Taller 13 Los problemas de la construcción del Estado contemporáneo en España durante el siglo XIX Coordinadores: Juan Gay Armenteros (Universidad de Granada), María José Vilar (Universidad de Murcia), Gonzalo Butrón Prida (Universidad de Cádiz), y Juan Luis Simal (Universidad Autónoma de Madrid), [email protected]; [email protected] ; [email protected]; [email protected] Textos aceptados (14) . 13.1. Araque Hontangas, Natividad (Universidad de Castilla-La Mancha), ―Proyectos de cambios educativos y fiscales en las Cortes de Cádiz‖………………………………….3 13.2. Brito, Ricardo de (bolseiro de doutoramento FCT, ICS-ULisboa/CH-ULisboa), ―Exílios de liberais ibéricos: reflexões em torno do conceito de revolução nas primeiras décadas de oitocentos‖ …………………………………………………………………17 13.3. Bustos, Sophie (Universidad Autónoma de Madrid) y Poveda Martínez, Ángel Ramón (Universidad Autónoma de Madrid), ―Liberales exaltados y progresistas: aspectos ideológicos de dichas formaciones con vistas a la construcción de un sistema político liberal en España‖……………………………………………………………...33 13.4. Cañizares Márquez, José Antonio (UNED), ―Legislación educativa y formación de la identidad nacional de Cuba en el siglo XIX‖………………………………………..45 13.5. Castaño-Penalva, Máximo (Universidad de Murcia), ―Estatuto de Bayona: espejismo de concordia‖………………………………………………………………..65 13.6. Feria San José, Cristina (Universidad del País Vasco), ―Familias políticas: Pervivencia de las élites contemporáneas hasta el s. XX‖……………………………85 1 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | 13.7. Fernández Armesto, Mónica (Universidade de Santiago de Compostela), ―Las contribuciones de la Iglesia a la amortización de vales. La imposición de la jurisdicción del Estado en el cobro de rentas (1808-1849)‖…………………………………………99 13.8. Giménez Vera, José Luis (Universidad de Murcia), ―Conspiraciones y alzamientos en la España del Sexenio absolutista‖………………...………………………………117 13.9. Piñera Ayala, María Dolores (Universidad de Murcia), ―Las fábricas de luz: contribución al debate historiográfico de la Revolución Industrial desde la región de Murcia‖………………………………………………………………………………..133 13.10. Pubill Brugués, Joan (Universitat Autònoma de Barcelona), ―La corrupción: ese parásito transecular. Una mirada dilatada a un fenómeno europeo‖…………………...47 13.11. Saldaña Fernández, José (Universidad de Valparaíso), El internacionalismo liberal más allá de Europa: Lecturas en clave nacional, Chile 1830-1848‖…………..167 13.12. Sánchez Álvarez, José Alfredo (UNED), ―El inicio de la España que conocemos: 1808-1814‖…………………………………………………………………………....183 13.13. Serra Martínez, Guillermo de la Paz (Universidade da Coruña), ―Importancia de las sociedades de recreo en la construcción del Estado liberal decimonónico en la ciudad de A Coruña‖..………………………………………………………………………...195 13.14. Yépez Piedra, Daniel (Universitat Autònoma de Barcelona), ―Las campañas humanitarias: Influir y movilizar la opinión pública‖.……………………………..…213 2 Proyectos de cambios educativos y fiscales en las Cortes de Cádiz Natividad Araque Hontangas Universidad de Castilla-La Mancha Los cambios hacia un sistema político liberal en Europa, provocó importantes cambios en la Inglaterra del siglo XVII, en Francia con la revolución de 1789 y en España con la promulgación de la Constitución de 1812 y la implantación de un sistema de monarquía parlamentaria que culminaría durante el Sexenio revolucionario (1868-1874). En esta ponencia se habla sobre el cambio educativo y económico realizado en España en el periodo 1808-1814, aprovechando la ausencia de la monarquía absoluta debido a la Guerra de la Independencia contra Francia. Durante un periodo bastante convulso motivado por el conflicto bélico, se desarrolló un modelo institucional liberal amparado por las Cortes de Cádiz y la promulgación de la Constitución de 1812. El liberalismo español se diferenciaba del francés en que al diseñar las nuevas instituciones se tuvo en cuenta el sentimiento nacional frente al invasor extranjero. También compartía los planteamientos políticos del liberalismo inglés frente a la Corona inglesa y la idea de que el progreso económico, eliminando una fiscalidad propia del Antiguo Régimen con una base en la exención y la desigualdad social, para propiciar la creación de una contribución única, que consideraba a todos los ciudadanos iguales ante la ley. Este estudio se centra en dos importantes documentos el Informe Quintana y al decreto de 13 de septiembre de 1813, el primero desarrolla unos planteamiento ideológicos educativos liberales y establece la génesis del sistema público de enseñanza en España, mientras que el segundo establece un modelo económico liberal basado en una tributación 3 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | mediante la implantación de una contribución única, eliminando la fiscalidad del Antiguo Régimen. La política educativa del liberalismo español: la influencia de la Revolución francesa A comienzos del siglo XIX estaba de moda en España la cuestión pedagógica, los métodos de Pestalozzi habían adquirido un interés inusitado en nuestro país según comenta Méndez Bejarano en su obra sobre Blanco-White y destaca el papel que habían desempeñado Blanco y Antillón en este ámbito Josef de Vargas Ponce fue el personaje que más destacó por su impulso de la educación en España, el cual publico una obra titulada la instrucción pública, único y seguro medio de la prosperidad del Estado, en 1808, además de ejercer su cargo de miembro de la Junta de Instrucción Pública desde 1797 por nombramiento del entonces ministro Jovellanos. Gaspar Melchor de Jovellanos cuando era miembro de la Junta Central, en 1809, intentó mejorar la instrucción pública a través de la elaboración de las ―Bases para la formación de un plan general de Instrucción Pública‖, en las que aparece la instrucción pública ligada a la prosperidad social bajo el influjo del Dictionnaire encyclopédique, educando al pueblo en base a las virtudes morales y cristianas y con objeto de eliminar paulatinamente el Antiguo Régimen. Jovellanos abandonó el dominio de la moral para entrar en el de la psicología y el de la lógica, además proyectó la creación de una Junta de Instrucción Pública, con objeto de que propusiese todos los medios para el progreso, la mejora y la extensión de la instrucción nacional1. La Junta central, que era el máximo órgano de gobierno, había creado la Comisión de Cortes compuesta por siete juntas, una de ellas tenía como misión la elaboración de un proyecto de Constitución, y otra de ellas tenía que elaborar un proyecto de arreglo de la instrucción pública. Esta última, estaba presidida por Jovellanos (redactor de las Bases para la formación de un plan de instrucción pública, en noviembre de 1809) y compuesta por Joaquín de Fondevilla, Isidoro Antillón (geógrafo y profesor del Instituto Pestalozziano), Alberto Lista (profesor de 1 Rufino BLANCO: Quintana. Sus ideas pedagógicas, su política y su significación filosófica, Madrid, Imprenta de la revista de archivos, 2010. 4 matemáticas y humanidades y autor de varios escritos sobre educación), Manuel Abella, Manuel de Valbuena, Juan Tineo, Higinio A. Lorente, Mariano Gil de Bernabé, Jaime Villanueva, Juan C. Bencomo y José I. Morales (canónigo sevillano y autor de opúsculos sobre la educación). Las Cortes de Cádiz se constituyeron en septiembre de 1810, convirtiéndose en el máximo órgano político hasta su disolución en 1814, adoptando decisiones políticas y educativas fundamentadas en la corriente liberal, que dieron lugar a la promulgación de la Constitución de 1812. Concretamente, el título IX de dicha norma suprema, recogía en los artículos 366 a 371 todo lo relativo a la instrucción pública, mediante una terminología ilustrada y liberal que propugnaba una enseñanza general, uniforme, nacional, centralizada y bajo la protección del gobierno. En dichos artículos se hacían declaraciones programáticas, como era el establecimiento de escuelas de primeras letras en todos los pueblos del país, para la enseñanza de la lectura, escritura y cálculo, así como el catecismo de la religión católica y una breve exposición de las obligaciones civiles, con la exigencia de que se supiese leer y escribir a partir de 1830, para ejercer los derechos de ciudadano (el derecho al voto), lo cual se distanciaba del sistema napoleónico, que proponía la educación de las élites . Además, se manifestaba la necesidad de crear un número competente de universidades y otros establecimientos de instrucción, que se conjugarían dentro de unos criterios de centralización, atribuyendo a las Cortes la competencia máxima en materia educativa. También, en el artículo 369 de la Constitución de 1812 se establecía la creación de una Dirección General de Estudios, a cuyo cargo estaría la inspección de la enseñanza pública, bajo la autoridad del Gobierno. La labor educativa de las Cortes de Cádiz correspondió a la Comisión de instrucción pública designada el 23 de septiembre de 1811, para elaborar un informe o plan de bases para el arreglo de la instrucción pública, como contrapunto a las actuaciones de la Junta de Instrucción Pública, nombrada el 12 de febrero por José Bonaparte. La Comisión de 1811 estaba compuesta por: Jovellanos, Luis de Salazar, Vicente Blasco, Quintana, Manuel Abella, Juan de Ara, Josef Rebollo, Martín de Navas, Eugenio de Tapia, Bartolomé Gallardo, Diego Clemencín y José Oduardo . Por entonces, ya se había abierto los colegios y universidades, que fueron clausurados el 30 de abril de 1810, mediante el decreto de 16 de abril de 1811, aunque en ellos reinaba la desorganización. 5 Los planteamientos educativos de la Constitución de 1812 y los posteriores informes y reglamentos para desarrollarlos, estuvieron basados en el liberalismo y en el nacionalismo defendido en el proyecto que Condorcet presentó a la Asamblea legislativa francesa en 1792, sentando así las bases de un sistema educativo nacional basado en tres pilares básicos: una instrucción primaria con carácter universal, para todos los ciudadanos, y gratuito; en segundo lugar, el plan general de estudios quedaba a cargo de la Nación, puesto que era el Parlamento el encargado de elaborar el plan general de instrucción pública; en tercer lugar, la dirección del sistema quedaba a cargo de un órgano colegido independiente, que estaría en la cúspide del mismo, sólo bajo la autoridad del Parlamento2. En todos los documentos en los que participa Quintana (el Informe de 1813, el Dictamen y proyecto de 1814, el Reglamento de 1821 y el documento de arreglo provisional de 1836, entre otros) queda patente que fue uno de los representantes del pensamiento laicista y enciclopédico en la España de comienzos del siglo XIX. Todas las grandes cuestiones que se debatirían después en España (libertad de enseñanza, gratuidad, centralización, uniformidad, entre otras) estaban tratadas en el Informe y posterior dictamen y proyecto de 1813 y 1814, respectivamente. Estos documentos educativos influyeron en el Trienio Liberal, concretamente en el Reglamento de instrucción pública de 1821; y en las reformas educativas progresistas de 1836 que, entre otras cosas, dieron lugar a la creación de la Universidad Central y de la Dirección General de Estudios, que algunos autores la denominan el tercer pilar condorcetiano . Los diputados de las Cortes Constituyentes de Portugal, en diciembre de 1820, tomaron como referencia los ejemplos de las Constituciones francesa y española. Al igual que en España, los proyectos educativos que se discutían en las Cortes portuguesas estaban inspirados en los ideales de libertad, gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza, que eran propios de la revolución francesa y, más concretamente, aparecían en los documentos de Condorcet, Le Peletier, Lanthenas, Romme, Lakanal o Fourcroy, por mencionar sólo algunos. La creación de escuelas privadas estaba unido al pensamiento de libertad de enseñanza que se incluyeron, con anterioridad, en los planes de Mirabeau, Talleyrand y 2 Natividad ARAQUE: Manuel José Quintana y la instrucción pública, Madrid, Universidad Carlos III, 2013, pp. 83-85. 6 Condorcet, a pesar de que eran defensores de un sistema educativo a cargo del Estado. Mientras que en España, durante el Trienio liberal, se elaboraba una normativa basada en los planteamientos educativos de la Constitución de 1812; en Portugal se publicó la ley de 28 de junio de 1821, cuyo contenido giraba en torno a un modelo de enseñanza público, libre y gratuito, debiendo existir un acuerdo entre los interesados, sin que tuviesen que depender de la realización de algún examen o licencia. Sin embargo, la realidad fue que algunos maestros incumplían el precepto de gratuidad, obligando a los alumnos a pagar pequeñas cantidades o a prestar de manera gratuita diversos servicios a favor del centro escolar3. En Portugal también se dabatió sobre la obligatoriedad de la educación durante el periodo de 1820-1823, en base a criterios que se habían utilizado en Francia tres décadas antes. En contra de esta medida estaban los diputados que veían la obligatoriedad como una medida opuesta a los derechos de las familias. En el otro extremo, estaban los diputados que defendían la idea de que los ciudadanos pertenecían más a la Patria que a sus propios padres. La obligatoriedad de la educación no se decretó hasta 1835, que es cuando comenzaron a realizarse algunas ideas defendidas durante los primeros años del liberalismo. Se impuso la obligatoriedad de que el Gobierno proporcionase a todos los ciudadanos la instrucción primaria, mientras que los padres debían enviar a sus hijos a las escuelas públicas, cuando hubiesen cumplido siete años de edad, siempre que no tuviesen ningún impedimento físico o moral y si no disponían de medios para instruirlos de otra manera. El plan concebido en París por uno de los más importantes estadistas portugueses de la primera mitad del siglo XIX, Luis da Silva Mouzinho de Alburquerque, merece especial atención, puesto que afirmaba que ―sin luces no hay libertad‖, Mouzinho de Alburquerque manifestaba que era imposible ―regenerar la instrucción pública con medidas y disposiciones parciales‖ y elaboró un plan de reforma en 1823, que estaba inspirado en Talleyrand y en Condorcet, abarcando los mismos niveles de enseñanza: escuelas primarias –escuelas secundarias-, liceos y academias . Los problemas propios de la implantación del liberalismo y la guerra civil (1828-1834) en Portugal, fueron las causas que hicieron inviable la puesta en práctica de 3 Diego MARTÍNEZ TORRÓN: Manuel José Quintana y el espíritu de la España liberal. Sevilla, Ed. Alfar, 1995. 7 los proyectos sobre la creación de un sistema de educación nacional a partir de la revolución de 1820. A partir de 1835-1836 se materializó en Portugal un sistema de enseñanza influido por el modelo de la revolución francesa que se había propuesto a partir de 1820. Según Joel Serrao, la legislación educativa de 1836 estaba vinculada a los proyectos que se habían elaborado durante periodo liberal: ―son dos fases de un mismo proceso, del proceso de la contemporaneidad portuguesa, es decir, del proyecto burgués en su tormentoso comienzo‖. La normativa que configuraría el sistema educativo contemporáneo en Portugal, fue diseñada por Passos Manuel (1836) y también por Rodrigo de Fonseca Magalhaes (1835), mediante la creación de: escuelas normales para la formación del profesorado, que tuvieron gran importancia durante la segunda mitad del siglo XIX; liceos en las capitales de provincia (distrito); conservatorios de artes y oficios; escuelas médicoquirúrgicas; y escuelas politécnicas (Lisboa y Oporto), que rompieron con el monopolio de la Universidad de Coimbra . La denominación de los establecimientos evidencia la influencia francesa: écoles normales, lycées, conservatoires des arts et métiers, écoles polytechniques. El Informe Quintana de 9 de septiembre de 1813 Mediante una orden de 18 de junio comunicada por el ministro de la Gobernación, el rey encargaba un informe para proceder al arreglo de los distintos niveles de la instrucción pública. El 7 de agosto de 1812, el diputado Villanueva solicitó la formación de una junta que arreglase el plan general y diese uniformidad a la educación pública, y Caneja solicitó que se consultase a las Universidades de Salamanca y Valladolid, para que se adoptasen medidas urgentes respecto a su organización. Pelegrín exigió la creación de una Dirección General de Estudios el 9 de septiembre de 1812. Por otro lado, Guereña hizo una propuesta relativa a que todo ciudadano pudiese contribuir con su dinero a la creación de establecimientos públicos de educación e industria, siguiendo los principios de la Constitución de 1812. La Regencia consideró, el 18 de junio de 1813, que la Comisión de 1811 no había entregado conclusiones satisfactorias, por lo que nombró una nueva Comisión compuesta por: Martín González de Navas, Josef Vargas Ponce, Eugenio de Tapia, 8 Diego Clemencín, Ramón de la Cuadra y Quintana, con el objeto de que redactase un informe y proyecto general de Instrucción Pública. Esta Comisión tuvo en cuenta las Bases de Jovellanos redactadas para otra Junta similar y El Plan para la educación de la nobleza de Vargas Ponce, al mismo tiempo que los planes y propuestas de reforma que se habían elaborado en Francia durante la Revolución. El documento del Informe, al cual se le puede considerar como el primer texto programático del liberalismo español en materia educativa, fue entregado a las Cortes, redactado principalmente por Quintana y datado en Cádiz el 9 de septiembre de 1813, con el título de Informe de la Junta creada por la Regencia para proponer los medios de proceder al arreglo de los diversos ramos de la Instrucción pública, cuyo contenido respondía a la ideología liberal en materia educativa, impregnado del pensamiento laicista y patriótico de Quintana, que para algunos autores no era ―el reaccionario sino el liberal y moderno‖, al igual que su moralismo no era ―el clerical sino el laicista y moderno‖4. Este informe se dividía en siete apartados: instrucción, bases generales de toda enseñanza, división y distribución de la enseñanza pública, Dirección General de Estudios, Asamblea Nacional y fondos para la enseñanza. En realidad, supuso el primer intento de organizar un sistema educativo de nueva planta, que abordaba los problemas de la primera, segunda y tercera enseñanza y la creación de la Dirección General de Estudios, con objeto de organizar los concursos de oposición a las cátedras de la enseñanza pública. Entre otras cosas, se aludía a la existencia de tres clases de educación que los hombres recibían en la sociedad: la educación literaria, la educación física y la educación moral. El objetivo es la elaboración de un plan general y particular de estudios en el que estuviesen determinados y prescritos no sólo los conocimientos y doctrinas que debían formar la enseñanza pública, sino también los métodos, los libros, la distribución del tiempo y el arreglo económico y gubernativo de todos los establecimientos que debían servir a la instrucción nacional. 4 Federico GÓMEZ RODRÍGUEZ DE CASTRO: Génesis de los sistemas educativos nacionales, Madrid, UNED, 2002. 9 En dicho Informe se consideraba que la reforma y mejora de la instrucción pública, fundamentadas en la razón y en la filosofía, no se habían podido conseguir en épocas anteriores, por ningún ministro u hombre ilustrado revestido de autoridad, porque las intrigas, la ambición y el fanatismo prevalecían por encima de los deseos de mejorar la educación del pueblo para sacarle de su ignorancia. El Informe también hace mención a que la mayoría de los Gobiernos no habían tenido una fuerte intención de mejorar las facultades intelectuales de los españoles, puesto que era impensable una mejora educativa en un país donde todavía había Inquisición y se negaba la libertad de imprenta. Se relacionaron los términos de ―ignorante y esclavo‖ como si fueran sinónimos, para hacer hincapié en que los españoles estuvieron sometidos a una opresión que les hacía ser esclavos y de esta manera era imposible sacarles de su ignorancia ―si el pueblo no podía dejar de ser esclavo, ¿a qué empeñarse inútilmente en que no fuese ignorante?‖. Se hacía alusión a una ―revolución política‖ que llevó aparejada la restitución de la libertad de pensamiento y de los derechos de los ciudadanos, con el fin de una justicia y utilidad común, mediante la promulgación de la Constitución de 1812. Se muestra la oposición a la destrucción o la paralización de actividades en los antiguos establecimientos de instrucción por ―la opresión de feroces enemigos‖, refiriéndose a los franceses. Además, se afirma que la razón de los ilustrados estaba superando los obstáculos de los más reaccionarios, para configurar un modelo social, político y educativo acorde con los progresos que se habían producido en otros países. El Congreso nacional, que había restablecido el ejercicio de la voluntad de los españoles, debía procurar todos los medios para que esa voluntad estuviese bien dirigida. Esos medios debían estar bajo la influencia de la instrucción, por lo que se consideraba que los legisladores debían acometer la organización de un sistema de instrucción pública que fuese digno de un pueblo libre, al mismo tiempo que la organización de los poderes que mantendrían el nuevo sistema político. También, se alude a que la instrucción debía desarrollar las facultades y talentos de los ciudadanos, con el fin de que les enseñase lo que podían llegar a ser en el futuro, ocupando cada ciudadano el puesto que le correspondiese en la sociedad. De igual manera, se debían enseñar los derechos y las obligaciones que debían cumplir con los ciudadanos, con los objetivos de que fuesen felices y útiles para los demás (Araque, 2013). 10 Lo máximo que se consiguió fue la realización de algún proyecto particular o a algún establecimiento en concreto, en el que se establecían métodos más razonables, es probable que este Informe se estuviese refiriendo a la creación de la Escuela Pestalozziana por Jovellanos. También, se menciona en el Informe que la mejora efímera de la educación y la cultura en nuestro país había quedado acuñada en la creación de las academias, los colegios de medicina y cirugía, seminarios, escuelas militares y fundaciones, con objeto de que los estudios estuviesen al nivel científico del ―mundo civilizado‖. La comisión que elaboró el Informe, presidida por Quintana, abogaba por un sistema público de enseñanza que proporcionase una uniformidad desconocida en aquella época, puesto que los contenidos, métodos educativos, etc., eran muy diversos en cada uno de los establecimientos de enseñanza, independientemente del nivel educativo. La comisión denunció que los puntuales intentos de mejorar la educación quedaban paralizados por la fuerte influencia reaccionaria del momento ―Jardines amenos y apacibles, plantados entre arenales, que más tarde o temprano parecen anegados a la esterilidad que les rodea‖5. Planteamientos reformistas sobre aspectos fiscales Los planteamientos reformistas plenamente partidarios de la Contribución única se materializaron mediante la promulgación del decreto de 13 de septiembre de 1813, obedeciendo el mandato constitucional que sentaba las bases de un nuevo sistema tributario, como respuesta al nuevo modelo de Estado planteado en la Constitución de 1812. El sistema fiscal en la España del siglo XVIII tenía una estructura propia del Antiguo Régimen, puesto que la práctica totalidad de las clases privilegiadas estaban exentas, y existía un mecanismo administrativo muy complejo en que no todos los territorios contribuían en la misma proporción ni su sistema impositivo tenía una normativa uniforme. Por un lado, estaban los territorios de la Corona de Castilla y León con un sistema fiscal basado en la imposición indirecta. Además, la fiscalidad en la Corona de Aragón se regía por la contribución única implantada en el segundo decenio 5 Natividad ARAQUE: Manuel José Quintana y la instrucción pública, Madrid, Universidad Carlos III, 2013, pp. 93-100. 11 del siglo XVIII, y por último, Navarra y País Vasco gozaban de unos privilegios forales que dieron lugar a regímenes tributarios particulares. La Corona de Castilla y León soportaba la mayor presión fiscal sostenida por tres modalidades de imposición indirecta: las rentas provinciales y sus agregadas, las rentas generales o de aduanas y las rentas estancadas. Las rentas provinciales gravaban el consumo de bienes de primera necesidad y los contratos de compra-venta en el interior de la provincia. Este tipo de rentas podían estar administradas o encabezadas, en el primer caso se recaudaban directamente, mientras que las encabezadas, es decir, la Hacienda recibía un cupo fijo y la localidad encabezada se encargaba de recaudar la suma entre sus vecinos, haciendo uso fundamentalmente del arriendo de los puestos públicos, lo que significaba subastar la concesión exclusiva de venta al por menor de una serie de artículos de consumo. Este sistema era regresivo y suscitaba unos elevados gastos de recaudación. Era necesario un gran número de empleados públicos y, principalmente cuando se recurría al encabezamiento, entre los intermediarios se perdía gran parte de los ingresos obtenidos produciéndose un doble efecto: el pueblo estaba sobrecargado de impuestos y la Real Hacienda no ingresaba lo suficiente para satisfacer sus necesidades. Los territorios pertenecientes a la Corona de Aragón comenzaron a contribuir a la Hacienda Pública a partir de los Decretos de Nueva Planta. La monarquía, tras la Guerra de Sucesión, tuvo grandes dificultades económicas y recurrió a los territorios vencidos. En un primer momento, se intentó implantar el sistema de imposición indirecta de Castilla y León pero ante el fracaso se optó por el establecimiento de una Contribución global, denominada única contribución o contribución real en el Reino de Aragón, catastro en Cataluña, talla en Mallorca y equivalente en Valencia. El nuevo impuesto directo se dividía en: 1) real, que recaía sobre la valoración de las haciendas y sobre los rendimientos del capital, y 2) personal, que se cargaba sobre los rendimientos del trabajo y de las actividades comerciales6. La contribución global se implantó en los territorios vencidos como "castigo" por no haber apoyado al nuevo monarca durante la guerra. No obstante, lo que inicialmente tenía como objetivo incrementar los ingresos de la Hacienda real a 6 Joseph FONTANA: La crisis del Antiguo régimen: 1808-1833, Barcelona, Editorial crítica, pp. 26-38. 12 expensas de los territorios de la Corona de Aragón, sin ánimo de emprender una reforma del sistema fiscal que introdujese la imposición directa, se convirtió en una contribución que fue adoptada como modelo a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Era una obviedad que planteaba problemas estadísticos que acarreaba, en los intentos de reforma de la hacienda castellana apareció siempre el catastro como punto de referencia. De cualquier manera, el objetivo era frenar los problemas financieros de la hacienda real que dieron lugar a reformas para evitar el déficit de caja y, en absoluto, se planteaba como un ideario liberal que buscaba la generalidad, proporcionalidad, sacrificio igual o capacidad de pago. A pesar de que algunos planteamientos a favor de una Contribución única, en sustitución del sistema de imposición indirecto, recordaban al impuesto único defendido por los fisiócratas, ninguna de las reformas tenía bases ideológicas . El decreto de 13 de septiembre de 1813 En las Cortes de Cádiz existió una gran polémica entre los defensores y detractores de la contribución directa versus contribución indirecta. Las discusiones evidencian la existencia dos posturas: la defensora la contribución directa por ser una medida reformista y modernizadora, y la que defendía el sistema tradicional de rentas, es decir, la contribución indirecta. El grupo partidario de la contribución directa triunfó en las Cortes de Cádiz, con la aprobación del real decreto de 13 de Septiembre de 1813, que establecía una contribución directa sobre las actividades productivas distribuidas según la riqueza de cada contribuyente. Se suprimían las rentas provinciales y sus agregadas, las rentas generales o de aduanas y las rentas estancadas, es decir, las contribuciones indirectas que constituían el sistema impositivo de Castilla y León. Se disponía como base del reparto el Censo de Frutos y Manufacturas del año 1799. Ante la inexistencia en dicho censo de las rentas obtenidas por el comercio, a estos efectos se debía utilizar el estado comparativo de la riqueza comercial de las provincias aprobado el 22 de agosto de 1813. Se impuso una contribución directa para todo el país y la uniformidad provincial relativa al pago de contribuciones. Además, se estableció la proporcionalidad entre el gravamen y la renta individual, según lo dispuesto en los artículos 8 y 227 de la Constitución de 1812. El decreto unificó la condición económica de los españoles de cara a la Hacienda, intentado favorecer la igualdad política y social amparada en la 13 mencionada Constitución. Obviamente, se había creado un nuevo sistema fiscal, de inspiración liberal, en el que se planteaba un cambio estructural de los principios del sistema, además de la reforma de las rentas. Entre los defensores de la contribución única estaba el diputado aragonés Isidoro Antillón, para quien el cambio suponía vencer los impedimentos que el régimen absoluto había desarrollado para evitar la implantación de un impuesto directo. No sólo se trataba de un cambio normativo, sino también de las conciencias de los ciudadanos que debían hacerse eco de contribuir y participar en el nuevo sistema político. La postura a favor del sistema de rentas tradicionales fue defendida por algunos diputados como: José Duaso y Latre, Antonio Plana, Vicente Alcalá Galiano y José López-Juana Pinilla, quienes planteaban las ventajas de la imposición indirecta, destacando la facilidad de pago, la proporcionalidad, la universalidad, el estímulo al ahorro, la insensibilidad en el pago del tributo al ir añadido al precio del bien y la voluntariedad ya que se podía eludir el consumo del bien gravado. Aunque también, eran conscientes de los vicios de la contribución indirecta resumidos en los tres siguientes: regresividad al tratarse de tributos que gravaban el consumo al por menor y artículos de primera necesidad, excesivo número de empleados necesarios para afrontar la recaudación y elevado fraude fiscal. Por otro lado, se mostraron disconformes con la implantación de la contribución directa al señalar que: 1) recaía con frecuencia sobre los capitales por lo que perjudicaba la inversión, la acumulación de capital y en definitiva la riqueza y el desarrollo del país; 2) el pago de una contribución directa era excesivamente evidente y poco agradable para el ciudadano; y 3) conducía a grandes desigualdades al resultar casi imposible el conocimiento de la riqueza gravable de todos los contribuyentes. El nuevo sistema debía aplicarse en el marco político-territorial denominado Nación, Fuentes Quintana calificó al proyecto como ―el primer ensayo de unificar bajo un principio personal de reparto de la carga tributaria el poder fiscal de España (Fuentes Quintana, p. 170. También, debemos añadir que la aplicación del decreto de 1813 comprendía todo el territorio español7. Por otro lado, el conjunto de medidas proyectadas en paralelo a la implantación de nuevo sistema tributario, relacionadas con 7 Juan HERNÁNDEZ ANDREU: ―Evolución histórica de la contribución directa en España desde 1700 a 1814‖. Revista de Economía Política, 61, 1972, p. 89. 14 la libertad de circulación, desestancos, libertad de trabajo, fabricación e industria, arrendamiento, libertad de venta de comestibles, supresión de aduanas interiores y organización del comercio exterior, abolición de los señoríos y reformas en lo referente a la administración de la Hacienda y gobierno político-económico de las provincias eran aspectos tendentes a la unificación fiscal. En la parte expositiva del decreto se hacía alusión a la relación entre el sistema tributario y el político, económico y social que debía financiar, puesto que resultaba incompatible la Constitución con las exenciones y los privilegios, los obstáculos al comercio y a la industria, la insuficiencia y escasa movilidad del sistema y la desigualdad en la exacción. La contribución directa sustituyó a las rentas suprimidas dentro del ámbito peninsular y de las islas adyacentes y se debía repartir entre todos los contribuyentes sin excepción y en función de sus facultadas. La riqueza nacional se dividió en: territorial, industrial y comercial y, partiendo de estas modalidades, debía ser asignado a cada provincia, pueblo y contribuyente el cupo respectivo. Los empleados públicos debían contribuir directamente con sus haberes sin incluirse en la riqueza de las provincias las utilidades producidas en el ejercicio de sus profesiones, puesto que la base imponible la constituía la posesión de riqueza y la percepción de utilidades y rentas por actividad personal. En este sentido, Lampreave8 considera que no se contemplaba a la persona como sujeto pasivo en cuanto centro de imputación de todas sus rentas, sino como propietario de riqueza o actividad productora de utilidades. Esta teoría se aproxima a la calificación de impuesto de productor que gravaba las rentas territorial, industrial y comercial que plantea el profesor Hernández Andreu9. El reparto debía hacerse aplicando el tipo de gravamen sobre la suma resultante de los productos de los tres modelos de riqueza, hasta cubrir el cupo asignado por las Cortes a cada provincia, sustituyéndose el sistema de cuota por el de cupo, de manera que el Estado calculaba los gastos y repartía los ingresos que necesitaba para cubrirlos entre las provincias, según unas estimaciones más o menos precisas de la riqueza. 8 José Luis LAMPREAVE: 1813 y 1817: dos intentos de una contribución directa. Revista de Derecho Financiero y Hacienda Pública, 83, 1969, p. 875. 9 Juan HERNÁNDEZ ANDREU: ―Evolución histórica de la contribución directa en España desde 1700 a 1814‖. Revista de Economía Política, 61, 1972, p. 87. 15 Inicialmente, se determinaba la base o riqueza del país, y de ella se deducía la cantidad a exigir mediante la aplicación del tipo de gravamen, la base última del repartimiento era la riqueza individual, que pretendía realizar una distribución proporcional. El profesor Artola (Artola, 1986, p. 23) consideraba que las Cortes se habían decantado por el sistema de cupo por provincias como un medio indirecto de llegar al contribuyente, motivado por la inexistencia de estadísticas fiables que impedía llegar de manera directa. Este proyecto ha sido defendido y también criticado por diversos autores. Entre los defensores se encuentra Munchada (1847, p. 177), que basándose en los principios de la Escuela moderna considera que se construyó el mejor plan posible en consonancia con las circunstancias adversas de aquel momento. De manera que, una vez construido el edificio político, se suprimieron todos los impuestos que frenaban el desarrollo y se implantó un nuevo sistema tributario que pretendía proporcionar a los pueblos todos los elementos de mejora y progreso que necesitaban, simplificando la recaudación existente en aquel momento debido a la multitud de contribuciones existente.. Entre los más críticos se encuentran Fontana (pp. 91-93), quien mencionó que era herencia de los ilustrados y que no innovaba nada, además de la poca aportación teórica del plan proyectado, puesto que consistía en la constatación del déficit y propuesta para cubrirlo. Pedro Voltes señala que el proyecto es poco original, salvo en su extensión territorial, puesto que se trataba de la puesta en práctica del modelo tributario implantado por Felipe V en la Corona de Aragón10. También, cabe señalar que Artola manifestó que era más un propósito teórico que práctico en lo relativo a la mejora del reparto de la carga fiscal, adjetivándolo de proyecto ineficaz y de escasa calidad. 10 Pedro VOLTES: Historia de la Economía española en los siglos XIX y XX, Madrid, Editora Nacional, 1974, p. 382. 16 Exílios de liberais ibéricos: reflexões em torno do conceito de revolução nas primeiras décadas de oitocentos Ricardo de Brito bolseiro de doutoramento FCT, ICS-ULisboa/CH-ULisboa Introdução No período compreendido entre o último quartel do século XVIII até sensivelmente meados do século XIX, assistimos no continente europeu a significativas mudanças políticas e sociais que abalaram o edifício do Antigo Regime. Décadas de perturbações violentas, a transição das estruturas políticas das monarquias absolutas para regimes liberais e constitucionais ficou sujeita a avanços e recuos 1. Victor Hugo, na sua obra Os Miseráveis (1862), sintetizou, forma incisiva, estas décadas: "No tempo de Robespierre, tivera a palavra Revolução; no tempo de Bonaparte, tivera-a o canhão; no tempo de Luís XVIII e Carlos X, chegou também à inteligência a sua vez de ter a palavra. Cessou o vento, acendeu-se o facho"2. A Península Ibérica, como se sabe, não ficou à margem destas transformações, em grande medida precipitadas pelos desfechos da Revolução Francesa; nem as suas colónias, principalmente no continente americano, e que se traduziram em longos processos de independência. Concomitantemente, estas décadas de grandes perturbações políticas são comummente entendidas como o período de charneira de um "novo" ou reformulado léxico político e social, que foi 1 Para uma visão panorâmica e de síntese, veja-se Jacques SOLÉ, Révolutions et révolutionnaires en Europe, 1789-1918, Saint-Amand (Cher), Gallimard, 2008. 2 Victor HUGO, Os Miseráveis, vol. IV, Lisboa, Círculo de Leitores, 1977, p. 12. 17 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | acompanhando - e, por outro lado, deu sustentação - aos projectos políticos e de sociedade que tendiam a surgir e que tem sido objecto de estudo nas última décadas3. O fim das guerras napoleónicos e o pós Congresso de Viena (1815), ditou um retrocesso no terreno de ideias reformistas ou liberais nos reinos europeus. Difícil e sinuoso caminho se encontrava no horizonte para os sectores e figuras que pugnavam por ideias reformistas e liberais, quer em Portugal como em Espanha. De certa forma, voltava-se a um cenário semelhante aos anos em que a Revolução Francesa difundia os seus ideais e em que as monarquias absolutas proibiam e perseguiam a publicação de panfletos, periódicos ou prendiam figuras afectas a ideias revolucionárias (afrancesados, liberais ou até mesmo republicanos), obrigando assim a uma clandestinidade. Clandestinidade ou emigração. Convém pois recordar que décadas antes das primeiras grandes vagas de emigração política4 que caracterizaram os momentos prérevolucionários de 1820 e subsequentes, nos finais do século XVIII e inícios de XIX, este tipo de casos migratórios já se fazia sentir5. Não obstante a experiência de exílio não constituir novidade6, a verdade é que a emigração política que se registou nas primeiras décadas de oitocentos adquiriu contornos diferentes, tendo por base a luta (armada e de ideias) contra os regimes absolutistas. Existem períodos que nos permitem identificar as grandes vagas de exílios políticos que perpassaram o continente europeu nesta conjuntura: 1814-1815 para o caso espanhol; 3 Entre a proliferação de estudos, destaque-se o esforço de síntese global que constitui o projecto Iberconceptoso, já com resultados publicados. Javier FERNÁNDEZ SEBASTIÁN (dir.), Diccionario politico y social del mundo Iberoamericano: la era de las revoluciones, 1750-1850, Madrid, Fundación Carolina/Sociedade Estatal de Conmemoraciones Culturales/Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2009. 4 Seguiremos a proposta sintética sugerida por Andreas Fahrmeir para o conceito de emigrado/exilado político: "The term is notoriously difficult to define. It can cover people who flee punishment for the expression of political opinions or for political acts; those who fear discrimination or prosecution for their opinions without being political activists; those who wish to leave abroad, possibly intending to further the overthrow of the government of their native state from distance; or even those whose ability to make a living is curtailed by a difficult economic situation caused by political uncertainty. (...)For practical purposes, however, political refugees are people who commit acts or subscribe to opinions which are considered criminal in their own country, but held to be legal (or even laudable) in the country which considers them refugees", Andreas FAHRMEIR, «British Exceptionalism in Perspective: Political Asylum in Continental Europe», in Sabine FREITAG (ed.), Exiles from European Revolutions. Refugees in Mid-Victorian England, Berghahn Books, New York-Oxford, 2003, p. 33. 5 Para o caso português veja-se, Maria de Lourdes SANTOS, Intelectuais portugueses na primeira metade de oitocentos, Lisboa, Presença, 1988, p. 108;, Isabel Nobre VARGUES, , Luís Reis TORGAL «Exílio Político», in, José MATTOSO (dir.), História de Portugal, vol. V, Lisboa, Círculo de Leitores, pp. 78-79; 6 Juan LUIS SIMAL, Emigrados. España y el exilio internacional, 1814-1834, Madrid, CEPC, 2012, pp. 33-34. 18 1820-1821, no caso dos Estados italianos de Nápoles e Piemonte; 1823, quer em Portugal como em Espanha; e, por último, as da década de 1830, especialmente em Itália, Polónia e Alemanha. Estas balizas temporais oferecem um pequeno guião dos exílios, mas convém notar nuances, essencialmente para o caso português: uma primeira vaga em 1823, como se referiu, mas essencialmente a partir de 1828, com a definitiva chegada de D. Miguel ao trono. Também o caso da emigração política italiana apresenta diferenças, quer na sua duração (mais longa), quer nos seus propósitos, subjacentes ao Risorgimento7. Como se viu, o exílio político não foi uma realidade exclusiva dos países ibéricos. Pelo contrário. De facto, os avanços e recuos das propostas de regimes liberais e o subsequente exílio destes grupos, permitiu gerar teias de solidariedade (ideológica) que iam para além da dimensão nacional dos seus países8. Neste sentido, é pois com algum interesse que se detecta uma ideia de internacionalismo liberal9, na medida em que apesar dos grupos liberais não serem homogéneos (caso a caso, registam-se fracturas no seio das famílias liberais), tinham um inimigo comum, ou seja, a monarquia absoluta. A luta por um ideal de Liberdade assumia pois o principal destaque. Como também aponta Juan Luis Simal, "La oposición a la contrarrevolución, movilizó a las fuerzas e intereses reformista europeos, que veían en los avances liberales o retrocesos reaccionarios de sus propios países una expresión de un enfrentamiento similar a nivel europeo, que una vez en el exilio experimentarían en sus propias carnes. El exilio favorecería la profundización de los contactos ideológicos, el impulso a las transferencias políticas y culturales, y la invención definitiva de una causa común internacionalista liberal, que abriría grandes esperanzas"10. A emigração política espanhola e portuguesa teve pontos de partida desiguais, fruto de experiência históricas e políticas diferentes. Como se deu a entender, a emigração portuguesa de transição de século deu-se essencialmente durante os inícios 7 Maurizio ISABELLA, Risorgimento in exile, Italian émigrés and the Liberal Internacional in the PostNapoleonic Era, New York, Oxford University Press, 2009. 8 Veja-se, por exemplo, a forma como os exilados italianos se solidarizaram com a primeira revolução liberal portuguesa, Isabel Nobre VARGUES, «Liberalismo e Independência. Os exilados italianos em Portugal (1820-1850)», in Revista Portuguesa de História, t. XXXI, vol. 2, 1996, pp. 411-426. 9 Javier FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, «Liberales sin fronteras. Cadiz y el primer constitucionalismo hispánico», in Costituzione, Nazione e Libertà, Roma, Istituto per la Storia del Risorgimento Italiano, 2015, pp. 465-490. 10 Juan LUIS SIMAL, Exilio y liberalismo internaciona, 1814-1833. Una propuesta de interpretación, Seminario de investigación-Departamento de Historia Contemporánea (UCM), 2011. p. 1-2 19 do século XIX e foi-se prolongando até 1820. A emigração política liberal (e afrancesada) espanhola assume maior relevância a partir de 1814, ano em que a primeira experiência liberal constitucional na Península Ibérica termina, com o regresso de Fernando VII e a monarquia absoluta. Embora este pequeno desfasamento, que certamente se veio a reflectir nas propostas discursivas dos liberais dos dois países, a verdade é que neste período da história contemporânea o desenvolvimento da política portuguesa encontrou-se intimamente interligada com o contexto político espanhol e, noutro patamar, com o europeu. Tendo assim esta dimensão presente, este trabalho assume uma abordagem tendencialmente comparativa entre as duas emigrações políticas nas vésperas das revoluções de 1820 e antes do definitivo retorno destes grupos nos inícios da década de 1830. Embora o pano de fundo deste trabalho sejam os exílios (e tudo o que isso comportou), não se pretende fazer um estudo aprofundado de todas as dinâmicas que a eles se relacionaram11. Pretende-se focar um aspecto em particular: perceber, tendo em conta formatos discursivos de vários tipos, os diferentes usos e entendimentos do conceito de revolução e de que forma este conceito (que assumiu particular destaque neste período) foi utilizado pelas diferentes tendenciais liberais de forma a sustentar e legitimar os projectos políticos que defendiam. Existem semelhanças na utilização deste conceito por parte dos liberais dos dois países nas vésperas de 1820? De que forma o alargamento dos "campos de experiência" adquiridos após o fracasso do Vintismo e do Triénio Liberal influenciaram os "horizontes de expectativa" na ideia de revolução proposta pelos revolucionários ibéricos no exílio12? 11 Que são várias. Pode-se observar os exílios no sentido da vivência ou sobrevivência nos países de acolhimento; a relação dos países de acolhimento com estes grupos; a produção literária (neste período encontramo-nos no advento do movimento cultural e político romântico); preparação militar com o intuito de regresso aos países de origem, entre muitas outros campos. 12 Tendo em conta o propósito deste trabalho, e a definição dada por Andreas Fahrmeir, assumimos como viável a utilização de "exilado" ou "exílio" como conceitos operativos. No entanto, convém deixar registo de que, tendencialmente, quer portugueses como espanhóis, raramente empregaram estes conceitos para categorizarem a sua experiência no exterior. Utilizaram, maioritariamente, "emigrado" ou "emigração". No caso dos portugueses, "desterro" ou "desterrado" também foi bastante usual. Sobre a evolução deste tipo de conceitos, Juan FRANCISCO FUENTES, «Imagen del exilio y del exilado en la España del siglo XIX», in Ayer, nº 47, 2002, pp. 35-38. 20 A preparação de uma «revolução regeneradora» A invasão da Península Ibérica pelos exércitos napoleónicos traduziu-se em diferentes resultados nos dois países e, como tal, estas diferenças históricas e políticas reflectiram-se na semântica do conceito de revolução. A fuga da família real portuguesa para o Brasil evitou que esta tivesse semelhante subjugação que os Bourbons tiveram em Espanha. A revolta contra o invasor francês em Portugal movimentou-se essencialmente em torno de um ideal de realeza e, de certa forma, com um carácter conservador. Nas publicações a louvar a luta contra os franceses, a utilização de revolução foi relativamente limitada e, essencialmente, o seu sentido continuou a possuir entendimentos muitos próximos de revolta ou perturbação; não obstante, o termo que melhor categorizou estes movimentos revoltosos, tendo em conta a sua natureza, foi restauração13. Não se colocava em questão a mudança de regime14. No caso espanhol a guerra e a revolução foram dois fenómenos análogos e não estanques. Tendencialmente, a utilização do conceito de revolução neste período obedeceu a alguma prudência: era um conceito com fortes raízes da experiência da Revolução Francesa, principalmente ao período de maior perturbação e violência (essencialmente depois de 1793). Deste modo, a cultura política liberal espanhola tentou demarcar a revolução em Espanha do processo francês, conferindo-lhe um carácter nacional próprio, como se verifica nos comunicados da Junta Suprema Central Governativa, "La revolución española tendrá [...] caracteres enteramente diversos de los que se han visto en la francesa"15, utilizando igualmente qualificativos que pretendiam reforçar esta ideia, como "gloriosa" ou "santa". De qualquer forma, a utilização deste conceito neste período, e que distinguiu claramente do caso português, foi o seu duplo sentido, ou seja, luta contra os ocupadores franceses e luta contra a monarquia absoluta16. O 13 Um claro exemplo da utilização de Restauração pode ser encontrado na obra de José Acúrsio das NEVES (figura politicamente conservadora), História Geral das Invasões Francesas em Portugal e da Restauração deste Reino (1810-11). 14 Num primeiro momento, com a entrada de Junot (1ª Invasão), uma pequena franja da população ilustrada depositou algumas esperanças de uma monarquia reformada, apresentando de facto uma projecto de Constituição. As pretensões de Junot, contudo, ditaram o fracasso desta iniciativa, Miriam Halpern PEREIRA, «A crise do Estado de Antigo Regime. Alguns problemas conceptuais e de cronologia», in Ler História, nº 2, 1983, José TENGARRINHA, «La batalla de las ideas: conservadores y reformistas en Portugal (1808-1810)», in Pedro RÚJULA, Jordi CANAL (eds.), Guerra de ideas. Politica y cultura en la Espanã de la Guerra de la Independencia, Madrid, Marcial Pons, 2011, pp. 57-72 15 Cit. Juan FRANCISCO FUENTES, Javier FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, «Revolución», in Juan Francisco Fuentes, Javier Fernández Sebastián, Diccionario político y social del siglo XIX español, Madrid, Alianza, 2003, p. 629. 16 , Maria CRUZ SEONE, El primer lenguaje constitucional español, Madrid, Editorial Moneda y Credito, 1968, p. 41. 21 conceito de revolução (e não só) empregue pelas culturas políticas liberais ibéricas só veio a encontrar ecos idênticos com a experiência de exílio. O texto constitucional gadatino teve uma vigência curta. Em 1814, Fernando VII regressou ao poder, o que, a breve trecho, obrigou à emigração por parte dos sectores liberais17. Os destinos, por excelência, foram Inglaterra e França (mas também o continente americano). Foi o caso de figuras cimeiras deste primeiro liberalismo espanhol: Álvaro Flórez Estrada, conde de Toreno (que chegou a passar por Portugal), ou Pedro Pascasio Fernández Sardino. Também no caso português a consciência liberal encontrava desenvolvimentos no exterior, principalmente a partir de Inglaterra: José Liberato Freire de Carvalho, João Bernardo da Rocha Loureiro, entre outros, formavam parte deste grupo. Ora, o veículo mais comum para ampliar e partilhar as suas ideias foi, sem dúvida, a imprensa, principalmente em Inglaterra, em que tinham uma relativa facilidade de publicação18. Das publicações espanholas que teve mais difusão neste primeiro exílio destaca-se o El Español Constitucional (1816-1820), do médico Pedro Fernández Sardino19, acima citado, e de Manuel Maria Acevedo. Da emigração portuguesa, destacam-se, entre alguns que tiveram uma longa longevidade, o Campeão Português e O Português ou Mercúrio político. Encontraremos pontos em comum de doutrinação nestes jornais? Certamente, o facto de Espanha já ter tido uma revolução implicou que esta tivesse sido louvada, enaltecendo parte dos seus actores e, obviamente, reafirmando uma especificidade do caso espanhol. A "Introdução" a um número de 1818 do El Español Constitucional é disso reveladora: "La revolución de España presenta un vasto campo para todo. En ella no solo encontramos los hechos heróicos de una guerra nacional, los rasgos sublimes del patriotismo sin límites de un pueblo, para recobrar su independencia (á pesar de 17 E não só. Outros sectores revolucionários também se viram nesta situação. Para uma visão global desta primeira emigração veja-se Juan LUIS SIMAL, Emigrados..., pp. 61-114. 18 Para uma visão de síntese do periodismo espanhol deste período veja-se, Juan FRANCISCO FUENTES, Javier FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, Historia del periodismo español. Prensa, Politica y Opinión Pública en la España Contemporánea, Madrid, Editorial Sinteses, 1998, pp. 58-60; Para o caso português, , José TENGARRINHA, Nova História da Imprensa Portuguesa, Das origens a 1865, Lisboa, Temas e Debates/Círculo de Leitores, 2013. pp. 185-217. 19 Também tinha estado à frente de um outro periódico importante, durante as Cortes de Cádis, o El Robespierre Español (1811). 22 que casi toda la Europa había sucumbido ya baxo el yugo de un orgulloso conquistador) j sino también los nobles esfuerzos de una Nación, que víctima del desorden y arbitrariedad de muchos siglos, trataba de establecer su libertad política y civil, restaurando, con arreglo á las circunstancias, las leyes santas de sus antepasados, que él despotismo mas insolente y la desmoralización mas escandalosa de un gobierno corrompido habían sepultado baxo la tumba del olvido y del desprecio."20 Foquemos, contudo, a parte em que se refere ao restabelecimento de liberdades políticas e civis que o povo espanhol teria, na sua ideia, usufruído em outros tempos. Encontramos semelhante retórica no Campeão Português, de José Liberato: "Chama-se ordinariamente revolução o transtorno que sofre um país pela inteira mudança de suas leis, hábitos, e costumes; e por conseguinte diz-se que um país está revolucionado se, em vez de reger-se por suas antigas leis, hábitos e costumes, é regido pela vontade arbitrária de um só homem, ou de uma Oligarquia composta de uns poucos indivíduos. Em governos assim constituídos, e em verdadeiro estado de revolução, hão há outra lei se não a vontade de quem manda (...)"21 Na verdade, encontramo-nos perante a ideia de um "constitucionalismo histórico"22, argumento utilizado numa arquitectura retórica estabelecendo um conjunto de supostas liberdades numa certa ideia de Cortes medievais, com o intuito de legitimar convocação de Cortes na conjuntura presente. Não era um instrumento novo, visto já ter sido usado nos primórdios da Revolução Francesa e, igualmente, na primeira revolução em Espanha. A convocação deste tipo de Cortes, apesar de representar uma linha moderada, não deixou de constituir, como depois se ficou a saber, de um astúcia discursiva, pois esta convocação, tendo em conta o passado histórico recente (Estados Gerais em 20 El Español Constitucional, Tomo I, Londres, 1818, p. 4 O Campeão Português, Vol. I, Londres, 1919, p. 160. 22 María Cruz ROMEO MATEU, «Nuesta antigua legislación constitucional ¿modelo para los liberales de 1808-1814?», in, Pedro RÚJULA, Jordi CANAL (eds.), Guerra de ideas. Politica y cultura en la Espanã de la Guerra de la Independencia, Madrid, Marcial Pons, 2011, pp. 75-103. 21 23 França), poderia facilmente desencadear um processo que levaria às Cortes constituintes liberais23. No Campeão Português observa-se, de certa forma, uma linha mais moderada. Com alguma cautela, pretende-se antes de revolução uma reforma, "Sim nós precisamos de uma reforma, mas não precisamos nem nos faz conta arruinar o nosso antigo edifício político, que fez nossa grandeza, e já deu ao nome Portugal uma glória tão durável como o mundo"24, não descartando, contudo, a possibilidade de haver uma revolução; uma revolução de cúpula, demonstrando, ao mesmo tempo, que os propósitos revolucionários não iam em oposição ao Rei, "bem longe de desejar revoluções na sua pátria, se oporá constantemente a elas; e só defenderá e pedirá uma revolução generosa e pacifica, feita por seu próprio Rei e governo, para que o povo nunca a faça e até nem a deseje fazer"25. De forma crítica e combativa apresentou-se O Português ou Mercúrio Político, de Rocha Loureiro. São evidentes as diferenças, pugnando por uma revolução que apenas equaciona o papel determinante ao sujeito «povo», "Nós temos um santo respeito por todas as revoluções da natureza e também por as da política se estas são feitas por o povo"26. Apelava pois às bases da sociedade, afastando-se de uma via reformista. Voltando ao periódico do exaltado Fernández Sardino, observamos o emergir de um discurso revolucionário universalista (timidamente repercutido na imprensa portuguesa), talvez um pouco à semelhança da "revolução geral" de falara Flórez Estrada anos antes27: "Esta santa y universal Revolución se ha de verificar precisamente, aunque es imposible señalar la deseada época en que suceda. No es este el suero de una fantasía delirante: es el resultado de las reflexiones á que nos convida el estudio de la historia, principalmente e la moderna, después de la invención de la imprenta."28 Embora o conceito de revolução tenha sido adoptado na linguagem política destes liberais, o triunfo da monarquias liberais constitucionais, quer em Portugal como em Espanha, no ano de 1820, veio a ser essencialmente entendida na época como regeneração. No caso espanhol a opção por este conceito não era nova. Já tinha sido 23 José TENGARRINHA, Nova História da Imprensa Portuguesa..., p. 207. Campeão Português, Vol. 2, 1919, p. 10 25 Idem, vol.1, 1919, p. 7 26 O Portuguez, vol. IV, 1816, pp. 602. 27 Juan FRANCISCO FUENTES, Javier FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, «Revolución», Diccionario político y social del siglo XIX español , p. 629 28 El Español Constitucional , Tomo III, 1820, p. 170. 24 24 utilizado, embora com algumas cautelas pela sua ligação à revolução francesa 29, nas vésperas das Cortes de Cádis, mas teve uma reabilitação de maior envergadura em 182030. De facto, a ideia de regeneração política aplicava-se com maior probidade ao período de 1820, visto ser entendida como o restabelecimento das liberdades perdidas31. Também em Portugal a primeira cultura liberal política definiu o momento como regeneração, "Nós vamos ultimar convosco a grande obra da nossa regeneração (...)"32, conceito que veio a ser bastante usado depois nos debates das Cortes vintistas33, evitando, de certa forma, o uso do conceito de revolução pelas ligações ao período mais conturbado do processo revolucionário francês. Encontramos pois um nexo linguístico nos discursos políticos liberais dos dois países, fruto, possivelmente, da influência de leitura teórica adquirida no contexto de exílio (e não só, obviamente). Mais curioso, a primeira revolução portuguesa apresentou semelhanças significativas com a primeira revolução espanhola, isto é, teve um carácter nacionalista contra a presença inglesa que se tinha estabelecido após as invasões dos exércitos franceses34. O fracasso do Vintismo e do Triénio liberal: o exílio como reflexão revolucionária? Como tínhamos deixado referência, os inícios da década de 1820 foram bastante auspiciosos para o triunfo do liberalismo nos países do meio-dia. O pronunciamento de Rafael de Riego em Cádis revelou um modelo revolucionário a seguir, alicerçado numa insurreição organizada por sociedades secretas (maçónicas ou paramaçónicas), com uma liderança militar e, obviamente, com uma agenda reformista e liberal. Estas características estiverem presentes nos levantamentos nos Estados italianos, Grécia, e, obviamente, em Portugal35. Se estas revoluções partilharam características comuns na 29 Mona OZOUF, «Régénération», François FURET, Mona OZOUF (dir.), Dictionaire critique de la Révolution Française, Paris, Flammarion, 1988, pp. 821-830. 30 Juan FRANCISCO FUENTES, «Regeneracion», Diccionario político y social del siglo XIX español, pp. 604-605. 31 Alberto GIL NOVALES, Las Sociedades Patrioticas (1820-1823), vol. II, Madrid, Editorial Tecnos, 1975, p. 980. 32 «Proclamação aos habitantes de Lisboa», in Manuel Fernandes TOMÁS, A Revolução de 1820, (recolha, prefácio e notas de José Tengarrinha), Lisboa, Seara Nova, 1974, p. 47. 33 Maria Cândida PROENÇA, A primeira regeneração. O conceito e a experiência nacional (1820-23), Lisboa, Livros Horizonte, 1990. 34 Para além do mal estar que a presença britânica tinha criado na sociedade portuguesa, a revolução portuguesa também tentou responder ao facto da perda do monopólio mercantil com o Brasil e, obviamente, com a ausência da família real do outro lado do Atlântico. 35 Maurizio ISABELLA, Risorgimento in exile..., p. 21. 25 sua estruturação e triunfo (entre os quais a utilização do texto constitucional gadatino como influência das Constituições nacionais36), também é verdade que passados poucos anos quase todos estes regimes liberais chegariam ao fim praticamente na mesma altura. Quer por oposição interna, quer com a ajuda da Santa Aliança, em 1823 chegava ao fim o Triénio Liberal em Espanha. Em Portugal, estes ecos contra-revolucionários começaram igualmente a se sentir, criando forças de bloqueio à recém-criada Constituição de 1822. Fruto de políticas internas conturbadas, até aos inícios de 1830 registou-se um dos maiores fluxos de exílio político que este ciclo de lutas liberais conheceu. Contudo, os processos de emigração durante a década de 1820 não foram coincidentes no dois países. Em Espanha, Fernando VII, pese embora resistências internas, conseguiu uma fase do seu reinado de forma mais sistemática até 1833, período que ficaria conhecido por Década Ominosa, o que lhe permitiu uma perseguição mais severa dos sectores liberais ou reformistas37. Em Portugal, a política interna foi significativamente mais sinuosa. Em 1823, dá-se o golpe de Vila-Francada, sustentada pelo sectores mais conservadores. A curto prazo, este movimento não teve sucesso. D. João VI (morreu em 1826) dissolveu as Cortes liberais e a Constituição, tentando no entanto estabelecer um equilíbrio entre os princípios monárquicos tradicionalistas e uma visão mais moderada. Igualmente, não partilhou da repressão violenta contra os liberais que se desenrolava no vizinho ibérico. Em 1824, outro golpe de carácter absolutista (Abrilada) tenta novamente impor os princípios absolutistas; mais uma vez, não chega a bom termo e D. Miguel é enviado para o exílio em Viena. Até 1828, ano do regresso definitivo deste monarca absolutista, a cultura liberal desenvolveu os aspectos distintivos e que de certa forma fracturaram a família liberal portuguesa e que se estenderiam para lá da consolidação do regime liberal no país. Por uma lado, os partidários da Constituição de 1822, mais radicais nos seus pressupostos; por outro, o cartistas, partidários da Carta constitucional, outorgada por D. Pedro IV, que em 1826 foi proclamado rei de Portugal, abdicando da coroa brasileira. Num certo sentido, poder-se-ia estabelecer paralelos entres dois grupos e o "exaltados" e "moderados" em 36 Joaquín Varela SUANZES-CARPEGNA, «O constitucionalismo espanhol e português durante a primeira metade do século XIX (Um estudo comparado)», in Historia Constitucional, nº 11, 2010, pp. 237-274. 37 Juan LUIS SIMAL, Emigrados..., p. 182. 26 Espanha38. Mais uma vez, portanto, a luta contra os princípios absolutistas e em defesa das ideias liberais fez-se a partir do exterior. Como tinha acontecido antes das revoluções de 1820, os lugares de emigração por excelência foram Inglaterra e França39 (muitos exilados se deslocaram o continente americano40) especialmente a primeira. O contingente português não se encontrava, obviamente, isolado neste fluxo. Para além de espanhóis, também italianos se foram juntando. Estas características eram fundamentais para se estabelecerem teias de solidariedade política, o desenvolvimento do internacionalismo liberal, para além de que Inglaterra neste período constituía um centro comercial, intelectual e artístico; também auxiliava o facto de muitos sectores da sociedade britânica aparentarem simpatia pela causa destes liberais41. Ora, tal como existiram fracturas no liberalismo português, também no liberalismo espanhol exilado estas se fizeram sentir. Algo que não ficou despercebido da sociedade inglesa42. Pese embora algumas vicissitudes que estes emigrados passaram, principalmente no início em Inglaterra43, a sua produção intelectual foi intensa e bastante diversificada44. Por parte da cultura liberal espanhola, em que sentidos podemos encontrar o conceito de revolução? A estratégia insurreccional proposta por estes liberais exilados veio a ser, inicialmente, muito semelhante aquela que se arquitectou 38 Exaltados, os maiores defensores da Constituição de Cádis, mais «radicais» quer em termos de acção políticas como de linguagem; Moderados, tentaram estabelecer um equilíbrio entre os antigos princípios monárquicos, como é bem revelado pela sua tentativa em introduzir uma Câmara Alta (aristocrática). 39 No caso português, as emigrações de 1823 e de 1828 apresentaram diferenças na sua composição. Na primeira, pontificaram figuras que tinham entrado no aparelho de Estado liberal vintista; na segunda, destacam-se essencialmente voluntários que queriam combater o absolutismo, Maria de Lourdes dos Santos, Intelectuais portugueses na primeira metade de oitocentos, p. 111. 40 Luz SORIANO, História da Guerra Civil e do Estabelecimento do Governo Parlamentar em Portugal Compreendendo História Diplomática Militar e Política Deste Reino Desde 1777 até 1834, Terceira Época, Tomo 3, Parte 1, Lisboa, Imprensa Nacional, p. 164-165; SIMAL, Emigrados..., pp. 227 e seguintes. 41 Juan LUIS SIMAL, Emigrados..., p. 187. 42 The Times, «Disputes Among the Spanish Exiles», 15 de Octubre, 1825, p. 2 Cit. Peter COOKE, «Siete Cartas de Londres: Aspectos de autonomia y moralidade en Ocios de Españoles Emigrados», in Visiones del Liberalismo, Valencia, Universidad de Valencia, 2008, p. 44. 43 Veja-se as descrições para o caso português, Vitorino NEMÉSIO, A Mocidade de Herculano, Lisboa, INCM, 2003, pp. 373-519. 44 Para o caso espanhol veja-se a síntese compreensiva de, Vicente LLORENS, Liberales y Románticos, Una emigración española en Inglaterra (1823-1834), Madrid, Editorial Castalia, 1968; Javier FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, Liberales y Liberalismo, 1810-1850. La Forja de un concepto y la creación de una identidad politica», in Revista de Estudios Politicos, nº 134, 2006, p. 166. 27 antes de 1820, mas desta vez com uma componente internacionalista mais evidente45. No entanto, o conceito de revolução parece ter exercido uma plano secundário ou tímido. Pelo menos da imprensa periódica consultada, o conceito parece não ter sido muito utilizado. Como sugerem Juan Francisco Fuentes e Javier Fernández Sebastián, "la utilización recurrente del término (consecuencia en parte de la larga duración del ciclo revolucionario) y el consiguiente agotamiento de muchas de las esperanzas nacidas en 1808 y de las fórumulas que habían servido para expresarlas traerían consigo a partir de los años trinta un cierto desprestigio social de la palabra"46. De facto, a análise aos periódicos que se destacaram em importância no exílio espanhol, Ocios de Españoles Emigrados (1824-27) e, de certa forma, o seu sucessor El Emigrado Observador (1828-29), com uma importante colaboração de Canga ArgÜelles, e que tiveram um importante papel na produção literária em múltiplos sentidos, detecta-se nas suas páginas dedicadas à política a tendência para um tom conciliador47. Este tom reconciliatório veio a traduzir-se numa tendência geral, possivelmente para proporcionar uma mudança política o mais rapidamente possível, não descurando, obviamente, uma certa ideia de catarse que o exílio proporcionou48 (ou exigiu...). O caso português apresentou um diferente cenário. Esta década de exílios não produziu inovações semânticas no conceito de revolução. Este já tinha consolidado a sua semântica moderna nas vésperas de 1820, embora a sua utilização tenha sido relativamente limitada se compararmos com outros conceitos, como o de regeneração. Contudo, a cultura liberal portuguesa no exílio empregou-o sem grande preocupações. Não obstante as bem conhecidas fracturas no seio da família liberal portuguesa que se agudizaram nos tempos de exílio49, importanos aqui olhar para um outro aspecto: o pendor reflexivo que o exílio proporcionou no olhar sobre as últimas décadas revolucionárias e a forma como este se traduziu, quer retrospectivamente, quer num sentido de visão política futura. 45 Irene CASTELLS OLIVAN, «Constitucionalismo, estratégia insurreccional e internacionalismo liberal en la lucha contra el Antiguo Regimen español (1823-1831)», in Revista de História das Ideias, vol. 10, 1988, p. 487. 46 «Revolución», Diccionario político y social del siglo XIX español, p. 630. 47 Vicente LLORENS, Liberales y Románticos, p. 308-309; Juan LUIS SIMAL, Emigrados..., p. 366-367. 48 Juan FRANCISCO FUENTEs, «Imagen del exilio y del exilado en la España del siglo XIX», p. 50. 49 Um grupo, chefiado por Palmela, em Inglaterra, de actuação moderada, tendencialmente anglófono e próxima de D. Pedro, com figuras como Cândido José Xavier, José da Silva Carvalho ou Rodrigo da Fonseca Magalhães; um outro, encabeçado por Saldanha, que se estabeleceria principalmente em França, maior defensor da Rainha D. Maria II e, tendencialmente, com um discurso mais radical, em que figuraram figuras como Rodrigo Pinto Pizarro ou os irmãos Passos. 28 Um dos jornais de maior difusão na emigração portuguesa foi o Paquete de Portugal (1829-1831). É nas suas páginas que iremos encontrar importantes interpretações dos momentos revolucionários do passado próximo. Apresenta-se, embora epidermicamente, a defesa de um principio reformador, "Se os Reis e os Governos teimarem em não querer reformar as velhas instituições políticas, os povos hão de ser necessariamente reformadores"50, argumentando, inclusivamente, o sujeito «povo» como um acto/agente importante, e que teria ganha essa preponderância na França revolucionária, "Neste estado de coisas, que a ninguém agradavam, fez o povo o seu catorze de Julho de 1789; e desde então já não foi impossível impedir que o Povo fosse reformador"51. O povo como sujeito/agente revolucionário começava pois a ser equacionado, e isto tendo em conta as revoluções de 1820, que foram essencialmente um produto de elites. Num outro número, referindo-se à inevitabilidade da revolução ou de revoluções, fruto da degeneração de um Estado (de leis, costumes e de abuso de poder), pugna-se pela total substituição destes52. Porém, porque falham as revoluções? Pela falta de prática e de implementação dos pressupostos revolucionários: "a razão porque a maior parte das revoluções políticas, ainda as mais necessárias, e justas, nunca vão avante, e nunca prosperam; pois que o povo se julga enganado, se nellas não acha realizadas as vantagens que se lhe prometeram"53. Uma das figuras cimeiras do liberalismo português, Almeida Garrett, legou igualmente um importante e significativo trabalho escrito ao longo dos tempos do exílio, e com um sugestivo título, Portugal na Balança da Europa. Publicado em 1830 no exílio, e possivelmente animado pela revolução do mesmo ano em França, coloca na sua narrativa em paralelo Revolução com Liberdade. Liberdade, entenda-se, contra o despotismo do Estado absolutista numa larga cronologia e geografia. Faz, obviamente, uma apologia ao "sistema de liberdade meridional"54, como lhe chama, das revoluções de 1820, demarcando-as da Revolução Francesa, que "destruía e abrasava", enquanto as de 1820 eram "poderosas e serenas". Mantinha assim a ideia da revolução pacífica que tinha caracterizado parte do discurso liberal nos inícios do vintismo. Mas o campo de experiência, com o fracasso desta primeira revolução, tinha-se alargado e o autor reconhece os fracassos, traçando um diagnóstico. Na sua visão, as revoluções de 20 50 Paquete de Portugal, vol. I, 1829, pp. 150-151 Idem, p. 152. 52 Paquete de Portugal, vol.3, 1830, p. 112. 53 Idem, p. 113. 54 Almeida GARRETT, Portugal na balança da Europa, Lisboa, Livros Horizonte, 2005 [1830], p. 41. 51 29 tinham sido revoluções militares, mas tinha sido precisamente este pormenor que tinha ditado o seu fim; refere que "Certo é que sem o auxílio da força armada era impossível qualquer revolução no estado daqueles países. Mas fazer-se do que só devia ser auxilio, agente único e exclusivo, eis aí o grande, o máximo, o capital erro das revoluções peninsulares de 1820"55. Ou seja, o facto de o "povo" não ter sido um agente activo no processo revolucionário, dando-lhe sustentabilidade pela base, terá sido um dos motivos pelo fracasso da primeira revolução. Para ele, teria de haver um equilíbrio entre os dois corpos, ou seja, "fazer a revolução militar e civil". É bastante discutível que na altura, com as características que a população portuguesa possuía (maioritariamente analfabeta, rural e pobre) fosse possível convocar a totalidade do corpo que pretendia. Não obstante, convém notar que estamos perante um primeiro exemplo da ideia de uma "revolução popular" com sentido positivo. Mas, note-se, não na lógica de «revolução popular» que veremos anos mais tarde com a Maria da Fonte, espontânea por parte das populações. Curioso é notar a forma como Garrett apelida a Belfestada: como "como revolução ilegítima", por não ter tido preparação um alguém capaz à sua frente. De qualquer forma, o ano de 1830, o "Waterloo dos Povos" como lhe apelidou, viria, no seu entender, a ser um passo importante no derrube definitivo das monarquias absolutas na Europa. Um outro aspecto interessante de notar neste escrito de Garrett, é o nexo de Liberdade que este encontra não só no contexto das revoluções europeias, mas inclusivamente no continente americano, quer a Norte ou a Sul. Num certo sentido, seria possível fazer um pequeno paralelo com uma ideia de "revolução atlântica" desenvolvida pelo autor espanhol Blanco White56. A terminar o texto, Almeida Garrett é bastante peremptório em relação a uma eventual união com Espanha neste conturbado contexto político, "Talvez uma Federação...Mas suspendamos por ora todas as reflexões sobre este objecto"57. A solidariedade internacional dos exilados, mormente dos ibéricos, conheceu episódios que merecem algum destaque. É verdade que em contexto de exílio se formaram sociedades que ajudaram a estreitar os laços de ajuda ou de comunicação entre os 55 Idem, p. 41-42. Carlos SECO CERRANO, «Blanco White y el concepto de revolución atlántica», in GIL NOVALES, Alberto (ed.), La Prensa en la Revolución Liberal: España, Portugal y America Latina, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1983, pp. 265-275. 57 Almeida GARRETT, Portugal na balança da Europa, p. 133. 56 30 diferentes emigrados. Existiram várias ao longo dos anos, em que pertenceram espanhóis, portugueses e italianos, como o «Centro Universal de Actividade Patriótica» ou a «Société Cosmopolite» fundada em 1826, em Paris, pelo General Lafayatte. Porém, uma momento importante marcou essa estreita colaboração ibérica: a ideia de D. Pedro como rei que unisse as duas coroas58. Possivelmente, a frase de Almeida Garrett referia-se a este plano que, como se sabe, não chegou a ser concretizado. Considerações finais As lutas internas nos dois países prolongar-se-iam para lá da década de 1830 nos dois países, quer por oposição ao absolutismo ou sectores mais conservadores, como em lutas internas entres as famílias liberais. A consolidação definitiva dos regimes liberais constitucionais, pelo menos na sua forma definitiva, foi, portanto, sinuosa e conflituosa. Do período analisado que considerações podemos tirar? Os dois países, com algumas nuances significativas, partilharam experiências políticas e históricas relativamente semelhantes. No fundo, e como sugeriu Almeida Garrett, encontram-se numa balança europeia. Os apontamentos lexicais que aqui tentámos evidenciar, centrados no conceito de revolução, permitem-nos observar tanto semelhanças como diferenças. Num primeiro momento um desfasamento no que toca à absorção do novo entendimento semântico que revolução passou a ter a partir da Revolução Francesa, demonstrado nos diferentes cenários que ocorreram na Península Ibérica. Em Espanha, como se viu, Revolução passou a assumir o carácter de mudança de regime mais cedo do que em Portugal. Nas vésperas de 1820, os significados de revolução já tinham encontrados ecos idênticos nas duas culturas políticas liberais. Como se viu, uma parte importante da luta contra a monarquia absoluta foi feita e preparada a partir do exterior, sendo aqui que encontramos semânticas coincidentes. De ambas as partes, detectam-se cautelas na utilização do conceito, principalmente pelo lastro de memória deixado da Revolução Francesa. Porém, se historiograficamente se apelida de revolução os pronunciamentos mediterrânicos de 1820, a verdade é que o conceito que pareceu congregar maior 58 Braz Augusto Aquino BRANCATO, «Exilados espanhóis em busca de um rei constitucional», Estudos Ibero-Americanos, vol. XI, nº 1, 1985, pp. 78-105; Irene CASTELLS OLIVAN, «Constitucionalismo, estratégia insurreccional e internacionalismo liberal en la lucha contra el Antiguo Regimen español (1823-1831)», pp. 488-499. 31 consenso nos dois países foi regeneração, termo que melhor caracterizou, à luz dos seus actores, os propósitos a que se tinham projectado. Os exílios da década de 1820 parecem ter ditado desfasamentos. Pelo menos quanto aos seus usos. Embora a componente internacionalista liberal tenha ganho mais força neste período, pareceu-nos, pela parte dos liberais espanhóis, uma utilização mais tímida do conceito. Como aponta a historiografia, o tom conciliatório, e o desgaste que o conceito a que tinha sido sujeito nos anos anteriores e as suas desilusões, parecem ser as razões para que o conceito não apareça frequentemente evocado. Por oposição, a cultura política exilada portuguesa pareceu apostar com maior fulgor na sua utilização. Não porque o conceito tenha adquirido semânticas novas, mas essencialmente porque este passou a ser entendido como um fio condutor explicativo dos últimos anos. privilegiando as análises históricas tendo como base este conceito, colocando-o, obviamente, como categoria central na acção política que se pretendia desenvolver. 32 Liberales exaltados y progresistas: aspectos ideológicos de dichas formaciones con vistas a la construcción de un sistema político liberal en España Sophie Bustos (Universidad Autónoma de Madrid) Angel Ramón Poveda Martínez (Universidad Autónoma de Madrid) Introducción El propósito de esta comunicación es examinar distintos aspectos programáticos de los liberales exaltados del Trienio Liberal (1820-1823) y progresistas (1834-1844). Para ello, en un primer tiempo, analizaremos elementos propios de la ideología exaltada especialmente su interpretación de la Constitución de Cadiz, vinculada con sus prácticas políticas-. Luego, incidiremos en los liberales progresistas, con el fin de ver en qué medida retomaron algunos de los valores y preocupaciones desarrollados por los exaltados del Trienio. Los liberales exaltados Durante el régimen conocido como Trienio Liberal (1820-1823), los liberales se dividieron en dos grupos: moderados y exaltados. Ambos grupos compartían la Monarquía como forma de gobierno, pero cada uno elaboró su propia interpretación de la Constitución de Cádiz. Mientras los moderados defendían un sistema de Monarquía Constitucional -liderada por el poder ejecutivo, es decir, el Rey y sus ministros-, los exaltados apoyaban un régimen de Monarquía Asambleria, encabezada por las Cortes, única encarnación de la soberanía nacional. Lo que dio origen a esta disyuntiva era el carácter relativamente abierto de la Constitución de 1812. Aunque en ella se planteaba la separación de poderes -entre el ejecutivo, el legislativo y el judicial- y la asignación, para cada órgano del Estado, de unas funciones determinadas, algunos puntos del código constitucional permitían una doble interpretación. Uno de ellos era la 33 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | participación del Rey de la potestad legislativa. Esta facultad, ardientemente defendida por los moderados durante el Trienio, establecía una igualdad en cuanto a las iniciativas de leyes del Parlamento y del poder ejecutivo. Pero a la vez, las Cortes estaban dotadas de importantes facultades que les permitían controlar de cierta forma la política impulsada por el Ejecutivo. Las atribuciones de los diversos poderes estatales estaban asignadas de manera bastante nítida, pero al mismo tiempo se podía observar una confusión en las tareas del Ejecutivo y del Legislativo. Apoyándose en el principio de soberanía nacional, los exaltados quisieron convertir a las Cortes en el centro del Estado mientras que los moderados defendieron las prerrogativas del poder ejecutivo y su papel predominante. Nuestra intención es desarrollar en esta parte de la comunicación algunos de los puntos de la exégesis exaltada de la Constitución de 1812, centrándonos en los dos poderes que generaron más conflictividad, el Ejecutivo y el Legislativo, con el fin de estudiar la interrelación entre su lectura del código constitucional y su ideología y prácticas políticas. Exégesis exaltada de la Constitución de Cádiz La interpretación asamblearia de los liberales exaltados planteaba que las Cortes eran el motor de la política estatal. Puede considerarse que esta postura se veía respaldada por la propia Constitución. En efecto, en el texto constitucional gaditano, características tales como el unicameralismo, la indisolubilidad de las Cortes, o el que el Rey tuviese que contar necesariamente con el consentimiento de las Cortes -o, en algunos casos, del Consejo de Estado- en todos los asuntos de importancia, hacían del poder legislativo el auténtico centro neurálgico del Estado1. En cuanto a las relaciones entre el poder ejecutivo y el legislativo, los exaltados las concebían como dialécticas. Al contrario de los moderados, que veían como necesaria cierta colaboración entre ambos poderes2, los exaltados consideraban que no podía 1 Para las facultades de las Cortes, véase el artículo 131 de la Constitución de 1812. En cuanto a las facultades del Rey, véanse los artículos 170 y 171. Es de notar que la Constitución de Cádiz recoge expresamente, en su artículo 172, una serie de restricciones al poder real. Constitución política de la Monarquía española, promulgada en Cádiz a 19 de marzo de 1812. Recuperado de internet (http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/constitucion-politica-de-la-monarquia-espanolapromulgada-en-cadiz-a-19-de-marzo-de-1812-precedida-de-un-discurso-preliminar-leido-en-las-cortes-alpresentar-la-comision-de-constitucion-el-proyecto-de-ella--0/html/000d0672-82b2-11df-acc7002185ce6064.html) 2 En palabras del conde de Toreno: « Haya unión entre las Cortes y el Gobierno y todo se vencerá ». Diario de Sesiones (en adelante DS), 4 de septiembre de 1820, p. 814. 34 haber unión entre ellos, ya que se desconfiaba del Ejecutivo -cuando se elaboró la Constitución en las Cortes de Cádiz, el poder ejecutivo era considerado como enemigo de la libertad; los liberales exaltados del Trienio reasumieron esta desconfianza-. Según este grupo político, las Cortes debían velar por la marcha del Gobierno, y había que imponer a éste el criterio parlamentario. Esta idea se tradujo, entre otros, en el uso de las solicitudes de comparecencias ministeriales. Para los moderados, éstas se consideraban útiles cuando las solicitaba un ministro -sea para exponer un proyecto de ley o informar a las Cortes sobre puntos concretos-. En cuanto a los exaltados, su uso de la comparecencia ministerial tenía un carácter intrínsecamente acusativo: se pedía la comparecencia de un ministro con el fin de que rindiese cuentas por sus actos. Y de estas peticiones de comparecencia se derivaba también la exigencia de responsabilidad ministerial. En efecto, el pedir la comparecencia de un ministro, en la óptica exaltada, se hacía para ver si « concurría alguna circunstancia para exigir responsabilidad »3. La Constitución de Cádiz recogía la responsabilidad jurídica de los ministros: en el caso de que un ministro infrinja una ley, las Cortes podían exigirle la responsabilidad penal4. Sin embargo, a ojos de los exaltados, este tipo de responsabilidad no era lo suficientemente pujante como para poner diques a los actos de los ministros. En este sentido, aquella corriente liberal se decantó por la responsabilidad política, que correspondía con su idea de controlar estrechamente la actividad del poder ejecutivo, pues esta responsabilidad planteaba que los ministros debían responder de los actos cometidos en el ejercicio de sus funciones cuando se consideraban contrarios al espíritu de la Constitución. Ya desde el primer año del régimen, en varias ocasiones, se pidió la comparecencia de un ministro con el fin de exigirle la responsabilidad política. Un caso emblemático puede encontrarse en septiembre de 1820, a raíz de la orden de disolución del llamado Ejército de la Isla, aquel cuerpo que Riego había encabezado en los primeros meses de 1820 para llevar a cabo el pronunciamiento. Esta orden de disolución emanó del 3 Ignacio FERNANDEZ SARASOLA: Poder y libertad: Los orígenes de la responsabilidad del Ejecutivo en España (1820-1823), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 2001, p. 618. 4 La Constitución de Cádiz prevé la exigencia de responsabilidad a un ministro por parte de las Cortes en los casos de extralimitación del poder ejecutivo. Véanse los artículos 172, apartado undécimo (responsabilidad de los ministros en el caso de que firmen la orden de privación de libertad de un individuo que no representa una amenaza para la seguridad del Estado) y los artículos 226 (« Los secretarios del Despacho serán responsables a las Cortes de las ordenes que autoricen contra la Constitución o las leyes, sin que sirva de excusa haberlo mandado el Rey »), 228 y 229 (relativos a la formación de una causa, remitida al Tribunal Supremo de Justicia, que era el órgano encargado de llevar a cabo el juicio). Constitución política de la Monarquía española… 35 ministro de Guerra, el marqués de las Amarillas, conocido por su compromiso realista. Aunque Fernando VII cesó al marqués -por las numerosas protestas elevadas en contra de la orden de disolución-, varios diputados exaltados, en las Cortes, solicitaron la presencia del resto de ministros para conocer los motivos que llevaron a esta orden y, en definitiva, exigirle la responsabilidad al Gobierno. En efecto, los diputados exaltados consideraban esta orden de disolución como impolítica, pues se castigaba a los hombres que habían hecho posible el restablecimiento de la Constitución en 1820. Esta propuesta desencadenó un debate de gran magnitud, porque en opinión de los liberales moderados no podía exigirse responsabilidad al Gobierno puesto que solo había usado de sus prerrogativas, en este caso el separar del mando militar a algunos individuos, y ninguna ley había sido infringida. El hecho de que estos individuos fuesen beneméritos de la Nación no cambiaba nada, pues todos los hombres son iguales ante la Ley, incluso, « no hay ninguno que no sea pequeño ». El pedir responsabilidad era entonces un « negocio ajeno enteramente »5 a las facultades del cuerpo legislativo. Frente a eso, los exaltados insistían en que el Gobierno, a pesar de haber actuado dentro de sus facultades, había obrado de manera contraria al espíritu revolucionario. El diputado exaltado Istúriz, quien calificaba esta disolución de escándalo, criticaba la postura de los moderados al argumentar que este tipo de conductas (el realizar actos impolíticos sosteniendo que no podía exigirse responsabilidad porque no había infracción legal o constitucional) acabaría por poner en peligro el régimen liberal: « Se dice que no se señala artículo de Constitución infringido, ni ley a que se haya faltado; y yo replico que mañana u otro día, sin dejar de desempeñar las Cortes sus atribuciones, y el Gobierno las suyas, y sin poder evitarlo, podría llegar el momento en que las bayonetas se asomasen a esas puertas sin poder decirse que se había infringido la Constitución ni quebrantado ley alguna »6. En definitiva, los exaltados consideraban que era el deber del cuerpo legislativo, como único órgano representante de la Nación soberana, el vigilar cualquier acto que tenía que ver con la dirección y la salud del país. Las Cortes no estaban sometidas al Gobierno, al contrario, éste no podía obrar a su antojo y ellas tenían la facultad de cuestionar las acciones que estimaban impropias. 5 Las dos citas son de Martínez de la Rosa en DS, 5 de septiembre de 1820, pp. 828-829. 6 Istúriz en ibid., p. 830. 36 Prácticas políticas exaltadas Esta interpretación asamblearia que hicieron los exaltados de la Constitución de 1812 se vio reforzada, en el ámbito ideológico y de las prácticas políticas, por dos elementos fundamentales: la fiscalización de la actividad de los funcionarios y gobernantes, y la creación y fortalecimiento de una opinión pública liberal, especialmente a través de la prensa y las Sociedades Patrióticas. En cuanto a la fiscalización de los funcionarios y gobernantes, a modo de ejemplo, podemos citar el caso del nombramiento sucesivo de dos personas para el ministerio de Guerra, a mediados de 1821. A finales de agosto, Fernando VII separó al ministro de Guerra Moreno Daoíz y nombró primero en su lugar a Diego Contador y luego a Gregorio Rodríguez. Ambos nombramientos disgustaron a los liberales, y especialmente a los exaltados. El periódico exaltado El Eco de Padilla, después de recordar el por qué estos hombres no eran aptos para ejercer un cargo ministerial -entre otros, el primero por ser considerado absolutista, y el segundo por su vejez-, establecía lo siguiente: hay que respetar la Constitución y el que el Rey pueda nombrar y separar libremente a sus ministros, pero « sentimos que para ello (la elección del ministro de Guerra) no se dé a la opinión pública el influjo que debe tener en un pueblo libre. » Al fin y al cabo, si se hubiese consultado a la opinión pública, Contador y Rodríguez nunca hubiesen sido nombrados. El Eco de Padilla va aún más lejos en el razonamiento, al manifestar que puede exigirse la responsabilidad al ministro que, con su firma, había autorizado estos nombramientos, pues se trataba de decisiones impolíticas, contrarias al bien de la Nación. La responsabilidad que defiende en este caso el periódico exaltado es de tipo político: « la responsabilidad de los secretarios del Despacho no está sujeta solamente a los actos que infrinjan la Constitución, sino a los que en cualquier sentido puedan entorpecer el sistema. »7 Con lo que respeta al tema de la creación y fortalecimiento de la opinión pública, nos interesa citar el caso de la suspensión de las Sociedades Patrióticas en octubre de 1820. Estas sociedades surgieron espontáneamente a raíz del pronunciamiento de Riego en enero de 1820 y, pronto, se convirtieron en foros públicos de discusión política con cierta participación popular -especialmente labradores y artesanos-. Los liberales moderados veían en estas asociaciones una amenaza al orden -tanto el público como el legal-, y se apresuraron en suspenderlas desde octubre de 1820. Los motivos que 7 Ambas citas están en El Eco de Padilla, 4 de septiembre de 1821, pp. 277-278. 37 utilizaron para justificar esta suspensión residían, por una parte, en la ausencia de derechos naturales: cuando los hombres están constituidos en sociedad, solo existen los derechos civiles, susceptibles de ser limitados por el Estado. Por otra parte, los moderados argumentaron que la Constitución no reconocía el derecho de asociación, que era la base de las Sociedades Patrióticas. En opinión de los exaltados, la existencia de tales sociedades derivaba del ejercicio de derechos innatos, el de expresarse y el de reunirse para deliberar8. Del mismo modo, las veían como establecidas por la naturaleza, y de esta última debían provenir las limitaciones que se les podían aplicar. Por consecuente se negaban a reconocer la facultad, por parte del Estado, de disolverlas. Las Sociedades Patrióticas se basaban en el uso y disfrute de los derechos imprescriptibles del hombre, y aunque él estuviera organizado en sociedad, la naturaleza debía seguir rigiéndolas9. El Estado estaba entonces encargado de proteger los derechos innatos del ser humano, y no podía pretender que estaban sujetos a limitación. La única restricción existente era la Constitución, y ella no habilitaba al poder estatal para coartarlos. Los liberales progresistas El inicio del reinado de Isabel II fue muy traumático. La minoría de edad de la futura reina de España se ve complicada por el inicio de la I Guerra Carlista además del proceso de desmantelamiento del Antiguo Régimen y construcción del Estado liberal. Es importante remarcar, desde el principio, la no existencia de una historia acerca del partido progresista, nacido al inicio del reinado de Isabel II y que va a desaparecer con la monarquía de Amadeo I de Saboya, a pesar de la existencia de excelentes artículos a cargo de Burdiel10 o Romeo Mateo11, una estupenda compilación editada por Suárez 8 « Para expresarse y rectificar los conceptos es menester que los hombres conferencien con otros, y este derecho natural es el origen de estas sociedades que tratamos ». Lastarria en DS, 4 de septiembre de 1820, p. 814. 9 Romero Alpuente declaraba: « La naturaleza las establece y las hace libres: las trabas que deben tener son, pues, solas, las que la misma naturaleza les pone: el respeto debido a los hombres y a las leyes ». Ibid., p. 807. 10 Isabel BURDIEL: ―La tradición progresista. Historia de un desencuentro‖ en Sagasta y el liberalismo español, Madrid, Ministerio de Educación y Cultura / Ediciones del Umbral, 2000, pp. 103 -122. Isabel BURDIEL: ―Morir de éxito: El péndulo liberal y la revolución española del siglo XIX‖ en Historia y Política, Madrid, 1, (1999), pp.181 – 204. 11María Cruz ROMEO MATEO: ―Joaquín Mª López Un tribuno republicano en el liberalismo‖, en Javier MORENO LUZÓN (ed.), Progresistas. Biografías de reformistas españoles (1808 – 1939), Madrid, Taurus Editorial, 2006, pp. 59 – 98. María Cruz ROMEO MATEO: ―La ficción monárquica y la magia de la nación en el progresismo isabelino‖ en Ángeles LARIO: Monarquía y República en la España Contemporánea, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007, pp. 107 – 126; ÍD.: ―De patricios y nación: los valores de la política liberal en España a mediados del siglo XIX‖ en Mélanges de la casa de Velázquez, 35, 1, 38 Cortina12, la obra de Perter Janke13, el intento de aproximación al partido progresista (también moderado y otras tendencias) de Alejandro Nieto14 además del libro de Jorge Vilches15 y Pedro Díaz Martín16, entre otros. La Guerra contra el invasor francés derruyó parcialmente el Antiguo Régimen y plantó la semilla del ideario liberal. La vuelta de Fernando VII, la restauración del absolutismo y la corta experiencia del Trienio Liberal impidió, por el momento, su mayor aclimatación y desarrollo. Fallecido Fernando VII, parecía llegado el momento, desde el mundo liberal, de cortar el cordón umbilical con la decadente monarquía absolutista y dar la bienvenida a los ideales de libertad y transformación en profundidad de la sociedad española, con una monarquía constitucional al frente encarnada en la persona de Isabel II, princesa de Asturias y futura heredera por contar con tan solo tres años de edad. Pero los liberales se habían dividido en dos tendencias: moderados y progresistas. La vuelta del exilio de los liberales tras su permanencia en Inglaterra y Francia, el inicio de la guerra civil carlista tras la reclamación sucesoria de D. Carlos y los pasos titubeantes de María Cristina, en convivencia con los elementos reformistas dentro del absolutismo, no acaban de aclarar el panorama y plantean, de forma paralela, dos problemas conectados entre sí cuya no resolución puede afectar de forma negativa al buen funcionamiento del circuito liberal: la sucesión en el trono de la reina Isabel II por la oposición de la causa carlista y la ralentización en el proceso de implantación del liberalismo por la connivencia de la Corte con el mundo absolutista. La Historia de las Regencias de Alcalá Galiano incide en esta misma idea y habla no de una guerra sino de dos en frentes simultáneos, plano militar y político, de enorme gravedad para la vida colectiva del país. En la resolución de la primera, será clave la buena sintonía Gobierno (2005), pp. 119 – 143; ÍD.: ―Lenguaje y política del nuevo liberalismo: moderados y progresistas, 1834 – 1845‖, Ayer, 29, (1998), pp. 37 – 62; ÍD.: ―La cultura política del progresismo: las utopías liberales, una herencia en discusión‖, Berceo, Revista Riojana de Ciencias Sociales y Humanidades, 139, (2000), pp. 930; ÍD.: ―Los mundos posibles del liberalismo progresista‖ en Emilio LA PARRA y Germán RAMIREZ ALEDON (eds.), El primer Liberalismo: España y Europa, una perspectiva comparada, Valencia: Biblioteca Valenciana, (2003), pp. 287 – 314. 12 Manuel SUÁREZ CORTINA (ed.): Las máscaras de la libertad. El liberalismo español 1808 – 1950, Madrid, Marcial Pons Editorial, 2003; ÍD.: La redención el pueblo. La cultura progresista en la España liberal, Santander, Universidad de Cantabria, 2006. 13 Peter JANKE: Mendizábal y la instauración de la Monarquía constitucional en España, Madrid, Siglo XXI Editorial, 2010. 14 Alejandro NIETO: Mendizábal. Apogeo y Crisis del Progresismo Civil. Historia Política de las Cortes Constituyentes de 1836-1837, Barcelona, Ariel Editorial, 2011 (1ª. Edición). 15 Jorge VILCHES: Progreso y Libertad: el partido progresista en la revolución liberal española, Madrid, Alianza Editorial, 2001. 16 Pedro DÍAZ MARTÍN: La monarquía tutelada. El progresismo durante la regencia de Espartero (1840-1843), Alicante, Publicaciones Universidad de Alicante, 2015. 39 – Ejército, suministros de primera necesidad y material de guerra adecuados y sin retrasos junto a unos mandos militares con valor, decisión y energía para solucionar con rapidez y eficacia el conflicto. He aquí, una de las razones del valor de la figura de Espartero para convertirse posteriormente en un « mito » con la colaboración del pueblo y familias liberales: « La España se halla empobrecida con la paralización de su industria, los recursos de riqueza están agotados, ella no puede sostener por más tiempo la guerra civil que la consume y aniquila. Así es que no se oye por todas partes sino un grito general, cual es la terminación de esta guerra fratricida para poder disfrutar de la paz ».17 Por lo que respecta a la segunda, lo que preocupa a Alcalá Galiano y al Gobierno, no era el normal desarrollo de la oposición en las Cortes, sino la conjuración y la rebelión fuera de las mismas (« intereses y pasiones particulares ») que unido al conflicto bélico que se estaba desarrollando en el norte del país, producía una gran presión sobre el poder ejecutivo, que afectaba a la existencia del estado liberal y la sucesión en el trono de Isabel II. En palabras de su autor: « Esta guerra civil, nada semejante a la seguida al mismo tiempo contra D. Carlos y los suyos, era más de palabras o escritos que de obras o combate. Triunfante ya y no combatida ni tampoco agresora la rebelión, empezaron a desunirse también los que la sustentaban. Llegó la infeliz España a un estado sin igual de desconcierto; aclamando allí una cosa y allá otra; habiendo hasta un reducido distrito que proclamó la Constitución de 1812 ».18 ¿Qué nos quiere decir Alcalá Galiano con este texto? Conforme se iba acelerando el proceso de descomposición y caída del modelo del Antiguo Régimen, los liberales pusieron en marcha el proceso mediante el cual ocuparían el puesto privilegiado en el nuevo sistema organizativo/estructural de la nación española. Su deseo primigenio fue 17 Marqués DE MIRAFLORES: Memorias para escribir la historia contemporánea de los siete primeros años del reinado de Isabel II, por (…) Madrid, Imprenta de la viuda de Calero, 1844, vol. II. pp. 664-665 (Apéndice). 18 Antonio ALCALA GALIANO: Historia de las Regencias (1833-1843). Prólogo de Juan María Sánchez-Prieto, Pamplona, Urgoiti Editores, 2008 (1ª. Ed. 1846), p. 72. 40 el de monopolizar el « Poder » en exclusiva, sin tener compañeros y socios de viaje en la nueva andadura. La vuelta de Fernando VII, el restablecimiento del absolutismo y el fracaso del Trienio Liberal dejaron claro, no solo la fragilidad del ideario liberal sino también la división dentro del mundo liberal (« corrimiento /desplazamiento del dogma original del liberalismo ») que constituye de por sí un grave contratiempo porque si la imagen de cara al pueblo era polícroma, el contenido presente en la misma era difícil de desentrañar y hacer realidad por la complejidad de matices, acentos, especificidades que cada grupo hacía y, en virtud de los cuales, algunos se presentarían ante la ciudadanía, con el trascurso del tiempo, como el genuino liberalismo procedente de la misma barrica de la Constitución de 1812, por ejemplo, los demócratas y republicanos. Sin quererlo ni desearlo en principio, el liberalismo se había disgregado en varias líneas o propuestas de « familia » o « partido », cada una de las cuales se presentaba, con la colaboración de la prensa, como el liberalismo posible, el liberalismo auténtico, el liberalismo revolucionario. El equilibrio se había roto hace ya tiempo entre los progresistas -como consecuencia de su proceso de refundación (Alcalá Galiano,…)- y moderados que, gracias a su acercamiento a sectores prestos al cambio dentro del absolutismo y al llamamiento de la Regente María Cristina para el desempeño de las funciones de gobierno, se hallaban mejor situados en el poder que los progresistas. Estos estaban más distantes por su empeño en configurar una Constitución donde la figura del monarca quedaba sometida/sujeta a la misma (no en la misma posición o por encima) y sus llamamientos repetitivos a la realización de la « voluntad nacional », que favorecían más el desarrollo de la revolución que el crecimiento de la nación. La palabra clave era la libertad y siempre que la misma estuviera en cuestión, el progresismo levantaría la bandera de la revolución. Sin embargo, cuando por efecto de la revolución, el progresismo alcanzaba el poder y no traducía en « ente concreto » dicho axioma, perdía legitimidad entre las clases medias y daba pie a que el pueblo iniciara un nuevo éxodo en busca de aquel/aquellos que le proporcionara/an el oxígeno que colmara sus aspiraciones y deseos: el ejército, los demócratas, los republicanos… que se presentaban como nuevos inquilinos en el edificio liberal reclamando no solo vivienda sino también palabra y acción en la organización, desarrollo, evolución de la comunidad liberal. Llegados a este punto, nos encontramos con un elemento que es importante destacar del partido progresista y que podríamos resumir con las siguientes palabras: falta de 41 coherencia entre el plano teórico y práctico en la arena política. A pesar que el liberalismo progresista buscaba la integración política de la sociedad por medio de la ampliación de las clases medias y la asunción de dogmas como el bicameralismo, veto absoluto del monarca y derecho de disolución de las Cortes, su insistencia en el principio de soberanía nacional y la forma empleada para llegar al poder – con la ayuda de la Milicia Nacional y la posterior formación de Juntas – generaba incertidumbre en cuanto a su capacidad de incorporación, de forma pacífica, al edificio político liberal. Da la sensación, en base a estos hechos, que los elementos característicos dentro de los liberales progresistas surgen más por oposición/diálogo con las otras fuerzas liberales que por la creación de un corpus político propio y original19. « … la libertad es el orden ; que la libertad no es otra cosa que el orden legal, el orden establecido contra el despotismo… ; por lo mismo, para mi juicio, libertad y orden son sinónimos. Pero el orden debemos buscarlo no en las palabras, sino en las cosas ; no debe buscarse en una perfección imaginaria, no en una abstracción metafísica, sino en la realidad… De otro modo, nos exponemos a que a fuerza de abstracciones, cuando lo vayamos a reclamar el orden en un caso físico, nos respondan los aullidos de la sedición o los silbidos de la anarquía. El orden lo busco yo haciendo entrar todos los elementos y sobre todo los que parecen puestos fuera de la esfera de la ley, en su misma acción, convirtiéndoles así de elementos de discordia en elementos de orden : haciéndoles entrar en el sistema legal, y convirtiendo hasta la ambición en instrumento de gobierno, en vez de dejarlo ser de desgobierno. He aquí la diferencia de nuestras opiniones… Ensanchemos la esfera de las Cortes para que nunca vuelva a aparecer en España la esfera de las juntas »20 Este texto, que reproducimos aquí y perteneciente a Alcalá Galiano, nos muestra uno de los elementos más significativos y diferenciadores del progresismo frente al moderantismo: solamente la ampliación de la sociedad en un sentido político más liberal podría frenar la revolución. Para ello, era necesario, entre otras cosas, disminuir 19 María Cruz ROMEO MATEO: ―Lenguaje y política del nuevo liberalismo: moderados y progresistas, 1834 -1845‖ en Isabel BURDIEL (ed.), La política en el reinado de Isabel II,… Ayer, Madrid, 29, (1998), p. 49. Pedro DÍAZ MARTÍN: La monarquía tutelada. El progresismo durante la regencia de Espartero (1840-1843), Alicante, Publicaciones Universidad de Alicante, 2015, p. 17. 20 DS, Procuradores, 8 de enero de 1836. 42 el poder de la Iglesia, impulsar el desarrollo económico y ampliar las bases sociales sobre las que se asiente el Estado liberal. El progresismo buscaba, con ello, un equilibrio en las relaciones entre el Estado y sus ciudadanos con el fin de ir avanzando a una sociedad política madura, en el sentido más estricto de la palabra. Ante la oposición de los liberales moderados a este proyecto, por miedo al desarrollo de una revolución violenta y una reestructuración de la sociedad, con la consiguiente pérdida de preeminencia social, los progresistas se verán desplazados del gobierno, tras el fin de la Regencia de Espartero, desaprovechándose una gran oportunidad de incrementar el papel de las Cortes en la vida política española y de esta manera hacer evolucionar el sistema político liberal español hacia formas políticas cada vez más cercanas al ideario democrático. Conclusión Temas como el de la responsabilidad política de los ministros o el de las Sociedades Patrióticas demuestran que, en sus prácticas políticas e ideología, los exaltados del Trieno se apoyaban en elementos que no figuraban en la Constitución. Aquello significa que esta corriente política interpretó la Constitución de Cadiz de una forma que superaba la literalidad del texto. Este último elemento puede considerarse de dos maneras. La primera interpretación inclina a pensar que los exaltados eran liberales utópicos, totalmente desconectados de la realidad política de su época. Su inflexibilidad a la hora de defender temas como el de la responsabilidad política de los ministros pudo haber sido la fuente de muchos enfrentamientos con los moderados. En cuanto a la segunda interpretación, que es la que defendemos aquí, consiste en afirmar que, para su época, los exaltados ya tenían prácticas políticas modernas, que superaban la interpretación «a la baja»21 que hicieron los moderados de la Constitución de Cadiz. El progresismo como tendencia político liberal nace al mismo tiempo que el moderantismo. Proviene de la rama más radical del liberalismo, a la que se denominó 21 «… el gobierno había desamortizado casi todos los bienes eclesiásticos y removido casi todos los obstáculos a las libertades públicas. Ese casi ambiguo marca precisamente la distancia que media entre unos y otros: entre moderados como el conde de Toreno, que abogan por un compromiso entre aristocracia, burguesía y Corona, con exclusión del pueblo y sacrificio del patrimonio de la Iglesia, y liberales íntegros que aspiran a llevar a la vida cotidiana el espíritu (…) de la Constitución. Los primeros pretenden una revisión a la baja del texto gaditano (…). Son casi partidarios de la Constitución. Los exaltados, en cambio, quieren toda la Constitución, sin alteración ni merma de sus postulados. Lo que estaba en discusión, por tanto, no era el tempo político de la Revolución liberal sino su techo democrático. » Juan Francisco FUENTES ARAGONES (ed.): Si no hubiera esclavos no habría tiranos, Madrid, El Museo Universal, 1988, p. 7. 43 exaltada y exaltados fueron desde entonces los integrantes del grupo político que tomó el poder encabezado por Evaristo San Miguel y todavía en 1834, al referirse a las facciones políticas del sistema liberal, se utilizaban los conceptos moderado y exaltado. No obstante, en las elecciones de 1836, en la prensa de la época, aparece ya la denominación de progresista para calificar al grupo más radical que ganó las elecciones. Al acercarnos a su programa, pueden detectarse algunos puntos claros que pueden servir para diferenciarlos del moderantismo: el principio de soberanía nacional frente al de la soberanía compartida entre el rey y las Cortes; Milicia Nacional, como fuerza garantizadora de sus aspiraciones políticas; la libertad de expresión sin previa censura, relegando a los jurados de imprenta la misión de calificar los delitos; la lucha contra los impopulares impuestos de consumos y el estanco de sal y por último, la elegibilidad de los Ayuntamientos y Diputaciones frente al sistema de designación directa, que apoyaban sus oponente políticos (los moderados). Con su llegada al poder, su intención fue la de transformar el liberalismo haciéndolo accesible a sectores más amplios de la sociedad. Si se quería evitar la revolución, había que reducir los efectos de la misma y para ello, era importante que cada vez más población disfrutara de la bondades (a nivel político - ampliación del censo electoral-, económico - desarrollo de la industria y construcción del ferrocarril- y social - ampliación de las clases medias-) del sistema político liberal. A ello, hay que añadir que las contiendas en el Parlamento, el desarrollo de la prensa y la movilización de la calle son otros factores que contribuirán a ir definiendo los contornos ideológicos y su actitud en la práctica de estas dos tendencias del liberalismo claves en el reinado de Isabel II. 44 Legislación educativa y formación de la identidad nacional de Cuba en el siglo XIX José Antonio Cañizares Márquez UNED Con la construcción de los estados liberales en el siglo XIX se producen profundos cambios en las sociedades europeas que posibilitan la implantación de sistemas de educación nacional, no obstante, la educación como sistema establecido ya había surgido como una necesidad del mercado con la Revolución Industrial. En España el siglo XIX está marcado por la vertebración de un sistema educativo liberal donde el avance de la educación estatal hacia la educación nacional es bastante más lento que el que se produce en otros países europeos más avanzados. En el proceso de formación de la nación cubana tuvo una importancia fundamental la implantación de la educación, la escuela tuvo un papel muy relevante en la construcción de la nación creando identidad. La eliminación de la esclavitud supuso la necesidad de importar mano de obra, y la progresiva incorporación de mejoras técnicas a la industria del azúcar requería una mano de obra mínimamente cualificada. En este contexto el Estado asumió el papel de cualificar y acreditar a los jóvenes para el ejercicio de las nuevas profesiones, la educación asumió nuevas funciones. En la formación de la identidad nacional tuvo una importancia decisiva el papel de los profesores que se unen a la causa independentista a partir de la insurrección de 1868, en ese contexto se empezó a configurar una mentalidad colectiva común en torno a la adquisición del sentimiento de pertenencia a una identidad nacional propia 45 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | independiente de la metrópoli. En Cuba, el colonialismo es la clave esencial en la formación de la identidad nacional. Orígenes ideológicos del sistema educativo en el siglo XIX y estudio comparado de la legislación educativa en Cuba y España La escuela pública en España tiene su origen en la Constitución de 1812 en la que por primera vez se establece que la responsabilidad única en materia educativa corresponde al Estado. En el título IX dispone la obligación de establecer escuelas de primeras letras en todos los pueblos del reino; universalidad, igualdad, uniformidad y libertad son los principios sobre los que debería organizarse la instrucción pública1. Son decisivas las aportaciones culturales de la Ilustración, los ilustrados españoles están obsesionados con la extensión de la instrucción a las capas populares, aunque todavía en el siglo XIX la educación tenía un componente clasista, en Cuba hasta 1864 para acceder a la segunda enseñanza se exigía acreditar la limpieza de sangre2. La revolución liberal tiene uno de sus pilares en la lucha por la implantación de una enseñanza universal, laica, igualitaria, democrática, gratuita y científica a través de una escuela pública que se debía distanciar de los parámetros dominantes hasta entonces identificados por una educación dominada por la Iglesia, se sumaba el problema de los Colegios Mayores, organizaciones de élite que se ocupaban de la segunda enseñanza en el seno de la Universidad y que llegaron a formar auténticos grupos de presión3. En la Constitución de 1812 se sientan las bases de una enseñanza universal controlada por el Estado, para formular el concepto de nación los legisladores liberales tenían que 1 Constitución de 1812, capítulo IX. Gaceta de la Habana de 31 de julio de 1864: se indicaba la necesidad de acreditar la limpieza de sangre “De orden del Sr. Director se hace saber a todos los alumnos que deseen ingresar en este Establecimiento en el año académico de 1864 a 65 que desde el primero hasta el 31 de agosto próximo está abierta la admisión a los que han de seguir los estudios de segunda enseñanza o de aplicación. Los que se dediquen a los primeros tendrán que acreditar por medio de partida de Bautismo haber cumplido nueve años de edad y justificar ante el Director su limpieza de sangre y ser aprobado en un examen de las materias que comprende la primera enseñanza elemental y especialmente de lectura, escritura, ortografía y las cuatro reglas elementales de aritmética, y los que pretenden matricularse en los segundos, además de tener diez años cumplidos serán examinados en las materias que comprende la primera enseñanza superior que son: 1º Ampliación de la Enseñanza Elemental, 2º Principios de Geometría, Dibujo lineal y Agrimensura, 3º Rudimentos de Historia y Geografía especialmente de España, y 4º Nociones generales de Física y de Historia Natural acomodadas a las necesidades de la vida. Habana, Julio 27 de 1864.- Paulino Álvarez Aguiñiga”. 3 Manuel De PUELLES BENÍTEZ: Educación e ideología en la España Contemporánea, Madrid, Tecnos, 1999. 2 46 arrancar de las manos de la Iglesia la responsabilidad de la formación de los ciudadanos4. En Memoria sobre educación pública5 Jovellanos colaboró en los inicios del sistema educativo liberal, para él la nación determina los fines de la educación, teoriza sobre la importancia de la extensión de la educación a las capas populares y la necesidad que la enseñanza se fundamente en una sólida instrucción, se plantea la instrucción como fuente de progreso económico, fe en la instrucción como motor de la producción y el crecimiento económico. Su pensamiento está cargado de optimismo pedagógico, pondrá la educación al servicio de la economía, del desarrollo general de la nación y del bienestar individual y colectivo, mantiene una posición antiescolástica y realiza una defensa a ultranza de las enseñanzas científicas y utilitarias, plantea el fomento de la industria popular a través de la generalización de la enseñanza profesional. La institucionalización de los estudios de bachillerato se fundamenta en las tesis que defiende, en la península estas ideas se implantan con el plan de estudios de 1845, en Cuba se aplicará con el plan de estudios de 1863. En la península Manuel José Quintana6 contribuyó a la mejora del sistema educativo, recogiendo las ideas de los reformadores ilustrados, creía posible la regeneración política implantando los principios liberales de la Constitución de 1812. El informe que redactó fue el primer proyecto educativo liberal que tuvo España, estaba influido por el pensamiento de Locke, Rousseau, Voltaire, Condorcet, posteriormente sus principios fueron asumidos por los progresistas. El informe no pasó de la fase de proyecto pero tuvo una enorme influencia en la legislación del sistema educativo liberal. Regulada la instrucción primaria por la ley de 1838, Antonio Gil de Zárate 7 redactó el Plan General de Estudios de 18458, conocido como Plan Pidal, por el ministro de Gobernación Pedro José Pidal, se trata del primer intento serio de crear un sistema 4 Carmen GARCÍA: Génesis del sistema educativo liberal en España, Oviedo, Servicio de publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1994. 5 Gaspar MELCHOR DE JOVELLANOS: Memorias sobre educación pública: o sea, tratado teóricopráctico de enseñanza, con aplicación a las escuelas y colegios de niños, Madrid, Biblioteca Nueva, 2012. 6 Manuel José QUINTANA: Obras completas del Excmo. Sr. D. Manuel José Quintana, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1946. 7 Antonio GIL DE ZÁRATE: De la Instrucción Pública en España, Madrid, Imprenta del Colegio de Sordo-Mudos, 1855. 8 MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CIENCIA: Historia de la Educación en España. De las Cortes de Cádiz a la Revolución de 1868, Madrid, MEC, 1985. 47 educativo liberal. El Concordato de 16 de marzo de 1851 supone la ruptura del proceso secularizador y procede a una sacralización de la enseñanza, en un intento por conciliar el liberalismo moderado con las pretensiones de la Iglesia, a cambio se procede a la devolución de bienes desamortizados al clero. Este Plan de Estudios pasaría a la Ley Moyano de 18579, ésta tuvo un amplio consenso liberal. En la enseñanza secundaria se acusaban influencias del Plan General de Instrucción Pública de 1836. Zárate creía en el poder de la instrucción como factor de progreso, su pensamiento se basa en los principios de libertad, gratuidad, centralización, inspección y uniformidad; considerado como el ideólogo del liberalismo educativo del siglo XIX, en el preámbulo del plan de estudios de 1845 se constata su pensamiento. El título segundo se ocupaba de la división de la enseñanza a la que clasificaba en primera, segunda y tercera enseñanza. En la península en 1845 comienzan a impartirse los estudios de segunda enseñanza en institutos de reciente creación como el Cardenal Cisneros en Madrid10, en 1875 ya hay 51 institutos provinciales que impartían el bachillerato completo, era muy significativa la figura del catedrático de instituto. La novela que mejor refleja la sociedad colonial cubana del siglo XIX es Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde, en Cuba se crean los institutos de segunda enseñanza en 1863, los catedráticos de segunda enseñanza ejercieron un papel muy significativo en la insurrección de 1868. En estos años la segunda enseñanza estaba destinada a las élites, la tasa de analfabetismo en 1875 en la península era del 72 por ciento, en Cuba en 1861 la tasa de analfabetismo era del 80 por ciento (70 % para los blancos y 95 % para los negros), y en 1887 la tasa todavía era del 72 por ciento (65 % para la población blanca y 87 % para la población negra). En Cuba la Real y Pontificia Universidad de la Habana se creó por Real Cédula de 23 de septiembre de 1728, la segunda enseñanza se impartía en la Universidad hasta 1863 cuando se crean los Institutos de segunda enseñanza para impartir enseñanzas académicas y aplicadas. En la Universidad de La Habana antes del plan de 1842 era indispensable ser eclesiástico para ostentar el cargo de rector y vicerrector. El plan de estudios de 1842 supuso la primera y mayor reforma de la Universidad, este plan 9 Ibid. Gloria GONZÁLEZ y Begoña TALAVERA (eds.): El Instituto del Cardenal Cisneros. Crónica de la enseñanza secundaria en España (1845-1975), Madrid, Consejería de Educación, Juventud y Deporte de la Comunidad de Madrid, 2014. 10 48 general de instrucción pública para Cuba y Puerto Rico de 1842 aumentaba las exigencias que para la península marcaba el plan de 1836, indicaba que la inspección de estudios designaba los libros de texto, sin embargo en la península el plan de estudios de 1836 no establecía la obligación de seguir texto alguno en Institutos y Facultades. Con las medidas adoptadas por el Gobernador Superior político de Cuba de 3 de abril de 1855 se le facultaba para señalar los libros de texto. Los estudios privados se convalidaban por Real Orden de 20 de mayo de 1837. En la primera mitad del siglo XIX algunas Juntas contaban entre sus actividades con la enseñanza, pero éstas fueron suprimidas por el plan de estudios de 1842, más tarde, en 1854 por Real Decreto de 17 de agosto de 1854 ―las juntas y demás corporaciones que forman parte de la Administración Pública de la isla‖ pasaban a ser cuerpos consultivos. Desde 1842 estaba previsto que los catedráticos pudieran viajar a Europa durante un año cada seis años y estaba reconocido el derecho a pensión de los catedráticos y maestros, aunque las pensiones de viudas y huérfanos no se regulan hasta 1863. La ley de propiedad intelectual de 10 de junio de 1847 establecía la protección de la propiedad literaria, disponía la obligatoriedad de depositar un ejemplar en la Biblioteca Nacional, se hace extensiva a la isla de Cuba cuatro meses después, por Real Orden de 30 de octubre, aunque se dicta la prohibición de introducir obras en español impresas en el extranjero. La Real Orden de 13 de febrero de 1868 aprobaba para las provincias de ultramar reglas para el cumplimiento de los tratados de propiedad literaria. La nueva Ley de propiedad intelectual de 10 de enero de 1879 disponía en su artículo 34 que para gozar de los beneficios de la propiedad intelectual era preceptivo entregar en la biblioteca provincial o la del Instituto tres ejemplares de cada obra, uno para la propia biblioteca, otro para el Ministerio de Fomento y otro para la Biblioteca Nacional aunque la obligatoriedad de depositar un ejemplar en la Biblioteca Nacional y en el Ministerio venía impuesta ya por la ley desde 1847. En la península la primera ley que regula el sistema educativo es la Ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857, se debe entender como una cesión del liberalismo doctrinario a la Iglesia. En este año la educación dependía del recién creado Ministerio de Comercio, Instrucción y Obras Públicas, antes, desde 1851 había dependido del Ministerio de Fomento. En Cuba, las competencias de educación dependían desde 1812 de la Secretaría de Estado y del Despacho de la Gobernación de Ultramar, a partir de 1863 la Instrucción Pública pasa a depender del Ministerio de 49 Ultramar que se crea en ese año. El plan de instrucción pública para la isla de Cuba de 15 de julio de 186311 se basa en la ley de 1857 de la península, sin embargo no se aplica de forma similar. Este plan desgaja de la Universidad los estudios de segunda enseñanza, el artículo 190 del plan de estudios de 1863 disponía la creación de los institutos de La Habana, Santiago de Cuba, Matanzas y Puerto Príncipe. Señalaba que en los presupuestos generales de la isla hubiese una partida para la instrucción pública. La ley de instrucción pública de 1857 reservaba al Ministro de Fomento la potestad de otorgar el grado de Doctor, quedando en manos del rector el grado de Licenciado. Para Cuba, en 1863, se reproduce lo dispuesto en 1857, con la única diferencia de que es el Ministro de Ultramar quien tiene las atribuciones que tenía encomendadas el de Fomento para la península. En la península, las universidades y la segunda enseñanza se regían por el reglamento de 22 de mayo de 1859, según éste correspondía al rector expedir los títulos de grado de bachiller en artes o un título pericial. Este reglamento distinguía entre premios ordinarios y extraordinarios, pero en Cuba no está reglamentado hasta 1880, aunque estaba previsto desde 1871 que se dieran premios a alumnos de primera enseñanza. Hasta la publicación en 1859 de los Reglamentos para los establecimientos de segunda enseñanza no se habían contemplado períodos extraordinarios para efectuar las matrículas ni los exámenes. Por otra parte, las hojas de servicios eran imprescindibles a los profesores para solicitar algún ascenso o distinción, a tenor de lo dispuesto en el artículo 28 del Reglamento General de Instrucción Pública de 1859, ratificado en el de la Universidad de La Habana de 1880. El Real Decreto de 26 de noviembre de 1854 regulaba la concesión de licencias a empleados de Ultramar. La Real Orden de 22 de enero de 1855 disponía que la falta de edad no fuese obstáculo para tomar parte en oposiciones, aunque por los expedientes del Archivo Histórico Nacional no hay constancia que la dispensa fuese concedida en algún momento. La Real Orden del Ministerio de Estado de 15 de agosto de 1856 regulaba las solicitudes de honores y condecoraciones. La facultad atribuida al rector en el reglamento de 1859, de proponer al gobierno los directores de las escuelas profesionales, no se recogió en la legislación de Cuba. Era preceptivo para Cuba un examen ante una comisión para convalidación de estudios y habilitación profesional de graduados en el extranjero. El Decreto de 6 de marzo de 1863 disponía que la provisión 11 Gaceta de la Habana, núm. 205 de 26 de agosto de 1863 y núm. 206 de 27 de agosto de 1863. 50 de plazas de directores de escuelas de instrucción primaria superior se hiciera por oposición. En 1866 se aprueba por Real Decreto de 3 de junio el Reglamento Orgánico de las Carreras Civiles de la Administración Pública en Ultramar, equiparaba los derechos pasivos de los empleados de Cuba a los de la península. El Decreto del Gobierno Superior Civil de 29 de diciembre de 1866 regía los estudios hechos en el Seminario. El Reglamento de provisión de cátedras de Cuba es de 7 de julio de 1867 y sólo contempla la excedencia forzosa del profesorado. Los exámenes para la convalidación de títulos ante las juntas de profesores de las facultades se regulaban por la Real Orden de 25 de febrero de 1868. En la península se aprueba el reglamento de segunda enseñanza en 1859, y en 1867 se publica el Real Decreto de reforma del profesorado y circular a los rectores de las universidades, Orovio prohibía a los profesores pertenecer a partidos políticos e implantaba la movilidad de los catedráticos, por consiguiente surgía la ―primera cuestión universitaria‖. Por los decretos de 2 de junio de 1873 en la Primera República se procedía a la abolición del juramento político y regresaban a sus cátedras los profesores separados en 1867. Con la Restauración borbónica se restablece por Real Decreto y circular de 26 de febrero de 1875 la legislación anterior al sexenio siendo ministro de Fomento el marqués de Orovio. En 1876 se aprueba una nueva Constitución, se crea una cátedra de pedagogía fröbeliana (rousseauniano) en la Escuela Normal de Madrid, siendo ministro de Fomento el Conde de Toreno, en este año tiene lugar la fundación de la Institución Libre de enseñanza. En 1881 se publica la circular dirigida por el ministro de Fomento José Luis Albareda, del primer gabinete liberal de Sagasta, circular dirigida a los rectores de las universidades en defensa de la libertad de ciencia y derogando el contenido de la circular de Orovio de 26 de febrero de 1875. En 1882 se crea el Museo de Instrucción Primaria bajo la dirección de Bartolomé Cossio, desde 1884 recibe la denominación de Museo Pedagógico Nacional. En 1900 tiene lugar la creación del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes por Real Decreto, durante la regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena, siendo presidente Francisco Silvela, el primer titular del Ministerio fue Antonio García Alix. En Cuba, con la guerra de los diez años, el gobernador lleva a cabo la reforma de la enseñanza en 1871. Coincidiendo con el tercer aniversario de la insurrección, aprueba el Decreto de 10 de octubre de 1871, el Gobernador emprende una serie de reformas que afectan a los estudios y al profesorado con las cuales se separa de lo dispuesto para la 51 península. La reforma de la enseñanza hecha por el Gobernador en 1871 ante la necesidad de cubrir numerosas vacantes se refleja en el paso de muchos catedráticos a las categorías de ascenso y término, de profesores auxiliares a catedráticos interinos y en el nombramiento de supernumerarios para varias facultades, todos ellos en calidad de interinos porque no se había cumplido el requisito de la aprobación real. El Decreto del Gobierno Superior político de 8 de agosto de 1871 prohibía cursar simultáneamente asignaturas de diferentes cursos, también prohibía la admisión a matrícula fuera de plazo, así como el anticipo de los exámenes. El Reglamento Orgánico de la Instrucción Primaria de Cuba, aprobado por Decreto del Gobierno de la isla el 17 de noviembre de 1871, reconoce las categorías de entrada, ascenso y término para las escuelas. Preveía que las autoridades locales auxiliarían a los Institutos religiosos y asociaciones dedicadas a la enseñanza. El Decreto de 29 de septiembre de 1874 regularizaba los estudios de segunda enseñanza en establecimientos privados. La Real Orden de 22 de febrero de 1879 restringía el número de alumnos insolventes en institutos para frenar ―tanta prodigalidad‖, a saber, gastar dinero con exceso y sin cuidado. El Real Decreto de 18 de junio de 1880 establece el orden y régimen de los estudios en la isla de Cuba. En él se establece la aplicación de lo dispuesto para la Península en los reglamentos de 1859 y en el Decreto de 29 de septiembre de 1874. Se reorganiza el profesorado de Cuba para asimilar su situación a la del profesorado de la Península, se equiparan los sueldos a los profesores peninsulares, marcan los sueldos y sobresueldos, una parte de los derechos académicos para los catedráticos servían para mejorar unos haberes escasos. Las plazas de menor sueldo se podían cubrir sin necesidad de oposición y el resto, mediante oposición. En la Universidad otorga la propiedad a los interinos y supernumerarios e integra a los catedráticos en los escalafones de la Península. Reconoce que ―el Gobernador General podrá conceder subvención a los institutos con cargo a los presupuestos de la isla‖ (hasta entonces no aparecen las ayudas con este nombre). El decreto también posibilitaba que los colegios de religiosos sustituyeran a los institutos en las provincias donde no los había. Todo ello se plasma en el Plan de Estudios y Reglamentos de segunda enseñanza y de la Universidad de La Habana de 188012. El Reglamento de segunda enseñanza de 7 12 Gaceta de la Habana, núm. 16, de 19 de enero de 1881. 52 de diciembre de 1880, calcado del dictado para la Península en 1859, encomienda al director del instituto el castigo de las faltas leves, la sanción de las graves compete a los consejos de disciplina, las faltas más graves debían ser confirmadas por el Gobernador. Este reglamento especifica los sueldos, sobresueldos y gratificación que corresponden a cargos y empleados, también fija lo que deben cobrar los dependientes. Según este reglamento correspondía al Gobernador General expedir los títulos de este nivel de enseñanza, posibilita que los alumnos de segunda enseñanza matriculados en plazo extraordinario, sean admitidos a los exámenes ordinarios. A partir de 1880 se suprime el grado de bachiller en facultad que había mantenido el Gobernador en la reforma de enseñanza que llevó a cabo en 1871. La legislación de 1880 permitía realizar en un año los estudios de facultad con los del año de ampliación. La Real Orden de 19 de abril de 1881 establece las bases que regulan la adquisición de publicaciones con cargo a los presupuestos de ultramar, era requisito obligatorio acompañar a la solicitud un ejemplar de la obra. Por Real Decreto del Ministerio de Fomento de 5 de octubre de 1883 se dictaban reglas para la concesión de subvenciones a particulares, sociedades o corporaciones que tuvieran como fin la ―instrucción popular‖ y se recomendaba al Gobernador la aplicación de ellas en Cuba. Por Real Orden de 25 de febrero de 1887 se regulaba la adjudicación de premios por antigüedad y mérito a los catedráticos de instituto. El Real Decreto de 5 de junio de 1887 aplicaba en Cuba lo dispuesto en la Península sobre la posibilidad de convalidar asignaturas. La ley de 16 de julio de 1887 concedía derechos pasivos al magisterio con cargo a los presupuestos generales del Estado y el derecho a pensión de sus viudas y huérfanos. La Real Orden dictada el 28 de marzo de 1889 contemplaba la posibilidad de adquirir publicaciones extranjeras, mapas, planos o grabados, siempre que su contenido contribuyera al desarrollo de las provincias ultramarinas. Para comprobar las representaciones de las obras dramáticas en ultramar se dicta el Real Decreto de 6 de diciembre de 1889 por el cual las autoridades de las provincias tenían que elevar al Gobierno General un estado mensual de obras representadas. Una Real Orden de 27 de julio de 1891, confirma los derechos adquiridos de los maestros excedentes. Por Real Decreto de 1 de febrero de 1894 se crea la Junta Central de Derechos Pasivos del Magisterio. La Real Orden de 30 de noviembre de 1898 disponía que quedara excedente todo el profesorado por cese de la soberanía española de la isla. 53 El papel de los catedráticos de segunda enseñanza en la formación de la identidad nacional cubana en el siglo XIX La mayor parte de la intelectualidad cubana y de los catedráticos de la Universidad de La Habana eran propeninsulares y manifestaron su adhesión a España, algunos defendían las ideas reformistas antes de 1868 o incluso defendían las tesis autonomistas y unos pocos abogaban por la línea anexionista con los Estados Unidos, la mayoría de los intelectuales estaban con el reformismo y el autonomismo entre 1850 y 1893. Sin embargo, los catedráticos de institutos que eran un cuerpo relativamente de élite en la administración española del siglo XIX, en un porcentaje muy significativo, sobre todo en la zona oriental de la isla, colaboraron con la causa independentista desde 1868. La insurrección empeoró el estado de la enseñanza en Cuba, aumentando el número de vacantes e interinidades y en ese contexto el papel de los catedráticos de segunda enseñanza en la formación de la identidad nacional cubana en el siglo XIX fue decisivo. Como ya indicaba el que suscribe en La política colonialista de instrucción pública en Cuba13, muchos catedráticos de segunda enseñanza: ―… tenían en común el anhelo independentista y es muy probable que transmitieran ideas revolucionarias e independentistas a sus alumnos. No es de extrañar, por lo tanto, que las autoridades españolas decidieran suprimir los institutos donde éstos enseñaban, para impedir la expansión de las ideas revolucionarias. También se ponía de manifiesto la imposibilidad de controlar el acceso a cátedras para que éstas fuesen ocupadas por los más leales al gobierno, teniendo en cuenta que el Gobernador Superior civil tenía todas las competencias para poder elegir a los candidatos a cátedras.‖ Como muchos catedráticos seguían la causa del independentismo, el Gobernador Superior Político decidió en septiembre de 1871 suprimir los institutos de Matanzas, Santiago de Cuba y Puerto Príncipe. La mayor lealtad al Gobierno General de la isla de Cuba de los profesores del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, los salvaguardaba de las medidas represivas, no obstante, algunos eran sospechosos de colaborar con los independentistas, como el director Antonio Bachiller y Morales. 13 José Antonio CAÑIZARES MÁRQUEZ: La política colonialista de instrucción pública en Cuba, Actas del XII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Madrid, UAM Ediciones, 2015. 54 Las autoridades en algunos institutos públicos ponían en cuestión la labor del profesorado, como se pone de manifiesto en el expediente instruido para la supresión (a partir del curso 1871-1872) de los institutos de Matanzas, Santiago de Cuba y Puerto Príncipe14. Estas críticas ponen de relieve que los profesores contaban con gran capacidad de influencia, y se sancionaba a los catedráticos por motivos políticos, como se puede observar en los expedientes gubernativos de catedráticos del Archivo Histórico Nacional. Asimismo en el expediente relativo a la supresión de los institutos de Matanzas, Santiago de Cuba y Puerto Príncipe, que envía el Gobernador General de Cuba Blas Villate y de la Hera, Conde de Valmaseda, al Ministro de Ultramar, manifiesta la necesidad de las medidas llevadas a cabo, principalmente por cuestiones políticas15. Para ejercer el profesorado en todas las enseñanzas se requería16: ―ser español, circunstancia que podía dispensarse a los profesores de Lenguas vivas y a los de Música vocal e instrumental, también debían justificar buena conducta religiosa y moral. Los profesores podían ser separados de sus puestos en virtud de sentencia judicial que les inhabilitaba para ejercer su cargo o por expediente gubernativo en el cual se declaraba que no cumplía con sus deberes o que infundía en sus discípulos doctrinas perniciosas, o por ser indigno por su conducta moral de pertenecer al Profesorado. El Gobernador Superior civil podía suspender al profesor por estos motivos, oída la Junta Superior de Instrucción Pública, y dando cuenta sin dilación al Gobierno Supremo con el expediente. La separación de un Catedrático por causas distintas de las expresadas sólo podía acordarse en Consejo de Ministros‖. En Cuba, para aspirar a cátedras de Instituto en 1863, se requería tener veinticuatro años cumplidos, tener el grado de Bachiller en la Facultad a que 14 Archivo Histórico Nacional, Ultramar, legajo 255, exp. 1 sobre el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, donde se envían los archivos de los institutos suprimidos y se critica al profesorado de esta forma: “… sin contar con un profesorado idóneo que estuviese en condiciones legales para la enseñanza y acreditado por sus buenas doctrinas y opiniones…”. 15 Archivo Histórico Nacional, Ultramar, legajo 272, exp. 17 sobre supresión de varios institutos y organización del de La Habana. El Conde de Valmaseda, Gobernador General de Cuba manifiesta lo siguiente: “Creo que al pasar V.E. la vista por el expediente instruido para esta parte de la reforma llevada a cabo en la pública enseñanza, no podrá menos de prestarle su apoyo convencidos de que cuanto se ha acordado han sido unas medidas por convenir así al mejor servicio público, bajo el aspecto literario, económico, y sobre todo político, y que V.E. se dignará al presentarlo esta reforma a la aprobación de S.M. apoyarla en un todo, para que recaiga en soberana sanción. Dios guarde a V.E. muchos años. Habana Junio 27 de 1872. Excmo. Sr. El Conde de Valmaseda”. 16 José Antonio CAÑIZARES MÁRQUEZ: La política colonialista de instrucción pública en Cuba, Actas del XII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Madrid, UAM Ediciones, 2015. 55 corresponda la asignatura para los estudios generales de segunda enseñanza y para los estudios de aplicación era necesario el grado de Bachiller en Facultad, para algunas asignaturas, o título Superior o Profesional de la carrera a la que correspondían los respectivos estudios. Los profesores de Lenguas vivas y Dibujo y los de Música vocal e instrumental y Declamación no necesitaban título. En 1880, para aspirar a cátedras de Instituto, se requería tener veintiún años cumplidos, tener el grado de Licenciado en la Facultad a que corresponda la asignatura para los estudios generales de segunda enseñanza y para los estudios de aplicación era imprescindible el grado de Licenciado en Facultad, para algunas asignaturas, o título Superior o Profesional de la carrera a la que correspondían los respectivos estudios. Al igual que en el Plan de 1863, los profesores de Lenguas vivas y Dibujo y los de Música vocal e instrumental y Declamación no necesitaban título. En 1863 los Catedráticos de Instituto en Cuba se dividían según su antigüedad y servicios en tres categorías, de entrada, de ascenso y de término. Formaban la primera categoría las tres sextas partes de los Catedráticos de Instituto, la segunda categoría una sexta parte de los mismos, y la tercera categoría las dos sextas partes restantes. Las plazas vacantes de Catedráticos de entrada se proveían todas por oposición. De cada dos plazas vacantes de Catedráticos de ascenso y de término se proveían, mediante concurso, una en Catedráticos de Instituto de la Península y otra en Catedráticos de Instituto de Cuba y de Puerto Rico. Los Catedráticos de entrada tenían un sueldo anual de 1000 pesos, los de ascenso disponían de 1250 pesos y 1500 los de término. Los Catedráticos de ascenso podían percibir un sobresueldo de 250 pesos y los Catedráticos de término podían tener un sobresueldo de 600 pesos. Los Catedráticos de Institutos se auxiliaban unos a otros en vacantes, ausencias y enfermedades. En cuanto a las categorías de Catedráticos y sueldos de los mismos, el artículo 209 del Plan de Estudios de 188017 establece las mismas categorías y sueldos que el Plan de Estudios de 1863. El artículo 232 del Plan de Estudios de 1863 y el artículo 174 del Plan de Estudios de 1880 establecían los motivos que dan lugar a expedientes gubernativos de catedráticos por no cumplir con sus deberes, difundir ideas revolucionarias o por conducta moral indigna. Para las penas de suspensión por más de tres meses o 17 Gaceta de la Habana, núm. 16, de 19 de enero de 1881. 56 separación era preceptivo el informe del Consejo Superior de Instrucción Pública. Los expedientes se incoaron por abandono de destino o por motivos políticos. Por decreto18 del Capitán General de Cuba Domingo Dulce de 12 de febrero de 1869, cesaban los efectos del decreto del 9 de enero de 1869, sobre libertad de imprenta. Quedaba restablecida la previa censura, no podía publicarse ningún periódico sin licencia del Gobierno Superior Político y la contravención a cualquiera de las disposiciones establecidas en el decreto sería considerada como delito de infidencia y sus autores entregados a los Consejos de guerra. Bajo la palabra de infidencia estaban comprendidos los siguientes delitos19: traición o lesa nación, rebelión, insurrección, conspiración, sedición, receptación de rebeldes y criminales, inteligencia con los enemigos, coalición de jornaleros o trabajadores y ligas, expresiones, gritos o voces subversivas o sediciosas, propalación de noticias alarmantes, manifestaciones que con fines políticos tienda a perturbar la tranquilidad y el orden público, o que de algún modo ataque la integridad nacional. También se hacía saber que los robos en despoblado, sea cualquiera el número de los ladrones, y en poblado pasando estos de tres serían juzgados por los Consejos de guerra, lo mismo que los portadores de armas prohibidas. Por la circular del 20 de abril de 186920 todos los individuos que se podía probar que hubiesen tomado parte en la insurrección dentro o fuera de la isla, se declaraban comprendidos en la circular de 15 de abril relativa al embargo de bienes de José Morales Lemus, que había sido Presidente de la Junta central republicana de Cuba y Puerto Rico, y otros. Los individuos comprendidos en la circular quedaban privados de los derechos políticos y civiles, la resolución tenía efectos retroactivos desde el día 10 de octubre cuando había comenzado en Yara la insurrección (coincidiendo con el día del cumpleaños de la reina Isabel II). Las autoridades procedían a la formación de expedientes gubernativos para justificar el delito de los individuos comprendidos en la resolución. Cuando se justificaba la culpabilidad se procedía al embargo de todos sus bienes, derechos y acciones y al dictarse el mandamiento de embargo se convocaba por los periódicos o por cedulones a las personas que poseían cantidades, efectos o valores 18 Gaceta de la Habana, núm. 37 de 12 de febrero de 1869. Gaceta de la Habana, núm. 39 de 14 de febrero de 1869. 20 Gaceta de la Habana, núm. 97 de 22 de abril de 1869. 19 57 que pertenecían al individuo expedientado para que lo comunicaran a la autoridad gubernativa y se les prohibía terminantemente el comprar, vender, pagar, trasferir, ceder y hacer por si cualquier operación que afectara a la propiedad de los bienes embargados, los infractores quedaban comprendidos en lo dispuesto sobre delitos de infidencia, del decreto del 12 de febrero de 1869, y en consecuencia podían ser sometidos al Consejo de Guerra. En 1868 la relación de profesores del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana era la siguiente21: Antonio Bachiller y Morales, Emilio Auber y Noya, Paulino Álvarez Aguiñiga, Fernando Páez, Joaquín García Lebredo y Lladó, Antonio María Tagle y Granados, Manuel Fernández de Castro, José Luna y Parra, Ramón Querol (presbitero), Fulgencio Llorens, José García Toledo, Jesús Benigno Galvez, Isaac Carrillo y O‘Farrill, José Jofre de María Santísima, Francisco Morales López, y Claudio André Serpa. Los nombramientos de la mayoría de estos profesores aparecen en Gaceta de la Habana de 30 de septiembre de 186422. El listado de profesores del Instituto de Segunda Enseñanza de Santiago de Cuba en 1868 era el siguiente23: José Ramón de Villalón y Hechevarría, Benito José Riera, Manuel R. Fernández Rubalcaba, Francisco Losada, Federico García Copley, Pedro Celestino Salcedo y Cuevas, José Antonio Alayo y Martí, Francisco González Santos, Pedro Valdés Tapia, Francisco Martínez Betancourt, Tomás Mendoza y Durán, Francisco de Paula Barnadas (presbítero), Ismael José Bestard, Darío Crespo y Quintana, Rodrigo Rodríguez y Rodríguez, Vitaliano de J. Martínez, Ambrosio Valiente y Duany, y Bernardo Nuñez de Villavicencio. El personal docente del Instituto de Matanzas en 1868 estaba formado por24: José Quintín Suzarte Hernández Arvelo, Francisco Valdés Rodríguez, Leonardo del Monte y Aldama, Ramón María Estévez, Salvador Condaminas y Casacubarta, 21 Mariano DUMÁS CHANCEL: Guía del profesorado cubano para 1868: Annuario de Pedagogía y Estadística de la Enseñanza, Matanzas, Imprenta El Ferro-carril, 1868. La relación casi completa de los profesores de Cuba en 1868 se encuentra en esta guía. 22 Gaceta de la Habana, núm. 233 de 30 de septiembre de 1864. 23 Los nombramientos de la mayoría de los catedráticos del Instituto de Segunda Enseñanza de Santiago de Cuba se publican en Gaceta de la Habana, núm. 91 de 17 de abril de 1864 (Se habían convocado aspirantes a cátedras, dotadas con un sueldo anual de 1000 pesos cada una, en Gaceta de la Habana, núm. 57 de 8 de marzo de 1864). 24 Las fechas de los nombramientos en Gaceta de la Habana de los catedráticos del Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas son muy diversas: junio de 1864, 17 de julio de 1864, 1 de julio de 1865, 24 de julio de 1865, 28 de septiembre de 1867. 58 Sebastián Alfredo de Morales González, Bernabé Maydagan, Sixto Lima y Macías, Juan Francisco Prieto, Emilio Blanchet Bitton, Fernando Domínguez y Domínguez, Juan de Melo Moreno, Pio Campuzano, Antonio Martínez del Romero, Domingo Cartaya, Ildefonso de Estrada y Zenea, Antonio Faus (presbítero), y Jorge de la Calle. En el Instituto de Segunda Enseñanza de Puerto Príncipe (actual Camagüey) 25 la plantilla de profesores era la siguiente: José del Monte y Saray, Fernando Betancourt Vallín, Juan María García de la Linde, Cristóbal Mendoza y Durán, Manuel Monteverde, Manuel Gómez, José Freire y Góngora, Ladislao Fernández, Federico de Miranda, Oliverio de Agüero, José Antonio Pichardo Un porcentaje muy significativo de catedráticos, en torno al 43 por ciento, colaboraron con la causa independentista. Del Instituto de segunda enseñanza de La Habana hay que destacar a Antonio Bachiller y Morales, Joaquín García Lebredo y Lladó, José Luna y Parra, Claudio André Serpa y Francisco Morales López. Antonio Bachiller y Morales26 era el director, había sido decano de Filosofía en la Universidad de La Habana y catedrático de Religión y Derecho natural en la misma, en el Instituto ejercía como catedrático de Economía política, Legislación mercantil, Geografía y Estadística comercial. Abandonó sus cargos de catedrático y director, considerado infidente fue incluido en la circular de 20 de abril de 1869. En 1869 emigró a New York, donde permaneció hasta 1878 sospechoso de colaborar con los independentistas, su casa fue embargada en 187127. Fue sustituido por José Francisco Mantilla28 en abril de 1869, a su vez éste cesó en septiembre de 1869 siendo sustituido por Antonio Blanco Fernández29, lo que da una idea de la inestabilidad política del momento. Joaquín García Lebredo y Lladó30 era profesor de Aritmética y Álgebra hasta ecuaciones de segundo grado, fue catedrático supernumerario de Filosofía, emigró a España por razones políticas tras la guerra de los diez años. José Luna y Parra31 catedrático de Psicología, Lógica y Filosofía Moral, con el carácter de interino, había sido declarado infidente, 25 Expediente general del Instituto de Puerto Príncipe, Archivo Histórico Nacional, Ultramar 166, exp. 22. Gacetas de la Habana de: 30/09/1864, 16/07/1869, 17/07/1869, 10/08/1869. 27 Expediente gubernativo de A. Bachiller y Morales, catedrático de instituto, Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 147, exp. 21 28 Gaceta de la Habana 02/04/1869. Expediente personal del director del Instituto de La Habana Francisco Mantilla, Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 147, exp. 13. 29 Gaceta de la Habana 04/09/1869. Expediente personal del decano de la Facultad de Ciencias de La Habana Antonio Blanco, Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 150, exp. 9. 30 Gacetas de la Habana 30/09/1864, 04/09/1869. 31 Gacetas de la Habana 30/09/1864, 04/09/1869. 26 59 extrañado en la isla de Pinos. Claudio André Serpa32 catedrático de Física y Química, infidente, insurrecto incluido en la circular de 20 de abril de 1869. Francisco Morales López33 catedrático de Gramática castellana, había sido detenido por motivos políticos por estar en una reunión secreta sin permiso de la autoridad. Procedentes del Instituto de segunda enseñanza de Matanzas ejercieron un papel muy relevante en la insurrección José Quintín Suzarte Hernández Arvelo, Leonardo del Monte y Aldama, Ramón María Estévez, Sebastián Alfredo de Morales González, Juan Francisco Prieto, Emilio Blanchet Bitton, Fernando Domínguez y Domínguez, Domingo Cartaya, Ildefonso de Estrada y Zenea y Jorge de la Calle. José Quintín Suzarte Hernández Arvelo34 director y profesor de Economía Política y Legislación mercantil, considerado infidente se le expedienta por mala conducta política y fue cesado en 1870, se vio obligado a emigrar a México en 1868 por involucrarse en el movimiento revolucionario, al firmarse la Paz de Zanjón regresó a Cuba. Leonardo del Monte y Aldama35 catedrático de Dibujo lineal, de adorno y topográfico, infidente fue sentenciado a la pena de muerte en garrote vil, había sido miembro fundador de la Junta Republicana de Cuba36, solicitó el desembargo de sus bienes, petición que fue denegada en 1873. Ramón María Estévez37 Bachiller en Artes, Agrimensor y Perito Tasador de tierras, Perito Mercantil, ocupaba la cátedra de Mecánica industrial y Química aplicada, infidente, insurrecto incluido en la circular de 20 de abril de 1869, consta un expediente de embargo38 en el Archivo Histórico Nacional del año 1873. Sebastián Alfredo de Morales González39 miembro de la Real Academia de Ciencias de la Habana, catedrático de Historia natural y Agricultura, luchaba por la independencia de Cuba y conspiró en la insurrección de 186840. Juan Francisco Prieto41, Licenciado en Medicina 32 Gaceta de la Habana 04/09/1869. Gacetas de la Habana 04/09/1869, 18/11/1869, 01/02/1870, 12/03/1870. 34 Gacetas de la Habana 12/07/1864, 09/10/1864, 23/04/1870, 24/07/1870. 35 Gaceta de la Habana 12/07/1864. 36 Gaceta de la Habana 26/11/1870. 37 Gacetas de la Habana 12/07/1864, 17/04/1870. 38 Expediente de embargo de Ramón María Estévez, Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 5840, exp. 10. A la consulta del gobernador de Matanzas sobre quién es Ramón María Estévez, comprendido en la circular de embargos del 20 de abril de 1869, el gobernador superior político de Cuba responde que fue catedrático del Instituto de Matanzas, Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 4407, exp. 70. 39 Gaceta de la Habana 12/07/1864. 40 José Antonio CAÑIZARES MÁRQUEZ: La política colonialista de instrucción pública en Cuba, Actas del XII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Madrid, UAM Ediciones, 2015. 41 Gaceta de la Habana 12/07/1864. El Gobierno Político y Militar de Matanzas informa que no existe en el archivo de la policía antecedente alguno contra Juan Francisco Prieto, Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 4440, exp. 49. 33 60 y Cirugía por la Universidad de la Habana, nombrado catedrático de Física y Química y posteriormente catedrático de Retórica y Poética, existían sospechas de que estuviera implicado en el proceso revolucionario y el gobierno superior político solicitó informes a la policía, como consta en un expediente del Archivo Histórico Nacional, se informaba que no existían antecedentes en el archivo de la policía. Emilio Blanchet Bitton42 catedrático de Francés, declarado infidente, insurrecto incluido en la circular de 20 de abril de 1869, por expediente gubernativo43 se procedió a la separación de destino, en 1869 durante la Guerra de los Diez Años tuvo que emigrar a Nueva York por sus ideas políticas. Fernando Domínguez y Domínguez44, catedrático de Inglés, infidente, insurrecto incluido en la circular de 20 de abril de 1869 por expediente gubernativo se le separó del destino en 1868, fue sustituido por Ambrosio José González45. Domingo Cartaya46, Bachiller en Filosofía y Doctor en Medicina de la Facultad de París, catedrático de Lengua Griega, fue declarado infidente, insurrecto incluido en la circular de 20 de abril de 1869. Ildefonso de Estrada y Zenea47, catedrático de Aritmética elemental, abandonó Cuba en 1869 debido a su participación en la causa independentista y emigró a México. En el expediente que se conserva en el Archivo Histórica Nacional consta que renuncia a la plaza por motivos de salud, más allá de éstos existían motivos políticos. Jorge de la Calle48 fue declarado infidente, insurrecto incluido en la circular de 20 de abril de 1869. En el Instituto de segunda enseñanza de Santiago de Cuba se implican en el proceso independentista José Ramón de Villalón y Hechevarria, Federico Garcia Copley, Pedro Celestino Salcedo y Cuevas, Francisco Martinez Betancourt, Tomás Mendoza y Durán, Ismael José Bestard, Ambrosio Valiente y Duany y Bernardo Núñez de Villavicencio. José Ramón de Villalón y Hechevarria49, Director y catedrático de contabilidad, operaciones mercantiles, Teneduría de libros y Aritmética mercantil, 42 Gacetas de la Habana 12/07/1864, 17/04/1870. Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 147, exp. 16. Insurrectos comprendidos en circular de 20 abril 1869, Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 4447, exp. 25 44 Gacetas de la Habana 12/07/1864, 17/04/1870. Expediente gubernativo de Fernando Domínguez y Domínguez, Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 147, exp. 33. Insurrectos comprendidos en circular de 20 abril 1869, Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 4447, exp. 25 45 Gaceta de la Habana 09/05/1869. 46 Gacetas de la Habana 12/07/1864, 18/06/1870. 47 Gacetas de la Habana 12/07/1864, 12/07/1870. Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 147, exp. 31. 48 Gaceta de la Habana 17/04/1870. Insurrectos comprendidos en circular de 20 abril 1869, Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 4447, exp. 25 49 Gacetas de la Habana 17/04/1864, 05/04/1870. Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 4343, exp. 25. 43 61 infidente, solicitó el desembargo de sus bienes en 1870. Federico García Copley50 catedrático de Geografía e Historia, participó en la insurrección. Pedro Celestino Salcedo y Cuevas51, catedrático interino de Psicología, Lógica y Filosofía moral, declarado infidente, fue deportado político. Francisco Martínez Betancourt52, profesor de instrucción secundaria elemental y superior, y catedrático de Gramática latina y castellana, considerado infidente, se le separa de la cátedra en 1870, en 1869 Gracia y Justicia había solicitado informes sobre la existencia de antecedentes políticos. Tomás Mendoza y Durán53, era hermano de Cristóbal Mendoza, había sido catedrático de Historia natural, militaba en el grupo de combatientes que se incorporaron al proceso revolucionario, colaboraba en la prensa54 y escribió dramas, comedias y zarzuelas, llegó a ser comandante, firmó junto a otros el manifiesto independentista de los expedicionarios de la goleta Galvanic y participó el 16 de agosto de 1869 en el ataque a las Tunas donde murió. Ismael José Bestard55, catedrático de Doctrina cristiana e Historia sagrada, colaboró con los independentistas. Ambrosio Valiente y Duany56, Secretario y catedrático de Economía Política, Legislación mercantil, Geografía y Estadística comercial, declarado infidente, insurrecto incluido en la circular de 20 de abril de 1869, conspiró en las luchas independentistas de Cuba junto a Céspedes en los días de Yara, se exilió y con la Paz de Zanjón de 1878 regresó a Cuba. Bernardo Nuñez de Villavicencio57, declarado infidente, se le realizó un expediente gubernativo por abandono el destino. Del Instituto de segunda enseñanza de Puerto Príncipe hay que mencionar a Fernando Betancourt Vallín, Manuel Gómez, José Freire y Góngora, y por encima de todos destaca el protagonismo de Cristóbal Mendoza y Durán. Fernando Betancourt Vallín58, es declarado infidente, insurrecto incluido en la circular de 20 de abril de 1869, el Gobernador Superior Político decreta que sea transportado a la península, deportado por 50 Gaceta de la Habana 17/04/1864. Gaceta de la Habana 17/04/1864. Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 4764, exp. 23 y Ultramar, 4419, exp. 20. 52 Gaceta de la Habana 17/04/1864. Expediente gubernativo de Francisco Martínez Betancourt, Ultramar, 147, exp. 25 y Ultramar, 4377, exp. 41. 53 Gaceta de la Habana 17/04/1864. 54 José Antonio CAÑIZARES MÁRQUEZ: La política colonialista de instrucción pública en Cuba, Actas del XII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Madrid, UAM Ediciones, 2015. 55 Gaceta de la Habana 17/04/1864. 56 Gacetas de la Habana 17/04/1864, 10/08/1869, 29/10/1970. 57 Expediente gubernativo de Bernardo Núñez de Villavicencio, Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 147, exp. 6 y Ultramar, 75, exp. 22. 58 Gacetas de la Habana 12/07/1864, 11/08/1869, 03/03/1970. 51 62 motivos políticos. Manuel Gómez59, señalado como infidente, insurrecto incluido en la circular de 20 de abril de 1869. José Freire y Góngora60, separado de la cátedra, por expediente gubernativo. Cristóbal Mendoza y Durán61, culpable de delito de infidencia, insurrecto incluido en la circular de 20 de abril de 1869, miembro fundador de la Junta Republicana de Cuba y Puerto Rico, en abril de 1869 los insurrectos instauraron un nuevo Estado republicano, designando presidente de la República a Carlos Manuel de Céspedes, para la secretaría de Relaciones Exteriores se designó a Cristóbal Mendoza que había sido profesor de lengua inglesa en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana y en el momento de la insurrección era catedrático del Instituto de Segunda Enseñanza de Puerto Príncipe, colaboró62 en Cuba Literaria, Revista de la Habana, El Siglo y El Camagüeyano que dirigió y donde publicó con el seudónimo de Legión. Cristóbal Mendoza se incorporó al proceso revolucionario en 1868, alcanzó el grado de coronel, fue sentenciado a la pena de muerte en garrote vil, pero murió fusilado por el ejército español el 30 de diciembre de 1870. 59 Gacetas de la Habana 12/07/1864, 18/03/1870, 20/03/1970. Expediente gubernativo de José Freire y Góngora, Archivo Histórico Nacional, Ultramar, 75, exp. 22. 61 Gacetas de la Habana 30/09/1864, 04/09/1869, 13/06/1869, 09/07/1869, 10/07/1869, 19/10/1869. 62 José Antonio CAÑIZARES MÁRQUEZ: La política colonialista de instrucción pública en Cuba, Actas del XII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Madrid, UAM Ediciones, 2015. 60 63 Estatuto de Bayona: espejismo de concordia Máximo Castaño-Penalva Universidad de Murcia Introducción La mayoría de los estudios sobre la España de principios del XIX han focalizado su atención en aspectos militares o políticos obviando la riqueza del análisis históricojurídico. Trabajos fundamentales como el de Miguel Artola1 nos han permitido una revisión historiográfica de uno de los protagonistas de ese periodo: los afrancesados. La visión tradicional los había abocado al vilipendio, sin embargo cuanto más se ha indagado sobre ellos, más se ha observado la complejidad de sus ideales y lo desmesurado de los reproches. Otros trabajos imprescindibles los han llevado a cabo López Tabar2, Gerard Dufour3, Claude Morange4 y Requeiro García5. Si profundizamos en el estudio del Estatuto de Bayona, en cuyo texto se aprecia la influencia afrancesada, el conocimiento sobre el complejo momento histórico se amplía. La fusión entre la Historia Política y la Historia del Derecho, singularmente el constitucional, enriquece los enfoques. 1 Miguel ARTOLA: Los afrancesados. Madrid, Ediciones Turner, 1976. Juan LÓPEZ TABAR: ―Por una alternativa moderada: los afrancesados ante la Constitución de 1812‖, Cuadernos Dieciochistas, 12 (2011), pp. 79-100. 3 Gerard DUFOUR: ―Los afrancesados o una cuestión política: los límites del despotismo ilustrado‖, Cuadernos de Historia Moderna. Anejos, VI (2007), pp. 269-277. 4 Claude MORANGE: ―A propos de <l´ainexistence> de la constitution de Bayonne‖, Historia constitucional: Revista Electrónica de Historia Constitucional, 10 (2009), pp. 1-40. 2 5 María Teresa REQUEIRO GARCÍA: Relaciones Iglesia-Estado. Afrancesados y doceañistas, Valencia, Tirant lo Blach, 2011. 65 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | La Carta Magna de Bayona siempre ha gozado de controversia entre los historiadores del constitucionalismo. Algunos no han incluido su estudio en sus obras, entre ellos Francisco Tomás y Valiente, que rehusó alegando su dudoso cumplimiento y su rechazo mayoritario por la sociedad6. Otros historiadores del Derecho, como José Manuel Vera Santos7, discrepan de la anterior interpretación y descubren lo oportuno del análisis del primer texto constitucional promulgado para España. Entre los historiadores del Derecho que mayor dedicación han prestado a la aludida Norma destacamos a Carlos Sanz Cid8, Ignacio Fernández Sarasola9, Esther González Hernández10 y María Reyes Domínguez Agudo11. Centrándonos en sus avatares, descubrimos que Napoleón, tras la ocupación española, encargó la redacción de hasta tres proyectos de constitución con la finalidad, evidente, de agradar a los nuevos súbditos de su hermano José y obtener así un aliado fiable para su Imperio. Deseaba, en definitiva, conciliar sus objetivos con los de sus potenciales aliados. El análisis de los proyectos y del Estatuto muestra las innovaciones propuestas por el Sire para transformar el nuevo Reino de su hermano, regenerar la sociedad española y modernizar el país superando el Antiguo Régimen, que a principios del XIX todavía regía en España. Comprobaremos como el Estatuto, en el fondo, procuraba un tránsito pacífico del Absolutismo al Liberalismo. Su influencia resultó más que notable para la redacción de la Constitución de 1812. Su influjo perduró en otras normas posteriores del mismo siglo. Sin duda, la voz de los afrancesados modificó el proyecto original, adaptándolo a las singularidades españolas y a sus aspiraciones políticas e ideológicas. No podríamos 6 Francisco TOMÁS Y VALIENTE: Obras completas. Volumen II, Madrid, Centro de Estudios políticos y constitucionales, 1997, p. 1.370. 7 José Manuel VERA SANTOS: ―Con perdón: algunos argumentos ―políticamente incorrectos‖ que explican la bondad del estudio del primer texto constitucional de España (o de la naturaleza jurídica, contenido e influencia napoleónica en el Estatuto de Bayona) en Enrique ÁLVAREZ CONDE y José Manuel VERA SANTOS (dirs.): Estudios sobre la Constitución de Bayona, Madrid, Instituto de Derecho Público, 2008. 8 Carlos SANZ CID: El Estatuto de Bayona, Madrid, Editorial Reus, 1922. 9 Ignacio FERNÁNDEZ SARASOLA: ―La primera Constitución española: el Estatuto de Bayona‖, Revista de derecho: División de Ciencias Jurídicas de la Universidad del Norte, 26 (2006), p. 89-109. 10 Esther GONZÁLEZ HERNÁNDEZ: ―1808 y el Estatuto de Bayona: los inicios de la «Historiografía constitucional española»‖ en Enrique ÁLVAREZ CONDE y José Manuel VERA SANTOS (dirs.): Estudios sobre la Constitución de Bayona…, pp. 251-297. 11 María Reyes DOMINGUEZ AGUDO: El estatuto de Bayona, Tesis doctoral, Universidad Complutense, 2004. 66 adentrarnos en el texto normativo sin apuntar las singularidades de uno de los actores fundamentales. Los afrancesados Los afrancesados colaboraron con las autoridades francesas desde la ocupación de España en 1808. Sus ideales no fueron homogéneos. La historiografía los catalogó como los españoles que simpatizaron o cooperaron con los invasores franceses durante la Guerra de la Independencia. Sin embargo, no todos lo hicieron por convencimiento. Juan Bautista Vilar afirma que estas adhesiones a bandos enfrentados militarmente en España, especialmente entre 1808 y 1939, dependía con asiduidad más que a razones ideológicas, a circunstancias particulares o geográficas12. Muchos actuaron por oportunismo, confiando en que su apoyo a una nueva dinastía les aportara beneficios; también los hubo que simplemente se allanaron ante una situación de fuerza; otros, los juramentados, se vieron obligados a jurar fidelidad a José I tras la derrota de Bailén en 1808 y su posterior retirada de Madrid. Tras reconquistar esta última plaza, y con el fin de ampliar sus adeptos, José I decidió que los servidores de las nuevas autoridades debían jurarle fidelidad, consciente de que debía tomar medidas más efectivas para obtener si no el afecto de sus súbditos, sí la obediencia necesaria. Por ello, no solamente intentó convencerles de las bondades de sus reformas, sino también sellar espiritualmente su sometimiento. A pesar de las circunstancias, José I también congregó un círculo de partidarios que creyeron en sus propósitos. Numerosos intelectuales e ilustrados comulgaron con sus propósitos y confiaron en sus posibilidades. La mayoría de estos afrancesados pertenecían a la corriente de la Ilustración, cuyo máximo exponente histórico en España fue la Monarquía de Carlos III. Los afrancesados de convicción coincidían en la necesidad de reformar el país, detestaban el caos y el desgobierno surgido tras el alzamiento popular de mayo de 1808. La proclama de la Junta de Bayona, reunida para elaborar el Estatuto, resulta esclarecedora: 12 Juan Bautista VILAR: La España del exilio. Las emigraciones políticas españolas en los siglos XIX y XX, Madrid, Editorial Síntesis, 2012, p. 96. 67 ―Que viváis con tranquilidad; que cuidéis de vuestros domicilios; que no os entreguéis ciegamente a los fatales desórdenes que son inseparables de las insurrecciones y asonadas; y que esperéis con pacífica confianza mejorar de suerte y de forma baxo el mando de un Monarca virtuoso… La anarquía es el mayor azote que Dios envía á los pueblos: durante ella, la licencia y el desenfreno saquean, queman, talan, cometen toda especie de desórdenes…‖13. Para estos afrancesados convencidos, principales protagonistas de este estudio, los levantamientos animaban a la anarquía y a la revolución. El nuevo rey, consideraban, aseguraría la independencia política respecto a Francia, la unidad territorial del Reino y el orden. No celebraron, ni mucho menos, las crueldades de la guerra ni la ocupación militar francesa, simplemente se amoldaron con pragmatismo, confiados en que la nueva dinastía podía beneficiar al país14. El Diario de Madrid, aspirando a pacificar el convulso entorno, difundió las pretensiones napoleónicas: ―…las noticias dé los sucesos y de las circunstancias que señalaren tan hermosos días: en suma el quadro político, filosófico y literario de la regeneración de un pueblo heroico que Napoleón sabe apreciar, y cuya gloria quiere reproducir‖15. El periódico calificó a los alzados de ―populacho‖ y la ayuda francesa de ―imprescindible‖ para garantizar la estabilidad del país: ―Veránse bien pronto reparadas las dilapidaciones del tesoro público, asegurada la propiedad, premiado el mérito, bien administrada la justicia, honrados y protegidos el 13 Proclama de los miembros de Consejos, Grandes de España y otros españoles reunidos en Bayona (8 de junio de 1808). Diario de Madrid, 15 de junio de 1808, citado por Ignacio FERNÁNDEZ SARASOLA: La Constitución de Bayona (1808), Madrid, Iustel, 2007, p. 144. 14 Juan LÓPEZ TABAR: Los famosos traidores. Los afrancesados durante la crisis del Antiguo Régimen (1808-1833), Madrid, Biblioteca Nueva, 2001, pp.142-143. 15 Diario de Madrid, 1808, hoja suelta. Recuperado de internet (hemerotecadigital.bne.es/pdf.raw?query...name=Diario+de...). 68 Comercio y la Agricultura exaltadas las ciencias y las artes, y nadie dudará entonces que necesitábamos de un verdadero Gobierno, y qué para obtenerlo era forzoso desprenderse de toda consideración que no fuese la del interés general‖16. Frente a esta corriente aparece otra que aúna al resto de españoles apolíticos, absolutistas o liberales. Para ellos, los afrancesados traicionaban a sus compatriotas, eran despreciables impíos. El periódico Semanario Patriótico recoge entre sus páginas la siguiente afirmación: ―La galo-mania era una epidemia de que adolecía infinitas gentes en los últimos años de la dominación del baxá extremeño. Los unos por adular á la envilecida corte; los otros por infatuación, y no pocos por inclinación a la degradada Francia, engrandecían á su tirano honrándole con los pomposos dictados de héroe, regenerador, nuevo Alexandro, y otras sandeces de este jaez‖ […] ―Quien dude de que existen estos animales dañinos, recorra las tertulias, cafee, calle ancha y plaza de San Antonio: verá retratada Va complacencia en sus semblantes quando viene la noticia de una desgracia nuestra; el empeño en desacreditar quanto es español, sea malo o bueno; el abultar nuestras pérdida, el amenazar siempre con grandísimos refuerzos, y el llorar con hipocresía refinada las calamidades de los pueblos donde se disputa nuestra independencia‖17. Paradójicamente, el historiador Miguel Artola en su obra Los afrancesados considera que el pensamiento de éstos lejos de congraciarse con el sistema político galo, se asemejaba más al anglosajón. No creían ni en los dogmas de la Revolución Francesa ni en el absolutismo, sino el Despotismo Ilustrado con matices18. 16 Ibid. Semanario Patriótico, 12 de diciembre de 1811, p. 2. Recuperado (www.memoriademadrid.es/fondos/.../Imp_41907_hem_spat_18111212.pd...) 18 Miguel ARTOLA: Los afrancesados, Madrid, Ediciones Turner, 1976, p. 51. 17 69 de internet En línea con esto último, confiaban en la figura del monarca como soberano y centro político superior, aunque a diferencia de los absolutistas, su legitimación no emana de la voluntad divina y debían limitarse sus potestades al tenor literal de una carta magna. El rey, estimaban, habría de esmerarse en buscar el bien común rodeado de una élite intelectual que le asesoraría con rigor. No debía repetir errores del pasado, no ansiar beneficio personal ni familiar. El sistema que ideaban aspiraba a una especie de tercera vía entre la monarquía tradicional absoluta del siglo XVIII y los nuevos sistemas enclavados en la soberanía nacional. La designación real ya no se sustentaría en la Gracia de Dios y su permanencia en el poder dependería de sus éxitos19. Rechazaban la soberanía nacional, no aspiraban a un sistema parlamentario y no confiaban en la voluntad de los ciudadanos ni en el potencial electorado, sino en el grado intelectual del gobernante y sus asesores. Frente a estas ideas, los liberales las valoraban desfasadas; para los absolutistas resultaban demasiado innovadoras al negar la designación divina del monarca y limitar sus poderes por el juramento constitucional. Las aspiraciones afrancesadas alcanzaron un importante cauce de expresión política en la Asamblea de Bayona donde el emperador presentó su primer proyecto de constitución para España. El Estatuto de Bayona La proclama de Napoleón convocando la Asamblea transmitía un anhelo de armonía y de reformismo con sus potenciales aliados. Su legitimidad y sus deseos de favorecer al Reino de España parecían inequívocos: ―Vuestros Príncipes mé han cedido todos sus derechos… Yo no quiero reynar en vuestras Provincias; pero quiero, adquirir derechos eternos al amor y al reconocimiento de vuestra posteridad. Vuestra Monarquía es vieja, mi misión se dirige á renovarla: mejorar vuestras instituciones, y os haré gozar de los beneficios de una reforma, sin que experimentéis quebrantos, desórdenes ni convulsiones… 19 Ibid, pp. 60 y 62. 70 Entontes depondré todos mis derechos y colocaré vuestra gloriosa Corona en las sienes de otro Yo mismo, asegurándoos, al mismo tiempo una Constitución que concilie la santa y saludable autoridad del soberano con las libertades y los privilegios del pueblo. Españoles: acordaos de lo que han sido vuestros padres, y mirad á lo que habéis llegado. No es vuestra la culpa, sino del mal gobierno que os regía. Tened suma esperanza y confianza en las circunstancias actuales; pues Yo quiero que mi memoria llegue hasta vuestros últimos nietos, y que exclamen: es el regenerador de nuestra patria‖20. Las directrices generales de la política española se plasmaron en la norma que ambicionaba no alarmar a la clase nobiliaria ni al clero, configurando un sistema político novedoso que respetase las tradicionales instituciones castellanas, aunque aclimatadas a los tiempos. Para ello, veremos, transmitió la idea de continuidad con el antiguo Derecho de Castilla mediante la recuperación de las llamadas Cortes, cuya vida había languidecido con el absolutismo borbónico. La prueba más evidente de la voluntad armonizadora fueron los tres proyectos de constitución elaborados en Bayona antes de su aprobación final. La pretensión apaciguadora de Napoleón quedó evidenciada al invitar a los asistentes a la Asamblea a expresar sus opiniones. Nunca se había aprobado una constitución y el formalmente titular de los derechos dinásticos invitaba a sus colaboradores a mejorar sus proyectos. En el fondo, señala Fernández Sarasola, Napoleón no pretendía una quiebra con el pasado, quería evolución pero no revolución, no deseaba violentar a la mayoritaria sociedad tradicional española con los cambios revolucionarios franceses, por ello impidió la libertad religiosa en los primeros artículos, respetó los privilegios nobiliarios e intentó agradar a los descontentos con el anterior gobierno de Carlos IV y Godoy21. La designación de José I como rey complació a los afrancesados. Respondió al deseo de mostrar la relevancia del Reino al poner a su hermano mayor al frente. Sus éxitos en Sicilia lo presentaban como un candidato ideal. El nuevo rey, en su discurso 20 ―Barcelona cautiva, ó sea Diario exacto de lo ocurrido en la misma ciudad mientras la oprimieron los franceses, esto es, desde el 13 de febrero de 1808, hasta el 28 de mayo de 1814‖, Tomo primero 1808, Barcelona, en la oficina de Antonio Brusi año 1815, p. 246. Ateneo Barcelonés, nº 315519. Recuperado de internet (https://books.google.es/books?id=4zvG_q1_fUMC). 21 Ignacio FERNÁNDEZ SARASOLA: La Constitución de Bayona (1808)…, p. 35. 71 de coronación, invitó a los súbditos a colaborar por el bien del país: ―Españoles. Yo no quiero almas bajas, y por consiguientes esclavas. Quiero de vosotros almas libres, y os quiero súbitos que en poco tiempo me ayudéis a recobrar el esplendor que en alguna época tuvo esta Nación‖22. La búsqueda de avenencia del Emperador se palpó en la redacción del juramento a la Constitución recogida en el artículo 6, que respondía fielmente a los deseos soberanos de sus seguidores españoles: ―Juro sobre los Santos Evangelios respetar y hacer respetar nuestra Santa religión, observar y hacer observar la Constitución, conservar la integridad y la independencia de España y sus posesiones, respetar y hacer respetar la libertad individual y la propiedad y gobernar solamente con la mira del interés, de la felicidad y de la gloria de la Nación Española‖23. Su compromiso expresaba la quiebra entre el Antiguo Régimen y el nuevo sistema político, y respondió a los afanes de los afrancesados: confesionalidad del Estado; sometimiento formal a la Carta Magna de los poderes del Estado; integridad y autonomía del Reino; respeto a las libertades individuales y la propiedad privada. La potestad del monarca ya no le otorgaba un poder ilimitado. El cambio y la modernidad que presagiaba el nuevo sistema evidenciaban sus aspiraciones. El viraje demostrado en Bayona no contentó, sin embargo, a todos los asambleístas. Los absolutistas no apreciaron con agrado la transmutación acordada; para ellos, el monarca ostentaba su poder por la Gracia de Dios y por Derecho divino, postura que quedó pronto marginada. La cláusula del juramento, parece apuntar, a que aquél se sometía a la fuerza vinculante de la misma, aunque luego, en el desarrollo del articulado, quedaba patente su preponderancia24. 22 Archivo Privado de José Bonarparte, leg. 13, citado por Luís BARBASTRO GIL: Los afrancesados. Primera emigración política del siglo XIX español. (1813-1820) Monografías 5, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1993 p. 55. 23 ―Estatuto de Bayona de 1808‖, Departamento de Derecho Político (U.N.E.D.), www.uned.es/dptoderecho-politico/c08.pdf. 24 Ignacio FERNÁNDEZ SARASOLA: La Constitución de Bayona (1808)…, p. 63. 72 El nuevo sistema ideado por Napoleón y sus acólitos armonizaba consejos, a semejanza del francés, con las tradicionales Cortes estamentales, que a pesar de estar subordinadas al rey serían escuchadas y valoradas. Para Enrique Gacto la Constitución ―Quiso representar un intento de equilibrio, de progreso sin ruptura, pues procuraba atraerse a los enemigos del Antiguo Régimen sin provocar a los elementos conservadores‖25. La fórmula de Bayona, fiel al ideal ilustrado, no establecía ninguna restricción de facto al monarca. Sin embargo, y para diferenciar el nuevo sistema del anterior, la Carta Otorgada albergó un programa relativamente liberal, innovador para España. Supuso un punto de inflexión: igualdad jurídica, supresión de privilegios, inviolabilidad del domicilio, abolición de la tortura, reducción de mayorazgos, unidad de códigos, libertad de imprenta, etc. Tales derechos fueron importados de las constituciones foráneas, como la de Estados Unidos de 1786 y las francesas de finales del siglo XVIII, y luego exportados a la Gaditana de 181226. Los cambios se aprecian con nitidez en el articulado del Estatuto. Descuella la disolución de la Inquisición. En el primer proyecto, en su artículo 48, Napoleón intentó derogar el Santo Oficio. No obstante, tras escuchar a los asambleístas rectificó. Probablemente el apoyo del Tribunal a la causa napoleónica convenció al Sire y reconsideró su planteamiento. Como recoge Requiero García, el Consejo de la Inquisición, había tildado de ―vergonzoso tumulto‖ el levantamiento popular del 2 de mayo27. La intención de regenerar el país no solamente se manifestó en la intención de la supresión de la Inquisición, también se deseó reducir el excesivo número de clérigos. En el primero de los proyectos se intentó, impidiendo la incorporación de nuevos novicios a las órdenes religiosas hasta que sus filas se redujesen a la mitad. Sus bienes 25 Enrique GACTO FERNÁNDEZ, Juan Antonio ALEJANDRE GARCÍA y José María GARCÍA MARÍN: El derecho histórico de los pueblos de España. (Temas y textos para un curso de Historia del Derecho), Madrid, Agisa, 1994, p. 552. 26 Vicente GARRIDO MAYOL: «Valor jurídico y político de la Constitución de 1812», Revista de la función consultiva, 19 (2013), pp. 239-255, esp. p. 251. 27 Los miembros de la Inquisición no fueron invitados a la convocatoria de autoridades eclesiásticas convocadas por José I en julio de 1808, mostrando su indudable marginación. El toque de gracia llegó con el decreto de 4 de diciembre de 1808 en el que la Gaceta de Madrid abolía el Santo Oficio: ―El Tribunal de la Inquisición queda suprimido como atentatoria a la Soberanía y a la Autoridad civil… Los bienes pertenecientes a la Inquisición se secuestrarán y reunirán a la Corona de España, para servir de garantía a los vales y cualquiera otros efectos de deuda de la Monarquía‖. María Teresa REQUEIRO GARCÍA: Relaciones Iglesia-Estado. Afrancesados y doceañistas…, p. 65. 73 improductivos, por el descenso de consagrados, serían destinados a aumentar las rentas de los demás miembros de la congregación, a gastos sanitarios o a enriquecer las arcas del Estado. Tal posibilidad no se mantuvo en el texto definitivo. El artículo primero proclamó la religión Católica exclusiva y excluyente para toda la Nación: ―La religión Católica, Apostólica y Romana, en España y en todas las posesiones españolas, será la religión del Rey y de la Nación, y no se permitirá ninguna otra‖28. No se conservó en el texto definitivo la aprobación del Código civil de influencia napoleónica, pese que el 53 del proyecto inicial introducía la codificación de las normas civiles. Otro aspecto que no prosperó fue la introducción del matrimonio civil y el divorcio, recogidos en el Código civil francés. La secularización del matrimonio, legislado en Francia desde 1804, hubiera quebrado, sin duda, el entendimiento con la mayor parte de la sociedad29. Pero no todos los proyectos iniciales fueron obviados o dilatados, otras novedades presentadas en el primer proyecto sí continuaron en la Constitución definitiva y encarnaron un cambio sustancial. Siguiendo con el orden del articulado, la creación del Secretario de Estado, en el artículo 28, significó la entrada de una nueva figura que ―refrendará todos los decretos‖. Esta autoridad era una especie de ministro que, en teoría, serviría de unión entre los ministros y el rey, permitiendo, según López Tabar, un mayor control, coordinación y cohesión entre los miembros del Ejecutivo30. El proyecto napoleónico aspiraba a reformar la cumbre del Estado, una transformación desde la cúspide, para ello contaría con nuevos órganos como el Senado, de origen francés, compuesto por los infantes de España y veinticuatro sujetos elegidos por el rey entre ministros, capitanes generales, embajadores, consejeros de Estado y consejeros reales. La edad mínima para poder acceder se establecía en 40 años. Entre sus funciones, recogidas entre los artículos 32 y 40, destaca la declaración de estado de excepción en casos graves, como amenaza militar, y la posibilidad de suspender las 28 ―Estatuto de Bayona de 1808‖, Departamento de Derecho Político (U.N.E.D.), www.uned.es/dptoderecho-politico/c08.pdf. 29 El impacto en la sociedad española de tal derecho hubiera significado una ruptura social. De hecho, el matrimonio civil fue aprobado por primera vez en 1870, con una aplicación muy relativa y el divorcio no llegó a España hasta 1932 bajo el gobierno de Manuel Azaña, siendo derogado por el general Franco y legalizado definitivamente en 1981. 30 Juan LÓPEZ TABAR: Los famosos traidores…, p. 74. 74 garantías proclamadas, aunque siempre a propuesta del rey. Carecía de cualquier potestad legislativa que residenciaba exclusivamente en el monarca. El Senado también debía velar por el cumplimiento de la libertad de imprenta y las irregularidades o abusos de autoridad por parte de la policía en casos de arrestos. Se establecía el plazo de un mes desde la detención para que, a instancia de parte, interviniese a través de una Junta de senadores formada por cinco miembros que resolverían el desafuero o lo ajustado a derecho de la actuación gubernativa. Otro de los órganos asesores del monarca recogidos en el Estatuto fue el Consejo de Estado, regulado en el artículo 52. Presidido por el rey, tendría seis secciones, una para cada competencia: justicia y negocios eclesiásticos, policía, hacienda, guerra, marina e indias. Los ministros y el presidente del Consejo Real, recogía el texto, podrían formar parte por la relevancia de sus cargos. El Consejo de Estado, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI, sería auxiliado por abogados, consultores y asistentes, resolvería en caso de conflicto de competencias entre administraciones públicas a la vez que elaboraría dictámenes sobre leyes civiles, administrativas y criminales. La intención era clara: rodear al monarca de efectivos consejeros. El modelo respondía al francés, con un Senado, con unas Cortes y con un Consejo de Estado, todos de asesoramiento y controlados en última instancia por el soberano. Además se proclamaban derechos y garantías privadas, aunque, como acabamos de comprobar, los derechos políticos se obviaron. Sin duda, uno de los aspectos más sorprendentes consistió en la delimitación de la Asamblea de Notables, denominada Cortes. Las Cortes presentadas en el primer proyecto apenas variaron del texto aprobado. En aquél se establecían 150 miembros, mientras que en el definitivo 172. Las Cortes o Juntas de la Nación era una asamblea estamental: nobleza, clero y pueblo llano. Concretamente clérigos (25), nobles (25) y el resto de procuradores provincianos (62), representantes de las ciudades e islas (30), comerciantes o negociantes (15) y universitarios o personajes ilustres (15). Los procuradores debían pertenecer a la oligarquía municipal, exigiéndoles detentar bienes raíces31. Los comerciantes también accedían a este estamento siempre que perteneciesen a familias pudientes. 31 Bienes inmuebles. 75 El papel de las Cortes aparecía en la Norma muy controlado por el monarca que podía convocarlas, prorrogarlas o disolverlas. La única limitación, al menos formal, consistía en su convocatoria al imponer el artículo 76 que debían celebrarse, al menos, una vez cada tres años. En las reuniones el ministro de Hacienda daría cuenta de los ingresos y gastos anuales del ejercicio. La principal misión de las Cortes sería fijar los gastos generales del Estado, así como promover la aprobación de decretos. También consentía que las Cortes expusieran quejas contra los ministros. La estructuración de este binomio Rey-Cortes influyó, según Vera Santos, en el ulterior constitucionalismo conservador y será defendido por las cartas magnas decimonónicas desde el Estatuto Real de 1834 hasta la Constitución canovista32. En el artículo 96 se estipulaba la obligación de la codificación en materia civil y penal en lugar de las desfasadas y maltrechas recopilaciones legislativas. El proceso respondía a la corriente europea de codificación que se extendió por Europa a finales del siglo XVIII y principios del XIX y refleja otra de las innovaciones de Bayona. Uno de los aspectos más novedosos y de gran empaque en el espíritu de la Norma consistió en la proclamación de la independencia judicial, recogida en el artículo 97. La imposibilidad de destitución de los jueces, salvo decisión del Consejo Real y por aprobación del rey, quedó sancionada. También la creación de los recursos jurisdiccionales en segunda instancia y un alto tribunal denominado ―Tribunal de Reposición‖, génesis del futuro Tribunal Supremo, que estaría formado por los miembros del Consejo Real, revelan el avance en las garantías constitucionales. No en vano el actual Tribunal Supremo surgió de las teorías jurídicas de Derecho Público elaboradas por filósofos franceses33. La celebración del juicio penal de forma pública quedó recogida en el artículo 106. De esta forma se dificultaba el oscurantismo en los procesos criminales. En el mismo artículo se establecía la posibilidad de la creación de los jurados populares como órganos jurisdiccionales, muestra evidente del deseo de acercar la justicia a los 32 José Manuel VERA SANTOS: ―Con perdón: algunos argumentos ―políticamente incorrectos‖ que explican la bondad del estudio del primer texto constitucional de España (o de la naturaleza jurídica, contenido e influencia napoleónica en el Estatuto de Bayona)‖, en Enrique ÁLVAREZ CONDE y José Manuel VERA SANTOS (dirs.): Estudios sobre la Constitución de Bayona…, pp. 393-420, esp. p. 410. 33 La idea caló también en Cádiz que no obvió la conveniencia de esta instancia judicial. 76 ciudadanos y otro síntoma de nuevos tiempos34. En el artículo 109 se establecía la creación de un Tribunal especial encargado de enjuiciar a los miembros de la familia real, cuya eficacia sería muy limitada, ya que sólo se ejecutarían sus sentencias previa aprobación del rey. Las novedades y las reformas no se limitaron al organigrama administrativo, legislativo y judicial, sino también afectando a los derechos individuales. El artículo 126 consagra la inviolabilidad del domicilio por primera vez en la historia de España. El texto denominaba la casa ―asilo inviolable‖35 exigiéndose autorización previa de una autoridad pública. Otra de las pruebas que vislumbraban la superación del Antiguo Régimen conformando el Estado Contemporáneo se aprecia en la proclamación de la libertad de imprenta, recogida en el artículo 145. Gozaba de gran amplitud y especial protección, sólo se podía denegar cuando su contenido perjudicase al Estado y se garantizaba a través de la Junta del Senado anteriormente citada. Se declaraba la igualdad en el acceso a los cargos, a pesar de la existencia de los diferentes grados de nobleza. El artículo 141 establecía que tal distinción no permitía privilegiar el acceso a cargos públicos civiles, militares o eclesiásticos, intentando de esta forma implantar un sistema de méritos. Otra de las propuestas modernizadoras fueron las modificaciones en las cargas impositivas que mostraban un sustancial cambio en el sistema fiscal. José I intentó transformar la Hacienda pública española para hacerla más eficiente y moderna. En el Estatuto se determinó la igualdad impositiva para todo el Reino. Sin embargo, la administración bonapartista no se limitó a esa equiparación, creó nuevos tributos bajo su control, como el de los juegos de azar, las rentas por alquiler, las contribuciones sobre las especies, las patentes industriales y el comercio del arte o profesión mediante el 34 Aunque en honor a la verdad su efectividad fue nula. No llegó a aprobarse hasta 1995. En la exposición de motivos de la Ley de 1995 se declara: ―Nuestro texto constitucional cumple con ello lo que puede considerarse una constante en la historia del Derecho constitucional español; cada período de libertad ha significado la consagración del jurado; así en la Constitución de Cádiz de 1812, y en las de 1837, 1869 y 1931 y por el contrario cada época de retroceso de las libertades públicas ha eliminado o restringido considerablemente ese instrumento de participación ciudadana en paralelo y como complemento a las restricciones del conjunto de sus derechos y de los instrumentos de participación en los asuntos públicos‖. Ley Orgánica 5/1995, de 22 de mayo, del Tribunal del Jurado. 35 Constitución de Bayona, www.uned.es/dpto-derecho-politico/c08.pdf. 77 previo pago de la pertinente licencia que les permitía desempeñar tal oficio 36. Las reformas fiscales ideadas por el gobierno josefista buscaban reformar el caótico sistema impositivo anterior, intentando luchar contra el fraude fiscal y la alta morosidad37. La reducción de mayorazgos, recogidas en el artículo 135 del texto definitivo, motivó honda preocupación por los ilustrados por sus perjuicios al desarrollo económico del país, ya denunciados en tiempos de Carlos III, fue presentada en el proyecto y promulgada. Finalmente los mayorazgos fueron limitados a aquéllos cuya renta sobrepasara los 5.000 pesos. El primer proyecto tan sólo permitía su existencia por concesión real38. Al final del articulado las disposiciones generales, como las prohibiciones de detención de cualquier individuo por parte de las autoridades sin autorización legal y escrita, salvo por delito fragante; la prohibición de incomunicación de los reos, salvo expresa orden judicial, que expresase se estableciese lo contrario; y la de infligir torturas o tormentos, elevándolos a la categoría de delito, prueban el progreso del texto39. A pesar de los adelantos de la Norma, la influencia del Corso rezumó en el texto, degradándolo. Antes de las garantías de los derechos y las libertades, se recogían las disposiciones generales en el Título XIII. En ellas se constitucionalizaba el pacto militar entre Francia y España. Tal inclusión evidenciaba no solamente la vinculación entre ambos países, sino la dependencia española. La obligación de mutuo auxilio aparece justo antes de la declaración de derechos, como exponente de mayor notabilidad. La alianza militar franco-española se mantuvo en todos los proyectos de constitución. Realmente la incorporación al texto normativo de una alianza militar no era apropiada para una norma de estas características y demuestra la preponderancia y el empeño francés de salvaguardar sus intereses. El orden de los capítulos no resultaba baladí. Primero dedicado al rey, su séquito, después los órganos de Consejo, Administración de Justicia, militares y para 36 Juan LÓPEZ TABAR: Los famosos traidores…, p. 53. Luís LORENTE TOLEDO: Agitación urbana y crisis económica durante la Guerra de la Independencia. Toledo (1808-1814.), Cuenca, Colección humanidades, Universidad de Castilla La Mancha, 1993, p. 100. 38 Véase Rafael GIBERT Y SÁNCHEZ: La disolución de los mayorazgos, Granada, Escuela Social de Granada, 1958. 39 La abolición del tormento en España se inició con la Orden del ministro de Gracia y Justicia Manuel de la Roda en el año 1776, aunque formalmente su derogación se proclamó en el Estatuto de Bayona. Javier CRUZ ROS: «La supresión del tormento en la Constitución de Cádiz de 1812», Revista española de la Función Consultiva, nº 19 (2013), pp. 129-144, esp. p. 133. 37 78 concluir los derechos y libertades individuales. La Corona, y no las Cortes, era la piedra angular del sistema. La soberanía, como afirma Manuel Martínez Sospedra, residía en el rey, su preeminente lugar en el texto constitucional lo evidenciaba y como decía el nombrado autor: ―En política, y en Derecho constitucional, el orden de los factores siempre altera el producto‖40. Como hemos podido comprobar las reformas proclamadas en el Estatutos descubren unas aspiraciones regeneracionistas y unos anhelos de transformar el status quo anterior avanzando hacía un sistema liberal arrastrando la estructura que garantizaba el poder tradicional del monarca. Sin embargo, la realidad desveló el espejismo. El desprestigio afrancesado A pesar de los afanes reformistas no todo aconteció como se vaticinó por las nuevas autoridades. José I, desde el comienzo de su reinado, asesorado por los afrancesados, pretendió ser un verdadero monarca, servir al país y promover el regeneracionismo. Demandó a su hermano el control efectivo de España y los recursos financieros necesarios para la marcha de su administración. Sin embargo, el conflicto y el rechazo a Francia imposibilitaron su aplicación. No quiere decir esto que a José I le moviera exclusivamente el altruismo ni un repentino sentimiento de identificación con sus nuevos súbditos. Los saqueos y la ostentación del monarca se descubrieron notables y las denuncias de sus pillajes numerosas. El célebre expolio tras su definitiva huida de Madrid en 1813, desvalijando objetos procedentes del Palacio Real, del Escorial, del Archivo de Simancas, de la residencia de Godoy, de iglesias, incluso documentos del gabinete de Historia Natural, incluyendo su botín, vajillas, plata, oro, esculturas, muebles, documentos y lienzos, le deshonran41. 40 Manuel MARTINEZ SOSPEDRA: ―El Estatuto de Bayona: originalidad e imitación en la primera Constitución española‖, Cuadernos constitucionales de la Cátedra Fadrique Furió Ceriol, 58-59 (2007), pp. 95-131. 41 Benito PÉREZ GALDÓS: Los episodios nacionales. Citado por Ana Jesús MATEOS GIL: ―Expolios y saqueos. Consecuencias de la Guerra de la Independencia en el patrimonio artístico calagurritano‖, Kalakorikos, 13 (2008), pp. 71-106. 79 Además los desastres de la guerra minaron la credibilidad de los afrancesados. La ocupación de Córdoba por las tropas del general Dupont, donde los jóvenes soldados franceses violaban a mujeres españolas y saqueaban las iglesias, indignó a las clases populares. Este proceder revela la actitud francesa en las zonas ocupadas. Como describió Francois Malye: ―Córdoba sí fue saqueada después de que lo jóvenes reclutas franceses se arrojaran en las inmensas barricadas del espeso vino español, mezclado con guindillas, que los vuelve locos‖42. Los saqueos franceses, bajo el pretexto del aprovisionamiento de víveres, devinieron cotidianos. La capacidad del país para abastecer a más de cien mil nuevos soldados foráneos era francamente difícil, pero los abusos y los robos sobrepasaban la mera subsistencia. Un pariente de la emperatriz Josefina, Maurice Tascher, así lo describe: ―Sacaron millones del palacio arzobispal […] los vasos sagrados no fueron respetados en absoluto, lo que provocaba que los españoles nos mirasen horrorizados, pues dicen abiertamente que ¡prefieren que sean violadas sus mujeres antes que sus iglesias! Por lo demás hicimos ambas cosas. Los conventos de las religiosas sufrieron todo lo que puede concebir el desenfreno y los ultrajes del soldado abandonado a sí mismo‖43. Las atrocidades entre españoles y franceses se extendieron: fusilamientos, torturas, amputaciones, ahorcamientos, soldados castrados con sus miembros en la boca, etc. El panorama de la guerra española era desolador. Las carnicerías fueron brutales. En el sitio de Zaragoza, 50.000 españoles, militares y civiles, sucumbieron frente a 3.000 franceses. Los españoles colgaban muertos a sus compatriotas poco comprometidos con la lucha, dejando sus cuerpos a exposición, creando un clima siniestro44. 42 François MALYE: Napoleón y la locura española, Madrid, Edaf, 2008, p. 49. Maurice DE TASCHER: Le Journal de campagne d´un cousin de l´impératrice, 1806-1813. Citado por François MALYE: Napoleón y la locura española..., p. 58. 44 François MALYE: Napoleón y la locura española…, p. 205. 43 80 Para la mayoría de la sociedad los afrancesados los traicionaban. No podían comprender cómo defendían sus compatriotas las bondades de la nueva dinastía mientras aniquilaban sus pueblos. A la vista de los hechos, la convocatoria de Bayona por el Corso no era más que una farsa. El historiador francés Morange mostró el fingido acercamiento francés: ―[Napoleón] –écrit-il– cedió la Corona española a su hermano José; y a fin de dar a estos actos una autoridad risible, propia de la charlatanería francesa, se convocó a Bayona una junta de españoles, vendidos unos, débiles otros, nulos los más; los cuales sin comisión ni representación pública, prestaron sus firmas y su aprobación al miserable índice que Napoleón y sus secretarios decoraron con el pomposo título de constitución española‖45. En 1810 Napoleón ignoró sus compromisos anteriores. Dejó el control exclusivo de la zona de Castilla la Nueva a su hermano José; Madrid quedó bajo el general Berthier; Aragón, la zona más fronteriza con Francia, al general Mac-Donald y al general Suchet, Cataluña. Otra de las decisiones político-militares que reflejan el desprecio de Napoleón a España y a sus seguidores afrancesados fue la anexión de Cataluña a Francia a principios de 1812. El Emperador dividió la región catalana en cuatro departamentos, para tal decisión, ni contó con su hermano José ni con las autoridades españolas. Liberales y absolutistas compartían el desprecio hacía los colaboradores de los invasores franceses, incluidos aquellos que acudieron a Bayona. El periódico El duende de los cafées del viernes así lo describió: ―Voy à hacer algunas reflexioncitas, que las entenderàn todos; y mucho mas ciertos bribones […] Supongamos […] que 20, 30, ó 40 Diputados elegidos para las Cortes ordinarias, se hallasen animados de los infames deseos y detestables miras de varios satélites de Napoleón, y con el fin de trastornar el Estado y 45 Claude MORANGE: ―A propos de <l`inexistencia> de la Constitución de Bayonne‖…, p. 26. 81 proporcionar fácilmente el triunfo à aquel aborrecido tirano, se apandasen en alguna Ciudad, Villa, ó Lugar,…‖46. Con prontitud los contrarios a la invasión comenzaron la redacción de una norma fundamental en Cádiz que enterrará la impuesta por los usurpadores. Los fundamentos constituyentes de la Constitución gaditana, proclamada cuatro años después, sepultaría la labor de Bayona47. Aunque no debemos obviar que la Constitución de Cádiz poseía mayores derechos y mejores garantías, como la del Habeas Corpus48, su articulado imitó a la de Bayona, un claro ejemplo lo encontramos en la abolición de la tortura y los apremios por parte de las autoridades49. Conclusiones Con todos los aspectos negativos que existieron, el Estatuto de Bayona significó el principio del fin del Antiguo Régimen en España. A pesar de que el texto reservaba la máxima potestad del Reino al monarca, el hecho de limitar sus poderes mediante juramento, significó un retroceso en sus tradicionales poderes soberanos. Si a esta limitación sumamos unas relativas garantías para el ciudadano y unos derechos y libertades innovadores para España, quedaba claro que el proceso modernizador había alcanzado un punto de inflexión. Napoleón intentó transmitir la impresión de respetar el derecho tradicional de Castilla con nuevas instituciones más modernas que mejoraban el sistema anterior, compaginando unas Cortes estamentales tradicionales, con instituciones nuevas como el Senado y el Secretario de Despacho. Fruto de esa idea modernizadora, el régimen 46 ―El duende de los cafées del viernes, 27 de agosto de 1813‖ (1813) BNE. Hemeroteca digital, nº 27, p. 109. Recuperado de internet (hemerotecadigital.bne.es/pdf.raw?query...name=El+Duende...). 47 Fernando MARTÍNEZ: «La constitución de Bayona y la experiencia constitucional josefina», Historia y política, (2008), pp. 151-171, esp. p. 169. 48 Tal derecho consiste en la garantía de la puesta en conocimiento del juez competente del arresto del detenido en un plazo de tiempo establecido en la ley, con el fin de evitar abusos por parte de las fuerzas de seguridad. 49 Jorge NOVELLA SUÁREZ (ed.): «La constitución de Cádiz en su bicentenario (1812-2012)», en Francisco GUILLAMÓN ÁLVAREZ: Las Cortes de Cádiz, de Imperio a Nación, Murcia, Editum. Universidad de Murcia, 2013, pp. 17-46, esp. p. 25. 82 bonapartista aspiró a la trasformación del país a todos los niveles: religión, organización, justicia, impuestos, etc., aunque con un resultado nulo de facto. En Bayona se evidenció el espejismo de concordia que Napoleón intentó transmitir. A pesar de la apariencia de acuerdo y armonía, el Corso impuso las líneas maestras del nuevo orden. La primera: la autoridad soberana que recaía en su hermano. Y la segunda: el pacto militar entre Francia y España. Estos dos elementos no se negociaron y se incorporaron a todos los proyectos. El resto resultaba secundario y modificable para las autoridades galas. A pesar de las limitaciones, la Norma discurrió entre tradición y modernidad, entre el Antiguo Régimen y Estado Contemporáneo. Del aquél conservaba la superior autoridad del monarca, cuya potestad sólo se veía limitada por el Estatuto. Sin embargo, que el rey ya no lo fuera sólo por la gracia de Dios, era un cambio esencial. Si a esto añadimos la proclamación de derechos individuales vislumbraremos la tercera vía. Como sostiene José Manuel Vera Santos, la Constitución de Bayona supuso un ―aldabonazo a nuestro primigenio liberalismo‖50. 50 José Manuel VERA SANTOS: La reforma constitucional en España, Madrid, Grupo Wolters Kluwer, 2007, p. 82. 83 Familias políticas: Pervivencia de las élites contemporáneas hasta el s. XX Cristina Feria San José Universidad del País Vasco Introducción Durante los últimos años hemos oído con demasiada frecuencia la palabra élites, casta o notables para referirse a una oligarquía que disfruta de los privilegios del poder tanto político como económico, sin asumir ninguna de las responsabilidades sociales. Una clase política endogámica interesada en permanecer en el poder por encima del interés general. Pero ¿Qué es una élite? ¿Quiénes forman parte de la élite de un país? Son varios los autores que nos aportan estudios sobre las élites políticas. Tuñón de Lara1 define las élites como <<un grupo reducido de hombres que ejercen el poder o que tienen influencia directa o indirecta sobre el poder>>. Aunque la siguiente definición se refiere a la sociedad norteamericana, Wrigth Mills2 define élite como: «los círculos políticos, económicos y militares que, como un conjunto intrincado de camarillas que se trasladan e imbrican, toman parte en las decisiones que por lo menos tienen consecuencias nacionales»3. Por otra parte, Pedro Carasa define a las élites como <<colectivo o pluralidad de individuos que no toman directamente las decisiones, pero tienen influencia sobre quienes deciden>>. Por último, incluimos la definición de Montserrat Baras4 que califica a las élites como <<una minoría que dirige, que se eleva 1 Manuel Tuñón de Lara: Historia y realidad del poder. Ed. Cuadernos para el dialogo. Madrid. 1967. pp.26 2 Manuel Tuñón de Lara: Historia y realidad…pp.15 3 Pedro Carasa: <<Presentación. Las familias garantizaron la viabilidad de las élites y la sostenibilidad de los pobres>> . Historia Contemporánea. nº 49 . Pág 403-434. pp. 403 4 Montserrat Baras: <<Las élites políticas>>. Revista del centro de estudios constitucionales. nº 10. (1991). Pág 9-24. pp. 10 85 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | sobre los demás, que sobresale. El poder no recae ni en uno ni en todos, sino siempre en una minoría: la élite>>. Las élites políticas liberales inician su carrera en un contexto bélico y tienen que aprender cómo afrontar la transformación del estado, reforma de la administración y nuevas formas de representación política. Sin duda, una labor costosa que se transformó con La Restauración y con los herederos de la élite isabelina. Nuevas Élites para un Estado Liberal La restauración administrativa que se llevó a cabo con la llegada de los Borbones permitió que años más tarde hombres ilustrados de profesiones libres procedentes de la aristocracia local y de familias distinguidas, se convirtiesen en los nuevos políticos con ideas liberales de ―pueblo soberano‖ y de ―individuo-ciudadano‖. A mediados del s. XVIII se vislumbraba una nueva corriente de pensamiento al calor de los acontecimientos de la Revolución norteamericana y más tarde francesa. Este pensamiento ―rupturista‖5 buscaba no solo el reconocimiento de la propiedad privada y libertades individuales, sino derechos civiles y políticos más amplios. El cierre de las fronteras decretado por el Conde de Floridablanca que trató de que las ideas francesas no penetrasen en España, no impidió que grandes personalidades del gobierno, funcionarios, incluso parte del pueblo llano se empapase de las ideas revolucionarias. Este abanico de singularidades políticas se reflejó durante la invasión francesa en 1808 en dos grupos: los afrancesados y patriotas, que aglutinaba a los partidarios del Antiguo Régimen y liberales. Estas nuevas élites se embarcaron en la construcción de un nuevo estado basado en la representación política y la participación6 en una nueva etapa que dejaba atrás el parlamentarismo del Antiguo Régimen a pesar del superior peso de los ilustrados sobre los liberales y de la resistencia de la Iglesia en las Cortes de Cádiz. No es baladí el número de eclesiásticos que participaron en la cámara gaditana: de 306 diputados, 97 eran eclesiásticos según M. Fernández Almagro, 90, entre 291, que contabiliza Ramón Solís, y 94, entre 303, según M. Morán Ortíz7. El resto de la cámara estuvo representada 5 Ignacio Fernandez Sarasola; El primer liberalismo en España (1808-1833), Historia Contemporánea 43:pág 547-583, pp. 551 6 Pedro Carasa Soto; Élites parlamentarias de Castilla la Vieja y León en las Cortes Generales (18101874), Ediciones de la Universidad de Valladolid, Valladolid, 2014, pp.14 7 Melchor FERNÁNDEZ ALMAGRO: Orígenes del régimen constitucional en España, Barcelona, 1976, 78; Ramón SOLÍS: El Cádiz de las Cortes. La vida en la ciudad en los años 1810 a 1813, 86 por hombres de profesiones liberales como abogados, médicos, escritores, funcionarios públicos, profesores universitarios, militares así como comerciantes y propietarios. Aquellos provenientes de la función pública, y que habían realizado el <<Cursus Honorum>> tenían alguna experiencia electoral, como eran los casos de la elección de los procuradores del común en los ayuntamientos u otros procedimientos internos institucionales8. La dificultad del proceso electoral residía en la organización tanto a nivel estatal con base en el municipio y la provincia en un contexto bélico con unas dimensiones nunca antes alcanzadas. Dicha situación de inestabilidad se mantuvo prácticamente hasta el fin de las Guerras Carlistas afectando muy negativamente en la preparación, organización y desarrollo de los procesos electorales. Pero no solo eso: este contexto bélico dificultó la posibilidad de reproducción de las élites divididas en facciones, algunas con la imposibilidad de pervivencia como fue el caso de la generación del ocho o la pervivencia de dos estados en España durante la Guerra Carlista que ejercían el poder en función de la victoria de su bando9. Las élites pronto abandonaron la idea gaditana de que cada Diputado representaba a la nación para centrarse en objetivos más localistas y censitarios durante la Regencia. Aquellos hombres revolucionarios que habían pasado por el exilio en países como Francia e Inglaterra, abandonaban el modelo revolucionario gaditano y del trienio para acuñar un doctrinarismo ―posrevolucionario‖10 al estilo francés; un discurso que trata de relacionar orden y libertad, que no desvincula a la monarquía del estado y que no hace partícipe al pueblo de la vida política. De grupos o facciones políticas a partidos Uno de los obstáculos a los que se tuvieron que enfrentar los nuevos políticos liberales fue la organización y agrupación de sus ideas en partidos políticos. No podemos hablar de partidos políticos tal y como los conocemos hasta los años 30 del XIX, pero si Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1958, 250; Manuel MORÁN ORTÍ: «Conciencia y revolución liberal: Actitudes políticas de los eclesiásticos en las Cortes de Cádiz», en Hispania Sacra, 86 (1990), 487. Un análisis más pormenorizado, del mismo autor, «Los diputados eclesiásticos en las Cortes de de Cádiz: Revisión crítica», en Hispania Sacra, 42 (1990), n.° 1, pp. 35-60 en LEANDRO HIGUERUELA DEL PINO; <<La Iglesia y las Cortes de Cádiz>>, Cuadernos de Historia Contemporánea, Vol. 24, 61-80 ,(2002) , pp. 64 8 María Antonio Peña, <<El aprendizaje de la representación>>, en Pedro Carasa (Dir): Castilla la Vieja y León en las Cortes de Cádiz. Valladolid. Fundación Villalar. 2013 9 Pedro Carasa: <<Una mirada cultural a las Élites políticas en los primeros pasos del Estado Constitucional>>. Trocadero. 19. 2007. Pág 31-54. pp.43 10 El termino moderantismo posrevolucionario es utilizado por el grupo de investigación de Pedro Carasa para definir el discurso que se adapta durante la Regencia de María Cristina y que se mantendrá en el tiempo como moderantismo isabelino. Ibid…,38 87 existían grupos políticos con una ideología definida al calor de los acontecimientos. Es por ello, que durante la etapa gaditana y el trienio los liberales se dividieran en <<exaltados y moderados>>. Los exaltados se afanaron en defender el texto gaditano contra aquellos que amenazaban con el retorno al absolutismo adquiriendo tintes jacobinos al identificar cultura constitucional con liberalismo radical y democratismo republicano11. Por otra parte, los moderados habían adquirido ya posturas posrevolucionarias adquiriendo nuevas doctrinas que hiciera compatible la <<libertad de las naciones con la seguridad de los pueblos>>12, así como de mantener poderes reales que confiriesen estabilidad al sistema liberal. Aunque estos dos grupos serán los embriones de los futuros partidos moderado y liberal, Alcalá Galiano13 durante su exilio en Inglaterra clasificó los grupos existentes entre facciones y partidos. Los moderados y exaltados eran los partidos principales; de los moderados surge una facción al que se denomina <<modificadores>> o <<partido de las cámaras>> mientras que los exaltados recibían el nombre de sectas divididos en comuneros y masones. La descripción de Galiano fue el preludio de la heterogeneidad de los partidos durante toda la época isabelina. Pero, ¿quiénes eran aquellos que engrosaban las filas de los partidos? Hemos puesto de relieve que muchos de los liberales que participaron en el proceso pertenecían al funcionariado público o ejercían las llamadas profesiones libres. Podemos establecer una aproximación del perfil social de los diputados durante la época isabelina. Dentro de los moderados, los diputados poseían en su mayoría estudios universitarios de derecho y eran grandes propietarios, elemento que jugaría a su favor como propaganda electoral14. Hijos de familias acomodadas e influyentes a nivel social en su provincia o localidad. Dentro del partido progresista encontramos hombres de profesiones libres, funcionarios en su mayoría, pertenecientes a dos ramas de la administración: Justicia y Universidad. El carácter público de las profesiones de los progresistas provocó ceses y ascensos en 11 Fidel Gómez Ochoa: <<El liberalismo conservador español del s. XIX: La forja de una identidad política (1810-1840)>>, en Manuel Suárez Cortina: El liberalismo español.Historia y Política, núm. 17, Madrid, (2007), págs. 37-68. pp.47 12 ibídem…,pp.45 13 Ignacio Fernandez Sarasola; El primer liberalismo en España (1808-1833), Historia Contemporánea 43: 547-583, ISSN: 1130-2402, pp. 582 14 Juan Antonio Cano Garcia:<<De la improvisación a la profesionalización>> en Pedro Carasa: Élites parlamentarias de Castilla la Vieja y León en las Cortes Generales (1810-1874), Ediciones de la Universidad de Valladolid, Valladolid, 2014, pp.367 88 sus carreras fruto de la desestabilidad política. Es de destacar grandes fortunas creadas personalmente o bien por matrimonio15. No podemos olvidar el protagonismo que adquirió el ejército durante la etapa isabelina y a su contribución al mantenimiento del estado liberal. Fueron dos héroes de guerra quienes ocuparon los los asientos más importantes de la política española. Y es que la falta de talante y profesionalidad de los políticos civiles provocó una intromisión de los militares que participaron activamente en las tareas de gobierno. Esto, unido a la activa propaganda en favor de los héroes de guerra promovido por el moderantismo isabelino promovió el estereotipo de prohombre militar16. Ejemplo de ello fue Espartero, considerado un prohombre tanto por moderados como por republicanos para ser más tarde denostado por los mismos. Por las mismas vías bélicas asciende Narváez desde el ejército hasta la política activa. Otro héroe de la Guerra Carlista que alcanzó el éxito encabezando la intentona contra el regente Espartero y contra el que era presidente del Gobierno, Salustiano Olózaga. A pesar de la fuerza que tuvieron estos generales militares no fue suficiente para evitar que distintas fuerzas foráneas de la política se entrometiesen en los asuntos de gobierno. La debilidad del estado se traducía en inestabilidad provocada por embajadores y acreedores europeos desde fuera y camarillas que controlaban el poder de palacio desde dentro. Clubes, sociedades secretas y cafés donde se fraguaba las destituciones de ministros y cambios de gobierno. La falta de oportunidades de acceso al gobierno arrastró a los progresistas a las constantes revueltas e insurrecciones populares porque como bien explica María Cruz Romeo Mateo, si los progresistas fueron revolucionarios lo fueron por necesidad, no por coherencia con sus premisas17. Al igual que los moderados, los progresistas abogaban por el cambio burgués y controlado sin la intromisión de grupos no respetables. Sin duda, la herramienta por excelencia de los progresistas para acceder al gobierno fue la Milicia Nacional de la que hacía uso el partido progresista tantas veces como el proceso electoral no les resultaba favorable. Si bien la Milicia Nacional sirvió de puerta de entrada a la política local y 15 ibídem…,pp.367 16Juan Antonio Inarejos Muñoz: <<El Aura del General Espartero. Construcción y deconstrucción y apropiación de los perfiles carismáticos de un prohombre>>. Historia y política. nº 30. (2013). Pág. 205213. pp.207 17 María Cruz Mateo Romeo: <<Lenguaje y política del nuevo liberalismo>> , Ayer, 29, (1998), pág. 3762, pp 52 89 provincial de muchos notables, y desde la cual pasarían más adelante a la política nacional. Esta inestabilidad política impidió la formación de una élite fuerte que se mantuviera en el poder como sí ocurrió más adelante en la Restauración. Estas élites no crearon un cuerpo legislativo fuerte aplicable al estado; fueron más teóricos que prácticos olvidándose que la influencia se ejercía a través de la gestión poder. Pero las élites venideras aprendieron de los errores del pasado. Con la Restauración se eliminaban muchos de los elementos que se habían injerido en la política, y con ello se iniciaba una época de turnismo entre los dos principales partidos: conservadores y progresistas. Las élites de la Restauración pertenecían ya a sagas familiares de políticos locales y provinciales que habían ejercido el cargo a nivel nacional. Podemos decir, que el escaño del Congreso de los Diputados formaba parte de la herencia familiar. Los instrumentos de acceso a la política pasaban, en primer lugar, por ocupar cargos en la administración pública como Diputaciones o Ayuntamientos. Su condición de abogados les permitía conocer la legislación y el funcionamiento del Estado lo que les dotaba de la posibilidad de permanecer en los cargos el máximo tiempo posible. No era extraño que muchos de ellos tuvieran cargo en consejos de administración mientras ejercían su cargo de Diputado o fueran dueños de los principales medios periodísticos de la época, de grandes empresas o directores de la banca. En segundo lugar el matrimonio fue una buena puerta de acceso a la política nacional y a la vida social relacionándose entre iguales en cafés, casinos, academias o ateneos. El matrimonio entre las grandes familias creó una red endogámica de poder ya no solo a nivel local o provincial sino a nivel nacional. Y es que las familias fueron el núcleo más importante de sociabilidad de la época. Mientras que la hombre se encargaba del ámbito público, la mujer se reservaba la esfera privada, es decir, el domicilio, la religión y la educación de los hijos. Aunque la mujer ha quedado en un segundo plano incluso relegada de los estudios de las élites, a ella corresponde la transmisión de valores y la continuidad de las sagas familiares y del linaje de <<la casa>>. La mujer tenía que reforzar la imagen del político a través de su belleza, saber estar, delicadeza, caridad y conocer el buen gobierno de la casa. Existía la permanencia de ciertos valores del Antiguo Régimen como gestos aristocráticos, derechos de primogenitura y de escala interna familiar y social, puesto que la burguesía política 90 buscaba su ennoblecimiento. Cuatro18 eran las funciones de una buena mujer de la élite: buen gusto en la decoración, esmerado trato con sus iguales, educación selecta de sus hijos y cuidada aparición en actividades benéficas. La beneficencia era la única aparición pública para una mujer de alta sociedad. A través de ella, trasladaba los cuidados del hogar hacia los necesitados del exterior manteniendo contactos con la Iglesia y con las instituciones a las que trasladaban su preocupación hacia los problemas sociales y políticos. Las jóvenes mujeres eran educadas para el ejercicio del gobierno del hogar y en la enseñanza de la sociabilidad en círculos selectos. Preparadas para el matrimonio, su mejor aval era su apellido y estatus, así como el patrimonio de su padre. Pero para estas élites, no solo era importante mantener buenas relaciones entre ellos, sino mantener una buena red clientelar en sus circunscripciones electorales. Como bien nos explica Carasa19, era incluso más importante satisfacer las demandas de su círculo de apoyo social que en atender las requisitorias superiores del aparato de poder. Para ellos, fue importante establecer hombres de confianza o intermediadores encargados de mantener la influencia del Diputado en los territorios locales. Relaciones de clientelismo que en muchas ocasiones eran recíprocas y en otras de sometimiento social, económico y político. Recíprocas puesto que entre patrono y cliente se establecen unas relaciones de beneficio mutuo de mejoras económicas a cambio del voto incluso de beneficio cultural a través de los valores gestionados por las élites como son las jerarquías y prestigios, dependencias profesionales, deuda contraídas por favores e información, imágenes de patrono protector, méritos en forma de prestamos, donativos de familia o el nombramiento de apellidos en los callejeros20. Mecanismos de mantenimiento en el poder El voto no fue el único mecanismo que utilizaron las élites para mantenerse en el poder y para ejercer su influencia política. Las Constituciones, las leyes electorales, Decretos incluso los Presupuestos Generales del Estado eran creados para favorecer sus intereses políticos y económicos. 18 Pedro Carasa: <<Presentación. Las familias garantizaron la viabilidad de las élites y la sostenibilidad de los pobres>>. Historia Contemporánea. nº 49 . Pág 403-434. pp. 410 19 Pedro Carasa. "Élites castellanas de la Restauración: del bloque de poder al microanálisis"." Historia Contemporánea (1996): 13-14. Pág 157-196, pp.165 20 Pedro Carasa: <<Presentación. Las familias garantizaron la viabilidad de las élites y la sostenibilidad de los pobres>>. Historia Contemporánea. nº 49 . Pág 403-434. pp. 407 91 El falseamiento del sistema estatal se divide en tres áreas según Nieto21: el funcionamiento de las Cortes, el equilibrio constitucional de poderes y en las actuaciones judiciales. Dichas actuaciones comienzan en las Cortes de Cádiz en la elección de diputados siendo estos designados o cooptados. Si bien la justificación del contexto bélico puede ser correcta, cuando estas élites tuvieron la oportunidad de aplicar la teoría del estado constitucional fueron incapaces de realizarlo y mostraron enormes vacíos de cultura política. Por encima de los derechos políticos, civiles y libertades se anteponía el mantenimiento del orden y de la nación, y si para ello había que recurrir a la tiranía no había elección. Alcalá Galiano llegó a afirmar que al despotismo se llegaba <<más por el quebrantamiento de las leyes que por las leyes demasiado represivas>>22. Dentro de estas afirmaciones, la política moderada encontró su justificación a medidas polémicas como la supresión del jurado para los delitos de imprenta a través de una ley que consagraba el control del gobierno en detrimento de una de las libertades básicas de la revolución liberal, rehabilitación de la ley de Ayuntamientos de 1840 que permitía al gobierno la elección de alcaldes sin pasar por las elecciones, encarcelamientos y detenciones arbitrarias a sospechosos de conspiración, supresión de la Milicia Nacional en favor de la nueva Guardia Civil, cuerpo creado como órgano represivo de revueltas en el medio rural. Dicha política excluyente y autoritaria contraria a los principios del sistema liberal impidió el normal funcionamiento de la sociedad civil burguesa, a la vez que obligaba al partido opuesto a alzarse en armas para poder ejercer el poder. Las leyes electorales mantenían el censo restringido y dependiendo de quien estuviera en el gobierno el electorado era mayor o menor. Si los progresistas aumentaban el censitarismo era simplemente para asegurarse una mayor ventaja electoral. Eso no impedía que tanto unos como otros realizaran diferentes tretas para acceder al poder. Borrego23 explica algunas de estas <<buenas prácticas>> electorales que se llevaban a cabo cuando llegaba el dia señalado: 21 Alejandro Nieto, Los primeros pasos del Estado Constitucional. Historia administrativa de la Regencia de María Cristina de Borbón. Barcelona. Ariel. 1996. 12. pp. 41 22 22 María Cruz Mateo Romeo: <<Lenguaje y política del nuevo liberalismo>> , Ayer, 29, (1998), pág. 37-62, pp 44 23 Melchor Fernandez Almagro: <<Las Cortes del s. XIX y la práctica electoral>>. Revista de estudios políticos. Nº 9. (1943). Pág. 383-419. pp. 387 92 <<Falsear las listas, incluir en ellas a los muertos, y también a los vivos sin derecho a figurar en ellas; hacer que apareciesen como votantes los que jamás se presentaron en los Colegios; leer los escrutadores otros nombres que los escritos en las papeletas que sacaban de las urnas; anular indebidamente los votos de Secciones enteras para cambiar el resultado de los escrutinios>> Infringir miedo a los electores se convirtió en algo común para elegir al candidato ministerial y no fueron pocas las actas que se levantaron contra estas irregularidades, como fue el caso de Zamora: 24 <<Primero: Haber sido llamados al Gobierno de provincia y a la Administración de Hacienda pública muchos alcaldes, secretarios e individuos de Ayuntamiento, no comoquiera para recomendarles una candidatura determinada, sino para hacerles, tanto en una dependencia como en otra, terminantes promesas de despacharles favorablemente algunos expedientes, y de eximirles de responsabilidades que les resultaban en otros, al mismo tiempo que se solicitaban sus votos para la candidatura del Gobierno. Segundo: Haberse abusado de varias maneras que detalladamente y en concreto se señalan en la solicitud e información, de varios actos administrativos, como fueron, entre otros, una visita del papel sellado, girada a varios pueblos del distrito durante el mes próximamente anterior a la elección, y la petición, durante el mismo período, de las cuentas atrasadas de Propios desde 1839, a unos en el termino de ocho días, a otros en el de tres, y a todos bajo la multa de 500 reales. Tercero: Haber recorrido varios empleados de Montes muchos pueblos-del distrito, cohibiendo la voluntad de los electores. Cuarto: Haber sido preso por agentes del Gobierno de provincia, la víspera de la elección, una persona influyente, que pocos días antes había sido llamada a dicho Gobierno y se había negado a las exigencias que le había hecho un oficial del mismo, para que votase la. candidatura oficial, con la amenaza de que en otro caso se le quitaría la subdelegación que desempeñaba; y haber sido detenido en el mismo Gobierno de 24 Melchor Fernandez Almagro: <<Las Cortes del s. XIX y la práctica electoral>>. pp.393 93 provincia durante la votación del primer día, el apoderado general del candidato vencido. Quinto: Haber sido obligados material y violentamente a ir al Gobierno de provincia varios electores que se dirigían a votar, por salvaguardias armados de sables, a pesar de la resistencia que aquéllos opusieron en distintos puntos de las calles más céntricas de la capital, llegándose a causar un escándalo, que presenció una población de 40.000 almas, y habiendo estado a punto de causarse un tumulto.>> A pesar de los esfuerzos de los partidos por interferir en los procesos electorales, como ya hemos indicado anteriormente, la permanencia de un Diputado o Ministro dependía de factores externos más que de sus propios méritos o facultades. Nos encontramos, por tanto, con un sistema electoral precario e inexperto en el que se cometían constantes irregularidades como la repetición de votaciones, denuncias, presiones gubernamentales y actas protestadas. Un sistema que restringía la participación y exigía como independencia del Diputado su propia riqueza personal ante la falta de un estipendio. Otra de las presiones que se ejercía sobre estos notables era, según Carasa, el público asistente de la cámara de los Diputados que con frecuencia provocaba alborotos y altercados. Jóvenes pagados por Ministros y diputados ministeriales que abucheaban a la oposición y realizaban gestos irregulares, así como presidentes de la cámara dirigiendo discusiones o infiriendo tratos discriminatorios a los oradores desafectos, salidas de tono verbal llegando incluso a las agresiones físicas25. No es por tanto extraño que la mayoría de partidos en la oposición lanzasen mensajes a favor de un sufragio universal masculino conseguido definitivamente en 1890. La Restauración no consiguió imponer un sistema electoral libre de sospechas y amaños, sino todo lo contrario, fue la época del caciquimismo y el pucherazo. Una época en la que la élites constituidas en familias políticas poseen el poder y la influencia suficiente como para que sus cargos políticos sean rentables. El Parlamento fue producto de la actividad oligárquica, de lo que Cánovas26 denominaba familias parlamentarias. Unas familias compuestas por apellidos como los Maura, Gamazo, 25 Pedro Carasa: <<Una mirada cultural a las élites políticas en los primeros pasos del Estado Constitucional>> . Trocadero. (19). 2007. Pág. 31-54. pp 50 26 26 Manuel Tuñón de Lara: Historia y realidad del poder. Ed. Cuadernos para el dialogo. Madrid. 1967. pp.26 94 Silvela, Alba, Villaverde o Dato que repiten en puestos Ministeriales y trazan una red endogámica de poder e influencia. Pero, ¿cómo se actúa en el proceso electoral? Los dos partidos turnistas, conservadores y liberales no fueron partidarios de la transparencia en los procesos electorales y pusieron en marcha todos los mecanismos disponibles para falsear las elecciones: coacciones, sobornos, compra de voto, falseamientos de listas de electores, etc. Los Gobernadores Civiles se encargaban de poner en marcha la maquinaria a nivel provincial y local para que el candidato de turno fuera elegido sin contratiempos, aleccionando a los alcaldes para que interviniesen en las votaciones. Santiago Alba27 explica como se actúa en los procesos electorales: «La primera labor es aquélla: la del encasillado. Ahí es donde se da la batalla, donde se decide el éxito, donde de cien casos en noventa y cinco queda, como ahora se dice, «descontado» el secreto de la papeleta electoral. El progreso del sistema es tan grande que antes no se encasillaba sino a los diputados oficiales o adictos; ahora son todos oficiales, porque se encasilla también a los de la oposición. El Gobierno «echa sus cuentas»; se adjudica una mayoría espléndida; y después reparte los huecos entre las minorías…» «El candidato oficial, adicto o de oposición, triunfa; y si no, se le hace triunfar. ¿Cómo? ¡Esto lo sabemos bien todos los españoles! Mediante el clásico pucherazo, como el encasillado, glorioso invento nacional.» «...En España estas barrabasadas del cacique tienen hasta las simpatías de las gentes, que cuentan y ríen cómo el gobernador A robó un acta; cómo la Guardia Civil (sarcasmos de la vida) detuvo a un alcalde; cómo el secretario A sorprendió a los interventores sus firmas» No siempre el caciquismo se presentó como una acción de los poderosos contra las clases populares. El caciquismo en Castilla la vieja y León28 se presentó como una realidad que se diseña desde arriba, pero se construye, y se practica desde abajo. Las élites tuvieron que adaptarse a las demandas de la región, de tal manera que se rompieron alianzas y el turnismo cuando las demandas de infraestructuras o de dotaciones pendientes no eran resueltas. 27 Manuel Tuñón de Lara: Historia y realidad del… pp.33 28 Pedro Carasa Soto (dir): <<Poder político, poder económico y parlamentarismo en Castilla durante la Restauración>>. Revista de estudios políticos. nº 93. (1996). Pág 139-176, pp 158 95 Conclusiones La nueva clase política que surge en las Cortes de Cádiz inició una nueva etapa política que pasaba por aprender nuevos conceptos de representación, reconstrucción de la administración y práctica del ejercicio del poder. Los fracasos de Cádiz y el Trienio llevó a la separación de estas élites en distintas grupos o facciones; defensores del doctrinarismo posrevolucionario que antepusieron orden y nación a derechos y libertades. La situación bélica en la que se desarrolló la política española isabelina impidió la formación de una élite fuerte que pudiera mantenerse en el poder o en las instituciones de forma prolongada. La intromisión en la política fue constante por parte de fuerzas tanto del exterior, embajadores, como del interior representadas por el ejército, la milicia nacional o las camarillas que se reunían en cafés o ateneos. Tanto partido moderado como liberal falsearon el parlamento, elaboraron leyes que impedía el buen funcionamiento del Estado obligando a la oposición a recurrir al alzamiento para poder alcanzar el poder. Una élite más teórica que práctica en cuanto a la elaboración del corpus legislativo desde el cual pudieran permanecer en el poder; una clase política falta de talante que hubo que suplir con Generales victoriosos caracterizados en prohombres por la prensa liberal. La Restauración trajo el mantenimiento de las élites en el sistema a través de distintos mecanismos como fue la Constitución, las leyes electorales incluso los Presupuestos Generales del Estado. Las élites de La Restauración pertenecen a sagas familiares locales que ejercen un poder de influencia notable permitiéndoles el acceso a la política en paralelo a otras actividades como propietarios, abogados, escritores o el desempeño de cargos en Bancos o consejos de Administración. Esta influencia política les permitirá obtener el voto en sus circunscripciones con relativa facilidad a través de redes clientelares secundarias sobre los que ejerce un poder económico, político, social y cultural. No podemos olvidar que estas familias políticas establecen un sistema endogámico a través del matrimonio entre iguales en el que la mujer es uno de los pilares principales, pues es esta quien se encarga de la imagen que se proyecta de la familia al ámbito 96 público trabajado en el ámbito del hogar. La mujer de clase alta fue la encargada de la transmisión de los valores y el mantenimiento de las sagas familiares29. 29 Mi agradecimiento al profesor y Catedrático Pedro Carasa Soto cuyas investigaciones y contribuciones en el estudio de las élites han hecho posible este artículo y mi futura tesis doctoral. 97 Las contribuciones de la Iglesia a la amortización de vales. La imposición de la jurisdicción del Estado en el cobro de rentas (1808-1849) Mónica Fernández Armesto Universidade de Santiago de Compostela (USC) La herencia del Antiguo Régimen El estado jurisdiccional decimonónico Suele aceptarse casi sin contestación el cambio revolucionario que 1812 habría supuesto en cuanto a la forma de Estado en España. Aun paliada por las sucesivas vueltas absolutistas, la impronta de Cádiz marcaría la política del siglo. Entre los mismos contemporáneos, la idealización de la Constitución descansó sobre la deseada igualdad ante la ley, ininterrumpidamente quebrada por las veleidades absolutistas. Ahora bien, deseada y pretendida en las décadas de los 70 y 80 -cuando con seguridad diversos autores escriben sobre la unidad del fuero de justicia-, pues cabe preguntarse si a comienzos del siglo XIX esto fue así: ―La Constitucion de 1812 y la ley de 9 de Octubre del mismo año, parecían haber puesto saludable término á males de tal magnitud. Abolidos fueron por ellas casi todos los especiales ó privilegiados; pero desgraciadamente las reacciones políticas de 1814 y 1823 restablecieron esos privilegios odiosos, encarnacion de gobiernos absolutos, que con gran incremento se mantuvieron á pesar del cambio político efectuado algunos años despues, hasta que en 26 de Setiembre de 1835 se publicó el Reglamento provisional para la administracion de justicia, en el cual se marcaron los asuntos exceptuados del conocimiento, 99 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | que concedió á los Jueces letrados de primera instancia para el ejercicio de la jurisdiccion ordinaria‖1. Lo cierto es que, al analizar el texto de Cádiz, la apreciación de Alonso y Colmenares parece muy lata teniendo en cuenta que, bajo la voluntad de separación del poder judicial del resto de poderes del Estado, la constitución no atacaba las jurisdicciones especiales, sino más bien las garantizaba: Capítulo I de su Título V, Artículos 249 y 250, sobre la permanencia de los fueros eclesiástico y militar. De hecho, si en el Artículo 248 se dice, ―En los negocios comunes, civiles y criminales no habrá más que un solo fuero para toda clase de personas‖, este puede entenderse con base en las causas personalísimas y no en el desempeño de negocios. Como puede leerse el Artículo 277 en un intento de acabar con la llevada estrategia de Antiguo Régimen de resolver litigios por vía extrajudicial, a través de los Consejos de la monarquía: ―Ningún español podrá ser juzgado en causas civiles ni criminales por ninguna Comisión, sino por el tribunal competente, determinado con anterioridad por la ley‖. Nada explícito con respecto a la desaparición de las jurisdicciones especiales que, todo lo contrario, son reconocidas a la hora de diseñar las funciones del Supremo Tribunal de Justicia (Art. 261.1.): ―Dirimir todas las competencias de las Audiencias entre si en todo el territorio español, y las de las Audiencias con los Tribunales especiales, que existan en la Península e islas adyacentes. En Ultramar se dirimirán estas últimas según lo que determinen las leyes‖. Se perciben, eso sí, cambios notables basados en la independencia del poder judicial con respecto al legislativo y ejecutivo. Aunque en 1812, la muerte del Estado jurisdiccional se encuentra lejos todavía, máxime en la mencionada persistencia de grandes jurisdicciones como la eclesiástica o la militar o de las mismas ―jurisdicciones cobradoras‖ al servicio de la Corona que más adelante se explicarán. Si bien es verdad que las Cortes de Cádiz procedieron a la supresión formal de ciertas jurisdicciones –la jurisdicción de montes y la matrícula de mar-, hay que encajar semejantes cambios en una dinámica transformadora del Antiguo Régimen en cuanto, después de todo, 1 Eduardo ALONSO Y COLMENARES: Jurisdicciones especiales, T. I, Madrid, Establecimiento Tipográfico de P. Núñez, 1884, p. 32. 100 turbaban el desarrollo de la economía, pero no pueden ser entendidas todavía como políticas del Estado liberal2. Del mismo modo que la abolición de la Inquisición chocaba con la libertad de imprenta (Art. 371), y no con la libertad de creencias prohibida expresamente por la Constitución (Art. 12). Bien visible en tanto el Decreto de abolición contempla la sustitución de la Inquisición por los tribunales de fe, retrotrayéndose así a la Ley de Partidas: ―En su conseqüencia se restablece en su primitivo vigor la ley II, título XXVI, Partida VII, en quanto dexa expeditas las facultades de los Obispos y sus Vicarios para conocer en las causas de Fe, con arreglo á los sagrados Cánones y Derecho comun, y las de los jueces seculares para declarar é imponer a los hereges las penas que señalan las leyes, ó que en adelante señalaren. Los jueces eclesiásticos y seculares procederán en sus respectivos casos conforme á la Constitucion y á las leyes‖3. A mayores de una presumible vuelta ―legislativa‖ al pasado, se deduce que el Estado jurisdiccional aun no está muerto, además, dada la creación de algún tribunal especial a fin de juzgar casos de especial interés según los diputados de Cádiz. Mismamente, el cometido del Decreto de 17 de octubre de 1811 de creación de un tribunal especial con el objeto de juzgar á Don Miguel de Lardizábal: ―Habiéndose enterado las Córtes generales y extraordinarias del contenido de un impreso que se titula, Manifiesto que presenta á la Nacion el Consejero de Estado D. Miguel de Lardizábal y Uribe, uno de los cinco que compusieron el 2 ―Las Córtes generales y extraordinarias, con el justo fin de redimir los montes y plantíos de dominio particular de la opresión y servidumbre en que por un espíritu de mal entendida proteccion los han tenido hasta ahora las leyes y ordenanzas, tan contrarias al derecho de propiedad, como opuestas á la libre accion del interes individual, imposibilitando por ellas de fomentar esta preciosa parte de la agricultura; y deseando que al mismo tiempo que los propietarios entren en el goce de sus legítimos derechos, se eviten á todos los españoles las vejaciones y perjuicios que han sufrido por los juzgados particulares de este ramo y los abusos de sus dependientes”. ―Decreto CXVIII de Extincion de las leyes y ordenanzas de montes y plantíos, y extincion de su conservaduría, subdelegaciones, etc.‖ (14 de enero de 1812), en Coleccion de los Decretos y órdenes que han expedido las Córtes generales y extraordinarias desde 24 de setiembre de 1811 hasta 24 de mayo de 1812. Mandada publicar de orden de las mismas, T. II, Madrid, Imprenta Nacional, 1820, p. 52; ―Las Córtes generales y extraordinarias, atendiendo á que las matrículas de mar en las provincias de América y Asia son inútiles, y aun perjudiciales en las primeras, decretan que sean extinguidas inmediatamente las expresadas matrículas en las provincias ultramarinas‖, ―Decreto CXIX de 14 de enero de 1812 sobre Extincion de las matrículas de mar en las provincias ultramarinas‖ (14 de enero), en ibid., p. 55. 3 ―Decreto CCXXIII sobre Abolición de la Inquisición y establecimiento de los tribunales protectores de la Fe‖ (22 de febrero de 1813), en s. a.: Colección de los Decretos y Órdenes de las Cortes de Cádiz, Vol. II, Madrid, Publicaciones de las Cortes Generales, 1987, p. 199. 101 supremo Consejo de Regencia de España é Indias, sobre su conducta política en la noche del 24 de Setiembre de 1810, decretan: Art. 1: Se crea un tribunal especial, compuesto de cinco Jueces y un Fiscal, que juzguen al autor del citado Manifiesto, y entiendan en la causa que debe formarse desde luego para descubrir todas sus ramificaciones, procediendo breve y sumariamente con amplias facultades, y con la actividad que exige la gravedad del negocio. Art. 3: Este tribunal entenderá igualmente en todo lo relativo á la consulta del Consejo Real, á que se remiten los votos particulares de los Ministros del mismo D. Josef Navarro y Vidal, D. Pascua Quilez y Talon y D. Justo María Ibar Navarro, que con los demás papeles pertenecientes al aunto se pasarán á dicho tribunal‖4. Ciertamente, esto habría ocurrido antes de la promulgación de la Constitución gaditana. Sin embargo, todavía después de la muerte de Fernando VII, la reina María Cristina sobrepone la jurisdicción de Hacienda a las alegaciones de fueros privilegiados en casos del interés de la monarquía: ―He dado cuenta á S. M. la REINA Gobernadora de una exposicion del Intendente Subdelegado de Rentas de Sevilla en que se manifiesta que D. Antonio Esquivel y D. José Nogués, Escribiente el primero de la intervencion militar, y el segundo Secretario de la Subinspeccion de Ingenieros de Andalucía, resultan complices en la causa que está formando contra los Concejales que fueron de Utrera, sobre malversación de caudales de la Real Hacienda y otros excesos, por lo cual pide se pongan á disposicion (…) del Subdelegado de Rentas de Sevilla (…) que en ningun pretexto entorpezcan los procedimientos de los Juzgados de Rentas en las materias de su atribución contra individuos del fuero militar, sino que por el contrario les presten todo su auxilio‖5. 4 ―Decreto CII ‖ (de 17 de octubre de 1811), en s. a.: Coleccion de los Decretos y órdenes que han expedido las Córtes generales y extraordinarias… p. 78. 5 ―Real órden comunicada al Sr. Ministro de la Guerra mandando que no se entorpezca la jurisdiccion de Real Hacienda en los procedimientos contra persona alguna, por privilegiada que sea‖ (9 de febrero de 1835), en s. a.: Coleccion de los Decretos y órdenes que han expedido las Córtes generales y extraordinarias desde 24 de setiembre de 1811…T. XX, p. 152. 102 Así pues, Cádiz procede en realidad a una reorganización de la magistratura a través de la implantación de los juzgados de primera instancia, las Audiencias y el Supremo Tribunal como instancia ulterior de justicia. Porque el sistema de reforma concernió fundamentalmente a la vía ordinaria de justicia, lo cual tampoco quiere decir que no se hubieran producido reformas en la vía extraordinaria. Por supuesto, estas se produjeron con respecto a aquellas jurisdicciones supeditadas al cobro de rentas para la Corona, entre las cuales destacarían la Hacienda, Intendencia y Cruzada. No obstante, para el caso que nos ocupa resulta esta última la más interesante en cuanto destinada al cobro de los productos de la Iglesia que, nacida de la potestad eclesiástica del primer concesor de la bula de Cruzada moderna –el Papa Sixto IV en 1479-, terminaría por subordinar su actuación a los intereses de la Corona en un proceso que arranca, sino de la Real Cédula de 13 de mayo de 1621, que sanciona la preeminencia del Consejo de Hacienda al de Cruzada en el control de los recursos procedentes de las llamadas Tres Gracias de la Iglesias -Cruzada, subsidio y excusado-, ya claramente a principios del siglo XVIII de la supeditación del organigrama judicial y administrativo de Cruzada al de la Corona a partir de las Ordenanzas de Intendentes de 4 de julio de 1718. Como, sobre todo, de la ratificación del patronato regio por Concordato de 1753, a la par de las propias necesidades fiscales surgidas de la amortización de los vales reales, que ponen el patrimonio de la Iglesia en las miras de la Corona a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Antecedentes históricos de la deuda pública La creación de los vales reales arranca ya del último tercio del reinado de Carlos III, a iniciativa del banquero ilustrado Francisco Carrabús como medida de emergencia frente al grave déficit de la Hacienda Real, motivo de la intervención española en la guerra de la independencia norteamericana y consecuente enfrentamiento entre España e Inglaterra entre 1779 y 1783. Cando finalmente se firmó el tratado de paz, los intereses anuales de la deuda emitida ascendían a 18 millones de reales. Para hacerle frente al pago de los intereses y amortizaciones no se iba a crear ningún fondo especial, en principio, recurriéndose únicamente al pago de intereses procedentes de los impuestos ordinarios. No obstante, en el reinado del sucesor Carlos IV las guerras tampoco cesaron, dejando detrás de sí un déficit asfixiante. La primera de ellas, la Guerra de la Convención (1793-1795) propició que dicho déficit –cifrado en 2.767 millones de 103 reales- se volviese imposible de reducir, ni siquiera con los subsidios que habían sido exigidos a todos los lugares de la monarquía ni con los donativos y anticipos de la Iglesia. De tal modo que, lejos de paliar el problema, solamente se pudo volver a recurrir a nuevas emisiones de vales que, en vez de contribuir a la diminución de la deuda, la iban a agravar. Años más tarde, otra guerra con Inglaterra (1797-1802) todavía incrementaría la deuda en un 40% más, lo que en cifras venía a significar un valor de las emisiones de los vales por 3.150 millones de reales entre 1794 y 1799, además de la depreciación de los emitidos con anterioridad6. En febrero de 1798, el Secretario de Estado y de Despacho de Hacienda, Miguel Cayetano Soler, crea una Caja de Amortización separada de la Tesorería Mayor, cuyos ingresos se destinarían tanto al pago de los vales en vencimiento como a los intereses de los mismos. Si bien en un principio, el problema podría estribar en qué tipo de ingresos aplicar a la Caja de Amortización de Vales, enseguida se resuelvía esto a costa del patrimonio de la Iglesia, siguiendo las tendencias regalistas de mediados del siglo XVIII. Así pues, consecuencia del Concordato de 1753 la Santa Sé había cedido a la Corona española el producto de los expolios y vacantes de los obispos y arzobispos, instituyéndose a los pertinentes efectos una Colectoría General independiente de la Hacienda Real por Instrucción de 11 de noviembre de 1798, especialmente vinculado a la jurisdicción de Cruzada a partir del establecimiento de la Dirección de Bulas y Papel Sellado en 1791. He aquí las medidas menos problemáticas. Porque, en el contexto de recesión económica, las cosas todavía podrían ir a peor. Por lo menos, para la Iglesia. A parte de lo anterior, el gobierno recurrió a una medida extraordinaria: la apropiación por parte del Estado de ciertos bienes ―amortizados‖, su venta posterior y la asignación de su importe al pago de la deuda a través de la Caja de Amortización7. El punto de partida de esta primera desamortización –después de las de Felipe II- lo constituyó el Real Decreto de 19 de septiembre de 1798, mediante el cual se disponía la venta en subasta de todos los bienes raíces de hospitales, hospicios, cofradías, obras pías y patronatos legos. Esto es, de las categorías clericales que, debido a su carácter corporativo o a su bajo nivel de influencia, tenían menor capacidad de protesta. El producto de sus ventas se colocaba en la Caja de Amortización, como concernía a la finalidad de disminuir la pesada deuda 6 José CANGA ARGÜELLES: Diccionario de Hacienda para el uso de los encargados de la suprema dirección de ella, T. V, Londres, Imprenta de D. Marcelino Calero y Portocarrero, 1827, pp. 229-230. 7 Para más información, consultar Francisco VERDEGUER SUÁREZ: Documentos del reinado de Fernando VII, I. Real Caja de Amortización, Pamplona, Universidad de Navarra, 1965. 104 pública representada por los vales, los cuales además se depreciaban rápidamente. Así pues, las cantidades ingresadas devengaban un 3% de interés pendiente de entrega a los titulares de los bienes enajenados hacia el cumplimiento de los objetivos fiscales. Se trataba, igual que en las desamortizaciones del siglo XVI, de cambiar un patrimonio por una renta perpetua, mediante lo cual el Estado adquiría un fuerte ingreso, en cuanto los propietarios no perdían nada ―en teoría‖. Porque, según Antonio Domínguez Ortiz, en la práctica perdieron muchísimo. El Estado, en semibancarrota, no pagó o pagó muy mal, conduciendo a la ruina de múltiples instituciones benéficas8. La subordinación de la Iglesia a la amortización de vales Los productos eclesiásticos destinados a la amortización de deuda La Real Cédula de 30 de agosto de 1800 añadiría la entrada de nuevos productos de recaudación de la Iglesia en la Caja de Amortización de Vales. Aunque sería la legislación de finales del siglo XVIII la que determinó el destino de los bienes eclesiásticos –y también de los no eclesiásticos- al pago de la deuda pública, cuyas funciones se definían en el mencionado Real Decreto de 1798: ―El principal objeto de la Caxa de Amortizacion será atender puntualmente al pago de los intereses, y progresivo reintegro del capital de los Vales Reales: de los empréstitos creados por mis Reales Decretos de dos de Agosto de mil setecientos noventa y cinco, doce de Julio y veinte y dos de Noviembre de noventa y siete: de los préstamos en países extrangeros, y de qualesquiera otros cuya satisfaccion corra en la actualidad directamente al cargo de mi Tesoreria mayor; sin perjuicio de ir despues agregando los demas ramos de deuda nacional‖9. Con respecto a los rendimientos que entraban ya directamente en la Caja de Amortización, la Real Cédula de 1798 explicitaba: el producto total del derecho de 8 Antonio DOMÍNGUEZ ORTIZ: ―Patrimonio y rentas de la Iglesia‖, en Miguel ARTOLA (dir.), Enciclopedia de Historia de España. Iglesia. Pensamiento. Cultura, Vol. 3, Madrid, Alianza Editorial, 1988, p. 113. 9 ―Real Cédula de S. M. y señores del Consejo, por la qual se manda guardar y cumplir el Decreto, en que se erige una Caxa de Amortizacion con el objeto de consolidar las deudas del Estado, atender puntualmente al pago de réditos y reintegro del principal de los Vales Reales, y de otros préstamos que gravan á la Corona; con lo demas que se expresa‖ (1798), Biblioteca Xeral de la Universidade de Santiago de Compostela, Fondo Antigo, Foll. Carp. 19-9, fo. 1/1. 105 indulto sobre la extracción de la plata; el de la contribución temporal extraordinaria sobre frutos civiles; el aumento extraordinario de siete millones anuales del Subsidio Eclesiástico; el producto de las vacantes de todas las dignidades, prebendas y beneficios eclesiásticos; el del derecho de 15% sobre las vinculaciones: el de otro 15% sobre las vinculaciones; el de otro 15% sobre el valor de los bienes que se adquieren por manos muertas; la asignación anual de cuatro millones sobre la renta de Salinas; el producto del Indulto cuadragesimal en Indias; la renta del papel sellado de los tribunales eclesiásticos; y los derechos de la Aduana de Cádiz, ―especialmente hipotecados al reintegro del préstamo de doscientos quarenta millones en los plazos señalados por mi Real Decreto de dos de Agosto de mil setecientos noventa y cinco‖10. Para cuya administración se prevenía la colaboración recaudatoria de la Hacienda Real con Iglesia, que debería ejercer de cobradora sin voz ni voto en el destino inmediato de sus rentas, pues éstas se quedaban bajo custodia de los intendentes de provincia en la Tesorería Mayor, separada de la Caja de Amortización: ―Consiguientemente se expedirán por mi Consejo Real, por el Colector general de los frutos y rentas de las vacantes eclesiásticas, y por la Direccion general de Rentas, órdenes á los Intendentes, Subcolectores y Administradores respectivos, para que á medida que se cobren qualesquiera cantidades procedentes de los fondos y arbitrios, de cuya recaudacion se hallan encargados, y venzan las asignaciones sobre las rentas, se entreguen al Banco en Madrid, ó á sus Factores y Comisionados en las capitales de las provincias del Reyno, por quienes se darán resguardos interinos, mientras que por la Direccion de la Caxa se libran las cartas de pago formales, al modo que se practica en mi Tesorería‖11. Para la organización del cobro de los productos más recientes, el comisario general de Cruzada debería despachar a favor de la Caja las correspondientes libranzas contra los Cabildos de las Santas Iglesias y cuerpos colectores del Subsidio extraordinario de siete millones anuales, organizando los pagos por mitades -en fin de Junio y en fin de Diciembre de cada año-12. Mientras que el Juez de arribadas de Indias 10 11 12 Ibid., arts. 2 y 5. Ibid., art. 12. Ibid., art. 13. 106 en Cádiz, por su parte, dispondría el paso de los caudales procedentes del Indulto cuadragesimal a la Caja de descuentos del Banco de San Carlos, donde se ubicaba dicha Caja de Amortización13. Como resultó habitual, la propia creación de estos productos se debió a las necesidades bélicas que motivaron la concesión por la Sede Romana de un subsidio extraordinario de 7 millones de reales que, al igual que había ocurrido con todas las contribuciones derivadas de la Iglesia al pago de intereses, enseguida se iba a convertir en ordinario. Muy semejante en el caso del indulto cuadragesimal, en 1778 Carlos III acudió a la Corte de Roma acuciado de grandes necesidades al hallarse, generalmente, interumpido el comercio marítimo en los reinos de España e islas Canarias, infestados los mares de navíos ingleses y faltando, por lo tanto, el pescado salado, alimento común de los pobres en los días cuadragesimales. Lo cual no constituyó una concesión aislada, sino una prolongación de la misma a lo largo de los siglos XVIII y XIX. De hecho, en 1808, por edicto encontrado en el Archivo de la Catedral de Santiago de Compostela, el comisario general Don Manuel Fernández Varela firmaba la prórroga por 10 años del indulto que, en su momento, Pío VI le había concedido a Carlos III14. Efectivamente, según previsión de la Real Cédula de 1798, iniciado el siglo XIX, otros productos se iban a sumar a la amortización de vales. A parte del citado noveno decimal o el papel sellado, el excusado eclesiástico –que había pasado a formar jurisdicción propia a partir de 1761-, el subsidio antiguo y los expolios y vacantes de obispos y arzobispos. Si bien la gran innovación con respecto a la Real Cédula de 30 de agosto de 1800 tal vez haya sido el destino de una cuarta parte del precio de las bulas de Cruzada a la amortización de vales, a efectos de lo cual experimentaban un incremento del precio. Una innovación de Carlos IV, que en 1848 rescataba Isabel II, en cuyo reinado estaba aún pendiente el pago de los vales: ―tuvo á bien el Señor Rey Don Carlos IV destinar, por su Real Pragmática- sancion de treinta de agosto del año de mil ochocientos, crecidos fondos por medio de varios nuevos arbitrios sobre los ya aplicados anteriormente al propio efecto, habiendo sido uno de ellos el aumento de una 13 quinta parte en la Ibid., art. 14. ―atendiendo al estado deplorable de nuestras pesqueras y marinería, efecto consiguiente de las ocurrencias pasadas desde el año de 1808, y á que por ser cada vez mas difícil el proveer de pescado á sus moradores en los expresados dias de abstinencia, habria necesidad de recurrir á la industria y abasto de Reinos estrangeros, lo que ocasionaría gravísimos dispendios y una enorme extracción de numerario sumamente ruinosa á la Nacion Española‖, s. d.: Archivo de la Catedral de Santiago, Tribunal de Cruzada, leg. IG 266, papeles sueltos. 14 107 limosna de las Bulas de la Santa Cruzada de la clase comun de Vivos y de la de Difuntos, y la de una mitad en la de Ilustres, Composicion y Lacticinios, lo cual empezó á regir ya desde la predicacion de mil ochocientos y uno conforme á lo resuelto por las Cortes en su Decreto de nueve de (…) febrero de mil ochocientos treinta y siete, que restableció el espedido por las ordinarias de mil ochocientos veinte y uno en marzo del mismo año;á saber: llamada de Ilustres diez y ocho reales; por la comun de Vivos tres por la Bula reales; por la de Difuntos los mismos tres reales; por la de Composicion cuatro reales y diez y ocho maravedís; por la de Lacticinios de primera clase cincuenta y cuatro reales; por la de segunda diez y ocho reales; por la de tercera trece reales y diez y ocho maravedís; por la de cuarta nueve reales; y por la de quinta y última clase cuatro reales y diez y ocho maravedís, todo moneda de vellon”15. La subordinación del aparato judicial de Cruzada al entramado fiscal de la Corona La supresión del antiguo Consejo de Cruzada mediante Decreto de 8 de junio de 1750 y su conversión en Comisaría General supuso, en lo sucesivo, la escisión del conocimiento de las Tres Gracias por dicha especialidad jurisdiccional. Su cobro y administración iban a constituir, en adelante, competencia de la Real Hacienda, relegándose la Iglesia a la puesta en marcha de la burocracia de recaudación. Sin entrar en los pormenores del nuevo sistema, lo que interesa aquí para el siglo XIX es la ulterior modificación sufrida tras la aprobación del Nuevo Decreto de Administración del Sistema de Cruzada de 31 de mayo 1802, mediante el que se suprimieron las juntas provinciales de recaudación, quedando en lo siguiente fijadas en 51 las administraciones de tesorería de los diferentes reinos e islas de la monarquía: Madrid, Toledo, Alcalá de Henares, Cuenca, Sigüenza, Sevilla, Badajoz, Plasencia y Coria, Jaén, Córdoba, Granada con Guadix y Almería, Málaga con sus tres presidios menores, Cádiz, Murcia, Valencia con Segorve, Orihuela, Cataluña –ubicado en Barcelona-, Valladolid, Palencia, Medina del Campo, Osma, Segovia, Ávila, Zamora, Salamanca y Ciudad Rodrigo, León, Oviedo, Santiago, Astorga, Ourense, Mondoñedo, Lugo, Tui, Santander, Reino de 15 Hallado en el Archivo Histórico Diocesano de Santiago, Fondo General, Bula de Cruzada, Carp. 1239, sin numerar. 108 Aragón –ubicado en Zaragoza-, Pamplona, Tudela, Canarias, Mallorca, Ceuta y el Valle de Arán16. Ahora bien, en tiempos de la invasión francesa José Bonaparte también intentaría suprimir los tribunales especiales en 1809, reduciendo la Cruzada a una mera Secretaría y Contaduría. Variación que, no obstante, iba a obligar al comisario Llorente a la publicación de nueva instrucción de 30 de marzo de 1811; de escasa vigencia, en tanto que al año siguiente volvería a restablecerse el Reglamento de 1802 hasta 1820. Es en esta última fecha cuando el gobierno opta por la aprobación de una ley de presupuestos a través de la cual se acometía otra reforma más a la Cruzada, de acuerdo con las disposiciones siguientes: ―1º) Que se supriman las administraciones que hay en las provincias y las diócesis. 2º) Que las bulas se remitan por la Comisaría general á los Tesoreros de Rentas de las provincias, bajo la intervencion de las Contadurías. 3º) Que los Subdelegados de Cruzada espidan como hasta aquí los despachos y veredas para repartirlas á los pueblos, inclusas las capitales, y dejen á cargo de las justicias y ayuntamientos la espendicion de ellas. 4º) Que las justicias y ayuntamientos lleven á Tesoreria en los plazos determinados los valores y las Bulas sobrantes con intervencion de la Contaduría, y todas las formalidades y requisitos que se observen con las contribuciones. 5º) Que el Comisario general retenga en las Tesorerías que le parezca las cantidades que necesite para papel, impresiones, conducciones, sueldos, y gastos de la Comisaría y sus oficinas, y mas que corresponda para la buena dirección y manejo de este ramo, y del indulto cuadragesimal en toda la Península‖17. En lo sucesivo, las bulas deberían ser remitidas a los tesoreros de rentas a través del comisario general, bajo la intervención de las contadurías y quedando los subdelegados con el encargo de expedir los despachos, así como los justicias y concejos 16 ―Decreto de Nueva Administración del sistema de Cruzada‖ (31 de mayo 1802), Art. 1º. Archivo de la Catedral de Santiago, Tribunal de Cruzada, leg. IG 266, papeles sueltos. 17 ―Disposición sobre nueva administración del sistema de Cruzada‖ (6 de noviembre de 1820), Archivo Histórico Diocesano de Santiago, Fondo General, Bula de Cruzada, Carp. 1238, sen numerar. 109 de surtir los repartos por veredas18. Los caudales pertenecientes al ramo y concesión de Cruzada serían divididos por los tesoreros y depositarios de rentas en las partes referidas en el reglamento del ramo. De modo que la parte correspondiente a la Hacienda Pública se quedaría en el arca destinada al custodio de dichos intereses. En cuanto la parte de los productos aplicada al Crédito Público se retendría y custodiaría en un arca separada en vistas de poder ser percibida mediante libramientos a expedir por el comisario general según la forma preestablecida en el Reglamento19. Pero, lejos de culminar aquí la supeditación de la jurisdicción especial a los intereses de la Corona, el manejo de los caudales de la bula se estrechó para la Iglesia aún más si cabe a partir del Decreto de Cortes de 29 de junio de 1822, que eximió definitivamente a los párrocos de la distribución de bulas, al ser interpretada semejante obligación como impropia de su estado, reservándose por tanto su ejecución a la justicia ordinaria de los pueblos20. Nuevos productos al servicio de la deuda: el noveno decimal En las postimetrías de la vigencia del diezmo, Roma concede a la Corona española la capacidad de cobrar un noveno especial de la Iglesia, del mismo modo destinado a la extinción de la deuda pública. Por Breve de 3 de noviembre de 1800, Pío VI delega en los reyes de España la facultad de exigir la novena parte del valor de todos los diezmos de las tierras peninsulares, americanas e insulares -sin excepción de poseedores- para la amortización de los vales reales21. Este noveno especial que, a semejanza del subsidio y del excusado, se había gestado con un carácter extraordinario se acabaría convirtiendo en prácticamente ordinario22. Aunque en este caso, no fue la Cruzada la jurisdicción encargada de su administración, cobranza y cuestiones judiciales suscitadas, el pago del noveno decimal le correspondió igualmente a la Iglesia con base en la voluntad regalista convertía a la Real Hacienda en su destinataria y responsable final. Los fundamentos hallados a tal fin se basan en el argumento que el Secretario del Despacho Universal remitió al rey Carlos IV en 11 de agosto de 1800, sobre la connivencia de cargar la tributación sobre los diezmos eclesiásticos, ya que las 18 Archivo Histórico Diocesano de Santiago, Fondo General, Bula de Cruzada, Carp. 1238, sin numerar. ―Circular de la Comisaría General de Cruzada‖ (13 de enero de 1821). Archivo Histórico Diocesano de Santiago, Fondo General, Bula de Cruzada, Carp. 1238, sin numerar. 20 ―Decreto de las Cortes Generales para la nueva cobranza de la bula‖ (29 de junio de 1822), Art. 5. Archivo Histórico Diocesano de Santiago, Fondo General, Bula de Cruzada, Carp. 1238, sin numerar. 21 Manuel Teruel GREGORIO DE TEJADA: Vocabulario básico de la Historia de la Iglesia, Barcelona, Crítica, 1993, p. 147. 22 Ibid. 19 110 rentas eclesiásticas procedentes de diezmos, bienes raíces, ganado, censos y demás, a excepción de las catedrales y colegiatas, no se encontraban sujetas a más contribución que a la ínfima correspondiente por subsidio23. Por el citado Breve de 3 de noviembre de 1800 se nombraba exactor universal del noveno al colector general de expolios y vacantes, a quien se le encomendaba además la reglamentación de todas las cuestiones relativas a la recaudación de acuerdo con la Dirección General del Excusado. Si bien los cargos de colector general de expolios y vacantes y juez exactor del excusado recaían, no obstante, en el comisario general de Cruzada, ambos constituyeron jurisdicciones especiales diferenciadas con sus tribunales privativos desde 1 de enero de 176124, en el caso del excusado, y Real Cédula de 1783 para expolios y vacantes. No obstante, el aparato judicial para la cobranza del noveno decimal tuvo obligatoriamente que coincidir –según la disposición papal- con el de la Colectoría General de Expolios y Vacantes, en tanto que la administración y empleo de los fondos correrían a cargo de los comisarios de la Caja de Consolidación de los Vales Reales ,bajo la dirección de la Real Hacienda y previa confección de listas de contribución. A fin de racionalizar la exacción y administración de los frutos correspondientes al noveno decimal, la Corona expidió Instrucción en 21 de agosto de 1805, reproduciendo el Breve papal al facultar rey como autoridad en la cobranza del tributo y cuya recaudación tocaba al exactor universal, auxiliado por una plantilla de administradores -bajo la jurisdicción real de Intendencia- y subcolectores por diócesis y partidos25. Al mismo tiempo, la Instrucción de agosto de 1805 dejaba establecida la inembargabilidad26 y no sujeción a alcabala de los productos del noveno decimal27, sin posibilidad de arrendamiento o venta si no mediaba orden de la Dirección General de Rentas. Además, dejaba exceptuadas del pago del noveno las encomiendas del rey e infantes, la casa excusada, las tercias reales no enajenadas por la Corona, diezmos de exentos aplicados a la Caja de Consolidación de Vales y curas párrocos que no 23 José CANGA ARGÜELLES: Diccionario de Hacienda con aplicacion a España, T. I, Madrid, Imprenta de Don Marcelino Carrero y Portocarrero, 1834, p. 368. 24 Nov., 2, 13, 3 y 2, 13, 4. 25 ―Instrucción que su Magestad manda observar á los Administradores en los Arzobispados, Obispados y demas partes del Reino para la recaudacion y Administracion del Real Noveno Decimal Extraordinario que le está concedido en la forma que expresa el Breve Pontificio de 3 de Octubre de 1800‖, en [s.a.]: Bula de Su Santidad de 3 de octubre de 1800, sobre exaccion de un noveno extraordinario de todos los diezmos de España, Madrid, Imprenta Real, 1831, Cap. 1º. 26 Ibid., Cap. 26. 27 Ibid., Cap. 27. 111 completasen la congrua de de 600 ducados. También quedaban exentos los maestrazgos, partes y lugares en los cuales le correspondiese al rey la totalidad de diezmos. Mientras que en aquéllos en los cuales solamente llevase una parte, el noveno sería exigido en proporción a lo no llevado28. Amortización de vales y forma de Estado en la primera mitad del siglo XIX Las obligaciones de pago después de Cádiz La situación deudora en nada iba a cambiar con el constitucionalismo gaditano. En cualquier caso, la deuda se vería incrementada debido a las vicisitudes derivadas de la Guerra de la Independencia. Las Cortes de Cádiz, en su Decreto de 3 de septiembre de 1811, reconocen la deuda estatal y crean una Junta del Crédito Público, que sustituía a la llamada Consolidación de Vales Reales: ―Las Córtes generales y extraordinarias, constantes siempre en los principios de justicia y de buena fe que tienen proclamados, y cuya observancia es el medio mas seguro de consolidar el crédito nacional, decretan: Que todas las obligaciones contraídas por el Gobierno desde 18 de Marzo de 1808, y las que contraiga en lo sucesivo para sostener la justa causa de la Nacion, bien sea con Potencias extranjeras amigas ó neutrales, ó con súbditos particulares de cualquier Potencia, serán cumplidas religiosamente, aun en el caso de declaracion de guerra‖29. La Junta del Crédito Público habría de hacerse cargo, en lo sucesivo, de la gestión de los arbitrios contemplados en la Pragmática de 1800 y deudas posteriores a marzo de 180830. A tales efectos, se nombraba a nueve empleados con exclusividad de oficio, cuya elección debería realizarla el Consejo de Regencia31. No obstante Fernando 28 Ibid., Cap. 28. S. a.: Coleccion de los Decretos y órdenes que han expedido las Córtes generales y extraordinarias desde 24 de setiembre de 1811 hasta 24 de mayo de 1812. Mandada publicar de orden de las mismas, T. II, Madrid, Imprenta Nacional, 1820, p. 1. 30 ―Los atrasos de sueldos y de cualquiera otras asignaciones que resulten contra la Tesorería mayor desde el 18 de Marzo de 1808, continuarán á cargo de la misma Tesorería, y tambien lo que deba por contratas particulares, hechas desde aquella fecha‖, en ―Decreto XCVI de 16 de setiembre de 1811 sobre la creacion de una Junta Nacional del crédito público, en lugar de la Consolidacion de vales reales‖, Art. 3, ibid., p. 2. 31 ―El Consejo de Regencia propondrá á las Córtes nueve personas de conocida probidad, talento y patriotismo, para que puedan elegir, á mayoría absoluta de votos, las tres que deben componer la referida Junta nacional del crédito público‖, ibid, Art. 3. 29 112 VII, a su regreso de Valençay y ya en plena posesión de su soberanía, en virtud de una Real Orden de 18 de mayo de 1814, ordenaría eliminar la novedad de la Junta del Crédito Público, echando por tierra las medidas adoptadas en Cádiz que, con todo, no habían resultado ni mucho menos eficientes32. La deuda continuaría creciendo hasta la muerte del rey. De manera que hubo de seguirse innovando en arbitrios durante las primeras décadas del siglo XIX. Ya no solo en materia eclesiástica, sino enteramente civil: ―se ha servido S. M. mandar con presencia de todo, que el Crédito público continúe recaudando los siguientes: el cobro de los arbitrios 1º, 2º y 3º, esto es, en el de la media anata de los legados, herencias transversales, en el de un vale de seiscientos pesos en la sucesion directa de título de Grande de España, otro de trescientos pesos por el de Marques y Conde, y uno de ciento y cincuenta por el de Baron y Vizconde, y el de diez por ciento en vales de la renta anual que hereden dichos títulos y los mayorazgos y vinculistas, aunque no lo sean con exclusion de las sucesiones transversales. El 4º, 5º y 6º, ó sea el cuatro por ciento sobre los géneros extranjeros á su entrada en esta Corte: la mitad de Alcabalas y Cientos sobre todas las especies que se introduzcan en Madrid por los vecinos para su consumo: el tres por ciento sobre las manufacturas de seda, lana, lino, cáñamo y algodon del Reino que igualmente se introduzcan: asimismo el 8º, 10º y 11º, que son el derecho de subvencion, el impuesto sobre aguardientes y licores en la forma propuesta, y el de frutos civiles, ó sea extraordinaria contribucion temporal en que quedó subrogada de aquella, subsistiendo su cobro en todo el Reino con la aplicación que previene el Real Decreto de 29 de Agosto de 1794, entregándosele al mismo tiempo por la Depositaría de Rentas las cantidades que resulten haber ingresado en ella en razon de las consiganciones sobre los indicados artículos‖33. 32 Para un estudio detallado de las reformas sobre la Consolidación de Vales durante el reinado de Fernando VII, consúltese Federico SUÁREZ VERDEGUER: ―La Real Caja de Amortización bajo el Ministerio de López Ballesteros‖, Anuario de Historia del Derecho Español, nº 31 (1961), p. 236. 33 S. a.: ―Real orden comunicada á la Direccion general de Rentas por la que se manda que el Crédito público continue cobrando los arbitrios que en ella se señalan con fecha de 20 de enero de 1824‖, en [s. a.] Colección de decretos y leyes, T. IX… p. 78. 113 La Iglesia, por su parte, habría de seguir contribuyendo con los arbitrios ordinarios a una Caja de Amortización que, fruto de las urgencias fiscales derivadas de la guerra carlista, volvería a ser objeto de reforma en 183834. A esto habría que sumar el producto de las desamortizaciones a partir de 1835, si bien sí se vería descargada del pago del subsidio y del noveno decimal que, por ley de 21 de julio de 1838, quedaban definitivamente abolidos y cuatro años después integrados en los gastos de culto y clero, a incluir entre las obligaciones generales del Estado35. La progresiva imposición de la jurisdicción del Estado en el cobro de la deuda Con todo, la exención significativa de la Iglesia a las contribuciones de subsidio y noveno decimal -que habían sido tan provechosas con anterioridad- no aventuraban, al contrario de lo que se pudiese pensar, el final de la deuda. Especialmente, cuando aún en la década de los 40 del siglo XIX era preocupación común de la reina y del gobierno la entrega de efectivo al Banco de San Fernando para el pago de la misma36. La próxima configuración del Estado liberal apuraba los últimos pasos de la domesticación de la Iglesia que, si bien desde mediados del siglo XVIII había puesto su engranaje administrativo y judicial al servicio de la Corona, su subordinación como jurisdicción cobradora de recursos para la Real Hacienda se haría patente a partir de las reformas emprendidas por la reina María Cristina en la década de los 30 del siglo XIX. Así, el pago de la deuda hallaría faceta positiva al sentar progresivamente la primacía del Estado a partir de una reorganización jurisdiccional basada en las necesidades fiscales: ―Están sujetas á la jurisdiccion privativa de Hacienda pública, todas las personas contra quienes se proceda por los delitos espresados en la regla 47 de cualquiera gerarquia, clase, estado y condicion que sean, sin escepcion alguna, entendiéndose derogados en cuanto á estos delitos todos los fueros especiales 34 S. a.: Proyecto de Ley Organica de la Caja de Amortizacion de la deuda del estado, presentado al Congreso de los señores Diputados por el señor ministro de Hacienda en la sesion de 12 de diciembre de 1838, Madrid, Imprenta del Colegio de Sordo-mudos, 1838. 35 Manuel Teruel GREGORIO DE TEJADA: Vocabulario básico de la Historia de la Iglesia, Barcelona, Crítica, 1993, p. 151. 36 ―R.O. determinando que el Banco de San Fernando entregue á la Caja nacional de Amortizacion 60 millones de Reales con destino al pago de intereses de la deuda consolidada‖, en [s. a.]: Coleccion de los Decretos y órdenes, T. XXI… pp. 2-3. 114 por privilegiados que sean, incluso el de la casa Real; y está prohibido que es embarace el ejercicio espedito de la espresada jurisdiccion con competencias que no puedan ser fundadas en ningun caso, siendo única, esclusiva y general para estos delitos; inhibiéndose las autoridades militares, en cumplimiento de esta disposicion, del conocimiento de toda causa sobre defraudacion de las Rentas y atropellamientos que cometan los militares para eludir el pago de derechos ó sustraerse de las formalidades fiscales‖37. Dentro del panorama reformador, se mantendrán aquellas jurisdicciones especiales cuyo objeto era el de cobrar tributos eclesiásticos. Como fue la Cruzada hasta 16 de marzo de 1851, suprimida por Concordato entre Isabel II y Pío IX38. Sin embargo, los jueces cuyo ministerio emanase de potestades eclesiásticas 10 años antes perdían voz y voto para juzgar a los imputados de fraude de su fuero privativo, quedando como meros colaboradores de la Hacienda Real. Según José Canals, ―Los Jueces eclesiasticos no tienen otra intervencion en las causas de fraude que la de concurrir en calidade de acompañados con el Subdelegado de Rentas á las declaraciones y confesiones que se reciban á las personas de su fuero contra quienes se proceda en dichas causas‖39. Ahora bien, hay que encajar la dinámica de las reformas dentro de un proceso más amplio llevado a cabo desde 1835, movido el ánimo de la Reina Gobernadora hacia el ahorro burocrático: ―Queda suprimido el Tribunal Supremo de Hacienda; y las atribuciones que se le asignaron por mi Real decreto de 24 de Marzo del año próximo pasado, serán ejercidas por el Tribunal supremo de España é Indias, al cual pasarán aquellos Ministros que Yo tenga á bien nombrar entro los que actualmente sirven en el 37 José Manuel CANALS: Manual de Hacienda ó Coleccion de reglas por rentas y ramos con sujecion a la parte preceptiva de las leyes, reales ordenes, decretos y reglamentos vigentes, que producen resolucion general en materias de Hacienda Pública, T. I e II, Madrid, Imprenta del Colegio de Sordomudos, 1841, p. 61. 38 ―Concordato celebrado entre Su Santidad y S.M. Católica firmado en Madrid el 16 de marzo de 1851, y ratificado por S. M. en 1º de abril, y por Su Santidad en 23 del mismo‖, en [s. a.]: Legislación española en sus relaciones con la Iglesia, desde la Novísima Recopilacion hasta nuestros dias, [s. l.], Imprenta de F. Maroto é Hijos, 1879. 39 José Manuel CANALS: Manual de Hacienda ó Coleccion de reglas por rentas y ramos… p. 62. 115 primero, quedando los demas con el goce de sus honores y del sueldo que les corresponda por clasificación‖40. Hasta la supresión final de los tribunales especiales de Hacienda después de la Revolución de septiembre de 1868. Conclusión Todavía jurisdiccional en su composición, el Estado del siglo XIX tendrá que lidiar con instituciones corporativas para imponer su voluntad. Entre ellas, la Iglesia española -aunque poderosa y tenaz en el mantenimiento de sus privilegios-, sería progresivamente domesticada en un dilatado avance del regalismo que se consolida ya en la segunda mitad del siglo XVIII (Concordato de 1753). Desde entonces, puede decirse que pierde por completo su capacidad gestora sobre los recursos destinados al pago de la deuda de la monarquía, cuanto más se ve obligada por Roma a destinar una buena parte de los propios al mismo fin. Las guerras sucesivas que aún imbuirán a la Corona en la primera mitad del siglo XIX no la eximirán de su deber fiscal. Si acaso el incremento de la deuda agravará más si cabe la situación fiscal de la Iglesia, que en mayor medida debe poner su aparato institucional –administrativo y judicial- al servicio del Estado, a parte de un mayor número de sus recursos. En paralelo la monarquía, sobre todo a partir de la regencia de María Cristina, tiende a emprender un proceso de eliminación paulatina de la pluralidad jurisdiccional originaria de la Edad Media mediante sucesivas reformas. Las cuales, lejos de asentarse –como tradicionalmente se ha pensado- en la década de los 30-40 del siglo XIX, aún se extenderán hasta la Revolución Gloriosa. Punto de partida real del Estado liberal, por el que a efectos práctico es solamente mantenida la jurisdicción especial eclesiástica en lo concerniente a las causas canónicas. 40 S. a.: Decretos de la Reina Nuestra Señora Doña Isabel II, dados en su real nombre por su Augusta Madre la Reina Gobernadora, y Reales Órdenes, Resoluciones y Reglamentos Generales expedidos por las Secretarias del Despacho Universal desde 1º de Enero hasta fin de diciembre de 1835, T. XXI, Madrid, Imprenta Real, 1836, p. 374. 116 Conspiraciones y alzamientos en la España del Sexenio absolutista Jose Luis Giménez Vera Universidad de Murcia Introducción Los acontecimientos acaecidos en España en la primera década del siglo XIX responden a una coyuntura muy particular determinada por el contexto internacional. La resistencia del pueblo a aceptar la tiranía de Napoleón y el reiterado rechazo de los intelectuales a los gobiernos despóticos de Carlos IV, dieron la oportunidad para que tras reunirse las Cortes de Cádiz se diera una de las primeras revoluciones liberales de Occidente, que no contaba con otros precedentes que la Revolución americana y la francesa. Pero esta Revolución no aseguraba la instauración de un gobierno democrático, así que España vivió episodios de avance y retroceso en lo que a democracia y derechos humanos se refiere. A esta situación Samuel Huntington1 la llamará ―Primera Ola de Democratización‖, que tiene su culminación al final de la Primera Guerra Mundial. Tras la crisis de 1808 la Monarquía española había quedado en manos de Napoleón Bonaparte. Éste a su vez otorgaría la Corona española a su hermano José I. España estaba ocupada por el ejército napoleónico que, tras el Tratado de Fontainebleau, había conquistado gran parte del país. Los acontecimientos de revolución y alzamiento del 2 de mayo de 1808 supusieron el inicio de la Guerra de la Independencia o Guerra Peninsular, como se conoce en la historiografía extranjera, contra los franceses; en esta situación de caos político se formará una Junta Suprema 1 Samuel HUNTINGTON: The Third Wave Democratization in the Late Twentieth Century, Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1992. p. 43. 117 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | Central presidida por el Conde de Floridablanca. Junta que pasará el poder a un Consejo de Regencia, que gobernará en nombre del rey Fernando VII. Esta Junta Suprema Central defenderá una monarquía histórica que, aun con todos sus defectos y quiebra, no se tenía por liquidada. El propio constitucionalismo de Bayona fue no sólo un reto al que responder, sino también una realidad de la que ilustrarse. El cambio de bando era algo común en la época. En el caso de España el tiempo jugaba, en efecto, a favor de un planteamiento constituyente (las Cortes de Cádiz), llamadas a desembocar en la Constitución de 1812, de vigencia efectiva aunque intermitente (1812-1814, 1820-1823 y 1836-1837). El periodo de seis años que abarca desde la restauración violenta del absolutismo de Fernando VII de 1814 hasta su derrota por el triunfo del alzamiento de Riego en Las Cabezas de San Juan, no han merecido de los historiadores la misma atención que la Guerra de la Independencia, el Trienio Constitucional o la Década Ominosa. Basta con analizar, como haremos posteriormente, la obra de Miguel Artola en la que dedica tan sólo 126 páginas de las 1.000 que contiene su obra sobre la primera restauración. Es cierto que durante este periodo existe un empobrecimiento de las fuentes, debido a la falta de libertad de expresión, pero ésta no es la única explicación. Aún quedan muchas fuentes sin estudiar en los archivos, por lo que es bastante lo que resta por conocer de nuestra historia decimonónica. Muy decepcionantes resultan al respecto las páginas que se dedican al Sexenio en las obras generales. Es común la reiteración de conceptos e ideas como quiebra financiera, crisis general, arbitrariedad y represión, camarillas, instabilidad ministerial, resistencia de los privilegiados a las reformas, revanchismo de la política seguida con liberales y ex josefinos, vacío intelectual, retahíla de pronunciamientos frustrados y así hasta que en 1820 triunfa en Cabezas de San Juan el golpe de Riego. Uno de los objetivos de este trabajo es dar a conocer esa parte de la Historia menos estudiada y algunos de los personajes que estuvieron detrás de todos estos acontecimientos. Aproximación al Sexenio absolutista a través de la correspondencia entre liberales Durante el Sexenio Absolutista (1814-1820) se dio una total falta de libertad de expresión, con eliminación de la mayoría de los medios de prensa, entre otros, que dificultaría la comunicación de los liberales exiliados con quienes vivían en territorio 118 nacional. Para relacionarse entre liberales era frecuente recurrir a la masonería. Esta situación hizo que la comunicación en muchas ocasiones sea en clave. Para ilustrar esta situación analizaremos en la presente investigación cinco cartas editadas entre mayo de 1819 y el 23 de julio del mismo año. Todas ellas están escritas en clave, haciéndose pasar por meras cartas entre comerciantes. Este sistema clandestino de enviar documentos fue un procedimiento corriente, como pone de manifiesto Juan Romero Alpuente ―Para precaver toda sorpresa y burlar cualquier asechanza de la policía francesa […], los pliegos finos de esta copia, los subdividí y coloqué de modo que por distintos conductos los he reunido en Madrid‖2. En estos documentos en primer lugar hallamos un extenso manifiesto, fechado en Bayona, a 7 de julio de 1819, que no lleva título y Claudio Morange lo denominará ―instrucciones‖3. El contenido de estos documentos, eran las directrices que envió desde fuera el Comité director de la conspiración a los ―socios‖ que residían en España. En el texto se subrayan las necesidades que tenía la sociedad, como ―rehacer la revolución‖, ―nuevo plan para hacerla‖ y ―modo de ejecución‖. Las cinco cartas, islotes testigos de un continente perdido del que sabemos muy poco, por limitadas y enigmáticas, nos sumergen en el típico ambiente de las conspiraciones liberales de los dos periodos de reacción absolutista del reinado de Fernando VII. Podemos entrever como fue la vida de aquellas minorías que no aceptaron doblegarse al poder del absolutismo. Se produjo una lenta construcción de una red compleja de núcleos conspirativos, que relacionó liberales residente en España y exiliados. Dichas relaciones se dieron mediante emisarios que viajaban ocultos bajo nombres falsos, cartas duplicadas o con doble sobres para tratar de burlar la vigilancia de las autoridades, uso de metáforas o palabras en clave, entre otras. Estas cartas, sobre todo las tres primeras, se transmiten en clave comercial, método que parece ser el más frecuente. En ocasiones era meramente un disfraz, en el que se hacían pasar por comerciantes. Otras utilizaban casas de comercios para infiltrase y poder pasar la frontera. Las autoridades estaban al tanto y sospechaban de toda correspondencia comercial. Fernán Núñez en septiembre de 1818 informa de que ―…algunos malos españoles y revoltosos de Francia‖ mantenían una correspondencia epistolar sospechosa. Casa-Irujo incrementó la atención de la correspondencia que 2 Juan ROMERO ALPUENTE y Alberto GIL NOVALES: Historia de la revolución española y otros escritos, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales. T. II. 1989. p.133 3 Claude MORANGE: Una conspiración fallida y una constitución nonnata (1819), Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2006. 119 llegara de ciudades como Toulouse y Burdeos, y puso bajo vigilancia ―las dirigidas bajo el sobrescrito de los hermanos Ysasi, de Cádiz, y García hermanos de Madrid‖, dos casas de comercio4. Siempre que era posible las comunicaciones se realizaban mediante emisarios. Muestra de esto lo tenemos en la carta III que se reduce a acreditar al portador, quien transmitirá lo esencial del mensaje de viva voz. El Gobierno tenía conocimiento de muchos de estos movimientos por lo que recurriría a un buen número de confidentes y espías. Es impresionante la lista de agentes infiltrados, confidentes de la policía, ex conspiradores traidores, emigrados que aceptarían proporcionar alguna información a cambio de una engañosa promesa de indulto, etc. Esta situación desembocó en un ambiente paranoico, imperando la desconfianza entre todos. Algunas de las noticias se obtenían mediante la interpretación de la correspondencia particular por los administradores de correos, cuya función eran en gran parte policial. Inquisición y control de correos producían cohibición y autocensura. En este ambiente de misterio, agentes dobles, traiciones y omnipresencias policíacas, que era la situación en la que se encontraba la resistencia clandestina de los liberales al absolutismo fernandino, elaboraron los documentos para llevar a cabo su conspiración en 1819. Si analizamos las cinco cartas, las podemos dividir en dos grupos según su forma de envío. Las tres primeras no se enviaron por correo sino por medio de uno o varios emisarios. Las otras dos (la IVª y Vª) salieron al mismo tiempo por correo normal. De la carta número IV, fechada el 16 de julio, por si el original no hubiera llegado al destinatario se mandaría otra copia el día 23. La carta V es una contestación a una misiva anterior. A continuación analizaremos brevemente cada uno de esos documentos: 1º carta: Marsella, 20 de mayo de 1819, presunto autor ―José de Castro del Río‖, enviada a la ciudad de Madrid para el Capitán Polo (esta información es añadida por la policía, por lo que suponemos que es atribución de un confidente). El contenido es breve y directo, en primer lugar autoriza al emisario a realizar ―negocios‖ en nombre del emisor. Ello queda claro en: ―… vá autorizado con poderes amplios para todos los negocios, y aunque provisto de las credenciales competentes al efecto, atendiendo a la parte que siempre ha manifestado V‖. 4 AHN, Estado, leg. 5224. Sobre Lorenzo Garcías cf. DBTL. 120 En segundo lugar, podemos destacar de esa carta: ―Querido: el dador es amigo mío y de toda mi confianza, sírvale Vmd. como a mí mismo. Está sumamente enterado de los asuntos de mi casa, y él mejor que nadie informará a Vmd. del estado en que queda su amº,…‖. Al omitir la información real de la carta, lo que está transmitiendo al remitente es que el portador de la misma está enterado de todos los asuntos sobre las conspiraciones. Y por ello se le informará a través del mismo mensajero. Sin lugar a dudas esta forma de comunicación resultaba mucho más segura, ya que apenas dejarían rastro de información por escrito. Otro punto interesante es la firma de esta última parte. Firma como ―El tuerto‖, claramente un seudónimo de seguridad para el receptor del mensaje. Dejando a un lado las rúbricas, es muy posible que cuando se menciona el fallecimiento de ―nuestro D. Joaquín‖ estén refiriéndose al Coronel Joaquín Vidal, ejecutado el 20 de enero de ese mismo año5. 2º carta: Burdeos, 12 de Junio de 1819. Firma y rúbrica ―Fersell‖. Esta carta al igual que la primera se caracteriza por ser breve y directa. ―… del portador para dar a Vmd. tan lisonjera notable y recomendarlo al mismo tipo a Vmd. […] Él dirá a Vmd. verbalmente mil cosas que sería ridículo ponerlas por escrito, siendo otro yo el que debe referírselas‖. Volvemos a ver referencias directas al portador de la carta, en el que se autoriza. Realmente él es el portador de la información de importancia. Siendo la carta una mera ―tapadera‖ para que el portador pueda cruzar la frontera sin problema. En esta carta encontramos una referencia al ―sobrinito de D. Pedro‖, en el estudio realizado por Morange, 2006; el autor deduce que esta mención podría ser a D. Pedro Llano, comerciante coruñés afincado en Burdeos, que los conspiradores usan para levantar menos sospechas ante la policía. Otra cuestión a destacar es que en la carta se informa de que pronto se verán. Factor que nos lleva a pensar que la fecha de la trama está cerca. 3ºcarta: Bayona 7 de julio de 1819. Nos encontramos ante una carta con dos rubricas, un tal ―William‖ y otro firmante ―José Herrera‖. El primero se trata del autor de la carta, siendo el segundo el portador de la misma. Carta similar en estructura a las dos anteriores, en las que la información es escasa y se limita generalmente a dar al 5 Claude MORANGE: Una conspiración …, p. 365 121 portador los poderes de representación. Destacamos algunas frases como: ―Después de mi largo é involuntario silencio, vuelvo a escribir…‖. Podemos entrever como el autor se ha visto obligado a estar en el exilio, a no poder ―hablar‖. Volvemos a encontrar la frase ―…recomendarle, en segundo lugar, a mi íntimo Amigo, el Dador…‖ autorizando a transmitir cual información sea necesaria y no pueda ser escrita por miedo a ser detenidos. También encontramos alusiones a la cercana fecha en la que se verán en persona. Las dos cartas restantes (IV y V), como ya hemos dicho anteriormente, salieron al mismo tiempo por correo ordinario, la carta IV fue reenviada de nuevo el día 23 de julio por si no había llegado, ya que no hubo contestación. 4º carta: Bayona 16 de julio de 1819, firma un tal Fernando. Contestación al emisario José Herrera, en respuesta a la misiva enviada con anterioridad desde Vitoria (11 de julio). Al no tener con exactitud la dirección de José Herrera, esta carta se manda por duplicada a Madrid y Cádiz. Dicha carta es mucho más completa que las anteriores, no es enviada con un emisario por lo que encontramos toda la información encriptada en la misma. Destacamos sobre todo dos frases: ―Sírvase V. hacer en el papel contra Tiberio‖ el propio Morange, 2006; asegura que se trata de un seudónimo para Fernando VII. Otra frase que nos llama la atención de la carta es ―…porque el mejor gobierno es aquel que procura más Libertad con el menor gasto‖, un final que deja en evidencia las intenciones de estos conspiradores. 5º carta: es una respuesta a las que envió José Herrera los días 14 y 15. En la misma se confirma el itinerario, el destino y la cronología de los desplazamientos del comisionado encargado de llevar las ―instrucciones‖ a los conjurados del interior. Parece ser que estaba previsto que el comisionado recorriera los principales focos de la conspiración, pero por falta de tiempo y por los adelantamientos de los sucesos de Andalucía, ―Fernando‖ le aconseja que se dé prisa en llegar a la ―feria principal‖. La falta de coordinación temporal es uno de los factores a los que podemos achacar el fracaso de la conspiración de julio. Varias veces se alude en estas dos últimas cartas, la falta de numerarios y la urgencia para reunir fondos para la empresa. Los de Bayona parece que esperan instrucciones de los de Marsella. Pero como tardan en contestar, los de Bayona piensas que ―…habrá que comprar el papel y adelantarse a la remesa de los fondos de Marsella‖. 122 Por lo que podemos deducir que el centro del dispositivo parece estar en Bayona, al menos en la fase final. Lugar de paso en la carretera de Madrid a París. Y zona estratégica de comercio entre los dos países. Al no tener ningún censo de españoles en Bayona en esos años, es difícil identificar a los autores. Lo que sí conocemos es que esperaban una ayuda de Marbella y que está llegaba tarde. Además encontramos un dato curioso que es la inexistencia de relaciones con los consocios de Londres y Bayona. Para relacionarse con Londres siempre pasa primero por Marsella. En Gibraltar encontramos otro foco de revolucionarios españoles, éstos encontrarían allí un mejor asilo que en Francia. El tercer foco lo hallamos en Burdeos, ciudad repleta de burgueses comerciantes. La conspiración tiene además ramificaciones en Portugal e Inglaterra, dos países entre los cuales existían, desde la Guerra de la Independencia, estrechas relaciones comerciales, que aprovecharon los conspiradores para crear una red de comunicación clandestina. Época de los pronunciamientos El proceso restaurador, exagerado por el personalismo legitimista del monarca, no tuvo en cuenta el complejo y difícil panorama acaecido por esos seis años de guerra soportados por el país. El descontento fue en aumento al comprobarse que tanto sacrificio habían servido únicamente para restablecer casi intacto el viejo orden y devolver sus privilegios a los estamentos superiores. Este descontento se generalizó tanto entre las masas rurales, por el restablecimiento del régimen dominical, y entre las clases medias, por haber sido dadas de lado en todos los campos. La represión fernandina a partir de 1814 causó un fuerte impacto. Surgen ahora las figuras del delito y del delincuente político, creación según Artola del ―régimen restaurado‖6, de igual forma que los liberales habían sido los inventores de la fórmula de adhesión al régimen. En consecuencia, se abre paso a una política subterránea antiabsolutista que, no pudiendo contar con la aristocracia beneficiaria del orden restaurado, ni con la iglesia amenazada de reforma gubernativa y de expropiación de bienes, forzosamente hubo de refugiarse en los cuarteles, único organismo no sujeto a estrecha vigilancia policiaca. 6 Miguel Artola, ―El camino a la libertad de imprenta, 1808-1810‖, en Luis RODRÍGUEZ ZÚÑIGA, María del Carmen IGLESIAS CANO y Carlos Vicente MOYA VALGAÑÓN (Coords.), Homenaje a José Antonio Maravall, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) I, 1985, pp. 211-220. 123 Además encontramos otros factores determinantes para que fuese el Ejército el opositor político del régimen de Fernando VII: a) Es uno de los sectores sociales al que afecta en mayor medida la situación de crisis que se vive en el país. Hallamos una gran rivalidad entre los representantes del orden estamental y aquéllos que habiendo ganado sus ascensos en la guerra, habiendo hecho saltar la rígida estructura del Ejército. b) Al intentar restablecer esa estructura, se recuperan medidas del S. XVIII como las pruebas de nobleza para los cadetes de Artillería. c) Los puestos más altos se reservan y ocupan para la aristocracia, pasando a un segundo plano y cortando la posibilidad de ascenso a los jóvenes militares que hacían su carrera militar, en algunos casos estos jóvenes fueron degradados. d) Se impone un injusto sistema selectivo para cubrir las plazas en los ejércitos enviados a las colonias, éste se usa para eliminar elementos incómodos o protestatarios. e) La falta de fondos, produjo retraso en las pagas, además de las restricciones introducidas en el presupuesto de Guerra o la reducción del mismo. f) Si a todos los factores anteriores sumamos la ideología liberal de los amplios sectores del Ejército promocionados por la guerra, que se labraron una posición por su propio mérito, podemos hacernos una idea del porqué el Ejército fue un instrumento clave para la oposición al régimen. No existían cauces legales para la oposición. Ello pudo ponerse de manifiesto con el efecto contraproducente causado por muchos de los memoriales protestatarios elevados al monarca en la fase inicial del reinado desde dentro y fuera del país. Desde el enviado por el Empecinado desde Madrid, al remitido por Flores Estrada desde Londres. En consecuencia la oposición hubo de hundirse en la clandestinidad. Sus instrumentos fueron en adelante la Masonería y la conspiración. Una y otra tuvieron como efecto el pronunciamiento. La Masonería de la época experimentó un profundo proceso de politización. Si desechamos por falta de fuentes fidedignas cuanto de fantástico se ha dicho hasta ahora sobre la Masonería española, hemos de convenir con Ferrer Benimeli7 y Álvarez 7 José Antonio FERRER BENIMELI: La Masonería española. Madrid, Istmo, 1995; e ÍD. (coord.): ―La masonería española: represión y exilios‖, Aragón, Departamento de Educación, Cultura y Deporte, 2011. 124 Lázaro8, que lo único probado es su carácter de centro de reunión para los conspiradores liberales. Convirtiendo el término Conspiración y Masonería en sinónimos. No debemos olvidar el anticlericalismo que va unido a la Masonería en la mayoría de países latinos, debido a la beligerancia que muestra la iglesia Católica, a diferencia de otros países en los que convivía y actualmente convive con las iglesias establecidas. La estrecha alianza entre el trono y el altar hizo que en el programa de la Masonería señalase a la Iglesia de Roma como fuerza política a eliminar. El secretismo de la institución masónica fue utilizado por los liberales que deseaban establecer la Constitución. Se hacían masones para conspirar, única forma de acción política que les quedaba, pero sus móviles y fines nada tenían de oculto y misterioso y mucho menos de tenebroso. Por el contrario, su único móvil fue pronunciarse, esto es, declarar públicamente su fidelidad a la Constitución. La nueva situación política obligaba a cambiar la técnica del asalto al poder. En lugar de la fórmula pública de creación de nuevos organismos de gobierno, como aconteció en 1808, se recurre ahora a otra secreta basada en la utilización de la fuerza armada para derribar el régimen existente. El pronunciamiento, fenómeno y término nuevo, se convirtió en adelante en la forma más habitual de combatir un sistema político. Según Comellas9, los elementos que participan en el pronunciamiento por orden de importancia eran: a) Los militares: generalmente eran militares jóvenes que ascendieron por sus propios méritos en la guerra. Los que encabezaban los pronunciamientos solían ser de alta graduación. Este fue caso del exguerrillero Porlier, que había alcanzado el grado de mariscal de Campo y con solo 26 años se pronunció. Los militares con mayor edad no participaban abiertamente en los golpes armados, aunque sí mantuvieron un grado de implicación. b) Los liberales: en su mayoría eran burgueses acomodados que practicaban la masonería. Sus actividades tuvieron lugar a través de las logias, en donde 8 Pedro F. ÁLVAREZ LÁZARO: ―Iglesia-Masonería: génesis y desarrollo de un conflicto inacabado‖, en ÍD. (coord.): Maçonaria, Igreja e liberalismo = Masonería, Iglesia y liberalismo: actas da Semana de Estudos da Faculdade de Teologia, Madrid, Universidad Pontificia Comillas, 1996, pp. 129142; e ÍD.: ―Masonería y librepensamiento españoles de entresiglos‖, en José Antonio FERRER BENIMELI (coord.): La masonería en la historia de España: actas del I Symposium de Metodología Aplicada a la Historia de la Masonería Española, Zaragoza, Diputación General de Aragón, Departamento de Educación y Cultura, 1989, pp. 105-120. 9 José Luis COMELLAS: Los primeros pronunciamientos en España, 1814-1820, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Historia Moderna, 1958. 125 enlazaban con el elemento militar. Además hacían prestaciones de recursos económicos. c) Los desterrados: superaban la cifra de 4.000 personas entre afrancesados y liberales, enemigos en la guerra, pero compartían un enemigo común, el absolutismo. Esto haría que apartasen sus diferencias y tuvieran contacto con los conspiradores del interior, saturando el país con propaganda antiabsolutista que se introducía clandestinamente desde Gibraltar, Francia e Inglaterra. d) Los comerciantes: Como estamento social, casi todos liberales. A sus filas pertenecía la mayoría de los detenidos y comprometidos civiles. Sin duda, sus reivindicaciones librecambistas no eran ajenas a su actitud. Entre 1814 y 1820 fueron muchos las conspiraciones, intentos y golpes. No obstante, hemos de destacar nueve pronunciamientos, ya que éstos compartieron parecidos objetivos: derrocar a Fernando VII e instaurar el liberalismo. Éstos fueron: el de Milans del Bosch, pronunciamiento de Valencia (17 de marzo 1814); Espoz y Mina, pronunciamiento de Pamplona (25 septiembre 1814); Juan Díaz Polier, pronunciamiento de la Coruña (19 de septiembre 1815); Vicente Richard, la famosa Conspiración del Triángulo (21 febrero 1816); Lacy, Milans, Torrijos, pronunciamiento de Caldetas (4 de abril 1817); Juan van Halen (21 septiembre 1817); San Miguel y Valledor, la conjura del Palmar (8 de julio 1819); Joaquín Vidal, Lis y Calatrava, pronunciamiento de Valencia (1 de enero de 1819); y finalmente el de Quiroga y Riego, en Cabezas de San Juan (1 de enero de 1820). El fracaso de una revolución “La traición del Palmar” El denominado pronunciamiento del Palmar iba a ser protagonizado por el ejército expedicionario de Ultramar, y la fecha prevista era el 8 de julio de 1819. Este cuerpo se había formado cuatro años antes, con el fin de restaurar la soberanía de Fernando VII en los territorios rebeldes de América. En 1816 se reunieron en la zona de Cádiz, para partir a las américas, pero no fue así. Parte de sus unidades más tarde se sublevaron y fueron los responsables en enero de 1820 de apoyar el alzamiento y dar comienzo a la revolución que instaurará el régimen constitucional. Pero antes del triunfo de Cabezas de San Juan, tuvo lugar otro episodio similar, pero sin obtener la victoria. En el Puerto de Santa María se concentraron, durante los 126 primeros días de julio de 1819, quince de los veintitrés cuerpos que estaban destinados a las américas. El día 8 fueron detenidos multitud de jefes y oficiales de nueve de estos grupos y de la plana Mayor del Ejército. Además estuvieron relacionadas otra gran cantidad de órdenes de arresto contra militares, y ciudadanos que estaban fuera del puerto. El ambiente conspiratorio que encontramos durante el sexenio llega al máximo en este momento. Los liberales buscan cambiar el régimen político existente. A principios de julio se produjo un gran descontento entre los militares, cuando llegó la noticia de que pronto partirían hacia América. Los conjurados, aprovechando el momento se prepararon para actuar y decidieron asesinar al comandante en jefe, y así nombrar a Sarsfield nuevo Jefe. Éste, introducido en la trama, avisó a su superior y dio parte sobre el pronunciamiento. Traicionando a sus compañeros, buscaba la forma de frenar el pronunciamiento que era inminente. La primera medida que se tomó fue separar a los cuerpos militares, pero ello no impidió que éstos adelantaran sus proyectos. El día 6 de julio, los jefes de cuerpo conjurados ofrecieron a Sarsfield tomar el mando de la sublevación, éstos querían pronunciarse aquella misma tarde en el campamento de la Victoria. El mariscal de campo, aun siendo uno de los conspiradores, estuvo reteniendo la situación hasta conocer el posicionamiento del conde de La Bisbal. El mariscal viajó a Cádiz para entrevistarse con el conde de La Bisbal personalmente ante Arco Agüero, lugarteniente de Gutiérrez. Los dos generales dieron falsas esperanzas fingiendo que apoyaban el levantamiento. Tras este encuentro, aun no habiendo decidido en aquel momento ninguna acción concreta, perfilaron su plan represivo. Acto seguido, el mariscal volvió al Puerto de Santa María para contener a los rebeldes. Se celebró una junta urgente la noche del 6 de julio, el mariscal pudo convencer a los jefes de los cuerpos del cantón de que el conde de La Bisbal encabezaría el levantamiento, por lo que tendrían que esperar a su llegada. Como señal de buena voluntad se retiraron las tropas. Este movimiento fue decisivo en la estrategia represiva de los dos generales. Sarsfield tenía la confianza de los conjurados, y debía mantenerla hasta el momento de la represión. El mismo día 7 por la mañana fue a informar de los acontecimientos a los cuerpos locales y volvió a Cádiz para dar parte de la reunión de la noche anterior. Seguidamente viajó hasta Jerez para entrevistarse con Gutiérrez. Este último confiaba en que el mariscal suplantase al conde, así que le dio directrices de lo dispuesto para cuando se produjera la ruptura, prevista para la noche del 7 de julio. 127 Sarsfield recibió del conde las órdenes de que ―…debía esperarle con la caballería adicta frente al campamento de La Victoria. Sobre las seis de la madrugada se encontraba en el punto indicado, con casi dos regimientos de jinetes, que formados en batalla, estaban dispuestos a cargar antes de que los rebeldes, que salían en formación, adquiriesen una posición ventajosa‖10. En la tarde del 7 de julio, el comandante en jefe había partido con la Guarnición de Cádiz sobre el Puerto de Santa María, difundió que su salida era para proclamar la Constitución. Y reforzando sus fuerzas con un batallón de marina llegó a San Fernando y sometió al escuadrón de artillería que estaba preparado para unirse con los que se iban a pronunciar en el campo de la Victoria. Sarsfield se encontraba en la posición que había acordado con el conde, desde donde vio llegar los batallones por la retaguardia del campamento. Encerrando a los conjurados entre dos frentes, con muy difícil escapatoria. Los conjurados nunca pensaron que Sarsfield los traicionaría. En poco tiempo fueron arrestados los jefes y oficiales que se consideraron responsables de aquella sublevación, poniendo fin a este primer intento de pronunciamiento. En los siguientes meses hubo tres intentos más, pero se saldarían con un fracaso. La victoria no llegará hasta Cabezas de San Juan. Cuanto el pronunciamiento llegó a oídos del Rey enviaría el 23 de julio un mensaje al Conde de La Bisbal en el que se dice lo siguiente: ―El rey N.S. se ha enterado del oficio de V.E., de 23 del presente mes [de julio] en que contestando a la real orden de 16 del corriente, manifiesta a V.E., las causas que pueden haber producido el desagradable acontecimiento de la noche del 7 al 8 del presente mes y S.M., conforme con las ideas de V.E., quiere que se siga la causa con la actividad que está mandado, y quiere continúen haciendo las más exquisitas diligencias no sólo para averiguar las causas que pudieron haber motivado dicho suceso y origen que tienen, sino también los medios y agentes 10 Francisco VARO MONTILLA: ―El mariscal de campo Sarsfield y la represión del Pronunciamiento del Palmar‖, Hispania Nova Revista de Historia Contemporánea. 3 (2003). 128 que para ello puedan haberse empleado, punto no menos interesante que los otros mencionados11‖. Conde de La Bisbal Uno de los protagonistas de la conjura del Palmar anteriormente comentada, es el Conde de La Bisbal, este personaje tuvo un papel crucial en el primer tercio del siglo XIX en España. Pero a pesar de su importancia, es complicado encontrar información sobre el mismo. Además de que podamos encontrarlo nombrado de distintas formas, Conde de La Bisbal, Conde de Abisbal, Don Enrique José O‘Donnell Anethan, entre otros. Enrique José O´Donnel nació en San Sebastián en 1775, de descendencia irlandesa Calvagh O'Donnell, jefe del clan irlandés de los O'Donnell of Tycornell, su familia tuvo que abandonar Inglaterra tras la batalla del Boyne (1688). Su padre Joseph O´Donnell era coronel del regimiento de Irlanda y su hermano formaba parte del ejército carlista como general. O´Donnell participó en la Guerra de la Independencia realizando una brillante carrera militar, ascendiendo de mariscal en 1809 en tan solo un año ya era teniente general, pronto será destinado a Cataluña como capitán general de la Región Militar. Durante este periodo será cuando reciba el título de Conde de La Bisbal, en favor de la gran hazaña militar que llevo a cabo en la población con el mismo nombre. Donde el 14 de septiembre sorprendió e hizo prisionero a un ejército francés de 1.700 hombres, con su general, 60 oficiales y 17 piezas de artillería, consiguiendo así detener al general francés François Xavier de Schwarz, y quedando cojo al resultar herido en una pierna y valiéndole su distinguido comportamiento la Gran Cruz de San Fernando y el título nobiliario de conde de La Bisbal12. Fue partícipe de la toma de la fortaleza de Santa Engracia, así como también recibió la distinción de capitán general de Andalucía, pero su actitud equívoca entre absolutistas y constitucionales, le ocasionó su destierro voluntario. 11 Francisco VARO MOTILLA: La causa del Palmar. Conspiración y Levantamiento de 1819, Tesis doctoral inédita. Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Facultad de Geografía e Historia, 2009, p. 49, e-spacio.uned.es/fez/eserv/tesisuned:GeoHis-Fvaro/Documento.pdf. 12 José Luis SÁNCHEZ ISABEL: Real y Militar Orden de San Fernando: 200 años, Madrid, Ministerio de Defensa, Dirección General de Relaciones Institucionales, D.L, 2011, pp. 56-57. 129 En 1819 participó en la llamada traición del Palmar, en 1820 se enfrentó, sin éxito, al general Rafael de Riego en la sublevación del Ejército de Ultramar, que debía partir para sofocar las revoluciones de las colonias americanas. O´Donnell era en la masonería Bruto II, estuvo en tratos con las sociedades secretas, fue recibido francmasón13, y esto le ayudaría a su destierro voluntario, ya que durante el Trienio liberal fue apartado de todos los círculos de poder, teniendo que marchar a Francia finalmente junto a los Cien Mil Hijos de San Luis. En Francia residió en Limoges, años después recibió la amnistía, pero el 17 de mayo de 1834 falleció en Montpellier. Conclusiones La Historia constitucional del primer tercio del siglo XIX, está repleta de cambios políticos por tratarse de una transición del Antiguo Régimen al liberalismo. Con nuestra aportación realizamos una visión global de algunas de las conspiraciones y alzamientos de la época, pero nos centramos en un caso concreto como es la de la Traición del Palmar y su entorno conspiratorio. Es en 1819 donde se centran estos sucesos. Nos encontramos ante una red compleja de núcleos conspirativos de ámbito internacional, que se comunican mediante emisarios que viajan ocultos bajo nombres supuestos, cartas duplicadas, uso de metáforas o palabras clave en sus escritos o envíos bajo sobre doble, a fin de poder burlar la férrea vigilancia de las autoridades. La falta de coordinación temporal es uno de los factores a los que podemos achacar el fracaso de la conspiración. Este grupo de alzados, que no cumplían por completo con los ideales liberales, rechazarán desde el principio a Fernando VII como rey absoluto, pero en la confianza de hallar un posible monarca alternativo en la línea sucesoria del mismo. Sobre esta cuestión existe un debate historiográfico abierto actualmente, ya que no queda claro con exactitud qué monarca era buscado por el liberalismo en el marco de la Constitución gaditana de 1812. Como conclusión podemos decir que la situación a partir de 1814, no fue nada sencilla para los liberales españoles. En primer lugar, tuvieron que salir de forma precipitada del territorio español, y muchos partirían hacia Reino Unido, Francia y 13 Pío BAROJA: Juan Van Halen, El oficial aventurero, Edición de Juan Van-Halen, Madrid, Biblioteca Edaf, 1998, p. 123. 130 Portugal. Una vez exiliados, se verían en tierra extranjera sin patrimonio alguno ni lugar al que acudir. A partir de aquí comenzó el verdadero exilio de estos liberales, donde se enfrentarían a un bajo nivel de vida, en lugares donde muchos no conocían la lengua, y sin posesiones, ni recursos para sobrevivir. Aunque nos encontramos ante un periodo poco estudiado por los historiadores, sí que hallamos amplias referencias literarias. Es curioso que en la gran obra de Benito Pérez Galdós Los Episodios Nacionales se mencione al Conde de La Bisbal, al cual nos referimos aquí ampliamente. ―Conspiración -refiere Galdós- del conde de La Bisbal en el Palmar (1819): Durante su vida política y militar, el conde encendió siempre una vela al santo y otra al demonio. En 1814, cuando se dirigía a felicitar al Rey por su vuelta, llevaba dos discursos escritos, uno en sentido liberal y otro en sentido absolutista, para espetarle aquel que mejor cuadrase a las circunstancias. En 1819, después de merendar con los conspiradores de Cádiz y los oficiales del Ejército expedicionario de América, los arrestó de súbito, haciendo una escena de farsa y bulla, que le valió la gran cruz de Carlos III‖14. 14 Benito PÉREZ GALDÓS: La segunda Casaca (Episodios Nacionales, 13. 2º Serie), Alianza Editorial, Madrid. 2003. pp. 6-7. 131 Las fábricas de luz: contribución al debate historiográfico de la Revolución Industrial desde la región de Murcia María Dolores Piñera Ayala Universidad de Murcia Introducción Las fábricas de luz en la Región de Murcia así como el avance que supuso la llegada de la luz eléctrica a la misma es un tema que todavía no se ha estudiado en profundidad. Por esa razón, esta investigación pretende cubrir parte de esta laguna historiográfica, si bien la bibliografía existente es escasa, y se refiere principalmente a otras zonas de España. Además, las fuentes documentales para su estudio se encuentran dispersas en archivos históricos (públicos y privados, estos últimos correspondientes a las propias fábricas); también en los fondos de ayuntamientos. Es preciso recordar que la modalidad con la que irrumpió la energía eléctrica en las diferentes localidades murcianas está vinculada a la existencia de grandes familias y políticos del último cuarto del siglo XIX que vieron en ésta un modo de enriquecerse y de atribuirse un cierto poder dentro de la sociedad. Por otro lado, un rasgo bastante común, es que casi todos los promotores de fábricas eléctricas eran industriales o poseían minas en los lugares donde las explotaciones estaban activas en aquel momento, como La Unión, Calasparra o Cehegín. 133 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | Antolín1 señala que en las primeras décadas del siglo XX comenzaron a producirse cambios importantes en los países industrializados, aumentó la producción y los intercambios comerciales entre ellos, provocando, de esta manera, un alza de las tasas de crecimiento, donde la introducción de la energía eléctrica y su difusión es importante para explicar este avance. Ese periodo es lo que se conoce en Historia como Segunda Revolución Industrial, y es en este contexto en el que se inscribe este estudio. Landes2 define la Segunda Revolución Industrial como el proceso de avance económico que se origina en el primer tercio del siglo XX. En él, una nueva manera de producir energía denominada electricidad y el motor eléctrico, inventado también en estos años, fueron los protagonistas de ese desarrollo industrial, como sucediera con las máquinas de vapor y textiles en la Primera Revolución Industrial. Este nuevo modo de generar energía se tradujo en un ahorro de costes debido a que su transporte era más económico y permitía el auge de las industrias existentes, así como el nacimiento de otras vinculadas a esa producción de electricidad, tales como centrales eléctricas, maquinaria vinculada a las mismas, electrodomésticos… En España, las regiones donde el despliegue de la energía eléctrica fue más importante y sirvió de avance al desarrollo fueron País Vasco y Cataluña. En esta última región fue donde se estableció la primera fábrica de electricidad. Al principio se trataba de competir con las empresas ya establecidas en algunas poblaciones durante la centuria anterior, con energía producida por el gas, por ello los comienzos fueron débiles, ya que había que convencer no sólo a las autoridades sino también a la población de los beneficios de la nueva fuente de energía. Pero según Maluquer de Motes 3, el comienzo de la industria eléctrica en España surgió por la iniciativa del comerciante y óptico barcelonés Tomás Dalmau en 1874, una vez que tuvo conocimiento de la dinamo inventada por el ingeniero Zenobe T. Gramme, y que fuera presentada, a nivel internacional, en la Exposición Universal de Viena de 1873. Allí el empresario se dio cuenta de las posibilidades que tenía el invento y comenzó a visitar, durante el año siguiente, las distintas instalaciones existentes en París y Londres, entrevistándose con ingenieros y técnicos que ya habían utilizado el invento. A su regreso realizó la primera 1 Francesca ANTOLÍN: ―Electricidad y crecimiento económico. Los inicios de la electricidad en España‖, Revista de Historia Económica, 2 (1988), pp. 635-655. 2 David LANDES: The Unbound Prometheus, Cambridge, Cambridge Univ. Press, 1969. 3 Jordi MALUQUER DE MOTES: ―Los pioneros de la Segunda Revolución Industrial en España: La Sociedad Española de Electricidad (1881-1884)‖. Revista de Historia Industrial, 2 (1992) pp. 121-142. 134 prueba de alumbrado eléctrico en la Fragata Victoria, perteneciente a la Armada Española, empleando para ello la dinamo Gramme. El ensayo fue novedoso en la época, colocando de esta manera a España por detrás de las pruebas realizadas en Francia y Gran Bretaña. Después de este ensayo, se realizaron dos más, uno en una fábrica de chocolate4 y en otra de tejidos de algodón5. En 1875, la iluminación, con un arco voltaico, en el taller de fundición La Maquinista Terrestre y Marítima6, fue ya suficiente para convencer a Dalmau de las posibilidades de la energía eléctrica y en 1876, adquirió la patente Gramme por cinco años y comenzó a fabricarla en su factoría. En 1881 se constituye en Barcelona la Sociedad Española de Electricidad en la que las patentes y maquinaria son propiedad de Dalmau, que es designado director de la misma. Nuñez7 indica que entre 1883 y 1886 se llevó a cabo la red eléctrica local de Gerona convirtiéndose, de esta manera, en la primera ciudad española que estaba iluminada totalmente por medio de energía eléctrica. A partir de ahí, el sector comenzó a consolidarse y en 1890 la mayoría de las poblaciones españolas, incluyendo 30 capitales de provincia, contaban con alumbrado eléctrico o estaban en proceso de tenerlo. Las ciudades que propusieron subastas para el alumbrado público en la última centuria del siglo XIX fueron Badajoz, Jaén, Ronda, Cádiz y Alicante. Pamplona falló su concurso en 1888. La instalación de una delegación de Siemens-Halske en Barcelona en 1889, supuso una vía de financiación y apoyo técnico novedoso y trajo consigo la aparición de nuevas fábricas que tenían como función principal el montaje del tendido de un medio de transporte novedoso, los tranvías8. Según Núñez, hacia el año 1905 se contabilizaban unas 792 empresas dedicadas la producción y venta de energía eléctrica, cada una de ellas con sus características y localizaciones, que llegaron a constituirse como uno de los sectores más importantes a nivel industrial y económico. 4 Fábrica de chocolate Juncosa, de Gràcia. Jordi MALUQUER DE MOTES: «Los pioneros de la Segunda Revolución Industrial en España: La Sociedad Española de Electricidad (1881-1884)». Revista de Historia Industrial, 2 (1992) pp. 121-142, esp. p.102. 5 Fábrica Batlló Hermanos de Les Corts. Ibid. 6 Este fue el primer ensayo ocasional. Posteriormente, la Corte y las corporaciones locales fueron los que posteriormente organizaron espectáculos públicos con la intensidad de la iluminación de los arcos como protagonista en plazas y jardines. De aquellos espectáculos destacaron, por su repercusión en prensa, las que se llevaron a cabo en la Puerta del Sol de Madrid en 1881 y en el Paseo de Colón en Barcelona en 1882. Isabel BARTOLOMÉ: La industria eléctrica en España, Madrid, Estudios de Historia Económica, Banco de España, 2007. 7 Gregorio NUÑEZ: ―Empresas de producción y distribución de electricidad en España (1878-1953)‖, Revista de Historia Industrial, 75 (1995), pp. 39-80. 8 Isabel BARTOLOMÉ: La industria eléctrica en España, Madrid, Estudios de Historia Económica, Banco de España, 2007. 135 El auge que se produjo en este periodo fue debido a que en la Península irrumpieron empresas extranjeras dispuestas a suministrar alumbrado a las ciudades, llegando amparadas en un mayor acceso tanto a la tecnología como a la maquinaria necesaria para ello, motivado por la circunstancia de que en España residían sus representantes. Pero en esta etapa se produjo otra novedad: la obtención de la energía eléctrica utilizando otras fuentes, de esta forma, se pasó de la generación de energía por medio de vapor a la utilización de la fuerza del agua. Bajo esa novedad, comienza a finales del siglo XIX el surgimiento de las primeras empresas hidroeléctricas. Bartolomé Rodríguez9 expuso que fue entre 1880 y 1901, cuando se pasó del uso de arcos voltaicos a la formación, en la ciudad de Bilbao, de la primera empresa hidroeléctrica, la Hidroeléctrica Ibérica10, en 1901. En este momento también comienzan a instalarse en la Península técnicos e ingenieros expertos en la maquinara precisa para ese tipo de industria así como especialistas en electrotecnia11. Por otro lado, las innovaciones que se iban produciendo en la materia eran accesibles al público en general, ya que las revistas especializadas traducían al castellano los avances que tenían lugar en los países vecinos. En este contexto, la iluminación de los centros urbanos con fluido eléctrico y la utilización del mismo en los entornos industriales comenzaron a intuirse como un avance muy provechoso12. Asimismo, la energía eléctrica se convirtió en un elemento importante para el desarrollo industrial, por lo que se inició una batalla por el alumbrado, que, en España, no fue tal puesto que, en aquel momento, algunas ciudades contaban con iluminación por el sistema de gas. Por otro lado, las administraciones no ponían muchas trabas a que la iluminación de los municipios se realizara con fluido eléctrico y la iniciativa de las 9 Isabel BARTOLOMÉ: La industria eléctrica en España, Madrid, Estudios de Historia Económica, Banco de España, 2007. 10 Esta empresa es la después denominada Iberduero. Surgió por iniciativa del Banco de Vizcaya y era la concesionaria de las explotaciones hidroeléctricas de los principales ríos del Norte de España. 11 A mediados del siglo XIX comienzan a introducirse estudios de Electricidad en las Escuelas de Minas y Caminos Industriales. También se comienzan a impartir los estudios de Ingeniero Industrial. Incluso en 1857, Eduardo Rodríguez se considera el primer catedrático español que se interesó en el tema impartiendo la asignatura ―Aplicaciones de la Electricidad y de la Luz‖. Estos estudios se extenderían también, a finales de siglo, a las escuelas militares de ingenieros, artilleros y torpedistas. 12 La producción de energía eléctrica utilizando el vapor comenzó en 1882 con la inauguración de Pearl Street por Edison, central que distribuía el fluido eléctrico a clientes que disponían de lámparas de filamento metálico. Éstas se sustituyeron por otras más de más calidad, ya que la luz eléctrica lo permitía, aumentando con ello la jornada laboral en las industrias, al mismo tiempo que eran más seguras. Isabel BARTOLOMÉ: La industria eléctrica en España, Madrid, Estudios de Historia Económica, Banco de España, 2007. 136 centrales eléctricas13 eran privadas. Además, la concesión de suministro eléctrico se realizaba mediante subasta, empleando el abastecimiento de la empresa más competitiva en este sentido. De esta manera, las corporaciones locales no sólo renunciaban a la gestión del alumbrado sino a su distribución, dejando todo ello en manos de particulares, que se encargaban de la producción, transporte y suministro, sin coste elevado para el erario público. Las compañías gasistas españolas eran en su mayoría de titularidad privada y también lo siguieron siendo sus sucesoras, las compañías de suministro eléctrico. Esta circunstancia ofrece una segunda explicación del éxito del alumbrado eléctrico en España ya que supone una continuación en la forma de gestionar el negocio de la iluminación de industrias y hogares, manteniéndose la gestión independiente a las administraciones locales. Las „fábricas de luz‟ en Murcia: inicios y características En la Región de Murcia la llegada de la electricidad tuvo lugar una década más tarde que en las demás zonas manufactureras y núcleos urbanos de España. El modo en el que se implantó también fue diferente al de las otras regiones del país. Como se ha dicho anteriormente, las primeras tentativas tuvieron lugar en los años 80, pero en la Región se produjo un cierto desfase debido, por un lado, a la escasa contribución que tuvieron las compañías eléctricas al desarrollo industrial y, por otro, a los intentos limitados y frustrados, en alguna ocasión, de implantar el alumbrado en los principales centros industriales y urbanos de la Región. En el caso de Cartagena se instala la luz en 1883, pero el contrato para electrificar la ciudad no se hace hasta agosto de 1887, realizándose el mismo con la Compañía del Gas. Se tiene constancia de que en dicha ciudad había luz eléctrica desde 1890, algunas calles tenían alumbrado y, en 1896, se consigue iluminar el muelle con ocasión de la celebración de la feria. La compañía Ahlemeyer de Bilbao compró las instalaciones que ya tenía en el barrio de San Antonio Abad la compañía vasca 13 Desde 1880 la prensa técnica española siguió con atención los avances en el ámbito de la hidroelectricidad: recogió las noticias sobre el éxito de aprovechamientos europeos en Saint Gallen, Viene y Bellagarde, y de la explotación en Estados Unidos de Niágara, que enviaba 100.000 caballos de potencia en corriente continua hasta Búfalo. No obstante, los proyectos que perseguían hacer llegar fluido a los núcleos urbanos españoles se consideraron largo tiempo inviables. 137 Hispania, y en 1902 distribuía fluido eléctrico a toda la ciudad portuaria. Martínez Carrión14 sostiene que Ahlemeyer se encontraba entre las tres centrales más potentes en cuanto a capacidad y generación energética en 1910, junto a las de Barcelona y Madrid. Después de Cartagena, la capacidad de la empresa permitió la expansión por todo el campo cartagenero. La construcción de la nueva fábrica de luz a principios de 1901, por parte de Alhemeyer en los terrenos en donde se encontraba la anterior15, fue acogida con gran entusiasmo por parte de la población de la ciudad. Hay que señalar que la instalación para el suministro de energía eléctrica, tanto en el casco urbano como en la zona industrial del municipio de la Unión, importante zona minera de la Región de Murcia, comenzó casi simultáneamente a la construcción del edificio, hecho que se celebró por los propietarios de las minas, debido a que la ausencia de luz eléctrica suponía un grave problema económico para continuar con las explotaciones de las mismas. Por otro lado, se van sucediendo las pruebas en Murcia, capital de la Región, como las realizadas en el Casino (1886) o en el edificio del Ayuntamiento (1887), aunque la luz no se estableció hasta 1897 en toda la zona urbana. En la ciudad, hasta la última década del siglo XIX, el alumbrado se llevaba a cabo con gas y estaba a cargo de La Compagnie Centrale16, dirigida por Charles Lebón y después por Eugene Lebón, su hijo. La energía eléctrica la introdujo en Murcia el ingeniero cartagenero Isaac Peral y Caballero17. Fue en 1894 cuando se inauguró la central que él mismo diseñó, y el edificio se realizó en el jardín del Teatro-Circo Villar18, aprovechando un salto de agua que procedía de la acequia de Caravija que por ahí discurría y todavía ha quedado 14 José Miguel MARTÍNEZ: Economía de la Región de Murcia, siglos XIX y XX, Murcia, Editora Regional de Murcia, 2002. 15 La fábrica de Alhemeyer comenzó su funcionamiento en la Semana Santa de 1902, suministrando alumbrado a la ciudad portuaria de Cartagena. 16 A partir de 1840 esta empresa realizó los primeros intentos de instalación de alumbrado eléctrico en España (Barcelona, 1841; Valencia, 1843; Cádiz, 1868; Granada, 1863 y Almería, 1867). No obstante, debido a la falta de seriedad de la empresa no tuvo éxito en ninguna de ellas. Ricardo MONTES: La energía que ilumina. Historia de la iluminación en la Región de Murcia (1797-1935), Murcia, Cajamurcia, 1999. 17 Isaac Peral y Caballero (Cartagena, 1 de junio de 1851- Berlín, 22 de Mayo de 1895) fue un científico, marino y militar español que inventó el primer submarino torpedero. 18 La introducción del suministro eléctrico no estuvo exento de las preocupaciones de la población, que no confiaba en que el suministro pudiera realizarse cuando hubiera tormentas. Ante ello, al ingeniero no le quedó más remedio que publicar un comunicado en los periódicos de la época para paliar esos temores, indicando que la mejor manera de no tener problemas de aislamiento era estar abonados al servicio general. 138 reflejado su nombre en una calle que parte desde la que se localiza hoy el Teatro Circo (Enrique Villar) y la calle de la Merced. Tal fue el éxito que tuvo Peral, que en 1894, solicitó construir una central eléctrica en el municipio de Jumilla, aunque allí se encontró con la dificultad de que no tenía la fuerza motriz del agua, como en Murcia, y tuvo que emplear otros medios para poder prestar el servicio. Pero el ingeniero cartagenero no sólo suministró energía eléctrica a la Región, sus aspiraciones empresariales le llevaron a solicitar el alumbrado de la vecina localidad de Orihuela, provincia de Alicante, en 1898, presentando en el ayuntamiento su propuesta de tendido eléctrico así como el establecimiento de 23 arcos voltaicos en las 23 plazas que tenía la ciudad. Las fábricas eléctricas en la Región de Murcia y el papel del empresariado político Tras la exposición de los antecedentes, cabe preguntarse cómo se introdujo el fluido eléctrico en la Región de Murcia. En este sentido, llama la atención que está determinado por unas características singulares, pues los orígenes de las primeras fábricas eléctricas en los márgenes de la Vega Alta y Media del río Segura están vinculados a la presencia de una industria ya existente en la zona. A lo largo de la Vega Alta comenzaron a establecerse fábricas que producían energía eléctrica sirviéndose de los saltos de agua ya autorizados, o pidiendo concesiones nuevas19. Entre las primeras podemos mencionar la fábrica San Antonio de Cieza, propiedad de Juan Marín y Marín20, que se instaló aprovechando el salto de agua vinculado a la acequia Charrara que era propiedad de la familia. Esta fábrica suministró fluido eléctrico a la población 19 El acceso y la tenencia de recursos hidráulicos en España se regían por la Ley de Aguas de 13 de junio 1879. La Ley reconocía al Estado como depositario del dominio público eminente de los cursos corrientes de agua, pero posibilitaba la tenencia a través de concesiones finalistas. Eliminó los derechos de las comunidades ribereñas e impuso el procedimiento de acceso vía concesión rogada, aunque garantizando la continuidad de las antiguas prescripciones. Los permisos para la explotación industrial de las aguas se otorgaban por parte de los gobernadores provinciales por un tiempo indefinido, se inscribían en el registro correspondiente y el uso denunciado debía hacerse efectivo por su titular antes de cumplirse seis meses de la autorización y no cesar durante un año. Salvo la inscripción, se suprimía toda contrapartida por parte del usuario y los permisos podían transferirse por venta o cesión, aunque se debieran mantener las condiciones de empleo. Estas leyes en materia de aguas, con un marcado carácter liberal, facilitó el uso de los saltos de agua como aprovechamiento hidroeléctrico sin apenas alterar las utilizaciones de aguas arriba o abajo, ocupando sólo zonas colindantes como la represa y el desvío, afectando sólo a los propietarios de los terrenos adyacentes. La explotación se llevaba a cabo en las cabeceras de los ríos o en sus remansos naturales mediante instalaciones de escasa magnitud. Este sistema de concesión facilitó la explotación eléctrica. Isabel BARTOLOMÉ: La industria eléctrica en España, Madrid, Estudios de Historia Económica, Banco de España, 2007. 20 Posteriormente se llamaría Menjú, por la finca donde se encontraba. 139 de la localidad y alrededores desde marzo de 1896, inaugurándose en esa fecha la luz eléctrica en dicho municipio21. La sociedad creada para ello se llamaba Eléctrica Ciezana22, pudiendo ser considerada precursora de las empresas hidroeléctricas y anterior a la de Bilbao23. En Blanca, Rafael Molina, alcalde del municipio, inauguraba el 1 de julio de 1893 la fábrica de luz de la localidad24. En Archena, la sociedad denominada Molinos del Segura, obtuvo en 1845 la concesión para el aprovechamiento25 y utilización de la producción de energía eléctrica de un salto de agua26. Entre los promotores de la misma se encontraba Jerónimo Ruiz, alcalde de Murcia en aquel momento. Fue a partir de entonces cuando comenzaron a solicitarse aprovechamientos en otra poblaciones, y como ejemplo se pueden citar los siguientes: en la vecina población de Abarán, Rafael González Díaz solicitó, en 1919, el aprovechamiento de un salto de agua en el paraje conocido como Soto de Damián, destinado a la producción de energía eléctrica27. En Ulea, en 1917, Joaquín Moreno Ramírez también lo hizo para un salto de producción eléctrica en el paraje conocido como El Golgo. En ese mismo año, Rogelio Manresa Illán solicitaba la concesión de un salto de agua en el sitio denominado Los Almadenes, para producción eléctrica. Manresa Illán ya era fundador y dueño de la empresa ―La Electromotora‖, que suministraba energía a Murcia desde 1903. En 1919, Clemente Lavié Laborde solicitaba el desvío de agua del lugar denominado ―La Serratilla‖ para producción eléctrica, que se encontraba en la finca ―Cañaverosa‖ (Calasparra), si bien los intentos de instalar una fábrica de electricidad en ese paraje se remontan a 1869, denegándose siempre hasta principios del siglo XX. No obstante, Calasparra, tenía alumbrado desde 1905, suministrado por la fábrica ―La Esperanza‖. A todas estas fábricas se pueden añadir otras más pequeñas de las que se tiene constancia, como la fábrica de Santo Cristo en Cieza, fábrica de harinas28 que también 21 Noticias Generales, Las Provincias (Murcia), 6 de marzo de 1896. El nombre aparece en el periódico El Diario de Murcia, de 20 de agosto de 1896 en el artículo ―La Feria de Cieza‖. Hasta ahora se pensaba que la compañía se llamaba San Antonio, como la fábrica. 23 Hidroeléctrica Ibérica, fundada en 1901. 24 Lo del día, El Diario de Murcia (Murcia), 1 de julio de 1893. 25 Al Heredamiento de Hacendados de la acequia Caravija, una parte del caudal de agua del salto estaba destinado a la producción de energía eléctrica y el resto a regadío. 26 En un primer momento, el aprovechamiento se pidió para la producción de harina. Posteriormente, se utilizaría para producir energía eléctrica. 27 En 1921 fue cedido a Nicolás Gómez Tornero, importante empresario industrial local, que fue fundador de una importante industria conservera, siendo la más conocida Hero, instalada en Alcantarilla. 28 La fábrica que suministraba luz a Segovia también era una fábrica de harinas. 22 140 comenzó a producir fluido eléctrico. En 1908, los hermanos Villar inauguraban una fábrica de luz en la Alberca (Murcia), y en Lorquí se sabe que había otra en 1900. Pero no sólo en la Vega de Segura surgen factorías, en el Noroeste de la Región también hubo intentos de alumbrar las poblaciones, así, en 1893, Alfonso Cabello y Guillén de Toledo, importante jurista del momento, solicitaba dar alumbrado a la población de Caravaca desde la fábrica que allí tenía, y en 1901 entró en funcionamiento la de Moratalla; en Cehegín, ya existía en 1900 la fábrica ―La Cruz y las Maravillas‖. Todo ello indica que la Región de Murcia ya contaba con alumbrado, más o menos eficiente, a finales del siglo XIX y primeros años del XX. Una característica común a todas estas primeras factorías es que sus fundadores y/o promotores de las misma, eran empresarios y/o políticos de la época: Juan Marín y Marín, Juan de la Cierva, el Marqués de Corvera, Pío Wandosell, Isaac Peral, Rogelio Manresa o Joaquín Payá, son sólo algunos nombres de los que se dedicaron a establecer fábricas de luz en la geografía murciana. Asimismo, algunas de ellas se encontraban establecidas en fincas que se utilizaban como lugar de encuentro de la clase alta en aquellos años y donde las edificaciones y ornatos respondían a las características del momento. En este sentido se puede mencionar la finca de Cañaverosa (Calasparra), el Menjú (Cieza), el parque de la Marquesa (Archena) o el Molino del Marqués (Murcia). Además, estas industrias nacen junto a otras actividades, esto es, en sus comienzos eran fábricas de hielo -Archena y Blanca-, molinos harineros -Santo Cristo-, de esparto -el Menjú-. La Vega Alta y Media del río Segura se convierte, de esta manera, en un espacio donde las fábricas de luz se suceden suministrando fluido a las poblaciones de su alrededor. Las factorías surgen por la existencia de otras y las fábricas de hielo, esparto o harina ven como su funcionalidad se multiplica. Por otro lado, es importante destacar, que muchos de los promotores de estas factorías eran a su vez dueños de minas de hierro en La Unión -Rogelio Manresa-, Cehegín -Joaquín Payá- o Calasparra -Juan Marín-, lo que indica que la necesidad de un modo de energía que permitiera la explotación de las mismas era urgente. En definitiva, la iniciativa privada estaba motivada, por un lado, por la necesidad de suministrar energía eléctrica tanto a las empresas ya existentes como a los hacendados y, por otro, por las posibilidades de negocio nacientes, siendo ésta una forma de enriquecerse rápidamente. Además, al estar 141 el fluido eléctrico en manos de políticos y empresarios, no era difícil conseguir las concesiones de alumbrado de las ciudades, ya que la existencia de la fábrica como tal favorecía la instalación de convertidores eléctricos29, lo que posibilitó vender la energía excedente a las poblaciones de la Región30. Liberales unos, conservadores otros, vieron en la luz eléctrica un modo de enriquecerse e incluso, de ascender socialmente. Juan Marín y Marín, el dueño de la fábrica San Antonio de Cieza, fundó el partido liberal en Cieza. Joaquín Payá, años después, en 1914, fue diputado liberal también por Cieza, utilizando para sus fines la finca del Menjú, que se convirtió en lugar de reunión de políticos del momento31. Rafael Marín, dueño de la fábrica de Blanca, era el alcalde de la localidad en aquellos años al igual que lo era de la ciudad de Murcia Jerónimo Ruiz, gerente de Molinos del Segura. Rogelio Manresa fue concejal del ayuntamiento de la capital desde 1899. El mismo Isaac Peral fue elegido diputado electo por el Puerto de Santa María en 1890. De todos quizás el personaje más importante en el ámbito empresarial de energía eléctrica de la región fue Joaquín Payá López de Azmenzola32. En poco más de 10 años controló el 29 La aplicación de dinamos a molinos hidromecánicos permitió transformar la energía en eléctrica. Esta forma de introducción de la energía eléctrica en la Región de Murcia no fue exclusiva de la misma sino que también tuvo lugar en otras cuencas, como en la del Júcar. Isabel BARTOLOMÉ: La industria eléctrica en España, Madrid, Estudios de Historia Económica, Banco de España, 2007. 30 Desde 1890, dos hallazgos hicieron posible el desarrollo de la energía hidráulica y la transmisión eléctrica a larga distancia. Por un lado se efectuaron los primeros transportes con éxito de corriente alterna Lauffen-Frankfurt. Los mismos permitían unir mediante un tendido eléctrico en corriente alterna y sucesivas transformaciones de la tensión los centros de producción hidráulica a gran escala y los centros de consumo, reduciendo las pérdidas. El segundo fue la mejora de las turbinas Pelton. A principios del siglo XX llegaron a España las turbinas Francis. Las primeras permitían adaptarse con gran eficiencia a los saltos típicos de territorios que disponían de abundantes desniveles pero escasos caudales, y las segundas mejoraron el rendimiento de los saltos bajos y caudalosos. Isabel BARTOLOMÉ: La industria eléctrica en España, Madrid, Estudios de Historia Económica, Banco de España, 2007. 31 María Dolores PIÑERA: Análisis y propuesta de recuperación del Menjú: un estudio de casos, Trabajo fin de máster, Universidad de Murcia 2015, http://hdl.handle.net/10201/47980 32 ―Hijo de un funcionario de Correos, Joaquín María Payá Soria, y de Trinidad López de Amézola, nació en Bilbao el 25 de noviembre de 1872. En su infancia vivió el sitio de Bilbao impuesto por las tropas carlistas, y en 1877 su padre se traslada a Murcia, donde vivió y estudió Bachillerato. A los 17 años ya escribía poesía, la cual se publicaba en el diario ―Cartagena Artística‖. En Madrid, realiza los estudios de Derecho y Filosofía y Letras. Es Colegial en el Real Colegio Español de San Clemente, de Bolonia. Allí fue alumno del poeta Carducci. Se casó con Mercedes Navarro Sánchez, y en 1897 fue destinado a la embajada de Sanghai. Su formación humanística y su amistad con el conde de Romanones le abrirá las puertas en los temas relacionados con los negocios de minas, agrícolas, política... Durante su vida se relacionó con personajes de gran relieve social tanto de la política como de la cultura. La misma fue una sucesión de traslados debido a sus negocios y a su actividad como diplomático y político. Como director del Banco de Cartagena, viajaba continuamente para abrir sucursales, veraneaba en Fuenterrabía, realizaba largas estancias en sus fincas del Menjú, de Cañaverosa (Calasparra) y Rodeo de la Ermita (Torres de Cotillas). Debido a su gusto exquisito, estas fincas poseían bellos jardines y huertos, así como una gran biblioteca que estaba centralizada en Cañaverosa. Su estancia en Sanghai fue complicada por la situación que existía en aquellas latitudes a finales del siglo XIX, donde la crisis colonial de España era evidente. A su vuelta a España decide comenzar su carrera política. En aquel momento Joaquín Payá se 142 suministro eléctrico de gran parte de la Región. Menjú, Solvente y Blanca se convirtieron en referente y a ellas, se unían las de Abarán y Santo Cristo (Cieza), que tenía en régimen de arrendamiento, y finalmente Cañaverosa, última central eléctrica que construyó. Precisamente fue con la central del Solvente con la que consiguió suministrar energía eléctrica a la ciudad de Murcia desde 1913 mediante un contrato que realizó con la Sociedad Lebón y Compañía. La electrificación en el interior de la Región estaba ya muy avanzada en esta primera década del siglo XX y en la costa murciana también proliferaron permisos para construir fábricas desde finales del siglo XIX, no obstante, comenzaron a funcionar en el inicio de 1902, coincidiendo con la de Lorca. En estas poblaciones las fábricas estaban vinculadas a balnearios y hoteles que se ubicaban en la orilla de la playa. Aparecen, entonces, sociedades y compañías industriales encargadas de la producción y gestión de suministro eléctrico a lo largo de toda la geografía murciana: ―La Electromotora‖, ―Eléctrica Alhameña‖, ―Popular Cartagenera‖, ―Eléctrica Ciezana‖... son sólo algunas de las denominaciones de las empresas que se constituyeron a finales del XIX en la Región, sucediéndose entre ellas en la gestión del alumbrado y desapareciendo años después porque eran absorbidas por otras más dinámicas. Pero no sólo ―fabricaban luz‖, sino que alguna de ellas también suministraba la maquinaria necesaria para el montaje de otras factorías. encuentra bien económicamente, y entre sus posesiones se encuentra la finca del Menjú, en Cieza, que junto con su amistad con el conde de Romanones, y la dirección de la sucursal del Banco de Cartagena, le serviría de plataforma para sus intereses y los del partido liberal-romanonista. Primero fue diputado en Cortes por Cieza, después, por Cartagena, no obstante, enseguida empezaron a surgir desavenencias entre él y Romanones, ya que este último quería colocar en Murcia a su yerno, el duque de Pastrana. A partir de ahí su vida política está llena de enfrentamientos con él, llegando a participar en el levantamiento contra Primo de Rivera. En el terreno económico, en 1905 se crea una sociedad que agrupaba a mineros, industriales y comerciantes de Cartagena presidida por su amigo el Conde de Romanones. A partir de aquí empieza a invertir en las minas de hierro de Gilico, en Cehegín, siendo incluso más importantes que las de Cartagena. Casi al mismo tiempo invierte en la producción de energía eléctrica y funda en 1909 la empresa ―La Eléctrica del Segura‖. En 1908 compra la finca del Menjú, en Cieza, donde desde 1896 funcionaba la Fábrica de la Luz San Antonio que suministraba de luz a la zona de Cieza. Poco a poco decide expansionar el negocio y aprovecha los nuevos saltos de Cañaverosa, Blanca y Ojós. Estos saltos funcionaban con alternadores suecos y turbinas alemanas, por lo que cuando llegó la Segunda Guerra Mundial las reparaciones se realizaban de forma costosa y empezó a ser poco rentable. Posteriormente, dirige su atención a la producción de luz en la costa. De esta manera, Joaquín Payá suministró energía a Cieza, Blanca, Ricote, Villanueva, Ojós, Ulea, Alhama, Espinardo, el Puntal, Mula, Bullas, Cehegín, Calasparra, Caravaca, Lorca, Puerto Lumbreras, Mazarrón y al aeródromo militar de San Javier. En definitiva, con el tiempo se hizo con diversas compañías: Electra Caravaqueña, La Cruz y Las Maravillas, Unión Electro-Industrial, La Clavellina, Electra de Lorca, Eléctrica Alhameña, Electra Aguileña, La Luz del Quípar y Electra Totanera, o, al menos, sustituyéndolas en el servicio‖. Ricardo MONTES. Rasgos de la vida de Joaquín Payá López. Andelma. Revista C.E.H. Fray Pasqual Salmerón, 19 (2010), pp. 5-10. 143 De fábricas de luz a paisaje cultural Algunas de estas fábricas todavía permanecen en pie, edificadas al estilo de la época, en mampostería y ladrillo, con techumbre a dos aguas. El techo solía estar realizado con vigas de madera y el suelo cubierto con losas hidráulicas. El entorno donde se ubican la mayoría de ellas, en el Valle de Ricote, su red de acequias y caminos y canales, constituye un auténtico paisaje cultural tal y como se desprende de la definición realizada en el Convenio Europeo del Paisaje33 (Florencia), aprobado por el Consejo de Europa y marco de referencia europeo para el diseño de políticas de protección, gestión y ordenación del paisaje en toda Europa. El Convenio entiende el paisaje como un área, tal y como la percibe la población, el carácter de la cual es el resultado de la interrelación que existen entre los distintos elementos y factores, tanto naturales como humanos, así como las variaciones que se hayan producido en el mismo a lo largo del tiempo. Una cuestión irrefutable, sin lugar a dudas, en el caso del espacio que nos ocupa: el Valle de Ricote. La percepción que resulta de la experiencia vital en un lugar determina, como indica Nogué i Font34: ―Percibir el paisaje es un acto individual y fisiológico que establece, de primeras, una diferenciación entre nosotros, no todos los seres humanos perciben igual puesto que cada uno tenemos características visuales diferentes‖ por lo que considera lo siguiente: ―Nuestros recuerdos, experiencias y los lazos afectivos sobre un paisaje determinan, de alguna forma, la manera de percibirlo. Por otro lado, la manera de la reacción que podamos tener, dependiendo de las modificaciones que sufra el mismo, pueden variar de una persona a otra en función tanto de la familiaridad como del nivel de conocimiento que se tenga sobre él. La percepción no sólo es individual sino que también se puede considerar desde el punto de vista colectivo. En este sentido, cada cultura crea sus propios arquetipos paisajísticos, sus símbolos y sus particulares interpretaciones del paisaje. El paisaje, por tanto, puede interpretarse como un código de 33 MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES. Oficina de Interpretación de Lenguas: ―Convenio Europeo del Paisaje‖. MECD, (20-X-2000), http://www.mecd.gob.es/cultura-mecd/dms/mecd/culturamecd/areas-cultura/patrimonio/Convenio_europeo_paisaje.pdf 34 Joan NOGUÉ I FONT: ―Turismo, percepción del paisaje y percepción del territorio‖, Estudios turísticos, 115 (1992), pp. 45-54. 144 símbolos dinámico que nos habla de la cultura de su pasado, de su presente y en algunos momentos, de su futuro‖. Dentro de los paisajes culturales, como el que aquí se ha generado, se podría hablar de los paisajes del agua que, siguiendo a Ribas Palom35, son el resultado de la combinación dinámica de elementos físicos, donde el agua tiene una participación relevante, y elementos antropogénicos. Esta unión los convierte en un entramado social y cultural en continua evolución. Por tanto, los principales elementos que definen a los mismos son el mar, los ríos, las ramblas, las lagunas, los estanques... pero siempre en relación con aquellos otros elementos que nos muestran una permanencia histórica de las relaciones entre la sociedad y el agua como podría ser las presas, los molinos, los caminos, las propiedades, los canales industriales… De todo esto hay diversos casos en la zona del mediterráneo donde las relaciones entre la sociedad y el agua han sido muy habituales, generando paisajes de gran valor ecológico. La idea de los paisajes del agua como paisajes culturales, se encuentra en las aportaciones realizadas por Bruno Latour (1999) o James D. Proctor (1998), a quienes cita Ribas Palom, desde el momento en que defienden que naturaleza y cultura, objeto y sujeto, no son enteramente iguales pero tampoco son diferentes. De esta manera, se trata de integrar los dos conceptos y alejarse de los sesgos naturalistas y de las ideas mismas de las Ciencias Sociales para defender que cualquier realidad es una construcción humana, incluyendo la realidad ambiental. Deben concebirse como redes compuestas de asociaciones heterogéneas de elementos humanos y artificiales de manera que la forma de gestionar sea respetuosa con la diversidad presente en el entorno fluvial. Los países que se están adaptando al Convenio Europeo del Paisaje se comprometen a ―…integrar el paisaje en las políticas de planificación regional y urbanística y en sus políticas culturales, ambientales, agrícolas, sociales y económicas, así como en cualquier otra política que puedan tener un impacto directo o indirecto sobre el paisaje‖ 36. De las muchas fábricas que se construyeron a lo largo de la Vega Alta y Media del Segura, algunas continúan en pie, incluso funcionando en la actualidad, como la del 35 Anna RIBAS: ―Los paisajes del agua como paisajes culturales: Conceptos, métodos y una experiencia práctica para su interpretación y valorización‖, Revista de la Asociación de profesores de Geografía, 32 (2007), pp. 39-48. 36 Artículo 5, apartado d), del Convenio Europeo del http://www.mecd.gob.es/cultura-mecd/dms/mecd/cultura-mecd/areascultura/patrimonio/Convenio_europeo_paisaje.pdf 145 Paisaje. Recuperado de Solvente, en el término municipal de Ojós. La historia de cada una de las empresas, sus vínculos con políticos relevantes, ingenieros e incluso nobleza española, muestra una parte importante del lugar donde se ubicaron: balnearios, fincas, teatros... Más tarde, la llegada del alumbrado eléctrico a la Región, relacionada con los intereses personales de sus promotores, ofreció, como hemos visto, a los empresarios propietarios de minas, poder continuar las explotaciones de las mismas; también a los dueños de talleres textiles y de esparto aumentar no sólo la productividad de sus máquinas sino las horas de trabajo en sus establecimientos fabriles. Integradas algunas de estas fábricas de luz en el Valle de Ricote, otras muchas se encuentran en diversos lugares de la geografía murciana, y todas ellas constituyen testimonio de cómo la historia forma parte del entorno, integrándose en el mismo, conformando un paisaje cultural que hay que proteger, salvaguardar y poner en valor, porque es parte de nuestra historia y nuestro presente, y debería ser también parte de nuestro futuro. 146 La corrupción: ese parásito transecular. Una mirada dilatada a un fenómeno europeo Joan Pubill Brugués Universitat Autònoma de Barcelona La corrupción no nació con la democracia. Sin embargo, este sistema político, símbolo de los derechos humanos y la libertad, epítome del progreso, no consiguió erradicarla. Todo lo contrario: la corrupción consiguió penetrar en el parlamentarismo y desprestigiarlo. Los pucherazos caciquiles durante la Restauración Borbónica; los escándalos en la Tercera República Francesa; el clientelismo en la Italia giolittiana; el estraperlo durante la Segunda República Española y las corruptelas franquistas son prácticas que encuentran sus reflejos en casos bien conocidos de la historia europea más inmediata y que demuestran cómo la corrupción no entiende de fronteras ni de unidades temporales. Breve presentación del fenómeno. Consideraciones y objetivos No es muy difícil entender las razones que explican el interés por escudriñar los rincones más oscuros de la política. Ni falta hace justificar por qué la corrupción es el plato principal en esta cruzada cívica para exorcizar viejos vicios. Tal y como José Carlos Bermejo Herrera ha puesto en relieve, el historiador es prisionero del tiempo, del relato que crea en concomitancia con las preocupaciones que le rodean, sin que esta contemporaneidad tenga que obstruir su juicio: El historiador crítico no estudia un hecho por el mero hecho de que pertenezca al pasado, sino en tanto que su análisis le sirva para iluminar algunos de los problemas del presente. […] El trato con el pasado no deberá estar, sin embargo totalmente condicionado por los intereses del presente. Por 147 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | el contrario, el espejo del pasado le permitirá al historiador relativizar el presente y contemplarlo de un modo que no le sería posible si no pudiese salirse, al menos imaginariamente, de él.1 De este modo, frente al constante goteo de información concerniente a escándalos y casos, de tramas en cuyas telarañas han sucumbido y/o tejido tanto defensores de lo público como gestores de lo privado, cabe preguntarse qué hay detrás de este fenómeno tan antiguo como es la corrupción, cuyos tentáculos invisibles no entienden de fronteras. Son pues, su envergadura temporal y enraizamiento en la práctica diaria las características que convierten a la corrupción en un objeto de estudio interesantísimo, no solamente por el efecto económico o el impacto socio-mediático que puedan acarrear los ejercicios fraudulentos, sino también por los discursos y contra-discursos que genera en relación al poder. Con mucho acierto, Frédéric Monier ha subrayado que el escándalo no tiene solamente «un rôle de révélateur ou de miroir. Il agit aussi comme un catalyseur, mettant à jour des évolutions». 2 Con todo esto, la revelación de un escándalo de corrupción no tiene que entenderse meramente como el triunfo de la transparencia, sino que se tiene que ir un poco más allá con el fin de entrever que, pese al peso de la ley y el combate contra la defraudación o la prevaricación, la corrupción está integrada en los mecanismos de poder y en los sistemas políticos, precisamente porque los corruptos y los corruptores se deslizan por los bastidores de lo público y lo privado cuando son enfocados por la lupa de la justicia. Sin embargo, tampoco se quiere argüir que la historia política equivalga a una historia de la corrupción sin tapujos. Más bien, se busca acomodar las prácticas que se consideran legal o moralmente corruptas en la historia de la praxis política. La acción de levantar la alfombra tampoco se circunscribe, empero, a hacer frente una situación de adversidad, como Damien de Blic y Cyril Lemieux han analizado con acierto, ya que entran en juego diferentes factores que tensan la relación entre corrupto y audiencia, como la mediatización interesada, por parte de los mismos particulares o del poder, de exponer lo sucedido.3 Para los sociólogos franceses, atrapar in fraganti a los corruptos y corruptores supone poner en tela de juicio las estrategias que estos mismos actores ejecutaron, quienes se ven desbordados por el desencadenamiento de 1 José Carlos BERMEJO HERRERA (1994), Entre historia y filosofía, Akal, Madrid, p. 122. Frédéric MONIER (2011), Corruption et politique: rien de nouveau?, Armand Colin, París, p. 14. 3 John B. THOMPSON (2000), ―Tranformation de la visibilité‖, Réseaux, vol. 18, nº 100, 187-213, p. 200. 2 148 acontecimientos que no habían previsto tras someterse a la luz pública.4 De ahí que señalasen la «force instituante» de los escándalos, los cuales, a efectos reales, modifican la percepción que la ciudadanía tiene acerca de los corruptores en un proceso de acciónreacción cuyas consecuencias no se pueden predecir. No obstante, como John B. Thompson subrayó, no se tiene que olvidar que la visibilización, la presentación al público del fenómeno, al mismo tiempo que puede ser una tribuna para ser atacado o defenderse, es una plataforma para atacar,5 con lo cual los vectores de reciprocidad entre poder, audiencia e individuo resultan ser más complejos que lo que se puede comúnmente intuir. De forma pionera en su estudio sobre el crack de la Union Générale en 1882, Jeannine Verdès evidenció cómo los escándalos ponen en marcha la maquinaria de juicios y argumentos apriorísticos que galvanizan la opinión pública en un juego de intereses cruzados que poco tienen que ver con el caso en sí. Así, el caso se instrumentaliza, sirviendo como pretexto para defender, atacar o calumniar según convenga.6 Sobre todo, si se examina el trabajo demoscópico, la imagen representativa que se obtiene resulta, como mínimo, llamativa a la par que sugerente. Por un lado, en la encuesta que dirigió en noviembre de 2000 en Francia, Pierre Lascoumes reveló que el grueso de la población no percibía la corrupción como un factor explícitamente condenable.7 Por otro lado, después de analizar una ingente información empírica, Manuel Villoria y Fernando Jiménez se inclinan por validar la tesis del círculo vicioso existente que establecía que a mayor percepción de corrupción, más prácticas corruptas: En suma, creemos que esas hipótesis se han validado. El panorama general que el análisis nos deja —última hipótesis— es el de un círculo vicioso de desconfianza que se autoalimenta; un círculo por virtud del cual la lucha contra la corrupción genera noticias de detenciones de políticos que, a su vez, provocan la percepción de una mayor corrupción y, con ello, refuerzan variables clave de 4 Damien de BLIC y Cyril LEMIEUX (2005), ―Le scandale comme épreuve. Éléments de sociologie‖ Politix, vol. 18, n° 71, 9-38. 5 John B. THOMPSON (2005), ―La nouvelle visibilité‖, Réseaux, nº 1, 59-87, p. 76. 6 Jeannine VERDÈS (1965), ―La presse devant le krach d‘une branque catholique: L‘Union Générale (1882)», Archives de sociologie des religions, nº 19, 125-156, pp. 148-153. 7 Pierre LASCOUMES (2006), ―Politiques et citoyens: une relation corruptible. Problématiques et premiers résultats‖, CEVIPOF (Corruption et Démocratie, 2003-2006), Sciences PO, pp. 12-13. 149 nuestra tradicional desafección institucional y desapego político, las cuales, a su vez, podrían favorecer el desarrollo de la corrupción.8 Estas dos aseveraciones remiten a la intrincada interrelación que existe entre la tolerancia a la fraudulencia y su necesidad práctica. Diversas aproximaciones a la corrupción han sacado a la luz las paradojas con las que las sociedades decimonónicas – como las actuales- tuvieron que lidiar frente a los casos de corrupción. Por muy confuso que parezca, la corrupción no siempre se trata, o no tiene porque observarse desde una panorámica general, como un fenómeno negativo. N. H. Leff postuló que la corrupción económica ayudaba a dinamizar la economía frente a unas élites con tendencia a bloquear el sistema.9 De hecho, tanto la evasión fiscal como las estafas electorales o la compra de cargos fueron prácticas que bien se sitúan en este enrevesado marco entre lo ético y lo político. En conjunción con lo que defendió José Varela, quien resaltó que la corrupción y el fraude fiscal fueron pilares en cuyos capiteles descansaba la estabilidad del sistema político,10 Francisco Comín ha señalado la intrincada consecuencia de la evasión fiscal y las corruptelas políticas: mientras los sobornos probablemente fueron la causa de la legislación liberalizadora y del impulso industrial, el caciquismo también pudo ser un factor de retraso económico. Con ello, pese a la extensión de unas prácticas fraudulentas arraigadas, la tolerancia ciudadana estaba, en cierto modo, ambivalentemente acomodada a ese modo de proceder: por un lado, los que tenían capacidad para evadir o sobornar, toleraban el sistema, mientras que los que no tenían poder político, se limitaban a pagar a regañadientes generando una burbuja de ansia por defraudar.11 Situación que encaja perfectamente con lo que pasó en 1992 con el Tangentopoli, donde los actores atribuían a las transgresiones un carácter de normalidad.12 8 Manuel VILLORIA y Fernando JIMÉNEZ (2012), ―La corrupción en España (2004-2010): datos, percepción y efectos‖, Reis, n. 138, 109-134, p. 129. 9 Nathaniel H. LEFF (1964), ―Economic Development through Bureaucratic Corruption‖, American Behavioral Scientist, vol. 8, 8-14. 10 Véase: José VARELA ORTEGA (1977), Los amigos políticos. Partidos, elecciones y caciquismo en la Restauración (1875-1900), Alianza, Madrid. 11 Francisco COMÍN (1998), ―Corrupción y fraude fiscal en la España contemporánea‖. En VV.AA., Institución y corrupción en la Historia, Instituto Universitario de Historia Simancas, Universidad de Valladolid, Salamanca, pp. 74 y 99-100. 12 Jean-Louis BRIQUET (2013), ―Le système des pots-de-vin. Normes et pratiques des échanges corrompues dans l‘Italie de Tangentopoli‖. En Frédéric MONIER, Olivier DARD, Jens Ivo ENGELS (Dirs), Patronage et corruption politiques dans l‟Europe contemporaine. Les coulisses du politique dans l‟Europe Contemporaine, XIXe-XXe siècles 2, Actas del Coloquio «Faveurs et corruption» a Metz, octubre 2012, Armand Colin, París, 229-245, pp. 239-240. 150 Para arrojar más complejidad al asunto, algunos ejemplos pueden ilustrar esta aproximación sobre la ambivalencia de la corrupción como agente beneficioso. Por lo que concierne a la Tercera República Francesa, Frédéric Monier ha puesto en relieve la enorme transigencia con la que se contemplaba el favorecimiento de los representantes políticos afines, cuyo colofón fue la circular de Émile Combres a los prefectos apelando a favorecer instituciones y personas leales a la república. 13 De esta manera, la praxis corrupta era un modo dudoso de asentar la legitimidad o de conservar el poder político frente a los embates de quienes querían destruir la estabilidad. Otro caso que puede resultar sorprendente por su actualidad es el de la especulación urbanística. Ligada a la noción de corrupción como agente transformador, Nacima Baron-Yelles ha observado que a la especulación costera le siguió la modernización regional, la metropolización y la especialización económica del territorio.14 Con todas estas consideraciones hechas, establecer los límites de la corrupción es, sin duda alguna, una labor que requiere de atención y cuidado. Primordialmente, porque su materialización práctica en forma de praxis adquiere muchos rostros según el contexto histórico, el tipo de régimen y la naturaleza de la esfera donde se pone la lupa, sea este el ámbito económico o político, muchas veces conectados.15 Pese a todas estas aclaraciones, en el presente trabajo no se hará distinción alguna en si dichas praxis remiten a la evasión fiscal, a la venalidad o la aplicación arbitraria del poder político. No porque no sea trascendente hacer la distinción, ni tampoco por un empeño generalizador o sintético. Más bien, se debe a la voluntad de abordar la corrupción en su dimensión más discursiva e ideológica. Empero, no se trata ni de omitir las repercusiones político-económicas a pequeña escala y su efecto en los sectores desamparados, como tampoco se quiere descuidar las intrigas ni las maniobras de la alta política en particular. Más bien, se busca integrar ambas miradas: la de la historia desde arriba con la de la historia desde abajo, con el fin de poder retratar ese ambiente etéreo donde la tolerancia y la fechoría se entrelazan con un rebuscado e indescriptible abrazo. Es el uso más prosaico de la corrupción lo que verdaderamente se quiere resaltar: en 13 Frédéric MONIER (2011), ―A 'democratic patronage': social integration and Republican legitimacy in France (circa 1880 - circa 1940)‖. En Ronald G. ASCH, Birgit EMICH y Jens Ivo ENGELS (Eds), Integration, Legitimation, Korruption. Politische Patronage in früher Neuzeit und Moderne, Peter Lang, Berne, 97-112. 14 Nacima BARON-YELLES (2013), ―Une approche territoriale de la corruption urbaine en Espagne à l‘orée du XXIe siècle‖. En Frédéric MONIER, Olivier DARD, Jens Ivo ENGELS (Dirs), Patronage et corruption politiques… op. cit, 245-263, p. 256. 15 El clientelismo político y la corrupción económico están estrechamente ligadas según: Jean-François MÉDARD (2000), ―Clientélisme politique et corruption‖, Tiers-Monde, vol. 41, nº 161, 75-87, pp. 84-85. 151 primer lugar, cómo el discurso anticorrupción sirvió para revocar el Ancien Régime y dar legitimidad a la construcción de un nuevo estado. Por otro lado, cómo la praxis de las corruptelas y el fraude electoral permitieron conservar la herencia de la revolución liberal frente a las embestidas de los antiparlamentarios provenientes tanto del flanco derecho como del izquierdo. En tercer lugar, observar cómo el discurso de la anticorrupción fue usado en contra, precisamente, de los liberales en el poder por parte de esas culturas políticas que querían marginar mediante esas praxis. Por último, subrayar que la corrupción no entiende de sistemas políticos ni de fronteras, esencialmente porque el uso de la corrupción es un arma de doble filo que permite afianzarse políticamente, ya sea en beneficio personal o para con un colectivo, al mismo tiempo que sirve como arma arrojadiza en manos de aquellos que han quedado fuera de las cuotas de poder. Con ello, subrayar que si bien la democracia no erradica la corrupción porque en muchos ámbitos resulta útil, tampoco otros regímenes dictatoriales u opresores, pese a condenarla, son extraños a esas mismas prácticas. Cuando la moralidad cambia de bando. Degradación, captura y asimilación de un discurso crítico Los cimientos que legitimaron la revolución francesa fueron los valores que se contrapusieron al fasto y a la pompa derrochadora de la monarquía, a la que se le imputaba una inmoralidad para con el deber del pueblo, a quién le debía obediencia porque era quién ostentaba la soberanía. La virtud se convirtió, pues, en un leitmotiv inherente a la causa revolucionaria, cuya misión era garantizar, como expresó SaintJust, la justicia social y la igualdad mediante la transparencia de las instituciones públicas.16 Esa lógica detrás de la voluntad expresa de hacer tabla rasa con la venalidad y el despilfarro que venía dada por supuestos privilegios naturales daría pie a un nuevo lenguaje basado en la castidad ética y en la pureza de lo público. 17 Un argumento que se basaba en la creencia del progreso como instrumento para la realización de una humanidad ciudadana.18 El cambio de paradigma, en una clara resolución por acabar 16 Louis Antoine Léon de SAINT-JUST (1837) [1793-1794], ―Les fragments sur les institutions républicaines‖. En Philippe Joseph Benjamin BUCHEZ y Prosper Charles ROUX (Eds), Histoire parlementaire de la révolution française ou journal des assemblées nationales. Depuis 1789 jusqu‟en 1815, vol. 35, Librairie Paulin, París, 275-316, p. 275. 17 Raymonde MONNIER (2002), ―Républicanisme, libéralisme et Révolution française‖, Actuel Marx, vol. 2, n° 32, 83-108, p. 104. 18 Thomas VAN DER HALLEN (2007), ―Corruption et régénération du politique chez Robespierre‖, Anabases, nº 6, 67-82, pp. 69-70. 152 con el viejo modelo aristocrático y feudal, convirtió la anticorrupción en una noción clave en los discursos políticos. En este sentido, como ha señalado Frédéric Monier, se podría afirmar que la economía política no pudo separarse de las discusiones en torno a la moralidad, como consecuencia del advenimiento del mundo contemporáneo, pese a haber interesantes fluctuaciones y cambios en las percepciones sobre la corrupción.19 El combate por la moralidad en lo público fue una de las causas de la crisis del sistema político feudal que no se restringía a la revolución francesa. Tomando como referencia el caso de la revolución liberal española, el ansia de ruptura con un régimen que fraguó una enorme red clientelar con intereses cruzados resulta evidente, sobre todo con el aumento de la venalidad y del enriquecimiento de válidos como Manuel Godoy.20 Como bien dejó por escrito Ramón de Santillán, quien fue ministro de hacienda en 1840, la voluntad de instaurar una sociedad cívica quedaría plasmada en las depuraciones de personal dependiendo del régimen ya que era la fidelidad a la causa absolutista o liberal lo que determinaba el acceso a las funciones públicas.21 Es en este cambio de modelo político dónde se tiene que poner atención en el progresivo acomodo de los revolucionarios a las instituciones. Con esto, no se pretende argüir que hubo una adopción de los vicios en la translación, ni mucho menos una conservación de élites. Más bien, se busca subrayar, como bien alertó Jens Ivo Engels, cómo la institucionalización de la revolución propició tanto un prolongamiento como una reformulación de las prácticas que anteriormente se habían denunciado, como consecuencia del nacimiento del estado liberal y de las mutaciones socioeconómicas de la progresiva industrialización.22 En parte, la emergencia de los partidos, la estructura y organización parlamentaria o la pugna para imponer o mantener intereses económicos mediante lobbies fueron los causantes de la transformación de las prácticas corruptivas.23 A nivel regional, resultan de gran ayuda para la interpretación holística de la corrupción las aproximaciones al patronazgo o a la elaboración de redes clientelares. 19 Frédéric MONIER (2016), ―La corruption, fille de la modernité politique? ‖, Revue internationale et stratégique, nº 101, 65-73, p. 67. 20 Francisco ANDÚJAR CASTILLO (2008), ―Nepotismo, clientelismo y fidelidad. De Floridablanca a Godoy (1789-1798) ‖, Cuadernos de Historia Moderna. Anejos, nº 7, 179-211, p. 183. 21 Ramón de SANTILLÁN (1996) [1860], Memorias, 1808-1956, Editorial Tecnos, Madrid. 22 Jens Ivo ENGELS (2014), ―La modernisation du clientélisme politique dans l‘Europe du XIXe et du XXe siècle. L‘impact du capitalisme et des nouvelles formes d‘organisation politique‖. En Frédéric MONIER, Olivier DARD, Jens Ivo ENGELS (Dirs), Patronage et corruption politiques… op. cit., pp. 34-35. 23 Para una lectura más detallada, véase: Ignacio FERNÁNDEZ SARASOLA (2009), Los partidos políticos en el pensamiento español. De la Ilustración a nuestros días, Marcial Pons, Madrid, pp. 28 y 105. 153 Examinando las formas bajo las cuales se establecen relaciones de clientelismo en el Mezzogiorno finisecular, Luigi Musella dedujo que las relaciones políticas entre cliente y patrono se establecían a tres niveles de interacción que deben tenerse en cuenta para entender su funcionamiento y lógica internos. En primer lugar, la relación se establece entre personas de estatus, riqueza e influencia diferentes. Por otra parte, la formación y preservación de la relación está sujeta a la reciprocidad en el intercambio de beneficio y servicio, como por ejemplo lealtad personal o fidelidad electoral. En último lugar, la relación es personal, directa y se establece teniendo en cuenta la proximidad.24 Es en este entramado donde se debe ubicar el transformismo italiano, respuesta de las élites al problema del censo y del control social, similar al turno español o a la red de favores francesa, pero con significativas particularidades.25 Trabajos más recientes han perfilado los vínculos entre el clientelismo y el ámbito del poder político en su esfera pública, en particular acerca de la actitud de votantes a un representante elegido. En esta dirección, la investigación llevada a cabo por Frédéric Monier en la Vaucluse del primer tercio del siglo XX resulta muy atractiva, porque plantea el dilema epistemológico del individuo frente a su espejo: la contradicción entre ser el portaestandarte de unos valores republicanos tales como la ética cívica y el deber para con lo público y la actitud cuotidiana del ejercicio político. 26 En el caso del liberalismo español, Gemma Rubí aclaró que las prácticas caciquiles respondían a esa lógica de asegurar la consolidación de la revolución liberal y garantizar la estabilidad social.27 Debido a este engranaje desajustado, producido por el choque entre el ideal teórico y la práctica más prosaica, los discursos que legitimaron el cambio de paradigma empezaron a resquebrajarse. La modificación de las nuevas formas parlamentarias de relacionarse, juntamente con el grado de estancamiento en la capacidad de los sistemas políticos para ofrecer ascenso social, cuestión que se sobreponía al debate acerca la representatividad y la participación en lo político por parte de unas capas de la 24 Luigi MUSELLA (1988), ―Clientelismo e relazione politiche nel Mezzogiorno fra Otto e Novecento‖, Meridiana, nº 2, 71-84, pp. 79-80. 25 Renato CAMURRI (2003), ―La Italia liberal y a España de la Restauración: una perspectiva comparada‖. En Rosa Ana GUTIÉRREZ, Rafael ZURITA y Renato CAMURRI (Eds), Eleciones, cultura y política en España e Italia (1890-1923), Publicaciones de la Universitat de València, Valéncia, 15-33. 26 Frédéric MONIER (2007), La politique des plaintes. Clientélisme et demandes sociales dans la Vaucluse d‟Édouard Daladier (1890-1940), La Boutique de l‘Histoire, París. 27 Gemma RUBÍ CASALS (2014), ―La représentation de la corruption. L‘Espagne dans la construction du libéralisme politique, 1840-1868‖. En Olivier DARD, Jens Ivo ENGELS, Andreas FAHRMEIR, Frédéric MONIER (Dirs), Scandales et corruptions à l‟époque contemporaine. Les coulisses du pouvoir à l‟époque contemporaine 3, Armand Colin, París, 165-180. 154 población con deseos de acceder a los canales del poder o de hacer llegar sus quejas, fueron elementos que se advirtieron con recelo por todos aquellos que quedaban excluidos políticamente o tenían un papel restringido, justamente, por la férrea praxis liberal. En Francia, Jean-Jacques Mayeur señaló que el tuteo entre diputados y el nuevo lenguaje no contribuyeron a limpiar la imagen de un parlamento cuyos miembros en activo se asemejaban a una casta parasitaria en una coyuntura donde los escándalos revelaban los intríngulis de los hombres en el poder.28 En este mismo sentido, Javier Moreno Luzón apuntó que el caciquismo o el turno pacífico durante la Restauración, métodos empleados para aferrarse al poder y conservar el orden social y la obra liberal, pusieron la soga al cuello al discurso liberal, deslegitimando los valores e ideales que pregonaba debido a la dinámica perversa en la que cayeron sus campeones. 29 Esta sensación de fatiga del modelo liberal-parlamentario también hizo mella en la joven Italia, donde abunda la literatura que retrata la vida parlamentaria. Un caso digno de mención es la novela Le Ostriche (1901) de Carlo del Balzo, en cuyas páginas se reflejan los ajetreos entre bambalinas, los casos de corrupción y la doble moral en que cayeron muchos parlamentarios.30 El empleo de corruptelas era una práctica común que respondía a un doble objetivo: por una parte, estabilizar los nuevos sistemas políticos, y por la otra, promocionar a todas esas capas sociales que hicieron posible o se adhirieron al cambio. Por este motivo, no debe extrañar que en buena medida la trampa en que cayeron los hombres de lo público liberales en el poder, tanto republicanos como monárquicos, fuese construida por ellos mismos en esa praxis de micropolítica que les permitía el ejercicio del poder. De ahí que los políticos se encontrasen, como ha argumentado Jens Ivo Engels, atrapados en las exigencias de la vida política pero arrastrando el peso de las estructuras histórico-políticas que eran la base de su legitimidad, en unas coyunturas donde el caso francés tiene que confrontarse y ponerse en relación a lo sucedido en los demás países 28 Jean-Jacques MAYEUR (1984), La vie politique sous la Troisième République, Éditions du Seuil, París, p. 216. 29 Javier MORENO LUZÓN (1996), ―«El poder público hecho cisco»‖. Clientelismo e instituciones políticas en la España contemporánea‖. En Antonio ROBLES EJEA (Ed), Política en la penumbra. Patronazgo y clientelismo políticos en la España contemporánea, Siglo Veintiuno Editores, Madrid, 169190, pp. 188-189. 30 Paolo Bernaba, protagonista de la novela, encarnaba las vicisitudes de Francesco Crispi en una coyuntura delicada donde la vida nacional se percibía que en pleno trance de degradación. En Alessandra BRIGANTI (1972), Il Parlamento nel romanzo italiano del secondo Ottocento, Felicie Le Monnier, Florencia, pp. 134-141. 155 europeos.31 Desde esta perspectiva de análisis, la corrupción, en su lato sensu, sería causa y efecto de la modernización. Mattei Dogan ha señalado pertinazmente cómo una mayor percepción de corrupción puede convertirse en un indicador de madurez política.32 Esto puede sorprender si leemos el funcionamiento, probablemente caricaturesco, de los métodos caciquiles como el pucherazo, a la par que reales y comúnmente empleados: Acudían allí los curas acompañando y animando al rebaño de electores, a fin de que no se dejasen dominar por el pánico en el momento de depositar el voto. Para evitar que «se la jugasen», don Eugenio, valiéndose del derecho de intervención, sentó en la mesa a un labriego de los más adictos suyos, con orden terminante de no separar la vista un minuto de la urna. […] Trampeta en persona, que daba sus vueltas por allí, llegó a impacientarse viendo el inmóvil testigo, pues ya otra olla rellena de papelas, cubiertas a gusto del alcalde y el secretario de la mesa, se escondía debajo de ésta, aguardando ocasión propicia de sustituir a la verdadera urna. […] En este intervalo el secretario de la mesa verificaba el trueque de pucheros: ni visto ni oído.33 Por más rocambolesco que pueda parecer el pucherazo retratado por Emilia Pardo Bazán en Los pazos de Ulloa (1886-1887), la receptividad social del fraude puede ir junto a un mayor grado de concienciación política. Oponiéndose al dualismo reduccionista que asociaba clientelismo y praxis corrupta con tradición, Jean-Louis Briquet evidenció, estudiando el caso del sur de Italia y Córcega, que la formación de patronazgos y redes de amistades, junto con las estafas o sobornos, eran indicativos del proceso de consolidación de la modernidad liberal.34 De esta forma, la sensibilidad a la corrupción indicaría una mayor propensión y disposición al conocimiento de lo político e iría, por lo tanto, en correspondencia al grado de politización de los ciudadanos como sujetos conscientes de sus deberes y derechos. Este auge de la sensibilidad se convirtió, pues, en el detonante para la crítica de los sistemas políticos parlamentarios una vez estos parecían haberse afianzado y 31 Jens Ivo ENGELS (2013), ―La République est vivifiée par la vertu de ses hommes politiques‖. En Marion FONTAINE, Frédéric MONIER, Christophe PROCHASSON (Dirs), Une contre-histoire de la IIIe République, La Découverte, París, 40-53, pp. 46-48. 32 Mattei DOGAN (2003), ―La République est vivifiée par la vertu de ses hommes politiques‖, Revue internationale de politique comparée, vol. 10, nº 3, 415-432, pp. 431-432. 33 Emilia PARDO BAZÁN (2009) [1886-1887], Los Pazos de Ulloa, edición Mª de los ÁNGELES AYALA Cátedra, Madrid, pp. 356-357. 34 Jean-Louis BRIQUET (1995), ―Les pratiques politiques «officieuses», Clientélisme et dualisme en Corse et en Italie du Sud‖, Genèses, nº 20, 73-94, pp. 74-75. 156 consolidado. El triunfo del liberalismo político y económico, en definitiva del moderno Estado liberal, condujo a un irremediable callejón sin salida para los que lo impulsaban y defendían. Esta paradoja en el seno del poder fue aprovechada por todos aquellos sectores que veían con recelo y temor los derroteros de la modernidad. La captura del discurso anticorrupción se hizo con una intención de ir más allá de la lucha por la transparencia o por una mejora del sistema. Más bien, se quiso aprovechar la bandera de la moralidad para revertir o rebanar de cuajo los cimientos que sustentaban el sistema político parlamentario, ya fuera por demasiado burgués o por demasiado progresista.35 El capitalismo sería, junto con el parlamentarismo, la diana de los dardos de esos sectores inconformistas o contrarrevolucionarios. Los escándalos financieros visibilizaron el funcionamiento hasta entonces oculto de los resortes que conectaban el aparato político con los entramados de los hombres de la economía al mismo tiempo que daban argumentos a las fuerzas opositoras al sistema. La revelación de las dinámicas internas del poder produjo una mezcolanza de tolerancia e indignación debido a la aceptación de las praxis por parte de los beneficiarios y a su censura por parte de los excluidos. Damien de Bic demostró que los escándalos como el de Panamá en 1892 pusieron sobre la mesa que el desvelo de las prácticas corruptas tiene unos efectos directos y concretos sobre la percepción social acerca de la naturaleza de la corrupción. El escándalo empuja a la movilización tanto de los sectores que han salido a la luz como de los censuradores. De aquí que el caso Panamá diese pie a la asimilación del dinero con el antijudaísmo, una relación que pasaba por interpretar el advenimiento del capitalismo como una forma de vida desdeñosa e inmoral.36 Con su pluma, Édouard Drumont combatió los republicanos y su sistema asemejando dinero a corrupción y al semitismo más burdo: «Nul siècle n‘a produit de type de basse corruption comparable à celui-là, nul siècle n‘en produira jamais. Le Juif moderne s‘incarne tout entier dans cet être hybride et singulier».37 En medio del alboroto producido una vez desvelada la corrupción, el desenlace del escándalo, como arguyó de Blic, es imprevisible. El caso de la fallida de la Banca 35 Para un mayor detalle acerca de las posturas críticas de la izquierda con la praxis corrupta, véase: Christophe PORTALEZ (2013), ―La Revue socialiste face à la corruption politique: du scandale de Panama à l'affaire Rochette (1892-1914)‖, Cahiers Jaurès, vol. 3, nº 209, 15-32 y Jens Ivo ENGELS y Anna ROTHFUSS (2013), ―Les usages de la politique du scandale. Le SPD et les débats sur la corruption politique pendant le Kaiserreich (1873-1913)‖, Cahiers Jaurès, vol. 3, nº 209, 33-51. 36 Damien de BLIC (2005), ―Moraliser l‘argent. Ce que Panama a changé dans la société française (18891897)‖, Politix, vol. 3, nº 71, 61-82, pp. 71-72. 37 Édouard DRUMONT (1890) [1886], La France juive, Librairie Victor Palmé, París, p. 343. 157 Romana en 1893 demuestra que, pese al control férreo de los mecanismos de poder, los acontecimientos pueden escaparse al control.38 La caída del primer gobierno de Giuseppe Giolitti evidenció que las prácticas corruptas, una vez arrojadas a la luz pública, pueden no ser aceptadas si escapan a los niveles de tolerancia que la sociedad civil considera justificables para el bien común. El descrédito del estado liberal fue la grieta por donde se colaron los críticos con la modernidad liberal y capitalista. La búsqueda de una alternativa política tanto al liberalismo parlamentario como a la democracia y a la revolución social se fue fraguando en el calor del descubrimiento de esos escándalos. El boulangista Maurice Barrès definiría con exactitud la expectativa con la que se esperaba con creces el anuncio de un escándalo para poner patas arriba el sistema republicano vigente: Des ennemis plus ou moins avoués s‘y réjouissaient d‘un désastre dont ils ignoraient encore la nature. Dans ce chaos, quand sur les banquettes ou, debout, près de cloisons et à tous les angles, chacun eut rejoint ses coreligionnaires, des masses compactes, nettement dessinées et d‘importance inégale, firent comprendre la géographie morale du Parlement : ici les suspects, tout auprès leurs alliés, personnellement honnêtes, mais atteints par un scandale qui fortifiait leurs adversaires, et enfin les agresseurs frémissants de sentir la brèche ouverte.39 El discurso anticorrupción generaría una literatura crítica que bien podía significar una llamada a la regeneración del sistema o a la instauración de otro régimen. En España, las propuestas de refundación del sistema canovista entrarían en la primera categoría, donde intelectuales krausistas u organicistas abogarían para derruir el clientelismo y el circuito de favores propio del caciquismo a partir del cambio de siglo. Joaquín Costa puso de manifiesto que, pese a que el liberalismo no engendró la corrupción clientelar, sí que «Habrán podido el régimen parlamentario en general y el sufragio universal en particular agrandar el campo de acción del caciquismo, o mudarlo de asiento».40 Este tipo de aseveraciones resultaban suficientes para atizar los discursos contra el statu quo y motivar la movilización de las masas y la agitación subversiva, convirtiendo los escándalos en una oportunidad para politizar las masas y acceder al 38 Enzo MAGRÌ (1993), I ladri di Roma. 1893 scandallo della Banca Romana: politici, giornalisti, eroi del Risorgimento all‟assalto del denaro pubblico, Mondadori, Milán, pp. 232-245. 39 Maurice BARRÈS (1902), Le roman de l‟énergie nationale 3. Leurs figures, Félix Juven, París, p. 134. 40 Joaquín COSTA (1902) [1901], Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España urgencia y modo de cambiarla, Hijos de M. G. Hernández, Madrid, p. 120. 158 poder.41 El nacimiento de los populismos contestatarios como el lerrouxismo o el boulangismo se alimentarían de ese clima de decadencia espiritual y de bajeza moral propiciado por los mecanismos de salvaguarda del poder por las élites políticas.42 La revelación del funcionamiento de patronazgos o de sistemas clientelares, junto con las corruptelas que iban dirigidas al enriquecimiento de particulares, no sólo tenían un impacto sociopolítico, sino que la idea de perversión se trasladaba a un cuerpo más abstracto y etéreo, pero igual de importante y sentido: el espiritual, cuyo ejemplo más revelador lo aporta la crítica de Georges Bernanos al hombre moderno.43 La lucha por la moralidad no se basaba sólo en la aportación de mejoras estructurales o de reformas políticas para propiciar una mejor vida pública, sino que mantenía un combate tanto o más férreo en el dominio de la condición humana. Maurice Barrès señaló la inmoralidad de los parlamentarios y su hipocresía al hablar de virtud.44 Así, estas dos vertientes estaban estrechamente interconectadas porque eran las causantes del clima de decadencia que haría posible la fascistización de la sociedad. La propuesta realista de Charles Maurras iba encaminada a presentar la monarquía como el único sistema que podía garantizar la honradez: «Vous savez tous comment le pillage du budget est pour nos députés le principal instrument de règne. Ce pillage est une nécessité pour un État démocratique, qui doit chaque jour entretenir sa popularité et, par conséquent, multiplier sans mesure les donaliva de toute espèce».45 Desde posiciones elitistas, Gaetano Mosca se levantaría contra la vorágine de incluir cada vez más capas de la población porque implicaba alimentar las redes clientelares, causante de la crisis parlamentaria, del fraude y de la inmoralidad. Para Mosca, estos vicios habían permanecido imperceptibles hasta el momento porque el sistema era ineficiente y poco 41 Frédéric MONIER (2014), ―La corruption injustifiable: débats publics, pratiques de pouvoir, cultures politiques (XIXe-XXe siècles)‖, Séminaire de philosophie du droit 2013-2014, IHEJ - Institut des Hautes Études sur la Justice, 14 de febrero, p. 14. Disponible en http://forumdelajustice.fr/ihej_wp/wpcontent/uploads/2014/02/Frederic_Monier_histoire_de_la_corruption.pdf [Consultado: 13 de febrero 2016]. 42 Véase la comunicación presentada en este mismo congreso donde se abordan la génesis, las motivaciones, el discurso y las paradojas de los populismos urbanos contemporáneos, el boulangismo y el lerrrouxismo: Joan PUBILL BRUGUÉS (2016), ―Dos populismos modernos: boulangismo y lerrouxismo. Nación, clase e identidad en los albores de la sociedad de masas‖, Congreso Asociación de Historia Contemporánea «Lost in Translation», Albacete, 21, 22, 23 de septiembre. 43 Véase: Georges BERNANOS (1998) [1930], La grande peur des bien-pensants. Édouard Drumont, Livre de Poche, París. 44 Maurice BARRÈS (1914), Dans le cloaque: notes d‟un membre de la Commission d‟enquête sur l‟affaire Rochette, Émile-Paul frères, París, pp. 102-103. 45 Charles MAURRAS (1925) [1901], Enquête sur la Monarchie. Suivie de Une champagne royaliste au “Figaro” et Si le coup de force est possible, Nouvelle Librairie Nationale, París, p. 19. 159 maduro para revelar los síntomas.46 Fue debido a la creciente burocratización y el asentamiento de los partidos como los ejes de la vida política a partir de los primeros decenios de siglo hasta el estallido de la Gran Guerra, cuando las redes de favores entran en crisis de forma generalizada en Europa.47 De hecho, se puede establecer un seguimiento del discurso anticorrupción que arrancó con la crisis finisecular, con una coyuntura de mayor agudización después de 1918, hasta los años 30, cuando se metamorfoseó en una dura crítica al régimen liberal y plutocrático en general. Olivier Dard ha resaltado que la corrupción, en su sistema de representación y narrativas, se articuló a través de tres mitos: el complot, la edad de oro y la salvación, trascendiendo la dimensión de los escándalos y de las relaciones entre política y economía.48 Resulta muy ilustrativo ver en el continuismo una mayor intensidad y beligerancia en el discurso a medida que el mismo sistema parlamentario era víctima de su voracidad. Si Robert de Jouvenel advirtió en 1914 del control político de la magistratura y de la ínfima separación de poderes,49 veinte años más tarde Daniel Halévy arremetió contra «l‘ambition morale» de los funcionarios.50 En España, el discurso de la honestidad pasaría de forma progresiva del catolicismo tradicional a manos de los falangistas, bajo el auspicio de una nueva política que aglutinase el arco político de las derechas.51 La presentación del Estado liberal como sinónimo de la corrupción, con el fin de hacerse con la bandera de la moralidad y de la ética, llegaría a extremos sorprendentes. Alfredo Rocco llegó a presentar el proyecto fascista de estado como el garante para «reprimire la menzogna, la corruzione, tutte le forme di deviazione e di degenerazione della morale pubblica e privata».52 Sin ningún reparo, Georges Valois argumentó que el fascismo sacaba a relucir la virtud moral que se había perdido a lo largo del siglo XIX. Para el 46 Gaetano MOSCA (1884), Sulla teorica dei governi e sul governo parlamentare. Studii Storici e Sociali, Tipografia dello ―Statuto‖, Palermo, p. 306. 47 Frédéric MONIER (2013), ―La République des faveurs‖. En Marion FONTAINE, Frédéric MONIER, Christophe PROCHASSON (Dirs), Une contre-histoire… op. cit., 339-352, p. 340. 48 Olivier DARD (2011), ―La corruption dans la France des années 1930‖, En Jens Ivo ENGELS, Frédéric MONIER, Natalie PETITEAU (Eds). En La politique vue d‟en bas. Pratiques privées et débats publics. 19e – 20e siècles. Les coulisses du politique dans l‟Europe Contemporaine 1, Actas del Coloquio de Aviñón, mayo 2010, Armand Colin, París, 209-221, pp. 214-215. 49 Robert de Jouvenel (1914), La république des camarades, Bernard Grasset, París, pp. 178-179. 50 Daniel HALÉVY (1934), La république des comités. Essai d‟histoire contemporaine (1895-1934), Bernard Grasset, París, p. 144. 51 Ferran GALLEGO (2014), El evangelio fascista. La formación de la cultura política del franquismo (1930-1950), Crítica, Barcelona, p. 127. 52 Alfredo ROCCO (2013) [1925], ―Discorso alla Camera dei Diputati. 16 di maggio de 1925‖. En La formazione dello Stato fascista. Scritti e discorsi di Alfredo Rocco, 1925-1934, a cura de Marco PIRAINO y Stefano FIORITO, Binlioteca dil Covo, 794-798, p. 798. 160 líder de Le Faisceau, el movimiento fascista recuperaba la honestidad de la revolución francesa, siendo su más fiel continuador.53 Conclusiones para proceder. La corrupción, ¿A prueba de regímenes? Como han puesto en evidencia numerosos estudios sobre las dictaduras fascistas en el período de entreguerras, la erradicación del parlamentarismo liberal, la supresión de los valores democráticos y la regulación del capitalismo mediante el corporativismo no pusieron fin a la corrupción. En la España franquista, Martí Marín demostró que los cargos electos en Cataluña se escogían por nombramiento superior mediante la confianza, un esquema que sería ligeramente matizado en 1948 bajo la máscara de la democracia orgánica.54 No obstante, el sistema de fidelidades no sería la única praxis corrupta que emplearía el nuevo régimen nacido de la guerra civil: la corrupción económica fue una constante en muchos niveles de la administración y de las instituciones públicas, las cuales no tenían ningún reparo en desviar fondos del erario público para fortalecer vínculos clientelares que permitiesen el enriquecimiento patrimonial.55 Según una reciente investigación de Ángel Viñas, el mismo caudillo usó para beneficio propio su posición política para amasar un patrimonio ingente.56 En la Francia de Vichy, bajo el mando de Pétain, las corruptelas iban desde la expropiación de los inmuebles de los ciudadanos judíos hasta los escándalos en las oficinas de repartición de alimentos.57 Tampoco consiguieron los fascistas italianos erradicar las prácticas que tanto habían criticado en sus discursos previos al asalto al poder. Todo lo contrario: Didier Musiedlak ha puesto sobre la mesa que la corrupción en la Italia de Mussolini se convirtió en una pieza capital para gobernar.58 Todo esto, sin contar con la inexistente separación de poderes que atañía al poder ejecutivo y al judicial. En los 53 Georges VALOIS (1927), Le fascisme, Nouvelle Librairie Nationale, París, pp. 38-39. Martí MARÍN (2000), Els ajuntaments franquistes a Catalunya, prólogo Borja de RIQUER, Pagés Editors, Lledida, pp. 50-51. 55 Carlos BARCIELA LÓPEZ (1998), ―Franquismo y corrupción económica‖, Historia social, nº 30, 8396. 56 Ángel VIÑAS (2015), La otra cara del caudillo. Mitos y realidades en la biografía de Franco, Planeta, Barcelona. 57 Alya AGLAN (2002), ―L‘aryanisation des biens juifs sous Vichy: le cas comparés de la France et l‘Allemagne‖, Revue d‟histoire moderne et contemporaine, vol. 4, nº 49, 154-169; Sylvain LETEUX (2010), ―Le commerce de la viande à Paris sous Vichy: qui tire profit de la situation?». En Sabine EFFOSE, Marc de FERRIÈRE Le VAYER y Hervé JOLY (Dirs), Les entreprises de biens de consommation sous l‟Occupation, Presses Universitaires François Rabelais, Tours, 81-98. 58 Didier MUSIEDLAK (2006), ―Industrie et corruption politique sous le régime fasciste‖. En Dominque BARJOT, Olivier DARD, Jean GARRIGUES, Didier MUSIEDLAK y Éric ANCEAU (Dirs), Industrie et politique en Europe occidentale et aux États-Unis (XIXe et XX siècles), Presses de l‘Université ParisSorbonne, París, 273-287. 54 161 regímenes fascistas español, italiano o alemán, los jueces tenían que desenvolverse con mucha cautela en un marco donde la corrupción era el nuevo orden para no ir en contra de los intereses del estado, el cual podía intervenir y controlar sin reparo alguno.59 Todas estas aportaciones que han radiografiado el nivel de prácticas corruptas dentro de los sistemas políticos dictatoriales erigidos en nombre de la virtud perdida demuestran que fueron ineficaces a la hora de ejecutar su propósito. No es sólo una cuestión del desequilibrio entre discurso anticorrupción y la praxis política, sino que se tiene que ir un poco más allá. En buena parte, porque los mantras que acusaban el parlamentarismo liberal y la democracia de inducir la corrupción aún eran recitados como seña de legitimidad: Pétain celebraría el control y organización de la economía nacional porque «Ce système ne porte aucune atteinte à la liberté des hommes, si ce n'est à la liberté de ceux qui spéculent, soit par intérêt personnel, soit par intérêt politique».60 La contrarrevolución instrumentalizó la lucha contra la corrupción para reafirmarse en el mapa político frente a la caduca casta política liberal y como alternativa a los cauces de la modernidad que había generado, pero también quiso aplicar un nuevo modelo que liberase la sociedad de los mecanismos perversos que habían degenerado el estado, aunque para ello se cayese de nuevo en un círculo viciado y vicioso. Hubo voces internas críticas con la práctica de esos mismos mecanismos que antes se habían puesto en la picota. Véase la refriega entre Benedetto Croce y Giovanni Gentile, en que el primero acusó a su homólogo de hipocresía por condonar el favoritismo y la corrupción bajo el fascismo.61 De ahí que se tenga que aplicar el mismo análisis empleado para entender la consolidación del estado liberal: la corrupción fue también un mecanismo de asentamiento de los regímenes fascistas. Los escándalos en que cayeron las democracias europeas contribuyeron a aumentar la sensación de necesidad de una regeneración política profunda que divergiese del modelo asentado en el poder porque, si los sistemas democráticos, que se presentaban como garantes de la realización humana y de los valores del progreso, demostraban tales taras endémicas, parecía acertado pensar que no eran sistemas fiables. La literatura de la anticorrupción durante la República de Weimar 59 Geoffrey C. HAZARD, Jr y Angelo DONDI (2004), Legal Ethics. A Comparative Study, Stanford University Press, Stanford, California, p. 86. 60 Philippe PÉTAIN (1940), ―Discours du 11 octobre 1940: l‘ordre nouveau‖. En Discours aux Français. 17 juin 1940 – 20 août 1944, Albin Michel, París, 86-94, p. 93. 61 Fabio Fernando RIZI (2003), Benedetto Croce and Italian Fascism, University of Toronto Press, Toronto, p. 85 162 producida tanto por la izquierda como la derecha pone de soslayo esa fabricación de un clima de abatimiento generalizado mediante narraciones que, conectando diferentes casos y episodios, querían evidenciar el fracaso republicano. Tal y como Annika Klein ha señalado, después de la caída del imperio, la política tenía que adecuarse y ajustarse a las nuevas transformaciones, induciendo a una situación de contingencia de la cual se aprovecharon muchos actores nuevos.62 En Francia, la revelación del caso Stavisky en 1934 puso al gobierno republicano en el ojo del huracán, proporcionando argumentos a la extrema-derecha para salir a la calle y empezar una campaña de difamación contra la democracia, en un ambiente comparado con lo que sucedió cuarenta años atrás con la crisis de Panamá.63 En la Segunda República Española, los escándalos no tuvieron menor efecto sociopolítico que en el país vecino. El caso del estraperlo y el clientelismo de los radicales sacudieron en 1935 la opinión pública. Las consecuencias de dichos escándalos fueron notorios: la radicalización del clima política y la pérdida de un consenso republicano.64 Cabe señalar que la práctica de la corrupción por parte de los radicales es reveladora si se tiene en cuenta que los lerrouxistas hicieron gala, a principios del siglo, de una voluntad regeneradora contra esos viejos vicios. Tomando todo esto en cuenta, se puede aducir que el discurso de la anticorrupción fue una espada de Damocles, un arma que terminó hiriendo cualquier cultura política que la blandió porque ningún sistema político cimentado sobre ese discurso previo pudo prescindir de esas praxis. Esto lleva a deducir que la corrupción, en su dimensión práctica, es una forma de relación interhumana, donde los vínculos que se establecen oscilan entre una tolerancia entre el particular y el resto de la sociedad, y cuyos mecanismos de sociabilidad pueden sintetizarse en aquellos que Nathalie Dompnier dedujo para la Tercera República Francesa: el valor transaccional del voto, el sentido del intercambio, la llamada a la movilización electoral y el don como obligación y fuente de legitimación. Especialmente este último punto resulta muy interesante porque revela, como bien apuntó el antropólogo Marcel Mauss para las sociedades arcaicas, que 62 Annika KLEIN (2010), ―Crisis and corruption in the discourse of the Weimar Republic‖. En Jens Ivo ENGELS, Frédéric MONIER, Natalie PETITEAU (Eds). La politique vue d‟en bas... op. cit., 194-208. 63 Paul F. JANKOWSKI (2002), Staviski: A Confidence Man in the Republic of Virtue, Cornell University Press, Nueva York, pp. 196-197. 64 Nigel TOWNSON (2000), ―La ruptura de un consenso: los escándalos «Straperlo» y «Tayá»‖, Historia y Política, nº 4, 31-42. 163 el intercambio establece un vínculo de reciprocidad que va más allá del beneficio material65. Esta apreciación puede conducir a la hipótesis de que la continuidad entre prácticas corruptas y discursos anticorrupción es indisociable del proceso de politización de la sociedad, característica sine qua non del estado moderno. Es decir, que la dinámica recíproca entre crítica a la corrupción y praxis corrupta es un binomio cíclico que responde a la misma lógica de hacer política, actuando como un agente catalizador y convirtiéndose en un motor de la vida política nacida de las revoluciones liberales e industriales. De este modo, ni los estados contemporáneos del bienestar escaparían de este bucle, ya que esa lógica se encontraría también en la concepción misma de entender el juego político actual. Si se contrastan estudios que abordan diferentes países tomando en cuenta una cronología distinta, se puede engrosar este hilo interpretativo, así como reforzar la idea del uso de la corrupción como mecanismo de consolidación en el poder. En el caso de la Quinta República Francesa, el estudio sobre la figura de Louis Jacquinot y su red clientelar pone de manifiesto que la madurez democrática no está exenta de dichas praxis. Como Julie Bour ha destacado, el diputado hacía de puente entre dos comunidades: aquella de los habitantes y de los dirigentes, coordinándolas o articulándolas.66 Una explicación que mantiene fuertes paralelismos con la definición que ha proporcionado Gemma Rubí para describir el entramado de la Restauración: el notable o cacique desempeñaba un rol de intermediador entre la sociedad local y la administración.67 Cesare Mattina ha revelado la pervivencia de la praxis clientelar en las sociedades locales a través del estudio de Nápoles y Marsella señalando que, si bien ha habido matices en la articulación y relación de prácticas clientelares en el espacio urbano, las redes de fidelidad permanecen igual de activas.68 Otro ejemplo de 65 Nathalie DOMPNIER (2013), ―Corruption ou système d‘échange local? Des normes en concurrence pour la définition de la légitimité électorale en France sous la IIIe République‖. En Frédéric MONIER, Olivier DARD, Jens Ivo ENGELS (Dirs), Patronage et corruption politiques... op. cit., Armand Colin, París, 129-140, pp. 138-140. 66 Julie BOUR (2010), ―Le clientélisme sous la Ve République: l‘exemple du député Louis Jacquinot‖. En Jens Ivo ENGELS, Frédéric MONIER, Natalie PETITEAU (Eds). La politique vue d‟en bas... op. cit., 223-239, p. 236. 67 Gemma RUBÍ CASALS (2013), ―Clientélisme, corruption et mobilisation électorale dans l‘Espagne contemporaine. Catalogne, 1900-1923‖, Siècles. Revue du Centre d‟Histoire ''Espaces et Cultures'', nº 38, 1-9, p. 3. Disponible en http://siecles.revues.org/2362 [Consultado: 25 de febrero 2016]. 68 Véase diferentes investigaciones concernientes al caso: Cesare MATTINA (2004), ―Mutations des ressources clientélaires et construction des notabilités politiques à Marseille (1970-1990)‖, Politix, vol. 17, nº 67, 129-155 y Cesare MATTINA (2007), ―La transformation des politiques clientélaires de redistribution. Nouvelle gestion urbaine et pratiques politiques à Marseille et à Naples‖, Politiques et management public, vol. 25, nº 1, 1-18. 164 continuidades se encontraría en la especulación urbanística en el Levante español, cuyas raíces se encuentran en el desarrollismo desenfrenado del final de la dictadura, y el boom inmobiliario actual69. Con todo, las continuidades estructurales y mutaciones coyunturales en las prácticas corruptas y en los discursos anticorrupción parecen bastante nítidas: la corrupción no sólo es un parásito transnacional, sino que se adapta al tiempo y a las circunstancias de tal modo que, como muy pertinazmente sacó a relucir Yves Mény, se convierte en «l‘imparfait démocratique»,70 pero también en un motor de dinamización y cambio político tanto en su praxis desde el poder como en su versión de crítica cuando se utiliza para acceder a él, y cuya aplicación no se limita a los sistemas políticos parlamentarios, sean de naturaleza liberal o democrática. A modo de conclusión, evocar la lapidaria sentencia de Vilfredo Pareto: «sono trascorsi molti e molti secoli, sono stato scritti molti e molti trattati di morale, e fatto innumerevoli prediche per ricondurre gli uomini ad un onesto e retto operare; e, poiché tutto cio è stato vano, è manifiesto che le teorie etiche e le prediche sono stato assolutamente impotenti di fare sparire, o solamente di diminuire la corruzione politica»71. 69 José MANUEL NAREDO y Antonio MONTIEL MÁRQUEZ (2011), El modelo inmobiliario español y su culminación en el caso valenciano, Icaria, Barcelona. 70 Yves MÉNY (1995) [1992], La corruption de la République, Fayard, París. 71 Vilfredo PARETO (1964) [1917], Trattato di sociologia generale, vol. II, indtroducción de Norberto BOBBIO, Edizioni di Comunità, Milán, p. 693. 165 El internacionalismo liberal más allá de Europa: Lecturas en clave nacional, Chile 1830-1848* José Saldaña Fernández Universidad de Valparaíso Los movimientos revolucionarios de 1820, 1830 y 1848 disponen de una evidente matriz europea. Definidos en clave continental, constituyen una suerte de escenario compartido en el que los sentimientos y las acciones nacionales confluían en una conciencia internacionalista de esencia liberal en clara confrontación con el modelo del absolutismo restaurado postnapoleónico. En este contexto, como refiere Ángeles Lario, ―desde 1815 hubo en Europa una «epidemia de conspiraciones» y entre los gobernantes de la Restauración surgió un miedo extremo a que se reavivara la hoguera de la revolución‖1. Eso sí, esa ―epidemia de conspiraciones‖ fue dotándose de nuevos contenidos y significados a lo largo de sus tres décadas de desarrollo, de tal manera que al juego de tensiones y conflictos que definía la oleada de 1820 venían a sumarse otros factores en 1830 y 1848 a la luz de las nuevas realidades políticas, sociales, económicas e ideológicas de aquellos trascendentales años. En palabras de Judith Casali y Luciano de Privitellio, ―La dialéctica dominante durante 1815 a 1830 entre reacción y liberalismo se desplaza ahora a la lucha entre el liberalismo y las fuerzas democráticas y socialistas. El viejo temor a la democracia, siempre presente en el modelo de los notables y oculto transitoriamente por una estrategia política frente al absolutismo, reaparece entonces como una «pesadilla recurrente» * Este trabajo forma parte del proyecto de investigación HAR2015-65991-P: ―Entre revolución y contrarrevolución. Ciudades, espacio público, opinión y politización (1789-1888)‖, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER). 1 Ángeles LARIO: ―Estabilización y desarrollo del Estado liberal‖, en Ángeles LARIO (coord.): Historia contemporánea universal. Del surgimiento del Estado contemporáneo a la Primera Guerra Mundial, Madrid, Alianza, 2015, p. 174. 167 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | rápida y violenta, conmoviendo ya no los pilares políticos sino sociales del liberalismo‖2. En definitiva, las oleadas revolucionarias que tuvieron lugar en Europa en la primera mitad del siglo XIX se establecen como momentos esenciales en el proceso de conformación e implantación del liberalismo, dando impulso además a lecturas más extensas y complejas respecto a las primeras formulaciones prácticas de la nueva cultura política liberal que las auspiciaba. Ahora bien, aún reconociendo la importancia de este fenómeno desde una clave europea, no parece que sus contornos puedan situarse exclusivamente en los límites precisos del viejo continente. No hay que perder de vista, por ejemplo, que al otro lado del Atlántico se estaba asistiendo durante aquellos mismos años al proceso de formación de nuevos Estados nacionales que asumían como base ideológica constitutiva, al menos formalmente, la filosofía liberal3. Pero no debe obviarse asimismo, según sostiene Luis Corvalán, que ―la creación de Estados nacionales en la América postindependentista emprendida por las elites criollas triunfantes estaba destinada a encontrarse con grandes dificultades‖, situándose precisamente el momento más crítico y caótico entre 1820 y 18504. En fin, las oleadas revolucionarias activadas en Europa en la primera mitad del siglo XIX venían a coincidir en el tiempo con la etapa de mayor tensión y debate en torno a la configuración del nuevo mapa político e institucional de la ex América española. Resulta conveniente, por tanto, abrir nuevas vías de entendimiento y confluencia respecto a los acontecimientos ocurridos en ambos escenarios, más si cabe si tenemos en cuenta, por un lado, la lectura en términos de universalidad que se había fijado en torno a los valores del ideario liberal, y, por otro, la conexión precisa que en algunos casos concretos se daba entre lo sucedido a nivel general y lo acontecido en el ámbito más particular. Tal fue el caso de la República de Chile, sumida en significativas tensiones desde los primeros momentos de su independencia, pero que, como otros países de la región, no pudo abstraerse de algunas de las dinámicas que caracterizarían la revolución liberal desde una perspectiva más amplia y universalista. 2 Judith CASALI DE BABOT y Luciano DE PRIVITELLIO: ―Las revoluciones burguesas y los sistemas políticos del siglo XIX‖, en Julio ARÓSTEGUI, Cristian BUCHRUCKER y Jorge SABORIDO (dirs.): El mundo contemporáneo: historia y problemas, Buenos Aires-Barcelona, Biblos-Crítica, 2001, p. 145. 3 Luis CORVALÁN MÁRQUEZ: El que no lo vea, renuncie al porvenir. Historia de América Contemporánea. Una visión latinoamericanista, Santiago de Chile, Ceibo Ediciones, 2016, pp. 46-47. 4 Ibid., pp. 45 y 51. 168 El complejo escenario abierto en Chile desde la década del veinte quedaba articulado en buena medida en torno a facciones o grupos ideológicos contrapuestos: los liberales (pipiolos), los conservadores de espíritu tradicional (pelucones), los partidarios del establecimiento de un régimen autoritario (o‟higginistas), y los defensores de un estado fuerte que propiciase el fin del desorden de los primeros tiempos (estanqueros); los tres últimos, ―deseosos por arrancar la delicada flor del liberalismo‖5, y considerados por algunos autores, por tanto, como facciones dentro de un mismo conjunto ideológico definido por su conservadurismo6. A la dialéctica liberal-conservador se sumaban otros ejes de tensión relacionados, por ejemplo, con el modelo de articulación del poder entre los distintos territorios del nuevo Estado7. En palabras de Julio Pinto, Arturo Mancilla y Carlos Durán: ―Resuelto (aparentemente) el conflicto de la dependencia externa, quedó al descubierto el conflicto de las dependencias internas. La polarización ‗abstracta‘ entre patriotas y realistas dejó paso a la polarización más concreta entre «pelucones» y «pipiolos», y entre «centralistas» y «federalistas»‖ 8. El panorama descrito contiene algunos de los rasgos que también estuvieron presentes en los procesos de construcción de los Estados liberales en el continente europeo. Aunque sin obviar ritmos y dinámicas propias, el marco compartido de fondo conduce a pensar en una lectura de amplio recorrido respecto al internacionalismo liberal y las oleadas revolucionarias de la primera mitad del siglo XIX, con ejes y proyecciones fuera del propio marco europeo. Las páginas que siguen constituyen una 5 Simon COLLIER y William F. SATER: Historia de Chile, 1808-1994, Madrid, Cambridge University Press, 1999, p. 55. 6 Por ejemplo, Manuela Fernández y Leandro Martínez refieren la existencia de un amplio ―conflicto entre las dos grandes facciones de la vida política chilena en el siglo XIX: el liberalismo, encarnado por los ‗pipiolos‘ en la década de 1820 y por la facción del congreso en el conflicto de 1891, y los conservadores, los llamados ‗pelucones‘ en los turbulentos años que siguieron al gobierno de O‘Higgins, incluida su facción más conservadora, los ‗estanqueros‘, desde cuyas filas dio Diego Portales al Estado chileno la forma que, a grandes rasgos, habría de adoptar entre 1830 y 1891‖. Manuela FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ y Leandro MARTÍNEZ PEÑAS: ―Alteraciones violentas de la vida política en Chile (1810-1891)‖, Revista Electrónica Iberoamericana, vol. 10, 2 (2010), pp. 29-60, esp. p. 53. 7 En todo caso, como sostiene Byron S. Asken, son cuestiones que se entremezclan, de tal manera que, durante el periodo de la ―Anarquía‖, entre 1823 y 1830, ―las disputas encontraron su expresión en la configuración de dos proyectos políticos en el seno de las elites: el conservador o pelucón, partidario de un Estado centralista, autoritario y librecambista, y el liberal o pipiolo, defensor de un Estado con una organización más descentralizada, democrática y promotor de la producción nacional‖. Byron S. ASKEN MONTES: ―Autonomía y centralismo: la configuración del Estado y la Nación chilena (1823-1830)‖, Naveg@mérica. Revista electrónica editada por la Asociación Española de Americanistas, 16 (2016), pp. 1-23, esp. p. 2. 8 Gabriel SALAZAR, Arturo MANCILLA y Carlos DURÁN: ―Estado, legitimidad, ciudadanía‖, en Gabriel SALAZAR y Julio PINTO: Historia Contemporánea de Chile, vol. 1, Santiago de Chile, LOM, 2014, p. 31. 169 primera aproximación a ese fenómeno desde la perspectiva concreta de uno de los países del cono sur americano. En concreto, teniendo en cuenta algunos de los acontecimientos determinantes de aquel periodo en Chile –como la guerra civil de 1829 y el levantamiento armado de 1851, que en buena medida vienen a enmarcar dos de los hitos fundamentales del ciclo revolucionario europeo-, se apuesta por explorar el uso y referencialidad que alcanzaban las revoluciones de Francia en 1830 y 1848 en la prensa y papeles públicos del momento, contribuyendo con ello a trazar de manera más precisa el marco de representaciones y significados que fue gestándose en torno a los mismos fuera de escenarios centrales y substanciales. La revolución de 1830: afianzamiento de la independencia y construcción del Estado portaliano La construcción de la nueva estructura estatal chilena fue tomando cuerpo a lo largo de quince años, los que van de la primera Constitución de Bernardo O‘Higgins de 1818 hasta la Constitución de Diego Portales de 1833, situándose entre ambas además tres cartas fundamentales que tendrían escasa vigencia, en los años 1822, 1823 y 18289. Dentro de esos tres lustros se localiza además un periodo de siete años que ha sido caracterizado por la historiografía tradicional chilena peyorativamente como ―Anarquía‖, si bien es cierto que actualmente esta visión se encuentra en proceso de revisión10. En todo caso, desde la perspectiva concreta de nuestro análisis cabría destacar cómo en 1829, en los últimos meses de ese periodo, se asistía a un hecho fundamental: el enfrentamiento civil entre las fuerzas conservadoras del círculo de Portales y el ejército liberal del general Freire, dando como resultado la victoria de los primeros en abril de 1830 e inaugurándose desde entonces un nuevo orden conservador que mostraría su consistencia durante las siguientes décadas11. En ese escenario complejo e inestable, recién salido de un enfrentamiento en armas entre las facciones liberal y conservadora, se producía la llegada de las noticias sobre los trascendentales 9 Armando de RAMÓN: Historia de Chile. Desde la invasión incaica hasta nuestros días (1500-2000), Santiago de Chile, Catalonia, 2015, pp. 69-70. 10 Byron S. Asken considera insuficiente su caracterización como caos endémico producto de la ignorancia o como etapa de aprendizaje y formación política, apostando en cambio por una lectura que insiste en su identificación como expresión de las tensiones generadas entre los distintos pueblos soberanos, las cuales se vieron apaciguadas durante la guerra de independencia pero que volvieron a aflorar con las pretensiones centralistas de Bernardo O‘Higgins. Byron S. ASKEN MONTES: ―Autonomía y centralismo…‖, p. 2. 11 Manuela FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ y Leandro MARTÍNEZ PEÑAS: ―Alteraciones violentas…‖, p. 39; COLLIER y William F. SATER: Historia de Chile…, p. 55. 170 acontecimientos de Francia en 1830. En este contexto, las lecturas que ocuparon el espacio público chileno en torno a la revolución de julio no debieron de resultar inocuas e inocentes, y eso a pesar de la enorme distancia geográfica que separaba a uno y otro escenario. Las páginas de El Mercurio, periódico de Valparaíso que comenzaba su publicación en septiembre de 182712, pueden contribuir a calibrar el impacto e interés suscitado en torno a los acontecimientos de París, y, por supuesto, acerca de su significación y referencialidad desde claves internas. En este sentido, aunque las primeras noticias sobre la revolución en Francia no aparecieron hasta casi cuatro meses después, entretanto se publicaron algunas referencias puntuales sobre las difíciles circunstancias políticas en las que se encontraba el país galo con anterioridad a la caída de Carlos X. Así, por ejemplo, a finales de julio se hacía referencia, apoyándose a una información recogida en el Morning Chronicle, a ―que los días del gobierno monárquico de Francia están contados‖ por la tendencia general al republicanismo, ―y que una revolución más completa que la de 1789 se aproxima rápidamente‖13. Y en los primeros días de agosto, considerando de nuevo el contenido de los periódicos ingleses que habían llegado al puerto de Valparaíso procedente de Liverpool –cuyas últimas fechas, por cierto, alcanzaban hasta finales de abril-, se mencionaba que ―el Estado de la Francia es algo turbulento en la actualidad‖, aunque minimizaba el alcance de aquellas turbulencias, y es que ―todo quedará en nada añaden, porque el aparato no es más que vapor que se disipa con facilidad‖14. Las primeras informaciones sobre la revolución datan del mes de noviembre. De hecho, en el número del día 11 se recogía, en un espacio encabezado bajo la expresión ―muy notable‖, que con la llegada del correo del día anterior desde Santiago había empezado a circular por ese puerto la noticia acerca de ―que la Francia se halla en revolución actualmente‖ (sic), aunque las informaciones de aquel ―gran suceso‖ resultaban todavía poco claras y precisas en relación, por ejemplo, a las fechas concretas de su desarrollo y las causas últimas que la habían provocado 15. El artículo de opinión publicado en el número siguiente se abría manifestando precisamente cómo ―hasta 12 Raúl SILVA CASTRO: Prensa y periodismo en Chile (1812-1956), Santiago de Chile, Universidad de Chile, 1958, pp. 127 y ss. 13 El Mercurio, 31 de julio de 1830. 14 El Mercurio, 9 de agosto de 1830. 15 ―Según inferimos este acontecimiento, ha tenido lugar a fines de Julio procsimo pasado o principios de Agosto, consecuencia inmediata de la muerte de Jorge rey de Inglaterra‖. El Mercurio, 11 de noviembre de 1830. 171 ahora carecemos de datos circunstanciados para apuntar las causas, que hayan producido su egecución‖, si bien ello no era óbice para marcar el desajuste de la administración francesa como la circunstancia última que de manera inevitable había conducido a una agitación de consecuencias imprevisibles: La falta de equilibrio de que ha adolecido el establecimiento administrativo de la nación francesa, la ha amenazado con un gran sacudimiento nacional, que al fin debía efectuarse, como ha sucedido ya; y cuyas consecuencias es muy difícil preveer‖16. Durante los siguientes meses se fueron publicando noticias extraídas principalmente de otros periódicos, en las que entre otras cuestiones se hacía constar que ―la revolución de Francia ha conmovido a todos los vecinos‖17. A pesar de lo que cabría esperar en cuanto a la selección y filiación de los contenidos reproducidos, llegaba sin embargo a transcribir textos que presentaban visiones no sólo diferentes sino claramente contrapuestas: por ejemplo, al reproducir la información recogida por el periódico de Santiago El Araucano, trasladaba unos perfiles positivos sobre las jornadas insurreccionales de París a partir, por ejemplo, de la identificación de conceptos como patriotismo, pueblo, libertad o concordia18; mientras que al hacer lo propio con la Gaceta Mercantil de Buenos Aires, terminaba transmitiendo una imagen totalmente contraria por cuanto recogía, entre otras cuestiones, que no existían motivos que avalasen el movimiento revolucionario toda vez que Francia ya contaba con los mecanismos legales para poder alcanzar los cambios deseados, además de que se había puesto en riesgo a partir de entonces la paz y el entendimiento general entre países19. 16 El Mercurio, 12 de noviembre de 1830. En los primeros momentos, la información resultaba muy vaga e imprecisa. Por ejemplo, en el número del 22 de noviembre se recogía que ―cartas del Rio Janeiro recibidas por el último correo de Buenos Ayres anuncian: que la Cataluña está en revolucioa (sic) así como Madrid; que Fernando según unos ha escapado y según otros ha sido asesinado; que el Portugal está en revolución así mismo, la Holanda y los Países Bajos‖. El Mercurio, 22 de noviembre de 1830. 18 ―El recuerdo de la defensa de Paris en el día 29 de Julio, figurará en la historia como la defensa de Zaragoza, cubierto de un velo fúnebre, y refulgente del más puro y santo patriotismo. Esta guerra de dos días, sostenida por padres de familia, y una juventud heroica, parecía capitaneada por los primeros generales de Europa. Esas masas industriosas, arrancadas de sus pacíficas faenas, y que se arrojaban a la muerte con el mayor entuciasmo, hubieran presentado el espectáculo más hermoso sino hubiese amargado la idea, que los que peleaban eran amigos y hermanos. Así es que nunca debe hacerse a esta memorable jornada la injuria de compararla con una sedición. El 28 de Julio es una contestación de la fuerza a la violencia: una victoria cívica cuyos frutos serán la libertad y la concordia‖. Palabras transcritas del periódico de Santiago El Araucano, que se basaba asimismo en un artículo de carta de Buenos Aires con fecha de 20 de octubre. El Mercurio, 23 de noviembre de 1830. 17 19 ―Hemos reprobado la revolución francesa, porque nuestros principios se oponen a la adopción de las vías de hecho a no ser que se hallen obstruidas enteramente las legales, y porque no hallamos ningún 172 Ello no impediría, con todo, que en un editorial de su propia cosecha fuese crítico con autores que habían cultivado esta segunda lectura20. Más allá de las consideraciones y las valoraciones plurales que fueron generándose en torno a los acontecimientos de julio en Francia, parece razonable sostener que su sombra fue algo más alargada de lo que explícitamente se reconocía. Es decir, los análisis que se hacían sobre política interior no podrían desprenderse, de una u otra manera, de las nuevas realidades que traía consigo el ejemplo francés. Así, por ejemplo, cuando en un editorial de El Mercurio se hacía referencia a la necesidad de reformar la constitución entonces vigente ―por medios pacíficos, que eviten la anarquía y sus desastrosos horrores, sin tumultos, sin desordenes que asolan inútilmente a los estados‖21, no podemos dejar de pensar, aunque no se recogiese de manera explícita, en lo ocurrido en Francia algunos meses atrás. Aunque fuese de manera indirecta, venía a marcar algunas líneas de actuación en política interna y sin cuyo concurso posiblemente no podría entenderse, al menos en toda su dimensión, algunas de las acciones puestas en marcha en los siguientes años. Otro fenómeno que sería resignificado, de una manera u otra, por los acontecimientos de Francia sería el marco general de las relaciones entre ambos lados del Atlántico, o por lo menos el contorno de las lecturas y las perspectivas que fue trazándose a partir de entonces en torno al mismo. Por ejemplo, en una fase inicial y tentativa en la que aún se desconocían el desarrollo y las consecuencias de la revolución –entre otras cuestiones, por la distancia que mediaba respecto al continente europeo y el retardo de las informaciones que llegaban al puerto de Valparaíso-, El Mercurio componía un artículo en el que no sólo atendía y valoraba el nuevo modelo político a instaurar en Francia, sino que además manifestaba la trascendencia y conmoción que la revolución podía generar a nivel mundial con la posible ruptura del equilibrio motivo bastante poderoso que pueda justificar un acontecimiento que compromete la paz general de naciones enteras. […] Desafiamos al Francés que nos pruebe esa esclavitud en que dice gemía la Francia. Al contrario no trepidamos en asegurar que jamás disfrutó aquel país de mayores goces. Poseía todo lo que habían trabajado por obtener en 1789 los Estados Generales, y cuya consecución fue el obgeto de la pasada revolución. Aun quizá tenía más libertad que la que se hallaba en disposición de gozar sin abusar de ella, y tal vez este es el verdadero origen de todos sus males‖. Palabras transcritas de la Gaceta Mercantil de Buenos Ayres, de fecha 18 de octubre. El Mercurio, 10 de diciembre de 1830. 20 ―Deberá notarse de paso, que el editor actual de la Gazeta Mercantil es un italiano Signore d‘Angelli colaborador de la Crónica, pagado como su otro socio para escribir a favor de la unidad, como lo hicieron […]. También deberá notarse, que uno de esos portentosos escritores incurre en una contradicción muy notable, aprobando en Francia lo mismo que desaprueba en Chile, es decir, esa unanimidad que ha inducido a los franceses a castigar la osadía con que unos pocos hombres querían sojuzgarlos‖. El Mercurio, 18 de diciembre de 1830. 21 El Mercurio, 9 de diciembre de 1830. 173 internacional, los riesgos de guerra entre las potencias europeas y, en consecuencia, la oportunidad que ello ofrecía al continente americano para alcanzar su definitiva independencia: ―Una convulsión general de la Francia es un suceso de tal importancia, que debe escitar el temor de que todo el mundo se conmueva. Muchos de nuestros lectores no ignoran que los tres grandes poderes, que hoy influyen sobre los destinos del mundo moderno, que también se denomina civilizado, son la Rusia […]; la Francia […]; y la Inglaterra […]. En sus manos tiene la balanza que equilibra los poderes reguladores, razón por la cual es necesario prestar oído a las voces que profieran los órganos de la opinión de su gobierno, cuando se quiera formar un concepto sobre las actuales dimensiones domésticas de la nación francesa. El Courier dice: que la Francia debe limitarse a ser una monarquía moderada, gobernada por leyes constitucionales, para que subsista el equilibrio, por descontado, ―sin tendencia al despotismo monárquico o a la turbulencia republicana‖. Esta declaración es terminante, es positiva y también es muy fácil deducir las consecuencias que arroga de sí. Considerando por otra parte, que el orgullo nacional de los franceses, cimentado en prodigiosos hechos militares y en un estado de prosperidad envidiable, induzca a los administradores de la nación a pretender erigirse en primer poder regulador, como debe fundadamente inferirse, atendiendo a la obstinación con que han trabajado más de un siglo por conseguir ese su tan suspirado objeto; si lo intentan abiertamente, se colocan en uno de los extremos que según la Inglaterra, pierden el equilibrio, motivo que la obliga a disputar su restablecimiento engolfándose y engolfando a todo el mundo en una guerra, si no hay otro medio de conseguirlo […]. Si los actuales disturbios de Francia, suscitan una guerra en Europa, las atenciones de ella distraerán a sus políticos, de que se ocupen de América; y por consecuencia, nos será más fácil arreglar definitivamente nuestros asuntos por acá‖22. Entre las preocupaciones de aquellos días se encontraban, por tanto, las repercusiones que el cambio en el mapa político de Europa pudiese tener sobre el escenario americano. En buena medida, el desafío que aún representaba España con su 22 El Mercurio, 6 de diciembre de 1830. 174 intento de revertir la situación de independencia de aquellos territorios estuvo muy presente a la hora de calibrar el alcance de lo acontecido al otro lado del Atlántico. En concreto, entre las páginas de El Mercurio pueden rastrearse varias líneas de interpretación al respecto: por una parte, sobre las consecuencias directas que la insurrección de Francia pudiese tener en España, ya sea impulsando un proceso similar en este país, o ya sea condicionando la política que éste tomaba en relación a sus antiguas colonias; y por otro, acerca de los desajustes que provocaba en la escena internacional y los riesgos de apertura de un conflicto entre grandes potencias, que en última instancia podría desviar la atención europea de los territorios americanos. En definitiva, el movimiento revolucionario francés generaría no pocas expectativas respecto a la inauguración de un nuevo clima internacional que facilitase el mantenimiento y la consolidación de las nuevas realidades estatales americanas, si bien es cierto que no todos compartían esa visión positiva23. De la dimensión que alcanzaban esos temores y prevenciones daban buena cuenta las palabras con las que se despejaban las dudas acerca de la actitud que tomaba la nueva Francia respecto a las repúblicas americanas, en las que se anunciaba finalmente el establecimiento de relaciones formales de carácter político y comercial: ―Tenemos la satisfacción de anunciar a nuestros lectores: que ya han dejado de ecsistir los motivos de rezelo, que inspiraban a la América independiente, las relaciones de intimidad e identidad de intereses de la Francia y de la España. S. M. Luis Felipe ha resuelto en consejo de gabinete, celebrar tratados de amistad y comercio con las nuevas repúblicas‖24. 23 De hecho, como sostenía un artículo de la Gaceta Mercantil de Buenos Aires de fecha 18 de octubre de 1830, y que El Mercurio transcribía varios meses después: ―Se nos quiere persuadir que la revolución en Francia refluirá en beneficio de las nuevas Repúblicas de la América del Sur. Puede ser que la Francia reconozca ahora nuestras independencia, pero esto no será más que dar formalidad a un acto que ya se egecutó virtualmente con el establecimiento en esta República de un consulado general debidamente acreditado. Hay probabilidad de que se revuelva la España y que se restablezca allí la constitución. Lo único que ganaríamos con esto sería que se suspendiesen por ahora las espediciones, pero por lo demás tan enemigos de nuestra independencia son los constitucionales como los realistas. Demasiados comprobantes tenemos de esta verdad. Los últimos sucesos en Francia pueden también haber determinado a Fernando VII a acceder a la proposición del consejo general de Castilla, que le ha aconsejado a conceder a sus pueblos instituciones liberales. En este caso, recelamos que poco tendríamos que agradecer a la nueva revolución francesa. Ya hemos espuesto francamente los motivos que nos han obligado a reprobar un acontecimiento que ha sido tan celebrado por nuestro contemporáneo y su corresponsal. De todo corazón deseamos que nuestros tristes presentimientos sobre sus ulterioridades salgan fallidos, y que estas sean provechosas a la causa de la libertad y la civilización, como tememos sean perjudiciales a la prosperidad de la misma Francia y la paz general de las naciones‖. El Mercurio, 10 de diciembre de 1830. 24 El Mercurio, 3 de enero de 1831. 175 En fin, el movimiento revolucionario francés de 1830 tendría una significativa proyección en el continente americano. Al menos es lo que se desprende de este primer acercamiento, que si bien resulta parcial y limitado en su campo de análisis y tratamiento, permite identificar en cambio algunos de los ejes básicos sobre los que se situó esa proyección. Desde el punto de vista internacional cabría subrayar la resignificación que comportaba no sólo respecto a los marcos de relación Europa-América del sur, sino también en relación al contorno mismo de la independencia, toda vez que, por ejemplo, se generaba entonces un nuevo escenario más propicio al reconocimiento de las nuevas realidades estatales. Desde el punto de vista de la política interna de Chile, no parece que los años inmediatos a la redacción y promulgación de la Constitución de 1833 pudiesen abstraerse de los trascendentales cambios que se habían dado en Europa en el marco de la Restauración y respecto a la misma definición y concreción del liberalismo como base para el ejercicio del poder. Los debates y las tensiones entre facciones políticas enfrentadas se articularían en planos diversos y complementarios, escenario en el que la referencialidad de los acontecimientos europeos debió de jugar un papel nada despreciable. La revolución de 1848: aperturismo político y desestabilización del régimen conservador Como sostienen Collier y Sater, ―la coalición conservadora que llegó al poder en 1830 fue la primera de las tres alianzas políticas sucesivas que gobernaron Chile en las seis décadas siguientes‖, años en los que se ―asentaron las bases de una tradición de estabilidad política única en la América española del siglo XIX‖25 . Ello no significa, con todo, que durante el largo periodo del ―gobierno autoritario conservador‖ 26 el país hubiese quedado al margen de tensiones y conflictos políticos y sociales. Y es que, como reconoce Armando de Ramón en referencia a la Constitución de 1833 –base sobre la que se edificó el nuevo orden político-, ―una cosa es escribir y jurar una Constitución y otra la tarea de regirse por las normas que ésta había constituido‖, quedando definida la historia de Chile en los siguientes años ―por una vida política agitada y dura‖, que, 25 Simon COLLIER y William F. SATER: Historia de Chile…, p. 56. Pablo ALVARADO, Patricio IBARRA y Cristóbal ZÚÑIGA: ―La prensa chilena y la Revolución Francesa de 1848‖, Anuario de Pregrado, 1 (2004), pp. 1-18, esp. p. 2. 26 176 entre otras cosas, contó con dos momentos importantes de carácter revolucionario en 1851 y 185927. Pero este convulso ambiente de los cincuenta no podría explicarse de forma aislada, sino dentro del escenario de agudización de las tensiones políticas y sociales que se venía manifestando abiertamente desde la década anterior. Como ha señalado Cristián Gazmuri, las elecciones presidenciales de mediados de los cuarenta supuso la reactivación de las pasiones y las rivalidades entre los sectores pipiolo y pelucón –que habían estado aletargadas durante los años precedentes-, de tal manera que después de la violenta campaña de prensa orquestada desde sectores pipiolos con motivo de las elecciones del presidente, se llegó a alcanzar un ambiente propicio a un estallido cívicomilitar28. Y aunque la situación logró reconducirse desde el gobierno pelucón mediante políticas de excepción, la situación no volvió sin embargo al marco de inacción y pasividad anterior a 184529. Clima de tensión y pugna que encontraba significativamente un nuevo impulso con la llegada de las primeras noticias sobre la revolución del otro lado del Atlántico: ―La agitación política, social y económica […] se transformó en acción política abierta y concreta contraria el gobierno pelucón, como consecuencia de las noticias que llegaron a Chile (y aparecieron publicadas en los periódicos a partir de mayo de 1848) de las revoluciones europeas, así como la conducta pública de algunos jóvenes chilenos que las vivieron personalmente (o al menos su ambiente previo) y regresaron a Chile por esos mismos meses o poco después‖30. En efecto, la noticia sobre la revolución en Francia y la caída de la Monarquía de Julio generaron en Santiago claras muestras de alegría, como quedaba patente en las palabras escritas entonces por el cónsul general de Francia en Chile, quien afirmaba que ―en el teatro, la compañía italiana y los espectadores cantaron el Himno Nacional y La Marsellesa‖. No obstante, también suscitaron conductas en un sentido contrario, ya que, según continuaba señalando el referido cónsul, una parte de la aristocracia ―parece aterrorizada‖, toda vez que ―se teme un acercamiento entre la franca práctica de los 27 Armando de RAMÓN: Historia de Chile…, pp. 69-70. Cristián GAZMURI: El “48” chileno. Igualitarios, reformistas, radicales, masones y bomberos, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1998, p. 43. 29 Ibid. 30 Ibid., p. 63. 28 177 principios de la Francia republicana y las pretendidas libertades de Chile, que no son más que mentira y burla‖31. Estas primeras muestras de efervescencia y agitación se verían acompañadas durante las siguientes semanas por la extensión de los análisis y los debates en la prensa en torno a las consecuencias que tenía el movimiento francés para el sistema político chileno. En este contexto, los periódicos manifestaban abiertamente sus posiciones en correspondencia con el bando político al que se adscribían32. Así, por ejemplo, El Mercurio, cabecera defensora de la ideas liberales, sostenía a finales de mayo que ―oponerse al torrente sería suicidarse‖, pues ―no hay barreras para las ideas y sobre todo para las ideas generosas proclamadas por los hombres sinceros de la Francia‖33. Barreras que, por supuesto, no podrían contener los esperados cambios en Chile, al que aún le restaba por alcanzar una libertad auténtica y verdadera: ―La revolución francesa de 1848, hecha al interés de la humanidad, conducida por la ilustración y sancionada por la religión, traerá a Chile la verdadera libertad y aunque se hagan los más inauditos esfuerzos para contener ese espíritu y este sentimiento que germinando en la tierra hace tanto tiempo, nace hoy con una lozanía y vigor, que nada puede oponerse a su desarrollo‖34. Desde posiciones conservadoras próximas a los planteamientos del gobierno se situaba El Comercio de Valparaíso, entre cuyas páginas se abrían paso, por tanto, ideas contrarías al cambio y al aperturismo del régimen a partir del ejemplo francés. Incluso algún observador de la época situaba a este periódico como parte de las estrategias desarrolladas por el gobierno para combatir y desactivar la línea editorial mantenida por El Mercurio35. Entre sus páginas se localizaría habitualmente la firma de Juan Bautista Alberdi, publicista, escritor y abogado argentino cuyo pensamiento resultaría clave para el desarrollo del constitucionalismo de aquel país36. Durante su exilio en Chile –entre 1844 y 1855, con residencia en la ciudad de Valparaíso-, participó activamente en la vida pública y política del país de acogida, de tal manera que incluso fue nombrado para 31 Jorge EDWARDS: ―El decenio de Bulnes a través de los archivos del Quai D‘Orsay‖, Boletín de la Academia Chilena de la Historia, 74 (1966), pp. 7-25, esp. p. 20. Cit. en Cristián GAZMURI: El “48” chileno…, pp. 63-64. 32 Pablo ALVARADO, Patricio IBARRA y Cristóbal ZÚÑIGA: ―La prensa chilena…‖, p. 16. 33 El Mercurio, 30 de mayo de 1848. Cit. en Cristián GAZMURI: El “48” chileno…, p. 64. 34 El Mercurio, 9 de junio de 1848. Cit. en Cristián GAZMURI: El “48” chileno…, p. 64. 35 El cónsul de Francia en Chile sostenía que el gobierno había creado El Comercio de Valparaíso con la finalidad de combatir las ideas liberales de El Mercurio, periódico que también tenía su sede en Valparaíso. Pablo ALVARADO, Patricio IBARRA y Cristóbal ZÚÑIGA: ―La prensa chilena…‖, p. 3. 36 Carolina BARROS (comp.): Alberdi periodista en Chile, Buenos Aires, Verlap, 1997, p. 4. 178 el ejercicio de algunos cargos públicos37. Pues bien, en sus artículos del mes de junio de 1848 mostraba una visión sobre los acontecimientos de Francia y sobre sus posibles consecuencias en el otro lado del Atlántico que casaba bien con los postulados mantenidos por el gobierno, principalmente en su rechazo a aquellas ideas que veían en la revolución gala una oportunidad para la crisis y el cambio en Chile. Entre los argumentos que empleaba para minimizar el alcance pronosticado desde otras posiciones políticas se hacía referencia a que el movimiento francés no había hecho sino equiparar a ambos países dentro del sistema republicano y del constitucionalismo democrático, pero que no traía ninguna novedad para el país suramericano, que ya disponía de estas características desde tiempo atrás38: ―La noticia de la revolución francesa ha sido recibida en Chile con entusiasmo. Gobernantes y gobernados, todos han repetido: ¡Viva la República! Este entusiasmo ha inducido a decir que el Congreso va a abrirse bajo los auspicios de esa revolución, que puede en circunstancias dadas producir una crisis en Chile, vulcanizado y conmovido con las ideas y noticias que le traerá cada vapor. […] Cuando una nación ha gozado largos años de paz, como por ejemplo Chile, y ve vinculada a esa paz su prosperidad presente y sus destinos futuros, sus Congresos llegan a ser para esa nación más que cuerpos políticos, cuerpos conservadores de los principios salvadores de la libertad, en primer lugar, y de reformas administrativas, judiciarias, económicas y financieras en segundo lugar. […] Pero se dirá: más abajo del Congreso está el pueblo, y el pueblo se embriagará bebiendo de esas ideas nuevas. Vamos a demostrar que esta aserción está igualmente destituida de fundamento. ¿Qué ha hecho la Francia? Derrocar un trono. ¿Qué forma se ha dado? La República. ¿Cómo se constituirá? Cambiando su constitución monárquica por una constitución democrática. 37 Ibid., pp. 4-5. En el artículo titulado ―Comparación del régimen político que hoy gobierna en Francia con el que rige en Chile‖ afirmaba que todo lo proclamado por la revolución en Francia ―existía ya en Chile hace 37 años‖. El Comercio de Valparaíso, 8 de junio de 1848. Recogido en Carolina BARROS (comp.): Alberdi periodista en Chile…, p. 270. 38 179 Chile ha hecho antes de ahora todo esto: ha renegado la monarquía, ha establecido la república y se ha dado una constitución democrática. […] Este trabajo que Chile ha hecho ya sobre su constitución política, la Francia lo va a hacer recién, con la diferencia que por lo pronto su trabajo será más de desorganización que de organización, hará más uso del ariete que de la escuadra, y tendrá que barrer las ruinas que amontona antes de empezar la obra de la reconstrucción. […] Véase, pues, por este ligero paralelo, cuán infundada es la alarma que se quiere esparcir, porque un pueblo republicano aplaude a un nuevo pueblo republicano, porque las almas generosas adoptan ideas generosas, porque hombres libres proclaman principios de libertad. Regocijémonos por el contrario de que esa revolución haya sido saludada y comprendida del modo que ha sido entre nosotros […]‖39. En fin, la tesis principal defendida por Alberdi pasaba por equiparar los modelos políticos establecidos en Francia y Chile, desde cuya perspectiva quedaba desactivada por tanto la idea de que el ejemplo galo podría actuar como revulsivo de cambio para el país americano40. Y en cualquier caso, si bien es cierto que reconocía la necesidad de adoptar algunas mejoras en los sistemas políticos de América, éstas no debían efectuarse, como ambicionaban los más exaltados, bajo el impulso de acciones revolucionarias41 siguiendo el ejemplo de lo vivido en la lejana Europa42, sino a partir 39 ―Chile y la Revolución Francesa‖, El Comercio de Valparaíso, 2 de junio de 1848. Recogido en Carolina BARROS (comp.): Alberdi periodista en Chile…, pp. 264-265. 40 Idea que hacía extensiva a todo el continente americano. Así, en un artículo titulado ―La Revolución Francesa y la América del Sud‖ apuntaba: ―¿No es la América la que ha derramado su sangre por fundar el árbol de la libertad republicana? ¿No es la América la que después de la Joven Italia ha adoptado las palabras simbólicas de igualdad, libertad, humanidad? ¿No es la América la que ha hecho de Rousseau en tiempos pasados y de Lamennais en nuestros días, el vademécum de sus teorías políticas? ¿No es la América la que ha dicho primero: la Europa está vieja y enervada, es necesario que se temple en nuestra energía; que se alimente de nuestro pan democrático; que se regenere en la fuente de vida que ha de brotar de nuestras sociedades tan llenas de vigor y juventud? Si todo esto es cierto ¿por qué alarmarse y suponer que la revolución francesa pueda ocasionar conmociones en América?‖. El Comercio de Valparaíso, 1 de junio de 1848. Recogido en Carolina BARROS (comp.): Alberdi periodista en Chile…, p. 259. 41 En el artículo titulado ―Comparación del régimen político que hoy gobierna en Francia con el que rige en Chile‖, Alberdi afirmaba que ―es necesario no equivocarse: la revolución francesa es un revolución más social que política y no es parodiando banquetes y barricadas como hemos de regenerar nuestras sociedades, empobrecidas por la guerra civil y desmoralizadas por la anarquía, sino educando al pueblo, cicatrizando sus llagas, y admitiendo con amor esas ideas evangélicas que, como la abolición de la pena de muerte, han de hacer nuestra felicidad futura‖. El Comercio de Valparaíso, 8 de junio de 1848. Recogido en Carolina BARROS (comp.): Alberdi periodista en Chile…, p. 272. 42 En un artículo titulado ―Los miopes ven más clara la libertad a la distancia‖, refería: ―¿No es irreflexivo, frívolo y ligero pensar que una revolución republicana sucedida en el otro continente pueda tener influjo en ésta y comunicarle su agitación, cuando hace 60 años que tenemos en América el ejemplo 180 de reformas y reajustes administrativos como aconsejaban las políticas de la moderación y el orden: ―Así, el deber de la parte sana y pacífica del país en esto de reformas es separarse de los que quieren arrastrarla a su bandera y convertirla en instrumento de cambios distintos de los que realmente la interesan. Los cambios progresivos que el país quiere no exigen ni sangre ni pelea. No son de sistema, de principios. Son moderados, orgánicos, que se obran poco a poco y pacíficamente. Nadie se opone a ellos, nadie los niega por principios, y en nombre de un sistema retrógrado. Son cambios que jamás se hacen con violencia, pues son obra exclusiva de la razón, de labor y de la ciencia. […] Una equivocación en este punto grave y decisivo puede poner a los que desean la quietud, el orden, los adelantos y el bienestar de Chile, en las filas de los que sólo ambicionan en cambiar la constitución política por la revolución y para la revolución de hecho‖43. No obstante, la situación posterior no se desarrolló precisamente dentro de la quietud y el orden. De hecho, la ya difícil situación política sufrió un evidente deterioro a partir de 184944. No hay que perder de vista las conexiones que este fenómeno tendría con el 48 parisiense. Como refiere Alfredo Jocelyn-Holt, una generación de jóvenes intelectuales y futuros políticos, siguiendo el ejemplo de los acontecimientos de Francia, crearon la Sociedad de la Igualdad, un club político formado por obreros y profesionales que actuaron contra el gobierno conservador e intentaron detener la candidatura oficial encabezada por Manuel Montt ―mediante desfiles, discursos altisonantes y una improvisada asonada callejera con barricadas‖ 45 . La Sociedad –cuyo lema sería ―Libertad, igualdad y fraternidad‖ y que empleaba de manera preferente el término ―ciudadano‖ para dirigirse a las personas46- no alcanzó sus objetivos, de tal manera que terminaba restableciéndose el orden y se garantizaba la continuidad del régimen conservador amparado por la Constitución de 1833 por algunos años más. de una República veinte veces más liberal, que la que se ha proclamado en febrero de este año en Francia?‖. El Comercio de Valparaíso, 9 de junio de 1848. Recogido en Carolina BARROS (comp.): Alberdi periodista en Chile…, p. 273. 43 ―Naturaleza y carácter de las reformas convenientes en Chile. Ellas son administrativas, no constitucionales‖. El Comercio de Valparaíso, 1 de junio de 1848. Recogido en Carolina BARROS (comp.): Alberdi periodista en Chile…, p. 278. 44 Manuela FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ y Leandro MARTÍNEZ PEÑAS: ―Alteraciones violentas…‖, p. 42. 45 Alfredo JOCELYN-HOLT LETELIER: ―Los girondinos chilenos‘: una reinterpretación‖, Mapocho. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, 29 (1991), pp. 46-55, esp. pp. 46-47. 46 COLLIER y William F. SATER: Historia de Chile…, p. 104. 181 La repercusión de la revolución europea de 1848 en los motines chilenos de 1850 y 1851, e incluso en la guerra civil de este último año, queda fuera de toda duda. Y aunque ya Benjamín Vicuña Mackenna había dejado claramente marcado ese fenómeno en su obra Los girondinos franceses47, nuevos estudios han venido a redimensionar su proyección posterior por encima de lo concedido tradicionalmente por la historiografía –particularmente en su versión más conservadora-, al señalar que del legado de los acontecimientos chilenos de mediados del siglo XIX ―quedam muestras importantes aún en el presente‖48. 47 Publicada como artículo de prensa en octubre de 1876. Cuenta con ediciones posteriores, entre otras: Benjamín VICUÑA MACKENNA: Los girondinos chilenos, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1989. 48 Cristián GAZMURI: El “48” chileno…, p. 205. 182 El inicio de la España que conocemos: 1808-1814 José Alfredo Sánchez Álvarez UNED El primer cuarto del siglo XIX español, reúne una serie de características que lo hacen particular, al ser simultáneamente un tiempo de revolución (en cuanto cambio profundo en las estructuras políticas y socioeconómicas nacionales —caída del Antiguo Régimen, invasión extranjera, pérdida de posesiones transoceánicas, quiebra económica…—), un tiempo de violencia (guerra de la Independencia, varias sublevaciones militares…) y un tiempo de búsqueda de libertad, un tiempo nuevo para el liberalismo y el constitucionalismo. Se trata por tanto de un periodo de gran interés, cuyo estudio es necesario para comprender los mecanismos que han originado los cambios y las bases que se asentaron, muchas de las cuales permanecen vigentes en nuestros días, haciendo de esta etapa ya no sólo una de las más interesantes de nuestra historia, sino también uno de los periodos más trascendentes y decisivos de nuestra historia, como lo han sostenido diferentes historiadores. Para Artola, 1808 es «el año crepuscular de una España nueva que en sus grandes rasgos continua vigente en nuestros días»1. Para Comellas se trata de «una de las etapas más dramáticas de la historia de España, y también de las más decisivas. Es decisiva —dirá— tanto por lo que resuelve como por lo que plantea».2 Y el mismo historiador comparte junto a otros muchos la idea de que «tras la generación de Fernando VII prevalece una distinta dinámica histórica, que en cierto modo resulta ser ya la misma en que nosotros nos encontramos inmersos […] y los problemas que en sus inicios se plantean son los mismos que nosotros nos 1 Miguel ARTOLA: Los orígenes de la España contemporánea, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000, p. 9. 2 José Luis COMELLAS: Del antiguo al nuevo régimen: hasta la muerte de Fernando VII, Ediciones Rialp, S.A., 1981, p. XIII. 183 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | esforzamos todavía en resolver».3 Y en un sentido muy similar sostendrán sus tesis Rafael Gambra, Jose Antonio Escudero (―El dintel del tiempo que vivimos‖), etc. A estos periodos históricos se referirá Gadamer como «acontecimientos epocales» como aquellos en los que «ha ocurrido algo tan nuevo que no será superado fácilmente por otra novedad y que, a la inversa, debemos llamar ―antiguo‖ a lo anterior en un sentido cualitativamente especial y unívoco». 4 No en vano, los acontecimientos del primer cuarto del siglo XIX darán lugar a un cambio en la periodización, ya que suponen el tránsito en España de la Edad Moderna a la Contemporánea. En este momento histórico, el inicio del siglo XIX, nacerá un fenómeno histórico que será bautizado como las «dos Españas», concepto cuyo uso es continuo en la historiografía española. Conviene, no obstante, acotar la definición no a un concepto histórico-sociológico —como se tiende a hacer infructuosamente—, sino a un concepto político. En este planteamiento, no son parte de las dos Españas la España americana, la España nacionalista, la España intelectual o la España científica, ni mucho menos la España exiliada, aunque formaran parte de una o de otra en algún momento. En definitiva, no forma parte de las dos Españas colectivo alguno que por ser minoritario o por no gozar del respaldo o fuerza suficiente haya estado al margen de la lucha por el poder político. Ahondando en la perspectiva política de la idea de las dos Españas, no cabe duda de que una de esas dos Españas, en algún momento, es aquella —cualquier que sea— que ha detentado el poder. Y sería la otra España el colectivo —cualquiera que sea— que lucha contra el primero por arrebatarle el poder. Así, sería posible hablar de dos Españas: la absolutista y la liberal en un tiempo (1814), que en otro tiempo (1936) se llamarían nacional y republicana. No es una misma idea la absolutista y la nacional o la liberal y republicana, pero si revelan la existencia de modelos paralelos de una fuerza que se opone a otra. Otra característica que me parece necesario resaltar es que el concepto de las dos Españas no representa a la mayoría de la población, sino que se trata de dos colectivos dentro de la sociedad con fuerza suficiente para conquistar el poder, pero sin que ello implique un respaldo en lo cuantitativo de la población. Absolutistas no eran la mayoría de los españoles en 1814 ni liberales en 1808, 1812 o 1820, como tampoco nacionales en 1936. En este sentido, el concepto omnicomprensivo de toda la 3 4 Ibíd. Hans-Georg GADAMER: Verdad y método, Salamanca, Sígueme, 1992, vol. II, p. 136. 184 sociedad española, aunque divida en dos, bajo la idea de las dos Españas nos parece también incorrecto. No toda la población —podemos afirmar— pertenece o perteneció a alguna de las dos Españas, ya fuera en los distintos grados de vinculación como la simpatía, el apoyo tácito o el expreso. En definitiva, formarían y forman las dos Españas las oligarquías. Llegado a este punto nos vemos en la necesidad de proponer un concepto que sustituya al de las dos Españas o simplemente sugerir el abandono de su uso, por su inexactitud para describir simples procesos de luchas por el poder en los que, a falta de una verdadera representación, las facciones en lucha buscan su legitimación en un respaldo popular ficticio, por lo que esencialmente débiles, difícilmente pueden presentar resistencia —siendo prueba de ello la sucesión de levantamientos en la historia contemporánea española—.5 Cabe, no obstante, preguntarse por el momento en que esta pugna tiene su comienzo,6 siendo generalizada la datación por la historiografía en los comienzos del siglo XIX, no por otro motivo —a nuestro entender y en coherencia con la construcción realizada hasta ahora— que por ser el inicio de una lucha por el poder hasta entonces inexistente. El ejercicio del poder por el rey había sido indiscutido durante siglos en España, pero la invasión francesa va a dar lugar a su caída y el comienzo de la lucha por el poder. Fernando VII aspiró a derrocar a su padre Carlos IV ante la debilidad de su gobierno, consiguiendo su abdicación. Era el triunfo del partido fernandino frente al partido godoyista. Partidos que en su composición eran minoritarios frente al resto de la población, pero con capacidad suficiente para colonizar el poder y ejercerlo. A este movimiento le seguirá una nueva abdicación o derrocamiento del rey Fernando VII en favor de José I. Se hablará entonces de patriotas y afrancesados. Las provincias nombraron a representantes ante la Junta Central y formaron las cortes gaditanas, que legislarían con descontento para los empleados públicos, la nobleza, el ejército, la iglesia y la dinastía borbón, motivo por el cual unidos éstos apoyaron el regreso de Fernando VII como rey absoluto. Al triunfo de éste le seguirá la persecución de liberales y reacción a ello, los levantamientos y la lucha y pugna cada vez más encarnizada, generando una dinámica de venganza difícilmente superable. 5 Aspecto esencial en este punto es el uso de medios propagandísticos y militares. Su fin, desgraciadamente para nosotros, no parece que pueda afirmarse, aunque así lo hagan algunos historiadores, pues no se daría su condición resolutoria que sería la libertad política. 6 185 De entre todos estos episodios de lucha entre oligarquías, hoy me interesa llamar la atención sobre uno de ellos, uno de los primeros generadores de abierta lucha, quizás el detonador de este fenómeno a gran escala, donde el gran número de personas afectadas y el daño producido serán explicación posterior de la reacción y apoyo que recibirá Fernando VII a su regreso. Me refiero a las persecuciones políticas que las Cortes gaditanas hicieron de los empleados públicos que ejercieron sus cargos bajo dominación francesa, motivo por el cual fueron perseguidos como traidores, con dramáticas consecuencias para ellos: pérdida de empleos, hambre, exilio, privación de la libertad y la vida... Dejaremos al margen el estudio de estos procesos7 para describir los efectos que esta persecución tuvo, basándonos en la obra de Félix José Reinoso, «Examen de los delitos de infidelidad contra la patria»8, que en este año 2016 celebra su bicentenario y que pasa por ser una obra olvidada, mal entendida, pero fundamental para entender el comienzo de la dinámica de venganza de nuestra historia con lecturas —incluso— para la España presente. Quisiera comenzar con un extracto de la obra de Reinoso, ubicado ya casi al final de su obra, cuando exclama: «Si hay una pluma digna de hablar a los siglos futuros (que entre nosotros dudo se salvó alguna de la persecución, según ella crece cada día) no podrá, por moderada que sea, referir el término de nuestra lucha sin tocar en la ruina y amargura que trajo a tanto número de ciudadanos. Aunque la España, dirá, por el fin de esta guerra y por la cesación de las vejaciones del enemigo, empezase a gozar de tranquilidad, sin embargo, la dureza con que las Cortes y el gobierno procedieron contra los empleados públicos y otros vecinos particulares, esparció de nuevo el terror por toda la península y causó el abatimiento y desolación de familias innumerables y la prosperidad de los refugiados en Cádiz y de sus amigos, que se elevaron sobre las ruinas de los primeros. La sola sospecha de haber sido afectos a los franceses era castigada con procesos eternos, con prisiones durísimas, con mil daños y pesadumbres. Para perseguir a los empleados y demás tratados como infidentes, se sirvió el 7 Sobre las características de estas persecuciones me detengo en otra conferencia de este congreso bajo el título «Persecuciones políticas en España (1812-1814)». 8 Félix José REINOSO (publicado como Anónimo): Examen de los delitos de infidelidad á la patria, imputados á los españoles sometidos baxo la dominacion francesa, Burdeos, Pinard, 1818. 186 gobierno de ministros que, recibiendo lucro de su perdición, desempeñaron este encargo con un celo y puntualidad dignos de una causa más justa. Los hombres instruidos y sensatos desaprobaron esta conducta, y varios escritores de las provincias alzaron la voz contra la dureza de tales procedimientos, aplaudidos por los papelistas de Cádiz. Pero en vano se representaba y clamaba a las Cortes cuando había tal hambre por los empleos».9 Reinoso hará una crítica en su obra «Delitos de infidelidad contra la patria…» a la forma en la que se formaron las Cortes, sobre la legitimidad de los diputados, las medidas de represión política adoptadas y el efecto de las mismas, finalizando su obra con la petición de una amnistía general. Aunque nos centraremos en los efectos de la represión, enunciaremos someramente algunos factores que, todos ellos reunidos, favorecieron el conflicto, comenzando por el sistema electoral. Constituye en sí misma la forma de acceso al poder una causa de confrontación, por cuanto las reglas establecidas favorecen la llegada al poder de unos colectivos frente a otros, dando lugar a la oposición de los colectivos relegados. Así se reflejará en las elecciones de 1813, donde las oligarquías perdedoras en las elecciones anteriores se habían preparado para jugar el partido bajo las reglas electorales de las Cortes gaditanas. Sin duda, el resultado de las elecciones de 1813 reflejará la confrontación existente, con unas Cortes divididas y por tanto débiles para responder con la fuerza suficiente al regreso de Fernando VII. Sin embargo, ninguna medida de las Cortes generó reacción contraria semejante a los decretos para la represión de la infidencia.10 Las Cortes, a medida que en la guerra contra Napoleón se iba decantando a favor de las armas aliadas españolas e inglesas, pasaban a depurar a los empleados públicos de los territorios que quedaban bajo su jurisdicción: «[…] son el único medio de asegurar la recta administracion y gobierno de las provincias que vayan quedando libres de la opresion enemiga; […] para 9 Félix José REINOSO (publicado como Anónimo): Examen de los delitos…, p. 456. Decreto CLXXXIV de 11 de agosto de 1812, «Varias medidas para el mejor gobierno de las provincias que vayan quedando libres»; decreto CXCII, de 21 de septiembre de 1812, «Medidas para asegurar la confianza de la Nación respecto de los empleados y otras personas públicas» y decreto CCIX, de 14 de noviembre de 1812, «Se prescriben las reglas para la rehabilitación de los empleados públicos que continuaron en sus destinos bajo el gobierno del rey intruso». 10 187 este mismo objeto conviene tomar previamente algunas medidas, que facilitando desde luego el des-pacho de los negocios del Estado en cada una de ellas, afiancen la buena elección de las personas que hayan de manejarlos».11 Tal política afectó a un número elevado de empleados, como señalaría Reinoso en los comienzos de su obra: «se olvidó por desgracia de que no hay felicidad en la nacían donde se persigue, donde se atormenta, donde se arruina á tan crecido número de habitantes».12 Ese «crecido número de habitantes» era notable, cuantificándolo Reinoso en doscientos mil españoles: «lo que las Cortes de Cádiz y las de Madrid hicieron, y lo que la Regencia o sus ministros ayudaron para aniquilar la fortuna y la opinión, primero de doscientos mil padres de familia, y después de diez o doce mil refugiados en Francia».13 Atendiendo a la documentación y normativa estudiada, los procesos de purificación afectaron por igual a todos los cargos públicos, con independencia de su adhesión ideológica o política; afrancesados o no. La persecución de las Cortes comprendía a todo tipo de empleados de la administración, también de la local y regional, religiosos, militares… todo aquel que hubiera ejercido un cargo público bajo dominio francés era sometido a los procesos de purificación política. Los empleados públicos, que habían ejercido sus cargos bajo las difíciles circunstancias de la ocupación francesa, incluso siendo privados de sus sueldos por el gobierno de José I, veían como las Cortes, en contra de la opinión de los pueblos, favorecían a las partidas de milicianos en su perjuicio. 11 Decreto CLXXXIV de 11 de agosto de 1812, «Varias medidas para el mejor gobierno de las provincias que vayan quedando libres». 12 Félix José REINOSO (publicado como Anónimo): Examen de los delitos…, p. 8. 13 Félix José REINOSO (publicado como Anónimo): Examen de los delitos…, p. 477. Vid. supra y Juan LÓPEZ TABAR: Los famosos traidores: los afrancesados durante la crisis del Antiguo Régimen (18081833), Biblioteca Nueva, 2001, pp. 106-107, donde se realiza un estudio aproximado del impacto de los exiliados en número y según sus diferentes funciones en la administración intrusa. También se ofrece la misma cifra en Luis BARBASTRO GIL: Los afrancesados primera emigración política del siglo XIX español (1813-1820), óp. cit., p. 11. Reinoso cifra el número de exiliados en doce mil familias y cuarenta mil individuos vid. Félix José REINOSO, óp. cit., p. 431. También en el extranjero los afrancesados fueron objeto de extrañamiento por parte de los embajadores de las Cortes primero y luego de Fernando VII. A éste respecto vid. carta del embajador en París, conde de Fernán Núñez al secretario interino del Despacho de Estado, fechada el 11 de mayo de 1814 en París en «Documentos de Inglaterra», (18131814), A.H.N., A.G.S., Estado, 8175: «La Forest me ha sacado la conversación sobre los individuos que han tomado partido con Josef, como queriendo probarme que son tan españoles como nosotros y que la intención de Fernando VII es perdonarlos como ha hecho Luis XVIII a los suyos. Sobre este punto me sostuve enteramente por las instrucciones que V.S. me ha comunicado, asegurando que nada trataría yo que pudiera revocar en la menor parte los Decretos dados por las Cortes, y que hasta recibir órdenes en contrario, ni podría decir otra cosa ni verlos ni recibirlos en mi casa». 188 La lucha por el poder provocará un nuevo fenómeno: el de los exilios, masivos desde este momento y que serán la tónica general de la España contemporánea: afrancesados, tradicionalistas, liberales, republicanos… Nada más revelador de las circunstancias de los afectados por las purificaciones que su testimonio. Como ejemplo, el Banco Nacional de San Carlos, tras la recuperación de Madrid, va a ser objeto de un proceso de purificación política que afecta a todos sus empleados. El acta de la junta general de 1814, no en vano, y a pesar de que va a suponer la reorganización de la entidad tras la liberación, se ocupará principalmente de la purificación política de sus empleados, aspecto éste que era su mayor preocupación y queja, como manifestará el director de la institución.14 «Jamás creyó ésta haberse hecho indigna de la confianza que había merecido á los accionistas antes de la revolución; pero quál fué mi sorpresa al ver el acuerdo quinto de la Junta celebrada en Cádiz el 30 de abril del año próximo pasado. Acuerdo el mas denigrativo é injurioso para los Directores y dependientes, y en el que atropellados los reglamentos del Banco y su inconcusa circunspección, se intenta el oprobio y muerte civil de una porción de ciudadanos honrados, sin otra causa ni motivo que haber tenido la desgracia de residir en este pueblo durante la dominación enemiga; y no bastan-do sin duda que semejante anátema quedase reservado entre sus pocos autores, se unió al acta de dicha Junta; é impreso y publicado, ha gravado en nuestra reputación una mancha que solo podrá borrar un nuevo acuerdo de esta Junta, fundado en la justicia y equidad que la caracterizan». Y si eran tajantes las manifestaciones del director, los empleados no van a reducir el tono de las suyas cuando les llegó su turno: «Los infrascriptos empleados en el Banco nacional de San Cárlos, penetrados de la mas viva aflicion al considerar la humillación vergonzosa á que nos ha 14 Vid. «Junta General del Banco de San Carlos, celebrada en la casa del mismo banco, en el día 21 de abril de 1814», (1814), A.H.B.E., Actas de Juntas Generales de Accionistas. 1814. De las 100 páginas que ocupa el acta, salvada la lista de accionistas, la memoria justificativa del director, Manuel de la Torre, ocupa de la pág. 27 á 70, la del secretario, don Andrés de la Cuesta, ocupa las págs. 107 á 116 y la de los empleados del establecimiento de Madrid las págs. 98 á 106. Todas juntas ocupan más de la mitad del texto del acta de la junta. 189 reducido el acuerdo de la Junta general celebrada en Cádiz en 30 de abril último, nos presentamos á V.E. y V.SS. á reclamar una reparación de justicia que nos restituya el honor, los derechos y destinos de que nos hallamos privados: hemos permanecido en Madrid invadida por el tirano, es verdad, pero no por esto hemos faltado á los deberes de bue-nos y fieles españoles, ni ménos hemos prestado auxilio á las ideas tiránicas del enemigo, oponiéndonos constantemente á sus disposiciones en union de los Directores. Llegó por fin el dia deseado de la última evacuación de Madrid en mayo del año próximo pasado y esta época de triunfo y alegría para esta gloriosa capital aguó la nuestra con el anuncio del acuerdo de la citada Junta general para que cesasen todos los dependientes del Banco en Madrid, sin satisfacer á ninguno los sueldos atrasados en todo ni en parte: este golpe fatal no pudo dexar de causarnos la mas viva aflicción, pues después de todas nuestras esperanzas, sufrimientos, privaciones y antiguos servicios, nos veíamos proscriptos, despojados, igualados con los enemigos de la patria, sin honor y sin destino: la idea de semejante situación hizo acabar con la existencia de algunos de nuestros desgraciados compañeros y nosotros tuvimos el dolor de verlos perecer al rigor de su miseria, sin tener arbitrio para poder atender por nuestra parte á su socorro». Sin duda alguna, se trata de un testimonio desgarrador que revela los efectos de los decretos de las Cortes, su injusticia y el malestar suscitado por toda España. Y no es el único; podemos encontrar testimonios en cualquier administración: ayuntamientos constitucionales, ejército, parroquias, obispados… y toda la planta de éstos, como los juzgados de Aragón, que se habían quedado sin oficiales para el despacho de los asuntos, como indicará el gobernador político de la provincia. «El jefe político de Aragón representó a la Regencia en 14 de agosto: que inhabilitados por las leyes los empleados públicos que habían servido baxo la dominación intrusa, se hallaron los jueces de 1ª instancia sin escribanos que actuasen las muchas sumarias que formaban a un excesivo numero de personas por su adhesión al gobierno francés y el público privado de poder deducir sus derechos y continuar los que tenía pendientes por falta de procuradores que unos y otros habian acudido al xefe político solicitando les habilitase interinamente y 190 que los jueces de 1ª instancia le manifestaron repetidas veces la necesidad de verificarlo como con efecto lo hizo a 8 es-cribanos y 9 procuradores despues de asegurarse de su conducta politica, pero sin perjucio de que obtengan su rehabiltación y reparación por los medios que las leyes prescriben: y concluyo diciendo la aprobación de esta medida a que le obligaron las circunstancias en que se hallaba aquella capital. En 17 del propio mes hizo otra exposición refiriendo la 1ª y añadiendo que todos los pueblos de la provincia se hallaban en el mismo caso y estado que había expuesto respecto de la capital: que se le había hecho presente la necesidad de un pronto reme-dio y según era la urgencia iba habilitando interinamente aquellos mas precisos precedidos de los ayuntamientos constitucionales los informes correspondientes y que esperaba que S.A. no lo llevara a mal atendidos las causas que le habían impelido a to-mar dicha medida».15 La persecución de las Cortes se extendía por toda España, como denunciará Reinoso: «¿Habría esposas desoladas, niños desamparados, familias desvalidas, que clamasen por sus maridos desterrados, por sus padres encarcelados, por el sustento perdido? ¿Que turbasen con ayes de dolor el gozo general por la restitución de Fernando, salud y alegría de los españoles? ¿Pudiera llamarse feliz esta gran familia, sembrada por todas partes de millares de desventurados?» 16 Las Cortes se habían ganado el odio de importantes sectores de la población, pero —consideramos— ninguna torpeza fue mayor que perseguir al propio ejército. Desde Valencia, el 24 de abril, el general Elío se dirigirá al rey solicitando se atienda a las necesidades de los soldados que regresan de Francia en un estado calamitoso: «Representación del General Elío á S.M.: Señor: el general en jefe del 2º exército A.L.P. de V.M. zeloso por el bien y reme-dio de los beneméritos oficiales de su exército, que arrostrando los riesgos y fatigas mayores se han huído de Francia, y que desnudos y sin medio alguno 15 16 «Juntas de purificaciones», (1814), A.H.N., Consejos, 11807-11808. Félix José REINOSO (publicado como Anónimo): Examen de los delitos…, p. 473. 191 tampoco pueden ser atentidos por mi hasta que purificados tengan acomodo en los cuerpos; recurre a V.M. por si su piadoso corazón encuentra medio de destinar defensores, y que tanto se distinguen en amar a V.M.: esta gracia se añadirá á las demás con que V.M. va honrando a los militares, que sostendrán a V.M. hasta la muerte. Valencia 21 de abril de 1814 Señor Xavier Elío … Contestación de S.M.: Excelentísimo Sr.: se ha enterado el Rey de la representación que V.E. le ha dirigido pidiendo un socorro para los beneméritos oficiales, que arrostrando los mayores riesgos y fatigas se han fugado de Francia; y S.M. siguiendo los impulsos de su corazón me ha mandado poner a disposición de V.E. veinte y cinco mil rs. vn. para que los distribuya entre dichos oficiales, sintiendo S.M. que las circunstancias estrechas en que se halla no le permitan hacer mas por ahora. Y lo participo a V.E. de su real orden para su inteligencia y cumplimiento. Dios guarde a V.E. muchos años. Valencia, 22 de abril de 1814 M. el duque de S. Carlos Señor Don Francisco Xavier Elío El comandante general de la provincia Lavalle Diario prov. de Valencia»17 Este texto no lo hemos encontrado recogido por la historiografía, pero quizás sea uno de los más reveladores de este momento histórico, por trasladarnos un hecho decisivo: sobre cómo el rey se granjeará el apoyo del estamento militar, no por el mero hecho de disfrutar del apoyo de un general concreto, sino de todo su ejército, al recibir éste mejor trato que el recibido por el gobierno de las Cortes. En efecto, el 17 "El Conciso", 30 de abril de 1814, nº 105, p. 839. 192 apoyo del general Elío y su ejército será clave en la recuperación del poder por Fernando VII, dando lugar a los decretos de mayo de 1814, el derrocamiento del poder de las Cortes y la derogación de su Constitución. Frente a las Cortes, Fernando VII regresaba del destierro con su autoridad intacta, reconocida por las mismas Cortes y ensalzada por toda la sociedad, siendo recibido con el mayor entusiasmo. Así se recoge en «El Fernandino» del 5 de mayo de 1814, publicación que, con ocasión de la partida del rey desde Valencia hacia Madrid publicará: «Se acerca, Valencianos, el sensible momento en que nuestro amabilísimo Monarca el Sr D. Fernando VII se ausentara de esta Capital para trasladarse a su Corte de Madrid. […] Provincias huérfanas y afligidas, pueblos desolados, ciudades llorosas, millones de españoles impacientes, justos oprimidos levantan las manos al cielo, y piden fervorosos al Dios de la patria no retarde el instante deseado de su consuelo. El decreto de justicia ha sido revocado; la bondad de lo alto dexóse por fin vencer de tantos ruegos».18 La partida estaba ganada por Fernando VII. Los decretos de purificación política fueron sin duda uno de los mayores errores de las Cortes gaditanas, consiguiendo la más firme oposición de importantes sectores de la sociedad. Se había asentado un principio de la historia contemporánea española: el gobernar para unos y no para todos. Las oligarquías sucesivamente ocuparán el poder y actuarán en su beneficio, con exclusión de importantes sectores de la sociedad. El constitucionalismo español quedará muy lejos del americano: la libertad política permanecerá como un ideal malogrado. A partir de este momento imperará la arbitrariedad oligárquica. La amnistía, ansiada por Reinoso como fin de las persecuciones políticas de las Cortes, será una hábil herramienta en manos de Fernando VII quien por el contrario será sanguinarios contra sus enemigos: los liberales. 18 "El Fernandino", 5 de mayo de 1814, pp. 77-80. 193 Importancia de las sociedades de recreo en la construcción del Estado liberal decimonónico en la ciudad de A Coruña* Guillermo de la Paz Serra Martínez Universidade da Coruña Las transformaciones políticas, económicas, sociales, urbanas y, en suma, culturales, experimentadas por la sociedad europea, entendida como la más avanzada de la época contemporánea decimonónica, trajeron consigo nuevas y diversas formas societarias que conformaron un espíritu de asociación, ―el espíritu del siglo‖ como lo denominara Mesonero Romanos1, que constituyeron verdaderas señas de identidad de una civilización burguesa elitista, que las utilizará como vehículo de cambio de la vida social a lo largo del siglo XIX contribuyendo, con ello, a la construcción del Estado liberal. En efecto, la aparición de asociaciones o sociedades culturales, en general, y recreativas en particular en Galicia, enlaza directamente con el nacimiento coetáneo en toda Europa2, a comienzos del siglo XIX, de toda una serie de espacios privados, como salones, clubs políticos, sociedades patrióticas, círculos masónicos, cafés literarios, centros artísticos, casinos, etc., cuya acción constituye una característica sociológica *Esta comunicación se inscribe dentro del proyecto de investigación de mi tesis doctoral denominado ―La sociabilidad recreativa en la ciudad de A Coruña en la Restauración (1874-1923)‖, dentro del vigente Programa Oficial de Doctorado en Sociedad del Conocimiento de la Universidade da Coruña. 1 Ramón DE MESONERO ROMANOS: ―El espíritu de asociación (1839)‖, en ÍD: Escenas matritenses por el Curioso Parlante, Madrid, 4ª edición. Imprenta y librería D. Ignacio Boix, 1845, p. 487. Recuperado de internet. (http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000050545&page=1) 2 En Inglaterra se puede destacar el nacimiento del Union Club (1799) o del Union Society (1821), cuyos modelos fueron reproducidos después por toda Europa, copiando a aquellos se fundaba en París en 1828 el Cercle de l‘Union, difundiéndose, a partir de entonces, otros similares por toda Francia, en María ZOZAYA MONTES: ―Sociabilidad y Fraternidad. Influencias masónicas en la creación de círculos asociativos (1800-1850)‖, en José Antonio FERRER BENIMELI (coord.): La masonería española. Represión y exilios, Zaragoza, Gobierno de Aragón, Departamento de Educación, Cultura y Deporte, 2010, pp. 1377-1378. 195 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | fundamental de la difusión del liberalismo en su sentido más amplio3 y que si, durante el primer tercio de la mencionada centuria, la crisis y tensión de la sociedad española y las restrictivas normas impuestas por Fernando VII impidieron el florecimiento de estas asociaciones, la vuelta de los exiliados liberales, con la regencia de María Cristina y el reinado de Isabel II, supuso la importación de las modas de esos ateneos, liceos franceses, conservatorios, tertulias, círculos recreativos, clubs ingleses o casinos italianos, a los que la burguesía coruñesa no fue ajena, tal y como se mostrará en esta investigación4. Esta comunicación pretende poner de relieve, a partir, fundamentalmente, del vaciado de documentos del fondo de asociaciones del gobierno civil de A Coruña5, obrante en el Archivo del Reino de Galicia, de la búsqueda de reglamentos estatutarios en la Biblioteca Digital de Galicia –Galiciana, que es como se la denomina y que nosotros en adelante nos referiremos a ella como tal-, de otra documentación hallada en la Real Academia Galega o en el Diccionario Madoz de 1847 y de otras fuentes referenciales 6, la existencia de sociedades recreativas en un periodo histórico de profundos cambios políticos, sociales y de lentas reformas, en A Coruña, espacio liberal por excelencia, configurada por unas élites urbanas que disponían de tiempo para el esparcimiento y cuyos miembros fundarán círculos culturales similares a las establecidos por sus coetáneos en los países europeos más avanzados. El texto, como fin último, mostrará el papel desempeñado por las sociedades de recreo en el proceso de implementación del liberalismo, resaltando la conexión existente entre los socios elitistas de estos circos recreativos y la difusión de los valores liberales, así como la pertenencia de algunos de ellos a la masonería. Por tanto, en este texto resaltaremos la aparición de una sociabilidad formal recreativa en la ciudad herculina, desde mediados del siglo XIX, de la mano de un élite 3 Francisco VILLACORTA BAÑOS: ―Los ateneos liberales. Política, cultura y sociabilidad intelectual‖, Hispania, LXIII/2, núm. 214 (2003), p. 430. 4 Rafael VILLENA ESPINOSA y Ángel Luis LÓPEZ VILLAVERDE: ―Espacio privado, dimensión pública: hacia una caracterización del casino en la España contemporánea‖, Hispania, LXIII/2, núm. 214 (2003), p. 450. 5 Imprescindible, como señala Elena Maza, pues es depositario desde la Ley de Asociaciones de 1887 de los libros-registro y de todo tipo de documentación asociativa. Elena MAZA ZORRILLA: ―Elites y asociacionismo en España (1850-1923)‖, en Rafael ZURITA y Renato CAMURRI (eds.): Las élites en Italia y en España (1850-1922), Valencia, Universitat de Valencia, 2008, pp. 184 y 185. 6 Ana ROMERO MASIÁ: A Coruña liberal. 1808-1874. A loita polas liberdades a través da documentación municipal, A Coruña, Baía Edicións, 2005. 196 social bastante bien definida7, dado que en un mundo demográfico, económico y social como el agrario gallego decimonónico, macrocosmos de rusticidad, incultura y analfabetismo, resaltaba un micro espacio urbano correspondiente a una minoría selecta de la burguesía, la pequeña burguesía y el artesanado de mayor nivel cultural. Y nos referiremos, también, a las conexiones políticas, masónicas, sociales, económicas y dinamizadoras de la vida colectiva de la ciudad, a partir del estudio de las sociedades de recreo, reseñando la difusión de los valores liberales de la cultura burguesa como conformadores de la contemporaneidad de nuestro país. Espacios privados de ocio no mercantil El análisis de estos espacios, en el campo de la investigación histórica, conlleva la utilización del concepto de sociabilidad como una herramienta imprescindible hoy en día, siguiendo la senda marcada por el historiador francés Maurice Agulhon8 hacia finales de los sesenta y setenta del pasado siglo y tras su repercusión en nuestro país con trabajos como el de Jordi Canal en 19929. El historiador francés trabajó con intensidad en el análisis de las formas y los espacios de sociabilidad sin separarse del estudio global de la Francia burguesa; partiendo de que el café es un personaje histórico, al igual que el salón y el club, se preguntaba si no tendrían también categoría histórica la creación de esas instituciones y el gusto de gozar de ellas, lo que le llevó a considerar el estudio de la sociabilidad dentro del ámbito de la historia anecdótica, de la vida cotidiana10. 7 Alberto J.V. VALIN FERNÁNDEZ: ―La masonería como vehículo propagador del liberalismo político. El caso gallego‖, en José Antonio FERRER BENIMELI (coord.): Masonería, revolución y reacción, Alicante, Diputación Provincial de Alicante, Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, 1990, p. 188. 8 Maurice AGULHON: ―La sociabilité meridionale. Conferies et associations en Provence orientale dans la deuxiéme moitié du XVIII siécle‖, Annales de la Faculté des Lettres, Aix-en-Provence, série Travaux et Mémoires, n° XXXVI, (1966). Asimismo hay que destacar, por lo que afecta a este trabajo de sociabilidad burguesa recreativa, ÍD: Le cercle dans la France bourgeoise, 1810-1848. Étude d‟une mulatión de sociabilidade, Paris, Librairie Armand Colin, 1977, obra que, a pesar del tiempo transcurrido y, sobre todo, dada la trascendencia que la sociabilidad ha tenido en particular en nuestro país desde hace casi veinticinco años, no ha sido editada en España, contando, eso sí, para este trabajo, con una traducción en castellano editada en Argentina, ÍD: El círculo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-1848, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2009. Buenos Aires. 9 Jordi CANAL I MORELL: ―La sociabilidad en los estudios sobre la España contemporánea‖, en Historia Contemporánea, núm. 7, (1992), pp. 183-205. 10 Maurice AGULHON: El círculo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-… p. 37. Así, con el siguiente esclarecedor argumento suficientemente definitorio de noción histórica de la sociabilidad, se expresaba el historiador francés en 1977: ―La gran historia, académica y universitaria, tenía ya bastante con la religión, la política, la economía y la revolución. Pero hoy nos damos cuenta de que todo lo ocurrido es digno de interés, y que es anticientífico distinguir materiales históricos nobles de otros que serían fútiles. Si el sentimiento de familia, si las formas de la piedad, si incluso el amor y, la muerte, tienen un historia y están en la Historia ¿por qué no habría de tenerla, a fin de cuentas la sociabilidad? ―. 197 Podemos definir, por tanto, la sociabilidad como la aptitud de los hombres para relacionarse en colectivos, más o menos estables, más o menos numerosos, y las formas, ámbitos y manifestaciones de vida colectiva que se estructuran con este objetivo. Concepción abierta que integraría los aspectos más formalizados de la vida asociativa y los menos estructurados de la vida cotidiana, centrándose este trabajo en los primeros, pertenecientes a una sociabilidad más organizada que se vinculaba en el siglo XIX, principalmente, al ocio de las élites urbanas, que se regían por reglamentos o estatutos de constitución de los que, junto a la celebración de juntas de socios, tenían que dar cuenta a la autoridad sometiendo por ello su actividad al control del poder. Conforme a nuestro Diccionario de Autoridades11, la entrada ocio aparece definida como ―Cessación del trabajo, inacción o total omissión de hacer alguna cosa‖, con una visión negativa de la ociosidad, a la que califica como ―El vicio de perder o gastar el tiempo inútilmente” lo que implicaría no hacer nada, ninguna actividad y que podría incluirse en la amplia categoría de tiempo libre12, lo que lo distingue del tiempo propiamente de recreo, al que nuestro diccionario de 1737, tras añadir una cita positiva, lo remite al término recreación, al que califica como “Diversión para alivio del trabajo, con especialidad en casas de campo o lugares amenos‖, lo que a mi juicio ya implicaría un hacer, una acción de divertimento. Además, si acudimos al Diccionario de la profesiones de Galicia 1845-192413 , nos encontramos la descripción de la voz recreo, hallada en los padrones de Ferrol de 1877, que la califica de denominación imprecisa, evidentemente refiriéndose al ámbito laboral, y que define del siguiente modo ―<<Recreo>>, término no profesional, es acción de recrearse o divertirse. También es sitio o lugar apto o dispuesto para la diversión. De acuerdo con esta última acepción, podría relacionarse con una sociedad de recreo”. Quizá, por ello, son 11 Diccionario de la lengua castellana o Diccionario de Autoridades, tomo V (1737). RAEL, Recuperado de internet ( http://web.frl.es/DA.html ). 12 El tiempo libre lo constituirían todas aquellas necesidades personales de comer, dormir y cuidar la salud y los aspectos individuales, así como los deberes familiares, sociales, cívicos y religiosos. No era el ocio la simple holgazanería o el ejercicio de las actividades a las que uno se entregaba tras el final de la jornada laboral. El tiempo de ocio consistía en deducir del mismo todas aquellas necesidades personales y las actividades retribuidas propias del trabajo, caracterizadoras del tiempo libre. Por tanto, sólo se puede hablar de tiempo de ocio cuando en el transcurso del mismo se realizaban actividades fruto, en principio de una elección libre, desinteresada y ausente de propósitos directamente comerciales, utilitarios o ideológicos y, a través de los cuales, se buscase un estado de satisfacción personal e individual; en Jorge URÍA: La España liberal (1868-1917). Cultura y vida cotidiana, Madrid, Editorial Síntesis, S. A., 2008, pp. 94-95. 13 Carmen FERNÁNDEZ CASANOVA: El trabajo en la ciudad. Diccionario de profesiones de las ciudades de Galicia, 1845-1924, Madrid, CSIC, 2011, p. 530. 198 calificadas así en los expedientes de asociaciones de los distintos archivos públicos y no como meras sociedades de ocio. Más allá de la contraposición lexicológica del Diccionario de Autoridades, la palabra ocio u otium gozó siempre de una amplia tradición concebida como el conjunto de actividades realizadas en un tiempo de ausencia de trabajo, de reposo, en contraposición la al negotium, lo que no se descarta por otra parte, dentro de sociabilidad formal ya que, conforme a la tesis de María Zozaya14, al calor del ocio se generaron redes sociales que propiciaron toda clase de negocios, económicos, políticos o familiares, con notorias repercusiones sociales en la ciudad, principal espacio de socialización. Repercusión social que ya planteaba el sociólogo y economista Thorstein Veblen, en 1899 con su libro ―Teoría de la clase ociosa‖, donde describía minuciosamente las características reales y simbólicas de la clase dominante surgida de la revolución industrial, interpretando el ocio como un territorio en el que la burguesía se entregaba a un consumo improductivo de tiempo, con ostentosidad y que, pese a su carácter superfluo, contribuía a producir buena reputación y, por tanto, a reproducir su estatus y las oportunidades para perpetuarlo15 . En este trabajo se entenderá el ocio o recreo en un sentido contemporáneo del término que nace en el marco de la industrialización, de las nuevas revoluciones liberales y en una sociedad abierta, secularizada, de progreso, de confort, donde se incrementa la movilidad social y la libertad personal, con una multiplicación de asociaciones, entre ellas las recreativas, en el dinámico escenario de la ciudad, conceptuándose el ocio, en este marco, como el conjunto de actividades lúdicas al margen del trabajo, las necesidades y las obligaciones laborales, familiares, comunitarias o religiosas 16. 14 María ZOZAYA MONTES: Del ocio al negocio, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2007, p.13. Tanto en su tesis como en obras posteriores plantea que al calor del ocio, en torno al que socializan formalmente los miembros del Casino de Madrid, se gestaban proyectos comunes y ―propiciaba que se constituyesen relaciones sociales que articulaban gran variedad de ámbitos económicos, políticos y familiares‖. 15 Jorge URÍA: ―El nacimiento del ocio contemporáneo‖, Historia Social, núm. 41, Fundación Instituto de Historia Social, (2001), p. 67. 16 Lucía CRESPO JIMÉNEZ: Trato, diversión y rezo. Sociabilidad y ocio en Toledo (1887-1914), Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2008, p.19. 199 Destacar también el carácter no mercantil17 de estos espacios privados que, como tales, se sostenían con el importe de la cuotas mensuales o anuales que abonaban los socios de la mismas, siendo los destinatarios de las actividades lúdicas que en estas asociaciones se desarrollaban los socios e invitados a las mismas, a través del ―billete‖, ticket o carnet que poseían tanto unos como otros, siendo temporal el de estos últimos. Fueron diversas las asociaciones de ocio nacidas en los inicios del Estado liberal como los ateneos, los liceos, los casinos, los círculos o circos recreativos, presentando distintos nombres o denominaciones. Si bien los dos primeros surgieron, en contraposición a las academias ilustradas –que no respondían a las inquietudes de sus coetáneos-, para servir a la causa pública, con fines artísticos, culturales o científicos18, los últimos constituyeron espacios específicos de recreo para las élites urbanas y en las que a efectos de difusión de los valores que representaban los nuevos aires liberales, contemplaban también la faceta instructiva19, más de formación que de enseñanza, de sus socios procedentes de las diferentes capas de la emergente clase social de la burguesía. Hay que indicar, respecto al amplio espacio temporal en el que se inserta este trabajo, las encuestas periódicas emprendidas en la Restauración por el Ministerio de la Gobernación20 y en particular la estimación de enero de 1887 realizada por la Dirección General de Seguridad, poco antes de la publicación de la legislación de asociaciones de Sagasta, que revela el crecimiento del movimiento asociativo en general (más de una cuarta parte en sólo cinco años) y de las sociedades de recreo, en particular, que, con un total de 1658, constituyen más de la mitad de las 3.108 censadas21, siendo notoriamente resaltable que sólo tres de las veinticuatro modalidades 17 Al respecto, hemos encontrado un documento que prueba la no mercantilización del ocio por las sociedades recreativas, consistente en una nota para el Negociado de Asociaciones donde el señor gobernador disponía la prohibición de continuar celebrándose bailes en el local, en este caso, de la titulada sociedad ―Coruña humorística‖ ―por ser aquellos bailes públicos donde se cobraba dinero por la entrada. En Archivo del Reino de Galicia, Registro de Asociaciones del Fondo del Gobierno Civil de A Coruña. Legajo 2496, exp. 43, núm. 125, signatura: 32175. 18 María ZOZAYA MONTES: ―Ocio Liberado. El ocio en España durante el siglo XIX‖/ ―Aisialdi Askea. Aisialdia Espainian XIX. Mendean Zehar‖, en: El descubrimiento del Ocio. Guipúzcoa, Diputación Foral: Museo Zumalacárregui. [Catálogo de la Exposición presentada en el Koldo Michelena, Donosti], 2008, p. 49. 19 De ahí que, en los diferentes Archivos y otras fuentes consultadas para esta investigación, aparezcan estas asociaciones como sociedades recreativas o de recreo e instrucción. 20 Jean Lois GUEREÑA: ―Fuentes para la historia de la sociabilidad‖, en Estudios de Historia Social, núms. 50-51 (julio-diciembre 1989), pp. 282-287. 21 Jean Lois GUEREÑA: ―La sociabilidad en la España Contemporánea‖, en Isidro SÁNCHEZ SANCHEZ y Rafael VILLENA ESPINOSA: Sociabilidad fin de siglo. Espacios asociativos en torno a 1898. GEAS, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla La Mancha, 1999, p. 33. 200 societarias que componen aquella, las sociedades de recreo, socorros mutuos y culturainstrucción, superan el 80% del total censado 22, determinando con ello la importancia del objeto de estudio de este trabajo en el período histórico citado. Las sociedades recreativas en la ciudad herculina en el siglo XIX A Coruña, ejemplo por excelencia de ciudad liberal23 de la novedosa demarcación territorial24 establecida en el siglo XIX, se constituyó en ―un centro burocrático administrativo de la nueva organización liberal‖25, configurándose como la ciudad de servicios más importante de Galicia, afianzándose como tal en la etapa histórica de la Restauración. Durante el siglo XIX la población de nuestro país creció hasta duplicarse comprobando, si nos atenemos a las estadísticas demográficas oficiales del Estado, el ascenso progresivo de A Coruña que la convirtió en la ciudad más 22 ―Resumen de las Sociedades de todas clases existentes en España en el día 1 de enero de 1887, con expresión de su objeto según los datos oficiales facilitados a esta Dirección General‖, Sección Gobernación, Legajo 575, Archivo Histórico Nacional (AHN), citado por Elena MAZA ZORRILLA: ―Preferencias y destinatarios del asociacionismo vallisoletano en su rodaje contemporáneo‖, en Elena MAZA ZORRILLA (coord.): Asociacionismo en la España contemporánea: vertientes y análisis interdisciplinar. Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio editorial, Serie. Seminarios Simancas nº 2, Universidad de Valladolid, 2003, p. 147. 23 Así, le fue reconocida a la ciudad de La Coruña el hecho de ser el segundo baluarte de la libertad en España, después de Cádiz, al ser la primera ciudad de Galicia en levantarse contra los franceses en 1808, al ser la sede de la Junta Superior del Reino de Galicia, al protagonizar en 1815 el pronunciamiento de Porlier contra el absolutismo, al levantarse el 21 de febrero de 1820 dando lugar al Trienio Constitucional y por la fuerte resistencia de la ciudad desde el 15 de julio al 17 de agosto de 1823, contra las tropas españolas y francesas que combatieron en defensa del Antiguo Régimen, en Xosé Ramón BARREIRO FERNÁNDEZ: ―Prólogo. O liberalismo coruñés‖ en Ana ROMERO MASIÁ: A Coruña liberal. 18081874. A loita polas liberdades a través da documentación municipal, A Coruña, Baía Edicións, 2005. p.9 24 ―La verdad es que en ninguna parte he encontrado un sentimiento localista….tan fuerte…, sentimiento agravado en no corta medida por la traslación de la capitalidad provincial…desde Santiago a La Coruña‖, así se expresaba George Borrow, vendedor de biblias protestantes, en sus andanzas por Galicia a mediados del siglo XIX, conocido en España como ―Jorgito, el inglés‖. Georges BORROW: La Biblia en España. Primera edición en español de 1921. En este estudio se ha utilizado la edición de Madrid, Alianza Editorial, 4ª reimp., 2005, p. 316. En efecto, más allá de esta descripción literaria, conforme al art.1º del Decreto de Javier de Burgos, a la sazón Ministro de Fomento del gobierno de la Reina Gobernadora María Cristina de Borbón-Dos Sicilias (29.09.1833), ― El territorio español en la Península é islas adyacentes queda desde ahora dividido en 49 provincias, que tomarán el nombre de sus capitales respectivas..‖, especificándose en su segundo precepto las provincias pertenecientes a cada uno de los territorios, mencionando en ―Galicia, las de La Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra‖, no entendiéndose limitada al orden administrativo esta división provincial sino que, además, se arreglará a ella las demarcaciones militares, judiciales y de Hacienda (art.4º), constituyéndose Coruña como provincia de primera clase a efectos de los subdelegados de Fomento. Real Decreto de 30 de noviembre de 1833 mandando hacer la división territorial de provincias, publicado en la Gaceta de Madrid nº 154 de 3 de diciembre de 1833, fuente encontrada en la página del BOE, Gazeta colección histórica. Recuperado en internet ( http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE//1833/154/A00657-00658.pdf. ). 25 José Ramón BARREIRO FERNÁNDEZ: Historia de la ciudad de La Coruña. La Coruña, La Voz de Galicia, S.A., 1986, p. 280. 201 poblada de Galicia26 alcanzando en 1900 la población de derecho de 44.057 habitantes27. Debido a este acelerado crecimiento, y en paralelo a las urbes europeas más avanzadas, la ciudad decimonónica de A Coruña experimentó una gran transformación urbanística con la demolición de las antiguas murallas medievales y sobre todo con la creación del Ensanche, configurando una bella ciudad conforme a los criterios más avanzados de la época en materia de higiene, confort y salubridad. El tejido social urbano lo conformaba una burguesía como grupo social pujante que aumentó su poder económico e influencia gracias a la propiedad de la tierra y demás bienes eclesiásticos desamortizados, y a las empresas industriales, financieras y comerciales, incluyéndose en este grupo también los altos cargos de la Administración y los profesionales liberales. Junto a las élites más acomodadas, estabilizadas con la percepción de rentas o con el comercio, aparecerán unos burgueses más dinámicos, destacando en actividades de gran alcance como el tráfico marítimo, el aprovisionamiento del ejército, el transporte intenso de pasajeros, en su mayoría emigrantes, del que vivían muchos de ellos como consignatarios de buques, intermediarios de grandes compañías navieras, o canalizando sus inversiones en actividades como la construcción, la realización de nuevas carreteras y una cierta rentabilidad de las líneas ferroviarias con el transporte de producto fresco y en conserva hacia el interior peninsular, favorecido todo ello por la configuración de un nuevo puerto, más moderno y funcional, acorde a los tiempos y a las nuevas necesidades económicas de la urbe. Estos nuevos grupos sociales, sobre todo urbanos, tendieron a fusionarse con las élites nobiliarias, mostrando un afán por distinguirse de las clases populares y forjando una identidad propia que se manifestaba, entre otras cosas, en la pertenencia de sus miembros a exclusivos círculos de sociabilidad. En el nuevo Estado liberal decimonónico con la publicación de la Real orden de 28 de febrero de 1839, sería preceptiva, para las sociedades que se constituyesen, la elaboración de unos Estatutos, así como la obligación de presentarlos a la autoridad 26 Ibid., p. 279-280, conforme a esta obra y en un sentido aproximativo pero sin apartarse de los censos oficiales, en 1857, Santiago contaba con 26.500, Ferrol con 18.000 y Lugo y Vigo con 8000; en 1877, en Santiago 24.000 y El Ferrol, Lugo y Vigo experimentan un estancamiento poblacional, cuyo despegue se verificará ya en el siglo XX; en 1897, Lugo se convierte en la segunda ciudad de Galicia con 27.000, seguida de El Ferrol con 25.000, Santiago 24.000 y Vigo con una población de 17.000 habitantes. 27 Censo de 1900 en el siguiente enlace con la página web del INE http://www.ine.es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=69565&ext=.pdf 202 para su conocimiento, indicando además la directiva de la sociedad y debiendo avisar al jefe político o alcalde de cuantas juntas celebrase aquella. Desde entonces, la regulación asociativa irá en sentido restrictivo, salvo en el periodo del Sexenio con el reconocimiento del derecho de asociación parejo al de reunión por Decreto de 1 de diciembre de 1868 y que se encontrará protegido por el art. 17 de la Constitución Democrática de la Nación Española de 6 de junio de 186928. Tras el golpe de Pavía, en virtud de los Decretos de 10 de enero y de 18 de julio de1874 se prohibían las asociaciones y reuniones que atentasen contra la propiedad, la familia y demás bases sociales, ordenándose la disolución de todas aquellas que conspirasen contra la seguridad, pública y los altos y sagrados intereses de la patria, contra la integridad territorial y contra el poder constituido. Eso sí, aunque con la nueva normativa se irán poniendo más límites y restricciones al derecho de asociación, se autorizarán las científicas, literarias, benéficas y, en relación a este trabajo, las recreativas. Con la Constitución de 1876 se regulará en lo mínimo, dejando abierto el camino a un desarrollo posterior que se producirá once años después con la Ley de Asociaciones de 188729, con Práxedes Mateo Sagasta al mando del poder ejecutivo. La sociedad recreativa más antigua de la capital coruñesa, es la denominada Circo de Recreación, del que hallamos un reglamento de régimen interior de 1840 y otro revisado de 184330, corroborando también su existencia consultando el Diccionario de Madoz31 donde se señala, -si bien con el sustantivo corto-, que el ―Circo de Recreo es una sociedad de los más distinguido de la Coruña, gobernada por los estatutos y 28 Esta constitución definía ―las líneas maestras de una monarquía democrática y parlamentaria, que, tras su fracaso durante el reinado de Amadeo I de Saboya, no volvería a formularse hasta 1978, aunque en este caso de forma más coherente desde un punto de vista jurídico y con un notable éxito político‖, en Joaquín VARELA SUANZES-CARPENGA: ―La monarquía en las Cortes y en la Constitución de 1869‖ en Historia Constitucional (revista electrónica), nº 7, (2006). http://www.historiaconstitucional.com/index.php/historiaconstitucional/article/viewFile/48/38 29 Acceso a esta ley de Asociaciones de 30 de junio de 1887 por medio del siguiente enlace de internet http://www.ub.edu/ciudadania/hipertexto/evolucion/textos/reunion/1887.htm. 30 Que se pueden consultar en el siguiente enlace de Galiciana o Biblioteca de Galicia. Recuperado de internet. (http://www.galiciana.bibliotecadegalicia.xunta.es/gl/consulta/resultados_busqueda_restringida.cmd?idOr igen=1726&descrip_materiasumario=Sociedades+recreativasGalicia&busq_materiasumario=Sociedades+recreativas-Galicia&tipoResultados=BIB) 31 ―Se halla establecido en una casa de la calle Acebedo con vista a la bahía y está sostenido por los socios quienes pagan 100 rs. de entrada y 10 mensualidades; consta de un salón bajo perfectamente amueblado en el cual se celebran las juntas y se reúnen los socios en tertulia; tienen además dos piezas altas destinadas al juego de billar y á otros permitidos, y una sala de gabinete de lectura de periódicos donde se encuentran los principales que se encuentran en la Córte y algunos franceses é ingleses‖, en Pascual MADOZ: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. Tomo VII, 1847, p.98. Recuperado de internet. (http://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/consulta/resultados_navegacion.cmd?busq_autorida desbib=BAA20070025024 ) 203 reglamentos aprobados en 1840 y reformados posteriormente...‖. El Reglamento Fundamental del Circo de Recreación de la Coruña, nos informa en primer lugar que ―Esta Asociación32 tiene por objeto EXCLUSIVO los placeres permitidos en la buena sociedad‖ citando los de proporcionar la lectura de periódicos nacionales y extranjeros, políticos y literarios, y establecer mesas de ―villar, naipes y ajedrez‖, proscribiendo absolutamente los juegos de suerte y envite, con interés o sin él. Nos dice que el número de socios es ilimitado, disfrutando todos de los mismos derechos y que ―contribuyen privativamente y con igualdad personal‖ a los gastos ordinarios del Circo. Para ser admitido como socio se requería en el candidato ―las prendas o cualidades que dan lugar en las concurrencias de buena sociedad‖. Todas las fuentes, reglamentos y diccionario, coinciden en la cuota de 100 reales que deben pagar los socios de entrada, más diez mensualidades de 10 rs., excepto a los militares de activo servicio y guarnición en la ciudad que estarían exentos del pago del primer semestre, lo que determina alto nivel socioeconómico de la sociedad recreativa descrita, pues está claro que las clases populares no disponían de esa cantidad de dinero33. El total de socios fundadores e inscritos posteriores, nos informan las fuentes, fueron, en ese año, de 235. Estas normas reglamentarias más allá de regular estas sociedades, constituyen verdaderas fuentes documentales en este estudio dado que suelen venir acompañadas de relaciones o listas de socios fundadores o inscritos posterioridad, comprobando con respecto a esta sociedad recreativa la existencia en su seno de miembros de la masonería, como son José Fullós o Antonio de Espiñeira34. Otra de las sociedades nacidas a finales de la década de los cuarenta del siglo XIX es la Reunión Recreativa e Instructiva de Artesanos de La Coruña35, conocida popularmente como Circo de Artesanos, -que sobrevive en la actualidad sin la fuerza social de antaño-, que si bien se mantuvo durante años controlada solo por ese grupo 32 El reglamento no denomina a este circo como sociedad sino como ―Asociación‖, lo que refuerza ese espíritu del siglo del que nos habla Mesonero Romanos en su libro publicado con anterioridad y al que nos hemos referido al principio de este trabajo. 33 Así, un peón en todo el siglo XIX nunca superó los 80 reales de salario. En David REHER y Esmeralda BALLESTEROS: ―Precios y salarios en Castilla la Nueva: la construcción de un índice de salarios reales, 1501-1991‖, en Revista de Historia Económica. Año XI. Nº 1, Madrid, Universidad Carlos III, Alianza Editorial en colaboración con el Centro de Estudios Constitucionales, 1993, Madrid, p. 145. 34 Alberto VALÍN FERNÁNDEZ: La masonería y La Coruña. Introducción a la historia de la masonería gallega. La Coruña, Edicións Xerais de Galicia, 1984, p. 58-61. 35 Reglamentos Adicionales de la Reunión de 1848. Recuperados de internet. (http://www.galiciana.bibliotecadegalicia.xunta.es/es/consulta/busqueda_referencia.cmd?campo=idtitulo &idValor=23672). Igualmente podemos acceder a reglamentos posteriores del Circo de Artesanos en el Archivo del Reino de Galicia, Legajo 3121, expediente 2, número 27, signatura 32800. 204 social y alejada de las contiendas políticas, a finales de la centuria, la burguesía y alta burocracia fue controlando parcelas de poder36. En esta sociedad hemos comprobado, a través de diversas fuentes, la existencia de distintas secciones de declamación o musicales pertenecientes a las sociedades, particularmente formadas, en algunas de ellas, por socios y socias de mérito, lo que contradice el criterio generalizado del exclusivismo de los hombres en este tipo de asociaciones basado en las estrictas normas impuestas en los clubs ingleses de la época. Además, comprobamos en nuestro ámbito, que fueron las socias37 las que solicitaron en diciembre de 1849 que los bailes debían ser de máscaras, triunfando con la propuesta por acuerdo de la mayoría en la Junta Directiva, frente al criterio de 130 socios que se habían mostrado en contra. La Tertulia La Confianza de La Coruña, constituida en 1848 y con pervivencia durante todo el siglo, puede ser considerada también como una sociedad recreativa de alto nivel económico pues su reglamento regulador nos informa del pago de una cuota de 100 rs. de entrada y 8 rs. al mes38, a satisfacer por lo socios, llegando incluso a exigir el abono de 200 rs. en la década de los años sesenta. De esta década también encontramos un reglamento de la sociedad denominada Casino Coruñés39, donde la burguesía que no compartía el liberalismo cada vez más laicizante de la Reunión, prefería reunirse en el Casino creado en 1862, aunque las actividades eran parcialmente las mismas40, hecho éste que podría ver determinado por la presencia como vicepresidente del mismo de José Pardo Bazán41, comprendiendo de este modo lo anotado por el profesor Brey de acudir a este Casino las personas que huían del cada vez más laico Circo. 36 José Ramón BARREIRO FERNÁNDEZ: Historia de la ciudad de .., p. 334. Felix ESTRADA CATOYRA: Contribución a la historia de La Coruña: la Reunión Recreativa e Instructiva de Artesanos en sus ochenta y tres años de vida y actuación. La Coruña, Tip. El Ideal Gallego, 1930, pp. 27-28. 38 Reglamento de la Tertulia de La Confianza de 1848. Recuperado de internet. (http://www.galiciana.bibliotecadegalicia.xunta.es/gl/consulta/busqueda_referencia.cmd?campo=idtitulo &idValor=25314). 39 Reglamento de la sociedad de recreación titulada Casino de 26 de enero de 1862, impreso por Puga en 1867, y que se puede leer en el siguiente enlace de la biblioteca virtual Galiciana. Recuperado en internet. ( http://www.galiciana.bibliotecadegalicia.xunta.es/es/consulta/registro.cmd?id=8402). 40 Gerard BREY: ―La sociedad gallega (1874-1936)‖ en Jesús DE JUANA y Julio Padra: Historia contemporánea de Galicia, Barcelona, Ariel, 2005, p. 183. 41 José Pardo Bazán, heredó los vínculos y mayorazgos. Fue un hombre progresista, culto y comprometido con Galicia que desde su escaño en las Cortes defendió también los intereses de la Iglesia y el Papa lo recompensó con el título de conde de Pardo Bazán, legalizado más tarde por el rey Amadeo. Casó en 1850 con Amalia Rúa Figueroa en A Coruña y un año después nació su única hija, Emilia. Extraída esta información de la página web del Faro de Vigo, 2012. http://www.farodevigo.es/sociedadcultura/2012/11/09/secreto-pardo-bazan/709231.html 37 205 Del periodo decimonónico de la Restauración se pueden citar otras sociedades de recreo halladas en distintas fuentes, como el Círculo Méndez Núñez, el Liceo Brigantino o el Liceo Bretón de los Herreros que convivirán en el tiempo con las referidas hasta ahora y que contribuyeron con ellas a la modernización y progreso de la ciudad de A Coruña. De finales del citado periodo, hayamos en Galiciana dos reglamentos con el nombre de Sporting-Club, uno de 1890 y otro de 189342, pertenecientes a dos sociedades distintas, la primera remarcando la palabra Club43, siguiendo la denominación de la actualidad anglosajona del sport del momento en que se funda la asociación, y la segunda más específicamente de recreo al uso, ambas presididas por la misma persona Ricardo Caruncho44. Destacar también, por un lado, la importancia que las sociedades recreativas otorgaban al gabinete de lectura o la biblioteca, de donde no se podían sacar los ejemplares o hablar en voz alta y, por otro, reseñar la importante labor que desempeñaba el conserje sin el cual no se hubiera podido desarrollar el normal funcionamiento de las mismas, con indicación de los valores de las sociedad de buen tono que poseía la burguesía dirigente de la asociación y que el conserje debería cuidar que fuesen cumplidos por los mozos y todo el servicio, que han llegado hasta nuestros días. Dinamización de la vida colectiva de la ciudad y difusión de los valores liberales de la cultura burguesa por las sociedades de recreo Las sociedades recreativas más allá de espacios privados de ocio se convirtieron en verdaderos agentes sociales de la época en defensa de los intereses de la ciudad. Fueron entidades dinamizadoras de la vida ciudadana que realizaron una importante labor social. Las asociaciones de recreo analizadas actuaron como ejes vertebradores de los valores de la buena sociedad, impulsando iniciativas y desarrollando actuaciones 42 Reglamentos obrantes en Galiciana. Recuperados de internet. (http://galiciana.bibliotecadegalicia.xunta.es/i18n/consulta/resultados_navegacion.cmd?busq_autoridades bib=BDGA20130010526). 43 Aunque este tipo de sociedad, como fundamentalmente deportiva, escapa del análisis recreativo propuesto en este trabajo, es lo cierto que el desarrollo de estas asociaciones, básico para comprender la actual actividad del deporte, estuvo en consonancia con la realidad de progreso del momento que refleja como señalan Pujadas y Santacana- ―en parte, el ascenso de la burguesía industrial y de los profesionales liberales urbanos‖ , principales practicantes de las actividades deportivas y, por ello, pertenecientes a la sociabilidad de tipo burgués. Xavier PUJADAS y Carles SANTACANA: ―El club deportivo como marco de sociabilidad en España. Una visión histórica (1850-1975)‖, en Hispania, LXIII/2, núm. 214, CSIC, (2014), p. 508. 44 Militar, periodista y escritor gallego. https://gl.wikipedia.org/wiki/Ricardo_Caruncho 206 que, lejos de intereses lucrativos, se dirigieron no sólo a fomentar la realización de actividades lúdicas o instructivas de sus asociados sino también a impulsar proyectos de marcado carácter benéfico, social o cultural. En 1883, con motivo de la inauguración del ferrocarril en la ciudad de A Coruña, tuvo lugar una comida extraordinaria para los acogidos en los establecimientos de beneficencia, provincial y municipal, ―así como á los presos de la Cárcel de Audiencia y de Partido de esta ciudad, por cuenta de las respectivas Corporaciones‖ distribuyendo ―a expensas del Ayuntamiento y del Liceo de Artesanos, 4.000 bonos equivalentes á igual número de libras de pan (medio kilogramo), y por la Tertulia de Confianza 200 de 2 pesetas, 50 céntimos cada uno (10 reales)‖45. En las fiestas de tal carácter celebradas en 1891, se acordó en la Reunión Recreativa ―subvencionar al Ayuntamiento con quinientas pesetas y conceder un premio para las carreras de velocípedos, tan en boga entonces en Galicia…que se envió a la Sociedad SportingClub‖, patrocinadora del espectáculo; y se celebró en el Teatro Principal un gran concierto vocal e instrumental por las sociedades de recreo de la ciudad, aplicándose el producto de este festival a obras benéficas, como comidas extraordinarias de los presos de la cárcel y a los acogidos en el Asilo municipal46. Benéficas también eran las actividades desplegadas por las sociedades recreativas con las tragedias que se produjeron en aquella época, no sólo locales sino en todo el país, celebrando funciones teatrales, bailes, iniciándose de inmediato suscripciones entre socios y amigos, o participando en otras, abiertas por las autoridades, a efectos de hacer frente a las necesidades que se derivasen de aquellas. Ejemplos son, la contribución que hizo este Circo para socorrer a los supervivientes de la tragedia que se produjo en abril de 1878 en la costa cantábrica a causa de un temporal, con una función lírico dramática el 19 de mayo de ese año en ese teatro; celebración de un baile en los salones de esta sociedad para remediar la miseria de las familias víctimas de las inundaciones de Murcia en 1879, ―obteniéndose un ingreso de tres mil ciento ochenta reales que se entregaron al Alcalde para que sumase esa cantidad a la suscripción iniciada por el Ayuntamiento‖, indicar también que se celebró una función en el Teatro Principal en 1880 a beneficio de las familias que habían sufrido por las inundaciones de la coruñesa villa de Padrón, u organizando un concierto en sus 45 ―La Coruña en la mano. Guía de La Coruña. 1883‖. Recuperada (http://www.galiciana.bibliotecadegalicia.xunta.es/en/consulta/registro.cmd?id=8202) . 46 Felix ESTRADA CATOYRA: Contribución a la historia .. p. 140. 207 de internet. salones con motivo de la situación angustiosa y precaria de los pescadores del puerto de Cariño, a causa de los temporales47. Una importante actividad de dinamización social lo constituía el Carnaval, o baile de máscaras, en A Coruña. Esta fiesta evolucionó desde las batallas de ceniza, harina y huevos entre mozos y mozas en las calles de la ciudad, que fueron reprobadas por la burguesía y autoridades locales, a un Carnaval más domesticado cuando se llega a la Restauración48 , donde dominarán los concursos de disfraces que premiaban al más elegante, al más refinado, olvidándose de la exhibición de lo grotesco, donde los bailes de máscaras de las sociedades recreativas, en cuya entrada se les rogaba las mujeres enseñaran un instante su cara para evitar que alguna mujer de la vida se colara en la sala. Los momentos fuertes del carnaval en este periodo serán los citados bailes y el llamado ―entierro de la sardina‖, municipalizando cada vez más esta fiesta, con el propósito evidente de asentar su autoridad política y económica sobre la ciudad. Este carnaval al pasar por un proceso de domesticación se convirtió en una fiesta cada vez más civilizada y refinada, más propia de los grupos de la burguesía local que de los más populares, que a estas alturas ya habían roto ideológicamente con aquellos. Singular relevancia presenta la participación de las sociedades recreativas en cualquiera actividad que contribuyese a la mejora y al progreso de Galicia, en general, y de A Coruña, en particular, como la puesta en marcha y celebración de la Exposición 49 agrícola, industrial, artística, científica y literaria en la capital coruñesa en julio de 1878, que ocupó la “casa número 2 del Cantón Pequeño, hoy desaparecida para la construcción del edificio del gran Banco Pastor‖50, o en la visita de los reyes Alfonso XII y María Cristina, a finales de agosto de 1883, tanto en el recibimiento como en la 47 Ibid., pp. 96, 98, 100, 101 y 121. Gérard BREY y Serge SALAÜN: ―Los avatares de una fiesta popular: el Carnaval de La Coruña en el siglo XIX‖, en Historia Social, núm., 7, Fundación Instituto de Historia Social, (1989), pp. 25-35. En esta obra, los profesores Brey y Salaün nos ilustran sobre esta evolución, señalando que frente a este carnaval de batallas de huevos y agua callejeras, se desarrollaba uno en los salones, de carácter más tranquilo, en las sociedades recreativas que rivalizaban para que su baile fuera el más brillante, el más atractivo y donde se organizaba una rifa cuyo premio gordo, ―la piñata‖ colgaba de una araña. Con el deseo de transformar el Carnaval, eliminando las manifestaciones más indecentes o más agresivas, tratando de evitar los excesos de los muchachos, el Ayuntamiento en 1862 buscó el apoyo del Circo de Artesanos, al ser la más popular de las sociedades de recreo de la ciudad. Esta sociedad se convirtió en intermediario de los proyectos de la corporación municipal y de la población cuando el Alcalde propone unas fiestas carnavalescas de nuevo cuño, siguiendo el modelo de lo que se hacía en Barcelona. Se sustituyeron las batallas espontáneas por los desfiles de carrozas de comparsas, durante los cuatro días que dura el carnaval, con una formalización y elegancia en los disfraces y donde cada batallón de máscaras respeta el lugar que se le atribuye. 49 Exposiciones muy habituales en los países europeos más avanzados en el siglo XIX. 50 Felix ESTRADA CATOYRA: Contribución a la historia..., p. 96. 48 208 inauguración del ferrocarril aportaciones el primero de septiembre, contribuyendo con sus a los festejos por dicho motivo. La comisión organizadora, en su presentación al público, nos revela la importancia de la presencia de las sociedades de recreo al situarlas al mismo nivel que la corporación municipal. En estos festejos destacarán las actividades costeadas por las distintas sociedades recreativas de la ciudad de A Coruña. El Circo de Artesanos reconoció por su contribución a la terminación del ferrocarril, a través de una serenata a los señores don Juan Montero, don Benigno Revellón y don Fernando Rubine, nombrados socios de honor; se iluminó la calle Juana de Vega, con farolillos a la veneciana, se ofreció un baile en obsequio a los forasteros en los salones de la Reunión y se quemaron fuegos de artificio. El Casino Coruñés, además, ofreció un suntuoso baile a los forasteros en los lujosos salones de la sociedad, el cuatro de septiembre, y la iluminación de la calle de San Andrés, antes Espoz y Mina, con infinidad de farolillos de variados colores. El Liceo Brigantino también contribuyó a los festejos con la celebración de un certamen musical en el Teatro Principal y unas regatas marítimas, con hasta siete premios para los participantes, según nos da cuenta el secretario de esta sociedad recreativa, don Ricardo Caruncho51. Reseñar, dada la trascendencia social que tuvo –y tiene, ya que aún subsiste- la creación de la Cocina Económica de La Coruña. A iniciativa de la Reunión, - quien aportó dos mil quinientas pesetas recibidas por el Alcalde por la suscripción que esta sociedad hizo para atender a los gastos por la posible epidemia de cólera de 1884–, se fundó esta obra benéfica, instalándose en la Fábrica de Harinas, sita en la calle del Socorro que era propiedad de Enrique Núñez, inaugurándose el 20 de junio de 1886. Esta institución a partir de aquí sería sostenida con los donativos de los particulares y las subvenciones oficiales, pudiendo dar alimento a las clases humildes por un módico precio, evitando al mismo tiempo la pobreza callejera de la ciudad herculina. Las sociedades recreativas también participaron en movimientos de protesta ciudadanos, velando siempre por los intereses de la ciudad. En 1888 el Circo de Artesanos inició una manifestación pública de protesta por el traslado del Regimiento de Caballería de Galicia, formado en la capital coruñesa, a Santiago, ordenado por el Ministerio de la Guerra, al que se adhirieron las demás círculos de recreo y el Ayuntamiento que con su dimisión y con una proclama de su Alcalde don Tomás 51 ―La Coruña en la …‖ pp. 5-7, 13, 14, 20-22, 24,25 y 30. El señor Caruncho, como vimos, a inicios de los años noventa será presidente de la sociedad recreativa Sporting-Club de La Coruña. 209 Iglesias Lloreda protestaron por el hecho, produciéndose el cierre de fábricas y comercios en solidaridad. Pese a estas protestas unánimes de los ciudadanos de A Coruña el día 21 de marzo partió para Santiago la plana mayor del Regimiento de Galicia52 . Otro ejemplo de movilización activa ciudadana se produjo en junio de 1890, con motivo de las reclamaciones para que tres expediciones de vapores correos de las Antillas que se dirigían a Santander, en época de cuarentena, hiciesen escala en el puerto coruñés, produciéndose una gran manifestación en la que participaron gran número de socios del Circo de Artesanos, con su presidente al frente don Maximiliano Linares Rivas, las demás sociedades de recreo, muchos ciudadanos y el Ayuntamiento – que presentó su dimisión-, que se dirigieron al Gobierno Civil exponiendo en éste su actitud contra el monopolio y el privilegio. Pese a la tensión del momento con la concentración de la Guardia Civil en A Coruña, por medio de la gestión de diputados y senadores gallegos, el Consejo de Ministros resolvió ampliar el Lazareto de Oza y otorgar trescientas mil pesetas anuales al puerto de la capital53. Destacó en estos movimientos de protesta con relevante participación de las sociedades de recreo, el que se produjo, desde el 12 marzo de 1893, con motivo del pretendido traslado de la Capitanía General de Galicia a la ciudad de León. El alcalde José Soto se puso de inmediato al frente de la causa y tras reunir a la corporación convocó en el Ayuntamiento a las fuerzas vivas para decidir cómo evitar la afrenta. Hubo una auténtica guerra de telegramas entre las autoridades locales y de Madrid; pese a ello, el Gobierno no se doblegó y publicó el decreto con la reforma tal como la había previsto. La Reunión Recreativa e Instructiva de Artesanos movilizó, entonces, a todos sus socios y a la ciudadanía y, por su petición, la corporación municipal dimitió en señal de protesta. Creó una comisión, que sería el germen de la llamada Junta de Defensa, naciendo un movimiento de cohesión popular ante el ultraje a la ciudad, al que se sumaron todas las fuerzas vivas de la misma. El 28 de junio, la Junta de Defensa difundió una dura proclama ante el agravio del Gobierno a la ciudad. A partir de ese momento -decía- "se suspende el pago de toda contribución directa al Estado y, por consiguiente, los propietarios, fabricantes, industriales, comerciales, abogados, médicos, farmacéuticos, y todos aquellos que estén inscritos en el padrón industrial, se abstendrán 52 53 Felix ESTRADA CATOYRA: Contribución a la historia..., p. 125. Ibid., p. 137. 210 de pagar las matrículas". Era toda una llamada a la desobediencia civil y quien la contraviniera sería declarado "traidor a la Patria", por lo que los miembros de la Junta, con el alcalde Soto a la cabeza, fueron procesados y llevados a la prisión de Santo Domingo. El Circo de Artesanos promovió una suscripción entre la población, recaudándose mucho más de lo que importaba la multa para liberar al mandatario municipal54. La protesta fue imparable y el Gobierno tuvo que rectificar, restituyendo el 10 de septiembre la sede militar a la ciudad. Conclusión En definitiva, basándonos en distintas fuentes, hemos constatado la existencia de sociedades recreativas en A Coruña en el siglo XIX y que el papel jugado por las mismas desborda el característico de proporcionar solaz recreo o instrucción a sus socios, participando en la organización de fiestas locales, exposiciones, bailes, certámenes, regatas, costeando los mismos, tanto en beneficio de los habitantes de la ciudad, pobres o no, como de los infortunios y tragedias, tanto gallegas como del resto del país, con el procedimiento normal de financiación de la época, a través de suscripciones de donativos o aportando bonos de pan entre los más necesitados y actuando, por tanto, como corporaciones auxiliares muy poderosas en el panorama ciudadano municipal, apareciendo, como representantes sociales, junto a las autoridades en los principales eventos, demostrando todo ello la activa función de dinamización social que cumplían las sociedades recreativas burguesas en el moderno Estado liberal del siglo XIX. Significar, por último, el carácter abierto, liberal y laico de la capital coruñesa, de fuerte resistencia ciudadana en defensa de profundos cambios de la urbe hacia la modernización, comandados, salvo alguna excepción, por alcaldes que pertenecieron o/y presidieron sociedades recreativas que, más allá de espacios privados de ocio, se convirtieron en verdaderos agentes sociales de la época, intermediarios de los ciudadanos, en defensa del progreso de la ciudad, determinando así su importancia en el panorama decimonónico liberal. 54 Ibid., pp. 145-148. 211 Las campañas humanitarias: Influir y movilizar la opinión pública Daniel Yépez Piedra Universitat Autònoma de Barcelona ¿Campañas humanitarias? En períodos señalados en los que supuestamente estamos más sensibles como las Navidades o tras sucesos que conmocionan las diversas opiniones públicas se desarrolla de forma recurrente un proceso: la aparición de campañas humanitarias de muy diferente cáliz protagonizadas por individuos, grupos, asociaciones u organizaciones no gubernamentales. Realizan llamadas para nuestra implicación, enseñando el objetivo de esas campañas o aquellas situaciones que se podrían beneficiar de nuestras colaboraciones. Podemos considerar esa implicación como algo contemporáneo, incluso actual. Sin embargo, campañas como la atención a los refugiados, la lucha contra la pobreza más allá de la beneficencia o la reclamación derechos políticos son procesos recurrentes y podemos vertebrar un hilo argumental que nos llega hasta actualidad. Podemos encontrar precedentes en el pasado, convirtiéndose en una historia de éxitos y fracasos. Como concepto, ‗campañas humanitarias‘ puede ser algo difuso. Podemos definirlo como aquel conjunto de causas públicas y cívicas que pretenden realizar una serie de cambios con efectos supuestamente positivos sobre la sociedad y acabar, cambiar o matizar nuestras prácticas cotidianas o situaciones del mundo que nos rodea. Pretenden influir en la opinión pública, movilizarla, sensibilizarla hacia su objeto de atención y conseguir por diferentes métodos presionar al Estado para que adopte políticas favorables a esos intereses. Toda campaña humanitaria comienza con la identificación de un problema, de un hecho que a ojos de un determinado grupo de 213 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | personas con opiniones similares hay que eliminar o cambiar. Aquellos más comprometidos deciden no mantenerse pasivos e intervenir. Centrándonos en las culturas anglosajonas, debemos retroceder a mediados del siglo XVIII para encontrar sus inicios, aunque las primeras décadas del siglo XIX fueron testigo de sus primeros éxitos gracia a una movilización masiva. El caso británico ejemplifica como sus participantes estuvieron implicados en otras luchas cívicas o políticas, desde la ayuda a los refugiados liberales a la lucha por la reforma política pasando por la reforma moral o la beneficencia. El factor clave en el desarrollo de esas campañas es la interactuación entre los individuos sensibilizados y comprometidos a través de asociaciones y organizaciones que las impulsaban. La forma de actuar y de organizarse es variable, ya que hubo grupos locales que se vincularon a través de una estructura estatal y tejieron conexiones con organizaciones similares o filiales de la misma a nivel internacional, o esa misma organización estatal extendió la reivindicación en cuestión en otras zonas del país fundando secciones de aquella organización en esas otras áreas. Estos grupos iniciaron sus acciones para sensibilizar la opinión pública y movilizarla. Las lecturas públicas, las peticiones, los artículos en prensa, las campañas de consumo responsable, etc. Fueron acciones que esos grupos pudieron desarrollar. Para conseguir su objetivo necesitaron aliados que hubiesen participado en esas campañas o que decidiesen colaborar por motivos altruistas o no. Estos aliados fueron aquellos que dieron el contenido político a estas reivindicaciones en forma de mociones, de proposiciones o de leyes. Y a pesar de tener estos aliados, miembros de estas campañas participaron en el juego político para defender ellos directamente esas propuestas en las cámaras parlamentarias. La ansiada reforma moral y cívica provocaba el estallido de estas campañas, su prolongación el tiempo, su vinculación y la aparición de nuevas campañas. Muchos de los participantes en una campaña se implicaban en otras e incluso iban más allá y se implicaban en las movilizaciones más políticas. Muchos ejemplos transitaron de la lucha contra la esclavitud hacia el radicalismo, el cartismo e incluso el sufragio femenino. Estas situaciones hacen resaltar las similitudes con la actualidad. 214 La lucha británica contra el tráfico de esclavos La Gran Bretaña de finales del siglo XVIIII y de la primera parte del siglo XIX no vivió una única campaña humanitaria o cívica sino que se entrelazaron diversas campañas con un claro contenido moral y humanitario, y un contenido político que parece ser olvidado. Cualquier visitante extranjero podría percibir el carácter vivo de estas campañas, e incluso los exiliados de las diferentes oleadas liberales europeas, se convirtieron en el objetivo de nuevas campañas como fueron la acogida y el sostenimiento de estos refugiados políticos. Pero la campaña que encontró más apoyos y cuya intensidad fue más notable fue la lucha contra la esclavitud. Fue un proceso reformista dividido en fases, primero contra el tráfico de esclavos y después contra la propia institución en los territorios británicos repartidos por todo el mundo, especialmente en la isla de Mauricio y en las colonias caribeñas productoras de azúcar, y finalmente en el resto del mundo. Estas campañas ejemplifican las actuaciones de ese gran movimiento de reforma moral y humanitaria muy determinado por las convicciones religiosas de sus participantes. Los objetivos de este asunto moral con proyección política se quisieron conseguir a través del trabajo asociativo que desarrollaron. La primera muestra fueron las peticiones que cuáqueros, verdaderos creadores de la conexión transatlántica en esa lucha con los abolicionistas de los Estados Unidos, enviaron al Parlamento.1 En 1787 se fundó la Society for the Abolition of the Slave Trade (1787), cuyos miembros impulsaron toda una serie de acciones como el imprimir diversos panfletos o el abstenerse de consumir azúcar conseguido con mano de obra esclava.2 Entre 1787 y 1792 se produjo una inusitada unión entre los círculos radicales y los evangélicos en torno a esta lucha. Sus organizadores entendieron que necesitaban tanto influir sobre la opinión pública como en los sectores políticos, ya que la solución definitiva tenía que partir de ese sector al evidenciar que la sociedad estaba comprometida y sensibilizada con esa causa. Su conversión en una de las primeras campañas masivas de movilización política trajo la consecuencia de su integración en el juego parlamentario. 1 Clare MIGLEY: Women against slavery: The British campaigns, 1780 – 1870, Londres, Routledge, 1992, p.15. 2 Lynn Julie HOLCOMB: “„There is death in the pot:‟ Women, consumption and free produce in the transatlantic world,” Tesis doctoral, The University of Texas at Arlington, 2010. Recuperado de Internet (https://uta-ir.tdl.org/uta-ir/handle/10106/5124.) 215 Esas campañas contra el tráfico de esclavos tuvieron un elemento inesperado. Necesitaron la implicación femenina para su desarrollo y su penetración en las diferentes capas sociales hasta adquirir el carácter masivo que tuvieron. Esta implicación suponía su participación en la esfera pública y pudo ser interpretada como socialmente aceptable porque la filantropía se consideraba parte del ámbito reservado a la mujer y su participación en esa causa humanitaria no la comprometería socialmente mientras que no traspasasen ciertos límites. A través de ellas y de su posición en esta lucha podemos reseguir la evolución de esta duradera campaña humanitaria. Ellas estuvieron allí desde el principio, como lo demuestra el interés de Mary Knowles, próxima a los miembros de esa Society, y con unas ideas religiosas muy claras que apoyaban su visión de la esclavitud, y los pasos que se tenían que dar para su abolición.3 Otros personajes destacados que se interesaron por esta lucha y por la forma de proceder de sus líderes fue la escritora religiosa Hannah More. Ella mostró un gran interés por acabar por el tráfico y por la institución y apoyaba la abolición por sus profundas ideas cristianas. Desde un primer momento las mujeres utilizaron las redes misioneras para vincularse a esa causa, a veces únicamente como subscriptoras, otras con un papel más activo. Religiosamente, hubo una gran unanimidad al encontrarse mujeres cuáqueras, anglicanas evangélicas, unitarias y de otras denominaciones disidentes en ese espacio común.4 Ellas nunca tuvieron la dirección de esos movimientos, pero sin su ayuda las actuaciones planteadas iban a fracasar y ellas estaban dispuestas a utilizar todas sus habilidades para conseguir su objetivo. Su presencia hizo que se presentara una especial atención a las mujeres afectadas por esa situación debido a su condición de madres, hijas y esposas. En esa primera fase las mujeres se convirtieron en subscriptoras de la causa, o en participantes en las campañas de abstenerse de consumir el azúcar procedente de las plantaciones coloniales, trayendo la campaña contra la esclavitud a la esfera de tradicional influencia de la mujer, el hogar. Esa campaña tuvo un impacto mínimo porque llegaron pocas cantidades de azúcar ―libre‖ proporcionado por la 3 Judith JENNINGS: ―A trio of talented women: abolition, gender, and political participation, 1780–91,‖ Slavery & Abolition: A Journal of Slave and Post-Slave Studies, 26 (2005), pp. 55–70. 4 Clare MIDGLEY: Women against slavery…, p.82. 216 Compañía de las Indias Orientales con el que cuestionar el monopolio azucarero de las Indias Occidentales.5 A pesar del relativo fracaso, esa primera acción proporcionó a esas mujeres una experiencia que aprovecharían en las décadas posteriores. Muchas de ellas notaron que habían marcado una diferencia y se convirtió en una primera vía para su integración en ese movimiento. Sin embargo, la presión del gobierno sobre las actividades extraparlamentarias más allá de 1792 y las reuniones públicas, por el estallido de la guerra con la Francia revolucionaria y por la amenaza revolucionaria latente en el seno de la sociedad británica, reforzado a partir de 1796, paralizó esta campaña. Su máximo líder, William Wilberforce, y la Society for the Abolition, tuvieron que optar por el único camino legal que les quedaba: la lucha parlamentaria. A lo largo de los siguientes años, él y otros diputados evangélicos batallaron por la cuestión de la situación de los esclavos, aunque sus mociones eran derrotadas hasta conseguir la aprobación en 1807 de la Abolition Act, que pretendía acabar con el tráfico de esclavos en los territorios británicos. Esta ley supuso el gran éxito político de Wilberforce, quién se benefició de las redes del patronage, como otros políticos, al apoyar a candidatos favorables al fin del tráfico de esclavos.6 Anne Stott nos informa, por ejemplo, que fue una mujer, Margaret Middleton, lady Middleton quien influyó en este líder para iniciar su campaña para abolir ese tráfico.7 Pero esa abolición es además un éxito de los sectores fuera de la élite, de los gobernados sobre los gobernantes, aunque marcaron las elecciones de 1807 y 1808. 8 En el verano de 1808 esa abolición seguía presente, tal como nos lo recuerda Eliza Fletcher durante una visita a la ciudad de Liverpool. Allí conoció al diputado William Roscoe, diputado en la Cámara de los Comunes por esa circunscripción junto a William Rathbone. Ambos se habían implicado en la lucha contra el tráfico de esclavos. Su anfitrión le llevó a visitar un barco negrero: 5 Ibid. p.61. Ibid. p.24. 7 Anne STOTT: ―Women and religion,‖ en Hannah BARKER y Elaine CHALUS (eds.); Women‟s History: Britain, 1700-1850. An Introduction; Londres, Routledge, 2005, p. 111. 8 Seymour DRESCHER: ―Whose abolition? Popular pressure and the ending of the British slave trade,‖ Past and Present. 143 (1994), esp. pp. 142 – 151 6 217 ―We were taken to see the last ship which had sailed from the port of Liverpool for trade in human beings. It was then undergoing a change for the stowage of other goods than those wretched Negroes who had formerly been crammed in the space between-decks not more than four feet high. The iron hooks remained to which they had been chained. It was a sickening sight,—but those chains were broken.‖9 El gobierno británico asumió rápidamente la defensa de esta abolición, ya que en las negociaciones en el Congreso de Viena intentó imponer el fin de este tráfico a las diferentes potencias y se desarrollaron intensas negociaciones alrededor de este tema que perduraron durante los años siguientes. La implicación de las mujeres británicas en la lucha contra la esclavitud La renovación de la campaña a favor de la abolición de la esclavitud como institución en las colonias británicas comenzó en 1823 marcada por una nueva organización, la Anti-Slavery Society.10 Wilberforce se retiró por motivos de edad y hubo nuevos líderes que llevaron las riendas de ese tema en el Parlamento, tales como Thomas Fowell Buxton y Lord Henry Brougham. Entre sus objetivos nuevos, más allá de presionar a la opinión pública y en la prensa, estuvo el de resaltar la protección parlamentaria del que gozaban las producciones esclavistas coloniales, en especial el azúcar. Aplicando las ideas previas de Adam Smith que describían la esclavitud como un sistema productor ineficiente y arcaico, defendieron el fin de estas protecciones como argumento justificador del fin de la esclavitud.11 Inicialmente consiguieron aprobar medidas para la mejora para la situación de los esclavos, que tuvieron un impacto mínimo. Esta renovación del argumentario les sirvió para cuestionar los supuestos beneficios de la esclavitud, el mayor apoyo que tenían los intereses esclavistas. Las colonias esclavistas eran presentadas por los abolicionistas como una rémora mercantilista, contrarias a los valores económicos que estaban cambiando en Gran Bretaña.12 9 Mary R. RICHARDSON (ed.): Autobiography of Mrs. Fletcher, with letters and other family memorials, Edimburgo, Edmonston and Douglas, 1875, p.98. 10 Su nombre completo es el de: The Society for the Mitigation and Gradual Abolition of Slavery throughout the British Dominion. 11 Clare MIDGLE: Women against slavery …, p.61. 12 James WALVIN: ―The Propaganda of Anti-Slavery,‖ en James WALVIN (ed.); Slavery and British society (1776 – 1840), Londres, Palgrave, 1982, p.66. 218 El predominio protestante de los miembros de estas asociaciones queda matizado en Irlanda. El líder irlandés Daniel O‘Connell apoyaba abiertamente la antiesclavitud aunque no se vinculó a la Anti-Slavery Society hasta la última fase de la lucha. En Dublín y en otras ciudades irlandesas se crearon sociedades apoyadas por la gentry y por las clases medias católicas, aunque muchos de sus miembros tenían como principal objetivo político la eliminación de las barreras legales a los católicos. El tema de los católicos no es banal, porque Seymour Drescher defienden que los católicos y su Iglesia adoptaron unas posiciones políticamente defensivas a lo largo de la primera mitad del siglo XIX respecto a este tema y otros, y que con la excepción puntual irlandesa, las primeras campañas protagonizadas por católicos las encontramos en las llamadas a los emigrantes irlandeses en los Estados Unidos en 1841 y las campañas que se desarrollaron en Francia en 1847 y 1848.13 En 1825, hubo además un cambio decisivo al crearse en Birmingham la primera asociación femenina, la Birmingham Ladies‟ Society for the Relief of Negro Slaves.14 Supuso la gran novedad de esta fase de la campaña, aunque esta intervención femenina fue interpretada como una extensión de su trabajo misionero,15 como un ejemplo más del reconocimiento público a sus tareas benéficas. Fue obra de Lucy Townsend, la mujer de un vicario anglicano, evangélica y miembro de la Ladies Bible Association local, de su amiga, Mary Lloyd, una cuáquera, y de la baptista Sophia Sturges. Esta asociación dio paso a toda una red de asociaciones femeninas, en ciudades como Liverpool o Colchester, cuyo centro era esta asociación de Birmingham mientras otras se vincularon a la Anti-Slavery Society masculina. Las que habían constituido la primera red operaban independientemente, plenamente ejecutada por mujeres, con una estructura plenamente desarrollada (con su comité, su tesorería y su secretariado). Podían iniciar campañas para otros fines como el contacto con las esposas de los misioneros o el apoyo a las primeras mujeres misioneras en distintas partes del Imperio. 13 Seymour DRESCER: Capitalism and Slavery. Mobilization in comparative perspective, Londres, Macmillan, 1986, pp. 115 – 116. Una visión más reciente y amplia del caso francés en Lawrence C. JENNINGS: French Anti-Slavery: The movement for the Abolition of Slavery in France, 1802 – 1848, Ottawa, University of Ottawa Press, 2006. 14 Esta asociación siguió con sus reuniones hasta 1919 y fue casi la única que se mantuvo activa más allá de 1870. Sobre sus tareas me remito a: Louis BILLINGTON y Rosamund BILLINGTON: ―‗A Burning Zeal for Righteousness,‘ Women in the British Anti-Slavery movement, 1820 – 1860,‖ en Jane RENDALL (ed.): Equal or Different, Women‟s Politics, 1800 – 1914, Oxford / Nueva York, Basil Blackwell, 1987, pp. 85 – 88. 15 Alex TYRELL: ― ‗Woman‘s mission‘ and pressure group politics in Britain, (1825 – 1860),‖ Bulletin of the John Ryland‟s Library, 63 (1980 – 1981), esp. pp. 206- 207 219 Muchas de estas mujeres heredaron la idea ilustrada de la superioridad británica en la civilización y la readaptaron, pensando que la mujer británica representaba el ideal máximo de civilización y se veían justificadas a imponer sus modos de hacer, pensar y actuar a las mujeres de otras partes del imperio.16 Esta intervención tan activa no fue bien vista por algunos de los líderes de la lucha contra la esclavitud, en especial por el antiguo líder William Wilberforce, quién temía que se viesen implicadas en la lucha política cuando no era el ambiente que encajaba con las características con las cuales caracterizaba a las mujeres. ―I own I cannot relish the plan. All private exertion for such an object become their character, but for ladies to meet, to publish, to go from house to house stirring up petitions - these appear to me proceedings unsuited to the female character as delineated in Scripture. And though we should limit the interference of our ladies to the cause of justice and humanity. I fear its tendency would be to mix them in all the multiform warfare of political life.‖17 Otros líderes destacados antiesclavistas como Lord Brougham, apoyos como la prensa religiosa y los metodistas se mostraron abiertos a la intervención femenina en esta campaña y a sus formas más políticas, como las peticiones femeninas. Esta acción suponía entrar en contacto directo con la política parlamentaria y su vinculación con el proceso nacional de toma de decisiones, apoyando a aquellos candidatos favorables a la causa, y no era protagonizada por mujeres de los círculos radicales o que apoyasen la emancipación femenina, sino por mujeres asociadas al moviendo evangélico, preocupadas por el trabajo misionero tanto fuera como dentro de la sociedad británica.18 Predominaban así las mujeres de las clases medias, hijas y esposas de familias acomodadas, de clérigos y comerciantes, o miembros de familias para que la antiesclavitud se había convertido en una verdadera lucha familiar. Muchas de ellas eran conscientes que para que sus acciones se convirtieran en masivas necesitaban la colaboración de las mujeres de las clases trabajadoras. 19 16 Kathleen WIKSON: ―British women and empire,‖ en Hannah BARKER y Elaine CHALUS (eds.); Women‟s History …, p. 267. 17 ―From William Wilberforce to Thomas B. Macaulay, 31 st January 1826,‖ en Robert Isaac y Samuel WILBERFORCE (eds.); The Life of William Wilberforce, Londres, John Murray, 1840, Vol. V, p.264. 18 Clare MIGLEY: Feminism and empire: Women activists in Imperial Britain, 1790 – 1865, Londres, Routledge, 2007, pp. 80 – 81. 19 Clare MIDGLEY: Women against slavery…, p.85. 220 Sin embargo, las mujeres de las clases trabajadoras en aquellos momentos tenían sus propias demandas centradas en aspectos sociales, laborales y políticos. Así, el líder radical William Cobbett cuestionó algunas de los visiones de los líderes antiesclavistas y resaltó sus contraindicaciones. Sin atacar al movimiento, señaló su falta de preocupación por las clases trabajadoras. En esta crítica coincidió con comentaristas muy alejados de él. Charlotte Elizabeth Tonna era una tory y evangélica que también apoyaba la abolición de la esclavitud y que criticó la falta de preocupación por los trabajadores británicos cuyas condiciones de vida y de trabajo eran extremadamente duras.20 En última instancia, Cobbett sí apoyó la abolición, reconociendo que debía su elección como diputado por la circunscripción de Oldham a la sociedad antiesclavista local, aunque sin olvidar ese otro tipo de demandas como la limitación de los horarios del trabajo infantil. No obstante, muchos de los antiesclavistas adoptaron la lucha por la reforma parlamentaria. En esa segunda fase las mujeres ya no sólo fueron suscriptoras o participantes en los boicots, eran organizadoras, escritoras, y movilizadoras ante cualquier petición que se iniciase, muchas de ellas masivas o con muchas firmas de mujeres como la de Nottingham de 1833. También hacían campaña puerta a puerta o financiaban a agentes viajeros que realizaban giras para impartir lecturas públicas sobre la antiesclavitud. Elizabeth Heyrick, una cuáquera de la ciudad de Leicester, destacó en estos momentos por su compromiso con la emancipación directa, sin esperar a pasos intermedio. Así lo reflejó en su panfleto Immediate, not Gradual abolition (1824), donde pedía a las mujeres una participación más activa en las acciones contra la esclavitud. Ella misma colaboró a formar en su ciudad una sociedad femenina de la red cuyo centro era Birmingham, y adquirió relevancia social en su ciudad al pedir el voto para candidatos proabolición en las sucesivas elecciones. Al quedarse soltera y vivir de sus escritos se convirtió en una activa filántropa al fundar escuelas y hospitales y pedir mejorar en las prisiones locales.21 Su texto no pasó desapercibido y algunas sociedades femeninas, como la de Sheffield, cambiaron su orientación al optar por opciones más rupturistas al 20 Kathryn GLEADLE: ―Charlotte Elizabeth Tonna and the mobilization of Tory women in early Victorian England,‖ The Historical Journal, 50 (2007), esp. p.103. 21 Sarah Richardson, The political worlds of women: Gender and politics in nineteenth century Britain, Londres, Routledge, 2013, pp. 76 – 77. 221 exigir la extinción progresiva de esa institución en los dominios británica y no limitarse a pedir la mejora de la situación de los esclavos.22 Muchas de las líderes antiesclavistas dieron sus primeros pasos en el espacio público en estas asociaciones, como Mary Ann Rawson al frente de la Sheffield AntiSlavery Society, con una actividad frenética que incluyó lecturas públicas, la recaudación de fondos o la publicación de diversos escritos. En una de las declaraciones de esta asociación clarificó la implicación moral de su lucha: ―We would remind every lady in the United Kingdom that she has her own sphere of influence, in which she may usefully exert herself in this sacred cause; and the effect of that influence (even if it were quietly and unobtrusively confined to the family circle, or to the immediate neighborhood) in awakening sympathy, in diffusing information, in imbuing the rising race with an abhorrence of slavery and in giving a right direction to the vices of those whom, under Providence, hang the destinies of the wretched slaves.‖ 23 La lucha contra esta institución se convertía en una obligación moral para no ser cómplice de esa explotación inhumana, y estaban dispuestas a que esa lucha también se librase en el hogar. Muchas le aportaron el componente religioso al calificar de pecado a la esclavitud y de su lucha de causa cristiana. Pero todas esas actitudes supusieron, como afirma Clare Midgley, no únicamente un cambio en el papel de las mujeres en ese movimiento y la propia reformulación de ese movimiento al ampliar y reforzar sus apoyos sociales, sino un cambio en su rol en la sociedad británica y su primera participación masiva en una campaña política.24 Muchos de los y las participantes en esta campaña lo hacían sin tener un conocimiento directo del mal que querían erradicar. Anna Jemina Clough no se implicó en el movimiento, pero sí tenía ese conocimiento directo al residir varios años en Charleston de pequeña. Su padre era un comerciante de algodón y su contacto con los ‗demonios de la esclavitud,‘ le impresionaron para toda su vida, tal como recordaba en sus reminiscencias.25 22 Alex TYRELL: ―‗Woman‘s mission‘ and pressure …, esp. p.224. Elaine CHALUS y Fiona MONTGOMERY: ―Women and politics,‖ en Hannah BARKER y Elaine CHALUS (eds.); Women‟s History: Britain, 1700-1850. An Introduction, Londres, Routledge, 2005, p.247. 24 Clare MIDGLEY: Women against slavery…, p.44. 25 Blanche Athena CLOUGH (ed.): A memoir of Anne Jemina Clough, Londres, Edward Arnold, 1897, p.10. 23 222 Para muchas de ellas fue el primer paso para su vinculación con otras luchas coetáneas o posteriores y con otros grupos de presión de las clases medias en los siguientes años, incluyendo un pequeño sector que se acercó a los radicalismos. Anne Knight, por ejemplo, había fundado la Women‟s Anti-Slavery en su localidad natal, Chelmsford. Su trabajo en esa lucha le permitió entrar en contacto con diversos círculos radicales, preocuparse por la defensa de los derechos de las mujeres, y conocer el utopismo sansimoniano francés, al vivir varios años en Francia, incluyendo el episodio revolucionario de 1848.26 El tema de las peticiones es interesante ya que al igual que aquellos otros sectores excluidos del voto, ese método se convertía en su única forma para que sus demandas y sus reivindicaciones se escucharan en las cámaras parlamentarias. Ese recurso político era considerado como un instrumento masculino, pero en esta segunda etapa algunas mujeres pensaron que era una mejor vía para conseguir sus objetivos que los boicots. Su desarrollo fue facilitado por varios factores: una sensación de urgencia hacía necesaria impulsar esa lucha, y las peticiones hechas por mujeres y hombres de diferentes lugares y de diferentes congregaciones (unitarios, baptistas, independientes) ante las persecuciones de misioneros en determinadas áreas del imperio y las peticiones presentadas entre el mes de febrero de 1829 y el mes de marzo de 1830 que pedían la abolición la práctica del sati en la India27 les animó. Algunas de estas últimas peticiones fueron planteadas por pequeños grupos de mujeres y no fueron interpretadas como un hecho inadecuado a su género, sino que fueron justificadas en términos religiosos, lo que las hacía socialmente aceptable. Las peticiones posteriores relativas a la esclavitud siguieron su ejemplo, y procuraron que las peticiones presentasen el hecho como un asunto humano y moral, alejando de las cuestiones políticas, y como llamadas a esos hombres que podían decidir más que pone en cuestión su autoridad. Hacia 1830 había sociedades femeninas en muchas localidades británicas, impulsaban la opinión pública a través de lecturas públicas, de poemas, de propaganda o de otras publicaciones que distribuían estas asociaciones y aportaban cantidades elevadas como fondos recogidos a la asociación principal antiesclavista en Londres. Priscilla Johnston ejemplifica esta implicación, asistiendo a mítines multitudinarios en 26 Gail MALMGREEN: ―Anne Knight and the Radical subculture,‖ Quaker History, Vol. 71 (1982), pp. 100 – 113. 27 Clare MIGLEY: ―Female emancipation in an imperial frame: English women and the campaign against sati (widow-burning) in India, 1813–30,‖ Women's History Review, 9:1 (2000), pp. 95 – 121. 223 la ciudad de Exeter, en los cuales su padre, Thomas Fowell Buxton era uno de los oradores asistentes, o realizando un seguimiento de las peticiones previas a la aprobación de la abolición. 28 Esta implicación se explica porque ella se convirtió en la confidente de su padre y en su principal apoyo mientas ocupó el cargo de miembro del Parlamento donde fue uno de los principales líderes de la campaña parlamentaria para su abolición. Ella además fue nombrada en 1832 secretaria de la London Female AntiSlavery Society, y en 1833 participó, junto a otra destacada líder antiesclavista Amelia Opie, en la organización de la petición femenina a nivel nacional presentada al Parlamento en 1833 que consiguió reunir más de 180000 firmas. En 1834 se casó con el también diputado y colaborador de su padre, Andrew Johnston el día justo en que entraba en efecto la abolición de la esclavitud.29 Muchas mujeres entendieron esta implicación no como un hecho excepcional, sino como parte de sus responsabilidades domésticas que tenían una proyección pública y como una realización de su compromiso misionero, sin romper los esquemas adecuados a su género femenino. Algunas mujeres, como la esposa de un ministro religioso, Ann Taylor Gilbert, consideraron que sus trabajos diarios suponían la desaparición de las fronteras entre las esferas anteriormente descritas para actuar en un mundo más amplio, y que permitía su intensa actividad filantrópica y la forma que tenía de entenderlo sin que ello implicase una reclusión en el ámbito doméstico.30 La actividad misionera, en la cual debemos encajar el compromiso de las mujeres evangélicas con la lucha contra la esclavitud y en otros aspectos sociales, representaba una parte integral de estas mujeres cuyas prácticas filantrópicas y domésticas iban encaminadas a la construcción de un nuevo orden social y moral. En esta fase de la campaña se cultivaron dos imágenes para ganar la opinión pública. Una imagen fue la imagen de los horrores que suponía la esclavitud en América y la extensión de los prejuicios y de las discriminaciones hacia los negros, incluyendo y resaltando especialmente, a sus compañeras de género americanas. La otra imagen era más simbólica al pretender apelar las mentes y corazones de las mujeres, al realizar 28 Euphemia MacInes (ed.): Extracts from Priscilla Johnston‟s Journal; and Letters, Carlisle, Charles Thurman and sons, 1862, pp. 46 – 61. 29 Clare MIGDLEY: ―Priscilla Buxton (1808 – 1852),‖ Oxford Dictionary of National Biography, 2010, http://www.oxfordnb.com/index/55/1010555183. 30 Alison TWELLS: ―Missionary Domesticity, global reform and ‗woman‘s sphere‘ in Early nineteenthcentury England, Gender and History, 18 (2006), esp. pp. 273 – 275. 224 equiparaciones de las mujeres con los esclavos. Estas imágenes fueron utilizadas posteriormente tanto por el owenismo como por el feminismo.31 La intensificación de la campaña a inicios de la década de los 1830s provocó la aparición de un grupo más radical llamado la Agency Committee, con el objetivo de elegir a sus líderes como parlamentarios para impulsar la reivindicación. Ese grupo fue promovido por abolicionistas como Joseph Sturge y recibió el apoyo financiero de trece asociaciones femeninas. Esa nueva organización tenía seis conferenciantes profesionales que visitaban todo el país para ampliar la red de las asociaciones antiesclavistas. Estas asociaciones femeninas apoyaron expresamente a estos conferenciantes, como George Thompson, quienes a su vez les ayudaron a establecer contactos con las abolicionistas americanas. El caso antes mencionado de Cobbett además no fue excepcional. Otros diputados whigs elegidos gracias a la reforma parlamentaria de 1832 y que iban a apoyar al nuevo gobierno whig del conde Grey debieron su elección a las acciones de las sociedades antiesclavistas en favor de ellos. Muchos de ellos apoyaban la abolición y facilitó que en 1833 se aprobase el fin de la esclavitud en el Imperio Británico con la Slavery Abolition Act.32 El trabajo de estas asociaciones no acabó con esta aprobación, ya que su interés se volcó hacia dos temas: la lucha contra el apprenticeship system y la profundización de los contactos con las abolicionistas americanas. Esta doble vertiente revigorizó la actuación de algunas de estas asociaciones ya que habíamos asistido a su momento álgido para muchas de esas asociaciones. Otras desaparecieron, permanecieron inactivas o se implicaron en la ayuda a los esclavos de las colonias. Pero se crearon de nuevas vinculadas a estos dos asuntos, como la Edinburgh Ladies Emancipation Society, fundada en 1833. En primer lugar, la lucha contra el apprenticeship system, ese sistema intermedio entre la esclavitud y la libertad, quedó establecida al ser rechazado por muchos sectores antiesclavistas. En 1837 generó una nueva oleada de peticiones masivas aprovechando la doble coincidencia del inicio de un nuevo reinado y de unas nuevas elecciones 31 Barbara TAYLOR: "The Men Are as Bad as Their Masters . . .": Socialism, Feminism, and Sexual Antagonism in the London Tailoring Trade in the Early 1830‖, Feminist Studies, 5(1979), pp. 7 – 40. 32 La abolición no era completa porque la ley contemplaba las excepciones de Ceilán, las posesiones de la Compañía de las Indias Orientales y de la isla de Santa Elena. Estas excepciones fueron eliminadas en 1843. 225 parlamentarias. En 1839 se declaró la supresión de ese sistema intermedio en medio de las celebraciones de estas asociaciones.33 Por otro lado, los contactos con los y las abolicionistas americanos eran previos a la aprobación de la abolición de la esclavitud en Gran Bretaña. Tras su entrada en vigor, algunos líderes británicos dudaron si mantener o no esa conexión transatlántica e implicarse en el apoyo a los antiesclavistas de los Estados Unidos, aunque esas dudas no existieron entre algunas asociaciones femeninas. Muchas abolicionistas británicas reforzaron esos contactos sin olvidar sus contactos con los otros grupos abolicionistas europeos. Gran Bretaña se convirtió en un modelo para los grupos abolicionistas norteamericanos, y así lo reconocían tanto las asociaciones femeninas como la Boston Female Anti-Slavery Society o la sociedad creada en Filadelfia, con miembros tan destacados como Lucrettia Mott, como líderes como Benjamin Lundy o William Lloyd Garrison. La posición de segundo, favorable a la inmediata emancipación, era minoritaria en el conjunto del abolicionismo norteamericano pero las asociaciones femeninas de ambos lados del Atlántico se sintieron atraídas por su mensaje. 34 Algunos destacados abolicionistas británicos visitaron los Estados Unidos durante esas décadas centrales del siglo XIX. Harriet Martineau, periodista y reformadora social, mostró su preocupación por la persecución de los antiesclavistas en diversos estados. Ella decidió emprender un viaje por ese país en la primavera de 1834 sin esconder nunca su compromiso abierto con esa causa. Llegó a la siguiente conclusión: ―I afterwards learned that the whole country was divided into three parties: the Pro-slavery multitude, the Colonisationists (represented in Europe by the beforementioned Elliot Cresson), and the Abolitionists. The Colonisationists were simply a selection from the Pro-slavery multitude, who did the Slave States the service of ridding them of clever and dangerous slaves, and throwing a tub to the whale of adverse opinion, and easing lazy or weak consciences, by professing to deal, in a safe and beneficial manner, with the otherwise hopeless difficulty.‖ 35 33 Alex TYREL: ―The ‗Moral Radical Party‘ and the Anglo-Jamaican Campaign for the Abolition of the Negro Apprenticeship System,‖ The English Historical Review, Vol. 99, Nº392, (1984), pp. 481 – 502. 34 Louis BILLINGTON y Rosamund BILLINGTON: ―‗A Burning Zeal for Righteousness,‘… pp. 91 – 92. 35 Maria Weston CHAPMAN (ed.): Harriet Martineau‟s autobiography and Memorials of Harriet Martineau, Boston, Houghton, Osgood and Co, 1879, 4th Edition, Vol., I, pp. 337 – 338. 226 Ella quiso entender las razones que aducían los propietarios de esclavos para defender el mantenimiento de esa institución y entabló conversaciones con ello tanto en Washington como durante las semanas que estuvo en Carolina del Sur. Pero sus opiniones reafirmaron sus puntos de vista y ella se implicó de forma más intensa en la lucha de los abolicionistas americanos durante los siguientes meses que estuvo en los Estados Unidos. Asistió a mítines en distintas partes, se relacionó con políticos de todo orden y se asustó ante las noticias de linchamientos y las amenazas a los abolicionistas. Llegó a predecir que las cláusulas constitucionales que permitían la esclavitud iban a ser pronto eliminadas al evidenciarse su necesidad.36 Joseph John Gurney, por otro lado, se implicó en la lucha antiesclavista en su Norwich local y realizó un extenso viaje por los Estados Unidos y diversas islas caribeñas, incluyendo Cuba, entre 1837 y 1840. Quería investigar la situación de la esclavitud y contactar con los grupos antiesclavistas locales. Esta lucha le llevó también a realizar una gira europea entre 1841 y 1842 relacionándose con los grupos antiesclavistas franceses o con las autoridades danesas y holandesas para tratar sobre la posesión de esclavos en sus colonias. 37 La intervención femenina en el apoyo a la lucha contra la esclavitud en otros lugares influyó en la evolución del movimiento en Gran Bretaña. En 1839 Joseph Sturge creó una nueva organización, la British and Foreign Anti-Slavery Society, con el objetivo de eliminar la esclavitud en todo el mundo.38 El inicio de esta fase de la campaña fue coetánea al inicio de las otras campañas reformistas británicas. El año anterior se había formado la Anti-Corn Law League para acabar con las leyes que pesaban sobre los cereales e imponer el librecambismo como política económica. Las relaciones entre ambas campañas fueron difíciles a pesar de tener apoyos similares.39 Parte de las asociaciones femeninas aún existentes decidieron mantenerse en la lucha como auxiliares de la nueva organización. La Sheffield Ladies Association for the Universal Abolition of Slavery creada en 1837 por la anteriormente citada Mary Anne Rawson ejemplifica esta situación. Este último personaje es muy complejo ya que sin querer romper con los roles femeninos y muy cómoda con las obras filantrópicas y el 36 Ibid, pp. 376 – 377. Joseph Bevan BRAITHWAITE: Memoirs of Joseph John Gurney, with selection from his journal and correspondence, Philadelphia, J. B. Lippincott, 1857. Estos viajes ocupan gran parte de su segundo volumen. 38 Henry RICHARD: Memoir of Joseph Sturge, Londres, Partridge, 1864, pp. 206 – 208. 39 Simon MORGAN: ―The Anti-Corn Law League and British Anti-Slavery in transatlantic perspective, 1838 – 1846,‖ The Historical Journal, 52 (2009), pp. 87 – 107. 37 227 carácter misionero dado a ellas, apoyó la abolición general de la esclavitud y de los estadios intermedios.40 Algunos de sus miembros como Thomas Fowell Buxton, William Allen y Josiah Conder se encargaron de organizar en 1840 en Londres la Primera Convención Mundial contra la esclavitud. Los representantes norteamericanos llegaron divididos. Los más radicales bajo el mando de Lloyd Garrison mantuvieron el control de la American AntiSlavery Society, mientras que sus oponentes se fijaron en el modelo británico, crearon la American and Foreign Anti-Slavery Society. La primera no dudó en nombrar a mujeres como Lucrettia Mott o Elizabeth Cady Staton para esa convención. Los organizadores británicos rechazaron las representantes femeninas norteamericanas se dirigieran al plenario, y señalaron que las asistentes únicamente lo podrían hacer como observadoras, sentadas en la galería y alejadas de las reuniones. Joseph Sturge, también miembro del comité organizador, se excusó alegando que era la norma usual de proceder en Gran Bretaña. George Thompson fue la figura que más decepcionó al aceptar esta situación. Este conferenciante profesional había realizado entre 1834 y 1835 una gira por los Estados Unidos, financiado por las asociaciones femeninas británicas, y donde expuso su apoyo a la abolición inmediata, influyendo a muchos de sus oyentes americanos en esta dirección.41 Otros abolicionistas americanos destacados, como George Bradburn, señalaron su omisión pero no se quejaron.42 Otros asistentes como Daniel O‘Connell o Sir John Bowring habían esperado un cambio y protestaron ante esta decisión. Las representantes norteamericanas se sorprendieron que este rechazo también fuera apoyado por parte de los representantes llegados de los Estados Unidos. Este Congreso quedó reflejado en un retrato grupal realizado por el pintor Benjamin Robert Haydon, actualmente expuesto en la National Portrait Gallery de Londres. Suscitó muchas quejas, como la de Anne Knight, quién escribió a Lucy Townsend quejándose de que la mayoría de las figuras femeninas envueltas en la campaña contra el tráfico de esclavos no iban a ser incluidas en la pintura, y aquellas 40 Alison TWELLS: ―Missionary Domesticity, global reform and ‗woman‘s sphere‘ in Early nineteenthcentury England,‖ Gender and History, 18 (2006), esp. pp. 269 – 270. 41 Kathryn Kish SKLAR: ―‗Women Who Speak for an Entire Nation‘: American and British Women at the World Anti-Slavery Convention, London, 1840,‖ en John C. VAN HORNE y Jean Fagan YELLIN (eds.): The Abolitionist Sisterhood: Women‟s Political Culture in Antebellum America, Ithaca, Cornell University Press, 1994, p.306. 42 Frances H. BRADBURN (ed.): Memorial of George Bradburn, Boston, Cupples, Upham and Co, 1883, p.76. 228 que iba a estar reflejadas, lo iban a estar de forma secundaria o vinculada a un papel como esposa o madre, no como luchadora por esa causa.43 El Congreso supuso, por lo tanto, un momento de ruptura dentro de los grupos abolicionistas británicos, ya que los grupos más próximos a Garrison vieron sus posiciones derrotadas por las posiciones mayoritarias de los sectores evangélicos en la BFASS y su oposición a la implicación pública de las mujeres en esa lucha. La Bristol and Clifton Ladies Anti-Slavery Society, creada en 1846 optó por abandonar esa asociación, al igual que la Leeds Female Anti-Slavery Association, fundada en 1853, dispuesta a mantener la implicación femenina en la campaña. A pesar de estas divisiones, todos sabían que necesitaban a las mujeres como apoyos en sus nuevas campañas, como los boicots al algodón recogido con mano de obra esclava, o la asistencia a los esclavos huidos. La atención a la situación en los Estados Unidos perduró en los años 1840s, 1850s y 1860s. Las mujeres británicas implicadas en estas campañas tuvieron que aprender que varias lecciones sobre la lucha en los Estados Unidos. Estuvieron sorprendidas por la no participación en similares condiciones de las Iglesias cristianas, y sus agentes, que le sabían ayudado a extender por Gran Bretaña la lucha y que habían ido a los Estados Unidos a realizar una serie de giras de conferencias y lecturas públicas, llegaron con informes desalentadores. Incluso en los estados del norte se mantenía el prejuicio racial y tuvieron que hacer frente a los ataques de multitudes contrarias a la abolición. Estos ejemplos de violencia física no los habían padecido en Gran Bretaña, y las mujeres habían podido desarrollar su campaña casi sin oposición. Con posterioridad y en otras campañas contra las Contagious Diseases Acts o por el tema del sufragio femenino, sí padecieron ataques similares. Sin embargo, estos actos no evitaron la implicación en la ayuda a las abolicionistas americanas o su integración en las redes americanas. Fue el caso de Elizabeth Pease, hija de uno de los pioneros del movimiento, que había creado una asociación femenina en Darlington y que había impulsado la lucha en el noreste y en Escocia.44 En marzo de 1838 se unió a Jane Smeal de Glasgow para publicar un panfleto, Address to the Women of Great Britain, en el que 43 John Siskin: ―Women‘s Anti-Slavery Associations‖, Spartacus Educational. Recuperado de internet: http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/REslaveryW.htm. En ese cuadro sí aparecen varias mujeres como Amelia Opie, Elizabeth Pease o Mary Anne Rawson, o la propia Anne Knight pero no Lucy Townsend. 44 Louis BILLINGTON y Rosamund BILLINGTON: ―‗A Burning Zeal for Righteousness,‘… pp. 93- 95. 229 urgía a las mujeres a organizar nuevas asociaciones antiesclavistas y creía que las mujeres implicadas en esta campaña debían de poder hablar en público. Ella, y otros casos anteriormente citados, como Elizabeth Heyrick, ejemplificaron las conexiones íntimas entre el movimiento abolicionista y las otras campañas, entre una causa moral y con un claro sentimiento religiosos y humanitario, con una campaña política. Los finales de los 1830s Gran Bretaña había asistido a la agitación cartista y encontramos el apoyo de estas mujeres por sus claras vínculos con los círculos radicales. Esta presencia no representaba una novedad porque en los años de crisis de postguerra que siguieron al fin de las guerras napoleónicas se desarrollaron las primeras asociaciones radicales femeninas. Sus acciones fueron similares a las que pudieron desarrollar las asociaciones femeninas antiesclavistas, e intentaron utilizar el vector familiar para la politicización de la sociedad. Pero la opinión pública las vio como mujeres que rompían los roles adecuados y socialmente aceptables a su condición. El rechazo de 1840 se convirtió en significativo porque algunas de estas mujeres confirmaron su posición discriminada, 45 y la vinculación de la lucha antiesclavista con las luchas por los derechos de las mujeres, especialmente, la de su acceso al sufragio. Otras mujeres no hicieron esa evolución y negaron la necesidad de la proyección política de las mujeres, pero mantuvieron su apoyo a la lucha antiesclavista de forma muy diversa en las siguientes tres décadas, una lucha llena de tensiones. Apoyaron con fondos a los esclavos huidos, facilitando a veces su refugio en Canadá, se interesaron como la cuáquera Mary Howitt por las visitas realizadas por Garrison, quién en 1845 se acompañó del esclavo huido Frederick Douglass poco después de publicar sus memorias,46 iniciaron campañas para el uso de algodón no cultivado con mano de obra esclava en las industrias textiles o recogieron firmas para las diversas proclamas que se hicieron a la población de los Estados Unidos o a sus mujeres. Tras la Emancipation Proclamation de 1863 animó a las asociaciones británicas femeninas existentes a recoger fondos y a ayudar a los esclavos liberados. 45 Lillian L. SHIMAN: Women and Leadership in Nineteenth-Century England; Houndmills, Macmillan. 1992. 46 Margaret HOWITT (ed.): Mary Howitt: an Autobiography, Boston / Nueva York, Houghton Mifflin, 1889, p. 185. Él era un esclavo que había publicado sus memorias bajo el título Narrative of the Life of Frederick Douglass en 1845, con gran éxito editorial. Ella lo había conocido previamente en 1840, junto a las delegadas estadounidenses. 230 Algunas ideas finales Las campañas humanitarias se han convertido en un hecho cotidiano en nuestras vidas diarias. Nos parecen hechos actuales, pero hunden sus raíces en los siglos anteriores, en el último cuarto del siglo XVIII y en el siglo XIX. Todos estos procesos, vistos con perspectiva histórica, estaríamos frente a una actualización de los mismos. Esta reconsideración afecta a sus objetivos y acciones, ya que aunque podemos encontrar diferencias, también encontramos semejanzas que construyen todo un hilo argumental que nos hace vincular con épocas pasadas. El caso ejemplar de lucha primero contra el tráfico de esclavos y después contra la propia institución de la esclavitud ejemplifica esas campañas humanitarias, convertidas en masivas y en verdaderos movimientos reformistas. Estas campañas evidenciaron la necesidad de presionar dentro y desde fuera del Parlamento para conseguir unos cambios legislativos que realizasen el objetivo ansiado y su vinculación con otras luchas cívicas y morales de la época. Su otra característica singular radica, más allá de su influencia y de su amplitud, en la implicación femenina. Como otras campañas morales, esta intervención basculó entre la autonomía respecto a los liderazgos masculinos o de la aceptación de su posición subordinada. Ambas acciones eran consideradas, sin embargo, socialmente aceptables al ser vistos como parte de la beneficencia, una de esas actividades propias de la supuesta esfera femenina. Pero esta campaña fue un paso más allá al entrar una de sus acciones principales, el boicot al azúcar recogido por esclavos y a la promoción del azúcar libre de trabajo esclavo, en el ámbito doméstico, la esfera tradicional de control femenino. Pero como nos recuerda Linda Colley y otras historiadoras de los ámbitos femeninos anglosajones, la teoría de las esferas separadas era un teoría, y que en realidad esta división tan estricta no funcionaba así, sino que esos ámbitos eran muchos más permeables. Linda Colley afirma que la intervención femenina en esos boicots durante la primera fase de estas campañas confirió un poder a ciertas mujeres que lo aprovecharon en otras causas filantrópicas pero con otro tipo de contenido. Una vez que estallaron las guerras revolucionarias, y la lucha contra el tráfico de esclavos quedó acallada, estas mujeres formaron otros comités, siguieron haciendo visitas a sus vecinos y siguieron recogiendo fondos a través de subscripciones públicas, participaron en los 231 jubileos reales o tejieron ropa para los soldados.47 Su influyente estudio se vio matizado, ampliado, y enriquecido con multitud de obras de autoras como Jane Rendall,48Elaine Chalus,49 los estudios ya citados de Clare Midgley y otras que reflejaban la actuación de las mujeres británicas a lo largo del siglo XVIIII y las primeras décadas del siglo XIX, y que encontraban una serie de continuidades y conexiones intermitentes, especialmente en el terreno de la política electoral y parlamentaria, o en los movimientos de reforma política, actuando desde sus periferias. Pero lo más contradictorio del asunto es que se movilizaron como una extensión de sus ideas y actividades religiosas, escudándose ante la respetabilidad de sus acciones filantrópicas y negando cualquier atisbo de acción política. Incluso el instrumento más político que utilizaron, y que más reflejó su movilización y su influencia en la sociedad, la petición, se transformó en un reflejó de sus actividades religiosas. Las campañas y las organizaciones y asociaciones que las llevaron a cabo ayudaron a la socialización de estas mujeres y a su posterior e inesperada politización. Algunas siguieron este camino, otras no se sintieron atapadas en el hogar ya que la participación en esta campañas y en otras campañas misioneras desde el ámbito doméstico les permitían acceder al mundo e intentar cambiarlo. Buena parte de este segundo grupo eran ese grupo de mujeres evangélicas cuyas prácticas filantrópicas y domésticas se vinculaban al objetivo superior de construir un nuevo orden social y moral. Aunque el supuesto final de estas campañas lo dicta un acto parlamentario, ese paso político no se explica sin toda la presión exterior realizada por los miembros de esta campaña, que consiguieron sensibilizar, influir y movilizar la opinión pública a favor de su reivindicación y en contra de los influyentes propietarios de plantaciones en las Indias Occidentales y de aquellos que se beneficiaban de la pervivencia de esa onerosa institución y el tráfico de humanos que implicaba. 47 Linda COLLEY: Forging the Britons, 1707 – 1837, New Haven y Londres, Yale University Press, 1990, pp. 277 – 278 y 371. 48 Jane RENDALL: ―Women and the Public Sphere,‖ Gender and History, 11 (2000), pp. 475 – 488; etc. Me remito a los citados a lo largo del texto. También podemos añadir Elaine CHALUS: ―Elite women, social politics and the political world of late eighteenth-century England.‖ The Historical Journal, 43, (2000), pp. 669 – 697. 49 232