la revista blanca - Hemeroteca Digital

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18 FE6.1933
AÑO X
BARCELONA 15 D E FEBRERO DE 1933
NÚM. Q34
LA REVISTA BLANCA
AOMINIBTMACIdNi
Calla
QuInardA,
Taiarono
37
BITSO
SOCIOLOGÍA
. CIENCIA - ARTE
REVISTA QUINCENAL ILUSTRADA
NÚMERO SUELTO «
O'SO p e s e t a s
SUSCRIPCIÚNi
3
pesetas
trlm.
S
I I t^
/ \ CD I r ^
" IMPRESIONES DE ELÍAS RECLUS DURANTE UN VIAJE POR ESPAÑA EN DÍAS
' J
• • * ^ « ^ I > i ^ • DE REVOLUCIÓN, por Elias Reclus. — LAS AVANZADAS DEL PACIFISMO
CIENTÍFICO; E L PROFESOR RAFAEL DUBOIS, p o r Eugen R e í g i s . ~ A N / « I Q U Í A Y TRANSFORMACIÓN SOCIAL, p o r
Hugo Trem,
— DESPUÉS DE LA GESTA DEL 8 DE ENERO. — ÜN'. LECCIÓN DE HECHOS, por Federica MonU
seny. — LA VIDA EN PARÍS, por Ch. Malato. — LA LITERATURA CULPABLE, por Pío Baraja. — PALPITACIONES DE CUBA, por Rosendo Apolcaterra. — HISTORIA DE LA PINTURA EN ESPAÑA, por Franctsco Pi y Mar-
gall. — MussoLlNI EN CAMISA, por Hem Day. — ILUSTRACIONES: Tarde
de las Esfinges de Karnak, vía triunfal del Sol.
de estío.
- La axentda
Impresiones de Elías Reclus durante u n
viaje por E s p a ñ a en días de Revolución
1869
poco, se ha enriquecido y educa a sus hijos
católicamente. Ha sido desterrado por la reiEl Gobierno sigue un proceso a La l^ual' na; se ha hecho un buen español; ha abjudad. Se trata de castigar el atrevimiento de rado de su origen francés hasta el punto de
haber sido el primero en decir la verdad so- no consumir más que artículos de fabricación
bre los acontecimientos de Cádiz. Su redac- española. ¿Quiere esto decir que no se afeite
tor jefe, Guisasola, ha recibido orden de de- con navajas inglesas, que no tenga lana de
positar una fianza de mil pesetas bajo pena Australia su gabán, que no beba coñac, ni
de detención inmediata. Pero Guisasola no dis- vino de Burdeos o Champaña y que su co'.isupone de mil pesetas, ni quiere que sus ami- mo intelectual se limite a los libros que se
gos se las pidan a nadie.
hacen en España? ¿Significa que, para guarLa gloriosa revolución de septiembre que dar fidelidad a La Correspondencui y i La
debía saciar nuestra sed de libertad no ha po- Iberia, no lea ni el Times, ni La Gazette
dido terminar su primer trimestre respetando d'Augsbourg, ni La Lanterine, de Rochefort,
la primera y la más importante de las liber- ni La Cloche, de Ubach?
tades : la de la Prensa.
La estupidez de monseñor no llega a tales
extremos...
La cuestión de Montpensicr hace ruido hasta en el seno del ministerio. Parece ser que
Topete y Serrano son engañados desde arriba por Prim y desde aba)o por los ministros
Sagasta, Ayala, Zorrilla y Figuerola. Serrano
amenaza con dimitir y los diarios discuten ya
€sa eventualidad.
La Corresbondencia de España, el diario de
m¿yor circulación, el más ministerial y el que
se manifiesta más contento en todos los regímenes, abre valientemente el fuego por medio de un manifiesto en favor de Montpensier, señalando los títulos que le dan derecho a la corona de todas las España: gasta
Jueves 17 diciembre
Se dice que el Museo de Madrid es el más
bello del mundo. Acaso sea cierto. ¡ Qué cantidad de Rubens, de Velázquez, de Morales!
¡ Cuántos Murillo, Rafael, Giordano y Van
Dyck!
Viernes 18 diciembre
En medio del zafarrancho gubernamental,
la cuestión católica no ha sido olvidada. Los
periódicas humorísticos se mantienen firmes^
por ahora, no perdiendo de vista a los curas,
que han recibido la consigna de no decir nada
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R
y de disimular. Los hombres negros quisieran
caer en el olvido...
H e aquí Don Diego de Noche, que lleva
a un joven miliciano ante un blanco y le dice :
(ITira ai centro». El ceníro señala la libertad
de cultos. Y luego vienen, en círculos concéntricos, la libertad de la Prensa, la libertad de
reunión y las otras libertades.
GU Blas muestra dos negros horrorosos degollando una oveja ante una especie de fetiche con cuernos y grandes dientes. Es la vieja religión. Enfrente aparece el Papa, ventrudo y mofletudo, llevando en una bandeja las
cabezas de Monti y Toguetti y colocándolas
ante la caja de caudales del Poder Temporal.
Detrás, un canónigo agita un pebetero de
incienso. Es la religión moderna. Y el conjunto lleva por título: Antaño y hogaño.
Aquí, Bonaparte, vestido de saltimbanqui
con el pequeño príncipe imperial. Un águila
decrépita y meciio desplumada y atada sujeta por una pata a una mesa con apagadores
y cubiletes. Alrededor del círculo están colocadas las naciones de Europa. El prusiano
con su casco que termina en pararrayos, el
ruso, el griego, el inglés, etc. El tragasables
hace girar en el aire, sobre la palma de la
mano, un sillón en que está sentado el Padre
Santo. Pió IX grita y protesta, al propio tiempo que con los brazos y las piernas nace una
serie de movimientos indicadores de que es
presa del terror. Entre los asistentes se hacen
apuestas en el sentido de si caerá o no. Una
beata española echa unas monedas en la bandeja del saltimbanqui. Es el dinero de San
Pedro.
Esa caricatura espiritual, firmada por Sem
— hermano de Jam —, ha aparecido en el periódico medio serio, medio satírico El Mona'
guillo de las Salesas.
«¿Que quiere decir ese título?», pregunté.
«La cuestión del monaguillo, me contestaron,
no ha sido aclarada todavía.» El' monaguillo
ira un pequeño sacristán de las Salesas. Se
supo un día que en ese convento había once
monjas que estaban encintas. Y el monaguillo
fué detenido porque las esposas de Cristo le
hacían responsable del hecho. El niño murió
envenenacio después de sufrir los primeros
interrogatorios, y el proceso quedó en suspenso. Las sospechas recayeron sobre determinados personajes importantes, como el padre
Cirilo, el padre Claret y algunos más. Desde
entonces el nombre de monaguillo de las Salesas es aplicado a los muchachos robustos y
atrevidos que prometen...
La cuestión republicana comienza mal en
Madrid. En el asunto de Cádiz se ha carecido
N
de tacto y de energía. En vez de guiar el movimiento, los republicanos lo siguen y van a
la deriva. No se les pide que sean capaces de
crear nuevas situaciones, sino de aprovechar
las existentes. Después de los asesinatos de
Cádiz y de las provocaciones incesantes en
provincias, convendría hablar en alta ^'oz y
acusar atrevidamente al Gobierno ante la opinión pública. Convendría ganar una batalla
en los espíritus antes de entablarla en la calle con todas las probabilidades en favor de
la reacción. Las gentes se ocupan de sus asuntos, maldiciendo vagamente al Gobierno, como
si estuvieran demasiado acostumbradas a esas
iniquidades para tomarlas muy en serio, y
adoptan una actitud misteriosa cuando se las
interroga acerca de sus proyectos. Los republicanos no hacen nada o muy poca cosa. Sus
diarios no pueden leerse; son flojos y sin sabor. La Discusión es insoportable. La Revolu'
Clon es mal redactado. Kago un esfuerzo para
leer La Igualdad, que es el único que se vende
en la vía pública. No cuentan ni con un solo
periodista. ¡ Y pensar que un periodista les
valdría más que diez mil fusiles!
Sábado 19 diciembre
Las elecciones municipales principiaron ayei.
Apenas se da uno cuenta de ello. El público
parece tomarlas con escaso interés. Sm embargo, la cosa tal vez cambie, puesto que es
mañana cuando en realidad tendrá lugar la
batalla.
El ministro Zorrilla quería votar, pero no
lo ha conseguido, debido a que no tenía la
documentación en regla...
Madrid no me gusta. Ignoro si ello se debe
a! mes de diciembre o al despecho que me
producen los acontecimientos políticos. Las
calles carecen de adorno y están trazadas de
modo irregular. La mayor parte de los edificios d a u n del reinado de Isabel, a pesar de
lo cual parecen viejos, mezquinos, sórdidos,
Ofrecen una muestra del desorden en la uniformidad.
Madrid, que contaba 127.000 habitantes
cuando la invasión bonapartista, tiene hoy
300.000. Es una ciudad moderna. Exceptuando el Palacio Real, de la época ab&olutisu. ha
conservado únicamente algunas iglesias, tan
feas como pretensiosas, y una docena de conventos de los sesenta que había en los buenos
tiempos de ¡Fernando Vil y que es lástima no
fueran también derribados. Madrid es una creación del parlamentarismo a lo Luis Felipe, y
del doctnnarismo burgués. Es habitado por
una población de funcionarios y de rentistas
R
que toman asiento en el festín del presupuesto, una parte comiendo más de lo preciso y
la otra menos de lo necesario. Luego vienen
los proveedores y los artesanos de diversas categorías al servicio de los funcionarios y de
los rentistas. Cuanto a los grandes de España, a los grandes banqueros judíos o cristianos, a los que han engordado con jugos de
negro, a los almirantes y a los generales, encontrarían donde albergarse cómodamente en
París, a la sombra de la iglesia de la Magdalena o de la Trinidad de Antin.
Fuera de Madrid se nota la ausencia de villas y casas de recreo. No hay casas blancas
ni plantas verdes. En medio de una campiña
desnuda se ven agrupaciones de casas malsanas y montones de piedras en un vasto campo de trigo. Se reconoce perfectamente la
metrópoli de Alcázar de San Juan. Barcelona
es una pequeña capital. Madrid, pesado y vulgar, que ni siquiera puede presumir de ser
francamente feo, no es más que una población
como dos veces Batignolles y las Termas. El
único hombre a quien he oído hablar bien de
Madrid, me ha confesado que lo hacía bajo
la influencia de un recuerdo; pensaba en el
Madrid de 1854-55. ^" <5"c tenía relaciones
con una hermosa rubia con la que paseaba
por las noches a orillas del Manzanares...
A tal arquitectura, tal carácter. Estas casas
de Madrid ocultan las opiniones políticas de
quienes las habitan. Son murmuradores y descontentos, cosa inevitable en la ciudad de
los ministerios y de los jefes de despacho.
Han figurado siempre en la oposición parlamentaria; han sido siempre volterianos, liberales y partidarios de las reformas juiciosamente progresivas. Estaban cansados de las crueldades, de las malversaciones, de las simplezas
y de la alunería del partido absolutista y clerical, y por esto han acogido con entusiasmo
el advenimiento de Topete y de Serrano, tenidos por honrados y sinceros, y de Prim que,
a pesar de las ambiciones que le eran conocidas, era tenido por inteligente. Después de
entrejiarles unos poderes en blanco, la gente
se dejó mecer por las más rosadas ilusiones.
Se esperaba que los partidos políticos que hicieron juntos la revolución de septiembre permanecieran unidos después de la victoria como
antes de la batalla; que se fundaría una verdadera monarquía constitucional con instituciones verdaderamente republicanas; que las
mesetas secas y áridas de la Mancha se transformarían en una Arcadia de progresistas. Paseando por la calle de Dulce, por la de HortaIcza o por la de Fucncarral se comprende la
evolución de Nicolás Rivero, que es incomprensible en cualquiera otra parte. Frente a
esas casas de ladrillos mal pintados no se
A
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encuentra tan extraño que se haya querido
hacer de Madrid la capital de una monarquía republicana o de una república monárquica.
Hoy que bajo cl imperio de los acontecimientos la unión ficticia de esos dos elementos contradictorios se fractura, y que es preciso
escoger, tomar el fusil y alistarse en uno u
otro bando, los liberales de Madrid están tristes e inquietos. Los que hacen marcha hacia
atrás volviendo al absolutismo, lo hacen asqueados y contra su voluntad, de igual modo
que los que siguen hacia adehnte entre los
republicanos, lo hacen porque no pueden obrar
de otra manera.
Madrid no lleva, como otras capitales, la
delantera de la opinión del país; mas bien va
a remolque. Ello se explica por las consideraciones precedentes y también por las que
siguen: España es una península aislada del
continente por la enorme barrera de los Pirineos; España es a su vez un pequeño continente, con caracteres comunes a Europa y
África; hay en ella los climas y las temperaturas más dispares y todos los productos de)
suelo, desde la genciana de las cumbres nevadas, hasta el áloe y la palmera. Entre las
razas que habitan este curioso país se observa
la misma diversidad e igual contraste; después de largos siglos de guerra, se han yuxtapuesto. Y la unidad nacional se ha realizado más en apariencia que en realidad.
Madrid ha sido creado con vistas a esa unidad nacional de que es el gran instrumento
y el símbolo. Pero esta creación debida al
despotismo austríaco y borbónico no se ha
hecno espontáneamente; tiene un carácter ficticio. La revolución se hace hoy en nombre de
la República federal. Si esta revolución triunfa, la importancia política de Madrid será muy
inferior a la Washington; quedará reducida
a capital de las Castillas y sede del Congreso.
Y entonces veinte mil empleados, en su mayoría padres de familia, serán inútiles, o trasladados a las oficinas de sus respectivas provincias; diez mil estudiantes irán a matricularse en las Universidades de Salamanca, Barcelona, Zaragoza, Sevilla y Valencia. De ese
modo Madrid pierde cien mil habitantes y se
convierte en una especie de Versalles.
Los burgueses de Madrid tienen la intuición vaga de que la República federal no puede favorecer sus intereses materiales, y por
eso la ven venir sin entusiasmo. Lo que se
les puede pedir ahora es que no le pongan
trabas, y aun esto debe serles pedido con mucho cuidado. Si Madrid fuese algo más que
el centr^ geográfico y administrativo de España ; SI fuese al menos una ciudad, el más
importante centro intelectual, científico y ar-
A
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E
V
¡
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t í s t i c o ; SI fuese siquiera una ciudad de gran
desarrollo comercial c industrial, podría conservar su r a n g o y su p r e p o n d e r a n c i a . Pero no
cuenta con ni u n o solo de esos e l e m e n t o s .
Por otra parte, no hay ni una de sus rivales
q u e n o p r e t e n d a superarla tan p r o n t o se haya
e m a n c i p a d o de la celosa tutela de la h e r m a n a
ma\'or,,
Yo c o m p r e n d o ahora la defección de Rivero )• la flo)edad de los r e p u h h c a n o s de
aquí.
Domingo
¿o
dicieviiln-e
En el Circo M a d r i l e ñ o se está r e p r e s e n t a n d o una obra titulada hii el cielo como en
la tierra, q u e p e r t e n e c e al g é n e r o en boga
ahora de Belle Hclhte
y Or/)liee aux
ev.jcrs.
N a d a tan e s t ú p i d o c o m o esta b u f o n a d a q u e
p r e t e n d e ser m i t o l ó g i c a ; nada tan m o n ó t o n o
y d e s c o s i d o : y si el público no ha silbado es
DE
l-A
CLTIMA
¡M SURRECCIÓN
SOEUCADA
Dos de los dctetudos
en Bui-Arra {Valencia'),
¡jiicblo
id!i\hién
Uidntddo
y que procl^nu')
el
comunisnuí
Ubcrlúrxo
, Tipcj^
de cvííupe.vino.s españoles,
i¡ue
son Uí sürigre arterial, la eníraña
iiva de la revolucií'ni española.
Al tocado con boina se le acusa
de liabcr dado muerte
a do\ guardias
de
asalto.
Los dos, recios y senos,
con \us Irajecitos
¡/obre,
cor.ternplan
serena>nente
la suerte
(¡ue les
espera.
T
A
L
A
N
C
A
Sin d u d a p o r q u e las h e r m o s a s piernas de alg u n a comparsa le han distraído. El O l i m p o
que nos ha sido p r e s e n t a d o podía pasar t a m bién por la trastienda de un t a b e r n e r o o por
un p e n s i o n a d o de m u c h a c h a s ba]o la a d v o c a cic';i Te N u e s t r a Señora de la C o n c e p c i ó n . N o
;c p e r c h e la m e n o r traza de H o m e r o ni de
H t . ' í o d o en cíc |úp¡tcr raquítico, p e q u e ñ o ,
m e z q u i n o , descalzo, siempre en la miseria, q u e
se e m b a d u r n a con b e t ú n a Im de parecer un
n e g r o . Ese [úpiter sm [uno al q u e de]an indiferente las m u | e r c s . no me hará nunca reír,
c : m o ..o me hará reír ese C u p i d o periodista y
i c i o b a d o . Las ideas c o n t r a d i c t o r i a s nos fatigan : las situaciones sm concordancia nos m o lestan. H a s t a en lo ridículo necesita el cspíiiiu cierta cohesión ; hasta en lo imposible
r,ecesita el respeto de la verosimilitud.
Pero la crítica teatral i m p o r t a poco en tiempos de r c v o l u c ' ó n . La obra no habría p o d i d o
m a n t e n e r s e en el cartel por su propio m é r i t o .
P i i o tenía un doble fondo político, [úpitcr,
Mercurio v Baco aparecían en escena únicam e n t e rxara ser d e r r o t a d o s por los señores
Pr;m T o p e t e y Serrano. H e acjuí <]uc en
ti s é p ' i m o cielo aparece el señor Pezuela, conde de C h e s t e . Ie\'endo un b a n d o ñor el cual
se declara el O l i m p o c^ estado de sitio. Yo
t e m e ese b a n d o
- y c o n m i g o una parte del
publico - por el de Peralta en Cádiz, ya q u e
es m u y difícil distinguirlos siendo copia los
i'.nos de los otros. González Bravo y la rema
.•:guen a ¡-"ezuela, g r i t a n d o q u e h a y Cjue acabar / todo d e b e ser a m e t r a l l a d o . Pero ¡-"rim,
•• e;tido de jefe de la policía, y S e r r a n o y T o pete luciendo 'u frac, hacen un m o v i m i e n t o
con el bastón, )• González Bravo h u y e en c o m pañía de Isabel, m i e n t r a s q u e Pezuela ofrece
su a d h e s i ó n al n u e v o G o b i e r n o . D e r e p e n t e ,
de en m e d i o de un g r u p o de c o m p a r s a s en
camiseta )• calzoncillos surge un general llev a n d o un a n c h o som.brcro y g r a n d e s botas a
ia a m a z o n a . E ' el general E s p a r t e r o , q u e bland i e n d o su sable g r i t a : - ¡ Q u e se c u m p l a la
v o l u n t a d del p u e b l o : - Y e n t o n c e s los s e ñ o res T o p e t e y S e r r a n o le ofrecen sus respetos
y todos los partidos v i e n e n a rendirle h o m e naje al íj;()bernante, c]ue n o m b r a en seguida
su consejo de m i n i s t r o s : N e p t u n o - I o p c t e va
a M a r i n a . M a r t e - P r i m va a G u e r r a , Baco y
T r i p t i l e m o a A g r i c u l t u r a y V i n i c u l t u r a , y así
sucesr-.'amente. Este E s p a r t e r o de comedia es
un personaje s i n g u l a r ; a s o m a y desaparece
c o m o un Deus eX'-inachma,
sin q u e se pueda
d i s t i n g u i r si es un h o m b r e h o n r a d o , u n viejo
imbécil o un b r a v u c ó n y un s a l t i m b a n q u i .
A n t e s de eclipsarse o r d e n a a la orquesta q u e
ejccut" el Him-no de Rie^o,
para servir de
p r e l u d i o a un cancán infernal .
ELÍA.S RF.;CIJJ.S
••«.¿£.1'
?t^-n-*í%;
í'.
•
'Tarde
de
E s el O
ic/ro
c/e UaviJ
['arquhai'son
=
VISCO (.le M a n c h e s t e r .
Una indecible,
una profunda
placidc;
desciende
sol>re esta naturaleza
tranijuda.
fíl canal, de ¡iinelas
Uí^uas, corre didcenu'nle
entre pnidetas
;ci-Jcs y
chapos nu:¡a>%crltcos. El ciclo, por el que vagan fugaces
nuhecillas,
es la imagen misma de la / ) « ; V del silencio. A lo lejos se adiiinan
las lacas,
rumiando
apacibles;
seres, cosas, elementos,
yaeen en reposo,
en calma mansedumbre.
.Sólo los pintores
ingleses
son. capaces ile hacernos
sentir todo esto c<ni el
único auxilio de sus paletas iii<j[;icíJ5. Son verdaderos
brujos del colorido;
dueños
altsolutos
del secreto jugiliio
de los matices,
de la captacuní
de ¡nidas
de aire; de todo ese conglomerado
de cosas imprecisas
c¡ue constituyen,
en arte pictórico,
el ambiente •. Renoii- y los impresionistas
¡amas consiguieron
lo
espontáneamente
logrado por una pléyade
de pintores
británicos.
550
L
N
LAS A V A N Z A D A S DEL P A C I F I S M O
CIENTÍFICO
E l profesor Rafael Duboís
Están en un error los que suponen que el
pacifismo es una simple y cómoda actitud
contemplativa desprovista del valor que supone el peligro. Ser fiel a la paz en un mundo atormentado cor la plaga del odio y de la
intolerancia; proclamar la fraternidad humana en plena confusión de clases, naciones y
trusts; laborar uno y otro día por la justicia
y la verdad como otirero y pensador clarividente, reclama un total sacrificio sin especulación ni reserva, dedicando a la verdad las
energías todas, físicas y psíquicas. El martirologio pacifista ha de situarse en el primer
plano Histórico, más allá del estrago que los
malos pastores de pueblos glorifican colaborando con clérigos mendaces -y sabios lacayos.
El pacifismo no es una actitud, sino una
acción lúcida que resplandece en el fondo del
corazón, determinada por el imperativo racional. Se cree hombre inculto y pobre de
espíritu al que se cruza de brazos negándose
a matar en nombre de la patria o de la revolución, pero el refractario es un héroe del
amor y de la solidaridad.
Por desgracia no basta el sentimiento pacifista en una época de técnica y de tráfico
tara contener el torrente rojo del crimen colectivo. La necesidad de una organización del
mundo a base de apoyo mutuo y armonía de
fuerzas creadoras para conseguir el progreso
general, es cada hora más evidente. Los que
trabajan en pro del pacifismo científico fundado en realidades biológicas económicas,
técnicas y culturales, son precursores que pref>aran las bases profundas y extensas de la futura convivencia humana.
Son en escaso número los hombres que se
dedican a propagar el pacifismo científico.
Baste recordar el manifiesto de los 93 escritores y profesores alemanes que se solidarizaron en 1914 con el militarismo prusiano. Es
suficiente mencionar el tremendo oportunismo de los «sabios» que descubren nuevos
gases venenosos o rayos de potencia homicida en suntuosos labor'itorios, supeditando la
ciencia al Moioch guerrero.
El ejemplo del profe.M3r alemán Nicolai es
admirable. Nicolai sintetiza en la «Biología
de la Guerra» los elementos científicos y espirituales del pacifismo y del intervenciona-
lismo. Su obra se eleva como guía en la noche del error. Nueva esperanza es la obra del
profesor francés Rafael Dubois, quien desde
su cátedra de psicología de la Universidad de
Lyón estableció la verdad científica dedicada
al bien de la humanidad: «la paz por la
ciencias. Tal fué su divisa, sostenida con probidad y noble perseverancia. Sus investigaciones sobre las condiciones naturales de la
existencia, sobre las leyes creadoras de la vida
y las emigraciones de hombres y animales,
han conducido al profesor a formular afirmaciones ooincidentcs con las de refractarios
pacifistas "ignorantes». Doble fuerza de convicción y acción.
El profesor Dubois es uno de los sabios,
por desgracia poco numerosos, que luchan
incesantemente por «la necesidad inmediata
de crear institutos destinados al estudio de
los problemas pacifistas sirviéndose de métodos científicos». Los laboratorios de la Paz
han demostrado ser más necesarios que la alquimia infernal de !a guerra. Los títulos de
las obras publicadas por el profesor Dubois
desde 1904 a 1926 revelan una impresionante actividad dedicada al pacifismo científico:
"Les origines naturelles de la conflagration
européenne», «Hygicne des nations: La
physiologie et la pathologie de la paix»,
"Les migrations humaines d'aprés la préhistone ct la théorie de l'aTiticinése giratoire».
"L'influence des milieux cosmiques sur les
manifcstations des étres vivants 1«... Estos
títulos abren perspectivas atrayentes en un
mundo dominado por la ley del más fuerte.
El darwinismo aplicado a la sociología fué
muy desnaturalizado, sirviendo a los matarifes de pueblos como argumento conduyente
y dando a los crímenes colectivos una cierta
aureola fatídica. Llegó la época apta para que
los errores del crimen fueran apartados por la
ciencia que no sirve a los intereses temporales de los amos, sino a la verdad vital y a la
humanidad. El profesor Dubois se esforzó
durante unos lustros «cri substituir el subjetivismo caótico por el objetivismo científico», dcsglofindo ciertos c k . o s principios
'•que pueden penetrar fácil y profundamente
en las masas» y renovar el viejo método pacifista, desprovisto de homogeneidad. El p»cifismo clás'.co no es más que «un empirismo
L
A
E
V
T
peligroso siempre. |ucgo de diplomacia y política, con cxpcdienlcs en los que domina
truhanería de jugador, especulación de traficante y sentimentalismo de balido utopista".
Así se expresa André Delpeiich en la nota
que encabeza la obra del profesor Diibois :
••Lettres sur le paciíismc scienliíique et l'AnticmesC".
En estas cartas se resumen las investigaciones biológicas referentes a la guerra y a las
migraciones humanas en forma accesible a
todos. Pueden iniciar el pacifismo sentimental y dar al pensamiento una substancia positiva. Colocamos las "f^cttres sur le pacifismc
scicntifiqueíi junto a la "Biología de la Guerra», de Nicolai. Obras como estas han de
popularizarse y ser asimiladas por las conciencias, como el pan que da nuevas fuerzas. Las
páginas de Nicolai y las de Dubois, como las
de Romain Rolland, Tagorc, Tolstoi y Gandhi, merecen el primer término de la did,-3ctica escolar. Como frutos de verdad y amor
no tardarán en alcanzar la victoria. I-os maestros que apartan de la escuela la literatura
A
B
L
IVTIMA
,V
C
A
551
patriotera )• la substituyen por palabras de
humanidad ante la niiracía ávida de los niños,
son más numerosos de día en día.
Resumí en rumano la "Biología de la Guerra i-, de Nicolai. Ha llegado en su expansión
,il décimo millar en pocos años y en un país
como Rumania que tiene un 50 por ciento de
rnalfabetos. Empecé a traducir para mi reNL-^ta "Umanitansmub las "Lctres sur le pa(ifisme scientifiquc" antes de contar con la
• lutorización del profesor Dubois. Cuando la
pedí, el sucesor titular del sabio en la cátedra me devolvió la carta desde Lyón. El
hombre l^ueno, el corazón gigante, la inteligencia luminosa había muerto en su refugio
de Tamans-sur-Mer el día mismo en que feché la carta pidiéndole autorización para traducir su obra, 19 de enero de 1929.
Los que luchan por la paz integral pasan la
antorcha de mano en mano, por encima de
la fatalidad y en pro de los ideales de convivencia humana.
EI;GEN
^ ^
DI: LA
A
INSIIRUECCIÚN
^
RELG!S
^ ^.j^ss.^''
SOl'OCADA
Hr íu¡ni una \isla ¡xiniiií Je Cdsth VÍCJÍI..^, el /'iic/íín l i c r o n o v nuírlir, cjtic ¡¡asará a Ui hislona
en., ¡¿loria aún iixíj pura y (i-acula ¡¡Me la ilc Saejinio y Nunianeía.
¡•I<ila aún sohte el pueblecilo c¡ huma del incendio de la clu'Z" 'le Sei\<lcdi)\, snbre la cual, hasta destruirla
implacahlenicnie, a ella y a MÍV ninrailnrcs,
jue triniandc
además el ¡rai^or seca y cruel de las
ameiralla'
duras, l.ns que inleitlanni
esca¡>ar del íiu'j.'o Í/MC hahiaii jniendidí) Itis hainbas lanzallamas,
caían
ametralUuliis.
Y bis que no estaban tlentrtí de la misera casita, /lu-niii <az'¡dos como conejos
por
las calles y llexados a iiionr uidrc las ruinas humeantes
de la mansión
íní^icfl.
N
55^
Anarcjuía y transformación social
L o s a n a r q u í s i a s y la
Los problemas de la revolución son infini'
tos, como lo son los de la vida misma. Y la
revolución debe renovar la vida; debe crear
una vida nueva. Pero la vida se transforma
tan rápidamente bajo la presión de los acóntec'mientos y de las necesidades de todo orden, que es muy difícil, poco menos que imposible prever desde ahora cómo será ella mañaña y cuáles serán entonces y en qué forma
podrán ofrecerse a nuestros ojos sus problemas fundamentales. Porque los factores que
intervienen o pueden intervenir en su evolución son numerosos y de naturaleza tan vana, que algunos de ellos escapan al dominio
de la voluntad y del saber del hombre. Por
lo tanto, estos estudios no son ni pueden ser
una hipoteca sobre el porvenir, y sí un esfuerzo encaminado a poner en claro aquellos
derroteros y aquellos medios susceptibles de facilitar nuestro avance hacia esa vida mejor que
ha de basarse en la solidaridad y no en la
explotación.
No admite duda que la sociedad de mañana será tal como la hagan y la quieran sus
artífices, las condiciones en que pueda desenvolverse, el estado de la técnica y de la mecánica industrial y el grado de evolución moral y social que alcance la generalidad de los
individuos. Es precisamente fx)»" esto que nosotros consagramos la mayor parte de nuestros
esfuerzos a crear una voluntad, a estudiar la
evolución de la técnica y a desarrollar un
sentido moral y social más elevado, mejor que
el presente, ya que está impregnado de espíritu libertario y de sentimientos de solidaridad. Pero en la organización de la vida social se registran características que podríamos
llamar permanentes, y a las que conviene dar
una solución, o por lo menos proponerla sm
exponerse al peligro de caer en el absurdo de
no tener en cuenta las p)osibles diferencias
entre las formas que nosotros propiciamos y
lo que esas formas serán al desarrollarse el
movimiento revolucionario. Esta preocupación
asusta a algunos camaradas, que la considerin
una hipoteca tnúttl del porvenir. En realidad
lo que asusta a esos camaradas es la confusión
que ellos mismos han creado entre los problemas de la revolución — que no son otra
cosa que una tentativa de aportar soluciones
a todos los que ella ha de plantearnos, y el
deseo de reunir los materiales capaces de asegurar su éxito de forma que los acontecimien-
revolución
tos tengan un desenlace que se acerque todo
lo posible a nuestro ideal — y los die la socieaad futura, que no podrán ser más que el
resultado de una continua evolución y de un
continuo F>erfeccionamiento que no tendrá un
carácter estático, sino aue, por el contrario,
abarcará un largo pieríodo de tiempo, durante el cual el pensamiento realizador podrá
fácilmente seguir un camino paralelo a la evolución de la vida y de las costumbres. Por
consiguiente, es un error pretender, como ha
hecho alguien, que tal discusión únicamente
d.ebe ser entablada cuando sean una realidad
las conquistas más importantes, como la igualdad de hecho en el terreno económico, la
ausencia de poder estatal y la organización
social voluntaria, es decir cuando la vida anarquista sea en princioio ya un hecho. Po/que
entonces — y con ello me parece claro — los
problemas de la revolución, que debiéramos
llamar con más propiedad los problemas del
iránsito de la sociedad actual a la nueva, no
tendrían ya razón de ser, puesto que la revolución habría alcanzado su punto culminante, el nuevo ordenamiento estaría ya elaborándose, las mayores dificultades habrían sido
ya vencidas y la gran obra de renovación est?iía en condiciones de brindar sus primeros
f I utos. El tránsito de la vieja a la nueva sociedad sería ya casi un hecho realizido, mic.itras que la preocupación de todos se refiere a
este período, ya que para llegar a él, para venc e 1?.E dificultades de los primeros momentos, verdaderamente caóticos, de la revolución ; momentos en que se puede intentar
todo con probabilidades de éxito, de igual
modo que todo puede quedar destrozado por
completo; momentos en que la humanidad
puede ser comparada con un péndulo que lo
mismo se mueve hacia un lado que hacia el
opuesto; que de igual modo va a lo bueno
y a lo bello que a lo detestable y a lo antipático, y en que es preciso empujarla en el
sentido del bien tal como nosotros lo interp i e u m o s . nos es indispensable conocer y divulgar los medios que a nuestro juicio permitirán alcanzar ese resultado. Nos es necesario hacer público por qué procedimientos,
con qué medios y con que materiales creemos
nosotroi que podrá ser construida la nueva
."sociedad y renovada la vida. Porque la cuestión más grave eá esta : encontrar los medios
de ¡legar a ¡a nueva sociedad sin frustrar núes-
V
/
tra pasión por la libertad y por la justicta.
Está fuera de debate que la contestación a
tales extremos ha de consistir en simples
tentativas de solución que podríamos llamar
«transitorias» y que el desarrollo de los acóntecimientos y el contorno que tome la nueva
situación aconsejarán modificar o abandonar
por completo, según los casos, en sentido de
un perfeccionamiento cada vez mayor, pero
aue, no obstante, tendremos que ofrecer desde el primer momento, antes que nadie, si no
queremos ser aplastados por la acción y por
las realizaciones de otros partidos, a los que
sería fácil, de tal modo, colocarnos al margen del movimiento revolucionario.
Por consiguiente, es necesario resolver, aun
cuando no sea más que provisionalmente,
todos estos problemas en el sentido más ampliamente anarauista. Pero, para que sea más
fácil llegar a tal resultado, nos parece cjue en
la discusión de estos problemas debe dejarse
en completa libertad a todos los que intervengan en ella, aun cuando se caiga en el
error. El mismo error puede sernos útil si es
subsanado en seguida, por lo mismo que la
necesidad de refutarlo permitirá a los criterios acertados adquirir mayor fuerza y a las
soluciones mejores mayor claridad. Además,
el debate habrá tenido la virtud de convencer de su error a quienes hayan incurrido en
él. Por el contrario, si el mismo error no se
manifiesta libremente echa más hondas laíces y se difunde más fácilmente.
Es necesario discutir. Es necesario elaborar
el plan de acción y pwnerse de acuerdo para
acometer inmediatamente las realizaciones. El
mundo burgués se da cuenta ahora de que
descansa sobre una base falsa, y sus hombres
más cultos buscan afanosamente una salida,
una solución a la crisis que abarca todo el
sistema y puede derribarlo en un momento
dado. Esos hombres se dan cuenta de que ni
provisionalmente siquiera pueden hallar la ansiada solución sin hacer grandes concesiones
que cambien algunos de los aspectos de la
sociedad actual y renueven las mismas bases
del capitalismo, salvando cuanto se pueda de
sus prerrogativas. Y ello le será tanto más fácil cuanto más ausentes estén la preparación
y la capacidad de los elementos revolucionarios, y de los anarquistas en particular, al resolver los problemas que en nuestros días están minando la existencia de la organización
capitalista en el sentido que responda a nuestras aspiraciones. Hemos visto lo que podían
dar de sí los sistemas autoritarios; lo vemos
prácticamente a diario. Hemos visto aue el
germen de los males sociales reside en la autoridad y en los métodos autoritarios. Donde
la autoridad es débil, los males sociales en-
N
553
cuentran terreno favorable a su desarrollo.
En Rusia fué ei exceso de autoridad imperante el factor que neutralizó las conquistas
del pueblo, primero, y luego, después de haber estrangulado la revolución, llegó a cambiar
su verdadero sentido. Peco esta experiencia
ha sido provechosa para nosotros. Nos ha demostrado que la revolución que se está gestando en las entrañas de la vieja sociedad
señala la hora de las ideas y de las prácticas
libertarias. Idea y práctica, son los dos polos
indispensables al desarrollo de una acción.
En cualquier movimiento, si la idea no es
e! faro que ilumine el camino de la práctica
y le permita discurrir por la línea más recta,
se va al fracaso y al desastre, Y una práctica
que esté en pugna con la idea que pretende
realizar, aparta fatalmente a ésta de aquélla y la
hace servir a los fines que le son contrarios.
Dado que la autoridad no puede servir a
la libertad, que es su más rotunda negación,
para el establecimiento de una sociedad nueva, libertaria, no pueden servir los métodos
autoritarios. En esto radica el gran problema.
Marchar hacia la sociedad nueva, libertaria,
)or el camino de la libertad y respetando la
ibertad. Y los estudios precedentes no quieren en realidad ser otra cosa que tentativas
en el sentido de plantear algunas cuestiones
y buscarles la más adecuada solución.
Las cuestiones abortadas han sido pocas,
mientras que son innumerables las que nos
serán planteadas por las circunstancia. Y algunas de ellas — como la del albergue, la
de la delincuencia — reclamarán soluciones
con apremio inaplazable. Pero la más importante, porque las resume todas, es la de dar
con la forma más práctica de armonizar todos
los esfuerzos que, los individuos primero y
los grupos y la comunidad después, ejecutarán para la realización de su bienestar. Indudablemente es el punto más delicado de todos,
ya que en él es preciso establecer la necesaria armonía entre la libertad y el interés de
cada uno con la libertad y el interés de todos.
¿Cuál será la forma cíe la organización de
la sociedad futura? ^Cuál será la que más
respete la libertad y el interés de todos? Nosotros respondemos que la forma libertaria.
Pero no basta, ya que es necesario concretar
lo que ella será en la práctica. En el orden
político, la forma que nosotros propugnamos
es esta: el indivicíuo libre en el grupo; el
grupo libre en la federación.
En el orden económico-social, teniendo en
cuenta la necesidad de la producción y del
consumo, la organización del productor y del
consumifior consistirá en la adhesión del individuo — que es y seguirá siendo la base de
toda sociedad — al grupo de los productores
f
554
A
V
I
S
— cooperativas u otra forma cualquiera — sobre el principio de la libre aceptación de pactos, del grupo a la c o m u n i d a d - - q u e podría
perfectamente llamarse " municipio libre", y de
ésta a las uniones nacionales e internacionales.
Cada individuo tendrá una misión clara y
definida que cumplir; apartarse
de ella sig
apart
niñeará faltar al pacto libremente
aceptado,
libre
hacer obra autoritaria, dando lugar a que los
demás se rebelen y a que sean nulos todos
los pactos. El engranaje de su funcionamiento es el más simple; es el sistema de los "consejos» con fines, trabajos y tiempo limitados.
El buen funcionamiento de esa organización
requiere un grado de evolución considerable.
De todos modos, sin contar que un período
revolucionario acelera siempre Ja marcha evolutiva de los individuos y les dispone a aceptar las medidas más audaces, podremos intentar su aplicación inmediata en aquellas iniciativas nuestras que pueden ser consideradas
como el germen de la sociedad libertaria de
mañana, ya que de este modo, mediante la
práctica se irán formando organizaciones más
perfectas y que respondan me]or a las aspi-
T
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B
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C
A
raciones, a las ansias de libertad y de bienestar que palpitan en el secreto de cada individuo .
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Nuestro objeto es realizar la anarquía o, si
no pudiéramos hacerlo totalmente, acercarnos
todo lo posible a su realización. Pero esta obra
no puecíe ser confiada a la improvisación. Ha
de ser la resultante de un largo y detenido trabajo preparatorio. Estas discusiones sobre tentativas y proyectos son una forma de contribuir a esa obra ; son piedras destinadas al edificio futuro, que será tanto más armónico
cuanto mayor sea la concordancia entre nuestra práctica y nuestras ideas. Es necesario, s'
queremos que salga de nuestras manos una
construcción sólida, que salgamos de las ideas
generales para entrar en el campo de los detalles.
Este trabajo sobre los problemas de la revolución no tiene m.ás que ese objeto; a pesar de que no haya logrado profundizar lo
necesario, debido a la complejidad y a la extensión del tema, en todas las cuestiones que
abarca, siempre dará lugar a que otros hagan
más y mejor. Y este resultado es ya estimable
en una época en que la vida y la evolución
de los pueblos, ni más ni menos c}uc los acontecimientos, marchan aceleradamente hacia
situaciones nuevas y requieren un examen
atento y continuo de sus características generales y particulares que en ciertos casos alcanzan extraordinaria importancia y pueden
determinar el resultado bueno o malo de un
movimiento. Requieren, en fin, que estemos
preparados con el objeto de que las ideas y
las prácticas, y por la acción libertaria puedan
ejercer una influencia bien marcada, si no puede ser decisiva, al producirse los acontecimientos que se están gestando...
Nuestra intervención ha de ser activa en
cualquier movimiento revolucionario. Y no tan
sólo en el período de la lucha que ha de derribar e! viejo sistema, si que también en la que
tiende a levantar el nuevo, que no saldrá perfecto de la acción de un oía o de un año,
£¡no que reclamará trabajos y esfuerzos a menudo lentos y penosos, siempre activos, antes de llegar al estadio de casi completa perfección que deseamos.
Lo esencial es que no nos dejemos abatir
por el desaliento ni en los momentos de mavoDE LA ÚLTIMA INSURRECCIÓN SOFOCADA
res dificultades y de mayor esfuerzo, ni atribu¡Curtoso cromo españoV, Estas stluetas de los guar- yamos a las ideas las culpas de los hombres.
dias, perfilándose sobre la calle bañada por la Luna,
.Si caemos vencidos, levantémonos otra vez
desierta y silenciosa, después de la lucha cuerpo a
cuerpo, son como un símbolo. El teatro de esta con nuevos alientos y con mayor tenacidad
escena es Bugarra {Valencia) y en esta calle fueron para repetir la suerte.
De este modo no ofrece duda que a la posmuertos por los revolucionarios, en el combate del
pueblo con la fuerza armada, tres guardias de asalto tre venceremos...
y un guardia civil.
HUGO TRENI
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555
DESPUÉS DE LA GESTA DEL 8 DE ENERO
U n a lección de heckos
El aspecto doctrinal, lo que podemos liamar parte moral de este cruento gesto, está
aún por tratar. Ha sido tanta la indignación,
el dolor y el furor despertado en nosotros por
la barbarie de la represión gubernamental, que
no ha quedado sitio para el análisis, para la
crítica ni para el estudio de este nuevo enssyo de proclamación del comunismo libertario.
He escrito la palabra crítica, y voy a retirarla. Si una crítica ha de hacerse del pasado
movimiento, si ha podido haber una disparidad de criterio en su gestación y errores de
táctica en su desarrollo, dejemos todo esto
para más adelante. Todas las batallas, cuando
se pierden, son achacadas a culpas de unos y
de otros. En cambio, jamás se piden responsabilidades de las victorias.
Además, hay un aspecto de la pasada insurrección que me interesa por encima de todo,
r la gran lección moral que encierra, por
comprobación formidable que es.
Comienzo estas líneas precisamente después
de haber hablado con unos compañeros actores en la tragedia, salvados y que han pasado por Barcelona camino de preciso y voluntario exilio. Campesinos rudos, valencianos éstos, como no ha mucho estreché también
las manos callosas de otros emigrantes vencidos en una gesta anterior: aragoneses aquéllos. Todo» nijos del campo; todos trabajadores de la tierra, y, lo que es más admiraole, todos pequeños propietarios en sus pueblos, dueños de tierras v de haciendas, que les
aseguran, «trabajando lo suyo», una existencia relativamente holgada.
Quizá no se había visto nunca en el mundo
un movfimiento anarquista y revolucionario tan
poderoso como el de España y desarrollado
precisamente, en su máxima potencia, en el
campo, entre los campesinos, recibiendo de
ellos la fuerza de impulso de la tierra.
Andalucía y Extremadura, por un lado;
Castellón y Valencia, por otro; Aragón y Cataluña, por un tercero, marcan características dispares, dentro de un movimiento paralelo. En Andalucía y Extremadura hay e! oroblema del campo planteado como pooia plantearse en Rusia, antes de la Revolución, y en
Francia, antes también de ella. Masas asalariadas, multitudes de siervos de la gleba, que sufren hambre y vejámenes y que tienen, ade-
r
más, un alto concepto moral, una concepción
rebelde y generosa de la vida. En Aragón y
Cataluña, en Castellón y en Valencia, con algunas diferencias de matices locales, la causalidad del movimiento moral y revolucionario
es otra: aquí plenamente ideal, sin otro impulso, sin otro motivo que una conciencia
hecha, que un ideal asimilado y que la voluntad generosa de [wnerlo en práctica, para
bien de todos.
En este reciente ensayo, fracasado como habrán de fracasar otros antes de que podamos
dar por ganada la partida, se han visto detalles que conmueven y asombran al espectador
ajeno a nuestro mundo, pero con un pensamiento y una sensibilidad abiertas.
En Bugarra y en Pedralba, al ser proclamado el comunismo libertario, los compañeros que Uevaban la iniciativa del movimiento, eran consultados por los elementos neutros y aburguesados del pueblo:
— Y ahora, ¿qué haréis?
— Qué haremos, preguntad. Porque lo primero que hemos de hacer es tomar, el pueblo
entero, acuerdos con vistas a regular nuestra
nueva vida. Se trata de trabajar todo el mundo, haciendo el trabajo entre todos y comiendo
todos también de lo que entre todos produzcamos.
— ¡ Ah, pero esto es el comunismo libertario! Entonces ya nos entenderemos.
No hay allí la lucha de intereses y de clases, la lucha feudal de Andalucía y de Extremadura, poseídas por unos cuantos terratenientes. En Valencia, como en Aragón y en
Cataluña, la tierra, repartida en pequeños
>arcelamientos, da a todos una medianía que
os iguala. Es únicamente la incomprensión,
la mala obra hecha contra nosotros, la que
puede hacer que todos estos labradores, que
cuando saben que el comunismo libertario ha
de consistir en hacer entre todos el trabajo y
en comer todos, fraternalmente, de lo producido, lo aceptan con alegría, sean hostiles a nuestro ideal. Por fortuna, cada día
más mínimamente. La propaganda por el hecho que hacen estos movimientos, es, en este
aspecto, incalculable. Las masas campesinas;
los pueblos que han vivido una anticipación
del coi^unismo liberurio y que lo han visto
podemos decir que dibujado en la misma vida,
lo conocen bien, lo han tocado por sí mis-
f
556
R
mos; han visto sus frutos en la práctica, por
breve, por fugaz que esta práctica haya sido.
Pero es otro aspecto el que yo quiero destacar en estas líneas. Es demasiado importante para nosotros, demasiado sugestivo para mí
el tema, para que no intente desenvolverlo en
toda su envergadura y destacar de él aqueHas lecciones que se desprenden de la reali'
dad misma.
Pese a todo lo que dicen los detractores del
anarquismo — igual los de la extrem.a derecha reaccionaria que ese centro agresivo y
cerrado del liberalismo, que los comunistas de
Estado, que los propios traidores que quieren apuñalarnos por la espalda —, es él el
único cuerpo de doctrina que, por razón misma de su amplitud, de su ilimitación, aparece
como algo grande y eterno a los ojos de los
hombres. Todas las ideas políticas se han ido
realizando; todas las viejas teorías en boga
el siglo XIX y remozadas en este, como el comunismo estatal, han ido siendo destruidas fxír
la implacabilidad de los hechos: Sólo el anarquismo queda incólume y victorioso, cada día
adquiriendo contomo más definido ante la
aspiración y el pensamiento humanos.
Incluso lo que se había considerado base
menos firme de nuestro ideal; lo propio que
combatían compañeros inficionados, sin ellos
darse cuenta, de influencias marxistas, los
hechos vividos, la realidad, se han cuidado
de demostrar su fuerza de arraigo en la naturaleza del hombre.
El materialismo histórico ha ido calificando de metafísica, de misticismo ideal la creencia ácrata en el impulso moral, como determinante de las acciones y de la evolución de los
hombres y de las sociedades. Paul Gille. autor
de ese admirable ensayo sobre una filosofía
de la dignidad humana, sentó claramente las
bases de esta concepción superior de la vida,
en sus relaciones externas y en su causalidad
interior. Pero todo eso podía ser, era presentado como teoría muerta, como escarceo de
hombre de pensamiento, faltado de demostración y de comprobación vitales. Henos aquí,
pues, con b vida, con los hechos, que firman
y rubrican esos empirismos geniales, cimiento trémulo, a la vez que sólido, de las grandes concepciones históricas.
Existe un impulso moral, una fuerza de empuje interior, un sentimiento de solidaridad
mterhumana que se manifiesta, precisamente, en los hombres y los pueblos que viven en
un estadio superior de evolución... Hay una
evolución que podemos llamar mecánica; un
progreso científico o cerebral, que nada tie-
N
nen de común con el progreso moral, con la
evolución de la sensibilidad, de la dignidad
y de la personalidad humanas. España, país no
tan evolucionado cerebral y mecánicamente
como Norteamérica, como Alemania, como la
misma Italia y la misma Francia, tiene, sin
embargo, una evolución propia, interna, del
sentimiento y de la conciencia, que pueden
plasmarse, manifestarse en hechos como los
recientemente vividos.
Y no es que nosotros, como imbécilmente
nos atribuyen los comunistas, tengamos un
concepto localista, ibérico, de la revolución.
Pero, aun siendo intemacionalistas y apreciando las características y las concepciones
propias de cada pueblo, tenemos el derecho
e incluso el deber de localizar las cuestiones,
de poder apreciar las contingencias favorables
o desfavorables del medio. H e dicho muchas
veces, y no temo equivocarme, que Italia, atenazada bajo el fascismo, estaba más cerca de
la revolución y de la libertad que Francia, gobernada por ministerios radical-socialistas, y
que la sedicente liberal Inglaterra. ¿Por qué?
Porque en Italia, como en Cuba, como en la
Argentina, el fascismo ha sido la mordaza
puesta por un régimen que se hunde, a unos
pueblos de instinto y de conciencia libres. En
cambio la decadente Francia, borracha de patriotismo y con unas masas populares sin ideales morales; la pacífica Inglaterra, amaestrada dentro de una libertad reglamentada; Alemania, uniforme y cuartelera, están fatal, inevitablemente lejos de la revolución y de la
libertad, que sólo reside en la concepción
anarquista de la vida.
Únicamente contingencias especiales, causalidades completamente externas, pueden empujar, en estos países, la revolución. Y, tengámoslo bien en cuenta, estas contingencias y
causalidades — el problema insoluble del paro
forzoso, la principal — sólo serán susceptibles
de dar a las masas obreras impulso acometedor y destructivo. Faltadas de una idea moral, de un propósito interior que una y aune
acciones y voluntades, están condenadas a
caer en bis garras del comunismo de Estado,
antítesis de la libertad individual y de la igualdad económica. Alemania pasará, casi sin transición, del fascismo hitleriano al comunismo
de Estado, regímenes autoritarios, de negación
del hbre albedrio y la personalidad humana,
para los cuales está a d a p u d a la mentalidad domesticada germánica.
Podemos, pues, apreciar las condiciones locales del medio y de los hombres de España.
Condiciones locales que no pueden ser mejo-
N
res para nosotros y para la causa que defendemos.
Hay aauí, por otra parte, un pueblo un poco
salvacio cíe ese espantoso fenómeno de la industrialización; un pueblo un poco salvado de
esa anulación del hombre que es el maquinismo; de esa quintaesencia de la mecanización,
que reduce el esfuerzo humano a un engranaje más del enorme motor social. La racionalización, introducida aquí por Ford, ha fracasado. Nuestro espíritu sanamente indisciplinado, alegre, que con el sol y el goce de
vivir se contenta, que desprecia el dinero /
Ja mucha importancia a la libertad, no ha
podido aclimatarse a esa monstruosa desviación de la naturaleza humana impuesta a los
pueblos por los pretendidos países civilizados.
Así nos hemos sustraído a esa sutil influencia castradora, anuladora de nosotros mismos
que han significado el maquinismo y la racionalización en no pocos países. Continuamos
siendo un pueblo sano, y virgen, no domesticado, aventurero, soñador, idealista, dinámico y revolucionario.
La social-democracia, llegada tarde, no tendrá tiempo de domeñarnos, de reglamentarnos. España es hoy la piel de buey de que ya
hablaba Napoleón, cuando halló aquí la tumba de su imperio. Porque, ¿cómo contener,
cómo contentar a unos nombres y unos pueblos que no se levantan por el hambre, que
no pueden ser contenidos, por tanto, con sabias migajas? Se ha hablado mucho del hambre en Andalucía y Extremadura. Existe, formidable, pavorosa. Pero Andalucía y Extremadura no se levantan por el hambre únicamente. Él es la siembra de descontento; el descontento genera luego el ideal anarquista. Si
tuvieran hambre de pan tan solo, asaltarían
mercados y tiendas. Pero ellos antes piensan
en asaltar municipios y en socializar tierras,
declarándolas propiedad de todos, que no en
saciar ci hambre de pan de sus cuerpos. Antes piensan en cultivar en común las tierras en
barbecho, que en repartirse botines, como hacen los pueblos hambrientos sólo de pan, no
de justicia. Y en Aragón, y en Valencia, y
en Cataluña, no es el hambre, factor material,
lo que mueve a las masas. Es, sola y exclusivamente, el factor moral, una conciencia formada, un espíritu de rebeldía, un sentimiento de solidaridad interhumana; el impulso de
la dignidad individual demostrado y mostrado por los hechos.
En este último movimiento, no obstante,
hemos podido ver de que manera las capitales eran las que flaqucaban más, donde menos se contaba con el apoyo y la adhesión po-
A
557
ulares. ¿Por qué? Consecuencia también de
a configuración política que los Estados burEgueses
dan a la geografía de los pueblos. Barcelona, Madrid, Zaragoza, Valencia, Bilbao,
Sevilla, son los centros de concentración burocrática, autoritaria, de cada comarca, de cada
región. Es todo otro ambiente, todo otro aire
moral el que se respira. Hay una minoría rebelde, consciente y una masa popular asalariada, que puede ser movida en momentos decisivos, psicológicos, por esa minoría. Aquí entraríamos en el terreno de la oportunidad o
inoportunidad del pasado movimiento, aspecto que no quiero tratar, en redondo.
Además, para la revolución social española
comenzada, y de la que el intento del 8 de
enero no es más que un episodio, Barcelona,
Valencia, Madrid, Zaragoza, Bilbao, no son
más que detalles; son, en todo caso, lo que
he dicho antes: concentraciones burocráticas
y autoritarias, a las que ha de aplicarse una
estrategia revolucionaria especial. No pueden
ya marcar comienzos de ruta, sino objetivos
revolucionarios. Ha de irse sobre ellas para
arrasarlas, aprovechando sólo aquellos elementos productores que han de constituir la célula local de la nueva civilización libre.
De toda esta lección de hechos aquí destacados, quiero únicamente desprender, en este
momento, la siguiente consecuencia: la demostración de la inifxirtancia determinante y
decisiva del factor moral, del concepto individual, propio, del valor, del ideal, de la revolución y de la vida. En esta epopeya vivida, si no hubiera sido por «Seisdedos», bravo
y estoico; por Blanco, muriendo como un
león y reservándose para él la última bala;
por esos campesinos ae Andalucía, de Valencia, de Cananas, lanzados a la montaña antes
de rendirse, batiéndose y luchando en guerrillas, por el valor personal de unos cuantos
hombres en Barcelona, en Lérida, en Madrid,
la pasada intentona habría sido un fracaso material y moral. Al surgir hombres, de entre
las masas; al tener estas masas el impulso
interior de un ideal y de una conciencia que
las individualizaba, el movimiento adquirió
una grandeza y un heroísmo sobrecogedores.
Una vez más, los viejos tópicos del anar<qu¡smo, las lincas generales y eternas de la
idea, se han visto ruoricadas por la realidad de
los hechos y la sangre de los hombres.
FEDERICA MONTSENY
La A v e n i d a d e las Esfinges d e K a r n a k , vía í r i u n f a í del S o l
\Ruin-iis tnipoiteiiti'i
de u n pasado reiüOio I El iu¡iero
¡¡ue dedmbuUt
etiíre ÍÍIÍ rumas de Tebas,
se ií('íieiit-' abninuulo
|ii)r ¡os restos de los f^raiules
tieittpos de Egipto ¡me por doquier aparecen a sus ojos. Esla A t e m J í ! de Uis Es/iiii;f.í es lo ¡¡ue unís tiiipresiotia.
Parlia de la /mnu'rii puerta del Gran
I eiiipío de Amóii V se Jinjji'j liacia el Ni.'o en ¡a dtrecaón
del Sol liaeieiiíe. P o r aquel lado es donde nteior se eoiisei-LiUi las ruinas ilel templo y Uis estatua^
que le lUtn guardia.
Existían
otras dos avenidas
de Esjmges
al Uuio derecho del templo de Amón;
avenidas
i¡ue, prolongándose
en una dimensión
de ¡nás
de dos kilómetros,
iitu'ílij los suburbios
de
Tebas.
N
C
559
LA VIDA E N P A R Í S
EL CINCUENTENARIO DE LA MUERTE
DE GAMBETTA, PADRE DE LA REPÚBLICA OPORTUNISTA
El Gobierno conmemoró en el umbral de
1933 la muerte de León Gambetta, ocurrida
el 31 de diciembre de 1882, después de ins'
talar una República oportunista, respetuosa
con la explotación y la autoridad; una República que no era precisamente la que había
soñado la clase trabajadora ni su selección
de vanguardia.
Los profesionales de la política que se distinguen y señalan por etiquetas engañadoras
y fórmulas grandilocuentes, como se hicieron con la herencia de Gambetta le debían
el homenaje, el cual da ocasión a la prensa
burguesa para reproducir una vez más los
clises gastados favorables a la exaltación del
«gran republicano, gran patriota y gran
orador».
Fué republicano, ciertamente, y no a la
manera de los «montagnards» de la Gran
Revolución, campeones desinterados de un
ideal noble, al que sacrificaron la vida; lo
fué a la moda de los jacobinos, que ernpleaban expresiones románticas y apetecían la
conquisU del poder político como situación
preponderante para garantizar desde las alturas, aunque sólo con palabras, la felicidad de
los gobernados.
Fué también patriota. Esta etiqueta, con la
que se engalanan hov ridiculamente los peores reaccionarios políticos y sociales, era inseparable hacía cuarenta años de los elementos revolucionarios. Admirable época, cuando
en plena crisis y en pleno déficit, al impulso
de las nuevas ideas sembradas por los filósofos y la miseria de los campesinos, nacía un
putíblo nuevo en Francia y daba a la Eurota feudal ejemplo eminente luchando por la
ibertad y por la igualdad ideales contra autócratas y privilegiados. Este recuerdo exaltaba
a los revolucionarios de 1848 tan profundamente socialistas como Blanaui, y subsistió en
los hombres de 1870 que habían peleado contra el Imperio, verdugo de la democracia. Los
más avanzados entre aquellos luchadores, los
que proclamaban como Garibaldi: da Internacional será el sol del porvenir», conservaban con místico fervor la visión de una Francia de vanguardia, campo del progreso indefinido y de la República universalista. Aquellos hombres no disociaban estos dos significados: patriota e internacionalista.
f
El 5 de septiembre abandonó Gambetta
en globo la ciudad de París, plaza sitiada entonces rigurosamente por las tropas de Guillermo I, y fué a una provincia como titular
de la dictadura que no pudo garantizar la
victoria a pesar He la incontestable actividad
de Gambetta y dfe algunos éxitos parciales.
Era en el momento mismo en que oakunin,
más clarividente que Carlos Marx, hacía un
llamamiento a franceses y no franceses, incluso a los alemanes mismos, para luchar todos contra los ejércitos de la Confederación
germánica, cuyo triunfo seguido de la proclamación del Imperio iba a imponer a Europa medio siglo de paz armada, seguido de
otra guerra mucho más cruenta que la de
1870-71.
Gambetta, político romántico de dicción
y jacobino, y Bakunin, revolucionario y anarquista, tuvieron la misma idea: luchar contra la monárquica Alemania. Pero ocurría
que la estrategia de ambos era tan opuesta
como las ideas de cada uno. El dictador jacobino se esforzaba en organizar ejércitos regulares, que sucumbieron contra las huestes
dirigidas científicamente por los discípulos de
Moítke. El anarquista federalista concebía la
lucha mediante la articulación de numerosas
guerrillas impulsadas por juntas o núcleos regionales. La tentativa insurreccional de Bakunin fracasó en Lyón y no puede asegurarse ahora cuál de los métodos, dadas las circunstancias respectivas, hubiera podido alcanzar más eficacia.
El patriotismo de Gambetta le decidió a
confiar en dos generales reaccionarios: era
uno el marqués de Gallifet, a quien se consideraba hábil estratega de caballería, aunque
era conocido sobre todo por haber intervenido con salvaje encono en las masacres de
la Comuna; el otro general reaccionario era
losé de Miribel, otro espadón conocido, que
no llevaba la República en el corazón y obtuvo, sin embargo, la jefatura del Estado
Mayor.
Si son discutibles el patriotismo y el republicanismo de Gambetta, no cabe duda que
fué orador elocuente, si bien no cabe olvidar que todos los meridionales lo son de nacimiento. Poseía una facultad viva de improvisación, teniendo una inteligencia fértil en
imágenes y fórmulas, además de una voz de
trueno I cuando lo requería el momento para
subyugar al auditorio y arrancar ovaciones.
Sin embargo, el trueno oratorio que cae sobre
560
/
s
los oyentes impresionables, el énfasis decíamatorio, la pompa de las metáforas que regala el oído y mece o deslumhra sin dar tiempo
a que el pensamiento se despierte ¿puede
decirse que constituyen realmente categoría
de elocuencia? Ciertos discursos de Gambetta que, declamados en local propicio a la
acústica, pudieron producir efecto, aparecen
hoy al leerlos como piezas oratorias mediocres, como discursos afectados, hinchados.
La historia política de Gambetta se presta
a la meditación. Demuestra que la elocuencia
puede conmover a las multitudes, pero como
factor de evolución no es frecuentemente más
que de efectos secundarios. Es evidente que
Gambetta hizo obra útil combatiendo con ardor al Imperio y después al clerical asesino
Mac-Mahon; hizo bien favoreciendo la amnistía en favor de los proscritos de la Comuna que habían podido escapar de la hecatombe de mayo de 1871. Puede decirse de él
también que abrió de par en par la puerta de
la tercera República a los traficantes oportunistas ; que se amilanó ante los espadones y
que, después de decir que el clericalismo es
el enemigo, se dejó engañar por una mu)er
clerical, fácil a la intriga, que había sido
amante de un secretario de Napoleón 111,
Leonie León, cuyo papel en el <accidenteM
que costó la vida al tribuno republicano queda en la penumbra. Ya se recordará que
Gambetta murió a consecuencia de la gangrena que se produjo en la herida de una
mano, y que la herida resultó de una entrevista con la amiga a la que asistió un revólver.
ESPEJISMO DE LA CIENCIA : MORIBUNDO SALVADO POR U N CADÁVER
Es cosa sabida que la cirugía está más adelantada que la medicina. La causa aparece a
primera vista. Es mucho más fácil actuar con
el tacto y los demás sentidos como guías y
comprobar el proceso y los resultados de una
of)eración como un injerto o una transf'isión
de sangre, que seguir con segundad las acciones y reacciones que se efectúan en el interior del organismo humano.
El profesor Sergio )udin, director del servicio de urgencia en el hospital más importante de Moscú, de paso ahora por París, ha
sido objeto de la mas vibrante y sensacional
curiosidad al triunfar en un experimento audaz : la transfusión de sangre de un cadáver
a un cuerpo vivo, que al llegar a las puertas
de la muerte puede salvarse. Este hecho despierta en mi memoria una sugestiva hipótesis que el célebre doctor Voronoff, apóstol
del injerto humano, me expuso hace exacU-
N
mente diez años, poco antes de operarme felizmente. <'En las grandes ciucíades como
París o Londres — me decía el doctor Voronoff — mueren bruscamente a diario adultos sanos y jóvenes, víctimas de accidentes.
¿Por qué los perjuicios habituales impiden
conservar los órganos más importantes de los
que mueren y que pxxlrían servir para dotar
a personas deficientes? Hay ejemplos de vida
continuada. El corazón de un volátil pudo
conservarse batiendo en un baño de sangre
doce años seguidos por el doctor Currel. Tales experiencias podrían representar a la vez
que procedimientos terapéuticos nuevos, una
sene de aventuras poéticas y conmovedoras
al conseguirse la adaptación de órganos a
otro cuerjx), que quedaría sano, defendiéndose con la circulación de la vida la solidaridad entre los seres de una misma especie.
¡ Por desgracia la ley que gravita siempre
sobre la ciencia impondría el veto!»
En el hospital que dirige en Moscú el doctor judin, la transfusión de sangre es frecuente ; no es tan frecuente que haya personas aptas para facilitar sangre. La transfusión
de un animal al hombre ya se sabe ciue es,
prácticamente, imposible, por la diferente
composición química de la sangre cuando se
trata de dos espacies distintas. Sólo es posible
el injerto próximo como el ser humano y el
mono antropomorfo.
Voronoff inició sus experiencias sobre injerto animal empleando moruecos. El profesor
)udin tuvo conocimiento de las investigaciones no menos notables del doctor Scharmoff, que se valía de perros, a los que desangraba completamente, haciendo que volvieran a la normalidad de la vida inyectándoles
sangre de otros perros sacrificados horas antes. Con tan valiosos datos pudo convencerse
el doctor |udin de que ocho horas después de
la muerte del individuo, la sangre tiene substancia vital, vive, y no por el conjunto de la
masa líquida, sino por los glóbulos rojos que
producen oxígeno.
Sabido es que la ley prohibe la práctica de
la autopsia antes de las veinticuatro horas inmediatamente posteriores al fallecimiento,
judin no podía continuar sus investigaciones
por las dificultades que opone la ley; pero
cierto día llevaron a su presencia el cuerpo
de un ingeniero joven que había querido
suicidarse abriéndose una vena y estaba a dos
dedos de la muerte. El doctor no tenía a su
disposición la sangre que necesitaba con urgencia para inyectarla en el organismo casi
paralizado del ingeniero, ni tampoco había
ningún dador del precioso líquido vital que
pudiera servir inmediatamente... Recordó de
pronto el doctor [udin que podía utilizar el
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cadáver de un hombre fallecido seis horas
antes y se apresuró a hacer la transfusión de
sangre del cuerpo muerto, inyectándola en
las venas del suicida con éxito completo, pues
el suicida se reanimó y curó. Seis veces sucesivas se produjo el mismo efecto con sujetos distintos.
A pesar de ello, se empezó a murmurar de
Judin. Un Congreso de nombres de ciencia,
menos timorato que la opinión difusa, apoyó al doctor, que pudo continuar investigando y demostró que la sangre del cadáver puede conservarse, citratada, semanas enteras,
apta para la transfusión eficaz. «¿Qué valor
tienen los prejuicios ante el progreso científico?», preguntó Judin al periodista de París
que le interrogó días pasados.
CONDENA
DE U N ALQUIMISTA
DERNO
MO-
La causa seguida contra el ingeniero polaco Dunikovski ha tenido epílogo condenatorio y recuerda los tiempos ele la alquimia medieval. A dos años de reclusión se condena a
Dunikovski y a pagar una suma global que
se aproxima a los tres millones.
No todo fué fantasía en la clásica alquimia inspirada en el principio filosófico de la
unidad de la materia justificado por Diderot,
Spinoza, Leibnitz y por un sabio moderno
como Berthelot. La alquimia cuenta con investigadores ilustres como Bacon, Raimundo
Lulio, Paracelso y otros que descubrieron el
fósforo, el éter, el alcohol, el amoníaco, los
álcalis y buen número de ácidos, facilitando
la ruta de la química moderna.
¿Es Dunikovski digno descendiente de los
precursores alquimistas perdido en nuestro
siglo? ¿Se trata de un genio desconocido o
de un charlatán? ¿Es un tenaz visionario o
bien bordea la estafa? Difícil resulta contestar a estos interrogantes.
Ha pasado mucho tiempo el ingeniero polaco asegurando la posibilidad de fabricar
oro. En todo caso Dunikosvki llegó a tenerlo,
sin extraerlo en ningún laboratorio: reci-'
biéndolo a manos llenas de los socios capitalistas, a quienes sabía convencer el alquimista de que la cosa iba completamente en serio
y esperaban reintegrarse al ciento por^ uno.
La paciencia de los empresarios se agotó prematuramente para el polaco y fué éste denunciado por aquéllos al juez.
En el año y medio que pasó el alquimista
en prisión preventiva no cesó de ofrecer resistencia a sus impugnadore.s defendiéndose
obstinadamente. No pudo obtener la libertad
provisional, pero sí el permiso para dedicarse a sus experiencias mágicas en la cárcel.
N
561
Decía tener un procedimiento p^ra convertir
el platino en oro, pero ha fracasado ante los
peritos. Como la prisión preventiva ha sido
dilatada, el ingeniero polaco estará ya poco
tiempo entre rejas, si bien queda condenado
a desembolsar 2,792.419 francos con 70 céntimos. La «justicia» no es infalible y raramente tiene prisa. Sentencias como esta cuestan a veces bastante dinero.
EL GABINETE PAUL BONCOUR Y LA
AMNISTÍA
A consecuencia de la cuestión financiera
agudizada con vistas a equilibrar el presupuesto dimitió el Gabinete Paul Boncour antes de poder realizar las reformas y de presidir el voto favorable a la amnistía, prometida
hace siete meses. Si la amnistía se otorga al
día siguiente de constituirse el Gabinete, se
hubiera visto éste con el favor de una aureola
que luego faltó a Paul Boncour. De todas maneras se impone la amnistía con mayores motivos cada día, una amnistía amplia que englobe los llamados delitos de opinión, incidentes de huelga e infracciones militares; sobre todo, ha de aplicarse a los indígenas que
se sublevaron en las colonias, víctimas hoy de
una represión implacable. La jurisdicción especial que tiene a su cargo los procesos en
Madagascar y sobre todo en Indocnina parece
empeñada únicamente en hacer odiosa la metrópoli. Los presidios rebosan de hombres que
emitieron la pretensión de ser considerados
no como subditos sino como ciudadanos libres; iguales a los franceses de Francia.
INCENDIOS EN EL MAR
La marina mercante francesa está pasando
por penosos trances. Hace tres años y medio
que se multiplican los siniestros en ei mar,
tanto como los incendios de bosques en la
bella región mediterránea y las inundaciones
en los departamentos del Sudoeste.
En marzo de 1929 estalló un incendio a
bordo del «América», de la Compañía Sud
Atlántica. El vapor está ahora en reparación
en Saint-Nazaire. La justicia, lenta como las
obras de reparación, sólo se ha decidido a
abrir una información.
Siguió la serie de catástrofes como en serie: el incendio del «Georges Philippart» y
el del «Atlantique» que costó la vida a muchos hombres de la dotación de máquinas,
los que perecieron asfixiados en su puesto de
trabajo. Apenas pudo conducirse el barco siniestrado en esqueleto y en llamas al puerto
de Cherburgo, se ha producido fuego a bordo del transatlántico «France» en el puerto de
El Havre.
562
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I
S
Durante este tiempo se trabó una porfiada
lucha de intereses alrededor de los restos cal'
cmados del <• Atlantique», en cuyo interior
acaban de quemarse los cadáveres de veinte
trabajadores del mar muertos estoicamente
trabajando.
Si la solidaridad de los tripulantes se manifiesta muchas veces heroicamente y siempre con desinterés, las compañías de navega'
Clon, avivado su egoísmo por la competencia,
no cejan en sus maniobras. Según las leyes
marítimas, los restos de un naufragio correS'
ponden a la empresa de la nave, pero la tra'
dición permite por costumbre-ley que puede
reivindicar el barco siniestrado el primer ocupante, por lo que se ha producido una lucha
de buitres entre capitanes franceses, holándeses y alemanes en torno al transatlántico humeante.
La sene de desastres marítimos ha produ'
cido enorme impresión, y no sólo en Francia,
donde hay elementos que abrigan sospechas
sobre la repetición de los siniestros. También
han producido éstos impresión en los países
DE LA ÚLTIMA
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marítimos, especialmente en Inglaterra. ÜVIu'
chos turistas británicos se niegan a tomar pasaje en los vapores franceses.
LA
GUERRA CAUSA VICTIMAS
DESPUÉS DE LA PAZ
AUN
Un arquitecto de la Administración departamental del Mans, apellidado Gresch, quiso
hacer recientemente una peregrinación a los
bosques del Argona, escenario de sus luchas
en 1916, en tiempo de la gran guerra. Había
luchado en un regimiento trances como ofi'
cial. Apenas llegó al lugar donde estuvo destacado, se vio envuelto en los más tristes recuerdos. Evocó la memoria de los camaradas
muertos en aquel paraje y enterrados en un
cementerio inmediato, y la macabra visión
retrospectiva jmpresionó de tal manera al arquitecto que, habiéndose librado de la muerte en la guerra, se suicidó disparándose un
tiro en la boca.
INSURRECdÓN
CH.
MALAXO
SOFOCADA
Vista general de Lérida, teatro de graves aconlecimieiiíoj durante el úlUmo mavimicnlo
revolucionano. En Lérida hubo vantjs míenlos de asallo a cuarteles, en hs cuales muñeran alf;unos
paisanos. He aquí lii ÍIVU;)! de la ciudad, jría y brumosa, encendida ahora de destellos
rexolucwnanos.
V
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56?
i^a literatura cu Ipable
Un señor que no firma me envía una tarjeta postal con unas frases un tanto secas y
agrias en contestación a un artículo mío publicado en este periódico titulado «El héroe
y el aventurero».
Me dice que no es cierto que los héroes literarios sean más importantes que los patrióticos y políticos, y que la culpa del desorden
sentimental que existe en Espafia actualinente
hay que achacarlo a la literatura.
La literatura sentimental y rom.án;ira es
un morbo que hay que hacer desaparece! de
cualquier manera, y cuanto antes, mc)oi, según él.
A las afirmaciones de este señor anónimo
voy a contestar, porque me parecen siaiomáticas de un estado de opinión de los medios
políticos burgueses.
Yo no dije en mi artículo que el hé'oe literario fuese más importante que el héroe político. Esto de la importancia no es ü'ia cosa
clara; depende del punto de vista que se
tome. Yo lo que dije fué que el fiéroc político es más fácil de brotar, de darse ea cualquier medio, que el héroe literario.
Así, aseguraba que en España, m el siglo XIX, ha habido muchos néroes políticos
y que, en cambio, héroes literarios como puedan ser Don Quijote, Don Juan u otros menos
generales, no se habían creado.
Todas las doctrinas político-sociales han tenido en nuestro país héroes: el patriotismo,
el tradicionalismo, el liberalismo y el anarquismo. Los que no han tenido héroes han sido
precisamente los triunfantes en la política actual, los republicanos y los socialistas. De éstos no se recuerda ninguno que tenga la- vitola de héroe. Menos disposición aún para la
heroicidad han demostrado los monárquicos
alfonsinos. Éstos, cuando mandaban rodeados
de guardias, de policía y de ejército, parecían
terriblemente severos, un poco tigres; pero
cuando se han quedado sin acompañamiento
han demostrado desde su rey para abajo, pasando por los demás Martínez Anidos, que tenían más de liebres que de tigres.
No era de esos lepóridos el anarquista
de Casas Viejas, «el Seisdcdos» con sus hijos
y la muchacha que preparaba las armas para
ue el hombre hiciera fuego sin interrupción,
stos tenían madera de héroes, como los de
Numancia o los de Zaragoza.
Los políticos nos dirán que en lo malo no
uedc naber heroísmo. No nos convencerán,
a se sabe que es más práctico y sensato que
t
?
andar a tiros seguir el ejemplo del Fulano republicano y socialista y tener vanos sueldos y
una {xisición sólida. Sí la hay en la acción
de «el Seisdedos» y en la muchacha que le
acompañaba en la choza trágica. Hay en ellos
valor y una idea grande.
La glorificación del bandido generoso, del
aventurero y del anarquista es para mi comunicante anónimo una gran culpa y un gran
daño de la odiosa literatura. Si uno le conociera a ese señor, le preguntaría: ¿De qué
literatura? De la nacional no será, porque
ésa, conservadora o anarquizante, se lee tan
poco que no puede influir en la masa.
No vaya a darse aquí la repetición de la
teoría de un artículo que publicó Luis Moróte
hace ya muchos años sobre la supuesta generación del 08. Moróte, al principio de su artículo, decía que los escritores de esa generacón fantasma no habían sabido escribir libros populares que penetrasen en la sociedad
y llegasen a las masas, y después al final añadía que la influencia de la seudo-generación
del 98 era nefasta. Ahora, cómo una cosa que
no llega a la masa puede influir en ella y ser
nefasta, eso no lo entienden más que los
metapsíquicos y los articulistas de fondo. La
presunta generación del 98 debió tener, según
Moróte, una acción catalítica.
Quizá mi anónimo comunicante piensa:
«No es la literatura nacional sólo la que ejerce una acción funesta en las masas, sino la literatura en bloque, sobre todo, naturalmente,
la romántica.» En el fondo, creo que es lo
que ha querido decir y lo que piensa el señor de la tarjeta postal. La tesis es muy de
político.
El político cree que la literatura es perjudicial. Tanto conservadores como comunistas se muestran enemigos de lo literario; unos
y otros odian la acción individual y se sienten directores y amos.
Hay que abandonar todo sentimentalismo
— dicen muchas veces los comunistas —. No
piensan que si no hubiera sentimentalismo político-social, no existirían ideas democráticas
ni comunistas ni anarquistas.
El antisentimentalismo es lógico en el conservador, ordenancista, partidario del Estado
fuerte, a la romana. También es lógico en los
aspirantes a Stalines. Ya en el racista no lo
es, porque éste pretende manejar tópicos sentimentales.
564
R
El político tiene otros motivos más peiso'
palistas contra el escritor. El literato tiende,
según él, a aislarse, a ser soberbio, a llamarse
intelectual.
Yo, la verdad, no recuerdo de nadie, en
España ni fuera de España, que se haya lia'
mado a sí mismo intelectual — probablemen'
te se pondría en r i d í c u l o — ; pero he notado
siempre que a nuestros políticos les produce
la palabra tanta inquietucí y tanta cólera como
a Primo de Rivera.
El dictador hablaba con frecuencia de los
auto-intelectuales, como diciendo: "Hay gentes que se llaman a sí mismas intelectuales y
no lo son." Para él, intelectual debía ser sinónimo de genio, y llamarse así constituía una
enorme petulancia.
Con igual motivo, otro cualquiera podía haber hablado de los auto-generales, de los autoÍ)olíticos y de los auto-obispos, refiriéndose a
os que se creen generales, políticos y obispos en su grado máximo, cuando no lo son
más que de nombre y en su grado mínimo.
Yo, como digo, no he oído a nadie llamarse
intelectual, ni he visto poner en el padrón :
profesión, intelectual; pero si alguien se lo
llamara o lo pusiera, no creo que indicaría mayor petulancia que llamarse médico, diplomático o artista.
La antipatía de los pwlíticos españoles por
los auto-intelectuales primorriverianos es manifiesta. La mentalidad del político demócrata, hecha casi siempre de lugares comunes,
no acepta el prurito de originalidad de los escritores. Esto ofende.
Recuerdo que en la Redacción de El Globo,
hace treinta años, le presté El crepúsculo de
los Ídolos — una traducción fragmentaria de
este libro — a un periodista republicano. A los
tres o cuatro días me lo devolvió y me dijo:
— Esto es una lata.
— Pues amigo — le dije yo —, si esto es
una lata, ¿ q u é serán los artículos y los discursos de los políticos republicanos?
El hombre se amoscó; dijo que en el libro
no encontraba más que disparates y que todo
un anarquista que se firmaba Claudio Frollo
había asegurado que los libros de Nakens
valían mái que los de Nietzsche,
— Hombre, eso no es más cjue una pobre
majadería de ese señor Claudio Frollo — le
dije yo —. Nakens es de vuelo gallináceo al
lado de Nietzsche, que es de vuelo aquilino.
Los políticos demócratas han pensado antes y añora que los auto-intelectuales primorriverianos les pisan el terreno, intentan cortarles la hierba bajo los pies, como decían los
N
franceses. No ven que, como los militares en
tiempo de la Dictadura, son ellos hoy los que
lo acaparan todo, no sólo los sueldos y las
mercedes, sino la publicidad máxima. Los discursos más vulgares, las más anodinas declaraciones, corren por todos los periódicos de
España y se les da una importancia trascendental, de algo salvador para el país. A pesar
de ello, la gente se va cansando de las promesas y de la ineficacia de los políticos, y es
posible que cuando éstos intenten de nuevo
comenzar su propaganda, lluevan patatas y
otras hortalizas en los escenarios de los
pueblos.
A los políticos les pasa actualmente como
al avaro que le toca el premio "gordo» de la
lotería. Es el premio mayor, pero no es el
único. El político tiene éxito en su pandilla
o en su banda; pero hay gente excéntrica y
absurda, algunos auto-intelectuales primorriverianos que no se ocupan de ellos y piensan en Sf>engler. en Einstein o en el moro
Muza, y esto les molesta profundamente.
Para ellos no hay más que la política, y la
política suya.
Ese es uno de los motivos por el cual jefes
y jefecillos odian la literatura. Ya saben que
por muy radicales que sean sus teorías, hay
otras más radicales, mejor pensadas y expuestas.
Mientras los políticos comen y peroran,
hay autointclectuales primorriverianos que
tienen la osadía de no asomarse por el restaurante, sólo por el gusto de murmurar y de
hablar en la calle mal de los que tragan. Es
absurdo, pero ¡ qué se le va a nacer! Es cosa
de auto-intelectuales primorriverianos.
Por otra parte, el político triunfante tiene
que ser correcto y mostrar prudencia, y éste
es como un boquete por el cual se le marcha
la popularidad. Por ahí se desinfla su globo.
Ahora, en el caso de este oSeisdedos» y de
la muchacha anarquista, desconocida todavía,
batiéndose heroicamente en una choza de Casas Viejas hasta la muerte, el político y el
señor de la tarjeta postal dirán que no son
valientes, ni exaltados, ni locos, sino agentes
de un señor monárquico que les pagaba unas
pesetas. ¡Como si por unas pesetas se decidiera nadie a m o n r i
Yo, si fuera andaluz y anarquista, pugnaría porque en los Sindicatos de la C. N . T .
quitaran de las paredes los retratos de algunos viejos barbudos vulgares, dogmáticos y
pedestres y pusieran, en cambio, la efigie de
la muchacha anarquista, desconocida hasta
hoy, de Casas Viejas. Como los países militaristas tienen el culto del soldacio desconocido, los libertarios podrían tener el culto de la
anarquista desconocida. Esa andaluza, admi-
L
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rabie por lo brava, tiene el derecho de entrar
en el panteón revolucionario clásico.
El sentir admiración y simpatía por lo
exaltado, lo generoso y lo heroico, sea de un
extremo social o de otro — más si mira al
porvenir —, es con segundad lo que mi comunicante anónimo de la tarjeta postal considera consecuencia perniciosa y patológica
de la odiosa literatura.
¡ Qué se va a hacer! El Evangelio, el Romancero, las novelas de caballería, la literatura de cordel, Cervantes y Tolstoi influyen,
aunque sea indirectamente, en la masa poptilar española más que los manifiestos del Comité del partido radical o del partido socialista.
Los políticos quieren creer que la vida y
las ideas están ya todas encerradas en stis red o m a s ; que ellos les han puesto la etiqueta
definitiva y que no hay otras.
D Í ; L A Ül.TlMA
B
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I'Este específico debe estar en la farmacia
en el o]o del boticario, y este otro, en el calón de las hierbas.»
El pueblo no hace mucho caso de tales clasificaciones y marbetes; obra por intuición y
siente su afecto u odio por lo que le impresiona, teniendo en cuenta más los motivos
de obrar que los resultados.
Los españoles y España sienten todavía
así: más humana que políticamente, más en
hombre que en leguleyo ; y aunque nuestros
políticos palabreros y un poco mediocres
crean que hechos como el de Casas Viejas de
jMcdinasidonia. de violencia, desacreditan a
los españoles ante el mundo, muchos creemos que les acreditan como esforzados y
como idealistas.
Si para algunos esto es culpa de la literatura, para otros - entre los cuales me cuento — es parte de su gloria.
INSURRECCIÓN
PÍO
BAROIA
.SOFOCADA
He aquí el cuadro de la espanlosa Iraaedia, del crimen sin nombre de Casas Viejas. ¡ Todo lo
que queda de la choza donde murieron el viejo y bravo Setsdedos, sus cinco ht}Os, su nuera y
la jovencfta Francisca La^'O, abrasados y anielrallados por los bárbaros esbirros del Poder público ! ¡ Humilde mansión de piedras y cañas ! De ella sólo resta --- detalle desgarrador
- esta
parra a cuya sombra cuántas i'eces quiZá, de vuelta del ¡duro trabajo, debieron sentarse los sujAiciados : el viejo heroico con los nietecitos sobre las rodillas; los hijos mozos rodeando aquella
vejez, altiva y recia de cdml>esino desliiuido a motir como un héroe de leyenda.
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P A L P I T A C I O N E S DE CUBA
Hoy, día 14 de diciembre, cuando trazo eS' y ellos irse a playas extranjeras mientras <iesto»
tas líneas, se nota en la opinión pública del se «calme», a rumiar sus crímenes y sus tesopaís una expectación sensacional. ¿Qué es? ros adquiridos a costa de la esclavitud del pueQue esa opinión pública se presiente, que el blo de Cuba. Esos señores, tan fXKo escrupuestruendo de la caída de la tiranía machadista, losos en los negocios económicos de Cuba,
que se bambalea como un beodo, llenará los como flacos de conciencia, viendo la noble reámbitos de la nación, y cuyo estruendo reper- beldía del pueblo, han optado por suplicarle a
cutirá también allende el mar, donde la pren- sus vecinos yanquis que los protejan. Los brisa mercenaria hizo creer que Machado era bones se buscan y siempre llegan a un acuerdo.
También la oposición política no ha dejado
un «legislador» privilegiado.
Nunca tuvo Cuba momentos más críticos de intervenir de «cierta manera» en estos p>rO'
que los presentes. Ni cuando luchó contra los blemas. Los banqueros yanquis han sido más
Borbones, conquistando sus libertades. ¿Dón- de una vez mediadores para hacer llegar a un
de llegará el pueblo cubano? No lo sabemos. acuerdo a la oposición y a Machado. Esto obeUna incógnita nos obscurece nuestras deduc- dece, natural, a que los banqueros ven en las
ciones, nuestras razones; y por muy perspi- condiciones revolucionarias que se encuentra el
caz que queramos ser, no podemos en este pueblo de Cuba. Estas gestiones, en días pasa'
momento decir: el pueblo de Cuba tomará dos fueron tan tentadoras, que Mendieta, lítal camino. Si nosotros no estuviéramos den- der máximo de la oposición, Méndez Péñate y
tro la órbita de la economía americana, po- otros p>olíticos puestos en libertad hace unos
díamos decir, sin equivocarnos: puede llegar días, quisieron llegar a un acuerdo. Pero se
a una «comuna». Pero el imperialismo yanqui encontraron con un obstáculo, que a continos acogota con la ferocidad del ave de ra- nuación explicaremos.
piña. Nuestras tierras (más de ciento setenta
mil caballerías) yacen en poder de compañías EL A. B. C , ORGANIZACIÓN SECRETA
americanas e inglesas cierta parte. ¡ Ya no teEl año pasado, elementos revolucionarios ornemos tierras! ¡ Nos las han quitado el latifundio yanqui en combinación con los cuba- ganizaron una sociedad secreta que denominos que han sido «generales» asesinos y «po- naron A. B. C. Es una organización en células
líticos» ladrones! Así, no podemos exponer al de a diez individuos, y a ellas pertenecen, copueblo a que fuera asesinado al intervenir el mo producto que es de un movimiento revolumilitarismo yanqui para defender sus «propie- cionario, intelectuales, profesionales, obreros,
dades». ¡ La enmienda Platt los autoriza, «le- estudiantes, políticos, como así un gran número
galmente», para que cuando sus propiedades de mujeres. El fin de esta sociedad es arremecorran «peligro», nos vengan a exterminar ter contra la tiranía machadista, empleando
como patógenos microbios! ¿Y en estas con- todos los medios posibles. Primeramente no se
diciones, entre la tiranía machadista que se le dio importancia, pero a las primeras einbescae, el pueblo que- quiere respirar libertad y tidas que sufrió de sus manos el machadismo,
que ya no está conforme con viejos moldes vio que tenía que habérsela con terrible y mispolíticos, y la presión de los banqueros yan- terioso enemigo, ya que los esbirros policíacos
quis, se pueden vaticinar trayectorias que no daban con les autores de los atentados.
quede conforme el pueblo?
Primeramente, como golpe inicial, cayeron
Se ha dicho más de una vez, sobre una in- a sus manos dos policías del cuerpo de los extervención del gobierno americano en la políti- pertos, Baquero y Betancourt, este úkimo teca y en la economía de la nación, en estos mo- niente, en una casa aue minaron en la calle
mentos en que el pueblo arremete contra la Flores, 56. en la ciudad de La Habana. (Ya
tiranía machadista. Nosotros sabemos que el nuestros lectores habrán leído estos casos en
propio Machado, Viriato Gutiérrez, los Rien- esus mismas páiginas.) Esa casa tenía gran candas, etc., estos dos últimos, excelentes «mani- tidad de dinamita en su interior, y cuando los
puladores» de la producción azucarera de Cuba expertos abrieron una de sus puertas, se efectuó
en beneficio propio, de Machado y de los mag- la explosión. Aquí el triste y célebre capitán
nates americanos, que ellos y otros refulgentes Calvo, jefe de esc cuerpo, se salvó milagrosabribones, «comerciantes y criminales», han he- mente por salir segundos antes a hacer una
cho múltiples esfuerzos por que el gobierno llamada telefónica; luego los paquetes-bomamericano interviniera en los destinos de Cuba bas, que viajaron por correos y que uno le ex-
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plotó al teniente Diez Díaz de Artemisa, destrozándolo; el capitán Cah.'o, que se salvó
vanas veces de los atentados con dinamita,
fué acribillado a balazos y dos policías más, en
plena ciudad de La Habana, cuando iba en un
auto; luego el capitán de la policía nacional.
García Sierra, que anónimamente le dijeron
que en cierta habitación de una casa había literatura subversiva. En un libro de tamaño
regular, le hicieron una cavidad entre sus hojas
y allí colocaron el explosivo, y cuando el capitan levantó uno de sus pergaminos,
hizo expergan
plosión, destrozándolo;
rozándolo; luego, en Marianao,
una caja con explosivo que destrozó también
al teniente del ejército, Echeniquc, y al capitán de la policía, Manssiip. Esta caja tenía el
ingenioso mecanismo de que cuando fuera levantada del suelo, hiciera explosión. Y el último hecho fué el del doctor Clemente Vázquez
Bello, presidente del Senado y uno que fué de
los más significados elementos políticos que
sostenía el estado actual de cosas, muriendo en
su propio auto a causa de 28 jDerforaciones por
arma de fuego. Además, tenemos que significar
el hedho de que si el entierro del presidente
del Senado se llega a efectuar en el cementerio
de La Habana, hubiese sido un hecho horrible.
El panteón de los Iruffin, apellido de la esposa
de Vázquez Bello, estaba minado con más de
500 kilos de explosivos para cuando llegara el
cortejo fúnebre hacer explotar la mina.
También en estos días, a Arsenio Ortiz, comandante del ejército, militar distinguido por
la ferocidad de sus instintos, bestia repugnante,
engendro de Machado (y el ejército de Cuba
se siente honrado por tener en su seno una
alimaña de su calidad), tuvo el siguiente accidente en La H a b a n a : viajaba en su auto
cuando otro se le acercaba. El y vanos esbirros que lo acompañaban, hicieron fuego sobre
el auto, que creyeron sería uno que acechaba
su paso, pero lo efectuaron con el auto virado.
Tres o cuatro jóvenes que iban en él, al huir
de los disparos, tuvieron la fatalidad que la
máquina se les fuera contra la acera. Fueron
heridos tres, y uno huyó sin poder saber quién
era. No sabemos si iban a hacenle una agresión al chacal y tuvieron la fatalidad de volcar.
Allí no han aparecido armas que pudieran asegurar una agresión por parte de los jóvenes.
Pero bien, seguiremos el camino propuesto,
ya que estos detalles expuestos, conocidos ya
por el lector, no obedecen sino a conseguir
darle más claridad a la opinión que yo tengo
de la agitación presente de mi jjaís y lo que
en el futuro pudiera ser el pueblo : libre o
esclavo, después de la caída de la tiranía machadista.
En estos últimos días, cuando fueron puestos
en libcrt.id infinidad de presos políticos y Men-
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567
dieta, como dejamos dicho, que se trató de
llegar a un acuerdo entre la oposición política y Machado, figuras .•distinguidas» de! A.
B. C , miembros del directorio estudiantil y
otros elementos revolucionarios, no estuvieron
conformes. Y esto consiste en que las «izquierdas» de Cuba se van yendo de la sombra de
los políticos seudorrevolucionanos de los presentes momentos para por sí mismas buscar
otros horizontes más libertarios que los que le
ofrece la ruin política militante. Según llegó
a nuestros oídos, de personas que nos ofrecen
entero crédito, que los que forman la oposición
política, Mcnocal, Mendicta, Aurelio Hevia,
Miguel Mariano Gómez, etc., a instancia de los
magnates americanos se planeó una manera
política en la que Machacío y su comparsa de
ladrones y asesinos se fueran tranquilamente
para el extranjero y que los políticos oposicionistas hicieran su política como quisieran,
naturalmente que respetando las deudas de los
banqueros yanquis. Es decir, que la oposición
política husmeando el bolín gubernamental, le
coqueteó como casquivana damisela al asunto,
importándole un ardite los impuestos onerosos
que pesan sobre el infeliz pueblo. Es natural
que a Wall Street le importa poco que la '.colonia» la administre Pedro o Juan, el caso es
cobrar sus réditos. Aquí está demostrado como
todos esos políticos han querido hacer de los
Un .Si|:)ccimcn de anarquista apañol. BnndamOi t'jlas jólos a UÍS niñas bien, hormnZ'ídas cuando oyen
hablar de anarquismo y de anarquistas y sólo ilustradas sobre esta materia por las villanías de la
Prensa de la Esquerr.T. Es el cmnpañero Juan Yepes, herido y preso en el hospital de Manrcsa, a
consecuencia de U>s recientes s-ucesos prodiu:id<>s en
Sallenl, al tener efecto el último levantamiento popular para la proclamación del comunismo
libertario.
568
J
anhelos, de las amarguras y los sacrificios del
pueblo de Cuba, simplemente una cuestión
económica. Todo el ideal libertario que guarda
en su alma el pueblo de Cuba queda despreciado y burlado por los que miran todas las
esclavitudes como mera situación económica.
«Es verdad que quien tiene el decoro en las
de otra manera» — podía haber dicho José
Ingeniero —. Pero los políticos oposicionistas a
anfractuosidades intestinales, no puede pensar
ultranza, tuvieron esa debilidad, por un m o '
mente, pues cuando vieron que el pueblo se
negaba a claudicar, ellos optaron por seguir en
la rebeldía. El A. B. C. y todos los elementos
revoluciónanos honrados que luchan por la
libertad de Cuba, dijeron que el único acuerdo que cabía era juzgar los hechos de latrocinios y criminales que ha verificado la tiranía machadista, como delitos comunes, y a u e
pusieran los millones de p>esos robados a disposición del pueblo para pagar las deudas a
los banqueros yanquis. La tiranía machadista
se negó.
Así en estas condiciones nos encontramos
en el mes de diciembre.
El A. B. C. en estos últimos días ha lanzado
una especie de Programa a! pueblo, que si es
verdad que adolece de ciertos defectos para
orientar al pueblo, no está carente de honradez
y un gran espíritu de sacrificio. Y en estos
momentos de dolorosas pruebas para el pueblo
d e Cuba, lo creo como un gran aliciente; su
voz y su valentía demuestran que el pueblo
está presto a seguir luchando y que su ejemplo de agredir, sin exponer a las masas a inútiles sacrificios, es la demostración más palpable
que garantiza la organización como única para
sostener y seguir el estado revolucionario actual. ¡ Pero tened cuidado con los viejos políticos de la oposición, pescadores siempre en río
revuelto: no se apoderen de vuestros sacrificios y vuestra honradez! Precisamente, de este
defecto adolece vuestro programa. Nosotros
los cubanos tenemos que lograr que las masas
rompan con el fanatismo político del omendietismo", el «menocalismo», el «marianismo",
etcétera. ¿Es que no sabéis cómo entre esos
políticos de la oposición husmean con deleite
los grandes puestos gubernamentales? ¿Y que
ellos, por egoísmos y ambiciones en estos críticos momentos, han hecho fracasar más de
una iniciativa por surgir entre ellos la discordia que toda bastarda ambición trae?
Mi opinión es que el pueblo aprenda a no
necesitar del caciquismo político, y por el momento es labor que no se pruede dejar para
luego. Dejar que el pueblo siga en manos de
los políticos es seguir sosteniéndolo en la esclavitud ; y este aserto lo tenemos en la mano
a moverse la oposición y los banqueros yan-
5
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quis para arreglar las cosas de Cuba en estos
últimos días. Y nosotros tenemos que hacer, si
es que queremos ser honrados en nuestra labor revolucionaria, es quitar el velo que cubre los ojos de los cubanos para que vean
como los caciques políticos juegan con sus libertades; hacerles ver que tocios los políticos
de la oposición en New York, para hacer su
política en Cuba tienen que ponerse de acuerdo con Wall Street para que la oposición rija
los destinos del pueblo. Y que eso no es libertad ni es nada.
La labor de nosotros es gigantesca y de algunos años; y en el acierto y honradez revolucionaria está el abreviar el camino. Dondequiera que haya un cubano, decirle que los
"políticos» y los "generales» han sido los que
han vendido nuestras libertades a las arcas de
Wall Street; que esos patrioteros políticos,
unos hoy en el gobierno y otros en la oposición, son los causantes de nuestras misenas y
nuestras esclavitudes; que el pueblo de Cuba
antes y después de la colonia española, nunca
fué libre, pues si cuando la colonia el pueblo
era víctima de los <generales» que mandaban
aquí los Borbones, añora lo somos de los «generales ' cubanos, que muchas veces han asesinado a su pueblo y lo están haciendo actualmente ; y que esos «generales» cubanos que se
aprovecharon del sacrificio de los hombres que
cayeron víctimas de la tiranía de los Borbones
(lo mismo que harán los políticos de la oposición si el pueblo de Cuba se descuida), son los
que hicieron suculentos negocios con los banqueros yanquis, entregándonos maniatados a
su rapiña de piratas; esos «generales» y esos
«políticos» entregaron hasta el día de hoy
a las bancas extranjeras más de ciento setenta
mil caballerías de tierra, mientras ellos, esos
<'políticos» y «generales» dilapidaban millones robados al erario público en los lupanares
extranjeros. Estas son las cosas que el A. B. C.
tiene que repetirle al pueblo muchas veces.
Y conmino a los intelectuales, a los prcrfesionales honrados, que no sean políticos militantes ; a los estudiantes, obreros y campesinos
para que unifiquen sus luchas por nuestra real
libertad. En nuestros hogares, en la calle, en el
café, debemos repetir constantemente una ideología libertaria que sea una verdad para Cuba.
Esta es la o b r a : darle conciencia al pueblo de
Cuba de sus actos morales y económicos; darles conciencia a las masas para q u e no se dejen
embaucar por una política restacueril; hacer
capaz de que esa masa piense en su libertad
sin que se estanque en ningún molde fxjlítico; preparar al pueblo, en fin, para que no
sea el rebano que marche detrás del político.
El A. B. C , aprovechando su acción, puede
ser un factor importante en esta obra y ayu-
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dar a darle al pueblo arrestos de hombría.
Yo no me hago ilusiones, sé C]uc estamos en
las pesuñas capalalistas del imperialismo yanqui, pero SI le damos :.l pueblo conciencia
revolucionaria, pedemos lograr cosas imprevistas. El pueblo americano gime ba)0 la bota de
sus gobernantes como así otros pueblos que
viven Igual que Cuba; nuestro deber es unifi'
car esos pueblos con el pueblo americano y
plantear la lucha. Si no lo hacemos, viviremos
mtichos años estancados, hasta que el pueblo
de los E. V. A. hagan su revolución; y si nosotros les ayudamos y otros pueblos, como Puerto Rico, Panamá, Santo Domingo, etc., podemos adelantar mucho. Todo está que ahora
los ctibanos no de|cn caer sus vidas y sus libertades en los vie]os moWes politices que
nacieron ctiando en el siglo pasado quiso ir
a una insurrección ; un pueblo, que cometió
inútil sacrificio, realizada la insurrección que
muchos pueblos de la América latina realizaron para caer en la reacción de sus "generales»,
mucho peores que los "generales» de los Bor-
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bolles, no debe caer en los mismos sacrificios
y en el mismo pos'crgamicnto.
Los cubanos hemos de tener la convicción
que todos esos políticos )untos no serán capaces de darle libertad al pueblo ni bienestar
económico. ¡ No lo hicieron antes, no lo harán
ahora !
No podemos pensa" en qué parará esta agitación nacional. El A. B. C. ha hecho temblar
el Gobierno, y ni ella ni el pueblo claudican.
¿Qué hará el gobierno americano? ¿Se atreverá a intervenir y de]ar que la tiranía machadista termine tranquilamente su periodo? ¿Y
la obra del A. B. C. será capaz de imponerse
ante las circunstancias y lograr que Machado
y sus lacayos depongan las riquezas robadas
y además purguen sus crímenes en prisiones?
¿Stis agresiones habrán intimidado al gchicrno
yanqui? ¿Qué pensará el gobierno yanqui de
nosclros? El tiempo nos dirá. E''pcremos.
ROSENDO
Cuba, diciembre de
APOI,CATIÍRRA
ig',2.
foSí'v'tw
•
V
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/)/:" LA
ÚLTIMA
569
¡MSURKLCCIÚN
SOLOCAL^A
IM Phiza de Ui Rc/)iií)/irrt, de Mednuisidunui.
Ln vsUi ¡'Iriza /ov Irahajculorei
¡evantcuios en el
reciente Dio-iiiiiiciik) ei>¡nui¡isUi'¡dierlí¡ri(> se hiilienin
con la ¡uer~a pública.
Al fondo, .se i c el
easliüo de Medina,
donde se ¡¡aralK-iaron los obreros.
Ubrando una verdadera
balaUa t o n las
jner'as de ¡guardia cnd y de
earabiiien)s.
57°
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Historia de la pintura en España
Por FRANCISCO PI Y MARGALL
(Continuación)
Esta influencia, conviene, sin embargo, observar que tardó muchos años en sentirse.
Después de Alfón no encontramos, en la primera mitad de aquel siglo, smo pintores en
vidrio, que fueron ocupándose sucesivamente en decorar el ventanaje de la iglesia de
Toledo. Empezó Delfín la obra en 1418, continuóla el maestro Luis desde 1428, Pedro de
Bonifacio desde 1439. Es ya sabido lo que es
la pintura en vidrio; el arte va a tropezar en
ella con nuevas dificultades que no puede
vencer por sí mismo. Preparara bieii los cartones, dibujará en ellos con exactitud, con
gracia, con pureza; se esmerará en dejar
bien decididos los contornos, bien señaladas
las masas de claroscuro, bien marcada la distribución de los colores, y no estará seguro
aún del efecto que han de producir sus composiciones, cuando hayan pasado del cartón
a las vidrieras. El procedimiento es difícil;
las operaciones, muchas y complicadas; los
obreros, gente casi siempre extraña al arte;
los instrumentos, torpes; los vicios inherentes a la ruturaleza de esta clase de trabajos,
escasamente corregibles; por grandes que
sean los esfuerzos de los pintores, ¿cómo han
de poder evitar que salga alterado de dibujo, cambiado el tono, perdidas las medias
tintas, confundidas las luces y las sombras?
La pintura en vidrio participa evidentemente
de los progresos generales del arte; mas no
es, en manera alguna, un termómetro, un indicador fiel de estos progresos. Para serlo deberían adelantar al mismo paso los medios de
ejecución; y no es cierto que éstos y el arte
hayan seguido cada uno por sí una marcha
proporcional a su común destino. En el siglo que nos ocupa, esos medios de ejecución
son ya muy poderosos; fúndense vidrios de
dos capas; se facilita de una manera extraordinaria la apreciación de muchos tonos; fabrícanse piezas de muchas mayores dimensiones y se logra dar más efecto a las figuras ; se trabaja con ahinco para llegar a repioducir mayor número de detalles, y se reproducen, no solamente los minuciosos calados de las decoraciones arquitectónicas de la
época, sino hasta las delicadas bordaduras de
las mitras y capas pluviales de los obispos, de
las cotas y mantos de los reyes. Si los pintores en vidrio del siglo XII pudieran alzarse
de sus tumbas, se asombrarían al ver a dónde
llegó en las últimas catedrales góticas el
arte que tan rebelde se mostró a sus aspiraciones religiosas; mas ¿cabe, a pesar de esto,
dejar de conocer, en las vidrieras de aquellos
templos, defectos que habían desaparecido
ya de las paredes de los claustros y de las
tablas de los altares? Basta echar una ojeada a
esas mismas producciones de Delfín, del maestro Luis Bonifacio; las cabezas de los santos
están ya bellamente diseñadas, bien expresados los sentimientos, copiada con exactitud
la Naturaleza, fielmente traducidos los efectos de la ida, hermosamente plegados los ropajes, llenos los conjuntos cíe candidez, de
elegancia, de belleza; pero en cambio, [qué
confusión no se nota aun en el modo de presentar los objetos! ¡Qué falta de armonía en
los colores! ¡Qué monotonía! La perspectiva lineal aun simplemente desconocida;
todas las figuras se destacan de una misma
superficie. Los contomos aparecen vagos e
incorrectos en unas, en otras duros y fuertemente pronunciados, tan pronunciados, que
no pKjcas veces corren en torno de ellas como
orlas, como fjequeñas franjas. Estas faltas, o
no existían o estaban muy atenuadas en las
obras de las demás clases de pintura; existían aún en las vidrieras, porque aun cuando se esforzase el artista en corregirlas, no se
lo consentían el estado en que se encontraba la fundición, el corte, la iluminación del
vidrio.
No son, pues, los artistas de este género
los que enseñaban la marcha general de la
pintura; son los que pueden concebir y ejecuur sus obras. Pintores sobre el vidrio hubo
otros muchos en el resto de aouel siglo; hubo
un )uan de Santillana, un Valdivieso, un maestro Cristóbal de quienes se habla aún con
orgullo en las catedrales de Toledo y de
Ávila; hubo un maestro Pablo, que vino a
España desde una de las ciudades de Alemania : un maestro Pedro, que dejó por las
orillas del Tajo las márgenes del Sena; pero
no creemos oportuno detenernos en sus
obras, por mái que sea cada una de ellas un
tesoro, teniendo a mano l.is tablas de un )orge
inglés, las de un [uan Sánchez de Castro,
las de un Núñez, las de un Pedro de Córdoba, las de un |uan de Borgoña, que supo ele-
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varse a la altura de los mejores artistas de
Florencia. Las de Jorge Inglés, por sí solas,
arrojan mayor luz sobre la Historia que todos
• los cristales pintados para la iglesia de Toledo. Son escasas en numero, más ricas en invención, en originalidad, en naturalidad, en
delicadeza; hoy, después de cuatro siglos,
atraen aún vivamente las miradas del que
acierta a entrar por primera vez en el pequeño templo del hospital del Buitrago, debido
a la piedad de Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana. Representan, las
de la parte baja del retablo mayor de dicho
templo, la una al marqués y a su paje, orando de rodillas; la otra, a la marquesa y a una
de sus doncellas; contiene la del segundo,
doce ángeles con blancas tunicelas, que llevan en sus manos los doce gozos compuestos
por aquel escritor célebre; la del remate,
un San Jorge que está hundiendo el hierro
de su lanza en ese fiero dragón que ha servido tantas veces de símbolo a la religión y
a la poesía. No sólo está la bien interpretada
en los retratos la piedad cristiana; lo está en
el del marqués la g^-avedad de los años y el
talento: lo está en el de la marquesa la dignidad, el amor tranquilo, la calma de la cjue
ha cruzado ya la edad de las pasiones. Hay
en la cabeza de los dos personajes cierto misticismo, pero no ese misticismo exagerado
tras el cual desaparece por completo la vida
del mundo real, sino ese prudente misticismo
que modifica la naturaleza del hombre sin
ser única causa, que las decide, que dirige
nuestros sentimientos sin observarlos, que es
la faz más marcada de nuestro ser sin constituir nuestro ser mismo.
No sin razón cree uno ver allí al
mismo marqués, al gentilhombre del siglo XI, en quien batallan constantemente la
fiereza del soldado y el poder de la cultura,
la humildad del cristianismo y el orgullo de
la aristocracia; no sin razón cree ver uno a
ese marqués que, después de haber sido espectador de tantas discordias como removieron entonces el suelo de la patria, escribió,
tal vez con objeto de evitarlas, un libro lleno
de doctrina y de experiencia para privados y
para caballeros; las facciones reproducidas en
el retrato revelan aún a nuestros ojos las inclinaciones, el carácter, el alma de este hombre. Pudo faltar acierto al autor para copiar
fielmente los rasgos fisonómicos de este varón ilustre; pudo faltarle una mano más
enérgica, un pincel más valiente; mas no
faltó corazón para comprenderle, para identificarle con él, para concentrar y dar nueva
vida dentro de sí a sus ideas, a sus sensaciones, a sus sentimientos.
Las figuras de los ángeles están llenas de
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poesía. Visten un traje raro; mas llevan pintado en el rostrc ese candor y esa beatitud
con que los suele concebir la fantasía al leer
las sagradas inspiraciones en que se les describe agitando dulcemente sus alas alrededor del trono de los cielos. Son espirituales,
divinas; son esbeltas como esos altos álamos que cubren las orillas de los ríos; son
bellas com las flores cuando abren su cáliz
al rocío que sacude sobre ellas la encantada
aurora; son dulces y brillantes como la luz
de esas estrellas que vemos chispear entre
los ramajes frondosos; son ricas de amor
como una virgen cuyo corazón no han turbado aún más que imágenes vagas evocadas
en sueños por su imaginación de niña; son
vaporosas y transparentes como el alba; son
risueñas y tranquilas como el primer rayo del
Sol que viene a herir la sombra de la noche.
Respiran todas juventud, gracia, hermosura;
revelan, además, inteligencia. No son figuras de niños, como las de los ángeles pintados
por artistas de siglos posteriores; son figuras
más varoniles, mas propias, quizá, si atendemos a que está representado en ellas el espíritu, cuyo desarrollo nos constituye hombres.
Los pintores de la Edad media no poseyeron,
de mucho, los conocimientos filosóficos e
históricos que los de la Edad moderna; cometieron a cada paso errores y graves anacronismos; vistieron no pocas veces de una manera harto ridicula las sombras que quisieron arrancar a lo pasado; tradujeron demasiado literalmente su época en las escenas de
siglos apartados, que pintaron a impulso de
las mismas creencias religiosas; pero comprendieron mucho mejor »os misterios teológicos; penetraron mucho más allá en el mundo de los seres invisibles; tuvieron ideas más
exactas sobre la significación y naturaleza de
estos mismos seres; se supieron hacer más
cargo del espacio que media entre la vida
real y la futura, entre el solio de Dios y el
trono de los reyes, entre la tierra y el vasto
firmamento. La teología fué la síntesis científica de todo aquel largo período; el arte,
que era aún esencialmente religioso, no pudo
menos de ser el vivo reflejo de sus ideas y sus
adelantos.
No estuvo menos feliz el autor en el San
Jorge, ni en un Santiago y un San Sebastián, que fueron, en otro tiempo, el adorno
de los retablos laterales y hoy están colocados junto al presbiterio. San Jorge y Santiago van en ligeros e impetuosos caballos
cuyas crines flotan a mercea del viento. Están los dos en lucha: aquél con una fiera;
éste, cpn los infieles sarracenos; lleva, el uno
enristrada lanza; el otro, la espada enarbobda en alto; mas ni en el uno ni en el otro
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se ve pintado un valor tranquilo, hi)o ya de
la confianza en Dios, ya de la conciencia de
sus propias fuerza?. No hay en ninguno de
ellos ese furor que se observa en el semblante
de los mortales embriagados por el polvo del
combate; no hay esas posiciones violentas
del que busca en la batalla la satisfacción
de su sed de gloria o su venganza. Aparecen
uno y otro como dos verdaderos soldados de
la fe, como dos enviados de Dios venidos a
la tierra por librarla de los males que la agobian, como dos seres movidos por un ser superior cuyos designios cumplen sin saberlo.
¡ Lástima que sus caballos no tengan más gallardía y más graciosas y elegantes formas!
¡ Lástima de esa arrogancia y movimiento
que Céspcde y Virgilio supieron comunicar
a los suyos con el mágico pincel de la poesía ! La pintura del caballo, sin embargo, es
aún hoy una gran dificultad para los artistas. ¿Cómo no había de ser un escollo para
un pintor del siglo XV? En el San Sebastián
no tuvo que luchar éste con tan grave obstáculo, y ganó en ello la figura del mártir,
mucho más armónica y bella que la de los
dos bravos combatientes. No sólo presenta
esta figura un dibujo más correcto; está mejor colocada; tiene, si cabe, más verdad, más
colorido. Los ojos están vueltos al cielo; el
labio, ligeramente contraído; el cuerpo, ensangrentado; el tormento, el dolor, h *f,
pintados en tan sencillos rasgos. No hay necesidad de verlo mucho para conocer que el
héroe tiene el alma concentrada en Dios y
sabe sobreponerse al sufrimiento; no hay
necesidad de verlo mucho para conocer que
hay en él resignación, esperanza, deseo de
atravesar la puerta del sepulcro que acaban
de abrirle en las fatigas de la guerra; al
cristiano fortalecido en las nuevas creencias
que ha adoptado; al varón justo y constante a quien no logran desviar de su camino
ni la acerada punta de las flechas ni el temor de la muerte. Píntale Inglés con amor,
con entusiasmo religioso; logró revestirle de
verdad; logró dar carácter a una figura dificilísima para el que no sabe concebir cuánto
alcanza en nosotros la fuerza de una idea, el
sentimiento de la verdad y la justicia.
Es siempre el corazón el que hace al artista ; donde está aquél dominado por la inteligencia, casi nunca hay arte; donde obra libremente, donde se abre a toda pasión, a
todo afecto del alma, vive el arte y encuentra elementos de progreso. Al empezar la
segunda mitad del siglo XV no había aún
sistemas que mandasen sujetar el corazón al
frío raciocinio; el amor, la gloria, los instintos caballerosos ahogaban el grito del interés y la inflexible voz del cálculo: la admi-
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ración de la antigüedad no había venido aún
a secar las fuentes de esa candida inspiración
que produjo las más grandes obras de toda la
Edad Media; la imprenta no se había encargado aún de cubrir el fuego de nuestros
sentimientos, con las cenizas de la d u d a ; no
sólo no decayó el arte, floreció como no
había florecido en ningún tiempo; tuvo en
todas partes alumnos, tuvo en todas partes
genios que aceleraron la modesta marcha que
iba siguiendo desde el siglo XIII. Dedicábase
con ahinco a la pintura mientras jorge Inglés
ilustraba con sus obras la iglesia del hospital, de Buitrago, y el ya citado Sánchez de
Castro, cuyos restos conserva todavía el pequeño templo consagrado a San Román en
la ciudad de Sevilla. No había dado a luz
ninguna de sus tablas; mas no tardó en ser
llamado para decorar una de las capillas de la
grandiosa catedral que aquella ciudad encierra. Tuvo que hacerse en 1454, para la capilla
de San ¡osé. un retablo compuesto de tableros, según costumbre de aquel tiempo; y fué
Castro quien pintó en él, en medio de bellas
imágenes de santos y profetas, un nacimiento, que si no por la firmeza del dibujo, cautivaba, cuando menos, por la ternura de que
estaban poseídas las principales figuras de la
escena. La Virgen tenía puestos dulcemente
los ojos en la cuna en que el Redentor acababa de abrirlos a la luz del día. Veíase pintado en su semblante el amor, el gozo de
verse madre: pero, más aun que el amor y
el gozo, cierta adoración profunda, hija de
la fe que tenía en el futuro destino del que,
siendo hijo de Dios, había escogido por lugar
de su nacimiento el fondo de un pesebre. El
Patriarca seguía también con la mirada fija
sobre el recién nacido; mas no movido de
veneración ni de amor, sino abrumado por la
grandeza del misterio que había tenido lugar
en tan humilde estancia, jesús se sonreía;
su cuerpo estaba radiante de gracia y de belleza : de majestad su rostro; de dulzura sus
ojos; de espíritu su frente, ancha, despejada,
tranquila, como su corazón nunca alterado
por el furor de las pasiones ni por la negra
borrasca que amontonó sobre él, después de
muchos años, la ingratitud de sus mismos
escogidos, la tiranía de los poderes dominantes y la ignorancia de esos mismos pueblos,
cuyas manchas venía a lavar con su sangre.
Aparecía en lo alto un ángel y no faltaba
ya más para completar la escena. El mundo,
antes de cumplirse ese misterio, estaba sumido en la amargura; era preciso anunciarle
Que el término de su esperanza había llegado, que su Salvador había nacido; y era ese
ángel el que le participaba desde el espacio
la agradable nueva. No era ese invitado de
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Dios de los m á s bellos ; m a s se veía a ú n q u e
era un espíritu, q u e sus formas h u m a n a s n o
eran sino un velo, bajo el cual se manifcstaban al s e n t i d o de los h o m b r e s . Sus facciones
e r a n t o d a s delicadas y expresivas, sus m i r a das afectuosas, sus labios e n t r e a b i e r t o s , finos
y nacarados, c o m o los fuegos d e la a u r o r a .
Dibujaba Castro con inteligencia y h a b í a sab i d o c o m u n i c a r a todas las figuras cierto e i i '
c a n t o : las había s e n t i d o d e una m a n e r a tan
n a t u r a l c o m o g r a c i o s a ; las había d a d o cont o r n o s s u a v e s ; las había r e v e s t i d o d e ligeros
r o p a | c s , a través d e los ctiales h a b í a h e c h o
ver sm afectación las principales f o r m a s de
los cuerpos. T a n btien p i n t o r c o m o d i b u j a n te, las había p r e s e n t a d o , a d e m á s , con vivos
y bien a r m o n i z a d o s colores, con una acertada
d e g r a d a c i ó n d e t i n t a s q u e le h o n r a b a n o sólo
a él, sino a su siglo. N o se había d e m o s t r a d o
g r a n d e ni a t r e v i d o a la i n v e n c i ó n , pero sí en
el m o d o d e a g r u p a r y p o n e r en c o n t r a s t e los
objetos, l.os disponía con a c i e r t o ; d a b a a
cada i m o de ellos espacio, atmósfera, un c a m p o d e t e r m i n a d o y d i s t i n t o . N o sería un g e nio, pero i n d u d a b l e m e n t e un artista a q u i e n
faltaba m u y poco para llegar a la altura de
su época. Se le ha criticado a m a r g a m e n t e , se
le ha ridiculizado si no por la obra q u e h e m o s
descrito, por otras q u e t u v o lugar de ver y
e x a m i n a r P a c h e c o ; m a s ¿ e r a f u n d a d a esta
c r í t i c a ? ¿ P o d í a ignorar P a c h e c o q u e les d c fcclos q u e le cchaiía en cara n o eran de Castro, sino de su siglo, no ya s o l a m e n t e de su
siglo, de toda la E d a d m e d i a ? ¿ q u é cargo
p u e d e ser para ini artista del siglo XV el de
q u e haya ¡jintado una V i r g e n con un rosario
en la Dared o en el cinto, o el d e q u e haya
vc.';t;do d e pontifical a u n o de ios arcángeles?
La E d a d media ha sido ai'in p o c o aplicada y
m e n o s c o m p r e n d i d a ; t o d a falta, t o d o h e c h o ,
basta q u e exista para q u e s u p o n g a m o s una
razón q u e los m o t i v e ; y a n t e s d e criticarlos,
c o n v i e n e saber si esta razón d e existencia es
o n o más poderosa q u e la idea q u e ha d e reformarlos.
Eos defectos de Castro, q u e eran los de
sus c o n t e m p o r á n e o s , n o rolo t u v i e r o n razón
d e e x i s t e n c i a ; t u v i e r o n en su favor la t r a d i ción, la práctica no internimpid.a de un gran
ni'imcro de siglos. ¿ Q u é razón p u d o ser
aquella?
- s e nos p r e g u n t a r á
. ¿ Q u é causa p u d o legitimar tanta ignorancia en una
época en q u e e s t a b a n tan a d e l a n t a d a s b historia, la ciencia y la poesía? R e c o n o c e m o s la
necesidad de e x p l i c a r l o ; m a s n o c r e e m o s q u e
sea este el lugar o p o r t u n o para h a b l a r d e u n
h e c h o cuya explicación bastará q u i z á para
•descifrar gran parte de los e n i g m a s encerrad o s en ese largo período, q u e empieza con la
caída del Imperio y acaba con la c o n q u i s t a
B
L
A
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C
A
57 3
de las Indias de O c i d c n t c . El capítulo i n m e d i a t o está c o n s a g r a d o por e n t e r o al e s t u d i o
del espíritu, carácter y t e n d e n c i a s de toda la
E d a d media ; en él es d o n d e , a n u e s t r o m o d o
d e ver, c o r r e s p o n d e t r a t a r d e esta y de otras
m u c h a s causas q u e h a n d e t e r m i n a d o la m a r cha general del arte, y le h a n d a d o la o r g a n i zación m á s o m e n o s viciosa q u e h a t e n i d o .
El o b j e t o d e este capítulo n o está aún llenado
y c o n v i e n e llenarlo del t o d o antes de dejar
la historia por la a n t o r c h a de la filosofía.
Dejó S á n c h e z de Castro en Sevilla, a d e más de m u c h a s obras q u e están ya m u y rest a u r a d a s y p e r d i d a s (i) un discípulo q u e n o
t a r d ó en o b s c u r e c e r l e : [uan N ú ñ e z t u é ya
t o d o un a r t i s t a ; conijjrendió la N a t u r a l e z a
mcjor q u e su m a e s t r o ; e s t u v o d o t a d o de
m á s i m a g i n a c i ó n ; d o m i n ó m á s el v e r d a d e r o
c a m p o de la poesía religiosa. N o sólo p i n t ó
con soltura y destreza ; llegó a poseer hasta
los secretos d e la p i n t u r a ; dió vida a la cabeza de sus v í r g e n e s ; i m p r i m i ó toda la m a jestad de la m u e r t e en el rostro de sus imág e n e s d e C r i s t o ; imitó los ropajes hasta el
p u n t o de llegar a representarlos, con la m a yor o m e n o r flexibilidad, con el m a y o r o
m e n o r relieve, con la m a / o r o m e n o r ímiira
q u e a c a b a b a n de d i s t i n g u i r en ellos sus sentidos.
(I) I.,IS obr.is n que: aludimos j^nncij^.ilnicii.e
• on -Sil San Cnstólinl". y.i hárbar.imcnic rcsi.iLir.iti is, (jLic ccmscrv.i l.i iglesia de S.in Julián de ac]uc11a misma ciudad, y su -San Ildefonso . de rodillas,
cuc jiniló en la pared jioslenor del ¡iresbiicno que
^í'íiÍA la anlif^ua iglesia de este nombre.
¡X)S GRANDES
ANTROS DE LA EXPLOTACIÓN
CAPITALISTA
He (Ujuí un asj)ecU> de ronjunío de ¡os jamOiOi
AUos Hornoí, de ViZ¡¿aya, enorme lugar de exblatactón del prolelariado, que detentan los magnates
del hierro htlhaínus. El Neri'ión, cruzándolos, es la
gran vía náutica, ¡¡ue permite el transporte de los
pesados ¡lUmes de mineral, arrancado a ¡as entrañas
de la tierra por ¡os mineros miseral)¡í:mente pagados.
574
N
R
Mussolini en camisa
No se trata de un libro dialogado. La pa'
ciencia del autor no hubiera podido aceptar
el diálogo con el Duce. ¿Se discute con un
ente tan servil como el dictador de la Italia
fascista? Sólo Ludwig pudo permitirse semejante largueza.
Borghi renuncia a sufrir la compañía del
César carnavalesco. N o quiere alternar ni discutir con el fanfarrón del movimiento social.
Hace bien. N o se discute con un ente así. Se
le mata cuando se pone a tiro para que se
libre el mundo de su pestilente presencia.
Armando Borghi, secretario que fué de la
Unión Sindical Italiana, conoce bien a MussO'
lini y de cerca. En sus años de militante, pertenecía Mussolini a la extrema izquierda del
movimiento obrero. Se cruzaron yendo por
vías distintas. El payaso dicta su voluntad a
un pueblo arrodillado, mientras Borghi, lejos
de su país natal, ha de buscar refugio contra
la vindicta sanguinaria de los asesinos a sueldo del sicario.
¿Hechos, documentos? ¿Para qué insistir
repitiendo los relatos que se refieren a la vida
orgullosa del Napoleón fracasado, al que tratan de exaltar sus parciales los cortesanos e
histriones de contrabando con objeto de servir una mala causa y lucrarse con prebendas
por los servicios prestados? «El ex matamoros
del socialismo, ascendido directamente desde
el hollín a las esferas supremas donde moran
los ungidos del Señor, gusta del olvido para
su pasado inmediato, cuando actuaba de perdonavidas contra la sociedad capitalista. Para
conseguir el olvido se emperifolla con pacotilla de carnaval: cruces, espadas de honor,
bastones de mando, pingajos, estrellas, plumeros, pasamanería, recompensas por supuestas
heroicidades guerreras, fastuosa librea y uniformes de opereta, sin olvidar la coraza que
protege su preciosa persona.»
Tal es la imagen que concebimos de aquel
'•enviado de la Providencian, como gusta de
repetir el Papa.
Borghi ha querido desnudar al semidiós
que algunos periodistas pagados querían glorificar y exaltar hasta la región del mito alocados ptar la escenografía apoteósica del patrón convertido como la rana de la fábula
en bestia bovina.
«Mussolini en camisa» es un libro de recuerdos personales a la par que de evocaciones históricas. Ayuda a conocer al hombre
tal como es, no como lo pintan. No hallaremos carne de héroe dentro de la apestosa y
sangrienta camisa negra; hallaremos al canalla, ladrón de la política, charlatán y presumido sin audacia.
Su personalidad y origen no pueden permanecer en la penumbra. Alejado de Italia,
y no por cierto en busca de aventuras como
se complacen en explicar sus apologistas de
última hora, era un refractario. Saltó la frontera en la época de su entrada en quintas.
Se le acusó como ladrón y vagabundo. N o
haremos pasar agua por el molino de la legalidad. S I insistimos es únicamente porque
los lacayos de Mussolini tratan de borrar tales rasgos que hacen sombra a su vida de demagogo. Mussolini, que persigue implacablemente y con odio inaudito a los refugiados
políticos, acusándoles de emplear documentación ilegal mientras se niega a dar {pasaportes
legales, usó en Suiza un pasaporte ilegal,
como reconoció él mismo el 9 de abril de
1904, cuando se presentó a retirar la documentación y fué detenido e interrogado:
«Reconozco que está r a s p d a la fecha de
1903 para escribir sobre ella la de 1905, v aunque no soy autor de la falsificación, declaro
que me he servido de ella con conocimiento
de causa».
Expulsado de Suiza, vuelve a Italia y lleva
una vida mediocre. Por doquier deja trazas
vulgares. Su cultura superficial aparece patente, una cultura de baratillo. Parece sentir
la «morbidez del reclamo» y «una tendencia
insoportable a la paradoja y a la afectación»,
lo que hace decir a Berneri: «Siempre se
veían al alcance de su mano obras de Schopenhauer, Nietzsche y Stimer; su megaloma'
nía le llevaba a considerarse superhombre;
por atavismo aspiraba más al poder que a la
conquista: se consideraba un ser excepcional, creyéndose con derecho al renombre y a
la suerte; hablando con Nanni llegó a decir
que había encontrado pocos hombres en Italia capaces de compararse con él.»
Querríamos presentar a los apologistas de
Mussolini la hoja de servicios subversivos de
su ídolo y la ficha de antecedentes penales, y
no por creer que representan un deshonor.
Pero cuando se reniega con la desenvoltura
que lo hace Mussolini del pasado para ser
ministro de Guerra y Marina, general de la
milicia, dictador de lulia y quien sabe qué
cosas más, conviene refrescar la memoria de
los aduladores aunque sólo sea para reproducir el aasado del restaurador y defensor del orden, de la moral, del monarca y del Vaticano,
A
Resulta curioso analizar los hechos que llevaron a sentarse en el banquillo al traductor
de «La Gran Revolución» y «Palabras de un
rebelde». Gritó contra los reformistas y los
persiguió, habiendo hecho la apología del regicidio diversas veces en «La Lotta di Cíasse», como en ocasión de ser herido de muerte por un terrorista ruso el ministro Stolipyn.
<( ¡ Gloria al hombre que consumó el gesto
vengador!», escribió Mussolini.
Enemigo encarnizado de los reformistas y
antipatriota, no cejó en sus campañas atacando con virulencia a los tiburones de la política bélica. En el camino de la propaganda
cruza por entre la hecatombe del reformismo. Se convierte en el hombre de la situación. El «Avanti», órgano del partido socialista, pasa a manos de Mussolini.
Cuando sopla el huracán de izquierda, se
deja llevar Mussolini por la corriente. Al olfatear la bonanza, se apacigua. Cuando en
1913 adquirió en Italia un giro inesperado la
agitación revolucionaria que tenía por tema
principal el antimilitarismo, vemos a Mussolini entrar en batalla a fondo contra los vendidos y los traidores tripolitanos. Cuando
volvió Mala testa a Italia en junio de 1913,
Mussolini dedicó al viejo libertario una ardiente apología, que ni siquiera agradeció
Malatesta. EÍ dictador se acordó sin duda,
pues-tuvo secuestrado a Malatesta en los últimos años de la vida de éste.
En la historia social de Italia se habló mucho de la Semana Roja, aquel movimiento
que llevaron a cabo las fuerzas obreras y políticas contra la monarquía, con protestas y
episodios de violencia. Fué en 1914, del 7
al 14 de junio. Mussolini no hizo nada. Escribe Borghi: «Mucho se habló de él en
aquella época, no sólo por dirigir el único
periódico socialista italiano, sino principalmente porque nadie esperaba halfar en el
órgano de un partido parlamentario, en el
poruvoz que había pasado por manos de
hombres prudentes y legalistas como Bissolati, el lenguaje extremista empleado por
Mussolini. Aquel extremismo suscitó fogoso
entusiasmo y violenta indignación según el
punto de vista de cada individuo. Mussolini no intervino en nada. El movimiento se
inició en Ancona, propagándose hacia Ravena y Forli, llegando a alcanzar tal amplitud
que pudo creerse en la posibilidad de una República en aquel territorio italiano, que_ ocupa una situación análoga a la de Cataluña en
España. ¿Cómo es {xnible suponer que el
dictador de hoy estuviera ligado íntimamente
al movimiento si Angélica Balabanoff, que
estuvo dos años con Mussolini en el «Avanti», se refiere a Benito en estos términos:
N
575
«Héroe de opereta, sufría frecuentes cnsis de
terror durante las cuales veía enemigos espiando en todos los rincones y por la noche
tenía miedo hasta de su sombra»? Incluso
cuando iba a visitar al médico el héroe sifilítico, para hacerse tratar por el mercurio, necesitatía compañía... Extinguida la Semana
Roja se inicio un conflicto mucho más grave, conflicto que iba a comprometer al mundo entero y tuvo como prólogo el atentado
de Sarajevo.
Al principio de las hostilidades no intervino Italia en la guerra con los aliados, sino
que permaneció neutral, como se sabe. El
partido socialista celebraba su victoria electoral. Mussolini fué elegido concejal de Milán.
Se iban produciendo deserciones en el seno
del partido socialista. Se dibujaba un movimiento favorable a la entrada de Italia en la
guerra formando parte del grupo aliado.
El ambiente enrarecido por la mentira se
convirtió en algo letal, impidiendo al pueblo
formarse idea exacta de la situación. Revelóse en aquella ocasión Mussolini como campeón de intransigencia pacifista. Contrastemos su actitud con la que adoptó más adelante.
El 16 de agosto de i g i d escribía como colofón de un artículo: «Fieles seremos a nuestras ideas socialistas e internacionalistas
hasta el fin. El temporal pod'-á afectarnos,
pero no afectará a nuestra re.»
Combatía a los Orano, a los Podrega, Montitelli, Bonomi y Bissolati con estas palabras:
"Las vertientes del Rubicón son como hormigueros de hombres que aspiran a venderse;
haced ofertas a los traficantes de la feria de
las conciencias porque los hay de toda cualidad, origen y edad.» El extremista del internacionalismo se pasó al enemigo quince
días después, exaltó el programa intervencionista, abogó por la guerra al lado de Francia
y abandonó el «Avanti», fundando «11 Popólo d'Italia» con los subsidios que le facilitaron desde Francia. ¡Milagro! Influido por
la gracia, hallaba Mussolini su camino de Damasco como san Pablo.
' En el capítulo séptimo del libro nos explica Borghi magistralmente las circunstancias
de la compra. Conocemos al sujeto que se
vendió y tenemos pruebas de su sinceridad y
lealtad cuando cambia una opinión defendida
con calor por la contraria y defiende luego
con no menos calor esta última. Sin embargo, desearíamos que el ciudadano Marcel Cachin, que desempeñó un papel de primer actor en la conversión de Mussolini, nos descubriera algunos detalles expresivos del nuevo
credo del dictador. El mutismo de Cachin
nos ha parecido extraño hasta ahora. ¿ T e m e
576
que se descubra lo que hay en el fondo del
asunto? De todas maneras no es un secreto
para nadie que Dumas, el secretario de
Guesde, entregó a Mussolini 15.000 francos
de una vez y fué abonando 10.000 cada mes.
Era el preciO'palanca suficiente para que un
político del temple de Mussolini revisara su
posición política.
Hablemos del generalísimo de fuego, de
sus condecoraciones y del "partido de la vic'
toria... ¿Generalísimo de fuego este héroe de
cine que no estuvo seis meses en el frente?
¿Fué herido? S í : en un ejercicio de lanzamiento de bombas en Bettica. ¿Generalísimo Mussolini, que estuvo continuamente con
licencia? Fué condecorado, pero no por ningún hecho de armas : obtuvo condecoración
como todos los cabos y sargentos sin nota
desfavorable en la hoja de servicios. ¿Rayo
guerrero? ¿loffre, Hindemburg? ¿Napoleón
valiéndose de victorias imaginarias? En resumen, no fué más que hombre de humos
como lo fueron b s petulantes de su banda :
Pasella, Rossi, Bianchi, Tancredi, Rossini,
Philippini y Dumini, cangrejos revolucionarios expulsados de todos los partidos, que
formaron un fascio y constituyeron lo que
después se llamó fascismo.
La industria de especular con el miedo
ocupaba el lugar del ideal para Mussolini.
Para evitar las náuseas se pasan por alto detalles y circunstancias. A la banda se unió F>OSteriormente Balbo, asesino de Minzoni en Argenta,
Llegó el período de la trasguerra, una hora
desgraciada para el fascismo: la sombra de
Zarathustra, el Estado-rodillo triturando a
los hombres, la cárcel, los verdugos... Y todo
dominado por el odio de Mussolini, odio tenaz y altanero que profesa desde que se le
excluyó del partido socialista, odio de "me
las pagarás» que arrastra los fracasos de antaño y escupe en el plato que le sirvió tanto
tiempo para comer. Thermidor con camisa
negra, reverencias a Malatesta, cargos contra
el monarca... Tal fué la primera edición del
programa de Mussolini antes de formular el
aceite de ricino... Y siempre tenía preparada
la puerta de salida o mejor, de escape, si las
cosas salían mal. Después de César nuevamente resonó el "veni, vidi, vici» triunfal. Un
hombre velaba "para salvar a Italia de la
anarquía».
Es preciso confrontar datos, hechos y fechas, reconstituir la verdad, hablar de Fiume
y de su héroe, de su antiparlamentarismo,
mero trampolín electoral para huir ante el
peligro. El charlatán del oportunismo no em-
N
prende la marcha sobre Roma más que cuando quiere el rey y le llama éste. El supuesto
héroe de bronce parece un bloque de gelatina.
Multiplicando las infamias y acumulando
una sobre otra, hace asesinar a Mateotti y se
consolida en el poder, aprovechando la falta
de plan de oposición, apocada por la grandilocuencia escudriñadora e histriónica de Mussolini. La marcha sobre Roma la hace con librea de felicidad al monarca, que veía volar
la corona. Mussolini acude al llamamiento del
rey que pide socorro y obtiene los residuos
de una victoria desastrosa, de una victoria
pírrica. Perdón por presentarme ante la majestad con camisa negra — dice Mussolini —
al regreso de una batalla que por fortuna no
fué ciuenta. Os traigo la Italia regenerada
por nuevas victorias y soy vuestro más fiel
rervidor...
Se da beligerancia al bandidaje, sagrado ya
y oficial. Se legalizan los crímenes fascistas
y queda Mussolini como personaje inviolable,
rurgiendo la orgía imperial. "Se mató en hospitales, escuelas, iglesias y prisiones; se mató
en casas y calles. A cuantos tienen la misión
de aliviar las miserias humanas — enfermeros, médicos, abogados, bomberos — se les
prohibió que .icudieran en socorro de las víctimas. Se castigó a los hijos en las personas
de los padres y a familias enteras por uno de
sus miembros perseguido porque se substraía
a la cárcel o a las violencias fascistas. "Era
Mussolini el hombre elegido por la burguesía
para salvarla del trance en que se debatía,
mientras procuraba salir de él. Mussolini se
aprovechó y movilizó en su provecho la gavilla dorada.
Pero en las postrimerías del reinado, Mus;clini ha escrito ei epitafio de su tumba de
mañana: "Lucetti, Zamboni, Schirru, Bovone, Sbardeletto, Mattcoti.» El Duce ha firmado su sentencia de muerte, como dice tan
ingeniosamente Han Ryner en el prólogo del
libro de Borghi, recordando la frase de Lamartine: "No tengo opinión, sino desprecio-. Desprecio merece únicamente Mussolini, manchado de sangre. Recordemos que todas las conciencias sienten ante el Duce y sus
aduladores el mismo impulso de viril desprecio que Lamartine por Napoleón y sus turiferarios.
I Musolini en camisa», es libro que conviene leer antes de hablar o escribir sobre el
régimen fascista y el gran malhechor que preside sus destinos.
HEM DAY
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