SOMOSIERRA EN LA MEMORIA Actos conmemorativos del Bicentenario de la batalla de Somosierra José Luis Gómez Urdáñez Doscientos años después, Somosierra era muy diferente al día de la batalla (30 de noviembre de 1808). No había niebla en el puerto, sino nieve; no había una iglesia incendiada en el pequeño pueblo, ni cadáveres sin enterrar. La campana dominical llamó a los fieles, como siempre, pero ésta era una misa especial. Era la misa que los polacos no pudieron celebrar en 1808, …aunque hubieran ganado la batalla. Doscientos años después, el alma inmortal de Polonia se hacía presente de nuevo en Somosierra. La blancura de la nieve era símbolo de paz para dos pueblos que fueron obligados por el tirano Napoleón a ser enemigos. Tan sentimentales los españoles como los polacos, habían sido quijotes una vez más. Los cañones de Somosierra no eran molinos sino gigantes, pero el capitán Kozietulski no dudó en dar la orden de carga a sus 150 jóvenes jinetes. En unos minutos murieron más de la mitad barridos por la metralla y las balas de los españoles, pero la caballería polaca se cubrió de gloria al lograr la victoria ante los ojos del emperador. Doscientos años después, los reunidos en Somosierra, tanto españoles como polacos, han encontrado otra forma de servir a sus patrias. Hemos aprendido mucho del pasado, de las tiranías y las guerras, y formamos una Europa unida como nunca lo ha estado: bajo el signo de la paz y la colaboración entre los pueblos. En vez de un general, o un emperador, en Somosierra había un joven y culto viceministro polaco, Jan Stanilaw Ciejanowski, con su esposa, la profesora española Cristina González Caizán, doctora en Humanidades. Junto a ellos, el sacerdote Don … … , que tanto ha trabajado por mantener viva la memoria de aquella batalla. Había un general español, sí, Francisco Javier Zorzo, pero era un agente de la paz como lo es ahora el ejército español. El general Zorzo mandó las tropas de interposición en Bosnia, encargadas de evitar más muertes en el terrible conflicto yugoeslavo. También había miembros del Foro para el Estudio de la historia Militar, entre ellos su presidente, don José María Espinosa de los Monteros, diplomado en Historia por la Universidad de La Rioja y condecorado por el gobierno polaco, un buen representante del español afable, humano e inquieto. Y una gran mujer desgraciadamente desaparecida, Linka, una heroína de la postguerra que desde España mantuvo vivo el espíritu de la Polonia libre contra la dictadura comunista. Por eso le dedicamos estas páginas. El párroco D … recordó en una emotiva homilía la paradoja de los sucesos de Somosierra: soldados polacos católicos se enfrentaron por lograr la independencia de su patria con el pueblo español católico, que luchaba por conservar la suya. El viceministro Ciejanoswki soportó la nevada frente a la ermita, bajo la lápida que conmemora la batalla, entre banderas polacas y españolas y coronas de flores. Rodeado por compatriotas, algunos ataviados con trajes típicos polacos, entre ellos muchos niños y niñas, el viceministro recordó los hechos, rindió homenaje a los héroes y prendió medallas a varios condecorados, españoles y polacos, destacados por contribuir a la hermandad entre los dos pueblos. Al terminar el día entre la nieve y el calor humano, todos recuerdan tras la comida de hermandad que hace un par de meses, con mejor tiempo, se había representado una recreación de la batalla en el mismo lugar. El coronel Sañudo, experto historiador militar, cuenta con exactitud todo lo que ocurrió: donde estaban los cañones, por donde cargó la caballería. La batalla se representó con más de 400 personajes con trajes de la época, soldados y oficiales, artilleros con sus cañones, caballeros, vivanderas, frailes y paisanos armados, tal y como fue en realidad la célebre hazaña de Somosierra. En la tertulia, se citaban nombres de gran resonancia: Kozietulski, Krasinski, pero sobre todo, Niegolewski, que sobrevivió después de sufrir terribles heridas -tanto que los españoles le dieron por muerto- y contó luego la batalla en un precioso escrito. Hace dos años visitamos su tumba, con ocasión de un fantástico viaje de estudios por la Polonia Napoleónica que concitó la presencia de historiadores de España, Inglaterra, Portugal, Francia y Polonia. Y todavía pudimos recordarlo en Zaragoza, con ocasión de la recreación de los sitios, sólo hace unos meses, en presencia del alcalde Belloch y el historiador José Antonio Armillas. Los polacos, con uniforme de época, pasearon por el Paseo de la Independencia doscientos años después de aquella tragedia. En el acto de conmemoración de Somosierra estuvieron también algunos de los que representaron la batalla y de los que volverían a Zaragoza, a los que mostramos nuestro agradecimiento por su contribución a divulgar la historia. Son los Voluntarios de Madrid, los …del ejército de Polonia, los … También autoridades de la Comunidad de Madrid y otras instituciones y algunos historiadores que no podían perderse estos actos, como Fernando García de Cortázar o el que firma estas líneas. Y desde luego, miembros de la embajada polaca en Madrid, como …, … Por la independencia de Polonia Napoleón había entrado en Polonia en 1806 tras vencer a los alemanes. Los polacos le apoyaron, pues los planes del emperador, tras la derrota de Prusia, eran marchar contra Rusia. Para la Polonia vencida, era una oportunidad de conquistar la independencia arrebatada en 1795 por las dos potencias, como Napoleón les había hecho creer. Por eso, el general Dabrowski consiguió formar con gran rapidez un ejército polaco de 30.000 hombres, que engrosó el ejército imperial y luchó en varios escenarios del norte hasta la victoria sobre los rusos en Friedland (junio de 1807). Pero ¿por qué este ejército polaco vino a una tierra tan lejana como España? Desde marzo de 1808, Napoleón tiene que ocuparse intensamente del problema de España. Sus planes están fracasando. La alianza que mantiene con Carlos IV puede romperse y hacer fracasar la estrategia que había ideado al firmar el tratado de Fointainebleu (octubre de 1807), cuyo objetivo era en realidad someter al control militar francés todo el norte de España y apoderarse de Portugal, aliado con Inglaterra. Pero el pueblo español se amotina en marzo de 1808, frente al palacio real de Aranjuez, contra Godoy, favorito de Carlos IV, que tiene que abdicar a favor de su hijo Fernando VII. Napoleón conocía las disputas entre padre e hijo, el desprecio de Godoy y la reina María Luisa, la crisis económica que sufría España desde hacía unos años, el desastre que supuso la derrota de Trafalgar para el comercio con América, así que pensó en acabar con los Borbones e imponer una nueva dinastía napoleónica con su hermano José en el trono. La sublevación del 2 de mayo de 1808 facilitó sus planes y, tras una serie de victorias militares, José I ciñó la corona en Madrid después de humillar a Carlos IV y Fernando VII en los tristes sucesos de Bayona. Sin embargo, los patriotas españoles no se rendían. Antes al contrario, surgían partidas de guerrilleros por toda España, que se unían a los restos del ejército derrotado, sin armas, sin uniformes. En julio, se produjo la gran sorpresa de Bailén. El ejército francés, más numeroso y mejor equipado, fue derrotado por las tropas del general Castaños, lo que puso en peligro al propio José I Napoleón, que huyó a Burgos, a la espera de que su hermano llegara personalmente con un gran ejército y doblegara finalmente a los españoles. En efecto, Napoleón reunió un gran ejército en el sur de Francia y en noviembre cruzó el Bidasoa. Entre las 150.000 águilas del Imperio que traía Napoleón a España había soldados de toda la Europa napoleónica, entre ellos, los polacos, y entre los polacos, la célebre caballería ligera. Napoleón quería entrar en Madrid con rapidez para evitar un nuevo sitio como el de Zaragoza, que tanta sangre había costado. Por eso le era de vital importancia coronar el puerto de Somosierra, donde los españoles le esperaban con artillería e infantería. Frente a una cima defendida por cuatro baterías en línea y unos 8.000 soldados desplegados, los manuales de la guerra aconsejaban un ataque “en tenaza”, por los flancos, pero se perderían muchos días, lo que Napoleón no se podía permitir. El general Victor había intentado durante el día anterior la táctica envolvente, comprobando que haría falta varios días para vencer la resistencia. El emperador se enfureció y pensó en cargar de frente, pero los oficiales lo veían imposible. En ese momento, el capitán Kocietulski, jefe del tercer escuadrón de la caballería polaca, se aprestó a cumplir sus deseos: con sus 150 jinetes polacos se lanzará a la carga contra las cuatro baterías. Sabe que va a la muerte, y en efecto, es uno de los primeros en caer, pero en unos diez minutos, los polacos sobrevivientes han llegado a la última batería, mientras las tropas españolas huyen ladera abajo. El camino a Madrid está abierto. Tras la gran hazaña llega el emperador a la cima y, ante el espectáculo, rodeado de cadáveres, pronuncia las célebres palabras: “yo os contemplo como los más valientes de los valientes”. En Somosierra, los jóvenes polacos iban a ganar de nuevo una patria, la que habían perdido sus padres. Volverían a Varsovia orgullosos. Sin embargo, quedaban todavía seis años de cruel guerra en toda Europa, incluyendo el nuevo frente de Este, las terribles campañas de Rusia. La dura y larga guerra de España acabó por demostrar a los polacos que se enfrentaban a un pueblo que luchaba por lo mismo que ellos: por la religión y la patria. Polonia no era nación; España tampoco. Los ideales de los dos bandos fueron traicionados: en España, por Fernando VII, que nunca entendió al pueblo que tuvo que gobernar; en Polonia, porque descubrieron que las promesas de Napoleón no eran sino una farsa más del pequeño corso y la nueva Francia restaurada no se acordó en el congreso de Viena de aquel pueblo sin patria, que siguió durante un siglo sometido a dos grandes colosos. En la recreación de la batalla, aparecía un personaje a caballo, con abrigo gris y bicornio; todos lo identificamos enseguida: era el Emperador. Antes habían cargado los jinetes polacos, con sus sables y sus lanzas y su gorro cuadrado, tan peculiar. Granaderos españoles, caballería francesa, paisanos con trabucos se batían en medio del humo producido por las descargas de los cañones y los fusiles. La recreación intentaba plasmar con exactitud lo ocurrido: las cuatro baterías, los cadáveres apiñados junto a ellas, los fusilamientos de patriotas inmediatamente después de ser capturados. Dos meses después, en el acto central de la conmemoración, la nieve que cubría Somosierra, anunciando el duro invierno que se adelantaba en este caliente sur, era como un manto blanco de pureza que recordaba los nobles ideales de aquellos jóvenes que vinieron de tan lejos a luchar por su patria y a los que aquí se les enfrentaron, pensando en mantener la independencia de España. Unos y otros, descansen en paz. Epílogo: Varsovia, diciembre de 2008 No hay nieve en Varsovia el 15 de diciembre de 2008, pero sí hace frío frente a la tumba del soldado desconocido. Los españoles que portan una corona de flores para depositarla en el monumento se abrigan mientras los soldados forman la guardia de honor junto al viceministro Jan Stanislaw Ciejanoswki. Saludan los himnos nacionales y recuerdan a los caídos en Somosierra, a los que va destinada la corona. Es un acto más de la conmemoración de la batalla de Somosierra, en esta ocasión en Varsovia. El objetivo es ahora la investigación histórica. Acogidos con suma amabilidad por el director del Museo del Ejército Polaco, Janusz Cisek, historiadores españoles y polacos expusieron las últimas aportaciones sobre la batalla y la participación de Polonia en la guerra de la Independencia española. Hubo lugar para la historia militar, la historia social –un recuerdo a los polacos casados con españolas-, la historia en el cine –a destacar la gran obra de A. Wajda-, la revisión de las fuentes históricas, la repercusión de la batalla en el imaginario colectivo polaco, la mitificación; en definitiva, el congreso celebrado en Varsovia fue un broche de oro a las conmemoraciones de este Bicentenario, una nueva ocasión de estrechar lazos entre dos países tan lejanos y tan cercanos como España y Polonia.