//la ciudad de La Plata, a los 10 días del mes de agosto de mil novecientos noventa y nueve, reunidos en Acuerdo los Señores Jueces que integran la Sala Segunda de la Cámara Federal de Apelaciones, toman en consideración el expediente número 936/99, caratulado "HEMMINGSEN, Jorge Jaime c/ Estado Nacional s/ Nulidad art. 99, inc. 4. Párrafo final de la Constitución Nacional 1994", procedente del Juzgado Federal N°4, Secretaría N°12, de esta ciudad, para conocer y decidir en los recursos de apelación interpuestos contra la sentencia de fs. 109/112 vta., y la resolución de fs. 116. El Tribunal establece la siguiente cuestión a resolver: ¿Se ajustan a derecho la sentencia y la resolución apeladas? EL DOCTOR FRONDIZI DIJO: 1. La sentencia de fs. 109/112 y vta. rechaza la defensa de falta de acción opuesta por la demandada, hace lugar a la pretensión del actor y declara la nulidad, a su respecto, del art. 99 inc. 4. último párrafo de la Constitución Nacional reformada en 1994. Impone las costas a la demandada y difiere para su oportunidad la regulación de los honorarios de los profesionales intervinientes. Sucesivamente, el juez de grado resuelve, a fs. 116, ordenar al Estado Nacional no innovar respecto del actor hasta tanto recaiga sentencia definitiva en la causa. 2. El Estado Nacional - representado en esta instancia por el Fiscal General ante la Cámara- apela tanto la sentencia de fs. 109/112 y vta. como la resolución de fs. 116. El primero de estos recursos es interpuesto a fs. 113, concedido a fs. 113 vta. y sostenido mediante la expresión de agravios que luce a fs. 166/180. La contestación de la parte actora obra a fs. 182/186. El segundo, es interpuesto a fs. 121, concedido a fs. 122 y el memorial que lo sustenta se lee a fs. 138/150. La respuesta actora obra a fs. 153 y vta.. 3. Ahora bien, a modo de breve introducción, cabe recordar que a fs. 20/39 y vta. se presenta el actor en su condición de Juez de esta Cámara Federal de Apelaciones e inicia una acción ordinaria contra el Estado Nacional a fin de lograr que se declare, a su respecto, la nulidad absoluta del art. 99, inc. 4., último párrafo de la Constitución Nacional reformada en 1994. Dice el demandante que ha cumplido largamente los setenta y cinco años de edad, y afirma que se ve lesionado en su condición de magistrado en cuanto la norma que impugna ha establecido una nueva causa de remoción de los jueces al limitar la duración de sus nombramientos hasta el momento en que alcancen aquella edad, sin que la Convención reformadora de la Constitución Nacional de 1853 que la sancionó estuviese habilitada a este fin por la ley que declaró la necesidad de la reforma, la que precisamente previó en su art. 6 la nulidad absoluta de toda sanción de la Convención que se apartara de la competencia que le conferían los artículos 2 y 3 de la misma ley. A fs. 62/73 contesta la demanda el Estado Nacional. Opone la defensa de falta de acción en el demandante y, en cuanto al fondo del asunto, sostiene que la reforma constitucional no ha modificado la garantía de la inamovilidad de los jueces; que la Convención reformadora estaba habilitada para dictar la norma aquí impugnada; que, de todos modos la cuestión no es justiciable y que, de haber existido vicio sostenido por el actor, estaría purgado por la ley 24.430 que habría operado como "norma de habilitación". 4. Los agravios del Estado Nacional contra la sentencia de fs. 109/112 y vta. están dirigidos a dos aspectos de ella: a) el primero concierne a que desestimó la defensa de falta de acción opuesta por el Estado Nacional; b) el segundo, a la cuestión de fondo. 5. La cuestión de la falta de acción El agravio surge y se motiva en consideraciones que, en rigor, ya fueron expuestas por la Procuradora Fiscal en su escrito de contestación de demanda ( vide fs. 62 vta./64 vta.). El Fiscal General las reitera ante esta Alzada por entender que el juez de grado habría omitido examinarlas en su sentencia. Se trata de que la disposición constitucional impugnada no afectaría un interés legítimo actual y suficientemente directo del actor, ni existiría tampoco una determinación concreta bastante de la afectación de la actividad judicial de éste. Según el apelante, el planteo del demandante es abstracto por no haber entrado en vigencia la norma cuestionada y, además, porque se desconoce si, al momento en que esto acaezca, estarán presentes los presupuestos de hecho que permitan inferir el daño invocado. Afirma asimismo el Fiscal General que en el sub lite no habría un "caso" en el sentido de los artículos 116 de la Constitución Nacional y 2 de la ley 27, carencia que impediría surtir la jurisdicción del Tribunal. Es oportuno recordar que el Poder Judicial de la Nación, conferido a la Corte Suprema y a los tribunales federales por los arts. 108, 116 y 117 de la Constitución, se define, con arreglo a una interpretación invariable, recibida de la jurisprudencia constitucional de los EE.UU. de Norteamérica, como el que se ejercita en las causas de carácter contencioso a las que se refieren los arts. 116 de la Ley fundamental y 2 de la ley 27. Tales causas son aquellas en que se persigue en concreto la determinación de un derecho debatido entre partes adversas. Así lo tiene declarado la Corte desde Fallos 156:318, y reiterado en diversas oportunidades. De modo que, para que haya causa o "caso", en el sentido que aquí interesa, no basta con que se procure una declaración general sobre las normas o actos de los otros poderes del Estado, incluso, desde luego, del Poder Constituyente. La Corte, que sostuvo el concepto apenas expuesto en Fallos 243:176, precisó que, desde sus inicios (Fallos: 1:27 y 292), negó que estuviese en la órbita del Poder Judicial la facultad de expedirse en forma general sobre la constitucionalidad de las normas (Fallos: 12:372, 95:51 y 115:163).Y recordó que el requisito de la existencia de un "caso" o controversia judicial debe ser examinado rigurosamente para preservar el principio de la división de los poderes (Fallos: 242:353,cons.3). Para que haya "caso", es condición que se encuentre cuestionado el reconocimiento de algún derecho individual concreto, a cuya efectividad obstare la norma cuya validez se impugna, con el consiguiente perjuicio también concreto- de quien invocase aquel. La intervención judicial debe, pues, estar destinada a la tutela de un interés propio y actual, no solo potencial o posible ( salvo el caso de la acción de amparo y de la de habeas corpus), alegados por las partes, y de la solución de la contienda debe desprenderse un efecto útil para una de ellas. Sobre estas bases conceptuales ha de considerarse el embate del Fiscal General. Ha de advertirse, ante todo, que el actor se ha presentado ante los estrados de la justicia impugnando aquellas disposiciones de la Asamblea Constituyente que reformó la Constitución Nacional en 1994, que han creado una nueva causal de remoción de los jueces federales que lo afecta directamente dado que se halla puntualmente alcanzado por ella. En efecto, el art. 99, inc. 4., último párrafo, de la Constitución reformada en 1994, establece dicha nueva causa de remoción de los magistrados al disponer la duración limitada de sus nombramientos y su caducidad una vez que cumplan los setenta y cinco años de edad - presupuesto fáctico verificado en el caso del actor ( vide partida de nacimiento de fs. 24)- quien debería obtener un nuevo nombramiento y un nuevo acuerdo del Senado para mantenerse en el cargo, coincidentemente con la entrada en vigencia de la norma en cuestión en los términos de la cláusula transitoria undécima de la Constitución reformada. El daño a la estabilidad del actor en sus funciones - y su interés concreto y actual- deriva de la combinación entre su edad y su cargo de juez federal, por un lado, y las nuevas normas por el otro, cuya entrada en vigor está solo supeditada al transcurso de un plazo inexorable que hoy es ya de pocos días, y no parece susceptible de reparación fuera de la vía intentada. Cabe agregar, en fin, que la acción deducida en esta causa ha sido hecha valer en proceso ordinario y de conocimiento pleno, por quien hizo oportuna reserva de su derecho en tal sentido (vide fs. 31/32 vta.), y persigue obtener una decisión que resuelva el caso concreto que plantea - el del actor en autosdefiniendo su situación jurídica como juez federal de cara a la norma impugnada. Por tales conceptos propongo al Acuerdo desestimar el agravio en examen. 6. La cuestión de fondo. En este aspecto el Fiscal general se extiende en diversas consideraciones - ya desarrolladas, también, por la Procuradora Fiscal al contestar la demanda ( vide fs. 65 vta./73)- agraviándose porque la sentencia apelada no consideró ni la cuestión de la no judicialidad de la reforma constitucional, ni la concerniente a la llamada "norma de habilitación" que habría saneado el supuesto vicio invocado por el actor y que sería la ley 24.430, que ordenó, ex art. 28, publicar "... todas las disposiciones constitucionales sancionadas por la Convención Nacional Constituyente" incluida la norma impugnada en autos. 6.1 La cuestión sometida al conocimiento de esta Alzada consiste en decidir sobre la validez constitucional del art. 99 inc. 4 último párrafo de la Constitución Nacional reformada en 1994, respecto del actor en autos, en cuanto introduce una nueva causa de remoción de los jueces federales al establecer la duración limitada de sus nombramientos y su caducidad una vez que cumplan los setenta y cinco años de edad. Resulta necesario, entonces, afrontar y resolver la espinosa cuestión de la justiciabilidad de una reforma constitucional o, en otras palabras, de la posibilidad de declarar inconstitucional una reforma constitucional. (Las diversas posiciones pueden verse, entre otros, en: Spota, Alberto A., "Lo político, lo jurídico, el derecho y el poder constituyente", Buenos Aires, Plus Ultra, 1981, pág. 125/127. Cueto Rúa, Julio, "¿ Es posible declarar inconstitucional una reforma constitucional?, L.L. 36-1106. Linares Quintana, Segundo V., "Derecho constitucional e instituciones políticas", t. II, pág. 445, t. III, pág. 446. Discurso del miembro informante de la mayoría, Dr. Arturo Sampay, en la Comisión Revisora de la Convención Reformadora de 1949, Diario de Sesiones, 24.01 al 16.03 1949. Dictamen del Consejo para la Consolidación de la Democracia, 07.10.1986, cap. III, en: "Reforma Constitucional: Dictamen Preliminar del Consejo...", Bs. As., Eudeba, 1986. Asimismo, deben leerse las sentencias dictadas por la Corte Suprema de Justicia, especialmente Fallos 256:556 (Soria, del 20.09.63, 268:352 (Colella, del 09.08.67), 316:2743 (Ríos, del 02.12.93), e I.90.XXIV (Iribarren, del 22.06.99), entre otras). No obstante que el art. 30 de la Constitución dice que ésta "...puede reformarse en el todo o en cualquiera de sus partes", el poder reformador está limitado: tiene límites autónomos y límites heterónomos (conf. Colautti, Carlos E., "Derecho Constitucional", Bs. As., Editorial Universidad, 1998, pág. 42 y ss.). En tal sentido cabe afirmar, en primer lugar, que es posible declarar judicialmente la inconstitucional de cualquier reforma constitucional si, para sancionarla, no se ha seguido el procedimiento establecido en la Constitución. Lo mismo ha de predicarse si la reforma viola los principios que derivan de los pactos preexistentes aludidos en el Preámbulo y de los especiales a que se refiere el art. 31. La forma representativa, republicana y federal adoptada para el gobierno de la Nación por el art. 1 no puede suprimirse ni desnaturalizarse, incluido el sistema de la división de los poderes del Estado, que conlleva la independencia del Poder Judicial y la inamovilidad de los jueces en sus cargos mientras dure su buena conducta, principios básicos explícitamente consagrados por la Constitución en su art. 110. La inamovilidad constituye el pivote básico de la independencia, dado que su objeto es resguardar a los jueces de toda influencia directa o indirecta que pueda influir sobre sus decisiones. La Suprema Corte de los Estados Unidos advirtió en una de sus decisiones "...que es por completo evidente que el que conserva su cargo solamente por el tiempo que quiera otro no es digno de confianza para conservar una actitud de independencia contra la voluntad de ese otro" ("Humphrey v. United States", 295 US 602, 1935). Y ha declarado, también ("United States v. Will", 449 US 200,217-218; 1980), que una justicia libre del control Legislativo y Ejecutivo es esencial, si existe el derecho de que los procesos sean resueltos por jueces exentos de la potencial dominación de otras ramas del Gobierno. La Corte Nacional ha dicho, en sentido coincidente, que nuestro sistema constitucional se ha estructurado sobre un pilar fundamental: la independencia propia del Poder Judicial, requisito necesario para el control que deben ejercer los jueces sobre los restantes poderes del Estado (Fallos: 310:804; 312:1686). Asimismo, ha señalado que el principio de la inamovilidad de los jueces está consagrado para asegurar el Estado de Derecho y el sistema republicano de gobierno (Fallos:314:760, 881), y es garantía de la independencia del Poder Judicial (Fallos: 310:2865; 315:2386), y de su funcionamiento (Fallos: 313:1371; 314:749, 760, 882). Por último, pero no por ello menos importante, tampoco son reformables las cláusulas dogmáticas, entendiéndose por tales no solamente aquellas que, como la del art. 30 de la Constitución, incluye un límite expreso al poder reformador, sino aquellas que contienen los derechos y garantías individuales a los que se refiere el Capítulo Primero de la Primera Parte de la Constitución, que podrían eventualmente mejorarse y afianzarse pero jamás menoscabarse. En términos generales: dado que el poder constituyente de una Convención reformadora es derivado, precisamente, de la propia Constitución (rectius: es un poder constituido, como bien dice Colautti, op. cit., pág. 42), sus sanciones resultarían inconstitucionales - y podrían ser declaradas tales por el Poder Judicial- si fuesen violatorias de los procedimientos, principios, derechos y garantías recién mencionados. El poder reformador no puede avanzar sobre estos límites, solo susceptibles de superarse por un nuevo ejercicio, por la vía revolucionaria, del poder constituyente. La sentencia de la Corte Suprema en Fallos:316:2746 robustece este criterio, desde que el Alto Tribunal expresamente dice, con la cita ilustre de Manuel Gorostiaga, que "...es menester poner de relieve que, de ningún modo, los poderes conferidos a la Convención Constituyente (en el caso, la de la Provincia de Corrientes), pueden reputarse ilimitados, porque el ámbito de aquellos se halla circunscripto por los términos de la norma que la convoca y le atribuye competencia. En sentido coincidente, vale destacar que las facultades atribuidas a las convenciones constituyentes están condicionadas al examen y crítica de los puntos sometidos a su resolución, dentro de los principios cardinales sobre que descansa la Constitución" (cursiva y subrayado son míos). En suma: no es admisible que se manipule la Constitución bajo falsos ropajes de legalidad para sancionar reformas que la menoscaben, la vulneren o la violen en los aspectos decisivos que se han indicado más arriba. Puesto ante un caso ex art. 116 de la Constitución el Poder Judicial puede y debe declarar la inconstitucionalidad de una reforma de tal laya. 6.2 Afirmado lo anterior, se ve que la decisión a adoptarse en esta causa depende de la interpretación que se haga de los arts. 99 inc. 4 último párrafo y 110 de la Ley Fundamental. Ello requiere, ante todo, resolver sobre la validez de la primera norma citada ex art. 30 de la Constitución, y 6 de la ley 24.309 declarativa de la necesidad de la reforma parcial de la Constitución de 1853. Esta última fijó, en sus arts. 2 y 3, lo puntos que quedaban habilitados para su tratamiento por la Convención reformadora. Si bien se leen tales artículos se advertirá que no habilitaron la modificación de los alcances de la garantía de la inamovilidad vitalicia de los jueces federales mientras dure su buena conducta ex art. 96 de la Constitución de 1853, cuya redacción es íntegramente mantenida por el art. 110 de la Constitución reformada. Tampoco el llamado "Núcleo de coincidencias básicas" insertado en el art. 2 de la ley en examen prevé en ninguna parte, como punto susceptible de reforma, el de la inamovilidad vitalicia del nombramiento de los jueces. Antes bien, el punto "J" del así llamado "Núcleo" no hizo sino confirmar que las únicas causales de remoción eran las que ya estaban indicadas por el art. 45 de la Constitución de 1853: mal desempeño, delito en el ejercicio de sus funciones, o crímenes comunes. Si se ve la cuestión desde el lado de la habilitación para reformar puntos relativos a las atribuciones del Poder Ejecutivo se llega a la misma conclusión, pues ni el punto "A" del "Núcleo" que se incluye en el art. 2 de la ley, ni el art. 3 de ésta, habilitaron a la Convención, ni directa ni indirectamente, a reformar la garantía de la inamovilidad de los jueces. Y que no se insista en decir que la cesantía por alcanzar los límites de edad no es una nueva causa de remoción: más que un eufemismo sería una falsedad. Ello así, y atento que el art. 6 de la ley 24.309 dispone que "....serán nulas de nulidad absoluta todas las modificaciones, derogaciones y agregados que realice la Convención Constituyente apartándose de la competencia establecida en los arts. 2° y 3° de la presente ley de declaración..." no cabe, constatado el vicio, sino declarar la nulidad por inconstitucional del art. 99, inc. 4, último párrafo de la Constitución reformada. Se da, en efecto, la hipótesis de declaración de inconstitucionalidad por no haberse seguido el procedimiento establecido en la Constitución, sin perjuicio de la inconstitucionalidad de la cláusula desde el punto de vista sustancial en cuanto violatoria del principio y garantía de la inamovilidad de los jueces, que consagraba el art. 96 de la Constitución de 1853 y consagra el 110 de la reformada. Bastaría con recordar las categóricas afirmaciones de la Corte Suprema en Fallos: 310:814; 312:1686; 314: 760, 881; 310:2845; 315:2386 y, en especial en 316:2746, cuando destaca que el ámbito de los poderes conferidos a la Convención Constituyente se encuentra circunscripto por los términos de la norma que la convoca y le atribuye competencia y que "deben ser ejercidos dentro de los principios cardinales sobre que descansa la Constitución". En el caso, el procedimiento que no ha sido seguido es el fijado por el art. 30 de la Constitución. En cuanto aquí interesa, es dable remitirse, para fijar la doctrina de este artículo, al fallo últimamente citado de la Corte Suprema, entre otros, y, ad abundantiam a los claros y concisos concepto del miembro informante del Senado cuando se convocó la Convención reformadora de 1898: "Las cláusulas de la ley (de convocatoria) son las condiciones con que el pueblo elige a los Convencionales... Las facultades de la Convención no pueden ser más extensas que las que el Congreso le acuerde, o el pueblo, más bien dicho, por medio de su representación en el Congreso" (Diario de Sesiones. H. Senado de la Nación, 1897, págs. 275, 282 y 283). Cabe examinar ahora el argumento del apelante en el sentido de que el dictado de la ley 24.430 que dispuso la publicación de un texto que incluía todas las disposiciones sancionadas por la Convención Constituyente, habría purgado el vicio de la reforma que se examina en esta causa, operando como "norma de habilitación". En este punto el Fiscal General se apoya en nuestro distinguido constitucionalista Jorge R.A. Vanossi, quien hace un claro resumen del desarrollo de la construcción argumental de la "norma de habilitación" en su "Teoría Constitucional", Bs. As., Ediciones Depalma, 1975, t. I, pág. 228 y ss, y toma la idea de su fuente: la obra "Conceptos y formas fundamentales del derecho", Bs. As., Losada, 1942, de Fritz Schreier. Vayamos a la fuente. En su libro, editado por primera vez en alemán en 1927, y publicado en la colección del Instituto Argentino de Filosofía Jurídica y Social que presidía Carlos Cossio, Schreier, antiguo profesor de la Universidad de Viena expatriado como casi todos sus maestros y colegas a raíz de la ocupación de Austria por los nazis, se inspira a la vez en Hans Kelsen - el constructor de la "Teoría Pura del Derecho"- y en Edmund Husserl - el genial creador de "Ideas para una Fenomenología Pura y para una Filosofía Fenomenológica"- de quienes era discípulo, y hace un esbozo de una teoría formal del Derecho y del Estado sobre base fenomenológica. Se trata de una teoría del a priori formal del Derecho, o sea del concepto universal del Derecho y del séquito de nociones fundamentales puras (no empíricas) de éste. Es un libro difícil pero claro en cuya primera parte Schreier desarrolla un profundo estudio sobre el hecho jurídico y la relación jurídica. Y ofrece una doctrina sobre la relación entre el derecho posible y el derecho real. En la segunda parte bosqueja una teoría de las formas jurídicas fundamentales sobre la base de puras operaciones jurídico-formales. Estudia el hecho, la persona, el derecho subjetivo, la prestación, la sanción y, en el último capítulo, de trece páginas, el Estado. Es aquí donde desenvuelve su teoría sobre la "norma de habilitación", que trae a colación el Fiscal General en su escrito de exposición de agravios. Para Schreier el Estado no es una realidad social sino un conjunto de normas dotadas de positividad (op. cit. pág.259). La norma jurídica para ser tal debe ser postulada por el legislador (el monarca o la representación popular), quien le da positividad, y el hecho de la postulación es materia de cada ordenamiento jurídico (op. cit. pág. 262). Así, el tema de la vigencia de una norma nos lleva a una determinada Autoridad, con lo que llegamos, en lo esencial, a la determinación conceptual kelseniana: el Estado como personificación del orden jurídico total, es decir, de todas las proposiciones jurídicas derivadas de una fuente común: "una norma es de derecho positivo cuando es posible considerarla como parte integrante del ordenamiento jurídico estatal". ¿Cuándo ocurre así? Schreier sostiene la regla genérica de toda supremacía: cuando la norma en cuestión responde o se ajusta a la relación fundamental entre las normas, en cuanto la de grado inferior no puede rebasar el límite que le impone la de grado superior, ya que de lo contrario, carecería de validez (op. cit. pág.266). ¿Qué es lo que ocurre cuando una norma traspasa los límites que le señala otra a la cual está subordinada, por ejemplo cuando el poder ejecutivo expide un reglamento que se extralimita respecto de la ley? No hay duda que semejante norma carece de validez jurídica formal. Pero además la extralimitación puede dar origen a una sanción que puede recaer sobre su autor, o - y esto es lo que aquí interesasobre la norma misma, v.g. su nulidad. Sin embargo, señala Schreier, puede ocurrir en un ordenamiento determinado que haya una norma que se ha extralimitado del sentido señalado por una norma superior que tenga las mismas consecuencias que hubiese tenido de no existir la extralimitación. Y pone ejemplos. Tomemos uno, el del juez que condena a una persona por el delito de robo a pesar de que ésta no ha robado, de manera que no juzga con fundamento en la norma superior, que enlaza una pena a aquel delito; ello no obstante hay que encarcelar - si no hay recurso- a quien ha sido condenado en forma "antijurídica". A la norma que equipara una norma que carece de validez por ser una extralimitación a otra válida y considera a la norma nula como si no lo fuera, basándose solamente en un hecho exterior Schreier le da el nombre de "norma de habilitación" y dice: "La norma de habilitación implica, en general, lo siguiente: Si un hecho de postulación de grado inferior rebasa los límites que le señala la significación de grado superior, deben producirse las consecuencias jurídicas establecidas por la norma nula. De este modo y mediante un rodeo - a través de la norma de habilitación- el precepto nulo queda incluido en el derecho positivo correspondiente y se transforma en un precepto válido" (op. cit. pág. 268). Pero agrega: "El empleo de un recurso, por ejemplo, "impide" la habilitación y consecuentemente la producción de la consecuencia jurídica" (op. cit. pág. 269). O sea, como explica el propio Schreier "la habilitación" a nivel constitucional se da por la falta de un recurso, por la imposibilidad de impugnación, por la carencia de un medio que quite validez a la norma de significación inferior que contradice a la superior. La habilitación equivale a la no impugnación. Y aquí volvamos a Vanossi, quien sostiene - con toda razón- que el órgano convalidante, en nuestro sistema institucional, sería la Corte Suprema de Justicia de la Nación, si declarase no justiciables las cuestiones que podrían suscitarse con motivo de una reforma constitucional a raíz de violaciones de forma o de contenido. En el caso en examen se dan, en mi opinión, las dos clases de violaciones, como he tratado de justificarlo precedentemente, y toca al Poder Judicial y en definitiva a la Corte Suprema, intérprete final de la Constitución, decidir la cuestión. Estas consideraciones, ajustadas a la idea original de la "norma de habilitación", quitan fuerza, a mi entender, al argumento del apelante. En autos hay un caso que está sometido al Poder Judicial quien será eventualmente a través de su cabeza, la Corte Suprema, cuya competencia podrá ser excitada por vía recursiva, quien lo resolverá. No es por cierto la ley 24.430 la norma de habilitación, ya que, como hemos visto, el Congreso carece de potestad en la materia. Obsérvese, por otra parte, que dicha sanción legislativa tuvo un fin notoriamente diverso: la curiosa incorporación del "eslabón perdido", o sea el segundo párrafo del art. 77, que establece la condición de la mayoría absoluta de ambas Cámaras para modificar el régimen electoral y de partidos políticos. Sin perjuicio de la dudosa constitucionalidad de la solución escogida para incorporar el citado texto es claro que la ley en cuestión - premisa pero no admitida la potestad del Congreso en la materia- no pudo haber cumplido una función que, además, no se propuso: sanear un vicio al que no hizo ni la más remota referencia. Por tales consideraciones, y normas constitucionales y legales citadas, propongo al Acuerdo confirmar la sentencia apelada en cuanto declara la nulidad del art. 99 inc. 4. último párrafo de la Constitución reformada de 1994 respecto del actor. Con costas a la demandada vencida, desde que no se encuentran motivos para apartarse del principio del art. 68, primera parte, del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. 7. En cuanto al recurso deducido a fs. 121 contra la medida de no innovar de fs. 116, entiendo que, atento la decisión sobre el principal que esta Alzada adoptará como conclusión del presente Acuerdo, la cuestión devendrá abstracta y así propongo se declare. Tal mi voto. EL DOCTOR SCHIFFRIN DIJO: Coincido con el brillante voto del Dr. Frondizi acerca de que el art.99 inc.4°, último párrafo de la Constitución excede notoriamente las facultades de la Convención reformadora de 1994, y también en cuanto que el Congreso Nacional carece de atribuciones para sanear a posteriori los defectos del procedimiento de enmienda constitucional.Asimismo, estoy de acuerdo, y siempre ha sido mi convicción, que existe un núcleo de principios básicos en la Constitución Argentina que no pueden ser modificados en un procedimiento de enmienda Constitucional, pues forman parte de los pactos que establecieron a la Nación como un pueblo con organización constitucional anclado en el estado de derecho.Ahora bien estimo que la estabilidad de los Jueces forma parte de ese núcleo intangible, y, precisamente, es este principio el que fue desconocido en forma creciente, desde 1930 hasta que en 1983 se cerró el período de inestabilidad institucional que abarcó esa etapa de más de cincuenta años. Solo llevamos quince años de experiencia constitucional democrática y resulta imperativa la defensa de uno de los aspectos más vapuleados del marco estructural del sistema político que quisieron construir los padres de la Constitución y tratamos en la actualidad de cimentar.En virtud, pues, de lo expuesto, adhiero al voto del distinguido colega preopinante.EL DOCTOR DUGO DIJO: 1.- Corresponde la declaración de inconstitucionalidad de la reforma constitucional introducida en 1994 en el art. 99, inc. 4º, párrafo tercero del nuevo texto de la Constitución Nacional en cuanto -de hecho- importa una ilegítima restricción a la garantía de la inamovilidad consagrada por el art. 110 del actual texto constitucional (art. 96 de la versión histórica), en cuanto establece que un nuevo nombramiento, precedido de acuerdo del Senado, será necesario para mantener en el cargo a cualquier juez de la nación, una vez que cumpla la edad de 75 años. 2.- Debemos partir del dato esencial que mediante la ley 24.309 se declaró la necesidad de la reforma parcial de la Constitución Nacional de 1853 (art. 1º), disponiéndose que la Convención "se reunirá con el único objeto de considerar las reformas al texto constitucional incluidas en el núcleo de coincidencias básicas y los temas que también son habilitados por el Congreso Nacional para su debate, conforme lo establecido en los artículos 2 y 3 de la presente ley declaración". En parte alguna de los artículos 2 y 3 de la ley, que fijan la competencia de la Convención, se la autoriza implícita o explícitamente a modificar el artículo 96 de la Constitución Nacional que pasó a revistar como artículo 110 de la Constitución reformada. Cuando el artículo 2 de la ley 24.309 autorizó a la Convención a modificar los artículos 45, 46, 48, 55, 67 inc. 27, 68, 69, 71, 71, 76, 77, 78, 80, 81, 82, 83, 84, 85, 86, incs. 1, 3, 5, 10, 13, 20; 87 y 99, excluyó al artículo 96. Tampoco en el denominado "núcleo de coincidencias básicas", cuyo contenido expresa la finalidad, el sentido y el alcance de la reforma, en parte alguna de los apartados letras I y J destinados a la designación de los magistrados federales y su remoción, se menciona la caducidad o remoción de los jueces por haber cumplido setenta y cinco años de edad. Y lo que resulta significativo es que en el apartado letra A, correspondiente a la atenuación del sistema presidencialista, cuando determina las atribuciones del Poder Ejecutivo, ninguno de los 20 incisos que las enuncian, contiene la caducidad de las funciones de los jueces y la necesidad de "un nuevo nombramiento, precedido de igual acuerdo, como necesario para mantener en el cargo a cualquier de esos magistrados, una vez que cumplan la edad de setenta y cinco años". La reforma al artículo 96 no aparece ni en éste núcleo, ni en los artículos habilitantes de la ley de convocatoria, y ni es siquiera mencionada en los debates que la precedieron, ni tampoco históricamente en las reformas o proyectos de reformas de la Constitución Nacional previos a la de 1994. Por lo tanto, estas circunstancias y aquella decisiva exclusión es determinante pues hace aplicable el artículo 6 de la mencionada ley que establece que "Serán nulas de nulidad absoluta todas las modificaciones, derogaciones y agregados que realice la Convención Constituyente apartándose de la competencia establecida en los artículos 2 y 3 de la presente ley declaración". 3.- Con todo, la cuestión de la reforma de que se trata no es sólo "nula de nulidad absoluta". Es algo más. Es inconstitucional. No vale la pena extendernos en la distinción capital entre el poder constituyente originario y el derivado o constituido. Mientras que el primero es la facultad soberana del pueblo para darse su ordenamiento jurídico originario por medio de una constitución, el derivado es el que modifica esa constitución sin reemplazarla. Es así que el poder constituyente originario no encuentra límites jurídicos que frenen su despliegue, mientras que el derivado o constituido se encuentra condicionado por el derecho positivo, tanto con límites de forma o procedimiento como de fondo o contenido. En nuestro Constitución, de acuerdo a su art. 30, es el Congreso quien delimita el ámbito de actuación legítima de la Convención reformadora, es quien ejerce en forma exclusiva la función preconstituyente, declarando la necesidad de reformar la Ley Fundamental y, consecuentemente, detallando las cláusulas que la integran que, a su criterio, resulta preciso modificar. "La tradición argentina y norteamericana no admite -cómo va a admitir!- la soberanía absoluta de las convenciones reformadores..."(Lisandro de la Torre, Cámara de Diputados de la Nación, sesión del 22/9/1922, citado por Martínez Raymonda, "Poderes de las convenciones constituyentes", en L.L. 1994-A981 y sgtes.). Tal conclusión -unánimemente sostenida por la doctrina- ha sido receptada por la C.S.J.N., que en el pronunciamiento de la causa "Ríos", del 2 de diciembre de 1993 (Fallos 316:2743), expresamente señaló que "de ningún modo, los poderes conferidos a la Convención Constituyente pueden reputarse ilimitados, porque el ámbito de aquéllos se halla circunscripto por los términos de la norma que la convoca y le atribuye competencia...las facultades atribuidas a los convencionales constituyentes están condicionadas al examen y crítica de los puntos sometidos a su resolución, dentro de los principios cardinales sobre que descansa la constitución..." 4.- Si, como en el caso, excede esas facultades la reforma es inconstitucional y es a los jueces a quienes se ha confiado la tarea de velar por la integridad de la Constitución, a quienes les corresponde -y así lo propongo- declarar tal inconstitucionalidad (Linares Quintana, "Puede una reforma de la Constitución...", L.L., t.34, pág, 1944 y sgtes y jurisprudencia de los EE. UU. allí citada). 5.- De todas formas, aun cuando la ley 24.309 hubiese pretendido modificar la inamovilidad de los jueces, sencillamente se hubiese tratado de un gravísimo intento de lesionar un principio inmodificable de la Constitución Nacional, como lo es esta herramienta esencial de protección del principio republicano de gobierno y de la libertad, honra y fortuna de los argentinos. En efecto, la existencia de un Poder Judicial cuya independencia objetiva se basa en el respeto irrestricto a sus garantías de inamovilidad e irreductibilidad de sus remuneraciones, hacen posible que los jueces puedan ser realmente independientes y cumplan con todos sus deberes, el primero de los cuales, sin duda alguna, es la obligación de custodiar el imperio de la Constitución, ley suprema y fundamental de la República. 6.- En el seno de la Convención de 1994, no faltaron las críticas de quienes alzaron su voz para denunciar como un despropósito despojar al Poder Judicial de la garantía de la inamovilidad mediante un artilugio al que la ley 24.309 ya fulminaba con el estigma de la nulidad absoluta. El agregado efectuado por la Convención al inciso 4 del artículo 99 de la Constitución Nacional, fue criticado por distintos convencionales en la 34a. Reunión, 3a. Sesión Ordinaria del 19 de agosto de 1994: Pablo Juan Ángel Bava dijo: "parece realmente inexplicable que de nuevo, por un negocio circunstancial...se introduzca nada menos que en la Constitución Nacional una cláusula de este tipo ¡Qué triste, señor presidente!- Esta es una cláusula inaudita para un cuerpo normativo como es la Constitución Nacional. Repudiamos enérgicamente que se establezca esta cláusula porque resulta lesiva a la dignidad de la magistratura...Evidentemente es necesario que de una vez se diga la verdad..." (Versión taquigráfica de la 34a. Reunión, 3a. Sesión Ordinaria del 18/8/94 de la Convención Nacional Constituyente, pág. 4607). El convencional Horacio E. Montes Ruiz, dijo: "Lo que voy a denunciar es muy grave... no voy a jurar estas reformas que violan la Constitución vigente y los principios esenciales de la República. Esta grave acusación... se relaciona con otra reforma... referida nada menos que a los jueces de la República. ¿Cómo es posible que para cumplir un pacto político, difundido hasta en el último periódico del país, se atrevan, los miembros de la mayoría, a establecer con efecto retroactivo la caducidad de los acuerdos de los... [jueces] mayores de 75 años?" (ídem. página 4628). A su turno, el convencional Fernando Saravia Toledo manifestó: "...En cuanto al artículo 86, comparto plenamente lo que señaló el señor Convencional Llano. Es de lamentar que un trabajo que se hizo -por lo menos en los momentos en que yo participe- con mucho celo, tratando de no desvirtuar el texto sobre el que estábamos trabajando, es decir la Constitución de 1853, sea dejado de lado y ahora nos encontremos con una cláusula como la del inciso 4, que en forma reiterada vuelve a colocar a esta asamblea frente a situaciones personales. Entonces, sin atribuir intencionalidad a nadie, esta norma está afectando situaciones concretas, cosa que no sucedería de acuerdo con el régimen que en su momento le permitió acceder al ejercicio de tan importante magistratura. Este inciso...nos coloca en la situación de estar utilizando el texto constitucional a sancionar, para regular cuestiones personales, tanto a favor como en contra, toda vez que la Constitución debería regir para el futuro y no para situaciones anteriores. Ello desdibuja la importante tarea que, como bien dijo el señor convencional Llano, llevó a cabo la Comisión de Redacción" (ídem pág. 4635). Iván José María Cullen reconoció claramente que se trataba de un tema no habilitado. Dijo: "Vamos a ir entonces al problema de la justicia, y en este sentido debemos decir que éste es grave, si no gravísimo. He dicho con toda claridad que si tenemos que hacer una síntesis de esta reforma y del tema vinculado con el Pacto de Olivos y con el Núcleo de Coincidencias Básicas, sin duda alguna el resultado es a mi entender un debilitamiento del Poder Judicial. Este debilitamiento se agrava incluso más en un tema que no está habilitado. Este es un problema de estabilidad en el cargo de los jueces. Al respecto, el artículo 96 de la Constitución Nacional establece que los jueces permanecen en sus cargos mientras dura su buena conducta, y en la norma que ahora se proyecta -sin que esté habilitada la reforma de ese artículo- se determina que habrá jueces que no tendrán esa duración vitalicia sino que sólo durarán hasta cumplir los 75 años, con la posibilidad de ser designados nuevamente por un período de sólo cinco años: Advirtamos que estamos modificando un sistema que se ha mantenido incólume en 140 años de vigencia de nuestra Constitución. Lo estamos modificando mediante la introducción de una cuña en el sistema, sin siquiera establecer -como ocurre en algunas constituciones europeas y americanas- el cese automático por razones de edad. Estamos fomentando una desigualdad entre jueces con estabilidad y jueces sin estabilidad, lo que resulta absolutamente inadmisible para un Poder Judicial independiente. Quiero aclarar que he defendido y defiendo la Constitución de mi provincia, la de Santa Fe, porque es clara, metódica, sencilla, bien armada y bien redactada. Tiene algunos errores, no muchos, pero hay uno que es gravísimo: su artículo 88 establece dos categorías de jueces en cuanto a la estabilidad, al fijar que a los 65 años la pierden, que es peor que cesar en ella. Se trata de jueces sin inamovilidad, lo que les quita la independencia necesaria para garantizar una justicia adecuada para el país. La existencia de jueces que dependen de una nueva designación para permanecer en sus cargos -tal como ocurre en la provincia de Santa Fe-, constituye un tema muy grave. No debe admitirse una reforma semejante que, por otra parte, no tiene ninguna explicación porque además se refiere a un tema como el de la reforma del artículo 96 de nuestra Constitución, que sin ninguna duda no se encuentra habilitado. Además de no estar habilitado, se trata de una cuestión precluida porque toda la problemática referida al Poder Judicial estaba contemplada en el Núcleo de Coincidencias Básicas, que ya fue tratado y aprobado. Resulta que ahora volvemos para atrás en el análisis de un tema incluido exclusivamente en el Núcleo, aunque -insisto- nunca contempló la reforma del artículo 96"..."Este tema al que me estoy refiriendo, sobre la inamovilidad de los jueces y la existencia de magistrados que para seguir siéndolo dependen de la buena voluntad del poder político, fue cuestionado judicialmente ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el caso "Iribarren Casiano", donde un juez de la Corte provincial reclamó por vía de amparo por entender que al encontrarse sin estabilidad estaba en una situación anímica proclive a perder su independencia. La Corte Suprema de Justicia de la Nación dictó el 23 de diciembre de 1992 una medida cautelar por la que inhibía al gobierno de la provincia de tomar cualquier decisión respecto de la inamovilidad de este juez, por entender prima facie que un sistema de la naturaleza del descripto atentaba contra la independencia del Poder Judicial. Bajo ningún punto de vista puede aceptarse entonces una norma que debilitará aún más la independencia del Poder Judicial en nuestro país..." (ídem págs. 4660/4661). Ernesto Joaquín Maeder, calificó de imprudente la inclusión de temas no habilitados por la ley. Expresó al respecto lo siguiente: "...El tercero y último punto es el que se refiere al Poder Judicial. Aquí se ha explicado con argumentos suficientes que este sí no era un tema habilitado. Esta es una primera afirmación que creo compartir, porque las razones que se han dado parecen más que suficientes. Además, es legítimo pensar que cualquier cuerpo puede establecer normas por las que en determinado momento, a raíz de la edad, los "achaques", las enfermedades o alguna razón de disminución, se pueda apartar a alguno de sus miembros de las funciones que eventualmente desempeñan. Esto parece lógico y legítimo, pero no parece lógico que en esta oportunidad, en la que estamos reformando la Constitución Nacional, abordemos el caso de los jueces, no sólo porque se ha leído con toda claridad el artículo 96, que indica que permanecerán en sus funciones mientras dure su buena conducta, sino también porque a pesar de las aclaraciones que se han hecho -me felicito de que así haya ocurrido-, siempre queda la duda de que eventualmente se puede afectar a personas con nombre y apellido; y por otra parte, se trata de casos que se han hecho públicos a través del periodismo y que han circulado por los corrillos. Justamente por eso creo que todo el mundo sabe de quién se trata. De manera tal que al no estar habilitado este tema, considero que la comisión ha incurrido -quiero decirlo con una palabra que no tenga un tono agresivo ni ofensivo- en una imprudencia muy grave al plantearlo, porque con esta propuesta se cuestiona la inamovilidad de los jueces y se pone de manifiesto las sospechas que aunque hayan sido aventadas en este recinto, no sé si serán aventadas, definitivamente, en la opinión pública..." (ídem. págs. 4664/4665). Reviste particular importancia la intervención del convencional por Corrientes, José Rodolfo Martínez Llanos, porque pone en claro el propósito que orientó la incorporación no habilitada de la reforma cuya nulidad cuestiono, criterio que compartió, asimismo, el convencional Carlos Caballero Martín. Dijo Martínez Llanos: "Señor presidente, agradezco al señor convencional Caballero Martín que me haya dado la posibilidad de interrumpirlo, dada la dificultad que supone hacer uso de la palabra en esta Convención. He venido escuchando en forma repetida desde algunos sectores políticos representados en este cuerpo algún tipo de cargo contra el justicialismo por el hecho de que se habría cedido a una exigencia del señor convencional Alfonsín -presidente de la Unión Cívica Radical- en el sentido de agregar una cláusula en el inciso 4 del artículo 86 de la Constitución Nacional, a fin de lograr que se retiren de la Corte Suprema de Justicia de la Nación los doctores Ricardo Levenne y Carlos Fayt. Eso no es así por ello hay que agregar un párrafo al inciso 4 para que quede absolutamente en claro que esa disposición va a regir para el futuro y no va a afectar los derechos adquiridos por quienes hoy integran el Poder Judicial de la nación. De lo contrario, esta norma parecería que estuviera dirigida a dos miembros de la Corte Suprema, lo que hace mal al conjunto de las instituciones de la República y, fundamentalmente, a esta Constitución. Ayer tuve oportunidad de hablar de la bancada radical y desde allí se me contestó que no existía ninguna cláusula de esa naturaleza. Es absolutamente indecoroso legislar de esta forma, ya que si así procedemos estaremos legislando para la coyuntura y en forma personalizada. Desde el justicialismo quiero manifestar que la norma debe ser lo suficientemente clara como para que ni el doctor Levenne ni el doctor Fayt -que contaron en su momento con el acuerdo del Senado para su nombramiento- se vean afectados por una disposición que puede ser sana para el futuro, pero que no puede poner bajo la sombra de la consideración pública que nuevamente los partidos mayoritarios vuelven su accionar hacia la Corte... Además, como justicialista he dicho que no quería que se incorporara a la Corte Suprema una persona que hoy es convencional por mi partido, porque le haría perder de alguna forma la independencia de criterio que debemos preservar en el funcionamiento de los poderes que conforman la República. El doctor Masnatta, con el prestigio que tiene y con el respeto que me merece, no puede formar parte de un acuerdo entre dos sectores políticos, porque iría en contra de lo que debe ser el más alto tribunal de la República" (ídem, págs. 4650/4651). El convencional Caballero Martín, con referencia a la cuestión relacionada con la caducidad de los empleos de los jueces en razón de la edad, manifestó que: "representa una gravedad institucional, cual es la posibilidad de que en el dictamen que estamos considerando, la estabilidad de los magistrados se vea sensiblemente atacada por una norma que de no aclararse podría terminar en la politización partidista del Poder Judicial. Si el dictamen se aprueba tal cual está redactado, es probable que un ministro de la Corte, el doctor Levenne, mañana cese en su cargo para que asuma una persona que en este momento se desempeña como convencional y, por lo tanto, ha integrado las listas electorales de un partido político. Profesando fe de demócratas se ha atacado desde el 30 hasta ahora- las constituciones de la Corte durante los gobiernos de facto. Pero si quienes se manifestaron en contra de lo ocurrido en aquellas épocas, piensan utilizar los mismos métodos, el día de mañana no tendrán autoridad moral para decir que se reformó una Constitución para afianzar la democracia..." (ídem, pág. 4653). 7.- Formas y principios son, en esencia, el núcleo definitorio de una Constitución. Tanto unas como otros han sido quebrantados en el caso. Incluso, a juzgar por los dichos de algunos de sus protagonistas, surge con patética evidencia otro peligroso intento de pretender remediar las desventuras del Poder Judicial a través del curioso sistema que pasa por la afectación de la garantía destinada, precisamente, a asegurar su independencia. 8.- Cabe, por lo tanto, declarar sin más la invalidez constitucional de la norma impugnada por el actor. Con tal alcance, comparto los ilustrados votos de mis distinguidos colegas. Por ello, y en mérito a lo que resulta del Acuerdo que antecede, se RESUELVE: 1) Confirmar en todas sus partes la sentencia de fs. 109/112 y vta en cuanto declara la nulidad del art. 99 inc. 4. último párrafo de la Constitución reformada de 1994 respecto del actor. 2) Declarar abstracta la cuestión suscitada por el recurso de fs. 121 contra la resolución de fs. 116. 3) Costas de Alzada a la demandada vencida. Regístrese, notifíquese y devuélvase.- Fdo.Jueces Sala Segunda.dres.Román Julio Frondizi.Leopoldo H.Schiffrin.Sergio O. Dugo. Dra.Laura Amalia Benavides de Salvático.Secretaria. Rtro sala II T. 56 f*24/36