Pedagogía y Saberes UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL FACULTAD DE EDUCACIÓN No. 15. Bogotá, D. C., Colombia, 2000 Rector GUSTAVO TÉLLEZ I. Vicerrector Académico JUAN CARLOS OROZCO C. Vicerrector Administrativo WILSON CASAS ÁLVAREZ Vicerrector de Gestión MIGUEL ROBERTO HERNÁNDEZ SAAVEDRA Decana Facultad de Educación LIBIA STELLA NIÑO ZAFRA Director Departamento de Posgrado PAULO EMILIO OVIEDO Directora Libia Stella Niño Zafra Comité Editorial Rafael Ávila Ernesto Ojeda Lucila Obando Ramón López Martín (U. Valencia, España) Rafael Flórez Ochoa (U. Antioquia, Medellín) Editor Tomás A. Vásquez A. Diseño, fotomecánica e impresión Arte y Fotolito ARFO Ltda. Carrera 15 No. 53-86 Tels.: 2175794 - 2355968 Bogotá, D. C. Director Departamento de Psicopedagogía BADOIN VEGA MUÑOZ Tarifa Postal No. 1037 Dirección: Calle 73 No. 11-73 A.A. 75144 E-mail: [email protected] Santa Fe de Bogotá, D.C., Colombia Se autoriza la reproducción de los artículos citando la fuente. Las opiniones contenidas en los artículos comprometen sólo a los autores. La Dirección de la Revista se reserva acusar recibo y emitir comentarios sobre las colaboraciones remitidas para ser consideradas. 1 CONTENIDO EDITORIAL SUJETOS Y SUBJETIVIDAD EN LA EDUCACIÓN Educación popular, subjetividad y sujetos sociales Alfonso Torres Carrillo Sujetos y educación ciudadana: maestros, jóvenes y mujeres en la coyuntura de mediados del siglo XX en Colombia Alexis V. Pinilla Díaz RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS Y ENSEÑANZAS DE LAS CIENCIAS Epistemologías del profesor y enseñanza de las ciencias: hacia un concepto adecuado acerca de las epistemologías de los profesores de física Gerardo Andrés Perafán Echeverri La resolución de problemas y la educación en ciencias naturales Margie N. Jessup Paulo Emilio Oviedo Rosalba P. de Castellanos POLÍTICAS EDUCATIVAS Y DEMANDAS SOCIALES Algunas reflexiones sobre la evolución histórica de los planes de estudio de la Facultad de Educación Física de la Universidad Pedagógica Nacional Nelly Teresa Martínez Martínez Álvaro José Gracia Díaz La diversidad étnica y cultural de Colombia: un desafío para la educación Silvio Aristizábal Giraldo CRÍTICA Y PERSPECTIVAS PEDAGÓGICAS Hacia una pedagogía de la lectura de imágenes Lucila Obando Velásquez Las jornadas de recuperación: negación a los diferentes ritmos de aprendizaje Édgar Tamayo Sánchez Sudy Gutiérrez Chinchía Miriam Morales Bolívar Definición y misión de la Educación Especial Cristiane Lepot-Froment Michel Mercier RESEÑAS Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Editorial Con la presente edición, la revista Pedagogía y Saberes llega a su número quince y completa una década de actividades. Este hecho que hoy celebramos significa, no sólo un acontecimiento editorial, sino también un paso en el recorrido por los caminos de la pedagogía para nuestra Facultad de Educación y para la Universidad Pedagógica Nacional en general. No es fácil que en nuestro medio académico una publicación de esta naturaleza alcance este número de ediciones. En nuestro caso, esto se debe, entre otras, a dos razones: a la gran acogida de la publicación por parte de la comunidad universitaria y educativa en general, tanto a nivel local como nacional e internacional. Las constantes comunicaciones que solicitan la revista, lo mismo que muchos números agotados, así Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 lo confirman. Pero, entre toda la demanda, hay que destacar la de los investigadores, lo que nos quiere decir que no sólo como archivo sino también como fuente reciente, Pedagogía y Saberes se ha constituido, poco a poco, en punto de referencia para los estudiosos de la educación. La otra razón se refiere al apoyo permanente que las distintas decanaturas de Facultad de Ecuación de la última década han brindado a este proyecto pedagógico-editorial. De 1990 a 2000, ha transcurrido una década de constante trasegar en el complejo terreno de la divulgación de ideas, de reflexiones, de resultados de investigaciones y de diversos puntos de vista pedagógicos de profesores de la Universidad Pedagógica Nacional, del país y del exterior. Sobre estas páginas, se ha escrito acerca de los distintos temas que han agitado el debate educativo y pedagógico en los últimos años. Desde la enseñanza de las ciencias y distintas disciplinas, pasando por la educación comunitaria, la comunicación, la ética, el constructivismo, las políticas educativas, la educación ambiental, la educación especial, la evaluación de los aprendizajes, autoevaluación y acreditación, el conflicto escolar, hasta el siempre desafiante y nunca agotado tema de la formación de docentes. Estos fueron, entre otros, los problemas de la década de los noventa en materia educativa. Aunque, si bien ellos continúan llamando la atención, puede decirse que esto se debe a que se encuentran vinculados de algún modo y de manera muy compleja con unos nuevos elementos que se han tornado vitales en los últimos años para comprender mejor el campo educativo, como son las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, los procesos de globalización y la sociedad del conocimiento. Estos fenómenos están generando unos profundos y rápidos cambios que ponen a prueba y desafían los conocimientos que circulan hoy en el campo educativo y pedagógico, sobre todo aquellos que tienen que ver con los aprendizajes. Pero también, este nuevo contexto invita a pensar e investigar sobre los alcances y las limitaciones de los sistemas educativos vigentes, sus reformas, sus estructuras, sus jerarquías de poder y las estrategias de los actores que allí se mueven. En pocas palabras, invita a pensar una reconfiguración de los sistemas educativos, de sus funciones y de su relación con la sociedad. Este es un punto central en el debate educativo de hoy. En la sociedad de hoy, sociedad de la comunicación como se le ha llamado, los medios en que circula el conocimiento y los saberes juegan un papel estratégico, particularmente las revistas en el ámbito universitario; de allí que ellas no puedan ser reducidas a tan sólo indicadores de producción intelectual que otorgan puntos para ascenso en el escalafón, pues son ante todo medios que potencializan y dinamizan las ideas; es decir, verdaderos canales de comunicación que hacen parte esencial de la vida académica universitaria. Siguiendo estos grandes derroteros, en el presente número ofrecemos a nuestros lectores una temática variada que hemos recogido en cuatro grandes líneas: sujetos y subjetividades en la educación, resolución de problemas y enseñanza de las ciencias, políticas educativas y demandas sociales y críticas y perspectivas pedagógicas. Sea esta también la oportunidad para dar nuestro saludo de ingreso a la Comité Editorial a los profesores Rafael Flores Ochoa, de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia y a Ramón López Martín, de la Universidad de Valencia (España), indudablemente, dos reconocidas figuras de la pedagogía, cuyos aportes, estamos seguros, enriquecerán el futuro de esta publicación. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 SUJETOS Y SUBJETIVIDAD EN LA EDUCACIÓN EDUCACIÓN POPULAR, SUBJETIVIDAD Y SUJETOS SOCIALES Alfonso Torres Carrillo Profesor Asistente Universidad Pedagógica Nacional Presentación Uno de los elementos constitutivos y rasgo definitorio de la educación popular ha sido el pretender contribuir a la construcción de los actores que intervienen en sus propuestas, experiencias, proyectos y programas educativos, a partir de la afectación de sus estructuras y mediaciones cognitivas, valorativas y simbólicas. Ya sea que la educación popular busque fomentar procesos de participación social o de organización popular, fortalecer movimientos Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 sociales o hacer de los sectores subalternos un sujeto histórico, el ámbito de incidencia específico de la educación popular ha sido y es la esfera subjetiva de individuos y colectivos sociales. Claro está que la referencia explícita a lo “subjetivo” es reciente; a lo largo de su construcción discursiva, la Educación Popular ha acudido a otras expresiones tales como concientizar, elevar el nivel de conciencia, formar pensamiento crítico, ampliar el conocimiento de la realidad, rescatar o potenciar los saberes y las culturas populares, ampliar los horizontes de sentido, facilitar la negociación cultural, formar actitudes y valores ciudadanos, potenciar la multiculturalidad y otras, referidas a lo que hoy involucramos en la esfera subjetiva individual y social. Estos cambios de énfasis no son casuales ni obedecen a simples diferencias de lenguaje; expresan la existencia de diferentes paradigmas que han orientado la EP y los metadiscursos e imagi- narios que han la influido. Y es que la EP no constituye una teoría cerrada o un cuerpo doctrinal homogéneo; como práctica social y “campo intelectual”, se alimenta simultáneamente de varias fuentes culturales y académicas: imaginarios, valores y experiencias sociales compartidas, reflexiones sobre sus propias prácticas educativas, así como de teorías y debates provenientes de otros campos académicos y culturales (TORRES, 1996 y 1999). de lo social; se hacía alusión a aquellos aspectos visiblemente evidentes como las condiciones materiales de existencia, las determinaciones económicas y sociales, la institucionalidad política (Estado, partidos, organizaciones), así como las manifestaciones y expresiones materiales de la culturales más evidentes. Los aspectos afectivos, volitivos, las creencias y representaciones personales y colectivas eran vistas como “sentimentalismos” o “subjetivismos” que distorsionaban el conocimiento verdadero de la realidad; como obstáculos que deberían superarse. Esta construcción permanente de un discurso y de una identidad de la Educación Popular como corriente pedagógica crítica, ha estado siempre abierta a las influencias de los desarrollos de las disciplinas sociales y a las discusiones intelectuales contemporáneas, en especial las provenientes del pensamiento de izquierda (BOBBIO, 1995). Por tanto, no ha sido ajena a las epistemes, imaginarios, ideologías y paradigmas dominantes en los períodos y coyunturas históricas en las cuales ha transcurrido; la Educación popular, al igual que otras prácticas y discursos alternativos como la investigación participativa, la comunicación popular y las teologías progresistas, ha sido permeada por los paradigmas predominantes en las ciencias sociales latinoamericanas de las últimas cuatro décadas como han sido la teoría de la dependencia, el marxismo estructuralista y el pensamiento gramsciano. radigma clásico de las ciencias sociales; tal paradigma supone la existencia de una realidad social determinada y totalmente independiente de los sujetos; la verdad en esta perspectiva, era la correspondencia entre objeto y representación mental y la ciencia, el conocimiento verdadero por excelencia. Esta perspectiva positivista de ver y conocer la sociedad, se expresaba en afirmaciones comunes a la EDUCACIÓN POPULAR como “hay que partir de la realidad objetiva” y “hay que alcanzar la concepción científica de la sociedad”; lo que era una interpretación de lo social se asumía como verdad natural e incuestionable. Por ejemplo, el discurso fundacional de la Educación Popular estuvo marcado por la concepción objetivista de la realidad y del conocimiento propia del pa- En consecuencia, el acento de las prácticas y discursos educativo populares eran aquellos factores “objetivos” propios de la dimensión estructural y sistémica Sin embargo, durante la última década fueron reconociéndose y cobrando importancia en las prácticas de educación popular dimensiones subjetivas de la acción social e individual; así por ejemplo, empezó a reivindicarse el “mundo interior” de los sujetos, su experiencia vivencial más allá de su conciencia y su razón (MEJÍA, 1998); también se reivindicaron elementos constitutivos de la identidad individual y colectiva como el género, las sensibilidades, creencias, saberes y universos simbólicos; se reconoce la existencia de diferentes lógicas y modos de producción del saber; se incorporan al discurso educativo las referencias a la producción de sentidos de vida colectivos e individuales y se amplían los lenguajes para expresarlo. 1. Crisis del objetivismo y reivindicación de la subjetividad Esta referencia reiterativa de la subjetividad en los discursos acPedagogía y Saberes Nº 15 2000 tuales de la educación popular y el trabajo social comprometido, se enmarca dentro del campo más amplio de reflexiones y debates que en la actualidad se da dentro de las ciencias sociales y las humanidades. La proliferación de eventos académicos y publicaciones donde se destaca abiertamente la centralidad de la “subjetividad” en la comprensión de los procesos sociales contemporáneos, así lo confirman1: “Nuevos paradigmas: cultura y subjetividad” (Moran, Prigogini, Garzielfeld y otros) 1994, “¿Podremos vivir juntos?” (TOURAINE, 1997), “El regreso del sujeto” (Jesús Ibáñez) 1996; “Acerca de la producción de subjetividad” (Guattari, 1996); “Para comprender la subjetividad” (Colmex, 1996); “Identidad, subjetividad y sentido en las sociedades complejas” (Flacso, 1997), “Subjetividad: umbrales del pensamiento social” (UNAM- Zemelman, 1997) y “El sujeto: existencia y potencia” (UNAM-Zemelman, 1998), entre otros. Y no es para menos. Frente al reduccionismo objetivista y determinista que predominó en las ciencias sociales, en las prácticas políticas y educativas hasta hace unos años, el acento de realidad se ha venido trasladando hacia el terreno subjetivo, su complejidad y sus posibilidades; la veracidad, coherencia e inteligibilidad que antes creíamos encontrar en el contexto social, en el análisis correcto de la coyuntura, en la ”realidad objetiva” o en las “leyes sociales”, hoy se ven cuestionadas; la epistemo1 Si consideramos las publicaciones referidas culturas e identidades, la lista sería interminable. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 logía, la sociología, la antropología de la ciencia, así como la psicología cognitiva y social y nuevos campos teóricos como los estudios de género y los estudios culturales parecen haberse pasado al lado del relativismo, el perspectivismo, el interpretativismo y el constructivismo. Realidad social, sujetos sociales, relaciones y acciones sociales no se ven hoy como realidades “dadas”, sino como construcciones sociales históricas e intersubjetivas, las cuales son percibidas como objetivas mediante los procesos de internalización, socialización cultural y por el lenguaje que las nombra (BERGER y LUCKMAN, 1976); “participando en las matrices sociales (que in- cluyen la ciencia y las culturas de las que formamos parte) adquirimos formas de comprender y participar, metáforas y parámetros, ejes cognitivos y destrezas específicas. La subjetividad y las relaciones sociales se organizan en el trazado de esas metáforas, de esos horizontes que generan presuposiciones y expectativas, configurando creencias, epistemologías cotidianas y visiones de futuro” (FRIED, 1994: 16). Del mismo modo, el conocimiento de la realidad social no es jamás su reflejo –“verdadero o distorsionado”–, sino una interpretación, una construcción cultural, una lectura desde las redes de significado en las que están inmersos sus observadores; la ciencia, al igual que otras formas de saber históricamente construidos, es un sistema cultural que ha valorado de diversos modos –según la época y campo de conocimiento– las que considera las fuentes y las estrategias válidas de conocimiento (YEHUDA, 1984). Así, cuestiones vitales para la Educación Popular como las relaciones sociales, políticas y de género, la familia y otras instituciones, así como las identidades regionales, étnicas y generacionales ya no se les ve como hechos “naturales” sino como construcciones culturales e históricas; por tanto, atravesadas por los conflictos que atraviesan lo social. La subjetividad, aparece ahora como vector necesario en la comprensión de estas realidades y no sólo como una derivación determinada por ellas; así por ejemplo, las protestas, luchas y resistencias sociales, encuentran en las creencias, los imaginarios y representaciones de sus protagonistas, un referente ineludible en su comprensión. Pero entonces, ¿qué estamos entendiendo por subjetividad? Diversos autores están reivindicando esta categoría por encontrarla más amplia y de mayor potencial analítico y emancipatorio que otras como conciencia o ciudadanía. (Felix Guattari, 1996: 42), la define como “el conjunto de condiciones por las que instancias individuales o colectivas son capaces de emerger como territorio existencial sui referencial, en adyacencia o en relación con una alteridad, a la vez subjetiva”. Por otro lado, Boaventura de Sousa (1994: 123) también destaca la subjetividad como “espacio de las diferencias individuales, de la autonomía y la libertad que se levantan contra formas opresivas que van más allá de la producción y tocan lo personal, lo social y lo cultural”. La categoría de subjetividad social está estrechamente relacionada con los procesos culturales de construcción de sentido y de pertenencia e identificación colectiva, dado que involucra un conjunto de normas, valores, creencias, lenguajes y formas de aprehender el mundo, conscientes e inconscientes, físicas, intelectuales, afectivas y eróticas, desde los cuales los sujetos elaboran su experiencia existencial, sus propios sentidos de vida. Uno de los intelectuales contemporáneos que más ha abordado la problemática de la subjetividad, el chileno Hugo Zemelman (1996 y 1997) considera que en ella se articulan memoria y uto- pía, inconciencia y reflexión, deseo y voluntad, dimensiones que le dan sentido y potencialidad a la historicidad social; para él, la subjetividad nos remite a una amplia gama de aspectos de la vida social, ritmos temporales y escalas espaciales diferentes, desde los cuales se producen y reproducen redes de relación social más o menos delimitadas, que desarrollan elementos culturales distintivos a partir de los cuales los individuos refuerzan sus vínculos sociales internos y construyen una identidad colectiva que tiende a ser contrastante con respecto a otras. La subjetividad, además de alimentar la institucionaldad social y expresar las identidades colectivas emergentes, también es el terreno de producción de nuevos sentidos de los social; como plano no totalmente subordinado a la determinación social, la subjetividad además de ser memoria, conciencia y cultura, es una dimensión donde se cuece y se expresa lo incierto, lo inédito, lo nuevo, lo posible y lo utópico. Por ello hay que considerarla, no como un lugar social o psicológico delimitado, sino como un continuo, un proceso dinámico que se cristaliza en concepciones, instituciones, colectivos y nexos sociales; pero a la manera de un “magma”, la subjetividad vuelve a desbordarlos, generando nuevos aglutinadores sociales, nuevas ideas y utopías, nuevos proyectos que movilizan la acción humana frente a las limitaciones y resistencia que les ofrece lo dado. Es el caso por ejemplo de los jóvenes en las sociedades actuales; más que una definición etérea, es un campo social he- terogéneo en el cual se enfrentan diversas representaciones y modos de ser joven, diversas culturas juveniles difícilmente reducibles a una categorización única como muchas veces pretenden quienes buscan controlarlos desde la ciencia o la política. En fin, la subjetividad, más que un nuevo campo temático de la investigación social, puede constituirse como un lugar metodológico desde el cual releer algunos procesos, discursos y prácticas, constituyentes de identidades, relaciones y roles emergentes en las sociedades contemporáneas con un alto potencial emancipador. 2. Los regresos del sujeto La reivindicación de la subjetividad, nos conduce a otra concreción de lo social que aunque la involucra, va más allá de las identidades colectivas: la de los sujetos sociales. Luego de su parcial abandono por parte delas ciencias sociales bajo la influencia de las diferentes versiones del estructualismo, la categoría de sujeto (individual y social) ha sido reivindicada de nuevo tanto por la epistemología (IBÁÑEZ, 1994) como por diversos enfoques de las ciencias sociales como la historia social y cultural (THOMPSON, 1984 y 1985, CHARTIER, 1996) y la sociología (TOURAINE, 1986 y 1997, BOURDIEU, 1990). La categoría sujeto parece tener una mayor amplitud y flexibilidad analítica y práctica a otras como clase, sujeto histórico o movimiento social, propios de los paradigmas “clásicos” de análisis social que Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 asocian la acción y los actores colectivos a la existencia de un lugar o conflicto central que les otorga identidad y le confiere “a priori” un sentido histórico emancipador (LACLAU, 1987). Frente a estas concepciones un tanto teleológicas de los actores sociales, la categoría de sujeto social, busca expresar la multiplicidad de esferas de la sociedad donde se evidencian conflictos y posiciones de actuación social, las cuales no tienen una direccionalidad preestablecida. Entenderemos por “sujetos sociales” a todos aquellos agrupamientos más delimitados y cohesionados que una población o una colectividad; no todo grupo social, así posea identidad, deviene en sujeto, en actor social; ser sujeto social implica una construcción histórica que requiere de la existencia de una memoria, una experiencia y unos imaginarios colectivos (identidad), de la elaboración de un proyecto (utopía) y de una “capacidad” para realizarlo. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Su correlato individual, el sujeto personal, es la búsqueda emprendida por él mismo, de las condiciones que le permitan ser actor de su propia historia. Para Touraine (1997: 66), “el sujeto es el deseo del individuo de ser actor”; sólo existe si logra movilizar la memoria y la solidaridad, y sobre todo al combatir, indignarse, esperar, inscribir su libertad personal en las batallas sociales y las liberaciones culturales; por ello, para el sociólogo francés no es posible construir sujeto por fuera de la acción colectiva: “El sujeto es voluntad, resistencia y lucha... y no hay movimiento social al margen de la voluntad de liberación del sujeto” (TOURAINE, 1997: 85). En un sentido similar, para Zemelman, un sujeto social es un nucleamiento colectivo que compartiendo una experiencia e identidad colectivas despliega prácticas aglutinadoras (organizadas o no) en torno a un proyecto, convirtiéndose en fuerza capaz de incidir en las decisiones sobre su propio destino y el de la sociedad a la cual pertenece. En un sentido similar, para Emir Sader (1990: 36), “el sujeto es una colectividad donde se elabora una identidad y se organizan las prácticas, a través de las cuales sus miembros pretenden defender sus intereses y expresar sus voluntades, constituyéndose en esas luchas”. De este modo, subjetividad y sujetos sociales son realidades plurales y polifónicas, difícilmente atrapables por modelos de análisis monolíticos, iniciativas políticas dogmáticas o propuestas metodológicas y educativas rígidas. A la vez que son deter- minados por las circunstancias, la subjetividad y los sujetos sociales contribuyen a conformarlas y cambiarlas, a crear nuevos espacios y sentidos sociales: son lugares de lo inédito, de lo nuevo, de lo que desde miradas “objetivas” sería imposible. Si ello no fuera así, ¿Cómo pensar los cambios individuales y colectivos que vivimos en las experiencias organizativas de base y en las Organizaciones No Gubernamentales que las acompañan? ¿Cómo comprender la creatividad de los sectores populares para sobrevivir y resistir políticas y determinaciones adversas? ¿Cómo entender la capacidad de resistencia y de alegría de los pobres aún en condiciones sociales de extrema pobreza? 2. Subjetividad y las redefiniciones de la educación popular Hecho esta breve reivindicación del valor y significado que hoy cobran los conceptos de subjetividad y sujeto social en las ciencias sociales contemporáneas, veremos a continuación cómo ha venido incidiendo este “cambio de paradignma” en las redefiniciones que se vienen dando dentro de los debates y prácticas educativo populares. Para ello, retomaremos cómo la incorporación de lo subjetivo afecta cada uno de los cinco rasgos definitorios o dimensiones que conforman el “núcleo común” de los discursos y las prácticas de Educación Popular (TORRES, 1993 y 1996): 1. Lectura crítica del orden social y del sistema educativo; 2. Intencionalidad política emancipadora; 3. Contribución a la construcción de los sectores populares como sujeto histórico; 4. Actuación en el ámbito de la subjetividad de los sujetos educativos; 5. Propuestas metodológicas y pedagógicas dialógicas, participativas. 2.1. Análisis social, intencionalidad emancipadora y sujetos de cambio Pese a que en los primeros trabajos de Paulo Freire se destaca una posición abierta y crítica frente a la tensión entre lo objetivo y lo subjetivo de las prácticas sociales y educativas, en el discurso fundacional de la Educación Popular enfatizó su polo objetivo, en particular los aspectos estructurales de lo macrosocial: sistema económico, social y político, clases sociales, cambio social, proyecto histórico, sujeto del cambio, etc. Para la mirada clasista de la Educación Popular, existen inexorables leyes sociales que actúan como “necesidades históricas” en torno a las cuales se constituyen un sujeto histórico, la clase obrera (o la campesina) cuyas luchas expresaban el sentido progresivo e irreversible de la historia; las dimensiones subjetivas de la práctica social eran vistas como epifenómenos determinados “en última instancia” por las estructuras económicas; cultura y subjetividad y experiencia per- sonal, por pertenecer al nivel supraestructural de la sociedad, ocupaban un lugar secundario en el análisis social o eran asumidas como ideologías que había que develar y superar para lograr un conocimiento científico de la realidad. Como el campo de acción de la Educación Popular era lo evidentemente politizable en el discurso fundacional, las referencias a la cultura tuvieron un tinte positivista al destacar aquellas manifestaciones artísticas y estéticas que representaran lo “popular”: las representaciones de lo indígena y el folclor campesino hibridados con un arte realista que denunciaba la explotación y la opresión, a la vez que anunciaba la revolución y la emancipación colectivas. Como ya señaló en el numeral 1, una característica definitoria de las ciencias sociales contemporáneas es la centralidad que han venido otorgándole a la subjetividad y al cultura en la comprensión de los hechos, relaciones y conflictos sociales. Otrora patrimonio exclusivo de la psicología y la antropología, lo subjetivo y lo cultural permean hoy los estudios políticos, sociológicos, históricos, literarios y comunicacionales, además de ser definitorios en campos como los estudios de género y en los cultural studies. Desde las pespectivas semióticas de la cultura (GEERTZ, 1992; BOURDIEU, 1980 y 1988), la producción de sentido y el universo simbólico no son fenómenos marginales de la vida social sino dimensiones que atraviesan transversalmente todos sus órdenes: la cultura está en la política, las relaciones sociales, la sexualidad, la religión, el arte, la vida cotidiana e incluso en las prácticas económicas. La cultura vehiculiza y legitima el poder, posibilita los vínculos, orienta las prácticas y los conflictos que atraviesan toda colectividad; expresada en lenguajes y saberes compartidos, cristalizada en mitos y rituales, incorporada en los artefactos, las prácticas y los hábitos sociales, la cultura es considerada hoy, más que una temática, un ángulo desde el cual se puede abordar el conjunto de la sociedad. Esta importancia estratégica de la cultura en el análisis social se ha enriquecido por numerosos estudios y conceptualizaciones provenientes de diferentes disciplinas y campos de estudio, Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 cuyo abordaje supera los límites de este artículo2. Bástenos señalar que corrientes como el interaccionismo simbólico (Blumer, Goffman, Garfinkel), el construccionismo social (Elías, Bourdieu) y la teoría de la estructuración (Giddens) son cada vez más influyentes en la investigación sociológica; que en los estudios políticos y sobre la democracia cobran relevancia los estudios de cultura política y subjetividad (Lechner, Guinsberg, 1999); que en historia, la tradición marxista inglesa (Hobsbawm, Thompson, Rudé) y la actual generación de la Escuela de los Annales (Vovelle, Le Goff, Aries, Chartier) han dado un lugar central a la cultura en sus estudios, así como en los estudios actuales sobre comunicación en América Latina (García Canclini, Martín Barbero, Brunner); que en estudios sobre género, sobre juventud, identidades y luchas étnicas y relaciones interculturales, la cultura es imprescindible. Dentro de la Educación Popular, esta importancia de lo cultural en el análisis social, ha permitido complejizar su lectura crítica de la sociedad, en particular sus ideas sobre la política, el cambio y los actores sociales. En cuanto a la política ya no se le ve como una instancia delimitada a las instituciones y aparatos estatales y partidistas, sino como 2 Un libro reciente, “Pensar las ciencias sociales. Reflexiones desde la cultura” coordinado por Rossana Reguillo y Raúl Fuentes (Iteso, Guadalajara, 1999) presenta un panorama sobre la centralidad de lo cultural en los estudios sociales en América Latina. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 una forma de dominación que permea todas las relaciones sociales a través de la cultural; de este modo hacer política alternativa, más que acumular fuerza para una eventual “toma de poder” o centrarse sólo en “incidir en las políticas públicas”, pasa por el reconocimiento, de construcción y superación de las relaciones y prácticas de dominación y exclusión que se dan en los diferentes espacios sociales y culturales donde actuamos. La idea de sujetos de cambio y el modo de realizarlo también se ven afectadas; si reconocemos que las luchas, las resistencias, las organizaciones y movimientos alternativos no se constituyen solamente por factores objetivos (pobreza, desempleo, exclusión política...) sino también por procesos subjetivos (emociones, convicciones, creencias compartidas, valores, utopías...) y que no sólo son representados por la razón y las ideologías sino también por los sentimientos y el cuerpo, no habría que magnificar un único sujeto de cambio que universalice todas las demandas y anhelos colectivos, ni creer que sólo mediante la “concientización” se generan las solidaridades, los compromisos y las místicas emancipatorias. Además, si recordamos que las experiencias organizativas y las movilizaciones populares son creadoras de nuevas subjetividades, el trabajo educativo debe posibilitar su reconocimiento crítico y lúdico y su potenciación. Ello no debe verse como fragmentación que debilita la unidad o las luchas, sino afirmación y conjunción de diferencias y utopías que no restan sino suman. Así mismo, la Educación Popular debe apoyar los procesos de construcción de identidad colectiva y de cultura institucional; el reconocimiento del quiénes somos y el qué queremos a nivel individual y colectivo, así como de identificación y abordaje de las simbologías, las ritualidades, las diferencias y las asimetrías culturales que atraviesan los grupos y organizaciones, también deben ser objeto de los “análisis de realidad” tan frecuentes en la Educación Popular. 2.2. Lo educativo y lo pedagógico La manera de ver la educación y el trabajo pedagógico también se ven afectados por esta relevancia de la perspectiva cultural en los análisis sociales. Los proyectos educativos se asumen como espacios intersubjetivos, como “iniciativas institucionales que organizan situaciones comunicativas relacionando educadores y educandos en torno a tareas y tiempos específicos” (MARTINIC, 1995: 13); por tanto, el ámbito de intervención de la EDUCACIÓN POPULAR es el simbólico: las representaciones e imaginarios que poseen las personas para dar sentido y orientar sus prácticas. El logro de los propósitos políticos y culturales de la EDUCACIÓN POPULAR pasa necesariamente por el cambio de las representaciones sociales de educandos y educadores, dado que estas (Moscovisci, 1976) son interpretaciones que gobiernan el mundo cotidiano, produciendo y reproduciendo creencias, normas y saberes legítimamente aceptados por individuos y colectivos. Así, la Educación Popular misma amplía su campo de acción más allá de la concientización, al ensancharse a otras esferas como las creencias, sensibilidades, identificaciones y emotividades que dan cohesión los colectivos sociales y sentido a sus prácticas; estas dimensiones subjetivas pueden tener mayor capacidad para transformar las microestructuras cotidianas y locales opresivas que la sola argumentación desde la razón analítica, tal como el vivenciar y hacer reflexivas otros modos de ser y relacionarse. En cuanto a los contenidos de la Educación Popular, las relaciones de género, las sensibilidades y los sentidos de vida, así como otras dimensiones instituyentes de subjetividad, pueden ser asumidas como tema transversal de sus programas. Para ello, la distinción que hacen algunos autores (MAGENDZO, 1996) entre currículo manifiesto, currículo oculto y currículo nulo, pueden ser de gran ayuda; entendido el currículo como lo que realmente aprende el educando a su paso por una experiencia educativa, más allá de lo previsto por la institución (curriculum manifiesto), involucra las relaciones y pautas culturales que vive en la institución (currículo oculto y también lo que deja fuera, lo no nombrado o invisibilizado (currículo nulo). A nivel metodológico y didáctico, la Educación Popular ha incorporado propuestas como el diálogo de saberes (Martinic), la negociación cultural (Mariño) y el deconstructivismo crítico (Mejía), alimentadas por aportes provenientes de la antropología y la sociología del conocimiento, la psicología cognitiva, la epistemología y las pedagogías críticas. Al poner el acento en las condiciones culturales, sicológicas y de poder que posibilitan el aprendizaje, las nuevas búsquedas permiten, por un lado, el reconocimiento de las situaciones y saberes previos de los sujetos, y por el otro, la conflictuación, cuestionamiento o de construcción de aquellas condiciones, relaciones y modos de pensar que obstaculizan la comprensión crítica del mundo y la emergencia de lo inédito, lo posible, en fin de la utopía. Las llamadas pedagogías del diálogo, negociación o interacción cultural, han aportado algunos criterios metodológicos que reivindican y potencian la dimensión subjetiva y que pueden aportar a la construcción de una pedagogía popular, como las siguientes (MARIÑO, 1996 y 2000): 1. Toda práctica educativa es un proceso intersubjetivo, comunicativo y por tanto productor de sentido; en ella entran en juego saberes, creencias, valores, representaciones e imaginarios que son reproducidos, recreados o transformados en la interacción entre educador y educandos, ya sea en contexto escolarizados o no. 2. Reconocer los saberes y modos de saber diferentes de los sujetos educativos, los cuales van más allá de la dicotomía saber popular-saber científico y están inmersos en los entramados de significación de sus ámbitos culturales; así mismo, dentro de cada individuo pueden coexistir modos de pensar diferentes, según las esferas y dominios de acción en que se desenvuelven (por ejemplo, pensamiento analítico formal e inteligencia emocional). 3. Admitir que las redes de significación previas al proceso educativo son limitadas y que deben ensancharse y complejizarse al ser conflictuadas por experiencias, cuestionamientos y nuevas situaciones de aprendizaje: aprendemos desde lo que sabemos (conocimientos y cultura previos) pero también en contra lo que sabemos. 4. El aprendizaje y por tanto la educación son experiencias colectivas, así opere en procesos psicológicos individuales; aprendemos de y con otros: conversando, discutiendo, confrontando, negociando. Las representaciones, nociones, conceptos, valores y actitudes que tenemos sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre el mundo han sido construidos socialmente y su cambio sólo es posible en ambientes colectivos. 5 El aprendizaje es práctico y reflexivo. Aprendemos haciendo y reflexionando sobre lo que hacemos; pero este “hacer” no sólo es empírico sino también mental, lógico y esa “reflexividad” no sólo se realiza desde la lógica racional analítica, sino desde toda la densidad de la cultura y la subjetividad de la que estamos constituidos. Aprendemos desde la razón, pero también desde el afecto, la intuición, el deseo, etc Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Finalmente, estas pedagogías permiten reconocer las identidades singulares o comunes en juego, propiciando el compartir sus biografías personales, generando experiencias que pongan en evidencia nuestros miedos, anhelos, sueños y deseos, y permitiendo construir en común proyectos y utopías que afiancen la identidad individual y colectiva. Ello posibilita la capacidad de definición de intereses propios y el despliegue de prácticas dotadas de sentido y de poder (ZEMELMAN, 1995). GUATTARI, Felix. Caosmosis. Buenos Aires: Ursula, 1997. 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Pinilla Díaz Investigador Universidad Pedagógica Nacional Hay que mantener la capacidad de espanto o sorpresa en una sociedad cuando la novedad se transforma en rutina. Hay que mantener la capacidad de indignación cuando la brutalidad y la violencia están trivializadas. Hay que preservar la capacidad del inconformismo cuando la posibilidad de fracaso es tan alta. Boaventura de Sousa Santos (Entrevista. U. N. Periódico, no. 10, mayo 14 de 2000). Uno de los temas de gran interés en la investigación actual sobre la historia de la educación, es la relación que se teje entre los procesos educativos y la Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 construcción de proyectos de nación, de Estado, de ciudadanía, de identidad nacional, etc. De manera general hemos aceptado que la educación, entendi- da como un fenómeno socio-cultural amplio, aporta elementos de gran importancia para la configuración de una cultura política específica y que a través de ella las diferentes élites políticas nacionales han propuesto idearios de Estado, nación y ciudadanía. En este sentido, el objetivo del presente artículo es mostrar la forma en que las élites políticas tradicionales (eclesiásticas y civiles) formularon roles sociales y modelos de ciudadanía a través de la educación en el período de 1946-1953, para lo cual nos detendremos en un análisis de las propuestas hechas sobre la función social de tres actores: maestros, jóvenes y mujeres. La grave crisis política y social de Colombia, que llegó a uno de sus puntos más álgidos en la década del 40, hizo pensar a los dirigentes nacionales en la necesidad de brindar a las clases populares una oportunidad de ascenso social y beneficio económico con el fin de atenuar los conflictos sociales del momento. Así, el acceso a la educación se amplió, por lo menos en su nivel de primaria, con el fin de consolidar la imagen de la igualdad de oportunidades para todos, imagen que serviría para sustentar el proceso de formación de ciudadanos en la escuela. Para Martha Cecilia Herrera, ... el ideal de formación se debatió entre la imagen de un ciudadano forjado desde una óptica civilista que colocaba el énfasis en los deberes y obligaciones para con la sociedad y el Estado, y la imagen de un ciudadano que estaba atravesado por el credo religioso como hilo conductor de la trama de la nacionalidad. Esta segunda imagen fue defendida, con diferentes matices, por buena parte de intelectuales, unos de ellos por posiciones tácticas, al querer evitar conflictos con la jerarquía eclesiástica, otros por estar convencidos de que los lazos de la morali- dad y de la ética debían continuar siendo tejidos desde la tradición católica y cristiana1. En este contexto, una de las funciones de la escuela fue la formación de ciudadanos que estuviesen capacitados para desenvolverse en una sociedad marcada por tensiones políticas y económicas muy fuertes. En este sentido, el proyecto de ciudadanía se ligó a la consolidación de una cultura política civilista que permitiese el reconocimiento del adversario político y respetase a las instituciones del gobierno civil y moral (Estado e iglesia). Dentro del proyecto civilizador de la educación, propuesto por el gobierno conservador a mediados del siglo XX, una estrategia clave fue el reconocimiento del catolicismo como fuente de la nacionalidad colombiana, lo cual condujo a que la educación de buenos ciudadanos se asimilara a la formación de buenos cristianos. Además del respeto por la ley y el orden, la educación debería contribuir al fortalecimiento de los valores del catolicismo en aras de que éstos le permitieran luchar contra toda doctrina ajena a la profesada por la iglesia católica y, por ende, contraria a la nacionalidad colombiana. En este ambiente político cultural, la formación ciudadana no estuvo exenta de las influencias de la doctrina católica. El reconocimiento que hizo el partido conservador sobre el carácter 1 Herrera C., Martha Cecilia. Modernización y Escuela Nueva en Colombia, Bogotá: Plaza & Janes, 1999, p. 111. católico de la nación y la nacionalidad colombiana, valieron para que desde la iglesia, con el aval y respaldo del gobierno, se sugiriesen cuáles eran los roles sociales y políticos que debían cumplir los sujetos ligados directamente al campo educativo. A continuación se mostraran tres casos específicos de modelos de sujetos sociales diseñados por la iglesia y el partido de gobierno en la coyuntura de mediados del siglo XX, a saber: los maestros, los jóvenes y las mujeres. La labor apostólica del magisterio Uno de los factores centrales en la definición del sujeto maestro fue el control ejercido por la iglesia católica en cuanto a los valores que deberían constituir la profesión del magisterio y el control ejercido por el Estado sobre los maestros. Claro ejemplo de este control fue la utilización de las Fichas de Maestros, a través de las que se hizo una clasificación de los docentes del país, Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 atendiendo a cuatro variables: condiciones personales, condiciones administrativas, condiciones docentes y técnicas de enseñanza. El control ejercido por el Estado sobre el magisterio nacional fue creciente. A través del decreto 642 de 1949 se reglamentó y aumentó la inspección escolar en todos los grados de la enseñanza, con el fin de que los inspectores se cercioraran “de sí los maestros y profesores están empleando la enseñanza como medio para realizar la educación integral o simplemente una labor instructiva”2. se consideraba como un negador de la espiritualidad del hombre y de la legitimidad de dios. Frente a este modelo de maestro, el partido conservador y la iglesia propusieron un maestro de carácter apostólico, que estuviese acorde con sus intereses de controlar la educación: Durante una buena parte de los 16 años del pasado régimen, hubo locura de importación de sistemas pedagógicos, tal vez con el deseo de renovar los viejos, pero con tan malos resultados que los apóstoles de las nuevas ideas convirtieron nuestros establecimientos educacionales en escuelas de ensayo, con inmensos perjuicios para la niñez a causa del natural despilfarro educativo que tenían que producir tales tanteos (...) Un buen día la escuela del doctor Decroly fue implantada como el modelo de los modelos pedagógicos. Pero el fracaso fue absoluto y no podía suceder de otra manera ya que el inventor de esta nueva escuela, antes que maestro, era médico escolar en Bruselas, quien con el deseo de poner en práctica sus ideas pedagógicas organizó un colegio para ANORMALES, dudando siempre del éxito en la aplicación de sus procedimientos 4 . Este aumento del control social de los maestros se sustentó en la consideración de éstos como menores de edad. Por tal razón, el maestro se miró como un sujeto al que era necesario indicarle qué debía y no debía hacer, tanto en el ejercicio de su profesión como en su propia vida privada. En este sentido, es difícil establecer los límites existentes entre la esfera privada de la vida del maestro y su accionar como sujeto público. Dentro de la formación ciudadana de los maestros, el partido de gobierno, orientado por la doctrina de la iglesia, inició un fuerte ataque contra el maestro educado en las ciencias humanistas durante la década del 303, al cual 2 Decreto 642 de marzo 10 de 1949. Para ratificar este hecho baste recordar que la Escuela Normal Superior fue víctima de los ataques del conservatismo y la iglesia a mediados de siglo: su desmonte tuvo lugar en 1951, por considerar que la formación humanística difundida por la Escuela Normal atentaba contra el orden político de la sociedad colombiana pues promovía la doctrina comunista. 3 Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Igualmente, en el sentido en que se criticó a los docentes formados en los métodos de la escuela activa, considerándolos como materialistas y negadores del alma y la espiritualidad humana, la iglesia emprendió una fuerte lucha contra la posible influencia del marxismo en la formación del magisterio nacional. Este ataque de la iglesia llegó a tal punto que en sus órganos de divulgación denunciaba a algunos docentes 4 “Escuelas de ensayo”, en El Siglo, septiembre 22 de 1946, editorial. por considerarlos comunistas y traidores de los valores morales de la nación. Claro ejemplo de ello fue la denuncia pública que se hizo en la 9a. Asamblea General de Colegios Católicos, del 27 al 30 de julio de 1949, en contra de los “profesores comunistas” de la Universidad Nacional, dentro de los que se nombraron a: Gerardo Molina, Antonio García, Luis Eduardo Nieto Arteta, Restrepo Piedrahita, Francisco Socarrás, Carlos Pareja, Andrés Soriano, Diego Montaña Cuellar, Danilo Cruz, Juan F. Mujica y Rafael Carrillo5. El ataque contra la formación humanista del maestro estaba acompañado por la obligación de que éste se convirtiese en un acérrimo defensor del catolicismo, tarea en la cual, en primera instancia, se hacía necesario que divulgara ampliamente la doctrina cristiana. En este sentido se anotó que, ¿Quiénes pueden salvar la humanidad futura del peligro comunista, del Estado absolutista, totalitarista? ¿Quiénes formar ese mundo mejor, donde se reconozcan los derechos y podamos disfrutar de ellos? Los educadores católicos; pero educadores que metan las verdades religiosas en la mente, y el amor de Dios y del prójimo en el corazón de las futuras generaciones: podremos formar la democracia modelo, si educamos a lo cristiano (...) Somos la sal de la tierra; somos la levadura de la santidad: santifiquemos, eduquemos en cristiano, con proselitismo, con espíritu apostólico; plantemos a Cristo en los corazones de los jóvenes; cerremos filas alrededor de nuestra 5 Revista Javeriana, No. 158, septiembre de 1949, p. 138. para arrastrar a los ánimos juveniles y puros hacia los más altos ideales: salvemos al mundo para la Nueva Era que empieza, que se abre con los contingentes que ahora formamos en las aulas. ¡A formar caracteres cristianos! A preparar Apóstoles que salven al mundo! A inaugurar la Nueva Era con una Nueva Escuela: la Escuela, Fragua de Cristianos de una sola pieza; la Escuela de la personalidad del Cristiano Integral que salvará al mundo, que fabricará un mundo mejor7 . enseña, la cruz del Redentor: otras banderas son incapaces de implantar la democracia que salva6. Es claro, entonces, que la labor del magisterio era considerada como una profesión terrenal, pero con una vocación apostólica destinada a formar en la mente del niño la idea de Cristo y de salvación, es decir, que junto a la promoción de la enseñanza cristiana el maestro tenía la obligación de convertirse en un soldado defensor de la bandera y la cruz de Cristo, símbolos en torno a las cuales el maestro debía cerrar filas. Al asimilar la iconografía política con la religiosa (bandera de la democracia con bandera de la cristiandad) se promovía, entonces, que la labor del magisterio conduciría a la instauración de un modelo político verdaderamente democrático en el cual los derechos de los individuos fuesen reconocidos y respetados. Pero ¿hasta dónde el ideal de lo cristiano podía ayudar a superar la aguda crisis política y social por la que atravesaba el país? La iglesia, al señalar una labor apostólica para el profesorado intentaba ponerlo por encima de los conflictos partidistas pero, de otro lado, los mismos discursos de la jerarquía católica estaban imbuidos de la lógica del conflicto, lógica de la que se pretendieron apartar en sus discursos. Así mismo, pontificando la labor del magisterio y dándole un carácter apostólico, se buscaba formar en los jóvenes una actitud combativa en favor del cristianismo. Ellos, a semejanza de sus maestros, deberían convertirse en discípulos de fe que divulgaran la doctrina cristiana: El legado de la Constitución de 1886, en la cual lo religioso permeaba todos los campos de la sociedad, fue apropiado por el mismo Ministerio de Educación a mediados del siglo XX, entidad que promovió la necesidad de la formación religiosa católica en las instituciones encargadas de la formación del magisterio. En el informe de la sección normalista al Ministerio de Educación en 1949, encontramos lo siguiente: Se ha venido subestimando la concepción espiritualista de la vida y esta posición no ha tenido simplemente una irradiación teórica, sino que sus consecuencias en la conducta humana no dejan de ejercer sus nefastas consecuencias. La interpretación puramente materialista de la vida, la superestimación de los valores económicos de la historia, el determinismo histórico y geográfico, las teorías evolucionistas y el relativismo de la doctrina moral, labran hondos surcos en la conciencia de los nuevos maestros. Y qué vehículo tan prodigioso de adoctrinamiento y perversión de las mentes infantiles si se dejara prosperar la 7 6 “Cerrar filas bajo la bandera de la cruz”, Revista Interamericana de Educación, nos. 22-23, marzo-abril de 1949, p. 68. Educadores católicos: a educar en Cristiano; a sacar de las verdades de la fe los encantos y energías “La pedagogía de la era que empieza”, Revista Interamericana de Educación, nos. 40-43, septiembre-diciembre de 1950, p. 260. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 peligrosa propaganda desde los claustros normalistas8. Las argumentaciones de la iglesia y el partido de gobierno en torno a la necesidad de formar dentro de los preceptos del catolicismo a los maestros sirvieron para sustentar que aquellos docentes que no estuviesen en correspondencia con la tradición civilista y religiosa del país y, por ende, que fuesen en contra de los intereses de la patria, serían desvinculados de la profesión. Con respecto a ello, encontramos lo siguiente en el informe del Ministerio en 1951: ¡El Maestro! He aquí el gran problema nacional. Necesitamos formarlo, no con exóticos sistemas sino a imagen y semejanza de nuestro pueblo, del cual debe ser su producto de selección más puro. Colombia ofrece, como ninguna otra región del hemisferio, especiales características. Si un positivista como Taine hubiera estudiado nuestra historia, habría explicado fácilmente, a través de la interpretación del estudio de la raza, del medio ambiente y del proceso histórico, los rasgos fundamentales del pueblo colombiano: su aguda sensibilidad estética, su sentido romántico de la vida, su fidelidad a los elementos constitutivos de la nacionalidad, sus intransigentes y cristianas costumbres9. En la anterior argumentación del Ministerio de Educación Nacional es importante destacar cómo a pesar que desde el mismo gobierno se hiciese un llamado a la tolerancia y a la resolución cívica de los conflictos, por otro lado se expresaba que uno de los rasgos fundamentales del pueblo colombiano eran sus intransigentes y cristianas costumbres, es decir, que si en materia política y social se promovió desde el discurso del gobierno la vuelta a los valores pacíficos y civilistas de los colombianos, en asuntos religiosos no era posible ninguna negociación. Este hecho contribuyó a que a través de la escuela confesional se fortalecieran imaginarios excluyentes acordes con nuestra tradición política antinómica. El papel de la juventud En estrecha relación con la propuesta diseñada para los sujetos maestros, el ideal de educación ciudadana para los jóvenes a mediados de siglo estuvo cruzado por el ideal del buen cristiano. En esta medida la iglesia y el partido de gobierno, hicieron un gran énfasis en la formación en los valores morales del catolicismo, como base de la formación ciudadana, ya que éstos eran los estandartes históricos de la nacionalidad co- lombiana. La formación ciudadana de los jóvenes en la escuela no estaba prevista como una tarea que motivara la participación de los mismos en asuntos públicos o como un punto de partida para democratizar el escenario escolar; la educación ciudadana estaba orientada, principalmente, a fortalecer los valores de la catolicidad a través de los cuales se pudiese sacar al país de la grave situación social por la que estaba atravesando. Igualmente, junto a los valores religiosos era necesario fortalecer un sentido de responsabilidad y compromiso con el trabajo, algo que demandaba la sociedad “moderna”. Esto queda claro cuando se mira la siguiente apreciación hecha en el informe de la sección secundaria al Ministerio de Educación en 1946: Ya podrá verse mañana al obrero y al campesino tomar el libro, la revista o cualquier lectura amena e instructiva, puesto que sabrá leer, sabrá entender, ya que, además de ser un obrero, no lo es común y corriente, sino un ciudadano de trabajo, que lleva en su inteligencia una magnífica base de cultura que le sirve para ponerse en contacto con la intelectualidad general10. La vocación por el trabajo parece ser un elemento en la formación ciudadana de los jóvenes, compartido por todas las fracciones políticas. Si bien entre liberales y conservadores e iglesia, había algunas diferencias en cuanto a los modelos pedagógicos a seguir, los métodos de evaluación y control de los estudian- 8 Informe del MEN al Congreso. Bogotá: Prensas del MEN, 1949, p. 37. 9 Memoria del MEN. Bogotá: Imprenta Nacional, 1951, p. XVIII. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 10 Memoria del Señor Ministro de Educación Nacional al Congreso de 1946. Bogotá: Imprenta Nacional, 1946, p. 77. tes o los contenidos académicos de los pénsumes, el ideal de fortalecer la actitud del trabajo en el estudiante fue un elemento compartido por los tres sectores señalados. Se proponía, entonces, que además de facilitar la incursión del país en el camino del progreso, el trabajo aseguraba que las mentes y los esfuerzos de los jóvenes se orientaran a fines nobles para la sociedad, alejándolos de la violencia partidista. Otro elemento importante del proceso de educación ciudadana de la juventud, lo constituye el énfasis que el partido conservador y la iglesia hicieron sobre el respeto por el orden y las leyes, los valores católicos y el amor a la patria manifestado en la conservación de las tradiciones y la veneración a los símbolos patrios. En esta perspectiva se anotó desde el Ministerio de Educación que, ... no basta, para que la educación cívica llegue a tener la trascendencia e importancia que está llamada a alcanzar, que se enriquezca y se modernice su contenido con estas nuevas materias. Es también menester intensificar y acendrar, por medio de ella, ciertos sentimientos de amplio valor espiritual, sin los cuales no se concibe un ciudadano respetable: el amor a la conservación de sus tradiciones y la exaltación de sus símbolos (...) Dentro de este orden de ideas el Ministerio ha considerado conveniente crear en las escuelas la institución de la bandera y estimular el culto sistemático por las grandes efemérides nacionales11. Otra estrategia para la formación de ciudadanos en la escuela fue el uso y orientación de la asignatura de historia en los planteles educativos. El binomio compuesto por historia patria/ciudadanía ocupó un lugar importante en el proceso civilizador junto con la formación cristiana. La enseñanza de la historia, como cohesionadora de la identidad nacional, en tanto que referente del pasado y de la tradición civilista colombiana, debió pasar por un cuidadoso examen para su desarrollo en las escuelas, así: “los profesores de historia serán escogidos cuidadosamente entre los más reputados por su versación en la materia, por su cultura general, por su mentalidad superior a las preocupaciones partidistas, por su habilidad pedagógica y por su intachable conducta ciudadana”12. Vemos como se pretende hacer de la labor del maestro una labor neutral políticamente y convertir la vida del mismo en un ejemplo (¡apostólico!) para los estudiantes. Obviamente, la intachable conducta ciudadana era medida de acuerdo a los criterios definidos y expuestos por las élites civiles y eclesiásticas y no por un consenso social en torno a cual debería ser la función del magisterio. En octubre de 1948, siendo Ministro de Educación Fabio Lozano y Lozano, se emitió otro decreto relacionado con la enseñanza de la historia, en el cual se hizo especial énfasis en la necesidad de ilustrar a los estudiantes tanto en los mitos propios de nuestra historia patria como en la vida de nuestros “grandes hombres”, antes que en hitos y eventos de la historia universal. El programa preparatorio, en cuanto a la Historia Patria, será el que actualmente rige y contempla una visión panorámica de todas las etapas de nuestra historia. El Departamento de Educación Secundaria procederá a elaborar el programa de Historia Patria para el primer año de Bachillerato. Tal programa se concretará al estudio de la República, con la profundidad que el desarrollo mental de los alumnos lo permita. El programa de Historia Patria para el 4º año, que igualmente será elaborado por el Departamento de Educación Secundaria, se contraerá a los hechos más salientes de nuestra historia, en todos sus períodos, y al estudio de las biografías de nuestros próceres y estadistas más notables 13. Junto al respeto por las tradiciones y al culto por las efemérides nacionales, los símbolos patrios y la enseñanza de la historia heroica, el conservatismo insistió en que era necesario fortalecer un espíritu cívico en los estudiantes, espíritu que debería consolidarse a partir de la enseñanza de la ética, campo que no había sido muy difundido en los planes de enseñanza de los gobiernos anteriores, pero que resultaba de vital importancia a la hora de mediar todas las relaciones sociales que se dan en determinado grupo. Sobre este problema de la ética se anotó que, Lo que los estudiantes necesitan –porque lo están necesitando no 13 11 Memoria del MEN al Congreso de 1947. Bogotá: Prensas de la Universidad Nacional, 1947, p. 28. 12 Artículo 3o. Decreto 2388 de 1948. (La cursiva es mía). Ibídem. Decreto 3408 de 1948. Tomado de: Educación Colombiana. Bogotá: Ministerio de Educación Nacional, 1959. (Disposiciones orgánicas y reglamentarias de la Educación Nacional, 1903 a 1958), p. 453. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 pocos de los hombres de la nación– es un conocimiento y una práctica de la ética (...). Ética que demarque claramente los linderos de los negocios; ética para comportarse en sociedad, para servir adecuadamente al país, para cumplir los compromisos con la familia, para ajustarse a los preceptos religiosos. En suma, para evitar que una crisis moral, que por tiempo se manifiesta en la vida de las naciones, se convierta en patrón permanente de la nacionalidad14. Para la jerarquía eclesiástica resultó igualmente importante el compromiso social de la educación en su proyecto de formación de nuevos ciudadanos, compromiso que se tradujo en planes de asistencia social ejecutados por los estudiantes de los colegios católicos, planes que eran de carácter obligatorio. Severo Velásquez, presidente de la Confederación Nacional de Colegios Privados Católicos en 1946, anotó al respecto lo siguiente: doctrina, la cual salvará las inteligencias de la clase elevada y media, y la preservará de estos errores; los Colegios Católicos son los mejor preparados para formar apóstoles sociales que vayan al pueblo a enseñarlo y a organizarlo; los Colegios Católicos pueden igualmente emprender obras en favor de la clase obrera (...) Las personas de selección, como son los alumnos de segunda enseñanza, tienen deberes sociales para con la sociedad y para sus conciudadanos. La Iglesia exige que sus juventudes más ilustradas ejerzan el apostolado seglar en casos como el presente en ministerio de preservación y salvación, ya por apostolado individual, ya colectivo. Individual, con sus compañeros o con eso otro joven obrero de su misma edad, que corre peligro o que ya está pervertido: ellos pueden ser el núcleo de una célula de democracia cristiana, como lo usan los comunistas para propagar sus perversas doctrinas. Apostolado colectivo, ayudando en obras católicas ya establecidas en favor de los obreros15. Vemos como en el ideal de formación ciudadana propuesto por la iglesia, hay una gran diferenciación: por un lado, los jóvenes de colegios católicos (generalmente de estratos económicos altos) deberían consolidarse como apóstoles sociales que, divulgando la doctrina de la iglesia, recompusieran la sociedad y salvaran de la perversión a los niños de las clases populares; por otro lado, estos últimos, como los destinatarios de la doctrina social de la iglesia, quienes deberían ser sacados de la oscuri- dad y recuperados como posibles células de la democracia cristiana. Sin embargo, en las entrelíneas de este discurso sobre la responsabilidad de la educación en el proceso de democratización de la sociedad se escondía una intencionalidad política de formación ciudadana que diferenciara la de los jóvenes de las clases altas y los de las clases populares. Desde mediados del siglo XX el proceso de privatización de la educación (en todos sus niveles) ha sido creciente en el país. El gobierno nacional del período conservador abandonó, en gran medida, el proceso de financiación de la educación y dejó que éste empezara a ser absorbido por el sector privado. En esta perspectiva la separación entre una educación de élite y una educación popular continuó acentuándose. Según las élites nacionales de mediados del siglo XX, sobre los jóvenes de las clases populares era necesario fortalecer los procesos formativos tendientes a consolidar el ideal de la democracia colombiana. En este sentido el Ministerio anotó que, Uno de los urgentes imperativos de la escuela, el colegio y la universidad en Colombia, debe ser el de formar ciudadanos debidamente ilustrados en el cumplimiento de sus obligaciones cívicas a fin de que cada cual participe con criterio claro en el engrandecimiento de la sociedad democrática en que vivimos. El futuro del país depende en buena parte del empeño con que la educación colombiana trate de formar ciudadanos con plena conciencia de sus responsabilidades 16. Los Colegios Católicos están llamados especialmente a dar esta 14 “Perspectivas educacionales”, en El Siglo, 2 de abril de 1951, editorial. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 15 Velásquez, Severo. Palabras a los docentes. Revista Interamericana de Educación, no. 6, julio-septiembre de 1946, p. 283. 16 Informe del MEN al Congreso. Bogotá: Prensas del MEN, 1949, p. 29. En esta perspectiva, para la iglesia católica, era necesario disponer de mecanismos de control, vigilancia y castigo que asegurasen que los niños y jóvenes obedecerían tanto a los docentes como, posteriormente, a los dirigentes del país. La obediencia se constituyó en un factor clave para la formación ciudadana, por cuanto ésta aseguraría el orden y la estabilidad del régimen político cuando los estudiantes salieran de la escuela. Así, la iglesia, de cierta forma, regresaba a su ideal disciplinario expuesto por la escuela tradicional a finales del siglo XIX y principios del XX. Para el ya citado sacerdote jesuita, Jesús Fernández, El no usar del castigo en las Escuelas Nuevas, es más bien reprensible que laudable. Lo usa Dios con los hombres que delinquen, lo usan las sociedades, no sólo como justicia vindicativa, sino como medio de rehabilitación y correctivo. El usarlo fuera de la necesidad es de malos educadores. Pero emplearlo parcamente cuando la razón no opera en la razón del delincuente es pedagógico, como lo prueba el texto citado en la Escritura. El condenar las cárceles para los delincuentes y el castigo para los niños díscolos es propio de demagogos populares o escolares que buscan popularidad por este medio17. La defensa del catolicismo como baluarte de la nacionalidad colombiana, sirvió a la iglesia para justificar su crítica y alejamiento de la educación pública y estatal, sector al que se satanizó por considerarlo procomunista y antinacional. Con respecto a ello se anotó que “cada niño que en vez de ingresar a una escuela laica, entre a una escuela católica; cada joven que en vez de matricularse en el colegio laico o en la universidad laica, dé su nombre al colegio católico, a la universidad católica, es un alma que se libra de las garras del seductor disfrazado”18. La educación promulgada por la iglesia católica contribuyó a que nuestra juventud se formara en una idea polarizada de la sociedad (entre buenos y malos) y, por ende, favoreció la reproducción de un modelo de cultura política en el que la única forma de defensa de lo propio era la eliminación del otro. Control sobre la formación de la mujer Para el caso de la mujer podemos anotar que en el campo educativo ella no contó con los mismos derechos que los hombres. El total de egresados en educación superior para 1938 fue de 6 mujeres y 278 hombres, en 1944 402 y 11, en 1948 740 y 74 y en 1950 737 y 128, respectivamente. En cuanto a la formación impartida a las mujeres se hizo énfasis en facultarlas para el ejercicio de las labores domésticas y mantenimiento del hogar. Por ejemplo en la reforma educativa de 1946 se Diversifica la enseñanza secundaria masculina de la femenina, estableciendo para la segunda cursos obligatorios de Economía Doméstica, Culinaria, Puericultura y obras manuales propias para la Fernández, Jesús M., S.J., “Escuela tradicional y escuela nueva”, op. cit., p. 306. Al año siguiente de esta reforma, se crearon las Escuelas de Artesanías e Institutos Politécnicos Complementarios para Señoritas, con el fin de dar mayor énfasis a la enseñanza de las labores domésticas, a través de la ley 56, en la cual se anotó lo siguiente: “Créanse en cada Departamento un Instituto Politécnico Complementario, para Señoritas, con sede en el municipio que determine el Gobierno. El plan de estudio de estos Institutos comprenderá: modistería, bordado, repujado en cuero, floristería tapetes, sombrerería, juguetería, tejidos, decoración, pintura, etc.”20. Esta visión de la mujer como hacedora del hogar alejada de la esfera de lo político, fue compartida tanto por conservadores como por liberales. A pesar de que corrientemente se ha considerado al liberalismo como un partido más de avanzada que el conservatismo en materia educativa, los informes del Ministro de Educación en 1946, cuestionan tal afirmación. Para el sector mayoritario de la élite del liberalismo, extender la educación de 19 18 17 mujer, con dos horas semanales, durante los cinco últimos años (...) El plan vigente no permite darles a las niñas preparación para el hogar, sin un gran recargo de horas de clase y asignaturas o sin el recorte de la formación básica y la cultura general que requieren la vida moderna y los estudios universitarios19. Espinosa Polit, Aurelio. “Palabras dirigidas a la Asamblea de Educadores Católicos”. Revista Javeriana, no. 153, abril de 1949, p. 149. Memoria del Señor Ministro de Educación Nacional al Congreso de 1946. Bogotá: Imprenta nacional, 1946, p. XXX. 20 Ley 56 de 1947, artículo 7, Revista Interamericana de Educación, nos. 20-21, enero febrero de 1949, p. 35. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 la mujer más allá de la educación secundaria era atentar contra la familia y, por ende, contra la estructura misma de la sociedad, puesto que se consideraba al hogar como la célula primaria de la sociedad. En las memorias del Ministerio de Educación en este año, se encuentra lo siguiente: Se debe decir que economía doméstica es un programa de vida para la familia, y por su medio para la comunidad. Es por eso por lo que además de darles énfasis a las fases de la cocina y la costura, el programa de Economía Doméstica ofrece entrenamiento en otras fases que son de igual importancia para el individuo. Problemas de vivienda, relaciones de familia, cuidado del enfermo, higiene y arreglo personal, cultivo del huerto, cómo aumentar las entradas del hogar y cómo distribuirlas para solventar las necesidades fundamentales de la familia, problemas de la adolescencia, cuidado del niño, primeros auxilios, arreglo y embellecimiento del hogar, se encuentran dentro de los puntos que reciben consideración en el programa de Economía Doméstica21. La situación sobre la educación de la mujer en las primeras décadas del siglo XX no cambiaría mucho con la llegada del conservatismo al poder. En las consideraciones del Departamento de Educación Femenina (a cargo de Isabel de Uricoechea), reglamentadas por el decreto 3645 de 1947, también se hizo énfasis en un plan de estudios orientado hacia las labores de la familia y el hogar. Veamos: 21 “Informe de la sección de educación femenina al MEN”, en Memoria del Señor Ministro de Educación Nacional al Congreso de 1946. Bogotá: Imprenta nacional, 1946, p. 180. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Artículo 1: A partir del 1 de febrero de 1948 los establecimientos de educación superior femenina dedicarán dos de las horas dedicadas a estudios vocacionales, y de las que en preparatorio y primero se dedican a estudios dirigidos, a aquellas materias indispensables para la completa formación de la mujer. Artículo 2: El pénsum obligatorio será el siguiente: Año Preparatorio: Tejidos. Año Primero: Costura a mano y remiendos. Año Segundo: Nociones de modistería y costura en máquina. Año tercero: Culinaria. Año cuarto: Enfermería. Quinto año: Puericultura. Sexto año: Moral familiar22. Las disposiciones del gobierno nacional en materia de la educación femenina, fueron ampliamente compartidas por la iglesia católica, ya que según esta institución dios había hecho diferentes a hombre y mujeres, otorgándole a cada uno su estatus y sus funciones, por lo tanto asimilar la enseñanza de las mujeres a los métodos y planes educativos de los hombres se constituía en una contradicción de los designios de la naturaleza y los parámetros del catolicismo; “cuando hace poco un ex ministro de Educación Nacional, visitó en uno de sus viajes el Vaticano, Su Santidad el Papa Pío XII, al oír de sus labios el proyecto de la Universidad Femenina en Colombia, declaró con todo entusiasmo: Feliz país el de ustedes que puede llevar a cabo una realización como ésta”23. Es claro como la iglesia no sólo promovió y apoyó la propuesta de diferenciar la educa22 Decreto 3645 de 1947, en Informe del MEN al Congreso. Bogotá: Prensas del MEN, 1949, p. 54. 23 Ibíd., p. 58. ción femenina de la masculina, sino que también diferenció los escenarios sociales en los cuales se debería desenvolver cada sexo. Así, en uno de los órganos de difusión controlados por la jerarquía eclesiástica encontramos lo siguiente: Por eso es por lo que pedimos más educación, menos instrucción, si ésta va a ir en detrimento de la primera, porque vale más un señor con ese título adquirido a fuerza de hacerse estimar, que un doctor que vive solamente encasillado en su ciencia, que no le sirve sino para ganar dinero, pero no amigos; y vale más la señora que es respetada por la grandeza de su dulzura, por los sacrificios de sus abnegaciones, que la bachillera (sic) que trata de deslumbrar en los salones y que se hace ridícula, porque se ha salido del campo glorioso del verdadero, del sano, feminismo24. En los análisis hechos por Magdala Velásquez25 sobre la situación de la mujer a mediados de 24 El Heraldo Católico. 26 de enero de 1952. Editorial. 25 Velásquez, Magdala y Reyes, Catalina. “Proceso histórico y derechos de las mujeres, años 50 y 60”, en Las mujeres en la historia de Colombia. Bogotá: Norma, 1995, tomo 1. siglo, podemos anotar que las diferencias de género se hacían en una doble vía: por un lado, en torno a la exclusión de la mujer de ciertos asuntos sociales y políticos y, por otro, en cuanto al reconocimiento de las diferencias existentes entre hombres y mujeres que facultaban a estas últimas para formar de mejor manera a los jóvenes26. En este último sentido, se asumía que la mujer, por su naturaleza, no exacerbaría las pasiones políticas existentes en esta coyuntura de mediados del siglo XX, además de que su sensibilidad le haría más lúcida para captar y entender la situación y los problemas sociales de las clases populares. Así, se continuaba delimitando el papel de la mujer, con respecto al rol de lo masculino, en nuestra cultura política. Con respecto a la formación de la mujer y su papel en la sociedad, Bernal Jiménez anotó lo siguiente, en el año de 1953: Suponemos que no existe en Colombia un sólo educador o sociólogo serio, que considere un ideal el que todas nuestras mujeres se haga doctoras. Aquello sería la disgregación de la familia y, como consecuencia, de la sociedad. Y sin embargo, tal parece que haya sido el propósito de quienes, en una hora de equivocación, orientaron la educación femenina por rutas idénticas a las del bachillerato masculino universitario. La consecuencia ha sido la de mutilar la preparación específica de la mujer, eliminando de ella una serie de conocimientos indispensables para el cumplimiento pleno de su misión como centro, alma y cabeza del hogar27. Anteriormente vimos cómo dentro de las propuestas de formación para los jóvenes, la capacitación para el trabajo ocupaba un lugar central. En el caso de las mujeres también se vio la necesidad de capacitarlas para que progresivamente se vinculasen al mercado laboral. En este sentido algunos jerarcas de la iglesia católica mostraron la necesidad de facultar en la mujer una vocación para el trabajo productivo: Una adecuada formación de la mujer en orden a conseguir su perfeccionamiento específico de esposa y de madre, requeriría en el Ministerio una sección de educación femenina como la que existe en la actualidad. Dándole una mayor agilidad para organizar sus propios pénsumes, con la máxima independencia de la educación masculina, esta sección debería ocuparse, no sólo de la preparación de la joven para el hogar, sino también para el trabajo adaptado a su sexo y a sus ocupaciones28. Debido a la crítica situación social y económica de las clases populares, las mujeres se vieron obligadas a salir del hogar y vincularse al mundo del trabajo, en sectores que para la iglesia y buena parte de la clase política no eran aptos para la mujer. En este sentido uno de los trabajos que mejor aceptación tuvo por parte de la clase política y la jerarquía eclesiástica fue el de la 27 26 Por esta razón, la década del cincuenta estuvo caracterizada por una creciente feminización del magisterio colombiano. Bernal Jiménez, Rafael. “El problema de la preparación general”, en El Siglo, 16 de marzo de 1953, editorial. 28 Arango, Emilio, S.J., “Al margen de un informe. Reorganización del MEN”, Revista Javeriana, no. 192, marzo de 1953, p. 91. enseñanza. El magisterio siempre fue visto como una labor muy adecuada para el ejercicio laboral de las mujeres. Las mujeres de los sectores populares, por el imperio de la necesidad, rompían la cultura, y las encontramos en nuestra historia laborando, fuera de la tutela de la familia, solteras o casadas, y engrosando el contingente de obreros de la industria (...) Las mujeres de las clases medias, aspirantes a ocupar el estatus de las clases altas, también estaban limitadas en sus posibilidades laborales, Salvo como maestras, no era socialmente bien visto que estas mujeres ocuparan un trabajo remunerado29. A pesar de la marcada diferenciación entre los roles sugeridos para la mujer y los diseñados para el hombre, el proceso de reconocimiento de la mujer como actor político legítimo y válido, y como ciudadana, fue progresivo durante la década del 50. A pesar de que desde el año de 1944 se propuso, por parte del Ministro de Gobierno Alberto Lleras Camargo, que los derechos de ciudadanía se extendieran a las mujeres, propuesta que tuvo muchos contradictores, hombres y mujeres, al interior de las élites de los partidos políticos30, fue sólo hasta el gobierno de Rojas Pinilla en el cual se le dio el derecho al voto a la mujer. 29 Velásquez Toro, Magdala. “Condición jurídica y social de la mujer”, en Nueva Historia de Colombia. Bogotá: Planeta, 1998, tomo IV, p. 33. 30 Dentro de las luchas iniciadas por las mujeres desde la década del 20 por el reconocimiento de sus derechos políticos es importante señalar las siguientes fechas: 1919, celebración de la Asamblea Obrera en la cual el Partido Socialista se comprometió con la causa de las mujeres; 1932, Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Conclusiones En primera instancia anotemos que las propuestas de las élites políticas analizadas en este artículo (partido de gobierno e iglesia) en cuanto a la formación ciudadana, en la coyuntura de mediados del siglo XX, fueron muy cercanas. Así, podemos identificar los siguientes rasgos de esta formación promulgados por la jerarquía eclesiástica y la conservadora: defensa de los valores del catolicismo, entendidos como valores nacionales, respeto por las tradiciones políticas colombianas y, por ende, por el orden político establecido en la coyuntura señalada, reconocimiento del papel de los héroes nacionales y de la simbología patriótica como parte de nuestra nacionalidad y, finalmente, vocación para el trabajo. De otro lado es importante anotar cómo junto a la iconografía religiosa, se colocó a la iconografía patriótica civilista. Así, defender los valores y enseñanzas del catolicismo era defender las valores y estandartes de la nacionalidad colombiana. En este sentido, existía una idea de lo nacional anterior a la conformación del Estado nación colombiano, por reconocimiento de los derechos económicos de la mujer a través de la ley 28; 1937, ingresa de la primera mujer a la Universidad Nacional; 1944, se funda la Unión Femenina de Colombia; 1945, celebración en Bogotá de la Primera Conferencia Nacional Femenina; 1954, creación de la Organización Femenina Nacional (su primera presidente fue Bertha Hernández de Ospina); 1954, reconocimiento del voto femenino (hecho que se debió, en buena parte, a la presión de la OFN; el reconocimiento se hizo a través del acto legislativo no. 3 de la Asamblea Nacional Constituyente); 1957, ejercicio del voto femenino. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 cuanto era la experiencia cristiana y católica la que sustentaba la identidad nacional. En este contexto los roles propuestos para algunos actores relacionados directamente con la educación, y por ende las propuestas de educación ciudadana para los mismos, a pesar de que tuvieron un carácter disímil y diversificado, compartieron algunas similitudes: en primer lugar, a todos los sujetos se les hizo un llamado para la defensa de la cristiandad y los valores del catolicismo en contra de ideas “externas” a la tradición política y religiosa en Colombia; en segundo lugar en todas las propuestas se enunció la necesidad de facultar a los ciudadanos para el trabajo a fin de que accediesen al sector industrial; en tercer lugar, sobre todos los sujetos se crearon mecanismos de control y vigilancia a través de los cuales se pudiera garantizar la eficacia del proceso formativo; finalmente, paralelo a la promoción de una actitud activa en la defensa de los valores católicos, se propuso que los sujetos fueran neutrales, en materia de asuntos políticos, no obstante la cercanía de lo político con lo religioso en esta coyuntura no permitió que dicha neutralidad se alcanzara y, obviamente, que los niveles de conflicto social se redujesen. La configuración de los roles políticos y sociales para maestros, jóvenes y mujeres en esta coyuntura atendió a un minucioso trabajo sobre la conformación de los espacios de socialización política de los sujetos. En este sentido, tanto la iglesia como el partido de gobierno, hicieron evi- dente la necesidad de orientar y controlar la forma en que se estructuraban espacios como el familiar, el laboral y el escolar, con el fin de asegurar que los roles sociales que cumpliesen los sujetos en estos espacios fuesen los que diseñaban las élites nacionales en búsqueda de su propio beneficio económico y político. BIBLIOGRAFÍA HERRERA C., Martha Cecilia. Modernización y Escuela Nueva en Colombia, Bogotá: Plaza & Janes, 1999, p. 111. Revista Javeriana, No. 158, septiembre de 1949, p. 138. “La pedagogía de la era que empieza”, Revista Interamericana de Educación, nos. 40-43, septiembre-diciembre de 1950, p. 260. Informe del MEN al Congreso. Bogotá: Prensas del MEN, 1949, p. 37. Memoria del MEN. Bogotá: Imprenta Nacional, 1951, p. XVIII. Memoria del Señor Ministro de Educación Nacional al Congreso de 1946. Bogotá: Imprenta Nacional, 1946, p. 77. Memoria del MEN al Congreso de 1947. Bogotá: Prensas de la Universidad Nacional, 1947, p. 28. VELÁSQUEZ, Magdala y REYES, Catalina. “Proceso histórico y derechos de las mujeres, años 50 y 60”, en Las mujeres en la historia de Colombia. Bogotá: Norma, 1995, tomo 1. VELÁSQUEZ TORO, Magdala. “Condición jurídica y social de la mujer”, en Nueva Historia de Colombia. Bogotá: Planeta, 1998, tomo IV, p. 33. RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS Y ENSEÑANZAS DE LAS CIENCIAS EPISTEMOLOGÍAS DEL PROFESOR Y ENSEÑANZA DE LAS CIENCIAS: HACIA UN CONCEPTO ADECUADO ACERCA DE LAS EPISTEMOLOGÍAS DE LOS PROFESORES DE FÍSICA Gerardo Andrés Perafán Echeverri Profesor Asociado Universidad Pedagógica Nacional Introducción El Doctorado en Educación. Área Educación en Ciencias, que ofrece la Universidad Pedagógica Nacional, dirige sus esfuerzos, entre otros, a producir conocimiento que permita el mejoramiento de la Educación en Ciencias en nuestro país. Una de las líneas de investigación está dedicada al estudio de los pensamientos, acciones, roles y contextos de los profesores de cienPedagogía y Saberes Nº 15 2000 cias en Colombia. En ese marco, el autor del presente artículo desarrolla una investigación sobre “referentes epistemológicos en profesores de física, relacionados con sus concepciones y prácticas educativas y pedagógicas”. El trabajo alude fundamentalmente a la idea de que cada profesor mantiene unos principios, unas reglas de funcionamiento propias, unos reglamentos y unas referencias espe- cíficas acerca de la naturaleza, las condiciones de validez y la posibilidad del conocimiento. Estos aspectos, a los que denominamos referentes epistemológicos, conforman un tipo de conocimiento “propio” acerca del conocimiento. Ese conocimiento “propio” del profesor puede ser entendido como un eje constitutivo de su visión de mundo y como una mediación fundamental de su acción educativa. En el contexto anterior, deviene pertinente un tipo de investigación educativa que permita comprender e interpretar los referentes epistemológicos de los profesores, con miras a obtener una mayor comprensión acerca de la naturaleza, tipo y función histórica de sus prácticas pedagógicas y educativas específicas. Dicha comprensión esta sujeta a la toma de posición del investigador, o bien por la identificación de una epistemología general que sirva de marco teórico para clasificar y explicar desde ahí el pensamiento del profesor, o bien por la búsqueda de una caracterización propia de dicho pensamiento, que tenga en cuenta los diferentes contextos disciplinares, culturales e incluso personales que lo “determinan”. El desarrollo de la segunda opción requiere preguntarse por la posibilidad, teórica y práctica, de introducir, en el campo de la pedagogía y la didáctica de las ciencias, un concepto particular que delimite la epistemología del profesor como un ámbito propio. Si bien ha de considerarse que ese ámbito se nutre y guarda relación con la historia de las epistemologías clásicas, igual ha de reconocerse que se diferencia de ellas, por referirse de manera específica al pensamiento del profesor y no a la historia de la ciencia. El presente artículo busca poner en discusión precisamente eso: la necesidad de una conceptualización amplia y legítima de lo epistemológico, que no se limite a la búsqueda de condiciones de validación universal para un tipo de conocimiento reconocido como científico. Por el contrario, que permita reconocer de mane- ra rigurosa y diferenciada los referentes específicos que acerca del conocimiento mantienen los profesores de ciencias, en sus contextos particulares. Partimos de reconocer que el concepto de epistemología no es unívoco y que, precisamente, la pluralidad conceptual abre alternativas para pensar en una noción compleja de la epistemología docente, tanto desde el punto de vista de los desarrollos teóricos con los que contamos, como desde el punto de vista de la explicitación e interpretación del conocimiento propio del profesor. De alguna manera hemos llegado a la siguiente convicción: clasificar a los profesores como realistas ingenuos, empiristas o racionalistas, cuando podrían ser todo esto, o algo más, constituye un reduccionismo cultural. Dicho reduccionismo se presenta como obstáculo frente a una empresa que busca reconocer y potenciar pensamientos alternativos, como es el caso de los programas de investigación interpretativa, que en la investigación mencionada asumimos. En el presente artículo, hemos considerado sólo cuatro puntos de vistas que en la actualidad circulan acerca de la concepción de la epistemología, los cuales nos parecen pertinentes al objetivo de plantear una concepción de la epistemología del profesor no reduccionista; a saber: la epistemología compleja, la epistemología freudiana, la epistemología positivista y la epistemología histórica o crítica. Del análisis de estas tendencias hemos inferido una posible complejización del concepto de epistemología del profesor, la cual resulta adecuada a la investigación de sus referentes epistemológicos. 1. Diferentes concepciones sobre la epistemología Como todo concepto el de Epistemología es polisémico. Conviene por lo tanto, para hablar de las relaciones y/o implicaciones de la epistemología del profesor en la enseñanza de la física, presentar de manera general algunas de las concepciones que podemos encontrar en la literatura “filosófica”. Nos limitaremos sobre todo a aquellas que, pensamos, guardan relación con los trabajos que sobre este tema se han desarrollado en el campo de la didáctica de las ciencias. Para ello contamos con la lectura de algunos autores representativos. No esta de más advertir que nuestro intento no pretende presentar un análisis exhaustivo, mucho menos una historia completa, del concepto de epistemología. Nuestro trabajo se limita a Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 explicitar los criterios, que a juicio de algunos autores representativos, se presentan como los más generales e inclusivos, los cuales a la vez diferencian y/o identifican las distintas posiciones sobre lo que podríamos entender por epistemología, cuando nos referimos a la epistemología de los profesores. Este ejercicio preliminar es necesario toda vez que no siempre quienes se refieren al concepto de epistemología del profesor lo hacen de la misma manera, por razones igualmente epistemológicas, como podremos evidenciar en el transcurso del artículo. Por otra parte, porque hemos notado en nuestros trabajos de análisis bibliográfico sobre el tema, que de la naturaleza del concepto de epistemología que mantienen los investigadores depende también el tipo de juicios que se hacen sobre el conocimiento y el pensamiento del profesor, así como la orientación de sus búsquedas. 1.1. Epistemología compleja Tal vez debamos a Edgar Morin el concepto de Epistemología Compleja. Con este término el autor nombra, entre otros, un conjunto de aspectos relacionados con el problema del conocimiento cuyo interés se centra en “respetar los requisitos para la investigación y la verificación propios del conocimiento científico, y los requisitos para la reflexión propuestos por el conocimiento filosófico” (1998: 140). Podríamos afirmar que la epistemología compleja es fundamentalmente una búsqueda de alternativas racionales, no reduccionistas, al problema relacionado con el orden, el desorden y la organización del conocimiento y del mundo. FrenPedagogía y Saberes Nº 15 2000 te a las nociones de orden y desorden, consideradas por la ciencia y la filosofía clásica como principios fundantes de lo real y planteadas tradicionalmente como opuestas y excluyentes, Morin recurre al reconocimiento de las dos como aspectos necesarios de nuestro conocimiento tanto del mundo como del conocimiento. Ni el mundo, ni el conocimiento pueden ser comprendidos como orden o desorden absolutos. Cualquiera de las dos alternativas, cuando se asumen como exclusivas y excluyentes, se convierten en una clara aproximación reduccionista y en una mutilación del pensamiento. Así, como alternativa a la simplificación, a propósito de los anteriores problemas mencionados, Morin introduce el concepto de complejidad, el cual comprende tanto el principio de simplificación como el de complicación, pero no en una síntesis tolalizadora, reduccionista, sino en una tensión que podríamos llamar dinamizadora. Esto le permite plantear a Morin, que en la organización del mundo y del conocimiento la tensión entre orden y desorden esta presente como condición de su dinámica. Por otra parte, el paradigma de la complejidad contempla también otro aspecto que nos interesa resaltar a propósito del anterior planteamiento. Nos referimos a la tensión, históricamente presente, entre las ideas generales (consideradas filosóficas) y los conocimientos especializados del científico. Tradicionalmente, en los debates académicos se oponen estas dos perspectivas, de tal suerte que se evitan las unas a las otras, según se trate de una Facultad de Ciencias o una Facultad de Educación, por ejemplo. Sin embargo, de acuerdo con Morin “las ideas generales no pueden ser eliminadas y terminan por reinar en forma oculta en el mundo especializado (...) Son ideas generales acerca del orden del mundo, acerca de la racionalidad, acerca del determinismo (...) hay ideas generales ocultas en el conocimiento científico mismo. Esto no es ni un mal ni un vicio, por que ellas tienen un rol motor y productor (...) el científico más especializado tiene ideas a cerca de la verdad. Tiene ideas acerca de la relación entre lo racional y lo real. Tiene ideas ontológicas sobre cual es la naturaleza del mundo, sobre la realidad” (Morin, 1998: 142). Este aspecto, de alguna manera, alude al hecho de que el trabajo científico, realizado por los científicos, está mediado por las propias creencias (filosóficas, epistemológicas) que ellos mantienen acerca de la naturaleza del conocimiento y, por supuesto, de los conceptos relacionados. Cada científico y cada comunidad de científicos, mantienen de alguna manera una filosofía implícita que media su trabajo de producción. Si esto es así, para hablar de la epistemología de la ciencia tendríamos que referirnos necesariamente también a esta carga “subjetiva”. Si la producción y validación de los conocimientos científicos es asunto de la comunidad de científicos, como lo advirtiera Kunh (1996), deviene verosímil creer que no son sólo los conocimientos especializados los que reinan el trabajo científico, del hombre de ciencia, sino también sus creencias filosóficas o epistemológicas. Lo anterior implica reconocer que, en el marco de la epistemología compleja, la epistemología de la ciencia no es sólo un sistema filosófico tentativo que determina a priori las reglas de funcionamiento, sino también los reglamentos y valores intrínsecos a la comunidad científica y a cada uno de sus miembros. Es decir, la epistemología de las ciencias es compleja, abarca tanto los saberes especializados como las ideas generales constitutivas del científico y de la comunidad a la que pertenece. Una epistemología compleja debería tener en cuenta, por lo tanto, estos aspectos para evitar la simplificación y la introducción de posibles obstáculos en el desarrollo del conocimiento. Desde el punto de vista de la complejidad no son sólo las ideas claras y distintas las que conforman el corpus científico sino también las zonas de incertidumbre como condición de posibilidad, pues como afirma Morin “la idea de complejidad incluye la imperfección porque incluye la incertidumbre y el reconocimiento de lo irreductible” (Morin, 1982: 143). 1.2. Epistemología freudiana En el texto “Introducción a la epistemología freudiana”, PaulLaurent Assoun (1982) se pregunta si asociar el término epistemología con el nombre de Freud no es “prejuzgar ya sobre lo que está puesto en tela de juicio; a saber: la posibilidad de someter el saber analítico a una investigación que defina sus condiciones de posibilidad, sus principios, sus métodos y sus orígenes” (1982: 9). En la formula- ción de la anterior pregunta se encuentran implicados dos aspectos relativos al sentido del concepto de epistemología. En primer lugar, la pregunta nos recuerda lo que tradicionalmente se ha entendido por epistemología: una intelectualización de los proyectos, un discurso del lado del saber, es decir, la idea de que existe una razón, y sólo una, para un determinado tipo de acciones. Que existe un orden explicativo verdadero que es valido independientemente del tiempo y el lugar. Desde esta perspectiva, definir a priori las condiciones de posibilidad de un discurso es someterlo a la lógica de la formalización. En segundo lugar, la pregunta indica una postura critica del autor respecto a esa forma de entender la epistemología. En este caso el autor se hace eco de quienes plantean que es inadecuado hacer del saber analítico una teoría general sobre algo en particular, el inconsciente, por ejemplo. En el anterior contexto, Assoun (1982) se resiste a la idea de plantear un metalenguaje sobre el psicoanálisis, es decir una epistemología psicoanalítica: un saber a priori que determine la validez de cualquier tipo de trabajo psicoanalítico. Sin embargo, no renuncia a la idea de mostrar una epistemología freudiana y para ello debe reconceptualizar el término epistemología. La recuperación del sentido general de esa epistemología en Assoun, es el asunto que nos ocupa en este momento. El trabajo de Assoun consiste, específicamente, en explicitar una epistemología freudiana y por ello afirma que debemos ob- servar bien que en su texto se habla de “epistemología freudiana y no de epistemología psicoanalítica” (1982: 11). Este giro, a nuestra manera de ver, ocurre porque Assoun se hace eco, de alguna manera, de la epistemología crítica que, como veremos mas adelante, consiste en una práctica que se piensa a sí misma. En efecto, Assoun puntualiza el hecho de que su trabajo busca pensar la práctica (teórica) específica de Freud, para explicitar una epistemología específica subyacente en ella; no pretende plantear una teoría generalizable que determine el trabajo psicoanalítico en general. En este orden afirma que: “no entendemos de ningún modo por epistemología freudiana una epistemología general que tomaría a Freud como argumento, tema o material. Lo que esta en juego no es una epistemología que buscaría en Freud una referencia que luego se trataría de generalizar o de formalizar. Lo que nos interesa es la epistemología rigurosamente indígena e inmanente al itinerario de conocimiento que pertenece a Freud” (1982: 9). Como vemos el giro del trabajo de Assoun, respecto a la epistemología clásica consiste, como lo hemos afirmado ya, en explicitar desde el propio trabajo de Freud las condiciones que hicieron posible su saber específico, sus propias reglas de funcionamiento, sin pretender hacer de esas condiciones especificas un valor universal . Es importante no perder de vista que el principio orientador del tipo de trabajo epistemológico que propone Assoun, radica en un cierto “materialismo” el cual define las condiciones de posiPedagogía y Saberes Nº 15 2000 bilidad de un saber al interior de su proceso de producción y no como datos a priori formalizados por alguna filosofía o teoría general del conocimiento. En efecto, el autor afirma al respecto que: “Freud será nuestra garantía esencial, en la medida en que es su asunto lo que está en juego, él quien forja su epistemología pensando su práctica científica 1 ” (1982: 10). El principio orientador al que nos referimos trata, pues, del reconocimiento de una epistemología local, perteneciente al desarrollo intrínseco del trabajo de producción de los conocimientos y los pensamientos específicos. Lo que nos interesa resaltar es precisamente esto último, la idea de una epistemología que no es la formulación de una teoría general sobre las condiciones de posibilidad de un saber, igualmen1 El subrayado es nuestro. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 te general, sino una epistemología subyacente a un trabajo específico. Trabajo que tiene sus propias condiciones de posibilidad, reglas de funcionamiento propias y sus referencias específicas: “si es verdad que todo saber científico tiene su régimen, debe haber una reflexión sobre las condiciones de posibilidad de tal saber, no forzosamente externa, sino actuando al mismo tiempo que ese saber, en ese saber” (1982: 10). No se trata pues de una teoría externa, de una lógica universal y trascendente, que determine la validez o no de un saber cualquiera, sino del propio devenir de tal saber, sometido a sus propias reglas de juego. Nos encontramos así, frente al reconocimiento de una serie de creencias epistemológicas y filosóficas “particulares” intrínsecas a la producción de un saber particular que en sí mismo no es filosófico. No obstante lo anterior, Assoun afirma también que Freud, “no podría hacer otra cosa, forjando los dispositivos originales de su saber, más que construirlo refiriéndolo y refractándolo a través de los modelos epistémicos situados y fechados que inscriben el saber freudiano, en su modo de producción, dentro del universo epistémico de su tiempo. Por lo tanto, este tipo epistemología no podría ser una ficción: basta con hacerla explícita” (1982: 1011). Es decir que si bien la epistemología que le interesa no es una lógica trascendental, tampoco es una quimera, una fantasía individual. Por el contrario, tal epistemología tiene el carácter de histórica, debe ser pensada con relación a contextos. Lo interesante es que en este pensa- dor el carácter social no imposibilita, por el contrario anima lo idiosincrásico. Somos conscientes que nos queda por delante la tarea de delimitar de una manera más rigurosa este tipo de epistemología, pero para nuestros propósitos del momento basta con evidenciar que cuando hablamos de epistemología freudiana lo hacemos desde la periferia al núcleo positivista. Asumimos este enfoque porque no nos interesa cancelar las pretensiones epistemológicas como lo hacen la sociología del conocimiento de Berger y Luckmamm, a pesar de que compartimos varias de sus posiciones al respecto, por cuanto consideramos que el debate acerca de los diferentes enfoques que mantienen los propios investigadores que participan en la constitución del campo de la investigación del pensamiento del profesor está por realizarse. Cancelarlo en estas condiciones podría ser una manera de legitimación de algunos modelos que según creemos tienden ha privilegiarse. 1.3. Epistemología positivista Muchos autores contemporáneos critican a la epistemología positivista por su pretensión de haber encontrado como principio generatriz de la ciencia los datos provenientes de una observación sistemática de lo real; sin embargo, a nuestra manera de ver esa no es la principal dificultad que este planteamiento presenta, sino la creencia anterior de que efectivamente existe UNA ciencia de la cual la epistemología es como su metalenguaje. La creencia de que es posible hablar de LA ciencia como un concepto que incluye todo lo relacionado con la producción y validación del conocimiento llamado científico. Como si este último siguiera en cualquier caso un sólo camino, llamado método científico. La idea de una regularidad persistente en la naturaleza y de una razón universal cuyo canon es susceptible de ser formalizado, ha llevado a mucho filósofos y científicos a postular la idea de una ciencia de la ciencia. La epistemología o filosofía de la ciencia constituiría ese metalenguaje universal cuyo fin último es resguardar los límites de todo aquello que pueda ser aceptado como conocimiento científico. En este contexto, la filosofía de la ciencia o epistemología determinaría un sistema de condiciones de posibilidad, unas reglas de funcionamiento y unas referencias generales independiente del tipo de saber: Biológico, Químico, Físico, entre otros. Por otra parte, el carácter trascendente que se le otorga a la noción de “razón universal”, hace que la epistemología positivista se formule, a sí misma, con independencia de los contextos específicos en los cuales los diferentes saberes se producen. La historia específica de cada saber queda así ocultada formalmente por los principios, de naturaleza axiomática, que se imponen, por supuesto, a priori. Los contextos no constituyen un problema determinante. 1.4. Epistemología crítica En este caso, nos hacemos eco inicialmente de los planteamientos de Dominique Lecourt ro, la idea de que efectivamente sólo existe un tipo de ciencia y, segundo, la idea de que existe sólo una forma de hacer y validar esa ciencia. La idea de que la ciencia es sólo una, en términos de sus condiciones de posibilidad y validez, y que la determinación o claridad respecto a tales condiciones de posibilidad se debe, igualmente, a un único metalenguaje, constituye un claro reduccionismo epistemológico. (1982), para quien la diferencia entre la epistemología clásica o positivista, al igual que la neopositivista, con los trabajos epistemológicos de Bachelard, Foucault y Canguilhem, por ejemplo, radica en que estos autores muestran la inadecuación histórica implícita en el planteamiento de una teoría única del conocimiento científico. Este trabajo de develamiento lo realizan a partir de algunos análisis particulares sobre procesos de producción específicos. Como hemos afirmado anteriormente, la epistemología clásica busca, fundamentalmente, ser una filosofía de la ciencia, teoría de la ciencia o ciencia de la ciencia; es decir, una teoría unitaria o sistema definitivo sobre las condiciones de posibilidad, los principios, los métodos y los orígenes de LA ciencia. Esta comprensión de la epistemología como Ciencia de la Ciencia se sostiene en dos abismos peligrosos: prime- Diferenciándose de esa manera clásica de comprender el trabajo científico, lo que denominamos “Epistemología Crítica” se erige como práctica teórica, desde dos horizontes confluyentes. En primera instancia, la epistemología crítica denuncia y muestra, desde el análisis critico, la inadecuación histórica implícita en la idea de una teoría general del conocimiento científico y, en segunda instancia, trabaja por el reconocimiento de la diversidad de dicho conocimiento; diversidad relacionada tanto con los procesos de producción específicos, como con los medios de validación de cada dominio, en cada campo. Bachelard, plantea, por ejemplo, las epistemologías regionales como salida a la posición clásica de la identidad del espíritu en la ciencia única y afirma que: “la geometría, la física, la aritmética son ciencias, (y que) la doctrina tradicional de una razón absoluta e inmutable es sólo una filosofía caduca” (1973: 143). Con esa idea el autor se refiere al hecho de que cada “ciencia” sigue procesos diferentes que no pueden reducirse a una teoría única. Así, la física y la matemáPedagogía y Saberes Nº 15 2000 tica deben ser concebidas como dos tipos de conocimientos distintos, cuyos procesos de producción y validación pueden ser comprendidos de alguna manera por separado, o por lo menos lejos de una teoría general que disuelva sus diferencias. La epistemología, desde este punto de vista, puede plantearse como una pluri-epistemología o para ser más claros, es necesario hablar no de la epistemología sino de las epistemologías. Así, podemos hablar, por ejemplo, de la epistemología de la física, la epistemología de la matemática, la epistemología de los profesores y entender por ello una cierta comprensión específica de los procesos reales de producción de cada campo de conocimiento; comprensión que se produce en el contexto de los elementos complejos que dominan dicha producción y de las relaciones internas múltiples que ligan orgánicamente esos elementos. Ahora bien, si vamos un poco más allá en el terreno de las reflexiones epistemológicas de Gastón Bachelard, por ejemplo, nos encontraremos ante una división más sorprendente y decisiva: la idea de las epistemologías regionales referidas a las historias particulares de los conceptos específicos de cada ciencia. En efecto, la Filosofía del No es una obra en la cual el autor muestra que cada noción específica del desarrollo de la física obedece a un perfil epistemológico diferenciable de las otras nociones que lo acompañan: “los diferentes problemas del pensamiento científico deberían, pues, recibir diferentes coeficientes filosóficos. En particular, el balance de realismo y de racionalismo Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 no debería ser el mismo para todas las nociones. Creemos, pues, que las tareas precisas de la filosofía de las ciencias se plantearían precisamente en el nivel de cada noción. Cada hipótesis, cada problema y experiencia, cada ecuación reclamarían su filosofía” (Bachelard, 1984: 14-15). Así, no sólo nos enfrentamos al desdibujarse de la antigua idea de LA filosofía de LA ciencia, en múltiples epistemologías, sino también a estas múltiples epistemologías regionales desdibujadas cada una de ellas en epistemologías locales, en verdaderas historias especificas de los conceptos particulares. En general, es importante resaltar que para una epistemología crítica como la que aquí nos ocupa, una epistemología es posible sólo como una plurifilosofía, o para ser más claros, diremos que en los desarrollos de las ciencias, tanto como en el hombre de ciencia, se encuentra disperso un complejo filosófico que debe tenerse en cuenta para comprender la complejidad que media el trabajo científico. Para decirlo en términos de Bachelard: “hay que convocar a todos los pluralismos de la cultura filosófica” para comprender el perfil epistemológico disperso y constitutivo en cada noción y en cada hombre de ciencia. Para terminar este punto, recordemos un artículo sobre Epistemología e Historia de las Ciencias en el cual Althusser plantea que “los nuevos epistemólogos se parecen a los etnólogos, los cuales van a trabajar ‘sobre el terreno’ (...) han descubierto que las cosas en las ciencias no se suceden como se creía, y en particular como lo creían muchos filósofos” (1969:397). Así, desde la perspectiva de la epistemología crítica ese paralelismo es cada vez más evidente, pues, no se trata ya de la postulación de principios universales desde el escritorio sino de un conocimiento real de la historia de cada concepto. Aquello en lo que muchos filósofos creían era en la unidad de los principios y procedimientos propios del descubrimiento científico, hoy en día esa idea se ha desdibujado dando paso a la creencia en una diversidad de caminos posibles en la producción de los conocimientos científicos particulares. 2. Implicaciones para hablar de una epistemología del profesor Dada la diversidad de nociones sobre lo que podríamos entender por epistemología, buscaremos en lo que sigue enunciar las posibles alternativas que tenemos para referirnos al concepto de epistemología del profesor. Buscaremos con ello, caracterizar un tipo de concepción, consecuente con una teoría critica, que sirva de base para que al aproximarnos a la epistemología del profesor, no terminemos invalidando su conocimiento argumentando razones de principio. Por el contrario, buscamos un tipo de concepción que apoye la intención Etica de favorecer desarrollos alternativos, tanto del pensamiento del profesor como del pensamiento científico en particular. A nuestro juicio, la investigación contemporánea sobre las epistemologías del profesor requiere de un tipo de concepción acerca de la epistemología que no sea reduccionista. Lo anterior, con el fin de abrir alternativas de participación de los profesores de ciencias, en las decisiones acerca de los procesos de producción y validación del conocimiento y, por supuesto, en las decisiones que han de tomar acerca de la pedagogía y la didáctica, con el fin de favorecer, en ellos y en sus estudiantes, verdaderas actitudes hacia el trabajo científico. Al hablar de la participación de los profesores de ciencias, en las decisiones acerca de situaciones que están más allá del dominio del salón de clase, nos ubicamos de manera crítica frente al tejido social clásico que configura la relación actual que dichos profesores mantienen con los saberes específicos. Igualmente, nos colocamos de manera prospectiva en el contexto de la pregunta por el posible impacto que un cambio de mirada como el producido por la CTS (relaciones entre Ciencia, Técnica y Sociedad), podría provocar en las relaciones del profesor de cien- cias con la producción y validación del saber que enseña. Las tendencias internacionales como la CTS (Peña,1990) y Ciencia para Todos (Reid y Hodson, 1993) tratan de favorecer el conocimiento local y regional, a la vez que buscan posibilitar el desenvolvimiento práctico de las ciencias a partir del reconocimiento de tales conocimientos. En ese contexto, nos preguntamos ¿dónde esta materializado, en el marco de la escuela, ese conocimiento local y regional y esa posibilidad de desenvolvimientos creativos, sino es en el propio pensamiento y en las acciones de los profesores de ciencias? Por supuesto, la idea que estamos tratando de construir en este artículo es que sin una concepción amplia, que reconozca la diversidad epistemológica constitutiva del pensamiento y las acciones del profesor, la cual permita a la vez identificar ruidos significativos en el proceso de democratización de la ciencia, es poco probable que el estudio acerca de los referentes epistemológicos del profesor, sea un espacio propicio para favorecer dicha democratización de la ciencia. Por el contrario, y para decirlo en términos positivos, una comprensión amplia de los referentes epistemológicos constitutivos del pensamiento y las acciones del profesor podría favorecer el desarrollo de un pensamiento científico significativo, tanto en los profesores como en los estudiantes, que guarde relación con el desarrollo comprometido con la sociedad en su conjunto. Desarrollaremos este aspecto en su momento. Por ahora, miremos a manera de hipótesis de trabajo algunas ideas sobre lo que po- dría ser esa ampliación a la que nos hemos referido. 2.1. La epistemología del profesor no es necesariamente positivista: positivista ha sido nuestra mirada Hemos de anotar, en primera instancia, que con el nombre de epistemología positivista podemos comprender también cualquier tipo de trabajo que postule a una teoría cualquiera como LA ciencia DE. Así, por ejemplo, los trabajos sobre Enseñanza de las Ciencias que pretenden plantear una filosofía cualquiera, como teoría general que fundamente la Didáctica de las Ciencias, en tanto partan de la idea de UNA teoría general que debería ser aprendida y aplicada exitosamente por los profesores de ciencias, devienen una mirada reduccionista, aunque en la mayoría Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 de los casos se postulan como opuestas a cualquier planteamiento positivista sobre la ciencia. Tal vez sea este nuestro mayor problema cuando hemos pretendido estudiar la epistemología de los profesores de ciencias, dado que hemos ido con la intención de develar UNA filosofía de la ciencia subyacente en la estructura de pensamiento del profesor, bien sea racionalista, empirista etc., y en el peor de los casos hemos valorado dicha estructura por los niveles de coherencia o no que ella guarda con el modelo epistemológico que nosotros mismos valoramos como válido, dada nuestras propias creencias acerca de lo que es LA ciencia. De ahí que cuando no encontramos en el pensamiento del profesor la filosofía que buscamos lo descalificamos. En nuestro caso, el trabajo de campo realizado en la investigación acerca de los “Referentes Epistemológicos en Profesores de Física, nos provee de evidencia importante para sostener que en el mundo de creencias de un mismo profesor de física, no existe una mirada única acerca de las condiciones de posibilidad, validez o producción del conocimiento. Por el contrario, hemos encontrado que un mismo profesor atribuye diversos sentidos a lo que denomina, por ejemplo, una condición para el conocimiento. Igualmente, hemos evidenciado que tanto los criterios de validación como la noción de validez que mantiene un profesor, en las diversas acciones de aula que comprometen relaciones con el conocimiento, connotan sentidos diferentes aún cuando estos se atribuyen a una misma acción. No existe en este sentido Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 una filosofía unitaria en el universo de creencias del profesor; es decir el profesor no mantiene ni a nivel tácito ni explícito, una teoría general del conocimiento que sea fácilmente identificable como su filosofía: empirista, idealista pragmatista etc. El trabajo de campo evidencia una diversidad filosófica constituyente de las acciones de aula del profesor. Este hecho, fácilmente reconocible en la intimidad del aula, puede ser interpretado como una debilidad del pensamiento del profesor o como una fortaleza que abre alternativas de trabajo en las aulas escolares. Si se interpreta como debilidad se puede apresurar el trabajo en la búsqueda de una solución inmediata; así, si el diagnóstico proviene de una comunidad de expertos cuyas creencias están fijas en la imagen de una teoría general del conocimiento, cualquiera que ella sea, como fundamento, se buscará capacitar o formar a los maestros en esa imagen con la fe puesta en la razón fundamentadora de la acción de dicha teoría. Por el contrario, si se interpreta como una posible fortaleza se reconocerá un saber hacer tácito, en contextos significativos, (competencias prácticas y no necesariamente profesionales) aprendido por los profesores a lo largo de su historia, cuyo poder radica precisamente en la carencia de lo que hemos llamado una epistemología positivista que unifique la acción de conocer conforme a criterios universales. De esta interpretación se derivan trabajos de mayor compromiso con la investigación en el aula, donde se pueda documentar y potenciar ese saber hacer tácito constitutivo de la práctica del profesor pero desconocido y ocultado por la búsqueda de intereses a veces contrarios. Tendrían, pues, que cuidarse quienes intentan una formalización del campo de la Didáctica de las Ciencias de caer en estas trampas epistemológicas. Podemos mostrar un caso que nos parece ilustrativo: Gil Pérez, por ejemplo, en su artículo “Qué hemos de saber y saber hacer los profesores de ciencias” (1991), dedicado a favorecer, según sus propios términos, una síntesis de los conocimientos adquiridos en el desarrollo de la investigación en didáctica de las ciencias, plantea que el conocimiento que podemos construir los profesores debe de alguna manera ser coherente con los que la literatura específica recoge como fruto de la investigación e innovación en didáctica. Ahora bien, podemos ver cómo en su artículo precisamente enfatiza en esta literatura a punto de promover un cambio de la epistemología de los profesores hacia ella, otorgándole a esta última un cierto sentido de fundamento, algo así como una nueva ciencia que determinaría las condiciones de posibilidad y éxito en la enseñanza de las ciencias. Si bien Gil plantea que será el propio profesorado quien realice la síntesis de los conocimientos necesarios para impartir una enseñanza de calidad, no deja él mismo de sobreponer a esta idea la de que todo hallazgo en última instancia se reducirá (¿o se lo conducirá a tal reducción?), a la literatura fruto de la investigación; de paso Gil diferencia en cada momento lo que llama la investigación didáctica, del trabajo de los profesores. El reduccionismo es evidente. No dudamos en afirmar que en el texto de Gil se busca fundamentalmente cambiar la epistemología del profesor por los hallazgos de la investigación en Didáctica, dado que en el fondo él cree en la necesidad de una ciencia que fundamente de manera general el trabajo de la enseñanza. Con lo cual podemos evidenciar la tendencia que hemos identificado en las posturas epistemológicas positivistas. Esto por supuesto es contrario a las tendencias contemporáneas que trabajan por la democratización de la ciencia y por hacer de la ciencia un campo práctico y de constitución de talentos creativos. No afirmamos que el valioso trabajo de Gil sea antidemocrático de suyo, sólo queremos llamar la atención sobre un aspecto fundamental: aproximarse a la epistemología del profesor requiere de un concepto epistemológico relativamente simétrico. La idea de una ciencia o teoría de conocimiento general es el camino menos acertado. Nos parece, entonces, que este tipo de trabajo, a todas luces pertinente de una didáctica de las ciencias, requiere de una toma de posición, por supuesto consciente, de lo que vamos a entender por epistemología. 2.2. La epistemología del profesor es idiosincrásica Volviendo a los planteamientos que subrayamos en el texto de Assoun, queremos pensar que su trabajo ofrece una manera legitima para entender lo que denominamos la epistemología del profesor. Con ello nos referimos entonces no a un trabajo de fundamentación general, como sí a la explicitación de las reglas de funcionamiento propias y a las referencias específicas del saber de cada profesor, es decir a un trabajo específico de reconocimiento antes que de comparación y descalificación. Así, el aporte que podemos inferir del trabajo de Assoun, aunque sólo a nivel tentativo, para la construcción del concepto de epistemología del profesor, se refiere precisamente a su naturaleza idiosincrásica, a lo que podríamos llamar una epistemología local referida principalmente a las reglas de funcionamiento propio y a las referencias específicas que intervienen en la constitución y la producción del saber de cada profesor. Por lo tanto al carácter no universal ni general de dicho concepto. Dado que el pensamiento del profesor se presenta inicialmente a manera de constructos idiosincrásicos, o creencias, su epistemología debe ser isomorfa. Ahora bien, como anotábamos cuando hicimos referencia a la epistemología freudiana, Assoun reconoce la posibilidad de lo idiosincrásico en la génesis de un conocimiento particular, pero no como rasgos de un individualismo absoluto, sino en referencia a unas relaciones históricas. Asumir este criterio de análisis es pertinente, en tanto permite argumentar que si bien, al hablar de la epistemología del profesor, no hacemos referencia a ningún tipo de teoría general, que explique en forma universal la manera de pensar de los profesores, algo así como una teoría cogni- tiva sobre las condiciones de posibilidad del conocimiento del profesor, tampoco aludimos a un proceso o procedimiento completamente individual que nos haga caer en un peligroso solipsismo. En este sentido la epistemología del profesor debe caracterizarse, tanto por sus rasgos particulares, o formas específicas de interiorización y recreación de lo social, como por los aspectos generales que comparte, emanados de los diversos contextos con los que se relaciona. Lo histórico, aquí, no alude a una reseña de los datos significativos relacionados con las influencias que marcan el pensamiento del profesor, por el contrario, alude a un campo construido a partir de las interacciones que se entretejen en el presente y que son inteligibles a partir de los procesos de construcción de sentido, en la producción de historias de vida de cada profesor, por ejemplo. Como vemos, el trabajo epistemológico, que en la obra de Assoun aparece como pertinente para comprender un tipo de saber como el freudiano, es igualmente muy pertinente a una investigación sobre los referentes epistemológicos del profesor que asuma los principios cualitativos como derrotero. Lo anterior porque el conocimiento del profesor y las operaciones mentales que lo posibilitan (pensamiento según la literatura divulgada hasta el momento) han sido definidas en la mayoría de los casos, aunque por oposición siempre al modelo clásico del pensamiento científico, como un saber sui géneris, esto es: idiosincrásico. En la medida en que el programa de investigación acerca de los referentes epistePedagogía y Saberes Nº 15 2000 mológicos del profesor –en nuestro caso particular del profesor de física–, busca fundamentalmente documentar lo inédito en la estructura u organización compleja de su conocimiento, de sus creencias, de su pensamiento2, un trabajo y concepto epistemológico como el que desarrolla Assoun nos provee de caminos pertinentes. Por supuesto, la relación que establecemos entre el concepto de epistemología de Assoun y el nuestro no es totalmente simétrica, es más bien una metáfora, es decir algo conocido que nos permite acceder a otra cosa que nos es desconocida. En este caso, lo que a nuestro juicio no se conoce con claridad, en el campo de la enseñanza de las ciencias, es un concepto adecuado (de epistemología) para nombrar aquello que constituye el régimen propio del conocimiento del profesor de ciencias. El trabajo epistemológico de Assoun, funciona, entonces, para nosotros como metáfora dado que no nos sentimos autorizados para hablar estrictamente del carácter de cientificidad o no, del conocimiento de los profesores de ciencias. Es ese carácter el que en últimas ha sido puesto en tela de juicio por las investigaciones que toman partido por un determinado modelo de filosofía de la ciencia, como patrón de comparación, medida y descalificación del pensamiento del docente. Sin embargo, 2 Términos que usamos indiferenciadamente de manera voluntaria y deliberada sólo mientras logramos avanzar en una descripción y tipificación de la naturaleza de estos conceptos cuando los referimos al profesor y cuando indagamos a cerca de ellos desde una perspectiva cualitativa. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 nosotros no podríamos hacer lo opuesto y declarar sin más la cientificidad de dicho conocimiento, para luego salir a buscar su régimen interno. Antes que hablar de la cientificidad o no del conocimiento del profesor, hay que hablar de los referentes epistemológicos desde los cuales lo vamos a hacer, y para ello es que hemos considerado pertinente buscar unos referentes no reduccionistas. En general podemos afirmar que el profesor no teoriza sobre la cientificidad, o no, de su conocimiento; sin embargo, en ciertos momentos clave del desarrollo de sus clases, experimenta la necesidad de formular una especie de plataforma epistemológica notablemente explícita. Esto se da en ciertos momentos clave de la clase, por ejemplo, en los cuales el profesor se siente impelido a realizar afirmaciones relacionadas con la naturaleza, origen y organización del tipo de conocimiento que enseña. Así, podemos decir que el conocimiento del profesor no necesita de una epistemología externa, la tiene, pero para acceder a ella y hacerla explícita adecuadamente debemos ampliar nuestros propios referentes. 2.3. La epistemología del profesor es compleja Otro aspecto, referido a los aportes para la construcción del concepto de epistemología del profesor, lo podemos encontrar, en la perspectiva del pensamiento complejo, desde donde hablar de una epistemología compleja del profesor deviene posible, en la medida en que se reconozca que el profesor mantiene un conocimiento no necesariamente formalizado y que, por lo tanto, incluye la imperfección, esto es: la incertidumbre y el reconocimiento de lo irreductible. No queremos afirmar con lo anterior, que el profesor sea conscientemente un pensador complejo, pues más bien podríamos hablar de una consciencia del profesor que busca simplificar la complejidad, (teoría de las rutinas de Kelly); sin embargo, lo que sí podemos afirmar es que en la naturaleza y función de las creencias que mantiene el pro- fesor acerca del conocimiento, existen ciertos niveles de incertidumbre, conflictividad y singularidad que precisamente el profesor a nivel consciente trata de negar, orientado por la epistemología de la racionalidad hegemónica. En parte, la complejidad del conocimiento del profesor de ciencias está relacionada con el hecho evidente de no ser, en el sentido fuerte del término, un científico natural ni tampoco, exclusivamente, un trabajador específico de lo social. El profesor de ciencias es un caso complejo de “síntesis” entre los desarrollos del ámbito científico específico (física, biología) y los desarrollos de los diferentes campos sociales (educación, pedagogía, filosofía de la ciencia, etc.). En su proceso de constitución se conjugan de manera compleja todos estos ámbitos y campos dando a su epistemología un carácter complejo. Aceptado el hecho que los conocimientos en los sujetos (profesores) se forman de manera significativa, por la asimilación de los nuevos contenidos a los conceptos más inclusivos y relacionados, establecidos en la mente, y que en esa asimilación los conceptos establecidos pueden ser modificados, entonces, podemos presumir (y con seguridad evidenciar) que las relaciones entre los conceptos de diferentes ámbitos y campos en el espacio de las tendencias propias de cada profesor, genera verdaderos sistemas complejos de pensamiento y conocimiento. Si a esto hemos de agregar que tales sistemas determinan la visión de mundo de cada profesor, la manera de actuar en él, entonces encontramos que su explicitación es necesaria y que debería hacerse, a fuerza de no caer en un reduccionismo, desde una epistemología tan compleja como su propia epistemología. Ahora bien, para evitar cualquier clase de pesimismo que llevaría a abandonar la esperanza de una educación en ciencias, en nuestro país, por ejemplo (dado el reconocimiento de esta complejidad “intrínseca” al conocimiento del profesor que no puede ser exorcizada ni desconocida y que aparentemente es distinta a la visión que del conocimiento tiene la filosofía clásica de la ciencia), es pertinente afirmar que en el estado actual de las cosas, la imperfección del pensamiento del profesor latinoamericano podría ser más una oportunidad que un demonio a exorcizar. La oportunidad de acercarse a la naturaleza compleja del conocimiento científico, desde la complejidad del conocimiento local del profesor de ciencias no habría de descartarse. Habría una cierta simetría entre la complejidad del pensamiento del profesor latinoamericano y la complejidad propia del conocimiento científico, por lo menos desde la concepción compleja de dicho conocimiento. Así, hipotéticamente, tendríamos una posición privilegiada para la creatividad, que nos garantizaría una formación de científicos capaces de producir conocimiento, sólo si logramos romper con la mirada tradicional y hegemónica de la epistemología clásica (filosofía positivista de la ciencia) como orientadora de los currículos en ciencias. La ruptura es necesaria, pues, además de delimitar las acciones de profesores y estudiantes de ciencias, dentro de un rango de validez universal, la epistemología clásica de la ciencia, desdibuja la ciencia real y la hace aparecer como un ente trascendental orientado exclusivamente por principios lógicos y universales, que repelen los principios idiosincrásicos que nos constituyen. Cómo lo recordara García Márquez en la introducción al documento de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, necesitamos de una educación que aproveche al máximo nuestra capacidad creadora “innata”, la cual hemos demostrado a lo largo de la historia “que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y que nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía” (1995: 23). De hecho esta oportunidad no la tendremos en educación en ciencias, si no explicitamos en primera instancia los rasgos idiosincrásicos que constituyen la epistemología de los profesores Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 de lo cultural, por parte de los individuos. 2.4. La epistemología del profesor es histórica de ciencias, para aprender de ellos los caminos de la creatividad que el método formalizado posiblemente ha ocultado. Si la ciencia es ante todo un acto creador como reconocen autores tan disímiles como Köhler (1972) y Schlesinger (1994), entonces requerimos de espacios de comprensión de lo que nos ha hecho brillar por nuestra creatividad en el campo internacional, pero que desafortunadamente ha seguido rumbos diversos. Uno de estos espacios es el de la investigación de los referentes epistemológicos del profesor, pero esta vez desde una epistemología no reduccionista. De todas maneras lo que se nos dibuja es la oportunidad de entender la epistemología del profesor como un concepto complejo. Ese concepto nos va a permitir reconoce los rasgos característicos del tipo de conocimiento que constituye a cada profesor, con sus aspectos tanto especializados, como idiosincrásicos y “generales”, los cuales podríamos reunir en el concepto de cultura, puesto que lo idiosincrásico se refiere indudablemente a las ineludibles formas particulares de asimilación Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Un cuarto aporte en la construcción del concepto de epistemología del profesor, lo podemos derivar de la idea de una epistemología histórica. En efecto, dada la naturaleza, de alguna manera flexible, amplia, conflictiva, irrepetible e incierta del conocimiento del profesor (Schön, 1992) es adecuado pensar, como condición de su comprensión, en la identificación de un perfil epistemológico diverso constitutivo de dicho conocimiento; perfil que no podría reducirse al planteamiento de una teoría general del pensamiento y del conocimiento humanos. Tanto el conocimiento disciplinar, como la imagen que sobre la naturaleza del mismo ha formado implícitamente el profesor de ciencias, están mediados por una serie de principios, normas, reglas y nociones diversas. Dicha diversidad obedece no solo a la cantidad de estos principios y nociones, sino a los sentidos diferentes que se presentan en cada una de ellos y ellas. En efecto, no se trata sólo de reconocer que el profesor de ciencias mantiene diferentes principios, sino además de reconocer que él atribuye, a cada uno de esos principios implícitos, una variedad de sentidos dependiendo de múltiples factores. Por ejemplo, un mismo profesor atribuye a la “observación”, entendida como principio, diferentes sentidos. Lo mismo ocurre con la noción de “causa”. Así, un análisis critico de esa diversidad de sentidos, al interior de un mismo principio o noción, permite evidenciar una pluralidad filosófica a la base del conocimiento del profesor. Para poder saber cual es la interpretación que un mismo profesor tiene de un concepto específico es necesario realizar, entonces, un perfil epistemológico. De ahí que, dicha pluralidad es susceptible de ser identificada, reconocida y comprendida adecuadamente desde la epistemología histórica o bachelardiana, la cual, como reconoce el mismo Morin, ha suscitado la complejidad, como un problema cognitivo clave (Cf. Morin, 1994: 32). Si es cierto que no sólo cada “ciencia”, sino también cada noción tienen una historia epistemológica diversificada, en donde se puede dibujar una pluralidad filosófica como “ley” de su constitución, entonces, con mayor razón debe ser cierto para el caso del conocimiento que mantiene el profesor, el cual se encuentra constituido entre otras por dichas nociones. En una investigación sobre las creencias acerca de la naturaleza de la ciencia, la enseñanza y el aprendizaje en profesores de ciencias, que desarrollamos con dos colegas de la Universidad Pedagógica Nacional, se puso en evidencia cómo la diferencia de “historias” de vida y de procesos formativos disciplinares de algunos profesores de física, química y biología, influyen en la diversidad de sentidos que ellos atribuyen a la naturaleza de la ciencia. Es decir que los contextos específicos, tanto disciplinares como de tiempo y lugar, influyen en las formas específicas como los profesores se re- presentan la ciencia. Si eso es así, no podemos plantear una epistemología en abstracto para todos los profesores de ciencias. Por el contrario, lo que queda claro es la necesidad de entender la epistemología de los profesores según cada dominio y campo del conocimiento y, seguramente, según cada profesor. Así, la investigación debe buscar documentar las condiciones de posibilidad, reglas propias de funcionamiento y referencias específicas del conocimiento y el pensamiento de los profesores según el dominio del que son “especialistas” y según el campo al que pertenecen; todo ello inscrito en la propia historia cultural de los profesores. 2.5. Epistemologías del profesor y enseñanza de las ciencias: la enseñanza de la física, un caso. Una vez que hemos evidenciado la diversidad conceptual en la cual puede ser comprendida la epistemología del profesor, pensamos que es oportuno referirnos a la relación: epistemologías del profesor y enseñanza de las ciencias desde esta perspectiva. Aspiramos, con ello, despejar un poco el camino para comprender mejor la importancia de girar la investigación acerca de las epistemologías de los profesores hacia cada campo y dominio de conocimiento. Es claro que si nos aproximamos a los referentes epistemológicos de los profesores de ciencias, y a la manera cómo ellos median las acciones educativas y pedagógicas, tomando como referente la idea de una filosofía general para el conocimiento científico, por válida que ella aparezca a juicio de cierta comunidad científica o filosófica, la mirada va estar sesgada por la tendencia a reconocer en el pensamiento del profesor los principios de dicha filosofía. Desde esta perspectiva lo que se pone en movimiento es nuevamente la legitimación de los discursos oficiales y el ocultamiento de lo otro. Ahora bien, lo que queda claro es que no es pertinente hablar de una filosofía de la ciencia sino de una diversidad filosófica o de una complejidad epistemológica a la base de cada proceso de producción de conocimientos. Con lo cual aparece pertinente preguntar nuevamente: ¿si es necesario reconocer tal diversidad en el ámbito de la producción del saber, no es pertinente reconocerla igualmente en los espacios en los cuales dicho saber se recrea?, ¿en las aulas de ciencias y en el pensamiento y las acciones del profesor, por ejemplo? La enseñanza de las ciencias esta media por los referentes epistemológicos implícitos que mantiene cada profesor. La tendencia a validar, desde las investigaciones oficiales, sólo aquellos que guardan relación con la imagen hegemónica de la ciencia, reprime la posibilidad de reconocimiento, sistematización y potenciación de referentes alternativos. Esto es lo que ocurre en la enseñanza de la física. Los profesores de física buscan identificarse, conscientemente, con una imagen de la ciencia socialmente reconocida. Terminan por esta razón, modelando sus clases, los laboratorios por ejemplo, en relación con esta imagen y de esa manera reprimen y ocultan a su conciencia, otros referentes que igualmente los constituyen y que podrían potenciar y enriquecer su enseñanza, si los integraran conscientemente. Podemos notar cómo, tanto el trabajo de Bachelard en la epistemología histórica, como el de Morin en la epistemología compleja, reconocen un cierto papel protagónico al desarrollo de la física como ciencia que ha alcanzado tal vez los más altos niveles de complejización. De alguna manera, podría decirse que la física ha sido el modelo teórico que ha permitido a estos autores pensar en términos de complejidad y suparracionalismo, aunque no exclusivamente el único. Es necesario reconocer de todas maneras que esta jerarquización y clasificación es posible ya que para Bachelard la física es el ámbito en el cual puede encontrarse realizado lo que él denomina el supraracionalismo que sería el nivel en el cual la razón se dialectiza dando reconocimiento a la unidad de los contrarios, como principio constituyente del saber y de lo real (un ejemplo es la noción de masa de la cual presenta un perfil epistemológico completo en la filosofía del no). Por otro lado, para Morin la física es el ámbito en el cual el principio de incertidumbre ha sido reconocido como complementario del principio de determinación, los dos igualmente constitutivos del conocimiento y de lo real. Este papel, de alguna manera protagónico, plantea problemas verdaderamente inquietantes al campo de la enseñanza de la física y específicamente a la inPedagogía y Saberes Nº 15 2000 vestigación educativa acerca del pensamiento y las acciones del profesor de física en el aula. Problemas que de alguna manera hemos tratado de abordar al desarrollar este artículo, pues, cuando hablamos de una investigación de los referentes epistemológicos de los profesores de física, lo primero que hemos tenido que preguntarnos es por el grado de complejización epistemológica que la propia ciencia de la física ha alcanzado, para imaginarnos cómo esa complejización media la formación epistemológica de los profesores de física. Podríamos preguntarnos, entonces, si cuando nos referimos al hecho de que el pensamiento del profesor de física es complejo, lo hacemos en el mismo sentido que cuando decimos que el pensamiento en la ciencia de la física es complejo, y en cierta medida nos arriesgamos a decir que si; no porque el pensamiento del profesor comprenda necesariamente la complejidad conceptual del corpus teórico de la ciencia en mención, sino en tanto dicho pensamiento no siempre constituye la certeza como fundamento de su acción. En la cotidianidad del aula, más halla de la planeación y de las rutinas constituidas, el profesor se enfrenta a momentos conflictivos, inciertos y singulares que le plantean verdaderos retos. Lo que aparece ante nuestros ojos es que en la mayoría de los casos el profesor enfrenta exitosamente tales momentos, dejando abierta la pregunta respecto a las posibles competencias complejas aprendidas en su historia personal que hacen que pueda manejar situaciones realmente complejas. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Lo importante es que no caigamos en las trampas que denuncia Assoun, a propósitos de las tentativas por constituir una epistemología del psicoanálisis en Alemania. Nosotros podemos prevenirnos en contra de la tendencia a referir el origen epistemológico del conocimiento del profesor, como una estrategia de desvalorización del mismo. Así como María Dorer y Ludwing Binswanger, buscaron un origen naturalista del psicoanálisis, con el único fin de apartarlo de tal origen, por las supuestas consecuencias anti-axiológicas que ello conlleva, así mismo, podemos caer nosotros en la tentación de encontrar el origen epistemológico del conocimiento del profesor en el Sentido Común, por ejemplo, para luego exorcizarlo del mismo y conducirlo hacia las riveras del saber científico o normal. Esta tarea nos apartaría del interés por lo indígena del conocimiento del profesor, por lo idiosincrásico o inédito del mismo. Notas finales acerca de la epistemología del profesor y la enseñanza de las ciencias en el marco de las tendencias contemporáneas de la Educación en Ciencias Hemos mencionado, que entre las tendencias contemporáneas, a nivel internacional, en la educación en ciencias se encuentra la democratización de las mismas. Esto se nota en la participación cada vez mas clara de diversos actores de la sociedad en la producción y financiación de la investigación científica. Por supuesto, no todos los actores habrán de entender lo mismo con la noción de democratización, pero en lo que sí hay un acuerdo es en el hecho de que cada vez se hace más necesario permitir, tanto el acceso de la amplia mayoría de los habitantes del globo a la comprensión, utilización y producción de la ciencia y la tecnología, como la participación de este amplio grupo en la comprensión y aclaración de las relaciones entre Ciencia, Tecnología y Sociedad, con miras a la construcción colectiva de un cierto bienestar. No podemos engañarnos pensando en una tendencia internacional desinteresada. Por el contrario, valdría la pena pensar cuales son los distintos intereses que están mediando una posible política de participación diferenciada en la democratización de la ciencia, según cada región y país. Pero, precisamente, es ahí en donde vemos relevante pensar, que cuando estas tendencias plantean la mediación necesaria del profesor en este proceso de democratización de la ciencia, nosotros debemos luchar por que la participación de tales profesores se realice desde un marco epistemológico más amplio, que trascienda la mirada “clásica” acerca de las relaciones entre estas tres esferas. O, lo que es más relevante, que abra oportunidades de sistematización y reconocimiento a posibles formas del pensamiento desviante, las cuales podrían eventualmente aportar al desarrollo de eso que se ha llamado pensamiento científico local, el cual podría estar oculto o diseminado en las acciones y los pensamientos cotidianos del profesor. Tanto desde el punto de vista de la epistemología compleja, como de la epistemología histórica, es claro que se busca la complementariedad de la racionalidad universal con la racionalidad singular o local. Como tal complementariedad tiene como condición histórica la comprensión e interpretación de los referentes epistemológicos, tácitos y explícitos, de los profesores, quedaría sólo planteada si el corpus teórico desde el cual accediéramos al estudio de los pensamientos y las acciones de los profesores de ciencias, se viera mediado por una epistemología reduccionista que pretendiera encontrar una filosofía unitaria y universal subyacente al conocimiento del profesor. Debemos suponer, que el propósito de hacer de las ciencias un saber práctico, pasa de igual manera por la explicitación de las presuposiciones que sobre lo práctico y el conocimiento científico mantienen quienes por tradición asumen el rol de enseñarlas. En el marco de las tendencias internacionales en la enseñanza de las ciencias, la idea de un concepto apropiado para concebir la epistemología de los profesores es cada vez más urgente, no pretendemos haber culmina- do dicha tarea pero esperamos haber mostrado la pertinencia de un debate. BIBLIOGRAFÍA ALTHUSSER, L. (1969). “Epistemología e historia de las ciencias”. En: Revista Eco. Bogotá: Buchholz. ASSOUN, P. (1982). Introducción a la epistemología freudiana. México: Siglo XXI. BACHELARD, G. (1973). Epistemología. París: Anagrama. ———— (1978). El racionalismo aplicado. Buenos Aires: Paidós. ———— (1979). El materialismo racional. Buenos Aires: Paidós. ———— (1984). La filosofía del no. Buenos Aires: Amorrortu. ———— (1985). La formación del espíritu científico. México: Siglo XXI ———— (1988). El compromiso racionalista. México: Siglo XXI. GIL, P. D. (1994). “Diez años de investigación en didáctica de las ciencias: Realizaciones y perspectivas”. 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Rosalba P. de Castellanos Profesora Asistente Universidad Pedagógica Nacional Algunos resultados de la investigación educativa han permitido evidenciar diversos problemas en diferentes ámbitos, entre ellos el de la educación en ciencias naturales, tales como falta de interés de los estudiantes –incluidos los universitarios– hacia el trabajo en este campo a medida que avanzan en su formación (Raya, 1997), visión de la cienPedagogía y Saberes Nº 15 2000 cia y a la tecnología actuales como algo ajeno, impenetrable y totalmente fuera de su alcance (León, 1982) aprendizaje memorístico, carencia de autonomía y desarrollo progresivo de esquemas de pensamiento pobres, rígidos y estereotipados que conducen al estancamiento, a la rutina y a una elaboración intelectual superficial o de bajo nivel cognoscitivo (Amestoy de Sánchez, M. 1993) entre otros, que en nuestro medio aún tienen vigencia, a pesar de haber sido identificados tiempo atrás. Lo anterior ha dado origen al desarrollo de múltiples investigaciones y modelos educativos, basados en diversas estrategias de cambio metodológico. Una de ellas ha sido la resolución de problemas, considerada por algunos como actividad fundamental de la ciencia y contrariamente por otros, como una expresión del pensamiento creativo y como proceso que incide en diversas esferas de la vida humana a niveles individual y social (Jessup, M. 1998). A su vez, esta última forma de asumir la resolución de problemas, ha permitido que en algunos enfoques de investigación en educación en ciencias naturales, así como en otras actividades educativas, laborales y cotidianas, se la tome como actividad central (Bransford - Stein. 1986; Garrett, 1988; Espíndola, J. L.1996). Además de lo anterior, la resolución de problemas constituye punto central de referencia para el trabajo en esferas como la inteligencia artificial, la evaluación de desarrollo de pensamiento complejo, de apropiación de habilidades y competencias, entre otros. En el caso de las ciencias naturales, existen mayores desarrollos en cuanto a resolución de problemas en el campo de la física y de la química en comparación con la biología; de igual manera, la investigación educativa ha centrado fundamentalmente su atención en el nivel de educación básica y media, a di- ferencia de la educación superior. Esta investigación se centrará en la delimitación de los conceptos problema y resolución de problemas, así como en una aproximación a los tipos de problemas, en el marco de esta línea del Programa Interinstitucional de Doctorado en Educación, en el área de Ciencias Naturales. ACERCA DE LOS PROBLEMAS La línea de resolución de problemas como campo de investigación en el mundo, es muy activa y ha resultado de gran complejidad, especialmente en el último cuarto de siglo. Dicha complejidad está relacionada entre otros, con las concepciones de problema, resolución de problemas, enseñanza, aprendizaje, ciencia, investigación, educación y muchas más, subyacentes a las representaciones que sobre estos aspectos tienen las personas implicadas en los procesos de investigación, educación y otros; subsecuentemente, sus acciones están determinadas por tales representaciones. En otras palabras, las representaciones se manifiestan en los modos de obrar de tales personas. Adicionalmente, los métodos usados por los educadores, psicólogos, filósofos y otros, para definir, describir o analizar y resolver problemas, determinan el método adoptado en la enseñanza, en la determinación de planes curriculares y en otras aplicaciones relacionadas con la educación (Greenfield, 1987). Al considerar los anteriores aspectos, es posible comprender el por qué de la riqueza de esta línea de investigación al igual que las causas de su complejidad, que dificulta la construcción de una única interpretación teórica acerca de los problemas y su resolución, así como también la estructuración de una visión sólida y general sobre el papel que juega la resolución de problemas tanto en investigación como en educación y otras esferas de la vida humana. De igual manera se posibilita inferir que dicha complejidad ha contribuido a determinar –para el caso de la investigación y la educación– la existencia de múltiples enfoques en dicho acercamiento, los cuales podrían ser tipíficados básicamente en tres: investigación y educación a) para b) sobre y e) centradas en la resolución de problemas (Gaulin, 1986). De lo anterior se infiere la necesidad de teorizar sobre estos aspectos. En relación con ello, algunos investigadores señalan la necesidad de profundizar teóricamente en torno a qué constituye un problema en el ámbito de la resolución de problemas (Ramírez, 1990) en ciencias naturales, que se traduce en preguntas como: ¿Qué significa el término problema en el marco de la enseñanza de las ciencias? (Sigüenza-Sáez, 1990) ¿Existen Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 tipos distintos de problemas? ¿Todos los procesos de resolución son iguales? ¿Hay tipos diferentes de resolventes? ¿Los problemas son fijos e independientes de su contexto y del resolvente? (Garrett, 1988) ¿Hasta dónde el problema de enseñar a resolver problemas se convierte en un problema de aprendizaje? (Cobo Lozano, 1996). Por consiguiente, como referente inicial para la conceptualización y el análisis sobre este campo de investigación, es necesario establecer el significado que se asigna al término problema. Diversos autores consideran un problema como una situación que presenta dificultades para las cuales no hay soluciones evidentes (Hudgins, 1966; Riche, 1978; Mettes et al, 1980; Gil y Martínez, Torregrosa, 1983; Bodner y McMillen, 1986). En el mismo sentido y Krulik y Rudnik (1980) Tantean que “un problema es una situación, cuantitativa o no, que pide una solución, para lo cual los individuos implicados no conocen medios o caminos evidentes para obtenerla”. Aunque existen numerosas aproximaciones a la definición del concepto “problema”, parece haber un cierto consenso en tomo a algunos aspectos relativos al mismo como son: – Es una situación enigmática, espontánea o prevista, que difiere de una situación o meta deseada. – Para dicha situación, no hay respuesta adecuada y eficaz inmediata. – Si hay soluciones, no son evidentes. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 – La situación puede ser considerada carencia pero también potencialidad, en tanto moviliza una conducta tendiente a la búsqueda de solución. – Produce incertidumbre. – Se presenta generalmente en forma de pregunta. – El considerar dicha situación como problema o no, es algo estrictamente personal. – Se presentan en diversos ámbitos de la vida humana. – Su carácter está determinado por su formulación y por las etapas que implica el proceso de resolución. – Su resolución implica creatividad. Teniendo en cuenta lo anterior y con base en aspectos desarrollos relativos al tema, se podría tratar de hacer una aproximación a la definición del concepto, lo suficientemente general como para ser considerada válida en diversas esferas de la vida humana, en los siguientes términos: Por problema se entiende una situación enigmática, espontánea o prevista, para la cual no se tiene una solución eficaz adecuada de manera inmediata, hecho que si bien produce incertidumbre y se convierte en una potencialidad para resolvería, dado que moviliza a quien la enfrenta hacia la búsqueda de solución. Su carácter de problema está dado fundamentalmente por la posibilidad de resolverlo o solucionarlo según los desarrollos del resolvente, así como por el proceso que implica su resolución. Esta aproximación podría ser válida tanto para una situación relacionada con el campo de las ciencias naturales o sociales, la educación, la inteligencia artificial, la administración y la vida cotidiana. Por otra parte, si se considera como problema una situación que presenta dificultades para las cuales no hay soluciones evidentes de manera inmediata, que por tanto produce cierta incertidumbre, cabe tener en cuenta dos aspectos: a) la(s) persona(s) que la enfrenta(n) y b) el contexto sociocultural e histórico en el cual se evidencia. La conciencia de la situación y las consecuencias sobre las acciones que deriven de ella, es connatural a la persona, como único ser con capacidad para transformar conscientemente su entorno y desarrollar procesos de interacción social. Por ello, la reflexión acerca de la situación es fundamental, pues de ella depende el paso de la imprecisión a la determinación del(los) interrogante(s) que aclaran el (los) punto(s) objeto de atención. Adicionalmente, es preciso tener en cuenta las individualidades, pues a partir de ellas –conocimientos, experiencias, tipo de inteligencia, creatividad...– se determinan en gran medida el abordaje y la reflexión sobre la situación dada y por consiguiente, el curso de acción a seguir frente al obstáculo que enfrenta la persona o el grupo que lo aborda. Muy en relación con tales características, se ha desarrollado la idea de “Umbral de Problematicidad”, diferente para cada persona, por encima del cual se puede decir que una situación, constituye un verdadero proble- ma para la(s) persona(s) en cuestión (Elshout, 1985). En relación con uno de los puntos planteados como de consenso relativo, cabe pensar si toda pregunta es un problema o por el contrario, además del interrogante, se requiere la mediación de un proceso de búsqueda “sobre la naturaleza de la dificultad, para afrontar su resolución”. Según diversos autores (Gil, D. 1987), sólo en el último caso se trata de problemas verdaderos, cuya delimitación requiere un proceso de elaboración a partir de la situación en que se suscita el interrogante. nen las particularidades propias de quien los asume y por consiguiente, pueden variar de un individuo a otro), que permitan llegar a la formulación de la pregunta correspondiente. Adicionalmente, como parte de la dinámica humana individual y social, en su diversidad se puede plantear la existencia de diferentes tipos de problemas cuya complejidad y viabilidad de resolución varían, según los referentes e implicaciones que están involucrados en la delimitación de los cuestionamientos derivados de la situación. En la literatura es posible hallar diversas clasificaciones de problemas, todas ellas válidas atendiendo a los criterios que les subyacen, tales como: a) Campo de conocimiento implicado; b) tipo de tarea; c) naturaleza de¡ enunciado y características del proceso de resolución (Perales Palacios, 1993). Según el campo de conocimiento implicado, los problemas se podrían clasificar en: Científicos: pertenecen al ámbito de las ciencias; en ellos al parecer resulta más importante el proceso de resolución, que la obtención de la misma. No científicos. Usualmente forman parte de la vida cotidiana; en ellos resulta importante obtener soluciones de tipo práctico. Es posible plantear que aquellos interrogantes para cuya solución sólo se requieren cuestiones evidentes o la simple aplicación de procedimientos estandarizados, sin necesidad de un análisis contextual ni elaboración de relaciones entre los diferentes elementos que permiten explicar la situación, con el fin de abordarlos, constituyen pseudo problemas o ejercicios (de lápiz y papel, prácticas para confirmar resultados, entre otros). Las precisiones expresadas sobre los verdaderos problemas y su diferencia con otras actividades que pueden relacionarse con ellos, son relevantes al tratar sobre la manera de abordarlos. Con apego a la definición propuesta, los problemas no se abordan simplemente mediante un protocolo que dé cuenta de ellos, que al ser aplicado genere la solución esperada; por el contrario, a partir de la situación será necesario desarrollar procesos de análisis (los cuales como se anotó anteriormente tie- problemas. Así por ejemplo, en la cotidianidad el tipo de situaciones que se deben afrontar corresponde a un grado de reflexión que puede ser diferente a aquél que resulta de la actividad intelectual o de la aplicación práctica profesional. TIPOS DE PROBLEMAS Al igual que existen diversas explicaciones que el ser humano, ha construido para explicarse el mundo, también en el campo de las situaciones que le generan dificultades hay diferentes ámbitos en los cuales se presentan Para efectos prácticos, en este trabajo se hace énfasis en los problemas científicos y de manera particular, en el campo de la educación en ciencias naturales. Desde este punto de vista, si se tiene en cuenta el tipo de tarea o criterio de clasificación, éstos son de dos tipos: Cualitativos. Su resolución implica formas verbales/escritas, omitiendo las aproximaciones numéricas; se refieren a la interpretación científica de fenómenos reales y se les denomina frecuentemente “cuestiones”. Cuantitativos. Exigen aproximaciones de orden numérico. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Para el caso de la biología resulta importante tener en cuenta esta clasificación, por cuanto a diferencia de la física y de la química, no siempre los problemas pueden ser resueltos con cálculos numéricos. Si se parte de la naturaleza del enunciado y de las características de su resolución podría decirse que existen varias clasificaciones, pues aunque todas contemplan como elementos básicos dos tipos de problemas, los abiertos y los cerrados, la forma como se asumen estos dos tipos presenta profundas diferencias, a saber: Según López (1989), éstos se pueden caracterizar como: Cerrados - contienen toda la información precisa y se resuelven mediante el empleo de un cierto algoritmo por parte del resolvente. Abiertos - se resuelven mediante la aplicación por parte, del resolvente, de una o varias etapas, mediante una acción de pensamiento productivo. De acuerdo con los planteamientos de Perales (1993), los problemas cuantitativos podrían asumirse como cerrados, mientras que los cualitativos serían considerados abiertos. Garrett (1988) por su parte, los asume de la siguiente manera: Rompecabezas - cuando pueden ser resueltos potencialmente dentro de un paradigma. Estas situaciones a su vez pueden ser: Cerradas - cuando para ellas puede haber una o más respuestas, pero todas igualmente correctas, o Abiertas - aquellas para las cuales puede haber varias respuestas, sin que ninguna Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 sea correcta o errónea en términos absolutos, sino simplemente la más adecuada para un conjunto dado de circunstancias. Problemas Verdaderos - son situaciones enigmáticas, no solubles ni resolubles, sino sólo comprensibles. Desde el punto de vista de Frazer (1982), existen dos tipos de problemas: Artificiales - pueden tener o no un objetivo dirigido y a su vez pueden ser: Cerrados - si poseen una única solución, o Abiertos - si poseen un número variable de soluciones. En este tipo de problemas, la solución es conocida por quien los plantea. Reales - cuando no tienen solución, o no se les conoce. Según lo anterior, se podría pensar en dos situaciones relacionadas con esta clasificación: a) que en el campo ¿educativo, frecuentemente se utilizan más problemas artificiales que reales; b) que de acuerdo con los desarrollos científicos actuales, un problema real en el campo de las ciencias naturales y particularmente de la biología no debería ubicarse necesariamente sólo en el marco de la disciplina, aun cuando presente un fuerte componente biológico; por consiguiente, su solución debería darse desde un acercamiento interdisciplinario o aún más, transdisciplinario. Por último, valdría la pena plantearse un nuevo criterio de clasificación, como es el tipo de aproximación para la resolución. Acogiéndose a este criterio, bien podría plantearse una nueva clasificación: Teóricos - cuando su resolución no implica aproximaciones de corte experimental. Experimentales- cuando su resolución implica aproximaciones de este tipo. En este sentido sin embargo, resulta importante tener en cuenta que desde el punto de vista del planteamiento no existiría ninguna diferencia entre estos dos tipos de problemas puesto que el problema experimental lleva en sí mismo el planteamiento teórico adecuado. Para concluir, sería importante destacar que el tipo de problemas considerado como reales por Frazer corresponde al de problemas verdaderos de Garrett, pero aparentemente se podría establecer un ligero matiz de diferencia entre los planteamientos de estos dos autores con relación a Perales, en lo atinente a los problemas abiertos y cerrados. No obstante, en todos los casos, el problema abierto sólo se resuelve, no se soluciona. Este último planteamiento introduce entonces una cuestión de orden epistemológico, relacionada con el proceso de resolución de problemas propiamente dicho. Por ello, a continuación se tratará de profundizar en este aspecto. ACERCA DE LA RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS En la literatura se encuentra un buen número de reportes sobre trabajos en los cuales se han empleado muchos métodos de análisis para estudiar la resolución de problemas en niños y jóvenes; tipos psicológicos y estilos cognitivos; simulación en computadora y procesamiento de información; análisis del pro- ceso de resolución propiamente dicho entre otros Greenfiel (l987). En ellos, es Posible reconocer diferentes paradigmas sobre resolución de problemas; si se asumen éstos como formas diferentes de representarse este proceso y de entender su rol en el proceso de enseñanza y aprendizaje, es posible comprender que al igual que en el caso de los problemas, a estas representaciones subyacen ciertas concepciones y que de igual manera, tales representaciones se manifiestan en el modo de proceder las personas que resuelven los problemas. De acuerdo con los planteamientos de Marín (1996), existen los paradigmas teoricista, tecnicista, modernista, constructivista, procedimental y de modelización, que de manera general pueden ser agrupados en dos grandes tendencias, según el centro fundamental de atención: a) bien en la resolución formal de los problemas, bien en la enseñanza de los mismos; b) en el solucionador de problemas. Para los propósitos de este escrito, la mirada se detendrá en el aspecto de la resolución de los problemas, que naturalmente involucro al resolvente. En este sentido, parece haber también un cierto consenso en tomo a los términos resolver y solucionar un problema. Numerosos autores se refieren en diferentes términos a la solución y resolución de los problemas. Probablemente quien más explícitamente expone la diferencia entre ellos es Garrett (1988). Refiriéndose a ello, el autor plantea que se soluciona una situación cuando se obtiene una respuesta, mientras que se resuelve, cuando no es posible obtener una solución definida –como es el caso de las situaciones abiertas. Por ello plantea que es más afortunado referirse a enfrentarse a un problema, que a solucionarlo. Esta situación tiene relevancia, pues si los verdaderos problemas en el ámbito de las ciencias naturales tuviesen solución, se podría inferir que en algún momento sería posible contar con un conocimiento acabado y de esta forma se contribuiría a fomentar una visión de ciencia como un conjunto de “verdades” absolutas, fijas, obtenidas en un momento dado. En lugar de ello, el pensar en la posibilidad de resolver problemas, plantea así mismo la potencialidad de revaluar y contribuir con nuevas aproximaciones al desarrollo de conocimiento cualitativamente cada vez más complejo, que en última instancia no es otra cosa que el conjunto de las mejores explicaciones, concordantes con el desarrollo científico, tecnoló- gico, social y cultural de la humanidad. Gran número de reportes se asemejan –en cuanto al proceso de resolución de los problemas– en los siguientes puntos fundamentales: – Se consideran diferentes etapas que contemplan: identificación, delimitación o determinación del problema, exploración de estrategias de solución, acción con base en ellas, evaluación de los logros obtenidos. – Se piensa que la resolución implica un proceso de pensamiento creativo (o productivo). – Se asume que este proceso implica la utilización de desarrollos previos (individuales) del resolvente, así como la utilización por su parte de determinados procedimientos. – Se tienen en cuenta –en términos generales– las condiciones propias de la persona que resuelve el problema. – Se acepta que se utilizan diferentes tipos de memoria en el proceso de resolución. Novak por su parte (1982; 1988) considera, que la resolución de un problema implica así mismo la reorganización de la información almacenada en la estructura cognoscitiva de la persona que no resuelve, es decir, que hay aprendizaje significativo. En sentido similar, plantea que habrá aprendizaje significativo cuando el material aprendido encaja en la red cognoscitiva ya existente en quien aprende cuando probablemente el trabajo se realiza en la denominada por él zona de interés óptimo (que probablemente corresponde al ya mencioPedagogía y Saberes Nº 15 2000 nado umbral de dificultad). Esta zona sería intermedia entre la de información conocida y la de desconocimiento total; por consiguiente, constituye un límite personal. En esos términos, la resolución de problemas podría ser considerada como un proceso mediante el cual, una persona que se enfrenta a un problema, trata de identificarlo, de delimitarlo, de explorar posibilidades de resolverlo, de elegir las estrategias adecuadas para lograrlo a partir de sus desarrollos individuales, de llevarlas a la práctica mediante la aplicación de métodos y técnicas apropiados. Para el caso de la enseñanza de las ciencias naturales, han sido propuestos diversos modelos basados en la resolución de problemas, determinados por las representaciones que sobre este proceso tienen los proponentes. No obstante según los planteamientos de algunos autores, a pesar de la riqueza en cuanto a investigación y propuestas de formación centradas en esta estrategia de cambio metodológico, no es posible evidenciar resultados positivos en cuanto a aprendizaje significativo de las ciencias se refiere, Por ello, vale la pena cuestionarse sobre el origen de tal estancamiento. CONCLUSIONES Asumiendo como reales los planteamientos de quienes afirman que no hay un cambio significativo en términos de aprendizaje, a pesar de las numerosas investigaciones y modelos propuestos centrados en la resolución de Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 problemas, tiene relevancia preguntarse acerca de la justificación de investigar y experimentar en este campo. En otras palabras, el acercamiento a los procesos de indagación científica mediante la resolución de problemas, con el consiguiente desarrollo de habilidades básicas, procedimentales e investigativas, puede constituirse en una alternativa eficaz para incrementar la creatividad y la capacidad crítica de los estudiantes, lo cual se constituye a su vez en fundamento de la autonomía y responsabilidad social. A partir de esta conceptualización es posible deducir la importancia de la resolución de problemas en el campo de la educación en ciencias naturales, partiendo de la asunción de la ciencia como una actividad social en permanente proceso de construcción y reconstrucción, con implicaciones en el desarrollo social y cultural de los pueblos y por tanto con un compromiso ético que le es inherente. En este sentido y retornando los planteamientos de diversos autores, son varios los aspectos por los cuales amerita educar con base en este acercamiento; sin embargo, probablemente el más destacable entre ellos, es que este tipo de aproximación educativa permite al estudiante ser gestor de su propio aprendizaje, puesto que se enfrenta a una situación dada a partir de sus propios intereses expectativas, y teniendo como elemento fundamental para resolvería sus características individuales, logra la(s) mejor(es) respuesta(s) para la misma, desarrollando así mismo habilidades que le serán de utilidad en cualquier actividad de su vida, dado que el enfrentarse a problemas es una actividad cotidiana para el ser humano. BIBLIOGRAFÍA A MESTOY DE S ÁNCHEZ , Margarita. 1993. El desarrollo de habilidades de pensamiento y su aplicación a la enseñanza. lnnovación en la educación universitaria en América Latina. OEA. Proyecto Multiregional de Educación Media y Superior PROMESUP. 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Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 POLÍTICAS EDUCATIVAS Y DEMANDAS SOCIALES ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LOS PLANES DE ESTUDIO DE LA FACULTAD DE EDUCACIÓN FÍSICA DE LA UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL Nelly Teresa Martínez Martínez Profesora Asociada Universidad Pedagógica Nacional Álvaro José Gracia Díaz Profesor Asociado Universidad Pedagógica Nacional INTRODUCCIÓN Frente a los numerosos cambios y desafíos que presenta la sociedad y el porvenir, la educación y en particular la Educación Física se constituyen hoy en día en una mediación indispensable para que el estado colombiano pueda progresar hacia los ideales de paz, democracia y justicia Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 social, tan anhelados por todos los sectores de la sociedad, pero en especial por aquellos que buscan prioritariamente el desarrollo integral de los seres humanos. La Educación Física es una de las profesiones que mas contacto establece con la persona, lo cual exige no sólo la comprensión del sujeto de su acción, sino del entorno y de las relaciones que con él deben concretarse, ya que afectan el desarrollo de sus potencialidades individuales y colectivas. Es por ello que los profesionales en Educación física requieren ser formados en unos ambientes que se preocupen fundamentalmente por “Los saberes esenciales que la Educación del futuro debe tratar, en cualquier sociedad y cultura: Saber conocer, saber ser, aprender a hacer y aprender a vivir juntos”1 ya que desde esta perspectiva según lo plantea Morín se podrá responder a la amplia exigencia que se le hace hoy en día a la Educación. La Educación Física frente a las exigencias que la sociedad ha ido marcando a través del tiempo, ha tratado de responder cada vez en una mejor perspectiva, mediante la creación de diversos programas de formación profesional en el área², los cuales en las dos últimas décadas (1980-2000) han hecho presencia en la casi totalidad del territorio colombiano, impulsando cada uno, desde su acontecer y contexto particular, las mejores propuestas para que este campo de la práctica social, pueda cada día ofrecer más y mejores posibilidades de actividad física a los niños, jóvenes, adultos y tercera edad, en aras de aportar a una plenitud de vida humana. En este esfuerzo por ampliar e incluso diversificar la formación profesional en Educación Física, es importante destacar el papel fundamental que ha jugado la Universidad Pedagógica Nacional en su preocupación por sacar adelante una de las profesiones que, hoy en día, se esmera por consolidarse como disciplina, ¹ Delors, Jacques. La educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO. Madrid: Editorial Santillana. 1996, págs. 95 y 96. ² En 1994 y 1995 se inician tres especializaciones: Pedagogía del entrenamiento deportivo, Administración de la educación física y pedagogía y Didáctica de la educación física. mediante acuerdo 026 del 21 de Diciembre de 1994³ aprobó la creación de la Facultad de Educación Física, con la cual el tradicional departamento asume un nuevo compromiso frente a los retos de la educación del futuro. vía: ¿Qué debe aprender el futuro maestro? Este es un cuestionamiento, que a pesar de las críticas, los diseñadores de currículo siguen teniendo en cuenta. Veamos qué ha sucedido a través del tiempo. Es interés de los autores del presente artículo reconocer y mostrar los hechos más significativos que en el pasado sentaron las bases, crearon las expectativas, para que esta facultad pueda mostrar hoy, que a través de una diversificación curricular espera articular espera responder a las necesidades que tiene sobre la Educación Física. LOS PRIMEROS PLANES DE ESTUDIO EN EDUCACIÓN FÍSICA EN COLOMBIA Se intenta a través de estas páginas crear y posibilitar un espacio para la reflexión en torno al sentido que ha guiado las reformas y la creación de los proyectos curriculares en Educación Física, particularmente antes de 1984 con el ánimo de establecer hasta donde las nuevas reformas parten o tienen en cuenta criterios diferentes a los anteriores, pues para la Facultad de Educación Física, el tener que elaborar hoy en día los programas de licenciatura bajo las exigencias de la acreditación previa se ha constituido en un ejercicio sectorizado donde la reflexión sistemática de profesores y estudiantes sobre la educación y el currículo aún no hacen parte de la cotidianidad académica. Pero, además, en general los aspectos de la formación no son tema de debate; las asignaturas son todavía, como en otros tiempos, el punto crucial a tener en cuenta. La pregunta parece ser toda- El primer interrogante que alguien podría hacer al adentrarse en una visión retrospectiva sobre la formación de maestros en Educación Física, es si dicha formación en el pasado es diferente a la actual. Cuando se mira la formación que reciben actualmente los jóvenes en el sistema educativo, suele añorarse las buenas maneras, los valores humanos como la solidaridad y el respeto, la identidad nacional y la honestidad, entre otros, que al parecer hoy en día, desafortunadamente, han sido desplazados por la corriente intelectualista que en su aplicación ³ Ratificado por el Decreto Presidencial 2902, del 31 de diciembre de 1994. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 pragmática tiende a reducir la educación a una habilitación para el desempeño de oficios y cumplimiento de funciones. Lo que nos permite reconocer en esta añoranza, es que en las épocas anteriores (Zubiría M., 1988), la formación tanto del niño como del joven estaba ligada a la orientación del núcleo familiar, hoy desintegrado por las exigencias de la economía y la modernidad, pues si se mira particularmente los planes de formación de profesionales de la educación y concretamente a la Educación Física, el componente deontológico y de valores en las primeras épocas, no era muy fuerte y hasta podría decirse que era casi nulo, además, dichos planes no estaban fundamentados en un proyecto claro de hombre, sociedad y país. Lo que aquí cabría preguntarse entonces es: ¿Fue adecuada la formación brindada a los profesionales en mención para aquel momento histórico? Pues suele criticarse en el presente los planes, programas o propuestas hechas en el pasado y calificarse negativamente sin tener en cuenta las condiciones socioculturales que rodearon tales constructos, muchas veces sin reflexionar, si lo que se plantea hoy como moderno, realmente supera los desfaces del pasado. ración de ofertas de formación de baja calidad (...) y poca claridad de criterios académicos para orientarlas. Pero por otra parte, la noción de “currículum”, no plantea ningún problema, su significado es por sí evidente, se le considera como un conjunto de asignaturas que deben ser enseñadas y aprendidas respectivamente por profesores y estudiantes, pese a los esfuerzos que ha hecho últimamente el gobierno por presentar criterios y procedimientos para mejorar, al menos el planteamiento de dichos programas. Al observar el primer plan de estudios para la formación de maestros en Educación Física, vemos que este surge con la creación del Instituto Nacional de Educación Física, “con la intención de suplir la falta de profesores especializados en el área y realizar investigaciones biotipológicas del escolar colombiano, proporcionar a los enfermos medios terapéuticos de rehabilitación y organizar en Colombia un centro de investigaciones de divulgación científica en el campo de la Educación Física”5 . En la actualidad, al igual que ayer, y con más avances teóricos sobre la educación, no es raro encontrar, como lo plantea el C.N.A.4 (...) la persistencia de problemas referidos a la prolife- Si bien no se sabe con precisión quíenes diseñaron tal propuesta, se conoce que por sugerencia del alemán Hans Huber, quien estuvo en Colombia entre 1926 y 1929, se identificó la necesidad de preparación de maestros para la Educación Física en 1929 y que para la implementación inicial intervino el chileno 4 C.N.A. Criterios y procedimientos para la acreditación previa de los programas académicos de pregrados y especialización en educación. Santa Fe de Bogotá, D.C., junio de 1998. 5 Vaca, Ángel Humberto. La historia del alma mater de la Educación Física en Colombia. Santa Fe de Bogotá, D.C.: Universidad Pedagógica Nacional. 1993, pág. 32. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Candelario Sepúlveda (Primer director del INEF). Refiriéndose a este primer programa de estudios, Candelario Sepúlveda afirmaba: “Que ello era sumamente delicado y exigía un trabajo concienzudo y que no podía abordarse de inmediato, porque no contaba con el personal suficiente para las asignaturas o ramas”6. Los propósitos o las finalidades de este programa no se encuentran explícitamente planteadas en las fuentes consultadas, sin embargo, lo que puede deducirse es que fueron derivados del articulado de la ley 80 de 1925, que en el artículo 16 plantea los fines para las plazas de deportes que, se irían a crear en el país y que estaban encaminadas a: “El fomento de la salud, La recreación física; El mejoramiento de la energía mental y El fortalecimiento del carácter”7 . Si bien estas plazas de deporte perseguían fines eminentemente educacionales, su fundamento estaba basado en la idea alemana discriminatoria de plazas de deporte para el pueblo y plazas de deporte para la gente distinguida. Parece ser que desde el principio los planes de estudio no fueron solamente construidos tomando una visión extranjera, sino discriminatoria, en cuanto a sexo8. Por otra parte, el progra6 Vaca, Ángel Humberto. La historia educación física a través de sus normas. Inédito. Bogotá, D.C.: U. P. N., 1987. 7 Existieron asignaturas como la gimnasia y algunos deportes que sólo podrían cursar hombres o mujeres tales como gimnástica y fútbol. 8 Ibíd., pág. 115. ma o plan de estudios estaba constituido por ramas o campos de conocimiento, provenientes de las disciplinas básicas como: La Biología, la Psicología, la Sociología, la Historia y la Filosofía, de las cuales, se tomaron los contenidos más pertinentes para formar el ramo de la Educación Física. La orientación de las asignaturas fue de carácter técnico-práctico y su organización se dió en tres (3) departamentos, a saber: a) el científico; b) El pedagógico y c) el físico, siendo el primero el prioritario de la época y a través del cual se proyectó el INEF, resaltando la importancia de la Biología como representativa de tal enfoque; al respecto de lo cual, el director de entonces afirmaba: “Todos los estudios se han organizado con base en prácticas de investigación en el laboratorio de Biología, recientemente instalado”9. El plan de estudios estaba constituido por el área científica (Biología, Anatomía. Química y Física, entre otras), el área física con 12 ramas (deportes, gimnasia y juego, entre otros) y finalmente el área pedagógica que tenía tres (3) asignaturas (Psicología, Pedagogía, Teoría e Historia de la Educación Física). Como se puede deducir, no se incluyó ninguna asignatura relacionada con lo deontológico o la formación de los valores, porque el planteamiento de aquella época afirmaba que mediante la práctica del deporte, “... Se guían los impulsos instintivos... el niño en cuenta, que para ese entonces “ La corriente antropológica había llegado al país desde 1920 y soportaba la orientación educativa de la época”11. y el joven encuentran una amplia y saludable expresión, se abarca el desarrollo del intelecto, de las emociones, de los razgos individuales y sociales”10. Para los cursos en general, se consideró útil redactar un derrotero de los temas que iban a constituir la enseñanza de cada clase, además, los profesores debían dedicar tiempo para preparar material práctico con que trabajar, particularmente en las clases de Anatomía y Fisiología. Lo que sí quedó claro para ese entonces, fue que la orientación que se debía dar era de orden educativo, aunque ésta parece que tuvo un carácter de disciplina militar, pero, lo esencialmente rescatable es el énfasis científico, que se le quería dar de Instituto y de lo cual se estaba creando una imagen, ya que por su parte el rector de la Universidad Nacional al aceptar en sus predios al INEF, confirmaba dicho carácter diciendo que todo Instituto científico cabe dentro de la Universidad. Sin embargo, la concepción de lo científico no está claramente explicitado ni fundamentado en los documentos consultados, lo que si puede inferirse es que se refería a las ciencias biológicas, de lo cual, no cabe la menor duda, si se tiene 10 9 Ibíd., pág. 138. Uribe Echeverry, Carlos. Exposición de motivos de la Ley 80 de 1925. En cuanto al aspecto pedagógico, en los inicios de la creación del programa, la formación comprendía tres ramos12 , en los cuales estaban presentes asignaturas relacionadas con la pedagogía, aunque tenia un amplio enfoque orgánico, dentro de sus 13 unidades los centros de interés, contemplaba alguna temáticas relacionadas con la mirada científica de la Psicología, el mundo de los valores y la Educación Física como parte de la cultura general y los fines, las materias y los métodos de la enseñanza. Se estudiaban las relaciones de la filosofía con la Pedagogía; pero lo más significativo de todos los centros de interés es que desde el cuarto hasta el noveno se estudiaban las ideas pedagógicas de Pestalozi, Lay, Decroly, Montesori, Dewey; Se daban las 11 Garzón Pérez, Luis Alfonso. Apuntes para la historia de una confusión en Educación Física-Deporte. U.P.N., tesis de la maestría en Educación con énfasis en la Historia de la Educación y la Pedagogía. Bogotá, D.C.: U.P.N., 1997. 12 Decreto 1327 de 1937, artículo 4, un ramo corresponde a un año de estudios. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 bases de la nueva pedagogía la cual se centraba alrededor de la Escuela Nueva, además de algunos aspectos sobre la orientación profesional. Para finalizar se debía elaborar un trabajo que se llamaba tesis individual escrita, cuyos temas eran propuestos con anticipación a los estudiantes, para que fueran investigados, profundizados, redactados y si el tiempo lo permitía, leídos en la propia clase de esta asignatura. Algunos de los temas propuestos para tal efecto eran entre otros: ¿Cómo organizaría los deportes en su departamento, o la Educación Física en Colombia? Y un tema tan trillado hasta la época de los 80 ¿Cómo se pondría la Educación Física al servicio de otras materias de la enseñanza? Además la formación pedagógica era reforzada por la enseñanza de algunas asignaturas del área específica como Didáctica de la gimnasia y algunos deportes. Con la modificación de 1939 se incluyeron la Gimnasia de Aparatos, la Didáctica de la Educación Física, Dibujo y construcción de canchas y plazas Deportivas y la Práctica Docente con tres (3) niveles; este plan de estudios fue ratificado en Diciembre de 1940, según el acuerdo 23 y permaneció incluso, durante el tiempo que estuvo el INEF en la Universidad Nacional y su posterior vinculación a la Normal Superior en Enero de 1942. Hacia 1947 se expide la resolución número 8 que fija el plan de estudios de la sección de Educación Física en la Normal, sobre el cual, no se conoce documento alguno que clarifique cuál era el sentido de la formación. Sólo hay referencias a que dicho plan de estudios no Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 estaba en relación, con la resolución Nº. 10, que fijaba las normas para los planes de los Departamentos de la Normal Superior. Dado que dicho Plan de estudios no ofrecía la formación pedagógica y cultural exigida para los demás profesores de la Normal Superior, se hizo una reforma que la complementaba, en dos áreas: a) La formación cultural y b) La formación especializada, con lo cual, se incluyeron asignaturas como: Higiene Escolar, Psicología de la Educación, Antropología Infantil y Prácticas Metodológicas. En lo relacionado con la formación cultural se incluyó Lógica y Metodología de las Ciencias, Educación Cívica e Historia de Colombia. Para la década de los cincuentas, llama muchísimo la atención ver que por Decreto 2718 del 14 de septiembre de 1954 y resolución 61 de Diciembre del mismo año, se organiza un curso de posgrado en Educación Física con una duración de 20 días, de la cual no se sabe si tuvo la orientación o el espíritu de una maestría. En 1956 por Resolución 226 se modificó nuevamente el plan de estudios introduciendo las reformas que aconsejaba la experiencia, la progresiva evolución de las actividades de la Educación Física y los nuevos conceptos sobre estas materias; es de anotar que en dicho plan de estudios aparecen algunas asignaturas nuevas como: Cátedra Bolivariana, Cultura Religiosa, Inglés, Mesoterapia e Instrucción de Bandas de Guerra. Es importante destacar de toda esta reseña histórica, que las reformas a estos planes de estudio se iban haciendo de acuerdo con las necesidades y que los cambios no necesitaban de grandes períodos de tiempo para implementarse, pues las circunstancias obligaban y presionaban las innovaciones, que generalmente no fueron más allá de la inclusión de varias asignaturas o la modificación de las anteriores. Videncia de ello es que nuevamente en 1958, la resolución Nº 95, modifica el anterior plan de estudios incluyendo Fisiología aplicada a la Educación Física, Investigaciones, Recreación, Ética Profesional, Bailes Folclóricos Nacionales, Conferencia y Práctica Deportiva, Excursionismo. Como puede observarse el interés se centró en modificar el área específica y no la pedagógica. Con la creación de la Universidad Pedagógica de Colombia, la sección femenina de Educación Física es incorporada a ella y considerada como una dependencia de la misma y en octubre de 1962 pasa a ser facultad por acuerdo 09 del mismo año. EL SIGUIENTE DISEÑO CURRICULAR Para el año 1967 el plan de estudios fue semestralizado y debía incluir 39 horas de intensidad semanal y se estableció el servicio cívico social, como actividad de extensión universitaria. En cuanto al pensamiento que guiaba la acción académica, se buscaba formar educadores físicos que trabajaran sobre los siguientes valores: Amor, respeto y civismo hacia los suyos, desarrollo físico, formación de hábitos higiénicos, valores morales y espirituales, capacidad de razonamiento y conocimiento del medio ambiente. Como objetivo específico para la Educación Física se insistía en el logro de los aprobados en el IV Congreso Panamericano de Educación Física celebrado en Bogotá, que se orientaban hacia: “eficiencia humana al servicio de la comunidad, formación democrática mediante un liderazgo que respetara a la persona como individuo en un campo de cooperación y colaboración responsable”13. En cuanto a la formación profesional o ¿Pedagógica?, se insistía en que se debía estar altamente calificado y ser conocedor de las características físicas y Psicológicas de los alumnos y que el profesor debía ser un educador antes que un adiestrador. La pedagogía de ese entonces se centraba principalmente en el cómo dictar la clase. La práctica docente se hacía en un año en la escuela primaria, en la cual se aplicaba lo visto en la clase de metodología. “La Psicología aportaba las bases para el conocimiento del hombre, no se diferenciaba al niño, del joven ni del adulto”14; aunque posteriormente dichos egresados trabajaban en secundaria, bastaba para ello hacer una adecuación en cuanto a la dosificación del ejercicio. Dicha formación profesional, insistía en los siguientes principios: 13 Vaca, Ángel Humberto. Historia del alma mater de la Educación Física en Colombia. Santa Fe de Bogotá: U.P.N. (Segunda parte), 2000, pág. 78. 14 Peralta, Héctor. Testimonio personal. Santa Fe de Bogotá: U.P.N., junio de 2000. • Disciplina (Orden, lugar, silencio, obediencia y respeto). • Secuencia temática (desarrollo de contenidos organizados según lo propuesto por la teoría gimnástica o los deportes). • Dosificación del esfuerzo: la clase comprendía entrada en calor (Según Luis Agosti), Tema Central (tomados de la Gimnasia de Agosti) y tema final. • Memorización-repetición (llevar cuaderno de metodología ordenado y controlado por el profesor). El aprendizaje en el estudiante se garantizaba porque el maestro enseñaba, así que la inasistencia a clase implicaba el no aprendizaje del tema, lo cual era tenido en cuenta en la evaluación final. En la práctica docente se presentaba un examen en el cual el estudiante seleccionaba un tema al azar, el cual debía en forma improvisada dramatizar a través de actividades físicas. Como puede deducirse de la anterior exposición, el currículo de estudios se consideraba como un conjunto de ramas del saber o de las disciplinas básicas, que eran presentadas en forma más o menos secuencial, pero separadas por campos, con el objeto de que el futuro maestro adquiriera los conocimientos y habilidades necesarias para desempeñarse como maestro en las plazas de deportes o en los centros de educación secundaria de aquellos tiempos. Para 1969 se pone en vigencia el nuevo plan de estudios semestralizado, junto al sistema de créditos, plan que se denominó básico y que se estableció para todas las universidades con una intensidad de 40 horas semanales. Este plan tuvo como objetivo formar licenciados capaces de tomar posiciones a nivel deportivo, de ahí que de los 128 créditos que lo constituían, 60 se relacionaban con la Gimnasia, el Deporte y la Recreación. El área básica o formación en Educación comprendía 30 créditos y sus componentes eran las Psicologías, Las Didácticas, una Pedagogía y las Prácticas Docentes con 4 niveles. De este plan egresaron hacia 1973 algunos de los profesores que más tarde fueron llamados a servir en las nuevas instituciones de Educación Física, que por esa época comenzaron a crearse en el país, tales como Tunja, Antioquia, Cali, Pamplona. Se desconoce cuál fue la concepción curricular de aquella época, pero, lo que sí parece inferirse es que la formación docente estaba relacionada con las funciones de la administración planteadas por Fayol15, ya que, la formación de las Didácticas y de la Práctica Docente estaba encaminada a comprender y ejercitar los elementos que constituyen el proceso administrativo: Previsión: Constituida por actividades a realizar de una disciplina determinada, a través del plan de curso de un año lectivo, esto es, planeación de la enseñanza. Organización de la clase; Dirección del aprendizaje y Coordinación, tal como eran planteadas en las didácticas más consultadas por aquel entonces: Hacia una Didáctica Ge15 Dávila, Carlos. Teorías organizacionales y administración. Bogotá: McGraw Hill, 1995, pág. 33. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 neral Dinámica, de Néreci, Imídeo (1973) y Didáctica General de Mattos, Luis Alver (1963). Es una época que para el Departamento de Educación Física, “la construcción del currículo estuvo basada sobre los fundamentos de las ciencias en desarrollo como la Psicología (especialmente), la Sociología, la economía y la Teoría de la organización (que tuvo gran impacto en la Administración Educativa”16. Para entonces el currículo como tema no hacía parte ni siquiera de los contenidos de la Didáctica y a lo único que se hacía mención era al programa de las asignaturas, las cuales, debían ser preparadas por el maestro, teniendo en cuenta su propia formación, pues, existían muy pocas políticas del Ministerio con respecto a lo que debía enseñarse en Educación Física, tanto en la primaria como en la Secundaria. EL ÚLTIMO PLAN DE ESTUDIOS DEL SIGLO XX El anterior plan de estudios permaneció hasta 1984 época en la cual, entró en vigencia una nueva propuesta. Para aquel momento histórico, el Departamento de Educación Física, que venía quejándose del exagerado tecnicismo, biologismo y psicologismo en la formación de los licenciados, plantea una reforma fundamental, que intenta dar un nuevo soporte teórico e investigativo. Dicho plan de estudios se constituyó a partir de 4 áreas:17 Área 16 Kemmis, Stephen, El currículo, más allá de la teoría de la reproducción. Madrid: Ediciones Morata S.A., 1998, pág. 54. 17 La última promoción de admitidos ingresaron en el primer semestre de 2000. A partir de esta fecha entrará en vigencia un nuevo diseño curricular. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Pedagógica y Didáctica, Área de Formación Específica, Área de Integración y Área de Flexibilidad, y si bien es cierto respondió en algún sentido a la necesidad que se venía planteando, el enfoque e impulso final de este diseño curricular vino como una respuesta a las exigencias de la ley 80 de 1980, cuya aplicación principal realizó la Universidad Pedagógica Nacional. Es interesante rescatar que en esta época, 1981, se conforma el primer comité de currículo del Departamento, que tuvo como misión replantear el plan de estudios que venía vigente desde 1969, el cual se venía cuestionando, porque la formación correspondía a preparar docentes con buen nivel de desempeño técnico, pero con escasa o casi nula fundamentación teórica. Para lograr el reforzamiento conceptual y el carácter investigativo planteado para toda la Universidad, se implementaron dos estrategias en el área de formación específica (actividades propias de la actividad física); lo que se llamó teoría y método de... (Baloncesto, Voleibol, de los Deportes de Raqueta y otros más) y la introducción de una serie de asignaturas del área de integración como fueron Lógica, Filosofía e Historia de la ciencias, y la flexibilidad curricular es usada para crear la asignatura Introducción a la Investigación. Esta formación fundamental en investigación fue planteada principalmente para ser implementada a través de seminarios como: Educación y Sociedad, Educación, Economía y Política, Educación y Cultura, su aplicación investigativa se haría a través de la Práctica Pedagógica y Didáctica en sus tres (3) niveles, pues se aspiraba a formar un profesor investigador que en términos de la teoría de Stenhouse (1991) corresponde al profesional amplio cuyas características son: “Una capacidad para un auto desarrollo profesional autónomo, mediante un sistemático auto análisis, el estudio de la labor de otros profesores y la comprensión de ideas mediante procedimientos de investigación en el aula”18. Sin embargo, este enfoque se redujo al diseño y aplicación de proyectos pedagógicoinvestigativos sin que todavía se haya logrado introducir la investigación en el aula, para transformar las prácticas de los docentes. Cabe destacar que de 1981 hasta 1984, el departamento mantuvo un interesante nivel de debate sobre el objeto de estudio, la concepción y sentido de la Educación Física y los propósitos de la formación pedagógica que se debían plantear para el licenciado en el área. Sin embargo, es cuestionable que no se dio ningún tipo de debate sobre currículo, la preocupación se centraba en ¿Cuáles debían ser las asignaturas? y ¿Cuál debía ser la fundamentación teórica necesaria? Los elementos conceptuales sobre currículo que contiene el plan de estudios de 1984 fueron elaborados por el director del departamento, ante la urgencia de rectoría de presentar la reforma. Es interesante observar que dicho documento contiene una 18 Stenhouse. Investigación y desarrollo del currículo. Madrid: Ed. Morata. S.A., 1991, pág. 197. serie de planteamientos que responden básicamente a las cuestiones fundamentales, que debían ser respondidas, para construir cualquier currículo o plan de enseñanza de ese entonces, y que fueron la guía, no explícita, de quienes pensaron y escribieron el currículo de 1984. Dichas preguntas fueron: “1. ¿Qué objetivos educativos se trataba de alcanzar? 2. ¿Qué experiencias educativas eran aptas para lograr esos objetivos? 3. ¿Cómo podrían organizarse objetivamente dichas experiencias? (Sistema de Ulas, prerrequisitos, correquisitos19, todo se controló) 4. ¿Cómo determinar que se habían alcanzado los objetivos? (Sistema de evaluación controlado por el maestro)”20. Si bien esta guía no fue tomada de ninguna teoría curricular, era lo que se movía en el ambiente, al menos del departamento de Educación Física; hoy se sabe, que dichos interrogantes corresponden a lo planteado por Tyler (1949) en su libro denominado Basic Principles of Curriculum and Introduccion, y que por lo tanto, si se comparan dichos principios con lo que se planteó en dicho currículo, se puede decir que se hizo una reforma dentro de este enfoque, como puede inferirse al comparar lo planteado en el plan de estudios de 1984 y los cuestionamientos enunciados por Tayler21. La perspectiva de mantener un currículo por materias o asignaturas quedó espe- 19 Los prerrequisitos y correquisitos fueron una de las evidencias prácticas de la Psicología del aprendizaje puesta al servicio de la Educación física. 20 Ibíd., pág. 55. 21 Ibíd., pág. 54. cificada por las propias especialidades y por la autoridad de los especialistas concretos en cada una de ellas, así se dio una visión del curriculum con: “Selección de contenidos, su organización y secuencia de acuerdo con principios psicológicos y la determinación y evaluación de los métodos adecuados de transmisión (experiencias del aprendizaje)”22. Lo importante de este desarrollo curricular, es que generó un gran cuestionamiento alrededor de las ciencias tradicionales básicas de la Educación Física (Biología y Psicología) y desencadenó una nueva perspectiva más sociológica y filosófica, más interpretativa del hombre como corporeidad y como ser que se mueve, es decir, que vive a través de su cuerpo. Estos debates condujeron a una aproximación más profunda del objeto de estudio de la Educación Física, a tal diversidad de concepciones y sentidos que hoy pueden verse desde lo puramente biofisiológico, hasta lo recreativo, axiológico y artístico, lo cual ha permitido la discusión y la reflexión, tanto en lo antropológico, como en lo social y pedagógico. Actualmente se puede hablar en la Facultad de Educación Física, de un campo de saber pluriobjetual, que ha llevado a la presentación de una propuesta de diversificación curricular en tres (3) programas de licenciatura: en Educación Física, en Deportes y en Recreación, programas base de los tres (3) departamentos que llevarían sus nombres, con lo cual se pretende el debate teórico-práctico sobre el tan discutido Objeto de Estudio de la 22 Ibíd., pág. 59. Educación Física. El interrogante central que en este momento debe hacerse la Facultad de Educación Física de la Universidad Pedagógica Nacional, no es solamente si es necesario hacer una diferenciación entre Educación Física, Deporte y Recreación, sino además, por qué debe hacerse y desde qué fundamentos filosóficos y epistemológicos. Lo realmente preocupante y a la vez interesante, es si el actual proyecto curricular que se ha diseñado para la licenciatura en Educación Física y que ha asumido una concepción curricular totalmente integrada y que se centra en la experiencia corporal “que en los próximos años se encargará del análisis, los hechos y las prácticas sociales, que se van afectando por fuerzas de tipo político, ético y cultural” 23, responde a las necesidades reales que la Sociedad tiene en este momento y si las otras dos propuestas curriculares ofrecen una diferenciación fundamental que amerite o justifique su existencia. Por otra parte, la Facultad en el afán de ofrecer nuevos programas, ha entrado en la dinámica de diseñar currículos en muchos campos que supone de interés, sin llevar a cabo un debate sobre los fundamentos disciplinarios, ni tener en cuenta la relevancia y articulación de estas propuestas con la estructura académica que se piense para la facultad, de tal manera, que conduzca a la organización de procesos mediante los cuales se pueda pensar en transformar no 23 Palacio, Judith de y otras. Diseño curricular Licenciatura en Educación Física. Santa Fe de Bogotá: UP.N. (Inédito). 1999. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 solamente la formación de docentes sino la cultura y las prácticas sociales relacionadas con la Educación Física. Como se dijo al principio de este artículo, la pretención era crear un espacio para la reflexión sobre los aspectos críticos que los planes de estudio de la facultad han tenido en su devenir; se espera haber aportado elementos para lograrlo. Sin embargo la siguiente síntesis puede complementarla: Las reformas curriculares de los programas de licenciatura en Educación Física, desde la I.N.E.F. y hasta la Universidad Pedagógica Nacional, han respondido básicamente a la normatividad y a las contingencias históricas del momento. Las reformas a los planes de estudio de la licenciatura en Educación Física, en la mayoría de los casos no han partido de evaluaciones sistemáticas24 sobre el impacto de los programas, ni el desempeño de los egresados y menos aún de estudios sobre las necesidades de la Sociedad, aunque cabe señalar que las reflexiones sobre la experiencia y la actualización teórica y conceptual ha generado reformas substanciales. Las primeras reformas de currículo para la preparación de maestros en Educación Física, se centraron alrededor de cambios o inclusiones de nuevas asignaturas, situación que fue superada con el currículo de 24 Los documentos revisados sobre planes de estudio no incluyen entre sus antecedentes información al respecto. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 1984, que pretendió una reforma total en la fundamentaron y sentido de la formación, lo cual pretende separarse cualitativamente en la propuesta que entrará en vigencia en el año 2001. En la Facultad de Educación Física las discusiones sobre la Educación Física, la sociedad y la cultura, no han logrado un avance que permita pensar en forma autónoma la dimensión curricular, de manera que, profesores y estudiantes comprendan y analicen las implicaciones que una propuesta o reforma curricular tiene para la sociedad, la Educación, la Educación Física, el Deporte o la Recreación. La relevancia de la Pedagogía en los planes de formación solo fue ganada progresivamente, iniciando su consolidación con la reforma curricular de 1984 ya que en sus inicios estuvo limitada a una visión psicologista y metodológica. Para el nuevo currículo que se inicia en el año 2001, los retos que se plantean son: • Demostrar que la Educación Física es fundamentalmente diferente al Deporte. • Plantear que la Educación Física puede tener un cuerpo disciplinar propio. BIBLIOGRAFÍA COMISIÓN NACIONAL DE ACREDITACIÓN (C.N.A). Criterios y procedimientos para la acreditación previa de los programas académicos de pregrado y especialización en educación. Santa Fe de Bogotá, D. C., junio de 1998. DÁVILA, Carlos. Teorías organizacionales y administración. Bogotá: McGraw Hill, 1995, pág. 33. DELORS, Jacques. La educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO. Madrid: Editorial Santillana. 1996, págs. 95 y 96. GARZÓN PÉREZ, Luis Alfonso. Apuntes para la historia de una confusión en Educación Física-Deporte. U.P.N., tesis de la maestría en Educación con énfasis en la Historia de la Educación y la Pedagógia. Bogotá, D.C. : U.P.N., 1997. KEMMIS, Stephen. El currículo, más allá de la teoría de la reproducción. Madrid: Ediciones Morata S.A., 1998, pág. 54. PALACIO, Judith de y otras. Diseño curricular Licenciatura en Educación Física. Santa Fe de Bogotá: UP.N. (Inédito). 1999. STENHOUSE. Investigación y desarrollo del currículo. Madrid: Ed. Morata. S.A., 1991, pág. 197. VACA, Ángel Humberto. La historia del alma máter de la Educación Física en Colombia. Santa Fe de Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional. ( Primera parte). 1993, pág. 35. VACA, Ángel Humberto. Historia del alma máter de la Educación Física en Colombia. Santa Fe de Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional. (Segunda parte). 2000, pág. 78. ZUBIRÍA de, Miguel . Tratado de Pedagogía Conceptual, Enseñanza de Actitudes y Valores. V. 3, 1998, pág. 38. LA DIVERSIDAD ÉTNICA Y CULTURAL DE COLOMBIA: UN DESAFÍO PARA LA EDUCACIÓN Silvio Aristizábal Giraldo Profesor Universidad Pedagógica Nacional 1. DIVERSIDAD ÉTNICA Y CULTURAL La mayoría de los colombianos cuando escucha hablar de la diversidad étnica y cultural de la nación piensa que esta expresión se refiere sólo a la existencia de indígenas y afrocolombianos. Pocos entienden que la expresión alude en algún sentido a las diferencias entre un costeño, un valluno y un llanero. Muchos consideran que entre los indígenas no hay diferencias y para otros, los raizales de San Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Andrés y Providencia no se distinguen de los chocoanos. Sin embargo, la realidad es bien diferente. Veamos un poco cómo es la situación: 1.1. Pueblos Indígenas Existen en el país más de 80 Pueblos Indígenas que hablan 66 lenguas. Cada uno de estos pueblos tiene su cosmovisión, sus códigos diferentes de significación de la realidad, sus valores, creencias, costumbres y expresiones artísticas y religiosas que los diferencian entre sí y con los demás colombianos. Según el Departamento Nacional de Estadística (DANE) la población indígena en Colombia para 1997, se calculaba en 701.860 personas, lo que equivale al 1.75% de la población total del país (Arango y Sánchez, 1998: 19). No obstante su reducida proporción en comparación con el total de la población, Colombia ocupa, después de Brasil, el segundo lugar en América Latina en cuanto a número de pueblos indígenas. De éstos, sólo dos pueblos sobrepasan las 100.000 personas: los nasa, más conocidos como paeces (118.845) y los wayúu (144.003). Además, hay varios grupos con menos de 100 personas, por lo cual se les considera en inminente peligro de extinción, entre ellos están los taiwano (19), los pisamira (54), los makaguaje (50) y los bara (96) (Arango y Sánchez, 1998). Quizás donde más se puede apreciar la diversidad indígena es en la lengua. Según la investigadora María Trillos, la diversidad lingüística de los indígenas colombianos es tal vez única en América. Las 66 lenguas inventariadas actualmente pertenecen a 18 familias lingüísticas diferentes. Se encuentran lenguas representantes de las grandes familias lingüísticas suramericanas: Arawak, Caribe, Quechua, Chibcha, Tupí-Guaraní. Hay lenguas pertenecientes a familias regionales como Tukano, Guahibo, Uitoto, y lenguas aisladas como el Páez, el Guambiano, el Kamëntsá o el Ticuna (Trillos, 1998b). Hay lenguas tonales como las del suroriente asiático o de Africa Central; flexionantes a la manera del griego o el latín (kogui, damana, ika), aislantes como las lenguas malayo-polinesias (emberá); polisintéticas a la manera del esquimal (kamëntsá); acusativas como el español o el inglés; ergativas a la manera del vasco o las lenguas del Cáucaso; mixtas como algunas lenguas australianas o el maya (damana, arhuaco) (Trillos, 1998b). Otro aspecto que muestra la diversidad de las culturas indíge- nas es el referido a las relaciones de dichos pueblos con la naturaleza, resultado de miles de años de experiencia y de convivencia con ecosistemas determinados. Estas concepciones se expresan a través de los mitos, los ritos y la variedad de prácticas productivas. 1.2. Afrocolombianos Los afrocolombianos se calculan entre cinco y ocho millones de personas (Escobar y Pedrosa, 1996: 247). Están asentados a lo largo de la Costa del Pacífico, desde Panamá hasta el Ecuador; en la Costa Atlántica; en las tierras bajas de los valles interan- dinos de los ríos Magdalena, Cauca y Patía y en las principales ciudades. Los habitantes de San Basilio de Palenque hablan, además del español, una lengua que tiene muchas expresiones del portugués y del español, y en la cual sus palabras africanas y su sustrato gramatical provienen del ki-congo, una lengua bantú (Arocha, 1999 y Friedemann y Arocha, 1986). Los esclavos importados a América, procedían de grupos con una gran diversidad étnica y linguística. Muchos de ellos provenían de grandes civilizaciones de los reinos de África Central y de los imperios sudaneses de Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Ghana, Malí y Songay, “Estados legendarios que ostentaron épocas de poder y esplendor comparables a las de las civilizaciones que por el mismo tiempo surgían en Europa: reyes y cortes; sociedades y jerarquías religiosas; mercados y ejércitos; sacerdotes y artistas; arquitectos y artesanos; mineros y orfebres; bibliotecas y maestros” (Friedemann y Arocha, 1986: 18). Arrancados de su hábitat y transportados en condiciones infrahumanas a otro continente donde se les sometía a la más abyecta esclavitud con individuos de otros pueblos de lengua y cultura diferente, los afroamericanos se vieron en la necesidad de desarrollar procesos de reintegración étnica y construcción de nuevas identidades enraizadas en sus culturas originarias, pero tomando elementos de las culturas europea y americana. En este proceso la memoria representó el mayor patrimonio de los capturados, pues gracias a ella pudieron reconstruir sus identidades (Arocha, 1999). Durante el período de la esclavitud no llegaban, según Arocha, “poblaciones aglutinadas sino cargas de personas distintas” (Arocha, 1999: 38, enfatizado en el original). Por eso, afirma el citado autor: “Pensemos que aquí pudo haber desembarcado un arquitecto, pero no la arquitectura dogón de Malí; un sacerdote, pero no todo un complejo ceremonial, mítico y litúrgico de los ngolas; un médico, pero no la medicina balanta del río Cacheo. Una mayoría de postadolescentes, cuya formación por lo general estaba lejos de concluir, se bajó de las naves con recuerdos que aplicó a las Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 riquezas del nuevo continente y a las artes de indios y españoles, hasta ir haciendo culturas nuevas. Éstas ostentaban el legado africano, pero no eran africanas; dejaban ver los préstamos de América y Europa, pero no eran ni americanas ni europeas” (Ibíd.). 1.3. Raizales Son unos 30.000, habitan en San Andrés, Providencia y Santa Catalina; además del creolle, hablan el inglés como segunda lengua1. Los raizales han logrado, mediante la Ley 70 de 1993, el reconocimiento como pueblo diferente de los afrocolombianos, ya que son el resultado de un complejo proceso de interacción entre africanos importados como esclavos, africanos llegados de las islas del Caribe e ingleses y europeos, que los habían traído para sus plantaciones de algodón y sus actividades comerciales. El archipiélago estaba bajo el dominio de la Corona española, sin embargo, predominaron la lengua inglesa y la religión bautista. En el siglo XX el Estado colombiano hizo numeroso intentos por castellanizarlos y convertirlos al catolicismo, pero ellos han resistido manteniendo su identidad. La negación de lo afro Si las culturas indígenas en Colombia han sido discriminadas, la situación para las culturas afrocolombianas y para los raizales ha sido aún más grave. Sus aportes a la formación de la na1 La población raizal en San Andrés es minoritaria debido a la inmigración de continentales (costeños, paisas, siriolibaneses). cionalidad han sido sistemáticamente desconocidos. Han sido vistos como piezas de engranaje económico y colonial, supeditadas a la racionalidad económica de los amos. “... la gente negra ha sido mirada esencialmente como esclava, es decir, en tanto que individuos despersonalizados y desocializados por los mecanismos de la trata atlántica... Como objetos o mercancías, cuyo único nexo con la sociedad colonial fue el amo” (Maya, 1994: 142). Al ser considerados como mercancía, a los negros se les negó su historia, su nexo con su pasado africano. “Al ser considerada gente sin pasado, se le clasificó como incapaz de memorizar su devenir y, por consiguiente, de ser protagonistas de su propia historia en suelo americano; incapaces también de adaptarse y transformar la sociedad colonial y republicana” (Ibíd.). Según Bastide (1963), “En el interior del universo simbólico afroamericano parecen surgir dos modos fundamentales de organización, según la relación con Africa, su continente de origen: ‘la africanidad manifiesta’ (los grandes sistemas mágico-religiosos afro-cubanos, afro-haitianos y afro-brasileños), que guarda trozos enteros de la mitología, los ritos e incluso las lenguas de las culturas africanas de origen y a menudo reivindica los lazos de pertenencia con ellas; y la ‘africanidad latente’, (los sistemas de pensamiento afro-panameño, afro-venezolano, afrocolombiano, afro-ecuatoriano y afro-peruano), que conserva varios ítem menores de origen afri- cano, pero que los ha integrado –así como otros de origen europeo e indio–, en una lógica de conjunto recreada y original, y además ha perdido conciencia de su origen africano” (citado por Losonczy, 1993: 45). Frente a esta tesis, la historiadora Adriana Maya (1996), plantea que si bien la africanía en Colombia ha tenido características diferentes a las observadas en Brasil y el Caribe, aún es posible encontrar “huellas de africanía” –utilizando una expresión de Nina de Friedemann2– porque su memoria permaneció viva y les permitió la reconstrucción étnica, social y política3. Maya argumenta que la carencia de registros etnográficos e históricos sobre “candomblé”, “santería” o “vudú” en nuestro país, así como “la ausencia contemporánea de estas manifestaciones explícitas de africanidad” no son argumentos “para descartar la permanencia de lo sagrado africano en Colombia, ni (para negar) la importancia que durante la colonia neogranadina tuvieron estos legados espirituales en la sobrevivencia demográfica y cultural de la diáspora africana en nuestro medio” (Maya, 1996: 29). En otro de sus escritos anota la autora que si bien la esclavitud astilló y fragmentó la memoria corporal de los africanos y sus descendientes, no logró aniquilar ni suprimir los legados africanos (Maya, 1998b). 2 Según Friedemann “huellas de africanía” son “memorias, sentimientos, aromas, formas estéticas, texturas, colores, armonía, es decir, materia prima para la etnogénesis de la cultura negra” (en Maya 1996: 30). 3 Diversos trabajos investigativos de Maya apoyan su tesis. Ver bibliografía, al final. Arocha sostiene una tesis similar a la de Maya, cuando afirma: “pese a la especificidad de la africanía en Colombia, negar sus memorias equivale a impugnar la humanidad de los esclavizados y sus descendientes. El hecho de que a ellos se les hubiera privado de la libertad no significó que los amos les hubieran amputado la capacidad de recordar y, menos aún, de llevar a cabo procesos de reconstrucción política, social y cultural” (Arocha, 1999: 27). No obstante la invisibilidad a que fueron condenados los afrocolombianos, su resistencia a la esclavitud y a la aniquilación siempre se mantuvo. Al respecto afirma Maya que las creencias y prácticas de los esclavos africanos durante la Colonia, calificadas por los españoles como actos de “brujería” guiados por el demonio, en realidad eran manifestaciones de la espiritualidad originaria de Africa, mediante las cuales aquellos expresaban su humanidad (Maya, 1992 y 1996). Esta resistencia ancestral se ha fortalecido con los diferentes movimientos afrocolombianos, que en las últimas décadas han mostrado una gran vitalidad. 1.4. Rom o Gitanos En el mundo los gitanos pertenecen a tres pueblos diferentes: Cíngaros-Kalderash, Manuches y Gitanos. Su lengua es el romanó o romanés, el cual, no obstante sus variantes dialectales, les permite la comunicación en todo el mundo. Su llegada a América, parece haberse dado simultáneamente con el arribo de los primeros españoles. Las mi- graciones iniciales tuvieron un carácter disciplinario, ya que muchos gitanos que no aceptaban la orden de expulsión de Europa, eran enviados a América. En siglos posteriores hubo una emigración voluntaria. Años más tarde se desató la persecución contra ellos y la Legislación Indiana ordenó la deportación inmediata de aquellos que se encontraran en América. Hacia mediados del siglo XIX hubo nuevas migraciones a Colombia, a través de Panamá. Después de la Segunda guerra mundial se presentó un aumento de la población gitana en nuestro país, la cual es estimada por algunos, actualmente, en 8.000 y por otros en 10.000 personas, pertenecientes al grupo CíngaroKalderash. Hay diferentes linajes o clanes como los Bolochoc, Boyhás, Churon, Mijhais, Jhanés,, Langosesti y Bimbay, aunque muchos de ellos han adoptado apellidos como Gómez o Mendoza. Sus principales asentamientos en Colombia están en Itagüí (Antioquia), Bucaramanga y Bogotá (Colombia, DNP, 1999). Entre los elementos constitutivos de la identidad del pueblo rom se señalan: idioma propio; larga tradición nómada y su transformación en nuevas formas de itinerancia; valoración de los grupos de edad y sexo como ordenadores de estatus; cohesión interna y diferenciación frente al no rom; organización social basada en los grupos de parentesco; derecho consuetudinario, conocido como la “ley gitana” o Kriss, expresada en un conjunto de normas tradicionales e instituciones que regulan su aplicación (Ibíd.). Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 El Ministerio del Interior, a través de conceptos emitidos por la Dirección de Asuntos Indígenas y la Dirección de Comunidades Negras y Otras Colectividades Étnicas, reconoció a los gitanos su carácter de grupo étnico 4 . Igualmente, el Plan de Desarrollo 1998-2002, “Cambio para construir la Paz”, consagró el siguiente aparte al pueblo rom: “El Gobierno Nacional en cabeza del Ministerio del Interior, velará por la integración de estas comunidades a sus propósitos de lucha contra la pobreza y mejoramiento de su calidad de vida, respetando sus particularidades culturales y concertando con este grupo las acciones para la atención de sus principales problemas”. Indígenas, afrocolombianos, raizales y rom reclaman el derecho a la diversidad como pueblo, es decir, exigen el reconocimiento de su identidad étnica. La identidad étnica o etnicidad se entiende como el sentido de pertenencia a un grupo, a partir de la aceptación de un origen común, una historia, una cultura, una lengua y unos valores comunes. Esta identidad se asume como opuesta a la identidad mayoritaria, la cual estaría asociada con grupos dominantes, a los cuales no se les aplicaría la noción de etnia. Los grupos étnicos, además del reconocimiento cultural y la identidad de grupo, reclaman derechos político-administrativos (Picó, 1999; Othón, 1992). 4 Conceptos 0864 de la Dirección de Asuntos Indígenas y 2025 del 17 de diciembre de 1998, de la Dirección de Comunidades Negras y otras Colectividades Étnicas. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 1.5. La población “blanca” o Mestiza Además de los indígenas, afrocolombianos y rom que se reconocen a sí mismos como pueblos o etnias diferentes entre sí y con los demás colombianos, hay en el país más de 30 millones de habitantes, comúnmente llamados “blancos”, que conforman la población mayoritaria y son el resultado de los procesos de mestizaje ocurridos en los últimos quinientos años. Esta población, aunque relativamente homogénea, no reclama identidad como grupo étnico, tiene como lengua común el español, aunque con variantes dialectales, y es portadora de un sinnúmero de expresiones culturales diferentes. Incluye, entre otros, a paisas, vallunos, costeños, santandereanos, opitas, llaneros, nariñenses, boyacenses. Estas denominaciones hacen referencia no sólo a la geografía y a los ecosistemas sino también a diferencias en la historia5, la economía, el habla (dialectos regionales), la música, la tradición oral, la culinaria, la estructura familiar6, las fiestas, las 5 Desde la década del cincuenta del siglo pasado se realizaron en el país numerosos estudios regionales sobre Antioquia, Cundinamarca, Cauca, Santander, la Costa Atlántica, la mayoría de los cuales tenía un fuerte énfasis en lo histórico, pero señalaban con mucha claridad la existencia de culturas regionales. 6 A mediados del siglo pasado, la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda realizó un estudio sobre la familia colombiana, para lo cual dividió el país en cinco macrorregiones culturales. Como resultado de dicho estudio publicó, en 1968, un libro titulado Familia y Cultura en Colombia, en el cual señala las diferencias existentes en los modelos de familia encontrados en esas expresiones artísticas, las concepciones de la salud y la enfermedad y los estilos de conocimiento7. 1.6. Otros inmigrantes Además de los pueblos indígenas, afrocolombianos, raizales, macrorregiones. El libro presenta las características de la familia en cada uno de los “complejos culturales” establecidos por la autora: el complejo cultural antioqueño que comprende Antioquia, el viejo Caldas, parte del Tolima y el Valle del Cauca; el complejo cultural americano en el cual engloba departamentos como Nariño y el altiplano cundiboyacense; el complejo cultural hispánico donde incluye a los santanderes; el complejo cultural del litoral donde incluye a la costa Pacífica y Atlántica y las tierras bajas del Magdalena y Cauca. Además señala algunas características de la familia indígena, pero sin profundizar en el tema. No obstante haber sido escrito hace casi medio siglo, el libro constituye un aporte de gran significación para el conocimiento de la diversidad cultural del país y sigue siendo de obligatoria consulta para quienes se interesen por conocer las características culturales de las diferentes regiones de Colombia. En lo referente a la diversidad musical sobresalen los trabajos investigativos del maestro Guillermo Abadía Morales, quien en su obra “Compendio General de Folklore Colombiano” (1977), analiza, además de la música, el folklore literario, coreográfico y demosófico (saberes populares) de las diferentes regiones del país. 7 Un grupo de investigadores de la Universidad Pedagógica Nacional adelanta desde hace varios años un estudio sobre los modos de conocer en nuestro país. El grupo ha dividido a Colombia en varias regiones y a partir de la aplicación de una serie de cuestionarios ha demostrado la existencia de diferentes formas de conocimiento. En el libro más reciente sobre el tema, los autores señalan que desde el inicio de su trabajo, hace siete años han tenido una idea directriz según la cual, “la enorme diversidad que caracteriza a un país como Colombia supone también una diversidad en el plano de lo cognitivo” (Hederich M. y Camargo U., 1999: 12). Y en unos párrafos más adelante afirman: “...creemos haber logrado con éxito nuestro propósito fundamental de documentar empíricamente la existencia de una diversidad cognitiva rom y de los blancos o mestizos, existen en Colombia algunos núcleos de inmigrantes de otros países ubicados en distintas regiones del país. En la costa Atlántica, especialmente ha habido presencia de árabes, muchos de los cuales se han mezclado con los habitantes de la región. En Bogotá y en otras ciudades hay judíos, libaneses, japoneses y gentes llegadas de diferentes naciones europeas y americanas, y para la mayoría de los colombianos se va haciendo familiar la presencia de restaurantes chinos no sólo en las grandes ciudades, sino también en ciudades intermedias. 1.7. Otras identidades La diversidad no se agota en lo étnico y lo cultural. Los jóvenes, las mujeres, los adultos mayores, los homosexuales, reclaman su derecho a la diferencia. Según Kymlicka y Norman, en estos casos, “el reclamo de los derechos grupales toma la forma de una demanda de representación especial en los procesos de decisión política del conjunto de la sociedad” (1997: 28). Esto diferencia sus reclamos de los de los grupos étnicos a quienes, de acuerdo con los citados autores, lo que les interesa “no es una mejor representación en el gobierno central sino más bien la transferencia del poder y de la jurisdicción legislativa, desde el entre la población colombiana” (Ibíd.). Al señalar las consecuencias de este hecho, añaden los autores: “En este sentido, hemos propuesto que la diversidad cognitiva implica la diversidad de entornos, contenidos, enfoques y estrategias para la construcción de conocimiento, para el aprendizaje y para la enseñanza” (Ibíd.: 13). gobierno central hacia sus propias comunidades” (Ibíd.). 2. EL RECONOCIMIENTO DE LA DIVERSIDAD Todos los colombianos, unos más que otros, hemos tenido la experiencia de encontrarnos con la diversidad étnica y cultural: Hemos visto los carnavales de Barranquilla, pero también los carnavales de negros y blancos de Pasto; bailamos vallenato, sabemos que el joropo es de los llanos y la guabina de la región andina ¿Quién no recuerda, al igual que Aureliano Buendía en Cien Años de Soledad, la llegada de los gitanos a su pueblo, con sus carpas, sus caballos, sus artículos de cobre y su promesa de adivinar la buenaventura? Por las calles de nuestros pueblos y ciudades hemos visto alguna vez indígenas y afrocolombianos, mestizos y blancos, europeos y asiáticos. Incluso, sin necesidad de salir de nuestra casa, la televisión nos trae la imagen y la voz de personas de otras culturas, no sólo del país sino del mundo. A pesar de que la diversidad es un hecho cotidiano, los colombianos no logramos asimilarla: seguimos mirando a los otros como extraños, a veces, como enemigos; pero, sobre todo, seguimos pensando que los únicos valores son los de los “blancos” o mestizos. En Colombia ha dominado una cultura “societaria blanca, castellano-parlante y católica” (Monsalve, 1997: 1). Sobre esa matriz se ha construido la comunidad política colombiana. “Ello ha implicado una ideología del “blanqueamiento” como mecanismo para insertarse en esta sociedad, desde los tiempos de la colonia. Una expresión y resultado de este fenómeno es la apología del “mestizaje”, que supone, en el campo del imaginario colombiano una identidad resultado de la síntesis de las razas, una nueva raza “cósmica”, en la que se borran todas las diferencias étnicas y culturales” (Ibíd.). La tesis del mestizaje, síntesis de las razas, contribuyó a hacer invisibles a los negros a los indígenas, a los gitanos y a los campesinos, y sirvió de máscara para ocultar la ideología de la superioridad blanca. De esta manera se estimuló el blanqueamiento genético y cultural, orientado a “borrar todas las diferencias para asimilar los valores de la cultura blanca: el igual derecho individual a la propiedad privada, la igualdad ante la ley respecto al sistema jurídico vigente, las formas de gobierno y elección, el derecho a la educación en el lenguaje dominante” (Ibíd.). En el plano jurídico fue necesario esperar hasta 1991 para que la diversidad se reconociera en nuestra Nación. El artículo 7º de la Constitución Política declara: “El Estado reconoce y protege la Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana”. Este principio, “lejos de ser una declaración puramente retórica, es el principio fundamental de diversidad étnica y cultural que proyecta en el plano jurídico el carácter democrático, participativo y pluralista de nuestra República” (Cifuentes, E., Corte Constitucional, 1993, en Ministerio de Cultura, 1998: 7)8. 3. LA EDUCACIÓN DE CARA A LA DIVERSIDAD La conformación del Estado colombiano en el siglo XIX siguió el modelo de los estados europeos en los cuales, unidad equivalía a uniformidad: una cultura, una lengua, una religión, unas cos8 La nueva Carta Política, contiene numerosos artículos que reiteran y desarrollan el principio de la diversidad. Basta señalar algunos de ellos: la obligación del Estado y de las personas de proteger las riquezas culturales y naturales de la Nación (art. 8); el reconocimiento de las lenguas y dialectos de los grupos étnicos como oficiales en sus territorios y la obligación de la enseñanza bilingüe en las comunidades con tradición lingüística (art. 10º); la declaración de las tierras comunales de los grupos étnicos y las tierras de resguardo como inalienables, imprescriptibles e inembargables (art. 63º); el derecho de los integrantes de los grupos étnicos de tener una formación que respete y desarrolle su identidad cultural (art. 68º, inc 5º); el reconocimiento de la diversidad cultural como fundamento de la nacionalidad y la igualdad y dignidad de todas las culturas que conviven en el país (art. 70º, inc. 2º); la obligación del Estado de promover la investigación la ciencia, el desarrollo y la difusión de los valores culturales de la Nación (art. 70, inc. 2º); la protección por el Estado del patrimonio cultural de la nación y el reconocimiento de los derechos especiales que pudieran tener los grupos étnicos asentados en territorios de riqueza arqueológica (art. 72º). Esto sólo para nombrar algunos de los artículos de la Constitución relacionados con el principio de la diversidad (Colombia. Minsterio de Cultura, 1998 y 1999). Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 que reconozca múltiples identidades y contribuya a su fortalecimiento. “La integración social en las sociedades modernas, complejas, plurales y democráticas no se puede llevar a cabo ya con procesos uniformadores sino a través de la asimilación de la diversidad cultural unida a una política de oportunidades y de derechos ciudadanos” (Picó, 1999: 247). tumbres que cobijaran a todos los ciudadanos. En esta perspectiva la educación tenía una finalidad claramente definida: asegurar una sociedad uniforme, donde los grupos minoritarios, abandonando su cultura, se doblegaran a los dictámenes del grupo o grupos hegemónicos. A comienzos del tercer milenio el desafío es diferente. El concepto de ciudadanía no se basa sólo en la igualdad, sino también y principalmente en la diferencia. El modelo educativo no puede seguir teniendo como fundamento la verdad absoluta de la ciencia occidental, sino que debe dar cabida a otras maneras de significar la realidad, a otras lógicas y otras racionalidades, es decir, a otras formas distintas de conocimiento. “El reconocimiento de la diversidad étnica y cultural en la Constitución supone la aceptación de la alteridad ligada a la aceptación de multiplicidad de formas de vida y sistemas de comprensión del mundo diferentes de los de la cultura occidental” (Cifuentes, E., Corte Constitucional, 1993, en Ministerio de Cultura, 1998: 7). Se trata, entonces, de construir un nuevo modelo de educación, Pero, al mismo tiempo, se requiere una educación intercultural. Como advierte la UNESCO, el multiculturalismo no se puede reducir a una mera yuxtaposición de culturas, “Se debe avanzar hacia el replanteamiento de un espíritu más profundo de ‘interculturalismo’ adaptado a un mundo de movimientos, contactos, intercambios y negociaciones que dan lugar a identidades y culturas dinámicas y flexibles, no estáticas y rígidas” (UNESCO, 1998: 7). Educación, en y para la diversidad, significa, además de promover el fortalecimiento de la identidad étnica y cultural, trabajar en la perspectiva de que cada persona, cada grupo se abra a los demás y en esa interrelación se descubra a sí mismo, siendo consciente de que “La diversidad constituye la historia que nos relata cómo nuestras interacciones con muchas clases de personas nos convierten en lo que somos” (Postman citado en Savater, 2000: 4). La democracia implica el reconocimiento de las diferencias, por lo cual, una educación en y para la diversidad es también una educación en y para la democracia. 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(1993). “De lo vegetal a lo humano: un modelo Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 CRÍTICAS Y PERSPECTIVAS PEDAGÓGICAS HACIA UNA PEDAGOGÍA DE LA LECTURA DE IMÁGENES1 Lucila Obando Velásquez Profesora Asociada Universidad Pedagógica Nacional 1. INTRODUCCIÓN La pedagogía y la comunicación han logrado una ubicación destacada dentro de la sociedad, a tal punto que resulta imposible pensar la una sin la otra. Con la mediación del lenguaje el hombre ha ido asegurando el intercambio simbólico y la coordinación de un sin número de acciones humanas, en las que ha sido posible configurar múltiples horizontes de sentido. Si los proce1 Ponencia presentada en el I Encuentro Nacional sobre Alfabetización Visual 2000 “Lectura y lectores de pantallas”. 13ª Feria del Libro de Bogotá. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 sos pedagógicos son reconocidos como procesos de comunicación, entonces, se considera pertinente pensar en las implicaciones y en la construcción de sentido que tiene la comunicación que circula en ambientes diferentes al escolar, particularmente la proveniente de los medios. Hoy, no se pueden perder de vista las grandes transformaciones en el ámbito de lo comunicativo y de lo informativo, las cuales han de ser analizadas e interpretadas en las instituciones educativas, con el propósito de gene- rar una nueva actitud, una nueva forma de ver, de sentir y de relacionar con el propósito de configurar una pedagogía de la imagen, que junto con los desarrollos de la pedagogía del lenguaje verbal, constituya una hacer pedagógico interactivo, dinámico y ágil, capaz de incorporar las nuevas formas de percibir la realidad que el mundo actual nos ofrece. De lo contrario, al aumento de la brecha en lo económico, en los países del tercer mundo, le adicionamos la brecha en lo simbólico que nos pondrá más al margen de los desarrollos del pensamiento y del conocimiento. El descentramiento de los saberes en el mundo contemporáneo y la incorporación de las nuevas tecnologías, a partir de novedosos sistemas de comunicación, exigen un replanteamiento de los modelos pedagógicos para sustituir las prácticas hegemónicas de la comunicación y dar cabida a otra cultura: la cultura de la imagen que demanda otras formas de leer, ver, pensar y aprender. En esta “era de las imágenes” las instituciones educativas se encuentran ante la irrupción de un representativo número de expresiones que vale la pena analizar: “cultura de la imagen”,” lectura de imágenes”, “sociedad informatizada” y “revolución digital” entre otras. ¿De qué manera incorporarlas a las reflexiones pedagógicas y desarrollar procesos que recojan los aportes de esta nueva época? 2. LA “ERA DE LAS IMÁGENES” Y LOS SABERES Olaechea (1986) considera que las distintas culturas se diferencian por la forma como analizan la realidad desde los diferentes sistemas de comunicación y cómo el predominio de una tecnología de la comunicación ha constituído un pilar para el desarrollo concreto de un tipo de cultura. Por ello, es válido reconocer que esta era de la tecnología predetermina la hoy conocida “cultura de la imagen” tan variada, tan rica y tan compleja a la vez. La sociedad de hoy se encuentra ante un mundo de notables transformaciones no sólo culturales, sino perceptivas. El entorno está enriquecido con múltiples imágenes provenientes de los medios. Esta nueva forma de literatura tiene implícita una lógica diferente a la convencional, la cual debe ser incorporada a los procesos pedagógicos, de tal manera que las acciones de la escuela no se desarticulen de las acciones de otros escenarios de lo social. Las imágenes propician el desarrollo de procesos de escucha, de lectura y de interpretación, sólo si logramos que ellas constituyan uno de los elementos incorporados al aula, como parte de los saberes que los estudiantes adquieren fuera del ámbito escolar, en su vida cotidiana. Si esos saberes se tienen en cuenta en la escuela para fomentar, por una parte la actitud crítica y por la otra, para profundizarlos y desarrollar otros saberes, entonces, pasaremos de ser “audiencia pasiva” a ser “audiencia activa”; de ser “receptores “ a ser “interlocutores”. Asumir los cambios que se están presentando no significa erradicar “la cultura oral”, “la cultura escrita”, ni “la cultura impresa”, por el contrario, se trata de enriquecer la una con los aportes de la otra, pues realmente todas ellas coexisten y este hecho ha de liberar a los docentes de la preocupación que tienen en relación con el debilitamiento de los procesos lecto-escritos, pues esa otra forma de leer contribuye para que los estudiantes cuenten con mayores elementos para escribir y para enriquecer sus textos con imágenes y con ello fortalecer la topografía del texto, como lo señala Charaudeau (1982), de tal manera que ellos y sus lectores puedan construir la macroestructura de los escritos apoyados, en parte por las imágenes con que fueron ilustrados, pues ellas ofrecen información general que contribuye a la “representación abstracta de la estructura global del significado texto” (Van Dijk, 1989: 54). Debray (1991) reconoce la coexistencia de tres épocas que permiten identificar este momento que, de alguna manera, refleja la historia humana, en cuanto a la evolución de la comunicación y en el que las tecnologías de la comunicación y de la información han alcanzado avances tan significativos: Una “logosfera” proveniente de la época de la escritura y cuyas sociedades giran alrededor de la figura de dios, con ello se dio origen a una Teocracia. Una “grafosfera” que se remonta al surgimiento de la imprenta, en la cual se incorpora la tecnología y el libro alcanza a ser reconocido como el primer medio técnico a través del cual se organiza la Ideocracia basada en la razón. Una “videosfera” que surge con el audiovisual y que nos permite vivir la omnipresencia de la Videocracia en la que la emoción alcanza su imperio y suscita otras formas de percepción tanto del tiempo, como del espacio, de las relaciones y de los distintos saberes que circulan en el mundo social. Con ello se logra afectar notablemente la sensibilidad. En cada una de estas tres épocas se encuentra implícita una concepción de saber: en la “logosfera” se tiene en cuenta la Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 vilegiaban la información sobre la experiencia, el saber del docente sobre el del estudiante y por ende, éstas reflejaban la forma de analizar y de interpretar la realidad, de relacionarse con el conocimiento, con el espacio, con el tiempo y con los demás. verdad revelada, es decir la palabra de Dios que es proclamada por la iglesia. En la “grafosfera” se presenta al verdad de la palabra impresa difundida por los profesores y los doctores. La “videosfera”, por su parte, construye su verdad como imagen en directo y es transmitida por productores y difusores de los modernos medios interactivos. Si analizamos estas tres épocas con base en el concepto de las mediaciones múltiples, encontramos que se ha venido dando un cambio notorio en lo racional, lo valorativo, lo conceptual y lo afectivo en la medida que la hegemonía de la grafosfera fue cediendo paso a la videosfera, la cual sin lugar a dudas, ha influido en los procesos de aprendizaje. La imagen ha jugado un papel crucial en el acceso y en el desarrollo del conocimiento científico, pues sin ella, resulta difícil acceder a las estructuras y constituyentes de ciertos cuerpos, objetos, eventos y fenómenos del mundo que necesitan ser percibidos una y otra vez en su representación icónica para interiorizar sus propiedades, dado que no siempre resulta fácil acPedagogía y Saberes Nº 15 2000 ceder de manera directa al objeto real. El hecho anterior cobra importancia en la pedagogía, por cuanto si se reconoce que la cultura media todo proceso de aprendizaje, en esta nueva cultura comunicacional de la “era de las imágenes”, dominada por la videosfera, las formas de acceder a los saberes, de organizarlos y de relacionarlos se ven afectadas significativamente y ejercen una notable influencia en las formas de relación, de pensamiento y de conocimiento; es decir que los procesos intelectuales han ido transformándose, por cuanto la asociación de ideas y la comprensión de los significados generan nuevas configuraciones psíquicas, estéticas y sociales. 3. CONCEPCIONES Y PROYECCIONES PEDAGOGICAS EN LA “ERA DE LA IMÁGENES” Las concepciones tradicionales, con respecto a la educación, valoraban y defendían la acción del maestro como portador y transmisor de saberes y de valores esenciales para la niñez y la juventud. Estas concepciones pri- Hoy, la omnipresencia de la videosfera demanda un trabajo pedagógico que a partir de la interactividad tenga en cuenta que docentes y estudiantes comparten una misma cultura, desde la cual aquéllos enseñan y éstos aprenden una cultura en la que resulta válido admitir que “ Enseñar es recordarles a los demás que saben tanto como tú. Sois todos aprendices, ejecutores y maestros” (Bach,1982: 47). Lo anterior cobra sentido porque nuestros aprendizajes, en este momento de la historia, no sólo se arraigan más en lo perceptual, sino porque todos accedemos, simultáneamente, a esos saberes a través de los medios; ellos son, en cierto momento, nuestros maestros. El percibir se manifiesta como percepción de significados organizados de diferente manera para permitir la atribución de sentido. A través de este aprendizaje perceptual hay posibilidad de significar y de resignificar la realidad, de construir nuestra historia individual y social. Dentro de la multiplicidad de cambios que, hoy, se registran la imagen del maestro del futuro también cambiará. El maestro del mañana, y por qué no decirlo, de la actualidad tendrá que asumir los desafíos propios de las nuevas tecnologías, de los nuevos conocimientos y obviamente de las nuevas generaciones. La omnipresencia y la continua puesta al día de la información lo obligarán a estar actualizado más que nunca: será, entonces visualizador, moderador y crativo, puesto que el aprender y el enseñar han cambiado significativamente. Los cambios previamente reseñados, orientan hacia una nueva pedagogía que rescate la interactividad como elemento de cohesión social, de transacción de saberes; una pedagogía que considere otras opciones en el aula y aún fuera de ella, si se quiere estar a tono con los cambios que se están dando en el mundo de hoy. Entre las visiones actuales se desatacan: • Ampliación de los límites del proceso lectoescrito, puesto que la linealidad del libro ha sido resquebrajada con la aparición de los hipertextos, frente a los cuales los estudiantes navegan entre imágenes en movimiento, sonidos, luces, colores... y tienen la oportunidad de entrar en relación con otras personas del planeta. • Transformación de la relación con el conocimiento, pues ya no se concibe la existencia de unos sujetos depositarios del saber, porque los estudiantes que tengan acceso a las tecnologías pueden obtener variadas informaciones, diferentes o complementarias de las que circulan en las instituciones educativas. Este acceso al conocimiento les permite ser partícipes de los procesos pedagógicos porque tienen qué decir, tienen voz y pueden ser escuchados. • Cambio en relación con el tiempo y el espacio, puesto que en un tiempo real se establecen relaciones a distancia, sin necesidad de desplazamiento físico y se permite la ubicación virtual en cualquier lugar del planeta. Desde la perspectiva pedagógica este aspecto tiene destacadas ventajas, por cuanto el acceso a otros escenarios distantes constituye un aporte valioso a nivel cognitivo, dado que se supera el inmediatismo espacial y se amplía la red de relaciones conceptuales de los estudiantes. • Simulación de los escenarios reales porque a partir del diseño de ambientes o realidades virtuales se propician ambientes lúdicos y acceso a experiencias directas. • Transformación de la concepción de escuela como espacio físico en el que se aprende, puesto que los avances tecnológicos en las comunicaciones propician acceso al conocimiento, a las personas y a las informaciones fuera de ese recinto porque los saberes se han descentralizado y hoy contamos con salones virtuales. 4. LEER IMÁGENES La organización de la información en nuestro cerebro tiene en cuenta “ un estilo lineal, paso a paso, tiene en cuenta el análisis de las partes (atribuído, básicamente, al hemisferio izquierdo) y un estilo espacial de relación, que busca y constituye pautas y orientaciones (atribuído al hemisferio derecho)”. (Alegre, 19...: 186,64). Lo anterior evidencia que en las instituciones educativas, por largos años se ha desarrollado más la capacidad de un hemisferio, mientras que el gran caudal de información que maneja la sociedad en general, estimula el funcionamiento del otro. En la escuela se trabaja con textos escritos, explicaciones y números, en su mayoría y los medios, por su parte, se basan en el testimonio, la evocación y la imagen. Dado que el aprendizaje perceptual se prolonga a lo largo de toda la existencia y que el mundo actual ofrece un sinnúmero de imágenes, se hace necesario desarrollar competencias semiodiscursivas que permitan a los estudiantes pasar del plano de simples espectadores al de audiencias interactivas. La formación de las audiencias como tales “no puede seguir siendo un asunto de elección por parte de algunos grupos convencidos de sus bondades o pertinencia pedagógica” (Orozco, 1999: 114), este es un asunto que ha de ocupar al sector educativo, a los comunicadores, a los padres de familia y a la sociedad en general, pues contrariamente a lo que se piensa, en el marco de la globalización, de la modernización y de la llamada “democratización de las sociedades y de los saberes”, son muchos los pueblos, en particular los llamados tercermundistas, que se encuentran al margen de los desarrollos tecnológicos; un porcentaje poco significativo tiene acceso a Internet, mientras que los demás continúan cada vez más aferrados a la televisión, pues no tienen posibilidades de acceder a la danza, al teatro, a los museos Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 y otras manifestaciones de la cultura. La radio y la T.V. constituyen los únicos referentes de estas poblaciones. Ante el monoconsumo mediático se requiere por una parte, la transformación y por la otra la comprensión de su programación. Se hace necesario ver críticamente los medios, exigirles calidad, nivel y respeto y a la vez hay que disfrutarlos. Las audiencias toman como referente lo que ven y lo incorporan las interacciones sociales cotidianas. Llevan su producto perceptual a la escuela, la universidad, la fábrica, la oficina, la calle, la casa de los amigos, etc., es decir, a todos los escenarios de su vida social y afectiva, porque se apropian de lo que han visto en la T:V. y lo convierten en tema de conversación, discusión e incluso constituye gran parte de su saber, de su experiencia, de sus recuerdos, puesto que “el universo de las comunicaciones de masa, reconozcámoslo o no, es nuestro universo”. (Eco, 1978). Si las instituciones educativas son conscientes de este fenómeno, pueden incorporar el saber que propician los medios interactivos para relacionarlo con los saberes que circulan en la escuela. Una lectura crítica de las imágenes permitirá que las audiencias asuman posición y establezcan nuevas relaciones. Además, se considera pertinente enseñarle al niño a evaluar la veracidad de la información que le llega por los medios de comunicación masiva. Este hecho permite evaluar el principio de autoridad del mediador, es decir, la confianza que éste ha ganado en sus audiencias, puesto que muPedagogía y Saberes Nº 15 2000 chos de los saberes que tenemos, provengan del maestro, de los padres o de los medios masivos, se han basado en ese principio comunicativo, conocido como el principio de autoridad, destacado por Corominas (1994). 4.1. La pedagogía de la lectura de imágenes y la retórica iconal La imagen es un texto, una unidad, susceptible de ser leída. Ella tiene coherencia determinada por la distribución coordinada de la información visual, por una “codificación icónica”, por una intencionalidad del sujeto que la selecciona. “La imagen es un soporte de la comunicación vi- sual que materializa un fragmento del entorno óptico (universo perceptivo) “(Moles, 1991: 24). Las imágenes en los medios no nos proporcionan información de tipo proposicional, su información es de tipo presencial, puesto que ellas están ahí, presentes, tal como son; representan cosas y cumplen un papel más emotivo que racional; desencadenan en nosotros una serie de sentimientos. El discurso de ellas va dirigido a la emoción. No se pide que pensemos, sino que sintamos puesto que “las imágenes fabricadas en serie han introdu- cido un elemento constante y penetrante de irracionalismo en la política y en el comercio” (Barthes, 1980: 12). Abordar la imagen desde la perspectiva anterior significa considerarla como fuente de afectos cuyas manifestaciones son múltiples: odio, rencor, amor, ternura, cólera, etc., es decir, se considera al sujeto espectador sólo en su dimensión subjetiva, separación que es poco recomendable, por cuanto es, además, un sujeto cognoscente que puede “leer” en las imágenes y encontrar en ellas información válida para el desarrollo de sus conocimientos. Los lectores de imágenes, al igual que los lectores de textos escritos, desarrollan competencias frente a estos textos icónicos, pues interpretan y reactualizan sentidos. La iconicidad de la imagen la hace más aprehensible al público. La sintaxis de los elementos de las imágenes, el vocabulario y la lógica nos proponen todo un sistema de pensamiento visual. La interpretación significante permite que las imágenes se presenten como un discurso icónico breve captado por su globalidad instantánea; globalidad que contribuye con la comprensión general, relevante e inmediata. Los psicoanalistas, entre ellos Bachelard, pretenden descubrir tras las imágenes que se muestran las imágenes que se esconden, puesto que como texto, ellas tienen implícitos, que ponen en juego los procesos inferenciales de los lectores para que ellos no se queden sólo con lo perceptual. Es allí donde se puede se- ñalar que hay lectura, puesto que hay interpretación del sentido que subyace, que es objeto de interpretación de la iconología inscrita en la hermenéutica, entre cuyos representantes se encuentran Durand, Kérenyi, Lurker etc. Si preguntamos ¿qué se mira en una imagen?, ¿cómo se ve una imagen? Nos encontramos en al ámbito de la “retórica iconal”, puesto que sin pretender la copia de las reglas propias de la sintaxis verbal, en la selección y organización de las imágenes intervienen un orden,” un vocabulario, una gramática y una lógica ... que nos proponen todo un sistema de pensamiento visual” ( Moles, 1991: 76). La secuencia de las imágenes, la yuxtaposición que se hace en las tiras cómicas, en los pictogramas, en los lienzos, etc., obedecen a ciertas leyes de organización lógica (o antilógica como las del Bosco) y generan la relación entre el mundo y sus imágenes. Nos encontramos, entonces, ante aspectos denotativos de la imagen. La manera más sencilla de construir un texto icónico consiste en transformar los objetos (seres, cosas) de que se habla, en imágenes, que constituyen los grupos nominales icónicos que se agrupan en proposiciones ( frases icónicas) organizadas en un sistema de representaciones visuales. A continuación nos referiremos a aspectos de orden connotativo y señalaremos tanto el sentido de pertinencia, como la ambigüedad, la polisemia y el valor estético o fascinación de la imagen. 4.2 ¿Qué subyace a las imágenes? La mente humana es binaria, es decir, pensamos únicamente por oposición. No existe sentido más que en la diferencia. Osgood (1967) define la carga connotativa como la distancia de un punto representativo del concepto en el inicio en el espacio semántico, que denominó EAP (evaluación, actividad y potencial) de los factores de connotación. Esta noción ha sido muy valiosa en el análisis de los mensajes publicitarios, pero sin duda, también lo es en el campo de las ilustraciones y en el didáctico. En cuanto a la carga connotativa de las imágenes resulta interesante el trabajo realizado por Simmat en Franfurt en relación con las obras de arte. El autor mencionado se basa en las oposiciones binarias, propias de las lenguas, para establecer factores latentes en las imágenes:” soñador / sobrio, ordenado / trastornado, resplandeciente / discreto, claro / oscuro, ingenuo / sutil, pasivo / activo, sensible / frío, apacible / turbulento, repulsivo / atractivo, alegre / serio, turbio / límpido, tierno / rudo, estricto / indulgente, fuerte / débil, obstaculizado / liberado, impetuoso / tranquilo, duro / blando, caliente / frío, grotesco / fino. (Tomado de Moles, 1991: 152). Estas relaciones de oposición constituyen lo que se ha denominado un diferencial semántico. Por otra parte, en la lectura de imágenes se destaca el grado polisemia. Toda imagen es polisémica; en algunos casos es más restringida que en otros. La interpretación genera ambigüedad, tanto en sus formas como en sus connotaciones y permite ir desde lo cultural hasta el campo de la conciencia con dos significados que son igualmente válidos. Según Fiske (1987) entre las estrategias textuales que generan la polisemia de los mensajes están la ironía, la metáfora, los chistes, la contradicción y el exceso, por cuanto un mismo evento puede ser encodificado de diferente manera y porque habitualmente un mensaje tiene más de una lectura (interpretación). Sin embargo, el mencionado autor aclara que los textos delimitan el terreno dentro del cual se construyen los significados y afirma que promueven ciertos significados más vigorosos que otros. En relación con la pertinencia hacia el texto se ha señalado que la ilustración no va del texto a la imagen, sino de las imágenes al texto, es decir, se crea un vínculo semántico entre lo verbal y lo visual, puesto que se ha señalado que el pensamiento visual antecede al verbal. Este aspecto cobra importancia en el ámbito educativo por cuanto se hace necesario un trabajo perceptual y comprensivo, tanto de las formas como de los signos verbales que las acompañan, especialmente en los primeros años de escolaridad, pues como lo ha reconocido la ciencia cognitiva, la lectura del entorno y de las imágenes que lo representan constituye una fuente inagotable de información que ayuda a conformar la estructura cognitiva de los sujetos. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 En cuanto al valor estético y la fascinación se plantea que para capturar la atención del individuo una imagen debe ser muy bella o muy fea. Este hecho tiene que ver con la fundamentación binaria que tiene nuestra mente, debido a que ella opera con signos que, en su mayoría, pertenecen a sistemas binarios, basados en la oposición como se había señalado previamente. 5. HACIA UNA PEDAGOGIA DE LA RECEPCION En los últimos años el análisis de la recepción de los mensajes ha ganado bastante reconocimiento, especialmente a través de los planteamientos de Bruhn Jensen (1991) cuyas investigaciones empíricas y cualitativas de las audiencias buscan integrar la tradición de las ciencias sociales basadas en los usos, las gratificaciones y los efectos con lo literario- humanista (crítica literaria y estudios culturales). En el análisis de la recepción se tienen en cuenta simultáneamente el contenido de los medios y su recepción por parte de segmentos específicos de audiencia. Este enfoque señala cómo las audiencias no son sólo consumidoras de mensajes; también son productoras de significados: “decodifican o interpretan los textos comunicacionales en formas relacionadas con circunstancias sociales culturales y con la manera en que experimentan subjetivamente dichas circunstancias”. (Ang, 1991: 160). Sin embargo, vale la pena destacar que “no interesa tanto la decodificación individual, sino la que comparten culturalmente diversas personas” Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 (Lozano, 1996: 198), quienes constituyen comunidades interpretativas o subculturas. A continuación se reseñarán las mediaciones en la recepción televisiva según Orozco ( 1991): Lo anterior evidencia la necesidad de abordar el estudio de la recepción de los medios en el ámbito educativo, sin perder de vista que ellos se encuentran integrados a nuestra vida cotidiana y que ésta no se desliga de la vida escolar; en particular si se tiene en cuenta que en la mayoría de los escenarios sociales difícilmente se separa la comunicación de masas y la interpersonal, como lo habíamos señalado previamente, cuando decíamos que las audiencias llevan su producto perceptual a cada uno de los diversos escenarios donde se desempeñan comunicativamente, porque ellas “... son activas, pero sobre todo creativas. Producen sentido en su interacción social; los límites a esa producción no están dados sólo por las razones individuales. Más bien están dados a la creatividad en sí, en un escenario sociocultural específico...” (Orozco,1991: 122). El alcance de dicha creatividad se define por las mediaciones ejercidas por las diferentes instituciones en que las audiencias participan. a. Cognoscitiva: tiene incidencia en el proceso de conocimiento e involucra lo afectivo, lo racional y lo valorativo. Los receptores llegan frente a la pantalla provistos información, valoraciones, creencias y conocimientos que median su recepción de mensajes, por cuanto influyen en su percepción como televidentes, ya sea para generar nuevas relaciones, nuevos conocimientos y reflexiones o para despertar sentimientos y valoraciones, porque “los miembros del auditorio no se presentan al aparato de radio, a la televisión o al periódico, en un estado de desnudez psicológica. En lugar de ello, se encuentran vestidos y protegidos por predisposiciones existentes, por los procesos selectivos y por otros factores” (Klapper, 1975: 79). Orozco (1991), en el modelo de las multimediaciones, considera que las mediaciones cognoscitiva, cultural, situacional, institucional y videotecnológica en la recepción televisiva complejizan la experiencia televisiva y ameritan un trabajo fundamentado en la identificación y en la discusión de tales mediaciones para ampliar las investigaciones relacionadas con. el impacto de los medio en las audiencias. b. Cultural: en esta mediación se reconoce que todo televidente es producto cultural y a la vez miembro de una cultura, la cual se hace presente en sus interacciones, en particular, en su interacción con la televisión. Se considera que los procesos cognoscitivos están influídos por la cultura. c. Situacional o de referencia: las relaciones que los sujetos establezcan con el medio televisivo dependen, en gran medida, de factores étnicos, socioeconómicos, sexuales y geográficos. d. Institucionales: se tiene en cuenta que los televidentes, como seres sociales, pertenecen a diferentes instituciones como la familia, la escuela, la empresa donde laboran, los grupos religiosos y demás instituciones sociales que les permiten interacciones comunicativas y producciones de sentido que, de alguna manera, se relacionan con sus interacciones que ellos tienen con los medios. e. Videotecnológicas:gracias a los avances de las tecnologías se genera en los televidentes un sentido de presencialidad frente a los hechos, sin que éstos se den cuenta que se hallan frente a una representación de la realidad. También se destacan, por una parte, el sentido de verosimilitud (la fidelidad de la T.V. en la producción y reproducción de signos y significados) y por la otra, el aspecto emotivo por cuanto el suspenso, la música, las acciones representadas, los tonos de voz, la fantasía, etc. influyen en lo emocional. ( Orozco,1991. Citado por Lozano, 1996: 209). Estas reflexiones en torno a una pedagogía de la imagen no han pretendido abordar la complejidad de un aspecto perceptual de tanta importancia en la vida humana. Solamente, han querido ser una invitación para aproximarnos a un campo tan complejo y a la vez tan valioso en un mundo en el que las imágenes constituyen lo que Calle (1999) denomina lenguaje de tercera fase, en el que la imagen ha ganado un protagonismo cultural, casi semejante al ganado por la palabra desde Platón y Aristóteles hasta el siglo anterior. BIBLIOGRAFÍA KLAPPER, Joseph (1975). Los efectos sociales de la comunicación de masas, en Wilbur Schramm (comp). 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Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 llo de los procesos educativos en las diversas áreas o asignaturas. En algunas instituciones, la creación de estos espacios obedece a la necesidad de cumplir con el mandato de la norma (Decreto 1860/94), en otras, la creación de estos espacios es consecuencia de la problematización que se hace a propósito de la evaluación; podríamos decir que son niveles de elaboración alcanzados dentro de un proceso de reflexión, motivado por el ejerci- cio de las prácticas evaluativas y por los resultados obtenidos mientras se realizan estas prácticas. Sin embargo, en ambos casos se trata de establecer momentos dentro del calendario académico para reunir a los estudiantes de un mismo grado que no pudieron “alcanzar logros” establecidos en los programas de estudio. Para determinar cuáles son estos estudiantes se toman como parámetros aquellos que sí alcanzaron los logros. Este otro grupo de estudiantes permite establecer, por comparación, quienes tienen dificultades en su proceso de aprendizaje, pero además permite justificar que sí se hizo un “buen” trabajo pedagógico por parte del profesor. En el marco del Decreto 1860/ 94 podemos encontrar las disposiciones que obligan a las instituciones educativa a la creación de los espacios académicos, al cual deben asistir aquellos estudiantes que necesitan “superar fallas o limitaciones en la consecución de los logros”, pero también, encontramos un discurso que evidencia la racionalidad desde la cual se hacen dichas exigencias. El articulo 52 de dicho decreto establece que: “La promoción en la educación básica se fundamenta en el reconocimiento de la existencia de diferencias en el ritmo de aprendizaje de los alumnos. Por tanto, los educandos deben tener oportunidades de avanzar en el proceso educativo, según sus capacidades y aptitudes personales”. Sin embargo, dice ésta misma norma en su articulo 49, “después de la evaluación de cada periodo, el docente programará como parte de las labores normales del curso, las actividades grupales o individuales que requieran para superar fallas o limitaciones en la consecución de los logros por parte de los alumnos”. Esto significa que no hay tal reconocimiento a los diferentes ritmos de aprendizaje, puesto que se establece un momento limite (final del periodo) durante el proceso educativo para que todos los estudiante hayan al- canzado los logros propuestos previamente por el profesor. Es decir; se promueve con la práctica evaluativa la homogeneidad o uniformidad del estado intelectual de los estudiantes, lo cual indica que hay un reconocimientos expreso, por parte de la norma (Decreto 1860/94), en que si en un momento determinado algunos estudiantes no han alcanzado los logros, es porque tienen dificultades o algún tipo de limitaciones en su capacidad para aprender y no porque tienen diferentes ritmos de aprendizaje, por lo tanto, se le deben programar “actividades grupales o individuales que requieran para superar fallas o limitaciones”. Vemos que a pesar de que se habla de un reconocimiento a los diferentes ritmos de aprendizaje, subyace la idea de la carencia de una capacidad potencial para aprender. Se ven en consecuencia, dos tendencias opuestas desde las cuales hay que asumir la práctica evaluativa: una que reclama la mirada desde la diferencia en los ritmos de aprendizaje y la otra que propende por la homogeneidad y la estandarización en el aprendizaje de los estudiantes. Esta última es la que se impone y, a partir de ésta idea, es que se asume el acto evaluativo. Desde éste presupuesto es que se han creado los “cursos remediales”, “cursos de inducción”, “cursos nivelatorios”, entre otros. Esta es la creencia que existe en un número considerable de nuestras instituciones educativas, es así como hoy aparecen en las escuelas dichas actividades con los nombres de: “Actividades de superación”, “Jornadas de recu- peración”, “Actividades pedagógicas complementarias”, etc. Con estas actividades se pretende “nivelar” al estudiante para que vuelva al aula de clases en condiciones de igualdad con respecto a los demás (Cf. Jurado, 1998). Se trata de que todos deben estar con la misma cantidad de logros alcanzados, como condición necesaria para que haya “normalidad académica” en el desarrollo de los programas de estudio. En el marco de éstas ideas, son significativos los pronunciamientos de algunos profesores cuando se les preguntó sobre el sentido que tenía para ellos las jornadas de recuperación. Al respecto expresaron2: • Es una oportunidad que se le brinda al estudiante para superar los vacíos que quedaron en determinado tema. • Que el estudiante alcance los logros que no pudieron obtener durante el periodo. • Las jornadas de recuperación se realizan con el fin de que el estudiante supere las insuficiencias que ha tenido en los temas que se han estudiado en cada uno de los periodos del año lectivo. Existe el convencimiento por parte del profesor en que si el estudiante no alcanza todos los logros propuestos es porque tiene dificultades en su capacidad de aprendizaje, en consecuencia, son remitidos a las jornadas de recuperación cuando presen2 En adelante lo escrito en bastardilla corresponde a las voces de maestros y estudiantes con los cuales interactuamos. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 ta insuficiencias en el manejo de algunos temas, o como argumenta otro maestro, cuando presenta deficiencias en la asimilación de logros establecidos. Debido a este convencimiento, las actuaciones del maestro tienden a que los estudiantes “superen” tales dificultades o “deficiencias”, por tal razón durante las jornadas de recuperación sólo se evalúa el conocimiento sobre donde se presenta la insuficiencia ó también, conceptos y temas en los cuales no se han alcanzado los logros en su totalidad. Estos imaginarios no dejan mirar otras cosas del ámbito evaluativo, como por ejemplo, ¿Por qué es el estudiante quien debe someterse a las jornadas de recuperación? ¿El acto pedagógico, los programas de estudio, los roles de los sujetos dentro del aula escolar, incluso las mismas prácticas evaluativas, merecen remitirse a dichas jornadas? o ir un poco más allá y cuestionarse sobre la validez de la hipótesis del déficit en la capacidad de aprendizaje de los estudiantes y, en consecuencia, indagar por la pertinencia de las jornadas de recuperación que, en la actualidad, se están llevando a cabo en el colegio. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Los estudiantes, por su parte, no son ajenos a estas concepciones. En sus imaginarios persiste también la idea de tener que ser remitidos a las actividades escolares que les permitan “superar las deficiencias” que según sus profesores han tenido durante el periodo académico. No son pocas las afirmaciones que se manifiestan en tal sentido: Las recuperaciones yo pienso que no siempre debemos hacerlas igual, puesto que nos hacen previas y uno las pierde. Deberían como cambiar la metodología como se toman las notas, siempre se hacen evaluaciones este estudiante a pesar de estar en desacuerdo con la forma como se realiza la evaluación en las jornadas de recuperación, no pone en cuestión el hecho de tener que “recuperar”. En sus expresiones se pue- de observar que de cierta manera se validan dichas prácticas. Análisis de algunos instrumentos Como es un mandato de la normatividad, las escuelas se han visto obligadas a programar periódicamente (al finalizar cada periodo)3 las llamadas “jornadas de recuperación” ó “actividades de superación”. Así por ejemplo, en el Colegio Livio Reginaldo Fischioni de Riohacha se tomó una semana aproximadamente para citar a los estudiantes que debían “recuperar” en algún área del conocimiento, en aquellos temas en los que, hasta la fecha, habían tenido problemas académicos. A continuación mostramos el calendario con el cual se planearon dichas actividades (sic): RECUPERACIÓN DEL PRIMER PERIODO 3 ÁREAS HORA FECHA 1 2 Inglés Sociales 6:30 – 7:15 a.m. 7:15 – 8:00 a.m. 27 julio 1 2 Castellano - Filosofía Geometría 6:30 – 7:15 a.m. 7:15 – 8:00 a.m. 28 julio 1 2 Matemáticas Ética y Valores humanos 6:30 – 7:15 a.m. 7:15 – 8:00 a.m. 29 julio 1 2 Biología - Química Ecología 6:30 – 7:15 a.m. 7:15 – 8:00 a.m. 30 julio 1 2 Religión - Democracia Educación artística 6:30 – 7:15 a.m. 7:15 – 8:00 a.m. 31 julio 1 Educación física 6:30 – 7:15 a.m. 3 agosto En el colegio Livio Reginaldo Fischioni el año lectivo se divide en tres periodos académicos, el calendario que aquí mostramos corresponde al primero de ellos, cuya duración iba desde el 2 de febrero hasta el 1 de mayo. El cuadro anterior apareció en cartelera, y nos da una idea de la noción que sobre “jornadas de recuperación” circula en esta institución. A cada área se le asigna un día dentro de éste calendario y durante éste día, se estipula un tiempo de 45 minutos para realizar las actividades programadas. Dicho de otra forma, los estudiantes tienen 45 minutos para “recuperar” los logros del periodo académico en el cual han tenido dificultades y el maestro para “nivelar” a estos estudiantes con el resto del grupo; es decir, para lograr obtener un grupo académicamente homogéneo. Existen otros instrumentos que pueden aportarnos elementos para ir desentrañando el sentido de la evaluación que se realiza durante las “jornadas de recuperación”. A continuación nos ocuparemos de dos pruebas escritas que, por considerarlas relevantes, fueron seleccionadas de un grupo de exámenes de diferentes áreas, realizados por estudiantes de diversos grados. La primera prueba (ver examen 1), corresponde a la asignatura de Ecología, en la cual el maestro formuló el siguiente cuestionario: 1. Explique por qué se deben proteger las zonas de nacimiento de agua. 2. ¿Por qué debemos proteger la biodiversidad? 3. ¿Por qué fue creado el Ministerio del medio ambiente? Las preguntas tienden a buscar la reflexión del estudiante en torno al problema ecológico, específicamente sobre la conservación del Medio Ambiente. Son preguntas que abren espacios para que el estudiante manifieste sus ideas sobre el tema que, supuestamente, ha sido motivo de discusión durante algunas clases, pero en el cual, el alumno no pudo alcanzar los logros trazados por el profesor. Con este cuestionario, elaborado por el profesor teniendo en cuenta los temas en los cuales el joven ha tenido dificultades de tipo académico, se pretende promover su “recuperación”. Es decir, se quiere que con esta reflexión el estudiante supere las dificultades presentadas en ésta área del conocimiento. Sin embargo, aparentemente, las respuestas dadas no convocan la interlocución del profesor, puesto que él no explicita expresiones que conduzcan a establecer el diálogo con el escrito del estudiante, sólo se limita a dar una calificación. Aunque las respuestas a las preguntas formuladas podrían informar sobre el proceso de construcción de conocimiento al respecto del tema, sobre los niveles de problematización y, por supuesto, sobre el interés que el estudiante manifiesta en torno a la temática, la intención del maestro no está focalizada hacia este tipo de indagaciones, la evaluación se queda entonces en una mirada muy superficial que en la expresión escrita sólo es capaz de decir que el estudiante merece una “B”. La segunda prueba escrita (ver examen 2), corresponde al área de Español, y fue propuesta a varios estudiantes del grado noveno (9º) durante las “Jornadas de Recuperación”. En ella el profesor planteó los siguientes interrogantes: 1. En cuántas partes se divide la oración subordinada y dé ejemplos. 2. En cuántas partes se divide la oración coordinada y dé ejemplos. 3. ¿Qué es oración? 4. ¿Qué es oración simple y oración compuesta? Dé ejemplos. Se pide aquí, mediante este cuestionario, que el estudiante recuerde algunas definiciones y luego las aplique en la elaboración de ejemplos. Lo relevante entonces, ya que es lo que promueve este tipo de exámenes, es memorizar las definiciones, por lo tanto la evaluación que se haga estará orientada a mirar la capacidad de memorización de los estudiantes. No importa mucho la competencia para analizar textos, ni la producción de escritos Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 siempre va a hacer previa y ve que el alumno tiene deficiencias en la previa pero el alumno puede rendir de otra forma. A pesar de que se habla de una evaluación integral, cualitativa, observamos que las prácticas evaluativas desarrolladas durante las “Jornadas de Recuperación“ se reducen a la presentación de cuestionarios por parte del maestro y a la solución de ellos por parte de los estudiantes. Al respecto un estudiante señala que: creo que es mejor que nos sigan explicando el tema que perdimos y después nos hacen la evaluación. que puedan surgir de dichos análisis o de la vivencia que cada uno tiene durante su permanencia en el aula de clases y, en general, en la institución educativa. Estos ejemplos son apenas una muestra de lo que sucede con la evaluación durante las llamadas “Jornadas de Recuperación” (o actividades de superación según los artículos 49 y 50 del Decreto 1860/94). Aunque los ejemplos son tomados en las áreas de español y ecología, la situación no es ajena a las demás áreas del conocimiento. Lo anterior implica que la evaluación que se realiza durante las “Jornadas de Recuperación” no se diferencia en nada con la evaluación que se realiza durante los diversos momentos y eventos que a diario se viven en el proceso educativo. Esto lo podemos constatar en la afirmación que hizo un estudiante durante una entrevista: El profesor debe cambiar este método porque si Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Con los resultados obtenidos se clasifican a los estudiantes en una escala ascendente que va desde “I” (insuficiente), pasa por un nivel intermedio “B” (bueno) y termina con un nivel máximo “E” (excelente). Esta forma de asignar una nota al alumno es considerado por el docente como “confiable”, es el reflejo numérico de lo que el alumno sabe. Como dice Virginia Aguilar (Pérez y Bustamante, 1996: 91) “La cuantificación permite legitimar el ejercicio de la autoridad sobre el alumno, asignando a este un número que lo clasifica como superior o inferior a otros, desconociéndose a su vez una serie de elementos tanto interno (procesos afectivos cognitivos) como externos (ambiente sociocultural) que han influido directamente en el proceso de aprendizaje”. En la búsqueda de una posible alternativa De toda ésta situación planteada, surgen interrogantes que merecen detenerse un poco para hacer una mirada exhaustiva que busque explicaciones y sentidos para empezar a tomar distancias de las prácticas pedagógicas y de las concepciones que, sobre evaluación, circulan en nuestra institución. Algunos interrogantes son: ¿Qué elementos de nuestro tejido social hacen que las prácticas evaluativas que se realizan, existan en nuestro contexto y tiendan a perpetuarse sin sufrir modificaciones significativas? ¿En qué contribuyen nuestras acciones para que la situación problémica denunciada exista? y en tal sentido ¿Cómo podríamos abordar el acto pedagógico para generar relaciones que propendan por la construcción colectiva del conocimiento y por la construcción de una realidad que atienda nuestra cultura y nuestra historia? Es obvio que debemos asumir unos presupuestos teóricos diferentes a los que hablan de un déficit en la capacidad de aprendizaje de los estudiantes, “se trata más bien de la identificación de regulaciones culturales y de modelos pedagógicos, como determinantes en los diferentes ritmos de aprendizaje, no sólo de los niños sino de todas las personas involucradas en el sistema educativo” (Jurado, 1998: 27). Creemos que por ser diferentes en nuestros pensamientos y por tener diferentes niveles de compromiso frente al evento educativo, tenemos también diferentes ritmos de aprendizaje. Es desde aquí que proponemos asumir el acto evaluativo, para iniciar una ruptura con las ideas que buscan la homogeneización y la estandarización de los sujetos y, en lugar de ello, hacer un reconocimiento a las miento que se le hace al estudiante durante el proceso de construcción de conocimientos. • La evaluación promueve la formación intelectual de los sujetos, por tanto promueve también toda interlocución (partimos de la consideración de que el conocimiento es una construcción social), en especial con la comunidad educativa en la cual se esta inmerso. individualidades, a los diferentes niveles de compromiso con la formación y la estructuración intelectual, a los diferentes niveles de elaboración conceptual, etc. Pero asumir estos presupuestos requiere repensar la escuela, o sea, empezar a cuestionar lo que Lilian Caicedo (1998) denomina los “consolidados”; dicho de otra forma, empezar a sospechar de ciertos elementos que constituyen la realidad escolar en que vivimos, elementos que han sido aceptados como verdades, con los cuales, hemos vivido, y que por lo tanto, han adquirido el carácter de inobjetables. Requiere en consecuencia, asumir la práctica pedagógica desde una actitud investigativa, desde una interacción constante con el otro o con los otros. Consideramos que es desde la experiencia investigativa que se puede hacer evaluación cualitativa, en donde la etnografía juega un papel definitivo, puesto que se trata de dar cuenta del acompañamiento a los estudiantes en el aula durante los dife- rentes procesos de formación; esto es, se trata de indagar por “las trayectorias a través de las cuales los sujetos se producen cognitiva, afectiva y socioculturalmente” (Jurado y otros, 1998: 24). Las anteriores ideas nos permiten ir configurando algunos criterios evaluativos que procuran tomar distancia de la tecnología educativa, de la medición, de la evaluación por logros y por objetivos, de la estandarización y homogeneización de los grupos, de la promoción y reprobación, del éxito o el fracaso, etc. Dichos criterios deberán atender aspectos como los siguientes: • La heterogeneidad del grupo es un elemento que enriquece los procesos de formación, por cuanto es desde la diversidad de ideas y de conceptos como pueden generarse los debates académicos que propician la construcción social de conocimientos. • La evaluación es un momento del acto pedagógico que da cuenta del acompaña- • Las respuestas que dan los estudiantes a las pruebas formuladas por sus maestros, evidencian los niveles alcanzados en la construcción de conocimientos en torno de una temática específica y dichas respuestas, no necesariamente deben tener los mismos niveles de elaboración. En este sentido, las pruebas deben estar focalizadas, no a determinar cuál es la posición de un estudiante con respecto a los demás del grupo como comúnmente se viene haciendo, sino a establecer su posición frente a la temática objeto de estudio y hacia la búsqueda de situaciones problémicas que le dificultan a los estudiantes la construcción de conocimientos y/o hacia la búsqueda de los obstáculos epistemológicos que le impiden al maestro desarrollar competencias pedagógicas y didácticas en su ejercicio de la enseñanza. • Hacer evaluación cualitativa exige asumir el acto pedagógico desde una actitud investigativa que indague por las necesidades e intereses de Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 los sujetos, por los niveles de compromisos con la formación y estructuración intelectual, por los diferentes niveles de elaboración conceptual, por los contextos culturales que enmarcan a la comunidad educativa, por las distintas formas de relaciones que se manifiestan dentro del aula, etc., sólo de esta manera es posible desarrollar una práctica evaluativa que elimine las escalas de medidas y en cambio, atienda los diferentes ritmos de aprendizaje de cada uno de los estudiantes. Unas ideas finales Hemos manifestado que las prácticas evaluativas siempre se hacen de manera intencionada y que se hacen a partir de los modelos pedagógicos que nos instituye a cada uno. O sea, los imaginarios que poseemos acerca de dichas prácticas, determinan nuestras acciones en el ejercicio de evaluar. Por ello, no es gratuito que se evalúe para promover o para nivelar a los estudiantes o para medir conocimientos, etc. Ante esta circunstancia es necesario adoptar una actitud critica que cuestione permanentemente el trabajo que hacemos en la escuela, para generar discusiones con nuestra comunidad educativa con la finalidad de hacer otras miradas hacia la evaluación, buscando promover una evaluación de corte cualitativo que durante su práctica, genere conocimientos que propendan por la formación integral, no solo de estudiantes, sino también de maestros y padres de familia. Se trata de involucrar a los distintos actores que participan del acto educativo en la construcción colectiva de criterios que posibiliten el desarrollo de unas prácticas evaluativas que reconozcan los diferentes ritmos de aprendizaje, las individualidades de maestros y estudiantes, la integralidad, pero ante todo, que procure la formación de cada una de las personas que hacen presencia en la escuela. Pero establecer una evaluación en nuestra institución con éstas características, exige posicionarse en unos referentes teóricos que den cuenta de procesos de problematización que promuevan una ruptura con las prácticas evaluativas que se vienen realizando a partir de los elementos propios de la evaluación cuantitativa. Esto es, se requiere instalar la evaluación como un proceso que genera conocimientos en donde las prácticas reclaman continuamente la construcción de sentidos y en donde la reflexión cobra un lugar privilegiado. No es fácil asumir estas posturas, necesitamos seguir indagan- Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 do y seguir interactuando con los miembros de nuestra comunidad educativa para desentrañar el entramado social que sirve de marco a nuestras acciones. El proceso investigativo en el que estamos empeñados tendrá que dar cuenta de posibles alternativas y de posibles respuestas a los interrogantes formulados anteriormente, que nos permitan posicionarnos de referentes teóricos y metodológicos para abordar nuestra práctica pedagógica y evaluativa, por lo pronto hasta aquí va el debate. BIBLIOGRAFÍA C AICEDO , Lilián. 1998. “Vigilia evaluativa”. En: Revista Contextos Educativos. No.1. Santa Fe de Bogotá. JURADO, Fabio. 1998. Investigación, Escritura y Educación. Santa Fe de Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. JURADO, Fabio y otros. 1998. Juguemos a interpretar. Santa Fe de Bogotá: Plaza y Janés. MEN, 1994. Ley general de educación (Ley 115). Santa Fe de Bogotá: MEN. ———— 1994. Decreto 1860. Santa Fe de Bogotá: MEN. ———— 1997. La evaluación en el aula y más allá de ella. Santa Fe de Bogotá: MEN. PÉREZ, Mauricio y BUSTAMANTE, G. 1996. Evaluación escolar. ¿Resultados o procesos? Santa Fe de Bogotá. Cooperativa Editorial Magisterio. DEFINICIÓN Y MISIÓN DE LA EDUCACIÓN ESPECIAL1 Christiane Lepot-Froment y Michel Mercier Versión del francés realizada por: Julia Inés Landazábal Q. Profesora Asociada Universidad Pedagógica Nacional María Cristina Melo R. Profesora Titular Universidad Pedagógica Nacional Según una definición muy amplia, se entiende por Educación Especial aquella dirigida y diseñada para los sujetos en situación de discapacidad . Vale la pena preguntarse ¿qué se entiende por discapacidad? 1 Lepot-Froment, Christiane; Mercier, Michel. Introducción al libro: Education Spécialisée. Recherches et pistes d’action. Collection Perspectives en Éducation. Ed. De Boeck et Larcier. Buxelles, 1996: 7-14. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Atendiendo a la clasificación internacional sugerida por la Organización Mundial de la Salud (OMS)2, dicho término encierra tres dimensiones que se refieren a: las deficiencias, las incapacidades y las desventajas. En algunos casos, las relaciones entre dichas dimensiones son aparentemente 2 Clasificación internacional de las discapacidades: Deficiencias, incapacidades y desventajas (1988). París: Publicación conjunta OMS/INSERM/CTNERHI. claras, como cuando se habla de la discapacidad relacionada con una deficiencia profunda y precoz: la deficiencia reside en la alteración grave de un órgano (oído interno), la función que dicho órgano ejercería (audición) y puede describirse en términos objetivos (fisiológicos y audiométricos). Esta deficiencia ocasiona incapacidades como la imposibilidad de adquirir el lenguaje oral si no se recurre a procedimientos como la utilización de prótesis, o a métodos como la educación audio-oral. Las desventajas debidas tanto a la deficiencia misma como a las incapacidades que de ella se derivan, se refieren en el presente caso a la restricción para el acceso a los recursos culturales del medio, la limitación en las posibilidades de formación y de ejercicio profesional, así como la estigmatización de que puede ser objeto la persona sorda. Pero estas relaciones son menos claras en otros casos. Por ejemplo en el caso de la discapacidad relacionada con la deficiencia intelectual, la noción de deficiencia plantea el siguiente problema: la naturaleza de la alteración orgánica no es necesariamente conocida, y la referida a la función cognitiva no es ‘objetivable’ en términos psicométricos. Ahora bien, las apreciaciones psicométricas se llevan a cabo utilizando instrumentos (tests), los cuales no aprehenden sino las funciones intelectuales valoradas socialmente. En otros casos (por ejemplo la dificultad para aprender a leer), la incapacidad implica desventajas en función de las normas impuestas por la sociedad, de la cual hace parte el sujeto juzgado ‘incapaz’. Por otra parte, algunas desventajas no pueden ser atribuídas ni a una incapacidad ni a una deficiencia; piénsese en la estigmatización vinculada a características juzgadas como antiestéticas, o que tienen la marca de un grupo étnico menospreciado. Las relaciones consideradas como causales entre deficiencia, incapacidad y desventaja, no se desarrollan en un solo sentido (la deficiencia conlleva la incapacidad, la incapacidad conlleva la desventaja) sino también en el sentido inverso. En efecto, una situación extrema de desventaja (por ej. la pobreza absoluta) donde estaría inmersa una familia, puede acarrear ciertas incapacidades en los miembros que la conforman (para preveer a largo plazo, dominar la expresión simbólica, manejar el pensamiento hipotético); dichas incapacidades, a su vez, inducen al observador armado de ‘tests’ a concluir en la ‘deficiencia’ de las funciones cognitivas. ¿Cómo ubicar la acción de la Educación Especial en relación con las dimensiones de la discapacidad? Su misión más obvia consiste en actuar sobre las ‘incapacidades’. Pero reducir dichas incapacidades, o remediarlas, exige ineludiblemente apoyarse en las capacidades de la persona. Esto implica transformar la mirada sobre dicha persona: no se trata solamente de determinar sus limitaciones sino ir más allá poniendo en evidencia aque- llo de lo cual es efectivamente capaz. Una misión menos evidente, pero también esencial, es la intervención en el eje de las desventajas: se trata de reducirlas actuando sobre el medio y sobre la interacción entre éste y la persona. En este sentido, las acciones son múltiples: adecuación de los lugares públicos, adaptación de los puestos de trabajo, aplicación de nuevas tecnologías; en fin, intervenciones destinadas a transformar las actitudes y los comportamientos sociales con respecto a las personas en situación de discapacidad. Sin embargo, reducir las desventajas ligadas a la situación de discapacidad, equivale a tomar en cuenta las exigencias y valores de la sociedad de la cual forma parte la persona con discapacidad. ¿Significa esto que la Educación Especial debe enfocarse principalmente a la adaptación social Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 siempre puede explicitarse operacionalmente; los educadores deben determinar si esta misión puede llevarse a cabo y de qué manera lograrlo. ¿Es en el campo de la Educación Especial donde se estima que los niños, adolescentes y adultos, necesitan algo ‘diferente’ y ‘mejor’ que el individuo corriente? Una vez más, en el terreno de la práctica, se tiene la impresión de que la selección de las capacidades que deben desarrollarse, está determinada por criterios sociales. del individuo? Como se dijo antes, la Educación Especial se propone reducir las incapacidades y desarrollar las capacidades de la persona. Sin embargo ¿Cómo decidir entre lo que debe ‘reducirse’ y aquello que debe ‘desarrollarse’? ¿No se trata nuevamente de actuar en función de criterios socialmente determinados? ¿En qué medida se toma en cuenta la realización personal y el bienestar físico y psicológico del individuo? Se sabe que la misión de la educación general es ayudar a cada individuo a construir las herramientas (afectivas, cognitivas y volitivas) que le permitirán integrarse en la comunidad, trabajar en ella y lograr su realización personal. En la práctica, se tiene frecuentemente la impresión de que los esfuerzos intencionales de entidades educativas como la escuela, se orientan sobre todo a hacer al individuo capaz de responder a las exigencias sociales. En cambio, la misión de ayudar al individuo a lograr competencias que le son propias, no Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Sin embargo, una de las justificaciones esenciales para legitimar la puesta en práctica de la Educación Especial, es su vocación de individualización, su voluntad de valorar las diferencias. De allí la pregunta: ¿Cómo ayudar a cada individuo a conquistar su estatus de sujeto? Los diferentes actores de la Educación Especial (entre los que están educadores e investigadores), se ven tarde o temprano forzados a plantearse esta pregunta, de manera existencial y no retórica. De ahí que los cuestionamientos se dirijan a la educación en su totalidad. • El público a quien va dirigida la Educación Especial La Educación Especial se dirige a los sujetos en situación de discapacidad o de dificultades de vida temporales. Ahora bien, estas situaciones están diversificadas hasta el infinito así como el público potencial de Educación Especial. Se han propuesto diferentes clasificaciones; además de aquellas que tienen un valor general (como la Clasificación internacional ya citada), existen en los países industrializados clasificaciones que podrían calificarse como administrativas y empleadas para sustentar el derecho de las personas a estructuras adaptadas de educación, alojamiento, trabajo y cuidado. Cada una de estas clasificaciones opera dentro de un abanico (más o menos amplio según el caso) de infinidad de situaciones posibles; los criterios utilizados para operar este abanico conllevan evidentemente una determinación social. Por otro lado, la puesta en práctica de la Educación Especial, en función de ciertas categorías, implica casi automáticamente la creación de nuevas categorías o sub-categorías. Por ejemplo, como lo señala la historia de la Educación Especial en los Países Bajos, una enseñanza segregada de los niños con deficiencia auditiva profunda frente a aquellos cuya deficiencia es menos grave, permite evidenciar diferencias entre los niños quienes fueron reagrupados previamente sobre la base de una característica supuestamente homogeneizante (pérdida auditiva de 90 decibeles o más), pero esto no hizo desaparecer sus diferentes actitudes y aptitudes frente a los aprendizajes propuestos. De ahí la creación de ‘subcategorías’; por ejemplo la de los ‘niños sordos con problemas instrumentales’, que llevaría a diferenciarlos de otros niños sordos. Este ejemplo ilustra una tendencia observada frecuentemente en la práctica: aquella que lleva a pensar que la respuesta a la ineludible heterogeneidad de todo grupo humano (cualquiera que este sea), reside en la constitución de subgrupos particulares, presumiblemente homogéneos, donde cada uno se situaría más o menos lejos del modelo prototipo del ‘buen’ sujeto de la educación. Se observa, en efecto, que estas subcategorías se han definido en términos de ‘carencias’, más que en términos de ‘potencialidades’. Es necesario reconocer que no existe la tendencia a crear ‘subcategorías positivas’ como ‘niños sordos dotados para las artes gráficas’ o ‘niños sordos dotados para el razonamiento matemático’. Enfrentados, más allá de las etiquetas, a la heterogeneidad de los individuos, la misión de la Educación Especial podría ser diferente: se trataría de reflexionar sobre los objetivos de la individualización pedagógica y buscar los modos y las condiciones para lograrla. Esta exigencia se impone aún más pues la Educación Especial no se dirige solamente a algunas edades claramente circunscritas. Testimonio de ello es el amplio abanico de lugares en donde tiene aplicación: servicios de estimulación precoz para los bebés discapacitados y sus familias; escuelas (preescolar, primaria y secundaria) ordinarias y especiales; enseñanza superior integrada; centros de formación para jóvenes y adultos. Tener en cuenta la edad de la persona sujeto de Educación Especial, plantea muchas preguntas. Por una parte, la definición de una edad ‘normal’ para adquirir tal o cual habilidad valorada socialmente (por ej. la lec- Algunos adultos prefieren continuar bajo la protección de un mentor, otros están a la búsqueda de un funcionamiento autónomo. ¿Qué pasa con la persona que, en un momento determinado de su historia, recibió Educación Especial por una u otra razón (accidente, enfermedad, traumatismo, avatares sociales)? ¿Cómo será tenida en cuenta esta historia personal, en la propuesta de re-adaptación o de rehabilitación? tura) implica la designación del individuo como sujeto de la Educación Especial. Por otra parte, es difícil negar las bondades de la educación precoz, o muy precoz, dirigida a los niños para quienes una deficiencia de origen orgánico y/o condiciones ambientales eminentemente desfavorables, hacen temer que las funciones humanas esenciales, se desarrollen con retardo o carencias. No intervenir, sería ¡“no ayudar a la persona en peligro”! Y ¿Qué sucede con las personas adultas? En cuanto al individuo común, se admite que la heteroeducación debe dar lugar progresivamente, a la auto-educación. Ahora bien, algunos adultos, y particularmente quienes tienen discapacidad mental, se consideran ‘eternos alumnos’. ¿En qué medida es legítima esta actitud? No existe respuesta adecuada a esta pregunta; una respuesta provisional podría ser la de tener en cuenta los deseos y motivaciones de cada individuo. La anterior es cuestión importante pues hoy, la Educación Especial no se refiere solamente a las deficiencias tradicionalmente reconocidas. Las crisis sociales hacen surgir nuevas necesidades y emergen nuevas poblaciones: los desempleados, o aquellos que trabajan en exceso. La tendencia es a excluir del mundo laboral a las personas con poca preparación, haciendo recaer en los otros el peso de una competencia que se acrecienta, lo cual plantea nuevos desafíos a la educación. • Educación Especial y Prevención En materia de prevención, se ha hecho clásica la distinción entre prevención primaria (busca prevenir la presencia inicial de la discapacidad), prevención secundaria (tiene que ver con la prevención de discapacidades agregadas a la inicial) y prevención terciaria (orientada a reducir las secuelas o consecuencias negativas de la discapacidad). La educación especial tiene que ver con cada uno de estos campos, aunque los límites entre Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 ellos no puedan trazarse con toda claridad. Así, tanto las intervenciones de rehabilitación dirigidas a adultos como la enseñanza especial instituida para los jóvenes, tienen que ver con la prevención terciaria pero, igualmente, con la de nivel secundario. des particulares de cada uno de los alumnos. La observación de las prácticas en diversos ámbitos permitiría establecer en qué medida se logra este ideal, cuáles serían las ‘disfunciones’ posibles y sus posibles soluciones. Sin embargo es necesario llamar la atención sobre dos cuestiones: la primera ha sido nombrada ya y se refiere a la individualización, que no sería sino una falacia si el sujeto que cada uno representa se define sólo en función de un individuo-tipo al cual debe semejarse. Además, la determinación de objetivos individualizados no exime de reflexionar sobre las finalidades que se le asignan a la educación; estas finalidades, que se basan sobre una opción filosófica y una cierta concepción de la existencia humana, ameritan ser formuladas de manera explícita. Los métodos se consideran sobre todo en relación con los contextos escolares (escuelas ordinarias y especiales) pero, según lo señalado en párrafos anteriores, pueden hacerse extensivos a otros contextos. el de la especificidad, no siempre evidente en dichos métodos. Uno de los ejemplos más claros se refiere a los métodos de enseñanza de la lectura que, por diversos que ellos sean, han sido objeto de aplicaciones (más o menos exitosas según el caso), tanto en la enseñanza ordinaria como en la especial. Otros métodos parecen efectivamente específicos y su utilización se reserva para aquellos alumnos que presenten una discapacidad determinada, aunque podrían beneficiar igualmente a alumnos con discapacidad diferente. Esta situación puede también aplicarse al amplio campo de la educación psicomotriz (por no citar sino ésta). En este sentido, podría comprobarse la pertinencia del método verbo-tonal con niños no necesariamente sordos y de la psicomotricidad relacional, aplicada a niños diferentes a aquellos con problemas de la personalidad o del comportamiento. Inversamente, algunos métodos específicos enfocados a ciertas funciones o habilidades aspiran a la categoría de ‘método universal’; así, un método de educación auditiva se presenta como la vía para la reconstrucción del equilibrio afectivo, en tanto que otro método de educación del movimiento tiende a definirse como método de educación global. En la práctica ordinaria de la escuela, no se definen inicialmente unos objetivos individualizados, y se supone que los alumnos deben adaptarse a los métodos que se les proponen. La escuela especial en cuanto tal, tiene que ver claramente con principios de la educación individualizada: los objetivos y métodos se definen para responder a las necesida- ¿Están los métodos pedagógicos determinados por la naturaleza de la teoría (psicológica, psicofisiológica, psicosocial) a la cual pertenecen sus gestores o sus usuarios? Este punto amerita discusión. La referencia a un modelo teórico explicativo del desarrollo de la persona permite ciertamente comprender mejor aquello que afecta al sujeto en cuestión, y lo Finalmente, algunas intervenciones de educación especial, pueden considerarse como acciones de prevención primaria; basta pensar en las campañas de promoción de la salud dirigidas ya sea a un gran público o ya sea a grupos en riesgo, definidos en función de un problema particular. Dichas campañas se proponen modificar actitudes y comportamientos, resultado que sólo puede obtenerse si la educación se apoya en la información. ¿Es necesario definir la prevención como educación especial, o la educación especial como prevención? • Los Métodos de la Educación Especial Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 ¿Qué hay más allá de los métodos de Educación Especial? Un aspecto bastante reconocido es que está en juego en sus interacciones con el ambiente (social y físico, próximo y remoto). En muchos casos, esta referencia permite igualmente optimizar el proceso en la determinación de los objetivos educativos. Más allá, la selección de los medios que han de utilizarse, pone de manifiesto la creatividad de los educadores: a ellos corresponde deducir las implicaciones de la teoría en la acción pedagógica, valorarlas y ponerlas a prueba. Conviene recordar que, cuando los teóricos formulan sus propuestas educativas, no se fundamentan en otra cosa que no sea la teoría en sí misma; esto es, sobre las intuiciones que les son propias y sobre una determinada concepción de la educación que debe darse al ser humano. No es de extrañar que la referencia a una misma teoría de base engendre opciones educativas diversas; para verificarlo, basta consultar la literatura relativa a las intervenciones pedagógicas de inspiración piagetiana. Puede suceder igualmente, que una práctica pedagógica determinada se alimente en fuentes teóricas diversas, incluso francamente divergentes; por ejemplo, ciertas propuestas educativas se relacionan tanto con Freud como con Piaget. ¿Significa ello una incoherencia del sistema de pensamiento que ha gobernado la concepción de la práctica? Ciertamente no. Las diversas referencias teóricas explicitadas en algunos métodos pedagógicos demuestran, una vez más, que los métodos no pueden reducirse a aplicaciones lineales de una teoría, incluso si el poder explicativo de ésta se revela poderoso. Entre las implicaciones de la teoría y las acciones que ésta podría inspirar, existe un espacio de creatividad cuya importancia no puede subestimarse. Con respecto a la exigencia de la perspectiva de la individualización, los métodos deben ser utilizados de manera flexible teniendo en cuenta las necesidades específicas de cada alumno. Queda por plantearse la pregunta sobre la legitimidad social de los posibles métodos de intervención. El criterio admitido frecuentemente es el de la ‘eficacia’. A partir de ésta y para los seguidores de un método determinado se trata de: (a) Definir los objetivos de manera precisa; (b) Prever el plan cuasiexperimental que permitirá la recopilación sistemática de la información; (c) Comparar los resultados obtenidos con los objetivos previstos. Finalmente, para cumplir con la exigencia de replicabilidad, se comunican los resultados sin omitir la descripción ni del método, ni de las diversas etapas de su implementación. La propuesta clínica comportamental, considerada por algunos como ‘enfoque científico’ y por otros como ‘tecnología’, tiene el mérito innegable de resaltar la importancia de cada una de sus exigencias y condiciones. La preocupación por poner a prueba ¿no debería inspirar todos los métodos y los discursos que les subyacen? Pero, además, ¿la ‘puesta a prueba’ debería inspirarse solamente por un interés de ‘demostración de la eficacia’? En cuanto se refiere a la situación de niños y jóvenes con retardo mental profundo o severo así como con discapacidad motora o sensorial asociada, Jean Jacques Detraux recuerda el imperativo de Saulus3: la percepción débil de los resultados no excluye la obligación de recurrir a los medios que se juzguen necesarios. La cuestión resaltada por Saulus, a propósito de personas con discapacidad grave es pertinente en otras situaciones: cuando se concluye la ineficacia relativa de una propuesta pedagógica, ¿se está seguro de haber recurrido al conjunto de recursos posibles? Esta pregunta es indispensable puesto que es imposible juzgar a priori la educabilidad de la persona, aún de la más discapacitada, a quien se dirige la acción. 3 Saulus, G. (1987). Prélude Absurde: clin d’oeil a Albert Camus. Besancon. Actes du Colloque A.I.R. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 RESEÑA TRAS LA HUELLA DE LOS PEI EN EL LABERINTO DE LA CULTURA ESCOLAR La utopía de los PEI en el laberinto escolar. Rafael Ávila Penagos y Marina Camargo Abello, COLCIENCIAS, CIUP, PIIE, Ediciones Antropos, 1999. Jesús Ibáñez (1990) afirma, a propósito del texto El tiempo de las tribus de Michel Maffesoli, que “Los sociólogos sedentarios escriben in absentia. Desde el pasado si son de derechas. Desde el futuro si son de izquierdas. Sus escritos –porque no tienen nada que ver con ella– se reproducen, circulan y se consumen por fuera de la vida cotidiana y concreta. Los sociólogos nómadas, en cambio, escriben in presentia. En el presente y sobre el presente. Por eso sus escritos están impregnados de, e impregnan a, la vida cotidiana”. Esto es precisamente lo que han logrado Rafael Avila Penagos y Marina Camargo Abello en su investigación publicada bajo el título de La utopía de los PEI en el laberinto escolar. Una investigación que respira el ambiente de la escuela, pero que también vuelve a ella con sugerencias, lineamientos y recomendaciones pertinentes para mejorarla. La contribución fundamental de este estudio no radica solamente en sus resultados, sino en el hecho, por demás significativo, de movilizar la opinión pública y centrar la discuPedagogía y Saberes Nº 15 2000 sión, desde el presente y sobre el presente, sobre la complejidad que reviste implementar políticas educativas en una escuela que, al decir de los autores, “está anclada en el pasado, débilmente articulada, es heterónoma, niega el conflicto, está cargada de discursos y prácticas retóricas, y vive en un clima institucional marcado por la emotividad y el afecto”, además de sentirse desbordada y, en ocasiones, inerme frente a la multiplicidad de demandas, económicas, culturales y sicosociales, que tiene que enfrentar cotidianamente. Si bien la mirada de los investigadores está orientada a detectar los principales obstáculos y facilitadores culturales en los procesos de construcción social de los PEI, su intención apunta a descifrar algunas claves para recorrer el laberinto escolar, justamente en una coyuntura particular en que las instancias directivas del sistema intentan, de manera abrupta y por ley, irrumpir en la trama cultural de la escuela, haciendo caso omiso de la historia personal y social de sus diversos actores y contextos. Aunque los autores aclaran, desde un comienzo, que cabe distinguir “Entre el PEI como proceso de construcción colectiva de una intencionalidad compartida por la comunidad; el PEI como documento escrito el cual puede ser resultado de una construcción colectiva, o de un asesor o asesores contratados para tal efecto; y el PEI documento como instrumento normativo destinado a orientar la práctica cotidiana de las instituciones educativas”, es claro que su mirada está más atenta a las lógicas que subyacen los procesos de construcción social de los PEI, pero no tanto con el ánimo de reconstruir su trayectoria, cuanto de inferir las imágenes y concepciones que orientan la práctica de los maestros. Según ellos, la práctica pedagógica está orientada por concepciones que es preciso develar para vislumbrar prácticas alternativas. Involucrarse, entonces, en el laberinto escolar pero, a la vez, tomar una cierta distancia de los discursos que circulan en la institución, fue la manera como procedieron metodológicamente los investigado- res, para descifrar las claves y comprender las condiciones de recepción de la política oficial sobre los PEI. Su aparato metodológico impresiona por su seriedad y consistencia, desde la inmersión en los escenarios de trabajo, hasta la presentación de sus conclusiones, pasando obviamente por la construcción de los registros que sirvieron de base para su interpretación. En el recorrido por este laberinto los investigadores practican un juego de acercamiento y distanciación. Acercamiento para seguir las huellas de los actores en los procesos de construcción de los PEI. Distanciación para interpretar teórica y críticamente los discursos de los maestros. En este proceso difícil de acercarse y alejarse, los investigadores ponen en evidencia “La relación compleja y peculiar que los maestros construyen, en el orden simbólico, con la política de los PEI” e identifican las principales tensiones que la visibilizan en el escenario institucional, entre la iniciativa de unos pocos maestros, y las prácticas rutinarias en que se encuentra comprometida la mayoría. Es a través de estas iniciativas que, según los autores, “se asoma la esperanza en una escuela mejor”. Entre los facilitadores más importantes para la reconstrucción de la institución escolar, el estudio destaca el enorme apetito de saber que manifiestan los maestros y la amplia capacidad de liderazgo que revelan algunos de ellos. Y entre los obstáculos más significativos destacan la incompetencia para el trabajo en equipo y la estructura real de los procesos decisorios en un modelo de organización vertical y autoritario que debe ser reconstruido. Sus recomendaciones finales son, a la postre, algunas claves más para recorrer el laberinto de la cultura escolar: diseñar procesos de participación en el proceso de elaboración de las políticas educativas. Poner en mejores condiciones a sus actores protagónicos: los maestros. Diseñar y multiplicar modelos de reeducación y re-socialización de los maestros que apunten a la configu- ración de saberes, actitudes, disposiciones y predisposiciones para el trabajo en equipo. Potenciar la capacidad de innovación endógena de la escuela. Diseñar una política de articulación entre las Facultades de Educación y las escuelas reales que favorezca una retroalimentación mutua. E investigar y explorar otras formas metodológicas que puedan ayudar a racionalizar y dinamizar tanto los procesos de interacción entre los maestros como sus procesos de reflexión colectiva. Las claves, sin embargo, para recorrer el laberinto de la cultura escolar no se agotan en este breve reseña. Si hemos mencionado algunas es con la intención de provocar a los docentes, a los investigadores, a los directivos y a los diseñadores de políticas a encontrar nuevas claves con la lectura del texto en su totalidad. Ojalá con la colaboración de sus autores. Elsa Castañeda Bernal Consultora de la Fundación Antonio Restrepo Barco. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 RESEÑA SOBRE EL PROBLEMA DE LA EDUCACIÓN EN KANT Una lectura del Tratado de Pedagogía La presente reseña sobre la obra pedagógica de Kant se apoya en dos traducciones al español: Kant, I. “Sobre pedagogía”. En: Luzuriaga, L. Kant, Pestalozzi y Goethe. Sobre educación. Madrid: Daniel Jorro, Editor, 1911. Y la que se citará en este artículo, Kant, I. Tratado de Pedagogía. Traducción de Carlos Eduardo Maldonado. Bogotá: Ediciones Rosaristas, 1985. INTRODUCCIÓN Por su condición de profesor de filosofía Kant debía en la universidad, desempeñar cátedras de pedagogía, así como otros recordados filósofos (Hegel, Schleiermacher y Fichte entre otros). Tal tarea lo llevó a ocuparse en sus escritos de la teoría de la educación. Reflexiones que fueron recogidas de sus exposiciones por un discípulo suyo y luego publicadas, antes de su muerte(1803), con el título original: Uber Pedagogik1. Se presenta esta obra, en primer lugar, contextualizando el siglo XVIII, también llamado el siglo de las Luces, de la Razón o época de la filosofía, en el cual se inspira y se deriva su teoría educativa, y quizá uno de los momentos históricos en que es vivido más apasionadamente el problema educativo(I), y en segundo lugar, acercándonos al Tratado de Pedagogía en donde se manifiestan sus reflexiones sobre la educación, en que consiste y lo que Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 comprende asumirla como proyecto de la especie humana(II). I La época ilustrada de Kant Filosofía y educación, relación que a través de la historia ha jugado un papel decisivo para la existencia de la sociedad humana. Relación que no ha sufrido complicaciones desde la época griega (con Platón y Aristóteles) pasando por la ilustración europea (Roussean, Kant, Hegel) hasta las reflexiones de pensadores contemporáneos como Gadamer, Adorno, Morin y Dewey entre otros. Las reflexiones educativas de Kant escritas en su bello Tratado de Pedagogía se inscriben en la época ilustrada, de la cual es uno de los arquitectos principales y exponente máximo. La Ilustración como proyecto humanizador y liberador de la especie humana, es a su vez una tarea educativa consistente en desarrollar en el hombre la fuerza uni- versal de la Razón. ¿En qué consiste esta época histórica y modo de ser llamado ilustración o siglo de las luces? La Ilustración pone la Razón en el centro de las relaciones humanas y por supuesto como el puente para dar explicación de lo humano y de sus limites en términos también racionales. A la razón se le consideró en el siglo XVIII, la fuerza homogénea y unitariamente informadora1, que en su despliegue ofrece progreso y felicidad humana indefinida. Fuerza que se presenta como razón crítica, liberadora e interesada y como razón autónoma2. Razón Crítica ante todo dogmatismo sagrado o legislativo que se quiera autoproclamar como fundamento y razón última de explicación. Razón Liberadora e Interesada en desarrollar el conocimiento de la teoría 1 Cassirer, Ernst. Filosofía de la Ilustración. Bogotá: FCE, 1994, pág. 20. 2 Cortina, A. Ética Mínima, Madrid: Tecnos, 1994, pág. 208ss. ilustrada que es decididamente crítico y liberador mediante la reflexión, para lograr su etapa más alta que es el progreso en la autonomía de los individuos3 (Razón Autónoma), con la sustitución de toda autoridad (religiosa y legislativa) y tradición como guías de la conducta humana. Ya Kant en su respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración? expresó que la razón es autónoma, tiene sus propias leyes: “La Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! !Ten el valor de servirte de tu propia razón! He aquí el lema de la Ilustración”4. La fuerza de la razón también abre la entrada al conocimiento de la naturaleza como espacio abierto y múltiple de interpretaciones, como horizonte del saber, del abarcar la realidad. Con ello se diluye la forma estática del imaginario antiguo y medieval del mundo, cesa la idea de un cosmos susceptible del ser abarcado en su conjunto. El conocer la naturaleza para el hombre ilustrado se convierte en su posibilidad de conocerse, el medio dentro del cual lleva a cabo su propio conocimiento5. Y es así, como se ha podido afirmar que “la reflexión sobre la edu3 Habermas, J. “Dogmatismo, razón y decisión”. En: Teoría y praxis. Ensayos de Filosofía Social, Madrid: Tecnos, 1994, pág. 288. 4 Kant, E. Filosofía de la historia. Bogotá: F.C.E, 1994, pág. 25. 5 Cassirer, E. Filosofía de la Ilustración. Bogotá: FCE, 1994, pág. 54. cación no puede prescindir del concepto de naturaleza dado que este constituye algo así como su antagonista necesario6”. La educación no puede perderla de vista como su punto de referencia. Y Kant escribió sobre esta línea de la naturaleza7 sus reflexiones pedagógicas, influenciado por sus contemporáneos Rousseau y Pestalozzi. Aunque Kant tiene un poco más allá al precisar que en la educación del hombre se debe hacer violencia a la animalidad, estableciendo rupturas con la mera naturaleza8. El hombre es la única criatura que requiere educación –afirma Kant– por ello la disciplina y la instrucción juntamente con la cultura convierte el estado de animalidad en el de humanidad. Y añade: “la especie humana debe extraer poco a poco, por sí misma, y con su propio esfuerzo, todas las cualidades naturales de la humanidad”9. 6 Reboulo, O. “La Philosophie de l´ educación”. París: 1976, pág. 43. En: Hegel, F. Escritos pedagógicos. Traducción de Ginzo Arsenio, México: FCE, 1998, pág. 33. 7 Aquí Kant escribe bajo el espíritu ilustrado, del cual es su mayor exponente, pues la educación era un problema que se asumía recurriendo al modelo de la naturaleza. Pestalozzi en “Las Veladas de un Ermitaño” ya lo confirmaba: “Orientación de la vida, destino del hombre, eres el libro de la Naturaleza. En ti está contenida la fuerza y el orden de esta sabia conductora; la educación escolar que no se construya con este fundamento, va descaminada”. Pestalozzi, J.E. “Las veladas de un ermitaño”. En: Luzuriaga, L. Sobre educación. Kant, Pestalozzi y Goethe. Madrid: Daniel Jorro, Editor, 1911, pág. 117. 8 La filosofía de Kant esta presidida por una indubitable intención educativa ya que la ilustración como una tarea educativa, posibilita al hombre distanciarse de la naturaleza y crear un mundo humano en el que ya no gobiernan las leyes determinadas por la naturaleza sino la moralidad surgida de la libertad. 9 Kant, I. Tratado de pedagogía, Bogotá: Ediciones Rosaristas, 1985, pág. 1. Una vez realizada la tarea de la ilustración de liberar a la humanidad de prejuicios y dogmatismos, los individuos podrían convertirse en sujetos autónomos de su propio desarrollo por medio de la fuerza llamada Razón. Facultad a la que Kant asigna un poder práctico. En consecuencia, la tarea práctica de la Ilustración desde Kant, es una tarea educativa: formar a toda persona sobre la fuerza universal de la razón para la construcción de una sociedad que satisfaga sus aspiraciones y necesidades. En este contexto de la época ilustrada tenemos una ligera idea de su tarea educativa. Tarea que ayudó decididamente a desarrollar y definir las diferentes ideas pedagógicas del siglo XVIII, las cuales se pueden reducir a las siguientes: a) Creencia en el poder absoluto de la razón y en la educación como encargada de conducirla. b) El reconocimiento de la naturaleza y de las leyes naturales en el universo y la sociedad, abriendo paso al naturalismo pedagógico. c) Secularización de la educación, disminuyendo el poder eclesiástico y fortaleciendo el poder del Estado. d) La aspiración a la libertad, sustituyendo toda autoridad religiosa y legislativa, así como toda tradición social, surge entonces el individualismo como principio educativo. e) Un espíritu progresista, positivo y optimista en la vida desarrollado por medio de la educación del ser humano. Siempre se educa teniendo como proyecto un estado mejor, hacer del mundo un lugar mejor. Por eso Kant define la educación como una práctica que perfecciona cada generaPedagogía y Saberes Nº 15 2000 ción, “un arte cuya aplicación debe ser perfeccionada por muchas generaciones”10, es algo propio de la especie humana educarse en lo racional. II Ahora bien, quiero acercarme al Tratado de Pedagogía de Kant, en donde se resumen sus reflexiones educativas, sistemáticamente y que junto con obras mayores como la Critica de la Razón Práctica y la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, manifiesta la idea de perfectibilidad de la naturaleza humana y el papel de la educación. No es difícil reconocer, entonces, en su Tratado de Pedagogía de alguna manera, el proyecto intelectual fundamental de Kant: Sentar los fundamentos filosóficos de los principios universales de justificación racional, que pusiera de manifiesto la capacidad de verdad y objetividad racionales de todos los seres humanos. Sobre el concepto, papel e importancia de la educación en el hombre Kant comienza afirmando que el hombre es la única criatura que necesita Educación, exclusivamente por ella es que el hombre llega a ser hombre. Pero como el desarrollo de las disposiciones naturales en los hombres no se da por sí mismo, la educación se convierte en un arte cuya aplicación debe ser perfeccionada por muchas generaciones. El hombre debe extraer estas cualidades naturales, por sí mismo, guiado por la razón y por la interacción con otros seres de su misma especie. De aquí la importancia que una generación eduque a otra, pues nin- 10 Ibídem, pág. 5. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 gún individuo humano puede alcanzar sólo su destino. Cada generación, prevista de los conocimientos de las anteriores, puede dar una educación que desarrolle cada vez más las disposiciones naturales de los hombres de un modo equilibrado y conforme a sus fines, y, de este modo, conducir a toda la especie humana a su destino. Por eso un principio pedagógico que debería considerarse siempre, es el de que no se deba educar a partir del estado presente de la especie humana, sino a partir de un posible mejor estado del futuro; es decir, a partir de la idea de la humanidad y de su destino. Como la educación es un arte, su origen y su desarrollo, o es mecánico, o es razonado; pero como todo arte mecánico esta sometido a las circunstancias dadas, sin plan, con errores y carencias, el arte de la educación o pedagogía debe ser racional a fin de que la naturaleza humana pueda desarrollarse y alcanzar su destino, y a fin de que el arte de la educación se transforme en ciencia, pues de lo contrario, no constituiría un esfuerzo continuo sobre la idea correcta de la educación de la especie humana y su destino en términos racionales, ni tampoco haría posible la comunicación entre generaciones. En suma para Kant, en la educación se encuentra el gran secreto de la perfección de la naturaleza humana. Para él, es cautivante pensar que la naturaleza humana puede llegar a desarrollarse cada vez más mediante la educación y que a ésta se le puede dar la forma por la cual la humanidad puede ser medida. A pesar que educar sea un problema con dificultades, el esbozo de una teoría de la educación es un noble ideal, y en nada nos perjudi- ca aunque no estemos en capacidad de realizarlo todavía. Por ello, la educación debe lograr disciplinar11 a los hombres para la domesticación del salvajismo; cultivar a los hombres por medio de la instrucción y la enseñanza para desarrollar la aptitud o la habilidad para todos los fines posibles; hacer prudentes a los hombres para vivir en sociedad y velar por la moralización12 de los hombres para la elección de fines buenos, aceptados y aprobados por todos y cada uno de los hombres13. Ahora bien, para Kant la pedagogía o ciencia de la educación es a la vez física y práctica. La primera consiste propiamente en los cuidados que necesita el hombre de alimentación por parte de los padres y de las criadas; y la segunda, la educación práctica o moral es la educación para la libertad y para construcción de la personalidad moral. Desde esta comprensión de la educación como física y práctica, Kant comienza a desarrollar los 11 En Kant, la disciplina es la categoría que hace posible la humanidad, la condición a priori para que el ser humano pueda llegar a serlo verdaderamente. A lo que añade: “De aquí, pues, que el hombre se deba acostumbrar desde muy joven a someterse a los preceptos de la razón. Cuando en la juventud se le permite hacer su voluntad y no se le contraría en nada, conserva un cierto salvajismo el resto de la vida”. Ibídem, pág. 2. 12 No debe extrañar, que Kant señale en su Tratado de Pedagogía de las cuatro dimensiones que ha de promover la educación quede pendiente la moralización: “Nosotros vivimos en una época de disciplina, de cultura y de civilización, pero no todavía de moralización. Y cabe preguntarnos, si seriamos más felices en un estado primitivo sin toda la cultura actual”. Ibídem, pág. 10. Al fin de cuentas, en su obra Idea de una historia universal en sentido cosmopolita (1784), constata que a pesar de ser culto en alto grado y civilizado hasta el exceso, al hombre le falta mucho para ser considerado moralizado. 13 Ibídem, págs. 1-11. conceptos de autonomía y libertad importantes en su proyecto filosófico como problema exclusivamente educativos con preguntas como: ¿Cómo formar la libertad con restricciones, cómo fundamentar la moralidad en los niños? A lo que añade: “es preciso acostumbrar al estudiante a que su libertad se sujete a una restricción, y, al mismo tiempo, enseñarle a hacer un buen uso de ella, sin lo cual no sería más que una máquina”14. ¿ Para qué tenemos la razón? Para darle un uso práctico, así nos ha sido concedida como una “facultad práctica”15, en la cual se constituye la imagen moral del mundo. ¿Qué es la autonomía? “No elegir de otro modo sino de éste: que las máximas de la elección, en el querer mismo, sean al mismo tiempo incluidas como ley universal”16. Y define a la vez cómo la formación para la independencia y la autonomía racional ha de iniciarse desde los primeros cuidados al hombre. La Educación Física Saber en que consiste la educación desde el principio hasta el final, es indispensable para todo aquel que decida ser educador del ser humano desde la niñez como ayo o gobernante17, pues el desarrollo de la educación física debe seguir el principio regulador de la naturaleza. Educación física como formación de las facultades propias del espíritu ha de lograrse por medio de: Primero, la cultura general de las facultades del espíritu, ésta se divide en: a) Física: donde todo el aprendizaje descansa en el ejercicio y la disciplina del cuerpo, el control de los movimientos y el desarrollo de los sentidos. Esta formación física apunta sólo hacia la naturaleza18. Es pasiva. La primera y más importante regla, es, aquí, en la medida de lo posible, eludir toda clase de artefactos. Se debe evitar que la disciplina se torne esclavista. Aquí se cultivan a los hombres. b) Moral: Esta apunta solamente hacia la libertad. Se basa ya no en la disciplina, sino sobre máximas. Es activa. Se trata, pues, aquí, de moralizar a los hombres. Segundo, la cultura particular de las facultades del espíritu. Se trata del cultivo de las facultades menores (los sentidos, la imaginación, la memoria, la observación, y el ingenio) y superiores del entendimiento (entendimiento, juicio y razón). Las facultades inferiores serán cultivadas, sólo en función de las superiores, por ejemplo, el ingenio, en función de la inteligencia; la imaginación, solo en provecho del entendimiento. La regla principal a seguir aquí es la de no cultivar ninguna facultad individual por sí misma, sino siempre en relación con todas las demás19. Cultura Física20 En la formación del niño ha de evitarse el uso de ayudas artificiales para su normal crecimiento según los indicadores del desarrollo natural; por ello Kant sugiere eludir el uso de pañales, el mantener los niños muy abrigados, el mecer a los niños, el uso de andadores o caminadores y los corsés (en el caso de niños con defectos), bajo las siguientes razones: – Hay que prevenir que el niño se acostumbre a ciertas cosas o prácticas, y no permitir que surja en el ningún hábito. Cuantos más hábitos tengan un hombre, tanto menos libre e independiente es. – Todos estos mecanismos artificiales son tanto más funestos cuanto que atenta directamente contra el fin que se propone la naturaleza en los seres organizados y racionales, de acuerdo con el cual fin debe quedar la libertad suficiente para que el niño aprenda a servirse de sus propias fuerzas. 18 14 Ibídem, pág. 15. Kant, I. Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres. México: Porrúa, pág, 23. 16 Ibídem, pág. 52. 17 Es razonable que en su condición de espíritu ilustrado, Kant recurra a la acción de los gobernantes –y aquí la figura de Federico el Grande toma una especial relevancia– a fin de que, en su afán de gloria, persigan el bien común y para que desarrollen campañas a favor de la ilustración. 15 Aunque esta cultura del alma o física apunte solamente hacia la naturaleza Kant se cuida de toda actitud finalista y en la posibilidad de pensar la libertad y la causalidad de la naturaleza desde un mismo punto de vista. A lo que añade: “Debemos hacer la distinción aquí entre naturaleza y libertad. Dar leyes a la libertad es totalmente diferente de formar la naturaleza. La naturaleza del cuerpo y la del alma están de acuerdo en que en su formación se busca detener la corrupción y en que el arte agrega algo tanto a la una, como a la otra”. En: Kant, I. Tratado de Pedagogía, pág. 29. 19 Kant, I. Tratado de Pedagogía, pág. 31. Esta parte de su obra es significativa por la atención que le da al cuerpo del niño, en forma de consejos de vestimenta y de las ayudas externas al cuerpo natural, lo cual hace ver en Kant más que una orientación de tipo pedagógico una filosofía naturalista. Quienes desarrollaron pedagógica y didácticamente este pensamiento pediátrico, fueron Rousseau y Pestalozzi junto con su precursor John Locke. 20 Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 – Permitir al niño aprender espontáneamente, muchas cosas y más sólidamente21. Esta es la primera y más importante regla a cumplir en los cuidados físicos o en la cultura física para no arruinar en el ser humano las destrezas naturales. Ahora bien, como en toda cultura física se trata de cultivar a los hombres es conveniente formar la voluntad en el niño para prevenirle de malas costumbres y ejercitarle los sentidos, la imaginación, la memoria, la capacidad de observación y el ingenio. En lo primero, se le educa de modo tal que no obtenga nada con sus gritos para que llegue a ser libre, amistoso y sincero. Para ello es indispensable que encuentre la resistencia y firmeza en sus educadores. No obstante, hay que evitar la disciplina hostigante, esclavizante, para no quebrantar su voluntad. Quebrantar la voluntad, produce un modo de pensar esclavizante, resistirla naturalmente produce docilidad. Desde temprana edad es de suma importancia que los niños aprendan a ocuparse en algo, pues el hombre requiere ocupación; incluso aquellas ocupaciones que exigen algún esfuerzo. Y ¿dónde mejor que en la escuela debe cultivarse la afición al trabajo? La escuela es una cultura forzada. Es allí en donde se le ha de formar en el trabajo. La formación escolar debe ser para el niño trabajo. Es cierto que se debe dar un tiempo para el juego, pero también para el trabajo. La escuela en la formación de su espíritu ha de practicar en diferentes momentos 21 KANT, I. Tratado de Pedagogía, págs. 22 y 23. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 ambos tipos de cultura (la escolar y la libre)22. En lo segundo, es conveniente la ejercitación de los sentidos, en particular el de la vista en la apreciación correcta a distancia, del tamaño y la proporción de los objetos, y el de encontrar la posición de lugares a partir de los objetos dados, en donde el sol es de gran ayuda. De igual manera es necesario el cultivo del oído con el fin de que pueda saber si algo se encuentra lejos o cerca, y en qué lado se halla. En cuanto al cultivo de la imaginación ha de tenerse en cuenta que los niños tienen una imaginación extremadamente rica y que no requiere en absoluto ser ampliada ni extendida más, con la ayuda de cuentos. Ha de cuidarse de dejarla inactiva por completo. En cuanto la memoria se debe cultivar tempranamente y ejercitarse en cosas relacionadas con la vida real, mediante la retención de los nombres encontrados en los relatos, la lectura y la escritura y por medio del aprendizaje de los idiomas. El ingenio ha de cultivarse al lado de la facultad de juicio. De lo contrario, produce puras tonterías. En lo que atiende a la capacidad de observación, base de la memoria, ha de fortalecerse en nuestro pensamiento para que en casos de flexibilidad no se deje guiar a donde quiera23. Pero como las facultades inferiores no tienen por sí solas ningún valor, v. gr: un hombre con mucha memoria e ingenio pero sin la facultad del juicio, o un hombre con imaginación pero sin entendimiento. Es por ello 22 23 Ibídem, págs. 30-31 y 38. Ibídem, págs, 32-33 y 35. necesario, el cultivo de las facultades superiores como el entendimiento (conocimiento de lo universal), el juicio (aplicación de lo universal a lo particular) y la razón (la facultad de comprender la unión de lo universal con lo particular). En esta última reconocemos los principios, y en especial, los principios que se relacionan con el deber. En suma, de lo que se trata aquí es de hacerlas extraer de ellos mismos los conocimientos racionales y no tanto darles fundamentos de razón. Por ello, se ha de proceder en su formación a la manera socrática, es decir, se reflexiona según causas y efectos y no solamente se especule. Sé de uso de la razón en su facultad práctica propia de los niños que comprenden produciendo. De esto se desprende la gran relevancia del trabajo práctico para Kant, por ello sugiere comenzar el aprendizaje de los niños con la geografía, en la elaboración de los mapas y de figuras de animales y plantas que le dan vida a la geografía. Cultura Moral En esta parte kant comienza a desarrollar pedagógicamente lo que tiene que ver con la formación moral en los niños. Ella tiene que fundarse en las máximas de acción y no en los estímulos e intereses para actuar, de lo que se deduce el propósito de la formación moral: cimentar o fundar un carácter. Formación que tiene que ver con tres rasgos principales: la obediencia, esta es doble; en primer lugar, es acatamiento a la voluntad absoluta del director, y luego, a la voluntad reconocida como razonable y buena. La veracidad es otro rasgo principal en la fundación del carácter del niño. Es de las más esenciales. Por ello Kant insistía anteriormente en el desarrollo paralelo entre las facultades inferiores y las superiores, pues, una imaginación tan viva como la de los niños puede inclinarles hacia la mentira, en este punto Kant sugiere no hacer uso de la fuerza para conseguir la verdad en los niños por medio de castigos, más bien es el momento de hacer uso de la vergüenza. La sociabilidad es el tercer rasgo en la cimentación del carácter. Debe procurarse que el niño conviva y se relacione amistosamente con otros evitando con ello, introversión, la envidia, la vanidad y la extemporaneidad en su desarrollo moral e intelectual24. La Educación Práctica La educación práctica o moral. Es aquella mediante la cual se forma el hombre para poder vivir como ser que actúa libremente. Porque práctica es todo aquello que tiene relación con la libertad. Toda educación práctica es una educación para la libertad. Y si seguimos este planteamiento, la libertad como acción práctica, consistiría en no obrar bajo imperativos hipotéticos, es decir, orientados por la necesidad práctica de una acción posible, sí no bajo el imperativo categórico que se orienta por el principio mismo, sin referencia a ningún otro fin. Así pues, la educación le compete abarcar tres ordenes; primero, la cultura escolar y mecánica-técnica que se refiere al las destrezas y habilidades, siendo entonces didáctica y orientada por el profesor. Esta cultura le otorga poder al hombre para alcanzar todos sus fines y le da un valor en cuanto a sí mismo como individuo. Segundo, de la cultura pragmática, que se relaciona con la prudencia y que lo prepara 24 Ibídem, págs, 38-43. para la vida pública en su condición de ciudadanos, le otorga un valor social. Tercero, de la formación moral que se refiere al ser moral, le da su valor respecto a su pertenencia con toda la especie humana. En este último orden Kant vuelve a insistir o replicar sobre el propósito de la educación moral: la formación o cimentación del carácter. En su obra Crítica de la Razón Práctica25, Kant ya precisaba su concepción acerca de la educación moral y que luego en su obra pedagógica viene a desarrollar en sus recomendaciones para cimentar en los niños la moralidad. Estas recomendaciones van orientadas a presentar a los niños los deberes que deben cumplir, mediante ejemplos y actitudes. Deberes como las obligaciones para consigo mismo y para con los demás. El deber para consigo mismo consiste, en conservar en su propia persona la dignidad humana, por ello la formación del niño debe hacérsele observar que el descuido personal es indecoroso para la humanidad. También con las mentiras que se le permitan al niño en su relación con los demás se coloca a la humanidad muy lejos de su dignidad. Los deberes para con los de- 25 En la Crítica de la Razón Práctica, Kant precisaba ya su concepción acerca de la educación moral: “No sé por que los educadores de la juventud no se han decidido... a poner en práctica esta tendencia de la razón a ocuparse con placer examinando del modo más sutil las cuestiones prácticas planteadas, y, después de haber puesto por fundamento un catecismo puramente moral, no han indagado las biografías de los tiempos antiguos y modernos con el propósito de tener a mano ejemplos para los deberes expuestos, mediante los cuales pusieran a funcionar el juicio de sus alumnos sobre todo a base de comparar acciones semejantes en circunstancias distintas con el objeto de hacer observar su mayor o menor contenido moral...”. En: Kant, I. Crítica de la razón práctica. Buenos Aires: Losada, 1961, pág. 161. más como la veneración y el respeto deben ser enseñados a los niños desde muy pronto y se debe tener cuidado en que los ponga en práctica. Para la recta formación del niño en la moralidad ha de promoverse en las escuelas un catecismo del derecho26, con el objetivo de presentar dilemas morales de la vida cotidiana, para que se entrenen en la obligación de hacer lo correcto y el bien, no inclinados por el sentimiento sino por la idea del deber. Con un libro de este género se podría educar a los niños en el conocimiento de los derechos del hombre. Finalmente Kant es partidario de la educación religiosa pero extraconfesional. La naturaleza de la razón tal como la época ilustrada la caracterizó, rechaza toda religión reveladora. Una Razón Crítica debe considerar dogmático todo acto de fe. Una Razón Interesada no precisa una ayuda sobrenatural para querer que exista un Dios en la tierra. Una Razón Autónoma ve en el Dios revelado una amenaza27. Por ello, Kant considera que en cuanto a la relación de la educación de los niños con la religión ha de ser orientada desde el concepto de religión como la ley en nosotros y no fuera y como parte de toda moralidad28. 26 En la Metafísica de las Costumbres, se vale Kant de un ejemplo para clarificar lo que promovería en la escuela la educación de los niños en lo moral, á saber: un catecismo moral. Aquí el maestro pregunta a la razón de su alumno lo que quiere enseñarle, y en el caso de que no sepa responder a la pregunta, le pone la respuesta en los labios (guiando su razón). En: Kant, I. Metafísica de las costumbres. Barcelona: Altaya, 1993, págs. 356-362. 27 Cortina, A. Ética mínima. Madrid: Tecnos, 1994, pág. 214. 28 En su discusión contra el eudemonismo, Kant produce la tesis central de su filoso- Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 Si no se asocia la religión con la moralidad, aquella se reduce a solicitud de favores recibidos, alabanzas, oraciones, servicio supersticioso, temores y una fe de recompensa y castigo, en suma, en el opio para las conciencias y una almohada para dormir placenteramente29. Concluye Kant su tratado pedagógico introduciendo algunas observaciones para los niños que pasan a la adolescencia. La primera, es la diferencia que comienza a establecer entre los sexos, diferencia que se ha de asumir con toda la moralidad posible. Una segunda distinción es el conocimiento de la diferencia de las posiciones y la desigualdad de los hombres. Es importante comenzar a enseñarles, poco a poco, la conciencia de la igualdad de los hombres en la desigualdad civil30. Pero, es posible que para algunos Kant sigue siendo Kant. De hecho, y aunque parezca un poco forzado y extraño, para revisar la génesis y evolución de la pedagogía contemporánea debemos retrocedernos hasta Kant. Además la pedagogía es una ciencia reciente surgida en los albores del siglo XIX y que, desde sus orígenes, se vinculó a la filosofía kantiana32. En la reflexión contemporánea y más aún, en la situación actual, en la cual la libertad, la responsabilidad y la moralidad (necesaria para comprender la acción educativa) son evacuadas en términos totalmente empíricos dentro de los límites de una acción instrumental, técnica y estratégica, volver a kant es necesario y relevante, si se piensa todavía que el ser del hombre trasciende los límites de lo meramente empírico o científico33. Quizás en las sociedades donde se carece de una razón de lo público y en donde se hace necesario recuperar o construir el ser moral, lo que nos deja la inminencia de nuestra fragilidad, la reputación de Kant aún no palidece. Volver a Kant no para repetirlo sin más en sus ideas absolutas sino para pensar y producir nuestro hoy. Rafael Ríos Beltrán Facultad de Educación Universidad de Antioquia A manera de conclusión Volver a Kant después de Kant en el escenario de una crítica a la razón moderna y en el descrédito de la gran filosofía31, parece para la crítica posmoderna un anacronismo y más si nos acercamos a sus reflexiones sobre la educación, escritas en su Tratado de Pedagogía. fía de la educación, la moralidad. Defiende la idea final de un mundo moral, por una esperanza ética que, además de apelar a la educación como base y trazada con un carácter cosmopolita, abre el horizonte de un tiempo indefinido en clave teológica ya que la idea de Dios sólo tiene sentido en el contexto de la moralidad. Por consiguiente: “es necesario que la moralidad preceda, y la teología la siga: y esto es lo que se llama religión”. Kant, I. Tratado de Pedagogía, pág. 54. 29 Ibídem, págs. 53 y 54. 30 Ibídem, págs. 55 y 57. 31 Habermas, J. La Filosofía como vigilante e intérprete. En: Conciencia moral y acción comunicativa. Barcelona: Península, 1998, pág. 11. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 32 Estas afirmaciones son hechas por el profesor de la Universidad de Barcelona, Vilanou, T. Conrado. “Sobre la génesis y evolución de la pedagogía contemporánea (a propósito de la herencia kantiana)”, En: Revista española de pedagogía. Valencia: Año LVI, No. 210, abril-junio 1998, págs. 245-262. 33 Hoyos, V. Guillermo. “Por un concepto critico de libertad en la filosofía práctica de Kant”. En: Revista Ideas y Valores. Bogotá: Nos. 66-67, abril (1985), págs. 101-115. RESEÑA Rodríguez de Salazar, Nahir; Lara Guzmán, Gabriel; Guido Guevara, Sandra; Obando Velásquez, Lucila y Toro Castaño, Irma. COMUNICACIÓN AUMENTATIVA Y ALTERNATIVA. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional - IDEP, 2000. 148 p. ISBN: 9589097-41-3. Todas las personas tienen capacidad de comunicación y deseo de comunicar, aunque algunos alumnos con necesidades educativas especiales pueden no ser capaces de producir o incluso de comprender el habla. Otros alumnos con dificultades graves pueden no ser siquiera capaces de producir señales de comunicación prelingüísticas lo suficientemente claras como para que los demás puedan comprenderlas, o incluso puede que ellos mismos sean poco conscientes e su propio deseo y potencial y potencial comunicativo. Todos ellos, por muy limitadas que sean sus habilidades expresivas, pueden beneficiarse de una enseñanza basada en la Comunicación Aumentativa y Alternativa, cuyos objetivos se ajusten al nivel inicial de cada alumno para guiarle, paso a paso, en el proceso de desarrollo de habilidades funcionales de comunicación y lenguaje cada vez más complejas, potenciando el uso de los gestos, los signos manuales, los signos gráficos y/o el lenguaje hablado según las necesidades de cada cual1 . 1 Rodríguez de Salazar, Nahir et al. Comunicación aumentativa y alternativa. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2000, p. 10. Las anteriores afirmaciones recogen la idea central del prefacio titulado El acceso a la comunicación escrito especialmente para presentar la obra escrita por los profesores Nahír Rodríguez de Salazar, Gabriel Lara Guzmán, Sandra Guido Guevara, Lucila Obando Velásquez e Irma Toro Castaño, miembros del equipo de Comunicación Aumentativa y Alternativa de la Universidad Pedagógica Nacional y profesores de esta institución. Su autora, la profesora Carmen Basil, del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Barcelona y Coordinadora de la Unidad de Técnicas Aumentativas de Comunicación de la Generalitat de Catalunya destaca los esfuerzos que, en este campo, ha realizado el equipo investigativo de la U.P.N., el cual consigna en la publicación que se reseña, una amplia información sobre los numerosos recursos que la Comunicación Aumentativa y Alternativa ofrece a tanto a educadores como a terapeutas. El texto, dividido en cinco capítulos y clausurado por la recreación de un caso cuyo título es Una vivencia personal. Comunicación en el silencio, escrito por la profesora Claudia Parra, profesora de la Fa- cultad de Educación, Departamento de Educación Especial de la Universidad Pedagógica Nacional presenta, desde una perspectiva interdisciplinaria, los elementos necesarios para que el lector se acerque a la Comunicación Aumentativa y Alternativa (CAA) y pueda elaborar sus propias conceptualizaciones. En el capítulo inicial, la profesora Nahír Rodríguez de Salazar en su Aproximación a la comunicación aumentativa y alternativa reflexiona acerca de la “trascendencia de la comunicación para el desempeño pleno de todo ser humano”2 y enfatiza en la importancia que tiene el que nos constituyamos en “interlocutores válidos frente a sujetos no verbales”3. Igualmente y de un modo muy didáctico que parte de experiencias comunicativas específicas y reales, aborda el concepto de Comunicación Aumentativa y Alternativa, ejercicio que le permite pasar luego a la definición de los diferentes Sistemas Aumentativos y Alternativos de Comunicación, no sin antes establecer las diferencias existentes entre Comunicación Aumen2 3 Ibíd., p. 23. Ibíd., p. 23. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 tativa y Comunicación Alternativa. El primer capítulo finaliza abordando la respuesta al interrogante ¿Por qué se habla de ayudas técnicas para la Comunicación Aumentativa y Alternativa?4, aportes que el receptor tendrá la oportunidad de descubrir, analizar y valorar desde su ejercicio personal de lectura. El segundo capítulo, La magia del lenguaje, de la autoría del profesor Gabriel Lara Guzmán, ingresa en el intrincado tema de lo que significa la comunicación para el ser humano. La complejidad del asunto contrasta con la manera sencilla y amena en que el profesor Lara aborda la casi siempre problemática conceptualización de COMUNICACIÓN – LENGUAJE – LENGUA y HABLA. Sus definiciones y reflexiones, asidas a la vida cotidiana, son un aporte significativo para el lector, en la medida en que contribuyen a la comprensión de los fenómenos comunicativos y también a la diferenciación de términos cuyos significados suelen confundirse con frecuencia. Este apartado se cierra abriendo para el lector un espacio reflexivo en el que se indaga sobre lo que acontece con quienes no pueden acceder a la lengua como sistema de comunicación y las posibilidades que los Sistemas Aumentativos y Alternativos ofrecen a estas personas. Al respecto se plantea que los SAAC5 pueden ser considerados una lengua “en la medida que poseen tres características fundamentales para que cualquier sistema de signos adopte el nivel de lengua (...) para que una lengua posea este carácter debe tener elementos constitutivos de forma, contenido y 4 Ibíd., p. 44. 5 Sistemas Aumentativos y Alternativos de Comunicación. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000 uso”6. El autor sostiene que los SAAC son una lengua por cuanto “poseen estos tres componentes; la forma está dada por los iconos pertenecientes al sistema, el contenido está dado por el significado particular que tienen esos iconos, y el uso está determinado por la manera particular en que deben utilizarse esos sistemas de signos, dependiendo de lo que se quiera comunicar”7. El tercer capítulo trata específicamente sobre La comunicación y el lenguaje en personas con necesidades educativas especiales; aquí la profesora Sandra Guido Guevara aborda de manera sintética algunas características de la comunicación y del lenguaje en niños con necesidades especiales, clasificándolas en cuatro grupos: de tipo SENSORIAL, de tipo MOTOR, de tipo NEUROMOTOR, de tipo MENTAL y TRASTORNOS ESPECÍFICOS DEL LENGUAJE. La autora destaca que todos los seres humanos, independientemente de si se tiene o no limitaciones de cualquier índole, “contamos con la facultad del lenguaje; ésta nos permite relacionarnos de algún modo con el mundo que nos rodea y con nosotros mismos, y digo de algún modo porque existen otros modos diferentes al nuestro, pero igualmente válidos para comunicar, como la lengua de señas en los niños sordos, el sistema Braille en personas con limitación visual, y los Sistemas Alternativos y Aumentativos de Comunicación, objeto de estudio de este texto, los cuales son utilizados en niños con parálisis cerebral, retardo mental, autismo, etc.”8. 6 Rodríguez de Salazar, Nahír. Op. cit., p. 62. 7 Ibíd., p. 63. 8 Ibíd., p. 91. El cuarto capítulo, Acción pedagógica y acción comunicativa, escrito por la profesora Lucila Obando Velásquez, relaciona pedagogía y comunicación mediante la actualización de una mirada que contextualiza ambos conceptos en el mundo contemporáneo. Antes que nada se destaca en esta sección cómo, para alcanzar la comprensión del mundo, cobran importancia tanto el lenguaje como las interacciones entre los sujetos. La anterior consideración se sitúa también en el ámbito particular de la Educación Especial y para ello la autora primero hace énfasis en el papel que la familia, las instituciones y, en general de la sociedad, tienen en el desarrollo de los procesos comunicativos de las personas con necesidades especiales, para luego centrase en una reflexión sobre el quehacer y el saber pedagógicos, fundamentada en la comunicación. Al respecto afirma que este enfoque en las instituciones educativas “puede contribuir para que los procesos pedagógicos constituyan una verdadera oportunidad para desarrollar potencialidades comunicativas con base en la interacción y en los aportes de la comunicación y de los sistemas de Comunicación Aumentativa y Alternativa, que en los últimos años han constituido un valioso apoyo para los padres y los educadores de las personas con necesidades educativas especiales”9. Para finalizar el capítulo, la profesora Obando alude a lo que ha denominado la “era de las imágenes y la pedagogía”10 ; en el apartado final de la sección destaca de qué modo el 9 Ibíd., p. 107. Ibíd., p. 108. 10 lenguaje icónico –abundante hoy– permite y plantea nuevas formas de ver, de percibir y de sentir la realidad, haciéndonos más universales. Sostiene la autora que “en esta era de la imagen infinitamente poderosa también viven los sujetos con necesidades educativas especiales, y es urgente que los docentes nos preocupemos por ofrecerles una nueva forma de aprender, de sentir y de interrelacionarse, a partir de la creación de nuevas situaciones de vida escolar que permitan eliminar el estatus rígido de receptor–espectador de los niños para convertirlos en sujetos activos”11. Finalmente la profesora Irma Toro Castaño aborda en el quinto capítulo del libro el tema de la Tecnología y el desarrollo integral humano que ella introduce como “una contextualización de las tecnologías de la información y la comunicación en el desarrollo y formación de las personas con necesidades educativas especiales, desde una postura abierta, flexible y ligada a experiencias educativas”12. con teclados especiales y sistemas de síntesis de voz”14. Seguidamente se incluye un útil cuadro-resumen en el que se condensan los distintos tipos de ayudas técnicas, su forma de acceso, de selección, de salida del mensaje y su utilidad para la comunicación del usuario, todo esto desde un lenguaje sencillo que facilita la comprensión del neófito, sin prescindir de la especificidad que amerita el tratamiento de un tema en cuyo centro están la innovación y la tecnología. La autora finaliza el capítulo estableciendo la relación que existe entre las tecnologías de apoyo y el desarrollo psico-educativo de personas con discapacidad, para pasar luego al tema de la informática en función del desarrollo de la comunicación en personas con discapacidad, apartado en el que se hace referencia específica a las ayudas técnicas, a sus características y a los factores que deben considerarse al elegirlas y adecuarlas para el tratamiento de un caso particular. El libro Comunicación Aumentativa y Alternativa es, en suma, el fruto de un trabajo mancomunado e interdisciplinario y la memoria de parte del trabajo que el equipo de Comunicación Aumentativa y Alternativa de la Universidad Pedagógica Nacional viene adelantando desde el año de 1993. El texto recoge una mirada múltiple y encierra una polifonía en la que, por supuesto, existe un interés común: la persona con necesidades especiales. Yury Ferrer Franco Profesor de la Universidad Pedagógica Nacional Programa de Educación Especial, Facultad de Educación Este capítulo aborda la perspectiva de la tecnología en el desarrollo comunicativo de personas con limitaciones. Al respecto se plantea que “las ayudas técnicas para la comunicación están asociadas con los recursos materiales que se proporcionan al usuario como soporte para expresarse (...)13” e igualmente que “la evolución de las ayudas técnicas para este propósito ha generado sistemas de comunicación que introducen el uso del computador con adaptaciones de interfaces, con programas emuladores de teclados, 11 Ibíd., p. 109. Ibíd., p. 113. 13 Ibíd., p. 117. 12 14 Ibíd., p. 118. Pedagogía y Saberes Nº 15 2000