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EL PAÍS, SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 2007
BABELIA 19
LA INDUSTRIA EDITORIAL
co; Seix Barral empezará en 1911 con
el libro escolar; la Fundación Bernat
Metge se permitirá el lujo desde 1922
de traducir sólo a clásicos griegos y latinos, y el libro infantil estallará entre
1912 y 1936, con un cenit de masas en
la revista En Patufet (1904-1938 y
65.000 ejemplares semanales), cuyo
secreto estaba en el popular autor Josep Maria Folch i Torres.
SUSANNA SÁEZ
más o menos periodístico, Gaseta vinguda esta ciutat de Barcelona, per l’ordinari de Paris, vui a 28 de maig,
any 1641, notas traducidas de Gazette de France. La otra buena nueva,
moral, la proporciona Miguel de Cervantes al hacer que su Quijote visite,
en Barcelona, una gran imprenta, la
que el escritor visitó en 1610: el taller
de su conciudadano de Alcalá de Henares Sebastián Cormellas, que con
sus 250 libros impresos será el obrador más prolífico del siglo.
Industria para todo. Las divergencias regionales que se dan entre Valencia, Cataluña y Baleares se acentúan y la dialectalización dificulta
aún más la edición en catalán. A mediados de siglo, sólo un 5% de la impresión se hace en esa lengua, en un
marco triste: entre 1715 y 1744 se imprimen una media de 6,6 libros al
año, inferior a los ocho de 1705-1714.
El último tercio de siglo, y a pesar
del alto analfabetismo, una ligera mejora educacional incrementará la capacidad lectora de la sociedad. Entre
1800 y 1850 se censan en Cataluña
150 impresores-editores. La saga de
los Piferrer (de 1702 a 1868) ejemplifica el cambio: siempre desde la barcelonesa plaza del Ángel, la mayor
librería de la ciudad (250.000 ejemplares de casi mil títulos en 1794) editará a Cadalso, Jovellanos y Voltaire
y será la gran distribuidora para América Latina. Antoni Bergnes de las Casas, entre 1830 y 1843, editará 450 libros, la mitad, traducciones.
El alud de innovaciones tecnológicas tras la llegada de la litografía (a
manos, en 1820, de la familia Brusi,
editora de Diario de Barcelona) va
Germán Plaza compró su rico fondo (1.600 títulos) y creó el sello
Plaza & Janés.
Antoni López Llausàs. Como
una caja china, la Llibreria Catalònia que fundó en 1924 López
Llausàs (Barcelona, 1888-1979)
era también imprenta, editorial y
distribuidora. Cobijó las revistas
más modernas de los años veinte
y treinta (D’ací i d’allà, Imatges)
y publicó la obra magna de Pompeu Fabra: su Diccionari general
de la llengua catalana. Josep Maria Cruzet (19031962), cofundador
de Catalònia, creó Selecta en 1946
acompañado de nuevos sistemas de
comercialización, en los que Cataluña espabila: suscripciones para vender enciclopedias muy ilustradas; las
novelas por entregas, género iniciado
en 1841 en Barcelona y que hasta
1860 tendrá una audiencia masiva y
que permite al editor ajustar ventas;
o los folletines de los periódicos, donde Barcelona, a través de El Nacional, de nuevo es pionera.
Las nuevas técnicas facilitan la llegada de la edición industrial que, ayudada por la Renaixença (movimiento
de recuperación cultural apoyado en
el editor Francesc Matheu y su revista Ilustració Catalana), dará auténticos best sellers: Jacint Verdaguer,
Àngel Guimerà y Narcís Oller. Hay espacio para todo, como la religión, que
contraataca al laicismo con el padre
Claret, superventas en catalán y castellano (817.000 ejemplares) con Camino recto y seguro para llegar al cielo.
O para el libro ilustrado, que en 1860
empieza a mover un analfabeto peón,
repartidor de publicaciones, José Espasa, con los años promotor de la
proeza de Enciclopedia Espasa (72 volúmenes). O Montaner y Simón, que
aunará calidad y cantidad y se convertirá en la gran exportadora del recuperado mercado latinoamericano.
La estantería y la sociedad de masas ya dan para polos opuestos: el italiano Manuel Maucci optará desde
1892 por grandes tiradas, bajo precio
y calidad muy discutible, produciendo 25.000 libros a la semana en
1935. L’Avenç encarnará la referencia cultural del modernismo con su
revista e imprenta, de donde sale su
Biblioteca Popular L’Avenç. Gustavo
Gili pasará del libro religioso al técni-
Jaume Massó i Torrents.
con la que la edición catalana asomó la nariz tras la Guerra Civil:
obras completas de Verdaguer,
primer intento de las de Josep
Contenidos flexibles.El 5 de marzo de 1939, con la nota de la censura
franquista que reciben los editores,
empieza otro libro: sólo cuatro editoriales subsistirán y el primer permiso
para editar en catalán no llegará hasta 1946. Los 865 títulos en esa lengua
en 1936 no se recuperarán hasta
1976. El 69% de los sellos afincados
hoy en Cataluña se crearon a partir
de 1971. Aun así, quedó un poso de
tradición que permitió que en 1949
nacieran dos futuros imperios: Planeta, de José Manuel Lara, y Grijalbo
(éste en México, por el exiliado Juan
Grijalbo, que regresó con ella en los
sesenta). Y 10 años después, Danae,
editorial que dio origen al grupo
Océano de Josep Lluís Monreal. Todas aguantaron la crisis de los ochenta tras caer el mercado de ultramar.
Hoy, afiliadas a su gremio, en Cataluña hay 278 editoriales, que editan el 45% de los títulos de España
(octavo país en la Unión Europea) y
que por su facturación tienen el
53,2% de la cuota del mercado, en un
duelo clásico con Madrid que, desde
su atalaya imparcial como director general de Círculo de Lectores, Joan Tarrida considera desfasado. “No se trata de tener la hegemonía en España
sino a nivel global”, afirma. Y lanza
envites universales: “¿Por qué no editamos en inglés? ¿Por qué no compramos la alemana Suhrkamp en vez de
ir a la tan poco rentable América Latina? ¿Por qué las agentes literarias españolas no representan al Nobel Pamuk? Se trata de ambición: se vende
hoy igual desde Nueva York que desde Barcelona”. Pero sí detecta déficits: “En Cataluña tenemos un equipo profesional de primer nivel, pero
falta la red de gran distribución; Barcelona no tiene decisión de compra,
que está en Madrid: El Corte Inglés,
Carrefour, Fnac y Casa del Libro”.
A esa lista de carencias, el secretario general del Gremio de Editores de
Cataluña, Segimon Borràs, añade los
grandes medios de comunicación. Pero le preocupa más que se dé “una crisis de resituación”, como la ya vivida
en los setenta, con Edicions 62 (primer intento de aunar cultura y negocio) y tras un exceso de oferta al que
contribuyeron hasta los sellos castellanos publicando en catalán, que
ahogaron el incipiente mercado. “El
porcentaje de producción en catalán
es hoy superior al de ventas, que a su
vez es superior al de lectores”, resume
Borràs. Y como antídoto, apunta que
los editores lo sean “de contenidos
flexibles para cualquier tecnología y
canal, con visión global no reñida con
la local”. Un poco como la que tuvieron los impresores alemanes que llegaron hace seis siglos a Cataluña.
Pla, promotor de los premios de
Santa Llúcia y la gran Biblioteca
Selecta: 325 títulos a su muerte.
Jaume Massó i Torrents. Massó
es una cabecera, la de la revista
L’Avenç, que fundó en 1881, y también una editorial. Ambas fueron estandarte del modernismo. Con 400
títulos, incorporaron a las letras catalanas el latido espiritual europeo
del momento: casi la mitad de su famosa Biblioteca Popular de l’Avenç
(1903-1916) eran traducciones.
También publicó a una legión de autores catalanes. El esfuerzo no fue
rentable y en 1918 se deshizo de él.
Gotas de
Historia
Francesc
Parcerisas
Ilustraciones de Soledad Calés
Ramon Llull. Hijo de la primera generación de conquistadores catalanes establecidos en Mallorca. Implacable defensor de la lógica de la
fe cristiana. Escribió
en latín, catalán y árabe. Intentó convencer
de su sistema a poderosos y papas. Consciente de que existiría
un Pierre Ménard,
reescribió de memoria algunos de sus libros perdidos en un
naufragio. También
Ramon Llull.
novelista y poeta. Ramon/Raimundus
Llull/Lullius (1232- 1316), el gran fundador.
Ausiàs March. Poeta torturado
por el amor, la muerte, la incertidumbre; brillante en el verso y en la imagen,
torturado en el sentido. Ausiàs March
(1397-1459) es más que Jorge Manrique, François Villon o Garcilaso, quizá
una mezcla de Petrarca y Baudelaire.
El primer libro. El primer libro impreso en catalán fue publicado en Valencia en 1474. Es un conjunto de loas a la Virgen María, entre los participantes: Jaume
Roig, Roís de Corella o Bernat Fenollar. Y
dos constataciones: la llegada de los impresores alemanes y la aparición de un nuevo
público lector entre los burgueses.
Tirant lo Blanc
(1490). Magnífico libro de sangre, batallas, comidas, viajes,
amores procaces y honor virtuoso. La crueldad y el respeto hacia
los enemigos son puro
cine histórico japonés,
narrando el movimiento brutal de grandes
ejércitos. El sexo y la
‘Tirant lo Blanc’.
crueldad predatan y
superan cualquier filme de Tarantino. Hacia el realismo por la
puerta grande.
Barroco. Decadencia o imitación de
los modos culturales y de la lengua del
Reino de España (eso las clases pudientes) entre el siglo XVI y el XVIII. Se salvó
la lengua del pueblo en sermones y catecismos y en dietaristas secretos y mastodónticos, como el Barón de Maldà
(1746-1818), un Montaigne d’Esplugues
de Llobregat, atento a las minucias de la
vida diaria, que dejó más de setenta tomos manuscritos, aún no todos editados.
Verdaguer (1845-1902). Tennyson y Lamartine fundidos, ensotanados,
exorcizados. Pieza fundamental de la lengua y de la recuperación literaria. Campesino de cabeza romana, polemista contundente. Su Sum vermis
es baudelairiano. Gracias a él existe la Atlántida. Su entierro fue
más multitudinario
que la celebración de
los triunfos del Barça.
Not to be missed.
Jacint Verdaguer.
Teatro. El patriarca del teatro catalán, creador de engranajes escénicos perfectos que resisten por igual los decorados de papel o La Fura dels Baus, es Àngel Guimerà (1845-1924). Nacido en Canarias, se crió en El Vendrell y vivió en la
calle Petritxol. Cecil B. de Mille le llevó
al cine; Kirsten Flagstad debutó como
Nuri en Tiefland, de Eugen d’Albert (su
Terra baixa). Fue también poeta épico.
Intuitivo, solterón y catalanista.
EL PAÍS, SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 2007
BABELIA 21
LAS LIBRERÍAS
Gotas de
Historia
De izquierda a derecha, los libreros Pep Bernades y Albert Padrol, de Altaïr; Lluís Morral, de Laie; Antonio Ramírez, de Les
Punxes; Guillem Terribas, de 22, y Paco Camarasa y Montse Clavé, de la ‘brigada’ de Negra y Criminal.
Libreros de cabecera
En los grandes libreros, los de cabecera, hay buena parte de vocación y mucha
profesionalidad. Los que aparecen en esta página son mejores que el ISBN: tienen todos los libros en la cabeza y conocen y saben aconsejar al lector.
R. M. / J. A. / G. B.
Paco Camarasa
En realidad son dos los francotiradores de la librería Negra y Criminal:
Paco Camarasa (Valencia, 1950) y
Montse Clavé (Villamartín, Cádiz,
1946). Él primero fue librero en Valencia y luego, distribuidor en Barcelona. Ella hizo teatro y se dedicó al
cómic y a escribir libros de gastronomía. El amor y la pasión por la novela
negra les unió en Barcelona. Con más
de 50 años y sin trabajo decidieron
montar una librería a su medida.
Montse se inventó el nombre, que ha
propiciado una nueva denominación
del género: negro-criminal, que ha
hecho fortuna. La librería, que cumplirá cinco años en diciembre, está
en uno de los lugares más bonitos
de la Barceloneta. Los aficionados
saben que todos los sábados por la
mañana podrán disfrutar allí de libros, conversación y mejillones y vino blanco. La librería se ha convertido en un foco de acción: Camarasa
es el comisario de BCNegra, una semana de novela negra que se celebra en Barcelona cada febrero, y
dirige cinco clubes de lectura. En
Negra y Criminal se pueden comprar desde las últimas novedades a
libros inencontrables. Camarasa y
Clavé se sirven de una potente web
y del correo electrónico para tener a
sus clientes informados.
Lluís Morral
Lo suyo y los libros fue pura casualidad. Lluís Morral (Sabadell, 1956) estudió Historia y estaba sin trabajo.
Era abril de 1986, poco antes de Sant
Jordi, el día del libro y de la rosa. Le
salió una sustitución en Laie, le gustó, pero estaba convencido de que le
duraría poco. Y ahí sigue. Durante
mucho tiempo fue cajero, ahora es el
director. Es mucho mejor que el
ISBN, tiene todos los libros en la cabeza. Laie, que cumplirá 27 años en
diciembre, deslumbró como librería-cafetería. Al principio se ganaba
más dinero con Café Laie que con
los libros. Ahora, no. Además, bajo
la férrea dirección de Montse Moragas se ha diversificado. Laie sigue
centrada en los libros y tiene un fondo más que considerable. A su lista
de librerías especializadas-tiendas
de museo ha añadido las del Picasso, Espai Liceu, parque Güell y en
noviembre inaugurará la de CaixaForum en Madrid. También tiene
una línea de restauración: el restaurante de CaixaForum Barcelona y
Laie Catering.
Albert Padrol y Pep Bernades
En realidad, Altaïr, la gran estrella
que guía a los viajeros, es además de
errante una estrella doble. La librería
la fundaron Albert Padrol (Lleida,
1948) y Pep Bernades (Gironella,
1951), dos impenitentes viajeros, en
1979 en un pequeño local de la barcelonesa calle de la Riera Alta. Lo que
hacían y lo bien que lo hacían
—vender libros de viajes y ayudar a
preparar esos mismo viajes, asesorando con su experiencia, sus consejos y
paciencia (que es mucha)— les catapultó adonde están ahora: un espléndido y céntrico local en la Gran Vía
de la ciudad con un fondo de más de
70.000 títulos entre los que uno puede encontrar la mejor literatura de
viajes, ensayos sobre los diferentes
países, su cultura y su historia, guías,
mapas, libros de fotografías y maravillosos cuadernos de viajes (además
de música y algunos gadgets para nómadas modernos). El secreto de Padrol y Bernades ha sido reivindicar
una mirada nueva sobre el fenómeno
de viajar, culta y humana. Su idea es
que viajar, y en esto se adelantaron a
toda una generación, es tratar de entender el mundo, encontrar al otro e
intercambiar ideas. Han convertido
su librería no sólo en el templo —nada sagrado, por cierto: pocas librerías
hay en las que el cliente se sienta tan
relajado, tan a sus anchas— de la venta de libros de viajes sino en un lugar
de contacto y de irradiación cultural.
Antonio Ramírez
Nació en Colombia en 1959 y a los
20 años quiso irse a Europa, pero como el dinero no le daba se quedó en
México, DF. Ya sabía que quería ser
librero y lo fue, primero en una librería pequeñita y luego en la prestigiosa Ghandi. En México estuvo seis
años y estudió Económicas. Luego
sí pudo dar unas vueltas por Europa
—París, Roma— hasta que en 1986
recaló en Barcelona, de donde, dice,
no piensa moverse. Estuvo un año
buscándose la vida, como “un suramericano más”. Entre otras cosas
importó libros latinoamericanos para venderlos en librerías de Barcelona. También estudió Antropología.
En 1987 empezó a trabajar en Laie y
allí estuvo hasta 1994, cuando por
fin pudo poner en marcha su sueño:
montar una librería. La Central. Luego, La Central del Raval y después,
las más especializadas del Museo de
Arte Contemporáneo de Barcelona
y del Reina Sofía en Madrid. Las
Centrales son librerías de fondo, pero, sobre todo, una invitación al descubrimiento. Vas a buscar un libro
que necesitas y te llevas dos que te
sorprenden. La celeridad con que
ofrece los mejores títulos editados
en el extranjero es muy gratificante.
“No nos hemos hecho ricos, pero estamos contentos”, dice Ramírez.
Guillem Terribas
Llibreria 22 de Girona es posiblemente una de las librerías de Europa en la
que se hacen más presentaciones de
libros. Su alma máter y fundador es
Guillem Terribas (Salt, 1951), activista cultural infatigable desde la adolescencia, autodidacta y tanto o más
cinéfilo que lector. Terribas está
también tras el colectivo de críticos cinematográficos que programa el prestigioso Cinema Truffaut y
tras el premio literario de novela corta (Premio Casero) que concede su librería. Es indispensable en todos los
saraos. La librería, inaugurada en
1978, es un gran hervidero cultural
en el que gusta ejercer de gran cocinero. Los sábados por la mañana, uno
puede toparse con escritores, políticos, periodistas y actores.
El Modernismo. Los hijos de la Revolución Industrial instauraron con
gran éxito el Modernismo; basta con
mirar los edificios más emblemáticos
para ver el buen trabajo de artistas y
patronos, y la añoranza de la naturaleza y de los mitos. Gaudí y el conde de
Güell son el tándem ideal. Manchester
y los arts & craft. Picasso y su juventud catalana. El Palau de la Música y
las señoras de miriñaque.
Santiago Rusiñol. El modernismo bohemio es Santiago Rusiñol (18611931), escritor, dramaturgo y pintor
extraordinario. Estuvo en Els Quatre
Gats y en el París canaille. Pintó Montmartre, Mallorca y Aranjuez (y a Eric
Satie). Descubrió el azul de Sitges y
entronizó a El Greco. Trasnochador y
morfinómano, tenía su estudio en el
paseo de Gracia. Caricaturizó amablemente a artistas, burgueses y obreros.
1906. Solidaritat Catalana, Primer
Congreso Internacional de la Lengua
Catalana, en el que aparecen libros clave de Maragall, Casellas, Carner, Ors,
Oller, Costa, Bertrana… Una cosecha literaria excepcional
en un año que es bisagra y esperanza de
un nuevo orden político y cultural. Parecía que la regeneración había llegado;
pero duró poco: a la
vuelta de la esquina
Casa Batlló, de Gaudí.
aguardaba la Semana Trágica (1909).
Pompeu Fabra.
Cuando la Barcelona medieval echa al
suelo las murallas y
se expande, desbordada, por la cuadrícula incipiente del
Eixample, el catalán
arcaizante, dialectalizado y anárquico
se somete a la matePompeu Fabra.
mática erudita y diplomática del ingeniero-gramático
Pompeu Fabra
(1868-1948). Logró
el consenso, las normas y la modernidad. Murió en el exilio, pero escribimos
el catalán como él enseñó que debíamos
hacerlo.
Eugeni d’Ors.
Solidaritat Catalana, 1906.
Dandi cosmopolita,
filósofo, conferenciante de lustre, con olfato por lo nuevo y las artes. Eugeni
d’Ors (1881-1954) utilizó el seudónimo
literario de Xènius, marcó el rumbo espectacular del novecientos, y acabó vistiendo camisa azul. Ególatra, ejemplifica en su Glosari lo que pudo ser la
alta cultura. Escribió, sin saberlo, novelas filosóficas y descubrió el incesto en
Gualba, la de mil veus y el Stream of
consciousness en Oceanografia del
tedi.
Josep Carner. Humorista, periodista, traductor, cónsul de la República. El paso del modernismo al mediterraneismo del novecientos es, en gran
parte, obra de Josep Carner (18841970), a quien sus contemporáneos
bautizaron como el príncipe de los poetas. A su dominio e inventiva de la lengua y su ingenio formal se aúna una espectacular contención emotiva. Es Robert Frost y Saint John Perse. Se casó
en Chile, vivió en Génova, Beirut, República Dominicana, México, Bruselas. En su recopilación Poesia (1957) alcanza la perfección.
EL PAÍS, SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 2007
BABELIA 23
HISTORIA Y GEOGRAFÍA DE UNA LENGUA
r
De Organyà (s. Xll)
a Google
CATALUÑA
DEL NORTE
37,1
65,3
FRANCIA
ANDORRA
78,9
Salses
96,0
422.297
Perpiñán
Mont-Louis
Benasque
78.549
Prats de Molló
CA
L
Fraga
Graus
C AT A L U Ñ A
84,7
Girona
97,4
Reproducción de
la primera página de
las Homilies d’Organyà
Binéfar
7.134.697
Lleida
Barcelona
enza
Tarragona
Página
principal
de Google
en catalán
e
res
ella
ranca
n
na
MENORCA
ISLAS BALEARES
74,6
COMUNIDAD
VA L E N C I A N A
53,0
93,1
1.001.062
MALLORCA
75,9
4.806.908
IBIZA
Dènia
m
L‘ALGUER
Cerdeña
TOTAL población
catalanohablante: 9.118.882
61,3 90,1
40.257
EL PAÍS
escaso uso en sectores sociales y económicos clave como el cine, la justicia o la hostelería, o la llegada incesante y masiva de nuevos ciudadanos
con expresiones lingüísticas distintas
—un 22% de la población, actualmente—. Añadiendo el hecho de no
ser oficial en el conjunto del Estado,
donde vive la mayoría de sus hablantes, la vecindad geográfica y cultural
de lenguas poderosas económicamente y demográficamente, y la pauta, extendida y anómala, de optar por
el castellano ante un castellanohablante capaz de entender el catalán y
a menudo capaz de hablarlo.
Una lengua puesta al día
Emplazada en un entorno adverso
durante siglos, hay razones que permiten sacarla de esta lista y singularizarla positivamente entre las llamadas lenguas menores. Más allá de su
peso demográfico, en catalán se escribe, lee y publica en casi todos los ámbitos y sectores, con más de 7.000
títulos editados al año. El largo milenio de tradición literaria tiene en sus
más de 1.600 autores contemporáneos otro índice indiscutible de la riqueza y vitalidad de la lengua en que
se expresan. Conforman el espacio comunicativo catalán 500 cabeceras de
prensa escrita, seis canales de televisión de carácter general, dos internacionales y cinco temáticos, 100 televisiones locales, más de 300 emisoras
de radio, tres agencias de noticias y
cerca de 300 ediciones digitales.
El catalán crece también en palabras y formas de lenguaje. Adapta su
acervo lingüístico sin solución de continuidad a la realidad social, cultural,
científica y tecnológica, y se equipa
técnicamente con recursos lingüísticos acomodados a los nuevos escenarios tecnológicos: bancos de datos
terminológicos, léxicos computacionales, correctores, convertidores de
texto a habla y a la inversa, plataformas de edición, gestores y analizadores de información, etcétera.
El catalán tiene un desarrollo léxico y gramatical similar al de las grandes lenguas latinas, bajo la autoridad
del Institut d’Estudis Catalans (IEC).
La Academia Valenciana de la Lengua (AVL), creada en 1998, adaptó a
la pronunciación del catalán occidental un estándar a partir de las normas del IEC, y en 2005 zanjó las pretensiones políticas de segregar del
catalán sus variantes valencianas al
declarar que las denominaciones legales y populares, catalán y valenciano, identifican una única lengua.
Entre la enseñanza e internet
Tan decisivo como recuperar ámbitos perdidos o en retroceso es conquistar nuevos espacios. Un excelente ejemplo es el acceso rápido
del catalán a internet, libre de restricciones temporales y espaciales. Es
una de las 40 lenguas de Google, con
más de siete millones de sitios web
en 2005. Aunque no se puede saber
con certeza cuanto catalán hay en la
red, se sitúa en la 26ª posición en número absoluto de páginas y en la 19ª
en la relación de sitios web por hablante. En 2005 entró en vigor el dominio genérico PuntCat, que ha alcanzado ya más de 24.000 registros
con cuatro millones de páginas. PuntCat identifica por vez primera en internet un espacio geográfico, social y
funcional conectado lingüística y culturalmente. Espacio que aumenta
día a día (ver gráfico).
El catalán crece en alumnos. Perviven con más facilidad las lenguas
que se enseñan más allá del entorno
familiar. De entrada, el catalán es materia curricular donde es oficial. En
Cataluña, y en cierto modo en las Islas Baleares, es además lengua vehicular en la educación no universitaria. En la Comunidad Valenciana
coexisten líneas en catalán y castellano a elección de los padres. En el conjunto del territorio catalanohablante
tienen su sede 20 universidades que
imparten en catalán disciplinas de todos los campos del saber. Al margen
de la educación reglada, casi 85.000
adultos, la mitad de origen extranjero, han sido alumnos de los 3.200
cursos del Consorcio por la Normalización Lingüística de Cataluña durante el año 2006-2007, y casi
10.0000 han formado pareja lingüística en el programa Voluntariado
por la Lengua desde 2003. Las Islas
Baleares y la Comunidad Valenciana
aplican programas de igual formato.
Sin límites de territorio
Las lenguas reconocidas fuera de su
ámbito natural atesoran valor y aumentan su prestigio social. El exilio
de profesores catalanes durante y después de la Guerra Civil abrió paso a
estudios de catalanística en universidades extranjeras. Basilea, Cagliari,
Illinois o Friburgo cuentan con muy
larga tradición. Más de 13.000 personas cursan estudios de lengua, literatura o cultura catalanas en al menos
160 universidades extranjeras, un
centenar de ellas con el apoyo del Instituto Ramon Llull: Berlín, Burdeos,
Cambridge, Francfort, Lyon, Ljubljana, Londres, Los Ángeles, Moscú,
Múnich, Nápoles, Rennes, Venecia…
Historiadores, filólogos, traductores y profesores fueron agrupándose
en sociedades, hoy referentes de la catalanística e instrumentos de promoción de traducciones de obras catalanas: la Anglo-Catalan Society (1954),
la Associazione Italiana di Studi Catlani (1978), la North American Catalan Society (1978), la Deutscher
Katalanistenverband (1983), la Association Française des Catalanistes
(1990), la Asociación Rusa de Estudios Catalanes (2003), hoy federadas
junto a la Asociación Internacional
de Lengua y Literatura Catalanas.
Completan la catalanística otras entidades como el Centre d’Estudis Catalans adscrito a la Universidad París 8
o el Arxiu de Tradicions del Alguer,
creados ambos en 1977. Y no hay que
dejar de mencionar que se puede estudiar catalán en algunas —pocas—
universidades españolas donde no es
lengua propia: Granada, Complutense de Madrid, Murcia, Salamanca,
Santiago de Compostela, Euskal Herriko Unibersitatea, Zaragoza o la
UNED, además de las escuelas oficiales de idiomas de Madrid y Salamanca. La lista se completa con la oferta
de más de 160 casas catalanas y baleares en 40 países, algún centro del Instituto Cervantes y otras entidades
como el Círculo Catalán o la Delegación del Gobierno de Cataluña en
Madrid. Sólo en territorio de habla
alemana hay más de 40 puntos de
aprendizaje de catalán.
Ester Franquesa i Bonet. Lingüista, ex directora de TERMCAT y del Área de Lengua
del Instituto Ramon Llull.
Las revistas ‘Patufet’ y ‘D’Ací i d’Allà’.
Gotas de
Historia
Revistas. Dos publicaciones periódicas: En Patufet (1904-1938) y D’Ací i
d’Allà (1918-1936). La primera proporcionó ocio y un civismo conservador a
casi todas las capas populares y pequeñoburguesas. La segunda entusiasmó
a los más pudientes con la moda, la fotografía, la aviación y el charlestón social. La primera es el excursionismo, la
segunda, la playa. Explican más sobre
el país que muchos sesudos ensayos.
Nombres imprescindibles. Para
saber algo sobre literatura catalana
hay nombres clave. Sentaron las bases,
marcaron las pautas, discutieron entre
ellos. Elogiados y denostados, escorados según los rumbos ideológicos, pero
eruditos de consulta. Son Jordi Rubió i
Balaguer (18871982), Miquel Batllori (1909-2003), Martí de Riquer (1914),
Antoni Comas
(1931-1981) y Joaquim Molas (1930).
Nunca nos acordaCarles Riba.
mos de darles las gracias.
Carles Riba, el mestre (1893-1959).
Poeta, helenista, traductor. Eliot o Valéry, pero sin afeites. Trabajador feroz, modelo de dignidad intelectual. Tradujo la
Odisea, introdujo la poesía de Cavafis.
Su mejor foto: montando en una barca
de vela en Cadaqués. Humanismo en estado puro. (Le echamos de menos).
Josep-Vicenç Foix. Menudo, atildado, poeta, surrealista, Josep-Vicenç
Foix (1893-1987) regentó dos pastelerías familiares en el barrio de Sarrià. Sus
prosas poéticas y sus larguísimos títulos
sólo son comparables a su vida retirada.
Metan a los trovadores, Lorca y Dalí en
una caja de bombones, con tapa ilustrada por Miró.
Joan Salvat-Papasseit. Lo cantan
muy bien Serrat y
Ovidi Montllor pero, leído, es incluso
mejor que cantado.
Joan Salvat-Papasseit
(1894-1924).
Proletario. Vivió en
la Barceloneta, murió tuberculoso, se
embelesó con la vanguardia revolucionaria. Algo así como
Prévert,
Kenneth
Patchen y Miguel
Hernández. Siempre fresco, próximo,
tangible.
Josep-Vicenç Foix.
La esencia. Vivieron retiradas o en un segundo plano, pero son la esencia de la lírica moderna. La mallorquina Maria Antònia
Salvà (1869-1958), modelo de observación e inteligencia, traductora y corresponsal;
Clementina
Arderiu
(1889-1976), sencilla, directa, resistente, casada con Carles Riba, y Rosa Leveroni (1910-1985), poeta amorosa y
contenida, traductora de La tierra baldía, mujer de una apasionada vida secreta.
EL PAÍS, SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 2007
BABELIA 25
LOS PUENTES ENTRE DOS LENGUAS
quizá, una mirada poética sobre una
realidad dramática uno de sus rasgos
relevantes. En Vila-Matas, la ruptura
de géneros que le da pie a desarrollar
los aspectos metaliterarios en los que
se basa su producción.
Las aportaciones a la novela negra
o a la literatura fantástica en castellano estaría incompleta si no se incluyera a González Ledesma y a Andreu
Martín, de un lado y, de otro, a Cristina Fernández Cubas. Y si repasamos
las listas de los ganadores de premios
literarios —mucho más numerosos y
suculentos, por su dotación, en castellano que en catalán— tendremos
que engrosar la nómina de autores catalanes: Mercedes Salisachs, con una
extensa producción, fue ganadora del
Planeta, igual que Terenci Moix
—uno de los autores más populares
en Cataluña y fuera de ella, tras decidir de publicar sólo en castellano—,
así como Maruja Torres. Luis Romero, Luisa Forrellad o Pedro Zarraluqui se alzaron con el Nadal, igual que
la también barcelonesa Carmen Laforet, cuya novela Nada resulta imprescindible para conocer la vida de su
ciudad en la inmediata posguerra,
aunque su autora sólo pasara unos
cuantos años en Barcelona.
n Barcelona en 1994.
De las clases bajas y de los “chavas
y charnegos”, eso es de los emigrantes, tratan los relatos de Marsé y de
Rabinad, ubicados en unos barrios
concretos, el Carmelo y el Clot. Las
novelas de ambos resultan imprescindibles para penetrar en los entresijos
de la Barcelona de la posguerra y en
su intrahistoria y ambos reproducen
intencionadamente los catalanismos
y giros específicos del castellano hablado en Cataluña.
A los emigrantes peninsulares se
ha referido en sus libros Paco Candel
y de la emigración procede igualmente el detective más famoso de España
y parte del extranjero, Pepe Carvalho,
protagonista de las novelas de Vázquez Montalbán, en las que trata también de ofrecernos una visión de la situación política española. Vázquez
Montalbán fue incluido en la antología Nueve novísimos poetas españoles de José María Castellet, junto a
los también catalanes Félix de Azúa y
Ana María Moix, como representantes, en 1970, de una poesía nueva, en
la que faltaba, sin duda, Francisco Ferrer Lerín.
A la hora de reivindicar aportaciones singulares a la literatura castellana del siglo XX es necesario mencio-
CONSUELO BAUTISTA
nar a “un raro”, Juan Eduardo Cirlot,
interesado por la simbología y la hermenéutica, y de dos autores casi secretos, el poeta José María Fonollosa
y el cuentista Esteban Padrós.
La crítica suele destacar, en el panorama de la posguerra, unos pocos
libros cuya publicación implica un
cambio de rumbo en el panorama literario, y en este sentido cabe citar, en
1966, Arde el mar, del escritor bilingüe Pere Gimferrer, y La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, cuya aparición abre la puerta a
un tipo de literatura diferente de la
que en 1975 se estaba produciendo y
recupera el gusto por una novela de
acción. Su posterior La ciudad de los
prodigios es uno de los textos clave
para enfocar, con ironía y no menos
humor, rasgos característicos del resto de la producción mendociana, la
realidad barcelonesa entre las dos exposiciones universales.
Entre los nombres de los escritores con un mayor reconocimiento internacional no puedo dejar de aludir
a Ana María Matute, candidata al
Premio Nobel, y a Enrique Vila-Matas. Pertenecientes a generaciones
distintas, sus obras ofrecen propuestas muy personales. En Matute es,
Pese a no haber nacido en Cataluña sí viven y escriben en Barcelona desde hace años tanto los poetas
Corredor Matheos y Lizano de Berceo como los novelistas Javier Tomeo, Ignacio Martínez de Pisón, Javier Cercas y Alicia Giménez Bartlett,
en consecuencia, pueden ser considerados catalanes. Del mismo modo,
me parece necesario citar, al menos,
a otros autores, catalanes por nacimiento o por empadronamiento,
consciente de que no están todos los
que son, pero sí son todos los que están: Joaquín Marco, Luis Izquierdo,
José María Riera de Leyva, José Luis
Giménez Frontín, Javier García Sánchez, Francisco Casavella, Enrique
de Hériz, Marta Echegaray, Neus
Aguado, Concha García, Carmen Borja, Alberto Tugues, Ramón García
Mateos, Carmen Plaza, Rosa Lentini,
José Ángel Cilleruelo, José María Micó,Ramon de España, Ignacio VidalFolch, Marcos Ordóñez, cuyas obras
contribuyen a la vitalidad de la literatura en castellano desde tierras catalanas. Una prueba más de la buena salud de la lengua castellana en Cataluña que debería servir para convencer
a quienes temen por su desaparición
y consideran, por ejemplo, que el apoyo institucional autonómico a la lengua catalana ha ido en detrimento
del uso del castellano.
Si, como aseguraba Maurice Blanchot, los únicos libros que existen son
aquellos que son leídos, no cabe ninguna duda de que los catalanes Ruiz
Zafón, con La sombra del viento, e Ildefonso Falcones, con La catedral
del mar, han contribuido, y de qué
modo, a esa existencia. Les precedió
en las tiradas millonarias, durante
los años cincuenta y sesenta, el gerundense José María Gironella, hoy bastante olvidado. Sus novelas sobre la
Guerra Civil, en especial Los cipreses
creen en Dios y Un millón de muertos, fueron las más difundidas en la segunda mitad del siglo XX. De manera que en la creación de best sellers
los autores catalanes en lengua castellana también ocupan, hoy por hoy,
un lugar preeminente.
Gotas
de Historia
Los ‘gorkis’. Si se combina La familia de Pascual Duarte y Las ratas sustituyendo la inocencia o las escasas luces de los protagonistas por los ideales
de la revolución proletaria, el lector
comprenderá la grandeza de los dos
grandes gorkis catalanes: Josep Puig i
Ferrater (1882-1956) i Sebastià Juan
Arbó (1902-1984), prosistas que mezclan la estirpe de Dostoievski y la tragedia mediterránea.
Josep Pla. La mejor prosa del siglo XX es la de Josep Pla (1897-1981).
Grafómano brutal (45 volúmenes de
Obra completa), escribió sobre todo y
sobre nada, por el placer de escribir.
Incómodo y bellísimo. Desconfiado,
viajero, diletante, comodón, trabajador, preocupado por el dinero… es el
paradigma de la literatura catalana. Pasen a Samuel Pepys
por el chino, cuézanlo con Anthony Powell, añádanle mar y
tramontana; sazonen al gusto con
Montaigne.
Llorenç Villalonga (1897-1980),
mallorquín señorial
de la estirpe de LamJosep Pla.
pedusa. Enamorado
del Siglo de las Luces y de la belleza algo árida de Mallorca. Admirador de
Voltaire y de Proust, creó con sus novelas el mito de Bearn.
Aurora Bertrana. Una mina de
oro: Aurora Bertrana (1899-1974). Violonchelista de café concert y de jazz
band. Cruzó Europa en sidecar (y acabó en una cuneta), vivió en la Polinesia, exploró sola algún
burdel de Marruecos.
También escribió novelas, cuentos, relatos de viaje y unas
extraordinarias memorias. Otra Freya
Stark.
Supervivientes.
Muchos representantes de la intelectualidad europeísta
y liberal contribuyeAurora Bertrana.
ron en Cataluña a la
supervivencia digna bajo la dictadura
y a un diálogo constante y abierto.
Marià Manent (1898-1998), Tomàs
Garcés (1901-1993) y Joan Teixidor
(1913-1992) son poetas, dietaristas,
traductores. En la poesía popularista
de Garcés, los ensayos literarios de Manent o las pequeñas prosas escritas por
Teixidor, siempre hallamos pequeñas
joyas.
Mercè Rodoreda (1908-1993).
Sacrificó su vida a la
escritura (y a las flores). La plaça del
diamant, Mirall trencat o sus Contes pertenecen a la liga de
Virginia Woolf o Katherine Mansfield.
Precisión por la imagen y el detalle. Jardí vora el mar, menos conocido, supera con creces El
Mercè Rodoreda.
gran Gatsby. Si se la
pudiese transformar en teatro, sería
puro Chéjov.
Pere Calders. Habría que sumar
Gómez de la Serna y Saki y rociarlos
con algo de la amargura surreal de Buñuel para describir la narrativa ácida,
humorística y corrosiva de Pere Calders (1912-1994), que pasó más de
veinte años exiliado en México. Antaviana, con música de Jaume Sisa, marcó un hito en la recuperación de su
obra.
EL PAÍS, SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 2007
BABELIA 27
LOS PUENTES ENTRE DOS LENGUAS
Catalanes en castellano
Viven o nacieron en Cataluña y escriben en castellano. Algunas de sus novelas
cambiaron el rumbo del panorama literario español en los años del franquismo y
sus nombres son un referente de las letras hispanas.
JORDI GRACIA
Juan Marsé
Lo ha dicho muchas veces pero nadie
le cree: su único sueño verdadero es
ser el pijoaparte de Últimas tardes
con Teresa para llevarse de calle a las
rubias de coches y cuerpos caros. Su
otro sueño es hacer novelas que digan verdades tan simples como la
propensión de los sueños a corromperse en atajos y mentiras o la debilidad narcisista de los héroes. Sus
relatos de humor son irresistibles en
Teniente bravo, aunque los más nobles de sus sentimientos artificiales,
novelescos, están con la derrota de la
guerra y la vida de cada
día, como en Un día volveré o en El embrujo de Shanghai. Y Si te dicen que caí
seguirá siendo una obra
maestra por los tiempos de
los tiempos.
Ana María Matute
Los niños de sus libros han
perdido la infancia antes
de aparecer en ellos porque la guerra arrasó también la suya. Primera memoria es una preciosa y
turbia novela de 1958 que
anunciaba la tristeza y
crueldad que nunca arruina su literatura. La fantasía estalló en Olvidado
Rey Gudú, y las Historias
de Artámila quizá han ido
haciéndola a ella más feliz
en la escritura, como si
conjurase una ingenuidad
primaria y no perdida pero maltratada casi por todo y casi por todos.
un novelista intempestivo desatado
años más tarde en Don Julián o en su
valiente autobiografía. Las cosas que
toca ahí están en sus ensayos airados,
como en Furgón de cola, pero no ha
dejado nunca la novela ni la ansiedad de intervenir con furia. Sucedió
así en El sitio de los sitios porque la
ira todavía es combustible literario.
Luis Goytisolo
Ganó el primer Premio Biblioteca
Breve en 1958 con una sutil historia
de vencedores y vencidos que desconcertó a muchos, Las afueras. La novela era rara y no ha dejado de hacer novelas antinovelescas, dominadas por
Eugenio Trías
De la magia a la religión ha basculado un pensador-pensador que desafía a menudo las leyes del ensayo para hacer filosofía sin piedad. Su libro
luminoso fue de estética y se tituló Lo
bello y lo siniestro, a sus memorias es
mejor renunciar y la densidad se hizo
creciente en la construcción de una filosofía del límite que ha identificado
como su razón de ser escritor y razón
también de un ímpetu metafísico cada vez más francamente asumido.
Félix de Azúa
El artículo es el arma corta que más
le gusta pero no es la que preferiría
usar. En La historia de un
idiota contada por él mismo no aparece ningún
idiota y su Diario de un
hombre humillado está
pensado para humillar a
los demás. Su Diccionario
de las artes es espléndido,
apenas escribe ya poesía y
sus ensayos de estética y literatura dicen que vivir es
una escuela de decepción
a la que conviene asistir lo
justo para que la severidad del sacerdote no se coma la vitalidad del bufón.
Javier Cercas
Ni es ni ha sido soldado pero batalla con la forma como si fuese una bestia de
las profundidades. Ni la
guerra española en Soldados de Salamina ni la guerra del Vietnam ni el dolor
feliz del éxito en La velocidad de la luz son los ejes
de sus libros. Porque sólo
hay uno: fabricar la forma
necesaria para una historia, ajustarlo todo a todo
para que cada cosa siga
suelta y sin respuesta. Sus
ensayos hablan de esa equivocidad, incluso en los artículos que buscan La verdad de Agamenón, que
igual es también una forma de emoción literaria.
Eduardo Mendoza
Sólo sonríe con los ojos
porque hacerlo de otro modo sería una incorrección
inaceptable. Se hace con
El caso Savolta, se apiada
de Una comedia ligera
que produce lágrimas o se
instala en una Ciudad de
los prodigios que se hunde
día a día como todos nosotros. Nada en sus libros
Carlos Ruiz Zafón
queda protegido de una
A primera vista da la imocurrencia chusca o de De izquierda a derecha y de arriba abajo, la editora y novepresión de ser el único al
una mano sentimental ca- lista Esther Tusquets, los escritores Juan Goytisolo, Carlos
que las formidables ventas
si invisible, como la que to- Ruiz Zafón y Javier Cercas, y el filósofo Eugenio Trías.
de La sombra del viento
ca a la monja de El año del
no le cogieron por sorprediluvio. Cuando las decepciones pa- una voz reflexiva y meditabunda, co- sa. Su éxito puede medirse por la mulrecen arruinar incluso la ironía del mo en la espléndida Recuento de titud intimidatoria de sus imitadocómico, se planta y se niega a com- 1975, o la algo más envarada Estela res: un barniz culto, una intriga bien
prar una porcelana china: “¿Para es- del fuego que se aleja, aunque tam- construida, una prosa sin complicabién ha experimentado con la sexuali- ciones y una propensión mitificadoto hemos leído a Althusser?”.
dad y la sátira en novelas no muy ra de las ciudades que parece satisfaafortunadas. Es Académico de la Es- cer la ansiedad de misterio geográfiAntonio Rabinad
A sus novelas llega siempre un ru- pañola y tiene una fundación con su camente localizable.
mor de miedo porque la vida soñada nombre.
a veces es peor que la vivida. Su meEnrique Vila-Matas
morialismo es excepcionalmente Esther Tusquets
Siempre ha hecho las cosas a su maexacto, como en El hombre indigno, Contra la mentira pactada en pri- nera y ahora algunos empiezan a hao como en el impecable cuaderno El vado ha escrito sus novelas, tanto cerlas a la suya. Es extranjero de los
niño asombrado. Cuando mete las si recrea el conflicto de un perso- géneros, porque ensayos como Histomanos en la novela la amasa densa- naje femenino que comparte jovia- ria abreviada de la literatura portámente y ya no escapa nada a la mira- lidad y fracasos sentimentales con til le salen como novelas, y porque las
da escrutadora de las interioridades ella, como en El mismo mar de to- novelas se le ponen de diario y de enmalsanas o raramente averiadas, co- dos los veranos, como si toca con sayo, como en Bartleby y compañía.
instrumentos de cirujano las rela- Es raro el artículo largo que no lleve
mo en Memento mori.
ciones personales con una madre algún relato cuando lo escribe Desde
o un ex marido. Su novela Corres- la ciudad nerviosa y a menudo ha esJuan Goytisolo
La pulsión de la huida lo llevó a otra pondencia privada sobrecoge en crito novelas con novelería que le saciudadanía ética menos opresiva y lo que tiene de verdad literaria, len familiares, como El mal de Monmás libre que la natal. En Señas de tanto si es privada y verdadera co- tano o la novela casi clásica Extraña
identidad lo hizo con la franqueza de mo si no lo es.
forma de vida.
Gotas de
Historia
Salvador Espriu. Le compararon a
Pablo Neruda, Rafael Alberti o ValleInclán. No se les parece en nada. Irónico y astuto, hipocondriaco y meticuloso, Salvador Espriu (1914-1985) se
vio envuelto en la toga de una idolatría
que no buscaba —pero soportó—. Autor precoz, le tocó vivir con estoicismo
lo peor de la historia del siglo XX. Se
refugió en una Sinera, una Lavinia y
una Sepharad ideales. Fue defensor
poético del pueblo cuando el cargo no
existía. La lectura de la edición crítica
de su obra (más de 10 volúmenes publicados) es el mejor homenaje que se le
puede rendir.
Jóvenes poetas muertos. No
hay literatura sin los poetas que murieron demasiado jóvenes. Màrius Torres
(1910-1948) y Bartomeu Rosselló-Pòrcel
(1913-1938), el primero de Lérida, el segundo de Palma de
Mallorca, ejemplificaban lo mejor de la
generación republicana. Su obra breve
fue fulgurante pero
se ha mantenido indeleble. Murieron
de tuberculosis.
Jóvenes poetas muertos.
Joan Vinyoli
(1914-1995). Hizo virtud del silencio,
la paciencia y el fracaso. Poeta extraordinario, a la sombra de los grandes clásicos, con Rilke por delante (a quien
tradujo). Publicó lo mejor de mayor,
supo mirar a los ojos del tiempo. Crece, como los buenos vinos, con los
años.
Palau i Fabre. En la Francia existencialista de la posguerra Josep Palau i
Fabre (1917) visitaba a un recluso Antonin Artaud. Especialista en Picasso, narrador, dramaturgo
y poeta, Palau ha
conservado la seducción intelectual francesa de un M. Leiris.
Su recitado potente
sólo es comparable a
Josep Palau i Fabre.
su aparición fugaz
en la película El salario del miedo.
Novela negra. Cuando la censura
abre un poco sus zarpas, la necesidad
de géneros populares para nuevos lectores estalla, entre otras, en La cua de
palla (1963-1970), colección de novela
negra de vivas tapas amarillas dirigida
por Manuel de Pedrolo. Y llega el reto
de los traductores para que los bajos
fondos de Le Carré, Simenon, Dashiell
Hammet, Raymond Chandler, Ross
McDonald o Dürrenmatt hablen en un
catalán creíble.
Montserrat
Abelló. Decana de
las poetas contemporáneas y traductora
de S. Plath, Montserrat Abelló (1918)
empezó a publicar
tarde. Se ha convertido en referencia de
las jóvenes generaNovela negra.
ciones por su sencillez y contundencia, y por eliminar paulatinamente de su poesía todo lo que
sea innecesario.
Joan Brossa. No quiso ser Tzara
ni Maiakovski y alzó en su panteón al
transformista Frégoli. Entusiasta del
cine, del circo, de la magia, Joan Brossa (1919-1998) se ha convertido en el
sinónimo de la innovación. Artista visual, hombre de teatro, escribió poesía
política y sextinas barrocas. Su compromiso fue descubrir siempre.
EL PAÍS, SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 2007
BABELIA 29
LAS TRADUCCIONES
Gotas de
Historia
actualidad—; las versiones de muchos autores continentales de los siglos XVIII y XIX a cargo de multitud
de traductores; las versiones de poesía china —por la vía intermedia del
inglés— de Marià Manent; y centenares, miles de otras muchas obras de la
literatura de todos los tiempos, escritas en las lenguas más dispares y remotas, empezando por el enorme legado de Grecia, Roma y los autores
paleocristianos, al alcance de todos
los catalanes en la casi incomparable
—y sobre todo insólita— Fundació
Bernat Metge.
Gracias a este magnífico cuerpo
de traducciones, la literatura catalana alcanzó una categoría perfectamente homologable con lo mejor del
resto de las literaturas peninsulares y
continentales: las Elegies de Bierville,
del ya citado Riba, no existirían sin
los poetas elegiacos antiguos, sin las
Elegías Romanas de Goethe —traducidas por Joan Maragall— o sin las
elegías de Hölderlin o Rilke; la mejor
novelística catalana del siglo XX no
puede entenderse sin la influencia de
los grandes autores ingleses, franceses o italianos de los siglos contemporáneos; y las diversas corrientes de la
poesía catalana de los últimos ciento
cincuenta años no pueden concebirse sin la presencia eficiente (directa,
o por vía de traducción) de la poesía
romántica, simbolista, neoclásica o
“de la experiencia” del continente europeo. La literatura catalana sólo ha
obtenido beneficios, especialmente
en el siglo XX, de esa actividad tan
sumamente generosa, aunque diabólica para el intérprete, que es la traducción.
A la inversa, es otra cosa: las literaturas de nuestro contexto no han actuado con la literatura catalana con
la misma dosis de interés, de admiración y de respeto con que los catalanes han actuado en relación con las literaturas extranjeras. Ahí se plantea
uno de los aspectos más espinosos de
la presencia de las letras catalanas en
la Feria de Francfort, que no es más
que el reflejo de una desatención secular de todos nuestros vecinos hacia
los más altos logros de nuestra literatura. Desde Cataluña, consideramos
“clásicos”, “canónicos” y “ejemplares”
a centenares de autores de los países
más diversos y los tiempos más variados: desde Homero y Sófocles hasta
Kafka, Thomas Mann o Virginia
Woolf, por ejemplo, pasando por Cervantes, Valle-Inclán o Cernuda. En el
resto de Europa —algo menos en España, donde el buen entendimiento
con los catalanes puede remontarse a
la amistad entre Jordi de Sant Jordi y
el marqués de Santillana, o a la que
se profesaron Boscán y Garcilaso—,
en el resto de Europa, decía, la literatura catalana sigue siendo una enorme desconocida, cuando, por su propia dignidad literaria, Riba podría
aparejarse con Valéry, Carner podría
ser la envidia de muchos países, J. V.
Foix iría del brazo de los grandes experimentadores del XX, Salvat-Papasseit se compararía con los poetas
vanguardistas más notables y Llorenç Villalonga o Mercè Rodoreda
(ella, la más afortunada al respecto)
no serían eclipsados por la mayor parte de los grandes novelistas de España, Francia, Alemania o Inglaterra.
La dura realidad es que el único autor catalán considerado canónico por
los lectores del mundo entero sigue
siendo, en estos momentos, Ramon
Llull: y ello, posiblemente, gracias a
su obra latina más que a la catalana.
La cuestión, pues, es tan sencilla como esto: cuando una literatura
nacional, como la catalana, ha dado
sobradas muestras de estar a la altura
del baremo universal de la “literatura
de recibo”, lo único que hay que hacer, en un gesto de deseada reciprocidad, es intentar promocionar su traducción al mayor número de lenguas
posible, empezando por las de mayor
difusión en todo el mundo. Como
Goethe ya intuyó —blindándose en
cierto modo ante la amenaza de universalidad que significaba la lengua
francesa en sus días—, en el debate
de la Weltliteratur intervienen no sólo factores estéticos, sino también
factores geopolíticos, históricos, económicos y de potencia social y divulgativa de una lengua. Estos factores,
más que la calidad intrínseca de nuestra literatura, son los que han convertido secularmente en opaca a nuestras letras.
Eso sí: haber sufrido largos periodos de sequía literaria e incluso de
persecución de nuestra lengua no justifica la oportunista pretensión de
colocar hoy en el mercado internacional cualquier bagatela o improvisación de las que generan todas las literaturas nacionales. No se trata de
“canonizar”, a toda costa, cualquier
muestra de nuestros literatos “a la violeta” (Cadalso), cuya dimensión pública en su patria se ha conseguido solamente a fuerza de ponderar el mero
hecho de que están escritas en lengua
catalana. En Francfort se trata —o debería haberse tratado— de establecer
previamente el canon de lo que en Cataluña ha alcanzado, por mera tradición, marchamo de calidad literaria
indiscutible, de modo que su feria se
convierta en la gran oportunidad para que nuestra mejor literatura se incorpore, de pleno derecho, a los anales de la literatura universal. Folclore
les sobra a todas las naciones del
mundo —mal hemos empezado con
las exhibiciones veraniegas de castellers y sardanistes—; literaturas de
andar por casa o por los aeropuertos,
también: lo que resulta apremiante
es que el mundo se entere de que nosotros también estamos viajando, y lo
hemos hecho durante siglos, aunque
sea con grandes lagunas, en el tren de
la literatura provista de vocación universal.
Jordi Llovet es catedrático de Literatura
Comparada en la Universidad de Barcelona,
y traductor al catalán, entre otros, de Hölderlin, Voltaire, Byron, Flaubert, Baudelaire,
Rilke, Musil, Valéry y Thomas Mann.
Joan Perucho. Tiene algo de Calvino,
de Cunquerio y de Lafcadio Hearn. Joan
Perucho (1920-2003), viajero, juez, bibliófilo, gastrónomo, escribió bellas
novelas fantásticas, cuentos, poesía, artículos de todo tipo. Algunos de los personajes salidos de su pluma ya han cobrado vida popular.
Joan Fuster. En épocas de sinrazón
siempre hay una voz
única. Desde Sueca
se abrió al mundo y
propuso, incluso con
riesgo personal, lo
más difícil: inteligencia y sentido común,
el valenciano Joan
Fuster (1922-1992).
Lo leyó todo y escribió sobre todo, sin
opiniones preconcebidas. Gran ensayista,
Joan Fuster.
articulista y erudito.
Ferrater y Ferraté. Crítica y poesía en dos hermanos insignes: Gabriel
Ferrater (1922-1972) y Joan Ferraté
(1924-2003). En la posguerra participaron en la Escuela de Barcelona, revolucionaron la crítica gracias al close reading y a una inteligencia privilegiada.
Gabriel modernizó la poesía catalana
contemporánea. No crearon escuela pero sí un modelo.
Vicent Andrés Estellés (19241993). Poeta volcánico. La épica de Whitman o de Neruda pasada por el filtro modesto e intenso de un hijo de panadero.
Su deleite sensual por la vida fue espectacularmente mediterráneo, y siempre humilde.
Baltasar Porcel. Viajero, periodista, curioso impenitente, Baltasar Porcel (1937) empezó
como dramaturgo
existencial. Su prosa
ambiciosa y su pequeño mundo univerLa prensa.
sal le han convertido
en un gran novelista
y en un profesional de las letras. Como
las de The Paris Review, sus entrevistas a personajes de la cultura son de
obligada referencia.
Margarit y Formosa. Entre los
poetas que han recuperado el gusto por
acercarse al público y por hacer de la claridad virtud, el arquitecto Joan Margarit
(1938) y el traductor y hombre de teatro
Feliu Formosa (1934). Hijos de la posguerra, ajenos a imposiciones críticas, el
público espera sus libros o sus lecturas.
Se les ve a menudo juntos, comiendo en
el bar pequeño de una gran librería.
Miquel Bauçà (1940-2005), poeta huraño, iluminado. Inocente y desconfiado. Vivió en una caravana, murió
apartado de todos.
Llevado por la lengua, escribió en forma de diccionario
párrafos de belleza
extraña. No es George Pérec, ni William
Burroughs, ni Mervyn Peake. Escritor
de culto, fascina con
la misma fuerza que
su antiguo paisano
Miquel Bauçà.
mallorquín Ramon
Llull.
Jesús Moncada. Podía haber sido
un escritor japonés, con intrigas imperiales y un paisaje minucioso y limitado. Pero su mundo, irónico y contundente, se ciñó al curso navegable del
Ebro. Jesús Moncada (1941-2005)
creó un mundo brillante de anécdotas
y desapariciones con el que suplantar
(como ocurre también con Macondo)
la realidad.
EL PAÍS, SÁBADO 6 DE OCTUBRE DE 2007
BABELIA 33
FILOSOFÍA
Gotas de
Historia
Josep Ramoneda y Xavier Rubert de Ventòs, impulsores del Col.legi de Filosofía de Barcelona.
MARCEL.LÍ SÀENZ
Un espacio para pensar
La filosofía actual en Cataluña refleja las mismas tendencias que en el resto
de Occidente. Su primer pensador, y el más importante, es Ramon Llull, cuya
influencia es más que evidente en la obra del alemán Gottfried Leibniz.
FRANCESC ARROYO
a filosofía catalana habla
castellano y dice cosas muy
parecidas a las del resto de
Occidente. No es una anomalía. Durante siglos habló griego y
luego latín. Y más tarde, el filósofo
más importante de los territorios de
habla catalana (Ramon Llull) escribió también en árabe. Ya en épocas
de idiomas diversificados (tras el
triunfo de Babel, que la Biblia presenta como una maldición), el propio Leibniz era alemán pero escribía en francés. Por cierto, si hay una
conexión clara entre Alemania y Cataluña es, precisamente, la que hay
entre Leibniz y Llull. El alemán se
basó en la combinatoria luliana para su proyecto de lógica universal.
La característica principal de la filosofía que se hace hoy en Cataluña
no tiene que ver con la lengua vehicular sino con el espacio en que se
ejerce. Cataluña acoge especialistas
universales a los que la inmensa mayoría de los catalanes ignora y otros
que han cultivado su presencia pública, por encima incluso de su actividad en las aulas. Siguiendo una distinción inaugurada por Manuel Sacristán, se podría decir que hay filósofos
académicos y otros mundanos, aunque en no pocos casos lo que se da es
una presencia en ambos mundos.
Un ejemplo: Miguel Ángel Granada, profesor en la Universidad de
Barcelona es uno de los principales
expertos mundiales en el Renacimiento, pero más allá de los muros
universitarios es casi desconocido.
Se halla, en cierto modo, en las antípodas de lo que representó el jesuita Miquel Batllori, capaz de una
profunda erudición y, a la vez, de
mantener una presencia constante
en los debates públicos. Batllori es
heredero de una línea de eruditos
que, partiendo de Llull, enlaza con
el valenciano Juan Luis Vives (catedrático en Oxford) y el vicense Jaume Balmes y Eugeni D’Ors.
Ya en la contemporaneidad, destacan las diversas generaciones de
pensadores que se han dado en la
Cataluña posterior a la posguerra civil. Hay unos maestros generalmen-
L
te reconocidos, aunque su influencia sea muy diferente en cada cual.
Son Emilio Lledó, hoy afincado en
Madrid; Manuel Sacristán, José
María Valverde y Josep Fontana.
Es, este último, un historiador, no
filósofo en el sentido profesional,
pero su influencia en el pensamiento contemporáneo es claramente
perceptible: tanto por su capacidad para aportar una visión global
como por su actividad como editor
al frente de una de las colecciones
de la editorial Crítica.
La generación siguiente se forma en los años sesenta y setenta. Si
no se tratara de un tópico excesivo,
se podría decir que está atravesada
(en su fase de formación) por el movimiento que, de un modo u otro,
sintetiza el Mayo del 68. Posteriormente, parte de estos hombres coincidieron en el Colegio de Filosofía.
Su almas impulsoras fueron, en primer lugar, Xavier Rubert de Ventòs
(que ya era conocido y apreciado
por sus aportaciones en el campo
de la estética), Eugenio Trías, Josep
Ramoneda y Miguel Morey, además de Jordi Llobet.
Pero al mismo tiempo iba emergiendo la tarea de otros pensadores, no siempre desconectados de
las preocupaciones filosófico-sociales del Colegio de Filosofía. El más
distante, por intereses y actividad,
Jesús Mosterín, impulsor a la vez
de la lógica matemática, la filosofía
de la ciencia y de un cierto racionalismo ético. En su estela, aunque
con trabajos muy diferentes pero
dando cierta continuidad a la filosofía de la ciencia, se sitúan Anna Estany y David Casacuberta.
Un trabajo diferente, pero no lejano a los intereses de los pensadores
cercanos al Colegio de Filosofía es el
que ha realizado Víctor Gómez Pin,
tan relevante por su propia obra como por el empeño que ha puesto en
sacar adelante los varios congresos
de ontología, lo que no le impide una
presencia pública. Es el caso también de Josep Ramoneda, quizás
más conocido por sus aportaciones
al análisis político o por la dirección
del CCCB (Centro de Cultura Con-
tempoánea de Barcelona) que por su
tarea como profesor y a veces ensayista en el campo de la estricta filosofía.
Entre los discípulos de Lledó destacan Manuel Cruz y José Manuel
Bermudo. Inicialmente, ambos tenían una actividad académica (docente y editorial) notable. Con el tiempo,
Bermudo se ha recluido más en el ámbito académico y Cruz, sin dejarlo, ha
mantenido también una constante
presencia en los medios de comunicación, además de su actividad como director de colecciones editoriales.
Fuera de Barcelona, la filosofía
tiene menos presencia. Pero la lista
no quedaría completa sin dos pensadores que realizan su actividad vinculados a la Universidad de Girona. El
primero, Josep Maria Terricabras.
Excelente traductor de Popper y animoso impulsor de la Cátedra Ferrater Mora, por donde han pasado, entre otros, Quine, Bunge o Chomski,
tiene luego una presencia como animador político nacionalista de escasa consistencia teórica. El otro es
Xavier Antich, autor de diversos ensayos de factura erudita y colaborador desde los ámbitos periodísticos
en un tono que no esconde una acendrada voluntad de pensar.
La otra influencia es la que procede directamente del pensamiento
marxista, representada por Manuel
Sacristán. Entre sus sucesores en el
pensar, con trayectorias no siempre
coincidentes con el maestro, estarían, en primer lugar, Paco Fernández-Buey, capaz de trabajar tanto en
el ámbito de la sociología de la ciencia como en el pensamiento político.
También, en cierto sentido, Toni Doménech, vinculado a la revista Sin
Permiso, y Miguel Candel. Y, en otra
línea muy diferente, con influencias
cruzadas del pensamiento crítico y
las preocupaciones estéticas de Valverde, Rafael Argullol, cuya presencia es triple: pensador habitual en
los diarios, pero también ensayista y
novelista reconocido.
Queda outsider, en la medida en
que su trabajo se produce fuera de las
academias: Salvador Pániker. Tras
unas primeras aproximaciones académicas, se ha movido mucho más en
el campo de ciertas prácticas críticas.
Narcís Comadira (1942), poeta, pintor, dramaturgo, ensayista. Se inició
reivindicando a Foix i a Carner y aplicando el arte sabio de la métrica a la
poesía de lo cotidiano. Ha traducido a
Leopardi y reunido
en volumen algunas
de sus colaboraciones
semanales en las páginas de este diario.
Jaume Fuster.
La necesidad de una
literatura “normal”
hizo que una generación se profesionalizase y experimentase con todos los géneros: novela social, de
fantasía, género negro, cuento, guiones… Jaume Fuster
(1945-1998), extraordinario activista culNarcís Comadira.
tural, fue el paradigma del trabajo constante y el mejor
ejemplo de normalización de la literatura catalana.
Quinta del 47. Catedráticos, estudiosos, periodistas, escritores profesionales. Se entregaron a la literatura de
jóvenes, corrieron ante los grises, viajaron, rompieron tabúes. Han dignificado la profesión de escritor en un país
con menos lectores de los que se merecen, aunque ya todos estén traducidos
a varias lenguas. Son
Jaume Cabré, Jordi
Coca, Josep Piera,
Jaume Pont, Pere
Rovira, Josep Maria
Sala-Valldaura.
Biel Mesquida.
Agitador cultural,
telqueliano, prosista
en constante renovación, el mallorquín
Biel Mesquida (1947)
es la vanguardia ligada a la tradición.
Con L’adolescent de
sal cambió la perspectiva de la novela
moderna.
Biblioteca Jaume Fuster.
Voces femeninas. Estirpe de novelistas. Empezaron reivindicando la voz femenina,
el protagonismo de sus recuerdos, de
su historia, de la de todos. Han acabado dominando la narrativa, se han
ganado la empatía de los lectores, han
diversificado los recursos y los discursos. Montserrat Roig
(1946-1991), Carme
Riera (1948), Maria
Barbal (1949), Maria Antònia Oliver
(1946), Imma Monsó (1959), Empar
Moliner (1966), una
estirpe de narradoras.
Monzó y Pàmies. Sus cuentos,
cada vez más breves,
nutren a toda una generación de lectores.
Quim Monzó (1952)
y Sergi Pàmies (1960)
Montserrat Roig.
han alcanzado la
simplicidad de dicción, el rizo del absurdo, y el humor de la metaliteratura.
Brillan como articulistas en la prensa y
en la radio.
Maria-Mercè Marçal. Bandera
de la literatura de mujeres, Maria-Mercè Marçal (1952-1998) se definió como
“tres veces rebelde” por ser mujer, de
clase humilde y de nación oprimida.
Poeta, traductora, novelista. Hoy está
en el centro de los estudios interculturales y de género.
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