El Reino de Dios se parece

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El Reino de Dios se
parece
Tema 2º
EXPERIENCIA
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¿Qué valores son importantes en nuestra sociedad?
¿Cuáles son los valores que en realidad influyen en nuestra vida?
¿Cuáles son los valores del Reino de Dios?
¿Por qué valores Jesús se jugó su vida?
* A lo largo de este tema podremos ir aclarando la respuesta a estas preguntas.
MENSAJE
Jesús no habla con definiciones como nuestros diccionarios, y a través de sus parábolas
percibimos las convicciones profundas de Jesús respecto al Reino.
Insinuaremos los puntos de referencia de estas convicciones en algunas parábolas:
- El sembrador: (Mc 4,2-20), que es la que vamos a trabajar más detenidamente.
- El tesoro escondido y la perla fina: ¿Hemos descubierto que el mensaje de Jesús es el
gran tesoro, la perla fina, que ayuda a orientar y a iluminar los problemas de nuestra vida de
cada día? (Mt 13,44.47-50).
- El grano de mostaza y la levadura: ¿Qué valor damos a las cosas pequeñas, y cómo
valoramos el quehacer cotidiano callado y silencioso? (Me 4,30-32).
- La cizaña entre el trigo: ¿Somos impacientes ante el mal, que quisiéramos eliminar
rápidamente sin esperar una posible conversión? ¿Tenemos en cuenta que el bien y el mal
atraviesan el corazón del hombre? (Mt. 13,24-30).
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DIÁLOGO CON EL GRUPO
Debería, en primer lugar, tomar conciencia de que las parábolas son ejemplos o comparaciones
cuyo cometido es hacer pensar, descubrir los valores cristianos y despertar los sentimientos para
así saber como actuamos.
Si no queremos tratar todas las parábolas, al menos deberíamos ver los valores que contienen.
¿Cómo valoramos nuestra disposición a escuchar el evangelio? ¿Le damos más importancia, le
prestamos más atención que a cualquier otra palabra?
¿Y, en la práctica, afecta a nuestra vida?
¿Cuáles son las reacciones que nos provoca el mal que vemos en el mundo? ¿Decimos que Dios
nos tiene abandonados? ¿Permite Dios el mal, o bien podemos pensar que nos ha hecho capaces
de ser portadores de amor y bondad?
¿Valoramos los pequeños detalles de la vida, como vemos que Jesús hace con las parábolas, o
bien sólo nos sentimos satisfechos ante las grandes cosas?
DIÁLOGO CON LOS HIJOS
Leed juntos la Parábola del Sembrador (Mc 4,2-20) y explicádsela. Haced que se den cuenta,
sobre todo, que en un mismo campo hay trozos de terreno diferentes. Todos reciben la semilla,
pero solamente dan fruto las semillas que caen en el trozo de la buena tierra que hemos
preparado.
Partiendo de este punto, se irá explicando cómo nosotros somos ese campo y Jesús siembra en él
la buena semilla del evangelio; y nosotros debemos ser esa tierra buena que dé frutos de cosas
bien hechas. Entonces hará falta explicarles que:
1. cuando no escuchamos lo que se nos dice, somos como el camino; como cuando no
escuchamos al profesor por estar distraídos mirando por la ventana o hablando con otros.
2. cuando nos ilusionamos por cosas sin importancia y, en cambio, no nos ilusionamos por
las cosas que verdaderamente valen la pena, somos como el pedregal; como los que
escuchan atentamente al principio pero al poco tiempo se cansan y se ponen a hablar o a
hacer otra cosa, y al final no aprovechan la clase por falta de interés.
3. cuando nos ahoga el ambiente y otras preocupaciones, somos como tierra de zarzas;
como los que quieren escuchar con atención pero tienen sueño por haberse quedado
hasta tarde viendo la televisión o se distraen pensando en otras cosas y no se centran en
lo que explica el profesor.
4. cuando hacemos el bien, somos tierra buena; como los que escuchan atentamente y
aprenden, y al final sacan buenas notas.
* La manera de encontrar el Reino de Dios es “escuchar”
atentamente el Evangelio y ponerlo en práctica.
* Profundizaremos en la parábola del sembrador en los dos apartados siguientes.
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TEXTO COMPLEMENTARIO
EL ANUNCIO DEL REINO
Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel,
este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones. Para entrar en él, es
necesario acoger la palabra de Jesús:
La Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se
unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después, la semilla, por sí misma, germina
y crece hasta el tiempo de la siega.
El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde.
Jesús fue enviado para «anunciar la Buena Nueva a los pobres» (Le 4,1 8).
Los declara bienaventurados porque de «ellos es el Reino de los cielos» (Mt 5,3); a los «pequeños» es a
quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes. Jesús, desde el
pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre, la sed y la privación. Aún más: se
identifica con los pobres de todas clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su
Reino.
Jesús invita a los pecadores al banquete del Reino: «No he venido a llamar a justos sino a pecadores»
(Me 2,17). Les invita a la conversión, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra de
palabra y con hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos y la inmensa «alegría en el cielo
por un solo pecador que se convierta» (Le 15,7). La prueba suprema de este amor será el sacrificio de su
propia vida «para remisión de los pecados» (Mt 26,28).
Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza. Por medio de
ellas invita al banquete del Reino, pero exige también una elección radical para alcanzar el Reino: es
necesario darlo todo; las palabras no bastan, hacen falta obras. Las parábolas son como un espejo para el
hombre: ¿acoges la palabra como un suelo duro o como una buena tierra? ¿Qué haces
con los
talentos recibidos?
Jesús y la presencia del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es
preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para «conocer los Misterios del Reino de
los cielos» (Mt 13/1 1). Para los que están «fuera», la enseñanza de las parábolas es algo enigmático.
Del Catecismo de la Iglesia Católica (543-546)
Queridos amigos:
Carta a los
Leyendo y escuchando la “parábola del sembrador” (Mt. 13, 1-23; Lc. 8, 4-15
Padres de familia
y Mc.4 1-20) Jesús nos ha hablado hoy del Reino de Dios y nos ha enseñado
lo que debemos hacer para que el Reino crezca, para que Dios sea el “Rey de
nuestra vida”, el que dirige y manda en nosotros. Con ejemplos sencillos sobre lo que le puede suceder a
una semilla cuando sale de las manos de un sembrador, Jesús nos pregunta por nuestra vida cristiana.
Cristo vivió hace 2000 años, pero su palabra sigue viva y hoy nos pregunta por nuestra vida actual. Él
intenta que descubramos aquello en lo que fallamos y quiere que encontremos soluciones. El objetivo
final es vivir como buenos cristianos, dejando que germine en nosotros la semilla de su Palabra.
La Palabra de Dios es una semilla de “calidad”. Si nosotros somos una buena tierra es seguro que los
frutos serán abundantes. Pero tendremos dificultades: en nuestro caminar tendremos durezas, piedras o
espinas que nos dificultarán alcanzar el objetivo. Se nos pide un compromiso, una respuesta activa. La
construcción del Reino es obra de todos: con nuestro esfuerzo y la ayuda de Dios que nunca nos va a
faltar.
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Pero lo primero que debemos hacer es examinar nuestra vida cristiana para tratar de descubrir todo
aquello que nos impide hacer crecer el Reino de Dios. Siguiendo la metodología de la “parábola del
sembrador” podemos hacer un examen de nuestra actitud de cristianos: podemos examinar si “nuestra
tierra” está preparada para recibir la semilla de la Palabra y hacerla germinar, crecer y dar fruto.
LA SEMILLA QUE CAYÓ EN EL CAMINO
1. Durezas que no dejan penetrar la semilla:
- Bloqueos teóricos: “Yo no acepto lo que no entiendo” (Aceptar para entender)
“ Si no lo veo no lo creo” (Creer para ver)
- Experiencias dolorosas a lo largo de la vida (ejemplo: muerte de un familiar), que nos
dificultan aceptar que por encima de todo hay un Dios que nos ama (“¿cómo puede Dios
hacerme esto a mí?”)
¿Cómo es nuestra tierra? ¿Tiene durezas? ¿Estamos receptivos a la Palabra?, o bien,
¿rechazamos todo aquello que nos cuesta y no queremos comprometernos?
2. Ladrones de semillas (los pájaros de la parábola son ladrones de semillas)
Ladrones interiores de semillas: · Miedo a responder a la palabra
· Temor a tomar decisiones
· “Seguir a Jesús me va a complicar la vida”
- Ladrones exteriores de semillas: . Ambiente que nos desanima
· “Pero, ¿vas a Misa? Si eso está pasado de moda”
En mi vida, ¿hay ladrones de semillas?
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OTRA PARTE CAYÓ EN TERRENO PEDREGOSO
Las piedras del camino impiden que la semilla (la Palabra de Dios) eche buenas raíces. Son
piedras todo aquello que ocupa nuestra mente y nuestra vida quitándonos espacio y tiempo para que la
semilla pueda crecer: Preocupaciones, problemas, tiempo excesivo dedicado a la televisión, etc.
¿Hay muchas piedras en mi interior?
¿Cómo distribuyo el tiempo para Dios?
¿Cuánto tiempo dedico al día a orar?
¿Cuánto tiempo dedico al día a la lectura de la Palabra de Dios?
¿Cuántas cosas accesorias me impiden centrarme en lo fundamental?
OTRA PARTE CAYÓ ENTRE ESPINOS
Los espinos son todas aquellas pasiones de la vida que ahogan la semilla y no la dejan crecer:
- Ansia de poder: dar importancia a la posición social o económica, o al dominio o mando
sobre otros.
- Falta de compromiso.
- Sentirse “cómodamente bien”.
- No dar testimonio cristiano: en el trabajo, delante de los amigos (“¡qué nadie se entere que
soy cristiano: no está de moda!).
- Consumismo y hedonismo: búsqueda del placer como valor principal: valorar sólo lo
material, lo que me apetece, lo que produce, lo que da dinero, lo que da resultados visibles...
¿Cuáles son mis espinos? ¿Dónde me siento más frágil?
Deseo que la parábola del sembrador nos ayude a examinar nuestra actitud y nos ayude a mejorar.
Nuestro ejemplo es la mejor enseñanza para nuestros hijos. Debemos animarlos para que sean “tierra
buena” y ayudarlos a descubrir lo que tienen que hacer para conseguir que en ellos germine y dé frutos la
Palabra de Dios.
Algunas sugerencias sobre lo que deben hacer para ser buena tierra:
- Hacer el bien
- Escuchar atentos las catequesis
- Poner interés cuando escuchen algo sobre Jesús
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Leer y escuchar lo que nos dice Jesús en el Evangelio
No dedicar excesivo tiempo a cosas sin importancia: “televisión, video-juegos...”
Dedicar tiempo a rezar
Entender que lo más importante es lo que somos, no cuanto tenemos: Ser buenas personas es
más importante que tener muchos juguetes o vestir marcas y Jesús es quien nos va a enseñar a
ser buenas personas
- Entender que ser amigos de Jesús y hacer lo que Él nos enseña es lo más importante en
nuestra vida
- Ser humildes: reconocer que tenemos defectos que podemos superar.
Sólo así podremos estar abiertos a lo que Jesús nos enseñe para corregirlos.
- ...
- ...
Espero que esta carta os ayude a vosotros y a vuestros hijos. ¿Estáis dispuestos a intentar ser tierra
buena? No olvidéis que el agua que nos refresca, humidifica nuestra tierra y la prepara es la lectura atenta
de la Palabra de Dios en las Sagradas Escrituras. Pues, nada más. ¡Animo! ¡Buena cosecha!. Merece la
pena.
Un abrazo
REFLEXION: HUELLAS EN LA ARENA
Soñé que caminaba por la playa con el Señor y que en el cielo se iban
reflejando escenas de mi vida pasada. En cada una de ellas veía siempre huellas
de dos personas sobre la arena. Unas eran mías y las otras eran del Señor.
Cuando se reflejó la última escena de mi vida, miré hacia atrás y noté que en muchas ocasiones,
a través del sendero de mi vida, había sólo un par de huellas y también noté que eso sucedía en
los momentos y épocas más tristes de mi vida.
LE PREGUNTÉ AL SEÑOR el por qué de aquello: “Señor, tú me dijiste que una vez que yo
hubiera decidido seguirte, siempre estarías a mi lado en el camino, pero he notado que cuando yo
sufría, sólo había un par de huellas y no entiendo por qué me abandonaste cuando más te
necesitaba.”
El Señor me respondió:
" Hijo amado, yo nunca te abandonaría en tus tiempos de prueba y sufrimiento; cuando tú has
visto sólo un par de huellas es porque te cargaba en mis brazos”.
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