Conferencia extraordinaria Camilo José Cela y la Medicina*

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Conferencia
extraordinaria
Literariamente ya había manifestado el escritor gallego su desaforada repulsa ante
el hecho a b s u r d o de existir, en La familia
de Pascual Duarte. En cuya 4 . edición,
por cierto, figura un p r ó l o g o , clarividente,
de d o n Gregorio M a r a ñ ó n ; el célebre diálogo entre el j o v e n y el viejo. Mas, la obra
que refleja la liberación de Camilo José de
sus depresiones, es El viaje a la Alcarria.
En las tierras de Guadalajara, durante su
peregrinar solitario, el olor profundo de los
c a m p o s borra de su piel el acre perfume
de la tisis. Le hace experimentar la alegría
de vivir:
a
Camilo José Cela
y la Medicina*
José María Tejerina
Muy de mañana
el río es de oro,
corre la aurora
por el sendero.
El río Henares
lleno de agua.
Amigos todos:
Nuestro Presidente, Miguel Trióla, artífice
de esta memorable c o n m e m o r a c i ó n de la
fiesta de Nuestra Patrona la Virgen del Perpetuo Socorro, me indica haga la presentación de Cela. Estoy tentado de anunciar,
simplemente, el excelentísimo señor d o n
Camilo José Cela Trulock, y sentarme. A
estas alturas, ¿qué cabe decir ya de d o n
Camilo, el del premio, primer marqués de
Iria-Flavia?
Pero a fuer de obediente colegiado, manifestaré unas cuantas noticias sobre Cela,
el hombre, el escritor, y la Medicina.
Camilo José Cela es un e n f e r m o entrañable, un sufrido paciente; a m é n de fiel, dev o t o , agradecido a m i g o de los médicos.
En su inmortal obra literaria se refleja, de
continuo, la zozobra que la e n f e r m e d a d
desencadena en el ser h u m a n o . Así desde Pabellón de reposo, la novela casi personal, de Cela. Su primera vivencia de enfermedad somática convertida en prosa.
Camilo J o s é , en los albores de su h o m bredad, se angustia. Lo confiesa en una
imagen patética: «La siniestra carretilla
que transportaba entre las dos luces del
crepúsculo, su dulce carga de adolescentes muertos».
El p e s i m i s m o de Camilo J o s é Cela le venía de lejos. De su infancia. Nada más nacer, a p o c o se muere. Hubieron de darle,
«el agua de socorro». Luego, a lo largo de
la niñez, sufrirá numerosas descalabraduras. Una, m u y grave, al caerse por unas
escaleras y que le t u v o 3 días sin conocimiento. En su libro de memorias, La cucaña y la rosa, relata sus variadas y diversas dolencias; las intensas bronquitis en
Londres. La tos ferina, con sus feroces ataques, en Iria. Un brazo roto, en Madrid.
La desaparición de su prima Marina, le aterroriza. Camiliño es un niño depresivo, solitario, con tendencia a las fugas, de salud precaria, m u y delgado, m u y rubito,
que se acatarra con demasiada frecuencia; que tiene «bichínas».
Su adolescencia, más tarde, estará marcada por la agresividad y la desesperanza. Quisiera morirse antes de cumplir los
20 años:
Ven muerte, ven muerte,
prima hermana del sueño.
* Palabras de p r e s e n t a c i ó n p r o n u n c i a d a s en el Colegio d e M é d i c o s de Baleares el dia 2 7 d e j u n i o d e
1 9 9 1 , c o n m o t i v o de h a b e r s i d o n o m b r a d o C a m i l o
J o s é Cela, C o l e g i a d o d e H o n o r del m i s m o .
Escribirá en su cuaderno de p o e m a s , Pisando la dudosa luz del día.
Las Parcas no le harán caso. A lo largo de
100
su existencia padece, ú n i c a m e n t e , dolencias benignas; la «cachitis», una fístula de
ano; crisis de amigdalitis; catarros, por el
vicio del tabaco; indigestiones debidas a
su glotonería; trastornos derivados de su
creciente obesidad.
Cela había atrapado el paludismo durante la Guerra Civil, en el frente de Extremadura. Años después, en 1949, cuando está
dándole vueltas a La Colmena, comienza
a sufrir unas fiebres tremendas que alcanzan, cada m a d r u g a d a , los 4 1 , los 4 2 grados. Le recetan quinina y se pone más
amarillo que un chino. Llaman a d o n Gregorio M a r a ñ e n y éste confiesa q u e no logra descifrar el misterio de esas calenturas. Sólo d o n Gregorio, pontifica Cela, podía admitir una cosa así. Hasta q u e dejan
de inyectarle un extracto de h í g a d o que
le propinaban cada tarde, y se cura.
M u c h o s lustros después surge el crucial
cólico miserere, originado por unos inocentes pero inquietos divertículos del colon que le llevan al quirófano por 3 veces
consecutivas.
En la inmensa obra celiana p u e d e n espigarse miles de referencias, más q u e a sus
propias dolencias, a las de sus personajes de ficción. Que padecen variopintas enfermedades; lepras leoninas, purgaciones
de garabatillo, escandalosas orquitis, románticas tuberculosis, diabetes seniles
con moscas en la bragueta, distonías neurovegetativas en señoras gordas, rubias,
menopáusicas; pies planos y «cherrientos»; hemorroides operadas en el Seguro
de Enfermedad... Insólitos y gravísimos accidentes de tráfico.
Se detiene Cela t a m b i é n en la descripción
de antañones remedios; la emulsión Scott,
la Sirolina Roche, el Ceregumil Fernández.
Pildoras Fortan para menstruaciones dolorosas; el Sobre Verde, lavados vaginales; Erotyl, cura la impotencia. Jarabe Madariaga, alivia la tos. Y, otros remedios, vegetales o ungidos del regusto galaico por
lo esotérico; jugos de plantas B o s t o n , que
t o d o lo curan, valeriana para los pasmos
y paralís, abrótano macho que hace crecer el pelo de las testas calvas... En Mazurca para dos muertos encontramos una
extaña receta: «Cociendo cabezas de rana,
cinco o seis cabezas de rana, con la flor
del azumbar, se obtiene un jarabito que
levanta el á n i m o y cura la desazón de las
novias...».
Otras curiosas noticias médicas se hallan
en Jesucristo versus Arizona. Y, claro está,
en La colmena y en San Camilo 1936, novelas q u e , junto a Mazurca, constituyen
la trilogía más estremecedora de nuestra
contienda civil y su penosa posguerra.
Camilo José Cela viaja sin cesar. Tras la
concesión del premio Nobel su vocación
viajera le permite aceptar múltiples homenajes por t o d a la geografía del m u n d o .
Mas, su pulsión vagabunda no le cura ya
de la angustia soterrada del vivir.
Al f i n , felizmente. Desde el palomar de
Hita, Camilo José, a sus 75 años, indómit o , recio varón, reconoce c o m o panacea
infalible para toda suerte de dolencias, somáticas y psíquicas, el amor. Y se casa
con una bella joven rubia.
Milagrosa medicina. El A m o r . Ya lo proclamó, t i e m p o ha, el Arcipreste:
Al mancebo mantién mucho en mancebez
e al viejo perder faz mucho la vejez.
Igual que antaño vuelve a respirar Cela el
olor p r o f u n d o de los campos. Y ve correr
de nuevo las aguas del Henares. Allá, en
El Espinar, por las terreras encendidas de
Cervantes, cerca de la Alcarria. Y siente,
otra vez, la paz profunda del cielo azul surcado, levemente, por el revolar de unas
palomas blancas que no conocen la fatiga «ni humillan jamás la cabeza cuando
cortan el aire».
Y, c o m o en su j u v e n t u d , c o m p r u e b a que,
siempre, muy de mañana, el río es de oro.
Bienvenido, Camilo José a nuestra Cofradía de Sanadores. En esta hermosa Isla de
Mallorca, que tanto te quiere, admira y recuerda.
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