395 CAMINOS DEL MERCOSUR 2012 EL ÉXODO DEL PUEBLO ORIENTAL “La causa de los pueblos no admite la menor demora” José Gervasio Artigas EDICIÓN 2012 Sr. José Alberto Mujica Cordano Presidente de la República Dr. Ricardo Ehrlich Ministro de Educación y Cultura Mtro. Oscar Gómez Subsecretario de Educación y Cultura Sr. Pablo Álvarez Director General de Educación y Cultura Mtro. Luis Garibaldi Director de Educación Esta publicación ha sido realizada por la Dirección de Educación del Ministerio de Educación y Cultura. Supervisión General Luis Albernaz Lorena Fleitas Colaboraron: Susana Urquijo Ma. Inés Leal Richard Leivas Alfonso Gutiérrez Los contenidos de esta publicación se encuentran en: www.mec.gub.uy/educación Catalogación en la publicación: Departamento de Documentación Pedagógica. 327. 109 Uruguay. Ministerio de Educación y Cultura. Dirección de Educación. URUc Área de Asuntos Internacionales y MERCOSUR Caminos del MERCOSUR 2012: el éxodo del Pueblo Oriental / Uruguay. Ministerio de Educación y Cultura. Dirección de Educación. Área de Asuntos Internacionales y MERCOSUR; Luis Albernaz, comp.; Lorena Fleitas, comp. . -- Montevideo: MEC, 2013. ISBN: 978-9974-36-232-1 1. COOPERACIÓN REGIONAL 2. HISTORIA 3. GEOGRAFÍA 4. ADOLESCENTES 5. INTEGRACIÓN I. TÍTULO ÍNDICE Introducción pág. 5-6 Qué es Caminos del MERCOSUR? pág. 7 Trabajos Ganadores de Argentina pág. 10 Trabajos Ganadores de Brasil pág. 79 Trabajos Ganadores de Colombia pág. 129 Trabajos Ganadores de Ecuador pág. 199 Trabajos Ganadores de Paraguay pág. 247 Trabajos Ganadores de Uruguay pág. 289 Acuerdo de Convivencia pág. 359 Cronograma de Actividades pág. 361 Bitácoras del Viaje pág. 369 Equipo de Crónicas y Noticias pág. 382 Fotos del recorrido INTRODUCCIÓN Caminos del MERCOSUR. “Éxodo del Pueblo Oriental”. Uruguay 2012 “La causa de los pueblos no admite la menor demora” José Gervasio Artigas El presente volumen recoge los trabajos realizados por jóvenes estudiantes con edades de 16 a 17 años que fueron seleccionados en la 10ª edición del concurso histórico literario Caminos del MERCOSUR. La organización de esta edición estuvo a cargo de Uruguay. El concurso fue una actividad del Sector educativo del MERCOSUR que tiene como propósito promover la integración de los estudiantes de los años superiores de educación media a través del conocimiento de la realidad, la historia y la cultura de cada país. Se trata de favorecer la construcción de una ciudadanía regional sustentada en el conocimiento. Se convocó a estudiantes de los países miembros y asociados de MERCOSUR. En la edición 2012 participaron jóvenes de Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay y Uruguay. Los tribunales que actuaron en cada país seleccionaron hasta seis trabajos que resultaron ganadores. Los jóvenes autores de estos trabajos participaron luego de una recorrida por lugares vinculados a la temática propuesta. Para la edición 2012, Uruguay propuso a estudiantes de la región realizar trabajos en torno al Éxodo del Pueblo Oriental, recordando la gesta del pueblo de la Banda Oriental junto a José Gervasio Artigas, proclamado en esas instancias como Jefe de los Orientales. El concurso tuvo varios subtemas que permitían: • enfocar el punto de vista histórico: La Redota: sentido, vicisitudes y consecuencias de la misma; • conocer las ideas de José Gervasio Artigas: El sistema de los Pueblos Libres; • penetrar en la interpretación histórica de las ideas y los hechos en el marco de los procesos independentistas de América: El caudillismo y la revolución americana. Polémica; • valorar los sectores sociales que acompañaron a Artigas y su complejidad: El pueblo oriental, los seguidores de Artigas, y • valorar las manifestaciones artísticas que acompañaron la época: La poesía gauchesca como expresión popular en el Río de la Plata. 5 De esta forma, en cientos de aulas y hogares de diversos países de la región, estudiantes, docentes y familiares estudiaron e intercambiaron sus puntos de vista sobre el proceso de independencia de la Banda Oriental y profundizaron sus conocimientos en relación a José Gervasio Artigas, personalidad que marcó la nacionalidad oriental, más adelante denominada República Oriental del Uruguay. Los textos de los jóvenes representan una parte de lo que se trabajó en las aulas y de lo que aprendieron. Ellos pudieron avanzar en la comprensión de las características comunes de una región que se caracteriza por su diversidad cultural pero que ha tenido etapas históricas comunes, una de las cuales, y de principal influencia, fue la independencia en los comienzos del siglo XIX. Los trabajos reflejan los aprendizajes y las percepciones de más de 30 jóvenes americanos. Ponerlos al alcance de todos es un nuevo acto educativo para continuar con el propósito de crear una identidad mercosureña. A los estudiantes les hacemos llegar las felicitaciones por el trabajo y el esfuerzo realizados; a los docentes, el reconocimiento por la labor de apoyo y enseñanza sin la cual no hay aprendizajes significativos posibles; y a los familiares, el agradecimiento por el estímulo y confianza hacia los jóvenes que estudiaron y produjeron en favor de una región americana más libre y más educada. Luis Garibaldi Director de Educación 6 • ¿Qué es Caminos del Mercosur? Caminos del MERCOSUR es un concurso histórico-literario que se inscribe en el marco de las actividades del Sector Educativo del MERCOSUR. • ¿Cuáles son sus objetivos? Los objetivos de este certamen son estimular y fortalecer la identidad mercosureña de los jóvenes estudiantes de la región por medio de una experiencia formadora en la cual los participantes, además de ampliar sus conocimientos, pudieran vivenciar y apreciar el valor de la integración regional, respetando la diversidad cultural. • ¿Quiénes participaron? Podían participar los adolescentes que estuvieran cursando Educación Media en los países del MERCOSUR y asociados. Debían tener: • entre 16 y 17 años de edad. • buena actuación escolar (asistencia, conducta y rendimiento) • capacidad de convivencia con jóvenes de diferentes culturas. • ¿Cómo se eligieron los temas? Este concurso consiste en la presentación de un trabajo original de carácter histórico, literario y cultural sobre un tema elegido por el país organizador en cada año. A modo de ejemplo, se reseñan las propuestas de la última década: • Convocatoria 2003. País organizador: Argentina. Tema: El gaucho y la cruz del Sur. • Convocatoria 2004. País organizador: Chile. Tema: Neruda: poeta, ciudadano, político y premio Nobel de Literatura. • Convocatoria 2005. País organizador: Brasil. Tema: Brasilia, Patrimonio Cultural de la Humanidad. • Convocatoria 2006. País organizador: Paraguay. Tema: Augusto Roa Bastos: Narrador, poeta y caminante. 7 • Convocatoria 2007. País organizador: Uruguay. Tema: Río de la Plata: un mundo a descubrir. • Convocatoria 2008. País organizador: Bolivia. Tema: Lagos, salares y culturas en la Ruta del Sol. • Convocatoria 2009. País organizador: Brasil. Tema: Las ciudades históricas de Minas Gerais. • Convocatoria 2010. País organizador: Argentina. Tema: Bicentenario en la gesta emancipadora. • Convocatoria 2011. País organizador: Paraguay. Tema: Paraguay en el bicentenario de la independencia. • Convocatoria 2012. País organizador: Uruguay. Tema: El Éxodo del Pueblo Oriental • ¿Cuál era el premio? Cada país seleccionó seis (6) ganadores y se formó una delegación que, como premio, realizó un viaje académico, recreativo y cultural al país que corresponde organizar dicho evento, en este caso, a Uruguay. Los trabajos seleccionados Como se indicó, los estudiantes debieron presentar un trabajo individual de carácter histórico literario sobre la temática “El éxodo del Pueblo Oriental”. En cada uno de los países participantes (Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay y Uruguay) los Ministerios de Educación conformaron tribunales que debieron seleccionar un máximo de seis trabajos, lo que habilitó a sus autores/as a realizar un viaje académico recreativo y cultural “Por los caminos del Éxodo del Pueblo Oriental” entre el 1º y el 10 de octubre de 2012. A continuación se presentan los 32 trabajos de los jóvenes seleccionados en el Concurso Histórico Literario Caminos del MERCOSUR 2012. 8 • Argentina: 6 trabajos • Brasil: 6 trabajos • Colombia: 6 trabajos • Ecuador: 4 trabajos • Paraguay: 4 trabajos • Uruguay: 6 trabajos Fotos y bitácora Finalmente, se adjuntan algunas producciones posteriores ya que, dentro de la propuesta de trabajo desarrollada en Uruguay, estuvo la consigna de que cada día se conformaran equipos con una integración internacional a los efectos de: • registrar fotográficamente los lugares visitados y los momentos vividos. • escribir una crónica diaria, en forma de bitácora y noticia que diera cuenta de la experiencia cotidiana. Responsabilidad El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de los autores concursantes y no representa necesariamente la realidad histórica o los puntos de vista del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay. 9 TRABAJOS GANADORES DE ARGENTINA Sol Chiara Escuela Sec. Prov. Nº 728 Puerto Madryn, Chubut, Argentina MAÑANAS DEL SUR. PATRIA HERMANA, NUNCA DEJES DE LUCHAR (Basada en ciertos aspectos de la vida de Melchora Cuenca, una de las mujeres de José Gervasio Artigas) Mi vida llena de olvidos, lágrimas, lealtad y tantas otras cosas me obliga a contar estos últimos años desde que me involucré en una noble causa, rodeada de fuertes tendencias políticas con las cuales me sentía identificada hasta la triste separación que viví con José aquella tarde lluviosa, inundada de calor y amargura, el 5 de septiembre de 1820 en Mandisoví. Hoy escribir es una forma de descargarme, es una forma de decir “yo existo”. No sé si algún día este relato será leído por alguien o si simplemente, al terminar de escribir,, lo romperé en cien pedazos y cada uno de ellos se esparcirá por todo el río. No entiendo el abandono de un padre hacia sus hijos, no entiendo cómo un amor apasionado puede desaparecer en un instante por la derrota de una ideología a la cual, reconozco, he defendido con uñas y dientes, desperdiciando días y noches a la espera de un gran triunfo. Comprendo que la devoción que siente por su patria, por nuestra patria, lo impulsa a cometer este tipo de actos. Lo único que me queda es esperar su regreso, su victoria, su compasión a mi dolor, sus ganas de ser buen padre, o que tal vez extrañe cada uno de los momentos, tanto malos como buenos, que pasamos juntos. Y, si no es así, si no vuelve jamás, deseo que su lucha sea recordada con la valentía que le sobra. Todo empezó en mi adolescencia. Una mañana fría, rodeada de nubes que cubrían la extensión de todo el lugar, yo me encontraba en un campo verde, enorme, lleno de vegetación, practicando con mi lanza y mi caballo llamado Itaete, que significa acero en la lengua nativa de mi madre. Ella es descendiente de guaraníes. Me había enseñado cómo defenderme en caso de que fuera necesario. De niña pasábamos días y días trabajando en mi puntería, en cómo montar el caballo, cómo entenderme con él. Aprendí entre juegos y risas. Dejando de lado el recuerdo de mi madre y volviendo al relato, puedo decir que esa mañana un grupo de hombres, que habían estado rondando todo 10 el perímetro del campo por casi una hora, ingresaron salvajemente al mismo en donde estábamos practicando Itaete y yo. Se acercaron y me dijeron que era increíblemente talentosa con mi lanza y que les resultaba demasiado extraño que una mujer tan bella como yo fuera tan habilidosa. Era una mezcla rara de sensaciones. Por un lado, me sentía halagada de que alguien reconociera tantos años de esfuerzo y dedicación pero, por otro lado, me sentía aterrada. Eran hombres altos, de una gran contextura física. Todos ellos portaban armas, vestimenta formal y enormes caballos marrones. Con una sonrisa y mi mejor cara de tranquilidad, con una voz dulce que escondía el terror que me daba la mirada de esas doce personas, les pregunté a qué se debía su visita. Uno de ellos, el único rubio de los doce, llamado Bernardo, me explicó que hacía aproximadamente dos meses que estaban recorriendo terrenos en busca de hombres con coraje, con ganas de combatir, habilidad para luchar, ideales marcados, dispuestos a defender a la Banda Oriental, a formar parte de uno de los ejércitos del señor José Gervasio Artigas. Sin embargo, para su desgracia, muy pocos hombres reunían las condiciones necesarias. En otros casos sí pero no estaban de acuerdo en formar una nueva patria, libre, sin esclavitud, sin depender de otros gobiernos, sin depender de personas que en realidad no les importaba la cultura de un país. Solo éramos motivo de aumentar su riqueza y poder, explotando así a la gente que habitaba este suelo. Impresionada por la seguridad de Bernardo al hablar, de las palabras que empleaba, del deseo de emancipación, del amor que tenía por su Banda Oriental, convencida de que el único fin era luchar por los derechos de la gente, incluido su sueño de libertad, le dije: “Me llamo Melchora Cuenca y, a pesar de no ser un hombre, soy capaz de dejar mi vida por significante causa”. Maravillados por tal respuesta, me invitaron a unirme a ellos, me comentaron que al llegar seguramente estallaría una batalla, que estuviera preparada, que era sólo el comienzo y que nunca tuviera miedo de nada porque estar ahí era una bendición y, como tal, no podíamos salir lastimados porque estábamos protegidos por los dioses que habitaban ese aire. Como predijeron, al llegar a Las Piedras, una hermosa mañana de sol del 18 de mayo de 1811, se dio lugar a una batalla en la cual José Artigas, al mando de las fuerzas revolucionarias de las Provincias Unidas del Río de la Plata, se enfrentó a las fuerzas imperiales de España -que luego me enteré que habían sido despachadas por el gobernador de Montevideo, Francisco Javier de Elío-. 11 Fue una experiencia un tanto fuerte para mí. No estaba acostumbrada a semejante hecho. Estaba preparada para defenderme pero no para matar. Más temprano había escuchado que los españoles se encontraban en un lugar estratégico favorecido por la altura, cosa que me causaba cierta desconfianza. Lo bueno fue que la inteligencia del hombre más bello que conocí en la vida se hizo presente en ese momento: la de José, mejor dicho, MI José. A media mañana, él fue quien dio el primer paso. Se adelantó a toda posible acción de los españoles. Envió a parte de la infantería al mando de Antonio Pérez, quien no sé cómo hizo para lograr que el comandante Posadas abandonara su preciado lugar. Su gente terminó persiguiendo a los revolucionarios y fue ahí donde el primo de José, Manuel Artigas, al mando de unos 600 jinetes armados con boleadoras y picanas, entre los que me encontraba, aprovechó esto para atacar la retaguardia de Posadas por la izquierda. Así atrapamos al ejército español entre dos fuerzas: la caballería y la infantería, que cesó la retirada y volvió a la lucha. Éramos más de 2000 personas, entre ellos y nosotros, todos defendiendo lo que creíamos mejor o simplemente lo que nos mandaban a hacer. Sea cual fuera el caso, todos peleamos esa mañana, esa tarde, esas interminables horas. Todos gritamos, tuvimos miedo; pensamos en nuestros padres, o en la familia que tuviésemos. Supongo que no era la única que no veía el minuto de terminar la batalla hasta que por fin las tropas españolas empezaron a abandonar sus puestos. El capitán José Posadas izó una bandera blanca y entregó su espada a Artigas. Aterrada por haber vivido lo que ese día, y más allá de que fui reconocida como mujer valiente, digna de permanecer en tropas artiguistas revolucionarias, le pedí ayuda a Bernardo, quien había impulsado mis ganas de luchar por esta causa. A la mañana siguiente, partíamos hacia Montevideo y, de verdad, no estaba segura de seguir. No me sentía capaz de soportar tal grado de violencia, tanta sangre entre mis manos, tantos rostros sufriendo, moribundos, lastimosamente felices de morir defendiendo lo suyo. Le rogué una y cien veces que me acompañara hasta Paraguay o que, por lo menos, me explicara con lujo de detalles cómo volver. No sé si el hecho de que fuese mujer y tuviese miedo le causó ternura o si tal vez se enamoró de mí y no logré percatarme de ello pero amablemente me acompañó hasta Paraguay. Nos hicimos grandes amigos en pocos días. Me contó su vida, su amor poco correspondido a una mujer llamada Juana Victoria, hija de españoles. Ella lo había abandonado por culpa de sus padres, quienes se la llevaron de vuelta a su país cuando se enteraron de 12 que él y Juana querían casarse y formar una familia. Eso hizo que entrara a formar parte de los grupos revolucionarios al mando de Artigas. El día en que ella se fue, su vida perdió sentido. No quería pensar en nada más hasta que le llegó una carta solicitándolo para luchar por la libertad de la patria, a la cual respondió gustoso debido a que no sentía que podía hacer algo mejor para derrotar su depresión. En ese momento, logré entender la frialdad con la que Bernardo se manejaba. Siempre se sintió rechazado. Sufría carencia de amor. Pensaba que no era indispensable para nadie, ni siquiera para su propia nación. Quizás por primera vez en años se creyó útil y querido al traerme desinteresadamente al Paraguay. El día en que llegamos, ninguno quiso despedirse. Fue más un “hasta luego”. Acordamos enviarnos cartas todos los meses para informarnos lo que ocurría, no solo con su patria sino con nosotros mismos. Nos dimos un fraternal abrazo y quizá un par de lágrimas colmadas de angustia cayeron de sus ojos y de los míos esa tarde. Era inevitable: él debía seguir su sueño, su misión, y yo continuar ayudando a mi padre en su tarea de comerciante. Por cuatro años recibí unas cuantas cartas provenientes de Bernardo. Todas me llegaban como mínimo un mes más tarde de su emisión. Para mi suerte todas traían la fecha en la que habían sido escritas, por lo que esos años estuve al tanto de cada una de las cosas que pasaban en el Río de la Plata y sus territorios aledaños. Me cansé de leer sobre reuniones, batallas, idas y venidas, sobre sueños de una revolución que nunca llegaba. La primera carta era del 10 de septiembre de 1811. En ella decía que había tenido lugar la reunión en la panadería de Vidal y que un mes después se llevaría a cabo la asamblea de la chacra de La Paraguaya. La segunda correspondía al 23 de septiembre. Entre otras cosas, lo que más llamó mi atención fue que Artigas había sido proclamado Jefe de los Orientales, que Buenos Aires suscribió con el Virrey un armisticio y se daba inicio al éxodo del pueblo oriental. En esa carta recuerdo sus claras palabras: “No sé cuándo volveré a escribirte. Debemos confiar y pensar que esto vale la pena”. Por suerte, en enero llegó la siguiente, la tercera, avisándome de que habían logrado cruzar el río Uruguay. Hasta junio de 1812 sólo arribaban cartas llenas de experiencias y cosas de su vida personal. También recuerdo que en una de ellas me contaba su preocupación acerca de su madre, que había contraído matrimonio con un adinerado hombre de Montevideo quien, como regalo de bodas, le compró una joven esclava proveniente de África. Me contó que sospechaba que el 13 hombre era un negrero, es decir, un traficante de esclavos africanos. Creía firmemente que a esta pobre gente le habían quitado la posibilidad de ser. Que les arrebataron su cultura, sus creencias, sus idiomas, sus nombres, su identidad. Que les destruyeron lo sagrado de las familias, matándolos y obligándolos a dejar de lado sus derechos de persona, convirtiéndolos cruelmente en objetos, de gran valor, pero objetos al fin y al cabo. Durante la última parte de 1812, olvidó su preocupación, y volvió a abrumarme con hechos referidos a la Revolución. Entre ellos, llegaban cartas y más cartas: • “Junio 10: El pueblo oriental se ha establecido en el Ayuí. Tres días más tarde ha llegado Sarratea al campamento y ha sido reconocido como General en Jefe. Artigas le ha devuelto sus despachos de coronel.” • “Setiembre. Marchamos tras el ejército auxiliar porteño a reanudar el sitio de Montevideo.” • “Diciembre 31: Rondeau ha triunfado en el Cerrito.” Así como estas, tantas otras cartas que, por un lado me llenaban de entusiasmo y, por otro, de frustración por no poder estar ahí. Tal fue mi grado de frustración que decidí pedirle a Bernardo que sólo me escribiera sobre asuntos personales porque no soportaba la idea de estar sabiendo absolutamente todo lo que estaba pasando y aun así seguir sentada leyendo. Nunca me contestó. Esperé años sentada mirando por la ventana a que respondiera. Supuse que se había enojado, pensé que creyó que su causa ya no me importaba. Resignada, continué con la vida que había elegido por temor, acompañando a mi padre, Gaspar Cuenca, en su agotadora tarea de proveer víveres a toda la zona. Un día, en julio de 1815, le llegó un pedido fechado en junio que decía que el señor José Gervasio Artigas acababa de fundar la Villa de Purificación, Congreso de Oriente de todos los pueblos de la Liga Federal, y que mi padre, a través de la Junta del Paraguay, había sido elegido para abastecer a la Villa de todo alimento, bebida, o lo que se requiriera, por tiempo indeterminado, asegurándole una buena paga y protección en caso de que fuera necesario. Al haber escasez de dinero en la familia, mi padre no dudó un segundo en aceptar el pedido de José. Cuando me enteré, fui la persona más feliz: él aportaría un grano de arena, a su manera, en el sueño de tanta gente. Por supuesto le rogué acompañarlo y, aunque le resultaba extraño que suplicara tanto, accedió con gusto a llevarme para que le hiciera compañía. Tardamos días y días en conseguir un carro que fuera capaz de transportar todo lo que necesitaban. Mi padre tuvo que pedirle prestado uno a un amigo 14 de años al cual, por si acaso, no le dijo que era para llevarle alimento a la Villa de Purificación levantada por Artigas. Viajamos llenos de dificultades. Ahí tardamos nuevamente una gran cantidad de días. El carro era demasiado viejo, inestable. Atravesamos una enorme tormenta, tuvimos que soportar el barro en nuestras caras, el frío en nuestro cuerpo. Fue horrible. Yo me enfermé en el camino. Mi padre exageró la situación y paramos una tarde en un pequeño pueblo donde una curandera me dio un té “mágico” que para el día siguiente debía dejarme como nueva. Así fue. Nos hospedamos en una gran casa donde alquilaban habitaciones por noche para los viajantes. Al despertar me sentía perfectamente bien, todo síntoma había desaparecido por lo que partimos nuevamente para la Villa. ¡Por fin llegamos! Nos recibieron dos hombres, un poco mayores que mi padre, llamados Claudio y Roberto. Eran los encargados de suministrar los víveres dentro de Purificación. Descargaron la mercadería del carro y, luego de terminar, entablaron una amable charla con mi padre. La hija de Roberto era maestra. Comentó que ella estaba preocupada porque al día siguiente se inauguraba la escuela de la Villa y aún no habían encontrado otra. Necesitaban a alguien de confianza, urgente. Mi padre, sin pensarlo –y sin consultarme, por supuesto- les contestó: “Mi hija es una excelente maestra”. Roberto fue a buscar inmediatamente a Rosa, su hija, quien me ofreció el trabajo. Ya tenía olvidada mi profesión pero, sin dudar, acepté la propuesta. Me dieron una casa al lado de la escuelita. Esa noche descansé, muy tranquila, y a la otra mañana me levanté muy temprano. No quería llegar tarde el primer día de clases. Hicieron un gran acto al cual asistió toda la comunidad. José dijo unas palabras y fue ahí cuando por primera vez me fije en él. Un hombre lleno de convicciones; de valores instaurados en la raíz de su sangre; transparencia en su mirada; palabras firmes, claras y concretas; elegancia en su más pura esencia; básicamente, todo lo que a una mujer joven podría fascinarle. Al ser el acto inaugural de la escuela, nos presentó tanto a Rosa como a mí. Mi cuerpo temblaba, no sé si era por la emoción de trabajar con niños -que es algo que amo- o por la presencia de José, que congelaba toda posible reacción. Posiblemente haya sido una mezcla de ambas cosas. Terminado el acto, la gente volvió a sus actividades. Rosa entró con sus alumnos a uno de los dos salones que había y yo al otro con los míos. Todo marchaba bien hasta que a media mañana hicimos un recreo, donde me puse a conversar con Rosa. Charla va, charla viene, le pregunté muy disimuladamente si no conocía a un hombre llamado Bernardo. Ella, sorprendida, contesta: “¿Quién? ¿Bernardo Cerros?”. Asustada y casi 15 susurrando le digo: “Sí, él”. A Rosa le cambió la cara notoriamente. Su angustia repentina me da daba indicios de que nada bueno había pasado con aquel amable hombre. Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada me dijo: “Es mi hermano... era mi hermano. Murió de una grave enfermedad a principios de 1813. Disculpa mis lágrimas. Es que hace mucho que no lo recuerdo”. La abracé y sólo le dije que yo había sido su amiga y que él había sido una gran persona. Cientos de recuerdos y de cartas vinieron a mi mente. Él me había acompañado y yo no estuve cuando él enfermó, cuando tal vez necesitaba una palabra, una caricia, o solo más cartas brindándole mi apoyo, haciéndole saber que lo quería. Ya era tarde. Terminó el largo recreo. Volvimos a nuestros respectivos salones. Intenté continuar con la clase. Se me hacía casi imposible escribir, explicar, enseñar pero aún así logré acabar esa espantosa mañana. Salí de la escuela, entré en mi casa, tiré el abrigo al suelo y me acosté a llorar toda la tarde. Sabía que no iba a resolver nada de esa manera pero al menos desahogaba la amargura que tenía en el pecho. No cené. Realmente no tenía ganas. Me dormí leyendo la lección que debía dar al otro día. Pasó una semana. Me sentía mejor. Continué con mi labor perfectamente. En el recreo hablé con Rosa pero ya no de temas angustiantes. Hablamos de que sería bueno que los niños desayunaran dentro de la escuelita ya que muchos de ellos venían sin hacerlo. Decidimos redactar un pedido, firmado por ambas. Luego debía llevarlo hasta la oficina de José para que uno de sus asistentes le comunicara lo solicitado. Esa misma tarde me dirigí hasta la oficina de gobierno. Toqué la puerta, me atendió Andrés, uno de los asistentes de José. Me hizo pasar. Le conté lo que pensamos con Rosa y me dijo que justo era la tarde libre de José, que lo mejor era que lo hablara con él. Me pidió que por favor aguardara un momento mientras le comunicaba que me encontraba allí. Al cabo de unos minutos, me dejaron pasar a su oficina. Los nervios me devoraban, no esperaba charlar con él. Lo saludé, me pidió que me sentara y le comentara a qué se debía tan agradable visita. Le expliqué que, para la salud de los chicos, estaría bueno que se brindara el desayuno dentro del horario escolar. Me dijo que estaba plenamente de acuerdo conmigo, que mañana mismo recibiríamos los alimentos. Concluido el tema “desayuno”, José empezó a preguntarme cosas de mi vida: cómo llegue a Purificación, si era nueva en el lugar, quién era mi padre, quién era mi madre, por qué decidí ser maestra, qué cosas me apasionaban de la vida, qué pensaba acerca de libertad de las personas y tantas otras cosas que ya ni recuerdo. Finalmente, me preguntó si esa noche no le daba el gusto de cenar con él. Ruborizada, mirando el piso, 16 jugando con el pañuelo azul que llevaba en mi cuello, acepté la invitación. Acordamos un horario y un lugar. Nos encontraríamos a las nueve de la noche en la pulpería de Don Jacinto. Me fui a mi casa, me bañé, me perfumé, me arreglé como nunca. Me puse un vestido que mi madre me había regalado para mi cumpleaños. Aún no había tenido la oportunidad de estrenarlo. Ya casi era la hora del encuentro. No sabía lo que podía pasar. No sabía de qué hablarle, si reírme o no, si preguntarle cosas de su vida, si ponderar sus batallas ganadas o lamentar sus fracasos. Salí de mi casa y me dirigí al restaurante. Entré. Lo vi. Estaba sentado, casi escondido, en la última mesa al lado de la cocina. Lo saludé, me senté y me olvidé del mundo. Charlamos horas y horas. Me contó desde su infancia, sus temores, sus aventuras hasta de sus amores de adolescente y sus ideas para liberar al país. No me cansé en ningún momento de escuchar su dulce voz. Parecía que aquel hombre rudo y con sed de revolución había quedado guardado en un cajón en el armario de su casa antes de salir. Al finalizar la noche, me acompañó hasta mi hogar, donde me confesó que estaba casado, pero que ya no amaba a su mujer, que ella había sido dada por loca y que su matrimonio se encontraba casi anulado. Sorprendida, le dije que yo no era nadie para juzgarlo, que conmigo no debía fingir. Sonrió y me invitó a tomar un té la tarde siguiente. Así fueron pasando los días, los encuentros, los tés, las palabras, las confesiones, hasta que logré enamorarme de él. Recuerdo la noche en que me propuso matrimonio. También me había invitado a cenar. Comimos y luego fuimos a caminar por las pequeñas calles de la Villa. Me contó que estaba oficialmente separado. Esa noticia me llenó de alegría. Sabía que era un tema que ya no lo dejaba dormir. Después nos dirigimos a su casa. Había velas rojas prendidas. Quede anonadada. Él no era un hombre romántico en lo absoluto. Se arrodilló y me mostró un bello anillo. Me preguntó qué pensaba. De mi boca no salía ningún sonido. Me dijo: “No quiero que seas mi esposa. Necesito que seas mi esposa. Te amo como a nadie”. ¡Llegó el día! Toda la Villa reunida en la iglesia. Nuestro casamiento fue increíble: niños y niñas de la escuela con sus padres, abuelos, abuelas, mis padres, Rosa, Claudio, Roberto, Andrés, Jacinto y todos sus cocineros, los amigos de José, mis amigas, todos, no faltaba nadie. La ceremonia fue al mediodía. Yo llevaba un vestido blanco divino y José un traje precioso. Cada persona que asistió a la boda se encontraba muy formal. El padre que dirigió el casamiento dijo cosas que me llegaron al alma. No puedo explicar la emoción que viví en ese momento, uno de los mejores de mi vida, sin duda. 17 Acabada la ceremonia, organizamos un almuerzo en la pulpería de Don Jacinto, que fue donde nuestro amor comenzó a florecer. Nuestros más allegados comieron con nosotros. Al terminar, los cocineros limpiaron las mesas y los invitados jugaron con naipes. Armaron equipos, compitieron, apostaron y demás. Las mujeres nos dedicamos a alentar a nuestro equipo favorito, a jugar al bingo o a tomar té y a ponernos al tanto de lo que ocurría en Purificación. El día después de la boda, me mudé a la casa de José. Él me lo había propuesto antes pero no me pareció correcto. Guardé mis cosas, aunque no eran demasiadas, y asistentes de José pasaron a buscarlas para llevarlas a mi nuevo hogar. Ese año fue sólo de felicidad. El trabajo perfecto y la relación con mi esposo aún más. 1815, un año ideal. Al año siguiente, en una mañana normal de clase, me descompuse. Supuse que estaba enferma, que tal vez era una gripe o quizás no haber desayunado me causó el malestar. Terminó siendo Santiago, mi primer hijo. 1816 me trajo un regalo, una bendición, fruto de ese matrimonio casi irreal. José, lleno de miedos; yo, de ilusiones puestas en esa criatura. Nació sano y gordito, con cabello oscuro, y rasgos guaraníes. Rosa consiguió una maestra que me suplantaría hasta terminar el año. Si era posible, al año siguiente también. Y así fue. Esos dos años me dediqué pura y exclusivamente a él. 1816 y 1817 fueron años en los que, de alguna forma, volví a mi niñez: canté, bailé, reí y jugué como si fuese una pequeña. Recordé mis primeras clases a caballo, cuando mamá me cantaba para dormir, cuando papá relataba cuentos con personajes fascinantes. Gracias a ellos tuve una infancia muy feliz y por eso trataba de ser por lo menos la mitad de buena madre de lo que fue la mía. En 1818 volví a trabajar. La relación con José iba de mal en peor. Discutíamos por todo. Él se pasaba todo el día con sus asuntos, pensando planes, propuestas. Estaba avocado a cumplir sus objetivos de siempre. Ese año pasó así, entre peleas y trabajo. Lo único que me reconfortaba y me hacía feliz era ver crecer, a la luz de mis ojos, a mi niñito guaraní. Llegó 1819 y, a pesar del mal momento del año anterior, ese año había arrancado con las cosas en su lugar: José pasaba más tiempo en casa y le conseguimos una niñera a Santi llamada Milagros. Igualmente yo trataba de pasar el mayor tiempo posible con él. No me gustaba la idea de que otra persona criara a mi hijo. Antes de empezar el ciclo escolar, me enteré de que estaba embarazada nuevamente. No era el mejor momento para recibir esta noticia pero igualmente lo tomé con alegría. Todo pasa por algo. Si se dio así, así tenía que ser. Pasaron nueve meses y nació una 18 niña bellísima, igual a José: sus ojos, su boca, su nariz. Santiago estaba muy celoso y José se derretía. Moría por esa pequeña copia suya, a la cual llamamos María. Todo marchaba bien hasta que las cosas se complicaron en Purificación. Debimos abandonar nuestra casa, nuestras cosas. Debimos huir con los niños. Nos dirigimos al Queguay, cerca de montes que José había administrado tiempo atrás para proveer sustento a nuestra familia, cuando las cosas empeoraron en la Villa. Allí, nuestro matrimonio, en vez de fortalecerse con el percance sufrido, se terminó por derrumbar. Ya no soportaba sus locuras, su ánimo de venganza contra la injusticia, sus desmedidas ganas de liberar a su pueblo y sus amistades que sólo lo rodeaban por conveniencia. Lo seguía amando con toda mi alma pero ya no podía soportar que amara más a su patria que a su propia familia. Luego de la traición de Ramírez, uno de sus caudillos, en febrero de 1820, José buscó refugio en Paraguay y me dijo que nos encontraríamos en Mandisoví en la primavera. Me comentó que no era seguro que fuera con los niños porque tal vez podrían salir lastimados. Acaté sus órdenes al pie de la letra. Ese año viví en lo de una amiga de mi madre. Sabía que era un lugar donde mis niños estarían a salvo. El cinco de septiembre nos encontramos en el lugar acordado. Discutimos como nunca. Me dijo que no era sano para los chicos tener una vida llena de enemigos, armas y batallas, que lo mejor era que yo los criara y algún día, cuando él lograse finalmente liberar a su querida patria, volvería a buscarnos. No estuve de acuerdo, pero no me dio tiempo a nada. Me dijo: “te amo a ti y a nuestra familia, pero más amo a mi pueblo, que sufre desmedidamente”, se subió a su caballo y su figura se fue perdiendo entre los montes. Hoy sigo aquí, con Santiago y María, llena de ilusiones que sé que ya no valen, llena de proyectos que ya no sirven. Me arrancó la vida, me dejó sin alma. 19 Antonela Elena Kern Ciudad de Franck, Provincia de Santa Fe, Argentina LA LUCHA SIN UNA JUSTA VICTORIA (cuento) No era Artigas un hombre de renuncia fácil. En más de una oportunidad había dado muestras de jugarse la vida por las ideas que defendía para sí y para sus compatriotas, fueran éstos indios, negros, criollos o buenos extranjeros. Artigas era verdaderamente un hombre de hierro. Cuando concebía un proyecto, no había nada que lo detuviera en su ejecución. Era original, tanto en sus pensamientos como en sus maneras, muy amigo y sociable. Sembró las primeras ideas de igualdad, democracia y respeto por los derechos del ser humano. En sus últimos momentos de vida, cuando ya no había otra solución y estaba cansado, melancólico, dolorido, con arrugas, abatido, volando de fiebre, comenzó a delirar y contar parte de su historia pidiendo perdón por sus errores. Estaba atentamente, a su lado, sosteniendo su mano cálida y dándole un beso con mi mayor dulzura para que sintiera mi compañía y supiera que lo escuchaba y acompañaba. “En 1810, la Banda quedó dividida. Opté por la insurrección contra el imperio y la adhesión a los revolucionarios del mayo porteño. Tenía en ese momento 47 años de edad, vividos casi todos en el campo. No estaba solo sino que agrupaba a mucha gente de distinta posición social, lo que hacía que me volviera más fuerte. Juntando mucha de esa fuerza, surgió nuestro primer encuentro 20 con los españoles que estaban en Montevideo. Pudimos ganar nuestra primera batalla. Defendí en todo momento mi posición. Eso me provocaba un enfrentamiento con autoridades de Buenos Aires. Mi deseo de que el país dejara de centralizar al poder y lo distribuyera a todas las provincias, seguía en pie. Me designaron Jefe de los Orientales pero necesitábamos más fuerza para poder enfrentar a los españoles y portugueses. Saber que Buenos Aires y Montevideo firmaron el tratado de paz fue algo más en nuestra contra. La única solución a la vista era abandonar la Banda Oriental. Tenía mucha gente conmigo. Al marcharme, muchas familias me siguieron. Eran unos 6000 hombres pero también familias completas, con mujeres y adolescentes valientes. Se agregaron en la marcha alrededor de 4426 personas. Algunos iban en carretas viejas, gastadas de tanto andar, con su paso lento. Otros a caballo o a pie. Unos llevaban hasta ocho carretas para una sola familia y también esclavos para que los sirvieran. Pero otros no llevaban nada. La tierra cubría pies, manos y rostros, pero su marrón manto no cubría las esperanzas que nos envolvían. Teníamos algo de comida y agua el suficiente para llegar bien. Tuvimos una noche muy fría y la otra con un poco más de calor. Para 1812, ya era evidente la necesidad de una organización definitiva de los territorios que fueron del Virreinato. Las autoridades de Buenos Aires citaron a representantes de todos los pueblos para plantear y discutir la futura constitución. Mis enemigos, mis detractores, dieron la orden, a partir de calumnias y artilugios. Buscaron debilitarme. Eso implicó que Buenos Aires iniciara nuevamente la guerra contra la Banda. Tuve que renunciar y dejarle mi puesto a Rondeau. El jefe porteño terminó retirándose. 21 Mi lugar era ese. Quizás no debí retirarme pero debía pensar en las personas que me seguían y no ponerlas en riesgo por mis ideales. Esa fue mi justificación al retirarme de ese cargo. Para la solución de este conflicto, en 1813, el ejército artiguista se unió a Montevideo. Una de las resoluciones fue dar la libertad de vientres de las esclavas, abalizar la inquisición y la práctica de la tortura, el fin al tráfico de esclavos, la eliminación de mayorazgos y títulos de nobleza, entre otros, con lo cual la sociedad se vio favorecida. En 1815, se creó la Liga de Provincias Libres y además puse en manifiesto el Reglamento Aduanero para todas las provincias de la Liga Federal. Mi intención era crear una unión aduanera entre las provincias y proteger su producción de la competencia europea, fundamentalmente inglesa, a través de impuestos diferenciados. Al mismo tiempo, favorecía la introducción de productos necesarios e inexistentes en la región, como los libros o las medicinas. Esto hizo que la furia de Buenos Aires se despertara más que nunca. La situación era insostenible y no había forma de evitar la guerra entre nuestra liga y la capital. La Provincia Oriental estaba unificada pero Montevideo jamás iba a ser artiguista. La ciudad de Montevideo mantuvo sus autoridades españolas y su fidelidad a España. Yo nunca más la podré considerar como lugar de residencia. Nosotros íbamos de un lado al otro y mi lugar más permanente fue a orillas del río Uruguay, cerca de mis aliados federales. La provincia comenzó a reponerse de las guerras y nuestra liga empezó a hacer grandes planes. Pero los portugueses invadieron nuestro territorio otra vez con su objetivo claro de destruirme y al movimiento que me seguía. Portugal quería expandir sus territorios y llegó al Río de la Plata haciéndose pasar por conciliador de Montevideo, tratando de solucionar los problemas pero terminó traicionándolos, invadiendo tierras y apropiándose de ellas. 22 Al enfrentarme con dos ejércitos, el porteño y el portugués, la situación era más difícil. Quise detenerlos pero no pude. Todo fue en vano. Unos años después, los caudillos de Santa Fe y Entre Ríos se enfrentaron venciendo a Buenos Aires. Me derrotaron los portugueses. Caí vencido y traicionado, y sin poder lograr mis propósitos en la provincia de la liga federal. Busqué reponer mis fuerzas exiliándome en Paraguay para volver a enfrentarlos pero no logré más salir de acá. Me quedaron batallas por ganar, por pelear. Quiero que llames al sacerdote, quiero que venga a despedirme.” Cumpliendo su última voluntad, buscamos al sacerdote y lo trajimos a su lado. Al llegar, José quiso levantarse, el sacerdote dijo que no hacía falta. Él respondió: “Quiero levantarme para recibir a su majestad”. Ayudado por los presentes y por mí, se levantó y recibió la comunión. Pidió piedad por su vida. En su mano tenía un crucifijo que apretaba con toda su fuerza. Poco después, abrió sus ojos y gritó: “Tráiganme mi caballo”. Esas fueron sus últimas palabras. Fue debilitándose, cerró sus ojos y nos dejó. A sus 86 años, cuando nos dejó, pude entender que no terminó de cumplir sus objetivos terrenales. Se llevó el cariño, el respeto y la admiración de la gente de la campaña, quienes le agradecieron su valor y condición de soldado que procuró la justicia equitativa y tolerancia. Fue fiel a sus ideas revolucionarias de la época. Siguió la línea de libertad, igualdad, prosperidad, felicidad y seguridad. Dentro de los corazones de estas gentes humildes, mi amado Gervasio seguirá vivo. BIBLIOGRAFÍA Eggers-Brass- Maipue, Teresa. Historia Argentina, una mirada crítica. PÁGINAS DE INTERNET: http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Gervasio_Artigas http://www.slideshare.net/liceovillagarcia/rev-artiguista http://www.chasque.net/vecinet/artigas3.htm 23 Lucía Ullúa Colegio Nº 728 Alfonsina Storni Puerto Madryn, Chubut, Argentina ARTIGAS: UN CONDIMENTO DE LA EMANCIPACIÓN DEL PUEBLO ORIENTAL No ocurrió una vez sino muchas. De las bocas de personas de diversas culturas manaba una palabra que repercutía mucho. Esa palabra era un nombre de familia, el de alguien que poseía virtudes y, como no podían faltar, también defectos. Durante las sucesivas revoluciones que se dieron durante el siglo XIX, se oía el término seguido y algunos, bienaventuradamente, lo asociaban con la expresión Libertador del Pueblo Oriental, aunque había sido sólo un condimento de ese suceso. Claudia Escalante pertenecía a una familia de europeos que había llegado a asentarse en Montevideo a mediados de 1780. Era una mujer criolla. Había nacido en la ciudad a la que llegaron sus padres (ambos europeos) y allí, dentro de esa formidable fortificación de piedra, comenzó su vida rodeada de negros a los que agotaba con incesantes mandatos. Ellos estaban hospedados en el segundo patio de su casa y en condiciones infrahumanas. Una de las esclavas se llamaba Elena. Don José, padre de Claudia, era su amo y la utilizaba como espía para obtener o –mejor dicho- para robarinformación a mestizos, soldados, indios o negros y así anticiparse ante las posibles revueltas que tenía la revolución. Una noche, la servicial mujer fue encomendada a quedarse hasta tarde realizando los quehaceres del hogar. Luego de limpiar dentro de las enormes y anchas paredes de la casa, se dirigió a las angostas veredas y fue allí cuando logró oír ruidos. Con mucho coraje se dirigió a la esquina de la calle y, desde allí, al ver a un hombre que estaba borracho de tanto pimplar y pimplar, se acercó. Pasó una horrorosa noche junto a él pero pudo obtener semillas de la manzana. Se dirigió a comentárselo a su amo. Había terminado de ingresar al hogar de sus amos cuando sonó el cañonazo al aire que tiraban todos los días desde la ciudadela para que entrase toda la gente que se encontrara afuera y así quedaran protegidos dentro de las murallas. Gervasio Artigas se retiraría hacia Entre Ríos para reorganizar la lucha luego del disgusto recibido por el armisticio que había firmado el virrey Elío por el cual se comprometía a retirar las tropas patriotas. Artigas era un criollo revolucionario del pueblo Oriental. Tenía un ideario federalista imitado de las sociedades estadounidenses que desde 1776 se 24 habían liberado de Inglaterra. No quería que el poder quedara centralizado en Buenos Aires y que dependieran de ellos para exportar como también para la mayoría de las actividades futuras. Elena fue con el chisme a su amo. Éste, temiendo las represalias que se les podían llegar a venir por parte de los godos (españoles), decidió seguirlo con el apoyo de su familia que siempre le fue incondicional. También lo siguieron otras personas que abandonaron sus hogares y todos sus bienes y expresaron pura confianza a ese revolucionario que comenzaba a notarse en la sociedad criolla de la época. Entre ellos, peregrinaban gauchos, peones, mestizos y soldados (en su mayoría de raza negra) que ya tenían por costumbre realizar largos recorridos. Pero lo interesante, y que debería tener gran reconocimiento y valor, era que todos estos hombres eran acompañados por su familia (ancianos, niños y mujeres) y que no sólo lo hacían por sus lazos familiares sino también por la lucha de un ideal al que defenderían hasta más allá de su último aliento. Según el censo artiguista o padrón de las familias orientales, se contaron aproximadamente unas 3000 personas de color, de las cuales sólo 770 eran esclavos. Se puede pensar que las personas que lo acompañaron superaban las 10 000 ya que no figuraban las que iban en camino, las que pertenecían al ejército y otras más que pasarían esa cifra ampliamente. Así fue como cruzaron el río Uruguay y se asentaron en las costas del arroyo Ayuí, Entre Ríos. Allí comenzaron a entrar en contacto con los guaraníes que eran indios nativos del noreste argentino. Éstos pertenecían a una raza amazónica llamada Cáingang (este nombre se les daba por pertenecer al interior de Misiones) y estaban -y están- distribuidos al suroeste de Brasil, noreste de Argentina, Paraguay y parte de Bolivia y Uruguay. Convivían en comunidades, sus viviendas eran de troncos, paredes de barro, techos a dos aguas con ramas, pastos y hojas de palmeras y generalmente, cuando ya se creaban entre cuatro u ocho chozas, se formaba una aldea. Cada una de ellas presentaba un cacique, el llamado Tubiché. Una vez ubicados en el territorio de la actual Misiones, los exiliados de Artigas comenzaron a construir su vivienda mancomunando fuerzas. En el transcurso de este tiempo, Elena pudo contactarse con personas con las que compartía la misma realidad. También habían sido consideradas cosas, provenían de África y tenían una vida sometida a la humillación. Uno de estos nuevos amigos era una pareja apellidada Gamboa. Su hijo, llamado Pedro, era soldado de Artigas, del cuerpo de Blandengues. Por ello fue que habían decidido partir de Montevideo junto al éxodo de los pueblos orientales (también llamado Redota para referirse a que habían sido derrotados). Eran africanos libertos y su vida estaba destinada 25 a trabajos forzosos y a vivir escapando de la crueldad pero, si de algo estaban seguros, era que querían luchar para obtener la libertad de Portugal. Por ello siguieron a Artigas tras su lema:”No quiero que alguna persona venga forzada; el que no quiera la libertad permanecerá esclavo”. Los guaraníes con los que habían empezado a interactuar eran indios sedentarios, a diferencia de otros grupos de aborígenes como los charrúas o minuanes, que eran nómades. Hablaban otro idioma, pero algunos de ellos habían aprendido con los jesuitas y gracias a eso fue que se habían podido comunicar y disfrutar fusionando y compartiendo sus culturas. Con su ayuda construyeron una casa de adobe y techo de paja con una gran azotea en un plazo de dos meses y medio (tiempo que otorgaba Artigas para que construyan sus hogares en las tierras que tenían) y se destinaron a vivir momentáneamente hasta que se hubiese tranquilizado el tema de la revolución y las guerras para poder regresar a su patria. En ese lugar, se conocieron con Andrés Guaicurarí que por aquel entonces tenía unos 30 años y era conocido porque Artigas lo había adoptado como a un hijo. Era un guaraní que se había incorporado al ejército de aquel prócer con las invasiones lusitanas y, por supuesto, cabe destacar que había sido el más destacado de esos aborígenes. Claudia era una mujer muy sociable y logró tener un gran afecto por estos indios, en especial por Lisandro, uno muy valiente que también apoyaba la libertad y el federalismo y asistía de apoyo a los soldados artiguistas. Se habían conocido a escondidas de sus padres a los días de haber llegado a Misiones. A partir de allí se frecuentaban como amigos clandestinos en las diferentes horas del día y por las noches, obviamente, con un candil para no recibir multas por sorpresa. Lisandro, cuyo apellido era Guazú, vestía con un taparrabo hecho con tela, que se aproximaba más a una especie de chiripá, como todos los aborígenes de su grupo étnico y se divertía mucho teniendo como pasatiempo o solaz disfrutar junto a Claudia, a quien había conocido en las orillas del acaudalado río Uruguay. Elena se había enamorado de él con apenas oír las conversaciones que éste mantenía con la hija de su amo. Nunca antes había oído palabras tan dignas de estar consagradas a los mejores premios de literatura aplicados a la poesía, pero con fonética original. Es decir, ella amaba escuchar cómo esos versos escapaban de su boca con tanta facilidad en el idioma guaraní y no en el castellano. También quedaba encantada al oír las notas musicales que provenían de la flauta cuando él solía enseñarle a su criada a tocarla. Pero, a pesar de todo, muy pocas veces había estado en contacto con hombres ya que estaba siempre tan ocupada con sus 26 trabajos que nunca antes había tenido tiempo de enamorarse. Se podía decir que era sólo algo raro lo que sentía por él. Era sólo una apreciación de lo bello del arte pero no un verdadero enamoramiento. Don José Escalante trataba de una manera no muy apreciable a sus esclavos y seguía firme a su idea de que las clases debían continuar perdurando marcadas en tiempos futuros, destacando por un lado a los comerciantes, por otro a los criollos y mestizos y, por último, a los esclavos, que carecían de absolutos derechos. Había sido criado por unos padres muy rectos con los conceptos que se sostenían en esa épocas pero de todos modos era un poco flexible para comunicarse seguido con los aborígenes con los que convivía. A diferencia de su padre, la descendiente Escalante no creía que la raza blanca era superior a las demás y disfrutaba intercambiando costumbres y hábitos con su nuevo compañero Lisandro. Además, a diferencia de otras criollas, apreciaba que las mujeres guaraníes anduvieran pintadas con mezclas realizadas con especies vegetales y utilizando espectaculares adornos a los que le otorgaban más importancia que a la vestimenta. El estilo de vida de Claudia marcaba la diferencia en la indumentaria: debía usar vestidos de algodón, lisos o floreados, con escotes reducidos para no atraer la atención de los muchachos, mangas anchas hasta el codo y con una falda ancha hasta media pierna. También se tenía que poner una enagua que tenía volados, calzones blancos y además simples zapatos de taco bajo. Vivía pensando que si hubiese nacido india hubiese sido más feliz por el simple motivo de que no se debía preocupar por cómo debía vestir, simplemente andaría casi desnuda. De lo que sí se arrepentiría sería de no saber jugar la lotería o a los naipes. Admiraba que los aborígenes usaran taparrabos porque así se les podían notar muy claramente los notables y bien fortachones músculos que se les formaban después de tanta fuerza aplicada a talar árboles y arbustos con hachas de piedra (técnica que utilizaban mediante el milpa, que era su sistema de cultivo). En la sociedad que frecuentaba en Montevideo, los hombres vestían atuendos dentro de los cuales se ocultaban tales virtudes dignas de los hombres. Allá usaban chaquetas cortas justas al cuerpo y bombachas entabladas y amplias que se ajustaban en los tobillos con dos botones. El 6 de enero, Elena pidió permiso y, con el consentimiento de Don José, asistió a la fiesta de San Baltazar (el santo del candombe y uno de los tres reyes magos de la epifanía cristiana). En épocas de revoluciones e independencia, se festejaba y bailaba junto a otros negros y libertos en la catedral. Fue en esta velada cuando, posteriormente a sacarle el lujo a la colorada tierra que ya brillaba en todo el ambiente, se encontró con Pedro Gamboa, 27 el soldado de Artigas con quien ya había formado una amistad y con el único que se confiaban secretos íntimos. Esa noche le confesó que sentía algo por Lisandro. A la vez, el soldado, luego de quedarse sorprendido ante tal confesión y, para compensar tal confianza, le contó que había visto a ese indio con una mujer blanca. No la quería ver sufrir y fue por eso que decidió contárselo para que posteriormente no recibiera ningún mal que la llevara a tenerle miedo al amor. Le parecía que era una muchacha muy joven y, a pesar de que se llevaban diez años, no dudaba en que si seguían llevándose tan bien, en un futuro podrían llegar a ser cónyuges. Elena quedó sorprendida. Había decidido no humillar a tal mujer. Estaba en contra del racismo y por ello le parecía bien que las diferentes culturas se juntaran a pesar de su desigual color de piel. Pensó que esta vez ella no sería la afortunada y que por algo no había podido suceder. Por ahí la vida ya le tenía un destino y desde allí comenzó a sentir algo por el hombre con el que compartía sus íntimos secretos. Los Gamboa habían conseguido la libertad luego de haber ahorrado por casi 20 años. Se la habían comprado a un amo que ya no los necesitaba. Habían sufrido mucho en el pasado y odiaban a los blancos. Los culpaban de prejuiciosos que tenían a su poder desdichadas personas a las que consideraban carentes de derechos con justificaciones absurdas. Al igual que Elena, eran afroamericanos. Habían tenido relación con los Escalante en una oportunidad en la cual Don José sólo había aprovechado para llenarlos de miradas criticonas y silenciosas que decían todo sin decir nada. Años más tarde, durante una noche muy fría, el amor de Lisandro y Claudia se juntó en la azotea de la casa y tuvieron la mejor noche de sus vidas, a la cual el paso del tiempo ubicaría en su mejor recuerdo. Pero, a diferencia de muchos otros amoríos de esas épocas, ellos no podían estar juntos. No sólo porque pertenecían a clases diferentes sino también porque Pedro (que ya conocía a Lisandro porque habían construido juntos una canoa) había realizado una gran confesión sin imaginar que ellos estaban tan enamorados. Tal era el amor que sentía el muchacho que pensaba enfrentarse al padre de su amada sin importar las trágicas consecuencias que podrían llegar a pasar y a olvidarse de Elena que, según lo que les había contado el soldado, tenía cierta apreciación y sentimiento de amor para con Lisandro. El soldado les dijo que ni él ni su amiga los delatarían pero que se cuidaran porque en esa sociedad hasta podrían condenarlos a muerte por tan poco. El guaraní pensaba enfrentarse al padre de Claudia y a tan injusta sociedad para formar una hermosa familia con la mujer con la cual quería compartir 28 el resto de sus días. Mientras, para ella, ir en contra de los pensamientos de la mayoría, siempre la había aterrado desde pequeña. La esposa de Don Escalante se llamaba Guadalupe y había enfermado. Los médicos de Misiones no sabían qué era lo que tenía. No había un diagnóstico definitivo y la familia enloquecía tras pensar que la podrían llegar a perder. Claudia no sabía qué hacer, lo único que se le había ocurrido para calmar su tristeza fue ir a ver a Lisandro que justo en ese momento se estaba levantando de dormir sobre la hamaca que colgaba de dos troncos. Cuando lo despertó cuidadosamente para no generar disturbios, le contó lo que le estaba sucediendo a su madre. Esperaba que viniera de su parte una ayuda milagrosa. Y no pensó mal, porque ante esto, el soldado buscó rápidamente a Ñanderú, el chamán de su tribu (curandero de los guaraníes que convivían en una misma aldea). Éste, al ver tal preocupación por parte de los familiares de la enferma, y ante el pedido del hombre de su tribu, se acercó a la casa en la que se encontraba la doña (que prefería pasar sus últimos días en su hogar) y ofreció su apoyo y sabiduría a cambio de nada. El marido, tras no tener otra opción y al estar Guadalupe en sus últimos momentos, aceptó tal predisposición. El ritual duró varias horas -justas para poner a todos bien nerviosos como hormigas encerradas-. Se decía que habían sido las horas en las que el chamán estaba viajando a Ñe´eng-güery en sus sueños para obtener consejos de parte de sus padrinos y así poder actuar mejor. Las esperanzas estaban perdidas cuando, sorpresiva y milagrosamente, luego de que el curandero de la tribu regresara del sueño y aplicara su técnica de succión, la mujer comenzó a hacer movimientos extraños y de repente se recuperó e hizo que las hormigas volvieran a la normalidad. La felicidad de José no tenía descripción. Que su mujer podría haber dejado de vivir le partía el corazón. La cabeza le dolía y para sus adentros lo aterraba demasiado. Se puede pensar que fue esto lo que hizo que de manera tan repentina cambiara de parecer y dejara de tener prejuicios tan atroces sobre negros e indios y que dejara de tener en cuenta las clases sociales de la época para hacer sufrir injustamente a los negros y aborígenes que ni culpa tenían ante tan erróneo concepto. No supo con qué compensar ese apoyo pero de lo que sí estaba seguro era que de ahí en más no los discriminaría. Tampoco seguiría tratándolos como seres inhumanos porque él consideraba que supuestamente era de raza superior pero ni siquiera había podido ayudar a salvar a su querida y venturada mujer. Aunque más adelante ocurriría en su casa un acto digno de compensar tal apoyo. 29 Para Lisandro y su amada, lo acontecido había sido muy favorable. Ahora que su futuro suegro había cambiado radicalmente de pensamiento, tenían más posibilidades de casarse y dejar de vivir en la clandestinidad de la injusticia. El indio, con la autorización de Claudia, había decidido ir a hablar con el padre de ella. Fue acompañado por un ñanderú (sacerdote). Les llevó un obsequio –típica costumbre guaraní- que consistía en miel recolectada en el monte, muestra que representaba que tenía lo necesario para proveer de sustento a la familia. Don José no comprendía mucho lo que estaba contemplando en la abertura que había quedado luego de mover la tranca. Sin embargo, una vez que fluyó el diálogo entre ellos, pudo darse cuenta qué era lo que estaba pasando y pensó entonces en todos los momentos en que su hija lo había estado engañando para encontrarse con el indio. La solterona Escalante pasó a ser la esposa de Lisandro tras casarse luego de que éste hablara con su padre y de que Escalante, luego de la convivencia que había tenido con los indios guaraníes, había cambiado radicalmente sus pensamientos. Como ahora ya no le interesaban las clases y las razas, para él era muy importante poder convivir en un ámbito de diversidad cultural y ya sin discriminaciones. Además, ese mismo Lisandro fue el que buscó al curandero de su tribu para salvar a la que sería su suegra y eso también provocaba en José el más importante reconocimiento. No sólo había permitido a su hija casarse con el indio guaraní, sino que también otorgó la libertad a Elena, que ya había pasado muchos años con la familia y había completado su papel de nodriza de Claudia. Ya liberta Elena, su relación con Pedro se afianzó cada vez más y, con tantas cosas compartidas en común, decidieron juntarse. Ella ahora ya no viviría más en casa de los Escalante y por esto él le había propuesto que se mudara a su casa, el hogar de los Gamboa, a lo cual ella asintió como respuesta. Conviviendo juntos, su amor se fue acrecentando. Decidieron trasladarse a Montevideo como muchas otras familias que ya por 1812 comenzaban a volver después de la Redota. Fue así como se trasladaron allí, volvieron a construir su hogar y habían decidido casarse pero, como tardaron en hacerlo y era una pareja que vivía junta sin estar casada, recibieron una multa que consistía en cuatro meses de trabajo obligatorio. Toda la tribu se dedicó a decorar una partecita del ambiente selvático misionero y, con los familiares más allegados de los novios, se desarrolló la boda que pasaría a ser un gran ejemplo de la convivencia de diversas culturas y de que los prejuicios se pueden romper. Claudia y Lisandro, los 30 nuevos esposos, bailaron tomados del brazo de Ñanderú (el sacerdote) y toda la familia de ambos los siguió danzando felices como si nunca antes hubiesen existido las fuertes murallas de clases sociales y los falsos prejuicios que los separaban. Lo gracioso de la boda había sido lo siguiente: la familia de Claudia había tenido que aceptar que la mujer se casara mediante las prácticas guaraníes, lo que implicaba que Claudia debía estar pintada con vegetales y adornada con magníficos collares pero, si ella lo deseaba, tenía el permiso de ponerse el atuendo blanco que utilizaban las criollas. A la hora de besarse, la mujer había tenido que realizar movimientos complicados que provocaban gracia en los invitados debido a que al tener Lisandro una tembetá les era imposible hacerlo enfrentados. Debieron recurrir a pensamientos laterales y creativos para unir sus labios y eso se había convertido en una nueva anécdota para ambas culturas. La tembetá era un pequeño colgante armado de resina que se aplican esos aborígenes una vez que llegan a la pubertad. Se les perfora a los varones el labio inferior y se les inserta. Como diferencia de los varones, a las mujeres guaraníes que llegaban a la pubertad, cuando se les presentaba la primera menstruación, se las llenaba de adornos (collares, brazaletes, rodilleras) y pinturas corporales. Según esa costumbre, ya se las podía presentar aptas para contraer matrimonio. Por ello fue que Claudia había tenido que agregárselos para contraer matrimonio con su amado. A principios de ese verano, la hija del caudillo Don José descubrió que estaba embarazada. Tendría un bebé, fruto del gran amor que había cosechado con su marido. En el verano de 1814, Don José decidió partir a Montevideo y afincarse allí. Añoraba mucho estar en su patria y consideraba que ya era hora de volver a su tierra ya que, a pesar de haber nacido en España, vivir tantos años en la actual capital de Uruguay y formar allí a su familia, hacía los lazos más fuertes con este territorio. Fue así que volvió para comenzar a construir un rancho y dos corrales. En 1815, Artigas conformó una Liga Federal junto a provincias de la actual Argentina como Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba. Lo nombraron protector de estos pueblos a los que él se refería como “el sistema de los Pueblos Libres”, los que se habían unido para tener autonomía de Buenos Aires y también para cumplir con lo que él decía en una de sus tantas frases célebres:”La causa de los pueblos no admite la menor demora“. En este año, Andrés Guaicurarí, que era el más destacado de los guaraníes que participaron apoyando a Artigas, fue nombrado Jefe de las misiones y 31 en enero se izó la bandera de los Pueblos Libres que había creado Artigas tras agregar a la de Belgrano una franja roja del federalismo. Los colores representaban lo siguiente: • Rojo: sangre derramada para sostener la libertad. • Azul: decisión por la República. • Blanco: distinción y grandeza. Se debe reconocer que cada acto tiene consecuencias. Por lo tanto, de no haber tenido Artigas seguidores, ¿estarían hoy estos colores palpitando sobre un paño en las tierras misioneras? A finales de 1815, en un hospital de Montevideo, nació una niña llamada Ñambi que significa hierba curativa en guaraní. Este nombre había sido otorgado por Ñanderú en su bautismo, cuando se le había acercado agitando su maraca con un atuendo bien colorido (digno de toda fiesta) y danzando. Claudia había elegido ponerle otro nombre en honor a las raíces que su niña por filiación poseía. Era una mestiza, mezcla de un indio guaraní y una mujer blanca proveniente de Montevideo. Pero, respetando las costumbres de su marido, optó por bautizarla según la cultura guaraní y esperar a que éste le otorgara el nombre. Lisandro pensaba que lo que hacía la religión católica al momento de poner nombre a sus hijos era ridículo. Imaginarse al sacerdote preguntándole el nombre de su hija le generaba náuseas por lo que le comentó sus pensamientos a su esposa y la hizo cambiar de opinión. La beba curaría en un futuro las heridas que habían dejado conceptos tan errados en la sociedad como lo era la esclavitud y la discriminación racial que muchos tenían hacia su padre. Cuando apenas cumplía un año, su territorio recibió una invasión portuguesa en la que tomaron prisionero a Andresito, que había sido también muy amigo de su padre, y derrotan a Artigas con soldados que se habían preparado ya en la lucha contra Napoleón. Éste entonces busca apoyo en el litoral argentino y lo recibe de Lisandro que ahora militaría con más fuerzas, juntando bronca, tristeza, fe, esperanza y alabanzas de su gente que ahora lo llamaba Libertador de los hombres (significado de su nombre en guaraní) por animarse a acompañar su ideal. Sin embargo, esta lucha terminó rendida tras no poder hacer más. Estaban cansadísimos de tanto pelear. Ante ello, Gervasio, acompañado de sus seguidores, cruza el Paraná e ingresa a Paraguay en 1820. Ahora en su mayoría estos seguidores eran los negros e indios, entre ellos Pedro y Elena que ya años atrás habían tomado las armas y también habían engendrado una niña en la ciudad de Montevideo y que por naturaleza lucharía hasta ver la libertad ante Portugal. 32 Ese hecho lamentable había tenido nocivas consecuencias durante una de las luchas: la llamada Batalla de Tacuarembó. Lisandro, que había asistido como soldado a Artigas en ese momento, falleció tras caer derrotado por los preparados y armados portugueses. Fue enterrado más tarde en una urna de barro cerca de las cataratas del Iguazú junto a todos sus familiares. Su rostro ya no era ovalado. Su pelo oscuro y abundante ya no era más robusto, había sufrido una malaria inesperada y ya no sería armonioso como todos sus compañeros de tribu. Este guaraní, y por defecto gran guerrero, fue provisto de lo que se creía que necesitaría en la otra vida, ya que ellos creían en la vida después de la muerte. Ahora Ñambi tendría que curar también el vacío que había dejado la muerte de su padre, en ella y en su madre, lo que le llevaría toda una vida. Artigas había caído rendido pero de todos modos, sus ideales y logros fueron tomados por los orientales que continuaron la obra emancipadora y ya para el año 1828 Argentina y Brasil crearon una Convención Preliminar de Paz sobre Uruguay que convertía al territorio en Estado Oriental, más tarde llamado Uruguay. Cuando Ñambi cumplía 15 años, su país ya tenía una Constitución que había sido promulgada el 18 de julio de 1830. Fue difícil conseguir la muy añorada emancipación. Todos ponían algo. En definitiva, ya sea desde Brasil, Uruguay, Paraguay o Argentina, ya fueran criollos, mestizos, negros, libertos o indígenas, todos, de las diversas culturas militaban con un mismo fin en común: la independencia de territorios que habían descubierto los aborígenes anteriormente a Colón. ¿Será eso lo que los unió o tan solo el simple hecho de que pertenecían a una raza susceptible a sociabilizarse con las demás personas? En el poder de los latinoamericanos se halla la continuación de esta historia y, por ello, entre todos enriquezcámosla uniéndonos con afecto para convivir como hermanos, construyendo un camino y destino para todos. Siempre necesitaremos del otro para vivir y es importante seguir viviendo junto a estos pueblos aborígenes para mantener nuestras raíces, las de cada uno de estos territorios americanos. De esta forma se obrará como bien lo dijo el precursor: “Hay que defender con honor y no morir con ignominia”. Por ello, este relato continuará en nuestras manos. 33 Noelia Belén Navarro Tres Isletas, Chaco, Argentina LA REDOTA Narrando la historia como si fuera cuento – ¡Vamos, Artigas, este es nuestro día! –invadió una voz los aposentos donde descansaba José Gervasio Artigas, caudillo, hijo de Martín José Artigas y Francisca Antonia Arnal Rodríguez, familia de estirpe aragonesa y de renombre, en lo conocido como Banda Oriental. Faltaba poco para la aurora del día 23 de octubre de 1811 y ya la brisa matinal se iba sintiendo, mientras las flores y animales nocturnos regresaban al estado de letargo en que los sumía el sol. Un curso fluvial se extendía a la izquierda, todavía callado porque la luz del astro rey no se había asomado para despertar a sus habitantes: era el río San José. Los gallos, con sus cantos estridentes, anunciaban la llegada de un día radiante. Se percibía en el aire, en la hierba brillante ante la presencia de la luna de trasfondo. Se sentía, también, en el firmamento libre de nubes, ya azabache al Oeste, ya aclarándose en una línea apenas perceptible al Este. Sin embargo, no sólo el ambiente estaba preparado sino que miles de pechos se ensanchaban al saber que ese día marcaría el comienzo de un glorioso recorrido. Artigas sabía del motivo que hacía latir a aquellos corazones, respaldados en el hombre que con bravo vozarrón lo había ido a despertar. Tal fue así que no demoró en posicionarse erguido sobre sus pies y, en un santiamén, estuvo en el alero de la choza que lo albergaba, dispuesto a despabilarse mojando su rostro con un poco de agua fresquita y a participar de unas rondas de mate caliente, infalibles en el afán de energizar el cuerpo. Los protagonistas de aquellas rondas, aparte del mate que, como todos sabemos, es obligatoria su presencia en cualquier encuentro amistoso, eran hombres sencillos: criollos, aborígenes guaraníes, charrúas, chanátimbúes y africanos bantúes. Sus diferencias se notaban en la piel, los rasgos y sus maneras de hablar aunque, en el fondo, todos hablaban de lo mismo y el brillo en sus ojos al expresarse no podía ser más que uno solo. 34 Suponían que en aquella reunión seguramente se trataría el tema que los tenía inquietos. La conversación comenzó con cálidos saludos y relatos de lo que se había hecho el día anterior. Todos ellos habían empacado lo poco que tenían, preparado los caballos y relatado a los niños lo que iba a acontecer aquel día. Más de una lágrima se deslizó por las mejillas de aquellos que, a medida que hablaban, iban recordando cuánto les había costado tomar una decisión tan importante. Los ideales de Artigas de transformación, fraternidad e igualdad, no tardaron en aparecer. A ellos se sumaron las opiniones de los demás convocados, que expresaban el sentimiento de un pueblo que ya no quería sufrir opresión y prefería irse, dejar mucho por encaminarse a un lugar donde sentirse libre y donde ningún invasor, en especial el español, tuviera voz ni decisión. Cada vez más personas participaban de la conversación y algunos se acercaron para escuchar de qué se hablaba en aquella ronda tan tempranamente organizada. Sólo los presentes podrían describir la pasión y convicción que se apoderaba de aquellos hombres al dejar oír sus voces por tanto tiempo calladas. A este punto mi querido lector debe estar preguntándose ¿A qué se debía tal reunión? ¿Por qué motivo aquel no sería un día como todos los demás? Pues, si así es, pasaré a contarles el ámbito en el cual se desarrollaban los hechos. La narración se remonta a la segunda mitad del año 1811, cuando transcurría el último tramo de la dominación española en los territorios de las Provincias Unidas del Río de la Plata y la Banda Oriental (hoy Argentina y Uruguay). Artigas, revolucionario, republicano y demócrata, era Jefe de los orientales y tenía un ejército a cargo, con el cual él y su pueblo se defendían de las fuerzas realistas del virrey Francisco Javier de Elío. José Artigas y sus seguidores (hombres de coraje antes que de armas) vencieron 35 en la Batalla de Las Piedras, primer gran triunfo de los revolucionarios sobre el gobierno español en América. Tras ello, sitiaron Montevideo con la intención de desalojar a las autoridades que respondían a España. Mediante el sitio, Artigas se apoderó de la mayor parte del armamento de la fuerza militar española. Fue así que el virrey Elío decidió pedir ayuda al gobierno de Portugal para que atacaran a los revolucionarios avanzando desde el sur de Brasil. Sumado a todos estos hechos, se había celebrado el Armisticio, una especie de tratado de paz, entre las autoridades de Buenos Aires (temerosos de llegar a enfrentarse con las fuerzas portuguesas que avanzarían) y Montevideo. Mediante éste, Fernando VII era declarado el único soberano, se debía levantar el sitio y toda la Banda Oriental quedaba en manos de la autoridad española de Montevideo ya que las tropas de Buenos Aires se retirarían del lugar. Con esto, las relaciones que Artigas había establecido con la Junta de Gobierno de Buenos Aires quedaban prácticamente sin efecto. Al conocerse estas noticias, Artigas y sus paisanos se retiraron de Montevideo y armaron un campamento a la vera del río San José, cercano a la ciudad de San José de Mayo. El lugar albergaba, además, a mujeres y niños, muchos de los cuales eran familiares de los soldados revolucionarios. El mate ya había dado unas cuantas vueltas cuando Artigas se dio cuenta de que había tomado sólo uno. – ¡Eh, Tinú1! ¿Cuándo va a llegar el mate hasta acá? – inquirió Artigas-. – Disculpe, Artigas, le hicimos llegar el mate, pero cuando usted se pone a pensar tan profundamente no se da cuenta de nada – respondió el cebador-. – Es que estoy muy preocupado. Hay momentos en que dudo si emprender este viaje es lo mejor que podemos hacer. – No hay motivo de duda, jefe. Queremos ser libres del dominio español sobre nosotros, ¿no es así? – preguntó Tinú-. – Sí –respondió Artigas-. –¿Y no es cierto también que no nos da el cuero para enfrentarnos a Elío y los suyos ahora que nos superan en número porque están amigados con 36 Buenos Aires? –Éste ya fue Arasunú2 que, dejando de arreglar el sombrero de paja roto hacía un ratito por su hijo más pequeño, se decidió a entrar en conversación. – También. – Y entonces no tenemos tiempo que perder. No podemos dejar que nos manejen como ellos quieren –aseguró Tinú. – Ellos nos tienen vigilados hace rato, Tendota3 . Ya no saben qué hacer porque ven que tenemos valor, somos bravos y lo demostramos por la paliza que les dimos en Las Piedras. Pero que no crean que somos akâtavy4 , eso sí que no. Bien sabemos qué puede pasar si nos quedamos acá: nos van a oprimir como si fuésemos sus esclavos, nos van a sacar hasta lo que no tenemos –dijo Arandú5 (convengamos que Arandú nunca se equivocaba en lo que decía ya que, como su nombre lo indica, era muy sabio). – Antes que estar bajo el poder de esos aña6 , nos vamos. Seguramente vamos a encontrar alguna tierra donde no haya nadie que mande y ahí sí viviremos bien. Tenemos que hacerlo. No va a querer ahora dejar de lado todo el mapa que dibujó con Arapysandú7 ¡Tantas noches de desvelo! – Además ¿quién nos asegura que los portugueses no pueden llegar a atacar en cualquier momento? –fue la opinión del aldeano Tabaré8. – ¿Pero acaso no firmaron un pacto para que los portugueses no se vinieran para acá? –cuestionó Tinú. – Sí, firmaron. Pero de ahí a que lo cumplan es otro káso9 ¿Cuántas veces nos traicionaron? –respondió Tabaré. – Ah, sí, en eso tenés razón. Soy uno más que no quiere que su familia sufra nada de esas cosas. No puedo quedarme. –culminó Tinú. 1 Tinú: cuchillo (en charrúa) trueno (en guaraní) 3 Tendota: jefe (en guaraní) 4 Akâtavy: loco de la cabeza (en guaraní) 5 Arandú: sabio (en guaraní) 6 Aña: diablo (en guaraní) 7 Arapysandú: el sensor del universo (en guaraní) 8 Tabaré: hombre que vive lejos del pueblo, hombre de aldea (en guaraní) 9 Káso: cuento (en guaraní) 2 Arasunú: 37 Se hallaban también ahí Manuel Artigas (hermano de José), Don Eusebio Valdenegro y Don Juan Rosales, los cuales habían ayudado a José en la batalla de Las Piedras, pero que en aquel día se abstuvieron de hacer comentarios, justamente porque ese era momento para que el pueblo diera su parecer. Ellos, al fin y al cabo, estaban dispuestos a acatar cualquier orden dada por su jefe. – Total, si vemos que la cosa se pone fea por otros pagos, nos volvemos para el pago –fue la última opinión que se omitió e, inmediatamente, Artigas se paró en el centro del círculo, levantó la voz y se decidió a cerrar la charla: – Este es el sentir de mis paisanos. Si ellos quieren llegar a lograr la libertad, yo los voy a acompañar. Mientras tanto, no puedo dejarlos a la merced de la saña de los españoles. Hoy será un día recordado en toda la historia, yo sé lo que les digo. Hace un tiempo, cuando me proponían emprender este recorrido hacia una tierra donde podamos vivir tranquilos, sin ningún español que nos exija, pensaba que era una locura. Hoy, gracias a esta corta pero productiva charla, me he podido dar cuenta de que si el pueblo está convencido, lo podemos hacer. El recorrido está trazado, los jinetes ya listos, ustedes se han venido preparando deseosos desde mucho antes que yo, así que la marcha va a comenzar el día de hoy. Partiremos en una hora. Los allí presentes estallaron en aplausos. Era lo que querían escuchar. No había marcha atrás, ya estaban jugados. Cada uno tomó su sombrero y otros efectos personales que tenía en el lugar y se dirigió al lugar del campamento donde esperaba la familia deseosa por saber el horario de partida. Al comunicarles la noticia, más de una esposa estalló en lágrimas que tanto podían ser de felicidad como de tristeza. Los niños, que sólo sabían apreciar las cosas buenas de la vida, comenzaron a saltar y los que estaban jugando dispersos por el lugar, al ver el alboroto que se armaba en las carpas, fueron corriendo para enterarse lo que sucedía. Rapidito, con todo el apuro del mundo, los futuros viajeros acomodaron en las carretas las pocas cositas que les quedaban. Todas iban repletas porque si bien estaban dispuestos a dejarlo todo por la causa, también pensaron que tenían muchas cosas que podrían llegar a ser útiles. En unos pocos minutos, las mujeres, sus niños, provisiones, mantas y algún que otro juguete encontraron su lugar en los transportes que iban desde simples carros destechados hasta aquellos con cuero como cubierta. Muchos hombres prefirieron montar sus caballos para tener más control de la caravana. 38 Una vez que todos estuvieron fuera del campamento, se organizaron. Artigas y sus ayudantes: Manuel Artigas, Don Rosales y Don Valdenegro. Las carretas detrás de ellos y todos los jinetes rodeando la comitiva. Obedientes a la orden de Artigas “¡Adelante!”, ruedas, patas y pies se pusieron en marcha. Comenzaba así el Éxodo de la Banda Oriental. Más de 4000 personas partieron aquel día desde la vera del río San José. El recorrido era liviano ya que el entusiasmo de toda la gente convocada en aquella caravana hacía de esta algo parecido a un paseo. Los músculos no se cansaban, los animales tampoco. Aún las provisiones eran suficientes y los días acompañaban para que el viaje se tornara muy llevadero. Por las noches, el fogón invitaba a la danza, luego de haberse deleitado todos con las comidas que preparaban las manos de aquellas campesinas con lo poco que tenían: algunas ollas y utensilios tallados a mano y las provisiones que fueron haciéndose cada vez menos variadas. Siempre dispuestas a ayudar en lo que hiciese falta, ellas se encargaban muchas veces de hacer el fuego mientras los hombres arreglaban carretas, prestaban especial cuidado a los ancianos y para ello tenían medicinas naturales, vendas y toda clase de auxilios que cabían en un botiquín de la época, siempre a mano. Las niñas encontraron nuevas tías que les hicieran trenzas y los niños, mujeres que los consolaran cuando las madres les regañaban por andar haciendo travesuras. También debemos decir que, si reinaba la alegría y el orden en aquellos días, era porque las damas tenían un instinto capaz de captar aquellos momentos en los que alguien necesitaba palabras de aliento y no podían ver las cosas fuera de lugar. Los hombres, a pesar de que aquel no era tiempo en que las femeninas tuvieran un lugar destacable a la vista de ellos, siempre decían una frase que hasta hoy se escucha: detrás de todo gran héroe siempre hay una gran mujer. – Madre ¿cuál es ese río tan grande? –preguntó Baltazar de mañanita, cuando apenas se había despertado y vio un curso de agua extenderse muy cerca. 39 – Ese río se llama Uruguay10 – respondió María. – Uy, ¡otro río más! ¿Y a ese lo vamos a cruzar? – No, Baltazar. Vamos a ir por bordeándolo rumbo al Norte. – ¿Y cuánto tardaremos en llegar? – preguntó curiosamente el pequeño. – Sólo algunos minutos. Mira, ya se ven aves en vuelo desde aquí. Al llegar verás que está lleno de pájaros, como su nombre lo indica. – ¿No significa niño esa palabra? – ¿Quién te lo dijo? – preguntó la mujer. – Yaguatí11 me lo enseñó el otro día – aseguró Baltazar – Ah, deberías preguntarle de nuevo. – Madre ¿habrá más niños allí? –los ojos le brillaban de entusiasmo al hacer esta pregunta. – Es muy probable que allá se sumen más niños, es verdad. –al escuchar esto, el chiquillo saltó de la carreta seguramente interesado en ir a contarles a los demás infantes lo aprendido un momento atrás. Era prácticamente seguro que al llegar al río Uruguay, más familias se incorporarían a la comitiva ya que mucha gente, enterada de los hechos, tenía los mismos deseos que aquella reunida con tal noble propósito. Así como María lo había anunciado, en un corto tiempo llegaron al río Uruguay. Había allí esperándolos un grupo de gente preparada con carretas. - ¿Esta es la comitiva de la Redota? –preguntó un paisano robusto. - Sí, es esta. Yo soy Manuel Artigas, hermano del Jefe, José Artigas. Si gustan sumarse, pueden hacerlo. - Muchas gracias –respondió el hombre y dio la señal a su camada para que avanzara. Llegado este punto, les voy a contar un detalle más: “la Redota” es como llamaban los paisanos al éxodo, pronunciando mal cuando en realidad querían decir “la derrota”. El 3 de noviembre, el arroyo Cololó recibió a la comitiva con todo su equipaje. Se podían ver carpas de cuero y textiles esparcidas por la superficie cubierta de hierba. Los carros, parados cada cual al lado de la carpa de sus dueños. Los caballos y demás animales, en un sitio aparte. Cada tanto, los guardias –principalmente charrúas– que vigilaban los alrededores, se acercaban al río para beber del manantial y refrescarse un poco. Allí se armaban lindas conversaciones entre hombres que se reencontraban luego de muchísimo tiempo. Algunos descubrían parentescos, otros planeaban qué harían en la nueva tierra. Había, además 40 de este tipo de charlas, anécdotas, chistes e historias de algunos que confesaban haber sido gauchos rebeldes que estuvieron bajo la mirada de los policías y relataban animosamente todas las hazañas que habían llevado a cabo para escapar de tanta persecución. Charla va, charla viene, se tejió esta conversación entre dos guaraníes: - Me contaron que usted fue criador de kavaju12. - Fui, en mis mejores tiempos. Sustentaba con la ganancia de las ventas a mi familia. Mis kavaju eran especiales porque los alimentaba con unos pastos que sólo yo sabía. Los llevaba temprano a pastar en la pradera y a la tardecita ya me volvía a mi roga13. Yo le proveía en secreto a los malones porque, aunque muchos de ellos preferían ir a tierras de nadie a adueñarse de uno, algunos preferían los kavaju que yo les vendía porque estaban muy bien preparados. - ¿Y ya no se dedica más a eso? - Con dolor en el alma, le tengo que decir que no. - ¿Mba’érepa14? - Mire, yo hacía un negocio que al gobierno no le gustaba. La tahachi15 odiaba a los malones y estaban en busca de todo aquel que les ayudara. Un día, yo había vuelto de llevar a mis animales a pastar cuando llegó corriendo un mitârusu16 y me dijo que la policía me andaba buscando. Monté un caballo y me llevé a otros dos por cualquier motivo y me fui, sin despedirme de nadie. Gracias a Tupá17, pude volver al poco tiempo y encontré a mi familia bien de salud aunque bastante empobrecida. Desde entonces me dediqué a ser saladero18. - ¡Qué oficio tan útil! Usted podría hacer el tasajo19. 12 Kavaju: caballo (en guaraní) casa (en guaraní) 14 Mba’érepa: ¿Por qué? (en guaraní) 15 Tahachi: policía (en guaraní) 16 Mitârusu: muchacho, jovencito (en guaraní) 17 Tupá: dios de los guaraníes. 18 Saladeros: personas que se dedicaban a salar carne y secarla al sol para obtener algo muy similar al charqui. 19 Tasajo: carne en finas lonjas preparada al estilo de los saladeros. 13 Roga: 41 - Una vez que estemos cerca de quedar sin provisiones, Artigas tiene planeado enviar a algunos a cazar y luego, los que sabemos algo de eso, vamos a preparar la carne. - Muy bien pensado. Terminados los coloquios, cada uno volvía a su puesto y así, todo el día, la multitud se sentía segura. Los días siguieron un tanto iguales en el avance, excepto en los días de lluvia, en que armaban sus carpas para refugiarse y suspendían la marcha. Las enfermedades y malestares propios de la primavera se hacían notar y las abuelas andaban de un lugar a otro, llevando pociones para aliviar a los ancianos y los niños, quienes eran los más afectados. Al disminuir las provisiones, algunos se apartaban de la procesión para recoger algún fruto o cazar animales y así poder tener alimentos para uno o dos días. También había carencias en cuanto a vestimenta. De tanto en tanto, ocurrían adversidades como enfrentamientos con indios, o con españolistas resentidos, portugueses, porteños y delincuentes comunes. A pesar de ello, no se conocieron datos acerca de mujeres o niños que hayan sido heridos, tomados prisioneros, emboscados o muertos. Artigas, conocedor de los males que podían acontecer, los tenía bien preparados y advertidos. Siempre se preocupaba porque se desarrollase un ambiente de paz y armonía entre los que habían comenzado la comitiva y los que se habían ido agregando. Una vez levantado el campamento a orillas del arroyo Cololó, la marcha continuó, pasando por el río Negro (lo cual llevó varios días), el Paysandú, el Queguay y el arroyo Quebracho. Luego de cruzar el Chapicuy, llegaron al río Daymán y acamparon de nuevo. - ¿Cuál es su nombre? - Juan Pablo Ocampo, señor. - ¿Mayor de edad? - Sí. - Bien. ¡Siguiente! Nombre y edad. - María Cortés, mayor de edad. - ¿Hijos? - Sí, Isabel y Gregorio Casco. - Yo soy Isabel y tengo siete años. ¿No sabía que era hija de mi mamá? – decía una niña inocentemente. - Yo soy Gregorio y tengo así –balbuceaba un nene dejando ver en su mano cuatro deditos levantados. 42 Se escuchaban estas voces el día 14 de diciembre en Salto. Todos los integrantes de la comitiva estaban siendo registrados debido a que, día a día, muchas personas se habían sumado y ya no se llevaba la cuenta de cuántos eran. Los niños acompañaban a sus madres, muy intrigados porque nunca antes habían asistido a un evento tan particular. Al finalizar lo que se denominó el Padrón de las familias orientales, se habían registrado 6000 hombres como integrantes del ejército, más de 4435 civiles y 846 carruajes. Algunos días después, toda la camada se preparaba para dar un gran paso en su “huida”. Se encontraban frente un vado llamado Salto Chico y su próximo desafío era cruzar el río Uruguay. Esta acción duró varios días. Una vez cruzado el río y puestos los pies en suelo que hoy en día es Entre Ríos, Argentina, continuaron su recorrido hacia el norte, donde nuestro pequeño Baltazar se sintió intrigado nuevamente. - Madre, ¿ese es otro río? - No, hijo, ese es el arroyo Ayuí –respondió María-. - ¿Y ahí otra vez nos vamos a quedar? - Así es. - ¿Cuánto tiempo? – preguntó Baltazar, alarmado-. - Por mucho tiempo, quizás para siempre. - ¿Y por qué? – cuestionó el pequeño, levantando los hombros. - Porque las tierras que están ahí eran las que tanto ansiábamos, Baltazar, esa es la tierra prometida, la tierra de la libertad. 43 Manuel Max González Buenos Aires, Argentina DIARIO DE UNA SOMBRA Artigas por un amigo “Al Rector de la Universidad de Buenos Aires: Me anima nuestra trayectoria compartida a dirigirme a usted tanto como historiador como en calidad de amigo para remitirle uno de mis más recientes descubrimientos. Una mano anónima me ha entregado, hace algunos meses, un interesante documento privado que, de ser veraz, posee un valor historiográfico incalculable. Se trata de un diario personal que habría sido escrito, en teoría, por un íntimo confidente de José Artigas, Pedro Manuel Quevedo, cercano amigo del caudillo, que supo con su silencio eludir a la historia. Las pericias cronológicas han situado el documento en la segunda mitad del Siglo XIX. La posibilidad de una relación personal de Artigas con el autor genera escepticismo. Sin embargo, su cuasi indubitable autenticidad temporal permite aventurar que esta relación existió. Sin un vínculo de estrecha amistad con el Protector de los Pueblos Libres, hubiera sido difícil conseguir la cantidad de información que este documento contiene, si no imposible. Pocos datos se tienen sobre el escritor misterioso. Su madre fue Juana Belén Quiroga. Su padre, Mario Clemente Quevedo. Curiosamente, este último no aparece en ningún censo realizado desde 1778. Desde esa fecha su vida permanece indocumentada, secreta. Me permito explicar esta ausencia como una consecuencia posible de la extraña profesión que Mario Clemente Quevedo ejercía. Por lo demás, solo he podido hallar tres registros oficiales que hacen referencia a Quevedo hijo: su partida de nacimiento, rubricada el 17 de marzo de 1890; su ficha de inscripción a los Blandengues 20 años más tarde y una breve mención suya en una carta de Fructuoso Rivera a Artigas, carta en la cual se hacía elogio de los soldados de destacado desempeño. Determinar desde dónde fue enviado el texto nos resulta imposible. Sí sabemos con exactitud que el papel proviene de Asunción e intuimos que, desde la Guerra de la Triple Alianza, el documento ha permanecido en Buenos Aires, secuestrado por algún comandante porteño. 44 Quién hizo llegar el diario a mi oficina de trabajo permanece tan en las sombras como su secreto autor. Mi secretaria solo alcanza a precisar que era joven, rubia, y que llevaba prisa. Le ruego encarecidamente que lea la trascripción que le adjunto. De suscitar esta su interés, el original lo estará aguardando en mi despacho. Espero que mi entusiasmo por este inesperado descubrimiento sea compartido por usted. Quedo a la espera de su lectura y lo saludo cordialmente, Licenciado Martín Ramírez” I Entré y salí de esa casa durante años, casi a diario, y nunca dejó de sorprenderme cómo, a medida que el omnipotente tiempo hacía estragos en el físico de mi general y éste se marchitaba como un hombre cualquiera, el jardín crecía en vitalidad, abundancia y color. Ya nadie se ocupaba de ese espacio: Artigas estaba muy enfermo; Ansina y yo, demasiado preocupados. El jardín, sin embargo, jamás estuvo más bello que la última tarde. Quizá mi memoria me engañe pero creo que, al verlo tan esplendoroso, me di cuenta de lo cercana que estaba la muerte de mi mentor. Es injusta y selectiva la memoria de los pueblos del Sur. Aún hoy persisten en olvidar al primero de sus grandes protectores. Treinta años pasó el general encerrado en el destierro, sepultado en vida, ya sin patria, ya sin destino. Desde su país lo vituperan, llamándolo sanguinario salteador. En su provincia, ahora país, le asignan el cómodo mote de héroe local, sin reconocer el ahínco con el cual abogó por la unión de los pueblos, insultándolo en la acción al recompensar con el gobierno a quien lo traicionó. Los indios estaban tan o más inquietos que yo. Su instintiva sabiduría les sugería lo mismo que a mí me indicaban mis pobres conocimientos médicos. Estábamos perdiendo al hombre, se iría para ser leyenda. La indiada paraguaya parecía lista, ya enlutada; sus miradas turbadas despedían con tristeza al caudillo, él había sabido tratarlos con justicia y aprecio. Era temprano cuando llegué, pero Artigas estaba despierto, como probablemente lo había estado toda la noche. Cuando me vio dijo, con voz sorprendentemente clara para un moribundo: “Mire, si me hubiera matado usted, ¡cuán distinta hubiera sido la historia!”. Se quedó dormido con una sonrisa diáfana en el rostro, dejándome a solas con mis recuerdos. Como casi todos aquellos oriundos de la Banda Oriental, en lo que a Artigas se refiere, conocí el nombre antes que al individuo. No hay familia que no cuente nunca sus hazañas o sus crímenes. Yo pertenecía a una de las últimas. 45 Siendo yo hijo de un matrimonio adinerado que no comprendía las convulsiones internas que desgarraban al pueblo americano, la figura del caudillo entró a mi realidad abrupta y terrible, casi como una pesadilla. Durante doce años de mi vida no supe de él nada. En mi casa no se contaron sus aventuras de contrabandista ni sus méritos como blandengue, no conocí hasta mucho después el ascenso de su fama. En mi hogar, su nombre, según supe después, estaba tácitamente prohibido. Mi padre, bandolero rural y afamado contrabandista, compañero del general en la oscuridad de las leyes, consideró su traspaso a los Blandengues como una traición personal, un acto deshonroso que no perdonaría jamás. El odio al hombre estaba siempre presente, vedar el relato de su historia no disminuyó el resentimiento feroz que mi familia le profesaba. Una noche, en la frontera, se encontraron dos viejos amigos, separados por un uniforme, por el deber y por una rivalidad cuyo fin, ya escrito, estaba en manos de la fortuna. El teniente de los blandengues gritó: ¡Alto! Mi padre reconoció la voz. Amainaron el paso los bandidos con una señal muda; podrían haber ganado la llanura galopando veloces pero la criolla sangre de mi padre hervía, exigiendo una satisfacción. Lo llamaba su destino sudamericano. La patrulla de Artigas se acercó al instante. Su jefe encontró, en la noche inmensa, un triste rostro amigo. Lo recordaba demasiado bien para pensarlo cobarde; aun así, le pidió a los santos que, aquella vez, se le escapase su presa. No hubo tiempo para saludos ni disculpas. Mi padre saltó del caballo, desenvainado el facón al brillo de la luna. Avanzó terco, sin escuchar las razones de sus compañeros, que rogaban el escape. Preso de la ira, fuera de sí, no temía a la muerte ni sentía apego a la vida. Del otro lado, desmontó un hombre, desanimado pero decidido. Tenía prohibido el miedo ante el peligro, perseguido por una necesidad asnal de mostrarse fuerte. No gozaba del momento, no lo embargaba el deleite vengativo de su contrincante, preferiría evitar la sangre amiga. No iba a dejarse, empero, vencer con felicidad. Jamás lo haría. Danzaron los puñales y el acero marcó a ambos, pactando con la muerte el fin de uno de ellos. El infeliz falleció al instante, penetrado en el vientre, permaneciendo eternamente tendido en la llanura. El otro, que por más bienaventuradas acciones será recordado, solo resultó raspado en el pecho. La herida, aunque no grave, de ser más profunda le hubiera causado la muerte. Asesinar a mi padre en íntimo duelo lo marcaría para siempre, haciéndolo mejor. 46 Los cuchillos ensangrentados aun están allí, perdidos en la inmensidad de la frontera, custodiando el cadáver de un bandido. Ningún otro murió esa noche. La fatalidad no reclamaría otra alma. La pelea de los antiguos camaradas le había bastado. Los compañeros del difunto se dieron exitosamente a la fuga. Quizás fueron inalcanzables, quizás no fueron perseguidos. Al par de días llegó la noticia a mi hogar, cambiando mi vida de una vez y para siempre. Mis padres habían quisieron creer que lo que no es nombrado no existe y la avasallante realidad venía de repente a contradecir esta creencia. El resentimiento contra el caudillo, germinado en el silencio, desatado ahora por el asesinato, se convirtió en el más visceral de los odios. Mi madre estuvo, luego del suceso, siempre al borde de crisis nerviosas. La última parte de mi crianza fue al calor de su infinito desprecio para con el contrincante de mi padre. No había día en que no se insultara al caudillo. Pronto yo lo aborrecía también, odiando su nombre, todo lo que sabía de él. Poco antes de la revolución de Mayo, ingresé a los Blandengues, esperando encontrar en el cuchillo vengador mi camino a seguir. Me enlistaba para acallar el rencor y la tristeza que me desbordaban. Había decidido matar al causante de mis tormentos. No heredé de mi padre su habilidad como cuchillero, ni la gran destreza física que lo caracterizaba. De él heredé dinero y nada más. Vivimos infancias diferentes, él fue el hacedor de su fortuna, el artífice de su elevada posición social. Yo nací en una familia acomodada, confinado por mi mudez a la soledad de los libros y el silencio. Supe observar y escuchar como lo hacen pocos. En el afán de vencer el tedio aprendí a pensar con velocidad y a escribir con impecable caligrafía. Estas virtudes, y mi profunda incapacidad ante los aceros y las armas, facilitaron mis intenciones. Al poco tiempo de mi entrada al cuerpo, ya se me encargaba transcribir cartas y redactar informes. Seguramente sería transferido al mando de Artigas, nombrado capitán, en los próximos días. La primera parte de mi plan estaba completa: logré el ascenso a poco más de un año de mi ingreso. Era febrero ya, el aniversario de Mayo se aproximaba. Los porteños no habían claudicado, resueltos a afrontar las consecuencias de sus acciones. La preocupación española, ligera en un comienzo, se había convertido en pánico frenético. Un fuego invisible amenazaba con reducir a cenizas al viejo orden. El número de hombres, pueblos y provincias sublevados crecía a diario. 47 El catorce de ese mes, finalmente, fui puesto al servicio de Artigas. Decidí presentarme temprano y lo encontré rodeado por un pequeño grupo de hombres. Ese fue el primero de nuestros encuentros, el objeto de mis desvelos. Él no estuvo, sin embargo, a la altura de mi odio. Ningún hombre lo hubiera estado. Los actos humanos no merecen el ataúd de fuego al cual los condenaba en mi mente. Era de estatura mediana, algo calvo y de pecho ancho. En su rostro montevideano impresionaba solo la mirada, por donde parecía querer fugarse su gigantesco ímpetu interior. Sus ropas carecían tanto de medallas como de soberbia y, sin embargo, había algo en su aspecto que le daba aire de gran señor. La voz le fluía como un río. Su oratoria era, cuando menos, correcta. No era demasiado agauchado en vocabulario o entonación, a pasar de haber pasado en el campo media vida. Omitía floripondios lingüísticos típicos de las capitales, tenía un hablar agradable aunque no sofisticado. Sus ademanes, siempre oportunos, y sus expresiones serenas demostraban tanta calidez como decisión. Era sencillo y breve, pero claro. Dueño de un carisma casi magnético, su inquebrantable voluntad hacía eco en cada una de sus palabras, pronunciadas con convicción. Su espíritu, habituado a la lucha, lo hacía alguien confiable, quienes lo oían no podían más que caer bajo su persuasivo influjo. Él conducía porque sabía interpretar a su auditorio, tenía la sensibilidad para comprenderlo. Ante la multitud, él era la multitud misma; ante el pueblo, era la voz popular la que salía de su garganta. En ese conciliábulo secreto parecía conocernos más de lo que nos conocíamos a nosotros mismos. Sus silencios eran órdenes sagradas; sus palabras, inquebrantables leyes. No dejé de odiarlo instantáneamente, había alimentado esa pasión con demasiado afán y por demasiado tiempo. La venganza me definía como individuo, sin ella era un hombre sin propósito ni destino. Su figura hizo mella en mí, me sedujo, confundiéndome. Donde antes había una resolución absoluta, ahora había duda. Sus palabras, pronunciadas con la suavidad de un ruego y la fortaleza de una decisión, terminaron de desorientarme. “Lazos fraternales nos unen a quienes pelean del otro lado del río. Nuestras espadas no pueden derramar su sangre, deben proteger sus espaldas. Los reclamos de la Junta protegen los verdaderos intereses del Río de la Plata, no la infame avaricia de un virrey. Ellos han sido intrépidos y debemos imitar su ejemplo. La causa de los pueblos no admite la menor demora” 48 Había sido persuadido, como todos los allí presentes. Al día siguiente desertamos, partiendo hacia Buenos Aires, deponiendo nuestras armas y olvidando a la corona. Había decidido postergar mi propósito, sin saber que me dominaba ya el anhelo de no poder cumplirlo nunca. Siempre había sentido admiración profunda por los notables de la ciudad. Durante demasiado tiempo los consideré guardianes de la civilización y la cultura frente a la América salvaje. Mi ceguera vengativa me impedía interesarme con profundidad por un hecho tan vano como una revolución, pero siempre les deseé la mayor suerte en su empresa. Los iluminados hombres de la ciudad insurrecta eran el espíritu de la historia. Repleto de sentimientos encontrados, emprendí mi viaje. Desde que presencié la reunión de Artigas y sus camaradas ardía en mi pecho un sentimiento revolucionario, o al menos una curiosidad que se le asemejaba. No podía esperar para conocer a los grandes hombres sobre los cuales descansaba el destino de una nación. Desconocía aún que mis expectativas no serían cumplidas. En muy pocos hombres de la junta pude ver el mismo temple de hierro, la misma obcecación animal por ser libres que uno podía apreciar al instante en el que era ya entonces mi general. Desde que se lo conoció como revolucionario, la Banda entera comenzó a alzarse. Su buen nombre arengó a los hombres de la campaña. Por doquier, grupos aislados de paisanos alzaban sus precarias armas en defensa de la patria independiente. Cruzamos el Plata, esperando lo mejor. II La ficción que nos habíamos formulado sobre Buenos Aires me pareció, en un primer momento, superada por la realidad. El epicentro revolucionario bullía con energía propia. La segunda lengua de sus habitantes era la política. Los ciudadanos educados habían resuelto abandonar las bibliotecas y participar en la gloriosa búsqueda de la voluntad general. Una generación de jóvenes heroicos encabezaba la parte más radical del movimiento y luchaban valientemente, con las armas y la retórica, por construir la república que había soñado Rousseau. Protegidos bajo la máscara de Fernando, intentarían construir los cimientos de una patria justa. No poseían el poder económico, ni lideraban las grandes multitudes. Fue su firme convicción la que nos llevó a creer en su victoria. No eran perfectos: una vida bajo la influencia exclusiva de libros europeos había hecho para ellos incomprensible la idiosincrasia del pueblo que querían transformar. El vulgo de las colonias no era francés y mucho 49 menos habitante de la utópica Francia soñada por la filosofía; ese vulgo tenía ancestros españoles y una fuerte impronta americana que los alejaba de los “designios de la diosa razón”. Este grupo estaba liderado por un rebelde enérgico e inconformista, de amplia visión y sagaz intelecto Años después, en Villa Curuguaty, Artigas lo definió con justeza: “Moreno fue brillante, pero olvidó incluir en sus tesis a los humildes. Descreyó de los pueblos y no pensó relevante la opinión de aquel que se acostumbra a tareas rutinarias“. En ese intelectual y en sus compañeros confió José para la construcción de la gigantesca nación que soñaba, sin beneficios especiales para ninguna provincia, auténticamente federal y alejada de intereses portuarios egoístas. Lo decepcionarían. Si todos los hombres hubieran sido como ellos, mejor hubiera sido la suerte de los caudillos. Aunque no compartían los mismos ideales ni orígenes, al menos no los separaba el odio como infranqueable barrera. Viejos generales y sus acólitos formaban el otro bando, comprometido con el cambio moderado, cambio que estaría centralizado en Buenos Aires. Eran peligrosos pero no terribles. También ellos querían la grandeza de los pueblos del río, aunque fuese otro su entendimiento sobre la grandilocuente y ambigua consigna. Artigas ofreció su espada al ejército revolucionario, esperanzado por el amor a la libertad que había visto en algunos y no preocupado por quienes en, secreto, eran ya sus enemigos. Ese fue su gran error, uno en el cual incurriría demasiadas veces para su propia suerte. Confiado en exceso, fue recurrente presa de la traición Juró y juramos lealtad a la junta y él dedicó lo restante de su estadía a elaborar planes y trazar estrategias para extender la hazaña al otro lado del río. Libre e inquieto, aproveché para examinar la ciudad, soberbia capital de un país inexistente; algo en su esplendor me intimidaba. Vagué, invisible como una sombra, por los interiores de la política, el cabildo fue mío. Nunca nadie notaba mi presencia y no era ese mi deseo. Tal es mi habilidad que, siendo el más cercano compañero del primer caudillo americano, he escapado a los anales de la historia. No había transcurrido un mes, cuando noté el tercer factor político en disputa. Era un grupo de hombres despreciables. Rastreros, sicarios egoístas, que habían levantado sus voces con el grito guerrero, solo en la disfrazada defensa de sus intereses económicos. Ahora que sus arcas estaban llenas, habían perdido cualquier miramiento hacia valores que hasta hacía muy poco habían sostenido. Ni la igualdad ni la libertad que postulaban los discípulos de Moreno, ni los valores católicos de Saavedra 50 les perturbaban el sueño. Así como muchos hombres se habían escudado en la máscara de Fernando para construir un país, ellos se escudaban en bellas consignas para mantener llenos sus inmundos bolsillos. La codicia era su bandera; la aduana, su objetivo; e Inglaterra, su señora. Harían lo imposible por impedir una federación justa; esa era su guerra. Se decía, incluso, que Moreno sería asesinado por su secreto designio. En la pugna por el poder, se olvidan los lineamientos morales. Mucho después, me enteré de que, para esa fecha, el desgraciado estaba perdiéndose en las fauces del océano, envuelto en bandera británica. Ellos veían en la figura del caudillo un peligro potencial. No temían a la España real o a los fronterizos portugueses. Temblarían solo ante el amanecer de un líder popular que, cual Mesías terrestre, fuese indomable y carismático. Un gaucho como Artigas. Los indios y paisanos lo idolatraban por la ayuda que, siendo Blandengue, les había prestado. Él los respetaba como a sus pares. Los llamaba sus “compatriotas”. Eran sus brazos los que pedía para la gran guerra americana. Su popularidad y altruismo lo hacían alarmante. Era miembro de un selecto grupo de hombres incorruptibles. Presa del estupor y del miedo, resolví contarle lo peligroso de estos enemigos. Temía por su futuro. Él me contestó con palabras al mismo tiempo necias y tranquilizantes: “No temas más de lo necesario, ni construyas fantasmas. Que hombres así existen no lo pongo en duda, pero en el pueblo de los americanos del sur también abundan hombres de heroico entusiasmo revolucionario, que darán su vida por defender la causa de los pueblos. Quienes no comprendan que el Sur no acepta tiranos deberán caer bajo la furia de mi redentora espada. La Excelentísima Junta nos representa. Por medio de ella, junto a nuestros compañeros patriotas, venceremos a los déspotas que desde la preciosa Montevideo quieren subyugarnos” Y agregó algo más, con tono burlón y alegría genuina a la vez: “No te extrañe que quienes ahora nos aborrecen capitulen ante nuestro ímpetu, viendo la justicia en nuestra causa. Después de todo, usted ya no quiere matarme”. Mi corazón se paralizó por un instante. Él había conocido mis intenciones todo el tiempo y aun así me había dejado permanecer a su lado, consciente de su capacidad para disuadirme. Al ver su rostro todavía afable, me tranquilicé. No me guardaba rencor. Tenía hacia mí los mismos sentimientos amistosos que yo había comenzado a profesarle. Ya no quería matarlo, es cierto. 51 A partir de esa conversación deposité en él mi confianza. Su voluntad lo llevaría a tener un rol preponderante en los designios de la patria. Yo sería su amigo, su asistente; nada más que su sombra. Estaba destinado a seguirlo en sus batallas y quizás, algún día, escribirlas en papel, inmortalizando su figura. Lamentablemente, sus enemigos no eran confundidos jóvenes con resentimiento; eran los lobos que había descrito Hobbes y sus dientes estaban afilados. No tenían miramientos por cuestiones como el honor o la lealtad, como feroces águilas de rapiña no vacilaban ante su presa. III Debíamos reforzar el sitio a Montevideo. La ciudad resistía intacta la avanzada juntista. Se le ordenó al general reclutar hombres para la revolución y él cumplió con creces. A nuestro paso, los pueblos despertaban. Paisanos comunes quedaban convertidos en guerreros, por la justicia de la causa y el carisma de líder. Los indios y los gauchos, otrora enemigos del sistema, repentinamente daban sus almas para responder a los pedidos de un hombre cuya transparente sinceridad y afamada historia los hacía confiar. Las intenciones de aquel héroe imposible eran claras, respondían al legítimo interés de los pueblos. Los desposeídos se veían dentro las consideraciones de un proyecto y actuaban en consecuencia. Artigas no hacía distinciones. Convocaba a todo aquel que quisiera luchar por la justicia de una patria grande y es por ello que tantos hombres lo siguieron, abandonado sus familias, sin más fortuna que lanzas en mano y coraje en sus pechos. La traición porteña era todavía impensable y por ese entonces Artigas no era sino uno de sus muchos guerreros, un fiel teniente. Gran parte de sus discursos estaba dirigida a hacer comprender a los habitantes de la Banda Oriental que la Junta estaba con ellos, económica y militarmente. Y era cierto, le habían cedido a Artigas 3000 soldados, además de dinero y municiones. Mi memoria es difusa y la vejez enturbia los recuerdos antes claros. La famosa Proclama de Mercedes, en cuya redacción, junto con Miguel Barreiro, colaboré, resume perfectamente el pensamiento expresado por mi gran amigo y le hace más justicia a la belleza de sus ideas que las palabras de este anciano perdido que hoy soy. Dos fragmentos son, con seguridad, los más significativos: “Para conseguir el feliz éxito y la deseada felicidad a la que aspiramos, os recomiendo a nombre de la Exma. Junta vuestra protectora, y en el 52 de nuestro amado jefe, una unión fraternal, y ciego obedecimiento a las superiores órdenes de los jefes, que os vienen a preparar laureles inmortales. Unión, caros compatriotas, y estad seguros de la victoria. He convocado a todos los compatriotas caracterizados de la campaña; y todos, todos se ofrecen con sus personas y bienes a contribuir en la defensa de nuestra justa causa.” “¡A la empresa, compatriotas! Que el triunfo es nuestro: vencer o morir sea nuestra cifra; tiemblen esos tiranos de haber excitado vuestro enojo, sin advertir que los americanos del Sur están dispuestos a defender su patria; y a morir antes con honor, que vivir con ignominia en afrentoso cautiverio” Las consignas contenidas en ella serían repetidas hasta el hartazgo. Primero por el Jefe en persona. Luego se transmitirían espontáneamente de boca en boca por todo el ejército, que se aleccionaba a sí mismo, ya convencido, enamorado de la libertad. No es secreto que el peor martirio para el hombre en armas es la espera, y tampoco permanece oculta la tendencia hacia la acción violenta que las masas reunidas tienen en tiempos de cambio y desorden. Todo soldado estaba deseando probar hasta qué punto se extendía su nueva pasión guerrera y libertadora. La batalla en San José, genial pero efímera, no había serenado nuestro temple. No deberíamos esperar demasiado para una nueva oportunidad. Con una intuitiva astucia estratégica, mi general decidió atacar Las Piedras. Cortar el suplemento de víveres que enviados a Montevideo era la misión. La victoria fue nuestra. Bajo la tutela del gran americano, los gauchos, los indios y los porteños lucharon como un único ente, aunados por el deseo de vencer. La valentía con la que pelearon fue asombrosa. Las tropas realistas fueron diezmadas por una justa combinación de estrategia y ferocidad. La fama de la batalla se extendió rápidamente, llegando incluso, en supremo honor, a pertenecer al primer himno nacional. Eufóricos ganadores, no podríamos sospechar jamás la proximidad del fin de la amistad entre la ciudad y el caudillo, nadie podría predecir que nos ordenarían cederle una fracción de nuestro territorio a un virrey nefasto que habíamos cubierto de injurias, abandonando la provincia, en la cual la mayoría de nosotros habíamos nacido, a la esclavitud. Y aun menos imaginar las vergonzosas traiciones que se sucederían después. El gigante luso decidió, con pérfido oportunismo, avanzar sobre la Banda Oriental. El timorato gobierno resolvió pactar con Elío un cese de hostilidades, retirando las tropas porteñas y ofendiendo la voluntad de los libres. La Junta Grande, cautelosa en exceso, había sido remplazada por el 53 Triunvirato. Este, lejos de brindarle a la política el agresivo dinamismo que era necesario, continuó renuente a otorgarnos ayuda. Fueron los tres responsables del poder quienes firmaron el vergonzoso acuerdo; un pacto de paz con un enemigo vencido. La historia resérveles su merecida infamia. IV Artigas se sentía ultrajado. Habiéndose mostrado firme defensor de las autoridades rebeldes, estas siquiera tuvieron la delicadeza de consultarlo al decidir. Envestido en el titulo de Jefe Supremo de los Orientales, decidió acatar el mandato y emprender la retirada. La lucha sin el apoyo de los triunviros era estéril. Las fuerzas orientales, tan valientes como poco entrenadas, fallarían de efectuar el unilateral asedio. No habían llegado los tiempos de la guerra interna. Artigas, con la mente fría, sin ceder al furor de la ira, decidió desplazarse, cruzar el río Uruguay, determinado a rearmarse y continuar la batalla en momento más propicio. Y aquí se convierte en el más grande hombre del territorio entero. Sin ser obligadas, e incluso en contra de la voluntad del comandante, cientos de familias abandonaron sus pertenencias, quemaron sus hogares y todo aquello que no pudieron llevar consigo. Mujeres, niños y ancianos decrépitos se le suman en el camino, sin tener garantizada más que la libertad. Redota llaman al inverosímil suceso, éxodo ateo de los libres. Durante jornadas infinitas siguieron a aquel hombre del que sabían que daría la vida en defensa férrea de la felicidad común. Infatigables, continuaron, durmiendo en carpas deshilachadas o con el cielo como techo, todos bajo la inclemencia del tiempo, hostigados por ataques españoles (que los soldados no podían detener), caminando sin retroceder un ápice. Era la patria la que avanzaba imparable en la pradera. La heroicidad era ley natural en los orientales. Desposeídos, rebeldes y extraordinarios, continuaban la épica gesta. Hombres y mujeres llamados por el sagrado grito de la gloría. El aspecto de los exiliados contrastaba con su grandioso espíritu. No se detenían más de lo necesario, pero su paso era tan lento como podía serlo. Los desacostumbrados a la campiña lo lucían en el rostro e incluso los habitantes de aquel suelo daban muestras de agotamiento. Artigas solía quejarse: “un mundo entero sigue retardando mis marchas” y estaba en lo cierto. Mas un mundo entero seguía sus pasos. Llegamos a Salto con miles de hombres libres dispuestos a todo. El Jefe Supremo ahora ostentaba su mote con mayor legitimidad que nadie: un pueblo había respondido a su grito. No querían ser subyugados a ningún 54 tirano. Seguirían solo al gran caudillo que lideró su voluntaria huida; él comandaría sus lanzas en el regreso. El 14 de diciembre, el Padrón de las familias Orientales reveló que más de 10.000 acampaban allí y eso sin tomar en cuenta a quienes rezagados, pero decididos, proseguían el avance. Cruzamos el río para escudarnos con sus aguas y, en las costas de Ayuí, aguardamos impacientes la hora del retorno. No hizo mella la necesidad en los espíritus de esos orientales bravos que, en ritual pagano a la libertad, poblaban las orillas, rechazando el acuerdo de paz con Elío. Era el primer acto de rebeldía de Artigas contra el gobierno central y, sin embargo, él deseaba que fuera el último. No quiso permitir que dos pueblos cubiertos de la gloria americana se llamaran mutuamente criminales. Nuestros corazones eran optimistas para ese octubre. Las tibias autoridades que nos traicionaron con cobardía fueron destituidas por un campeón de la libertad y los hombres de la Sociedad Patriótica. Los nuevos triunviros, de apariencia más severa, hicieron suyo el Grito de Asencio y retomaron las banderas de la justicia, reabriendo el frente de batalla oriental. La esperanza feliz de una coexistencia armoniosa se derrumbó, sin embargo, en un instante: al frente del ejército porteño marchaba un declarado enemigo del caudillo, con órdenes de mandar, y considerando a Artigas como un subordinado. Su ejército comandaría mientras que el nuestro debía servirle de auxiliar. La Redota había instaurado en Artigas la figura del jefe. Socavar su autoridad era ignorar los deseos francos de un pueblo, insultando su autonomía. El caudillo no claudicó y se mantuvo independiente, sin someterse a las órdenes de Sarratea, asistiéndole en el sitio y reclamándole el reconocimiento de su autoridad. El Triunvirato dejó de enviarle armas y municiones en respuesta, acusándolo de detractor en el secreto y llamando a sus hombres a desertar para engrosar las filas porteñas. Sin más titulo que su nombre ni más honor que su historia, Artigas conservó la mayor parte de su ejército y, eventualmente, Manuel de Sarratea debió huir a Buenos Aires. Malintencionados mentirosos sostienen que Artigas ofendió la dignidad porteña, cuando su única intención fue mantener impoluto el derecho de la provincia a sostener las riendas de su destino. 55 V La reconciliación se había dado una nueva cita. Habiendo repatriado a Sarratea, parte del conflicto se había apaciguado; la polis parecía comprender y respetar la importancia de Artigas. Habían invitado a nuestra provincia a la Asamblea del año XIII. La constitución y la independencia eran sus objetivos. El caudillo y sus fieles estaban eufóricos. La persistencia no había sido vana. Finalmente los pueblos se verían unidos por lazos morales, jurídicos y permanentes. Los hombres del puerto recuerdan a Artigas como un ignorante violento; a tal punto ha llegado su rencor. Ningún otro luchó tanto por una constitución auténtica, al modelo de los Estados Unidos, federal y no monárquica. Al llegar la noticia, dio un bello discurso con el que persuadió a sus lugartenientes respecto a lo necesario de aquel Congreso: “Hay una verdad que considero suprema, los pueblos americanos están unidos por indisolubles vínculos históricos, no debe haber fronteras entre los hermanos del sur. Solo juntos en gran patria podremos ser dichosos. La simpleza y veracidad de la consigna no admiten la menor duda, Buenos Aires ha terminado por aceptarla, abandonando su encono centralista y autoritario. La sangre derramada en honorable lucha ha demostrado que jamás permitiremos la esclavitud, aborrecemos a los tíranos y mantendremos nuestra libertad a costa de nuestra vida. Una libertad que respete los legítimos intereses de los pueblos, la única que existe. Los pueblos no son pueblos sin libertad, pero la libertad sin ellos no tiene razón de ser. Abracemos el cambio en nuestros hermanos, cuidándonos de sus dichos mas sin rencor podremos concretad los proyectos soñados. Que sea la voluntad general la regente de vuestro provenid, seguidla y vuestras empresas serán cubiertas de eternos laureles” No le faltaba poder para designar a los diputados unilateralmente, ni para asegurar la participación de la Banda Oriental en dicha asamblea. Su vocación democrática era sincera. El Congreso de Tres Cruces tuvo lugar no por razones meramente prácticas, sino por hondas convicciones éticas. Diputados de todas las provincias orientales se presentaron. Su presencia abrió la sesión. El público, en silencio expectante, aguardaba sus palabras. En el estrado, con solemne calma, hizo lectura de la Oración Inaugural. Sus palabras sobrevivirán la historia, su contenido hermoso, visionario y sincero marcará por siempre todo espíritu revolucionario. Exigió salvaguardias para la voluntad popular, una constitución que 56 establezca legítimamente la inviolabilidad de los derechos sagrados, reclamando para las provincias toda la libertad que no se delegara en este documento, constituyendo un gobierno nacional, inclusivo y democrático, sin aceptar entonces, como no lo haría jamás, la separación de las provincias hermanas, haciendo hincapié en la necesidad de emanciparse del centralismo. Artigas comenzó asegurando: “Ciudadanos: El resultado de la campaña pasada me puso al frente de vosotros por el voto sagrado de vuestra voluntad general. (...) Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa por vuestra presencia soberana. Vosotros estáis en pleno goce de vuestros derechos: ved ahí el fruto de mis ansias y desvelos”. No se situó más allá de la ley. Condicionó su autoridad a la representatividad del pueblo. Al encontrarse este reunido, las decisiones concernían no solo a él, sino a los diputados, a los hombres todos. No fueron palabras vanas sino acciones concretas. Las autoridades porteñas, excelentes en el plano retórico, mostraban una flagrante falta de compromiso con todo lo que lo excediese. El federalismo rioplatense fue engendrado en ese Congreso. Su padre, su emblema, fue Artigas. En base a lo discutido allí, él redactó una serie de instrucciones para los delegados. De haber sido escuchadas, un país unido hubiera sido posible, pero bregar por la igualdad de las provincias, por un gobierno fuera de Buenos Aires, exigir la sumisión de las fuerzas porteñas en la Banda a la Banda misma y promover la equitativa repartición de las rentas aduaneras era ir demasiado lejos. La eficacia de las propuestas fue nula, siendo útiles solo como precedente. Causarían la definitiva fractura entre las autoridades capitalinas y el caudillo. A finales de mayo partieron los diputados, siendo rechazados en julio. Los infames pretextos que los porteños utilizaron debieran avergonzar a sus ideólogos. De ingenio maquiavélico para intrigas más complejas, esta vez la mentira pobremente ideada fue torpe e infantil. Nunca había visto a Artigas tan enfadado. Le comunicaron la noticia y al segundo reaccionó vomitando injurias y jurando venganzas. Su paciencia había terminado. El distanciamiento con Rondeau fue la conclusión de un anunciado final. Sembrada de pequeñas traiciones porteñas, la relación se deterioraba en progresivo declive desde la afrenta de Ayuí y el oprobioso armisticio. Su accionar reflejaba la ira y su sentir, la tristeza, esa fatídica mezcla de sentimientos que todos vivimos al ver derrumbadas nuestras ilusiones. Fue la primera vez que observé el estado de pordiosera pobreza en la que el regimiento estaba sumido. La división entre soldados rasos y hombres de gran jerarquía era difícil de observar. Todos con ropas igualmente andrajosas. No presentaban más 57 distinciones entre sí que las rasgaduras causadas en la batalla. Dormíamos en inhóspitos campamentos con el duro suelo como única comodidad. En los días esperanzados eso era apenas perceptible. Un manto de alegría, como un furor constante, nos llenaba de ciego optimismo. Al reinar el descontento, nuestra miseria material fue evidente, pero también fue evidente la gloria que nuestro patriotismo altruista nos otorgaba. Desconcertado, fui a observarme al espejo del arroyo, encontrando en él a un barbudo gaucho, que me observaba con ojos salvajes. El doctor y su frac se habían perdido. Ya no era ellos; ya no más. Artigas lanzó su grito “Federación e independencia” y los oídos de las provincias litorales escucharon. Durante meses reinaría una calma ficticia. El Protector desconoció a la ilegítima asamblea. Preparó su plan de acción, se contactó con los cabildos orientales y reunió a los pocos campesinos que aún no le eran fieles. La tensión, acrecentada a diario por recíprocas ofensas, estalló en enero del 1814. Me ha confiado mi amigo que abandonar Montevideo fue la más difícil de sus decisiones. Cuando estaba a punto de tomar la plaza y concretar la empresa a la cual había dedicado tres años de su vida, se fue. Sin pronunciar una arenga desertora, con su caballo como acompañante único, abandonó el honor vencedor para cedérselo al ingrato Alvear. Dejó el campo en manos enemigas. No concretó la fácil victoria, abandonando su amada ciudad en manos de la suerte. Sin embargo, actuó con justeza, debió dejar la ciudad para emanciparse del directorio, abandonar la aventura para emprender la epopeya. Los soldados así lo comprendieron. Su jefe había abandonado la batalla solo, sin escolta en la pradera. En las costas del río Uruguay esperó a su gente, que cabalgó veloz a su encuentro. Una deserción masiva ocurrió ante las mismas puertas del triunfo. Al mando de Otorgués, corrieron y galoparon hacía el rebelde líder. Las ofensas de Buenos Aires no quedarían impunes, gritábamos al caminar. Se congregó, bajo su orden muda, el primer ejército de la federación. Los realistas pensaron que podrían aprovechar el golpe de gracia. Intentaron comprarle con honores estériles y arcas de dinero. La respuesta fue la misma que siempre había dado y dará a futuros ofrecimientos: “Yo no soy vendible, ni quiero más precio por mis empeños que el bienestar de mi nación”. El entonces director supremo, Posadas, en ciega y enardecida furia, lo declaró traidor a la patria. La cabeza de Artigas tenía precio. Nuevamente bandido, fuera de la ley pero al amparo de la justicia, declarado traidor por quienes le habían traicionado. 58 En vorágine genial, brava y guerrera, los hombres de los llanos acudieron a las armas. En el litoral, el nombre legendario acabó el tibio ensueño de los pueblos. Sus lugartenientes levantaron sus tropas, venciendo en todas partes a los detractores porteños. Seis provincias, cien pueblos le responden, una turba de hombres andrajosos ha grabado para siempre su legado en la historia. Montevideo cae también, el buen Otorgués es nombrado gobernador. Artigas y su estirpe de valerosos guerreros habíamos desafiado a dos enemigos superiores, derrotándolos en grandiosa hazaña. Posadas pacta en retirada necesaria, le quita el inmerecido titulo de traidor, acepta sus jerarquías, tiembla con su sombra, lo entrevé en pesadillas. Las provincias se intuían traicionadas y vieron en él a su redentor. Media nación clamaba los nombres de la independencia, con una agitación desmedida, impertinente, memorable, la misma que me invadió al presentarme una batalla por primera vez. La ensangrentada sombra de mi padre se levantó en mí para otorgarme aquello que por nacimiento merecía: el coraje y saña del verdadero americano. No me enorgullezco de mis actos, pero eran imperiosos. Se debe aventurar la vida en pos de la libertad. Es el más precioso regalo y el más fuerte deber. Mis manos se mancharon con sangre y barro. Por fin la calamitosa situación económica de la Banda Oriental, profundamente herida por la guerra, parecía vislumbrar una salida. Bajó la tutela del Protector y su lema: “Los más beneficiados deben ser los más necesitados” se repartieron tierras a los empobrecidos y se fijaron aranceles a los productos extranjeros. Lentamente la provincia se adentraba en el rumbo correcto. La igualdad no era un imposible. La historia copia a la literatura: quizás quien arbitra nuestros destinos sea escritor. La trágica simetría poética reclama que el héroe llegue a la cúspide de su gloria antes de descender a los infiernos. La América caótica parecía escenario de sueño, lista para obedecer los mandamientos de la fatalidad. Más que mi amigo, era un héroe auténtico. La Liga Federal se había congregado bajo su nombre. Las provincias –Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Misiones y la Banda Oriental–, en fantástica unión, habían resuelto desoír a la polis en tanto esta continuase intentando dominarlas. Artigas siempre decía: “Cuatro líneas del directorio pueden cambiarlo todo y garantizar la unión”. No buscaba este bloque la bipartición sino el combate ante las políticas separatistas de un reducido grupo de manipuladores. Uno de los más grandes acontecimientos de la revolución fue el Congreso Oriental, ilustre ocasión. Detrás de sus puertas, las provincias libres, juntas 59 por propia voluntad, actuaron aunadas, declarando la independencia e instituyéndose rebeldes en los Pueblos libres, nombrando a Artigas como su Jefe Supremo y Protector. El mejor recuerdo que me han dejado esos años trágicos y asombrosos lo recibí al salir del congreso. Afuera nos esperaba una multitud que, con sus mil voces hechas una, agradecía nuestros esfuerzos, que eran también los suyos propios. ¡Viva Artigas! Lo idolatraban, era el indicado para guiarlos, quien sabía comprenderlos, cuya valentía épica había enfrentado a lusos, españoles y porteños. El hombre de hierro que había resistido bajó el asedio de poderes superiores, guiándolos a la ventura, a una posible victoria. En sus batallas no había crímenes insensatos, ni en su alejamiento traición. ¡Viva la revolución! Amaban la causa, sus gritos de jolgorio no eran hijos de la insensatez pueblerina. La revolución era suya, su afán y su desvelo, abogaban por la federación y la igualdad. ¡Vivan los pueblos libres! Mis dudas habían cejado al fin, aquello era democracia, salvaje, intuitiva, verdadera. No el sueño de los enciclopedistas ni el resultado de los desvelos ilustrados. Era la versión que un pueblo civilizado y bárbaro, al unísono, podía tener de ellas; era auténtica. Los ojos de Artigas se encontraron con los míos, expresando satisfacción. La incesante lucha encontraba, al fin, años felices. Buenos Aires respondió con su propio Congreso en Tucumán, desgraciadamente volcado al unitarismo. Sin embargo, no había por qué temer. El poder estaba equilibrado. Nuestro enemigo no era invencible y nosotros nos veíamos fortalecidos. Mientras ellos buscaban garantías en la Francia e Inglaterra, rogando al viejo continente aprobación y un monarca, nosotros, más genuinos, insumisos y arrogantes, seguíamos solo nuestro americano sentir. VI ¡Oh fortuna, mil veces maldita sea tu femenina crueldad! Infelices de nosotros, ignorantes entonces de lo que nos deparabas. Mientras vitoreábamos la soñada federación, un nuevo trato se urdía en las sombras. Juan Martín de Pueyrredón, su impío nombre sea cubierto de 60 vergüenza, pactaba con Brasil, comprometiendo la seguridad, soberanía y vida de los hombres orientales. El vil acuerdo prometía neutralidad absoluta en la eminente invasión de los portugueses. La ira y el rencor no justifican la decisión oprobiosa. Ninguna compasión merece ser capaz de vender a su patria para deshacerse de un opositor. Venganza mezquina de un hombre mezquino. La traición se reencontraba con su víctima dilecta. La rendición, empero, no era posible. Habíamos enfrentado a esos canallas antes. Que viniera quien quisiera venir, pero los orientales valientes no claudicarían; no se amedrentarían ante nada. Uno de mis compañeros dijo al escuchar la noticia: “Serán ellos 15.000 veteranos de las guerras napoleónicas. Vosotros sois miles de hombres libres y, para quien os ofende intentando violentar a vuestra amada, no tendréis, ni debéis tened, la menor compasión. Sea vuestra táctica la astucia, vuestros caballos un fusil “ Proclama optimista, como nuestro ánimo. Nuestras pasadas glorias nos hacían creernos invencibles, omnipotentes soldados bajo el mando de un mítico comandante legendario, contemporáneo Marco Aurelio que nos guiaría a la victoria. La palabrería romana es mía pero el sentir general. Dos gigantes bíblicos nos rodeaban: Buenos Aires se había unido a su histórico enemigo solo para vencernos. Preferían desaparecer a tolerarnos. La provincia oriental no podía formar parte de su territorio. Nuestro puerto hubiera acabado su monopolio. Y eso era algo que el nefasto Pueyrredón y las obscuras fuerzas que lo dominaban no permitirían jamás. Como David, esperábamos vencer. Solo permanecía cauteloso Artigas. Con sabiduría estoica recibió la noticia y con intrepidez americana diseñó la respuesta. Los laureles antiguos no acudirían en nuestro rescate. VII Luchamos una guerra imposible, acumulando una seguidilla de derrotas memorables. Suplimos con valentía nuestras carencias. Combatimos feroces como animales, solo dejando de avanzar al caer muertos. Nos postraron 100 veces y 100 nos levantamos. Debimos enfrentar hordas infinitas a campo abierto en mil titánicas proezas estériles. Perdimos el miedo al infierno que nos aguardaba. Nos reíamos ante la muerte, ignorábamos el temor hasta del más temido. He visto en esos años caóticos a decenas de buenos uruguayos que, desde el suelo y en última agonía, levantaban la lanza para dejar en esta tierra un maldito menos. No 61 nos dimos por vencidos ni siquiera vencidos. Quedaría siempre nuestro nombre en la historia del valor. En Santa Ana marcó mi cara una horrenda cicatriz. En India Muerta casi dejo mi alma. En todas manché de rojo mi cuchillo. Tres años inverosímiles duró la resistencia. Cuánta sangre oriental, india, paisana y gaucha regó entonces los pastos de la dulce patria. Dejamos en el campo miles de vidas. Lloramos con amargura sus muertes, jurando sobre sus restos la victoria que no fue. Perdimos a nuestros mejores estandartes. El leal Lavalleja fue capturado en el arroyo; Andresito, el indomable guerrero de Misiones, fue llevado al Brasil para no volver; los hombres de ambos aguardaban bajo tierra su regreso. Lejos de ayudarnos, el directorio continuaba las intrigas deshonrosas para nuestra total aniquilación. Con decisión suicida se le ofrecen a un imperio enemigo las fronteras de la patria. En 1819 ya nada restaba por hacer. Nuestra gesta había fracasado. Solo negociar una salida indigna hubiera podido salvarlos. No es este mundo de indignas diplomacias lugar para un hombre legendario que “ama demasiado a su patria para sacrificar este rico patrimonio bajo el precio de la necesidad”. La única victoria estratégica del año fue lograda por Artigas en persona. Los entrañables caudillos López y Ramírez, escuchando su pedido, partieron a Buenos Aires. El porvenir de la batalla era incierto pero un frente estaba cerrado. Solo quedábamos algunos cientos de soldados desnudos, diseminados por la llanura. El corazón de los orientales le pertenecía, pero no así los recursos para armar a nuevos reclutas o el tiempo para hallarlos. Siendo inevitable la derrota reaparece la traición, la más amarga enemiga. Fructuoso Rivera, el incansable patriota, nos había abandonado, tentado por los ofrecimientos portugueses. Mi destacamento fue a reunirse con el general, demostrándose aun leal, todavía fiel. Unos demonios portugueses nos sorprendieron por las espaldas, cortándonos camino. Yo mismo resulté herido. Caí en Tacuarembó con el vientre abierto cual mi padre, pensando que compartiría su ingrata historia. Cerré los ojos mirando el cielo. 62 VII Algún espíritu bendito, de esos tantos amigos muertos, no habrá querido para mí ese irónico destino. Desperté una semana después en un improvisado campamento, tres harapientos orientales me miraban, un médico entre ellos, que con sus milagrosas manos había curado mi herida. “Venimos de Mataojo, la revolución ha terminado, el general nos licenció, se fue a Entre Ríos, derrotado”, me dice uno entre sollozos. No lo escucho, quiero morderlo con mi extraviado cuchillo, gritarle traidor. Ante la imposibilidad de hacer ambas, resuelvo juzgarlo con mis manos en su cuello. Una punzada en el hígado, dos llantos, cuatro manos me detienen. Miro a los tres a los ojos. Son sinceros. La libertad era mi regente y yo debía ser su defensor. La revolución no había terminado mientras Artigas estuviera en territorio patrio; no para mí. Robé un caballo, dirigiéndome a Entre Ríos entre los febriles ensueños que mi herida dictaba. Galopé veloz, enloquecido y medio muerto para encontrarme con un viejo amigo. Debía convencerlo. No podía quedarse impávido mientras agonizaba la federación. ¡Qué grata sorpresa me lleve al llegar! Lo encontré con vitalidad intacta, organizando un nuevo ejército. Las provincias eran suyas. Hombres de todas ellas venían a ofrecerle sus servicios. Nunca abandonó el afán federalista. Su objetivo era vencer a Buenos Aires, reorganizarse internamente para volver a la Banda fortalecido y vencer allí uniendo con eternos vínculos a la totalidad de la nación. Cuando pisó Entre Ríos, no se creía con oportunidades sinceras. Su actuar debía ser cauteloso, casi en silencio y no desafiante. De ahí la razón de la parsimonia con la que actuó en su regreso a suelo libre. Una noticia inesperada lo cambió todo. En la batalla Cepeda, López y Ramírez, sus comandantes invencibles, habían acorralado a la pérfida capital. Los caballos del Norte habían vencido a la sofisticada artillería. Un ejército de provincia aniquiló a su contrincante, falso europeo. La montonera venció al Congreso Tucumano, abolió el Directorio. La federación tuvo la victoria a sus pies. La historia es dos veces, se copia a sí misma. Un suceso que debiera ser afortunado terminó por sellar la ruina. La victoria fue acompañada de la traición. Ramírez, Judas americano, Rivera criollo, vendió al Protector. Los laureles del triunfo lo trastornaron, no deseó seguir órdenes de un jefe derrotado. Por designio legal estaba subordinado a Artigas; por voluntad no estaba ligado ya más que a sí mismo. Su antes amado jefe le era aborrecible, pues se interponía en su camino al liderazgo. 63 Con ansias personales, objetivos localistas y un proceder indigno, firmó el Tratado del Pilar, sin incluir en él la más urgente de las cláusulas: la que asegurase la declaración de guerra al Brasil. Nuevamente las tramas secretas de Buenos Aires triunfaron frente al fracaso de los hombres. Su seguridad se pagó en oro. La unidad nacional no pareció importarle al entrerriano entonces. Ramírez despreciaba al caudillo. Lo consideraba inferior pero, al mismo tiempo, temía su grandeza. Sabía que la ofensa no le pasaría desapercibida. El hombre era inflexible y temerario. La energía legendaria de Artigas lo hacía peligroso. No tenía ejército, pero lo conseguiría. Años después conocí las cartas que un aterrado Ramírez manda a Buenos Aires solicitando ayuda desesperadamente. Ira furor brevis est. La ira es locura breve y ninguna es mayor que la generada por el engaño. Nuevamente el fantasma de la traición ahogaba la dicha. Las mil órdenes que el general enviaba se interrumpieron cuando un mensajero le trajo la triste primicia. En el mismo momento en el cual lograba la caída del directorio, debe volver a vestir el uniforme, cabalgar a su última batalla. Su paciencia, nunca abundante, se había terminado. Encolerizado, optó por la acción. En los llanos se escuchó su voz. Ante su patriótico llamado, 3000 soldados acudieron. Los pueblos libres seguían creyéndolo su protector. A sus órdenes alzaban sus lanzan, afilaban cuchillos, aventuraban la vida. Él les había dado tierras, esperanza y consideración. No podían dejarlo solo ahora. Otros fracasos honrosos y geniales debían escribirse antes del fin. Nos enfrentábamos entonces dos bandos, como viejos amigos a quienes la rivalidad y el deber han separado. El siniestro entrerriano había demostrado astucia perversa para sus manipulaciones: una cláusula secreta del Tratado del Pilar le otorgaba refuerzos porteños y acceso a sofisticada artillería, a la cual la bravura de nuestros hombres no pudo hacer frente. En Las Tunas tuvo lugar el combate definitivo. Las cuchillas entrerrianas, apoyadas por los fuegos porteños, nos derrotaron. Ni haber vencido en personal combate a su antiguo jefe satisfizo el rencoroso deleite con el cual Ramírez nos atacaba. El miedo hace violentos a los hombres y ese renegado era presa del pánico. No amainó la fiereza de la persecución ni siquiera la culpa o el recuerdo de viejas alianzas. Nosotros huíamos hacia el Norte y sus hombres nos seguían a la distancia de un respiro, destruyendo nuestra retaguardia, matando a los rezagados. Sabía bien el traidor que si Artigas tuviera una semana de tiempo un nuevo ejército se congregaría para salvar su vida. De hecho, si sobrevivimos a la inclemente matanza fue por los grupos de indios que 64 espontáneamente se sumaron a nuestras escasas fuerzas Llegamos al Norte, el desconocido Norte, sepulcro verde, cárcel inmensa de barreras infranqueables. Nos arreglamos para sobrevivir. Cruzamos al Paraguay, de donde Artigas no saldría jamás. Se agotaba por siempre la aventura. En el nuevo país, tropical y misterioso, el pasado era difuso. Las cuchillas gauchas, la gloria oriental, la infinita llanura y la federación eran un sueño memorable. No más que un sueño, una ficción, una leyenda. Entró al nuevo país como un gacho cualquiera, sin más que un poncho roto y dos alforjas. Se iba al olvido un gran caudillo, hecho de todos los hombres. VIII Y treinta años después sigue con vida. Su tragedia griega tuvo incontables tardes en el exilio pero pocas memorables, muchas solitarias. Que otros se encarguen de contar sus cabalgatas, la reunión con Paz, la vista de la constitución uruguaya o los maltratos que sufrió al morir Francia; esos sucesos serán responsabilidad de otra pluma. No sé cuántas horas permanecí mirándolo dormir, sin creer que a él también pudiese alcanzarlo la muerte. Siempre fue superior al peligro. Llega Ansina y otra gente, no recuerdo quiénes eran ni sus rostros. La tristeza enturbiaba mi visión. De repente se levanta el general asustado. Sabe que se va a morir y no quiere hacerlo allí. Grita: “Yo no debo morir en la cama sino montado en mi caballo, tráiganlo que voy a montarlo”. Sus esfuerzos por incorporarse fueron titánicos pero aquello era demasiado para un octogenario moribundo. Cayó desmayado, y murió pocas horas después. La justicia poética es dichosa, y tristes son los hombres. Quien por deslumbrantes derrotas será recordado, muere en un último intento desesperado, imposible y bestial. Siendo libre, salvaje, brillante, oriental y argentino hasta en su lecho, eternamente americano. BIBLIOGRAFÍA: - Luna, Félix (1976), Los caudillos. Editor Peña Lillo. Buenos Aires, Argentina. - O´Donnell, Pacho (2012), Artigas, La versión popular de la revolución de mayo. Editorial Aguilar. Buenos Aires, Argentina. - Ramos Abelardo, Jorge (1986), Las masas y las lanzas (1810-1862). Editorial Hyspamerica. Buenos Aires, Argentina ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS UTILIZADOS: - Feinmann, José Pablo (31/10/2004), “Artigas al poder” en Página 12. Buenos Aires, Argentina. - Feinmann, José Pablo (19/02/06), “Un poco de grandeza” en Página 12. Buenos Aires, Argentina. - Ferré Methol (19/05/1961), “Artigas o la esfinge criolla” en Semanario Marcha. 65 - O´Donnell, Pacho (30/04/12), “Protector de los pueblos libres” en La Nación Joaquín Yapur Piedra Buena, Santa Cruz, Argentina EL MESTIZO. CRÓNICAS DE UN ESCLAVO ¿Qué sentirías si te sacaran del seno de tu hogar, te alejaran de tus familiares y seres queridos, te llevaran a un lugar remoto, lejos de todo lo conocido, como una bestia, como un ser despreciable, en donde serías vendido como un animal para servir a otros, tan solo por tener distinto color de piel y diferente cultura, sin tener en cuenta que el Creador nos hizo a todos iguales? Eso le ocurrió a mí bisabuelo, Abú Nafa. Abú era un nativo africano de un metro noventa de altura, de piel negra, ojos color café, cabello crespo y muy rizado, nariz chata y aplastada y de labios muy gruesos, que había nacido en 1770, en la región del Golfo de Guinea, de cuando estas tierras pertenecían a España. Fue arrebatado de África como quien arranca una fruta de un árbol para comerla y después tira el carozo. Fue arrastrado a la fuerza y arrojado en el buque español Esperanza. ¡Qué sarcástica puede llegar a ser la vida! Allí comenzaron sus pesares. Fue maltratado, despreciado, metido en un pozo como si fuera una rata. Solo escuchaba los llantos y gemidos de las personas que corrían su misma suerte. Si lograba dormirse con el rolar de las aguas, se soñaba asimismo corriendo libremente por la pradera de su querida África, feliz y sin preocupaciones. Aquel sueño era lo único que lo mantenía cuerdo. Siempre estuvo hambriento, pues lo único que le daban de comer eran las sobras de los tripulantes y algunos insectos que encontraba dando vueltas por allí. Se le hacía imposible respirar pues el olor era nauseabundo y putrefacto. Se le pegaba a la piel. A veces pasaban días hasta que alguien se daba cuenta que uno de los pasajeros había fallecido. Al principio le dio pena pero luego supo que esa era la única manera de ser libre. Para él eso era tener suerte. La incertidumbre de no saber a dónde los llevaban lo carcomía, aunque presentía que no iba a ser nada bueno. Algunos de sus compañeros de encierro 66 decían que los llevaban al fin del mundo. Otros decían que los iban a dejar en una isla para sacrificarlos, mientras que él pensaba solo en como haría para poder volver a su hogar. Los días pasaban y su sueño de volver parecía alejarse cada vez más. Una noche, mientras que los demás dormían, vio un resplandor que provenía del suelo. Quiso ver qué era aquel resplandor, como polilla a la luz. Cuidadosamente y sin despertar a nadie, fue a ver qué ocurría. Era una especie de broche que le daban las hijas a sus padres cuando zarpaban a alta mar. Al reverso tenía inscripto un nombre: José de Navarro. Abú era un hombre humilde y honrado. Decidió entonces regresárselo a su respectivo dueño. Se lo guardó en su taparrabo y esperó a que saliera el sol para devolverlo. A la mañana del mismo día él escucha un bullicio proveniente de la bodega. Era el cocinero del buque. Se lo veía con una cara de desesperación, como si algo importante se le hubiese perdido. Abú dedujo que el broche debía pertenecerle. Se le acercó y le mostró al cocinero el broche. El cocinero lo vio a Abú preocupado y pensó que era porque él tenía el broche. Abú lo dejo en el suelo, cerca del cocinero y se alejó. El cocinero se sorprendió a ver la bondad que tenía el prisionero y le dijo: “Le agradezco que haya hallado y devuelto mi broche, pues tiene un valor sentimental muy grande para mí. Abú no hablaba español, pero por la expresión del cocinero José, supo que le estaba eternamente agradecido. José estaba vestido con una camisa blanca; un capotillo con capucha; dos jubones, uno de paño azul y otro listado en azul y blanco; un casquete encerado; un birrete de lana colorado y un par de zapatos abotinados hasta más arriba del tobillo. De pronto se escuchó una voz ronca que provenía de la cocina del barco: “¡Cocinero! ¡Venga ya para acá que mis hombres se están muriendo de hambre!”. Después de escuchar estas palabras, José se quedó pálido como la luna en altamar y salió corriendo hacia la cocina. Abú, feliz de que había devuelto el broche, se puso a dormir, ya que eso era lo único que podía hacer para que el tiempo no durase eternamente. Soñaba con su madre; extrañaba su cariño, su dulce voz que siempre lo reconfortaba y más que nada su exquisito plato de cebra con nueces sea que le preparaba en ocasiones especiales. Algo fuera de lo común lo despertó esa tarde. Al abrir sus ojos se sobresaltó al ver a José dejando frente a él un espeso y humeante plato de porotos con carne de res. Desde ese momento, Abú supo que se había ganado un amigo. Al ser un hombre humilde, decidió repartir la comida con los demás prisioneros. La estadía en aquel barco comenzaba a mejorar para Abú. Al fin la vida 67 comenzaba a sonreírle nuevamente. Los días siguieron pasando y José siguió visitando a Abú. Continuó llevándole buena comida y comenzó enseñándole la lengua española y sus costumbres. José comenzó a contarle sobre su vida. Le dijo que había nacido en Castilla La vieja y que trabajaba en la cantina de su padre, Don Ignacio de Navarro, de quien había aprendido el arte de la cocina; y que su madre, Florencia Adelaida de la Cruz, era una de las mejores modistas de toda España. Tenían dos hermanas, Isabela y Guadalupe, quienes estaban casadas y tenían hijos. Él estaba casado con Margarette La Maison, que era francesa, y tenía una hermosa hija llamada Caterine de Navarro. Abú le preguntó cómo es que había terminado en ese barco. José le contó que después de que su padre falleciera, su madre había enfermado de gravedad. Tuvo que abandonar su trabajo de cocinero y obligó a su esposa a que se fuera a vivir con su suegra en Paris, Francia, para poder cuidar a su madre, hasta que finalmente falleció. Para cuando quiso volver a trabajar ya habían cerrado su taberna y su mujer no quiso volver con él. No le quedó otra opción que buscar otro lugar en donde el pudiese trabajar. Por suerte, tenía un tío que era dueño de una taberna cerca del puerto de Cádiz, en donde conoció al capitán del barco Misael de Fiílineas, quien andaba reclutando hombres para investigar el Nuevo Mundo. Hacía cinco años que vivía en aquella nave. Ya se había acostumbrado a los malos olores y al incesante bamboleo. Él y el capitán se habían hecho amigos luego de haberse convertido en cuñados. Meses después, el barco atracó en una isla para conseguir provisiones. Bajaron a los prisioneros para que respiraran aire fresco. Los tenían encadenados unos a otros de pie a cabeza en grupos de cuatro. Era la primera vez que Abú podía ver la luz del sol desde que lo capturaron. Miró a su alrededor y comenzó a ver cuántos prisioneros había. Eran más de veinte los que se encontraban encadenados allí. Al principio debieron haber sido más de cincuenta, pero en el barco fallecieron demasiadas personas a causa de las enfermedades y los maltratos, sin contar a los que acusaban de querer revelarse contra el capitán y directamente se los arrojaba al mar. Al anochecer los ataron a los árboles como si fueran perros. Un marinero con un mosquete montaba guardia para que no intentaran escapar. ¿Escapar? ¿Adónde? Se encontraban en una isla rodeada por el océano, con tiburones asesinos asechando sus aguas y además se corría el rumor de que en esa isla vivían caníbales, haciendo imposible la posibilidad de escapar con vida. A mitad de la noche, se escuchaban gritos provenientes del interior de la isla. Durante toda la noche no pudieron dormir a causa del miedo que invadía a los hombres y por causa de los enormes mosquitos que roban su sangre para alimentarse. 68 Cuatro días se hospedaron en aquella maldita isla, hasta que por fin terminaron de reaprovisionarse y realizar las reparaciones del navío. Los isleños, enfurecidos por haberse visto invadidos en su propia isla, comenzaron a atacarlos, con lanzas y flechas envenenadas. Durante el ataque, se podía ver cómo volaban los perdigones de los mosquetes de los marineros por todas partes. Los isleños, uno a uno, fueron cayendo ante la superioridad armamentística de los españoles. Otra vez el hombre blanco volvió a ganar gracias a sus armas de fuego. Al voltear la mirada, Abú vio que sus dos compañeros de encadenamiento estaban muertos. Uno tenía un agujero en la cabeza hecho por algún perdigón que cambio su curso y el otro simplemente sucumbió ante la atrocidad que había sucedido frete a sus ojos. Cada vez más sentía cómo su vida se le escapaba de las manos. José fue corriendo a ver qué les había pasado a los esclavos prisioneros, una decisión que los otros marineros tomaron con indiferencia y desprecio. Cuando finalmente zarparon, el capitán había citado a José a que fuese a su camarote para que hablasen sobre lo sucedido. Horas más tarde, un esclavo le trajo a Abú una nota de parte de José, la cual decía: “Abú, el capitán me ha prohibido volver a verte. Cuando entré a su camarote, me estaba esperando sentado en su escritorio. Me miró con gesto de indignación. Al principio comenzó a preguntarme si me sentía bien, luego me preguntó si no me había vuelto loco. Después discutimos sobre que los esclavos no son animales y también tienen derechos. Por lo ocurrido, el capitán me ha obligado a no poder abandonar la cocina. Igualmente seguiré mandándote notas de lo que ocurra. ¡Cuídate! “. Y así José fue enviándole nota tras nota, durante veinte días. Una tarde, mientras el océano descansaba y la esclavitud dormía, una oleada de murmullos chocaban contra los oídos de Abú. Era el segundo oficial al mando, Carlos del Prado, quien estaba hablando con varios tripulantes acerca de eliminar a alguien. En ese momento, uno de los tripulantes que estaban allí se dio cuenta de que Abú estaba despierto oyendo todo lo que decían. El marinero le informó a Carlos: – “¡Oficial Carlos! Aquel prisionero ha estado escuchando todo lo que hemos planeado! – ¡Tranquilícese, idiota!, respondió Carlos. Los salvajes no saben hablar nuestro idioma. Seguramente está hipnotizado con aquella brillante botella. Désela para que juegue con ella o lo que sea que haga con ella. Abú no entendía lo que estaba pasando pero sabía que no era bueno. Decidió que avisaría a José sobre lo ocurrido. En la botella que el marinero le dio, 69 escribió una nota explicando lo que había pasado. Cuando el cautivo de José fue a darle de comer, él le entregó la botella susurrándole: “Entrégale urgente está botella a José. Presiento que algo malo ocurrirá dentro de poco. Ten cuidado de que no te la hurten“. Al oír estas palabras, el joven cautivo salió corriendo a cumplir el mandato. Momentos después, el mismo joven volvió con la botella. Esta vez con una nota de José que decía: “Abú, si tus afirmaciones son ciertas, el capitán corre un grave peligro. Gracias por haberme informado. Yo le avisaré al capitán de lo ocurrido.” Al ponerse la noche, un fuerte estruendo retumbó en la cubierta del barco, seguido de una horda embravecida de marineros. Se podían escuchar los disparos de los mosquetes y el rechinar de las espadas. El infierno se había desatado en la cubierta. Del techo de la prisión brotaba sangre y cadáveres caían por la escalera. De pronto, una sombra de vida salía de entre los muertos. Era José, quien estaba malherido. Abú no entendía lo que estaba sucediendo. José se le acercó arrastrándose y con un último aliento le dijo: “Abú, leal amigo, voy a estar bien, no te preocupes. El capitán no quiso creerte y ahora los rebeldes están amotinándose. Toma este broche. Si logras escapar de tu cruel destino quiero que se lo des a mi hija en Paris. Dile que la amo y que siempre estaré a su lado aunque no pueda volverme a ver.” Luego de esas palabras, José falleció. El único amigo que tuvo en aquel barco murió entre sus manos. El dolor que sintió en ese momento hizo querer arrancarse esas cadenas que lo aprisionaban para poder estrangular a quien lo había asesinado. Uno de los prisioneros lo contuvo para que se calmara y le dijo que aunque José había muerto, no dejara que sus enseñanzas fueran en vano. Abú se tranquilizo y recogió el broche. Se dio cuenta que, si quería honrar la memoria de su amigo, tenía que cumplirle su último deseo. Cuando cesó el motín, el puesto de capitán había sido ultrajado por el oficial Carlos y al verdadero capitán lo encadenaron junto a los esclavos para luego ser acusado por traición a la corona española La noche parecía hacerse eterna y el capitán aun no entendía por qué Carlos lo había traicionado. Momentos después, una siniestra figura comenzó a bajar por la escalera diciendo con voz ronca y desgastada: –“¿Aún no comprende verdad, capitán? Perdón, excapitán. ¿Aún no entiende por qué lo han traicionado? Le refrescaré un poco la memoria. ¿Recuerda dónde estaba usted hace cinco años? - No, no recuerdo –respondió el capitán asombrado–. ¿Quién eres? - Tranquilo, Misael. Todo será revelado a su debido tiempo. Bueno, como le estaba diciendo, hace cinco años usted estaba navegando cerca de las Islas Canarias, cuando un barco portugués acababa de recoger un cargamento 70 de especias con destino a las colonias portuguesas en América. Pero no pudo cumplir su misión gracias a que usted, sin ningún motivo, lo hundió en medio del mar dejando un solo sobreviviente. Ese sobreviviente, era el capitán de esa nave y luego, al regresar a Portugal, lo recibieron como a un traidor y lo desterraron al peor de los infiernos. Ese mismo capitán es a quien ahora rogará pidiendo clemencia. - ¡Maldita rata! -vociferó el capitán–. Debí haberte asesinado cuando tuve la oportunidad. Pero eso no explica por qué mis leales hombres me traicionaron. Además, aún no me has dicho tu nombre. - Mi nombre es Joan del Prado. Tus hombres te traicionaron por culpa de tu segundo oficial al mando, quien es nada menos que mi hijo, Carlos del Prado, a quien yo crié con el único propósito de vengarme del hombre que arruinó mi vida. Mientras discutían, Abú había encontrado las llaves de sus cadenas en uno de los cadáveres que yacían junto a él. Tomó la botella con la que se había comunicado por última vez con José. Sigilosamente, se acercó a Joan y, cuando estuvo lo suficientemente cerca como para destrozarle la botella en la cabeza, un marinero se le apareció por detrás y lo golpeó con la culata de un mosquete en la nuca, dejándolo inconsciente. Al despertar, los rayos del sol volvían a acariciar su piel y el clamar de las gaviotas ensordecía sus oídos. El golpe lo había entorpecido haciendo que no se diera cuenta que ya no estaba encadenado, pero, cuando recuperó la razón, se dio cuenta que ya no se hallaba en el barco sino que ahora se encontraba en tierra firme. Al mirar a su alrededor, vio a sus compañeros de encarcelamiento y a otros esclavos formando una hilera, como en un paredón de fusilamiento. Todos tiesos y sin mover un músculo. Observó hacia adelante y comenzó a analizar en dónde estaba. Había muchas casas hechas de madera, niños correteando y jugando en las calles de tierra. Enormes y frondosos árboles decoraban el entorno. Al mirar más abajo, notó que estaba en una especie de plataforma y enfrente de él había un cúmulo de gente lo estaba observando y cada vez que lo miraban con determinación comenzaban a cuchichearse los unos a los otros, como una manada de leones acechando a su presa. Cuando las fieras se calmaron, un hombre blanco y robusto comenzó a vociferar: –¡Comenzamos la subasta de esclavos! El hombre cogió a uno de sus compañeros y exclamó: –Comenzamos la subasta con este perfecto espécimen: un negro fornido que sirve para los trabajos pesados del campo. Comencemos nuestra puja con doscientos pesos. 71 Al terminar esa frase, un maremoto de ofertas comenzó a inundar la plaza, hasta que finalmente una cifra sobresaltó sobre las demás: “Trescientos doblones”, exclamó un hombre con estirpe. Así fue como se vendieron los esclavos, uno por uno, hasta que, al caer la tarde, llegó el turno de Abú. De la misma manera fue ofrecido a las fieras pero en esta ocasión solo hubo una oferta: “Quinientos doblones“, ofreció un terrateniente que, al parecer, era uno de los más importantes de la zona. Se llamaba José Gervasio Artigas. En aquel momento, una sola cuestión le perturbaba a Abú. Todavía no sabía en dónde estaba. Cuando el terrateniente que lo había comprado lo fue a recoger, Abú le pregunto en perfecto español: – Discúlpeme, señor, ¿me puede decir en dónde estoy? Artigas, asombrado, le replicó: – ¿Habla español? ¿Dónde lo aprendió? Perdón, me olvidé por un momento de su pregunta. Está en América del Sur, en el puerto de Montevideo. Cuando llegó un carruaje, Artigas exclamó: –Aquí llega nuestro transporte. Vaya subiendo que en el camino podrá narrarme sus anécdotas. Dichas estas palabras, Abú subió a la carreta. Mientras partían, Abú dirigió su mirada hacia atrás para ver por última vez aquella cárcel flotante que por tres meses había sido su hogar y su martirio. Mientras viajaban a su destino, Abú le contó todo lo que le había pasado, cómo lo habían maltrataron, cómo lo despreciaban, pero también le contó sobre las amistades que había hecho en aquella nave y cómo había aprendido a hablar español. Cuando el relato de Abú llegó a su fin, se le vino una pregunta a la mente. Con resignación se dirigió a Artigas: –Disculpe que pregunte, señor José Artigas, ¿qué piensa hacer conmigo? –Abú, no son necesarias tantas formalidades. Solo dígame Don Artigas, como me dice la peonada. Respecto a su pregunta… Artigas le contó a Abú la historia de América del Sur, de cómo Colon la había descubierto, sobre cómo los españoles y portugueses la habían colonizado y sobre cómo, gracias a conflictos en Europa, las colonias en América se vieron favorecidas para independizarse. Provenía de una familia muy adinerada de la región de Montevideo, que tenía importantes emprendimientos rurales. Artigas ondeó la bandera de la rebelión del campo, lo que le proporcionó un gran número de seguidores. Él tenía la idea de establecer una Confederación de Provincias Autónomas del Río de la Plata, pero el gobierno que mandaba en Buenos Aires rechazó tal proyecto. 72 Artigas se sintió ofendido con Buenos Aires, no solo porque rechazaron su oferta sino también porque quisieron establecer una tregua con los españoles –aún atrincherados en Montevideo– y con los portugueses que entrevieron la ocasión de volver a poner el pie en el Río de la Plata en 1811, cuando enviaron una fuerza pacificadora. Al año siguiente, los portugueses abandonan su intento. Al final, en 1814, el ejército de Buenos Aires consiguió la rendición de Montevideo pero, para entonces, ya se había roto toda relación con Artigas, quien para esa época se había convertido en el líder de los federalistas antiporteños de las provincias del llamado Litoral que discurría a lo largo del río Paraná. El gobierno de Buenos Aires, al no poder vencerlo, en febrero de 1815 finalmente le cedió Montevideo. –Eso nos trae a usted Abú –le dijo Artigas al esclavo–. Luego de la guerra, la denominada Banda Oriental, que por cierto es donde nos encontramos, quedó devastada, tanto la tierra como el ganado. Lo que se me ha ocurrido es entregarle porciones de tierra a los negros libres, a los indios y a los criollos pobres para poder levantar a toda esta castigada región. – Aún no logro comprender qué tiene que ver todo esto conmigo. Yo sigo siendo un simple esclavo, don Artigas –respondió Abú–. – ¡Ya no más! –exclamó Artigas–. Desde ahora lo declaro un hombre libre. Si quiere, lo integraré en mi proyecto, dándole una porción de tierra que tengo todavía desocupada en el Sur, cerca del río Uruguay. Si usted lo desea, desde luego –acotó–. – ¡Usted me acaba de hacer un hombre libre! ¡Claro que acepto su propuesta, Don Artigas! – ¡Excelente, Abú! ¡Sabía que se iba a entusiasmar! Entonces, comencemos con los preparativos. Al llegar al terreno, Abú miró a su alrededor y notó que la tierra que le habían dado estaba muy maltratada. Apenas se veía un canto rodado a lo lejos. El estado de la tierra era deplorable. Era árida como el desierto de Sahara. No había ni un árbol para hacer sombra. Era igual que el infierno, pero sin las llamas, con apenas una pequeña casucha en donde poder dormir. Seguramente, cualquier otro hombre a quien le ofrecieran ese descampado lo hubiera desechado desde un principio. Pero Abú no lo miró con desprecio sino que lo miró con ojos de progreso porque él tenía esperanza en aquel maltratado terreno. Artigas comenzó a darle especificaciones sobre lo que deseaba que se convirtiera ese lugar. – Bueno Abú. Este será tu terreno de ahora en más. Tiene un alrededor de 100 acres. Yo te proporcionaré cinco trabajadores, los que estarán a tus cuidados, dos bolsas con semillas de trigo y cinco vacas para que las críes. Un hombre vendrá cada semana para ver y notificarme tu progreso. 73 Ya estaba listo para marcharse cuando de repente dijo: – Ah... ¡por poco me olvidaba de mencionar! A unos tres kilómetros pasa un riachuelo donde podrás obtener agua y algún que otro pececillo que ande dando vueltas. Toma además estos tres mosquetes, por si llegara a pasar algo. Bueno, debo partir. La guerra no se va a ganar por sí sola y yo no me hago más joven. Dichas estas palabras, partió hacia el ocaso y Abú con sus hombres comenzaron a trabajar. Investigó lo que la tierra le ocultaba, es decir, buscar buenos lugares en donde empezar a plantar el trigo. Luego entró en la casucha para ver lo que tenía. Mientras hurgaba, encontró dos tambores para almacenar agua, herramientas que lo ayudarían para labrar la tierra, un par de palas y dos costales de trigo vacíos. Al analizar todo que tenia, Abú tomó a dos de sus hombres para que fueran a llenar de agua los tambores. A otros dos los envió a recolectar, con los costales vacíos, lo poco que le otorgaba la tierra, como madera y frutos silvestres. Mientras la mayoría de sus trabajadores hacían lo que le había encomendado, tomó al más joven para que lo ayudara a buscar un buen sitio en donde comenzar a plantar. Recorriendo el terreno, comenzó a dialogar con el joven, quien aparentemente era muy callado. Tendría alrededor de 17 años, de piel morena y 1,65 metros de altura. En todo el transcurso del día el joven no dijo ni una sola palabra. Al caer la noche, los hombres volvieron agotados y cansados. Abú le preguntó a uno de ellos por qué no hablaba el joven. “Es mudo”, le respondió. Abú le pidió disculpas por haberlo molestado y el joven le contestó con lenguaje de señas que no había problema, que siempre le pasaba. Mientras Abú se disculpaba, los que traían el agua estaban volviendo agotados debido al peso de los tambores llenos. Entraron a la casucha para descansar. Los que habían ido a recolectar madera y frutos volvieron con los costales con algunos troncos, raíces y frutos silvestres y encendieron una fogata. Aprovechando las raíces y los frutos silvestres, Abú hizo una especie de té, pues era lo único que podían comer y les dijo a sus hombres: “Hoy solo podremos beber esta infusión, pero mientras vayamos progresando podremos, el día de mañana, comer como reyes”. Los hombres, al escuchar estas palabras, brindaron esperanzados: “Por Abú, ¡para que tenga una vida larga y próspera!”. Esa noche Abú se ganó el respeto y la confianza de sus hombres. Los días fueron pasando hasta que llegó la primera semana y, como le había dicho Artigas, un hombre fue a ver su progreso. Para entonces, los primeros brotes del trigo ya podían distinguirse de la tierra. Abú siempre preguntaba sobre la situación de Artigas en el frente pero jamás obtenía una respuesta. 74 Cada día, Abú fue avanzando un poco más en su terreno. Para la segunda semana, él y sus trabajadores habían hecho una zanja para el regar el trigo. La situación de Artigas seguía incierta. En la tercera semana, había construido un corral para sus vacas y al terminar el mes ya había construido un estanque, ampliado la casucha y agrandado su terreno con tres acres más linderos al riachuelo. Los días se transformaron en semanas y las semanas en meses y Abú aún no sabía nada sobre Artigas. Hasta que un día, que había comenzado como cualquier otro, él y sus muchachos estaban cosechando el trigo cuando en el horizonte apareció una banda de hombres armados. Todos estaban mal heridos. En el medio de ese pelotón, sobresalía una sombra montada: era Artigas, quien venía de perder en Tacuarembó. Cuando Abú reconoció la imagen de Artigas, salió corriendo a socorrerlo. Tomó a uno de sus muchachos y al acercarse a Artigas lo desmontaron y llevaron en sus hombros hasta la casa. Allí Abú le preguntó: – Señor José Artigas, ¿qué le ha sucedido? – Abú, ya le he dicho que me llame solamente Artigas. – Perdón, Don Artigas, pero es que estoy alterado. Por favor, dígame qué le ha ocurrido. – He perdido una batalla, Abu. Esos malditos lusitanos y brasileños nos superaban en número. La derrota era inminente. – Pero Don Artigas, si ya sabía que le iban a ganar, ¿por qué no se retiró antes de que comenzara la batalla? – Hay cosas que son difíciles de explicar, mi amigo. En estos casos uno no puede darse el lujo de retirarse. Hubiera sido una verdadera muestra de debilidad. Además, si me hubiese retirado sin dar batalla, jamás me lo perdonaría. No podría vivir con mi conciencia desgarrándome por no haber siquiera intentado demostrar el valor del pueblo oriental. Abú, al oír esas palabras, supo que Artigas no era un hombre que se daba por vencido aunque la derrota fuese inevitable. Él daría toda su sangre, sudor y lágrimas antes de darse por vencido. Al día siguiente, con ayuda de sus muchachos, alivió a algunos hombres de Don José, pero aún faltaban demasiados por ser atendidos. Al caer la tarde, un mensajero llegó con una carta dirigida a Artigas por un tal Francisco Ramírez. Al oír ese nombre, Artigas tomó la carta de inmediato y se encerró en la casa ordenando que nadie entrara, que no lo molestaran. Murmullos se oían salir de allí. Abú acercó su oído a la puerta para poder escuchar claramente lo que estaba vociferando: – ¡Esos malditos traidores! ¡Ramírez, maldito canalla! 75 Dos horas después, Artigas salió de la casa y le dijo a uno de sus hombres que quemara la carta, pero antes de que el soldado pudiese hacerlo, Abú se adueñó de ella y pudo leer lo que decía: “Señor José Gervasio Artigas: ¿Sería muy del caso atraerse a dos sujetos por cualquier interés y promesas? Así, por sus escasos conocimientos del asunto, le informo que el 23 de febrero de este mismo año se firmó un tratado en Pilar, denominado precisamente el “Tratado de Pilar”” Disponía la comunicación del tratado a José Artigas “para que siendo de su agrado, entable desde luego las relaciones que puedan convenir a los intereses de la Provincia de su mando, cuya incorporación a las demás federadas, se miraría como un dichoso acontecimiento”. “Le informo, señor Artigas, que usted ya no es conveniente para la Provincia a su mando, eso quiere decir que deberá renunciar a su puesto sin presentar resistencia. Gracias por su atención, Francisco Ramírez” Abú no entendía el significado provocativo de la carta, así que fue con Don José a preguntarle qué era lo que sucedía. Cuando entró a la casa, Artigas y dos hombres estaban observando con detenimiento un mapa. El moreno, preocupado, le preguntó: – Don Artigas, ¿qué está sucediendo? ¿Por qué se ha encerrado aquí sin explicarle a nadie lo que sucede? – Abú, no te mentiré amigo. Ramírez y López han firmado un tratado con el fin de destituirme. Deberé enfrentarme a Ramírez para poder darle fin a sus pretensiones. – ¡Pero Don Artigas! –replicó Abú–. La mayoría de sus hombres están mal heridos. No tendrá ni una oportunidad de vencer. – Es probable, pero no me daré por vencido ante tal ultraje. Le enseñaré a Ramírez qué sucede cuando te metes con Artigas. El caudillo estaba cegado ante la ira y no se daba cuenta de que era una batalla perdida de antemano. A la mañana siguiente Artigas buscó a sus hombres y, antes de partir, le pidió a Abú que se les uniera diciéndole: – No te obligaré a hacer algo que no quieres pero, si llegara a perder, no dudes en escapar, porque te despojarán de tu terreno y te perseguirán acusándote de ser uno de los que me ayudó en mi campaña. – No tengo otra opción más que unirme con usted a la batalla, Don Artigas. Ya no tengo nada que perder. Abú se armó con un sable y un mosquete cedido por Artigas y se reunió con sus trabajadores para decirles: 76 – Compañeros, en caso de que no vuelva, les cedo a ustedes mi porción de tierra y les pido que siempre permanezcan unidos ante la adversidad, que lo que hemos hecho en estas tierras no haya sido en vano y no dejen que el fruto de nuestro trabajo perezca. Hasta pronto. Los trabajadores se entristecieron, lo despidieron y se retiraron a la casa. Sin más demora, Artigas y Abú partieron hacia la batalla. La estrategia era ubicarse en Concepción del Uruguay, donde creía que se haría fuerte para sostener la Liga Federal. Pero, en el camino, en el paraje Las Gauchas, las tropas artiguistas fueron interceptadas por las de Ramírez. Minutos antes de que se librara la batalla, Artigas y Ramírez se reunieron para parlamentar. – ¡Ríndete! No tienes oportunidad de vencer –afirmó Ramírez–. Tus hombres están malheridos y te superamos en número. Además, si te rindes, tendré misericordia de ti. – ¡No me rendiré ante un canalla como usted! –replicó enérgicamente Artigas–. No me interesa su misericordia. – Eres demasiado terco, Artigas. ¡Si lo que buscas es una batalla, una batalla te has ganado! –terminó diciendo Ramírez. Y así fue como la disputa habría comenzado. Una lluvia de perdigones volaba hacia ambos bandos. Los soldados embravecidos desenfundaban sus sables y bayonetas. Los gritos y alaridos inundaban el campo de batalla, los cadáveres eran aplastados por los caballos, los líderes se destruían entre sí y, de repente, en medio de la batalla, Abú sintió el crudo y frío metal que le perforaba el hombro, haciendo que se desplomara en el suelo. Al levantar la mirada, un soldado enemigo estaba a punto de clavarle su bayoneta, pero un sable salió de su pecho salvándole la vida. Quien lo había salvado era nada menos que Artigas, quien le gritaba: “¡Levántate Abú, que todavía queda mucho por luchar!” Abú se levantó y, cubriéndole la espalda a Artigas, comenzó a destrozar a quien se le cruzaba. El enfrentamiento duró tres horas. Si bien tuvo un resultado incierto, hizo que Ramírez se replegara hacia Paraná. Artigas siguió su curso hacia Concepción del Uruguay para saquearla. Días después, cruzó por la jurisdicción de San Benito, por el camino de Sauce Medio que, desde el punto conocido como Almacén de Pichón Capriz, conducía hacia el interior y pasaba por El Pueblito, cercano a Nogoyá. Al llegar al arroyo Las Tunas, se encontraron con su cauce muy crecido. Artigas le ordeno a Abú que cabalgara hacia un lugar elevado para ver por dónde se podría cruzar. 77 El moreno se dirigió hacia una colina y, al darse vuelta para observar el arroyo, vio cómo atacaban a Artigas. De la nada habían salido cientos de cañones y carabineros que destrozaron con fuego cruzado a las tropas artiguistas. Abú se había quedado paralizado ante tal masacre. Todo por lo que Artigas había luchado fue desmoronado en esa tarde. Rodeado por los lugartenientes de Ramírez, y viendo su causa definitivamente perdida, Artigas y algunos sobrevivientes, entre ellos Abú, cruzaron el río Paraná hacia el exilio en Paraguay, dejando atrás su patria y familia. En tierra guaraní, se despidió para seguir su vida como él la deseaba: – Don Artigas, fue un gran honor para mí pelear a su lado pero debo dejarlo. Aún le debo un favor a un viejo amigo –le dijo Abú–. – Fue un honor tenerte como aliado en mi causa pero uno más grande fue poderte llamar amigo. Que te vaya bien en tu viaje o lo que sea que hagas. Ten una buena vida y sé muy feliz. Lo mereces. Esas fueron las últimas palabras que le escuchó decir a Artigas antes de partir. El 23 de septiembre de 1822 Abú zarpó desde el puerto de Rio de Janeiro, Brasil, hacia Francia, donde en Paris encontró a Catherine de Navarro, la hija de José, el cocinero. Le entregó el broche que le había dado su padre para que se lo devolviera. Tiempo más tarde, con su misión cumplida, Abú partió hacia África, donde se reencontró con su propia familia y les contó las aventuras que había tenido en el Nuevo Mundo. En 1830, volvió a Uruguay para ver que había pasado con su terreno. Resultó que sus hombres lograron que no se lo quitaran, siguieron trabajando y consiguieron extenderlo unos 50 acres más. Allí se estableció definitivamente y se casó con una jovencita llamada Ana María de la Cornisa. Tuvieron un hijo llamado José Nafa, en honor a sus dos amigos José: de Navarro y Artigas. Lo último que supo Abú sobre el caudillo fue que se había casado con Clara Gómez Alonso y que tuvieron un hijo llamado Juan Simeón. Abú tuvo una vida plena y libre, como siempre había soñado, en Uruguay, hasta el 26 de noviembre de 1860, cuando falleció por causas naturales, a los 90 años de edad. BIBLIOGRAFÍA BETHELL, Leslie (1990), “La Independencia”. Tomo V de Historia de de América Latina. Universidad de Cambridge. GALEANO, Eduardo (1971), Las venas abiertas de América Latina. 1ª ed. Ed. Siglo XXI. Argentina. ARTÍCULOS DE INTERNET: http://sanbenitoahora.blogspot.com.ar/2010/06/la-batalla-de-las-tunas.html http://es.wikipedia.org/wiki/Tratado_del_Pilar 78 TRABAJOS GANADORES DE BRASIL Higor Tristao Oliveira Estadual Joaquim Thomé de Almeida Minaçu, UF, Goiás, Brasil “EXÔDO DO POVO ORIENTAL. A CAUSA DOS POVOS NÃO ADMITE DEMORA” “SISTEMA DE POVOS LIVRES” (EL SISTEMA DE LOS PUEBLOS LIBRES) O Uruguai é o segundo menor país da América do Sul e a sua paisagem é constituída principalmente por planícies e colinas baixas (cuchilla), com uma planície costeira fértil. A terra está ocupada na sua maior parte por pradarias, ideais para a criação de bovinos e ovinos. O ponto mais elevado do país é o Cerro Catedral, com 514 m. Ao sul situa-se o Rio de la Plata (Rio da Prata), que é o estuário do rio Uruguai, que constitui a fronteira ocidental do país, e do rio Paraná, que não corre em território uruguaio. O país tem apenas mais um rio principal, o rio Negro, e algumas lagunas ao longo da costa do Atlântico. O clima do Uruguai é temperado, mas relativamente quente, visto que temperaturas negativas são extremamente raras. O terreno plano fica de certo modo vulnerável a rápidas mudanças nas frentes meteorológicas e também ao pampero, um vento frio e ocasionalmente violento que sopra para norte desde as planícies das Pampas na Argentina Aspectos físicos NOME OFICIAL: República Oriental do Uruguai. NACIONALIDADE: uruguaia. CAPITAL: Montevideo. FORMA DE GOVERNO: Presidencialismo. IDIOMA: español. MOEDA: Peso uruguayo. POPULAÇÃO: 3.300.000 habitantes. RELIGIÃO PREDOMINANTE: Católica. SUPERFICIE TERRITORIAL: 176.215 Km². CLIMA: temperado brando. DIVISÃO ADMINISTRATIVA: 19 departamentos. PRINCIPAIS CIDADES: Montevideo, Salto e Paysandú. PRODUTO INTERNO BRUTO (PIB): US$ 20 bilhões. 79 MINÉRIOS E MINERAÇÃO: o país possui reservas de mármore, pedras para construção, cascalhos, pequenos depósitos de minério de ferro. COMÉRCIO EXTERIOR: o país exporta principalmente carne, sapatos, lã e produtos alimentícios, e importa produtos químicos, maquinaria, metais e equipamentos de transporte. PRINCIPAIS PORTOS: Montevidéu, Punta Del Este, Maldonado, La Paloma, Colônia, Carmelo, Nueva Palmira, Fray Bentos, Paysandu, Salto e Dolores. RENDA PER CAPITA: US$ 6130. FORÇA DE TRABALHO: 1 milhão. DESEMPREGO: 10,2%. FORÇA DE TRABALHO NA AGROPECUÁRIA: 12,5%; na indústria: 26,4%; em SERVIÇOS: 61,1% . DÍVIDA EXTERNA: US$ 6,6 bilhões. EXPORTAÇÕES: US$ 2,7 bilhões. IMPORTAÇÕES: US$ 3,7 bilhões. PARCEIROS COMERCIAIS: Brasil, Argentina, EUA, Itália. Economia do Uruguai Ele é um dos raros países da América do Sul que tem uma economia estável. A economia é fundamentalmente agrícola. Os produtos à base de carne e a lã são mais importantes. Há também os produtos lácteos que são destinados à exportação para os outros países sula-americana. Há igualmente colheitas de cereais, de arrozes, de frutos e de legumes. Contudo, o sector mais importante da economia é as indústrias de transformação do petróleo, carvão, produtos químicos, têxteis, bens de equipamentos do transporte e artigos em couro. O petróleo e o carvão são importados para a transformação e para o consumo interno. Os recursos minerais atuais são pouco abundantes e limita-se a materiais de construção, minerais industriais e um pouco de ouro. Prospecções foram realizadas e indicam que há reservas de outros minerais preciosos que sempre não foram extraídos. Após ter atravessado um período econômico delicado no início dos anos 90, o governo uruguaio aceitou o programa de austeridade imposto pelo FMI. Desde, os resultados econômicos são bons que aproximam um índice de crescimento de cerca de 5%/o país é membro do MERCOSUL, da Associação latino-americano de Integração (ALADI) e o Banco Americano de Desenvolvimento. Os seus principais parceiros comerciais são a Espanha, a Argentina, o Brasil, a Alemanha e os Estados Unidos. 80 Cultura do Uruguai O Uruguai tem cultura marcadamente européia, com características semelhantes na linguagem, costumes etc. Ao contrário de muitos países da, a influência indígena é extremamente distante. As tradições gaúchas têm grande importância no folclore. A taxa de analfabetismo é quase nula e a imprensa é livre e atuante. São inúmeras as instituições culturais, públicas e não-privadas. História do Uruguai O Uruguai foi colonizado no século XVI, com a chegada dos primeiros europeus, portugueses e espanhóis. Portugal tinha sua base em Colônia do Sacramento e a Espanha em Montevidéu, esta que mais tarde se tornaria a capital do país. Antes da colonização o país era habitado por índios Charruas, Guaranis e Chanaés, até o século XII. Com a vinda dos europeus, os índios foram expulsos do Uruguai. O início do século XIX foi marcado pelo surgimento de movimentos de independência por toda a América do Sul. O território do Uruguai foi disputado pelos estados nascentes do Brasil, herdeiro de Portugal e das Províncias do Rio da Prata, atualmente República Argentina. O Uruguai se tornou uma nação independente com o Tratado de Montevidéu, em 1828. O mérito da independência cabe ao capitão José Artigas, que terminaria seus dias exilados, devido à oposição dos escravocratas portugueses e dos comerciantes de Buenos Aires e Montevidéu. No entanto ele se tornou um herói nacional do Uruguai. Êxodo do povo oriental Ele é chamado Êxodo Leste ou East Village para a migração coletiva dos habitantes da Banda Oriental que se seguiram José Gervasio Artigas para Salto Chico (atual cidade de Concordia Argentina) após o armistício de outubro de 1811. Os jogadores chamado de “o Redota” a marcha, o Incrivel que a palavra não consta do dicionário da Real Academia Espanhola e que se originou quando mais pronunciou a palavra “derrota”. Ele é considerado um dos fatos centrais e primogênito na formação do sentimento nacionalista uruguaio prefigura uma espécie de consciência de ser um povo “diferente” ou “diferente” em Buenos Aires, espanhol e qualquer outro, por isso é considerado Redota o fato como fermento para o nascimento de “Orientalismo”. Depois que Peter Venâncio Benavidez Viera e se revoltaram contra o espanhol eo Asencio riacho, no departamento de Soriano presentes, e proclamou-se a favor do governo revolucionário de Buenos Aires, 81 tentando lutar por ele para estender seus domínios para o revolucionário da Banda Oriental.Após este evento, chamado de Grito de Asencio, algo aconteceu revoltas generalizadas em todo o território da Banda Oriental (Mercedes, fazendo levantamentos em pêssego, Tacuarembó, Casupá etc.) Em resposta a essas ações subversivas do Espanhol enfrentaram três vezes com o Oriente, uma escaramuça no Paso del Rey, fazendo com que San José e da Batalha de Stones, o espanhol perdeu as três vezes, e, assim, forçando-os a retirar-se para Montevidéu, deixando tudo campanha e, sobretudo, da Banda Oriental nas mãos dos revolucionários. Devido a isso os revolucionários do Leste decidiram criar um lugar em Montevidéu, apoiado em grande parte pelas tropas revolucionárias da Junta de Buenos Aires. Nesta situação, o governo de Buenos Aires, pelo Conselho Big até 23 de Setembro quando instalamos o Primeiro Triunvirato, fez contato com Francisco Javier Elio, na tentativa de conseguir um armistício que lhe permitam utilizar os seus recursos militares em mais perigoso e mais estrategicamente importante (Alto Peru). A idéia era deixar todo o território oriental realizada por Francisco Javier Elio, que se comprometeu em troca a levantar o bloqueio naval de Buenos Aires e não retaliar contra aqueles que haviam lutado contra ele. O Português, entretanto, deve ser retirado. As negociações foram longas, mas graças frutíferos para o apoio do embaixador espanhol no Rio de Janeiro, Marquês de Casa Irujo, eo ministro britânico Lord Strangford, interessado, de acordo com a política britânica na paz que o comércio habilitado e evitar conflitos aliados espanhóis no anti-napoleônica. Além disso, um corpo de opinião Montevideo (representada pelo conselho e os chamados “moderados”, em oposição ao “teimosos” que levou Diego Ponce de Leon, o major da praça, e Elio si mesmo). Os principais opositores destas negociações, como esperado, os orientais, que foram abandonadas pelo inimigo. Na luta para evitar a cerimônia começaram a se estabelecer a consciência do Orientalismo. Depois de várias discussões com os delegados de Buenos Aires (Funes, Juan José Paso, Manuel de Sarratea e outros), feito na padaria de Vidal, a primeira reunião dos povos orientais. Os delegados do governo deu suas razões para a assinatura do armistício e garantiu que os vizinhos não sofreria represálias, mas dramaticamente demonstrada contra a medida proposta e disse que eles estavam dispostos a continuar a luta por si. Depois, houve o 10 de outubro, em um lugar conhecido como o quinto (ou fazenda) O Paraguai, uma reunião da vizinhança segundo com José Julian Perez, representante do Triunvirato em negociações com Francisco 82 Javier Elio. Embora ele prometeu “todos os tipos de relevo,” a opinião unânime não se alterou: o Oriental concordaram em manter o site por conta própria, liderado por Artigas. Finalmente, o armistício foi celebrado em 20 de outubro. Artigas, que tinha sido nomeado vice-governador, chefe de justiça e capitão Yapeyú Departamento, iniciou um recall naquele dia. Em 23 de Outubro, às margens do São José, houve uma reunião espontânea ou montagem dos orientais que foram incorporados no site, extraordinária importância sobreposto na formação de um sentimento nacionalista uruguaio. Nessa ocasião Artigas participantes informadas à ratificação do armistício e respeitar sua decisão e retirar para o norte. Em meio à tristeza e desespero, todos proclamou então a não depor as armas e retomar a luta quando possível. Líder revolúcionário; o Libertador. Os primeiros anos do jovem José passou na casa de seus pais e seus avós maternos que, embora sóbrio e austero, como eram os vizinhos desses fundadores antigos de Montevidéu, teve a concorrência interna de vários negros que eram escravos, más legalmente teve a consideração eo tratamento dos funcionários da família e encontrou um papel importante na vida diária em casa. Com Antoine, preto baguela de seu avô, e templos quase brancos e outros jovens negros tinham de viver uma experiência humana única, ouvindo histórias de seus lábios e as memórias de suas terras para aprender canções e danças africanas, anda em resinto paredes ou ao longo da costa do porto. Ele completou dois anos lá, ele aprendeu a arte de ler e escrever, mas este último exercido praticamente não (não um único documento escrito de próprio punho, secretários sempre utilizados). Na idade de 14 anos ele foi enviado por seus pais a um do seu estabelecimento de campo. O que eu posso dizer que “Esta foi a verdadeira escola de Artigas jovens.”Ele José Gervasio Artigas organizou um exército para lutar pela independência da região. Quando estava prestes a derrotar os espanhóis, tropas portuguesas vindas do Brasil atacaram tanto os espanhóis quanto os uruguaios, e tomaram Montevidéu. No entanto, um grupo de seus partidários, “Os Trinta e Três orientais”, liderados por Juan Antonio Lavalleja, proclamou a independência do Uruguai. Na realidade, porém, a guerra continuava e os brasileiros controlavam grande parte do território uruguaio. O Uruguai decidiu aliar-se à Argentina para se defender melhor do Brasil. No ano seguinte, o Reino Unido interveio no conflito porque o bloqueio 83 dos portos de Montevidéu e Buenos Aires pela Marinha brasileira estava prejudicando o comércio britânico às forças expedicionárias brasileiras foram expulsos do território uruguaio, graças à intervenção britânica, Brasil e Argentina concordaram em reconhecer o Uruguai como uma república independente. O líder revolucionário Fructuoso Rivera foi eleito o primeiro presidente do Uruguai. Acredito que foi em 1836, ano em que terminava seu mandato, Rivera tentou permanecer no poder, liderando um movimento contra seu sucessor, Manuel Oribe. Houve uma guerra civil. Os levantes e as rebeliões continuaram, passando o controle do governo das mãos de um partido para outro. Os colorados venceram mais uma vez aproximadamente em 1865 e mantiveram o poder até 1958. Mas essas revoluções perturbaram a vida da nação até o início do séc. XX. Ele fornece serviços para a Câmara de Buenos Aires, atravesse o rio Uruguai e desembarcou na costa do Paysandu. Em seguida, assumiu o comando da revolução oriental, e de sua sede em Mercedes dirigiu uma proclamação para fins revolucionários: para ele acredito que foi uma grande honra coordenar os compatriotas empresa caros, que a vitória é nossa: a vitória ou a morte é a nossa figura, e tiranos tremem ter animado a sua raiva, não percebendo que os sul-americanos estão dispostos a defender seu país, e ao morrer com honra, do que viver em desgraça em cativeiro afrontuoso Libra 18 maio a batalha de Las Piedras, onde desplliega suas habilidades como estrategista, derrotando o exército espanhol mais numerosas e mais bem armados do que a oriental. No final desta batalha de seu acampamento Cerrito diz: “Estes são os momentos que eu me considero afortunado subiu para o maior grau de felicidade, se nos braços de meu controle têm contribuído para aumentar a grande obra da liberdade do meu país amado “ Em 23 de outubro, a cidade oriental, com a cabeça na cabeça iniciar o caminho “do Redota” (derrota), o nome de Êxodo de East Village, o herói significa com este pensamento: “Eu não quero que ninguém forçado a vir. Todos devem esforçar-se voluntariamente a liberdade. Quem não quer permanecer escravos. Durante onze meses completou a migração de 700 famílias no país de Monte e seus vizinhos de armas que cruzaram o rio Uruguai e se estabeleceram no Ayui. Os Charruas, um escudo para proteger êxodo de acompanhamento com 400 guerreiros. Artigas e seu exército de índios, negros e gaúchos 84 dominaram a campanha do Território de Montevidéu. Enfrenta o centralismo de Buenos Aires. Moradores portugueses e unificar esforços para lutar e enfraquecer Artigas charruas. O governador de Montevidéu quebra do armistício com Buenos Aires. Os moradores fazem um acordo com o Português para a evacuação da Banda Oriental. Em janeiro de campismo Artigas Ayui na Província de Entre Rios. Em outubro, produz o segundo cerco de Montevidéu. Artigas se junta a ele em 21 de fevereiro de 1813. Adicionando os Charrúas em agosto. Artigas propôs no Congresso de TRÊS CRUZES reconhecimento da Assembléia das Províncias do Rio de la Plata. Determina as INSTRUÇÕES famosos do ano para os membros do Leste XIII, que afirma: a) A independência absoluta; b) uma república federal e uma federação de províncias; c) liberdade civil e religiosa em toda a sua extensão imaginable, Bandera criado em Arerunguá; d) liberdade, igualdade e segurança dos cidadãos e dos povos; e) estabelecimento dos três ramos do governo, cada um independentemente; f) os obstáculos constitucionais para prevenir e combater o despotismo militar; As províncias de Entre Rios, Corrientes, Santa Fe, Córdoba, Misiones e Banda Oriental são a Liga Federal. Artigas recebe o título de “Protetor dos Povos Livres” 10 de setembro. Artigas promulga REGULAMENTO PROVISÓRIO para promoção da campanha. Ao fazer a distribuição de terras para aqueles que trabalham esclarece “para evitar que o infeliz mais são os mais privilegiados.” 1816 - Durante o seu reinado, a partir da capital da Liga Federal, que chamou Purificação, inter alia, promove a colonização pelos índios e Guaycuruses Abipones Corrientes. Escudo provenientes da Província Oriental Parceiro Artigas foi o paraguaio Bacia Purificação Melchora. Da mesma forma que protegia os índios e teve seu apoio, teve uma atitude semelhante à “raça” negra. No exército tinha uma divisão de Artigas marrom. A equipe preta consistiu de Artigas Lencina Joaquim, mais conhecido por Ansina, líder do Afro-Oriental, e um líder militar chamado Manuel Antonio Ledesma, que continuou a liderar a comunidade negra que acompanhou Artigas para o Paraguai. Hows que eram conhecidos os negros Kamba-Kua e foram chamados de Artigas Cue (pessoas de 85 Artigas). “É Artigas... conversa afável e decente. (...) Eu joguei muito no jogo, bebeu pouco e comeu com moderação. Ele tocava violão, cantava e dançava com graça considerável. Gostava muito de meninas bonitas e é dito que se apaixonou por vários de uma vez. escreveu, muito naturalmente, e era capaz de grandes idéias....” O historiador Bartolomé Mitre -1876- apoia o desenvolvimento da biblioteca, em Nairobi, dizendo: “Deixe o Oriental, iluminado como um bravo” Em Agosto começa a segunda invasão de Portugal. Quando a invasão do campeonato Português com os reacionários de Buenos Aires, Artigas missões atribuídas e seu comandante, a missão de maior risco. “Tornouse a borda de aço da arma para destruir o inimigo. Andrew Artigas invadiram os territórios de missionários Portugal convidando para destruir a tirania oriental. Capitães Arautos rápida e ousada veio para os Povos. Assim começaram as missões épicas viveu mais gloriosamente em qualquer povo. Nunca um povo paga mais caro por sua liberdade. Saques, incêndios, destruição e escravidão foram marcando as fases da luta. “ A.B. (Agostinho Beraza) - O Grillo, revista da escola do Conselho de Fundamental e Normal, Setembro de 1950. Com as ações de Rincon de la Cruz e Yapeyú Artigas começa a luta contra o Português.Artigas critica Pueyrredón para apoiar os invasores portugueses, enquanto na Banda Oriental foi o combate.San Martin escreveu para o diretor chileno O´ Higgins para mediar o conflito entre Artigas e Buenos Aires. 23 de fevereiro - PACTO DE PILAR. Ramirez e Lopez Artigas aliados concordam com o novo governador de Buenos Aires, Manuel de Sarratea, que fez as pazes com os moradores, trair e ignorando a autoridade de Artigas (Rivera tinha oferecido a sua ajuda para Ramirez em 1820 para matar Artigas) Artigas cruza o rio Paraná, com Ansina e um grupo de famílias e lanceras e lanceiros negros, entrando no Paraguai. Os Artigas foi derrotado por um Portugal cruel militar. Ao devolver o centralizador de Buenos Aires, as tropas gaúchas foram massacrados, eo Português deixado na Banda Oriental. Apenas com nada para o Paraguai. A retirada não significa que o líder voluntariamente abandonou a luta. Muito pelo contrário, ele foi para o norte para realizar uma aliança política e reconstruir o seu projecto e americanismo, multicultural e multiétnica. Ansina, grande companheiro e amigo, coloca-lo em um de seus poemas: “Em breve estaremos de volta para trás corar ... ... Nossa sumaúma notável ... Será a hora de ir! Artigas é enviado para a aldeia mais remota, 86 San Isidro Labrador Curuguati evitando qualquer contato com o exterior do Paraguai, o que impede sua aliança com Yegros e retornar para a Banda Oriental. Receber uma fazenda, terra e uma pensão de 32 pesos mensais distribuídos entre os pobres. Quando Artigas Rivera convidado a voltar, ele não abriu o rolo da mensagem, talvez influenciado pela amargura de idade de traição por seu ex-tenente. Novo presidente do Paraguai Lee faz mover o herói do bairro de Assunção na Ibiray quinto. Lá, ele recebeu a visita de um de seus filhos, José Maria, que em vão tentou trazê-lo para o país. Grande Guerra estava em pleno e Artigas foi novamente convidado a voltar pelo Governo de Montevidéu. Com os orientais dividido e em guerra, com o seu território quase ocupadas pelas grandes potências europeias e do exército de Buenos Aires, como esperado, se recusou a voltar. No final de sua vida tinha um cachorro amado chamado Grande Chefe. 23 de setembro de 1850 – Ao meu ponto de vista artigas já fez muita coisa ao povo uruguaiano e morre aos 86 anos. CURIOSIDADES • No Plaza Independencia em Montevideo, na base do monumento ao General José Artigas, o escultor Angelo Zanelli, apresenta baixo-relevo cenas que evocam o Oriente Êxodo. • José Alberto Mujica Cordano (Montevidéu, 20 de maio de 1934) é um agricultor e político uruguaio, atual presidente da República Oriental do Uruguai eleito em 29 de novembro de 2009. • Alguns cortes semelhantes aos do Brasil recebem nomes diferentes, conforme segue: • Asado de Tira (costela) • Colita de Cuadril (maminha) • Tapa de Cuadril (picanha) • Bife Angosto (contra- filé) • Bife Ancho (entrecote, noix ou contrafilé da costela) • Ojo de Bife (baby beef) • Filet de Lomo (filé mignon) • New York Steak (t-bone) • Cinchulín (intestino assado) • French rack (carré de cordeiro) 87 Anexos Imagens do Rio da Prata. Imagens Do José Gervasio Artigas. Conclusão Ao térmio desta pesquiza pude entender que, o Uruguai é o menor pais da América do Sul, porém a sua economia é uma das mais estavéis da América do Sul. A educação do seu povo, posso dizer foi o que me chamou atenção devido o indice de analfabestismo ser minímo. Percebi também que, o primeiro presedente José Fructuoso Rivera, até o atual José Mujica contribuíram para o bom funcionamento desse país lindo e maravilhoso. 88 Mikaela Dos Santos Cardoso EEFM DEP. Joaquín de Figueiredo Correia Iracema UF: Ceará – Brasil A DETERMINAÇÃO DE UMA ALUNA DA ESCOLA PÚBLICA BRASILEIRA EM CONHECER A HISTÓRIA DE JOSÉ ARTIGAS E SEU PROJETO FEDERAL Em uma terra longínqua, em um país imenso que já fora chamado de Terra de Vera Cruz morava uma menina chamada Maria, nome comum em sua nação e em tantas outras que se avizinhavam, prova da devoção e religiosidade de um povo temente a Deus e que acreditava na Providência Divina. Ela era por demais humilde e não residia na cidade, mas em um pequeno sítio no interior desse imenso país. Sempre frequentou escolas públicas e ficou fascinada quando foi convidada a conhecer mais sobre o país que fazia fronteira com o seu. Ela teria que escrever sobre este povo e sobre suas causas, pois não se admitia mais demora em se conhecer a história de luta e de conquistas dos cidadãos dessa nação. Foi convidada então a refletir sobre a história de um povo irmão e quando começou a se debruçar sobre datas, fatos, nomes, acontecimentos, ficou ao mesmo tempo deslumbrada e também muito triste, pois percebera que não conhecia as lutas, causas e bandeiras daqueles que vivenciaram e vivenciavam os mesmos dramas, as mesmas dificuldades e que tinham desejos em comum com o seu povo, ou seja, dar mais dignidade aos seus compatriotas, principalmente os menos favorecidos e marginalizados. Ao ler sobre esta pequena região, mas de história incomparável e admirável, tudo parecia muito estranho, inclusive os nomes; nunca ouvira falar de José Gervazio Artigas, Juan Antonio Lavalleja, Juan Maria Bordaberry, José Joaquim de Viana, Alberto Demicheli, Luis Alberto Lacalle, ou Tabaré, de crioulos e de caudilhos, de lutas, de heroísmo, de renuncia e determinação em libertar um povo do julgo de países tiranos e de elites inconsequentes na busca e na defesa de seus interesses. Essa menina se sentiu triste, frustrada e literalmente vazia da história dessa gente, pois não sabia de quantas batalhas tinham sido necessárias para se construir essa nação vizinha, quantos heróis e mártires conhecidos e anônimos tinham sido necessários para se construir a soberania desse povo. Conhecia a Revolução burguesa que ocorreu lá longe e claro que teve influências em todo o mundo e uma Revolução Industrial, se debruçara sobre grandes conflitos mundiais, sobre regimes totalitaristas, o 89 antissemitismo, estados governados por preconceituosos e loucos, mas nunca tinha refletido sobre a ditadura, as loucuras e violências sofridas por esse povo oriental. Que coisa insana, ela pensava, e como que não tinha conhecimento a cerca de tudo isso que acontecera tão próximo dela? A menina sabia muito mais sobre os povos que moravam distante e que tinham uma cultura totalmente diferente da sua e de sua gente, nações com outros objetivos, com outras lutas e pouco conhecia sobre a vida histórico-cultural destes mais próximo a sua realidade. Começou a ficar encantada com a história dessa gente e percebeu que ela tinha tudo a ver com suas origens e suas raízes e passou a pesquisar feito uma doida e a perguntar e questionar. Buscou seus professores, mas eles também pareciam não compreender, como se na sua formação acadêmica não tivessem também contemplado essa discussão. Os livros da biblioteca de sua escola não tinham as informações que ela procurava, porém, se tivesse procurado sobre qualquer outro continente distante, inclusive o africano de onde teriam vindo parte de seus antepassados, ela encontraria respostas, mas não uma discussão que abordasse o povo dessa região. O que fazer? Onde procurar respostas? Quem poderia me ajudar a refletir sobre essa gente? Quem seria responsável por toda essa exclusão histórica a respeito desses nossos irmãos? Quando foi que se passou tudo isso? Não me contaram e eu não soube e nem vi! Eram só alguns dos questionamentos que inundavam sua mente carente de conhecimento. Como que a Escola não ensinou a essa garota a história de heróis que lutaram contra a tirania, contra os déspotas e uma minoria de arrogantes que espezinhavam os anseios e direitos da maioria. Veja, nas palavras desse grande herói que foi José Artigas, que grande exemplo de determinação e grande exemplo que deixou de ser ensinado a esta criança, sendo hoje adolescente e que deixou de conhecer e se inspirar em um grande nacionalista: “Con libertad ni ofendo ni temo. El despotismo militar será precisamente aniquilado con trabas constitucionales que aseguren inviolable la soberanía de los pueblos. El pueblo es soberano y él sabrá investigar las operaciones de sus representantes. En lo sucesivo solo se vea entre nosotros una gran familia. La causa de los pueblos no admite la menor demora. La cuestión es solo entre la libertad y el despotismo. Los pueblos de la América del Sur están íntimamente unidos por vínculos de naturaleza e intereses recíprocos. Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia 90 soberana. Nada podemos esperar si no es de nosotros mismos. No existe un pacto expreso que deposite en otro pueblo de la federación la administración de la soberanía. No venderé el rico patrimonio de los orientales al vil precio de la necesidad. Para mi no hay nada más sagrado que la voluntad de los pueblos. Que en modo solemne se exprese la voluntad de los pueblos en sus gobernantes. Que los indios en sus pueblos se gobiernen por sí. Que los más infelices sean los más privilegiados. Sean los orientales tan ilustrados como valientes. Tiemblen los tiranos de haber excitado nuestro enojo. Todas las provincias tienen igual dignidad e iguales derechos. Unidos íntimamente, luchamos contra tiranos que intentan profanar nuestros más sagrados derechos. Yo no soy vendible, ni quiero más premio por mi empeño que ver libre mi nación.” A menina analisando somente o pouco que conheceu a respeito desse povo compreendeu que seus professores já tinham ensinado sobre nacionalismo, mas nunca conhecera o que significava o efetivo e verdadeiro sentido dessa palavra. Sabia que a educação pública que lhe era oferecida deixava a desejar, mas não esperava ter tão grande decepção. Queria saber mais sobre essa região, os valores desse povo, a língua, os anseios, as necessidades, a história, sim a história e quais as suas relações com nosso país. Desejava compreender sobre democracia, sobre as lutas nacionais, sobre resistência, independência, colonialismo, algo que não tinha aprendido de fato na Escola ou talvez lhe ensiná-lo sem o esplendor que era merecido. Comparou a história de seu país e as formas como essa nação irmã tinha se tornado independente e ficou um pouco triste, uma vez que achara que tinha faltado um pouco do brilho da luta popular, o desejo louco das massas pela soberania e amor quase que insano pela nação. Ouviu falar de um mercado comum, de liberdade, de fim de fronteiras econômicas e culturais na região, mas como podia isso acontecer de verdade se nós não conhecemos os povos fronteiriços. As crianças e adolescentes não eram ensinados sobre essa região e a sua escola não falava disso e a pouco tempo começou a ensinar um pouco sobre a língua desse povo. Quem foi? Quem foram? O que espera de nós essa gente? O que pensam de nós? É o futebol o único aspecto que nos une ou que nos afasta? Porque tanta rivalidade no esporte, se nas questões econômicas e culturais tanto nos aproxima? Muitos eram os seus questionamentos e os poucos os que eram capazes a responder. Um certo dia ela ouviu dizer, não lembra onde, que muitas das nações 91 vizinhas observava o seu país com certo receio e muitos o consideravam imperialista. Imperialista? O que significa esse termo? É preciso estudar! Dizia ela. Acreditava ser algo ruim e parecido com dominação. Seria isso? Foi mais uma vez pesquisar, pois seus professores não sabia concretamente o que significava e qual a relação deste termo nessa região, onde não parecia, segundo os nossos educadores, que existia tal dominação, nem de cunho militar, político ou econômico de uma nação sobre outra, não nesta parte do mundo. Seria mesmo isso? Lendo o livro a História do Brasil de Boris Fausto, Professor do Departamento de Ciências Políticas da Universidade de são Paulo, deparou-se com a seguinte afirmação: “As transformações puseram fim ao antigo tipo de dependência dos países do Terceiro Mundo com relação ao Centro, que na retórica política, teve a designação de imperialismo americano. Perdeu assim muito de seu sentido a noção de exploração de país a país”. Essa afirmação deixou um turbilhão de dúvidas na mente de Maria e aguçou ainda mais a sua curiosidade. Será que o Brasil naquela época não era usado como meio estratégico para o avanço da política expansionista portuguesa na América Latina, com olhares pretensiosos de outros países europeus? As dúvidas persistiam e com “sede” de conhecimento ela decidiu fazer uma pesquisa na internet, em sites confiáveis, para sanar um pouco suas dúvidas. Pesquisando na internet o tema imperialismo, se deparou com a seguinte definição para o tema: Imperialismo é a prática através da qual, nações poderosas procuram ampliar e manter controle ou influência sobre povos ou nações mais pobres. “Algumas vezes o imperialismo é associado somente com a expansão econômica dos países capitalistas; embora Imperialismo signifique o mesmo que Colonialismo e os dois termos sejam usados da mesma forma, devemos fazer a distinção entre um e outro.” Achou essa definição numa grande fonte de pesquisa que lhe fora apresentada, um mar nunca antes imaginado pelos seus antepassados e que ela agora navegava pelas informações e não tinha percebido que o conhecimento e o mundo todo estava bem ali na ponta de seus dedos e tudo começaria com um click. Seria a nação dela imperialista? Lembrara que o seu professor já tinha lhe dito que vivíamos em um sistema capitalista. Estaríamos nós oprimindo as nações amigas? O capitalismo era sinônimo de imperialismo, de colonialismo e de dominação de um povo sobre outro? E quanto mais navegava no conhecimento, mas compreendia que nada sabia e o quanto era fascinante o saber. Achei, pois nesse grande “mar” e nas suas muitas navegações a história de um homem chamado José Artigas. Ele poderia 92 muito bem ter sido seu conterrâneo, pois essa sua região, antes denominada Cisplatina, já pertencera a seu país. Mas aquele povo tinha que ser mesmo independente, pois era muito nacionalismo, patriotismo e força juntos e mesmo sendo esta uma região fria o povo era quente e seu sangue entrava em ebulição, verdadeiramente fervilhava quando os assuntos eram injustiças, opressões e dominações. Maria precisava conhecer mais sobre esta gente que era mais parte dela do que outros povos que viviam distante e quem era esse grande homem chamado José Artigas. Passou a navegar mais e sempre mais, pois não tinha livros para ler e nem os seus professores, mesmo os de história e de geografia, que ensinavam inclusive em universidades, se achavam capazes de ajuda-la. Porém não seria este obstáculo que a impediria de conhecer um pouco mais sobre a história desse povo do lado oriental desse nosso continente. Oriental! Quando a menina viu o tema achou fácil, pois teria que falar alguma coisa sobre os países orientais. Iria escolher a China. Falar da cultura, da história, das riquezas e do regime fechado dessa parte do mundo. Seria fácil, pois aprendera muito na escola sobre esta nação. Fácil nada, pois a tarefa lhe dada era narrar um pouco sobre uma região colonizada por espanhóis, invadida por ingleses, portugueses, mas que antes era habitada por etnias indo americanas nômades, como a charrúa, que era uma das mais importantes. Era preciso, primeiro, conhecer um pouco sobre esta nação na atualidade, para que posteriormente pudesse refletir sobre sua história e se dedicar a homenagem que faria aquele grande homem que lutou contra nações poderosas para ver soberana essa terra. Como não conhecia a história desse povo, logo ela que era fascinada por esportes e não sabia que foi nessa nação a primeira edição da copa do mundo em 1930, oferece praias desertas cheias de glamour, praderas naturais ou extensos banhados, avistamento de aves ou baleias, águas termais ou centros históricos, patrimônio da humanidade. Ainda, segundo suas pesquisas, esse país é considerado um dos que apresentam melhores indicadores de sustentabilidade, pela conservação e cuidado com o meio ambientes. Um povo que joga futebol como nenhum outro, mas que tem magníficas canchas de golf. Fiquei orgulhosa em saber que a taxa de analfabetismo hoje é quase nula e a imprensa é livre e atuante e eles deram um exemplo de tolerância e democracia, tendo se tornado o primeiro país latino-americano e o segundo de todas as Américas a reconhecer a união civil de pessoas do mesmo sexo em nível nacional. Ela começava a imaginar como deveria ser lindo esse país e, dessa forma, entendia a ambição de outras nações em querer se apropriar de toda 93 essa beleza natural e estratégica. Essa sempre foi uma terra abençoada por Deus, pois além de ser cercada por belezas naturais foi marcada por grandes homens e mulheres que fizeram a diferença e que com suas lutas transformaram esse pequeno país em uma grande nação. Maria fizera uma bela pesquisa sobre José Gervasio Artigas Arnal e ficou tão fascinada pela história desse grande homem que viveu entre os gaúchos, entre os índios charruas, que lutou pela independência e pela dignidade desta Terra. Maria ficou encantada pelo Artigas, ao reconhecer seu senso de justiça e de dignidade quando antes do fim do século, na fronteira com o Rio Grande do Sul, comprou e libertou um afro-oriental capturado ilegalmente pelos lusitanos. Joaquín Lenzina, o negro Ansina que viria acompanhar o amigo, não como escravo ou servo, mas como cronista e como combatente por toda sua vida. Seria seu fiel companheiro no longo exílio paraguaio, onde o caudilho morreria, aos 72 anos. A cada pesquisa feita, a cada nova descoberta a jovem Maria admirava mais esse homem que não conhecera e que só agora estava tendo a oportunidade de vislumbra um pouco de sua história. Esse fato relacionado a justiça feita ao negro Ansina marcou a garota profundamente, pois ela era também era afro-descente e imaginava aquele homem forte e determinado ao mesmo tempo imbuído de uma grande sensibilidade e de um forte caráter humano, que lhe fizera correr uma lágrima. Ao se deparar em suas pesquisas com o hino do Uruguai pode sentir toda a emoção, coração e determinação de um povo que preferia morrer do que se render a opressão, do que perder a liberdade e sufocar o grito inflamado de Pátria Livre. Para que saber espanhol se a emoção é clara em cada palavra e cada oração. Os olhos podiam até não entender tudo, mas o coração lhe fazia compreender o sentimento nacional: Orientales la Patria o la Tumba! Libertad o con gloria morir! Es el voto que el alma pronuncia, Y que heroicos sabremos cumplir! Libertad, libertad Orientales! Ese grito a la Patria salvó Que a sus bravos en fieras batallas De entusiasmo sublime inflamó. 94 De este don sacrosanto la gloria Merecimos tiramos temblad! Libertad en la lid clamaremos, Y muriendo, también libertad! Maria agora, cheia da história dos orientais de nosso continente, poderia fazer sua homenagem ao grande homem que nunca conhecera, mas que certamente foi um partícipe notável da história do Uruguai, com influência significativa no seu processo de independência. Um Patriota e primeiro general do Rio da Prata a vencer em combate as tropas leais à Coroa espanhola durante as lutas independentistas, antes de dirigir durante vários anos uma confederação de territórios à margem do Governo de Buenos Aires e do Brasil, que deu origem ao atual Uruguai. O caráter nacionalista e patriótico de José Artigas encantou Maria que não via em nenhuma história do Brasil algo de tamanho valor, desprovido de interesse, de amor incondicional à pátria. Com as pesquisas realizadas e os conhecimentos adquiridos, Maria pôde finalmente elaborar a sua versão da história de José Artigas: José Gervásio Artigas Arnal nasceu em Montevidéu em 19 de junho de 1764. Viveu sua infância em Montevidéu e na chácara paterna, junto ao arroio Carrasco, estudando as primeiras letras com os franciscanos. Em 1797, com 33 anos, acolheu anistia real e passou a integrar, como soldado raso, no corpo de Blandengues de Montevidéu, formado para combater as correrias de nativos, de portugueses e de changadores na fronteira norte. Muito logo, foi promovido, naquele corpo, devido as suas capacidades pessoais e ao enorme conhecimento da fronteira. Antes do fim do século, na fronteira com o Rio Grande do Sul, comprou e libertou um afro-oriental capturado ilegalmente pelos portugueses. Joaquim Lenzina, o negro Ansina o acompanharia como amigo, como cronista e como combatente por toda a sua vida. Em 1809, quando o ataque inglês a Buenos Aires, Artigas partiu para associar-se a resistência, sem chegar a tempo para os combates. Em Buenos Aires, considerado pelos dirigentes revolucionários como decisivo para a vitória da luta na pela independência na Banda Oriental, recebeu o posto de tenente-coronel, cento e cinquenta homens e duzentos pesos. Em 1811, já na margem oriental do Uruguai, com 180 homens, lançou a proclamação de Mercedes, obtece diversas vitórias e assumiu a direção da luta contra o partido espanhol na Província Oriental. Percebendo que a situação estava desfavorável, o vice-rei espanhol 95 Francisco de Elió aceitou a participação pretensiosa da coroa lusitana, com sede no rio de Janeiro. A expedição militar portuguesa atravessou a raia que separava os territórios de Espanha e de Portugal e ocupou, rapidamente Melo, a Fortaleza de Santa Teresa, Rocha e Maldonado, enquanto a frota espanhola bloqueava o porto de Buenos Aires, interrompendo seu rico comércio. Os comerciantes dessa região negociaram um armistício, entregando a Banda Oriental aos espanhóis, em troca do fim do bloqueio do porto de Buenos Aires. Tal acontecimento indignou José Artigas, que levantou imediatamente o cerco de Montevidéu e iniciou retirada com suas tropas para o norte. O processo de retirada foi aumentando cada vez mais, deixando o interior da Banda Oriental semi-despovoado. Conhecido na época como “La Redota”, o movimento foi denominado pela historiografia oriental em forma mais erudita e patriótica como o êxodo do povo oriental. Ele é apresentado como momento da fundação da consciência nacional uruguaia. Iniciando a luta pela independência e organização federativa das províncias e pela organização federalista do antigo vice-reinado do Rio da Prata, José Artigas alcançava o seu ápice revolucionário. Ele avançava a proposta de Revolução Nacional, Federalista, Democrática, Republicana e Social que incendiaria a região. Do Rio Grande do Sul, chegariam gaúchos e, sobretudo cativos fugidos atraídos pelas promessas de liberdade e terra. José Artigas comandou a resistência nacional apoiado pelos pequenos e médios proprietários e, sobretudo, pelos deserdados dos campos e das cidades, ou seja, gaúchos, índios, negros livres, forros e fugidos, secundados por seus comandantes. Com o desenrolar das batalhas, muitos dos oficiais de Artigas, à frente das tropas que controlavam, entraram em acordo ou acomodaram-se aos luso-brasileiros. Por sua vez, com o começo da divisão de terras na banda oriental, em novembro de 1815, o Cabildo de Montevidéu abandonou os desejos nacionais, aderindo logo que lhe foi possível à proteção real portuguesa. Com fortes apoios na capital e o poder de sua marinha de guerra, os lusitanos ocuparam Montevidéu, em 20 de janeiro de 1817, onde o comandante lusitano foi recebido como libertador. Sob a ordem lusitana, os membros das classes dominantes orientais passaram a combater, por todos os meios, a Revolução Artiguista. Após três anos e meio de resistência na campanha, apesar da quase imediata deserção dos grandes estancieiros, José Artigas e suas tropas de deserdados foram derrotados na batalha de Tacuarembó, em janeiro de 1820. Enquanto os orientais eram vencidos pelos luso-brasileiros, os governadores de Entre Ríos e de Santa Fé venciam os unitários do diretório de Buenos Aires, com os quais entraram, entretanto, em 96 acordo, sem consultar Artigas, devido ao seu insucesso militar. A derrota final de José Artigas e da Revolução Nacional Democrática e Social que capitaneou foi construída pelos invasores que, através da oligarquia montevideana, desorganizaram a Frente Social Artiguista, atraindo, primeiro, os grandes e médios proprietários, a seguir, os lugares-tenentes do libertador. Sob a promessa de reconhecimento das propriedades dos Donatários Artiguistas e de elevar e premiar os oficiais que aderissem aos luso-brasileiros. Na dura resistência Artiguista, teria morrido em torno da metade da população pobre do interior. Refugiado em Entre Ríos, José Artigas sofreu a oposição do Caudilho daquela província agora apoiado pelos portenhos. Combatido por seus antigos lugares-tenentes, acompanhado pelo negro Ansina e por uns quinhentos combatentes, sobretudo nativos guaranis e cativos fugidos, sem qualquer esperança na nova ordem, cruzou o rio Paraná em direção ao Paraguai, onde foi aceito por Jose Gaspar Rodriguez de Francia, que lhe impediu, porém, de estabelecer qualquer ligação com o exterior. Anteriormente, Artigas conspirara com a oposição paraguaia, devido à negativa do ditador perpétuo, defensor intransigente da independência paraguaia, de unir-se ao movimento federalista. Os soldados Artiguistas que receberam licença para ingressar no Paraguai, em grande parte negros, receberam terras e dissolveram-se na população camponesa local. Os poucos que, desmoralizados pela guerra, entregaram-se ao banditismo, o doutor Francia mandou perseguir e matar. Vinte anos mais tarde, quando doutor Francia morreu, em 1840, Artigas foi preso brevemente, pois se temia que a população paraguaia o levasse ao governo do país, devido ao prestígio que também ali gozava. Após a ascensão de Carlos Antonio López à presidência do Paraguai, o Caudilho Oriental passou a viver, já ancião, em Assunção, rodeado de deferências, na quinta do novo chefe político, onde faleceu, em 23 de setembro de 1850, sem jamais aceitar retornar à Banda Oriental. Maria ficou frustrada e ao mesmo tempo revoltada quando, lendo parte da história de José Artigas, viu que com o decorrer dos confrontos, muitos de seus oficiais à frente das tropas que controlavam, entraram em acordo ou acomodaram-se aos luso-brasileiros. Sob a ordem Lusitana, os membros das classes dominantes orientais passaram a combater, por todos os meios, a revolução artiguista. Essa seria apenas a primeira demonstração da enorme ausência de consciência nacional da oligarquia de Montevidéu, quando estavam em jogo suas imensas propriedades e privilégios. Esse recorte da história revolucionária de José Artigas pelo processo de independência do Uruguai criou em Maria um sentimento de indignação pela elite que habitava o país 97 naquela época que, em vez de unir-se por uma causa tão justa, nobre e necessária associavam-se aos luso-brasileiros e espanhóis, pensando somente em propósitos individuais e em defender seus interesses, não se preocupando na formação de um país com grandes ideais, onde a unificação de vários povos em uma só nação viria a se constituir em uma soberania democrática e acolhedora. Lembrara-se de seu país e de como as elites brasileiras se comportaram ao longo da história. Por quantas vezes as elites dessa nação não teriam se aliado aos “inimigos”, defendendo tão somente seus interesses e sem nenhum pudor definiram a sorte sobre milhares de compatriotas? Difícil foi para Maria compreender o que faz uma classe social atentar contra seu próprio povo, a entregar sua Terra a mãos estranhas e a aplaudir a lógica insana de destruição da uma pátria. Sabia ela que faltava mais ao seu povo o nacionalismo, o patriotismo e um orgulho saudável de fazer parte de uma Terra livre e forte e defender essa soberania a todo custo, inclusive com a própria vida. Refletia Maria sobre o hino de seu país e enquanto a letra e canção apaixonante dessa imensa nação fluía sobre o seu pensar, ficaria imaginando se seria também patriota ao ponto de dar sua própria vida em defesa dos ideias de liberdade e de justiça. Ó minha Pátria amada, Idolatrada e se alguém se levantasse contra a nossa liberdade não fugiria à luta, nem temeria, quem te adora, a própria morte? Não sabia responder agora e buscava entre a história de sua gente os grandes heróis, aqueles que como Artigas, a quem passara a conhecer e a admirar, que doara toda a sua vida no seu projeto federal para aquela nação amiga. Maria ao conhecer mais do Uruguai, tão pertinho dela e ao mesmo tempo tão distante da sua realidade, passou a ver a importância da história e o quanto é fundamental imortalizar os acontecimentos, os exemplos de luta e determinação, como o dela mesmo que enfrentara muitas dificuldades para construir um trabalho literário, buscando compreender a história de José Artigas e seu Projeto Federal para aquela Terra de belezas naturais incomparáveis. Vendo os exemplos de nacionalismo ela pode inclusive amar mais o seu país e saber que é o dever de todos os filhos desta mãe gentil defender sua soberania, a dignidade do seu povo, mais igualdade e justiça. E se por acaso a liberdade de sua Terra fosse ameaçada e desafiada, teriam lá homens e mulheres capazes de fazer do seu projeto de vida a defesa desses ideais de liberdade e justiça? Maria lembrava que era preciso com braço forte enfrentar todos os que desafiam a nossa soberania, até com a própria morte. Essa jovem estudante percebeu que a história do Uruguai, a história 98 dos nossos vizinhos, a história de toda a América do Sul tinha que ser estudada e estar acessível para a classe estudantil, especialmente para o Ensino Médio. A luta patriótica e nacionalista dos povos sulamericanos pela independência de seus países não poderiam ser desconsideradas, inclusive pelas universidades em seus cursos de licenciatura, onde professores pareciam saber tão pouco sobre uma herança tão rica em fatos e acontecimentos. A vida de heróis precisava ser contada nas Escolas e as bibliotecas precisavam estar cheias de livros que falasse desse nosso povo, de nossa gente e não somente relatar os fatos históricos dos povos europeus. Não poderia ser jamais esquecida ou deixada em segundo plano pelas instituições de ensino do seu país, pois ela percebia e era inteligente o suficiente para perceber que vivíamos em um novo tempo, cuja integração deixa de ser apenas uma questão de ideal e passa a ser fundamental para que os povos de sua região consigam enfrentar os desafios desse mundo capitalista, que não poupa nenhuma nação e que é capaz de pelo lucro passar por cima de direitos, de interesses nacionais, de liberdades e até mesmo da preservação ambiental desses imensos paraísos naturais. Ela enfrentou o desafio e se propôs a fazer uma grande discussão sobre o ensino da história, da geografia, da literatura e da própria língua espanhola, cujos currículos ainda não contemplavam estes aspectos de um povo irmão, que precisavam ser conhecidos e reconhecidos por todos os povos latino-americanos. Maria “concluiu” suas pesquisas e seu trabalho com o belo poema do poeta uruguaio Mario Benedetti, na qual homenageou a cidade de Montevidéu, região que já inundara seu imaginário, pois seus olhos já conhecera uma região diferente da sua, tão rica de uma vegetação verde, num contrates surreal com sua região tão seca e árida. Maria dedicou esse poema tão belo não só ao povo uruguaio, mas também aos brasileiros e a todos os irmãos sul-americanos e tal obra prima do coração transcrevemos e colocamos ao conhecimento de todos: 99 Montevideo Cuando anochece es bella como ninguna. En la madrugada sus calles silenciosas, casi vacías. La brisa del Plata nos trae historias de leyenda, alumbradas por pálidas luces en el interior de alguna casa. Mi vista se pierde en el fondo de la bahía, inconfundibles aromas plateados y azules. Montevideo, estoy desterrado y sin rostro, como esos fantasmas que entran con los ojos cerrados en una ciudad perdida. FONTES BIBLIOGRÁFICAS http://urumelb.tripod.com/historia/artigas_refranes_frases.htm acesso em 14/06/2012 http://www.infoescola.com/historia/imperialismo acesso em 20/06/2012 http://www.correiocidadania.com.br acesso em 05/07/2012 http://www.infoescola.com/demografia/populacao-do-uruguai/ 12/07/2012 http://letras-uruguay.espaciolatino.com/gorosito_perez_washington/mario_benedetti.htm 06/07/2012 http://pt.wikipedia.org/wiki/Mario_Benedetti 100 Kássya Vanessa de Lima Lopes EEFM ENÉAS OLÍMPIO DA SILVA Iracema UF: Cerá – Brasil LA POESÍA GAUCHESCA COMO EXPRESIÓN POPULAR EN EL RÍO DE LA PLATA Nunca consegui compreender bem nossa literatura. Terminei o segundo grau e não aprendi o que deveria aprender. Sempre fui vista na escola como a menina mais inteligente da sala e isso me custou muito caro; talvez se fosse hoje, eu estaria fora do Brasil, apresentando projetos, como fazem os jovens atualmente. Mas meu sonho sempre foi aprender inglês, pois eu não conhecia outra língua estrangeira, a não ser o inglês. Um dia qualquer, numa hora inesperada, chegou a minha casa um parente distante, daqueles que você nem imagina se ainda está vivo; pois bem, chegou no ônibus da meia noite. Parecia assombração. Um estranho, no ônibus da meia noite? Pensei... Deve ser o comedor de crianças, vai me roubar e arrancar o meu fígado, rins, coração e vender. Corri para a rede e me cobri, fingindo que nem sabia se havia chegado visitas. No dia seguinte, conheci o tal homem. Era meu tio Bartolomeu. Mamãe mal lembrava dele, mas fingia que estava morrendo de saudades dele. Eu permaneci calada; iria perguntar o quê? Eu nem sabia que ele existia. Minha mãe logo arrumou um canto pra ele colocar suas coisas e mostrou a rede e o lugar onde iria dormir. Logo, logo titio conquistou a família, mas eu era a mais distante dele. Ah, esqueci de dizer que éramos em doze, lá em casa. Eu era a caçula, mas não era a preferida, ninguém lá em casa me dava atenção. Na verdade, eu era esforçada e alguns diziam que eu era muito inteligente, porque gostava de ler e perguntar muito, só que ninguém tinha como me responder nada. Eu sabia demais para minha idade. Naquele tempo, a quantidade de conhecimento dependia da idade, acho que eles pensavam assim. Aprendi a ler muito cedo e a trabalhar também. Um certo, dia, olhei titio pelo buraco da parede e o vi lendo. Passei quase uma hora tentando ver que livro era aquele, mas o buraco era pequeno demais e não dava pra ver direito. Passei uma semana tentando descobrir o que lia, mas nada; mamãe, me pegou olhando no buraco e me chamou aos cochichos, mostrando a toalha de titio dizendo que não era pra eu e minhas irmãs não se enxugar com ela, 101 porque podíamos engravidar. Eu só tinha doze anos, pouca informação a respeito disso, mas mesmo assim desconfiava de sua versão. Não desisti de olhar no buraco e de repente, vi que tio Bartolomeu havia saído e o livro estava embaixo da sua rede, era a hora perfeita pra eu ver que livro era. E vi! Odiei aquele livro. Era um livro escrito em uma língua que eu nunca havia escutado falar e não dava para saber quem era o autor, pois um escrevia pelo outro, era confuso, mas fascinante. Um mistério a desvendar. O título era esquisito: “LA POESIA GAUCHESCA”. O que era gauchesca? Eu lá sabia, mas queria saber. Todos os dias, quando titio saia eu ia ao seu quarto, ler aquele livro. A língua era fascinante e as poesias pareciam músicas aos meus ouvidos. Tentava entender um tal de Martin Fierro, mas não sabia quem era, só compreendia que ele era engraçado, sua poesia ou música, era diferente; as palavras eram interessantes e muito engraçadas. Fui ficando mais curiosa a cada dia e me sentia sufocada por não entender termos como “cielito”, “cielo” “todito” um apenas eu sabia que era nome de mulher: Carlota. Pensei: será uma linda história de amor? Não sei, tinha apenas uma certeza: eu amava ver aquele livro. Era o meu tesouro, meu mistério, um segredo que eu precisava desvendar. Talvez meu tio soubesse, é isso!! Tinha que perguntar para ele. Não podia... ele não podia saber que eu estava lendo ou seja, mexendo nas suas coisas. Uma noite dessas, pensei... será o Cielito, o amor de Carlota? Fiquei ainda mais confusa. Todos os dias continuei tentando entender aquele livro até entrar na universidade. Aos 29 anos, desvendei aquele mistério e escrevi um livro contando a minha história. Acho fascinante a literatura gauchesca, porque conta a história de um povo, não somente no aspecto cultural, mas político e social. Falei que sou professora? Tenho uma aluna que é igualzinha aquela menina que eu fui no passado; curiosa, esperta. Certo dia ela me disse que admirava o povo Uruguaio, porque tinha uma história de luta muito ligada a literatura. Pensei em tudo que eu passei para depois de muitos anos aprender uma língua diferente da minha, uma história de um povo, que encontrou na literatura poética, uma forma de denunciar as injustiças sociais, de defender o povo pobre da opressão política. Assim como aqueles autores, eu precisava expandir esse conhecimento. E numa tarde, daquelas que a gente pensa que vai acontecer alguma coisa porque está o céu nublado e um vento forte, apareceu tio Bartolomeu, assim, do nada. Perguntou sobre mamãe, minhas irmãs e sobre o que ficou sabendo sobre minhas conquistas na vida. 102 Sem falar, que titio, desapareceu lá de casa, sem deixar nenhuma pista, sem se despedir de ninguém. Simplesmente sumiu da mesma forma que apareceu na nossa casa, no ônibus da meia noite. Antes que eu pensasse perguntar qualquer coisa ele, perguntou se eu havia gostado do livro. Perguntei-lhe: - Que livro? Ele categoricamente respondeu: meu livro sobre a influência da poesia gauchesca na vida dos povos do prata? Perguntei como soube e ele não respondeu nada. Olhoume firmemente e pegou a minha mão e colocou um pacote, elevando minha mãe com o pacote para o peito e foi embora. Abri o pacote e era o livro de titio, que eu costumava ler ás escondidas. Já havia esquecido a doçura da minha infância e aquele livro me fez recordar os belos momentos quando eu era ainda uma menina; despertou novamente a curiosidade e o gosto pelas poesias de Martin Fierro, que passava a ter vida em cada “cielito” que eu lia, compreendendo agora que não se tratava de uma linda história de amor, mas de uma luta política, social e ideológica do povo gaúcho, que buscou na poesia a fuga da opressão para um mundo mais justo e igualitário. Uma mensagem dirigida por intelectuais aos povos da região rural do Rio da Prata. Uma forma de ironizar os poderosos e defender os oprimidos da hipocrisia política. Com a cabeça a mil por horas e a sensação de missão cumprida, fui para a casa da minha infância e mergulhei na literatura gaúcha, só que desta vez, sabendo a língua que lia e a mensagem transmitida; e com a certeza de que titio Bartolomeu não era meu tio, era um personagem da literatura gauchesca: Martin Fierro, que já não era mais gaúcho bandido e sim um anjo que veio me ajudar a conhecer José Hernandez, Bartolomé Hidalgo, Antonio D. Lussich, Hilario Ascasubi e muitos outros e assim ficar sabendo da gauchesca poética do Rio da Prata. Vou agora deileitar-me nessas poesias, que não são apenas versos poéticos, mas a saga de um povo, que aspirava uma vida melhor.Veja essa poesia, agora, com pleno entendimento da língua: “No me hago al lao de la güeya aunque vengan degollando; con los blandos yo soy blando y soy duro con los duros, y ninguno en un apuro me ha visto andar tutubiando. 103 “Não saio fora dos trilhos nem que venham degolando; c’os brandos sou sempre brando, e sou duro com os duros, e ninguém, noutros apuros, me viu andar titubeando. En el peligro qué Cristo! El corazón se me enancha. pues toda la tierra es cancha, y de esto naides se asombre: el que si tiene por hombre donde quiera hace pata hancha Ante o perigo — por Cristo! —, meu coração não remancha: qualquer chão p ‘ra mim é cancha; e nisso sentido tomem: quem se tenha por bem homem faz pé firme e não se plancha. Soe gaucho, y entiéndanló Como mi lengua lo esplica: para mi la tierra es chica y pudiera ser mayor; ni la víbora me pica ni quema mi frente el sol. Sou gaúcho! — Entendam bem como meu canto o explica: a terra ante mim se achica e pudera ser maior; nem a víbora me pica, nem me queima a fronte o sol. 104 Nací como nace el peje en el fundo de la mar: naides puede quitar aquello que Dios me dió: lo que al mundo truje yo del mundo lo he de llevar.” Nasci como nasce o peixe nas profundezas do mar; ninguém me pode tirar aquilo que Deus me deu: o que aqui tenho de meu, do mundo o hei de levar.” E agora me ponho a pensar: o poeta ou o gaúcho tinha orgulho de ser o que se é e nada pode tirar isso de uma pessoa. Bem por hoje é só, preciso ir, já estar noite. A vida continua. Estou feliz por ter desvendado o meu mistério e por aprendido muitas coisas e o principal que é continuar aprendendo cada dia mais. E como o conhecimento não se esgota, tenho muito mais para aprender sobre o êxodo do povo oriental, suas batalhas, derrotas e conquistas. O mistério do livro de titio não tinha nenhum mistério, estava carregado de histórias de lutas de um povo bravo e resistente. BIBLIOGRAFIA “MARTÍN FIERRO”; HERNÁNDEZ, José, (hay varias ediciones) “OBRA COMPLETA [BARTOLOMÉ HIDALGO]”; HIDALGO, Bartolomé (prólogo de Antonio Praderio), BIBLIOTECA ARTIGAS, COLECCIÓN DE CLÁSICOS URUGUAYOS, VOLUMEN 110, MONTEVIDEO 1966 (hay reedición) HIDALGO, Bartolomé. Cielitos y diálogos patrióticos. Coleção Letras Nacionales. V.10. Montevidéu: Universidad de La República, 1969. 105 Thiago Enrique Teixeira Fernandes Colégio Estadual Joaquim Thomé de Almeida MinaCu UF – GOIAS- BRASIL O ÊXODO DO POVO ORIENTAL. A CAUSA DOS POVOS NÃO ADMITE DEMORA. O SISTEMA DOS POVOS LIVRES. Localizado ás margens do rio da Prata, o Uruguai apresenta um dos melhores padrões de vida da América do Sul: tem uma das menores taxas de analfabetismo, a segunda maior renda per capita e o terceiro melhor Índice de Desenvolvimento humano da região. Porém nem toda a história deste belo país, foi marcada por momentos de tranquilidade, o seu povo lutou bastante para poderem se tornar independentes. Então a partir de agora vamos conhecer melhor a história deste magnífico povo. José Gervasio Artigas é considerado herói nacional uruguaio pela sua atuação na então Banda Oriental na década de 1810, liderando o movimento pela emancipação do país e rechaçando a presença espanhola, o centralismo de Buenos Aires, e as ocupações lusobrasileiras no território do atual Uruguai. Ele defendeu a autonomia, e também independência, da Banda Oriental, região que hoje compreende o Uruguai e outras províncias argentinas. Após o término de seus estudos Artigas passou a desempenhar funções militares na sua região, tendo ingressado no Corpo de Blandengues (uma espécie de batalhão militar), em 1797, onde ascende sucessivamente, obtendo várias patentes, como a de capitão, por exemplo; ou quando ocorre a invasão inglesa de Montevidéu, em 1807, ele organiza as forças de resistência no interior. No período anterior a Revolução de Maio, mais precisamente no período 1801-1802, Artigas, por denominação do vice-rei, acompanha o naturalista espanhol Felix de Azara –que está oficialmente na região em virtude da questão dos limites americanos entre Portugal e Espanha na região do Rio da Prata– pelo interior da Banda Oriental, sendo que tal contato com o espanhol vem a influenciar o pensamento de Artigas no que tange a área econômico-social. Assinala-se ainda que nestes primeiros anos do século XIX, Artigas, pela função que exerce, circula pelo interior da Banda Oriental, conhecendo-a geograficamente, mas também, a sua população, seja no que diz respeito as suas condições de vida, anseios, e temores, seja no que refere-se ao estabelecimento de relações cordiais com essa gente, além de que, neste 106 período, a sua reputação junto aos membros da administração espanhola é positiva. Artigas nasceu em uma família de latifundiários e crioulos militares Em Montevidéu, e começou a vida como líder gaúchos feroz ruim, uma gangue de ladrões e contrabandistas que operam perto da fronteira brasileira. Baseado em sua experiência, ele juntou-se uma força oficial espanhol, Blandengues Corpo organizado para livrar o país de bandidos e traficantes. Em 1810, ele era um homem de uma determinada categoria na Banda Oriental e um gaúcho líder reconhecido. Em 25 de Maio de 1810 ocorre em Buenos Aires a Revolução que fica conhecida como a luta pela emancipação da de Buenos Aires, e que tenta acabar com a dominação espanhola em todo o Vice-Reino do Rio da Prata. Buenos Aires, capital do antigo domínio colonial, busca manter toda a extensão do Vice-Reino sob o seu comando, no que malogra, pois do que foi o domínio espanhol surgem diversos países independentes, entretanto, isto não impede que, até meados do século XIX, Buenos Aires tente levar, muitas das vezes gerando conflitos armados internos, a sua supremacia até as províncias mais distantes do que é hoje a Argentina. Voltando ao período posterior ao rompimento dos portenhos com a junta espanhola, Artigas, segundo Calógeras, no dia 28 de fevereiro de 1811 rompe com a Espanha, a abandonar as fileiras do exército cujo qual fazia parte, e alia-se com os insurgentes de Buenos Aires, sendo designado pelos mesmos como o homem da revolução na Banda Oriental, recebendo a patente de Tenente-Coronel. Os estancieiros são um importante ponto de apoio que Artigas e o seu movimento possuem na Banda Oriental, pois esses donos de terras confiam no líder militar pelo fato dele ser originário de uma família de estancieiros e na capacidade militar do mesmo, devido aos seus sucessos em impor a lei e a ordem no campo antes de 1811. Já os comerciantes, majoritariamente, posicionam-se contra Artigas e favoráveis a Espanha, por crerem que ficando ao lado dos europeus poderiam conseguir vantagens monopolistas junto aos seus aliados ibéricos. As tropas que objetivam o fim do domínio espanhol na região de responsabilidade de Artigas obtém vitórias pela campanha e povoados menores, sendo grande baluarte da dominação espanhola Montevidéu, onde está o vice-rei Elío, fiel à Espanha, que chega a receber apoio financeiro, inclusive, segundo Francisca Azevedo, de Carlota Joaquina, para a resistência realista desta cidade. As tropas de Artigas e de Buenos Aires, aliadas, cercam Montevidéu e, como consequência deste ato, Elío recorre a ajuda da corte portuguesa instalada no Rio de Janeiro, que envia, segundo o autor Padoin, quatro mil homens 107 para o auxílio dos realistas, tendo a frente o general Diego de Souza. D. João presta apoio e argumenta que as perturbações na Banda Oriental estavam causando turbulências na fronteira com o Rio Grande, e de que com tal marcha, estaria a garantir o domínio dos Bourbon, casa a que pertencia a sua esposa, Carlota Joaquina. Artigas teve o desejo de reaver a área das Missões, que no ano da primeira incursão joanina na Banda Oriental que já era de posse portuguesa, sendo esta uma razão a influir na decisão do príncipe regente em marchar na direção do território oriental. Elío e os portenhos assinaram um acordo, em que os segundos e comprometeram-se a abandonar a Banda Oriental, cessar o seu apoio a Artigas e, ainda, reconhecer o domínio espanhol na região. Em tal trato, estipula-se também a retirada das tropas portuguesas daí. Portugal, que fora chamado por Elío ao conflito, mas não foi convidado para as negociações entre o mesmo e Buenos Aires, permanece na Banda Oriental, a ignorar o que foi estabelecido pelas duas partes contratantes. Ambos não tem poder para que as tropas portuguesas evacuem a área e, assim, recorrem a Inglaterra, único país capaz de fazê-lo, seja militar, seja diplomaticamente. Como o desejo dos patriotas portenhos de que as forças joaninas saíssem da Banda coincide com os interesses ingleses para a mesma, seja em razão do seu comércio na região, seja pela aliança com Espanha – que entendia a margem esquerda do Prata como sua. Assim, Portugal retira as suas tropas da Banda Oriental do Rio da Prata. Porém não é só Portugal que tem dificuldade em aceitar o acordo celebrado entre o representante de Espanha e Buenos Aires, Artigas também a possuí: vê que os seus aliados portenhos ignoraram-lo, deixando a Banda Oriental nas mãos dos espanhóis, não havendo espaço para a independência da mesma e, assim, parte para Entre Rios, sendo acompanhado de diversos populares, no episódio que fica conhecido como Êxodo do Povo Oriental e que Artigas é aclamado Chefe dos Orientais. Lynch afirma que: “Artigas deixou sua terra natal com 4.000 homens todos civis. Esses 4.000 civis temiam represálias com brutalidade por parte dos espanhóis e dos portugueses, eles buscavam a independência no exílio, deixando para trás uma terra queimada e um campo vazio”. Artigas deixa claro de modo que não se pode duvidar de que foi o líder do movimento de independência oriental. A margem esquerda do Prata, em qualquer negociação com Buenos Aires, a partir de então, poderia negociar em pé de igualdade, e não como uma província subordinada; e, por fim, esse grupamento que parte com o caudilho é o núcleo de uma nação independente. 108 Em 1813, Buenos Aires convoca uma Assembléia Constituinte onde as províncias, teoricamente, teriam voz, entretanto, neste momento, o grupamento que está a governar as Províncias Unidas e comandam a cimeira são os centralistas, facção contrária à autonomia provincial face Buenos Aires. Devido à convocação portenha, Artigas realiza o Congresso Oriental, com a função de definir o posicionamento dos orientais em Buenos Aires. O resultado de tal reunião é o estabelecimento das “Instrucciones del Año XIII”, que contém a reivindicação da agora, sob o ponto de vista de Artigas, Província Oriental – e não mais Banda – pela independência, república e federalismo. Esse foi o projeto de um sistema em que as províncias teriam plena soberania, o que inclui a autonomia econômica e poder de recrutar os seus próprios exércitos. O quadro federal seria extremamente fraco, e o governo central despojado de todos os meios de controle para as províncias. Reduzir o Rio de la Plata a um conjunto de mini-estados governados por senhores da guerra insignificantes e preso em sua própria incapacidade. Nessa reunião Artigas tentou se estabelecer numa proposta federalista de relações, na qual a adoção de um pacto confederal poderia controlar os interesses centralistas de Buenos Aires e garantir a soberania da Banda Oriental. A partir desse posicionamento, a Província Oriental, para unir-se às Províncias Unidas do Rio da Prata somente através de um pacto confederal, no qual a sua soberania e independência seriam mantidas Observamos que nessas Instruções há um firme propósito de reafirmar e declarar a independência em relação à Coroa espanhola bem como de adotar uma forma de governo republicano como garantia dos direitos de liberdade, de segurança e de soberania a cada província. Calógeras define as conclusões a que chegam os orientais em tal congresso liderado por Artigas como a antítese do pensamento de Buenos Aires: República e federação, contra Monarquia e centralismo, além de que a relação estabelecida com os portenhos deveria ser de pacto e não de obediência. É válido observar que Artigas, foi fortemente Influenciado pela constituição norte-americana. Uma vez tendo o projeto para a inserção da Província Oriental nas Províncias Unidas, os deputados orientais partem para Buenos Aires, no entanto, uma vez nesta cidade, a Assembléia não os recebe pelo teor da sua proposta, o que leva a Artigas romper definitivamente com os portenhos, e a declarar guerra aos mesmos, apoiado pelos caudilhos das províncias litorâneas. Buenos Aires ataca Montevidéu. Vigodet, substituto de Elío, é derrotado e, três dias depois, as tropas vitoriosas ocupam a cidade oriental, lideradas por Alvear. Artigas interpreta 109 a presença portenha como uma força de ocupação, porém, isso não impede que em 9 de julho o caudilho oriental assine um tratado com Alvear, onde “Reabilitava a sua honra e reputação; concedia-lhe o posto de comandante da campanha e da fronteira. Então Artigas passou a se responsabilizar pela organização da província, reunindo a sua assembléia provincial e procedendo à escolha de delegados à Constituinte das Províncias Unidas”. No entanto, mesmo com a assinatura do acordo, Artigas não abandona a sua posição favorável ao federalismo, o que desagrada Buenos Aires, que decide romper com o caudilho oriental e destruí-lo definitivamente. Artigas reage, e obtém o apoio de outros caudilhos provinciais. Assim, os portenhos, em Montevidéu, têm que contar com a oposição artiguista desde a campanha, que por sua vez obtém aliados na cidade capitulada, além de que o conflito é levado a outras partes das Províncias Unidas. No final de 1814 os portenhos já haviam sofrido várias derrotas e, em janeiro de 1815, abandonam Montevidéu e Entre Rios, no que culmina com a ocupação da primeira por Artigas. As forças artiguistas ocuparam Montevidéu com a saída dos portenhos desta cidade e, assim, Artigas governa toda a Província Oriental em 1815, agora a Pátria Velha, criando, junto com Santa Fé, Entre Rios, Corrientes e Córdoba, a Liga Federal, com o intento de oporem-se a centralista e unitarista Buenos Aires. Por este fato, Artigas é reconhecido pelo título de “Protector de los Pueblos Libres”. Apesar de aparentemente Artigas estar à frente da Liga, na prática, o seu poder está delimitado ao território oriental, arrasado e destruído pelos anos de guerra, o que dificulta o seu governo. Porém, uma vez no poder, toma diversas medidas para recuperar a Província Oriental, através do restabelecimento do comércio e dos campos, ambos assolados pelos conflitos no interior do seu território. Quando cita que a produção de alimentos dos orientais não era suficiente para abastecê-los, tendo que importar cereais, entretanto, o comércio, debilitado, fazia com que uma quantidade ínfima adentrasse o país. Diante desta situação caótica, Artigas toma medidas para revitalizar o comércio, realizando acordos com os britânicos, em que os portos de Montevidéu e Colônia passam a ser abertos para eles. O de Maldonado também não é esquecido pelo protetor dos povos livres, que age no sentido de recuperá-lo, entretanto, sem negociá-lo com os ingleses. No campo, o caudilho promove a reforma agrária, expropriando as terras dos seus oponentes e passando-as para os grupamentos mais 110 desfavorecidos da sociedade oriental que apoiaram-o, porém, sob certas condições, conforme explicita: Artigas fez a expropriação das terras e do gado daqueles que se opuseram às suas forças. As terras foram distribuídas, em forma de pequenas propriedades, àqueles que lhe apoiaram e, entre eles, os que se encontravam na condição de despossuídos e desclassificados da sociedade de então, como indígenas, gaúchos, escravos libertos, etc. Os que as recebiam deviam cultivar as terras e/ou recuperar o rebanho, sob o risco de reverter a terra para o controle do Estado que se formava. Com tais atitudes, Artigas retalia os seus inimigos e pretendia garantir o desenvolvimento econômico da região, além de garantir o efetivo (soldados) para as lutas armadas. A falta de contingentes leva a Artigas aceitar em suas tropas escravos negros, tanto de sua província, quanto do sul do Brasil, e, assim, os cativos ganham uma espécie de emancipação, o que não agrada aos proprietários de terras. Outra questão que não agrada aos estancieiros é o programa de Artigas, de cunho reformista, voltado para as classes mais pobres da sociedade oriental, que receberam terras e gado do governo estabelecido em Montevidéu. O caudilho introduziu uma das medidas mais interessantes e originais do período da independência” e onde Artigas foi aclamado o primeiro grande ‘reformador agrário’ da América do Sul, entretanto, sem ignorar que o caudilho necessita que estas terras estejam a produzir, e que Artigas crê que a melhor maneira para que isto ocorra é entregando-as a pequenos proprietários. No que tange a administração propriamente dita, o caudilho busca formar uma Confederação com base nas instruções do ano XIII, além de dividir a autoridade com a estrutura herdada do período colonial espanhol, o Cabildo, sendo tal compartilhamento, a representação do campo, personificada em Artigas, e dos núcleos urbanos, no Cabildo, além de que o primeiro representa a vontade popular. As medidas tomadas na margem esquerda do Prata desagradam ao poder estabelecido no lado direito: Buenos Aires vê, pela ação de Artigas, o seu projeto de exercer o controle sobre as demais províncias ameaçado, o que prejudica os seus interesses econômicos e políticos. Artigas não causa desagrados somente no Rio da Prata, na Guanabara, a corte aí instalada desde 1808, também não vê com bons olhos o governo do caudilho oriental. A insatisfação causada por Artigas em ambos os governos, o domínio da Banda Oriental e a constituição da Liga Federal com suas ações e determinações a partir de concepções federalistas e 111 republicanas, como forma de Estado, provocou reações tanto por parte dos portenhos quanto dos luso-brasileiros. Assim, já em 1815, começam os preparativos militares, sob o comando do general Carlos Frederico Lecor, por parte do governo português sediado no Rio de Janeiro, para atacar a Banda Oriental. No ano seguinte, as tropas lideradas por Lecor adentram o território oriental, tendo como justificativa as constantes perturbações a fronteira com o Rio Grande por parte dos artiguistas e o desrespeito para com a mesma, além de que o projeto do Protetorado de Artigas incluía esta região brasileira. Além destas justificativas, soma-se o velho anelo lusitano de estender seus domínios ao Rio da Prata, os ocupadores adentraram o território prometendo levar paz e prosperidade aos orientais. A opor-se a Portugal, Buenos Aires coloca-se contrária ao ataque luso-brasileiro, porém não possui forças para deter as tropas joaninas, limitando a sua atuação a tentativa de Pueyrredón de demover Portugal da idéia, no que malogra; Frutuoso Rivera também tenta impedir as tropas de Lecor através da força, e é igualmente derrotado no seu intento de impedir a presença luso-brasileira no território de Artigas. Os portenhos viam positivamente a queda de Artigas e de suas propostas federalistas, mesmo que para derrotar o caudilho e o seu projeto, Portugal viesse a entrar em cena, tendo Pueyrredón sido conivente com os invasores pela queda do inimigo comum. Buenos Aires poderia prestar socorros a Montevidéu, entretanto, não o faz em virtude de Artigas, opositor a subjugação aos portenhos, porém “O auxílio seria concedido do melhor grado se Montevidéu anuísse em incorporar-se ao organismo político das Províncias Unidas; mas perante suas veleidades persistentes de separação, Buenos Aires preferia esquivar-se mandando todas suas forças disponíveis para os lados do Chile e decidindo a invasão capitaneada por San Martín”. O Cabildo de Montevidéu, diante destes fracassos, não faz frente aos ocupadores, ao contrário, pede aos mesmos que ocupem a cidade pacificamente. Diante das circunstâncias, Artigas abandona Montevidéu e parte para a campanha para comandar uma guerra de guerrilha contra os luso-brasileiros, apesar de que, segundo Carneiro, a esta altura, Artigas encontra-se debilitado pela sua idade e pelo cansaço e, na verdade, já não comanda mais as suas tropas pessoalmente. O general Lecor chega a Montevidéu no dia 20 de janeiro de 1817, ocupando-a. Entretanto, as tropas de Artigas não dão-se por vencidas e cercam a cidade, porém, é inútil, e, assim, Artigas jamais terá Montevidéu de volta, o que não impede que os artiguistas continuem a resistir a presença estrangeira no interior do território oriental, nem que ocorram ataques as Missões e a fronteira do Rio Grande. 112 É válido observar que a partir da perda de Montevidéu o caudilho oriental passa a enfrentar problemas de ordem pessoal que, por sua vez, interferem na sua vida política, sendo o seu tormento particular já iniciado no ano da conquista de Montevidéu pelos portugueses. Artigas não estava bem de saúde e, paralelamente, sua popularidade caía, tanto que, já em meados de 1818, locais como a antiga Colônia do Sacramento, Maldonado e o curso do rio Uruguai já estavam em mãos lusas. O pensamento antiartiguista começou a crescer, inclusive por parte de alguns caudilhos das províncias litorâneas, desgastados com o prejuízo das guerras e sedentos por obterem o apoio de Buenos Aires como forma de assegurarem os seus interesses. A guerra afetou a riqueza monetária das cidades, dificultando o comércio. Os setores mais altos da sociedade oriental apóiam aos portugueses e, a razão deste suporte dá-se porque esses proprietários estão alarmados com Artigas com seu populismo primitivo, tranquilizado pelos nobres valores sociais do Brasil, e satisfeitos com o retorno da lei e da ordem para o campo. . Lecor sabe tirar proveito da situação, pois à medida que o poderio de Artigas encolhe no território oriental e o seu cresce, a população demonstra-se mais favorável aos ocupadores, e, assim, o general português militariza a população e organiza-a contra o caudilho. Artigas abre duas frentes de batalha. Além da frente contra os lusobrasileiros, citada anteriormente, o caudilho envolve-se em conflitos com Buenos Aires, pois os centralistas desta cidade tentam acabar com os caudilhos da Liga Federal, entretanto, os portenhos saem derrotados do embate. Paralelamente, as tropas artiguistas começam a sofrer várias baixas em 1819. Andresito é capturado e levado como prisioneiro para o Rio de Janeiro; Rivera muda de lado, a aliar-se ao exército inimigo, vindo a ser Barão do Império do Brasil; os Oribe também abandonam Artigas; Lavalleja é feito prisioneiro no ano seguinte. 1820 é o ano do agravo da já complicada situação de Artigas: em 22 de janeiro as forças luso-brasileiras impõem-lhe a derrota de Tacuarembó, que leva o caudilho a refugiar-se na província de Entre Rios, que, aliada a Santa Fé, derrota Buenos Aires em 1º de fevereiro, no embate contra os centralistas portenhos citados anteriormente. Apesar dos federalistas terem vencido a peleja, isto não significa que foi algo positivo para Artigas, ao contrário, o caudilho oriental perde o controle sobre os litorâneos, que, por sua vez, não possuem interesse em manter uma guerra junto com Artigas com o Reino Unido de Portugal, Brasil e Algarve. 113 Entretanto, não era isto que Artigas esperava quando os seus antigos subalternos venceram, Artigas achavam que eles negociariam com os portenhos a formal declaração de guerra aos ocupantes da região que ele denominava de Província Oriental. Enganou-se. Quando sabe do conteúdo do Tratado de Pilar, em uma cópia enviada por Ramirez, caudilho de Entre Rios, revolta-se contra o mesmo, achando que foi traído. Artigas marcha para o ataque a Entre Rios, a saquear povoados e enfrenta Ramirez em las Guachas, travando-se o embate decisivo entre os dois caudilhos em 24 de junho de 1820 em Las Tunas, quando o de Entre Rios derrota definitivamente José Gervasio Artigas. Artigas, voltou com força selvagem contra seu ex-aliado, derrotando-o na batalha, e empurrando as selvas de Corrientes do norte. Assinala-se ainda que o caudilho oriental recebe propostas de anistia por parte do governo luso-brasileiro, sendo-lhe oferecido o exílio no Rio de Janeiro, e do norte-americano, que, através do seu cônsul em Montevidéu, propõe a Artigas o refugio em seu país. No entanto, Artigas nega as duas ofertas, partindo em direção ao Paraguai. O caudilho atravessa o rio Paraná com alguns fiéis, mas não sem antes declarar o fim da guerra, em 5 de setembro, porém, o homem que governou a Província Oriental, chega à outra margem do Paraná desprovido de bens materiais e riqueza. Artigas entrega a um soldado de sua confiança a única e última coisa de valor que resta-lhe: a quantia de 4.000 pesos, para que fosse enviado a Lavalleja, no Rio de Janeiro, para que pudesse ser amenizado o martírio dos seus companheiros presos na principal cidade do Brasil. Artigas, chegando ao país em que foi buscar refugio provisório, apresentase às autoridades locais, e assim que Francia, ditador paraguaio, sabe da presença do oriental em seu território, considera-o seu prisioneiro, a alojarlo, em um primeiro momento, em Assumpção e, depois, em Curuguaty, distante e miserável povoado do Paraguai, onde permanece até 1840, quando Francia morre. No ano seguinte a chegada de Artigas no Paraguai, em 1821, é realizado, na Província Oriental, o Congresso Cisplatino, em que é votada, não sem grandes articulações políticas, a anexação do território pelo qual Artigas guerreou pela emancipação ao Brasil, sob o nome de Província Cisplatina. Entretanto, a esta altura, Artigas está impossibilitado de tomar qualquer atitude contra a anexação, pois está nas mãos de Francia. Após a morte do ditador paraguaio, praticamente vinte anos após o Congresso Cisplatino, o governo substituto ao do falecido permite que Artigas vá viver em Ibiray, porém sem deixar de monitorá-lo. 114 O líder de outrora, em sua nova morada, mantém o estilo de vida que tem desde o início de sua vida no Paraguai: uma vida modesta, de homem do povo, pacata, até o dia da sua morte, 23 de setembro de 1850. Nos últimos dias de sua existência, ele começou a revisão do processo histórico que o queria ferretear de crimes na Independência americana, e ao Uruguai, seu maior filho, lhe quis prodigalizar carinhos e provas de reconhecimento, a graça que solicitou foi deixarem-no morrer em sua chácara abandonado e pobre, cultivando suas plantas e distribuindo os frutos aos mais pobres do que ele. Superior ainda no seu desprezo das fúteis honrarias humanas, e da inexistente gratidão de seus compatriotas. Podemos dizer então que ele foi o Protetor dos Povos Livres. Desde o inicio, a retirada foi acompanhada por civis e seus familiares. Participaram da marcha alguns proprietários, com seus cativos, mas sobretudo orientais pobres, com suas mulheres e filhos. A retirada foi se massificando, até formar uma coluna de talvez quinze mil migrantes, de carretas, cavaleiros e homens, mulheres e crianças a pé. A longa expedição, em direção de Salto Chico, na atual cidade argentina de Concordia, em Entre Ríos, deixou literalmente o interior da Banda Oriental semi-despovoado. Conhecido na época como “la redota”, corruptela de “la derrota”, o movimento foi denominado pela historiografia oriental em forma mais erudita e patriótica como “Éxodo del Pueblo Oriental”. Ele é apresentado como momento da fundação da consciência nacional uruguaia. Artigas, que passou os últimos trinta anos de sua vida em tais condições, cinco anos depois da sua morte é lembrado pelos seus conterrâneos, que transladam os seus restos mortais para Montevidéu, repatriando-os no Panteão Nacional. Após todos os dados fornecidos percebemos que ele batalhou, durante a década de 1810, período da sua vida política, pela autonomia da região que já foi a Banda Oriental, Província Oriental, Província Cisplatina e, hoje, República Oriental do Uruguai. Entretanto, no período em que está a desempenhar o seu papel político de destaque, vê por muito pouco tempo a sua proposta sendo concretizada, e mesmo quando a vê, é em um contexto de crise, com o interior do país destroçado e a ameaça de uma incursão estrangeira, que acaba a ocorrer em 1816, sendo que Artigas fica a frente do governo oriental no ano anterior, e perdendo-o para os luso-brasileiros que conquistam Montevidéu em 1817. Quer dizer, o caudilho esteve durante muito pouco tempo a comandar a sua região e seu povo. Percebe-se que, uma vez no poder, Artigas preocupa-se em recuperar a economia do território sob sua jurisdição, a revitalizar o comércio e a produção rural, além de atender a demandas sociais, mesmo 115 que ao atender aos mais desfavorecidos economicamente estivesse a atender seus aliados. Constata-se também que o caudilho tem um projeto político-econômico para a Província Oriental, seja no âmbito interno, como foi dito acima, seja no externo, ao estabelecer a sua relação com Buenos Aires – a da tentativa de manter uma autonomia, mas em um governo confederado – Espanha e Portugal – de independência – e a Liga Federal, um acerto com outras regiões do antigo Vice-Reino do Rio da Prata que rejeitavam o projeto centralista portenho. O caudilho da margem oriental do Rio da Prata era um homem que tinha um projeto político para a sua região, que, uma vez no poder, tentou colocá-lo em prática, além de que era uma pessoa que tinha um conhecimento externo à campanha, pois, em 1811, já possuía uma tradução da constituição norteamericana, que veio a influenciar-lo, além de que, com a recomendação que faz ao cabildo a época da primeira incursão joanina na Banda Oriental, a alertá-lo dos objetivos expansionistas do príncipe-regente, Artigas baseavase no Correio Brasiliense e, acrescenta-se, que utilizou corretamente a opinião de Hipólito da Costa, pois, realmente, D. João possuía tais interesses na margem esquerda do Prata. Finalizando, Artigas é bastante diferente do perfil do caudilho traçado pela historiografia liberal, que tem como grande representante Sarmiento, que taxa esses líderes de ignorantes e incultos, sedentos de poder, sem um projeto de nação. Artigas, que realmente não obteve uma instrução universitária, não encaixa-se na figura do caudilho desenhado pelos liberais, pois tinha um projeto para a Província Oriental, lia materiais produzidos em outras partes do globo, além de ser uma pessoa que possuía uma boa leitura do que estava a ocorrer a sua volta, basta lembrar da sua advertência em relação a incursão luso-brasileira de 1811, basta recordar que não submeteu-se ao centralismo portenho, prejudicial para a sua província. E mais resumidamente podemos dizer que o Êxodo do Povo Oriental é chamada a emigração coletiva de habitantes da zona levantina que seguiu José Artigas até o Salto Chico. Se Artigas não tivesse lutado pelo seu povo talvez hoje a República Federativa do Uruguai não seria um país tão economicamente forte, e acima de tudo belo e digno de um povo heróico e batalhador. 116 Lucas Kristhen Ferreira Muniz Escola Estadual Segismundo Pereira UF- Minas Gerais – Brasil UM POVO DE TODOS OS POVOS Eram tempos difíceis no extremo sul do continente americano, enquanto a Europa eclodia em crises em face ao sucesso inicial das conquistas de Napoleão Bonaparte, a Coroa Espanhola, se via encurralada em um estranho jogo de xadrez colonialista e já demonstrava desde os fins do séc. XVIII uma acentuada fraqueza administrativa,conseqüência do atraso em se posicionar na nova geografia e política européia, que foi marcada pela revolução industrial inglesa e pelo idealismo liberal. Na tentativa de recuperar a sua posição e de solucionar o seu endividamento crescente, a coroa adota rigoroso controle das colônias, restabelecendo o monopólio do comércio e tributando pesadamente. E graças a falta de estrutura industrial espanhola e do baixo incentivo comercial, as colônias já comercializavam com há algum tempo com os mercadores ingleses. Os Espanhóis já estavam sentindo a perca do controle e viam o contrabando crescer e se tornar o principal meio de negócios rápidos, lucrativos e seguros. E a elite colonial já estava insatisfeita com a atuação da metrópole, que não oferecia mínimas condições comerciais e oprimia as colônias com pesados impostos. Diante desta situação já começava a pulsar dentro do povo, um certo sentimento revolucionário e se espalhava até as classes mais pobres, as mais atingidas pela pesada tributação. Estes ressentimentos, tomavam corpo e se tornara um intenso desejo de independência das colônias. A separação que era apenas uma questão de tempo tem seu gatilho quando Napoleão, depõe a dinastia Bourbon da Espanha, e em seu lugar cede o trono a José Bonaparte. Contudo ainda foi instituída a Junta de Sevilha que tinha a intenção de manter o controle das colônias no território espanhol. Mas os movimentos de independência estouram em todos os lugares, em parte do fruto da inspiração da Revolução Norte-Americana e principalmente nos ideais liberais já fortemente aceito pela elite colonial. Mas muitas coisas ainda estavam para acontecer. Em 1815 o trono da Espanha foi restaurado a um Bourbon, Fernando VII, este então inicia uma nova era, não diferente da anterior, mas mais austera, com rígido controle sobre os seus domínios, chegando a loucura de restaurar a terrível Inquisição. No entanto, apesar de do novo carrasco, algo havia 117 mudado pelas bandas americanas. Durante o curto período de autonomia das colônias e das lutas libertárias, as mesmas acumularam experiência necessária para a separação definitiva da metrópole, e claro, a Inglaterra apoiava fortemente isto esta situação, inclusive materialmente. A partir de 1817, deste momento em diante, várias lutas libertárias eclodiram nas colônias espanholas. Alguns nomes são memoráveis como San Martin e Simon Bolívar. A separação da Espanha impactou fortemente as novas e independentes nações. Na região Platina não foi diferente. Estava dando inicio um período de reconstrução econômica, mas principalmente política, e uma das grandes características deste momento é o interesse das elites locais em unificar e centralizar poderes administrativos, como os Caudilhos. E no antigo e agora extinto Vice-reinado do Prata, a cidade mais importante era de fato Buenos Aires, por vários motivos, dentre eles seu caráter intelectual, comercial e por ter o principal porto da região. Breve a elite de Buenos Aires, já tramava uma ação, para ter o controle político, administrativo e econômico de toda região sul. Para isto o Governo de Buenos Aires utilizou não somente as estruturas de governo, mas também as massas, os movimentos populares. O seu forte desejo era de criar a Confederação das Repúblicas Independentes, e claro que a sede seria em Buenos Aires. Mas em Montevidéu, as coisas não eram vista desta forma e eram fortemente opostos ao ideal argentino, não só pelo desejo de liberdade, mas também porque ainda havia um representante da Espanha que tinha o apoio da elite uruguaia, e o Uruguai era o principal concorrente regional de Buenos Aires. Os ventos da Tirania pareciam apenas mudar de lado, mas nenhum dos lados imaginava, ou estava preparado, para o homem que mudaria para sempre a história, não somente do Uruguai, ou da Argentina, ele mudaria pra sempre o conceito de Liberdade:José Gervasio Artigas ou para os livres DOM PEPE. “José Gervasio Artigas Arnal, nasceu em Montevidéu, em 19 de junho de 1764. Seus pais, descendentes dos fundadores da vila e proprietários de algumas terras no interior. Viveu sua infância em Montevidéu e na fazenda do pai, junto ao arroio Carrasco, estudando as primeiras letras com os franciscanos. Na adolescência viveu entre gaúchos e como gaucho, chegando segundo relatos a participar de comércios ilegais de gado e couro no território português. Por esses anos, teria vivido com os charruas, com quem aprendeu a arte de guerrear. Já com 33 anos, passou a integrar, como soldado, no corpo de Blandengues de Montevidéu, que combatia a rebeldia de nativos, e a agitação de portugueses na fronteira lado norte. Breve seria promovido, devido a sua 118 grande capacidade e conhecimento do terreno fronteiriço. E em uma dessas andanças, ao fim do sec., na fronteira do Rio Grande do Sul, que ele tem um inesperado encontro, e uma nobre atitude. Artigas compra e liberta um negro, afro-oriental, que era mantido escravo pelos portugueses e o liberta. O Negro se chamava Joaquim Lenzina, ou simplesmente o Negro Ansina. Este o acompanhou como amigo, conselheiro e combatente por toda a sua vida, inclusive, quando mais adiante seria exilado no Paraguai. Quando os ingleses atacaram Buenos Aires em 1809, Artigas partiu para unir-se a resistência, não chegando a tempo de combater e após a Revolução de Maio 1810, o jovem nobre já se tornara capitão no corpo de Blandegues. Nesta época recebeu a terrível tareia de reprimir o povo que lutava contra a coroa espanhola. Aqui algo acontece, que as linhas históricas ficam turvas, pois ao ver a luta do povo pela liberdade, o jovem Capitão Artigas, se vê em uma luta consigo próprio, e decidi não lutar contra o seu povo, mas, pelo seu povo. No inicio de 1811, já do lado uruguaio, e não mais um Capitão e sim um Tenente-Coronel, e com apenas 180 homens, Artigas assume a direção da luta contra o domínio espanhol na província oriental. Rapidamente reúne uma força composta de gente simples, simpatizantes e gauchos, e se Lana para anular as forcas do vice-rei Xavier Élio. O improvisado exército de Artigas toma todo o território oriental, e coloca a cidade de Montevidéu em sítio. Élio já temeroso pede ajuda dos portugueses, e uma força militar portuguesa, desce a fronteira sul e toma alguns territórios enquanto isto uma armada espanhola bloqueia o porto de Buenos Aires. Mas ao interromper o comércio promissor de Buenos Aires, a junta revolucionária argentina, negocia as terras orientais, entregando a Banda Oriental aos espanhóis em troca do desbloqueio do porto. Uma traição inesperada que força Artigas a retirar sua tropas do cerco que fazia a Montevidéu levá-las para o norte. Mas não era mais um exército, era um povo, e a retirada foi também de civis e de seus familiares, uma onda humana, composta essencialmente de pobres, mulheres com suas crianças. E conforme a marcha prosseguia, mais gente ia se juntando, até formar uma grande massa de aproximadamente quinze mil pessoas, carretas e cavaleiros, uma multidão de pessoas andando a pé. Esta migração deixa a região central quase despovoada, e ficaria para sempre conhecida como La Redota ou O Exodo do Povo Oriental, este movimento é essencialmente importante para a construção da identidade de um povo que não aceita uma solução que não seja a Liberdade, ou como disse Artigas, ”não venderia sua riquezas ao baixo preço da necessidade”. Dom Pepe, como era conhecido, agia e pensava diferente, desde a primeira batalha diante do povo. Era um exercito diferente, formado por excluídos, 119 marginalizados, indígenas, os pobres e também os negros. E com o tratado entre Portugal e Espanha, que deu a Portugal o direito a posse das Missões, eles queimaram as suas casas, juntaram seus pertences e saíram rumo a algum lugar incerto e não sabido, aonde pudessem ser livres. Em particular algumas histórias deste povo herói, são pilares da liberdade. Não era ser livre em algum lugar, mas ser livre com um povo. Em todas as guerras libertárias era comum, usarem negros e escravos para fortalecerem os seus exércitos. E apesar de não ser incomum o recrutamento de escravos, Artigas também contaria com este povo, mas mais do que isto, este povo também contaria com ele. desde as primeiras batalhas estiveram presentes ao lado de Dom Pepe. Mais do que isto, no inicio do conflitos, ex-escravos agora soldados do povo livre, libertaram vários escravos de espanhóis e rio grandenses. Desde então, muitos Negros fugiram de seus senhores para a Coluna da Liberdade. Saint Hilaire comentou que: “... dos soldados de Artigas, os que em todas as ocasiões mostraram mais coragem, foram os negros fugidos, o que é natural, porque eles lutam por sua própria liberdade, além disso, o negro é mais valente do que o Índio, porque menos alheio do que este à idéia do futuro, donde sua valentia em arriscar tudo em busca de um destino melhor.” O que se percebe é que os negros não queriam se alistar com o exército de Artigas, somente por inserção social, mas eles se engajaram uma luta cuja causa era ser livre. Enquanto no exército do Rio Grande o recrutamento de negros nem sempre se davam voluntariamente, em alguns casos eram obrigados e recrutados a força para as forças armadas. Nas linhas do Povo Oriental, estes tinham o poder de escolher, entre vida livre e serviço livre. Mas negros das duas linhas buscavam, liberdade tendo em vista, que mesmo do lado Português os escravos que lutavam ao lado de seus senhores ganhavam a liberdade. Era tênue a linha da liberdade, ou escolhia lutar para ser livre ou ser livre para lutar. Ser livre de qualquer forma era uma questão de luta. Mas o movimento do povo oriental também pretendia fazer uma ampla reforma agrária que pudesse redistribuir a terra aos colonos. O governo revolucionário também proibiu o tráfico de escravos, por volta de 1812, decretando que os barcos apanhados nesta situação, fossem confiscados e os escravos seriam considerados livres. Atitude como estas deixavam o inconsciente coletivo da comunidade escrava sonhassem e desejassem a liberdade naqueles tempos. Junto ao povo oriental, negros livres tinham direito a estâncias na redistribuição de terras. Idéia como esta não somente era inovadora mas 120 também necessária ao processo de liberdade pela qual eram conduzidos os andamentos no povo oriental, apesar de não haver uma posição esclarecedora sobre a escravidão. Ingressar no exército não somente foi uma oportunidade de conquistar a liberdade, mas também de adquirir a cidadania, mudando o seu status civil. E este acesso a Força Militar, dava a eles a possibilidade de fazer parte da futura nação. Para os negros, estar junto ao povo oriental era vislumbrar um horizonte em que poderiam ter seus direitos civis de liberdade e igualdade, bem como os direitos a propriedade e as armas. Outro fenômeno observado durante este período, que a liberdade do povo oriental, incomodava aos portugueses do Rio Grande, que criaram uma nova modalidade de tráfico de escravos, para abastecimento do mercado interno, eles seqüestravam negros orientais livres, para torná-los escravos no Brasil. Junto aos povos livres o negro encontrava não só o ambiente mas também a oportunidade de ser e possivelmente ter. Em um ambiente que as decisões eram democráticas e o povo etnicamente diverso, o conceito de liberdade era vivenciado no cotidiano, na produção, na locomoção, no cuidado da comunidade caminhante e seus objetivos. Até mesmo depois da luta os negros que lutaram junto a Artigas, foram recebidos em terras paraguaias, a quem foram cedidas, a terra e se tornaram mais uma vez povo. Esta história que parece lenda, que se tornou mito, se perdeu na memória e nos livros. Mas permanece viva aonde ainda exista um sonho, uma utopia, que se chama Liberdade. Durante a luta, vivenciaram a utopia, a perseguição do sonho. E o caminho do povo oriental, era o caminho da América livre, uma história esquecida, mas que merece e precisa ser lembrada pois um dia um sonho foi o alimento e o teto de um povo, que não viu outro caminho que não fosse a liberdade. Não se sabe se era um povo que tinha um líder, ou um líder que tinha um povo. Um povo que não negociaria suas riquezas em troca da sua necessidade, um povo que descobriu que o valor da liberdade era pequeno demais perto do esforço. Um povo composto não por etnias, mas por todos que criam em um mundo livre, em que a propriedade, o capital e a cidadania eram o quinhão de cada um. O sangue de negros, índios, e de outros tantos foram a semente plantada no solo oriental. Um Povo de todo mundo, de vários idiomas, de várias etnias, de várias culturas e religiões. Talvez esta fosse a nação Utopia, hoje conhecemos como Uruguai, mas para os que ainda sonham, a marcha continua, e pode simplesmente chamá-los de Povo Oriental. 121 Luiz Eduardo Lucena Justino IFPB Instituto Federal de Educación de Ciencia y Tecnología de Paraíba Joa Pessoa – UF – Paraíba - Brasil ARTIGAS: A LUTA PELA INDEPEND ÊNCIA URUGUAIA Artigo apresentado ao concurso histórico literário caminhos do Mercosul, sendo o tema “O êxodo do povo oriental” JOÃO PESSOA / PB JULHO DE 2012 “Confio que meus compatriotas e o mundo inteiro possam avaliar justamente minha conduta, e decidir se algum se encontrou jamais em minhas circunstâncias, se algum me excedeu em sacrifícios pela pátria.” (Simón Bolívar) INTRODUÇÃO No século XIX, iniciou- se um processo de independência das colônias espanholas e portuguesas na América Latina. Muitos conflitos aconteceram nas lutas por liberdade. Nesta mesma época, viveu José Gervásio Artigas, político uruguaio que mais tarde seria consagrado como herói nacional, devido a sua participação na busca por independência da Banda Oriental do Uruguai, atual República Oriental do Uruguai. José Gervásio Artigas nasceu no dia 19 de junho de 1764, na cidade de Montevidéu. Suas origens familiares estavam relacionadas com os fundadores da cidade. Ele se tornou um líder político com atuação destacada nas lutas independentistas. Além disso, Artigas se destacou por desenvolver ideais democráticos e republicanos. Durante sua vida, ele participou de vários conflitos contra espanhóis e portugueses em busca da independência. Esta dissertação tem como objetivo analisar criticamente a vida de José Gervásio Artigas, seus ideais e suas contribuições nas lutas por liberdade e igualdade. ”O sistema dos povos livres”, o Projeto Federal Artiguista. O caudilho, o revolucionário, o libertador. Suas ideias, seu pensamento político e econômico-social. 122 Síntese de sua atuação Durante a juventude, Artigas trabalhou no campo. Se tornou oficial ao entrar no regimento de Blandengues de Fronteras. Também participou nos anos de 1806 e 1807 da Reconquista de Buenos Aires contra as Invasões Inglesas. Em 1810, o novo vice-rei desconheceu a junta revoluntária formada em maio de 1810, fazendo com que Artigas abandonasse o lado espanhol em 1811. Ele recebeu a patente de Tenente-Coronel do governo revolucionário de Buenos Aires. Seu objetivo era provocar investidas militares na Banda Oriental. Devido ao prestígio que tinha no campo, ele reuniu uma grande força militar. Atuou como líder no Grito de Asencio. Venceu a batalha de Las Piedras e fez parte do Sitio a Montevidéu. Artigas também lutou contra a oligarquia portenha, as forças espanholas e a invasão portuguesa. Recebeu o título de Protetor dos povos livres. Na batalha de Tacuarembó, Artigas foi derrotado pelos portugueses. Muitos dos seus chefes o traíram. Derrotado, finalmente, por um deles em 1920, partiu para o seu exílio de 30 anos no Paraguai, onde foi recebido pelo Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. Após 30 anos de exílio, Artigas morreu em 23 de setembro de 1850. Transcendência histórica Numa época que as colônias latino-americanas almejavam a independência, Artigas foi um dos líderes políticos que lutou em prol da independência da Banda Oriental. A revolução na Banda Oriental teve início em 28 de fevreiro de 1811. Em 18 de maio, Artigas triunfou na batalha “Las Piedras”, abrindo passagem ao cerco a Montevidéu, que estava ocupada por espanhóis. No mês de julho de 1811, as tropas portuguesas entraram no território oriental. Consequentemente, Buenos Aires abandonou Artigas e faz um pacto com o vice-rei Francisco Javier de Elio. Num processo que ficou conhecido como “Êxodo Oriental”, Artigas migrou para um acampamento montado em Ayuí, tendo como seguidores o povo da planície, que por sua vez, temiam represálias espanholas. As relações conturbadas com Buenos Aires fizeram com que Artigas desobedecesse à cidade, sendo então considerado “traidor da pátria” pelo governo Portenho. Na citação abaixo, vemos como a revolução de Buenos Aires em busca de independência influenciou a Banda Oriental. 123 “Na revolução de maio de 1810, em Buenos Aires, dar-se-á o passo mais importante neste sentido, entretanto em Montevidéu –pela maciça presença de tropas espanholas e pelo temor da elite loca de ficar submetida aos desígnios da cidade rival– será adotada uma postura contrária à autonomia: autoridades locais juram fidelidade à metrópole. Nestas circunstâncias, o recém formado Diretório portenho promoverá a subelevação na campanha da Banda Oriental. Como caudilho dos habitantes da região da campanha, surge aquele que virá a se transformar no principal referente do mito de fundação da pátria uruguaia: Jose Gervasio Artigas.” (Carbajal, 2007) Foi realizada uma assembleia em 1813, que teve como objetivo estabelecer princípios de governo das províncias de Rio de La Plata. Artigas então reconheceu a convocatória. Convocou o Congreso de Tres Cruces, no qual se originou uma série de instruções para os deputados da Banda Oriental que ir iam participar da Assembleia. Artigas reuniu alguns de seus seguidores, que iriam ser deputados da Banda Oriental e os deu instruções para a assembleia de 1813. Os deputados artiguistas foram rebatidos, sob argumentos legais. Na realidade, o rebato ocorreu devido ao conteúdo das instruções dadas por Artigas: federalismo, igualitarismo, democracia, independência e unidade. O partido artiguista devia evitar qualquer contato com o partido San Martiniano, já que ambos eram contrários à burguesia comercial portenha. Com isso, o conflito de Buenos Aires tomou maiores proporções. Artigas foi considerado novamente traidor e o sua cabeça foi posta a prêmio. Com uma crescente popularidade, Artigas recebeu o apoio das províncias Misiones, Corrientes, Entre Rios, Santa Fé e Córdoba. Além disso, também recebeu o apoio da Banda Oriental. Ele foi então denominado Protetor dos Povos Livres, aumentando sua resistência às oligarquias portenhas. Depois de desenvolver seu programa revolucionário, Artigas recebe oposição de Bueno Aires e do império português. San Martin, general argentino, tentou se comunicar com Artigas através de correspondências com o intuito de se unirem na luta contra os espanhóis. No entanto, houve uma interceptação nas cartas e estas nunca chegaram às mãos de Artigas. Na batalha de Tacuarembó, 124 Artigas é derrotado pelos portugueses no dia 22 de janeiro de 1820. Dois tenentes de Artigas o tr aem ao formar um trato com Buenos Aires. Após numerosos enfrentamentos, Artigas é derrotado por Ramírez em Rincón de Abalos, em 24 de julho de 1820. Ele então sofre exílio até a morte no Paraguai. Caudilhismo No decorrer da história, as sociedades humanas apresentaram diferentes estruturas políticas. Das sociedades tribais às grandes civilizações com hierarquias sociais complexas, os ser es humanos desenvolveram meios singulares para manter a organização política e social. A partir do século XIX, na América Hispânica, surgiu um fenômeno político denominado caudilhismo. O caudilhismo é considerado um fenômeno chave para o entendimento histórico da região platina no século XIX, sendo um dos temas fundadores da historiografia platina. Este fenômeno está intimamente ligado às questões sociais e políticas da época, assim como também aos conflitos militares. O caudilho, principal figura do caudilhismo, era um líder político que exercia poder de maneira autoritária e usava do carisma par a conseguir uma maior quantidade de adeptos. Em geral, eram militares ou grandes latifundiários de elites tradicionais que se tornavam lideres do povo e com este mantinha uma relação emocional, baseada no culto à personalidade do caudilho. Artigas foi um dos caudilhos mais famosos da história uruguaia. Os caudilhos usavam do seu poder político para se manter no poder por muito tempo, muitas vezes com mandato vitalício. O caudilhismo surgiu numa época que as colônias hispânicas da América Latina buscavam sua independência da metrópole. Esse fator histórico fez surgir a necessidade de líderes que representassem os ideais do povo. “Para a historiografia platina, o caudilho e seu fenômeno condensam uma série de relações sociais e políticas, resultando em modelos específicos de Estado e sociedade.” (Viacava, 2005) Nessa época, a política era basicamente oligárquica, onde o poder regional concentrava-se nas mãos de poucas pessoas. Enquanto pequenas parcelas da população pertencentes às elites sociais dominavam o cenário político, as massas em maneira geral desconheciam a democracia. Essa estrutura política favorecia o surgimento de caudilhos. Os caudilhos tomavam o poder por meios de golpe de estado. 125 O êxodo do leste Depois de um acordo assinado entre o vice-rei Elio pelo Conselho de Buenos Aires, as tropas que anteriormente haviam sido enviadas para a Banda Oriental para formar um cerco a Montevidéu tiveram que sair deste território. Artigas então foi nomeado vice- governador e chefe de justiça. Revoltado com o acordo e evacuação das tropas de Buenos Aires, tomou uma nova posição e levou seus seguidores à margem ocidental do Rio Uruguai, o que ficou conhecido como êxodo oriental. Ele cruzou o Rio Uruguai com 16.000 pessoas que estavam com seus rebanhos e pertences, no início do ano de 1812. Artigas e seus seguidores montaram acampamento perto do riacho Grande Ayuí. Artigas mantinha contato e se correspondia com os senhores das províncias de Entre Rios e Corrientes, fazendo aumentar o círculo de pessoas que compartilhavam as suas ideias, alargando sua influência. No início de 1812, com a quebra do acordo com a retirada do vicerei Elio, as tropas de Buenos Aires retomaram o cerco a Montevidéu. O chefe político deles, Manuel de Sarratea, fez todo o possível par a enfraquecer as forças de Artigas, ocasionado assim um conflito com o líder problemático. Só depois que Sarratea se retirou, Artigas retornou a Montevidéu com suas tropas. Instruções para a Assembleia de 1813 No acampamento de Artigas, foram eleitos deputados para participar da Assembleia Constituinte de 1813, que foi realizada na cidade de Buenos Aires. Artigas instruiu os seus seguidores, que foram nomeados em 13 de abril de 1813. Entre os ideais de Artigas e instruções dadas por Artigas a seus seguidores, estavam: independência das colônias do poder espanhol; igualdade das colônias através de acordos; liberdade civil e religiosa; organização dos poderes em forma de governo republicano; soberania da Banda Oriental. No entanto, os diplomas dos deputados orientais foram rejeitados pela Assembleia. O argumento legal válido usado foi que os deputados haviam sido eleitos num acampamento militar, e que, além disso, eles haviam sido por instruídos. Então, o general José Rondeau fez um segundo congresso, que elegeu novos membros para a assembleia, tendo o cuidado de escolher membros que se opunham a influência de Artigas. 126 Como consequência, Artigas deixou Montevidéu em janeiro de 1814. Ele foi a costa do Rio Uruguai, onde seus partidários lançaram uma série de campanhas que visava controlar o interior da Banda Oriental. Uma expedição enviada do Paraná foi derrotada em Entre Rios, pele seu suplente Eusebio Hereñú. Depois de Artigas ter se retirado de Montevidéu, o Diretor Supremo das Províncias Unidas do Rio da Prata, Gervásio Antonio Posadas, assinou um decreto em 11 de fevereiro de 1814, declarando Artigas traidor da pátria. CONCLUSÃO O caudilho, principal expressão do caudilhismo, representava o cargo de liderança política que desempenhava o poder de forma autoritária e utilizava do carisma para alcançar uma maior quantidade de seguidores. De forma geral, era composto por membros de elites tradicionais. Os caudilhos eram bastante populistas e usavam do seu poder político para permanecer no poder por um longo período, muitas vezes, com mandato vitalício. A colonização da América do Sul, realizada por Portugal e Espanha, claramente apresentava um caráter essencialmente exploratório. As metrópoles buscavam enriquecer a custa das colônias, por meio da extração de recursos naturais e uso da força de trabalho dos americanos nativos. O caudilhismo surgiu numa época que as colônias hispânicas da América Latina buscavam sua independência da metrópole e consequentemente dessa exploração. Assim, esse fator histórico fez surgir a necessidade de líderes que representassem os ideais do povo. Nessa época, o poder político concentrava-se nas mãos de poucas pessoas, representantes das elites sociais. Já as massas, de forma geral, desconheciam e não tinham acesso à democracia. Assim, essa estrutura política também favoreceu o surgimento de caudilhos. Nesse contexto, surge Artigas, principal líder do movimento de libertação uruguaia. Ele tinha um perfil diferente do caudilho traçado pela historiografia liberal, que caracteriza esses líderes despreparados, sedentos pelo poder, sem um projeto de nação. Primeiramente, ele começou a divulgar seus pensamentos e buscar pessoas que compartilhavam com estes. Depois, fundou o acampamento onde foram eleitos deputados para participar da Assembleia Constituinte de 1813, realizada na cidade de Buenos Aires. 127 No entanto, os diplomas desses parlamentares, os orientais, foram rejeitados pela Assembleia. A justificativa utilizada foi que estes haviam sido eleitos em um acampamento militar e que, além disso, eles foram instruídos com um fim específico e ilegal. Então, para substituí-los, escolheram novos membros para a assembleia, tendo o cuidado de escolher membros que se opunham a influência de Artigas. A independência das colônias hispano-americanas, com sistema de governo republicano, em torno de 1820, acarretou em transformações sociais e políticas significativas na história da República Oriental do Uruguai. BIBLIOGRAFIA - CARBAJAL, Fabian (2007) Vozes alternativas na reconfiguração dos mitos fundacionais: presença da mulher, do negro e do índio no romance histórico contemporâneo uruguaio. UFGRS. Porto Alegre. Disponível em: <http://www.lume.ufrgs.br/bitstream/handle/10183/12749/000632346. pdf?sequence =1> Acesso em: 28 julho 2012 - NARANCIO, Edmundo M. y otros (1950), Artigas. Estudios publicados en El País como homenaje al Jefe de los Orientales en el centenario de su muerte 1850-1950. Varios autores. Ediciones de El País. Montevideo. - RIBEIRO, Ana (2009), Los tiempos de Artigas. Planeta. Montevideo. 2 tomos. - SALMORAL (1994), José Artigas, gaucho y confederado. Ed Anaya. Madrid. - S. L. DE TOURON, Lucía; Julio Carlos Rodríguez y Nelson De la Torre (1969), La revolución agraria artiguista. Ed. Pueblos unidos. Montevideo. 128 TRABAJOS GANADORES DE COLOMBIA Alejandro José Mouthon Chamarro Colegio Ciudad Escolar Comfenalco Cartagena de Indias – Colombia ARTIGAS: CAUDILLO MÁXIMO DE AQUELLOS TIEMPOS. SUS GLORIAS Y SUS INFORTUNIOS. “Mi autoridad emana de vosotros, y ella cesa ante vuestra presencia soberana” José Artigas Un adalid intrépido, osado y valeroso que encuaderna íntegramente el terso moral de un pueblo, un héroe que predicó el nuevo verbo llameante, ese verbo excitante de ¡libertad, libertad y libertad! Un revolucionario que, mas allá de sus vicisitudes y casi siempre chivateado e inundado de obstáculos, muy a pesar de ello, jamás se dio por vencido y no bajo sus brazos, por fuertes que fueran las arremetidas. Francamente, se tornan tan merecidos los epítetos a José Gervasio Artigas que cualquier calificativo no sería ajeno para aquilatar la luminosidad de su ingente vida. En medio de este mundo iconoclasta, remontados en un nuevo concepto, “la globalización”, donde solo prevalece la celeridad, la tecnología, transitar por transitar y en muchas ocasiones actuar sin interiorizar ni trascender en los asuntos de nuestro diario vivir. Concierne entonces a las nuevas generaciones, sumergidas en un mundo de turbulencia, asumir retos que permitan analizar introspectivamente los sucesos acontecidos, visionar, trascender y de hecho abrir espacios de reflexión a los grandes personajes de la historia que, ajenos a los avances tecnológicos de la época, con gran liderazgo y tesón, lucharon incansablemente hasta lograr los objetivos propuestos. Allí se enmarcaron recuerdos imborrables, patrias libres y grandes aportes a la humanidad que hoy son motivo de gran satisfacción para los países que conmemoran con dignidad el nacimiento de tan majestuosos personajes. Tal es el caso de Artigas, quien marco el génesis de la democracia. En lo convencional, a lo largo de este trabajo se hace necesario irrumpir y socavar minuciosamente los hechos transversales que consumaron a Uruguay libre, invadido de benevolencias pues así se contrae lo exotérico y lo esotérico nos conlleva a indagar en lo más profundo del personaje 129 de Artigas, tratando de extender la savia que estudia el ideario político, social, cultural y económico del primer caudillo del Río de la Plata. Porque a Artigas hay que sentirlo, aventurarlo más allá de sus entrañas. Como afirma la historiadora uruguaya Ana Ribeiro, estudiosa del itinerante épico de José Artigas: detrás de un héroe, siempre hay un ser humano y debajo de una estatua de bronce siempre hay una persona con defectos y virtudes que encarnan los defectos y virtudes de una época. Retratar a un hombre es retratar a una época. Por tanto, me he orientado en la azarosa tarea de no solo atisbar a este gran personaje en el solo punto de su proeza como militar aguerrido de la Banda Oriental y de hacer un recital de su biografía. Por el contrario, se procura dilucidarlo en todos los carruajes de su vida con su personalidad ciclópea, sus glorias y sus infortunios como hombre, caudillo, padre de los pobres y patriarca. El anhelo es que su inmortalidad prosiga por los siglos de los siglos, despierta y su nombre se proclame avezado en el continente. Ahora bien, con toda esta prescripción de ideas, este ensayo histórico– investigativo tiene como objeto encarar al caudillo José Gervasio Artigas (valga la redundancia), catalogado como máximo héroe de la República Oriental del Uruguay y “Protector de los pueblos libres”. No obstante, no se trata aquí de subestimar el papel del genio, sino de poner en guardia contra la concepción mágica que ve en el genio a una especie de figura sobrenatural, que surge de la nada y actúa en el vacío para crear algo allí donde nada había20. Mucho menos se intenta hacer una antología de documentos; sería muy pretencioso después de la camada de trabajos al respecto. En cambio, si pretendo en lo posible saldar ‘la leyenda negra de Artigas’ puesto que, a pesar del trascurrir de los tiempos, existen mitos y leyendas cerriles que lo humillan. Asimismo, revivir paso a paso sus hazañas en la Banda Oriental (nombre asignado por los habitantes de Buenos Aires a la otra orilla del río Uruguay) y su exhumo vacuo en el Paraguay, argumentando diferentes opiniones a razón del tema para llegar a una lucubración veraz, contrastando su epopeya con el mundo actual que llevó a consagrarlo en el panteón de los héroes. Por consiguiente, adentrándonos de lleno al controversial Artigas, presento una breve articulación biográfica del jefe oriental en cuanto a su ambiente y su historia. Además, un apretado recuento que permite conocer las peripecias que lo entoldan en la historia para luego ir exteriorizándola. Se podría decir que la vida de Artigas se compone en cuatro periodos completamente distintos entre sí pero unidos como los peldaños de una misma escala. El primero podría titularse “Infancia y juventud”. El segundo 130 abarca el lapso que dedica a su preparación militar. El tercero, la etapa culminante de su vida, en la cual contemplamos al soldado transformado en héroe. Y el cuarto, el triste atardecer de su existencia en la vecina tierra paraguaya. Haremos un poco más de énfasis en su tercera etapa, la más sublime entre todas ellas, la que lo consagra y proclama “Protector de los pueblos libres”, es decir, inspirador, animador, sostenedor de aquellos pueblos que se consideraron capaces de gobernarse con sus elementos propios y que no aceptaban imposiciones extrañas . Pero antes de seguir conduciendo punto a punto este trabajo, se me hace menester en consecuencia de persona justa que me considero solventar de manera primordial la ‘leyenda negra de Artigas’. No sería nada fácil irrumpir las líneas de este escrito sin primeramente restablecer y dejar en claro los erróneos conceptos (mitos y leyendas), tejidos de embustes abominables que subyugaron contra el ilustre y benemérito jefe de los orientales. A medida de que vayamos conociendo a nuestro personaje, nos daremos cuenta de su honradez y estoicismo en su soliloquio de vida. Asimismo, veremos cómo yacen las ignominias en contra de él. En cierto modo, se hace fácil aclarar unas cuantas calumnias inmediatamente. De la figura prócer, por excelencia se decía que era un bandido, un iletrado, un malévolo y traidor. En realidad, a ser posible, era necesario para muchos eliminar a Artigas de la historia. Por lo que sigue, evito referirme puntualmente a historiadores que así lo denominaron, para no considerarme molesto u ofensivo si bien la virtud de la conciencia los dictaminara. A pesar de todo, ¿serán todos estos viles ultrajes tan ciertos? Artigas en realidad poseía una inteligencia presentable. José Gervasio Artigas Arnal nació el 19 de junio de 1764, hijo de Martín José Artigas y Francisca Antonia Arnal, naturales como él de Montevideo. A esto se le puede agregar que su abuelo fue uno de los fundadores de esa ciudad. Sin embargo, en cuanto a su natalicio, existen algunos planteamientos que generan duda y que vale la pena registrar. No dice el asiento parroquial que haya visto luz en Montevideo, lo cual plantea discusión sobre el sitio Véase en V. GORDON CHILDE (1971): Teoría de la historia, Buenos Aires, Editorial La pléyade. Extraído de PORLEY VARGAS, María (2000): Artigas y Bolívar (Primer premio nacional en el concurso del Codicen con motivo del 150 aniversario del fallecimiento de José Artigas), p.3 21 MENENDEZ, Elisa A. (1944): ARTIGAS, Defensor de la Democracia Americana «Prefacio». Montevideo, A. Monteverde & cía. libreros editores, p. 21 22 LASPLACES, Alberto (1933): José Artigas, Protector de los Pueblos Libres «El hombre y la historia». Madrid, Talleres Espasa-Calpe, p. 233 20 131 de su cuna, pero nada permite creer que haya nacido en la Villa del Sauce, localidad del departamento de Canelones23. Es una pequeña villa a más de 35 kilómetros de Montevideo. Si nos trasladáramos a aquellos tiempos de antaño con los pasos de trocha en trocha y en época invernal, es casi utópico pensar en un viaje de tres días puesto que aquel recién nacido que después poseyera una gran brillantez recibió el primer sacramento del bautismo el 21 de junio de ese mismo año. Análogamente, cumpliendo la voluntad del caudillo y a su beneplácito, de ahora en adelante lo enunciaremos solamente como José Artigas, debido a que él nunca se envileció de su segundo nombre ‘Gervasio’, pues así marca en todos los documentos compilados que hoy restan de él. Lamentablemente, existen pocos registros sobre la infancia del patriarca. Aun así, podemos decir que pertenecía a lo más alto de la sociedad, la llamada gente culta, integrada por comerciantes y militares. Si bien su familia no era de las más ricas, sí de las más respetadas, algo que en el periodo colonial resultaba fundamental. Se educó en el célebre Convento de San Francisco, pero con la pobre y humilde enseñanza de la época. Es muy poco lo que seguramente pudo haber cimentado en sus conocimientos. En el yunque cotidiano de su juventud se dedicó a las faenas rurales y al contrabando. Luego, en el año de 1797 inicia su etapa oficialmente como militar, ingresa a la unidad militar ‘Cuerpo de Blandengues’, que fue creada ese mismo año por las autoridades españolas, con el fin de vigilar las fronteras (evitar la arremetida de los lusitanos) y controlar el contrabando, bastante irónico esto último. Recordemos que pocas líneas atrás mencionamos que el general Artigas fue contrabandista en su juventud. Empero, no nos pongamos a cuestionar esa fracción de su vida. Pensemos por un instante que la de Artigas es una época muy distinta a la de ahora, donde lo legal y lo legítimo del contrabando tienen gran diferencia aunque puede ser algo barullento para el prontuario de su vida. Aun así, reparemos detalladamente esta parte de su vida debido a que es la influyente y la que permite desenvolverse en su augural participación como caudillo, que lo ha marcado con un irrefragable legado. No obstante, en referencia de lo que hasta ahora conocemos, vale preguntarse cómo transfigura José Artigas de ser un sigiloso militar a la voz de toda la Banda Oriental y porfiarse en sus ideales por la gesta de emancipación. En cuanto a esto, podemos argüir que don José ascendió rápidamente como ayudante mayor de milicias de caballería y más tarde capitán. Por añadidura, recibió el mando de una compañía veterana de Blandengues en la frontera puesto que mostró gran peripecia en el 132 regimiento reclutando en diversas excursiones hechas a campaña a más de la mitad de los soldados. Por eso, su nombre se alza en prestigio y se hace temido al terror de bandidos. Encima, aquí están los primeros indicios de su gigantesca capacidad para alzar gente. En sus incursiones como militar encontramos a unos de los hombres de principal crédito en la ilustración de conocimientos de Artigas. Tuvo ocasión de convivir casi un año en intimo contacto con Félix de Azara, sabio naturalista español y hombre de profundos y variados conocimientos cuyas ideas Artigas asimiló indudablemente en materia económica y social pues aparecen más tarde en varias de sus concepciones de hombre de gobierno24. Así, quien sería un incauto militar, se iría convirtiendo a paso lento pero agigantado en el notable personaje de un pueblo. Casi 20 años de correrías a través del territorio, ya como acopiador, como comerciante, como oficial de milicias o de Blandengues, habíanle dado un conocimiento del país y de sus habitantes, que no tenía ningún otro de sus compatriotas25. Estos fueron aspectos totalmente apreciables que contribuyeron rotundamente a formarlo con su personalidad. En cierto modo, hay cosas que van ligadas enteramente a la máquina del destino, que están en el alma y en la patria. Cada quien cumple su historia, feliz o infeliz, pero la cumple sin medir ni temer consecuencias. Y José Artigas emanó al mundo para la gloria sublime. ¿Era entonces el general José Artigas un líder militar, un jefe aberrante o un caudillo? Asimismo, si bien estos tres términos guardan bastante sinonimia, hay que dejar claro que para el héroe son tres periodos distintos de su existencia. Ciertamente, Artigas no nació para la guerra. Su alma contenía un gran caudal de amor hacia los pueblos y estaba dotada de un hálito de idealismo sobre la humanidad. Creía en la lealtad de los hombres y en la fidelidad de las muchedumbres. Estas cualidades no caben en el espíritu insensible de un guerrero. “Artigas fue general, dice el doctor Acevedo, porque había necesidad de que alguien mandara los ejércitos”26. 23 LA BIBLIOTECA ARTIGUISTA. Don José Gervasio Artigas. Su vida. Su obra. Introducción a su vida y obra. Desde 1764 hasta 1810. Disponible en: www.artigas.org.uy en: www.artigas.org.uy 25 LASPLACES, Alberto (1933): Op.cit., «La banda oriental en la revolución» p.63 26 MENÉNDEZ, Elisa A. (1944): Op.cit., «Estadista más que guerrero» p. 57 24 Ibídem. Disponible 133 De modo similar, no era un jefe aberrante porque nunca se descarrió de lo considerado normal o lógico como jefe militar ya que no cometió ningún adulterio por su superioridad de general. Sí es cierto que recapitula en todos los puntos cardinales la identidad de una persona con un gran poder de liderazgo social pero no la de un líder habitual sino la de esos líderes innatos, con carácter, emprendedores, proactivos, inteligentes, democráticos y sabios. Era un caudillo a la manera de los jefes de Israel que conducían a su pueblo, sin retroceder jamás, lleno de fe, hacia las fronteras distantes y luminosas de la tierra prometida27. Sucintamente, se ha recorrido la segunda etapa del general José Artigas, esa que nombramos como su preparación militar que posteriormente lo adhiere a la revolución. En 1810 estalla la ‘Revolución de Mayo’ en Buenos Aires, hecho transcendental para despertar la pasión revolucionaria de Artigas, donde se aviva la insurrección del Virreinato del Río de la Plata, aclamando la absoluta independencia de España. Mi pesquisa me induce a señalar que la intención de unirse a la revolución maquinaba desde hace tiempo su ánimo y solo esperaba la ocasión precisa para manifestarla. Tal ocasión hizo que, un año después, en 1811, Artigas, desertara de las filas españolas, se dirigiera a la colonia de Buenos Aires y ofreciera a la Junta Revolucionaria sus servicios para levantar la campaña de la Banda Oriental. Ya el prócer, con buen renombre por sus acciones en la unidad militar ‘Cuerpo de Blandengues’ fue aceptado, valorando debidamente lo que representaba el prestigio y las aptitudes de Artigas; confiriendo a este el grado de teniente coronel y proporcionándole algunos recursos para iniciar la insurrección de la Banda Oriental28. Justamente así comienza a caminar la tercera etapa de su vida hacia el elogio de ser el “Protector de los pueblos libres”. Ahora bien, Artigas, encargado de sublevar la Banda Oriental contra el poder hostil español, se dirigió a Mercedes y a otros lugares al Sur difundiendo por donde se pronunciaba una proclama que tendía a entonar el espíritu revolucionario. Tomaré uno de los tantos pregones majestuosos del propio José Artigas, dejando evidente el mensaje de revolución a la Banda Oriental 29: “Unión, caros compatriotas, y estad seguros de la victoria. He convocado a todos los patriotas caracterizados de la campaña y todos se ofrecen con sus personas y bienes a contribuir a la defensa de nuestra justa causa. Vencer o morir sea nuestra cifra, y tiemblen esos tiranos de haber excitado vuestro enojo sin advertir que los americanos del Sur estén dispuestos a defender su patria y a morir antes con honor que vivir con ignominia en afrentoso cautiverio”. 134 Convulsionado todo el pueblo, las hostilidades no tardaron en originarse, inicialmente con el “Grito de Asencio”, que fue el punto de partida de liberación del territorio oriental de la dominación española30. Luego el “Combate de San José” y, más tarde, encaminados hacia Montevideo, la “Batalla de Las Piedras”. Esta última fue librada con una gran proeza. Allí surge Artigas bruscamente a la historia con la estatua de un héroe debido a que derrota al ejército español, que era algo superior en número y más en armamento y organización. Pero el titán coaligado con los gauchos hizo resistencia con palos, con los dientes y con las uñas. No obstante, ya situados casi cinco meses en Montevideo acometiendo al poderío español, a mediados del mes de julio aparece un fuerte ejército portugués invadiendo la Banda Oriental, fruto de negociaciones de apoyo entre el Virrey español De Elío y la corte portuguesa de Río de Janeiro, del cual nace un armisticio entre el gobierno porteño y De Elío, en el cual se acordaba que la Banda Oriental seguiría perteneciendo a la monarquía española. Tal pacto acordado modificó notoriamente la situación levantando la inconformidad de Artigas. Él hasta entonces había actuado por completo bajo las órdenes de Buenos Aires y se había derramado sangre en las batallas de San José y Las Piedras. Pero en ese instante se devolvía nauseabundamente la Banda Oriental al poder español. Discurro estas circunstancias como inauditas. Cómo es posible que, luego de una arremetida tan feroz, se iba a regalar a un pueblo que enardecía por la libertad de cualquier poder hostil. Por tanto, considero encomiable el proceder de José Artigas, quien comenzara a labrar más por los intereses regionales de la Banda que de acuerdo con la obediencia de aquella autoridad. Artigas iniciaba entonces a la vez una carrera de político y de soldado que solo duraría nueve años, que no son mucho en el total de sus ochenta y seis de vida, pero que fueron bastante para que, por su obra y su gravitación futura, se lo considere como una de las personalidades más vigorosas y completas de la historia continental31. EL TESORO DE LA JUVENTUD, Enciclopedia de conocimientos tomo VIII: Próceres uruguayos. «Artigas». Buenos Aires, W.M. Jackson Editores, p. 2556 28 EL TESORO DE LA JUVENTUD, Enciclopedia de conocimientos tomo VI: La Revolución Uruguaya y las guerras de Artigas «El libro de la América Latina». Buenos Aires, W.M. Jackson Editores, p. 1955 - 1956 29 CULTURA E IDENTIDAD URUGUAYA, Recopilación a cargo de Guillermo Font (José Artigas, síntesis biográfica* «1811»). Disponible en: www.chasque.net 30 LASPLACES, Alberto (1933): Op.cit., «La banda oriental en la revolución» p.70 31 LA BIBLIOTECA ARTIGUISTA (Don José Gervasio Artigas. Su vida. Su obra «Introducción a su vida y obra. Desde 1810 hasta 1812»). Disponible en: www.artigas.org.uy 27 135 De ahí nace ingenuamente ese hecho extraordinario y sin igual que se conoce como “El Éxodo del Pueblo Oriental”. La idea de salvar a la patria de cualquier modo ardía en el corazón de aquellos hombres. Aunque el suelo nativo gimiera bajo el yugo extraño, la patria podía salvarse¬. La patria no está solamente en la tierra en que nacemos, sino en el espíritu que nos une32. Toda una muchedumbre, colmada casi de quince mil personas sin dirección, charrúas de todas la edades y clases sociales con la esperanza puesta en Dios y el pensamiento en Artigas, que gritaban en el eco de las montañas: “vamos a la emigración o la muerte antes de ser esclavos”. Artigas se había convertido de capitán del ejército en patriarca de un pueblo, en conductor de esa muchedumbre, en el campeón de los orientales33. Esto alza su prestigio concediéndole el título de “Jefe de los Orientales”. En este orden de hechos, me atrevería a decir que, con el éxodo oriental, el patriarca Artigas abre un singularidad social–cultural en el legado uruguayo. Me refiero a eso que hoy conocemos como ‘la garra charrúa’. Sería el indio, el gaucho altivo e indomable, el principal conjuro mágico al mando del caudillo, contra las aspiraciones hostiles que sembraría la semilla de las libertades regionales, que fructificaría más tarde definitivamente en una espléndida realidad. Fue él, Artigas, quien despertó a la raza gaucha que hoy transciende con tesón en el Uruguay. Luego de tan vigoroso hecho como el éxodo, lleno de alegrías y vicisitudes en sus correrías, en Buenos Aires se preparaba una vez más la insurrección en la Banda Oriental, pero ahora con un ideal netamente centralista. El gobierno porteño pretendía imponer la provincia oriental como pueblo suyo pero, en virtud de todos los derechos, el jefe máximo del pueblo oriental no aceptaría nunca el sometimiento a los porteños. Así inician los primeros prefacios del drama que lo llevaría adelante a la derrota y al destierro. Las autoridades bonaerenses lo ven como el primer obstáculo; el primero y el más difícil de vencer para sus propósitos centrales ya que el caudillo arremetía con sus ideales federales. Hay en este orden de hechos otro acto que pinta de cuerpo y alma su probidad y estoicismo mejor que cien páginas. Es quizás el más importante para mí ya que es el principal proyecto, referente al ideal federal artiguista, a su máxima concesión ideológica por un pueblo. Sin lugar a dudas, es el ciclo más brillante de la vida de Artigas, el que lo consagra como el “Protector de los pueblos libres”. Es este el periodo que trasciende hasta hoy y lo glorifica en lo más alto de los líderes sociales de América. 136 El caudillo José Artigas, sin abandonar sus tareas militares, se dedicó a organizar políticamente todo el territorio de la Banda Oriental y en 1813 las autoridades de Buenos Aires citaron a los representantes de todos los pueblos para diseñar y discutir la futura constitución en una Asamblea Constituyente. En ese momento se pusieron de nuevo de manifiesto las dos concepciones acerca del poder en la revolución. Por un lado, las autoridades de Buenos Aires se consideraban herederas del virreinato y consideraban lógico seguir siendo capital de todos los territorios y centralizar la organización y las decisiones de todas las demás provincias34. Por otra parte, cabe resaltar que la Banda Oriental no necesariamente debía depender de Buenos Aires porque su situación geográfica muestra algo peculiar y definitivo que contribuyó en la emancipación de estos pueblos: por su posición estratégica era la única que no dependía de Buenos Aires para la salida y entrada de mercaderías ya que es un baluarte insubstituible por el dominio del gran río y los dos poderosos afluentes: el Paraná y el Uruguay. Por lo tanto, la Banda Oriental señala en el congreso de Tres Cruces sus representantes para ir a la asamblea y Artigas dicta las famosas “Instrucciones del año XIII” que, en resumidas cuentas, proclaman cuatro cosas que podríamos hasta acotarlas en letra mayúscula: INDEPENDENCIA, REPÚBLICA, FEDERALISMO Y LIBERTAD CIVIL Y RELIGIOSA. Considero estas Instrucciones como ese profético programa que enmarca la más alta bienaventuranza del caudillo y la gloria de la revolución uruguaya a cargo de Artigas, soportando todo lo político–social, por los fundamentos incomparables y majestuoso que contenía. Abiertamente, por primera vez se divulgaban ideas de esa inmensa semejanza histórica y doctrinal y era José Artigas, el precursor del génesis de la democracia americana. Por otra parte, estas ideas liberadoras exacerbaron al poder porteño, acérrimos amantes a las tendencias oligárquicas y centralistas. Lo decretaron infame, traidor y enemigo de la patria. Ofrecieron recompensa por 6.000 pesos a quien lo entregara vivo o muerto. Por ende, Artigas, sería de ahora en adelante perseguido y ultrajado. Todo 32 LASPLACES, Alberto (1933): Op.cit., «La banda oriental en la revolución» p.81 33 Ibídem., p.84 34 ARTIGAS (Artigas y sus propuestas en el contexto revolucionario), Estudio de Mag. Carmen Appratto y Prof. Ademar Cordones. Disponible en: ipes.anep.edu.uy 137 se coaligaba contra el caudillo. Exhausto, aunque nunca vencido, se levantaron calumnias e imputaciones execrables contra el ilustre jefe de los orientales, hechos que fueron citados al inicio de este trabajo, que repercutieron en su prontuario y que han sido motivo del ámbito más discutido quizás de su vida pública. Aludiendo a lo anterior, es genuino preguntarse a qué se debe, desde siempre, la persecución y batida contra los caudillos que manifiestan ideales virtuosos para un pueblo. Es casi obvio afirmar que, detrás de majestuosas ideologías, hay en otra cueva alguien terrible, corrompido por otra ideología, cualquiera que sea, la corrupción, etc. En este caso, la oligarquía centralista, abusadores que no se identificaban con la grandeza de un pueblo sino por sus propias conveniencias, bloqueando la veneración de modelos políticos, sociales y culturales como el de Artigas. Me gustaría entablar la frase de un gran personaje colombiano, por cierto, también figurado con la denominación de caudillo, Jorge Eliecer Gaitán, quien decía: “se convive a despecho en dos países antagónicos: el ‘país político’, presa de las oligarquías y de los partidos, refugio de quienes se adueñan del estado para explotarlo en su propio beneficio; y el ‘país nacional’: una muchedumbre silenciosa y marginada, virtuosa, que siempre está a la espera de un mejor destino”. Equiparando esta afirmación a nuestra situación en marcha, el ‘país político’ sería la autoridad porteña que se encarga de perseguir y acabar con la figura de José Artigas, en quien veía un peligroso ejemplo que propugnaba un serio cambio social; y el ‘país nacional’, sería esa raza gaucha fieles a las aspiraciones populares y locales del jefe oriental Artigas. Éste representaba más ideas de organización que la oligárquica adueñada de Buenos Aires, porque tenía ideas y principios propios acerca de una constitución adaptable a aquellos países. Repulsivamente, los caudillos casi siempre terminan siendo atacados por una profusión de personajes que no se yuxtaponen a ideales tan vastos y beligerantes para el progreso de los pueblos, personajes aislados en su ideología a sus propios placeres y conveniencia. Por ejemplo, nótese muy bien la circunstancia de personajes como el de Artigas y otros, para ilustrar, personajes inéditos, caudillos y líderes sociales de mi amada patria Colombia como Jorge Eliecer Gaitán y Luis Carlos Galán, que corrieron con la mala suerte de ser asesinados inconcebiblemente por sus ideales liberales abiertos a nuevas fronteras. Aunque don José Artigas no fue asesinado, corrió con una suerte parecida, 138 porque la contraparte quiso destruirlo moralmente, con la trama de injurias levantadas hacia él; injurias que si bien turban la imagen de tan majestuoso personaje no opacan sus grandes legados a la patria uruguaya y por ende a la humanidad. Retomando las ideas de las líneas anteriores, hemos venido mostrando las hazañas del excepcional caudillo Artigas; y luego una exteriorización en diferentes perspectivas de la ideología y virtudes de tan dignos personajes como lo son los líderes sociales. La situación con la junta bonaerense fue empeorando y la arremetida por obtener la cabeza del caudillo se fue agudizando. Pero, por otra parte, su popularidad y prestigio como pensador agudo se iba extendiendo a varias de las actuales provincias argentinas, afectadas por la política de puerto único promovida por Buenos Aires. Por eso, provincias como Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y Córdoba se unieron a los orientales, formando “El Sistema de los Pueblos Libres”35. La idea social era: ‘los infelices serán los más privilegiados’, se impulsaba el trabajo estable y aumentaba la producción de la campaña oriental para los sectores más frágiles de la sociedad. Igualmente, se juraba independencia total de cualquier poder hostil, aunque estos reglamentos no llegaron a producir los resultados esperados por situaciones que ya están plenamente justificadas. No me cabe una sola perplejidad afirmar lo siguiente: después de conocer ideas tan extraordinarias para un pueblo, posiblemente ningún otro héroe de la independencia americana encontró mayores obstáculos, despertó más fuertes odios y prevenciones y fue atacado más ásperamente que Artigas36. Es admirable como “El Protector de los Pueblos Libres” fue capaz de concebir y ejecutar planes tan vastos, animado con la bandera de la independencia, la república y la federación. Sutilmente, los años siguientes, de 1816 a 1820, para Artigas fueron ‘el principio del fin’. Los porteños exigieron destruir a Artigas y la liquidación del “problema artiguista” necesitaba ayuda. Se recurrió a Portugal. Los portugueses seguían reclamando extender sus territorios hasta el río Uruguay. El gobierno de Buenos Aires les pidió auxilio y en 1816 comenzó una vez más la invasión portuguesa, que avanzó rápidamente en la Provincia Oriental. En enero de 1817 entraron en Montevideo, que los recibió como ‘pacificadores’, mostrando la continuidad de su resistencia EL HISTORIADOR (José Gervasio Artigas «La Liga de los Pueblos Libres»), Autor Felipe Pigna Disponible en: www.elhistoriador.com 36 LASPLACES, Alberto (1933): Op.cit., «El hombre y la historia» p.221 35 139 a la propuesta artiguista37. Esto concesionó la derrota militar pero no política al caudillo Artigas, al que no le quedó otra opción que ir hacia el Paraguay en condición de exiliado, donde murió treinta años después. En una síntesis encomiable, transfiguramos las peripecias del caudillo José Artigas. Ciertamente resultaría extremadamente ostentoso relatar uno a uno los pormenores de su vida con el propósito de lograr ciertas autenticidades de originalidad y reflexiones veraces de tan ilustre personaje que conlleven a la urdimbre de nuestro pensamiento, para nunca jamás dejar desfallecer el “legado Artigas”. Se afirma a veces que Artigas fue el fundador del Uruguay como país independiente, como Estado separado, como nacionalidad aparte, y eso no es verdad. Artigas encarnaba un concepto más amplio, geográficamente hablando, de la patria, la cual quería que tuviera la misma extensión señalada por el Virreinato español y que abarcaba la totalidad de las actuales repúblicas Argentina, Paraguay y Uruguay, y parte de las de Bolivia y Brasil38. Es él el excelentísimo señor protector de la mitad del Nuevo Mundo, así como Simón Bolívar el otro señor protector que luchó por la Patria Grande de América del Sur. Simón Bolívar dijo: “si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro. En tanto, Artigas señaló: “los pueblos de la América del Sur están íntimamente unidos por vínculos de naturaleza e intereses recíprocos”. Quizás estos dos ilustres caballeros hubieran sido el complemento perfecto en ese germen por la libertad grande. Ambos fueron personajes que hicieron historia porque su labor dejó huellas que trascenderán día tras día, de generación en generación. Debemos nosotros remover en aquella Patria Grande para fundamentar hoy la proyección hacia un futuro más solidario y más nuestro. Lo que fue ilusión en ellos, debe ser realidad en nosotros. El tiempo apremia. Los días tienen sabor de ceniza. Vayamos, fraternalmente, hacia la Confederación de la Libertad39. Verdaderamente, héroes como Artigas, caudillos y líderes sociales integradores comúnmente de un pueblo son los que hoy nos hacen falta debido a que se ven opacados por la contraparte enunciada, como los integrantes del ‘país político’. ARTIGAS (José Artigas y el fin del periodo): Op.cit., Estudio de Mag. Carmen Appratto y Prof. Ademar Cordones. Disponible en: ipes.anep.edu.uy 38 LASPLACES, Alberto (1933): Op.cit., «El Protector de los Pueblos Libres» p.148 39 SILVA VILA, Juan (1942): Ideario de Artigas. Revelación y vigencia del pensamiento del Primer Jefe de los Orientales y Protector de los Pueblos Libres, Visionario de la Democracia «Selección, prologo y notas de Juan Silva Vila». Montevideo, impresora L.I.G.U., p.17 40 ARTIGAS (Artigas, líder social) Tesis de Ares Pons. Disponible en: www.ejercito.mil.uy 37 140 El gran mérito de Artigas consiste en haber señalado las direcciones fundamentales para un desarrollo feliz de los pueblos rioplatenses. La defensa del criollo pobre, del negro y del indio es capitulo esencial del artiguismo, expresado en aquella frase tan plena y definitiva: “los más infelices serán los más privilegiados”40. Este enfoque hace que Artigas pase de ser un hombre común con una biografía viril para redondearse como un símbolo majestuoso. A modo de epílogo, tomaré del trabajo ‘José Artigas, Protector de los Pueblos Libres’ de Alberto Lasplaces -estudio que he citado varias veces en este ensayo- una frase insuperable, ligada plenamente a la objetividad de Artigas: “los hombres, con sus vicisitudes y sus miserias, pasan, pero los principios, si son buenos, los sobreviven y los inmortalizan.” Ese es el legado, imborrable en las efemérides por su astucia, inteligencia y sabiduría que lo convierten en caudillo máximo de aquellos tiempos. BIBLIOGRAFÍA ANTEL TELECOMUNICACIONES (2001), La biblioteca artiguista. Disponible en: www.artigas.org.uy APPRATTO, Mag. Carmen y Prof. Ademar Cordones. Artigas. Disponible en: http://ipes. anep.edu.uy/documentos/articulos_2004/Documentos_art/pdf/artigas.pdf ARTIGAS. Artigas líder social. Disponible en: http://www.ejercito.mil.uy/divisiones/deiv/boletines/Artigas_Lider_Social.pdf Coordinador Histórico Nacional, CADESYC. Ensayo. Vigencia del artiguismo. 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Centenares de los movimientos que han sido desarrollados por los seres humanos han ido en contra de los sistemas maltratados por unos cuantos. En ellos, el pueblo se ve afectado y oprimido por lo que encuentran una gran difusión en masa por medio de las artes. Ya en los remotos tiempos, la antigua América fue colonizada por la antigua Iberia, con un solo fin, un fin tan macabro y nefasto como lo pudo ser el empalamiento, las cruzadas y todas las repercusiones que ha tenido que afrontar nuestra sociedad, en una tierra donde nace oro, donde se siembra esperanza, siendo todos los americanos quienes regamos un suelo, suelo que pertenece a todos los que aquí vivimos. Los movimientos ya sean políticos, económicos, filosóficos, culturales, históricos han tenido variaciones sociológicas que transforman los pensamientos de toda una mancomunada sociedad desde los grandes pensadores. Estos fueron los máximos representantes de estos movimientos. Al parecer, por un destello divino, fueron y son voceros de una cansada sociedad. La oligarquía conforma la sociedad y es contraria al proletariado en el caso general de toda Latinoamérica. Son pocos quienes poseen muchos bienes y, por el contrario, son muchos los que poco tienen y deben mantener las tierras de estos terratenientes, su populismo, el narcotráfico, las guerrillas, y los grupos ilegales que han afrontando la sociedad. Todos ellos están implicados en la historia de nuestro pedazo de planeta al cual los indígenas llamaban Pachamama. Nosotros la denominamos “nuestra bella Latinoamérica”. Todos los habitantes de estas tierras sabemos el paraíso que ocupamos por el lugar que solemos llamar hogar. Dicha sociedad es inconformista respecto a las decisiones que son poco comunales. Esto depende de un apoyo parlamentario y un apoyo moral o, en casos extremos, entrar en guerra. Los detonantes de estas leyes draconianas influyen en la literatura, la poesía, la pintura, el teatro y demás derivaciones de estas expresiones. A través de la historia, las artes han permitido persuadir a una ignorante 143 sociedad que ella es teledirigida por los medios de comunicación y por el engañoso poderío de los terratenientes a este lado del planeta; quienes han iniciado revoluciones para lograr derrocar un régimen. Saben, como principio, que al tener el apoyo del pueblo y la furia de un aguerrido lugar -como lo han demostrado los habitantes latinoamericanos-, esta es la forma más sencilla y menos complicada de lograr una victoria eminente. Es el particular caso de la región en el Río de la Plata, y en especifico de la influencia del gaucho como personaje populista, quien logró concretar lo ya difundido por toda la población: la necesaria separación de estas tierras de España, una España en decadencia por su misma codicia. Luego de haber perdido su propia soberanía, el pueblo y la raza aristocrática criolla sabía que este era el momento adecuado para darle un golpe a Europa y ser repúblicas independientes. La poesía, si bien ha sido tomada como referente amoroso, en la independencia encontró un sentido inspirador a los patriotas y un estimulante para mover masas en cantidades y obtener el apoyo de las gentes para la derogación de un sistema al que poco a poco se le veía el fin. La secularización de España, si bien fue uno de los pocos eventos confusos -observándolos desde un punto de vista arbitrario-, ha sido de las escasas oportunidades en donde los latinos hemos podido demostrar que, cuando un pueblo se une bajo un llanto común, no lo detiene sino el fin, así se justifiquen los medios. Es tal el caso de las leyendas que pasaban de boca en boca entre los indígenas de la época que pícaros creaban leyendas de oro y de plata para que, como cerdos, ansiaran estos metales. Estos boyantes procesos se desarrollaron por caudillos y personajes que acapararon a una sociedad inconforme por los tratos de una colonizadora España absolutista, buscadora exclusivamente del mayor provecho a la explotación de las ciudades con mayores metales y mayores riquezas que jamás haya podido conocer la humanidad. Es esta la humilde pero rencorosa historia del Río de la Plata, protagonistas de infames parodias y de múltiples abusos que han conllevado a esta sociedad que aún vive por el perrengue de los campesinos y de los obreros que luchan por la América que un día Bolívar soñó. El gaucho juega un papel sumamente importante para la revolución. Su personalidad magra y parca en general hace de un hombre frío y calculador un arma potencial para esta independencia. El gaucho es entonces una nueva condición social dentro de la colonia. Surge como una clase guerrera dispuesta a morir por su patria. Algunos de estos personajes anónimamente dieron su vida a una república y son gesto 144 de inspiración y evocación para las nuevas generaciones. Nosotros intentamos, con el profundo respeto, poder sumergirnos en el inmerso y misterioso mundo de la escritura por medio de personajes y de situaciones, enmarcadoras y habladoras por sí solas de la gauchística revolución rioplatense. Mayo es de quien su patria vio sangrar. Aparceros, aquí me postro a trovar escuchen pues mi recado singular aguerridos tendremos que mostrar rudeza y huachudos nos tenemos que aparcar así volvernos matreros, la patria lo merecerá a mí que me importa ese Europeo que de galán vino mi tierra a violar soy gaucho por excelencia bandolero de canciones y romántico en los corazones pero aquí yo les vengo es a mostrar a ustedes mis paisanos que desistir ni por el berraco, ¡jamás! Eso decía el gaucho político, con severa seguridad, que según él se avecinaba una guerra sin igual, una de múltiples razones. Mientras yo buscaba un poco más de mate dentro del porrongo, como si no se pudiera acabar, peculiar sensación de nacionalismo y emociones patrióticas erectoras de mi alma, o tal vez eran las infusiones del mate, eso nunca lo sabré. Lo más factible es que hubiera sido causado por el estruendoso impacto del ariete al roble enmarcado para la entrada de la guarida perteneciente a la milicia de la banda oriental. Este no había perforado la puerta de pura casualidad. Eran los generales enviados por el virreinato del Río de Plata. Sus empuñadas espadas ratificaban que poco cordial nos venían a buscar. 145 Agradecido le estoy a la virgen, por aún con mi vida contar; en un zaguán, tras la barra donde yacía sentado mi cuerpo, descansaba una tabla alta y poco pesada, la cual volví a su posición original luego del estrecho hueco atravesar. En ese instante giré mi cabeza quizás hacia más atrás, y pude discernir entre las varias personas, allí atrapadas, una vaga mirada, una poco usual. Tanto fue la mirada de profunda, llevándome ésta al extremo de rebobinar mi mente. Era un ojo cristalino, tan zarco como una esmeralda cuya mirada me recordó esas tardes de aventuras junto a mi hermano Eufrasio y cómo reíamos a carcajadas bajo la quebrada, la cual humedecía todas las planticas y las gerberas quienes posaban sonrojándose al compás de cada gota que impactaba el profundo del riachuelito. También recordaba unas gratas noches, bajo la menguada luna, esa coqueta luna, cómplice de tantos romances y de tantos amantes. Pero este caso era de dos jovencitos quienes jugábamos a batallar, yo a ser el bandido, el bandolero; él a ser el fiel justiciero, el hombre que respetaba las leyes impuestas. Ahora dónde estará mi terco hermano. Quizás ya los gavilanes hayan roído su seca carne bajo el escudo de su patria España. Dicen que todos llevamos un microscópico europeo por dentro, pero a mi hermano se le propagó tanto e hizo a este acogedor realista demonio enceguecedor instaurar su alma. Al atravesar la hostil abertura pude contemplar a mi Cabuco, tan indomable; aunque fuese yo el más de los mas gauchos, ni un poco podría dominar a tan imponente animal, azabache, de largas crines, muy enjaezado, el que poseía los nudos mas regios de la población equina. Daban paso a un golpe tan potente como un cañón. A su lado distinguía, por las oscuridades de la noche, a Suyay, un fiel indígena, un muchacho de buen carácter y muy callado quien mi padre por fortuna recogió una fría noche platense, de esas matecañas y con payadas inspiradoras de farras sin precedentes. Luego de mi encuentro a Cabuco y Suyay, en este recio animal monté para dirigirme a donde el viento y el destino quisiera llevarme pues soy gaucho, soy poeta, soy un vividor bohemio de la muerte lenta. Un senderito polvoroso daba paso a Buenos Aires, mi próximo rumbo, destinado a conocerme, a quien decidió mi alma sobre mi cuerpo soltar un entonado verso, uno lloroso como el comenzado a aflojar: 146 Soy gaucho, soy forastero, un hombre a su propia ley. Solo busco estallar la libertad, por eso a ti mi patria, esta rapsodia yo quiero entonar escucho en el río y en su continuo fluir las voces de mis ancestros que me piden no huir. No soy cobarde, ni Europeo que yo fuera pues mi sangre derramada bajo esta extensa tierra quisieran ver mis hijos, si es que los tuviera, correr como los pingos quisieran, no pedir más a la sumisa voluntad. No tengo familia. Voy solo para donde Dios me ha de llevar. Mis paisanos con el mate han de esperar ese día que Libertad podamos gritar. Hubiese adorado hasta la bella Buenos Aires mis versos en prosa y forzados a la aguada, voz emanadora de los sentimientos emitidos por mi alma, pero estas ganas fueron interrumpidas por las tropas del virreinato siguiéndome. Buscaban ponerme tras la reja de su majestad o, en el peor de los casos, mis ojos no permitir más parpadear. Pero, para mi pronta fortuna, sólo tres hombres ensillados a unos insípidos equinos buscaron mi desdicha y evitar ver mi patria en libertad. Cuidado mi señor Eufrasio, ¡agache el tiesto! Luego de ese estruendoso grito, el silbido de la flecha disparada por Suyay. La función hizo iniciar, perforando el pulmón de un español. Gracias a la virgencita no fue un patriota más. Eran sólo europeos de sangre azul, oportunistas de mi tierra. ¡No podría estar más cansado de ver estos miserables hombres, ver mi tierra saquear!. Luego del flácido caballo derrumbar, los otros dos se disponían a luchar pero, sin darse cuenta, el hábil Suyay estiró hasta mi regazo las boleadoras, causadoras estas de un impacto hacia el suelo de estos milicianos soldados de la Iberia. 147 Empuñaron sus espadas y las abalanzaron hacía mi estómago, como lo hicieron con mi América. Para su infortunio, se estaban confrontando con un gaucho matonero, como me decía mi taita, cuando perforé con mi lata a un injusto hombre. Debo recordarle, no es mala suerte, tan solo no ha sido una de las primeras víctimas de la furia gaucha. Así se vieron los dos cuerpos lentamente desangrar esas viles pretensiones. Más profunda clavaban mi herida. Mano a mano con el destino había quedado por la deuda del presagio. Y a la muerte mis paisanos ellos pobremente en una redada se arriesgaron. Ahora el karma hace lo suyo en contra de estos blanquitos del perplejo imperio, decadente como una diva milonguera, quien anciana entrega su lugar a una nueva generación. Pues este era nuestro momento. Ya las fuerzas de Belgrano habían enterrado su puñal bajo el umbral de las tropas imperialistas del continente viejo. Después de a esos farsantes haber hecho dejar de respirar, monté a mi Cabuco y ahuyenté al aire para a Suyay motivar a seguir nuestro rumbo a la bella Buenos Aires. Parecería loco, deschavetado dirían los demás, pero no tonto yo que fuera. Yo lo sabía, si ellos escapaban y galopaban como si no existiera un instante más, era solo el producto del triunfo de mi bella Banda oriental. El mate abundaba, los pericones se danzaban como se respira el viento. En el ambiente se respiraba la voluntad del creador. Mi pueblo ya se resollaba de la Europa imperialista, ese macabro demonio, perseguidor de sueños criollos, de infames momentos, quienes vuelven a llorar. Pero pronto viene a mi memoria esa singular imagen garrafal, tan sincera, tan profunda. Esta hace mis lágrimas soltar. Ahora ruego a Dios, bajo el umbral de mi bella Paraguarí, a mi hermano pueda resguardar. 148 El iberico hortua. Quien ha tenido el trágico y ameritado infortunio de a Juan de la Hortua y Sevilleros conocer ha podido testificar en este a un ser quien se cree superior, un hombre de un mundo más grande, donde una raza más grande se dio. Así pensaba este hombre. Un español de estatura prominente, ojos claros y pelo recogido en un moño que envolvía su cabellera, barbado y un entrecejo que siempre lucía fruncido en ceño, como un fusil a disparar. Portaba en su cabeza un sombrerín de pluma, la espada cruzada y envainada, unas botas de pana, muy cómodas. Sus ojos eran poseedores de maldad y de la castidad española. Este ibérico se aventó al mar, para la suerte a este lado del mundo encontrar. Igual a tantos de los europeos, una linda india buscaba cortejar. Desde el estrecho de Gibraltar hasta la entrada del Río de la Plata, este desvergonzado europeo despilfarró su posición social hasta decir “no más”. Se convirtió en un terrateniente de poder promedio aunque influenciaba mucho a las personas de no fiar. Era un pillo de imprenta y un malvado hombre sin piedad. Era tanto lo que poseía este hombre que no sabía si contar las cabezas de ganado que poseía o las cabezas de los esclavos que a costillas de una miseria este rufián tenía. Era amante de las estrategias militares y un hombre peligroso para estudiar los métodos de una guerra ganar. Su misión en la revolución era a jóvenes temerosos aún de su majestad Fernando VII reclutar para en las filas del pabellón como carnada poder saborear. Encausado en su misión, ésta lo llevó a toda la región rioplatense ubicar al mando de 20 hombres, que le daban sombra al viento. Era intocable. Un Dios humano parecía ser aquel mandamás. Galopaba los caballos más recios del humor más complicado. Por cualquier miserable cuarto de maravedí, reclutaba los jóvenes aptos para sus filas integrar. Este fue el caso de Macabeo Denuedo, quien raro suceso a Juan de la Hortua llevó hasta creer la idea de que la ideología política profesada era de buen fin y sería para la estabilidad mundial. Macabeo accedió a irse por acción propia. Sin dos veces consultar, empacó lo necesario para emprender la expedición y seguir a aquellos hombres sin valor, quienes los escudriñaban en las filas de una guerra como moscas para despistar al tirador. Estando cerca a Paraguarí, un recado de un vasallo a este hombre le llegó, donde alarmado un general le informaba la necesaria presencia de los resultados de su reflotación: 149 Mi señor Hortua, visíteme lo más pronto; me late con urgencia en la mano de sus reclutas la empuñadura de nuestra majestad recuperar. Se nos va de la mano la soberanía nacional. Nuestra patria a usted llama. La emboscada lista está. Napoleón ya quiere soberanía ejercer sobre nuestras tierras. Pronto podría por acá llegar así que apúrele pues. Si usted tarda tal vez degollado me encontrará. Alarmado por el apresurado manuscrito y la temblorosa ortografía adquisidora de una tinta bañada en temor y en gotas de sudor agrio, mezclado entre culpas y odio, decide este ágil hombre poner rumbo a Paraguarí para adjuntarse a las tropas realistas y así a su patria poder salvar. Al detenerse a un lado del río, observó Hortua que necesitaba su tropa más agilidad y, si no ponían más velocidad a su paso, iban a llegar a la boca del lobo, para poder emplear tácticas militares, de esas que tanto era amante. Empezó a usar a los más jóvenes y con más fuerzas en el terreno para doblar su turno, y poner guardias de menos tiempo con la intención de alimentar los caballos, buscar la leña, limpiar los fusiles y armas las tiendas de campaña. Como es de suponerse, Mecabeo era uno estos jóvenes, los cuales eran solicitados por el Ibérico para desempeñar estas labores tan arduas. Bajo el sol, bajo la luna, al compás de los grillos, tenían que trabajar Mecabeo y centenares de jóvenes, quienes también obligados empezaron a trabajar para servir a una patria ajena. Luego de un poco de tiempo dejar el joven pasar, al insertarse a las filas realistas, el bastión de la ajusticiada gracia a este muchacho empezó a tocar: donde cantaba solitario, donde recordaba el amor de su papá, de ese loco jinete y de la añoranza a su hermano y de quien ama como a nadie más. Al profundo silencio de los 20 minutos al poder descansar, gracias a la ayuda de un compañero, se le escuchaba al bandeón una lírica y bella canción entonar: 150 Donde se encuentra mi hogar tal vez allí instaurase mi patria quien volase por tus bellos aires para poder cantar y declamar. No creo ahora gracias a mi terquedad !Oh, si a mi padre yo hubiese escuchado! Ahora bajo la hoguera tomaríamos mate recordando las ocurrencias de mamá. La guerra es para el hombre, la justa de ganar para mí, pensaba si nada más era algo sencillo, una vaina nada compleja de empuñar. Aquí pues bajo la luna lloro, tan solo pido a Dios perdón por no haber aprendido a encontrar mi camino de verdad. Coloquio gauchístico Esa indescriptible crinera, la afortunada poseedora de miles helados vientos que galopaban la llanura, en la cual el gaucho derrochaba sus venturas. Era indescriptible y complejo describir cómo la cuartilla golpeaba el suelo, similar al pericón más sutil, más deleitoso y elegante como el fino paso de un bailarín. Así cruzaba este corajudo jinete el Río de la Plata sobre Cabuco, un fiel caballo, leal y sincero, nombre heredado a su condición natal. Había sido cría de un caballo blanco raza pura y una yegua recia, animales que fueron cruzados para burlar aquella sociedad de prejuicios coloniales y darle paso a Cabuco, un hermoso equino de muslos bien tornados, ojos cristalinos y patas listas para galopar al son de la guitarra de su amo y fiel amador. Se trataba de Belarmino Denuedo, un gaucho de profesión, un obrero arriero por don, un hombre moreno, de contextura delgada, cetrino, abundantes barbas, cabello lacio y castaño, ojos zarcos, de carácter magro. Vestía en su cuerpo una 151 cómoda chiripa, unas oscuras botas de potro, un chaleco hecho de cuero de ternero, sus espuelas de plata obtenidas en una disputa de honor en contra de un comerciante irrespetuoso. El rebenque lo llevaba sin atención pues tanto confiaba en Cabuco que no sentía la necesidad de mantenerlo firme. Un poncho, su lazo y calzoncillo cribado que lo acreditaban como gaucho, como quien quería ser él. Silencioso como un depredador acechando a su presa, aislado como enfermo en cuarentena, leal y lleno de coraje por su tierra. Así era también la inspiración para el que evoca ésta, y como se oía en ese bello pronunciar, predilecto para un hombre que ame estas tierras y cualquiera que muera por en estas pasear: “La pluma del desecho, de una letra de furgón. Bajando la ladera se oye un llanto jargón, una hoja sucia predilecta de su árbol, ahora no más la sombra de su esplendor. Ocaso de parmesano, una roca del faro esa difamada péndola, de tan grandiosa calaña, olvidada por el cóndor, que de gorrión la tiene olvidada. Quién tiñese de praderas su cojín para contemplar tan antigua manera de sentir. Antes solía vivir maquineada por todos los habitantes del planeta declamada ¡Pobre pluma de mis flancos! Destilado triunfo que lamenta mi alma. Osa de llorar y de plañir bajo el dorado aspirante marfil Ahora solo vuela bajo la sombría luna coqueteada. Quién fuese poeta para describir tardías veladas, esas mejillas de poesía nunca escuchada. Juraría por mi patria, códice revelada. Ojala no toques subsuelo y mis versos no mueran en falso Pues seria una lástima que, a pesar de amarte tanto, los gritos de mi pueblo jamás fuesen recuperados”. 152 Estos versos este dedicado gaucho declamaba al cielo, mientras su morada deslumbraba en el horizonte y notaba la discusión de sus dos jóvenes retoños, mientras hacía relinchar a Cabuco. Luego de la embestidura logró cruzar el portón para alcanzar a escuchar la plática realizada por sus dos hijos, Eufrasio y Macabeo Denuedo, quienes discutían por la revolución, en favor y en contra, respectivamente de este suceso, cuando la herradura ya chispeaba el concreto. Belarmino descendió del caballo al escuchar esta discusión. - Mecabeo, somos pueblo, somos guerra, quien esta tierra no quiera, la vida jamás merecerá, aunque somos muchos alentando, viviremos lamentando, sabiendo que hay muchos apoyando. - Es un día atroz, de ganas a ser peculiar, sin igual, como lo son los demás. Hoy mi patria está afligida. Mi bandera sangra aguerrida. - Eufrasio: Mi paisano ya ungió, dentro de las entrañas de tu triste causa sin emoción, y regó la sangre que por muchos siglos corrió. Ahora quienes somos pues seremos, somos quienes triunfaremos. - Por mi patria moriré. Sólo al verla comandar me moriré. Los blancos y sus marcas en mi pecho mi patria no abandonarán. A santos entregamos nuestra devoción. Quienes como Simón el bobito, no sabemos comprensión, quien no lee, quien no comprende, venenosa historia destinará a lidiar. - No podrán, sé que no podrán, descansar en paz quienes ya morirán, quienes lucharán, por ver la mía, por ver la tuya, por ver nuestra paz. Compleja situación la que afronta este corajudo gaucho. Qué posición optar, qué hijo debía apoyar. Por un lado Eufrasio, desde pequeño fue sometido a barbáricas tareas para desempeñar. Tal vez tenía miedo de ver a sus hijos pasar la situación similar; era por esto que preferiría morir en un campo de batalla gritando: ¡Independencia, quiero mi libertad! Por el otro lado, podíamos observar un dedicado joven a los estudios, a la fidelidad, un niño, ese chaval, de picaresco andar, como si sometiera su cuerpo a un fiel caminar, quien amaba su patria, consideraba así a España, llevando en sí mismo el fallido error de la mayoría de los latinos, en buscar ser Europeos, cuan corre sangre indígena, corredora por nuestras venas, parece sincronizarse con los amaneceres e inundará las venas de la voluntad. Debía ajusticiar y buscar la resolución, difamar su ideología tan revolucionaria, como cualquier gaucho pensará desarrollar; y tan solo en un leve movimiento, acomodó su boca para así dejar salir de sus labios la más democrática solución: 153 Yo nací sin educación, sin afán por la vida, sin motivación, o esperpento a la moción para mí es un honor que mijitos salieron tan vivaces y tan interesados por la política por sus venas llevar, si a mí nadie me dijo qué pensar o qué destino consagrar. Así mismo será mijitos: piensen lo que crean mientras crean que lo piensen. Son tan libres como el caballo que corre la llanura y golpetea el monte para afirmar que allí está. Solo, el gaucho yacía en el pastal. Este indagaba sobre el camino para poder abarcar tan extraña duda en la vida. Jamás una tan complicada había tenido este que afrontar, pues sus hijos vivían en dos bandas de lados opuestos, lugares quien cada cual consideraba correcto para su voluntad. Mientras el pobre gaucho sentía un fusil penetrando sus pensamientos y hacia florecer cada uno de sus mas profundos miedos, recordaba aquel cansado viejo, cansado de andar, como si perdonase el tiempo con cada paso tirado al azar. Recordaba su mujer, mientras bajo un árbol sombrero cantaba a su amor, a ese sentimiento otorgante de libertad, ese llamado por los hombres. Amor, singular sentimiento, el cual el gaucho plasmó así: Bajo el ramillete de la conciencia, dentro de cada una de mis experiencias, guardó el camino hacía tu voluntad, !Oh mi bandolera marginal! Tan pronto te marchaste y tuitos mis sueños a la guitarra y al payador otorgaste. Pues mi inspiración no ha vuelto a ser igual. Tan sólo elevando mis pensamientos me puedo yo inspirar. Vaya, digno no soy yo, pues estas tierras que Dios me otorgó a cualquier paisano la imaginación dio. 154 Pero a mí esa puertita se la llevó el cerrajero de la vida en el roble de tu amor. !Oh, mi bandolera, cómo te recuerdo! Ahora los pingos se pelean. Vos si recordás. Cómo odiarías ver los retoños como el taita azarado, por defender una causa y perseguir una ideología, maquinados. Como si esos versos fueran un somnífero, este hombre se desfalleció bajo la relajante ondulación en la cual se evocaba un singular sonido. Al despertar volvía a dormir. Y así año tras año pasó. Cada segundo este gaucho se perdió. Echó su vida al desprecio. El licor y la apuesta en la ruina lo dejó. Y aunque era todo un revolucionario, un hombre de puñalera actitud, y de asesina mirada, solo quedaba la tumba de un magro y semental gaucho oriental, quien solo, olvidado y abandonado se incorporó a las filas de la banda oriental. Poco consciente de la realidad y la gravedad, asistía a una guerra, siendo más bien un suicidio. Pero confiado en la voluntad de Dios, este hombre encontró viejos amigos gauchos, quienes rastras gauchas vestían. Así este fulano se arrepentía de no haber corrido con la misma suerte, por su adicción al mate y al juego haber seguido. Esta batalla, así pues comenzó sin más preámbulos. Las tropas de Belgrano y las de Velasco en Paraguarí a medir justas buscaron desventajar, a quien menos fuerzas y menos muertos haya podido lograr. Fueron muchos los paisanos de esta historia, irrepetible y hermosa de narrar, para quienes cuentos cuentan será un honor a las nuevas generaciones deleitar. El gaucho ya desgastado de cargar con su cuerpo tantos años, hizo su machete sostener. Al lado suyo yacía un joven de aspecto temeroso y de futuro muy dudoso, enano y poco acuerpado. Parecía un pequeño venado, su cara postraba la tristeza y definía la agonía. Era ver hablar al llanto, escuchar el silencio. Toda esta reflexión, en cuestión de unos segundos, llevó al gaucho a tomar su decisión. Este pues su lugar tomó y le dijo: - Hijo, hazte atrás mio. Yo no tengo afán alguno de regresar con vida a mi hogar. 155 Estas palabras a aquel pobre joven un poco le llevaron a tranquilizar. Luego de este heroico hecho sonó la trompeta. Significaba el inicio de la batalla por la soberanía de este lugar. Corrió pues este gaucho como si fuese un jaguar. Pisó tan firme y seguro como el más rudo chamán. Balanceó su cuerpo e hizo piruetas difíciles de lograr, atravesó con el machete uno, dos, tres y cuatro cuerpos al son de los gritos de independencia escuchados desde atrás, agachó la cabeza para un golpetazo esquivar y el panorama marcar. Del fondo surgió un joven, un muchacho el cual el gaucho quiso enfrentar, pues tanta agilidad, y destreza poseía. Para éste un seductor juego se convirtió. Al levantar Belarmino su mollera, pudo observar más de cerca a aquel joven como si fuera el niño de sus ojos, ese cual años atrás su casa le abandonó. Se escuchó un estruendo, un grito de tal pasión. El ibérico mandamás, al joven gritó: -¡Clava por tu patria pues, esa espada sin preámbulo!. Luego de esas sedosas palabras, aquel joven empujó el puñal y, sin darse cuenta, ese loco joven, pese a que no murió, al matar a aquel viejo, así mismo él se asesinó. 156 Ilmar Antonio Herrera Concentración Educativa San José de Cañodel Oro Bogotá - Colombia LA VARIOPINTA CONFORMACIÓN DEL EJÉRCITO ARTIGUISTA. MITO O REALIDAD DE ESTE GRUPO INSURGENTE Es todo un reto para un estudiante de onceavo grado elaborar un ensayo y presentarlo ante los jurados del concurso Caminos del Mercosur Uruguay 2012 en temas tan álgidos y de suma controversia histórica como es la visibilidad de las clases populares en los procesos libertarios de la Banda Oriental, es decir, de Uruguay. En este caso tan particular, como fue la conformación del ejército artiguista, y así desmitificar paradigmas desde lo humano y lo mítico de los integrantes de esta milicia. En este orden de ideas, el presente artículo lo dividiré en cinco partes para tratar de dar orden cronológico y crítico de la conformación del grupo armado, de la posición de sus integrantes con relación a sus objetivos planteados en la independencia desde el componente social, económico y político, lo cual lo hace ver como un conjunto variopinto de diferentes intereses y matices ideológicos. El primer punto de vista está relacionado con José Gervasio Artigas como el ser humano de carne y hueso, el de las tareas cotidianas desde su entorno y desde su condición social, el hombre cuyo pensamiento lo identifica con su mundo rural y de sus gentes multiétnicas, el líder de los blandengues y de la montonera. La segunda parte se centra en la diversidad del ejército libertador de revoltosos, de bandidos y de arrasadores como masa, populares que enfrentaron con valentía y con sacrificio la hegemonía española, la luxo-brasileña y la bonaerense durante el proceso de independencia y conformación de la República Oriental del Uruguay. El tercer segmento está centrado en demostrar la participación e importancia de los indios, de los negros y de los hacendados en este proceso libertario desde diferentes intereses, sentires y actuares, lo cual los junta pero no los revuelve, es decir, cada quien con sus motivaciones poderosas para incorporarse al ejército de Artigas. El cuarto componente está centrado en la participación e importancia de las mujeres en el ejército artiguista. Esto se plantea como una forma de reconocer su abnegada, valiente y sacrificada contribución en el proceso libertario de la Banda Oriental del Río de la Plata. Estamos en 157 deuda desde hace tiempo con este grupo de seres humanos; de igual forma con los niños. Por último, se presenta una mirada comparada de los ejércitos independentistas latinoamericanos, con el único fin de desmitificar el mito de los grandes héroes y visibilizar a los de abajo, lo cual fue un fenómeno de la vieja historiografía del siglo XIX y gran parte del XX en Latinoamérica. Para el caso de Uruguay no fue la excepción. Artigas entre lo verdadero, lo distorsionado y lo humano Presentar un semblante del “Protector” suele ser interesante por su condición social. Artigas no nació en un peladero. Fue nieto de uno de los fundadores de Montevideo, dueño de una estancia que le permitía cierta condición social ya que su padre poseía extensiones de tierras y de ganado que eran representaciones de poder en la vida rural de la banda del frente de Buenos Aires. Los datos que se han recopilado de José Gervasio en su vida de adulto lo encuadran como contrabandista cuando joven. Es bueno explicar que el contrabando no era una cosa extraña en la Banda Oriental, incluso en el Caribe de las Grandes y Pequeñas Antillas, en el Caribe Neogranadino, especialmente en Cartagena de Indias en aquella época, siendo por otra parte una actividad económica conveniente cuando estaban prohibidos otros medios de atraer el comercio exterior. De las correrías como contrabandista abierto al día y la noche ante todas las miradas de los hombres de monte existe un reporte de un oficial español del 1° de enero de 1795 indicando que se sabía que un tal Artigas se estaba acercando a la frontera del Brasil arreando cuatro mil animales con ochenta hombres armados, la mayoría portugueses. Importante es analizar las ligaduras o conexiones con los lusitanos de la frontera brasilera, lo cual evidencia la trasgresión de normas por encima de las normativas españolas en sus colonias. Esta noticia deja claro que este Artigas era un destacado jefe de contrabandistas, aunque no existía señal de que el ganado fuese robado. Era muy común que los contrabandistas obtuvieran el ganado honradamente de los hacendados criollos. De igual manera, el informe indica que Artigas estaba listo a resistir por la fuerza la interferencia de la autoridad, lo que era una cosa muy seria: ya que “estos hombres seguramente defenderán sus cosas hasta el último suspiro, o sea, con la muerte”. Este Artigas era muy posiblemente José Gervasio Artigas. 158 Un año después, se informó al mismo Virrey acerca de los pasos de algunos contrabandistas en la frontera del Brasil, incluso uno “llamado Pepe Artigas, contrabandista y natural de esta ciudad” y de las medidas tomadas por las autoridades montevideanas para defender su tráfico. Pocas dudas pueden existir de que este “Pepe Artigas” fuera el futuro héroe41. ¿Qué se puede sustraer de este dato tan importante? Indiscutiblemente que Artigas se levantó desde muy niño al lado de la vaquería, ya que eran tierras aptas para ello, donde prevalecía el trabajo del montería, de ganada con gentes de todos los pelambres, debido al contrabando descarado y abierto de ganado vacuno, lo cual encuadra a José Artigas como un hombre de campo, de relaciones variopintas. Me encanta esta palabra porque no deja a ninguno por fuera. Además, no es excluyente. Fue Artigas un producto de su medio, quien vivió y murió para su medio, pero con diferentes matices en su formación con relación a la participación en los movimientos independentistas como contrabandista, como militar y como insurgente. ¿Era Artigas el hombre carne y hueso hablando metafóricamente como el revolucionario con su temple de patriotismo a las gentes de todas las condiciones sociales y económicas de la Banda Oriental? La respuesta está en los datos rastreados que hablan por sí solos de este ser humano odiado por unos y venerado por otros. Dentro de las causas de cambio que se produjeron en Artigas puede estar el hecho de que se diera plena cuenta que su país estaba en caos por todas las situaciones por las que había atravesado anteriormente debido a las actividades incontroladas de pillaje por parte de las hordas de bandidos, de los malones de los indios y de los portugueses. Artigas, es de suponer, no pudo soportar que la ruina se adueñara del país y posiblemente al reconocer la parte que le cupo en fomentar el descontento, se puso del lado de la civilización y del orden en un característico gesto de patriotismo. Ciertamente, en 1795 el territorio bajo la jurisdicción de Montevideo estaba envuelto en un desorden tal que los estancieros presentaron una petición al Cabildo haciendo notar el estado de cosas y solicitando protección contra los bandidos que en sus correrías se cebaban en sus rebaños al igual que en el ganado no adjudicado todavía por la Corona y atacaban sus estancias y sus hombres42. 41 STREET, John. Artigas y la emancipación del Uruguay. Barreiro y Romos. Montevideo, 1980. P. 38. 42 Ibíd. p. 39. 159 José Gervasio Artigas, aprovechando el indulto de 1797, se incorporó al Cuerpo de Blandengues y tuvo una carrera exitosa en esas fuerzas, organizadas para perseguir a ladrones, malhechores y contrabandistas43. ¿Era Artigas el hombre que controlaría a esta horda de mala madre? Sin lugar a dudas que sí. Lo tenía todo, el conocimiento del territorio, de las gentes que lo poblaban, de los tejemanejes del contrabando, el temple y la valentía para enfrentar las situaciones más adversas, pero sobre todo el reconocimiento de los pillos que hacían de las suyas en los territorios ajenos a ellos. En este orden de ideas, se sabe que Artigas comenzó a trabajar para la Corona comisionado por Olaguer Feliú para buscar reclutas en el interior para la conformación de un nuevo regimiento, convirtiendo en éxito la tarea por su prestigio. Esto conllevo a que sus superiores le respetaran por su conocimiento del país y su influencia sobre los gauchos, a pesar de tener un papel de un simple soldado44. El ascenso de Artigas se materializó cuando retornó con su destacamento a Montevideo en enero de 1798 como jefe de la Milicia Montada. Dentro del desarrollo de esta empresa militar, Artigas cumplió en buena parte con lo estratégico y social, ayudando a Azara durante varios meses a partir de abril de 1800 a despejar la zona de invasores portugueses antes de trazar el nuevo pueblo y dividir las tierras. Fue en esta oportunidad que el futuro estadista recibió la única lección, tanto práctica como teórica, acerca de cómo civilizar seriamente el país, una preocupación que llevó consigo desde entonces en adelante. Sin duda, Azara discutió con su principal ayudante algunos de los problemas que trató en su memoria, tales como la poca población del interior y el estado de barbarie en que vivía el gauchaje. Posiblemente conversaron sobre la ausencia absoluta de maestros de escuela y aún de iglesias entre las márgenes del Río de la Plata y el Uruguay y los recién establecidos pueblos fronterizos de Cerro Largo y Batoví, es decir, todo el interior de la Banda Oriental. Asimismo, del desgraciado hecho de que tanto los colonizadores españoles como los portugueses estaban igualmente dispuestos a contrabandear y dar abrigo a los malhechores45. Estas correrías del otro lado de la moneda, es decir, desde los gobernantes, fue cimentando el pensamiento social de Artigas, o sea, la confrontación de los poderes monárquicos y de los criollos en el Virreinato con la situación de las gentes común y corriente, del pueblo de bajo pelambre y de algunos hacendados y comerciantes fueron abriendo esa brecha de inconformidad de estos hombres libertarios a comienzos del siglo XIX. 160 En la consecución de datos históricos nos encontramos con la crisis que afectaría la vida de Artigas y la evolución de la Banda Oriental. Para la primera década del siglo XIX, el país estaba impregnado de un sentimiento revolucionario, y a principios de 1811 comenzaron a manifestarse levantamientos esporádicos. Por ejemplo, la noticia del 12 de febrero sobre Elío, quien había vuelto como Gobernador de Montevideo, al declararle la guerra a la Junta de Buenos Aires. Tres días después, Artigas desertó de su puesto en Colonia y cruzó el río rumbo a Buenos Aires para plegarse a la revolución. Este hecho no representa meramente la defección de un militar de baja graduación de cuarenta y seis años sino que es la declaración de libertad del jefe gaucho a quien la gente del campo más quería y respetaba. Creo que aquí se desmitifican los grandes héroes de las independencias latinoamericanas, los construidos por las élites y reinventados en las estatuas y en los bustos al estilo griego. Se trata de la aceptación popular de un hombre que pertenecía a ellos, que luchó contra la anarquía de un grupo de forajidos, de su conversión hacia el orden institucional y de la concientización de un nuevo régimen. Éste sería a través de la emancipación mediante un proceso liderado desde las clases bajas, hacendados y comerciantes, quienes lo habían hecho tan conocido y apreciado por los criollos honestos como temido por los proscriptos. También era muy bien valorado por los militares a cuyas órdenes sirvió y habían demostrado en forma constante el elevado concepto que tenían de sus servicios46. Este quiebre ideológico de Artigas había tenido su “base de operaciones” en su época de contrabandista, adonde estableció importantes vínculos tanto entre los personajes “principales” del lugar como con aquellos con quienes compartía las faenas y luego “reclutó” para el Cuerpo de Blandengues47. Cuando Artigas tomó esta vida militar, no se trataba de un bisoño citadino con un simple afán aventurero. Todo lo contrario, ya era un hombre de piel curtida, jinete conocedor de la campaña, quien había convivido con el indio, con el gaucho y con los contrabandistas. Siendo de cuna patricia, supo de sacrificios y privaciones, aunque su condición de Don, le habría permitido cómodas digestiones48. 43 TONI, Juan Pedro. El Ideario federal y republicano de José Artigas y sus repercusiones en Santa Fe, Entre Rios, Misiones y Rio Grande del Sur (1810-1850). Instituto de Profesores “Artigas”, Uruguay. 44 STREET. Op. Cit. 41. 45 Ibíd. P. 44. Ibíd. P. 89. FREGA, ANA. Caudillo y montoneras en la revolución radical artiguista. Andes, número 13, Universidad de Salta, Argentina. P. 3. 48 ZUM FELDE, Alberto. La autonomía política de la Banda Oriental es un hecho social, cuya demostración es Artigas. 46 47 161 ¿Quién fue Artigas como ser humano y como líder de la independencia de la Banda Oriental o de la República Oriental del Uruguay? Como ser humano representó la construcción de un hombre del campo cuyo entorno lo fue moldeando de tal manera que constituyó la figura de un primer momento más adecuado para contrarrestar los sucesos de pillaje de finales del siglo XVIII y principios del XIX, ya que solo el “brazo fuerte” del caudillo podía evitar a la Provincia una “deplorable anarquía”. En el proceso de independencia de la Banda Oriental está su grandeza como líder, conduciendo a las clases bajas, hacendados y comerciantes a la emancipación, a la protección de las mujeres, de los niños y de los ancianos y a la conformación de una República independiente. Revoltosos, bandidos y arrasadores La historia de las independencias latinoamericanas en su estudio de los ejércitos ilustra que los cuerpos castrenses realistas estaban conformados por oficiales españoles y criollos, los cuales eran pocos, además de las compañías y milicias que estaban integradas por pardos y morenos. Los ejércitos insurgentes los conformaban los criollos, algunos españoles y extranjeros, mestizos, negros, indios, mujeres y niños. Una variopinta mezcla de castas de los hombres que los constituían, lo cual no era una excepción para los blandengues y montoneros de la región oriental del Uruguay. A lo largo de este trabajo de investigación se han encontrado los nombres de algunos jefes militares de la región. Unos en calidad de hijos de antiguos hacendados de la zona como D. Pedro Fuentes o D. Juan Ramos, otros simples pobladores como Basilio Cabral y otros agregados o peones conchabados o gauchos, como Francisco Encarnación Benítez, del cual se hablará más detenidamente. En esta conformación de las milicias y ejércitos insurrectos es poco lo que conocemos acerca de los jefes–caudillos que la integraban y su relación con la montonera, las características de las tropas y milicias locales. Sin embargo, es posible sostener que el cambio estuvo asociado a los sectores menos privilegiados. Además, es probable aseverar que los caudillos de extracción social más baja sufrieron mucho más castigo en la tierra49. De lo anterior podemos inferir que los datos restringidos en las investigaciones sobre la participación de las clases populares en los ejércitos de rebeldes es poco o no se le ha dado la importancia que merecen para entender todo el proceso emancipador, lo cual es notorio en el grupo de hombres perteneciente a los montoneros. 162 Retomando el caso de Encarnación Benítez, para demostrar la condición revoltosa de la tropa de Artigas, las diversas memorias y autobiografía que se han escrito coinciden en presentar a este hombre como un “pardo muy grueso”, analfabeto, cuya figura imponía miedo. Murió en un enfrentamiento con los portugueses en Colonia, en mayo de 1818. En el informe que envió el militar a cargo, señaló que, luego de su muerte el pueblo se iluminó durante tres días y “todos corrían con placer a ver el cadáver de aquel monstruo”. Los testimonios provenientes del Ministerio de Hacienda de Colonia y sus dependientes y del Cabildo de Montevideo coinciden en señalar la “ferocidad” de Benítez y sus hombres, la apropiación en su provecho de los bienes confiscados y la suplantación de los funcionarios encargados de la región. Esta imagen quizás no dista de lo que era aquel sujeto. Las que no se han debatido son las circunstancias de orden social, económico y político de parte de las autoridades españolas y criollas respecto a las comunidades conformadas por esta clase de hombres, del estilo agreste y despoblado donde vivían y tenían que subsistir, de la misma dinámica de la guerra, la cual le imponía aquellas conductas para poder ganarla y sobrevivir50. Entonces, ¿quiénes eran los hombres de Artigas?, se pregunta el historiador Jesualdo y el suscrito. Respondemos: “Con viejas carabinas enmohecidas, sables mellados y sin empuñadura, pistolones y trabucos naranjeros, hojas de tijera de esquilar y medias lunas de desjarretar enastadas en cañas, ornadas con trapos multicolores van esos paisanos que ondean en el viento sus camisas rayadas, sus chiripás de merino, los más sin sombrero o simplemente una vincha sujetando la revuelta cabellera, con sus rostros requemados por el sol de las cuchillas, con las narices aplastadas, anchas y sensuales”. Era una multitud desharrapada que seguía de cerca al protector, gente que no entendía jerarquías. Los hombres de Artigas eran revoltosos que arrasaban con lo que se encontraban en su paso. Con relación a los campesinos de la insurrección comunera de la provincia del Socorro en la Nueva Granada, se parecían a ellos en su condición social, campesinos rasos vinculados a la tierra pero descontentos por la situación social y económica en que se encontraban51. En la concepción de la conformación de este ejército y su participación en el proceso revolucionario existía un miedo a la anarquía, por la consideración que tenían los patriotas de ellos, como unos “salteadores 49 FREGA, Op. Cit. P. 18. 50 Ibíd. P. 10. 51 GALASSO, Norberto. “Artigas y las masas populares en la Revolución”. Cuaderno para la otra historia. ISSN 1667-1635. Buenos Aires, 2006. P. 4. 163 de caminos”, quienes fueron utilizados por las élites hispano criolla en contra del artiguismo. En este sentido, el discurso no se refería a los temidos ataques de los “indios infieles” o ladrones, sino a las partidas artiguistas, calificadas con esos atributos. En el trabajo de los viajeros como el francés Auguste de Saint Hilaire a través de testimonios de hacendados, identifican a los soldados de Artigas como negros, mulatos o indios, lo cual demuestra la variopinta conformación étnica de ellos, quienes entraban a las estancias, tomaban lo que les convenía52. Lo cierto es que ante la escasez de recursos esta modalidad, parecida a la de las “partidas sueltas” o “gavillas de bandidos”53, quienes impulsaron su ley. Dentro del transcurrir independentista de Artigas, aparece una comunicación del 7 de diciembre de 1811 dirigida por él a la junta del Paraguay en la cual buscaba apoyo e informaba que contaba con unas pocas “tropas veteranas” que se ajustaban más a la definición de un nuevo ejército regular y con “cinco mil vecinos orientales”. En poco tiempo habían conformado “un ejército nuevo”, cuya sola divisa era la libertad54. En esta parte de la historia de estos grupos libertarios se denota un pensamiento político y de organización militar más maduro de parte de Artigas y quizás de muchos de sus hombres. Es decir, los ideales de conformar una república independiente no eran una quimera sino una realidad. Como bien lo ha planteado Kossok, “las fuerzas dirigentes más progresistas contribuyeron a impulsar la liquidación del antiguo régimen”55 a través de ideas y proyectos políticos bien pensados y ejecutados, repito por Artigas y quizás alguno de sus hombres, más no por la montonera en cuanto a un pensamiento político maduro y coherente con los acontecimientos que estaban sucediendo en América Hispana y Europa. En este caso, la posición de Artigas y de su ejército es precisamente eso, una visión madura de la independencia de su pueblo mediante las armas e ideas, lo cual lo demuestra el hecho de que muchas familias siguieran al ejército mediante sus marchas, contribuyendo a la formación de una “conciencia de comunidad” adoptadas en torno a la revolución y la guerra. Podemos culminar esta parte diciendo que la percepción popular del sentido de la revolución y la división de posiciones entre la “gente propietaria y de alguna consideración y los órdenes bajos de la comunidad” es uno de los problemas más agudos de la historiografía del siglo XIX y principios del XX. Es decir, invisibilizar a estas gentes de poca monta, las cuales no aparecen en los documentos de primarios que las autoridades y letrados escribían y, si aparecían, eran amancillados con epítetos de 164 baja calaña para borrarlos de la historia de los pueblos y de las nuevas repúblicas. Todo ello con el fin de construir sus proyectos políticos y económicos hegemónicos. En pocas palabras, el proceso de reconocimiento de estos actores fue “ocultado” en la construcción del relato histórico hasta por lo menos la segunda mitad del siglo XIX. Esto no supone considerar de modo homogéneo el accionar de los montoneros sino, por el contrario, buscar en sus diferencias aquellas que mostraban una peculiar incorporación de los conceptos de “derechos del hombre” y “soberanía popular”56, cuyo accionar de estas clases populares se expresó de modo peculiar al “derecho a la insurrección”. Como ha escrito Pierre Vilar, las clases populares “experimentan siempre alguna satisfacción en el empleo de la violencia”57. Y eran en ese instante histórico la única forma de conseguir los objetivos planteados por ellos y satisfacer sus necesidades más sentidas. No había otra solución, no entendían de otra forma. Eso no daba derecho a rotularlos como una partida de ladrones y de bandidos para las élites. No tenían otra acción en esta contienda de tomar lo que no era de ellos pero necesario para su subsistencia y de la independencia. ¿Eran estos hombres revoltosos y arrasadores? Sin lugar a dudas, su condición social y étnica fueron ingredientes necesarios para conformar y comportarse de manera rebelde. Además, el entorno y la situación en que vivían los convertían en grupos que aprovecharon las circunstancias que se desarrollaban en esos momentos, para lo cual la subsistencia era lo primordial. En esta instancia los idearios de libertad estaban distantes de lo que fue el ejército artiguista. Indios, negros y hacendados, juntos pero no revueltos La incorporación de los indígenas en los ejércitos que participaron en el proceso de independencia estaba representada en ambas partes de la contienda, es decir, en el ejército de los realistas para asegurar su condición de protegidos por las leyes de indias y en los del bando de los criollos para apoyar el proceso de emancipación. Esto es visible en los indígenas de Pasto, los guajiros, los de Turbana en la Nueva Granada, los 52 FREGA, P.7. 53 FREGA, P.9. 54 Cuadro, Inés y otros. La Redota. Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay. Montevideo, 2011. P. 18. 55 FREGA, Op. Cit. P. 14. 56 Ibíd. P.2. 57 Ibíd. P. 17. 165 indígenas de Cochabamba, los de Perú y, por supuesto, los de Uruguay, cuya región se estructuró a partir de un “pueblo de indios” (reducción de chanás y charrúas)58. Sin lugar a dudas, fue grande la participación de los indígenas en el ejército artiguista durante el éxodo a la Banda Oriental del Río de la Plata. El padrón del éxodo de la Banda Oriental de Uruguay registra indígenas como partícipes de este proceso. Si esperamos nombres para visibilizar esos nativos americanos, no los hay o por lo menos hasta este momento no han aparecido, por la simple razón que no eran actores de primera fila. Eran anónimos, sin Dios y patria. No hacían parte de la historia que se estaba y se escribió posteriormente. Fueron borrados. Sin embargo, su participación fue decisiva en este proceso aunque no reconocida. Al atropello al que fueron sometidos desde su conquista y, en la actualidad, su reducción demográfica y territorial lo cual empuja a desaparecer muchas comunidades. Pero bien, en lo que nos conciernen, los charrúas seguro es que participaron de un bando u otro dando su vida, porque la dignidad la habían perdido hacia varios siglos. Con la relación a los negros, las noticias que se tienen desde el inicio mismo de la revolución son que el bando españolista denunció la fuga de esclavos. A su vez, el bando patriota fomentó la formación de batallones de pardos y morenos a cambio de otorgarle libertad luego de cierta cantidad de años de servicio (existencia de dos posturas, la de los negros y la de los insurgentes). A pesar de estos hechos, las posturas revolucionarias sobre la esclavitud no fueron claras. Entre los grupos dirigentes se manifestó la tensión entre derechos contradictorios. Por un lado, el derecho individual a la libertad, que favorecía el dictado de medidas de corte abolicionista y pregonado por los derechos del hombre. Por otro, el derecho individual a la propiedad, que amparaba a los amos del bando patriota el mantenimiento de las estancias en sus labores agrícolas, pero más que todo ganaderas. Se sumaba al capital invertido en la compra de los esclavos negros por parte de sus amos. No se iba a esfumar por obra y gracia de los procesos de insurgencia, ya que el número de esclavos en algunas partes era más significativo que en otras y, por supuesto, recordar la magnitud que tenía el puerto de Buenos Aires para la llegada de los negros esclavos y su venta por todo el virreinato del Río de la Plata. Por último, el derecho del Estado a reclutar ejército para la defensa de la patria, lo cual sustentó el enrolamiento obligatorio de esclavos, bajo promesa de libertad, en batallones de pardos y morenos59. Creo que más evidente no puede ser la participación de los negros sujeta a las condiciones de los dos bandos. 166 Una escena bastante elocuente es la narrada en el cuartel de Artigas en una conversación que este mantenía con el general Bartolomé Zapata, quien había tomado a Gualeguaychú con sus gauchos a puro lazo y cuchillo. Después otra con José Culta “un gaucho cuatrero y endiablado”, medio caudillo de San José. Luego otra con el indio Curaté, de Misiones, y también con su famoso lugarteniente, el cacique paraguayo Manduré. En los alrededores del campamento están los indios, los gauchos pobres, los negros libertos que no saben de los Derechos Humanos ni de la soberanía popular60, pero si en pie de guerra hasta los tuétanos. Otros actores representados eran los hacendados y mercaderes. Para los segundos, la Revolución solamente significaba el comercio libre con los ingleses y nada le interesan las banderas democráticas y revolucionarias de Moreno y Artigas61, En cambio, para los hacendados era otra cosa. Tampoco compartían todas las necesidades de toda la tropa en el fragor de la guerra, especialmente con relación a la utilización de las reses y vituallas de las estancias, situación parecida al ejército del general Mariano Montilla en las haciendas alrededor de Santa Marta al tomar las provisiones de ellas. El territorio donde se libró parte de la insurrección y éxodo era una región donde se practicaba la ganadería (principalmente bovina, aunque también la cría de mulas, equinos y ovinos) en predios de diverso tamaño y condición legal de ocupación, así como la agricultura (cereales y hortalizas principalmente, en pequeñas parcelas y contaba con buenas comunicaciones para el transporte de su producción. En la costa del río Uruguay, zona de dos Arenales, había establecimientos de salazón de carnes. Al estar bajo la dependencia de Buenos Aires en el periodo colonial, eran oriundos o vecinos de dicha ciudad importantes hacendados de la zona (Julián de Gregorio Espinosa, Pedro Manuela García, Francisco Albín, Miguel de Azcuénaga, entre otros), protagonistas de varios pleitos con los pobladores del lugar62, lo cual demuestra la desavenencias y fractura de estos grupos que en ciertos pasajes de independencia estaban juntos pero no revueltos, por una razón poderosa, cada uno tenía intereses particulares que contrastaban y eran irreconciliables, pero que en tiempos de fuego cruzado y éxodo era una montonera agrupada alrededor del Jarocho de Artigas, al decir mexicano. 58 Ibíd. P.3. 59 CUADRO. Op. Cit. P. 20. 60 GALASSO. Op. Cit. P.8. 61 Ibíd. P. 4. 62 FREGA. Op. Cit. P. 3. 167 De acuerdo a esta situación del ejército artiguista, podemos plantear que la revolución brindó el escenario para el encuentro, el reconocimiento de una condición común y la búsqueda de sus caminos colectivos. Por lo variopinta de la conformación de sus milicianos, muchos gauchos, hombres fuertes y rudos que vagaban por el interior, estaban a la espera de un jefe que se pusiera al frente de ellos y les ofreciera algún motivo por el cual luchar. Ese jefe fue Artigas, quien se declaró a favor de la independencia bajo la Junta de Buenos Aires pero no tardó mucho en proclamar sus deseos por la independencia absoluta de la Banda Oriental. Sus adictos y leales orientales iban a luchar y morir por esa idea. No solamente los gauchos incultos sino también los terratenientes por sus propias razones políticas y económicas estaban listos para la revolución y para alcanzar la prosperidad que creían que surgiría del gobierno propio63. Las mujeres y su importancia en el ejército artiguista El imaginario del común y corriente de las personas respecto a la participación de las mujeres en el proceso de independencia considera real su no intervención. Si lo hicieron fueron pocas y éstas aparecen como heroínas. De verdad lo son. Sin embargo, la situación no fue así: ellas fueron pieza clave durante todo este proceso en los diferentes territorios donde se dieron las insurrecciones, los levantamientos, los combates, las tertulias y espionajes. Claro que unas lo hicieron desde diferentes frentes, como cocineras, lavadoras, enfermeras, entre otras. Otro elemento de suma importancia fue la diversidad de mujeres que se enrolaron desde sus etnias, su condición social, económica y marital. Desde estas perspectivas, la mujer fue clave en la independencia de los pueblos latinoamericanos del yugo español. Entrando ya a la participación del las mujeres en los sucesos de independencia de la Banda Oriental, lo demuestra el censo o padrón del éxodo. Esta población que siguió a Artigas lo hizo de forma espontánea, desestimando las afirmaciones que insistían en la violencia ejercida sobre los habitantes de la campaña. De forma voluntaria “una multitud de ancianos, mujeres y niños” abandonaba sus hogares después de haber encendido los ranchos y destruido las sementeras para acompañar a las tropas patrias. Era un “país sublevado en masa” dispuesto a “triunfar o ser vencido en la lucha”64. Benditas mujeres, no aparecen individualizadas con sus nombres como los héroes de la élite. Las heroínas son todas las que iban en ese peregrinar libertario peleando contra el viento, el sol, la lluvia, el olor a la pólvora, las balas, el hambre y muchas vicisitudes pero eso sí con la 168 convicción de apoyar las ideas libertarias del “protector”, de sus maridos, de sus hermanos e hijos. Dentro de los pocos datos que hemos encontrado sobre las heroínas de la Banda Oriental del Uruguay está la nota sobre la valentía de estas mujeres que lo dejaron todo, la cual es destacada y valorada por el Jefe de los Orientales en cuanto a lo fieles que eran a sus hombres: esposos, padres y/o hermanos. ¿Habrían sido capaces de cometer ese “exceso” de formar filas en el ejército o fue sólo una amenaza de Artigas al gobierno de Buenos Aires para que les ofreciera un lugar donde instalarse? En cualquier caso, la expresión estaría dando cuenta de que probablemente el compromiso de estas mujeres con la revolución trascendió el plano de lo afectivo-familiar65. Había que ponerle corazón, temple e inteligencia. En el padrón de Artigas figuraban 378 mujeres con sus maridos, 69 viudas jefas de familia, 1206 hijas mujeres y 133 esclavas. En un total de 4429 personas censadas, 1786 eran mujeres63. Sin embargo, el parecer de algunos historiadores está sustentado en que seguir al ejército representó para muchas mujeres la única opción posible que les garantizaba seguridad y contar con el sustento diario, lo cual es debatible. Una mirada comparada de los ejércitos independentistas latinoamericanos. Mucha realidad y poca ficción Para cerrar este discurso sobre la conformación variopinta del ejército artiguista, especialmente en la constitución popular de hombres y mujeres de diferentes etnias, se han seleccionado las milicias independentistas de la Nueva Granada y de Nueva España para estudiar sus fenómenos de integración a través de una mirada de la historia comparada. Así se podrá dar respuesta a tantas preguntas sobre estas gentes del pueblo raso que tanto se lo merece, por el sacrificio y la abnegación que le imprimieron a la independencia de sus pueblos, sobre todo reivindicarlos como actores de primer orden en la historiografía de nuestras nuevas repúblicas. En lo referente al ejército libertador de la Nueva Granada, éste estaba integrado por varios batallones que se encontraban ubicados en los valles, montañas, mesetas, planicies, llanuras y valles interandinos de las diferentes provincias. Se conformaban por hombres y mujeres, negros libres y esclavos que buscaban su libertad, por los indígenas que se 63 STREET. Op. Cit. P. 94. 63 CUADRADO. Op. Cit. P. 30. 63 Ibíd. P. 23. 63 Ibíd. P. 23- 169 ubicaban en cada uno de los bandos en contienda por razones de carácter personal y también gubernativas, y por mestizos que no tenían ataduras como los antes referenciados. Estos ejércitos necesitaban de los recursos que había en las haciendas para su subsistencia. Le echaban la mano al ganado vacuno y caballar que había en su paso y vituallas para su sostenimiento. Como se puede inferir, era una tropa de hombres, mujeres y niños que iban tras sus maridos, hermanos y padres. Con relación a la tenacidad, al sacrificio, la valentía y concientización de ser parte del proceso de independencia desde la conformación de los frentes de combates lo muestra el ala del ejército de llaneros que cruzó a lomo de mula y a pie descalzo la cordillera central andina para llegar a combatir al otro lado de la raya. Era una acción de película que solo podían hacerlo las gentes de abajo, el campesino acostumbrado al sol inclemente y al frío entumecedor. De las provincias, quizás la de Santander fue la mas aguerrida de la Nueva Granada, con solo mencionar la insurrección comunera capitaneada por José Antonio Galán y Berbeo, entre otros y, por supuesto, acompañados por la gran Manuela Beltrán, más el pueblo raso y llano. Es una referencia de las clases bajas en la emancipación granadina. De igual manera, las guerrillas de los Almeidas y de los Santos de Guapatá, de los Nieblas, los Olba y la de Charalá, las de Zapatoca67 fueron importantes en pleno desarrollo de la independencia entre 1800-1830. Ahora bien, en lo relacionado a Nueva España, México, en lo que tiene que ver con esta historia comparada, ella nos da luces de la composición del ejército manito para interpretar todos estos procesos independentistas desde las clases de debajo de Latinoamérica. En este orden de ideas, es preciso conocer lo referente al Grito de Dolores como la génesis del proceso emancipador que llevó a la libertad al pueblo mexicano, iniciado el 16 de septiembre de 1810 por personajes como los sacerdotes Miguel “el cura” Hidalgo y José María Morelos; civiles como Ignacio Allende, su esposa Josefa Aldama; don Joaquín Arias; doña Rosa, una campesina que con antorchas y machetes peleó por la libertad de su querido México; la humilde Candelaria que, junto con su familia, salió a las calles para unirse a la revolución en pro de un mejor futuro; al campesino Francisco, que en vez de utilizar su rastrillo para labores agrícolas, lo tomó como herramienta de sublevación para mostrarle al imperio español sus irrevocables convicciones por ser libre. No obstante es muy poco probable que cuando busquemos en Wikipedia o en cualquier libro de historia de América Latina nos relaten un poco torcida la historia de cómo doña Rosa, Candelaria o Francisco, 170 quienes dieron sus vidas por liberarse, de igual manera que los otros 79.997 campesinos por pertenecer a las clases de abajo y populares, de los cuales la historia se ha ocupado poco. Sólo hoy un puñado de historiadores jóvenes que se han apartado de la historia de los grandes héroes para tratarlo. En esta secuencia histórica, es interesante analizar la participación en la sublevación de Dolores del ejército popular -óigase bien, ejército popular¬liderado por el cura Hidalgo como ya se ha mencionado, respaldado por un ejército cercano a las 80.000 personas, entre ellos indígenas, mestizos y negros que llegaban en grandes cantidades en calidad de esclavos al puerto de Veracruz y se distribuían por todo el vasto territorio mexicano. Fue acogido por todo el pueblo, convirtiéndose así en una lucha independentista, en una batalla entre las clases sociales, justificando lo dicho en el siguiente aparte: “Un mes más tarde del Grito de Dolores, a Hidalgo lo seguían más de 60.000 campesinos armados con lanzas, arcos y machetes. Pronto se unieron mineros y algunos trabajadores urbanos, muy poco criollos. Eran 80.000 antes de finalizar el año. Para entonces, no había duda, el movimiento de masa se adjudicó el lema “Independencia y Libertad”, pedía la abolición de la esclavitud y la devolución de las tierras a sus propietarios originales, la comunidad indígena. La revolución adquirió así un punto de lucha de pobres contra ricos”68. ¿Qué hay de parecido entre estos ejércitos populares de campesinos y de pobladores de los lugares más recónditos de México con los de la Nueva Granada y Uruguay? Lo resumiría en tres grandes aspectos: I) la composición variopinta de sus gentes, es decir, negros, indígenas, mestizos y algunos blancos; II) el liderazgo de hombres que tenían la plena convicción de que la independencia era una lucha justa por la libertad política y económica de sus pueblos; III) el temple, sacrificio, abnegación y valentía de enfrentar los peligros humanos y naturales que se les cruzaban en su camino. Creo que el ejército montonero, el cual tiene sus bases en el pueblo raso, fue algo más que eso. Fue el sentir de un pueblo que tenía la necesidad de lograr cierta independencia de sus procesos económicos y políticos con 67 FORERO, Paulo E. Las heroínas olvidadas de la Independencia. Bogotá, Instituto Colombiano de 68 Cultura. 1972. P. 16. http://www.elmundo.es/suplementos/crónica/2008/669/1218319207.html 171 relación a la monarquía y a las autoridades virreinales que administraban estas colonias de ultramar. Muchos de ellos no sabía leer y escribir, pero sí vivían cotidianamente estos problemas. Por eso la rotulación de revoltosos, bandidos y arrasadores fue una coyuntura de tiempo histórico vivido en la realidad hermenéutica de los procesos históricos de las clases de abajo durante la independencia. Es decir, era construir mitos y héroes desde las élites para edificar todo el ideario de las nuevas repúblicas con sus proyectos hegemónicos. Hay que tener una mirada más crítica con la historia del siglo XX porque está infestada por la historia tradicional y lineal, de invisibilización de los negros, de los indios y de los mestizos. Una muestra es lo que ocurrió con el ejército montonero de la Banda Oriental del Uruguay. BIBLIOGRAFÍA CUADRO, Inés y otros (2011), La Redota. Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay. Montevideo. FREGA, Ana (2002), Caudillo y montoneras en la revolución radical artiguista. Andes, número 13. Universidad Nacional de Salta. Argentina. FORERO, Paulo E. (1972), Las heroínas olvidadas de la independencia. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura. GALASSO, Norberto (2006), Artigas y las masas populares en la Revolución. Cuaderno para la otra historia. ISSN 1667-1635. Buenos Aires. STREET, John (1980), Artigas y la emancipación del Uruguay. Barreiro y Ramos. Montevideo. http://www.elmundo.es/suplementos/crónica/2008/669/1218319207.html http://www.fee.tche.br/sitefee/download/jornadas/1/s2a4. Juan Pedro. El ideario federal y republicano de José Artigas y sus repercusiones en Santa Fe, Entre Ríos, Misiones y Rio Grande del Sur (1810-1850) Instituto de profesores “Artigas” Uruguay. http://www.ejercito.mil.uy/divisiones/deiv/boletines/Artigas_Lider_Social. ZUM FELDE, Alberto. La autonomía política de la Banda Oriental es un hecho social, cuya demostración es Artigas. http://www.patrimoniouruguay.gub.uy/Revistas_dias_del_patrimonio-Uruguay/ Dia%20del%20Patrimonio-Revista %202011-%20LA%20REDOTA. 172 Mariana Ramírez Pabón Instituto Pedagógico Nacional Bogota - Colombia Entre vidrios rotos, cuadros viejos, paredes desteñidas y muebles desgastados, una niña en proceso de ser mujer está tirada cerca a la única fuente de luz de ese lugar, que no logro identificar. Intento contemplarla entre las ratas. Tiene el pelo gris por la suciedad. Su piel blanca como el marfil se desdibuja entre los moretones que cubren su cuerpo, desde el cuello hasta los tobillos. Veo sus pequeñas manos. Están posadas sobre su pecho descubierto, que deja ver sus pezones rosados, sus pequeños senos a medio crecer. Esas manos pálidas sujetan con fuerza una jeringa con un líquido transparente. Ese líquido, esa substancia, es el único alimento aquí. Es extraño, no logro identificar nada, pero esa sustancia me atrae. La deseo más que a la mujer desnuda tendida en el rincón. Observo todo lo que me rodea, pero temo contemplarme. Por alguna razón me siento débil, deteriorado. Tengo sed pero no es una sed común; no es una sed de agua, ni de un refresco. Es una sed que busca la sensación de desprendimiento, de felicidad, de libertad. Mi cuerpo habla al sentir ese deseo que no puede satisfacerse. La sensación no es agradable. Siento fatiga, me cuesta respirar, mis manos sudan, todo mi cuerpo transpira, mi estomago cruje. Desde lo más profundo de mis entrañas surge un líquido viscoso que es acompañado por un fuerte sonido que invade mi garganta e inunda mi boca. Esa enjundia biliosa impregna mis manos y salpica las baldosas negras de este lugar. Con un movimiento inconsciente, limpio mis manos con lo primero que encuentro: los restos de la sudadera que cubren mis débiles piernas. Mi cabeza busca refugio entre mis extremidades anudadas por mis brazos temblorosos. El temor de observarme se ha desvanecido. La curiosidad ahora toma su lugar. Respiro hondo y con torpeza me levanto el pantalón para contemplar mis pantorrillas. Descubro unos extraños moretones. Intento lentamente borrarlos con mi amarga saliva, pero me doy cuenta que no se desvanecen. Mi respiración aumenta, la inquietud se apodera de mí. No comprendo la procedencia de esas repugnantes manchas. Soy perfecto, me siento perfecto, pero no me veo perfecto. No sé donde estoy. Quiero escapar de este lugar. Quiero arrancarme la piel para no ver esas manchas que me asemejan a esa extraña que se halla en silencio en el rincón. Mi atención se detiene en ella. Respira con 173 tanta sutileza que da la impresión como si no lo hiciese. Nuestras miradas se cruzan. Trata de de expresar algo ininteligible De su garganta seca se libera una débil y trémula voz. En su rostro se dibuja una sonrisa burlona. Me señala y me dice: - Oh, tú, dios del Olimpo, por fin has llegado a salvarme del infierno en el que estoy. Las grises criaturas que me rodean, se comen mis dedos. Libérame de este infierno. Llévame al cielo, regálame tus pantalones de hilos de plata que cubren tus piernas. Átame a tus alas, llévame contigo. No te vayas... Mientras escuchaba esas palabras desquiciadas, sentí sus manos como garras rodeando mi cuello. El aire me faltaba, la fatiga regresaba. Tenía esa extraña aferrada a mi espalda. Quería quitármela de encima. Sentí una rabia incontenible y la fuerza necesaria para golpearla. Me levanté con decisión dispuesto a acabarla. Mis brazos la elevaron, la tiraron al otro extremo de la habitación en que me hallaba. Ella es la culpable de este sentimiento abominable. Quiero borrarle esa sonrisa estúpida de su boca. Ella es la que no me permite satisfacer este deseo incontrolable de mi cuerpo. Ella agotó la única fuente de vida en este lugar, ese preciado liquido que contenía esa jeringa que busco con desesperación. La ira me ciega. La observo inmóvil al otro extremo de la habitación. Me acerco con determinación hacia ella. Mis piernas la rodean. Me arranco los pantalones rotos dejando que mi cuerpo desnudo se pose junto al de ella. Sus gritos hacen que mi miembro penetre con firmeza su cuerpo para inyectarle la furia que tengo. Satisfecho, agarro nuevamente su cuello, la golpeo, la torturo, para que confiese el lugar donde se encuentra la substancia que alimenta mi fuente de vida Ella simplemente señala debajo del sofá. Mis puños la golpean sobre el piso hasta sentir el estruendo de sus huesos rotos. La sangre caliente brota de su boca y colorea el piso del lugar. La vuelvo a contemplar con atención. Percibo la ausencia de su respiración. Ahora, solo yace su cuerpo inerte, pálido y desnudo en su rincón inicial, que antes estaba lleno de vida. Sostengo en mis manos dos ampollas que encontré bajo el sofá. Estas ampollas representan mi vida entera. Son la luz a mi oscuridad, la paz a mi desesperación. Ellas revelan la ruta de escape de mi realidad. Tengo la certeza de poseer en mis manos el más grande tesoro que me salvará de asumir lo cometido con esa extraña. Mi vida pende de estas ampollas ahora en mi poder. La noche se acaba para dar paso al amanecer. Él quería dejar de sostener ese líquido entre sus manos, deseaba poseerlo entre sus 174 venas. Se dirigió de nuevo al rincón de la mujer sin vida, en donde se encontraba la jeringa vacía. Actuaba de forma automática. Sus dedos se movían rápido, haciendo que la jeringa succionara todo el líquido de la ampolla. Su mirada en busca de libertad, se posó en su brazo derecho, lleno de los mismos moretones que tenían sus pantorrillas. Su respiración aumentó, su mirada se desvió en busca de un espacio limpio en su piel. Finalmente lo encontró entre tantos hematomas y sin pensar ni un minuto más, cerró los ojos e incrustó la jeringa en una de sus dilatadas venas. Saboreo la saliva, la paso con gusto y ligereza, mis ojos cerrados se abren, y se asombran al ver tantos colores en esa habitación, el sofá levita y se acerca hacia mí, me recoge del piso bañado en piedras preciosas, y me lleva hacia una ventana en donde se asoma un paraíso celestial ante mis pies. El sofá se detiene y mi cuerpo se lanza hacia el vacío queriendo tocar de cerca ese pasto violeta, esa cascada de plata que baña a las hadas que rodean los árboles y las flores de ese paraíso en donde el único dueño soy yo. Me siento feliz, me siento libre, al haber aterrizado de una forma sutil y suave sobre el césped de un morado intenso. Enseguida, me dirijo hacia la cascada de plata y observo mi reflejo sobre el pozo que ésta crea. Contemplo mí cara llena de vida, llena de color, mis ojos miel y brillantes ante el reflejo del agua, mis labios rojos y gruesos con un gesto de alegría, que hacen que mi boca esboce una sonrisa. Mi mirada continúa su camino hacia mis pantorrillas y descubre que esas manchas, que esos moretones que me cubrían, han desaparecido. Soy perfecto, mi piel se encuentra sana y fuerte al igual que mis piernas, puedo correr, y puedo volar como las criaturas mágicas de este lugar. Me dirijo junto a ellas al árbol de la vida, de cuyas ramas flórese la luz de este lugar y genera la vida de estas criaturas. Estoy en el centro del mundo. Soy el dueño de la vida y de mi vida. El tiempo ha pasado, las horas han corrido y la tarde ha llegado. El cadáver de la niña mujer yace sobre el rincón de la habitación. No parece estar sola en su camino a la muerte. Un joven de unos 19 años tendido sobre un sofá rojo, viejo y mal oliente, pareciera acompañarla en su morada final. El ambiente de la habitación era lúgubre. Los chirridos de las ratas alimentándose del cadáver en descomposición eran cada vez fuertes. El olor a putrefacción se adueñó de las paredes e impregnó todo cuerpo u objeto presente en aquel lugar. El hedor inundó hasta las grietas de esa pequeña casa abandonada, ubicada en una esquina olvidada de uno de los barrios más peligrosos de Montevideo: “El Cartucho”. 175 La pestilencia siguió su camino hasta encontrar las narices de dos hombres que merodeaban el lugar, en busca de un joven que había abandonado su hogar, hacía unos cuantos años. En las noticias de la noche anterior, una mujer de un centro de rehabilitación en las afueras de Montevideo, había mencionado como parte de su testimonio de vida las descripciones de ciertas personas que la habían acompañado en el infierno del Cartucho. Dentro de ellas, la de un joven con las características de su familiar desaparecido. Después de realizar los contactos del caso, los dos hombres llegaron hasta el barrio “El Cartucho” y tras muchas averiguaciones con la gente del lugar, se encontraron perdidos. Tomaron la decisión de guiarse por su instinto, así que se dirigieron hacia la casa de la esquina, que era desde donde provenía ese olor nauseabundo. Uno de ellos era un joven de aparentes 22 años, de huesos gruesos y músculos fuertes. De una patada derribó la puerta de la casa, que se encontraba en estado deplorable. Al internarse en la casa, los dos hombres se vieron obligados a cubrir las narices con sus manos para evadir el repugnante olor que provenía de uno de los pisos de la planta superior. Observaron con atención el estado del lugar, los pisos de madera rotos, la pintura de las paredes desprendida a causa de la humedad, los ratones y las cucarachas deambulando y tropezando con sus zapatos lustrados. El olor a putrefacción era su única brújula entre esas paredes desvencijadas. La curiosidad por la procedencia de semejante hediondez les hizo perseverar en su búsqueda. Dejaron la planta baja de la casa y se dirigieron al piso superior a través de unas escaleras carcomidas. Uno de ellos, el de mayor edad, se le dificultó el ascenso, por una malformación en su pie derecho. Los dos hombres continuaron su camino. Se dirigieron hacia un corredor inmerso en una espesa oscuridad. Un destello de luz que provenía de una pequeña puerta, se vislumbró, una vez se internaron en él. La duda estaba a punto de aclararse. El joven de 22 años empujó la puerta, dejando que una oleada pestilente penetrara en lo más profundo de sus pulmones. Su voz gruesa retumbó en las paredes de esa habitación, creando un eco en toda la casa. El hombre de edad, que se había rezagado por su lento caminar, permaneció mudo. De su boca no salió ninguna palabra. El silencio lo invadió por completo. Estaba impactado con la escena que presenciaban sus ojos. La paz de mi paraíso celestial es perturbada por las sombras que percibo. Las criaturas se alarman y se alejan. Comienzo a sentirme solo. Los colores son reemplazados por la niebla. A medida que la neblina se espesa, el paraíso se destruye por completo. Intento correr, pedir ayuda, pero no lo logro. El paraíso se desdibuja y ahora hago parte de la oscuridad. 176 El temor invade mi alma, acompañado de un extraño y fuerte olor. Una estruendosa voz retumba en mis oídos, siento que mi cuerpo está siendo sacudido. No sé qué pasa, pero quiero escapar, tengo miedo. La voz se torna intensa al igual que los golpes. Las sacudidas hacen que mi cuerpo se estremezca. Me cuesta abrir los ojos, mis parpados están pesados, como mi cuerpo. Pero esa voz me obliga a responder, me obliga a despertar. Veo la silueta de un hombre joven, algo borrosa. Ese hombre está tendido al lado mío. Sus grandes brazos me abrigan con ímpetu. Dice un nombre, escucho Matías. Intento levantar el brazo derecho, pero solo logro que un dedo se mueva. La oscuridad regresa y esa silueta y esa voz son absorbidas. Les costó reconocerlo… después de tantos años de búsqueda, su padre y su hermano lo habían encontrado en tan lamentable situación. Esa cicatriz fue la única señal de que su búsqueda había llegado a su fin. De pequeño había sufrido una quemadura de tercer grado en su muñeca, que le había marcado por siempre. Juan, su hermano, actuó de inmediato, brindándole respiración boca a boca. Duró así cinco interminables minutos, mientras que su padre, Eduardo, le daba fuertes golpes en el pecho para que su corazón reaccionara. Los dos hombres estaban quedando sin aliento. Sus narices estaban a punto de estallar por aguantar tanto tiempo ese repugnante olor. Hasta que el cuerpo del joven Matías lleno de moretones y sosteniendo aún la jeringa entre sus dedos, dio un signo de vida al mover sutilmente su dedo meñique. A Eduardo y a Juan les bastó con esa señal para continuar con la reanimación de Matías hasta que lograron estabilizar su ritmo cardiaco. Abandonaron rápidamente el lugar, dejando al cadáver de la joven desnuda tendido en el piso junto con los ratones y el sofá. Sus espaldas se despidieron de esa habitación que había sido la casa de Matías durante cuatro años. Utilizando sus grandes brazos, Juan cargaba el cuerpo de su hermano menor, frágil y débil. Su padre lo acompañaba con los ojos húmedos por la nostalgia, mientras estrechaba la mano de Matías, rogándole a la vida, a Dios, que le diese otra oportunidad a su hijo para alejarse del infierno y de la esclavitud del mundo de la droga. Con pasos decididos y veloces, los dos hombres se retiraron de la casa abandonada, con el cuerpo casi inerte de Matías, a cuestas. Se alejaron rápidamente de la Calle del Cartucho. A medida que la atravesaban, se tropezaban con mujeres, hombres o niños, indigentes, que rogaban por alguna moneda, migaja de comida, o por algún residuo de droga para su descontrolada adicción. 177 El tiempo siguió su curso. El amanecer se tendió sobre las montañas de la ciudad. La gente salía a comenzar su día. Unos iban rumbo a sus trabajos, otros, camino al colegio, algunos se levantaban con la esperanza de encontrar su verdadero amor. Era un día aparentemente común para todos los habitantes de Montevideo. A excepción de la familia La Rota, cuyos integrantes se encontraban en la sala de espera del Hospital Central, a causa de una sobredosis de su familiar Matías La Rota, de 19 años de edad. En las horas de esa tarde, la espera continuaba. Uno de los médicos encargados del joven salió de la Unidad de Cuidados Intensivos donde se encontraba para informar a la familia La Rota que el joven había llegado en estado crítico al hospital, con unos signos vitales casi nulos, por la sobredosis que corría por sus venas. Advirtió que a pesar de su gravedad había logrado milagrosamente sobrevivir, aunque era muy probable que la prolongada falta de oxígeno experimentada por su cuerpo ocasionara lesiones serias en su cerebro y podría esperarse una pérdida de memoria irreversible. La familia La Rota no podía creer lo que hace unos minutos había dicho el médico. Eduardo, el padre del joven Matías, estaba sumamente agradecido de volver a tener la posibilidad de emprender una vida nueva con su hijo. La fetidez se ha ido junto con los golpes, así como esa retumbante voz pronunciando ese extraño nombre “Matías”. Por alguna razón, mi cuerpo dejó de sentirse pesado. Mis oídos perciben un pito repetitivo. Pareciese que proviniera de una maquina, tengo curiosidad. Mis ojos se abren y me doy cuenta que no estoy ni en la oscuridad ni en el paraíso. Me hallo en una habitación con paredes blancas, tengo tubos conectados a mi cuerpo y en una silla se halla un hombre algo viejo mirándome con alegría. Se acerca hacia mí y me habla con una voz ronca: -Bienvenido hijo mío, estoy aquí para ayudarte a comenzar de nuevo. Debes tener confianza. No sé si me reconoces, pero a través de mis relatos podremos reconstruir nuestro vínculo. Te volveré a contar las historias que te gustaban cuando chico, como las de nuestro líder y salvador de nuestra patria “José Artigas”. Por alguna razón, me siento tranquilo y acompañado al escuchar esta voz. Pero experimento inseguridad porque no encuentro mi identidad. Mi mente está en blanco. Me esfuerzo por recordar, pero mi memoria no responde. No logro nada, no tengo historia, no tengo pasado. No recuerdo tener un padre, no recuerdo las historias sobre ese tal Artigas que él nombra. No sé de qué me habla. Sólo recuerdo desde el suceso de la mujer desmembrada tendida en un rincón de aquel lugar. Antes de allí todo se nubla y mi memoria se pierde. 178 El joven salió del Hospital Central un mes después de que sus ojos se abrieran. A pesar del tono pálido de su piel, se le veía vital. Sus ojos miel brillaban, se le notaba tranquilo ante la compañía de sus familiares. Su padre, su hermano y su madre lo llevaron a su casa, ubicada en uno de los barrios más pudientes de Montevideo, Los Pinos. Ese anciano que se hace llamar mi padre, me presentó a una señora entrada en años, distinguida y aún bella, que se hace llamar mi madre y a un hombre fuerte, que supuestamente es mi hermano. No los siento como tal pero por alguna desconocida razón confío en ellos. Me encuentro en una casa hermosa y grande. Mi habitación es espléndida. Tiene una vista panorámica de la cuidad. La cama es gigante y una biblioteca ocupa la mayor parte de su espacio. Esa biblioteca me llama la atención de una forma peculiar. Con el simple hecho de observarla, crea en mí un inmenso deseo de poseer el conocimiento que yace entre las páginas y las líneas de cada uno de esos libros. Quizás estas obras puedan llevarme a paraísos extraordinarios como lo hace ese tesoro transparente que creo guardar entre mis venas. Me atrae un libro que no está entre esas vigas grandes y gruesas de la biblioteca. Es voluminoso, pesado, tiene una cubierta de cuero y se encuentra sobre mi mesa de noche. Me intriga saber qué contienen sus páginas. Debe existir una razón para tenerlo tan cerca. Quiero internarme entre sus letras y conocer sus secretos. A pesar de haber regresado a mi supuesto hogar, añoro la sensación de libertad que me brinda esa valiosa substancia de cristal. Deseo escapar a nuevos mundos fantásticos. Quiero que la nave de mis sueños regrese, pero me doy cuenta que no la veo entre los libros ni entre las sábanas de mi cama. Quiero tenerla de nuevo. Estoy dispuesto a hacer lo que sea para poseer de nuevo esa substancia. La desesperación regresa al igual que la fatiga, las gotas de sudor recorren mi cara, mis gritos retumban en las paredes de la mansión. Unos pasos fuertes se acercan a mi habitación. Son de ese hombre viejo y cojo que me toma fuerte las manos y con una toalla me seca el sudor, me grita fuerte diciéndome que tal substancia no existe en este mundo. Me dice que respire profundo y que me calme. Él mira hacia mi mesa de noche, me toma entre sus brazos y me abriga. Levanta el pesado libro, lo abre y lee con una voz que me arrulla. De sus labios brotan unas palabras cálidas que logran que mi desesperación se desdibuje en el espacio de mi cuerpo. Las palabras que escucho me calman, me tranquilizan. 179 “El salvador de nuestras tierras uruguayas Hace años, precisamente en 1776, el Virreinato del Rio de la Plata fue creado en la hoy América del Sur. El Virreinato de Lima ya no podía gobernar el inmenso territorio bajo su jurisdicción, así que el dominio español creó el nuevo Virreinato con Buenos Aires como capital. El antiguo virreinato quedó dividido…. el paisaje se segmentó, la flores dejaron de ser hermanas. Sus provincias se olvidaron de ser familia y fueron extrañas entre ellas. El territorio del Río de la Plata estaba bordeado por el río Paraná, que hacía parte de la extensa cuenca combinada del Plata. Este hermoso río cuyo nombre significaba “agua que se mezcla con el mar” formaba, junto con el río Uruguay, el estuario denominado Río de la Plata. En aquel virreinato se resguardaban quinientas personas. Algunas, las que se llamaban blancas, se concentraban en las ciudades pues se decían tener sangre azul porque sus antecesores provenían de las tierras más allá del mar, en Europa. Otros eran los indígenas que en un principio poblaban el continente americano. Otros, una creciente mayoría denominada “criollos”, producto de la mezcla de españoles e indígenas, y los otros, de raza negra, seres humanos que se reclutaban de tierras lejanas, tratados como animales para hacer tareas que los españoles o los criollos se creían incapaces de realizar. El nuevo Virreinato del Río de la Plata limitaba con territorios de malandrines y de rufianes que deseaban reclamar el territorio Uruguayo como suyo. Los llamaban los “portugueses”. Por esta razón la fundación de Montevideo en 1724 respondió más a un interés de defensa contra los portugueses que a otros proyectos. Entre esa mezcla de razas, sangres y sucesos que acontecieron en aquel tiempo, nació José Artigas, el 19 de Julio de 1764, en la Banda Oriental, nombre asignado por los habitantes de Buenos Aires a la otra orilla del río Uruguay. Desde pequeño, “el salvador”, como después lo denominaron, se caracterizó por ser diferente a los niños de su provincia. Mientras ellos jugaban a las batallas, él contemplaba los caballos que en sus tierras se encontraban. Soñaba con montarlos y correr velozmente para que nadie lo alcanzara, quería desprenderse de la realidad para que todos lo vieran libre sin que alguien lo controlase o vigilase. A medida que crecía, su sueño iba moldeando su realidad. Montar a caballo era para él era el estado más parecido a la felicidad. Unos años más tarde, se integró al cuerpo militar español de “Los Blandengues”, en donde se convirtió en un jinete espléndido. Su caballo y él eran uno, combatían la injusticia y la mentira, capturaban a los rufianes y ladrones que en lugares 180 escondidos y misteriosos se escondían. Su vida cambiaba con rapidez, sus hazañas lo hicieron escalar los rangos militares. Era todo un caudillo reconocido por todas las provincias de aquel Virreinato. A Artigas le encantaba leer, disfrutaba siendo capitán de la marea de las letras, le encantaba esquivar problemas narrados y soluciones propuestas. Entre tantas lecturas, se enteró que los franceses habían invadido el verdadero reino de los españoles. Como consecuencia de este gran suceso, las provincias se dividieron al igual que la Banda Oriental. Pero Montevideo mantuvo sus autoridades españolas y su fidelidad a España. La fuerza de los militares españoles era mayor que en la de otros lugares del virreinato. En 1811 las villas que rodeaban a la ciudad de Montevideo se unieron a grupos revolucionarios en busca de libertad. En ese caos, se encontraba Artigas aun vital. Una llama interior lo impulsó a apoyar a la gente del campo, a su familia, a sus hermanos, amigos y conocidos en la revolución en contra del dominio y la opresión de los españoles. Él quería alcanzar el sueño de sentirse verdaderamente libre junto a su caballo. La revolución quizás era el camino para lograrlo. Artigas se propuso conseguir ese anhelo. Posiblemente ese sueño se podría expandir y convertirse no solo en un sentir individual si no en uno colectivo. A sus 47 años de edad, José Artigas logró ser el centro de la banda revolucionaria. Sus pensamientos se estaban tornando en acciones. El 18 de mayo de 1811 fue su primer enfrentamiento en la batalla de Las Piedras, que se dio en un campo abierto y grande a las afueras de la ciudad. Ese día, la luz de los rayos iluminaba cada paso del ejercito artiguista haciéndolo vencedor. Esta victoria hizo posible el sitio de la ciudad, hizo posible que sus habitantes tomaran conciencia de su papel en las luchas de independencia y cambiaran su posición frente a las autoridades españolas. Artigas, junto con su leal caballo, se acercaba cada vez más a su meta, al cumplimiento de su sueño. Esa fuerte sensación que invadía su cuerpo y su alma la percibía como vivir el paraíso en la tierra. Sin embargo, para llegar a ese paraíso, el ejército artiguista tuvo que luchar contra la posición de los “porteños” en Buenos Aires, ya que estos querían que el poder de las provincias se concentrara en su ciudad. Pero Artigas fue un obstáculo para ellos ya que su propuesta estaba orientada a que las distintas regiones debían tener mayor autonomía en la toma de sus decisiones, y la capital del virreinato, Buenos Aires, no debería intervenir en las provincias divididas por el antiguo virreinato. 181 Esta disputa continuó acompañada de la presión de los portugueses que habían sitiado a Montevideo. El gobierno de Buenos Aires intervino, dejando excluida la participación del ejercito artiguista. El gobierno de la capital del Virreinato tomó solo las decisiones y el sitio de la ciudad fue levantado. Estos conflictos presionaron la retirada de Artigas hacia el norte, junto con su ejército. Esa decisión influenció a muchas personas, que decidieron seguirlo. El sentimiento colectivo salió a flote y familias enteras se unieron a la causa. Se agregaron entonces miles de personas de todas las clases sociales en la marcha hacia el Norte. Algunos iban en carretas, otros a caballo o a pie. Los esclavos servían a algunas de esas familias. El pueblo uruguayo dejó de estar perdido, dejó de estar dividido, dejó de ser extraño entre él mismo. Se convirtió en un solo cuerpo con un solo sentir. Artigas estaba alcanzando su propósito, estaba tocando la cima con la punta de los dedos de sus manos. Artigas, el “Salvador” le quitó la venda al pueblo, que pudo revelarse por fin ante la opresión, el miedo, la angustia y la impotencia que el dominio invasor le imprimía. Este suceso que quedó grabado en la memoria de cada habitante de Montevideo fue llamado en un principio “La Redota” pero al paso del tiempo fue descrito como “El éxodo del pueblo Oriental”.” Mi cuerpo y mi alma comenzaron a calmarse. Los brazos de ese viejo aún rodeaban mi cuerpo completamente. Su voz suave y sutil me arrullaba. Había regresado en el tiempo y me encontraba volando entre los vericuetos de la historia de mi país. Estaba encantado con el personaje principal, me sentía identificado, me sentía allegado a él. Su historia hacia que mi alma se desprendiera, hacia que mis sentidos se liberaran y encontraran una sonrisa perdida al escuchar, como música, la voz de mi padre entonando esa leyenda. La historia se apoderó del tiempo. La desesperación dejó de existir al igual que la ansiedad. Me sentí satisfecho, me sentí feliz. Ese extraño sujeto que no identificaba, ahora lo siento como parte de mí, ahora creo en sus palabras y en sus promesas dichas, una voz interna lo reconoce como mi padre. Ya han pasado cuatro horas desde la histeria de Matías. La boca de Eduardo se encuentra seca. Al escuchar los gritos de su hijo, Eduardo se había dirigido velozmente a su cuarto y había tomado el libro preferido de Matías en su infancia. Al hacerlo, había recordado cuando su hijo de unos 12 años se encontraba tendido en su cama escuchándolo, embelesado con las historias de Artigas, su héroe favorito. Pero lastimosamente, el tiempo había pasado y su hijo ya no era un niño. Era un joven perdido, un joven en recuperación. Pero era su hijo y haría 182 todo lo posible para que ese niño inocente e inteligente regresara a sus brazos. No quería que la vida se lo arrancara de nuevo. Cuando Eduardo abrió el libro, el joven Matías se calmó, se acomodó entre los brazos de su padre, sus ojos contemplaron su rostro por unos instantes y su voz quedó en silencio dejando que la de su padre penetrara en lo más profundo de su alma. Al terminar la lectura, Eduardo contempló a su hijo, dormido en sus piernas sin soltarle una de sus manos. Respiro hondo y profundo levantándolo del piso y acostándolo en su cama. El padre de Matías se encontraba sorprendido con la reacción de su hijo al escuchar la historia de Artigas. Evocó los dolorosos momentos cuando a la edad de quince años, la droga se lo arrebató de sus manos, de su hogar, de su vida. Eduardo anhelaba el día en que pudiera sentir o recordar lo que fue su hijo antes de perderse en ese laberinto. Por esa razón, batalló con empeño en tantos centros de rehabilitación sin ningún resultado. En esos cuatro años de desaparición, de esperanzas perdidas, de tristezas profundas, y de nostalgias interminables, Eduardo no había visto nunca una luz. Hasta esa tarde en que logró recordar, en que logró traspasar las paredes del laberinto y escapar de la oscuridad. Hasta ese día en que logró desvanecer esas tristezas y dolores refugiados y atorados en su garganta. Esa tarde, cuando su voz entonó la historia de su patria, en que narró la leyenda de la libertad, la lucha del salvador y forjador del proceso de la independencia de su país, el renacimiento de un hombre que logró abrir las puertas que se creían cerradas, no sólo para él, sino para el pueblo de Montevideo. Esa tarde, cuando sus palabras permitieron hacer catarsis no sólo de las emociones y sentimientos que rodearon los hechos de ésa época, sino de los suyos propios. Todas esas cargas amargas represadas en el pueblo uruguayo, oprimido por el dominio indeseado y nunca aceptado, por las diferencias sociales y la injusticia, salieron a la luz, como también el profundo dolor escondido en el alma de Eduardo. Ese pueblo uruguayo, esos hombres y mujeres blancos, indígenas, criollos y negros, marionetas del domino español, estaban henchidos de rabia, llenos de temor y de dolor, pero colmados de risas ocultas de niños en busca de la felicidad. Sus hombros, cansados de sostener los hilos del poder y sus manos, atadas por las cadenas manipuladas y apretadas por el dominio, les impedían soltarse, pero sus almas ansiosas volaban entretanto, queriendo sentir el viento de la libertad. Ese mítico hombre, Artigas, tan famoso y tan nombrado, no solo construyó la historia uruguaya, no solo aportó a la libertad suramericana en el 183 siglo XIX sino que sembró semillas en la imaginación de un pueblo que germinaron en cuentos y leyendas que inspiraron los corazones de los niños, jóvenes y adultos de las generaciones que lo prosiguieron. Este fue el caso de Eduardo y de Matías, un padre, un adulto del siglo XXI, y de su joven hijo perdido en el tiempo, en el espacio, sin recuerdo alguno de su propia historia, sin memoria, pero sanados en sus cuerpos y en sus almas al volver a escuchar ese nombre, al volver a oír sobre Artigas. Al sentir el amor de padre a hijo y de hijo a padre a partir del recuerdo entrañable de esa lectura que les devolvió las vivencias de la infancia; al reavivar los lazos indestructibles que los unieron entre las espadas y los caballos del éxodo oriental. Mi cuerpo plácido se encuentra sobre mi cama. Mi padre ha dejado el cuarto y he conciliado por fin el sueño. Recreo una a una sus palabras narrando la historia de Artigas. A través de mis ojos cerrados, diviso su silueta sosteniendo el viejo libro. Yo lo contemplo al igual que hace un tiempo, con los ojos de mi niñez. Luego de que esa silueta borrosa suelta el libro, tomo una espada y monto un caballo de juguete en el ambiente ilustrado de una biblioteca grande y hermosa. Mis manos sostienen la espada con fuerza y de mi pequeña boca sale una voz dulce y chillona gritando ¡Soy Artigas, el salvador, el líder! Busco la libertad, la felicidad y la igualdad de mi pueblo. Me acompaña mi fiel amigo, mi caballo, que hará que volemos velozmente para sentir con más fuerza el anhelado aire de la libertad. Despierto. Tomo conciencia de que estas imágenes no son un sueño. Son escenas de mi pasado. Soy yo en esta misma habitación escuchando esas historias del héroe que se apoderó de mi infancia. Recuerdo a mi hermano, a mi madre y a mi padre, acompañándome. Recuerdo el colegio junto con mis compañeros. Recuerdo las clases de la profesora de historia que eran las clases que más me gustaban y en las que más participaba, porque en ellas conocí a Artigas el héroe de mi infancia. Recuerdo que al iniciar mi juventud, la curiosidad por sentir la libertad, me llevó a dejar mi realidad, para simplemente escapar a mundos mágicos en donde yo solo pudiera ser el dueño, el creador. Es lo último que recuerdo de mi vida, antes de los sucesos de hace días. Hay un vacío en mi memoria entre esos eventos. Los recuerdos dejan de ser claros y se tornan borrosos, imágenes extrañas vienen y se van de mi mente. Pero sé quién soy, sé que quiero, sé mi historia, que no sólo comienza desde esos recuerdos y experiencias vividas en tan solo 19 años. Sé la historia de mi patria que también hace parte de mi vida, sé la historia de mi libertador y de mi verdadero salvador que fue, es y será mi único ideal, mi único héroe, mi única fuente de admiración y mi única motivación para continuar escribiendo mi propia leyenda que hará parte de las memorias de mi bella Uruguay. 184 Camilo Andrés Ventura Felizzola Ciudad Escolar Comfenalco Cartagena de Indias – Colombia ANTE EL ACTUAL PROCESO DE GLOBALIZACIÓN AL QUE ESTÁ ABOCADO EL MUNDO, EL IDEARIO FEDERALISTA DE JOSÉ GERVASIO DE ARTIGAS, ¿AÚN MANTIENE VIGENCIA? Hoy el mundo asiste a un innegable proceso de globalización que obliga a los estados a hacerle frente de manera que sus intereses no se vean lesionados y, por el contrario, puedan preservar su nacionalidad y ganar posicionamiento ante la nueva coyuntura mundial. De ahí que, ante dicho dinamismo, los jefes de Estado están obligados a acometer acciones tendientes a hacerle frente a este nuevo escenario mundial. Resulta pertinente aclarar, a propósito de la globalización, cómo esta se concibe: “un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo unificando sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global. La globalización es a menudo identificada como un proceso dinámico producido principalmente por las sociedades que viven bajo el capitalismo democrático o la democracia liberal y que han abierto sus puertas a la revolución informática, plegando a un nivel considerable de liberalización y democratización en su cultura política, en su ordenamiento jurídico y económico nacional, y en sus relaciones internacionales.”* Ante el actual contexto mundial, los Estados Unidos de América (EE.UU.) encuentran un escenario favorable para mantener su hegemonía mundial y las potencias europeas han comprendido la necesidad de unirse a través de la Unión Europea (UE) a fin de no rezagarse respecto a este, recuperar su injerencia en el concierto internacional, preservar los intereses de sus nacionales y mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos. De igual forma, a China, considerada para occidente como la gran amenaza de oriente, apoyada en la unidad de su gran extensión territorial y estrategias geopolíticas, le es indiscutible su importancia en el concierto mundial. Lo anterior nos lleva a reconocer la gran importancia de la unión de los estados como estrategia favorable para el logro de la unidad entre los * i http://es.wikipedia.org/wiki/Globalización 185 pueblos, desarrollar sus economías y, por ende, mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos. En Latinoamérica, pese a los diversos intentos que van desde los esfuerzos del libertador Simón Bolívar en la primera mitad del siglo XIX hasta lo que hoy se recoge en los grandes avances del MERCOSUR, aún no ha sido posible crear un escenario de unidad de las naciones, que ayude a la región a ubicarse en un mejor sitial en el contexto mundial y a minimizar las desventajas ante los grandes bloques económicos mundiales. Desde la actual perspectiva Latinoamérica y dentro del concierto de la globalización, cabría preguntarnos hasta qué punto el ideario federalista del militar, estadista y máximo prócer uruguayo, José Gervasio de Artigas, aún mantiene vigencia. A través del presente ensayo se responde precisamente a esta inquietud. Por tal razón, se ponen en consideración los argumentos encaminados a brindarle respuesta. José Gervasio Artigas fue un reconocido político y estratega militar uruguayo, quien en la primera mitad del siglo XIX desplegó su accionar en pro de la independencia de su natal Uruguay y su incidencia en Paraguay y Argentina fue innegable. Nació en el seno de una de las siete familias fundadoras de Montevideo, cursó sus estudios en un convento franciscano. Tuvo una adolescencia dedicada al contrabando de ganado, lo que le favoreció para conocer su país y sus habitantes. Se le considera miembro fundador del cuerpo de «Blandengues», especie de milicia armada que tenía encomendada la defensa de Montevideo y de la que llegó a convertirse en su segundo jefe. “Tras la revolución de 1810 en Buenos Aires, ofreció sus servicios a la Junta Revolucionaria, en lucha contra el gobernador español de Montevideo. Éste, al verse amenazado por las tropas independentistas, pidió ayuda a Portugal, que acudió en su auxilio. Ello motivó la negociación de un armisticio entre la Junta Revolucionaria y el gobernador español que fue mal recibido por Artigas, puesto que el tratado devolvía la soberanía a España. Para no verse obligado a aceptar la tutela española abandonó, con 1.500 familias (alrededor de 16 000 personas), la Banda Oriental, actual Uruguay, territorio en el que se había hecho fuerte y del que era máximo dirigente. Artigas y sus seguidores se establecieron en el Ayuí, localidad desde la cual intentó organizar políticamente las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, y tras conseguir su control, luchar contra los dirigentes centralistas de Buenos Aires. 186 En 1815 venció a las fuerzas centralistas, tomó Montevideo y organizó un gobierno federalista en Santa Fe. Resistió hasta 1820, año en que sus tropas fueron vencidas por las portuguesas, deseosas de hacerse con el control de la Banda Oriental. Ello le obligó a exiliarse en Paraguay, cuyo presidente, J.G. Rodríguez Francia, le concedió asilo político.”** José Gervasio Artigas, después fue encarcelado y posteriormente liberado por el presidente C.A. López, quien también le concedió refugio, hasta consumarse su muerte. En 1856, como título póstumo, el gobierno uruguayo lo declaró fundador de la nacionalidad oriental. Durante esta época se generó la disputa entre federalistas y centralistas. Artigas era partidario del federalismo, al cual se oponía el denominado alto comercio de Buenos Aires y Montevideo. José Gervasio Artigas luchó contra el centralismo unitario que subordinaba el país a la política porteña, además de enfrentarse contra el avance portugués en el Río de la Plata. Dicha lucha dio lugar a que Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y Córdoba se unieran a los orientales, surgiendo la Liga de los Pueblos Libres, ante lo cual Artigas asume como Protector de la Liga. “Artigas concebía una nación federal, una federación de provincias, dentro de la cual la Banda Oriental estaría incluida, en pie de igualdad con respecto a Buenos Aires, pero con una inequívoca finalidad: el surgimiento de una nueva y poderosa nación que respetase las economías y autonomías regionales. En materia económica luchó contra el imperialismo inglés con los medios que tuvo a su alcance, por eso fue odiado por el sector mercantil pro-británico.”*** La enorme popularidad de Artigas y los idearios que exponía y aplicaba no favorecían para nada a las clases altas porteñas. Por tal razón era visto como un gran peligro para estos. Repartir tierras y ganado entre los sectores sociales más desfavorecidos en la Banda Oriental eran acciones que ponían en riesgo a los intereses de los hacendados y clases altas porteñas. A José Artigas se le considera el precursor del federalismo en el Río de la Plata. Inspirado en el modelo de los Estados Unidos, Él mismo manifestó: “yo quería la autonomía de las provincias, dándole a cada estado un gobierno propio, su constitución, su bandera y el derecho de elegir a sus representantes, a sus jueces y a sus gobernadores entre los ciudadanos naturales de cada estado. Esto es lo que yo había pretendido para mi provincia y para las que me habían proclamado su protector. Hacerlo así habría sido darle a cedo uno lo suyo”.IV ** http://www.elhistoriador.com.ar/biografias/a/artigas.php *** http://www.laopinionpopular.com.ar IV Ob. Cit. 187 Por otra parte, Artigas propugnaba por el fomento y protección de las artes y fábricas de las Provincias Unidas, por lo que era partidario de restricciones a las importaciones extranjeras. Como se señaló, esta reflexión está encaminada a plantear hasta qué punto, dentro del marco del actual proceso de globalización al que está abocado el mundo, el ideario federalista de José Gervasio de Artigas mantiene vigencia. Cabe tener en cuenta que indiscutiblemente los estados no pueden ser indiferentes a la necesidad de establecer estrategias que les permitan asumir acertadamente los nuevos retos y necesidades que pone de presente el contexto internacional, como consecuencia del proceso de globalización. De manera previa se ha manifestado que las naciones que han asumido los retos de la globalización articulados a un bloque, a una unión de estados o apoyándose en la integración de su territorio, están en una condición de evidente ventaja respecto a aquellos que están aislados o no han logrado articularse alrededor de integraciones sólidas. En el caso Latinoamericano, pese diversos intentos integracionistas, a diferencia de Europa, ninguno de estos ha podido materializarse en definitiva. Dentro de estos intentos, cabe señalar los siguientes: el Mercado Común Centroamericano (MCCA) , que entra en vigor a partir del Tratado General de Integración Económica Centroamericana, suscrito en Managua, el 13 de diciembre de 1960; la Comunidad del Caribe (CARICOM), a partir del Tratado de Chaguaramas de 4 de julio de 1973; la Comunidad Andina de Naciones (CAN) , que tenía como precedente el Grupo Andino creado mediante el Acuerdo de Cartagena de 1969; el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), adoptado en 1994; el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) , fortalecido mediante el Tratado de Asunción de 1991, aunque sus primeros pasos venían produciéndose desde 1985, y más recientemente la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), cuya versión final del tratado constitutivo fuera ratificada en Brasilia, en mayo de 2008. En cuanto a los llamados mecanismos de articulación de la integración continental, se encuentran la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI); el Sistema Económico Latinoamericano (SELA), al igual que el Grupo de Río, el cual constituye otro de los escenarios de consulta política continental, con resultados apreciables en la actualidad, y al que ha sido incorporado recientemente como miembro pleno Cuba. Los intentos integracionistas antes citados, así como los que se han omitido en este caso, si bien han constituido avances importantes, aún en la práctica no han dado lugar a que se configure una real integración continental. Ahora, ello no quiere decir que se desconozca lo que en estos momentos significa el MERCOSUR. Sin embargo, el avance hacia una 188 estructura ubicada por encima de los estados, que se aleje del exclusivo interés gubernamental para poder trascender a una supranacionalidad, aún está por construir. “La Unión de Naciones del Sur, por su parte, ha avanzado en los fines de crear un esquema que supere la perspectiva de la integración económica, trazándose como objetivo «construir, de manera participativa y consensuada, un espacio de integración y unión en lo cultural, social, económico y político entre sus pueblos», como establece el artículo dos de su tratado constitutivo, no obstante existir algunos elementos discutibles en torno a la fundamentación desde bases jurídicas de la integración que este modelo propone.”V He aquí en donde las ideas federalistas de Artigas cobran vigencia. El caudillo político y militar uruguayo anhelaba una nación poderosa, conformada por regiones autónomas, en donde la solidaridad e integración las hiciera fuerte y determinantes en el concierto internacional. Esta es hoy, precisamente, una urgente necesidad, dadas las nuevas circunstancias que ha puesto la globalización. Pero, si bien aún no podemos hablar de una integración continental, resulta muy halagador el hecho de que, a través del MERCOSUR, se han venido adelantado interesantes avances que nos aproximan a la materialización del sueño esquivo de una real integración Latinoamérica. Este podría convertirse en el mejor reconocimiento y valoración que se les haga a próceres independentistas como Bolívar, Artigas y a muchos otros que se identificaron con la idea de la consolidación de un continente Latinoamericano integrado, atado a lazos de hermandad, solidaridad y con claros propósitos comunes de sus pueblos; aun cuando entre estos se concebían distintos esquemas de integración. Si bien Bolívar era partidario de la integración, al contrario de Artigas, consideraba que el modelo centralista era el ideal. Es innegable que el MERCOSUR hoy por hoy es la más cercana oportunidad de materializar ese sueño. En torno a él, resulta pertinente anotar lo siguiente: “con su indudable peso en el desarrollo económico sudamericano y la búsqueda de sustento político en las más importantes decisiones que se toman en su seno, así como el marco normativo que ha implementado lo convierten en uno de los mecanismos sobre los que se posee cierta confianza y, para muchos, en el ámbito de la teoría y la práctica económica y también jurídica, resulta el modelo más cercano a la idea de integración que debe desarrollarse en nuestra área geográfica.”VI V http://www.eumed.net VI Ob. Cit. 189 Ante las actuales circunstancias, a propósito de la integración latinoamericana, resulta pertinente revisar las diversas experiencias históricas que se han tenido. La intención no es copiar modelos que, si bien podrían ser válidos para una época, para hoy es probable que resulten descontextualizados. Sí tomarlos como referentes y, para no incurrir en los mismos errores, beber bien en esas fuentes. No se puede desconocer que, al igual que en la primera mitad del siglo XIX, hoy la necesidad de la integración latinoamericana sigue vigente. En cuanto al modelo o esquema de organización que soporte la integración latinoamericana, dadas las diversidades políticas, económicas, sociales y culturales de las naciones latinoamericanas, un esquema centralista de integración no tendría cabida; mas sí resultaría apropiado un esquema que respete la autonomía, la soberanía, reconozca la diversidad étnica, cultural y política de las naciones. Desde esta perspectiva, muchos elementos del ideario federalista de Artigas hoy tendrían cabida dentro del marco de un proceso de integración latinoamericano. Esto corrobora la validez de algunas tesis expuestas por el prócer uruguayo en el siglo XIX. El ideal para soportar la unión de nuestro continente sería una estructura integracionista, con una tendencia supranacional de los pueblos latinoamericanos. Podría estar inspirada en el modelo de integración europeo pero evidentemente tendría presentes elementos artiguitas, hechos extensivos a un ámbito geográfico mucho más amplios al que él ideó. 190 Yinabeth Alcázar Franco Ciudad Escolar Comfenalco Cartagena de Indias, Colombia LA PAUSA Ese día, Hidalgo conocía cuál sería su rutina. No sería como otros días en los que su itinerario no estaría definido y el viento del destino designaría sus pasos hacia sus deseos. No, hoy sería diferente a todos esos días pretéritos y a los futuros de los que no sabía nada, aunque el atrevimiento tomara su parte en las afirmaciones. Es allí cuando nos convertimos en un oráculo de Delfos o un poeta gaucho. No se sabe cuál de los dos le atina mejor pero lo que sí es cierto e irrefutable es que el segundo tenía un arma más poderosa: la palabra. La misma palabra que se ausentó cuando se cometieron injusticias una y otra vez; la palabra que hizo iglesias; la palabra que reprendió a un hijo para hacerle cambiar; la misma palabra que ha hecho llorar, reír o actuar a millones de personas a través de la historia. El encuentro sonó a un hecho aislado durante mucho tiempo porque la guerra era como un posesivo amorío que no admitía otra pasión sino esa; ni otra dedicación sino la que le concierne. Y el mate no estaba dentro de lo permitido, no estaba entre las cosas que podían hacerse para conseguir la victoria. No era eso lo que “se necesitaba”. Al menos, no acompañado de charlas extensas y que rememorasen momentos más vivos, más humanos, si es que alguna vez los hubo. La guerra no había terminado y nunca lo hizo, pero la detención que iba a hacerse era determinante para suavizar el alma y fortalecerla al mismo tiempo. Siempre debía haber espacio para lo sublime y perfecto que fija los espíritus humanos. ¿Hay algo más sublime que la poesía o un mate? Lo suave no debía verse entonces como un obstáculo sino como un arma mordaz, peor que el fuego, el cuchillo o la lanza de cuero. Y mientras Hidalgo se extendía en sus reflexiones, con justa razón estando en su catre, Artigas estaba en su casa haciéndose la misma pregunta de todos los días: ¿terminará? Aunque realmente él no sabía el verídico sentido de aquella palabra porque hasta donde había podido vivir, nada simplemente “terminaba” y menos al hablar de naciones. El revolucionario, el hombre de carácter que con sus gestas no había hecho más que trabajar por la posterior República Oriental de Uruguay, recordaba aquellos momentos fugaces de su juventud, en los que tenía el amor que no había podido vislumbrar en ninguna otra mujer que hubiese hecho parte de su vida. Isabel, aquella de nombre exquisito que murió sin 191 poder terminar la misión de acompañarlo. Él no podía olvidar de ninguna manera su sonrisa, que salía inoportuna, su piel suave como el algodón, la intuición especial que tenía para afirmar que algo no debía hacerse y, por sobre todo aquello, el amor por el que le correspondía. Luego pensó en la lucha, en Uruguay, y cayó en la cuenta de que su misión en el mundo era permanecer en frente del bienestar de su patria, que era algo más trascendente. Él no había nacido para amar a una persona sino para amar a tantas como le fuese posible, por eso su pensamiento daba cabida para todos en una medida exacta y justa. Todo ello se conjugó para no dejarle levantar de la cama en la que todavía se hallaba acostado, pero la idea del día que viviría le dio fuerzas para el primer paso. Hoy se encontraría con Hidalgo. Hacía mucho que no veía a su querido amigo en un espacio de sosiego y eso le había aquejumbrado porque, si había algo que le hacía olvidar de todo lo que deseaba olvidar como una pequeña lanza a la periodicidad del tiempo para matarle, era escribir poesía. Oh, pero que nadie se enterase de ello, que suponía un rompimiento a su reputación de persona fuerte. Nadie podía saber que José Artigas hacía poesía, y menos aún en compañía de su amigo Hidalgo. No, el pueblo debía pensar que trabajaba noche y día sin equivocación alguna y sin espacio para pausas de esas que son reconfortantes. ¿Desde cuándo empezó esta pasión secreta? Artigas tenía años más jóvenes cuando su debilidad por las palabras suaves se acentuó. Recordaba que todo había empezado con Isabel y sus exquisitas formas, pues en el afán de decirle las impresiones de cuánto veía en ella, escribía cartas en las que ponía su empeño literario, para cortejarle con finas expresiones de todo cuanto sentía por ella. Luego de la muerte de Isabel, sus prioridades habrían cambiado y ya no escribía de amor y rosas. Ahora hacía letras que liberaban, que le ayudaban en secreto a seguir con la lucha, a persistir sin más. El problema es que no estampaba las letras y el viento las llevaba, porque no las había acorralado. Entonces fue Hidalgo quien lo animó a recuperar esa vieja costumbre de la pluma que había dejado enterrada en un rincón de sí mismo, como en su propio aislamiento y, sin darse cuenta, había avanzado para entonces. Escribía mejor. De pronto, un sonido palpitante, de esos que duran escasos segundos, se oyó en toda la casa. - ¿Quién será a esta hora? –se dijo a sí mismo, y recordó que eso de la hora no importaba cuando se estaba luchando, no había tiempo específico para nada, el tiempo solo estaba ahí para usarse. 192 Caminó con paso tranquilo hacia la puerta cuidando no tropezarse, y la abrió con la misma paciencia que le embargaba, teniendo la incertidumbre de qué imprevisto le suponía aquel acontecimiento a las cinco de la mañana. - Buenos días, señor –dijo una voz preocupada que surgía de un cuerpo indígena guaycurú, y que significó una frase representante de la desesperación de toda una raza. - Sigue, por favor –dijo Artigas con seguridad y entereza porque ya sabía a qué llegaba. Mientras el indígena entraba a la casa y buscaba la silla para sentarse, Artigas fue hasta la cocina e hizo mate con leche, en el que estaba representada la estima profusa que sentía, no a él sino a toda su raza. Él no estaba ahí, por su parte, por su cuenta, por su voluntad sino por la cuenta y la voluntad de todo un pueblo. Contrario a lo que sucedería si se hablara de un criollo de alma firme, firmeza extraña que se tropezaba con el egoísmo, el alma de los indígenas era suave y abierta. Al parecer no iba a ser con Hidalgo la primera vez en el día para la pausa con la infusión pero le encantaba poder tener a Chimao en su casa porque el aprecio que tenía por los indígenas rayaba con la admiración. - Por favor Chimao, cuéntame –le pidió Artigas mientras le entregaba el mate. - De parte de todos, vengo a decirle que nos sentimos agradecidos por las chozas y por darnos el espacio que merecíamos, aunque ahora estemos teniendo algunos problemas con el alimento –hizo una pausa como esperando una respuesta, pero era Artigas quien esperaba más–. No entendemos mucho de sus leyes, pero estamos felices ahora que nos respetan y todo eso se lo debemos a usted porque aun en contra de los suyos luchó por nosotros –se expresó de tal forma y bebió con suma paciencia como saboreándole cada sorbo. - Chimao, gracias por venir. Me preocupaba qué había sido de todos ustedes, pues hay algo que quiero darles desde hace unas semanas. ¿Ves el saco aquel? ¿Podrías traerlo? Es comida para todos cuantos puedan comer de él. No es mucho pero espero que alcance por ahora. Las cosas se han puesto un poco difíciles. Recuerden: ser dueños de sí mismos. No dejen que les miren por encima del hombro o les hagan sentir inferiores. Ustedes estaban aquí desde antes y por eso son estas tierras más suyas que nuestras. Y el indígena se marchó con una humilde reverencia… 193 A Artigas siempre le pareció que los indígenas merecían el mismo trato que cualquier otra persona y que merecían que se les incursionara en la sociedad, dándoles su espacio, participación y garantías sociales y económicas. También insistía en que debían educarse y entender su condición y la de su entorno, pero claro, al sistema con el que él luchaba fervientemente no le era conveniente tal cosa. Sin embargo, fue Artigas quien les buscaría los recursos para que aprendiesen las primeras letras y por todo ello los indígenas le llamaban Padre Artigas porque les cuidó y amó como solo un padre puede hacerlo. Cuando Chimao estaba a unos diez metros de la puerta, se giró para contemplar aquel lugar que les ayudaba siempre y vio a José Artigas despidiéndole con las manos. Él le correspondió con una sonrisa. En el camino iba pensando en lo mucho que pesaba aquel saco y en la felicidad que significaba el mismo. Cada kilogramo de su peso era un kilogramo de satisfacción. Eso le hizo persistir sin cansancio alguno hasta llegar a la comunidad, donde todos le esperaban ansiosos por saber la respuesta de Artigas, encontrándose con el grande y pesado saco que les habría de saciar el hambre en días siguientes. A las seis de la mañana, la hora en que las ciudades despiertan de su quietud nocturna, Artigas debía darse su baño ritual para el comienzo de los ajetreos del día como lo había estado haciendo todos aquellos años. Aunque esa mañana no era como los otros días, porque era el día de la pausa con Hidalgo, un baño no tenía por qué ser saltado. Sonará absurdo revisar si un baño debe tomarse, pero ese día, Artigas revisó cada paso de lo que hacía buscando no equivocarse en alguno que lo desviara de su objetivo, porque él pensaba que las acciones se tomaban de acuerdo al día, pero hacía mucho tiempo los itinerarios habían sido los mismos y esto se oponía al cambio. Mas hoy no pasaría de tal forma y tenía que reprogramarse nuevamente y, en cierta forma, esto también era una pausa. El día anterior, su amigo había ido a visitarle, pero él estaba tan ocupado en sus asuntos que no pudo atenderle, y más vale constatar que Hidalgo no era un holgazán sin ocupaciones pues, como buen gaucho, trabajaba fervientemente por sus objetivos patrióticos, mas las pausas eran algo sagrado para el poeta. Y fue por esa razón que le prometió con ahínco que, sí al día siguiente llegaba sin falta, él le recibiría plácidamente para compensarle por el viaje casi en vano que había tomado hasta su casa. 194 “Si de todo lo criado es el cielo lo mejor, el “cielo” ha de ser el baile de los Pueblos de la Unión.”69 Hidalgo, bailando en el cielo, que es lo mismo que bailar en la infinitud, escribía estos versos aquella mañana por inspiración de su amigo, cuando en él pensó como en la columna vertebral de esa infinitud que determinaba el rumbo de la lucha, la misma infinitud que permitía que fuese incansable el trabajo en el que gauchos como él se jugaban la vida por la patria. “Cielo, cielito, cantemos se acabarán nuestras penas, porque ya hemos arrojado los grillos y las cadenas.” El poeta no podía saltarse que la felicidad de los pueblos se la otorgara su libertad. Era solo en ella que la autonomía y la unión de las personas se encaminarían al mismo objetivo como ciudadanos y podían existir como patrón de eficiencia en la sociedad. El poeta le cantó a la patria como pudo cantarle a las aves. Su pluma se emocionaba cada vez con más euforia a medida que convertía en realidad el sueño libertario a través de la poesía que era la principal herramienta para la independencia que se propugnaba. Él lo sabía más que nadie y por esta justa razón continuó escribiendo. “¡Viva la Patria, patriotas! ¡Viva la Patria y la Unión, viva nuestra independencia, viva la nueva Nación!”70 69 Fragmento de “Cielito de la Independencia”. Por: Bartolomé Hidalgo 70 Fragmento del poema “Cielitos de la independencia”. Por: Bartolomé Hidalgo 195 Como si un fuerte viento hubiese elevado sus pensamientos hacia la escala más alta del cielo, escribió estas últimas líneas, dejándose llevar su pluma por esa fuerza desconocida que recorría las venas de los gauchos. Hidalgo vivía en una casa ligeramente amoblada, con techo de paja y madera, muy práctico para sus fines, que no eran el de una vida cómoda sino el de una patria libre. Allí, en su pequeño rancho, meditaba acerca de la poesía y se preguntaba por qué Artigas no se había reconocido como poeta, si su pluma era excelsa y por qué no daba su talento a Uruguay. “Tantos corazones hubiese podido dulcificar mi amigo José Artigas, al punto de ablandarlos como masa y lanzarlos al ruedo de la libertad, como hacemos los poetas gauchos. Él también es un poeta, quiéralo o no de cualquier manera, que ser poeta no se elige ni se evita, nadie es poeta porque algún día lo decide. Si soy poeta es porque medito cuanto hago y vivo. Eso hace Artigas, quizá en mayor medida. Pero la terquedad es una lanza que se incrusta en la voluntad para no dejarte escuchar lo que el mundo y tu voz interior te reclaman con ímpetu. A veces, la terquedad no se inmuta y la modestia se muestra con ferocidad, haciendo que tú, jefe de las libertades uruguayas, te prives de la más valiosa de ellas, grabar las ideas, esas que no se pueden dejar en la mente, esas que necesitan libertad y ser acorraladas para difundirse, así que puedan volar tan alto, más allá de los límites, hasta llegar al cielito, como esos cielitos que me gusta escribir y que se goza de bailar cantar, como se goza el ser libre”. Hidalgo se alistó en su caballo, el cual cuidaba con dedicación porque en su opinión el animal representaba algo más trascendente que él mismo: la lucha. Y luego de hacer la tusa, cortando las crines con suma paciencia como si disfrutase cada segundo de esa tarea, cabalgó satisfecho de haber emprendido el viaje a la casa de su amigo. Recordó entonces cuando era apenas un potro y lo domaba, amansándolo para que le correspondiese, lo cual no fue nada sencillo porque ese caballo tenía la rebeldía en sus genes, siendo también difícil el rodeo durante muchos años, en los que le tocaba hacer piala, echando el lazo mientras intentaba huir. En definitiva, aquel caballo se parecía demasiado a él, y eso le hizo quererle más, lo cual no significaba que no le haría la yerra, pues si hay algo importante cuando se quiere uno de esos animales que se vuelven parte de ti, es asegurarlo con tu marca. El amor entonces también tiene algo de posesividad, necesitando lazos que a la vez son símbolo de la libertad. Más tarde el caballo se volvió tan amigo del gaucho, que éste no tuvo que preocuparse más por el devenir y le dejó cierto libre albedrío, que hacía que la relación entre ambos fuese cada vez más fuerte. 196 “Dicen que vienen erguidos y muy llenos de confianza; Veremos en esta danza quiénes son los divertidos.”71 Se acordó de este fragmento cuando vio un grupo de personas bailando cielitos, precedidas del que cantaba y supo entonces quién iba a salir victorioso de aquella lucha, quién no se rendiría y quién se tendría que ir. Él sabía bien que se rendía quien no cantaba y bailaba con la vida, como si lo incierto se excediera de cierto. Artigas abrió la puerta para que el fresco de las diez de la mañana pudiese rondar los pasillos de la casa y hacerla suya, apoderándose de él mismo también mientras esperaba pacientemente a su amigo. Fue hasta la cocina y comenzó la preparación del mate dulce, significando la amistad que a él le profesaba como a ningún otro. - ¡Buenos días amigo mío, venga para acá a que le dé un abrazo! –dijo Bartolomé Hidalgo enérgicamente mientras bajaba de inmediato de su caballo y fiel compañero de sus vivencias llamado Gavilán, despojándose de sus aperos y dándole golpecitos triunfantes en la cabeza. - No sabes cuánto me alegra la visita –le dijo Artigas dándole un fuerte abrazo–. Pasa, que aquí también vives tú. Bartolomé Hidalgo y José Gervasio Artigas, los incansables, los dos amigos de esporádico encuentro, el Protector de los pueblos libres y el poeta gaucho empedernido, el objetivo de todos sintetizado en dos hombres, el honor de la nación. Ellos estuvieron por horas charlando de lo que había sido, de lo que era y de lo que podría ser, con la esperanza de resumir los problemas en un mate dulce y unas cuantas poesías. “Tanto que he sido, que no he sido nada. Soy como un lienzo, que pinta la patria” 71 Fragmento de Cielito Oriental. Por Bartolomé Hidalgo 197 - Esa es mi obra final Hidalgo. Todo se reduce a esas líneas. No necesito más. Dirás que soy económico hasta con la tinta, pero no puedo proferir mil palabras, si quiero decir cinco. - La síntesis es también una virtud, todo se vale en la poesía, amigo mío. Mas ciertamente digo que razón tendrías en no mostrarle a Uruguay lo que haces como sé que quieres por esa modestia tuya que no se detiene al júbilo, sino que disfruta su medida en tanto que no la tiene. Ahora puedo comprenderla, pues debes saber que nunca estuve de acuerdo con ella. Y así los revolucionarios poetas se separaron una vez más, con el compromiso de un mismo sueño y las letras entre sus dedos. Artigas no divulgó aquellos versos que pensó y escribió y todos le creyeron alejado de esas pasiones. Hidalgo siguió con su lucha, su Gavilán y sus poesías cortejando la libertad para atraerla en aquellos tiempos de escasez y ambos por sus distintos y encontrados caminos itinerantes que eran definidos por las vicisitudes del tiempo siguieron como empezando desde cero, por esa pausa reconfortante que bastó para que, años después, Uruguay fuese libre… 198 TRABAJOS GANADORES DE ECUADOR ELIZABET MARILYN GONZÁLEZ DÍAZ Colegio Fiscal Mixto “Ismael Pérez Pazmiño” Guayaquil, Ecuador “LA REDOTA: SENTIDO, VICISITUDES Y CONSECUENCIAS DE LA MISMA” La palabra “redota” no se encuentra en el diccionario, lo que puede significar para muchas personas que ésta palabra no tenga valor alguno, o siquiera una especie de significado que sea de importancia para alguien. En primera instancia, y para cualquiera, ¿en qué tiempo de nuestro hablar cotidiano usamos este término? ¡En ninguno, por supuesto! Resultaría falso e hipócrita decir que se conoce algo que jamás en la vida se ha oído. Pero de manera simultánea, el instinto de investigar propio del ser humano es el que lo lleva a cuestionarse lo siguiente: Si esta palabra extraña en realidad no existiera y careciera rotundamente de una definición como todas las palabras importantes para el idioma, entonces, ¿por qué la he escuchado?, ¿de qué lugar provendrá?, ¿cuál sería el motivo de concebir un vocablo tan distinto, que despierta de manera inmediata, la curiosidad del hombre? Y es allí, precisamente, cuando la travesía de conocer la historia de la “Redota” empieza. Tras este sentimiento de interés, las primeras fuentes de información básica son leídas y el deseo del lector por saber cada vez más acerca de sus orígenes aumenta. De pronto se descubre que el término “redota” proviene de la pronunciación errónea de la palabra común “derrota”, cuya definición detalla que es: “Acción y efecto de derrotar o ser derrotado// El verbo derrotar, por su parte, hace referencia a vencer o ganar en un enfrentamiento, a romper o destrozar, o a arruinar a alguien”1. No obstante, a esas alturas de la investigación ya se tiene el conocimiento superficial de las generalidades de la Redota, sus orígenes y su valor para todo un pueblo; no puede ignorarse la pasión nacionalista, aunque ajena. La expresión continúa sintetizada en siete palabras: “Derrota no es lo mismo que Redota”. La incomprensión de la omisión de “redota” en el diccionario, donde se supone que descansan todos los significados de los vocablos de provecho para un pueblo en particular, y para la humanidad en general, no se hace 1 http://definicion.de/derrota/ Significado de derrota (22/06/2012; 16h23) 199 esperar. En varias ocasiones, al leer en él los datos más relevantes de una ciudad, región o país, siempre se muestra ante nuestros ojos ya sea un pequeño párrafo o un extracto de la historia de aquella porción de tierra. Por desventura, este no es el caso de La Redota, un hecho trascendental que representó -y representa aún- el nacimiento, crecimiento y consolidación del sentimiento nacionalista en Uruguay. Al mismo tiempo sucede que es fácil confundir los significados de derrota y redota pues ¿acaso la segunda no se originó por el habla equívoca de la primera? La respuesta a esa pregunta es un rotundo “sí”; sin embargo, que la una provenga de la otra no indica que los dos términos signifiquen lo mismo, o que al menos mantengan entre ellas una definición similar. Al analizar lo mencionado surge repentinamente la siguiente interrogación: ¿Cómo puede ser que este suceso inmensamente importante para comprender la historia de la República Uruguaya no figure en este libro tan “completo e ilustrado”? Es menester profundizar la historia de la Redota para sólo así poder responder esta inquisición inquietante. En Latinoamérica se escuchaban los primeros sonidos de las campanas que anunciaban el deseo de los pueblos de adquirir ya su emancipación del yugo español. El 25 de mayo del año 1810 la Primera Junta de Buenos Aires –la misma que vio la luz después que el rey Fernando VII fue tomado como prisionero en Francia, constituida gracias a la evolución de su mentalidad sudamericana y humana-, se percató que el pueblo tiene el profundo y neto derecho de poder regirse a sí mismo ante la ausencia de un monarca y/o potestad e infunde estas nuevas ideas a la población. El sentido de democracia trataba de abrirse paso en Uruguay, y casi todos los habitantes al norte del Río de la Plata y al este del Río Uruguay - territorio que fue denominado como “Banda Oriental”-, habían sido protagonistas de una serie de rebeliones que no eran del más mínimo agrado de las autoridades españolas que gobernaban ese tiempo. A pesar de que la parte de la Banda Oriental acataba ciegamente a la Gobernación de Montevideo, el resto de la población apoyó sin lugar a los miedos, ni a las dudas, a la Primera Junta. Estos hechos, denominados como “Revolución de Mayo”, hizo saber a los mandamases españoles que la fuerza popular tomaba cada vez más conciencia del valor de la libertad que es ineludible poseer para desarrollarse como ser humano y como sociedad. Entre estos jefes se encontraba Francisco Javier de Elío, quien regresaba de su madre patria –España- nombrado con la membrecía de “Virrey del Río de la Plata” por la famosa Junta de Cádiz, y que en tiempos anteriores se había desempeñado solamente como gobernador de las tierras 200 uruguayas. Tras su retorno, su primera acción como virrey fue declararle la guerra a la Primera Junta de Buenos Aires el 18 de febrero de 1811 pues el temor de perder lo que creía le pertenecía a su adorada España se apoderó de su ser. Además no podía fallarle nunca a su nación ya que ella le había confiado un puesto en extremo cotizado por cualquier gobernador y comendador de aquella época. Como Elío requería oprimir rápida y eficazmente el sentimiento libertario del pueblo procedió a instaurar una amplia gama de medidas, desde impuestos excesivos y superfluos a las importaciones de tabaco y cuero que mantenían la economía estable de la región hasta ciertos “pagos de contribución”. Esto con la fingida misión de ser destinados al mismo pueblo. Como los comerciantes y trabajadores en general contemplaban su trabajo estropeado, el comercio se mantuvo en manos de los españoles. Ellos no habían contado jamás con el hecho de que ciertos elementos de sus propias milicias también percibirían la injusticia y corrupción de la que era víctima el Pueblo Oriental -que de una u otra forma, también era su pueblo, pues pertenecían a él. Uno de ellos, será aquel que se inmortalizaría como uno de los más grandes próceres uruguayos: José Gervasio Artigas. Él, al desertar de una de las guarniciones realistas “Colonia del Sacramento”, se entrega por entero a las disposiciones del Gobierno de Buenos Aires. Es junto a Venancio Benavides, Pedro José Viera y bajo el mando de Ramón Fernández y Manuel Francisco Artigas –su hermano-, que en un inolvidable 28 de febrero de 1811 las tropas revolucionarias se toman Mercedes, Soriano, y Callo, e inclusive vencen a Colonia de Sacramento en una batalla a la que la historia nombrará como “Grito de Asencio”. Esa magnánima batalla inspira a los pueblos, como Casupá, Durazno y Tacuarembó - que anteriormente se limitaban a permanecer bajo el dominio español- a emprender su sublevación para librarse de su mando. Durante esos mismos instantes el poder militar confió en el liderazgo de José Gervasio Artigas y entonces marcharon unidos hacia la ciudad de Montevideo, apoyados por la Primera Junta, por supuesto. Con la victoria de la Batalla de las Piedras el movimiento militar liderado por Artigas se toma San José y Paso del Rey, lo que significaría para los españoles el tercer fracaso después de las contiendas y su retiro de la ciudad de Montevideo. Los ímpetus revolucionarios acaparan toda la Banda Oriental. Sin embargo allí estaba Francisco Javier Elío, tramando su contra ataque. Esto fácilmente se puede distinguir como un acto desesperado y cobarde. Francisco Javier de Elío continúa sus réplicas opresoras ante el pueblo uruguayo. Llevará a cabo expulsiones sin piedad de familias orientales, de religiosos, comerciantes, trabajadores y toda aquella persona que sea 201 blanco de sospechas de mantener algún tipo de relación o simplemente simpatía con los miembros de las milicias revolucionarias. No contento con ello, fue capaz de permitir el ingreso de los portugueses al territorio uruguayo –en especial a las regiones de Melo, Maldonado, Rocha y La Fortaleza de Santa Teresa- y de bloquear por completo el Puerto de Bueno Aires, terminando así de hundir el comercio y la economía de la zona. El 23 de septiembre de 1811 será el día en el que se formará el Primer Triunvirato, cuyo tutor es nada más y nada menos que la Junta Grande –gobierno creado por la Primera Junta de Buenos Aires-. Este Primer Triunvirato, constituido por Manuel de Sarratea, Feliciano Chiclana y Juan José Paso, buscará al virrey Elío para negociar un armisticio. El objetivo de ello fue el siguiente: Elío estaría obligado a levantar el bloqueo del Puerto de Buenos Aires y de no vejar bajo ninguna circunstancia a todos los que habían luchado en su contra. Inclusive las fuerzas portuguesas tendrían que retirarse de los territorios invadidos en el Virreinato del Río de la Plata y el Triunvirato se comprometía a dejar en manos del Virrey Francisco Javier de Elío absolutamente todo el territorio oriental; un “precio recíproco” en extremo desequilibrado considerando todos los gestos libertarios que no solo las legiones revolucionarias habían ejecutado, sino también que el pueblo hubo de protagonizar valientemente. ¿Qué es lo que se aprecia claramente de este proceder del Primer Triunvirato?, ¿una traición? No. ¡Esto es “La traición”! Es una gran puñalada por la espalda al Pueblo Oriental, a quienes se los entregaba en bandeja de plata al bárbaro adverso, el mismo que faltando a su palabra, sin lugar a dudas, no cumpliría con su parte del trato. Esta última parte, al decir verdad, no tienen la menor importancia, pues lo que es realmente relevante es el hecho de pisotear cínicamente el anhelo de libertad que no cinco ni seis personas ansiaban con locura y desenfreno. Y a pesar de estar al tanto de ello, de saber que la peor burla para una patria es obtener paz sin dignidad, los representantes del Triunvirato firman el armisticio con Francisco Javier de Elío, el 20 de octubre de 1811. Tal vez lo que para otro pueblo hubiese significado “la pérdida de la guerra”, para el pueblo uruguayo, la firma del armisticio encarnó en el natalicio del éxtasis revolucionario y nacionalista y la concientización del sentido de la orientalidad. Ellos, no habrían de rendirse ante el enemigo… no habrían de acatar lo que sabían no era correcto… y José Gervasio Artigas tampoco. Artigas, en aquel momento, tomaría el liderazgo ante los orientales. Estimulado por la indignación causada por la traición hacia su pueblo, por su reconocimiento del valor inigualable de la libertad, y aún después de haber sido nombrado como Teniente Gobernador de Justicia Mayor 202 y Capitán del Departamento de Yapeyú -localidad de la Provincia de Corrientes, en el actual Departamento de San Martín, en Argentina-, el mismo 20 de octubre comienza a movilizarse junto a los orientales en un masivo flujo migratorio que retomará el camino de lucha hacia la libertad ni bien las circunstancias estén a su favor. Tres días después, Artigas, con todo el dolor que puede sentir un hombre digno tras haber presenciado el perjurio del que era víctima el pueblo oriental, ratifica ante la asamblea formada después del armisticio a orillas del Río San José su resolución de acatar el dictamen. Pero la resolución definitiva de continuar acompañado de sus fieles y liberales catervas para conseguir la libertad del pueblo oriental, y la gratitud y admiración de este pueblo hacia un líder verdaderamente merecedor de aquella insignia, sería manifestada con un hecho trascendental: La Redota, un exilio compartido, y que años más tarde sería bautizada por el escritor e historiador uruguayo, Clemente Fregeiro, como el “Éxodo del Pueblo Oriental”. Haciendo un paréntesis, ¿es precisamente el término “éxodo” el indicado para referirse a un hecho tan exclusivo? Si conceptualizamos esta palabra tenemos: “Emigración de un pueblo o de una muchedumbre de personas con cualquier motivo”2. La Redota no engloba las mismas definiciones que ella, pues ¿un suceso de subordinación forzada, después de la infame vileza de un armisticio que no hace honor a su denominación, puede ser llamada y reconocida como una simple emigración? ¡Claro que no! ¡Jamás un ultraje tan cobarde podría ser considerado como común, ni para Uruguay, ni para otro pueblo! ¿Dónde quedaría el respeto hacia la propia persona? ¿En el piso, acaso? Nunca. ¡Y ni hablar del amor a la patria!, ya que este es mucho más grande que el que uno siente hacia sí mismo… Es este amor el que lleva a varios a dar la vida por la nación, y con ello, la muerte se convierte en un placer dulce al combinarse con el pensamiento de la libertad que se obtendrá después del sacrificio. Como demostrando la particularidad de la Redota, Juan Zorrilla de San Martín escribe: “La marcha es penosa y lenta. Unos van a caballo, otros a pie, los otros en vehículos más o menos groseros; carros destechados o cubiertos de cuero, rastras tiradas por caballos, acémilas cargadas. (…) La patria peregrinante.”3 2 www.wordreference.com Significado de éxodo (26/06/2012; 15h02) 3 http://www.escueladigital.com.uy El éxodo del pueblo oriental (03/07/2012; 23h32) 203 Ahora bien, la Redota propiamente dicha se inicia al pasar tres días del 20 de octubre de 1811. Inmediatamente, José Gervasio Artigas recluta a un gran número de personas que comparten con él el mismo anhelo de reanudar la búsqueda de la libertad y de no abandonarla nunca. Entre estas personas, aparte de los militares –en su gran mayoría, soldados de rangos medios y bajos-, se encontraban civiles, lógicamente. Hombres, mujeres, ancianos, niños, ¡familias enteras!, todos caminaban bajo situaciones sumamente duras que deterioraban su cuerpo, pero de ningún modo su espíritu revolucionario. Muchas veces bajo un sol inclemente e infernal, y otras, muy seguidas, soportando las bajas temperaturas que gobiernan silenciosamente las riveras de los ríos, esa gran multitud buscaba difundir alrededor de todo el territorio oriental su sentimiento de pesar y, simultáneamente, comunicar que aunque habían perdido una batalla, la guerra aún continuaba en pie y que no decaería de nuevo. Poco a poco, se van sumando a la lucha centenares de personas, lo que conformarían ya miles. Se habla de un número aproximado de 17000 hombres y mujeres. A partir del 23 de octubre de 1811 el camino de peregrinación que le espera a Artigas y a su pueblo será extremadamente amplio: desde mediados de octubre de 1811 a mediados de septiembre de 1812… casi un año. La pura crudeza existencial-materialista que tuvo que sobrellevar el pueblo oriental empieza el 30 de octubre de 1811, cuando las muchedumbres cruzan el Arroyo Grande ,actual límite o frontera entre los Departamentos Soriano y Flores, que se caracteriza hasta nuestros días por su peligrosidad. Prontamente, al haber cruzado del Departamento de Flores al de Soriano, en los inicios del mes de noviembre de 1811 José Gervasio Artigas y el Pueblo Oriental superarán los obstáculos que representan los arroyos de Perdido y Cololó; más tarde y en el mismo mes, por los días 11 al 13, la fuerza oriental cruza el Río Negro, en el Paso del Yapeyú y, el 14, arriban al Cuartel General en Arroyo Negro –lugar que se conoce en la actualidad como el límite entre los Departamentos de Río Negro y Paysandú-, donde Artigas dijo: “ Toda la Banda Oriental me sigue en masa, resueltos todos a perder mil vidas antes que gozarlas en la esclavitud…”4 Y retomando su lucha simbolista, los orientales llegan al Departamento de Paysandú. El 1 de diciembre de 1811 se instalan temporalmente en los alrededores del Arroyo Quebracho. Dos días después pasan el Arroyo de 204 Chapicuy, para pronto mostrarse en el Departamento de Salto, que solo sería posible traspasando el Río Daymán. Desde ese momento las legiones revolucionarias concentradas en el Territorio Oriental abordan el plan de desplazamiento de los invasores portugueses. Después de varios enfrentamientos armados en contra de antagonistas, en Belén al menos, estos son derribados y desalojados en su totalidad. Finalmente, el día siete podrán pisar el suelo del Departamento para proceder a llevar a cabo el cruce del Río Uruguay por el Salto Chico. Los orientales se asientan en la costa occidental del río esperando que el Gobierno de Buenos Aires aprobara la petición, hecha por Artigas, el 14 de diciembre pasado, el permiso para el Pueblo Oriental de poder permanecer en el Arroyo de la China. Petición que no fue concebida. Con la determinación de vencer, los orientales permanecen en la zona del Salto Chico, a manera de protesta y encarnando un auténtico coraje. Mientras tanto, de nuevo los invasores portugueses enviados por el Virrey Francisco Javier de Elío penetran en el litoral del Salto Chico con la intención de hacer desertar a la fuerza oriental de sus aspiraciones. A ello José Gervasio Artigas responde con estratagemas militares muy innovadoras que no permiten que los portugueses cumplan con su cometido, y en efecto, el Pueblo Oriental no cede ante las milicias portuguesas y continúa en el Salto Chico. Pero el Gobierno de Buenos Aires ordena que los orientales retrocedan a la región de Entre Ríos –actual Argentina-, en el mes de abril de 1812. Mientras estos últimos cuatro meses pasaron Artigas se encontraba en el Cuartel de Ayuí y en la costa de Uruguay y los orientales se dirigen a Montevideo para retomar la lucha que habían sido obligados a dejar después de la firma del armisticio. El gobierno bonaerense nota que José Gervasio Artigas está decidido a llegar hasta las últimas consecuencias con tal de liberar de la opresión de España a su pueblo. Entonces asciende a Manuel de Sarratea como General en Jefe del Ejército del Norte. Artigas no acepta el nuevo grado de Sarratea, y para que no tomaran acciones en contra de los orientales revolucionarios, renuncia a su cargo militar, mas Sarratea no admite su deserción y osa llamarlo “traidor a la Patria”. Al ver la corrupción de Sarratea, los bonaerenses lo expulsan de su cargo y colocan allí a José Casimiro Rondeau, quien es capaz de hacer alejar a los españoles, liderados por Elío, del Pueblo Oriental. 4 http://www.artigas.org.uy La Biblioteca Artiguista (03/07/2012; 19h00) 205 Llegado el mes de septiembre de 1812 Artigas retorna a la Banda Oriental. Tras el suceso de la Redota empiezan los primeros gritos de independencia del territorio oriental, Uruguay. Al final, el sufrimiento que todo un pueblo tuvo que resistir sirvió como precursor de la emancipación y concibió el sentido de orientalidad y nacionalismo que por más que quisieron ser erradicados por el enemigo y victimario, florecieron e iluminaron debido al alcance de la victoria en un proceso lento, pero preciso; duro, pero original. Algunos detractores de aquel tiempo desacreditaron esta gesta libertaria llena de patriotismo y lo tildaron como un teatro dirigido por Artigas, de forma falsa, para enaltecer su imagen ante los demás pueblos de Latinoamérica. Sin embargo no existe ninguna evidencia de que estos supuestos sean, en realidad, verdades. Parece que se trata de opacar la singularidad de un hecho que inspira a muchos a luchar para superarse, y que siembra en varias mentes la semilla de la reflexión. ¿Por qué resulta tan difícil comprender que un pueblo esté dispuesto a padecer sufrimientos para poder vivir con gloria algún día? Si estuviesen siendo custodiados por el puño del enemigo, ¿no buscarían librarse de él? El rencor, la envidia y la corrupción no pueden ser más fuertes que la verdad. De hecho, no lo serán jamás. La Redota es el gran ejemplo de que el poder del pueblo es mucho más fuerte que el poder de las armas, fue por ella que el sentimiento nacionalista uruguayo nace, el valor de la libertad es comprendido por toda la población, el sentido de orientalidad se toma el ser de cada uno de los soldados, hombres, mujeres, jóvenes y ancianos, y se personifica, y más que nada, ejemplifica perfectamente a la cualidad que pocos ser humanos poseen: la valentía innata. Se debe recalcar que el hecho de ensombrecer a la Redota ha sido en vano, pues al contrario, su historia es como lo detalla Graciela Vera: “Es el nombre con el que se conoce hoy día el episodio que se inscribe en las páginas más gloriosas de la historia uruguaya (…)”5 La Redota, en parte como la describe esta uruguaya, ha servido también de inspiración a varios poetas, entre ellos, Líber Falco, quien nos dice sublimemente: “En los amaneceres, cuando todo despierta y se alza gozosamente en el día, cuando todo es inocente puro y se levanta, ellos marchaban, Artigas marchaba.”6 206 Ahora, al haber aprendido de dónde provenía el vocablo Redota, después de establecer el significado de Derrota, tras comprender su historia y su valor para el pueblo uruguayo, lo que ella puede inculcar en una persona, sin necesidad de que ésta provenga del pueblo oriental y la inspiración que representa para algunos o el orgullo y amor nacional que encarna en otros, ya se puede responder la “inquisición inquietante”: ¿Por qué motivo la palabra Redota no consta en el diccionario? A estas alturas ya no se debe decir que no tiene un significado como cualquier palabra que reposa en este libro, pues no es así. Tampoco se debería argumentar que no se encuentra en el diccionario solamente por el sencillo hecho de derivarse de la pronunciación errónea del término derrota, puesto que si se analiza cuidadosamente, ambas palabras no encierran en su esencia conceptual la misma definición. Por otro lado, de ninguna manera uno podría atreverse a manifestar que no figura en este libro por ser un suceso irrelevante, esto sería una garrafal mentira, o tal vez una exclamación sin sentido, producto de la ignorancia de alguien. Lo cierto es que después de conocer y reconocer a la Redota, ni siquiera se tendría la suficiente “hombría” para decir que simple y llanamente no significa absolutamente nada para el pueblo uruguayo… esto verdaderamente sería una ofensa. Entonces, ¿qué es lo que se debe decir acerca de la Redota? Definiéndola, se obtiene: La Redota es el nombre con el que se conoce al exilio y peregrinación que el Pueblo Oriental de Uruguay emprendió en busca de la libertad tan ansiada, al mando del General José Gervasio Artigas. // Es el término que se usa para señalar que aun después de la traición y del despotismo sufrido se puede continuar batallando para tratar de reivindicarse. // Ejemplificación de lucha, amor nacional y éxtasis a la libertad de Uruguay hacia Latinoamérica. // Antónimo de la palabra derrota, pues redota no indica vencer o ganar en un enfrentamiento, a romper o destrozar, o a arruinar a alguien, sino vencer las adversidades que se presenten, con el objetivo de hacer justicia, vivir en libertad y alcanzar la gloria. ¿No debería la palabra Redota constar en el diccionario de la Real Academia de la Lengua? Ahora, después de todo esto, no se espera dos veces para decir que sí. No obstante, existen personas que no han tenido la oportunidad de escuchar la historia del Éxodo del Pueblo Oriental. ¿Dé que sirve conceptualizar una palabra tan indivisa, como lo es Redota, si las demás comunidades 4 http://www.artigas.org.uy La Biblioteca Artiguista (03/07/2012; 19h00) 207 no examinan todavía en su totalidad lo que significó y significa para el pueblo uruguayo y para el resto de América Latina? No sería razonable definir algo si después de todo se mantiene aquella ignorancia que no nos permite ver lo mucho que trajo consigo este suceso nacionalista. La Redota representa en Uruguay la espléndida y luminosa llamarada de independencia, por haber sido la pura manifestación del ideal emancipador del pueblo, que inspiró ya no solo en Artigas, sino en los demás militares – como Juan Antonio Lavalleja-, la unión con las multitudes revolucionarias para perseverar en la búsqueda de la autonomía. Esto se ve reflejado en las póstumas batallas y declaraciones de liberación, como la de la Liga Federal, en 1815. Quizá sin el Éxodo del Pueblo Oriental la infame dominación española continuaría en aquel territorio. Al mismo tiempo encarna el espíritu del pueblo uruguayo, que al igual que José Gervasio Artigas, insigne prócer en toda la extensión de la palabra, ‘saben cumplir’ el voto de mantener siempre la libertad conseguida años después del Éxodo del Pueblo Oriental, el 25 de agosto de 1825, y ratificada el 4 de octubre de 1828. Por otro lado, es un deber reconocerla como el eminente hecho que inspirará a las demás comunidades del sur del continente a luchar por sus ideales emancipadores, pues esta historia enseña que es mejor morir a vivir sin libertad. Y finalmente, debido a la originalidad de La Redota –ya que nunca antes en la historia de América Latina se había visto a un masivo movimiento peregrino, lleno de puro coraje y valentía, amor nacionalista y pensamiento independiente-, es de suma importancia aceptar la gran formación militar, social y cívica que los uruguayos han poseído desde tiempos antiguos, lo que los constituye como un verdadero ejemplo para todo el continente americano. BIBLIOGRAFÍA: “El Ciclo Artiguista”, Reyes Abadie Washington, tomos 1 al 4, Edición 1968, versión PDF. PÁGINAS DE INTERNET CONSULTADAS: http://definicion.de/derrota/ Significado de derrota (22/06/2012; 16h23) www.wordreference.com Significado de éxodo (26/06/2012; 15h02) http://www.escueladigital.com.uy El éxodo del pueblo oriental (03/07/2012; 23h32) http://www.artigas.org.uy La Biblioteca Artiguista (03/07/2012; 19h00) http://suite101.net Artículo “La patria que peregrina, la Redota o Éxodo de los orientales” (04/07/2012; 23h46) http://www.escueladigital.com.uy El éxodo del pueblo oriental (03/07/2012; 23h32) 208 Lenin Andrés Guerrero León Unidad Educativa Cardenal Bernandino Echeverría Ruiz Guayaquil – Ecuador A nivel mundial han existido diferentes tipos de culturas representativas, que con el paso de los años, han sido fundamentos ante estas nuevas generaciones. La mayoría de estas culturas se entrelazan en un fin específico: poner fin a la opresión e iniciar una revolución para así independizarse y crear una nación sólida sin ningún tipo de represiones sociales, políticas o religiosas. Así podríamos definir que la Revolución Oriental fue un movimiento político que en sus principios tuvo un carácter autónomo, liderado por el militar, estadista y máximo prócer uruguayo José Gervasio Artigas Arnal. Esta revolución nació de una protesta rural ante las medidas tomadas por las autoridades españolas de Montevideo. El revolucionario Artigas impactó con su método revolucionario, el cual hizo que la gente que iba a su favor se le uniera y así juntos poder vencer a la opresión, ayudando a consolidar un sentimiento de unión entre los habitantes. Se puede dar a conocer también que el núcleo fundamental de la vida urbana era la familia criolla, la cual trataba de semejarse a la nobiliaria española: santificada desde su fundación por el sacramento matrimonial, patriarcal, patrilocal y asentada en el casón solariego de los antepasados, con gran número de componentes de sangre y de servicio. Las personas de aquella época se clasificaban según su influencia en el estrato social y cada uno cumplía funciones diferentes en esta sociedad. Los diferentes estratos sociales pueden clasificarse en: los patricios que ejercían el máximo poder sobre el resto de habitantes; los indígenas, muchos de ellos sometidos bajo la presión social; los afro-descendientes, provenientes de África, los cuales eran pesados y posteriormente vendidos a las familias más adineradas. Aunque el papel de las mujeres frente a la Revolución fue muy débil, muchas damas, dejando a lado su condición femenina, enfrentaron también el ser sometidas al yugo español. Es así que el siguiente trabajo está diseñado de una manera práctica y sencilla para poder conocer más de los pueblos orientales, de sus características y lo referente a su época. Y de este modo es como expongo de manera educativa e investigativa esta monografía que pretende ofrecer información acertada acerca de los temas más relacionados del Éxodo del Pueblo Oriental: el pueblo oriental, los seguidores de Artigas; la sociedad criolla de la época; el papel de las mujeres en la Revolución; la familia y el padrón de las familias Orientales. 209 1. OBJETIVOS: General •Fortalecer y estimular la identidad mercosureña de los jóvenes estudiantes de la región; además de ampliar los conocimientos, el poder apreciar el valor de la integración regional. Específicos •Generar un espacio de participación y conocimiento en el estudio del pueblo oriental, los seguidores de Artigas. •Fortalecer los lazos de reciprocidad y solidaridad de la región respetando la diversidad de culturas mediante el estudio de: la sociedad criolla de la época, el papel de las mujeres en la Revolución de la Banda Oriental, la familia; el padrón de las familias Orientales. 2. El Pueblo Oriental 2.1 Historia de la Revolución y Éxodo del Pueblo Oriental La Revolución Oriental fue un movimiento político que en sus principios tuvo un carácter autónomo, liderado por el militar, estadista y máximo prócer uruguayo José Gervasio Artigas Arnal. Nació de una protesta rural ante las medidas tomadas por las autoridades españolas de Montevideo. El movimiento que comenzó en febrero de 1811 se caracterizó por ser policlasista –agrupó a toda la población, sin distinción de razas ni de posiciones sociales, lo que la diferencia del resto de las revoluciones hispanoamericanas-, este estaba compuesto por tropas irregulares con un entusiasmo extraordinario. La denominada Batalla de las Piedras significó el primer triunfo de los orientales, todo en manos de Artigas, exceptuando Montevideo. Fue luego de esta victoria que José Artigas pronunció su frase: “Clemencia para los vencidos, curad a los heridos, respetad a los prisioneros”. Los españoles encerrados en Montevideo se resistían a rendirse, por lo cual el ejército de Buenos Aires y los orientales rodean la ciudad para cerrar las comunicaciones de Montevideo con el resto del territorio. Los orientales esperaban que el aislamiento de los españoles les hiciera inevitable la rendición. De esa manera la población internada empezó a sufrir los estragos del hambre y la sed; los hospitales se llenaron de enfermos. 210 Los españoles situados en Montevideo optan por pedir ayuda a los portugueses para lograr la derrota ante los revolucionarios. Poco después, analizando y aceptando su propuesta, los portugueses enviaron un ejército de más de cinco mil hombres al territorio de la Banda Oriental con dirección a Montevideo. Esto complicó a la Junta de Buenos Aires que lideraba la revolución y que en esos momentos debía mantener dos frentes: Montevideo y el Alto Perú. Este último territorio también se opuso a la revolución. Previendo no poder enfrentar al ejército portugués que venía en auxilio de los españoles la Junta decide firmar un armisticio con Montevideo para así mantener la lucha con el Alto Perú. Las autoridades de Buenos Aires envían delegados al campo sitiador a consultar a Rondeau y a Artigas las condiciones de paz con Montevideo. Los orientales deciden reunirse, convocando así a la primera Asamblea el 11 de septiembre de 1811. Allí proponen continuar con el sitio. El 7 de octubre de 1811 Buenos Aires firma la paz con Montevideo. Los revolucionarios acuden a otra asamblea el 10 de octubre de 1811 y deciden abandonar el sitio ya que Buenos Aires había firmado el tratado de paz. Como los orientales no podrían enfrentarse a los españoles y portugueses, haciendo uso de su soberanía eligen un jefe que los represente: José Artigas. Al conocer del tratado de paz entre Buenos Aires y Montevideo, el 23 de octubre los orientales se reúnen en una tercera asamblea en Paso de la Arena. Allí resuelven: no reconocer el tratado entre Buenos aires y Montevideo; continuar con la guerra y trasladarse fuera de la Banda Oriental hasta que hubiera condiciones más favorables para reiniciar la lucha. El Éxodo Oriental fue una muestra de patriotismo, valentía y constancia de los hombres de aquella época; estuvo formado por el ejército oriental, familias y vecinos que se dirigieron en marcha hacia el Salto del Chico -actual ciudad argentina de Concordia-, dejando sus vidas para sobrevivir a la opresión que les estaba destinada. Luego de tres meses cruzan el río Uruguay y se instalan a orillas del río Ayuí, donde establecen un campamento en enero de 1812. Aproximadamente cuatro mil personas acompañaron esta marcha entre las cuales se encontraba la más variada población: mujeres ancianas, viejos decrépitos, párvulos inocentes, etc.; todos manifestando la mayor energía y resignación en medio de todas las privaciones. Juan Zorrilla de San Martín, describiendo de manera literal este movimiento, redactó: 211 “La marcha es penosa y lenta. Unos van a caballo, otros a pié, los otros en vehículos más o menos groseros; carros destechados o cubiertos de cuero, rastras tiradas por caballos, acémilas cargadas... la carreta primitiva se mueve oscilante, dando tumbos y crujiendo; parece que, con sus ojos de madera y sus ruedas macizas, se lamenta dolorida, largamente, de la dura tracción de los bueyes. La patria peregrinante.” Allí permanecieron bajo la protección de Artigas hasta el mes de septiembre de 1812, cuando se reanudó el sitio de Montevideo y el caudillo regresó a la Banda Oriental. Algunos de los historiadores anti-artiguistas han minimizado el hecho y afirmado que Artigas obligó a la gente a seguirlo, pero no hay indicios siquiera mínimos de que haya sido así. Gloria y tristeza Mas el camino recorrido antes un hombre lentamente de vuelta lo camina junto a su pueblo, de vuelta tristemente lo camina un héroe. Oh! Lentos, persistentes y lentos carretones. Carruajes lentos, en lenta caravana hacia el exilio. Oh! Duros jinetes dulces, tristemente de vuelta hacia la historia. Y en las noches, bajo las estrellas, escoltados por el triste canto de los grillos impuestos de la majestad del cielo, silenciosos en el hondo silencio de los campos ellos marchaban. En los amaneceres, cuando todo despierta y se alza gozosamente en el día, cuando todo es inocente puro y se levanta, ellos marchaban, Artigas marchaba. Poema sobre el éxodo, por Líber Falco. 212 2.2. La Banda Oriental Se conoció como Banda Oriental al territorio ubicado al este del Río Uruguay y al norte del Río de la Plata, abarcando una zona que se corresponde en forma aproximada con la actual República Oriental del Uruguay y el actual estado brasileño de Río Grande del Sur. Era la tierra más oriental del Virreinato del Río de la Plata y su extensión disminuyó a medida que partes de su territorio fueron incorporados a Portugal como parte de la Capitanía de Río Grande de San Pedro. No constituyó una unidad administrativa hasta la creación de facto por José Artigas de la Provincia Oriental en 1813 y el posterior Decreto del Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata del 7 de marzo de 1814, que creó formalmente la Gobernación Intendencia Oriental del Río de la Plata. 2.3. Los seguidores de Artigas La familia Artigas llegó como fundadora. Estaba compuesta por un matrimonio, los abuelos de José, y cuatro hijas pequeñas. Recibieron una importante cantidad de tierras inexploradas e inexploradas como forma de compensar las penurias de la radicación. En el seno de esa familia patricia nació José Artigas el 19 de junio de 1764, nieto de la familia fundadora. José Artigas optó por la insurrección contra el imperio y la adhesión a los revolucionarios del Mayo Porteño. Este hombre tenía en ese momento 47 años de edad, vividos casi todos en el campo, y era reconocido como un caudillo. Su adhesión no era individual, sino que agrupaba en su causa a mucha gente y de muy distinta posición social. Esta decisión lo colocaba en el centro del movimiento revolucionario de la Banda, partidario del Movimiento Juntista de Mayo, y lo oponía a las autoridades españolas acantonadas en Montevideo. El primer enfrentamiento se produce en Las Piedras, el 18 de mayo de 1811 y el ejército artiguista sale vencedor. Esta victoria hacía posible el sitio de la ciudad con el propósito de obligarla a cambiar de posición frente a las autoridades españolas. Desde el comienzo se produjeron tensiones entre las autoridades porteñas y las tropas artiguistas. Eran dos concepciones, dos maneras de mirar la revolución: una creía que el poder debía estar centralizado en Buenos Aires; otra, que las distintas regiones debían tener mayor autonomía en las decisiones frente a la vieja capital del virreinato. Los primeros problemas comenzaron durante el sitio, cuando la invasión de tropas portuguesas amenazó a los sitiadores. El gobierno de Buenos Aires tomó las decisiones y el sitio de Montevideo fue levantado. 213 El desacuerdo con Buenos Aires ayudó a consolidar un sentimiento de unión entre los habitantes de la Banda. Ese sentimiento se manifestó cuando, levantado el sitio, Artigas se retiró hacia el Norte. Eran unos 6000 hombres de su ejército, pero también familias. Se agregaron entonces en la marcha hacia el norte alrededor de 4426 personas. Algunos iban en carretas, otros a caballo o a pie. Unos llevaban hasta 8 carretas para una sola familia y también esclavos para que los sirvieran, otros no llevaban nada. Es claro percibir, cuando se observa el padrón del éxodo, una especie de censo ordenado por el propio Artigas, la diversidad de situaciones económicas y sociales de los que allí estaban. La revolución artiguista tiene allí, en ese momento, un apoyo generalizado. 2. Legado de Artigas Hemos recorrido el período artiguista, esos nueve intensos años de revolución, en apretada síntesis. Pero la aparente derrota no era el final del artiguismo. Retirado Artigas al Paraguay, su recuerdo y el sentido de su lucha quedaron presentes en los más humildes y rebeldes, aquellos que se definieron como los que quieren vivir “sin Roque y sin Rey”. En los difíciles años posteriores, en el campo de la cultura letrada, la “leyenda negra” de Artigas pareció prevalecer. Sin embargo, la historia reservaba sorpresas. La Banda Oriental, la Provincia que mantuvo su orgullosa voluntad de autonomía frente al centralismo porteño y a la dominación luso-brasileña, emergió pocos años más tarde del retiro de Artigas a la condición de república independiente. Desgajada del contexto nacional al cual se había sentido perteneciente, tensa por la indecisa lucha entre caudillismos contrapuestos, tempranamente polarizada entre la capital cosmopolita y la campaña semi-bárbara, hubo de construir sus propias raíces simbólicas para devenir nación, y no puramente estado. El Protector volvería, desde el otro lado del destierro y de la muerte física, a dar su imagen como símbolo fundacional. La Patria Vieja se habría de convertir en raíz de la patria por construir, y el General llegaría a ser el Padre Nuestro Artigas. Hay en este proceso mucho más que la utilización deliberada de una imagen al servicio de la construcción de una nación. Los valores rectores de lo que luego fue llamado “el ideario artiguista” demostraron ser el fundamento sólido para la construcción de un proyecto nacional capaz de integrar las contradicciones tradicionales, y las que agregó el crecimiento migratorio aluvional, así como de proveer horizontes para el desarrollo de una sociedad profundamente original y diferenciada en relación con su entorno. El discurso artiguista, suyo y de sus más íntimos asistentes, llegaría a 214 ser la fuente de los grandes lemas que sostienen la identidad uruguaya: “Mi autoridad emana de vosotros, y ella cesa ante vuestra presencia soberana”; “Los más infelices serán los más privilegiados”; “Sean los orientales tan ilustrados como valientes”. Todavía hoy este pensamiento vive, en la medida en que no hacemos de él objeto de una repetición ritual desposeída de actualidad, sino un desafío: el de descubrir su significado en las concretas condiciones históricas que son nuestras, y de aceptar el compromiso al cual convoca. 4.La sociedad criolla de la época Montevideo era sede del poder español y de la sociedad jerarquizada en razas y clases. Comerciantes, prestamistas, estancieros, asentistas y altos funcionarios formaban una clase alta que todavía olía a los orígenes humildes de sus antepasados canarios, vascos y catalanes. Pequeños tenderos, pulperos, militares y funcionarios de baja graduación y artesanos integraban un esbozo de clase media. Debajo de todos, el tercio de la población era negra y esclava. Quienes se dedicaban al comercio de tránsito y a la industria saladeril fueron los más beneficiados con las prebendas de la Corona. Concentraban en sus manos múltiples ocupaciones y eran a la vez, dueños de tierras y ganados, y dueños de capital en giro en los negocios mercantiles. La mayoría de los estancieros vivían en su solar en la ciudad, desde donde controlaban mediante la ayuda de capataces la producción y explotación del ganado. Solo unos pocos se convirtieron en estancieros colonizadores que vivían con sus familias en el campo. Los primeros pobladores extranjeros, los colonizadores, eran una mezcla de diferentes contingentes hispánicos: canarios, vascos, gallegos, castellanos, navarros y catalanes. Igualmente algunos italianos, franceses, ingleses y alemanes comenzaron a instalarse desde el inicio de la vida independiente. “Los criollos de Montevideo eran muy ociosos; ellos no se ocupaban casi, más que en conversar en ruedas, tomar mate y fumar un cigarro. Los comerciantes y algunos artistas, en muy escaso número, son las únicas personas ocupadas en Montevideo […] La manera de vivir de los españoles es muy simple. La costumbre hace que las mujeres y los hombres se levanten muy tarde, excepto aquellos que están empleados en el comercio, permaneciendo entonces de brazos cruzados, hasta que se les ocurra la idea de irse a fumar un cigarro con alguno de sus vecinos. Es así que muy a menudo, se les encuentre delante de la puerta de una casa conversando y fumando. Otros, en cambio, montan a caballo pero no para hacer un 215 paseo a los alrededores, sino simplemente para dar una vuelta por las calles. Si el deseo los lleva, descienden del caballo, hablan con algunos amigos, hablan dos horas, fuman, toman mate y vuelven a montar a caballo de regreso. […] Durante las horas de la mañana, las mujeres permanecen sentadas en los taburetes de sus salas, teniendo bajo sus pies una estera y arriba una cubierta de indios o de pieles de tigres. […] Después del almuerzo, amos y esclavos hacen lo que ellos llaman la siesta, es decir, se desvisten, se acuestan y duermen dos o tres horas. Los obreros que no viven sino del trabajo de sus manos, no dejan pasar estas horas de reposo. Esta buena parte del día perdida es causa de que se trabaje poco, siendo, por tanto excesivamente cara la mano de obra. ” Testimonio del viajero Don Antonio José Pernetty, que visitó Montevideo entre 1763 y 1764. 4.1 La familia oriental El núcleo fundamental de la vida urbana era la familia criolla, que trataba de parecerse a la nobiliaria española: santificada desde su fundación por el sacramento matrimonial, patriarcal, patrilocal y asentada en el casón solariego de los antepasados, con gran número de componentes de sangre y de servicio. La americana tuvo generalmente más sirvientes y esclavos y careció de casón solariego, sustituido a veces por el hogar del primer antepasado criollo. Aunque teóricamente era patriarcal, en la práctica funcionaba en régimen de matriarcado. La señora, el ama, era el verdadero centro de todo y disponía las costumbres hogareñas (horas de comida, rezos y entretenimientos), los familiares y amistades que podían o no frecuentarse y hasta saludarse, la educación y ocupación de los hijos, la instrucción de las criadas, el vestido y la alimentación de todos, etc. La señora era sobre todo la garante de las virtudes cristianas, que propagaba con verdadera vocación misionera, asesorada por el confesor y el pariente cura. Para andar por casa se auxiliaba de un prontuario cómodo y resumido del modelo de vida cristiana, que eran los Mandamientos, los Artículos de la Fe y las ejemplares vidas de los santos. Uno de sus cometidos principales era enseñar a los hijos que el amor era un sendero peligroso que conducía fácilmente al descarrío y que el sexo era algo reprobable, propio de los negros. Por lo común practicaba el principio de casar pronto a las hijas (si el matrimonio se demoraba mucho la joven iba a parar a un convento) y tarde a los hijos. El problema se relacionaba con la necesidad de mantener intacto el patrimonio para que lo heredara el hijo mayor, a cuya costa podrían vivir los demás. Junto a los hijos legítimos vivían los 216 naturales, bien del padre o de los hijos mayores. Las familias criollas se relacionaban entre sí por complejos vínculos de parentesco que guiaban los enlaces matrimoniales. Ejercían además un verdadero tutelaje señorial sobre las familias campesinas asentadas en sus tierras o sobre las de los indios encomendados. El compadrazgo permitía al patriarca adquirir derechos (también implicaba deberes) sobre los hijos de sus trabajadores con carácter vitalicio. Los criollos llegaron a constituir el auténtico poder económico gracias al mayorazgo y la dote. El primero evitaba la fragmentación del patrimonio. Era un privilegio de la nobleza española que permitía traspasar todo o parte de los bienes al hijo mayor de la familia (había también otros mecanismos). La dote también ayudó a redondear los patrimonios, pues se buscaban matrimonios de conveniencia con criollas adineradas, que aportaban tierras, minas o caudales. 4.2 El padrón de las familias orientales En el campamento del Salto Chico, antes de cruzar el río Uruguay, Artigas dispuso la realización de un padrón en el que se debía inscribir los nombres de los jefes de familia –padre y madre-, el número de hijos que llevaban y estaban a su cargo, especificando si eran varones o mujeres; el número de esclavos que acompañaban a cada familia y el número de transportes si los tenían, ya que muchos viajaban a pie. El nuevo padrón general levantado en 1778 de orden del Cabildo daba a Montevideo 4.270 habitantes y 920 casas y a su jurisdicción 5.088 habitantes y 1.237 casas, formando así un total de 9.358 habitantes y 2.157 casas, sin incluir a los portugueses de la Colonia. Estos 9.358 habitantes se distribuían del siguiente modo, según el padrón: Españoles6.685 Esclavos1.386 Negros libres 562 Pardos libres 538 Indios177 Total9.358 Fuente: Historia Compendiada de la Civilización Uruguaya. Tomo I. 1907 217 Como el padrón de la referencia expresa la clasificación por sexo, se la expone a continuación: Hombres Mujeres Totales Españoles Esclavos Negros libres Pardos libres Indios 3.890 835 320 280 88 2.805 551 242 258 89 6.695 1.386 562 538 177 Total 5.413 3.945 9.358 Fuente: Historia Compendiada de la Civilización Uruguaya. Tomo I. 1907 Las cifras anteriores demuestran que los varones predominaban extraordinariamente, que entraba como factor de raza en la constitución de Uruguay, exceptuando los indígenas, cuyos sexos estaban equilibrados, lo que explica que no tuviesen necesidad de buscar mujeres de otras razas. No sucedió lo mismo con los españoles, peninsulares o criollos, que a falta de mujeres blancas no tuvieron problemas de mezclarse con negras, esclavas o libertas, y de ahí el origen de los pardos, cuya proporción, respecto al total de la población, no excedió por entonces el 5 por 100. El cruzamiento de los indios con mujeres europeas se hizo poco menos que imposible, pues no solo era una unión que repugnaba a aquellas, sino que se dificultaba por la superabundancia de varones españoles. Por otra parte, sólo por captura pudo haber mujeres castellanas en poder de los indios. Algo parecido aconteció en los zambos, resultado de la unión de negros o negras, con indios o indias, tan raro en el Uruguay. Se creía que no había en otra región más del territorio oriental, pues el campamento de Santa Lucía, compuesto por indígenas uruguayos, se diseminó en 1760. 218 Las cifras de población que arroja el censo del Cabildo nos demuestra que aquella en 1778 en la población siguiente: Raza blanca (españoles) 74% Raza negra (africanos) 19% Raza hispano-africana (pardos) 5% Raza Americana (indios diversos) 2% Total100% Fuente: Historia Compendiada de la Civilización Uruguaya. Tomo I. 1907 Todo esto evidencia que la raza caucásica es la que, durante el período de la dominación, predominó en la formación de la sociedad uruguaya, y la que dio carácter y fisonomía propia a la nacionalidad oriental. Su grito de independencia no es más que una manifestación de idiosincrasia, de su genio levantisco, de su pertinaz tesón, de su firmeza indomable y de su orgullo digno, noble y característico. Estas cualidades son genuinamente españolas, y para reconocerlas y apreciarlas no se necesita aguzar el ingenio inventando nuevas mezclas, que nunca existieron, con tribus bárbaras, ni mejoras de sangre con razas inferiores destinadas a desaparecer. En el desarrollo progresivo de la sociedad uruguaya hasta el momento de su emancipación no ha intervenido ningún otro pueblo más que el español. Montevideo en 1829 Por último, después de las innumerables vicisitudes por las que pasó esta capital desde la caída del poder español hasta el período de su independencia –vicisitudes que hicieron oscilar frecuentemente su población- esta se elevó en 1829, según el diario de la época, a 74.000 habitantes. 5- El papel fundamental de la mujer en la revolución La historia nacional no registra la participación activa de la mujer, salvo sus contadas excepciones. Tales son los casos de estas mujeres patricias que prestaron su ayuda a la causa de la emancipación: Ana 219 Monterroso de la Lavalleja y Bernardina Fragoso de Rivera. Durante la emigración del pueblo oriental, mujeres de diferente condición, expuestas a toda clase de penalidades y privaciones, se transfiguraron en heroínas en aquella marcha interminable. Meses antes, en mayo de 1811, después de la victoria patriota de Las Piedras y de la iniciación del sitio de Montevideo, mujeres orientales tuvieron que abandonar la plaza, expulsadas con sus familias, sin permitírseles recoger “ni aun los equipajes más preciosos”. Ese mismo año una heroína de la cual sólo ha trascendido su nombre -María- hallándose entre los heroicos defensores de Paysandú comandados por Francisco Bicudo, perdió su vida ante el ataque de las fuerzas imperiales unificadas, al mando de Bentos Manuel Ribeiro y del ayudante Manuel Carvalho. La “china María” era esposa de José Abiaré. Murió “luego de alcanzar confesión”, según lo certificara el cura patriota Silverio Antonio Martínez. Hoy su nombre figura incluido en el nomenclátor de la capital sanducera. En una página evocativa sobre la china, ha dicho Ricardo Benavente: “¡Triste destino de una vida oscura!” Se esfumó en la grandeza épica de un cuadro cuyo deslumbrante colorido y marciales resonancias empalidecieron su figura hasta hacerla intrascendente, para que los hombres la olvidasen cuando escribieron la historia con algo de apresuramiento y mucho de ingratitud. Influencias telúricas o herencia atávica que se fijaron en su espíritu y arraigaron en su entraña para que diese vida de su vida para forjar la independencia de la patria; carne de su carne para gastar el filo de las bayonetas imperiales; sangre de su sangre para regar la tierra gaucha y hacer fecundo el tremendo sacrificio. El campo de batalla agigantó su figura plasmando sus gestos varoniles con perfil heroico e infundiendo a sus actos la ternura humanitaria de su femenina condición: fue mano infatigable que en la línea de fuego. Con febril actividad, alcanzaba el plomo para saciar el reclamo apremiante de tercerolas y trabucos; palabra que era balsámico consuelo para la desesperación del vencido; brazos que levantaron al herido sustrayéndolo hacia la retaguardia salvadora de la mutilación y del carcheo; dedos que acariciando, cerraron los ojos de los que se fueron para siempre: labios que luego de murmurar torpe oración, posaron ardientes sobre la frente helada del caído en la suprema despedida...”. 220 6-Los estratos sociales en la Banda Oriental Los conquistadores y sus sucesores trajeron los esquemas culturales de la sociedad en que habían nacido. Se perpetuaron normas como el autoritarismo, la jerarquización, el machismo, el sentido burocrático y el concepto de que el trabajo físico era degradante. La clase alta estaba formada por el “patriciado”, en el que participaban los grandes comerciantes importadores-exportadores, los grandes hacendados, los saladeristas, los funcionarios públicos, los altos dignitarios eclesiásticos y los militares de alto grado; católicos devotos que fueron fieles defensores de las tradiciones españolas y se sentían orgullosos de su dominio en la vida de la ciudad. Otro grupo social de menor jerarquía lo integraban los comerciantes minoristas (españoles criollos o extranjeros), algunos artesanos, profesionales y el bajo clero. Las “castas inferiores” estaban integradas por los jornaleros libres, los indios, los mestizos y los negros libres. Pese a obtener magras remuneraciones, el bajo costo de vida permitían el acceso a los productos básicos. Por debajo de todos los grupos sociales se encontraban los esclavos negros de origen africano, introducidos en la Banda Oriental desde 1680, en varias oleadas. Durante el periodo colonial, el tráfico de esclavos fue uno de los negocios más lucrativos, no solo en Montevideo sino en toda América. Se realizaba con el permiso de licencia para importar esclavos o por medio del contrabando. En términos comparativos el porcentaje de esclavos en relación al total de los habitantes fue menor que en otras regiones; así alcanzaron un 30,62 por ciento de la población total. Los negros realizaban las tareas domesticas, siendo las famosas negras lavanderas. Según los registros de la época, las familias patricias contaban con un importante número de esclavos. 6.1.Los mestizos y soldados Los soldados carecían de preparación militar porque eran principalmente paisanos que vivían en el territorio en forma casi nómade, haciendo trabajos de campo ocasionales, y peones de los establecimientos ganaderos, principalmente dirigidos por sus patrones, que las más de las veces eran los que actuaban como oficiales. El armamento era totalmente improvisado, apenas tenían algunas armas de fuego rudimentarias que habían sido utilizadas para defensa contra los indígenas y los bandoleros portugueses; y sobre todo disponían de armas improvisadas como cuchillos, lanzas construidas 221 con hojas de tijeras de esquilar atadas a las cañas tacuaras o ramas de árboles que empleaban como “picanas” (garrocha) para dirigir al ganado, y otros utensilios propios de las tareas ganaderas, como las conocidas como “boleadoras”. El ejército de la Banda Oriental fue un conjunto de tropas dirigidas por el caudillo federal de la Banda Oriental, José Gervasio Artigas. Dicho ejército tuvo que luchar contra múltiples enemigos, siendo los primeros los realistas españoles, luego los Unitarios de Buenos Aires, y después los imperialistas luso-brasileños. Las fuerzas artiguistas estaban constituidas por elementos de caballería, infantería y artillería. Mientras tanto, los soldados españoles eran militares profesionales, dotados de 6 cañones de artillería, 2 obuses lanzadores de granadas explosivas y buen armamento de fuego, fusiles que eran de los más modernos de su época, la milicia revolucionaria estaba compuesta de unos 400 soldados de a pie y 600 jinetes. Los españoles estaban instruidos en la realización de maniobras militares y en el empleo eficiente de su armamento; por su parte, los criollos eran hombres de campo, hábiles jinetes, y expertos en el manejo de sus utensilios para picanear y “bolear” el ganado cerril. 6.2.Los Afro-descendientes en la sociedad oriental 6.2.1.El Asiento Después de autorizarse la trata de negros africanos, fueron varios los empresarios que se dedicaron a este negocio, sobresaliendo los portugueses entre todos por la circunstancia de conocer de tiempo atrás cuán provechoso era. Estas autorizaciones reales y contratos entre el rey y los particulares, o convenios con empresas extranjeras para surtir de esclavos negros las posesiones de ultramar, fueron muy frecuentes, recibiendo la denominación de asientos, y las embarcaciones que transportaban negros la de barcos del asiento. Pedro Gronardo, Práctico del Río de la Plata, venía de pilotear un navío del asiento de negros que daba la vuelta a Inglaterra después de haberlos desembarcado en Buenos Aires, cuando al detenerse en la bahía de Montevideo vio fondeada en sus aguas la escuadrilla portuguesa mandada por Don Manuel de Noronha. Carlos V otorgó a sus compatriotas los flamencos el privilegio del asiento pero fue tan enorme la cantidad de negros africanos que se 222 introdujo que en algunas colonias superó al número de españoles. Esto decidió al monarca a limitar considerablemente los asientos, de modo que en 1580 habían casi desaparecido. En 1791 se declaró la libre introducción de los negros africanos, cesando el privilegio del que gozaban los ingleses para este tráfico. Sin embargo, sólo Don Tomás Antonio Romero, vecino de Buenos Aires, aprovechó los beneficios de esta franquicia, dirigiendo a las costas de África una fragata de 300 toneladas en 1792 que trajo de retorno 425 esclavos. De ellos 116 perdieron la vida en la travesía. Nadie más imitó la conducta de Romero, a no ser los portugueses, aficionados a este género de especulaciones, expuestas sí, pero también lucrativas. El número de negros introducidos en Montevideo por todas vías en el curso de 3 años ascendió finalmente a 2.689. 6.2.2. La trata de negros Tanto los portugueses como las compañías francesas e inglesas que aplicaron su capital y su pericia a la trata de negros procedían en idéntica forma: obtenían en el África occidental la carne humana a bajísimo precio, y después, en América, la vendían por sumas a veces fabulosas. Los jefes de las aldeas indígenas de la costa occidental del África, desde la altura de las islas del Cabo Verde hasta el antiguo territorio de Angola, eran los encargados de suministrar carne humana a los negreros, realizando para ello largas y peligrosas expediciones al interior. Perfectamente estudiados aquellos pueblos, en conocimiento de sus costumbres y hábitos, llegada la noche prendían fuego a los villorrios, compuestos de choza. Los habitantes, impotentes para apagar el incendio, huían despavoridos, siendo perseguidos y cazados como fieras mientras trataban de escapar. Una vez capturados, hombres y mujeres eran encadenados por el cuello, aunque lo más usual era sujetarlos apareados por medio de una especie de yugo hecho de toscos y fuertes maderos, que si bien les dejaba libres las extremidades superiores e inferiores, en cambio les impedía la huída. Después venía el largo viaje hasta la costa haciéndolos andar a latigazos entre selvas y desiertos. Mal alimentados, compelidos a hacer penosas travesías y tratados como bestias, muchos morían en el camino, y allí quedaban sus cadáveres insepultos, expuestos a la insaciable voracidad de las más repugnantes alimañas. 223 Una vez llegados a la costa, el negrero portugués, francés, inglés, o español procedía a elegir la mercadería que era más de su agrado, adquiriéndola por cualquier chuchería: telas de colores chillones, fusiles viejos, vistosos gorros, espejos ordinarios, municiones o bebidas alcohólicas. 6.3.Los indígenas en la sociedad criolla En aquella época había pocos indígenas en el Uruguay. Las comunidades autóctonas eran cazadores, pescadores y recolectores que nunca superaron unos pocos miles de individuos. Los indígenas de la Banda Oriental no cultivaban la tierra ni construyeron ciudades. Absorbidos por una veloz europeización del territorio, su herencia cultural fue recogida, en cierto modo, por el gaucho. Para realizar los trabajos de construcción de los principales edificios públicos y las fortificaciones que rodearan al casco urbano de Montevideo fueron trasladados al lugar de la futura ciudad alrededor de mil indios tapes de las Misiones Jesuíticas. Por su trabajo recibían el magro salario de un real y medio por día denominado entonces “el jornal del tape”. Algunos indios escaparon de Montevideo y se fueron al interior del territorio, donde establecieron precarias tolderías. Uno de los sitios preferidos fue el ubicado a orillas del Río Cebollatí, donde hoy existe un lugar llamado “Arroyo de los Tapes”. Otros fueron recuperados por los misioneros y retornados a las construcciones. 6.3.1. La esclavitud de los indios Siendo los indígenas vencidos por los españoles, estos quedaron bajo el yugo del trabajo, pero como no estaban acostumbrados a él, y físicamente eran débiles, el resultado de su labor no correspondía a sus cálculos y esperanzas de los conquistadores. Este fue el origen de las Encomiendas. La esclavitud de los indios, decretada arbitrariamente por Cristóbal Colón, recibió la desaprobación de los Reyes Católicos, quienes, tan pronto como supieron de ella, se apresuraron a declarar que “los indios eran tan libres como los castellanos”, mandando que se les respetase como vasallos de la corona. Todas estas circunstancias decidieron al padre Bartolomé de las Casas, fraile de la Orden Jerónima, a salir a la palestra en defensa de los indios. Propuso que estos fueran sustituidos por negros africanos en la tarea de explotación de minas, labranza de la tierra y demás trabajos a los que los españoles consagraban a los americanos, ya que estos trabajos, que también hacían muchos europeos a la par de los indígenas, eran para estos penosos y de poco provecho. 224 De lo cual resulta que para librar a los indios, no de la condición de esclavos, pues no lo eran ni como tales eran considerados, sino de la esclavitud del trabajo al que estaban sometidas todas las sociedades, todos los pueblos y todos los individuos, el padre de las Casas provocó la adopción de un sistema inhumano que durante cuatro siglos fue motivo de explotación, de lucro y de crueldad. Ello con el pretexto de que la esclavitud de los negros africanos era un medio de arrancarlos de su idolatría, obligándolos así a abrazar el cristianismo como única religión verdadera. 7.CONCLUSIONES • El presente trabajo investigativo me ha fortalecido en mis conocimientos sobre la cultura oriental desarrollada alrededor del año 1811; me ha permitido valorizar a las diferentes culturas que poco a poco se han ido organizando con el gran propósito de poner fin a las represiones esclavizantes. • La revolución bien fundamentada con principios morales, éticos y sociales a todos los pueblos nos hace libres de la opresión, abandono y marginación, para así llegar a ser una sociedad sólida y preparada, donde se ejerza la justicia y se promueve la equidad, para llegar así al bien común de los pueblos Mercosureños. • Este proyecto me ha llevado a conocer los diferentes estratos sociales existentes en aquella época, donde el pueblo se encontraba bajo la opresión de las clases sociales más pudientes. Es por eso que nosotros, las nuevas generaciones, debemos prepararnos con valores, y así continuar con la revolución, para que no existan diferencias de clases sociales. BIBLIOGRAFÍA: Compendiada de la Civilización Uruguaya. Tomo I. Montevideo, 1907. Orestes Araujo. Enciclopedia del Uruguay. Tomo 1. MMVI Editorial Océano. Barcelona (España). Revolución Oriental – Wikipedia, la enciclopedia libre. http://es.wikipedia.org/wiki/Revolución_oriental Revolución Oriental de 1811. Portal Educativo de Uruguay http://www.slideshare.net/.../la-revolucin-oriental-de-1811-4884917 La Revolución en el Río de la Plata y La Definición ideológica del Artiguismo. http://webdehistoria.blogspot.com/2009/07/la-revolucion-en-el-rio-de-la-plata-y.html ARTEHISTORIA – Protagonismo de la Familia y poder criollos http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/contextos/1537.htm Heroínas Orientales Olvidadas. Aníbal Barrios Pintos. Pág. 36-38 http://www.bse.com.uy/ almanaque/Almanaque%201993/pdf/0%20-%20011.pdf 225 Yazmín Adriana Arroba Hurtado Colegio Bilingüe Logos Academy Guayaquil - Ecuador ¿EN QUÉ MEDIDA INFLUENCIÓ LA REDOTA EN EL SURGIMIENTO DEL SENTIMIENTO NACIONALISTA DEL PUEBLO URUGUAYO Y QUÉ EJEMPLO DEJÓ A LOS DEMÁS PAÍSES LATINOAMERICANOS? INTRODUCCIÓN América Latina se ha caracterizado por demostrar un espíritu liberal y revolucionario, producto del sometimiento a potencias mundiales, que en diferentes formas y épocas explotaron sus recursos naturales y humanos. En consecuencia, siempre han existido personajes que lideraron cambios acordes a la época histórica latinoamericana; así, en la etapa de independencia de las colonias americanas surgen líderes continentales como Simón Bolívar, José de San Martín, Antonio José de Sucre y paralelamente, en cada país aparecieron líderes que alentaron a su respectiva patria en tiempos de crisis, por ejemplo: José Artigas en Uruguay. Es precisamente este líder, el que permitió a su nación alcanzar la libertad mediante el hecho histórico de la Redota, evento memorable que marcó la historia de Uruguay. En esta monografía se busca establecer la medida en que influenció la Redota al surgimiento del sentimiento nacionalista del pueblo uruguayo y qué ejemplo dejó a los demás países latinoamericanos. En la actualidad, los países latinoamericanos se rigen por gobiernos democráticos, sin embargo, el pueblo no se beneficia ni se conforma con las decisiones tomadas por sus líderes. Debido a esto, los pueblos latinoamericanos, en varias ocasiones se han manifestado por desconocer a presidentes u otros líderes. Pero, ¿qué pasaría si hoy existiera un líder con la visión y el interés manifiesto de sacar adelante a su país?, ¿qué sucedería si en la región tuviéramos líderes como José Artigas? 226 CAPÍTULO I: JOSÉ ARTIGAS ¿Por qué es importante revisar parte de la ideología de José Artigas para comprender La Redota? Aunque es obvia para el pueblo uruguayo la relación directa entre el personaje José Artigas y el hecho histórico, La Redota, es preciso que el lector latinoamericano tenga un acercamiento a la ideología o pensamiento de este revolucionario. “Algunas de estas ideas fueron: independencia, constitución republicana, gobierno central que respetará las autonomías mediante la organización de una confederación, igualdad para todos los ciudadanos así como libertad civil y religiosa.” (Pigna, 2012). En este texto, tomado de la Biografía de José Artigas, escrita por Felipe Pigna, podemos observar un pensamiento político adelantado para la época en que vivió este personaje. La visión de una América Latina independiente, sin las ataduras al colonialismo extranjero que lo único que había hecho en trescientos años era explotar las riquezas naturales y el recurso humano de este continente. La organización de una confederación, un gobierno central que trabaje por el pueblo pero que permita a cada región desarrollarse de acuerdo a su propio interés, reconociendo autonomía para su gestión. Otro ejemplo de lo adelantado que era este pensamiento para la época está en el hecho de que Artigas defendía la libertad civil y religiosa, una conquista social que, por poner un ejemplo, en Ecuador recién se alcanza con el liberalismo de Alfaro, a finales del siglo XIX. CAPÍTULO II: LA REDOTA: UN PUNTO DE INFLEXIÓN EN LA HISTORIA DE URUGUAY La Redota, un importante hecho histórico, de cuyo análisis se desprende su relevancia actual, no sólo para el pueblo uruguayo sino para el resto de Latinoamérica, que en los inicios del siglo XXI busca sentar las bases definitivas de una identidad férrea frente a procesos de enorme envergadura como la globalización y por otro lado, la crisis económica mundial que marca este nuevo siglo. Se revisarán tres aspectos del hecho histórico que conocemos como La Redota: los antecedentes, el hecho histórico en sí, y sus resultados. 227 2.1. Antecedentes Fueron dos hechos los que básicamente hicieron que La Redota ocurra. El primer hecho es la Batalla de Las Piedras, batalla que se dio cerca del territorio de Las Piedras en mayo de 1811, donde se enfrentaron militares españoles, quienes contaban con armamentos en buen estado y por otro lado, los revolucionarios liderados por José Artigas, con armamentos de origen rudimentario. Las tropas españolas se dirigieron hasta este punto desde la ciudad de Montevideo, encontrando a la llegada una verdadera ventaja, ya que se establecieron en la parte alta de una colina, mientras que los revolucionarios se encontraban en la parte inferior con igual número de integrantes que las tropas españolas, pero aun así, con desventajas. El caudillo líder, José Artigas, hizo real una estrategia que consistía en aparentar que los revolucionarios se irían y dejarían la guerra, esto hizo que los españoles bajen pensando que la victoria estaba consigo mientras que en las faldas de la colina los revolucionarios esperaban por ellos. Oficialmente, aquella tarde de mayo, los revolucionarios se declararon victoriosos en esta batalla sobre los españoles, lo que permitió que José Artigas culmine su primera batalla como un consumado militar y pueda obtener todo el poder y el armamento español. El segundo hecho que hizo posible La Redota fue el armisticio entre Francisco Javier Elío, Virrey de Río de la Plata, y las fuerzas de la Junta de Buenos Aires, firmado el 21 de octubre de 1811. Este armisticio fue la culminación de un conflicto iniciado un año antes, el 25 de mayo de 1810, cuando un movimiento revolucionario depuso al Virrey de entonces, Baltasar Hidalgo de Cisneros. El armisticio buscaba terminar con el conflicto entre los realistas y los revolucionarios, y significó la retirada de los ejércitos de la Junta de Buenos Aires de la zona de Montevideo. Como consecuencia el pueblo quedó regido bajo la autoridad de los españoles (Proyecto Artigas, 2010). Esto significó para Artigas el abandono de la búsqueda de libertad para con su pueblo, ya que estarían dejándose dominar nuevamente por quienes anteriormente fueron sus combatientes, los españoles, y fue debido a esto que decidió exiliar a su pueblo de Montevideo. 2.2. Hecho histórico La Redota, o también llamada Éxodo del Pueblo Oriental, tomó lugar en el siglo XIX, específicamente entre octubre de 1811 y principios de 1812 228 (Reyes, 1980). Fue una emigración dirigida por el caudillo uruguayo, José Artigas, quien había sido nombrado “Jefe de los Orientales” poco antes en una junta en la Chacra de la Paraguaya. Estuvo conformada en un principio por el ejército artiguista luego de conocer el armisticio dado entre el Virrey Elío y la Junta de Buenos Aires. Pero a medida que el recorrido tomaba forma, las familias iban incorporándose en esta caminata; adultos, jóvenes, niños y ancianos formaron parte de este exilio, incluidos los padres y hermana de Artigas. Se conoce que aproximadamente llegaron al punto final 10.000 personas, unos a pie, y otros a caballo. El recorrido comenzó en Octubre por los montes del Río San José, dirigiéndose hacia el norte, y terminó en el Río Ayuí, pasando antes por varios lugares como: el arroyo Monzón, arroyo Perdido y arroyo Cololó, donde se establecieron por unas semanas para luego dar paso por el Río Negro y Paysandú. Posteriormente, en diciembre ya, se fijaron en el arroyo Quebracho, arroyo Chapicuy, pasaron el Río Salto para dirigirse a la ciudad de éste, y finalmente, cruzaron el Río Uruguay para establecerse en el Ayuí (Reyes, 1980). 2.3. Resultados La Redota trajo consigo consecuencias multidimensionales, es decir, que abarcó varios aspectos en el pueblo uruguayo como en su economía, política e ideología, y no solo en el pueblo uruguayo sino también en las colonias dominantes. Para los españoles significó un gran declive de su poder, ya que no podían dominar o, de nada servía dominar un territorio en el que no había la cantidad suficiente de habitantes capaces de producir y generar riquezas para sí mismos. Por otro lado, para el pueblo oriental que conforma este exilio, significó la consolidación de su pueblo, el fortalecimiento como población en contra de las tropas que buscaban la colonización, la creación de monopolios y en general, la injusticia y falta de libertad de los orientales. Artigas finalmente caracterizó este desplazamiento manifestando: “No se pueden expresar las necesidades que todos padecen expuestos a las mayores inclemencias sus miembros desnudos se dejan ver por todas partes y un poncho hecho pedazos, liado a la cintura es todo el equipaje de estos bravos orientales.” (CEIBAL, 2012). www.ceibal.edu.uy/userfiles/ p0001/ODEA/ORIGINAL/110722_lectura/costa_del_arroyo 229 CAPÍTULO III: PAPEL DEL NACIONALISMO Y ARTIGAS EN LA REDOTA 3.1 ¿Qué impulsó a los participantes y qué sacrificaron? “Porque dejaron sus vidas, sus amigos y sus bienes, porque les es más querida la libertad que no tienen”. Letra extraída “Los Orientales” de Los Olimareños, con la música de Pepe Guerra y letra de Idea Vilariño, refleja el anhelo de libertad del pueblo uruguayo. Los participantes fueron impulsados básicamente por la necesidad de conseguir la libertad de revolución, de dejar a un lado los tiempos en los que eran sometidos por colonias extranjeras, en este caso, portuguesas y españolas, pudiendo evidenciar esto en la letra de la canción “Los Orientales”, en la que se describe los anhelos, privaciones y motivos de La Redota. La intervención de José Artigas abarca también gran parte de ese impulso que tuvo el pueblo oriental. Anteriormente, Artigas ya había tomado riendas de una revolución en la que dejó en alto a los orientales tras la victoria en contra de las tropas españolas, permitiendo que despojen sus poderes sobre ellos, cumpliendo de esta forma los deseos orientales y ganando la confianza de los mismos. Adultos, jóvenes, niños y ancianos, familias orientales en general, definitivamente dejaron a un lado varias cosas por seguir al caudillo líder y de esta forma, poder obtener varias libertades a cambio de realizar un gran sacrificio. En la letra de Los Olimareños tenemos otra frase que resume esta visión del pueblo oriental: “Rebeldes y valientes se van marchando, las cosas que más quieren abandonando”. Un desprendimiento de lo material, todos los esfuerzos son por la sed de revolución y poder propio, para alcanzar la libertad que tanto habían estado esperando, luego de haber pasado por colonizaciones españolas, monopolios que rigen el mercado y otros que simplemente los afectaban. Abandonaron su lugar de establecimiento en el que se encontraban sus trabajos, familias, y como dice la letra de la canción, su vida en total, ya que tomaron el riesgo de exiliarse junto con el caudillo Artigas a toda costa, dispuestos a soportar todo tipo de desposeimientos, expropiaciones y problemas que se presentarían a lo largo del camino por recorrer. 230 3.2. Significado del nacionalismo en la Redota El nacionalismo nació en Europa, en los siglos de la Baja Edad Media, debido a las revoluciones por parte de burgueses que permitieron obtener luego una visualización desde otro punto de vista con respecto a este tema. Éste tomó más fuerza mediante ciertos hechos históricos como la Revolución Francesa, en la que el pueblo fue en contra de la monarquía absoluta, los tiempos de Napoleón Bonaparte, en los que criticó la presencia de los austríacos en Italia. (CEIBAL, 2012). Estos hechos dieron origen al nacionalismo en Latinoamérica, lo que les permitió conocer su propia identidad como nación en los diferentes países, la identidad sea por raza, etnia, religión, costumbres u otros elementos que hacían a un país diferente de otro. En Uruguay, este nacionalismo comenzó mediante el general Artigas que despertó esa sed de revolución y liberalismo en los orientales, permitiendo que la Redota tome lugar. “Toda esta costa del Uruguay está poblada de familias que salieron de Montevideo; unas bajo las carretas, otras bajo los árboles y todas a la inclemencia del tiempo, pero con tanta conformidad y gusto que causan admiración.”, manifestó un viajero paraguayo que visitó el campamento (CEIBAL, 2012). El sentimiento nacionalista fue lo que impulsó La Redota. Los deseos de libertad de los orientales dieron pie a este hecho en el siglo XIX, dejando varios mensajes para el presente, como la lucha de un pueblo por sus objetivos y la responsabilidad de un líder por ser herramienta para lograrlo. Podemos tomar estos mensajes y aplicados. La Redota expuso un cambio a la ideología del pueblo uruguayo, ya que éste exilio fortaleció al pueblo como tal, les otorgó más confianza para combatir nuevas adversidades y les brindó nuevas metas y visiones. La Redota fue el primer escalón de nacionalismo alcanzado en Uruguay, lo que dio paso para que luego de 14 años, siguiendo este ejemplo artiguista, la independencia de Uruguay tome vida el 25 de agosto de 1825. 231 CAPÍTULO IV: ¿QUÉ INFLUENCIA TUVO EL NACIONALISMO Y LA REDOTA EN URUGUAY? 4.1. ¿Qué sería de Uruguay si no hubiera sucedido La Redota? Si La Redota no hubiera tomado lugar existen muchas posibilidades en cuanto a lo que podría ser de este país, ya que este hecho histórico marcó evidentemente su trascendencia, es decir, su historia en general. En primer lugar, Artigas luchó por la libertad, en contra de la Corona Española que impregnaba el país uruguayo en ese tiempo, entonces, si La Redota no se hubiera dado, el pueblo oriental se hubiera visto todavía dependiente de las tropas españolas con las que Elío había creado un armisticio. Desde otra perspectiva, sin este evento histórico, el sentimiento de amor y orgullo por la nación no hubiera germinado en medio de los uruguayos -ese pensamiento nacionalista-; ese orgullo por pertenecer a Uruguay, país en el que José Artigas luchó por sobre todas las situaciones que se le podrían presentar para dar libertad a su pueblo, para llevar a cabo una revolución de independencia exitosa. Por ella los uruguayos recuerdan a su caudillo con mucho fervor. “Cuando no tenga soldados pelearé con perros cimarrones.”, Artigas. Finalmente, hoy en día, los pueblos latinoamericanos no tendríamos este ejemplo que el caudillo uruguayo nos dejó, ese ejemplo de lucha, perseverancia y tenacidad de los líderes de cada país por alcanzar los propósitos que más convengan al pueblo pasando todos estos por sobre sus necesidades y poniéndose en los zapatos de cada uno que forma parte de la familia, de la nación. 4.2. Evento conmemorativo por la Redota y fortalecimiento del nacionalismo La Marcha del Bicentenario; luego de ocurrido el exilio de los orientales en el año 1811, en el país latinoamericano Uruguay, se realizó el año pasado (2011) una actividad por los 200 años de La Redota como tributo al emprendimiento del caudillo Artigas de trasladar a su pueblo para alcanzar la independencia, dispuestos ellos a soportar cualquier clase de mal que esté por venir. La marcha realizada duró menos de dos semanas, exactamente desde el domingo 23 de octubre hasta el sábado 5 de noviembre del año ya mencionado. Allí se realizaron diferentes actividades a medida que pasaban por 232 las diferentes estaciones de parada, ya definidas con anticipación. El cronograma de lo estaba ya planeado desde meses anteriores por una organización interinstitucional, así como los lugares por los que pasarían en los trece días de marcha, en seis departamentos de Uruguay: San José, Flores, Soriano, Río Negro, Paysandú y finalmente Salto. (BICENTENARIO, 2011). Las actividades que se realizaron durante la marcha fueron varias. En las escuelas, sus alumnos preparaban varias exhibiciones para los marchistas como: cantos, presentaciones bailables, chimeneas en las noches, siembra del árbol de Artigas y otros; todas estas actividades culturales como ofrenda para el hecho histórico y los integrantes que formaron parte de este acto memorable. Asistieron adultos, niños, jóvenes y ancianos ya sea a pie, en carro o a caballo. En total fueron aproximadamente 6000 personas las que conformaron este evento. Todos acudieron con gran entusiasmo y por sobre todo, con gran orgullo de pertenecer a este país latinoamericano que de alguna u otra forma se considera bendecido por haber contado con un líder como el caudillo José Artigas. (BICENTENARIO, 2011). CAPÍTULO IV: ¿QUÉ SERÍA DE LATINOAMÉRICA SI TOMARA EN CUENTA LA FILOSOFÍA DE JOSÉ ARTIGAS? En la actualidad es muy común escuchar acerca de grupos que se encuentran en conflictos con sus líderes y mucho peor, países que no están de acuerdo en lo más mínimo con decisiones que toman sus gobiernos, ya sean éstos democráticos, socialistas u otros. Para describir la filosofía de Artigas, a continuación se revisarán citas atribuidas a este personaje y presentadas por Daniel Ruiz en su trabajo “Pensamiento artiguista en el siglo XXI”, para de esta forma analizar lo que sería de los países latinoamericanos si tomaran en cuenta los ideales que tenía, sus propósitos y pensamientos en sí. “No venderé el rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad.” Indicando el interés por el servicio y el desprendimiento por lo material porque cuando habla del “rico patrimonio de los orientales” se refiere al pueblo como tal, porque renuncian a la mayor parte de sus posesiones. Un acto significativo para una época donde la posesión de la tierra era uno de los elementos que indicaba el nivel social. “Los pueblos de la América del Sur están íntimamente unidos por vínculos 233 de naturaleza e intereses recíprocos.”. Como bien sabemos, ninguna persona persevera por sí sola sino que necesitará siempre de un equipo, para que de esta forma todos puedan superarse y alcanzar sus metas. Esto es lo que pasa exactamente con los países latinoamericanos, deben estar unidos; sus políticos, en lugar de tener conflictos deberían unirse y ayudarse mutuamente para salir adelante y poder desarrollarse ya sea económicamente o en otro aspecto. “Unidos íntimamente, luchamos contra tiranos que intentan profanar nuestros más sagrados derechos.” En esta frase podemos ver la preocupación por mantener la unidad del pueblo y así, enfrentar como un solo cuerpo cualquier amenaza o problema exterior. “El pueblo es soberano y él sabrá investigar las operaciones de sus representantes”, otra frase muy cierta de José Artigas. El problema con las decisiones políticas que se dan en cada país no es solo consecuencia de los mismos políticos que forman parte de este grupo administrativo. También es el mismo pueblo, ya que muestra tanta indiferencia a los temas políticos, lo dan por hecho, mas no dan a conocer sus opiniones, no actúan sobre esas decisiones porque simplemente se creen con la incapacidad de poder hacerlo, sin embargo no es así. Todos los pobladores latinoamericanos deben tomar los temas políticos con mucho interés para poder intervenir al respecto y en conjunto, llegar a soluciones en las que formen parte los políticos así como el pueblo en sí. Los países latinoamericanos como ya mencioné, se caracterizan por ese sentimiento revolucionario y liberal y las ideas de Artigas invitan al mejoramiento de procesos propios en cada país que se pueden tomar en cuenta para un verdadero progreso latinoamericano. Hoy en día, sin mencionar algún país en especial, conocemos de presidentes que han sido defenestrados de su mandato; países en que la democracia y la libre expresión simplemente se están perdiendo, países totalmente envueltos en corrupción, ¿en realidad creen que con todo esto podrán alcanzar un desarrollo notable?. Pues, desde mi perspectiva, no. Comencemos cambiando nosotros mismos, nuestra cultura en sí y el ambiente en que nos vemos rodeados, simplemente reformémoslo moral y éticamente para que luego pensemos en el resto. 234 CONCLUSIONES “Fue un movimiento espontáneo que afirmó la jefatura de Artigas y el nacionalismo oriental.” (Instituto Artiguista del Uruguay, 2003). La realización de este trabajo me ha permitido tomar conciencia de los diferentes aspectos relacionados en la lucha por alcanzar objetivos. En primer lugar, he podido comprender quién fue José Gervasio Artigas, el alcance de sus ideales y metas; su valentía para enfrentar situaciones de vida como el exilio del pueblo oriental, La Redota, y la influencia directa sobre el pueblo uruguayo que generó un cambio profundo en la historia de este país y su proyección a los demás países latinoamericanos. Pude apreciar que el surgimiento del sentimiento nacionalista en el pueblo uruguayo a partir de una histórica lucha por su libertad ayudó a construir la identidad uruguaya y marcó la diferencia en cuanto a su proyección histórica posterior. De igual forma, este sentimiento nacionalista que los uruguayos mantienen hasta la presente fecha es realmente un ejemplo de vida y de acción para los demás países debido a que no se puede actuar en bien de una nación si no se la ama y respeta profundamente. Esta doble dimensión hace referencia al amor como motor de impulso para emprender grandes empresas (exilio del pueblo oriental) y a valorar la historia de la que los antepasados formaron parte, luchando con perseverancia por la justicia y libertad que tan difícil se hizo en el contexto histórico de muchos países, pues tuvieron que soportar sometimientos diversos. Finalmente, considero que el mensaje que La Redota nos deja a los demás países latinoamericanos es que debemos luchar por los ideales respectivos de cada nación; que actores sociales y políticos en general deben intervenir con responsabilidad en cualquier decisión que se vaya a ejecutar, pensando siempre en el bien común; y de manera fundamental, resalto la participación del pueblo como gestor y vigilante de su propia historia, pues debe involucrarse activamente en la toma de decisiones y ser un celoso guardián de los logros obtenidos en cualquier ámbito de la vida social, política y económica de su país con el fin de que éstos permanezcan para siempre. 235 BIBLIOGRAFÍA: CEIBAL. El éxodo del pueblo oriental. Sitio web El país de los niños, consultado el 8 de julio del 2012. http://ceibal.elpais.com.uy/el-exodo-del-pueblo-oriental/ LOZANO Cámara, Jorge Juan. “Nacionalismo/Concepto”. Claseshistorias.com (en línea) Consultado el 9 de julio del 2012. 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El caudillo en su campaña hace creer al pueblo que él será su redentor y la solución de todos los problemas existentes de su época, gana el respaldo popular con los rayos de esperanza que ofrece. Sin embargo, este apoyo se va desvaneciendo cuando estas esperanzas se ven frustradas, por lo que generalmente surge un nuevo caudillo que convence al pueblo de que él será la nueva y verdadera solución que buscaban. La aparición de este fenómeno es recurrente en los países latinoamericanos, básicamente por la falta de educación de nuestros pueblos que anhelan un Mesías que solucione mágicamente todos sus problemas y no toma conciencia que solamente educándose y con un gobierno con conciencia social, nuestros países superarán sus enormes diferencias. Para comprender bien este fenómeno debemos contestarnos algunas interrogantes tales como ¿Cuál fue la importancia del caudillismo en el siglo XIX en América Latina con especial referencia en Uruguay? ¿Es el caudillismo positivo o negativo como modelo político para el desarrollo de un país? ¿Por qué hasta el día de hoy el caudillismo es un tema que vale la pena tratarse?. Para poder responder esto primero es necesario saber realmente que era un caudillo, cuál era el contexto histórico y social que los países estaban viviendo para que busquen con tanta necesidad que alguien los llevara a un cambio; en otras palabras los antecedentes al surgimiento del caudillismo. También es importante saber cómo fue el período donde el caudillismo era el modelo político, sin dejar a un lado la participación de la iglesia en este fenómeno. Solo así se puede descubrir qué fue lo que los caudillos hicieron y si favorecieron o no al desarrollo de sus naciones. Es decir, 237 cuáles fueron las consecuencias del modelo político que sus gobiernos implantaron, como también su legado histórico. Si bien el caudillismo se dio en toda América, en este ensayo nos enfocaremos especialmente en el caudillismo uruguayo, sin dejar a un lado a los demás. Caudillismo ¿Qué es? Comencemos con la explicación de lo que se entiende por el caudillismo y caudillo. El caudillismo se puede definir como un período histórico o una política de los hombres fuertes. Se trata de una forma de poder que se ejerce vía liderazgo y sirve al control político. Este fenómeno tiene como cabeza principal al caudillo (Baca L, Bokser-Liwerant J, Cisneros I, Pérez G, 2000: 29). La palabra caudillo proviene del latín, “capitellum” y significa “cabecilla”. En Roma imperial se designó así a quienes tenían la capacidad del mando del ejército (Baca L, Bokser-Liwerant J, Cisneros I, Pérez G, 2000). Según la Real Academia de la Lengua Española, el caudillo se define como un hombre que dirige un gremio, comunidad o cuerpo. Sin embargo, su significado es mucho más amplio pues se lo relaciona con diferentes imágenes y significados, entre ellos líder, jefe, militar, terrateniente, político, dictador. No cualquiera puede ser un caudillo, puesto que para serlo se necesitan varias características y cualidades innatas, como una fuerte personalidad, ambición de poder, atractiva personalidad, carisma, dotes de oratoria y literaria, crueldad, valor, capacidad de mando político y militar (GeoCities). Entonces debemos preguntarnos ¿Eran los caudillos héroes o tiranos?. Para muchos, los caudillos eran tiranos y lo podemos ver por ejemplo cuando Napoleón Franceschi Gonzales en Caudillos y Caudillismo dice sobre la historia de Venezuela: “La casi totalidad de los sociólogos admiten que el Caudillismo se manifiesta por la existencia de un hombre fuerte “Tirano absoluto”, “Gendarme necesario”, “Caudillo máximo” o “Caudillo benefactor”. Este encarna un régimen político personalista y que realiza la función de gobierno, con plena renuncia de los postulados políticos y administrativos que deben orientar el lógico y armonioso desarrollo de las instituciones.” De modo que para la mayoría de los sociólogos Caudillismo, Personalismo y Tiranía son sinónimos. Los argumentos utilizados a favor de que el caudillo fuera un tirano son que ellos usaban el poder como deseaban sin respetar a nadie, presentando como evidencia a los representantes de tantos golpes de Estado que se produjeron en el siglo XIX, aparte de que se utilizaba la violencia en la mayoría de los casos, pues en ciertos casos el régimen caudillista utilizaba la agresión física en sus campañas. Para otros en cambio, los caudillos no fueron más que un capítulo en 238 la historia, que no tiene relevancia alguna. En el año1932, Charles E. Champan publicó un artículo donde definió el siglo XIX como la época del caudillo. En este se planteó ¿Quiénes son, o eran, los caudillos? ¿En qué época cobran su importancia? Su conclusión, fue, no lo sé (Champan C.). Por otro lado, también están aquellos que los consideran héroes. Para muchos historiadores como Natalia Sobrevilla, algunos caudillos tuvieron un impacto positivo en su respectivo tiempo, llegándolos a considerarlos héroes. Sobrevilla compara a algunos de ellos con Simón Bolívar, quien consiguió la liberación de las naciones latinoamericanas. Para muchos, él era un gran líder militar y hábil político, además de un excelente administrador (Fernando Gualdoni, 2012). Uno de los propósitos de este ensayo es que al finalizar su elaboración podamos por nosotros mismos juzgar si los caudillos son héroes o tiranos, siendo de suma importancia mencionar que los caudillos nacen por primera vez en América, en un contexto de debilidad de las instituciones políticas, después de las Guerras de Independencia. Es por ello que la mayoría de caudillos comienzan como líderes militares que pelearon en estas guerras. Contexto histórico del auge del caudillismo ¿Qué fue lo que las guerras de independencia habían dejado a las naciones involucradas en ellas? Estas guerras fueron lideradas por la élite social, quienes tenían el control de las masas. El problema estaba en que las élites no quisieron después renunciar a sus beneficios, por ejemplo a los impuestos que recibían, pero a su vez las masas esperaban que sus intereses sean también tomados en cuenta. En otras palabras, éstas no estaban dispuestas a seguir relegadas. A todo esto hay que sumar que en Europa en esta época se da el surgimiento del liberalismo y con él, el reconocimiento de muchos derechos de las personas y de los ciudadanos, antes ignorados. Así, en los primeros años de las nuevas naciones, las ideas liberales hacían énfasis en las elecciones. La mayoría de las naciones, por ejemplo, consagró el derecho al sufragio de todos sus habitantes. En el caso de Uruguay, la posibilidad del sufragio se da en la Constitución de 1830, en el artículo nueve que preceptuó: “Todo ciudadano es miembro de la soberanía de la Nación; y como tal, tiene voto activo y pasivo en los casos y formas que más adelante se designarán” (Uruguay Educa). Sin embargo, a los candidatos en las elecciones les costaba mucho que las personas asistieran, apenas un cinco por ciento lo hacía. Los adversarios apelaban a las masas con intereses locales, pues en ese entonces los latinoamericanos seguían pensando en términos de comunidades, 239 pueblos y vecinos. Este sistema implementado era totalmente nuevo para ellos. Su inasistencia se debe a que ellos confiaban en los líderes de sus comunidades para que manejaran la situación. Esta idea de tener un líder local o nacional que los guíe se convertirá en la piedra angular para el surgimiento de los caudillos (Charlip& Bradford). Además de esta inestabilidad política, también había una inestabilidad económica. Después de la independencia, la mina y fabricación de textiles fueron los sectores más afectados por la destrucción y devastación que dejaron las guerras. El problema radicó en que las élites necesitaban controlar la tierra y la mano de obra. Los criollos de la época de las Guerras de Independencia utilizaban la metáfora de la liberación de la esclavitud. Debido a esto cuando los grupos de poder intentaron controlarlos, ellos sintieron que volverían a ser “esclavos”. En cuanto a las tierras, estas representaban otro problema. Los dueños de ellas eran los terratenientes, pero estos era la minoría de la población. Además, no tenían el tiempo necesario para administrar todas sus propiedades y cultivos y por ello, algunas se perdían, sin mencionar el hecho de que el clima no era el propicio para la siembra. Por otro lado, la administración política se deterioraba cada vez más pues las doctrinas económicas empleadas por la clase gobernante eran diseñadas para naciones desarrolladas como las de Europa, pero no eran útiles para naciones en vías de desarrollo como América Latina. Otro factor detonante fue que los sembrados en Latinoamérica eran productos primarios que se exportaban a Europa y regresaban como productos manufacturados, a precios muchos más altos. ¡América Latina estaba en crisis, hundida en deudas! Y con ella la mayoría de sus habitantes. En adición está el problema del choque cultural los latinoamericanos buscaban una nueva identidad que reflejara su identidad indígena, a lo que la élite estaba totalmente en desacuerdo, pues ellos querían desesperadamente parecerse a los europeos. La élite en todo momento se consideró mejor que los demás y gozaba de muchos privilegios que la mayoría de la población carecía. Hacia la mitad del siglo XIX, las naciones latinoamericanas se desafiaban entre ellas con guerras. El mayor conflicto fue entre Paraguay y la Triple Alianza – Argentina, Brasil, y Uruguay- y es conocido como La Guerra Grande (1839- 1851). También es importante mencionar la Guerra de los Harapientos y la Revolución de las Lanzas (1870). En esta última se divide Uruguay, dando lugar a un conflicto a largo plazo entre los liberales y los conservadores (Uruguay educa). A partir de la situación arriba mencionada, nace el caudillismo. El caudillo significaba para las masas la solución a estas inestabilidades y sería 240 también él quien redujera la brecha entre la élite y el pueblo. Como ya sabemos, el caudillo tenía una carismática personalidad que lograba atraer a las masas y a la élite y lograría por tanto eliminar algunos de los beneficios injustos que tenía la clase dominante, sin dejar de tener su apoyo. Para los pueblos, el caudillo sería la libertad, pues ellos controlarían la política con el fin de hacer respetar sus derechos. Por último, el caudillo pondría fin al desorden político y económico (GeoCities). Personajes importantes El caudillismo tuvo un gran auge porque contaba con el apoyo de la mayoría de los personajes más importantes de la época. Podemos rescatar que hubo más de sesenta caudillos en toda Latinoamérica. Uno de los más importantes y que merece un especial nombramiento es el uruguayo Venancio Flores (1808-1868). Venancio Flores es conocido como el caudillo conocedor de paisanaje porque su personalidad se fue formando principalmente en el medio rural, a caballo. Esto ayudó a que tuviera una mejor relación con las masas. Comienza como verdadero caudillo con su carrera de militar. Participó en las Batallas de Sarandí y de Rincón en 1825 y en la de Ituzaingó en 1827, y acompañó a Rivera en un levantamiento contra Oribe. Flores llega a la presidencia en 1853, después de la caída de Giro, para integrar un triunvirato junto a Rivera y Lavalleja, quienes mueren. En 1954 es elegido presidente constitucional y fue combatido por el partido conservador, una fracción principista y anti-caudillista colorada. Flores firma un Pacto de Unión con Oribe para no perder su papel protagónico. Su período electoral constituyó una etapa de gran consolidación de las bases jurídicas e infraestructura económica del país. Bajo su gobierno se aprobaron los Códigos de Comercio y Civil. También se inaugura el primer tranvía de tracción a caballo entre la ciudad de Montevideo y Villa de la Unión. Sin duda alguna, él fue uno de los caudillos que mejoró la situación del país, lo podemos ver por los que emigraron a Uruguay. Se estableció la primera conexión telegráfica con Buenos Aires mediante un cable submarino y se inauguró el edificio central de la administración del correo (Escuela digital). En el año 1863 Flores se levanta contra el gobierno de Bernardo Berro en la llamada “Cruzada Libertadora”, desembarcando en Uruguay, en nombre del Partido Colorado y en defensa de la Iglesia Católica (Papiros). Flores fue asesinado por sus decisiones políticas por dos emponchados, primero lo balearon y luego lograron apuñalarlo. A pesar que el caudillismo tuvo a muchas personas que lo apoyaban, del mismo modo habían aquellos que no estaban de acuerdo con él. Aquí encontramos a dos representantes sobresalientes, la Iglesia y Bernardo Prudencio Berro. 241 La iglesia en el siglo XIX era una de las organizaciones con más influencia. Recordemos que en la colonización de los europeos a América Latina la evangelización de los pueblos era obligatoria y para el año 1800 la mayoría de los nativos se había convertido. La iglesia en ese tiempo intervenía en la educación, la repartición de las tierras y en alguna manera, hasta en la política. El caudillismo se oponía a la ideología dominante de la Iglesia. Para esta, los caudillos eran tiranos, porque usaban villanías y medios prepotentes e ilícitos para consolidar su poder. La Iglesia intentaba buscar un camino católico, ético y moral para alcanzar justicia (UNSE). Si bien esto es cierto, es muy difícil establecer una posición fija de la iglesia, puesto que ésta siempre se ha visto como intermediaria en el momento en el que surgen los problemas sociales. Podemos decir que la Iglesia ha tratado de preocuparse por los desposeídos, sin perder su esencia y por ello, constantemente intervenía en favor de los indígenas. En cierto modo es lo mismo que buscaban los caudillos, favorecer al pueblo. En Bernardo Prudencio Berro, miembro del partido blanco (liberales), si podemos ver una oposición totalmente en contra de este fenómeno político y social ya que el veía a los caudillos como factor de peligro para el orden y la estabilidad institucional. Durante su vida mantuvo varios cargos políticos como diputado, ministro de gobierno, presidente de la cámara alta, titular del senado, hasta llegar a ser presidente de la República del Uruguay desde 1860 hasta 1864. Con su política, cuando estuvo en el poder buscó el fraccionamiento de las autoridades caudillistas locales, especialmente de los colorados (conservadores), además de que buscaba fortalecer la nacionalidad uruguaya. En sus propias palabras “nacionalizar nuestros destinos” (Ecaths). Berro conspiró contra el gobierno de Pedro Varal y luego en contra de Venancio Flores. Su campaña política lo llevó a su propia muerte al ser capturado por una barrida de Colorados, quienes lo encarcelaron. Sin enterarse, ni tener nada que ver con el asesinato de Flores, Berro recibe un tiro detrás de los barrotes. Bernardo Prudencio Berro era un hombre que estaba en contra de algunos hechos importantes que sucedían en su época y él sabía muy bien que lo que hacía podía costarle su propia vida. Sin embargo, trabajaba por alcanzar una verdadera democracia, tanto así que fue uno de los pocos presidentes de la época en terminar su mandato. Berro siempre mantuvo una personalidad austera y cristalina y es por ello que en la actualidad es considerado como uno de los mejores e ilustres ciudadanos y Presidentes que ha tenido el Uruguay, tal como lo dice el periódico El País de Uruguay. 242 Consecuencias del caudillismo. El caudillismo sin duda alguna deja huella en Latinoamérica. Este fue uno de los movimientos más importantes para la consolidación de las nuevas Repúblicas. A finales del siglo XIX el caudillismo estaba llegando a su final cuando empieza el desarrollo del estado moderno que tenía que crearse a partir de las consecuencias políticas, económicas y sociales que había dejado el fenómeno caudillista… Como nos hemos dado cuenta, después de la independencia, al nacer el Uruguay a la vida republicana, vino un período de inestabilidad total, sin ninguna base nacional para sustentarse. Esto trajo años de inestabilidad donde hubo sucesos de enfrentamientos políticos entre los diferentes caudillos, los blancos y los colorados, como el que se menciona anteriormente “La Revolución de las Lanzas” que se disputaban por el poder entonces. Cuando ya finalizaba el período caudillista, las repúblicas carecían de organización económica-financiera, con un gobierno carente de toda forma de planificación (Cruz L.). Este caos político trajo consigo muchas guerras internas y golpes de estado. Prácticamente los militares se habían convertido en el sustento de los caudillos, debido a esto los países tenían un bajo crecimiento económico, pasando de un régimen caudillista al militarista. A pesar de esto, el caudillismo favoreció al pueblo, los criollos y mestizos tenían más derechos por lo que algunos de ellos tuvieron la posibilidad de acceder a cargos políticos. En el caso de Uruguay, al inicio del siglo XX el país buscaba la consolidación de la democracia política, la reforma social y la prosperidad económica (RAU). Desgraciadamente este tipo de liderazgo había dejado un conflicto de clases sociales, inestabilidad política, falta de credibilidad ante el resto de los países de los que dependían y además una corrupción generalizada. No todo lo que había dejado el caudillismo era malo sino también ponemos ver el lado positivo. En él encontramos que ciertas garantías civiles como constitucionales progresaron, por ejemplo, la libertad de expresión, y un camino abierto e inclusivo hacia la democracia. El caudillismo no ha concluido, hasta el día de hoy su influencia se mantiene presente en las diferentes instancias de poder. El orden impuesto por medio de la fuerza bruta de los caudillos ha quedado como herencia en Hispanoamérica, entre otras características caudillistas. El caudillo es adicto al poder, a las masas y por supuesto a la gloria, siempre se desprecia lo hecho por el antecesor, para así reestructurar el estado de acuerdo a su gusto o la ideología imperante (Cruz L.). En la actualidad, cuando hay un cambio de gobierno, el nuevo gobernante 243 descalifica todo lo anteriormente hecho utilizando métodos lícitos e ilícitos para convencer a las masas de que el Mesías ya llegó. CONCLUSIÓN Retomemos las preguntas planteadas al inicio: ¿Cuál fue la importancia del caudillismo en el siglo XIX en América Latina con especial referencia en Uruguay?¿Es el caudillismo positivo o negativo como modelo político para el desarrollo de un país?¿Por qué hasta el día de hoy es un tema que vale la pena tratarse?. Para la primera pregunta, no hay duda que el caudillismo es de suma importancia para América Latina y por consiguiente para Uruguay. Este fue el modelo político predominante durante todo el siglo XIX y es un capítulo de la historia nacional de cada país que no se debe olvidar. Como dijo Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borras “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”. En esa época solo se buscaba el bien para las naciones, se trataba de encontrar un impulso para el desarrollo sustentable de la misma. El problema yacía en que las naciones latinoamericanas estaban recién creadas y había confusión por el choque de culturas (élite vs. sectores pobres). La contradicción entre dos visiones del mundo eran latentes. Por esta razón vemos que hubo distintos tipos de caudillismos, de derecha o izquierda, liberales versus conservadores, el clero versus los diferentes modelos socialistas, nadie tenía la solución exacta. Y si bien hubo muchos conflictos en la época, estos eran necesarios para aprender de ellos, es parte de la historia y por supuesto de la naturaleza humana. Veíamos a las naciones como si fueran bebés que recién aprendían a caminar y cada caída era una nueva oportunidad para aprender del fracaso, de la inexperiencia y así poder caminar por si solos sin el paternalismo o tutelaje de cualquier superpotencia. El camino era un camino engorroso, lleno de trampas y conflictos, que se habían forjado durante el proceso de independencia. El caudillismo hizo caer en cuenta a los sectores desposeídos que tenían derechos, que no eran un regalo sino que debían de pelear por ellos hasta la muerte. Esa era la finalidad del caudillo, trabajar en beneficio de los descalzos, pero siempre y cuando no se perdiera el apoyo de la clase gobernante. He aquí el porqué los caudillos necesitaban tener una relación fluida con las masas. Ellos prometían demagógicamente, haciendo que el pueblo confiara en ellos. No obstante, cuando no cumplían, sea cual sea el motivo, el pueblo buscaba y se refugiaba inmediatamente en un nuevo caudillo. Esto causaba a su vez conmoción social por lo que se hacía necesario elegir a un nuevo caudillo que respondiera a las urgentes necesidades populares. Este ciclo vicioso ha sido constante en la historia de Hispanoamérica en los siglos XIX y XX. 244 La idea del caudillismo buscaba el dominio del país por todos los medios posibles, y hasta involucró a la violencia. Miles murieron por su causa, como por ejemplo Flores. Pero ¿justifica realmente la convicción maquiavélica de que el fin a los medios?. El caudillismo también tuvo instituciones en contra, de manera especial la Iglesia. Para la iglesia mantener el status quo era una forma de preservar la estabilidad política. La iglesia está en contra de toda forma de violencia por más nobles que parezcan las intenciones de los promotores de los cambios sociales. Pero ¿acaso cuando son situaciones extraordinarias no se necesitan medidas extremas?. En cuanto a Berro, de cierta forma también, era un caudillo, pero uno menos idealista, más pragmático y coherente. Él se sostenía del apoyo popular buscando lo mismo que los otros, es decir, poder y gloria. Sus ideas eran avanzadas para lo que se pensaba correcto para la época. Éstas no tuvieron los resultados deseados, no obstante, tuvieron gran influencia hasta el día de hoy. No queda duda que el caudillo es una persona que logra rescatar las aspiraciones de un pueblo maltratado en un momento histórico dado. Los caudillos fallaron en pensar sólo en el presente, y no en lo que viene en el futuro. Ellos eran inmediatistas, olvidándose de planificar estratégicamente y teniendo en cuenta que los grandes cambios y resultados sólo se consiguen a largo plazo. En cuanto a si los caudillos son héroes o tiranos, se los dejamos a su propio criterio, pero es muy importante que vean el cuadro completo y no sólo al caudillo en sí pues todas las personas de cierta manera respondemos siempre a ideas inculcadas, prejuicios e influencias de nuestro propio contexto familiar, educativo e histórico. Finalmente, la importancia de este estudio para los jóvenes es relevante. El caudillismo sigue influenciándonos hasta nuestros días. Bolívar procedía usando una mezcla de autoritarismo e institucionalidad y es esa mezcla una característica fundamental de todos los caudillos como también del nuevo prototipo. En algunos líderes de Latinoamérica encontramos las características propias de los caudillos, pues llegan y manejan el poder al igual que ellos. Acceden al poder después de una inestabilidad política causada por los gobiernos anteriores que no cumplieron con la promesas políticas dadas en sus campañas. Si se estudia y se aprende del caudillismo y se saca lo mejor de esta forma o estilo de gobierno, hay menos posibilidades de cometer los mismos errores e identificar cuando se comete alguno. En la medida que el caudillismo vaya evolucionando a un nuevo tipo de gobierno menos inmediatista, que tenga en primer plano el beneficio de las personas, se logrará un mejor manejo político. Y si los jóvenes que son el futuro de nuestros países entienden que es indispensable estudiar la historia y 245 aprender a planificar estratégicamente el futuro, nuestros días venideros pueden ser más prometedores y sin tanta conmoción social. En conclusión, nuestros pueblos no pueden, ni deben, dejar atrás sus raíces e identidad latinoamericana. Los líderes proactivos serán siempre necesarios para impulsar y dirigir los planes de gobierno como también políticas de estado definidas que nuestras naciones de manera urgente requieren pues grandes cambios requieren grandes hombres y mujeres, valientes y decididos, innovadores y motivadores de sus pueblos, sin estereotipos. Sin embargo, no deben olvidar que se deben a estos pueblos y que toda democracia que se jacte de tal tiene el deber primordial de respetar los derechos humanos y las libertades individuales, simplemente una conquista irrenunciable. BIBLIOGRAFÍA: Baca L, Bokser-Liwerant J, Cisneros I, Pérez G.(2000) Léxico de la Politica. Mexico: Facultad Latinoamericana de Ciencia Sociales. Extraído de: http://books.google.com.ec/books?id=QK79r_ mPPG8C&pg=PA29&lpg=PA29&dq=antes+del+caudillismo&source=bl&ots=Lk5uqmVy7I&sig=0VDLpf0Wn2GRulbLkVSTdusQvL4&hl=es&sa=X&ei=nS7-T-bSEYia8gT83ZzFBg&ved=0CFEQ6AEwAg#v=onepage&q&f=false Cruz L. 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En 1810 el movimiento revolucionario se extendió a toda la zona del Río de la Plata y culminó en la Revolución de Mayo. ¿Qué es el caudillismo? Consiste en la llegada en cada país de líderes carismáticos cuya forma de acceder al poder y al gobierno estaba basada en mecanismos informales y difusos de reconocimiento del liderazgo por parte de las multitudes, que depositaban en “el caudillo” la expresión de los intereses del conjunto y la capacidad para resolver los problemas comunes. El caudillismo fue clave para la dictadura y luchas entre partidos políticos del siglo XIX. El poder de los caudillos se basaba en el apoyo de fracciones importantes de las masas populares. Este apoyo popular se tornaba en su contra cuando las esperanzas puestas en el poder entregado al caudillo se veían frustradas, y se decidía seguir a otro caudillo que lograra convencer de su capacidad de mejorar el país o la provincia. José Gervasio Artigas Nació el 19 de junio de 1764 en Montevideo, Banda Oriental, Virreinato del Río de la Plata. Su seudónimo era Karay Guazú, Oberavá karay. Fue un militar, estadista y máximo prócer uruguayo. Recibió los títulos de “Jefe de los Orientales” y de “Protector de los Pueblos Libres”. Fue uno de los más importantes estadistas de la Revolución del Río de la Plata, por lo que es honrado también en la Argentina por su contribución a la independencia y, con vicisitudes, a la federalización del país. Falleció el 23 de septiembre de 1850 en Ybyray, Paraguay. 247 El pueblo de Uruguay se levantó en armas bajo la dirección de José Artigas, ex-oficial de Blandengues. En octubre de 1811, el Ejército Artiguista triunfante en la batalla de Las Piedras, poco antes del Primer Sitio de Montevideo, ocupado por las fuerzas del Virrey Francisco Javier de Elío, había constituido un campamento en las márgenes del Río San José, cerca de la ciudad de San José de Mayo En ese clima de frustración y derrota quedó de manifiesto la voluntad de los orientales de reanudar el combate apenas las circunstancias lo permitieran. De inmediato Artigas, al frente de 3.000 soldados, retomó su camino hacia el Norte, y un alto número de civiles lo acompañó. El caudillo se opuso a esta emigración masiva en un principio, pero luego ordenó levantar un registro de las familias e individuos que lo seguían. El campamento albergaba junto a los milicianos de Artigas una gran cantidad de civiles comprendiendo mujeres y niños, muchos de ellos familiares de los soldados, que se habían unido al ejército al levantarse el sitio, como consecuencia de las negociaciones de armisticio entre Elío y la Junta de Buenos Aires. Se alojaban principalmente en carretas y carros. Participaron personas de todas las clases sociales que se movían en las condiciones materiales más precarias. “Cada día miro con admiración sus rasgos singulares de heroicidad y constancia; unos, quemando sus casas y los muebles que no podían conducir; otros, caminando leguas a pie (…); mujeres ancianas, viejos decrépitos, párvulos inocentes acompañan esta marcha, manifestando todos la mayor energía y resignación, en medio de todas las privaciones”. (extrato discurso Ricardo Ehrlich. ¨Agenda del Bicentenario promueve el encuentro de la nación con las jovenes generaciones¨. 15/2/2011. www. archivo.precidencia.gub.uy/sci/noticias/2011) La concreción del Armisticio, al retirársele el apoyo de la Junta de Buenos Aires colocaba al campamento oriental en una situación insostenible, a merced de las fuerzas españolas de Montevideo. Rumbo y cronología del camino 1811 • 12 de octubre: se levanta el sitio a Montevideo. • 14 de octubre: comienza el cruce del río Santa Lucía y se dirigen hacia San José. • 23 de octubre: en el paso de la Arena, San José, Artigas se entera que Buenos Aires y los españoles firmaron la paz, por lo que el territorio de 248 la Banda Oriental vuelve a jurisdicción española. Decide marcharse y buena parte de la población oriental lo acompaña al exilio. • 30 de octubre: cruzan en arroyo Grande (actual límite entre los departamentos de Soriano y Flores). • 2 de noviembre: cruzan arroyo Perdido (Departamento de Soriano). • 3 de noviembre: cruzan arroyo Cololó (Departamento de Soriano). • 11 al 13 de noviembre: vadean el río Negro en el Paso del Yapeyú. • 14 de noviembre: llegan al cuartel general en arroyo Negro (actual límite entre los Departamentos de Río Negro y Paysandú). • 24 de noviembre: llegan a Paysandú. • 1 de diciembre: acampan a orillas del arroyo Quebracho (Departamento de Paysandú). • 3 de diciembre: cruzan el arroyo Chapicuy (Departamento de Paysandú). • 7 de diciembre: cruzan el río Daymán (límite entre los Departamentos de Salto y Paysandú). • 10 de diciembre: las familias inician el cruce del río Uruguay (Salto). 1812 • 10 de junio: Artigas instala su campamento en el Ayuí (Entre Ríos). Posteriormente tuvo que luchar contra el centralismo de Buenos Aires. Seguido por todo el pueblo de la Banda Oriental, fue reconocido como jefe por seis provincias, creó la Liga Federal y fue nombrado Protector. En 1814 organizó la Unión de los Pueblos Libres, de la que fue declarado Protector. Al año siguiente liberó Montevideo del control de los unitarios aliados de Buenos Aires. Tras varios meses de enfrentamientos militares entre el Directorio, en una guerra civil desarrollada en Corrientes, Entre Ríos y la Provincia Oriental, la victoria de Fructuoso Rivera en la batalla de Guayabos en enero de 1815, obligó al Director Carlos María de Alvear a evacuar Montevideo, entregándola al segundo de Artigas, Fernando Otorgués. Gran cantidad de familias acompañaban al ejército que plegó este desplazamiento. La columna partió de los montes del Río San José hacia el noroeste, y luego continuó en trayectoria paralela al Río Uruguay hacia el norte produciéndose constantes incorporaciones de familias paisanas, con lo que finalmente formó parte de ella la casi totalidad de las poblaciones criollas de la Banda Oriental. 249 Artigas describía en su correspondencia la continuada llegada de nuevos pobladores de la campaña, por lo cual “un mundo entero sigue retardando mis marchas”, y expresando su pesar por no lograr convencerlos a quedarse en sus casas. El 14 de diciembre dispuso Artigas efectuar un relevamiento de las personas que integraban la columna, dando lugar al histórico documento conocido como Padrón de las Familias Orientales, en el cual aparecen 6000 hombres como integrantes del ejército. Llegó a la cúspide de su gloria en 1815, pero su triunfo fue de escasa duración ya que en 1817 fue atacado nuevamente por las fuerzas portuguesas, aliadas al Gobierno Central. Abrumado por la superioridad numérica del enemigo, tras duras resistencias se vio obligado a retirarse al Paraguay (1820), desterrándose definitivamente de su patria. La originalidad del pensamiento de Artigas cobra mayor relieve con el paso del tiempo, pues supo enfrentarse a las corrientes de la época. Así opuso la democracia a la monarquía, la autonomía provincial al gobierno centralista y fue un esforzado paladín al federalismo. El 29 de junio de 1815 se reunió en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, el “Congreso de los Pueblos Libres” llamado Congreso de Oriente. Fue convocado por Artigas para “tratar la organización política de los Pueblos Libres, el comercio interprovincial y con el extranjero, el papel de las comunidades indígenas en la economía de la Confederación, la política agraria y la posibilidad de extender la Confederación al resto del exVirreinato del Río de la Plata”. En este congreso, las provincias de Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Santa Fe y la Provincia Oriental se declararon independientes “de todo poder extranjero”, al tiempo que se invitó a las demás Provincias Unidas del Río de la Plata a sumarse a un sistema federal, ya que dicha declaración de independencia no era una declaración separatista del Río de la Plata. A la Liga Federal liderada por José Gervasio Artigas estuvieron a punto de sumarse las provincias de Santiago del Estero y La Rioja aunque en ambas al final vencieron las tropas directorales. Envió una delegación a Buenos Aires con la premisa de mantener la unidad basándose en los principios de: “La soberanía particular de los pueblos será precisamente declarada y ostentada, como objeto único de nuestra revolución; la unidad federal de todos los pueblos e independencia no solo de España sino de todo poder extranjero (...)”. Los cuatro delegados fueron detenidos en Buenos Aires, y el nuevo Director ordenó invadir Santa Fe. 250 La invasión luso-brasileña y la guerra contra los Unitarios El 9 de julio de 1816 se declaró en el Congreso de Tucumán la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, pero en el mismo, con excepción de Córdoba, no fueron representadas las provincias pertenecientes a la Liga de los Pueblos Libres. El constante crecimiento de influencia y prestigio de la Liga Federal atemorizó tanto a los Unitarios de Buenos Aires y Montevideo como al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve. En agosto de 1816 numerosas tropas luso-brasileñas invadieron la Provincia Oriental, con la complicidad tácita de los Unitarios que se habían fortalecido en Buenos Aires y del embajador porteño en Río de Janeiro. Con la intención de destruir al caudillo y su revolución, las tropas luso-brasileñas atacaron por tierra y mar. Junto a Artigas, participaron en la defensa de su provincia sus lugartenientes: Juan Antonio Lavalleja, Fernando Otorgués, Andrés Latorre, Manuel Oribe, el misionero Andrés Guazurary, apodado “el indio Andresito”. En cuanto a Fructuoso Rivera, éste traicionó a Artigas pasando a servir a los portugueses y brasileños. Poco tiempo después el mismo Fructuoso Rivera entraría junto a los montevideanos del “Club del Barón” a conspirar para dar muerte a Artigas. Debido a su superioridad numérica y material, las fuerzas luso-brasileñas al mando de Carlos Federico Lecor vencieron a Artigas y sus lugartenientes y ocuparon Montevideo el 20 de enero de 1817. Indignado por la pasividad de los Unitarios instalados en Buenos Aires, Artigas les declaró la guerra, al tiempo que enfrentó a los luso-brasileños con ejércitos que se vieron diezmados por sucesivas derrotas. De 1820 a 1850: el exilio en Paraguay Rodeado por todos lados por los lugartenientes de Ramírez y viendo su causa definitivamente perdida, el 5 de septiembre de 1820 Artigas cruzó el río Paraná hacia el exilio en Paraguay, dejando atrás su patria y su familia. La separación dejó un profundo dolor en el alma de su esposa Melchora, que se sintió traicionada y presa del deshonor, y seguramente vivió llena de amargura el resto de su vida. El dictador paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia le dio refugio, pero cuidó que no conservara ninguna influencia política, ni mantuviera correspondencia con nadie fuera del Paraguay. Su único acompañante durante el resto de su vida fue el Negro Ansina. La campaña de los Treinta y Tres Orientales inició la liberación de su provincia del Imperio del Brasil en 1825. Pero la complicada guerra del 251 Brasil y las intromisiones diplomáticas de Gran Bretaña, sumada a las sucesivas desilusiones de los orientales con los gobiernos porteños, llevaron a la independencia del Estado Oriental del Uruguay en 1828, en la cual Artigas nunca participó. Disfrutó de su plácida ancianidad en el barrio asunceño de Trinidad, residiendo en la propia quinta del Presidente de la República Don Carlos Antonio López, rodeado del afecto de los paraguayos. Allí falleció, diez años después, el 23 de septiembre de 1850, a los 86 años de edad. ¡Mi caballo! ¡Tráiganme mi caballo! Últimas palabras de José Gervasio. Ideario Las raíces de su ideario tienen dos fuentes principales. Artigas leyó en su adolescencia libros que provenían de Europa y Estados Unidos, como Sentido común de Thomas Paine y El contrato social de Rousseau, entre otros de autores de la Ilustración. Lo que marcó a Artigas en su adolescencia fue su relación con los indígenas, negros y gauchos. Se mezclaron sus raíces, su avidez, lo que leyó y su contacto con la alta sociedad montevideana y con la parte marginada de la sociedad. El ideario artiguista se componía de ideas políticas, las que se expresaron en las Instrucciones del año XIII y en la conformación de la Liga Federal. También tenía ideas socioeconómicas que se expresaron en el Reglamento de Tierras, el Reglamento Provisorio de 1815 de la Campaña y Seguridad de sus Hacendados y el Reglamento Provisorio de Aranceles Aduaneros para las Provincias Confederadas de la Banda Oriental del Paraná. 252 TRABAJO DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA “EL ÉXODO DEL PUEBLO ORIENTAL” María Magdalena Bargas Cardozo Centro Educativo de Alto Desempeño ¨Félix de Guarania¨ Caaguazú - Paraguay LA REDOTA: SENTIDO, VICISITUDES Y CONSECUENCIAS DE LA MISMA INTRODUCCION El tema del trabajo trata sobre La Redota: sentido, vicisitudes y consecuencias de la misma; todo lo que Artigas hizo por su país para salir de la opresión española que en ese tiempo tenía en su poder a todo el pueblo uruguayo. El objetivo del trabajo es la de conocer más sobre la historia de Uruguay, las huellas que dejó Artigas en el paso de la historia y toda la enseñanza que le dejó a su pueblo antes de morir. También el trabajo está pensado para indagar la forma en que se ha insertado la independencia en los países de Latinoamérica teniendo en cuenta que en nuestros días ha marcado un legado en la soberanía de los países. Las limitaciones del trabajo fueron pocas ya que las informaciones se pudieron encontrar en páginas de internet y en libros. Con toda la información que se recaudó se pudo terminar y con la ayuda de algunos docentes se logró finalizar sin muchas dificultades. En las páginas siguientes se detallan: la Banda Oriental, la Revolución Artiguista, la Revolución del Río de la Plata en la Banda Oriental, entre otros. 253 Cabe destacar que el trabajo fue de mucha ayuda para el conocimiento de la historia del éxodo del Pueblo Oriental. Asimismo, agradezco al director de la institución por la ayuda brindada para la culminación del trabajo, igualmente por darnos la oportunidad de participar del Concurso Histórico Literario “Caminos del Mercosur”. Finalmente cabe destacar una de las frases de José Artigas “Sólo aspiro al bien de mi Patria en la justa causa que sigo” La Banda Oriental La Banda Oriental, nombre asignado por los habitantes de Buenos Aires a la otra orilla del Río Uruguay, fue tardíamente poblada por los europeos. Distintos grupos étnicos indígenas la habitaban, no demasiado numerosos y con hábitos errantes. Desde el siglo XVII había comenzado la introducción de ganado bovino y caballar que se convirtió en una de sus riquezas más notorias. La explotación del cuero y el arreo de ganado llevaron a frecuentes incursiones provenientes del norte o de la banda occidental. Territorio fronterizo entre dos imperios coloniales poderosos, fue reclamado como propio por portugueses y españoles. La fundación de Montevideo en 1724 respondió más a un interés de defensa contra los portugueses que a otros proyectos. La familia Artigas llegó como fundadora en ese momento, compuesta por un matrimonio, los abuelos de José, y cuatro hijas pequeñas. Recibieron una importante cantidad de tierras inexploradas e inexplotadas como forma de compensar las penurias de la radicación. En el seno de esa familia patricia nació José Artigas el 19 de junio de 1764, nieto de la familia fundadora. Se ha dicho que era un hombre del virreinato, lo que significa que su escenario, su visión del mundo, tenía fronteras virreinales: lugares que para nosotros son hoy otros países para él eran su mundo de referencia, “su tierra”. Desde muy joven se convierte en un jinete incansable, conocedor de las propiedades de su familia y de la campaña en general. No se diferenciaba mucho de sus contemporáneos: aficionado al juego y al riesgo, es probable que comerciara con cueros en las zonas fronterizas, más allá del marco legal impuesto por la Corona ¿Lo legal y lo ilegal es igual en todas las épocas? Sin duda no, y puede constituir un error histórico grave no percibirlo. Lo cierto es que Artigas entró en el Cuerpo de Blandengues en 1797, cuerpo militar de jinetes creado por las autoridades españolas que tenía el propósito de recorrer a caballo hasta los lugares más alejados 254 y escondidos en la búsqueda de ladrones y contrabandistas. Poseía las condiciones ideales, entre ellas su conocimiento del territorio palmo a palmo, lo que explica su rápido ascenso como militar. En ese momento de su vida tiene lugar una experiencia que le marcará profundamente: es designado para acompañar a Félix de Azara en la recorrida por las casi desiertas tierras la Banda, con el propósito de conocer sus problemas económicos, sociales y políticos, y proponer soluciones a la Corona española. Será luego uno de los 3 más conocidos “planes de arreglo de los campos”. Con él colabora incluso en la fundación de Batoví en las lejanas tierras fronterizas. Sin duda, el contacto con este representante de la Ilustración española dejó simientes en su pensamiento. Revolución Artiguista 1. La revolución artiguista en el Río de la Plata 1811 – 1820 2. La Revolución Artiguista Grito de Asencio. Batalla de Las Piedras. Asambleas Orientales. Éxodo. Ayuí: Conflicto entre Artigas y Sarratea. Segundo Sitio de Montevideo. Reconocimiento a la Asamblea general de Buenos Aires. Congreso de Abril o Tres Cruces. Instrucciones políticas de Artigas del año XIII. Rechazo de los diputados orientales. Marcha Secreta. Ruptura con Buenos Aires. Dominación porteña en Montevideo. Provincia Oriental autónoma. Formación de la Liga Federal: El sistema de los Pueblos Libres. Cierre del período artiguista de la Revolución Oriental. Invasión Portuguesa. 3. 1811 Grito de Asencio. Batalla de Las Piedras. Asambleas Orientales. Éxodo: 20 de Octubre de 1811 y 23 de Octubre de 1811. Batalla de Las Piedras. J.Luis Blanes. J.Manuel Blanes. La rendición del Capitán de Fragata José de Posadas luego de la Batalla de las Piedras, entregando su espada al padre Valentín Gómez. La Batalla de Las Piedras fue el primer triunfo de los revolucionarios sobre el poder español en América. El éxodo del pueblo oriental. En 1811, los orientales artiguistas rechazaron el acuerdo entre el gobierno de Buenos Aires y los españoles, y abandonaron su territorio. Óleo de Guillermo Rodríguez. La mañana de Asencio. Autor: Carlos María Herrera - Óleo s/tela 3,03 x 1,92 m. Museo Nacional de Bellas Artes. La ruta del Éxodo. Los Orientales llegaron al Ayuí a fines del año 1811. 4. 1812 Ayuí: conflicto entre Artigas y Sarratea. En 1812 Buenos Aires decidió reiniciar la guerra contra los españoles que estaban en la Banda Oriental. Al frente del ejército porteño venía Manuel de Sarratea, a quién se le había encomendado la misión de debilitar el prestigio de Artigas y ponerlo bajo sus órdenes. Los orientales no aceptaron a 255 Sarratea como jefe, reavivándose el enfrentamiento con Buenos Aires. Por lo tanto, los ejércitos marcharon separados hacia Montevideo, a la que iban a sitiar por segunda vez. Debido a las intrigas realizadas por Sarratea, Artigas solicitó su renuncia. El conflicto terminó con el retiro de Sarratea y su sustitución por José Rondeau como Jefe del ejército. Solucionado el conflicto, el ejército artiguista se unió al sitio de Montevideo, en febrero de 1813. Encuentro entre Artigas y Rondeau en el Cerrito. Palacio Legislativo, Montevideo, Uruguay. Ernesto Larroche. Manuel de Sarratea. 5. 1813 Segundo Sitio de Montevideo. Reconocimiento a la Asamblea General de Buenos Aires. Congreso de Abril o Tres Cruces. Instrucciones del Año XIII. Rechazo de los diputados orientales. Asamblea General Constituyente se instala en Buenos Aires el 31 de enero de 1813, interesadas por organizar el gobierno de las Provincias del Río de la Plata. Se le llamó Asamblea General porque se reunieron delegados o diputados de todas las Provincias y se le denominó Constituyente porque debían elaborar una Constitución. Congreso de Abril del año 1813 El llamado Congreso de Tres Cruces -o Congreso de Abril– sesionó entre los días 5 y 21 de abril de 1813 en la quinta de Manuel José Sáinz de Cavia, en el paraje extramuros –hoy día barrio de Tres Cruces en Montevideo. Se eligieron seis diputados que serían enviados a Buenos Aires con Instrucciones. Se establecían tres principios fundamentales: Independencia, República y Federación. Las Instrucciones del año XIII. 6. 1814 Marcha Secreta. Ruptura con Buenos Aires. Dominación porteña en Montevideo. La Asamblea General Constituyente rechaza a los diputados orientales porque se consideró que los diputados no habían sido elegidos de acuerdo a las órdenes que ella había enviado. En realidad, fueron rechazados porque no estaban de acuerdo con las ideas de Independencia, República y Federación. Esto determinó la definitiva ruptura de Artigas con el gobierno de Buenos Aires. Para Artigas ya no era España la enemiga de la libertad de las Provincias; el verdadero enemigo era Buenos Aires, que se negaba a reconocer el derecho de los orientales. En 1814 Artigas se retiró del segundo sitio y se dirigió al Litoral difundiendo las ideas federales (Marcha Secreta). Las Provincias argentinas de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Misiones lo apoyarán, cansados de la política centralista. Fin de la dominación española en el Río de la Plata. Montevideo cae en manos porteñas. 256 El Almirante Brown frente a Montevideo, Diógenes Hecquet. Operaciones militares en la Banda Oriental y región del litoral, 1812-14. 7. 1815. Provincia Oriental Autónoma. Formación de la Liga Federal: El Sistema de los Pueblos Libres. Los orientales no podían aceptar la dominación del territorio por los bonaerenses. En enero de 1815 el ejército oriental los vence y en febrero se retiran de Montevideo. El día 26 por primera vez los orientales entraron a la ciudad. Toda la Provincia les pertenecía por derecho. Entrada de los Orientales en la Plaza de Montevideo en 1815. Óleo de Diógenes Hecquet. Las Provincias de Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y Misiones, junto a la Provincia Oriental, formaron la Liga Federal bajo la protección de Artigas. Artigas fue reconocido como la autoridad superior y llamado “Protector de los Pueblos Libres”. Las Provincias pudieron comerciar por el puerto de Montevideo, Maldonado y Colonia, evitando así el de Buenos Aires. El comercio con otros países se reglamentó, protegiéndose a las artesanías locales de la competencia de los productos europeos. Para ello se cobraron altos impuestos a los productos importados. Artigas demostró gran interés por los indios, en el Reglamento agrario de 1815 dispuso que se les entregara tierras como a los blancos y a los negros. 8. Cuando la Provincia Oriental comenzó a reponerse de las guerras y la Liga Federal estaba en marcha, los portugueses invadieron nuestro territorio en 1816, con la aprobación de Buenos Aires, interesada en destruir a Artigas y al movimiento federal. Artigas debió enfrentar dos ejércitos: el portugués y el porteño. El caudillo intentó detener a los portugueses, pero fue imposible, primero cae en manos de portugueses Montevideo y en Tacuarembó fue vencido definitivamente. El ejército porteño se enfrentó a los caudillos de Entre Ríos y de Santa Fe. Estos caudillos vencieron a Buenos Aires en la batalla de Cepeda en febrero de 1820. La relación entre Artigas y los caudillos de Entre Ríos y Santa Fe se deterioró rápidamente, ya que no reconocieron su autoridad y ambicionaron ocupar su lugar. 1816, 1817, 1818, 1819, INVASIÓN PORTUGUESA. La Revolución del Río de la Plata en la Banda Oriental En 1810 la constitución de una Junta Provisional Gubernativa en Buenos Aires fue presentada por sus contemporáneos como punto de partida de la Revolución del Río de la Plata. La primera medida de la Junta fue el envío de circulares a todos los pueblos notificando los cambios ocurridos en la capital y convocándolos a elegir diputados para un Congreso General. En aquellos lugares donde las élites locales expresaron una 257 mayor resistencia a reconocer a las nuevas autoridades se enviaron expediciones militares. Éstas se dirigieron hacia el Alto Perú o Audiencia de Charcas (actual Bolivia) y hacia el Paraguay. En la banda o ribera oriental del río Uruguay estos sucesos impactaron de forma diversa. Incidió en ello que ese territorio no conformaba una unidad jurídico-administrativa sino que, por el contrario, estaba dividido en tres autoridades: la Gobernación de Montevideo, la Intendencia de Buenos Aires y la Gobernación de Misiones. En Montevideo, tras un Cabildo Abierto que contó con una presencia importante de la Armada Real, se decidió no reconocer a la Junta como autoridad legítima. Esta decisión realineó a las fuerzas políticas de ambas márgenes del Plata. Las villas y pueblos de la campaña oriental repartieron sus adhesiones entre una y otra autoridad. A lo largo de 1810 se fue tejiendo una red de contactos y movilizaciones que proyectó la revolución en ambas orillas del Río de la Plata, pese a los intentos de los españoles realistas de Montevideo por interrumpir esa vía de comunicación regional. En febrero de 1811 comenzaron en Mercedes las acciones militares del bando patriota. Rápidamente las fuerzas “insurgentes” avanzaron por el litoral y el este de la Banda Oriental. El 18 de mayo de 1811 las fuerzas comandadas por José Artigas derrotaron a las tropas realistas al mando del Capitán de Fragata José Posadas en la batalla de Las Piedras. Ese triunfo decisivo permitió poner sitio a la ciudad de Montevideo, a la vez que las demás poblaciones y las zonas rurales quedaban bajo el control de las tropas revolucionarias. En enero de 1811 había llegado a Montevideo el Brigadier Francisco Xavier de Elío con el título de Virrey del Río de la Plata. Ante la negativa de la Junta de Buenos Aires a reconocer su autoridad, fijó la sede de la capital virreinal en Montevideo. Elío había ocupado antes el cargo de Gobernador y había promovido en 1808 la destitución del Virrey Santiago de Liniers por “afrancesado” (partidario de Napoleón) y participado decididamente en la creación de una Junta de Gobierno en Montevideo. Presidida por él, la Junta defendía los derechos del rey español Fernando VII, preso en Francia, desconociendo la autoridad del Virrey y la Real Audiencia. En febrero de 1811 Elío declaró la guerra a la Junta Gubernativa de Buenos Aires. La flota de la sede del Apostadero Naval bloqueó de inmediato el puerto bonaerense y controló la navegación del río Uruguay. Tras la derrota en Las Piedras, las autoridades montevideanas aceptaron el auxilio ofrecido por el gobierno de Portugal. El gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata y el desarrollo de la revolución 258 El ingreso de las fuerzas lusitanas a la Banda Oriental provocó que el gobierno revolucionario de Buenos Aires iniciara negociaciones a los efectos de acordar un “Tratado de Pacificación”. La ocupación portuguesa representó la apertura de un nuevo frente de guerra, contra un enemigo conocido y poderoso. El puerto de Buenos Aires se encontraba bloqueado por la armada española que trababa las actividades mercantiles. En el Alto Perú (actual Bolivia), la derrota de las fuerzas patriotas en Huaquí en el mes de junio de 1811 había abierto el camino a las fuerzas realistas del General José Manuel de Goyeneche para avanzar hacia el sur. Por estos motivos, la Junta argumentó que era necesario establecer un armisticio con las autoridades españolas. Detener las hostilidades en ese frente de batalla era presentado como necesario en la difícil coyuntura que estaba viviendo la revolución. Tras un año y medio de guerras, las autoridades revolucionarias veían peligrar sus proyectos políticos. La prioridad, entonces, fue concentrar un ejército con mayores efectivos en el Alto Perú y liberar al puerto porteño del bloqueo que estaba llevando adelante la armada española de Montevideo. En procura de ello, las autoridades revolucionarias firmaron en ese mismo mes de octubre de 1811 una Convención con la Junta del Paraguay. En este tratado se estipuló la posibilidad de un vínculo confederal entre ambos gobiernos. Se procuraba por todos los medios de evitar que la contrarrevolución pudiera avanzar sobre la capital. Mientras que con Paraguay se había reconocido la autonomía de su Junta y se accedía a terminar con pesadas cargas tributarias del período hispánico, en el caso de la Banda Oriental la opción fue otra: dejar esos territorios bajo dominio español. Un plan defensivo: la marcha hacia el norte del ejército y las familias El 20 de octubre se firmó el armisticio, por el cual se disponía el levantamiento del sitio y el retiro de las fuerzas revolucionarias de la banda oriental del Río de la Plata. Las tierras de la ribera oriental del río Uruguay, junto a los pueblos del Arroyo de la China (Concepción del Uruguay), Gualeguay y Gualeguaychú, ubicados en la zona de Entre Ríos, quedaban bajo la autoridad española. Por su parte, el virrey Elío debía solicitar el retiro del ejército portugués, levantar el bloqueo al puerto de Buenos Aires y garantizar una amnistía a todos aquellos que hubiesen expresado adhesión a la revolución. Tres días después se supo en el campamento artiguista instalado sobre el río San José que el armisticio había sido ratificado. Los ejércitos “patrios” debían evacuar la Banda Oriental del Uruguay. Una reunión de los vecinos que habían venido desde Montevideo con las tropas resolvió acompañar la retirada militar rumbo a las puntas de Arroyo Grande. 259 Se conoció en ese momento, además, que Artigas tendría otro destino militar, en la actual provincia de Corrientes. El ejército de José Rondeau embarcó desde el puerto del Sauce hacia Buenos Aires y otra parte al mando del Teniente Coronel Nicolás de Vedia desde el Real de San Carlos. Varias familias orientales optaron por seguirlos y buscar refugio en la antigua capital virreinal. El ya General Nicolás de Vedia menciona en sus Memorias, publicadas por Andrés Lamas en 1849, que se fueron con él un total “de 500 hombres, 200 esclavos y más de 300 personas de los dos sexos que huían de los godos, como ellas se explicaban”. Artigas con su ejército se separó de las fuerzas de Rondeau en la región del arroyo de Monzón y continuó su marcha hacia al norte, en procura de una mejor posición para enfrentar el avance portugués. El 15 de noviembre el Jefe de los Orientales fue designado por el Triunvirato (las nuevas autoridades revolucionarias) como Teniente Gobernador del Departamento de Yapeyú con sede en Santo Tomé (actual provincia de Corrientes). Junto al contingente militar, y a medida que éste avanzaba, se fueron sumando a la marcha nuevas familias. Artigas, en un oficio a la Junta de Buenos Aires el 13 de noviembre de 1811, se refería a las dificultades que acarreaba tener que brindar seguridad a esas familias “que eran en tan gran número que parece imposible designarlo, basta asegurar a Vuestra Excelencia que nadie ha quedado en los pueblos”. También José Rondeau informaba al gobierno de Buenos Aires que “de todos puntos de la campaña se repliegan familias al ejército sin que basten persuasiones a contenerlas en sus casas”. Esta emigración expresaba no solo el temor de la población rural a las represalias “realistas” o al saqueo de las fuerzas portuguesas; era también una opción política. De ello daba cuenta Artigas el 14 de noviembre de 1811 desde el cuartel general en Arroyo Negro (actual límite departamental entre Río Negro y Paysandú) en un Oficio a la Junta de Buenos Aires: “toda la Banda Oriental me sigue en masa, resueltos a perder mil vidas antes que gozarlas en la esclavitud”. La emigración o Redota en la revolución de independencia El inicio del siglo XIX encontró a España debilitada por las continuas guerras que había emprendido como aliada de Francia contra Gran Bretaña. En particular, la derrota naval de Trafalgar (1805) dejó a España sin posibilidades de ejercer el monopolio comercial con sus territorios de ultramar. Por su parte, Gran Bretaña consolidaba su control marítimo y amenazaba a los territorios americanos españoles, como pudo verse en la ocupación de Buenos Aires y luego de Montevideo entre 1806 y 1807. 260 A estos factores se debe sumar la disconformidad existente en casi todos los grupos sociales del orden colonial por las medidas que desde la centuria anterior estaba adoptando la dinastía borbónica para centralizar y acrecentar el control sobre sus posesiones americanas. En este contexto, la ocupación napoleónica a la península Ibérica y el cautiverio del monarca Fernando VII en mayo de 1808 profundizaron la crisis monárquica. Tanto en España como en América se rechazó al “invasor” y se formaron Juntas de Gobierno que declararon su fidelidad a Fernando VII. Se iniciaba con ellas el proceso revolucionario en los territorios americanos. En dos décadas el mapa político se transformó radicalmente. Las antiguas colonias hispanoamericanas lograron su independencia -con la excepción de Cuba y Puerto Rico- dando lugar a la formación de varias repúblicas. ¿Cómo impactaron estos acontecimientos en el desarrollo de la revolución? La emigración de las familias que ocupaban la Banda Oriental del Río Uruguay siguiendo al ejército artiguista para no quedar sometidas al “yugo” español y a las fuerzas lusitanas “invasoras” constituyó un hecho de gran significación en el proceso revolucionario iniciado en 1810. Para las autoridades revolucionarias de Buenos Aires la instalación en tierras entrerrianas del ejército artiguista y la población civil que lo acompañó representó un antemural ante un posible avance portugués más allá del Río Uruguay. También constituyó en cierta forma una amenaza, porque desde allí Artigas estimuló una alianza ofensiva-defensiva con el gobierno del Paraguay y con los pueblos guaraní- misioneros. José Artigas emergió como una figura política y militar de peso en la revolución, por el respaldo de los pobladores de la Banda Oriental que lo nombraron su Jefe y por el apoyo ofrecido por los “indios bravos”. Por otra parte, la experiencia vivida como “pueblo” durante los once meses que duró la emigración generó lazos de identidad entre quienes optaron por acompañar la marcha del ejército, a la vez los distanció de aquellos que se quedaron o emigraron a Buenos Aires. Conviene precisar que nos estamos refiriendo al término “pueblo” como sinónimo de “cuerpo territorial y moral”, que dentro de la monarquía española podía emerger como sujeto soberano. “Un pueblo sin cabeza, tal era el Pueblo Oriental después de la ratificación de los tratados de octubre – escribe Artigas a Sarratea desde el Ayuí el 10 de agosto de 1812- entonces pudo constituirse y se constituyó, sino bajo las formas más o menos propias, al menos bajo las más legales.” 261 Como ha planteado la historiadora uruguaya Ana Frega, en el transcurso de estos años la voz “oriental” comenzó a teñirse de significado político, no solo designó un espacio geográfico cuyos límites eran aún imprecisos, sino también a un proyecto que encontraba en la “soberanía particular de los pueblos” su fundamento. Defender a la “patria se constituyó en un baluarte de este pueblo en marcha, pero ésta dejó de aludir a su dimensión territorial –el lugar dónde se nace- y se transformó en expresión de un ideal moral y político: el lugar dónde los hombres viven en libertad. El derrotero de las fuerzas comandadas por el “Jefe de los Orientales” El 20 de mayo, tras el triunfo de Las Piedras, las fuerzas orientales habían puesto sitio a Montevideo. A fines de mes, el ejército vencedor había establecido su campamento en el Cerrito en un punto que por sus características facilitaba el dominio del espacio distante a la Plaza. La llegada del Coronel José Rondeau, establecido en Arroyo Seco el 1º de junio, completó la línea sitiadora que se extendió desde Punta Carretas hasta el Miguelete. No bien tomada esta nueva posición se produjeron enfrentamientos con partidas españolas, según reseña la Gazeta de Buenos Ayres el 27 de junio de 1811. La asamblea realizada en la Quinta de la Paraguaya el 10 de octubre de 1811 decidió la continuidad de la lucha aún después del retiro del ejército enviado por el gobierno de Buenos Aires. Procurando evitar quedar entre dos fuegos –las tropas portugueses estaban avanzando sobre Montevideo-, dispuso el levantamiento del sitio y la retirada al río San José. Fue en ese punto donde las fuerzas orientales tomaron conocimiento de que el armisticio había sido finalmente ratificado y que estos territorios quedaban bajo la jurisdicción de Montevideo. Para autores como el historiador Agustín Beraza en su obra “El pueblo reunido y armado”, estos hechos generaron un cambio en la estructura y en la organización de las armas orientales. Ligadas fuertemente a la tradición miliciana, no habían experimentado el proceso transformador pretendido por el Superior Gobierno de Buenos, que apostaba a la profesionalización para mejorar la capacidad bélica de sus fuerzas. Beraza defiende la idea de que la ruptura provocada por el armisticio generó cambios en la estructura de las fuerzas orientales, obligando a un progresivo abandono de las formas propias de las milicias de vecinos -formadas principalmente para la defensa local y sin servicio permanente-, para adoptar la estructura de un ejército de línea. Hasta ese momento, el grueso de las fuerzas orientales provenía de la formación de cuerpos de milicias locales, a excepción del Cuerpo de Blandengues creado a fines de 1796 y del cual José Artigas era Capitán. 262 Las comunicaciones de Artigas durante la retirada hacia el norte, con la presión que significó el traslado de miles de personas hasta el cruce del Río Uruguay y las exigencias de la guerra, dan cuenta de su preocupación por la reunión del mayor número posible de armas y de hombres, tratando de evitar el desarme de los vecinos. Toda la Banda Oriental sigue al General Artigas, dirá José Elías Carranza, comandante de Paysandú, en comunicación del 31 de octubre de 1811. Esa fuerza heterogénea y policroma de la que habló Beraza, que incluyó a hacendados y peones, a desposeídos del campo y a sectores fuera de la ley, también lo hizo con los esclavos propiedad de los patriotas y con los fugados de los españoles que procuraban su libertad y con los indios misioneros, charrúas y minuanos. Pese a la incorporación no regular de estos dos últimos grupos, sintetizada en sus campamentos al margen de los del ejército, tuvieron una importancia de primer orden que queda de manifiesto por la convocatoria a los caciques que Artigas hace a través de Carranza el 2 de noviembre de 1811. En diciembre de 1811, el Gobierno de Buenos Aires ordenó el “arreglo” de las tropas en una organización militar dotada de regimientos de infantería y caballería, previendo instrucción regular y fijando las características de los oficiales. Se regulaba también la dotación de armamento, excluyendo la gente sobrante para alivio del erario. Para su puesta en práctica, las autoridades dispusieron el envío a José Artigas de “60 ejemplares de los títulos de las Reales Ordenanzas, etc. y el manejo del arma mandado observar en todo el ejército por este Superior Gobierno”. En su comunicación del 7 de diciembre de 1811 a la Junta del Paraguay en busca de apoyo, Artigas informaba que contaba con unas pocas “tropas veteranas” que se ajustaban más a la definición de un ejército regular, y con “cinco mil vecinos orientales”, que en poco tiempo habían conformado “un ejército nuevo, cuya sola divisa era la libertad”. Enviado por la Junta del Paraguay -recibido con honores en el Cuartel General de Artigas debido a la importancia que la alianza con esa provincia podía representar- el 3 de marzo de 1812 el Comisionado Francisco Bartolomé Laguardia dio las noticias a la Junta sobre el Ejército Oriental: “El Ejército se compone de cuatro o cinco mil hombres armados con fusiles, carabinas, y lanzas reuniendo dos divisiones, y varias partidas, que se hayan ocupando varios puntos, e inclusive la División de Pardos” … “Cuatrocientos Indios Charrúas armados con flechas y bolas, y estoy persuadido que aún en los Pueblos de Indios ha dispuesto formar sus compañías” … “La tropa es buena, bien disciplinada, y toda gente aguerrida 263 la mayor parte compuesta por los famosos salteadores, y gauchaje que cursaron estos campos, pero subordinados al General, y tan endiosados en él que estoy en que no han de admitir a otro jefe, en caso que Buenos Aires quiera sustituir a éste”. José Artigas y el fin del período Los años siguientes, de 1816 a 1820, fueron difíciles para el artiguismo y concluyeron con su derrota militar definitiva. Los problemas con Buenos Aires se habían agudizado. El gobierno de esa ciudad veía en los artiguistas, y por supuesto al propio Artigas, como un peligro que era necesario destruir. Lo acusaban de atacar la unidad de los territorios con sus propuestas de federalismo, pero el gobierno de Buenos Aires no tenía demasiadas posibilidades de terminar con él y con su gente, por los problemas que tenía en distintos frentes. Por un lado la persistencia de la guerra con la resistencia española en el Alto Perú, y por otro la alianza de la Provincia Oriental con las otras provincias de la Liga lo hacía imposible. La liquidación del “problema artiguista” necesitaba ayuda, y se recurre a Portugal. Los portugueses seguían reclamando extender sus territorios hasta el río Uruguay. El gobierno de Buenos Aires les pidió auxilio, y en 1816 comenzó la invasión de alrededor de 16.000 soldados, que avanzaron rápidamente en la Provincia Oriental. En enero de 1817 entraron en un Montevideo que los recibió como “pacificadores”, mostrando la continuidad de su resistencia a la propuesta artiguista, que el patriciado consideraba peligrosa y desestabilizadora. Las tropas artiguistas, débilmente armadas y agotadas, no pudieron hacer frente al enemigo. La situación se hizo definitivamente desesperada cuando sus antiguos aliados, los caudillos de la Liga Federal, lo abandonan en medio de lo que los historiadores han llamado la “crisis del año 20”. Sólo habían quedado a su lado los más pobres: indios y gauchos. El año 1820 fue el último de la presencia física de Artigas en su Provincia. A los 56 años decide ir hacia Paraguay, tal vez en la esperanza de obtener apoyo para su proyecto federalista. Pero no habría de volver, y moriría en ese exilio treinta años después. Conclusión Con el presente trabajo tuve una participación estudiantil en la historia de Uruguay, la cual desconocía, pero en la investigación de su historia llegué a conocer todo lo que Artigas hizo por su país. 264 El gran hombre que Uruguay tuvo en su historia Artigas “El Protector”. Decían que el volvería desde el otro lado del destierro y de la muerte física a dar su imagen como símbolo fundamental. La patria vieja se habría de convertir en raíz de la patria por construir, y el General llegaría a ser el “Padre Nuestro Artigas”. Artigas luchó por su pueblo hasta no poder más pero no pudo hacer mucho contra las fuerzas de Argentina, aunque tenía el apoyo de los pobres y de los indios. En el año 1820 y con 56 años de edad Artigas va a Paraguay, en esperanza de que le brinden apoyo, pero decide quedarse para no volver a su tierra natal, esperando su muerte que llegó 30 años después. Hubo pequeñas dificultades en encontrar la información pero con mucha búsqueda y ayuda de algunos docentes logré recabar algunas informaciones que me ayudaron a terminar el trabajo. Espero que más jóvenes se unan en conocer la historia de toda Latinoamérica y enriquecer más sus conocimientos sobre la misma, y así instar para que sigan adelante en sus metas propuestas y logren todo en la vida. ANEXO José Artigas 265 Estatua de Artigas en Plaza Independencia de Montevideo bandera echa por Artigas. BIBLIOGRAFIA http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%89xodo_Oriental http://es.wikipedia.org/wiki/Banda_Oriental http://ipes.anep.edu.uy/documentos/articulos_2004/Documentos_art/pdf/artigas. http://www.patrimoniouruguay.gub.uy/Revistas_dias_del_patrimonio-URUGUAY/Dia%20del%20 Patrimonio-Revista%202011-%20LA%20REDOTA WHITE, Richard Alan, “La Primera Revolución Popular en América”, pp. 137 al 138. 266 Tania Sofía Schaefer Czeraniuk Colegio Juan XXIII Encarnación, Itapúa, Paraguay Uruguay es conocido por el nombre de “República Oriental” y esa orientalidad es una identidad que nace antes de su independencia. “El éxodo del pueblo oriental”, popularmente llamado “La Redota” (pronunciación incorrecta de derrota), es un hecho histórico que tiene asociación directa con la independencia uruguaya, ya que con él nace el sentimiento de ser únicos, distintos a los porteños, españoles u otros pueblos, es decir, de ser una patria incluso antes de su libertad. El que tantas familias hayan decidido seguir voluntariamente a José Gervasio Artigas, caudillo de la Banda Oriental, luego de que éste decidiera marchar al norte tras haberse firmado el armisticio entre porteños y españoles, me ha impresionado. Decidí buscar en Internet y, en algunos libros, más datos. Encontré una gran variedad de información que desconocía. Elegí entonces escribir un cuento con la intención de responderme una pregunta: “¿Qué sintieron esas personas?”. Mientras escribía busqué ponerme en el lugar de aquellos que se vieron forzados a tomar una decisión que cambiaría sus vidas. Es así como nace Blanca. BLANCA LIBERTAD Silencio, solo queda el silencio. Si viví todo lo que tendría que haber vivido, no sé… pero fue a pleno, aun en este mundo de esclavos y secretos. De mi tierra y de su olor. Me llamo Blanca y amo el mar desde la única vez que lo he visto. Recuerdo su sonido y el olor, eso me ayuda a dormir, incluso en las peores noches… porque esas existen. Existen como consecuencia de estos días, estos días que hace años prometían cambio, estos días en que nada parece igual a lo que imaginé. Camino, piso con todas mis fuerzas, decaigo pero no paro de andar. Un joven viene y me ofrece sentarme a descansar, pero no quiero ser una carga para nuestros soldados, jóvenes con un mismo ideal, seguidores del máximo defensor del pueblo, Artigas. No sé su nombre, mi hijo siempre lo llamaba así y Artigas me recuerda a él. Aunque, últimamente, todo me recuerda a él. “La muerte no es muerte si es por una causa y las causas del pueblo no admiten la menor demora”, decía citando a su líder. Mi hijo, Javier, lo admiraba tanto, a veces pienso que al no conocer a su padre, halló en él los ojos de un posible ejemplo a seguir. 267 Dolor, eso es todo lo que siento en estos momentos. Hoy es 2 de noviembre. “No te pongas así, sabes que él tiene la suerte de no pasar por esto”. Debería encontrar consuelo en ello. Pero miro a mis nietos y es a mi hijo a quien veo. Seis meses largos hace hoy desde que se fue. Nunca podré describir su fuerza, toda de corazón. Había sido herido en la batalla de Las Piedras, demostró su habilidad como soldado; un guerrero dispuesto a todo para cumplir su objetivo. Obtuvo la victoria y, como consecuencia, pocos días de vida. Pero aguantó y jamás derramó una lágrima frente a sus hijos, él no dejaría que sufran lo mismo que él. “Tenés que ser fuerte por mis hijos, tus nietos” y yo no podía contestar. “No quiero dejarte sola, es lo que más lamento”. Y yo seguía sin poder contestar. Mi silencio no decía nada, se mantenía impasible en el tumulto de las olas. No dije nada el día que murió. Mis movimientos eran solo los involuntarios y la verdad, que suena egoísta, me dejó de importar el resto. Nada era necesario, nada estaba primero, nada, todo era nada. Nada excepto mis nietos. Los veía jugar en el día y llorar por las noches, huérfanos en vano, víctimas de lo que no tenían culpa. Viéndolos entendí algo que cambiaría mi vida para siempre, viéndolos pude comprender a mi hijo. Supe, entonces, que las cosas no podían seguir así y que confiaría en Artigas como lo hizo Javier. Viéndolos supe que mi gente y yo somos distintos. Cruzamos el arroyo Perdido, la armonía del agua al correr me transmite paz. Me refugio tímidamente en un respiro. No será duradera, por eso le dedico mis únicos momentos de desdicha y de nostalgias, sabiendo que tuvimos un tiempo mejor. Octubre, si mal no recuerdo, el veintitrés. Sufrimiento, solo eso podría esperarse. Estaba hecho, los papeles se firmaron, el reloj de arena se dio vuelta y un punto sin retorno esperaba la decisión final. ¿Qué haría nuestro líder ahora? “¡Lo han hecho!” gritaban los jóvenes. Así era, la junta de Buenos Aires y los españoles certificaron la paz. ¿Y nosotros? Nosotros no estábamos incluidos, no en sus planes. Nosotros, entonces, ¿no importábamos? Nosotros, entonces, ¿a sus órdenes? ¿Qué haría nuestro líder ahora? Traición. La lealtad pisoteada, ¿acaso no buscábamos lo mismo? Traición, el pueblo porteño y su traición, nuestros hermanos y su traición. Abandonados en medio de la pena, el llanto y su traición. ¿Qué haría nuestro líder ahora? ¿Sublevarse o doblegarse? Yo entendía esto y el porqué sucedía. Claro que los porteños nos habían traicionado por su conveniencia. “Háblales de riquezas y hacen todo lo que quieras”, mi hijo me había enseñado a interesarme más en las cuestiones políticas, por mi propio bien. 268 Era imposible determinar lo que vendría después, pero de algo estaba segura: el cambio era imparable. Más tarde escuché rumores de que se había tomado una decisión: ni rendimiento ni arrepentimiento. Nadie bajaría las armas y mucho menos los brazos. Listos en cualquier momento que se precise, dispuestos a reanudar la batalla cuando fuese necesario. ¡Somos un pueblo!, me dije. Es hora de actuar por él, pensé. Así me despedí de mi hogar. Jamás imaginé que emprendería un viaje tan largo y doloroso, pero no volvería a cambiar lo sucedido. Algo raro en mí empezaba a nacer, un sentimiento desconocido. De improviso me sentí orgullosa de mi pueblo. Fue entonces cuando empecé a caminar. Todo parece lejano, hace solo unas semanas que salimos de San José, mi antiguo hogar. Ahora mi casa es la tierra y mi hogar está en las familias que me rodean. He oído decir que a kilómetros de nosotros se van sumando las personas, seguras de que esto es lo mejor que puede suceder. Hoy estamos a orillas del Río Negro. Además, hoy conocí a Elsa, es una simpática mujer que nunca se casó ni tuvo hijos. “Pero Blanca…”, me dijo, como si fuéramos amigas de toda la vida, “nunca nadie es lo suficientemente bueno”. Acá todos somos amigos de todos y hay muy pocos secretos. Elsa tiene una historia bastante peculiar. Quemó su casa con todas sus cosas, agarró su carreta, y con un poco de comida, siguió a nuestra caravana. Lo que me sorprende no es que haya quemado su casa, muchos de los que estamos acá lo hicieron, pero siendo una mujer soltera que no había pasado por grandes sufrimientos, ¿por qué dejar todo para seguir un camino sin destino fijo? Al menos yo no sé mi destino. “Es mi gente, Blanca, yo no soy nada sin mi gente”, me dijo. No pregunté más. Desde que conocí a Elsa duermo en su carreta. Mis nietos son niños fuertes pero mi espalda no creo que aguante mucho tiempo más. Gracias a Elsa tengo más horas de sueño. Gracias a Elsa también he hecho más amigos, por ejemplo, hoy conocí a Julián. Él participó en la misma batalla que a Javier le quitó la vida. Lastimosamente perdió un brazo y nunca más pudo entrar en combate… “lastimosamente”. Julián se acuerda de él, me dijo que alguna vez habló de mí y que le dijo que me extrañaba, y que extrañaba también la comida que cocinaba. Yo extraño cocinar, y a decir verdad, todos extrañamos la comida hecha en casa, todos extrañamos tener una casa. Julián tiene una esposa a la que le llamamos Cristi, con ella compartimos los recuerdos de la desesperanza de tener un ser querido en la guerra “¡No sabes lo que era!”. “Si sabe”, le decía Elsa cuando se daba cuenta de mi tristeza; “Ella sabe de dolor Cristi”. Y la muchacha se callaba un rato, hasta que veía algo que le recordaba otra cosa que había sucedido en algún lugar con no sé qué personas. Así pasábamos las horas, hablar es 269 la mejor forma de evitar el sueño. Y hablar, para mí, es la mejor forma de protegerme de mis pensamientos. Miro el río y más allá la luna. No me gusta pensar porque la mayoría de las veces solo imagino desconsuelo. Pero hoy es diferente, hoy no estoy pensando en nadie más, estoy pensando en mí y en el presente indiferente. El futuro no me pertenece y el pasado es todo lo que me queda. El pasado es el único lugar donde aún hay primavera. Aunque muchas personas estén en él, solo unas pocas pueden tener acceso a ciertos recuerdos. Hoy, trece de noviembre, ha sucedido algo sorprendente. He conocido a la familia Pérez, otra familia que luego de quemar su casa se puso a disposición de Artigas. Lo increíble es el motivo; “Temíamos las consecuencias”. Y eso fue suficiente, entendí todo. Una de las últimas conversaciones con mi hijo me ayudó: “Estamos jugando con fuego, esto va más allá de las batallas y los combates”, me comentó una noche; “Francisco Javier de Elío hará todo lo posible para que no olvidemos estas batallas y no importará que él sea nuestro gobernador, aún peor, se encargará de que su venganza sea recordada para siempre”. Me dio un temblor, Javier lo notó y dijo “pero para eso tenemos a Artigas, él nos guiará”. Así fue que los Pérez no siguieron a nuestro líder porque era lo correcto, no lo siguieron porque amaban a su pueblo, lo siguieron por el terror de la tortura y la pérdida. Mi hijo se casó cuando tenía veinte años, su prometida tenía diecisiete. María era la hija de un importante militar al que solo vi el día del casamiento. Estaban muy enamorados y parecían el matrimonio feliz, seguramente lo eran. Al año de casados tuvieron su primer hijo, un varón, mi primer nieto. Manuel era la criatura más hermosa que había visto y cuando sonreía sus ojos brillaban como estrellas en la oscuridad. Pasado un año más nació la nena, alegría y tristeza, fue amor por la vida y odio por la muerte. Se la bautizó con el nombre de María, como su fallecida madre. Mi hijo se había convertido en un viudo, con dos hijos bebés, a los veintidós años. Desde el momento en que tomó a mis nietos en brazos y levantó la cabeza, supe que nunca les faltaría nada. “José, Artigas se llama José”, me lo ha dicho mi nieto de cinco años, y es que se ha hecho amigo de un muchacho mayor que también se llama José. Aunque me gusta que haga amigos, este me parece un poco mayor y rebelde. Una vez lo escuché discutir con su madre y la forma en que la trataba. Creo que tiene trece años y no entiende la importancia de vivenciar valores como el respeto. Debería ponerme en su lugar, esa edad es muy difícil. Lastimosamente, en esta situación, nadie puede darse el lujo de ser caprichoso. 270 José se acercó a mí y preguntó por Manuel, “Está durmiendo con su hermana, no le vayas a despertar”. Contestó con unas palabras entre dientes que no entendí, pero no importó. Jamás me lo hubiera imaginado, sucedió algo inesperado. José empezó a gritar y estirarse de los pelos, gritando “Odio esto, odio a esta gente, odio a Artigas y cualquier persona que lo siga”. Y lloraba, pero no parecía llanto de niño, lloraba como si su vida dependiera de ello. Me asusté pero reaccioné. Fui hasta su lado lo más rápido que pude y le estiré la oreja hasta que se calló. “Vení, vamos a la carreta”, le dije. Primero se negó pero cansado de caminar cedió ante mi propuesta. “Dale, vení, sentate, te voy a contar una historia”. José se sentó pero, enojado, seguía sollozando. “Hace mucho tiempo nuestro pueblo no existía, en estas tierras solo se encontraban nuestros ancestros, nativos del lugar. Solo quedan unos pocos de ellos. Vivían a su manera y tenían sus propios conflictos, hasta que llegó uno mayor. España y los españoles decidieron hacer suyas estas tierras y también a las personas, tratándolas como objetos, y olvidándose de que, como ellos, los nativos eran seres humanos. Pasaron muchos años y los españoles tuvieron hijos con las mujeres aborígenes, así se fue creando nuestro pueblo. Personas que tenían una visión, progreso era todo lo que se esperaba. Un pueblo que albergaría a todos sus habitantes en paz y justicia. Pero los españoles no querían eso; los españoles querían que hagamos solo lo que ellos nos mandaban hacer, y lo hicimos durante mucho tiempo”. José escuchaba, en silencio, con una cara ahora más tranquila. Y ella continuó: “Pero las cosas cambiaron, descubrimos que tenemos una propia identidad”. Ni yo creía las palabras que estaba diciendo, palabras que salían de mi boca pero provenían de mi corazón. “Tenemos una identidad y no nos la puede quitar nadie. Nadie puede someternos a creer en lo que no queremos, hacer lo que no queremos, querer lo que no queremos. Y ese hombre al que odias, ese hombre que lleva tu mismo nombre, ese hombre jamás permitirá que no reconozcan esa identidad, ese hombre decidió protegernos aun cuando suponíamos una molestia para su ejército, ese hombre hará que nuestro pueblo sea respetado, porque recuerda siempre: ´somos uno, somos distintos´. Y antes de que diga nada José agregó ´somos el pueblo oriental´ ”. La charla me ha dejado exhausta pero con un sentimiento agradable. Me agrada el chico, se nota que es inteligente, solo necesita a alguien que le ponga límites. Dejaré a Manuel jugar con él. Hay algo que dije que me tiene pensando desde hace mucho tiempo “aun cuando suponíamos una molestia”. Artigas no nos quería detrás de él 271 en un principio, o al menos eso me dijo Julián, y él sabe de estas cosas casi tanto como sabía mi hijo. Le pedí que me explicara mejor, “cuando emprendió su viaje hacia el norte jamás imaginó llevar tras suyo más gente que sus propios soldados. Cuando vio que la gente lo empezaba a seguir, primero se disgustó pero algo le hizo cambiar de opinión y según dicen somos más de diez mil los que vamos junto a él”. Creo que sé qué le hizo cambiar de idea. La necesidad de protegerle a una persona, algo parecido al instinto maternal. Inexplicable y perfecto. Somos su gente y él nos protege, es por eso que le seguimos. No podemos confiar en nada y él es lo más seguro que tenemos. Estaremos a su lado pase lo que pase. “Abuela ¿ya que es mi cumpleaños, podemos dejar de caminar?”. Manuel cumple seis años este primero de diciembre y no puedo contestar esa pregunta. “Vení Manuel que yo te alzo”, le dijo el mayor de los hijos Pérez. Este es uno de esos momentos en el que cuestiono qué estamos haciendo. Y como momento, lo suelo evitar. A veces me asaltan las dudas inevitables, el porqué de las cosas y el porqué del porqué. Entro en una batalla interna y empiezo a debatir si lo que hice está bien o mal, lo más probable es que termine en el suelo, muerta por mis propios pensamientos. Pero hay otros momentos, unos más felices. Momentos en los que nada parece ser lo que es. Momentos en los que miro alrededor y escucho a mis amigos hablar, como si fuéramos una gran familia dirigiéndonos a un lugar perfecto y el camino es igual de perfecto. A veces también me imagino llegando a casa, pero no a la casa de siempre. La casa donde vivíamos el padre de Javier, Javier y yo. Solo que en este caso, además de ellos, también estaban mi nuera María y mis dos nietos. El día en el que todos nos sentemos en la misma mesa llegará, pero por el momento solo puedo imaginar ciertas sensaciones. Ya tengo destino. Julián vino corriendo cuando se enteró de las noticias. “Salto Chico, Blanca”. No sé dónde quedará eso ni si nuestra estadía será duradera, pero es agradable tener una respuesta a las preguntas de mi nieto. La pequeña María es tan calmada. A veces me preocupa y tengo el presentimiento de que entiende todo lo que pasa, aunque con sus tres añitos eso parece casi imposible. De todas formas ambos niños se están cansando de eso. Estamos cerca dicen... ¿Cerca de qué…? ¿Cerca de quién…? La caminata ha hecho que la piedad aumente en vez de volvernos seres más duros e insensibles. Alguien se cae, nosotros lo levantamos, alguien tiene sueño, nosotros lo mantenemos despejado. Incluso si alguien está aburrido, nos encargamos de que tenga al menos una conversación que lo entretenga. Somos uno, somos distintos. 272 He visto el cielo últimamente. Sé que no es relevante ni aun posible, pero un cuervo parece seguirnos… seguirme. Lo he visto volar sin hacer ruido, agitar sus alas, hipnotizándome, rompiendo el viento. Quizá pueda percibir las heridas de algún alma como la mía, y entonces, espera. Espera a que lentamente me extienda por el piso. Paso tras paso veo que ya no dejo huellas. ¿O es mi imaginación? El aire se ha vuelto más pesado los últimos días. El sol ha hecho que los colores se vuelvan menos vivos, casi percibo todo en un mismo tono. Mis nietos están más distraídos, por suerte son niños. Ya no preguntan por su padre, y yo no tengo intenciones de rellenar su ausencia con el recuerdo de un difunto que está perdido entre mi memoria y la muerte. Prefiero que no lo hagan como yo, prefiero que se acuerden como se recuerda a un primer amor, o a la lluvia cuando se está por dormir. Estamos cerca dicen… ¿Cerca de qué…? Dije que no lo haría. Pero el cuervo sobre mi cabeza hace que discuta con todos y con todo, incluso conmigo misma. No se trata de Javier, se trata de su padre. Él no tenía ideales pero también se fue, él no fue un héroe, pero también se fue. Javier creyó que murió cuando fue a cazar un jabalí. En realidad, murió de amor. Amó siempre a otra mujer, y el jabalí no fue un animal sino un cuchillo. Guardar tantas cosas en silencio hace más larga la lista de penas y más urgente el final de este camino… ¿Cerca de qué? Me pregunto qué querrá el cuervo, me pregunto si alguien más lo ve. Parece que se ríe, parece un enviado de los porteños… parece un español en la espera. Ya hace tiempo que caminamos. Igual que yo muchos perdieron la cuenta de los días, pero no su esperanza. No podríamos imaginarnos como sería no caminar, pero parece que hay noches más cortas en los últimos días, estamos cerca… dicen. Apenas el sol nace volvemos a salir, mi voluntad no se quiebra, pero la edad no viene sola. Y casi no puedo ver. A veces, con la brisa de noche, me cuesta respirar. Espero que nadie sospeche que estoy más débil. No quiero la ayuda de nadie para seguir la marcha. Tengo una nueva actividad y con nueva me refiero a una que antes de emprender este viaje jamás hubiera realizado. Consiste en hacerme preguntas, preguntas que casi nadie se pregunta. Hoy tengo una interesante. Estos días han sido más cansadores que los demás pero descubrí que cuando me rodeo de gente a la que quiero me siento mejor. ¿Por qué queremos a las personas? Busqué respuestas de todo tipo. ¿Por qué esta gente me entiende? ¿Por qué esta gente es mi compañera día a día? ¿Porque siento que me conocen y yo los conozco a ellos? Interrogantes, ese fue mi resultado hasta que vi correr a mi niña María y supe el porqué la amaba. No la amo porque es mi familia, no la amo 273 porque la conozco ni porque sufrimos juntas día a día. La amo porque sí. Porque siento que la amo, como amo a todas estas personas, estas diez mil personas a mí alrededor, porque mi corazón dice que está bien, porque amo a mi pueblo. Y porque amo a mi pueblo justifico todos mis dolores. Y es razón suficiente. Otra pregunta que me hice alguna vez fue ¿Por qué algunas personas pasamos por cosas que otras jamás pasarán? Yo no quise alejarme de mi tierra, yo no quise que mi hijo muriera, que mis nietos se quedaran huérfanos y que mi pueblo tenga que salir de sus casas y sobreponerse a lo que sea. Podría pensar que es injusto, pero me siento mejor y me siento especial. Aguantando todo esto descubro en mí y en mi gente una fuerza que otras personas jamás tendrán. La unión y lealtad que estamos demostrando jamás será más grande y maravillosa en ningún otro lugar. Y sí, puede que suela envidiar a los que no están presentes e incluso a los que perecieron, pero ténganme envidia a mí porque, si con palabras no puedo explicar el amor que siento por esta sangre que corre en mis venas, ahora, caminando, lo estoy haciendo. No sé cuánto más seguiré, pero sé hasta dónde queremos llegar. Ya no pienso en el futuro, por lo menos no en el mío. Sé que no viviré lo suficiente para curar todas mis heridas y que me iré con ellas. Pero imagino a mi pueblo, sin estar. Veo progreso y respiro el aire limpio, veo a mis nietos y sus hijos riendo, ¿Hace cuánto tiempo no escucho ese sonido? Pero lo más importante, lo que me saca una sonrisa y unas lágrimas, los veo libres. Quizás nunca hablen de mí, pero estoy presente, porque sé que nunca olvidarán mi enseñanza, mi legado: “somos uno, somos distintos, somos el pueblo oriental”. “¿Dónde estoy.?”. “¡Ay Blanca!”. Pero yo sentía que algo estaba pasando. A lo lejos vi correr a un hombre. “¡Estamos llegando!”, gritó. ¿Javier?, no, no era Javier, ¿era Julián? “¿Dónde?”. “A la libertad Blanca”; “Al cese de nuestros sufrimientos”. “¿Salto Chico?”. “Dicen que Artigas ha ordenado parar”. “Vamos a nuestras casas”. “A nuestras nuevas casas, Blanca”. “¿Y mis nietos?”. “Ellos están bien”. “¿Y Javier?”. “¿Qué te pasa Blanca?”. “¿Dónde está Javier? Javier te extraño, Manuel y María también”. “¿Qué le pasa a mi abuela?”. “Dale Javier, vení”. “Vení vos, Blanca, seguí caminando, dale que ya llegamos”. “No, Javier, no me hagas esto, hijo querido ¡cuánto te extraño! mi hermoso y pequeño Javier, ¿a dónde vamos?”. “A la libertad, mamá”. 274 CONCLUSIÓN Basándome en datos reales escribí este cuento en el cual el personaje principal, en sus últimos años de vida, forma parte de la marcha oriental. A través de él viví sus emociones, penas y alegrías como si fueran mías, me ubiqué en esa travesía y entendí el porqué no rendirse, es decir, el porqué caminar. La independencia de Uruguay se dio años después, sin embargo, la emigración colectiva de los habitantes de la banda oriental en el éxodo que siguió a José Gervasio Artigas después del armisticio de 1811 fue la semilla que dio lugar al nacimiento del ser uruguayo. Me conmueve el amor tan grande que estas personas sintieron por algo inmaterial, la libertad. Es por eso que a lo largo del cuento destaco la frase “Somos uno, somos distintos, somos el Pueblo oriental”. 275 Guido Erico Morel Torres Colegio Nacional de la Capital “General Bernardino Caballero” Capitá – Asunción – Paraguay EL ÉXODO DEL PUEBLO ORIENTAL. “La causa de los pueblos no admite demora”7 El heroísmo del pueblo Oriental del Uruguay: Al decir pueblo oriental, me refiero al Uruguay, aquella nación que significa río del urú (ave de la familia odontophorus —perdiz, codorniz— que habita en bosques tropicales y llanuras áridas)8. Es la versión del naturalista español Félix de Azara y que tanto se parece a mi país el Paraguay, hasta en el nombre de origen guaraní. Este país oriental inicia su peregrinaje hacia el interior de sí mismo en busca de un ideal de nación, atravesando aquel suelo cubierto por pastos naturales y una red hidrográfica que lo recorre. Hoy día está situado entre los paralelos 30° y 35° de latitud sur, a orillas del Atlántico y del Río de la Plata9. Pareciera una ironía del destino, del azar o del devenir histórico que aquella nación que originalmente estuvo habitada por indígenas Charrúas, visitada por primera vez por Juan Díaz de Solís, quien fue muerto por los mismos aborígenes; de la mano de Artigas sentara las bases de su independencia pero que también fuera éste quien se distinguiese durante su juventud, en la lucha contra los Indios10, ayudando a su disminución crítica. Qué atracción, que posición estratégica la del país de Artigas, siempre codiciado y disputado. Ya en 1680 los portugueses fundaron la Colonia de Sacramento y los españoles los expulsaron en 1726. Para evitar nuevas incursiones el Gobernador de Buenos Aires Bruno Mauricio de Zavala fundó Montevideo11. Apenas ya recuerdo una lección en octavo grado donde habíamos estudiado sobre el Tratado de Permuta (1750) y de San Ildefonso (1777). Entonces España trataba de recuperar parte de su territorio arrebatado. Nuevamente la “Banda oriental” fue la posesión más peleada. 7 José Gervasio Artigas. 8 http://etimologias.dechile.net/?Uruguay 9 GRAN ATLAS UNIVERSAL. 2009. Edit. Barcel Baires: Lima. Pp. 95. 10 Gran Enciclopedia del Mundo. (1969) Bilbao: Durvan. Pp. 2688- 2689. 11 Op. Cit. GRAN ATLAS 276 El territorio de la Banda Oriental es hostigado, una y otra vez. Un ejemplo de ello: en 1797 el gobernador de San Pablo recibió la orden de asolar con tropas irregulares las estancias de españoles en el Paraguay, la Banda Oriental, Corrientes y Entre Ríos12. A aquel caudillo oriental13, nacido en Montevideo el 19 de julio de 1764 y dedicado a tareas campestres en la estancia del Sauce donde pasó su juventud14, el destino le tenía deparado algo muy distinto que la pacífica vida en las campiñas. Sería quien encabezara el éxodo y frente a quien se inclinarían las multitudes. Aprendiendo a blandir la espada con el Cuerpo de Blandengues desde 1797, pronto se destacará por su arrojo15, que lo llevará a gravar su nombre en el bronce, no sólo de las ciudades del Uruguay, sino de todos los países que lo reconocen como héroe. En Asunción, en una de las plazas más bellas, ocupa un lugar de destaque en el centro de la misma. Al contemplarlo, nos recuerda su patriotismo e ideal, su valor en tantas gestas como aquellas en que debió luchar contra los españoles, ingleses y portugueses en procura de la independencia de su país. En 1806 y 1807 lucha contra los ingleses16 en su invasión al Río de la Plata y en 1811 ofrece su espada a la causa independentista de Mayo y pelea contra los realistas. A su retorno cruza el Río Uruguay a la altura de Paysandú tomando la jefatura indiscutible. El comienzo de la revolución oriental es en el llamado Grito de Asencio, el 28 de febrero de 181117 en el pueblo de Mercedes, extendiéndose por toda la Banda Oriental y teniendo el apoyo de los caudillos de más prestigio: Fernando Otorgués, Tomás García de Zúñiga, Manuel Artigas (primo del prócer), Blas Basualdo, Baltasar Vargas, Félix Rivera y otros18. La victoria de Las Piedras (18 de mayo de 1811) fue muy importante porque redoblaron su fe en sus propias fuerzas y cobraron nuevo entusiasmo en proseguir la lucha. Que coincidencia, nosotros en Paraguay recordamos las batallas de Paraguarí y Tacuarí de 1811, que también ocasionó el mismo efecto en nosotros los paraguayos, dándonos cuenta de nuestras propias fuerzas. 12 PATIÑO, Héctor. Poblaciones y territorio de la banda oriental. (2011) Academia Paraguaya de la Historia. pp. 483. 13 Forjadores del Paraguay. (2000). Edit Quevedo. Bs. As. Pp 48 14 Op. Cit. Forjadores del Paraguay. 15 Op. Cit. Forjadores del Paraguay. 16 Gran Enciclopedia del Mundo. (1969) Bilbao: Durvan. Pp. 2688- 2689. 17 TRAVERSONI, Alfredo. Historia del Uruguay. (1958). Kapeluz: Montevideo. Pp 145- 146. 18 Op. Cit. TRAVERSONI 277 Artigas se dirige al jefe de la plaza de Montevideo aquel 20 de mayo de 181119: “La causa de los pueblos, no admite, señor, la menor demora”, proclamando de ésta forma su pensamiento democrático, siendo fiel a ese ideal hasta la última trinchera. Días después nuestro país inicia el proceso de independencia aquel 15 de mayo de 1811. La ciudad de Montevideo se mantuvo fiel a las autoridades españolas pero no así el interior del Uruguay. Es así que Artigas interpreta el sentir del pueblo del que es parte y pone sitio a “La Montevideo dominada por realistas”. Desesperado el Virrey Elío solicitó ayuda a Portugal20. Entonces Portugal invade la Banda Oriental. Esto se suma a la victoria española en Alto Perú y el fracaso de Belgrano en Paraguay. Considerando estos hechos los bonaerenses consideran firmar el armisticio. Las negociaciones fueron difíciles. Una de las cláusulas es el abandono de las fuerzas bonaerenses que apoyaban a Artigas, entonces el pueblo uruguayo inicia una serie de asambleas. Pero en tiempos de Artigas ¿Cómo era el Uruguay? He realizado un extracto para tener idea de esto: “Más allá de la justeza de estos relevamientos podemos concluir que la población del territorio de la Banda Oriental en 1811 era muy reducida y las luchas de la independencia provocarán importantes cambios en la radicación de los pobladores. Al norte del Río Negro solo existían dos poblaciones: Belén y Paysandú. Paysandú había sido puesto principal de la estancia misionera de Yapeyú y centro de extracción de cuero del litoral oeste de Misiones”21. Pero tengo entendido que había otros poblados como Salto, Mercedes, Soriano, Dolores, Colonia, Florida, San José, Canelones, Cerrito y más… creo que los territorios no estaban delimitados y eso era aprovechado por Buenos Aires y por Portugal. Volviendo a los hechos históricos, siendo inminente la firma del acuerdo entre Buenos Aires y Portugal los vecinos firmaron un pedido reclamando que se tuviera en cuenta su posición ante tan grave problema. Rondeau, entonces, convocó a una Asamblea, que habría realizado el 10 de setiembre de 1811 en la Panadería de Vidal22. Me imagino centenar de uruguayos y Artigas en presencia de los representantes de la Junta de Buenos Aires. Como resultado de las 19 http://www.avisador.com.uy/historia-viva/ 20 Op. Cit. TRAVERSONI 21 Op. Cit. PATIÑO, Héctor. 22 http:// www.lamochila.com.uy 278 deliberaciones el pueblo uruguayo decidió no apoyar el armisticio y seguir luchando contra los españoles. Pero luego Artigas convoca otra asamblea para explicar las negociaciones entre Buenos Aires y Montevideo el 10 de Octubre de 1811 en “la quinta de la paraguaya”, cuyo nombre es Juana Suárez23. En la misma los asambleístas nombran a Artigas como jefe de los orientales. Y nuevamente Paraguay y Uruguay se ven unidos, una representante de esta tierra guaraní acogió la segunda asamblea del pueblo uruguayo. Luego, las tramitaciones diplomáticas entre Buenos Aires y Montevideo conducen al armisticio del 20 de octubre de 1811. Una de las cláusulas nefastas fue que la Junta Porteña que en un principio apoyó a Artigas ahora le daba la espalda y le dejaba a su suerte, con el compromiso de obtener el retiro de las fuerzas portuguesas, aunque también se beneficiaba Bueno Aires con el levantamiento del bloqueo naval montevideano24. Así las cosas, los orientales llevaron todo el sufrimiento en sus hombros. Pocos días después, imagino en un ambiente caldeado, se habría realizado otra asamblea espontánea a orillas del Río San José, en el paraje llamado Paso de la Arena (23 de Octubre de 1811)25. Artigas protesta por este tratado que considera inequitativo. La asamblea decidió mantener las armas y emigrar de Montevideo (…) en la acción conocida como “El éxodo del pueblo oriental”26. En mi mente trato de imaginar la marcha del ejército, era de esperarse que el gran carisma del caudillo mueva a muchas más personas embelesadas por su labia o simplemente convencidos de su ideal de patria. Pero a medida que avanzaban la caravana se engrosaba con más personas y leguas a pie, con caballos, carros y carretas. Las familias, los amigos, niños, jóvenes, adultos y ancianos, idealistas en busca de “una tierra prometida”; una patria donde hacer democracia, americanismo, cultura, libertad, patriotismo, moral y todas aquellas virtudes que deseaba aquél líder para su pueblo. Han renunciado a sus muebles y casas que son cenizas, solo recuerdan “La Redota”, (era la forma en que en su tiempo se conoció a éste éxodo, porque era la forma en que los paisanos pronunciaban incorrectamente la expresión “la derrota”). Con las máximas privaciones van en busca de un futuro mejor pero con la fe en el retorno victorioso de miles de 23 http://ceibal.edu.uy/ODEA/ORIGINAL/bicentenario/quinta_de_la_paraguaya. 24 Op. Cit. TRAVERSONI 25 http://idearioartiguista-grupo4.blogspot.com/2010/10/asambleas-orientales 26 Gran Enciclopedia del Mundo. (1969) Bilbao: Durvan. Pp. 2688- 2689. 279 personas que prefirieron autoexiliarse de la tierra que les vio nacer a vivir sometidos al poder hispano que a fuego y sangre desfallecía, además de alejarse de esos gobernantes decadentes que al ojo le tenían. Qué ironía que el Pueblo Hebreo por mucho tiempo pudo ver su tierra prometida sin poder entrar en ella y solo luego de mucho volver desde Egipto e ingresar a ella. ¿Acaso los orientales tuvieron que alejarse de su tierra prometida para luego volver? Una coincidencia dolorosa pero cuya experiencia generó una conciencia de unidad en el pueblo. Comparo el cuadro con el peregrinaje paraguayo detrás de otro caudillo, el Mariscal López, que al igual que Artigas llevaba en su ser el mismo sentir de la patria. En este contexto de huída las personas aplicaron también una política similar, el de la tierra arrasada, para no dejar a los contendores que hagan uso del fruto del sudor y esfuerzo. Al contemplar que le seguían en multitud entre quienes estaban cuatrocientos charrúas27 “el caudillo oriental” pasa de ser jefe de tropas a gobernante de su pueblo e iniciaba así el gobierno de una nación sin territorio, teniendo que administrar las más diversas circunstancias de orden, justicia, adiestramiento militar y hasta abastecimiento. Durante la marcha se hacían ejercicios militares con palos28. Qué sufrida resistencia la de los criollos y mestizos latinoamericanos en su lucha por la libertad. Así mismo ocurrió en Paraguay, sin armas suficientes, tuvieron que defenderse con palos, piedras, vidrio y todo lo que pueda agarrarse con las manos. Esa es la historia de nuestros pueblos que con mucho sacrificio lograron su libertad. “El Caudillo” en las márgenes de Río Ayuí combatió a los portugueses y quedó dueño de una vasta región en la que organizó un gobierno provisional. Aquel caudillo de ojos azul verdosos, de mirada abierta e inexpresiva, de nariz aguileña y cuerpo robusto, en Ayuí, inició su campaña para ganar aliados, ya sea Entre Ríos, Corrientes o Paraguay. Pero en aquella época, la mano de hierro del dictador Rodríguez de Francia ya se hacía sentir en los primeros años de vida independiente del Paraguay y no permitía contacto exterior, esto para preservarlo de la anarquía existente en el Río de la Plata. Un compatriota, el capitán paraguayo, Bartolomé Laguardia, visitó Ayuí y elevó el siguiente informe a sus superiores el 2 de marzo de 1812: 27 Lucena Salmoral, Manuel. (1998) José Gervasio Artigas. Madrid: Anaya. Pp 32. 28 Op. Cit. Lucena 29 Op. Cit. Lucena. 280 “Toda la costa del Río Uruguay está poblada de familias que salieron de Montevideo, unas bajo carretas, otras bajo los árboles, y todas bajo la inclemencia del tiempo, pero con tanta conformidad y gusto que causa admiración y da ejemplo. La tropa es buena, bien disciplinada y toda gente aguerrida, la mayor parte compuesta por salteadores y gauchos que cruzaron estos campos, pero subordinados al General29. Que sacrificio supremo el del pueblo que a costa de su sangre defiende un ideal. No podemos imaginarnos en la actualidad estar unos segundos en la intemperie, mojados, o en las calles manifestándonos. Una sola llovizna hace que nos guarezcamos. Sin embargo nuestros próceres tuvieron que enfrentar todo, para que nosotros disfrutemos de nuestras actuales comodidades. Respeto y homenaje es lo mínimo que podemos darles. Fue necesario unir fuerzas contra el enemigo en común, los realistas de Montevideo. Es así que reiniciadas las hostilidades entre Buenos Aires y los realistas el ejército porteño es puesto bajo el mando de Sarratea, con quien Artigas tiene inmediato rozamiento30. Se hablaba de unir a los artiguistas con las tropas bonaerenses y marchar contra Montevideo, enclave español. Para Sarratea era obvio que él conduciría el ejército conjunto. Para Artigas todos deberían estar bajo su mando y le dijo a Sarratea en una carta: “Yo debo obedecer y obedezco. Pero cómo obligarlos (a los orientales) a eso mismo? Yo, no por mí, por ellos, soy constituido en jefe suyo…”31. Sarratea consiguió dividir las fuerzas artiguistas. Mediante promesas y halagos obtuvo varios jefes orientales32. Artigas inició el retorno. Con los leales mantenían la distancia de las tropas porteñas, hostilizándose mutuamente. Solicitando siempre la separación del cargo a Sarratea, hecho que ocurrió, gracias a los jefes de estado mayor Rondeau y French. La pacificación entre los soldados gracias a la retirada de Sarratea hizo que Artigas se uniera el ejército de Rondeau, sitiando Montevideo. Al iniciarse en Buenos Aires la Asamblea del Año XIII Artigas fue invitado por Rondeau a que reconociera a esa Asamblea Constituyente, pero Artigas convocó antes a los representantes de los pueblos del la Banda Oriental para estudiar el caso y adoptar una resolución. La reunión se realizó en Tres Cruces, en la misma Artigas dijo: “Mi autoridad emana de vosotros, y ella cesa por vuestra presencia soberana”33, manifestando claramente sus ideas democráticas. 30 Op. Cit. Forjadores del Paraguay. 31 Op. Cit. Lucena. Pp 37. 32 Op. Cit. Traversoni. 33 http://idearioartiguista-grupo4.blogspot.com/2010/10/asambleas-orientales 281 A mi parecer, una de las resoluciones más importantes del Congreso fue el establecimiento de un sistema de gobierno federal que asegurara el derecho de todas las provincias a tener su propio gobierno, sin perjuicio de mantener la unidad del estado Provincias Unidas del Rio de la Plata34. Pero esta medida obviamente no cayó nada bien en el Río de la plata, donde unos “montoneros” se definían como estado confederado”35. En el Paraguay pasaba lo mismo. Buenos Aires no reconocía el gobierno independiente y la consideró una provincia rebelde hasta 1852, cuando la aceptó como país independiente. Era de esperarse que tampoco quisiera despojarse de ricos territorios que otrora formaban el virreinato. Los cinco diputados elegidos que irían al congreso de las provincias unidas en Buenos Aires llevaron unas instrucciones, entre ellas: se pide a la Asamblea Constituyente la independencia absoluta de estas colonias y para evitar que una provincia prevalezca sobre otra, se proponía el régimen federal. En estas ideas puede notarse el ideario de Artigas, el de la independencia, democracia, republicanismo y federalismo. Hacia 1813 el territorio estaba en manos de los patriotas orientales, excepto Montevideo. Entonces Artigas convocó a una nueva asamblea el 20 de Abril, donde se decide la creación de un gobierno designándose a Artigas como presidente y a destacados vecinos como miembros del gobierno. El conocido gobierno económico procuró levantar la economía agrícola ganadera especialmente, y mantener el orden. El 1 de junio de 1813, los diputados pidieron su incorporación a la Asamblea General de las Provincias Unidas pero se les negó con el pretexto de que faltaba una formalidad legal. Artigas no protestó y negoció con Buenos Aires otro congreso, pero no asistió por cambiarse de lugar. Este congreso es conocido como Congreso de la Capilla de Maciel (9 de diciembre de 1813) eligiéndose tres diputados que nunca se incorporaron a la Asamblea General. El congreso de Maciel fue dirigido por Rondeau. También se eligieron tres personas que se harían cargo del gobierno de la provincia (reconociendo así que la Banda Oriental era una provincia) pero también se decidió el cese de Artigas como presidente. Para 1814 la junta porteña disolvió el gobierno colegiado y nombró un gobernador intendente36. ¿Qué implican estos hechos? Significa que todo lo realizado en Tres Cruces queda nulo, los bonaerenses toman prácticamente el control del 34 Op. Cit. Traversoni. Pp 163. 35 Op. Cit. Lucena. Pp 43. 36 Navarro García, Luis. Protagonistas de Amética: José Artigas. (1987). Quorum: Madrid. Pp 86. 282 gobierno y marginan a Artigas. Las poblaciones fueron presionadas para acatar lo acordado en Maciel. Entonces, Artigas viendo que a la caída de Montevideo era más factible que sea tomado por los bonaerenses, decide retirarse del sitio. Sabe que es imposible negociar con Buenos Aires. El objetivo de Artigas desde ese momento fue demostrar que el federalismo era posible, pero fue perseguido por Buenos Aires. Posadas ordenó a Holmberg que pasara por las armas a todos los disidentes, Artigas para abajo37 y un premio de seis mil pesos a quien le entregara a Artigas, vivo o muerto38. Ya con “el caudillo oriental” experimentaban esa formula los porteños, y más tarde lo harán contra “el Mcal. López”. A ambos se les declaró fuera de la ley y enemigo de la patria39. Era el destino de los grandes hombres pasar por la infamia para luego glorificarse en el bronce de la gloria. Artigas asumía una actitud beligerante ante los invasores, obligaba a las tropas de Rondeau a evacuar Soriano, quien ya rebelado en 1811 contra España ahora se rebela contra Buenos Aires. Mientras tanto Montevideo capitula en manos del Gral. Alvear. Con un ardid mandó llamar a Otorgués (Lugarteniente de Artigas) creyendo que le iba a entregar la ciudad. Se acercó con confianza pero fue destrozado por Alvear. Sin embargo, pese a sus esfuerzos el federalismo iba extendiéndose y los entrerrianos ganaron en el Espinillo a los porteños. Con apoyo popular, Bautista Méndez se adueña del gobierno de corrientes40. Artigas se dirigió al Cabildo, invitándoles a convocar un congreso provincial. El 20 de abril dicho cabildo lo declara “Protector” y tras la caída de Montevideo el 23 de junio de 181441 se suavizó la presión bonaerense sobre Artigas. Incluso fue invitado a participar de un congreso el 9 de julio de 1814. Artigas convoca a un congreso para designar diputados. Paradójicamente en el interior del país se mantuvo en todo momento la resistencia. Fructuoso Rivera avanza en Las Piedras, Espinillo y Guayabos; la crisis en Buenos Aires, con Alvear que reemplaza al Director Posadas, quien intentando negociar con Artigas, hace evacuar Montevideo por los porteños en un intento de negociación con Artigas el 25 de febrero 37 Op. Cit. Lucena. Pp 54. 38 Op. Cit. Navarro García. Pp 99. 39 Zorrilla de San Martín. La epopeya de Artigas.(sd) Pp 429. 40 Op. Cit. Lucena. Pp 60. 41 Op. Cit. Traversoni. Pp 170. 283 de 181542. Quizás esta actitud también se debiera porque creyó que las fuerzas españolas al Mando de Murillo venían directamente a Montevideo. …Constituyó un Estado que duró entre 1815 a 181643. Pero Artigas quiso gobernar con el ejemplo y para evitar crear la imagen de Montevideo como la nueva Buenos Aires decidió trasladarse a Purificación, donde gobernó desde una choza. Un viajero, Robertson, que también vendría al Paraguay, visitó a Artigas y dejó una estampa del prócer: El excelentísimo señor protector del nuevo mundo estaba sentado en un cráneo de buey, junto a un fogón encendido, en el suelo fangoso de su rancho, comiendo carne del asador y bebiendo ginebra en un cuerno de vaca. Lo rodeaban una docena de oficiales, andrajoso, en posición parecida, y ocupados en la misma tarea que si jefe, todos fumaban y charlaban ruidosamente. Estaba el protector dictando a dos secretarios que ocupaban, en torno de su mesa de pino, las dos únicas sillas que había en toda la Choza, y éstas en asiento de esterillas roto45. Y en éste caso, solo puede sintetizarse la idea por medio de una frase y queda bien una expresión bíblica, “Para ser grande, hay que ser humilde”. Artigas tenía la autoridad suprema, pero no gobernó directamente, sino por intermedio del Cabildo, el Gobernador -delegado Miguel Barreiro- y el comandante de armas Fructuoso Rivera. Todo el Cabildo era integrado por delegados de la Provincia, de forma que se representara la voluntad popular. Creó en Purificación la primera escuela de la patria, además de biblioteca y periódico. Repartió tierras y ganado por medio de un reglamento, diciendo “los más infelices serán los más privilegiados ”. ¿Pero cómo crear y reconstruir si prohibía las contribuciones? Si enunciaba “Devuelva ese Cabildo, con la mayor exactitud, la contribución que sacó46”. Para el líder era sencillo, con impuestos al comercio exterior a través de tres puertos: Montevideo, Colonia y Maldonado. Durante 1815 trabajó intensamente la idea de confederación enviando emisarios a Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Córdoba, Misiones, disponiendo la campaña contra Alvear. En este tiempo la Liga de los Pueblos Libres tuvo su esplendor. El Cabildo derroca a Alvear y le 42 Op. Cit. Navarro García. Pp 109. 43 LA ENCICLO. 1993. Edit. Arrayán: Santiago. Pp. 840. 44 Op. Cit. Navarro García. Pp 113. 45 Op. Cit. Traversoni. Pp 178. 46 Op. Cit. Lucena. Pp 71. 284 sustituye interinamente Álvarez Thomas, quien simpatiza con Artigas. No pudiera imaginarse el prócer Artigas que su intención de crear en la Provincia Oriental el núcleo de una gran Confederación sin separarse de las Provincias Unidas del Rio de la Plata quedaría reducido en la actualidad a una extensión territorial de 176. 215 km247. Para 1816 hay una nueva invasión portuguesa a la cual Artigas dedica todas sus fuerzas. En el mismo año que se celebra el Congreso de Tucumán el 9 de Julio de 1816 éste declara la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata como consecuencia también del Congreso de Viena que buscaba la restauración Monárquica48. La Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe no participaron. Como Artigas era un peligro para Buenos Aires ésta no hizo nada ante la invasión y el 20 de enero cayó Montevideo en poder portugués. Al tener la certeza de que el gobierno de Buenos Aires favorecía a los portugueses, Artigas declaró la Guerra a Buenos Aires el 13 de noviembre. Artigas resistió desde 1817 a 1820 y formó dos ejércitos, uno contra los portugueses y otra contra Buenos Aires. Incluso contrató corsarios generando grandes perjuicios a la navegación de Portugal49. Artigas siguió resistiendo hasta que su último ejército fue destrozado en Tacuarembó el 22 de enero de 182050. Perseguido por los portugueses se internó en Corrientes estableciéndose cerca de Curuzú Cuatiá. Semanas después Rivera se pasa al lado de los portugueses, cesando así la resistencia de la antigua provincia Oriental. Que traición más atroz la del amigo, compatriota y camarada de tantas jornadas de lucha. Cuando Sarratea sube como gobernador y firma un tratado con Estanislao López (Santa Fe) y Francisco Ramírez (Entre Ríos)51 queda desposeído de su título de Protector de Pueblos Libres, traicionado por la ambición personalista. Desplazar al líder para ocupar ellos el primer plano. En todos los tiempos el poder siempre sedujo a los hombres, pocos son los que poseen proverbial fuerza y lo resisten a costa de sus vidas, sobrellevando el ideal que anida en su corazón. Pero Artigas no se daba por vencido. Sabía que sus fuerzas eran escasas, que los tres frentes eran imposibles: confederados, portugueses y argentinos. La situación empeoró cuando el indio Siti se volvió contra 47 RAMÍREZ, Octavio. Aguayo, Oscar. HISTORIA Y GEOGRAFÍA. Primer curso. (2004) Asuncion: Edit. Atlas. Pp. 391. 48 Paraguay. Ministerio de Educación y Cultura. Historia y Geografía 9° grado. (2000) Don Bosco. Asunción. 49 Op. Cit. Traversoni. Pp 187 50 Océano. Grandes Biografías. (1999) Madrid. 51 Op. Cit. Lucena. Pp 102 285 Artigas y Sarratea envió refuerzos a Ramírez. Pero luchó con fiereza en la localidad de Cambay y cuando estaba a punto de someter a Siti fue sorprendido por la espalda y tuvo que retirarse. Acosado por todos lados, llegó a Candelaria el 23 de setiembre de 1820 acompañado por sólo 200 hombres, libertos en su mayoría52. Allí anunció su decisión de exiliarse en Paraguay53. Otra fuente sostiene que fueron mil hombres54 quienes lo acompañaron. Lentamente vadeó el Paraná e ingresó en territorio paraguayo, donde fue detenido por una patrulla (Del Fuerte de Itapúa)55. Artigas pidió protección y se sometió a la magnanimidad del Dictador Supremo de la República del Paraguay. Al General se lo conducía bajo escolta a la Capital, mientras que sus compañeros de armas se dispersaban por los campos. Muchos indígenas prefirieron retirarse a aquellas ruinas de misiones destruidas56. Un año después su patria era anexionada a Portugal. Después de algunos días en el Convento de la Merced, fue enviado sin poder obtener audiencia, a pesar de su insistencia reiterada, al pueblo de Curuguaty, a 85 leguas de Asunción, donde solo podía escaparse por un desierto, del lado de los portugueses57. Oscura fue la noche en que Artigas se dirigía a rumbo desconocido, lo llevaba el Comandante de Curuguaty. Pero en la oscuridad del ostracismo siempre ha habido estrellas rutilantes que rompan con la negra noche. Así aquel líder democrático vino a parar al oscuro Paraguay del dictador perpetuo quien dijo: “A un gobernante en desgracia no se le niega la mano”. Artigas vivió del fruto de su trabajo en la lejana comarca guaraní. Mientras tanto en su patria, en 1825, los “Treinta y Tres Orientales” bajo el Mando de Lavalleja independizaron al Uruguay, adhiriéndose a las Provincias Unidas del Rio de la Plata. Gracias a la lucha de Brasil con Argentina, y sobre todo gracias al apoyo de Gran Bretaña, Uruguay consiguió la emancipación definitiva en 182858. En 1840, el Dictador antes de su muerte dispuso a su secretario Policarpo Patiño que enviara correspondencia al comandante militar de Curuguaty, donde decía: “Ponga la persona de José Artigas en seguras prisiones hasta otra disposición”. Al verlos venir debió adivinar y quitándose el sobrero lloró. Pidió permiso para ponerse la camisa y se entregó59. Pasó un mes en prisión que conoció a los 65 años. La situación no se prolongó más. Carlos Antonio López, quien abrió comunicación con sus vecinos, supo entonces en Montevideo que Artigas había sobrevivido a la larga noche de 20 años y la prensa pidió su regreso. La idea fue aceptada por el presidente del Uruguay, 286 Fructuoso Rivera. El traidor de la causa lo quería en Montevideo, pero Artigas jamás permitiría que este impío lo exhibiera como un trofeo. Tan pronto el gobierno se hizo cargo del poder, se anticipó a brindar el regreso a su patria, proporcionándoles los medios. El prisionero pidió la gracia de permanecer en su destierro por propia voluntad. En 1845 López lo albergó en una pequeña chacra de su propiedad, en las afueras de Asunción (Ybyray- Jardín Botánico). Allí, año a año, bajo el añoso Ybyra Pytä, recibía la visita de su hijo José María, que tampoco pudo persuadirle de regresar. Falleció repentinamente el 23 de setiembre de 1850 a los 86 años de edad y 30 años de su exilio60. Le sobrevivió su amigo y compañero fiel, el negro Ansina, que vivió 100 años. CONCLUSIÓN En el Paraguay, los descendientes de la delegación del “caudillo oriental” han dejado sus frutos y han formado comunidades enteras como las de Emboscada y la de Cambacuá en el distrito de San Lorenzo. Se han mestizado y ahora son parte de nosotros, en unión biológica y de sueños, de valores y de anhelos compartidos. Considero que Artigas no pertenece al Uruguay con exclusividad, pues dio ejemplo de independencia, república y democracia a todas las naciones del mundo y en particular a los países cercanos. No sólo pensó en el Uruguay, quería que todos los pueblos que teníamos una tradición común nos unamos en una confederación. Y quizá, no de la misma manera, pero si en algún sentido, esa idea pervive en el espíritu del Mercosur, que es la unidad y asociación de las naciones libres, pero bajo la estricta observancia de la democracia. Artigas, no un militar, sino una persona a imitar en sus valores y virtudes de humanitarismo, honradez y sencillez. La idea es simple, pero difícil de cumplirla “La causa de los pueblos no admite demora61” requiere renunciar al egoísmo personal y responder a una causa más grande, la de la patria en el respeto a las demás naciones. 52 Op. Cit. Lucena. Pp 103 53 Op. Cit. Océano. 54 Renger, Carlyle, Demersay. El Doctor Francia. (1996) Asunción; El Lector. Pp 47. 55 Op. Cit. Renger, Carlyle, Demersay. 48 56 Op. Cit. Renger, Carlyle, Demersay. 49 57 Op. Cit. Renger, Carlyle, Demersay. 50 58 LA ENCICLO. 1993. Edit. Arrayán: Santiago. Pp. 840. 59 Op. Cit. Navarro García. Pp 148. 60 Op. Cit. Navarro García. Pp 149. 61 José Gervasio Artigas. 287 ANEXO El añoso árbol que diera sombra al prócer de la nacionalidad oriental en los últimos años de exilio en esa tierra guaraní. Imponente escultura del prócer Artigas. Ubicado en la Plaza Uruguaya de Asunción. 288 TRABAJOS GANADORES DE URUGUAY Leslye Maine Martínez Liceo de Fray Marcos Fray Marcos - Florida La Revolución y los Cielitos Casi todas las revoluciones poseen documentos escritos donde se plantean los ideales, los principios que la guían; estos documentos son por ejemplo de manifiestos, los programas de principios, los reglamentos, etc. Pero también tienen otras formas de expresión como pueden ser las banderas, las cartas de la revolución, etc. El sentir de las revoluciones era expresado a través de la música y la poesía. Revoluciones anteriores y posteriores a la revolución artiguista han tenido su expresión musical. Recordemos por ejemplo en la Revolución Francesa “La Marsellesa”, y en la revolución cubana “La Nova Trova Cubana”. En el caso de la Revolución Oriental quien le puso voz a la misma fue el poeta Bartolomé Hidalgo, representante de la poesía gauchesca de nuestro país. No debemos olvidar a los múltiples poetas y músicos populares (poetas gauchos) que acompañaron la revolución (los nombres no han llegado hasta nosotros). Los cielitos patrióticos de Bartolomé Hidalgo son ilustrativos de la relación revolución-poesía, ya que en los mismos se expresa el sentimiento colectivo de los pueblos del Río de la Plata, y su deseo de independencia. La revolución Artiguista forma parte de la revolución del Río de la Plata, iniciada en mayo de 1810 y basada en la idea de que ausente el rey de España (prisionero de Napoleón), la autoridad vuelve al pueblo. En Buenos Aires, (capital del Virreinato del Río de la Plata), se reunió un cabildo abierto que destituyó y creó al Virrey y creó una Junta de Gobierno. De esta manera los dirigentes porteños desconformes con el sistema económico y político colonial tomaron el poder en nombre del pueblo e invocaron la defensa del rey. Pero cuando esos dirigentes quisieron imponer el gobierno de la Junta al resto del Virreinato del Río de la Plata se encontraron con el rechazo desde varios lugares. La principal dificultad para imponerse que tuvo la Junta creada en mayo de 1810 fue la desconfianza que los territorios del interior le tenían a Buenos Aires. 289 Montevideo, que había sufrido las arbitrariedades de Buenos Aires en la “lucha de puertos” (competencia entre los comerciantes de ambos puertos para dominar el comercio del Río de la Plata), decidió no reconocer a la Junta. Pero en la campaña de la Banda Oriental se difundió el apoyo a la Junta creada en Buenos Aires. Fue así que se inició la Revolución Oriental o Artiguista. Al principio la Revolución Artiguista se hizo bajo el mando de Buenos Aires y los revolucionarios recibieron de ésta armas, dinero y hombres para enfrentarse con Montevideo. Pero luego la revolución, conducida por Artigas, se fue distanciando de Buenos Aires y tomó un camino propio. Sin embargo nunca estuvo en la cabeza de Artigas la idea de convertir a este territorio (actual Uruguay) en una país independiente. José Artigas, Capitán de Blandengues, abandonó su cargo en el ejército español y se presentó ante la junta bonaerense para “llevar el estandarte de la libertad hasta los muros de Montevideo”. En abril de 1811 toda la campaña se le unió, proporcionando los hombres para formar un ejército popular. Este estaba mal armado pero con una temible caballería que pronto dominó el sur de la Banda Oriental y logró la primera victoria militar de la revolución en el Río de la Plata: La Batalla de las Piedras, el 18 de mayo de 1811. Despejado así el camino hacia Montevideo, y junto a las fuerzas de José Rondeau, se puso sitio a Montevideo. La dominación española quedó reducida al Montevideo sitiado, defendido por Elío y la escuadra española. El 20 de octubre de 1811 se firma un acuerdo entre el gobierno de Buenos Aires y el gobierno español de Elío. Este armisticio fue rechazado por Artigas y su ejército, que no querían volver a someterse a la autoridad virreinal. Por ello iniciaron una retirada del territorio de la Banda que fue acompañada por la mayoría del pueblo oriental en uno de los más célebres episodios: El Éxodo. Hombres, mujeres y niños abandonaron sus posesiones retirándose del país junto a su recién designado “jefe de los orientales”, Artigas. A partir de ese momento se asentarían las profundas diferencias entre los bonaerenses y los orientales, que alcanzaron nivel doctrinario y político en 1813, cuando Buenos Aires convocó a los diputados de las distintas provincias para integrar una Asamblea General Constituyente. Los orientales se reunieron en el llamado congreso de abril e impartieron a sus diputados allí elegidos las instrucciones que debían llevar a Buenos Aires; las propuestas fundamentales eran: Independencia, República, Democracia liberal y Federación. 290 Mientras se generaban estos hechos revolucionarios surgieron poetas que cantaban el sentir del pueblo y expresaban los ideales revolucionarios. Es importante destacar que en épocas de la colonia existían en la literatura rioplatense dos corrientes perfectamente distinguibles: la culta, de origen europeo, obra de reflejo e influencia, ligada a las ideas estéticas dominantes en cada época; y la popular, nacida de la tierra, nutrida por composiciones anónimas y por la constante creación de autores notoriamente autóctonos. Esta línea popular sigue el camino paralelo a los acontecimientos históricos. Las primeras expresiones se remontan al periodo de las invasiones inglesas, cuando crea un cancionero anónimo de lucha, de esencia y forma española. En los días de mayo y durante el primero periodo cívico-militar de la emancipación compone una riquísima variedad escrita de cielitos y coplas, en las que domina un espíritu netamente americano. Estas expresiones populares se difunden en los vivaques de los campamentos gauchos y entre los pardos y morenos que formaron los batallones patriotas. En la literatura uruguaya en este periodo hay que mencionar entre los poetas cultos al español radicado en Montevideo José Prego De Oliver (1750-1814) y al presbítero Juan Francisco Martínez. En época de la revolución encontramos los nombres de Bartolomé Hidalgo, 1788-1822, Francisco y Manuel Araucho 1790-1863, Carlos Villademoros 1777-1851 y Francisco Acuña de Figueroa 1790-1862 (Autor del Himno Nacional). Bartolomé Hidalgo es el representante de la poesía gauchesca, género que aparece como una manifestación exclusiva de los países del Río de la Plata. En esta poesía, si bien el personaje esencial es el gaucho, los creadores de la literatura gauchesca son hombres cultos. Poetas ciudadanos que están familiarizados con las costumbres rurales, por lo tanto el género gauchesco se desarrolla independientemente de la literatura culta rioplatense. Se caracteriza por la expresión cabal de un complejo cuadro que integra la pintura de la vida y costumbres rurales, personajes identificados con la tierra y el clima político y pintoresquismo del lenguaje (las historias personales). Pero lo que le dio categoría literaria, separándola del mero folclorismo al que hubiera quedado confinada por su localismo, fue la trascendencia auténtica que por el arte de sus creadores, “poetas cultos”, adquirió la problemática testimonial que le sirvió de soporte. Además la poesía gauchesca cuenta con escritores muy reconocidos internacionalmente como José Hernández, autor del Martín Fierro. En el caso de nuestro país el mejor representante es Bartolomé Hidalgo, quien 291 muestra a través de sus gauchos “Chano” y “Contreras” las vicisitudes de la independencia y los accidentes en la segunda patria. También reconocemos a Hilario Ascasubi representando al gaucho en el período político de la lucha contra Juan Manuel Rosas. Estanislao del campo y a Lussich??? El género gauchesco fue creado bajo el signo de la técnica realista y del positivismo artístico. Por eso la poesía gauchesca es más narrativa y dramática que lírica, carece de elementos descriptivos, apoyando en cambio un lenguaje que la tipifica y la distingue de la literatura culta. Una de las formas tradicionales que cultivó Bartolomé Hidalgo en el marco de la poesía gauchesca fue el Cielito. Desde la primera mitad del siglo XIX y hasta su finalización coexisten en la campaña rioplatense tres danzas folclóricas cantadas de pareja suelta de conjunto: el cielito, la media caña y el pericón. Bajo la denominación de “cielito” se conocen varios tipos de ejemplos musicales: la canción danzada propiamente dicha, la segunda parte del “Estilo” (canción folclórica), la segunda parte del “Minué Montonero”, una figura del pericón y la canción patriótica de la época de la Revolución Oriental, de la cual Bartolomé Hidalgo es el principal cultor. Al decir Hugo García Robles: “los cielitos son verdaderos portavoces de la gesta emancipadora. En los de Hidalgo se asoma ya la madura crítica social que aflorará en la posterior y madura literatura gauchesca”. Sin lugar a dudas que esta forma musical folclórica y anónima o popular y patriótica en la poesía de Hidalgo fue “vehículo popular como pocos; el cielito cantado recorrió los fogones patriotas, resonó en los muros de Montevideo sitiado, y sobre todo en las orejas y el entendimiento del español y el portugués coloniales”(Washington Benavides). El cielito patriótico tiene su apogeo en el Uruguay entre 1813 y 1830. Al conquistarse la ansiada independencia se convierte en un arma de propaganda y sátira política. Si en la época artiguista tuvo su más fiel representante en Hidalgo, durante la Guerra Grande fue Hilario Ascasubi, argentino residente en Uruguay entre 1832 y 1851, quien recoge el sentir del poeta oriental y compone sus cielitos con raíces netamente criollas. De acuerdo con las investigaciones y recolección folclórica realizada por el musicólogo uruguayo Lauro Ayestarán (Montevideo 1913-1966), el cielito consta de dos períodos de cuatro frases cada uno, constituyendo un total de dieciséis compases. Hay diferentes ejemplos de frases de “cielito”, aunque en todas la melodía y el acompañamiento están elaborados en distintos compases; el ejemplo más común es el de la melodía en 4/8 y el acompañamiento 6/8. 292 Bartolomé José Hidalgo nació en Montevideo el 24 de agosto de 1788. A raíz de la muerte de su padre en 1800, todavía niño, debió hacerse cargo de mantener a su familia. Por eso afirmaba: “soy de una familia muy pobre, pero honrada; soy hombre de bien y esto es todo mi patrimonio”. Trabajó para la familia de Artigas, lo acompañó en el Éxodo del Pueblo Oriental. Vivió luego en Buenos Aires, se casó y dedicó parte de su vida a cantarle a la Patria. Bartolomé Hidalgo pertenece a la cultura popular. Es uno de aquellos autores que se pueden definir como “esenciales”; es decir, aquellos que más allá de la vestidura lírica o literaria, tienen su importancia en la carnadura de lo que dicen, en el grado de alimento esencial. Sus cielitos, que hablan de la peripecia patriótica, van deviniendo después en poemas en los cuales se incorporan las primeras denuncias que luego continuarán la voz de “Los Tres Gauchos Orientales”, de Antonio Lussich, y más tarde la de “Martín Fierro”, de José Hernández. Es considerado en el actual Uruguay el primer poeta que canta a la Patria por ser el autor de la primera canción sobre los orientales, la Marcha Oriental. En el “Cielito de la Independencia” canta a las Provincias Unidas del Río de la Plata, actualmente Argentina y Uruguay. Ya que encerré la tropilla, Y que recogí el rodeo, Voy a templar la guitarra Para explicar mi deseo. Cielito, cielo que sí, Mi asunto es un poco largo Para algunos será alegre Y para otros será amargo. El otro día un amigo, Hombre de letras por cierto, Del rey Fernando a nosotros Me leyó un gran manifiesto. Cielo, cielito que sí, Este rey es medio sonso, Y en lugar de D. Fernando Debiera llamarse Alonso. Ahora que él ha conocido 293 Que tenemos disensiones, Haciendo cuerpo de gato, Se viene por los rincones. Cielito, cielo que sí, Guarde amigo el papelón, Y por nuestra independencia Ponga una iluminación. Dice en él que es nuestro padre Y que lo reconozcamos; Que nos mantendrá en su gracia Siempre que nos sometamos. Cielito digo que sí, Ya nos largamos el mono, No digo a Fernando el 7, Pero ni tampoco el nono. Después que por todas partes Lo sacamos apagando, Ahora el rey con mucho modo De humilde la viene echando. Cielo, cielito que sí, Ya se le murió el potrillo, Y si no que se lo digan Osorio, Marcó y Morillo. Quien anda en estos maquines Es un conde Casa Flores, A quien ya mis compatriotas Le han escrito mil primores. Cielito digo que no, Siempre escoge D. Fernando Para esta clase de asuntos Hombres que andan deletreando. El conde cree que ya es suyo Nuestro Río de la Plata ¡Como se conoce amigo 294 Que no sabe con quién trata! Allá va cielo, y más cielo Cielito de Casa Flores, Dios nos librará de plata Pero nunca de pintores. Los que el yugo sacudieron Y libertad proclamaron, De un rey que vive tan lejos Lueguito ya se olvidaron. Allá va cielo, y más cielo, Libertad, muera el tirano, O reconocernos libres, O adiosito y sable en mano. ¿Y qué esperanzas tendremos En un rey que es tan ingrato Que tiene en el corazón Uñas lo mismo que el gato? Cielito, cielo que sí, El muchacho es tan clemente, Que a sus mejores vasallos Se los merendó en caliente. En política es el diablo, Vivo sin comparación, Y el reino que le confiaron Se lo largó a Napoleón. Cielito digo que sí, Hoy se acostó con corona, Y cuando se recordó, Se halló sin ella en Bayona. Para la guerra es terrible, Balas nunca oyó sonar, Ni sabe qué es entrevero, Ni sangre vio colorear. Cielito, cielo que sí, 295 Cielito de la herradura, Para candil semejante Mejor es dormir a obscuras. Lo lindo es que al fin nos grita, Y nos ronca con enojo Si fuese algún guapo… vaya: ¡Pero que nos grite un flojo! Cielito digo que sí, Venga a poner su contienda, Y verá si se descuida Dónde va a tirar la rienda. Eso que los reyes son Imagen del Ser divino, Es (con perdón de la gente) El más grande desatino. Cielito, cielo que sí, El evangelio yo escribo, Y quien tenga desconfianza Venga le daré recibo. De estas imágenes una Fue Nerón que mandó a Roma Y mejor que él es un toro Cuando se para en la loma. Cielito, cielo que sí, No se necesitan reyes Para gobernar los hombres Sino benéficas leyes. Libre y muy libre ha de ser Nuestro jefe, y no tirano, Este es el sagrado voto De todo buen ciudadano. Cielito, y otra vez cielo Bajo de esta inteligencia, 296 Reconozca, amigo rey, Nuestra augusta independencia. Mire que grandes trabajos No apagan nuestros ardores, Ni hambres, muertes y miserias, Ni aguas, fríos y calores. Cielito, cielo que sí, Lo que te digo, Fernando. Confesá que somos libres, Y no andés remoloneando. Dos cosas ha de tener El que viva entre nosotros, Amargo, y mozo de garras Para sentársele a un potro. Y digo cielo y más cielo, Cielito del espinillo, Es circunstancia que sea Liberal para el cuchillo. Mejor es andar delgado Andar águila y sin pena, Que no llorar para siempre Entre pesadas cadenas. Cielito, cielo que sí, Guárdense su chocolate, Aquí somos puros indios Y sólo tomamos mate. Y si no le agrada, venga Con lucida expedición. Pero si sale matando No diga que fue traición. Cielito, los españoles Son de laya tan fatal, Que si ganan es milagro, Y traición si salen mal. 297 Lo que el rey siente es la falta De minas [de] plata y oro, Para parar este trago Cante conmigo este coro. Cielito digo que no, Cielito, digo que sí, Reciba, mi D. Fernando, Memorias de Potosí. Ya se acabaron los tiempos En que seres racionales, Adentro de aquellas minas Morían como animales. Cielo los reyes de España ¡La puta que eran traviesos! Nos cristianaban al grito Y nos robaban los pesos. Y luego nos enseñaban A rezar con grande esmero, Por la interesante vida De cualquiera tigre obero Y digo cielo y más cielo, Cielito del cascabel, ¿Rezaríamos con gusto Por un tal D. Pedro el Cruel? En fin cuide amigo rey De su vacilante trono, Y de su tierra, si puede, Haga cesar el encono Cielito, cielo que sí, Ya los constitucionales Andan por ver si lo meten En algunos pajonales. Y veremos si lo saca La señora inquisición, 298 A la que no tardan mucho En arrimarle latón. Cielito, cielo que sí, Ya he cantado lo que siento, Supliendo la voluntad La falta de entendimiento. Comentario del cielito: Un gaucho de la guardia del monte contesta al Manifiesto Fernando VII y saluda al Conde de Casa Flores con el siguiente cielito, escrito en su idioma. En este cielito vemos claramente la función que cumple la poesía gauchesca, explicar “mi deseo” como característica fundamental. Sabemos que esta poesía es cantada porque nos dice “voy a templar la guitarra”. El “yo” lírico se prepara para transmitir a través de la música y las palabras su “asunto”, que en este caso es sobre el rey y la revolución. El rey es la figura central de este cielito. A través de diferentes expresiones se le caracteriza y también se plantea una visión caricaturesca del mismo. De esta forma el poeta se hace portavoz de los orientales, nos transmite la visión que los colonos tenían de su monarca “…Este rey es medio sonso…” “…Esto que los reyes son/ imagen del ser divino/ es con perdón de la gente el más grande desatino…” El poder divino del rey y su visión paternal también son cuestionados ya que solo el pueblo recibirá la gracia mientras éste sometido. Otros aspectos del rey que es fuente de críticas es la falsa humildad de la cobardía. “…Ni sabe que es entrevero/ ni sangre vio colorear.” Esta imagen de cobardía se resulta aún más cuando dice: “… ¡pero que nos grite un flojo…” Al rey se le atribuye gran ambición. Se considera que el interés por las tierras americanas es por el oro y la plata de sus minas: “lo que el rey siente es la falta de minas de plata y oro”. El poeta menciona el saqueo de las riquezas americanas que la corona realizó: “nos cristianaban al grito y nos robaban los pesos los pesos”. Además de la explotación y el sometimiento se menciona el sufrimiento, la crueldad que esta dominación ejerció sobre los americanos: “…seres racionales/ dentro de aquellas minas/morían como animales...” 299 Vemos que el rey es visto por el poeta y por los americanos que protagonizaran la gesta independiente como un hombre (no Dios) lejano, insensible al dolor de su pueblo, materialista interesado en riquezas, cobarde, tonto, mal gobernante. Estas imágenes del poder representado en el rey serían algunas de las causas o justificaciones que conducirían a los pueblos a la revolución y la independencia sería la forma de la liberación de tanta opresión. Lo primero que dice el poeta es: “…el conde cree que ya es suyo nuestro Río de la Plata/como se conoce amigo/que no sabe con quién trata…”. La idea de libertad es muy clara en el cielito y aparece como una arenga. Encontramos por primera vez en el cielito el concepto de luchar o morir por la independencia es más valioso que vivir bajo la dominación. “libertad muera el tirano, / o reconocernos libres/ o a diosito y sable en mano” Esta idea aparece reforzada con el concepto de que no solo los orientales están dispuestos a morir, sino a pasar todo el sufrimiento que sea necesario: “…Mire que grandes trabajos No apagan nuestros ardores Ni hambres, muertos y miserias, Ni aguas fríos y calores…” El espíritu revolucionario aparece con mucha nitidez en el poema. Los americanos son hombres valientes, con coraje, cansados de soportar injusticias, hastiados de ser gobernados por un rey que no los merece. Están dispuestos a sacrificarse y si fuera preciso a morir para alcanzar la independencia. Como conclusión podemos decir que en este cielito se observan claramente los rasgos de la poesía gauchesca: un poeta culto que usando una forma popular “cielito”, y a través de la palabra y expresiones coloquiales y americanismos, expresa el malestar social existente por el régimen colonial dominante y exterioriza su deseo de libertad para sus tierras. 300 Jessica Daiana Marichal Marichal Liceo Habilitado “San José” Chamizo – Florida “A LA VERDADERA COMPAÑERA DE LA LUCHA….LA QUE RESISTIENDO LLEVÓ CONSIGO TODAS LAS PÉRDIDAS Y LOS DOLORES: LA MUJER REVOLUCIONARIA ORIENTAL” Me detuve un momento pues las llagas de mis manos no me permitieron seguir trabajando la tierra… Ahora que las contemplo, no solo veo en ellas las huellas de todo aquel sacrificio, sino también el reflejo del inmenso amor a mi pueblo, y junto a él, se me aparecen recuerdos más lejanos de otros amores, cuando soñaba con un hogar o con el cálido abrazo de una familia… Mis cinco hijos nacieron de amores pasajeros tan efímeros como las brisas en primavera. Tal vez pueda parecer que estoy lamentándome aquí, pero no es así, no me arrepiento de aquellos momentos porque gracias a ellos tuve conmigo a quienes me sostuvieron firme cuando la realidad se volvió temerosa, cuando la amenaza del regreso de los extranjeros era como si el campo nos encerrara y nos volviera esclavos de la incertidumbre. Por eso decidí dejar todo, arriesgarme a seguir a Artigas, porque sabía que él nos protegería, siempre parecía tener las palabras justas para expresar lo que todos sentíamos. En aquel momento, el mayor de mis hijos ya estaba hecho un hombre, las niñas apenas alcanzaban los nueve años, y a los más pequeños la vida me los había arrancado tempranamente de mi lado. Mientras nos preparábamos para partir en el aire rondaban muchas sensaciones: el miedo de dejarlo todo, la esperanza de recuperarlo, el desconcierto de lo que nos esperaba, y la confianza en el pueblo unido bajo el mando de un caudillo. Juan se había unido a las tropas del jefe oriental y ya me había avisado que abandonarían el sitio de la ciudad muy pronto. Todos debíamos asegurarnos de quemar nuestros humildes ranchos, era preferible no dejar nada a merced de los enemigos, preferible destruirlo nosotros y quedarnos con los momentos vividos allí. Y así arrancamos por el mes de Octubre nuestra marcha a través de la Banda Oriental, guiados por nuestro protector Artigas. Muchos iban en sus caballos, algunos escondidos detrás de sus ponchos, otros con el torso desnudo como si el frío no les penetrara la piel, rezando para que el viento los llevara por el mejor camino. 301 Fueron más los que se sumaron, gauchos, indios, negros, mestizos, mujeres solteras, familias enteras, hasta acompañados por militares bonaerenses. Todos conformábamos la identidad colectiva de este gran pueblo revolucionario que con nostalgia dejaba atrás sus tierras vacías mirando firme hacia un nuevo horizonte. Pasaron los días y las semanas hasta que finalmente llegamos a Paysandú-según nos dijeron-, después de haber atravesado con mucha dificultad el Río Negro. Había conocido a una mujer, ya de avanzada edad, se llamaba María, al igual que muchos no pudo cruzar el Río, quedando olvidados en el camino. A mi lado iban miles de familias, algunas de ellas compuestas por la pareja, sus hijos y esclavos. Como lo eran José y Ramona, que iban con sus cuatro hijos y un esclavo en dos carruajes. Reconocí también matrimonios solos, que iban con sus sirvientes, con carruajes llenos de ropa, alimentos y recuerdos. Se podía percibir también hombres, al frente de sus familias, llevando consigo a sus hijos. Otros iban solos, con sus riquezas o a pie sin nada. También había muchas mujeres como yo, de todas las condiciones sociales. Yo iba con mis tres hijos a pie, llevando lo que podíamos con nosotros. Llegamos a Salto Grande, era el momento de cruzar el Río Uruguay. Los trescientos charrúas que nos acompañaban se quedarían de este lado del río, en el territorio de sus ante pasados…aguardando con ansias nuestro regreso. Eran todos de rasgos similares. Robustos y grandes, con su piel morena-oliva, con su hermosa sonrisa en su boca de labios gruesos. A nuestro lado iban unos seis mil hombres que según su vestimenta parecían ser del ejército. Eran miles los niños, miles los vehículos, ocho mil eran los bueyes, veinte mil eran los caballos. Desde lejos se nos veía llegar, acechados por el peligro, por el hiriente tiempo, expuestos casi desnudos, con la miseria de alimentos y ropa. Eran pocos nuestros lujos, como el de fumar, tomar mate o entablar conversaciones con los demás, pero era así como lográbamos que este largo viaje fuera más llevadero. El cruce fue muy duro, aunque las rocas asomaban permitiéndonos avanzar, las fuertes corrientes nos hacían titubear. Muchos exhaustos por el esfuerzo dejaban caer sus pertenencias para poder llegar a la orilla, otros no pudieron desprenderse del peso, quedando perdidos entre los pozos de agua. Cada día me cuesta más seguir, el cansancio pesa sobre mí. Pero al mirar a mi lado, veo dos rostros llenos de inocencia, de esperanza, y una fuerza desconocida recorre mi cuerpo, permitiéndome seguir. Al acampar en el Ayuí podíamos oír una poesía que calmaba nuestras almas. Venía del suave tocar de las cuerdas de una guitarra y de su ingenioso vocabulario que hacía reír y llorar hasta al corazón más rudo. 302 Allí estaban los gauchos, reuniendo tanta gente a su alrededor, a quienes nunca les faltaba su caballo, guitarra, mate y cuchillo. Son ellos también dueños del juego, apostando todo lo que tienen, hasta sus propias prendas. Entre toda la multitud detuve mi mirada. Pude reconocer esos ojos color café, que llevan por nombre Pedro. Si, era él, aquel que alguna vez me raptó, del cual sin querer, me enamoré. Entre todos, su recuerdo permaneció. Como olvidar esa dulce voz. Un día desapareció, sin decir ni siquiera adiós. Hoy lo vuelvo a ver, después de haber creído que en sus andanzas, el destino le había tendido una trampa. Juan, mi hijo mayor, es fruto de lo que un día fuimos él y yo. Hoy el destino nos volvía a reunir, en un mismo lugar. Pero pensé que él ni mis ojos debía de reconocer. De repente se escucha un fuerte murmullo, todo miran escandalizados, con miedo, algo ocurría. Pero mi hijo me advierte que solo ha sido una falsa alarma, aún estamos seguros aquí. Varios días ya han pasado, desde el primer día que acampamos aquí, en el Ayuí. Día tras día todo era más complejo. Muchos arriesgan sus vidas al arrear ganado de territorios controlados por portugueses, porque el alimento ya es escaso, siendo las posibilidades de conseguirlo cada vez más peligrosas. Si en el campamento existía una mirada, una imagen, que me permitía afirmar que todo este esfuerzo no es en vano, que me daba valentía, era la de Artigas. Él se mantenía firme ante nosotros, mostrando su grandeza, pero en sus ojos se reflejaba ese protector paterno, triste por su pueblo, preocupado por nuestra situación. Es un hombre humilde, fuerte, nos sentíamos a salvo junto a nuestro caudillo. Sola me encuentro, mientras mis dos hijas juegan a lo lejos. Juan practica junto con otros hombres como utilizar las armas de fuego. Escucho una voz detrás de mí, -¡Josefina!-. Ese es mi nombre, ¿pero sería a mí a quién buscan? Otra vez volvió a susurrar -¡Josefina!-. Fue en ese entonces que incliné mi cabeza para saber quién era. Para mi asombro era Pedro, después de tantos años me reconoció. Quedé impactada que no supe que decir. Se acercó aún más hacia a mí, sin decir nada me sostuvo fuertemente y me entrelazó entre sus brazos. Luego de tanto tiempo, de tanta soledad, él volvía a mí. Pero había algo que no me permitía avanzar en ese momento, el miedo del engaño, del abandono. Él es un gaucho, lleva en su sangre el sentimiento de libertad, de rebeldía, como sabría si se estaba mostrando sincero o yo volvería otra vez a caer en la trampa de sus poesías. Mi reacción solo fue soltarme en silencio y dejarlo solo allí. 303 Al anochecer, estando todos reunidos en familia, una de mis gemelas, María, comenzó a sentirse débil, su color de piel era pálido, estaba ella fría al tacto. No sabía qué le sucedía. En la mañana, al no ver ninguna mejora, Juan me ayudó a llevarla junto con el doctor del campamento, pero él tampoco supo decirnos que ocurría, solo restaba esperar y orar. Dos días pasaron, tres, cuarto, una semana y María seguía muy frágil, expuesta a todo mal. Una mañana sus ojitos nunca más abrieron, sin saber que se la llevó. Junto a ella una parte de mí se quedó. Sola me dirijo al lugar donde la hemos enterrado, conmigo llevo tres flores, cada una representaba mis tres ángeles en el cielo. En soledad necesitaba desprenderme de todas mis penas, de todas mis cargas, el camino ya avanzaba y yo iba quedando atrás. El sol amanece, es hora de dejar todo atrás. Tuve la oportunidad de hablar con varios negros, esclavos. Eran trasladados con sus amos, apenas si sabían de esta Revolución y repentinamente ya estaban formando parte de ella. Pero había una realidad mayor a esta, la de poder escapar del dominio del amo español que tanto los torturó, los rebajó. Había un pensamiento que predominaba en el aire, el de conseguir su libertad y la de sus hijos. En cada instante sentía el recuerdo de aquel momento, de aquel abrazo, algo había generado Pedro en mí. Su rostro se volteaba todos los días hacia mí, como buscando una respuesta, un sí. No se atrevía a acercarse y yo cada día más insegura, por no saber si había hecho lo correcto o no. La situación aquí se tornaba cada vez más difícil. Yo ya no era la misma, en cada uno de mis pasos podía sentir el dolor, el esfuerzo. Muchas veces en las noches, antes de dormir, varias preguntas me atormentaban. ¿Sería capaz de regresar a nuestra tierra? ¿Lo iba a lograr? ¿Qué iba a suceder mañana, si es que había un mañana para mí? Cada día observaba a cientos de hombres, mujeres, arriesgando todo por el hoy, sin saber si el día de mañana serviría de algo el esfuerzo. Pero ellos estaban ahí, firmes, aprovechando cada segundo, gastando cada momento de sus vidas, por una causa, una causa que según ellos era noble. En una noche cálida, donde las estrellas asomaban para invitar a contemplaras, sentí el inmenso deseo de correr hacia Pedro, pero ¿cómo?, si no sabía dónde estaba, pero ¿cómo? si mi respuesta había sido un no. Fue en ese momento, donde el destino me mostró realmente lo que era lo correcto, él otra vez estaba ahí, mostrándome el camino. No lo dudé, a partir de ese momento no me separé más de él. 304 Es un día de fiesta, un acontecimiento muy especial iba a ocurrir. El sacerdote Figueredo va a unir en santo matrimonio a Pedro y a mí. Para Juan fue muy difícil de asimilar a su padre y que yo decidiera ser su esposa, pero con paciencia supo percibir que la vida es muy corta para sentir rencor, que yo era feliz junto a él. Mi esposo, como otros tantos gauchos, estaban aquí empujados por el entusiasmo. La audacia, la rebeldía y el coraje corría por sus venas. Nadie fue obligado a seguir a Artigas, él no quería que nadie fuera forzado, sólo permitía que lo siguieran quienes así lo desearan. El propio Artigas comunicó que somos como unos cuatro mil, -que grande que es el poder de nuestro caudillo. Somos demasiados y la necesidad de una organización era urgente. El ejército se organizó en Artillería, Infantería y Caballería. Juan, como buen jinete, formaba parte de la Caballería. Junto con mi hija, como muchas mujeres más, formábamos parte del servicio de sanidad, ayudando a heridos y enfermos. Fueron muchas las vidas que se fueron, en los ríos, en la tierra, pero fueron muchas las vidas que recibimos en nuestro campamento. El propio Artigas se encargaba de la justicia, él era el más indicado y en eso todos estábamos de acuerdo. Por el mes de Abril, si es que no me equivoco, era tiempo de regresar a nuestro territorio siguiendo a Artigas, que iba en busca de ayuda porteña y paraguaya. Al llegar a nuestra tierra nuevamente, esperamos y seguíamos esperando la ayuda que jamás venía. Frente a esta situación de incertidumbre Artigas decidió dar marcha atrás y regresar a nuestro antiguo campamento. En nuestro campamento se podían distinguir, a lo lejos, unos pocos hombres marginados, encarcelados. Eran los portugueses, nuestros enemigos. Torturados y odiados, nuestras bocas se llenaban de blasfemia cuando los teníamos cerca. Al verlos le pedía a Dios sacara este rencor, este odio dentro de mí, pero cuán difícil era de lograr. Gracias a Dios mis dos hijos aun seguían firmes y con las fuerzas necesarias para seguir los pasos de la Revolución. En cambio mi debilidad se comenzaba a notar en mis ojos, en mis mejillas. Mi familia ya lo comenzaba a notar. Pero tratando de evadir cualquier sospecha, les insistía que era algo del momento, que ya iba a pasar. Luego de estar completamente instalados, en Junio nos informaron del regreso decisivo a nuestra patria, para sitiar nuevamente Montevideo. Todos sabíamos que a partir de aquí se marcaba un nuevo comienzo. 305 Como todos los días, desperté acostada en mi lecho. Algo era diferente esta mañana. No conseguía levantarme. Me encontraba envuelta en una lucha, mi cuerpo no me permitía seguir, mientras que mi corazón corría tan rápido, tratando de salir para echarse a andar. Ya era hora de partir. Afligidos, los que me rodeaban trataban de alentarme y apoyarme, pero todo parecía tan inútil… Otra vez me pregunto cómo poder cruzar el Río Uruguay. Más lo pensaba, menos lo lograba. De mil maneras intentaron convencerme, ellos se encargarían de mí, pero sabía que si aceptaba terminaría siendo una carga. Miré a mi alrededor, el calor del sol rozaba suavemente mi rostro, fue en ese entonces que tomé la decisión. Nadie me movería de aquí. Al entender mi elección, con tristeza se unieron a la multitud. Los veía alejarse, llenos otra vez de temor. Ya estando ellos lejos, pude percibir cuán grande era el poder del pueblo, la fidelidad hacia nuestro caudillo. Con seguridad pude decir que todo este proceso valió la pena, ya no caben dudas dentro de mí. Recuerdos como el beso de un amado, la sonrisa de una hija, la fuerza de Juan, el rostro de Artigas, iban quedando enterrados con lágrimas en esta tierra… Aquí estoy, sola, a merced del destino. Mis manos se adormecen, dificultándome la escritura. Siento que estas serán mis últimas palabras… Cuanto deseo que esta tinta marque como en mi vida, un valor en la historia de mi pueblo… Y así la noche se acercaba, intrigada por lo que pasaba… En el cielo una estrella brillaba, a lo lejos alguien me esperaba… BIBLIOGRAFÍA REYES ABADIE, W VASQUEZ ROMERO, A (1998). Crónica General del Uruguay. Tomo II. Ed. Banda Oriental. Montevideo. ANA MARIA RIBEIRO (1999). Los Tiempos de Artigas. Tomo I y tomo II. Ed: Dr. Enrique BELTRÁN. Montevideo. Uruguay. Una publicación de El País S.A. 306 María antonella barboza Liceo Militar Gral Artigas Fray Bentos- Uruguay CAPÍTULO I LOS PREPARATIVOS Julia se encontraba en la sala de su casa de piedra y teja en una calurosa tarde a fines de octubre. Mientras hacía como que practicaba al piano una pieza de música para satisfacer a su familia de alta sociedad, realmente leía uno de los libros que toda buena señorita no debía conocer. Olvidando, así, lo que sí debía conocer para deleitar a todo posible candidato en las divertidísimas tertulias a las que con desagrado concurría. Tanta calma fue interrumpida por Gertrudis, una de las jóvenes criadas negras de la familia, quien entró corriendo a la sala mientras gritaba: - ¡Venga señorita! ¡No puede perderse lo que está pasando! ¡Todos los vecinos dejan sus casas! ¡Vea, se ha formado una caravana! - Tranquilízate Gertrudis, no entiendo nada. Explícame de nuevo cuáles son esos acontecimientos que tanto te preocupan-responde con voz pausada y dulce nuestra ya presentada señorita Julia. Gertrudis, desesperada ante la tranquilidad de su amita, la tomó de un brazo haciendo que se incorporara del sillón de terciopelo para dirigirse juntas hacia la puerta principal desde donde, más allá de los jardines de la magnífica estancia, podían verse multitud de carros, carretas, caballos, que marchaban en fila brindando una imagen singular. - ¿Qué habrá sucedido, Gertrudis? ¿Están locos acaso? ¿Cómo van a abandonar la seguridad de sus hogares dejando todo atrás? La criada no tuvo tiempo de responder porque entró Don Carlos, en su magnífico caballo bayo, al galope y a los gritos: - ¡Mujer! ¡No te preocupes por los detalles! ¡Tenemos que emprender la marcha! ¡Apúrate! Y tú, Julia ¿Qué haces ahí parada? ¿Ya tienes pronto el equipaje? - Padre ¿A dónde vamos? ¿Llevo mis vestidos de seda? - ¡Qué seda ni seda! Prepara rápido todo lo que quieras llevar pero que te entre en un baúl, intenta ser práctica a pesar de ser mujer. Las noticias desde San José no son las esperadas. Los españoles firmaron la paz con Buenos Aires, así que debemos irnos antes que vuelvan 307 a querer mandar a todo el mundo. ¿Qué se creen estos españoles? No se dan cuenta que la época del Virreinato terminó, que aquí hay criollos dueños de su presente y de su futuro. Julia obedientemente baja su cabeza y se dirige con aparente compostura a cumplir con el pedido de su padre mientras no puede dejar de pensar por qué le tocó ser mujer en un mundo de hombres. Gertrudis revolotea a su alrededor parloteando sin ser escuchada. Por el jardín todos los habitantes de la estancia, blancos y negros, ricos y pobres, amos y criados se preparan para la misteriosa e inesperada marcha. CAPÍTULO II DEVELANDO MISTERIOS José, el hermano mayor de Julia, caminaba por la sala sin poder disimular su nerviosismo, murmuraba o rezaba, pues como buen criollo descendiente de españoles, era creyente, profundamente religioso, hasta el extremo de haber manifestado a su familia su deseo de ser sacerdote. Soñaba con oficiar la misa diaria, participar de procesiones y celebraciones de santos que unieran a la comunidad montevideana. - Hermano, ¿Podrías explicarme qué sucede? ¿A dónde vamos?preguntó la joven damita cada vez más preocupada. - Julia querida, hasta hoy te he considerado una niña, pero el camino que emprenderemos este día te hará crecer de golpe. Encomiéndate a nuestro Señor pues padre ha decidido seguir a Artigas quien, como buen caudillo, ha demostrado valor y seguridad. - ¿Seguirlo? ¿A dónde? Si Artigas está afuera, sitiando nuestra ciudad. - Ya no, fue enviado a Yapeyú en Las Misiones, va a ocupar su cargo de Teniente Gobernador. Los amigos de Elío están persiguiendo cada vez más a aquellos que simpatizamos con el movimiento oriental. No podemos quedarnos, no podemos dejar todo lo que tenemos para que lo disfruten los portugueses o peor aún los españoles y criollos traidores. Ya hemos soportado demasiadas vejaciones. Parezco egoísta, hermana, pero si supieras todo lo que nos han hecho pasar me entenderías. - Pero ¿A dónde vamos? ¿Con quién? Tendremos que vadear el Rio Negro en el paso de Yapeyú, nos llevara más de un mes llegar allí. - Vamos con el Jefe de los Orientales- respondió enérgicamente Don Carlos ingresando en la sala junto a dos de sus criados negros y a un trío de indios, todos cargados de provisiones, armas y equipajes. 308 - Vamos, las carretas están listas, los caballos ensillados, vuestra madre espera nerviosa. Gertrudis, llévale a la señora sus sales y su abanico. CAPÍTULO III TODO ATRÁS La familia Azarola junto a sus criados y a un grupo de indios observa, desde la calle empedrada, cómo las llamas consumen la hermosa estancia. - No llores mujer, si no ha de ser para nosotros tampoco la dejaremos para el disfrute de nuestros enemigos. Dejando atrás las murallas Montevideo se hacía chiquito a medida que la distancia aumentaba. En medio de paisanos que cantaban lamentándose por “La Redota”, marchaban Julia y los suyos. Las noticias llegaban fragmentadas pues iban de una carreta a la otra y no siempre podía creerse en su veracidad. “…Lo echaron porque temían a su poder como jefe…” “… al Yapeyú, no encontraron un lugar más lejos para librarse de él…” “… dicen que el jefe no esperaba que más de cuatro mil almas lo siguieran…” “… le complicamos la marcha claro está, pero él va a saber cómo librar los obstáculos que se nos presenten en el camino…” Un grupo de paisanos seguía la marcha caminando. Don Carlos hace que sus carretas se detengan y los invita a subir pero estos manifiestan su deseo de seguir a pie, diciendo: - Es como un castigo que nos pusimos a nosotros mismos, por la “Redota”, Don Azarola ¿vio? Tuvimos que dejar el sitio nomà y no pensamos abandonar a nuestros soldados, menos a nuestro jefe. - Suban por lo menos sus equipajes, así caminarán más cómodos. CAPÍTULO IV LA BITÁCORA Julia sentada en la carreta no podía dejar de pensar en todo lo que había dejado atrás, cuando se le ocurrió una idea: escribir una bitácora, dejar plasmado en el papel todo lo vivido, para compartir en un mañana con sus hijos. 309 Cada día, durante las horas de sol, Julia escribía todo lo que iba sucediendo y de este modo había encontrado un sentido para su vida. Gertrudis, por su parte, ya no era considerada una criada y se había convertido en una fiel amiga y secretaria. Recorrían juntas la caravana preguntando cuántos niños, cuántas mujeres, cuántos hombres y cuántos ancianos la integraban, así como sus razas y ocupaciones. Una de esas tantas mañanas Julia tuvo una grata sorpresa pues nada más y nada menos que el mismísimo Don José Artigas la mandó buscar. Nadie salía de su asombro en la carreta de los Azarola. - ¿A ti? ¿Por qué a ti? ¿No será acaso a mí a quien desea ver? – se preguntaba en voz alta. José quien creía que como su vocación había tomado como modelo el lado religioso del otro José, José Artigas, éste quizás se había enterado y lo llamaba para animarlo a seguir el llamado de Dios. - Seguramente es a mí a quien desea ver- dijo Don Carlos. - ¿Para qué puede querer a una mujer? El enviado de Artigas comenzaba a impacientarse de modo que volvió a leer el comunicado del jefe “… a la Señorita Julia Azarola junto a su Señor Padre…” rogando al padre de Julia que los acompañara. CAPÍTULO V EL ENCUENTRO Al frente de la marcha se estaba preparando un campamento. Un grupo de criollos formado por blancos y mestizos, con la ayuda de algunos indios, preparaban unos toldos y encendían las fogatas. Julia se sorprendió al encontrar colaborando con el jefe a muchas mujeres. Armadas, con el cabello atado, dando órdenes y más aún, a muchos hombres obedeciendo los mandatos femeninos. En una de esas tolderías se encontraba Artigas, quien en mangas de camisa, sentado sobre una cabeza de vaca, formaba parte de una rueda de orientales de los más diversos orígenes pero con un ideal en común. Con la sencillez que caracterizaba a este hombre de pocas pero acertadas palabras, presentó a todos a Julia como su colaboradora. Don Carlos casi se desmaya de la emoción y a Gertrudis le dieron unas terribles ganas de ir al baño cuando Artigas en persona también la nombró. 310 - Estas jovencitas están escribiendo un diario de nuestra marcha, a partir de hoy las invitaré a hacerlo oficialmente para llevar un control y conocer todas las novedades que ocurran a diario. - Claro señor, como los nacimientos y los enfermos y las embarazadas y la gente que se suma todos los días… - comenzó a disparar Gertrudis, sin hacer ni una pausa. - Tranquila amiga. Así lo haremos señor, es un honor para nosotros brindar nuestra modesta ayuda a esta causa- dijo Julia sonrojándose con emoción y un dejo de vergüenza, ante la mirada sincera de ese hombre, ídolo de los orientales. Comenzaban a llegar a caballo algunos soldados encargados de patrullar los alrededores y se iba agrandando la rueda. Llegaban hasta los aguateros, todos los orientales compartían el almuerzo entre charlas y payadas. Julia al fin se sentía útil y feliz de ser mujer en un mundo de hombres. Había descubierto el valioso papel de la mujer oriental, para hacer realidad el sueño de un pueblo, su pueblo. CAPÍTULO VI NÚMEROS Artigas le dio a Julia una copia del padrón realizado en Salto Chico como guía para facilitar su trabajo. - Según estos datos somos alrededor de 4.400 personas y casi 850 carretas, sin contar a los 6.000 militares que nos acompañan. Tienes allí otros datos que te pueden servir- dijo el General. - Sí, señor. Edades, razas y sexo. ¡Ah! y esclavos. Nosotras comenzamos el relevamiento pero somos tantos que… Las jovencitas pusieron manos a la obra y los días pasaron rápidamente desde que se les hubiera encomendado tan importante misión. Así fueron narrando todo lo vivido en los campamentos a orillas de arroyos y ríos, en esa marcha lenta pero segura hacia el norte. Todas las actividades rutinarias se volvieron, durante la marcha, un verdadero desafío. Ricos y pobres se repartían tareas: - Lázaro, a ti te toca hoy vigilar los alrededores junto a Luis. - Si, si tú repartes el agua déjame un poco para llevar. - Mujer, cuenta bien los panes pues debemos cuidar las provisiones que nos quedan. 311 ? y e e s. y a. r e e n s - o e o . o a l. a s o r o n n José Azarola no cabía en sí de felicidad pues participaba en la misa diaria junto a los sacerdotes, como uno más. Hasta la frágil y delicada Señora Azarola trabajaba a la par de los criados preparando las comidas. Transcurrían los días, uno a uno se iban sorteando los obstáculos. Se fortalecía a diario la solidaridad y los lazos de hermandad entre orientales, más aún entre rioplatenses. Mamá Ana María quiere que José continúe estudiando durante la marcha. Julia, que escucha la discusión entre ambos sin aguantar más sin defender a su hermano, comienza a describir con lujo de detalles el camino recorrido. Sonríe pensando qué podía ser mejor que estudiar geografía al recorrer los lugares que solo conocían de boca de expertos. Tantos y tan lindos paisajes en el suelo oriental. El Arroyo Grande con su colorida ribera, o el Arroyo Perdido, como su nombre lo indica ubicado en un remoto paraíso terrenal. Como conocer el Arroyo Negro, lugar sagrado donde se encontraba el Cuartel General. Campamentos inolvidables en el arroyo Quebracho, en el Río Daymán… ¡Ah! sin olvidarse de ese fantástico río que ha hecho posible la marcha pues ha sido la referencia espacial, una fuente inagotable de alimento y de agua. Ana María horrorizada le ordena: - Calla hija, las mujeres no debemos saber tanto. Te costará mucho conquistar un buen partido, lee mejor tus partituras aunque no tengas el piano para practicar. Julia sin responder se retira pensando que no solo aprendió geografía sino, también, todo lo que puede hacer una mujer cuando hombres como Artigas confían en ellas y les brindan oportunidades. CAPÍTULO VII UN VISITANTE INDESEABLE Un día como cualquiera se transformó en diferente, con la inesperada llegada de Manuel de Sarratea. Pasó al lado de las carretas de la familia Azarola, elegante y erguido, y apenas inclinó su cabeza a modo de saludo. Como reguero de pólvora se expandieron las noticias “… es el Presidente del Triunvirato…” “…quiere seguir luchando contra los españoles y necesita nuestro apoyo…” Jacinto, uno de los más parcos de palabra, habló como un libro abierto pero recién lo entenderíamos después de los incidentes: 312 - Este hombre no es de fiar, ojalá el jefe sepa “oler” sus intenciones. Todos creyeron posible la alianza pero Sarratea, casi de inmediato, comenzó a intentar desacreditar a Artigas. - ¿Quién va a creerle? ¿Cómo permitirle hablar así de nuestro jefe? Poco duraron las buenas relaciones, de ningún modo los orientales nos pondríamos a las órdenes de este hombre pedante y orgulloso que tenía como misión destruir todo aquel sentimiento surgido y fortalecido durante estos meses de marcha. Una vez que Sarratea se retiró Artigas nos informó sobre las acciones siguientes: - Compatriotas, Sarratea se retiró escuchando nuestra solicitud de renuncia. Rondeau, con quien tengo una excelente relación, queda al mando del ejército. Comenzaremos nuestra marcha hacia Montevideo, estimo que para febrero estaremos nuevamente sitiando la ciudad amurallada. Este fue su discurso, si así puede llamarse, y todos, acatando sus órdenes, reanudaron la marcha en dirección opuesta. Podía percibirse en el aire la mezcla de sensaciones y sentimientos encontrados. De regreso a nuestras querencias, a encontrarse con la familia y los amigos que allí quedaron, a enfrentarse con los enemigos y los indiferentes a nuestra causa. Julia que había escuchado todo desde un rincón imaginaba cómo se encontraría la estancia, cuánto tiempo les llevaría reconstruirla. CAPÍTULO VIII CON LAS IDEAS CLARAS La marcha de regreso estuvo colmada de dificultades pero estas no opacaron todo lo vivido. Julia aprendió en estos nueve meses mucho más que en sus 16 años de vida. Festejó su cumpleaños teniendo a las estrellas como velas y a los árboles ribereños como invitados especiales. Cuando su carreta quedaba en lo alto de una pendiente, le sorprendía ver a ese montón de gente peregrinando, muchos de ellos a pie, con lo puesto como equipaje, parecían como diez mil almas. Con los calores de febrero se encontró de regreso en su vieja y querida estancia, o lo que quedaba de ella. 313 Ni un animal en los alrededores, ni un ladrillo en su lugar, ni una flor en el otrora famoso jardín de Doña Ana María, pero al mirar a su alrededor no encontró ni una sola cara triste o desolada. El optimismo y la fe mueven montañas y en este caso movieron a todos los Azarola y a sus criados. Don Carlos iba y venía como uno más, sudoroso bajo el sol de verano, daba las últimas indicaciones antes de marchar junto a sus hombres para unirse al Sitio. Gertrudis, mientras cargaba los ladrillos de adobe, reflexionaba en voz alta poniendo en palabras lo que todas las mujeres pensaban pero ninguna decía: - Mire usté, que las mujeres esto y aquello, que somos frágiles y no podemos, ahora nomás nos dejaron solitas para reconstruir todo esto… - Y lo vamos a hacer, no tengas dudas- respondió segura Julia mientras levantaba una pared. Seguramente nunca supieron ni estas mujeres, ni los hombres que hicieron historia con esta marcha, que fueron ejemplo de lo que el tesón y los ideales pueden lograr. “La Redota”, según nuestros paisanos, se transformó en el triunfo de un pueblo que, a pesar de su pobreza material, encontró en el camino la riqueza de una identidad: la del pueblo oriental, mi pueblo. Pueblo sin armas, pueblo sin preparación militar, pero pueblo de encuentro de razas, pueblo de ideales profundos y firmes. Con aquel Jefe que nos cargó “en sus brazos de gigante”, según la expresión de Zorrilla de San Martín, que aseguró a todos y a cada uno un trato justo. A aquellos osados orientales que manifestaron su protesta y decisión de cambio marchando detrás de un solo hombre, hombre común y corriente, hombre de carne y hueso, centrado y seguro, les brindó la oportunidad de hacer escuchar sus voces a través de cordilleras y océanos, llegando a todas partes. Fuimos modelo para todos los pueblos americanos, unos ya libres, otros oprimidos, otros luchando. Todos miraban sorprendidos de lo que era capaz un puñado de hombres cuando de conseguir sueños y defender suelos se trata. 314 Laura Gabriela Burgos De Léon UTU Arroyo Seco Las Piedras- Canelones- Uruguay LA REDOTA: SENTIDO, VICISITUDES Y CONSECUENCIAS DE LA MISMA. Los hechos de 1811 que desembocaron en el éxodo del pueblo oriental. El año pasado festejamos en Uruguay el año del Bicentenario ya que hizo 200 años de la primera batalla que se ganaba al dominio extranjero y del sentimiento de independencia que nacía en todos los orientales y hacia la figura de nuestro Prócer José Gervasio Artigas. Pero en este año y en los próximos también se celebrarán 200 años de otros tantos acontecimientos y de tantas personalidades que dieron sus vidas, que lo arriesgaron y perdieron todo por luchar y defender sus ideales, ayudando así ayudaron a que hoy seamos un país libre e independiente. Y no nos olvidemos de la estocada final al dominio extranjero como lo fue la cruzada libertadora. Allí se ve claramente ese sentimiento fuerte y como algo sagrado al jurar “liberar la patria o morir por ella”. Esta parte de la historia hay que comprenderla. No se puede hablar de un tema como algo aislado ya que viene enrabado a otros acontecimientos que tuvieron sus consecuencias. Uno de estos acontecimientos fue “El Éxodo”, acuñado por el historiador Clemente Fregeiro en 1883: “Así como los arroyos, corriendo en distintas direcciones, echan fatalmente su caudal en el seno de nuestros ríos de aguas rápidas, así también por las distintas regiones de la Banda Oriental se formaban corrientes humanas que, salvando los obstáculos de nuestra campaña, fueron a desembocar, con sus cantos de libertad y sus acentos de pena, en la gran columna del Éxodo, a cuyo frente iba Artigas como jefe del ejército y como protector de los pueblos libres”. INTRODUCCIÓN En el año 1811 sucede el hecho más hermoso de nuestra historia: por conservar su libertad la población del país abandona sus hogares y emigra en masa hacia la costa occidental del Rio Uruguay. Nace en ese momento y por esa circunstancia el Estado Oriental. El pueblo en armas se constituye, se da sus primeras instituciones y elige un jefe: José Artigas. En los hechos, los cuatro quintos de la población abandonan el territorio de la Banda Oriental. Estos hombres habían iniciado un levantamiento contra las autoridades españolas. 315 La Redota (derrota) es a la vez el camino, la huida y el estar vencidos, comprende en su significación la amargura, la contrariedad, la impotencia, el sacrificio; muestra pues el exacto estado en que se hallaban los orientales. Con La Redota llega a nuestra campaña algo que hasta entonces era desconocido: el hambre. En campaña se carecía de cama o de un techo o de una olla para hervir un puchero para un enfermo pero nunca un oriental se había hallado en la situación de no tener carne para hacer un asado. A partir del 23 de octubre nuestros paisanos se cubren de andrajos y desde entonces comienzan a construir sus libertades a medida que pierden, como un precio, la abundancia, el ocio y muchas veces sus vidas. Y no son sólo los gauchos y los pobres los que pierden todo y marchan a La Redota, son también los hacendados más ricos. El pueblo oriental emigra de su tierra por no padecer a sangre y fuego, bajo españoles y portugueses, o por no someterse mansamente a esos mandones o invasores. Las familias buscan protección en la caravana de la Redota y los hombres se pliegan a ella para servir en la causa de la revolución. Esa emigración fue una larga prueba de miseria y de privaciones. Causas La victoria de Las Piedras tuvo importantes consecuencias. Vigorizó el entusiasmo y la fe de los orientales en su propio esfuerzo. Consolidó el prestigio militar de Artigas. Dejó el territorio oriental en poder de las fuerzas revolucionarias, pues las fuerzas españolas se encerraron en el recinto de Montevideo. Las fuerzas victoriosas de Artigas iniciaron inmediatamente el sitio de Montevideo, conjuntamente con el grueso del ejército bonaerense comandado por Rondeau. Artigas era partidario de aprovechar el éxito obtenido mediante un ataque decisivo a la plaza, pero Rondeau, Jefe Supremo, no lo autorizó y ordenó el sitio de Montevideo. Mientras los contingentes revolucionarios se situaban frente a Montevideo ocurrió un acontecimiento nuevo. El virrey Elío, ante el peligro de una derrota total, solicitó la ayuda de Portugal. Y como respuesta a este pedido, en julio de 1811 la Banda Oriental fue invadida desde el norte y el este por fuerzas portuguesas comandadas por el general Diego de Souza. El 1º de junio de 1811 Rondeau, con 2800 hombres y 12 cañones tomó el mando del sitio de Montevideo que había sido iniciado por Artigas poco después de la Batalla de Las Piedras. En ese momento toda la Banda Oriental estaba en poder de los patriotas pero las comunicaciones marítimas con Buenos Aires se hallaban interrumpidas por la escuadra española que dominaba el Río de la Plata y el Río Uruguay. 316 Los portugueses ocuparon varias poblaciones en el norte y el este del país; Melo, Santa Teresa, Rocha, San Carlos, y Maldonado. Las negociaciones de paz El gobierno de Buenos Aires prefirió iniciar negociaciones diplomáticas en lugar de continuar la lucha. En la antigua capital del virreinato la situación era difícil; existían muchas diferencias de opinión entre los gobernantes y además los ejércitos del Alto Perú habían sido derrotados por los españoles. A estos hechos se sumaba la invasión portuguesa, que obligaba a luchar contra un nuevo enemigo. Los gobernantes bonaerenses opinaron que no se podía hacer frente simultáneamente a tantas dificultades y procuraron obtener un armisticio. Las negociaciones fueron prolongadas y complicadas. En Montevideo, en Buenos Aires y en Río de Janeiro se celebraron diversas entrevistas hasta que pudo finalmente llegarse a un acuerdo. Las primeras asambleas orientales ¿Por qué fue significativa esta reunión? Fue la primera vez que el vecindario en armas exteriorizó su voluntad colectiva y reclamó por sus derechos. Estas asambleas, si bien no están rodeadas de las fórmulas legales relativas a convocatoria, integración y carácter de la representación, tienen enorme importancia en nuestra evolución política. En los intentos de paz que se desarrollaron en este período, los orientales no tuvieron ninguna intervención. Ello provocó la aparición de una tendencia nacionalista y que indujo a Rondeau a convocar una asamblea de vecinos para analizar los problemas comunes. La reunión se celebró el 10 de setiembre de 1811 a media legua de la plaza sitiada, en la “Panadería de Vidal”, ubicada en la manzana que hoy delimitan las calles Lorenzo Fernández, Pedernal, Joaquín Requena y Yaguarí. Se cree que la asamblea se integró con más de cien vecinos y los diputados del gobierno de Buenos Aires. Entre otros se destacaban los coroneles Rondeau y Artigas, el presbítero Dámaso Antonio Larrañaga, don Miguel Barreiro, el capitán Felipe Santiago Cardozo, don Carlos Anaya y don Tomás García de Zúñiga. Los comisionados porteños expusieron las causas de la concertación del tratado con Elío y la necesidad de suspender por el momento el sitio y la actividad militar en la Banda Oriental. La segunda asamblea se habría realizado el 10 de octubre. Se la conoce bajo la denominación de “Asamblea de la Quinta De La Paraguaya”, ubicada en lo 317 que es hoy el Parque Central. Su convocatoria fue solicitada a Rondeau por los jefes orientales al tenerse conocimiento del acuerdo preliminar a que habían llegado Montevideo y Buenos Aires el 7 de octubre. Se celebró en presencia del delegado del gobierno de Buenos Aires, Dr. José Julián Pérez. La más importante resolución de esta Asamblea habría sido la designación de Artigas como Jefe de los Orientales. Allí los Orientales aceptaron que se levantara el sitio, “solo con el objeto de tomar una posición militar más ventajosa…” No le fue fácil a Artigas conciliar sus deberes militares con sus responsabilidades como Oriental. Sin duda influyó para que su pueblo aceptara la decisión de levantar el sitio. Pero mientras conversaba con los orientales, asegurando la entera adhesión de aquel gobierno a sostener con sus auxilios nuestros deseos, el representante J. Julián Pérez tenía en el bolsillo el proyecto de Convenio con Elío, por el cual se establecía que las tropas de Buenos Aires debían desocupar enteramente la Banda Oriental y que en toda ella no se reconocería otra autoridad que la del Excmo. Sr. Virrey. El armisticio entre Elío y el Primer Triunvirato de Buenos Aires quedó terminado en Montevideo el 20 de octubre de 1811. El Triunvirato bonaerense ratificaba su reconocimiento a Fernando VII, se comprometía a prestar ayuda económica a España en la guerra contra Napoleón y a levantar el sitio de Montevideo; el Virrey, por su parte, a que las fuerzas portuguesas se retiraran y al cese del bloqueo de los ríos y del puerto de Buenos Aires. La diplomacia inglesa, representada en la persona de Lord Strangford, influyó para hacer efectivo el armisticio. Gran Bretaña tenía interés en que el Río de la Plata abriera sus puertos al comercio de ultramar y que mantuviera su unión con España y Portugal para seguir luchando contra Napoleón. Rondeau levantó el sitio de Montevideo el 12 de octubre de 1811. Artigas hizo lo mismo y se retiró con su ejército hacia las márgenes del San José donde se realizó una nueva asamblea en la que se resolvió la retirada del ejército el día 23 de octubre. RUTA DEL ÉXODO ORIENTAL Etapas de la emigración del pueblo oriental (Octubre de 1811 – Septiembre de 1812) Se ha iniciado la triste retirada. Se alejan hacia el Monzón los regimientos que durante cerca de cinco meses sitiaron la plaza de Montevideo. “…Y la idea palpitaba, viva como un astro, todo menos retornar a la esclavitud. 318 Se resolvió abandonar el suelo nativo para volver por él; salvar la patria, aun sin tierra, el espíritu aun sin cuerpo, esperando la resurrección. Y Artigas tomó entonces a su pueblo, a todo su pueblo, y lo cargó en sus hombros de gigante. Y dijo: ¡Vamos! Y se lo llevó a cuestas a través del territorio oriental, hasta encontrar allá en el norte un sitio en que vadear el rio Uruguay, y poner a salvo, como el tigre a sus cachorros… …Y los héroes eran mujeres y eran niños y eran viejos, muy viejos algunos. Y eran soldados y eran familias, la misma familia de Artigas,…” (Como lo expresara el Poeta de la Patria: Juan Zorrilla De San Martín). En las márgenes de aquel arroyo se despiden Rondeau y Artigas. El primero se dirige con sus regimientos hacia el Puerto del Sauce, donde se embarcará con sus tropas con destino a Buenos Aires. Artigas emprenderá su marcha hacia el norte. El Éxodo del Pueblo Oriental o “La Redota” como era conocida en su tiempo tienen una doble importancia. Es un hecho histórico que ejerce indudable influencia tanto sobre el futuro del pueblo oriental, como sobre el fortalecimiento de la personalidad de Artigas. En cuanto a los orientales, la experiencia de sufrimientos y privaciones vivida en común refuerza los lazos de solidaridad. Se organizó así una imponente caravana, de unas dieciséis mil personas, formada por familias de hacendados ricos y pobres; con mujeres, hombres, niños, ancianos y esclavos. La marcha se orientó hacia el paso del Yapeyú en el río Negro y continuó por la costa del Uruguay. Entre los días 14 y 17 de octubre cruzan el Santa Lucía en dirección hacia el Río San José, donde acampa. Aquí, el 23 de octubre de 1811, recibe Artigas la noticia de la ratificación del armisticio suscrito entre el Gobierno de Buenos Aires y el de Montevideo, por el cual se confirmaba el levantamiento del sitio y se dejaba el territorio de la Banda Oriental bajo la jurisdicción de Elío. En esa ocasión el pueblo oriental en armas decide no acatar las resoluciones fundamentales de aquel convenio y proclama Jefe a Don José Artigas. “El dulce grito de la libertad penetró mi oído y yo tuve la ocasión de manifestar unos sentimientos que respiraron como yo. La idea de la felicidad de mi país lisonjeó mis deseos y el augusto gobierno de los hombres libres hizo el resto: súbdito siempre de sus respetables decisiones, me distinguirá la obediencia y habré cumplido mis deberes sólo cumpliendo sus órdenes”. “Pasé a esta Banda Oriental de Segundo Jefe de la tropa con que se dignó auxiliar a mis compaisanos: llegaron los últimos acontecimientos y más de setecientas 319 familias han fijado su protección en mí; el grito de ellas, de los ciudadanos, de la campaña, todo empeña mi sensibilidad y aún mi honor cuando me hacen causa de su laudable compromiso y de sus pérdidas remarcables; me hacen conocer que abandonar esta Banda envuelve algo más que su lamentable desgracia y yo, mediante la determinación de usted, hallo necesario corresponder a sus deseos, el oficio que me dirige usted, con fecha 23 del corriente me anuncia una comisión -le nombran Gobernador de Yapeyú- de que seré sustituido por el señor diputado doctor don Julián Pérez, orientado de ella avisaré mi resolución a usted, sin que se halle en lo más mínimo algo incompatible con mi subordinación y con la gran causa que sostenemos”. El día 29 de octubre desde el Cuartel General en el arroyo Monzón escribe el General Artigas al Gobierno de Buenos Aires: “Un gran número de hombres a quienes el grito de su familia debería tal vez inspirar la resolución de permanecer en sus casas pero que constantes en el primer voto de sus corazones dirigido sólo a mantener la libertad de su suelo, todo lo abandonan y dando un centro a sus ideas las fijan sólo en cumplirlo: tal es la perspectiva que ofrece en estos momentos la Banda Oriental; pero esto no es más que bosquejar en general; nunca podré dar a usted una idea que pueda conducir al conocimiento de lo aflictivo de su estado; básteme decir que sólo ellos pueden sostenerse a sí mismos: sus haciendas perdidas, abandonadas sus casas, seguidos a todas partes no del llanto pero sí de la indigencia de sus caras familias; expuestos a las calamidades del tiempo desde los primeros instantes que resonó en esta Banda el nombre augusto de la libertad, sin haber recibido en este gran período otro auxilio, otro sueldo que sólo cinco pesos; pobres, desnudos, en el seno de la miseria sin más recurso que embriagarse en su brillante resolución”. Cuartel General en Arroyo del Monzón, 31 de octubre de 1811. General don José Artigas a la Excelentísima Junta Ejecutiva del Río de la Plata. Resueltos los orientales a abandonar el territorio patrio, inician desde San José la marcha hacia las puntas de Arroyo Grande donde se hallaban el 30 de octubre. El 31 llegaban ya a la vera del arroyo Monzón desde donde Artigas expone al Gobierno de Buenos Aires la situación de la campaña oriental, el ejército y las familias que le siguen. El 2 de noviembre Artigas estaba en el arroyo Perdido desde donde imparte órdenes a Ambrosio Carranza para que se sostenga en Paysandú hasta su llegada y auxilie a los caciques indígenas. El 3 de noviembre -desde Colólo- hace saber al Juez Comisionado del Distrito de Soriano que no podrá fijarse en Mercedes, “ni menos mantenerlo con algunas tropas”. 320 “Todo individuo que quiera seguirme hágalo uniéndose a usted para pasar a Paysandú luego que yo me aproxime a ese punto; no quiero que persona alguna venga forzada, todos voluntariamente deben empeñarse en su libertad; quien no lo quiera, deseará permanecer esclavo”. “En cuanto a las familias, siento infinito no se hallen los medios de poderlas contener en sus casas: un mundo entero me sigue, retardan mis marchas y yo me veré cada día más lleno de obstáculos para obrar; ellas me han venido a encontrar, de otro modo yo no las habría admitido; por estos motivos encargo a usted se empeñe en que no salga familia alguna; aconséjelas usted que les será imposible seguirnos, que llegarán casos que nos veamos precisados a no poderlas escoltar, será peor verse desamparadas en unos parajes que nadie podrá valerlas; pero si no se convencen por estas razones déjelas usted que obren como gusten”. “A la fecha cuenta este ejército con la fuerza de cuatro mil hombres y tengo todas las probabilidades de reforzarlo aún considerablemente sintiendo sólo la falta de armamento que hace la exigencia de sus valientes brazos y algún otro auxilio que cubran su desnudez; prosigo con ellos mi marcha para repasar el Uruguay.” “La grandeza de ánimo que los hace superiores a todo sólo hace conocer excitarse en ellos un ardor que si no muestra toda la exageración de su sensibilidad ostenta en gran manera el transporte majestuoso de una razón exaltada por unos sentimientos que la conducen al heroísmo”. “¡Oh! ¡Cuántos son dignos de la corona destinada a la fortaleza y la virtud!... Yo llegaré, señor excelentísimo, con ellos a mi destino, esperaré allí las órdenes de usted y la justa consideración al mérito en sus generosos votos.” Cuartel General en el arroyo Cololó, 3 de noviembre de 1811. José Artigas. Decidido Artigas a no fijarse en Mercedes, la columna se dirige hacia el Río Negro, el que fue vadeado por el paso de Yapeyú entre el 11 y el 13 de noviembre de 1811. El 14 de noviembre Artigas tiene instalado su cuartel General en el Arroyo Negro. “Excelentísima Junta Ejecutiva de las Provincias del Río de la Plata.” “Nuestra fuerza reunida es muy respetable y muy capaz de imponer al enemigo. Aquí tengo algunas piezas de artillería con sus municiones correspondientes, porción regular de fusiles, lanzas, etc.: toda la Banda Oriental me sigue en masa resueltos todos a perder mil vidas antes que gozarlas en la esclavitud: los indios infieles abandonando sus tolderías inundan la campaña presentándome sus bravos esfuerzos para cooperar a la consolidación de nuestro gran sistema.” 321 Cuartel General en Arroyo Negro, noviembre 14 de 1811. Del Coronel don José Artigas a don Elías Galván. Ocupa después Paysandú, cuyo punto ya abandona el 21 de noviembre con los emigrantes que le siguen, siempre en dirección al Norte; el 24 de noviembre se encuentran en el arroyo San Francisco y cruzan el río Queguay; el 1º de diciembre están acampados en el arroyo Quebracho. El 4 de diciembre en Chapicuy; el 7 de diciembre se hallan en el Daymán, próximos a Salto. Desde aquí prosiguen en dirección a este punto, donde permanecen acampados. Alrededor del 10 de diciembre las familias inician el pasaje del Río Uruguay por el Salto Chico hacia la costa occidental cuyo pasaje prosigue hasta fines de este mes. En los últimos días de diciembre habían pasado la mayoría de las familias el Río Uruguay quedando el grueso del ejército en el territorio oriental. Es entonces cuando se ataca a los portugueses que pretenden obstaculizar el paso, los que son completamente abatidos en Belén. Artigas cruza el río Uruguay en la primera semana de enero de 1812. Las familias acampan en la costa occidental a la espera de que el Gobierno de Buenos Aires acceda a la solicitud formulada por su Jefe el 14 de diciembre de 1811 en el sentido de que se les autorice para instalarse en el punto de Concepción del Uruguay que les ofrecía mayor seguridad. No satisfecha esta aspiración, los emigrados permanecen acampados en el Salto Chico, hasta que se resolviera sobre su destino. Artigas, designado por el Gobierno de Buenos Aires Teniente Gobernador de Yapeyú, debía dirigirse a aquel punto. La permanencia y expansión de los portugueses en el litoral determinó la necesidad de emprender operaciones militares contra ellos. En la segunda quincena de abril de 1812 se abrirían las operaciones, lo que explica el pasaje del ejército, nuevamente a la costa oriental seguido de las familias que se negaron a abandonarlo. El 10 de abril se había terminado la penosa travesía del río instalándose el campamento artiguista en el Salto Chico Oriental. El Gobierno de Buenos Aires creyó conveniente dejar en suspenso el plan de ataque a los portugueses y ordenó el retroceso de Artigas al territorio de Entre Ríos. El 29 de abril de 1812 el ejército oriental ha pasado el Uruguay fijando nuevamente su campamento en el Salto Chico occidental. El 23 de mayo aún se encontraba en aquel sitio dispuesto a encaminarse hacia el norte, a Corrientes. El Cuartel General debía situarse en la costa del Yaguarí. El 27 de mayo, Artigas, que había movido su Cuartel del Salto Chico Occidental, se encontraba en la costa del Ayuí. El 30 y 31 de mayo tiene su cuartel en el arroyo de Mandisoví. Al día siguiente Sarratea, en virtud de órdenes que ha recibido de Buenos Aires, firmado el tratado de 26 de mayo de 1812, dispone que Artigas suspenda sus 322 marchas y operaciones en Misiones. El 6 y 8 de junio Artigas se encontraba en San Gregorio desde donde retrocede, de manera que el 10 de junio se encontraba nuevamente en el Ayuí donde instala al fin su campamento. El patriarca y su pueblo permanecerán allí catorce meses, después de los cuales regresaran a la patria, por el mismo camino que llevaron, y conducidos por la misma visión. En el Ayuí quedaron establecidas alrededor de 16000 personas, soportando toda clase de dificultades y a la espera de la oportunidad de retornar a la tierra natal. Artigas debió desplegar una gran actividad: atender a los múltiples problemas que creaba el abastecimiento y el mantenimiento del orden en la población; ejercitar a los hombres en el manejo de las armas, preparándolos para el momento en que se reiniciara la lucha; establecer relaciones con los pueblos vecinos de Entre Ríos, Corrientes y Paraguay, procurando convencerlos acerca de que los americanos tenían los mismos problemas y debían unirse para resolverlos en común. En el Ayuí, Artigas inicio su experiencia como gobernante; aprendió a resolver los mil problemas que se presentan diariamente, y en el íntimo contacto con su pueblo, sintió el respeto y la veneración de este obligándose a servirlo como lo haría hasta consumir sus últimas energías. El armisticio entre Buenos Aires y Portugal En noviembre de 1811 Elío abolió el Virreinato del Río de La Plata y se marchó a España, designando a Gaspar de Vigodet como jefe militar del territorio. Vigodet tomó el mando en enero de 1812 y reanudó la guerra con Buenos Aires anulando el armisticio de octubre. El primer Triunvirato, entonces, bajo la presión diplomática de Inglaterra, trato de impedir la intervención de Portugal en el conflicto con Montevideo. El 26 de mayo de 1812 se firmó en Buenos Aires el armisticio luso-bonaerense (tratado Rademaker-Herrera) que estableció el cese de las hostilidades entre las fuerzas de Portugal y de las provincias Unidas y dispuso el retiro del ejército portugués del territorio oriental. Diferencias políticas entre Artigas y el Triunvirato: el envío de Sarratea al Ayuí. (Junio De 1812). El gobierno de Buenos Aires, al iniciar preparativos militares, designó a Manuel de Sarratea como general en jefe del Ejército de Operaciones de la Banda Oriental. Sarratea ubicó su ejército sobre la costa occidental del Río Uruguay y luego se trasladó al Ayuí. En el campamento oriental se iniciaron una serie de 323 divergencias entre Artigas y Sarratea, que con el tiempo se convertirían en un grave conflicto. En junio de 1812 Sarratea se dirigió al Ayuí y se presentó ante Artigas como General en Jefe del Ejército Revolucionario, siendo reconocido y acatado por el Caudillo. Al mismo tiempo, para dividir el ejército oriental, Sarratea consiguió atraerse por medio de halagos e intrigas a algunos jefes artiguistas de arraigo, resquebrajando la magnífica unidad que hasta ese momento habían mantenido el pueblo y el ejército oriental en el exilio. De inmediato Sarratea ubicó su campamento en Arroyo de la China (Concepción del Uruguay), donde fue seguido por los jefes desertores y algunas familias del campamento del Ayuí. Artigas, con el apoyo de los jefes orientales, protestó ante las autoridades bonaerenses por la conducta desleal e intrigante de Sarratea y, al no obtener satisfacciones, renunció a los títulos militares que se le habían otorgado, quedándose únicamente con el de Jefe Militar y Civil de los Orientales. Sarratea desconoció la Jefatura de Artigas e intenta separar de las filas orientales a muchos oficiales. Junto a Artigas permanecen los hombres representativos de la raíz popular y campesina: Otorgués, Rivera, Lavalleja, Blas Basualdo, Andrés Latorre, Miguel Barreiro. Desde un primer momento le rindió los honores correspondientes a su jerarquía. Transcurrido el tiempo, el General Sarratea empezó a dar órdenes a los subordinados de Artigas pasando por encima de su jerarquía: los malos orientales, atentos al canto de sirena que les prometía beneficios personales, se alejaron del campamento de Artigas y lo peor, lo hicieron con sus tropas. Olvidaron que si por algo habían sido fuertes los orientales, en los peores momentos, había sido por su unión. Se va el Teniente Coronel Eusebio Baldenegro, su Mayor General (el segundo de Artigas), se va el Teniente Coronel don Ventura Vázquez con el Regimiento de Blandengues (cuerpo del que Artigas era jefe, sin perjuicio del comando superior del Ejército Oriental). Se van los comandantes Pedro J. Viera y Baltasar Vargas. Se va el Capellán del Ejército Santiago Figueredo. Quedan los fíeles, los orientales de corazón. Luego de esto Sarratea estableció su campamento en el Arroyo de la China (Concepción del Uruguay) teniendo como Jefe de Estado Mayor a Francisco Xavier de Viana y por secretario a Pedro Feliciano Cavia, montevideanos ambos, como igualmente, antiartiguistas. Los orientales protestan ante Buenos Aires al no ser contemplados y Artigas renuncia a los títulos dados por dicho Gobierno. “Nada debemos esperar sino de nosotros mismos”, había dicho meses antes a Elías Galván. 324 Los jefes fieles al General habían enviado en su representación ante el Gobierno a don Manuel Martínez de Haedo. El teniente don Vicente Fuentes, también en Buenos Aires, cumplía misiones dispuestas por el General Artigas. El segundo Triunvirato El tiempo transcurría y el 8 de octubre de 1812, tiene lugar en Buenos Aires un nuevo cambio de gobierno, aparece el segundo Triunvirato. Este envía al mayor Carlos María de Alvear con la finalidad de buscar la paz y unión entre Artigas y Sarratea. Alvear no se entrevista con el General Artigas, alega los sufrimientos padecidos por una caída del caballo y de regreso a Buenos Aires falsifica la documentación, tergiversando los hechos. A fines de 1812 Sarratea ordenó a Artigas que se trasladara con sus fuerzas a Montevideo detrás del ejército porteño. Artigas, que hasta ese momento había obedecido, rechazó sus órdenes y exigió en una nota que se determinara el cometido de ambas fuerzas y el alejamiento de Sarratea del mando del ejército. Poco después, en enero de 1813, delegados de Artigas y de Sarratea celebraron una entrevista y llegaron a la firma de un acuerdo que establecía el alejamiento de Sarratea como jefe del ejército y la declaración de que las tropas bonaerenses constituían un ejército auxiliador. Sarratea se negó a aceptar lo pactado por lo que Artigas ordenó a uno de sus jefes, F. Rivera, que hostilizara al ejercitó porteño. Además, envió a Buenos Aires a Tomas García de Zúñiga con la misión de hacer conocer a dicho gobierno las aspiraciones del pueblo oriental. Artigas instruía de esta manera a su diputado: “La soberanía particular de los pueblos”, sería precisamente declarada y ostentada como único objeto de nuestra revolución. Este principio constituyó uno de los puntos básicos del ideario artiguista y fue un antecedente del federalismo. Sarratea el 2 de febrero declara a Artigas “Traidor a la Patria” urgiendo medios para quitarle la vida. Cada día es mayor el número de deserciones del Ejército Auxiliador que van hacia el de Artigas.Sarratea aumentó a tal grado su desprestigio que en la “representación del vecindario” del 23 de febrero de 1813 resultó la unión de ambos ejércitos. Dos días antes el General Rondeau había sustituido a Sarratea. Ante la gravedad de la situación, los principales jefes porteños, Rondeau y French, decidieron llegar a un acuerdo con Artigas, sustituir a Sarratea en la jefatura del ejército y retirar los oficiales que se habían separado del campamento del Ayuí. El 21 de febrero de 1813, Sarratea dejó el mando a Rondeau y se embarcó hacia Buenos Aires. El 26 del mismo mes el ejército artiguista se unió al porteño y juntos continuaron el asedio a la ciudad de Montevideo. 325 Todos estos hechos desencadenaron en la convocatoria de la Asamblea General Constituyente del Rio de la Plata en enero de 1813.La evolución de los acontecimientos nos mostrara que fue Artigas, en la Provincia Oriental, quien proyectó la organización política más adecuada a los intereses de los pueblos y a los principios de la Revolución. Artigas convoca un congreso oriental en tres cruces (Abril 1813). El Congreso oriental celebró su cesión inicial el 5 de abril de 1813 con la presencia de numerosos diputados de los pueblos que comprendían la Banda Oriental. Artigas presidió el Congreso y pronunció el discurso de apertura, donde expuso públicamente por primera vez el principio de la soberanía de los pueblos y la necesidad de una constitución. Artigas comenzó el discurso recordando el momento en que el pueblo oriental lo había elegido como Jefe y expresó que ésta era la segunda vez que debía hacer uso de su soberanía: “Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana. Vosotros estáis en el pleno goce de vuestros derechos: ved ahí también todo el premio de mi afán”. Estas palabras muestran un profundo sentido democrático. En este congreso se decide reconocer la Asamblea Constituyente pero bajo una serie de condiciones. De este Congreso se desprende lo que son las Instrucciones de 1813 que los diputados orientales llevarían a la Asamblea Constituyente. Estas Instrucciones representan una síntesis del pensamiento artiguista y constituyen un verdadero programa de organización para la Provincias Unidas. … “En este año 1813, desde el momento en que se incorpora al segundo sitio, hasta el en que se retira de él, en enero de 1814, cobra Artigas todas sus proporciones. Su pensamiento solar brota ya conglomerado, de la sombra caótica, y, separando las tinieblas de la luz, empieza a regular los días y las noches…” “…dicta entonces sus instrucciones;…No son ellas una opinión; son una evidencia, un grito imperioso, una intimación de luz que vibra en las tinieblas, y proyecta en ellas los colores de un bandera nueva…” Los principios de gobierno fundamentales sustentados en las Instrucciones son los siguientes: INDEPENDENCIA: Se pide que la Asamblea Constituyente declare la independencia absoluta de estas colonias. REPUBLICANISMO Y DEMOCRACIA: Se propone el establecimiento de 326 un régimen republicano y democrático en el cual el pueblo gobierne por intermedio de sus representantes, que exista la libertad civil y religiosa y se adopten todas las medidas necesarias para evitar el despotismo. FEDERALISMO: Se proponía un régimen federal, basado en el reconocimiento de su igualdad entre todas las provincias para evitar que una provincia prevaleciera sobre las otras “…Estas sus Instrucciones, que estamos estudiando, emanaron del alma de esos pueblos, de todos los pueblos rioplatenses. Artigas es y será el héroe; él vio la verdad intrínseca de nuestra vida…” “…en sus Instrucciones proclama, no solo la independencia oriental, sino la independencia absoluta de estas colonias,…se siente investido del genérico de Protector de los Pueblos Libres, como será llamado…” ANEXOS LOS ORIENTALES Letra de Idea Vilariño Música- Los Olimareños De todas partes vienen, sangre y coraje, para salvar su suelo los orientales; vienen de las cuchillas, con lanza y sable, entre las hierbas brotan los orientales. Salen de los poblados, del monte salen, en cada esquina esperan los orientales. Porque dejaron sus vidas, sus amigos y sus bienes, porque es más querida 327 la libertad que no tienen, porque es ajena la tierra y la libertad ajena y porque siempre los pueblos saben romper sus cadenas. Eran diez, eran veinte, eran cincuenta, eran mil, eran miles, ya no se cuentan. Rebeldes y valientes se van marchando, las cosas que más quieren abandonando. Como un viento que arrasa van arrasando, como un agua que limpia vienen limpiando. Porque dejaron sus vidas... BIBLIOGRAFIA Biblioteca Artiguista- La Redota (El Éxodo) de Carlos Maggi -La Epopeya de Artigas Tomo II de J. Zorrilla de San Martín -Artigas fundador de la nacionalidad Oriental de Víctor Martínez -Artigas. Estudios publicados por El País de Edmundo Narancio. Historia del Uruguay y de América de A. Traversoni Historia del Uruguay Siglos XIX y XX de Schurman Pacheco – Coolighan Sanguinetti Historia del Uruguay de Traversoni Historia del Uruguay de Reyes Abadie 328 Noelia Churi Pérez Liceo Parroquial San José Canelones – Uruguay EL COMIENZO DE UNA NUEVA Y LARGA ETAPA PARA LOS ORIENTALES: La Revolución Hispanoamericana es uno de los acontecimientos fundamentales de la primera mitad del siglo XIX. En ella se encuentra el punto de partida para la vida independiente de la gran mayoría de los países de este continente y marca el momento final para el imperio español. Por la acumulación de una serie de factores internos y externos se desencadenó el estadillo de la Revolución en Hispanoamérica. Hechos que desencadenaron la revolución de 1811: Toda ésta situación que se ve representada en el mapa ayudó a desencadenar el desenlace político institucional en la capital del virreinato, al comenzar el año 1810. El descontento creciente de la campaña oriental hizo que se pusiera en contra de Montevideo. Buenos Aires estaba interesada en extender la Revolución, así mismo prometía soluciones a los problemas de los orientales, a quienes estimulaban y enviaban auxilio. El 28 de febrero de 1811, con el Grito de Asencio, comenzaba el alzamiento de la campaña oriental. El movimiento surgía así desde la campaña, espontáneo, inorgánico, opuesto totalmente a Montevideo. Esto tenía que ver con la política desarrollada por la ciudad con respecto a la producción de la campaña desde tiempo atrás; los cueros, principalmente comercializados con Europa, eran intermediados en el puerto de Montevideo por los poderosos comerciantes y barraqueros montevideanos, quienes bajaban los precios de compra al productor y subían los derechos de depósito en las barracas. Ocurridos los acontecimientos de 1810 en el Río de la Plata y puestas en prácticas las medidas de recaudación de fondos a expensas del medio rural, la campaña Oriental no tardó en levantarse en armas. Sin embargo, difícilmente el movimiento podría prosperar carente de una autoridad y guía rectora. Ésta surgió con la incorporación de Artigas a la Revolución. 329 Ésta marcha de la Banda Oriental albergaba junto a los milicianos de Artigas una gran cantidad de indios, criollos, mujeres, niños, viejos, jóvenes, muchos de ellos eran familiares de los soldados a consecuencia de las negociaciones del armisticio entre Elío y la Junta de Buenos Aires. En la trayectoria se iban incorporando familias paisanas. Artigas no logró convencerlos de que se quedaran ya que no tenía armas ni podían protegerlos. Estas familias, sin embargo, siguieron igual. “El levantamiento oriental de 1811 fue una rebelión de instintos, la mayoría del pueblo que va a intervenir en la revolución es guiada por un caudillo… el peón de la estancia, sale el matrero de la espesura del monte, el indio aúlla y levanta su toldería. Blancos, rubios, morenos, indios, negros, pardos, viejos, jóvenes y mujeres. Montando, blandiendo (tomando) armas y cuchillos, empuñando viejos tabucos… Salidos no se sabe de dónde, llegan de todas partes. La fuerza rural alzada constituye una fuerza que tomará la dirección en que se le encause y servirá al bien o al mal según quién los dirija.” Canción: Los Orientales: De todas partes vienen, sangre y coraje, para salvar su suelo los orientales; vienen de las cuchillas, con lanza y sable, entre las hierbas brotan los orientales. Salen de los poblados, del monte salen, en cada esquina esperan los orientales. Porque dejaron sus vidas, sus amigos y sus bienes, porque es más querida la libertad que no tienen, porque es ajena la tierra y la libertad ajena 330 y porque siempre los pueblos saben romper sus cadenas. Eran diez, eran veinte, eran cincuenta, eran mil, eran miles, ya no se cuentan. Rebeldes y valientes se van marchando, las cosas que más quieren abandonando. Como un viento que arrasa van arrasando, como un agua que limpia vienen limpiando. Porque dejaron sus vidas... El Caudillo José Gervasio Artigas: Con esta biografía trato de describirlo con frases de quienes lo conocieron personalmente. Artigas nacía el 19 de junio de 1764 en la ciudad de Montevideo… Y así lo describen… El General Nicolás de Vedia que fue su compañero de clase recuerda que: “Es Artigas de regular estatura, algo recio y ancho de pecho. Su rostro es agradable; su conversación afable y siempre decente; come parcamente, bebe a sorbos, jamás empina los vasos. No tiene modales agauchados, sin embargo de haber vivido siempre en el campo”. “José Artigas era un muchacho travieso e inquieto y dispuesto a solo usar de su voluntad; sus padres tenían establecimiento de campaña y de uno de ésos desapareció a la edad como de 14 años y ya no paraba en sus estancias, sino era una que otra vez, ocultándose a la vista de sus padres. Correr alegremente los campos, changuear y comprar ganados mayores y caballadas, para irlos a vender a la frontera del Brasil, algunas veces contrabandear cueros secos, y siempre haciendo la primera figura entre los muchos compañeros, eran sus entretenimientos habituales”. Hacia 1790 existen referencias de que vivía por el litoral del Uruguay, recogiendo ganados en los campos del Queguay, asociado “a un señor Chatre”. Nicolás de Vedia vuelve a mencionarlo en sus “Apuntes”: 331 “Se había pasado cosa de diez y seis a diez y ocho años, cuando después abrazó su carrera de vida suelta, lo vi por primera vez en una estancia, a orillas del Bacacay, circundado de muchos mozos alucinados que acababan de llegar con una crecida porción de animales a vender. Esto fue a principios de año ’93, en la estancia de un hacendado rico, llamado el Capitán Sebastián”. El Comandante del Apostadero Naval de Montevideo, José María de Salazar lo describe de la siguiente manera... “Artigas era el coquito de toda la campaña, el niño mimado de los Jefes, porque para todo apuro lo llamaban, y se estaba seguro del buen éxito, porque tiene su extraordinario conocimiento de toda la campaña como nacido y criado en ella, en continuas comisiones contra ladrones, portugueses y además muy emparentado, y en suma, en diciendo Artigas, en la campaña todos tiemblan. Este hombre insultado y agraviado sale vomitando furias, desaparece, y cada pueblo por donde pasaba lo iba dejando en completa sublevación…”. En su “Diario de Viaje”, Larrañaga también lo describe: “…En nada parecía un general. Su traje era de paisano y muy sencillo: pantalón y chaqueta azul, sin vivos ni vueltas, zapatos y medias blancos y un capote de bayetón eran todas sus galas…” Bartolomé Mitre lo describe como: “Artigas era verdaderamente un hombre de hierro. Cuando concebía un proyecto no había nada que lo detuviera en su ejecución, su voluntad poderosa era el temple de su alma y el que posee esta palanca puede reposar tranquilo sobre el logro de sus empresas. Original en sus pensamientos como en sus maneras (...) Siempre se mostró superior al peligro”. Cómo veo yo a Artigas después de la formación que he recibido: Desde niña me han mostrado formas de ser y de ver a Artigas. Desde mi punto de vista de niña Artigas era un héroe, pensaba que sin él no seríamos lo que somos ahora, me lo mostraban como si fuera “Dios”. Pero si lo comparo con lo que pienso ahora muchas cosas han cambiado en mi forma de pensar ya que he estudiado muchos puntos de vista de diferentes historiadores, amigos de él y como fue verdaderamente la historia de nuestra Patria. Antes cuando iba a la escuela era diferente la historia que nos mostraban, mucha información nos la “ocultaban” y nos mostraban a Artigas cómo un héroe (cómo dije anteriormente). Mi opinión que merece ahora de Artigas es buena también, y no dudo de que fue una gran persona, pero sé que sin la ayuda de todos los Orientales no hubiese sido un “héroe”, lo vemos así ya que a él lo habían asignado cómo guía de ésta marcha o éxodo, pero si hubiesen elegido a otra persona, Artigas hoy en día no sería nombrado, sólo 332 lo recordaríamos como recordamos a las demás personas que acompañaron la marcha, cómo uno más y sería otra persona a la cuál llamaríamos “héroe”. También el ideal que tenía yo de él cambió mucho cuando me enteré que era contrabandista. Él fue contrabandista de ganados y cueros hacia Brasil. Y sin embargo lo seguimos y seguiremos llamando “héroe” de nuestra Patria. En el inicio del siglo XIX España se encontraba debilitada por las continuas guerras que había emprendido cómo aliada de Francia contra Gran Bretaña. Por otro lado el cautiverio de Fernando VII profundizó la crisis monárquica. La Banda Oriental no conformaba la unidad jurídico-administrativa, sino que estaba dividida en tres autoridades: la Gobernación de Montevideo, la Intendencia de Buenos Aires y la Gobernación de Misiones. A lo largo de 1810 se fue proyectando la revolución en ambas orillas del Río de la Plata. En febrero de 1811 comenzaron en Mercedes las acciones militares del bando patriota. Rápidamente las fuerzas “insurgentes” avanzaron por el litoral y el éste de la Banda Oriental. El 18 de mayo de 1811 las fuerzas comandadas por Artigas derrotaron a las tropas realistas al mando del Capitán de Fragata José Posadas en la Batalla de las Piedras. Algunas características de la Batalla fueron: los artiguistas tenían un ejército de 1000 hombres, en cambio las milicias de Posadas estaban constituidas por 1230 personas. Además poseía artillería y fusiles modernos de la época; en cambio la milicia artiguista estaba formada en su mayoría por hombres de campo y desertores de las filas españolas. Tenían jinetes armados de boleadoras y picanas. Luego de la victoria Artigas pronunció: “Clemencia para los vencidos, curad a los heridos, respetad a los prisioneros”, en referencia a las fuerzas del ejército español. Ese triunfo decisivo permitió poner sitio a la ciudad de Montevideo, a la vez que las demás poblaciones y las zonas rurales quedaban bajo el control de las tropas revolucionarias. En enero de 1811 había llegado a Montevideo el Brigadier Francisco Xavier de Elío con el título de Virrey del Río de la Plata. Ante la negativa de la Junta de Buenos Aires a reconocer su autoridad, fijó la sede de la capital virreinal en Montevideo. Elío había promovido en 1808 la destitución del Virrey Santiago de Liniers por “afrancesado” (partidario de Napoleón) y participado decididamente en la creación de una Junta de Gobierno en Montevideo. Presidida por él, la Junta defendía los derechos del rey español Fernando VII, preso en Francia, desconociendo la autoridad del Virrey y la Real Audiencia. En febrero de 1811 Elío declaró la guerra a la Junta Gubernativa de Buenos Aires. La flota de marina -Montevideo era la sede del Apostadero Navalbloqueó de inmediato el puerto bonaerense y controló la navegación del 333 Río Uruguay. Tras la derrota en Las Piedras las autoridades montevideanas aceptaron el auxilio ofrecido por el gobierno de Portugal. La corte lusitana, que desde comienzos de 1808 residía en Río de Janeiro huyendo de la invasión napoleónica, era consciente de que la crisis que afectaba a la Corona española también podía tocarle a ella, por lo cual debía estar muy atenta a los acontecimientos de España y América. Para ello potenció todas las vías posibles de comunicación. La amenaza que representaba para el imperio portugués la sublevación de las colonias españolas -el temor al “contagio revolucionario”-, es clave para comprender la política llevada adelante por la dinastía de los Braganza durante la primera década revolucionaria. La Banda Oriental representaba una frontera amplia entre ambos imperios ibéricos. Los portugueses buscaban extender sus territorios, y con la debilidad de la autoridad española aumentaron las posibilidades de los portugueses para expandirse y controlar más territorio que el acordado en los tratados de límites. En julio de 1811 un ejército portugués comandado por Diego de Souza cruzó la frontera en apoyo a Elío. La intervención lusitana representó una amenaza a la retaguardia del ejército sitiador y contribuyó de modo decisivo a la firma del armisticio entre gobiernos de Montevideo y Buenos Aires. El ingreso de las fuerzas lusitanas en la Banda Oriental provocó que el gobierno revolucionario de Buenos Aires iniciara negociaciones a los efectos de acordar un “Tratado de Pacificación”. La ocupación portuguesa representó la apertura de un nuevo frente de guerra. El puerto de Buenos Aires se encontraba bloqueado por la armada española que trataba las actividades mercantiles. Por estos motivos la Junta argumentó que era necesario establecer un armisticio con las autoridades españolas. Tras un año y medio de guerras, las autoridades revolucionarias veían peligrar sus proyectos políticos. La prioridad entonces fue liberar al puerto porteño del bloqueo que estaba llevando adelante la armada española de Montevideo. Y la opción de la Banda Oriental fue dejar los territorios bajo el dominio español. Mientras la Junta de Buenos Aires intentaba acordar con las autoridades montevideanas la manera de conseguir la paz entre ambos gobiernos, el Comandante en Jefe de las fuerzas sitiadoras, Cnel. José Rondeau, solicitaba al gobierno porteño hombres y armas para fortalecer la retaguardia. En los primeros días de setiembre una delegación bonaerense llegó al campo sitiador para informar sobre las conversaciones que habían llevado a cabo con el gobierno montevideano. El día 10, en la Panadería de Vidal (ubicada en la actual manzana de Lorenzo Fernández, Pedernal, Joaquín Requena y Yaguarí), convertida en 334 cuartel militar, se celebró una reunión de los “vecinos orientales” para que se informaran y se pronunciaran sobre las negociaciones que se estaban llevando a cabo con Elío. En dicha oportunidad, “el vecindario –según recogió en sus memorias Carlos Anaya-se comprometió a sostener personalmente el sitio, mientras tanto el ejército salía al encuentro del que mandaba De Souza, jefe portugués en marcha al campo sitiador”. Los representantes de la Junta debían informar a las autoridades porteñas esta propuesta para conocer cómo seguirían las negociaciones. Un mes después los “vecinos orientales” de la línea sitiadora fueron convocados por el Cnel. Rondeau para informarles acerca del “Tratado de Pacificación” que se estaba acordando con las autoridades realistas de Montevideo. En la asamblea reunida el 10 de octubre de 1811 en la Quinta de la Paraguaya (ubicada en las cercanías de la intersección de las calles 8 de Octubre y Garibaldi) se conoció que el acuerdo suponía el levantamiento del sitio y la retirada de las tropas revolucionarias. Los vecinos orientales aceptaron con poco agrado suspender el asedio a la ciudad de Montevideo –sólo podía justificarse para lograr una posición más ventajosa para frenar el avance portugués-, pero decidieron continuar la guerra. Proclamaron a José Artigas como “Jefe de los Orientales” (elegirlo cómo Jefe significaba que los respetaba cómo Pueblo, era buen supervisor, sabía tomar decisiones y reaccionar en las situaciones imprevistas) y lo siguieron en su retirada hacia San José. El 20 de octubre se firmó el armisticio, por el cual se disponía el levantamiento del sitio y el retiro de las fuerzas revolucionarias de la Banda Oriental del Río de la Plata. Las tierras de la ribera oriental del río Uruguay, junto a los pueblos del Arroyo de la China (Concepción del Uruguay), Gualeguay y Gualeguaychú ubicados en la zona de Entre Ríos quedaban bajo la autoridad española. Por su parte el Virrey Elío debía solicitar el retiro del ejército portugués, levantar el bloqueo al puerto de Buenos Aires y garantizar una amnistía a todos aquellos que hubiesen expresado adhesión a la revolución. Al conocerse los términos del Armisticio firmado entre las autoridades de Montevideo y las fuerzas bonaerenses, los vecinos y pueblo en armas que mantenían el sitio de Montevideo deciden abandonar un territorio en el que se sentían inseguros. Porque por un lado quedaban a expensas de las autoridades españolas a las que habían combatido hasta ese momento; mientras, por el otro, se hallaban enfrentados a la presencia de las tropas portuguesas. Y se refugian en el seno de un ejército revolucionario en retirada, y marchan junto a él. 335 Abandonan los alrededores de Montevideo desde el mes de octubre de 1811 hasta que retornan y se incorporan al segundo sitio (iniciado por las fuerzas de Rondeau). Estas fechas abarcan el largo derrotero de un pueblo y ejército guiados por su caudillo a través de la Banda Oriental, a la que atraviesan y arrastran a su paso. Pero abarcan también todas las connotaciones de esa marcha: la mezcla de adhesiones, euforias, temores y amenazas que determinaron las conductas de sus diversos actores: el inicio de una identidad colectiva que después lograría un perfil nacional; la ambigüedad que puede observarse en los principales protagonistas. Inician las marchas acompañadas de las fuerzas bonaerenses. Cruzan el Río San José en el Paso de Pintos y acampan a fines de octubre en la zona de Arroyo Grande. El 31 de octubre las fuerzas bonaerenses se separan del ejército oriental y mientras este se dirige hacia el Yapeyú, la gente de Rondeau bajaba hacia su punto de embarque: Colonia del Sacramento. Les dejaban a los orientales ocho piezas de artillería, un repuesto de municiones y tres oficiales duchos en su manejo. El Capitán General Vigodet reclamó, desde Montevideo, el embarque de las tropas de Artigas como parte del cumplimiento del Tratado de Pacificación. Buenos Aires creía necesario enviar a Artigas a custodiar el pueblo de Misiones, atacado por los portugueses. Por un lado, se rinde ante las exigencias de Montevideo, y abandona el sitio dejando a los orientales que se habían levantado en armas a expensas de sus antiguos enemigos. Por otro lado no desecha la idea de volver a enfrentarse a Montevideo cuando reponga fuerzas, de allí que guarde bajo la manga la carta del ejército artiguista. Le servía que se mantuviera unido, armado y expectante. A los cinco días de haberse realizado la Asamblea del Paso de la Arena, en la que se decidiera emigrar, Artigas recibe por parte de la Junta bonaerense el cargo de Teniente Gobernador de Yapeyú. Es hacia ese territorio que se dirige, las familias ya se habían sumado al ejército. Cruzan el Río Negro entre el 11 y 13 de noviembre de 1811: tres días para cruzar trabajosamente el más ancho de los ríos interiores de la Banda Oriental. Luego ocupan Paysandú por pocos días, y siguen cruzando las barreras de agua de la bien regada llanura: el 1° de diciembre el arroyo Quebracho, el 4 el Chapicuy y el 7 el Daymán. Luego seguirán hasta el Salto Chico donde efectuarán el cruce del Río Uruguay. Las familias cruzan en diciembre, Artigas y su ejército solo después de custodiar el pasaje de todos, ya en enero de 1812. Allí acampan en las orillas del arroyo Ayuí, en la provincia de Entre Ríos. Los charrúas, que eran 300 aproximadamente, acompañaban la marcha. No abandonan 336 el territorio de sus antepasados, y se quedan de este lado del río. Pero aguardaran, expectantes, el retorno del pueblo en armas. El padrón de las familias que Artigas manda levantar a mediados de diciembre de 1811 desde el Cuartel General del Salto registra a las “familias emigradas” de la Banda Oriental que siguen al ejército de Artigas con casi cinco mil nombres propios. El inventario comprende los datos de los hijos y de los pocos bienes que se podían acarrear en la difícil marcha. Aun en el breve renglón que cada familia ocupa caben sin embargo los trazos de un agudo retrato de época. Retratos de hombres y mujeres que demuestran sus corajes y vanidades incluso a través de los datos desnudos de un censo. Pivel Devoto presupone un mensaje de parte de Artigas. La concepción de este documento, la prolijidad de los datos que registra, el espíritu que trasunta cada una de sus líneas, su formalismo, reflejan en síntesis que Artigas quiso dejarnos de aquella gran patriada la idea de un fenómeno social originado por fuerzas coherentes, que permitan confundir en las mismas páginas de un censo con un sentido de unidad, los nombres de las familias criollas pobladoras de distintos pagos y jurisdicciones de la Banda Oriental”. Censo: “Veinticinco familias (sobre 880), el 3%, tienen muchos esclavos (más de 5) y sus bienes promedian los 700 pesos por persona -Don Martín llevaba 3 carretas y 8 esclavos suyos, Pablo Preafán, el padre de Rivera, con 7 carruajes y 16 esclavos; 130 familias (14%) tienen varios esclavos (hasta 5) y bienes que promedian los 125 pesos por persona; 450 familias (52%) llevaban un transporte con su mobiliario, sin tener esclavos, sus bienes promedian los 50 pesos -es la clase media, integrada por ‘ocupantes’ de tierras; 270 (31%) no tienen esclavos ni llevan transportes, carecen de bienes; se contabilizan en total 500 esclavos, el 12% de la población computada. Son cifras incompletas, pues Artigas advierte que no se computan, además de la tropa, ni los hombres ‘sueltos’ ni las familias que acampan distantes ni ‘los que van llegando’. El censo realizado por Artigas contabiliza un total de 4.435 personas y 846 carruajes, pero en opinión general de los historiadores al no contabilizarse los ejércitos, ni las personas que se sumaban al acontecimiento general en el camino (“los que van llegando”), ni demás, se llega a un número aproximado a las 16.000 personas o más. Participaron personas de todas las clases sociales que se movían en las condiciones materiales más precarias. “Cada día miro con admiración sus rasgos singulares de heroicidad y constancia; unos, quemando sus casas y los muebles que no podían conducir; otros, caminando leguas a pie (…); mujeres ancianas, viejos decrépitos, párvulos inocentes acompañan esta marcha, manifestando todos la mayor energía y resignación, en medio de todas las privaciones”. 337 Esa madeja de soldados y hogares motiva otra dualidad: la del propio Artigas. En un oficio dirigido a uno de sus comandantes señala la ambigüedad de Buenos Aires: “El Gobierno de Buenos Aires abandona esta Banda Oriental, a su opresor antiguo, pero ella enarbola a mis órdenes, el estandarte de la libertad. Síganme cuantos gusten, bajo la suposición de que jamás cederé”. Allí estaba el sentido del deber, el instinto de amparar, la carga de responsabilidad que lo ligaba a la gente y que se levantaba como imperativo por encima de su condición de militar. Portador de una doble investidura, era como militar un Coronel del Regimiento de Blandengues, jerárquicamente dependiente del Gobierno Bonaerense, desde que se puso a su servicio. Mientras, como Jefe de los Orientales, era Jefe de un pueblo que por resolución popular lo eligió y le impuso la decisión del Éxodo. Varias son las causas que movieron a los habitantes de la Banda Oriental a protagonizar aquella marcha de toda la campaña. En primer lugar, el temor. Las tropas portuguesas (de las que un vecino afirmaba “Con títulos de ladrones, hacen la Guerra”) confirmaron lo que Artigas llamó su “mala fe”, o sea, su objetivo de conquista: “pueblos enteros que han saqueado, miles de atrocidades que han cometido”. Con criterio político y conocimiento de la historia, observó “la tenacidad de los portugueses”, pero también sus antiguas miras y ambiciones sobre el país; los enormes costos de una expedición que no compensaría tales gastos con la simple conquista de Montevideo. La artillería pesada que los acompañaba y la dificultad de Montevideo de defenderse por sí sola ante tales recursos, “todo anuncia que estos extranjeros tan miserables como ambiciosos no perderán esta ocasión de ocupar nuestro país”. Pues ese sería el primer paso de un plan más amplio que les permitiría sentirse “seguros de la llave del Río de la Plata”. Las represalias por parte de los españoles eran otra fuente de temor, aunque no la única. Claramente lo expresó Rondeau cuando informa sobre la situación de la campaña: de todos los puntos se repliegan familias al ejército sin que logren persuadirlas; “en muchas ha movido esta resolución el temor de los portugueses, en otras los sugerimos de algunos, que mal intencionados, se complacen en persuadirles males que les inferirá el Gobierno de Montevideo luego que se vea libre de los respetos que le impone este ejército, y las más por el temor de los desertores que ya principian a llenar de terror a las familias, y que prevalidos sin duda de la impotencia en que queda aquel Gobierno para contenerlos causarán en lo sucesivo daños más sensibles”. Otra motivación del Éxodo además del miedo, es el entusiasmo: “los hombres respiraban entusiasmo por los poros”, dijo el Coronel Ramón de Cáceres. 338 Artigas: “me es lisonjera la alegría que manifiestan nuestros paisanos”; “la alegría que vi renacer entonces de los que me siguen hizo mi mayor gloria”. El supo ver en ese impulso de la gente un fermento valioso, de allí que aconsejara a uno de sus hombres que todo individuo que quisiera seguirlo, lo hiciera, no queriendo que persona alguna fuera forzada, sino voluntariamente. Mientras que, respecto a las familias, le señala: “siento infinito que no se hallen los medios de poderlas contener en sus casas: un mundo entero me sigue, retardan mis marchas, y yo me veré cada día más lleno de obstáculos para obrar; ellas me han venido a encontrar, de otro modo yo no las habría admitido”. Le pide entonces que: “se empeñe en que no salga familia alguna; aconséjeles ver que será imposible seguirnos, que llegarán los casos que nos veamos precisados a no poderlas escoltar, y será muy peor verse desamparadas en unos parajes que nadie podrá valerlas; pero si no se convencen por estas razas déjelas que obren como gusten”. La Banda Oriental esta semi-desierta, ya que casi todo el mundo ha marchado en el Éxodo. El poder realista, cuya sede está en la amurallada Montevideo, busca controlar esta revuelta llanura y envía una partida “tranquilizadora”, bajo el mando de un “Celador”. En sus minuciosas anotaciones él mismo escribe que salieron el 3 de mayo de 1812 de la Guardia del Cordón, almorzaron en Toledo “en lo del difunto Castro” y pasaron la noche en la estancia de Artigas, en el Sauce. Recorre durante un mes los campos, llegando a principios de junio a los pasos del Yí, en la sierra del Olimar, donde capturan a cuatro ladrones acusados de robo, deserción y una muerte en la zona de Santa Lucía. Decide ejecutarlos, para lo que cuenta: “hice conducir los reos al patíbulo, que era un palenque de caballos, y se los pasó por las armas, habiendo después mandado quitar las cabezas para dejarlas, la primera en La Cuchilla Grande, en el Camino Real del Cerro Largo; la segunda en el Paso de Illescas; la tercera en Casupá y la cuarta en San Ramón, lugar en donde los dichos habían hecho sus hazañas”, “el resto de los cadáveres fueron enterrados cristianamente”. Esta violencia no es nueva, pero si está acentuada, al tener como objetivos no solo la represión de delitos contra la propiedad o la vida, sino también la pertenencia al bando artiguista. Por eso el celador ordena que se requisen y quemen todas las embarcaciones menores para prevenir “alguna sorpresa de insurgentes” y que “si se encontrase alguna gavilla de rebeldes con las armas en la mano se les tratara como a reos de Estado y si las urgencias o escasez de gente no les permiten enviarlos a Montevideo o puerto más inmediato de donde con seguridad puede enviarlos a la dicha ciudad, les formará el más breve sumario, y convencido de tal hecho los hará pasar por armas, y sin más 339 contemplación que la de una ejecución breve y justa dejando las cabezas de los tales colocadas en los lugares más visibles y transitables. Como en toda situación de quiebra, en la revolución caducan reglas, caen poderes y, en una lógica nueva, afloran rebeldías y protagonismos. El día 9 de junio el celador anota en su diario que ha tenido noticias de que personas de “muchas villas y partidos producen expresiones denigrantes contra las disposiciones del Gobierno y su digno Jefe, siendo el mayor número de éstas algunas mujeres atrevidas que fiadas en lo preferido de su sexo les parece que tienen alguna particular libertad para expresarse de cualquier modo”. Entonces ordena que en todos los casos se las trate como a “reos del Estado”. En el informe que el Alférez de Milicias Antonio Bueno de Fonseca entrega a Vigodet dice que toda la campaña está totalmente desierta por haberse reunido sus habitantes a Artigas, “que todas la personas que no quisieron acompañarle, o aquellas que han prestado algún Socorro a los portugueses o en cuyas casas han parado, son muertos bárbaramente, y robados todos sus bienes. Todos los portugueses prisioneros por los porteños eran entregados a los indios para que los castigasen a su discreción. También relata la onda expansiva de la “redota” en su marcha. Mirándolos pasar desde lo alto de un cerro, el Alférez informa que las caballadas del ejército artiguista son de cuarenta mil animales, así como innumerables bueyes para transportar los bagajes “de las inmensas familias”. Santiago Vázquez, que había acompañado el éxodo hasta la ciudad de Salto, era en 1823 un anti-artiguista que publicó en un periódico de Montevideo la que sería una de las primeras fuentes escritas sobre el episodio. Con vigorosa pluma desarrolla esta escena con Artigas como centro: “oído de todos como un oráculo nombró sus procónsules o visires y los derramó en todas direcciones con escogidas escoltas a dar cumplimiento a sus feroces instrucciones”. Eligió a aquellos dotados de corazón sencillo por ser más capaces de llevar a extremos el fanatismo político. Y les dijo: “convidad a los pueblos a que me sigan, auxiliad la emigración, y haced todo el mal posible a los que no quieran adoptarla; traed cuanto posáis, y acabad el resto; talad, destruid. Quemad, porque cuanto más atrás de mí, es mi enemigo; es decir, no solo los hombres, sino los ancianos, los niños, las mujeres, las haciendas; las casas y hasta los pastos y las aguas, todo es vuestro y la Patria fugitiva os manda gozarlo, o destruirlo”. Esos “ministros del viejo de la montaña” cumplieron el pedido, “así al volver ellos de su comisión, Artigas se vio rodeado de diez mil almas”. Artigas confiesa: “yo admití la honra con que me distinguieron, me comprometí a guiarlos hasta el fin y eché sobre mis hombros los deberes que son anexos al todo”. “Me hallaré incapaz de corresponder a la patriótica ternura de estos géneros ciudadanos”. 340 Juan Zorrilla de San Martín en “La Leyenda Patria” sintetizará que en el éxodo Artigas “tomó entonces a su pueblo, a todo su pueblo, y lo cargó en sus hombros de gigante. Y dijo: “¡Vamos!”. Las descripciones de aquella emigración eran decadentes y Artigas se presenta ante el gobierno bonaerense y a poco de iniciadas las marchas, “solo ellos pueden sostenerse a sí mismos: sus haciendas perdidas, abandonadas sus casas, seguidos a todas partes no del llanto pero si de la indigencia de sus caras familias” expuestos a las calamidades del tiempo, “pobres, desnudos, en el seno de la miseria sin más recurso que embriagarse en su brillante resolución”. Y pide recursos en dinero para sostener a cuatro mil hombres “penetrados de la pasión americana” y algunos vestuarios para cubrir la “dolorosa desnudez” de esos “bravos seres”. Agradece los 200 sacos de galleta y las 60 ollas de hierro recibidas y pide municiones y vestuarios para su ejército. Alimentar esa masa errante fue un problema que se agudizó a medida que avanzaba hacia el norte. Ya a la altura de Mercedes tuvieron que organizar expediciones de gran riesgo para arrear ganado en terrenos y estancias controladas por las fuerzas portuguesas. Para curar a los heridos había un “Hospital”; éste era de acuerdo a la realidad ya que la mayor parte de las veces se curaba con yuyos y solo trabajosamente se consiguieron algunas medicinas; la anestesia “por vapores de éter (para las varias operaciones y amputaciones que la guerra ocasionaba) ya que ésta no aparece en el Río de la Plata hasta 1847. Buenos Aires lo había designado Teniente Gobernador del departamento misionero de Yapeyú, cuya capital era Santo Tomé y estaba en manos de los portugueses. Debió enfrentar las avanzadas lusitanas en todo Yapeyú, el Río Negro, Paysandú y hasta en el propio campamento del Salto Chico. Entre Montevideo como base del Poder Español y el avance de las tropas portuguesas, Artigas no dudaba: los más peligrosos eran los soldados de este imperio extranjero y ambicioso. Su experiencia en la carrera militar, la mayor parte en guerra contra los portugueses, le indicaba que aun acatando a regañadientes el armisticio debían mantener una fuerza armada respetable, que contuviera a ese enemigo mayor. Es de primera necesidad, le señala en diciembre de 1811 a Buenos Aires, evitar que el ejército portugués ocupe Montevideo y su campaña: “dueños de la llave del Rio de la Plata, inexpugnables en aquel punto, y aumentada entonces su fuerza con exceso, contrariaban absolutamente todas las comunicaciones exteriores, invadirán fácilmente la provincia del Paraguay, y muy en breve la seguridad de la capital misma se vería amenazada por mar y tierra”. 341 Los partidos portugueses se extendían por todo el territorio, observaban y seguían de cerca todos los movimientos de las tropas artiguistas, “solo el respeto que les causa este ejército les detiene para atacarme”, escribe Artigas, que sabe que ocupan los puntos que el va dejando, esperando que repasen el Uruguay, al que consideran “un antemural de su poder”. Sabe débil a Montevideo, no cree que sus fortificaciones basten para defenderla, pero cree que además “el pueblo corrompido no tomará una parte activa en oponerse cada día a un nuevo poder, cansado de sacrificios y privaciones”, mientras que “los hombres viles” que la gobiernan jamás accederán a pedir auxilio de Buenos Aires. La vieja rivalidad entre las dos ciudades era para él un dato geopolítico certero. Su plan para derrotar a los portugueses no se basaba en el enfrentamiento directo, porque conocía la inferioridad de sus medios y la necesaria prudencia militar. Buscaba el desgaste por multiplicación de frentes, la guerra de partidas que les permitía aumentar sus fuerzas no por el efecto de un mayor número de soldados, sino por las acciones rápidas, secretas y coordinadas que los obligaran a abrirse en varios cuerpos. Contaba con el apoyo de Paraguay para diversificar la atención de los portugueses. Procuraba ocupar la zona del Arroyo de la China, donde podía ubicar a las familias, quedando libre para operar militarmente a la vez que podía tener una reserva de ganado y caballos, además de ser un punto de apoyo que le asegurara una posible retirada. Ya desde febrero Artigas vuelve a plantear ante las autoridades bonaerenses su preocupación por el dominio portugués en la Banda Oriental y la necesidad de que sus hombres repasen el Río Uruguay. En febrero de 1812 elabora un plan y lo presenta ante Buenos Aires. En él plantea que había que atacarlos sin pérdida de tiempo. Buenos Aires le ordena que repase el Río Uruguay y luego de instalado ahí en la orilla Oriental tome únicamente las mismas posiciones que antes tenía, y agregan que no debe tomar por sí mismo ninguna iniciativa militar sin consultarlos. El Gobierno de Buenos Aires le envía una nota en la que autorizan a instalar a las familias orientales que lo siguen en sus marchas, en los pueblos y parajes que considere seguros y cómodos. Les señala que tiene prontas al lado Oriental caballadas y boyadas, pero que les es difícil determinar si conviene mantenerlas allí o hacerlas cruzar. En circunstancias tan críticas pide libertad para decidir sobre todo tipo de asuntos. El ayudante mayor de Artigas, a menos de un mes del plan de éste para expulsar a los portugueses, se dirige directamente a Buenos Aires y propone uno propio. Sugiere distribuir las fuerzas de acuerdo a pasos similares a los 342 del plan artiguista: apoyo paraguayo y correntino, toma de las Misiones, y culmina proponiendo un asalto “en brecha” en las murallas de Montevideo. El día 6 de abril de 1812 las fuerzas de Artigas cruzan el Río Uruguay y ganan la orilla oriental. Deja doscientos hombres del otro lado para ayudar el cruce de carretas y animales. Apenas instalado, le comunica a Buenos Aires que no ha podido convencer a las familias de separarse de ese ejército que se disponía a entrar en acción. Llegaron al exceso “de ofrecerme sus vidas formando entre los soldados antes que abandonar a sus padres, hermanos y esposos, precisamente cuando ellos por amor a la libertad iban a reconquistar sus antiguos hogares con el precio de su sangre”. Las fuerzas portuguesas despliegan un contraataque. A mediados de abril el avance portugués los obliga a dar marcha atrás y deben volver a cruzar el Uruguay para refugiarse en la orilla occidental. En junio de 1812 el Gobierno de Buenos Aires decide llevar la lucha nuevamente a la Banda Oriental. Se había firmado un nuevo armisticio, entre el representante del Reino de Portugal, Teniente Coronel Juan Rademaker, y el Gobierno de Provincias Unidas del Rio de la Plata, el Dr. Nicolás Herrera. Pensando en restablecer nuevamente el sitio de Montevideo, designan a Manuel de Sarratea como General en Jefe del “Ejército del Norte”. Poco después lo nombran Capitán de la Banda Oriental del Paraná. También nombran a Artigas General en Jefe del Ejército de Oriente y Capitán General de la Banda Oriental, dándole las primeras ordenes: suspender todas las acciones iniciadas sobre Misiones. En forma casi expresa Sarratea tenía asignada una tarea mayor: desmoralizar al ejército Oriental y crear divisiones que debilitaran el poder de Artigas. El 14 de Junio de 1812 Sarratea llego al cuartel de Artigas en el Ayuí. Este opinó sobre lo impropio de las faenas a cargo de los soldados, sobre la necesidad de respetar a los propietarios del ganado y observó que el ejército estaba sin caballos, escaseaban las carretas y había bandidos de toda clase por toda la campaña. En la misma fecha que Artigas reconoce a Sarratea, el 16 de julio de 1812, le devuelve las distinciones militares que la Capital le había otorgado. Hace que los Jefes de las divisiones de su ejército reconozcan a Sarratea. La mayoría lo siguió incondicionalmente, pero casi mil hombres se fueron tras Sarratea. Sarratea le pide a Artigas los mejores cuerpos para formar el ejército con que invadiría la Banda Oriental, a cuyos Jefes los había catequizado dándole lujosos trajes, y dinero, cosa que Artigas jamás pudo ni quiso darles. Formó así el ejército con el que repasaría el Uruguay comandado por una vanguardia a mando de Rondeau, mientras Artigas quedó con sus milicias 343 formando la retaguardia y ocupado en ayudar a las familias al cruce de las heladas aguas del río, en el crudo mes de agosto. Mientras el momento del cruce se producía, Sarratea situó su campamento a una legua del cuartel general de Artigas. Desde allí tendría contactos personales, entrelíneas y maniobras, buscando desacreditar, debilitar y finalmente matar al Jefe de los Orientales. Sarratea sienta los primeros antecedentes de lo que luego se llamaría “La Leyenda Negra” en torno a Artigas, describiéndole a la capital el más sombrío de los panoramas. Se destruyó la remesa de treinta y cinco mil caballos que habían traído desde la Banda Oriental, así como un enorme número de cabezas de ganado, cuya escasez es notoria. El vecindario que se sumó a su marcha, lo hizo por diferentes razones: a fuerza de amenaza; políticamente utilizados para atraer a otros; mientras muchos lo hicieron como única salida para “salvarse de las violencias de toda especie” que provenían de ese mismo ejército, cuando no de los ladrones y desertores. El Gobierno de Buenos Aires, alarmado, ordena a Sarratea que Artigas sea separado del ejército y se traslade a la capital. Curiosamente Sarratea se opone. El historiador Pivel Devoto ha señalado que lo decide como una estrategia de rodeo y desgaste. Sarratea agrega que el poder que tiene Artigas es porque cuando se sintieron abandonados a sí mismos se dieron un Jefe con el que están perfectamente “según su voluntad”, no encontrando contradicción alguna entre reconocer al gobierno bajo las ordenes de su propio Jefe; cosa que “aun antes no se negaran a los pueblos”. En los primeros días de julio de 1812 hubo una conspiración realista contra el Triunvirato. Aquel pueblo en armas como escudo cruzó finalmente el Río Uruguay en el mes de agosto. También las fuerzas de Sarratea lo hicieron. En septiembre Rondeau se hallaba ya en Mercedes y el 20 de octubre llega a Montevideo. El sitio del mismo había sido iniciado el día 1 de octubre por el caudillo artiguista José Culta. Las familias se suman al sitio recién en febrero de 1813, coronando así un viaje de retorno de seis meses, tan sacrificado como lo fuera el de ida. ¿Por qué se lo denominó redota al éxodo del Pueblo Oriental? La redota focaliza un episodio particular de la gesta emancipadora artiguista: la larga marcha del éxodo, porque era de esa forma que le llamaban los paisanos. Redota que podía ser derrota. Redota que se convierte, torciendo las palabras, en la forma en que el pueblo oriental torció su destino de pueblo subyugado y se jugó por un sueño, abandonando todo, para seguir a Artigas en una marcha al Norte, a cien leguas de Montevideo. Una travesía 344 por el agreste, despiadado destino incierto. Una marcha sufrida pero con el más ambicioso de los derroteros: la libertad. Suele decirse que la redota define, más que ningún otro episodio histórico del proceso emancipador, la matriz de esta nación. El pueblo se identifica en torno a la adversidad, se siente una unidad en la diáspora, acechados por dos imperios y por las intrigas de Buenos Aires. La redota no se olvida, y los obliga a reinventar el mundo, porque el otro estaba equivocado. UN POCO DE HISTORIA… En 1885 el historiador Clemente Fregueiro empleó la expresión “Éxodo del Pueblo Oriental”, que tuvo una gran difusión. En 1950, otro autor, Carlos Maggi, tomando como punto de referencia las expresiones del propio paisanaje oriental, según crónica recogida en la época por Carlos Anaya, propuso denominarlo “la Redota”. Más recientemente, el historiador Agustín Beraza reactualizó la expresión utilizada por el propio Artigas: “la emigración”. Tema polémico en su interpretación, utilizada en otras épocas para alimentar la “leyenda negra” gestada en torno a la obra y personalidad de Artigas por sus enemigos. Según ésta leyenda negra, Artigas fue el que obligó a la gente a que lo acompañó en el éxodo, quemándole sus casas y destruyendo sus plantaciones. ¿Identidad o patria fugitiva? Diversos historiadores han vinculado el éxodo con el surgimiento de la identidad nacional mientras que otros hablan directamente de nacionalidad. Pivel Devoto considera al éxodo como acontecimiento histórico, y para destacarlo como tal, describe, cual telón de fondo, la masa anónima que lo protagonizó: “Jamás llegaremos a saber quién fue el primero de los paisanos orientales que dio la voz de alarma a sus vecinos para abandonar la tierra, jamás conoceremos los nombres de los que murieron en la marcha, los escondidos senderos que cada uno hubo de seguir para sumarse a la caravana de la patria fugitiva”, dice, subrayando todo lo que se desconocerá siempre. No lo sabemos, señala, “ni interesa a nuestro juicio”-agregaporque lo notable es el acontecimiento protagonizado. Porque todos los factores que precipitan el Éxodo de 1811 “sellaron entre los hombres libres de esta tierra el pacto social del que surgió nacionalidad oriental; la noción si se quiere primitiva y cerril de que éramos un pueblo al que las fuerzas que animan la historia, llamaban a darse un destino propio”. Esa posición historiográfica, que Carlos Real de Azúa llama “tesis independentista clásica”, presenta la nacionalidad en el Uruguay como producto de un destino a predestinación histórica. Fue expuesta también por otros autores. Alberto Zum Felde, inaugurando en 1920 el término 345 “proceso histórico” visualizaba “un sentimiento colectivo de nacionalidad”, pero aclaraba así su conformación: “la nacionalidad no es la tierra, no es el suelo, es la asociación, es la entidad humana”. Por eso, para éste autor, “no hay mas forma de asociación posible que la caudillesca”. El caudillo encarna la voluntad, la necesidad, la ley y el destino: “el centro de la nacionalidad estará donde él esté”. Ambulante en la marcha, “el campamento del Ayuí es la concentración operada por primera vez, de todos los elementos territoriales”. Por su parte Edmundo Narancio concibió esa nacionalidad en forma de gradual concientización histórica y puntualizó su surgimiento en cinco momentos: 1° “El levantamiento popular de la Banda Oriental se hizo contando con el auxilio de Buenos Aires”. 2° “El suministro de ese socorro había dado lugar a un pacto tácito, mediante el cual los orientales reconocían la autoridad de Buenos Aires a cambio de la ayuda para derrocar la tiranía, lo cual beneficiaba a ambas partes”. 3° Al firmarse el Armisticio de octubre quedó roto el lazo que ligaba a los Orientales con Buenos Aires”. 4° En uso de la libertad en que se hallaba, el pueblo oriental armado “se constituyó” nombrando su jefe y dándose, más adelante otros órganos de Gobierno”. 5° “El estado naciente, para el logro de sus fines inmediatos (recuperación territorial, consolidación de la libertad en su suelo por la derrota de la “tiranía”) buscó, como medio, la alianza con otros pueblos, a los que propuso la Confederación”. En las discusiones actuales sobre nuestra identidad, la nacionalidad tiende a ser vista como un largo y complejo proceso en el que cuentan todos y cada uno de los factores, desde los geopolíticos hasta los sociales, incluyendo la labor ideológica del relato histórico como tal. Se distingue, además, la nacionalidad de la aparición del estado, ya que no son lo mismo ni coinciden en el tiempo. Vista así, la nacionalidad es una creación de larga génesis en la que cuentan tanto los héroes como los personajes anónimos, los fogones del éxodo, la “Leyenda Patria” de Zorrilla de San Martín, la memoria de las divisas, o los olvidos, que también son necesarios para que algo pueda ser contado. Ya sea como el momento de afirmación del contrato social que nos conforma, o como episodio a ser completado por experiencias posteriores, el éxodo (emigración, procesión o redota) fue uno de los hechos del ciclo revolucionario artiguista en el que más claramente se evidenció lo colectivo 346 como sujeto histórico. Porque fue heroico, trágico y de protagonismo anónimo, aunque a su cabeza fuera, gallardamente visible, un caudillo de enorme magnetismo personal. Mi opinión sobre el éxodo: Éste hecho sin duda conmovió o todo el Pueblo Oriental; es lindo ver cómo la gente luchó, salió y dejó sus casas y sus vidas para comenzar otra totalmente nueva, dejó todo para unirse a un hecho tan importante cómo lo fue el éxodo del Pueblo Oriental; dejaron todo lo que tenían por una esperanza, un ideal por estar en total desacuerdo con lo que estaba ocurriendo en ese momento en la Banda Oriental, para poder “cambiarlo”. En aquella época también se lo podría haber visto cómo algo utópico, pero sin embargo la gente fue igual, no lo pensó dos veces, estaba muy decidida. Pasaron frío, hambre, viviendo en malas condiciones (condiciones insalubres) pero siempre defendiendo a la Patria. Toda la campaña se unió; indios, negros, niños, ancianos, mujeres, paisanos, familiares de soldados, todos fueron bienvenidos sin distinciones. Pero en éste hecho tan importante se han olvidado de algo, una protagonista sin dudas muy importante para lo que fue el éxodo. Se olvidaron de la mujer, fueron y son invisibles en las páginas de los libros de historia, protagonizaron episodios y hechos muy importantes en el éxodo, ya que había violencia y peligro. Se vieron solas, hundidas en la miseria y al frente de sus hijos; fueron baleadas y violadas, pero también supieron desafiar al enemigo. Sedujeron y fueron seducidas, en esa sociedad abierta y en emergencia. En general fue una gran y heroica travesía llevada a cabo por muchísima gente que sintió la necesidad de emigrar por su patria y tuvieron muy buenos resultados ya que hoy en día somos un país libre e independiente gracias a todas esas personas que lucharon por la independencia de nuestra patria. Conmemoraciones en la Actualidad: En el Pueblo de Casupá, departamento de Florida, desde el año 2000 se realiza una marcha que abarca de “La Tierra de los Artigas” conocido como “Manguera de los Artigas” (Casupá-Florida), en las costas del Arroyo Casupá, hasta el Paso de la Arena en las costas de Río Santa Lucía Chico. Allí el General José Artigas acampó con su pueblo y ejercitó al regreso del éxodo entre enero y febrero de 1813, antes del segundo sitio de Montevideo. Ésta marcha tiene el objetivo de unir lugares fuertemente ligados al más grande de los orientales en nuestro departamento. 347 Un grupo de personas tuvo hace 12 años la idea de hacer una marcha a caballo, y reunirnos para organizar y hacer el lanzamiento de esta cruzada. Como en aquel entonces esta es la Marcha de todos los Orientales unidos por la única y propia identidad histórica que nos identifica y nos proyecta. En el recorrido de esta marcha se hacen fogones artiguistas; charla histórica alusiva al “Campamento del Paso de la Arena en 1813; se le hace una ofrenda floral al prócer José Gervasio Artigas en la plaza de Casupá; y se hacen espectáculos folclóricos. Esta marcha surge ya que en el año 2000 se realiza una “Marcha de Regreso”, uniendo Salto con Montevideo. Esa Marcha culmina con un enorme desfile Gaucho-Militar que rinde honores al General José Artigas en el día que conmemoramos los 150 años de su fallecimiento. Desfilan casi 4000 jinetes frente al mausoleo que guarda los restos del “Padre de la Orientalidad” y “Protector de los pueblos libres”. Pasado ya unos días de la “Marcha del Regreso”, un par de personas de Florida y Casupá comentando lo vivido días atrás, siente la necesidad de hacer algo similar dentro del Departamento de Florida, ya que teniendo lugares de fuerte presencia artiguista en el departamento como son el “Paso de la Arena” y “Tierra de los Artigas” les pareció buena la idea de destacarlos uniéndolos de a Caballo. BIBLIOGRAFÍA: INTERNET: HYPERLINK “http://www.patrimoniouruguay.gub.uy/Revistas_dias_del_patrimonioURUGUAY/Dia%20del%20Patrimonio-Revista%202011-%20LA%20REDOTA.pdf”http://www. patrimoniouruguay.gub.uy/Revistas_dias_del_patrimonio-URUGUAY/Dia%20del%20PatrimonioRevista%202011-%20LA%20REDOTA.pdf LIBROS ANA MARÍA RIBEIRO. (Agosto de 1999). Plan general, textos e investigación iconográfica. Tomo 1 y 2. Ed. El país s.a Montevidéu Uruguay ASHINGTON REYES ABADIE. (2011). Artigas y el Federalismo en el Rio de la Plata 1811-1820. Primera parte. Ed. Banda Oriental S.R.L. JUAN E. PIVEL DEVOTO. (2004). De la leyenda negra al culto Artiguista. Volumen 171. Ed. Biblioteca Artigas colección de Clásicos Uruguayos; Ministerio de Educación y Cultura. REYES ABADIE, W. VASQUEZ ROMERO, A. (1998). Crónica general del Uruguay. Tomo 2. Ed. Banda Oriental. Montevideo. 348 Mariana Andrea Parise Fitipaldi Liceo Dr. Loreto Daniel Vidart – Santa Rosa Canelones - Uruguay PERDER PARA GANAR Él siempre que podía acostumbraba a observarla desde la ventana del despacho, mientras ella esperaba al aguatero cuando escuchaba su cencerro. El cuerpo bien formado de la joven Andreína se adivinaba debajo de sus ropas holgadas, y una de aquellas tardes, terminó por encender la pasión del patrón. Cuando las campanas de la Iglesia dieron el “toque de queda”, en el cuarto de ella, el deseo abusó de la inocencia, porque Andreína cedió finalmente al susurro de falsas promesas. Semanas después, la señora de la casa se enteró del embarazo, echó a la muchacha, y de esa manera, sin techo, sin abrigo y sin comida el otoño llegó tristemente. Andreína ofreció sus labores en casi todas las casas de la pequeña ciudad, hasta que una mañana, cuando el tibio sol comenzaba a calentar el adoquín, su mano ya cansada encontró la cara amable de María Bermejo del otro lado de una gran puerta de madera. - Buenas días – haciendo reverencia -. Mi nombre es Andreína Acuña y vengo humildemente a pedirle trabajo y hogar para nosotros – tocándose el vientre. Bendiciendo a la futura criatura, la señora María Bermejo recibió sin pensar a la muchacha e inmediatamente dio indicaciones a la esclava para que la acompañara a la cocina y dispusiera una de las habitaciones para la recién llegada. Los meses pasaron y mientras el vientre crecía, así también lo hacía la amistad entre Andreína y la Señora. María Bermejo era viuda hacía unos meses, pues su esposo había fallecido en una revuelta en la campaña. Desde ese momento se había sensibilizado de tal modo que hacía cosas que ninguna otra dama de su clase hubiese hecho: conversaba en la cocina con las criadas y las invitaba a comer a la mesa principal. Aquella casa era un verdadero hogar, un lugar de esos para nacer, y así pasó, una noche de invierno, mientras los relámpagos opacaban la luz de las velas: en las manos de María llegué al mundo. 349 Dicen que era pequeñita y colorada por la fuerza que hice. Me llamaron Danisa Acuña, pues la identidad de mi padre era secreta, solo aquellas nuevas amigas la conocían; yo la supe mucho tiempo después. A la mañana siguiente, el sol me despertó, el temporal ya había pasado, los pájaros otra vez comenzaron a cantar en el patio. Entre veranos e inviernos pasaron los años, hasta que una primavera, junto con el perfume de las flores, llegó la revuelta. Por ese entonces, las autoridades de gobierno estaban reclamando “ciertos papeles” sobre la propiedad de la casa de María, pero ella no los hallaba, pues era su marido quien se encargaba de tales asuntos. El sonido del cañón anunciaba ya el amanecer, cuando las autoridades entraron violentamente, tirando abajo la puerta principal de madera. Pronto el barullo invadió el hogar y el comisario ordenó a María abandonar inmediatamente la casa. Los portones de la muralla ya estaban abiertos cuando María junto a toda la servidumbre cruzó rumbo a la estancia de su prima Clara. El manto oscuro de la madrugada envolvió a las mujeres mecidas por el ritmo lento de la carreta. En unos días habíamos llegado a la estancia, allí estaban Clara y su marido que nos recibieron. Recuerdo que entre abrazos y sollozos, María explicó por qué tuvo que abandonar la ciudad y agradeció la hospitalidad de su prima. Yo solo intentaba calcular a qué distancia nos encontrábamos de la muralla porque tras ella no solo quedaba la ciudad de los ricos, quedaban mis recuerdos y toda posible pista sobre la identidad de mi padre. Luego de ubicarnos en las habitaciones me quedé dormida, el viaje había sido agotador. Esa noche, después de la cena, en la sala principal se oyeron voces, y entre dormida escuché que hablaban de las noticias recién llegadas. Un cartero a todo galope había entregado en las manos del esposo de Clara cartas sobre asuntos que yo no había escuchado hasta ese momento. Las cartas decían que muchos pueblos de la campaña se habían unido a la causa revolucionaria y que se habían enfrentado contra los Godos en una batalla llamada Las Piedras, cuyo jefe era José Artigas. Se había conseguido la victoria y la Junta de Buenos Aires había ordenado al ejército revolucionario sitiar la ciudad amurallada. Después de unas cuantas semanas aprendí que la vida en la estancia era más tranquila que la de la pequeña ciudad: levantarse temprano, ayudar a los criados, jugar con los pocos niños que había, ir a rezar a la capilla, y largas tardes observando cómo las damas bordaban, tomaban el té y lloraban por la pérdida de sus seres queridos en aquellos enfrentamientos sobre los que hablaban frecuentemente. 350 Una mañana la tranquilidad fue interrumpida por la llegada de una carreta que se detuvo en el patio de la estancia. De ella bajaron varios señores de estancias vecinas que venían a conversar con el dueño de casa. La sala principal pronto se llenó de voces, es que José Artigas junto a su ejército, al verse solo, había decidido marcharse desde el lugar donde sitiaba la ciudad hacia el norte. Comentaban que la marcha ya había comenzado y los orientales deseaban unirse al jefe, aunque este no tuviera nada que ofrecerles. Eso me preocupó, así que corrí a preguntarles a mamá y a María que era lo que estaba sucediendo y me llevé una gran sorpresa cuando vi a Clara ordenando a los criados que empacaran algunas cosas, porque pronto deberíamos marchar. Volví a correr y coloqué en la maleta lo más necesario. Todos partimos ese día. Así como había abandonado la ciudad amurallada, esta vez abandoné la estancia y tuve que ver cómo la incendiaban; la prima de María afirmaba que no había que “dejarles nada a los godos”. Lo que no entendía era ¿por qué yo debía abandonar siempre lo que quería?. Creo que ya en ese momento existía en mí este sentimiento inmenso y fuerte, pero aún no lo reconocía. Esa misma tarde comenzó el viaje más asombroso de mi vida. Fuimos unos de los primeros en unirnos a la caravana así que tuve que ver como los demás sufrían como yo, teniendo que abandonar lo que más querían y ver como se quemaba lo poco que había quedado, para no dejar nada. A medida que avanzábamos las columnas de humo se elevaban en el cielo como guiando nuestro camino y diferentes olores se esparcían por el aire. Éramos un grupo numeroso, habían niños como yo, hombres, mujeres y ancianos; todos unidos con un mismo fin, por eso supe que ese viaje sería de las cosas que nunca olvidaría. Ahora sí, éramos realmente un pueblo en movimiento, el pueblo de los orientales. Éramos dos mil, no, quizás tres mil, éramos muchos; blancos, gauchos, negros e indios todos juntos camino a Belén, como la estrella que había iluminado y guiado a los Reyes Magos. La estrella era la fe, era Artigas. Los días pasaron y yo deseaba que pronto acampásemos, pero el caso era que ya lo habían hecho antes a las orillas del río Santa Lucía. En el camino se habían sacrificado algunas vacas para llenar el buche y los perros quedaban atrás comiendo las sobras mientras las moscas invadían el lugar. Los primeros dolores de columna aparecían tras dormir en las tablas de la carreta, ¿cómo dormirían los demás?...tirados sobre el pasto mojado por el sereno o sobre sus pobres caballos cansados. 351 Nunca olvidaré que en aquel trayecto una de las hijas de Clara se sintió mal. Ella estaba acostumbrada a la tranquilidad y comodidad de su vida anterior, fue por eso que ese mediodía cuando comió sobre la carreta, el vaivén de ésta le produjo dolor de estómago. Se recostó un momento pero sucedió que vomitó y como estaba dormida se ahogó; algo así me explicó mamá, porque por lo que yo tenía entendido las personas solo podían ahogarse en el agua. Los vecinos de la carreta pararon para darle el pésame a Clara y ayudaron a cavar una pequeña fosa. En el sepulcro colocaron una cruz casera y depositamos flores silvestres. Juan, un cura que venía en la caravana, rezó un Padre Nuestro en voz alta y encomendó el alma al cielo. Esa misma tarde, en otra carreta, nació una pequeña y habían de llamarla Jesusa en honor a la difunta. Esa noticia alegró un poco a María, pero igualmente sus ojos estaban tristes. La vida le había quitado todo, primero al esposo, luego la casa, ahora a su ahijada, y aún así, permanecía con ella la fe y la esperanza. Una vez más debimos cruzar un arroyo, el agua fría no solo mojaba los objetos y las ropas sino que era anticipo de malestares y enfermedades. En nuestra carreta había frazadas como en tantas carretas de estancieros con mobiliario y ropas elegantes, pero los que venían a pie solo traían lo puesto, al igual que los gauchos y chinas a caballo. Yo tenía suerte de estar con una familia adinerada que no me trataba como criada y me tenía mucho cariño, pero aquellos que lo habían dejado todo, ¿qué tenían? Solo la fe depositada en una persona, la cabeza de la caravana, el líder de los revolucionarios, el jefe de los orientales, Artigas. Una mañana, mientras jugaba con dos grandes amigos que había hecho entre los vecinos - Juanita, oriental de nueve años y el pequeño Tacuabé, guaraní de cinco años - , cruzó por el cielo una bandada de pájaros. Los observamos con tal detenimiento que encontramos en ellos un parecido con nosotros: así como ellos, nosotros también teníamos un guía. Al nuestro yo lo había visto solo un par de veces, pero no era como lo había imaginado, un pájaro mandón, todo lo contario. Vestía uniforme rojo, azul y blanco, como lo hacían algunos de sus soldados, acostumbraba a caminar entre la gente, visitar las carretas y conversar con las familias. Esa tarde, jugando y correteando perdimos de vista la carreta de María, que era lo que usábamos como distintivo entre la multitud, como la farola para los navegantes. Por suerte nuestras madres salieron en nuestra búsqueda y antes que el sol se escondiera nos encontraron. Esa noche mamá me retó 352 como nunca lo había hecho, y mientras yo le explicaba lo que había pasado, escuché que María dijo distraídamente “De tal palo, tal astilla”. Este refrán quedó dando vueltas en mi mente: ¿qué había querido decir María? A principios de noviembre, cuando el calor se avecinaba, la marcha se detuvo para organizarse: se había suscitado una peste y a falta de medicamentos y condiciones de higiene muchas personas murieron. Algunos pequeños se quedaron sin madre y otros sin padre, recé por ellos como me había enseñado María: “reza por ti y por los demás”. Ya otras veces me había dicho estas palabras detrás de una triste sonrisa. Los días pasaron y la tristeza aumentaba en la multitud, los ancianos se iban quedando en el camino al tiempo que otros pequeños llegaban, trayendo la esperanza de un futuro mejor, con orientales libres, fuertes y luchadores. Largas conversaciones ocupaban las noches mientras se armaban los fogones y se asaban vacunos. La palabra libertad podía escucharse en todas partes, incluso cantadas por las voces del pueblo. A mediados del mismo mes hubo un gran movimiento, la extensa caravana se preparó para cruzar el Rio Negro, durante la travesía muchos fueron arrastrados por la corriente, al igual que caballos, bueyes y carretas. Aún siento el sonido de la corriente, los balidos de los animales, los gritos de las personas, los ladridos de los perros y el silencio… Mientras el pueblo acampaba ya del otro lado del río, los soldados se preparaban para instalar un cuartel. En ese momento un caballo blanco, con un hombre y una cartera a la bandolera, había de dirigirse en sentido contrario a nuestro destino. La intriga me dominó, así que a la tarde mientras mi madre con otras damas cuidaban de los enfermos y no me veía, me escapé. Caminé y caminé, hasta que al fin visualicé el objetivo: un toldo, algo más grande que los demás, que de seguro pertenecía al jefe. Me acerqué y ahí estaba él, sentado sobre el cráneo de un animal, apoyado sobre una tabla de madera, escribiendo; sus labios se movían como si recitara lo que escribía pero no llegaba a oír, traté de acercarme pero vi moros en la costa, como suelen decir, así que me fui. Ese pudo ser un día espléndido, si no hubiera sido porque me vieron espiando y me interrogaron. - ¿Qué haces tú aquí pequeña? – me dijo un soldado. - ¿Eres espía? ¿Quién te ha enviado? - preguntó otro. - Dejen a la niña en paz - dijo con voz grave el jefe - ¿Qué sucede pequeña? 353 ¿Te has perdido? - Primero, no soy pequeña y no me he perdido. He venido yo sola hasta aquí porque tengo un caso que resolver. - Y dime, ¿te puedo ayudar? - Pues sí, he visto al cartero viajar. ¿A quién le envía cartas? ¿Le parece momentos estos para mandar cartas? - Son cartas que traen noticias sobre la situación de Montevideo y de Buenos Aires. ¿Has oído hablar de ello? - Si, yo antes vivía en la pequeña ciudad. ¡Resuelto el caso! - dije asustada ¿Puedo irme? - Abran paso soldados, que allí va la futura Juana de Arco – dijo el jefe. De regreso a la carreta de María, encontré a mamá llorando. - ¡Oh Danisa, has aparecido! ¿Por qué me das estos sustos? ¿Dónde has estado? - He hablado con el jefe Artigas. - Vamos pequeña, déjate de tonterías, cuéntame la verdad. - ¡Es verdad mamá! me ha dicho que soy la siguiente “Juana de Arco” ¿quién es? - Tú y tus fantasías… fue una mujer luchadora- dijo María. - ¡Esta niña! – dijo mamá. - ¡Es osada como su padre! – le respondió María. Mamá se sonrojó y me dijo: - ¡Ve a la carreta! Esa noche soñé miles de cosas, yo luchando por la Banda Oriental, pero…la duda era si usar arco o sable… Con tales palabras me sentía honrada y lucharía en la Revolución como lo había dicho el guía, como lo hace un hijo por su padre, pero… ¿Quién era mi padre? ¿Sería revolucionario? ¿Estaría en alguna parte de la caravana? Ese era el siguiente caso a resolver. Las cortinas de humo aparecieron una vez más, habíamos unido a la última familia revolucionaria que quedaba por levantar. En esta parada se sumaron indios del noreste de la región que vinieron a nuestro encuentro dejando lo mucho o poco que tenían. La mañana que tomé el coraje para preguntarle a mi madre sobre la identidad de mi padre vi llegar a José Artigas, pegué un brinco de la carreta y fui a saludarlo. 354 - Buenos días Señor Artigas. - Buenos días. - Ella es mi madre - le dije mientras la señalaba. - Buenos días, sepa disculpar, pero ¿Usted conoce a la niña? – dijo mi madre. - Si, la conocí días pasados – dijo el jefe - ¿Acaso no es su hija? - Si, claro que lo es; simplemente quería verificar su paradero aquel día. ¿Acepta un mate? - Con gusto. Mamá le hizo una seña a la india vecina para que lo preparase, pues no podían hablarse ya que no entendían sus lenguas. La india le acercó el mate y mamá le agradeció. Esa noche dormí con María pues mamá durmió sola en la otra carreta, pero debía de sentirse mal pues se quejaba mucho. Antes que el gallo cantara, entre dormida conseguí escuchar unas pisadas fuertes que se alejaban, y a la mañana siguiente mamá me mandó al toldo del jefe Artigas a espiar que hacía. En aquel momento no entendí por qué primero me retaba y luego me enviaba. El jefe no volvió a visitarnos, mamá y María se pusieron tristes. Creí que Dios había escuchado mis súplicas cuando a la semana siguiente se organizó una gran asamblea en la tropa, y reconocí una vez más la voz de Artigas. Habló durante un largo rato pero utilizó algunas palabras extrañas, así que no comprendí todo su discurso, pero no podía dejar de ver como el pueblo se agitaba y lo aplaudía. Luego de la asamblea, esa tarde el campamento se levantó y hubo que cruzar otro arroyo para recién después, a principios de diciembre, acampar nuevamente. El cruce de agua traía siempre lo mismo, enfermedades, sufrimientos y pérdidas. Mientras el sol se escondía, una vez más, me propuse hablar con mamá, ya era tiempo de resolver el viejo caso. Así que me senté frente a ella y le pregunté: - ¿Me parezco a papá? Ella me tomó entre sus brazos y se puso a llorar. – Te pareces mucho en tu forma de ser, eres valiente e impetuosa como él. Una jauría de perros que atacaba el ganado interrumpió la conversación. Hombres y mujeres a caballo y a pie trataban de dispersarlos. El zumbido 355 de las balas hizo que pronto nos refugiáramos en la carreta y que los perros al fin se alejaran. Pronto llegó la hora de dormir, y esa noche yo lo hice entre los brazos de mamá como cuando era pequeñita. Sin dejar de observar sus ojos tristes imaginaba el rostro de mi padre e intentaba encontrar similitudes con el mío, seguramente tendría muchos rasgos iguales a los suyos. Por esos días unos soldados uniformados de rojo, azul y blanco como el jefe nos visitaron y pidieron los nombres de los integrantes del grupo y la cantidad de carretas, lo mismo hicieron con todos los vecinos. Un mediodía de diciembre llegamos al gran río, el de los pájaros pintados, pero nos encontramos con una crecida. Un brujo, que decía saber mucho de la naturaleza, anticipaba que el agua bajaría y podríamos cruzar por las piedras que se veían bajo la corriente. El pueblo depositó la confianza en él y esperamos. Y así sucedió, una vez más acarreamos las pertenencias, los adultos ataron los animales a piolas, pues esta corriente era mucho más fuerte que cualquier otra que hubiésemos atravesado antes. Todavía escucho a Juanita gritar por su hermana pequeñita que se había soltado de la mano de su madre, la corriente la arrastró, Juanita tan solo unos años más grande que su hermana nada pudo hacer. Los hombres de a caballo trataron de salvarla pero fue imposible. La multitud hizo un gran silencio. El llanto en el rostro de Juanita duró tantos días como lo hizo el cruce. Esperamos a todas las familias y animales del otro lado del río y cuando terminó el cruce marchamos todos juntos rumbo al Ayuí. Unos días después llegamos y nos instalamos. Los rostros tenían otro aspecto, los que habíamos llegado hasta allí poseíamos el sentimiento de hermandad y de solidaridad. Aquellos orientales que traían carretas con mobiliarios las habían vaciado y dejado sus pertenencias en el camino para brindarles espacio a los más necesitados. Hombres y mujeres tenían mucho trabajo por hacer, construir ranchos precarios que servirían de abrigo para pasar el invierno. Los más habilidosos con algunas maderas construyeron sencillos muebles para mayor comodidad. Ahora lejos de los godos y los portugueses, el pueblo era libre como aquella bandada de pájaros que una vez vimos. Ya en territorio nuevo, el pueblo instalado se encontraba seguro; sentía que este era el momento perfecto para conocer más sobre mi identidad. A la mañana siguiente cuando comía unas ricas tortas fritas que había preparado la madre de Juanita, el caballo blanco pasó una vez más, esta 356 vez no iba en dirección contraria sino que se dirigía hacia el norte. ¿A quién le mandaría cartas Artigas ahora? Una gacela no hubiese alcanzado la velocidad de aquel caballo, que con los cascos rotos corría a todo galope al fiel servicio del jefe, al servicio del pueblo, al servicio de la libertad. El polvo que levantó se mezcló con el aire, las tortas fritas parecían tener pizcas de chocolate. Pero pronto se resolvió mi duda, pues el tío de Juanita en rueda de mate comentó que el jefe planeaba pedirle ayuda a Paraguay. Al caer la tardecita se armaron fogones y una guitarreada. Nos visitaba el más famoso de los payadores, Manuel Francisco Álvarez, el hijo de Don Álvarez - el curandero - el que cura con yuyos y palabras. Sus payadas fueron hermosas, todos los que nos encontrábamos allí habíamos de derramar al menos una lágrima; hasta el alma más fría había de emocionarse al escuchar aquellos versos cargados de amor hacia el pueblo libre. El perfume de las flores trajo esta vez una delegación al mando de un porteño, el pueblo comenzó a murmurar. Ese hombre sí parecía un pájaro mandón como el que había visto aquella vez en la bandada. Su presencia era soberbia. Se dirigió hacia donde estaba el jefe y conversaron largo rato. El pueblo no dejaba de murmurar. Pronto el rumor corrió por entre la multitud, las autoridades bonaerenses querían sustituir a Artigas como jefe del ejército y colocar a esta nueva autoridad, Manuel de Sarratea. También en esos días llegó la ayuda del Paraguay reducida a un simple cargamento de tabaco y provisiones. A esto se le sumó la convocatoria para el segundo sitio a la ciudad amurallada. El jefe de los orientales se mantuvo fiel a la autoridad que el pueblo le había dado y no aceptó las órdenes de Buenos Aires. El segundo sitio se llevaría a cabo bajo su mando y con el sacrificio del pueblo oriental, que debía volver a pasar por todos los lugares y volver a vivir todos los sufrimientos, pero con la esperanza de volver a casa. El campamento se desarmó y la multitud se puso en movimiento emprendiendo el retorno. Como aquellos pájaros, ahora nosotros volvíamos de la migración. Con tanto trajinar mi caso aún no estaba resuelto, hacía mucho tiempo que había tenido aquella charla emotiva con mamá pero no me había brindado ninguna información concreta, la siguiente posibilidad estaba en María. 357 Yo sabía que la amistad entre ellas era muy estrecha, pasaban los días juntas bordando, ayudando a los necesitados, cocinando, hablando; y entre tanta charla tendría que haber surgido el tema de quien era mi padre. Así fue que en la mañana de la partida, cuando el olor a mate conquistaba el Ayuí por última vez, me dirigí firme a María: - ¿Usted sabe quién es mi padre? - Eso lo sabe tu madre, pregúntaselo a ella. - Yo sé que usted lo sabe, me ha dado pistas, ahora hable. Quiero saber de dónde vengo, quién soy, dígame, por favor. Dar pena nunca fallaba para conseguir lo que quería y esta era la oportunidad para utilizar esa táctica. - Ay tesoro mío, tu padre es un godo que endulzó el corazón de tu madre con promesas y cuando la echaron embarazada, el muy canalla nada hizo. No merece tu amor, ni tu preocupación. Tales palabras llenaron no solo mis ojos, sino mi alma de lágrimas… en mi corazón nació un sentimiento nuevo, el rencor. ¿Qué significaba entonces “Del tal palo, tal astilla”? ¿Sería acaso yo, una canalla, una despreocupada? Me aseguraría de no ser así. De él nada quería tener, lamentablemente llevaba su sangre, pero nada más llevaría jamás. Lucharía contra los godos por mi pueblo y para demostrarle a mi padre que nadie subestima a las mujeres, y menos a las orientales. Aquel sentimiento con el que partí de la estancia de Clara persistía, sabía que este viaje sería de las cosas que no abandonaría, pasara lo que pasara y así fue. Comenzó entonces mi misión, el jefe me había llamado meses atrás Juana de Arco y lo sería, una de las Juanas de Arco de los orientales, pues no era la única mujer luchadora, muchas más se habían unido. Pasaron algunos meses hasta que finalmente llegamos al sur, a la ciudad amurallada de la que habíamos sido echadas, la misma que el destino nos permitía volver a contemplar. Esa mañana el cielo estaba celeste, el sol brillaba en todo su esplendor, el ejército patriota se preparaba para un nuevo enfrentamiento y yo para asumir mi verdadera identidad, una Juana de Arco oriental. 358 ANTES DE COMENZAR EL RECORRIDO ES IMPORTANTE COMPARTIR EL ACUERDO DE CONVIVENCIA 30 septiembre al 9 de octubre de 2012 “La causa de los pueblos no admite la menor demora”. José Gervasio Artigas. El Ministerio de Educación y Cultura de la República Oriental del Uruguay y el Sector Educativo del MERCOSUR, con apoyo de la Organización de los Estados Iberoamericanos (OEI), presentan: “Caminos del MERCOSUR”. Convocatoria 2012 “El Éxodo del Pueblo Oriental”, haciendo partícipes a los centros educativos del desafío de promover y consolidar una conciencia favorable a la integración regional. Este es un encuentro multicultural, en todo el sentido de su término, ya que nos encontraremos con representantes de diversas culturas, idiomas, tradiciones, historias y saberes. Este enriquecerá nuestra experiencia y optimizará nuestra participación y el intercambio de opiniones, así como nuestra comprensión hacia los demás. Por tanto, deseamos que esta experiencia sea lo más provechosa y productiva para todos y por qué no, divertida y llena de compromisos e ideas nuevas. En tal sentido, durante los 10 días que compartiremos diversos espacios, es importante establecer algunas recomendaciones para la más adecuada convivencia y participación en el referido evento; siendo este el objetivo del Acuerdo de Convivencia, es importante que tengas presente lo siguiente: Derechos y responsabilidades de los/las adolescentes. DERECHOS Al igual que los otros miembros de tu delegación, los adolescentes tienen derecho a expresar sus opiniones, a ser escuchados en sus intervenciones y a consultar lo que estimen necesario. Tienen derecho a hacer uso adecuado de las instalaciones y servicios destinados al evento. Tienen derecho a que se respeten sus creencias y costumbres y a recibir un trato cordial y respetuoso por parte de los adultos y de sus pares. Es importante que los organizadores brinden información oportuna sobre las actividades que se realizarán, a fin que puedan participar y conocer otros aspectos del país anfitrión. 359 RESPONSABILIDADES El adulto acompañante debe estar informado de nuestras actividades (y viceversa) ante la eventualidad de requerir su intervención, ya que el mismo está velando por nuestra seguridad física y emocional. Debemos tener siempre presente que integramos una Delegación Oficial Nacional de nuestros respectivos países y por tal motivo debemos participar en todas las instancias dando nuestras opiniones, expresándonos con respeto y escuchando y dialogando con nuestros pares adolescentes y adultos. Debemos ser consientes de nuestro rol y del impacto del mismo, ya que de nosotros depende en buena medida el cumplimiento de la programación y los objetivos del evento, es decir el éxito del mismo. Tener presente en todo momento que estamos en una reunión multicultural, lo que significa respetar los usos y costumbres de los representantes de todos los países por diferentes que éstas sean con relación a las propias (Ejemplo saludos, demostraciones de afecto, expresiones, etc.). Es importante acudir a todos los eventos programados, teniendo presente que este encuentro tiene previstas diversas instancias creativas y recreativas, lo que dará oportunidad a la integración con otros adolescentes de la región. Cooperar para que el encuentro se convierta en un espacio donde todos y todas tengan igual derecho de participación sin discriminación. Es nuestra responsabilidad el no incurrir en hechos que puedan dañarnos o dañar a otros y todo lo que amenace nuestra salud, bienestar y seguridad. Frente a cualquier conflicto, debemos siempre apelar al diálogo, al respeto y acudir a los adultos quienes tienen la responsabilidad de mediar frente a cualquier tipo de controversia. Respetar los horarios establecidos para levantarse, desayunar, salidas en grupo, visitas guiadas y horarios de descanso. No fumar, no consumir drogas, ni tomar bebidas alcohólicas. No portar objetos de valor o en caso de hacerlo, hacerse responsables de los mismos. En las visitas culturales se recomienda no alejarse del grupo, cuidar los objetos de valor que portamos y respetar los plazos previstos para las visitas. En todo momento deberemos tener presente que estamos en otro país que auspicia como anfitrión, que en el mismo rigen normas y leyes que establecen formas de conducta que debemos respetar, aunque éstas no rijan en nuestros países. ¡Gracias por acompañarnos en este evento tan importante, el cual nos da la posibilidad de ejercer nuestros derechos y responsabilidades, así como enriquecerlos! Sean desde ya bienvenidos a la República Oriental del Uruguay. Marzo de 2012. 360 CRONOGRAMA de ACTIVIDADES Del 30 de Setiembre al 9 de octubre de 2012. 361 DIA 30 de setiembre Día 0. HORA ACTIVIDADES Llegada de las distintas delegaciones a Montevideo Uruguay. Bienvenida Alojamiento Hotel Balmoral. San José 1121. 18:00 a 21:00 Reunión de trabajo con las delegaciones de Caminos 2012. • Presentación del Itinerario, plan de trabajo y del grupo de coordinadores a cargo. • Acuerdos de convivencia. 22:00 Cena en Hotel 8:00 Desayuno 9:00 a 11:30 Lunes 1 de Octubre 1er. Día Reunión de Trabajo para: Presentación de las Delegaciones Entrega de Materiales por parte de caminantes ediciones anteriores (mochilas, camisetas, etc) Propuestas de documental y muestra fotográfica. Bienvenida Oficial en el Ministerio de Educación y Cultura. Con la presencia del Ministro de Educación (a confirmar) Director de Educación - Autoridades de CODICEN. 12:30 Almuerzo – En Hotel Balmoral. 14:00 Posible visitas en la tarde a: • Plaza Independencia. • Puerta de la Ciudadela. • Teatro Solis. (16 a 16,40) 362 DIA Lunes 1 de Octubre 1er. Día HORA ACTIVIDADES 17:00 Merienda, visita UTU Arroyo Seco Continúa visita..... −Museo del Carnaval. 19:00 Regreso al hotel Balmoral 20:00 Reunión diaria de Evaluación y Planificación (colectiva y posteriormente los adultos) 20,30 Cena de Bienvenida por parte del MEC en Hotel Balmoral. 22:00 Martes 2 de octubre 2do. Día 8:00 Desayuno en el Hotel Balmoral 9:00 Recorrido por: • Palacio Legislativo (9 a 10) • Visita al Edificio MERCOSUR(10,45 a 12,00) RAMBLA DE MONTEVIDEO 13:00 Almuerzo Hotel Balmoral 15:00 - Intendencia Montevideo. (Piso 2 recibe la Intendenta Ana Olivera) Museo 16:30 Merienda en Intendencia de Montevideo Mirador, piso 22. 19:00 Reunión diaria de Evaluación y Planificación de toda la delegación de Caminantes. 20:30 Noche de los Talentos Noche de los Talentos (10 minutos por delegación) Cada delegación presenta una actividad que refleje aspectos de su cultura. 22:00 Cena Hotel Balmoral 363 DIA HORA 6:30 8:00 Miércoles 3 de octubre 3er. Día ACTIVIDADES Desayuno en el Hotel. Llegada y visita a la ciudad de Las Piedras. Puente Calpino El lugar de la Batalla. Actividad propuesta por el CECAP de La Paz. Participación de estudiantes de Manuel Rose y UTU. Actividad en Obelisco. Pabellón del Bicentenario. Teatro y otras actividades preparadas por la Comuna Canaria. 12:00 Almuerzo con adolescentes y autoridades locales del Departamento. 13:30 Partida al Departamento de San José, por Santa Lucía. 15:00 Llegada a San José Opciones: • Visita a la Quinta del Horno declarada Monumento Histórico. • Visita al lugar donde esta ubicada la placa en homenaje al Éxodo del Pueblo Oriental. 16:30 Merienda en el bus y Partida hacia el departamento de Soriano 19:00 Llegada al Departamento de Río Negro, Ciudad de Fray Bentos. Bienvenida en la Plaza Constitución. Banda Municipal y autoridades Municipales. 20:00 Alojamiento en Hotel de Fray Bentos. 20:30 Reunión diaria de Evaluación y Planificación de toda la delegación de Caminantes. 22:00 Cena en Regimiento Mecanizado Nº 9 364 DIA Jueves 4 de octubre 4to. Día HORA ACTIVIDADES 6:30 Desayuno en el Hotel 8:00 a 9:00 Recorrida por la ciudad de Fray Bentos. Batallón Rincón. Visita guiada. 9:00 Museo de la Revolución Industrial. Visita Guiada. 10:00 Salida al Departamento de Paysandú. 11:30 Llegada a la Ciudad de Paysandú • Recorrido por la Ciudad y alrededores. Tour Turístico con Humor 13:00 Almuerzo: Frente al río, en Club de Pesca (con Centro Educativo, Empanadas y pasteles) 16:00 Llegada en caravana (Con CECAP) a la Meseta de Artigas: Bienvenida en el lugar (Chapicuy, adolescentes de Guichón, etc) Campamento armado por El Batallón “Gral. Leandro Gómez” de Infantería Mecanizado Nº 8. Breve recorrida en el lugar. Actividades artísticas locales. 20:00 Reunión diaria de Evaluación y Planificación de toda la delegación de Caminantes. 21:00 Noche de los fogones, con historias campestres, de la época, cantantes y payadores de la zona. Rueda de Mate. Cena (Asado y parrilla ) 365 DIA Viernes 5 de octubre 5to. Día HORA ACTIVIDADES 7:30 Desayuno en el campamento. 8:30 Plantar los árboles por parte de las delegaciones. Colocación de placa recordatoria. 9:30 Cabalgata en la Meseta y posterior traslado a Salto. 12:00 Llegada a Salto. Termas del Dayman 12:00 a 13:00 Bienvenida Centros MEC y adolescentes, espectáculo Circense. 13:00 a 15:00 Alojamiento en Hotel Del Pasaje y Almuerzo en Acuamanía. 16:00 Recorrida por ciudad, etc. Vaimaca, costanera, 18:00 Merienda ( Parque acuatico Acuamanía) 21:00 Reunión diaria de Evaluación y Planificación de toda la delegación de Caminantes. 22:00 Cena Show – baile 7:00 Desayuno en el hotel de las termas 8:00 Sábado 6 de octubre 6to. Día 10:00 Monolito de cruce del Exodo por río Dayman. Salida de Salto para realizar el Cruce a Ayuí . Entre Ríos- Argentina Llegada a Concordia (Ayuí). Recibimiento de autoridades y estudiantes (a confirmar) 366 DIA HORA 12:00 a 13:30 14:30 15:30 a 18:30 Sábado 6 de octubre 6to. Día Domingo 7 de octubre 7mo. Día ACTIVIDADES Almuerzo de camaradería en Entre Ríos. (a confirmar) Retorno a Salto Termas. Parque Acuático ACUAMANIA – Termas del Dayman. Merienda 20:00 Reunión diaria de Evaluación y Planificación de toda la delegación de Caminantes. 21:00 Cena de camaradería con CECAP de Salto 23:30 Regreso hacia la ciudad de Montevideo. 6:30 Llegada a Montevideo Desayuno en el Hotel Balmoral 8:15 Salida a PIRIAPOLIS. 10:00 Llegada al Castillo Piria breve recorrida. Piriapolis. 11:00 Aero sillas con subida al Cerro San Antonio. 12:00 a 13:00 Almuerzo en Restauran frente al Puerto de Piriapolis. 13:30 Visita a Casa Pueblo. Punta del Este 14:30 Puerto Punta del Este. Paseo en Lancha por la península. (aprox. 1,30 horas) dos grupos mientras tanto paseo por Gorlero en día del patrimonio. 367 DIA HORA 18,00 Domingo 7 de octubre 7mo. Día ACTIVIDADES Merienda en Parador de Parada 12. Paseo por la Barra de Maldonado. Portezuelo. 21:30 Reunión diaria de Evaluación y Planificación de toda la delegación de Caminantes. 22:30 Cena. 7:00 a 8:00 Desayuno en el Hotel Balmoral Recorrido por el mercado de los artesanos Tiempo libre para realizar compras Lunes 8 de octubre 8vo. Día Martes 9 de octubre 9no. Día 12:30 Almuerzo Hotel Balmoral con autoridades de la enseñanza 15:00 Visita e Intercambio con Adolescentes de UTU - INET ( Centro de Estudios) Merienda 20:00 a 21:30 Reunión de Evaluación colectiva y despedida de toda la delegación de Caminantes. 22:00 Cena de Despedida (audiovisual con fotos de las delegaciones ) Autoridades Selección de Fotos que formaran parte de la muestra itinerante. 8:30 Desayuno Partida de las Delegaciones a sus países. 368 LOS CAMINANTES REALIZARON BITÁCORAS DEL VIAJE Día lunes 1 de octubre El espíritu de América del Sur se ha reunido nuevamente, el concurso “Caminos del MERCOSUR” ha sido el pretexto perfecto, seis culturas se han dado cita en la capital de Uruguay, que oficia de huésped. Miedos y expectativas conviven en los caminantes; Montevideo, magnífica y cubierta de inquietante niebla, parece querer emular los ánimos de quienes la visitan. La Ciudad vieja nos recibe gustosa, despliega sus encantos, erradicando nuestros temores e invitándonos cálidamente a la alegría. Dentro de la plaza nos observa imponente Artigas en su bronce, las risas y las fotografías se detienen un instante ante su vista, que severamente nos recuerda el mensaje del prócer: “La causa de los pueblos no admite la menor demora”. El tiempo apremia y no podemos permanecer frente a él, despedimos su escultura con cariño, el héroe derrotado por el peso de la historia no es solo Oriental, ya es parte de nosotros. Bajo el influjo de esta tierra extranjera continuamos el camino, nos adentramos a la Ciudadela, nos flanquea la tradición, a nuestro lado se intercambian fragmentos del espíritu oriental, libros y antigüedades nos seducen a la distancia. Calles de ensueño se entremezclan en la memoria con el recuerdo del hogar, diferenciándose, pareciéndose. Al observar la catedral la imagen de la Virgen María nos da la bienvenida desde lo alto, acompañada por dos santos. Al abrir las puertas el ambiente de santuario invade el espíritu, las macizas columnas de mármol se alzaban hacia el cielo, pero un delicado techado detienen su avance. Mientras recorremos el templo las esculturas de los santos y los curas embriagan el paisaje. La antigua catedral logra conmover lo más profundo de nuestro ser. A la hora de partir Jesús desde la cruz se despide de nosotros esperando volver a vernos. Conociendo más historia, llegamos al Solís, nuestros ojos se deleitan con bellas pinturas que se hacen sentir; en el techo ellas habitan, coronando aquel espacio que aloja en su interior la magia del teatro. El entusiasmo de los guías se podía apreciar, mientras a través de sus palabras podíamos imaginar sobre la platea el gallinero desbordar y entre risas y llantos a los actores encarnar una obra de Shakespeare. Fue así que comprendimos la importancia de ese lugar. Brasil, Uruguay y Ecuador parten en el Mercosureño y el resto de las delegaciones lo hicieron en el Banda Oriental. Algunos con mucho sueño, otros con las baterías totalmente cargadas, pero lo importante es que 369 valía la pena porque en la UTU nos esperaban con el delantal puesto y una rica merienda para compartir, conocer e intercambiar. En fin, fue un día muy bonito ya que todas las delegaciones habían llegado y juntos pudimos tener nuestro primer día unidos en diversidad cultural y comenzar el gran, ansioso y esperado camino. Cuando la voluntad de pueblos hermanos se ve reflejada en sus jóvenes, quienes mañana escribirán la historia de cada uno de sus países y con eso la historia de nuestro hermoso continente, podemos llegar a observar como todo está cambiando. Las culturas de nuestra Sudamérica se funden, se mezclan y terminan siendo una. La educación es la base de todo país, y hoy dimos cuenta de eso, de cómo a través de un proyecto educativo sumamos granitos de arena para que en un futuro podamos saber, querer y valorar a la diversidad cultural que reside en este suelo. RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: ARGENTINA Día martes 2 de octubre Yo era solamente un chico que vivía solo en mi mundo imaginario y solo me gustaba escribir mis poesías y mis cuentos. Yo tenía muchas ganas de salir de mi pequeño mundo y conocer a otras cosas, pero no tenía ninguna oportunidad de hacer esto. Hasta que un día llegó esta oportunidad que yo tanto esperaba. Pero yo me pregunté: -¿Debo o no aceptar esta gran oportunidad? ¡Decidí aceptar esta oportunidad y fui a conocer un país llamado Uruguay; y teníamos que pasar 10 días en este bello país. Confieso que tuve miedo de conocer este nuevo mundo, pero al mismo tiempo quería conocer el lugar! Llegando a Uruguay conocí nuevas personas. Estas mismas de: Uruguay, Paraguay, Ecuador, Argentina y Colombia. Todos tenían culturas totalmente diferentes de las mías, yo hablaba portugués y ellos hablaban español; ¡pero me salió muy bien la comunicación con ellos! En el primer día conocí la Estatua de un líder uruguayo llamado José Gervasio Artigas, también el Teatro Solís y la Iglesia Matríz de Montevideo. En el segundo día conocí el Palacio Legislativo de Uruguay. Yo quedé encantado con la bella arquitectura del Palacio y visité el lugar donde se encuentran los restos mortales de Artigas; también conocí al Presidente de la Cámara de Diputados de Uruguay. Me gustó mucho lo que este 370 hombre hablaba porque entendí que él tiene muchas ganas de hacer que Uruguay avance cada vez más. Ya en lo Palacio Legislativo yo vi una frase que creo llevaré por toda mi vida. Decía así: “Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana.” Después partí con los chicos de distintos países al Edificio Mercosur, también quedé encantado con la bella arquitectura de este lugar. Y muy emocionado porque conocí el lugar donde son tomadas importantes decisiones sobre el futuro de mi continente. Por la tarde yo visité la Intendencia de Montevideo y conocí a la Intendenta Ana Olivera. Ella me encantó, por su historia y también porque es la primera mujer intendenta de Montevideo. En la Intendencia baile un poco con los chicos de distintos países, ha sido muy bueno. Yo vivía en un lugar donde hace mucho calor y no sabía cómo es un lugar donde hace frío, en un comienzo sentí mucho frío por cuenta de eso, ¡pero conseguí controlar esta cuestión muy bien! Bien mi historia es un libro abierto y el fin de esta historia, tu luego vas a conocer. RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: BRASIL Día miércoles 3 de octubre La música, el baile, la lírica y las voces de cada integrante de las diferentes delegaciones esparcían por cada rincón del acogedor Hotel Balmoral un sentimiento de calidez suramericano que embriagaba, porque desdibujaba el tiempo y el espacio. El aroma cambió al igual que el entorno, nos encontrábamos en un viaje que rompía las fronteras de nuestros países. En Uruguay nos deleitamos con un magistral coro de música tradicional que sintetizaba su esencia. En Paraguay la danza siguió el ritmo del arpa y la guitarra. En Ecuador conocimos al imponente cacique junto a su amada esposa, quienes justifican la ciudad de Guayaquil. En Colombia el baile nos transportó a través de sus regiones. En Brasil la voz se conjugó con la alegría y el baile estrechó lazos entre todos que son ya irrompibles. Como último destino en Argentina la poesía gauchesca y el tango nos enamoró con su imponencia. Al comenzar el día todas las delegaciones se dirigieron hacia el segundo piso para disfrutar de un rico desayuno que fue brindado por el Hotel Balmoral. Todos los adolescentes aprovecharon al máximo de ese exquisito plato. Los jóvenes muy felices se dirigieron hacia la puerta principal ya que en ese lugar los estaban esperando para disfrutar de su primer viaje en el pueblo oriental de Uruguay. 371 La incesante noche había infundido el cansancio en los caminantes, que se evidenció prolongadamente en los ómnibus que nos desplazaron por las carreteras uruguayas. De esta manera continuó hasta que unos jóvenes estudiantes, los cuales provenían de la ciudad de Las Piedras, pintorescos y rozagantes, acudieron a nuestro encuentro encarnando personajes de una variada gama épica y objetivamente representativos de la colonia uruguaya. Ellos eran los responsables y “culpables” de empaparnos sobre la primera piedra que derrumbó la Banda Oriental, siendo ésta la inspiradora del resto de las campañas libertadoras en la gran Latinoamérica. Esa gran Latinoamérica que soñó el prócer, sin distinciones ni límites. El primer paso de patria se da en ese encantador lugar, el calor humano nos consume y nos libera por un momento de la incesante naturaleza. El preponderante rol de la clase obrera es el protagonista de la lucha, resaltando así que Artigas no hubiese sido quien es, sino es por el pueblo. Las actividades nos enamoran, el baile nos une; Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay y los anfitriones nos entrelazamos y disfrutamos del majestuoso Pericón. Nuestros pasos toman el mismo camino, el fin común está cerca y gloriosamente gritamos ¡Viva la Patria! Los estudiantes de Las Piedras desarrollaron una buena labor y los distintos alrededores del Uruguay nos dejaron entrever a todos en su máximo esplendor la diversidad de facetas que los integran. Nos despidieron con una desaforada alegría, de hecho muy afectiva, para seguir con nuestras osadías rememorando “El Éxodo del Pueblo Oriental”. Así, en este orden, emprendimos camino arriba, hacia el pequeño pueblo de San José, donde el arte nos hacía una cita formal para engalanarlos con las curvas y cuadraturas del Teatro Bartolomé Maccio. Ícono sin igual, que se caracteriza por sus retratos diáfanos de la tragicomedia y también por el buen tributo al dios de las artes escénicas; totalmente sublime. Momento después, al sentir de unos cuantos pasos, nos adentramos a la emblemática Catedral de San José, que reflejaba toda la belleza arquitectónica a la que nos ha acostumbrado el Uruguay. Además, dejando en vilo la buena afectividad y fe religiosa católica del pueblo oriental, digno de admirar. Al igual que como se hubiese recibido a un ejército libertador, en la Intendencia de la ciudad de Fray Bentos la banda de la ciudad programó un cálido recibimiento a las distintas delegaciones. Éstas por unos concisos pero mágicos momentos compartieron la creación de una nueva patria; una donde brasileños, argentinos, paraguayos, ecuatorianos, uruguayos y colombianos, sin importar las costumbres, hicieron en conjunto: eliminar 372 las tierras y dibujar por unos segundos la América que Bolívar y Artigas soñaron al lograr darnos una soberanía y una identidad, que multiétnica e infinita, nos esbozaba. Luego del recibimiento en la sala principal de la gobernación del Departamento de Río Negro, además de gratificante y reveladora, hubo unos matices de integración, y realmente demostró que no es cada país independientemente que conoce la historia artiguista, si no que hace hincapié para ser la gran América que reúne una serie de importantes tradiciones. RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: COLOMBIA Día Jueves 4 de octubre Empieza un nuevo día para los caminantes y junto a este una nueva aventura. Aunque Fray Bentos denota un clima de fuertes brisas, la pasión nacionalista abriga todos nuestros corazones, pues al dirigirnos al régimen nueve del Ejército Nacional Uruguayo, el aire defendía la consigna de vencer o morir por la patria; allí visitamos el museo donde vimos armamentos utilizados en distintas guerras, cada uno de ellos contaba su propia historia, pero en realidad todas mantenían entre sí una relación en común; esta es la fortaleza y valentía de todo un pueblo que trabaja en unión para defender su soberanía. Esto, mas la fidelidad innata del mejor amigo del hombre también reivindico el concepto que esta afortunada delegación tiene de esta nación, el mismo que es el siguiente; Uruguay es sinónimo de coraje y amabilidad. Luego, nos trasladamos al pasado, que es necesario para comprender el presente, conocimos la estatua del patrono de la ciudad, Fraile Bentos quien es un ejemplo de que la religión si se puede relacionar con la política, quien también nos invita a ver mas allá de lo que tenemos en frente y de esta manera observar la hermosura de la naturaleza, que rodea esta ciudad, e hipnotiza a sus visitantes, así como a sus mismos pobladores. Después de esto los caminantes envueltos en medio de historia y leyenda nos dirigimos al museo de la revolución industrial, una de las mejores muestras de desarrollo humano el cual nos permitió conocer y vivenciar como era el arduo trabajo ejercido por los grandes números de personas hasta llegar al punto de necesitar mano de obra extranjera. Es digno de orgullo el trabajo disciplinado de obreros y encargados de la administración de las fábricas que motiva de gran manera a los jóvenes caminantes y alcanzar mediante propias habilidades las metas propuestas que conllevan a la integración y fraternidad regional. 373 Fuimos después al club de los pescadores. Los trovadores se encargaron de encender aun más los ánimos de los caminantes. Todos, muy alegres, olvidamos lo nocivo del mundo y quemamos lo que a nosotros nos parece injusticias y preocupaciones, esas cosas que en el mundo están de más, para luego compartir un almuerzo muy propio de todas y cada una de las delegaciones de los países sudamericanos… esta vez, hasta el sol estuvo presente iluminando nuestros caminos. Tuvimos un momento de integración conociendo nuestras distintas culturas que después de tanto convivir juntos, están volviéndose una. Los acentos poco a poco se mezclan. Junto a nosotros se unieron jóvenes de Cepas de Paysandú y estudiantes de la ciudad Guichón. Más tarde nos reunimos en la Meseta de Artigas. Éste era el lugar donde el prócer se asentó antes de realizar el cruce a la hermana Argentina, y como él, acamparemos en ella. El paisaje nos enamora, y una puesta de sol nos muestra gentileza, así como la de la gente de Uruguay. Pasamos un rato verdaderamente feliz con conversaciones que ya no son entre desconocidos, sino entre amigos. En un ambiente acogedor, hablamos sobre el prócer, Artigas, de quien podemos aprender a amar a la patria. Él decía cualquier enemigo de la patria es enemigo mío. Él es un perfecto ejemplo de una persona que inspira, logró que lo siguieran y que un pueblo desarrolle un pensamiento político de una gran América, La Patria Grande. Cuando hablamos de nación no solo se habla de un pedazo de tierra, sino de algo mucho más grande que esto. Patria un sentimiento que llega hasta lo íntimo del corazón. La patria no tiene límites, la patria rompe barreras y esquemas, tal como lo hacemos el día de hoy, formando una hermandad entre uruguayos, brasileños, argentinos, paraguayos, colombianos y ecuatorianos. Hoy hacemos patria, hoy no somos solo nosotros mismos, somos un país entero, una nación, un ejemplo de que los jóvenes si hacemos cosas por el mundo y que los día por venir serán mejores. Las delegaciones del Mercosur en caminos del Éxodo del Pueblo Oriental no somos los únicos que demuestran esto, sino que también están los jóvenes que deciden realizar un estudio arqueológico del área donde solía vivir Artigas Melchora Cuenca. Después, nuevamente la música está presente, unificando nuestras culturas más y más. Como es de costumbre, nuestros compañeros del Sur del continente organizaron la preparación de una deliciosa parrillada. Tras deleitarnos con ella, nos sentamos alrededor de una fogata que desbordaban emociones, las mismas que se incrementaron con las historias, leyendas y bromas que representan los humores de las culturas unificadas, y 374 después de ello, el sueño y el descanso se apoderó de nuestros cuerpos, llevando también a nuestras almas a reposar en tranquilidad. De hecho, para Ecuador, escribir la bitácora el día de hoy no ha sido un deber o una simple responsabilidad, más bien se ha convertido en un verdadero placer ya que llegamos a presenciar un paisaje inigualable y nunca antes visto por ninguno de los que conformamos la delegación ecuatoriana. Decimos con toda certeza que nosotros hemos llegado a amar a esta patria, tan bella, tan amigable, tan cálida… tan uruguaya. RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: ECUADOR Día Viernes 5 de octubre Llegando al 5° día de la recorrida de los caminantes empieza una exploración por la meseta de Artigas, después de una noche donde nos deleitaron artistas con canciones típicas de la región y en la cual se formó una ronda alrededor de una gran fogata que con sus llamas pareció convocar a las delegaciones en torno a ella, comenzando así las tertulias y los relatos que fueron avanzando con las horas, provocando entre los participantes curiosidad, incertidumbre, reflexión, ansiedad y en más de una ocasión, miedo. Empieza de a poco el día con un desayuno alrededor de la ya apagada fogata en el que se iban sumando los jóvenes y adultos. Una vez todos puestos de pie se toma como oficio la jardinería, dando inicio a la plantación de diez árboles, entre ellos, el guayabo colorado, el pindó y el chal, colocando luego una placa recordatoria. Al finalizar la plantación algunos de los integrantes de las delegaciones expresaron sus sentimientos y emociones, contándonos que para ellos no era solamente ‘’plantarlos’’, sino que significaba dejar las raíces de una cultura, estrechar los lazos latinoamericanos y por sobre todo llevarse un pedazo de cada cultura adquirida a través de los hechos acontecidos, demostrando también que los límites “solamente existen en los mapas” como lo mencionó una compañera. En la meseta también tuvimos la oportunidad de pasear en caballos, hecho que nos permitió identificarnos aún más con la historia del pueblo oriental, ya que ese lugar que recorríamos cabalgando, y otros caminando, muchos años atrás era ocupado por el pueblo que formó parte del éxodo que siguió a Artigas. Unas cuantas horas de viaje y llegamos a Salto, para instalarnos en el Hotel El Pasaje, volviendo así a las comodidades. Cruzando la calle nos encontramos con el parque acuático “Acuamanía”, donde almorzamos y 375 tuvimos un recorrido acompañado de Fabián, uno de los salvavidas. El nos mostró los cuidados y precauciones que debemos tomar al momento de ingresar a los toboganes y piscinas. De vuelta al colectivo nos dirigimos a la UTU, donde nos recibieron alumnos cursantes del primer año Bachiller en Turismo, para transformarse en nuestros guías por la ciudad. Empezamos la recorrida por los lugares históricos en la plaza Artigas que con su hermosura y su bella fuente dejó a todos maravillados. Pudimos ver también que en frente de la plaza se encontraba la única catedral de la ciudad construida al principio del siglo XIX. Más tarde llegamos a otra plaza llamada Plaza Treinta y Tres, denominada así por los Treinta y Tres Orientales. De ahí destacamos la exposición de cuatro estatuas que representan las diferentes estaciones del año. Para terminar el recorrido fuimos al puerto que tiene una de las vistas más hermosas que hemos visto, una imagen que trasmite calma y en la cual se aspira un aire de historia debido al imponente edificio en el que hoy se encuentra un museo histórico. Ya terminado el recorrido nos dirigimos de vuelta al hotel para disfrutar de una rica merienda en la cual se siente la ansiedad por la fiesta que nos espera. RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: PARAGUAY Día sábado 6 de octubre El parque acuático transformado en pista de baile se engalanó con la presencia glamorosa de los caminantes 2012. El intercambio cultural se hizo presente esta vez a través de los distintos tipos de música, prevaleciendo el sexy movimiento de caderas colombiano. Finalizado el encantamiento, a la media noche regresamos al hotel. Los pasillos pronto se llenaron de voces, los coordinadores esperaban impacientes que las luces se apagaran. Amaneció fresco, la lluvia mecía los caminantes que adormilados dejaron la cafetería desierta. Los ómnibus encendieron sus motores para dirigirnos ahora a nuestro último destino. La vecina orilla, la provincia de Entre Ríos, nos esperaba. En la aduana se podía percibir la expectativa por llegar al otro lado del río para vivir en cuerpo y alma lo que Artigas y su pueblo sintió al acampar en el Ayuí. Pero algo no andaba bien, el temor se apoderaba cada vez más de nosotros al imaginar que no podíamos acompañar los últimos pasos del pueblo oriental. Los minutos pasaban y se convertían en horas. Tratando de pasar el tiempo, muchos aprovecharon a descansar, a otros 376 se los veía compartiendo palabras y risas. De pronto una señal de alegría. Luego de varios trámites y obstáculos la prueba había sido superada. Así dejamos nuestra tierra atrás para adentrarnos aún más en la historia viva del “Éxodo del Pueblo Oriental”. En Concordia fuimos recibidos por la Municipalidad, se encontraban presentes: el Sr. Vice-Intendente Alejandro Casañas, el Sr. Consejal Miguel Prati, el Sr. Director Departamental Saúl Dri, entre otras autoridades, quienes declararon no sólo el interés municipal de nuestro viaje, sino también expresiones como “Esto lo tenemos que hacer entre todos, una América mayor depende de nosotros”, “Una América Latina grande no separatista”. El eco de palabras similares a éstas quedaron resonando, “Ustedes son el mejor homenaje a aquel hombre que soñó esa América”. Minutos más tarde las diapositivas nos enseñaron otros mapas y otras circunstancias en las que aún no se habían dibujado las fronteras. Luego el parque San Carlos nos mostró entre ruinas y monumentos que el misterio y la belleza de la tierra es una como la historia de uruguayos y argentinos. De la misma manera la imagen del prócer se simboliza en la bandera de la provincia hermana de Entre Ríos y en el sentir de sus habitantes. Continuamos con el recorrido de la ciudad, apreciando así sus lugares característicos. Luego, el almuerzo, una comida típica, el asado, en el club Progreso. Al terminar regresamos a Salto en busca de las maletas, cargando con ellas las ganas de disfrutar de Acuamanía. Emprendido el viaje de regreso a Montevideo, Salto aún nos tenía reservada una sorpresa: la despedida de un atardecer multicolor. Ya marcha atrás ‘Mercosureños’ y ‘Banda Orientales’ desafían al tiempo con nuevas historias. En este viaje hemos pasado por aquellos lugares que fueron trascendentes para que nuestra patria fuera libre e independiente. Hoy, finalizada la ruta realizada por los orientales doscientos años atrás, nos recuerda el enorme desafío de luchar por defender la libertad en cada uno de los espacios en que actuamos, con enorme decisión, con fuerza de espíritu y entrega para ejemplo de las generaciones que nos sucederán. Deseamos una sociedad comprometida que exija y que cumpla los valores fundamentales que sustentan nuestra nación y para esto debemos hacer entender a todo su conjunto que a lo largo de nuestra historia muchos héroes murieron para que hoy el Uruguay sea libre e independiente. Las grandes gestas se valoran por lo que enseñan y no por lo mucho que las reverenciemos, hay que reflexionar acerca del momento histórico que nos toca vivir, debemos pensar los hechos que constituyeron nuestra historia 377 desde nuestro tiempo, revisando algunos valores, y construyendo otros, para aprender a conocernos diferentes pero iguales, incluidos en una única patria. Nos toca continuar la tarea emancipadora, ya sin armas de guerra pero con las siempre vigentes armas de la educación y de la integración de tradiciones y costumbres. Estas batallas debemos librarlas como hijos, como ciudadanos ¡tan ilustrados como valientes! RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: URUGUAY Día Domingo 7 de octubre Todo comenzó con un abrir de ojos, un tenebroso color gris que cubría el cielo, la lluvia amenazaba nuestro viaje. La fatiga quiso apoderarse de nosotros pero a pesar de eso continuamos con nuestro paseo, habiendo dado el final al recorrido de nuestro protagonista principal, José Artigas, en Ayuí- Argentina. Mientras las nubes no dejaban de derramar incesantes gotas de agua, las delegaciones partían en el Mercosureño y Banda Oriental para iniciar el breve recorrido a Piriápolis y Punta del Este que solo se dejó fotografiar. La imponente Piriápolis daba signos de alquimia por donde se la viese. Desde su árbol cargado de energías positivas, sus ornamentales hoteles y castillos, hasta las estatuas de la rambla misma. El Castillo Pittamiglio nos dejó entrever que nada es lo que parece, que a veces podemos equivocarnos, elegir caminos incorrectos y aun así volver a empezar. Su presencia arquitectónica nos cautivó y sus pinturas lograron trasladarnos a diferentes sitios. El agua, cayendo del cielo infatigable, frustró nuestras ansias de aventura; las lanchas y el mar no permanecerán en el recuerdo. Aunque no pudimos compartir la merienda prevista con chicos de la UTU, ellos, con muy buena voluntad nos enviaron alfajores que habían preparado y como siempre dice Higor, estaban “RIIIQUIISIIIMOOOSSS”. Pasamos horas interminables arriba de los colectivos pero gracias a los lazos que hemos formado evitamos que el viaje se convirtiera en una tediosa espera. Vamos sintiendo que tristemente nuestros días juntos se acaban, se acerca el final, se siente la gran despedida. Hoy, luego de haber vivido esta semana cargada de aprendizajes y amistades que nos marcaran por el resto de nuestra vida, podemos decir que sin darnos cuenta y hasta casi naturalmente rompimos esas “fronteras” que creíamos que nos dividían. 378 RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: ARGENTINA Día Lunes 8 de octubre Maria nas terras de ARTIGAS. Maria agora com o coração iluminado e com uma felicidade sem fim partia para as terras de José Artigas, homem que com sua história de luta e amor pelo Uruguai lhe fez refletir sobre seus sentimentos pela sua pátria e lhe fizera amar como nunca havia amado antes. Ao chegar nas terras dos seus irmãos Orientais Maria e seus companheiros foram recebidos com uma calorosa recepção de boas vindas pela amiga Sandra que os levou para o hotel onde o cansaço venceu a curiosidade e fez com que eles dormissem uma curta noite de sono onde os sonhos de imaginar o que viria pela frente tomaram conta da mente de Maria e seus amigos. Já no dia seguinte depois de uma maravilhosa noite de sono e com uma curiosidade a flor da pele, Maria e seus amigos foram conhecer as outras delegações onde se começava a criar um verdadeiro elo de amizade e companheirismo. E com todas as delegações presentes eles puderam iniciar a jornada de luta artiguista, onde todos os caminhantes ficaram encantados e ao mesmo tempo inebriados com a beleza da Ciudadela, lugar que trazia consigo não apenas a beleza mais a história de lutas que mesmo com o passar do tempo não foram esquecidas ou apagadas. E ao chegar no Plaza Independência Maria ao enxergar de longe a estatua de José Artigas sentiu seu coração vibrar pois como todos os seus companheiros Maria jamais imaginava que pudesse chegar tão longe, seu olhos paralisaram ao vê-lo montado em um cavalo onde a fisionomia do seu rosto retratava um ser imponente que não temeu a própria morte. A caminhada foi longa, foram tantos lugares visitados que Maria estavacom a mente cheia. De tantas coisas para contar mal conseguia lembrar. Em mais um passeio naquela linda cidade Maria juntos com os outros caminhantes foram para o Palácio Legislativo, onde a emoção tomou conta de seu interior ao ver onde estava guardado os restos mortais de Artigas. Maria ao visitar os 19 departamentos uruguaios percebeu que a história de Artigas não estava escritas em papeis ou reproduzidas em estatuas, ela percebeu que sua luta e sua história estava na mente, no coração e no sangue do povo uruguaio, um povo que onde passa, conta e retrata com todo amor e orgulho a vida de um homem que para eles e o maior herói de todos os tempos. Em todos os departamentos visitados um deles fez com que Maria se sentisse em sua própria casa, Paisandú. Esse e o nome do lugar onde Maria sentiu dentro de si uma paz inigualável, e ao ver um quadro de 379 Artigas pregado na parede da casa onde vivera por alguns dias em meio a suas batalhas, ela se sentiu totalmente segura, uma segurança que nunca sentira nem nos braças de seus pais, e ao redor de uma calorosa fogueira, pode sentir a presença de Artigas, que lhe confortou o coração para aguentar a saudade de casa. Depois da volta do departamento de Paisandú, Maria fazia a sua última visita pela cidade de Montevidéo e junto as delegações de Paraguai, Equador, Colômbia, Argentina, Uruguai e Brasil, foram conhecer o museu de futebol, e logo em seguida partiram para o museu do carnaval, onde as fantasias e as cores tomaram conta dos olhos de cada caminhante, e no fim do dia foram ao Instituto de Tecnologia Superior. Acabadas as atividades, na volta para o hotel Maria lembrava uma das frases de Artigas, onde em seu momento de reflexão ela pode ter a certeza que Artigas não lutou apenas pelo povo uruguaio mas por todo os irmãos vizinhos. ‘’MI AUTORIDAD EMANA DE VOSOTROS Y ELLA CESA POR VUESTRA PRESENCIA SOBERANA.’’ Maria carrega com ela um sentimento verdadeiro, um sentimento que arde em seu peito como brasa quente que soa por justiça esse sentimento se descreve em uma só palavra ‘’Artiguista’’ e esse sentimento que Maria carregara em seu peito por toda vida. Mas agora a jornada Artiguista juntos com os caminhantes chega ao fim, para que se de inicio a uma nova história que será fruto das experiência vividas nessas terras. E Maria hoje com todo orgulho canta um hino que não e de seu país, o hino do Uruguai, o qual adotara como sua pátria também. ORIENTALES LA PATRIA O LA TUMBA LIBERTAD O CON GLORIA MORIR! ES El VOTO QUE EL ALMA PRONUNCIA, Y QUE HEROICOS SABREMOS CUMPLIR! LIBERDAD, LIBERDAD ORIENTALES ESE GRITO A LA PATRIA SALVÓ QUE A SUS BRAVOS EN FIERAS BATALLAS DE ENTUSIASMO SUBLIME INFLAMÓ. DE ESTE DON SACROSANTO LA GLORIA DECIMOS TIRANOS TEMBLAD! LIBERTAD EM LA LID CLAMAREMOS, Y MURIENDO, TAMBIÉN LIBERDAD. 380 RESPONSABLE DE REDACCIÓN DE BITÁCORA: BRASIL CRÓNICAS Y NOTICIAS DEL RECORRIDO Día lunes 1 de octubre De dónde venimos. Las delegaciones parte de MERCOSUR educativo conocieron la Ciudad Vieja. Hoy primero de octubre, con la llegada de la delegación Colombiana, se terminó de conformar el grupo de jóvenes Caminantes 2012 tras haber recibido ayer a las delegaciones de Argentina, Brasil, Ecuador y Paraguay. En el día de la fecha las actividades se centraron en la Ciudad Vieja, uno de nuestros centros turísticos más importantes en tanto patrimonio cultural y barrio portuario. Los jóvenes conocimos de ésta manera un poco de la historia de nuestro país en sus orígenes a través del relato de estudiantes de la UTU de Turismo y la apreciamos en el paisaje arquitectónico. Tuvimos así la oportunidad de conocer y mostrar a integrantes ajenos a nuestro pasado de dónde venimos. “No saber lo que ha sucedido antes de nosotros, es como ser incesantemente niños” Marco Tulio Cicerón. 381 EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS: Antonella Barboza (Argentina) Mikaela Dos Santos (Brasil) Día martes 2 de octubre La red de Caminos del MERCOSUR amplía horizontes en la integración de urbes sudamericanas. Las distintas delegaciones de los países sudamericanos conocieron el día de hoy, 2 de octubre del presente año, el Palacio Legislativo, un edificio neoclásico griego cuyas paredes, fachadas, bóvedas y columnas se encuentran decoradas con mármol propio de este país. Los caminantes se ubicaron primero en el “Salón de los Pasos Perdidos”, para luego dirigirse a la Cámara de Senadores. Allí apreciaron una de las más grandes muestras de la democracia en el subcontinente, sintetizada en la famosa frase de Artigas “Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa por vuestra presencia soberana”. Después de recorrer aquel edificio, los representantes de las diferentes naciones se reunieron con el Presidente de los Diputados, quien los acogió calurosamente y compartió su opinión acerca de los temas que se debaten actualmente en la República Oriental de Uruguay. Más tarde, en la Sede del MERCOSUR, se afianzaron los objetivos de esta integración, pues los adolescentes comprendieron más su rol en esta travesía; en este momento aprovecharon para tener un tiempo de esparcimiento entre ellos. Los chicos asistieron a la Intendencia de Montevideo también, en donde tuvieron el placer de conocer a Ana Olivera, Intendente de este Departamento. Ella se encargó de hacer que los caminantes se sientan como en casa, aprovechando para poder aclarar dudas de los mismos. Finamente, el día cerró con una especial comparsa al estilo del CANDOMBE en el que las diversas delegaciones comprendieron que la música rompe las fronteras idiomáticas de las regiones. 382 EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS: Elizabeth González (Ecuador) Lenin Guerrero (Ecuador) Día miércoles 3 de octubre La música, el baile, la lírica y las voces de cada integrante de las diferentes delegaciones esparcían por cada rincón del acogedor Hotel Balmoral un sentimiento de calidez suramericano que embriagaba, porque desdibujaba el tiempo y el espacio. El aroma cambió al igual que el entorno, nos encontrábamos en un viaje que rompía las fronteras de nuestros países. En Uruguay nos deleitamos con un magistral coro de música tradicional que sintetizaba su esencia. En Paraguay, la danza siguió el ritmo del arpa y la guitarra. En Ecuador, conocimos al imponente cacique junto a su amada esposa, quienes justifican la ciudad de Guayaquil. En Colombia, el baile nos transportó a través de sus regiones. En Brasil, la voz se conjugó con la alegría y el baile estrechó lazos entre todos que son ya irrompibles. Como último destino en Argentina, la poesía gauchesca y el tango nos enamoró con su imponencia. Al comenzar el día todas las delegaciones se dirigieron hacia el segundo piso para disfrutar de un rico desayuno que fue brindado por el Hotel Balmoral, todos los adolescentes aprovecharon al máximo ese exquisito plato. Los jóvenes muy felices se dirigieron hacia la puerta principal ya que en ese lugar los estaban esperando para disfrutar de su primer viaje en el pueblo oriental de Uruguay. Tras un largo viaje y mucho sueño, en un momento inesperado subieron varios estudiantes uruguayos, los cuales tenían un carisma muy grande y sobre todo son muy inteligentes y capaces de tener cualquier tipo de relación con personas de diferentes países. EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS: Sol Chiara (Argentina) Yinabeth Alcázar (Colombia) Día Jueves 4 de octubre EL SOL ACOMPAÑÓ A LOS CAMINANTES EN QUINTO DÍA ARTIGUISTA. “Posterior a la salida de Fray Bentos, los jóvenes recorrieron Paysandú”. Al partir de la ciudad de Fray Bentos, en la mañana del jueves, los jóvenes se dirigieron al Museo de Armas del Ejército Batallón del Rincón, armas las cuales ya fueron usadas y armas que apenas se empiezan a usar en 383 la ardua labor del Ejército. Lo que más llamó la atención de algunos caminantes fue el Mausoleo de Artigas y su compañero negro Ansina; estaban muy emocionados, y deseaban obtener más tiempo para contemplarlo. Esto nos hizo dar cuenta que Artigas no estaba en el Mausoleo, Artigas estaba aquí en las personas que deciden seguir por las veredas de la libertad, la soberanía, la belleza y estar con todos los participantes de Caminos del Mercosur 2012, y en todos aquellos que comprenden y que saben lo que es el Pueblo Oriental. La historia de Fray Bentos se hizo presente en el camino de los caminantes, quienes por medio de una simpática obra de teatro elaborada por unos estudiantes locales enseñaron a éstos la historia etimológica del nombre de la ciudad. En su partida hacía el museo de la revolución industrial los caminantes tuvieron un agradable encuentro con una parte de la sociedad de aquel entonces, un poco más de 100 años después de la cautivadora historia de Artigas, el proletariado; clase social obrera a la cual cada una de las naciones delegadas coincidía en señalar como la base de las riquezas y de los paraísos americanos. Luego del largo camino, y cruzar al departamento de Paysandú, unos cómicos y impactantes comediantes del teatro independiente hacían presencia, y por medio de líricas y chanzas, eran portadores de la voz de una cultura olvidada pero tan representativa que cautivaba y envolvía de manera inusual. La tarde se hizo completa luego de que unos estudiantes del Departamento acompañaran a los caminantes para hacer presencia y conocer un poco más de su cultura, donde intercambiaron risas y compartieron alegrías lanzando piedras, las cuales brincaban y salpicaban el Río Uruguay, tomarse fotos, lo cual propició una integración muy buena entre todos los jóvenes. Aunque esto no fue todo, algunos estudiantes se emocionaron con la belleza de “La meseta de Artigas”, cautivadora y hermosa como ninguna otra; el atardecer, hacía un ocaso imperdible y perdurable en la memoria de estos jóvenes, quienes impactados por la belleza del atardecer, enjugaban sus mejillas y sonrojaban al paisaje por contemplarlo y llenarlo de tanto amor. Era como si nadie fuese digno de contemplar tan grata belleza. 384 EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS: Lucas Kristhen (Brasil) Julián Solórzano (Colombia) Día viernes 5 de octubre ¨Árboles Sinónimo de vida¨ Las Delegaciones mercosureñas (caminantes del Éxodo del Pueblo Oriental 2012) dejaron como recuerdo la plantación de diez árboles. En la mañana del 5 de octubre del corriente año jóvenes representantes de cada delegación se unieron y realizaron una actividad en la cual debían de plantar árboles en honor a José Gervasio Artigas, en la Meseta donde lleva su nombre, además se ha dejado una placa recordatoria. Los árboles no solamente son plantas, poseen vida como nosotros, necesitan de un espacio en el cual puedan crecer y dar sus frutos. En ese momento se ha reflejado una vez más la integración entre todos. EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS: Natalia Rodríguez (Paraguay) Guido Morel (Paraguay) Día sábado 6 de octubre Cruzando dos naciones. Los jóvenes representantes del Mercosur llegaron finalmente a destino, atravesando el río para completar la memorable ruta del pueblo oriental. Los caminantes atravesaron la frontera el sábado temprano por la mañana, sufriendo varios percances en su camino; la demora en la aduana les recordó, tal vez, que aquel territorio que supo ser uno se encuentra dividido por burocracias, leyes y el peso de tragedias compartidas. Una etapa del viaje ha concluido, el recorrido histórico, plagado de recuerdos de pasadas glorias orientales, termina en los alrededores de Ayuí. Junto al renombrado arroyo aguardaban representantes de la Intendencia de Concordia. Uno de ellos, ferviente artiguista, quiso evocar mediante palabras la memoria del héroe; su esmerado discurso, aunque no carente de apasionadas subjetividades, enriqueció los conocimientos técnicos que toda la delegación poseía sobre la Redota. El simbólico intercambio de presentes cierra la recepción, los Ministerios 385 Educación de Uruguay y Argentina son quienes los entregan. Un ciclo se termina, los pasos de los caminantes ya no siguieron los de Artigas, las pocas jornadas restantes están destinadas al ocio, si es que así lo permiten las tormentas. Cruzando duas nações Os jovens representantes do Mercosul chegaram finalmente a destino atravessando o rio para completar a rota dos povos orientais. Os caminhantes atravessaram a fronteira no sábado pela manhã sofrendo várias dificuldades em seu caminho. A demora na fronteira ...penso que talvez aquele território que alguma vez foi um, agora se encontra dividido pela burocracia, as leis e o peso da tragédia compartilhada. Uma parte da viagem foi concluída, o percurso histórico, cheio de memórias, de glórias orientais termina perto do Ayuí. Junto a Córrego esperavam os representantes da Prefeitura de Concordia. Um deles, artiguista apaixonado, queria evocar empalavras a memória do herói. Seu discurso cuidadoso, embora não seja carente de subjetividade, enriquecia os conhecimentos que a delegação tinha da Redota. A troca simbólica de presentes fecha a recepção. Os Ministérios da Educação do Uruguai e da Argentina entregam os presentes. Um ciclo é concluído, os passos dos caminhantes não seguem os de Artigas, os poucos dias restantes são para lazer, se permitido pelas tempestades. EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS: Max González (Argentina) Higor Tristao (Brasil) Día domingo 7 de octubre Los sudamericanos se empapan con el arte uruguayo “Los caminantes del MERCOSUR llegaron a una de las atracciones turísticas más importantes del Uruguay”. El 7 de octubre todas las delegaciones se dirigieron hacia Maldonado. El recorrido realizado en Punta Ballena no forma parte de la reconstrucción del éxodo, pero fue tomado en cuenta por los organizadores de Caminos del MERCOSUR por ser una zona muy importante para el turismo uruguayo. En Punta Ballena los jóvenes se detuvieron en Casa Pueblo, donde se encontraron con una fabulosa arquitectura que resalta ese lugar. La 386 misma fue construida por Carlos Páez Vilaró, quien paralelamente se dedica a la escritura y pintura, artista con el cual los sudamericanos tuvieron el privilegio de tomarse fotos e intercambiar palabras. Este artista es muy reconocido como “el poeta” y “el loco”, una de sus obras más importantes fue el libro escrito a su hijo en forma de relato de la experiencia vivida en la tragedia de los Andes. Aunque el tiempo no favoreció el recorrido, las delegaciones hicieron suya la imagen vivaz dada por las obras de Carlos Páez dentro de su taller. EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS: Jessica Marichal (Uruguay) Ilmar Herrera (Colombia) Día lunes 8 de octubre Finaliza Caminos del MERCOSUR 2012 (en español) Los caminantes comparten su último día en Montevideo. Luego de su recorrido desde la capital uruguaya hasta Concordia, Argentina, los estudiantes y sus coordinadores, con satisfacción y sin ánimos de despedida, disfrutan de su último día completo juntos, con entretenidas charlas, abrazos, cartitas y deseos de no separarse. La jornada de hoy estuvo dedicada al esparcimiento y compras. Entre otros lugares, recorrieron el Mercado de los artesanos, el Museo del Fútbol, el Museo del Carnaval y el Instituto Tecnológico Superior. También hubo espacio para recordar momentos que tuvieron lugar en los últimos días y, según datos recogidos, se realizaron estadísticas, algunas de las cuales se detallan a continuación. Canciones más escuchadas: Yo tengo tu amor y Sexy Movimiento de Cadera. Frases top del momento: “Mmm, riquísimo”, “¡Qué interesante!”, “Despaciiito” y “¿Te lo deletreo?”. Miedo más recurrente en el micro “Banda Oriental”: ir a Chutro. Explicación más dada: en Ecuador, el verde y el maduro no son bananas. El menos sonriente en fotos: Thiago. El más fotogénico: Eduardo. El más chistoso, inquieto y guapo: Higor. Los bailarines más sensuales: Alejandro, Julián, Julia, Mariana y Camilo. 387 Las tangueras: Daniela y Antito. La bailarina de samba y la más artiguista: Mikaela. Los fotógrafos oficiales: Lucas y Adriana. La voz más hermosa: Mainé. La mejor presentación: “Hola, soy Alejandro, de Cartagena, Colombia”. La más bochinchera: Antonela. Los más callados: Kassya, Sol, Lucía, Guido, Hilmar, Noe, Churi, Felipe, Vilma y Laura. El mejor asistente médico: Joaquín. La más latina: María Grazia. El filósofo más político: Max. La más solidaria: Natalia. Las del español más claro: Yinabeth y Elizabeth. Los más simpáticos: Susana, María Inés, Jéssica, Magdalena, Mariana P, Alicia y Sandra. La twittera: Tania. El más coqueto: Lennin. Los más dormilones: Thiago y Max. La que más sabe de campamento: Daniela. Los del portuñol: Joaquín, Thiago, Daniela, Eduardo y Noelia Navarro. El más serio y responsable: Luis. Además se registraron pequeños siniestros por parte de Nando, Higor y Mikaela, “los faroferos”. Los protagonistas del Programa Educativo del MERCOSUR tendrán esta noche su última reunión de evaluación, cena con el Ministro de Educación y actividades varias. Representantes de las delegaciones han declarado que dan las gracias a los coordinadores uruguayos por su calurosa hospitalidad en esta bella ciudad y, además, dijeron que fue una experiencia maravillosa que nunca olvidarán. 388 EQUIPO DE CRÓNICAS Y NOTICIAS: Thiago Henrique (Brasil) Noelia Navarro (Argentina) Chega ao fim caminos do MERCOSUL 2012 (em português) Os caminhantes compartilham seu último dia em Montevidéu. Depois de percorrer a capital uruguaia até Concórdia, Argentina, os estudantes e seus coordenadores, com satisfação e sem ânimos de despedida, desfrutam de seu ultimo dia completo juntos, com entretidas conversas, abraços, cartinhas e desejos de não se separarem. A jornada de hoje esteve dedicada ao espairecimento e as compras. Entre outros lugares, recorreram o Mercado dos Artesãos, o Museu do futebol, o Museu do carnaval e o Instituto Tecnológico Superior. Também houve espaço para relembrar momentos que tiveram lugar nos últimos dias e, segundo dados recolhidos, se realizaram estatísticas, algumas das quais se detalham na continuação. Canções mais escutadas: Yo tengo tu amor e Sexy movimiento de cadera. Frases top do momento: “Humm riquíssimo”, “Que interessante!”, “Despacito” “¿Te lo deletreo?”. Medo mais recorrente no ônibus “Banda Oriental”: Ir ao sótão. Explicação mais dada: No Equador, o verde e o maduro não são bananas. O menos sorridente em fotos: Thiago. O mais fotogênico: Eduardo. O mais engraçado, inquieto e bonito: Higor. Os bailarinos mais sensuais: Alejandro, Julían, Julia, Mariana e Camilo. As tangueiras: Daniela e Antitto. A bailarina de samba e a mais artiguista: Mikaela. Os fotógrafos oficiais: Lucas e Adriana. A voz mais bonita: Mainé. A melhor apresentação: “Hola, soy Alejandro de Cartagena, Colombia”. A mais faladeira: Antonela. Os mais calados: Kassya, Sol, Lucía, Guido, Ilmar, Noe Churi, Felipe, Vilma e Laura. O melhor assistente médico: Joaquín. A mais latina: María Grazia. O filósofo mais político: Max. A mais solidária: Natalia. As de espanhol mais claro: Yinabeth e Elizabeth. 389 Os mais simpáticos: Susana, María Inés, Jéssica, Magdalena, Mariana P, Alicia e Sandra. A twittera: Tania. O mais jeitoso: Lennin. Os mais dorminhocos: Thiago y Max. A que mais sabe de acampamento: Daniela. Os de bom portunhol: Joaquín, Thiago, Daniela, Eduardo e Noelia Navarro. O mais sério e responsável: Luis. Além do mais se registraram pequenas coisas sinistras pela parte de Nando, Higor e Mikaela, “os farofeiros”. Os protagonistas do programa educativo do MERCOSUL terão esta noite sua última reunião de avaliação, jantar com o Ministro da Educação e atividades variadas. Representantes das delegações declararam que agradecem aos coordenadores uruguaios pela sua calorosa hospitalidade nesta bela cidade e, além do mais disseram que foi uma experiência maravilhosa que nunca se esquecerão. 390 394
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