TEMA II, 10-11

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 TEMA II -­ NUEVOS ALFABETISMOS. Ana Sacristán Lucas Departamento de Didáctica, Organización Escolar y Didácticas Especiales, Facultad de Educación, UNED Novum sive bonum*. No sería de extrañar que 'nuevo' fuera el adjetivo calificativo más utilizado en los últimos cincuenta años. Y tampoco resulta arriesgado afirmar, en un plano valorativo, que también es el más legitimador. Si acaso ex aequo con 'moderno', aunque parece que éste se va quedando ... antiguo. En una cultura como la llamada 'occidental' en la que la ciencia y la técnica han sustituido, todo lo parcial y contradictoriamente que se quiera, a las religiones, el alcanzar el paraíso en este mundo exige una innovación científico-­‐técnica constante; aun queda un largo camino, así que bienvenidos sean los cambios, y cuanto más rápidos, mejor. Conviene pues, mostrarse un poco crítico ante un término tan ubicuo y tan, a menudo, interesadamente empleado. Cualquier cosa es nueva en relación con otra anterior que cumpla una función similar, aunque solamente sea porque tiene menos desgaste. Sin ser tan literales, y por esa evocación positiva que suscita su simple mención, la más leve modificación de cualquier producto ya le hace acreedor al mérito de nuevo. Como sucedió con el concepto de alfabetismo en el tema anterior, se hace preciso acotar el alcance de 'nuevos' que debe asociarse a 'alfabetismos'. De los tres componentes de la definición de alfabetismo que manejábamos -­‐capacidad, texto, e interpretar/producir/manejar el entorno cultural-­‐ es evidente que 'capacidad' no se ve afectada por el adjetivo nuevo: no hay nuevas capacidades, los humanos no han cambiado de cuerpo ni de mente (quiere decirse, de destreza intelectual, no confundir con mentalidad) para utilizar los nuevos alfabetismos. Lo que sí cambian son los textos y la forma de tratarlos, y las formas culturales que generan. De modo que cuando hablamos de 'nuevos alfabetismos' hablamos de nuevos textos, de nuevos modos de manejarlos y de los cambios socioculturales que conllevan. El siguiente paso es establecer respecto a qué es nuevo lo nuevo, es decir qué es lo viejo, cual es la frontera y en base a qué criterio se demarca. Consideramos que el más adecuado para el estudio de la 'Sociedad del Conocimiento' es de naturaleza tecnológica: en concreto, del tipo de tecnologías-­‐punta que son de uso común y generalizado en una determinada sociedad. Según un criterio muy extendido y aceptado en el campo de las ciencias sociales, el límite entre lo nuevo y lo viejo es el tránsito de las 'tecnologías electrónicas de primera generación' a las de 'segunda generación'. Las principales tecnologías electrónicas de primera generación son telefonía, radio, cine, televisión y cintas magnéticas de 27
______________ * “Nuevo, o sea, bueno”. audio/vídeo1. Las tecnologías electrónicas de segunda generación se refieren básicamente al mundo de las TIC: informática, telemática, redes interconectadas en una macrored global (Internet), digitalización multimedia, etc. Los nuevos alfabetismos son las habilidades que permiten manejar textos digitales desde la lógica de las tecnologías de informática, telecomunicaciones e interconexión global de redes y usuarios finales (personas agentes de cultura). Nos corresponde ahora explicar todo esto. No es nuevo todo lo que se dice nuevo Todas las definiciones de entidades con una mínima complejidad deben tomarse con precaución y, a la vez, con flexibilidad. La que acabamos de enunciar sobre nuevos alfabetismos en el párrafo anterior, no es una excepción. En primer lugar hay que tener en mente – siempre hay que hacerlo, pero aquí con especial cuidado -­‐ la consideración de las definiciones como un todo. Los nuevos alfabetismos tratan textos digitales sobre soportes electrónicos, pero no todos los textos digitales entrañan por si mismos nuevos alfabetismos (incluso, veremos más adelante que puede haber nuevos alfabetismos o, si no, algo muy parecido, con textos escritos o impresos en papel). Por ejemplo, un libro electrónico no pertenece al mundo de los nuevos alfabetismos únicamente porque las letras se representen por medio de sistemas digitales, sino porque a ello se añade que su operativa y su funcionalidad -­‐ adquisición de textos, almacenaje, recuperación, búsquedas, modo de compartirse, etc. -­‐ se inscriben y adquieren su sentido dentro de ese mundo y de su lógica. Es decir, para que un determinado alfabetismo se califique de 'nuevo' ha de aunarse en él que el texto sea digital y que también se maneje del modo que es característico de las tecnologías IC (Informática más Comunicaciones). Una sola condición no sería suficiente2. Estas maneras de utilizar textos digitales propias de entornos TIC no se quedan en meras técnicas de manipulación de dispositivos electrónicos. Incorporan, además, una relación específica con la cultura. Todo texto, de la clase que fuere, es un documento de cultura. Cada texto que se construye crea y difunde cultura; cada texto que se interpreta reproduce cultura (en la mente del 'lector'). Y cada modo particular de construcción / interpretación de un particular tipo de texto se mueve en un tipo 1
Es cierto que la telefonía y el cine, en sus inicios, no empleaban materiales electrónicos, pero este no es un texto de ingeniería, no hay que ponerse demasiado puntillosos en los aspectos meramente técnicos. Además, en el momento del tránsito a la segunda generación, tanto el cine como el teléfono empleaban la electrónica de un modo masivo.
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Es bastante frecuente oír y leer la expresión 'alfabetismo digital'. En nuestra noción del concepto, está expresión es incompleta porque tan sólo hace referencia al soporte físico del texto.
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determinado de cultura. En consecuencia, cualquier innovación en los textos y en la forma de manejarlos conlleva un cambio cultural. Vimos ya en la Introducción esta simbiosis tecnología-­‐cultura, en cuyo seno los avances técnicos, al incorporarse a la vida cotidiana de las personas, alteran sustancialmente sus hábitos y comportamientos y, por ello, sus concepciones sobre el mundo. Los descubrimientos científicos amplían y modifican la cultura-­‐acervo-­‐de-­‐
conocimientos, y sus aplicaciones técnicas hacen lo propio con la cultura-­‐formas-­‐de-­‐
vida (y formas de pensar sobre la vida). Vimos también que, a su vez, la cultura, en su componente de valores, opiniones, sentido común, etc., influye poderosamente en los descubrimientos y en los desarrollos tecnológicos derivados de ellos. Esa cultura prioriza la investigación en unos determinados campos del saber, impone unos enfoques frente a otros, decide cuál de entre las diversas aplicaciones prácticas que tiene una innovación científica ha de desarrollarse, primero tecnológicamente y después en el medio industrial. Se produce, pues, una constante realimentación mutua entre hábitos sociales y desarrollo tecnológico. Nuevos alfabetismos corresponden, así, a nuevas formas culturales. El ejercicio de un nuevo alfabetismo implica situarse en un cultura nueva. Y situarse en una cultura dada es poseer unos conocimientos específicos, teóricos y prácticos, y asumir unas normas y unos valores determinados. A esto último le llamamos 'mentalidad'. En resumen, un nuevo alfabetismo supone la asociación de un conocimiento tecnológico nuevo y una mentalidad nueva. Asimilando, como hacemos, nuevos alfabetismos a nuevas tecnologías, el conocimiento tecnológico consiste en saber utilizarlas y la mentalidad en saber como y para qué utilizarlas. En la definición de nuevos alfabetismos que dimos al final del punto anterior se mencionaba, un poco enigmáticamente, la 'lógica' de las TIC. Ahora precisamos que esa lógica es la nueva mentalidad que da lugar a la producción y consumo de textos mediante tecnologías y servicios IC (Informática + Comunicaciones). No se puede hablar de nuevo alfabetismo si no hay nueva mentalidad. La condición recíproca no es tan clara. ¿Podría concebirse una mentalidad nueva aplicada a un alfabetismo antiguo?, ¿o ya por el hecho de que la mentalidad sea nueva también lo es el alfabetismo? Insinuamos esa problemática cuando apuntamos la posibilidad de que se dieran alfabetismos nuevos con textos no digitales. Para aclarar todo ello es preciso explicar primero nuestra noción de 'mentalidad', y después describir en que consiste que una mentalidad sea nueva en relación con los alfabetismos. Mentalidades nuevas y menos nuevas. Mentalidad es el conjunto de esquemas cognitivos, normativos y axiológicos a partir de los cuales los humanos perciben el mundo y actúan en y sobre él. Estos esquemas están estructurados socialmente, de modo que vienen a ser la interiorización de la estructura social llevada a cabo por cada persona. Al mismo tiempo son estructuradores cognitiva y emocionalmente: desde ellos se piensa, se siente y se obra. Las mentalidades proporcionan una visión del mundo (o parte de él), que, a su vez, empuja a actuar de tal o cual modo sobre ese mundo. Aunque en un sentido 29
estricto la mentalidad sería un atributo individual, 30
también cabe hablar de 'mentalidades sociales' o 'mentalidades colectivas'3 para referirse a una mentalidad común a un grupo de personas, cuyas circunstancias socioculturales son, normalmente, similares. La mentalidad de cada uno de los miembros de ese grupo tiene muchos más rasgos iguales que distintos. Piensan y se comportan de modo parecido. Un nuevo alfabetismo incluye el uso de materiales electrónicos de segunda generación y una nueva mentalidad adecuada a las características de esos materiales. Las tecnologías electrónicas de primera generación se manejaban con una mentalidad que ellas mismas habían colaborado a crear. Una mentalidad que había sustituido a la existente en tiempos preelectrónicos. Es evidente que un mundo sin cine, sin teléfonos y sin frigoríficos es muy distinto a un mundo con ellos, que la radio o la televisión han transformado maneras de vivir y de pensar, y que esa transformación afectó también a los medios tecnológicos anteriores que consiguieron no desaparecer sustituidos por los artefactos modernos. La relación con los libros, con los conciertos, con los cuadros se modifica decisivamente cuando se popularizan los tocadiscos, la fotografía, la radio. Algo semejante ocurre al aparecer las tecnologías electrónicas de segunda generación. Su utilización sistemática por determinados sectores de la población cambia la vida de éstos y su percepción de las cosas, es decir, crea una mentalidad nueva, que será predominante para ellos, distinta de la que regía para las tecnologías de primera generación. Los cambios sociales son siempre graduales, aunque a veces su velocidad se acelere bruscamente y se hable de revoluciones. Todo lo nuevo surge de lo viejo y hasta que esto muere, si es que algo llega a morir del todo, hay un periodo de convivencia, de transición, en el que ambos actúan e interactúan. Los cambios tecnológicos relevantes siguen un patrón distinto. Se presentan de modo repentino, discontinuo: cuando salieron al mercado los televisores no había nada parecido anterior a ellos, algo de lo que fueran una evolución. Y en el caso de tecnologías nuevas y viejas que realizan la misma función, no hay apenas coexistencia; las nuevas, se supone que mucho más eficientes, sustituyen a las viejas, sin más4. La secuencia habitual cuando una nueva tecnología comienza a ser utilizada es que durante un tiempo se mantenga una mentalidad ya existente o establecida: la que es propia de la tecnología reemplazada. Así, se pretende hacer con los nuevos artefactos 3
De hecho, el término 'mentalidad' se utiliza más en esta acepción comunitaria que individual. Dada la esencia social de las mentalidades, es mas intuitivo verlas como algo que comparten personas, como una acepción que los homogeneiza en sus palabras y en sus actos. Nosotros también emplearemos esa acepción cuando describamos las mentalidades viejas y nuevas en relación con los alfabetismos.
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Es posible que la vieja subsista durante un tiempo. Pero la coincidencia cronológica entre ambas no indica en este caso la sustitución automática de una por la otra, tan solo que unos segmentos de la población utilizan una y otros la otra (de ordinario, los socioeconómicos más altos, utilizan la tecnología novedosa). 31
lo mismo que se hacía con los antiguos: cientos de miles de personas, no siempre de avanzada edad, continuaron durante años viendo sólo TVE aunque tenían a su disposición cadenas privadas o autonómicas. Incluso cuando la funcionalidad del producto es inédita se busca asimilarla a algo útil que resulte familiar; no son pocos los que usan su ordenador personal casi en exclusiva para hacer solitarios. Paulatinamente, a lo largo de un periodo de transición más o menos prolongado, va constituyéndose una mentalidad que responde a los rasgos funcionales propios de los nuevos aparatos, al mismo tiempo que se va abandonando poco a poco la mentalidad antigua. Este proceso presenta unos ritmos muy desiguales en el caso de nuevas tecnologías que llegan al 'gran público', a capas numéricamente significativas de la sociedad, y cuyo consumo no es por completo pasivo (por ejemplo, el cine propicia un usuario más pasivo: uno se sienta en la butaca y mira la pantalla; la televisión, en cambio, ya no es tan pasiva: exige leerse el libro de instrucciones, conectarla, sintonizar y buscar canales, entender nombres técnicos como canal, frecuencia, etc.). Suele suceder entonces que haya un grupo de personas, generalmente asociadas al desarrollo y despliegue de las nuevas tecnologías, o con una sólida base de conocimientos técnicos y muy abiertas a las innovaciones, que casi de inmediato asumen la nueva mentalidad – incluso puede decirse que ellos la construyen -­‐, mientras que al resto de usuarios les cuesta mucho más tiempo y esfuerzo; a veces gran parte de ellos nunca llega a desprenderse totalmente de la vieja mentalidad . Así sucede con el cambio técnico y de mentalidad que da paso a los nuevos alfabetismos. Es habitual distinguir ahí entre usuarios avanzados que, por un lado dominan la muy compleja operativa y funcionamiento de los sistemas y servicios informáticos y de telecomunicación que componen las TIC, y por otro, se conducen con una mentalidad adaptada a sus características, y aquellos usuarios que, además de su menor pericia en el manejo de los dispositivos, continúan apegados a la mentalidad antigua tendiendo a hacer con esos dispositivos lo mismo que hacían con sus homólogos del pasado. En la jerga de las TIC, cada vez más universalizada, a los usuarios del primer tipo se les denomina 'nativos' o 'veteranos', y a los del segundo 'inmigrantes' o 'noveles'. Preferimos la contraposición nativo–inmigrante a veterano–
novel, porque nativo-­inmigrante destaca más el aspecto de mentalidad, mientras que veterano-­novel lo hace con el de destreza técnica. En efecto los nativos son aquellos que piensan espontáneamente con la lógica de las TIC. Su mentalidad nueva es nativa como nativo es el francés para los que lo tienen por lengua materna; e inmigrantes son aquellos cuya mentalidad inmediata, natural, es antigua, aunque pueden llegar a conocer bien la nueva e ir asimilándola, y pueden también migrar de una a otra. Como ocurre con los que, aunque conozcan bien el francés, e incluso lo pronuncien al gusto de los parisinos, tienen que traducir los pensamientos desde su lengua materna antes de comunicarlos. Probablemente, les quedará siempre un acentillo. Por tanto, en adelante utilizaremos los términos “nativos” e “inmigrantes”. El estado actual de cosas se caracteriza porque existen unos alfabetismos nuevos y unas tecnologías nuevas junto a otros alfabetismos-­‐tecnologías que no deben llamarse viejos porque de hecho son muy recientes y muy sofisticados, y, además, porque perdurarán durante un largo tiempo: por ejemplo, no se atisba un horizonte de corto 32
ni de medio plazo en el que la televisión vaya a desaparecer, por mucho que se desplieguen tecnologías y alfabetismos basados en la informática y en las redes digitales. Hay también mentalidades nuevas, mentalidades que, al igual que pasaba con los alfabetismos y las tecnologías, no son viejas pero tampoco tan nuevas, y un terreno intermedio de mentalidades que están a caballo de ambas; precisando más, mentalidades que siendo – que siendo aún, puesto que se encuentran en un proceso de cambio – 'menos nuevas' se aplican a las TICs más avanzadas. Para orientarnos en este panorama tan diverso utilizaremos unas marcas tomadas de la jerga del mundo mediático en el que se ubican los nuevos alfabetismos, que, a su vez, proceden de las convenciones informáticas para indicar las versiones o “releases” (sub-­‐versiones) de sistemas, aplicaciones y programas: nos referimos a números secuenciales. A las mentalidades propias de las tecnologías electrónicas de primera generación las llamaremos 'Mentalidades 0' (M0); a las mentalidades de los nativos en tecnologías electrónicas de segunda generación, las TICs, las denominaremos M2.0, y a esa constelación de mentalidades intermedias, M1.0. Los nuevos alfabetismos implican, por consiguiente, una M2.0 en sentido estricto, si bien pueden incluirse entre ellos, teniendo claras las carencias y limitaciones a que dan lugar, las M1.0., y siempre que está tiendan hacia las 2.0. ==> Ver “Sustancia técnica y sustancia espiritual” en Apéndice. Mentalidad 1.0. versus Mentalidad 2.0. Empleando una metáfora de resonancias filosóficas, puede pensarse que la M2.0 realiza el espíritu de las TIC y que las TIC materializan tecnológicamente la M2.0. Por su parte, la M1.0 es, al principio, una M0 que se ve enfrentada a la realidad de las tecnologías informáticas, a la novedad de los aparatos de computación y sus múltiples periféricos. Tanto a su uso como, en especial, a sus funciones, a los servicios que proporcionan; servicios que en unos casos mejoran a los ya existentes y en otros los crean 'desde la nada', permitiendo hacer cosas que antes no se podían hacer, y que para muchos eran hasta inconcebibles. Mentalidad enfrentada también a la novedad de la interconexión global e inmediata5, que trastorna el concepto tradicional de espacio, como veremos más adelante. Y enfrentada, por fin, a la necesidad laboral o cultural de emplear esos ingenios que le resultan en gran medida incomprensibles y le produce inseguridad, cuando no sentimientos de incompetencia. Como la filosofía suele dar más miedo que las manualidades, M0, ya en trance de convertirse en M1.0, da prioridad absoluta al aprendizaje del funcionamiento y manejo del ordenador que un buen o mal día encuentra sobre su mesa de trabajo, o que se compra para no perder el tren de la modernidad. Es decir, se centra en los aspectos técnico-­‐operativos, en cómo hacer con el ordenador cosas que ya conoce en lugar de conocer las cosas nuevas que pueden hacerse con el ordenador. Una vez conseguido lo primero, ya se 5
Lo que en el lenguaje del mundo TIC se conoce como 'tiempo real', es decir prácticamente equivalente a una conversación entre dos personas vis a vis o, ya en M0, hablando por teléfono.
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tiene una M1.0 y se está en condiciones de plantearse el paso a M2.0, algo más complejo y que no todos logran. La M2.0 es, entonces, aquella mentalidad que conoce las nuevas funcionalidades y los nuevos servicios ofrecidos por las TIC y que comprende las enormes implicaciones que comportan para la producción y transmisión de cultura, para el intercambio de información y de comunicación, el ámbito, justamente, de los alfabetismos. Por el contrario, la M1.0, aunque conoce y usa, a diferencia de la M0, las nuevas tecnologías, no acepta los cambios culturales asociados a su uso pleno, sino que busca tan sólo recrear con ellas la vieja cultura. En general, esta resistencia no es el fruto de una voluntad negativa, ni siquiera de las tendencias naturales a sentir como hostil o peligroso todo lo ajeno a los bien conocidos territorios familiares. Lo que dificulta la evolución de la M1.0 a la M2.0 tiene una estrecha relación con nuestro tema central: estriba en los obstáculos que se oponen a la transformación de una alfabetización establecida en nuevos alfabetismos. Volveremos a ello con más detalle; ahora nos limitamos a señalar que la alfabetización en el uso de las TIC con una M2.0 se realiza principalmente de modo autodidacta, hoy por hoy. El mundo preTIC es muy diferente del mundo TIC, porque las TIC fuerzan un cambio sociocultural drástico. Dejar atrás el 'sentido común' propio de la M1.0, sus concepciones y creencias, sus prácticas establecidas es tan difícil, o más, que asimilar esos mismos elementos de la M2.0. Por eso, los adolescentes y los jóvenes, que se han culturizado en una sociedad ya impregnada de TIC, incorporan la M.2.0 de un modo espontáneo, sin tener que superar viejas concepciones6. Son nativos. Y el problema, una especie de círculo vicioso que el tiempo resolverá, es que tienen poca edad para ser profesores, mientras que éstos, los profesionales de la enseñanza, poseen en su inmensa mayoría una M1.0, es decir, ellos mismos necesitan ser enseñados. Son inmigrantes. Hemos reiterado que la M1.0 y la M2.0 son muy diferentes y situado esa diferencia en los modos de utilizar las TIC: unos lo hacen mirando el pasado, con lo que las subutilizan de facto, y otros proyectándose hacia el futuro, buscando agotar sus posibilidades. También, hemos dicho que hablar de modos de utilizar las TIC es hablar de construir cultura. Todo esto es correcto, pero algo genérico. ¿Cuales son los elementos intelectuales y emocionales propios de cada mentalidad que están detrás de esos distintos modos de uso? Un par de puntualizaciones previas. En primer lugar, debe inferirse de lo ya explicado que esos elementos intelectuales y emocionales son prácticamente idénticos en la M0 y la M1.0; vimos que la M1.0 es, en esencia, una M.0 sólo que lidiando con las TIC. Con el objeto de establecer después unas correspondencias más mnemotécnicas entre mentalidades y web 1.0 / 2.0, en el análisis comparativo con la M2.0 emplearemos siempre el término M1.0. El segundo lugar, no debe olvidarse que estamos estudiando mentalidades desde la perspectiva 6
Paradójicamente, más que superar esas concepciones lo que tienen que hacer muchas veces es defenderse frente a los intentos de sus familias y educadores con mentalidades tradicionales, por imbuírselas de un modo que a ellos les resulta poco acorde con su mentalidad y sus prácticas de uso, que son ambas plenamente 2.0.
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de los alfabetismos, es decir, como los estados mentales que dan lugar a las prácticas de producir y transmitir textos. Obviamente, el concepto mentalidad abarca más prácticas sociales (para ser precisos, las abarca todas). Partamos de un acto básico de cultura, como es la comunicación. Ese acto entraña tres momentos: creación, transmisión y recepción de una pieza de sentido (esto es, algo entendible). En una comunicación oral, la creación sería idear el sentido lingüisticamente, la transmisión emitir el mensaje mediante el habla, y la recepción, escucharlo y entenderlo. En una comunicación textual, que es la que nos interesa aquí, crear es idear el sentido y plasmarlo en un soporte físico estable, por ejemplo, elaborar el texto, transmitir es enviar el texto más allá del espacio y el tiempo en que se creó, y recibir, por último, es la recuperación remota del texto. De estas tres diferencias básicas se derivan casi todas las demás. Nos centraremos en ellas a continuación. En cada uno de estos momentos, ciñéndonos ya a la cultura textual, se ponen de manifiesto diferencias sustanciales entre la M1.0 y la M2.0: • La M1.0 crea siempre textos 'clásicos'; la M2.0 crea hipertextos7. • La M1.0 concibe el espacio de un modo tradicional, mientras que M2.0 se mueve en el ciberespacio. • La M1.0 difunde los textos en un solo sentido, emisor-­‐receptor, cuando que la M2.0 lo hace en los dos sentidos: emisor y receptor <==> receptor y emisor. Textos e hipertextos En el Tema I se propuso un definición muy amplia de texto: cualquier unidad de sentido fijada en un objeto físico estable; comprendía desde los clásicos libros y revistas hasta vídeos y archivos mp3. Sin cuestionarla, vamos ahora a ajustarla un poco con el fin de facilitar la explicación de los hipertextos. Para empezar, pensemos en un texto escrito tradicional alfabético8, como una 7
Lo que no significa que una persona dotada de la M2.0 carezca de la capacidad de hacer textos clásicos. Hasta ahora los poseedores de la M2.0, también los son de la M1.0, que es la que utilizan en determinados momentos o para determinados fines. No obstante, es posible concebir un futuro no muy atractivo en el que la M1.0 no sea compartida con la M2.0, sino enteramente sustituida por ésta, de modo que se pierdan los viejos alfabetismos, convertidos en reliquias del pasado, ajenas a la vida de las personas, y excluidas de la cultura vigente. Esta distopía asoma a veces ya en la actualidad; a modo de ejemplo, no es imposible encontrarse con adolescentes y jóvenes a los que les cuesta un ímprobo esfuerzo -­‐con resultados insatisfactorios-­‐, escribir palabras con todas sus letras, acostumbrados como están a la escritura económica de los sms (que no es, en sí, hipertextual). Posiblemente, también les resultaría penoso y complicado leer un texto convencional: tiene demasiadas letras. No es catastrofismo pensar que esto tiene serias consecuencias para la cultura. Volviendo al inicio de esta nota, una M1.0 no permite a quien la tenga la creación y manejo de hipertextos.
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narración, un ensayo o un tratado histórico. El soporte es indiferente, puede ser papel o un libro electrónico. Se empieza a leer/escribir por la parte superior izquierda del soporte, bien sea papel o pantalla, se continua siguiendo líneas paralelas horizontales en sentido izquierda ==> derecha y arriba ==> abajo sin ningún tipo de salto, hasta llegar al extremo derecho de la línea más baja. El texto tiene un principio y un fin predeterminados; todo lo escrito/leído se ubica en ese texto, nunca se sale de él. Además, el texto está compuesto exclusivamente por signos alfabéticos; letras, que forman palabras y frases. Este tipo de textos se caracterizan porque la escritura, y, por tanto, la lectura son lineales, secuenciales y cerradas. El hipertexto, como su etimología insinúa (el 'hiper' griego significa más allá, en el sentido de exceder, de rebasar), es un texto en su noción habitual, pero un tipo especial de texto que es y “hace” más cosas. El término 'hipertexto' fue acuñado por el filósofo y sociólogo estadounidense, Ted Nelson en la década de los 60s del siglo pasado. Años después, en su obra más conocida, 'Literary machines'9 (1981, p. 2), Nelson escribe: "Con hipertexto, me refiero a una escritura no secuencial, a un texto que bifurca, que permite que el lector elija y que se lea mejor en una pantalla interactiva. De acuerdo con la noción popular, se trata de una serie de bloques de texto conectados entre sí por nexos, que forman diferentes itinerarios para el usuario". Así, el rasgo distintivo principal del hipertexto respecto a otros tipos de texto es la no linealidad, la no secuencialidad en la forma de estructurar los contenidos. Otra cualidad básica de los hipertextos en relación con los textos tradicionales radica en no limitarse a utilizar como vehículo de la información la escritura alfabética tradicional, sino formatos multimedia e iconos estandarizados. Los siguientes esquemas representan la estructura textual tradicional, y la hipertextural. -­‐ Estructura lineal–secuencial de texto 8
Una escritura alfabética es una escritura fonográfica – los signos se asocian a sonidos propios del habla – en la que cada unidad gráfica mínima, esto es, una grafía, representa un fonema. (No hay que confundir la letra: 'ch', ya que son dos letras y una grafía). 9
Nelson proponía en este libro que los ordenadores habían pasado de ser, o de ser sólo, una 'computer machine (máquina de cálculo, computadora) a una 'literary machine' (máquina literaria o, más conceptualmente, máquina de textos).
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INICIO
FIN
-­‐ Estructura hipertextual Obsérvese el esquema que ilustra la escritura hipertextual. La imagen corresponde al cuadro Sol ardiente de Junio, pintado por Leighton. La mujer del cuadro duerme envuelta en la luz del mediterráneo. El mar refulge al fondo. La flor que aparece a la derecha es una adelfa. Figuran varias páginas con texto, además de la imagen. Podría tratarse de textos dedicados al sueño, a la muerte, a los museos, a la época victoriana, a la imprensión dejada por Londres en un viaje, no importa. Lo que interesa señalar es 37
que todos ellos, con los contenidos que les sean propios, incluyen varios enlaces (simbolizados por las cruces) que remiten a otras páginas. Al pinchar en esos enlaces con el ratón, iríamos saltando, navegando de un ‘sitio’ a otro, a un tercero, y más allá, en un recorrido no prefijado regido por nuestra necesidad de información, nuestro humor del día o nuestra curiosidad. 38
Hay que añadir el factor tecnológico a todo lo anterior. Los hipertextos están asociados al desarrollo de la informática; de hecho son una aplicación informática. La no (necesaria) secuencialidad de la lectura y la superación de las restricciones del texto alfabético son posibles por la existencia de unos singulares programas de ordenador llamados “sistemas de gestión de hipertextos”. La invención y desarrollo de ingenios software que soportaran hipertexto cobró un papel sobresaliente en los 70s y 80s del siglo XX y alcanzó su culminación con el diseño e implementación del entorno WWW a principios de los 90s por un equipo del CERN (Consejo Europeo para la Investigación Nuclear). Es muy conocido que el entorno WWW (World Wide Web) constituye el corazón de Internet. Sumarísimamente, consta de un lenguaje que permite la visualización de contenidos, – HTML -­‐, de un protocolo de comunicación – HTTP – y de un sistema de gestión de ambos. La ‘H’ de HTTP y HTML es el acrónimo de hipertexto. Siguiendo con los símiles, el hipertexto es el texto con el que Internet escribe y lee. Tenemos aquí un excelente ejemplo del maridaje que se da en todo alfabetismo entre modo de manejo de un texto y tecnología: mentalidad hipertextual y tratamiento informático de hipertextos. Los hipertextos organizan la información distribuyéndola en una serie de bloques de texto o nodos interconectados por medio de enlaces (links), según una estructura en malla. Cada uno de esos nodos es un hipertexto y texto multimedia con llamada a otros hipertextos, o a textos simples. Un texto simple es el que no tiene enlaces de salida, sólo de retorno a los hipertextos que le han convocado. La malla puede ser completa, cuando puede accederse a todos los nodos de un hipertexto desde cualquier otro nodo, o parcial, en el caso de que lo que exista sea un sistema de conexiones limitado por el creador del hipertexto. Esto nos lleva a una de las características más destacada del uso de los hipertextos, y, por tanto, de los nuevos alfabetismos: la no necesaria linealidad en la recuperación (lectura) de la información y como consecuencia, los márgenes de libertad que tiene la persona que lee un hipertexto. El lector de un hipertexto completo, al llegar a un enlace puede escoger entre saltárselo o continuar la lectura secuencial; si elige saltar, es probable que el hipertexto contenga otros enlaces y, de nuevo, el lector habrá de optar por continuar leyendo o detenerse en el nuevo texto señalado por el enlace. Esta libertad confiere al lector un rol mucho más activo que el que le permitían los textos tradicionales; toda lectura, como vimos, es una interpretación y precisamente por ello tiene también algo de reconstrucción. En el caso del hipertexto, ese papel constructivo del lector es mucho más relevante. En la misma medida lo es la pérdida de control del autor sobre la recepción de su obra y, en consecuencia, sobre sus efectos. El autor 'pierde poder' sobre el lector. Si bien puede mitigar esa pérdida mediante una hábil estructuración de los enlaces que 'invite' al lector a seguir un determinado trayecto por el hiperdocumento, de entre los muchos posibles. Al iniciar la descripción de las diferencias entre texto e hipertexto dijimos que desde la perspectiva del modo de organizar la información, el soporte físico era indiferente en lo referente al texto. En efecto, El Quijote es siempre un texto, se lea en formato tipográfico sobre papel o en formato digital con un libro electrónico. Con los 39
hipertextos la cosa no es tan evidente, ya que pueden hallarse sobre soporte papel textos que, si tecnológicamente no pueden calificarse de hipertextos, sí participan de su característica fundamental: la ruptura de la linealidad. Suele tratarse de ensayos o textos científicos; su componente hipertextual, no en el aspecto tecnológico sino en el de mentalidad lectora, son los números, o asteriscos, que remiten a notas que pueden estar situadas a pie de página, al final de un capítulo, o al final del libro. También sirven de ejemplo las referencias bibliográficas, generalmente resumidas al nombre del autor y año de edición, cuya descripción se encuentra en la sección de bibliografía de un libro. Este mismo texto que leen es una muestra de hipertextualidad pretecnológica, dada la profusión de notas a pie de página que incluye, de un modo deliberado. Bastantes autores señalan otro antecedente de mentalidad hipertextual previo a la irrupción de las TIC, pero en nuestra opinión está muy cogido por los pelos y no supera un criterio mínimamente riguroso. Afecta al mundo de la novelística y alude a la ruptura de la temporalidad en la narración e, incluso, de la propia coherencia argumental. Es habitual poner el ejemplo del último James Joyce y, a partir de él, de una buena parte de la literatura contemporánea. Asimismo, se habla a veces de hipertextualidad avant la leerte* para aludir a la 'apertura' de muchas novelas contemporáneas, frente al carácter cerrado de la narrativa tradicional: finales abiertos (que, en realidad, no son finales, sólo es que el libro no tiene más páginas), ambigüedad en tramas y subtramas, personajes a medio construir o repletos de ambivalencias, etc. Todo confluye en obligar al lector a un sobreesfuerzo de interpretación, que significa casi una recreación del texto. La generalización del hipertexto en Internet ha propiciado la aparición de autores que buscan construir una narrativa ya íntegramente hipertextual. No se trata ya de precursores, como en el caso de Joyce, sino de un empleo deliberado y sistemático de los hipertextos en la construcción de sus relatos. Relatos que se caracterizan, claro, por la ausencia de linealidad alguna. El escritor introduce una serie de vínculos que el lector elige seguir o ignorar, optando así continuamente por historias distintas: no es que cada enlace lleve a una historia, sino que, dado que cada página enlazada contiene sus propios links, conduce a multitud de historias potenciales distintas. Se trata de la lectura de textos transmutada en construcción de textos. Es muy grande la dificultad que tienen los creadores de estos hipertextos – pese a contar con aplicaciones informáticas especializadas -­‐ y también los lectores. Pero las dificultades se acrecientan ya que la M1.0 está arraigada aún en los nativos de diversos modos; nunca pueden serlo del todo porque sus padres, sus profesores, y los medios de comunicación suelen ser inmigrantes. Mencionaremos únicamente a uno de los 'hipernovelistas' más conocidos, Michael Joyce (no confundir con James), ya casi un clásico, y a su obra principal escrita en 1987: “Afternoon, a story”. La Wikipedia lo cuenta así: “La novela narra la historia de Peter, un hombre recientemente divorciado, que ha visto un accidente de coche y que *
Se refiere a algo adelantado a su época.
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piensa que su hijo puede estar herido o muerto a causa del choque. La historia se presenta dividida en fragmentos de texto de extensión variable (que algunos críticos llaman "lexías"), por los que el lector navega mediante hiperenlaces. Todas y cada una de las palabras del texto son enlaces, aunque el lector no sabe de antemano qué página visitará pinchando en cada palabra. De hecho, muchas de ellas, en especial las palabras vacías de significado (artículos, preposiciones, etc.) llevan a una única página, cuyo texto dice: I want to say I may have seen my son die this morning (“Quiero decir que puede que haya visto morir a mi hijo esta mañana"). De esta forma, la lectura del texto no es lineal, sino que, a partir de un comienzo único, el lector debe navegar a través del texto, sin saber nunca si ha llegado al final, es decir, si ha leído todas las páginas”. Otro amplio y enjundioso debate teórico en torno a los hipertextos es el llevado a cabo por teóricos de la cultura, filósofos de la mente y neurofisiólogos, en torno a si la escritura lineal-­‐secuencial es una especie de anomalía de la cultura occidental derivada de la lógica silogística aristotélica (que es lineal-­‐secuencial: premisa mayor, premisa menor, conclusión), y que se opone a la forma natural que sigue el pensamiento humano, que es asociativo, discontinuo, digresivo, paralelo, que va saltando de una cosa a otra, mucho mejor representada por los hipertextos. Nos limitamos a indicar estas muy interesantes temáticas que desbordan el alcance de un trabajo como ése, para que se vea la enorme repercusión de la escritura hipertextual en el transcurso de la cultura actual, y por si alguien estuviera interesado en profundizar en ellas. Espacio y ciberespacio La noción inmediata de espacio en las culturas actuales remite a una realidad física constituida por objetos materiales que están separados. Esa separación, que también es espacio, hace posible el movimiento. Siguiendo a Kant, el espacio significa la posibilidad para los humanos de existencia de objetos, desde guijarros a cordilleras, desde protozoos a grandes primates. No podemos pensar en ningún objeto material10 sin enmarcarlo en un espacio. Este espacio físico dado es sometido a consideraciones intelectuales posteriores, ya situadas en la cultura humana; el espacio se territorializa y se divide en áreas geográficas (continentes, valles), culturales (comunidades, naciones), o políticas (Estados). Divisiones que no siempre coinciden en su espacio físico, como es obvio. No nos extendemos más sobre esta concepción de espacio porque su intuitividad es universal, todos la tenemos. Enlazando con nuestra materia, es así, entre otras cosas, debido a que hasta ahora todas las tecnologías conocidas necesitaban de esa percepción del espacio: para partir una rama con un hacha, hay que pensar que hacha 10
Ni apenas inmaterial. El espacio como metáfora esta presente en el tratamiento que hace el lenguaje ordinario de conceptos y objetos no físicos. Por ejemplo: “No hay lugar para sentimentalismos”, “estamos en el terreno de lo intelectual”, “no me entra esa idea”, “ha bajado la inflación”. 41
y rama son cosas distintas, porque están separadas, y que comparten un espacio, se ubican en un espacio común a ambas; de no ser así, difícilmente se podría podar el árbol. Indisolublemente asociado al concepto de espacio se halla el de tiempo, y éste se ha visto afectado de igual modo por la incorporación de las TIC a la vida en las sociedades modernas. Hay una noción de tiempo entrelazada con la de espacio físico, también presente en la intuición de los hombres (de la humanidad entera de todos los tiempos, dice Kant; nosotros, más modestos, no lo negamos, pero nos limitamos a la cultura occidental). El espacio es lo que hay y el tiempo es lo que cambia. El tiempo es duración y tiene, como movimiento continuo que es, una trayectoria que va de lo antiguo a lo nuevo. Podríamos extender el paralelismo y hablar de cibertiempo, pero creemos que es más clarificador considerar al espacio y al tiempo como una entidad única cuatridimensional11 (espacio-­‐temporal) y tratarlos así siempre conjuntamente. La eclosión de las TIC lleva consigo un nuevo tipo de cosas y relaciones entre cosas que prefigura un nuevo tipo de espacio: el llamado ciberespacio. Antes de seguir debemos recordar que estamos estudiando las mentalidades en cuanto afectan al manejo de las tecnologías de creación/recepción de textos, y a la adquisición de la competencia en ese manejo: lo que significa estar alfabetizado. Es pertinente recordarlo porque podría pensarse que el proceso histórico y el progreso científico-­‐
técnico implican que las mentalidades antiguas son drásticamente reemplazadas por las nuevas. Esto no ocurre, aunque podría suceder. Su vaticinio es una constante de las utopías negativas que imaginan un mundo futuro deshumanizado por el dominio absoluto de lo tecnológico. Sin embargo, no deja de ser una posibilidad de evolución social, entre otras muchas; también pueden coexistir durante mucho tiempo, durante un tiempo indefinido, mentalidades viejas y nuevas, en la medida en que también pueden coexistir indefinidamente tecnologías nuevas y viejas. En el caso que nos ocupa, la M1.0 sí debería extinguirse, pero es que se trata de una mentalidad de transición, una mentalidad que significa un uso incompleto e insuficiente de las TIC; perecer es, por tanto, su destino natural. Cuando no queden inmigrantes, la M1.0 será sólo un recuerdo. Pero no así la M.0, ya que esta responderá a tecnologías que, ni han desaparecido, ni tienen por qué hacerlo. Para moverse con las TIC todos serán nativos, poseerán la M2.0, y para utilizar otras tecnologías menos nuevas serán nativos M.0. Podrán desenvolverse con las redes sociales y los hipertextos cual pez en el agua, y también montar en bicicleta o leer a Shakespeare; a esto nos referimos con la no desaparición de la mentalidad M.0. Los apocalípticos tecnófobos advierten que no ocurrirá así; que el mundo futuro estará poblado de seres cenicientos y escuchimizados que sólo verán el sol o las montañas en su monitor, montarán virtualmente en bici, sin salir de casa y sin pedalear, y no comprenderán una historia con inicio, trama y desenlace. 11
El espacio físico clásico contemplaba tres dimensiones: largo, ancho y alto. La dimension espacio-­‐
tiempo, introducida por Einstein, constituye la cuarta.
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Estamos en el punto de partida explicativo sobre qué es eso del ciberespacio, y tenemos únicamente dos datos. Uno: el ciberespacio es distinto del espacio físico y, al mismo tiempo, ambos tienen propiedades similares; de algún modo el ciberespacio es un espacio, aunque de un tipo diferente al espacio físico. Dos: el ciberespacio está íntimamente ligado a las TIC. Bastantes autores resuelven el primer problema teórico planteado en la caracterización del ciberespacio – el ser un espacio no físico – recurriendo a la diferenciación entre realidad 'real' y realidad virtual12. Para los mencionados autores, el espacio pertenece al mundo real y el ciberespacio al virtual. Pero no creemos que ésta sea una descripción adecuada. La realidad virtual, tal como la entendemos, es una imitación, una emulación de la realidad, con resultados de “realidad” innegables para las personas, que se obtienen generalmente por medio de tecnologías IC. Un buen videojuego de carreras automovilístas crea una realidad virtual; el jugador cree, o puede llegar a creer (los mundos virtuales también tienen sus reglas), que es Fernando Alonso doblegando a Hamilton. En nuestra opinión, nada similar sucede con el ciberespacio. El ciberespacio no remeda el espacio físico, ni es una metáfora del espacio físico; es en sí mismo un espacio, aunque diferente. El ciberespacio tampoco es un espacio “virtual”. A diferencia del espacio físico, sus elementos, las entidades que lo pueblan, no son materiales aunque acaban materializándose. Llamaremos a estos elementos mensajes, y son contenidos significativos13. Así, el contenido del ciberespacio son los mensajes que lo cruzan; el continente, Internet. Cada usuario de Internet se convierte de este modo en un cibernauta14 que, montado en sus mensajes -­‐ en sus páginas, en sus e-­‐
mails -­‐, navega por el ciberespacio. Allí se encuentran todos los demás usuarios. La dimensión temporal del ciberespacio se caracteriza por una gran velocidad en la 12
Esta dicotomía de lo real y lo virtual es mencionada una y otra vez en la literatura teórica, divulgativa y publicitaria dedicada al mundo de las TIC. Debido a ello su empleo tiende a ser caótico, semánticamente hablando: ambiguo e impreciso. Y es que nos topamos con una de las características de la información mediada por Internet que es, a la vez, una de sus grandezas y de sus peligros: la proliferación, amalgama y desjerarquización de fuentes. Es muy complicado saber el rigor intelectual de los millones de artículos que se mueven en los universos virtuales; tan complicado como resulta sencillo encontrar mercancía cultural en muy mal estado pero con muy buen aspecto. Desde luego, con la información en papel sucede algo parecido, aunque las fuentes suelen estar más identificadas y, para bien y para mal, son más restringidas (no puede publicar 'cualquiera', como sucede en Internet, lo que, reiteramos, tiene su parte positiva y su parte negativa). En definitiva, hay que ser cauto con los términos 'virtual' y 'real' utilizados sin rigor.
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Es corriente llamar a esos pobladores del ciberespacio 'informaciones'. Sin embargo, en lingüística y en filosofía del lenguaje, 'información' no abarca todo contenido comunicable con sentido. Hay también contenidos expresivos (aquellos que manifiestan sentimientos), directivos (ordenan, proponen, aconsejan hacer o dejar de hacer algo), declarativos (promesas, conjuros, declaraciones) , etc. 'Mensaje' nos parece una palabra más idónea porque nos indica una forma de ser en el ciberespacio: su dinamismo. Un mensaje siempre está moviéndose de un extremo a otro del ciberespacio.
14
Es frecuente utilizar de un modo indistinto los términos ‘cibernauta’ e ‘internauta’. Nosotros les damos una significación diferente: ‘internauta’ es cualquiera que accede a Internet; ‘cibernauta’ es aquel internauta que se mueve por Internet con la M2.0, y que, por tanto, experimenta el ciberespacio desde ella a todos los efectos que estamos describiendo.
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transferencia de los mensajes, lo que hace posible el establecimiento de sistemas interactivos en 'tiempo real' (las respuestas no pueden sobrepasar un determinado tiempo de espera). Esta cuasi-­‐simultaneidad, combinada con la conectividad universal, es decir, la posibilidad de acceso a todos los nodos de la red que proporcionan información desde todos los nodos que la demandan, desterritorializa el ciberespacio. Puede decirse que en él los navegantes están en todos los sitios, puesto que el acceso a cualquier punto de la red es casi inmediato. Además el ciberespacio es apátrida, no hay naciones ni Estados en su seno; las únicas restricciones, las únicas fronteras, las ponen los usuarios con el objeto de proteger sus equipos, sus servicios o sus pautas de confidencialidad15: cortafuegos para evitar visitas indeseadas, y presumiblemente dañinas, o exigencia de identificación mediante contraseñas para controlar y autorizar a los usuarios que acceden. Es innegable que Internet constituye un factor de globalización cultural lo que, como suele suceder con todas las innovaciones, tiene un carácter ambivalente: por un lado facilita el intercambio cultural, que siempre es enriquecedor, mientras por otro puede propiciar una homogenización de las diversas culturas basada en el predominio mediático (correlato, a su vez, del predominio económico y político); lo que se denomina 'colonialismo cultural', nada nuevo, por cierto. El ciberespacio es un espacio-­‐tiempo sin distancias ni duraciones. Los cibernautas, repartidos por todos los confines del planeta, se ven a si mismos como si estuvieran todos juntos en un inmenso salón, porque así es como se relacionan. La fractura con la concepción acostumbrada del espacio y del tiempo es radical. Este hecho habría sido poco menos que insuperable para los inmigrantes si no tuvieran ya prefigurada una M.0. ¿Por qué? Porque en un primer momento gracias a la telegrafía, y después a la telefonía, ya habían experimentado en gran medida la quiebra del espacio físico: en tiempos de mili obligatoria, por ejemplo, hablar por teléfono con el novio que hacía la mili en África no era 'como estar juntos' (esto afectaría a la oposición física virtual–
real) sino que era 'estar realmente juntos', aunque fuera parcialmente, ya que se trataba sólo del sentido del oído. Resulta claro que la telefonía aportaba otro avance fundamental para la que hemos llamado M.0: la interacción conversacional. Aunque la conexión la iniciaba uno de los interlocutores, era bidireccional una vez establecida y los mensajes hablados fluían en ambos sentidos. Puede entonces afirmarse que la quiebra de una concepción única de espacio como espacio físico fundada en la inmediatez de la comunicación interhumana se produjo con el teléfono, y que el ciberespacio es una consecuencia y una culminación de ella. Sin duda, es mucho lo que el ciberespacio Internet añade al pre-­‐ciberespacio de la red telefónica fija: 15
Hasta ahora esta es la norma, pero no podemos dejar de señalar los intentos por parte de instituciones gubernamentales y privadas de poner coto a esa accesibilidad universal, imponiendo legalmente o presionando a las operadoras nacionales o internacionales – las dueñas de la infraestructura, ésta sí física, del ciberespacio – para que filtren o bloqueen accesos a o desde determinados sitios.
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a) Mensajes de texto escrito y multimedia. b) Un sistema de interconectividad muchísimo más potente que las llamadas mediante identificación por número de teléfono: la diferencia que hay entre las guías telefónicas y un moderno buscador tipo Google, o un portal bien diseñado (utilizando de lleno las facilidades del hipertexto). c) Acceso itinerante a Internet desde cualquier lugar con conexión; en esto coincide con el surgimiento de la telefonía móvil, cuya tecnología básica comparte. d) Posibilidad de comunicación en multitarea. Cada usuario puede desdoblarse en múltipes usuarios, que no son virtuales sino reales en el ámbito del ciberespacio. Uno puede participar simultáneamente en varios foros, consultar distintos sitios web, bajarse contenidos, etc. En cada una de esas actividades se es un usuario individual que presta una atención exclusiva. e) Las comunicaciones entre cibernautas pueden ser uno a uno (como en telefonía ), uno a varios y varios a varios. La conexión de todos a todos entre un grupo de usuarios constituye un subespacio dentro del ciberespacio, cerrado a los no integrantes de ese grupo (los cuales, como se ha indcado en el punto d) pueden pertenecer a otros ‘subespacios’). Este escenario, que la telefonía actual también permite con el nombre de multiconferencia, es el típico de las redes sociales, grupos de interés, espacios de afinidad, salas de chat, etc. Por supuesto, detrás o debajo de todo ello hay una infraestructura técnica que se asienta en el espacio físico: enrutadores, resolventes de direcciones y de nombres, servidores web o de datos, software de navegación y un interminable etcétera. Pero para el explorador del ciberespacio todo ello se da por supuesto, al igual que lo es el sentido de la vista para el habitante del espacio físico. Para el cibernauta no hay más espacio que el ciberespacio; vive en esa realidad . A veces la condición de cibernauta acapara el conjunto de la personalidad y esa realidad ciberespacial se convierte en realidad única: la muy interesante problemática de los geeks, tecnoadictos, ciberfreaks y similares queda también fuera de nuestros límites. Manejar las TIC con una M1.0 no es plausible; manejar globalmente la propia vida sólo con una M2.0 es preocupante. Puede ser bastante clarificador utilizar metáforas para describir un concepto como el de ciberespacio, un tanto huidizo y de fronteras inciertas. A título de ejemplo, citamos la definición que enuncia John Barlow, quizá el principal gurú del ciberespacio, en su “Declaración de independencia del ciberespacio” (1996): ...”vengo del Ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente”. Perder de vista que se trata de una metáfora y tomarla al pie de la letra, no sólo confunde, sino que puede afectar a la salud mental.16. 16
No se vea aquí ninguna crítica, ni abierta ni soterrada a Barlow. En el contexto de su “Declaración”, que el ciberespacio sea la morada de la mente tiene un sentido muy claro y encomiable: se trata de 45
El reader ha muerto. Viva el wreader17 En los puntos anteriores hemos examinado dos elementos característicos de la M2.0, la mentalidad que corresponde a los nuevos alfabetismos. Como hemos visto, los nuevos alfabetismos emplean un tipo particular de textos, multimedia y no necesariamente secuenciales, los hipertextos, y mueven mensajes hipertextuales en un espacio propio, el ciberespacio, en el que hay una conectividad universal, inmediata y no controlada más que por los originadores y destinatarios de los mensajes. Todo cuanto vemos aquí es una posibilidad de liberarse de ataduras inevitables en los alfabetismos clásicos; las ataduras que ocasiona la exigencia de que los textos sean escritos cerrados, con un solo modo (lineal-­‐secuencia) de crearlos y de recuperar su sentido al interpretarlos. También de liberarse de las ataduras causadas por las limitaciones del espacio físico, que solo permite comunicarse de un modo fluido con interlocutores contiguos o físicamente cercanos, o bien con personas distantes, pero a costa de unos retrasos y unos riesgos que, si no la hacen imposible, la condicionan determinantemente: cartas que se pierden, viajes que no siempre se pueden hacer. Cualquier persona que se encuentra en esta orilla de la brecha digital – lo que supone pasar por una selección que deja fuera a más de cinco sextos de la humanidad – disfruta de un acceso a la cultura en unas condiciones de libertad real (entendámonos: una libertad para 'ser' y no 'para poder ser si'; la diferencia entre la libertad de un pobre y la de un millonario para comprarse un Bentley: el pobre podría comprarlo si tuviera mucho dinero, o sea, no se lo puede comprar aunque sea 'libre' para hacerlo). Ese libre acceso a los documentos culturales, los textos, tiene una doble vertiente. Por un lado, el del consumidor de cultura, el lector. Éste tiene al alcance de un click de ratón una infinidad de fuentes de información, de sitios web donde se genera o donde se almacena gran parte de la cultura antigua y moderna, que se ofrece de modo gratuito en bastantes ocasiones. Todas las ventajas de una biblioteca pública – exceptuando las que todavía nos ofrece el libro en papel a muchos – y apenas ninguno de sus inconvenientes. Hay, es cierto, una buena cantidad de sitios de pago, ya sea en el propio acceso, ya en los materiales que pueden descargarse desde ellos. Que, con un enfoque no sólo valorativo sino también 'objetivable' (esto es, argumentable y demostrable), haya que considerar a estos sitios como miembros de pleno derecho del ciberespacio o más bien como elementos parásitos, es un asunto crucial que alertar contra los intentos de gobiernos y grandes corporaciones empresariales de 'ocupar' el ciberespacio expulsando a sus pobladores autóctonos, los cibernautas. No es tanto, con ser muy importante, el control de contenidos que se indicaba en la nota anterior, cuanto de convertir Internet en un centro de negocios y de propaganda copado por comerciantes y políticos profesionales. Como ha sucedido a lo largo de la historia – recuérdense los azarosos siglos XV-­‐XVII europeos, con sus reformas sus contrareformas, su inquisición y sus hogueras, donde el último, e irreductible, refugio de los pensadores críticos que presagiaban la Ilustración era: “podréis impedirnos hablar, escribir, podréis torturarnos y carbonizarnos, pero no podéis hacernos pensar lo que queréis que pensemos”. 17
'Wreader' es un neologismo de la jerga Internet medianamente extendido que se utiliza para significar la fusión lector-­‐escritor (writer – reader). Una traducción en español podría ser 'escrilector'.
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trataremos. Lo que ahora nos ocupa es que los cibernautas son libres para escoger entre un multitud de textos y que, gracias a las características del hipertexto, lo son asimismo para acceder a sus contenidos de distintos modos, siguiendo itinerarios diferentes, según sus gustos o intereses. La otra vertiente, complementaria al consumo, es la de producir cultura en el ámbito que estamos tratando: elaborar los textos. Las posibilidades que Internet pone al alcance del consumidor de cultura son inmensas en relación con las que éste tenía antes, pero empalidecen al lado de las que se le abren al creador de textos, al escritor. Si antes de Internet no era arbitrario afirmar que, en los países desarrollados cuando menos, la lectura estaba universalizada, es decir, que dentro de unos límites cualquiera podría leer cualquier documento publicado, con Internet la universalización se ha extendido a la escritura. Aclaramos que la escritura de un texto de cultura implica hacerlo asequible al cuerpo social, al público: publicarlo, en suma. Una carta se escribe y no es un documento de cultura; un tratado de bioestadística se escribe, pero si se guarda en un cajón no es un documento de lectura; ambos son documentos privados. Cuando se publicaron las cartas de Kafka, muchos años después de su muerte, esos textos, hasta entonces privados, pasaron a constituir un (formidable) documento de cultura. Internet nos ofrece a todos los internautas la potencialidad de ser autores: escribir, publicar e integrar nuestras obras en los fondos de una biblioteca, alojada en el ciberespacio, con mas de mil millones de usuarios. Si hay algún hecho respecto al cual no es hiperbólico utilizar el término 'revolución' asociado a Internet, es precisamente éste. Porque la potencia se ha hecho acto: centenares de miles de blogs florecen en el ciberespacio, millones de cibernautas participan en foros de discusión, decenas de miles de músicos cuelgan sus temas en la red y miles de artistas plásticos exponen en las cibergalerías. La 'pequeña' cultura ha podido salir de sus garitos, mientras la Gran Cultura se resiste a abandonar sus torres de marfil. Resistencia abocada al fracaso: bajo el riesgo de transformar su elitismo en marginalidad (la élites siempre han necesitado un público que las contemple desde abajo), tendrán, ya lo están haciendo, que compartir espacio con lo que ellos consideran el kitsch, el diletantismo y la vulgaridad. Y, lo que resulta aun más escandaloso, un espacio, el ciberespacio, que está desjerarquizado: se tarda lo mismo en encontrar y acceder al blog de nuestra sobrina que al de un académico de la lengua. La única jerarquía es el orden con que salen los resultados de una búsqueda, y la inmensa mayoría de los buscadores utilizan un criterio de 'más accesos previos' para establecer ese orden: principio de indudable raigambre democrática18. La concepción del emisor y receptor como entidades distintas es incompatible con la 18
El criterio de ordenación según accesos previos consiste, a grandes rasgos, en que el motor de búsqueda mantiene un contador con todos los 'hits' (peticiones de conexión) que desde el buscador los usuarios han lanzado a cada uno de los sitios de la red. El motor hace una lista con todos los sitios que contienen las palabras o frases buscadas y la ordena según el contador de hits. Por supuesto, dado el
interés que puede tener para el dueño de un site salir el primero en lugar del decimoctavo en el orden que
muestra Google, hay diversidad de métodos –digamos-­‐ fraudulentos para manipular ese orden.
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M2.0. Y, lo que es lo mismo, con la lógica del ciberespacio. En él todo emisor puede ser receptor y todo receptor, emisor: El usuario es un emisor-­‐receptor que en un momento emite y en otro recibe. “Emite” en el ciberespacio quiere decir: crea un texto que es un documento de cultura (por poca influencia que tenga en el conjunto de la cultura social, alguna tiene), puesto que todo lo que se halla en el ciberespacio, y por el hecho de encontrarse ahí, es público. “Recibe” significa: recupera un texto, lo interpreta y le da un sentido. Sentido que en ningún caso – esto sucede con toda comunicación – tiene que coincidir con el del emisor. Más aún, el uso de hipertextos, caso habitual en la M2.0, posibilita y a veces exige una reconstrucción por parte del receptor en la que éste goza de un amplio margen de decisión. La separación tajante entre autor y lector/espectador pertenece a una historia anterior al ciberespacio. La conjunción de todos los componentes o atributos del ciberespacio que se han señalado -­‐identificación potencial emisor/receptor, hipertextos, subespacios de conexiones simultáneas de cibernautas que forman redes grupales, libertad de inicio de sesiones, relaciones no jerárquicas, etc. – ha abierto un proceso de cambio cultural que, aunque se encuentra en sus inicios y su recorrido sea aún impredecible, como ya apuntamos, más allá de prospecciones visionarias y/o propagandísticas, significa algo revolucionario. Ese proceso es la construcción de una nueva forma de hacer cultura asociada a una nueva forma de socialidad. A lo largo del desarrollo de las sociedades occidentales en los últimos treinta y cinco años, el llamado Primer Mundo se caracterizó por la preponderancia del neoliberalismo en las políticas económicas19 de los diversos gobiernos, fuera cual fuera su inclinación ideológica. Ello conllevó la hegemonía de una serie de valores socioculturales (es decir, de mentalidades); entre ellos, el individualismo y el auge del espectáculo. Esos valores convertidos en predominantes se vieron robustecidos y propulsados por las tecnologías electrónicas de primera generación. Con la excepción, parcial, de la telefonía, el modo de manejo y consumo de todas ellas tienen unos rasgos comunes: la transmisión de contenidos es unidireccional y en estrella. Unidireccional significa que en cada conexión el emisor es siempre el mismo, en cualquiera de los diversos canales – la cadena de tv o radio, el proyector de la sala cinematográfica, el tocadiscos – mientras el receptor recibe pasivamente; su única opción es ver la tele o apagarla, ir o no ir al cine, escuchar o no un disco (lo del sampleo fue posterior). La disposición en estrella reincide en esta asimetría: en cualquier comunicación hay un solo emisor y uno o más receptores. En estos aspectos, se corresponde con la relación escritor-­‐lector que se daba en los textos escritos convencionales. La entrada en escena de las TIC y la generalización consecuente del uso de Inernet crea las condiciones técnicas y mentales para la puesta en cuestión y superación del estado de cosas vigente hasta entonces. No sin contradicciones como veremos, pues el 19
También en la del Segundo y Tercer Mundo que se han visto empujadas por el primero hacia la globalización, si bien en estos casos de modo más incompleto y conflictivo.
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liberalismo económico y su visión del mundo concomitante no han perdido, ni parece que vaya a perder su predominio social a corto plazo, el conglomerado ciberespacio/hipertexto /M2.0 configuran una nueva forma de producción cultural, una nueva cultura. Como dijimos, esta cultura apunta hacia una nueva socialidad, la socialidad de lo común. Frente a la cultura y al mundo de la individualidad20, con mentalidades M0 y M1.0 (esta última ya de un modo conflictivo), aparece la cultura y el mundo de la comunidad, de la participación, característicos de la M2.0. Internet se ha convertido en un campo de batalla entre lo que en la Introducción denominamos Internet-­‐negocio e Internet-­‐social. Aunque los límites de este trabajo lo pone difícil, intentaremos no incurrir en maniqueísmos en la descripción de ambos entornos. Pese a ello, no podemos ocultar nuestra hipótesis: el progreso y realización plena de la M2.0 se halla directamente ligado al progreso y realización plena de Internet-­‐social, mientras que Internet –negocio prospera con una amalgama de M1.0 y una M2.0, digamos, descafeinada. Internet-­‐social prefigura la cultura de lo común, de lo compartido y lo colaborativo. Hay un rasgo esencial que distingue a esta cultura de la que se daba en las sociedades fuertemente comunitarizadas de los tiempos premodernos21 donde la contigüidad física, a veces agobiante, estaba presente en todas las prácticas sociales y era un factor que dificultaba la independencia de los individuos y restringía su libertad. En cambio, la realidad material actual que convive con la ciberespacial está formada por una multitud de cibernautas físicamente separados y, hasta aislados, que pueden acceder anónimamente a Internet, lo que les confiere una libertad casi total (impunidad, según los detractores de este nuevo mundo en ciernes). Es lícito afirmar que, al menos tendencialmente, el comunitarismo de Internet-­‐social no entra en conflicto con el desarrollo de una autonomía personal liberada de coacciones externas. En su condición de agentes de cultura, los cibernautas parecen poder gozar al mismo tiempo de la libertad negativa – ausencia de interferencias exteriores – y de la libertad positiva – capacidad real de llevar a cabo adelante sus propias decisiones -­‐. Que la asociación de la M2.0 e Internet es el motor de una nueva cultura de lo común resulta fácilmente observable en cada uno de los tres grandes ámbitos de prácticas que se dan en Internet-­‐social: a) Colocación en el ciberespacio de textos. Cualquier cibernauta puede crear un texto y ponerlo al alcance de cualquier otro cibernauta, ya lo hemos dicho. La 20
Individualidad engañosa y de tonos más bien propagandísticos. En realidad lo que hay son individualidades atomizadas y, en relación con la cultura, con un rol meramente consumidor y núcleos de poder cada vez mas concentrados que producen innumerables documentos de cultura.
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Premodernos en el sentido de anteriores al sistema real de relaciones sociales que produce la economía capitalista. No, desde luego, desde un enfoque cultural: en la Ilustración, fundamento cultural de la modernidad, coexisten autores individualista-­‐liberales, como Locke, y como Rousseau, máximo teórico del predominio de lo social.
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forma generalizada de hacerlo es mediante el sistema de blogs, donde el propietario del sitio que emite información lo deja abierto a la recepción de otros textos que apoyan, discuten, agregan informaciones, etc., al texto original. Además, la inclusión en el blog de hipervínculos a otros blogs, así como los procedimientos de sindicación con sitios de temática u orientación similar a la del blog, configuran grupos de interés o afinidad asimilables a los típicos de las redes sociales. b) Formación de redes sociales, utilizando la facilidad del ciberespacio de construir subespacios en su seno. Las redes sociales son conjuntos de cibernautas conectados, o en condiciones de conectarse para intercambiar mensajes. El intercambio puede ser en tiempo real; un ejemplo lo constituye el formato conversacional de las llamadas ‘salas de chat’, tertulias abiertas en las que participan múltiples personas que entran y salen del chat a su voluntad, y donde dos participantes cualesquiera tienen la facultad de hacer un aparte. La comunicación también puede dilatarse en el tiempo, que es el caso de sistemas similares al e-­‐mail: se deja un mensaje en un lugar accesible al resto de miembros de la red social y éstos lo leen y lo contestan cuando les parece. Respecto a los integrantes de una red social, cada una, en función de sus objetivos y características, adopta políticas más o menos restrictivas de admisión y control. En principio, lo habitual es que sean abiertas y que los propios miembros decidan con qué otros miembros de la red aceptan conectarse y con cuales no. De esta forma, cada red social contiene una gran diversidad y variedad de subredes sociales. c) Proyectos para construir colectivamente centros de información. Grupos abiertos o cerrados, con una mayor o menor selección de participantes se organizan con el objetivo de producir colectivamente, ateniéndose a procedimientos normalizados de discusión, filtrado de contenidos, tomas de decisión, etc., cuerpos de saber -­‐ desde una monografía a una enciclopedia universal -­‐ , que se ponen a disposición de todos los internautas. Estos tres entornos de actividad cibernaútica conforman una estructura de espacios de afinidad: agrupaciones concretas de usuarios de Internet que comparten objetivos o intereses o gustos y se relacionen en torno a ellos. Internet es un conjunto de espacios de afinidad. Y la actividad global de todos los espacios de afinidad en lo que respecta a la producción de textos, es la nueva cultura generada por los cibernautas en el ciberespacio; es la cultura propia y específica de la Sociedad del Conocimiento. ¿En qué se diferencia de la cultura tradicional? Por un lado, en los modos de presentación, distribución y consumo: el hipertexto digital frente al texto tipográfico, sobre lo que no insistiremos. Por otro lado, y esto es más relevante, en la forma de construcción de los documentos que constituyen la memoria cultura de una época. Si bien toda obra de cultura es un producto social, su elaboración se presentaba, hasta ahora, como resultado de una actividad individual movida por una inteligencia individual: la del novelista, pensador o erudito. La cultura originada en y por el ciberespacio, la cibercultura, se manifiesta como producto de una actividad colectiva, de una 50
constelación de interactividades. La cibercultura es la cultura de lo común producida por lo que llamaremos inteligencia colectiva: la interacción creativa de las inteligencias de los cibernautas que, a su vez, son en buena parte productos de esa interacción. En resumen, en la cultura al uso se destaca la autoría individual, en parte ocultando que el autor es siempre un ser social, mientras que la cibercultura se muestra orgullosa de lo que es: una empresa común, que además es tanto mas apreciable cuantas más personas vivas participan, en colaboración, en interacción mutua. Es evidente que esta universalización y democratización de la cultura, tanto en lo que atañe a la creación como al consumo, da lugar a riesgos que ya antes existían pero en mucha menor medida. Los más importantes, desde nuestra perspectiva, vienen ocasionados por la proliferación infinita de textos ofrecidos y accesibles en el ciberespacio sin ningún tipo de control, al menos a priori. La información se hace inabarcable y en muchísimos casos, incontrastable. Antes, publicar un libro no estaba al alcance de todos; la obra debía pasar por una serie de filtros impuestos y gestionados por el editor (por no hablar de la censura previa, tan cara a los regímenes autoritarios), lo que ya le proporcionaba una cierta fiabilidad. El prestigio de la editorial, así como su orientación ideológica o estética, también eran buenas fuentes de información en ese sentido. En Internet cualquiera puede colocar cualquier cosa; firmarla o no, utilizar nombres falsos y peor aún, robar identidades de otros. No hay un mecanismo universal e insorteable que verifique o garantice autenticidades en la red. No hace falta escarbar mucho en ella para encontrar las más fantásticas colecciones de falsedades, embustes y mensajes delirantes. En consecuencia, Internet resulta ser un mecanismo formidable de información y de desinformación (información errónea o manipulada), además de un territorio privilegiado para estafas, aprovechamiento ilícito de todo tipo de fobias o filias (ludopatías, hipocondrías, adicciones, etc) y variadas praxis fraudulentas. La voluntad por parte de instituciones públicas o privadas de acabar con estos fenómenos, indeseables además de operar en detrimento de la libertad en Internet, choca con unas barreras técnicas, que para bien o para mal, reducen muy relevantemente su eficacia. Sin embargo, el internauta no se halla indefenso en un medio hostil surcado por maleantes de variado pelaje. Las prácticas delictivas o deshonestas siguen una serie de patrones; conocer esos patrones hace mucho más difícil caer en las garras de los cibernautas desaprensivos. Asimismo, existen métodos para rastrear referencias de sitios web suministradores de información que arrojan buena luz sobre la mayor o menor credibilidad e imparcialidad del sitio. Aquí encontramos una de las habilidades incluidas en los nuevos alfabetismos: saberse mover por la red , conociendo pautas maliciosas y procedimientos para valorar las informaciones. Dentro de esta problemática se sitúan también los contenidos considerados inapropiados para menores. La alfabetización del cibernauta enseña a respetar como un bien superior la libertad, y a paliar sus efectos indeseados conociendo el uso de filtros locales – en el propio equipo del usuario – flexibles y adaptados al tipo de protección que se pretende conseguir. 51
Internet-­‐negocio dibuja unas líneas de desarrollo técnico-­‐funcionales no sólo opuestas en casi todo a Internet-­‐social, sino además incompatibles con ella; es decir, hay mucho más antagonismo que complementariedad entre Internet-­‐negocio e Internet-­‐social. Es fácil de entender: Internet negocio no puede aceptar que Internet social ofrezca gratis un producto idéntico o similar al que ella, Internet negocio, suministra mediante pago; Internet negocio no tiene vocación de pasar a Internet-­‐
mal-­‐negocio. En otro terreno, Internet negocio no solo vende bienes y servicios, también vende ideas; estas sí, de balde22. Los grandes centros institucionales creadores de cultura han conseguido un monopolio de facto en el mundo de la letra impresa y de los medios audiovisuales de primera generación (radio, televisión). En el ciberespacio, ese monopolio estalla en mil pedazos; aquí cualquiera puede expresar sus opiniones o publicar sus informaciones, con con muy poco dinero, sin tener que fundar un periódico, que sale muy caro. La historia de Internet es -­‐no exclusivamente, desde luego-­‐ la historia de los intentos de Internet-­‐negocio por controlar, neutralizar o, según los casos, destruir Internet-­‐
social. Simplificando e, inevitablemente, maniqueizando un tanto, la liza se establece entre empresas y particulares con ánimo de lucro y la comunidad cibernauta que apunta a otro tipo de sociedad. En medio, que no equidistantes, se emplazan los poderes públicos, los gobiernos, estrechamente vinculados al mundo empresarial pero al tiempo condicionados, en Estados democráticos, por el potencial de voto de los millones de cibernautas. Aquí se abre una temática de extraordinario interés. Por ejemplo, analizar -­‐no especulativamente ya que hay datos-­‐ cual habría sido la evolución de la investigación y la producción industrial de las grandes empresas informáticas si no hubiera existido el software libre, abierto y gratuito. Los límites naturales de este texto nos obligan a dejarlo aquí, insinuando tan solo este campo de estudio. Pero no renunciamos a tocar muy someramente un asunto relacionado con lo anterior y de 'rabiosa actualidad': la 'propiedad intelectual' y su correlato jurídico-­‐comercial, los 'derechos de autor'. Hemos reiterado que en el mundo de los cibernautas, de la M.2.0, de Internet social, la autoría presenta un carácter colectivo. Los textos del ciberespacio son objetos materiales y, por tanto, producto de actividades concretas de personas concretas; un enunciado como “este texto lo ha elaborado la inteligencia colectiva” sería un puro absurdo. Sin embargo, los tres, siete o cincuenta nativos con una M2.0 que han participado directamente en la confección material de ese texto saben que para llegar al objeto final han tenido que discutir profusamente entre ellos, que cada uno ha participado en otros foros de debate de donde han sacado ideas muy provechosas, que han atesorado un ingente material de documentación que la red ha puesto gratis a su disposición, etc. Son conscientes de que, en justicia, el texto es un trabajo de todos. Y no lo cobran. A lo sumo, para preservar quizá algun resto de narcisismo y, en especial, para defenderse de usos maliciosos del texto, como por 22
En este pasaje el lector no debe prejuzgar que consideramos preferibles las ideas críticas a las 'autolegitimadoras', o sea, justificadoras de los poderes establecidos. Queremos y debemos ser muy neutros aquí: nos limitamos a señalar hechos perfectamente demostrables, no a valorarlos.
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ejemplo, la tergiversación de los contenidos o su enajenación (alguien lo pone a su nombre y lo re-­‐publica, o incluso lo vende), además del copyleft23, se suelen utilizar licencias de uso tipo Creative Commons que establecen unas correctas normas de uso del texto. Estas concepciones sobre la autoría intelectual comunitaria chocan con aquellas sobre las que en la sociedad mercantil moderna se ha sustentado la producción y reproducción de obras de cultura; por muy sublimes que resultasen, no dejaban de ser mercancías, con unos costes de producción, unos precios y unos márgenes de ganancia. El estatuto jurídico del creador firmante de la obra ha variado según tiempos y lugares; últimamente, lo habitual es que lleve una participación en los beneficios, junto al productor y vendedor de libros, discos, películas, imágenes, etc. La digitalización de los soportes ha puesto en vías de extinción a todos esos objetos, a las fábricas que los confeccionaban y a las tiendas que los vendían. Ante esta tesitura, Internet negocio reaccionó con una mentalidad típica de la M1.0. Esa que origina lo que en el libro de Lankshear y Knobel llaman “vino viejo en botellas nuevas”, cuyo significado es que vamos a hacer lo mismo que antes sólo que utlizando distintos medios. Y como la codicia es una mala y a veces fatal compañera, continuaron cobrando lo mismo ignorando que los costes de fabricación y distribución se habían desplomado. (¿Acaso los Conciertos de Brandenburgo de Bach no son tan gloriosos en cd como en mp3?). Con su mentalidad de inmigrantes no cayeron (y eso que contaban con el preaviso de las cintas de casete) en que el cambio de soporte y de acceso a ese soporte convertía la vieja -­‐y admitida a regañadientes-­‐ práctica del préstamos de libros, revistas y discos, en un acceso universal y gratuito de facto a toda la cultura hasta entonces encerrada en mercancías. Las vicisitudes de las escaramuzas entre operadoras de Internet, multinacionales de la música, editoriales, comerciantes, sociedades recaudadoras de 'derechos' de autor, cibernautas, ministerios de industria y cultura (en algunos países enfrentados, en otros indistinguibles) y legisladores son noticia destacada cada día en las noticias. La teorización, casi metafísica, de la apropiabilidad individual de las ideas ocupa a cabezas excelentemente retribuidas. La búsqueda de soluciones técnicas antipiratería es un buen negocio para quienes la realizan y muy frustrante para sus clientes: cuando no es antes de lanzarse es a los pocos días, los corsarios vuelven a burlar a las armadas nacionales. Corsarios, cibernautas que situados en una M2.0 son por completo impermeables a las campañas institucionales de descrédito; en general gozan de muy buena conciencia. Es el dinamismo de una innovación tecnológica constante en la que la industria juega un papel cada vez más subsidiario respecto a millones de nativos, en mentalidad y en pericia técnica, que inventan sistemas, servicios, entornos. También es el signo de los tiempos actuales, donde los problemas del liberalismo económico se intentan 23
El copyleft es una autorización para la copia de un texto. Es decir, con la tecnología digital, para la libre circulación del texto en Internet. 53
solucionar con más liberalismo. Es la resistencia mental de las viejas generaciones, incapaces de trascender un estado de inmigrante dubitativo, en el mejor de los casos (aunque este es un problema que resolverá el paso del tiempo). Es la pervivencia y coexistencia de apocalípticos instalados en prestigiosos foros culturales e instituciones educativas y, asimismo, de tecnólatras con tendencias lunáticas ¿Cual va a ser el resultado final de este particular Armaggedon? No hay respuesta. Sólo somos modestos profesores; y la UNED no puede cubrir el caché de un gurú. WEB2.0. La mentalidad 2.0 se hace carne, los nuevos alfabetismos triunfan. Durante años, la Web inicial no tuvo un nombre epecífico. Internet ya poseía, eso sí, una gran extensión y relevancia sociales. A mediados de los 2000s, después de reventar la burbuja tecnológica de las puntocom, Tim O'Reilly, un editor de libros de software libre y conocido publicista de Internet, lanzó al mundo mediático con un éxito descomunal la locución 'Web 2.0' para denominar una nueva concepción de la red24 plasmada en una plataforma de tecnologías, servicios y criterios de uso. Esta concepción viene a coincidir con lo que hemos llamado M2.0. Como consecuenca, la web existente hasta entonces, la web anterior a la 2.0 comenzó a denominarse a posteriori Web 1.0, adquiriendo de este modo el nombre años después de su nacimiento, crecimiento y desarrollo. O’Reilly describe un proceso de desarrollo e implementación de la Web2.0, que sitúa en el período 2001-­‐ 2004. En su transcurso, se efectua el tránsito desde la Web1.0 (regida por una acorde M1.0) a otro punto que no puede calificarse de final porque se halla en constante evolución, pero que sí se considera cualitativamente distinto del anterior: la web2.0. A lo largo de ese periodo de tiempo tienen lugar una serie de cambios evolutivos, graduales, que culminan en una nueva asociación tecnología 2.0 / mentalidad 2.0. Todos los estudiosos y analistas de Internet están básicamente de acuerdo -­‐aún con un innegable componente del marketing de lo nuevo-­‐ en que hay diferencias esenciales entre Wew1.0 y Web2.0, Las discrepancias se producen sobre el alcance y la naturaleza de esas diferencias. Para algunos teóricos, la innovación tecnológica, juega un rol secundario en el tránsito de Web1.0 a la 2.0. Por ejemplo, sostienen que las bases de hardware y, sobre todo, de software que consituyen el soporte de la Web2.0 ya estaban creadas a principios de los 90s del siglo pasado. Consideran que lo que sí ha variado ha sido la forma de utilizar esas tecnologías. En cambio, otros autores creen que los cambios tecnológicos de los últimos años son fundamentales, aunque no suficientes. Todos concuerdan en que el cambio de mentalidad ha resultado ser algo imprescindible para explicar el surgimiento y auge de la 2.0. Entre ellos, el propio O'Reilly, para quien la puesta en marcha de los servicios de redifusión 24
Web se utiliza aquí como sinónimo de Internet (en sentido amplio: la red, sus pobladores y las actividades que en ella se realizan). En realidad se trata de una sinécdoque – la parte por el todo – , ya que web hace referencia estrictamente a los documentos hipertextuales (páginas web) alojados en servidores conectados a Internet. Es sólo una parte de ésta, aunque fundamental.
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automática de contenidos por suscripción (RSS) ha sido el salto definitivo de una Web a otra. En el tema siguiente se explicará qué es la “sindicación” RSS y cuál es su significado. Sin tomar partido por uno u otro planteamiento, destacamos que en ambos puede constatarse la acción recíproca que se da entre tecnología y mentalidad social. Se produce una cadena causal, donde las tecnologías modifican las mentalidades y las mentalidades modifican a su vez las tecnologías (encaminando la investigación científico-­‐técnica en tal o cual dirección). En unos momentos, las tecnologías 'tiran' de las mentalidades más que las mentalidades de las tecnologías y en otros momentos sucede lo contrario. Quizá la diferencia entre las dos posturas que hemos señalado sea principalmente debida a los distintos ritmos de innovación, y a que las periodizaciones (de tal fecha a tal otra) siempre cortan de un modo arbitrario lo que de hecho es un período evolutivo. Sí parece incuestionable que el desarrollo tecnológico pesa más en los 90’s y que el cambio de mentalidad se dispara desde principios del 200025. Aunque la tecnología de base no haya cambiado sustancialmente sí lo han hecho las aplicaciones y servicios construidos sobre ella. Así, la publicación de textos individuales en el ciberespacio y la implementación de relaciones intertextuales se hace realidad con el desarrollo de las aplicaciones y servicios de blogging. La gran proliferación de blogs, favorecida por la facilidad de uso y la gratuidad de casi todos los programas que permiten crearlos, ha conformado una división funcional en el ciberespacio, la 'blogosfera', usando la terminología al uso. El propietario-­‐autor de un blog, el 'bloguero', utiliza las potencialidades de la Web para formatear sus textos, incluir contenidos multimedia, poner enlaces a otros blogs afines, y permitir los posts de otros usuarios de la red que deseen comentar opiniones o informaciones publicadas en su blog. Asimismo, las aplicaciones basadas en formatos de fuente web RSS o Atom permiten transmitir de un modo automático e inmediato cualquier actualización que en él se produzca a cualquier otro blog que se haya suscrito a ese servicio. Se han desarrollado también servicios generales para la blogosfera, llamados servicios de metablog: buscadores por temática, palabras clave, rastreadores de tendencias, listas de blogs más accedidos, etc., que favorecen la permeabilidad y la intercomunicación entre blogueros. Respecto a la creación colectiva de textos, la Web2.0 ofrece el sistema de wikis, que consiste en sitios web donde se almacenan páginas de hipertexto que pueden ser accedidas, editadas y modificadas por todos los cibernautas que forman el grupo de trabajo colectivo (con frecuencia: todos los usuarios de Internet, sin exclusión), utilizando un navegador estándar. Los sitios wiki suelen contar también con páginas 25
No es casual que este impulso súbito de cambio de mentalidades coincida cronológicamente con la crisis de las puntocom de finales de los 90s. Es como si la industria, tras el batacazo bursátil que reflejó la falta de enjundia real de las nuevas empresas erigidas alrededor de Internet respecto a su asombrosas capitalización, así como las fundadas acusaciones de vender humo, más todo el entorno mediático-­‐cultural de la red incluyendo a los cibernautas amateurs, hubiera hecho una reflexión conjunta a partir de la pregunta: ¿qué podemos hacer con todo este tinglado tecnológico para crear servicios que, realmente, supongan un valor añadido para la vida real de las personas reales?
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de discusión y de historial de los cambios efectuados en cada unos de los múltiples textos individuales que componen el sitio. La implementación más conocida de wiki es la Wikipedia, el gran proyecto de Enciclopedia online 2.0, en cuya confección colaboran decenas de miles de cibernautas de todos los países (y que está abierta a la participación de todos los usuarios de la red). Hicimos referencia con anterioridad a las redes sociales. El desarrollo de la Web2.0 ha puesto a disposición de los cibernautas un gran número de redes sociales, donde lo usuarios se relacionan con fines diversos: cultivar viejas y/o iniciar nuevas amistades, caso de Facebook o Tuenti; compartir recursos, por ejemplo fotografias en Flickr; crear grupos de discusión o emprender iniciativas conjuntas como las campañas de apoyo o de denuncia de personas o hechos, para lo que Facebook ha cobrado una gran relevancia social. Son muchas las posibilidades que ofrecen estas macroredes, pero también sus riesgos (pérdida de privacidad, engaños y manipulaciones de todo tipo, con mayor incidencia en menores), por lo que es especialmente importante la alfabetización '2.0' en su uso. En el siguiente Tema se describirán con mayor detalle los productos, aplicaciones y servicios que, funcionando en Internet, constituyen el universo Web2.0. La idea básica que hemos pretendido transmitir en éste es la importancia del cambio cultural producido, impulsado y en gran parte configurado por las TIC, cuyo alcance, aún difícil de calibrar, parece no tener fin; y, en especial, debido a la comunicación global que Internet ha supuesto. Cambio cultural que ha trascendido las formas anteriormente existentes de hacer y de ver textos y que exige, precisamente debido a ello, un proceso de realfabetización – en conocimientos técnicos y en visiones del mundo (asunto delicado), si es que queremos conseguir que todos participen activamente de la nueva cultura, la conozcan y la manejen, y no sean manejados por ella. Para que el mundo-­‐
Internet contribuya a un mejoramiento social, en absoluto garantizado sólo por el progreso tecnológico. 56
APÉNDICE, Tema II Sustancia técnica y sustancia espiritual. En el libro de Lankshear y Knobel para describir esta doble faceta de los nuevos alfabetismos, que nosotros hemos fundado en un tipo de textos –digitales– y un modo de manejarlos –el propio de los medios TIC-­‐ se recurre a unos términos algo metafísicos. En primer lugar los autores afirman que los nuevos alfabetismos tienen una 'sustancia' diferente de la de los viejos. Lo nuevo sería, entonces, ontológicamente distinto de los nuevo. Esa ' sustancia' específica que poseen los nuevos alfabetismos se bifurca en dos subtipos de sustancia: 'sustancia técnica' y 'sustancia espiritual'. La sustancia técnica viene a ser similar a lo que nosotros hemos llamado soporte físico de los textos más las operaciones técnicas con que se manejan. La sustancia espiritual alude a las nuevas mentalidades de producción e interpretación de documentos culturales que acompaña a la sustancia técnica. 57
Referencias bibliográficas -­‐Barlow, J (1996). Acesible en: http://es.wikisource.org/wiki/Declaración_de_independencia_del_ciberespacio -­‐Joyce, M. (1987 CD-­ROM). Afternoon, a story. Accesible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Afternoon, a story -­ Lankshear, C. y Knobel, M. (2008). Nuevos alfabetismos. (Su práctica cotidiana y el aprendizaje en el aula). Editorial Morata, Madrid. -­‐ Nelson, T. (1981). Literacy Machines. Publicado por el autor, Swathmore, Pa. 58
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