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.
, PREOIOi D E L A á P S q R I d Ó N
• A ¿ A CORRESPONDENCIA BE ESBAÑA.
Can'«rregálo de u a n ú m e r o tBeri^al
í * I« CRÓNICA DÉ l A HODA' y DE LA MÜSIOA
' l i s o P E S E T A S A l . M B S , 17 A L A S O .
e a P r » v . apipeg, ti>ÜBestré,«,,tj^t, y B s t . l a
BmmLo mnwwñBñSL D E M O T I G I A S
EIO IMPÁRQAL DE U OPINIÓN T DE LA PRENSA
5 CÉNTIMOS EN TODA ESPAÍÍA
MADRID SÁBADO 17 DE ENERO DE 1885
¿Quie.re el lector una prueba? S. M. e l r e y h a bi.a disíntesto; visitar esta m a ñ a n a Guevcjar,
pueblo que, como saben los tóctortes, está a b a n KUXlli Í)E TKlVlRftE HIJOS. ALcÁl. i . 49. h rs. frasoo donado por sus habitantes, t a n t o p o r lo cuarteadas que .están las casas, como por haberse
corrido el pueblo algunos metros, consecuencia
VIÑAS de las grandes y profundas grietas que lo ciry otTí*fincasrústicas y urbanas en distintos pantos de cundan.
CastUla. Se venden, Jnfpismará el Sr.D. Eugenio Buiz
El vlaj§ se ha verificado, pero con tal pena,
que solo el ánimo-infatigable d e l ' r e y , nos ha
Zurro, proenradór (ié los tribunales. ValUdolic^.
hecho llegar hasta el término dé la ospedicion.
A legua y media de esta ciudad acaba la c a r , _. _
,.,icó Romeo, 6 rs. frasco. relera, que recorrimos en carruajes. Quedáronse éstos' en el eslremo de la misma y emprendí •
Iiies, I.'?; fisroi»,' Tetusfl, 15; Sacramento , 2. mos á pie la continuación da la jornada. El terreno es arcilloso, y como ha nevado y llovido
mucho, á los diez pasos estábamos embadurnados de barro hasta la rodilla y teníamos pcgadaá
los píes medía arroba de fango. Un resbalón
<« *r». «Jaflo sns clases de í r u p g é s j
Íw*iitani6tit# *enoido, aconsejo al MoáWo de
. , , . ^ í * . , e - M * i f c J * i í í ; - r i t m . 6, 3.'"
Guevejar, que habla salido al encuentro de su
majestad, ofrecerle á éste el bastón de la presidencia
municipal para que se apoyara en él.
ItOüElW. MÚSICA, PIANOS, ÓRGANOS. CAPELLANES 10 ',
Aceptólo el monarca con grata satisfación de
los vecinos, y preguntó al alcalde; ¿Estamos
muy lejos del pueblo?
—Un cuartico de legua, contestó.
Como en el tiempo que estamos en esta pro-j
E g g u i s i t o s panecii;ios e n e l e g a n t e s b o l s a s . vinoia hemos aprendido que una legua de aquí
equivale á tres de Castilla, los del séquito real,
muy reducido por cierto por haberse quedado
no j>ooos de ellos guarecidos en los carruajes
CURADA RADICALMENTE CON EL JARABE por lo desapacible del tiempo, dijeron: Dentro
pectoral de It. Hernández. Precio, 10 reales de dos horas no hemos llegado.. Y tenían razón
rrtisco. CíilleMayor, núms. 27 y 29, Madrid. sobrada.
Miró el reloj y eran las diez y treinta y cinco
P o 8 a 4 ! t del P e i n e , c a l l e d e P o s t a s , p i s o do la mañana. Ctiando llegamos al pueblo h a bían dado las doce y cuarto.
prtacipat, para, e v i t a r a b u s o s .
Los viloros y las aclamaciones de las pobres
gentes no cesaron ni un momento. Un moceton
alto y fornido como un roble se presentó á
Y, CHALiPCOS. Í J É 'iá'A'fOSA' dispuestos para
S. M. é, hincada la rodilla, le dijo: «Señor: yo
d6n.itiVos, sin ganancia alguna, sólo al coste.
nací el inisnio dia y en la misma hora que vuesEsta antigsa easa nunca comercia con la desgracia.
tra majestad, y por esta circunstancia me otorgó la diputación un premio en metálico que todavía no he cobrado. Cuando estuvo B. M. en
en 1877 ya tuve la honra de esponerle
í« ha eslableeidp Fuencirral, 13 y l5,2.' ¡zqda. No tie- Granada
mi situación y fui recomendado para que se me
ne mostrusrio de dentadaras en la puerta.
pagara,
pero
en cuanto abandonaslei», señor,
• * B — a i Wl«lll^lll«tWB«iÉPIMim'>»flM'lMJIIIIIllJBlWBga»
la capital, mi asunto fué relegado alolvido.»
—«Te volveré á recomendar, á ver si osla vez
somos más afortunados»—repuso el rey.
Preguntó por algún diputado provincial para
DE A Y E R 16 DE E N E R O
interesarle en lan justa petición; mas no había
á la sazón ninguno presente.
Hoy recibimos de nuestro compañero y
Continuó D. Alfonso subiendo hacia la ciispicorrespíMísal especial, Sr. P e r i s M e n c h e t a , de ó meseta en que radica el pueblo, siguiéndole el señor duque de Sesto, el general Blanla s i m i e n t e carta:
co, los ayudantes de S. M. que lo acompañan,
G r a n a d a , 14.
Solo él vicio de escribir me liace tornar la el capitán general Sr. Chacón y unos cuantos
ploma para Continuar mis crónicas diarias. Des- más, entre ellos los Sres. Marforí, Marios y
de que llegué á esta solo se han publicado con Agrela, diputados á Cortes.
Se han oido esclaraaciones origínales al ver
oportunidíjd dos ó tres cartas á pesar de mis e s fuerzos y de mi celo para que no se retrasara su al rey con fango hasta las rodillas: «¡Madre
mía,
que cese la liuvia, que se va á poner perinserción. £1 trabajo material, el tiempo perdido
y robado al sueño y al descauso y la molestia de dió el rey por venir á vernos!»—decía una muir personalmente á ia estación á las cinco da la j e r entrada en años.
«¡Qué rey tan salao!»-grilaba una joven agramadrugada á depositar las carias, resuitan i n fni&lüOSÓs por descuidos del ramo de correos. ciadísima, que segUn manifestó después ha seriCómo ha de ser! No me estrafia que esto suco- vido en Madrid y procuraba verle todos los s á da en un pais en donde á l o s pocos kilómetros bados cuando la corte va á Atocha.—«Ya os lo
de la celebrada capital, orgullo del arte árabe, decía yo»—gritaba dirigiéndose á sus compaqueda cortada la comunicación por la carrete- ñeras.—«j'Veis cómo ha venido? iComo que es
ra y empiezan los atajos y los caminos que con un valiente y tan generoso como su madre!»
tan aiimlrable desfreza y propiedad ha pintado
Merece también consignarse el siguiente h e en su célebre lieaw».&» rendición de Granada cho. Presentóse un cojo pidiendo socorro por
el a f a n a d o artista,Sr. Pradilla.
liaber quedado lisiado á causa del hundimiento
C'Otno mi opinión pudiera parecer exajerada, de una casa; pero como el rey se entera de todo
me limitaré á,decir que S. M. el rey n o ha podi- y tiene escelente memoria, interrogó al alcalde
do menos de lamentar el abandono en que so de esta suerte:
—«jNo me dijo Vd. que no habia resultado
ha tenido á esta provincia en cnanto á la consningún herido & consecuencia del terromoto?»
trucción de carreteras se refiere.
—«Señor: eso dije y eso es la verdad.»
Si los subditos del rey Chico pudieran ver la
Luego supimos que el cojo lo es desdo la ingeneralidad de estos caminos, esclamarian
fancia.
asombrados: «¡Y para esto nos expulsaron!»
Esto m e recuerda que he visto en Alhama, en
Vendados sus ojo8j,s^wjjrian por los mismos
Arenas y en otros puntos que ha visitado,el
senderos porque tañías veces pagaron.
TmEAs,:
PARA SAK AÑfoiT'
ROLDAK. CARRETAS, KÚM. 35.
TOS
OCHO MIL MANTAS DE LANA
TRIVIÑO, HIJO, DENTISTA
\dmn
TINA,
PESETA
luUSTSA
S e Fecibaii e s c l u s Í T a i & e n t e en esta, a d m i n i » »
t r a c l a a y « a l a a a f l c i n a s d e I k SOCIEDAD OBif Ü»
aÁZ/ BS jisruNCios. P r í a o i p e , S ? .
ISi úapofte da los reciboi do lUioncioa i«! admite en parlad*
l ^ p ^ ^ música que espende i>. A.'Bo£U3ro, Capelianra, 10
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: * i N O XXXVI. N m 9797
MONTE,, mtm,
• PRECIÓ DE ANUNCIOS '
K a t a d á s i á s e d i c i o s e s cíelaCo&assFOMprarcu
DE LA TARDE
rey, á un mjchacho. vestido con harapos de
pastor, el cua!, en cuanto veía que el duque de
Sesto ó el ministro de la Gobernación repartían
algunas morieias, prorumpia en amargo llanto
v ensordecía é los que tenía cerca con sus a r rébaladoá vitcres. Dicho rapaz liego hace seis
lí ocho días de una provincia fronteriza á Portugal.
La visita á ijüevejar fué tan breve como r e querían las circunstancias.
«Con este piio, con este tiempo y con lo que
hay que ver, e una temeridad haber hecho venir al rey.» Esto dijo un cortijero, que por lo
visto, no tiene pelo de tonto. Eran muchos los
que opinaban así.
A las dos déla tarde estaba el rey de regreso
en Granada.
A las tros y nedía próximamente salió el rey
de PalS<^o acompañándole el ministro de la
GObeffíaeion, general Blanco, gobernador, a l calde, diputad» á Cortes 8r. Martes Pérez, diputados proviiciales Sres. Gómez Tortosa, Fernandez Parej» y concejales Sres. Endérica,
Alonso Zegri 7 Gavilanes.
Dirigióse al lioopital provincial, visitando t o das sus depenJenoías acompañándole el ilustrado y digno íirector Sr. Hernando. Recorrió
distintas enfermerías siendo en todas vitoreado
por los enfermos y enfermas.
En la sal». d« heridos hay cuatro de Albuñuelas y tres d e Arenas del Rey, uno de ellos es
mulato.
S. M. preguntó cuántos enfermos había en
dícho.establecimiento benéfico, contestándole
el Sr. Herrando que .'528, porque no hay salas
que ofrezca seguridad para colocar m á s , por
cuyo motivo se les facilita medicinas y asistencia facultativa en sus casas.
S. M. dirigióse al Triunfo visitando las chozas y barracas, principalmente las que ocupan
las primas del párroco de Albuñuelas, dejándoles 10000 rs.
Luego visite la Universidad, siendo recibido
por el rector 1:. Santiago López de Argüeta.
Recorrió todo el establecimiento, las aulas,
el Paraninfo, los gabinetes de historia natural
y física, labo*atorío de química, decanatos,
rectoral y biblioteca.
Elogió mudísimo el celo desplegado por el
digno rector te esta Universidad Sr. Argüeta,
en el curso de ¡as obras, añadiendo que, g r a cias á dicho señor tiene Granada una Universidad que es dí las mejores sí nó la mejor de
España.
S. M. contempló detenidamente los cuadros
que adornan la saia de profesores y rectoral,
cuyas pintura! se cedieron á Granada por el
ilustrísímo 8r. D. Juan Facundo Riaño, siendo
director de Instrucción pública.
Después dio un paseo por la Carrera, el Salón y la Bombí, dirigiéndose á Palacio, donde
recibió á una comisión del pueblo de Albuñuelas.
El alcalde de dicho pueblo, pidió al rey que
se construyeran unas chozas donde albergarse
porque los vecinos se morían de frío.
El cura de Albuñuelas pidió también que se
reconstruyera la iglesia y S. M. se lo prometió,
añadiendo que dejaría pensión para los heridos, huérfano! y viudas de aquel pueblo.
La comisión dijo que gracias al gobernador
Sr. Jáudenes,iio se habían muerto de frío, pues
este envía socorros y tiendas.
Un campesiro, Francisco Castillo, de los que
componían la comisión dijo: «Después de la
desgracia (sftiefiere al terremoto del dia 25 en
en que todo el pueblo vino á tierra), abrí las
puertas de mi :asa y á todo el pueblo, dije: Esta es mi casa, ;onied, bebed todo lo que hay en
ella y si después que se acabe nos morímos, que
Dios nos perdene. Y gracias á Dios no nos h e mos morio.»
El rey conversó con la comisión más de un
cuarto de hora, y se enteró minuciosamente de
todas las desgiacias que ocasionaron los terremotos.
Ei rey cíüp íi no s,er¡» más conveniente le-
iOFIGINAS: FACTOR. 5
vantar el pueblo en otro sitio y la comisión
contestó que era igual, porque todo el terreno
era de idéntica índole.
Albuñuelas tenia 508 casas y se han destruido S08.
Habiendo dicho la comisión que hizo bien su
majestad en no ir á Albuñuelas por el mal camino, dijo ol rey: «Por donde anden Vds. ando
yo.gpues soy un hombre como otro cualquiera.»
El rey, al despedirse, les áió la mano á. todos
cariñosamente y ellos se despidieron dando un
¡Viva el rey de España! que fué unánimemente
contestado.
El ministro de la Guerra ha visitado los cuarteles y el hosi'ital Militar.
Una comisión de representantes del comercio
ha pedido al rey que visite á Granada en las
próximas fiestas del Corpíis.
"
El alcalde h a presentado á S. M. una esposícíon con más de SOO firmas de comerciantes, en
la que se pide la construcción de caminos y carreteras.
El fotógrafo Sr. Ayola ha vuelto de Alhama,
Cacín y otros pueblos de sacar fotografías de
aquellas espantosas i;uinas. Cuando salió con
tal objeto, lo hizo merced á las insinuaciones
de nuestro compañero el corresponsal en O r a nada Sr. Lerin. El Sr. Ayola piensa deslinar
parte del producto de la venta de sus fotograíias en beneficio de las víctimas de los terremotos.
Momentos antes de las once de la noche ha
ido la comitiva regía á contemplar el maravilloso espectáculo que la preciosa Alhambra
ofrece iluminada por lucos de bengala.
No puede darse nada más bello ni más deslumbrador.
Tanto á la ida como á la vuelta han acompañado al rey centenares de personas victoreándole, alumbrando su paso algunas de aquellas
con hachones encendidos.
Mañana á las ocho saldremos para Antequera.—Mencheta.
P. D. Insisto en que estuve en lo cierto al
asegurar en contra de lo que dijeron otros corresponsales, que el almuerzo dado á 8 M. en
casa del Sr. Marforí lo había costeado este señor diputado y no la diputación provincial. La
condesa viuda y la condesa de Castillejos, madre y esposa respectivamente del celoso alcalde
de Loja, no concurrieron á c a s a del Sr. Marforí, con el fin de saludar á D. Alfonso, hasta después de haber terminado el almuerzo.
La Agencia, Fabra ha comunicado hoy por
la maííana á la CORRESPONDENCIA DE E S P A Ñ A
los siguientes T E L E G R A M A S :
P a r í s , 15.
Un diplomático otomano llegó ayer a Paris,
procedente de Londres, á donde ha regresado
hoy después de ceiebfar una conferencia con el
ministro de Negocios ostranjeros señor Ferry,
á la cual se atribuye importancia, considerándosela relacionada con los asuntos de Egipto.
El Tetnps dice que las cuatro grandes potencias están previamente de acuerdo sobre la
contra-proposioion, pero que tratándose de Inglaterra no han querido emplear la forma de
nota idéntica y entregar las respuestas al mismo tiempo.
P a r i s , 16.
•Varios periódicos insisten en que el almirante Peyron. ministro de Marina, presentará en
breve la dimisión de su cargo.
El periódico París, dico que ol almirante
Courbet, que manda la escuadra francesa que
bloquea la isla Formosa, ha dirigido un despacho al gobierno anunciándole que las tropas
que desembarcó allí se han apoderado por fin
de las minas de carbón de piedra de Kelung.
B a d a P e s t h . 16,
El ayuntamiento de esta ciudad ha resuelto
proponer en la próxima junta general la votación de un crédito de iOOOO francos con destino
á las victimas de los temblores de tierra ocurridos en España.
E n el pueblecillo de Febró ( T a r r a g o n a ) h a
tenido lugar u n ¡terrible delito que h a llenado
de consternación á aquellos habitantes. H a bía llegado al ptieblo el vecino Pedro B r u n e t
Caltart, procedente de un establpcimiento.
penal en donde había estinguído condena por
cierto delito, cuando al pi-esentarSe en la c a sa de su hermana, esposa del alcalde, y pop
consiguiente en la easa de éste, sacó un i'evolver, disparando t r e s tiros conti-a su referida h e r m a n a , la cuál quedó muerta en el a c to y , suicidándcse luego el agresor con el
mismo i'evólver por medio de otro disparo e n
la s i e n , cayendo también inmediatamente
muerto.
Ii|uáran8*-lo9 -eaévtles -del « r i m e n , a u n
cuando se dice que h a n sido producido-'^ por
terrible venganza del fratricida y al misMíi
tiempo suicida.
T^n incendio h a destruido la fábrica da ;
a s e r r a r maderas que D. José Gene tenia e n
Lérida. Las pérdidas se calculan e n 40000
pe.setas.
H a n fallecido:
E n Sabadell, el fabricante D. Antonio Casanovas y Fernandez.
E n Barcelonil, doña Josefa Devesa de Joi»ba y doña Catalina P u i g , viuda de M a r u n y .
E n Pamplona, el anciaiio presbítero don
Pablo Luis, capellán de la basílica de S a n I g nacio de Loyola.
E n Sevilla, u n hijo del Sr. D. Rafael I s e m ,
cónsul de Holanda.
E n Cádiz, la señora doña M a r i a d e los Do>
lores Sapera y Quesada de Blanco.
E n Jerez, D. Rafael García y Cárdoso.
E n R e u s , d o ñ a Bibiana Ardevol d e Llao»
radó.
E n U t r e r a , ol i-egistrador de la propiedad
D. J u a n de Quintas.
E n Z a r a g o z a , el acaudalado propietario
D. P e d r o Ondarra.
E n Murcia, la señorita doíía Encarnación
Marín Samaniego.
E n Lugo, el abogado y rico propietario don
Joaquín P a r d o Valcarce.
E n Alcoy, el oficial tercero del cuerpo de
Administración del ejército D. Emilio C r e raades y Castelló.
E s t a tarde se h a n recibido los siguientes
T E L E G R A M A S oficiales:
G r a n a d a , 16 ( 1 3 1 . )
Hoy á las ocho de la m a ñ a n a se ha sentido
una nueva é imponente sacudida en esta capital.
Desgracias ninguna; no se h a n recibid*
todavía noticias de fuera de esta población. El
gobernador.
O v i e d o , 15 (lO'lS m )
El ingeniero inspector, 4 e s d e P u e n t e lot
F i e r r o s , dice que salió esta mañana con una
máquina esploiadora, sin poder pasar del túnel Haldecaba.
El correo ascendente no pOdíS llégái» niá»
que hasta Linares.
Con el correo de hoy son cuatro los que
faltan.
H a recibido el eminente poeta Sr. Nufie»
do Arce una atenta carta del ilustre pintoi
malagueño Sr. Moreno Carbonero, ofreciéndose á contribuir á la publicación del periódi.
co que la prensa dé á luz con el propósito d '
agBiflgp
L A . C O R R E S P O N D E N C I A D E ESPAÑA
•&&£
XIV.
Algunos instantes después de haber puesto á la
vista de su mujer la enigmática carta que anunciaba p a r a las nueve la visita de Zimerman, m o n sieur de Grandlieu, á quien una cita de negocios
llamaba fuera, hizo e n g a n c h a r y salió del hotel.
G e r m a n a bajó al j a r d í n , y como la víspera r e gistró el escondite tres ó cuatro v e c e s , sin r e s u l tado alguno.
Después de Una larga espera , a n t e s d e volver á
su cuarto, hizo u n a intima t e n t a t i v a , qué fué coi-onada de buen éxito.
S u mano se estremeció al tocar el satinado sobre.
Cota g r a n exaltación leyó las pocas lineas que
Andrés habia trillado en casa do su madre.
Estas lineas aflrmaban la libertad: «A las siete,
- deciá el jóVen, - el peligro h a b r á desaparecido.»
El corazón de G e r m a n a debió r e s p i r a r . U n a
ilimitada confianza hubiera debido r e e m p l a z a r á
su inmenso t e r r o r .
No sucedió asi.
L a pobre niña no estaba tranquila,
- ¿ E s t a r e m o s verdaderamente fuera d e peligro?
- se preguntaba - Nada está resuelto a ú n , y hasta
las siete aún podemos tener por que temblar. ¿No
toriiará Andrés sus ilusiones por realidades? Si la
salvación está t a n próxima, ¿por qué estos negros
presentttníentos que nada disipa? ¿Por qué mi corazón está m á s oprimido que nunca?
Germana entró en el hotel poco a n t e s ' del r e gresó de Armando.
A las siete, como de costumbre, el maestre-sala
anaiíctó que la comida estaba servida.
L a comida fué silenciosa.
La joven luchaba e n vano contra u n a creciente
postración.,
- No, no est07 salvada, - s e decia; - u n infalible instinto me a.dvierte que la desgracia se aproxima» y que nada ni nadie puede interponerse entre ella y yo.
M. de Gírandlieu la rogó que s e apoyase e n su
brazo para volver al salón, y d u r a n t e aquel corto
trayecto sintió temblar violentamente el brazo
sostenido por el suyo.
HÍ7X) sentar á la pobre n i ñ a , s e sentó á su lado,
y durante un instante la miró sin dirigirla la p a labra.
Germana, con la cabeza baja, los ojos fijos sobre una de las flores de lis do la alfombra, sentía
la mirada de su marido pesar sobre ella.
E r a una sensación física, estrafia, pesada y casi dolorosa.
Armando la cogió la mano de r e p e n t e .
- Mi bien amada Germana, - m u r m u r ó el anciano con dulce voz y cspresion de la m á s profundo piedad, - ¿me diréis a u n que no sufrís'?
Germana trató de hacer un movimiento n e g a t i vo con la cabeza.
N o tuvo valoi' para ello.
- Mi pobre y querida niña, - prosiguió A r m a n d o , - h a llegado la h o r a d e tener u n a entrevista
seria, ante la cual retrocedo hace muchos dias,
pero que no puedo aplazar ya.
N u e s t r a felicidad está comprometida y casi.perdida. Sr no ^ traíase m á s que de la mía, nada me
importaría... estoy acostumbrado á sufrir. P e r o
o aoeijto la de^ítraci* jsara vos. ¡A tíxto.tt'a^-
ce, si puedo, impediré que os toque con su fatídica ala!
G e r m a n a alzó los ojss sorprendida.
- ¡No os comprendo! - dijo.
- Voy á esplicarme, - continuó el vizconde, - y
no tengáis temor, mi esplicacion s e r á corta. D e jadme abriros mi alma, querida niña, y veréis que
soy p a r a mi mismo u n juez imparoial y severo. A l daros el nombre q[ue lleváis, al encadenar o s á mi vida, h e cometido u n a g r a n falta para
con vos.
- ¡Una g r a n falta! - repitió G e r m a n a con estupor. - ¡Una falta p a r a conmigo!
- S i , casi un crimen. ¡Oh! yo m e juzgo y me
condeno. ¿Qué queréis? ¡Os amaba t a n t o y t a n
locamente! M e he engañado como un ciego sobre
la naturaleza de la afección que podíais sentir
por mí. . . N o debí n u n c a ser m á s que u n padre
para vos... Qui.se ser vuestro marido y os he i m puesto un sacrificio superior á vuestras fuerzas.
La viscondesa habia bajado de nuevo la cabeza
y guardaba silencio.
P r o t e s t a r n o e r a posible. Sabia que Armando
decia la verdad.
- H a c e d m c la j u s t i c i a , - p r o s i g u i ó , - d e que
desde que comprendí mi e r r o r , he hecho todo lo
que de mi dependía p a r a que la cadena os fuese
menos pesada.
¡He condenado mi amor al silencio... le h e
obligado ii llevar u n a máscara... la do !a t e r n u r a
p a t e r n a l . . . ! He ocultado mi profunda herida, y
j a m á s habéis visto la sangre que de mi corazón
corría gota á gota, ¡y me ahogaba á veces!
¡Pobre G e r m a n a mía! ¡Habéis sido heroica
hasta tal punto, que os creía casi dichosa! ¡Habéis sido p a r a mi una hija! ¡Vuestras puras m i r a d a s , v u e s t r a candida sonrisa m e decían con
elocuencia que m e amabais, y yo e r a también
feliz!
El anciano calló.
L a emoción le sofocaba,.
Limpió sus húmedos ojos y prosiguió con pau •
sada voz.
- ¡Hoy dia todo se hunde! ¡No solamente no
me amáis, .';¡no que hasta podía crcei-se que os
inspiro un sentimiento parecido al del terror!
- ; N o I - b a l b u c e ó Germana. - ¡(3!i, no, os engañáis!
^ - N o m e engaño, ¡ay!
- Amigo mió, o.-; juro que...
- ^Poi- qué jurar'? - interrumpió A r m a n d o . - 1 . : .
evidencia es luminosa. Wi pre.sencta os causa te •
dio, y en vuestra iguoraucia de la mentira y la
hipocresia 110 pensáis ni eii alucinarme. Pues
bien, mi pobre niña, una metamorl'o.sis tan brusca, iaii profunda y t a n poco n a t u r a l , tiene ciortaniontc u n a causa misteriosa. ¿Cuál es esa causa? Germana, ¿qué secreto me ocultáis?
- ¡ U n secreto! - re)iitió G e r m a n a asustada, ¿qué es lo que crccis?
- ¡No creo nada,... no quiero creer, sospechar.!
ni adivinar nada!... Quiero que u b r e , voluntavi;.
y lealmcnte vuestra alma se abra delante de mi
como hace un momento la mia se ha abierto para
vos... ¡Para salvaros, Germana, basta t e n e r un
poco de confianza!... ¡Tenedla, pues, oh hija querida!
¡La vizcondesa permaneció muda!... U n a mano
de hierro oprimía su garganta... Su corazón latía
. 4 golpes redoblados e n su .jadeítnte ;pecho,
L A S TRAGEDIAS DE P A R Í S
r o n l a s tinieblas y vio, ó m á s bien adivinó , u n a
forma blanca, indiscutiblemente f e m e n i n a , s i guiendo con ligero paso el contorno del paseo circular y desapareciendo bajo la espesura.
P o r el momento no le ocurrió la idea de que
aquella forma fuese Germana.
L e parecía m á s verosímil admitir que alguna
mujer de servicio se permitía p a s e a r de noche
por la a r e n a r e s e r v a d a de dia á los aristocráticos
pies de los amos de la casa.
Sin embargo, los celos seguían sordamente su
trabajo habitual.
U n a sospecha vaga desde luego, pero que se
precisaba m á s de minuto en minuto, acababa dé
nacer en el espíritu del vizconde.
- ¿Y si fuese Germana? - se dijo. - ¿Qué motivo misterioso podría a t r a e r l a al j a r d í n á s e m e jante hora?
Y encogiéndose de hombros, añadió:
- ¡Qué insensatez la mia!... ¡Me vuelvo loco!
Y luchó contra si m i s m o , tratando de demost r a r s e que seria no solamente absurdo, sino m á s
bien indigno de él, de i r e n persona á certificarse
del hecho.
El resultado de esta lucha fué que al cabo de
un cuarto do h o r a encendía una bugia, salía de
su dormitorio, descendía al piso bajo, veía abierta la puerta que daba á la escalinata, y subiendo
por una escalera de servicio llegaba á la alcoba
do G e r m a n a , en la que penetraba por el gabinetelooador.
La alcoba estaba vacia.
El lecho aparecía intacto.
La duda no e r a ya posible.
Mad. de Grandlieu acababa de salir.
Oprimido el corazón por u n a horrible angustia,
.\rmand(» recorrió de nuevo con la rapidez de un
joven, el camino que acababa de seguir, y se l a n zó al jardín.
Llegado cerca del pabellón, dijo e n alta voz y
por dos veces seguidas.
- G e r m a n a , ¿estáis ahi?
'«^
No obteniendo respuesta alguna subió la escalei'a rústica.
Ya sabemo.s el resto.
Nuestros lectores no han olvidado que después
de haber e.splorado los Campos Elíseos con u n a
mirada desconfiada y feroz, Mr. de Grandlieu.
tranquilizado por aquella soledad aparente, tomó
en sus brazos á G e r m a n a inanimada y la colocó
en el canapé de bambú.
Corrió en seguida al hotel, volviendo al cabo do
un minuto trayendo luz, sai,e - inglesas y u n a g a r rafa de agua fresca.
Humedeció ias sienes d é l a joven y la hizo aspir a r l a s sales.
Un ligero esíreraeoiraiento d« los ¡.lárpados
anunció que G e r m a n a recobraba el sentido.
Abrió los ojos, Y al ver á su marido, lanzó un
grito de espanto que atravesó como un hierro cándenle oí corazón del vizconde.
E n tan horrible crisis, la memoria y la presencia de espíritu reaparecen casi siempre en el m o mento preciso en que el desvanecimiento se d i sipa.
G e r m a n a recordó que Andrés habia tenido tiempo de huir, y como el rostro de Armando inclinado háeif, ellajsolo e3«>resaba dolor é inquietud,
comorendió a u e su m a n d o ignoraba la ve.rdad.
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- ¿ Q u é h a p a s a d o ? - b a l b u c e ó con apagad*
acento.
- Eso es lo que os p r e g u n t o , hija mia, - repuse
el anciano.
- No lo sé. Todo á mi alrededor es u n a confusión.
- R e c o r d a d l o . . . Acabo de encontraros aqu!...
sin conocimiento... ¿Cómo habéis v e n i d o ^ este
pabellón y qué os h a sucedido?
E r a preciso m e n t i r u n a vez m á s .
Ella lo habia dicho, la triste víctima del amor,
del que solo conocía las humillaciones y angustias; la mentira e r a para ella u n a necesidad de
todos los i n s t a n t e s , y la mentira le causaba
horror.
G e r m a n a pai-eció recogerse.
Su misma debilidad y el probable desói'den d e
su espirito venían en su ayuda para hacer plausible u n a esplicacion cualquiera
Al cabo de un minuto respondió lentamente y
como buscando las palabras:
- A p e n a s mo retiré á mi c u a r t o , me sentí t r a s t o r n a d a . . D u r a n t e u n tiempo cuyo trascurso n o
puedo apreciai-, permanecí sentada al lado del lecho, ni dormida, ni despierta, sufriendo una debilidad sin causa y sin conciencia de nada... M e
pareció que la fre-;cui-a de la noche me produciría
aigun alivio .. Salí de mi cuarto... Bajó al jardin... Un instinto maquinal me condujo al pabe
llon... Abrí la ventana p a r a tener aire... s á ^ m e
fué la cabeza... perdí el sentido... y cai.
- Y ahora, - preguntó el vizconde, - ¿cómo os
encontráis?
- M e j o r , gracias "á vos... pero m u y quebrantada.
- ¿Podéis volver al hotel?
- Apoyándome en vos, sin duda.
~ Vamos, y si vuestras fuerzas no os ayudan,
yo os llevaré.
Algunos minutos después, Germana, sostenida
por su marido, entraba en su alcoba.
Se desnudó, se acostó, y casi al mismo tiempo,
triunfando la fatiga de sus angustias se durmió
r;.'" It' nroCnndr) «riefio.
Pasaron cuarenta y ocho horas.
La vizcondesa, alarmada por no tener iiotioia
alguna . sofiaba horribles catástrofes, perdía la
cabeza y iomia volverse ¡oca.
En fin, halló entre la yedra do !a verja el billete, que solo contenía estas palabras ;
«Esperad... Trabajo por vos.»
Por vaga que fuese la esperanza dada a s i . bastó, sin embargo, para reanimar un poco á la i n fortunada niña.
Esto pasaba el sábado.
tjermaria contaba con recibir ai día .sigyienta
una carta tranquilizadora.
Diez veces visitó el escondite, y siempre en
vano.
El silencio de Andrés le parecía iaesplicable.
Haljia sacrificado sus diaman'^ss. ¿Cómo, d e s pués de tal sacrificio, tiu-daba tanto la solución?
¿Qué sucedía? ¿Que nuevos obstáculos se oponían
al desenlace de aquoi .siniestro asunto?
El lunes, el día fatal, á cosa de las dos de la
tarde, -nádame Grandlieu, m á s p á t i d a x i a á a ali*.
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