón de reproducción del
capital.
b) Analizar la evolución del campesinado histórico asociado a las actuales zonas
frutícolas y forestales y su articulación con el actual patrón de reproducción del
capital.
Para ello se procederá a:
a) Caracterizar de manera general al campesinado “histórico” antes de la
aplicación del neoliberalismo, y su relación con el patrón de reproducción del
capital precedente. (Lo cual se realiza en el Capítulo II)
b) Describir de manera general al sector silvoagropecuario en la actualidad, su
evolución en el periodo neoliberal, y su proceso de modernización. (Capítulo
III)
c) Describir al campesinado “histórico” en Chile desde la aplicación de las
políticas neoliberales, con énfasis en la dinámica entre los dos principales
subsectores exportadores –el forestal y frutícola- y las “unidades domésticas”
de las zonas relacionadas y compararlas. (Capítulo IV)
Las preguntas, hipótesis y objetivos antes expuestos guardan una relación
dialéctica con el esquema teórico que plantearemos en el capítulo I, puesto que, por un
lado surgen de las potenciales explicaciones realizables a partir de los referentes
teóricos, pero a la vez, ayudan a delimitar los conceptos necesarios que se articulan
como estratégica teórico-metodológica de persecución de las mismas.
9
iii. Sobre el contenido
El documento se estructura a partir de una introducción y cinco capítulos. En la
introducción se plantea el problema, las preguntas, hipótesis y objetivos. En el Capítulo I
se exponen los marcos teóricos y metodológicos a partir de los cuales se realiza la
investigación. En el Capítulo II, por un lado, se caracteriza de manera general al
campesinado “histórico” antes de la aplicación del neoliberalismo, y su relación con el
patrón de reproducción del capital industrial, y por otro, se describe a grandes rasgos, la
instauración del neoliberalismo en Chile, así como las principales políticas utilizadas
para ello. Hasta dicho capítulo, se presenta todo el material previo a la indagación
empírica propiamente tal, se describe el momento previo al neoliberalismo, y luego las
políticas aplicadas, reservando los efectos de las mismas para su tratamiento
independiente en los capítulos III y IV.
En el Capítulo III se describe, de manera general, al sector silvoagropecuario en
la actualidad, su evolución en el periodo neoliberal, y su proceso de modernización, a fin
de dar cuenta del contexto en el que se insertan los cambios sufridos por las unidades
domésticas del campesinado “histórico”, para luego, en Capítulo IV, describir al
campesinado “histórico” en Chile, desde la aplicación de las políticas neoliberales, con
énfasis en la dinámica entre los dos principales subsectores exportadores –el forestal y
frutícola- y las “unidades domésticas” de las zonas relacionadas. Finalmente, en el
Capítulo V se intenta articular y analizar, a la luz del esquema teórico propuesto, la
información que se presenta hasta el Capítulo IV, a fin de responder de manera explícita
las interrogantes aquí levantadas y contrastar las hipótesis planteadas.
10
Capítulo I
Marco teórico y de análisis y metodología.
Como señalamos al comienzo, nuestro esquema teórico particular se articula
principalmente en función de tres ejes interrelacionados entre sí –campesinado
“histórico”, unidades domésticas tipificadas y superexplotación del trabajo- que
componen nuestra propuesta de análisis. En su articulación, planteamos que el análisis
del campesinado “histórico” a partir de las “unidades domésticas”, permite comprender
de manera integral la reproducción del trabajador, lo que presenta desde otro ángulo
aquello que Marx denominó “trabajo necesario” y “trabajo excedente”, pues el primero
se define en función de la reproducción, y en ésta, la lógica de suma y de redistribución
de ingresos de la unidades doméstica influye de manera directa. Si bien no mediremos el
“trabajo necesario”,18 identificaremos mecanismos que permiten indicar si éste se reduce
o aumenta dentro del salario de los trabajadores agrícolas que se reproducen en las
unidades domésticas, planteando, en base a ello y de manera provisional, la existencia de
superexplotación del trabajo. Esto permite ver cómo la generación de valor implicada en
la producción silvoagropecuaria se integra en un “patrón de reproducción del capital”19
en el contexto neoliberal.
A continuación daremos breve revista al significado y articulación de los
principales conceptos que hemos aquí mencionado. En la medida en que nuestra noción
de campesinado “histórico” supone el concepto de “unidad doméstica”, comenzaremos
por ésta última, para luego explicar y desplegar la primera y la tipología en que se
subdivide. Finalmente, señalamos brevemente algunas cuestiones relativas al
18
Para lo cual se requeriría una investigación especialmente avocada a ello, mediante levantamiento de
encuestas específicamente diseñadas para tal fin.
19
La forma en que el capital se reproduce genera un “patrón”. Cuando hablamos de patrón de
reproducción del capital (Osorio 2004) referimos a un concepto amplio, que permite caracterizar la
reproducción del capital en tiempos históricos y espacios geográficos determinados, de acuerdo a los
distintos sectores o ramas que el capital privilegia, dejando a su paso “huellas a base de repeticiones”
(Osorio 2004: 56), y las contradicciones que este proceso genera. Esta noción remite además a los
ordenamientos políticos y sociales que permiten ese formato específico de valorización del capital y
caracteriza el ciclo del capital incluyendo no sólo la acumulación –reinversión de plusvalía- sino además
la circulación. Los mecanismos mediante los cuales el capital genera un patrón particular, van más allá de
la política pública y el modelo económico, siendo éstos más bien instrumentos del capital que facilitan su
reproducción siguiendo un determinado patrón.
11
capitalismo periférico y la superexplotación del trabajo que se articulan al esquema
previamente expuesto.
I.1. Las unidades domésticas, la reproducción del trabajo y las relaciones
domésticas.
Una unidad doméstica es una unidad integrada por diferentes miembros, con o
sin relaciones de parentesco o familiares, que comparten una vivienda -duermen bajo un
mismo techo especifican algunos, pero sobre todo comparten un mismo ingreso-; es un
núcleo dentro del cual se suman los ingresos y el trabajo de varios de sus integrantes en
función de la reproducción de todos los integrantes del núcleo, dominando en su interior
la lógica de la reciprocidad generalizada.20 Para entender esta noción, nos apoyaremos
en la propuesta de dos autores, Immanuel Wallerstein y Claude Meillassoux.
Según señala Wallerstein (1989), en el “capitalismo histórico” los “individuos”
han tendido a vivir en estas “unidades domésticas”, donde se comparte un fondo común
de ingresos que puede provenir de distintas fuentes. Habitual, pero no exclusivamente,
está relacionada en su interior por lazos de parentesco, y en la mayoría de los casos es
co-residencial.21 Más allá de la caracterización, lo interesante de la manera en que este
autor utiliza la noción de unidad doméstica, se relaciona con la función que otorga al
tipo de unidad doméstica en la dinámica de la economía capitalista. Para Wallerstein el
precio de la mano de obra no sólo ha dependido de la oferta y demanda, sino del tipo de
unidad doméstica de la cual provenga el trabajador. A idéntica cantidad de trabajo con
idénticos niveles de eficiencia y productividad, el asalariado que vive en una unidad
20
Unidad doméstica no es sinónimo de hogar. Sin embargo, los dos conceptos están fuertemente
relacionados empíricamente. Usualmente las unidades domésticas se construyen a posteriori, mediante la
identificación de lazos de reciprocidad en su lógica de composición y distribución del ingreso. Pero mucho
de lo que identificamos en el concepto de unidad doméstica es observable en lo que usualmente ese define
como hogar. En efecto, la definición de hogar entregada por la encuesta CASEN (Ministerio de Desarrollo
Social, Chile) constituye una acercamiento observable a nuestra categoría de unidad doméstica. Según
CASEN, un hogar es: Grupo de personas, parientes o no, que habitan la misma vivienda y tienen
presupuesto de alimentación común o personas que viven solas. Puede ocurrir que uno o más hogares
habiten una vivienda; sin embargo, un hogar no puede habitar más de una vivienda.” (CASEN
http://www.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/casen/definiciones/residentes.html)
21
Según plantea el autor, en el contexto de estas unidades comenzó a imponerse la distinción entre trabajo
productivo y trabajo improductivo, en función de si éste era valorado en dinero o de si era sólo de
subsistencia y, por tanto, no producía excedente –del que alguien pudiera apropiarse-. El primero se asoció
–cultural e históricamente- a los varones y el segundo a las mujeres de la unidad doméstica. Sin embargo,
el mismo autor añade que ni la división del trabajo por sexo y edad, ni la familia jerárquica fueron
creaciones del capitalismo histórico, lo nuevo fue la correlación entre división y valoración del trabajo.
12
doméstica con un alto porcentaje de ingresos salariales (unidad doméstica proletaria)
tendrá un umbral monetario más alto, por debajo del cual no le parecerá racional realizar
un trabajo asalariado, mientras que para el trabajador que vive en una unidad doméstica
que percibe un porcentaje menor de sus ingresos producto del trabajo asalariado de sus
miembros (unidad doméstica semiproletaria) este umbral monetario puede ser más bajo.
Esta diferencia entre los “umbrales salariales mínimos aceptables” se relaciona con la
economía de subsistencia, pues, cuando la unidad doméstica compone su ingreso
principalmente del salario, este debe cubrir los costos mínimos de supervivencia y
reproducción de la unidad. Al contrario, cuando el salario representa una parte menor del
ingreso de la unidad doméstica, al asalariado le resulta racional aceptar un empleo con
un nivel de remuneración proporcionalmente más bajo, pues, requiere de la consecución
de dinero líquido mediante la sustitución de un trabajo en tareas mediante las cuales se
consigue menor cantidad de dinero. Esto ha sucedido porque los ingresos reales (que
incluyen producción para el autoconsumo y para la venta en mercados locales) creados
por los distintos miembros de la unidad doméstica semiproletaria (aparte de el o los
asalariados) bajan el requerimiento de ingreso en salario para reproducir la unidad.
Otra contribución importante respecto a la teorización sobre las “unidades
domésticas” y a su operación dentro de un “modo de producción capitalista”, la
constituye la clásica obra del antropólogo marxista-estructuralista Claude Meillassoux
(1998), publicada en 1975. Las “relaciones domésticas”, surgidas en lo que él define
como la “comunidad doméstica”,22 se constituyen como el cimiento sobre el cual se
edifican todos los “modos de producción” históricos, ya que sobre ella descansa un
elemento central en la reproducción de éstos: la reproducción de la fuerza de trabajo. De
esta forma, la familia –en el capitalismo- encarnaría a la “comunidad doméstica”
desposeída de sus funciones productivas, pero conservando siempre sus funciones
reproductivas. Esto es de capital importancia si se entiende que la “…reproducción de
22
Meillassoux reserva el término de “comunidad domestica” a sociedades agrícolas que cumplan dos
condiciones: la ausencia de exacciones y el carácter poco determinante de las relaciones de intercambio
con el exterior. En este sentido el concepto puede aplicarse a economías de autosubsistencia y no ha
economías que se encuentran insertas en Estados con modos de producción distintos. Por lo tanto, el
concepto excluye al de “economía campesina” que veremos más adelante. Sin embargo, el tema de la
“comunidad doméstica” presenta, en la obra de Meillassoux, consecuencias importantes, pues, para este
autor las “relaciones domésticas”, surgidas en la comunidad doméstica, son la base de todos los modos de
producción históricos, pues sobre ella descansa un elemento central en la reproducción de éstos: la
reproducción de la fuerza de trabajo.
13
los hombres es, en el plano económico, la reproducción de la fuerza de trabajo en todas
sus formas”. (Meillassoux, 1998: 8)
Pero Meillassoux también intenta explicar la forma en que se combinan las
relaciones de tipo capitalista y las de tipo doméstico en zonas geográficas
“subdesarrolladas”, no sólo en lo que respecta a la reproducción física de los individuos,
sino también en cuanto a la producción al interior de las unidades. Para este autor, en
estas zonas se presenta una explotación de las relaciones domésticas por el capitalismo
en su forma “imperialista”. El mecanismo mediante el cual se permite esta explotación
dice relación con la capacidad del sector doméstico de abastecer al “mercado de trabajo”
con mano de obra alimentada, pues –al igual que Wallerstein- Meillassoux destaca que
la tasa de salario no se fija en función de la oferta y la demanda, sino más bien la fija el
costo de reproducción de la mano de obra, el cual es absorbido no por el capitalista, sino
por la producción doméstica.
Meillassoux observa que el “modo de producción capitalista” incorpora
relaciones “no capitalistas” de forma orgánica por medio de la reproducción de los
individuos, por un lado y, por medio de la explotación de la producción doméstica, por
otro. En otras palabras, el capitalismo recurre a la producción doméstica en dos sentidos:
por un lado, se aprovisiona de mano de obra gratuita –en el sentido de que no paga
completamente su reproducción- y por otro, se procura del “trabajador libre”, es decir,
no produce sus productores.
El aporte de Wallerstein y de Meillassoux nos permite conectar la dinámica de la
unidad doméstica con el proceso económico macro. El tipo de unidad doméstica, la
lógica que en su interior opere, lo que produce y lo que no produce, impactan en la
reproducción del trabajador, y por tanto, en el precio del salario, lo que supone
requerimientos diferenciados de “trabajo necesario” y, de esa manera, distintas
posibilidades del capital de apoderarse de una parte del valor generado.
I.2 El Campesinado: unidades domésticas y campesinado “histórico”.
Antes que todo, la noción de campesinado “histórico” debe distinguirse
claramente del concepto de “economía campesina”.
Para definir a la “economía campesina”, nos apoyaremos en la clásica definición
de Chayanov, quien la estudia desde su unidad de funcionamiento: la familia, definida
14
como “...una familia que no contrata fuerza de trabajo, que tiene cierta cantidad de tierra
a su disposición, que posee sus propios medios de producción y que a veces se ve
obligada a utilizar parte de su fuerza de trabajo en actividades artesanales y
comerciales.” (Chayanov, 1979: 104) Este autor intenta dilucidar la lógica y racionalidad
que conduce la producción campesina, estableciendo que dicha producción está
orientada a la satisfacción de las necesidades de subsistencia de la unidad campesina y
no al incremento de la ganancia. Por lo mismo, Chayanov sostiene que las decisiones
económicas de la unidad familiar consideran en forma inseparable la producción y el
consumo final de la familia.
El concepto de “economía campesina” será entendido aquí como un extremo de
un continuum histórico, donde tendremos, en un lado, a la unidad doméstica con
economía campesina, y en el contrario, unidades domésticas proletarias, en tanto su
reproducción es mediante la venta de trabajo asalariado.
Buena parte de la bibliografía en Chile ocupa el término “campesino” o
“campesinado”, como un “concepto paraguas”. Algunos lo utilizan para referir
simplemente a los habitantes del campo, otros, para referir a los trabajadores vinculados
a la agricultura, otros, como el sector de pequeña y mediana propiedad –capitalista o de
subsistencia- en fin, inclusive los sindicatos de obreros agrícolas de fines de la década de
1960 se auto-reconocían en la denominación “campesino”. Más aún, hay quienes lo
definen en virtud de la “economía campesina”, pero luego lo aplican a poblaciones que
dudosamente podrían reproducirse en ese tipo de economías. Es decir, la palabra ha sido
utilizada –dentro y fuera del medio académico- para referir a sectores mucho más
amplios que aquellos pertenecientes a alguna forma de la economía campesina. Como
sinonimia de este “concepto paraguas”, referiremos aquí al campesinado “histórico”,
distinguiéndolo de un “campesinado” formado por un sector de “economía campesina”.
Como se expresó con anterioridad, en este contexto, el calificativo “histórico” se
usa en su acepción semántica amplia, para señalar aquello que “ha sido”23 aquello
“registrado”, lo que no supone que “ya no sea”. En efecto, el motivo de definir este
concepto amplio, es circunscribir un sector dentro del cual han ocurrido los cambios que
se describirán, entre otros, los relacionados a la economía campesina, lo que incluye que
23
O que realmente ha sido nominado bajo la categoría.
15
ésta deje de existir en forma pura a favor de una proletarización mayor, lo que supone
cambios al interior del grupo definido, pero la permanencia del mismo en términos
históricos.
Como campesinado “histórico”, entonces, se entenderá a toda la población, que
se reproduce en unidades domésticas de zonas rurales24, ligada –directa o
indirectamente- a actividades silvoagropecuarias, y que a su vez, participen de la
producción social añadiendo valor por medio de su trabajo. Con este concepto se
pretende comprender el uso general –poco riguroso dirían algunos- de la noción de
campesinado que abunda en la literatura.
La noción de campesinado “histórico” resulta útil entonces –como se dijo- para
hacer referencia a la población rural, relacionada con actividades silvo-agropecuarias, ya
como productor silvoagropecuario o como trabajador en el sector, que puede o no
conservar relaciones características de producción cercanas con la economía campesina.
Sin embargo, es requisito para entrar en la categoría que la unidad doméstica se
relacione –directa o indirectamente- con las actividades silvoagropecuarias, mediante su
trabajo, y no exclusivamente mediante la inversión de capital (caso de pequeños
empresarios agrícolas). Esta definición excluye a las unidades domésticas rurales que no
participan en actividades agrícolas. Comprende históricamente tanto a unidades domésticas
con “economía campesina” como unidades que venden su fuerza de trabajo en el sector
agrícola.
Por lo tanto, el campesinado “histórico” es un sector un sector social, con
determinados intereses comunes. Tomando como base la composición del ingreso y el
acceso a determinados recursos, construimos una tipología de unidades domésticas que
componen el campesinado histórico.
Identificamos cuatro fuentes de ingreso de la unidad doméstica, cuya proporción
determina el tipo de unidad doméstica en nuestra tipología.25 Estos son: A = Producción
doméstica auto-consumida, M’ = Producción doméstica mercantilizada, MT =
Mercancía Trabajo (o salarios), que puede ser de carácter permanente o temporal, y S =
24
Entendiendo ruralidad como aquel espacio en el que la economía y la sociedad se organizan
mayoritariamente para producir aquello que se consume principalmente en las ciudades -dentro o fuera del
país- y que comúnmente no se puede producir en ellas. Lo que permite realiza una eventual separación de
los espacios son las actividades en torno a las cuales se organizan las relaciones sociales.
25
Es importante aclarar que nuestra tipología de unidades domésticas es una construcción teórica con
fines analíticos, por falta de información empírica adecuada.
16
Subsidios. Adicionalmente, agregamos a nuestra tipología, el acceso de las unidades a la
tierra, y algunas características básicas del salario, cuando éste es importante. Debe
aclararse que, al tratarse de unidades compuestas por más de un trabajador, cada fuente
(A, M’, MT o S) puede ser producto de la suma de los aportes de más de un integrante, y
un integrante puede aportar ingresos de más de una fuente.26 La tipología esquematizada
se presenta en el Esquema 1, y las proporciones de los componentes del ingreso, más
abajo, en el Cuadro 1.
Esquema 1
Esquema de la tipología de Unidades Domésticas
Fuente: elaboración propia
26
Por ello, debe considerarse que, por ejemplo, que MT puede
MT_integrante1+MT_integrante2, y que S puede ser igual a S_integrante1+S_integrante2.
17
ser
igual
a
Como señalamos, nuestra tipología se establece a partir de las proporciones de
ingresos provenientes de las distintas fuentes, establecidas en el Cuadro 1, a lo que debe
sumarse la división entre las unidades con y sin acceso a tierra. Otra distinción la genera
la presencia o ausencia de al menos un salario permanente, lo que genera los subtipos
Proletarias Tipo I; II.i y II.ii, (cuya diferencia radica en si alcanzan o no a generar los
recursos suficientes para una canasta básica);27 y III.i y III.ii.
Cuadro 1
Tipología de las Unidades Domésticas a partir de la composición de su
ingreso
Grupo de unidades sin acceso a tierra
Categoría
Subcategoría
Unidades
sin
acceso a
tierra
Proletarias tipo I
Proletarias tipo I
Formula
composición del
ingreso *
MT > S
Proletarias tipo II
Tipo II.i
MT> S
Tipo II.ii
(Subproletarias)
MT> S
Subsidiadas tipo I
S > MT
Subsidiadas tipo I
Grupo de unidades con acceso a tierra
Productoras
Comerciales
agropecuarias
Campesinas
Unidades
semiproletarias
Comerciales
con
acceso a
Autoconsumo
tierra
Proletarias tipo III
Subsidiadas tipo II
Tipo III.i
M’ > A+S │
MT=0
A > M’+S │
MT=0
M’ > A+MT+S │
MT≠0
A > M’+MT+S │
MT≠0
MT > A+M’+S
Tipo III.ii
MT > A+M’+S
Agropecuarias
S > A+M’+MT │
A+M’>MT
S > A+M’+MT │
MT > A+MT
Proletarizadas
Especificación
Donde MT se compone con al menos
1 salario permanente y no hay ni A ni
M’
Donde MT se compone sin salarios
permanentes y no hay ni A ni M’
Donde MT, pese a ser mayor que S,
no logra reproducir la unidad y no hay
ni A ni M’(pobreza extrema)
No hay ni A ni M’. Cuando existe MT,
es en el sector silvoagropecuario, o los
últimos ingresos salariales provinieron
de actividades silvoagropecuarias
Capitalistas (tipo farmer) sin salarios
No capitalistas, sin salarios
Productivamente capitalistas y con
miembros asalariados
Productivamente no capitalistas y con
miembros asalariados
Donde MT se compone con al menos
1 salario permanente
Donde MT se compone sin salarios
permanentes
Subsidiadas, producción doméstica
más importante que salario
Subsidiadas, salarios más importantes
que producción doméstica.
* Donde:
A = Producción doméstica auto-consumida
M’ = Producción doméstica mercantilizada
MT = Mercancía Trabajo
S = Subsidios
Fuente: elaboración propia
27
Se trata de las unidades que cabrían en la definición de indigencia hecha por CASEN “La línea de
indigencia es el ingreso mínimo establecido por persona para satisfacer las necesidades alimentarias.
Corresponde al costo mensual de una canasta básica de alimentos por persona, cuyo contenido calórico y
proteico permite satisfacer un nivel mínimo de requerimientos nutricionales y que además refleja los
hábitos de consumo prevalecientes.” (http://www.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/casen) Como veremos,
dicho tipo de unidades fue frecuente durante la crisis económica de 1982.
18
Entonces tenemos que cada tipo se caracteriza por:
Unidades Proletarias tipo I: Unidades domésticas que no tiene acceso a tierra, y que
por lo tanto no tienen producción doméstica producto de la parcela (A+M’), y los
salarios producto de la venta trabajo en el sector agrícola son la principal fuente de
ingresos, sin excluir un posible aporte de subsidios. Las del tipo I se distinguen de las
del II en que en ellas existe al menos un asalariado permanente (no temporal), es decir,
cuentan con un ingreso salarial fijo de base.
Unidades Proletarias Tipo II.i: Unidades domésticas que no tienen acceso a tierra, y
que por lo tanto no tienen producción doméstica (A+M’) y los salarios son la principal
fuente de ingresos, sin excluir un posible aporte de subsidios. Se distingue de las del tipo
I en que en ellas no existe ningún salario permanente, es decir, el ingreso salarial se
compone sólo de trabajo temporal. Las del tipo II.i se distinguen de las del tipo II.ii en
que, pese a la temporalidad y derivada inseguridad, en estas unidades no se pone en
riesgo la reproducción de los integrantes de la misma.
Unidades Proletarias Tipo II.ii (Subproletarias): Unidades domésticas que no tiene
acceso a tierra, y que por lo tanto no tienen producción doméstica (A+M’) y los salarios
son la principal fuente de ingresos, sin excluir un posible aporte de subsidios. Se
distinguen de las del tipo I en que en ellas no existe ningún salario permanente, es decir,
el ingreso salarial se compone sólo de trabajo temporal. Las del tipo II.ii se distinguen de
las del tipo II.i en que no obtienen los ingresos suficientes para comprar una canasta
básica de alimentos -por integrante- de la unidad, es decir, se trata de unidades
subproletarias, con pobreza extrema. Como se verá, lejos de ser un tipo ideal, se trata de
un tipo histórico frecuente durante varios años que rodean la crisis 1982.
Unidades Subsidiadas tipo I: Unidades domésticas que no tiene acceso a tierra, y que
por lo tanto no tienen producción domestica (A+M’) y donde la principal fuente de
ingresos son los subsidios. Lo más frecuente es que se trate de unidades donde viven
pensionados por vejez o invalidez, puesto que los subsidios por programas de pobreza y
por hijos no suelen alcanzar para sustentar más de la mitad de la reproducción de una
unidad doméstica. Estas unidades pertenecen al “campesinado histórico” sólo cuando el
salario –en los casos en que existe- proviene de actividades en el sector
19
silvoagropecuario, o bien, cuando los últimos ingresos salariales provinieron de
actividades silvoagropecuarias.
Unidades Productoras Agropecuarias Comerciales: Unidades domésticas con acceso
a tierra, donde el mayor ingreso lo representa la comercialización de su producción
doméstica. Usualmente se trata de unidades domésticas que administran una pequeña
empresa familiar capitalista agropecuaria, donde se utiliza de manera no exclusiva el
trabajo familiar (es decir, se excluye de esta categoría a aquellas que sólo contratan
trabajadores, y que por tanto no pertenecen al campesinado “histórico”). Se asocian a las
que la bibliografía denomina como farmers en alusión a los granjeros capitalistas
estadounidenses.
Unidades Productoras Agropecuarias Campesinas: Unidades domésticas con acceso
a tierra, donde el principal ingreso lo representa el autoconsumo de la producción
doméstica de la parcela. Se trata de unidades con explotaciones no capitalistas que
suelen asociarse al modelo de la “economía campesina” de Chayanov.
Unidades Semiproletarias Comerciales: Unidades domésticas con acceso a tierra. Se
asemejan a las Productoras Agropecuarias Comerciales, vendiendo una proporción
importante de la producción doméstica al mercado, pero incluyen en su ingreso la venta
de trabajo (MT),
Unidades Semiproletarias de Autoconsumo: Unidades domésticas con acceso a tierra.
Se asemejan a la Productoras Agropecuarias Campesinas, auto consumiendo una
proporción importante de la producción doméstica, pero incluyen en su ingreso la venta
de trabajo (MT).
Proletarias Tipo III. I: Unidades domésticas con acceso a tierra, pero donde la mayor
fuente de ingreso la representan los salarios. En estas, existe al menos un asalariado
permanente (no temporal), es decir, cuentan con un ingreso salarial fijo de base.
Proletarias Tipo III.ii: Unidades domésticas con acceso a tierra, pero donde la mayor
fuente de ingreso la representan los salarios. En estas, no existe ningún asalariado
permanente (no temporal), es decir, no cuentan con un ingreso salarial fijo de base.
Subsidiadas Tipo II Agropecuarias: Unidades domésticas con acceso a tierra, pero
donde la principal fuente de ingresos son los subsidios. La segunda fuente la representa
la producción doméstica..
20
Subsidiadas Tipo II Proletarizadas: Unidades domésticas con acceso a tierra, pero
donde la principal fuente de ingresos son los subsidios. La segunda fuente la representa
el salario de alguno de sus integrantes.
Es necesario hacer hincapié en que, si bien no disponemos de la información
necesaria para cuantificarla en esta investigación, la producción doméstica auto
consumida (A) es medible. Corresponde teóricamente al equivalente en dinero (a precios
locales corrientes) de todo aquello que se produce dentro del hogar (que sería igual a la
cantidad de dinero necesaria para disponer de lo mismo a partir del mercado).
A partir de los datos disponibles, deduciremos los tipos de unidades presentes y
dominantes en distintos momentos, espacios o asociados a determinados subsectores
(frutícola o forestal), se describirán los cambios sufridos por el campesinado “histórico”,
intentando ver los movimientos entre uno y otro tipo en relación a la aplicación de las
políticas neoliberales.
I.3 Contexto capitalista dependiente y superexplotación del trabajo.
Para Marini (1979), como para los demás autores de la vertiente marxista de la
llamada teoría de la dependencia, América Latina y su economía, consiste en un
capitalismo sui géneris que “…frente al parámetro del modo de producción capitalista
puro, (…) presenta peculiaridades, que se dan a veces como insuficiencias y otras –no
siempre distinguibles fácilmente de las primeras- como deformaciones.” (Marini, 1979:
14). Es en el contexto de este capitalismo periférico, que ubicaremos a la economía
chilena, tanto antes como después del neoliberales.
De acuerdo a Marini (1979) una de las diferencias entre el capitalismo de los
países centrales y el de los países periféricos está en que la lógica de extracción de
plusvalía tiende a ser distinta, debido a las distintas condiciones históricas en las que
unos y otros ingresaron al comercio internacional. La revolución industrial en Europa es
permitida por una especialización internacional del trabajo, en donde América Latina
provee alimentos al proceso, lo que permite a las potencias europeas concentrarse en el
desarrollo de la industria y en el de la agricultura. La participación latinoamericana en el
mercado mundial contribuirá a que el eje de la acumulación industrial se desplace de la
producción de “plusvalía absoluta” a “plusvalía relativa” en los países centrales.
Simplificando al máximo el argumento de Marini, diremos que Latinoamérica (y otras
21
colonias) proporcionó a Europa “bienes salarios” baratos, reduciendo el “trabajo
necesario” del obrero europeo, dejando un mayor excedente al capitalista (plusvalía
relativa). En este sentido, la oferta de alimentos de los países latinoamericanos durante el
desarrollo de la industria en Europa, tendrá como efecto “…reducir el valor real de la
fuerza de trabajo en los países industriales, permitiendo así que el incremento de la
productividad se traduzca allí en cuotas de plusvalía cada vez más elevadas.” (Marini,
1979: 27). En este sentido, al intercambiar productos ambos continentes, se estará
intercambiando un bien que contenga mayor cantidad de trabajo por uno que contenga
crecientemente menos. En ello conociste el intercambio desigual. Respecto de la
“pérdida” de plusvalía derivada de éste, “…la reacción de la economía dependiente es a
compensarla en el plano de la producción interna.” (Marini, 1979: 38) Lo que se traduce
en un “régimen de superexplotación del trabajo” que se configura como una “ley de
movimiento propia del capitalismo dependiente”: los países dependientes compensan las
pérdidas generadas por el intercambio desigual, no aumentando la plusvalía relativa –es
decir, productividad junto a la reducción del tiempo del trabajo necesario- sino la
plusvalía absoluta, es decir, aumentando la explotación del trabajador. Para ello existen
3 mecanismos: a) aumento de la duración de la jornada de trabajo, b) incremento de la
intensidad del trabajo (sin pagar correspondiente ese incremento al trabajador), y c)
reducción del “fondo de consumo” del trabajador.28
Esto nos retrotrae a la característica fundamental del capitalismo frente a las
demás formas de producción mercantil, pues, “…lo que transforma en mercancía no es
el trabajador –o sea, el tiempo total de existencia del trabajador, con todos los puntos
muertos de la producción – sino más bien su fuerza de trabajo…” (Marini, 1979: 44). Lo
que se mercantiliza es sólo tiempo de existencia del trabajador utilizado para la
producción. El tiempo “no productivo” debe correr por cuenta del trabajador.
Lo que permite que la economía dependiente reaccione mediante la
superexplotación del trabajo, es una característica derivada de la misma relación
28
Los dos primeros operan intensificando la cantidad de trabajo, sin remunerarla. Ello supone “…un
aumento de plusvalía, logrado a través de una mayor explotación del trabajador y no del incremento de su
capacidad productiva.” (Marini, 1979: 38) El tercero opera simplemente pagando menos al trabajo.
Parafraseando a Marx, Marini señala que “…<<el fondo de consumo del obrero se convierte de hecho,
dentro de ciertos límites, en un fondo de acumulación de capital>>, implicando así un modo específico de
aumentar el tiempo de trabajo efectivamente”. (Marini, 1979: 39) Estos tras mecanismos implican que el
trabajo se remunera por “debajo de su valor” y por tanto constituye una superexplotación del trabajo.
22
histórica de América Latina con los países industrializados: la separación entre la esfera
de la producción y la de la circulación. Para Marini, la base real sobre la que se
desarrolla la economía del continente son los lazos que la ligan a la economía mundial.
Nace para atender la exigencia de la circulación capitalista, articulándose a los países
centrales, por ello, no depende para su realización de la capacidad de consumo. Por lo
tano, aquella contradicción fundamental del capitalismo que opone el capital al
trabajador, en tanto que vendedor y comprador de mercancías, se desplaza, dado que se
separan los dos momentos fundamentales del ciclo del capital (producción y consumo).
A diferencia de los países industrializados, donde domina la lógica de la plusvalía
relativa, en América Latina. “…la circulación se separa de la producción y se efectúa
básicamente en el ámbito del mercado externo, el consumo individual del trabajador no
interfiere en la realización del producto, aunque sí determine la cuota de plusvalía.”
(Marini, 1979: 52) Es por ello que el sistema tiende una mayor explotación del trabajo.29
Teniendo en cuenta lo expresado anteriormente, el análisis del campesinado
“histórico” a partir de la identificación de tipos de unidades domésticas, nos permitirá
aproximarnos a la proporción de la reproducción del trabajador que es pagado por el
capital, y por tanto, señalar si el sector silvoagroexportador chileno se caracteriza o no
por la lógica de la plusvalía absoluta. Para ello, señalaremos cómo la extracción de
plusvalía se relaciona con la estructura de la composición del ingreso de las unidades
domésticas (A-M’-MT-S), pues, las formas específicas varían en el tiempo y respecto al
subsector con el que se relacionen las unidades domésticas.
29
Durante la última década han surgido, desde la ciencia social latinoamericana, voces que señalan la
vigencia explicativa de la teoría de la dependencia, en particular de la propuesta de Marini y su concepto
de superexplotación. En general, un grupo de autores latinoamericanos ha coincidido en señalar, desde los
90’s, que el esquema neoliberal exacerba aquello que Marini explicó en los 70’s, idea que el propio Marini
compartió antes de su muerte. Autores como Carlos Eduardo Martins (2000), Adrián Sotelo (2002),
Roberto Hernández (2005), Jaime Osorio (2009), entre otros, han coincidido en relevar la actualidad del
concepto e incluso señalar que en la fase neoliberal la superexplotación tiende también a implantarse en
los países centrales. A ellos se suma Emir Sader quien en 2012 escribe: “… las reflexiones de Marini, 40
años después, siguen demostrando su valor para analizar los avances, las inercias y los desafíos del actual
contexto de cambio latinoamericano.” (Sader, 2012: 59)
23
I.4 Aspectos metodológicos.
I.4.1 Unidades de observación y análisis.
Como hemos visto, el campesinado histórico es la unidad de análisis
fundamental, la cual ha sido definida y operacionalizada mediante su subdivisión en
unidades domésticas teóricamente delimitadas, y a su vez, tipificadas. Sin embargo, las
unidades domésticas no son observables directamente en la mayoría de nuestras fuentes
de información. Es por ello que las unidades domésticas serán operacionalizadas a través
de los hogares registrados en la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional
(CASEN). Si bien, unidad doméstica alude a relaciones de reciprocidad que trascienden
la definición de hogar, en términos operativos y estadísticos el segundo constituye una
aproximación del primero.
El universo de la investigación lo constituye el campesinado histórico chileno
vinculado a las zonas de explotación frutícola y forestal.30
De acuerdo a los propósitos del estudio, se trabajan distintos niveles de
agregación de las unidades domésticas (grupos de comunas, zonas forestales y frutícolas,
etc.), ello de acuerdo a objetivos definidos en los capítulos mismos y sus estrategias
particulares.
Además de “hogares” se observan otras unidades distintas a la unidad doméstica,
como por ejemplo, la “explotación”, definida por el INE,31 que es central para
30
La justificación de ello, como veremos en el Capítulo III, está en que ambos subsectores son los de
mayor crecimiento dentro del sector desde la década de 1980, tanto en superficie como en exportaciones, y
son, en consecuencia, los principales exportadores.
31
A partir del Censo de 1967 el INE incorpora –entre otras- las siguientes definiciones: a. Explotación
con tierra. “Todo terreno utilizado, total o parcialmente, por un productor para actividades agrícola,
pecuario y/o forestal, sin consideración de tenencia o tamaño. La explotación puede comprender parte de
un predio, uno o varios predios colindantes o separados, ubicados en una misma comuna, siempre que - en
conjunto - formen la misma unidad técnica.” (INE, Sin año a.: 12) b. Explotación sin tierra.
“Establecimientos que no disponen de suelos agrícolas para la producción, pero que se dedican a la
producción de animales o productos pecuarios, independientemente de que se encuentren en zonas rurales
o urbanas (planteles o criaderos de cerdo, de aves, colmenares, etc.). Son consideradas, también,
explotaciones sin tierra aquellas unidades de producción que reúnen animales pertenecientes a empleados
o trabajadores que recibieron regalías de talaje/ para sus animales. De la misma manera de denominan las
explotaciones de aquellos productores que manejan ganado migratorio y que utilizan pastizales de terrenos
fiscales, cordilleranos o de comunidades.” (INE, Sin año, a.: 12) c. Predio. Extensiones de terreno
identificadas con número de ROL. (INE, Sin año a.: 12) d. Explotación forestal. “Explotaciones que
reúnen las siguientes equivalencias: […] Aquellas cuya superficie total es igual a la superficie declarada
con plantaciones forestales, bosques y montes. […] Aquellas cuya superficie declarada con plantaciones
24
caracterizar la estructura agraria en la que se insertan –como trabajadoras o productoraslas unidades domésticas del campesinado” histórico”. Con el objetivo de describir otras
dimensiones que atañen a las unidades domésticas, también se observan estadísticas a
nivel de “trabajadores”, las que luego se llevan al análisis de las unidades domésticas.
En la medida en que para algunas de las variables que definen nuestra tipología de
unidades domésticas no existen los datos necesarios (por ejemplo A, producción
doméstica autoconsumida), en los distintos periodos temporales en una sola fuente, se
citan otras observaciones de diferentes fuentes para luego reconstruir teóricoempíricamente las unidades domésticas en nuestros tipos probables.
I.4.2. Fuentes de información.
La base de la investigación la constituye fuentes de información con poco
procesamiento previo, tales como la base de datos de la encuesta de caracterización
socioeconómica nacional (CASEN)32 y censos agropecuarios y encuestas de hogares,
que debieron trabajarse para la construcción de los indicadores requeridos por esta
investigación. A estas fuentes se suma la incorporación de datos cuantitativos
provenientes de investigaciones particulares, muchas de ellas locales. La conjunción de
datos de las fuentes primarias de cobertura nacional y las secundarias de carácter local
permite generalizar determinados hallazgos de los estudios locales.
La CASEN fue facilitada por el Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de
Chile.33 Se procedió a transformar la base de datos desde individuos a hogares a fin de
observar algunas cuestiones extrapolables a las unidades domésticas.
La información de CASEN fue complementada con datos agregados
provenientes de distintas fuentes, como censos agropecuarios y algunas encuestas y
datos macroeconómicos generales. Los datos cuantitativos permiten caracterizar
aspectos variados del campesinado “histórico”, sin embargo, en la medida en que fueron
diseñados para objetivos distintos de los de esta tesis, en muchos casos quedan
forestales, bosques y montes era igual o mayor a 90% de la superficie total, con excepción de aquellas que
tienen cultivos en 10% restante, o menos, de la superficie total.” (INE, Sin año a.: 12)
32
La información descriptiva de la encuesta se expone en el anexo en los cuadros AN_CI-1 y AN_CI-2.
La encuesta es representativa a nivel de agregación de comunas.
33
El manejo de dicha encuesta se realizó por medio de los programas computacionales estadísticos Stata y
SPSS.
25
importantes vacíos.34 En efecto, y como se verá, este tipo de información resulta
adecuada para comprender determinados aspectos de la realidad estudiada,
fundamentalmente relativos a tendencias macro, sin embargo, dice poco sobre otros
aspectos relacionados con las unidades domésticas. Es por ello que la investigación
incorpora también información de tipo cualitativo, obtenidos de fuentes secundarias.
La investigación se sirve y complementa de una serie de estudios locales, de
diversa índole. Desde trabajos que aplican encuestas hasta etnografías, se utilizan de
manera variada tanto para dar cuenta de aquellos datos que las fuentes cuantitativas no
pueden, como para abrir caminos de análisis en el seguimiento de hipótesis particulares.
Las características metodológicas más fundamentales de cada investigación se señalan a
pié de página. 35
Dada la continuidad natural de intereses del autor, se utilizan resultados de
investigación previa desarrollada por el mismo –solo o en equipo- (Cuevas, 2008;
Cuevas et al, 2010). De hecho, podría señalarse que esta tesis es una continuación lógica
de la experiencia previa del autor, o como una profundización de determinadas hipótesis
y líneas de análisis.
34
En efecto, no está demás señalar que el dato siempre se construye (Bourdieu et al, 1975) y que en dicha
construcción siempre opera invariablemente una teoría. En la medida en que esa teoría difiere entre los
generadores de estos datos y la presente tesis, hay aspectos de la realidad requeridos aquí que no son
“iluminados” por estos datos. Un buen ejemplo guarda relación con la composición del ingreso de las
unidades domésticas. El supuesto teórico –a nuestro juicio erróneo- de que ingreso es igual a ingreso en
dinero, presente, por ejemplo en CASEN, impide sopesar la contribución de determinadas relaciones
productivas domésticas. La encuesta toma en consideración distintas fuentes de ingreso, pero no suma ni
cuantifica nada que no se exprese en dinero, es decir, la producción doméstica autoconsumida no aparece
de ninguna manera.
35
Al respecto, se realizó una revisión sistemática de un total 84 tesis de grado y posgrado realizadas en
Chile, procedentes de distintas disciplinas y universidades, de las cuales se utilizó sólo 40, además de una
serie de investigaciones publicadas, inéditas y documentos de trabajo. Sin embargo, la contribución de la
mayoría de las tesis fue menor o meramente ilustrativa. Con todo, existe un grupo menos extenso de tesis
que no sólo aportó con importante información, sino que además jugó un importante rol. En parte, la
intención de este ejercicio fue también el aprovechamiento del gran volumen de material descriptivo
disperso e inconexo.
26
Capítulo II
Antecedentes: El campesinado histórico durante la ISI y la aplicación del
neoliberalismo en Chile.
El presente capítulo persigue dos objetivos fundamentales. Por un lado, en un
primer momento, busca caracterizar de manera general al campesinado “histórico” antes
de la aplicación del neoliberalismo, y su relación con el patrón de reproducción del
capital de posguerra, es decir, fundamentalmente en su articulación con la dinámica
económica y política del periodo de la ISI. Por otro lado, en un segundo momento, busca
describir a grandes rasgos, la instauración del neoliberalismo en Chile, así como las
principales políticas utilizadas para ello. El primer objetivo resulta necesario a fin de
poder establecer aquellas características precedentes del campesinado “histórico”, que
operan luego como punto de comparación y contraste con las –de manera más profusadescritas en la actualidad en los capítulos III y IV. Aunque se hace de manera sucinta, se
intenta no generar una imagen estereotipada del campesinado “histórico” del periodo
pre-neoliberal, señalando el contexto procesual de la descripción. El segundo objetivo,
resulta necesario a fin de poder establecer el contexto y las políticas concretas aplicadas,
respecto de las cuales, en los capítulos III y IV analizamos su efecto en el campesinado
“histórico” chileno actual.
II.1. El campesinado histórico durante la ISI.
II.1.1 La ISI en Latinoamérica y en Chile.
Será el estructuralismo de la CEPAL el que, en el caso de Latinoamérica, plantee el
modelo de desarrollo ISI a partir de la incorporación y crítica de algunos de los marcos
teóricos emergentes en el contexto de la posguerra.36 Sin embargo, políticas de
36
Luego de la crisis de 1929 la mayor parte de las economías del mundo se protegieron y tendieron a
desarrollarse “hacia adentro”. La misma coyuntura dio notoriedad a los trabajos del economista británico
John Maynard Keynes. La idea de que el Estado debe intervenir fuertemente en la economía, al proponer el
uso de políticas fiscales y monetarias activas para contrarrestar las perturbaciones de la demanda privada,
para evitar grandes crisis (políticas anti-cíclicas), marca el comienzo de la época en la que el Estado tendrá
un rol preponderante y activo en las economías nacionales. Luego, el contexto histórico de la post-guerra es
fundamental para comprender plenamente la ISI y su aplicación en los países latinoamericanos. Surge en el
escenario de la emergencia de la problemática del desarrollo en los años posteriores a la Segunda Guerra
Mundial, la cual se vuelve un objetivo central de las políticas de los estados, ello, por medio de la
identificación del proceso al cual obedecería el desarrollo: la industrialización. (Costantino et al, 2011) La
27
industrialización y protección ya venían aplicándose desde la década de los anos 30s en
varios de los países de la región. En general, esta política señalaba la necesidad de cambiar
la especialización de la economía, virando de un eje de producción primaria —en el que se
habían centrado las economías latinoamericanas— hacia el desarrollo de la industria. El
modelo se caracterizó por su orientación “hacia adentro”, es decir, el mercado interno
constituía el espacio esencial para la valorización del capital (Rubio, 2001; Osorio, 2009).
En este contexto, y como bien señalan Puyana y Romero (2008), la sustitución de
importaciones fue concebida para modificar los precios relativos de los factores de
producción y los bienes, es decir, para abaratar el capital en relación al trabajo, y la tierra
en relación al capital y al trabajo, reduciendo los precios de los alimentos y elevando los
de los productos manufactureros. Se buscó entonces modificar la rentabilidad relativa entre
la agricultura y la industria, para propiciar el traslado de factores hacia ésta y acelerar su
crecimiento. Los estímulos políticos a favor de la industria, discriminaron a la agricultura a
través de gravámenes indirectos, así como mediante el control de precios de los alimentos
y de los insumos agrícolas para la industria. Tal coyuntura, tornó negativa la protección
efectiva y deterioró la relación de precios relativos, internos y externos, de la producción
agrícola. Chile no fue para ello una excepción.
La industria, principal foco del desarrollo dentro de este esquema, emergía con
grandes carencias, en tanto no existía un sector desarrollado de medios de producción y
bienes de capital, lo que generaba la necesidad de importarlos desde el exterior. Esta
característica generará dos requerimientos importantes del modelo que en Chile serán
difíciles de satisfacer. Por un lado, se requerirá de un aumento creciente en la entrada de
divisas que permitan importar los medios necesarios para la industria, y por otro, al ser
el mercado interno el principal destino de la producción de esta industria en desarrollo,
se debía mantener un nivel adquisitivo de los salarios suficiente como para permitir la
expansión de la demanda de manufacturas. De esta forma, el consumo de los obreros, así
como del resto de los grupos sociales, forma parte de la reproducción del capital global.
El primer requerimiento se intentará satisfacer mediante las exportaciones de
otros sectores, como la minería, dado que la agro-exportación chilena había quedado
nueva posición de Estados Unidos -y su autoasignado rol como apoyo a las regiones “subdesarrolladas” en
alcanzar el “desarrollo” capitalista- en aquella escuela de pensamiento que se conoció como la “teoría de la
modernización”, es también un antecedente central para entender el contexto de la ISI.
28
fuera de competencia desde fines del siglo XIX. Para el segundo, lo que se pretendía era,
simultáneamente, mantener los salarios con un relativo poder adquisitivo, sin reducir las
ganancias del capital, lo que suponía mantener los llamados “bienes salarios” a bajo
costo, a fin de que la reproducción del trabajador se realice con una menor parte del
salario, y se pueda dirigir otra mayor al consumo de bienes industriales. En otras
palabras, se pretendía reproducir lo planteado por Marini (1979) para la industrialización
europea, es decir, reducir el “trabajo necesario” del obrero, dejando un mayor excedente
al capitalista (plusvalía relativa) y aumentando el fondo de consumo del trabajador,
necesario para la valorización del capital. Pero ¿cómo se lograría esto? Lo que se hará
será forzar la relación de precios, con ello aumentando la cuota de extracción de
plusvalía absoluta de los trabajadores del campesinado “histórico”.
Si bien el modelo tenía un claro sesgo urbano, al privilegiar la industria, se le
asignaba a la agricultura este rol de vital importancia estructural para el desarrollo de
este proceso. Ello determina una política de control de los precios agrícolas, lo que
desestimula la producción y que a su vez frena el proceso de modernización de la
agricultura, obligando a aumentar las importaciones de alimentos.37
Los problemas en la agricultura durante la ISI fueron evidentes, en efecto, se
transformo en un sector icónico del atraso y pobreza de sus trabajadores: el campesinado
“histórico”.
II.1.2 La marginación del campesinado “histórico” del acuerdo de clases del “Frente
Popular” (1938-1952).
El comienzo de la política desarrollista –posteriormente ISI- en Chile está ligado
al triunfo electoral de una coalición de centro-izquierda llamada “Frente Popular”,
37
Al respecto Roberto Santana Ulloa (2006) señala: “…desde los años treinta, y principalmente desde
1940, se había ido imponiendo una macropolítica orientada a tener bajo control los precios agrícolas, al
mismo tiempo que se facilitaba la importación de productos agrícolas y paralelamente se castigaba la
importación de insumos; todo ello con el objeto de asegurar, a bajo costo de la mano de obra, el desarrollo
de las manufacturas industriales y la expansión de la demanda urbana.” (Santana, 2006: 31) En efecto, la
política afectó, junto a los insumos industriales, a los alimentos considerados básicos en la alimentación
chilena, en especial para los sectores de bajos ingresos, estos eran el trigo, las papas y las cebollas, en ese
mismo orden. “El reducido precio de tales productos iba permitir mantener a bajo costo una mano de obra
asalariada, necesaria al proceso de industrialización, y al mismo tiempo mantener un stock de mano de
obra de reserva.” (Santana, 2006: 58)
29
posteriormente “Alianza Democrática” (que gobernó entre 1938 y 1952).38 La
orientación de estos gobiernos se sustentaba en la tesis de que el Estado debía impulsar
la industrialización a fin de potenciar la constitución de una “burguesía industrial” que
tomaría en sus manos la “tarea histórica” de industrializar el país. Su base la constituía la
alianza de sectores medios y del proletariado organizado en sindicatos. Este pacto no
lograba aislar por completo a los sectores dominantes tradicionales, debiendo pactar con
la clase terrateniente, la cual -pese al sesgo urbano-industrialista- se veía favorecida
como sector económico al impedirse la organización de los campesinos, mantenerse
intacta la estructura de tenencia de la tierra, y fomentarse su capacidad empresarial con
diversos estímulos (Barrera, 1980), ello hasta la reforma agraria en la década de 1960.39
El control de precios propio de la política de industrialización perjudicaba a los
terratenientes, pero a estos se los compensó mediante un conjunto de medidas de política
económica y laboral. Esta especie de "indemnización" a los sectores latifundistas asumió
varias modalidades: subsidios; mantenimiento de un régimen de tributación agrícola
donde los terratenientes estaban casi exentos del pago de impuestos; congelamiento o
rebaja de facto en los salarios agrícolas; y acentuación de la represión ejercida en contra
del movimiento sindical campesino. (Boron, 1975)
Esta situación incrementó el control de los terratenientes sobre el campesinado
“histórico”, impidió la negociación colectiva de los trabajadores agropecuarios, lo que
implicó que buena parte del peso de la política de desarrollo, y su sesgo anti-agrario, se
concentrara en las capas bajas de la estructura de clases agrarias de la época. A fin de
38
Esta coalición fue integrada por los partidos Radical, Comunista, Socialista, Democrático y Radical
Socialista.
39
En la siguiente cita, Atilio Boron lo ilustra muy bien: “Si en los tiempos del Frente Popular, a fines de la
década del treinta, las distintas fracciones de la burguesía llegaron a un "arreglo de caballeros" con las
clases terratenientes, las estrecheces económicas de los años sesenta irán a deteriorar agudamente el
compromiso original. El Frente Popular representaba a una amplia coalición de la burguesía, las capas
medias y los sectores populares organizados para ser gobierno y afianzar políticamente el ascenso de las
nuevas fracciones de la burguesía y algunos sectores medios, requería de los votos que aportaban los
obreros y empleados a través de los partidos Socialista, Comunista y Radical. Esto significaba un
reconocimiento explícito de las organizaciones sindicales del proletariado industrial y minero, una
legislación social que estableciera ciertos pequeños privilegios para los empleados (…) y reparará algunas
de las más irritantes "injusticias" producidas por el desordenado crecimiento de las fuerzas económicas.
Aparte de ello, se necesitaba garantizar un nivel de salario razonable y un costo de vida barato.” (Boron,
1975: 114)
30
cuentas, se le permite a los terratenientes cargar el “costo” de la industrialización, sobre
sus trabajadores, evitando por la fuerza la reacción de estos.
Sin embargo, estos acuerdos políticos luego entraron en contradicción con el
desarrollo del modelo de económico. La agricultura se transformó en un obstáculo para
el crecimiento económico, su baja productividad obligaba a importar crecientemente
alimentos, con los que las divisas necesarias para impulsar la industria con la compra de
maquinaria, debían destinarse a alimentos, en detrimento de una balanza comercial
equilibrada (Constantino et al, 2010).
Este acuerdo de clases se mantuvo vigente durante la década de 1950, pero ya en
la de 1960 se encontraba completamente erosionado. Es la época donde la idea de una
reforma agraria comienza a hacerse plausible y deseable para amplios sectores de la
sociedad.
II.1.3. El agro chileno antes de la reforma agraria: el mito del “atraso feudal”.
Desde la década de 1930, el “atraso” del sector agrícola chileno no fue un mito.
Chonchol (1994) destaca que antes de la reforma agraria, el 50% de las familias
campesinas no eran propietarias de tierras o sus dotaciones de la misma no eran las
suficientes para su propia subsistencia. Esto se suma al hecho de que la mayor parte de
la población rural vivía en condiciones socioeconómicas inferiores a las del resto de la
población. Mientras tanto, la mayor parte de las tierras pertenecientes a los grandes
predios se caracterizaba por ser utilizadas mediante sistemas extensivos, con baja
capitalización y un tipo de mano de obra a la que se le definía como “semi-servil”.
Las explicaciones respecto del rezago del agro chileno durante la ISI fueron de
dos tipos, una estructuralista, que señalaba que “…la estagnación agrícola se debía al
monopolio de la tierra por los terratenientes, a la rigidez de las estructuras de tenencia y
a la persistencia de las relaciones laborales no capitalistas.” (Santana, 2006: 34) y otra
que hacía hincapié en que “…la lentitud del proceso de la agricultura se debía en gran
parte a una baja en las tasas de rentabilidad del capital invertido, consecuencia de una
relación de precios desfavorable…” (Santana, 2006: 34). El argumento predominante,
dado el contexto político e internacional –por ejemplo, la Alianza para el Progreso- fue
el de tipo estructuralista, el que a su vez predominó en el informe del CIDA (1966) sobre
tenencia de la tierra y desarrollo agropecuario. El argumento no estructuralista fue
31
desestimado por ser esgrimido por los terratenientes y considerarse teñido de sus
intereses. Sin embargo, más allá de que ello era efectivo, lo cierto es que mirando el
desarrollo del agro en su “larga duración”, puede señalarse que ambos argumentos
tenían validez. El hecho de que antes de la crisis de 1929 el agro mostrara signos
importantes de modernización, pese a sus características estructurales, da cuenta de que
la pérdida de dinamismo se originaba en las magras tasas de rentabilidad del capital
posteriores. Pero la imagen del agro estaba marcada por una interpretación sumamente
dualista, que negaba su carácter –aunque periférico- capitalista, definiéndolo como una
forma de feudalismo o semi-feudalismo, lo que impedía localizar el problema en la tasa
de retorno del capital.
La imagen feudal dualista del campo chileno por estos años obedecía a la
predominancia de la hacienda –o latifundio- como empresa productiva agrícola y al tipo
de trabajo que se entendía primaba en ella, distinguiéndola de un sector de empresa
agrícola capitalista, de un sector familiar comercial y de un sector minifundista. En la
hacienda o latifundio, los trabajadores considerados dominantes eran básicamente de dos
tipos: el inquilino y el peón. En la realidad, como veremos, los asalariados permanentes
también eran de gran importancia numérica, pero no eran considerados un grupo
relevante –ni por las investigaciones académicas ni por los generadores de las políticas
públicas- a la hora de caracterizar al latifundio, asociándoselos a las empresas agrícolas
capitalistas. Veamos los dos primeros tipos de trabajador, y cómo a partir de ellos se
caracterizaba a las relaciones de producción agrarias por esos años.
Por una parte, el primero es el inquilino, que era un trabajador permanente y
residente al interior de la propiedad, que disponía de “regalías” (una parcela de tierra,
derecho pastoreo, etc.) otorgadas por el “patrón”. Se trataba de una figura que venía
desde el siglo XVII. Su presencia es la que crea la imagen del latifundio como feudo, del
“patrón” como “señor” y del “inquilino” como “siervo”. Si bien a simple vista, el
latifundio del siglo XX parece reproducir el esquema cuyo origen remonta a los siglos
XVII y XVIII, había una diferencia sustancial en esta figura del siglo XX, ésta es que el
“siervo” lo era cada vez menos, aproximándose mayormente a un asalariado –o
semiproletario- permanente y residente, es decir, apropiado por “el patrón”, ello, en la
medida en que el inquilino también recibía un salario monetario.
32
Como bien lo señala Santana (2006), debido al control de precios y al sesgo
industrial, la agricultura se desacelera e incluso retrocede durante la ISI, lo que detiene
un proceso de asalarización del inquilino que venía desde fines del siglo XIX. Sin
embargo, el mismo autor llama la atención respecto a que una parte variable de la
reproducción de este trabajador era a partir del salario y no de las “regalías”, por lo que
estaríamos más bien ante un proletario “velado”, en sus palabras: “…las regalías
(variables en cantidad y calidad) parecen haber servido de velo para ocultar la
proletarización de ese “inquilino tradicional”…” (Santana, 2006: 129). En lo general,
respecto a la tendencia, concordamos con Santana (2006), sin embargo, creemos que la
presencia de salario y “regalías” a la vez, más que hablar de un “asalariado velado”
habla de formas y grados variables de “semiproletarización”.
Existió entonces, un proceso de modernización que duró hasta la década de 1920,
y que durante la ISI quedó trunco y se estancó. La falta de equiparación de fuerzas en
esta relación capital-trabajo, y la coyuntura política (el acuerdo entre sectores burgueses,
medios y proletario-sindicales urbanos y los terratenientes) posibilitó que una parte
considerable del peso y del costo de la política pro-industria cayera sobre los hombros
del llamado trabajador inquilino.
Incluso la imagen del sector latifundista, asociado a un perfil de relaciones
productivas, distintas de las de un sector de mediana propiedad capitalista, a la empresa
familiar comercial y al minifundista, no queda tan claro a partir de los datos estadísticos
disponibles de la época, como se puede ver en el Cuadro 2
Cuadro 2
Empleo según los tipos de agricultura (cifras de 1965)
Inquilinos
Obreros agrícolas permanentes
Relación Inquilino/ obrero agrícola
Fuente: Tomado de Santana (2006)
Latifundista
Capitalista
24884
31680
0.77
35127
38000
0.92
Familiar
comercial
8207
11979
0.72
Minifundista
Total
3288
12639
0.25
71505
94298
0.75
La asociación entre tamaño de la propiedad y tipo laboral dominante pierde
sentido al constatar que la relación entre inquilinos y asalariados es mayor en los estratos
medianos supuestamente capitalistas. Curiosamente, el tipo de trabajador menos
destacado por la bibliografía sobre el periodo, era más frecuente que el inquilino. Por lo
tanto, si en todos los estratos predominan los obreros agrícolas, y los inquilinos son
33
además semi-asalariados, la imagen de una agricultura donde predomina el trabajo
servil, pierde toda credibilidad, junto a toda lectura “feudal” -la del Partido Comunistao “semi-feudal” –la de la Democracia Cristiana- de la realidad agraria.
Por la otra parte, el otro trabajador-tipo de la hacienda latifundio era el peón,
consistente en un trabajador temporal y plenamente asalariado. Según gran parte de la
bibliografía (Bauer, 1975; Bengoa, 1983, 1988, 1990 y 2003; Chonchol, 1994; Mellafe,
1981; Rivera, 1988; entre muchos otros) este último habitaba en los sectores de pequeña
propiedad, lo que permitió imputar la idea del “complejo latifundio-minifundio”, que
señalaba que los dos estratos dominantes de propiedad, la muy grande y la muy pequeña,
guardaban una relación simbiótica entre sí a partir de la venta de mano de obra de los
pequeños a los grandes.
Santana (2006) ha mostrado que dicha idea no tuvo mayor asidero empírico,
puesto que las fuentes tienden a mostrar que el origen de los peones llamados
“afuerinos” era el estrato de los trabajadores itinerantes “vagabundos” (jornaleros), y
que los sectores de pequeña propiedad tenían una participación menor en dicho tipo de
empleos. Además, el mismo autor señala fuentes que tienden a confirmar que el ingreso
a partir de la venta de trabajo en las haciendas era marginal para las unidades domésticas
de los sectores de pequeña propiedad, donde la venta de fuerza de trabajo era escaza.40
En síntesis, si bien no se puede probar lo contrario, dado que existe sólo información
aislada, hay aún menos información que permita sostener la idea del “complejo
latifundio/minifundio”, por lo que dicha hipótesis debiera descartarse.
40
Cuando existía venta de trabajo en estos sectores- según el mismo Santana (2006)- era principalmente
al interior de los sectores de pequeña propiedad, para los que la participación de fuerza de trabajo
extrapredial suponía además, por lo regular, vínculos de reciprocidad entre pequeños productores
(conocidos como mingas o mingacos, muy frecuentes en las trillas y demás cosechas cerealeras). Para
compensar la falta de ingresos debido al frecuente tamaño insuficiente de la propiedad o a la calidad de los
suelos, otro tipo de estrategias -como ciertos tipos de recolección, elaboración de artesanías, y contratos de
mediería con distintos estratos de propiedad- podían llegar a ser más frecuentes e importantes que la venta
de trabajo en haciendas. El trabajo en terreno realizado en la localidad de Huelón VII región (Cuevas V.,
2008[tesis]) apoyado en entrevistas a antiguos agricultores, tiende a confirmar la existencia de complejas
redes de reciprocidad y de ayuda mutua al interior de sectores minifundistas, muy comunes por esos años.
En esa localidad, y en general en los estratos minifundistas de la zona central de Chile, son comunes los
relatos de las trillas tradicionales, donde la reciprocidad operaba de manera privilegiada. De manera
similar, el trabajo de GICSEC (Cuevas et al, 2010) coincide en que en zonas de propiedad minifundista
previa a la reforma agraria, existía una gran variedad de actividades complementarias, y la venta de trabajo
en haciendas no se menciona por los antiguos agricultores de esas zonas como la principal.
34
Por lo tanto, tenemos dos mitos, profundamente difundidos y reproducidos en la
literatura respecto del agro de este periodo, ambos puestos en duda ante su contraste con
la información disponible, esto son: el del trabajo “feudal” o “semi-feudal”, y el de
complejo latifundio-minifundio. También es menester señalar que fue a partir de estas
concepciones -mito/imágenes- que se desarrollará posteriormente la reforma agraria.
II.1.4. La reforma agraria (1962-1973).
Sin duda, la reforma agraria fue una parte de la política de la ISI, en su fase
tardía. Se tornaba cada vez más necesario, para la continuidad del modelo de desarrollo,
contar con una agricultura moderna y productiva, a fin de limitar la importación de
alimentos, equilibrar la balanza comercial y concentrar las divisas en la importación de
insumos para el proceso de industrialización. Además, políticamente el proceso permitía
“descomprimir” las importantes presiones sociales que, desde los sectores urbanos y su
actividad en las zonas rurales, tensionaban el clima social.
Para la década de 1960 la base material del acuerdo de clases forjado por el
“Frente Popular” entre los sectores burgueses, medios, y proletarios urbanos, por un
lado, y la oligarquía terrateniente, por otro, se había erosionado profundamente. La
oligarquía ya no tenía demasiado poder económico, pues, el sector había quedado
estancado, y el proceso de migración a las ciudades determinaba un control de estos
sectores sobre una cada vez menor cantidad de votantes. Esto se suma a una particular
imagen –sobre todo en los ahora amplios sectores medios urbanos- respecto del agro en
general, y del latifundio en particular, como fuerte lastre del desarrollo. La idea de
modernizar el sector se hacía transversal en la sociedad chilena, y en la medida en que la
explicación estructuralista era la más aceptada, la diagnosis no podía llevar a otra cosa
que no fuera modificar la estructura por medio de una reforma agraria. 41
Durante la primera mistad de la década de 1960, existía en Chile un gobierno
conservador. Pese a ello, las condiciones políticas para cambiar la estructura agraria
41
Por esos años, la discusión, aspiración e implementación de reformas agrarias era común en el
continente. De esta forma, existió en Latinoamérica un clima favorable al cambio de las viejas estructuras
de poder arraigadas en la estructura de la propiedad agraria, y este clima provenía tanto de las fuerzas
políticas de inspiración marxista, cristiana y nacionalista como de los programas de cooperación para la
modernización de la agricultura impulsados por E.E.U.U. De esta manera, no es menor el hecho de que en
este contexto existiera un relativo consenso interno, desde los sectores de la izquierda marxista hasta los
sectores de derecha liberales, respecto de la conveniencia de realizar una reforma agraria, quedando sólo
exentos de ese consenso los sectores conservadores asociados a la gran propiedad agraria.
35
provinieron de la Alianza para el Progreso, y de las presiones internacionales
(estadounidenses) para realizar estas reformas, lo cual se conjugó muy bien con las
presiones internas, desde la mayor parte de los sectores políticos. El gobierno
conservador de Jorge Alessandri, promulgó en este contexto la primera ley de reforma
agraria (15.020) a fines de 1962, a partir de la cual se crean INDAP y CORA.42 Sus
objetivos fueron: dar acceso a la tierra a aquellos que la trabajan, mejorar los niveles de
vida de la población rural, aumentar la producción agropecuaria y la productividad de
los suelos, a nivel nacional.43
Sin embargo, durante el siguiente gobierno del presidente democratacristiano
Eduardo Frey Montalva, se realizó, primero, una aplicación más profunda de la misma
ley,44 para luego redactar una nueva ley de reforma agraria que permitió una
modificación más profunda de la estructura de tenencia de la tierra.45 Así, en 1967, se
aprueba la nueva Ley de reforma agraria, ley 16.640.46 Paralelamente, se aprobó la Ley
16.625 de Sindicalización Campesina. “Dicha Ley, se orientaba a fortalecer la estructura
sindical al radicarla en la comuna, facilitaba una negociación colectiva amplia a ese
nivel, y exigía la cotización obligatoria.” (Portilla, 2000: 12 &13). Los sindicatos
comunales podían formar federaciones y confederaciones nacionales o regionales de
sindicatos, se estipulaban garantías para los dirigentes sindicales, como su inamovilidad
42
Dos importantes instituciones de la época, por un lado el Instituto de Desarrollo Agropecuario, INDAP,
destinado a promover el desarrollo económico, social y cultural de los campesinos, pequeños y medianos
agricultores y pescadores artesanales, y por el otro lado, la Corporación de la Reforma Agraria, CORA,
cuyo propósito fue parcelar grandes predios agrícolas a partir de su compra o expropiación por el Estado.
INDAP sucede en sus funciones al Confín y al DTICA. La CORA sucede las funciones de otra antigua
institución: la Caja de Colonización Agraria.
43
Dada la afiliación política del gobierno de turno, la implementación de esta ley, fue más bien tímida.
Pese a los objetivos de la ley, la administración Alessandri fue muy laxa al atacar los intereses de los
latifundistas, haciendo una aplicación mínima de la expropiación. La ley no obligaba a la expropiación, y
dejaba mucho a criterio del gobierno de turno.
44
“El presidente Eduardo Frei Montalva, elegido en 1964, en los primeros años de su gobierno intensifica
la aplicación de la ley 15.020; la acción de INDAP y CORA se hace intensa. En relación con las cifras del
comienzo del período, en Indap el número de campesinos atendidos con crédito casi se triplicó para 1966.
Algo parecido ocurre con la Cora, que multiplicó por diez el número de campesinos atendidos.” (Cuevas
S.,2003: 22)
45
“A partir de la modificación del artículo 10 de la Constitución Política del Estado, que consagraba el
derecho de propiedad, vigente desde el año 1925, se define la función social de la propiedad, de modo que
el Estado puede ejercer la facultad de expropiar un predio, si esto tiene una función social”. (Cuevas S.,
2003: 22)
46
Esta ley permitía una expropiación más expedita de predios agrícolas, y posibilitaba la formación de una
empresa transitoria en cada predio expropiado, previa a su parcelación, llamada “asentamiento
campesino”, el cual debía evolucionar hacia pequeñas empresas individuales organizadas en cooperativas,
o transformarse directamente en cooperativa campesina o de reforma agraria. (Cuevas S., 2003)
36
laboral, se establecía la posibilidad de llegar a convenios colectivos, y el derecho a
huelga. Con estas nuevas leyes se invierte el acuerdo de clases establecido entre los
sectores urbanos y los terratenientes, rompiendo el evidente desequilibrio entre el capital
y el trabajo existente en el agro.
El gobierno que sucedió al de Frei tuvo características muy singulares, pues, fue
la primera vez en la historia mundial que un gobierno socialista, y con un programa de
inspiración marxista, era electo de manera democrática. En esta misma línea, la
aplicación de la reforma agraria se profundizaría notablemente, aunque no se generaría
para ello una nueva ley, sino se utilizaría la del gobierno anterior. 47 La intensificación de
las expropiaciones durante este gobierno fue muy notoria, pese a haber durado apenas 34
meses, donde se expropiaron casi cuatro veces más latifundios que en los 6 años del
gobierno de Frei. Sin embargo, el violento fin del gobierno socialista a manos de la Junta
Militar de Gobierno, encabezada por el General Augusto Pinochet, puso fin no sólo al
gobierno, sino también a la reforma agraria.
II.1.5. La dialéctica del agro durante la ISI.
Ante lo expuesto, podemos advertir que antes de la reforma agraria, el
campesinado “histórico” se encontraba ya compuesto por amplios sectores que se
reproducían, en parte, fuera de una economía campesina, la cual se encontraba de
manera preferente en los sectores minifundistas.
Si bien no contamos con información que permita conocer la proporción del
ingreso de las unidades domésticas según fuente, a partir de lo expuesto anteriormente
podemos señalar los tipos de unidades domésticas mayoritarios donde probablemente se
reproducían los trabajadores, a partir de la información de la que disponemos. Haciendo
uso de nuestra tipología, podemos señalar que, hasta la reforma agraria, los sectores
minifundistas se encontraban, probablemente, compuestos por unidades domésticas
productoras agropecuarias campesinas ( donde A > M’+S│MT=0), junto a unidades
semiproletarias (comerciales y autoconsumo, donde [M’ > A+MT+S│MT≠0] y [A >
47
La intención del gobierno de Salvador Allende era terminar por completo con el latifundio, creando
nuevas relaciones económicas y sociales en el agro, beneficiando esta vez, en menor medida la
parcelación individual, a favor de empresas colectivas campesinas. De esta manera, las tierras expropiadas
debían, de preferencia, organizarse en cooperativas de campesinos o directamente como empresas
estatales. Además se le aseguraba a cada familia la propiedad individual de un espacio aledaño a la casa
habitación.
37
M’+MT+S │MT≠0] respectivamente). Esto quiere decir que el sector minifundista se
reproducía mayoritariamente con relaciones productivas domésticas, donde su conexión
con la reproducción del capital, se daba preferentemente mediante la esfera de la
circulación, producto de la comercialización de una parte de la producción.
Por su lado, los trabajadores de las unidades mayores (latifundios y propiedades
medias) se reproducían en unidades domésticas de distintos tipos. Los peones, de
acuerdo a lo que hemos visto, pertenecían a unidades domésticas sin acceso a tierra,
preferentemente las proletarias del tipo II (MT > S), es decir con salarios temporales,
ello sin descartar los trabajadores provenientes de unidades semiproletarias. Mientras
tanto, los trabajadores asalariados permanentes, los más importantes en 1965 (ver cuadro
CII-1), habitaban probablemente en unidades proletarias del tipo I (MT > S), es decir
sin acceso a tierra, y en unidades proletarias del tipo III (MT > A+M’+S), es decir, con
acceso a tierra. La conexión entre estos sectores y la reproducción del capital se da
fundamentalmente en la esfera de la producción, dado que su trabajo era el que generaba
el valor en los alimentos –los producidos internamente- para los asalariados urbanos, eje
del modelo ISI.
Por último, tenemos al grupo de los inquilinos. Las economías domésticas de los
trabajadores de este grupo, probablemente se encontraban en un continuum de
posibilidades entre economías campesinas y completamente proletarias. En el extremo
campesino, habrían pagado su acceso a la tierra mediante pago en trabajo directo
(situación posiblemente existente en el siglo XX, pero en zonas alejadas de los centros
urbanos y donde las haciendas fueran menos comerciales, y el suelo menos valorado).
Estas serían unidades productoras agropecuarias campesinas, situación presuntamente
predominante en los siglos XVII y XVIII, pero posiblemente muy poco frecuente desde
mediados del siglo XIX hasta la década de 1929, momento desde el cual la crisis y el
sesgo anti-agrario de la ISI, las habría pauperizado hasta la reforma agraria. El otro
extremo, es el de los trabajadores pertenecientes a unidades domésticas proletarias de los
tipos III.i y III.ii (MT > A+M’+S), es decir, con acceso a tierra y con un salario
permanente o temporal. Entre estos extremos de posibilidades, dentro de los inquilinos
se ubican unidades domésticas semiproletarias (A > M’+MT+S│MT≠0) con distintos
niveles de aporte en salario. La conexión entre estos sectores y la reproducción del
38
capital se da igualmente en la esfera de la producción, dado que era su trabajo –junto al
de los demás asalariados no residentes- el que generaba el valor en los alimentos
consumidos en las zonas urbanas.
La política de control de los precios agropecuarios, propia de la ISI, y el acuerdo
entre los sectores urbanos y terratenientes hasta la reforma agraria, permitieron aumentar
la cuota de extracción de plusvalía absoluta, mediante al menos uno de los tres
mecanismos planteados por Marini (1979) para ello: la reducción directa del salario. El
agro no era un relicto semi-feudal, por el contrario, se transformó en una economía
periférica respecto del nuevo proceso de industrialización, esta vez no de los países
centrales respecto de los periféricos, sino de los centros urbanos respecto del agro, en un
país periférico. Al sector se lo ubica entonces en una relación de dependencia forzada
con los centros urbanos, perjudicando con ello no al capital sino a sus trabajadores.
En el agro –como usualmente ocurre en las economías periféricas- el espacio
esencial para la valorización del capital se encuentra desvinculado del trabajo, es decir,
la producción es comercializada en los centros urbanos, no en las zonas rurales. Ello,
además de no imponer requerimientos al salario agrario para la valorización de la
producción, supone también la posibilidad de no pagar en dinero el “trabajo necesario”,
es decir, la reproducción del trabajador, lo que abre la posibilidad de existencia de las
“regalías”, en una relación productiva de tipo capitalista. En este sentido, el capital
agrario puede no organizar la reproducción del trabajador, y cargar este costo a las
relaciones productivas domésticas.
De esta manera, la política de control de precios agropecuarios, en la medida en
que reducía el trabajo necesario del obrero industrial, permitía dejar un mayor excedente
a los capitalistas urbanos (plusvalía relativa), permitiendo a su vez una mayor
participación de los trabajadores en dicho excedente, aumentando el fondo de consumo
del trabajador, necesario para la valorización del capital en la nueva economía “hacia
adentro”. Sin embargo, lo que este sistema de relaciones escondía era una nueva
“dialéctica de la dependencia”, un traspaso de valor, de trabajo total, de parte del
campesinado “histórico” a la economía industrial urbana. En la medida en que el bajo
precio de los alimentos no respondía a un incremento en la productividad media del agro
39
o al aumento de la plusvalía relativa en el campo, lo que ocurría era una intensificación
del trabajo o un gravamen directo al salario de los trabajadores agrícolas.
Pero la falta de productividad del agro impidió que bastara con la
superexplotación del campesinado “histórico” para mantener un equilibrio. El
crecimiento industrial necesitó más alimentos baratos, debiendo importarlos. Este
desequilibrio generaría una presión económica, que se sumaría a las presiones políticas y
al contexto internacional, a favor de, como se vio, una reforma agraria. La política
sectorial durante la ISI se inclinará crecientemente a modernizar el agro mediante
inversión tecnológica e intervenciones estructurales, cada vez más necesarias y más
profundas. A continuación se verá puntualmente una síntesis de esas políticas.
II.1.6. La política económica general y sectorial durante la ISI.
En términos generales, a través del
periodo 1938-1973 la política
macroeconómica durante la ISI, se caracterizó por la fuerte participación del Estado en
la economía.48 En el agro, hasta 1960, la intervención estatal fue, como se dijo, más bien
moderada, pero desde ese año aproximadamente, comenzó a intensificarse. En esta
última etapa la política sectorial se caracterizó por la aplicación de la Ley de Reforma
Agraria, el desarrollo de un “Plan frutícola” de CORFO desde 1960, la creación de
centrales frutícolas y red de frío ENAFRI, la creación de empresas agroindustriales
verticales (IANSA, VINEX, ENDS, SACOR) y de las principales empresas forestales y
plantas de celulosa,49 el fomento de plantaciones forestales,50 el mantenimiento de
48
Principalmente a través políticas como: control del sistema financiero, estatización de la Banca, control
de principal fuente de divisas, nacionalización de la gran minería del cobre, control del comercio exterior
y del cambio, y controles de precios. A ello se suma una participación directa en el desarrollo, mediante la
expansión de las centrales hidroeléctricas, injerencia decisiva en petróleo y acero, configuración de un
área de propiedad social, y una serie de políticas sociales, como la expansión del sistema de salud y
educación pública, amplios programas de vivienda, sistema público de previsión social, reajustes
obligatorios de los salarios conforme al IPC, apoyo a la sindicalización y organización del trabajo, y
programas de capacitación sindical (Portilla, 2000).
49
Durante la década de 1960, CORFO fue parte en la creación de varias de las empresas hoy más
importantes del complejo forestal. En 1967 se creó la Forestal Pilpilco, en la cual CORFO suscribió el
70% de las acciones; en el mismo año se constituyó LAMINSA (paneles) y en 1968 MASISA que resultó
de la fusión de una empresa privada con la maderera Pupunahue, de propiedad de CORFO (Alvarez 1993,
citado en Katz et al, 2003). Sin embargo, la iniciativa de mayor importancia de CORFO fue la realización
de 2 plantas de celulosa química de fibra larga destinadas esencialmente a la exportación: Arauco y
Constitución. La primera entró en funcionamiento en 1972. La segunda, en cambio, comenzó a operar sólo
en 1975 (Katz et al, 2003).
50
En lo relativo a las actividades de forestación, desde 1969 el Estado, por medio de la Corporación de
Reforestación (COREF), aplicó los “convenios de reforestación”, consistentes en contratos entre la
40
líneas de financiamiento vía Banco del Estado, CORFO e INDAP, tasas de interés
preferenciales, fijaciones de precios por DIRINCO, la existencia de poderes
compradores a través de la Empresa de Comercio Agrícola, control de las importaciones
y exportaciones por el Banco Central, excepciones en materia de impuestos y aranceles,
construcción de grandes embalses y redes de canales, programas de asistencia técnica,
apoyo del Estado a la investigación agropecuaria del INIA, apoyo a la organización
sindical agrícola, fomento a la actividad cooperativa. Entre otras.
En general, el sesgo urbano-industrial de la política en dicho modelo, que
perjudicaba al sector en relación a la industria urbana, intentaba modernizar la
agricultura, compensándola mediante la intervención estatal directa y generando un
cambio estructural, lo que implicaba una ruptura con los sectores terratenientes.
II.2 La aplicación del neoliberalismo en Chile y su agricultura.
El proceso de reforma agraria, entre 1962 y 1973, logró modificar la estructura
agraria, pero no salvar el modelo de desarrollo ISI –uno de sus originales objetivos-, que
en sus últimos años dejaba su faceta “burguesa-monopólica” en favor de un “capitalismo
de Estado” de inspiración socialista-obrera. En manos de un gobierno socialista desde
1970, la reforma agraria –junto a todo el resto de la política- provocó una violenta
arremetida de las élites nacionales, que sintieron vulnerada su existencia en tanto tales,
provocando una reconfiguración del escenario político interno, acercando a los sectores
burgueses urbanos y los tradicionales terratenientes, y volviéndolos contra los sectores
trabajadores. Aunque de manera heterogénea, el campesinado “histórico” se encontraba
ahora inserto en las luchas políticas de clase.
II.2.1. El neoliberalismo en Chile y el mundo.
Por “políticas neoliberales” o “reformas estructurales” se conoció al paquete de
medidas económicas tendientes a instalar el llamada modelo económico neoliberal.
También han recibido el nombre de “consenso de Washington”, que no es más que una
Corporación y el propietario del predio, para realizar plantaciones forestales en sociedad, distribuyendo
costos e ingresos según las cláusulas de los contratos respectivos. Alrededor de 200,000 ha se plantaron en
virtud de estos convenios (Leyton, 2009). Por medio de CONAF (sucesora de la COREF) el Estado se
hizo cargo también en forma directa del proceso de plantación. En particular entre 1970 y 1973 alrededor
del 67% de las 112.847 hectáreas forestadas pertenecían a la CONAF (Katz et al, 2003).
41
síntesis a posteriori de los mismos paquetes de reformas económicas luego de la década
de 1980. La lectura más frecuente respecto al tema es la que de manera inmediata
entregan estos conceptos, es decir, soluciones técnicas, un simple cambio en la política
económica. Pero el neoliberalismo –o lo que bajo esa palabra ha sido nominado- es más
que un grupo de políticas económicas o un modelo económico, es también una
concepción completa de la sociedad, una utopía, que se explica en el contexto de un
proceso histórico.51 El papel del Estado, de acuerdo a esta concepción, debe restringirse
–y no ir más allá- de la preservación del marco institucional apropiado para el desarrollo
de las libertades empresariales del individuo.52
La crisis de la etapa de postguerra fue global, se debió –de manera principal- a
una reducción de la tasa global de ganancias del capital (Harvey, 2007). Por regla
general –como vimos- preponderaron en esta etapa modelos económicos que –ya sea por
la constitución de mercados internos fuertes o por lograr una “estabilidad social” y evitar
revoluciones- estaban basados en un “compromiso de clase” entre el capital y el trabajo,
el cual suponía una participación creciente del trabajo en las ganancias. 53 Como señala
Harvey “Una condición del acuerdo posbélico en casi todo los países fue que se
restringiera el poder económico de las clases altas y que le fuera concedida a la fuerza de
trabajo una mayor porción del pastel económico.” (Harvey, 2007: 21). Por esta razón, las
tres décadas que le siguen a la segunda guerra mundial muestran en una gran cantidad de
51
David Harvey señala que es: “… ante todo, una teoría de prácticas político-económicas que afirma que
la mejor manera de promover el bienestar del ser humano consiste en no restringir el libre desarrollo de
sus capacidades y de las libertades empresariales del individuo, dentro de un marco institucional
caracterizado por derechos de propiedad fuertes, mercados libres y libertad de comercio.” (Harvey, 2007:
6)
52
Al entrar en crisis los modelos surgidos en la posguerra, el fordismo de los países centrales y el
desarrollismo de la periferia, emerge con fuerza la ideología neoliberal como solución, de la mano de su
teoría económica: el monetarismo. En el contexto del agotamiento de las posibilidades de expandir la
producción sin riesgos de inflación, y del agotamiento de reservas baratas de recursos, se fracturaba todo
un régimen global de reproducción del capital“Durante el segundo lustro de los años setenta y la década
de los ochenta sobrevino a nivel mundial la crisis de la fase de la postguerra. Se fracturó el régimen
fordista de acumulación y con él una forma de explotación del trabajo que había permanecido por más de
treinta años” (Rubio, 2001: 55).
53
Blanca Rubio lo explica de la siguiente manera: “La forma de subordinación de la fuerza de trabajo que
caracterizó al régimen de acumulación de postguerra, si bien permitió durante tres décadas sostener el
modelo de desarrollo, provocó también con el paso del tiempo la fractura de los mecanismos de
acumulación de capital. El incremento de los salarios reales que permitió generar una amplia demanda
para la industria manufacturera del periodo, se convirtió posteriormente en una traba para el avance del
modelo, al cambiar las condiciones en las cuales se desarrollaba. (…) Tal proceso surgió debido a que el
salario real creció más rápidamente que la productividad del trabajo, hecho que trajo consigo una caída de
la tasa de plusvalía, lo cual repercutió en un declive de la cuota de ganancia industrial.” (Rubio, 2001: 57)
42
países -América Latina y con ello Chile incluidos- una creciente reducción de la
desigualdad económica, tanto por crecimiento como por redistribución. Ello no fue
problema, y logró contener el turbulento “clima social” mientras estos esquemas
mantuvieron el crecimiento económico. “Tener una participación estable de una tarta
creciente es una cosa” señala Harvey (2007: 22). Pero todo cambió cuando durante los
70’ se redujo drásticamente las ganancias del capital, cuando “…unos dividendos y
beneficios miserables se convirtieron en la norma, las clases altas de todo el mundo se
sintieron amenazadas.” (Harvey, 2007: 22). Es allí cuando queda manifiesto el proyecto
de clase del neoliberalismo.54
Los casos latinoamericanos son iluminadores al respecto. “El golpe de Chile y la
toma del poder de los militares en Argentina, promovidos internamente por las clases
altas con el apoyo de Estados Unidos, proporcionaba un amago de solución” (Harvey,
2007: 22). Solución, que en caso de Chile, era “necesaria” –y se precipitó- ante la
amenaza para las clases altas de la pérdida definitiva de su posición ante el avance de un
proyecto estatista socialista.
En este tema, el caso de Chile reviste importancia a nivel mundial, puesto que,
“…el primer experimento de formación de un Estado neoliberal se produjo en Chile, tras
el golpe de Pinochet…” (Harvey, 2007: 14) el 11 de septiembre de 1973.
Inmediatamente después de su violenta llegada al poder, el gobierno militar realizó
transformaciones profundas en la estructura económica y social del país 55. Para reactivar
la economía chilena, la dictadura convocó a un grupo de economistas conocidos como
los “Chicago Boys”, dada su adscripción a las teorías de Milton Friedman, que entonces
ensañaba en Chicago. 56
54
En efecto, Harvey explica los primeros giros neoliberales como una necesidad de las “clases altas” de
resguardar su posición. Gérard Duménil y Dominique Lévy concluyen, de manera similar, que el giro
neoliberal a nivel mundial fue, desde un comienzo, un proyecto para lograr restaurar el poder de las clases
altas. “…la crisis que comenzó en los años setenta creó, nuevamente, las condiciones para grandes
transformaciones; nos indujo gradualmente en un nuevo orden social; relaciones de producción y
estructuras de clase estaban en juego.” (Duménil y Lévy, 2007: 27)
55
El Golpe de Estado en Chile fue promovido por las élites económicas domésticas que se sentían
amenazadas por el rumbo hacia el socialismo que adoptaba el gobierno de Salvador Allende, y fue además
respaldado por la CIA y el secretario estadounidense Henrry Kissinger. Reprimió todos los movimientos
de izquierda y desmanteló todas las formas de organización popular.
56
Estos economistas eran el producto de un programa estadunidense de formación de posgrado de
economistas chilenos de la Universidad Católica y Universidad de Chile en Chicago.
43
En este nuevo proyecto, el gran capital, en sus diferentes fracciones, impone sus
condiciones, en alianza con el capital extranjero. Articulado con las readecuaciones que
comienzan a tener lugar en el sistema mundial producto de la crisis de la economía de la
posguerra, el nuevo proyecto modernizador supuso la eliminación de los “acuerdos de
clase” que constreñían las ganancias del capital, y la eliminación de las restricciones que
dificultaban que la producción tuviera por mercado “todo el mundo”, desvinculando el
salario del consumo. En resumidas cuentas, se trataba en muchos sentidos de un
proyecto de retorno al “liberalismo” decimonónico.
Ffrench-Davis (2004) también destaca la singularidad del proceso chileno,
señalando que éste es el principal caso de aplicación moderna de la ortodoxia monetaria,
por su pureza, profundidad y extensión de su cobertura; su prolongada vigencia (19731982, en la etapa más ultra-liberal); y la publicidad mundial que recibió como un caso de
éxito del modelo. Harvey, por su parte, posiciona a este caso como el precedente
mundial, como el experimento de la Universidad de Chicago útil para demostrar la
validez de sus teorías.57
El caso de Chile se articula a las transformaciones de la economía mundial no
sólo recibiendo su influencia, sino también influenciando, dado que mostró la aplicación
concreta de la teoría de los sectores que pujaban por una salida liberal a la crisis de la
economía de posguerra. En la medida en que el fantasma de las revoluciones socialistas
–antes alentado por el triunfo electoral de Allende- quedaba en el pasado, Chile
proporcionó al mundo un nuevo ejemplo concreto de cómo el debilitamiento de los
“acuerdos de clase” y la eliminación de las restricciones al libre comercio mundial,
desvinculando el salario del consumo, podían ser útiles para aumentar las ganancias del
capital. El prototipo de Chile, muy exitoso –para el capital-, de su incorporación en el
mercado mundial en base a una economía abierta, con un Estado subordinado al capital
transnacional, con clases trabajadoras desprotegidas y con nula capacidad de respuesta,
mostró un sendero más allá de la teoría.
57
En sus palabras, todo el proceso:“…sirvió para proporcionar una demostración útil para apoyar el
subsiguiente giro hacia el neoliberalismo tanto en Gran Bretaña (bajo el gobierno de Thatcher) como en
Estados Unidos (bajo el gobierno de Reagan) en la década de 1980.” (Harvey, 2007: 15)
44
II.2.2. El neoliberalismo en Chile: sus políticas concretas.
Es factible distinguir dos fases en la aplicación de las reformas estructurales en
Chile, una primera, que va de 1973-1974 a 1982-1983, con características más extremas
–más ideológicas si se prefiere- y una más pragmática, luego de la crisis de la deuda,
desde 1982, en la cual la ideología dominante en la primera etapa subsiste con arreglos
al margen. En una primera etapa las transformaciones económicas se localizaron en los
campos fiscal, financiero, laboral, relaciones económicas con el exterior y propiedad
pública. Luego se llevaría adelante una profunda reforma previsional. En general, el
campo de acción económica del Estado se restringió fuertemente en todas estas áreas.
La política fiscal sufrió modificaciones importantes. La reforma tributaria fue la
primera medida. Se eliminó el impuesto a las ganancias del capital y al patrimonio. Se
pretendía lograr una carga tributaria “neutra”, que no “distorsionara” la asignación de
recursos que “perfectamente” haría el mercado. En la misma línea, otra política fue la
reducción del gasto público de todo tipo; se privatizaron los bancos -estatizados en el
por la Unidad Popular- se liberalizaron las tasas de interés, se desreguló el crédito y se
autorizó el establecimiento de nuevas casas financieras, con muy pocas limitaciones; y
se fijó una tasa de cambio única en 1975 (Ffrench-Davis, 2004).
Por otro lado, se eliminó prácticamente la totalidad de las restricciones
arancelarias y todo tipo de mecanismo de control de precios; se privatizaron las
empresas del Estado, tanto las expropiadas durante el gobierno anterior, como aquellas
creadas por el estado durante la ISI. En 1980, se privatizó el sistema previsional. A todo
lo anterior se suman las reformas en el plano social, tendientes a la creación de “una
sociedad competitiva de hombres libres” (Ffrench-Davis, 2004) lo que supuso cambios
en el sistema universitario y escolar, en las prestaciones de salud, colegios profesionales,
organizaciones estudiantiles y -con una importancia gravitante para el modelo- en los
sindicatos, lo que disminuyó el poder de negociación del trabajo sobre el salario e
influyó en la caída de los salarios reales.
Esta “sociedad competitiva de hombres libres”, se inspira en una “utopía”
mediante la cual la llamada “mercantilización de todas las cosas” (Wallerstein, 1989) se
hiciera realidad llevando la lógica del mercado a todos los planos de la sociedad, donde
45
el mercado es el medio y el lugar donde los hombres interactúan “libres” unos con
otros.58
La crisis de la deuda representa un parte aguas en la realización de esta utopía
ultra-liberal. En respuesta a la crisis de la deuda de 1982, la dictadura debió ajustar sus
políticas para enfrentar la severa restricción externa y estimular la recuperación interna.
Comienza desde esos años una nueva etapa, más pragmática, que supuso la reversión de
algunas de las primeras reformas.59 La sensación de fracaso del nuevo proyecto fue
transversal, ante indicadores muy contundentes.
“Los desastrosos resultados de esta política son suficientemente conocidos:
estancamiento del PGB, crisis financiera y de balanza de pagos, paralización
agrícola, destrucción industrial y desocupación de un tercio de la fuerza de
trabajo (…) Los sectores directamente productivos (agricultura, industria,
minería y construcción) disminuyeron su participación en el PGB del país desde
48.8% en 1974 a un 42.1% hacia 1982.” (Foxley, 1984)
Luego de esta crisis, lo prioritario fue generar un superávit comercial, a fin de
servir la deuda externa. Para ello se redujeron las importaciones y se promovieron las
exportaciones, lo que se hizo mediante: un aumento del arancel uniforme; el uso de una
batería de instrumentos para estimular las exportaciones; y una política cambiaria
destinada a fortalecer la competitividad externa de la economía chilena y la capacidad de
generar divisas (Ffrench-Davis, 2004). La suma de las políticas restantes de los años
70´s y las de los 80´s terminan por conformar un modelo coherente.
En síntesis, el modelo organizado por Pinochet enfrentará la crisis de la ISI,
mediante una política que ayudará al capital a transformar su patrón de reproducción. El
nuevo modelo se basó en la penetración del capital extranjero y en la concentración del
ingreso, lo que permitiría una mayor inversión y con ello, una nueva etapa de
58
Como bien lo señala Garretón (1984) el modelo cultural de esta refundación societal comprende una
visión negativa del proceso de las décadas precedentes. El sistema político y la creciente preeminencia de
lo estatal, serían las causas centrales del estancamiento económico (falta de libertad individual colapsada
por un Estado que la ahoga). Se reivindica la propiedad privada como único fundamento de la libertad
política, y ello debe quedar garantizado por el predominio de las leyes de mercado en todas las esferas de
la vida nacional.
59
“Cuando a fines de 1981 el gobierno tuvo que intervenir el aparato financiero, anticipándose a una
insolvencia del mismo, se sintió la señal de que algo andaba mal en la puesta en práctica del modelo de los
Chicago Boys. Varios bancos pasaron a ser administrados por la Superintendencia de Bancos y
Compañías de Seguro, con lo cual el mito del Estado liberal no interventor se vino al suelo.” (Zapata,
1985: 215)
46
acumulación. Las fuertes restricciones sobre el trabajo y la brutal desprotección laboral
actuarían aumentando la tasa de ganancia y atrayendo al capital extranjero.
Cambia el modelo económico, desde uno orientado hacia adentro a uno
orientado hacia afuera, donde ya no es necesario mantener el poder adquisitivo del
mercado interno (el trabajo) dado que la producción es comercializada fuera del país, y
por el contrario, se requiere de bajar los salarios a fin de hacer al país más competitivo.
El “acuerdo de clases” de la posguerra tiene entonces fin en Chile, y la “lucha de clases”
queda manifiesta en lo real pero cada vez más negada en el discurso, tanto oficial como
extraoficial. El nuevo modelo no sólo cambia la economía, sino además –como destaca
la bibliografía- desarticula la orgánica clasista precedente.
El proyecto de clase neoliberal contempla entonces una desarticulación social
iniciada por el golpe militar, vía la fragmentación sindical, la segmentación de los
procesos productivos y la ruptura de los vínculos sociales -base de las reformas
privatizadoras de los sistemas de pensiones, salud y educación- para promover el
individualismo y las políticas focalizadas (Osorio, 2009). El resultado no es sólo una
sociedad sin capacidad de respuesta, sino además un “impulso económico”, debido a
unos trabajadores bien disciplinados por el capital.60
II.2.3. La política sectorial silvoagropecuaria: La implementación del modelo en dos
periodos: 1973 -1983/ 1983-1989.61
El principio de la “no discriminación entre sectores” –contrarrestando el eje
fundamental de la ISI- aplicó fuertemente para la política sectorial de la dictadura en el
periodo 1973-1983, pese a ello, existieron políticas sectoriales de alto impacto, y
algunos aspectos de la política general tienen importantes consecuencias en el sector
silvoagropecuario, en especial la cambiaria y arancelaria.
a) Periodo 1973-1983:
Entre 1973 y 1977, los aranceles caen de 105% a 35%; de 1977 a 1983, se
reducen a un 10% parejo. El tipo de cambio real, sube en 1974-1975 un 25%; de 1976 a
60
“…el principal incentivo para la inversión extranjera en estas regiones es la presencia de abundante
mano de obra con el grado de calificación requerido, bajos salarios y la posibilidad de prolongar las
jornadas de trabajo y de transgredir todo tipo de normas laborales, fiscales y ambientales, así como
infraestructuras adecuadas para la producción y para exportar.” (Osorio, 2009: 213)
61
En el anexo, pueden encontrarse 3 cuadros de síntesis de las políticas aplicadas en los periodos que más
abajo se señalan, incluyendo las de la ISI, (Ver cuadros AN_CII-1, AN_CII-2)
47
1977 baja en un 24%; y entre 1977 a 1982 se mantiene fijo, generándose una apreciación
del peso (Portilla, 2000).
Desde 1973 hasta 1979, la política sectorial se orientó a establecer un
“…escenario de confianza a los productores medianos y grandes, y desarticular el
movimiento campesino que se encontraba en un avanzado grado de consolidación”
(Portilla, 2000: 11) En el marco de lo primero, comienza el proceso de contrarreforma
agraria, mientras que para lo segundo, “se establecen una serie de disposiciones legales
restrictivas a la sindicalización y organización campesina acompañada de una fuerte
represión” (Portilla, 2000: 11).
La creación de un mercado de tierras era un objetivo de la política sectorial, para
lo cual, bajo la denominación de “regularización de la Reforma Agraria”, se inicia un
proceso de restitución de una tercera parte de las tierras expropiadas, y el remate del
resto de las tierras en manos del Estado. También se deroga la Ley 17.729 que protegía
las tierras colectivas indígenas y se reemplaza por el DL2.568 de 1980 que postula
“terminar con la discriminación de la propiedad indígena”, favoreciendo su división y
venta (Portilla, 2000).
Como política laboral, se destruye la organización del trabajo generada en el
periodo precedente, que había generado un movimiento campesino que contaba con 280
mil trabajadores agrícolas afiliados en 800 sindicatos comunales, agrupados en 85
Federaciones y cinco Confederaciones Nacionales Campesinas (Portilla, 2000). Entre
septiembre de 1973 y julio de 1978 se suspende toda negociación colectiva y se ponen
en práctica nuevas disposiciones legales. Se estipula que el empresario no aporta al
fondo de sindicalización campesina, se prohíbe cualquier negociación que sobrepase la
empresa, y se impide cualquier tipo de financiamiento externo a sindicatos.
Conjuntamente se persigue y ejecuta a numerosos líderes del movimiento campesino.
La liberalización de los mercados agropecuarios fue otra de las políticas: se
eliminó el control de precios y todo tipo de protección a la producción interna. Sin
embargo, en el caso de algunos rubros considerados “sensibles” o “estratégicos”, se
mantuvo parte de la política de protección. Además se privatizó parte importante de las
empresas públicas del sector y se vendió la participación del Estado en muchas de ellas.
48
“En 1980, quedaban bajo control público, solo 43 de las 500 empresas que se habían
estatizado o intervenido en los años previos.” (Portilla, 2000: 14)
En general, la inversión del Estado cambia de características. La política de riego
extrapredial sufre importantes reducciones en el periodo 1973-1983, se disminuyen
fuertemente los recursos para investigación interna, se debilitó la institucionalidad
estatal para ello y se aumentó la importación de tecnología y variedades mejoradas.
La política forestal cambió radicalmente, de la plantación y experimentación
estatal se pasó a subsidiar directamente las plantaciones privadas. Con el D.L. 701
(1974) se establece la “inexpropiabilidad” de los terrenos forestales y se establece una
bonificación de hasta un 75% del total de los costos de forestación y manejo de las
plantaciones forestales. Adicionalmente, el Banco Central ofreció líneas de crédito
especiales para el desarrollo de plantaciones forestales, con plazos de 3 a 6 años y con
tasas preferenciales (Katz et all, 2000). Luego el DL 2565 (1979) aumenta a 90% la
restitución de los costos de plantación.
Respecto a la política de crédito, entre 1974 y 1981 cambia la importancia
relativa de las fuentes de financiamiento, el sector privado que era responsable del 9%
de las colocaciones, pasa a operar un 76% del crédito para el agro. Por su parte las
instituciones públicas particularmente el Banco del Estado, CORFO e INDAP, pasan a
representar de un 90% a un 24% de las colocaciones anuales (Portilla, 2000).
El efecto de la política general y sectorial sobre el agro fue catastrófico, lo que
llevó a que la crisis de 1982 afectara al sector de manera muy profunda. Salvo los
sectores más competitivos, como fueron el forestal y el frutícola, la crisis fue
generalizada. En la siguiente cita Foxley (1987) lo sintetiza muy claramente:
“El resto del sector agrícola vivió –casi uniformemente- en crisis, debido a la
naturaleza del modelo económico. Como es bien conocido, la agricultura recibió
el mismo tratamiento que el modelo proponía para los otros sectores: apertura
indiscriminada al exterior, hasta llegar a aranceles del 10%; precios libres
dictados según la cotización internacional; liberalización de las tasas de interés y
privatización del crédito, al que se accedía pagando las mismas altas tasas que el
mercado de capitales imponía a otros sectores económicos; retiro del Estado de
las actividades de apoyo a los pequeños productores y de fomento agrícola en
general. A todo esto se sumó, a mediados de 1979, la fijación del tipo de cambio
nominal en 39 pesos por dólar.” (Foxley, 1987: 165)
49
b) Periodo 1983-1989:
Luego de la de crisis de 1982 el cambio en la política general, desde un
neoliberalismo extremo a uno más “pragmático”, también tocó al sector agropecuario, lo
que también supuso un retroceso de la política ultra-liberal en el sector. Así, desde 1984,
se establece una serie de medidas que transgreden la ortodoxia precedente. La
intervención de los mercados agropecuarios con bandas de precios y poderes
compradores, así como el establecimiento de una serie de subsidios y mecanismos de
fomento por parte del Estado, dan cuenta de ello.
Sin embargo, más allá de estas políticas sectorial, en lo medular se confirma una
trayectoria hacia un modelo exportador, con un tipo de cambio real al alza y
manteniendo la apertura externa. Luego de 1984, los aranceles se elevaran del 10% al
20% y luego al 35%, en 1985 se reducen al 20%, y en 1988 llegan al 15%. El tipo de
cambio real sube en un 25% en 1985, en 1986 en un 13%, alcanzando en 1988 un nivel
de un 70% superior a 1983 (Portilla, 2000). Las políticas cambiaria y arancelaria son las
que afectarán en mayor medida a los sectores exportadores.
La mayor parte de las políticas de protección del periodo se destinaron a
subsectores no exportadores, como trigo, azúcar, aceites y lácteos. Las políticas de
subsidio al subsector forestal se mantuvieron, y se reactivaron las obras de riego, esta
vez mediante un subsidio a la inversión privada, lo que implica un perfil de inversión
intrapredial, que también favoreció notablemente al subsector hortofrutícola.
La promoción de las exportaciones es otra política de este periodo. Los
economistas del régimen comienzan a buscar cualquier rubro en el que el país pudiera
ser competitivo a nivel internacional. Es ahí cuando comienzan a promoverse las
llamadas “exportaciones no tradicionales” donde se agrega a la tradicional vocación
minera del país, la exportación masiva de todo tipo de recursos naturales, como la pesca
industrial, la producción forestal (en un principio no sólo bosques artificiales, sino
incorporando la explotación de bosque nativo) y la agricultura, principalmente frutícola
y luego vitivinícola, entre otras actividades. “En ese marco se pondrá acento particular a
la exportación agrícola ámbito en el que Chile se beneficia de “ventajas comparativas”
(Dubreucq, 1994: 62). Ello terminará por otorgar un “nuevo rol” al sector
silvoagropecuario, el que, según Chonchol (1994) obedece a una decisión deliberada
50
rastreable en la política. A las medidas que hemos mencionado, se agrega: a)
Negociación constante para permitir el ingreso de la fruta chilena en mercado externos.
b) Facilitación de la instalación en Chile de empresas multinacionales como Standard
Trading, Unifrutti, y C.D Western. c) Facilitación del traspaso de parte importante de los
factores productivos de otros rubros del agro, al frutícola, en una estructura de empresas
capitalistas altamente tecnologizadas, donde prepondera la mediana y gran propiedad.
También, en la política habitacional del periodo puede notarse una intención de
reasentar a la población a fin de generar cordones de mano de obra para las temporadas
de la actividad exportadora frutícola (Riffo, 1994), a fin de favorecer el desarrollo de ese
subsector. Referimos al “Programa de Subsidio Habitacional Rural del Estado”,
incorporado a la “Política Habitacional del Ministerio de Vivienda y Urbanismo” en
1986. Uno de los objetivos explícitos de este programa fue retener a los pobladores
rurales sin tierra –producto del proceso de concentración derivado del periodo 19731983- en las zonas rurales, con el objeto de servir de habitación de los temporeros del
emergente subsector de la exportación de fruta.
La característica del nuevo patrón de asentamiento que deriva de esa política es
el surgimiento de nuevos asentamientos rurales. Como bien señala Margarita Riffo
(1994), estos modificaron el patrón tradicional de asentamiento de la población rural,
constituyéndose como aldeas o villorrios de reducido tamaño, dispersos en el espacio y,
en sus palabras “…funcionales al proceso de Globalización como mercados físicos del
trabajo temporal…” (Riffo, 1994: 3).
c) Periodo 1989 - 2009
Durante los gobiernos de la Concertación, luego de 1989, se mantiene un perfil
de política similar al del periodo 1983-1988, aunque se aprueban algunas modificaciones
a las leyes laborales que limitan moderadamente la subcontratación, y se lanza una
intensiva política de búsqueda de mercados y promoción internacional, que incluye la
firma de gran cantidad de tratados comerciales y la inversión en publicidad para
productos chilenos en el extranjero.
En efecto, en 1989, pronto a iniciarse la era de la Concertación, el economista y
uno de sus intelectuales más importantes –varias veces ministro y senador- Alejandro
Foxley señalaba lo siguiente:
51
“Primero, Chile tiene que partir desde donde está: desde una economía abierta,
con un proceso de modernización interesante e importante, con un éxito
significativo en el plano exportador, con un rol principal para el mercado como
mecanismo asignador de los recursos, con un régimen que es básicamente de
libertad de precios y con un sector privado que puede desarrollar su labor sin
temor a expropiaciones o a medidas arbitrarias equivalentes a expropiaciones.
Todos estos elementos son parte del consenso que permea prácticamente todas
las fuerzas de la concertación.” (Foxley, 1989: 178-179)
De esta forma, luego de la implantación de una democracia procedimental a
partir de las reglas estipuladas por la dictadura en la constitución de 1980, otro sector
político se encargará de administrar el modelo económico, sin modificaciones en lo
medular. La apertura y la desprotección y desorganización del mundo del trabajo
permanecerán como ejes del modelo en toda la economía, y en particular en el sector
silvoagropecuario.
Hemos hasta aquí revisado tanto los antecedentes que describen al campesinado
“histórico” antes del neoliberalismo, como la instalación de dicho modelo, y las políticas
concretas aplicadas. En los próximos capítulos nos abocaremos a describir y analizar los
efectos de las políticas y el modelo antes descrito, así como a ver qué cambios ha
mostrado el sector y el campesinado “histórico” con respecto al momento previo a la
instalación del modelo.
52
Capítulo III
Décadas de cambios en el sector silvoagropecuario chileno. Una mirada general
El presente capítulo tiene por objeto describir de manera general, a partir
fundamentalmente de datos agregados, al sector silvoagropecuario en la actualidad,
su evolución en el periodo neoliberal, y su proceso de modernización. Ello es
fundamental para comprender el contexto en el que se inserta la dinámica actual del
campesinado “histórico”, que describiremos de manera más profusa en el siguiente
capítulo (IV). Primero, veremos los cambios a nivel macro, para luego revisar algunos
aspectos relativos a las explotaciones y a la estructura agraria. Finalmente
daremos un
vistazo general a los dos subsectores sobre los cuales nos centramos, el frutícola y el
forestal. A continuación, se describirán entonces aspectos que son contextuales al
análisis a partir de las unidades domesticas en el que se centra la propuesta de esta tesis.
III.1. Panorama general. Cambios económicos a nivel macro en el sector
silvoagropecuario.
El primer fenómeno que es menester mencionar a la hora de caracterizar los
cambios sufridos por el sector silvoagropecuario, desde la aplicación de las reformas
estructurales, es el dinamismo que ha identificado al sector, representado por un
incremento de la producción, el cual también ha venido acompañado de un proceso de
cambio en la estructura agraria.
Gráfico 1
PIB silvoagropecuario, periodo 1962-2007 (en millones de pesos chilenos
de 2003)
Fuente: Elaboración Propia a partir de: INE (Sin año) y de datos de Banco Central de Chile
(BCCh) (www.bcentral.cl)
53
Como se puede ver en el Gráfico 1, el PIB silvoagropecuario se mantuvo dentro
de un comportamiento cíclico –con altos y bajos- desde el comienzo de la reforma
agraria hasta aproximadamente 1985. Ello significa que los cambios en la política del
periodo 1973 -1983 tuvieron un impacto relativamente poco significativo en el PIB
sectorial, al menos en el corto plazo, con respecto a los experimentados dentro del
periodo 1983-1989. Desde 1985 el PIB silvoagropecuario comienza a experimentar un
incremento sostenido, con leves desaceleraciones pero sin retrocesos hasta fines de la
primera década de los 2000, retomando luego la tendencia, aunque menos pronunciada.
Según cifras del Banco Central el PIB del sector (sumado el silvoagropecuario con el
piscícola y pesquero) aumentó en un 558% entre 1985 y 2007. Como se puede ver en el
Gráfico 1, desde mediados de la década de 1980 el PIB silvoagropecuario se triplica, y
casi se quintuplica desde el inicio de la reforma agraria en el año 1962. De esta manera,
vemos que entre 1963 y 1982, el PIB silvoagropecuario creció a una tasa promedio anual
de 2,70%, mientras que entre 1983 y 2007 lo hizo a una tasa promedio anual de 5,64%.
Este nuevo dinamismo del sector da cuenta de un cambio, sin el cual no se puede
explicar: un nuevo proceso de modernización del agro nacional.62 Sin embargo, este
aumento absoluto ha ido acompañado de una disminución relativa del sector en la
economía, lo cual quiere decir que el PIB total creció más que el agropecuario.
Gráfico 2
Proporción del PIB Silvoagropecuario en el PIB nacional,1962-2007 (según
cifras en valores corrientes)
Fuente: Tomado de INE (Sin año) (Datos del BCCh)
62
Como ya se ha visto, no es el primer proceso de modernización, sin embargo, se trata de uno muy
importante.
54
Como se ve en Gráfico 2, la tendencia a la disminución de la importancia del PIB
silvoagropecuario en la economía es muy clara al menos desde 1991, lo que coincide
con el periodo de consolidación del nuevo modelo económico. El PNUD en su informe
sobre “desarrollo humano rural” señala al respecto que la complejidad de los cambios
ocurridos en el conjunto de la economía chilena tiende a hacer subvalorar el crecimiento
del sector: cambios en los precios relativos, la creciente tercerización del sector, junto
con el crecimiento de otros sectores, expresado de manera agregada en las cuentas
nacionales, hicieron que perdiera presencia relativa en la economía chilena. (PNUD,
2008). Más allá de lo señalado por el PNUD, es necesario poner en perspectiva esta
dinámica, pues, pese a la indiscutible aceleración de la tasa de crecimiento del sector y
su consecuente modernización, también se aprecia un declive relativo como sector que
atrae factores productivos.
Las exportaciones también han sufrido importantes cambios, como se puede ver
en el gráfico 3.
Gráfico 3
Apertura, importaciones y exportaciones en el PIB
Fuente: Elaborado a partir de datos de World Development Indicators del Banco Mundial
(http://data.worldbank.org/data-catalog/world-development-indicators)
Gran parte del dinamismo del sector, reflejado por el incremento del PIB
sectorial, visible desde el periodo 1983-1989, se explica por el constante incremento de
las exportaciones agrícolas, fenómeno que, como se puede ver en el Grafico 3, tiene su
origen en el periodo 1973-1983, asociado a la política de apertura.63 Ello constituye un
63
Como se verá más adelante, la política de apertura del periodo 1973-1983 afectó negativamente a casi
toda la producción del sector, menos a la frutícola y forestal, las cuales emergen como subsectores con
55
importante cambio, pues, en general, el sector silvoagropecuario fue deficitario durante
la ISI, caracterizado por una balanza comercial de alimentos negativa. 64 Sin embargo,
entre 1980 y 2008 el aumento anual promedio del valor de las exportaciones totales del
sector fue de 10.5%65. El aumento de las exportaciones fue también proporcional,
respecto de otros sectores, como se pude ver en el Cuadro 3.
Cuadro 3
Composición de las Exportaciones Chilenas según Categorías (% del total
de exportaciones en dólares)
Bienes primarios
Agrícolas
Mineros
Energéticos
Bienes Industrializados
Tradicionales
Alimentos, Bebidas y Tabaco
Con elevada economía de
escala
Duraderos
Difusores de progreso técnico
Otro bienes
Total
1970
13.2
3.2
10.0
0.086.6
4.8
2.2
82.2
2007
35.0
8.3
26.5
0.1
62.8
14.7
6,9
50.1
0.6
0.2
0.1
100.0
0.7
1.2
2.2
100.0
Fuente: Elaborado a partir de datos de CEPAL (www.eclac.cl)
Como se puede ver en el Cuadro 3, entre 1970 y 2007 los bienes agrícolas
pasaron de ser un 3.2% de las exportaciones en 1970 a un 8.3% en 2007. Pero a su vez
se observa también un cambio generalizado en la estructura de las exportaciones, pues,
la proporción de las exportaciones en bienes primarios casi se triplica, reduciéndose el
aporte de los bienes industrializados. Esta situación da cuenta del cambio en la estrutura
productiva nacional (y con ello del rol del sector silvoagropecuario) desde un modelo
que privilegiaba a la industria como la ISI, a un modelo que, en Chile, favoreció una
inserción del país en la economía mundial por medio de sus ventajas en la exportación
de determinados recursos naturales y con menor nivel de manufactura (los bienes con
elebada economía de escala bajan del 82% a sólo el 50%) aumentado la minería y los
productos agrícolas, forestales y pesqueros. Precisamente en ese patrón encaja el
desarrollo del sector silvoagropecuario, ganando creciente importancia desde la década
“ventajas comparativas”. El incremento de las exportaciones visible en el Gráfico 3 posiblemente obedece
a esos mismos dos subsectores.
64
Dado que ni las exportaciones forestales ni de cultivos industriales tuvieron importancia antes de dicha
década, la balanza comercial de alimentos resulta un indicador adecuado para el sector.
65
Calculo propio en base a serie del FMI en dólares estadounidenses
56
de 1980 (ver cuadro 4, más abajo), auque con mucho menor peso respecto al de la
producción minera, que desde la segunda mitad del siglo XIX, domina las exportaciones
del país66.
Sin
embargo,
una
característica
central
del
proceso
de
desarrollo
silvoagropecuario chileno moderno es la integración entre los sectores primarios y
algunos sectores de la industria (por cierto de bajo nivel de complejidad técnica). Sergio
Gómez (1992) los denomina como Complejos Agro Industriales (CAI).67 Este autor
llama la atención respecto de la formación de estos complejos en los sectores más
dinámicos (y lo observa a principios de la década de 1990) señalando que a través de
éstos pasa el grueso de la actividad del sector. La producción frutícola, vitivinícola y
forestal es un claro ejemplo.
En este sentido, el desarrollo del sector silvoagropecuario chileno no sólo se
refleja en las exportaciones primarias, sino también en las industriales. Por ejemplo, en
el subsector forestal, como veremos, la importancia de la exportación de celulosa y otros
productos con algún proceso industrial constituyen la mayor parte de las exportaciones
del sector y en el caso de la fruta, la exportación de vino también es destacable. De esta
forma, dentro de los porcentajes señalados en el Cuadro 3, cabe esperar que la
composición de las exportaciones industriales también cambiara, pues, disminuye la
producción de textiles, metalmecánicos y eléctricos - por señalar ejemplos- y aumenta la
de celulosa, vinos y alimentos elaborados. En efecto, si miramos la balanza comercial
silvoagropecuaria desde 1990 (Cuadro 4, abajo) vemos cómo en dicho año, en el saldo,
los productos primarios del sector superaban a los productos industriales. Tanto el saldo
de la exportaciones-importaciones primarias como industriales es creciente hasta la
actualidad, sin embargo, la relación entre éstas se invierte en 1994, momento desde el
66
En el periodo 1985 – 2006 la minería (incluye bienes primarios e industrializados) representó en
promedio un 47% de las exportaciones del país (COCHILCO, 2012)
67
El concepto de CAI supone un determinado nivel de integración entre los sectores primario, industria y
servicios, y entre los urbano y lo rural, articulados en procesos como la subordinación de la agricultura a
los procesos industriales, la reorganización del proceso de trabajo, y la integración de capitales. Los CAI
se caracterizan por: primero, una tendencia a la integración de eslabones de producción; segundo, por estar
altamente integrados al sistema económico mundial (propiedad, origen de los insumos, destino de la
producción, etc); y tercero, por la existencia de una lógica de la concentración-exclusión. “En definitiva,
se trata de un conjunto de actividades fuertemente relacionadas entre sí a través de la integración de
capitales diversificados en diversos sectores de la economía nacional e internacional.” (Gómez, 1992: 8).
57
cual comienzan a aportar más divisas a la economía nacional las exportaciones
industriales que las primarias.
Cuadro 468
68
En miles de dólares constantes de 2003.
58
Cuadro 4 (continuación) 69
Otra
observación
interesante
sobre
la
balanza
comercial
del
sector
silvoagropecario se relaciona con el aporte de los distintos subsectores, donde vemos
que el aporte del subsector agrícola (que incluye el frutícola) y el forestal son claramente
los más importantes, tanto en productos primarios como industriales. La producción
pecuaria muestra un aporte muy bajo en productos primarios durante todo el periodo,
mientras que en industriales muestra saldos negativos muy recurrentes, aún en años
recientes.
Otra dimención interesante de analizar es el empleo. Si bien resultaría esperable
que el dinamismo del sector, desde el periodo 1983-1989, hubiera demandado un mayor
volumen de mano de obra, lo cierto es que el porcentage del empleo total ocupado en
agricultura, disminuyó bruscamente en la década de 1970 y no se recuperó en las
siguientes (ver Cuadro 5, abajo). El nuevo auge del sector a partir del segundo lustro de
69
En miles de dólares constantes de 2003.
59
los 80’s comenzó a ocupar una masa de trabajadores los cuales, debido al proceso
económico-político de la década de 1970, y a la profunda crisis de 1982, habían quedado
mayoritariamente desempleados o simplemente no existía aún una estructura productiva
que los ocupara, después de la destrucción de la precedente.
70
Recordemos que, de
acuerdo a cifras oficiales –las más concervadoras- el desempleo en Chile desde el año
1974 y los subsiguientes rodea el 15%, superando el 20% entre 1982 y 1983, lo que
contrasta con el periodo que va desde 1960 a 1973, con cifras que se mantenían en un
solo dígito y que, por lo usual, bordeavan el 5%. Esta nueva demanda de trabajo contó
entonces con un “ejercito industrial de reserva” –aquella población que no migró a las
ciudades durante la crisis-
dispuesto a aceptar empleos temporales, sin ninguna
protección, y con salarios muy bajos. Regresaremos sobre esto en el Capítulo IV.
Cuadro 5
Chile: Distribución porcentual del Empleo por sectores
Período
Agricultura
Minería
Manufacturas
1960-1970
24.82
3.23
17.29
1970-1980
17.80
3.05
15.78
1980-1990
17.64
2.11
14.54
1990-2000
16.03
1.78
16.03
2000-2006
13.06
1.33
13.97
Fuente: Tomado de Puyana (2011). Datos de CEPAL
Construcción
7.90
6.14
5.38
7.57
7.83
Servicios
46.76
57.23
60.32
58.60
63.81
Total
100
100
100
100
100
En la actualidad, el sector silvoagropecuario es uno de los más demandantes en
mano de obra. La Nueva Encuesta Nacional de Empleo (NENE) del INE, señala para
2010 y 2011 a las actividades de agricultura, ganadería, caza y silvicultura (sin incluir
pesca) como el tercer lugar (entre 17 grupos de actividades)71 en ocupación en toda la
economía nacional, después del “comercio al por mayor y al por menor” y las
“industrias manufactureras”. A partir del despegue agroexortador en la década de 1980,
70
De acuerdo a autores como Chonchol (1994) o Gomez y Echeñique (1986) se trata de campesinos
desplazados de los fundos, los exbeneficiarios de la reforma agraria que la contrareforma dejó sin tierras,
los que se vieron obligados a emigrar hacia pueblos, aldeas o ciudades, miembros de la pequeña
agricultura familiar empobrecida,etc., quienes estubieron disponibles como mano de obra asalariada –
principalmente temporal- para el nuevo dinamismo que adquiere el sector desde mediados de la década de
1980. Como veremos más adelante, otro tipo de fuentes (como entrevistas etnográficas a actores del
proceso) confiman esta observación. Regresaremos sobre ello.
71
Estos grupos son: Agricultura, ganadería, caza y silvicultura; Pesca; Explotación de minas y canteras;
Industrias manufactureras; Suministro de electricidad, gas y agua; Construcción; Comercio al por mayor y
al por menor y reparación de vehículos automotores, motocicletas, efectos personales y enseres; Hoteles y
restaurantes; Transporte, almacenamiento y comunicaciones; Intermediación financiera; Actividades
inmobiliarias, empresariales y de alquiler; Administración pública y defensa, planes de seguridad social de
afiliación obligatoria; Enseñanza; Servicios sociales y de salud; Otras actividades de servicios
comunitarios, sociales y personales; Hogares privados con servicio doméstico; Organizaciones y organos
extraterritoriales
60
el total de mano de obra ocupada por el sector se ha mantenido mediamente estable,
osilando en torno a 750.000 trabajadores, con una leve declinación en términos
absolutos (ver Gráfico 4).72 Sin embargo, en términos porcentuales cayó del 20% a
mediados de la década de 1980 a 12% en el 2007. Es decir, pese a ser hoy la tercera
ocupación de la población nacional, su importancia ha disminuido notablemente. De esto
se concluye que, no obstante las exportaciones y las “ventajas comprativas” no es un
sector que genere empleo.
Gráfico 4
Mano de obra ocupada en agricultura, caza y pesca y participación en
total, periodo 1985-2007
Fuente: Tomado de INE (Sin año a.) (Datos del INE)
El incremento del PIB sectorial, unido a la disminución –relativa y absoluta- de
la mano de obra agrícola, señala otro rasgo característico del sector: un aumento en la
productividad del trabajo, la cual supera el incremento de la productividad en el resto de
la economía (INE, Sin año). Sin embargo, este aumento se relaciona más con la
reducción del empleo que con el aumento en el volumen y valor del producto
silvoagropecuario.
72
En estas cifras elaboradas por el INE, la ocupación agrícola viene agregada con los sectores de caza y
pesca.
61
Gráfico 5
Agricultura: Participación en el empleo total y tasa de crecimiento
del PIB sectorial.
Fuente: Fuente: Tomado de Puyana (2011)
En síntesis, el sector silvoagropecuario chileno muestra rasgos de modernización,
junto a otros que indicarían una sucesiva pérdida de importancia en la economía
nacional. Entre los primeros destaca el aumento del PIB sectorial, y el incremento de la
productividad del trabajo, y entre los segundos, la disminución del peso relativo en el
PIB nacional y el hecho de que la productividad responda más a la reducción del
empleo que al aumento en el volumen y valor del producto silvoagropecuario. Sin dudas,
existe un cambio significativo en lo relativo a las exportaciones, puesto que el sector
pasa de deficitario a importante exportador, tanto de bienes primarios como
industrializados de bajo nivel tecnológico, lo que además cambia su función dentro de la
economía nacional, aportando con números positivos y crecientes en la balanza
comercial, aunque con una tendencia decreciente en términos relativos y una ausencia de
creación de nuevos empleos.
III.2. Los cambios en las explotaciones silvoagropecuarias y en el uso de suelo.
La primera tendencia importante de destacar en lo relativo a las explotaciones
silvoagropecuarias, es una mayor reducción en su número que en la superficie que
ocupan en total, es decir, la concentración de la superficie en una menor cantidad de
explotaciones. Desde la década de 1980 se constata dicho descenso, destacando entre los
subsectores, el frutícola –con una tendencia más moderada- y el forestal -con un proceso
de concentración de la superficie muy importante (Gómez y Echenique, 1988)-.
62
La tendencia a una mayor concentración de la superficie no cambió en el
periodo transcurrido entre los censos agropecuarios 1997 y 2007 (INE), donde se
produjo una reducción de 27 mil explotaciones a nivel nacional - 9% - con mayor
impacto relativo en la Zona Central del país, concentrándose en la explotaciones
menores a 60 HRB, y en mayor cuantía en las explotaciones de entre 2 y 12 HRB
(Echenique y Romero, 2009).73
Cuadro 6
Número de explotaciones y cambios en tamaño medio, por tipología
1997
2007
Tamaño Medio (ha.)
Tamaño Medio (ha.)
N°
N°
Tramo
Explotaciones
Riego Secano Total
Explotaciones Riego
Secano
Total
211,433
6.1
197,029
6.1
-2 HRB
0.2
5.9
0.2
5.9
79,048
38.6
67,795
38.3
2 -12 HRB
3.1
35.5
2.9
35.4
20,844
173.1
19,351
170.9
12 – 60 HRB
17.3
155.8
17.9
153.0
5,305
2435.2
5,331
+ 60 HRB
76.1
2359.1
90.7
2,410.80 2501.5
Fuente: Elaborado a partir de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE)
Como se ve en el Cuadro 6, entre 1997 y 2007 todos los tramos de tamaño de
explotación, redujeron o su superficie media o el total de explotaciones, tanto en riego
como en secano, exceptuando las explotaciones de mayor tamaño, lo que muestra una
tendencia del grupo de las mayores explotaciones, a incorporar superficie de los grupos
menores, en lo que podría ser leído como un proceso de acrecentamiento de la escala de
producción del agro y de concentración de la propiedad.
Cuadro 7
Cambios en superficie
(riego y secano) por tramo.
Riego
Secano
Tramo
1997
2007
Variación (%)
1997
2007
-4
- 2HRB
44 795
43 139
1 245 170
1 162 104
-18
2 - 12 HRB
241 323
199 055
2 810 031
2 399 989
-4
12-60 HRB
360 579
345 609
3 247 294
2 961 005
20
+ 60 HRB
403 898
483 315
12 515 396
12 851 804
Total
1 050 593
1 071 118
2
19 817 889
19 374 902
Fuente: Tomado de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE)
73
Variación (%)
-7
-15
-9
3
-2
Un interesante estudio encargado por FAO (Echenique y Romero, 2009) convirtió las bases de Datos de
los Censos agropecuarios 1997 y 2007 (INE) a una unidad de medida homogénea: Las Hectáreas de Riego
Básico (HRB), consistentes en el equivalente a la potencialidad de una hectárea física de riego del
mediante la cual se convirtieron las bases, generando cuatros grupos: menos de 2, de 2 a 12, de 12 a 60 y
Valle de Maipo. La Ley de Reforma Agraria de 1965, Ley 16.640, establece una tabla de equivalencias,
más de 60 HRB. Si bien esta tipología refiere a las explotaciones y no a las unidades domésticas
(como lo hace la tipología que usamos en esta investigación) es necesario incorporar esta definición dado
que varios de los datos de la contextualización general del agro a partir de los censos agropecuarias, se
realizará siguiendo esta tipología de Echenique y Romero (2009), que si bien no es completamente
transferible a nuestras unidades domésticas, da cuenta de situaciones que interactúan con nuestro análisis a
partir de las mismas.
63
La situación es muy similar cuando se observa la superficie total ocupada por
cada tramo (Cuadro 7) pues, en general, se aprecia una reducción del total de la
superficie en explotaciones de menor tamaño, unido de un aumento del tramo superior
(+ 60 HRB), lo que ocurre tanto en superficies de riego como de secano, pero en mucho
mayor medida en superficies de riego, más productivas, y por lo general asociadas a la
producción agrofrutícola y no forestal, lo que da indicios de que el proceso de
concentración de la superficie ya no tiene como actor principal al subsector forestal,
como en la década de 1980.
Cuadro 8
Cambio en el uso de suelo (hectáreas) en las explotaciones
agropecuarias con tierra.
Años
1975/76
1996/97
2006/07
Cereales
Leguminosas y tubérculos
842485
211505
646982
127029
479404
70899
Variación porcentual (tasas de
crecimiento acumulado)
19761997-2007
(todo el
1997
periodo)
1976-2007
-23.2
-25.9
-43.1
-39.9
-44.2
-66.5
Cultivos industriales
Hortalizas
Flores
Plantas forrajeras
Frutales
Viñas y parronales viníferos
126331
102.694
941
631561
89488
106321
70264
111642
1471
608115
233973
81256
69972
95551
2124
510371
324294
128946
-44.4
8.7
56.3
-3.7
161.5
-23.6
-0.4
-14.4
44.5
-16.1
38.6
58.7
-44.6
-7
125.8
-19.2
262.4
21.3
75
-1.7
43.2
-22.7
35.2
Cultivos
Viveros
2339
Semilleros
29620
Plantaciones forestales
627538
1098461
Fuente: Tomado de INE (Sin año a.)(Datos censales
2298
42402
848617
del INE )
Otro elemento estructural que ha sufrido importantes cambios es el uso de suelos.
Las encuestas anuales realizadas durante el periodo 1976-1997, muestran descensos
sostenidos en la superficie sembrada en gran parte de los cultivos anuales,74 a partir de
1976 (INE, sin año). El periodo en el cual ocurre, coincide con la liberalización del
periodo 1973-1983. La superficie cultivada se ha reducido sistemáticamente en varios de
los cultivos tradicionales de la agricultura previa al régimen militar, fundamentalmente
en lo relativo al cultivo de cereales, leguminosas y tubérculos que, en conjunto,
experimentaron una disminución de 279 mil hectáreas entre 1976 y 1997 y de,
aproximadamente, 500 mil hectáreas en el periodo 1976-2007 (Ver Cuadro 8, arriba).
Es decir, en 2007 ocupan el 52.5% de la superficie que ocupaban en 1976.
74
Cultivos anuales son aquellos que su vida vegetativa y su ciclo de reproducción es menor o igual a un
año. En Chile, refiere usualmente a cereales, algunas leguminosas y papas.
64
Gráfico 6
Variación porcentual de la superficie cultivada por tipo de cultivo,
1975-2007
Fuente: Tomado de INE (Sin año a.)(Datos censales del INE )
De acuerdo a lo que se aprecia en el Gráfico 6, sólo las flores, frutales, viñas y
plantaciones forestales han sufrido un aumento porcentual importante de su superficie,
pero como puede verse en el gráfico 6, sólo las frutas, viñas y plantaciones forestales
tienen un aumento en términos absolutos considerable, lo que nos confirma algo que se
ha venido señalando en páginas precedentes: la importancia de los subsectores frutícolaviñas incluidas- y forestal en el nuevo patrón de desarrollo del sector. La disminución
observada en cultivos anuales e industriales y su reemplazo por la superficie ocupada
por la fruticultura y silvicultura, caracteriza el proceso de reordenamiento productivo del
agro nacional desde las reformas estructurales. Más adelante se caracterizará con mayor
detención estos dos subsectores.
III.3. Cambios al interior de las explotaciones.
El Censo agropecuario de 2007 es el primero en intentar registrar la participación
del ingreso aportado por la explotación para quien la trabaja o administra. Debe
advertirse, sin embargo, lo poco útil de este intento si no se define con claridad la unidad
total de composición de ingresos sobre la cual se mide la participación, es decir, el 100%
en relación al cual el encuestado debe estimar el aporte, ya sea una unidad doméstica o
las cuentas personales de un capitalista. A nuestro juicio ello se debe a la ambigüedad
teórica, pues no se admite la variación respecto de si la explotación está siendo
administrada por una unidad doméstica o por una empresa capitalista.75 Es por ello que
75
Ello empeora si se considera que el ingreso total no sólo corresponde al representado por el aporte en
dinero, cuestión central si se habla de unidades domésticas campesinas y semiproletarias. No considerarlo
demuestra que se está pensando sólo en explotaciones modernas capitalistas, donde ingreso es casi igual a
65
la medición arrojada al respecto por el censo no es muy confiable. Sin embargo, a nivel
de tendencia general, da cuenta de algunas diferencias que se hacen visibles al distribuir
las respuestas en los tramos de HRB, como lo hacen acertadamente Echenique y Romero
(2009).
Cuadro 9
Participación del ingreso aportado por la explotación, por tipología
Nacional
Aporte explotación en ingreso total (%)
+75
50 - 75
25 - 50
-2 HRB
14
9
15
2 – 12 HRB
28
14
18
12 – 60 HRB
36
14
17
+60 HRB
38
12
13
Total Explotaciones
18
11
16
Fuente: Tomado de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE)
Tramos
-25
62
41
33
37
55
Suma
100
100
100
100
100
En el Cuadro 9 se aprecia que una mayoría declara que la producción de la
explotación no representa un aporte mayor al ingreso (familiar o del titular). Echenique
y Romero (2009) plantean como “sorprendente” el hecho de que un 55% del universo
censado sostenga que la explotación representa menos de la cuarta parte del total de
ingresos. En la medida en que se señala una alta correlación entre el ingreso aportado
por la explotación, y su tamaño en HRB, creemos que el hecho de que el 71% sostenga
que la explotación aporta menos de la mitad del ingreso, no sólo no es sorprendente, sino
completamente esperable.76 Ello da cuenta de una relación lógica, a menor tamaño de la
propiedad, aumenta la probabilidad de que la unidad doméstica –cuando es ésta la que
administra la explotación- tenga una composición del ingreso heterogénea. Y
ingreso en dinero –pues en rigor, en una unidad doméstica nunca es exactamente igual-, y dicho enfoque
impide observar la presencia de explotaciones trabajadas por unidades doméstica no modernizadas o
parcialmente modernizadas.
76
Y ello es así por varias razones. Las explotaciones pequeñas y medianas concentran una participación
menor del ingreso. Podemos especular respecto a que en este grupo las explotaciones son trabajadas
principalmente por dos tipos de administrador: o unidades domésticas que combinan su ingreso con venta
de trabajo, o pequeños y medianos empresarios urbanos que han invertido en explotaciones
silvoagropecuarias, pero que además reciben un sueldo urbano, estos serían, en términos de nuestra
tipología ,unidades semiproletarias y unidades proletarias tipo III.i y III.ii.. Ello no implica que no existan
pequeños empresarios tipo farmer cuyo ingreso provenga casi íntegramente de la explotación en los
tramos menores, pues, no se indica que el coeficiente de correlación sea igual a 1 (Echenique y Romero
(2009) no señalan el coeficiente exacto). Por lo tanto, este dato del censo podría estar señalando que en el
tramo menor a 2 HRB, las explotaciones son administradas por unidades domésticas donde predominan
las unidades domésticas que combinan distintas fuentes de ingresos (semiproletarias y proletarias),
mientras que en el tramo siguiente, aparecen con mayor importancia la administración de unidades
agropecuarias comerciales. Y en el caso de las explotaciones grandes, es esperable que la distorsión
generada por la ambigüedad de la pregunta sea mayor, pues, el titular puede ser una sociedad o un
empresario con inversiones múltiples. Pero dada la ausencia de datos, más allá de señalar que este
resultado no debiera sorprender, sólo podemos hacer de estas especulaciones, supuestos e hipótesis.
66
lógicamente unidades muy pequeñas difícilmente corresponden a empresas capitalistas,
sino probablemente, en mayor proporción a unidades domésticas.
Por otra parte, según el tipo de trabajo utilizado por las explotaciones
silvoagropecuarias puede señalarse una tendencia muy clara en cuanto al uso de trabajo
temporal, por sobre el permanente. Como se puede ver en el Cuadro 10, en todos los
tramos de tamaño, por cada trabajador permanente se contratan entre 2 y 3 trabajadores
temporales durante los meses de temporada de trabajo, ello, sin perjuicio de que exista
una contratación menor de temporeros durante otros meses del año.
Cuadro 10
Trabajadores permanentes y temporeros promedio por explotación en 2007.
N° Trabajadores promedio por explotación
Permanente
Temporeros (trimestre peak)
Tramo
Relación Temporeros por
cada permanente
-2 HRB
0.1
0.3
2 -12 HRB
0.5
1.3
12 – 60 HRB
3
6.3
+ 60 HRB
13.3
29.3
Promedio
0.6
1.4
Fuente: Elaborado a partir de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE)
3
2.6
2.1
2.2
2.5
Respecto al género de los trabajadores, el 10.4% de los trabajadores son mujeres,
es decir, predomina el trabajo masculino, mientras que entre los temporeros, la
proporción de mujeres está entre 34% y 37% en los meses de temporada, descendiendo a
23% en los meses de menor demanda de trabajo (Echenique y Romero, 2009).
Cuadro 11
Trabajadores del hogar en la explotación, por tramo 2007.
Trabajadores del Hogar del Productor
Permanentes
Temporales
N° Explotaciones
Promedio por
Promedio por
N° Total
N° Total
explotación
explotación
-2 HRB
200.029
99.312
0,50
156.151
0,78
2 -12 HRB
67.345
38.681
0,57
34.825
0,52
12 – 60 HRB
19.351
7.234
0,37
3.922
0,20
+ 60 HRB
5.331
872
0,16
309
0,06
Suma
289.506
146.099
0,50
195.207
0,67
Fuente: Tomado de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE)
Tipologías
Un dato que resulta de particular interés, es el relativo al origen de los
trabajadores, ya sea del interior de la unidad domestica (intrapredial) o fuera de ella
(extrapredial). Como se puede ver en el Cuadro 11, la utilización de trabajadores
pertenecientes al hogar es muy baja en todos los tramos. A Echenique y Romero (2009)
–nuevamente- les resulta sorprendente el hecho de que la ocupación de mano de obra
familiar sea inferior a 1, tanto para trabajadores temporales como para trabajadores
67
permanentes. Disentimos nuevamente de esa sorpresa, cuando se miran los datos
considerando la participación de unidades domésticas. Ello no sólo porque la baja
ocupación “hogareña” sea consecuente con el bajo ingreso proveniente de la explotación
declarado, sino porque ello es congruente con el hecho de que un menor tamaño de la
explotación se relaciona con una composición del ingreso de la unidad doméstica más
heterogénea, lo que obviamente implica mayor tendencia a que los miembros de la
unidad trabajen fuera de la explotación (parcela) que ésta tiene (administra). Pese a ello,
la tendencia a una utilización del trabajo doméstico por sobre el salariado sigue siendo
mayor en las explotaciones más pequeñas.
Gráfico 7
Estructura del Empleo en las explotaciones según nexo,2007
Fuente: Elaborado a partir de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE)
En efecto, en el Gráfico 7 puede verse una clara correlación positiva entre el
tramo de tamaño de la explotación en HRB (-2HRB, 2-12HRB, 12-60 HB, +60HRB) y
la cantidad total de empleados asalariados de tramo, así como la evidente correlación
negativa entre el tramo en HRB y la cantidad total de trabajadores pertenecientes al
hogar, lo que coincide, pero es más evidente, que al poner en relación el tramo con los
trabajadores promedio del tramo.
68
Cuadro 12
Destino de
exportan)
la
producción.
Tipologías
-2 HRB
2 – 12 HRB
12 – 60 HRB
12 – 60 HRB
Todos
(%
de
las
Exportan (%)
2,5
8.7
27.4
44.8
6,4
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de
explotaciones
del
tramo
que
Venden a agroindustria o agricultura de
contrato (%)
5.30
25.60
61.30
75.10
15.10
Echenique y Romero (2009)
Finalmente, otro dato que no se puede dejar de destacar es el destino de la
producción de las explotaciones. Como se mencionó más arriba, el sector
silvoagropecuario destaca por su participación en las exportaciones. Ahora bien, resulta
interesante ver -como es esperable y consecuente con los datos antes expuestos- que la
exportación o la venta de la producción a la agroindustria o por contrato aumenta según
el tamaño de las explotaciones, en efecto, si se correlacionan los tramos (-2HRB = 1; 2 –
12 HRB = 2; 12 – 60 HRB = 3; +60 HRB = 4) con el porcentaje de unidades que
exportan por tramo o con el porcentaje que vende a la agroindustria o de contrato, en
ambos casos el resultado del coeficiente de correlación está por encima de 0.9, es decir,
el tamaño de la explotación es definitorio en cuanto a las posibilidades de destino de la
producción (ver Cuadro 12). Mientras que en las unidades de menor tamaño prima o la
venta en el mercado nacional o local o bien, el autoconsumo, en las mayores el
porcentaje de explotaciones que logran exportar o vender a la agroindustria tiende a
aumentar.
III.4. Aspectos generales sobre los subsectores frutícola y forestal.
III.4.1. El subsector frutícola.
Sin duda y como ya se dijo, el subsector frutícola (frutas y viñas) ha sido uno de
los más dinámicos dentro del sector silvoagropecuario, con un proceso de incorporación
al mercado mundial de exportación de frutas frescas, secas y elaboradas en distintos
productos, donde destaca el vino. Si bien el subsector frutícola y las industrias asociadas
(los CAI) representan uno de los “emblemas” mediante el cual los promotores del
modelo económico más se vanaglorian de sus logros, es preciso señalar que las bases del
complejo frutícola y vitivinícola, lejos de establecerse bajo el periodo 1973-1983, fueron
69
generadas durante la ISI y bajo iniciativa y apoyo del Estado.77 Ello conduce a pensar
que la actual ventaja comparativa de Chile en este subsector no es sólo natural, sino
además producto de un trabajo previo de promoción desde el Estado, que luego el
flamante modelo lograría explotar. Durante el periodo del 1973-1983 el crecimiento del
subsector fue moderado, pero fue uno de los pocos que no decayó y que por el contrario,
logró aumentar sus exportaciones, mostrando desde el periodo 1983-1989 la expansión
visible en el cuadro Grafico 8. Durante la segunda mitad de la década de 1980 Chile se
transformó en el principal exportador de frutas del hemisferio sur, superando a
Argentina, Australia, Nueva Zelanda y África de Sur (Chonchol, 1994).
Gráfico 8
Participación porcentual de las exportaciones chilenas de fruta fresca
en el total exportado por el hemisferio sur (toneladas)
Año
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de FAO
La apertura comercial implementada por la dictadura desde el periodo 1973-1983
permitió que las ventajas comparativas que Chile posee en la producción de fruta operen
en el mercado global: características climáticas (clima mediterráneo) calidad de los
suelos, contra-estacionalidad (ubicación en el hemisferio opuesto a los grandes
mercados) y buenas condiciones fitosanitarias, entre otras. Además, a través de estas
reformas, se permitió que operaran varias ventajas comparativas inducidas
institucionalmente (Murray, 1999) como, entre otras, las siguientes: Primero, la citada
inversión en el sector frutícola encabezada por el Estado. Segundo, los efectos de la
reforma agraria, que permitió un mercado capitalista de la tierra. Y, por último, los
77
Como se vio en el Capítulo II, en el año 1960 la CORFO inició en Plan Nacional para el Desarrollo del
sector Frutícola, con lo que comenzó a aumentar la participación de Chile en el mercado mundial de la
fruta (Ver gráfico 8). Como resultado, entre 1955 y 1965 el incremento en la superficie plantada con
huertos de frutales superó el 50%, con 53 mil hectáreas. En 1973 la superficie frutícola ya alcanzaba las 66
mil hectáreas con un crecimiento de 24%.
70
costos de mano de obra bajaron significativamente debido a las reformas laborales
(Murray, 1999), a la destrucción del sistema productivo anterior, y la elevada cesantía y
pobreza de la población. Además, este periodo coincide con un importante crecimiento
en la demanda de frutas frescas desde los países centrales, por ejemplo, en Estados
Unidos, entre 1970 y 1989, el consumo de fruta aumentó de 36.02 a 43.82 kg per cápita,
y en el Reino Unido, se observa una tendencia muy similar (Cook, 1990, citado en
Murray, 1999).
Gráfico 9
Participación porcentual del volumen de
las exportaciones mundiales.
exportación de vino chileno en
% de la producción mundial
Año
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de O.I.V. – SAG – CHILEVID
Un producto emblemático de los CAI de este subsector, que se ha incorporado de
manera muy competitiva en el mercado mundial, es el vino. Aunque enfrenta una mayor
competencia en el mercado mundial que la fruta fresca, este producto de tradición
centenaria en el país, logró multiplicar más de 10 veces su importancia en las
exportaciones mundiales desde fines de la década de 1980 hasta principios de la de 2000
(ver Gráfico 9). Sin embargo, sigue siendo tomador de precios en ese mercado.
Gráfico 10
Superficie con frutales y viñas, censos 1976, 1997 y 2007
Miles de hectáreas
Año
Fuente: Elaboración propia a partir de INE (Sin año a.) (Datos censales del INE )
71
Es el desarrollo de este subsector como un dinámico exportador mundial lo que
explica el crecimiento de la superficie destinada a frutales y viñas entre 1976 y 2007 (ver
gráfico 10).
Cuadro 13
Variaciones por tramo de la superficie de frutales y viñas. (Miles ha.)
1997
2007
Variación (%)
Tramo
Frutales
Viñas
Frutales
Viñas
Frutales
Viñas
- 2HRB
20,9
13,1
21,5
10,2
3
-22
2 - 12 HRB
35,4
15,3
41,3
14,9
17
-3
12-60 HRB
79,2
24,6
97,8
35,2
23
43
+ 60 HRB
98,2
29,1
163,1
70,0
66
141
Suma
233,7
82,1
323,7
130,3
39
59
Fuente: Elaborado a partir de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE)
Como se puede ver en el cuadro 13, en el caso de los frutales, el incremento en la
superficie entre los censos de 1997 y 2007 afecta a todos los tramos de tamaño de las
explotaciones, pero su variación aumenta considerablemente en las unidades de mayor
tamaño. Por su parte, en las viñas se aprecia una reducción de la superficie de las
explotaciones menores, de manera simultánea a un incremento muy pronunciado en las
de mayor tamaño.
En suma, queda por relevar, en términos generales, que los datos indican al
subsector frutícola como altamente concentrado –aunque como veremos mucho menos
que el forestal-. No sólo se trata de que la mayor parte de la superficie se concentre en
las explotaciones más grandes, seguido de las medianas, sino además, que las más
grandes son las que crecen y exportan más, siguiendo una clara tendencia.
III.4.2. Subsector forestal.
Otro subsector de notable dinamismo ha sido el forestal, el cual incrementó su
peso en el PIB desde un 1,2% en 1970 a un 2,7% en 1998 (Katz et al, 2003) y un 3,9%
en 2007 (Leyton, 2009).
72
Gráfico 11
Balance importaciones exportaciones forestales
Fuente: Tomado de
INFOR (2009)
Como se puede ver en el Gráfico 11, al igual que el frutícola, se trata hoy de uno
de los subsectores exportadores de la economía chilena cuya tendencia ha sido el
crecimiento, y que contribuye a mantener una balanza de pagos positiva.
Gráfico 12
Participación porcentual de Chile en
mundial de productos primarios, 2009.
el
volumen
de
la
producción
%
Fuente: elaboración propia a partir de datos de FAOSTAT en: http://www.fao.org/
En efecto, la participación de Chile en el mercado mundial forestal no deja de
ser relevante, produciendo cerca de 2.5% de la pulpa de celulosa, madera aserrada y
trozas de madera de la producción mundial, y casi una doceava parte de las
exportaciones de celulosa (ver Gráfico 12).
Al igual que en el caso frutícola, el desarrollo de este subsector responde a la
política propia de la ISI, con un importante apoyo desde el Estado.78 Pero como fue la
tónica en toda la economía, la dictadura militar privatizó también la mayor parte de las
empresas y bienes estatales forestales, incluyendo industrias y plantaciones. La gran
78
Ello fue efectivo ya desde el primer tercio del siglo XX (Ley de Bosques, de julio de 1931). Durante la
década de 1960, como se vio en el Capítulo II, el Estado intensificó su política desarrollo creando
empresas forestales y fermentando la plantación.
73
mayoría de las tierras forestales expropiadas por la reforma agraria entre 1970 y 1973,
fueron devueltas a sus antiguos dueños. Sin embargo, el proceso de privatización de la
dictadura correspondió más bien a ventas de activos estatales, en su mayoría constituidos
antes de 1970 (Leyton, 2009). En el caso del subsector forestal, al igual que en el
frutícola, las ventajas competitivas no fueron sólo naturales, pues, el rol del Estado en su
desarrollo fue tal, que las empresas más grandes y principales actuales exportadoras
fueron creadas por éste o en sociedad durante la ISI.
Estas ventajas son además producto de un trabajo previo de promoción desde el
Estado, que como en la fruta, luego el flamante modelo lograría explotar. La apertura
comercial implementada por la dictadura permitió, al igual que en subsector frutícola,
que las ventajas competitivas que Chile posee en la producción forestal operasen en el
mercado global.
Gráfico 13
Superficie con plantaciones forestales, censos 1976, 1997 y 200779
Millones de has.
Fuente: Elaborado a partir de INE (Sin año a.)(Datos censales del INE )
El dinamismo del sector puede apreciarse mediante el incremento en la superficie
con plantaciones durante la dictadura (ver Gráfico 13). Entre 1976 y 2007 la superficie
forestal del país se duplicó.80 El crecimiento anual de la superficie con plantaciones
forestales, en explotaciones forestales, fue poco superior a 40 mil hectáreas durante el
periodo intercensal 1997 – 200781, lo cual es por cierto más baja que la observada entre
1980 y 1997, cuando alcanzó a superar las 75 mil hectáreas anuales (Echenique y
Romero 2009).
79
Incluye plantaciones forestales en explotaciones forestales y en explotaciones agropecuarias.
Ello considerando la superficie en plantaciones forestales en explotaciones definidas como forestales y
no forestales.
81
Ello considerando la superficie forestal sólo las explotaciones forestales.
80
74
Cuadro 14
Total extensión en Plantaciones forestales por tramo (Has.)
Tipologías
1997 (has)
%
2007 (has)
%
-2 HRB
71.289
3
111.766
4
2 – 12 HRB
217.230
10
287.493
11
12 – 60 HRB
352.892
16
404.986
15
+ 60 HRB
1.550.776
71
1.814.173
70
Suma
2.192.187
100
2.618.418
100
Fuente: Tomado de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE)
Variación %
57
32
15
17
19
En 2007, la mayor superficie en plantaciones está en el tramo superior a las 60
HRB con un 70%, seguido del tramo mediano de 12 – 60 HRB, con 15% del total. Pese
a la desaceleración del crecimiento de la superficie del sector, la concentración de la
superficie en las explotaciones de mayor tamaño se mantiene, aunque se observa un
leve repunte en términos porcentuales de las explotaciones de pequeñas entre 1997 y
2007 (ver Cuadro 14). Sin embargo, dicho repunte responde a un mayor crecimiento de
las explotaciones de menor tamaño, en detrimento de otros usos de suelo, y no a un
traspaso de superficie de las más grandes hacia las más pequeñas.
Cuadro 15
Condición Jurídica de las explotaciones forestales (Superficie de
plantaciones en has. 2007)
Tipología
Personas
Naturales
y
sucesiones
-2 HRB
109.429
2 – 12 HRB
254.137
12 – 60 HRB
247.090
+60 HRB
155.394
Suma
766.050
% del total
29
Fuente: Tomado de Echenique y
Instituciones
Sociedades
Comunidades
Fiscales
o Anónimas
y (Tradicionales e
Municipales
limitadas
indígenas)
131
2.164
41
553
32.291
511
2.431
151.888
3.577
21.387
1.635.544
1.848
24.502
1.821.887
5.977
1
70
Romero (2009) (Datos censales del INE)
Total
111.766
287.493
404.986
1.814.173
2.618.418
100
Como se puede ver en el Cuadro 15, a diferencia de lo que sucede con las
propiedades agrícolas y ganaderas, donde predominan las personas naturales como
propietarias, en las plantaciones forestales predomina la propiedad de las personas
jurídicas, básicamente sociedades anónimas, las cuales están mayoritariamente
integradas a los grandes consorcios forestales del país, entre los que sobresalen la
Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones (CMPC) y las empresas ARAUCO S.A.
(Celulosa Arauco y Constitución, CELCO, entre otras filiales). (Echenique y Romero
2009). Estas dos empresas que, como vimos, recibieron un importantísimo apoyo de
parte del Estado desde la ISI o fueron directamente creadas por éste, se han convertido
en las más importantes del subsector. Ya en 1988, entre las dos controlaban más del 50%
de las plantaciones de bosque artificial del país (Gómez y Echenique, 1988) En 1999
75
Katz et al (2003) destacaba la enorme concentración y el alto grado de integración
vertical existente en la propiedad del sector forestal mencionando que el 71% de las
plantaciones pertenecía a un 2% de los propietarios forestales, y donde los dos mayores
propietarios continuaban poseyendo más del 50% de las plantaciones en Chile, lo que se
suma a una altísima integración vertical (Katz et al, 2003). Dicha situación no mejoró a
2007.82
Como se puede ver en el Cuadro 15, más de dos terceras partes de las
plantaciones son propiedad de sociedades anónimas y limitadas, siendo esta la condición
jurídica claramente predominante en las explotaciones de más de 60 HRB. Este dato,
junto a los expuestos en el párrafo anterior, permite señalar con holgura al subsector
forestal como altamente concentrado, donde prevalece el gran capital exportador en la
figura de sociedades anónimas.
Cuadro 16
Participación
de las
principales
exportaciones forestales chilenas (%)
empresas
exportadoras
Empresas
2002
2003
2004
2005
Celulosa Arauco y Constitución S.A.
21.7
19.9
22.4
21.9
CMPC Celulosa S.A.
10.9
16.7
14.6
13.9
Aserraderos Arauco S.A.
10.2
10.3
11.3
12.0
Paneles Arauco S.A.
5.5
6.5
5.0
6.2
Cartulinas CMPC S.A.
3.7
4.4
4.1
3.9
CMPC Maderas S.A
3.9
4.0
4.3
4.9
MASISA S.A.
-------- 0.4
2.5
2.9
Industrias Forestales S.A.
2.8
2.5
2.2
2.4
Consorcio Maderero S.A.
1.4
1.2
0.9
0.9
Forestal COMACO S.A.
0.9
0.9
0.7
1.0
Astillas Exportaciones LTDA.
1.0
1.0
1.0
1.0
Papeles Norske Skog Bio Bio LT.
-------- -------- -------- -------Otras empresas
33.1
32.1
29.5
27.0
Fuente: Tomado de Universidad de Concepción (2009) (Datos de Aduana)
2006
23.0
12.6
11.8
6.1
4.5
5.4
4.2
2.5
1.4
1.0
1.1
-------24.2
2007
28.7
19.7
10.0
5.5
4.3
4.5
4.0
1.8
1.2
1.0
0.9
1.0
15.9
en
las
2008
29.4
20.0
8.7
6.6
4.7
4.3
3.7
1.8
1.6
1.3
1.1
1.0
14.5
La predominancia del gran capital, la concentración y los altos niveles de
integración vertical, también son visibles al revisar las exportaciones forestales donde,
como se observa en el Cuadro 16, prevalecen las empresas pertenecientes a los tres
grandes consorcios forestales del país, manteniendo un control medianamente estable de
82
Al respecto, Izquierdo (2002) considera diez niveles de integración en el sector forestal: a.
Mejoramiento Genético. b. Investigación. c. Silvicultura. d. Producción. e. Producción de extracción. f.
Elaboración productos primarios. g. Elaboración productos secundarios. h. Transporte y distribución de
productos. i. Locales de comercialización. j. Locales de distribución. Luego concluye que las empresas
ARAUCO S.A. (las más importantes del subsector) se encuentran completamente integradas, con
actividad en los 10 niveles de integración mencionados. Las dos empresas que le siguen en tamaño
(CMPC y MASISA) poseen actividad en 9 de 10 sectores, lo que también muestra niveles de integración
vertical muy elevados. (Izquierdo, 2002 y Universidad de Concepción, 2009)
76
cada rubro a lo largo de la última década. En efecto, en las exportaciones la
concentración e integración es aún más evidente, pues, las empresas pertenecientes a los
consorcios Arauco y CMPC, concentran el 73.7% de las exportaciones forestales totales
en 2008. Ello es muestra de que durante la década de 2000 la concentración ha
continuado incrementándose en el sector, pues, más allá de que en términos de superficie
parece ralentizarse –mas no revertirse- en 2002 ambos consorcios concentraban el 55.9
de las exportaciones, avanzando en más de una sexta parte de las exportaciones totales
para 2008, lo que coincide con el retroceso de las empresas no identificadas en el cuadro
(variación de -18.6% entre 2002 y 2008), que son aquellas con participaciones menores
a 1% en 2008, las cuales en conjunto redujeron su contribución en más de la mitad entre
los mismos años.
III.5. Recapitulación.
 En síntesis, el sector silvoagropecuario chileno muestra rasgos de modernización,
junto a otros que indicarían una sucesiva pérdida de importancia en la economía
nacional. Si bien existe un importante aumento del PIB sectorial, y un notable
incremento de la productividad del trabajo, el peso relativo en el PIB nacional
disminuye y la productividad responde más a la reducción del factor trabajo
(empleo) que al aumento en el volumen y valor del producto silvoagropecuario.
El sector, por tanto, no estaría generando nuevos puestos de empleo al ritmo del
crecimiento del empleo total o del PIB sectorial, caracterizando a la mayoría de
los existentes su condición de empleos temporales.

Existe un cambio significativo en lo relativo a las exportaciones, puesto que el
sector pasa de deficitario a importante exportador. La probabilidad de encontrar
empresas exportadoras, aumenta con el tamaño de las explotaciones. Destacan en
exportación los rubros forestal y frutícola.
 También se aprecian relaciones destacables en las explotaciones, donde un menor
tamaño de la explotación se vincula con una más heterogénea composición del
ingreso y menos trabajadores. Así mismo, en las explotaciones de menor tamaño
predomina el trabajo familiar y en las mayores el trabajo asalariado (correlación
positiva entre tamaño en HRB y cantidad de asalariados)
77
 Desde las reformas estructurales, se produce un reordenamiento del sector,
caracterizado por el retroceso de la mayoría de los cultivos anuales, y el aumento
en la superficie de viñas, frutales y plantaciones forestales. Ello se conduce con
un fuerte proceso de reconcentración de la propiedad, que en el caso frutícola
llega hasta el presente, y que en la forestal de ralentiza en la última década.
 En el subsector forestal la concentración es mucho mayor que en el frutal, no
sólo en términos de superficie, sino en términos de la escasa cantidad de
empresas que controlan la producción y la integración vertical de los procesos.
 El desarrollo de los dos subsectores más dinámicos tiene sus raíces en la política
desarrollista de la ISI. La política agroexportadora se relaciona con su posterior
crecimiento, pero no con la inversión inicial.
78
Capítulo IV
Transformaciones en el campesinado “histórico”: el trabajo rural en el Chile
neoliberal.
El presente capitulo tiene por objetivo describir al campesinado “histórico” en
Chile desde la aplicación de las políticas neoliberales, poniendo énfasis en la dinámica
entre los dos principales subsectores exportadores –el forestal y frutícola- y las
“unidades domésticas” de las zonas relacionadas con éstas, para luego compararlas.
Para cumplir dicha tarea, primero, estudiaremos el efecto de los procesos
movilizados por la política económica sobre el sector (principalmente el periodo 1973 –
1983). Segundo, indagaremos en los efectos de la acción del modelo primarioexportador sobre las unidades domésticas que componen el campesinado “histórico”
(1983 al presente, por cierto, no excluye el efecto de la política económica), donde lo
que prima es una relación entre gran y mediano capital, por una parte, con el trabajo y
pequeños productores no capitalizados, por otra, estos dos últimos, en ocasiones siendo
el mismo actor.83
IV.1. Efectos de las políticas de la etapa 1973 – 1983 sobre el agro y las unidades
domésticas.
Debe señalarse que existe una serie de transformaciones en las unidades
domésticas que se producen de manera previa al auge agroexportador, las cuales
coinciden con la primera oleada de políticas económicas de la dictadura, desde 1975 –la
etapa ultra neoliberal-. En las próximas páginas revisaremos los principales efectos de
las políticas de la primera etapa del “neoliberalismo ortodoxo” (1973 – 1983) sobre la
dinámica de las unidades domésticas, destacando dos importantes fenómenos: la
83
A partir de la revisión de investigaciones locales, a modo muy general, puede decirse que el gran
capital privado se ha relacionado con las economías domésticas de diversas maneras: A) en forma
conflictiva, compitiendo por los recursos utilizados por las mismas, o impactando negativamente sobre
éstos (Cuevas et al, 2010 y Morales, 2009). B) Otro tipo de relación entre el gran capital y las unidades
domésticas consiste en que las unidades proletarias (tipos I, II, y III) y semiproletarias pasan a ser la fuerza
de trabajo del gran capital, en donde el conflicto capital-trabajo se ve mediado por una sindicalización casi
inexistente y un contexto jurídico que desprotege al trabajo. Y finalmente, –aunque de forma más escasapuede que el gran capital no se relacione, al menos de una manera directa, con unidades domésticas que
han quedado marginadas en zonas geográficas que no reportan interés para el capital y cuyas poblaciones
no resultan adecuadas como fuerza de trabajo, debido a que habitan en lugares muy alejados (Rowlands
(2011 [Tesis]); Bourguignat y Ramírez (2006 [Tesis]); Norero (2007 [Tesis]); Stüdemann (2008 [Tesis]);
Cuevas (2008 [Tesis]); Cuevas et al (2010).
79
intensificación de la migración campo ciudad y el refugio de una parte de las unidades
con acceso a tierra en la producción para el autoconsumo.84 Primero, caracterizaremos
el contexto general del agro en el periodo y luego veremos qué podemos concluir de ello
para las unidades domésticas.
Por lo general, el periodo de los primeros años de dictadura es caracterizado
como de aguda crisis en el agro y -como ya se ha dicho- de dura represión y persecución
política en contra de las organizaciones sindicales campesinas y sus dirigentes. Gómez y
Echenique (1988), Chonchol (1994) y Foxley (1987) coinciden en señalar como efectos
de las políticas ultra-liberales85 el desincentivo generalizado de la producción, un
incremento en las importaciones de alimentos, un sobreendeudamiento de los
agricultores acelerado por las elevadas tasas de interés, todo lo cual se reflejó en una
disminución considerable de la superficie sembrada sin un simultaneo aumento en los
rendimientos, entre otros efectos. Entre 1974 y 1982, la superficie sembrada se redujo en
un 12% (Foxley, 1987). En 1980, Chile se ve obligado a importar más de la mitad del
trigo que consume y más del 80% del azúcar (Chonchol, 1994). En definitiva, el
resultado del neoliberalismo ortodoxo en el agro fue desastroso para casi todos los
rubros. Con excepción de un pequeño sector de medianos y grandes propietarios
asociados a la fruta, y a la naciente exportación forestal (cuyas plantaciones e
inversiones, como se vio, se hicieron durante la ISI, y que en este periodo incluso
lograron aumentar sus exportaciones [ver Gráfico 3, Capítulo III]) todo el sector
silvoagropecuario sufrió una gran crisis productiva, que se reflejó en una tasa promedio
de crecimiento del producto silvoagropecuario de 1,9% (Chonchol, 1994) inferior a la
registrada aún en el periodo más turbulento de la reforma agraria. La tasa de expansión
de la producción agrícola entre 1974 y 1982 apenas iguala la tasa histórica entre 1930 y
1970, y es menor que la mitad de la alcanzada entre 1965 y 1970 (Foxley, 1987).
84
Como punto de partida, debe señalarse que para este periodo las fuentes de información son más escasas
y sus datos son menos específicos que para periodos recientes (por ejemplo, la encuesta CASEN sólo se
encuentra disponible desde 1990 en adelante). Utilizaremos -en este apartado- información proveniente de
estudios de distinto tipo y datos agregados, y de la bibliografía, donde las unidades domésticas no son
siempre fácilmente visibles, aunque no por ello, imposibles de inferir.
85
Las policitas concretas aplicadas fueron revisadas en el capítulo IV. En particular aquí nos referimos a
la reducción a 10% de los aranceles, la liberalización de la tasa de interés, la privatización del crédito, el
retiro del apoyo estatal y la subvaloración del dólar (cambio nominal de 39 pesos el dólar fijo en 1979).
80
Este periodo está marcado por el proceso de contrarreforma agraria, el cual de
ninguna forma logró la reconstrucción del latifundio o revertir la reforma agraria, sin
embargo, de los 5.809 predios, equivalentes a 10 millones de hectáreas, cerca de un 30%
de la superficie fue recuperada por sus antiguos dueños, 1,636 predios devueltos
completamente y 2,184 parcialmente (Chonchol, 1994). Otro 15% de la superficie fue
rematado o vendido a capitalistas privados (no campesinos) y el resto se reasignó en
venta a los pequeños productores, excluyendo a un gran número de ellos (líderes,
dirigentes y participantes activos del proceso político previo). Se estiman en 45,000 las
parcelas individuales asignadas en venta (Chonchol, 1994).
Grafico 14
Destino de las tierras
contrarreforma agraria
expropiadas
por
la
reforma
agraria
en
la
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Chonchol (1994)
Luego de la liberalización del mercado de tierras, después de 1973, Foxley
(1987) calcula en 300000 el número de pequeños propietarios que conservaron su
propiedad, cifra que representaría cerca del 50% del total de los trabajadores agrícolas,
los que poseían por esos años alrededor del 30% de la superficie agropecuaria total del
país. 86 La mitad de estos habrían sido minifundistas con explotaciones de menos de 0.8
HRB y la otra mitad, parceleros con propiedades superiores. Del mismo total, un 33%
aproximadamente habría logrado modernizarse, elevar su productividad y participar del
mercado interno, mientras que la mitad se habrían relegado a la auto-subsistencia.
En un principio, estas propiedades pequeñas habrían sido mantenidas por sus
propietarios, en efecto, en 1978 aún no se veía un aumento considerable de las grandes
propiedades. Foxley (1987) señala que la cantidad de propiedades mayores a 80 HRB
rodeaba el 3% en dicho año, sin embargo, ya en 1980, la cifra llegaba a 20%, lo que
coincide con el comienzo del repunte de los subsectores forestal y frutícola después de
86
La Ley 16.640 promulgada en 1967 estableció limitaciones para la venta de las tierras asignadas a los
nuevos parceleros pequeños propietarios resultantes de la reforma agraria. Estos impedimentos legales
fueron derogados por medio de los Decretos Ley Nº 208 y de los D.L. 1.600, de 1976, y luego D.L. 2.262
de 1980. (Gómez, 1986)
81
1978. Gómez y Echenique (1988) y Foxley (1987) coinciden en señalar que a principios
de la década de 1980 (1984 aproximadamente), el 40% de los pequeños propietarios ya
habrían vendido sus propiedades.
Como bien señala Roberto Santana Ulloa, un nuevo escenario se imponía en la
agricultura y en él se destacan dos situaciones: un sector dinámico volcado hacia la
exportación que, ya a fines de la década de 1970, tenía sus primeros incipientes éxitos
(ver gráfico 15), “…y un sector que debería contentarse con compartir el mercado
interior con las importaciones extranjeras y que no podría superar fácilmente una
situación de fragilidad, que por lo demás, amenazaba con hacerse crónica.”(Santana,
2006). De los pequeños propietarios, sólo los que poseían una cantidad superior a 2
HRB se encontraban en esta última situación, pues, los más pequeños o bien
desaparecieron como productores independientes o bien se refugiaron en el
autoconsumo, dado que sus predios difícilmente eran competitivos.
Gráfico 15
Exportaciones Agrícolas totales (Millones de dólares constantes)87
Fuente: Elaboración propia en base a Santana (2006) (Datos del BCCh, julio 1978)
¿Qué sucedió a los habitantes de las unidades domésticas por estos años? Los
datos que tenemos la vista hasta aquí dicen bastante. Asumiendo que la mayor parte de
las explotaciones pequeñas eran administradas por unidades domésticas de distintos
tipos, podemos deducir que al menos un 40% de ellas se deshizo de sus propiedades,
pasando a constituir unidades domésticas sin acceso a tierra (proletarias tipo I y,
probablemente en mayor medida, del tipo II, según nuestra tipología) urbanas o rurales.
Éstas pueden haber migrado a dos destinos: o a pueblos y aldeas rurales, o a ciudades.
En efecto, algunos autores como Dagmar Raczynski (1982) señalan que, a diferencia de
lo ocurrido en otros países de la región, en Chile el proceso previo de reforma agraria
87
No incluye silvicultura ni pesca.
82
habría tendido a disminuir la migración rural-urbana. A ello le sigue, en el periodo 19731983, con el fin de la reforma, un incremento de la migración campo-ciudad, que
podemos adjudicar a la crisis agrícola, a la expulsión de población generada por la
contrarreforma agraria y a la venta de parcelas. Dicho cambio es visible en los
movimientos inter-censales de la población al distinguir rural de urbana (según
definición del INE) (Ver cuadro 17).
Cuadro 17
Población e índice de crecimiento Urbano rural 1960 -2002
Años
1960
1970
1982
1992
2002
Habitantes
Urbana
%
5,028,060
6,675,072
9,312,100
11,140,405
13,090,113
68.2
75.1
82.2
83.5
86.6
% Índice de
crecimiento88
Habitantes
Rural
%
100
133
185
222
260
2,346,055
2,209,696
2,017,636
2,207,996
2,026,322
31.8
24.9
17.8
16.5
13.4
% Índice de
crecimiento
100
94
86
94
86
Total
Habitantes
% Índice
año
1960=100
7,374,115
100
8,884,768
120
11,329,736
154
13,348,401
181
15,116,435
205
Fuente: Elaborado a partir de INE(2008)(Datos censales del INE (1960-2002)
En efecto, si bien no hay un cambio de tendencia, puede notarse un cambio sutil
pero claro en la intensidad de la misma tendencia luego del año 1970. En términos
absolutos, la población rural se reduce, es decir, el índice de crecimiento de la población
urbana supera al de la población total mientras que el la rural se torna inferior a 100,
perdiendo cada vez más importancia la población rural. Ello ocurre también entre 1960 y
1979, y luego entre 1982 y 2002, pero se intensifica entre 1970 y 1982. Esto es
adjudicable al proceso que hemos mencionado, y ello al margen de que en estos datos
aparece subvalorado el fenómeno, pues, debe considerarse que las migraciones
intermedias a aldeas y poblados rurales no son registradas como movimiento de la
población rural a zonas urbanas.
Entonces tenemos este 40% de pequeñas propiedades cuyas unidades domésticas
administradoras pasaron a ser unidades domésticas proletarias tipo I y II. Pero además
tenemos un grupo de explotaciones, que como destaca Foxley (1987) logaron
88
A partir del primera año registrado (1960).
83
modernizarse y participar de los mercados (principalmente locales). Sobre estas
explotaciones, diremos que son administradas por unidades domésticas que lograron
transformarse en unidades agropecuarias comerciales, es decir, transformarse en
pequeñas empresas capitalistas familiares o famers. Pero además queda un 30%
aproximado de explotaciones que no fueron vendidas (al menos en este periodo) ni se
modernizaron, lo que daría cuenta de que, probablemente, las unidades domésticas que
administran estas explotaciones, se refugiaron en una producción para el autoconsumo.
En un principio, dentro de este grupo, debieron primar las unidades productoras
agropecuarias campesinas, transformándose luego muchas de estas en unidades de otros
tipos, al crecer la demanda de trabajo rural durante el auge de las exportaciones, pero eso
es materia de un próximo apartado.
Lamentable, no tenemos datos claros que nos permitan conocer la composición
del ingreso de las unidades domésticas de este periodo.89 Sin embargo, se dispone de
algunos datos que permiten señalar, a grandes rasgos, la dirección de las tendencias en
las transformaciones al respecto en las unidades domésticas. Uno de ellos refiere al
empleo agropecuario, cuyas cifras decrecientes permiten señalar que no es posible que
el ingreso en salario de las unidades domésticas haya aumentado, al menos en forma
masiva. Pese al crecimiento del sector exportador, el Gráfico 16 nos revela que el
empleo en el sector agropecuario creció sólo hasta 1975, mostrando luego una clara
tendencia a la baja, tanto en términos del peso del sector en el empleo total, como en
términos absolutos, lo que es consistente con el comportamiento del empleo nacional en
el mismo periodo (ver Gráfico 17). Pese a que los economistas oficialistas señalaban por
esos años que el incremento de la desocupación se explicaba por el lado de la oferta de
trabajo (cambios demográficos y etarios de la población, e incluso de decisión de los
“individuos”), estudios estadísticos (Castañeda, 1983) demostraron que dicha hipótesis
no tenía asidero empírico y que dichas cifras podían explicarse mejor por el lado de la
demanda de trabajo.
Ello implica que aquel importante grupo de unidades domésticas vendió su
propiedad en este periodo (40%, aproximado), y no encontró luego una fuente de
ingresos que sustituyera la producción del predio. Como bien se señaló más atrás, se
89
Situación que verdaderamente no mejora demasiado para el presente.
84
transformaron en unidades proletarias de los tipos I y II, sin embargo, estas cifras
permiten señalar que, al menos aquellas que permanecieron ligadas a zonas rurales, no
pudieron proletarizarse por falta de demanda de trabajo, lo que implica que pasaron a ser
mayoritariamente unidades subproletarias (tipo II.ii) en una situación de pauperización
evidente. Ello se agrava si se considera lo señalado por la bibliografía respecto a que el
endeudamiento y las tasas de interés elevadísimas fueron causas frecuentes de la pérdida
de la propiedad.
Gráfico 16
Empleo agropecuario90 absoluto y relativo al empleo total
Fuente: Elaboración propia a partir de Riberos (1984) (Datos de INE y ODEPLAN)
El panorama de las unidades domésticas que luego de vender o perder su
explotación migraron a las ciudades, no es distinto, dado que el desempleo nacional se
mantuvo alto durante el periodo y, a momentos creciente, llegando a una cifra histórica
durante la crisis de 1982 (ver Gráfico 17). La hipótesis de que el alto desempleo urbano
se debía precisamente a la migración rural urbana –pese a tener detractores- no fue
descartada estadísticamente por ningún estudio, pero más allá de esto, la posibilidad de
aquellos migrantes –integrantes de unidades domésticas rurales expulsadas en este
proceso- de encontrar empleos urbanos, era de todas formas reducida en un contexto de
desempleo alto y creciente. Ello significa que posiblemente la transformación de
unidades domésticas rurales de distintos tipos en unidades domésticas proletarias
urbanas (tipo II.ii) subproletarias o pauperizadas también fue un fenómeno importante.
90
Incluye pesca
85
Gráfico 17
Tasa de desocupación nacional91
Fuente: Elaboración propia a partir de Osorio (1999) (Datos del INE)
Al terminar el periodo, la llamada crisis de la deuda golpeó a Chile luego del
periodo ultra-liberal, que había destruido buena parte del aparato productivo del país. La
desocupación en el agro aumentó en 6.86 puntos porcentuales, entre 1980 y 1983, lo que
no hace más que remarcar las tendencias antes señaladas (Gráfico 17 y 18). La crisis
redujo el consumo por habitante y también afectó a las unidades agropecuarias
comerciales, mientras las posibilidades de participación en el mercado se redujeron aún
más para las unidades agropecuarias refugiadas en el autoconsumo.
Gráfico 18
Tasas de desocupación de la agricultura 1980-1987
Fuente: Elaborado a partir de Gómez y Echenique (1988) (Datos de la Encuesta Nacional de
Ocupación y Desocupación, Dpto. de Economía U. de Chile, 1980 - 1987)
La pérdida de la tierra para muchas unidades domésticas, la consecuente
intensificación de la migración a ciudades y a poblados rurales, el refugio de una parte
de las unidades con acceso a tierra en la producción para el autoconsumo, acompañado
de un contexto de cesantía alta y creciente que limita las posibilidades de proletarización
de las unidades domésticas, son fenómenos que marcan este periodo para el
campesinado “histórico”. A fin de cuentas, al finalizar el periodo se cuenta con una gran
masa de unidades domésticas reproduciéndose de forma muy precaria, cuyos miembros
formarán un importante “ejercito industrial de reserva” no sólo dispuesto a vender su
91
Incluye programas especiales de empleo: Programa de Empleo Mínimo (PEM) y Programa Ocupacional
para Jefes de Hogar (POHJ).
86
fuerza de trabajo sino necesitado de una fuente viable de ingresos monetarios. El
contexto económico del periodo genera un cambio profundo en la estructura de la
producción y de la propiedad, y en esta nueva estructura, la pequeña agricultura familiar
carece de un espacio, lo que crea la necesidad de percibir salarios para las unidades
domésticas, es decir, habría una sobre oferta de trabajo, pero el contexto no crea
paralelamente la demanda, lo cual sucederá después de la crisis de 1982 -con fuerza
desde 1985, como se vio en el capitulo anterior- lo que generará nuevos procesos y
dinámicas en las unidades domésticas.
IV.2. Efectos del modelo agro-exportador sobre las unidades domésticas
relacionadas a los subsectores hortofrutícola y forestal.
Como pudo verse en el capítulo anterior, desde mediados de la década de 1980 el
sector silvoagropecuario aumentó su crecimiento –se modernizó- lo cual, en un país con
un mercado interno pequeño, pasó por el incremento sustantivo de las exportaciones (es
decir, por la desvinculación de la producción de la circulación) lo que configura el
llamado modelo agroexportador, donde la valorización de la producción del agro
nacional no depende del consumo interno, sino del mercado mundial.
Evidentemente, los efectos de la acción de este modelo son diferentes a los
efectos de los procesos movilizados por la política económica de la dictadura en el
periodo 1973 – 1983. Pese a que es evidente que este modelo se sirve de una política
particular, lo destacable en el periodo que él inaugura es el efecto de su acción sobre la
estructura de unidades domésticas que resultó de la etapa anterior, que es a lo que nos
abocaremos en las siguientes páginas.
IV.2.1. Transformaciones en las unidades y la producción doméstica tradicional.
El impacto de las nuevas industrias rurales sobre las actividades económicas
domésticas tradicionales92 que permanecieron luego de la etapa 1973-1983, no ha sido
menor. Durante el periodo que comienza en 1983, las condiciones del mercado para la
92
Por producción doméstica tradicional se hace referencia a una producción cuyas características
principales son: uso casi exclusivo de mano de obra familiar (generada mediante relaciones de producción
domésticas); escaso o nulo uso de capital y de innovación tecnológica; usualmente compuesta por
diferentes tipos de productos, agrícolas, pecuarios, artesanales, productos de recolección y caza silvestre,
etc.; destinada en forma mixta al autoconsumo y al mercado, pero escasamente orientada por este último.
87
producción doméstica tradicional continuaron deteriorándose.93 La finalidad frecuente
de este tipo de producción en el pasado fue, predominantemente, una combinación entre
el autoconsumo y los mercados urbanos, preferentemente locales. Sólo tres pueden haber
sido los destinos de esta producción tradicional doméstica en el nuevo escenario:
modernización, mantención o desaparición.
La recuperación de la economía nacional luego de 1983 y el dinamismo
mostrado por el sector durante las décadas siguientes, plantea nuevamente una
interrogante para esta etapa respecto de la eventual modernización de la producción
doméstica de las unidades que mantuvieron sus explotaciones luego del periodo del
liberalismo ortodoxo.
La modernización de la producción de las unidades domésticas, y su consecuente
transformación en empresas agrícolas productoras de mercancías, es el destino más
recalcado por la oficialidad y por algunos autores (Rojas, 1986), idea que llamaremos
“modernización desde abajo”. Si bien es innegable la existencia de este fenómeno, es
difícil plantear que fue el dominante o incluso que fue suficientemente importante como
para caracterizar la modernización del sector silvoagropecuario chileno.
Como se vio en el capítulo III, la concentración de tierras ha sido una tendencia
clara en fruticultura, y de manera mucho más importante en la silvicultura (rubros
dominantes de la agro-exportación), tendencia que no se ha modificado sustancialmente
desde fines de la década de 1970 al presente. Si la hipótesis de la modernización “desde
abajo” tuviera asidero y fuera posible señalar el proceso del agro chileno como generado
a partir de los pequeños productores, debiéramos esperar un aumento de la propiedad
mediana en desmedro de la pequeña en 199794, sin embargo, como se vio en el capitulo
anterior, lo que vemos es el constante incremento de la propiedad más grande, en
desmedro de la pequeña y la mediana. Además, la probabilidad de que un productor
exporte aumenta con el tamaño de la explotación, cuestión no menor en un país con un
mercado pequeño como es Chile, y que dificultaría el desarrollo de un modelo
93
Si bien desde la década de 1980 el arancel a productos agrícolas en chile subió, y el tipo de cambio
desalentó la importación e hizo más competitivos los productos agrícolas chilenos en el mercado
internacional, la apertura casi total (el shock) de la década anterior dejó en el mercado sólo a los
productores más eficientes, con mejores suelos y tecnología. Por ello, la producción doméstica tradicional
continuó no siendo competitiva luego del retorno de unas mejores condiciones comerciales.
94
Ello a falta de un censo agropecuario durante la década de 1980.
88
agroexportador “desde abajo”.95 Es por ello que puede señalarse que la modernización
de pequeños productores (de unidades domésticas y su producción) y su incorporación a
los subsectores dinámicos no puede haber sido un destino frecuente o masivo de la
producción doméstica del campesinado “histórico”.
Sin embargo, y como ya se ha señalado, ello no implica que la modernización no
haya sido una de las vías de transformación de las unidades domésticas durante el
periodo. En efecto, algunos estudios locales atestiguan la transformación de unidades
domésticas agropecuarias campesinas a unidades agropecuarias comerciales dentro de
este periodo, y la consecuente modernización de la producción doméstica de las mismas.
La transformación de estas unidades familiares en pequeñas o medianas empresas
agrícolas capitalistas se da en contextos y situaciones muy particulares. Una
investigación realizada en la comuna de Peumo, VI región (Del Canto, 1998
[tesis])
da
cuenta de este proceso de transformación en una muestra de hogares encuestados.96 Las
condiciones particulares en que se dio este proceso, en este caso, son: persistencia de
una estructura de la propiedad basada en pequeñas o medianas parcelas, una relativa
cercanía a centros urbanos y buenas vías de transporte a los mismos, y un rendimiento
agrícola del suelo superior al promedio para la realización de un determinado cultivo.97
Aún así, el mismo estudio muestra que en la mayoría de los hogares encuestados hubo
un aumento de la proletarización y una reducción de la producción doméstica entre los
años 1987 y 1996, y que de hecho, ese es el fenómeno dominante, lo que señala que el
destino mayoritario de la producción doméstica fue, o su desaparición, o el
autoconsumo, siendo la modernización de la producción o la transformación de las
95
Sin duda el mercado interno chileno permite el desarrollo de alguna agricultura comercial, sin embargo,
la pregunta por modernización del agro chileno es más amplia, pues supone un fenómeno masivo, y en
dicho caso, descontando la industria agroalimentaria exportadora, lo cierto es que el mercado interno
demanda una proporción menor de lo producido por el agro nacional.
96
Se trata de un estudio de cohorte que compara una investigación previa realizada por GIA en 1987, con
la aplicación de la misma encuesta y en la misma muestra que la utilizada en dicha investigación, pero en
1996. La muestra es representativa de la comuna en 1987.
97
En este caso, se trata usualmente de productores que no se vinculan a la agro-exportación sino a la
producción de hortalizas y alimentos para el mercado local, o a productores que venden su producción a
empresas que demandan insumos al agro, como las industrias avícolas y las elaboradoras de pellet
destinados a la alimentación animal.
89
unidades en agropecuarias comerciales una situación que acaeció sólo en un grupo
minoritario.98
A partir de los datos de CASEN 2009 para esta comuna,99 aparece claro el
carácter
agrícola de la misma, pero con un perfil muy definido hacia el trabajo
asalariado. En efecto, entre los ocupados,100 sumados patrones y empleadores y
trabajadores por cuenta propia, no llegan al 8%, lo que es un indicio de que la
modernización de la producción doméstica
no puede haber sido un fenómeno
medianamente extendido. La producción tradicional no se ha modernizado masivamente,
sino más bien ha desaparecido –al menos la visible mediante CASEN101- en favor de la
asalarización de los trabajadores de la unidad doméstica. Regresaremos sobre este caso
cuando tratemos el tema de la diferenciación.
Más allá del caso particular, existen antecedentes que permiten sostener que la
anterior situación es medianamente representativa de las comunas rurales que se
encuentran relativamente más próximas a las ciudades y bien conectadas con centro
urbanos, o que simplemente tienen una densidad poblacional más alta e indicadores de
“urbanidad” más altos. En ellas la producción tradicional parece haber disminuido en
mayor medida, siendo reemplazada como fuente de ingresos por el trabajo asalariado,
principalmente temporal. Esto es lo que indica la información recogida por CASEN
2009.
98
Otros estudios describen una clara modernización “desde arriba” en localidad próximas a ciudades. Un
estudio etnográfico sobre la localidad, Flor del Llano, de la comuna de San Clemente, VII región (Silva,
2007 [Tesis]) describe un proceso en el que empresas externas compran una parte o la totalidad de las
parcelas, generando predios medianos o grandes de producción frutal, por un lado, y zonas residenciales,
por otro.
99
Según datos de CASEN 2009 un 49.8% de la población ocupada de la comuna de Peumo tiene como
ocupación principal un trabajo en la rama “agricultura, caza y silvicultura” (38.5% en producción
agropecuaria, 10.9% en servicios agrícolas y 0.4% en silvicultura). El 37.7% del mismo total trabaja como
“mozo de labranza o peón agropecuario”. Del total de trabajadores en agricultura, caza y silvicultura, un
34.4% son trabajadores permanentes y un 57% son temporales (8.7% de ocasionales y temporales). Del
mismo total, un 6.3% es Patrón o empleador, un 1,6 es trabajador por cuenta propia, y el 90.6 es empleado
u obrero del sector privado.
100
Según el Ministerio de Desarrollo Social (propietario de CASEN) la definición de Ocupados es la
siguiente: “Personas de 15 años y más que durante la semana anterior a la realización de la encuesta
trabajaron a lo menos una hora: por un sueldo o salario, de forma independiente para obtener beneficios o
ganancia familiar (incluye a los familiares no remunerados), como aprendices o realizando una práctica; y
personas con empleo pero que, durante el período de referencia, estuvieron temporalmente ausentes de su
trabajo
por
licencia,
huelga,
enfermedad,
vacaciones
u
otra
razón.”
En:
http://www.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/casen/definiciones/empleo.html#3 (consulta 93/04/2012)
101
CASEN sólo se mide la producción doméstica comercializada (M’), y no la producción domestica
autoconsumida (A).
90
Para mostrarlo utilizaremos la clasificación realizada por Berdegué et al (2010)
respecto de las comunas rurales (ver Cuadro 18), estudio en el cual los autores generan
una tipología de comunas rurales, a partir de un indicador construido por ellos que
considera una serie de variables (demografía, accesibilidad, capital humano, servicios,
variables económicas; ver cuadro ANCIV- 1 en el anexo).
Cuadro 18
Tipología de comunas rurales según Berdegué et al (2010)
Grupo
1
N°
Comunas
80
%
Comunas
37.4
2
73
34.1
3
14
6.5
4
8
3.7
5
5
2.3
6
9
4.2
7
8
3.7
8
7
3.3
9
10
4.7
Total
214
100.0
Descripción
Comunas ilustrativas del grupo
Comunas fuertemente rurales con economía dependiente
de la agricultura.
Comunas silvoagropecuarias de ruralidad intermedia, con
moderada diversidad de actividades económicas.
Comunas
medianamente
rurales
con
economía
dependiente de la agricultura.
Comunas relativamente aisladas o remotas y muy rurales
según criterio de densidad poblacional.
Comunas de ruralidad y conectividad intermedias y de alta
afluencia turística.
Comunas de baja accesibilidad y densidad poblacional con
economía basada en el sector acuícola.
Comunas de elevada afluencia turística y baja ruralidad.
Punitaqui,
Paredones,
Marchihue,
Ercilla, Florida, San Nicolás.
Cauquenes,
Curacautín,
Tucapel,
Collipulli, San Esteban.
Santa María, San Vicente, Coltauco,
Villa Alegre, Maule.
Combarbalá, Salamanca, Chaitén,
Futaleufú, Antuco.
Castro, Los Vilos, Ancud, Pelluhue,
Pichilemu.
Curaco
de
Vélez,
Quinchao,
Puqueldón, Cochamó, Chonchi.
Puerto Varas, Pucón, Olmué, Villarrica,
Los Ángeles.
Las Cabras, San Clemente, Colbún,
Quillón, Pinto, Coihueco, Puyehue.
Calera de Tango, San Felipe, Quillota,
Calera, Talagante, Buin.
Comunas fuertemente rurales con economía diversificada
entre turismo y agricultura
Comunas más cercanas al polo urbano en el gradiente
urbano-rural
Fuente: Tomado de Berdegué et al (2010)
Seleccionamos en la base de datos de la encuesta CASEN 2009 las comunas del
grupo 9,102 que, según el Censo de Población y Vivienda de 2002 (INE), muestran una
mayor densidad poblacional entre las comunas definidas como rurales por Berdegué et
al (2010) (con una media de 313.8 h/km2).103 De este total, el porcentaje de la población
ocupada de la muestra que tiene por empleo principal un trabajo en la rama “agricultura,
caza y silvicultura” alcanza el 23.3%. Del total de trabajadores de la rama, tenemos que
sólo un 3.4% es empleador y que el 7.3% es trabajador por cuenta propia. El 86.7% de
este grupo es empleado u obrero del sector privado, y entre éstos, el 56.3% es temporero
102
Comunas de: Quillota, La Calera, San Felipe, Doñihue, Graneros, Olivar, Buin, Calera de Tango,
Talagante y El Monte.
103
La densidad poblacional es un criterio adecuado de selección de los grupos de comunas, dado que una
mayor densidad –a pesar de lo que señalan los “nuevos ruralistas”- continúa dando cuenta, o de una mayor
especialización del trabajo, y por tanto, de la existencia de mercados para productos agropecuarios, y (o)
de una estructura de la propiedad menos concentrada. Ambas situaciones influirían en que el destino
mayoritario de la producción doméstica sea uno u otro, según planteamos más arriba. Pero además, la
tipología de Berdegué et al (2010) incluye una serie de otras variables que asocian la ruralidad
demográfica con las actividades económicas e indicadores socioeconómicos. Estas variables se encuentran
generalmente muy correlacionadas entre sí. La clasificación nos resulta útil además, dado nuestro interés
con relacionar cuestiones económicas, políticas, sociales y culturales, como se intentará más adelante.
91
mientras un 36.8% es trabajador permanente. Del total de empleados y obreros privados,
sólo un 3.0% tiene un empleo secundario.
Seleccionamos el grupo siguiente en términos de densidad poblacional promedio
(67.2h/km2 –que es mucho menor-) dentro de la tipología de Berdegué et al (2010), en la
base de la encuesta CASEN 2009 (grupo 3104, comunas medianamente rurales con
economía dependiente de la agricultura). El porcentaje de la población ocupada de la
muestra que tiene por empleo principal un trabajo en la rama “agricultura, caza y
silvicultura” alcanza el 48.6%, más del doble del grupo 9. Del total de trabajadores
dentro de esta rama, tenemos que sólo un 4.4% es empleador y que el 6.6% es trabajador
por cuenta propia, mientras que el 88.7% de este grupo es empleado u obrero del sector
privado, y entre éstos, el 63.3% es temporero y el 31.8% trabajador permanente. Del
total de empleados y obreros privados, un 4.2 % tiene un empleo secundario. Es decir,
más allá de que la mayor proximidad urbana reduce en el grupo anterior la proporción de
ocupados que participa en la rama agricultura, caza y pesca, la distribución al interior de
la rama es casi idéntica, lo que señala que la estructura agraria es muy similar.
Estos datos señalan claramente que en las comunas más próximas al polo urbano,
las actividades agrícolas son controladas mayoritariamente por empresas agrícolas
capitalistas que utilizan mano de obra asalariada y mayoritariamente temporal, la cual,
casi en su totalidad se reproduce incorporando dicha fuente de ingreso en dinero.
No es difícil con esta información extrapolar qué es lo que ha sucedido con las
unidades domésticas y su producción tradicional en este contexto, en estos 2 grupos de
comunas. Sabemos, por aproximaciones hechas en el pasado105 que un 30% aproximado
de la fuerza de trabajo agrícola disponía de tierra para principios del periodo. Ello quiere
decir que del total de la fuerza de trabajo agrícola de esos años, el 30% provenía de
unidades domésticas con acceso a tierra y que por tanto –suponemos- generaba
producción domestica.
Tomando los hogares donde existe algún ocupado en la rama agricultura, caza y
silvicultura de CASEN 2009, de los grupos 9 y 3 de comunas rurales de Berdegué et al
104
Estas son: Rinconada, Llay Llay, Santa María, Codegua, Coltauco, Malloa, Peumo, Quinta de Tilcoco,
Requinoa, San Vicente, Chimbarongo, Nancagua, Villa Alegre.
105
A partir de estimaciones de Foxley (1987) y Chonchol, (1994) podemos señalar que cerca de la mitad
de la fuerza de trabajo agrícola dispuso de tierra a principios de la dictadura, y que un 40% de ellos la
había vendido a principios de la década de 1980.
92
(2010) podemos señalar que un 4% de ellos existe al menos un agricultor por cuenta
propia, es decir, se trata de unidades en las que es seguro que no desapareció la
producción domestica.106 Estas unidades representan además un 3.1% de todos los
hogares dentro de la muestra de comunas. Si consideramos que un 10.1% de los jefes de
hogar que trabajan en la rama agricultura, caza y silvicultura declara ser cuenta propista,
un 5.0% ser empleador, y un 83.5% obrero silvoagropecuario, podemos llamar la
atención respecto de que las unidades con producción doméstica –visible107- están
aportando una mayor proporción de trabajadores agropecuarios que no son el jefe de
hogar. En efecto, un 8.0% de los trabajadores agropecuarios de este grupo de comunas
proviene de hogares con al menos un agricultor cuentapropista, y un 3.9% de todos los
trabajadores del grupo de comunas, provienen de estos hogares. Esto señala una clara
vocación agrícola de los integrantes de unidades domésticas donde aún existe
producción agrícola independiente.
Esto quiere decir que, efectivamente, en las comunas más próximas a las
ciudades, el porcentaje de los trabajadores agrícolas que proviene de unidades
domésticas con producción doméstica, es menor que la estimación nacional hecha para
principios de la década de 1980. Si bien no podemos saber si dicha cifra era efectiva a
nivel de estas comunas en esos años, los datos de concentración de la tierra vistos
anteriormente –a nivel nacional- permiten interpretar una efectiva reducción del rol de la
producción doméstica –al menos de la visible por CASEN- para las familias que
componen la fuerza de trabajo agrícola108 en las zonas más próximas a las ciudades,109
106
La existencia de agricultores cuentapropistas indica la existencia de producción doméstica en la unidad
familiar. La categoría de cuentapropista es excluyente con la de empleador, por lo que se trata de una
producción familiar. Sin embargo, la inexistencia de un cuentapropista agrícola no significa
mecánicamente la inexistencia de producción doméstica, pues, ésta puede ser generada por los miembros
no ocupados de la unidad familiar (la pareja o hijos del(a) Jefe(a) de hogar) y no ser considerada como
ocupación por el ocupado, dado que no entrega recursos en dinero. Más adelante regresaremos sobre esto.
107
Que es la que detecta CASEN.
108
Fuerza de trabajo agrícola y ocupados agrícolas no son lo mismo, sin embargo, dada la alta demanda de
trabajo y escasez de mano de obra en la agricultura chilena desde hace varios años, se aproximan bastante
en la actualidad. Pese a ello, este cálculo no deja de pretenderse sólo como una estimación.
109
En algunas zonas turísticas, como por ejemplo la localidad de Colbún Alto, Colbún, VII región
(Barriga, 2006 [Tesis]) también se experimenta una disminución de la producción doméstica e incremento
de la asalarización, como en las comunas próximas a las ciudades. La demanda de trabajo desde la
industria turística y las actividades comerciales reemplazan a la antigua producción doméstica tradicional.
93
en las cuales, usualmente prima la fruticultura.110 Sin embargo, este 8% no es
despreciable, es decir, pese a que la producción doméstica pierde espacio en estas zonas,
existe una parte no menor de la fuerza de trabajo silvoagropecuaria que se reproduce
incorporando esta fuente de ingresos, aún en las zonas próximas a las ciudades.111
Ahora bien, la situación en las comunas más alejadas de las ciudades o con
menor densidad poblacional es diferente. Seleccionamos los grupos 1,112 4113 y 6114
(comunas fuertemente rurales con economía dependiente de la agricultura; comunas
relativamente aisladas o remotas y muy rurales según criterio de densidad poblacional; y
comunas de baja accesibilidad y densidad poblacional con economía basada en el sector
acuícola,) de Berdegué et al (2010), con densidades poblacionales promedio de 12.8, 4,6
y 6.4 h/km2, respectivamente, dentro de la muestra de la encuesta CASEN 2009. El
porcentaje de ocupados en la rama agricultura, caza y silvicultura es similar al del grupo
3, con 47.8%. Es decir, en promedio, estos grupos de comunas no son necesariamente
más silvoagropecuarias que las zonas silvoagropecuarias próximas a las ciudades o con
mayor densidad poblacional. Del total de trabajadores de la rama, tenemos que sólo un
2.2% es empleador –menos que en los grupos anteriores-, el 29.9% es trabajador por
cuenta propia, y el 65.4% de este grupo es empleado u obrero del sector privado, y entre
éstos, el 50.9% es temporero mientras un 40.4% es trabajador permanente. Del total de
empleados y obreros privados, sólo un 4.2% tiene un empleo secundario.
Varias de estas cifras son muy distintas a las de los grupos compuestos por
comunas más próximas al polo urbano. En las comunas más alejadas, la proporción de
110
Las zonas más pobladas de Chile son precisamente los valles interiores de la zona central, donde prima
la fruticultura. En efecto, la vocación de la mayoría de las comunas de este grupo es la fruticultura.
Regresaremos sobre esto más adelante.
111
A lo que debería sumarse la posibilidad de existir algún nivel de producción doméstica no detectado
por la encuesta.
112
Comunas de Canela, Punitaqui, Hijuelas, Panquehue, Pichidegua, La Estrella, Litueche, Marchihue,
Navidad, Paredones, Chépica, Lolol, Palmilla, Placilla, Pumanque, Curepto, Empedrado, Pelarco,
Pencahue, Río Claro, San Rafael, Chanco, Hualañé, Rauco, Romeral, Sagrada Familia, Teno, Vichuquén,
Longaví, Retiro, Yerbas Buenas, Florida, Contulmo, Tirúa, Negrete, Quilaco, Quilleco, Yumbel,
Cobquecura, El Carme, Ninhue, Ñiquén, Pemuco, Portezuelo, Ránquil, San Fabián, San Ignacio, San
Nicolás, Trehuaco, Carahue, Cunco, Curarrehue, Freire, Galvarino, Melipeuco, Perquenco, Saavedra,
Teodoro Schmidt, Toltén, Vilcún, Ercilla, Lonquimay, Los Sauces, Lumaco, Fresia, Los Muermos,
Maullín, Puerto Octay, Río Negro, San Pablo, María Pinto, Los Lagos, Máfil, Mariquina, Panguipulli,
Futrono, Lago Ranco, Río Bueno.
113
Comunas de: Illapel, Salamanca, Combarbalá, Petorca, Antuco, Quellón y Futaleufú.
114
Comunas de: Cochamó, Chonchi, Curaco de Vélez, Dalcahue, Queilén, Quemchi, Quimchao,
Hualaihué.
94
trabajadores silvoagropecuarios cuentapropistas se eleva sustantivamente. Las
actividades agrícolas controladas por empresas agrícolas capitalistas que utilizan mano
de obra asalariada disminuyen, y si bien en éstas sigue predominado el uso de mano de
obra temporal, la proporción se reduce con respecto a las más próximas a las ciudades.
Tomando los hogares donde existe algún ocupado en la rama agricultura, caza y
silvicultura de CASEN 2009, de los grupos 1, 4 y 6 de comunas rurales de Berdegué et
al (2010) podemos señalar que un 33.3% de ellos existe al menos un agricultor
cuentapropista. Estas unidades representan además un sorprendente 13.6% de todos los
hogares dentro de la muestra de comunas. Si consideramos además que un 35.5% de los
jefes de hogar que trabajan en la rama agricultura, caza y silvicultura declara ser
cuentapropista, un 2.7% ser empleador, y un 60.5% obrero silvoagropecuario, puede
señalarse la mayor importancia de los hogares con producción doméstica respecto al otro
grupo de comunas. En efecto, un 33.9% de los trabajadores agropecuarios de este grupo
de comunas proviene de hogares con al menos un agricultor cuentapropista, y un 19.3%
de todos los trabajadores del grupo de comunas, provienen de estos hogares.
Para este grupo de comunas menos próximas a las ciudades, el porcentaje de los
trabajadores agrícolas que proviene de unidades domésticas con producción doméstica
es mayor que la estimación nacional hecha para principios de la década de 1980. Si bien,
como en el otro grupo, tampoco podemos saber si dicha cifra era efectiva a nivel de estas
comunas en esos años, parece claro que en estas zonas la producción doméstica no ha
perdido importancia en términos de presencia, o bien, si lo ha hecho, aún se conserva en
una importante proporción de hogares y contribuye a la reproducción de una proporción
de los trabajadores, tanto silvoagropecuarios como de otras ramas.115
Por lo tanto, lo que podemos ver con estos datos es un claro patrón respecto a la
producción doméstica tradicional. La existencia de producción doméstica es mayor en
las comunas más alejadas de los centros urbanos, es decir, la mantención o desaparición
tiene un patrón geográfico, posiblemente relacionado a la existencia de los mercados
urbanos.116 También queda muy claro que la modernización de la producción doméstica
tradicional ha sido un destino escaso tanto en comunas alejadas como próximas en las
115
Y esto es más cierto si se considera la existencia de producción doméstica no visible en CASEN.
También hay un evidente rol de los subsectores que predominan en cada grupo, y el acceso a tierra de
las unidades, pero ello se verá más adelante.
116
95
ciudades, sin embargo, aunque el dato manejado es poco claro, puede señalarse que los
empleadores silvoagropecuarios son más en las zonas próximas a las ciudades que en las
alejadas, lo que pareciera concordar con las observaciones de modernización “desde
abajo” en zonas próximas a ciudades.
Al margen de lo anterior, de este subcapítulo debe destacarse un hecho clave. La
producción doméstica juega un rol en la reproducción de una nada despreciable
proporción de los trabajadores silvoagropecuarios y rurales en general. Si se juntan los
dos grupos de comunas, representan el 56% de las comunas rurales de Berdegué et al
(2010) y el 45% de todas las comunas de Chile.117 En este universo, un 28.7% de los
ocupados agrícolas proviene de hogares con al menos un trabajador agro-cuentapropista.
Un 15.4% de todos los ocupados de los dos grupos de comunas proviene de estos
hogares. Y el 10% de los hogares donde hay al menos un cuentapropista tiene uno o más
trabajadores de la rama en el sector privado.
Estos datos no se alejan mucho de las estimaciones hechas para principios de la
década de 1980, lo que nos señala que si bien la producción doméstica ha perdido
importancia, aún está presente en la reproducción de una alta proporción de trabajadores
rurales. Sin embargo, antes de apresurar una lectura de esta situación debe considerarse
que un fenómeno muy conocido de la moderna agricultura chilena, es la incorporación
de mujeres y jóvenes como temporeras y temporeros en la fruta, las flores, etc. Ello
supone un aumento de la fuerza de trabajo agrícola sin un aumento de la cantidad de
unidades domésticas, es decir, un aumento de los trabajadores por hogar, sin un
correlativo aumento poblacional. Por ello, si bien es efectivo que un porcentaje similar
de las fuerza de trabajo agrícola vive en unidades domésticas con acceso a la tierra, el
número de unidades con dicho recurso debe haber disminuido, lo que concuerda con los
datos de concentración de la tierra. Ello señala, en efecto, una disminución de la
importancia de la producción doméstica para el total de unidades domésticas.
En la actualidad, lo que se tiene es un sector productor moderno capitalista que se
relaciona con trabajadores asalariados proveniente de distintos tipos de unidades
domésticas, entre las cuales hay sectores tradicionales y otros completamente
proletarizados. Así, mantención y desaparición han sido los destinos probables
117
Además CASEN 2009 es representativa a por agregados comunales.
96
mayoritarios de la producción doméstica tradicional ante su relación con un sector
capitalista muy dinámico, donde predomina el mediano y sobre todo el gran capital y
cuya demanda de trabajo ha logrado reemplazar en proporciones variables el aporte de la
producción tradicional al interior de las unidades familiares.
IV.2.2. Indicios sobre los destinos de la producción doméstica subsistente.
Dadas las condiciones de los mercados de productos agropecuarios locales,
donde la producción del sector moderno corre con ventaja, cuando la producción
doméstica se ha mantenido, lo esperable es que haya sido relegada al autoconsumo o que
el aporte de su fracción comercializada sea muy pequeño. No contamos con datos que
nos permitan conocer a ciencia cierta cuál es el destino de la producción doméstica que
no ha desaparecido, sin embargo, algunas investigaciones locales pueden dar indicios de
éste.
Por ejemplo, en la localidad de Huelón118 (Cuevas, 2008 [tesis]) para poco
menos de una quinta parte de las familias de una muestra aleatoria encuestada en 2007,
la producción doméstica aporta cerca de la mitad del ingreso total anual y, para un 14%
de las familias representa más de un 60% -es decir el aporte mayoritario- aunque las que
perciben más de un 80% son pocas, es decir, para más de la cuarta parte de las unidades
de esa muestra, la producción doméstica es el principal aporte económico del hogar. Lo
que resulta llamativo es que sólo en las unidades donde no existen otros aportes en
dinero importantes (como subsidios o salarios temporales o permanentes) la
comercialización de la producción juega algún rol considerable, en todos los demás
casos, que son cerca del 90%, su destino es mayoritaria y casi exclusivamente el
autoconsumo.
Desconocemos cuán representativa puede ser esta localidad, sin embargo, nos
permite ilustrar el rol de la producción doméstica cuando ésta existe, y que su
relegamiento al autoconsumo se relaciona no sólo con la competitividad de los
productos, sino con la existencia de otras fuentes de ingreso.119 Regresaremos sobre esto
más adelante, cuando veamos la composición del ingreso de las unidades domésticas.
118
Comuna de Curepto VII región.
En la medida en que las encuestas y censos no distinguen entre producción doméstica comercializada y
producción doméstica autoconsumida, desconocemos si lo observado en Huelón es una regularidad o no.
119
97
Además del tipo de composición del ingreso familiar, entre las causas de la
reducción de la participación de la producción doméstica en el mercado, las
investigaciones locales mencionan -además de la menor productividad derivada del
menor uso de tecnología- a la relativa conglomeración de las explotaciones que generan
producción doméstica tradicional en suelos menos productivos, la competencia entre las
industrias exportadoras y las unidades domésticas por los recursos naturales, y el
deterioro ecológico producto de las faenas de las primeras, lo que en ocasiones ha
reducido el rendimiento de cultivos u otras actividades. Solo nos referiremos aquí a la
competencia por recursos naturales entre el sector tradicional y el moderno.
Algunas
empresas
frutícolas,
y
en
gran
proporción
las
forestales,
fundamentalmente aquellas que concentraron sus actividades en zonas en las que, antes
de la reforma agraria, existía ya una estructura de tenencia de la tierra caracterizada por
las pequeñas y medianas propiedades, ocuparon grandes extensiones de terreno que
anteriormente, pese a no haber estado cultivados, tenían importancia económica para las
economías de las unidades domésticas de estas zonas. Actividades de recolección o
forrajeo de animales, elaboración de carbón, entre otras, tuvieron variables niveles de
importancia para el ingreso de las unidades domésticas, y la utilización de estos suelos
por las empresas, sin duda limitó las posibilidades de la producción familiar en estos
territorios, reduciendo su ingreso total anual. Se trataba de superficies que, si bien no
eran propiedad de los pequeños y medianos productores, funcionaban como espacios de
“uso común”. Así lo registran dos casos analizados, por un lado, con la producción de
paltas (aguacates) en la localidad de La Cruz V región (Solar, 2009), donde los cerros
que alimentaban animales de gran número de unidades domésticas fueron plantados de
paltos y cercados, y por otro, con la producción forestal en la localidad de Huelón, VII
región (Cuevas, 2008
[Tesis]),
donde cerros con utilidad maderera (roble maulino120),
carbonera y forrajera, utilizados por las unidades, dieron paso a plantaciones de pino
insigne.
Precisamente por lo anterior, señalar como se ha hecho, que la fruticultura
(especialmente aquella desarrollada en laderas de cerros) constituye una ampliación de
Sin embargo, hay algunos indicios en las bases de datos que nos permiten aproximarnos, pero ello será
visto más adelante, cuando se analice la composición del ingreso de las unidades domésticas.
120
Nothofagus glauca.
98
la frontera agrícola en zonas sin uso económico previo, puede resultar precipitado, y así
lo hacen algunas investigaciones, como una que analiza el caso de la comuna de Petorca,
V región (Anabalón, 2006), pues el uso doméstico previo de dichos recursos con
frecuencia no se encuentra registrado ni está disponible como información para
investigaciones que no trabajen directamente en terreno con la población.
La aparición de las empresas productoras exportadoras –o sus proveedoresimplicó un proceso de apropiación de suelos de parte de las mismas, el cual, como vimos
en el capítulo III, se ve reflejado en las cifras. Mediante mecanismos como: la
privatización de grandes extensiones propiedad de Bienes Nacionales; la compra de
predios grandes y pequeños; e incluso la apropiación mediante mecanismos como
remates por créditos impagos de pequeños productores respaldados con su propiedad121
-situación constatada en el caso del valle de Huatulame (Calderón, 2009)-; el capital
silvo-agro-exportador se hizo de recursos que en la práctica eran de importancia para el
sostén de las economías domésticas locales. Más allá de las particularidades de los
casos, el efecto general en las unidades domésticas ha sido una disminución de las
posibilidades de seguir existiendo como economías en forma independiente a las nuevas
empresas exportadoras.
En síntesis, varios estudios locales observan una reducción de las capacidades de
autosuficiencia relativa y absoluta de las actividades tradicionales desarrollas por las
economías domésticas que no lograron modernizarse, casi eliminando la capacidad de
éstas de generar recursos en dinero (comercialización): relegándose sólo al autoconsumo
cuando no ha desaparecido a favor de un incremento de la asalarización de la unidad
doméstica.
IV.2.3. Diferenciación.
Pese a un punto de “partida heterogéneo”, como todo proceso de modernización
agrario, la diferenciación de clase sociales ha sido una dimensión clara del nuevo patrón
de reproducción del capital en Chile, adoptando, como veremos, formas particulares, que
suponen transformaciones en los tipos de unidades domésticas rurales.122
121
Varios de estos hechos –como vimos- son producto de la política de la etapa 1973 – 1983.
La diferenciación, entendida en los términos que en 1899 dio Lenin (1969) al concepto, es decir, un
proceso de disgregación de los pequeños agricultores en patrones y obreros agrícolas, diferenciándose en
122
99
Como pudo adelantarse en apartados anteriores, la heterogeneidad a este respecto
es evidente, pese a ello, los estudios de caso arrojan ciertas luces en lo relativo a algunas
regularidades destacables.
Básicamente se aprecian dos tipos de diferenciación: una “clásica” –producto de
la modernización “desde abajo”- y una “desde arriba”. La primera supone la
transformación de unidades domésticas agropecuarias campesinas en unidades
agropecuarias comerciales, como lo ejemplifica la ya citada investigación realizada en la
comuna de Peumo, VI región (Del Canto, 1998
[tesis]).
Se trata de un proceso de
modernización cuasi-ideal, donde los productores más eficientes logran permanecer en
el mercado, y proletarizan a las unidades que producen por debajo de la media social, y
crecen comprando sus superficies cultivables. Una situación similar a la descripta en un
clásico trabajo de 1915 por Lenin (1970) sobre Estados Unidos.
Sin embargo, esta transformación no está exenta de una variable histórica, la cual
no puede haber existido en los procesos de modernización agropecuarios que no
contaban con precedentes históricos, esta es, que las empresas capitalistas en el agro no
sólo surgen de las previamente existentes en el subsector (ya sean unidades domésticas,
haciendas, etc.) sino que también pueden llegar desde afuera e instalarse, generando el
segundo tipo de diferenciación, que es la que llamamos “desde arriba”, lo que
básicamente significa, que el capital se instala y transforma a las unidades domésticas,
convirtiéndolas en unidades proletarias (tipo I, II y III) y unidades semiproletarias,
dependiendo de la zona y de una serie de otras variables.123
Ahora bien, además de la diferenciación “desde arriba” y “desde abajo”,
podemos encontrar un tercer fenómeno que supone un cambio, pero que no responde
un grupo poseedor de los medios de producción y otro poseedor sólo de su trabajo, difícilmente tiene en
Chile como punto de partida una comuna campesina homogénea como la que observó este autor en la
Rusia de fines del siglo XIX, lo que es tan efectivo como que la hacienda no fue feudalismo, sino
capitalismo periférico empobrecido. Ello se debe, como ya lo analizamos en el capítulo II y III, a que
históricamente ni el capitalismo ni la diferenciación de las unidades domésticas en clase sociales distintas
son fenómenos nuevos en Chile.
123
El citado caso de Peumo, VI región (Del Canto, 1998 [tesis]), lo ilustra, pues, al margen de que algunas
unidades se modernizaron y se trasformaron en lo que Lenin denominaría como burguesía agraria, las que
no lo hicieron venden trabajo temporal a empresas de distintos orígenes, muchas de las cuales
corresponden a capitales que no surgieron en el agro, sino a capitales que vienen de otros sectores de la
economía, e incluso capitales transnacionales, como son las agroindustrias de selección y exportación de
fruta, con elevada presencia en Chile centro sur. Estas unidades fueron proletarizadas, pero no
necesariamente por sus pares modernizadas, sino por un capital externo a la –por llamarle de algún modo“original” –usualmente creada por la reforma agraria- “comunidad” local.
100
directamente a nuevo proceso de diferenciación, éste es, la modernización de la
diferenciación periférica precedente.
Si bien en la producción de la fruta la participación de capitales medianos no es
menor –como lo demuestra la presencia de explotaciones medianas, como se vio en el
capítulo III- lo que deja espacio a un proceso en el que la diferenciación -aunque sea de
manera restringida- haya operado de manera “clásica” y que algunos de los productores
provengan de unidades domésticas “modernizadas”, en el caso forestal la situación es
muy distinta.
Los estudios locales disponibles sobre zonas forestales muestran el siguiente
fenómeno: la dirección de la transformación de las unidades domésticas raramente ha
sido hacia una modernización productiva, sino hacia una proletarización con variables
niveles de parcialidad. En el caso de Huelón (Cuevas, 2008
[tesis]),
al menos hasta 2007,
de la muestra de unidades encuestadas, ninguna sufrió un cambio en ese sentido, sin
embargo, la existencia de “fundos” cercanos con actividades comerciales, es muy
sugerente. Ello ocurre en familias que, antes del auge agroexportador, y aún antes de la
aplicación de las reformas estructurales, contaban ya con recursos económicos y tierras
en cuantías que se alejan por mucho de la media local. En estos casos no hablamos de
una diferenciación de clases sociales que ocurra como efecto del proceso de
modernización motivado por el auge agroexportador, sino más bien al revés, de una
diferenciación de clases sociales preexistentes que se modernizó –reactualizó- con el
auge agroexportador. Existen indicios que permiten señalar que esto es así no sólo en el
subsector forestal, sino también en el frutícola y otros asociados a la agro-exportación.124
Los datos de CASEN 2009 a nivel nacional, indican que, dentro de los ocupados
silvoagropecuarios, sólo el 2.9% se declara empleador, el 26.2% como trabajador por
124
Un caso ilustrativo es el de El Huique, nombre que recibe la zona de la localidad de San José del
Carmen, comuna de Palmilla, VI región, conocida en el país y en la bibliografía por ser el llamado
“bastión de la oligarquía chilena” (Bengoa, 1990). Se trata de un caso extremo, una zona de producción
vitivinícola –ubicada en el valle de Colchagua- en donde casi la totalidad de los empleadores agrícolas
pertenecen a la misma aristocracia que recuperó parte importante de sus tierras con el proceso de
contrarreforma agraria, pero que luego instaló empresas agrícolas capitalistas modernas en lugar de
haciendas tradicionales. Un estudio local (Villaseca, 2011) realiza un pequeño catastro de los dueños de
las principales empresas de la zona, cuyo resultado da cuenta de que realmente la diferenciación en esta
zona no es un proceso nuevo sino simplemente modernizado, ello debido a que los dueños de las empresas
pertenecen todos a las familias oligarcas chilenas más tradicionales, apellidos que se repiten en el pasado
tanto en los hacendados como en los miembros de elite política desde el siglo XIX (Figueroa, 1928)
101
cuenta propia y el 68.3% como empleado u obrero silvoagropecuario (ver Gráfico 19).
Estas cifran varían muy poco en relación a 1990 (en menos de 2 puntos porcentuales
cada una, ver Gráfico 19), lo que, considerando un posible error muestral, no permite
señalar un verdadero cambio a este respecto. Ello quiere decir que el proceso de
diferenciación a nivel macro, ocurrió de manera general, antes de 1990 (Primer año de
aplicación de la encuesta CASEN).
Gráfico 19
Ocupación de los trabajadores silvoagropecuarios nacional CASEN 19902009
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 1990 y 2009
El grueso de la constitución del proceso de diferenciación acaecido en la década
de 1980, fue marcado entonces por el proceso de contrarreforma agraria y la
reconcentración de la propiedad del periodo 1973-1983, y luego por la penetración de
los capitales transnacionales y nacionales en lo que es más bien una modernización de la
vieja diferenciación y una re-diferenciación desde arriba.
La diferenciación desde abajo, de seguro existió, pero su cuantía ha de ser baja
en términos proporcionales.125 Los datos de CASEN 2009 –como se vio- muestran que
el fenómeno importante es la proletarización, la cual implica diferenciación. El
incremento de la asalarización de las unidades domésticas desde el auge exportador,
125
Los mismos datos usados anteriormente para sostener que la modernización de la producción
doméstica no fue un destino probable de la misma, sirven para sostener esta afirmación, y señalar a la
diferenciación desde arriba, y su consecuente proceso de proletarización, como el fenómeno dominante.
Estos procesos azotaron con mayor fuerza desde 1985, luego del repunte del sector silvoagropecuario, y
posiblemente ya habrían tenido como resultado una división de clases rurales similar a la actual en 1990
(lo que podría explicar la poca variación entre los años en el Gráfico 18).
102
unido a la reducción –a veces desaparición- de la producción doméstica tradicional y su
relegamiento al autoconsumo, junto a la concentración de las tierras, dan cuenta de un
proceso de diferenciación masivo, que puede mostrar diferentes caras dependiendo de la
composición de los ingresos de las unidades domésticas, con un patrón mayormente
proletario en las zonas con mayor densidad poblacional y más próximas al polo urbano,
y con una mayor persistencia de la producción doméstica en las zonas más alejadas.
Como veremos, los fenómenos asociados a estos dos polos (más poblado, menos
poblado) se relacionan con los subsectores que dominan: frutícola y forestal,
respectivamente.
IV.2.4. El patrón forestal y frutícola de unidades domésticas
IV.2.4.1. Forestal
Como ya se mencionó, en las zonas hoy forestales existió, de manera previa a la
reforma agraria, mayor acceso de pequeños productores a la tierra. Estas áreas,
mayoritariamente ubicadas en la corrillera de la costa y franjas cordilleranas de las zonas
Centro, Centro-Sur y Sur, son precisamente aquellas que la bibliografía señala como los
principales sectores de pequeña propiedad antes de la reforma agraria (Bengoa, 1983).126
De acuerdo a la tipología de CORFO (1998)127, aparte de los predios forestales, en estos
lugares existen, combinados, el grupo “Pequeño Productor sin Potencial Agropecuario”
en conjunto con “Pequeño Productor con Potencial Agropecuario”.
Algunas investigaciones locales (Cuevas, 2008
[Tesis]
y Delgado, 2009
[Tesis])
confirman que hasta la penetración de las empresas forestales, localidades ubicadas en
esas zonas se componían mayoritariamente de pequeños y medianos productores con
capacidad de comercializar una parte importante de su producción en los mercados
locales.128 Por tanto, debe destacarse el hecho de que, al ser vendidas las grandes
propiedades de estas zonas a las empresas forestales, y al ser privatizados los suelos
126
La producción forestal se ubica en suelos usualmente pobres para la producción agrícola, con pendiente
y con muy poco o sin acceso a regadío, usualmente en zonas montañosas.
127
Véase en el anexo cuadro ANCIV-2 en el anexo.
128
Para el caso de Huelón, Curepto, VII región, (Cuevas, 2008 [Tesis] ) puede señalarse que también
existían grandes haciendas como las de los vales interiores, pero al tratarse de suelos más pobres y existir
un mayor acceso de la población a la tierra, el “inquilinaje” tuvo una casi nula presencia, predominando la
mediería como relación productiva al interior de esas haciendas.
103
propiedad del Estado y entregados a las mismas, dichas empresas contaron con un
contingente de mano de obra que provenía de unidades domésticas con una relativa
capacidad de auto-sustentarse mediante su producción “tradicional”. Además, en la
medida en que el suelo fue medianamente barato y abundante en esas zonas durante el
periodo de expansión forestal, y que los sectores de pequeña propiedad han ocupado y
ocupan hasta ahora una fracción pequeña de la superficie forestal o forestable, no existió
una compra masiva de este tipo de propiedades, lo que permitió la coexistencia de
predios familiares pequeños y medianos y las mega-plantaciones forestales.129
Existe una tendencia de las unidades domésticas que administran estas pequeñas
propiedades,
a conservar una superficie de cultivos
domésticos
destinados
mayoritariamente al autoconsumo -pero también a mercados locales- la cual es mucho
mayor a la de los valles hortofrutícolas. La producción forestal exige un menor número
de trabajadores por hectárea que la agricultura, y menos que la fruticultura, que es más
intensiva en el uso de mano de obra.
Del total de comunas rurales según la definición de Berdegué et al (2010) (223
comunas) 33 comunas (14% de las rurales) tienen 10% o más de PEA forestal. Aún
siendo las más forestales, en ellas la PEA agrícola sigue siendo en promedio más
importante que la forestal (16.0% forestal, contra 20.7% agrícola).130 Estos datos
muestran que, en las comunas más forestales de Chile, la agricultura tiene aún una
importancia gravitante en términos de la población ocupada, en muchos casos mayor a la
actividad forestal. En efecto, en la muestra de CASEN 2009, dentro del grupo de
comunas con 10% o más de su PEA forestal, 131 el 18.8% del total de trabajadores de la
rama trabajan en la actividad forestal, mientras que el 59.5% en las agrícolas
(excluyendo pecuario, avícola, apícola, piscícola, etc.).
129
Como se verá más adelante, existió de todas formas un proceso de modificación de los patrones de
asentamiento de la población y venta de parcelas a empresas forestales, el cual no logró expulsar a la
población ni terminar con la pequeña propiedad.
130
Sólo en las 5 comunas con 20% o más de su PEA forestal (2.2% de las rurales de Berdegué et al 2010)
la agricultura tiene una PEA promedio más baja que la forestal (24.7% forestal, contra 18.6% agrícola) lo
que es igualmente alto para agricultura
131
Se seleccionó 34 comunas, estas son: Arauco, Cabrero, Cañete, Chanco, Coelemu, Coihueco,
Collipulli, Constitución, Contulmo, Curanilahue, Empedrado, Ercilla, Florida, Hualqui, Los Alamos, Los
Sauces, Lumaco, Melipeuco, Mulchén, Paredones, Pelluhue, Pemuco, Pencahue, Pichilemu, Purén,
Quilaco, Quilleco, Quirihue, Santa Juana, Tirua, Treguaco, Tucapel, Yumbel
104
En la muestra de CASEN 2009, el 9.3% de los hogares pertenece a las comunas
con PEA forestal mayor o igual al 10%. El 39% de los ocupados de estas comunas
trabaja en la rama agricultura, caza o silvicultura. De éstos, el 65.5% es empleado u
obrero del sector privado, el 30.0% es trabajador por cuenta propia y el 2.4% es
empleador. Del total de hogares que tienen al menos un agricultor cuentapropista, casi el
10% aporta al menos un trabajador asalariado al sector privado. Si se considera que el
59.0% de estos hogares tiene sólo un ocupado (el que declara ser cuentapropista) nos
queda que 21.0% de los hogares con agricultores cuentapropistas con más de un
ocupado aporta al menos un trabajador al sector privado.
Estos datos, en general, muestran gran similitud con sus equivalentes para el
grupo de comunas más alejadas del polo urbano, seleccionadas de la tipología de
Berdegué et al (2010), y esto se explica porque, salvo excepciones, la actividad forestal
se encuentra alejada de los centros de mayor población, y las plantaciones suponen una
baja densidad demográfica. Además los datos muestran que en las zonas forestales, si
bien no muy alto, existe un aporte de la producción doméstica contabilizada por
CASEN, a la reproducción de los trabajadores asalariados privados de la rama
agricultura, caza y silvicultura.132 Como ya se ha advertido anteriormente, tenemos
razones para creer que dicho aporte está subvalorado. A continuación se explica.
La experiencia en terreno muestra que, en términos estrictos, debe tenerse en
consideración que los datos de CASEN inducen a ciertas distorsiones. Tomaremos
nuevamente ejemplo de Huelón (Cuevas, 2008
[Tesis])
el cual permite ilustrar la
naturaleza de dicha distorsión. En dicha localidad, en 2007, el 89% de los hogares
encuestados tenía algún tipo de producción pecuaria, el 100% alguna producción
frutícola, el 92% producción hortícola, el 86% tiene producción avícola y el 73%
cultivos anuales. Sólo en un 3% de las unidades la producción doméstica no existe. Sin
embargo, al ser producción de escalas pequeñas, muchas de ellas están a cargo de
mujeres y menores de la familia, los cuales no aparecen como ocupados en CASEN. Los
hombres que tienen trabajos asalariados tienden a declarar éstos como ocupación y a
132
Lamentablemente no contamos con datos que permitan analizar la evolución de este aporte en el
tiempo, sin embargo, lo esperable es que en el pasado haya sido mucho más alto, puesto que en general en
estas zonas el trabajo asalariado crece sustancialmente con la aparición de las forestales, y paralelamente
baja la participación de la producción doméstica en el mercado.
105
ignorar la producción doméstica, en la que usualmente cooperan, dado que no produce
ingresos en dinero.133 El 32% de las unidades comercializa su producción doméstica.
Este porcentaje coincide con la proporción de trabajadores que se declaran como
agricultores cuentapropistas en las comunas con PEA forestal mayor o igual a 10%. Por
tanto, debemos esperar una mayor presencia de la producción doméstica que de
cuentapropistas silvoagropecuarios, al menos en lugares donde perdura una estructura
agraria con pequeña y sobre todo micro propiedad.
Tres investigaciones locales (Cuevas, 2008
[Tesis]
y Delgado, 2009
[Tesis]
y Serra,
2003 [Tesis]) muestran que la conservación del predio familiar y de la actividad forestal se
traducen en una estructura de economías domésticas donde la combinación de ingresos
derivados de la producción doméstica con el salario forestal se torna medianamente
frecuente.134 Lo que resulta destacable es una relación visible en el caso de Huelón
(Cuevas, 2008 [Tesis]) donde se observa que la comercialización de producción doméstica
existe sólo en unidades que no tienen otros ingresos en dinero. Esto se explica porque al
tener bajos rendimientos, la autoexplotación del trabajo familiar es muy alta a fin de
poder participar en un mercado tan competitivo, y se justifica sólo cuando no existe una
parte del ingreso en dinero, pero cuando ésta se compensa con otra fuente, dentro de las
reglas de este “juego” (Bourdieu y Wacquant, 1995), resulta menos “racional” producir
para el mercado, sólo complementando para el autoconsumo.
El hecho de que la falta de competitividad sea señalada como una constante en el
sector de pequeña propiedad del secano (CORFO, 1998), permite asumir que lo
observado en los estudios locales es medianamente común en las unidades domésticas
administradoras de pequeña propiedad en zonas forestales. Si además se considera como
probable que quienes declaran ser ocupados agrícolas cuentapropistas en CASEN son
sólo los que venden su producción, ello explica el hecho de que no sea muy alto el
número de trabajadores asalariados privados de la rama que habita en hogares agrícolascuentapropistas, lo que de ninguna manera implica que la producción doméstica y el
trabajo asalariado no se sumen en los ingresos familiares.
133
Este sesgo es característico de los análisis que no consideran el efecto de las relaciones productivas
domésticas en la unidad familiar.
134
Más adelante se analiza la forma precisa en que se compone en ingreso en estas localidades.
106
El hecho de que en las zonas forestales tienda a complementarse la venta de
trabajo y las actividades agropecuarias domésticas se relaciona, según indican los
estudios locales, con el ciclo y requerimientos de trabajo de la actividad forestal. Los
peak de demanda de trabajo se dan en las fases de plantación y explotación o tala, cada
10 o 20 años, dependiendo de la zona geográfica y uso de la madera. Ello supone que las
explotaciones forestales se alejan paulatinamente de las localidades, hasta que se
aproximan a otra localidad y reclutando allí los trabajadores, tardando más de una
década en redituarse el ciclo,135 lo que determina una menor oferta de puestos de trabajo
temporales y una mayor inseguridad del trabajador respecto de la posibilidad de ser
contratado en una explotación.136 Dicha situación ha obligado a las unidades domésticas
a conservar, a modo de “seguro de subsistencia”, su producción doméstica, y además
explica por qué la PEA agrícola de las comunas forestales, suele ser más alta que la PEA
forestal.
Pese a lo anterior, los estudios en terreno muestran cómo la migración de los
grupos etáreos más jóvenes determina un futuro donde la mano de obra para la
explotación forestal comenzará a escasear, lo que probablemente proletarizará en mayor
medida a las unidades domésticas que provean de trabajo a las forestales.
IV.2.4.2. Frutícola:
En el caso de la fruticultura, no disponemos de un dato que distinga la PEA
frutícola de la agrícola, por lo que la selección resulta más compleja. Sin embargo
sabemos que en las regiones IV, V, R.M., VI y VII dentro de la producción agrícola,
prima la producción frutícola (con porcentajes de la superficie agrícola en plantaciones
frutícolas por región: 48.8%, 62.1%, 78.6%, 36.2%, 21.1% respectivamente) si además
consideramos que la fruticultura es mucho mas intensiva en trabajo que los cultivos
anuales, es de esperar que una parte aún mayor de la PEA agrícola de estas regiones
trabaje en fruticultura. Seleccionaremos entonces las comunas con una PEA agrícola alta
135
Ello, refiriendo a la misma plantación, porque en una determinada localidad puede iniciarse antes otra
explotación que se le aproxime desde una dirección distinta.
136
Usualmente, las empresas forestales grandes utilizan empresas subcontratistas que les proveen de
servicios de mano de obra. Sin embargo, los estudios en terreno (Cuevas, 2008 [Tesis]) han mostrado que
empresas como CELCO suelen controlar a las subcontratistas, predefiniendo todas las dimensiones de su
operación y colocando agentes de inspección en todos los niveles del proceso de producción.
107
(superior a 30%) de dichas regiones, ubicadas en los valles de la depresión intermedia
(mayores productores frutales) descartando las comunas con grandes áreas de secano.137
En la muestra de CASEN 2009 el 13.4% de los hogares pertenece a estas
comunas con PEA agrícola sobre 30%, seleccionadas. El 50.5% de los ocupados trabaja
en la rama agricultura, caza o silvicultura. De éstos, el 85.5% es empleado u obrero del
sector privado y el 10.8% es trabajador por cuenta propia y el 3.1% es empleador. Del
total de hogares que tienen al menos un agricultor cuentapropista, el 19.1% aporta al
menos un trabajador asalariado al sector privado. Si se considera sólo los hogares que
tienen más de un ocupado (es decir, descartando el que declara ser cuentapropista),
35.7% de los hogares con agricultores cuentapropistas con más de un ocupado aporta al
menos un trabajador al sector privado.
Estos datos, en general, muestran gran similitud con sus equivalentes para el
grupo de comunas más próximas al polo urbano, seleccionadas de la tipología de
Berdegué et al (2010), y esto también se explica porque, la actividad agrícola industrial donde se encuentra la fruticultura- se halla usualmente menos alejada de centros de
mayor población, dado su demanda de trabajo. Lo que resulta sorprendente es que, pese
a que existe un menor número de ocupados en agricultura cuentapropistas, los hogares
en que ellos viven tienen una mayor tendencia a aportar trabajadores asalariados. Sin
embargo, en estas zonas de los valles interiores, la existencia de pequeña propiedad es
más restringida que en las zonas de secano, por lo que el acceso a tierra de las unidades
de las que provienen los trabajadores es mucho menor.138 Esto implica que, a diferencia
de lo observado para las comunas forestales, el aporte de la producción doméstica no
137
Se seleccionaron 49 comunas, estas son: Alhué, Cabildo, Calle Larga, Catemu, Chépica, Chimbarongo,
Codegua, Coinco, Colbún, Coltauco, Hijuelas, Hualañe, La Cruz, Las Cabras, Llayllay, Lolol, Longaví,
Malloa, Marchihue, Maule, Molina, Monte patria, Nancagua, Olivar, Paine, Palmilla, Panquehue, Pelarco,
Pencahue, Peralillo, Peumo, Pichidegua, Placilla, Pumanque, Punitaqui, Quinta de Tilcoco, Rauco,
Requínoa, Retiro, Rinconada, Río Claro, Romeral, Sagrada Familia, San Clemente, San Esteban, San
Rafael, San Vicente, Santa María, Teno.
138
El mayor precio del suelo y la alta demanda por el mismo en las zonas de los valles de la zona central
del Chile, donde predomina la fruticultura, ha determinado un panorama muy distinto al de las zonas del
secano costero forestal. El mercado de tierras ha sido más dinámico en estas zonas, lo que ha determinado
el hecho de que exista una menor proporción de unidades domésticas que conserven su propiedad. La
pequeña propiedad fue mayoritariamente creada por la reforma agraria en las zonas hoy frutales, y el
grueso de la venta de las parcelas asignadas ocurrió en las particulares condiciones del periodo 1973 1983, vistas anteriormente.
108
comercializada –que no genera recursos en dinero- no puede ser muy alto, aunque no por
ello inexistente.
La generalidad en las zonas ligadas a la fruticultura es la predominancia de
explotaciones grandes y medianas, altamente capitalizadas y competitivas. La mano de
obra, en su mayoría de carácter temporal, tiene un origen heterogéneo. Habita
mayoritariamente en villorrios agrícolas, sin acceso a suelo agrícola familiar, donde la
principal ocupación de la población es el trabajo temporal agrícola asalariado, o
provienen también de los sectores periféricos de las ciudades. El trabajo temporal en el
subsector frutícola es entonces provisto de forma dominante por unidades domésticas
completamente proletarizadas. No obstante lo anterior, dicha situación no es
completamente regular, puesto que existe también un movimiento constante de
población desde distintas zonas del país durante los momentos de peak de la demanda
de trabajo, hacia las zonas de producción frutícola. En dicho movimiento participan
personas cuya reproducción se da en el marco de unidades tanto proletarias como
semiproletarias.139
La posibilidad de mayor proletarización de las unidades domésticas vinculadas al
trabajo frutícola es permitida por dos características de este tipo de empleo. Primero que
todo, su disponibilidad es mayor y más segura durante una mayor cantidad de meses al
año, y segundo, demanda grandes volúmenes anuales de población, lo que ha generado
una escasez relativa del trabajo y ha subido el costo del trabajo para el capital en los
últimos años. Es por ello que logra atraer población de lugares más alejados.
IV.2.4.3. Comparación de las unidades domésticas de zonas forestales y frutícolas,
Lo que tenemos entonces hasta ahora es la configuración de dos patrones muy
diferenciados de unidades domésticas, uno asociado a las zonas forestales y otro
asociado a las zonas frutales.
139
A modo ilustrativo, puede citarse el caso de una localidad de la IV región (El Divisadero, Comuna de
Punitaqui), donde se realizó un estudio (Medina, 2006 [Tesis]) que aplicó una encuesta que mostró que
poco menos de la mitad de las familias tenía algún miembro que durante la temporada de cosecha se
trasladaba a regiones como la V y VI a trabajar como temporero. En el mismo estudio se establece que
dichas economías domésticas corresponderían a economías que, a grandes rasgos y a juicio de su autor,
coincidirían con la caracterización de una economía familiar campesina. De acuerdo a las categorías
utilizadas en el presente estudio, se trataría más bien de unidades semiproletarias.
109
El hecho de que en las zonas forestales se trata de suelos de secano y en las
frutales de suelos irrigados de valle, determina el acceso de las unidades domésticas al
recurso tierra, el que es mucho mayor en la zona forestal que en la frutal.
La demanda de distintas cantidades y tipos de trabajo asociadas a cada subsector
configura una distinta participación de los miembros del hogar en el trabajo asalariado.
Según datos de CASEN 2009, en las comunas fruticulturas, los ocupados promedio por
hogar son 1.33 personas, mientras que en las forestales 1.08 personas. En los hogares
con al menos un cuentapropista agrícola, en las comunas fruticulturas, los ocupados
promedio por hogar suben a 1.81 personas, mientras que en las forestales solo llega a
1.55 personas. En efecto, el 87.2% de los ocupados de la rama agricultura, caza y
silvicultura de las comunas frutícolas trabajan en agricultura (excluida producción
pecuaria, avícola, apícola, piscícola, forestal, caza, etc.) y el 0.7% como forestales, lo
que contrasta con el 59.5% de ocupados agrícolas y 18.8% de forestales en las comunas
forestales. Ello demuestra que en las zonas frutícolas, el trabajo agrícola es el más
demandante de trabajo, mientras que en las forestales, dicho subsector no alcanza a
superar la demanda de la agricultura.
En efecto, los datos de CASEN 2009 señalan que, al interior del hogar, en las
zonas forestales, predominan en mayor medida los ocupados agrícolas jefes de hogar
que en las zonas frutícolas. En las comunas forestales, el 60.2% de los ocupados de la
rama agricultura, caza y silvicultura es jefe de hogar, el 9.7% esposo(a) o pareja y el
22.5% es hijo de al menos uno de los dos. El 93.9% de esos jefes de hogar es hombre.
En las comunas frutícolas, el 51.3% de los ocupados de la rama agricultura, caza y
silvicultura es jefe de hogar, el 13.4% esposo(a) o pareja y el 27.3% es hijo de al menos
uno de los dos. El 93.9% de esos jefes de hogar es hombre.
Estos datos muestran que la fruticultura es capaz de canalizar el trabajo de mayor
cantidad de integrantes de la familia respecto de la actividad forestal, la cual está
usualmente reservada a hombres con fuerza –ni muy viejos ni muy jóvenes- capaces de
soportar el ritmo del trabajo forestal, el cual es conocido por su extrema dureza física.
Además, en las zonas forestales, la mujer tiende en mayor medida a desarrollar
actividades de reproducción de la unidad doméstica que no se expresan en dinero,
mientras que en la producción frutícola, las mujeres participan en mayor medida del
110
mercado laboral, el cual las demanda –en algunos casos de modo preferencial- para
distintas tareas.
En conclusión, la unidad doméstica de las zonas forestales tiende a ser una
unidad doméstica que incorpora en mayor medida en su reproducción el trabajo
doméstico, mientras que las unidades domésticas de las zonas frutícolas tienden a estar
mayormente proletarizadas.
IV.2.5 La composición del ingreso de las unidades domésticas y la reproducción de los
trabajadores rurales.
Realmente son muy pocas las fuentes que dan alguna luz respecto a la forma en
que las unidades domésticas componen su ingreso. No existe ninguna medición
nacional, y los datos a dicho nivel son incompletos, puesto que no se mide el ingreso no
monetario de las unidades domésticas. En este sentido, CASEN puede servirnos sólo de
aproximación.
Visto desde el ángulo de las unidades domésticas donde se reproducen los
trabajadores agropecuarios, todo parece indicar que al salario como la fuente
predominante, tanto en las zonas forestales como en las frutícolas, veamos por qué y las
diferencias.
A fin de ver el peso de los tipos de ingreso –clasificados en CASEN- sobre el
ingreso total, en el Cuadro 19 se exponen los porcentajes 140 promedio141 representados
por distintos tipos de ingresos registrados por CASEN 2009, comparando comunas
forestales y frutícolas.142 Veamos primero los ingresos al interior de cada grupo de
comunas, para luego compararlos.
140
Porcentajes que cada fuente de ingreso ocupa en relación al “ingreso total” de cada hogar, medido por
CASEN. Ello da cuenta de la importancia relativa de cada tipo de ingreso, en cada hogar.
141
Lo que se expone es la media de esos porcentajes , como indica la siguiente fórmula:
Ello da cuenta de la importancia relativa promedio de cada tipo de ingreso, en un grupo. (Ingreso total
medido por CASEN)
142
El “ingreso total” de CASEN (en adelante ITC) consiste en todos los ingresos percibidos por el hogar
en forma de dinero. Esto excluye la producción doméstica auto consumida (A), por lo que difiere de lo que
aquí consideramos como Ingreso Total de la unidad doméstica (ITUD). Esto quiere decir que: ITC+A=
ITUD. Sin embargo, recordemos que A no se encuentra medido, por lo que ITC es el total sobre el cual se
calculan los porcentajes, lo que no quiere decir que en la interpretación de estos datos se obvié la
existencia de A.
111
Como puede verse en el Cuadro 19, en los hogares con ocupados en la rama
agricultura, caza y silvicultura, en el grupo de comunas forestales, la ocupación
principal143 constituye la mayor fuente de ingresos en promedio por hogar. El ingreso
por otros empleos (agregados en el Ingreso del trabajo) añade cerca de un 14% en
promedio al ingreso total. Si se considera –como se vio en el anterior apartado- que en
este grupo el 65.5% de los ocupados trabaja como asalariado- ello otorga a los salarios
un claro mayor peso en el ingreso (ITC). Los subsidios suman un 11.4%, y la venta de
otros bienes y servicios (agregados en el Ingreso autónomo) -donde se ubicaría la
producción doméstica comercializada (M’)- sólo alrededor de un 5%, similar a los
alquileres.
Cuadro 19
Comparación de medias (zonas forestales y frutícolas) de los porcentajes
de cada tipo de ingreso en el ingreso total. (Hogares con al menos 1
ocupado en la rama agricultura, caza y silvicultura)
Tipo de Ingreso
% Ingreso Ocup.
i
Principal
% Ingreso del
ii
trabajo
% Ingreso en
iii
subsidios
% Ingreso total
iv
autónomo
% Ingreso
v
monetario
% Ingreso alquiler
vi
imputado
.
Zonas
Forestal
Fruticola
Forestal
Fruticola
Forestal
Fruticola
Forestal
Fruticola
Forestal
Fruticola
Forestal
Fruticola
Media* **
49.1304
60.1446
59.5843
67.3320
16.4818
10.6071
75.4108
82.9782
91.8926
93.5852
7.7031
6.2057
Desviación típ.
36.85736
34.89486
37.12873
35.03878
24.61313
19.55674
28.70385
23.05825
14.01250
11.50893
12.73980
10.68573
Error típ. de la
media
.45964
.35678
.46303
.35825
.30695
.19995
.35796
.23576
.17475
.11767
.15888
.10925
Diferencia de
medias* **
-11.01423
-7.74773
5.87476
-7.56742
-1.69265
1.49737
* Todas las diferencias de medias son significativas a nivel 0,05
** Todas las diferencias de medias son significativas a nivel 0,01
i.
ii.
iii.
iv.
v.
Ingreso en la ocupación declarada como principal
Ingreso en la ocupación declarada como principal y otras asalariadas.
Dineros aportados por el Estado.
Ingreso por salarios y ventas de productos y servicios.
Ingreso autónomo e ingresos por subsidios.
vi. ingresos producto de alquiler.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009
Continuando con el Cuadro 19, en el grupo de comunas frutícolas, la ocupación
principal igualmente constituye la mayor fuente de ingresos en promedio por hogar,
siendo sin embargo, más importante que en el grupo anterior. El ingreso del trabajo
143
Correspondiente a cualquier ocupación que los encuestados declararon con tal.
112
agrega cerca de un 7% en promedio al ingreso total, menos que en el grupo forestal, lo
que señala que la ocupación principal -85.5% asalariada- es más importante en el
ingreso. Los subsidios también son menores que en el caso forestal, siendo sólo del
7.4%, lo que habla de una mayor autosuficiencia de las unidades familiares. La venta de
otros bienes y servicios (agregados en el autoconsumo) supera levemente el porcentaje
del grupo anterior agregando más de 6%, mientras los alquileres se asemejan mucho al
otro grupo.144
En general, si consideramos los datos expuestos en el apartado anterior, que
señalan que los ingresos salariales de la rama pesan relativamente más en las comunas
frutícolas que en las forestales (85.5% versus 65.5%, respectivamente) podemos leer
estos datos de una manera muy clara: la fuente principal de ingresos –mayoritariamente
asalariada en ambos grupos- logra aportar al ingreso de las unidades domésticas una
parte mayor en las zonas frutícolas, es decir, el salario proveniente del puesto de empleo
disponible más frecuentemente (usualmente de temporero de la fruta) logra satisfacer un
mayor número de necesidades de la unidad, respecto del equivalente en las zonas
forestales (de obrero temporal forestal), siendo menos necesarias las demás fuentes de
ingreso. En efecto, los ingresos en dinero son mayores en zonas frutícolas (ver Cuadro
20 y 21). La cantidad mayor de agricultores cuentapropistas en las zonas forestales
también refuerza esta observación. Y, como se ha dicho más atrás, existe evidencia de
que esta situación es extensible a la producción doméstica “invisible” a la encuesta
CASEN: aquella que entrega recursos en especies (productos) y no necesariamente en
dinero.
Esta mayor centralidad del salario podría inducir a confusión, y hacer pensar en
pagos medianamente altos en las zonas frutícolas. Como se verá en el siguiente apartado,
estos ingresos familiares se consiguen sumando los salarios de varios miembros de la
unidad domestica, lo que antes de señalar salarios altos, señala que la demanda de
trabajo es alta y que el ingreso se consigue con un mayor volumen de trabajo de la
unidad doméstica. Si bien esto es efectivo en todas las zonas, lo es en mayor medida en
las comunas frutícolas. Regresaremos sobre esto.
144
Para consultar prueba T de diferencias de medias ver Cuadro ANCIV- 3 en el anexo
113
Cuadro 20
Ingreso promedio mensual de los hogares, pesos chilenos de 2009, zonas
frutícola y forestal145 (Comparación de medias y prueba T)
Zonas
Ingreso Total del Hogar
dimension1
Media
401239.78
465399.34
Forestal
Frutícola
Desviación típ.
755959.987
535988.142
Error típ. de la
media
9427.430
5480.119
Prueba T para la igualdad de medias
(Asumiendo)
Varianzas
iguales
No varianzas
iguales
F
7.677
t
-6.279
gl
15994
-5.884
10687.616
Error típ.
de la
diferencia
10218.510
Sig.
Diferencia de
(bilateral)
medias
.000
-64159.559
.000
-64159.559
10904.501
95% Intervalo de confianza
para la diferencia
Inferior
Superior
-84188.987
-44130.131
-85534.409
-42784.709
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009
En efecto, en el Cuadro 20, la media del ingreso total (ITC) mensual indica que
los ingresos en dinero del hogar son mayores en las zonas frutícolas que en las
forestales, y podemos ver (en la prueba T) que esa diferencia es significativa.
Cuadro 21
Ingreso mensual hogares, pesos chilenos de 2009, zonas
frutícola y forestal (Medidas tendencia central)
Zona
Media
Mediana
Moda
Desv. típ.
Asimetría
Error típ. de asimetría
Forestal
401239.78
279281.00
75000
755959.987
40.400
.031
Frutícola
465399.34
342207.00
75000
535988.142
7.408
.025
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009
En ambos grupos, sin embargo, la desviación típica es elevadísima, superando la
media, lo que señala la existencia de gran heterogeneidad en el grupo. En efecto, todas
las medidas de tendencia central indican que los ingresos totales en dinero del hogar
(ITC) son mayores en las zonas frutícolas que en las forestales. En ambos grupos, sin
embargo, la distribución es muy asimétrica, con una muy marcada tendencia a la
derecha, es decir, la mayor cantidad de hogares tiene ingresos inferiores a la media, lo
que queda muy claro al comparar la distancia entre la media, mediana y la moda.
Al margen de lo anterior, y como ya se ha señalado, estos ingresos representan
sólo aquellos expresados en dinero. No es posible conocer cuál es el aporte proporcional
145
Hogares con algún trabajador en la rama agricultura, caza y silvicultura
114
de la producción doméstica autoconsumida en las zonas forestales y frutícolas, sin
embargo, es posible hacernos una idea mediante estudios de caso. 146 El citado caso de la
localidad forestal de Huelón (Cuevas, 2008 [Tesis]) donde el estudio midió la composición
del ingreso de una muestra de unidades domésticas, asignando valores en precios locales
a los productos domésticos autoconsumidos por cada unidad, puede resultar
ilustrativo.147 El resultado mostró que, pese a que primaron las unidades de tipo
proletario (ver cuadro ANCIV-4 y ANCIV-5), el aporte de la producción doméstica es
importante en todas las categorías (ver Gráfico 20 y Cuadro 22).
Gráfico 20
Composición del ingreso
de lasdel
unidades
Composición
ingreso dedomésticas
las unidades de la localidad de
Huelón (Curepto, VII región)en 2007148
50
aporte
% de hogares de la muestra con el
60
40
Producción doméstica
30
Subsidios, pensiones,
jubilaciones.
Venta de trabajo
20
10
0
Sin
aporte
hasta
20% de
aporte
Más de
Más de
Más de
Más de
20%
40%
60%
80%
hasta de hasta de hasta de hasta de
40%
60%
80%
100%
Aporte al ingreso total
Fuente: Tomado Cuevas (2008 [Tesis])
De este caso podemos concluir que, cuando existe acceso a tierra, la producción
doméstica ocupa un variable rol en el ingreso, como se ha visto antes, dependiendo de la
importancia de las fuentes de ingreso en dinero, y de la calidad del recurso tierra. Lo
interesante de este caso es que permite ver que en una localidad inserta en la zona
forestal, donde a partir de cifras de CASEN 2009 la agricultura cuentapropista está
146
Un estudio en la comuna de Cobquecura (Delgado, 2009 [Tesis]) confirma que en zonas de actividad
forestal, se presenta un escenario donde predominan unidades domésticas que combinan producción
agrícola de subsistencia con venta de trabajo a empresas forestales, y donde la primera no deja de ser
importante, sin embargo, este estudio no muestra la proporción de cada tipo de ingreso.
147
Se intentó medir la totalidad de los ingresos de las familias a lo largo de un ciclo anual, a fin de ubicar
a las unidades en una tipología construida a partir de un continuum entre unidades campesinas y unidades
proletarias, pero que además considera elementos como destino de la producción y los subsidios (en el
cuadro ANCVI-2 en el anexo se expone dicha tipología).
148
Todas las barras de un mismo color suman 100%. En el eje horizontal, el porcentaje con el que aporta
cada tipo de fuente de ingreso (por colores), y en el eje vertical, porcentaje de hogares de la muestra.
115
presente en poco menos de una tercera parte de los hogares, la producción doméstica
está realmente presente en un 97% de los hogares, si se considera su rol en la
reproducción y no sólo si aporta o no recursos en dinero, y lo que resulta más importante
destacar aquí, además su peso en el ingreso no es menor en una buena parte de las
unidades domésticas que combinan producción doméstica y salario. Esto quiere decir
que ceteris paribus, de desaparecer la producción doméstica, estas unidades requerirían
un mayor ingreso de otras fuentes. Regresaremos sobre esto.
Cuadro 22
Porcentaje de participación de la producción doméstica
anual familiar
% de hogares de la muestra
Unidades en las que no existe el tipo de aporte
Unidades en las que el tipo de aporte constituye hasta un 10% del ingreso total anual
Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 10% hasta un 20% del ingreso total anual
Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 20% hasta un 30% del ingreso total anual
Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 30% hasta un 40% del ingreso total anual
Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 40% hasta un 50% del ingreso total anual
Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 50% hasta un 60% del ingreso total anual
Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 60% hasta un 70% del ingreso total anual
Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 70% hasta un 80% del ingreso total anual
Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 80% hasta un 90% del ingreso total anual
Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 90% hasta un 100% del ingreso total anual
Total
en el ingreso
Produc.
domestica
Subsidios,
jubilaciones
Venta
trabajo
3%
3%
16%
32%
14%
11%
8%
8%
3%
0%
3%
100%
11%
11%
8%
11%
11%
11%
8%
3%
19%
8%
0%
100%
54%
3%
0%
5%
8%
8%
0%
5%
8%
5%
3%
100%
Fuente: Elaborado a partir de Cuevas (2008 [Tesis])
Ciertamente no podemos asumir el caso de Huelón como representativo, y no
contamos con otros estudios que confirmen que se trata de una situación generalizada.
Pese a ello, el caso entrega indicios importantes, y junto a los demás datos, refuerza la
hipótesis de que la producción doméstica es mucho más importante en las zonas
forestales, donde el trabajo asalariado logra cubrir una menor proporción del ingreso
familiar. Mientras que en las zonas frutales, el menor acceso a tierra, limita esta
posibilidad.
Sin embargo, respecto del subsector frutícola, existen también elementos que nos
permitirían señalar que el aporte de la producción doméstica está subvalorado. Si bien es
cierto que las unidades domésticas que habitan en estas zonas tienen menor acceso a
tierra, no es menos cierto que los temporeros de la fruta no sólo vienen de hogares que
habitan en esas zonas. Los estudios de caso muestran cómo en lugares alejados de la
producción frutícola o con una estructura de tenencia de la tierra de micro-propiedad,
viven personas que trabajan en la temporada de dicho subsector. Ello se registró en caso
116
de Huelón (Castillo y Valdivia, 2011)149, en el de Llay-Llay, San Felipe, V región
(Arancibia, 2006
(Medina, 2006
[Tesis]),
[Tesis])
y en el de El Divisadero, Comuna de Punitaqui, IV región
donde los migrantes estacionales están presentes en casi la mitad
de los hogares. En 1986 (a inicios del auge exportador de la fruta) Gómez y Echenique
(1986) aplicaron una encuesta a una muestra de temporeros de la fruta de los valles de la
Zona Central (ver Cuadro 23). En sus resultados arrojó que un 12.9% provenía de áreas
urbanas, un 39.7% de pueblos y aldeas rurales (el origen más esperable). Sin embargo,
un 40% provenía de pequeñas propiedades con acceso a tierra. Si bien estos datos son
muy antiguos, dan cuenta de que en la temporada de la fruta han participado
contingentes de trabajadores no menores que provienen de hogares donde un aporte
significativo de la producción doméstica es probable. Lo esperable es que en la
actualidad dicha proporción disminuyera (aumento de la proletarización), sin embargo,
como ya se vio, los estudios de caso muestran que es un fenómeno que aún existe.
Cuadro 23
Sector de residencia habitual de temporeros
Tipo de sector
Agricultura Campesina
Pequeña Propiedad y minifundio
Área de reforma agraria
%
40.0
23.7
14.9
Agricultura empresarial
Fundos, Hijuelas y Huertos
7.0
7.0
Rural Urbanizado
39.7
39.7
Pueblo y aldeas
Urbano
12.9
Diversas ciudades
9.8
Valparaíso, Santiago
3.1
Fuente: Tomado de Gómez y Echenique (1986 b.) (Datos de encuesta directa de los autores)
Recapitulando, puede observarse que las características de la demanda de trabajo
rural se asocian a transformaciones variables en las unidades domésticas que proveen el
trabajo. A grandes rasgos, cada subsector exportador, aparece vinculado a
configuraciones distintas en la composición del ingreso de las unidades domésticas, lo
que permite asociar –de manera general y con una esperable variabilidad- tipos de
unidad doméstica a cada subsector. De tal forma, la industria forestal y la frutícola
149
En 2011, un equipo de GICSEC revisitó la localidad de Huelón (Curepto, VII región) a fin de
profundizar en otras dimensiones y en cambios acaecidos desde el estudio realizado en la misma localidad
en 2007. Si bien en este último año había personas que trabajaban en la temporada de la fruta en los valles
interiores, en 2011 el fenómeno aumentó sustancialmente, dada la instalación de la producción de
arándanos de exportación en los valles irrigados más próximos a la localidad.
117
marcan patrones disímiles respecto de la profundidad alcanzada por el proceso de
asalarización en las unidades domésticas. Esta es una importante regularidad observada.
Pareciera ser que, al requerir más trabajadores, y de manera más constante, el subsector
frutícola provoca una modernización más rápida que el subsector forestal, donde la
proletarización es menor, y los ingresos en dinero son menores.
Por lo tanto, tenemos dos configuraciones de unidades domésticas claras,
asociadas, por un lado, a distintos requerimientos de mano de obra de parte de las
industrias, y por otro, a distintos patrones históricos de asentamiento y acceso a medios
de producción (el recurso tierra).
Asociado a la producción frutícola vemos una predominancia de unidades
domésticas proletarias (tipos I, II y III) es decir, que componen su ingreso
mayoritariamente a partir de salarios. Evidentemente, existen excepciones y niveles,
puesto que los estudios registran variaciones en el tiempo y en las zonas geográficas, sin
embargo, se aprecia de manera muy clara, una asociación entre el subsector frutícola y
temporeros que pertenecen a unidades altamente proletarizadas y con menor producción
domestica.
Por otro lado, el subsector forestal se relaciona con unidades domésticas de tipo
próximo al semi-proletario (probablemente proletarias, pero con un aporte de producción
doméstica mayor al de las zonas frutícolas) es decir, cuyo ingreso proviene de una
combinación de salario, y un aporte importante de producción doméstica
auto-
consumida o comercializada. Más allá de estos dos polos, debe señalarse que el aporte
de la producción doméstica parece estar subestimando tanto en unidades perteneciente a
comunas forestales como pertenecientes a comunas frutícolas.
IV.3. Condiciones del trabajo asalariado silvoagropecuario.
En términos generales, caracterizan al trabajo silvoagropecuario en Chile: bajos
salarios de los trabajadores, alta presencia de empleos temporales y elevada demanda de
trabajo de parte de la producción de frutas, en determinados meses del año. Es decir, el
118
empleo, si bien temporal y mal pagado, no escasea en los momentos de peak de
demanda de trabajo.150
IV.3.1. Los ingresos salariales en los trabajadores asalariados individuales.
A nivel nacional, el ingreso promedio de los ocupados de la rama “agricultura,
caza y silvicultura” –de la ocupación principal- según CASEN 2009, es de $294,304
pesos chilenos de 2009, lo que en dólares estadounidenses correspondería
aproximadamente a $654.0 del primer trimestre de 2012. Sin embargo, pese a que dicha
cifra ya parece baja, debe considerarse que se ve muy distorsionada por una distribución
excesivamente asimétrica, con una clara tendencia a la derecha y una desviación
estándar que supera el valor de la media (Ver Cuadro 24). Ello significa que existen
datos atípicos que elevan esta media, y por tanto, que debemos pensar en el salario
mayoritario como menor a dicha cifra.
Cuadro 24
Ingreso promedio
Media
Mediana
Desv. típ.
trabajadores agropecuarios nacional
294303.87
Asimetría
13.613
198900.00
Error típ. de
.016
asimetría
487577.269
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009
En concordancia con lo anterior, el PNUD (2008) llama la atención respecto a
que la estructura socioeconómica del medio rural en Chile es diferente a la de las
grandes ciudades por su sobre concentración de población en los segmentos de bajos
ingresos y la menor presencia relativa de sectores medio-altos (ver Gráfico 21). Para
dicho organismo “Esta situación representaría el “techo” del Desarrollo Humano Rural.”
(PNUD, 2008:14)
150
Como lo destaca el PNUD para el mundo rural chileno: “De ese modo se configura un entorno que
efectivamente proporciona inéditas oportunidades de acceder a medios de vida sustentables; sin
embargo, el nivel general de ingresos al que se puede aspirar es limitado. En otras palabras, hay
trabajo para todos, pero no se gana mucho; se puede sobrevivir (y antiguamente hasta eso era dudoso),
pero no surgir.” (PNUD, 2008:14)
119
Gráfico 21
Distribución de la población por decil de ingreso per capita, según
definición de ruralidad del PNUD (2008)(% de población en cada
decil)
Fuente: PNUD (2008) datos de CASEN 2006
Pero, además del bajo salario, destaca la existencia de trabajo de temporada y de
informalidad en el trabajo agropecuario. Según datos de CASEN 2009, un 55.4% de los
trabajadores agropecuarios son peones agrícolas o forestales, y de éstos, un 60.4% son
temporeros y sólo un 29.7 permanentes. Un 34.7% de los trabajadores de la rama no
tiene contrato, mientras que dentro del grupo de los peones agrícolas y forestales la cifra
llega al 50%.
Por lo tanto, el empleo tanto en zonas rurales como frutícolas, se caracteriza por
condiciones laborales precarias y salarios bajos.
IV.3.2. Los salarios en los hogares.
La predominancia de salarios individuales bajos, y de temporalidad o
estacionalidad en la demanda de trabajo, determina una situación muy particular.
Cuadro 25
Ingresos medios peones forestales y agrícolas,
individual y en el hogar (pesos chilenos de 2009)
Media
Moda
Desv. típ.
Percentiles 25
50
75
Ingreso individual
208452.58
182325
194676.413
150764.50
182325.00
221000.00
Ingreso total en el Hogar
474570.70
182325
420997.789
248660.75
390556.00
579350.00
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009
Si se toma como universo a los peones agropecuarios y forestales, tenemos que el
salario promedio de los trabajadores individuales es 2.3 veces menor que el ingreso total
120
en dinero (ITC) de la unidad. Teniendo a la luz el bajo aporte de otras fuentes, este dato
señala claramente que los hogares suman más de un salario. (Ver Cuadro 25)
Como se vio en el apartado anterior, sobre composición del ingreso, en las zonas
frutícolas existe una mayor centralidad del salario en la composición del ingreso
familiar. Como puede advertirse en el Cuadro 26 ello no se debe a que el salario
promedio del peón sea más alto en el subsector frutícola que en el forestal, sino a que
existe una mayor cantidad de personas de la unidad doméstica que aportan un salario. En
efecto, el ingreso promedio en peones forestales es ligeramente más alto que en peones
frutícolas (Cuadro 26) sin embargo, como se puede ver en Cuadro 27, esa comparación
de medias no es significativa, como sí lo es la comparación entre los ingresos en los
hogares de esos mismos peones, donde el ingreso (ITC) promedio en los hogares de los
peones forestales es un 76.5% del ingreso (ITC) promedio en los hogares de los peones
frutícolas. (Ver Cuadro 27)
Cuadro 26
Ingresos medios peones forestales y agrícolas, individual y en el
hogar, comunas forestales y frutícolas(pesos chilenos de 2009)
peones
Media
Desviación típ.
Error típ. de la media
Ingreso
Peones forestales
214473.86
297904.364
13683.201
total
Peones agrícolas,
204991.07
131419.839
1853.744
comunas frutícolas
Ingreso
Peones forestales
371852.18
350717.202
15876.222
total en el
Peones agrícolas,
486092.00
352625.025
4934.353
Hogar
comunas frutícolas
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009
Así, el salario promedio de los hogares de los peones forestales es 1.7 veces el
ingreso promedio del peón individual, mientras que el salario promedio de los hogares
de los peones agrícolas de las zonas frutícolas es 2.4 veces el ingreso promedio del peón
individual del mismo grupo. De esto se concluye que hay menos perceptores de ingreso
en los hogares forestales y posiblemente mayor tasa de dependencia.
121
Cuadro 27
Pruebas Levene y T, comparación de medias ingresos peones forestales y
agrícolas, individual y en el hogar. (pesos chilenos de 2009)
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009
Podemos de lo anterior concluir que la mayor importancia del salario en las
zonas de la fruta se debe a la mayor demanda de trabajo, es decir a una más amplia
“oferta de empleo” y al mayor espectro de trabajadores que puede desempeñar el tipo de
labor. Los empleos frutícolas usualmente pueden ser ejecutados por mujeres y
adolescentes, mientras que el empleo forestal requiere de mayor fuerza física, por lo que
usualmente exige hombres dentro de cierto rango etario. Dada la mayor cantidad de
perceptores de ingresos monetarios en los hogares de los peones forestales, se puede
concluir que el mayor ingreso familiar en dinero de las unidades domésticas de las zonas
frutícolas se debe entonces a una mayor comercialización del trabajo de los
componentes de la unidad doméstica, posibilitado por las características de la demanda
de trabajo.
Las condiciones del trabajo –frutícola- determinan un panorama en donde se
torna significativo que un mayor número de integrantes del hogar ponga su trabajo a
disposición del mercado. Las características de cada subsector lo posibilitan de maneras
diferentes.
IV.3.3. Presencia del trabajo temporal y de contratos en comunas frutícolas y forestales.
En las comunas que seleccionamos como forestales, el 42.8% de los trabajadores
de la rama “agricultura, caza y silvicultura” son permanentes, mientras que el 54.2% son
temporeros. Mientras tanto, el 61. 1% de los trabajadores de la rama tiene contrato, y un
33.5% no tiene. Por su lado, en las comunas que seleccionamos como frutícolas, el
32.8% de los trabajadores de la rama son permanentes, mientras que el 65.6% son
122
temporeros. Mientras tanto, el 67.8% de los trabajadores de la rama tiene contrato, y un
27.2% no tiene. Respecto a esto, podemos señalar que en ambos grupos de comunas
predominan los trabajadores temporales, sin embargo, en comunas de orientación
frutícola el peso de éstos es mayor.
En las comunas forestales, por su parte, el 43. 1% de los temporeros tiene
contrato mientras el 53. 3% no lo tiene. Dentro de ese universo, sólo el 9.5% trabaja o a
plazo fijo, el 17.7% a plazo indefinido, mientras que un 69.6% trabaja por obra faena o
servicio. Por su parte, en las comunas frutícolas, el 57.4% de los temporeros tiene
contrato mientras el 36.5% no lo tiene. Dentro de ese universo, sólo el 8.8% trabaja o a
plazo fijo, el 17.5% a plazo indefinido, mientras que un 69.6% trabaja por obra faena o
servicio.
Llama la atención que las comunas forestales la existencia de contrato entre los
temporeros sea menor que las comunas frutícolas. Sin embargo, en ambos grupos bordea
la mitad, lo que señala una evidente situación de precariedad laboral dentro de este
grupo de trabajadores. El corto plazo de los empleos, también señala una evidente
inseguridad laboral.
Más allá de estos datos, debe señalarse que la presencia de contrato no asegura
una situación laboral menos insegura, puesto que éstos pueden realizarse por plazos
cortos y el sueldo mínimo.151
La predominancia de temporeros en las zonas frutícolas, donde cerca de la mitad
no tiene contrato, resulta consecuente con lo visto más arriba, respecto de una mayor
comercialización del trabajo familiar en estas zonas que en las forestales. A la distinta
demanda –en cantidad y tipo de trabajadores- de ambos subsectores, debe sumarse una
distinta estacionalidad del trabajo. Ello, como hemos visto, impacta en la proletarización
de las unidades, y también configura un escenario distinto para los trabajadores
temporeros.
151
“Los contratos que rigen este sistema de temporeros es sui generis, pues los nuevos obreros
tienen con la empresa una relación formal y legal, pero de carácter temporal y mediadas por un
tercero. No se elige el empleo de temporero, sino que se encuentra como única opción. A la inversa,
no se contrata por competencias, sino por disposición: es un trabajo no calificado. Por ello es tenido por un
trabajo de menor categoría social. Es la opción del sin opción…”(PNUD, 2008:14 &15)
123
IV.3.4. La temporalidad e inseguridad del trabajo como rasgo del sector.
Como bien lo señala Portilla (2000) la legislación implementada durante la
dictadura incide directamente en la disminución de la contratación permanente, el
aumento del trabajo temporal y la incorporación de las mujeres y niños a las distintas
faenas, muchas veces al margen de toda previsión social. Como en muchos otros
ámbitos del modelo, resulta igualmente obvio que lo que sucedió fue una adaptación de
las condiciones y normas del trabajo, a los intereses del capital, en desmedro de los
intereses del trabajador.
La presencia de altos contingentes de trabajadores temporales permite al capital
simplemente comprar el trabajo como un servicio ofrecido por un independiente en
condición de auto-reproducirse. Esta “modernización” del trabajo ha implicado no sólo
este aumento de la inseguridad laboral, sino además un cambio en las formas de pago. El
tradicional pago por día, presente desde antes de las reformas estructurales, ha sido
reemplazado por el pago por volumen de producto –principalmente en las cosechasdenominado “pago con incentivo” con el fin de aumentar el rendimiento –
autoexplotación- del trabajo (Vial, 1993
[Tesis]).
La subcontratación y la existencia de
empresas de prestación de servicios laborales también tuvieron notoria importancia,
sobretodo hasta antes de su mayor regulación en 2006.152
El punto de vista de los trabajadores es coincidente. A partir de una muestra de
entrevistas sobre una muestra de trabajadores temporeros de la VI región, un estudio
(Bernales, 2009 [Tesis]) 153 da cuenta de la percepción que tienen los propios temporeros
respecto de sus condiciones laborales, señalando que, “en
general
coinciden
en
considerar que el trabajo agrícola se caracteriza por las malas condiciones…”
(Bernales, 2009 [Tesis]: 28). Además, cuando los trabajadores describen su propia
posición frente a tales condiciones “…señalan que carecen de herramientas sólidas para
hacerles frente, evaluando que se encuentran en una situación de vulnerabilidad, (…)
152
Como lo han mostrado algunos estudios locales en el entorno agropecuario -Lolol, Colchagua VI
región(González, 2000 [Tesis]) la contratación de empresas proveedoras de servicios evitaba, por parte del
productor, vínculos laborales directos con los trabajadores. En la actualidad la ley regula esta
desvinculación, lo que provocó una importante disminución de la subcontratación. Sin embargo, varias
entrevistas realizadas en el contexto de estudios locales entregan importantes indicios respecto a que se
trata de una práctica más que común en tratos informales de trabajo. (Cuevas et al, 2010)
153
El estudio no presenta pruebas de ser representativo, sin embargo, resulta ilustrativo.
124
consideran que las condiciones en que se desarrolla su trabajo vienen dadas desde fuera
producto de decisiones de las que ellas(os) no participan…” (Bernales, 2009 [Tesis]:
29).
Las malas condiciones laborales se extienden a planos como la salud laboral,154 y
el cumplimiento efectivo de la legislación existente, ello pese a lo favorable que es ésta
para capital. En otras palabras, estas condiciones laborales del trabajador
silvoagropecuario han sido difíciles tanto a la luz de una regulación escasa –o más bien
desregulación- como a su sombra. Un estudio encuestó a trabajadores permanentes y
temporales de las comunas de Hijuelas, La Ligua, Limache y Quillota, las que albergan
el mayor número de trabajadores agrícolas de la V región (Saint-Jean, 2006 [Tesis]).155
En sus resultado se estima que la normativa no se cumple de igual forma en los
trabajadores de ambos tipos, puesto que en ese estudio un 96% de los trabajadores
permanentes de su muestra contó con contrato de trabajo, frente a un 51% en el caso de
temporeros, lo que señala que el grado de formalidad es mucho mayor en trabajadores
permanentes que en temporeros, lo que es extensivo a otros aspectos, entre otras cosas, a
los temporeros se les dificultan las posibilidades de integrar un sindicato y de participar
en reuniones de comité paritario. En otras palabras, el trabajo temporal -forma que se
torna como la de mayor importancia- no sólo es en sí más conveniente para el capital en
cumplimento de la legislación, sino se presta además para un mayor incumplimiento de
la misma.156
En general,
desde la implementación de las reformas estructurales, la
característica central del trabajo ha sido no sólo su rezago salarial, sino además la falta
de una estructura que otorgue seguridad y estabilidad a las unidades domésticas que
reciben los aportes salariales múltiples de sus miembros. Como lo dijera Bengoa, “El
temor hoy día en el campo (…)[es] el
enorme
154
vacío
que
ha
provocado
la
“Los trabajadores agrícolas y su salud laboral, recurrentemente aparecen entre las principales
enfermedades profesionales y accidentes laborales en la mayoría de los estudios registrados en la región
(VI, principal agroexportadora). Esto es producto del uso y abuso de productos fitosanitarios como:
pesticidas, abonos químicos, herbicidas y fungicidas utilizados en las labores propias de las agroindustria.”
(CONAMA, políticas regionales, 2002, citado en Saavedra, 2002 [Tesis])
155
El estudio es representativo de los trabajadores agropecuarios de esas comunas.
156
Como bien se señala en un estudio: “…para los empresarios las medidas de protección al empleo y
negociación, son factores de rigidez que detienen la modernización laboral lograda en el gobierno militar,
por lo que se oponen a las reformas laborales…” (Espinoza, 1995 [Tesis]: 7).
125
inseguridad
laboral,
producto
de mercados de mano de obra despiadados y no
regulados” (Bengoa, 2003: 68). El trabajo temporal supone “…poblaciones que cifran
su reproducción en la suerte de obtener trabajo en los momentos de las cosechas, y
deben esperar el resto del tiempo
en condiciones de cesantía el inicio del nuevo
periodo” (Bengoa, 2003: 82 - 83).
IV.4. Recapitulación.
En términos muy generales podemos recapitular lo siguiente:
 El primer periodo de aplicación del neoliberalismo tuvo como consecuencia una
profunda crisis el sector silvoagropecuario, que derivó un proceso de subproletarización, concentró la propiedad, y generó un “ejército industrial de
reserva”. El contexto económico del periodo 1973 – 1983 genera un cambio
profundo en la estructura de la producción y de la propiedad, y en esta nueva
estructura, la pequeña agricultura familiar carece de un espacio, lo que crea la
necesidad de ingresos mediante salarios para las unidades domésticas (para las
que conservan y las que no conservan acceso a tierra).
 El auge agroexportador se acompaña con un nuevo proceso de modernización de
la agricultura, marcado por una modernización “desde arriba”. La modernización
desde abajo parece haber ocurrido con mayor frecuencia en las zonas más
próximas a las ciudades, pero el grueso de la agro-exportación quedó en manos
de grandes y medianos capitales. La necesidad de ingresos en dinero generada
por el proceso del periodo1973 -1983 proveerá de trabajo abundante y barato.
Ello implica una mayor proletarización y una menor importancia de la
producción doméstica.
 A partir de algunos estudios locales se puede señalar una reducción de las
capacidades de autosuficiencia relativa y absoluta de las actividades domésticas
tradicionales desarrollas por las economías familiares que no lograron
modernizarse, casi eliminando la capacidad de éstas de generar recursos en
dinero (comercialización): relegándose sólo al autoconsumo -cuando no han
desaparecido- a favor de un incremento de la asalarización de la unidad
doméstica.
126
 Como con la modernización, la diferenciación “desde arriba” ha sido más
frecuente que la “desde abajo”. A su vez, es usual que no se trate de una
diferenciación que ocurra como efecto del proceso de modernización motivado
por el auge agroexportador, sino más bien al revés, de una diferenciación de
clases sociales preexistentes que se modernizó –reactualizó- con el auge
agroexportador.
 Las unidades domésticas de las zonas forestales tienden a incorporar en mayor
medida en su reproducción el trabajo doméstico, mientras que las unidades
domésticas de las zonas frutícolas tienden a estar mayormente proletarizadas.
 La fuente principal de ingresos –el salario- logra aportar una parte mayor al
ingreso de las unidades domésticas en las zonas frutales que en la forestales, es
decir, el empleo disponible más frecuentemente (temporero de la fruta) logra
satisfacer un mayor número de necesidades de la unidad, respecto del
equivalente en las zonas forestales (obrero temporal forestal), siendo menos
necesarias las demás fuentes de ingreso.
 La mayor centralidad del salario en las unidades de las zonas frutícolas respecto
de la forestales, no se debe a salarios más altos, pues, los mayores ingresos
familiares se consiguen sumando los salarios de varios miembros de la unidad
domestica. Esto, antes de señalar salarios altos, señala que la demanda de trabajo
es mayor y más variada en las zonas frutícolas y que el ingreso se consigue con
un mayor volumen de trabajo de la unidad doméstica.
En el próximo capítulo intentaremos relacionar todos estos fenómenos en un
intento de explicación integrado del último proceso de modernización del agro chileno.
127
Capítulo V
Análisis general y comentarios finales.
El objetivo del presente capítulo es articular y analizar a la luz de nuestro
esquema teórico, la información que se ha expuesto hasta acá, ello con el objeto de
responder de manera explícita las interrogantes levantadas en la introducción de la tesis,
para así contrastar las hipótesis planteadas. Primero, haremos un balance del efecto de
las políticas neoliberales sobre el sector, el campesinado histórico y la creación del
modelo agroexportador. Luego nos centraremos en orientar el análisis a la confirmación
de las dos hipótesis planteadas en un principio, explicitando cuáles de los resultados
obtenidos en los capítulos anteriores permiten sostener que el nuevo modelo ha
profundizado la dependencia del campesinado “histórico” obligado a vender, cada vez
en mayor proporción, su fuerza del trabajo a un valor inferior a su costo de
reproducción. Finalmente, dirigimos el análisis a mostrar –de manera no definitiva- que
las “relaciones productivas domésticas”, y la lógica doméstica de redistribución del
ingreso, facilitan la extracción de plusvalía absoluta, y, con ello, la superexplotación del
trabajo, distinguiendo los mecanismos que operan en ello en distintos sectores y en
comparación con la ISI.
V.1. Las grandes transformaciones en el sector silvoagropecuario y en el
campesinado “histórico” a partir de las políticas neoliberales: una propuesta
explicativa.
A la hora de realizar un balance respecto a las más importantes transformaciones
sufridas por el campesinado “histórico” y el sector silvoagropecuario, en términos
generales, distinguiremos los efectos de la política general de la sectorial.157 Con
respecto a la política general, diferenciamos, primero, un efecto negativo sobre el sector
en su conjunto en el corto plazo (periodo 1973 – 1983), segundo, un efecto de
reconfiguración, a largo plazo, de los roles de los actores productivos en el sector –
donde el rol del campesinado “histórico” cambia- relacionado principalmente con el
esquema de precios agrícolas derivado de la nueva política. Con respecto a la política
157
Se trata de una distinción con fines analíticos y que simplifica, puesto que en la realidad todos los
efectos se combinaron de manera compleja. Sin embargo, resulta últil, a fin de comprender el proceso,
proponer un orden de los efectos más directos.
128
sectorial, destacaremos un efecto directo de reestructuración –que se suma al de los
precios- que transforma la estructura de la propiedad, genera reconcentración de la
misma, disciplina al trabajo y favorece principalmente al gran y mediano capital. Como
hemos visto, todos estos efectos conformarán un modelo agroexportador que impacta de
distintas maneras sobre el
campesinado “histórico”, que se reconfigura directa e
indirectamente a partir de estas transformaciones.
Así, como se vio en el apartado IV.1, la política general del periodo 1973 - 1983
fue perjudicial para el agro como conjunto, o para casi todos los actores y subsectores,
pues, si bien quienes luego se transformarían en principales exportadores no
retrocedieron fuertemente –fruticultura y silvicultura- tampoco se beneficiaron de la
política macro –aranceles, tipo de cambio, sistema crediticio, etc.- pese a que sí lo
hicieron de la política sectorial. La tasa de expansión de la producción agrícola entre
1974 y 1982 apenas iguala la tasa histórica entre 1930 y 1970, y es menor que la mitad
de la alcanzada entre 1965 y 1970. En general, la bibliografía es enfática en destacar que
las políticas liberales extremas del periodo experimental 1973-1983 redujeron los
precios agrícolas a tal nivel, que buena parte de los productores internos –pequeños,
medianos y grandes- quedaron fuera del mercado (Gómez y Echenique, 1988; Chonchol,
1994; Foxley, 1987; Santana, 2006). Sin embargo, lo que más nos interesa relevar aquí,
es que las mismas políticas que generaron un efecto negativo en el corto plazo, en el
largo ejercieron una función de reconfiguración del sector, y muy particularmente en el
cambio de la función del campesinado “histórico” para el modelo. Como se ha señalado,
uno de los ejes fundamentales del cambio en el campesinado “histórico” tiene que ver
con la reducción de la capacidad de la producción doméstica de participar en el mercado.
Esto remite a un problema que hasta aquí sólo hemos tocado tangencialmente, éste es, el
de los precios agrícolas,158 los cuales se relacionan directamente con la política general
que se aplica en el periodo 1973 – 1983.
El esquema de precios agrícolas que resulta de la política general –arancel 10%
parejo, apreciación de la moneda nacional y cambio fijo, alza de la tasa de interés,
principalmente- deja fuera del mercado de productos agrícolas –junto a otros tipos de
158
Dicho punto ha sido también considerado clave por parte de la bibliografía que ha intentado explicar la
marginación del “campesinado” en el contexto latinoamericano contemporáneo, con particular énfasis en
México (Rubio, 2001 y 2002; Bartra, 2006; Boltvinik, 2012; entre otros)
129
producción- a la producción doméstica, la cual, si bien tiende a auto-explotarse, termina
por refugiarse en el autoconsumo. La clásica “doble articulación” -mercantil y laboraldel campesinado con el capital señalada por algunos autores (Bartra, 2006) comienza a
perder fuerza en el caso chileno desde el periodo 1973 -1983. En efecto, la producción
mercantil doméstica no fue de mayor interés para el modelo económico neoliberal, al
menos de manera directa –circulando- dado que la extrema apertura la hizo sumamente
reemplazable por importaciones, que son -por variadas razones- mucho más baratas.159
Desde el punto de vista del modelo neoliberal, si la producción mercantil doméstica no
representaba “ventajas comparativas”, debía entonces ser reemplazada por aquella que sí
las tenía.
Los precios agropecuarios del periodo 1973 - 1983 movilizaron dos importantes
fenómenos que fueron centrales para la formación del modelo agroexportador, por un
lado, -y junto a otras circunstancias, relacionadas con la política sectorial- coadyuvaron
en la pérdida de tierras de un 40% aproximado de los propietarios, y por otro, redujeron
a la producción doméstica de muchos otros al autoconsumo. En otras palabras, es muy
probable que el esquema de precios al productor derivado de la política ultra-liberal
privara de medios de producción y subsistencia a una parte del campesinado “histórico”
que los tenía, e impidiera a otro utilizar su producción para intercambiar con el resto de
la sociedad todo aquello que la unidad doméstica no produce, volviendo no redituable el
ciclo productivo mercantil. Una interpretación posible de esta situación160 es que los
precios impidieron transformar la mercancía producida por la unidad doméstica (M’) en
una cantidad suficiente de dinero (D) para conseguir otra mercancía (M) equivalente, es
decir, independientemente de si comenzase el ciclo en la mercancía (producción
mercantil simple (M’DM) o en una unidad de capital (DM’D’) el proceso se hizo
irreproducible para muchos, quebrando los capitalista (DM’D’) y auto-explotándose o
refugiándose en el autoconsumo los menos capitalistas (M’DM). Esto, como es lógico,
159
Existe un sector que produce para el mercado interno, regresaremos sobre esta consideración más
adelante.
160
La eliminación de gran cantidad de productores en este contexto -entre estos, los domésticos- es un
hecho muy bien establecido por la bibliografía y visible en los datos expuestos en el apartado IV.1. Lo que
no podemos establecer de manera fehaciente es la explicación que aquí damos al fenómeno, puesto que
ello requeriría de analizar los precios de los principales productos y los costos de los distintos tipos de
unidades en el periodo, lo que de por sí ameritaría una investigación independiente.
130
aumenta en las unidades domésticas el requerimiento sobre otra fuente de ingresos, ésta
es, el salario o mercancía trabajo (MT).
El esquema de precios del periodo 1973 - 1983, al reducir la cantidad de
productores que participaron del mercado, creó la oferta de trabajo para el modelo
agroexportador. Ello, probablemente debido a que volvió inviable la producción
mercantil de muchos, a la miseria que ello creó, y a la escases de otras fuentes de empleo
debido a la crisis agrícola y de toda la economía. Además, y como otra consecuencia,
echó a andar el proceso de reconcentración de la propiedad. Estos dos elementos fueron,
entre otros, requisitos clave para el modelo agroexportador.
El mismo contexto –necesidad del salario y escasez de empleo- otorgó las otras
características clave al mercado de trabajo silvoagropecuario: un salario bajo y
condiciones de trabajo sumamente “flexibles” –trabajo temporal- permitidas por una
legislación pro-capital. Esta situación operó como una especie de “subsidio original”
para los productores exportadores, dado que redujo sus costos de mano de obra.161
De esta manera, el efecto central de la caída de los precios agropecuarios desde el
periodo 1973 – 1983, no fue el contar con los productos directos del campesinado
“histórico” a precio subvalorado –ello corresponde mejor a otros modelos de explotación
del trabajo “campesino”- sino otro mucho más complejo: reducir el salario
silvoagropecuario. Si bien la producción doméstica dejó de circular paulatinamente, y en
ese proceso las unidades menos competitivas debieron sobre-explotarse, el fenómeno
central del proceso no es esta auto-explotación, sino la eliminación de los productores
menos competitivos del mercado. Los habitantes de las unidades domésticas que salían
del mercado, se transformaron en la mano de obra de las empresas que sí eran
competitivas, en un contexto de cesantía y pobreza. 162 Por lo tanto, a nivel estructural,
161
Es bien sabido que “echar a andar” una industria es más difícil que mantenerla funcionado –la ISI
partía de ese supuesto- y que el apoyo en el comienzo puede ser clave para enfrentar a los competidores
consolidados. En Chile, el apoyo a la industria de la agro-exportación no sólo se dio de manera directa por
parte del Estado durante la ISI y luego durante la dictadura militar –como se señaló anteriormente-, sino
también el capital contó –como veremos- con una especie de “subsidio” otorgado por las relaciones
productivas domésticas y por la sub-proletarización que creó la política de la dictadura.
162
Además de los datos de cesantía para el periodo expuestos en el apartado IV.1 (Gráficos 16 y 17) debe
señalarse que la pobreza rural y urbana se duplicó, al punto de que tomó cerca de 30 años al país borrar los
efectos de la crisis de 1982 y el impacto de las reformas sobre los niveles de pobreza extrema y total, y
retornar a los que se tenían en los años setenta (Puyana, 2009). Al respecto consultar Cuadro ANCV- 1 en
el anexo.
131
el efecto destacable es la creación de contingentes de mano de obra abundante y
necesitada de fuentes de ingreso, lo que permitió disminuir la parte del valor generado
que se paga al trabajo. Este efecto, evidentemente, ocurre de manera articulada –como
parte de un mismo síndrome- con una transformación estructural de la producción del
sector, donde cambia la estructura de la propiedad y los usos de suelo.
Pese a que es efectivo que los precios agrícolas jugaron un rol en central en la
creación del mercado de trabajo rural, plantear para el periodo de consolidación del
modelo agroexportador (1985-86, en adelante) una explotación directa por vía de los
precios agropecuarios hacia los pequeños productores –entre estos, las unidades
domésticas
productoras-,
no
se
correspondería
a
la
estructura
productiva
silvoagropecuaria chilena, resultante de las reformas neoliberales. La subordinación
mediante control monopólico de precios de industrias hacia productores (Rubio, 2001)
es un fenómeno que probablemente existe, aún hoy –recordemos que, como se vio en el
apartado IV.2, hay sectores “farmerizados” en zonas con mayor densidad poblacional,
pero no son éstos ni los más extendidos ni los más dinámicos-, pero que al orientarse las
industrias mayoritariamente a la exportación, no caracteriza al sector. Los subsectores
más importantes de exportación no tienen mayor participación de pequeños productores
en la producción, y su producto se valoriza en el exterior. Por lo tanto, actualmente en el
campesinado “histórico” chileno, la forma predominante y característica de explotación
del trabajo no se produce vía precios al productor, sino vía salario, y la exclusión
(Rubio, 2001) sería un fenómeno estructural que ya está incorporado en la nueva
estructura agraria y en el acceso a medios de producción.
Por lo tanto, una conclusión importante a este respecto es que, si bien la política
general perjudicó en el corto plazo al sector (haciendo competir a la producción
agropecuaria interna con productos importados desgravados de impuestos, y con un tipo
de cambio revaluado) en el largo plazo, contribuyó a la reestructuración del sector. En
ello la política sectorial, por su parte, tuvo también una injerencia directa.
A partir de la política sectorial, como se vio, se reconfigura la propiedad por
medio de una contrarreforma agraria, se liberaliza el mercado de tierras, y quizás lo más
importante, se destruye la orgánica sindical y se disciplina a los trabajadores
agropecuarios por medio de la violencia.
132
Este nuevo marco institucional, con un mercado de tierras liberalizado y el
mundo del trabajo desorganizado, se une entonces a la crisis agrícola generada por los
precios provocando, como hemos señalado, la pérdida de la tierra de muchas unidades
domésticas, la consecuente intensificación de la migración a ciudades y a poblados
rurales, el refugio de una parte de las unidades con acceso a tierra en la producción para
el autoconsumo, acompañado de un contexto de cesantía alta y creciente, que limita las
posibilidades de proletarización de las unidades domésticas. A consecuencia de todo
ello, a partir de este periodo se cuenta con una gran masa de unidades domésticas
reproduciéndose de forma muy precaria, cuyos miembros formarán un importante
“ejercito industrial de reserva” no sólo dispuesto a vender su fuerza de trabajo, sino
necesitado de una fuente viable de ingresos en dinero, y por ende, dispuesto a aceptar
condiciones laborales inestables, salarios bajos y sin ninguna capacidad real de
respuesta.
De esta manera, como hemos dicho, el contexto del periodo genera un cambio
profundo en la estructura de la producción y de la propiedad, y en esta nueva estructura,
la pequeña agricultura familiar carece de un espacio, lo que crea la necesidad de fuentes
de ingreso en dinero –como salarios- tanto para las unidades domésticas que perdieron el
acceso a tierra, como para aquellas que ya no pueden competir con su producción en el
mercado local y que se refugian en el autoconsumo. La suma de la política sectorial,
junto a los efectos en el sector de la política general, crean la oferta de mano de obra,
antes de su demanda.
Es difícil imaginar -como situación contrafáctica- la implantación de un modelo
agroexportador en el Chile de la década en 1980 si no es luego de estos cambios. La
nueva estructura de la propiedad es clave y quizás basal, y probablemente el contexto
laboral será central a la hora de hacer competitiva la producción silvoagropecuaria en el
mercado internacional.163
163
No está dentro de las tareas planteadas para esta tesis comparar los costos laborales de Chile con los de
otros países competidores en los mismos productos. Sin embargo, es lógicamente derivable del ingreso de
Chile al mercado internacional, que su producción es competitiva. Tampoco es un objetivo analizar si ello
se debe a las ventajas naturales, a la política cambiaria u al costo del trabajo, sin embargo, resulta evidente
que este último fue objeto de políticas tendientes a reducir el salario. Si nos situamos desde la teoría del
valor trabajo de Marx, resulta evidente que esa mayor competitividad sólo puede radicar en el aumento de
la cuota de plusvalía, la cual puede ser absoluta o relativa. Regresaremos sobre esto más adelante.
133
Pero además de disciplinar el trabajo y reconcentrar la propiedad, la política
sectorial fue visiblemente poco “neutra” entre los segmentos de tamaño del capital. Así
como bien lo señala Osorio (2004), a través de los instrumentos de la política económica
se puede favorecer el tránsito del capital por su ciclo favoreciendo a una u otra fracción
o sector del capital. En Chile en este periodo, el Estado no sólo redujo los recursos
destinados al sector, sino que además los concentró principalmente en el gran capital y
secundariamente en el mediano. Ejemplo de ello es el subsidio a las plantaciones
forestales –gran capital- y a la infraestructura de riego intrapredial –gran y mediano
capital- y la privatización de todas las empresas e infraestructura desarrollada por el
Estado durante la ISI, tanto las inversiones en plantaciones forestales listas para su
explotación, como las industriales de elaboración de celulosa y maderas, viñas, etc.
(Capítulo II).
Evidentemente, luego de que se elevaran los aranceles a las importaciones
agropecuarias desde 1984, y más importante aún, que el tipo de cambio se devaluara,
mejoraron las condiciones de competencia internacional principalmente de la producción
forestal y frutícola chilena en los mercados internacionales, y las de los otros subsectores
en el mercado interno, lo que dio inicio a la fase de consolidación del modelo
agroexportador. Pero ese cambio de política macro difícilmente habría tenido el mismo
efecto sin la reconcentración de la propiedad y el capital, sin la liberalización del
mercado de tierras y sin el deterioro de las opciones de reproducción de las unidades
domésticas dispuestas a aceptar condiciones precarias, obligadas a proletarizarse. De
esta manera, entre otras, posiblemente una ventaja –comparativa- fundamental fue, en la
fruticultura (intensiva en trabajo) el bajo costo del trabajo temporal desprotegido, y en la
silvicultura, la combinación entre trabajo temporal barato con una muy escasa
regulación en materia ecológica y ambiental.
Los efecto de la política generar y sectorial que hemos analizado hasta acá, en el
largo plazo, crearon entonces la estructura de unidades domésticas que analizamos en el
apartado IV.2.4, donde, tanto en zonas forestales como frutícolas, el salario (MT) tiende
a ser mayor que otras fuentes de ingreso, aun cuando se trate de unidades con acceso a
tierra. De tal manera, y como señalamos en un comienzo a modo de hipótesis, la
presente investigación muestra que el nuevo modelo ha profundizado la dependencia del
134
campesinado “histórico” obligado a vender, cada vez en mayor proporción, su fuerza del
trabajo.
En efecto, como se verá más adelante, la información que disponemos permite
esbozar un análisis provisional del desarrollo del modelo agroexportador chileno, a
partir de una superexplotación del trabajo. Por el momento, podemos destacar que en un
comienzo, el modelo agroexportador contó con una especie de “subsidio” brindado tanto
por la destrucción de la orgánica del trabajo como, y sobre todo, por el efecto de la
pauperización de una parte importante de la población. Regresaremos sobre ello.
V.2. Formas de incorporación del trabajo del campesinado “histórico” a la
reproducción del capital y la superexplotación del trabajo.
El trabajo del campesinado “histórico” chileno contribuye al proceso de
reproducción del capital de distintas formas. Al ser un agrupamiento económicamente
heterogéneo, el campesinado “histórico” tiene formas igualmente heterogéneas de
participar de la reproducción del capital.
A partir de lo concluido en los apartados IV.2.1 y IV.2.4, podemos distinguir
tres grupos tipo de unidades domésticas dentro del campesinado “histórico”, 164 y su
trabajo reproduce al capital de formas distintas. El primero, tiene acceso a tierra y
participa de manera variable en el mercado con su producción (posiblemente asociado a
subsectores distintos del frutícola y el forestal, con una producción más heterogenia
orientada a los mercados urbanos). Identificamos también un segundo grupo tipo,
mayoritariamente proletario, sin o casi sin acceso a tierra, usualmente asociado a la
venta de trabajo temporal (principalmente frutícola). Y un tercer grupo tipo, con acceso
a tierra, que vende trabajo y que comercializa poco o nada su producción, usualmente
asociado a zonas forestales. En términos de nuestra tipología de unidades domésticas, el
primer grupo se asociaría principalmente a unidades domésticas productoras
agropecuarias campesinas y comerciales (M’ > A+S │MT=0; y A > M’+S│ MT=0), el
segundo, a unidades domésticas proletarias tipo I y II.i- (MT > S; con y sin salarios
permanentes, respectivamente) y el tercero se asociaría principalmente a las unidades
domésticas
semiproletarias
(Comerciales,
164
donde
M’
>
A+MT+S│MT≠0;
y
Recordemos que los productores empleadores quedan fuera de nuestra definición de campesinado
“histórico”.
135
Autoconsumo, donde A > M’+MT+S│MT≠0) y las proletarias con acceso a tierra de los
tipos III.i y III.ii (MT > A+M’+S; y MT > A+M’+S, respectivamente).165 Comencemos
por el primer grupo y su vinculación al patrón de reproducción del capital.
Veamos el primer grupo tipo. Como se trató en el capítulo IV, durante la
dictadura militar, luego del retorno de una relativa mayor protección arancelaria y de un
manejo del tipo de cambio que hiciera más competitiva la producción exportable y la
interna frente a las importaciones desde 1983,166 no sólo se produce el auge
agroexportador protagonizado por los grandes y medianos. Además, se desarrolla –
subsiste, deja de destruirse, desacelera significativamente su descomposición, o todas
juntas- un sector de pequeños productores que produce para el mercado interno, que
ocupa alrededor de una tercera parte de la fuerza de trabajo silvoagropecuaria –familiar-,
que no contrata trabajadores, y que aporta –hoy- casi una décima parte de los asalariados
silvoagropecuarios fuera de sus explotaciones.
Pese a lo anterior, pensamos que la producción de este grupo tipo no cumple, al
menos directamente, una función clave en el modelo. Ello por dos razones. Primero,
porque en el actual patrón de reproducción del capital la circulación se disocia de la
producción, lo que implica que una eventual alza en el costo de vida, es decir en los
precios de los alimentos de los asalariados urbanos, no implica una necesaria perdida de
mercado de los sectores que concentran las más importantes inversiones y que se
constituyen en los ejes de la acumulación y reproducción del capital. Es decir, su
producción no es requerida -como podría haber sido cualquier alimento o “bien salario”
barato durante la ISI- para reducir el “trabajo necesario” dentro del tiempo de trabajo del
obrero, y hacer crecer la cuota de plusvalía extraída por el capital, o bien el “fondo de
consumo” del trabajador, que permitiría expandir el mercado. Segundo, porque pese a
que dentro de este grupo que logró mantenerse en el mercado luego de los precios del
periodo 1973 - 1983 se encuentran aquellos escasos posteriores “farmers” del agro
chileno, se trata de un sector que -como vimos- continúa perdiendo superficie en
beneficio de las explotaciones más grandes (salvo en zonas forestales). Entonces, su
165
Demás está señalar que el carácter esquemático de lo anterior es sólo analítico. Se trata de un
ordenamiento que indica tipos predominantes, pero que, tal como enfatizamos en la introducción (I), se
ubican en continuo de posibilidades, las cuales son definidas en la tipología de unidades domésticas.
166
Recordemos que los aranceles volvieron a reducirse a fines de los 80´s, cuando la economía se
encontraba ya “repuesta” de la crisis de 1982
136
función para el patrón de reproducción del capital no es clave, pero su rol no es por ello
menor, dado que su producción pertenece a la esfera de la circulación capitalista, pues,
sus productos son comercializados. De esta forma, su trabajo se incorpora en la
reproducción de los trabajadores urbanos, vía mercantil, y además contribuye a la
reproducción de una porción no muy alta pero nada desestimable de los asalariados
agropecuarios, vía doméstica, en consecuencia, su trabajo contribuye a la reproducción
del capital.
El segundo grupo tipo, como dijimos, con una estructura de unidades domésticas
más proletaria, lo observamos asociado a la producción frutícola de los valles centrales y
con fuerte participación en el mercado de trabajo temporal. Su participación en la
reproducción del capital consiste claramente la extracción de plusvalía de la que es
objeto. Pensamos que las características del empleo prevaleciente para este grupo
señalan la existencia de superexplotación del trabajo, es decir, la intensificación de la
extracción de plusvalía absoluta, que en este caso, no quiere decir que no haya
incrementado también la plusvalía relativa. Ello ocurre mediante dos de los tres
mecanismos señalados por Marini (1979): incremento de la intensidad del trabajo y
reducción del fondo de consumo del trabajador.
El primero de ellos dice relación con el aumento de la productividad del trabajo.
Como vimos en el Capítulo III, la productividad a nivel del sector, responde más a la
reducción del empleo que al aumento en el volumen y valor del producto
silvoagropecuario. Ello quiere decir que se ocupan crecientemente menos personas para
producir casi lo mismo o sólo un poco más. Sin duda, parte de este aumento de
productividad responde a un incremento de la plusvalía relativa, es decir, mejoras
tecnológicas, fertilización, regadío, genéticas, manejo de las especies para agilizar la
recolección, etc. (manteniendo el “trabajo necesario” constante). Sin embargo, creemos
que dicho dato también da cuenta de una intensificación del trabajo, es decir, de un
aumento en el uso de plusvalía absoluta, cuyo mecanismo de extracción guarda relación
principalmente con las formas de pago. Además de la mayor predominancia de trabajo
temporal, el tradicional “pago por día”, presente desde antes de las reformas
estructurales, ha sido reemplazado por el “pago por volumen de producto” denominado
“pago con incentivo”. Es decir, asociado al incremento de la productividad, también
137
existe un incremento en la autoexplotación, donde cada trabajador intensifica su
volumen de trabajo, con la motivación de que se le pagará una parte de este incremento.
Sin bien ello es efectivo, frente al sistema de pago por día (sin “incentivo”) la extracción
de plusvalía resulta ser mayor, que es precisamente aquello que hace al sistema más
“productivo”, es decir, constituye un mecanismo de aumento de la explotación del
trabajo, donde el capital está pagando una parte menor del valor creado, respecto de
otras formas de pago.
Otro elemento que permite hablar de intensificación del trabajo, se relaciona con
el hecho de que en las zonas frutícolas (donde predominan las unidades de este segundo
grupo) el total de personas asalariadas por hogar es muy superior al de las zonas
forestales y demás zonas rurales. El hecho de que el ingreso de la unidad doméstica se
componga con un mayor número de salarios, señala una mayor comercialización de la
fuerza de trabajo familiar, la cual no era requerida en las estructuras de trabajo
agropecuario precedentes.167 Es evidente que siempre se ha utilizado, de una u otra
forma, el trabajo de varios de los miembros de la unidades domésticas en la
reproducción de la misma, lo que resulta necesario señalar es el hecho de que la mayor
ausencia de acceso a tierra configura un nuevo escenario donde los trabajadores se ven
obligados comercializar el trabajo de un mayor número de miembros de la unidad, para
conseguir un determinado ingreso. Ello no necesariamente implica una mayor
explotación del trabajo –puesto que en las formas precedentes puede haber sido muy
alta-, sin embargo, sí puede implicar una mayor extracción de plusvalía, la que en el
contexto del trabajo temporal y el pagó por unidad, probablemente sí constituye un
aumento de la extracción de plusvalía absoluta. Regresaremos sobre esto más adelante
cuando comparemos las formas de trabajo precedentes con la actual.
El segundo elemento que permite hablar de superexplotación del trabajo es la
reducción del fondo de consumo. Para explicar cómo opera esto, es necesario señalar los
167
Si bien no sabemos exactamente cuántas personas trabajaban por hogar antes de las reformas
estructurales en las actuales zonas frutícolas, en particular, tenemos información que permite señalar que
eran menos que hoy. Por ejemplo, pese al desplazamiento de población de zonas rurales a urbanas (ver
Cuadro 17, apartado IV.1), la fuerza de trabajo rural se ha mantenido relativamente estable en número, lo
que significa que una menor cantidad de unidades domésticas proveen un mayor número de trabajadores.
Si consideramos que la mayor cantidad de ventas de pequeñas propiedades se dio en los valles centrales,
donde hoy se encuentra la producción frutícola, y donde luego la población se reasentó en villorrios, es
lógico que la cantidad de trabajadores por hogar aumentó mayormente en las zonas frutícolas, lo que se
confirma con la comparación sincrónica con las zonas forestales, hecha en el apartado IV.2.4..
138
mecanismo mediante los cuales se ha reducido –en términos relativos- el salario de los
temporeros (principalmente los de la fruta). El primer mecanismo que operó fue la
creación de la necesidad de salarios vía reducción de la capacidad de comercialización
de la producción doméstica, lo que se explicó en el apartado anterior. Ello otorgó una
estructura de unidades domésticas proletarias y semiproletarias que permitió mantener
los umbrales salariales mínimos aceptables bajos, e hizo las veces de una “acumulación
originaria” que deshizo los efectos redistributivos de la reforma agraria. Además, el
sesgo de la nueva legislación desprotegió al trabajador, y la destrucción de la orgánica
sindical impidió una negociación mayor del salario. Todo ello contribuye a que el
trabajador no participe mediante el salario en una mayor proporción del valor que su
trabajo crea. Ello determina una estructura productiva donde el capital puede pagar al
trabajo una menor parte del valor creado, en relación a lo que paga en otros procesos
productivos. Ello es, probablemente, en parte lo que hace “competitiva” a la producción
–principalmente frutícola- frente a competidores de países donde el trabajo se encuentra
más protegido y logra participar en una mayor proporción del valor.
Resulta interesante llamar la atención aquí respecto de que la lógica de sumar y
redistribuir ingresos, basada en la reciprocidad generalizada característica de la
reproducción doméstica, se relaciona con que los trabajadores agropecuarios de este
grupo tipo –en zonas frutales- se reproduzcan sumando en promedio 2.4 salarios. La
inseguridad laboral y la menor parte del salario pagada por el capital, se enfrentan en la
unidad doméstica, vendiendo el trabajo de mayor cantidad de integrantes y
redistribuyendo. En este sentido, y como se señaló en una de las hipótesis, la lógica de
reproducción doméstica estaría facilitando la extracción de plusvalía absoluta y, con
ello, la superexplotación del trabajo, dado que su respuesta facilitaría la reproducción de
la unidad, reduciendo el trabajo necesario por individuo, con respecto a una
organización distinta de la reproducción.
Y finalmente, tenemos al tercer grupo tipo, caracterizado por su acceso a tierra,
que vende trabajo y que comercializa poco o nada su producción, usualmente asociado a
zonas forestales. Su producción doméstica se destina al autoconsumo y escasamente
logra comercializarse, permaneciendo oculta como fuente de ingresos en las estadísticas.
La menor frecuencia y mayor aleatoriedad de la oferta de trabajo en las zonas donde
139
predomina este grupo supone una mayor utilización de las relaciones de producción
doméstica en la reproducción de la unidad, tanto de la que se logra comercializar (que
CASEN muestra, es mayor en estas zonas) como aquella que es autoconsumida (que no
existen datos para medir). Por lo tanto, en términos generales, la producción de este
sector del campesinado “histórico” no pertenece a la esfera de la producción capitalista –
pues se genera con relaciones domesticas- y puede o no pertenecer a la esfera de la
circulación capitalista. Sin embargo, no por ello, no contribuye o no ha jugado un rol
importante en la acumulación y reproducción del capital, puesto que sí contribuye a la
reproducción del trabajador asalariado al que se le extrae plusvalía. Veamos.
En este grupo llama la atención –con más fuerza que en los anteriores, pero sin
excluirlos- aquello que Wallerstein y Meillassoux advirtieron, esto es que históricamente
la reproducción del trabajador rara vez se ha realizado exclusivamente a partir de las
relaciones de producción capitalistas. A ello agregamos que, sin las relaciones
productivas domésticas, que ocurren en el seno de la unidad domestica, el “trabajo
necesario” del trabajador con los medios productivos del capital aumentaría, es decir, se
reduciría la cuota de plusvalía que el capital puede extraer.
Parte de la reproducción de la unidad, como destaca Meillassoux (1998), ocurre
por fuera de las relaciones capitalistas –pero dentro de un “modo de producción”
capitalista- en lo que no es otra cosa que una explotación capitalista de relaciones
productivas domésticas. Por lo tanto –y siguiendo a Wallerstein- sólo en aquellas fases
“más altas” en los eslabones de las cadenas de producción, ubicadas de manera
preferente –aunque no exclusivamente- en los países centrales, o las clases que captan
parte del valor generado por otras, el trabajador puede reproducirse prescindiendo de las
relaciones de producción domésticas, y por ejemplo, pagar a terceros por las tareas
reproductivas.
Ello quiere decir que prácticamente en todas las unidades domésticas del
campesinado “histórico” habría un aporte a la reproducción generado a partir de
relaciones productivas domésticas, puesto que, siguiendo a Meillassoux (1998), la
producción de productores se realiza fuera de las reglas de la producción capitalista, es
decir, donde la familia encarnaría la comunidad doméstica desprovista de sus funciones
productivas pero conservando sus funciones reproductivas. Sin embargo, lo que resalta
140
en este tercer grupo –y que por cierto no excluye del todo a los anteriores- es que la
familia –la unidad doméstica- no está necesariamente desprovista de sus funciones
productivas, por el contrario, es activa en una facción de variable –con probabilidad de
importancia dado el acceso a medios productivos- de la producción de la reproducción.
En la medida en que las unidades domésticas de este grupo componen su ingreso
a partir del salario (S) y su producción doméstica (A), el efecto de lo antes señalado es
que esta última ópera bajando los “umbrales salariales mínimos aceptables”, y por tanto
se configura como un elemento que favorece salarios bajos.
Las posibilidades de reproducción de la fuerza de trabajo están relativamente en
mayor medida atadas a la obtención de sustento por una vía no salarial, que en este caso
es provista por la producción doméstica. Ello quiere decir que la “parte no pagada” del
valor generado por el trabajo –plus valor- no es sólo absorbida por el trabajo necesario
del trabajador con los medios del capital, sino también de manera independiente de este
último y su familia. En otras palabras, la producción doméstica autoconsumida opera
reduciendo el tiempo de trabajo necesario, es decir, aumentando la cuota de plusvalía
que el capital puede extraer del trabajador.
Lo anterior, técnicamente, si se mira sólo el proceso productivo organizado por
el capital, constituye un incremento de la plusvalía relativa, sin embargo, en la medida
que el trabajo necesario incluye un mayor volumen de trabajo organizado de manera
independiente al capital, de parte de la misma unidad en la que se reproduce el
trabajador, pensamos que se trata de un aumento en el volumen de trabajo, es decir, una
“intensificación” del mismo, lo que equivale a plusvalía absoluta, y por tanto, una
superexplotación del trabajo.
Por tanto, la estructura de unidades domésticas que en general abastecen de mano
de obra asalariada al sector silvoagropecuario favorece en menor media una integración
del trabajo doméstico por la vía de la circulación capitalista, y más por la vía de la
extracción de plusvalía mediante procesos productivos organizados por el capital, donde
existe no sólo un aumento en la cuota de plusvalía relativa, sino además un incremento
de extracción de plusvalía absoluta, permitida por un proceso histórico previo de
reconcentración de los medios productivos y de reducción de la autosuficiencia relativa
de las unidades domesticas, vía disminución de la capacidad de comercialización de la
141
producción doméstica, lo que se suma al sesgo de la nueva legislación desde la dictadura
que desprotegió al trabajador, a una estructura de trabajo temporal y la destrucción de la
orgánica sindical que impidió una negociación mayor del salario. A todo ello sumamos
un elemento prácticamente ausente en la bibliografía en Chile, este es, que la existencia
de la producción doméstica –comercializada y autoconsumida- en algunos sectores,
lejos de ser un remanente de un hipotético proceso de “acumulación originaria” mal
acabado, se constituye como un mecanismo que permite reducir el “trabajo necesario”
del obrero con los medios del capital, y por tanto, reducir la parte del valor creado que se
le paga al trabajo. Ello refuerza la idea –planteada desde la introducción como hipótesisde que el patrón de reproducción del capital se ha servido de “relaciones productivas
domésticas”, que facilitan la extracción de plusvalía absoluta, y, con ello, la
superexplotación del trabajo. Todas estas características determinan un mercado de
trabajo sumamente beneficioso para el capital, lo que probablemente constituye una
“ventaja comparativa” para la agro-exportación.
V.3. La inserción periférica del sector en la economía internacional.
Como hemos visto, la inserción del sector silvoagropecuario en la economía
internacional se ha realiza incluyendo una reducción de costos salariales y un aumento
en la intensidad del trabajo, es decir, una superexplotación del trabajo,168 lo que es no es
otra cosa que la más clásica inserción periférica señalada por Marini (1979) o la parte
inferior de una cadena productiva internacional, según Wallerstein (1989). Al cambiar el
patrón de reproducción del capital industrial (Osorio, 2009) asociado al modelo de
desarrollo de la ISI, la economía chilena buscó articularse a la economía internacional
nuevamente mediante una especialización productiva, la cual, evidentemente encontró
una mayor generación de plusvalía relativa si se la compara con el patrón primario
exportador de principios del siglo XX, dado que la política de la ISI intentó compensar
la inserción periférica clásica mediante la industria, y logró instalar fuerzas productivas
más avanzadas. Sin embargo, la reducción desde el 86.6% al 62.6% de bienes
168
En la medida que analizar la estructura de costos de la producción y el peso en los laborales en la
producción del sector, comparado con otros países, se encuentra fuera del los objetivos de esta tesis, no
podemos demostrar la principal “ventaja comparativa” de la producción del sector se relacione con la
capacidad de extraer una mayor cuota de plusvalía absoluta. Sin embargo, si hemos mostrado que existe
un aumento en la extracción de plusvalía absoluta, y que los subsectores exportadores más dinámicos son
los que destacan en ello.
142
industrializados en las exportaciones, el aumento desde el 13.2% al 35% de los bienes
primarios, y el aumento dentro de los industriales, de aquellos menos elaborados, da
cuenta que la nueva especialización productiva de Chile, sigue siendo periferia,
inclinándose hacia productos primarios o poco elaborados, principalmente mineros, pero
donde el sector silvoagropecuario y el pesquero ganan importancia. Ello indica, como
hemos visto mediante el análisis de uno de los sectores que incremento sus
exportaciones, que la lógica de la plusvalía absoluta sigue operando como un elemento
central a la hora de hacer competitivas las exportaciones.
Prueba de ello son los esfuerzos de las organizaciones del capital agroexportador
por presionar a los “tomadores de decisiones” a movilizar mecanismos que permitan
aumentar la extracción de plusvalía absoluta. Ya hemos dicho que la política tiene por
función, en un determinado patrón de reproducción del capital, facilitar el tránsito del
capital por su ciclo. Así podemos observar que, ante el alza de los precios de la mano de
obra agrícola y la menor competitividad del tipo de cambio debido –entre otras causas- a
los altos precios del cobre durante los últimos años, organizaciones de exportadores
agropecuarios como la SNA y Fedefruta sugieren facilitar el trabajo extranjero
inmigrante en las temporadas de la fruta. Así, señala Antonio Walker, presidente de
Fedefruta en Diario Financiero (26 de enero de 2012) que “La mayor limitante que tiene
el crecimiento frutícola en Chile es la escases de mano de obra” en lo que coincide
Patricio Crespo, presidente de la SNA (25 de enero de 2012).
La inclusión de trabajo inmigrante supone la integración de un grupo de
trabajadores que tiene umbrales salariales mínimos aceptables más bajos, cuyo efecto en
el mercado de trabajo será bajar el salario, lo que implica una reducción del “fondo de
consumo” del trabajador, o en otras palabras, permite reducir la parte de un mismo valor
creado que se paga al trabajo, es decir, la propuesta de los productores supone y
confirma que la competitividad de su actividad radica en la posibilidad de extraer mayor
cuota de plusvalía absoluta. Se trata, como hemos señalado, de una inserción
internacional periférica del sector.
Así, un sector que se ha jactado por años de su gran dinamismo, que
supuestamente favorece a la población mediante una provisión empleos, realmente
genera empleos en los que la explotación es la norma. Apenas el mercado de trabajo
143
eleva mínimamente la cuota de participación en el valor creado, el sector se torna menos
competitivo, pierde peso relativo en la economía, y comienza a ser menos atractivo para
los capitales. Ello es una muestra de que, pese a la tecnología, la lógica del sector sigue
siendo la de la plusvalía absoluta y no la de la plusvalía relativa.
V.4. Las permanencias: superexplotación e inserción periférica.
Hasta el momento, hemos puesto énfasis en los cambios sufridos por el sector y
por el actor dentro de éste que aquí nos interesa: el campesinado “histórico”, es decir, en
los trabajadores rurales y los distintos tipos de unidades domésticas en que se
reproducen. Sin embargo, desde las primeras páginas de esta tesis señalamos que está en
nuestro interés no sólo enfatizar lo nuevo, sino también señalar las permanencias, las
constantes y aquello que no se ha transformado.
A partir de lo que hemos visto hasta aquí, si se compara articulación entre las
unidades domésticas del campesinado “histórico” con el patrón de reproducción del
capital industrial y el de especialización productiva, puede notarse que la extracción de
plusvalía absoluta a ha sido, en términos globales, una constante, es decir una
permanencia. Sin embargo, los mecanismo mediante los cuales en el modelo de la ISI y
en el Neoliberal se concretiza esta extracción es muy distinta.
Como se vio en el capítulo II, durante la ISI, en el sector industrial, los obreros
urbanos no sólo acrecentaron su participación en el valor creado, sino que el proceso
supuso un aumento en la generación de plusvalía relativa. Sin embargo, para reducir el
trabajo necesario de esto obreros se debió contar con productos agropecuarios baratos, y
ello supuso una política de control de precios. Sin embargo, no fueron los terratenientes
quienes absorbieron los perjuicios de los “términos de intercambio” desiguales que
enfrentaba el agro con las ciudades. Como en toda “inserción periférica”, la respuesta
fue aumentar la superexplotación del trabajo, en este caso, del campesinado “histórico”.
La política de la ISI, artificialmente, creo una situación en la que el agro se insertó de
manera periférica a la economía nacional, reproduciendo a escala local la previa
inserción latinoamericana en el mercado mundial, con los países industrializados.
La estructura agraria característica del periodo previo a la reforma agraria, con la
presciencia de inquilinos y peones, no se debe a resabios de ningún tipo, sino constituye
un mecanismo de respuesta a los términos de intercambio desiguales entre el agro
144
nacional con el resto de la economía, en particular la urbana industrial. Así, el inquilino
–figura típica del periodo- como señalamos, corresponde a un trabajador que se
reproduce en una unidad doméstica que concluimos era semiproletaria, cuya producción
generada a partir de relaciones productivas domésticas, reduce el “trabajo necesario del
trabajador”, lo que, como señalamos más arriba, constituye un mecanismo de extracción
de plusvalía absoluta. De esta manera, la política de control de precios agropecuarios, en
la medida en que reducía el trabajo necesario del obrero industrial, permitía dejar un
mayor excedente a los capitalistas urbanos (plusvalía relativa), permitiendo a su vez una
mayor participación de los trabajadores en dicho excedente, aumentando el fondo de
consumo del trabajador, necesario para la valorización del capital en la nueva economía
“hacia adentro”. Sin embargo, lo que este sistema de relaciones escondía era una nueva
“dialéctica de la dependencia”, un traspaso de valor, es decir de trabajo total, de parte
del campesinado “histórico” a la economía industrial urbana. En la medida en que el
bajo precio de los alimentos no respondía a un incremento en la productividad del agro o
al aumento de la plusvalía relativa en el campo, lo que ocurría era una intensificación del
trabajo o un gravamen directo al salario de los trabajadores agrícolas, dado que los
terratenientes podían, dado el contexto de desprotección laboral imperante hasta 1967,
castigar el salario con pocas limitaciones.
Por lo tanto, como en la etapa actual, durante la ISI, el patrón de reproducción el
capital se sirvió para su reproducción de relaciones productivas domésticas, ya fuera
mediante la circulación de los productos producidos por los sectores minifundistas, o por
medio de una reducción en la parte que se le paga a trabajador inquilino semiproletario,
recargada sobre su producción doméstica.
Si bien adopta formas distintas, y parece ser más importante en el periodo de la
ISI, la incorporación de relaciones productivas domésticas es entonces otra constante, la
existencia de este fenómeno señala una regularidad.
Así observamos que el uso de las relaciones domésticas como mecanismo de
disminución del “trabajo necesario” es más importante cuando la demanda de trabajo
asalariado es menor, ello ocurrió en el periodo previo a la reforma agraria debido a la
falta de dinamismo del sector a causa de la política industrial, y ocurre en el caso
forestal, donde, por el ritmo natural y carácter extensivo del proceso productivo, la
145
demanda de trabajo es menor y mas inconstante, por lo que no permite una asalarización
más estable de las unidades domésticas. Así, se puede concluir que la importancia del
uso de relaciones productivas domésticas en la reproducción del capital disminuye a
medida que el capital demande más trabajo, lo que puede ocurrir debido a que el sector
se torne más dinámico, competitivo o que el proceso productivo sea relativamente
intensivo en mano de obra.
Por otra parte, otra regularidad clara y observable guarda relación con lo que
denominados como contexto jurídico político. Aquí es necesario hacer hincapié en el
hecho que, con la excepción del periodo que va desde que entra en vigencia la ley de
sindicalización campesina de 1967 hasta 1973, una condición desregulada y un entorno
desfavorable a la orgánica sindical del trabajo ha sido una constante. Ello se conduce
con la caracterización histórica general que hemos hecho del sector, donde domina la
lógica de la plusvalía absoluta.
Otra regularidad no menor, guarda relación con lo que más atrás denominados
como “diferenciación modernizada”. Pese a que existe una situación dinámica en el
traspaso de control y acceso a recursos de unos grupos a otros, los antiguos subalternos y
pobres del campo lo siguen siendo –algunos con menor acceso a tierra, otros en
situación similar al pasado- los antiguos ricos y terratenientes ya no ostentan el mismo
título, ahora se les llama “empresarios”, pero siguen siendo grandes propietarios,
exportadores, viñateros. Ello es una constante no menor, y da cuenta del carácter de
clase del proyecto neoliberal, que como vimos más atrás, desatacan autores como
Harvey (2007).
En efecto, la superexplotación del trabajo incluida en la lógica de la plusvalía
absoluta que prima antes y después de la reformas estructurales, y la inserción periférica
(históricamente externa, durante la ISI interna, y luego con el neoliberalismo
nuevamente externa) unido a un contexto jurídico-político desfavorable al trabajador
agropecuario, y la permanencia de los mismos sectores como beneficiados, son
permanencias que no pueden dejar de destacarse a la hora de hablar de lo nuevo y de los
grandes cambios. Son cuestiones que parecen estar fuera de la caracterización que
muchos autores hacen de la “nueva ruralidad” en Chile, que pareciera no ser más que
vieja ruralidad transformada por el neoliberalismo y participando en un patrón de
146
reproducción del capital que le asigna al sector un rol medianamente más importante que
en patrón industrial anterior.
V.5 Epílogo.
Finalmente, ante lo expuesto, podemos reafirmar nuestra lectura particular de la
modernización del campesinado “histórico” chileno, la cual, como intentamos mostrar,
se ha realizado “desde arriba”, es decir, por la fuerza del gran capital. Uno de los efectos
de la forma en que se da esta modernización, como parte de un proyecto de
reivindicación de clase -como es el neoliberal-, es, pensamos, la superexplotación del
trabajo, en un sector cuya inserción en la economía internacional, no ha dejado ser
periférica.
Podemos confirmar que aquello que se señaló en las dos hipótesis planteas en un
principio, encuentra asidero empírico. El nuevo modelo ha profundizado la dependencia
del campesinado “histórico” obligado a vender, cada vez en mayor proporción, su fuerza
del trabajo a un valor inferior a su costo de reproducción, la mayor asalarización medida
tanto en zonas frutícolas como silvícolas es prueba de ello. El proceso ha reconfigurado
territorialmente las zonas y ha transformado a las unidades domésticas del campesinado
“histórico”.
También mostramos que las relaciones productivas domésticas, y la lógica
doméstica de redistribución del ingreso facilitan la extracción de plusvalía absoluta y,
con ello, planteamos la hipótesis de existencia de superexplotación del trabajo, en aquí
señalamos sólo de manera provisional, dado que ella no fue medida directamente, sino
sólo se indicaron algunos elementos que la estarían indicando. Los mecanismos
mediante los cuales ello ocurre son distintos de acuerdo al subsector del que se trate. En
las unidades donde existe producción doméstica, su existencia reduce el “trabajo
necesario” del obrero con el capitalista, y por ende permite reducir el salario sin
perjudicar la reproducción del trabajador. En las unidades sin producción doméstica,
aumenta la cantidad de miembros de la misma que venden su trabajo cuyos ingresos son
integrados a un fondo común de reproducción de la unidad, lo que permite su
reproducción.
Sin embargo, en esta modernización neoliberal y exportadora, las permanencias
no son pocas. Que el capital deposite en la unidad doméstica parte del costo de la
147
reproducción de su trabajo, desentendiéndose del trabajador cuando éste no le es útil; la
superexplotación del trabajador; y la inserción periférica, son características que distan
de ser exclusivas del periodo neoliberal, lo nuevo está en los mecanismos mediante los
cuales ello ocurre. Es en el conocimiento respecto de estos mecanismos, donde
esperamos haber contribuido.
México D.F., Julio de 2012
148
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v. Prensa
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159
ANEXOS
Cuadro AN_CI-1
Descripción de la Encuesta Casen.
Fuente: CASEN 2009
Cuadro AN_CI-2
Marco poblacional
Fuente: CASEN 2009
160
Cuadro AN_CII-1
Las políticas entre fines de 1973 hasta 1983
Política macroeconómica
Ajuste fiscal
Mercado de capitales.
Retiro Estado participación directa en el
desarrollo.
Liberalización de los mercados y apertura
externa.
Mercado del trabajo.
Política tributaria.
Políticas sectoriales más
relevantes
Conformación de un mercado libre de
tierras.
Liberalización
agropecuarios.
de
los
mercados
Rol subsidiario del Estado.
Desarrollo de la infraestructura de riego.
Políticas de fomento productivo a la
pequeña agricultura.
Política de innovación tecnológica.
Política sobre derechos laborales.
Política forestal.
Fuente: Tomado de Portilla (2000)
Instrumentos
Reducción de la inversión pública.
Despido de 200 mil funcionarios.
Reprivatización de la Banca, creación sistema AFP.
Apertura a la inversión extranjera.
Estatuto a la inversión extranjera.
Venta de empresas.
Estatuto del Estado Empresario.
Limitación de acceso al crédito de las empresas públicas.
Reducción unificada de aranceles, con altibajos.
Eliminación de barreras no arancelarias.
Eliminación de controles de precios.
Tipo de cambio único, con ajustes.
Legislación laboral anula conquistas históricas.
Reducción de pagos de pensiones mínimas.
Normas para obstaculizar sindicalización y negociación colectiva.
Introducción del IVA.
Eliminación del impuesto patrimonial.
Postulado general: no discriminación entre sectores.
Restitución de predios expropiados.
Asignación individual de parcelas
Eliminación disposiciones respecto a la expropiación de la Ley
16640. Se suprime la CORA.
Enajenación de derechos de asignatarios de la Reforma
Agraria.
Decretos de Ley 2568 y 2750 afectan a las comunidades
mapuches.
Ley 18353 facilita disolución comunidades del Norte.
Fin de la fijación de precios: excepción de la remolacha. Trigo
y oleaginosas con sistema de precios máximos y mínimos,
luego de dos ciclos se eliminan.
Reducción de poderes compradores.
Aranceles hacia la baja con retrocesos.
Fomento a exportaciones no tradicionales.
Venta IANSA, SOCOAGRO, SOCORA, ENDS, VINEX, ENAFRI,
COMARSA.
Disminución recursos sector público agrícola.
Comercialización de insumos a empresas privadas.
Se paralizan.
Se reducen los programas y empiezan a externalizarse.
Se plantea que sólo algunas áreas serán financiadas por el
Estado el resto debe hacerlo el sector privado. Se crea el FIA.
Se elimina el salario mínimo.
Se suprimen lecciones de directivas sindicales (Dic. 1973 DL 198).
Se coarta posibilidad de efectuar reuniones, negociación colectiva y
huelga.
Se impide postular a parcelas a dirigentes sindicales.
Se suprime el Fondo de Educación Capacitación Sindical (1976).
Plan laboral con nuevas clausulas de despido (1977).
Se disuelven dos Confederaciones Sindicales Campesinas.
Se promueve la desintegración de las cooperativas campesinas (DL 3350
y 3351 1980).
Ley de subsidios a las plantaciones DL 701 de 1974 y DL 2265 de 1979.
Cuadro AN_CII-2
161
Las políticas entre 1984 hasta 1989
Algunos ajustes a la política sectorial luego de la crisis
1982/1983.
Reapertura de poderes compradores.
Creación de COPAGRO y luego de COTRISA.
Banda de precios para trigo, azúcar y aceites.
Sobretasas a productos lácteos.
Se reactivan las obras de riego vía subsidio a la
inversión privada.
Fuente: Tomado de Portilla (2000)
Cuadro ANCIV- 1
Variables utilizadas para la construcción de la tipología de comunas
rurales
Categoría
Demografía
Descripción variables
Índice de densidad habitantes por k (de 0 a 100)
Ruralidad oficial (%)
Índice de tiempo de viaje al centro urbano más cercano (de 0 a 100)
Accesibilidad
Capital Humano
Servicios
Económicas
Educación: población con educación universitaria (%)
Agua: red pública agua potable, 2002 (%)
Rama de actividad económica: agricultura, ganadería, caza y silvicultura
(%)
Rama de actividad económica: pesca (%)
Tipo de ocupación: agricultores y calificados piscisilvoagropecuarias. (%)
Tipo de ocupación: No calificados y subsistencia piscisilvoagropecuarias
Fuente
Censo 2002
Censo 2002
Fuente interna
2007
Censo 2002
Censo 2002
Censo 2002
Censo 2002
Censo 2002
Censo 2002
(%)
Índice de afluencia turística comunal (de 0 a 100)
Fuente: Tomado de Berdegué et al (2010)
INE 2007
Cuadro ANCIV- 2
Tipología de CORFO: Tipos de productores
Tipo
Númer
Rasgos
o
Empresario
Moderno
10000
Empresario
Tradicional
20000
Pequeño
Productor
Integrado
3000040000
Pequeño
Productor
con
Potencial
Agropecuario
5000060000
Ubicado fundamentalmente en el Norte Chico y Valle Central de Riego de la Gran
Región Metropolitana. Buena gestión técnica de mercado y administrativa; altos
niveles relativos de productividad; flexibilidad en uso de recursos; productor de
rubros más rentables y dinámicos, pero también en el “top” de productividad de
trigo y maíz. Un caso especial en este grupo son los conglomerados forestales y
algunos frutícolas, de ganadería menor (aves y cerdos) y leche.
Con mayor presencia relativa desde Talca al Sur y en los secanos de las regiones
centrales. Orientado básicamente a cultivos tradicionales, con niveles tecnológicos
de medios a altos, baja capacidad de gestión y relación con mercados, poco
flexible en sus estructuras productivas.
Básicamente, parceleros de Reforma Agraria, productor de la Región Mediterránea
en riego, pequeño ganadero de la X Región. Dedicado a rubros más rentables
(hortofrutícolas, papas, remolacha, leche, flores, etc.). Con buena inserción en el
mercado (contratos de producción); nivel tecnológico medio y de gestión bajo.
Relativamente flexible en sistema productivo, con tendencia a extenderse hacia
actividades de comercio y transporte.
Principalmente agricultores rezagados, parceleros o productores de riego y
secanos con potencial de recursos. Requieren de inversiones adicionales y apoyo
tecnológico para integrarse a rubros más rentables (riego, plantaciones,
invernaderos, etc.). Con bajos
ingresos, pobre tecnología y mala articulación con el mercado, débil capacidad de
162
gestión y baja productividad en cultivos tradicionales, ganadería y viticultura de
cepas no finas.
Productor sin
Potencial
Agropecuario
120000
140000
Minifundistas localizados en los secanos interiores y costeros de la V a VIII Región
(35.000); en las Precordilleras Andinas de las VII y VIII Regiones (15.000); en
comunidades del Norte Chico (5.000); en áreas mapuches de la VIII y IX Región
(25.000). Desarrollan agricultura tradicional de subsistencia (cereales,
leguminosas, ganadería extensiva, viticultura de cepa país) y sus ingresos son
mayoritariamente de origen extrapredial (salarios, subsidios, pequeño comercio,
etc.). Se clasifican en estratos de pobreza y extrema pobreza.
Fuente:CORFO, 1998. En
Schulte, 2002
Cuadro ANCIV- 3
Pruebas (Levene y T) comparación de varianzas y medias (zonas
forestales y frutícolas) de los porcentajes de cada tipo de ingreso en
el ingreso total.
Prueba de muestras independientes
Prueba de
Levene para
la igualdad de
varianzas
Se asumen
%
Varianza
s iguales
F
Sig.
141.681 .000
t
-19.133
Prueba T para la igualdad de medias
Error
95% Intervalo de
Sig.
típ. de
confianza para la
(bila
la
diferencia
teral Diferencia diferenc
gl
)
de medias
ia
Inferior
Superior
15994 .000 -11.01423 .57566
-12.14258 -9.88588
Ocupación
principali
% Ingreso
No
varianzas
iguales
Varianza
s iguales
149.377 .000
-18.929
13271.555 .000
-11.01423
.58186
-12.15476
-9.87371
-13.385
15994 .000
-7.74773
.57883
-8.88230
-6.61315
-13.234
13240.807 .000
-7.74773
.58543
-8.89526
-6.60019
16.764
15994 .000
5.87476
.35044
5.18786
6.56167
16.037
11634.939 .000
5.87476
.36633
5.15670
6.59283
-18.418
15994 .000
-7.56742
.41087
-8.37278
-6.76206
-17.655
11732.252 .000
-7.56742
.42862
-8.40759
-6.72725
del trabajoii
% Ingreso
No
varianzas
iguales
Varianza
s iguales
473.591 .000
en
subsidiosiii
% Ingreso
No
varianzas
iguales
Varianza
s iguales
470.129 .000
total
autónomoiv
No
varianzas
iguales
163
-8.347
15994 .000
-1.69265
.20279
-2.09015
-1.29516
-8.035
11932.188 .000
-1.69265
.21067
-2.10561
-1.27970
8.035
15994 .000
1.49737
.18635
1.13212
1.86263
No
7.766 12124.722 .000
1.49737
varianzas
iguales
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009
.19282
1.11942
1.87532
% Ingreso
Varianza
s iguales
81.993 .000
monetariov
% Ingreso
No
varianzas
iguales
Varianza
s iguales
71.973 .000
alquiler
imputadovi
Cuadro ANCIV- 4
Tipos de unidad doméstica según origen de la composición de su ingreso, Huelón
2007.
Categoría:
Subcategoría
Unidades
domésticas
Agropecuarias
(campesinas y
productoras de
mercancías)
% en relación al ingreso total de la unidad doméstica.
Aporte producción
doméstica
Aporte venta de trabajo
Aporte subsidios
estatales
no subsidiadas
100%
0%
0%
subsidiadas
Mayor que subsidios
0%
Menor que producción
doméstica
semiproletarias
Más de 50%
Menor que producción
doméstica
0%
subsidiadas
Mayor que venta de
trabajo y mayor que
subsidios
Menor que producción
doméstica y mayor que
subsidios
Menor que producción
doméstica y menor que
venta de trabajo
proletarias
Menor que venta de
trabajo
Más de 50%
0%
subsidiadas
Menor que venta de
trabajo
Mayor que producción
doméstica y mayor que
subsidios
Menor que venta de
trabajo
agropecuarias
Menor que subsidios
0%
Más de 50%
Semiproletarias
Proletarias
164
Subsidiadas
semiproletarias
Mayor que venta de
trabajo y menor que
subsidios
Menor que producción
doméstica
Más de 50%
proletarias
Menor que venta de
trabajo
Mayor que producción
doméstica y menor que
subsidios
Más de 50%
Fuente: Tomado Cuevas (2008 [Tesis])
Cuadro ANCIV- 5
Unidades domésticas de la localidad de Huelón(Curepto, VII
región)en 2007, según tipificación
Categoría
Agropecuarias
% del total de unidades
de la muestra
19%
(La producción
domestica es el mayor
ingreso y no hay venta
de trabajo)
Semiproletarias
8%
32%
(La venta de trabajo es
el principal ingreso, aún
existiendo producción
domestica )
Subsidiadas
41%
(Los subsidios son la
principal fuente de
ingresos)
Total
No subsidiadas
subsidiadas
(La producción
domestica es el mayor
ingreso pero si hay
venta de trabajo)
Proletarias
Subcategoría
% del total de
unidades de la
muestra
3%
16%
semiproletarias
3%
subsidiadas
5%
proletarias
8%
subsidiadas
24%
agropecuarias
36%
semiproletarias
5%
proletarias
0%
100%
100%
Fuente: Tomado de Cuevas (2008 [Tesis])
165
Cuadro ANCV- 1
Evolución de la pobreza en chile 1970-2008
Pobreza a/
Año
Total
Urbana
Rural
1970
17
12
25
1987
38
37
45
1990
38.6
38.5
38.8
1994
27.6
27
31.1
1996
23.2
22
30.4
1998
21.7
20.7
27.5
2000
20.2
19.7
23.7
2003
18.7
18.5
20
2006
13.7
13.9
12.3
Fuente: Cálculos de Puyana
Económico.
Total
6
14
13
7.6
5.7
5.6
5.6
4.7
3.2
Pobreza Extrema
Urbana
3
13
12.5
7.1
5.1
5.1
5.1
4.4
3.2
Rural
11
16
15.6
9.9
9.4
8.6
8.4
6.2
3.5
(2009) con base en datos de CEPAL., División de Desarrollo
166
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