El País amenazado Álvaro Bracamonte Sierra* Ayer, Germán Dehesa alertaba que el País se halla amenazado. El origen de la amenaza que advertía, radica en las declaraciones de Vicente Fox quien dijo que, una vez concluido su mandato, se dedicaría a escribir y a dar conferencias al más puro estilo del ex presidente Clinton. Al margen del tono irónico con el que Dehesa se refirió al despropósito presidencial, lo cierto es que Fox sigue incurriendo en dislates verbales que serían perfectamente olvidables si no vinieran acompañados por cuestionables posturas políticas. “Está cañón conseguir chamba a los 64 años” nos dejó ir en el último de sus excesos verbales; y el de las “lavadoras de dos patas” ha sido el colmo de acuerdo con varias organizaciones de mujeres quienes enojadas lo obligaron a ofrecer disculpas. En otras circunstancias esos exabruptos serían recordados sencillamente como anécdotas de una personalidad frívola, carente del sentido de responsabilidad que obliga la investidura presidencial. Sin embargo, lo que parece preocupante es que tales dislates aparecen en medio de fuertes tensiones nacionales. Y no me refiero al actual proceso electoral que por sí solo es fuente de incertidumbre, sino a la acumulación de turbulencias que azotan al País. De ésas, no quiere o no parece percatarse el Ejecutivo. En todo caso, el lenguaje inapropiado parece ser una evasión, una manera de rehuir los formidables desafíos que enfrenta al final de su gobierno y de los cuales o no quiere, o no puede, o no tiene ganas de entrarle en serio. Entre los que más nos afectan destaca, desde luego, la ola de violencia perpetrada por el crimen organizado en prácticamente todo el País. Al ajuste de cuentas entre narcotraficantes ha seguido la ejecución de autoridades policiales; la violencia no parece tener fin. Ante ello, el Presidente sólo atina a decir que los delitos no quedarán impunes; que el Gobierno no descansará hasta erradicar la ola de violencia. Esas palabras las viene repitiendo desde el inicio de su gestión y sin embargo los operativos de las bandas criminales no disminuyen. De nada sirvió la transformación de las instituciones encargadas del combate al narcotráfico: La constitución de la AFI, los acuerdos de extradición y el otorgamiento de facultades para que el Ejército se involucrara en tareas que constitucionalmente no le competen, no están contribuyendo a contrarrestar la percepción de que el País se encamina a un despeñadero. Mientras tanto, el mandatario se la pasa inventando frases poco afortunadas que causan desconcierto; da la sensación de que no está metido en los problemas reales que aquejan a la ciudadanía. Pero hay más. Su desparpajada y desubicada defensa de los hijos de Marta Sahagún le ha costado caro. En lugar de permitir que las investigaciones concluyan y determinen si hubo o no tráfico de influencias en los negocios de los hermanos Bribiesca, Vicente Fox se ha encargado de exonerarlos sin mayor trámite. Y están también los desfiguros en política exterior. Si resucitara el doctor Estrada, arquitecto de la mundialmente reconocida política exterior mexicana, se volvería a morir de la vergüenza. El escándalo del hotel Sheraton es el último de los ridículos conocidos. Frente a la violación de nuestras leyes, la Cancillería calló; también lo hizo el Presidente. En fin, creo que se cruza un momento especialmente delicado en la vida nacional. Esta compleja situación y la dura campaña electoral que se avecina demandan un Ejecutivo fuerte que en medio de la tormenta se afiance en el timón y conduzca adecuadamente la nave hacia puerto seguro. En lugar de ello, contamos con un Presidente distraído y evasivo, más preocupado por proteger a sus entenados que en resolver los asuntos importantes de la Nación; más ocupado en gestionar su pensión que en poner las bases, por lo menos, para erradicar o reducir la ola de violencia que ahoga al País. Cuando más se requiere un Presidente con estatura y autoridad moral y capacidad de mando, éste anda haciendo maletas para regresarse al rancho San Cristóbal. Lo peor es que son todavía 10 meses los que faltan para que Fox entregue la banda presidencial. Entretanto, y dada la debilidad con la que se conduce el Ejecutivo, las tensiones y los yerros se acumulan. Estas circunstancias desfavorables pudieran poner en riesgo la estabilidad macroeconómica de la que tanto se ha jactado el mandatario. Por lo pronto, hay que estar alertas para detectar cualquier atisbo de descomposición generalizada que pudiera inhibir una transición económica tranquila.