Trayectorias de dolor y resistencia XXXVII

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Trayectorias de dolor y resistencia
XXXVII
Despertar la conciencia y construir la
Trayectoria de vida
Recuerdos y cicatrices
Yo he tratado de salir adelante, yo he luchado, yo
no me he dejado vencer nunca
Entrevistada No. 25
Magdalena Medio, mediados de la década de 1980. El calor insoportable
inunda cada cuarto, cada rincón, cada centímetro de piel. Las calles sin
pavimentar, la escasez de agua y los niños que juegan en las calles huyendo del
bochorno de sus casas, hacen parte del paisaje de su nuevo hogar. Para ella, una
jovencita de tan solo quince años, criada en el seno de una familia humilde en
Bucaramanga, sus muñecas, sus nueve hermanos y sus cuadernos del colegio
son hasta ese momento todo lo que conoce. Pero ha decidido casarse y está
asumiendo las consecuencias de esa decisión.
Hoy, más de treinta años después, ella ha accedido a recordarlo todo y
narrarlo con detalle. La vida en aquel lugar y las cicatrices físicas y emocionales
que dejan en ella aquellos años de tristeza, temor y maltrato a los que se ve
sometida de parte de su propio esposo, quien termina por involucrarla en una
guerra que inicialmente desconoce y que luego llega a despreciar profundamente.
Su relato es acompañado de llanto y silencio, un silencio que en realidad
está cargado de pensamientos que se amontonan en su mente y que son
expresados con cautela, con el temor propio de quien ha vivido la violencia y sabe
de sus nefastos efectos en la vida de quienes siempre han querido huir de ella.
Me envolvieron como en una nube
Su historia comienza en un humilde barrio, en una ciudad pequeña y en el
seno de una familia numerosa. Ella es la última de diez hijos, la menor de todos.
Sus padres, personas sencillas y amorosas, logran que poco a poco su vida vaya
mejorando gracias a extenuantes jornadas de trabajo. Su padre gracias a los
contratos como electricista y su madre, quien no solo es ama de casa sino que
también se “rebusca” vendiendo cuanta cosa se le ocurre y así consigue unos
pesos de más.
Ella hacía ayacos, hacía empanadas, hacía molidos de maíz, de mazorca, hacía
tamales, vendía flores para la virgen, vendía flores para el día de la madre,
hum... hacía matachitos de felpa y eso para el amor y la amistad, vendía bolsos,
tejía abrigos, también recibía costura porque ella sabía coser, o sea, ella todo lo
que encontrara sacaba a vender.
El esfuerzo y la dedicación dan resultados y poco a poco la familia tiene una
vida mejor. Consiguen una casa bonita y hasta pueden comprar un carro. De tal
modo que para cuando ella nace, su familia es de las más acomodadas y
envidiadas del barrio.
Nací en la opulencia, porque no faltaba nada, nunca jamás faltó un plato de
comida, nunca faltó ropa, ni beneficios, ni nada, la casa era toda en material,
todo terminado, había teléfono, mi papá tenía carro, o sea, era un, como una
vida de holgura pero grande y nunca jamás nos faltó un plato de comida, la ropa
no la compraban por montones, los regalos de navidad eran extraordinarios.
Sin embargo, lo que más recuerda de aquellos años es la forma
desmesurada como su familia la mima y consiente cada uno de sus caprichos. Tal
vez por ser la menor de todos, sus padres y hermanos depositan en ella todo el
afecto y ternura que produce el calor familiar. Ella es la “niña chiquita”, la que
todos quieren y deben complacer. Poco a poco la niña va creciendo y
convirtiéndose en una adolescente caprichosa y engreída. Los años de
complacencia han hecho de ella una persona dependiente, terca y rebelde.
[...] yo pues como era la menor era la más consentida de todos, todo el mundo
me consentía, todo el mundo me halagaba, mi mamá, ella... a donde quiera que
ellos iban me llevaban, a todas partes, nunca me dejaban en ningún lado,
siempre me llevaban con ellos, todos me daban todo, a pesar de que fuimos
diez, todos estudiamos, porque mi papá se preocupó mucho por darnos estudio
a todos hasta donde quisimos estudiar, no hasta donde pudieron, sino hasta
donde nosotros quisimos estudiar, porque afortunadamente mi papá tenía como
el deseo de que todos fuéramos profesionales, pero desafortunadamente pues la
vida fue cambiando y todos fuimos cogiendo rumbos diferentes y yo, por el
hecho de ser la más consentida, la menor de todos, demasiado, demasiado
consentida, excesivamente consentida... me vestían, me peinaban, me
cambiaban, me llevaban al colegio, me traían, me subían, me bajaban,
absolutamente todo, o sea, me envolvieron como en una nube, como en un…
tan protegida, tan protegida que, yo no era capaz de hacer nada por mí misma...
yo sabía que todo me lo hacían, que todo me lo daban, que todo me lo
compraban, que todo lo tenía.
Pero la nube de protección y cuidados excesivos en la que su propia familia
la ha envuelto, desaparece a los doce años. En esa época su hermana mayor
tiene su primera hija, y la bebé se convierte en el nuevo centro de atención. Poco
a poco, tiene que empezar a cuidarse sola, mientras ve cómo la protección y
mimos de sus hermanos se reducen. El cambio es brusco y muy difícil de asimilar.
Él llegó y me dio todo lo que ellos me habían quitado
A los catorce años, cuando su vida parece haber cambiado y se enfrenta a la
idea de ser una jovencita responsable e independiente, echa de ver a su primer
novio. Un muchacho conocido de la familia que llega por casualidad a la casa y de
quien se enamora, tal vez porque como dice ella misma, llegó y me dio todo lo que
ellos me habían quitado. Con él vuelven los mimos y la protección que durante
años ha recibido de su familia, y que tanto extraña. Con él piensa que nuevamente
podrá volver a la nube que creía desaparecida para siempre.
De catorce años uno está pues en la plena flor de la juventud, y él me decía
muchas cosas y me hacía bromas, y, y como yo me ponía brava de todo, yo me
ponía bravísima, entonces él me hacía cosas pa’ que yo me pusiera brava y, y lo
regañara y eso, pero él lo hacía de pronto era pa’ que yo me fijara en él, pero,
después él ese domingo vino y dejó el camión, el trasteo, dijo: “el otro domingo
vuelvo con otro viaje.” Llegó otra vez y entonces nos invitó que hiciéramos un
paseo... y allá en el paseo él me dijo, pues me propuso, me dijo que yo era muy
bonita, que él me gustaba, que yo le gustaba mucho, que por qué no éramos
novios, que tal, que él no tenía novia. Yo le dije, “no, yo no tengo sino catorce
años”, “que importa, eso no sé cuántas, eso no pasa nada” ¿sí? y empezó a
ilusionarme y halagarme y, y ya al otro viaje él me trajo rosas y me compraba
cosas y muñecos,... yo le dije que yo quería una muñeca de navidad y ese año
me regaló una muñeca, y así, cosas para ilusionarme, ilusionarme, él me decía:
“es que yo la quiero, es que usted es muy bonita, es que usted me gusta
mucho.” “Pero es que yo tengo catorce años”, “que importa, no impor…, eso no
pasa nada... ” y así empezó a ilusionarme... Entonces el habló con mi papá y le
dijo: “que era que yo le gustaba mucho, que él quería que fuéramos novios, que
si él nos dejaba que fuéramos novios”...
Como usted sabe que cuando uno está como de catorce, quince años, todo le
parece bonito y yo, desilusionada de todo lo que me había pasado y como sola
triste y él llegó y me envolvió, me envolvió y me envolvió, y me llevaba regalos,
me compraba cosas y, y me compraba ropa y me llevaba a pasear y... pues me
ilusioné, y me dejé convencer, y antes de cumplir los dieciséis años me casé. Y
ahí la sorpresa más grande de mi vida, me fui a vivir... con él... confiada de la
vida de él que era una persona honrada, trabajadora, responsable.
Sin pensarlo dos veces y al poco tiempo de iniciado el noviazgo, ella acepta
la propuesta de matrimonio y deja su casa, sus hermanos, su colegio y sus
juguetes. Se va con quien cree es el amor de su vida y con la promesa de iniciar
una vida nueva en otro lugar. Es entonces cuando, con solo quince años, llega al
pueblo. En pleno Magdalena Medio, a mediados de los años 80, con el calor y la
guerra en su máximo apogeo.
Usted es mi esposa y tiene que estarse conmigo
Cuando llegué a vivir [al pueblo] a los ocho días de casada la tremenda
sorpresa, mi esposo trabajaba con un grupo guerrillero [Silencio] [sollozo] tristeza
más grande de mi vida porque [llanto] nunca me lo imaginé, nunca pensé que
me fuera a pasar eso cuando mi hermano era un militar, y empecé a vivir una
doble vida, contra la espada y la pared porque, “Si usted no hace lo que yo digo,
mato a su hermano”. Y yo no le podía decir nada a mi hermano porque yo sabía
que mataba a mi esposo y así sucesivamente, y me tocaba, aparentar vida
alegre, felicidad, cuando yo tenía que vivir sorpresas y esconderme y esconderlo
a él... y empecé a tener que obligada tratar con la guerrilla, cuando a mí eso no
me parecía, pero me tocaba [sollozo] porque si no lo hacía mataban a mi
hermano, a mí familia, o si no, yo decía mataban a mi esposo, o lo contrario me
tocaba quedarme callada y hacer muchas cosas de las que yo no quería pero
me tocaba.
Al enterarse de que su esposo hacía parte de una estructura guerrillera, su
vida se trasforma por completo. Hasta entonces, ella ha vivido siempre en la
ciudad, rodeada del cariño y protección de su familia, sin tener idea de la guerra. Y
aunque ha conocido parte de la pobreza vivida en las ciudades, está lejos de
conocer las condiciones del conflicto armado. Su decisión de casarse siendo tan
joven la ha tomado de manera apresurada, motivada por el romance y por la idea
de independencia y autonomía; pero nada de eso sucede. De la noche a la
mañana su vida se convierte en un infierno.
Por medio de la coerción y la violencia, su esposo la obliga a seguir
conviviendo con él, en un lugar asediado por el conflicto, donde son habituales las
balaceras, los paros armados y los hombres vestidos de camuflado patrullando las
calles. Pero además de tener que vivir allí, su esposo la fuerza a colaborar con el
grupo guerrillero. Ella debe viajar frecuentemente a ciudades cercanas a comprar
y transportar municiones e insumos para los guerrilleros asentados en el pueblo y
en campamentos instalados en los alrededores. Como es de suponerse, cada
viaje significaba un suplicio y ella se consume entre el riesgo de ser atrapada y el
temor de no cumplir a cabalidad con la misión impuesta.
Después de cada viaje forzado o de cada situación de riesgo, ella le reclama
a su esposo por obligarla a estar allí, a lo que él responde con amenazas y
agresiones. Para él, ella tiene que estar a su lado y colaborar con sus actividades,
ya que ese es el compromiso que adquiere cuando acepta ser su esposa. A los
gritos e insultos, pronto se suman los golpes que empeoran cada vez más.
Y ya ahí empezar más [Silencio] más terrible porque era, más golpes y golpes y
golpes y yo no podía decir nada. Ya, después entonces eran más patadas, más
golpes, me partió la nariz [Silencio] [Sollozo] me reventó esta pierna [Señala una
de sus piernas] y ahí me quedó marcada para siempre, muchos golpes,
demasiados golpes. Me cambió no sé cuántas veces el cabello, me arrastraba,
así del cabello [Simula arrastrar un objeto]. Porque yo le reclamaba cosas que no
me parecían, que yo decía: “pero porque yo tengo que venir a vivir esta vida que
yo no la pedí, yo me quiero ir”, “no, usted no se puede ir, ya tiene que quedarse”.
¿Por qué tengo que quedarme si es que yo no tengo nada con ellos? “pero yo sí
y usted es mi esposa y tiene que estarse conmigo”
Extrañando a su familia más que nunca, cada día se hace a la idea de
afrontar la situación lo mejor posible. Se resguarda en su casa y trata de guardar
silencio y no despertar sospechas. Jamás habla con los vecinos y cada misión que
le encomiendan la hace de forma rápida y discreta. Al transporte de insumos, se le
sumaba el cuidado de guerrilleros enfermos o heridos y el resguardo de armas y
explosivos.
En el pueblo, al parecer, las personas se han acostumbrado a la guerra y
tratan de continuar con sus vidas. A cada aviso de movilización o a cada orden de
paro armado, acuden sin protestar. Es habitual para ellos cruzarse en las calles
con hombres armados y reconocen que en aquellos caminos polvorientos la única
autoridad es la guerrilla. Hace mucho que la policía no hace presencia y para ellos
el Estado existe solo para cobrar impuestos que no se transformaban en mejor
calidad de vida para la comunidad.
Es que los policías les daba miedo, ellos no se arrimaban porque, o sea, la
policía sabía que ellos existían, porque ellos... usted a kilómetros no conseguía
un policía. La policía era como solo en el pueblo y rigiendo lo poquito y eso, ellos
al campo no salían porque les daba miedo que los mataran, porque sabían que
existía el grupo y que el grupo mandaba y el grupo tenía poder en ese momento,
un poder inmenso, porque la policía les tenía mucho miedo
El control ejercido por la guerrilla está dirigido especialmente a la presencia
en el territorio y a la regulación de los productos y los precios en la zona. Los
comerciantes deben pagar impuestos a los guerrilleros para que les permitan
vender sus mercancías y de igual manera vigilan que no haya acaparamiento o
especulación en los precios.
Ellos era que, vendía por igual para todo el mundo, cobraban por igual para todo
el mundo, el cultivo, lo que se cosechara, tenía que venderse por igual a ricos y
a pobres, o sea, ellos querían como una igualda’ en el país, en el pueblo, que no
hubieran ni más ricos ni más pobres, ni que este mandara más, ni que el otro, no
tuviera una igualda’ en el pueblo, que todo el mundo tuviera los mismos
beneficios y los mismos derechos y que todos fuéramos por iguales, pero bajo
las órdenes de ellos, y el que no se rigiera a eso pues, lo mataban, así de fácil.
Pero mientras en el pueblo, las personas parecen habituadas al dominio de
la guerrilla, al interior de su hogar la situación no mejora y ella está lejos de
acostumbrarse. El miedo permanente ocasionado por los maltratos de su esposo y
la guerra en la que se ha visto envuelta sin quererlo, la sumergen en una profunda
depresión. En medio de la soledad, alejada de su familia y sin poder contar con
nadie que la saque de aquella situación, no desea otra cosa que morirse y dejar
por fin esa vida que tanto dolor le está causando. Es así, en medio de la
desesperación, que decide ella misma poner fin a su tormento.
Llega un momento de una situación tan, tan, tan, tan desesperante, que yo tomé
un frasco de veneno, me envenené, era una situación que no se la deseo a
nadie, a nadie, desesperante saber que yo tenía que quedarme callada y
aguantarme todo lo que él quisiera hacer, porque me tocaba callarme porque yo
sabía lo que me pasaba. De tener que esconder cosas terribles y tener que
quedarme callada porque no podía decir nada. Una situación de tanto desespero
y estrés, que yo decidí envenenarme, me tomé un frasco de Baygon con cien
pastillas, pero fue, o sea, demasiado veneno y no me envenené... o sea, no me
ocasionó la muerte sino un envenenamiento severo, y por ese motivo pues me
salvaron. Y después de eso, muchos más problemas, eso me ha generado
enfermedades terribles, porque, en el momento no, pero ya después muchas
cosas me sucedieron, y me he enfermado en muchísimas ocasiones debido, a la
descarga de ese veneno.
Debido a este intento de suicidio, debe pasar varios días en el hospital y
afrontar graves afectaciones en su salud, entre ellas, la imposibilidad de concebir
un bebé. Para este momento su esposo desea tener un hijo y ella, probablemente
debido al envenenamiento, ha quedado estéril. Aquella situación, en lugar de
conmover a su esposo, provoca en él nuevos arrebatos de ira y más golpes y
maltratos.
Duré siete años estéril, no engendraba hijos, no tenía hijos, debido a ese
envenenamiento y por todos los medicamentos que tuvieron que darme. Ya
después entonces, como no teníamos hijos, mi esposo más me insultaba más,
más me decía cosas que “yo no le podía dar un hijo” que “yo no” bueno,
enfinidad de cosas terribles me decía, ya después de todo eso entonces, yo me
aburrí, me cansé, me vine otra vez para la casa y nos separamos, y él, y ya
cuando vio que verdaderamente no iba a estar más para alcaguetiale porque eso
era alcaguetiale, entonces ya empezó a amenazarme, que si yo decía algo, que
si yo lo denunciaba,... que si no volvía con él me mataba, que si no me quitaba
no sé cuánto, que si tal, y empezamos a salir otra vez pa, o sea, de pronto por el
miedo y el temor de que él me amenazaba de que: “vamos a Bogotá” que
“vamos a Cúcuta” que “vamos a... ” nuevamente volvía a empezar a ver si de
pronto se cambiaba la situación, y gracias a Dios pues quedé embarazada y
cuando ya estaba embarazada entonces la situación fue diferente, ya empezó a
comportarse, pues ya se comportaba bien, pero entonces ya el cuando vio que
ya íbamos a tener un hijo, él quiso retirarse, del, de esa gente, y el empezó ya a
no servirles, y ya no les llevaba las cosas, porque él todas las semanas tenía
que llevarles el mercado, la droga, las municiones, los medicamentos.
Sin embargo los intentos de su esposo por abandonar la guerrilla son
infructuosos y ella se ve de nuevo inmersa en la situación de la que ha tratado de
huir incluso quitándose la vida. Ahora con un bebé en camino, afronta nuevamente
el dolor y la incertidumbre. El nacimiento de su hija, después de un embarazo
difícil, no es razón suficiente para que su esposo detenga el maltrato y le permita
dejar atrás esa vida.
Entre familias empezaron a matarsen con discordias
Paralela a su historia, la vida de otra mujer, está a punto de tener un
desenlace trágico. La amante de su esposo, una guerrillera que también vive en el
pueblo y que también es maltratada y sometida al poder masculino al interior de su
hogar y de su organización, es asesinada en medio de una red de crímenes,
venganzas y romances fortuitos.
La señora, amante que él tenía, se cansó de ella, la vio, la pilló con otro hombre
por allá, se hizo amante de otro señor, y después terminó amante del papá de él,
y después se hizo con otro señor que era, eh... salía en los caminos a atracar, se
hizo amante con ese señor, y salieron a atracarlo a mi esposo, por ese motivo,
mi esposo la mandó a matar. Sí, la mataron, aun él sabía que ella ya estaba
embarazada de otro hombre, y la mataron con él bebe en el vientre, delante de
los hijos.
Al parecer esta mujer, no solo es amante del esposo de la entrevistada sino
también de su suegro, con quien además tiene un hijo. Esta situación se hace
insostenible y el intento de robo es el punto determinante para que ordenen su
asesinato. Sus tres pequeños hijos, con quienes se encuentra al momento de su
muerte son testigos de los hechos. Años después de esos terribles eventos, uno
de esos niños, quien aparentemente es hijo de su suegro y que ha permanecido
en contacto con la entrevistada e incluso vivido con ella y hoy le agradece los
cuidados que le ha brindado, hace parte de la lista interminable de niños
colombianos que ha tenido que ver la muerte y vivir la ausencia de sus padres,
muertos en medio de la guerra.
Sin embargo causa cuidado que en este caso, no se trata de bandos
encontrados como parte de la dinámica propia del conflicto armado. Son
retaliaciones personales, causadas por celos, envidias, trampas y malos
entendidos, los que terminan ocasionando la muerte de varias de las personas
que tienen lugar en esta historia. Y las armas que en otras ocasiones se usan para
combatir al enemigo en el campo de batalla, terminan siendo usadas para
asesinar amantes, familiares y antiguos compañeros, en medio de rencillas
personales que en apariencia, nada tienen que ver con la guerra.
Después del cruel asesinato de la amante de su esposo, se desencadenan a
su alrededor una serie de asesinatos entre familias enfrentadas. La muerte de uno
de sus sobrinos por ejemplo y la forma como se lleva a cabo es otro de los
acontecimientos fatales que recuerda con el mismo desconcierto y tristeza con
que recibe la noticia en ese momento.
Este muchacho, él tenía diecinueve años, se consiguió una pelada, una novia, y
esa china había sido novia de un ex, o un, no sé si era todavía guerrillero, o era
ex guerrillero, ella había sido novia de él, le había peliado, se hizo novia de este
muchacho, de mi sobrino, y por el hecho de ser novia de él, al muchacho lo
mataron, llegando a la puerta de la casa, estaban para casarse con la pelada,
ella tenía tres meses de embarazo, y al pelado lo mataron a cuadra y media de
la casa, por estar con esa muchacha, y a la muchacha no la mataron sino que le
pegaron un tiro en el vientre, le mataron la criatura dentro del vientre.
Su esposo, como parte de su intención de ostentar poder y siendo el primero
en desencadenar las disputas familiares, continua con los asesinatos sin
sospechar que sería de su propia familia de donde provendría la mano
responsable de su muerte. Un día cualquiera, en medio de una fiesta, se ve
envuelto en una fuerte discusión con su hermana con quien nunca ha tenido una
buena relación. En medio de la discusión, el esposo de su hermana interviene y
justo en ese momento a él se le pierde un anillo y una cadena. La pérdida de sus
joyas enfurece al esposo de la entrevistada quien reclama a su hermana y cuñado
por haber ejecutado el robo. Sin encontrar respuesta, días después él mismo
ordena la muerte de su cuñado, orden que fue ejecutada por los guerrilleros bajo
su mando.
La cadena de asesinatos continúa y su hermana, devastada por la muerte de
su esposo a manos de su propio hermano, abandona el pueblo y desaparece por
un tiempo. En medio de estos hechos la entrevistada trata de cuidar a su hija,
manteniéndola alejada de los peligros y tensiones de la guerra en la que están
inmersas. Presa del pánico por los acontecimientos que han rodeado a su esposo,
y con la intención de alejar a la niña de aquella situación, ella trata de viajar
frecuentemente a Bucaramanga, y allí bajo el calor de su familia, intenta olvidarse
de la violencia que la rodea en el pueblo y del cual su esposo es en gran medida
responsable.
Mientras tanto en el pueblo, empiezan las amenazas a su esposo y este,
tratando de alejarse un poco de la actividad guerrillera, pero sin cortar
definitivamente ciertos lazos, trata de volver a la labor de camionero que ha
ejercido años atrás. En este contexto es que la familia rival de su esposo busca a
la hermana de éste, quien aún está dolida por el asesinato de su compañero. Ante
la propuesta de tenderle una trampa a su propio hermano y ofrecerlo a los
paramilitares como carne de cañón, ella accede deseosa de poder ejecutar su
anhelada venganza.
[...] y se valieron de mi cuñada que estaba en guerra con [nombre del esposo de
la entrevistada] por haberle matado al marido y ella se prestó, y valió, y consiguió
el viaje, y hizo las vueltas, se fue y hizo la estratatema del viaje porque, mi
esposo estaba escondido, y él no estaba viajando porque él lo tenían
amenazado, y ella fue la que fue y consiguió el viaje de la madera, con el señor
ese, y se prestó, y dio la hora, la información y todo, para que mataran a mi
esposo, la misma hermana lo vendió [silencio]. Entonces él se fue, ese día vino y
le dijo que había un viaje y que tal, que era bueno, que era seguro, que era para
Bogotá, que tales, y él me llamo y me dijo: “yo voy para Bogotá, cuando venga
de Bogotá paso por Bucaramanga pa’ que nos vayamos pa’ la costa, con la
niña”. Bueno, se fue para Bogotá a llevar el viaje y... lo mataron, un grupo,
llamado, denominado, como las Águilas, o como los paramilitares o no sé qué
seria, en todo caso era un grupo de vestidos de negro [Silencio] y lo mataron
sólo a él, él iba con un sobrino, y con el dueño de la madera y a ellos dos no les
hicieron nada, sólo a mi esposo lo mataron.
A partir de hoy, veinticuatro horas para que desaparezcan
Sin embargo, contrario a lo que pudiera pensarse, la muerte de su esposo no
trae el fin definitivo de sus problemas. Justo el día del velorio un par de sujetos
que se hacen pasar por periodistas, se acercan y con amenazas le dicen que debe
irse del pueblo.
Unos señores llegaron allá que para entrevistarnos dijeron, que para
entrevistarnos, sí señor como no. “¿le podemos tomar una foto al cadáver?” yo le
dije que no, yo le dije no, porque yo le dije, porque él está muy feo, “no, pero es
que nosotros para la…” le dije: No es que yo no quiero que le tomen fotos así tan
feo, porque es que él está demasiado deteriorado, “Ay, que le colaboráramos,
que tal, que no sé qué”. Yo, yo le dije a [nombre de la suegra] yo no quiero que
le tomen fotos, entonces ella le dijo al señor, al supuesto periodista: “Por qué no
la respetan, ella no quiere, eso es muy feo, ustedes publican esa foto y es para
que ella se torture toda la vida”. “No, nosotros no la vamos a publicar, es para
tener el informe, que no sé qué”. Entonces yo, yo dije bueno, pues si toca. El
señor fue al cajón, le tomó las fotos y cuando vino se sentó, estaba más bien
sola la sala, mi suegro, yo, mi suegra. Estábamos así los tres sentados y el
señor vino, puso una silla y se sentó y nos dijo: “Eh, ustedes son los familiares
¿sí? ¿Usted la esposa, usted la mamá, usted el papá? “Ah, bueno, a partir de
hoy, veinticuatro horas para que desaparezcan, porque él estaba distanciado de
acá, si no se van, les pasa lo mismo que a él”. Yo me quedé [hace los gestos
como si se quedara paralizada] yo le dije: ¿usted quién es? Dijo: “No pregunte,
veinticuatro horas, si no se quiere morir igual que él”.
Después del entierro de su esposo y debido a las amenazas recibidas, ella
decide irse definitivamente hacia Bucaramanga, sin reparar en la suerte de las
propiedades que su esposo tiene en el pueblo, entre las que se encuentra una
finca y ganado, situación que la familia de su esposo aprovecha para alterar los
títulos de propiedad y de este modo impedir futuros reclamos sobre estos bienes.
Yo no reclamé nada ni nada, yo salí, me vine, todo se quedó por allá, se perdió...
Mi suegra, mis cuñadas, mis suegros, que en paz descansen, ellos cogieron y
hicieron papeles falsos,... consiguieron un acta de divorcio legal, nosotros nunca,
no fuimos divorciados ni nada. Ellos consiguieron un acta falsa, de divorcio y
cogieron y pusieron todas las propiedades a nombre de mi suegra y de mi
suegro para que a nadie, para que no hubiera nada a nombre de [nombre de su
esposo], nada, ni el camión, ni la casa, ni el ganado, ni la finca, nada, todo lo
cogieron y lo pasaron a nombre de ellos, con tal de que... yo no pudiera reclamar
nada.... Que nadie pudiera reclamar nada. Cogieron y pasaron todo a nombre de
ellos y cogieron y, y esto, y, y pusieron, sacaron el camión, apareció, porque el
camión el día de la muerte lo desaparecieron y el camión apareció, lo llamaron y
que fueran a tal lado que estaba el camión, ellos se fueron y trajeron el camión...
lo arreglaron, le cambiaron color, lo pintaron, lo pusieron a trabajar nuevamente,
y ellos habían sido advertidos por escrito de que ellos no podían trabajar ese
carro, no lo podían trabajar, era prohibido, porque pues ellos le prohibían eso.
A pesar de la clara prohibición de que el camión donde se transporta su
esposo el día de su asesinato transite, su suegro insiste en hacerlo, y luego de
pintarlo de otro color, él mismo empieza a manejar el camión donde su hijo ha
realizado su último viaje. Es debido a esta acción que los paramilitares lo
identifican y lo asesinan. Para ese momento, la muerte de su único hijo varón lo ha
afectado tanto, que a él parece no importarle las prohibiciones y amenazas e
incluso la idea de su propia muerte parece aliviarlo.
Ellos siguieron trabajando el camión, aunque le cambiaron color y de todo, se
investigaron, porque esa gente investigan lo que sea y por haber puesto el
camión a trabajar y todo eso, mataron a mi suegro por eso, lo llamaron... y le
dijeron: “usted sabía que ese carro no lo podía sacar a trabajar, que no lo podía
andar más, ese carro ya se les pagó, ustedes ya cogieron lo que era, no tenían
por qué sacar el carro a, a trabajar”. Y entonces el señor les dijo “que no, que no
le importaba nada, nada, que, que si por eso querían matarlo, pues que lo
mataran, que él no le importaba nada, que él lo quería era... que lo mataran.
Entonces lo llevaron, lo desaparecieron dos días y al tercer día lo encontraron
muerto, se llevaron otra vez el carro y lo mataron, mataron a él y al chofer, al
ayudante no lo mataron, mataron a él y al chofer, de pronto pienso yo, que el
chofer lo defendió, tal vez por defenderlo también lo, o porque no viera quien
había sido, también lo mataron.
Ella por su parte ha llegado a la ciudad en búsqueda de la tranquilidad que le
ha sido arrebatada diez años atrás cuando había decide casarse. Ahora, con su
esposo muerto, sin ninguna propiedad, con una hija que cuidar y con los
recuerdos y cicatrices de aquellos días de tristeza, llega a la ciudad al tan ansiado
cobijo y compañía de su familia. Sin embargo, el temor de las amenazas y la
sombra de la violencia que la ha acompañado siguen atormentándola y durante
varios años viaja de ciudad en ciudad y de barrio en barrio intentando borrar su
rastro y proteger su vida y la de su hija.
Cuando la niña cumple trece años y tras lograr algo de la paz y la estabilidad
que tanto ansía, un hecho inesperado ocurre en su vida: un segundo embarazo.
Algo que no espera debido a que no tiene una relación formal con el padre del
bebé. Sin embargo asume su embarazo y tiene a su segunda hija.
En la actualidad, la niña menor tiene diez años y su hija mayor de veintidós
hace pocos meses también tiene una bebé. Mientras cuida de sus hijas y su nieta,
ella inicia un curso de costura en el SENA, con el que espera dedicarse de lleno a
la única labor en su vida que le ha dado la tan ansiada tranquilidad.
Pues mi mamá nos influenció desde niñas a que ella cosía y nos enseñó a coser
a todas y me gustó porque, me gusta, siempre me ha gustado coser, me llama
mucho la atención porque en la costura yo siento como un aliciente, como un
alivio, yo me siento como súper tranquila, cuando me siento en una máquina y
coso y coso y coso, o sea, es una felicidad muy grande para mi coser, crear,
armar un vestido, hacer un molde, cortar, hacer. Eso me fascina, me llena, es
algo que me llena completamente, y el hecho de aprender más o de ir a sacar
una tecnología, eh, yo siempre quise ser profesional, yo, la ilusión mía era
estudiar medicina, pero, por todos los traumas y por todos los problemas
nerviosos y todo eso me, me afectó tanto ver tantos muertos, que me dio mucho
miedo, no quise seguir la medicina por eso. Entonces me dediqué a la costura y
me parece que es una cosa muy bonita, porque, todo el mundo estrena todos los
días, es algo que va a tener mercado toda la vida, es algo que va a ser bueno,
yo puedo trabajar desde mi casa, ahí puedo trabajar igual que, que en cualquier
otro lado, puedo ver a mi hija, a la pequeña, criarla a ella, porque, o sea, la
grande me tocó dejarla abandonada mucho tiempo para poder salir adelante, a
pesar de que nunca la dejé sola, siempre estuve con ella, pero a que me la
criaran otros y eso es diferente a uno y, eh, eh, la modistería, o la costura de,
dentro de mi casa, yo puedo trabajar, puedo coser, estar pendiente de mi hija,
criarla, sacarla adelante.
Las marcas en su mente y en su cuerpo no se van a pesar del paso del
tiempo. Son tantos golpes, gritos, ultrajes y amenazas que hoy le cuesta trabajo
entender cómo pudo soportarlo. Las marcas siguen ahí, como recuerdo imborrable
de lo que vive y es que aunque los golpes se han convertido en recuerdos y
cicatrices, siguen causando mucho dolor. Todos los traumas que he vivido, me
han dejado unas secuelas muy grandes, yo he estado en muchos tratamientos
sicológicos y de todo pero... sin embargo yo he tratado de salir adelante, yo he
luchado, yo no me he dejado vencer nunca.
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