Toreo a caballo - Plaza de Toros de Las Ventas

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Los Tercios en
el toreo a caballo
En tauromaquia se entiende por tercio cada una de las fases que configuran la lidia, tanto a pie como a caballo. Los tercios se suceden de manera
progresiva y los constituyen un conjunto de recursos técnicos y estrategias
tácticas encaminadas a desarrollar, primero; y utilizar, después; las embestidas
del toro para, en función de su comportamiento, lidiarlo y torearlo con la
mayor pureza y emoción.
Texto: Juan Manuel Sánchez-Morate
Fotos: Juan Pelegrín y Archivo de Espasa Calpe
E
n el toreo a caballo existen tres tercios: primer tercio o tercio de salida,
segundo tercio o tercio de banderillas y último tercio o tercio de muerte.
PRIMER TERCIO
El primer tercio de la lidia a caballo se
corresponde con el primero de la lidia a
pie. Hasta hace relativamente poco, más
que un tercio propiamente dicho, se tra-
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taba de un trámite destinado a disminuir
la fuerza del toro. El objetivo era intentar
torear despacio, con temple y emoción, con
el animal fijo en la embestida del caballo.
Pero, desde la década de los años setenta,
su evolución técnico-táctica ha sido tal que,
en la actualidad, además de vistoso, también resulta plástico y de extraordinaria importancia, debido a que de su correcta o incorrecta ejecución, dependerá en buena
TOREO A CABALLO
medida el comportamiento del toro en los
restantes tercios y, en consecuencia, el mayor o menor triunfo del caballero.
El primer tercio se inicia cuando el
presidente del festejo ordena que salga el
toro. Acto seguido, una vez que el astado
pisa el albero, lo que debe hacer el caballero es recibirlo, fijar su embestida, encelarlo, llevarlo toreado con temple de un
terreno a otro y, a través de círculos concéntricos cada vez más cerrados, si es posible, dejarlo parado en los medios. Después, tras observar sus reacciones y comportamiento, esto es: si derrota, si lleva la
cara alta o baja, si su embestida es brusca
o suave, si corta terreno por uno o por los
dos lados, si se pone por delante del caballo, si tiene una querencia determinada,
si da arreones, o si dispone de buen son, codicia, nobleza, se establecerá la estrategia
técnica adecuada para corregir los defectos detectados. Finalmente, cuando el toro
ha sido probado, lanceado con la cola del
caballo, templado y, en definitiva, toreado,
se pasará a clavar rejones de castigo. La finalidad de estos es quitar ímpetu al toro,
descongestionarlo, ahormar su embestida,
obligarle a que humille tanto en el embroque como cuando siga al caballo, y así
dejarlo en óptimas condiciones para que
contribuya a cuajar un tercio de banderillas vibrante.
rejoneador conviene tener en cuenta los siguientes factores: el comportamiento del
toro –bravura o mansedumbre–, nivel de
doma del caballo –obediencia, sumisión y
entrega–. Y el oficio, la buena monta y los
recursos técnicos y artísticos del caballero.
No es fácil percatarse de todos los matices técnicos que se producen en el ruedo
entre caballero, toro y caballo. Son pasajes
de la lidia que suceden con rapidez y que
para captarlos se necesita, además de concentración, hábito. En cualquier caso,
para valorar correctamente la labor de un
SEGUNDO TERCIO
El segundo tercio de la lidia a caballo o
tercio de banderillas se corresponde con el
segundo y tercero de la lidia a pie. Antaño,
gozó de gran predicamento. Sin embargo,
ha sido en los últimos años cuando se ha
producido la mayor evolución. En la ac-
tualidad, debido al riesgo y las múltiples dificultades que conlleva, se ha convertido en
el más importante, emotivo y artístico.
El tercio de banderillas no tiene como
objetivo prioritario clavar en el morrillo del
toro unos palos de 70 cm. de longitud revestidos de vistosos colores. En absoluto. El
tercio de banderillas pretende subsanar los
defectos de la embestida del toro no corregidos durante el primer tercio. Eliminar
su querencia o aprovecharla para facilitar
su arrancada. Torear por uno y otro pitón,
para que el toro no aprenda, espere, se defienda y ofrezca dificultades para ejecutar
la suerte. Llevarlo embebido con la cola del
caballo con temple y suavidad, para que se
desplace con rectitud, franqueza, cadencia
y ritmo. Acomodar su embestida para dibujar verónicas, derechazos, naturales. Y,
todo ello, realizado con verdad, técnica,
plasticidad, sincronización y ligazón. Claro, que para conseguirlo será necesario que
el torero a caballo demuestre sus conocimientos sobre terrenos, querencias y comportamiento del toro. Asimismo, pondrá
de manifiesto sus dotes de consumado jinete, montando con majeza y elegancia,
además de llevar el caballo hacia el toro de
frente, despacio, con suavidad. Y, también, ejecutar las suertes dando siempre
ventajas al toro, permitiendo embroques
ajustados y, tras clavar, no salir del trance
huyendo precipitadamente, sino toreando
lentamente y con naturalidad.
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TOREO A CABALLO
ÚLTIMO TERCIO
Como en el toreo a pie, el último tercio
en el toreo a caballo es que corresponde
a dar muerte al toro. Se trata de un tercio
poco vistoso, pero de suma importancia.
Matar desde el caballo es mucho más difícil que hacerlo pie a tierra, porque el
toro se mueve, el caballo se mueve y, en
consecuencia, el torero a caballo no dependerá de sí mismo para hundir el rejón de muerte.
Existen dos formas de matar en el toreo a caballo. Una, con el estoque que se
utiliza en el toreo de a pie. Y otra, con el
rejón de muerte, propio del toreo a la jineta. Es mucho más difícil con el estoque. Por ello, en la mayoría de las ocasiones, los toreros a caballo se inclinan
por emplear el rejón unido a un asta de
madera. Sin embargo, cuando el caballero decide matar a estoque y el toro cae
fulminado, los aficionados disfrutan de
una de las imágenes más hermosas que
ofrece la lidia ecuestre.
Según se desprende de un aguafuerte de
Goya, Mariano Ceballos, conocido con el
nombre de Indio, fue el primero que
mató a los toros con la espada desde el caballo. Después lo hicieron con éxito Branco Nuncio, Álvaro Domecq y Díez, Álvaro
Domecq Romero y algunos profesionales
de forma esporádica.
CULTURA ECUESTRE-TAURINA
BABIECA
Si nos atenemos a las noticias que afirman que
D. Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador, a finales del S. XII alanceó un toro en Valencia, entonces, podríamos afirmar que Babieca puede
considerarse como el primer caballo torero de la
historia.
Babieca fue un regalo que el padrino de El Cid,
un religioso llamado Peyre Pringos o Pedro el Gordo, hizo a su ahijado. En efecto, ocurrió que cierto día, Pedro El Gordo llevó a un niño llamado Rodrigo Díaz de Vivar al monasterio donde residía.
Bien, pues tras visitar varias dependencias y llegar a las caballerizas –no olvidemos que los mo-
nasterios, entre otras actividades, se dedicaban
a la selección y cría de caballos– el religioso dijo
a su ahijado: ”Elige el potro que más te guste”.
Y, Rodrigo, tal vez llevado por el menor volumen
de uno de ellos se decantó por un ejemplar especialmente feo, por lo que su padrino, decepcionado, exclamó: “ese es un Babieca”. Dicho de
otra forma, un caballo de escasa presencia, débil y patoso. Sin embargo, con el paso del tiempo se convertiría en un caballo histórico.
Babieca pudo ser un caballo español con algunas ‘gotitas’ de árabe, proporcionado en sus formas, de capa torda, 1.50m. de alzada, de perfil
subconvexo, cuello, dorso, lomo y grupa de mediano tamaño y, asimismo, flexible, resistente, rá-
El Cid alanceando un toro, ilustración de la Historia del Toreo de Bedolla
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pido, con mucho temperamento y extraordinariamente valiente. Tras una doma elemental, El Cid
se acopló perfectamente a sus condiciones y sobre él derrotó en numerosas ocasiones a sus enemigos. Se sabe que Babieca murió sobre los cuarenta años. En su recuerdo existe un monumento en el monasterio de San Pedro de Cárdena en
Burgos.
¿CUÁNTO DUERMEN
LOS CABALLOS?
Las necesidades de los animales en cuanto
a horas de sueño se refiere varían notablemente.
Los gatos duermen dieciséis horas al día. Los
caballos duermen tres. Pero entre el gato y el caballo existe una gran diferencia: uno es depredador y otro constituye una especie de víctima.
Tras estudiar las costumbres de varios sementales estabulados se descubrió que por término medio pasan las 24 horas del día de la manera siguiente: diecinueve horas y cuarto de vigilia; dos horas de somnolencia, pero despiertos, dos horas más de sueño ligero; y tres cuartos de hora de sueño profundo. El tiempo total
de sueño profundo se divide en nueve periodos
de cinco minutos cada uno. Y el de somnolencia quedaba aun más fragmentado. El secreto
del caballo está en que, a diferencia de las personas, puede llegar a descansar bastante bien
sin necesidad de tumbarse. Al caballo le resulta más fácil descansar de pie que tumbado, ya
que en esta posición, debido al peso de su cuerpo, la respiración y la circulación de la sangre
son más dificultosas.
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