LOS HOMBRES ANTE EL CAMBIO DEMOGRÁFICO José María Bedoya Bergua Facultad de Medicina de Sevilla, Hospital Universitario "Virgen del Rocío" Comisión de Estudio sobre la población andaluza PARLAMENTO DE ANDALUCÍA Desde el inicio de la democracia la tasa de fecundidad total de la mujer en Andalucía y en España ha descendido paulatinamente de 2,8 hijos/as por mujer en 1978 hasta 1,2 en 2001 (1). La primera consecuencia fue el descenso anual continuo y mantenido de la tasa bruta de natalidad (número de nacimientos anuales). La segunda consecuencia, 25 años después, ha sido la disminución en el número de jóvenes de ambos sexos, descenso que continuará hasta el año 2016. La tercera el descenso anual de los matrimonios, lo que acompañado de un aumento de la edad a la entrada en el matrimonio, mayor del que estimaban las previsiones nacionales y autonómicas, ha contribuido aún más al descenso del número de nacimientos anuales, al menos hasta 1999, año en el que se inició un ligero aumento, debido por completo a las mujeres inmigrantes, pues en el 2001 las mujeres españolas tuvieron 2.205 hijos/as menos que en el año anterior(2). La última consecuencia del menor número de mujeres y hombres jóvenes y el menor número de hijos por mujer será un descenso aún mayor de la natalidad. Tenemos tres opciones: aumentar el número de hijos por mujer, aumentar el número de mujeres y hombres jóvenes o no hacer nada y esperar. En la opinión de algunas voces destacadas "La baja fertilidad en España se debe a que la mujer antepone egoístamente su vocación profesional a su vocación familiar y maternal" o "La integración de la mujer en el mercado de trabajo está causando un deterioro de la familia, abandonado su misión biológica y social". Son visiones simplistas del problema. Determinantes de la fecundidad Los factores más relacionados con el descenso en el número de nacimientos son: • Mayor posibilidad de la mujer de tener los hijos que desea y cuando desea. • Mayor edad de las parejas al tener el primer hijo. • Mayor gasto en la crianza de los hijos. • Falta de participación del hombre en las tareas familiares. • Menor número de mujeres entre 15-45 años (edad fértil). Otros factores, que pueden ser cuestionados, son: • La hipótesis de Eeasterlin (1966): a mayor nivel social alcanzado por las familias mayor retraso por parte de los jóvenes para formar pareja y tener hijos hasta que no alcanzan un nivel de vida semejante al que tenían sus familias. • Mayor nivel de estudios de la mujer. • Mayor nivel socioeconómico y social. • Mayor nivel profesional. • Mayor disposición de anticonceptivos modernos. Estos factores están relacionados directamente con la edad de las mujeres al tener el primer hijo después de los años de estudio y formación, aunque solo afectarían a las mujeres con estudios medios y superiores (11% de las mujeres en Andalucía) que son las que alcanzan un mayor nivel de ocupación. Nivel de educación de las mujeres en Andalucía La educación de las mujeres ha mejorado en los últimos años en relación con las generaciones anteriores (3). Entre las que tienen entre 50- 65 años, no tuvieron estudios el 50%, aunque saben leer o escribir (analfabetismo funcional). Entre las de 30- 49 años, el 50% alcanzaron el nivel de estudios primarios y entre las de 16- 29 años, el 50% han alcanzado el BUP, FP y equivalentes. En la actualidad el mayor nivel alcanzado por el 36 % de las mujeres son los estudios primarios, seguidos por un 27 % que alcanza el BUP, FP y equivalentes, mientras que el 6,5 % alcanzan los estudios medios y el 5,9 % los estudios superiores. Estas cifras, con ligeras variaciones, son las alcanzadas también por los hombres. En consecuencia aún son mayoría las mujeres y hombres que optan por no continuar los estudios medios y superiores y han abandonado la escuela al finalizar la educación primaria (4). Hay que mejorar los niveles de estudio aumentando el gasto público en educación, que en España es del 4,9% del PIB, frente al 5,6 % del PIB en la UE, porque la deficiencia en los niveles de educación va a repercutir después en los niveles de ocupación y paro(5). Trabajo y Fecundidad Está muy extendida la opinión de que el menor número de nacimientos se relaciona con el aumento en la tasa de actividad laboral de la mujer. Las cifras de otros países no confirman esta idea. En Suecia hay un 79% de mujeres trabajadoras, el paro entre las jóvenes es del 8 % y el índice de fecundidad es del 1,52 hijo/a por mujer. En España hay un 42% de mujeres trabajadoras, el paro entre las jóvenes es del 38% y el índice de fecundidad es del 1,21 hijo/a por mujer(6). En relación con las horas semanales dedicas al trabajo remunerado y no remunerado, el 63% de las mujeres andaluzas dedica más de 31 horas semanales al trabajo remunerado, frente a las 22 horas semanales de la mujer danesa. Dedica además de 44 horas semanales al trabajo no remunerado en su domicilio, con escasa participación de la pareja. Habría que pensar que la sobrecarga laboral de la mujer, en la casa y el trabajo, también contribuye al menor número de hijos (7). En los países nórdicos el 18 % de la población adulta trabaja en servicios públicos cualificados y remunerados de ayuda a la familia, escuelas y servicios sanitarios, en España sólo lo hace el 5% de la población adulta, la cifra más baja de la UE. Para V. Navarro "si España tuviera el porcentaje de mujeres trabajadoras que tiene la media de la UE, habría tres millones de mujeres trabajando más de las que hay hoy", con remuneración. (5) En la actualidad el 70% de las mujeres son activas hasta los 25-29 años, frente al 90% de los hombres que son activos hasta los 3054 años. La mayor tasa de empleo (50%) también lo alcanzan las mujeres a esa edad, mientras que la mayor tasa de empleo de los hombres (80%) la alcanzan a los 30-54 años (8). Aumentando el nivel de cualificación de las mujeres, podrían seguir siendo activas y aumentar la tasa de empleo, con igual remuneración que los hombres, hasta los 30- 54 años, como lo hacen las 62 mujeres por cada 100 hombres (Índice de Feminización, IF) que en la actualidad tienen estudios medios y las 81 que tiene estudios superiores La mujer en el trabajo público En la actualidad el índice de feminización (IF) en los trabajos públicos es muy bajo. El número de mujeres diputadas y senadoras en el Congreso es la mitad que los hombres (IEA) y en el Parlamento Andaluz, aunque en el partido mayoritario alcanza un IF del 86%, en los otros partidos las cifras no alcanza el 50% (9). En los altos cargos de la Junta de Andalucía el IF es del 32% y en las alcaldías el número de hombres es muy superior al de mujeres (10). Algo semejante ocurre con el resto de los cargos de la administración pública. A excepción del personal de la Junta de Andalucía, que tiene un IF del 136%, en la mayoría de los otros cargos no se alcanza el 50%. En el CIS el IF es del 58%, pero en la Universidad (20%), el Registro de la Propiedad (37%), Notarías (20%), los Órganos judiciales (52%) y el Tribunal Superior de Justicia (3,%), la TVA (29%) y en la Cámara de Comercio (8%). Entre las Fuerzas de Seguridad del Estado las cifras son inferiores al 10%. La escasa presencia de la mujer en los órganos de representación públicos dificulta la toma de decisiones sobre temas que afectan a las mujeres más que a los hombres, como es el nivel de formación, la remuneración por el trabajo, el cuidado de hijos y familiares y las prestaciones sociales. Cuidado de hijos y familiares En Andalucía el 80% de los cuidados de los hijos corresponden a la mujer. Le sigue la participación del hombre y la mujer en el 14% de los casos (4) y las cifras son semejantes cuando se refiere al cuidado de personas mayores o personas discapacitadas. Este tipo de trabajo, no remunerado, repercute en su actividad profesional y en su salud. El 46% de las cuidadoras tiene que abandonar temporalmente el empleo, otro 45% lo tiene que abandonar definitivamente, a un 20% no les permite acceder a un empleo y todo ello limita sus posibilidades de progreso en su vida profesional y humana y convierte además, en muchas ocasiones, a la cuidadora en enferma. En ellas son más frecuentes la presencia de dolores o molestias, problemas físicos, uso de medicamentos, insomnios e insatisfacción con la vida (11). La sobrecarga de responsabilidades de la mujer en el cuidado de los niños, adolescentes, ancianos o personas discapacitadas está relacionado con la escasa ayuda estatal y reparto de tareas por parte de la pareja. Mientras que la protección social por habitante en España es de 3.068 €, en la UE es de 6.000 € y en Suecia de 9.000 € (1). En EEUU el gasto público para el cuidado de ancianos es del 7% del PIB, cifra parecida al que la UE dedica al total del gasto sanitario público (6,8% del PIB). España dedica al gasto sanitario un 5,8% del PIB, pero si se descuenta el 20% que se dedica a farmacia, (4% en la UE) nos queda para la sanidad un 4,6% del PIB. Estas cifras son insuficientes para mejorar los niveles sanitarios y no se resuelven dejando el cuidado de los ancianos e incapacitados a cargo de las mujeres en su domicilio, pues aunque se reduzcan los costes hospitalarios, se sobrecarga el trabajo de las mujeres, que en general están poco cualificadas para este tipo de tareas, no tienen turnos de descanso y desde luego no están remuneradas. Participación del hombre en el trabajo doméstico Las encuestas realizadas en Andalucía ponen de manifiesto la escasa participación de los hombres de 26-45 años en las tareas domésticas. Excepto en el arreglo de los desperfectos de la casa, donde participan el 42% de los hombres, en el resto de las actividades la participación no supera el 6%, siendo inferior a 1% en la ayuda a los hijos/hijas en las tareas escolares, la educación de hijas/ hijos, la atención de hijas/ hijos o el lavar y planchar. Estas actitudes se mantienen y agravan en los hijos. Mientras que el 21% de las madres dedican un promedio de 20-30 horas semanales al trabajo doméstico, el 14% de las hijas le dedica el mismo tiempo, frente al 4% de los padres y el 3% de los hijos. Los papeles de patriarcado se repiten (aunque no son genéticos ni por tanto hereditarios) igual que se siguen repitiendo otras actitudes (3). Violencia y malos tratos. En Andalucía por cada hombre que recibe lesiones y malos tratos en el ámbito familiar los reciben 3 mujeres. Por cada hombre que recibe malos tratos y lesiones por parte del cónyuge (el 80% de las mujeres no lo denuncian por temor a las represalias) los reciben 7 mujeres y por cada hombre que muere en el ámbito familiar, mueren 4 mujeres (12). Según la última encuesta nacional sobre violencia contra las mujeres, el 11,1% de las mayores de 18 años padece malos tratos y en el 79% de los casos los causantes fueron los cónyuges o los novios (13). En nuestra encuesta sobre violencia doméstica entre las mujeres que acudían a los servicios hospitalarios de urgencia del HUVR de Sevilla, la cifra era del 12%. Sólo con una educación antisexista e igualitaria desde la infancia lograremos hacer desaparecer las desigualdades en el trabajo y en la familia y la violencia y los malos tratos contra las mujeres. Políticas de población ¿Son necesarias las políticas de población? Durante los últimos 50 años estábamos acostumbrados al crecimiento de la población favorecido por las políticas pronatalistas que prohibían, por ley y por la Iglesia, el uso de los métodos modernos de control de natalidad, lo que favoreció la “explosión de los nacimientos” durante el periodo de desarrollo industrial. ¿Qué hacer cuando desciende la población? ¿Debemos usar medidas generales o medidas concretas? ¿Cuáles son más útiles?. Si el problema sólo fuese económico habría que incentivar el número de hijos por pareja mediante el uso de préstamos a las parejas jóvenes, facilitar el empleo, reducir de los impuestos, dar preferencias en la vivienda, reducir el IVA en los alimentos y productos infantiles y hacer gratuitos los medicamentos y la sanidad a todos los niveles. Cuando una mujer decida ser "ama de casa", se debería asignar un salario en función del número de hijos, una garantía de empleo cuando termine la crianza y un reconocimiento del tiempo de crianza en los planes de pensión. Por parte de los hombres en general, deberían promover políticas y leyes de apoyo a las familias (España dedica a estas políticas un 2,1 del PIB, frente al 8,5 de la UE) que facilitaran viviendas a familias numerosas (más de dos hijos), créditos de vivienda, guarderías gratuitas, centros de vacaciones familiares y medias que permitan compatibilizar el trabajo del hombre y la mujer con la educación y el cuidado de la familia. A nivel familiar debería compartir con la mujer (no ayudar) de forma igualitaria las responsabilidades domésticas, educacionales y laborales. Pro para resolver las desigualdades de género la solución es más complicada. Los países de la UE que tienen la fecundidad más alta son los que invierten más en políticas de igualdad género, hay más hombres atisexistas que las defienden, dan más apoyo a las familias y la mujer está más y mejor integrada en el mercado de trabajo. Educación antisexista e igualitaria La Constitución y nuestra sociedad aceptan, al menos intelectualmente, los valores de igualdad, libertad y au- tonomía, pero estos valores no se han traducido en comportamientos y políticas congruentes con estos conceptos. La prueba más evidente está en la educación que se sigue dando a los hijas e hijos. Aunque se aprecian ligeros cambios, a los niños les seguimos enseñando a “ser hombres” para el mundo, que es su casa, y a las niñas les enseñamos a “ser mujeres” de su casa, que es su mundo. Los patrones de masculinidad que sigue trasmitiendo la sociedad de una manera directa o indirecta son los del hombre proveedor, padre y patriarca cada vez más ausente o faltante, poseedor de la inteligencia y la razón, protagonista de la historia con capacidad y obligación de organizar y mandar, héroe, bestia, guerrero y amante. Además este hombre siempre está en posesión del lenguaje que nombra, clasifica y califica, norma, designa, asigna, valora, dirige, vigila, juzga, castiga y premia. Es el tipo de hombre que nos enseña la Biblia y una forma de patriarcado que a los hombres nos interesa seguir transmitiendo a nuestros hijos/ hijas (14). Cuando este hombre se convierte por primera vez en padre, a ser posible de otro hombre, logra la muestra pública de su virilidad ante sí mismo, ante sus padres, sus iguales, superiores y subordinados. Es el estereotipo del sexismo que contribuye a mantener el linaje, transmitir nuestros bienes, controlar a “nuestras” mujeres y reproducir y perpetuar los valores patriarcales. La educación empieza muy pronto, de una manera sutil, desde el nacimiento o antes. Si da muchas patadas en el útero de su madre, será niño, vestirá de azul y su padre o abuelo le harán de un club de fútbol. Si se mueve poco, será niña, vestirá de rosa y su madre o abuela le regalaran un traje de flamenca. El color del vestido es importante porque como la cara de los nacidos son todas muy parecidas, el color permitirá a las visitas decir: que grandote, que fuerte, que machote, como su padre o por el contrario, que linda, que bonita, que carita más preciosa, como su madre. Llegada a cierta edad a los niños le impedimos todas las expresiones de humanidad, tristeza o dolor e incluso, educado también en un ambiente social masculino, al llegar la adolescencia rechazará las expresiones de cariño de la madre y del padre, sobre todo, por temor a ser considerado homosexual. El paso siguiente será decir que las niñas, a las que hemos exaltado la ternura, el dolor y el sufrimiento, son mejores porque son más cariñosas que los niños. A ellas, además, les hemos reprimido las manifestaciones de agresividad, de ira y también de placer para que sea la mujer “víctima”, sufrida y abnegada, desprovista de audacia y caricaturizada en las expresiones de tristeza y dolor de nuestras “Vírgenes”. La educación a través de la televisión se ha convertido hoy en un potente transmisor de patrones de masculinidad y feminidad. En muchas familias, sobre todo si trabajan fuera de casa, los niños ven la televisión más que a los padres y el patrón de hombre que predomina en ella es el agresivo, ultracompetitivo, violento y criminal, mientras que el de mujer sigue siendo la escultural, bella, deseada y querida por los hombres. La inteligencia no suele ser un patrón en ninguno de los modelos, pues por lo general no es un atributo o cualidad a destacar en los guionistas y por los guionistas de las series. La consecuencia de esta educación es el sexismo, que se refleja en el hecho de que los hombres son los que participan en las guerras, cometen los actos de violencia, el noventa por ciento de los crímenes dentro y fuera de la pareja, los abusos sexuales, y el cien por cien de las violaciones a mujeres, niños y niñas (15). Sexismo es vivir en una sociedad donde el patrón y referente de las mujeres es el hombre, se trabaja para los intereses de los hombres, los hombres son los que dirigen los estados, las universidades, las alcaldías. Los hombres son los que perciben el noventa por ciento de los ingresos a nivel mundial y poseen el noventa y nueve por ciento de las propiedades. • Sexismo es el que emplean los hombres de izquierdas y derechas en los parlamentos, con discursos aparentemente democráticos, sobre temas que afectan fundamentalmente a las mujeres, como el aborto o la remuneración económica por su trabajo o por ser “ama de casa”. • Sexismo es abandonar a la mujer con los hijos y quejarse porque hay leyes que obligan al hombre a contribuir a su manutención, aunque después no se cumplan. • Sexismo es culpar a las madres de la mala crianza de los hijos y de ser culpables del “machismo”, cuando los hombres no participan, por estar ausentes, faltantes, o no predicar con el ejemplo, en su educación. • Sexismo es predicar desde los púlpitos que la mujer es inferior al hombre “por naturaleza” y que carece de la capacidad de decisión para tener los hijos/ hijas que desee tener cuando quiera tenerlos. • • Sexismo es decir que el hombre es así por “naturaleza” y no puede cambiar. Sexismo es decir que los hombres que no están de acuerdo con esta forma de educación y patriarcado son hombres con masculinidades “blandas”, orientadas desde el feminismo, cuando estos hombres, orientados por la inteligencia, en realidad son hombres antisexistas. • Ser antisexista es ser hombre que apoya activamente el feminismo y los esfuerzos por hacer realidad la justicia de género y la igualdad y piensan que las mujeres, como colectivo, sufren la desigualdad y la discriminación en la sociedad. • Ser antisexista es oponerse activamente a la homofobia, el racismo y a todos los patrones de superioridad y opresión. • Ser antisexista es ser hombre que se arriesga a ser tachado de “raro” por los hombres- macho o por los neomisóginos, pero que no se alejan de su postura y su compromiso por hacer desaparecer todas las formas de desigualdad y opresión. • Ser antisexista es oponerse activamente a la violencia de los hombres contra las mujeres, los hijos y las hijas, la discriminación sexual y las desigualdades de poder por razón de género. • Ser antisexista es hacer un esfuerzo continuo para cambiar la actitud y evitar las formas, poco perceptibles pero reiteradas y continuas, de nuestro autoritarismo y nuestra autoridad patriarcal. • Ser antisexista es intentar “construir una sociedad diferente, con nuevas relaciones sociales, justas y democráticas, donde la constante sea el respeto a la diferencia y el trato igualitario, sin imponer sexo, religión, etnia preferencia sexual, política o religiosa”. (16) • Diez razones para el cambio El Programa de Hombres por la Igualdad de Jerez de la Frontera y el Grupo de Hombres de Sevilla hacemos una propuesta de diez motivos para el cambio de los hombres: 1. Aprenderemos y creceremos. Todo cambio nos brinda la oportunidad de aprender cosas nuevas, útiles para mejorar nuestras condiciones de vida y la de los demás. 2. Seremos más independientes. Al relacionarnos más con las mujeres estaremos más seguros de hacerlo porque nos apetece, no porque las necesitemos para que nos cubran lo doméstico. 3. Nos cuidaremos más y viviremos mejor. Aprendiendo a cuidarnos evitaremos los riesgos para la salud asociados a la masculinidad que causan enfermedades y acortan nuestra vida. 4. Tendremos más tiempo para compartir con nuestra pareja. Compartiendo las responsabilidades domésticas, la relación será más igualitaria y dispondremos más tiempo para hacer juntos las cosas que nos apetecen. 5. Veremos crecer a nuestras hijas e hijos. Compartiremos y disfrutaremos su crianza, estaremos más cer- ca de ellos, les conoceremos mejor, podremos ayudarles y disfrutar de sus alegrías y nos sentiremos partícipes del desarrollo de su personalidad. 6. Es más rentable. Compartir las cargas de la economía familiar es más fácil, descansado y menos estresante que asumirlas en solitario. 7. No tendremos que estar compitiendo y demostrando cosas constantemente. “Ser importante” no es sinónimo de felicidad y seremos más felices si sabemos rodearnos de personas que nos aceptan tal y como somos. 8. Disfrutaremos de nuestra sexualidad. Compartir la prevención y respetar la autonomía de nuestra pareja es una forma bonita de relacionarnos que nos permite mostrar la afectividad y nos descarga de la responsabilidad sobre su placer. 9. Podremos expresar nuestros sentimientos. Tenerlos los tenemos, aunque a veces los ocultemos para evitar comprometernos o no sepamos expresarlos. 10. Aprenderemos a cooperar. Reconocer que necesitamos ayuda, pedirla y ofrecerla es el primer paso para conseguir la unión que nos permita, de ahora en adelante, seguir avanzando juntos. La HASM (Harvard Anti-Sexist Men) propone también “diez cosas que los hombres pueden hacer para erradicar el sexismo y la violencia contra las mujeres”. (17) Conclusión Aplicando las medidas económicas, sociales y de cambio de actitud de los hombres, para obtener un nuevo equilibrio demográfico será necesario que al menos el 50% de todas las parejas tengan tres hijos (en la actualidad el 8% de las parejas). El impacto de estas medidas sólo se podrá valorar dentro de varias décadas y si no se logra este objetivo, la población disminuirá. ¿Qué hacer hasta entonces?. "En el año 2001 las mujeres inmigrantes dieron a luz 33.073 bebés y fueron responsables del 8,2% de los 403.859 nacimientos en España... Si se quiere seguir hablando de una recuperación sostenida (e inmediata) de la natalidad habrá que seguir admitiendo inmigrantes" (Margarita Delgado, demógrafa del CSIC). Señores diputados que tienen la mayoría de sexo en el Parlamento de Andalucía, les invito a asumir e impulsar los cambios legislativos que nos ayuden a conseguir unas relaciones más justas, solidarias, igualitarias y saludables con las mujeres y el resto de los hombre y a compartir, en igualdad, la vida laboral y familiar. Señorías, gracias por su atención. Bibliografía 1. Eurostat: www.europa.eu.int/comm/eurostat. 2. Instituto Nacional de Estadística 3. IESA-A: Encuesta sobre la situación social de las mujeres en Andalucía. 4. Situación social de las mujeres en Andalucía, 1990-2000. Instituto Andaluz de la Mujer 2001. 5. Navarro, Vicens: Bienestar insuficiente, democracia incompleta. Ed. Anagrama; Barcelona 2002. 6. EPA. Instituto Nacional de Estadística: www.ine.es. 7. Encuesta IESA- A. 2001. 8. IEA. El mercado de trabajo en Andalucía 9. Parlamento de Andalucía. 10. Consejería de Gobernación. 11. García Calvente MM: Cuidados y cuidadoras en el sistema informal de salud; 1999. 12. Anuario Andaluz de las Mujeres 2002. Perspectivas de Género. IEA. Consejería de Economía y Hacienda. 2002. 13. Violencia contra las mujeres en el ámbito doméstico. 2ª Encuesta. Instituto de la Mujer, 2002. 14. Cazés D: ¿Y los hombres qué?. Meridiana. Revista del Instituto Andaluz de la Mujer. Nº21.2001. 15. Asturias LE: Construcción de la masculinidad y relaciones de género. Guatemala 1997. 16. Colectivo La Puerta Negra; [email protected] 17. www.europrofem.org