Ciencia ¿Impostores de la ciencia? ¿Impostores de la ciencia? David Zurdo Aunque se podría hablar largo y tendido de toda clase de imposturas intelectuales, este artículo se va a centrar en los científicos impostores que, a lo largo del tiempo, han adquirido una notoriedad basada en sus engaños y embustes. Algunos de estos científicos gozaron de enorme prestigio y una talla mundial; los hay incluso galardonados con el premio Nobel. Hubo quienes inventaron los resultados de sus experimentos, e incluso quienes inventaron, sin pudor alguno, tanto los experimentos como los resultados. Pero no todos fueron desenmascarados con facilidad: algunos recibieron becas y subvenciones, premios y reconocimiento, o hasta la aplicación de sus ideas en prolongados períodos de tiempo. Incluso los hubo que acertaron con sus prácticas fraudulentas. La verdad es que hay de todo. Prepárese. Vamos a hacer un pequeño viaje por la senda más torcida de la historia de la ciencia, así que póngase cómodo y disfrute de las mentiras de quienes mejor supieron mentir. NN Figura 1. Algunos científicos merecerían estar en el laboratorio del profesor Bacterio Autores científico-técnicos y académicos 57 Insisto en que estas páginas van a estar dedicadas a los científicos que engañaron al mundo, pero no puedo evitar hacer aquí algunos comentarios colaterales. Supongo que todos recordamos el episodio de aquel artista alternativo y contestatario que, con ayuda de unos amigos, logró colgar un cuadro suyo en la sala principal del museo Gugenheim de Bilbao. Hasta que fue retirado, el cuadro estuvo varias horas en la sala, con cartelito y todo, sin que ningún visitante se apercibiera del engaño. Después apareció el artista en un vídeo asegurando que su pintura era absurda, y sólo tenía como fin demostrar que el arte moderno es una estafa, algo en lo que cualquier persona con la debida promoción puede destacar (y destacará, ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? lo era Transgrediendo las fronteras: hacia una hermenéutica transformacional de la gravitación cuántica. La revista aceptó el artículo y lo publicó en 1996. sin duda, a costa de los sesudos mentecatos que, de pronto, han decidido entender de arte). Bien, pues la reacción del mundo del arte, con el culo al aire por esta demostración, y tratando de evitar que su jugoso negocio se resintiera, ha sido comprarle el cuadro y admitirle en su selecto grupo de auténticos artistas. ¡Enhorabuena! Poco después, Sokal publicó otro artículo en la revista Lingua Franca, en la que reconocía que su anterior artículo era un engaño, un texto con el único fin de poner al descubierto la impostura que se estilaba en muchos estudios culturales. El revuelo fue, como se podía esperar, mayúsculo. En palabras de Edison Otero: El mismo autor de este artículo (para servirles), que es un bromista redomado, tiene una imagen suya de respetable tamaño colgada en una galería de ilustres de un lugar muy conocido y culto de Madrid, pero de cuyo nombre no quiero acordarme. En dicha foto, que es un aceptable montaje, aparezco vestido de emperador del Imperio Austrohúngaro, con varias condecoraciones y posando en los jardines de mi palacio. Nadie se ha dado cuenta de la broma. En ese mismo lugar, también he puesto, con ayuda de otros locos de mi calibre, una chapa dorada en un enorme busto que, vergonzosamente, no tenía identidad. La inscripción de esta chapa reza: Phoulanus María Detall, 1869-1936; esto es: Fulano de Tal. Lleva ya más de un año sin que, igualmente, nadie se haya dado cuenta de la broma, y eso que hasta un copetudo ministro ha dado una conferencia en la sala en la que el busto se encuentra bien a la vista. En verdad, todo el experimento Sokal es algo sorprendente y admirable. Digamos que los medios intelectuales, tan dados a ceder a las modas de turno, requieren de tiempo en tiempo una operación de higiene conceptual, de sometimiento de la charla a los cánones del rigor lógico, de la consistencia y del contraste con la evidencia disponible. No debemos olvidar que estas imposturas se repiten cada día en la televisión, el cine, las revistas culturales, los diarios, y en los lugares más insospechados ¡Y no son una broma! En cambio sí que son una buena forma de llenar las cuentas corrientes, mezclando en la coctelera la basura con la cultura, si es que la cultura es algo distinto del poso que, en cada uno, queda después de asimilar (que no sólo adquirir) los conocimientos. Figura 2. Alan Sokal Según Sokal y Bricmont, muchos científicos han abusado de conceptos que no conocen bien o que no entienden completamente, e incluso los tergiversan en beneficio de la defensa de sus planteamientos. Un caso flagrante lo constituye el abuso de teorías como la Relatividad, la Cuántica, o del Caos sin la necesaria autoridad intelectual. Uno de los hechos que denuncian los autores en su libro es el exceso de erudición superficial, que lleva a la charlatanería. Es una práctica común en nuestro mundo de cultura, en el que se llama intelectual casi a cualquiera. Eso sí: la tontería es un derecho, y no vamos a negarlo ni aquí ni ahora. El Experimento Sokal Hace cuatro años, dos físicos de prestigio reconocido, como son Alan Sokal (Universidad de Nueva York) y Jean Bricmont (Universidad de Lovaina), publicaron juntos un libro titulado precisamente Imposturas intelectuales, cuyo objeto era desmontar las falsedades de muchas figuras notables e intocables del mundo intelectual. En 1995, Alan Sokal envió un artículo escrito por él, repleto de abstrusas reflexiones, pensamientos de complejidad incomprensible y citas cultas, a la revista Social Text, de gran prestigio en la cultura de los Estados Unidos. Su títu- En este mismo sentido, el autor italiano Federico di Trocchio escribió un libro hace diez años titulado Las mentiras de la ciencia, en cuyo texto de contraportada se dice lo siguiente: Los científicos engañan desde siempre, y no sólo los mediocres; entre la nómina de falsificadores nos encontramos con los nombres de prestigiosos pre58 Autores científico-técnicos y académicos ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? Claudio Tolomeo mios Nobel y con los creadores de la ciencia moderna. [...] Desde que la ciencia pasó de vocación a profesión, se engaña por dinero: para poder financiar investigaciones, proyectos, instituciones, o por el mero afán de lucro, gracias al cobro de patentes. El fraude científico ha pasado a ser un hecho habitual, y para combatirlo se han creado comisiones investigadoras especializadas. Claudio Tolomeo está elevado en un pedestal por sus trabajos científicos, llevados a cabo en el siglo II de nuestra era. De hecho, el título de su más famosa obra, el Almagesto, viene a significar ago así como la más grande obra escrita. Si no se hubiera perdido la costumbre de divinizar a las personas, probablemente Tolomeo hubiera sido un candidato ideal para subirse a los altares. En el prólogo de esta misma obra, Di Trocchio afirma, no sin una buena dosis de humor, que: Claudio Tolomeo realizó un catálogo de estrellas muy detallado e importante, el más amplio y preciso de la antigüedad. Pero lo cierto es que lo copió sin pudor ninguno del gran astrónomo Hiparco de Nicea, que vivió un par de siglos antes que él. Y ni tan siquiera se molestó en agregar las estrellas que Hiparco no pudo incluir por haber realizado sus observaciones a diferente latitud de Alejandría, ciudad ésta donde Ptolomeo trabajaba, aunque sí corrigió los valores por el efecto de la precesión de los equinoccios. Bueno, algo es algo... El engaño siempre ha sido un arte. Desde hace algún tiempo se ha convertido también en una ciencia. Propongo denominarla engañótica o mejor aún, como sugiere Tullio de Mauro, engañología. Se trata de una disciplina de vanguardia que no constituye una materia de enseñanza, pero que ya forma parte de la cultura de los científicos profesionales. Pero este caso, el de apropiación de ideas, e incluso el salto a la fama por algo que no pertenece a uno, como en los casos de Bell o Gallo, ha ocurrido en muchas otras ocasiones que ya iremos viendo. Figura 3. Federico di Trocchio Otros importantes autores que se han centrado en el arte de engañar de los científicos, o en desenmascararlos, son William Broad, Ned Feder, Allan Franklin, Alexander Kohn, Jan Sapp, Walter Stewart y Nicholas Wade. Hasta los más grandes han engañado Sería un error pensar que las imposturas científicas las llevan a cabo únicamente los investigadores menos brillantes. A lo largo de la historia podemos encontrar grandes mentes que han falseado los resultados de sus experimentos o que han mentido abiertamente. Lo más curioso es que, en ocasiones, estas falsedades no han conducido a errores sino, muy al contrario, a teorías correctas y cruciales para el desarrollo de la ciencia. Entre los nombres más conocidos podemos citar a Isaac Newton, Galileo, Gregor Mendel, Claudio Tolomeo, John Dalton o Robert Millikan. Autores científico-técnicos y académicos Figura 4. Claudio Tolomeo 59 ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? Galileo Galilei Tampoco hay pruebas de ninguna clase de que otro de los famosos experimentos de Galileo, el de la torre inclinada de Pisa, se llevara a cabo más que en la imaginación del hombre de ciencia. Aristóteles creía que dos cuerpos arrojados al vacío desde una misma altura y simultáneamente llegarían al suelo en un tiempo que dependía directamente de su peso. Así, un cuerpo el doble de pesado que otro llegaría a su destino el doble de rápido que este último. No es así, pero tampoco sucede como afirmó Galileo. En presencia de una atmósfera, la forma y dimensiones de un cuerpo afectan al tiempo que invierte en su caída. Galileo acertó, pues en condiciones ideales tarda lo mismo en llegar al suelo una pluma que una bola de hierro, pero no lo demostró empíricamente. En tiempos de Galileo primaba aún la concepción aristotélica del mundo. Es curioso resaltar que Galileo supone para nosotros, en nuestra época, un modelo de científico experimental. Casi podríamos decir que es el padre o uno de los padres del empirismo. Pues bien, él despreciaba en cierta medida la experimentación y daba mucho más valor a sus razonamientos que a ésta. Afirmaba que si la razón podía demostrar algo, esto quedaba demostrado, se probara mediante la experiencia o no. A este respecto, el famoso experimento del barco que pretendía demostrar la relatividad galileana, nunca se llegó a realizar. Este principio dice que los fenómenos físicos suceden de la misma manera en tierra o a bordo de un navío que se mueva con una trayectoria rectilínea e uniforme. Y tenía razón. Así es como ocurre. Si se lanza un grave desde lo alto del palo mayor de un barco que cumpla las condiciones anteriores, éste caerá justo al pie del palo, y no se verá afectado por el desplazamiento del barco respecto a tierra firme. Galileo afirmaba: Quizá, sin embargo, la más famosa mentira sobre Galileo sea su más famosa frase: Y sin embargo se mueve, que al parecer jamás salió de su boca. Isaac Newton Aparte de la bajeza personal de Newton, que es cosa probada, también hay que aceptar que se trata de uno de los más grandes científicos de la historia de la humanidad. Sus contribuciones son tantas y tan importantes que parece mentira que tal hombre existiera realmente. No obstante, Newton no se mantuvo al margen del arte de engañar. Tenía tal confianza en su mente que le importaba bien poco variar los resultados de una experiencia con el fin de que se ajustaran a la teoría que él antes había enunciado. Yo, sin hacer esta experiencia, estoy seguro de que el efecto será como os digo, porque es necesario que suceda así. Un caso muy interesante es el que refiere a la evaluación y medición de la velocidad del sonido. Newton empleó las leyes de propagación de ondas para efectuar un cálculo teórico de esta velocidad, y obtuvo un valor de 295 metros por segundo. No se decidió a comprobar empíricamente este resultado hasta que se enteró de que dos científicos franceses lo habían intentado, obteniendo valores demasiado dispares entre sí: 182 metros por segundo y 449 metros por segundo. Newton realizó su experimento con la ayuda de un péndulo que le permitió medir el tiempo que tardaba en percibir el eco de un sonido reflejado en una pared a más de cien metros de distancia. Obtuvo una velocidad del sonido en la horquilla de 280 y 330 metros por segundo, lo que era coherente con su valor teórico de 295 metros por segundo. Pero otros científicos fueron realizando mediciones cada vez más precisas, y la velocidad del sonido quedó Figura 5. Galileo 60 Autores científico-técnicos y académicos ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? elevada por encima de los 300 metros por segundo. De hecho, la medida más exacta arrojó un resultado de 348 metros por segundo, es decir, más de cincuenta metros por segundo sobre el valor calculado por Newton. Éste, a sabiendas de que aquel valor era muy fiable, modificó la densidad del aire en la ecuación mediante la que evaluó la velocidad del sonido, y también introdujo un factor relacionado con la influencia del vapor en el aire. Así llegó a hacer concordar su cálculo teórico con la medición empírica. Cuando NNot ota a un periodista científico felicitó en cierta ocasión a Niels Bohr por la excelente concordancia de sus observaciones y el valor de la constante de Rydberg, Bohr respondió: Naturalmente. Yo mismo los he hecho corresponder a la fuerza. Robert Millikan En lo que respecta a la Ley de Gravitación Universal, la más famosa enunciada por Isaac Newton, éste probablemente se la robó a Robert Hooke, que se la había contado sin pensar en que su idea peligraba. Hooke es célebre por la teoría de la elasticidad, el fenómeno de la combustión y el descubrimiento de la células vegetales. Newton elaboró el aparato matemático de la gravitación, que Hooke aún no había realizado. Incluso la leyenda de la manzana, que supuestamente inspiró la teoría en la mente de Newton, parece ser falsa. En 1924, Millikan recibió el premio Nobel por la determinación de la carga del electrón, que fue considerada la mínima unidad física de carga eléctrica. Para evaluarla, Millikan desarrolló un experimento en el que empleaba un vaporizador y minúsculas gotitas de aceite. En sus trabajos analizó un total de ciento cuarenta gotas, pero cuando publicó sus resultados sólo incluyó cincuenta y ocho, porque eran las que se ajustaban al valor que él buscaba de antemano. Además de esta adecuación de resultados (o, mejor, omisión de datos molestos), Millikan al parecer le robó la idea a un brillante alumno suyo, al que nunca reconoció sus méritos, y que en realidad fue responsable de que el experimento funcionara. Este se llamaba Harvey Fletcher, y tuvo el acierto de cambiar el vaporizador de agua que Millikan utilizaba inicialmente por el de aceite. Así, las gotas se evaporaban más lentamente y el experimento pudo llevarse a término. Para terminar con Sir Isaac, también podemos recordar otro de sus hurtos famosos: el que perpetró a costa del matemático alemán Leibniz, esto es, el cálculo diferencial e integral. Aunque en este caso hay que reconocer que la arrogancia del alemán tuvo mucho que ver con que Newton se le adelantara, ya que le envió una carta con sus ideas creyendo que no las entendería. ¡Vaya si las entendió! El mismo Newton, aceptando en parte aunque de un modo velado la contribución de otros a su gloria científica, afirmo: Si he llegado a ver más lejos, es porque me subí a hombros de gigantes. Figura 7. Millikan El químico John Dalton mintió en lo que se NNot otaarefiere a los experimentos que le permitieron demostrar su ley de proporciones múltiples. Quizá nunca llevó a cabo los experimentos o, lo que parece más probable, eliminó los resultados que no cumplían con la teoría. Figura 6. Newton Autores científico-técnicos y académicos 61 ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? Apropiación de ideas: el caso del teléfono Hace poco tiempo, el Congreso de los Estados Unidos aclaró una controversia que llevaba más de un siglo sin resolverse. Todos sabemos que el teléfono fue inventado por Alexander Graham Bell, ¿verdad?... Pues no es así. Realmente se lo debemos a un científico italiano, emigrado a América, que no pudo costearse la renovación de la patente a causa de los gastos de una enfermedad. Su nombre era Antonio Meucci, y su historia es la siguiente. Figura 9. Bell Meucci había nacido en Florencia, pero la pobreza le obligó a hacer las Américas. Primero se estableció en Cuba, concretamente en La Habana, donde desarrollo un invento que llevaba más de diez años intentando conseguir, y que se basaba en la capacidad de transformar las ondas de sonido en impulsos eléctricos, su envío a través de un cable, y la ulterior vuelta a ondas de sonido en destino. A su invento lo llamó Teletrófono, y solicitó la inscripción del mismo en la oficina de patentes de Nueva York en 1871. Una mentira muy cara La falsedad científica se ha hecho acreedora en ocasiones de muy severos castigos. Durante la Primera Guerra Mundial, los heridos en el frente precisaban atención médica rápida y efectiva, lo cual no siempre se conseguía. En 1916, se publicó en Gran Bretaña un artículo en que el doctor James Shearer anunciaba un invento suyo que consistía en un instrumento para radiografiar a los heridos con más eficacia que los rayos X, ya que permitía supuestamente obtener imágenes de los efectos de los proyectiles en los tejidos. El doctor Shearer era un médico estadounidense que servía en el ejército británico, y la noticia de su descubrimiento causó una gran agitación en las comunidades científica y militar. Pero cuando se analizó en detalle su invención, ésta se reveló completamente inútil. Las radiografías que el doctor Shearer había aportado como ejemplo de sus capacidades no eran más que radiografías normales manipuladas por él. Figura 8. El primer teléfono de Meucci A los dos años, Meucci estaba enfermo, y no pudo afrontar el costo de la renovación de la patente, que ascendía a diez dólares. Ya recobrado, y sin perder los ánimos, en 1874 decidió presentar el invento a la compañía de telégrafos Western Union, que no se interesó mucho por la idea y hasta llegó a decir que se había perdido el informe en que se explicaba con detalle. Por su rango de sargento del ejército, el doctor Shearer tuvo que comparecer ante un consejo de guerra, en el que fue condenado a muerte. La corte marcial decretó que debía ser fusilado, aunque luego se conmutó la pena por cadena perpetua y trabajos forzados. Shearer no cumplió en realidad más que un breve fragmento de esa condena, pues murió tan sólo un año después. En 1876, Meucci se enteraba por la prensa de que su invento era un éxito, aunque se le atribuía a Alexander Graham Bell, casualmente patrocinado en sus investigaciones por la Western Union. Como no podía ser de otro modo, en el siglo en que los románticos se daban tiros en la sien por amores no correspondidos, Meucci murió amargado y en la más absoluta miseria en 1889. El descubrimiento de la estreptomicina La estreptomicina es un antibiótico descubierto en 1944 por el microbiólogo norteamericano de origen 62 Autores científico-técnicos y académicos ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? ruso Selman Waksman, lo que le valió la concesión del premio Nobel de medicina en 1952. Hasta la llegada de la estreptomicina, el único antibiótico que se conocía era la penicilina descubierta por Fleming dieciséis años antes. El Caso Breuning El caso protagonizado por el psicólogo Stephen Breuning abrió los ojos de las autoridades judiciales, y puso de manifiesto que la falsedad entre los científicos estaba a la orden del día. Si anteriormente hemos hablado de hombres de ciencia que echaron mano de ciertos engaños para llegar a conclusiones acertadas, con Breuning tenemos que enfrentarnos a un tipo que sencillamente se inventó unos experimentos y elaboró con ellos una terapia médica igualmente ilusoria. La idea de Waksman fue realizar cultivos de hongos para comprobar si alguno era capaz de producir sustancias antibióticas que tuvieran efecto contra las bacterias patógenas, y puso a sus estudiantes a analizar cuidadosamente los cultivos en su busca. Uno de ellos, llamado Albert Schatz, se dio cuenta de que un hongo denominado Streptomyces producía un antibiótico que lograba acabar con el bacilo de Koch, es decir, la bacteria que produce la tuberculosis, así como con los bacilos responsables de otras diversas enfermedades. Las cosas sucedieron del siguiente modo: en 1979, Breuning consiguió fondos para investigar los fármacos psicotrópicos y sus efectos en el retraso mental. Hasta 1984 realizó y publicó diversos estudios en que se ponía de manifiesto que las terapias utilizadas hasta entonces eran inadecuadas. La fría exactitud de los números demostraba que tenía razón. En tan poco tiempo, Breuning era ya conocido y respetado por la comunidad científica. Aunque Waksman escribió un artículo acerca del descubrimiento que firmó junto con Schatz, el premio Nobel y los réditos de la patente de la estreptomicina fueron exclusivamente e injustamente exclusivos del primero. Mientras Waksman fundó un importante instituto de microbiología, Schatz acabó como un simple profesor de instituto en Suramérica. Pero una indiscreción de sus esposa, en 1983, constituyó el principio del fin de sus embustes. Un investigador, llamado Robert Sprague, que fue quien le hizo conseguir sus primeros fondos de investigación en 1979, se dio cuenta de algo que era imposible, pero que la esposa de Breuning, cándidamente, afirmaba sin pudor alguno, ignorante de lo que podía implicar. En los experimentos de su marido se incluían ciertos datos cuyo porcentaje de concordancia superaba lo verosímil, ya que se trataba de una apreciación visual, hecha por varias personas distintas, de ciertos síntomas de los pacientes. Sprague empezó a sospechar. Lo que le hizo darse cuenta del enorme engaño que inclusive había llevado a que en casi todos los hospitales de los EE.UU. se emplearan terapias ficticias inventadas por Breuning, fue el análisis de unos cuadernos de experimentación en que el afamado y joven psicólogo recogía datos que excedían los días laborables del año, y que, según él, habían sido tomados cada jornada en un cierto lugar cuando él vivía a centenares de kilómetros de distancia. Figura 10. Waksman recibiendo el premio Nobel en 1952 El monje austriaco Gregor Mendel cometió fraucon los resultados de sus célebres experimenNNot otaade tos con guisantes, aunque eso no lo convierte en un estafador. Aunque su trabajo estuvo olvidado durante medio siglo, hoy se le considera el padre de una importante rama de la ciencia, la genética, perfectamente establecida. Autores científico-técnicos y académicos No fue hasta 1987 cuando la comisión de investigación, creada al efecto por el Instituto Nacional de la Salud de los Estados Unidos, llegó a un veredicto. La dureza con Breuning no resultó inferior a la que destinó a la Universidad de Pittsburg, por sus intentos de echar tierra sobre el caso. 63 ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? Es conclusión unánime de este comité que Stephen E. Breuning, de un modo consciente, con intencionalidad y reiteradamente se ha involucrado en prácticas desviadas y ofrecido resultados falsos de investigaciones realizadas con fondos públicos; que no ha realizado las investigaciones que describe, y que únicamente se ha estudiado experimentalmente a algunos sujetos de la totalidad descrita en los informes; que nunca se ha aplicado la rigurosa metodología que aparece en dichos informes. El doctor Breuning ha descrito también con falsedad, consciente o inconscientemente, los lugares en que las investigaciones se llevaron a cabo. A la luz de todos estos hechos, este comité concluye unánimemente que el doctor Stephen E. Breuning es responsable de una conducta científica profundamente desviada. Figura 11. Robert L. Sprague, el hombre que desenmascaró a Breuning Aparte de que Breuning fue llevado también a los tribunales de justicia, el mayor efecto que tuvo su caso fue la creación de comisiones específicas, establecidas por el Congreso de los EE.UU., cuyo cometido ha sido desde entonces investigar los fraudes científicos. El virus del SIDA Veamos ahora otro caso vergonzoso. Implica nada menos que a un investigador médico que estuvo a punto de ser galardonado con el premio Nobel por un descubrimiento que nunca realizó. Su nombre es Robert Gallo, y durante algún tiempo creímos que él había descubierto el virus que provoca el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, es decir, el SIDA. Como curiosidad, Breuning fue condenado por la justicia ordinaria a devolver al Estado más de ciento cincuenta mil dólares, a sufrir dos meses de arresto domiciliario, a doscientas cincuenta horas de servicios comunitarios y a una inhabilitación de cinco años para ejercer como investigador. No fue demasiado caro, ¿verdad? Nada en comparación con el médico de la máquina radiográfica del que ya hemos hablado. De hecho, en la actualidad ejerce su especialidad en el Rochester Center for Behavioral Medicine, y podemos encontrar en Internet el siguiente texto sobre él: En 1979, dos médicos de California catalogaron la nueva enfermedad. Sus síntomas eran aumento de la temperatura corporal, astenia, pérdida de apetito, adelgazamiento e inflamación de las glándulas. En esto se asemejaba a la mononucleosis, que es una enfermedad producida por un herpes virus del llamado grupo gamma. Ésta puede desembocar en hepatitis, meningitis o neumonitis, aunque se la considera benigna si se trata a tiempo y correctamente. Dr. Breuning is a 1977 graduate of the Illinois Institute of Technology. He is a fully licensed Psychologist and certified nationally as a Master Addictions Counselor and a Criminal Justice Specialist. Additionally, in Michigan he is certified as an Addictions Counselor. He has held executive management and faculty positions at the University of Pittsburgh School of Medicine (Department of Psychiatry), Clarion University of Pennsylvania, and Western Michigan University. His primary interests are with adolescents & adults in the areas of ADHD, Anxiety, Addictions, Depression, Eating Disorders, Chronic Fatigue, Fibromyalgia, and Health & Fitness. En cuanto al doctor Gallo, había saltado a la palestra científica en 1978 con su detección del retrovirus que causa uno de los tipos de leucemia más letales en seres humanos. Cuatro años después logró aislar otro virus de la misma familia, y cuyos efectos eran también similares. Con esto hay que reconocer que Robert Gallo es un investigador en toda regla, lo cual no le exculpa de lo que sucedería después y que él había de protagonizar. Un engaño que a punto estuvo de encumbrarle al Olimpo, pero que antes bien le hundió en el fango. Queda, no obstante, un mínimo resquicio para la duda sobre si lo que hizo fue intencionado o, como él mismo aseguró posteriormente, se debió a un desafortunado error del que no se consideraba responsable. 64 Autores científico-técnicos y académicos ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? Al parecer, en 1983 los investigadores franceses que llevaban a cabo sus experiencias en el Instituto Pasteur de París informaron al laboratorio de Gallo de su descubrimiento de un virus que habían aislado a partir de un enfermo de SIDA que falleció poco tiempo antes. Gallo, de hecho, estaba investigando por otra vía diferente, la de los retrovirus, lo cual le hizo pasar por alto el verdadero agente patógeno que provoca el síndrome. Aun así, dándose cuenta del descubrimiento de los competidores franceses, Gallo organizó una rueda de prensa que le sirvió para anunciar que él había descubierto el virus, al que denominó HTLV-3. Pero resultó que este agente era el mismo que el de los investigadores del Instituto Pasteur, al que sencillamente se le había cambiado el nombre. Cuando se destapó la verdad, Gallo tuvo que retractarse y reconocer que: Puedo únicamente confirmar aquello que sospechábamos: fue un accidente que produjo la contaminación de uno de nuestros preparados. El virus del Instituto Pasteur era extremadamente potente y colonizador. Invadió muchos de nuestros cultivos. No teníamos necesidad de robar el preparado a otros. Cada virus posee su propia firma y se puede diferenciar con mucha precisión de otros. Esta estúpida polémica ha sido provocada exclusivamente por motivos de patentes y dinero. El premio Nobel James Watson, galardonado por su NNot ota a descubrimiento de la doble hélice del ADN en 1962, publicó seis años después un libro biográfico en el que reconocía que él mismo y sus colegas pertenecían a un modelo de científico moderno, competitivo hasta los últimos límites y sin ninguna clase de escrúpulos. Para conseguir su gran descubrimiento, Watson se había comportado como un ser dispuesto a todo. Utilizó a su atractiva hermana para seducir a Maurice Wilkins, un científico a cuyo laboratorio quería pertenecer. Aprovechó la amistad con Peter Pauling para espiar a su padre Linus, premio Nobel y competidor directo en sus investigaciones. Y también obtuvo información secreta sobre otros de sus adversarios científicos a través de un contacto en la comisión oficial que había examinado la investigación. A muchos de sus colegas los muestra, además, como seres mezquinos, llenos de defectos y hasta como auténticos estúpidos. La poliagua La historia de este fraude comenzó en 1968, cuando la marina militar de los Estados Unidos emitió un informe dirigido a las autoridades científicas en el que se mencionaban las investigaciones rusas sobre una nueva clase se agua. Ésta, a la que su descubridor, el científico Nikolai Fediakin, denominaba agua anómala se formaba por condensación de vapor en capilares de cuarzo, y tenía una densidad mucho más alta que el agua convencional. Su viscosidad rozaba la de la gelatina de petróleo y se congelaba tan sólo a cuarenta grados de temperatura. Su más importante propiedad era que no alcanzaba el punto de ebullición. La noticia conmocionó enseguida a los científicos estadounidenses, que se pusieron manos a la obra para reproducir por su cuenta una sustancia similar. De ello se encargó el químico Ellis Lippincott en la Universidad de Michigan. Cuando su equipo de investigación replicó el experimento y obtuvo su agua anómala, Lippincott decidió rebautizarla como poliagua. Pero no quedó ahí el asunto. El mismo investigador consiguió explicar la disposición atómica responsable de la alta densidad de la poliagua y su viscosidad superior a la del agua convencional. Incluso hubo un físico de la Universidad de Princeton, llamado Lelan Allen, que llegó a desarrollar una teoría cuántica sobre el particular. Figura 12. Gallo En el juicio subsiguiente, Gallo quedó absuelto de todos los cargos de fraude y hurto científico. Pero los franceses siguen insistiendo en que este juicio no fue más que un intento doméstico de limpiar la cara de la ciencia estadounidense. Autores científico-técnicos y académicos Por su parte, la prensa siempre moderada, transportó al público la noticia del nuevo descubrimiento o, 65 ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? mejor dicho, del redescubrimiento americano del agua anómala rusa. El Times de Nueva York informó de que la poliagua serviría en breve para impermeabilizar prendas de vestir, refrigerar los motores de los automóviles y lubrificarlos, para evitar la corrosión de los metales y hasta como conservante del plasma sanguíneo. La revista Nature también publicó un artículo en que sembraba la alarma ante el futuro uso excesivo de la poliagua, que se aseguraba tenía la propiedad de absorber el agua convencional, lo que, según la revista, podría llegar a deshidratar por completo la Tierra. En 1989 dos científicos anunciaron que había logrado la fusión fría en su laboratorio. Eran dos químicos de la Universidad de Utah, Martin Fleischmann y Stanley Pons. Como es natural, la comunidad científica se mostró escéptica, ya que el proceso que siguieron los supuestos descubridores era conocido y no podía generar más que una mínima cantidad de energía, poco menos que despreciable. Según Fleischmann y Pons, era posible provocar la fusión nuclear sin las altísimas temperaturas superiores al millón de grados centígrados que induce la reacción en, por ejemplo, el Sol. Los dos químicos empleaban una celda electrolítica de agua pesada, sales y un par de electrodos. Estos eran dos varillas de metal, una de titanio o paladio (que consumen el hidrógeno) y la otra de cualquier otra clase de metal. El fraude empezó a quebrarse en 1969. En ese año, el científico ruso Talroze denunció que la poliagua contenía sustancias grasas ajenas a su supuesta naturaleza. En 1970, Rousseau y Porto publicaron un artículo en la revista Science mediante el que demostraron que la poliagua era en realidad una combinación de silicona, sodio, calcio, potasio, cloratos, sulfatos, fosfolípidos y, por supuesto, agua convencional. Muchos laboratorios del mundo trataron de reproducir el descubrimiento de Fleischmann y Pons sin resultados positivos. Se demostró que no funcionaba y que todo era un fraude. Quizá los dos químicos de Salt Lake City no fueron conscientes del engaño, que se atribuye a un colaborador suyo, pero la realidad desbarataba la fusión fría con total claridad. A raíz de estas denuncias, Lippincott reconoció poco después que no estaba seguro de que sus anteriores análisis fueran del todo correctos, y Allen aceptó que su modelo atómico de la poliagua carecía de fundamento. Para 1973, el agua anómala había quedado reducida al absurdo: la poliagua nunca había sido real. Las pruebas y la investigación del hecho dieron luz sobre los motivos del fraude. Todo se debió a una gran maniobra económica para obtener fondos de investigación de los organismos oficiales: la Universidad de Utah consiguió cinco millones de dólares que ya nunca pudieron ser totalmente recuperados. Figura 13. Espectrografía por infrarrojos de la poliagua y el agua convencional La fusión fría Figura 14. Fleischmann y Pons La posibilidad de reproducir el proceso de fusión nuclear, a temperaturas normales para nosotros, es una quimera a la que muchos científicos han sacrificado sus mentes, su tiempo y sus esfuerzos. La verdad es que conseguir la fusión fría acabaría con nuestros problemas energéticos de una vez por todas y para siempre, por lo que resulta lógico que el tema interese. Pero una cosa es que interese y otra muy distinta que sea posible. Serge Voronoff El cirujano ruso Serge Voronoff gozó de fama mundial, hasta su muerte en 1951, gracias a un método de rejuvenecimiento inventado por él. Este método se basaba en realizar transplantes de testículos de mono a 66 Autores científico-técnicos y académicos ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? sus pacientes, aunque su éxito no estuvo más que en la imaginación de aquellos y en una hábil campaña propagandística orquestada por el mismo Voronoff. brillo, andares cansinos y rechazo a todo esfuerzo físico, carecía de apetito y solía quejarse de frío incluso cuando hacía buen tiempo. Serge Voronoff nació en Rusia en 1866. Aún joven a finales del siglo XIX se trasladó a Francia, donde sirvió como cirujano en el hospital militar de París. También fue, posteriormente, director del laboratorio de biología de la escuela de Hautes Études y director de cirugía experimental en el Collège de France. Había obtenido la nacionalidad francesa en 1897 y en 1933 le condecoraron con la Legión de Honor. En la intervención, Voronoff injertó a France los testículos de un gran mono cinocéfalo, divididos en ocho partes, alrededor de sus propios testículos. Seguramente más por efecto de su deseo de sentirse mejor que por la operación, el escritor mejoró de salud y de ánimo. Según el diario médico de Voronoff, a los veintitrés días experimentó su primera erección después de diez años de impotencia. Al parecer, las erecciones se presentaron después con mucha frecuencia, podemos suponer que con gran júbilo de France. Es cierto que su aspecto mejoró, pero Voronoff exageró al escribir en su diario: Cuando falleció, con más de ochenta años, muchos se sorprendieron. Eran los miembros de la alta sociedad que creían en Voronoff, y que confiaban en que su afirmación de que no moriría antes del año 2000 sería cierta. Pero eso no era más que una parte de su estrategia para promocionar su método de rejuvenecimiento, por demás lleno de riesgos para la salud y de utilidad bastante dudosa. Se produjo un cambio completo y sorprendente. Su cuerpo se enderezó, los músculos del rostro recobraron su fuerza, el ojo se hizo vivaz y, a pesar de las canas, muestra un asombroso aire de juventud, de vigor y de energía. Después de experimentar en más de cien ocasiones con animales, Voronoff efectuó su primer transplante de testículo animal en un ser humano en 1920 es decir, un xenotransplante, a un paciente de cuarenta y cinco años que había perdido ambas glándulas por una extraña operación de la época, mediante la que se pretendía curar la tuberculosis. Pero el injerto de Voronoff no funcionó, al igual que sucedió con su siguiente paciente. En ambos casos se produjo la necrosis. Sin embargo, a la tercera fue la vencida, al menos en lo que se refiere al éxito del transplante, ya que el individuo aceptó varios fragmentos de testículo de mono aunque sin mejorar su vigor sexual. Sí, podríamos creer que todo aquello era sorprendente. Pero la psicología hace mucho, al igual que otras técnicas que permiten hacer pasar algo por lo que no es. Este fue el caso de un adinerado hombre inglés, también paciente de Voronoff, y que nos permite comprender dónde se hallaba la estafa (una estafa que, entre otras cosas, hizo rico al ruso). En una conferencia, ante un público rendido, el médico presentó al paciente después de la intervención. Su aspecto era, para tener setenta y cinco años, bastante bueno: el pecho alto, el pelo bien cortado y peinado, las arrugas disimuladas por el maquillaje. Todo ello contrastaba con las fotografías mostradas previamente, en las que aparecía dieciocho meses antes, con el pelo largo, canoso y desaliñado, expresión de abatimiento, encorvado bajo un abrigo y con aire deprimido. La propaganda mueve montañas, ¿no es cierto? Aunque, en el colmo de la desvergüenza, el mismo Voronoff dijo una vez: El progreso de la humanidad tiene este precio: genio y trabajo. Figura 15. Un coronel británico retirado mostrando su vigor después del implante de unos testículos de mono Poco después, Voronoff tuvo la inmensa suerte de tener como paciente al célebre dramaturgo Anatole France. Cuando lo trató, éste tenía sesenta y un años, y mostraba un aspecto lamentable: senilidad precoz, mejillas caídas, profusas arrugas, ojos mortecinos y sin Autores científico-técnicos y académicos Figura 16. Voronoff 67 ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? todo esto no fue más que una mentira, ya que el paciente, años después, no se reconocía en absoluto en el caso descrito por Freud en sus textos científicos. En una librería virtual de Internet he encontraun ejemplar antiguo de una obra de VoroNNot a otado noff. Se anuncia de la siguiente manera: No es ésta la única vez en que Freud alteró los resultados de sus análisis clínicos o los falseó. En uno de sus casos suprimió las referencias al carácter despótico del padre de un paciente para atribuir así su paranoia a las tendencias homosexuales que éste mostraba. En otra ocasión, Freud afirmó que cierta revelación, descubierta en la psique de un paciente, le había llevado a comprender el modo de curarlo, cuando dicha revelación no la supo hasta tiempo después de haberlo atendido (por cierto, se trataba del porqué un hombre llamado Ernst Lanzer sentía la imperiosa necesidad de dejar abierta la puerta de su casa entre las doce y la una de cada noche, antes de estarse luego un rato mirándose los genitales). Medicina Voronoff, Sergio. La futura ciencia de vivir (Estudio de los medios de fortalecer la energía vital y prolongar la vida). Barcelona. Minerva S.A. (h. 1920). 1ª ed. Un vol. 8º. 234 pág+2 hojas+retrato del autor+41 láminas fuera de texto. Tela de la época. Algunas manchas de óxido pero buen ejemplar. Y también he encontrado algo más raro aún: un cóctel que, al parecer, surgió durante los experimentos de Voronoff. Este punto no he podido confirmarlo, pero pongo de todos modos a su disposición la receta de la bebida, cuyo nombre es bastante poco seductor: MONKEY GLAND 3/5 ginebra 2/5 zumo de naranja 2 golpes de granadina 2 golpes de absenta Sigmund Freud No hace muchos años pudo demostrarse que los más famosos casos clínicos de Freud, que le sirvieron para elaborar el edificio del Psicoanálisis, fueron alterados e incluso, en algunas ocasiones, modificados con inverecundas falacias. Quizá la mayor es la que, según él, le hizo descubrir el Complejo de Edipo. Freud aseguraba que fue la exploración interior de su propia mente la que le dio luz sobre el problema, lo cual ha quedado rebatido mediante el atento estudio de sus documentos y notas. Nunca sufrió una inclinación edípica, y lo más probable parece ser que, sencillamente, se inspirara en el mito griego para elaborar la teoría. Figura 17. Freud El caso más curioso y hasta gracioso, aunque rayano en la grosería de invención por parte de Freud de un análisis clínico se refiere a un caso conocido como el del hombre de los lobos. Freud se refiere a él, llamado Sergei Pankejeff, como un joven de salud delicada desde que sufrió a los dieciocho años una infección blenorrágica, y que cuando empezó el tratamiento psicoanalítico, años después, era absolutamente incapaz de cuidar de sí mismo, lo que le hacía depender para todo de los demás. Pero según Freud el origen de los problemas de Pankejeff radicaba en Freud trató y pretendió haber curado a un niño llamado Hans mediante su idea del complejo de Edipo. Este niño sufría un miedo patológico por los caballos, tan profundo que no se atrevía siquiera a salir de su casa. Freud aseguraba que consiguió descubrir que el pánico provenía del complejo de castración asociado al de Edipo, y afirmaba también haberle curado. Pero 68 Autores científico-técnicos y académicos ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? una grave dolencia neurótica que se había instaurado bajo la forma de una histeria de angustia poco después de cumplir los cuatro años de edad, y que se convirtió posteriormente en una neurosis obsesiva de contenido religioso (¡vaya!). del padre, comprendiendo la esencia de la cosa y su significado. La estupidez hereditaria A pesar de que Freud, que trató a Pankejeff a principios de los años diez del siglo XX, afirmó haberle curado gracias a la compresión de su dolencia, una periodista descubrió muchos años después que en realidad nunca había llegado a sanar. Ni mucho menos. Sin embargo, en sus memorias, Pankejeff afirmaba que estaba curado. Al parecer lo había hecho para satisfacer a Mauriel Garner, muy interesado en demostrar que Freud estaba en lo cierto en sus investigaciones; para satisfacerle y para satisfacerse a sí mismo, ya que todo fue cuestión de dinero... A los psicoanalistas no les agradaba la idea de que el caso más famoso del padre de la técnica que les daba de comer fuera descubierto como un fraude evidente. Así que Pankejeff cobraba una especie de salario de la Fundación Sigmund Freud, a cambio de mantenerse en el anonimato. Veamos ahora un caso cuyas connotaciones llegan al punto de lo inadmisible; aunque quizá no tanto por el responsable en sí de las investigaciones como por la difusión e influencia que sus ideas, basadas en completas falsedades, tuvieron hasta los años setenta del siglo XX. Se trata de la historia de Cyril Burt, hijo de un primo de Charles Darwin que fuera promotor de las pruebas mentales y precursor del estudio científico de las huellas dactilares. Burt se convirtió en titular de la primera cátedra de psicología de Inglaterra, hecho que tuvo lugar en 1907. La labor más importante que acometió en su nuevo puesto fue tratar de demostrar sus ideas acerca de que la inteligencia de un individuo depende de factores hereditarios. Y para probarlo, lo mejor era estudiar parejas de gemelos idénticos separados el uno del otro en su nacimiento o a temprana edad. Como los gemelos idénticos poseen la misma herencia genética, Burt podría así averiguar si el ambiente distinto afectaba a la inteligencia o ésta únicamente dependía del patrimonio innato. Después de trabajar con más de medio centenar de parejas de gemelos del tipo que él necesitaba, Burt anunció que había demostrado una clara e incuestionable correlación entre la herencia genética y la inteligencia. Por tanto, quedaba claro que la educación y el ambiente sólo influyen mínimamente en las capacidades intelectuales de los seres humanos. Figura 18. El hombre de los lobos, Sergei Pankejeff (a la derecha), con su familia en Odessa Las sospechas de que Burt había hecho trampa comenzaron precisamente por la gran cantidad de gemelos que se mostraban en sus investigaciones. Los gemelos idénticos que cumplan la condición de haberse criado por separado son, lógicamente, escasísimos, pero eso no parecía haber afectado a Burt. Por otro lado, los resultados de sus estudios fueron exactamente los mismos a lo largo de los años, lo cual es estadísticamente imposible, pues debía haberse dado alguna variación aunque se debiera sencillamente a factores residuales. De hecho, la interpretación que Freud llevó a cabo sobre un sueño de Pankejeff, tenido por éste a los cuatro años de edad, es increíblemente absurda, y llega al extremo de la desvergüenza científica. El sueño consistía en lo siguiente: se abría la ventana de la habitación de Pankejeff niño y enfrente, en un nogal, veía varios lobos blancos sentados en las ramas. Para Freud, la interpretación era esta: el sueño tenía relación con una experiencia real del paciente que, cuando tenía un año y medio, contempló a sus padres protagonizando un coito por detrás repetido tres veces, en el que pudo ver los genitales de la madre y el miembro Autores científico-técnicos y académicos No fue hasta 1974 cuando las experiencias de Cyril Burt fueron completamente desechadas, y demostrada su falsedad. Pero, hasta entonces, sucedieron algunos 69 ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? hechos bastante lamentables. En Inglaterra, por ejemplo, el Gobierno adoptó una prueba basada en sus planteamientos, y cuyo objeto era establecer qué niños debían orientarse hacia la educación superior y cuáles hacia la inferior. O el caso de un profesor de Harvard, que llegó a elaborar una teoría acerca de la correlación entre riqueza e inteligencia, que venía a decir que los pobres lo eran por ser más estúpidos, de manera que sus hijos tenían más posibilidades de ser también estúpidos. En cambio, los hijos de los ricos gozaban de una herencia superior no sólo económica, y estaban poco menos que predestinados a perpetuarse en la riqueza gracias a su mayor inteligencia. Lo que no queda claro es cómo explicaba que los pudientes tengan también hijos subnormales. pana de cristal un pequeño fragmento de corazón de pollo, tomado en estado embrional, al que se añadía plasma sanguíneo diluido en agua, y puesto todo a incubar a temperatura controlada de 39 grados centígrados. Once de los cultivos murieron transcurridos apenas dos meses. Otros cuatro duraron más, pero también acabaron por morir en poco tiempo. Sólo uno siguió reproduciéndose de un modo que parecía indefinido, y de hecho lo estuvo haciendo hasta 1946. Para que las células se alimentaran, Carrel había decidido que se aportara a los cultivos lo que él denominaba jugo embrional, que no era otra cosa que extracto de embrión de pollo. Nadie pudo sospechar y Carrel mismo no lo sabía que ese jugo embrional llevaba consigo unas células idénticas a las de los cultivos, por lo que éstas resultaban sustituidas y no eran realmente inmortales. La persona encargada de aquellos cultivos era el ayudante de Carrel, Albert Ebeling. Pero las sospechas recaen sobre un técnico de laboratorio que odiaba a Carrel por sus inclinaciones fascistas, y que posiblemente intentó desacreditar al científico mediante la falsificación de sus investigaciones. Esto, como en tantos otras casos, seguramente no quedará nunca esclarecido del todo. Figura 19. Burt Las células inmortales En este caso de fraude científico se vio involucrado el nombre del premio Nobel francés Alexis Carrel, aunque ni él tuvo responsabilidad en el engaño ni se relacionó con las investigaciones que le valieron el prestigioso premio. Todo fue obra de uno de sus ayudantes de laboratorio, pero Carrel creyó haber descubierto un método que transformaba a las células en inmortales. Y no sólo eso: mediante la reproducción in vitro durante treinta años de células cardiacas de pollo, éstas no morían ni presentaban rasgos de envejecimiento, por lo que Carrel llegó a afirmar que el envejecimiento y la muerte no son fenómenos necesarios, sino contingentes. Figura 20. Carrel El eslabón perdido, hallado Perdón por el chiste tan malo que he hecho en el título de este epígrafe, pero no he podido evitarlo. La historia de los eslabones pedidos que unen, como en Los experimentos comenzaron en 1912 con dieciséis cultivos. Estos consistían en colocar en una cam70 Autores científico-técnicos y académicos ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? una cadena, al hombre actual con un antepasado común de éste y del mono, es realmente cómica. algunas muelas, además de otros restos no humanos, como dientes de hipopótamo y cuernos de mamíferos extinguidos. Se hallaron también algunas toscas herramientas primitivas. Al analizarse los restos humanos, datándose a partir de los demás elementos de la excavación, se concluyó que el cráneo y la mandíbula eran de la misma criatura, lo que hizo a los científicos llegar a la conclusión de que se trataba de un ser casi humano, pero con esqueleto simiesco. Es decir: el eslabón perdido. A principios del siglo XX se demostró que uno de los científicos más respetados de Alemania, el profesor Ernst Haeckel, había cometido fraude en sus figuras de embriones, con las que pretendía demostrar el origen común de las especies. Para exponer la similitud entre los embriones de hombre, mono y perro, usó tres embriones que de hecho eran idénticos, porque pertenecían a la misma especie de perro. Y lo mismo había hecho con tres embriones de perro, pollo y tortuga. En su obra Antropogenia o historia de la evolución humana, Haeckel describió con precisión los veintidós eslabones que unían al hombre actual con un antepasado común a la especie de los monos, al que denominó monera. Entre los eslabones de la cadena encontramos el hombre alalo, que no era capaz de articular lenguaje oral, al Arquiprimas o al muy próximo a nosotros Homo stupidus. El engaño llegó a convertirse en el mayor hallazgo fósil realizado en la Gran Bretaña, motivo de orgullo para los altivos hombres de ciencia ingleses, e incluso el lugar donde se efectuó se convertiría en centro de peregrinaje al ser declarado monumento nacional en 1950. Sorprende pensar cuántos años duró la falacia, hasta que en 1953 se descubrió y el Hombre de Piltdown se desmoronó. Doyle había logrado que su broma alcanzara las más altas esferas de la ciencia de su país a lo largo de cuarenta años. Como dato curioso dentro de los datos curiosos, el escritor incluyó entre los restos fósiles el pie de un palo de cricket deporte al que era muy aficionado tallado y reconvertido en una especie de utensilio primitivo. Tampoco esta broma dentro de la broma hizo saltar la liebre. Una vez más, la ciencia era víctima de la estafa. Figura 21. Haeckel Ahora bien, si hay un caso verdaderamente curioso, y hasta divertido, es el que tuvo en jaque a la ciencia británica por espacio de demasiados años, y que al parecer no fue más que una broma de Arthur Conan Doyle, el creador del famoso detective Sherlock Holmes. Este fraude es conocido como el Hombre de Piltdown, y se inició en 1912, cuando un conservador del departamento de geología del British Museum, llamado Arthur Woodward, y el abogado Charles Dawson, apasionado de la arqueología y la geología, anunciaron haber encontrado el eslabón perdido. Figura 22. El bromista Conan Doyle En 1990, un joven de veintinueve años, estudiante de NNot aahistoria antigua, encontró en Zubialde, a unos ot veinte kilómetros de Vitoria, la entrada de una gruta en la que se hallaron setenta y cinco pinturas rupestres. Aunque varios de nuestros compatriotas científicos pronto confirmaron la veracidad del descubrimiento, el fraude se descubrió al analizar concienzudamente la composición de las pinturas, pues se encontraron restos de estropajos y brochas modernas. Se trataba de los restos fósiles de un ser humano, encontrados cerca de la localidad de Piltdown, en Sussex, en una cantera de grava. La piezas principales estaban constituidas por un cráneo, un trozo de mandíbula y Autores científico-técnicos y académicos 71 ¿ ? ¿Impostores de la ciencia? la experiencia, anunció a la comunidad científica su descubrimiento. O eso o él mismo fue el que protagonizó el fraude, pues se descubrió poco tiempo después que las almohadillas de los sapos se debían en realidad a la inyección subcutánea de tinta china. El fraude de los sapos parteros En los años veinte del siglo XX, el biólogo austriaco Paul Kammerer intentaba demostrar la teoría llamada lamarckismo, que se refiere a los caracteres adquiridos en la evolución de las especies. Esta teoría está hoy totalmente desterrada, pero Kammerer se lanzó a investigar con sapos parteros de una variedad que se reproduce en tierra, poniéndolos a vivir en agua. Esperaba así que, tras varias generaciones, a los sapos de tierra les salieran una almohadillas de color negro en sus patas anteriores, que les sirven a los de agua para aparearse en ese ambiente resbaladizo. Al parecer fue uno de sus ayudantes quien había cometido el fraude, quizá con intención de beneficiar a Kammerer, o puede que con afán destructivo. El caso es que la carrera de éste quedó desacreditada completamente, y su buen nombre como investigador deshonrado. Paul Kammerer se suicidó en 1926, amargado y desesperado por todo lo sucedido. A modo de conclusión Por mucho que nos sorprendamos con estas prácticas impropias de personas honradas, e incompatibles con el debido altruismo del científico, debo reconocer que, en lo que respecta a mí, seguiré confiando más en los hombres de ciencia que en la práctica totalidad del resto. El motivo es tan simple como el siguiente: al menos al científico se le puede atrapar en su engaño, pero no es tan fácil hacerlo con filósofos, escritores, profetas, videntes, periodistas, políticos, curanderos... (los junto a todos intencionadamente). En nuestros tiempos, en los que todo el mundo parece tener una opinión, yo decido reservarme la mía. Fórmese usted la que más le convenga, pero no piense que su médico le va a engañar la próxima vez que lo visite; o que todos los nuevos descubrimientos son una majadería. Figura 23. Kammerer Tras varias generaciones, Kammerer comprobó con satisfacción que las almohadillas habían surgido efectivamente en sus sapos. Y antes de comprobar y repetir Figura 24. Sitio web de The Online Resource for Instruction in Responsible Conduct of Research (http://rcr.ucsd.edu) 72 Autores científico-técnicos y académicos