La Mirada y los Sueños Los Caballos Era un día espléndido de primavera. Hacía tiempo que no nos reuníamos toda la familia. Manuel decidió, para celebrarlo, hacer una hermosa paella. Manuel no es cocinero profesional pero le pone mucho amor a este plato que él enriquece con cantidad de carnes y mariscos. Yo siempre le reprocho: -No tiene mérito, te sale tan rica por todo lo que le añades. Estábamos preparando la mesa cuando llego Rafa y dijo: -Hace un día tan bueno que nos podíamos llevar la paella a la montaña. ¡Ah! Que idea tan fantástica. Todos estábamos de acuerdo. ¡Teníamos tanta necesidad de disfrutar del aire del campo! de manera que cogimos la paella, la metimos en el coche y partimos hacia lo más alto. Mientras comíamos, una yeguada se aproximó a nosotros. Yo me asusté, no estaba habituada a la cercanía de los animales. Me retire un poco del grupo familiar. Pero, al rato, una de las yeguas que estaba preñada se tumbó en el suelo y, ¡sorpresa!. Al momento comenzó a parir. Nos desplazamos un poco. Terminamos de comer pero, nos quedamos allí, para mirar todo el proceso. El resto de los caballos se fueron mansamente. ¡Qué maravilla, la naturaleza! Para mí, era todo un espectáculo. No sabía si tenía más miedo que curiosidad. Para mis hermanos e hijos la cosa no parecía tan novedosa. ¡Yo tan urbana!. Era la primera vez que veía un espectáculo semejante. Al final de la tarde, la yegua se levantó, lamió al potrillo que poco a poco se elevó sobre sus cuatro patas- ¡Magnifico! ¡Extraordinario! Me invadió un sentimiento de ternura… Gozamos de un día muy especial. 1 Paseábamos, hace poco, por una calle algo empinada, de un pueblo, de la provincia de Ávila. De pronto, en un espacio abierto entre dos edificios rurales vimos un par de caballos. Nos quedamos mirándoles sorprendidos. Estaban de pie inmóviles, muy cerca el uno de otro. El que quedaba delante tenía toda la parte trasera del lado derecho, hundida, la piel deslucida, sin brillo, muy deteriorada como si tuviera alguna herida. El otro también estaba de pie pero, parecía que iba a caerse sobre su compañero. Los ojos abiertos, con la mirada estática y llena de tristeza, como si pidieran ayuda. Nos paramos un momento, los miramos con pena queriéndoles transmitir nuestro pesar. Debían de estar abandonados, porque no tenían ningún sitio donde poder beber agua o algún montón de paja y heno para alimentarse. Nos quedamos consternados al verlos en ese grado de abandono. Unos animales tan nobles y preciosos. Me vinieron a la memoria aquellos caballos, un tiempo atrás, en la montaña. *** -¿Dónde habéis estado esta vez? –Preguntó mi yerno al vernos con las maletas. Pues, en Andalucía. Cerca de la mar-océano, contemplando su majestuosa inmensidad, su constante movimiento. -¿Hicisteis excursiones? -Sí. Precisamente estuvimos en Jerez, viendo “El Baile de los Caballos Jerezanos”. -Le contaba a mi yerno. -Qué bonito, la verdad. Antes de empezar el espectáculo, bajaron la tonalidad de la luz. Los caballos estaban muy bien cuidados se les notaba en el brillo de su piel, en sus crines, algunos peinados como haciendo trenza, otros largas y como planchadas. Una voz masculina hace la presentación por megafonía, en principio pone al corriente a los espectadores del excelente trato que reciben estos animales de pura raza española. Su alimentación, mantenimiento, aseo tanto de ellos como de la limpieza de los establos. ¡En fin! Un trato de excelencia. No pude por menos de recordar a los caballos del pueblo ese, de Ávila. 2 Suena la música y van entrando los jinetes con sus caballos. Unas veces van montados y otras a pie sujetando al animal con sus bridas. Resulta muy bonito. El aspecto de los caballos es impecable. La música suena y la voz pone énfasis en la buena raza de éstos, elogiándolos en poesía. El espectáculo consiste en ver moverse a los animales al compás de la música, realizando coreografías bajo la fusta de los jinetes. En cada exhibición sale un grupo de caballos diferentes. El presentador va diciendo el título de cada pase. Por ejemplo: “Aires a caballo” Bajo este título van entrando entrelazados un nuevo grupo de caballos con jinetes. Los caballos se mueven al compás de la música. Estos son grises, tienen una larga y abundante cola al igual que sus largas crines. “Cascabeles de sol, sonad con fuerza, que un caballo os llama en su pisada” introducción poética del presentador a una fila de ocho caballos blancos y grises. Suena la música alegre de zarzuelas conocidas. No cabe duda que es un bello espectáculo. -Quiere decirse que te ha gustado -me dijo mi yerno. –Pues no sé. Me sorprendí a mí misma. Mirándolos detenidamente, todos mantenían la cabeza inclinada. Nunca había visto un espectáculo de este tipo. Es bello, pero, me pareció un circo. –¡Claro! -dijo él –es el arte de “domar” al caballo. Si, -dije yo -esa palabra me crea un poco de conflicto. Desde luego estos están muy bien cuidados, pero, al final se mueven bajo la fusta del jinete. Me gustaría saber lo que siente el caballo. Es un animal noble, a fin de cuentas domesticados por el hombre para su capricho y prestigio. Por cierto, ¿sabes que fue la reina Victoria Eugenia de Battenberg quien impuso la ley de que los caballos salieran en las corridas de toros al rejoneo con protección?. Que espectáculo tan terrible tenía que ser, ver morir al caballo a consecuencias de las embestidas del toro. -Pero, si no fuera por la “doma”, ¿Cómo te crees que aceptaría el caballo que se montaran en su grupa y le pusieran las bridas? -decía mi yerno. 3 Es cierto, algunas veces parece que no estoy en el mundo, Pero, desde que vi a esos caballos en aquel pueblo, enfermos y abandonados, me dejaron el corazón encogido. No encontré a nadie en ese pueblo para poder informarme o denunciar el triste aspecto de esos dos animales. Estuve mirándolos y me pareció que pedían ayuda con su mirada. Curiosamente, una vez soñé, con caballos galopando con vigor a nuestro paso. El calor que desprendían sus cuerpos. El color y brillo de sus pieles tersas, castaño claro, bellísimos. Recuerdo que volvíamos de Paris. Bajábamos por la calle Olite que se encontraba sin asfaltar, esta calle hace un poco de cuesta. Sin embargo, se veían las farolas encendidas de las calles adyacentes. Era de noche. La Luna debía de estar llena, por la buena visibilidad que había, pero también alumbraban las fogatas encendidas en el suelo por aquí y por allá, como si fuera la noche de San Juan. Algunas gentes estaban sentadas alrededor del fuego comiendo y compartiendo alimentos en abundancia, con todo el mundo. Nosotros caminábamos hacia la casa de mis padres. El brío de los caballos que venían a nuestro lado, en libertad, dándonos calor con su aliento, creaban un ambiente humano y acogedor. Según llegábamos nos íbamos encontrando con familiares con los que compartíamos la alegría de estar todos juntos. Todo resultaba esplendido. Caminábamos y cantábamos. A todo esto, los caballos parecían sumarse a nuestra alegría, dando pequeños saltos y relinchos. Sentíamos la energía de los caballos galopando a nuestro lado, con elegancia, infundiéndonos ánimo y vitalidad. La abundancia de la comida compartida entre personas queridas, creaba un clima gozoso de fuerza y alegría de vivir. Seguramente este bello sueño fue como consecuencia de la yeguada que encontramos hace algunos años en la montaña, que me resulto tan impactante. Y, es que, la mirada a veces, se enlaza con los sueños y, desvela todo el sentido de la vida y la libertad. Techu 8-4-2015 4