La Aventura de la Depresión

Anuncio
La Aventura de la Depresión
DISCLAIMER: Versión original (en inglés) por Allie Brosh, en http://hyperboleandahalf.blogspot.com.es
Parte I: http://hyperboleandahalf.blogspot.com.es/2011/10/adventures-in-depression.html
Parte II: http://hyperboleandahalf.blogspot.com.es/2013/05/depression-part-two.html
Algunas personas tienen razones legítimas para sentirse deprimidas, pero no yo. Yo simplemente me levanté
un día sintiéndome triste y desesperanzada por absolutamente ninguna razón.
Es decepcionante sentirse triste sin motivo. La tristeza puede ser casi placentera cuando tienes una manera de
justificarla: pueden escuchar música triste o imaginarte a ti mismo como el protagonista de un drama. Puedes
mirar por la ventana mientras lloras y pensar: “Esto es muy triste. No puedo creerme lo triste que es esta
situación. Apuesto a que una interpretación de mi tristeza podría hacer llorar a todo un auditorio”
Pero mi tristeza no tenía un propósito. Escuchar música triste e imaginarme mi vida como una película sólo
conseguía hacerme sentir rara, porque era incapaz de imaginarme una película en la que el protagonista está
triste sin ningún motivo.
Básicamente me había sido robado mi derecho a sentir pena por mí misma, que es la única parte satisfactoria
de la tristeza. Y durante un rato esa era una razón suficiente para sentir pena de mí misma.
Ir por ahí sintiendo pena de mí misma fue estimulante durante un tiempo, pero me cansé de ello rápido.
“Bueno, ya está” pensé. “Ya me he divertido bastante, es hora de pasar a otra cosa”. Pero la tristeza no se
fue. Entonces intenté forzarme a mí misma a no estar triste.
Pero intentar utilizar el poder de la fuerza de voluntad para sobreponerse a la modalidad apática de tristeza
que acompaña a la depresión es como una persona sin brazos intentando dares puñetazos a sí misma hasta
que le vuelvan a crecer. Un componente fundamental del plan falla y es imposible que funcione.
Cuando fracasé al intentar forzarme a no estar triste, me enfadé y me frustré. En un último y desesperado
intento de recuperar el control de mí misma, empecé a utilizar la vergüenza como si fuera una técnica de
motivación.
Pero como estaba deprimida esta táctica fue, más que inspiradora, una manera de oprimirme y odiarme a mí
misma.
“Puede que hoy salga a la
calle”
“Nop. Me odio demasiado a mí
misma”
Lo cual me puso todavía más triste
E hizo que me frustrara más y me volviera más abusiva.
“¿Qué estás haciendo
ahí detrás?
¡Te odio!”
Y eso me puso todavía más triste, y así hasta que la única manera de expresar adecuadamente mi tristeza era
arrastrarme muy despacio por el suelo.
“¿Qué estás intentando
hacer, Piernas Tristes?
Ahí no hay nada”
“¿Sabes acaso lo que
estás haciendo?”
La vergüenza y el odio hacia mí misma hacía tiempo que no eran ni mínimamente productivos, pero llegados a
ese punto era demasiado tarde para volver atrás, así que me dejé llevar. Me dediqué a seguirme a mí misma a
todas partes como un torturador, narrando mis pensamientos y acciones con un constante tono de odio.
“Parece que a alguien le
gusta la pasta… Qué original.
Cuando eras pequeña, ¿era
esto lo que soñabas en
convertirte?,
¿en
una
persona triste agarrando un
tenedor? Pues buen trabajo,
Agarra Tenedores, lo has
conseguido.
Intenta no llorar sobre la
pasta”
“Eh, ¿eso es una silla?”
“CÁLLATE. TE ODIO”
“¿Para qué necesitas salir a la
calle?, ¿es más divertido poner
esa cara de estúpida ahí
fuera?”
“¿Quieres jugar a un juego?”
“El juego se llama Quedarse en
una Esquina y Parecer Idiota”
“¿Preparada?”
“TÚ GANAS”
“¿Vas a ir a la cocina?
Estupendo. Que te den”
Me pasé meses encerrada en mi casa, navegando por Internet sentada encima de una pila de mi propia ropa
sucia, la cual dejé en el sofa “solo por un segundo” porque experimenté un súbito momento de apatía cuando
iba de camino a la lavadora y no pude continuar. Y, dos semanas después, todavía no había completado el
viaje. Pero a quién le importa: No me había duchado mucho últimamente, y sentarse encima de una montaña
de ropa no es necesariamente incómodo. Y si lo fuera, el odio hacia mí misma me impedía sentir nada de
todos modos, así que no importaba. COMO TODO LO DEMÁS.
Poco a poco, mis sentimientos empezaron a marchitarse. Los pocos que lograron sobrevivir al abuso constante
se tambaleaban por ahí como cervatillos heridos, esperando pacientemente el momento en que poder morir y
hacer compañía a los esqueletos desparramados por el páramo de mi alma. Ya ni siquiera era capaz de reunir
el entusiasmo para odiarme a mí misma.
“Eh, hola, Tecleadora…
¿Qué, tecleando algunas
palabras, sola en la
habitación a oscuras?
Estupendo
Deberías…
…
¿Y si…?…”
“Que te den.
Haz lo que quieras”
Me quedé ahí, sin tener la menor idea de qué sentía o de si era capaz de sentir algo.
ME SIENTO COMO UN ORDENADOR
Si mi vida fuera una película, el punto de no retorno de mi depresión habría sido inspirador y significativo.
Habría conllevado epifanías llenas de sabiduría sobre el descubrimiento de mi auténtico yo, y a partir de
entonces habría derrotado a mis demonios para poder seguir adelante y vivir felizmente. el resto de mi vida.
En vez de eso, el punto de no retorno consistió básicamente en el hecho de que había alquilado unas películas
y no las había devuelto cuando había llegado la fecha límite.
Las multas por retraso habían alcanzado el punto en el que la injusticia de tener que pagar más de lo que ya
debía venció a la apatía. Consideré la posibilidad de quedarme las películas y no volver nunca más al
videoclub, pero entonces recordé que todavía quería volver a ver Jumanji.
Me puse algo de ropa, puse las películas en mi mochila y fui en bicicleta hasta el videoclub. Fue el viaje en
bicicleta más lento y lleno de resentimiento de la Historia.
Y cuando llegué, me di cuenta de que ni siquiera tenían Jumanji.
Cuando estaba sopesando si debía coger una película que no fuera Jumanji o volver a casa y mirar al vacío en
silencio, me di cuenta de que una mujer me miraba de manera rara desde dos estanterías más allá.
Probablemente estaba mirándome de esa manera porque yo realmente parecía muy, muy deprimida e iba
vestida como un vagabundo esquimal.
Normalmente me habría sentido instantánea y demoledoramente cohibida, pero en vez de eso, no sentí nada.
Siempre he querido que todo me importara un carajo. Mientras lloraba desesperadamente sobre mi almohada
por ninguna razón en particular, frecuentemente fantaseaba con que quizás algún día me convertiría en una
de esas tías duras y estoicas cuyas emociones se componen básicamente de música rock y de no tenerle miedo
a nada. Y finalmente, por fin, después de toda una vida de sentimientos y ansiedad y más sentimientos, ya no
tenía más sentimientos. Había gastado mi último sentimiento en decepcionarme por no poder alquilar
Jumanji.
Me sentí invencible.
“Júzgame todo lo que quieras, idiota. Ya
no tengo sentimientos"
“Puedo hacer cualquier cosa”
Así empezó una pequeña rebelión en mí.
“Puede que alquile una película de terror”
“Puede que alquile SEIS películas de terror”
“Quiero alquilar todas estas películas y “Preparando una fiesta, ¿eh?”
también comprar todos estos caramelos”
“NO”
“Eh, perdone, ¿le importaría meter todo en
mi mochila? Gracias”.
Entonces salí corriendo de allí como si fuera Batman y pedaleé de vuelta a casa en una llamarada de gloria
desafiante.
“¿Quién sabe?
Puede que luego toque una araña”
Y así es como mi depresión se hizo tan horrible que consiguió transformarse en una especie de exoesqueleto a
prueba de miedo.
“NADA PUEDE HACERME DAÑO”
Me acuerdo que cuando era pequeña las aventuras de mis juguetes podían entretenerme hasta el infinito.
Algunos días morían por muertes violentas y repetidas, otros días viajaban al espacio, o debatían sobre mis
clases de natación y sobre cómo los monitores deberían permitirme nadar en la parte profunda, dado mi obvio
talento en el estilo perro.
“Apuesto a que podrías nadar a través del “¡Tienes razón, podría!, ¡gracias, avión!”
lago”
No entendía por qué aquello era divertido, pero lo era.
Pero a medida que crecía se me hacía más duro accede a ese área de mi imaginación que hacía divertidos mis
juguetes. Recuerdo que los miraba y me sentía ligeramente frustrada y confusa de que no fueran lo mismo.
Jugaba a los mismos juegos que había sido divertidos hasta entonces, pero el significado había desaparecido.
La Gran Aventura Espacial del Caballo de Juguete se convirtió en sujetar un caballo de plástico en el aire,
esperando que de alguna manera aquello se volviera divertido para mí. El Viaje Mortal del Autobús Loco
Prehistórico ya no era más que golpear un autobús de juguete lleno de dinosaurios contra la pared
sintiéndome aburrida e insatisfecha. Ya no podía conectar con mis juguetes de manera que me permitiera
participar de la experiencia.
La depresión es algo parecido a esto, pero totalmente diferente.
Al principio la invulnerabilidad que acompaña a la indiferencia era estimulante. Al menos todo lo estimulante
que puede ser algo que no implica tener emociones reales.
“¡NO SIENTO NADA!”
El principio de mi depresión no había consistido en otra cosa más que en sentimientos, así que el
aletargamiento emocional que siguió fue un alivio bienvenido. Siempre había querido que nada me importara
un carajo. Veía los sentimientos como una debilidad, molestos obstáculos en mi ascenso hacia un control
absoluto sobre mí misma. Y finalmente ya no tenía que sentirlos más.
Pero mis experiencias diarias se volvieron cada vez más planas y borrosas hasta que se me hizo obvio que hay
una enorme diferencia entre que nada te importe un carajo y de que no seas capaz de que nada te importe un
carajo. A un nivel cognitive podia distinguir las diferentes cosas que me sucedían, pero no me parecían muy
distintas unas de otras.
SOL
CUMPLEAÑOS
SONIDOS
NO SONIDOS
TIENES
ARAÑAS EN EL
PELO
HAY ARAÑAS
POR TODAS
PARTES
Lo que conduce a un horrible, devastador aburrimiento.
“Me pregunto cómo va a ser el día de hoy… oh. Nada otra vez. Vale”
Intenté salir más, pero la mayor parte de actividades divertidas que probaba se limitaban a dejarme
confundida y frustrada a nivel existencial por mi incapacidad para disfrutarlas.
“Durante las últimas tres horas he estado tirando cosas con una
bola… ¿para qué?, ¿importa eso?, ¿importa ALGO?”
Pasaron los meses, y gradualmente me fui familiarizando con la idea de que quizás el gozo era algo que no iba
a volver a sentir. Pero no quería que nadie se diera cuenta. Todavía me sentía algo violenta por lo aburrida e
indiferente que me sentía cuando estaba con otra gente, y todavía tenía la esperanza de que todo aquello podía
arreglarse espontáneamente. Siempre y cuando consiguiera no perturbar a la gente con mi extraño estado
mental, ¡todo podia ir bien!
Sin embargo, ya no podia basarme en emociones reales para generar expresiones faciales, y cuando tienes que
preocuparte durante cada una de tus interacciones sociales de manipular conscientemente tu cara para formar
expresiones que se parezcan de manera aproximada a las correctas, perturbar a la gente es inevitable.
“Así que complete el triatlón…”
“¿Cómo era la cara para “¡qué bien!”?, ¿lo estoy consiguiendo? Espero que sea esta”
“Sí, ¡y un tipo tuvo un ataque al corazón y se ahogó!”
“Oh-oh… CARA TRISTE, CARA TRISTE”
“¿Te lo puedes creer?”
“Estoy poniendo la cara equivocada, estoy segura…”
Todo el mundo se dio cuenta
“¿Qué haces?”
“… interactuar contigo”
Resulta raro para la gente que todavía tiene sentimientos estar con personas deprimidas. Intentan ayudarte a
tener sentimientos de nuevo para que todo pueda volver a la normalidad, y es frustrante para ellos cuando
esto no sucede. Desde su punto de vista, parece que tiene que haber una fuente oculta de la felicidad dentro de
ti a la que sencillamente has perdido la pista, y si tan sólo fueras capaz de ver lo bonitas que son las cosas…
“Deberías hacer yoga mientras ves el amanecer. Es literalmente imposible sentirse
negativo y triste mientras aprecias las maravillas del universo”.
Al principio solía intentar explicar que ya no se trataba de negatividad o tristeza, que era más una niebla de
indiferencia e insignificancia que me impedía sentir acerca de nada – incluso acerca de cosas que me gustaban
y me parecían divertidas – y entonces te sientes horriblemente aburrida y sola, y como has perdido tu
habilidad para conectar con las cosas que normalmente te hacían sentir menos aburrida y sola, estás atrapada
en un vacío aburrido, solitario e carente de sentido sin nada que te distraiga de lo aburrido, solitario y carente
de sentido que ese vacío es.
“Oh, ¿estás intentando salir? Mira a ver qué “¡Sorpresa!, ¡no hay nada! Pero… ¿qué hay en
hay por ahí…”
ese agujero?”
“Jejejejejeje, ¿qué será?”
“Jejejejejeje, ¿QUÉ HAY AHÍ? No es nada…”
Pero la gente quiere ayudar. Así que ponen más ímpetu en hacerte sentir esperanzada y positiva. Lo explicas
otra vez, esperando que intenten una estrategia menos esperanza-céntrica, pero volver a explicar tu total
incapacidad para experimentar gozo suena inevitablemente negativo; como si a lo mejor tú QUISIERAS estar
deprimida. La positividad empieza entonces a emanar de ellos como si fueran aspersores: un aspersor gigante
y desesperado de felicidad apuntándote directamente a la cara. Y siguen así hasta que finalmente tienes esa
extraña discusión en la que intentas convencerles de que estás demasiado desesperanzada para la esperanza,
simplemente para que abandonen su cruzada del optimismo y te dejen sentirte sola y aburrida por tu cuenta.
“¡Positividad!, ¡esperanza!, ¡yuhu!, ¡gozo!, ¡ESPERANZA!, ¡belleza!, ¡AMOR!”
“¿Te estás metiendo conmigo?, ¿es esto una especie de juego raro en el que dices todas las
cosas que yo ya no puedo hacer?”
Y eso es lo más frustrante de la depresión. No es algo que simplemente puedas derrotar con esperanza. Ni
siquiera es algo, no es nada. Y no puedes luchar contra la nada. No puedes llenarla. No puedes cubrirla.
Simplemente está ahí, absorbiendo el significado de todo. Así, todas esas soluciones basadas en la esperanza
empiezan a sonar totalmente absurdas en ese contexto. Sería como tener un puñado de peces muertos, pero
nadie a tu alrededor se da cuenta de que los peces están muertos. En vez de eso, te ofrecen ayuda para buscar
a los peces o intentan ayudarte a averiguar por qué han desaparecido.
“¿Qué sucede?”
“Mis peces han muerto”
“¡No te preocupes, te ayudaré a buscarlos! “Sé dónde están… El problema es que ya no
¿Tienes alguna pista de dónde han ido?”
están vivos”
“¡Sigamos buscando! Estoy segura de que “No, verás, esa solución es para un problema
aparecerán en algún sitio”
diferente al que te estoy contando”
Puede que el problema ni siquiera tenga una solución. Pero no tienes por qué estar buscando necesriamente
una solución. Simplemente estás buscando que alguien te diga “lo siento por lo de tus peces muertos” o “vaya,
pues sí que están muertos. Pero eh, todavía me caes bien”.
“Los peces siempre están más muertos antes del anochecer”, “¿has intentado
alimentarlos?”, “solías tener un montón de peces… ¿qué ha pasado?”, “¿y las
abejas?¿te gustan las abejas?”, “deberíamos quedar este fin de semana y
disecar tus peces”, “¿por qué no los resucitas?”
“¡¿POR QUÉ NADIE PUEDE VER LO MUERTOS QUE ESTÁN?!”
Así que empecé a pasar más tiempo sola.
“Está bien, peces… todo va a ir bien…”
Quizá fue porque carecía de la profundidad emocional necesaria para entrar en pánico, o quizá mi problema
no me parecía lo suficientemente dramático como para hacerme sospechar que algo iba realmente mal, pero
de alguna manera me las apañé para convencerme a mí misma de que todo estaba todavía bajo mi control. Lo
conseguí hasta que un día me descubrí a mí misma deseando que nadie me quisiera para no sentirme obligada
a continuar existiendo.
“Eres tan genial…, ¿cómo es que eres TAN GENIAL y Buena?”
Es un momento extraño aquel en que te das cuenta de que no quieres seguir estando viva. Si hubiera tenido
sentimientos, estoy segura de que me habría sentido sorprendida. Al fin y al cabo, he pasado la mayor parte de
mi vida intentando sobrevivir. Incluso desde que mi más lejano antecesor unicelular apareció, ha habido una
cadena continuada de cosas que han querido sobrevivir hasta llegar a mí
“¿Qué estás haciendo? ¡Para!, ¡para!”
”¡NO!, NO SOY PARA COMER”
“¡Hoy no!, ¡Ya tengo PIERNAS, hijo de puta!”
Y aun así, ahí estaba yo, deseando casualmente poder dejar de existir de la misma forma que querrías salir de
una habitación vacía o silenciar un ruido repetitivo e insoportable. Eso no fue lo peor. Lo peor es que decidí
seguir adelante y continuar viva.
“Bueno, probablemente debería tomar medidas…”
Cuando digo que decidir no suicidarme fue la peor parte, debería clarificar que no lo digo retrospectivamente.
Desde donde estoy ahora, me parece una decision bastante Buena. Pero en aquel momento, me sentía como si
me estuviera arrastrando por el páramo más enorme y miserable y, en la distancia, hubiera visto el
prometedor reflejo de un páramo ligeramente menos miserable. Pero tan pronto como llegaba a la frontera de
ese páramo menos miserable, me daba cuenta de que tenía que darme la vuelta e ir hacia el otro lado.
“¿Sabes qué? Que le den. Voy a seguir caminando entre rocas y arena. Por qué no.”
Poco después, descubrí que no hay una manera cómoda y delicada de informar a los demás de que puede que
tengas pensamientos suicidas. Y definitivamente no hay una manera de pedir ayuda de manera casual.
“¿Funcionaría una
broma de “toc-toc”
“¿quién-es?” “un
suicida” “¿quién?”
“yo”? No. Demasiado
casual. Y además
puede interpretarse
como una broma.
Gritar “Eh, puede que
me haga algo malo a
mí misma” y correr.
Pros: No tengo que
estar ahí para ver la
reacción. Contras:
Confuso y alarmante
“Escribirme una nota
de “por favor, ayuda”
en la cara y esperar a
que alguien lo note.
Puede… pero creo que
me falta espacio en la
cara”
No quería hacer de ello un gran problema. Sin embargo, es una cuestión problemática. Intentar parecer
despreocupado lo hace todo muy raro. Además, no me sentía preparada para estar en la posición de tener que
consolar a alguien. Las cosas que me parecían tranquilizadoras en aquel momento no eran necesariamente un
consuelo para los demás. I was also extremely ill-prepared for the position of comforting people.
“No, verás, no es que quiera SUICIDARME, sólo quiero morir de alguna manera”
“Shhhhhh… está bien. De todos modos la vida no tiene sentido”
“Vaya, lo siento de verdad. ¿Quieres que te traiga un zumo o algo?”
Tenía tan pocos sentimientos, y todo el mundo tenía tantos, que parecía que los estaban teniendo todos
enfrente de mí a la vez. No sabía muy bien qué hacer, así que accedí a ver a un medico para que todo el mundo
dejara de mostrar todos esos sentimientos hacia mí.
“Si voy a un médico, ¿dejarás de hacer ese ruido?”
“Sí”
Las siguientes semanas consistieron en una neblina de hablar con personas incansablemente optimistas sobre
mis inexistentes sentimientos para que me prescribieran una medicación que los hiciera existir otra vez.
“Bueno, a partir de ahora vas a ir para arriba”
“Mira, tío, no sé cómo será en el país de Mi-Vida-Tiene-Sentido, pero ahora mismo todas las
direcciones en las que puedo ir me parecen una mierda”
Y todas las direcciones, especialmente “para arriba” fueron una mierda durante mucho tiempo. El absurdo de
trabajar tan duro para continuar haciendo algo que no te gusta puede ser demoledor. Y cuanto más tarda la
situación en cambiar, más parece que todo es realmente una mierda sin salida.
“¿Y si… TODO el futuro consiste en
cosas horriblemente aburridas?”
“Eso sería demasiado”
Mis sentimientos finalmente volvieron. Pero no volvieron todos, y no lo hicieron de manera equilibrada.
Durante mucho tiempo había sido incapaz de que nada me importara un carajo, y cuando finalmente me sentí
capaz de que me importaran las cosas, LAS ODIABA. El odio es técnicamente un sentimiento, y mi cerebro se
agarró a él como un niño que aprende una palabra nueva.
“¡Odio el sol!, ¡odio el color morado!, ¡me odio a mí!”
Odiar todo hizo que la charla positiva y esperanzada pareciese todavía más difícil de digerir. El optimismo
empalagoso y simplificado empezó a parecerme casi ofensivo.
“Sé exactamente cómo te sientes… delicada y
vulnerable… como si te fueras a desmoronar
en cualquier momento…”
“… pero AGUANTA, sé fuerte, ¡todo mejorará!”
Afortunadamente, redescubrí lo que es llorar antes de hartarme de odiar todo. Llamo a esta emoción “llorar” y
no “tristeza” porque eso es lo que era. Llorar solo por llorar. Mi cerebro había reaprendido a estar triste, pero
solo parcialmente, y se dedicaba a sacar esa emoción a dar una vuelta antes de haber aprendido cómo se
utilizan los frenos y el volante.
“Eh, hola… ¿eso es zumo?”
"Sí…”
“… ¿por qué estás llorando?”
“No lo sé. Simplemente está suciendo”
En algún momento de esta fase, un día me encontré llorando en el suelo de cocina sin ningún motivo. Como
era habitual en mis brotes de llorar-en-el-suelo, estaba mirando de frente a nada en particular, sintiéndome
un poco rara. Entonces, a través del velo de lágrimas, vi un pequeño grano de maíz abandonado debajo del
frigorífico. No sé cómo sucedió, pero cuando vi el grano de maíz, algo se rompió. Y esa cosa se retorció de una
manera que no soy capaz de comprender, y produjo el ataque de risa más confuso y debilitador que he
experimentado jamás.
No tenía ni idea de lo que me estaba pasando.
“¿Por qué el maíz hizo que pasara esto?”
“Mis ojos pasan accidentalmente por el hueco de debajo de la nevera”
“El cerebro ignora cosas más importantes en las que podría estar pensando. En vez de eso se
concentra en un pequeño e insignificante grano de maíz”.
“ALGO QUE NO COMPRENDO SUCEDE”
“¿Maíz+suelo=maizuelo? Me llevo la S, multiplico por lo solo que está el grano
de maíz, hago un tirabuzón y… se genera la risa”
“Se produce la risa. Es sorprendente”
“El elemento sorpresa permite que la risa se convierta en un círculo vicioso”
“Se genera un bucle infinito de risa”
“El estúpido grano de maíz es ahora la cosa más graciosa del Universo. Nada es más gracioso
que el pequeño estúpido grano de maíz”
Al parecer, mi cerebro había ido almacenando cada pedazo de felicidad que no había sentido durante los
últimos diecinueve meses, y los había liberado impulsivamente todos a la vez en lo que parecía un acto de
venganza.
“¿¿QUIERES SER FELIZ?? ESTUPENDO. TE HARÉ FELIZ HASTA MATARTE”
Ese grano de maíz era la cosa más graciosa que había visto jamás, y no podia explicarle a nadie por qué era
graciosa. Ni si quiera yo sé por qué lo era. Si alguna vez alguien me pregunta cuál fue el momento en que las
cosas empezaron a parecerme un poco menos una mierda, en vez de contarles una bonita y enternecedora
historia sobre el apoyo de la gente que me quería y creía en mí, voy a tener que hablarles de ese estúpido grano
de maíz. Y voy a tener que intentar explicarles que realmente era muy gracioso. Porque la manera en que el
maíz estaba en el suelo… tan solitario… ¡simplemente quieto ahí! No importa cómo intente explicarlo, sólo
obtendré miradas confusas. Y puede que intente enseñarles el maíz para que lo pillen. Pero no lo harán, y la
situación se volverá todavía más rara.
“¡Mira lo pequeño y solitario que es!, ¡y estaba ahí totalmente solo!
“¿Por qué no te estás riendo aún?”
De todas formas, quería terminar esto con una nota positiva y esperanzada, pero, viendo que mi sentido de la
positividad y la esperanza todavía están cubiertos de una espesa capa de “esto es una mierda”, simplemente
diré esto: Nadie puede garantizarte qué todo va a ir bien, pero –y no sé si esto sera un consuelo para alguienexiste la posibilidad de que haya un grano de maíz por el suelo en alguna parte que te haga sentir tan confuso
sobre por qué estás riendo como lo solías estar sobre por qué estabas deprimido. E incluso si todo parece
todavía un montón de mierda sin salida, puede que solo sea un montón de mierda sin sentido, o un montón de
mierda que no entiendes. Incluso puede que ni siquiera sea un montón de mierda.
“Quizá no todo sea un montón de mierda sin salida”
No lo sé. Pero cuando te preocupe que el páramo triste, aburrido y miserable que ves en frente de ti se alargue
hasta el infinito, no saber se parece extrañamente a la esperanza.
Descargar