FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES SEDE ACADÉMICA DE MÉXICO. Maestría en Ciencias Sociales XVIII (décimo octava) Promoción 2010-2012 Campesinado «histórico» y neoliberalismo en Chile: La articulación entre las unidades domésticas rurales y el nuevo patrón de reproducción del capital en el sector silvoagropecuario (frutícola y forestal). Tesis que para obtener el grado de Maestro en Ciencias Sociales Presenta: Pablo Andrés Cuevas Valdés Directores: Dra. Alicia Puyana Mutis Dr. Fernando Saavedra Pelaez Lectores: Mtra. Flérida Guzmán Gallangos Dr. Nelson Florez Vaquiro Seminario de tesis: La globalización y las políticas de desarrollo económico en América Latina. Una mirada desde la exclusión social Línea de investigación: Integración y dinámica socioeconómica latinoamericana. México, D.F. 30 Mayo de 2012 Se agradece el apoyo brindado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) Resumen La tesis consiste en un estudio que busca conocer y comprender las trasformaciones recientes que han afectado a un segmento de la población rural de Chile en las últimas cuatro décadas: aquellos grupos usualmente denominados como campesinado. Más allá de una descripción general de los cambios sufridos por estos sectores, se hace hincapié en la relación de los mismos con la aplicación del neoliberalismo en el país, desde mediados de la década de 1970. A partir del estudio de este sector social por medio de las unidades domésticas que lo reproducen, se analiza la articulación entre éstas y el nuevo patrón en el que el capital se reproduce en Chile, durante el neoliberalismo. La investigación se realiza a partir del uso de la base de datos de la encuesta CASEN (Ministerio de Desarrollo Social de Chile) y otras fuentes secundarias, cualitativas y cuantitativas, y proyecta una discusión teórica que pone énfasis en la especificidad de las dinámicas de utilización del trabajo rural en la economía chilena, en tanto economía periférica. Palabras clave: Campesinado, neoliberalismo, Chile, silvoagropecuario, unidades domesticas, superexplotación del trabajo. Abstract The thesis is a study that seeks to know and understand the recent transformations that have affected a segment of the rural population of Chile in the last four decades: those groups often referred to as peasants. Beyond an overview of the changes in these sectors, emphasizing the relationship of these with the implementation of neoliberalism in the country since mid 1970. From the study of the social sector by households that play, we analyze the link between these and the new pattern in which the capital is playing in Chile during neoliberalism. Research is conducted through the use of database CASEN (Ministry of Social Development in Chile) and other secondary sources, qualitative and quantitative, and projects a theoretical discussion that emphasizes the specificity of the dynamics of use rural labor in the Chilean economy, while peripheral economy. Keywords: Peasanty, neoliberalism, Chile, forestry and agriculture, domestic units, exploitation of labor. ii …A los trabajadores rurales de la periferia mundial, a aquellos cuyo esfuerzo es transformado en “ventajas comparativas” y cuyo sudor contribuye a reproducir al gran capital. iii Agradecimientos La realización de la presente tesis ha sido posible gracias al apoyo de variadas instituciones y personas. Se agradece el apoyo a CONACyT, institución que otorgó la beca que permitió la realización del presente trabajo, a FLACSO – México, por su apoyo en el financiamiento del trabajo de recolección de información en Chile. Es necesario además señalar que esta investigación utilizó información de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional. El autor agradece al Ministerio de Desarrollo Social de Chile, propietario intelectual de la Encuesta, haberle permitido disponer de la base de datos. Todos los resultados del estudio son de responsabilidad del autor y en nada comprometen a dicho Ministerio. También es menester agradecer a todos los funcionarios de la Biblioteca Iberoamericana de FLACSO - México, por su siempre atenta y eficaz labor y apoyo a los estudiantes de posgrado. En Chile, un especial agradecimiento a la Escuela de Antropología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y a la Biblioteca de la misma casa de estudios, por otorgar al autor acceso a material sin el cual este trabajo no habría sido el mismo. En la misma institución, se agradece a GICSEC por facilitar el acceso a resultados de investigación inéditos y al profesor Miguel Bahamondes Parrao, por asistir y aconsejar en la búsqueda de material de trabajo. Además quisiera agradecer a todos los integrantes del seminario de tesis “La globalización y las políticas de desarrollo económico en América Latina. Una mirada desde la exclusión social”, y con ello especialmente a las Doctoras Alicia Puyana y Graciela Bensusán, y a los estudiantes Francisco Cantamutto, Agostina Costantino, Andrés Medellín y Andrea Santos, de cuyas críticas y comentarios esta tesis se benefició ostensiblemente. De la misma manera se agrácese a la Mtra. Marisol Luna, por su ayuda en el manejo de los programas computacionales estadísticos. De entre las personas que cooperaron en esta tesis, es necesario expresar gratitud también a la Mtra. Teresa Rojas Martini, cuyas minuciosas lecturas e ideas, beneficiaron enormemente esta tesis. Un particular agradecimiento también a los directores de esta tesis, a la ya mencionada Dra. Alicia Puyana Mutis y al Dr. Fernando Saavedra Pelaez, cuya dirección ha sido decisiva en el desarrollo de la investigación. Se hace extensivo también el agradecimiento a la Mtra. Flérida Guzmán Gallangos y al Dr. Nelson Florez Vaquiro, cuyos concejos y sugerencias incidieron notoriamente en el resultado final. Finalmente, un agradecimiento para todos los alumnos de la promoción XVIII de la Maestría en Ciencias Sociales. Ellos contribuyeron a generar un rico ambiente académico, que benefició el trabajo de muchos. Pablo Cuevas Valdés iv Índice Agradecimientos ........................................................................................................................... iv Cuadros, esquemas y gráficos ............................................................................................... viii Siglas......................................................................................................................................... x Introducción ................................................................................................................................... 1 i. Presentación. ...................................................................................................................... 1 ii. Contexto investigativo y delimitación del problema de estudio. ....................................... 3 iii. Sobre el contenido............................................................................................................ 10 Capítulo I: Marco teórico y de análisis y metodología. ............................................................... 11 I.1. Las unidades domésticas, la reproducción del trabajo y las relaciones domésticas. ....... 12 I.2 El Campesinado: unidades domésticas y campesinado “histórico”................................... 14 I.3 Contexto capitalista dependiente y superexplotación del trabajo. ..................................... 21 I.4 Aspectos metodológicos. ................................................................................................... 24 I.4.1 Unidades de observación y análisis. ............................................................................... 24 I.4.2. Fuentes de información. ................................................................................................ 25 Capítulo II: Antecedentes: El campesinado histórico durante la ISI y la aplicación del neoliberalismo en Chile ............................................................................................................... 27 II.1. El campesinado histórico durante la ISI. ......................................................................... 27 II.1.1 La ISI en Lainoamérica y en Chile.......................................................................... 27 II.1.2 La marginación del campesinado “histórico” del acuerdo de clases del “Frente Popular” (1938-1952). ................................................................................................................. 29 II.1.3. El agro chileno antes de la reforma agraria: el mito del “atraso feudal”. ................ 31 II.1.4. La reforma agraria (1962-1973). ............................................................................. 35 II.1.5. La dialéctica del agro durante la ISI. ....................................................................... 37 II.1.6. La política económica general y sectorial durante la ISI. ....................................... 40 II.2 La aplicación del neoliberalismo en Chile y su agricultura. ............................................ 41 II.2.1. El neoliberalismo en Chile y el mundo. .................................................................. 41 II.2.2. El neoliberalismo en Chile: sus políticas concretas. ............................................... 45 v II.2.3. La política sectorial silvoagropecuaria: La implementación del modelo en dos periodos: 1973 -1983/ 1983-1989. ............................................................................................... 47 Capítulo III: Décadas de cambios en el sector silvoagropecuario chileno. Una mirada general . 53 III.1. Panorama general. Cambios económicos a nivel macro en el sector silvoagropecuario. ..................................................................................................................................................... 53 III.2. Los cambios en las explotaciones silvoagropecuarias y en el uso de suelo. .................. 62 III.3. Cambios al interior de las explotaciones........................................................................ 65 III.4. Aspectos generales sobre los subsectores frutícola y forestal. ....................................... 69 III.4.1. El subsector frutícola. ............................................................................................ 69 III.4.2. Subsector forestal. .................................................................................................. 72 III.5. Recapitulación. ............................................................................................................... 77 Capítulo IV: Transformaciones en el campesinado “histórico”: el trabajo rural en el Chile neoliberal...................................................................................................................................... 79 IV.1. Efectos de las políticas de la etapa 1973 – 1983 sobre el agro y las unidades domésticas. ..................................................................................................................................................... 79 IV.2. Efectos del modelo agro-exportador sobre las unidades domésticas relacionadas a los subsectores hortofrutícola y forestal. ........................................................................................... 87 IV.2.1. Transformaciones en las unidades y la producción doméstica tradicional. ........... 87 IV.2.2. Indicios sobre los destinos de la producción doméstica subsistente. ..................... 97 IV.2.3. Diferenciación........................................................................................................ 99 IV.2.4. El patrón forestal y frutícola de unidades domésticas ......................................... 103 IV.2.4.1. Forestal ........................................................................................................ 103 IV.2.4.2. Frutícola: ..................................................................................................... 107 IV.2.4.3. Comparación de las unidades domésticas de zonas forestales y frutícolas, 109 IV.2.5 La composición del ingreso de las unidades domésticas y la reproducción de los trabajadores rurales. ................................................................................................................... 111 IV.3. Condiciones del trabajo asalariado silvoagropecuario................................................. 118 IV.3.1. Los ingresos salariales en los trabajadores asalariados individuales. .................. 119 IV.3.2. Los salarios en los hogares. ................................................................................. 120 IV.3.3. Presencia del trabajo temporal y de contratos en comunas frutícolas y forestales. ................................................................................................................................................... 122 IV.3.4. La temporalidad e inseguridad del trabajo como rasgo del sector. ..................... 124 vi IV.4. Recapitulación. ............................................................................................................ 126 Capítulo V: Análisis general y comentarios finales. .................................................................. 128 V.1. Las grandes transformaciones en el sector silvoagropecuario y en el campesinado “histórico” a partir de las políticas neoliberales: una propuesta explicativa. ............................. 128 V.2. Formas de incorporación del trabajo del campesinado “histórico” a la reproducción del capital y la superexplotación del trabajo. ................................................................................... 135 V.3. La inserción periférica del sector en la economía internacional. ................................... 142 V.4. Las permanencias: superexplotación e inserción periférica. .......................................... 144 V.5 Epílogo. ........................................................................................................................... 147 Bibliografía ................................................................................................................................ 149 i. Libros y artículos publicados ......................................................................................... 149 ii. Tesis de grado y posgrado.............................................................................................. 155 iii. Documentos inéditos...................................................................................................... 158 iv. Bases de datos ................................................................................................................ 158 v. Prensa ............................................................................................................................. 158 vi. Páginas web ................................................................................................................... 159 ANEXOS ................................................................................................................................... 160 vii Cuadros, esquemas y gráficos Cuadro 1 Cuadro 2 Cuadro 3 Esquema de la tipología de Unidades Domésticas Empleo según los tipos de agricultura (cifras de 1965) Composición de las Exportaciones Chilenas según Categorías (% del total de exportaciones en dólares) Balanza silvoagropecuaria 1990-2000 2001-2012 Chile: Distribución porcentual del Empleo por sectores Número de explotaciones y cambios en tamaño medio, por tipología Cambios en superficie (riego y secano) por tramo. Cambio en el uso de suelo (hectáreas) en las explotaciones agropecuarias con tierra. Participación del ingreso aportado por la explotación, por tipología Nacional Trabajadores permanentes y temporeros promedio explotación por explotación en 2007. Trabajadores del hogar en la explotación, por tramo 2007. Destino de la producción. (% de las explotaciones del tramo que exportan) Variaciones por tramo de la superficie de frutales y viñas. (Miles ha.) Total extensión en Plantaciones forestales por tramo (Has.) Condición Jurídica de las explotaciones forestales (Superficie de plantaciones en has. 2007) Participación de las principales empresas exportadoras en las exportaciones forestales chilenas (%) Población e índice de crecimiento Urbano rural 1960 -2002 Tipología de comunas rurales según Berdegué et al (2010) Comparación de medias (zonas forestales y frutícolas) de los porcentajes de cada tipo de ingreso en el ingreso total. (Hogares con al menos 1 ocupado en la rama agricultura, caza y silvicultura) Ingreso promedio mensual de los hogares, pesos chilenos de 2009, zonas frutícola y forestal (Comparación de medias y prueba T) Ingreso mensual hogares, pesos chilenos de 2009, zonas frutícola y forestal (Medidas tendencia central) Porcentaje de participación de la producción doméstica en el ingreso anual familiar Sector de residencia habitual de temporeros Ingreso promedio trabajadores agropecuarios nacional Ingresos medios peones forestales y agrícolas, individual y en el hogar (pesos chilenos de 2009) Ingresos medios peones forestales y agrícolas, individual y en el hogar, comunas forestales y frutícolas(pesos chilenos de 2009) Pruebas Levene y T, comparación de medias ingresos peones forestales y agrícolas, individual y en el hogar. (pesos chilenos de 2009) 18 33 56 Esquema 1 Esquema de la tipología de Unidades Domésticas 17 Gráfico 1 Gráfico 2 PIB silvoagropecuario, periodo 1962-2007 (en millones de pesos chilenos de 2003) Proporción del PIB Silvoagropecuario en el PIB nacional,1962-2007 (según cifras en valores corrientes) Apertura, importaciones y exportaciones en el PIB 53 54 Cuadro 4 Cuadro 5 Cuadro 6 Cuadro 7 Cuadro 8 Cuadro 9 Cuadro 10 Cuadro 11 Cuadro 12 Cuadro 13 Cuadro 14 Cuadro 15 Cuadro 16 Cuadro 17 Cuadro 18 Cuadro 19 Cuadro 20 Cuadro 21 Cuadro 22 Cuadro 23 Cuadro 24 Cuadro 25 Cuadro 26 Cuadro 27 Gráfico 3 viii 58 60 63 63 64 67 67 66 69 72 75 75 76 83 91 112 114 114 116 117 119 120 121 122 55 Gráfico 4 Gráfico 5 Gráfico 6 Grafico 7 Gráfico 8 Gráfico 9 Gráfico 10 Gráfico 11 Gráfico 12 Gráfico 13 Gráfico 14 Gráfico 15 Gráfico 16 Gráfico 17 Gráfico 18 Gráfico 19 Gráfico 20 Gráfico 21 Mano de obra ocupada en agricultura, caza y pesca y participación en total, periodo 1985-2007 Agricultura: Participación en el empleo total y tasa de crecimiento del PIB sectorial. Variación porcentual de la superficie cultivada por tipo de cultivo, 1975-2007 Estructura del Empleo en las explotaciones según nexo,2007 Participación porcentual de las exportaciones chilenas de fruta fresca en el total exportado por el hemisferio sur (toneladas) Participación porcentual del volumen de exportación de vino chileno en las exportaciones mundiales. Superficie con frutales y viñas, censos 1976, 1997 y 2007 Balance importaciones exportaciones forestales Participación porcentual de Chile en el volumen de la producción mundial de productos primarios, 2009. Superficie con plantaciones forestales, censos 1976, 1997 y 2007 Destino de las tierras expropiadas por la reforma agraria en la contrareforma agraria Exportaciones Agrícolas totales (Millones de dólares constantes) Empleo agropecuario absoluto y relativo al empleo total Tasa de desocupación nacional Tasas de desocupación de la agricultura 1980-1987 Ocupación de los trabajadores silvoagropecuarios nacional CASEN 1990-2009 Composición del ingreso de las unidades domésticas en la localidad de Huelón (Curepto, VII región) en 2007 Distribución de la población por decil de ingreso per capita, según definición de ruralidad del PNUD (2008)(% de población en cada decil) ix 61 62 65 68 70 71 71 73 73 74 81 82 85 86 86 102 115 120 Siglas BCCh Banco Central de Chile BM Banco Mundial CAI Complejos Agro Industriales CASEN Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional CEP Centro de Estudios Públicos CEPAL Comisión Económica para América Latina y el Caribe CONAMA Comisión Nacional de Medio Ambiente CORA Corporación de Reforma Agraria CORFO Corporación de Fomento a la Producción DTICA Departamento Técnico Interamericano de Cooperación Agrícola FEDEFRUTA Federación Nacional de Productores de Fruta de Chile FMI Fondo Monetario Internacional HRB Hectáreas de Riego Básico INDAP Instituto de Desarrollo Agropecuario INE Instituto Nacional de Estadística. INFOR Instituto Forestal de Chile ISI Industrialización por Sustitución de Importaciones MIDEPLAN Ministerio de Planificación MINAGRI Ministerio de Agricultura ODEPA Oficina de Estudios y Política Agrarias PEA Población Económicamente Activa PIB Producto Interno Bruto RM Región Metropolitana SNA Sociedad Nacional de Agricultura x Introducción i. Presentación. La presente tesis consiste en una investigación inscrita en el campo temático de la modernización del agro y los procesos de transformación de las economías campesinas, a través de la cual se busca conocer y comprender los principales cambios y permanencias ocurridos –durante las últimas cuatro décadas- en el sector social que ha sido denominado como campesinado en Chile, e identificar cómo se relacionan éstos con la aplicación de las políticas neoliberales. La investigación se focaliza, en un primer momento, en los efectos de las principales políticas neoliberales establecidas desde la dictadura militar (1973-1989) al presente, sobre este particular sector social, para señalar, primero las más importantes trasformaciones y continuidades y, segundo, identificar las formas de articulación entre el nuevo patrón de reproducción del capital1 y la dinámica de las unidades mínimas de reproducción de este campesinado “histórico”2: las unidades domésticas. En consecuencia con lo anterior, el análisis pone énfasis en la particular relación que se establece entre dinámicas micro y tendencias macro: en la articulación de las economías domésticas que componen el campesinado “histórico”, con la economía nacional y su inserción internacional. En términos muy amplios, el marco general en el que se inscribe el esquema teórico que plantearemos, puede ser catalogado como marxista. El grueso del análisis se sustenta en conceptos que pertenecen a dicha tradición de pensamiento y se articulan bajo sus preceptos teóricos.3 De esta manera, la propuesta de análisis de esta tesis rescata esta corriente teórica para el abordaje de un objeto y una problemática que, desde las ópticas contemporáneas dominantes, podrían no resultar siquiera visibles o relevantes. 1 De acuerdo a autores como Adrián Sotelo (2002) o Jaime Osorio (2009) en Latinoamérica el patrón industrial de reproducción del capital de la posguerra habría dado paso, entre mediados de la década de 1970 y principios de la de 1980, a un patrón de especialización productiva o exportador, característico de la etapa neoliberal. Al respecto no existe consenso, sin embargo, no entraremos aquí en dicho debate, y nos posicionáremos desde esa lectura. 2 Más adelante, dentro de esta introducción, se especifica con precisión a qué referimos con «campesinado “histórico”». Por el momento, diremos que refiere a aquellos grupos denominados como campesinado en el pasado, hoy con variables transformaciones. 3 Deben por tanto ser entendidos en el sentido que desde allí se les da. 1 Nuestro esquema teórico particular se articula principalmente en función de tres ejes interrelacionados entre sí. A) El primero consiste -parafraseando a Bourdieu et al (1975)- en una “construcción del objeto de estudio” a partir de un concepto propio: «campesinado “histórico” 4». Se trata de una categoría suficientemente amplia que capta el movimiento diacrónico del objeto en su interior, e incorpora los sectores heterogéneos que han sido nominados “campesinado”. Sin embargo, debido a la amplitud y a la diversidad de configuraciones que abarcará nuestra noción de campesinado “histórico” – en términos de relaciones productivas, acceso a medios de producción, entre otros-, dicho objeto se subdivide, como veremos, en subgrupos. B) El campesinado “histórico” se estudia desde la lógica de la reproducción antes que de la producción, por lo que el segundo eje lo constituye la noción de “unidades domésticas”. A partir de éstas, definidas como unidades mínimas de suma y redistribución de un ingreso común, se identifican los “subgrupos”, a partir de una tipología generada por medio de formas de composición del ingreso doméstico. C) El tercer eje, refiere a la “superexplotación” del trabajo (Marini, 1979) en el campesinado “histórico”. Nuestro énfasis en la reproducción, al realizar el análisis desde las unidades domésticas, y no desde los trabajadores individuales o las explotaciones, permite visibilizar dinámicas que indirectamente fundamentan la hipótesis de existencia de superexplotación, por medio de mecanismos que sólo se hacen visibles a partir de la reproducción de las unidades completas. La presente tesis no prueba la existencia de superexplotación (y no es este su objetivo), pero al señalar particulares formas de articulación entre unidades domésticas y el patrón de reproducción del capital, allana el camino para una eventual comprobación de la existencia de la misma.5 Estos tres ejes: campesinado “histórico”, unidades domésticas tipificadas y superexplotación del trabajo componen nuestra propuesta de análisis, que busca, primero, describir las transformaciones de este sector social en el contexto neoliberal y, 4 Es necesario señalar que el adjetivo “histórico” para el campesinado, no refiere a “no existente” o a parte del “pasado”, sino más bien a aquel sector social al que “históricamente” se lo ha definido y se ha auto identificado bajo la palabra “campesinado”, que no es necesariamente equivalente al sector –o clase social- que se reproduce en una economía campesina. Este asunto será abordado, en el apartado “marco teórico y de análisis”. 5 Superexplotación, de acuerdo a cómo se la definirá más adelante, es medible concretamente por medio del cálculo de la tasa de plusvalía. Esta labor no se realiza en la presente tesis. Sin embargo, el estudio muestra algunos elementos que, de forma provisional, permitían señalar la existencia de la misma. 2 segundo, caracterizar la articulación de éste con el gran y mediano capital, poniendo énfasis en aquellas elementos que indirectamente podrían hablar de súper-explotación del trabajo. ii. Contexto investigativo y delimitación del problema de estudio. En décadas recientes, la importancia del campesinado como categoría de estudio ha menguado, contrastando con su centralidad hasta al menos la década de 1970. Tanto en los países centrales como en Latinoamérica se comienza a hablar de “nueva ruralidad”, con lo que la “cuestión campesina” deja de ser una problemática. El particular contexto de la posguerra, con un énfasis modernista, desarrollista e industrializador en toda la región, generó interés por el estudio de este “actor” que, pese a su condición de “no moderno”, tenía importancia tanto demográfica como en la producción, además de una creciente centralidad política. Se le definió desde diferentes ángulos, principalmente, como clase social o como unidades de producción (la unidad campesina) centradas en la figura de “el productor”. Su presencia era característica de las economías periféricas. En tanto forma “no capitalista” de producción, su existencia generaba múltiples interrogantes en relación al desarrollo capitalista. Distintos enfoques y perspectivas teóricas participaron en una intensa discusión en todo el continente,6 la cual giró principalmente en torno a la definición y constitución del campesinado, su reproducción, y su transformación e inserción en el contexto capitalista. 7 En términos generales, predominaba una mirada que se concentraba en la estructura productiva, cobrando especial importancia en el debate las variadas lecturas marxistas. En general, las posturas más próximas a la “teoría de la modernización” y a las vertientes mecanicistas del marxismo, proyectaban las “etapas” del desarrollo en los países centrales sobre la realidad latinoamericana. Desde vertientes menos ortodoxas del marxismo, sin embargo, comenzó a entenderse las particularidades de las economías periféricas –entre ellas, la presencia del campesinado- como parte de un proceso histórico integral del desarrollo mundial del capitalismo, que configuraba en la región un 6 Teniendo como epicentro México, pero también con cierta importancia en Chile, Perú y otros países de la región. 7 En América latina, entre las décadas de 1960 y 1970, se asiste a un resurgimiento, rescate y rediscusión de parte los debates “clásicos” que emergieron entre fines del siglo XIX y principios del XX en Europa, respecto del campesinado ante el avance del capitalismo -y el socialismo- en ese continente, ahora en el contexto del desarrollo latinoamericano. 3 capitalismo que más que “atrasado” era sui generis. En ese contexto cobra importancia la articulación entre campesinado y capitalismo, cuestión que en esta tesis tendrá especial consideración. Sin embargo, durante la década de 1970 la cuestión cambió. A nivel global, y fundamentalmente motivado por una crisis en la tasa de acumulación, el capital comenzaba a transformar los patrones en los que se reproducía en distintos espacios geográficos. Así, movilizaba uno de sus tantos mecanismos de acción: la política pública, logrando imponer nuevos preceptos que le permitirían –hipotéticamenterecuperar la tasa de acumulación. Chile, en particular, dada la coyuntura política interna –una dictadura desde 1973-, se prestó como laboratorio de ensayo de esta nueva política: la neoliberal. Con la “llegada” del neoliberalismo, la discusión en torno al campesinado se diluyó en toda la región. A la vez que desaparece su importancia en tanto actor político – en Chile, mediante el uso directo de la fuerza- también desaparece su importancia como sujeto de políticas públicas o “sector” al cual “modernizar”. En tanto “actor colectivo”, el campesinado –como el proletariado- chocan con una “teoría” transformada en la “filosofía del Estado neoliberal” que negaba la existencia de cualquier conglomerado humano y agregación de intereses, y que ponía en marcha una política que intentaba hacer de ese precepto teórico una realidad empírica.8 En este mismo contexto, desde las demás ciencias sociales –dejando a un lado a la economía- a partir de los nuevos enfoques el campesinado se hizo igualmente invisible. En el ámbito de los estudios agrarios comenzaba a hablarse, en su reemplazo, de una “nueva ruralidad”9 con “nuevos actores”. 8 La teoría en la que se basó la aplicación del neoliberalismo expresa una ideología individualista extrema. De acuerdo a ella, las clases sociales no existen y los individuos velan por sus intereses individuales antes que colectivos. Sin embargo, lo curioso de esto especialmente en Chile con el contexto dictatorial, radica en que, contrario a lo que ocurre usualmente cuando una teoría observa y luego explica lo observado, al diferir en Chile la realidad del precepto, se construyó por la fuerza aquello que la “teoría” señalaba como existente, imponiendo la desarticulación sindical y evitando la agregación de intereses en colectivos. 9 Por “nueva ruralidad”, en un principio, se hacía referencia a un conjunto de propuestas teóricoconceptuales que, en Europa y EEUU, desde las décadas de 1970 y 1980, tendían a cuestionar la pertinencia de una realidad definible bajo el concepto de “ruralidad”. En general, en esos países refiere a los procesos de desplazamiento de las capas medias a zonas rurales, en virtud de una nueva valorización del entorno rural, en términos de su calidad de vida y de evocaciones culturales particulares (Ratier, 2002). Blanca Rubio (2002) destaca el hecho de que estos cambios se relacionan con la crisis del modelo productivo anterior, y con la modificación en la política agrícola de los países centrales, lo que trajo 4 En América Latina, el concepto de “nueva ruralidad” ha tenido tanto detractores como defensores, pero en general, como bien lo apunta Kay (2009) el término se ha convertido en un “concepto paraguas” utilizado para referirse a cualquier nuevo desarrollo en las áreas rurales. En este sentido el escenario se torna algo más confuso, pero a grandes rasgos se puede distinguir un primer grupo compuesto por quienes aceptan la existencia de una “nueva ruralidad” en el continente; un segundo grupo, compuesto por quienes la niegan y señalan que aquello que la identifica es el producto de la imposición de las políticas neoliberales, es decir “nueva ruralidad” como “ruralidad transformada por el neoliberalismo”; y una tercera posición que la coloca como referente utópico, proponiendo una “nueva ruralidad” futura. En la presente tesis nos posicionaremos en el segundo grupo. Desde esa posición, al ser el primer país -no sólo de la región sino del mundo- en instaurar plenamente el modelo económico neoliberal, la pregunta por aquello “nuevo en la ruralidad” es evidentemente muy pertinente para Chile. Desde la década de 1980 se experimenta en este país una sostenida alza de las exportaciones del sector silvoagropecuario, y un claro incremento en la tasa de crecimiento promedio del PIB sectorial, que entre 1983 y 2007 fue de 5.64% anual, más del doble de la del periodo 1963 – 1982, de tan sólo 2.70%. En la actualidad, el agro chileno se caracteriza -como veremos- por un modelo agroexportador dominado principalmente por el gran capital y secundariamente por el mediano. Si bien durante la década de 1980 y principios de la de 1990 esta situación suscitó interés académico, en los últimos veinte años la ruralidad y sus actores han perdido interés público e investigativo. Al margen de excepciones, el cambio en los enfoques teóricos ha determinado una falta de interés por el proceso de transformación de los antaño denominados campesinos, frente al avance de este proceso de modernización agroexportador neoliberal, y un aún más escaso interés por la articulación entre este campesinado ahora transformado y el patrón de reproducción del consigo una relativa pérdida de importancia de las actividades productivas agrícolas. Por ello se habla de “desagrarización”, señalando que el ingreso que perciben los pobladores rurales ya no proviene principalmente de la agricultura, lo que implica una mayor “pluriactividad”, que impediría –según los “nuevos ruralistas”- delimitar como campesinos a quienes se vinculan con actividades productivas agrícolas, al tiempo que las formas de organización y de vida están fuertemente influenciadas por patrones urbanos (Rubio, 2002). 5 capital, con los consecuentes y derivados procesos de explotación del trabajo. Esta tesis constituye un esfuerzo modesto para contribuir a llenar ese vacío.10 Si bien existen cambios en lo que antaño pudo definirse como ruralidad -los cuales deben ser recalcados y explicados-, a partir del énfasis en lo nuevo –que redunda al hablar de “nueva ruralidad”- tiende a perderse aquello que permanece, aquello que no ha cambiado. En la medida en que entre “lo que permanece” se encuentran las relaciones de explotación del trabajo, al tomar como referencia los nuevos marcos, se debe tener el cuidado de no volverse una más de las voces que se encuentran legitimando el nuevo modelo, al menos si no es eso lo que se desea hacer.11 La presente tesis surge de lo que pensamos es una necesidad de volver a considerar los cambios sufridos por los sectores a los que se les denominaba como campesinos, desde una perspectiva que insista en la pertinencia de un análisis que incluya elementos estructurales.12 En efecto, partimos desde la identificación de un objeto inexistente desde otras miradas, “el campesinado”, pero ese campesinado denominado como tal en el pasado -y su movimiento hasta el presente- que hoy puede ser distinto, que conserva algunas de las características que justificaban ese nombre, pero que también en muchos casos ha perdido otras que quizás dificultan llamarlo así. Nos referimos a un sector social, respecto del cual nos preguntamos, ante el contexto 10 Desde la década de 1990 ha existido un relativo retorno a algunos temas campesinos. Desde algunos sectores heterodoxos de la ciencia económica se analiza al campesinado por su potencial productivo y a la pequeña propiedad se la ubica como una forma eficiente de explotación agrícola capitalista. Entre algunas razones: el pequeño propietario y productor asume totalmente el riesgo, cubre sus gastos fijos totalmente y se sobre explota, cuando es necesario. También surgió en el continente una corriente agroecológica que señala a la economía campesina como una forma de producción menos dañina del medio ambiente. Por el lado político, la persistencia del movimiento de los “sin tierra” de Brasil renovó algunas discusiones en torno al campesinado y las amenazas de hambrunas o de desnutrición relevaron la importancia de la producción de alimentos de los miles de millones de campesinos que existen en el mudo. Sin embargo, pese a este resurgimiento, el campesinado dista mucho de tener la centralidad académica y política que tuvo durante las décadas de 1960 y 1970. En Chile la ruralidad en general –y más aún sus viejos actores, entre estos, el campesinado- ha dejado de ser un tema de interés y discusión. Como bien lo destaca Rubio (2001) a nivel latinoamericano, en Chile también el campesinado ha devenido en un sector invisible, “Abordar hoy los problemas campesinos, los mecanismos de subordinación a los que están sujetos, sus luchas y reivindicaciones, se considera irrelevante, reiterativo, poco novedoso.” (Rubio, 2001: 211) 11 Al señalar esto no se pretende cuestionar el énfasis en muchos de los “temas emergentes” en el ámbito rural, muchos de los cuales parecen ser importantes y necesarios de estudiar, lo que se cuestiona es, por un lado, el abandono de otras dimensiones –como las relaciones de producción, explotación y las configuraciones estructurales nivel macro y micro- y el tratamiento atomista que muchas veces privilegian las nuevas perspectivas. 12 No se trata de postular un retorno acrítico a viejos debates descontextualizados, sino de señalar que el análisis de una realidad contemporánea desde una perspectiva que hoy es poco frecuente, ilumina fenómenos actuales poco visibilizados desde los marcos dominantes. 6 neoliberal, en qué ha cambiado y también en qué no lo ha hecho. Hablamos así, del campesinado “histórico”, entendido, no como una clase social, sino como un sector social heterogéneo, transformado, transfigurado y contemporáneo, compuesto no por “individuos”, sino por las unidades en que el trabajo se reproduce: las unidades domésticas. A diferencia de muchos de los enfoques del pasado, que estudiaban al campesinado como un grupo constituido por “el productor”, y en el mejor de los casos, por la unidad productiva (la unidad campesina de Chayanov, por ejemplo), nosotros lo estudiaremos a partir de las “unidades domésticas”, en las que se reproducen los trabajadores agropecuarios, entendidas como las unidades mínimas en las que se suma y distribuye un ingreso, de orígenes diversos y potencialmente distintos al propiamente “campesino”. En otras palabras, se desplaza el criterio desde la producción a la reproducción (social-económica), para lo cual se usa de manera operativa la composición del ingreso según sus fuentes. Esto nos permitirá identificar una tipología de las unidades domésticas que componen el campesinado “histórico”, definidas a partir de la proporción de los ingresos según sus fuentes.13 La tipología, que va desde las unidades domésticas típicamente campesinas, en las cuales la mayor proporción del ingreso es producto de la parcela, mediante relaciones familiares, a las completamente proletarizadas, donde el ingreso proviene mayoritariamente del trabajo asalariado. Así pretendemos seguir las mutaciones que las unidades domésticas han sufrido en el contexto neoliberal, a partir de sus movimientos dentro de la tipología. Ello mediante: a) la comparación de aquello que podemos reconstruir sucedía antes del neoliberalismo, frente a lo que hoy podemos observar (los cambios en la proporción del ingreso según las fuentes: producción propia (autoconsumo), venta de producción, salarios y subsidio); y b) mediante la comparación entre lo que hoy puede observarse a partir de nuestra tipología de unidades domésticas, en zonas asociadas a dos de los principales subsectores agroexportadores: el frutícola-vitivinícola y el forestal. Como se adelantó, la presente tesis no sólo persigue observar cuáles han sido las transformaciones en este campesinado “histórico” asociadas al neoliberalismo, sino se propone además caracterizar la articulación de este sector social con el gran y mediano 13 La tipología se especifica y define más adelante, en el apartado “marco teórico y de análisis” 7 capital moderno, poniendo énfasis en aquellos elementos que podrían estar indicano la presencia de superexplotación del trabajo, la cual se explicaría, en parte, por la lógica doméstica de organización (roles familiares), producción (multivariada) y (re) distribución de los ingresos, tareas y deberes, y ello se relaciona con la forma en que el neoliberalismo impulsó la modernización del agro. De esta manera, recuperando lo planteado hasta acá, el problema que en concreto se pretende abordar mediante esta investigación es la modernización del campesinado “histórico” chileno, la cual se ha realizado, desde la instauración del modelo neoliberal, “desde arriba”, es decir, por la fuerza del gran capital. Uno de sus efectos –planteamossería la superexplotación del trabajo. En este marco debe ubicarse la siguiente pregunta (guía) respecto de ¿Qué cambios y qué permanencias ha experimentado el campesinado “histórico” en Chile en las últimas cuatro décadas y cómo se relacionan unos y otras con la aplicación del “neoliberalismo”? En respuesta a ello, se explicitan dos hipótesis generales, contenidas en el problema identificado, éstas son: Hipótesis 1. El nuevo modelo ha profundizado la dependencia del campesinado “histórico” obligado a vender, cada vez en mayor proporción, su fuerza del trabajo. Sugerimos que esta venta se realiza a un valor inferior a su costo de reproducción.14 Esto es evidente en las actividades exportadoras tales como la fruticultura y la silvicultura. Hipótesis 2. Las “relaciones productivas domésticas”15, y la lógica doméstica de redistribución del ingreso,16 se articulan al patrón de reproducción del capital, facilitando la extracción de plusvalía, principalmente absoluta17. 14 Al no medir el “trabajo necesario” del trabajador para su reproducción, la presente tesis no puede demostrar que el trabajo está remunerado por debajo de su costo de reproducción. Sin embargo, se señalarán algunos elementos que indirectamente podrían dar cuenta de ello. 15 Relaciones sociales mediante las cuales se produce al interior de la unidad domestica. 16 Basada en la lógica de la reciprocidad generalizada. 17 La distinción entre plusvalía absoluta y plusvalía relativa proviene de Marx, quien señala: “La producción de plusvalía absoluta se consigue prolongando la jornada de trabajo más allá del punto en que el obrero se limita a producir un equivalente del valor de su fuerza de trabajo y haciendo que este plustrabajo se lo apropie el capital. La producción de plusvalía absoluta es la base general sobre que descansa el sistema capitalista y el punto de arranque para la producción de plusvalía relativa. En ésta, la jornada de trabajo aparece desdoblada de antemano en dos segmentos: trabajo necesario y trabajo excedente. Para prolongar el segundo se acorta el primero mediante una serie de métodos, con ayuda de los cuales se consigue producir en menos tiempo el equivalente del salario. La producción de plusvalía absoluta gira toda ella en torno a la duración de la jornada de trabajo; la plusvalía relativa revoluciona desde los cimientos hasta el remate los procesos técnico del trabajo y las agrupaciones sociales.” (Marx, 1968: 426). 8 A partir de lo anterior se establecieron los siguientes objetivos y tareas: el objetivo general es conocer y comprender los cambios y permanencias que ha experimentado el campesinado “histórico” en Chile en las últimas cuatro décadas y su relación con la aplicación de políticas neoliberales. Para el cumplimiento del objetivo propuesto, delimitamos nuestra labor mediante los siguientes objetivos específicos: a) Comprender la articulación entre las unidades domésticas -donde se reproduce el campesinado “histórico”- con el anterior y el actual patrón de reproducción del capital. b) Analizar la evolución del campesinado histórico asociado a las actuales zonas frutícolas y forestales y su articulación con el actual patrón de reproducción del capital. Para ello se procederá a: a) Caracterizar de manera general al campesinado “histórico” antes de la aplicación del neoliberalismo, y su relación con el patrón de reproducción del capital precedente. (Lo cual se realiza en el Capítulo II) b) Describir de manera general al sector silvoagropecuario en la actualidad, su evolución en el periodo neoliberal, y su proceso de modernización. (Capítulo III) c) Describir al campesinado “histórico” en Chile desde la aplicación de las políticas neoliberales, con énfasis en la dinámica entre los dos principales subsectores exportadores –el forestal y frutícola- y las “unidades domésticas” de las zonas relacionadas y compararlas. (Capítulo IV) Las preguntas, hipótesis y objetivos antes expuestos guardan una relación dialéctica con el esquema teórico que plantearemos en el capítulo I, puesto que, por un lado surgen de las potenciales explicaciones realizables a partir de los referentes teóricos, pero a la vez, ayudan a delimitar los conceptos necesarios que se articulan como estratégica teórico-metodológica de persecución de las mismas. 9 iii. Sobre el contenido El documento se estructura a partir de una introducción y cinco capítulos. En la introducción se plantea el problema, las preguntas, hipótesis y objetivos. En el Capítulo I se exponen los marcos teóricos y metodológicos a partir de los cuales se realiza la investigación. En el Capítulo II, por un lado, se caracteriza de manera general al campesinado “histórico” antes de la aplicación del neoliberalismo, y su relación con el patrón de reproducción del capital industrial, y por otro, se describe a grandes rasgos, la instauración del neoliberalismo en Chile, así como las principales políticas utilizadas para ello. Hasta dicho capítulo, se presenta todo el material previo a la indagación empírica propiamente tal, se describe el momento previo al neoliberalismo, y luego las políticas aplicadas, reservando los efectos de las mismas para su tratamiento independiente en los capítulos III y IV. En el Capítulo III se describe, de manera general, al sector silvoagropecuario en la actualidad, su evolución en el periodo neoliberal, y su proceso de modernización, a fin de dar cuenta del contexto en el que se insertan los cambios sufridos por las unidades domésticas del campesinado “histórico”, para luego, en Capítulo IV, describir al campesinado “histórico” en Chile, desde la aplicación de las políticas neoliberales, con énfasis en la dinámica entre los dos principales subsectores exportadores –el forestal y frutícola- y las “unidades domésticas” de las zonas relacionadas. Finalmente, en el Capítulo V se intenta articular y analizar, a la luz del esquema teórico propuesto, la información que se presenta hasta el Capítulo IV, a fin de responder de manera explícita las interrogantes aquí levantadas y contrastar las hipótesis planteadas. 10 Capítulo I Marco teórico y de análisis y metodología. Como señalamos al comienzo, nuestro esquema teórico particular se articula principalmente en función de tres ejes interrelacionados entre sí –campesinado “histórico”, unidades domésticas tipificadas y superexplotación del trabajo- que componen nuestra propuesta de análisis. En su articulación, planteamos que el análisis del campesinado “histórico” a partir de las “unidades domésticas”, permite comprender de manera integral la reproducción del trabajador, lo que presenta desde otro ángulo aquello que Marx denominó “trabajo necesario” y “trabajo excedente”, pues el primero se define en función de la reproducción, y en ésta, la lógica de suma y de redistribución de ingresos de la unidades doméstica influye de manera directa. Si bien no mediremos el “trabajo necesario”,18 identificaremos mecanismos que permiten indicar si éste se reduce o aumenta dentro del salario de los trabajadores agrícolas que se reproducen en las unidades domésticas, planteando, en base a ello y de manera provisional, la existencia de superexplotación del trabajo. Esto permite ver cómo la generación de valor implicada en la producción silvoagropecuaria se integra en un “patrón de reproducción del capital”19 en el contexto neoliberal. A continuación daremos breve revista al significado y articulación de los principales conceptos que hemos aquí mencionado. En la medida en que nuestra noción de campesinado “histórico” supone el concepto de “unidad doméstica”, comenzaremos por ésta última, para luego explicar y desplegar la primera y la tipología en que se subdivide. Finalmente, señalamos brevemente algunas cuestiones relativas al 18 Para lo cual se requeriría una investigación especialmente avocada a ello, mediante levantamiento de encuestas específicamente diseñadas para tal fin. 19 La forma en que el capital se reproduce genera un “patrón”. Cuando hablamos de patrón de reproducción del capital (Osorio 2004) referimos a un concepto amplio, que permite caracterizar la reproducción del capital en tiempos históricos y espacios geográficos determinados, de acuerdo a los distintos sectores o ramas que el capital privilegia, dejando a su paso “huellas a base de repeticiones” (Osorio 2004: 56), y las contradicciones que este proceso genera. Esta noción remite además a los ordenamientos políticos y sociales que permiten ese formato específico de valorización del capital y caracteriza el ciclo del capital incluyendo no sólo la acumulación –reinversión de plusvalía- sino además la circulación. Los mecanismos mediante los cuales el capital genera un patrón particular, van más allá de la política pública y el modelo económico, siendo éstos más bien instrumentos del capital que facilitan su reproducción siguiendo un determinado patrón. 11 capitalismo periférico y la superexplotación del trabajo que se articulan al esquema previamente expuesto. I.1. Las unidades domésticas, la reproducción del trabajo y las relaciones domésticas. Una unidad doméstica es una unidad integrada por diferentes miembros, con o sin relaciones de parentesco o familiares, que comparten una vivienda -duermen bajo un mismo techo especifican algunos, pero sobre todo comparten un mismo ingreso-; es un núcleo dentro del cual se suman los ingresos y el trabajo de varios de sus integrantes en función de la reproducción de todos los integrantes del núcleo, dominando en su interior la lógica de la reciprocidad generalizada.20 Para entender esta noción, nos apoyaremos en la propuesta de dos autores, Immanuel Wallerstein y Claude Meillassoux. Según señala Wallerstein (1989), en el “capitalismo histórico” los “individuos” han tendido a vivir en estas “unidades domésticas”, donde se comparte un fondo común de ingresos que puede provenir de distintas fuentes. Habitual, pero no exclusivamente, está relacionada en su interior por lazos de parentesco, y en la mayoría de los casos es co-residencial.21 Más allá de la caracterización, lo interesante de la manera en que este autor utiliza la noción de unidad doméstica, se relaciona con la función que otorga al tipo de unidad doméstica en la dinámica de la economía capitalista. Para Wallerstein el precio de la mano de obra no sólo ha dependido de la oferta y demanda, sino del tipo de unidad doméstica de la cual provenga el trabajador. A idéntica cantidad de trabajo con idénticos niveles de eficiencia y productividad, el asalariado que vive en una unidad 20 Unidad doméstica no es sinónimo de hogar. Sin embargo, los dos conceptos están fuertemente relacionados empíricamente. Usualmente las unidades domésticas se construyen a posteriori, mediante la identificación de lazos de reciprocidad en su lógica de composición y distribución del ingreso. Pero mucho de lo que identificamos en el concepto de unidad doméstica es observable en lo que usualmente ese define como hogar. En efecto, la definición de hogar entregada por la encuesta CASEN (Ministerio de Desarrollo Social, Chile) constituye una acercamiento observable a nuestra categoría de unidad doméstica. Según CASEN, un hogar es: Grupo de personas, parientes o no, que habitan la misma vivienda y tienen presupuesto de alimentación común o personas que viven solas. Puede ocurrir que uno o más hogares habiten una vivienda; sin embargo, un hogar no puede habitar más de una vivienda.” (CASEN http://www.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/casen/definiciones/residentes.html) 21 Según plantea el autor, en el contexto de estas unidades comenzó a imponerse la distinción entre trabajo productivo y trabajo improductivo, en función de si éste era valorado en dinero o de si era sólo de subsistencia y, por tanto, no producía excedente –del que alguien pudiera apropiarse-. El primero se asoció –cultural e históricamente- a los varones y el segundo a las mujeres de la unidad doméstica. Sin embargo, el mismo autor añade que ni la división del trabajo por sexo y edad, ni la familia jerárquica fueron creaciones del capitalismo histórico, lo nuevo fue la correlación entre división y valoración del trabajo. 12 doméstica con un alto porcentaje de ingresos salariales (unidad doméstica proletaria) tendrá un umbral monetario más alto, por debajo del cual no le parecerá racional realizar un trabajo asalariado, mientras que para el trabajador que vive en una unidad doméstica que percibe un porcentaje menor de sus ingresos producto del trabajo asalariado de sus miembros (unidad doméstica semiproletaria) este umbral monetario puede ser más bajo. Esta diferencia entre los “umbrales salariales mínimos aceptables” se relaciona con la economía de subsistencia, pues, cuando la unidad doméstica compone su ingreso principalmente del salario, este debe cubrir los costos mínimos de supervivencia y reproducción de la unidad. Al contrario, cuando el salario representa una parte menor del ingreso de la unidad doméstica, al asalariado le resulta racional aceptar un empleo con un nivel de remuneración proporcionalmente más bajo, pues, requiere de la consecución de dinero líquido mediante la sustitución de un trabajo en tareas mediante las cuales se consigue menor cantidad de dinero. Esto ha sucedido porque los ingresos reales (que incluyen producción para el autoconsumo y para la venta en mercados locales) creados por los distintos miembros de la unidad doméstica semiproletaria (aparte de el o los asalariados) bajan el requerimiento de ingreso en salario para reproducir la unidad. Otra contribución importante respecto a la teorización sobre las “unidades domésticas” y a su operación dentro de un “modo de producción capitalista”, la constituye la clásica obra del antropólogo marxista-estructuralista Claude Meillassoux (1998), publicada en 1975. Las “relaciones domésticas”, surgidas en lo que él define como la “comunidad doméstica”,22 se constituyen como el cimiento sobre el cual se edifican todos los “modos de producción” históricos, ya que sobre ella descansa un elemento central en la reproducción de éstos: la reproducción de la fuerza de trabajo. De esta forma, la familia –en el capitalismo- encarnaría a la “comunidad doméstica” desposeída de sus funciones productivas, pero conservando siempre sus funciones reproductivas. Esto es de capital importancia si se entiende que la “…reproducción de 22 Meillassoux reserva el término de “comunidad domestica” a sociedades agrícolas que cumplan dos condiciones: la ausencia de exacciones y el carácter poco determinante de las relaciones de intercambio con el exterior. En este sentido el concepto puede aplicarse a economías de autosubsistencia y no ha economías que se encuentran insertas en Estados con modos de producción distintos. Por lo tanto, el concepto excluye al de “economía campesina” que veremos más adelante. Sin embargo, el tema de la “comunidad doméstica” presenta, en la obra de Meillassoux, consecuencias importantes, pues, para este autor las “relaciones domésticas”, surgidas en la comunidad doméstica, son la base de todos los modos de producción históricos, pues sobre ella descansa un elemento central en la reproducción de éstos: la reproducción de la fuerza de trabajo. 13 los hombres es, en el plano económico, la reproducción de la fuerza de trabajo en todas sus formas”. (Meillassoux, 1998: 8) Pero Meillassoux también intenta explicar la forma en que se combinan las relaciones de tipo capitalista y las de tipo doméstico en zonas geográficas “subdesarrolladas”, no sólo en lo que respecta a la reproducción física de los individuos, sino también en cuanto a la producción al interior de las unidades. Para este autor, en estas zonas se presenta una explotación de las relaciones domésticas por el capitalismo en su forma “imperialista”. El mecanismo mediante el cual se permite esta explotación dice relación con la capacidad del sector doméstico de abastecer al “mercado de trabajo” con mano de obra alimentada, pues –al igual que Wallerstein- Meillassoux destaca que la tasa de salario no se fija en función de la oferta y la demanda, sino más bien la fija el costo de reproducción de la mano de obra, el cual es absorbido no por el capitalista, sino por la producción doméstica. Meillassoux observa que el “modo de producción capitalista” incorpora relaciones “no capitalistas” de forma orgánica por medio de la reproducción de los individuos, por un lado y, por medio de la explotación de la producción doméstica, por otro. En otras palabras, el capitalismo recurre a la producción doméstica en dos sentidos: por un lado, se aprovisiona de mano de obra gratuita –en el sentido de que no paga completamente su reproducción- y por otro, se procura del “trabajador libre”, es decir, no produce sus productores. El aporte de Wallerstein y de Meillassoux nos permite conectar la dinámica de la unidad doméstica con el proceso económico macro. El tipo de unidad doméstica, la lógica que en su interior opere, lo que produce y lo que no produce, impactan en la reproducción del trabajador, y por tanto, en el precio del salario, lo que supone requerimientos diferenciados de “trabajo necesario” y, de esa manera, distintas posibilidades del capital de apoderarse de una parte del valor generado. I.2 El Campesinado: unidades domésticas y campesinado “histórico”. Antes que todo, la noción de campesinado “histórico” debe distinguirse claramente del concepto de “economía campesina”. Para definir a la “economía campesina”, nos apoyaremos en la clásica definición de Chayanov, quien la estudia desde su unidad de funcionamiento: la familia, definida 14 como “...una familia que no contrata fuerza de trabajo, que tiene cierta cantidad de tierra a su disposición, que posee sus propios medios de producción y que a veces se ve obligada a utilizar parte de su fuerza de trabajo en actividades artesanales y comerciales.” (Chayanov, 1979: 104) Este autor intenta dilucidar la lógica y racionalidad que conduce la producción campesina, estableciendo que dicha producción está orientada a la satisfacción de las necesidades de subsistencia de la unidad campesina y no al incremento de la ganancia. Por lo mismo, Chayanov sostiene que las decisiones económicas de la unidad familiar consideran en forma inseparable la producción y el consumo final de la familia. El concepto de “economía campesina” será entendido aquí como un extremo de un continuum histórico, donde tendremos, en un lado, a la unidad doméstica con economía campesina, y en el contrario, unidades domésticas proletarias, en tanto su reproducción es mediante la venta de trabajo asalariado. Buena parte de la bibliografía en Chile ocupa el término “campesino” o “campesinado”, como un “concepto paraguas”. Algunos lo utilizan para referir simplemente a los habitantes del campo, otros, para referir a los trabajadores vinculados a la agricultura, otros, como el sector de pequeña y mediana propiedad –capitalista o de subsistencia- en fin, inclusive los sindicatos de obreros agrícolas de fines de la década de 1960 se auto-reconocían en la denominación “campesino”. Más aún, hay quienes lo definen en virtud de la “economía campesina”, pero luego lo aplican a poblaciones que dudosamente podrían reproducirse en ese tipo de economías. Es decir, la palabra ha sido utilizada –dentro y fuera del medio académico- para referir a sectores mucho más amplios que aquellos pertenecientes a alguna forma de la economía campesina. Como sinonimia de este “concepto paraguas”, referiremos aquí al campesinado “histórico”, distinguiéndolo de un “campesinado” formado por un sector de “economía campesina”. Como se expresó con anterioridad, en este contexto, el calificativo “histórico” se usa en su acepción semántica amplia, para señalar aquello que “ha sido”23 aquello “registrado”, lo que no supone que “ya no sea”. En efecto, el motivo de definir este concepto amplio, es circunscribir un sector dentro del cual han ocurrido los cambios que se describirán, entre otros, los relacionados a la economía campesina, lo que incluye que 23 O que realmente ha sido nominado bajo la categoría. 15 ésta deje de existir en forma pura a favor de una proletarización mayor, lo que supone cambios al interior del grupo definido, pero la permanencia del mismo en términos históricos. Como campesinado “histórico”, entonces, se entenderá a toda la población, que se reproduce en unidades domésticas de zonas rurales24, ligada –directa o indirectamente- a actividades silvoagropecuarias, y que a su vez, participen de la producción social añadiendo valor por medio de su trabajo. Con este concepto se pretende comprender el uso general –poco riguroso dirían algunos- de la noción de campesinado que abunda en la literatura. La noción de campesinado “histórico” resulta útil entonces –como se dijo- para hacer referencia a la población rural, relacionada con actividades silvo-agropecuarias, ya como productor silvoagropecuario o como trabajador en el sector, que puede o no conservar relaciones características de producción cercanas con la economía campesina. Sin embargo, es requisito para entrar en la categoría que la unidad doméstica se relacione –directa o indirectamente- con las actividades silvoagropecuarias, mediante su trabajo, y no exclusivamente mediante la inversión de capital (caso de pequeños empresarios agrícolas). Esta definición excluye a las unidades domésticas rurales que no participan en actividades agrícolas. Comprende históricamente tanto a unidades domésticas con “economía campesina” como unidades que venden su fuerza de trabajo en el sector agrícola. Por lo tanto, el campesinado “histórico” es un sector un sector social, con determinados intereses comunes. Tomando como base la composición del ingreso y el acceso a determinados recursos, construimos una tipología de unidades domésticas que componen el campesinado histórico. Identificamos cuatro fuentes de ingreso de la unidad doméstica, cuya proporción determina el tipo de unidad doméstica en nuestra tipología.25 Estos son: A = Producción doméstica auto-consumida, M’ = Producción doméstica mercantilizada, MT = Mercancía Trabajo (o salarios), que puede ser de carácter permanente o temporal, y S = 24 Entendiendo ruralidad como aquel espacio en el que la economía y la sociedad se organizan mayoritariamente para producir aquello que se consume principalmente en las ciudades -dentro o fuera del país- y que comúnmente no se puede producir en ellas. Lo que permite realiza una eventual separación de los espacios son las actividades en torno a las cuales se organizan las relaciones sociales. 25 Es importante aclarar que nuestra tipología de unidades domésticas es una construcción teórica con fines analíticos, por falta de información empírica adecuada. 16 Subsidios. Adicionalmente, agregamos a nuestra tipología, el acceso de las unidades a la tierra, y algunas características básicas del salario, cuando éste es importante. Debe aclararse que, al tratarse de unidades compuestas por más de un trabajador, cada fuente (A, M’, MT o S) puede ser producto de la suma de los aportes de más de un integrante, y un integrante puede aportar ingresos de más de una fuente.26 La tipología esquematizada se presenta en el Esquema 1, y las proporciones de los componentes del ingreso, más abajo, en el Cuadro 1. Esquema 1 Esquema de la tipología de Unidades Domésticas Fuente: elaboración propia 26 Por ello, debe considerarse que, por ejemplo, que MT puede MT_integrante1+MT_integrante2, y que S puede ser igual a S_integrante1+S_integrante2. 17 ser igual a Como señalamos, nuestra tipología se establece a partir de las proporciones de ingresos provenientes de las distintas fuentes, establecidas en el Cuadro 1, a lo que debe sumarse la división entre las unidades con y sin acceso a tierra. Otra distinción la genera la presencia o ausencia de al menos un salario permanente, lo que genera los subtipos Proletarias Tipo I; II.i y II.ii, (cuya diferencia radica en si alcanzan o no a generar los recursos suficientes para una canasta básica);27 y III.i y III.ii. Cuadro 1 Tipología de las Unidades Domésticas a partir de la composición de su ingreso Grupo de unidades sin acceso a tierra Categoría Subcategoría Unidades sin acceso a tierra Proletarias tipo I Proletarias tipo I Formula composición del ingreso * MT > S Proletarias tipo II Tipo II.i MT> S Tipo II.ii (Subproletarias) MT> S Subsidiadas tipo I S > MT Subsidiadas tipo I Grupo de unidades con acceso a tierra Productoras Comerciales agropecuarias Campesinas Unidades semiproletarias Comerciales con acceso a Autoconsumo tierra Proletarias tipo III Subsidiadas tipo II Tipo III.i M’ > A+S │ MT=0 A > M’+S │ MT=0 M’ > A+MT+S │ MT≠0 A > M’+MT+S │ MT≠0 MT > A+M’+S Tipo III.ii MT > A+M’+S Agropecuarias S > A+M’+MT │ A+M’>MT S > A+M’+MT │ MT > A+MT Proletarizadas Especificación Donde MT se compone con al menos 1 salario permanente y no hay ni A ni M’ Donde MT se compone sin salarios permanentes y no hay ni A ni M’ Donde MT, pese a ser mayor que S, no logra reproducir la unidad y no hay ni A ni M’(pobreza extrema) No hay ni A ni M’. Cuando existe MT, es en el sector silvoagropecuario, o los últimos ingresos salariales provinieron de actividades silvoagropecuarias Capitalistas (tipo farmer) sin salarios No capitalistas, sin salarios Productivamente capitalistas y con miembros asalariados Productivamente no capitalistas y con miembros asalariados Donde MT se compone con al menos 1 salario permanente Donde MT se compone sin salarios permanentes Subsidiadas, producción doméstica más importante que salario Subsidiadas, salarios más importantes que producción doméstica. * Donde: A = Producción doméstica auto-consumida M’ = Producción doméstica mercantilizada MT = Mercancía Trabajo S = Subsidios Fuente: elaboración propia 27 Se trata de las unidades que cabrían en la definición de indigencia hecha por CASEN “La línea de indigencia es el ingreso mínimo establecido por persona para satisfacer las necesidades alimentarias. Corresponde al costo mensual de una canasta básica de alimentos por persona, cuyo contenido calórico y proteico permite satisfacer un nivel mínimo de requerimientos nutricionales y que además refleja los hábitos de consumo prevalecientes.” (http://www.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/casen) Como veremos, dicho tipo de unidades fue frecuente durante la crisis económica de 1982. 18 Entonces tenemos que cada tipo se caracteriza por: Unidades Proletarias tipo I: Unidades domésticas que no tiene acceso a tierra, y que por lo tanto no tienen producción doméstica producto de la parcela (A+M’), y los salarios producto de la venta trabajo en el sector agrícola son la principal fuente de ingresos, sin excluir un posible aporte de subsidios. Las del tipo I se distinguen de las del II en que en ellas existe al menos un asalariado permanente (no temporal), es decir, cuentan con un ingreso salarial fijo de base. Unidades Proletarias Tipo II.i: Unidades domésticas que no tienen acceso a tierra, y que por lo tanto no tienen producción doméstica (A+M’) y los salarios son la principal fuente de ingresos, sin excluir un posible aporte de subsidios. Se distingue de las del tipo I en que en ellas no existe ningún salario permanente, es decir, el ingreso salarial se compone sólo de trabajo temporal. Las del tipo II.i se distinguen de las del tipo II.ii en que, pese a la temporalidad y derivada inseguridad, en estas unidades no se pone en riesgo la reproducción de los integrantes de la misma. Unidades Proletarias Tipo II.ii (Subproletarias): Unidades domésticas que no tiene acceso a tierra, y que por lo tanto no tienen producción doméstica (A+M’) y los salarios son la principal fuente de ingresos, sin excluir un posible aporte de subsidios. Se distinguen de las del tipo I en que en ellas no existe ningún salario permanente, es decir, el ingreso salarial se compone sólo de trabajo temporal. Las del tipo II.ii se distinguen de las del tipo II.i en que no obtienen los ingresos suficientes para comprar una canasta básica de alimentos -por integrante- de la unidad, es decir, se trata de unidades subproletarias, con pobreza extrema. Como se verá, lejos de ser un tipo ideal, se trata de un tipo histórico frecuente durante varios años que rodean la crisis 1982. Unidades Subsidiadas tipo I: Unidades domésticas que no tiene acceso a tierra, y que por lo tanto no tienen producción domestica (A+M’) y donde la principal fuente de ingresos son los subsidios. Lo más frecuente es que se trate de unidades donde viven pensionados por vejez o invalidez, puesto que los subsidios por programas de pobreza y por hijos no suelen alcanzar para sustentar más de la mitad de la reproducción de una unidad doméstica. Estas unidades pertenecen al “campesinado histórico” sólo cuando el salario –en los casos en que existe- proviene de actividades en el sector 19 silvoagropecuario, o bien, cuando los últimos ingresos salariales provinieron de actividades silvoagropecuarias. Unidades Productoras Agropecuarias Comerciales: Unidades domésticas con acceso a tierra, donde el mayor ingreso lo representa la comercialización de su producción doméstica. Usualmente se trata de unidades domésticas que administran una pequeña empresa familiar capitalista agropecuaria, donde se utiliza de manera no exclusiva el trabajo familiar (es decir, se excluye de esta categoría a aquellas que sólo contratan trabajadores, y que por tanto no pertenecen al campesinado “histórico”). Se asocian a las que la bibliografía denomina como farmers en alusión a los granjeros capitalistas estadounidenses. Unidades Productoras Agropecuarias Campesinas: Unidades domésticas con acceso a tierra, donde el principal ingreso lo representa el autoconsumo de la producción doméstica de la parcela. Se trata de unidades con explotaciones no capitalistas que suelen asociarse al modelo de la “economía campesina” de Chayanov. Unidades Semiproletarias Comerciales: Unidades domésticas con acceso a tierra. Se asemejan a las Productoras Agropecuarias Comerciales, vendiendo una proporción importante de la producción doméstica al mercado, pero incluyen en su ingreso la venta de trabajo (MT), Unidades Semiproletarias de Autoconsumo: Unidades domésticas con acceso a tierra. Se asemejan a la Productoras Agropecuarias Campesinas, auto consumiendo una proporción importante de la producción doméstica, pero incluyen en su ingreso la venta de trabajo (MT). Proletarias Tipo III. I: Unidades domésticas con acceso a tierra, pero donde la mayor fuente de ingreso la representan los salarios. En estas, existe al menos un asalariado permanente (no temporal), es decir, cuentan con un ingreso salarial fijo de base. Proletarias Tipo III.ii: Unidades domésticas con acceso a tierra, pero donde la mayor fuente de ingreso la representan los salarios. En estas, no existe ningún asalariado permanente (no temporal), es decir, no cuentan con un ingreso salarial fijo de base. Subsidiadas Tipo II Agropecuarias: Unidades domésticas con acceso a tierra, pero donde la principal fuente de ingresos son los subsidios. La segunda fuente la representa la producción doméstica.. 20 Subsidiadas Tipo II Proletarizadas: Unidades domésticas con acceso a tierra, pero donde la principal fuente de ingresos son los subsidios. La segunda fuente la representa el salario de alguno de sus integrantes. Es necesario hacer hincapié en que, si bien no disponemos de la información necesaria para cuantificarla en esta investigación, la producción doméstica auto consumida (A) es medible. Corresponde teóricamente al equivalente en dinero (a precios locales corrientes) de todo aquello que se produce dentro del hogar (que sería igual a la cantidad de dinero necesaria para disponer de lo mismo a partir del mercado). A partir de los datos disponibles, deduciremos los tipos de unidades presentes y dominantes en distintos momentos, espacios o asociados a determinados subsectores (frutícola o forestal), se describirán los cambios sufridos por el campesinado “histórico”, intentando ver los movimientos entre uno y otro tipo en relación a la aplicación de las políticas neoliberales. I.3 Contexto capitalista dependiente y superexplotación del trabajo. Para Marini (1979), como para los demás autores de la vertiente marxista de la llamada teoría de la dependencia, América Latina y su economía, consiste en un capitalismo sui géneris que “…frente al parámetro del modo de producción capitalista puro, (…) presenta peculiaridades, que se dan a veces como insuficiencias y otras –no siempre distinguibles fácilmente de las primeras- como deformaciones.” (Marini, 1979: 14). Es en el contexto de este capitalismo periférico, que ubicaremos a la economía chilena, tanto antes como después del neoliberales. De acuerdo a Marini (1979) una de las diferencias entre el capitalismo de los países centrales y el de los países periféricos está en que la lógica de extracción de plusvalía tiende a ser distinta, debido a las distintas condiciones históricas en las que unos y otros ingresaron al comercio internacional. La revolución industrial en Europa es permitida por una especialización internacional del trabajo, en donde América Latina provee alimentos al proceso, lo que permite a las potencias europeas concentrarse en el desarrollo de la industria y en el de la agricultura. La participación latinoamericana en el mercado mundial contribuirá a que el eje de la acumulación industrial se desplace de la producción de “plusvalía absoluta” a “plusvalía relativa” en los países centrales. Simplificando al máximo el argumento de Marini, diremos que Latinoamérica (y otras 21 colonias) proporcionó a Europa “bienes salarios” baratos, reduciendo el “trabajo necesario” del obrero europeo, dejando un mayor excedente al capitalista (plusvalía relativa). En este sentido, la oferta de alimentos de los países latinoamericanos durante el desarrollo de la industria en Europa, tendrá como efecto “…reducir el valor real de la fuerza de trabajo en los países industriales, permitiendo así que el incremento de la productividad se traduzca allí en cuotas de plusvalía cada vez más elevadas.” (Marini, 1979: 27). En este sentido, al intercambiar productos ambos continentes, se estará intercambiando un bien que contenga mayor cantidad de trabajo por uno que contenga crecientemente menos. En ello conociste el intercambio desigual. Respecto de la “pérdida” de plusvalía derivada de éste, “…la reacción de la economía dependiente es a compensarla en el plano de la producción interna.” (Marini, 1979: 38) Lo que se traduce en un “régimen de superexplotación del trabajo” que se configura como una “ley de movimiento propia del capitalismo dependiente”: los países dependientes compensan las pérdidas generadas por el intercambio desigual, no aumentando la plusvalía relativa –es decir, productividad junto a la reducción del tiempo del trabajo necesario- sino la plusvalía absoluta, es decir, aumentando la explotación del trabajador. Para ello existen 3 mecanismos: a) aumento de la duración de la jornada de trabajo, b) incremento de la intensidad del trabajo (sin pagar correspondiente ese incremento al trabajador), y c) reducción del “fondo de consumo” del trabajador.28 Esto nos retrotrae a la característica fundamental del capitalismo frente a las demás formas de producción mercantil, pues, “…lo que transforma en mercancía no es el trabajador –o sea, el tiempo total de existencia del trabajador, con todos los puntos muertos de la producción – sino más bien su fuerza de trabajo…” (Marini, 1979: 44). Lo que se mercantiliza es sólo tiempo de existencia del trabajador utilizado para la producción. El tiempo “no productivo” debe correr por cuenta del trabajador. Lo que permite que la economía dependiente reaccione mediante la superexplotación del trabajo, es una característica derivada de la misma relación 28 Los dos primeros operan intensificando la cantidad de trabajo, sin remunerarla. Ello supone “…un aumento de plusvalía, logrado a través de una mayor explotación del trabajador y no del incremento de su capacidad productiva.” (Marini, 1979: 38) El tercero opera simplemente pagando menos al trabajo. Parafraseando a Marx, Marini señala que “…<<el fondo de consumo del obrero se convierte de hecho, dentro de ciertos límites, en un fondo de acumulación de capital>>, implicando así un modo específico de aumentar el tiempo de trabajo efectivamente”. (Marini, 1979: 39) Estos tras mecanismos implican que el trabajo se remunera por “debajo de su valor” y por tanto constituye una superexplotación del trabajo. 22 histórica de América Latina con los países industrializados: la separación entre la esfera de la producción y la de la circulación. Para Marini, la base real sobre la que se desarrolla la economía del continente son los lazos que la ligan a la economía mundial. Nace para atender la exigencia de la circulación capitalista, articulándose a los países centrales, por ello, no depende para su realización de la capacidad de consumo. Por lo tano, aquella contradicción fundamental del capitalismo que opone el capital al trabajador, en tanto que vendedor y comprador de mercancías, se desplaza, dado que se separan los dos momentos fundamentales del ciclo del capital (producción y consumo). A diferencia de los países industrializados, donde domina la lógica de la plusvalía relativa, en América Latina. “…la circulación se separa de la producción y se efectúa básicamente en el ámbito del mercado externo, el consumo individual del trabajador no interfiere en la realización del producto, aunque sí determine la cuota de plusvalía.” (Marini, 1979: 52) Es por ello que el sistema tiende una mayor explotación del trabajo.29 Teniendo en cuenta lo expresado anteriormente, el análisis del campesinado “histórico” a partir de la identificación de tipos de unidades domésticas, nos permitirá aproximarnos a la proporción de la reproducción del trabajador que es pagado por el capital, y por tanto, señalar si el sector silvoagroexportador chileno se caracteriza o no por la lógica de la plusvalía absoluta. Para ello, señalaremos cómo la extracción de plusvalía se relaciona con la estructura de la composición del ingreso de las unidades domésticas (A-M’-MT-S), pues, las formas específicas varían en el tiempo y respecto al subsector con el que se relacionen las unidades domésticas. 29 Durante la última década han surgido, desde la ciencia social latinoamericana, voces que señalan la vigencia explicativa de la teoría de la dependencia, en particular de la propuesta de Marini y su concepto de superexplotación. En general, un grupo de autores latinoamericanos ha coincidido en señalar, desde los 90’s, que el esquema neoliberal exacerba aquello que Marini explicó en los 70’s, idea que el propio Marini compartió antes de su muerte. Autores como Carlos Eduardo Martins (2000), Adrián Sotelo (2002), Roberto Hernández (2005), Jaime Osorio (2009), entre otros, han coincidido en relevar la actualidad del concepto e incluso señalar que en la fase neoliberal la superexplotación tiende también a implantarse en los países centrales. A ellos se suma Emir Sader quien en 2012 escribe: “… las reflexiones de Marini, 40 años después, siguen demostrando su valor para analizar los avances, las inercias y los desafíos del actual contexto de cambio latinoamericano.” (Sader, 2012: 59) 23 I.4 Aspectos metodológicos. I.4.1 Unidades de observación y análisis. Como hemos visto, el campesinado histórico es la unidad de análisis fundamental, la cual ha sido definida y operacionalizada mediante su subdivisión en unidades domésticas teóricamente delimitadas, y a su vez, tipificadas. Sin embargo, las unidades domésticas no son observables directamente en la mayoría de nuestras fuentes de información. Es por ello que las unidades domésticas serán operacionalizadas a través de los hogares registrados en la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN). Si bien, unidad doméstica alude a relaciones de reciprocidad que trascienden la definición de hogar, en términos operativos y estadísticos el segundo constituye una aproximación del primero. El universo de la investigación lo constituye el campesinado histórico chileno vinculado a las zonas de explotación frutícola y forestal.30 De acuerdo a los propósitos del estudio, se trabajan distintos niveles de agregación de las unidades domésticas (grupos de comunas, zonas forestales y frutícolas, etc.), ello de acuerdo a objetivos definidos en los capítulos mismos y sus estrategias particulares. Además de “hogares” se observan otras unidades distintas a la unidad doméstica, como por ejemplo, la “explotación”, definida por el INE,31 que es central para 30 La justificación de ello, como veremos en el Capítulo III, está en que ambos subsectores son los de mayor crecimiento dentro del sector desde la década de 1980, tanto en superficie como en exportaciones, y son, en consecuencia, los principales exportadores. 31 A partir del Censo de 1967 el INE incorpora –entre otras- las siguientes definiciones: a. Explotación con tierra. “Todo terreno utilizado, total o parcialmente, por un productor para actividades agrícola, pecuario y/o forestal, sin consideración de tenencia o tamaño. La explotación puede comprender parte de un predio, uno o varios predios colindantes o separados, ubicados en una misma comuna, siempre que - en conjunto - formen la misma unidad técnica.” (INE, Sin año a.: 12) b. Explotación sin tierra. “Establecimientos que no disponen de suelos agrícolas para la producción, pero que se dedican a la producción de animales o productos pecuarios, independientemente de que se encuentren en zonas rurales o urbanas (planteles o criaderos de cerdo, de aves, colmenares, etc.). Son consideradas, también, explotaciones sin tierra aquellas unidades de producción que reúnen animales pertenecientes a empleados o trabajadores que recibieron regalías de talaje/ para sus animales. De la misma manera de denominan las explotaciones de aquellos productores que manejan ganado migratorio y que utilizan pastizales de terrenos fiscales, cordilleranos o de comunidades.” (INE, Sin año, a.: 12) c. Predio. Extensiones de terreno identificadas con número de ROL. (INE, Sin año a.: 12) d. Explotación forestal. “Explotaciones que reúnen las siguientes equivalencias: […] Aquellas cuya superficie total es igual a la superficie declarada con plantaciones forestales, bosques y montes. […] Aquellas cuya superficie declarada con plantaciones 24 caracterizar la estructura agraria en la que se insertan –como trabajadoras o productoraslas unidades domésticas del campesinado” histórico”. Con el objetivo de describir otras dimensiones que atañen a las unidades domésticas, también se observan estadísticas a nivel de “trabajadores”, las que luego se llevan al análisis de las unidades domésticas. En la medida en que para algunas de las variables que definen nuestra tipología de unidades domésticas no existen los datos necesarios (por ejemplo A, producción doméstica autoconsumida), en los distintos periodos temporales en una sola fuente, se citan otras observaciones de diferentes fuentes para luego reconstruir teóricoempíricamente las unidades domésticas en nuestros tipos probables. I.4.2. Fuentes de información. La base de la investigación la constituye fuentes de información con poco procesamiento previo, tales como la base de datos de la encuesta de caracterización socioeconómica nacional (CASEN)32 y censos agropecuarios y encuestas de hogares, que debieron trabajarse para la construcción de los indicadores requeridos por esta investigación. A estas fuentes se suma la incorporación de datos cuantitativos provenientes de investigaciones particulares, muchas de ellas locales. La conjunción de datos de las fuentes primarias de cobertura nacional y las secundarias de carácter local permite generalizar determinados hallazgos de los estudios locales. La CASEN fue facilitada por el Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de Chile.33 Se procedió a transformar la base de datos desde individuos a hogares a fin de observar algunas cuestiones extrapolables a las unidades domésticas. La información de CASEN fue complementada con datos agregados provenientes de distintas fuentes, como censos agropecuarios y algunas encuestas y datos macroeconómicos generales. Los datos cuantitativos permiten caracterizar aspectos variados del campesinado “histórico”, sin embargo, en la medida en que fueron diseñados para objetivos distintos de los de esta tesis, en muchos casos quedan forestales, bosques y montes era igual o mayor a 90% de la superficie total, con excepción de aquellas que tienen cultivos en 10% restante, o menos, de la superficie total.” (INE, Sin año a.: 12) 32 La información descriptiva de la encuesta se expone en el anexo en los cuadros AN_CI-1 y AN_CI-2. La encuesta es representativa a nivel de agregación de comunas. 33 El manejo de dicha encuesta se realizó por medio de los programas computacionales estadísticos Stata y SPSS. 25 importantes vacíos.34 En efecto, y como se verá, este tipo de información resulta adecuada para comprender determinados aspectos de la realidad estudiada, fundamentalmente relativos a tendencias macro, sin embargo, dice poco sobre otros aspectos relacionados con las unidades domésticas. Es por ello que la investigación incorpora también información de tipo cualitativo, obtenidos de fuentes secundarias. La investigación se sirve y complementa de una serie de estudios locales, de diversa índole. Desde trabajos que aplican encuestas hasta etnografías, se utilizan de manera variada tanto para dar cuenta de aquellos datos que las fuentes cuantitativas no pueden, como para abrir caminos de análisis en el seguimiento de hipótesis particulares. Las características metodológicas más fundamentales de cada investigación se señalan a pié de página. 35 Dada la continuidad natural de intereses del autor, se utilizan resultados de investigación previa desarrollada por el mismo –solo o en equipo- (Cuevas, 2008; Cuevas et al, 2010). De hecho, podría señalarse que esta tesis es una continuación lógica de la experiencia previa del autor, o como una profundización de determinadas hipótesis y líneas de análisis. 34 En efecto, no está demás señalar que el dato siempre se construye (Bourdieu et al, 1975) y que en dicha construcción siempre opera invariablemente una teoría. En la medida en que esa teoría difiere entre los generadores de estos datos y la presente tesis, hay aspectos de la realidad requeridos aquí que no son “iluminados” por estos datos. Un buen ejemplo guarda relación con la composición del ingreso de las unidades domésticas. El supuesto teórico –a nuestro juicio erróneo- de que ingreso es igual a ingreso en dinero, presente, por ejemplo en CASEN, impide sopesar la contribución de determinadas relaciones productivas domésticas. La encuesta toma en consideración distintas fuentes de ingreso, pero no suma ni cuantifica nada que no se exprese en dinero, es decir, la producción doméstica autoconsumida no aparece de ninguna manera. 35 Al respecto, se realizó una revisión sistemática de un total 84 tesis de grado y posgrado realizadas en Chile, procedentes de distintas disciplinas y universidades, de las cuales se utilizó sólo 40, además de una serie de investigaciones publicadas, inéditas y documentos de trabajo. Sin embargo, la contribución de la mayoría de las tesis fue menor o meramente ilustrativa. Con todo, existe un grupo menos extenso de tesis que no sólo aportó con importante información, sino que además jugó un importante rol. En parte, la intención de este ejercicio fue también el aprovechamiento del gran volumen de material descriptivo disperso e inconexo. 26 Capítulo II Antecedentes: El campesinado histórico durante la ISI y la aplicación del neoliberalismo en Chile. El presente capítulo persigue dos objetivos fundamentales. Por un lado, en un primer momento, busca caracterizar de manera general al campesinado “histórico” antes de la aplicación del neoliberalismo, y su relación con el patrón de reproducción del capital de posguerra, es decir, fundamentalmente en su articulación con la dinámica económica y política del periodo de la ISI. Por otro lado, en un segundo momento, busca describir a grandes rasgos, la instauración del neoliberalismo en Chile, así como las principales políticas utilizadas para ello. El primer objetivo resulta necesario a fin de poder establecer aquellas características precedentes del campesinado “histórico”, que operan luego como punto de comparación y contraste con las –de manera más profusadescritas en la actualidad en los capítulos III y IV. Aunque se hace de manera sucinta, se intenta no generar una imagen estereotipada del campesinado “histórico” del periodo pre-neoliberal, señalando el contexto procesual de la descripción. El segundo objetivo, resulta necesario a fin de poder establecer el contexto y las políticas concretas aplicadas, respecto de las cuales, en los capítulos III y IV analizamos su efecto en el campesinado “histórico” chileno actual. II.1. El campesinado histórico durante la ISI. II.1.1 La ISI en Latinoamérica y en Chile. Será el estructuralismo de la CEPAL el que, en el caso de Latinoamérica, plantee el modelo de desarrollo ISI a partir de la incorporación y crítica de algunos de los marcos teóricos emergentes en el contexto de la posguerra.36 Sin embargo, políticas de 36 Luego de la crisis de 1929 la mayor parte de las economías del mundo se protegieron y tendieron a desarrollarse “hacia adentro”. La misma coyuntura dio notoriedad a los trabajos del economista británico John Maynard Keynes. La idea de que el Estado debe intervenir fuertemente en la economía, al proponer el uso de políticas fiscales y monetarias activas para contrarrestar las perturbaciones de la demanda privada, para evitar grandes crisis (políticas anti-cíclicas), marca el comienzo de la época en la que el Estado tendrá un rol preponderante y activo en las economías nacionales. Luego, el contexto histórico de la post-guerra es fundamental para comprender plenamente la ISI y su aplicación en los países latinoamericanos. Surge en el escenario de la emergencia de la problemática del desarrollo en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la cual se vuelve un objetivo central de las políticas de los estados, ello, por medio de la identificación del proceso al cual obedecería el desarrollo: la industrialización. (Costantino et al, 2011) La 27 industrialización y protección ya venían aplicándose desde la década de los anos 30s en varios de los países de la región. En general, esta política señalaba la necesidad de cambiar la especialización de la economía, virando de un eje de producción primaria —en el que se habían centrado las economías latinoamericanas— hacia el desarrollo de la industria. El modelo se caracterizó por su orientación “hacia adentro”, es decir, el mercado interno constituía el espacio esencial para la valorización del capital (Rubio, 2001; Osorio, 2009). En este contexto, y como bien señalan Puyana y Romero (2008), la sustitución de importaciones fue concebida para modificar los precios relativos de los factores de producción y los bienes, es decir, para abaratar el capital en relación al trabajo, y la tierra en relación al capital y al trabajo, reduciendo los precios de los alimentos y elevando los de los productos manufactureros. Se buscó entonces modificar la rentabilidad relativa entre la agricultura y la industria, para propiciar el traslado de factores hacia ésta y acelerar su crecimiento. Los estímulos políticos a favor de la industria, discriminaron a la agricultura a través de gravámenes indirectos, así como mediante el control de precios de los alimentos y de los insumos agrícolas para la industria. Tal coyuntura, tornó negativa la protección efectiva y deterioró la relación de precios relativos, internos y externos, de la producción agrícola. Chile no fue para ello una excepción. La industria, principal foco del desarrollo dentro de este esquema, emergía con grandes carencias, en tanto no existía un sector desarrollado de medios de producción y bienes de capital, lo que generaba la necesidad de importarlos desde el exterior. Esta característica generará dos requerimientos importantes del modelo que en Chile serán difíciles de satisfacer. Por un lado, se requerirá de un aumento creciente en la entrada de divisas que permitan importar los medios necesarios para la industria, y por otro, al ser el mercado interno el principal destino de la producción de esta industria en desarrollo, se debía mantener un nivel adquisitivo de los salarios suficiente como para permitir la expansión de la demanda de manufacturas. De esta forma, el consumo de los obreros, así como del resto de los grupos sociales, forma parte de la reproducción del capital global. El primer requerimiento se intentará satisfacer mediante las exportaciones de otros sectores, como la minería, dado que la agro-exportación chilena había quedado nueva posición de Estados Unidos -y su autoasignado rol como apoyo a las regiones “subdesarrolladas” en alcanzar el “desarrollo” capitalista- en aquella escuela de pensamiento que se conoció como la “teoría de la modernización”, es también un antecedente central para entender el contexto de la ISI. 28 fuera de competencia desde fines del siglo XIX. Para el segundo, lo que se pretendía era, simultáneamente, mantener los salarios con un relativo poder adquisitivo, sin reducir las ganancias del capital, lo que suponía mantener los llamados “bienes salarios” a bajo costo, a fin de que la reproducción del trabajador se realice con una menor parte del salario, y se pueda dirigir otra mayor al consumo de bienes industriales. En otras palabras, se pretendía reproducir lo planteado por Marini (1979) para la industrialización europea, es decir, reducir el “trabajo necesario” del obrero, dejando un mayor excedente al capitalista (plusvalía relativa) y aumentando el fondo de consumo del trabajador, necesario para la valorización del capital. Pero ¿cómo se lograría esto? Lo que se hará será forzar la relación de precios, con ello aumentando la cuota de extracción de plusvalía absoluta de los trabajadores del campesinado “histórico”. Si bien el modelo tenía un claro sesgo urbano, al privilegiar la industria, se le asignaba a la agricultura este rol de vital importancia estructural para el desarrollo de este proceso. Ello determina una política de control de los precios agrícolas, lo que desestimula la producción y que a su vez frena el proceso de modernización de la agricultura, obligando a aumentar las importaciones de alimentos.37 Los problemas en la agricultura durante la ISI fueron evidentes, en efecto, se transformo en un sector icónico del atraso y pobreza de sus trabajadores: el campesinado “histórico”. II.1.2 La marginación del campesinado “histórico” del acuerdo de clases del “Frente Popular” (1938-1952). El comienzo de la política desarrollista –posteriormente ISI- en Chile está ligado al triunfo electoral de una coalición de centro-izquierda llamada “Frente Popular”, 37 Al respecto Roberto Santana Ulloa (2006) señala: “…desde los años treinta, y principalmente desde 1940, se había ido imponiendo una macropolítica orientada a tener bajo control los precios agrícolas, al mismo tiempo que se facilitaba la importación de productos agrícolas y paralelamente se castigaba la importación de insumos; todo ello con el objeto de asegurar, a bajo costo de la mano de obra, el desarrollo de las manufacturas industriales y la expansión de la demanda urbana.” (Santana, 2006: 31) En efecto, la política afectó, junto a los insumos industriales, a los alimentos considerados básicos en la alimentación chilena, en especial para los sectores de bajos ingresos, estos eran el trigo, las papas y las cebollas, en ese mismo orden. “El reducido precio de tales productos iba permitir mantener a bajo costo una mano de obra asalariada, necesaria al proceso de industrialización, y al mismo tiempo mantener un stock de mano de obra de reserva.” (Santana, 2006: 58) 29 posteriormente “Alianza Democrática” (que gobernó entre 1938 y 1952).38 La orientación de estos gobiernos se sustentaba en la tesis de que el Estado debía impulsar la industrialización a fin de potenciar la constitución de una “burguesía industrial” que tomaría en sus manos la “tarea histórica” de industrializar el país. Su base la constituía la alianza de sectores medios y del proletariado organizado en sindicatos. Este pacto no lograba aislar por completo a los sectores dominantes tradicionales, debiendo pactar con la clase terrateniente, la cual -pese al sesgo urbano-industrialista- se veía favorecida como sector económico al impedirse la organización de los campesinos, mantenerse intacta la estructura de tenencia de la tierra, y fomentarse su capacidad empresarial con diversos estímulos (Barrera, 1980), ello hasta la reforma agraria en la década de 1960.39 El control de precios propio de la política de industrialización perjudicaba a los terratenientes, pero a estos se los compensó mediante un conjunto de medidas de política económica y laboral. Esta especie de "indemnización" a los sectores latifundistas asumió varias modalidades: subsidios; mantenimiento de un régimen de tributación agrícola donde los terratenientes estaban casi exentos del pago de impuestos; congelamiento o rebaja de facto en los salarios agrícolas; y acentuación de la represión ejercida en contra del movimiento sindical campesino. (Boron, 1975) Esta situación incrementó el control de los terratenientes sobre el campesinado “histórico”, impidió la negociación colectiva de los trabajadores agropecuarios, lo que implicó que buena parte del peso de la política de desarrollo, y su sesgo anti-agrario, se concentrara en las capas bajas de la estructura de clases agrarias de la época. A fin de 38 Esta coalición fue integrada por los partidos Radical, Comunista, Socialista, Democrático y Radical Socialista. 39 En la siguiente cita, Atilio Boron lo ilustra muy bien: “Si en los tiempos del Frente Popular, a fines de la década del treinta, las distintas fracciones de la burguesía llegaron a un "arreglo de caballeros" con las clases terratenientes, las estrecheces económicas de los años sesenta irán a deteriorar agudamente el compromiso original. El Frente Popular representaba a una amplia coalición de la burguesía, las capas medias y los sectores populares organizados para ser gobierno y afianzar políticamente el ascenso de las nuevas fracciones de la burguesía y algunos sectores medios, requería de los votos que aportaban los obreros y empleados a través de los partidos Socialista, Comunista y Radical. Esto significaba un reconocimiento explícito de las organizaciones sindicales del proletariado industrial y minero, una legislación social que estableciera ciertos pequeños privilegios para los empleados (…) y reparará algunas de las más irritantes "injusticias" producidas por el desordenado crecimiento de las fuerzas económicas. Aparte de ello, se necesitaba garantizar un nivel de salario razonable y un costo de vida barato.” (Boron, 1975: 114) 30 cuentas, se le permite a los terratenientes cargar el “costo” de la industrialización, sobre sus trabajadores, evitando por la fuerza la reacción de estos. Sin embargo, estos acuerdos políticos luego entraron en contradicción con el desarrollo del modelo de económico. La agricultura se transformó en un obstáculo para el crecimiento económico, su baja productividad obligaba a importar crecientemente alimentos, con los que las divisas necesarias para impulsar la industria con la compra de maquinaria, debían destinarse a alimentos, en detrimento de una balanza comercial equilibrada (Constantino et al, 2010). Este acuerdo de clases se mantuvo vigente durante la década de 1950, pero ya en la de 1960 se encontraba completamente erosionado. Es la época donde la idea de una reforma agraria comienza a hacerse plausible y deseable para amplios sectores de la sociedad. II.1.3. El agro chileno antes de la reforma agraria: el mito del “atraso feudal”. Desde la década de 1930, el “atraso” del sector agrícola chileno no fue un mito. Chonchol (1994) destaca que antes de la reforma agraria, el 50% de las familias campesinas no eran propietarias de tierras o sus dotaciones de la misma no eran las suficientes para su propia subsistencia. Esto se suma al hecho de que la mayor parte de la población rural vivía en condiciones socioeconómicas inferiores a las del resto de la población. Mientras tanto, la mayor parte de las tierras pertenecientes a los grandes predios se caracterizaba por ser utilizadas mediante sistemas extensivos, con baja capitalización y un tipo de mano de obra a la que se le definía como “semi-servil”. Las explicaciones respecto del rezago del agro chileno durante la ISI fueron de dos tipos, una estructuralista, que señalaba que “…la estagnación agrícola se debía al monopolio de la tierra por los terratenientes, a la rigidez de las estructuras de tenencia y a la persistencia de las relaciones laborales no capitalistas.” (Santana, 2006: 34) y otra que hacía hincapié en que “…la lentitud del proceso de la agricultura se debía en gran parte a una baja en las tasas de rentabilidad del capital invertido, consecuencia de una relación de precios desfavorable…” (Santana, 2006: 34). El argumento predominante, dado el contexto político e internacional –por ejemplo, la Alianza para el Progreso- fue el de tipo estructuralista, el que a su vez predominó en el informe del CIDA (1966) sobre tenencia de la tierra y desarrollo agropecuario. El argumento no estructuralista fue 31 desestimado por ser esgrimido por los terratenientes y considerarse teñido de sus intereses. Sin embargo, más allá de que ello era efectivo, lo cierto es que mirando el desarrollo del agro en su “larga duración”, puede señalarse que ambos argumentos tenían validez. El hecho de que antes de la crisis de 1929 el agro mostrara signos importantes de modernización, pese a sus características estructurales, da cuenta de que la pérdida de dinamismo se originaba en las magras tasas de rentabilidad del capital posteriores. Pero la imagen del agro estaba marcada por una interpretación sumamente dualista, que negaba su carácter –aunque periférico- capitalista, definiéndolo como una forma de feudalismo o semi-feudalismo, lo que impedía localizar el problema en la tasa de retorno del capital. La imagen feudal dualista del campo chileno por estos años obedecía a la predominancia de la hacienda –o latifundio- como empresa productiva agrícola y al tipo de trabajo que se entendía primaba en ella, distinguiéndola de un sector de empresa agrícola capitalista, de un sector familiar comercial y de un sector minifundista. En la hacienda o latifundio, los trabajadores considerados dominantes eran básicamente de dos tipos: el inquilino y el peón. En la realidad, como veremos, los asalariados permanentes también eran de gran importancia numérica, pero no eran considerados un grupo relevante –ni por las investigaciones académicas ni por los generadores de las políticas públicas- a la hora de caracterizar al latifundio, asociándoselos a las empresas agrícolas capitalistas. Veamos los dos primeros tipos de trabajador, y cómo a partir de ellos se caracterizaba a las relaciones de producción agrarias por esos años. Por una parte, el primero es el inquilino, que era un trabajador permanente y residente al interior de la propiedad, que disponía de “regalías” (una parcela de tierra, derecho pastoreo, etc.) otorgadas por el “patrón”. Se trataba de una figura que venía desde el siglo XVII. Su presencia es la que crea la imagen del latifundio como feudo, del “patrón” como “señor” y del “inquilino” como “siervo”. Si bien a simple vista, el latifundio del siglo XX parece reproducir el esquema cuyo origen remonta a los siglos XVII y XVIII, había una diferencia sustancial en esta figura del siglo XX, ésta es que el “siervo” lo era cada vez menos, aproximándose mayormente a un asalariado –o semiproletario- permanente y residente, es decir, apropiado por “el patrón”, ello, en la medida en que el inquilino también recibía un salario monetario. 32 Como bien lo señala Santana (2006), debido al control de precios y al sesgo industrial, la agricultura se desacelera e incluso retrocede durante la ISI, lo que detiene un proceso de asalarización del inquilino que venía desde fines del siglo XIX. Sin embargo, el mismo autor llama la atención respecto a que una parte variable de la reproducción de este trabajador era a partir del salario y no de las “regalías”, por lo que estaríamos más bien ante un proletario “velado”, en sus palabras: “…las regalías (variables en cantidad y calidad) parecen haber servido de velo para ocultar la proletarización de ese “inquilino tradicional”…” (Santana, 2006: 129). En lo general, respecto a la tendencia, concordamos con Santana (2006), sin embargo, creemos que la presencia de salario y “regalías” a la vez, más que hablar de un “asalariado velado” habla de formas y grados variables de “semiproletarización”. Existió entonces, un proceso de modernización que duró hasta la década de 1920, y que durante la ISI quedó trunco y se estancó. La falta de equiparación de fuerzas en esta relación capital-trabajo, y la coyuntura política (el acuerdo entre sectores burgueses, medios y proletario-sindicales urbanos y los terratenientes) posibilitó que una parte considerable del peso y del costo de la política pro-industria cayera sobre los hombros del llamado trabajador inquilino. Incluso la imagen del sector latifundista, asociado a un perfil de relaciones productivas, distintas de las de un sector de mediana propiedad capitalista, a la empresa familiar comercial y al minifundista, no queda tan claro a partir de los datos estadísticos disponibles de la época, como se puede ver en el Cuadro 2 Cuadro 2 Empleo según los tipos de agricultura (cifras de 1965) Inquilinos Obreros agrícolas permanentes Relación Inquilino/ obrero agrícola Fuente: Tomado de Santana (2006) Latifundista Capitalista 24884 31680 0.77 35127 38000 0.92 Familiar comercial 8207 11979 0.72 Minifundista Total 3288 12639 0.25 71505 94298 0.75 La asociación entre tamaño de la propiedad y tipo laboral dominante pierde sentido al constatar que la relación entre inquilinos y asalariados es mayor en los estratos medianos supuestamente capitalistas. Curiosamente, el tipo de trabajador menos destacado por la bibliografía sobre el periodo, era más frecuente que el inquilino. Por lo tanto, si en todos los estratos predominan los obreros agrícolas, y los inquilinos son 33 además semi-asalariados, la imagen de una agricultura donde predomina el trabajo servil, pierde toda credibilidad, junto a toda lectura “feudal” -la del Partido Comunistao “semi-feudal” –la de la Democracia Cristiana- de la realidad agraria. Por la otra parte, el otro trabajador-tipo de la hacienda latifundio era el peón, consistente en un trabajador temporal y plenamente asalariado. Según gran parte de la bibliografía (Bauer, 1975; Bengoa, 1983, 1988, 1990 y 2003; Chonchol, 1994; Mellafe, 1981; Rivera, 1988; entre muchos otros) este último habitaba en los sectores de pequeña propiedad, lo que permitió imputar la idea del “complejo latifundio-minifundio”, que señalaba que los dos estratos dominantes de propiedad, la muy grande y la muy pequeña, guardaban una relación simbiótica entre sí a partir de la venta de mano de obra de los pequeños a los grandes. Santana (2006) ha mostrado que dicha idea no tuvo mayor asidero empírico, puesto que las fuentes tienden a mostrar que el origen de los peones llamados “afuerinos” era el estrato de los trabajadores itinerantes “vagabundos” (jornaleros), y que los sectores de pequeña propiedad tenían una participación menor en dicho tipo de empleos. Además, el mismo autor señala fuentes que tienden a confirmar que el ingreso a partir de la venta de trabajo en las haciendas era marginal para las unidades domésticas de los sectores de pequeña propiedad, donde la venta de fuerza de trabajo era escaza.40 En síntesis, si bien no se puede probar lo contrario, dado que existe sólo información aislada, hay aún menos información que permita sostener la idea del “complejo latifundio/minifundio”, por lo que dicha hipótesis debiera descartarse. 40 Cuando existía venta de trabajo en estos sectores- según el mismo Santana (2006)- era principalmente al interior de los sectores de pequeña propiedad, para los que la participación de fuerza de trabajo extrapredial suponía además, por lo regular, vínculos de reciprocidad entre pequeños productores (conocidos como mingas o mingacos, muy frecuentes en las trillas y demás cosechas cerealeras). Para compensar la falta de ingresos debido al frecuente tamaño insuficiente de la propiedad o a la calidad de los suelos, otro tipo de estrategias -como ciertos tipos de recolección, elaboración de artesanías, y contratos de mediería con distintos estratos de propiedad- podían llegar a ser más frecuentes e importantes que la venta de trabajo en haciendas. El trabajo en terreno realizado en la localidad de Huelón VII región (Cuevas V., 2008[tesis]) apoyado en entrevistas a antiguos agricultores, tiende a confirmar la existencia de complejas redes de reciprocidad y de ayuda mutua al interior de sectores minifundistas, muy comunes por esos años. En esa localidad, y en general en los estratos minifundistas de la zona central de Chile, son comunes los relatos de las trillas tradicionales, donde la reciprocidad operaba de manera privilegiada. De manera similar, el trabajo de GICSEC (Cuevas et al, 2010) coincide en que en zonas de propiedad minifundista previa a la reforma agraria, existía una gran variedad de actividades complementarias, y la venta de trabajo en haciendas no se menciona por los antiguos agricultores de esas zonas como la principal. 34 Por lo tanto, tenemos dos mitos, profundamente difundidos y reproducidos en la literatura respecto del agro de este periodo, ambos puestos en duda ante su contraste con la información disponible, esto son: el del trabajo “feudal” o “semi-feudal”, y el de complejo latifundio-minifundio. También es menester señalar que fue a partir de estas concepciones -mito/imágenes- que se desarrollará posteriormente la reforma agraria. II.1.4. La reforma agraria (1962-1973). Sin duda, la reforma agraria fue una parte de la política de la ISI, en su fase tardía. Se tornaba cada vez más necesario, para la continuidad del modelo de desarrollo, contar con una agricultura moderna y productiva, a fin de limitar la importación de alimentos, equilibrar la balanza comercial y concentrar las divisas en la importación de insumos para el proceso de industrialización. Además, políticamente el proceso permitía “descomprimir” las importantes presiones sociales que, desde los sectores urbanos y su actividad en las zonas rurales, tensionaban el clima social. Para la década de 1960 la base material del acuerdo de clases forjado por el “Frente Popular” entre los sectores burgueses, medios, y proletarios urbanos, por un lado, y la oligarquía terrateniente, por otro, se había erosionado profundamente. La oligarquía ya no tenía demasiado poder económico, pues, el sector había quedado estancado, y el proceso de migración a las ciudades determinaba un control de estos sectores sobre una cada vez menor cantidad de votantes. Esto se suma a una particular imagen –sobre todo en los ahora amplios sectores medios urbanos- respecto del agro en general, y del latifundio en particular, como fuerte lastre del desarrollo. La idea de modernizar el sector se hacía transversal en la sociedad chilena, y en la medida en que la explicación estructuralista era la más aceptada, la diagnosis no podía llevar a otra cosa que no fuera modificar la estructura por medio de una reforma agraria. 41 Durante la primera mistad de la década de 1960, existía en Chile un gobierno conservador. Pese a ello, las condiciones políticas para cambiar la estructura agraria 41 Por esos años, la discusión, aspiración e implementación de reformas agrarias era común en el continente. De esta forma, existió en Latinoamérica un clima favorable al cambio de las viejas estructuras de poder arraigadas en la estructura de la propiedad agraria, y este clima provenía tanto de las fuerzas políticas de inspiración marxista, cristiana y nacionalista como de los programas de cooperación para la modernización de la agricultura impulsados por E.E.U.U. De esta manera, no es menor el hecho de que en este contexto existiera un relativo consenso interno, desde los sectores de la izquierda marxista hasta los sectores de derecha liberales, respecto de la conveniencia de realizar una reforma agraria, quedando sólo exentos de ese consenso los sectores conservadores asociados a la gran propiedad agraria. 35 provinieron de la Alianza para el Progreso, y de las presiones internacionales (estadounidenses) para realizar estas reformas, lo cual se conjugó muy bien con las presiones internas, desde la mayor parte de los sectores políticos. El gobierno conservador de Jorge Alessandri, promulgó en este contexto la primera ley de reforma agraria (15.020) a fines de 1962, a partir de la cual se crean INDAP y CORA.42 Sus objetivos fueron: dar acceso a la tierra a aquellos que la trabajan, mejorar los niveles de vida de la población rural, aumentar la producción agropecuaria y la productividad de los suelos, a nivel nacional.43 Sin embargo, durante el siguiente gobierno del presidente democratacristiano Eduardo Frey Montalva, se realizó, primero, una aplicación más profunda de la misma ley,44 para luego redactar una nueva ley de reforma agraria que permitió una modificación más profunda de la estructura de tenencia de la tierra.45 Así, en 1967, se aprueba la nueva Ley de reforma agraria, ley 16.640.46 Paralelamente, se aprobó la Ley 16.625 de Sindicalización Campesina. “Dicha Ley, se orientaba a fortalecer la estructura sindical al radicarla en la comuna, facilitaba una negociación colectiva amplia a ese nivel, y exigía la cotización obligatoria.” (Portilla, 2000: 12 &13). Los sindicatos comunales podían formar federaciones y confederaciones nacionales o regionales de sindicatos, se estipulaban garantías para los dirigentes sindicales, como su inamovilidad 42 Dos importantes instituciones de la época, por un lado el Instituto de Desarrollo Agropecuario, INDAP, destinado a promover el desarrollo económico, social y cultural de los campesinos, pequeños y medianos agricultores y pescadores artesanales, y por el otro lado, la Corporación de la Reforma Agraria, CORA, cuyo propósito fue parcelar grandes predios agrícolas a partir de su compra o expropiación por el Estado. INDAP sucede en sus funciones al Confín y al DTICA. La CORA sucede las funciones de otra antigua institución: la Caja de Colonización Agraria. 43 Dada la afiliación política del gobierno de turno, la implementación de esta ley, fue más bien tímida. Pese a los objetivos de la ley, la administración Alessandri fue muy laxa al atacar los intereses de los latifundistas, haciendo una aplicación mínima de la expropiación. La ley no obligaba a la expropiación, y dejaba mucho a criterio del gobierno de turno. 44 “El presidente Eduardo Frei Montalva, elegido en 1964, en los primeros años de su gobierno intensifica la aplicación de la ley 15.020; la acción de INDAP y CORA se hace intensa. En relación con las cifras del comienzo del período, en Indap el número de campesinos atendidos con crédito casi se triplicó para 1966. Algo parecido ocurre con la Cora, que multiplicó por diez el número de campesinos atendidos.” (Cuevas S.,2003: 22) 45 “A partir de la modificación del artículo 10 de la Constitución Política del Estado, que consagraba el derecho de propiedad, vigente desde el año 1925, se define la función social de la propiedad, de modo que el Estado puede ejercer la facultad de expropiar un predio, si esto tiene una función social”. (Cuevas S., 2003: 22) 46 Esta ley permitía una expropiación más expedita de predios agrícolas, y posibilitaba la formación de una empresa transitoria en cada predio expropiado, previa a su parcelación, llamada “asentamiento campesino”, el cual debía evolucionar hacia pequeñas empresas individuales organizadas en cooperativas, o transformarse directamente en cooperativa campesina o de reforma agraria. (Cuevas S., 2003) 36 laboral, se establecía la posibilidad de llegar a convenios colectivos, y el derecho a huelga. Con estas nuevas leyes se invierte el acuerdo de clases establecido entre los sectores urbanos y los terratenientes, rompiendo el evidente desequilibrio entre el capital y el trabajo existente en el agro. El gobierno que sucedió al de Frei tuvo características muy singulares, pues, fue la primera vez en la historia mundial que un gobierno socialista, y con un programa de inspiración marxista, era electo de manera democrática. En esta misma línea, la aplicación de la reforma agraria se profundizaría notablemente, aunque no se generaría para ello una nueva ley, sino se utilizaría la del gobierno anterior. 47 La intensificación de las expropiaciones durante este gobierno fue muy notoria, pese a haber durado apenas 34 meses, donde se expropiaron casi cuatro veces más latifundios que en los 6 años del gobierno de Frei. Sin embargo, el violento fin del gobierno socialista a manos de la Junta Militar de Gobierno, encabezada por el General Augusto Pinochet, puso fin no sólo al gobierno, sino también a la reforma agraria. II.1.5. La dialéctica del agro durante la ISI. Ante lo expuesto, podemos advertir que antes de la reforma agraria, el campesinado “histórico” se encontraba ya compuesto por amplios sectores que se reproducían, en parte, fuera de una economía campesina, la cual se encontraba de manera preferente en los sectores minifundistas. Si bien no contamos con información que permita conocer la proporción del ingreso de las unidades domésticas según fuente, a partir de lo expuesto anteriormente podemos señalar los tipos de unidades domésticas mayoritarios donde probablemente se reproducían los trabajadores, a partir de la información de la que disponemos. Haciendo uso de nuestra tipología, podemos señalar que, hasta la reforma agraria, los sectores minifundistas se encontraban, probablemente, compuestos por unidades domésticas productoras agropecuarias campesinas ( donde A > M’+S│MT=0), junto a unidades semiproletarias (comerciales y autoconsumo, donde [M’ > A+MT+S│MT≠0] y [A > 47 La intención del gobierno de Salvador Allende era terminar por completo con el latifundio, creando nuevas relaciones económicas y sociales en el agro, beneficiando esta vez, en menor medida la parcelación individual, a favor de empresas colectivas campesinas. De esta manera, las tierras expropiadas debían, de preferencia, organizarse en cooperativas de campesinos o directamente como empresas estatales. Además se le aseguraba a cada familia la propiedad individual de un espacio aledaño a la casa habitación. 37 M’+MT+S │MT≠0] respectivamente). Esto quiere decir que el sector minifundista se reproducía mayoritariamente con relaciones productivas domésticas, donde su conexión con la reproducción del capital, se daba preferentemente mediante la esfera de la circulación, producto de la comercialización de una parte de la producción. Por su lado, los trabajadores de las unidades mayores (latifundios y propiedades medias) se reproducían en unidades domésticas de distintos tipos. Los peones, de acuerdo a lo que hemos visto, pertenecían a unidades domésticas sin acceso a tierra, preferentemente las proletarias del tipo II (MT > S), es decir con salarios temporales, ello sin descartar los trabajadores provenientes de unidades semiproletarias. Mientras tanto, los trabajadores asalariados permanentes, los más importantes en 1965 (ver cuadro CII-1), habitaban probablemente en unidades proletarias del tipo I (MT > S), es decir sin acceso a tierra, y en unidades proletarias del tipo III (MT > A+M’+S), es decir, con acceso a tierra. La conexión entre estos sectores y la reproducción del capital se da fundamentalmente en la esfera de la producción, dado que su trabajo era el que generaba el valor en los alimentos –los producidos internamente- para los asalariados urbanos, eje del modelo ISI. Por último, tenemos al grupo de los inquilinos. Las economías domésticas de los trabajadores de este grupo, probablemente se encontraban en un continuum de posibilidades entre economías campesinas y completamente proletarias. En el extremo campesino, habrían pagado su acceso a la tierra mediante pago en trabajo directo (situación posiblemente existente en el siglo XX, pero en zonas alejadas de los centros urbanos y donde las haciendas fueran menos comerciales, y el suelo menos valorado). Estas serían unidades productoras agropecuarias campesinas, situación presuntamente predominante en los siglos XVII y XVIII, pero posiblemente muy poco frecuente desde mediados del siglo XIX hasta la década de 1929, momento desde el cual la crisis y el sesgo anti-agrario de la ISI, las habría pauperizado hasta la reforma agraria. El otro extremo, es el de los trabajadores pertenecientes a unidades domésticas proletarias de los tipos III.i y III.ii (MT > A+M’+S), es decir, con acceso a tierra y con un salario permanente o temporal. Entre estos extremos de posibilidades, dentro de los inquilinos se ubican unidades domésticas semiproletarias (A > M’+MT+S│MT≠0) con distintos niveles de aporte en salario. La conexión entre estos sectores y la reproducción del 38 capital se da igualmente en la esfera de la producción, dado que era su trabajo –junto al de los demás asalariados no residentes- el que generaba el valor en los alimentos consumidos en las zonas urbanas. La política de control de los precios agropecuarios, propia de la ISI, y el acuerdo entre los sectores urbanos y terratenientes hasta la reforma agraria, permitieron aumentar la cuota de extracción de plusvalía absoluta, mediante al menos uno de los tres mecanismos planteados por Marini (1979) para ello: la reducción directa del salario. El agro no era un relicto semi-feudal, por el contrario, se transformó en una economía periférica respecto del nuevo proceso de industrialización, esta vez no de los países centrales respecto de los periféricos, sino de los centros urbanos respecto del agro, en un país periférico. Al sector se lo ubica entonces en una relación de dependencia forzada con los centros urbanos, perjudicando con ello no al capital sino a sus trabajadores. En el agro –como usualmente ocurre en las economías periféricas- el espacio esencial para la valorización del capital se encuentra desvinculado del trabajo, es decir, la producción es comercializada en los centros urbanos, no en las zonas rurales. Ello, además de no imponer requerimientos al salario agrario para la valorización de la producción, supone también la posibilidad de no pagar en dinero el “trabajo necesario”, es decir, la reproducción del trabajador, lo que abre la posibilidad de existencia de las “regalías”, en una relación productiva de tipo capitalista. En este sentido, el capital agrario puede no organizar la reproducción del trabajador, y cargar este costo a las relaciones productivas domésticas. De esta manera, la política de control de precios agropecuarios, en la medida en que reducía el trabajo necesario del obrero industrial, permitía dejar un mayor excedente a los capitalistas urbanos (plusvalía relativa), permitiendo a su vez una mayor participación de los trabajadores en dicho excedente, aumentando el fondo de consumo del trabajador, necesario para la valorización del capital en la nueva economía “hacia adentro”. Sin embargo, lo que este sistema de relaciones escondía era una nueva “dialéctica de la dependencia”, un traspaso de valor, de trabajo total, de parte del campesinado “histórico” a la economía industrial urbana. En la medida en que el bajo precio de los alimentos no respondía a un incremento en la productividad media del agro 39 o al aumento de la plusvalía relativa en el campo, lo que ocurría era una intensificación del trabajo o un gravamen directo al salario de los trabajadores agrícolas. Pero la falta de productividad del agro impidió que bastara con la superexplotación del campesinado “histórico” para mantener un equilibrio. El crecimiento industrial necesitó más alimentos baratos, debiendo importarlos. Este desequilibrio generaría una presión económica, que se sumaría a las presiones políticas y al contexto internacional, a favor de, como se vio, una reforma agraria. La política sectorial durante la ISI se inclinará crecientemente a modernizar el agro mediante inversión tecnológica e intervenciones estructurales, cada vez más necesarias y más profundas. A continuación se verá puntualmente una síntesis de esas políticas. II.1.6. La política económica general y sectorial durante la ISI. En términos generales, a través del periodo 1938-1973 la política macroeconómica durante la ISI, se caracterizó por la fuerte participación del Estado en la economía.48 En el agro, hasta 1960, la intervención estatal fue, como se dijo, más bien moderada, pero desde ese año aproximadamente, comenzó a intensificarse. En esta última etapa la política sectorial se caracterizó por la aplicación de la Ley de Reforma Agraria, el desarrollo de un “Plan frutícola” de CORFO desde 1960, la creación de centrales frutícolas y red de frío ENAFRI, la creación de empresas agroindustriales verticales (IANSA, VINEX, ENDS, SACOR) y de las principales empresas forestales y plantas de celulosa,49 el fomento de plantaciones forestales,50 el mantenimiento de 48 Principalmente a través políticas como: control del sistema financiero, estatización de la Banca, control de principal fuente de divisas, nacionalización de la gran minería del cobre, control del comercio exterior y del cambio, y controles de precios. A ello se suma una participación directa en el desarrollo, mediante la expansión de las centrales hidroeléctricas, injerencia decisiva en petróleo y acero, configuración de un área de propiedad social, y una serie de políticas sociales, como la expansión del sistema de salud y educación pública, amplios programas de vivienda, sistema público de previsión social, reajustes obligatorios de los salarios conforme al IPC, apoyo a la sindicalización y organización del trabajo, y programas de capacitación sindical (Portilla, 2000). 49 Durante la década de 1960, CORFO fue parte en la creación de varias de las empresas hoy más importantes del complejo forestal. En 1967 se creó la Forestal Pilpilco, en la cual CORFO suscribió el 70% de las acciones; en el mismo año se constituyó LAMINSA (paneles) y en 1968 MASISA que resultó de la fusión de una empresa privada con la maderera Pupunahue, de propiedad de CORFO (Alvarez 1993, citado en Katz et al, 2003). Sin embargo, la iniciativa de mayor importancia de CORFO fue la realización de 2 plantas de celulosa química de fibra larga destinadas esencialmente a la exportación: Arauco y Constitución. La primera entró en funcionamiento en 1972. La segunda, en cambio, comenzó a operar sólo en 1975 (Katz et al, 2003). 50 En lo relativo a las actividades de forestación, desde 1969 el Estado, por medio de la Corporación de Reforestación (COREF), aplicó los “convenios de reforestación”, consistentes en contratos entre la 40 líneas de financiamiento vía Banco del Estado, CORFO e INDAP, tasas de interés preferenciales, fijaciones de precios por DIRINCO, la existencia de poderes compradores a través de la Empresa de Comercio Agrícola, control de las importaciones y exportaciones por el Banco Central, excepciones en materia de impuestos y aranceles, construcción de grandes embalses y redes de canales, programas de asistencia técnica, apoyo del Estado a la investigación agropecuaria del INIA, apoyo a la organización sindical agrícola, fomento a la actividad cooperativa. Entre otras. En general, el sesgo urbano-industrial de la política en dicho modelo, que perjudicaba al sector en relación a la industria urbana, intentaba modernizar la agricultura, compensándola mediante la intervención estatal directa y generando un cambio estructural, lo que implicaba una ruptura con los sectores terratenientes. II.2 La aplicación del neoliberalismo en Chile y su agricultura. El proceso de reforma agraria, entre 1962 y 1973, logró modificar la estructura agraria, pero no salvar el modelo de desarrollo ISI –uno de sus originales objetivos-, que en sus últimos años dejaba su faceta “burguesa-monopólica” en favor de un “capitalismo de Estado” de inspiración socialista-obrera. En manos de un gobierno socialista desde 1970, la reforma agraria –junto a todo el resto de la política- provocó una violenta arremetida de las élites nacionales, que sintieron vulnerada su existencia en tanto tales, provocando una reconfiguración del escenario político interno, acercando a los sectores burgueses urbanos y los tradicionales terratenientes, y volviéndolos contra los sectores trabajadores. Aunque de manera heterogénea, el campesinado “histórico” se encontraba ahora inserto en las luchas políticas de clase. II.2.1. El neoliberalismo en Chile y el mundo. Por “políticas neoliberales” o “reformas estructurales” se conoció al paquete de medidas económicas tendientes a instalar el llamada modelo económico neoliberal. También han recibido el nombre de “consenso de Washington”, que no es más que una Corporación y el propietario del predio, para realizar plantaciones forestales en sociedad, distribuyendo costos e ingresos según las cláusulas de los contratos respectivos. Alrededor de 200,000 ha se plantaron en virtud de estos convenios (Leyton, 2009). Por medio de CONAF (sucesora de la COREF) el Estado se hizo cargo también en forma directa del proceso de plantación. En particular entre 1970 y 1973 alrededor del 67% de las 112.847 hectáreas forestadas pertenecían a la CONAF (Katz et al, 2003). 41 síntesis a posteriori de los mismos paquetes de reformas económicas luego de la década de 1980. La lectura más frecuente respecto al tema es la que de manera inmediata entregan estos conceptos, es decir, soluciones técnicas, un simple cambio en la política económica. Pero el neoliberalismo –o lo que bajo esa palabra ha sido nominado- es más que un grupo de políticas económicas o un modelo económico, es también una concepción completa de la sociedad, una utopía, que se explica en el contexto de un proceso histórico.51 El papel del Estado, de acuerdo a esta concepción, debe restringirse –y no ir más allá- de la preservación del marco institucional apropiado para el desarrollo de las libertades empresariales del individuo.52 La crisis de la etapa de postguerra fue global, se debió –de manera principal- a una reducción de la tasa global de ganancias del capital (Harvey, 2007). Por regla general –como vimos- preponderaron en esta etapa modelos económicos que –ya sea por la constitución de mercados internos fuertes o por lograr una “estabilidad social” y evitar revoluciones- estaban basados en un “compromiso de clase” entre el capital y el trabajo, el cual suponía una participación creciente del trabajo en las ganancias. 53 Como señala Harvey “Una condición del acuerdo posbélico en casi todo los países fue que se restringiera el poder económico de las clases altas y que le fuera concedida a la fuerza de trabajo una mayor porción del pastel económico.” (Harvey, 2007: 21). Por esta razón, las tres décadas que le siguen a la segunda guerra mundial muestran en una gran cantidad de 51 David Harvey señala que es: “… ante todo, una teoría de prácticas político-económicas que afirma que la mejor manera de promover el bienestar del ser humano consiste en no restringir el libre desarrollo de sus capacidades y de las libertades empresariales del individuo, dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad fuertes, mercados libres y libertad de comercio.” (Harvey, 2007: 6) 52 Al entrar en crisis los modelos surgidos en la posguerra, el fordismo de los países centrales y el desarrollismo de la periferia, emerge con fuerza la ideología neoliberal como solución, de la mano de su teoría económica: el monetarismo. En el contexto del agotamiento de las posibilidades de expandir la producción sin riesgos de inflación, y del agotamiento de reservas baratas de recursos, se fracturaba todo un régimen global de reproducción del capital“Durante el segundo lustro de los años setenta y la década de los ochenta sobrevino a nivel mundial la crisis de la fase de la postguerra. Se fracturó el régimen fordista de acumulación y con él una forma de explotación del trabajo que había permanecido por más de treinta años” (Rubio, 2001: 55). 53 Blanca Rubio lo explica de la siguiente manera: “La forma de subordinación de la fuerza de trabajo que caracterizó al régimen de acumulación de postguerra, si bien permitió durante tres décadas sostener el modelo de desarrollo, provocó también con el paso del tiempo la fractura de los mecanismos de acumulación de capital. El incremento de los salarios reales que permitió generar una amplia demanda para la industria manufacturera del periodo, se convirtió posteriormente en una traba para el avance del modelo, al cambiar las condiciones en las cuales se desarrollaba. (…) Tal proceso surgió debido a que el salario real creció más rápidamente que la productividad del trabajo, hecho que trajo consigo una caída de la tasa de plusvalía, lo cual repercutió en un declive de la cuota de ganancia industrial.” (Rubio, 2001: 57) 42 países -América Latina y con ello Chile incluidos- una creciente reducción de la desigualdad económica, tanto por crecimiento como por redistribución. Ello no fue problema, y logró contener el turbulento “clima social” mientras estos esquemas mantuvieron el crecimiento económico. “Tener una participación estable de una tarta creciente es una cosa” señala Harvey (2007: 22). Pero todo cambió cuando durante los 70’ se redujo drásticamente las ganancias del capital, cuando “…unos dividendos y beneficios miserables se convirtieron en la norma, las clases altas de todo el mundo se sintieron amenazadas.” (Harvey, 2007: 22). Es allí cuando queda manifiesto el proyecto de clase del neoliberalismo.54 Los casos latinoamericanos son iluminadores al respecto. “El golpe de Chile y la toma del poder de los militares en Argentina, promovidos internamente por las clases altas con el apoyo de Estados Unidos, proporcionaba un amago de solución” (Harvey, 2007: 22). Solución, que en caso de Chile, era “necesaria” –y se precipitó- ante la amenaza para las clases altas de la pérdida definitiva de su posición ante el avance de un proyecto estatista socialista. En este tema, el caso de Chile reviste importancia a nivel mundial, puesto que, “…el primer experimento de formación de un Estado neoliberal se produjo en Chile, tras el golpe de Pinochet…” (Harvey, 2007: 14) el 11 de septiembre de 1973. Inmediatamente después de su violenta llegada al poder, el gobierno militar realizó transformaciones profundas en la estructura económica y social del país 55. Para reactivar la economía chilena, la dictadura convocó a un grupo de economistas conocidos como los “Chicago Boys”, dada su adscripción a las teorías de Milton Friedman, que entonces ensañaba en Chicago. 56 54 En efecto, Harvey explica los primeros giros neoliberales como una necesidad de las “clases altas” de resguardar su posición. Gérard Duménil y Dominique Lévy concluyen, de manera similar, que el giro neoliberal a nivel mundial fue, desde un comienzo, un proyecto para lograr restaurar el poder de las clases altas. “…la crisis que comenzó en los años setenta creó, nuevamente, las condiciones para grandes transformaciones; nos indujo gradualmente en un nuevo orden social; relaciones de producción y estructuras de clase estaban en juego.” (Duménil y Lévy, 2007: 27) 55 El Golpe de Estado en Chile fue promovido por las élites económicas domésticas que se sentían amenazadas por el rumbo hacia el socialismo que adoptaba el gobierno de Salvador Allende, y fue además respaldado por la CIA y el secretario estadounidense Henrry Kissinger. Reprimió todos los movimientos de izquierda y desmanteló todas las formas de organización popular. 56 Estos economistas eran el producto de un programa estadunidense de formación de posgrado de economistas chilenos de la Universidad Católica y Universidad de Chile en Chicago. 43 En este nuevo proyecto, el gran capital, en sus diferentes fracciones, impone sus condiciones, en alianza con el capital extranjero. Articulado con las readecuaciones que comienzan a tener lugar en el sistema mundial producto de la crisis de la economía de la posguerra, el nuevo proyecto modernizador supuso la eliminación de los “acuerdos de clase” que constreñían las ganancias del capital, y la eliminación de las restricciones que dificultaban que la producción tuviera por mercado “todo el mundo”, desvinculando el salario del consumo. En resumidas cuentas, se trataba en muchos sentidos de un proyecto de retorno al “liberalismo” decimonónico. Ffrench-Davis (2004) también destaca la singularidad del proceso chileno, señalando que éste es el principal caso de aplicación moderna de la ortodoxia monetaria, por su pureza, profundidad y extensión de su cobertura; su prolongada vigencia (19731982, en la etapa más ultra-liberal); y la publicidad mundial que recibió como un caso de éxito del modelo. Harvey, por su parte, posiciona a este caso como el precedente mundial, como el experimento de la Universidad de Chicago útil para demostrar la validez de sus teorías.57 El caso de Chile se articula a las transformaciones de la economía mundial no sólo recibiendo su influencia, sino también influenciando, dado que mostró la aplicación concreta de la teoría de los sectores que pujaban por una salida liberal a la crisis de la economía de posguerra. En la medida en que el fantasma de las revoluciones socialistas –antes alentado por el triunfo electoral de Allende- quedaba en el pasado, Chile proporcionó al mundo un nuevo ejemplo concreto de cómo el debilitamiento de los “acuerdos de clase” y la eliminación de las restricciones al libre comercio mundial, desvinculando el salario del consumo, podían ser útiles para aumentar las ganancias del capital. El prototipo de Chile, muy exitoso –para el capital-, de su incorporación en el mercado mundial en base a una economía abierta, con un Estado subordinado al capital transnacional, con clases trabajadoras desprotegidas y con nula capacidad de respuesta, mostró un sendero más allá de la teoría. 57 En sus palabras, todo el proceso:“…sirvió para proporcionar una demostración útil para apoyar el subsiguiente giro hacia el neoliberalismo tanto en Gran Bretaña (bajo el gobierno de Thatcher) como en Estados Unidos (bajo el gobierno de Reagan) en la década de 1980.” (Harvey, 2007: 15) 44 II.2.2. El neoliberalismo en Chile: sus políticas concretas. Es factible distinguir dos fases en la aplicación de las reformas estructurales en Chile, una primera, que va de 1973-1974 a 1982-1983, con características más extremas –más ideológicas si se prefiere- y una más pragmática, luego de la crisis de la deuda, desde 1982, en la cual la ideología dominante en la primera etapa subsiste con arreglos al margen. En una primera etapa las transformaciones económicas se localizaron en los campos fiscal, financiero, laboral, relaciones económicas con el exterior y propiedad pública. Luego se llevaría adelante una profunda reforma previsional. En general, el campo de acción económica del Estado se restringió fuertemente en todas estas áreas. La política fiscal sufrió modificaciones importantes. La reforma tributaria fue la primera medida. Se eliminó el impuesto a las ganancias del capital y al patrimonio. Se pretendía lograr una carga tributaria “neutra”, que no “distorsionara” la asignación de recursos que “perfectamente” haría el mercado. En la misma línea, otra política fue la reducción del gasto público de todo tipo; se privatizaron los bancos -estatizados en el por la Unidad Popular- se liberalizaron las tasas de interés, se desreguló el crédito y se autorizó el establecimiento de nuevas casas financieras, con muy pocas limitaciones; y se fijó una tasa de cambio única en 1975 (Ffrench-Davis, 2004). Por otro lado, se eliminó prácticamente la totalidad de las restricciones arancelarias y todo tipo de mecanismo de control de precios; se privatizaron las empresas del Estado, tanto las expropiadas durante el gobierno anterior, como aquellas creadas por el estado durante la ISI. En 1980, se privatizó el sistema previsional. A todo lo anterior se suman las reformas en el plano social, tendientes a la creación de “una sociedad competitiva de hombres libres” (Ffrench-Davis, 2004) lo que supuso cambios en el sistema universitario y escolar, en las prestaciones de salud, colegios profesionales, organizaciones estudiantiles y -con una importancia gravitante para el modelo- en los sindicatos, lo que disminuyó el poder de negociación del trabajo sobre el salario e influyó en la caída de los salarios reales. Esta “sociedad competitiva de hombres libres”, se inspira en una “utopía” mediante la cual la llamada “mercantilización de todas las cosas” (Wallerstein, 1989) se hiciera realidad llevando la lógica del mercado a todos los planos de la sociedad, donde 45 el mercado es el medio y el lugar donde los hombres interactúan “libres” unos con otros.58 La crisis de la deuda representa un parte aguas en la realización de esta utopía ultra-liberal. En respuesta a la crisis de la deuda de 1982, la dictadura debió ajustar sus políticas para enfrentar la severa restricción externa y estimular la recuperación interna. Comienza desde esos años una nueva etapa, más pragmática, que supuso la reversión de algunas de las primeras reformas.59 La sensación de fracaso del nuevo proyecto fue transversal, ante indicadores muy contundentes. “Los desastrosos resultados de esta política son suficientemente conocidos: estancamiento del PGB, crisis financiera y de balanza de pagos, paralización agrícola, destrucción industrial y desocupación de un tercio de la fuerza de trabajo (…) Los sectores directamente productivos (agricultura, industria, minería y construcción) disminuyeron su participación en el PGB del país desde 48.8% en 1974 a un 42.1% hacia 1982.” (Foxley, 1984) Luego de esta crisis, lo prioritario fue generar un superávit comercial, a fin de servir la deuda externa. Para ello se redujeron las importaciones y se promovieron las exportaciones, lo que se hizo mediante: un aumento del arancel uniforme; el uso de una batería de instrumentos para estimular las exportaciones; y una política cambiaria destinada a fortalecer la competitividad externa de la economía chilena y la capacidad de generar divisas (Ffrench-Davis, 2004). La suma de las políticas restantes de los años 70´s y las de los 80´s terminan por conformar un modelo coherente. En síntesis, el modelo organizado por Pinochet enfrentará la crisis de la ISI, mediante una política que ayudará al capital a transformar su patrón de reproducción. El nuevo modelo se basó en la penetración del capital extranjero y en la concentración del ingreso, lo que permitiría una mayor inversión y con ello, una nueva etapa de 58 Como bien lo señala Garretón (1984) el modelo cultural de esta refundación societal comprende una visión negativa del proceso de las décadas precedentes. El sistema político y la creciente preeminencia de lo estatal, serían las causas centrales del estancamiento económico (falta de libertad individual colapsada por un Estado que la ahoga). Se reivindica la propiedad privada como único fundamento de la libertad política, y ello debe quedar garantizado por el predominio de las leyes de mercado en todas las esferas de la vida nacional. 59 “Cuando a fines de 1981 el gobierno tuvo que intervenir el aparato financiero, anticipándose a una insolvencia del mismo, se sintió la señal de que algo andaba mal en la puesta en práctica del modelo de los Chicago Boys. Varios bancos pasaron a ser administrados por la Superintendencia de Bancos y Compañías de Seguro, con lo cual el mito del Estado liberal no interventor se vino al suelo.” (Zapata, 1985: 215) 46 acumulación. Las fuertes restricciones sobre el trabajo y la brutal desprotección laboral actuarían aumentando la tasa de ganancia y atrayendo al capital extranjero. Cambia el modelo económico, desde uno orientado hacia adentro a uno orientado hacia afuera, donde ya no es necesario mantener el poder adquisitivo del mercado interno (el trabajo) dado que la producción es comercializada fuera del país, y por el contrario, se requiere de bajar los salarios a fin de hacer al país más competitivo. El “acuerdo de clases” de la posguerra tiene entonces fin en Chile, y la “lucha de clases” queda manifiesta en lo real pero cada vez más negada en el discurso, tanto oficial como extraoficial. El nuevo modelo no sólo cambia la economía, sino además –como destaca la bibliografía- desarticula la orgánica clasista precedente. El proyecto de clase neoliberal contempla entonces una desarticulación social iniciada por el golpe militar, vía la fragmentación sindical, la segmentación de los procesos productivos y la ruptura de los vínculos sociales -base de las reformas privatizadoras de los sistemas de pensiones, salud y educación- para promover el individualismo y las políticas focalizadas (Osorio, 2009). El resultado no es sólo una sociedad sin capacidad de respuesta, sino además un “impulso económico”, debido a unos trabajadores bien disciplinados por el capital.60 II.2.3. La política sectorial silvoagropecuaria: La implementación del modelo en dos periodos: 1973 -1983/ 1983-1989.61 El principio de la “no discriminación entre sectores” –contrarrestando el eje fundamental de la ISI- aplicó fuertemente para la política sectorial de la dictadura en el periodo 1973-1983, pese a ello, existieron políticas sectoriales de alto impacto, y algunos aspectos de la política general tienen importantes consecuencias en el sector silvoagropecuario, en especial la cambiaria y arancelaria. a) Periodo 1973-1983: Entre 1973 y 1977, los aranceles caen de 105% a 35%; de 1977 a 1983, se reducen a un 10% parejo. El tipo de cambio real, sube en 1974-1975 un 25%; de 1976 a 60 “…el principal incentivo para la inversión extranjera en estas regiones es la presencia de abundante mano de obra con el grado de calificación requerido, bajos salarios y la posibilidad de prolongar las jornadas de trabajo y de transgredir todo tipo de normas laborales, fiscales y ambientales, así como infraestructuras adecuadas para la producción y para exportar.” (Osorio, 2009: 213) 61 En el anexo, pueden encontrarse 3 cuadros de síntesis de las políticas aplicadas en los periodos que más abajo se señalan, incluyendo las de la ISI, (Ver cuadros AN_CII-1, AN_CII-2) 47 1977 baja en un 24%; y entre 1977 a 1982 se mantiene fijo, generándose una apreciación del peso (Portilla, 2000). Desde 1973 hasta 1979, la política sectorial se orientó a establecer un “…escenario de confianza a los productores medianos y grandes, y desarticular el movimiento campesino que se encontraba en un avanzado grado de consolidación” (Portilla, 2000: 11) En el marco de lo primero, comienza el proceso de contrarreforma agraria, mientras que para lo segundo, “se establecen una serie de disposiciones legales restrictivas a la sindicalización y organización campesina acompañada de una fuerte represión” (Portilla, 2000: 11). La creación de un mercado de tierras era un objetivo de la política sectorial, para lo cual, bajo la denominación de “regularización de la Reforma Agraria”, se inicia un proceso de restitución de una tercera parte de las tierras expropiadas, y el remate del resto de las tierras en manos del Estado. También se deroga la Ley 17.729 que protegía las tierras colectivas indígenas y se reemplaza por el DL2.568 de 1980 que postula “terminar con la discriminación de la propiedad indígena”, favoreciendo su división y venta (Portilla, 2000). Como política laboral, se destruye la organización del trabajo generada en el periodo precedente, que había generado un movimiento campesino que contaba con 280 mil trabajadores agrícolas afiliados en 800 sindicatos comunales, agrupados en 85 Federaciones y cinco Confederaciones Nacionales Campesinas (Portilla, 2000). Entre septiembre de 1973 y julio de 1978 se suspende toda negociación colectiva y se ponen en práctica nuevas disposiciones legales. Se estipula que el empresario no aporta al fondo de sindicalización campesina, se prohíbe cualquier negociación que sobrepase la empresa, y se impide cualquier tipo de financiamiento externo a sindicatos. Conjuntamente se persigue y ejecuta a numerosos líderes del movimiento campesino. La liberalización de los mercados agropecuarios fue otra de las políticas: se eliminó el control de precios y todo tipo de protección a la producción interna. Sin embargo, en el caso de algunos rubros considerados “sensibles” o “estratégicos”, se mantuvo parte de la política de protección. Además se privatizó parte importante de las empresas públicas del sector y se vendió la participación del Estado en muchas de ellas. 48 “En 1980, quedaban bajo control público, solo 43 de las 500 empresas que se habían estatizado o intervenido en los años previos.” (Portilla, 2000: 14) En general, la inversión del Estado cambia de características. La política de riego extrapredial sufre importantes reducciones en el periodo 1973-1983, se disminuyen fuertemente los recursos para investigación interna, se debilitó la institucionalidad estatal para ello y se aumentó la importación de tecnología y variedades mejoradas. La política forestal cambió radicalmente, de la plantación y experimentación estatal se pasó a subsidiar directamente las plantaciones privadas. Con el D.L. 701 (1974) se establece la “inexpropiabilidad” de los terrenos forestales y se establece una bonificación de hasta un 75% del total de los costos de forestación y manejo de las plantaciones forestales. Adicionalmente, el Banco Central ofreció líneas de crédito especiales para el desarrollo de plantaciones forestales, con plazos de 3 a 6 años y con tasas preferenciales (Katz et all, 2000). Luego el DL 2565 (1979) aumenta a 90% la restitución de los costos de plantación. Respecto a la política de crédito, entre 1974 y 1981 cambia la importancia relativa de las fuentes de financiamiento, el sector privado que era responsable del 9% de las colocaciones, pasa a operar un 76% del crédito para el agro. Por su parte las instituciones públicas particularmente el Banco del Estado, CORFO e INDAP, pasan a representar de un 90% a un 24% de las colocaciones anuales (Portilla, 2000). El efecto de la política general y sectorial sobre el agro fue catastrófico, lo que llevó a que la crisis de 1982 afectara al sector de manera muy profunda. Salvo los sectores más competitivos, como fueron el forestal y el frutícola, la crisis fue generalizada. En la siguiente cita Foxley (1987) lo sintetiza muy claramente: “El resto del sector agrícola vivió –casi uniformemente- en crisis, debido a la naturaleza del modelo económico. Como es bien conocido, la agricultura recibió el mismo tratamiento que el modelo proponía para los otros sectores: apertura indiscriminada al exterior, hasta llegar a aranceles del 10%; precios libres dictados según la cotización internacional; liberalización de las tasas de interés y privatización del crédito, al que se accedía pagando las mismas altas tasas que el mercado de capitales imponía a otros sectores económicos; retiro del Estado de las actividades de apoyo a los pequeños productores y de fomento agrícola en general. A todo esto se sumó, a mediados de 1979, la fijación del tipo de cambio nominal en 39 pesos por dólar.” (Foxley, 1987: 165) 49 b) Periodo 1983-1989: Luego de la de crisis de 1982 el cambio en la política general, desde un neoliberalismo extremo a uno más “pragmático”, también tocó al sector agropecuario, lo que también supuso un retroceso de la política ultra-liberal en el sector. Así, desde 1984, se establece una serie de medidas que transgreden la ortodoxia precedente. La intervención de los mercados agropecuarios con bandas de precios y poderes compradores, así como el establecimiento de una serie de subsidios y mecanismos de fomento por parte del Estado, dan cuenta de ello. Sin embargo, más allá de estas políticas sectorial, en lo medular se confirma una trayectoria hacia un modelo exportador, con un tipo de cambio real al alza y manteniendo la apertura externa. Luego de 1984, los aranceles se elevaran del 10% al 20% y luego al 35%, en 1985 se reducen al 20%, y en 1988 llegan al 15%. El tipo de cambio real sube en un 25% en 1985, en 1986 en un 13%, alcanzando en 1988 un nivel de un 70% superior a 1983 (Portilla, 2000). Las políticas cambiaria y arancelaria son las que afectarán en mayor medida a los sectores exportadores. La mayor parte de las políticas de protección del periodo se destinaron a subsectores no exportadores, como trigo, azúcar, aceites y lácteos. Las políticas de subsidio al subsector forestal se mantuvieron, y se reactivaron las obras de riego, esta vez mediante un subsidio a la inversión privada, lo que implica un perfil de inversión intrapredial, que también favoreció notablemente al subsector hortofrutícola. La promoción de las exportaciones es otra política de este periodo. Los economistas del régimen comienzan a buscar cualquier rubro en el que el país pudiera ser competitivo a nivel internacional. Es ahí cuando comienzan a promoverse las llamadas “exportaciones no tradicionales” donde se agrega a la tradicional vocación minera del país, la exportación masiva de todo tipo de recursos naturales, como la pesca industrial, la producción forestal (en un principio no sólo bosques artificiales, sino incorporando la explotación de bosque nativo) y la agricultura, principalmente frutícola y luego vitivinícola, entre otras actividades. “En ese marco se pondrá acento particular a la exportación agrícola ámbito en el que Chile se beneficia de “ventajas comparativas” (Dubreucq, 1994: 62). Ello terminará por otorgar un “nuevo rol” al sector silvoagropecuario, el que, según Chonchol (1994) obedece a una decisión deliberada 50 rastreable en la política. A las medidas que hemos mencionado, se agrega: a) Negociación constante para permitir el ingreso de la fruta chilena en mercado externos. b) Facilitación de la instalación en Chile de empresas multinacionales como Standard Trading, Unifrutti, y C.D Western. c) Facilitación del traspaso de parte importante de los factores productivos de otros rubros del agro, al frutícola, en una estructura de empresas capitalistas altamente tecnologizadas, donde prepondera la mediana y gran propiedad. También, en la política habitacional del periodo puede notarse una intención de reasentar a la población a fin de generar cordones de mano de obra para las temporadas de la actividad exportadora frutícola (Riffo, 1994), a fin de favorecer el desarrollo de ese subsector. Referimos al “Programa de Subsidio Habitacional Rural del Estado”, incorporado a la “Política Habitacional del Ministerio de Vivienda y Urbanismo” en 1986. Uno de los objetivos explícitos de este programa fue retener a los pobladores rurales sin tierra –producto del proceso de concentración derivado del periodo 19731983- en las zonas rurales, con el objeto de servir de habitación de los temporeros del emergente subsector de la exportación de fruta. La característica del nuevo patrón de asentamiento que deriva de esa política es el surgimiento de nuevos asentamientos rurales. Como bien señala Margarita Riffo (1994), estos modificaron el patrón tradicional de asentamiento de la población rural, constituyéndose como aldeas o villorrios de reducido tamaño, dispersos en el espacio y, en sus palabras “…funcionales al proceso de Globalización como mercados físicos del trabajo temporal…” (Riffo, 1994: 3). c) Periodo 1989 - 2009 Durante los gobiernos de la Concertación, luego de 1989, se mantiene un perfil de política similar al del periodo 1983-1988, aunque se aprueban algunas modificaciones a las leyes laborales que limitan moderadamente la subcontratación, y se lanza una intensiva política de búsqueda de mercados y promoción internacional, que incluye la firma de gran cantidad de tratados comerciales y la inversión en publicidad para productos chilenos en el extranjero. En efecto, en 1989, pronto a iniciarse la era de la Concertación, el economista y uno de sus intelectuales más importantes –varias veces ministro y senador- Alejandro Foxley señalaba lo siguiente: 51 “Primero, Chile tiene que partir desde donde está: desde una economía abierta, con un proceso de modernización interesante e importante, con un éxito significativo en el plano exportador, con un rol principal para el mercado como mecanismo asignador de los recursos, con un régimen que es básicamente de libertad de precios y con un sector privado que puede desarrollar su labor sin temor a expropiaciones o a medidas arbitrarias equivalentes a expropiaciones. Todos estos elementos son parte del consenso que permea prácticamente todas las fuerzas de la concertación.” (Foxley, 1989: 178-179) De esta forma, luego de la implantación de una democracia procedimental a partir de las reglas estipuladas por la dictadura en la constitución de 1980, otro sector político se encargará de administrar el modelo económico, sin modificaciones en lo medular. La apertura y la desprotección y desorganización del mundo del trabajo permanecerán como ejes del modelo en toda la economía, y en particular en el sector silvoagropecuario. Hemos hasta aquí revisado tanto los antecedentes que describen al campesinado “histórico” antes del neoliberalismo, como la instalación de dicho modelo, y las políticas concretas aplicadas. En los próximos capítulos nos abocaremos a describir y analizar los efectos de las políticas y el modelo antes descrito, así como a ver qué cambios ha mostrado el sector y el campesinado “histórico” con respecto al momento previo a la instalación del modelo. 52 Capítulo III Décadas de cambios en el sector silvoagropecuario chileno. Una mirada general El presente capítulo tiene por objeto describir de manera general, a partir fundamentalmente de datos agregados, al sector silvoagropecuario en la actualidad, su evolución en el periodo neoliberal, y su proceso de modernización. Ello es fundamental para comprender el contexto en el que se inserta la dinámica actual del campesinado “histórico”, que describiremos de manera más profusa en el siguiente capítulo (IV). Primero, veremos los cambios a nivel macro, para luego revisar algunos aspectos relativos a las explotaciones y a la estructura agraria. Finalmente daremos un vistazo general a los dos subsectores sobre los cuales nos centramos, el frutícola y el forestal. A continuación, se describirán entonces aspectos que son contextuales al análisis a partir de las unidades domesticas en el que se centra la propuesta de esta tesis. III.1. Panorama general. Cambios económicos a nivel macro en el sector silvoagropecuario. El primer fenómeno que es menester mencionar a la hora de caracterizar los cambios sufridos por el sector silvoagropecuario, desde la aplicación de las reformas estructurales, es el dinamismo que ha identificado al sector, representado por un incremento de la producción, el cual también ha venido acompañado de un proceso de cambio en la estructura agraria. Gráfico 1 PIB silvoagropecuario, periodo 1962-2007 (en millones de pesos chilenos de 2003) Fuente: Elaboración Propia a partir de: INE (Sin año) y de datos de Banco Central de Chile (BCCh) (www.bcentral.cl) 53 Como se puede ver en el Gráfico 1, el PIB silvoagropecuario se mantuvo dentro de un comportamiento cíclico –con altos y bajos- desde el comienzo de la reforma agraria hasta aproximadamente 1985. Ello significa que los cambios en la política del periodo 1973 -1983 tuvieron un impacto relativamente poco significativo en el PIB sectorial, al menos en el corto plazo, con respecto a los experimentados dentro del periodo 1983-1989. Desde 1985 el PIB silvoagropecuario comienza a experimentar un incremento sostenido, con leves desaceleraciones pero sin retrocesos hasta fines de la primera década de los 2000, retomando luego la tendencia, aunque menos pronunciada. Según cifras del Banco Central el PIB del sector (sumado el silvoagropecuario con el piscícola y pesquero) aumentó en un 558% entre 1985 y 2007. Como se puede ver en el Gráfico 1, desde mediados de la década de 1980 el PIB silvoagropecuario se triplica, y casi se quintuplica desde el inicio de la reforma agraria en el año 1962. De esta manera, vemos que entre 1963 y 1982, el PIB silvoagropecuario creció a una tasa promedio anual de 2,70%, mientras que entre 1983 y 2007 lo hizo a una tasa promedio anual de 5,64%. Este nuevo dinamismo del sector da cuenta de un cambio, sin el cual no se puede explicar: un nuevo proceso de modernización del agro nacional.62 Sin embargo, este aumento absoluto ha ido acompañado de una disminución relativa del sector en la economía, lo cual quiere decir que el PIB total creció más que el agropecuario. Gráfico 2 Proporción del PIB Silvoagropecuario en el PIB nacional,1962-2007 (según cifras en valores corrientes) Fuente: Tomado de INE (Sin año) (Datos del BCCh) 62 Como ya se ha visto, no es el primer proceso de modernización, sin embargo, se trata de uno muy importante. 54 Como se ve en Gráfico 2, la tendencia a la disminución de la importancia del PIB silvoagropecuario en la economía es muy clara al menos desde 1991, lo que coincide con el periodo de consolidación del nuevo modelo económico. El PNUD en su informe sobre “desarrollo humano rural” señala al respecto que la complejidad de los cambios ocurridos en el conjunto de la economía chilena tiende a hacer subvalorar el crecimiento del sector: cambios en los precios relativos, la creciente tercerización del sector, junto con el crecimiento de otros sectores, expresado de manera agregada en las cuentas nacionales, hicieron que perdiera presencia relativa en la economía chilena. (PNUD, 2008). Más allá de lo señalado por el PNUD, es necesario poner en perspectiva esta dinámica, pues, pese a la indiscutible aceleración de la tasa de crecimiento del sector y su consecuente modernización, también se aprecia un declive relativo como sector que atrae factores productivos. Las exportaciones también han sufrido importantes cambios, como se puede ver en el gráfico 3. Gráfico 3 Apertura, importaciones y exportaciones en el PIB Fuente: Elaborado a partir de datos de World Development Indicators del Banco Mundial (http://data.worldbank.org/data-catalog/world-development-indicators) Gran parte del dinamismo del sector, reflejado por el incremento del PIB sectorial, visible desde el periodo 1983-1989, se explica por el constante incremento de las exportaciones agrícolas, fenómeno que, como se puede ver en el Grafico 3, tiene su origen en el periodo 1973-1983, asociado a la política de apertura.63 Ello constituye un 63 Como se verá más adelante, la política de apertura del periodo 1973-1983 afectó negativamente a casi toda la producción del sector, menos a la frutícola y forestal, las cuales emergen como subsectores con 55 importante cambio, pues, en general, el sector silvoagropecuario fue deficitario durante la ISI, caracterizado por una balanza comercial de alimentos negativa. 64 Sin embargo, entre 1980 y 2008 el aumento anual promedio del valor de las exportaciones totales del sector fue de 10.5%65. El aumento de las exportaciones fue también proporcional, respecto de otros sectores, como se pude ver en el Cuadro 3. Cuadro 3 Composición de las Exportaciones Chilenas según Categorías (% del total de exportaciones en dólares) Bienes primarios Agrícolas Mineros Energéticos Bienes Industrializados Tradicionales Alimentos, Bebidas y Tabaco Con elevada economía de escala Duraderos Difusores de progreso técnico Otro bienes Total 1970 13.2 3.2 10.0 0.086.6 4.8 2.2 82.2 2007 35.0 8.3 26.5 0.1 62.8 14.7 6,9 50.1 0.6 0.2 0.1 100.0 0.7 1.2 2.2 100.0 Fuente: Elaborado a partir de datos de CEPAL (www.eclac.cl) Como se puede ver en el Cuadro 3, entre 1970 y 2007 los bienes agrícolas pasaron de ser un 3.2% de las exportaciones en 1970 a un 8.3% en 2007. Pero a su vez se observa también un cambio generalizado en la estructura de las exportaciones, pues, la proporción de las exportaciones en bienes primarios casi se triplica, reduciéndose el aporte de los bienes industrializados. Esta situación da cuenta del cambio en la estrutura productiva nacional (y con ello del rol del sector silvoagropecuario) desde un modelo que privilegiaba a la industria como la ISI, a un modelo que, en Chile, favoreció una inserción del país en la economía mundial por medio de sus ventajas en la exportación de determinados recursos naturales y con menor nivel de manufactura (los bienes con elebada economía de escala bajan del 82% a sólo el 50%) aumentado la minería y los productos agrícolas, forestales y pesqueros. Precisamente en ese patrón encaja el desarrollo del sector silvoagropecuario, ganando creciente importancia desde la década “ventajas comparativas”. El incremento de las exportaciones visible en el Gráfico 3 posiblemente obedece a esos mismos dos subsectores. 64 Dado que ni las exportaciones forestales ni de cultivos industriales tuvieron importancia antes de dicha década, la balanza comercial de alimentos resulta un indicador adecuado para el sector. 65 Calculo propio en base a serie del FMI en dólares estadounidenses 56 de 1980 (ver cuadro 4, más abajo), auque con mucho menor peso respecto al de la producción minera, que desde la segunda mitad del siglo XIX, domina las exportaciones del país66. Sin embargo, una característica central del proceso de desarrollo silvoagropecuario chileno moderno es la integración entre los sectores primarios y algunos sectores de la industria (por cierto de bajo nivel de complejidad técnica). Sergio Gómez (1992) los denomina como Complejos Agro Industriales (CAI).67 Este autor llama la atención respecto de la formación de estos complejos en los sectores más dinámicos (y lo observa a principios de la década de 1990) señalando que a través de éstos pasa el grueso de la actividad del sector. La producción frutícola, vitivinícola y forestal es un claro ejemplo. En este sentido, el desarrollo del sector silvoagropecuario chileno no sólo se refleja en las exportaciones primarias, sino también en las industriales. Por ejemplo, en el subsector forestal, como veremos, la importancia de la exportación de celulosa y otros productos con algún proceso industrial constituyen la mayor parte de las exportaciones del sector y en el caso de la fruta, la exportación de vino también es destacable. De esta forma, dentro de los porcentajes señalados en el Cuadro 3, cabe esperar que la composición de las exportaciones industriales también cambiara, pues, disminuye la producción de textiles, metalmecánicos y eléctricos - por señalar ejemplos- y aumenta la de celulosa, vinos y alimentos elaborados. En efecto, si miramos la balanza comercial silvoagropecuaria desde 1990 (Cuadro 4, abajo) vemos cómo en dicho año, en el saldo, los productos primarios del sector superaban a los productos industriales. Tanto el saldo de la exportaciones-importaciones primarias como industriales es creciente hasta la actualidad, sin embargo, la relación entre éstas se invierte en 1994, momento desde el 66 En el periodo 1985 – 2006 la minería (incluye bienes primarios e industrializados) representó en promedio un 47% de las exportaciones del país (COCHILCO, 2012) 67 El concepto de CAI supone un determinado nivel de integración entre los sectores primario, industria y servicios, y entre los urbano y lo rural, articulados en procesos como la subordinación de la agricultura a los procesos industriales, la reorganización del proceso de trabajo, y la integración de capitales. Los CAI se caracterizan por: primero, una tendencia a la integración de eslabones de producción; segundo, por estar altamente integrados al sistema económico mundial (propiedad, origen de los insumos, destino de la producción, etc); y tercero, por la existencia de una lógica de la concentración-exclusión. “En definitiva, se trata de un conjunto de actividades fuertemente relacionadas entre sí a través de la integración de capitales diversificados en diversos sectores de la economía nacional e internacional.” (Gómez, 1992: 8). 57 cual comienzan a aportar más divisas a la economía nacional las exportaciones industriales que las primarias. Cuadro 468 68 En miles de dólares constantes de 2003. 58 Cuadro 4 (continuación) 69 Otra observación interesante sobre la balanza comercial del sector silvoagropecario se relaciona con el aporte de los distintos subsectores, donde vemos que el aporte del subsector agrícola (que incluye el frutícola) y el forestal son claramente los más importantes, tanto en productos primarios como industriales. La producción pecuaria muestra un aporte muy bajo en productos primarios durante todo el periodo, mientras que en industriales muestra saldos negativos muy recurrentes, aún en años recientes. Otra dimención interesante de analizar es el empleo. Si bien resultaría esperable que el dinamismo del sector, desde el periodo 1983-1989, hubiera demandado un mayor volumen de mano de obra, lo cierto es que el porcentage del empleo total ocupado en agricultura, disminuyó bruscamente en la década de 1970 y no se recuperó en las siguientes (ver Cuadro 5, abajo). El nuevo auge del sector a partir del segundo lustro de 69 En miles de dólares constantes de 2003. 59 los 80’s comenzó a ocupar una masa de trabajadores los cuales, debido al proceso económico-político de la década de 1970, y a la profunda crisis de 1982, habían quedado mayoritariamente desempleados o simplemente no existía aún una estructura productiva que los ocupara, después de la destrucción de la precedente. 70 Recordemos que, de acuerdo a cifras oficiales –las más concervadoras- el desempleo en Chile desde el año 1974 y los subsiguientes rodea el 15%, superando el 20% entre 1982 y 1983, lo que contrasta con el periodo que va desde 1960 a 1973, con cifras que se mantenían en un solo dígito y que, por lo usual, bordeavan el 5%. Esta nueva demanda de trabajo contó entonces con un “ejercito industrial de reserva” –aquella población que no migró a las ciudades durante la crisis- dispuesto a aceptar empleos temporales, sin ninguna protección, y con salarios muy bajos. Regresaremos sobre esto en el Capítulo IV. Cuadro 5 Chile: Distribución porcentual del Empleo por sectores Período Agricultura Minería Manufacturas 1960-1970 24.82 3.23 17.29 1970-1980 17.80 3.05 15.78 1980-1990 17.64 2.11 14.54 1990-2000 16.03 1.78 16.03 2000-2006 13.06 1.33 13.97 Fuente: Tomado de Puyana (2011). Datos de CEPAL Construcción 7.90 6.14 5.38 7.57 7.83 Servicios 46.76 57.23 60.32 58.60 63.81 Total 100 100 100 100 100 En la actualidad, el sector silvoagropecuario es uno de los más demandantes en mano de obra. La Nueva Encuesta Nacional de Empleo (NENE) del INE, señala para 2010 y 2011 a las actividades de agricultura, ganadería, caza y silvicultura (sin incluir pesca) como el tercer lugar (entre 17 grupos de actividades)71 en ocupación en toda la economía nacional, después del “comercio al por mayor y al por menor” y las “industrias manufactureras”. A partir del despegue agroexortador en la década de 1980, 70 De acuerdo a autores como Chonchol (1994) o Gomez y Echeñique (1986) se trata de campesinos desplazados de los fundos, los exbeneficiarios de la reforma agraria que la contrareforma dejó sin tierras, los que se vieron obligados a emigrar hacia pueblos, aldeas o ciudades, miembros de la pequeña agricultura familiar empobrecida,etc., quienes estubieron disponibles como mano de obra asalariada – principalmente temporal- para el nuevo dinamismo que adquiere el sector desde mediados de la década de 1980. Como veremos más adelante, otro tipo de fuentes (como entrevistas etnográficas a actores del proceso) confiman esta observación. Regresaremos sobre ello. 71 Estos grupos son: Agricultura, ganadería, caza y silvicultura; Pesca; Explotación de minas y canteras; Industrias manufactureras; Suministro de electricidad, gas y agua; Construcción; Comercio al por mayor y al por menor y reparación de vehículos automotores, motocicletas, efectos personales y enseres; Hoteles y restaurantes; Transporte, almacenamiento y comunicaciones; Intermediación financiera; Actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler; Administración pública y defensa, planes de seguridad social de afiliación obligatoria; Enseñanza; Servicios sociales y de salud; Otras actividades de servicios comunitarios, sociales y personales; Hogares privados con servicio doméstico; Organizaciones y organos extraterritoriales 60 el total de mano de obra ocupada por el sector se ha mantenido mediamente estable, osilando en torno a 750.000 trabajadores, con una leve declinación en términos absolutos (ver Gráfico 4).72 Sin embargo, en términos porcentuales cayó del 20% a mediados de la década de 1980 a 12% en el 2007. Es decir, pese a ser hoy la tercera ocupación de la población nacional, su importancia ha disminuido notablemente. De esto se concluye que, no obstante las exportaciones y las “ventajas comprativas” no es un sector que genere empleo. Gráfico 4 Mano de obra ocupada en agricultura, caza y pesca y participación en total, periodo 1985-2007 Fuente: Tomado de INE (Sin año a.) (Datos del INE) El incremento del PIB sectorial, unido a la disminución –relativa y absoluta- de la mano de obra agrícola, señala otro rasgo característico del sector: un aumento en la productividad del trabajo, la cual supera el incremento de la productividad en el resto de la economía (INE, Sin año). Sin embargo, este aumento se relaciona más con la reducción del empleo que con el aumento en el volumen y valor del producto silvoagropecuario. 72 En estas cifras elaboradas por el INE, la ocupación agrícola viene agregada con los sectores de caza y pesca. 61 Gráfico 5 Agricultura: Participación en el empleo total y tasa de crecimiento del PIB sectorial. Fuente: Fuente: Tomado de Puyana (2011) En síntesis, el sector silvoagropecuario chileno muestra rasgos de modernización, junto a otros que indicarían una sucesiva pérdida de importancia en la economía nacional. Entre los primeros destaca el aumento del PIB sectorial, y el incremento de la productividad del trabajo, y entre los segundos, la disminución del peso relativo en el PIB nacional y el hecho de que la productividad responda más a la reducción del empleo que al aumento en el volumen y valor del producto silvoagropecuario. Sin dudas, existe un cambio significativo en lo relativo a las exportaciones, puesto que el sector pasa de deficitario a importante exportador, tanto de bienes primarios como industrializados de bajo nivel tecnológico, lo que además cambia su función dentro de la economía nacional, aportando con números positivos y crecientes en la balanza comercial, aunque con una tendencia decreciente en términos relativos y una ausencia de creación de nuevos empleos. III.2. Los cambios en las explotaciones silvoagropecuarias y en el uso de suelo. La primera tendencia importante de destacar en lo relativo a las explotaciones silvoagropecuarias, es una mayor reducción en su número que en la superficie que ocupan en total, es decir, la concentración de la superficie en una menor cantidad de explotaciones. Desde la década de 1980 se constata dicho descenso, destacando entre los subsectores, el frutícola –con una tendencia más moderada- y el forestal -con un proceso de concentración de la superficie muy importante (Gómez y Echenique, 1988)-. 62 La tendencia a una mayor concentración de la superficie no cambió en el periodo transcurrido entre los censos agropecuarios 1997 y 2007 (INE), donde se produjo una reducción de 27 mil explotaciones a nivel nacional - 9% - con mayor impacto relativo en la Zona Central del país, concentrándose en la explotaciones menores a 60 HRB, y en mayor cuantía en las explotaciones de entre 2 y 12 HRB (Echenique y Romero, 2009).73 Cuadro 6 Número de explotaciones y cambios en tamaño medio, por tipología 1997 2007 Tamaño Medio (ha.) Tamaño Medio (ha.) N° N° Tramo Explotaciones Riego Secano Total Explotaciones Riego Secano Total 211,433 6.1 197,029 6.1 -2 HRB 0.2 5.9 0.2 5.9 79,048 38.6 67,795 38.3 2 -12 HRB 3.1 35.5 2.9 35.4 20,844 173.1 19,351 170.9 12 – 60 HRB 17.3 155.8 17.9 153.0 5,305 2435.2 5,331 + 60 HRB 76.1 2359.1 90.7 2,410.80 2501.5 Fuente: Elaborado a partir de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE) Como se ve en el Cuadro 6, entre 1997 y 2007 todos los tramos de tamaño de explotación, redujeron o su superficie media o el total de explotaciones, tanto en riego como en secano, exceptuando las explotaciones de mayor tamaño, lo que muestra una tendencia del grupo de las mayores explotaciones, a incorporar superficie de los grupos menores, en lo que podría ser leído como un proceso de acrecentamiento de la escala de producción del agro y de concentración de la propiedad. Cuadro 7 Cambios en superficie (riego y secano) por tramo. Riego Secano Tramo 1997 2007 Variación (%) 1997 2007 -4 - 2HRB 44 795 43 139 1 245 170 1 162 104 -18 2 - 12 HRB 241 323 199 055 2 810 031 2 399 989 -4 12-60 HRB 360 579 345 609 3 247 294 2 961 005 20 + 60 HRB 403 898 483 315 12 515 396 12 851 804 Total 1 050 593 1 071 118 2 19 817 889 19 374 902 Fuente: Tomado de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE) 73 Variación (%) -7 -15 -9 3 -2 Un interesante estudio encargado por FAO (Echenique y Romero, 2009) convirtió las bases de Datos de los Censos agropecuarios 1997 y 2007 (INE) a una unidad de medida homogénea: Las Hectáreas de Riego Básico (HRB), consistentes en el equivalente a la potencialidad de una hectárea física de riego del mediante la cual se convirtieron las bases, generando cuatros grupos: menos de 2, de 2 a 12, de 12 a 60 y Valle de Maipo. La Ley de Reforma Agraria de 1965, Ley 16.640, establece una tabla de equivalencias, más de 60 HRB. Si bien esta tipología refiere a las explotaciones y no a las unidades domésticas (como lo hace la tipología que usamos en esta investigación) es necesario incorporar esta definición dado que varios de los datos de la contextualización general del agro a partir de los censos agropecuarias, se realizará siguiendo esta tipología de Echenique y Romero (2009), que si bien no es completamente transferible a nuestras unidades domésticas, da cuenta de situaciones que interactúan con nuestro análisis a partir de las mismas. 63 La situación es muy similar cuando se observa la superficie total ocupada por cada tramo (Cuadro 7) pues, en general, se aprecia una reducción del total de la superficie en explotaciones de menor tamaño, unido de un aumento del tramo superior (+ 60 HRB), lo que ocurre tanto en superficies de riego como de secano, pero en mucho mayor medida en superficies de riego, más productivas, y por lo general asociadas a la producción agrofrutícola y no forestal, lo que da indicios de que el proceso de concentración de la superficie ya no tiene como actor principal al subsector forestal, como en la década de 1980. Cuadro 8 Cambio en el uso de suelo (hectáreas) en las explotaciones agropecuarias con tierra. Años 1975/76 1996/97 2006/07 Cereales Leguminosas y tubérculos 842485 211505 646982 127029 479404 70899 Variación porcentual (tasas de crecimiento acumulado) 19761997-2007 (todo el 1997 periodo) 1976-2007 -23.2 -25.9 -43.1 -39.9 -44.2 -66.5 Cultivos industriales Hortalizas Flores Plantas forrajeras Frutales Viñas y parronales viníferos 126331 102.694 941 631561 89488 106321 70264 111642 1471 608115 233973 81256 69972 95551 2124 510371 324294 128946 -44.4 8.7 56.3 -3.7 161.5 -23.6 -0.4 -14.4 44.5 -16.1 38.6 58.7 -44.6 -7 125.8 -19.2 262.4 21.3 75 -1.7 43.2 -22.7 35.2 Cultivos Viveros 2339 Semilleros 29620 Plantaciones forestales 627538 1098461 Fuente: Tomado de INE (Sin año a.)(Datos censales 2298 42402 848617 del INE ) Otro elemento estructural que ha sufrido importantes cambios es el uso de suelos. Las encuestas anuales realizadas durante el periodo 1976-1997, muestran descensos sostenidos en la superficie sembrada en gran parte de los cultivos anuales,74 a partir de 1976 (INE, sin año). El periodo en el cual ocurre, coincide con la liberalización del periodo 1973-1983. La superficie cultivada se ha reducido sistemáticamente en varios de los cultivos tradicionales de la agricultura previa al régimen militar, fundamentalmente en lo relativo al cultivo de cereales, leguminosas y tubérculos que, en conjunto, experimentaron una disminución de 279 mil hectáreas entre 1976 y 1997 y de, aproximadamente, 500 mil hectáreas en el periodo 1976-2007 (Ver Cuadro 8, arriba). Es decir, en 2007 ocupan el 52.5% de la superficie que ocupaban en 1976. 74 Cultivos anuales son aquellos que su vida vegetativa y su ciclo de reproducción es menor o igual a un año. En Chile, refiere usualmente a cereales, algunas leguminosas y papas. 64 Gráfico 6 Variación porcentual de la superficie cultivada por tipo de cultivo, 1975-2007 Fuente: Tomado de INE (Sin año a.)(Datos censales del INE ) De acuerdo a lo que se aprecia en el Gráfico 6, sólo las flores, frutales, viñas y plantaciones forestales han sufrido un aumento porcentual importante de su superficie, pero como puede verse en el gráfico 6, sólo las frutas, viñas y plantaciones forestales tienen un aumento en términos absolutos considerable, lo que nos confirma algo que se ha venido señalando en páginas precedentes: la importancia de los subsectores frutícolaviñas incluidas- y forestal en el nuevo patrón de desarrollo del sector. La disminución observada en cultivos anuales e industriales y su reemplazo por la superficie ocupada por la fruticultura y silvicultura, caracteriza el proceso de reordenamiento productivo del agro nacional desde las reformas estructurales. Más adelante se caracterizará con mayor detención estos dos subsectores. III.3. Cambios al interior de las explotaciones. El Censo agropecuario de 2007 es el primero en intentar registrar la participación del ingreso aportado por la explotación para quien la trabaja o administra. Debe advertirse, sin embargo, lo poco útil de este intento si no se define con claridad la unidad total de composición de ingresos sobre la cual se mide la participación, es decir, el 100% en relación al cual el encuestado debe estimar el aporte, ya sea una unidad doméstica o las cuentas personales de un capitalista. A nuestro juicio ello se debe a la ambigüedad teórica, pues no se admite la variación respecto de si la explotación está siendo administrada por una unidad doméstica o por una empresa capitalista.75 Es por ello que 75 Ello empeora si se considera que el ingreso total no sólo corresponde al representado por el aporte en dinero, cuestión central si se habla de unidades domésticas campesinas y semiproletarias. No considerarlo demuestra que se está pensando sólo en explotaciones modernas capitalistas, donde ingreso es casi igual a 65 la medición arrojada al respecto por el censo no es muy confiable. Sin embargo, a nivel de tendencia general, da cuenta de algunas diferencias que se hacen visibles al distribuir las respuestas en los tramos de HRB, como lo hacen acertadamente Echenique y Romero (2009). Cuadro 9 Participación del ingreso aportado por la explotación, por tipología Nacional Aporte explotación en ingreso total (%) +75 50 - 75 25 - 50 -2 HRB 14 9 15 2 – 12 HRB 28 14 18 12 – 60 HRB 36 14 17 +60 HRB 38 12 13 Total Explotaciones 18 11 16 Fuente: Tomado de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE) Tramos -25 62 41 33 37 55 Suma 100 100 100 100 100 En el Cuadro 9 se aprecia que una mayoría declara que la producción de la explotación no representa un aporte mayor al ingreso (familiar o del titular). Echenique y Romero (2009) plantean como “sorprendente” el hecho de que un 55% del universo censado sostenga que la explotación representa menos de la cuarta parte del total de ingresos. En la medida en que se señala una alta correlación entre el ingreso aportado por la explotación, y su tamaño en HRB, creemos que el hecho de que el 71% sostenga que la explotación aporta menos de la mitad del ingreso, no sólo no es sorprendente, sino completamente esperable.76 Ello da cuenta de una relación lógica, a menor tamaño de la propiedad, aumenta la probabilidad de que la unidad doméstica –cuando es ésta la que administra la explotación- tenga una composición del ingreso heterogénea. Y ingreso en dinero –pues en rigor, en una unidad doméstica nunca es exactamente igual-, y dicho enfoque impide observar la presencia de explotaciones trabajadas por unidades doméstica no modernizadas o parcialmente modernizadas. 76 Y ello es así por varias razones. Las explotaciones pequeñas y medianas concentran una participación menor del ingreso. Podemos especular respecto a que en este grupo las explotaciones son trabajadas principalmente por dos tipos de administrador: o unidades domésticas que combinan su ingreso con venta de trabajo, o pequeños y medianos empresarios urbanos que han invertido en explotaciones silvoagropecuarias, pero que además reciben un sueldo urbano, estos serían, en términos de nuestra tipología ,unidades semiproletarias y unidades proletarias tipo III.i y III.ii.. Ello no implica que no existan pequeños empresarios tipo farmer cuyo ingreso provenga casi íntegramente de la explotación en los tramos menores, pues, no se indica que el coeficiente de correlación sea igual a 1 (Echenique y Romero (2009) no señalan el coeficiente exacto). Por lo tanto, este dato del censo podría estar señalando que en el tramo menor a 2 HRB, las explotaciones son administradas por unidades domésticas donde predominan las unidades domésticas que combinan distintas fuentes de ingresos (semiproletarias y proletarias), mientras que en el tramo siguiente, aparecen con mayor importancia la administración de unidades agropecuarias comerciales. Y en el caso de las explotaciones grandes, es esperable que la distorsión generada por la ambigüedad de la pregunta sea mayor, pues, el titular puede ser una sociedad o un empresario con inversiones múltiples. Pero dada la ausencia de datos, más allá de señalar que este resultado no debiera sorprender, sólo podemos hacer de estas especulaciones, supuestos e hipótesis. 66 lógicamente unidades muy pequeñas difícilmente corresponden a empresas capitalistas, sino probablemente, en mayor proporción a unidades domésticas. Por otra parte, según el tipo de trabajo utilizado por las explotaciones silvoagropecuarias puede señalarse una tendencia muy clara en cuanto al uso de trabajo temporal, por sobre el permanente. Como se puede ver en el Cuadro 10, en todos los tramos de tamaño, por cada trabajador permanente se contratan entre 2 y 3 trabajadores temporales durante los meses de temporada de trabajo, ello, sin perjuicio de que exista una contratación menor de temporeros durante otros meses del año. Cuadro 10 Trabajadores permanentes y temporeros promedio por explotación en 2007. N° Trabajadores promedio por explotación Permanente Temporeros (trimestre peak) Tramo Relación Temporeros por cada permanente -2 HRB 0.1 0.3 2 -12 HRB 0.5 1.3 12 – 60 HRB 3 6.3 + 60 HRB 13.3 29.3 Promedio 0.6 1.4 Fuente: Elaborado a partir de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE) 3 2.6 2.1 2.2 2.5 Respecto al género de los trabajadores, el 10.4% de los trabajadores son mujeres, es decir, predomina el trabajo masculino, mientras que entre los temporeros, la proporción de mujeres está entre 34% y 37% en los meses de temporada, descendiendo a 23% en los meses de menor demanda de trabajo (Echenique y Romero, 2009). Cuadro 11 Trabajadores del hogar en la explotación, por tramo 2007. Trabajadores del Hogar del Productor Permanentes Temporales N° Explotaciones Promedio por Promedio por N° Total N° Total explotación explotación -2 HRB 200.029 99.312 0,50 156.151 0,78 2 -12 HRB 67.345 38.681 0,57 34.825 0,52 12 – 60 HRB 19.351 7.234 0,37 3.922 0,20 + 60 HRB 5.331 872 0,16 309 0,06 Suma 289.506 146.099 0,50 195.207 0,67 Fuente: Tomado de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE) Tipologías Un dato que resulta de particular interés, es el relativo al origen de los trabajadores, ya sea del interior de la unidad domestica (intrapredial) o fuera de ella (extrapredial). Como se puede ver en el Cuadro 11, la utilización de trabajadores pertenecientes al hogar es muy baja en todos los tramos. A Echenique y Romero (2009) –nuevamente- les resulta sorprendente el hecho de que la ocupación de mano de obra familiar sea inferior a 1, tanto para trabajadores temporales como para trabajadores 67 permanentes. Disentimos nuevamente de esa sorpresa, cuando se miran los datos considerando la participación de unidades domésticas. Ello no sólo porque la baja ocupación “hogareña” sea consecuente con el bajo ingreso proveniente de la explotación declarado, sino porque ello es congruente con el hecho de que un menor tamaño de la explotación se relaciona con una composición del ingreso de la unidad doméstica más heterogénea, lo que obviamente implica mayor tendencia a que los miembros de la unidad trabajen fuera de la explotación (parcela) que ésta tiene (administra). Pese a ello, la tendencia a una utilización del trabajo doméstico por sobre el salariado sigue siendo mayor en las explotaciones más pequeñas. Gráfico 7 Estructura del Empleo en las explotaciones según nexo,2007 Fuente: Elaborado a partir de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE) En efecto, en el Gráfico 7 puede verse una clara correlación positiva entre el tramo de tamaño de la explotación en HRB (-2HRB, 2-12HRB, 12-60 HB, +60HRB) y la cantidad total de empleados asalariados de tramo, así como la evidente correlación negativa entre el tramo en HRB y la cantidad total de trabajadores pertenecientes al hogar, lo que coincide, pero es más evidente, que al poner en relación el tramo con los trabajadores promedio del tramo. 68 Cuadro 12 Destino de exportan) la producción. Tipologías -2 HRB 2 – 12 HRB 12 – 60 HRB 12 – 60 HRB Todos (% de las Exportan (%) 2,5 8.7 27.4 44.8 6,4 Fuente: Elaboración propia a partir de datos de explotaciones del tramo que Venden a agroindustria o agricultura de contrato (%) 5.30 25.60 61.30 75.10 15.10 Echenique y Romero (2009) Finalmente, otro dato que no se puede dejar de destacar es el destino de la producción de las explotaciones. Como se mencionó más arriba, el sector silvoagropecuario destaca por su participación en las exportaciones. Ahora bien, resulta interesante ver -como es esperable y consecuente con los datos antes expuestos- que la exportación o la venta de la producción a la agroindustria o por contrato aumenta según el tamaño de las explotaciones, en efecto, si se correlacionan los tramos (-2HRB = 1; 2 – 12 HRB = 2; 12 – 60 HRB = 3; +60 HRB = 4) con el porcentaje de unidades que exportan por tramo o con el porcentaje que vende a la agroindustria o de contrato, en ambos casos el resultado del coeficiente de correlación está por encima de 0.9, es decir, el tamaño de la explotación es definitorio en cuanto a las posibilidades de destino de la producción (ver Cuadro 12). Mientras que en las unidades de menor tamaño prima o la venta en el mercado nacional o local o bien, el autoconsumo, en las mayores el porcentaje de explotaciones que logran exportar o vender a la agroindustria tiende a aumentar. III.4. Aspectos generales sobre los subsectores frutícola y forestal. III.4.1. El subsector frutícola. Sin duda y como ya se dijo, el subsector frutícola (frutas y viñas) ha sido uno de los más dinámicos dentro del sector silvoagropecuario, con un proceso de incorporación al mercado mundial de exportación de frutas frescas, secas y elaboradas en distintos productos, donde destaca el vino. Si bien el subsector frutícola y las industrias asociadas (los CAI) representan uno de los “emblemas” mediante el cual los promotores del modelo económico más se vanaglorian de sus logros, es preciso señalar que las bases del complejo frutícola y vitivinícola, lejos de establecerse bajo el periodo 1973-1983, fueron 69 generadas durante la ISI y bajo iniciativa y apoyo del Estado.77 Ello conduce a pensar que la actual ventaja comparativa de Chile en este subsector no es sólo natural, sino además producto de un trabajo previo de promoción desde el Estado, que luego el flamante modelo lograría explotar. Durante el periodo del 1973-1983 el crecimiento del subsector fue moderado, pero fue uno de los pocos que no decayó y que por el contrario, logró aumentar sus exportaciones, mostrando desde el periodo 1983-1989 la expansión visible en el cuadro Grafico 8. Durante la segunda mitad de la década de 1980 Chile se transformó en el principal exportador de frutas del hemisferio sur, superando a Argentina, Australia, Nueva Zelanda y África de Sur (Chonchol, 1994). Gráfico 8 Participación porcentual de las exportaciones chilenas de fruta fresca en el total exportado por el hemisferio sur (toneladas) Año Fuente: Elaboración propia a partir de datos de FAO La apertura comercial implementada por la dictadura desde el periodo 1973-1983 permitió que las ventajas comparativas que Chile posee en la producción de fruta operen en el mercado global: características climáticas (clima mediterráneo) calidad de los suelos, contra-estacionalidad (ubicación en el hemisferio opuesto a los grandes mercados) y buenas condiciones fitosanitarias, entre otras. Además, a través de estas reformas, se permitió que operaran varias ventajas comparativas inducidas institucionalmente (Murray, 1999) como, entre otras, las siguientes: Primero, la citada inversión en el sector frutícola encabezada por el Estado. Segundo, los efectos de la reforma agraria, que permitió un mercado capitalista de la tierra. Y, por último, los 77 Como se vio en el Capítulo II, en el año 1960 la CORFO inició en Plan Nacional para el Desarrollo del sector Frutícola, con lo que comenzó a aumentar la participación de Chile en el mercado mundial de la fruta (Ver gráfico 8). Como resultado, entre 1955 y 1965 el incremento en la superficie plantada con huertos de frutales superó el 50%, con 53 mil hectáreas. En 1973 la superficie frutícola ya alcanzaba las 66 mil hectáreas con un crecimiento de 24%. 70 costos de mano de obra bajaron significativamente debido a las reformas laborales (Murray, 1999), a la destrucción del sistema productivo anterior, y la elevada cesantía y pobreza de la población. Además, este periodo coincide con un importante crecimiento en la demanda de frutas frescas desde los países centrales, por ejemplo, en Estados Unidos, entre 1970 y 1989, el consumo de fruta aumentó de 36.02 a 43.82 kg per cápita, y en el Reino Unido, se observa una tendencia muy similar (Cook, 1990, citado en Murray, 1999). Gráfico 9 Participación porcentual del volumen de las exportaciones mundiales. exportación de vino chileno en % de la producción mundial Año Fuente: Elaboración propia a partir de datos de O.I.V. – SAG – CHILEVID Un producto emblemático de los CAI de este subsector, que se ha incorporado de manera muy competitiva en el mercado mundial, es el vino. Aunque enfrenta una mayor competencia en el mercado mundial que la fruta fresca, este producto de tradición centenaria en el país, logró multiplicar más de 10 veces su importancia en las exportaciones mundiales desde fines de la década de 1980 hasta principios de la de 2000 (ver Gráfico 9). Sin embargo, sigue siendo tomador de precios en ese mercado. Gráfico 10 Superficie con frutales y viñas, censos 1976, 1997 y 2007 Miles de hectáreas Año Fuente: Elaboración propia a partir de INE (Sin año a.) (Datos censales del INE ) 71 Es el desarrollo de este subsector como un dinámico exportador mundial lo que explica el crecimiento de la superficie destinada a frutales y viñas entre 1976 y 2007 (ver gráfico 10). Cuadro 13 Variaciones por tramo de la superficie de frutales y viñas. (Miles ha.) 1997 2007 Variación (%) Tramo Frutales Viñas Frutales Viñas Frutales Viñas - 2HRB 20,9 13,1 21,5 10,2 3 -22 2 - 12 HRB 35,4 15,3 41,3 14,9 17 -3 12-60 HRB 79,2 24,6 97,8 35,2 23 43 + 60 HRB 98,2 29,1 163,1 70,0 66 141 Suma 233,7 82,1 323,7 130,3 39 59 Fuente: Elaborado a partir de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE) Como se puede ver en el cuadro 13, en el caso de los frutales, el incremento en la superficie entre los censos de 1997 y 2007 afecta a todos los tramos de tamaño de las explotaciones, pero su variación aumenta considerablemente en las unidades de mayor tamaño. Por su parte, en las viñas se aprecia una reducción de la superficie de las explotaciones menores, de manera simultánea a un incremento muy pronunciado en las de mayor tamaño. En suma, queda por relevar, en términos generales, que los datos indican al subsector frutícola como altamente concentrado –aunque como veremos mucho menos que el forestal-. No sólo se trata de que la mayor parte de la superficie se concentre en las explotaciones más grandes, seguido de las medianas, sino además, que las más grandes son las que crecen y exportan más, siguiendo una clara tendencia. III.4.2. Subsector forestal. Otro subsector de notable dinamismo ha sido el forestal, el cual incrementó su peso en el PIB desde un 1,2% en 1970 a un 2,7% en 1998 (Katz et al, 2003) y un 3,9% en 2007 (Leyton, 2009). 72 Gráfico 11 Balance importaciones exportaciones forestales Fuente: Tomado de INFOR (2009) Como se puede ver en el Gráfico 11, al igual que el frutícola, se trata hoy de uno de los subsectores exportadores de la economía chilena cuya tendencia ha sido el crecimiento, y que contribuye a mantener una balanza de pagos positiva. Gráfico 12 Participación porcentual de Chile en mundial de productos primarios, 2009. el volumen de la producción % Fuente: elaboración propia a partir de datos de FAOSTAT en: http://www.fao.org/ En efecto, la participación de Chile en el mercado mundial forestal no deja de ser relevante, produciendo cerca de 2.5% de la pulpa de celulosa, madera aserrada y trozas de madera de la producción mundial, y casi una doceava parte de las exportaciones de celulosa (ver Gráfico 12). Al igual que en el caso frutícola, el desarrollo de este subsector responde a la política propia de la ISI, con un importante apoyo desde el Estado.78 Pero como fue la tónica en toda la economía, la dictadura militar privatizó también la mayor parte de las empresas y bienes estatales forestales, incluyendo industrias y plantaciones. La gran 78 Ello fue efectivo ya desde el primer tercio del siglo XX (Ley de Bosques, de julio de 1931). Durante la década de 1960, como se vio en el Capítulo II, el Estado intensificó su política desarrollo creando empresas forestales y fermentando la plantación. 73 mayoría de las tierras forestales expropiadas por la reforma agraria entre 1970 y 1973, fueron devueltas a sus antiguos dueños. Sin embargo, el proceso de privatización de la dictadura correspondió más bien a ventas de activos estatales, en su mayoría constituidos antes de 1970 (Leyton, 2009). En el caso del subsector forestal, al igual que en el frutícola, las ventajas competitivas no fueron sólo naturales, pues, el rol del Estado en su desarrollo fue tal, que las empresas más grandes y principales actuales exportadoras fueron creadas por éste o en sociedad durante la ISI. Estas ventajas son además producto de un trabajo previo de promoción desde el Estado, que como en la fruta, luego el flamante modelo lograría explotar. La apertura comercial implementada por la dictadura permitió, al igual que en subsector frutícola, que las ventajas competitivas que Chile posee en la producción forestal operasen en el mercado global. Gráfico 13 Superficie con plantaciones forestales, censos 1976, 1997 y 200779 Millones de has. Fuente: Elaborado a partir de INE (Sin año a.)(Datos censales del INE ) El dinamismo del sector puede apreciarse mediante el incremento en la superficie con plantaciones durante la dictadura (ver Gráfico 13). Entre 1976 y 2007 la superficie forestal del país se duplicó.80 El crecimiento anual de la superficie con plantaciones forestales, en explotaciones forestales, fue poco superior a 40 mil hectáreas durante el periodo intercensal 1997 – 200781, lo cual es por cierto más baja que la observada entre 1980 y 1997, cuando alcanzó a superar las 75 mil hectáreas anuales (Echenique y Romero 2009). 79 Incluye plantaciones forestales en explotaciones forestales y en explotaciones agropecuarias. Ello considerando la superficie en plantaciones forestales en explotaciones definidas como forestales y no forestales. 81 Ello considerando la superficie forestal sólo las explotaciones forestales. 80 74 Cuadro 14 Total extensión en Plantaciones forestales por tramo (Has.) Tipologías 1997 (has) % 2007 (has) % -2 HRB 71.289 3 111.766 4 2 – 12 HRB 217.230 10 287.493 11 12 – 60 HRB 352.892 16 404.986 15 + 60 HRB 1.550.776 71 1.814.173 70 Suma 2.192.187 100 2.618.418 100 Fuente: Tomado de Echenique y Romero (2009) (Datos censales del INE) Variación % 57 32 15 17 19 En 2007, la mayor superficie en plantaciones está en el tramo superior a las 60 HRB con un 70%, seguido del tramo mediano de 12 – 60 HRB, con 15% del total. Pese a la desaceleración del crecimiento de la superficie del sector, la concentración de la superficie en las explotaciones de mayor tamaño se mantiene, aunque se observa un leve repunte en términos porcentuales de las explotaciones de pequeñas entre 1997 y 2007 (ver Cuadro 14). Sin embargo, dicho repunte responde a un mayor crecimiento de las explotaciones de menor tamaño, en detrimento de otros usos de suelo, y no a un traspaso de superficie de las más grandes hacia las más pequeñas. Cuadro 15 Condición Jurídica de las explotaciones forestales (Superficie de plantaciones en has. 2007) Tipología Personas Naturales y sucesiones -2 HRB 109.429 2 – 12 HRB 254.137 12 – 60 HRB 247.090 +60 HRB 155.394 Suma 766.050 % del total 29 Fuente: Tomado de Echenique y Instituciones Sociedades Comunidades Fiscales o Anónimas y (Tradicionales e Municipales limitadas indígenas) 131 2.164 41 553 32.291 511 2.431 151.888 3.577 21.387 1.635.544 1.848 24.502 1.821.887 5.977 1 70 Romero (2009) (Datos censales del INE) Total 111.766 287.493 404.986 1.814.173 2.618.418 100 Como se puede ver en el Cuadro 15, a diferencia de lo que sucede con las propiedades agrícolas y ganaderas, donde predominan las personas naturales como propietarias, en las plantaciones forestales predomina la propiedad de las personas jurídicas, básicamente sociedades anónimas, las cuales están mayoritariamente integradas a los grandes consorcios forestales del país, entre los que sobresalen la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones (CMPC) y las empresas ARAUCO S.A. (Celulosa Arauco y Constitución, CELCO, entre otras filiales). (Echenique y Romero 2009). Estas dos empresas que, como vimos, recibieron un importantísimo apoyo de parte del Estado desde la ISI o fueron directamente creadas por éste, se han convertido en las más importantes del subsector. Ya en 1988, entre las dos controlaban más del 50% de las plantaciones de bosque artificial del país (Gómez y Echenique, 1988) En 1999 75 Katz et al (2003) destacaba la enorme concentración y el alto grado de integración vertical existente en la propiedad del sector forestal mencionando que el 71% de las plantaciones pertenecía a un 2% de los propietarios forestales, y donde los dos mayores propietarios continuaban poseyendo más del 50% de las plantaciones en Chile, lo que se suma a una altísima integración vertical (Katz et al, 2003). Dicha situación no mejoró a 2007.82 Como se puede ver en el Cuadro 15, más de dos terceras partes de las plantaciones son propiedad de sociedades anónimas y limitadas, siendo esta la condición jurídica claramente predominante en las explotaciones de más de 60 HRB. Este dato, junto a los expuestos en el párrafo anterior, permite señalar con holgura al subsector forestal como altamente concentrado, donde prevalece el gran capital exportador en la figura de sociedades anónimas. Cuadro 16 Participación de las principales exportaciones forestales chilenas (%) empresas exportadoras Empresas 2002 2003 2004 2005 Celulosa Arauco y Constitución S.A. 21.7 19.9 22.4 21.9 CMPC Celulosa S.A. 10.9 16.7 14.6 13.9 Aserraderos Arauco S.A. 10.2 10.3 11.3 12.0 Paneles Arauco S.A. 5.5 6.5 5.0 6.2 Cartulinas CMPC S.A. 3.7 4.4 4.1 3.9 CMPC Maderas S.A 3.9 4.0 4.3 4.9 MASISA S.A. -------- 0.4 2.5 2.9 Industrias Forestales S.A. 2.8 2.5 2.2 2.4 Consorcio Maderero S.A. 1.4 1.2 0.9 0.9 Forestal COMACO S.A. 0.9 0.9 0.7 1.0 Astillas Exportaciones LTDA. 1.0 1.0 1.0 1.0 Papeles Norske Skog Bio Bio LT. -------- -------- -------- -------Otras empresas 33.1 32.1 29.5 27.0 Fuente: Tomado de Universidad de Concepción (2009) (Datos de Aduana) 2006 23.0 12.6 11.8 6.1 4.5 5.4 4.2 2.5 1.4 1.0 1.1 -------24.2 2007 28.7 19.7 10.0 5.5 4.3 4.5 4.0 1.8 1.2 1.0 0.9 1.0 15.9 en las 2008 29.4 20.0 8.7 6.6 4.7 4.3 3.7 1.8 1.6 1.3 1.1 1.0 14.5 La predominancia del gran capital, la concentración y los altos niveles de integración vertical, también son visibles al revisar las exportaciones forestales donde, como se observa en el Cuadro 16, prevalecen las empresas pertenecientes a los tres grandes consorcios forestales del país, manteniendo un control medianamente estable de 82 Al respecto, Izquierdo (2002) considera diez niveles de integración en el sector forestal: a. Mejoramiento Genético. b. Investigación. c. Silvicultura. d. Producción. e. Producción de extracción. f. Elaboración productos primarios. g. Elaboración productos secundarios. h. Transporte y distribución de productos. i. Locales de comercialización. j. Locales de distribución. Luego concluye que las empresas ARAUCO S.A. (las más importantes del subsector) se encuentran completamente integradas, con actividad en los 10 niveles de integración mencionados. Las dos empresas que le siguen en tamaño (CMPC y MASISA) poseen actividad en 9 de 10 sectores, lo que también muestra niveles de integración vertical muy elevados. (Izquierdo, 2002 y Universidad de Concepción, 2009) 76 cada rubro a lo largo de la última década. En efecto, en las exportaciones la concentración e integración es aún más evidente, pues, las empresas pertenecientes a los consorcios Arauco y CMPC, concentran el 73.7% de las exportaciones forestales totales en 2008. Ello es muestra de que durante la década de 2000 la concentración ha continuado incrementándose en el sector, pues, más allá de que en términos de superficie parece ralentizarse –mas no revertirse- en 2002 ambos consorcios concentraban el 55.9 de las exportaciones, avanzando en más de una sexta parte de las exportaciones totales para 2008, lo que coincide con el retroceso de las empresas no identificadas en el cuadro (variación de -18.6% entre 2002 y 2008), que son aquellas con participaciones menores a 1% en 2008, las cuales en conjunto redujeron su contribución en más de la mitad entre los mismos años. III.5. Recapitulación. En síntesis, el sector silvoagropecuario chileno muestra rasgos de modernización, junto a otros que indicarían una sucesiva pérdida de importancia en la economía nacional. Si bien existe un importante aumento del PIB sectorial, y un notable incremento de la productividad del trabajo, el peso relativo en el PIB nacional disminuye y la productividad responde más a la reducción del factor trabajo (empleo) que al aumento en el volumen y valor del producto silvoagropecuario. El sector, por tanto, no estaría generando nuevos puestos de empleo al ritmo del crecimiento del empleo total o del PIB sectorial, caracterizando a la mayoría de los existentes su condición de empleos temporales. Existe un cambio significativo en lo relativo a las exportaciones, puesto que el sector pasa de deficitario a importante exportador. La probabilidad de encontrar empresas exportadoras, aumenta con el tamaño de las explotaciones. Destacan en exportación los rubros forestal y frutícola. También se aprecian relaciones destacables en las explotaciones, donde un menor tamaño de la explotación se vincula con una más heterogénea composición del ingreso y menos trabajadores. Así mismo, en las explotaciones de menor tamaño predomina el trabajo familiar y en las mayores el trabajo asalariado (correlación positiva entre tamaño en HRB y cantidad de asalariados) 77 Desde las reformas estructurales, se produce un reordenamiento del sector, caracterizado por el retroceso de la mayoría de los cultivos anuales, y el aumento en la superficie de viñas, frutales y plantaciones forestales. Ello se conduce con un fuerte proceso de reconcentración de la propiedad, que en el caso frutícola llega hasta el presente, y que en la forestal de ralentiza en la última década. En el subsector forestal la concentración es mucho mayor que en el frutal, no sólo en términos de superficie, sino en términos de la escasa cantidad de empresas que controlan la producción y la integración vertical de los procesos. El desarrollo de los dos subsectores más dinámicos tiene sus raíces en la política desarrollista de la ISI. La política agroexportadora se relaciona con su posterior crecimiento, pero no con la inversión inicial. 78 Capítulo IV Transformaciones en el campesinado “histórico”: el trabajo rural en el Chile neoliberal. El presente capitulo tiene por objetivo describir al campesinado “histórico” en Chile desde la aplicación de las políticas neoliberales, poniendo énfasis en la dinámica entre los dos principales subsectores exportadores –el forestal y frutícola- y las “unidades domésticas” de las zonas relacionadas con éstas, para luego compararlas. Para cumplir dicha tarea, primero, estudiaremos el efecto de los procesos movilizados por la política económica sobre el sector (principalmente el periodo 1973 – 1983). Segundo, indagaremos en los efectos de la acción del modelo primarioexportador sobre las unidades domésticas que componen el campesinado “histórico” (1983 al presente, por cierto, no excluye el efecto de la política económica), donde lo que prima es una relación entre gran y mediano capital, por una parte, con el trabajo y pequeños productores no capitalizados, por otra, estos dos últimos, en ocasiones siendo el mismo actor.83 IV.1. Efectos de las políticas de la etapa 1973 – 1983 sobre el agro y las unidades domésticas. Debe señalarse que existe una serie de transformaciones en las unidades domésticas que se producen de manera previa al auge agroexportador, las cuales coinciden con la primera oleada de políticas económicas de la dictadura, desde 1975 –la etapa ultra neoliberal-. En las próximas páginas revisaremos los principales efectos de las políticas de la primera etapa del “neoliberalismo ortodoxo” (1973 – 1983) sobre la dinámica de las unidades domésticas, destacando dos importantes fenómenos: la 83 A partir de la revisión de investigaciones locales, a modo muy general, puede decirse que el gran capital privado se ha relacionado con las economías domésticas de diversas maneras: A) en forma conflictiva, compitiendo por los recursos utilizados por las mismas, o impactando negativamente sobre éstos (Cuevas et al, 2010 y Morales, 2009). B) Otro tipo de relación entre el gran capital y las unidades domésticas consiste en que las unidades proletarias (tipos I, II, y III) y semiproletarias pasan a ser la fuerza de trabajo del gran capital, en donde el conflicto capital-trabajo se ve mediado por una sindicalización casi inexistente y un contexto jurídico que desprotege al trabajo. Y finalmente, –aunque de forma más escasapuede que el gran capital no se relacione, al menos de una manera directa, con unidades domésticas que han quedado marginadas en zonas geográficas que no reportan interés para el capital y cuyas poblaciones no resultan adecuadas como fuerza de trabajo, debido a que habitan en lugares muy alejados (Rowlands (2011 [Tesis]); Bourguignat y Ramírez (2006 [Tesis]); Norero (2007 [Tesis]); Stüdemann (2008 [Tesis]); Cuevas (2008 [Tesis]); Cuevas et al (2010). 79 intensificación de la migración campo ciudad y el refugio de una parte de las unidades con acceso a tierra en la producción para el autoconsumo.84 Primero, caracterizaremos el contexto general del agro en el periodo y luego veremos qué podemos concluir de ello para las unidades domésticas. Por lo general, el periodo de los primeros años de dictadura es caracterizado como de aguda crisis en el agro y -como ya se ha dicho- de dura represión y persecución política en contra de las organizaciones sindicales campesinas y sus dirigentes. Gómez y Echenique (1988), Chonchol (1994) y Foxley (1987) coinciden en señalar como efectos de las políticas ultra-liberales85 el desincentivo generalizado de la producción, un incremento en las importaciones de alimentos, un sobreendeudamiento de los agricultores acelerado por las elevadas tasas de interés, todo lo cual se reflejó en una disminución considerable de la superficie sembrada sin un simultaneo aumento en los rendimientos, entre otros efectos. Entre 1974 y 1982, la superficie sembrada se redujo en un 12% (Foxley, 1987). En 1980, Chile se ve obligado a importar más de la mitad del trigo que consume y más del 80% del azúcar (Chonchol, 1994). En definitiva, el resultado del neoliberalismo ortodoxo en el agro fue desastroso para casi todos los rubros. Con excepción de un pequeño sector de medianos y grandes propietarios asociados a la fruta, y a la naciente exportación forestal (cuyas plantaciones e inversiones, como se vio, se hicieron durante la ISI, y que en este periodo incluso lograron aumentar sus exportaciones [ver Gráfico 3, Capítulo III]) todo el sector silvoagropecuario sufrió una gran crisis productiva, que se reflejó en una tasa promedio de crecimiento del producto silvoagropecuario de 1,9% (Chonchol, 1994) inferior a la registrada aún en el periodo más turbulento de la reforma agraria. La tasa de expansión de la producción agrícola entre 1974 y 1982 apenas iguala la tasa histórica entre 1930 y 1970, y es menor que la mitad de la alcanzada entre 1965 y 1970 (Foxley, 1987). 84 Como punto de partida, debe señalarse que para este periodo las fuentes de información son más escasas y sus datos son menos específicos que para periodos recientes (por ejemplo, la encuesta CASEN sólo se encuentra disponible desde 1990 en adelante). Utilizaremos -en este apartado- información proveniente de estudios de distinto tipo y datos agregados, y de la bibliografía, donde las unidades domésticas no son siempre fácilmente visibles, aunque no por ello, imposibles de inferir. 85 Las policitas concretas aplicadas fueron revisadas en el capítulo IV. En particular aquí nos referimos a la reducción a 10% de los aranceles, la liberalización de la tasa de interés, la privatización del crédito, el retiro del apoyo estatal y la subvaloración del dólar (cambio nominal de 39 pesos el dólar fijo en 1979). 80 Este periodo está marcado por el proceso de contrarreforma agraria, el cual de ninguna forma logró la reconstrucción del latifundio o revertir la reforma agraria, sin embargo, de los 5.809 predios, equivalentes a 10 millones de hectáreas, cerca de un 30% de la superficie fue recuperada por sus antiguos dueños, 1,636 predios devueltos completamente y 2,184 parcialmente (Chonchol, 1994). Otro 15% de la superficie fue rematado o vendido a capitalistas privados (no campesinos) y el resto se reasignó en venta a los pequeños productores, excluyendo a un gran número de ellos (líderes, dirigentes y participantes activos del proceso político previo). Se estiman en 45,000 las parcelas individuales asignadas en venta (Chonchol, 1994). Grafico 14 Destino de las tierras contrarreforma agraria expropiadas por la reforma agraria en la Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Chonchol (1994) Luego de la liberalización del mercado de tierras, después de 1973, Foxley (1987) calcula en 300000 el número de pequeños propietarios que conservaron su propiedad, cifra que representaría cerca del 50% del total de los trabajadores agrícolas, los que poseían por esos años alrededor del 30% de la superficie agropecuaria total del país. 86 La mitad de estos habrían sido minifundistas con explotaciones de menos de 0.8 HRB y la otra mitad, parceleros con propiedades superiores. Del mismo total, un 33% aproximadamente habría logrado modernizarse, elevar su productividad y participar del mercado interno, mientras que la mitad se habrían relegado a la auto-subsistencia. En un principio, estas propiedades pequeñas habrían sido mantenidas por sus propietarios, en efecto, en 1978 aún no se veía un aumento considerable de las grandes propiedades. Foxley (1987) señala que la cantidad de propiedades mayores a 80 HRB rodeaba el 3% en dicho año, sin embargo, ya en 1980, la cifra llegaba a 20%, lo que coincide con el comienzo del repunte de los subsectores forestal y frutícola después de 86 La Ley 16.640 promulgada en 1967 estableció limitaciones para la venta de las tierras asignadas a los nuevos parceleros pequeños propietarios resultantes de la reforma agraria. Estos impedimentos legales fueron derogados por medio de los Decretos Ley Nº 208 y de los D.L. 1.600, de 1976, y luego D.L. 2.262 de 1980. (Gómez, 1986) 81 1978. Gómez y Echenique (1988) y Foxley (1987) coinciden en señalar que a principios de la década de 1980 (1984 aproximadamente), el 40% de los pequeños propietarios ya habrían vendido sus propiedades. Como bien señala Roberto Santana Ulloa, un nuevo escenario se imponía en la agricultura y en él se destacan dos situaciones: un sector dinámico volcado hacia la exportación que, ya a fines de la década de 1970, tenía sus primeros incipientes éxitos (ver gráfico 15), “…y un sector que debería contentarse con compartir el mercado interior con las importaciones extranjeras y que no podría superar fácilmente una situación de fragilidad, que por lo demás, amenazaba con hacerse crónica.”(Santana, 2006). De los pequeños propietarios, sólo los que poseían una cantidad superior a 2 HRB se encontraban en esta última situación, pues, los más pequeños o bien desaparecieron como productores independientes o bien se refugiaron en el autoconsumo, dado que sus predios difícilmente eran competitivos. Gráfico 15 Exportaciones Agrícolas totales (Millones de dólares constantes)87 Fuente: Elaboración propia en base a Santana (2006) (Datos del BCCh, julio 1978) ¿Qué sucedió a los habitantes de las unidades domésticas por estos años? Los datos que tenemos la vista hasta aquí dicen bastante. Asumiendo que la mayor parte de las explotaciones pequeñas eran administradas por unidades domésticas de distintos tipos, podemos deducir que al menos un 40% de ellas se deshizo de sus propiedades, pasando a constituir unidades domésticas sin acceso a tierra (proletarias tipo I y, probablemente en mayor medida, del tipo II, según nuestra tipología) urbanas o rurales. Éstas pueden haber migrado a dos destinos: o a pueblos y aldeas rurales, o a ciudades. En efecto, algunos autores como Dagmar Raczynski (1982) señalan que, a diferencia de lo ocurrido en otros países de la región, en Chile el proceso previo de reforma agraria 87 No incluye silvicultura ni pesca. 82 habría tendido a disminuir la migración rural-urbana. A ello le sigue, en el periodo 19731983, con el fin de la reforma, un incremento de la migración campo-ciudad, que podemos adjudicar a la crisis agrícola, a la expulsión de población generada por la contrarreforma agraria y a la venta de parcelas. Dicho cambio es visible en los movimientos inter-censales de la población al distinguir rural de urbana (según definición del INE) (Ver cuadro 17). Cuadro 17 Población e índice de crecimiento Urbano rural 1960 -2002 Años 1960 1970 1982 1992 2002 Habitantes Urbana % 5,028,060 6,675,072 9,312,100 11,140,405 13,090,113 68.2 75.1 82.2 83.5 86.6 % Índice de crecimiento88 Habitantes Rural % 100 133 185 222 260 2,346,055 2,209,696 2,017,636 2,207,996 2,026,322 31.8 24.9 17.8 16.5 13.4 % Índice de crecimiento 100 94 86 94 86 Total Habitantes % Índice año 1960=100 7,374,115 100 8,884,768 120 11,329,736 154 13,348,401 181 15,116,435 205 Fuente: Elaborado a partir de INE(2008)(Datos censales del INE (1960-2002) En efecto, si bien no hay un cambio de tendencia, puede notarse un cambio sutil pero claro en la intensidad de la misma tendencia luego del año 1970. En términos absolutos, la población rural se reduce, es decir, el índice de crecimiento de la población urbana supera al de la población total mientras que el la rural se torna inferior a 100, perdiendo cada vez más importancia la población rural. Ello ocurre también entre 1960 y 1979, y luego entre 1982 y 2002, pero se intensifica entre 1970 y 1982. Esto es adjudicable al proceso que hemos mencionado, y ello al margen de que en estos datos aparece subvalorado el fenómeno, pues, debe considerarse que las migraciones intermedias a aldeas y poblados rurales no son registradas como movimiento de la población rural a zonas urbanas. Entonces tenemos este 40% de pequeñas propiedades cuyas unidades domésticas administradoras pasaron a ser unidades domésticas proletarias tipo I y II. Pero además tenemos un grupo de explotaciones, que como destaca Foxley (1987) logaron 88 A partir del primera año registrado (1960). 83 modernizarse y participar de los mercados (principalmente locales). Sobre estas explotaciones, diremos que son administradas por unidades domésticas que lograron transformarse en unidades agropecuarias comerciales, es decir, transformarse en pequeñas empresas capitalistas familiares o famers. Pero además queda un 30% aproximado de explotaciones que no fueron vendidas (al menos en este periodo) ni se modernizaron, lo que daría cuenta de que, probablemente, las unidades domésticas que administran estas explotaciones, se refugiaron en una producción para el autoconsumo. En un principio, dentro de este grupo, debieron primar las unidades productoras agropecuarias campesinas, transformándose luego muchas de estas en unidades de otros tipos, al crecer la demanda de trabajo rural durante el auge de las exportaciones, pero eso es materia de un próximo apartado. Lamentable, no tenemos datos claros que nos permitan conocer la composición del ingreso de las unidades domésticas de este periodo.89 Sin embargo, se dispone de algunos datos que permiten señalar, a grandes rasgos, la dirección de las tendencias en las transformaciones al respecto en las unidades domésticas. Uno de ellos refiere al empleo agropecuario, cuyas cifras decrecientes permiten señalar que no es posible que el ingreso en salario de las unidades domésticas haya aumentado, al menos en forma masiva. Pese al crecimiento del sector exportador, el Gráfico 16 nos revela que el empleo en el sector agropecuario creció sólo hasta 1975, mostrando luego una clara tendencia a la baja, tanto en términos del peso del sector en el empleo total, como en términos absolutos, lo que es consistente con el comportamiento del empleo nacional en el mismo periodo (ver Gráfico 17). Pese a que los economistas oficialistas señalaban por esos años que el incremento de la desocupación se explicaba por el lado de la oferta de trabajo (cambios demográficos y etarios de la población, e incluso de decisión de los “individuos”), estudios estadísticos (Castañeda, 1983) demostraron que dicha hipótesis no tenía asidero empírico y que dichas cifras podían explicarse mejor por el lado de la demanda de trabajo. Ello implica que aquel importante grupo de unidades domésticas vendió su propiedad en este periodo (40%, aproximado), y no encontró luego una fuente de ingresos que sustituyera la producción del predio. Como bien se señaló más atrás, se 89 Situación que verdaderamente no mejora demasiado para el presente. 84 transformaron en unidades proletarias de los tipos I y II, sin embargo, estas cifras permiten señalar que, al menos aquellas que permanecieron ligadas a zonas rurales, no pudieron proletarizarse por falta de demanda de trabajo, lo que implica que pasaron a ser mayoritariamente unidades subproletarias (tipo II.ii) en una situación de pauperización evidente. Ello se agrava si se considera lo señalado por la bibliografía respecto a que el endeudamiento y las tasas de interés elevadísimas fueron causas frecuentes de la pérdida de la propiedad. Gráfico 16 Empleo agropecuario90 absoluto y relativo al empleo total Fuente: Elaboración propia a partir de Riberos (1984) (Datos de INE y ODEPLAN) El panorama de las unidades domésticas que luego de vender o perder su explotación migraron a las ciudades, no es distinto, dado que el desempleo nacional se mantuvo alto durante el periodo y, a momentos creciente, llegando a una cifra histórica durante la crisis de 1982 (ver Gráfico 17). La hipótesis de que el alto desempleo urbano se debía precisamente a la migración rural urbana –pese a tener detractores- no fue descartada estadísticamente por ningún estudio, pero más allá de esto, la posibilidad de aquellos migrantes –integrantes de unidades domésticas rurales expulsadas en este proceso- de encontrar empleos urbanos, era de todas formas reducida en un contexto de desempleo alto y creciente. Ello significa que posiblemente la transformación de unidades domésticas rurales de distintos tipos en unidades domésticas proletarias urbanas (tipo II.ii) subproletarias o pauperizadas también fue un fenómeno importante. 90 Incluye pesca 85 Gráfico 17 Tasa de desocupación nacional91 Fuente: Elaboración propia a partir de Osorio (1999) (Datos del INE) Al terminar el periodo, la llamada crisis de la deuda golpeó a Chile luego del periodo ultra-liberal, que había destruido buena parte del aparato productivo del país. La desocupación en el agro aumentó en 6.86 puntos porcentuales, entre 1980 y 1983, lo que no hace más que remarcar las tendencias antes señaladas (Gráfico 17 y 18). La crisis redujo el consumo por habitante y también afectó a las unidades agropecuarias comerciales, mientras las posibilidades de participación en el mercado se redujeron aún más para las unidades agropecuarias refugiadas en el autoconsumo. Gráfico 18 Tasas de desocupación de la agricultura 1980-1987 Fuente: Elaborado a partir de Gómez y Echenique (1988) (Datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Desocupación, Dpto. de Economía U. de Chile, 1980 - 1987) La pérdida de la tierra para muchas unidades domésticas, la consecuente intensificación de la migración a ciudades y a poblados rurales, el refugio de una parte de las unidades con acceso a tierra en la producción para el autoconsumo, acompañado de un contexto de cesantía alta y creciente que limita las posibilidades de proletarización de las unidades domésticas, son fenómenos que marcan este periodo para el campesinado “histórico”. A fin de cuentas, al finalizar el periodo se cuenta con una gran masa de unidades domésticas reproduciéndose de forma muy precaria, cuyos miembros formarán un importante “ejercito industrial de reserva” no sólo dispuesto a vender su 91 Incluye programas especiales de empleo: Programa de Empleo Mínimo (PEM) y Programa Ocupacional para Jefes de Hogar (POHJ). 86 fuerza de trabajo sino necesitado de una fuente viable de ingresos monetarios. El contexto económico del periodo genera un cambio profundo en la estructura de la producción y de la propiedad, y en esta nueva estructura, la pequeña agricultura familiar carece de un espacio, lo que crea la necesidad de percibir salarios para las unidades domésticas, es decir, habría una sobre oferta de trabajo, pero el contexto no crea paralelamente la demanda, lo cual sucederá después de la crisis de 1982 -con fuerza desde 1985, como se vio en el capitulo anterior- lo que generará nuevos procesos y dinámicas en las unidades domésticas. IV.2. Efectos del modelo agro-exportador sobre las unidades domésticas relacionadas a los subsectores hortofrutícola y forestal. Como pudo verse en el capítulo anterior, desde mediados de la década de 1980 el sector silvoagropecuario aumentó su crecimiento –se modernizó- lo cual, en un país con un mercado interno pequeño, pasó por el incremento sustantivo de las exportaciones (es decir, por la desvinculación de la producción de la circulación) lo que configura el llamado modelo agroexportador, donde la valorización de la producción del agro nacional no depende del consumo interno, sino del mercado mundial. Evidentemente, los efectos de la acción de este modelo son diferentes a los efectos de los procesos movilizados por la política económica de la dictadura en el periodo 1973 – 1983. Pese a que es evidente que este modelo se sirve de una política particular, lo destacable en el periodo que él inaugura es el efecto de su acción sobre la estructura de unidades domésticas que resultó de la etapa anterior, que es a lo que nos abocaremos en las siguientes páginas. IV.2.1. Transformaciones en las unidades y la producción doméstica tradicional. El impacto de las nuevas industrias rurales sobre las actividades económicas domésticas tradicionales92 que permanecieron luego de la etapa 1973-1983, no ha sido menor. Durante el periodo que comienza en 1983, las condiciones del mercado para la 92 Por producción doméstica tradicional se hace referencia a una producción cuyas características principales son: uso casi exclusivo de mano de obra familiar (generada mediante relaciones de producción domésticas); escaso o nulo uso de capital y de innovación tecnológica; usualmente compuesta por diferentes tipos de productos, agrícolas, pecuarios, artesanales, productos de recolección y caza silvestre, etc.; destinada en forma mixta al autoconsumo y al mercado, pero escasamente orientada por este último. 87 producción doméstica tradicional continuaron deteriorándose.93 La finalidad frecuente de este tipo de producción en el pasado fue, predominantemente, una combinación entre el autoconsumo y los mercados urbanos, preferentemente locales. Sólo tres pueden haber sido los destinos de esta producción tradicional doméstica en el nuevo escenario: modernización, mantención o desaparición. La recuperación de la economía nacional luego de 1983 y el dinamismo mostrado por el sector durante las décadas siguientes, plantea nuevamente una interrogante para esta etapa respecto de la eventual modernización de la producción doméstica de las unidades que mantuvieron sus explotaciones luego del periodo del liberalismo ortodoxo. La modernización de la producción de las unidades domésticas, y su consecuente transformación en empresas agrícolas productoras de mercancías, es el destino más recalcado por la oficialidad y por algunos autores (Rojas, 1986), idea que llamaremos “modernización desde abajo”. Si bien es innegable la existencia de este fenómeno, es difícil plantear que fue el dominante o incluso que fue suficientemente importante como para caracterizar la modernización del sector silvoagropecuario chileno. Como se vio en el capítulo III, la concentración de tierras ha sido una tendencia clara en fruticultura, y de manera mucho más importante en la silvicultura (rubros dominantes de la agro-exportación), tendencia que no se ha modificado sustancialmente desde fines de la década de 1970 al presente. Si la hipótesis de la modernización “desde abajo” tuviera asidero y fuera posible señalar el proceso del agro chileno como generado a partir de los pequeños productores, debiéramos esperar un aumento de la propiedad mediana en desmedro de la pequeña en 199794, sin embargo, como se vio en el capitulo anterior, lo que vemos es el constante incremento de la propiedad más grande, en desmedro de la pequeña y la mediana. Además, la probabilidad de que un productor exporte aumenta con el tamaño de la explotación, cuestión no menor en un país con un mercado pequeño como es Chile, y que dificultaría el desarrollo de un modelo 93 Si bien desde la década de 1980 el arancel a productos agrícolas en chile subió, y el tipo de cambio desalentó la importación e hizo más competitivos los productos agrícolas chilenos en el mercado internacional, la apertura casi total (el shock) de la década anterior dejó en el mercado sólo a los productores más eficientes, con mejores suelos y tecnología. Por ello, la producción doméstica tradicional continuó no siendo competitiva luego del retorno de unas mejores condiciones comerciales. 94 Ello a falta de un censo agropecuario durante la década de 1980. 88 agroexportador “desde abajo”.95 Es por ello que puede señalarse que la modernización de pequeños productores (de unidades domésticas y su producción) y su incorporación a los subsectores dinámicos no puede haber sido un destino frecuente o masivo de la producción doméstica del campesinado “histórico”. Sin embargo, y como ya se ha señalado, ello no implica que la modernización no haya sido una de las vías de transformación de las unidades domésticas durante el periodo. En efecto, algunos estudios locales atestiguan la transformación de unidades domésticas agropecuarias campesinas a unidades agropecuarias comerciales dentro de este periodo, y la consecuente modernización de la producción doméstica de las mismas. La transformación de estas unidades familiares en pequeñas o medianas empresas agrícolas capitalistas se da en contextos y situaciones muy particulares. Una investigación realizada en la comuna de Peumo, VI región (Del Canto, 1998 [tesis]) da cuenta de este proceso de transformación en una muestra de hogares encuestados.96 Las condiciones particulares en que se dio este proceso, en este caso, son: persistencia de una estructura de la propiedad basada en pequeñas o medianas parcelas, una relativa cercanía a centros urbanos y buenas vías de transporte a los mismos, y un rendimiento agrícola del suelo superior al promedio para la realización de un determinado cultivo.97 Aún así, el mismo estudio muestra que en la mayoría de los hogares encuestados hubo un aumento de la proletarización y una reducción de la producción doméstica entre los años 1987 y 1996, y que de hecho, ese es el fenómeno dominante, lo que señala que el destino mayoritario de la producción doméstica fue, o su desaparición, o el autoconsumo, siendo la modernización de la producción o la transformación de las 95 Sin duda el mercado interno chileno permite el desarrollo de alguna agricultura comercial, sin embargo, la pregunta por modernización del agro chileno es más amplia, pues supone un fenómeno masivo, y en dicho caso, descontando la industria agroalimentaria exportadora, lo cierto es que el mercado interno demanda una proporción menor de lo producido por el agro nacional. 96 Se trata de un estudio de cohorte que compara una investigación previa realizada por GIA en 1987, con la aplicación de la misma encuesta y en la misma muestra que la utilizada en dicha investigación, pero en 1996. La muestra es representativa de la comuna en 1987. 97 En este caso, se trata usualmente de productores que no se vinculan a la agro-exportación sino a la producción de hortalizas y alimentos para el mercado local, o a productores que venden su producción a empresas que demandan insumos al agro, como las industrias avícolas y las elaboradoras de pellet destinados a la alimentación animal. 89 unidades en agropecuarias comerciales una situación que acaeció sólo en un grupo minoritario.98 A partir de los datos de CASEN 2009 para esta comuna,99 aparece claro el carácter agrícola de la misma, pero con un perfil muy definido hacia el trabajo asalariado. En efecto, entre los ocupados,100 sumados patrones y empleadores y trabajadores por cuenta propia, no llegan al 8%, lo que es un indicio de que la modernización de la producción doméstica no puede haber sido un fenómeno medianamente extendido. La producción tradicional no se ha modernizado masivamente, sino más bien ha desaparecido –al menos la visible mediante CASEN101- en favor de la asalarización de los trabajadores de la unidad doméstica. Regresaremos sobre este caso cuando tratemos el tema de la diferenciación. Más allá del caso particular, existen antecedentes que permiten sostener que la anterior situación es medianamente representativa de las comunas rurales que se encuentran relativamente más próximas a las ciudades y bien conectadas con centro urbanos, o que simplemente tienen una densidad poblacional más alta e indicadores de “urbanidad” más altos. En ellas la producción tradicional parece haber disminuido en mayor medida, siendo reemplazada como fuente de ingresos por el trabajo asalariado, principalmente temporal. Esto es lo que indica la información recogida por CASEN 2009. 98 Otros estudios describen una clara modernización “desde arriba” en localidad próximas a ciudades. Un estudio etnográfico sobre la localidad, Flor del Llano, de la comuna de San Clemente, VII región (Silva, 2007 [Tesis]) describe un proceso en el que empresas externas compran una parte o la totalidad de las parcelas, generando predios medianos o grandes de producción frutal, por un lado, y zonas residenciales, por otro. 99 Según datos de CASEN 2009 un 49.8% de la población ocupada de la comuna de Peumo tiene como ocupación principal un trabajo en la rama “agricultura, caza y silvicultura” (38.5% en producción agropecuaria, 10.9% en servicios agrícolas y 0.4% en silvicultura). El 37.7% del mismo total trabaja como “mozo de labranza o peón agropecuario”. Del total de trabajadores en agricultura, caza y silvicultura, un 34.4% son trabajadores permanentes y un 57% son temporales (8.7% de ocasionales y temporales). Del mismo total, un 6.3% es Patrón o empleador, un 1,6 es trabajador por cuenta propia, y el 90.6 es empleado u obrero del sector privado. 100 Según el Ministerio de Desarrollo Social (propietario de CASEN) la definición de Ocupados es la siguiente: “Personas de 15 años y más que durante la semana anterior a la realización de la encuesta trabajaron a lo menos una hora: por un sueldo o salario, de forma independiente para obtener beneficios o ganancia familiar (incluye a los familiares no remunerados), como aprendices o realizando una práctica; y personas con empleo pero que, durante el período de referencia, estuvieron temporalmente ausentes de su trabajo por licencia, huelga, enfermedad, vacaciones u otra razón.” En: http://www.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/casen/definiciones/empleo.html#3 (consulta 93/04/2012) 101 CASEN sólo se mide la producción doméstica comercializada (M’), y no la producción domestica autoconsumida (A). 90 Para mostrarlo utilizaremos la clasificación realizada por Berdegué et al (2010) respecto de las comunas rurales (ver Cuadro 18), estudio en el cual los autores generan una tipología de comunas rurales, a partir de un indicador construido por ellos que considera una serie de variables (demografía, accesibilidad, capital humano, servicios, variables económicas; ver cuadro ANCIV- 1 en el anexo). Cuadro 18 Tipología de comunas rurales según Berdegué et al (2010) Grupo 1 N° Comunas 80 % Comunas 37.4 2 73 34.1 3 14 6.5 4 8 3.7 5 5 2.3 6 9 4.2 7 8 3.7 8 7 3.3 9 10 4.7 Total 214 100.0 Descripción Comunas ilustrativas del grupo Comunas fuertemente rurales con economía dependiente de la agricultura. Comunas silvoagropecuarias de ruralidad intermedia, con moderada diversidad de actividades económicas. Comunas medianamente rurales con economía dependiente de la agricultura. Comunas relativamente aisladas o remotas y muy rurales según criterio de densidad poblacional. Comunas de ruralidad y conectividad intermedias y de alta afluencia turística. Comunas de baja accesibilidad y densidad poblacional con economía basada en el sector acuícola. Comunas de elevada afluencia turística y baja ruralidad. Punitaqui, Paredones, Marchihue, Ercilla, Florida, San Nicolás. Cauquenes, Curacautín, Tucapel, Collipulli, San Esteban. Santa María, San Vicente, Coltauco, Villa Alegre, Maule. Combarbalá, Salamanca, Chaitén, Futaleufú, Antuco. Castro, Los Vilos, Ancud, Pelluhue, Pichilemu. Curaco de Vélez, Quinchao, Puqueldón, Cochamó, Chonchi. Puerto Varas, Pucón, Olmué, Villarrica, Los Ángeles. Las Cabras, San Clemente, Colbún, Quillón, Pinto, Coihueco, Puyehue. Calera de Tango, San Felipe, Quillota, Calera, Talagante, Buin. Comunas fuertemente rurales con economía diversificada entre turismo y agricultura Comunas más cercanas al polo urbano en el gradiente urbano-rural Fuente: Tomado de Berdegué et al (2010) Seleccionamos en la base de datos de la encuesta CASEN 2009 las comunas del grupo 9,102 que, según el Censo de Población y Vivienda de 2002 (INE), muestran una mayor densidad poblacional entre las comunas definidas como rurales por Berdegué et al (2010) (con una media de 313.8 h/km2).103 De este total, el porcentaje de la población ocupada de la muestra que tiene por empleo principal un trabajo en la rama “agricultura, caza y silvicultura” alcanza el 23.3%. Del total de trabajadores de la rama, tenemos que sólo un 3.4% es empleador y que el 7.3% es trabajador por cuenta propia. El 86.7% de este grupo es empleado u obrero del sector privado, y entre éstos, el 56.3% es temporero 102 Comunas de: Quillota, La Calera, San Felipe, Doñihue, Graneros, Olivar, Buin, Calera de Tango, Talagante y El Monte. 103 La densidad poblacional es un criterio adecuado de selección de los grupos de comunas, dado que una mayor densidad –a pesar de lo que señalan los “nuevos ruralistas”- continúa dando cuenta, o de una mayor especialización del trabajo, y por tanto, de la existencia de mercados para productos agropecuarios, y (o) de una estructura de la propiedad menos concentrada. Ambas situaciones influirían en que el destino mayoritario de la producción doméstica sea uno u otro, según planteamos más arriba. Pero además, la tipología de Berdegué et al (2010) incluye una serie de otras variables que asocian la ruralidad demográfica con las actividades económicas e indicadores socioeconómicos. Estas variables se encuentran generalmente muy correlacionadas entre sí. La clasificación nos resulta útil además, dado nuestro interés con relacionar cuestiones económicas, políticas, sociales y culturales, como se intentará más adelante. 91 mientras un 36.8% es trabajador permanente. Del total de empleados y obreros privados, sólo un 3.0% tiene un empleo secundario. Seleccionamos el grupo siguiente en términos de densidad poblacional promedio (67.2h/km2 –que es mucho menor-) dentro de la tipología de Berdegué et al (2010), en la base de la encuesta CASEN 2009 (grupo 3104, comunas medianamente rurales con economía dependiente de la agricultura). El porcentaje de la población ocupada de la muestra que tiene por empleo principal un trabajo en la rama “agricultura, caza y silvicultura” alcanza el 48.6%, más del doble del grupo 9. Del total de trabajadores dentro de esta rama, tenemos que sólo un 4.4% es empleador y que el 6.6% es trabajador por cuenta propia, mientras que el 88.7% de este grupo es empleado u obrero del sector privado, y entre éstos, el 63.3% es temporero y el 31.8% trabajador permanente. Del total de empleados y obreros privados, un 4.2 % tiene un empleo secundario. Es decir, más allá de que la mayor proximidad urbana reduce en el grupo anterior la proporción de ocupados que participa en la rama agricultura, caza y pesca, la distribución al interior de la rama es casi idéntica, lo que señala que la estructura agraria es muy similar. Estos datos señalan claramente que en las comunas más próximas al polo urbano, las actividades agrícolas son controladas mayoritariamente por empresas agrícolas capitalistas que utilizan mano de obra asalariada y mayoritariamente temporal, la cual, casi en su totalidad se reproduce incorporando dicha fuente de ingreso en dinero. No es difícil con esta información extrapolar qué es lo que ha sucedido con las unidades domésticas y su producción tradicional en este contexto, en estos 2 grupos de comunas. Sabemos, por aproximaciones hechas en el pasado105 que un 30% aproximado de la fuerza de trabajo agrícola disponía de tierra para principios del periodo. Ello quiere decir que del total de la fuerza de trabajo agrícola de esos años, el 30% provenía de unidades domésticas con acceso a tierra y que por tanto –suponemos- generaba producción domestica. Tomando los hogares donde existe algún ocupado en la rama agricultura, caza y silvicultura de CASEN 2009, de los grupos 9 y 3 de comunas rurales de Berdegué et al 104 Estas son: Rinconada, Llay Llay, Santa María, Codegua, Coltauco, Malloa, Peumo, Quinta de Tilcoco, Requinoa, San Vicente, Chimbarongo, Nancagua, Villa Alegre. 105 A partir de estimaciones de Foxley (1987) y Chonchol, (1994) podemos señalar que cerca de la mitad de la fuerza de trabajo agrícola dispuso de tierra a principios de la dictadura, y que un 40% de ellos la había vendido a principios de la década de 1980. 92 (2010) podemos señalar que un 4% de ellos existe al menos un agricultor por cuenta propia, es decir, se trata de unidades en las que es seguro que no desapareció la producción domestica.106 Estas unidades representan además un 3.1% de todos los hogares dentro de la muestra de comunas. Si consideramos que un 10.1% de los jefes de hogar que trabajan en la rama agricultura, caza y silvicultura declara ser cuenta propista, un 5.0% ser empleador, y un 83.5% obrero silvoagropecuario, podemos llamar la atención respecto de que las unidades con producción doméstica –visible107- están aportando una mayor proporción de trabajadores agropecuarios que no son el jefe de hogar. En efecto, un 8.0% de los trabajadores agropecuarios de este grupo de comunas proviene de hogares con al menos un agricultor cuentapropista, y un 3.9% de todos los trabajadores del grupo de comunas, provienen de estos hogares. Esto señala una clara vocación agrícola de los integrantes de unidades domésticas donde aún existe producción agrícola independiente. Esto quiere decir que, efectivamente, en las comunas más próximas a las ciudades, el porcentaje de los trabajadores agrícolas que proviene de unidades domésticas con producción doméstica, es menor que la estimación nacional hecha para principios de la década de 1980. Si bien no podemos saber si dicha cifra era efectiva a nivel de estas comunas en esos años, los datos de concentración de la tierra vistos anteriormente –a nivel nacional- permiten interpretar una efectiva reducción del rol de la producción doméstica –al menos de la visible por CASEN- para las familias que componen la fuerza de trabajo agrícola108 en las zonas más próximas a las ciudades,109 106 La existencia de agricultores cuentapropistas indica la existencia de producción doméstica en la unidad familiar. La categoría de cuentapropista es excluyente con la de empleador, por lo que se trata de una producción familiar. Sin embargo, la inexistencia de un cuentapropista agrícola no significa mecánicamente la inexistencia de producción doméstica, pues, ésta puede ser generada por los miembros no ocupados de la unidad familiar (la pareja o hijos del(a) Jefe(a) de hogar) y no ser considerada como ocupación por el ocupado, dado que no entrega recursos en dinero. Más adelante regresaremos sobre esto. 107 Que es la que detecta CASEN. 108 Fuerza de trabajo agrícola y ocupados agrícolas no son lo mismo, sin embargo, dada la alta demanda de trabajo y escasez de mano de obra en la agricultura chilena desde hace varios años, se aproximan bastante en la actualidad. Pese a ello, este cálculo no deja de pretenderse sólo como una estimación. 109 En algunas zonas turísticas, como por ejemplo la localidad de Colbún Alto, Colbún, VII región (Barriga, 2006 [Tesis]) también se experimenta una disminución de la producción doméstica e incremento de la asalarización, como en las comunas próximas a las ciudades. La demanda de trabajo desde la industria turística y las actividades comerciales reemplazan a la antigua producción doméstica tradicional. 93 en las cuales, usualmente prima la fruticultura.110 Sin embargo, este 8% no es despreciable, es decir, pese a que la producción doméstica pierde espacio en estas zonas, existe una parte no menor de la fuerza de trabajo silvoagropecuaria que se reproduce incorporando esta fuente de ingresos, aún en las zonas próximas a las ciudades.111 Ahora bien, la situación en las comunas más alejadas de las ciudades o con menor densidad poblacional es diferente. Seleccionamos los grupos 1,112 4113 y 6114 (comunas fuertemente rurales con economía dependiente de la agricultura; comunas relativamente aisladas o remotas y muy rurales según criterio de densidad poblacional; y comunas de baja accesibilidad y densidad poblacional con economía basada en el sector acuícola,) de Berdegué et al (2010), con densidades poblacionales promedio de 12.8, 4,6 y 6.4 h/km2, respectivamente, dentro de la muestra de la encuesta CASEN 2009. El porcentaje de ocupados en la rama agricultura, caza y silvicultura es similar al del grupo 3, con 47.8%. Es decir, en promedio, estos grupos de comunas no son necesariamente más silvoagropecuarias que las zonas silvoagropecuarias próximas a las ciudades o con mayor densidad poblacional. Del total de trabajadores de la rama, tenemos que sólo un 2.2% es empleador –menos que en los grupos anteriores-, el 29.9% es trabajador por cuenta propia, y el 65.4% de este grupo es empleado u obrero del sector privado, y entre éstos, el 50.9% es temporero mientras un 40.4% es trabajador permanente. Del total de empleados y obreros privados, sólo un 4.2% tiene un empleo secundario. Varias de estas cifras son muy distintas a las de los grupos compuestos por comunas más próximas al polo urbano. En las comunas más alejadas, la proporción de 110 Las zonas más pobladas de Chile son precisamente los valles interiores de la zona central, donde prima la fruticultura. En efecto, la vocación de la mayoría de las comunas de este grupo es la fruticultura. Regresaremos sobre esto más adelante. 111 A lo que debería sumarse la posibilidad de existir algún nivel de producción doméstica no detectado por la encuesta. 112 Comunas de Canela, Punitaqui, Hijuelas, Panquehue, Pichidegua, La Estrella, Litueche, Marchihue, Navidad, Paredones, Chépica, Lolol, Palmilla, Placilla, Pumanque, Curepto, Empedrado, Pelarco, Pencahue, Río Claro, San Rafael, Chanco, Hualañé, Rauco, Romeral, Sagrada Familia, Teno, Vichuquén, Longaví, Retiro, Yerbas Buenas, Florida, Contulmo, Tirúa, Negrete, Quilaco, Quilleco, Yumbel, Cobquecura, El Carme, Ninhue, Ñiquén, Pemuco, Portezuelo, Ránquil, San Fabián, San Ignacio, San Nicolás, Trehuaco, Carahue, Cunco, Curarrehue, Freire, Galvarino, Melipeuco, Perquenco, Saavedra, Teodoro Schmidt, Toltén, Vilcún, Ercilla, Lonquimay, Los Sauces, Lumaco, Fresia, Los Muermos, Maullín, Puerto Octay, Río Negro, San Pablo, María Pinto, Los Lagos, Máfil, Mariquina, Panguipulli, Futrono, Lago Ranco, Río Bueno. 113 Comunas de: Illapel, Salamanca, Combarbalá, Petorca, Antuco, Quellón y Futaleufú. 114 Comunas de: Cochamó, Chonchi, Curaco de Vélez, Dalcahue, Queilén, Quemchi, Quimchao, Hualaihué. 94 trabajadores silvoagropecuarios cuentapropistas se eleva sustantivamente. Las actividades agrícolas controladas por empresas agrícolas capitalistas que utilizan mano de obra asalariada disminuyen, y si bien en éstas sigue predominado el uso de mano de obra temporal, la proporción se reduce con respecto a las más próximas a las ciudades. Tomando los hogares donde existe algún ocupado en la rama agricultura, caza y silvicultura de CASEN 2009, de los grupos 1, 4 y 6 de comunas rurales de Berdegué et al (2010) podemos señalar que un 33.3% de ellos existe al menos un agricultor cuentapropista. Estas unidades representan además un sorprendente 13.6% de todos los hogares dentro de la muestra de comunas. Si consideramos además que un 35.5% de los jefes de hogar que trabajan en la rama agricultura, caza y silvicultura declara ser cuentapropista, un 2.7% ser empleador, y un 60.5% obrero silvoagropecuario, puede señalarse la mayor importancia de los hogares con producción doméstica respecto al otro grupo de comunas. En efecto, un 33.9% de los trabajadores agropecuarios de este grupo de comunas proviene de hogares con al menos un agricultor cuentapropista, y un 19.3% de todos los trabajadores del grupo de comunas, provienen de estos hogares. Para este grupo de comunas menos próximas a las ciudades, el porcentaje de los trabajadores agrícolas que proviene de unidades domésticas con producción doméstica es mayor que la estimación nacional hecha para principios de la década de 1980. Si bien, como en el otro grupo, tampoco podemos saber si dicha cifra era efectiva a nivel de estas comunas en esos años, parece claro que en estas zonas la producción doméstica no ha perdido importancia en términos de presencia, o bien, si lo ha hecho, aún se conserva en una importante proporción de hogares y contribuye a la reproducción de una proporción de los trabajadores, tanto silvoagropecuarios como de otras ramas.115 Por lo tanto, lo que podemos ver con estos datos es un claro patrón respecto a la producción doméstica tradicional. La existencia de producción doméstica es mayor en las comunas más alejadas de los centros urbanos, es decir, la mantención o desaparición tiene un patrón geográfico, posiblemente relacionado a la existencia de los mercados urbanos.116 También queda muy claro que la modernización de la producción doméstica tradicional ha sido un destino escaso tanto en comunas alejadas como próximas en las 115 Y esto es más cierto si se considera la existencia de producción doméstica no visible en CASEN. También hay un evidente rol de los subsectores que predominan en cada grupo, y el acceso a tierra de las unidades, pero ello se verá más adelante. 116 95 ciudades, sin embargo, aunque el dato manejado es poco claro, puede señalarse que los empleadores silvoagropecuarios son más en las zonas próximas a las ciudades que en las alejadas, lo que pareciera concordar con las observaciones de modernización “desde abajo” en zonas próximas a ciudades. Al margen de lo anterior, de este subcapítulo debe destacarse un hecho clave. La producción doméstica juega un rol en la reproducción de una nada despreciable proporción de los trabajadores silvoagropecuarios y rurales en general. Si se juntan los dos grupos de comunas, representan el 56% de las comunas rurales de Berdegué et al (2010) y el 45% de todas las comunas de Chile.117 En este universo, un 28.7% de los ocupados agrícolas proviene de hogares con al menos un trabajador agro-cuentapropista. Un 15.4% de todos los ocupados de los dos grupos de comunas proviene de estos hogares. Y el 10% de los hogares donde hay al menos un cuentapropista tiene uno o más trabajadores de la rama en el sector privado. Estos datos no se alejan mucho de las estimaciones hechas para principios de la década de 1980, lo que nos señala que si bien la producción doméstica ha perdido importancia, aún está presente en la reproducción de una alta proporción de trabajadores rurales. Sin embargo, antes de apresurar una lectura de esta situación debe considerarse que un fenómeno muy conocido de la moderna agricultura chilena, es la incorporación de mujeres y jóvenes como temporeras y temporeros en la fruta, las flores, etc. Ello supone un aumento de la fuerza de trabajo agrícola sin un aumento de la cantidad de unidades domésticas, es decir, un aumento de los trabajadores por hogar, sin un correlativo aumento poblacional. Por ello, si bien es efectivo que un porcentaje similar de las fuerza de trabajo agrícola vive en unidades domésticas con acceso a la tierra, el número de unidades con dicho recurso debe haber disminuido, lo que concuerda con los datos de concentración de la tierra. Ello señala, en efecto, una disminución de la importancia de la producción doméstica para el total de unidades domésticas. En la actualidad, lo que se tiene es un sector productor moderno capitalista que se relaciona con trabajadores asalariados proveniente de distintos tipos de unidades domésticas, entre las cuales hay sectores tradicionales y otros completamente proletarizados. Así, mantención y desaparición han sido los destinos probables 117 Además CASEN 2009 es representativa a por agregados comunales. 96 mayoritarios de la producción doméstica tradicional ante su relación con un sector capitalista muy dinámico, donde predomina el mediano y sobre todo el gran capital y cuya demanda de trabajo ha logrado reemplazar en proporciones variables el aporte de la producción tradicional al interior de las unidades familiares. IV.2.2. Indicios sobre los destinos de la producción doméstica subsistente. Dadas las condiciones de los mercados de productos agropecuarios locales, donde la producción del sector moderno corre con ventaja, cuando la producción doméstica se ha mantenido, lo esperable es que haya sido relegada al autoconsumo o que el aporte de su fracción comercializada sea muy pequeño. No contamos con datos que nos permitan conocer a ciencia cierta cuál es el destino de la producción doméstica que no ha desaparecido, sin embargo, algunas investigaciones locales pueden dar indicios de éste. Por ejemplo, en la localidad de Huelón118 (Cuevas, 2008 [tesis]) para poco menos de una quinta parte de las familias de una muestra aleatoria encuestada en 2007, la producción doméstica aporta cerca de la mitad del ingreso total anual y, para un 14% de las familias representa más de un 60% -es decir el aporte mayoritario- aunque las que perciben más de un 80% son pocas, es decir, para más de la cuarta parte de las unidades de esa muestra, la producción doméstica es el principal aporte económico del hogar. Lo que resulta llamativo es que sólo en las unidades donde no existen otros aportes en dinero importantes (como subsidios o salarios temporales o permanentes) la comercialización de la producción juega algún rol considerable, en todos los demás casos, que son cerca del 90%, su destino es mayoritaria y casi exclusivamente el autoconsumo. Desconocemos cuán representativa puede ser esta localidad, sin embargo, nos permite ilustrar el rol de la producción doméstica cuando ésta existe, y que su relegamiento al autoconsumo se relaciona no sólo con la competitividad de los productos, sino con la existencia de otras fuentes de ingreso.119 Regresaremos sobre esto más adelante, cuando veamos la composición del ingreso de las unidades domésticas. 118 Comuna de Curepto VII región. En la medida en que las encuestas y censos no distinguen entre producción doméstica comercializada y producción doméstica autoconsumida, desconocemos si lo observado en Huelón es una regularidad o no. 119 97 Además del tipo de composición del ingreso familiar, entre las causas de la reducción de la participación de la producción doméstica en el mercado, las investigaciones locales mencionan -además de la menor productividad derivada del menor uso de tecnología- a la relativa conglomeración de las explotaciones que generan producción doméstica tradicional en suelos menos productivos, la competencia entre las industrias exportadoras y las unidades domésticas por los recursos naturales, y el deterioro ecológico producto de las faenas de las primeras, lo que en ocasiones ha reducido el rendimiento de cultivos u otras actividades. Solo nos referiremos aquí a la competencia por recursos naturales entre el sector tradicional y el moderno. Algunas empresas frutícolas, y en gran proporción las forestales, fundamentalmente aquellas que concentraron sus actividades en zonas en las que, antes de la reforma agraria, existía ya una estructura de tenencia de la tierra caracterizada por las pequeñas y medianas propiedades, ocuparon grandes extensiones de terreno que anteriormente, pese a no haber estado cultivados, tenían importancia económica para las economías de las unidades domésticas de estas zonas. Actividades de recolección o forrajeo de animales, elaboración de carbón, entre otras, tuvieron variables niveles de importancia para el ingreso de las unidades domésticas, y la utilización de estos suelos por las empresas, sin duda limitó las posibilidades de la producción familiar en estos territorios, reduciendo su ingreso total anual. Se trataba de superficies que, si bien no eran propiedad de los pequeños y medianos productores, funcionaban como espacios de “uso común”. Así lo registran dos casos analizados, por un lado, con la producción de paltas (aguacates) en la localidad de La Cruz V región (Solar, 2009), donde los cerros que alimentaban animales de gran número de unidades domésticas fueron plantados de paltos y cercados, y por otro, con la producción forestal en la localidad de Huelón, VII región (Cuevas, 2008 [Tesis]), donde cerros con utilidad maderera (roble maulino120), carbonera y forrajera, utilizados por las unidades, dieron paso a plantaciones de pino insigne. Precisamente por lo anterior, señalar como se ha hecho, que la fruticultura (especialmente aquella desarrollada en laderas de cerros) constituye una ampliación de Sin embargo, hay algunos indicios en las bases de datos que nos permiten aproximarnos, pero ello será visto más adelante, cuando se analice la composición del ingreso de las unidades domésticas. 120 Nothofagus glauca. 98 la frontera agrícola en zonas sin uso económico previo, puede resultar precipitado, y así lo hacen algunas investigaciones, como una que analiza el caso de la comuna de Petorca, V región (Anabalón, 2006), pues el uso doméstico previo de dichos recursos con frecuencia no se encuentra registrado ni está disponible como información para investigaciones que no trabajen directamente en terreno con la población. La aparición de las empresas productoras exportadoras –o sus proveedoresimplicó un proceso de apropiación de suelos de parte de las mismas, el cual, como vimos en el capítulo III, se ve reflejado en las cifras. Mediante mecanismos como: la privatización de grandes extensiones propiedad de Bienes Nacionales; la compra de predios grandes y pequeños; e incluso la apropiación mediante mecanismos como remates por créditos impagos de pequeños productores respaldados con su propiedad121 -situación constatada en el caso del valle de Huatulame (Calderón, 2009)-; el capital silvo-agro-exportador se hizo de recursos que en la práctica eran de importancia para el sostén de las economías domésticas locales. Más allá de las particularidades de los casos, el efecto general en las unidades domésticas ha sido una disminución de las posibilidades de seguir existiendo como economías en forma independiente a las nuevas empresas exportadoras. En síntesis, varios estudios locales observan una reducción de las capacidades de autosuficiencia relativa y absoluta de las actividades tradicionales desarrollas por las economías domésticas que no lograron modernizarse, casi eliminando la capacidad de éstas de generar recursos en dinero (comercialización): relegándose sólo al autoconsumo cuando no ha desaparecido a favor de un incremento de la asalarización de la unidad doméstica. IV.2.3. Diferenciación. Pese a un punto de “partida heterogéneo”, como todo proceso de modernización agrario, la diferenciación de clase sociales ha sido una dimensión clara del nuevo patrón de reproducción del capital en Chile, adoptando, como veremos, formas particulares, que suponen transformaciones en los tipos de unidades domésticas rurales.122 121 Varios de estos hechos –como vimos- son producto de la política de la etapa 1973 – 1983. La diferenciación, entendida en los términos que en 1899 dio Lenin (1969) al concepto, es decir, un proceso de disgregación de los pequeños agricultores en patrones y obreros agrícolas, diferenciándose en 122 99 Como pudo adelantarse en apartados anteriores, la heterogeneidad a este respecto es evidente, pese a ello, los estudios de caso arrojan ciertas luces en lo relativo a algunas regularidades destacables. Básicamente se aprecian dos tipos de diferenciación: una “clásica” –producto de la modernización “desde abajo”- y una “desde arriba”. La primera supone la transformación de unidades domésticas agropecuarias campesinas en unidades agropecuarias comerciales, como lo ejemplifica la ya citada investigación realizada en la comuna de Peumo, VI región (Del Canto, 1998 [tesis]). Se trata de un proceso de modernización cuasi-ideal, donde los productores más eficientes logran permanecer en el mercado, y proletarizan a las unidades que producen por debajo de la media social, y crecen comprando sus superficies cultivables. Una situación similar a la descripta en un clásico trabajo de 1915 por Lenin (1970) sobre Estados Unidos. Sin embargo, esta transformación no está exenta de una variable histórica, la cual no puede haber existido en los procesos de modernización agropecuarios que no contaban con precedentes históricos, esta es, que las empresas capitalistas en el agro no sólo surgen de las previamente existentes en el subsector (ya sean unidades domésticas, haciendas, etc.) sino que también pueden llegar desde afuera e instalarse, generando el segundo tipo de diferenciación, que es la que llamamos “desde arriba”, lo que básicamente significa, que el capital se instala y transforma a las unidades domésticas, convirtiéndolas en unidades proletarias (tipo I, II y III) y unidades semiproletarias, dependiendo de la zona y de una serie de otras variables.123 Ahora bien, además de la diferenciación “desde arriba” y “desde abajo”, podemos encontrar un tercer fenómeno que supone un cambio, pero que no responde un grupo poseedor de los medios de producción y otro poseedor sólo de su trabajo, difícilmente tiene en Chile como punto de partida una comuna campesina homogénea como la que observó este autor en la Rusia de fines del siglo XIX, lo que es tan efectivo como que la hacienda no fue feudalismo, sino capitalismo periférico empobrecido. Ello se debe, como ya lo analizamos en el capítulo II y III, a que históricamente ni el capitalismo ni la diferenciación de las unidades domésticas en clase sociales distintas son fenómenos nuevos en Chile. 123 El citado caso de Peumo, VI región (Del Canto, 1998 [tesis]), lo ilustra, pues, al margen de que algunas unidades se modernizaron y se trasformaron en lo que Lenin denominaría como burguesía agraria, las que no lo hicieron venden trabajo temporal a empresas de distintos orígenes, muchas de las cuales corresponden a capitales que no surgieron en el agro, sino a capitales que vienen de otros sectores de la economía, e incluso capitales transnacionales, como son las agroindustrias de selección y exportación de fruta, con elevada presencia en Chile centro sur. Estas unidades fueron proletarizadas, pero no necesariamente por sus pares modernizadas, sino por un capital externo a la –por llamarle de algún modo“original” –usualmente creada por la reforma agraria- “comunidad” local. 100 directamente a nuevo proceso de diferenciación, éste es, la modernización de la diferenciación periférica precedente. Si bien en la producción de la fruta la participación de capitales medianos no es menor –como lo demuestra la presencia de explotaciones medianas, como se vio en el capítulo III- lo que deja espacio a un proceso en el que la diferenciación -aunque sea de manera restringida- haya operado de manera “clásica” y que algunos de los productores provengan de unidades domésticas “modernizadas”, en el caso forestal la situación es muy distinta. Los estudios locales disponibles sobre zonas forestales muestran el siguiente fenómeno: la dirección de la transformación de las unidades domésticas raramente ha sido hacia una modernización productiva, sino hacia una proletarización con variables niveles de parcialidad. En el caso de Huelón (Cuevas, 2008 [tesis]), al menos hasta 2007, de la muestra de unidades encuestadas, ninguna sufrió un cambio en ese sentido, sin embargo, la existencia de “fundos” cercanos con actividades comerciales, es muy sugerente. Ello ocurre en familias que, antes del auge agroexportador, y aún antes de la aplicación de las reformas estructurales, contaban ya con recursos económicos y tierras en cuantías que se alejan por mucho de la media local. En estos casos no hablamos de una diferenciación de clases sociales que ocurra como efecto del proceso de modernización motivado por el auge agroexportador, sino más bien al revés, de una diferenciación de clases sociales preexistentes que se modernizó –reactualizó- con el auge agroexportador. Existen indicios que permiten señalar que esto es así no sólo en el subsector forestal, sino también en el frutícola y otros asociados a la agro-exportación.124 Los datos de CASEN 2009 a nivel nacional, indican que, dentro de los ocupados silvoagropecuarios, sólo el 2.9% se declara empleador, el 26.2% como trabajador por 124 Un caso ilustrativo es el de El Huique, nombre que recibe la zona de la localidad de San José del Carmen, comuna de Palmilla, VI región, conocida en el país y en la bibliografía por ser el llamado “bastión de la oligarquía chilena” (Bengoa, 1990). Se trata de un caso extremo, una zona de producción vitivinícola –ubicada en el valle de Colchagua- en donde casi la totalidad de los empleadores agrícolas pertenecen a la misma aristocracia que recuperó parte importante de sus tierras con el proceso de contrarreforma agraria, pero que luego instaló empresas agrícolas capitalistas modernas en lugar de haciendas tradicionales. Un estudio local (Villaseca, 2011) realiza un pequeño catastro de los dueños de las principales empresas de la zona, cuyo resultado da cuenta de que realmente la diferenciación en esta zona no es un proceso nuevo sino simplemente modernizado, ello debido a que los dueños de las empresas pertenecen todos a las familias oligarcas chilenas más tradicionales, apellidos que se repiten en el pasado tanto en los hacendados como en los miembros de elite política desde el siglo XIX (Figueroa, 1928) 101 cuenta propia y el 68.3% como empleado u obrero silvoagropecuario (ver Gráfico 19). Estas cifran varían muy poco en relación a 1990 (en menos de 2 puntos porcentuales cada una, ver Gráfico 19), lo que, considerando un posible error muestral, no permite señalar un verdadero cambio a este respecto. Ello quiere decir que el proceso de diferenciación a nivel macro, ocurrió de manera general, antes de 1990 (Primer año de aplicación de la encuesta CASEN). Gráfico 19 Ocupación de los trabajadores silvoagropecuarios nacional CASEN 19902009 Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 1990 y 2009 El grueso de la constitución del proceso de diferenciación acaecido en la década de 1980, fue marcado entonces por el proceso de contrarreforma agraria y la reconcentración de la propiedad del periodo 1973-1983, y luego por la penetración de los capitales transnacionales y nacionales en lo que es más bien una modernización de la vieja diferenciación y una re-diferenciación desde arriba. La diferenciación desde abajo, de seguro existió, pero su cuantía ha de ser baja en términos proporcionales.125 Los datos de CASEN 2009 –como se vio- muestran que el fenómeno importante es la proletarización, la cual implica diferenciación. El incremento de la asalarización de las unidades domésticas desde el auge exportador, 125 Los mismos datos usados anteriormente para sostener que la modernización de la producción doméstica no fue un destino probable de la misma, sirven para sostener esta afirmación, y señalar a la diferenciación desde arriba, y su consecuente proceso de proletarización, como el fenómeno dominante. Estos procesos azotaron con mayor fuerza desde 1985, luego del repunte del sector silvoagropecuario, y posiblemente ya habrían tenido como resultado una división de clases rurales similar a la actual en 1990 (lo que podría explicar la poca variación entre los años en el Gráfico 18). 102 unido a la reducción –a veces desaparición- de la producción doméstica tradicional y su relegamiento al autoconsumo, junto a la concentración de las tierras, dan cuenta de un proceso de diferenciación masivo, que puede mostrar diferentes caras dependiendo de la composición de los ingresos de las unidades domésticas, con un patrón mayormente proletario en las zonas con mayor densidad poblacional y más próximas al polo urbano, y con una mayor persistencia de la producción doméstica en las zonas más alejadas. Como veremos, los fenómenos asociados a estos dos polos (más poblado, menos poblado) se relacionan con los subsectores que dominan: frutícola y forestal, respectivamente. IV.2.4. El patrón forestal y frutícola de unidades domésticas IV.2.4.1. Forestal Como ya se mencionó, en las zonas hoy forestales existió, de manera previa a la reforma agraria, mayor acceso de pequeños productores a la tierra. Estas áreas, mayoritariamente ubicadas en la corrillera de la costa y franjas cordilleranas de las zonas Centro, Centro-Sur y Sur, son precisamente aquellas que la bibliografía señala como los principales sectores de pequeña propiedad antes de la reforma agraria (Bengoa, 1983).126 De acuerdo a la tipología de CORFO (1998)127, aparte de los predios forestales, en estos lugares existen, combinados, el grupo “Pequeño Productor sin Potencial Agropecuario” en conjunto con “Pequeño Productor con Potencial Agropecuario”. Algunas investigaciones locales (Cuevas, 2008 [Tesis] y Delgado, 2009 [Tesis]) confirman que hasta la penetración de las empresas forestales, localidades ubicadas en esas zonas se componían mayoritariamente de pequeños y medianos productores con capacidad de comercializar una parte importante de su producción en los mercados locales.128 Por tanto, debe destacarse el hecho de que, al ser vendidas las grandes propiedades de estas zonas a las empresas forestales, y al ser privatizados los suelos 126 La producción forestal se ubica en suelos usualmente pobres para la producción agrícola, con pendiente y con muy poco o sin acceso a regadío, usualmente en zonas montañosas. 127 Véase en el anexo cuadro ANCIV-2 en el anexo. 128 Para el caso de Huelón, Curepto, VII región, (Cuevas, 2008 [Tesis] ) puede señalarse que también existían grandes haciendas como las de los vales interiores, pero al tratarse de suelos más pobres y existir un mayor acceso de la población a la tierra, el “inquilinaje” tuvo una casi nula presencia, predominando la mediería como relación productiva al interior de esas haciendas. 103 propiedad del Estado y entregados a las mismas, dichas empresas contaron con un contingente de mano de obra que provenía de unidades domésticas con una relativa capacidad de auto-sustentarse mediante su producción “tradicional”. Además, en la medida en que el suelo fue medianamente barato y abundante en esas zonas durante el periodo de expansión forestal, y que los sectores de pequeña propiedad han ocupado y ocupan hasta ahora una fracción pequeña de la superficie forestal o forestable, no existió una compra masiva de este tipo de propiedades, lo que permitió la coexistencia de predios familiares pequeños y medianos y las mega-plantaciones forestales.129 Existe una tendencia de las unidades domésticas que administran estas pequeñas propiedades, a conservar una superficie de cultivos domésticos destinados mayoritariamente al autoconsumo -pero también a mercados locales- la cual es mucho mayor a la de los valles hortofrutícolas. La producción forestal exige un menor número de trabajadores por hectárea que la agricultura, y menos que la fruticultura, que es más intensiva en el uso de mano de obra. Del total de comunas rurales según la definición de Berdegué et al (2010) (223 comunas) 33 comunas (14% de las rurales) tienen 10% o más de PEA forestal. Aún siendo las más forestales, en ellas la PEA agrícola sigue siendo en promedio más importante que la forestal (16.0% forestal, contra 20.7% agrícola).130 Estos datos muestran que, en las comunas más forestales de Chile, la agricultura tiene aún una importancia gravitante en términos de la población ocupada, en muchos casos mayor a la actividad forestal. En efecto, en la muestra de CASEN 2009, dentro del grupo de comunas con 10% o más de su PEA forestal, 131 el 18.8% del total de trabajadores de la rama trabajan en la actividad forestal, mientras que el 59.5% en las agrícolas (excluyendo pecuario, avícola, apícola, piscícola, etc.). 129 Como se verá más adelante, existió de todas formas un proceso de modificación de los patrones de asentamiento de la población y venta de parcelas a empresas forestales, el cual no logró expulsar a la población ni terminar con la pequeña propiedad. 130 Sólo en las 5 comunas con 20% o más de su PEA forestal (2.2% de las rurales de Berdegué et al 2010) la agricultura tiene una PEA promedio más baja que la forestal (24.7% forestal, contra 18.6% agrícola) lo que es igualmente alto para agricultura 131 Se seleccionó 34 comunas, estas son: Arauco, Cabrero, Cañete, Chanco, Coelemu, Coihueco, Collipulli, Constitución, Contulmo, Curanilahue, Empedrado, Ercilla, Florida, Hualqui, Los Alamos, Los Sauces, Lumaco, Melipeuco, Mulchén, Paredones, Pelluhue, Pemuco, Pencahue, Pichilemu, Purén, Quilaco, Quilleco, Quirihue, Santa Juana, Tirua, Treguaco, Tucapel, Yumbel 104 En la muestra de CASEN 2009, el 9.3% de los hogares pertenece a las comunas con PEA forestal mayor o igual al 10%. El 39% de los ocupados de estas comunas trabaja en la rama agricultura, caza o silvicultura. De éstos, el 65.5% es empleado u obrero del sector privado, el 30.0% es trabajador por cuenta propia y el 2.4% es empleador. Del total de hogares que tienen al menos un agricultor cuentapropista, casi el 10% aporta al menos un trabajador asalariado al sector privado. Si se considera que el 59.0% de estos hogares tiene sólo un ocupado (el que declara ser cuentapropista) nos queda que 21.0% de los hogares con agricultores cuentapropistas con más de un ocupado aporta al menos un trabajador al sector privado. Estos datos, en general, muestran gran similitud con sus equivalentes para el grupo de comunas más alejadas del polo urbano, seleccionadas de la tipología de Berdegué et al (2010), y esto se explica porque, salvo excepciones, la actividad forestal se encuentra alejada de los centros de mayor población, y las plantaciones suponen una baja densidad demográfica. Además los datos muestran que en las zonas forestales, si bien no muy alto, existe un aporte de la producción doméstica contabilizada por CASEN, a la reproducción de los trabajadores asalariados privados de la rama agricultura, caza y silvicultura.132 Como ya se ha advertido anteriormente, tenemos razones para creer que dicho aporte está subvalorado. A continuación se explica. La experiencia en terreno muestra que, en términos estrictos, debe tenerse en consideración que los datos de CASEN inducen a ciertas distorsiones. Tomaremos nuevamente ejemplo de Huelón (Cuevas, 2008 [Tesis]) el cual permite ilustrar la naturaleza de dicha distorsión. En dicha localidad, en 2007, el 89% de los hogares encuestados tenía algún tipo de producción pecuaria, el 100% alguna producción frutícola, el 92% producción hortícola, el 86% tiene producción avícola y el 73% cultivos anuales. Sólo en un 3% de las unidades la producción doméstica no existe. Sin embargo, al ser producción de escalas pequeñas, muchas de ellas están a cargo de mujeres y menores de la familia, los cuales no aparecen como ocupados en CASEN. Los hombres que tienen trabajos asalariados tienden a declarar éstos como ocupación y a 132 Lamentablemente no contamos con datos que permitan analizar la evolución de este aporte en el tiempo, sin embargo, lo esperable es que en el pasado haya sido mucho más alto, puesto que en general en estas zonas el trabajo asalariado crece sustancialmente con la aparición de las forestales, y paralelamente baja la participación de la producción doméstica en el mercado. 105 ignorar la producción doméstica, en la que usualmente cooperan, dado que no produce ingresos en dinero.133 El 32% de las unidades comercializa su producción doméstica. Este porcentaje coincide con la proporción de trabajadores que se declaran como agricultores cuentapropistas en las comunas con PEA forestal mayor o igual a 10%. Por tanto, debemos esperar una mayor presencia de la producción doméstica que de cuentapropistas silvoagropecuarios, al menos en lugares donde perdura una estructura agraria con pequeña y sobre todo micro propiedad. Tres investigaciones locales (Cuevas, 2008 [Tesis] y Delgado, 2009 [Tesis] y Serra, 2003 [Tesis]) muestran que la conservación del predio familiar y de la actividad forestal se traducen en una estructura de economías domésticas donde la combinación de ingresos derivados de la producción doméstica con el salario forestal se torna medianamente frecuente.134 Lo que resulta destacable es una relación visible en el caso de Huelón (Cuevas, 2008 [Tesis]) donde se observa que la comercialización de producción doméstica existe sólo en unidades que no tienen otros ingresos en dinero. Esto se explica porque al tener bajos rendimientos, la autoexplotación del trabajo familiar es muy alta a fin de poder participar en un mercado tan competitivo, y se justifica sólo cuando no existe una parte del ingreso en dinero, pero cuando ésta se compensa con otra fuente, dentro de las reglas de este “juego” (Bourdieu y Wacquant, 1995), resulta menos “racional” producir para el mercado, sólo complementando para el autoconsumo. El hecho de que la falta de competitividad sea señalada como una constante en el sector de pequeña propiedad del secano (CORFO, 1998), permite asumir que lo observado en los estudios locales es medianamente común en las unidades domésticas administradoras de pequeña propiedad en zonas forestales. Si además se considera como probable que quienes declaran ser ocupados agrícolas cuentapropistas en CASEN son sólo los que venden su producción, ello explica el hecho de que no sea muy alto el número de trabajadores asalariados privados de la rama que habita en hogares agrícolascuentapropistas, lo que de ninguna manera implica que la producción doméstica y el trabajo asalariado no se sumen en los ingresos familiares. 133 Este sesgo es característico de los análisis que no consideran el efecto de las relaciones productivas domésticas en la unidad familiar. 134 Más adelante se analiza la forma precisa en que se compone en ingreso en estas localidades. 106 El hecho de que en las zonas forestales tienda a complementarse la venta de trabajo y las actividades agropecuarias domésticas se relaciona, según indican los estudios locales, con el ciclo y requerimientos de trabajo de la actividad forestal. Los peak de demanda de trabajo se dan en las fases de plantación y explotación o tala, cada 10 o 20 años, dependiendo de la zona geográfica y uso de la madera. Ello supone que las explotaciones forestales se alejan paulatinamente de las localidades, hasta que se aproximan a otra localidad y reclutando allí los trabajadores, tardando más de una década en redituarse el ciclo,135 lo que determina una menor oferta de puestos de trabajo temporales y una mayor inseguridad del trabajador respecto de la posibilidad de ser contratado en una explotación.136 Dicha situación ha obligado a las unidades domésticas a conservar, a modo de “seguro de subsistencia”, su producción doméstica, y además explica por qué la PEA agrícola de las comunas forestales, suele ser más alta que la PEA forestal. Pese a lo anterior, los estudios en terreno muestran cómo la migración de los grupos etáreos más jóvenes determina un futuro donde la mano de obra para la explotación forestal comenzará a escasear, lo que probablemente proletarizará en mayor medida a las unidades domésticas que provean de trabajo a las forestales. IV.2.4.2. Frutícola: En el caso de la fruticultura, no disponemos de un dato que distinga la PEA frutícola de la agrícola, por lo que la selección resulta más compleja. Sin embargo sabemos que en las regiones IV, V, R.M., VI y VII dentro de la producción agrícola, prima la producción frutícola (con porcentajes de la superficie agrícola en plantaciones frutícolas por región: 48.8%, 62.1%, 78.6%, 36.2%, 21.1% respectivamente) si además consideramos que la fruticultura es mucho mas intensiva en trabajo que los cultivos anuales, es de esperar que una parte aún mayor de la PEA agrícola de estas regiones trabaje en fruticultura. Seleccionaremos entonces las comunas con una PEA agrícola alta 135 Ello, refiriendo a la misma plantación, porque en una determinada localidad puede iniciarse antes otra explotación que se le aproxime desde una dirección distinta. 136 Usualmente, las empresas forestales grandes utilizan empresas subcontratistas que les proveen de servicios de mano de obra. Sin embargo, los estudios en terreno (Cuevas, 2008 [Tesis]) han mostrado que empresas como CELCO suelen controlar a las subcontratistas, predefiniendo todas las dimensiones de su operación y colocando agentes de inspección en todos los niveles del proceso de producción. 107 (superior a 30%) de dichas regiones, ubicadas en los valles de la depresión intermedia (mayores productores frutales) descartando las comunas con grandes áreas de secano.137 En la muestra de CASEN 2009 el 13.4% de los hogares pertenece a estas comunas con PEA agrícola sobre 30%, seleccionadas. El 50.5% de los ocupados trabaja en la rama agricultura, caza o silvicultura. De éstos, el 85.5% es empleado u obrero del sector privado y el 10.8% es trabajador por cuenta propia y el 3.1% es empleador. Del total de hogares que tienen al menos un agricultor cuentapropista, el 19.1% aporta al menos un trabajador asalariado al sector privado. Si se considera sólo los hogares que tienen más de un ocupado (es decir, descartando el que declara ser cuentapropista), 35.7% de los hogares con agricultores cuentapropistas con más de un ocupado aporta al menos un trabajador al sector privado. Estos datos, en general, muestran gran similitud con sus equivalentes para el grupo de comunas más próximas al polo urbano, seleccionadas de la tipología de Berdegué et al (2010), y esto también se explica porque, la actividad agrícola industrial donde se encuentra la fruticultura- se halla usualmente menos alejada de centros de mayor población, dado su demanda de trabajo. Lo que resulta sorprendente es que, pese a que existe un menor número de ocupados en agricultura cuentapropistas, los hogares en que ellos viven tienen una mayor tendencia a aportar trabajadores asalariados. Sin embargo, en estas zonas de los valles interiores, la existencia de pequeña propiedad es más restringida que en las zonas de secano, por lo que el acceso a tierra de las unidades de las que provienen los trabajadores es mucho menor.138 Esto implica que, a diferencia de lo observado para las comunas forestales, el aporte de la producción doméstica no 137 Se seleccionaron 49 comunas, estas son: Alhué, Cabildo, Calle Larga, Catemu, Chépica, Chimbarongo, Codegua, Coinco, Colbún, Coltauco, Hijuelas, Hualañe, La Cruz, Las Cabras, Llayllay, Lolol, Longaví, Malloa, Marchihue, Maule, Molina, Monte patria, Nancagua, Olivar, Paine, Palmilla, Panquehue, Pelarco, Pencahue, Peralillo, Peumo, Pichidegua, Placilla, Pumanque, Punitaqui, Quinta de Tilcoco, Rauco, Requínoa, Retiro, Rinconada, Río Claro, Romeral, Sagrada Familia, San Clemente, San Esteban, San Rafael, San Vicente, Santa María, Teno. 138 El mayor precio del suelo y la alta demanda por el mismo en las zonas de los valles de la zona central del Chile, donde predomina la fruticultura, ha determinado un panorama muy distinto al de las zonas del secano costero forestal. El mercado de tierras ha sido más dinámico en estas zonas, lo que ha determinado el hecho de que exista una menor proporción de unidades domésticas que conserven su propiedad. La pequeña propiedad fue mayoritariamente creada por la reforma agraria en las zonas hoy frutales, y el grueso de la venta de las parcelas asignadas ocurrió en las particulares condiciones del periodo 1973 1983, vistas anteriormente. 108 comercializada –que no genera recursos en dinero- no puede ser muy alto, aunque no por ello inexistente. La generalidad en las zonas ligadas a la fruticultura es la predominancia de explotaciones grandes y medianas, altamente capitalizadas y competitivas. La mano de obra, en su mayoría de carácter temporal, tiene un origen heterogéneo. Habita mayoritariamente en villorrios agrícolas, sin acceso a suelo agrícola familiar, donde la principal ocupación de la población es el trabajo temporal agrícola asalariado, o provienen también de los sectores periféricos de las ciudades. El trabajo temporal en el subsector frutícola es entonces provisto de forma dominante por unidades domésticas completamente proletarizadas. No obstante lo anterior, dicha situación no es completamente regular, puesto que existe también un movimiento constante de población desde distintas zonas del país durante los momentos de peak de la demanda de trabajo, hacia las zonas de producción frutícola. En dicho movimiento participan personas cuya reproducción se da en el marco de unidades tanto proletarias como semiproletarias.139 La posibilidad de mayor proletarización de las unidades domésticas vinculadas al trabajo frutícola es permitida por dos características de este tipo de empleo. Primero que todo, su disponibilidad es mayor y más segura durante una mayor cantidad de meses al año, y segundo, demanda grandes volúmenes anuales de población, lo que ha generado una escasez relativa del trabajo y ha subido el costo del trabajo para el capital en los últimos años. Es por ello que logra atraer población de lugares más alejados. IV.2.4.3. Comparación de las unidades domésticas de zonas forestales y frutícolas, Lo que tenemos entonces hasta ahora es la configuración de dos patrones muy diferenciados de unidades domésticas, uno asociado a las zonas forestales y otro asociado a las zonas frutales. 139 A modo ilustrativo, puede citarse el caso de una localidad de la IV región (El Divisadero, Comuna de Punitaqui), donde se realizó un estudio (Medina, 2006 [Tesis]) que aplicó una encuesta que mostró que poco menos de la mitad de las familias tenía algún miembro que durante la temporada de cosecha se trasladaba a regiones como la V y VI a trabajar como temporero. En el mismo estudio se establece que dichas economías domésticas corresponderían a economías que, a grandes rasgos y a juicio de su autor, coincidirían con la caracterización de una economía familiar campesina. De acuerdo a las categorías utilizadas en el presente estudio, se trataría más bien de unidades semiproletarias. 109 El hecho de que en las zonas forestales se trata de suelos de secano y en las frutales de suelos irrigados de valle, determina el acceso de las unidades domésticas al recurso tierra, el que es mucho mayor en la zona forestal que en la frutal. La demanda de distintas cantidades y tipos de trabajo asociadas a cada subsector configura una distinta participación de los miembros del hogar en el trabajo asalariado. Según datos de CASEN 2009, en las comunas fruticulturas, los ocupados promedio por hogar son 1.33 personas, mientras que en las forestales 1.08 personas. En los hogares con al menos un cuentapropista agrícola, en las comunas fruticulturas, los ocupados promedio por hogar suben a 1.81 personas, mientras que en las forestales solo llega a 1.55 personas. En efecto, el 87.2% de los ocupados de la rama agricultura, caza y silvicultura de las comunas frutícolas trabajan en agricultura (excluida producción pecuaria, avícola, apícola, piscícola, forestal, caza, etc.) y el 0.7% como forestales, lo que contrasta con el 59.5% de ocupados agrícolas y 18.8% de forestales en las comunas forestales. Ello demuestra que en las zonas frutícolas, el trabajo agrícola es el más demandante de trabajo, mientras que en las forestales, dicho subsector no alcanza a superar la demanda de la agricultura. En efecto, los datos de CASEN 2009 señalan que, al interior del hogar, en las zonas forestales, predominan en mayor medida los ocupados agrícolas jefes de hogar que en las zonas frutícolas. En las comunas forestales, el 60.2% de los ocupados de la rama agricultura, caza y silvicultura es jefe de hogar, el 9.7% esposo(a) o pareja y el 22.5% es hijo de al menos uno de los dos. El 93.9% de esos jefes de hogar es hombre. En las comunas frutícolas, el 51.3% de los ocupados de la rama agricultura, caza y silvicultura es jefe de hogar, el 13.4% esposo(a) o pareja y el 27.3% es hijo de al menos uno de los dos. El 93.9% de esos jefes de hogar es hombre. Estos datos muestran que la fruticultura es capaz de canalizar el trabajo de mayor cantidad de integrantes de la familia respecto de la actividad forestal, la cual está usualmente reservada a hombres con fuerza –ni muy viejos ni muy jóvenes- capaces de soportar el ritmo del trabajo forestal, el cual es conocido por su extrema dureza física. Además, en las zonas forestales, la mujer tiende en mayor medida a desarrollar actividades de reproducción de la unidad doméstica que no se expresan en dinero, mientras que en la producción frutícola, las mujeres participan en mayor medida del 110 mercado laboral, el cual las demanda –en algunos casos de modo preferencial- para distintas tareas. En conclusión, la unidad doméstica de las zonas forestales tiende a ser una unidad doméstica que incorpora en mayor medida en su reproducción el trabajo doméstico, mientras que las unidades domésticas de las zonas frutícolas tienden a estar mayormente proletarizadas. IV.2.5 La composición del ingreso de las unidades domésticas y la reproducción de los trabajadores rurales. Realmente son muy pocas las fuentes que dan alguna luz respecto a la forma en que las unidades domésticas componen su ingreso. No existe ninguna medición nacional, y los datos a dicho nivel son incompletos, puesto que no se mide el ingreso no monetario de las unidades domésticas. En este sentido, CASEN puede servirnos sólo de aproximación. Visto desde el ángulo de las unidades domésticas donde se reproducen los trabajadores agropecuarios, todo parece indicar que al salario como la fuente predominante, tanto en las zonas forestales como en las frutícolas, veamos por qué y las diferencias. A fin de ver el peso de los tipos de ingreso –clasificados en CASEN- sobre el ingreso total, en el Cuadro 19 se exponen los porcentajes 140 promedio141 representados por distintos tipos de ingresos registrados por CASEN 2009, comparando comunas forestales y frutícolas.142 Veamos primero los ingresos al interior de cada grupo de comunas, para luego compararlos. 140 Porcentajes que cada fuente de ingreso ocupa en relación al “ingreso total” de cada hogar, medido por CASEN. Ello da cuenta de la importancia relativa de cada tipo de ingreso, en cada hogar. 141 Lo que se expone es la media de esos porcentajes , como indica la siguiente fórmula: Ello da cuenta de la importancia relativa promedio de cada tipo de ingreso, en un grupo. (Ingreso total medido por CASEN) 142 El “ingreso total” de CASEN (en adelante ITC) consiste en todos los ingresos percibidos por el hogar en forma de dinero. Esto excluye la producción doméstica auto consumida (A), por lo que difiere de lo que aquí consideramos como Ingreso Total de la unidad doméstica (ITUD). Esto quiere decir que: ITC+A= ITUD. Sin embargo, recordemos que A no se encuentra medido, por lo que ITC es el total sobre el cual se calculan los porcentajes, lo que no quiere decir que en la interpretación de estos datos se obvié la existencia de A. 111 Como puede verse en el Cuadro 19, en los hogares con ocupados en la rama agricultura, caza y silvicultura, en el grupo de comunas forestales, la ocupación principal143 constituye la mayor fuente de ingresos en promedio por hogar. El ingreso por otros empleos (agregados en el Ingreso del trabajo) añade cerca de un 14% en promedio al ingreso total. Si se considera –como se vio en el anterior apartado- que en este grupo el 65.5% de los ocupados trabaja como asalariado- ello otorga a los salarios un claro mayor peso en el ingreso (ITC). Los subsidios suman un 11.4%, y la venta de otros bienes y servicios (agregados en el Ingreso autónomo) -donde se ubicaría la producción doméstica comercializada (M’)- sólo alrededor de un 5%, similar a los alquileres. Cuadro 19 Comparación de medias (zonas forestales y frutícolas) de los porcentajes de cada tipo de ingreso en el ingreso total. (Hogares con al menos 1 ocupado en la rama agricultura, caza y silvicultura) Tipo de Ingreso % Ingreso Ocup. i Principal % Ingreso del ii trabajo % Ingreso en iii subsidios % Ingreso total iv autónomo % Ingreso v monetario % Ingreso alquiler vi imputado . Zonas Forestal Fruticola Forestal Fruticola Forestal Fruticola Forestal Fruticola Forestal Fruticola Forestal Fruticola Media* ** 49.1304 60.1446 59.5843 67.3320 16.4818 10.6071 75.4108 82.9782 91.8926 93.5852 7.7031 6.2057 Desviación típ. 36.85736 34.89486 37.12873 35.03878 24.61313 19.55674 28.70385 23.05825 14.01250 11.50893 12.73980 10.68573 Error típ. de la media .45964 .35678 .46303 .35825 .30695 .19995 .35796 .23576 .17475 .11767 .15888 .10925 Diferencia de medias* ** -11.01423 -7.74773 5.87476 -7.56742 -1.69265 1.49737 * Todas las diferencias de medias son significativas a nivel 0,05 ** Todas las diferencias de medias son significativas a nivel 0,01 i. ii. iii. iv. v. Ingreso en la ocupación declarada como principal Ingreso en la ocupación declarada como principal y otras asalariadas. Dineros aportados por el Estado. Ingreso por salarios y ventas de productos y servicios. Ingreso autónomo e ingresos por subsidios. vi. ingresos producto de alquiler. Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009 Continuando con el Cuadro 19, en el grupo de comunas frutícolas, la ocupación principal igualmente constituye la mayor fuente de ingresos en promedio por hogar, siendo sin embargo, más importante que en el grupo anterior. El ingreso del trabajo 143 Correspondiente a cualquier ocupación que los encuestados declararon con tal. 112 agrega cerca de un 7% en promedio al ingreso total, menos que en el grupo forestal, lo que señala que la ocupación principal -85.5% asalariada- es más importante en el ingreso. Los subsidios también son menores que en el caso forestal, siendo sólo del 7.4%, lo que habla de una mayor autosuficiencia de las unidades familiares. La venta de otros bienes y servicios (agregados en el autoconsumo) supera levemente el porcentaje del grupo anterior agregando más de 6%, mientras los alquileres se asemejan mucho al otro grupo.144 En general, si consideramos los datos expuestos en el apartado anterior, que señalan que los ingresos salariales de la rama pesan relativamente más en las comunas frutícolas que en las forestales (85.5% versus 65.5%, respectivamente) podemos leer estos datos de una manera muy clara: la fuente principal de ingresos –mayoritariamente asalariada en ambos grupos- logra aportar al ingreso de las unidades domésticas una parte mayor en las zonas frutícolas, es decir, el salario proveniente del puesto de empleo disponible más frecuentemente (usualmente de temporero de la fruta) logra satisfacer un mayor número de necesidades de la unidad, respecto del equivalente en las zonas forestales (de obrero temporal forestal), siendo menos necesarias las demás fuentes de ingreso. En efecto, los ingresos en dinero son mayores en zonas frutícolas (ver Cuadro 20 y 21). La cantidad mayor de agricultores cuentapropistas en las zonas forestales también refuerza esta observación. Y, como se ha dicho más atrás, existe evidencia de que esta situación es extensible a la producción doméstica “invisible” a la encuesta CASEN: aquella que entrega recursos en especies (productos) y no necesariamente en dinero. Esta mayor centralidad del salario podría inducir a confusión, y hacer pensar en pagos medianamente altos en las zonas frutícolas. Como se verá en el siguiente apartado, estos ingresos familiares se consiguen sumando los salarios de varios miembros de la unidad domestica, lo que antes de señalar salarios altos, señala que la demanda de trabajo es alta y que el ingreso se consigue con un mayor volumen de trabajo de la unidad doméstica. Si bien esto es efectivo en todas las zonas, lo es en mayor medida en las comunas frutícolas. Regresaremos sobre esto. 144 Para consultar prueba T de diferencias de medias ver Cuadro ANCIV- 3 en el anexo 113 Cuadro 20 Ingreso promedio mensual de los hogares, pesos chilenos de 2009, zonas frutícola y forestal145 (Comparación de medias y prueba T) Zonas Ingreso Total del Hogar dimension1 Media 401239.78 465399.34 Forestal Frutícola Desviación típ. 755959.987 535988.142 Error típ. de la media 9427.430 5480.119 Prueba T para la igualdad de medias (Asumiendo) Varianzas iguales No varianzas iguales F 7.677 t -6.279 gl 15994 -5.884 10687.616 Error típ. de la diferencia 10218.510 Sig. Diferencia de (bilateral) medias .000 -64159.559 .000 -64159.559 10904.501 95% Intervalo de confianza para la diferencia Inferior Superior -84188.987 -44130.131 -85534.409 -42784.709 Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009 En efecto, en el Cuadro 20, la media del ingreso total (ITC) mensual indica que los ingresos en dinero del hogar son mayores en las zonas frutícolas que en las forestales, y podemos ver (en la prueba T) que esa diferencia es significativa. Cuadro 21 Ingreso mensual hogares, pesos chilenos de 2009, zonas frutícola y forestal (Medidas tendencia central) Zona Media Mediana Moda Desv. típ. Asimetría Error típ. de asimetría Forestal 401239.78 279281.00 75000 755959.987 40.400 .031 Frutícola 465399.34 342207.00 75000 535988.142 7.408 .025 Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009 En ambos grupos, sin embargo, la desviación típica es elevadísima, superando la media, lo que señala la existencia de gran heterogeneidad en el grupo. En efecto, todas las medidas de tendencia central indican que los ingresos totales en dinero del hogar (ITC) son mayores en las zonas frutícolas que en las forestales. En ambos grupos, sin embargo, la distribución es muy asimétrica, con una muy marcada tendencia a la derecha, es decir, la mayor cantidad de hogares tiene ingresos inferiores a la media, lo que queda muy claro al comparar la distancia entre la media, mediana y la moda. Al margen de lo anterior, y como ya se ha señalado, estos ingresos representan sólo aquellos expresados en dinero. No es posible conocer cuál es el aporte proporcional 145 Hogares con algún trabajador en la rama agricultura, caza y silvicultura 114 de la producción doméstica autoconsumida en las zonas forestales y frutícolas, sin embargo, es posible hacernos una idea mediante estudios de caso. 146 El citado caso de la localidad forestal de Huelón (Cuevas, 2008 [Tesis]) donde el estudio midió la composición del ingreso de una muestra de unidades domésticas, asignando valores en precios locales a los productos domésticos autoconsumidos por cada unidad, puede resultar ilustrativo.147 El resultado mostró que, pese a que primaron las unidades de tipo proletario (ver cuadro ANCIV-4 y ANCIV-5), el aporte de la producción doméstica es importante en todas las categorías (ver Gráfico 20 y Cuadro 22). Gráfico 20 Composición del ingreso de lasdel unidades Composición ingreso dedomésticas las unidades de la localidad de Huelón (Curepto, VII región)en 2007148 50 aporte % de hogares de la muestra con el 60 40 Producción doméstica 30 Subsidios, pensiones, jubilaciones. Venta de trabajo 20 10 0 Sin aporte hasta 20% de aporte Más de Más de Más de Más de 20% 40% 60% 80% hasta de hasta de hasta de hasta de 40% 60% 80% 100% Aporte al ingreso total Fuente: Tomado Cuevas (2008 [Tesis]) De este caso podemos concluir que, cuando existe acceso a tierra, la producción doméstica ocupa un variable rol en el ingreso, como se ha visto antes, dependiendo de la importancia de las fuentes de ingreso en dinero, y de la calidad del recurso tierra. Lo interesante de este caso es que permite ver que en una localidad inserta en la zona forestal, donde a partir de cifras de CASEN 2009 la agricultura cuentapropista está 146 Un estudio en la comuna de Cobquecura (Delgado, 2009 [Tesis]) confirma que en zonas de actividad forestal, se presenta un escenario donde predominan unidades domésticas que combinan producción agrícola de subsistencia con venta de trabajo a empresas forestales, y donde la primera no deja de ser importante, sin embargo, este estudio no muestra la proporción de cada tipo de ingreso. 147 Se intentó medir la totalidad de los ingresos de las familias a lo largo de un ciclo anual, a fin de ubicar a las unidades en una tipología construida a partir de un continuum entre unidades campesinas y unidades proletarias, pero que además considera elementos como destino de la producción y los subsidios (en el cuadro ANCVI-2 en el anexo se expone dicha tipología). 148 Todas las barras de un mismo color suman 100%. En el eje horizontal, el porcentaje con el que aporta cada tipo de fuente de ingreso (por colores), y en el eje vertical, porcentaje de hogares de la muestra. 115 presente en poco menos de una tercera parte de los hogares, la producción doméstica está realmente presente en un 97% de los hogares, si se considera su rol en la reproducción y no sólo si aporta o no recursos en dinero, y lo que resulta más importante destacar aquí, además su peso en el ingreso no es menor en una buena parte de las unidades domésticas que combinan producción doméstica y salario. Esto quiere decir que ceteris paribus, de desaparecer la producción doméstica, estas unidades requerirían un mayor ingreso de otras fuentes. Regresaremos sobre esto. Cuadro 22 Porcentaje de participación de la producción doméstica anual familiar % de hogares de la muestra Unidades en las que no existe el tipo de aporte Unidades en las que el tipo de aporte constituye hasta un 10% del ingreso total anual Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 10% hasta un 20% del ingreso total anual Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 20% hasta un 30% del ingreso total anual Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 30% hasta un 40% del ingreso total anual Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 40% hasta un 50% del ingreso total anual Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 50% hasta un 60% del ingreso total anual Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 60% hasta un 70% del ingreso total anual Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 70% hasta un 80% del ingreso total anual Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 80% hasta un 90% del ingreso total anual Unidades en las que el tipo de aporte constituye más de un 90% hasta un 100% del ingreso total anual Total en el ingreso Produc. domestica Subsidios, jubilaciones Venta trabajo 3% 3% 16% 32% 14% 11% 8% 8% 3% 0% 3% 100% 11% 11% 8% 11% 11% 11% 8% 3% 19% 8% 0% 100% 54% 3% 0% 5% 8% 8% 0% 5% 8% 5% 3% 100% Fuente: Elaborado a partir de Cuevas (2008 [Tesis]) Ciertamente no podemos asumir el caso de Huelón como representativo, y no contamos con otros estudios que confirmen que se trata de una situación generalizada. Pese a ello, el caso entrega indicios importantes, y junto a los demás datos, refuerza la hipótesis de que la producción doméstica es mucho más importante en las zonas forestales, donde el trabajo asalariado logra cubrir una menor proporción del ingreso familiar. Mientras que en las zonas frutales, el menor acceso a tierra, limita esta posibilidad. Sin embargo, respecto del subsector frutícola, existen también elementos que nos permitirían señalar que el aporte de la producción doméstica está subvalorado. Si bien es cierto que las unidades domésticas que habitan en estas zonas tienen menor acceso a tierra, no es menos cierto que los temporeros de la fruta no sólo vienen de hogares que habitan en esas zonas. Los estudios de caso muestran cómo en lugares alejados de la producción frutícola o con una estructura de tenencia de la tierra de micro-propiedad, viven personas que trabajan en la temporada de dicho subsector. Ello se registró en caso 116 de Huelón (Castillo y Valdivia, 2011)149, en el de Llay-Llay, San Felipe, V región (Arancibia, 2006 (Medina, 2006 [Tesis]), [Tesis]) y en el de El Divisadero, Comuna de Punitaqui, IV región donde los migrantes estacionales están presentes en casi la mitad de los hogares. En 1986 (a inicios del auge exportador de la fruta) Gómez y Echenique (1986) aplicaron una encuesta a una muestra de temporeros de la fruta de los valles de la Zona Central (ver Cuadro 23). En sus resultados arrojó que un 12.9% provenía de áreas urbanas, un 39.7% de pueblos y aldeas rurales (el origen más esperable). Sin embargo, un 40% provenía de pequeñas propiedades con acceso a tierra. Si bien estos datos son muy antiguos, dan cuenta de que en la temporada de la fruta han participado contingentes de trabajadores no menores que provienen de hogares donde un aporte significativo de la producción doméstica es probable. Lo esperable es que en la actualidad dicha proporción disminuyera (aumento de la proletarización), sin embargo, como ya se vio, los estudios de caso muestran que es un fenómeno que aún existe. Cuadro 23 Sector de residencia habitual de temporeros Tipo de sector Agricultura Campesina Pequeña Propiedad y minifundio Área de reforma agraria % 40.0 23.7 14.9 Agricultura empresarial Fundos, Hijuelas y Huertos 7.0 7.0 Rural Urbanizado 39.7 39.7 Pueblo y aldeas Urbano 12.9 Diversas ciudades 9.8 Valparaíso, Santiago 3.1 Fuente: Tomado de Gómez y Echenique (1986 b.) (Datos de encuesta directa de los autores) Recapitulando, puede observarse que las características de la demanda de trabajo rural se asocian a transformaciones variables en las unidades domésticas que proveen el trabajo. A grandes rasgos, cada subsector exportador, aparece vinculado a configuraciones distintas en la composición del ingreso de las unidades domésticas, lo que permite asociar –de manera general y con una esperable variabilidad- tipos de unidad doméstica a cada subsector. De tal forma, la industria forestal y la frutícola 149 En 2011, un equipo de GICSEC revisitó la localidad de Huelón (Curepto, VII región) a fin de profundizar en otras dimensiones y en cambios acaecidos desde el estudio realizado en la misma localidad en 2007. Si bien en este último año había personas que trabajaban en la temporada de la fruta en los valles interiores, en 2011 el fenómeno aumentó sustancialmente, dada la instalación de la producción de arándanos de exportación en los valles irrigados más próximos a la localidad. 117 marcan patrones disímiles respecto de la profundidad alcanzada por el proceso de asalarización en las unidades domésticas. Esta es una importante regularidad observada. Pareciera ser que, al requerir más trabajadores, y de manera más constante, el subsector frutícola provoca una modernización más rápida que el subsector forestal, donde la proletarización es menor, y los ingresos en dinero son menores. Por lo tanto, tenemos dos configuraciones de unidades domésticas claras, asociadas, por un lado, a distintos requerimientos de mano de obra de parte de las industrias, y por otro, a distintos patrones históricos de asentamiento y acceso a medios de producción (el recurso tierra). Asociado a la producción frutícola vemos una predominancia de unidades domésticas proletarias (tipos I, II y III) es decir, que componen su ingreso mayoritariamente a partir de salarios. Evidentemente, existen excepciones y niveles, puesto que los estudios registran variaciones en el tiempo y en las zonas geográficas, sin embargo, se aprecia de manera muy clara, una asociación entre el subsector frutícola y temporeros que pertenecen a unidades altamente proletarizadas y con menor producción domestica. Por otro lado, el subsector forestal se relaciona con unidades domésticas de tipo próximo al semi-proletario (probablemente proletarias, pero con un aporte de producción doméstica mayor al de las zonas frutícolas) es decir, cuyo ingreso proviene de una combinación de salario, y un aporte importante de producción doméstica auto- consumida o comercializada. Más allá de estos dos polos, debe señalarse que el aporte de la producción doméstica parece estar subestimando tanto en unidades perteneciente a comunas forestales como pertenecientes a comunas frutícolas. IV.3. Condiciones del trabajo asalariado silvoagropecuario. En términos generales, caracterizan al trabajo silvoagropecuario en Chile: bajos salarios de los trabajadores, alta presencia de empleos temporales y elevada demanda de trabajo de parte de la producción de frutas, en determinados meses del año. Es decir, el 118 empleo, si bien temporal y mal pagado, no escasea en los momentos de peak de demanda de trabajo.150 IV.3.1. Los ingresos salariales en los trabajadores asalariados individuales. A nivel nacional, el ingreso promedio de los ocupados de la rama “agricultura, caza y silvicultura” –de la ocupación principal- según CASEN 2009, es de $294,304 pesos chilenos de 2009, lo que en dólares estadounidenses correspondería aproximadamente a $654.0 del primer trimestre de 2012. Sin embargo, pese a que dicha cifra ya parece baja, debe considerarse que se ve muy distorsionada por una distribución excesivamente asimétrica, con una clara tendencia a la derecha y una desviación estándar que supera el valor de la media (Ver Cuadro 24). Ello significa que existen datos atípicos que elevan esta media, y por tanto, que debemos pensar en el salario mayoritario como menor a dicha cifra. Cuadro 24 Ingreso promedio Media Mediana Desv. típ. trabajadores agropecuarios nacional 294303.87 Asimetría 13.613 198900.00 Error típ. de .016 asimetría 487577.269 Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009 En concordancia con lo anterior, el PNUD (2008) llama la atención respecto a que la estructura socioeconómica del medio rural en Chile es diferente a la de las grandes ciudades por su sobre concentración de población en los segmentos de bajos ingresos y la menor presencia relativa de sectores medio-altos (ver Gráfico 21). Para dicho organismo “Esta situación representaría el “techo” del Desarrollo Humano Rural.” (PNUD, 2008:14) 150 Como lo destaca el PNUD para el mundo rural chileno: “De ese modo se configura un entorno que efectivamente proporciona inéditas oportunidades de acceder a medios de vida sustentables; sin embargo, el nivel general de ingresos al que se puede aspirar es limitado. En otras palabras, hay trabajo para todos, pero no se gana mucho; se puede sobrevivir (y antiguamente hasta eso era dudoso), pero no surgir.” (PNUD, 2008:14) 119 Gráfico 21 Distribución de la población por decil de ingreso per capita, según definición de ruralidad del PNUD (2008)(% de población en cada decil) Fuente: PNUD (2008) datos de CASEN 2006 Pero, además del bajo salario, destaca la existencia de trabajo de temporada y de informalidad en el trabajo agropecuario. Según datos de CASEN 2009, un 55.4% de los trabajadores agropecuarios son peones agrícolas o forestales, y de éstos, un 60.4% son temporeros y sólo un 29.7 permanentes. Un 34.7% de los trabajadores de la rama no tiene contrato, mientras que dentro del grupo de los peones agrícolas y forestales la cifra llega al 50%. Por lo tanto, el empleo tanto en zonas rurales como frutícolas, se caracteriza por condiciones laborales precarias y salarios bajos. IV.3.2. Los salarios en los hogares. La predominancia de salarios individuales bajos, y de temporalidad o estacionalidad en la demanda de trabajo, determina una situación muy particular. Cuadro 25 Ingresos medios peones forestales y agrícolas, individual y en el hogar (pesos chilenos de 2009) Media Moda Desv. típ. Percentiles 25 50 75 Ingreso individual 208452.58 182325 194676.413 150764.50 182325.00 221000.00 Ingreso total en el Hogar 474570.70 182325 420997.789 248660.75 390556.00 579350.00 Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009 Si se toma como universo a los peones agropecuarios y forestales, tenemos que el salario promedio de los trabajadores individuales es 2.3 veces menor que el ingreso total 120 en dinero (ITC) de la unidad. Teniendo a la luz el bajo aporte de otras fuentes, este dato señala claramente que los hogares suman más de un salario. (Ver Cuadro 25) Como se vio en el apartado anterior, sobre composición del ingreso, en las zonas frutícolas existe una mayor centralidad del salario en la composición del ingreso familiar. Como puede advertirse en el Cuadro 26 ello no se debe a que el salario promedio del peón sea más alto en el subsector frutícola que en el forestal, sino a que existe una mayor cantidad de personas de la unidad doméstica que aportan un salario. En efecto, el ingreso promedio en peones forestales es ligeramente más alto que en peones frutícolas (Cuadro 26) sin embargo, como se puede ver en Cuadro 27, esa comparación de medias no es significativa, como sí lo es la comparación entre los ingresos en los hogares de esos mismos peones, donde el ingreso (ITC) promedio en los hogares de los peones forestales es un 76.5% del ingreso (ITC) promedio en los hogares de los peones frutícolas. (Ver Cuadro 27) Cuadro 26 Ingresos medios peones forestales y agrícolas, individual y en el hogar, comunas forestales y frutícolas(pesos chilenos de 2009) peones Media Desviación típ. Error típ. de la media Ingreso Peones forestales 214473.86 297904.364 13683.201 total Peones agrícolas, 204991.07 131419.839 1853.744 comunas frutícolas Ingreso Peones forestales 371852.18 350717.202 15876.222 total en el Peones agrícolas, 486092.00 352625.025 4934.353 Hogar comunas frutícolas Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009 Así, el salario promedio de los hogares de los peones forestales es 1.7 veces el ingreso promedio del peón individual, mientras que el salario promedio de los hogares de los peones agrícolas de las zonas frutícolas es 2.4 veces el ingreso promedio del peón individual del mismo grupo. De esto se concluye que hay menos perceptores de ingreso en los hogares forestales y posiblemente mayor tasa de dependencia. 121 Cuadro 27 Pruebas Levene y T, comparación de medias ingresos peones forestales y agrícolas, individual y en el hogar. (pesos chilenos de 2009) Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009 Podemos de lo anterior concluir que la mayor importancia del salario en las zonas de la fruta se debe a la mayor demanda de trabajo, es decir a una más amplia “oferta de empleo” y al mayor espectro de trabajadores que puede desempeñar el tipo de labor. Los empleos frutícolas usualmente pueden ser ejecutados por mujeres y adolescentes, mientras que el empleo forestal requiere de mayor fuerza física, por lo que usualmente exige hombres dentro de cierto rango etario. Dada la mayor cantidad de perceptores de ingresos monetarios en los hogares de los peones forestales, se puede concluir que el mayor ingreso familiar en dinero de las unidades domésticas de las zonas frutícolas se debe entonces a una mayor comercialización del trabajo de los componentes de la unidad doméstica, posibilitado por las características de la demanda de trabajo. Las condiciones del trabajo –frutícola- determinan un panorama en donde se torna significativo que un mayor número de integrantes del hogar ponga su trabajo a disposición del mercado. Las características de cada subsector lo posibilitan de maneras diferentes. IV.3.3. Presencia del trabajo temporal y de contratos en comunas frutícolas y forestales. En las comunas que seleccionamos como forestales, el 42.8% de los trabajadores de la rama “agricultura, caza y silvicultura” son permanentes, mientras que el 54.2% son temporeros. Mientras tanto, el 61. 1% de los trabajadores de la rama tiene contrato, y un 33.5% no tiene. Por su lado, en las comunas que seleccionamos como frutícolas, el 32.8% de los trabajadores de la rama son permanentes, mientras que el 65.6% son 122 temporeros. Mientras tanto, el 67.8% de los trabajadores de la rama tiene contrato, y un 27.2% no tiene. Respecto a esto, podemos señalar que en ambos grupos de comunas predominan los trabajadores temporales, sin embargo, en comunas de orientación frutícola el peso de éstos es mayor. En las comunas forestales, por su parte, el 43. 1% de los temporeros tiene contrato mientras el 53. 3% no lo tiene. Dentro de ese universo, sólo el 9.5% trabaja o a plazo fijo, el 17.7% a plazo indefinido, mientras que un 69.6% trabaja por obra faena o servicio. Por su parte, en las comunas frutícolas, el 57.4% de los temporeros tiene contrato mientras el 36.5% no lo tiene. Dentro de ese universo, sólo el 8.8% trabaja o a plazo fijo, el 17.5% a plazo indefinido, mientras que un 69.6% trabaja por obra faena o servicio. Llama la atención que las comunas forestales la existencia de contrato entre los temporeros sea menor que las comunas frutícolas. Sin embargo, en ambos grupos bordea la mitad, lo que señala una evidente situación de precariedad laboral dentro de este grupo de trabajadores. El corto plazo de los empleos, también señala una evidente inseguridad laboral. Más allá de estos datos, debe señalarse que la presencia de contrato no asegura una situación laboral menos insegura, puesto que éstos pueden realizarse por plazos cortos y el sueldo mínimo.151 La predominancia de temporeros en las zonas frutícolas, donde cerca de la mitad no tiene contrato, resulta consecuente con lo visto más arriba, respecto de una mayor comercialización del trabajo familiar en estas zonas que en las forestales. A la distinta demanda –en cantidad y tipo de trabajadores- de ambos subsectores, debe sumarse una distinta estacionalidad del trabajo. Ello, como hemos visto, impacta en la proletarización de las unidades, y también configura un escenario distinto para los trabajadores temporeros. 151 “Los contratos que rigen este sistema de temporeros es sui generis, pues los nuevos obreros tienen con la empresa una relación formal y legal, pero de carácter temporal y mediadas por un tercero. No se elige el empleo de temporero, sino que se encuentra como única opción. A la inversa, no se contrata por competencias, sino por disposición: es un trabajo no calificado. Por ello es tenido por un trabajo de menor categoría social. Es la opción del sin opción…”(PNUD, 2008:14 &15) 123 IV.3.4. La temporalidad e inseguridad del trabajo como rasgo del sector. Como bien lo señala Portilla (2000) la legislación implementada durante la dictadura incide directamente en la disminución de la contratación permanente, el aumento del trabajo temporal y la incorporación de las mujeres y niños a las distintas faenas, muchas veces al margen de toda previsión social. Como en muchos otros ámbitos del modelo, resulta igualmente obvio que lo que sucedió fue una adaptación de las condiciones y normas del trabajo, a los intereses del capital, en desmedro de los intereses del trabajador. La presencia de altos contingentes de trabajadores temporales permite al capital simplemente comprar el trabajo como un servicio ofrecido por un independiente en condición de auto-reproducirse. Esta “modernización” del trabajo ha implicado no sólo este aumento de la inseguridad laboral, sino además un cambio en las formas de pago. El tradicional pago por día, presente desde antes de las reformas estructurales, ha sido reemplazado por el pago por volumen de producto –principalmente en las cosechasdenominado “pago con incentivo” con el fin de aumentar el rendimiento – autoexplotación- del trabajo (Vial, 1993 [Tesis]). La subcontratación y la existencia de empresas de prestación de servicios laborales también tuvieron notoria importancia, sobretodo hasta antes de su mayor regulación en 2006.152 El punto de vista de los trabajadores es coincidente. A partir de una muestra de entrevistas sobre una muestra de trabajadores temporeros de la VI región, un estudio (Bernales, 2009 [Tesis]) 153 da cuenta de la percepción que tienen los propios temporeros respecto de sus condiciones laborales, señalando que, “en general coinciden en considerar que el trabajo agrícola se caracteriza por las malas condiciones…” (Bernales, 2009 [Tesis]: 28). Además, cuando los trabajadores describen su propia posición frente a tales condiciones “…señalan que carecen de herramientas sólidas para hacerles frente, evaluando que se encuentran en una situación de vulnerabilidad, (…) 152 Como lo han mostrado algunos estudios locales en el entorno agropecuario -Lolol, Colchagua VI región(González, 2000 [Tesis]) la contratación de empresas proveedoras de servicios evitaba, por parte del productor, vínculos laborales directos con los trabajadores. En la actualidad la ley regula esta desvinculación, lo que provocó una importante disminución de la subcontratación. Sin embargo, varias entrevistas realizadas en el contexto de estudios locales entregan importantes indicios respecto a que se trata de una práctica más que común en tratos informales de trabajo. (Cuevas et al, 2010) 153 El estudio no presenta pruebas de ser representativo, sin embargo, resulta ilustrativo. 124 consideran que las condiciones en que se desarrolla su trabajo vienen dadas desde fuera producto de decisiones de las que ellas(os) no participan…” (Bernales, 2009 [Tesis]: 29). Las malas condiciones laborales se extienden a planos como la salud laboral,154 y el cumplimiento efectivo de la legislación existente, ello pese a lo favorable que es ésta para capital. En otras palabras, estas condiciones laborales del trabajador silvoagropecuario han sido difíciles tanto a la luz de una regulación escasa –o más bien desregulación- como a su sombra. Un estudio encuestó a trabajadores permanentes y temporales de las comunas de Hijuelas, La Ligua, Limache y Quillota, las que albergan el mayor número de trabajadores agrícolas de la V región (Saint-Jean, 2006 [Tesis]).155 En sus resultado se estima que la normativa no se cumple de igual forma en los trabajadores de ambos tipos, puesto que en ese estudio un 96% de los trabajadores permanentes de su muestra contó con contrato de trabajo, frente a un 51% en el caso de temporeros, lo que señala que el grado de formalidad es mucho mayor en trabajadores permanentes que en temporeros, lo que es extensivo a otros aspectos, entre otras cosas, a los temporeros se les dificultan las posibilidades de integrar un sindicato y de participar en reuniones de comité paritario. En otras palabras, el trabajo temporal -forma que se torna como la de mayor importancia- no sólo es en sí más conveniente para el capital en cumplimento de la legislación, sino se presta además para un mayor incumplimiento de la misma.156 En general, desde la implementación de las reformas estructurales, la característica central del trabajo ha sido no sólo su rezago salarial, sino además la falta de una estructura que otorgue seguridad y estabilidad a las unidades domésticas que reciben los aportes salariales múltiples de sus miembros. Como lo dijera Bengoa, “El temor hoy día en el campo (…)[es] el enorme 154 vacío que ha provocado la “Los trabajadores agrícolas y su salud laboral, recurrentemente aparecen entre las principales enfermedades profesionales y accidentes laborales en la mayoría de los estudios registrados en la región (VI, principal agroexportadora). Esto es producto del uso y abuso de productos fitosanitarios como: pesticidas, abonos químicos, herbicidas y fungicidas utilizados en las labores propias de las agroindustria.” (CONAMA, políticas regionales, 2002, citado en Saavedra, 2002 [Tesis]) 155 El estudio es representativo de los trabajadores agropecuarios de esas comunas. 156 Como bien se señala en un estudio: “…para los empresarios las medidas de protección al empleo y negociación, son factores de rigidez que detienen la modernización laboral lograda en el gobierno militar, por lo que se oponen a las reformas laborales…” (Espinoza, 1995 [Tesis]: 7). 125 inseguridad laboral, producto de mercados de mano de obra despiadados y no regulados” (Bengoa, 2003: 68). El trabajo temporal supone “…poblaciones que cifran su reproducción en la suerte de obtener trabajo en los momentos de las cosechas, y deben esperar el resto del tiempo en condiciones de cesantía el inicio del nuevo periodo” (Bengoa, 2003: 82 - 83). IV.4. Recapitulación. En términos muy generales podemos recapitular lo siguiente: El primer periodo de aplicación del neoliberalismo tuvo como consecuencia una profunda crisis el sector silvoagropecuario, que derivó un proceso de subproletarización, concentró la propiedad, y generó un “ejército industrial de reserva”. El contexto económico del periodo 1973 – 1983 genera un cambio profundo en la estructura de la producción y de la propiedad, y en esta nueva estructura, la pequeña agricultura familiar carece de un espacio, lo que crea la necesidad de ingresos mediante salarios para las unidades domésticas (para las que conservan y las que no conservan acceso a tierra). El auge agroexportador se acompaña con un nuevo proceso de modernización de la agricultura, marcado por una modernización “desde arriba”. La modernización desde abajo parece haber ocurrido con mayor frecuencia en las zonas más próximas a las ciudades, pero el grueso de la agro-exportación quedó en manos de grandes y medianos capitales. La necesidad de ingresos en dinero generada por el proceso del periodo1973 -1983 proveerá de trabajo abundante y barato. Ello implica una mayor proletarización y una menor importancia de la producción doméstica. A partir de algunos estudios locales se puede señalar una reducción de las capacidades de autosuficiencia relativa y absoluta de las actividades domésticas tradicionales desarrollas por las economías familiares que no lograron modernizarse, casi eliminando la capacidad de éstas de generar recursos en dinero (comercialización): relegándose sólo al autoconsumo -cuando no han desaparecido- a favor de un incremento de la asalarización de la unidad doméstica. 126 Como con la modernización, la diferenciación “desde arriba” ha sido más frecuente que la “desde abajo”. A su vez, es usual que no se trate de una diferenciación que ocurra como efecto del proceso de modernización motivado por el auge agroexportador, sino más bien al revés, de una diferenciación de clases sociales preexistentes que se modernizó –reactualizó- con el auge agroexportador. Las unidades domésticas de las zonas forestales tienden a incorporar en mayor medida en su reproducción el trabajo doméstico, mientras que las unidades domésticas de las zonas frutícolas tienden a estar mayormente proletarizadas. La fuente principal de ingresos –el salario- logra aportar una parte mayor al ingreso de las unidades domésticas en las zonas frutales que en la forestales, es decir, el empleo disponible más frecuentemente (temporero de la fruta) logra satisfacer un mayor número de necesidades de la unidad, respecto del equivalente en las zonas forestales (obrero temporal forestal), siendo menos necesarias las demás fuentes de ingreso. La mayor centralidad del salario en las unidades de las zonas frutícolas respecto de la forestales, no se debe a salarios más altos, pues, los mayores ingresos familiares se consiguen sumando los salarios de varios miembros de la unidad domestica. Esto, antes de señalar salarios altos, señala que la demanda de trabajo es mayor y más variada en las zonas frutícolas y que el ingreso se consigue con un mayor volumen de trabajo de la unidad doméstica. En el próximo capítulo intentaremos relacionar todos estos fenómenos en un intento de explicación integrado del último proceso de modernización del agro chileno. 127 Capítulo V Análisis general y comentarios finales. El objetivo del presente capítulo es articular y analizar a la luz de nuestro esquema teórico, la información que se ha expuesto hasta acá, ello con el objeto de responder de manera explícita las interrogantes levantadas en la introducción de la tesis, para así contrastar las hipótesis planteadas. Primero, haremos un balance del efecto de las políticas neoliberales sobre el sector, el campesinado histórico y la creación del modelo agroexportador. Luego nos centraremos en orientar el análisis a la confirmación de las dos hipótesis planteadas en un principio, explicitando cuáles de los resultados obtenidos en los capítulos anteriores permiten sostener que el nuevo modelo ha profundizado la dependencia del campesinado “histórico” obligado a vender, cada vez en mayor proporción, su fuerza del trabajo a un valor inferior a su costo de reproducción. Finalmente, dirigimos el análisis a mostrar –de manera no definitiva- que las “relaciones productivas domésticas”, y la lógica doméstica de redistribución del ingreso, facilitan la extracción de plusvalía absoluta, y, con ello, la superexplotación del trabajo, distinguiendo los mecanismos que operan en ello en distintos sectores y en comparación con la ISI. V.1. Las grandes transformaciones en el sector silvoagropecuario y en el campesinado “histórico” a partir de las políticas neoliberales: una propuesta explicativa. A la hora de realizar un balance respecto a las más importantes transformaciones sufridas por el campesinado “histórico” y el sector silvoagropecuario, en términos generales, distinguiremos los efectos de la política general de la sectorial.157 Con respecto a la política general, diferenciamos, primero, un efecto negativo sobre el sector en su conjunto en el corto plazo (periodo 1973 – 1983), segundo, un efecto de reconfiguración, a largo plazo, de los roles de los actores productivos en el sector – donde el rol del campesinado “histórico” cambia- relacionado principalmente con el esquema de precios agrícolas derivado de la nueva política. Con respecto a la política 157 Se trata de una distinción con fines analíticos y que simplifica, puesto que en la realidad todos los efectos se combinaron de manera compleja. Sin embargo, resulta últil, a fin de comprender el proceso, proponer un orden de los efectos más directos. 128 sectorial, destacaremos un efecto directo de reestructuración –que se suma al de los precios- que transforma la estructura de la propiedad, genera reconcentración de la misma, disciplina al trabajo y favorece principalmente al gran y mediano capital. Como hemos visto, todos estos efectos conformarán un modelo agroexportador que impacta de distintas maneras sobre el campesinado “histórico”, que se reconfigura directa e indirectamente a partir de estas transformaciones. Así, como se vio en el apartado IV.1, la política general del periodo 1973 - 1983 fue perjudicial para el agro como conjunto, o para casi todos los actores y subsectores, pues, si bien quienes luego se transformarían en principales exportadores no retrocedieron fuertemente –fruticultura y silvicultura- tampoco se beneficiaron de la política macro –aranceles, tipo de cambio, sistema crediticio, etc.- pese a que sí lo hicieron de la política sectorial. La tasa de expansión de la producción agrícola entre 1974 y 1982 apenas iguala la tasa histórica entre 1930 y 1970, y es menor que la mitad de la alcanzada entre 1965 y 1970. En general, la bibliografía es enfática en destacar que las políticas liberales extremas del periodo experimental 1973-1983 redujeron los precios agrícolas a tal nivel, que buena parte de los productores internos –pequeños, medianos y grandes- quedaron fuera del mercado (Gómez y Echenique, 1988; Chonchol, 1994; Foxley, 1987; Santana, 2006). Sin embargo, lo que más nos interesa relevar aquí, es que las mismas políticas que generaron un efecto negativo en el corto plazo, en el largo ejercieron una función de reconfiguración del sector, y muy particularmente en el cambio de la función del campesinado “histórico” para el modelo. Como se ha señalado, uno de los ejes fundamentales del cambio en el campesinado “histórico” tiene que ver con la reducción de la capacidad de la producción doméstica de participar en el mercado. Esto remite a un problema que hasta aquí sólo hemos tocado tangencialmente, éste es, el de los precios agrícolas,158 los cuales se relacionan directamente con la política general que se aplica en el periodo 1973 – 1983. El esquema de precios agrícolas que resulta de la política general –arancel 10% parejo, apreciación de la moneda nacional y cambio fijo, alza de la tasa de interés, principalmente- deja fuera del mercado de productos agrícolas –junto a otros tipos de 158 Dicho punto ha sido también considerado clave por parte de la bibliografía que ha intentado explicar la marginación del “campesinado” en el contexto latinoamericano contemporáneo, con particular énfasis en México (Rubio, 2001 y 2002; Bartra, 2006; Boltvinik, 2012; entre otros) 129 producción- a la producción doméstica, la cual, si bien tiende a auto-explotarse, termina por refugiarse en el autoconsumo. La clásica “doble articulación” -mercantil y laboraldel campesinado con el capital señalada por algunos autores (Bartra, 2006) comienza a perder fuerza en el caso chileno desde el periodo 1973 -1983. En efecto, la producción mercantil doméstica no fue de mayor interés para el modelo económico neoliberal, al menos de manera directa –circulando- dado que la extrema apertura la hizo sumamente reemplazable por importaciones, que son -por variadas razones- mucho más baratas.159 Desde el punto de vista del modelo neoliberal, si la producción mercantil doméstica no representaba “ventajas comparativas”, debía entonces ser reemplazada por aquella que sí las tenía. Los precios agropecuarios del periodo 1973 - 1983 movilizaron dos importantes fenómenos que fueron centrales para la formación del modelo agroexportador, por un lado, -y junto a otras circunstancias, relacionadas con la política sectorial- coadyuvaron en la pérdida de tierras de un 40% aproximado de los propietarios, y por otro, redujeron a la producción doméstica de muchos otros al autoconsumo. En otras palabras, es muy probable que el esquema de precios al productor derivado de la política ultra-liberal privara de medios de producción y subsistencia a una parte del campesinado “histórico” que los tenía, e impidiera a otro utilizar su producción para intercambiar con el resto de la sociedad todo aquello que la unidad doméstica no produce, volviendo no redituable el ciclo productivo mercantil. Una interpretación posible de esta situación160 es que los precios impidieron transformar la mercancía producida por la unidad doméstica (M’) en una cantidad suficiente de dinero (D) para conseguir otra mercancía (M) equivalente, es decir, independientemente de si comenzase el ciclo en la mercancía (producción mercantil simple (M’DM) o en una unidad de capital (DM’D’) el proceso se hizo irreproducible para muchos, quebrando los capitalista (DM’D’) y auto-explotándose o refugiándose en el autoconsumo los menos capitalistas (M’DM). Esto, como es lógico, 159 Existe un sector que produce para el mercado interno, regresaremos sobre esta consideración más adelante. 160 La eliminación de gran cantidad de productores en este contexto -entre estos, los domésticos- es un hecho muy bien establecido por la bibliografía y visible en los datos expuestos en el apartado IV.1. Lo que no podemos establecer de manera fehaciente es la explicación que aquí damos al fenómeno, puesto que ello requeriría de analizar los precios de los principales productos y los costos de los distintos tipos de unidades en el periodo, lo que de por sí ameritaría una investigación independiente. 130 aumenta en las unidades domésticas el requerimiento sobre otra fuente de ingresos, ésta es, el salario o mercancía trabajo (MT). El esquema de precios del periodo 1973 - 1983, al reducir la cantidad de productores que participaron del mercado, creó la oferta de trabajo para el modelo agroexportador. Ello, probablemente debido a que volvió inviable la producción mercantil de muchos, a la miseria que ello creó, y a la escases de otras fuentes de empleo debido a la crisis agrícola y de toda la economía. Además, y como otra consecuencia, echó a andar el proceso de reconcentración de la propiedad. Estos dos elementos fueron, entre otros, requisitos clave para el modelo agroexportador. El mismo contexto –necesidad del salario y escasez de empleo- otorgó las otras características clave al mercado de trabajo silvoagropecuario: un salario bajo y condiciones de trabajo sumamente “flexibles” –trabajo temporal- permitidas por una legislación pro-capital. Esta situación operó como una especie de “subsidio original” para los productores exportadores, dado que redujo sus costos de mano de obra.161 De esta manera, el efecto central de la caída de los precios agropecuarios desde el periodo 1973 – 1983, no fue el contar con los productos directos del campesinado “histórico” a precio subvalorado –ello corresponde mejor a otros modelos de explotación del trabajo “campesino”- sino otro mucho más complejo: reducir el salario silvoagropecuario. Si bien la producción doméstica dejó de circular paulatinamente, y en ese proceso las unidades menos competitivas debieron sobre-explotarse, el fenómeno central del proceso no es esta auto-explotación, sino la eliminación de los productores menos competitivos del mercado. Los habitantes de las unidades domésticas que salían del mercado, se transformaron en la mano de obra de las empresas que sí eran competitivas, en un contexto de cesantía y pobreza. 162 Por lo tanto, a nivel estructural, 161 Es bien sabido que “echar a andar” una industria es más difícil que mantenerla funcionado –la ISI partía de ese supuesto- y que el apoyo en el comienzo puede ser clave para enfrentar a los competidores consolidados. En Chile, el apoyo a la industria de la agro-exportación no sólo se dio de manera directa por parte del Estado durante la ISI y luego durante la dictadura militar –como se señaló anteriormente-, sino también el capital contó –como veremos- con una especie de “subsidio” otorgado por las relaciones productivas domésticas y por la sub-proletarización que creó la política de la dictadura. 162 Además de los datos de cesantía para el periodo expuestos en el apartado IV.1 (Gráficos 16 y 17) debe señalarse que la pobreza rural y urbana se duplicó, al punto de que tomó cerca de 30 años al país borrar los efectos de la crisis de 1982 y el impacto de las reformas sobre los niveles de pobreza extrema y total, y retornar a los que se tenían en los años setenta (Puyana, 2009). Al respecto consultar Cuadro ANCV- 1 en el anexo. 131 el efecto destacable es la creación de contingentes de mano de obra abundante y necesitada de fuentes de ingreso, lo que permitió disminuir la parte del valor generado que se paga al trabajo. Este efecto, evidentemente, ocurre de manera articulada –como parte de un mismo síndrome- con una transformación estructural de la producción del sector, donde cambia la estructura de la propiedad y los usos de suelo. Pese a que es efectivo que los precios agrícolas jugaron un rol en central en la creación del mercado de trabajo rural, plantear para el periodo de consolidación del modelo agroexportador (1985-86, en adelante) una explotación directa por vía de los precios agropecuarios hacia los pequeños productores –entre estos, las unidades domésticas productoras-, no se correspondería a la estructura productiva silvoagropecuaria chilena, resultante de las reformas neoliberales. La subordinación mediante control monopólico de precios de industrias hacia productores (Rubio, 2001) es un fenómeno que probablemente existe, aún hoy –recordemos que, como se vio en el apartado IV.2, hay sectores “farmerizados” en zonas con mayor densidad poblacional, pero no son éstos ni los más extendidos ni los más dinámicos-, pero que al orientarse las industrias mayoritariamente a la exportación, no caracteriza al sector. Los subsectores más importantes de exportación no tienen mayor participación de pequeños productores en la producción, y su producto se valoriza en el exterior. Por lo tanto, actualmente en el campesinado “histórico” chileno, la forma predominante y característica de explotación del trabajo no se produce vía precios al productor, sino vía salario, y la exclusión (Rubio, 2001) sería un fenómeno estructural que ya está incorporado en la nueva estructura agraria y en el acceso a medios de producción. Por lo tanto, una conclusión importante a este respecto es que, si bien la política general perjudicó en el corto plazo al sector (haciendo competir a la producción agropecuaria interna con productos importados desgravados de impuestos, y con un tipo de cambio revaluado) en el largo plazo, contribuyó a la reestructuración del sector. En ello la política sectorial, por su parte, tuvo también una injerencia directa. A partir de la política sectorial, como se vio, se reconfigura la propiedad por medio de una contrarreforma agraria, se liberaliza el mercado de tierras, y quizás lo más importante, se destruye la orgánica sindical y se disciplina a los trabajadores agropecuarios por medio de la violencia. 132 Este nuevo marco institucional, con un mercado de tierras liberalizado y el mundo del trabajo desorganizado, se une entonces a la crisis agrícola generada por los precios provocando, como hemos señalado, la pérdida de la tierra de muchas unidades domésticas, la consecuente intensificación de la migración a ciudades y a poblados rurales, el refugio de una parte de las unidades con acceso a tierra en la producción para el autoconsumo, acompañado de un contexto de cesantía alta y creciente, que limita las posibilidades de proletarización de las unidades domésticas. A consecuencia de todo ello, a partir de este periodo se cuenta con una gran masa de unidades domésticas reproduciéndose de forma muy precaria, cuyos miembros formarán un importante “ejercito industrial de reserva” no sólo dispuesto a vender su fuerza de trabajo, sino necesitado de una fuente viable de ingresos en dinero, y por ende, dispuesto a aceptar condiciones laborales inestables, salarios bajos y sin ninguna capacidad real de respuesta. De esta manera, como hemos dicho, el contexto del periodo genera un cambio profundo en la estructura de la producción y de la propiedad, y en esta nueva estructura, la pequeña agricultura familiar carece de un espacio, lo que crea la necesidad de fuentes de ingreso en dinero –como salarios- tanto para las unidades domésticas que perdieron el acceso a tierra, como para aquellas que ya no pueden competir con su producción en el mercado local y que se refugian en el autoconsumo. La suma de la política sectorial, junto a los efectos en el sector de la política general, crean la oferta de mano de obra, antes de su demanda. Es difícil imaginar -como situación contrafáctica- la implantación de un modelo agroexportador en el Chile de la década en 1980 si no es luego de estos cambios. La nueva estructura de la propiedad es clave y quizás basal, y probablemente el contexto laboral será central a la hora de hacer competitiva la producción silvoagropecuaria en el mercado internacional.163 163 No está dentro de las tareas planteadas para esta tesis comparar los costos laborales de Chile con los de otros países competidores en los mismos productos. Sin embargo, es lógicamente derivable del ingreso de Chile al mercado internacional, que su producción es competitiva. Tampoco es un objetivo analizar si ello se debe a las ventajas naturales, a la política cambiaria u al costo del trabajo, sin embargo, resulta evidente que este último fue objeto de políticas tendientes a reducir el salario. Si nos situamos desde la teoría del valor trabajo de Marx, resulta evidente que esa mayor competitividad sólo puede radicar en el aumento de la cuota de plusvalía, la cual puede ser absoluta o relativa. Regresaremos sobre esto más adelante. 133 Pero además de disciplinar el trabajo y reconcentrar la propiedad, la política sectorial fue visiblemente poco “neutra” entre los segmentos de tamaño del capital. Así como bien lo señala Osorio (2004), a través de los instrumentos de la política económica se puede favorecer el tránsito del capital por su ciclo favoreciendo a una u otra fracción o sector del capital. En Chile en este periodo, el Estado no sólo redujo los recursos destinados al sector, sino que además los concentró principalmente en el gran capital y secundariamente en el mediano. Ejemplo de ello es el subsidio a las plantaciones forestales –gran capital- y a la infraestructura de riego intrapredial –gran y mediano capital- y la privatización de todas las empresas e infraestructura desarrollada por el Estado durante la ISI, tanto las inversiones en plantaciones forestales listas para su explotación, como las industriales de elaboración de celulosa y maderas, viñas, etc. (Capítulo II). Evidentemente, luego de que se elevaran los aranceles a las importaciones agropecuarias desde 1984, y más importante aún, que el tipo de cambio se devaluara, mejoraron las condiciones de competencia internacional principalmente de la producción forestal y frutícola chilena en los mercados internacionales, y las de los otros subsectores en el mercado interno, lo que dio inicio a la fase de consolidación del modelo agroexportador. Pero ese cambio de política macro difícilmente habría tenido el mismo efecto sin la reconcentración de la propiedad y el capital, sin la liberalización del mercado de tierras y sin el deterioro de las opciones de reproducción de las unidades domésticas dispuestas a aceptar condiciones precarias, obligadas a proletarizarse. De esta manera, entre otras, posiblemente una ventaja –comparativa- fundamental fue, en la fruticultura (intensiva en trabajo) el bajo costo del trabajo temporal desprotegido, y en la silvicultura, la combinación entre trabajo temporal barato con una muy escasa regulación en materia ecológica y ambiental. Los efecto de la política generar y sectorial que hemos analizado hasta acá, en el largo plazo, crearon entonces la estructura de unidades domésticas que analizamos en el apartado IV.2.4, donde, tanto en zonas forestales como frutícolas, el salario (MT) tiende a ser mayor que otras fuentes de ingreso, aun cuando se trate de unidades con acceso a tierra. De tal manera, y como señalamos en un comienzo a modo de hipótesis, la presente investigación muestra que el nuevo modelo ha profundizado la dependencia del 134 campesinado “histórico” obligado a vender, cada vez en mayor proporción, su fuerza del trabajo. En efecto, como se verá más adelante, la información que disponemos permite esbozar un análisis provisional del desarrollo del modelo agroexportador chileno, a partir de una superexplotación del trabajo. Por el momento, podemos destacar que en un comienzo, el modelo agroexportador contó con una especie de “subsidio” brindado tanto por la destrucción de la orgánica del trabajo como, y sobre todo, por el efecto de la pauperización de una parte importante de la población. Regresaremos sobre ello. V.2. Formas de incorporación del trabajo del campesinado “histórico” a la reproducción del capital y la superexplotación del trabajo. El trabajo del campesinado “histórico” chileno contribuye al proceso de reproducción del capital de distintas formas. Al ser un agrupamiento económicamente heterogéneo, el campesinado “histórico” tiene formas igualmente heterogéneas de participar de la reproducción del capital. A partir de lo concluido en los apartados IV.2.1 y IV.2.4, podemos distinguir tres grupos tipo de unidades domésticas dentro del campesinado “histórico”, 164 y su trabajo reproduce al capital de formas distintas. El primero, tiene acceso a tierra y participa de manera variable en el mercado con su producción (posiblemente asociado a subsectores distintos del frutícola y el forestal, con una producción más heterogenia orientada a los mercados urbanos). Identificamos también un segundo grupo tipo, mayoritariamente proletario, sin o casi sin acceso a tierra, usualmente asociado a la venta de trabajo temporal (principalmente frutícola). Y un tercer grupo tipo, con acceso a tierra, que vende trabajo y que comercializa poco o nada su producción, usualmente asociado a zonas forestales. En términos de nuestra tipología de unidades domésticas, el primer grupo se asociaría principalmente a unidades domésticas productoras agropecuarias campesinas y comerciales (M’ > A+S │MT=0; y A > M’+S│ MT=0), el segundo, a unidades domésticas proletarias tipo I y II.i- (MT > S; con y sin salarios permanentes, respectivamente) y el tercero se asociaría principalmente a las unidades domésticas semiproletarias (Comerciales, 164 donde M’ > A+MT+S│MT≠0; y Recordemos que los productores empleadores quedan fuera de nuestra definición de campesinado “histórico”. 135 Autoconsumo, donde A > M’+MT+S│MT≠0) y las proletarias con acceso a tierra de los tipos III.i y III.ii (MT > A+M’+S; y MT > A+M’+S, respectivamente).165 Comencemos por el primer grupo y su vinculación al patrón de reproducción del capital. Veamos el primer grupo tipo. Como se trató en el capítulo IV, durante la dictadura militar, luego del retorno de una relativa mayor protección arancelaria y de un manejo del tipo de cambio que hiciera más competitiva la producción exportable y la interna frente a las importaciones desde 1983,166 no sólo se produce el auge agroexportador protagonizado por los grandes y medianos. Además, se desarrolla – subsiste, deja de destruirse, desacelera significativamente su descomposición, o todas juntas- un sector de pequeños productores que produce para el mercado interno, que ocupa alrededor de una tercera parte de la fuerza de trabajo silvoagropecuaria –familiar-, que no contrata trabajadores, y que aporta –hoy- casi una décima parte de los asalariados silvoagropecuarios fuera de sus explotaciones. Pese a lo anterior, pensamos que la producción de este grupo tipo no cumple, al menos directamente, una función clave en el modelo. Ello por dos razones. Primero, porque en el actual patrón de reproducción del capital la circulación se disocia de la producción, lo que implica que una eventual alza en el costo de vida, es decir en los precios de los alimentos de los asalariados urbanos, no implica una necesaria perdida de mercado de los sectores que concentran las más importantes inversiones y que se constituyen en los ejes de la acumulación y reproducción del capital. Es decir, su producción no es requerida -como podría haber sido cualquier alimento o “bien salario” barato durante la ISI- para reducir el “trabajo necesario” dentro del tiempo de trabajo del obrero, y hacer crecer la cuota de plusvalía extraída por el capital, o bien el “fondo de consumo” del trabajador, que permitiría expandir el mercado. Segundo, porque pese a que dentro de este grupo que logró mantenerse en el mercado luego de los precios del periodo 1973 - 1983 se encuentran aquellos escasos posteriores “farmers” del agro chileno, se trata de un sector que -como vimos- continúa perdiendo superficie en beneficio de las explotaciones más grandes (salvo en zonas forestales). Entonces, su 165 Demás está señalar que el carácter esquemático de lo anterior es sólo analítico. Se trata de un ordenamiento que indica tipos predominantes, pero que, tal como enfatizamos en la introducción (I), se ubican en continuo de posibilidades, las cuales son definidas en la tipología de unidades domésticas. 166 Recordemos que los aranceles volvieron a reducirse a fines de los 80´s, cuando la economía se encontraba ya “repuesta” de la crisis de 1982 136 función para el patrón de reproducción del capital no es clave, pero su rol no es por ello menor, dado que su producción pertenece a la esfera de la circulación capitalista, pues, sus productos son comercializados. De esta forma, su trabajo se incorpora en la reproducción de los trabajadores urbanos, vía mercantil, y además contribuye a la reproducción de una porción no muy alta pero nada desestimable de los asalariados agropecuarios, vía doméstica, en consecuencia, su trabajo contribuye a la reproducción del capital. El segundo grupo tipo, como dijimos, con una estructura de unidades domésticas más proletaria, lo observamos asociado a la producción frutícola de los valles centrales y con fuerte participación en el mercado de trabajo temporal. Su participación en la reproducción del capital consiste claramente la extracción de plusvalía de la que es objeto. Pensamos que las características del empleo prevaleciente para este grupo señalan la existencia de superexplotación del trabajo, es decir, la intensificación de la extracción de plusvalía absoluta, que en este caso, no quiere decir que no haya incrementado también la plusvalía relativa. Ello ocurre mediante dos de los tres mecanismos señalados por Marini (1979): incremento de la intensidad del trabajo y reducción del fondo de consumo del trabajador. El primero de ellos dice relación con el aumento de la productividad del trabajo. Como vimos en el Capítulo III, la productividad a nivel del sector, responde más a la reducción del empleo que al aumento en el volumen y valor del producto silvoagropecuario. Ello quiere decir que se ocupan crecientemente menos personas para producir casi lo mismo o sólo un poco más. Sin duda, parte de este aumento de productividad responde a un incremento de la plusvalía relativa, es decir, mejoras tecnológicas, fertilización, regadío, genéticas, manejo de las especies para agilizar la recolección, etc. (manteniendo el “trabajo necesario” constante). Sin embargo, creemos que dicho dato también da cuenta de una intensificación del trabajo, es decir, de un aumento en el uso de plusvalía absoluta, cuyo mecanismo de extracción guarda relación principalmente con las formas de pago. Además de la mayor predominancia de trabajo temporal, el tradicional “pago por día”, presente desde antes de las reformas estructurales, ha sido reemplazado por el “pago por volumen de producto” denominado “pago con incentivo”. Es decir, asociado al incremento de la productividad, también 137 existe un incremento en la autoexplotación, donde cada trabajador intensifica su volumen de trabajo, con la motivación de que se le pagará una parte de este incremento. Sin bien ello es efectivo, frente al sistema de pago por día (sin “incentivo”) la extracción de plusvalía resulta ser mayor, que es precisamente aquello que hace al sistema más “productivo”, es decir, constituye un mecanismo de aumento de la explotación del trabajo, donde el capital está pagando una parte menor del valor creado, respecto de otras formas de pago. Otro elemento que permite hablar de intensificación del trabajo, se relaciona con el hecho de que en las zonas frutícolas (donde predominan las unidades de este segundo grupo) el total de personas asalariadas por hogar es muy superior al de las zonas forestales y demás zonas rurales. El hecho de que el ingreso de la unidad doméstica se componga con un mayor número de salarios, señala una mayor comercialización de la fuerza de trabajo familiar, la cual no era requerida en las estructuras de trabajo agropecuario precedentes.167 Es evidente que siempre se ha utilizado, de una u otra forma, el trabajo de varios de los miembros de la unidades domésticas en la reproducción de la misma, lo que resulta necesario señalar es el hecho de que la mayor ausencia de acceso a tierra configura un nuevo escenario donde los trabajadores se ven obligados comercializar el trabajo de un mayor número de miembros de la unidad, para conseguir un determinado ingreso. Ello no necesariamente implica una mayor explotación del trabajo –puesto que en las formas precedentes puede haber sido muy alta-, sin embargo, sí puede implicar una mayor extracción de plusvalía, la que en el contexto del trabajo temporal y el pagó por unidad, probablemente sí constituye un aumento de la extracción de plusvalía absoluta. Regresaremos sobre esto más adelante cuando comparemos las formas de trabajo precedentes con la actual. El segundo elemento que permite hablar de superexplotación del trabajo es la reducción del fondo de consumo. Para explicar cómo opera esto, es necesario señalar los 167 Si bien no sabemos exactamente cuántas personas trabajaban por hogar antes de las reformas estructurales en las actuales zonas frutícolas, en particular, tenemos información que permite señalar que eran menos que hoy. Por ejemplo, pese al desplazamiento de población de zonas rurales a urbanas (ver Cuadro 17, apartado IV.1), la fuerza de trabajo rural se ha mantenido relativamente estable en número, lo que significa que una menor cantidad de unidades domésticas proveen un mayor número de trabajadores. Si consideramos que la mayor cantidad de ventas de pequeñas propiedades se dio en los valles centrales, donde hoy se encuentra la producción frutícola, y donde luego la población se reasentó en villorrios, es lógico que la cantidad de trabajadores por hogar aumentó mayormente en las zonas frutícolas, lo que se confirma con la comparación sincrónica con las zonas forestales, hecha en el apartado IV.2.4.. 138 mecanismo mediante los cuales se ha reducido –en términos relativos- el salario de los temporeros (principalmente los de la fruta). El primer mecanismo que operó fue la creación de la necesidad de salarios vía reducción de la capacidad de comercialización de la producción doméstica, lo que se explicó en el apartado anterior. Ello otorgó una estructura de unidades domésticas proletarias y semiproletarias que permitió mantener los umbrales salariales mínimos aceptables bajos, e hizo las veces de una “acumulación originaria” que deshizo los efectos redistributivos de la reforma agraria. Además, el sesgo de la nueva legislación desprotegió al trabajador, y la destrucción de la orgánica sindical impidió una negociación mayor del salario. Todo ello contribuye a que el trabajador no participe mediante el salario en una mayor proporción del valor que su trabajo crea. Ello determina una estructura productiva donde el capital puede pagar al trabajo una menor parte del valor creado, en relación a lo que paga en otros procesos productivos. Ello es, probablemente, en parte lo que hace “competitiva” a la producción –principalmente frutícola- frente a competidores de países donde el trabajo se encuentra más protegido y logra participar en una mayor proporción del valor. Resulta interesante llamar la atención aquí respecto de que la lógica de sumar y redistribuir ingresos, basada en la reciprocidad generalizada característica de la reproducción doméstica, se relaciona con que los trabajadores agropecuarios de este grupo tipo –en zonas frutales- se reproduzcan sumando en promedio 2.4 salarios. La inseguridad laboral y la menor parte del salario pagada por el capital, se enfrentan en la unidad doméstica, vendiendo el trabajo de mayor cantidad de integrantes y redistribuyendo. En este sentido, y como se señaló en una de las hipótesis, la lógica de reproducción doméstica estaría facilitando la extracción de plusvalía absoluta y, con ello, la superexplotación del trabajo, dado que su respuesta facilitaría la reproducción de la unidad, reduciendo el trabajo necesario por individuo, con respecto a una organización distinta de la reproducción. Y finalmente, tenemos al tercer grupo tipo, caracterizado por su acceso a tierra, que vende trabajo y que comercializa poco o nada su producción, usualmente asociado a zonas forestales. Su producción doméstica se destina al autoconsumo y escasamente logra comercializarse, permaneciendo oculta como fuente de ingresos en las estadísticas. La menor frecuencia y mayor aleatoriedad de la oferta de trabajo en las zonas donde 139 predomina este grupo supone una mayor utilización de las relaciones de producción doméstica en la reproducción de la unidad, tanto de la que se logra comercializar (que CASEN muestra, es mayor en estas zonas) como aquella que es autoconsumida (que no existen datos para medir). Por lo tanto, en términos generales, la producción de este sector del campesinado “histórico” no pertenece a la esfera de la producción capitalista – pues se genera con relaciones domesticas- y puede o no pertenecer a la esfera de la circulación capitalista. Sin embargo, no por ello, no contribuye o no ha jugado un rol importante en la acumulación y reproducción del capital, puesto que sí contribuye a la reproducción del trabajador asalariado al que se le extrae plusvalía. Veamos. En este grupo llama la atención –con más fuerza que en los anteriores, pero sin excluirlos- aquello que Wallerstein y Meillassoux advirtieron, esto es que históricamente la reproducción del trabajador rara vez se ha realizado exclusivamente a partir de las relaciones de producción capitalistas. A ello agregamos que, sin las relaciones productivas domésticas, que ocurren en el seno de la unidad domestica, el “trabajo necesario” del trabajador con los medios productivos del capital aumentaría, es decir, se reduciría la cuota de plusvalía que el capital puede extraer. Parte de la reproducción de la unidad, como destaca Meillassoux (1998), ocurre por fuera de las relaciones capitalistas –pero dentro de un “modo de producción” capitalista- en lo que no es otra cosa que una explotación capitalista de relaciones productivas domésticas. Por lo tanto –y siguiendo a Wallerstein- sólo en aquellas fases “más altas” en los eslabones de las cadenas de producción, ubicadas de manera preferente –aunque no exclusivamente- en los países centrales, o las clases que captan parte del valor generado por otras, el trabajador puede reproducirse prescindiendo de las relaciones de producción domésticas, y por ejemplo, pagar a terceros por las tareas reproductivas. Ello quiere decir que prácticamente en todas las unidades domésticas del campesinado “histórico” habría un aporte a la reproducción generado a partir de relaciones productivas domésticas, puesto que, siguiendo a Meillassoux (1998), la producción de productores se realiza fuera de las reglas de la producción capitalista, es decir, donde la familia encarnaría la comunidad doméstica desprovista de sus funciones productivas pero conservando sus funciones reproductivas. Sin embargo, lo que resalta 140 en este tercer grupo –y que por cierto no excluye del todo a los anteriores- es que la familia –la unidad doméstica- no está necesariamente desprovista de sus funciones productivas, por el contrario, es activa en una facción de variable –con probabilidad de importancia dado el acceso a medios productivos- de la producción de la reproducción. En la medida en que las unidades domésticas de este grupo componen su ingreso a partir del salario (S) y su producción doméstica (A), el efecto de lo antes señalado es que esta última ópera bajando los “umbrales salariales mínimos aceptables”, y por tanto se configura como un elemento que favorece salarios bajos. Las posibilidades de reproducción de la fuerza de trabajo están relativamente en mayor medida atadas a la obtención de sustento por una vía no salarial, que en este caso es provista por la producción doméstica. Ello quiere decir que la “parte no pagada” del valor generado por el trabajo –plus valor- no es sólo absorbida por el trabajo necesario del trabajador con los medios del capital, sino también de manera independiente de este último y su familia. En otras palabras, la producción doméstica autoconsumida opera reduciendo el tiempo de trabajo necesario, es decir, aumentando la cuota de plusvalía que el capital puede extraer del trabajador. Lo anterior, técnicamente, si se mira sólo el proceso productivo organizado por el capital, constituye un incremento de la plusvalía relativa, sin embargo, en la medida que el trabajo necesario incluye un mayor volumen de trabajo organizado de manera independiente al capital, de parte de la misma unidad en la que se reproduce el trabajador, pensamos que se trata de un aumento en el volumen de trabajo, es decir, una “intensificación” del mismo, lo que equivale a plusvalía absoluta, y por tanto, una superexplotación del trabajo. Por tanto, la estructura de unidades domésticas que en general abastecen de mano de obra asalariada al sector silvoagropecuario favorece en menor media una integración del trabajo doméstico por la vía de la circulación capitalista, y más por la vía de la extracción de plusvalía mediante procesos productivos organizados por el capital, donde existe no sólo un aumento en la cuota de plusvalía relativa, sino además un incremento de extracción de plusvalía absoluta, permitida por un proceso histórico previo de reconcentración de los medios productivos y de reducción de la autosuficiencia relativa de las unidades domesticas, vía disminución de la capacidad de comercialización de la 141 producción doméstica, lo que se suma al sesgo de la nueva legislación desde la dictadura que desprotegió al trabajador, a una estructura de trabajo temporal y la destrucción de la orgánica sindical que impidió una negociación mayor del salario. A todo ello sumamos un elemento prácticamente ausente en la bibliografía en Chile, este es, que la existencia de la producción doméstica –comercializada y autoconsumida- en algunos sectores, lejos de ser un remanente de un hipotético proceso de “acumulación originaria” mal acabado, se constituye como un mecanismo que permite reducir el “trabajo necesario” del obrero con los medios del capital, y por tanto, reducir la parte del valor creado que se le paga al trabajo. Ello refuerza la idea –planteada desde la introducción como hipótesisde que el patrón de reproducción del capital se ha servido de “relaciones productivas domésticas”, que facilitan la extracción de plusvalía absoluta, y, con ello, la superexplotación del trabajo. Todas estas características determinan un mercado de trabajo sumamente beneficioso para el capital, lo que probablemente constituye una “ventaja comparativa” para la agro-exportación. V.3. La inserción periférica del sector en la economía internacional. Como hemos visto, la inserción del sector silvoagropecuario en la economía internacional se ha realiza incluyendo una reducción de costos salariales y un aumento en la intensidad del trabajo, es decir, una superexplotación del trabajo,168 lo que es no es otra cosa que la más clásica inserción periférica señalada por Marini (1979) o la parte inferior de una cadena productiva internacional, según Wallerstein (1989). Al cambiar el patrón de reproducción del capital industrial (Osorio, 2009) asociado al modelo de desarrollo de la ISI, la economía chilena buscó articularse a la economía internacional nuevamente mediante una especialización productiva, la cual, evidentemente encontró una mayor generación de plusvalía relativa si se la compara con el patrón primario exportador de principios del siglo XX, dado que la política de la ISI intentó compensar la inserción periférica clásica mediante la industria, y logró instalar fuerzas productivas más avanzadas. Sin embargo, la reducción desde el 86.6% al 62.6% de bienes 168 En la medida que analizar la estructura de costos de la producción y el peso en los laborales en la producción del sector, comparado con otros países, se encuentra fuera del los objetivos de esta tesis, no podemos demostrar la principal “ventaja comparativa” de la producción del sector se relacione con la capacidad de extraer una mayor cuota de plusvalía absoluta. Sin embargo, si hemos mostrado que existe un aumento en la extracción de plusvalía absoluta, y que los subsectores exportadores más dinámicos son los que destacan en ello. 142 industrializados en las exportaciones, el aumento desde el 13.2% al 35% de los bienes primarios, y el aumento dentro de los industriales, de aquellos menos elaborados, da cuenta que la nueva especialización productiva de Chile, sigue siendo periferia, inclinándose hacia productos primarios o poco elaborados, principalmente mineros, pero donde el sector silvoagropecuario y el pesquero ganan importancia. Ello indica, como hemos visto mediante el análisis de uno de los sectores que incremento sus exportaciones, que la lógica de la plusvalía absoluta sigue operando como un elemento central a la hora de hacer competitivas las exportaciones. Prueba de ello son los esfuerzos de las organizaciones del capital agroexportador por presionar a los “tomadores de decisiones” a movilizar mecanismos que permitan aumentar la extracción de plusvalía absoluta. Ya hemos dicho que la política tiene por función, en un determinado patrón de reproducción del capital, facilitar el tránsito del capital por su ciclo. Así podemos observar que, ante el alza de los precios de la mano de obra agrícola y la menor competitividad del tipo de cambio debido –entre otras causas- a los altos precios del cobre durante los últimos años, organizaciones de exportadores agropecuarios como la SNA y Fedefruta sugieren facilitar el trabajo extranjero inmigrante en las temporadas de la fruta. Así, señala Antonio Walker, presidente de Fedefruta en Diario Financiero (26 de enero de 2012) que “La mayor limitante que tiene el crecimiento frutícola en Chile es la escases de mano de obra” en lo que coincide Patricio Crespo, presidente de la SNA (25 de enero de 2012). La inclusión de trabajo inmigrante supone la integración de un grupo de trabajadores que tiene umbrales salariales mínimos aceptables más bajos, cuyo efecto en el mercado de trabajo será bajar el salario, lo que implica una reducción del “fondo de consumo” del trabajador, o en otras palabras, permite reducir la parte de un mismo valor creado que se paga al trabajo, es decir, la propuesta de los productores supone y confirma que la competitividad de su actividad radica en la posibilidad de extraer mayor cuota de plusvalía absoluta. Se trata, como hemos señalado, de una inserción internacional periférica del sector. Así, un sector que se ha jactado por años de su gran dinamismo, que supuestamente favorece a la población mediante una provisión empleos, realmente genera empleos en los que la explotación es la norma. Apenas el mercado de trabajo 143 eleva mínimamente la cuota de participación en el valor creado, el sector se torna menos competitivo, pierde peso relativo en la economía, y comienza a ser menos atractivo para los capitales. Ello es una muestra de que, pese a la tecnología, la lógica del sector sigue siendo la de la plusvalía absoluta y no la de la plusvalía relativa. V.4. Las permanencias: superexplotación e inserción periférica. Hasta el momento, hemos puesto énfasis en los cambios sufridos por el sector y por el actor dentro de éste que aquí nos interesa: el campesinado “histórico”, es decir, en los trabajadores rurales y los distintos tipos de unidades domésticas en que se reproducen. Sin embargo, desde las primeras páginas de esta tesis señalamos que está en nuestro interés no sólo enfatizar lo nuevo, sino también señalar las permanencias, las constantes y aquello que no se ha transformado. A partir de lo que hemos visto hasta aquí, si se compara articulación entre las unidades domésticas del campesinado “histórico” con el patrón de reproducción del capital industrial y el de especialización productiva, puede notarse que la extracción de plusvalía absoluta a ha sido, en términos globales, una constante, es decir una permanencia. Sin embargo, los mecanismo mediante los cuales en el modelo de la ISI y en el Neoliberal se concretiza esta extracción es muy distinta. Como se vio en el capítulo II, durante la ISI, en el sector industrial, los obreros urbanos no sólo acrecentaron su participación en el valor creado, sino que el proceso supuso un aumento en la generación de plusvalía relativa. Sin embargo, para reducir el trabajo necesario de esto obreros se debió contar con productos agropecuarios baratos, y ello supuso una política de control de precios. Sin embargo, no fueron los terratenientes quienes absorbieron los perjuicios de los “términos de intercambio” desiguales que enfrentaba el agro con las ciudades. Como en toda “inserción periférica”, la respuesta fue aumentar la superexplotación del trabajo, en este caso, del campesinado “histórico”. La política de la ISI, artificialmente, creo una situación en la que el agro se insertó de manera periférica a la economía nacional, reproduciendo a escala local la previa inserción latinoamericana en el mercado mundial, con los países industrializados. La estructura agraria característica del periodo previo a la reforma agraria, con la presciencia de inquilinos y peones, no se debe a resabios de ningún tipo, sino constituye un mecanismo de respuesta a los términos de intercambio desiguales entre el agro 144 nacional con el resto de la economía, en particular la urbana industrial. Así, el inquilino –figura típica del periodo- como señalamos, corresponde a un trabajador que se reproduce en una unidad doméstica que concluimos era semiproletaria, cuya producción generada a partir de relaciones productivas domésticas, reduce el “trabajo necesario del trabajador”, lo que, como señalamos más arriba, constituye un mecanismo de extracción de plusvalía absoluta. De esta manera, la política de control de precios agropecuarios, en la medida en que reducía el trabajo necesario del obrero industrial, permitía dejar un mayor excedente a los capitalistas urbanos (plusvalía relativa), permitiendo a su vez una mayor participación de los trabajadores en dicho excedente, aumentando el fondo de consumo del trabajador, necesario para la valorización del capital en la nueva economía “hacia adentro”. Sin embargo, lo que este sistema de relaciones escondía era una nueva “dialéctica de la dependencia”, un traspaso de valor, es decir de trabajo total, de parte del campesinado “histórico” a la economía industrial urbana. En la medida en que el bajo precio de los alimentos no respondía a un incremento en la productividad del agro o al aumento de la plusvalía relativa en el campo, lo que ocurría era una intensificación del trabajo o un gravamen directo al salario de los trabajadores agrícolas, dado que los terratenientes podían, dado el contexto de desprotección laboral imperante hasta 1967, castigar el salario con pocas limitaciones. Por lo tanto, como en la etapa actual, durante la ISI, el patrón de reproducción el capital se sirvió para su reproducción de relaciones productivas domésticas, ya fuera mediante la circulación de los productos producidos por los sectores minifundistas, o por medio de una reducción en la parte que se le paga a trabajador inquilino semiproletario, recargada sobre su producción doméstica. Si bien adopta formas distintas, y parece ser más importante en el periodo de la ISI, la incorporación de relaciones productivas domésticas es entonces otra constante, la existencia de este fenómeno señala una regularidad. Así observamos que el uso de las relaciones domésticas como mecanismo de disminución del “trabajo necesario” es más importante cuando la demanda de trabajo asalariado es menor, ello ocurrió en el periodo previo a la reforma agraria debido a la falta de dinamismo del sector a causa de la política industrial, y ocurre en el caso forestal, donde, por el ritmo natural y carácter extensivo del proceso productivo, la 145 demanda de trabajo es menor y mas inconstante, por lo que no permite una asalarización más estable de las unidades domésticas. Así, se puede concluir que la importancia del uso de relaciones productivas domésticas en la reproducción del capital disminuye a medida que el capital demande más trabajo, lo que puede ocurrir debido a que el sector se torne más dinámico, competitivo o que el proceso productivo sea relativamente intensivo en mano de obra. Por otra parte, otra regularidad clara y observable guarda relación con lo que denominados como contexto jurídico político. Aquí es necesario hacer hincapié en el hecho que, con la excepción del periodo que va desde que entra en vigencia la ley de sindicalización campesina de 1967 hasta 1973, una condición desregulada y un entorno desfavorable a la orgánica sindical del trabajo ha sido una constante. Ello se conduce con la caracterización histórica general que hemos hecho del sector, donde domina la lógica de la plusvalía absoluta. Otra regularidad no menor, guarda relación con lo que más atrás denominados como “diferenciación modernizada”. Pese a que existe una situación dinámica en el traspaso de control y acceso a recursos de unos grupos a otros, los antiguos subalternos y pobres del campo lo siguen siendo –algunos con menor acceso a tierra, otros en situación similar al pasado- los antiguos ricos y terratenientes ya no ostentan el mismo título, ahora se les llama “empresarios”, pero siguen siendo grandes propietarios, exportadores, viñateros. Ello es una constante no menor, y da cuenta del carácter de clase del proyecto neoliberal, que como vimos más atrás, desatacan autores como Harvey (2007). En efecto, la superexplotación del trabajo incluida en la lógica de la plusvalía absoluta que prima antes y después de la reformas estructurales, y la inserción periférica (históricamente externa, durante la ISI interna, y luego con el neoliberalismo nuevamente externa) unido a un contexto jurídico-político desfavorable al trabajador agropecuario, y la permanencia de los mismos sectores como beneficiados, son permanencias que no pueden dejar de destacarse a la hora de hablar de lo nuevo y de los grandes cambios. Son cuestiones que parecen estar fuera de la caracterización que muchos autores hacen de la “nueva ruralidad” en Chile, que pareciera no ser más que vieja ruralidad transformada por el neoliberalismo y participando en un patrón de 146 reproducción del capital que le asigna al sector un rol medianamente más importante que en patrón industrial anterior. V.5 Epílogo. Finalmente, ante lo expuesto, podemos reafirmar nuestra lectura particular de la modernización del campesinado “histórico” chileno, la cual, como intentamos mostrar, se ha realizado “desde arriba”, es decir, por la fuerza del gran capital. Uno de los efectos de la forma en que se da esta modernización, como parte de un proyecto de reivindicación de clase -como es el neoliberal-, es, pensamos, la superexplotación del trabajo, en un sector cuya inserción en la economía internacional, no ha dejado ser periférica. Podemos confirmar que aquello que se señaló en las dos hipótesis planteas en un principio, encuentra asidero empírico. El nuevo modelo ha profundizado la dependencia del campesinado “histórico” obligado a vender, cada vez en mayor proporción, su fuerza del trabajo a un valor inferior a su costo de reproducción, la mayor asalarización medida tanto en zonas frutícolas como silvícolas es prueba de ello. El proceso ha reconfigurado territorialmente las zonas y ha transformado a las unidades domésticas del campesinado “histórico”. También mostramos que las relaciones productivas domésticas, y la lógica doméstica de redistribución del ingreso facilitan la extracción de plusvalía absoluta y, con ello, planteamos la hipótesis de existencia de superexplotación del trabajo, en aquí señalamos sólo de manera provisional, dado que ella no fue medida directamente, sino sólo se indicaron algunos elementos que la estarían indicando. Los mecanismos mediante los cuales ello ocurre son distintos de acuerdo al subsector del que se trate. En las unidades donde existe producción doméstica, su existencia reduce el “trabajo necesario” del obrero con el capitalista, y por ende permite reducir el salario sin perjudicar la reproducción del trabajador. En las unidades sin producción doméstica, aumenta la cantidad de miembros de la misma que venden su trabajo cuyos ingresos son integrados a un fondo común de reproducción de la unidad, lo que permite su reproducción. Sin embargo, en esta modernización neoliberal y exportadora, las permanencias no son pocas. Que el capital deposite en la unidad doméstica parte del costo de la 147 reproducción de su trabajo, desentendiéndose del trabajador cuando éste no le es útil; la superexplotación del trabajador; y la inserción periférica, son características que distan de ser exclusivas del periodo neoliberal, lo nuevo está en los mecanismos mediante los cuales ello ocurre. Es en el conocimiento respecto de estos mecanismos, donde esperamos haber contribuido. México D.F., Julio de 2012 148 Bibliografía i. Libros y artículos publicados Acuña, M. y Molina, G. (1992). Los Trabajadores Agrícolas bajo el Modelo Neoliberal. Estrategias de supervivencia. Un estudio de casos. Santiago-Chile: GEA. Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Amin, Samir (2001). Crítica de nuestro tiempo. A los ciento cincuenta años del Manifiesto comunista. México: Siglo XXI Editores. Basualdo, Eduardo (2001). Sistema Político y modelo de acumulación en la Argentina: notas sobre el transformismo argentino durante la valorización financiera, 1976-2001. Buenos Aires: FLACSO/Editorial UNQUI/IDEP, Colección Economía Política Argentina. Barrera, Manuel (1980). “Desarrollo económico y sindicalismo en Chile: 1938-1970”. Revista Mexicana de Sociología, Vol. 42, No. 3 (Jul. - Sep., 1980). Universidad Nacional Autónoma de México), pp. 12691296. Bartra, Armando (2006). 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Fuente: CASEN 2009 Cuadro AN_CI-2 Marco poblacional Fuente: CASEN 2009 160 Cuadro AN_CII-1 Las políticas entre fines de 1973 hasta 1983 Política macroeconómica Ajuste fiscal Mercado de capitales. Retiro Estado participación directa en el desarrollo. Liberalización de los mercados y apertura externa. Mercado del trabajo. Política tributaria. Políticas sectoriales más relevantes Conformación de un mercado libre de tierras. Liberalización agropecuarios. de los mercados Rol subsidiario del Estado. Desarrollo de la infraestructura de riego. Políticas de fomento productivo a la pequeña agricultura. Política de innovación tecnológica. Política sobre derechos laborales. Política forestal. Fuente: Tomado de Portilla (2000) Instrumentos Reducción de la inversión pública. Despido de 200 mil funcionarios. Reprivatización de la Banca, creación sistema AFP. Apertura a la inversión extranjera. Estatuto a la inversión extranjera. Venta de empresas. Estatuto del Estado Empresario. Limitación de acceso al crédito de las empresas públicas. Reducción unificada de aranceles, con altibajos. Eliminación de barreras no arancelarias. Eliminación de controles de precios. Tipo de cambio único, con ajustes. Legislación laboral anula conquistas históricas. Reducción de pagos de pensiones mínimas. Normas para obstaculizar sindicalización y negociación colectiva. Introducción del IVA. Eliminación del impuesto patrimonial. Postulado general: no discriminación entre sectores. Restitución de predios expropiados. Asignación individual de parcelas Eliminación disposiciones respecto a la expropiación de la Ley 16640. Se suprime la CORA. Enajenación de derechos de asignatarios de la Reforma Agraria. Decretos de Ley 2568 y 2750 afectan a las comunidades mapuches. Ley 18353 facilita disolución comunidades del Norte. Fin de la fijación de precios: excepción de la remolacha. Trigo y oleaginosas con sistema de precios máximos y mínimos, luego de dos ciclos se eliminan. Reducción de poderes compradores. Aranceles hacia la baja con retrocesos. Fomento a exportaciones no tradicionales. Venta IANSA, SOCOAGRO, SOCORA, ENDS, VINEX, ENAFRI, COMARSA. Disminución recursos sector público agrícola. Comercialización de insumos a empresas privadas. Se paralizan. Se reducen los programas y empiezan a externalizarse. Se plantea que sólo algunas áreas serán financiadas por el Estado el resto debe hacerlo el sector privado. Se crea el FIA. Se elimina el salario mínimo. Se suprimen lecciones de directivas sindicales (Dic. 1973 DL 198). Se coarta posibilidad de efectuar reuniones, negociación colectiva y huelga. Se impide postular a parcelas a dirigentes sindicales. Se suprime el Fondo de Educación Capacitación Sindical (1976). Plan laboral con nuevas clausulas de despido (1977). Se disuelven dos Confederaciones Sindicales Campesinas. Se promueve la desintegración de las cooperativas campesinas (DL 3350 y 3351 1980). Ley de subsidios a las plantaciones DL 701 de 1974 y DL 2265 de 1979. Cuadro AN_CII-2 161 Las políticas entre 1984 hasta 1989 Algunos ajustes a la política sectorial luego de la crisis 1982/1983. Reapertura de poderes compradores. Creación de COPAGRO y luego de COTRISA. Banda de precios para trigo, azúcar y aceites. Sobretasas a productos lácteos. Se reactivan las obras de riego vía subsidio a la inversión privada. Fuente: Tomado de Portilla (2000) Cuadro ANCIV- 1 Variables utilizadas para la construcción de la tipología de comunas rurales Categoría Demografía Descripción variables Índice de densidad habitantes por k (de 0 a 100) Ruralidad oficial (%) Índice de tiempo de viaje al centro urbano más cercano (de 0 a 100) Accesibilidad Capital Humano Servicios Económicas Educación: población con educación universitaria (%) Agua: red pública agua potable, 2002 (%) Rama de actividad económica: agricultura, ganadería, caza y silvicultura (%) Rama de actividad económica: pesca (%) Tipo de ocupación: agricultores y calificados piscisilvoagropecuarias. (%) Tipo de ocupación: No calificados y subsistencia piscisilvoagropecuarias Fuente Censo 2002 Censo 2002 Fuente interna 2007 Censo 2002 Censo 2002 Censo 2002 Censo 2002 Censo 2002 Censo 2002 (%) Índice de afluencia turística comunal (de 0 a 100) Fuente: Tomado de Berdegué et al (2010) INE 2007 Cuadro ANCIV- 2 Tipología de CORFO: Tipos de productores Tipo Númer Rasgos o Empresario Moderno 10000 Empresario Tradicional 20000 Pequeño Productor Integrado 3000040000 Pequeño Productor con Potencial Agropecuario 5000060000 Ubicado fundamentalmente en el Norte Chico y Valle Central de Riego de la Gran Región Metropolitana. Buena gestión técnica de mercado y administrativa; altos niveles relativos de productividad; flexibilidad en uso de recursos; productor de rubros más rentables y dinámicos, pero también en el “top” de productividad de trigo y maíz. Un caso especial en este grupo son los conglomerados forestales y algunos frutícolas, de ganadería menor (aves y cerdos) y leche. Con mayor presencia relativa desde Talca al Sur y en los secanos de las regiones centrales. Orientado básicamente a cultivos tradicionales, con niveles tecnológicos de medios a altos, baja capacidad de gestión y relación con mercados, poco flexible en sus estructuras productivas. Básicamente, parceleros de Reforma Agraria, productor de la Región Mediterránea en riego, pequeño ganadero de la X Región. Dedicado a rubros más rentables (hortofrutícolas, papas, remolacha, leche, flores, etc.). Con buena inserción en el mercado (contratos de producción); nivel tecnológico medio y de gestión bajo. Relativamente flexible en sistema productivo, con tendencia a extenderse hacia actividades de comercio y transporte. Principalmente agricultores rezagados, parceleros o productores de riego y secanos con potencial de recursos. Requieren de inversiones adicionales y apoyo tecnológico para integrarse a rubros más rentables (riego, plantaciones, invernaderos, etc.). Con bajos ingresos, pobre tecnología y mala articulación con el mercado, débil capacidad de 162 gestión y baja productividad en cultivos tradicionales, ganadería y viticultura de cepas no finas. Productor sin Potencial Agropecuario 120000 140000 Minifundistas localizados en los secanos interiores y costeros de la V a VIII Región (35.000); en las Precordilleras Andinas de las VII y VIII Regiones (15.000); en comunidades del Norte Chico (5.000); en áreas mapuches de la VIII y IX Región (25.000). Desarrollan agricultura tradicional de subsistencia (cereales, leguminosas, ganadería extensiva, viticultura de cepa país) y sus ingresos son mayoritariamente de origen extrapredial (salarios, subsidios, pequeño comercio, etc.). Se clasifican en estratos de pobreza y extrema pobreza. Fuente:CORFO, 1998. En Schulte, 2002 Cuadro ANCIV- 3 Pruebas (Levene y T) comparación de varianzas y medias (zonas forestales y frutícolas) de los porcentajes de cada tipo de ingreso en el ingreso total. Prueba de muestras independientes Prueba de Levene para la igualdad de varianzas Se asumen % Varianza s iguales F Sig. 141.681 .000 t -19.133 Prueba T para la igualdad de medias Error 95% Intervalo de Sig. típ. de confianza para la (bila la diferencia teral Diferencia diferenc gl ) de medias ia Inferior Superior 15994 .000 -11.01423 .57566 -12.14258 -9.88588 Ocupación principali % Ingreso No varianzas iguales Varianza s iguales 149.377 .000 -18.929 13271.555 .000 -11.01423 .58186 -12.15476 -9.87371 -13.385 15994 .000 -7.74773 .57883 -8.88230 -6.61315 -13.234 13240.807 .000 -7.74773 .58543 -8.89526 -6.60019 16.764 15994 .000 5.87476 .35044 5.18786 6.56167 16.037 11634.939 .000 5.87476 .36633 5.15670 6.59283 -18.418 15994 .000 -7.56742 .41087 -8.37278 -6.76206 -17.655 11732.252 .000 -7.56742 .42862 -8.40759 -6.72725 del trabajoii % Ingreso No varianzas iguales Varianza s iguales 473.591 .000 en subsidiosiii % Ingreso No varianzas iguales Varianza s iguales 470.129 .000 total autónomoiv No varianzas iguales 163 -8.347 15994 .000 -1.69265 .20279 -2.09015 -1.29516 -8.035 11932.188 .000 -1.69265 .21067 -2.10561 -1.27970 8.035 15994 .000 1.49737 .18635 1.13212 1.86263 No 7.766 12124.722 .000 1.49737 varianzas iguales Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CASEN 2009 .19282 1.11942 1.87532 % Ingreso Varianza s iguales 81.993 .000 monetariov % Ingreso No varianzas iguales Varianza s iguales 71.973 .000 alquiler imputadovi Cuadro ANCIV- 4 Tipos de unidad doméstica según origen de la composición de su ingreso, Huelón 2007. Categoría: Subcategoría Unidades domésticas Agropecuarias (campesinas y productoras de mercancías) % en relación al ingreso total de la unidad doméstica. Aporte producción doméstica Aporte venta de trabajo Aporte subsidios estatales no subsidiadas 100% 0% 0% subsidiadas Mayor que subsidios 0% Menor que producción doméstica semiproletarias Más de 50% Menor que producción doméstica 0% subsidiadas Mayor que venta de trabajo y mayor que subsidios Menor que producción doméstica y mayor que subsidios Menor que producción doméstica y menor que venta de trabajo proletarias Menor que venta de trabajo Más de 50% 0% subsidiadas Menor que venta de trabajo Mayor que producción doméstica y mayor que subsidios Menor que venta de trabajo agropecuarias Menor que subsidios 0% Más de 50% Semiproletarias Proletarias 164 Subsidiadas semiproletarias Mayor que venta de trabajo y menor que subsidios Menor que producción doméstica Más de 50% proletarias Menor que venta de trabajo Mayor que producción doméstica y menor que subsidios Más de 50% Fuente: Tomado Cuevas (2008 [Tesis]) Cuadro ANCIV- 5 Unidades domésticas de la localidad de Huelón(Curepto, VII región)en 2007, según tipificación Categoría Agropecuarias % del total de unidades de la muestra 19% (La producción domestica es el mayor ingreso y no hay venta de trabajo) Semiproletarias 8% 32% (La venta de trabajo es el principal ingreso, aún existiendo producción domestica ) Subsidiadas 41% (Los subsidios son la principal fuente de ingresos) Total No subsidiadas subsidiadas (La producción domestica es el mayor ingreso pero si hay venta de trabajo) Proletarias Subcategoría % del total de unidades de la muestra 3% 16% semiproletarias 3% subsidiadas 5% proletarias 8% subsidiadas 24% agropecuarias 36% semiproletarias 5% proletarias 0% 100% 100% Fuente: Tomado de Cuevas (2008 [Tesis]) 165 Cuadro ANCV- 1 Evolución de la pobreza en chile 1970-2008 Pobreza a/ Año Total Urbana Rural 1970 17 12 25 1987 38 37 45 1990 38.6 38.5 38.8 1994 27.6 27 31.1 1996 23.2 22 30.4 1998 21.7 20.7 27.5 2000 20.2 19.7 23.7 2003 18.7 18.5 20 2006 13.7 13.9 12.3 Fuente: Cálculos de Puyana Económico. Total 6 14 13 7.6 5.7 5.6 5.6 4.7 3.2 Pobreza Extrema Urbana 3 13 12.5 7.1 5.1 5.1 5.1 4.4 3.2 Rural 11 16 15.6 9.9 9.4 8.6 8.4 6.2 3.5 (2009) con base en datos de CEPAL., División de Desarrollo 166