Mónica Mayer, Rosa Chillante. Mujeres y performance en México, CONACULTAFONCA, avj ediciones, Pinto mi Raya, México, 2004 JOSEFINA ALCÁZAR No cabe duda, el libro de Mónica Mayer Rosa Chillante. Mujeres y performance en México, es una lectura imprescindible. Mónica funde la crónica, el diario, las memorias y el análisis lúcido y logra una amena e interesante radiografía del trabajo de las performanceras mexicanas de la década de los setenta a la fecha. Mónica va hilando su autobiografía con los acontecimientos políticos y sociales de la época, la entreteje con la situación de las mujeres, con la transformación de las artes visuales y el entramado resulta de interés no sólo para quienes quieran documentarse sobre el performance. Cuenta esta historia en primera persona, dice lo que ha vivido y lo que ha visto, y esto le da una frescura y una vitalidad enorme a su relato. Mayer divide el libro Rosa Chillante. Mujeres y performance en México en dos grandes apartados que son los que vertebran la narración: NOSOTRAS y ELLAS. Resulta muy interesante esta estructura pues en NOSOTRAS, que comprende las décadas de los setentas y ochentas, Mónica hace el recuento de los años en que nacen y se consolidan tanto el performance como el movimiento feminista, y Mónica Mayer destaca como pionera en ambos campos. De ahí que el libro arranque con los recuerdos de Mónica cuando era estudiante de la Academia de San Carlos en 1972, donde empezaría su larga trayectoria artística. Los setenta fueron unos años cruciales, el país había sido sacudido por el movimiento estudiantil de 1968 que generó una corriente de inconformidad y rebeldía que tendría repercusión en todos los ámbitos. Es en esta década que el performance en México adquirió fisonomía propia, cuando los artistas buscaban ampliar sus horizontes y encontraron en el trabajo interdisciplinario un camino prometedor. También en esos años se fundó el Movimiento de Liberación de la Mujer en México y se llevó a cabo la Conferencia del Año Internacional de la Mujer; era un momento de toma de conciencia de las mujeres, las artistas empezaban a denunciar el sexismo en el arte y en la sociedad. A partir de la generación de Los Grupos en la década de los setentas Mónica empieza a tejer la historia de una nueva generación de artistas que plantearon el trabajo colectivo pero sobretodo impulsaron nuevas posturas políticas y estéticas. Sin embargo, nos recuerda Mónica, “casi en todos los grupos setenteros participaron mujeres artistas aunque rara vez se les menciona, pero los planteamientos de ninguno de ellos incluía cuestiones de género”. No será sino hasta la década de los ochentas que se forman grupos de artistas con una orientación marcadamente feminista. El ya legendario grupo Polvo de Gallina Negra, integrado por la dupla Mónica Mayer y Maris Bustamante jugó un destacado papel dentro del arte feminista con célebres performances como “Las mujeres artistas o Se solicita esposa”, “¡Madres!” y “Madre por un día”. Este último fue presentado en el programa televisivo Nuestro Mundo conducido por Guillermo Ochoa, donde Maris y Mónica se pusieron unas enormes panzas de unicel cubiertas con un mandil y a Guillermo Ochoa le pusieron una panza y una corona de reina del hogar y lo nombraron “Madre por un día”. Una imagen de este célebre performance aparece en la portada del libro. En los ochentas hubo otros grupos feministas como Tlacuilas y Retrateras integrado por Ana Victoria Jiménez, Karen Cordero, Nicola Coleby, Patricia Torres, Elizabeth Valenzuela, Lorena Loaiza, Ruth Albores y Consuelo Almeida; y Bio-Arte integrado por Nunik Saurte, Laita, Guadalupe García, Roselle Faure y Rose Van Lengen, de las cuales sólo Guadalupe García continuó haciendo performance. Ambos grupos fueron impulsados por Mónica Mayer, pero no tuvieron el alcance y las repercusiones de Polvo de Gallina Negra. El segundo gran apartado del libro, que Mónica denomina ELLAS, se concentra en las artistas nacidas en los años sesentas y setentas que crecieron en un contexto social y político muy diferente del que vivieron las pioneras del performance, y que las ha llevado a tener diferentes visiones artísticas y políticas. En los noventa también se formaron colectivos de trabajo, algunos tan destacados como SEMEFO y 19 Concreto. Sin embrago el recuento de Mónica se centra en las artistas que realizan trabajo individual y las agrupa por algunos de los rasgos que caracterizan su obra. Por ejemplo, inicia con “El complejo de Iztaccíhuatl” dentro del que localiza a Lorena Wolffer y Pilar Villela. En “Boxeadoras y supergirls” habla del trabajo de Lorena Orozco, Andrea Ferreyra y Katia Tirado. En la vertiente de “Los rituales personales y los políticos” menciona a Elvira Santamaría, Laura García, Elizabeth Romero y Katnira Bello. En la vertiente “El performance como activismo político” habla del trabajo de Minerva Cuevas, Patricia Pedroza y Ema Villanueva. Dentro del rubro “La noche: sueño y sexualidad” incorpora a Niña Yhared, Iris Nava, La Congelada de Uva y Yolanda Segura. Por último, en la vertiente “La influencia del arte popular en el performance” enmarca el trabajo de Adriana Amaya, Lorena Méndez y Doris Steinbichler. El libro termina con una sección fotográfica que da cuenta del trabajo de estas artistas del performance. A la incansable labor de Mónica Mayer como artista, promotora, analista, feminista, galerista, tallerista, editora, editorialista, esposa, madre y amiga solidaria, se suma ahora la aparición del libro Rosa Chillante. Mujeres y performance. Un libro que se empieza a leer y no se suelta hasta acabarlo.