revista ciencias sociales 27

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Ciencias S o ciales
Revista de la Escuela de Sociología y Ciencias Políticas
Universidad Central del Ecuador
REVISTA CIENCIAS SOCIALES No. 27
Ciencias Sociales
Revista de la Escuela de Sociología y Ciencias Políticas
Un iver s i d a d Cen t r a l de l E c u a dor
Director:
Rafael Quintero López
Comité Asesor:
Natalia Arias
Enrique Ayala
Susana Balarezo
Jaime Breilh Paz y Miño
Hans Ulrich Bünger
Leonardo Espinoza
Wilson Herdoiza
Ariruma Kowii
Michael Langer
César Montúfar
Francisco Rohn
Wilma Salgado
Erika Silva
Rose Marie Terán
Administradora:
Marcela Escobar
Comunicador Social:
Fernando García
1ra. Edición:
Ediciones ABYA-YALA
12 de Octubre 14-30 y Wilson
Casilla: 17-12-719
Teléfono: 2506-247/ 2506-251
Fax: (593-2) 2506-267
E-mail: [email protected]
Sitio Web: www.abyayala.org
Quito-Ecuador
Impresión
Docutech
Quito - Ecuador
ISBN:
978-9978-22-687-2
Consejo Editorial:
César Albornoz
Milton Benítez
Alfredo Castillo
Pablo Celi
Julio Echeverría
Mauricio García
Daniel Granda
Francisco Hidalgo
Nicanor Jácome
Alejandro Moreano
Gonzalo Muñoz
Patricio Ruiz
Rafael Romero
Napoleón Saltos
Mario Unda
Silvia Vega
Marco Velasco
Las ideas vertidas en los artículos de esta publicación son responsabilidad de sus autores y no
corresponden necesariamente a los criterios de esta revista. La Revista Ciencias Sociales no se
compromete a devolver los artículos no solicitados.
Para correspondencia dirigirse a:
Dr. Rafael Quintero. Director de Revista Ciencias Sociales
Casilla # 17034643A, Quito-Ecuador
Teléfono: (593-2) 234-5024
Fax: (593-2) 256-5822
Correo eletrónico: [email protected]
Esta Revista se publica con el auspicio del Instituto Latinoamericano de Investigaciones
Sociales ILDIS
Fundada en 1976 por Rafael Quintero López
Director 1999-2001 : Julio Echeverría
Director 2002: Manuel Chiriboga
Impreso en Quito-Ecuador, septiembre 2007.
ÍNDICE
Editorial ...........................................................................................
Rafael Quintero
5
ENSAYOS SOBRE ECUADOR Y AMÉRICA LATINA
Primera Vuelta: La Amenaza despótica....................................
Napoleón Saltos Galarza
9
América Latina y la creativa complejidad moderna ...............
Rafael A. Romero Castellanos
25
Enfoques de la pobreza .............................................................
Julio Echeverría
43
Movimientos estratégicos y proceso constituyente en el
Ecuador: el momento de la des-institucionalización..............
Julio Echeverría
49
OTROS TEMAS
Colombia: Estado o Paraestado? ..............................................
William Ortíz Jiménez
67
Situación de la sociología en el momento actual ....................
Nicanor Jácome B.
83
Uno de los roles que debe jugar una institución académica como la Escuela de Sociología y Ciencias Políticas de la Universidad Central del Ecuador, es contribuir a afianzar un conocimiento sostenido de la sociedad en que se desenvuelve. Para ello,
la diversidad y el pluralismo le son indispensables. Esta revista ha
expresado siempre esa diversidad.
En este número recibimos a cinco articulistas del mundo
académico y político, como lo son Napoleón Saltos, exdirector de
la Escuela, y dirigente de la CMS, a Rafael Romero, un joven y
prometedor valor de la sociología ecuatoriana y Profesor de
nuestra Escuela, el Profesor Marco Velasco, reconocido especialista en cuestiones urbanas y municipales, al connotado Profesor
Julio Echeverría, destacado escritor y sociólogo, profesor de la
institución, al sociólogo colombiano William Ortiz, invitado a
escribir sobre el vecino país, y al ex sub-director de nuestra institución, Nicanor Jácome, con sus siempre valiosos aportes y reflexiones sobre el desenvolvimiento de nuestra institución.
Todos ellos, con sus experiencias de primera mano y desde el conocimiento expedito sobre cada tema tratado proporcionan aportes importantes a la reflexión actual que nos preocupa en una institución próxima a cumplir 40 años de fundación: saber mejor por donde camina la sociedad ecuatoriana y
latinoamericana y como nuestra institución debe seguir de cerca su función en la formación de la Sociología y la Ciencia Política, para permitirnos comprenderla mejor. En esta revista, entonces, nos reunimos para conocer más sobre un país hoy participe activo en el cambio social y político y una Escuela que exhibe un papel crecientemente protagónico en la construcción
del nuevo escenario académico nacional, pues se apresta a abrir
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Editorial
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sus dos primeros postgrados: uno en Sociología y otro en Ciencia Política, como carreras científicas.
Nosotros, en nuestra institución académica, en la cual
sus profesores se adscriben a diversas corrientes del pensamiento no siendo “reducto” de ninguna tendencia políticoteórica, reconocemos la importancia de estudiar a fondo estos
procesos, coherentes con nuestra línea de pensamiento crítico
en lo social. Sin duda los/as lectores/as encontrarán útil el intercambio pluralista que este número contiene, y que nos caracteriza como entidad universitaria. Los ilustrados criterios
de los articulistas afianzan nuestra firme creencia en el diálogo plural como fundamento axial de nuestra misión como institución académica.
RQL, Quito, Marzo 2007
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ENSAYOS SOBRE ECUADOR
Y AMERICA LATINA
Napoleón Saltos Galarza
Quito, 30 de octubre de 2006
REVISTA CIENCIAS SOCIALES No. 27
Primera vuelta:
La amenaza despótica
Y entiendo por democracia aquella forma de gobierno que
se fundamenta en:
1. Un pacto preliminar y negativo de no agresión entre las
partes que pretenden constituir una asociación permanente;
2. Un segundo pacto positivo por el que las partes deciden
establecer normas para la resolución de las controversias
futuras, sin necesidad de recurrir a la fuerza recíproca;
3. El sometimiento a un poder común que posea la fuerza
capaz de hacer respetar los anteriores pactos;
4. El reconocimiento y la protección efectiva de algunas libertades civiles y políticas capaces de impedir que el poder así constituido se convierta en despótico.
Norberto Bobbio1
Lucha por la hegemonía
La política es la condensación de la energía social: se presenta como una disputa de hegemonía, de sentido.
Los resultados de la primera vuelta muestran dos energías
motrices en el electorado: la voluntad de cambio, y la exigencia
de respuestas a los problemas vitales.
1
BOBBIO Norberto, El tercero ausente, Ediciones Cátedra, Madrid, 1997, p
12. Los subrayado son míos. Son los fundamentos de la democracia liberal.
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Correa expresó de manera abstracta la voluntad de cambio, en torno al discurso del rechazo a los diputados y de la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, pero no logró
conectar esta propuesta al sentido profundo de un cambio para
la vida, de otro mundo posible que ataque las raíces de la pobreza y la exclusión y garantice condiciones de vida digna para todos y todas.
Noboa se apoderó brutalmente del anhelo de respuestas
vitales, en torno a un discurso clientelar, salvífico y anticomunista; y desde allí recolocó el proyecto de una economía de mercado, de un Estado disciplinario y de alineamiento con el eje BushUribe.
La voluntad de cambio
La voluntad de cambio se expresa todavía en el rechazo, en
una energía negativa. El voto nulo contra los diputados suma alrededor de 1 millón y medio de sufragios (a lo que habría que sumar un porcentaje de los votos blancos), aunque el poder del sistema busca ocultarlo y diluirlo.
Desde atrás viene el rechazo al sistema político: al inicio
del proceso electoral, el 99% de la ciudadanía manifestaba que
no confiaba en el Congreso; y las luchas sociales habían logrado
contener la ofensiva neoliberal desde una táctica de resistencia
que se enuncia en el discurso de NO al TLC, NO a la OXY , NO
al Plan Colombia y no a la Base de Manta. Después de la caída de
Gutiérrez y ante el proceso inconcluso de “que se vayan todos”,
empezó débilmente a trazarse la transformación de la crítica negativa en un proyecto alternativo en torno a la exigencia de una
Asamblea Nacional Constituyente.
El objetivo principal de las fuerzas revolucionarias estaba
en fortalecer esa transformación, generar un poder constituyente, un poder paralelo, que se instituya en una Asamblea Nacional
Constituyente originaria.
El objetivo principal de la derecha era contener esa emergencia y reinstalar la fuerza hegemónica del proyecto neoliberal.
De hecho, éste ha sido el proceso frente a otros puntos de condensación alternativa.
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Un proceso ejemplar es el seguido en torno al Tratado de
Libre Comercio. En septiembre del 2004, cuando el Gobierno de
Gutiérrez solicita a Bush incorporarse a las negociaciones del
TLC, apenas un tercio de la población expresaba su rechazo al
Tratado, luego de la Campaña Continental contra el ALCA. En
diciembre del 2004 se constituye Ecuador Decide, bajo el liderazgo de Eduardo Delgado, y se relanza la campaña, esta vez contra
el TLC, desde una alianza social-productiva. En diciembre del
2005, cuando debían cerrarse las negociaciones, dos tercios de la
población, con una fuerte participación de los productores agrícolas y de las empresas farmacéuticas, expresan un rechazo activo. En el primer trimestre del 2006, las Cámaras empresariales
manifiestan su preocupación por la fuerte oposición ciudadana
al TLC e inician una fuerte campaña mediática que logra, de
acuerdo a las encuestas de opinión, un empate “técnico” entre el
rechazo y aceptación. Con ello, los negociadores pretendieron
acelerar la conclusión de las negociaciones: para marzo del 2006
tenían listo el festejo. La resistencia de sectores sociales y productivos, que tenían en Ecuador Decide su referente, y la capacidad
de movilización de la CONAIE lograron abortar el proceso. Hoy,
desde la ofensiva electoral de la derecha, uno de los objetivos
anunciados por Noboa es cerrar las negociaciones y firmar el
TLC con los Estados Unidos.
La fuerza de Correa se asentó en la expresión de esta energía, pero su debilidad estuvo en la incapacidad de transformarla
en un proyecto alternativo, en un proyecto hegemónico: la fractura entre el discurso político y el discurso económico y la ausencia de una fuerza orgánica, la fractura entre la macrofísica y la
microfísica del poder, el imaginario y la cotidianeidad, geopolíticamente la distancia entre Quito y la periferia.
Aunque esa debilidad en realidad es una debilidad de la
tendencia alternativa. Ésta fracasa por dos límites: la incapacidad
de una unidad programática y orgánica que transforme el rechazo en alternativa, y el debilitamiento del sujeto histórico del cambio. El signo está en la suspensión de movilización social durante todo el proceso de la primera vuelta: la escena se mediatiza, la
representación queda escindida de la presentación. Las vigorosas
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movilizaciones en contra del TLC y la OXY no tuvieron continuidad y no se proyectaron en el campo de la representación: el
agotamiento del bloque social liderado por el movimiento indígena debilita esta mutación.
La seducción del poder
Se combinan dos crisis: una crisis de representación y legitimidad política, y una crisis social, en medio de un breve período de estabilización económica desde arriba.
Primero, la estabilización lograda a partir de la macrodevaluación que sustentó la dolarización y que se agotó a mediados
del 2003, para devenir más bien en un factor de agudización de
la crisis; y luego la estabilización por los efectos del alza del precio internacional del petróleo, del sostenimiento de las remesas
de los migrantes y del lavado de dólares por las facilidades de la
dolarización y de la liberalización de la banca. Una estabilización
coyuntural, no como resultado de la bondad del modelo, sino
más bien a pesar del mismo, y que funciona únicamente como
posposición de una crisis más profunda, por lo que puede mostrarse como la bonanza de los indicadores macroeconómicos
exigidos por el capital mundial y los organismos internacionales,
pero sin sustento en el crecimiento de la producción ni en el mejoramiento de los indicadores microeconómicos. Incluso la recuperación de algunos fondos para el presupuesto público como
resultado de la declaración de caducidad del contrato con la OXY
opera en esta misma dirección.
Nos movemos en la bonanza del capital financiero local y
trasnacional y de algunos sectores exportadores, mientras las bases del sistema productivo se debilitan. Dos signos de esta paradoja: en el sector petrolero los beneficios de los precios internacionales altos se diluyen en la participación de las transnacionales y en la importación de derivados. Los bancos han trasladado
las ganancias a depósitos afuera que sumarían alrededor de 3 mil
500 millones de dólares.
Esta situación abre el ánimo de las masas hacia los dos polos: el anhelo de cambio o la esperanza del salvador paternal, la
proyección hacia la revolución o hacia el fascismo.
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El camino del cambio ha transitado más los parajes de la
ética y la anticorrupción – que fue el discurso que condujo los levantamientos contra Bucaram – y la exigencia de la reforma política – que fue el discurso que guió las rebeliones contra Mahuad
y Gutiérrez – , sin poder atravesar el suelo de las transformaciones económicas. Y más bien en este campo se ha ido configurando durante un largo tiempo la cosmovisión de un mundo asentado en las virtudes de la empresa, así sea la micro y la micro-micro: el ideal no está en el trabajo, sino en el anhelo de ser “empresario”, aunque sea con el cajón de lustrabotas bajo el brazo.
Noboa se apropia de este imaginario construido desde la
hegemonía del capital, que traza un mundo a su imagen y semejanza, en donde la ilusión de los dominados es mirarse en el espejo del dominador y esperar la salvación por la donación. Doble seducción: la imagen paternalista del rico benefactor que abre
la puerta al sueño de grandes masas de ser como él y al sueño de
contar con una vivienda propia y con el acceso a la atención médica. Una imagen construida durante tres campañas, asentada en
una red de micropoderes locales, construida bajo forma empresarial, desde la periferia hacia el centro.
El poder constituido ensayó inicialmente una salida ordenada: el control para una final lógica entre Cinthya y Roldós. Pero el libreto se rompió por el lado de la captación de la energía
del rechazo a favor de la candidatura de Correa: éste despega a
partir de que anuncia que va sin candidatos al Congreso, lo que
dibuja ante la gente la coherencia con la propuesta de la Asamblea Constituyente.
Inmediatamente el poder buscó un reacomodo: introdujo
el comodín de Gutiérrez, para bloquear la acción en la periferia;
y rearticuló un nuevo eje en torno a Noboa, mientras lanzó una
ofensiva general en contra de Correa. El nuevo acuerdo se expresó en la revisión de la resolución del Tribunal Supremo Electoral
para reabrir la chequera propagandística de Noboa y en la soledad de Cinthya. La ofensiva millonaria mediática multiplica los
gestos asistenciales: coloca en el imaginario el certificado de inscripción para la casa y la silla de ruedas.
Sin embargo el punto de quiebre se opera en la noche mediática de la CNN. El libreto abre las puertas a una ofensiva pro-
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gramática de Noboa: la proclama de un neoliberalismo radicalizado y el alineamiento internacional con el eje Bush-Uribe desde
un fuerte discurso anticomunista en contra de Venezuela y Cuba.
Mientras tanto, los otros dos candidatos del orden, especialmente Cinthya, cumplen el papel de contención a Correa, colocándolo a la defensiva. De esta manera Noboa construye el espacio de
su electorado: desde la radicalización neoliberal convoca al gran
capital, sobre todo comercial y financiero, organizado en torno a
la oficialidad de las cámaras empresariales; y desde la marketinización de la dádiva clientelar convoca a los sectores marginales
del campo y la ciudad.
La respuesta de Correa no se proyectó hacia la base económica y la construcción de un mundo de vida alternativo; más
bien se enfrascó en la disputa con el viejo poder oligárquico.
Nuevamente éste es un límite de toda la corriente alternativa; no
pudimos ubicar con precisión el enemigo principal: dedicados a
enterrar al león avejentado, no vimos la boa que se avecinaba. No
vimos el proceso desde lo orgánico-económico, sino desde la representación-política, el ataque a la partidocracia, y nos dedicamos a enterrar un cadáver, mientras en la casa de a lado el imperio festejaba el nuevo nacimiento en la cuna del anticomunismo.
La incapacidad de los movimientos sociales de conectar la
presentación con la representación coartó la construcción de la
hegemonía alternativa, y con ello se dejó inermes a las masas para ser pasto de la seducción clientelar, sobre todo en torno a la vivienda y la salud; y, a partir de allí, de la contraofensiva anticomunista: el aterrorizamiento sobre las condiciones de vida mínimas de la gente con rumores de que Correa les va a quitar la casa, el negocio y hasta la familia.
La hegemonía se funda en la constitución de una frontera
entre el bien y el mal. “Para que la revolución de la nación y la
emancipación de una clase especial de la sociedad civil coincidan,
para que un estrato sea reconocido como el Estado de toda la sociedad, se necesita (…) que todos los defectos de la sociedad se
condensen en una clase, que esta determinada clase resuma en sí
la repulsa general, sea la incorporación de los obstáculos generales; se necesita que una determinada esfera social sea considerada como el crimen manifiesto de la sociedad toda, de tal modo
2
MARX Carlos, Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel,
Introducción. El destacado es del original.
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que su liberación se considere como la autoliberación general,
Para que una clase de la sociedad sea la clase de la liberación por
excelencia, es necesario que otra sea manifiestamente el Estado
de sujeción”2.
Concentrados en enfrentar a la partidocracia, identificada
con el viejo poder del febres-borjismo, dejamos el campo abierto al crecimiento de un nuevo proyecto de dominación que combina tres elementos estratégicos que lo articulan al dominio imperial: la proyección hegemónica de la visión del mundo del capital desde el imaginario de la microempresa hasta el gran empresario exitoso y paternal, para posibilitar la radicalización del
proyecto neoliberal que no ha logrado implantarse plenamente
en nuestro país, sobre todo en la veta de la privatización del patrimonio nacional; la reedición del discurso anticomunista de las
doctrinas de seguridad nacional y de prácticas autoritarias y despóticas – la colombianización del país –, para contener el avance
que las fuerzas revolucionarias habían empezado a recorrer por
el camino de la recuperación de la soberanía, y restablecer el alineamiento con el eje imperial Bush-Uribe; y el control clientelar
de las masas para bloquear la proyección del descontento y el rechazo social hacia su transformación en poder constituyente.
En la periferia Gutiérrez iba construyendo su propio nicho
de influjo temporal, inoculando en cada punto de la microfísica
del poder el sentido del resentimiento y la victimización en un
doble juego: la comparación entre el fracaso del “traidor” Palacio
y la “estabilidad” del período gutierrista, sobre todo para los productores agrícolas; y la proclamación clientelar de la duplicación
del bono de la pobreza.
Las fronteras del bien y el mal se habían trastrocado: el crimen perfecto pasó al bando de la amenaza comunista; y la bondad regresaba a manos de los explotadores y los traidores.
Correa, ensimismado en las cifras de las encuestas, buscó
una salida en el mismo campo de la representación, con la proclamación del triunfo en primera vuelta. Empezó el reparto del
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billete de la lotería antes de haberlo comprado: anunció el nuevo
gabinete. Y con ello dejó el campo libre para que la nueva figura
del poder avance sin obstáculos. La sospecha de la manipulación
de las cifras en las encuestas quizás no está en el resultado final,
sino más bien en el inflamiento del crecimiento previo de Correa, a fin de producir un sentido triunfalista que bloquee la
energía del desenlace.
Las herencias
El ciclo se reproduce. Una vez consolidada la fase de reprimarización de la economía, articulada a un capital financiero local reestructurado después de la crisis bancaria del 98, y al capital financiero transnacional, el empleado tiene que hacer mutis
por el foro para que entre nuevamente en escena el patrón. El
PSC tendría un bloque parlamentario de 14 diputados, frente a
los 25 del período anterior, con lo que perdería la base principal
de su cogobierno desde atrás; mientras el PRIAN pasaría a ser la
primera fuerza parlamentaria, con 30 diputados. Aunque ya no
se trata de la antigua figura del magnate operando desde atrás a
través de relaciones corporativas, sino más bien del funcionamiento de una empresa electoral que permite la acción directa
del patrón: no es el feudo, sino más bien la hacienda, un renovado rentismo, que puede apoderarse no sólo de la renta de la tierra, sino sobre todo de la renta de los recursos naturales, en particular de la renta petrolera, para lograr un nuevo período de bonanza macroeconómica, con algunas dádivas asistenciales para
garantizar el control social.
Y también se cierra el ciclo del viejo populismo bucaramista, para entregar la herencia al discípulo: el ausente por la víctima presente, en la renovación de una microfísica del poder,
desde el centro hacia la periferia, asentada en una red de mandos
medios de la policía y de las fuerzas armadas, sobre todo terrestres, activos y pasivos, diseminados a lo largo del territorio nacional. La presencia de Gutiérrez, sin embargo, no se reduce a la herencia populista, sino que se presenta bajo nuevas formas, sobre
todo en la articulación de los poderes locales periféricos, especialmente en la Amazonía y en las provincias más deprimidas de
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la Sierra ; y en la actuación como dispositivo para la participación política de los mandos militares, especialmente medios, pasivos e incluso activos.
El poder tiene horror al vacío. Las tareas inconclusas de la
revolución abren las puertas a la reconstitución del poder. Después de la caída de Bucaram, Alarcón instituyó el gobierno desde la sombra del PSC. Después de la caída de Mahuad, Noboa
Bejarano instituyó el sistema de dolarización. Después de la caída de Gutiérrez, Palacio bloquea el cauce de la Asamblea Nacional Constituyente y abre la puerta al retorno del Coronel. El fracaso de Palacio es la carta de resurrección de Gutiérrez.
La actual reconstitución del poder apunta a la vinculación
del poder económico, con el poder político, a fin de instaurar a
plenitud el proyecto neoliberal y un Estado autoritario y policíaco. Aunque allí tiene dos límites: la debilidad del proceso económico productivo que puede proyectarse hacia la caída de la dolarización y la profundización de la crisis social; y los riesgos de la
violencia que pueden proyectarse al involucramiento en una
guerra regional.
Escenarios
La derecha ha retomado la iniciativa. Ha creado un escenario dominado por la visión de un neoliberalismo extremo y un
Estado autoritario. Estamos ante la amenaza despótica; el riesgo
es la concentración del poder económico y el poder político en
torno a Noboa: la más grande fortuna del país con un control de
la mayoría parlamentaria, lo que le permitiría reorganizar los organismos de control y la justicia de acuerdo a sus intereses, como
ya lo hicieron en el período de la Pichi Corte , aunque ahora con
una base “legal”.
Los pactos básicos de una democracia “liberal” corren el
riesgo de desaparecer, tanto el pacto previo de no agresión entre
las partes y la solución pacifica de los conflictos, como la vigencia de libertades civiles y políticas que impidan la conversión del
poder constituido en despótico. Las posibilidades de avanzar hacia una democracia madura, en donde la representación de
asiente en la presentación y en la participación se bloquean.
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El eje Noboa-Gutiérrez-PSC puede constituir una mayoría
parlamentaria que, no sólo bloquee la constitución de “un poder
común”, una Asamblea Nacional originaria, incluso si gana Correa,
sino que más bien consolide legalmente las formas extremas del
neoliberalismo, que no ha podido implantarse en el país, empezando por la privatización de las áreas estratégicas, en especial del sector de hidrocarburos, y la eliminación de los derechos laborales.
La rearticulación del bloque dominante en torno a Noboa
se realizará, no a costa de la actual participación de los grupos de
poder, sobre todo del Partido Social Cristiano, que si bien sale
golpeado electoralmente, todavía cuenta con diversos resortes de
control de los puntos estratégicos de decisión; sino más bien a
costa de la acumulación social bajo propiedad estatal y a costa de
la sobreexplotación y precarización de la fuerza de trabajo. El
modelo está en las actuales empresas de Noboa, regidas por un
sistema extremo de tercerización en las relaciones laborales, y
por un sistema de reproducción del capital hacia fuera en las relaciones económicas.
Los resultados de la primera vuelta consolidan una mayoría parlamentaria en torno al eje Noboa-Gutiérrez, que puede
proyectarse a un reordenamiento de las alianzas con el Partido
Social Cristiano. La fuerza del voto nulo contra los diputados, si
bien es significativa, no es suficiente para avanzar en el camino
de la ilegitimación del Congreso, como base de la legitimación de
la Asamblea Nacional Constituyente.
¿Esto significa que fue errada la táctica del voto nulo para
diputados, como argumentan diversos sectores democráticos de
centro? Esta propuesta alteró el escenario de la primera vuelta que
estaba orientado a una salida ordenada a una final “racional” en
torno al PSC y la ID , y permitió la emergencia diferenciada de Correa, que hasta ese momento se movía en el montón, con el 6 o 7%
de la intención de voto, hasta abrirle campo para acercarse a un
triunfo en la primera vuelta. Sin embargo no podía reducirse todo
a este recurso, pues se requería consolidar un proyecto de hegemonía alternativa. Y aquí es donde la presencia de Correa presenta límites estructurales tanto por la incapacidad de una respuesta orgánica que ligue la propuesta política radical con una forma de vida y un proyecto económico radical que responda a las necesida-
3
Ver SALTOS Napoleón, Crónica de una democracia capturada, ALTERCOM,
septiembre 2006.
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des y aspiraciones profundas de la población, como por la ausencia de un sujeto orgánico que porte esa propuesta.3 Aquí se muestra también el límite de las fuerzas de izquierda que no lograron
construir esa perspectiva y más bien desembocaron en un fraccionamiento, con el debilitamiento del papel histórico de los movimientos sociales, en particular del movimiento indígena, que habían jugado un papel clave en la resistencia al modelo neoliberal.
La táctica de voto nulo por los diputados apuntaba a la ilegitimación del Congreso para poder abrir paso a la legitimación
de una Asamblea Nacional Constituyente originaria, como fuente del poder legislativo y como la última posibilidad de una salida democrática y en paz. Era la condensación de la fuerza del rechazo para proyectar su mutación en fuerza política alternativa.
Estas posibilidades se abrían bajo la condición de la respuesta
unificada del conjunto de las fuerzas alternativas.
A pesar de los silenciamientos y de las dudas, el resultado
del voto nulo por diputados muestra una gran fuerza que sigue
presente como anhelo de cambio profundo; la tarea es ahora
convertirla en la base de la resistencia a la amenaza despótica o
en la base de la Asamblea Nacional Constituyente originaria.
La implantación del modelo neoliberal requiere la contención y la derrota del bloque social alternativo; por lo cual el proyecto de Noboa es viable sólo bajo una política autoritaria y represiva: la perspectiva de la “colombianización” del Ecuador. El
discurso anticomunista no sólo es un recurso electoral, sino un
programa de reforzamiento de los dispositivos represivos y disciplinarios, estatales y paramilitares, de la movilización social que
ha venido operando a lo largo de la última década en busca de un
cambio profundo.
Creado el escenario en la primera vuelta, la estrategia electoral de Noboa ha provocado un vaciamiento del discurso. Todo
gira en torno a la amplificación mediática de las ofertas clientelares y de los gestos salvíficos, mientras evita cualquier propuesta programática sobre el futuro económico y político del país.
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El mayor peligro estratégico es que el vocero electoral de la
corriente alternativa, Rafael Correa, y especialmente la izquierda repitan la vieja historia y sucumban “al chantaje ideológico de
la derecha aceptando sus premisas básicas”, terminen moviéndose dentro del terreno clientelar del enemigo, en una competencia
imposible de ganar, pues las reglas de sentido en ese campo las
controla el adversario; en lugar de esforzarse por crear las condiciones para un acto auténtico, “combatir la agitación derechista
por alguna medida radical: no intentar defendernos diciendo que
esto no es lo que queremos decir, que ya no somos los viejos socialistas (o los viejos comunistas),… sino con un resonante ‘¡Sí,
eso es precisamente lo que queremos!’”.4
La energía social de cambio, si bien ha sido contenida temporalmente por la contraofensiva de la derecha, ha sido también la fuente del primer resultado para el paso de Correa a la segunda vuelta y para el crecimiento del voto nulo y el voto blanco en contra de los diputados. El camino no es sucumbir “al
chantaje ideológico de la derecha aceptando sus premisas básicas” de que no hay condiciones para el cambio y aclarar tímidamente que la Asamblea Constituyente pasará por la fórmula Roldós de la consulta previa, que fue derrotada por su ambigüedad.
Una de las fuentes para el voto en la segunda vuelta está en la
convocatoria al millón y medio de gente que votó nulo o en blanco para diputados en la primera vuelta; un retroceso en el anhelo de cambio puede debilitar esta convergencia. El camino del
acontecimiento auténtico es ligar la necesidad de la Constituyente con las condiciones de vida de la gente, retomar el sentido de
la ANC originaria como la última posibilidad de una salida democrática y en paz frente a la crisis.
La defensa no está en empezar a dorar el rechazo al TLC,
para proclamar en la mesa con la Embajadora norteamericana
que el problema está en la forma como se ha negociado y no en
4
20
ZIZEK Slavoj, ¿Lucha de clases o postmodernismo, en BUTLER Judith, Ernesto LACLAU y Slavoj ZIZEK, Contigencia, hegemonía, universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda, Fondo de Cultura Económica, Argentina, 2000, p 135.
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la esencia del Tratado. El NO radical al TLC puede ser una de las
fuentes de un “acto auténtico”, que cambie la dirección del sentido, sobre todo en el diálogo con los productores agrícolas de la
Sierra y la Costa , con los arroceros, maiceros, soyeros, lecheros,
con las comunidades indígenas, y con los pequeños productores
y comerciantes urbanos, que están amenazados por la inminente
firma del Tratado anunciada por Noboa, pero que en la primera
vuelta cayeron seducidos por el clientelismo de Noboa o de Gutiérrez. En la larga lucha de resistencia contra el TLC hay un acumulado en la conciencia de la gente seducida temporalmente por
el populismo, ahora nos corresponde activar ese acumulado en
dirección a cambiar nuevamente la frontera del bien y el mal.
“¡Sí, eso es precisamente lo que queremos!”, que no se firme el
TLC, para poder defender la vida de los campesinos, para evitar
que les quiten la tierra y el pan, defender el trabajo de los artesanos. No es el comunismo el que le va a quitar la casa y la tierra al
campesino, el que va a destruir las fuentes de trabajo, sino una
oligarquía rentista y cruel, en alianza con los monopolios transnacionales; la amenaza viene desde los banqueros corruptos y
prófugos que ahora se frotan las manos para un retorno triunfal,
en alianza con el capital rentista, local y transnacional, que buscará concentrar la renta agrícola y la renta petrolera, para una
nueva fase de estabilidad ante el debilitamiento de las bases de la
dolarización.
La defensa no está simplemente en explicar por qué no declarar “terroristas” a las FARC, sino en enfrentar el Plan Colombia en su totalidad, como un plan guerrerista del imperio de conquista geopolítica de la Amazonía , como un plan que amenaza
la paz y la integridad territorial. La larga resistencia al Plan Colombia puede ser la base de un “acto auténtico” que incida en el
cambio de sentido, sobre todo en el diálogo con los militares patriotas, ahora enredados en los hilos del partido paramilitar de
Gutiérrez. “¡Sí, eso es precisamente lo que queremos!”, no involucrarnos en el Plan Colombia, como plantea Álvaro Noboa, cuando se proclama amigo del otro Álvaro y dice que reforzará la presencia militar en una estrategia de yunque y martillo. Queremos
un territorio de paz y eliminar la presencia de bases extranjeras.
La “colombianización” del Ecuador no está sólo en la frontera; si-
21
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no que se proyecta al interior, con la implantación de amenazas
en contra de los opositores y con la actuación creciente de bandas paramilitares. El peligro viene del Norte y hay poco tiempo
para convocar a los patriotas civiles y militares a defender la paz
y la soberanía. Habrá que ver si en las Fuerzas Armadas se han
agotado las reservas de soberanía y dignidad tras el influjo de Sociedad Patriótica, que ha devenido el partido de los militares y
policías.
La soberanía es el eslabón perdido que han construido los
pueblos de nuestro Continente para transformar la energía de rechazo en poder constituyente: Venezuela y Bolivia han sentado
las bases del nuevo poder y de la nueva economía en el control
soberano de los recursos naturales, en particular de los recursos
energéticos, orientados para el bienestar común. El contraataque
imperial busca contener este eje del mal… ejemplo. Sobre todo
el ataque a Chávez se ha constituido en un recurso clave del imperio en medio de las campañas electorales, como ha sucedido
sobre todo en Perú y Nicaragua. El error del sector revolucionario puede venir de dos lados: la renuncia a la autonomía y a la
construcción de un camino propio creando la imagen de una dependencia de procesos externos, o el silenciamiento de la senda
solidaria, creando la imagen de una renunciación al ideal bolivariano y latinoamericano.
La salida pasa por la creación de momentos simbólicos
fuertes masivos en torno a la fortaleza programática para el cambio como la posibilidad de realizar las aspiraciones vitales de la
gente.
Para ello, el paso clave está en la reconstitución de un frente orgánico con participación de todas las fuerzas que luchan por
una salida alternativa, reconstituir el camino del sujeto histórico.
El sujeto no está sólo en la acción del candidato Correa; la participación de los actores sociales y de las fuerzas de izquierda, en
un proceso autónomo y de convergencia con Alianza País, es decisiva. La hegemonía alternativa implica la construcción de un
sujeto histórico capaz de realizar el programa de cambio como
un proyecto de vida. La firme acción de un bloque social-político alternativo, en coordinación o no con Correa, puede modificar la actual correlación de fuerzas.
La disputa no se realiza sólo en el campo de la práctica
política. Hay un marco institucional capturado por el poder
constituido que marca las cartas de la elección. En la primera
vuelta se mostró el poder del control a lo largo de todo el proceso: la definición de las reglas reforzó el control de la partidocracia, que constituyó una mayoría segura para manejar el Tribunal Supremo Electoral y los tribunales provinciales, así como
el Tribunal Constitucional. La fórmula D’Hont ponderado, resuelta por la mayoría parlamentaria, reforzó el sistema de plancha, a favor de los partidos. La aprobación de candidatos se sometió al cálculo de los resultados electorales, para tratar de
crear una final controlada. Y, sobre todo, el permiso para la violación de la Ley de control del gasto electoral por parte de Noboa, abrió el paso a una presión ilegítima sobre la decisión de la
población.
El objetivo final era el control del sufragio, tanto en el escrutinio como en la información. El contrato con E-vote para el
escrutinio rápido de los votos, a fin de informar inmediatamente es una prueba de esta manipulación. Pero no fue una acción
únicamente local, allí se articula la intervención de una red internacional de certificadores de la democracia, organizada desde las
oficinas de la OEA , con participación de funcionarios activos y
retirados.
La captura del sistema operó también desde el poder mediático y desde la alineación del voto mediante el manejo de las
encuestas y las empresas encuestadoras.
Las reglas y los controles sistémicos no se han modificado
para la segunda vuelta electoral, a pesar de las denuncias y las acciones de rechazo. Nuevamente los jueces serán los vocales partidarios del TSE y los observadores vinculados de la OEA.
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Democracia capturada
Autonomía y convergencia
La respuesta del bloque alternativo debe combinar dos
procesos: buscar cambiar la correlación de fuerzas electorales, y
reorganizar las fuerzas populares a fin de parar la contraofensiva
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imperial-oligárquica y retomar la iniciativa hacia la Asamblea
Nacional Constituyente originaria.
En la batalla electoral, ante los límites de Alianza País, la
política debe ser de autonomía y convergencia. Asumir las responsabilidades con iniciativa propia para cumplir cuatro objetivos: dar continuidad a la lucha programática en torno a la Constituyente , El TLC, la paz y la soberanía, buscando ligarla a las
condiciones de la vida de la gente; defender el espacio democrático ante la captura de los grupos de poder y las prácticas de fraude; denunciar y contener la amenaza despótica de Noboa; y lograr un incremento del caudal de votos de Correa, para tratar de
modificar la actual correlación de fuerzas electorales.
Y al mismo tiempo debemos avanzar en la organización
política del pueblo y en la reorganización y unificación de las
fuerzas sociales y políticas alternativas, para responder a las condiciones que se presenten después de los resultados electorales,
ya sea en una táctica de resistencia, si triunfa Noboa; o en la proyección hacia la Asamblea Nacional Constituyente, si triunfa Correa. Ligar la respuesta electoral a una estrategia de construcción
del poder constituyente, del poder paralelo, que tiene su primera
forma en la organización política del pueblo.
Rafael A. Romero Castellanos**
e-mail: [email protected]
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América Latina y la creativa
complejidad moderna*
“En lugar de esperar milagros de los pueblos precapitalistas deberían los pueblos maduros ponerse sobre aviso de su apatía,
de su escaso sentido para la eficacia y los logros de Occidente”.
Theodor W. Adorno.
América Latina no puede ser comprendida por fuera de la
experiencia social moderna. La modernidad es la afirmación historico-social de lo “nuevo” como valor central, y la imagen del
“Nuevo Mundo” se corresponde con esta idea. Y es que el descubrimiento de América significó la apertura de un campo insospechable para la realización de los valores modernos clásicos, los
de la primera modernidad. Este acontecimiento permitió la desarticulación de la imagen de un mundo cerrado y abrió un horizonte nuevo de posibilidades que alimentó los componentes
utópicos del espíritu moderno en gestación. Esta ruptura fue tal
que generó una interpretación escatológica: en el siglo XVI, el
clérigo belga católico Johannes Luminius argumentó a favor de
*
Este ensayo aparecerá en el próximo número ( No 27) de la Revista Ciencias
Sociales, de la Escuela de Sociología de la Universidad Central del Ecuador.
** Profesor de la Escuela de Sociología y de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador, Consultor-Investigador Independiente.
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una lectura del descubrimiento como última condición necesaria para el advenimiento de Cristo y la realización del Reino de
Dios1. El descubrimiento de América es una más de las múltiples
condiciones –así como la ética protestante, o el amor romántico,
a primera vista y sin compromisos estamentales– que posibilitaron el surguimiento del mundo moderno, que le dieron “eficacia
histórica” al proyecto de la modernidad. Si aceptamos estos “presupuestos”, muchos –no todos, ni al mismo nivel– de los problemas sobre el “ser” y el “hacer” histórico-social de la América Latina actual, globalizada o en globalización, encuentran su marco
de referencia y resolución en la interpretación de lo qué es la modernidad, y por tanto, en la comprensión de la tensión entre su
definición teórica –proyecto moderno– y su concretización histórica –la modernidad capitalista.
En este ensayo se reconstruye la comprensión moderna del
mundo a partir de una intuición básica, central y fundante; intución teórica que fue definida ya en la formulación del proyecto
original de la primera modernidad2, y que continúa operando
–en su versión inmanente y radicalizada– en las condiciones socio-culturales de la segunda modernidad. Para esta reconstrucción conceptual, se toma como referencia una de las formulación
filosóficas más acabadas de la primera modernidad: la Ilustración del XVIII, y a su mayor exponente: Kant. Esta intución básica, luego formalizada y codificada por la Ilustración, se fundamenta en una experiencia histórico-social concreta: la destrucción del orden tradicional. El mundo moderno se levanta sobre
la destrucción del pasado: destrucción positiva, es decir, comprendida como liberación de las fuerzas ciegas e irracionales del
mito y la tradición. De ahí la afirmación de la razón –sobre todo
1
2
26
Miguel A. Granada, el umbral de la modernidad, Herder, Barcelona, 2000, p. 396.
Para una definición de las diferencias entre primera y segunda modernidad
remito al lector a mi artículo, “Del hombre a los hombres, por un cambio
de paradigma en las ciencias sociales”, Ponencia presentada en el VII CONGRESO ECUATORIANO DE SOCIOLOGÍA y ENCUENTRO DE CIENCIAS SOCIALES DE LAS AMÉRICAS, Quito, Julio de 2004 y publicada en
Ciencias Sociales, Escuela de Sociología y Ciencias Políticas, Universidad
Central del Ecuador, N° 22, Primer Trimestre 2005
REVISTA CIENCIAS SOCIALES No. 27
su dimensión instrumental– como el mecanismo por excelencia
para llevar a cabo esta emancipación de las ataduras de la tradición. Pero el desarrollo histórico-social del proyecto moderno ha
hecho que esta voluntad emancipadora –dominio de los fines– se
viera relegada en nombre de un dominio cada vez mayor de la racionalidad instrumental –dominio de los medios. Nunca se ha
roto la tensión moderna básica entre voluntad emancipatoria y
control del sistema; la evolución socio-cultural hizo que la balanza se haya inclinado hacia el sistema. El control y la conservación
por sobre la libertad y el cambio. La posibilidad de recuperar esta tensión central a la modernidad se presenta como rearticulación de la unidad de teoría y praxis. ¿ Se enfrenta América Latina al desafío de esta rearticulación entre teoría y praxis de tal forma que le sea posible afirmar su presencia socio-cultural e histórica en esta modernidad segunda y globalizada?
La fragmentación del hombre como fundamento
de modernidad
El hombre con el que sueña la modernidad es un hombre
atrapado entre dos mundos: el mundo sensible y el mundo inteligible3. En cuanto ser biológico-natural, se encuentra preso en
las determinaciones naturales, reside bajo leyes empíricamente
condicionadas. Es el reino de la heteronomía. Al contrario, en
cuanto ser racional, tiende hacia la libertad y la autonomía. Sin
dejar de ser parte de la naturaleza, posee un superávit que lo hace estar por fuera de ella, que le seduce a salir de esa condición
opresiva para construir su propio mundo. Es el reino de la libertad, de la autonomía de la razón pura. Pero no como abstracción,
sino como hecho práctico: la libertad. El hombre moderno no
3
Immanuel Kant, Crítica de la razón práctica, trad. J. Rovira Armengol, Editorial Losada, S.A., Buenos Aires, 1961, pág. 49-50. “La naturaleza sensible
del los entes racionales es la existencia de éstos bajo leyes empíricamente
condicionadas y, en consecuencia, heteronomía para la razón. Por el contrario, la naturaleza suprasensible de esos mismos entes es su existencia según leyes independientes de toda condición empírica y que, por lo tanto,
pertenecen a la autonomía de la razón pura”.
27
REVISTA CIENCIAS SOCIALES No. 27
puede escapar a las leyes de causa-efecto que imperan en el mundo de lo sensible, pero sí puede iniciar una serie de causalidades
en el ejercicio de su libertad, causalidad por libertad. Para los
partidarios de la primera modernidad, aquí se encuentra el fundamento de la dignidad humana: “Sólo pueden concebirse dos
clases de causalidad con respecto a aquello que sucede: según la
naturaleza o a base de la libertad. La primera es el enlace de un
estado con otro anterior en el mundo de los sentidos, al cual sigue aquél según una regla […] En cambio, por libertad en sentido cosmológico entiendo yo la facultad de comenzar un estado
por sí mismo, cuya causalidad, pues, no esté a su vez según la ley
natural bajo otra causa que la determine en el tiempo”4. La razón
y la libertad modernas se fundamentan en esta situación de fragmentación y ruptura entre naturaleza y cultura. La primera modernidad5 nunca negó las determinaciones naturales y biológicas, las reconoció como límites frente a la sed de libertad humana. El hombre moderno –el de la primera– será el constructor de
su mundo en medio de un ambiente que lo oprime; no negará la
opresión, sino que la tomará en cuenta; no prescindirá de ella, sino que partirá de ella para un ejercicio de libertad y liberación.
Este hombre, racional y fragmentado, surgió históricamente en el paso de la sociedad tradicional a la sociedad moderna, y se constituyó en la figura más significativa –el sujeto moderno– de la revolución cosmológica6 operada por esta transición.
Las revoluciones cosmológicas –que son pocas, pero son, como
diría Vallejo– no se deben sólo a cambios en los órdenes socioeconómicos y políticos, sino también en los ordenes ético-culturales, y sobre todo en éstos. Una revolución cosmológica implica
un cambio radical de paradigma, una nueva forma de conocer,
interpretar y valorar el universo. Y la emergencia de la moderni-
4
5
28
6
Immanuel Kant, Critica de la razón pura, trad. J. Riviora Armengol, Tomo I,
Editorial Losada, S.A., Quinta Edición, Buenos Aires, 1960, pág. 213-214.
En la modernidad tardía o segunda modernidad, la fragmentación entre
naturaleza y cultura se radicalizará a tal punto que desaparece la tensión en
nombre de la inmanencia pura, y no habrá naturaleza por dominar, sino
naturaleza-natural por construir.
Miguel A. Granada, Opus Cit., p. 325.
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dad constituyó una revolución cosmológica en el sentido más
pleno de la palabra: una visión de mundo decae, mientras otra se
afirma históricamente. La modernidad está con nosotros y entre
nosotros; pensemos desde ella, la afirmemos o neguemos. Da
igual. Lo que no podemos evitar es reconocer su presencia histórica. Si hoy en día es una modernidad radicalizada e inmanente,
la modernidad inicial abrió el camino hacia este hombre contemporáneo, secular e inmanente. Lo hizo al colocar al hombre racional en el pedestal de la trascendencia7. Un “hombre nuevo”, en cuya constitución América Latina participó, no sólo como soporte
colonial, económico y financiero del proceso de industrialización
y modernización europeos, sino como “lugar utópico”, espacio
imaginario de realización del espírirtu moderno en gestación; espíritu que al momento del descrubrimiento de América tomó
forma en el movimiento cultural del Renacimiento.
Constitución y realización del sueño moderno:
América como utopía
La particularidad histórica que conocemos como modernidad es el producto de la coincidencia –por tanto única e irrepetible– de multiples y diversos procesos. No existe una causa
única o determinante que explique por sí sola la emergencia del
fenómeno socio-histórico de la modernidad. Ésta es producto
del azar, de la coincidencia, del accidente histórico. El “suceso”
empírico del descubrimiento de América a finales del XV se convierte en “acontecimiento” histórico, cuando abre las posibilidades reales e imaginarias de un mundo nuevo, de un lugar “utópico”, espacio de realización del sueño moderno naciente. ¿Cuánto
hubiera durado la novedad de lo moderno de no haber contado
con un lugar utópico hecho realidad? ¿Cuánto hubiera durado el
7
Ver, Rafael Romero Castellanos, “Del hombre a los hombres, por un cambio de paradigma en las ciencias sociales”, Ponencia presentada en el VII
CONGRESO ECUATORIANO DE SOCIOLOGÍA y ENCUENTRO DE
CIENCIAS SOCIALES DE LAS AMÉRICAS, Quito, Julio de 2004 y publicada en Ciencias Sociales, Escuela de Sociología y Ciencias Políticas, Universidad Central del Ecuador, N° 22, Primer Trimestre 2005.
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poder del Ancine Régimen si no se hubiera consolidado la capa
burguesa comercial e industrial gracias al intercambio con el
Nuevo Mundo? Y es que el descubrimiento de América constituyó un “acontecimiento” central en la producción histórico-social
de la modernidad. Significó la conciencia de un mundo global y
la emergencia de un territorio imaginario, el “Nuevo Mundo”:
“la historia de la modernidad comienza en el violento encuentro
entre Europa y América, a fines del siglo XV, porque de allí se sigue, en ambos mundos, una radical reconstitución de la imagen
del universo”8. “la desacralización de la autoridad en la producción y comunicación de la experiencia y del conocimiento fue legitimada y consolidada con el encuentro entre Europa y América [...] El momento primordial de esa vasta mutación de la intersubjetividad, sin el cual todo aquello no tendría sentido, ocurre
en la imagen social del tiempo: se produce el reemplazo del pasado por el futuro, como la sede privilegiada de las expectativas
de la humanidad”9.
América Latina participa de forma material –el oro americano– e ideal –espacio imaginario-utópico– en esa gran transición de la sociedad tradicional hacia la sociedad moderna. El
aporte socio-cultural de América Latina en la constitución de la
modernidad se da en dos niveles, uno general y otro particular. A
nivel general, dota de un referente material e imaginario para la
realización material e imaginaria de los ideales e intereses de la
modernidad en emergencia. A nivel particular, refuerza la dimensión emancipatoria de la modernidad, gracias a la instauración de un espacio “utópico”, vacío, donde la libertad aún es posible. La subjetividad emancipatoria en gestación se alimenta
“imaginariamente” con la presencia de América en la conciencia
del Renacimiento. Pero esta relación se da de forma recursiva entre Europa y Latinoamérica durante su desarrollo y consolidación. Así, las ideas libertarias y de emancipación que acompaña-
8
30
9
Aníbal Quijano, Modernidad, identidad y utopía en América Latina, en Edgardo Lander, editor, MODERNIDAD & UNIVERSALISMO, Nueva Sociedad- UNESCO, Venezuela, Primera Edición, 1991, pág. 28.
Ibid., pág. 28.
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ron a los deseos de racionalización de la vida social del la Revolución Francesa ejercieron su influencia de forma decisiva durante la época de la Independencia Amercana. La Ilustración encontró en América un terreno fértil para el ejercicio de sus móviles fundamentales, la razón y la libertad: “el interés por la racionalización de la existencia social, si tales son los rasgos iniciales
del movimiento de la modernidad, ellos son registrables lo mismo en Europa que en la América colonial durante el siglo XVIII.
La primigenia modernidad constituye, en verdad, una promesa
de liberación, una asociación entre razón y liberación”10. “Los
frutos de la Ilustración fueron saboreados al mismo tiempo en
Europa y en América Latina”11. La afirmación histórica de la
comprensión moderna del mundo fue posible por el descubrimiento de América. Para la conciencia social moderna en gestación, el “sentido” del hecho” del descubrimiento está en su comprensión como respaldo empírico y lugar de realización de la
“utopía moderna”, de la implantación de un mundo nuevo, hecho a la medida de los sueños del hombre moderno, libre y soberano. Pero la evolución histórico-social del sueño moderno, su
concretización histórica, tomó unos caminos que le llevaron,
tanto en Europa, como en América, a afirmar su racional-instrumental en detrimento de la voluntad emancipatoria moderna.
¿Cómo fue posible que la voluntad emancipadora y revolucionaria del proyecto moderno –alimentada real e imaginariamente
por el descubrimiento de América– se viese opacada por la razón
instrumental del sistema?
El desafortunado encuentro: modernidad y capitalismo
Si la modernidad emerge como destrucción de la tradición en nombre de la razón y la libertad –aspecto socio-cultural–, también lo hace como desarticulación del orden feudal e
instauración del orden capitalista –aspecto socio-económico. Esta cara de la transición nos pone frente a la coincidencia históri-
10 Ibid., pág. 29.
11 Ibid., pág. 30.
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32
ca de capitalismo y modernidad. De ahí la constante relación de
retro-alimentación entre estas dos particularidades históricas. A
la vez que el capitalismo se alimenta de la modernidad, la modernidad encuentra en el capitalismo y el Estado Moderno sus
agentes de expansión: “Si el capitalismo fue uno de los grandes
elementos institucionales que promovieron la aceleración y expansión de las instituciones modernas, el otro fue el estado nacional”12. Esta inter-retro-alimentación entre modernidad y capitalismo se da gracias a ciertas “afinidades internas”13 entre modernidad y capitalismo. Identificamos dos ámbitos particulares
de interacción: el uno socio-cultural, y el otro socio-económico.
Desde la perspectiva socio-cultural, la modernidad potenció las
formas de organización de la producción capitalista al darles un
componente racional, lo que permitió el surgimiento del “capitalismo racional moderno”14. Y por otro lado, la afirmación empírica del capitalismo contribuyó en la destrucción del orden social feudal, tradicional y estamental, y la consiguiente emergencia de la conciencia social moderna. Desde la perspectiva socioeconómica, el capitalismo, fundado en el interés particular y la
acumulación, se apropió perversamente del componente emancipatorio y carismático de la modernidad: “libres” y “sin priviliegios”, pero en el espacio del mercado. Una vez consolidado éste,
el capitalismo dejó atrás el carisma y la profesía modernas, para
abrazar con fuerza la dimensión racional-instrumental del proyecto de la modernidad.
12 Anthony Giddens, Las consecuencias de la modernidad, trad. Ana Lizón Ramón, Alianza Editorial, Madrid, 1993, pág. 66.
13 Para ver el sentido y utilización del concepto de “afinidad interna”, remito
al lector a Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, introd.. y ed. crítica de Francisco Gil Villegas, trad. de Luis Lacambra, México, FCE, 2003, p. 89 y ss
14 Una de las grandes aportaciones de Max Weber para la comprensión del capitalismo moderno y de la modernidad occidental ha sido justamente el haber demostrado el papel que jugó componentes irracionales y subjetivos, la
ética protestante, en la conformación del capitalismo racional moderno.
Ver, Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Fondo de
Cultura de Económica, México, 2003.
15 Será sobre todo en la segunda modernidad o capitalismo desorganizado en
donde la oferta de “estilos de vida” pueble el espacio del mercado y de lo público, el espacio de los mass media, con todos los fenómenos de violencia
simbólica que trae consigo este fenómeno de explosión de sentidos y “mundos de la vida”.
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El mercado es el espacio para la oferta y demanda de mercancías y de posibilidades de realización personal15, es decir, un
espacio óptimo para el ejercicio de la libertad personal e individual. Sin embargo, la participación en éste presupone hombres
libres y en igualdad de condiciones. Y como todo presupuesto,
esta “igualdad” es una ficción, un tipo-ideal o una orientación
ética, más no una realidad empírica. Pero es esta ficción-suposición la que hace que en la modernidad, el espacio económico
–el mercado– tienda a identificarse con el espacio de socialización –lo público– sin mediaciones. La idealización del mercado
como el espacio privilegiado de socialidad no debe hacernos olvidar que es un espacio de competencia entre desiguales. Antre
la imposibilidad de la igualdad material, rige el prinicipio de
igualdad formal. Así, la racionalidad instrumental ligada al
mercado se convirtío en mecanismo de expansión, consolidación y control del universo. El desarrollo histórico-social del
proyecto moderno-capitalista mostrará pronto que esta retroalimentación devendrá en afimración de uno de los términos sobre el otro: el proyecto moderno-capitalista abandona el componente más subjetivo de la modernidad, su voluntad emancipatoria, para adoptar la potencialidad racionalista-instrumental
como fuente de afirmación de los nuevos ideales e intereses que
emergen y se consolidan de la mano del mercado y el capitalismo en cuanto forma de dominación y organización económicosocial. El reconocimiento de las concecuencias perversas de esta
coincidencia histórica entre modernidad y capitalismo nos debe advertir que identificar capitalismo con modernidad significa agotar y reducir el proyecto moderno a su componente racional-instrumental.
El desarrollo histórico-social de la modernidad bajo la
rúbrica capitalista significó, no la anulación total de la volun-
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tad emancipatoria moderna, sino su confinamiento y encapsulación. La tensión entre razón instrumental y voluntad emancipatoria se resolvió a favor de la primera gracias a la dinámica capitalista, pero la segunda dimensión siempre estuvo presente en el desarrollo socio-cultural moderno. El reconocimiento de la naturaleza de la acción social como fuente de
cuestionamiento, renovación y fuga de los órdenes sociales,
manifiesta la persistencia de este componente subjetivo y
emancipatorio. En condiciones de modernidad, las instituciones sociales siempre están al acecho. Si durante el capitalismo
de corte industrial el sujeto obrero-proletario era portador de
esa potencialidad de renovación, en el capitalismo de organización16 serán los “nuevos” sujetos y actores sociales los portadores de una acción social innovadora y emancipadora: el movimiento social como forma de acción socio-política privilegiada. Los ejes de tensión se desplazan: en la primera modernidad, el burgués contra el proletario, la fábrica contra el obrero; en la segunda modernidad, las transnacionales contra los
actores sociales.
16 Por capitalismo de organización entiendo el papel central de las empresas
culturales y del Estado en la organización de el sistema social capitalista:
“Llamo, en efecto, sociedad programada - expresión más precisa que la de
sociedad postindustrial, la cual sólo está definida por aquello a lo que sucede - aquella en que la producción y la difusión de los bienes culturales ocupan el lugar central que antes habían ocupado los bienes materiales en la
sociedad industrial”, Alain Touraine, Crítica de la modernidad, trad. Alberto Luis Bixio, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1994, pág. 241.
“Las expresiones ‘capitalismo de organización’ o ‘capitalismo regulado por
el Estado? Se refieren a dos clases de fenómenos; ambas remiten al estadio
avanzado del proceso de acumulación: por un lado, al proceso de concentración de empresas (el nacimiento de las corporaciones nacionales y también multinacionales) y la organización de los mercados de bienes, de capitales y de trabajo; por otro lado, al hecho de que el Estado interviene en las
creceintes fallas de funcioinamiento del mercado”, Jürgen Habermas, Problemas de legitimación en el capitalismo tardío, trad. José Luis Etcheverry,
Amorrortu editores, Argentina, Primera edición en castellano 1975, sexta
reimpresión 1998, pág. 49.
Las perspectivas deudoras del pensamiento negativo de la
primera Escuela de Frankfurt han puesto su énfasis en las fracturas que la razón instrumental ha ocasionado en las subjetividades individuales. La razón instrumental se instaura en el mundo
moderno bajo formas míticas, su potencial liberador se niega en
la fijación de estructuras repetitivas con las cuales atrapamos y
comprendemos al mundo: la ciencia moderna no es más que
otro mito. Si la modernidad significa la ruptura del mito, reinstala el mito al construir una imagen del mundo estática y repetitiva bajo el paradigma de la causalidad lineal y mecánica. La razón y la ciencia constituyen, según estas visiones, los mitos del
mundo moderno. Pero no es a la razón sustantiva –consideración de fines, valores y argumentos– sino a la razón instrumental –consideración de los medios adecuados, cuya radicalización
signifia la expulsión de los fines, que se convierte en medios– a
la que atacan. Una razón totalitaria que encuentra en el fascismo
su más clara expresión histórica17. El triunfo de la razón instrumental será el punto de partida para mirar a la modernidad como una experiencia alienante y reduccionista del hombre, quien
es valorado por su capacidad de inserción en una forma de socialidad que se articula a partir de meros procedimientos técnicos.
Georg Simmel nos propone otra forma de mirar el problema. Para este clásico de la sociología, el problema de la modernidad capitalista se deriva de la creciente distancia entre la cultura
objetiva y la cultura subjetiva18. La primera entendida como el
conjunto de realizaciones sociales y culturales, desde el lenguaje
hasta el arte y los avances científico-tecnicos; la segunda definida
por la capacidad de los individuos para apropiarse de esos logros
17 Este es uno de los ejes centrales que articulan del ya clásico texto de M.
Horkheimer y T. W. Adorno, Dialéctica del iluminismo, trad. H. A. Murena,
Editorial SUR, S. A., Buenos Aires, 1970.
18 Esta tesis se encuentra desarrollada en el artículo De la esencia de la cultura, en Georg Simmel, El individuo y la libertad, trad. Salvador Mas, ediciones península, Barcelona, 1986, pág. 119-128.
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Recuperación de la tensión, recuperación y radicalización
del proyecto?
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culturales. Esta distancia se agranda en contextos de reproducción capitalista, lo que nos conduce a ver el problema como una
cada vez más desigual distribución social de la producción en
sentido amplio, no sólo material, sino simbólico. El problema no
se encuentra, por tanto, en la producción de objetos y cultura que
al fin de cuentas satisface las necesidades humanas y crea bienestar, sino en su distribución y en la merma de la capacidad de los
individuos por aprovechar y hacer suya la cultura objetiva. La
ampliación de oportunidades paradójicamente significó el incremento de la angustia y frustración social por falta de satisfacción
y logro de las expectativas que se abrieron con esas nuevas oportunidades. El desarrollo de la ciencia y la tecnología ha ampliado
el horizonte de posibilidades de realización personal e individual.
Sin embargo, este “logro” moderno no ha traído consigo bienestar, sino fatiga y angustia. Sensación de fracaso que se deriva en
gran parte de los patrones de distribución de los beneficios: cómo se redistribuyen y socializan los logros científico-técnicos de
la ciencia moderna en contextos de exclusión capitalista.
En la medida en que privilegia una determinada forma de
relación social, el capitalismo ha logrado aprovechar todo el potencial racionalista de la modernidad para organizar la vida social
y reproducirse. Pero a la vez, en la modernidad la voluntad emancipatoria no ha dejado estar presente y jugar un papel clave en la
de conformación de los sujetos, de sus subjetividades. La relación
entre modernidad y capitalismo se presenta de esta manera como
central en el debate. La modernidad triunfante no es más que la
modernidad capitalista que exalta la razón instrumental mientras
se encuentre al servicio de los intereses del capital. Esta concretización histórica del proyecto moderno distorsiona a la modernidad,
pero no la anula. La rearticulación de la tensión básica del proyecto moderno se presenta como alternativa a la modernidad capitalista: tensión entre mundo sensible y mundo inteligible, entre necesidad y libertad, entre razón instrumental y razón emancipatoria que se plantea como realización-actualización de la modernidad a través de un diálogo entre racionalización y subjetivación19.
19 Esta sería la tesis fundamental de La Critica de la Modernidad de Alain Touraine, Opus. Cit.,
Este relato teórico-critico de la conformación y desarrollo
socio-histórico de la modernidad y la participación de América
en esos procesos, ha tomado como referencia ciertas tensiones
que estructuran el universo conceptual de la visión del mundo
moderna: tensiones entre mundo sensible y mundo inteligible,
entre naturaleza y libertad, razón-instrumental y voluntad
emancipatoria. La comprensión de la experiencia moderna desde las elaboraciones de la teoría social20 nos propone otra tensión: la de la sociedad frente al individuo. La conciencia social
moderna comprende a las instituciones sociales bajo la perspectiva del principio de constitución y conservación del orden social. Las instituciones sociales coaccionan al individuo, pautan
sus comportamientos y definen sus ámbitos de acción. Pero este
prinicipio, en condiciones de modernidad, se levanta como negación del individuo, que se configura como principio opuesto y
contrario al orden y la conservación: la innovación, la acción social creativa y turbulenta, revolucionaria y emancipadora. Estos
dos principios articuladores de la sociedad moderna son el resultado de la sedimentación histórica del arribo de la modernidad.
En Europa, esta experiencia social se deriva de la fábrica frente al
obrero21; habrá que ver si en América Latina esta experiencia no
cuenta con un plus: las instituciones coloniales frente a fuerzas
revolucionarias en constante emergencia22. Por tanto, en condiciones de vida moderna, tanto en la primera como en la segunda
modernidad, la experiencia del mundo social se articula a partir
de la tensión permanente entre estos dos principios. Este es su
20 Alan Dawe, Las teorías de la acción social, en Tom Bottomore y Robert Nisbet (comp.), Historia del análisis sociológico, Amorrortu, Buenos Aires, 2001
21 Alan Dawe, Ibid., p. 416.
22 Esta tesis demanda de una investigación de largo aliento que espero desarrollar en un futuro sobre la base de una relectura de ciertos acontecimientos –memoria selectiva y constructivista– y discursos críticos sobre América Latina.
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La creativa complejidad moderna: entre la sociedad y
el individuo
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patron de organización, su dialéctica sin resolución de continuidad, la experiencia de libertad-condena del proyecto moderno.
Esta tensión entre mundo sensible y mundo inteligible, entre necesidad y libertad, entre sociedad e individuo, se halla en el centro de la comprensión fundamental sobre la vida, el mundo y el
hombre en la modernidad.
En la descripción de las relaciones complejas entre sociedad e individuo, la teoría social comprende a la primera a partir
de la noción de institución, y a la segunda con la de acción social.
Las instituciones se encuentran enlazadas a la categoría de poder
constituido, mientras que la acción social a la de poder constituyente. Dos temporalidades que en su tensión articulan lo social:
el tiempo del orden y el tiempo de la innovación; oposición entre dos principios: el poder constituyente y el poder constituido.
Toda instituicón es instituida para asegurar y conservar determinados valores e intereses: tradicionalismo socio-cutlural (conservación del valor, institución de una forma de ser), y tradicionalismo económico (conservación del interés). Las representaciones que emanan de la institución, y la institución misma, en
cuanto representación de la vida social, se configuran como modelos de acción y conducta. Esta tensión entre estructura y acción, entre un prinicipio de conservación y otro de innovación y
cambio, se desarrolla de manera recíproca: cada término cualifica al otro. Reconocemos a la estructura por su imposición sobre
la acción, por su coacción. Al contrario, sabemos de la acción por
su continuo intento de desbordamiento. Las dos se complementan, se implican: la estructura se define por la acción, la acción
adquiere sentido en referencia a la estructura. A los modernos no
nos queda otra alternartiva que mirarnos desde esta compleja
tensión creativa: desde la historia que construimos con nuestra
acción y desde las condiciones estructurales que están por fuera
de nuestra elección, parafraseando a Marx.
23 Ver, Alan Dawe, Las teorías de la acción social, en Tom Bottomore y Robert
Nisbet (comp.), Historia del análisis sociológico, Amorrortu, Buenos Aires,
2001
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La tradición de la teoría sociológica23 ha interpretado esta
tensión como separación entre una sociología del sistema, del orden, de la estructura, frente a una sociología de la acción social,
del cambio, de la revolución. La insuficiencia de cada perspectiva está en su pretención de una superación dialéctica y totalitaria. Se abandona la riqueza de la tensión en nombre de la seguridad de su resolución. El proyecto moderno se levanta sobre esta
forma de comprención y organización del mundo. Sin embargo,
en el desarrollo capitalista de la modernidad la lógica de la institución, con su componente de control y dominación, parece haberse impuesto sobre la lógica de la innovación. Las instituciones
se instrumentalizan, dejan de ser orientaciones de sentido para
volverse meros aparatos de reproducción del orden capitalista.
Pero la acción siempre desborda, sobrepasa o intenta sobrepasar
los marcos regulativos, cuestiona los valores imperantes en las
instituciones. Paradójicamente, el cambio social sólo es posible
en la puesta en duda de la validez de la renovación continua
–mecanismo de conservación– de los valores y creencias –marco
de conformidad– que son potencialmente cuestionados en la acción cotidiana de los hombres –siempre inconforme con su marco institucional.
Reunificación de teoría y praxis como escapatoria del síndrome de la víctima o del romántico.
Esta tensión entre estructura y acción tiene un correlato
más en el par teoría y praxis. La teoría construye formas de comprensión que otorgan sentido a la realidad; se levanta como momento de abstracción de las formas de relación social vigentes. Al
otorgar sentido a la realidad, prefigura la observación, la encausa y orienta, la atrapa. Los conceptos, al igual que las estructuras,
buscan conservarse. La praxis, al igual que la acción social, tiende hacia la fuga, el desorden y la turbulencia. La una no exlcuye
a la otra, se implican. Esta relación crítica, tensión creativa entre
teoría y praxis, posibilitó la emergencia de la dimensión auto-reflexiva de la modernidad. Sólo con la modernidad sabemos que
las ideas se frustran en su puesta en práctica. La libertad que nos
ofrece la modernidad frente a las ataduras tradicionales se paga
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con frustración. Ya no tenemos a quien acusar del destino sino a
nosotros mismos. Nos toca enfrentarnos a las consecuencias no
esperadas de nuestras acciones, a los efectos colaterales. Y esto
nos hace reflexivos. La ciencia moderna es el producto histórico
de esta conciencia social que busca describir y explicar de forma
autoreflexiva los proceso complejos que definen su propia experiencia, la de la modernidad. Pero este saber autoreflexivo no es
meramente contemplativo, sino que tiene la capacidad de incidir
en el mundo, de transformarlo. En condiciones modernas, la capacidad de comprensión del mundo de una teoría se mide por
sus posibilidades objetivas de institucionalización. Cuando se
pierde esta capacidad, la reflexión teórica se convierte en un simple ejercicio intelectual. Algo de esto tienen los enfoques sobre el
mundo moderno y capitalista que destacan continuamente las
perversidades de un sistema social cuyos mecanismos de control
se encuentran altamente sofisticados. La única posible reacción
frente a ellos es la resistencia, la oposición o la continua condena. La tensión se resuelve, curiosamente, en el lado más consevador de la paradoja. La denuncia de lo omnipotente del sistema es
su afirmación más radical: ya no hay escapatoria, tarde o temprano seremos atrapados por las estructuras de dominación tardocapitalista. Mientras tanto, la resistencia de la víctima. Pero de lo
que se trata no es de resistir, sino de entrar en la tensión moderna entre necesidad y libertad, mundo sensible y mundo intelegible, estructura y acción, poder constituido y poder constituyente, teoría y praxis.
Imaginar una comprensión del mundo que vincule teoría
y praxis supone creer que se puede soñar con novedosas y posibles formas de acción social, es decir, suceptibles de institucionalizarse. La víctima no se ariesga porque es pura y teme contaminarse, de ahí el sentido de resistencia. En el extremo contrario está el revolucionario romántico, que cree que todo lo puede cambiar, que toda resistencia será rota con el solo hecho de una acción radical y continua. Uno y otro no tienen oportunidad en un
mundo que se define y autoobserva a partir de una compleja tensión creativa. En los actuales momentos –globalizados y tardomodernos– el desafío de América Latina está en asumir su parti-
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cularidad histórica, hecha no sólo de una experiencia de colonización y dominio, sino también de emancipación y ensoñación,
hacer suya la compleja tensión creativa que subyacee a la modernidad, y alejarse de las figuras de la víctima o del romántico. El
reconocimiento de la especificidad socio-cultural latinoamericana no debe ser entendida como negación de lo moderno, sino como posibilidad de actualización de un proyecto siempre pendiente y en suspenso. Frente a la conciencia social moderna de
una Europa envejecida, la novedad de lo moderno latinoamericano: la revolución zapatista, el movimiento indígena y los sin
tierra. Negar la modernidad significa negar a América Latina como espacio de realización de un proyecto del cual no es sólo heredera, sino productora.
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Marco Velasco
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Enfoques de la pobreza
Sin duda que la pobreza es quizá el principal obstáculo o
problema a superar para salir del subdesarrollo y lograr prosperidad en democracia.
Del modo como se enfoque y como se enfrente este problema
va a depender el que logremos o no alcanzar los niveles de desarrollo necesarios para garantizar tanto una situación de bienestar
compatible con la dignidad humana, como el ejercicio del derecho
a la felicidad por parte de todos los habitantes del país.
Las políticas sociales compensatorias, como el “bono de la pobreza” resultan, siempre, tan insuficientes como insostenibles, aparte de que fomentan el clientelismo al que son propensos los políticos
en el poder. “¿Quién producirá y mantendrá un crecimiento suficiente para que, en el caso de Brasil, 50 millones de pobres puedan
dejar de serlo en virtud de haber sido “adoptados” por el Estado?”
Se preguntan los críticos de las políticas sociales compensatorias.
El enfoque de la izquierda.
La izquierda pensante y democrática entiende a la pobreza, principalmente como la privación de bienes y servicios, de capacidades y de derechos resultante de una lógica de exclusión sistémica
Se entiende como exclusión sistémica al efecto (exclusión
de ciertos grupos sociales en función de su origen étnico, de su
género, de su edad, de su localización territorial u otras) resultante de la lógica, estructura y funcionamiento de un determinado tipo de organización o sistema económico-social.
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El supuesto básico de este enfoque es la existencia de correlación positiva entre exclusión social (variable explicativa) y
pobreza (variable explicada). En otros términos se supone que la
pobreza es, ante todo, un efecto inevitable del funcionamiento
del sistema establecido.
“La causa principal de la violencia urbana no es la pobreza si no la desigualdad social. La desigualdad con pobreza genera por una parte “grupos vulnerables” y por otra “grupos amenazados”, sostenía Gilberto Gil, en su discurso de toma de posesión
como Ministro de Cultura de Brasil1.
Si se enfatiza o se atribuye mayor peso específico al enfoque de la pobreza como resultado de una lógica de exclusión sistémica, los programas e iniciativas estatales orientados a combatirla, tienen, por lo general, las siguientes características:
a) Atribuyen a la participación de los grupos sociales excluidos y
en situación de pobreza, funciones cruciales en el diseño, ejecución y evaluación de los programas y proyectos, con lo que,
simultáneamente, se estaría luchando contra la exclusión.
b) Consideran que las políticas y programas sociales desarrollados por el sector público, son indispensables para compensar
las distorsiones y desequilibrios consustanciales al sistema socio-económico cuyo funcionamiento genera y mantiene en la
pobreza a amplios sectores de la población.
c) Desarrollan políticas y programas orientados, principalmente, a la inclusión social. “Las políticas inclusivas están hoy a la
orden del día. Tanto es así que en el marco, o siguiendo la estela, del Foro de Porto Alegre se ha creado un movimiento de
“Autoridades locales por la inclusión social”, bajo el argumento consistentemente formulado de que las distintas formas de
“exclusión”, (territorial, social, cultural, de género o de edad,
de orientación sexual o religiosa, de drogodependientes) favorecen tanto la injusta criminalización colectiva como el
1
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Citado por Jordi Borja en “Seguridad ciudadana: un desafío para las políticas locales” artículo publicado en el Magazín Gobernanza y Seguridad Sostenible en www.iigov.org
El enfoque de la derecha.
La derecha pensante y democrática –que también la hayentiende a la pobreza, principalmente, como resultado de una situación de escaso desarrollo económico.
Este enfoque privilegia o atribuye mayor importancia al
desarrollo o, si se quiere, al crecimiento económico, a una alta
o baja tasa de inversión, como variable explicativa de la pobreza o de la superación de esta última, los programas e iniciativas inspirados en este enfoque, se caracterizan, en cambio por
lo siguiente:
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miedo difuso del conjunto, es decir generan violencia o crispación en ambas direcciones2.”
d) Sostienen que los pobres son sujetos de derechos (alimentación, educación, salud, vivienda, empleo, participación y
otros) que el Estado está en la obligación de garantizar.
a) Conciben al sector público como facilitador y hasta como
promotor del desarrollo económico y de la localización de inversiones.
b) Consideran indispensable el diálogo y la concertación de esfuerzos de los sectores público y privado.
c) Sostienen que promover la competitividad es un rol que corresponde también al Estado. Es un reto, que en condiciones
de la globalización e internacionalización de la economía, los
estados deben asumir.
Esta última caracterísitica permite superar la visión unilateral del crecimiento económico como único prerrequisito para
la superación de la pobreza, puesto que el concepto de competitividad supone una visión multidimensional del desarrollo. Con
frecuencia aparecen aquí los conceptos de capital social y capital
humano (el software del desarrollo) como factores cruciales, o al
menos de similar importancia a la del capital físico o financiero.
2
Ibíd.
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Se concibe al desarrollo como una ecuación compleja, como un
movimiento sinérgico y e inevitablemente social.
Se sostiene que “... la pobreza no es un problema puramente económico, de falta de crecimiento, ni es un problema de
falta de oferta eficiente y suficiente de servicios estatales. La pobreza, en sintonía con lo que nos dijo Amartya Sen, es una falta
de capacidad de desarrollar potencialidades y, podríamos agregar, de aprovechar oportunidades3.” Y se critica fuertemente a las
concepciones que centran sus esfuerzos en las políticas sociales
compensatorias “¿Quién producirá y mantendrá un crecimiento
suficiente para que, en el caso de Brasil, 50 millones de pobres
puedan dejar de serlo en virtud de haber sido “adoptados” por el
Estado? Se preguntan los críticos de las políticas sociales compensatorias.
Para el caso del Ecuador cabría preguntarse sobre la sostenibilidad financiera del bono de desarrollo humano y de los diversos subsidios no debidamente focalizados.
El enfoque asistencialista de la pobreza
La pobreza como un estado de carencias e insatisfacción
de necesidades básicas es el que, tradicionalmente, ha orientado
la formulación y ejecución de políticas públicas cuyo propósito
es atenuar sus efectos más críticos.
Es decir la pobreza como un hecho de la realidad que el
sector público debe asumir por razones morales. Esta es la concepción de pobreza que se maneja con mayor frecuencia para la
formulación de políticas y programas gubernamentales, de corte
asistencial, orientados a combatirla y se expresa en esfuerzos de
provisión gratuita de bienes y servicios a los sectores y áreas de la
3
46
DE FRANCO, Augusto. “Pobreza y desarrollo local” Colección de Documentos. Publicación editada por el Instituto Internacional de Gobernabilidad, en el marco del Proyecto LAGNIKS (Red y Sistema latinoamericanos
de Información y Conocimiento sobre Gobernabilidad y Desarrollo Humano), con el patrocinio del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo y la Generalitat de Catalunya (Gobierno Autónomo Catalán).
www.iigov.org
La necesidad de un enfoque integral.
Evidentemente que los enfoques de la pobreza, aquí brevemente descritos, no son excluyentes y pueden, perfectamente, ser
complementarios.
Sin embargo un enfoque integral para combatir la pobreza requiere una concepción integral del desarrollo.
Es posible y necesario utilizar como referente conceptual
en la formulación de políticas y programas locales para combatir
la pobreza, la concepción del Desarrollo Humano creada por el
PNUD, que define a este último como el “... incremento de las capacidades y opciones de las personas, a través de la formación de
capital social, como medio para lograr equidad y lograr la satisfacción de las necesidades de las actuales generaciones sin comprometer a las futuras4”.
Concepción que además tiene la ventaja de que es operativa, dicho de otra manera, tiene la ventaja de que puede medirse a través del Índice de Desarrollo Humano (IDH) que, inicialmente, era igual a la sumatoria no ponderada de tres indicadores: esperanza de vida, escolaridad e ingreso real y que es susceptible de incorporar otras variables o indicadores que se consideren significativos para el desarrollo humano, tal como ha sido definido. De hecho ya se han incorporado al IDH indicadores del
grado de libertad humana, de la equidad de género y de la sustentabilidad ambiental.
4
PNUD. Desarrollo Humano. Informe 1992. Tercer Mundo Editores. Bogotá, Colombia. 1992.
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población con mayores carencias. Podrían incluirse aquí las situaciones de emergencia social que los diversos organismos públicos, locales y nacionales, tradicionalmente atienden.
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Movimientos estratégicos y proceso
constituyente en el Ecuador: el momento de la des-institucionalización
Por Julio Echeverría
Antecedentes
La convocatoria a una Asamblea Constituyente, aprobada
masivamente en la consulta popular el 15 de abril de 2007, aparece como respuesta a una demanda generalizada de reforma política que ha madurado en el transcurso de la última década. Si
bien los resultados de la consulta popular representan una clara
adhesión a la propuesta impulsada por el Presidente Correa y su
organización Alianza País, también expresan una demanda de reforma política mucho más amplia y plural que se ha venido gestando en el transcurso de los últimos diez años, pero que se condensa de manera generalizada en la última coyuntura electoral
del 2007. Una demanda de reforma política que no fue claramente interpretada por los actores tradicionales de la política y que
surge de la percepción de una crisis institucional crónica cuya salida se identifica cada vez más en la necesidad de la generación de
un nuevo marco normativo que regule el funcionamiento del sistema político.
Los actores políticos tradicionales (PSC-ID-PRE-UDC) y
algunos emergentes (PRIAN-PSP) pueden considerarse como
los principales impulsores del resultado de abril. Su intervención,
renuente a aceptar la necesidad de la reforma y por tanto a aceptar la magnitud y gravedad de la crisis y su responsabilidad en
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ella, los convierte en los principales promotores del resultado
afirmativo en la consulta. Sin embargo, dos rasgos aparecen como determinantes en el resultado de Abril. El primero, el activo
proselitismo del Presidente Correa en impulsar la necesidad de la
consulta y lograr el masivo triunfo afirmativo; y el segundo, que
se deriva del primero, la utilización de una estrategia confrontacional de aniquilación de la oposición identificada en la llamada
‘partidocracia’, para lo cual el régimen acudió a una estrategia de
ataque a la institucionalidad, la cual se expresa en el no acatamiento de los preceptos constitucionales previstos para regular el
proceso de reforma constitucional.
La iniciativa impulsada por Correa se inscribe en una clara línea de transformación de la institucionalidad vigente; en esa
dirección comparte con un conjunto de otros actores y de otras
posturas, que durante más de 10 años han venido impulsando la
necesidad de un cambio radical de las estructuras del sistema político. Lo que lo diferencia de estas posturas, sin embargo, es el
carácter maximalista de su propuesta, el cual puede ser entendido como articulado en una estrategia que recorre dos momentos
claramente diferenciados. El primero, de desconstrucción o desconstitución de la institucionalidad vigente: el régimen de Correa aparece como el que favorece e impulsa la descomposición
institucional del sistema político como única posibilidad de promover el recambio de los actores políticos tradicionales. El segundo, de reconfiguración o rearticulación institucional, para lo
cual prefigura una instancia de poder que lo posibilite, la Asamblea plenipotenciaria.
La primera línea estratégica parece ya haberse consumado
con la destitución del Tribunal Constitucional, máxima autoridad
de control y justicia constitucional; la segunda, dependerá del nivel de acumulación de poder que el régimen alcance para impulsar un cambio de modelo y de institucionalidad, la cual no aparece aún claramente formulada. Entre estos dos momentos estratégicos, existe una clara relación de continuidad: mientras más
avanza la tarea de descomposición institucional, más urgente se
vuelve su recomposición; mientras más avanza la desinstitucionalización, de la cual se responsabiliza a la ‘partidocracia’, el régimen
logra más adhesiones a su tesis de la asamblea plenipotenciaria.
Primer movimiento estratégico: la des-institucionalización
La ruptura con el procedimentalismo constitucional
aparece en toda sociedad moderna como el principal mecanismo de des-institucionalización; en el Ecuador, han recurrido a
este expediente la generalidad de los actores políticos, las distintas destituciones de presidentes electos que se han sucedido
en este último decenio se realizaron sin respetar las normas
constitucionales que regulan todo proceso de revocatoria1; en
la última coyuntura previa a la convocatoria de la consulta popular de Abril, el fenómeno de desconocimiento de los procedimientos normados por la Constitución ha sido claramente
adoptado por los distintos actores institucionales. Un desconocimiento generalizado de la Constitución que en este último
caso, aparece como resultado de la aplicación de la estrategia
maximalista de Correa2.
1
2
No se trata solamente de los procesos de destitución de presidentes electos, en general se aprecia una conducta de alta discrecionalidad y reversibilidad jurídica en la mayoría de los actores político institucionales;
una de ellas quizá la mas clamorosa fue la impulsada por el régimen de
Gutiérrez quien mediante oscuras maniobras logró ‘destituir’ a la Corte
Suprema de Justicia mediante una resolución de una mayoría legislativa
simple. Estos mecanismos han sido usados principalmente para reemplazar a los miembros de organismos de control, o del poder electoral y
judicial, por personajes afines a la mayoría de turno. La volatilidad de
las mayorías hace que el procedimiento sea recurrente. Sin ir más lejos,
en esta etapa de supuesta “nueva política” se han vuelto a usar los mismos mecanismos.
El carácter maximalista de la operación realizada por Correa consiste justamente en cambiar la institucionalidad del sistema político, sin reconocer
las normas que regulan la transformación institucional y que están regladas por la Constitución del Estado Social de Derecho. La estrategia de desinstitucionalización de Correa inicia en el acto mismo de su posesión como Presidente de la República: en lugar de jurar “cumplir y hacer cumplir
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En este artículo se analizará el primer movimiento estratégico, la línea de la desinstitucionalización, y veremos cómo ésta
prepara el segundo movimiento estratégico.
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La discusión política que antecedió a la convocatoria por
la consulta popular de abril versó sobre el mecanismo que debía utilizarse para discutir la reforma política; por parte del régimen, se insistió sobre el carácter constituyente de la asamblea
y por tanto en su característica plenipotenciaria, aspecto que
necesariamente chocaba con las posturas de los partidos mayoritarios en la legislatura, los cuales veían en esa posición peligrar su misma supervivencia: una asamblea con plenos poderes
podría desconocerlos en cuanto actores institucionales y ‘regresarlos a su casa’.
Este fue el motivo que desató la serie de inconstitucionalidades e irregularidades de procedimiento que han acompañado
la convocatoria a la consulta. Frente a la prescripción vigente en
la Constitución en su art. 282 que determina que cualquier reforma constitucional debe pasar por la previa aprobación del Congreso, y en el entendido de que, al pasar por la discusión parlamentaria, el Congreso vetaría el carácter plenipotenciario de la
asamblea, el régimen optó por el argumento de que se trataba no
de una reforma constitucional, sino de la ‘elaboración de una
nueva constitución’, lo cual le permitía convocar directamente sin
la Constitución”, como demandan sus deberes en cuanto Presidente
Constitucional, juró “cumplir el mandato de quienes lo eligieron”, desacatando la norma constitucional. El mandato popular es entendido
como expresión de la adhesión electoral a su propuesta de campaña, en
lo específico a su propuesta de asamblea plenipotenciaria con la cual
Correa logró acceder a la segunda vuelta electoral; en la segunda vuelta electoral el énfasis ya no fue la propuesta de asamblea plenipotenciaria, sino la arremetida contra el candidato de una derecha premoderna
y neo-populista; fue este cambio de énfasis en su estrategia electoral lo
que le permitió ampliar su base de consenso. La ‘habilidad’ del actor
político consistió en utilizar este slogan de campaña que apareció minoritario en la primera vuelta electoral y transformarlo en ‘mandato
popular’ cuya consecución efectiva, se apunta a lograr mediante la
aprobación mayoritaria alcanzada en la consulta de Abril. Cf. J. Echeverría La democracia difícil: neopopulismo y antipolítica en el Ecuador,
en Revista ICONOS, Quito, FLACSO, Enero 2007, y ¿Maximalismo y reformismo en la gestión del gobierno de Correa?, Revista Entre Voces, Quito, Abril, 2007.
3
4
La Constitución vigente aprobada en 1998 prevé la posibilidad de introducir reformas constitucionales solamente mediante la aprobación del Congreso Nacional; los artículos 282 y 283 de la Constitución así lo determinan:
Art. 282.- El Congreso Nacional conocerá y discutirá los proyectos de reforma constitucional, mediante el mismo trámite previsto para la aprobación
de las leyes. El segundo debate, en el que se requerirá del voto favorable de
las dos terceras partes de la totalidad de miembros del Congreso, no podrá
efectuarse sino luego de transcurrido un año a partir de la realización del
primero. Una vez aprobado el proyecto, el Congreso lo remitirá al Presidente de la República para su sanción u objeción, conforme a las disposiciones
de esta Constitución. Art. 283.- El Presidente de la República, en los casos
de urgencia, calificados previamente por el Congreso Nacional con el voto
de la mayoría de sus integrantes, podrá someter a consulta popular la aprobación de reformas constitucionales. En los demás casos, la consulta procederá cuando el Congreso Nacional no haya conocido, aprobado o negado
las reformas en el término de ciento veinte días contados a partir del vencimiento del plazo de un año, referido en el artículo anterior. En ambos eventos se pondrán en consideración del electorado textos concretos de reforma
constitucional que, de ser aprobados, se incorporarán inmediatamente a la
Constitución. Cf. Constitución Política de la República del Ecuador, 1998.
En lo referente a la integración de la Asamblea se homologaron los requisitos de inscripción de candidaturas tanto para los partidos ya reconocidos
así como los movimientos y organizaciones sociales, ambos debían recoger
el 1% de firmas del padrón electoral de cada jurisdicción; con respecto al
funcionamiento de la Asamblea, no se estableció ninguna restricción a su
capacidad de disolver los poderes ‘constituidos’, léase Congreso, Corte Suprema de Justicia o el mismo poder Ejecutivo.
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el trámite legislativo3. A pesar de ello, el proyecto de convocatoria
fue enviado al Congreso (‘por elemental cortesía’ como indicó el
Presidente), donde se la calificó de urgente y se introdujeron modificaciones al estatuto propuesto por el Ejecutivo, debilitando
aquellos aspectos que limitaban el rol de los partidos políticos en
la futura Asamblea. El ejecutivo remitió al Tribunal Supremo
Electoral la propuesta de convocatoria a consulta para la realización de la Asamblea pero, en lugar de acompañarlo con el estatuto reformado por el Congreso, realizó enmiendas a su primera
versión y se reafirmó en sus posiciones ‘anti-partidocracia’4.
El Tribunal Supremo Electoral, que había sido nominado
por la mayoría opositora al régimen, parecía ser un escollo imposible de superar. Correa amenazó con la conformación de un Tri-
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bunal Electoral ad –hoc si no se acataba su disposición y se procedía según lo previsto por el art. 283 de la Constitución. Ello no
fue necesario: la coyuntura dio un giro de 180 grados cuando el
Presidente del Tribunal Electoral sorpresivamente se alineó con la
posición de Correa, al convocar a consulta con un estatuto que no
había recibido la aprobación del Congreso Nacional. El estatuto
se reafirmaba en los ‘plenos poderes’ de la Asamblea los cuales podían aplicarse en dos direcciones, tanto para la elaboración del
nuevo texto constitucional, como para la ‘modificación del cuadro institucional’ del Estado. La vigencia de la nueva Constitución
estaría sujeta a un referéndum aprobatorio, pero el estatuto no establecía el procedimiento para poner en vigencia los resultados de
la Asamblea relativos a la reforma del ‘cuadro institucional’.
La situación institucional se complica a raíz de esta decisión. El Congreso Nacional plantea una demanda de inconstitucionalidad de la convocatoria a consulta ante el Tribunal Constitucional, máxima autoridad de justicia constitucional. Al mismo
tiempo, Sociedad Patriótica toma revancha del funcionario desertor (el presidente del Tribunal Electoral) y promueve su ‘sustitución’ en el Congreso (figura inexistente que no posee fundamentos legales ni constitucionales), la cual es aprobada con el voto de 52 diputados. El presidente del Tribunal Electoral a su vez,
contraataca: se declara investido de poderes extraordinarios derivados de la ley electoral para conducir los procesos electorales
y destituye a 57 diputados de la oposición con el argumento de
que estaban obstaculizando el proceso electoral en marcha. La
decisión es controversial, pues la Ley de Elecciones no prevalece
sobre la Constitución en cuanto norma fundamental; a su vez, la
Ley de Elecciones prevé la destitución de funcionarios públicos,
pero no de dignatarios elegidos en las urnas, más aún de diputados que para su juzgamiento tienen fuero de Corte Suprema.
El gobierno, en sujeción a la interpretación del Tribunal
Electoral, acepta como válida la destitución de los diputados
principales y promueve, bajo intervenciones non santas, la protección de los diputados suplentes; éstos rompen su lealtad a los
partidos que los promovieron y apuran su principalización autodenominándose eufemísticamente ‘Bloque de la Dignidad’. El régimen consigue, a través de esta operación, neutralizar cualquier
5
6
7
Se trató de un recurso de amparo presentado por un ciudadano guayaquileño quien demandó la inconstitucionalidad de la destitución por haber sido privado de sus legítimos representantes en el Congreso.
Los distintos recursos interpuestos fueron desechados bajo la argumentación
de que los jueces que conocían de estos amparos no tenían jurisdicción para
hacerlo, en el entendido que el supuesto daño (en este caso de ruptura de la
Constitución) se había realizado en la ciudad de Quito y que esa anomalía debía, de ser el caso, ser remediada por un juez de la respectiva jurisdicción.
Se consuma de esta manera una operación de alteración de toda juridicidad
en lo relativo a las decisiones y resoluciones que el Tribunal Constitucional
había emitido desde Febrero a Abril del 2007, esas resoluciones, no solamente que tienen, según el art 278 de la Constitución condición de ejecutoría o sea de inamovilidad jurídica, sino que han sido ya ejecutadas. En el
entendido de que entre esas fechas el Tribunal Constitucional no existía jurídicamente o no tenía competencia para emitirlas, se deberán revertir dichas resoluciones, y en el caso de leyes que el Tribunal consideró no cons-
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intento de oposición en la Legislatura que pudiera obstaculizar el
camino hacia la asamblea plenipotenciaria.
Entre tanto, los diputados destituidos presentan solicitudes
de amparo a jueces comunes, tratando de evadir la amenaza de
destitución del TSE a cualquier funcionario que las admita a trámite. Solo un recurso de amparo se filtra desde la primera instancia hacia el Tribunal Constitucional5. La amenaza del presidente
del Tribunal Electoral funcionaba también para los altos jueces
del Tribunal Constitucional, los cuales evitaron hasta el último
momento verse expuestos a una posible destitución por parte de
un tribunal menor como es el tribunal electoral)6. El Tribunal
Constitucional califica la demanda, la admite a trámite, pero demora hábilmente la emisión del fallo. Su resolución fue aplazada;
la amenaza de su posible destitución por parte del Tribunal Electoral corría siempre y cuando se estuviera en proceso electoral.
Ante la eventualidad de que el Tribunal Constitucional
emitiera su resolución en el intervalo de tiempo que mediaba entre la culminación de la consulta popular y la convocatoria a elecciones de asambleístas, el Congreso Nacional por iniciativa de la
diputada Silvia Salgado promueve la tesis de la destitución del
Tribunal Constitucional por parte del Congreso, bajo el argumento de que este se encontraba con funciones prorrogadas7. El
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Tribunal Constitucional se adelanta al Congreso y emite el fallo
restituyendo en sus cargos a los diputados de la oposición al gobierno. El día siguiente, el Congreso Nacional acepta la moción
de cesación de funciones de los miembros del Tribunal Constitucional y con el voto de 52 diputados la aprueba.
De acuerdo a la Constitución, la resolución del Tribunal
Constitucional es inapelable y de acatamiento inmediato, lo cual
invalidaba de principio la decisión del Congreso, ya que ésta no
había sido tomada por los diputados principales. El Tribunal
Constitucional acató la resolución de ‘hecho’ tomada por el Congreso, luego de haber sido expulsados de la sede del Tribunal por
parte de una turba que asaltó sus dependencias, con la complicidad de una fuerza pública desinteresada en ofrecer una real protección al Tribunal.
De esta manera, se completó la serie de inconstitucionalidades incurridas desde las distintas instancias institucionales (
Ejecutivo, Legislativo y autoridad electoral); la amenaza de conformar un tribunal electoral ad –hoc por parte del Presidente
Correa no fue necesaria, fue suficiente que su presidente se alejara de su lealtad al partido que lo promovió a ese cargo (el PSP),
y se alineara con las tesis presidenciales; su ‘generosa’ interpretación de la ley electoral y el apoyo del gobierno y de la fuerza pública a sus decisiones, fue suficiente para que este promoviera la
ruptura del principio constitucional de la división de poderes
única garantía de respeto a los derechos fundamentales; la destitución del Tribunal Constitucional, máxima autoridad de justicia constitucional en el Ecuador, acabó con la vigencia del Estado Social de derecho cuya existencia está normada en el primer
artículo de la Constitución vigente.
El primer movimiento estratégico parece haberse consumado, la lógica de la des-institucionalización ha seguido su curtitucionales, éstas deberán volver a regir con los efectos de inseguridad jurídica y de indefensión para los ciudadanos. La destitución del Tribunal
Constitucional, en cuanto máxima autoridad de justicia constitucional,
aparece como el punto más alto del proceso de des-institucionalización, ya
que deja a las relaciones entre los ciudadanos y el Estado en una condición
de absoluta discrecionalidad generalizada.
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so y se ha instaurado como campo de las interacciones políticas;
el irrespeto a los procedimientos constitucionales por parte de
todos los actores políticos, y la abrumadora aceptación popular a
la línea maximalista en la consulta, aparecen como el rasgo más
caracterizante de la coyuntura. El maximalismo se ha impuesto
invalidando cualquier camino de transformación institucional
que suponga el respecto a procedimientos pactados y sancionados constitucionalmente; procedimientos de naturaleza extrajurídica o antijurídica se han impuesto, generando un campo de
indeterminación que desembocará en la conformación de la
asamblea plenipotenciaria.
La lógica plebiscitaria y la discrecionalidad sobre los
procedimientos
Si por un lado la línea maximalista ha logrado barrer del
escenario político o reducir a su mínima expresión a las fuerzas
comprometidas con la vieja política, por otro, ha generado el
aparecimiento de una lógica de interacciones políticas en la cual
los procedimientos que regulan el cambio, están expuestos a la
absoluta discrecionalidad de los actores políticos y a su capacidad
de acumulación y de imposición de fuerzas, en una lógica de intermediación plebiscitaria con un ‘pueblo’ sometido a prácticas
aclamatorias de movilización permanente.
En este nuevo contexto emergen serios interrogantes:
¿Qué espacio queda para la deliberación democrática en una materia tan compleja como es la reforma de la Constitución? ¿Qué
garantías mínimas de pluralismo político ofrece el actual cuadro
institucional para posibilitar tanto la conformación de la asamblea como su funcionamiento?
La aplicación de la lógica maximalista de la des-institucionalización como mecanismo de adscripción de preferencias para
impulsar la reforma y transformación del sistema político, no solo que suspende el efectivo funcionamiento del estado de derecho y de sus garantías fundamentales, sino que instaura o conforma ya en el ambiente social, una estructura semántica de
aceptación generalizada de la discrecionalidad política, asentada
en el principio mayoritarista; se tiende a generalizar la percep57
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ción de que la democracia se reduce a la aplicación de las decisiones mayoritarias, sin que estas pasen por la regulación normativa que preserva la intangibilidad de los derechos.
La lógica plebiscitaria que conduce el proceso impide ver
la pluralidad de sentidos y de proyecciones que se esconden tras
el si afirmativo de la consulta, opaca la necesaria intelección colectiva sobre el carácter de las reformas que deberán impulsarse;
más aún, la imprecisión y ambigüedad del Estatuto electoral
aprobado conjuntamente a la pregunta sobre la consulta, deja
entrever posibles salidas arbitrarias en la interpretación del carácter plenipotenciario de la Asamblea, en particular cuando en
la consulta se aprueba que ésta tendrá plenos poderes no solamente para modificar la Constitución sino también para modificar el ‘cuadro institucional vigente’. En el acápite 23 de dicho
Estatuto se afirma que toda modificación deberá ser ratificada
vía referéndum por el pueblo en otra consulta popular, pero no
se define si esta consulta ratificará también posibles cambios en
el cuadro institucional que la asamblea pueda introducir ya en su
efectivo funcionamiento, como podría ser la supresión del Congreso o de la Corte Suprema de Justicia; funcionarios del régimen han indicado ya que el referéndum aprobatorio solamente
corre para el texto constitucional, mientras los plenos poderes
podrían permitir que la asamblea introduzca modificaciones en
el cuadro institucional que tengan vigencia inmediata apenas ésta se conforme. No se entiende, a su vez cómo, de afirmarse esta
interpretación, cambios introducidos en el cuadro institucional
por parte de la asamblea puedan ser ratificados o no en el texto
de la nueva constitución y de ser así, cómo se podría conducir
una posible contradicción o contraste que pudiera surgir entre
los cambios introducidos en el cuadro institucional y el nuevo
diseño que se desprenda del texto constitucional aprobado.
Las ambigüedades aprobadas plebiscitariamente en la
consulta del 15 de Abril, dejan abiertas condiciones de conflicto que solamente podrán ser cerradas políticamente dependiendo de los equilibrios de fuerzas y de los arreglos que puedan alcanzarse en el seno de la asamblea, una condición de ambigüedad altamente riesgosa desde la perspectiva del control
del proceso constitucional, el cual, como podemos apreciar, es-
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capa de las posibilidades deliberativas de la ciudadanía y de su
efectiva participación.
La profundidad de la crisis del sistema político ecuatoriano explica la preeminencia de esta lógica discrecional en la cual
han incurrido los distintos actores políticos, pero no la justifica.
El respeto al procedimentalismo en el impulso de la reforma política no tiene nada que ver con el acatamiento de ‘formalismos
jurídicos’ como tiende a ser presentado por los actores maximalistas; la ‘forma jurídica’ en sociedades modernas, que no se rigen
por principios de legitimidad de tipo divino o carismático, aparece como el único dispositivo de defensa de los derechos ciudadanos frente al poder político, aunque éste se considere amparado en un mayoritario ‘apoyo popular’. La ruptura de este principio fundamental que tiene que ver con el respeto al procedimiento constitucional y legal, afecta la legitimidad de toda acción política; su desconocimiento por parte de un actor ahora, puede
significar el desconocimiento de otro actor mañana, lo que significaría ingresar en una lógica de alta reversibilidad jurídica que
solamente podría ser acallada por un poder absoluto y totalitario; este es el más alto riesgo por el que pasa la democracia ecuatoriana en el actual momento.
Límites y riesgos de la estrategia maximalista
A pesar de las serias anomalías que presenta el proceso político constitucional en el Ecuador, la significación del resultado
de la consulta de Abril (algo que parecería estar claro tanto para
los actores de gobierno como para los de oposición) es el reconocimiento de la necesidad de un proceso de cambio, que se venía
represando por el transcurso de al menos una década de crisis y
de intentos de reforma frustrados. El problema sigue residiendo
en la efectiva posibilidad de impulsar ese cambio y en el sentido
y direccionalidad que este pueda presentar en el contexto de desinstitucionalización promovido por la estrategia maximalista.
La paradoja cognitiva de la democracia ecuatoriana tiene
que ver con la existencia de una demanda generalizada de cambio pero también con una escasa formulación acerca de su sentido y dirección; una demanda de cambio que se desprende más
59
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del reconocimiento del fracaso de la vieja política que de la proyección ideal de una nueva institucionalidad política; una significación que puede desatar efectos altamente movilizadores en el
enfrentamiento político, pero que, en el caso de una transformación constitucional que no es acotada a aspectos puntuales de reforma, sino que atañe al conjunto del diseño constitucional, puede traer consecuencias altamente contraproducentes para los
mismos actores interesados en el impulso de la reforma. No es
suficiente proyectar la necesidad del cambio, es igualmente importante definir su sentido y direccionalidad.
La conducción plebiscitaria del proceso impulsada por el
régimen, advierte sobre una posible reducción o neutralización
de la lógica deliberativa en el proceso de reforma; detrás del si se
esconde una pluralidad de sentidos y de proyecciones de reforma
que no aparecen con claridad; la lógica binaria de la respuesta al
afirmar la necesidad del cambio y al identificar esa necesidad con
el actor principal que la impulsó, el presidente Correa, conduce
a una situación de ambigüedad y opacidad por la cual fácilmente se podría inferir que la direccionalidad del cambio es única o
unívoca, asimilable a la voluntad del presidente Correa principal
promotor del si en la consulta8.
Desde la perspectiva constitucional, no se entiende cómo,
sin debatir el alcance de la reforma política y por tanto sus contenidos, se haya optado por el mecanismo de la asamblea pleni-
8
60
No se trata solamente de advertir acerca de la capacidad de condicionar la
deliberación pública desde el lugar privilegiado del poder político; Correa
no tiene el menor resguardo en reivindicar como legítimo el uso de los recursos del poder para promover su tesis maximalista; se trata de advertir sobre el carácter plebiscitario de la lógica en la cual se sustenta el proceso y sobre la sobredeterminación que ejerce la dinámica electoralista en la cual se
desarrolla la ‘deliberación pública’, una lógica en la cual la política se entrega a lógicas comunicacionales de inducción y manipulación de preferencias, en una estructura semántica que tiende a consolidarse y a socializarse
colectivamente, la cual ve como ‘normal’ e incluso auspicable la alta discrecionalidad y reversibilidad jurídica de los actores; una lógica propia de la
vieja política que hoy se expresa como producto de la estrategia de des-institucionalización política y cuyos alcances aparecen impredecibles.
9
La estructura de emancipación que aparece como sustento de la democracia hace referencia a la fundamentación moderna de los conceptos de legitimidad y soberanía sobre los cuales decurre el proceso político; éstos ya no
se rigen por principios de adscripción teológica o carismática, sino sobre
premisas que resguardan y fomentan la autonomía moral de los ciudadanos. Es esta estructura semántica la que produce y se expresa en los derechos fundamentales de la persona, cuya protección debe mantenerse en el
medio de las interacciones políticas, y cuya plena realización debe ser garantizada por la misma constitución. A esta estructura de derechos hace referencia la parte dogmática de las constituciones modernas, y a su efectiva
materialización o concreción, su parte orgánica. Cf. J. Echeverría Las elecciones del 2006 y el laberinto de la reforma política, en Revista La Tendencia,
Quito, Enero, 2007.
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potenciaria. Es probable que la identificación de los contenidos
mediante la deliberación pública hubiera permitido una mejor
identificación de los mecanismos que la viabilicen, y hubiera posibilitado que el mecanismo adoptado -la realización de una
Asamblea- se canalice respetando los procedimientos de reforma
que la Constitución vigente permite y posibilita.
Pero si bien la discusión sobre los procedimientos revela
una alta discrecionalidad y reversibilidad por parte de los actores,
lo que atenta contra la vigencia de las instituciones democráticas
en el Ecuador, las condiciones del debilitamiento de la democracia se instalan en un campo más profundo, en el de las construcciones semánticas sobre las cuales se debate el proceso político. La
democracia requiere de una estructura de emancipación que debe ser interiorizada por los actores y que tiene que ver con la plena vigencia de los derechos fundamentales9; éstos expresan un
campo semántico donde puede efectivamente discurrir el enfrentamiento político. La lógica plebiscitaria y refundacional que se
expresa en la fórmula plenipotenciaria, desconoce la existencia de
esta estructura de derechos fundamentales que ya aparece sancionada en la Constitución de 1998; la lógica plenipotenciaria no
asume el proceso constituyente como una tendencia de progresiva profundización de la democracia, re-instaura la idea recurrente en los ya 19 diseños constitucionales anteriores de que la asamblea está para refundar todo el ordenamiento constitucional.
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Una idea alternativa sugeriría la posibilidad de que la
asamblea introduzca cambios necesarios en su parte orgánica,
esto es, en la estructura decisional que posibilita la efectiva realización de esa estructura de emancipación que ya está sancionada en la parte dogmática. Concebir la reforma constitucional como un proceso y no como un acto demiúrgico más, supondría
mantener los avances que en materia constitucional ha producido ya la sociedad ecuatoriana; lo cual implicaría reconocer la
existencia de un proceso de maduración democrática colectiva,
de logros ya alcanzados y la identificación colectiva acerca de qué
elementos requieren una reforma y con qué profundidad y perspectiva; una intelección de esta naturaleza permitiría una deliberación más precisa y profunda así como una clara estructuración
de alianzas y acuerdos que impulsen los cambios requeridos;
concebir la reforma política como un proceso de maduración democrática supondría ‘ahorrar energías en la construcción de
consensos’, porque supondría un punto de partida de acuerdos
ya alcanzados y una clara identificación de desafíos o de acuerdos por lograr.
La lógica deliberativa que debía presidir tan importante
aspecto decisional fue neutralizada por la exasperación del expediente electoral y confrontacional al cual el presidente acude (y
en el cual ha demostrado poseer dotes significativas); una lógica
confrontacional que es consubstancial al carácter altamente fragmentado del sistema político ecuatoriano, el cual es proclive a salidas polarizantes extremas y que, a partir del último diseño
constitucional, se ha instalado como conflictividad crónica en el
sistema político entre los poderes ejecutivo y legislativo. Esta
preeminencia de una lógica confrontacional, impulsada por un
actor emergente necesitado de acumulación de poder, coartó la
opción deliberativa y condujo a que el Presidente Correa impulsara su propuesta de reforma rompiendo virtualmente con los
preceptos constitucionales, una operación que atenta y debilita la
legitimidad procedimental que requiere el diseño y aprobación
de una nueva Constitución.
Una Constitución es un sistema de normas que no solo
preservan y resguardan los derechos fundamentales, sino que regulan el proceso decisional que posibilita la realización de esos
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derechos; una construcción institucional que supone un trabajo
de ‘alta relojería’ y que exige de una dosis de coherencia técnica
difícilmente alcanzable en un ambiente de duras confrontaciones, en donde la lógica que prima tiende a ser no la de la discusión acerca del diseño normativo, sino la de la acumulación de
poder de los distintos actores políticos. La extremización del expediente maximalista de la des-institucionalización pone sobre el
tapete un serio interrogante: cómo subordinar las ‘legítimas’ pretensiones de acumulación de poder de los actores políticos, a las
exigencias de un diseño constitucional que debe responder no
solo a requisitos de técnica jurídica, sino a racionales arreglos y
pactos políticos entre actores plurales y diferenciados.
Un desafío de racionalización política que encuentra serios obstáculos en la actual coyuntura, dada la misma crisis de la
representación política, y dada la tendencia a resolver los enfrentamientos mediante el recurso a expedientes plebiscitarios de
consulta directa, en los cuales el espacio de la deliberación es fácilmente sustituido por el de la inducción y manipulación de las
percepciones y voluntades de los actores sociales, los cuales se reducen a ratificar, en muchos casos de manera aclamatoria, las
prescripciones u orientaciones emanadas de los aparatos de poder político y mediático.
Una paradójica reversión de la crítica recurrente a la reducción electoralista de la democracia; hoy más que antes los actores sociales han devenido en ‘electores permanentes’, masas de
maniobra, objetos de sondeos sistemáticos por parte de los actores políticos, los cuáles, luego de estudiar sus percepciones, adoptan decisiones respecto de cuya formulación ‘los electores’ hoy
están seguramente mas alejados que antes.
63
OTROS TEMAS
Por: William Ortíz Jiménez
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Colombia: ¿Estado o Paraestado?
El monopolio de la violencia, según lo expresa Weber, característica fundamental del Estado moderno para ejercer soberanía, ha tenido serios cuestionamientos en Estados en donde ésta se presenta de manera dividida o fragmentada. El monopolio
de por sí, debe estar sustentado y constituido en las prácticas sociales, en la legitimidad, legalidad y efectividad de sus agentes para hacer cumplir las normas cuando sean requeridas para el bien
social y no a través de la fuerza y la coerción estatal, como vía de
represión cuando el ciudadano exija sus derechos constitucionales. De esta manera, según lo da a conocer Thompson, (1994) la
soberanía como última autoridad en un territorio no es un atributo inherente al Estado, sino el resultado de un proceso histórico; además, acreditada por otros Estados o entes similares en el
concurso internacional.
El Estado, cuando no responde a las prácticas de legitimidad, queda a expensas de organizaciones que le pueden arrebatar
en cierto momento, el monopolio de la acción coercitiva, lo que
conlleva a la violencia, como única vía de la reconquista del mismo. En la historia de las naciones, esta es una constante universal demostrada en la práctica por los estados que han vivido conflictos internos por largos años o guerras prolongadas por la lucha de la soberanía. Estas naciones generalmente desaparecen y
abren paso a otra forma de coerción, que en la teoría política se
conoce con el nombre de transiciones políticas de las cuales nos
ha nutrido O,Donnel, Pzeworski, Robert Dahl, entre otros analistas de los fenómenos políticos internacionales.
67
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68
Las luchas continuas, los procesos de fragmentación,
guerra, conflicto y violencia, que aparecen en los estados latinoamericanos y en especial en Colombia, tienden a ser vistos
como prolongación de la guerra fría, una manera bastante determinista de analizar el contexto político de América latina. En
su lugar, parece ser que el ámbito y la dinámica que se lleva a
cabo en Colombia, es producto de la guerra por soberanías, que
de por sí, es un conflicto interno que abrió las compuertas para que los paraestados entraran a la guerra y a la disputa del
monopolio de la violencia estatal. Así que el análisis centrado
en los acontecimientos de posguerra, no tiene sustento en nuestro medio. La razón parece obvia: la lucha por el poder o el monopolio de la violencia, tiene raíces políticas en el Frente Nacional, en 1958, un fenómeno político exclusivo de nuestro país
que cambió la trayectoria de la historia. El acuerdo bipartidista
del Frente Nacional logrado por los partidos Liberal y Conservador, por medio del cual se rotarían el poder por un período
de dieciséis años, evidencia que se cerraron los espacios para el
pluripartidismo y la participación democrática, por lo tanto, la
única alternativa de lograr opciones políticas fue a través de la
lucha armada.
La guerrilla se convirtió en el primer brote de lo que sería
la confrontación por el poder. Organizada en primera instancia
como grupo de autodefensa ante la arremetida de las fuerzas del
Estado y, posteriormente, como organización paraestatal o de
parapoder. El mismo camino siguieron los paramilitares: surgen
como autodefensas en resguardo del derecho a la propiedad privada y a la libre explotación de las riquezas del país, y luego, como organización de ultraderecha patrocinada por el narcotráfico, avalada por decreto estatal, que pretendía protegerse de la
guerrilla. Las dos organizaciones, guerrilla y paramilitares, justifican sus orígenes en el derecho a la defensa, con la diferencia que
la primera lo hace contra el Estado y los segundos, contra la guerrilla misma. Esta relación genera un gran dilema: ¿Es posible calificar como de paraestados a ambas organizaciones de acuerdo
con las actividades que desempeñan en la actualidad bien sea en
contra del Estado o en concomitancia con él? ¿Son paraestados o
estados paralelos, los cuales buscan consolidar un poder igual al
1
KALDOR, M. (1999). Nuevas y viejas guerras. La violencia organizada en la
era global. Citado por: Mauricio Romero (2003). Paramilitares y Autodefensas. 1982-2003. Bogotá: Temas de Hoy. P. 55
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del Estado legítimo?. A través de este ensayo trataré de dar respuesta a estos interrogantes.
Dos grandes contrastes se presentan, entonces, cuando la
guerrilla entra en escena. El primero, es que no hay relación con
los análisis que se hacen en estos casos, al menos con la propuesta de Kaldor, en cuanto que los movimientos de liberación nacional estaban emparentados con las divisiones geopolíticas ideológicas relacionadas con proyectos de liberación nacional; para el
caso nuestro, los proyectos políticos han surgido en el vacío creado por la crisis de utopías socialistas o alternativas, de acuerdo
con Kaldor1, como lo demuestra el proyecto socialista liderado
por Jorge Gaitán, que fracasó en su intento de llevar a cabo el socialismo en Colombia.
Otro contraste, según Romero, entre las guerras insurgentes y las nuevas formas de la guerra es la diferencia en el control
del territorio. En este caso la guerrilla, lo hizo más por influencia
política sobre la población y la concientización de las masas, y no
tanto por el medio militar o por las acciones violentas, como
ocurre en las guerras convencionales. Esta es una gran diferencia
con los conflictos actuales, que buscan básicamente desestabilizar al enemigo por medios violentos, sembrando el miedo y el
odio, eliminando los lazos de identidad que hay en los pobladores, y provocando el desplazamiento de la población para realizar
acciones estratégicas de control territorial.
La manera como se financian los grupos u organizaciones
es diferente. Para nuestro caso, se buscan todas las opciones posibles, pero parte de la base del control de los recursos, aquellos
que son el sustento de la economía del Estado, como los minerales preciosos, el petróleo, la riqueza natural, pero no se puede
desconocer que en el conflicto que se desarrolla en Colombia, el
narcotráfico desvirtuó esta forma de adquirir riqueza para la
guerra, y empezó a penetrar a gran escala los grupos que se disputan el poder: la guerrilla y los paramilitares. Dice Kaldor, que
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es una mezcla entre guerra, delincuencia y violación de derechos
humanos. (Kaldor, 1999).
Analizadas las características de las Autodefensas Unidas
de Colombia (AUC), éstas encajan perfectamente en el anterior
esquema. Sus recursos provienen en primera instancia del narcotráfico, tal y como lo demuestran las continuas adquisiciones y
relaciones en el ámbito local, nacional e internacional. Además,
porque adquirieron una cantidad de ingresos incalculables a partir de la conformación de grupos de guerra, que a la postre se
convirtieron en sicarios a sueldo. También es de tener en cuenta,
los ingresos percibidos a través del control territorial, sobre todo
en las áreas donde existen grandes desarrollos económicos, compañías extranjeras y riquezas representadas en materias primas.
Con el argumento de la protección, echaron raíces y mantienen
en vilo a la comunidad local, para con base en las vacunas y cobro de impuestos, ampliar sus arcas económicas. Luego, los contactos internacionales son básicos para la expansión de la organización, pues son muchos los colombianos que envían dinero
del exterior para alimentar las fuentes de los paramilitares. La
modalidad del terror les dio un resultado inesperado: la posesión
de las mejores tierras del país para continuar con la explotación
de los cultivos ilícitos, pero en contraposición se produce el desplazamiento de más de dos millones de colombianos. Abonándole a lo anterior, la cantidad de asesinatos, ejecuciones, y el incremento de la violencia.
Como paraestado, las autodefensas han establecido más
contactos internacionales que nacionales. Está bien que su apoyo
económico es “hecho en Colombia”, pero la proyección hacia el
exterior, al menos en lo que respeta con la formación ideológica,
tiene sus raíces en el neoliberalismo, en la admiración que les
produce sistemas tan duros como los de Margaret Thatcher o
George Bush e inclusive el otrora, partido fascista, en Italia o el
nazismo, en Alemania. Así, que en el pleno significado de la palabra, el apoyo que el actual presidente de los colombianos recibió de la organización obedece al carácter fuerte y agresivo de los
discursos de campaña: la autoridad, confundida con dictadura.
Se aprecia, entonces, que en este sentido, las AUC son más globa-
2
ROMERO, M. (2003). Paramilitares y autodefensas. 1982-2003. Bogotá: Temas de Hoy. P. 56.
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les que locales y revelan la orientación a los negocios de varios de
sus principales protectores y auspiciadores, quienes se benefician
de la estabilidad económica que les ofrecen estos empresarios de
la coerción.
Por el contrario, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC), afirman representar al campesino pobre y al
trabajador agrícola, grupos sociales afectados por la liberación
comercial. También consideran que la lucha es por el poder, el
cual sería para el proletariado, campesinos y clase desprotegida.
Sus intenciones de lucha, ante la desaparición de los referentes
internacionales del socialismo soviético o prochino, los dejó sin
piso para “mirar hacia fuera”, y poner los ojos en la realidad política interna del país. Esta organización, por lo tanto, es más “nacional”, regional o local, que internacional, y sus proyectos están
encaminados a soluciones concretas a grupos humanos representados en los pobres del país2.
Las dos versiones presentadas, abren el espacio para un
tercer actor: el narcotráfico. La raíz del conflicto en Colombia, hizo que los paraestados que en Colombia se disputan bien sea el
poder o la benevolencia de la riqueza del país, esto es las guerrillas y los paramilitares, se vieran transversalizados por el poder
económico proveniente del narcotráfico, y que no se ajusten a cabalidad, dentro de las reglas del cosmopolitismo – particularismo, que entrarían a reemplazar las antiguas divisiones territoriales o ideológicas de acuerdo con el esquema de Kaldor. La pretensión de las AUC es organizar, unificar identidades locales bajo el
redil de la autoridad, el control y la seguridad, por lo que ven con
sospecha formas locales de ser, de existir y desarrollar proyectos
e identidades propias. Su relación con el ámbito social y la dignidad, característica fundamental del cosmopolitismo, así como la
defensa de los derechos humanos, son particularidades ajenas a
la organización. Su ideal de lucha está centrado en el particularismo, el individualismo, los proyectos de desarrollo sustentados
en el respecto a la propiedad privada y la representación de una
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sociedad “cívica humanista”. Este antagonismo tiene consecuencias nefastas en la sociedad y paga caro los errores sociales y políticos. Muestra de lo anterior es que en las áreas de influencia paramilitar, son los gremios económicos, los pulpos industriales,
los grandes empresarios y, particularmente, los ganaderos, terratenientes y defensores del status quo, quienes los patrocinan. Pero, en contraposición, se coartan la libertad, la libre movilización, las discusiones públicas, los consensos, la defensa de los derechos humanos y las luchas sindicales. Por tanto, el término,
empresario militar de la coerción, asignado en el contexto de este ensayo, es la representación clave de la organización paramilitar. No son mas que “una categoría de hombres para quienes empuñar las armas y ejercer la violencia o amenaza de violencia es
el valor de uso de la destreza que poseen”3. La complejidad de los
paramilitares, los sitúa en este orden, y sus acciones como empresarios son copiadas de los ejércitos internacionales que pusieron en práctica estas formas de ejercer violencia.
Para el caso de Colombia, los paramilitares juegan a dos
bandas: por un lado, son ilegales, porque están al margen de la
ley y la constitución. Aplican norma de convivencia de su propia
escuela, llevan a cabo acciones de control y manejo del Estado al
margen de las reconocidas por el Estado y ponen en práctica relaciones de dependencia de acuerdo con las características ideológico-políticas que las definen. Pero, son legales, cuando entran
a ser reconocidos en el ámbito social como los reformadores, pacificadores y defensores de la legitimidad estatal. “Ayudan” a los
sectores desprotegidos de la violencia y los enemigos del Estado.
3
72
El término utilizado por Gallant (1999), Volkov (2000), y constantemente
referenciado por Romero, se aplica de la siguiente manera: militar, no significa que se trate de un ejército organizado con fines y metas definidas, sino de una organización que busca, por medio de la violencia, imponer un
orden y una autoridad definida. Son empresarios en el sentido en que actúan por medio de la violencia, a título propio o comandados por otros que
los patrocinan. La idea es intimidar, saldar disputas, arreglar cuentas, controlar la población, cobrar impuestos, proteger esquemas políticos y hacer
cumplir la autoridad y la norma. Se convierten en un paraestado que disputa el dominio y la violencia legal, al estado.
Castaño llega a afirmar que las autodefensas y el Estado tienen
un enemigo en común: las guerrillas. Así que, como reza el adagio “si eres enemigo de mi enemigo, entonces eres mi amigo”, invocando el análisis de Karl Schmitt, un viejo esquema que une al
Estado y a los paramilitares.
Como paraestados, tanto la guerrilla como las AUC, ponen en práctica las mismas lecciones que les da la vida: el cobro
de impuestos, la piratería, el saqueo, la violencia, la rivalidad en
el manejo y control territorial y la sociedad civil como escudo
protector cuando el enemigo acecha. Al compartir todos el manejo de un mismo recurso __ la violencia_, se convierte en una
perspectiva que para este tipo de empresarios los lleve a desempeñar un papel importante en la formación de los estados nacionales, en la consolidación del poder estatal y en el desarrollo de
los mercados4. Lo que demuestra una vez más, que los empresarios militares de la coerción, definen, muchas veces, el esquema
económico mediante el cual gira el mundo moderno, en este caso, la globalización. Un sistema que ha operado durante varios siglos en la historia. De resto no tendría sentido la guerra: sino hay
reordenamiento territorial. Los paramilitares y la guerrilla, ambos bajo el rótulo de empresarios de la coerción, facilitan la penetración de las relaciones de mercados en las regiones en las
cuales operan como un paraestado, según lo expone León Valencia: ..”en el país se presentan seis zonas con alto nivel de conflicto: el sur, donde confluye el enfrentamiento del Estado y las autodefensas con las Farc y la lucha contra el narcotráfico; Córdoba y Urabá, donde tiene sus dominios las autodefensas y las
FARC, que intenta a veces contraofensivas, y el Estado tendrá que
definir en unos años la recuperación del monopolio de la fuerza;
el Magdalena Medio, donde se da una intensa disputa entre todos los actores; Arauca y la frontera con Venezuela, donde la presencia del ELN y las FARC ha sido confrontada por el Estado y
empieza también a serlo por las autodefensas; el Oriente antioqueño, en disputa entre todos los actores del conflicto; y la que se
está abriendo paso en el Magdalena y César, alrededor de la Sie-
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4
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ROMERO, op. Cit. P. 58
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rra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá5. Estas regiones serán en un futuro los escenarios de guerra más álgidos del
país, pero con la participación de todos los actores y con la presión internacional por la disputa de las áreas de reserva ricas en
materias primas y recursos minerales. El narcotráfico, como eje
transversalizador, mantendrá las expectativas en un caos y desorden de reconocida magnitud. Además, la presión armada y la
participación de las fuerzas estatales, definirán en gran parte, las
territorialidades a favor de uno de los actores en conflicto, como
sucede en Barrancabermeja, en la zona de Santander, allí los militares tomaron partido a favor de las autodefensas y desalojaron
al ELN. Igualmente en el Urabá antioqueño, cuando fue proscrito el EPL, el control territorial, económico, político y social, quedó en manos de los paramilitares, en reconocida connivencia con
los militares.
El argumento básico consiste en que las zonas en conflicto están alejadas del epicentro administrativo. Son lugares en
donde el Estado no tiene participación, excepto, para obtener las
regalías y las concesiones a las multinacionales, pero no se revierten en la región. Ese aislamiento, permite que la zona se internacionalice a través del conflicto y se inserte al mercado internacional por medio del narcotráfico. Castell dice, que una de las identidades que se pueden generar en un conflicto o en un país, es la
de resistencia. Llama la atención que en las zonas abandonadas
por el Estado, este sea el tipo de identidad más común y es precisamente donde los paraestados entran en disputa por controlar
territorialidades.
Es de tener en cuenta, según lo admite Joseph (1990), que
este fenómeno ocurre en donde los Estados son débiles, porque
el poder está centralizado en una clase política tradicional y de
arraigo histórico poco trascendente. Así que, cuando hay ausencia del monopolio de la fuerza del Estado, cuando la violencia no
es legitimada y defendida por la ley constitucional y estatal, se
presentan los paraestados, que entran en jurisdicción, con el pro-
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VALENCIA, L (2002). Adiós a la política, bienvenida la guerra. Secretos de
un malogrado proceso de paz. Bogotá: intermedio. P. 261
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pósito de reclamar el poder local utilizando métodos de violencia privada, con la participación de los empresarios militares de
la coerción, para llenar el vacío de poder y control dejado por el
Estado. En términos más precisos: en Colombia, el tercero está
excluido.
La modalidad empleada por los paraestados o empresarios
de la violencia, es justamente eso: la violencia. Se conjugan intereses particulares para imponer leyes y normas de convivencia, a
tal punto que las fuerzas militares estatales se confunden con los
paraestatales, pues las acciones en la práctica son las mismas. Los
paramilitares, como defensores del status quo, buscan prolongar
el poder a perpetuidad, mantienen nexos de identidad cultural
con los pobladores de la región y controlan las libertades y aspiraciones colectivas o de grupo, a tal punto que el trabajo comunitario debe llevar el sello de la organización. La mayoría de las
veces, son empresarios volátiles, ambiguos, sin aspiraciones de
un poder nacional, sólo con el objetivo de ejercer violencia para
el control local, y asumir posturas en defensa del Estado para evitar la confrontación armada.
En consecuencia, y de acuerdo con la perspectiva planteada, existen dos tipos de situaciones ideales en las que esta clase de
empresarios contribuye a la formación estatal. La primera, se refleja cuando esa capacidad para ejercer fuerza se politiza en el
contexto de insurrecciones que pueden convertirse en rebeliones
campesinas o en revoluciones. Muy similar a la que apareció de
las autodefensas campesinas de las FARC, hacia los años sesenta,
cuando asumieron un papel protagónico en el contexto político
colombiano, que hizo revivir las formas de lucha propuestas por
la escuela marxista. La segunda situación refleja el interés de los
intermediarios políticos poderosos, nobles, elites locales o grandes terratenientes, según lo expone Romero, quienes utilizan a
estos empresarios de la violencia en sus luchas por el poder dentro de un marco estatal débil. Para el caso de Colombia, la situación es patente con la transversalización del narcotráfico a través
de sus aportes económicos y la creación de ejércitos de guerra.
Con el anterior croquis, puede ocurrir que si los actores
están de lado de los que ostentan el poder, quizá ganen legitimidad y reconocimiento en el nuevo orden estatal, pero si no salen
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airosos, serían estigmatizados y eliminados, al convertirse en un
problema para el Estado, situación que se vivió en el país con el
grupo M19, organización de izquierda que a través de una amnistía logró reincorporase a la vida civil, pero una vez obtenido
el perdón y el olvido, fue aniquilado poco a poco. Igualmente pasó con la unión patriótica, UP, una organización política considerada como el brazo derecho y político de las FARC: fue eliminada por fuerzas estatales, enemigas de una conciliación nacional y alternativas democráticas.
En cambio, para los defensores del status quo, como lo son
los paramilitares, el problema no está en proponer un cambio en
el sistema de poder, sino prolongar el existente sin la menor resistencia. En el contexto de los análisis políticos esta situación es
conocida como caudillismo armado, en el cual los empresarios
militares de la violencia, mantienen relaciones bastante estables
con las elites locales, con políticos tradicionales, grandes terratenientes y hacen parte del monopolio de la violencia ante la ausencia de la violencia estatal, o en grado sumo, la comparten.
Aplicados los casos anteriores a los actores del conflicto
del país, y el papel que juega el Estado como principal ente afectado, existen serias divergencias. En varios períodos de gobierno
se han iniciado diálogos para remediar la situación de guerra, así
mismo, son miles de propuestas las que salen a la palestra, pero
hasta el momento no ha habido solución. La raíz de que no se llegue a un acuerdo puede estar en que en el periodo de negociaciones el Estado concede a los grupos armados beneficios judiciales y les reconoce el status político. Los líderes combatientes
obtienen permisos especiales para salir del país, para postular sus
ideas y hacer contactos internacionales. Son actores políticos de
un proceso de corte legal. Así al menos, ha sucedido con las
FARC, pero una vez se rompen los diálogos, esta “inmunidad”
política pierde vigencia y se les tilda de terroristas, guerreristas,
bandoleros. Una serie de calificativos imposibles de adquirir de
un día para otro. El criterio que los ponía en iguales condiciones
de comunidad política pierde vigencia en tan sólo un momento
de ruptura.
En cambio para las AUC, la situación es diferente: por ser
miembros de un proceso de gestación del gobierno, pueden ju-
6
Se recomienda seguirle la pista a los análisis presentados por Romero en
este caso, mediante los cuales da a conocer esta parodia del conflicto en
Colombia, y el juego de actores reales, unas veces, e imaginarios, otras.
Básicamente entre las páginas 60 hasta la 65 de la obra citada.
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gar un papel “camaleónico”, más simulado. Son actores de un lado o de otro, manejan su ideología con base en los mejores criterios de los mercenarios medievales y defienden al mejor postor.
Se autocalifican como salvadores de la tradición, la propiedad
privada, conservadores y protectores del Estado. Venden la idea
que ante la incapacidad del Estado para brindar seguridad por la
arremetida constante de los grupos violentos, ellos mismos se la
deben proporcionar. Consideran que los diálogos de paz, no solucionan nada, sino que pretenden trasladar el poder a la guerrilla y poner en las mismas condiciones a los revolucionarios de izquierda. Esa confluencia para oponerse al nuevo escenario político en formación originó una zona gris donde la línea entre lo
legal y lo ilegal se diluyó6.
Las continuas retaliaciones al gobierno vigente, los enfrentamientos las permanentes luchas, los ámbitos de lo legal y lo ilegal, los obstáculos en el reconocimiento de un actor que solidifique al Estado para el bien nacional y las frecuentes guerras por el
poder local y regional, hizo que los empresarios militares de la
violencia, consolidaran su poder y le dieran un giro al manejo del
Estado. Ahora, como paraestados, buscan obtener un reconocimiento de la comunidad política internacional y recibir de las elites dominantes, todo el apoyo para la defensa de sus intereses.
Por tanto, los resultados a los cuales puede llegar el Estado, dependen en gran medida, de la trayectoria que siga el conflicto y
de la interacción colectiva entre los distintos grupos del poder
nacional, para producir reformas a las formas de poder local.
El hecho es que todo está encauzado a definir la comunidad política y propiciar vías de salida a la población civil para solucionar los problemas que los aquejan y permitir el ingreso de los actores armados a la vida civil. La experiencia ha
mostrado que a través de cincuenta años de lucha continua, las
heridas se han profundizado más que sanarse y que la polari-
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zación y fragmentación tanto de la sociedad como del Estado,
creó las bases para que el narcotráfico entrara en el terreno
abonado para las pretensiones de poder. Lo que se debe consolidar es una comunidad política estatal, que represente a todos
los actores.
También ha mostrado la experiencia del conflicto, que
alrededor de las negociaciones de paz, la guerra se ha incrementado y en contraposición, el régimen político está mucho más
fragmentado y polarizado. Es una retaliación que viene desde
que se iniciaron las conversaciones de paz y los diálogos con la
guerrilla, de las FARC, en 1982, que trae como contraprestación
la ampliación de la comunidad política, porque los actores del
conflicto se ven obligados a dar participación a la población civil desde distintos ángulos. Frente a este hecho, es posible analizar la relación que presentan Mcadam Tarrow y Tilly, con lo
que respeta a la política legal y la ilegal, y la coalicionista, de
Yashar.
La primera, propone unir analíticamente la política electoral como parte de un mismo proceso de competencia y lucha
por acceder al poder institucional. La segunda, en cambio, considera que la formación de la democracia duradera depende de la
rivalidad y competencia entre diferentes sectores de elites tradicionales y de las oportunidades para crear alianzas multiclasistas
en coyunturas definitorias de condiciones y coaliciones más estables7. Un fenómeno que en las últimas décadas hizo que la democracia en el país se ampliara y tomara visos de pluralismo político, pues a más emulación y diversificación, habrá en contrapartida, más democracia. Experiencia que nos la mostró bastante bien la constitución de 1991, cuando, debido a la presión política y la aceleración del conflicto, el gobierno se vio obligado a
ampliar las vías de participación política y el reconocimiento de
los partidos. En cambio, la unificación de los partidos, de las elites políticas que llevan a la persistencia de los bloques mayoritarios con intereses históricos y trayectoria en manejo del gobierno, como bien ocurrió durante el Frente Nacional, donde la
7
Ibid, p. 72
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competencia se redujo a cero y la supervisión política y ciudadana no estuvo al alcance de las expectativas, así mismo, no se
abrieron las compuertas para las posibles coaliciones, mostró
que la democracia fue sólo un esquema elaborado en el papel y
que por el contrario, aceleró la irrupción de los grupos de autodefensa en primera instancia y la consolidación de los paraestados, después.
Dando visos de resultados parciales en este ensayo, parece
ser que los paraestados, en suma concordancia con varios analistas políticos, entre los que se destacan Román David Ortíz, María Teresa Uribe, Mauricio Romero, Nazih Richani, entre otros,
son el producto de la repartición política del poder ocurrido mediante el acuerdo del Frente Nacional, y que sólo hasta los últimos años, se les reconoce en ámbito nacional público, un poco
tarde, pero aún con la esperanza de que el monopolio de la fuerza retorne a un Estado legítimo, lo que significa, con reconocimiento social, político, ideológico y no sólo militar y autoritario,
como ocurre en la actualidad.
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Nicanor Jácome B.
REVISTA CIENCIAS SOCIALES No. 27
Situación de la sociología en el
momento actual
(Exposición realizada en la inauguración del año lectivo
2006-2007 en la Escuela de Sociología y Ciencias
Políticas de la Universidad Central del Ecuador)
I. Introducción
Para todos es conocido que el mundo actual viene experimentando una serie de transformaciones profundas, situación
que ha dado lugar a que se afirme que no solamente estamos viviendo una etapa de cambios sino un cambio de época, esto es, la
idea de que estamos adviniendo al surgimiento de un mundo y
de una sociedad diferente.
Algunos sociólogos señalan que vivimos una etapa de
transición que trasciende los marcos de la sociedad industrial.
Para el efecto han acuñado una serie de términos para describir
este nuevo tipo de sociedad, destacando posiblemente sobre
otros posibles nombres el de “sociedad postindustrial”, empleado
por primera vez por el sociólogo norteamericano Daniel Bell. Este concepto llama la atención sobre el carácter central que adquiere el conocimiento teórico como eje alrededor del cual se organiza la nueva tecnología, el crecimiento económico y la estratificación de la sociedad.
Ente los principales cambios que a criterio de Bell caracteriza a la sociedad actual constan los siguientes:
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- Los cambios en el sector económico: el paso de una economía productora de mercancías a otra productora de
servicios.
- Los cambios en la distribución ocupacional: la preeminencia de las clases profesionales y técnicas. No sólo en el
lugar donde trabajan las personas, sino el tipo de cosas que
hacen.
- La centralidad del crecimiento teórico como fuente de innovación y formulación política de la sociedad.
- La planificación y el control del crecimiento tecnológico.
En este mismo sentido, a criterio de otro sociólogo actual
como Ulrich Beck, en su libro La sociedad del riesgo, nos llama
la atención sobre los riesgos generados por la modernización que
se plasman en amenazas irreversibles a la vida de las plantas, de
los animales y de los seres humanos. Estos riesgos ya no se limitan a lugares y grupos, sino que contienen una tendencia a la globalización que abarca la producción y la reproducción y no respeta las fronteras de los Estados nacionales con lo cual surgen
unas amenazas globales.
¿Hacia donde se conduce la sociedad presente?. ¿Cuál es la perspectiva de su realidad y desenvolvimiento futuro? ¿Las transformaciones que experimentamos resultan ser un indicador de un cambio de
esencia de la sociedad o, al contrario, se trata de una radicalización
de las tendencias de la modernidad?. Al respecto, existe un amplio
debate intelectual que agita y dinamiza a las ciencias sociales. Este
es un campo muy rico a ser especificado y desarrollado.
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En el propio campo de las ciencias existe también una notoria transformación. Aquellas concepciones sobre la naturaleza
de la ciencia y las formas cómo había que desarrollar las ciencias
es un campo que experimenta también grandes cambios. En términos generales, aquellas visiones paradigmáticas basadas en el
positivismo para la realización de la ciencia han sido duramente
cuestionados porque aquellos procedimientos basados en la teoría y los métodos fundados en el positivismo se constatan como
insuficientes para la comprensión y el análisis, por ejemplo, de
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las realidades que atañen al funcionamiento de los cuerpos microscópicos como el átomo y la célula. Además, ya no es aceptado, incluso en las propias ciencias naturales, la pretensión hegemónica de que la ciencia tenga que realizarse bajo los supuestos
teóricos y metodológicos del positivismo.
Hay que reconocer que lo que conocíamos como las grandes reglas del “saber científico” para todas las ciencias ha entrado
en tela de juicio, y peor aún el intento de aplicarlas al conocimiento de los fenómenos sociales. Se cuestiona que los criterios
de conocimientos radiquen exclusivamente en: la objetividad del
conocimiento, el determinismo de los fenómenos, la experiencia
sensible como fuente del saber y su posibilidad de verificación, y
la lógica formal como garantía de un procedimiento correcto. Estos criterios de hacer ciencia ya no son sostenibles ni siquiera en
la física: Einstein, por ejemplo, relativiza los conceptos de espacio
y de tiempo (no son absolutos sino que dependen del observador) e invierte gran parte de la física de Newton; a su vez el físico Heinsnberg introduce el principio de indeterminación o de
incertidumbre en el estudio de los cuerpos físicos diminutos, las
mismas que no surgen de la imperfección de sus instrumentos de
medida, o en las limitaciones humanas para conocer, sino en el
hecho de forzar a una de las muchas potencialidades existentes a
convertirse en realidad, así como hace el escultor al extraer una
estatua de entre las muchas posibles en el bloque de mármol.
La vigencia del predominio del paradigma de conocimiento predominante en el mundo de las ciencias, en el caso específico del análisis de los fenómenos sociales, tendió a priorizar el
análisis estructural de los procesos sociales, intentando encontrar
constates que pudieran traducirse en leyes que expliquen el comportamiento de la realidad social. Esta orientación, en la práctica
dejó de lado el énfasis y en interés en la comprensión de la naturaleza de la interacción social, de la subjetividad de la acción social, así como del posicionamiento y de las razones de los actores
sociales en su actuación.
En conclusión, los cambios notorios a los que asistimos en
la comprensión de la realidad, así como las variaciones existentes
en las formas y procedimientos de cómo hacer ciencia, dan cuenta que nos encontramos en un momento importante del desarro-
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llo científico, y a su vez, en una coyuntura especial y retadora para emprender en el estudio e investigación de las diferentes disciplinas científicas y de manera muy especial el estudio de las
ciencias sociales. Nos hallamos ante la necesidad de posicionarnos en la perspectiva de apuntar hacia el desarrollo de un nuevo
paradigma o forma de hacer ciencia que nos permita, desde este
ámbito, dar cuenta de la realidad.
II. La sociología en el contexto actual
Frente al panorama planteado cabe preguntarse ¿cuál es la
función o la tarea de la sociología como disciplina científica?. ¿en
qué le afecta los cambios expresados a través del término de globalización a su desarrollo?.
La sociología es la disciplina que nació en el contexto de la
sociedad contemporánea con la finalidad de interpretar y explicar el contenido de los fenómenos sociales que caracterizan a la
sociedad moderna. De hecho, en los iniciadores de la disciplina
se perfila claramente que el surgimiento de la nueva disciplina
llena un vacío como era aquella inexistencia de un cuerpo teórico y metodológico específico que desde los presupuestos y las
prácticas de la ciencia hiciera posible el conocimiento de la realidad social, con orientaciones y procedimientos específicos que
lo distinga de la filosofía y de las otras disciplinas sociales como
la sicología, la historia, la antropología.
En los autores iniciadores de la sociología como ciencia
existe un marcado interés en lograr visiones interpretativas globales que den cuenta del contenido y de la direccionalidad del
movimiento y de la evolución que la sociedad sigue. No es otro,
por ejemplo, la teoría de los tres estadios de desarrollo planteado
por Augusto Comte, así como la producción intelectual de los
autores clásicos de la sociología (Marx, Durkheim, Weber), quienes dieron forma a la disciplina y desde la conformación de ésta
procuraron formular explicaciones globales sobre la naturaleza
de la sociedad moderna y señalar la perspectiva de su evolución.
Cabe destacar la afirmación de Durkheim de ubicar a la
sociología como “ciencia de la moral”, esto es, asumir la sociología como la ciencia que al estudiar la sociedad contribuye tam-
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bién al asentamiento del nuevo orden social que estaba emergiendo y extendiéndose en la segunda mitad del siglo XIX. Su intención será descubrir en la organización de los individuos asociados una naturaleza y leyes propias, que cristalizará en un nuevo ser, “el ser social”. Desde esta perspectiva, lo que el autor busca es explicar los fenómenos individuales por el estado de la colectividad, atribuyendo una importancia determinante a la acción colectiva por sobre la acción individual.
Esta orientación de explicaciones de carácter estructural y
macro de la sociedad han dado a la sociología un halo de visiones interpretativas de la totalidad, la constatación de que la sociedad vive procesos en cuyo contexto los individuos actúan acorde
con las determinaciones procedentes del peso del colectivo social. Las interpretaciones de la sociología bajo esta perspectiva
macro posibilitaron posicionar a la disciplina en el concierto de
las otras disciplinas sociales, le dieron un marco de respetabilidad y aceptación, por la profundidad y pertinencia de sus explicaciones sobre la naturaleza y perspectivas de la sociedad.
Una de las enseñanzas que podemos desprender de este
modo de ser y de hacer la sociología es la vocación de ésta a la
búsqueda de explicaciones de la totalidad social, como una de sus
preocupaciones y como una forma habitual de abordar el objeto
de su estudio. Frente al denominado proceso de globalización,
justamente, el desarrollo de la sociología como disciplina debe
encaminarse a lograr visiones interpretativas que más allá de los
límites del Estad-nación, o de la preocupación por las realidades
locales o sectoriales, pueda desarrollar visiones interpretativas de
las tendencias que caracterizan y dan forma a la sociedad globalizada. Este es uno de los retos de la sociología como ciencia y en
esto radica una de las condiciones para mantenerse y desarrollarse como ciencia social.
Sin embargo, hay que reconocer también que uno de los
signos de los tiempos es la revalorización de la acción individual, esto es, la intencionalidad que los actores sociales dan a su
acción. Algunos autores denominan a esta tendencia como el
“regreso del sujeto”, entendiéndose por tal la importancia de la
acción individual en los procesos sociales. Este rescate, por parte de las ciencias sociales, del protagonismo de los individuos en
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la dinámica de la sociedad ha dado lugar a que en los últimos
tiempos se rescate teorías y metodologías que la hegemonía del
positivismo terminaron por opacar o desplazar a segundo plano, como son aquellas visiones interpretativas, hermeneúticas
de la acción social. Una de las consecuencias de esta renovada
perspectiva teórico-metodológica de la sociología ha sido la revalorización, por parte de la sociología de nuestros días, de
aquellas corrientes teóricas que fueron desplazadas a segundo
plano como la fenomenología, la hermeneútica, el interaccionismo simbólico, la etnometodología, el enfoque dramatúrgico de
la acción social.
La proliferación de diversos marcos teóricos en el campo
de la sociología es vista de diferentes formas. Para unos, la proliferación de teorías sociológicas podría ser el indicador de la debilidad de la disciplina, incapaz dirán quienes opinan de esta maneta, que la sociología disponga de una forma interpretativa única. En cambio, para otros, la revalorización de los nuevos enfoques de la sociología representa la riqueza de la disciplina, y se
argumenta que la competencia entre diversas tradiciones de pensamiento es sumamente deseable, dado que la proliferación de
teorías sería una forma de evitar el dogmatismo, fomentado por
visiones únicas que se atribuyen para sí la exclusividad (monopolio podríamos decir) de la teoría y la metodología científica.
La presencia en el seno de la sociología de las visiones estructuralistas, así como de las orientaciones interpretativas o
hermeneúticas, interpelan a la sociología desde un doble ámbito, desde el nivel macro y desde el plano de lo micro. En otros
términos, se ve la necesidad de las interpretaciones estructurales de la sociedad, pero, por otra parte, no se puede desconocer
la acción transformadora que el individuo protagoniza en la interacción social cotidiana sobre las estructuras sociales. A criterio de algunos autores, justamente, un horizonte promisorio
para el desarrollo de las ciencias sociales y de la sociología en
concreto, se encuentra en las construcciones teóricas que logren articular las explicaciones generales de la sociedad (visión
macro) con la explicaciones micro; y que puedan integrar las
configuraciones estructurales de lo social con la capacidad de
acción de los sujetos.
III. Las ciencias sociales en la escuela de sociología de la
Universidad Central
La Escuela de Sociología de la Universidad Central que ya
tiene alrededor de 44 años de existencia es una buena muestra de
la evolución que ha experimentado la disciplina en nuestro medio.
Se trata de una Escuela Universitaria de ciencias sociales en
cuyo seno, de manera similar a otras escuelas de ciencias sociales
de América Latina, tuvo una especial acogida la explicación estructural de los fenómenos sociales, donde la orientación crítica de las
ciencias sociales tuvo una especial presencia, constituyéndose esta
perspectiva en el eje articulador de los programas de estudio y de
la orientación de la actividad de los docentes de la Escuela.
Como resultado de esta orientación, en la Escuela, a finales
de los años 1960 e inicios de 1970, tuvieron una presencia pionera en el país los análisis globales sobre el desarrollo de América Latina y del Ecuador en el marco del marxismo latinoamericano, sirviendo, en este caso, la unidad académica de espacio de difusión
de las nuevas visiones e interpretaciones histórico-estructurales
sobre la naturaleza y desenvolvimiento de la Región y del país, interpretación que luego se difundió hacia otras instituciones.
A mediados de los años 1980 e inicios de los años 1990, el
debilitamiento de los enfoques del cambio social en un sentido
unidireccional, así como la desaparición de la bipolaridad del
poder a nivel internacional entre Estados Unidos y la Unión Soviética fueron circunstancias históricas que generaron una profunda crisis en los contenidos y orientación académica del a Escuela, fenómeno que no fue exclusivo de la Escuela de Sociología
de la Universidad central, sino un fenómeno que se experimentaron también otras escuelas de ciencias sociales en otros países.
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En esta perspectiva, de articular lo macro con lo micro,
apuntan las grandes síntesis teóricas y los enfoques multidimensionales contemporáneos. Por ejemplo, se pueden citar la teoría
de la estructuración de Anthony Giddens, la teoría de la práctica
de Bourdieu, la sociología multidimensional de Alexander, la
teoría de la acción comunicativa de Habermas, el paradigma sociológico integrado de Ritzer.
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Desde mediados de los años 1990, la Escuela viene realizando un serio esfuerzo para responder activamente a la necesidad de adecuar su oferta académica a la realidad de nuestro tiempo, esto es, el reconocimiento de que el cultivo de las ciencias sociales debe reconocer en sus análisis e investigaciones los cambios que se han generado en la sociedad, así como incorporar en
sus programas de estudio, de manera armoniosa, el conocimiento de los autores clásicos, así como las nuevas corrientes teórico
metodológicas que enriquecen el acerbo científico de las ciencias
sociales, principalmente de las disciplinas de la sociología y de la
ciencia política.
En el marco de este criterio debe ser asumido el proceso
de reforma académica que ha venido desarrollándose en la Escuela en los últimos ocho años. En términos generales, el contenido de la reforma tiene que ver con la organización del programa de estudios tomando en cuenta la remodelación profunda de los programas anteriores para dar paso a la incorporación
de materias y contenidos actuales, a fin de potenciar la adecuada formación del estudiante en los rudimentos teóricos vigentes en las ciencias sociales contemporáneas, así como en los enfoques metodológicos que posibilitan la comprensión macro y
micro de la realidad social. Este proceso no ha sido fácil, sin
embargo, debemos felicitarnos que en la comunidad de la Escuela ha existido la madurez, la inquietud e interés para emprender en estos cambios a través de un proceso que ha dado
continuidad a la reforma académica.
En la actualidad encontramos un programa de estudios
caracterizado por los siguientes aspectos:
- Se ha racionalizado dos saberes que pugnaban por tener
un espacio cada uno de ellos como es el contenido de la
disciplina de la sociología y, por otro lado, el saber de la
ciencia política. Actualmente, sin caer en la sectorización
empobrecedora del conocimiento social, la Escuela ha logrado organizar cada uno de estos conocimientos y ofertar al estudiante la posibilidad de optar de manera especializada por uno de ellos.
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- Es destacable la inclusión del pensamiento sociológico y
del pensamiento político de las diversas corrientes del
pensamiento social, a fin de acercar al estudiante al conocimiento de la riqueza del desarrollo teórico en cada uno
de estos campos del conocimiento.
- El acercamiento a la investigación social se ha fortalecido
notablemente. A lo largo de la carrera de sociología o de
ciencias políticas existe un permanente acompañamiento
al estudiante en los contenidos y práctica de los métodos
de investigación actuales de las ciencias sociales.
- La vocación tradicional latinoamericanista de la Escuela se
ha visto fortalecida mediante la organización y sistematización de las materias que tratan sobre América Latina y el
Ecuador, para conocer sus estructuras sociales así como el
desarrollo del pensamiento y de la cultura.
El proceso de la aplicación de la reforma académica se halla en marcha. Quienes pasan por las aulas de la Escuela tienen la
posibilidad de beneficiarse de la existencia de un programa de estudios que responde a las necesidades de conocimiento social de
la sociedad actual. Además de los cambios establecidos, uno de
los retos constituye la adecuada aplicación de los contenidos del
programa de estudios, así como el hacer posible el fortalecimiento de la coordinación y el fomento y la práctica de la interdisciplinaridad para alcanzar los fines pensados y deseados de la reforma académica. En este empeño debemos estar comprometidos las autoridades de la Escuela, el cuerpo docente así como los
estudiantes, a fin de que el cultivo de las ciencias sociales en la Escuela sirva de ayuda a la comprensión de los graves problemas
que experimenta nuestra sociedad, y que la producción intelectual que pueda desarrollarse desde la Escuela constituya una contribución a los grupos y organizaciones sociales que trabajan por
la vigencia de un orden social incluyente, de equidad social y de
la vigencia cotidiana de valores éticos que significan y potencian
la acción de la sociedad y de los individuos en su interno. A esta
tarea debemos invitarnos y comprometernos al iniciar el presente año lectivo 2006-2007.
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