Manhunt: Entre el Amor y el Sexo, la Clase y el Género Netnografía sobre usuarios en Bogotá de una red de homosocialización Por Silvia Uribe Duran 1 manhunt |ˈmanˌhәnt| noun an organized search for a person, esp. a criminal. -Oxford English Dictionary En la siguiente ponencia analizaré las relaciones e interacciones virtuales de hombres gays en Bogotá, en particular en la red social virtual manhunt.com. Este estudio consistió en una netnografía o etnografía virtual o en red, hecha a través de 6 entrevistas a profundidad con 8 participantes tanto usando el servicio, como hablando a propósito de este sin la mediación de la pagina o plataforma. Durante tres meses hice entrevistas y discutí sobre este medio en ámbitos informales con otros hombres gays. A través de este ejercicio etnográfico, propondré cómo se configuran en este contexto códigos de distinción con base en la articulación entre clase y género, ligadas a visiones de la relaciones amorosas y sexuales. Para sustentar mi tesis me remito a los diversos temas, citas y explicaciones de los participantes sobre la construcción de estos códigos y prácticas de endodiscriminación y homonormatividad. Considero que hablar e indagar sobre estos procesos es importante porque nos permite reflexionar sobre como se puede caer en las mismas prácticas y modelos que se impugnan y cuestionan desde la pretendida unidad LGBT. Primero, me gustaría advertir que el siguiente texto pretende ser la traducción del ejercicio etnográfico y de mi incursión en éste hechas para una clase de Maestría en Antropología dictada por el profesor Pablo Jaramillo. Utilizo la palabra traducción a propósito del complejo proceso de escritura y su relación con la autoridad etnográfica y los términos en que se habla sobre y con el otro. Además, el proceso de traducción de todos los datos y vivencias que se dieron representaron para mí un reto. Es fácil criticar y exigir desde afuera, señalar las implicaciones y elementos de los que se debe tener consciencia en el ejercicio etnográfico y de escritura. Sin embargo, es muy diferente enfrentarse con tantos aspectos como son: lo ético político, mi reflexividad, la de los 1 Profesional en Lenguajes y Estudios Culturales de la Universidad de los Andes. Ex presidenta y colaboradora del circulo LGBT uniandino y, actualmente, voluntaria en el centro LGBTI. Con un diplomado en La diversidad sexual y de género en los procesos Sociales y Culturales contemporáneos del Instituto Pensar y cursando actualmente la Maestría en Estudios Culturales de la U. de los Andes. 1 participantes y cómo representarlos en el texto, todo de la mano de los datos en un escrito limitado y conciso. Ante este ejercicio de escritura, me resultaba complicado abstraerme de la interacción etnógrafo-participante y esbozar la riqueza de seis horas de intercambios de experiencias formales y otras informales en pocas palabras. Espero ser justa conmigo y con mis participantes a la hora de representar lo que vivimos. En suma, fue una tarea compleja hacer esta etnografía, que para mi implicó múltiples niveles de consciencia y compromisos traducidos en un texto, que a pesar de su pretendida polifonía -como la planteaba Clifford- o multiplicidad de voces, culmina por crear una de las posibles representaciones: de quienes participan del ejercicio, de mí misma, de un contexto espacio temporal y un sentido político. Me quedo con contemplarlo como una “recuperación imaginada” de lo sucedido (Beatty, 2010, p.440). Considero que esta pretensión es legítima, mientras sea explícita y en la medida en que no espero crear conocimiento universal, positivista o unívoco sobre lo sucedido, sino un análisis que permita reflexionar- a pesar de su alcance o escala muy específicasobre la manera en que se configuran códigos de distinción y sus implicaciones entre hombres gays en Bogotá. Una vez hechas estas salvedades, en primera instancia es preciso aclarar como se dio una delimitación del campo a través de una pregunta de investigación. Así, el describir y acceder al campo no es un ejercicio exhaustivo o ubicado espacialmente, sino dirigido a la observación de cierto tipo de articulaciones. Sin ella se hubiese generado en mí la tentación, muy común, a ponerlo todo; tratar de trasmitir exhaustivamente mi encuentro con el mundo. No obstante, esto caería en la cuestionada pretensión omnipresente (Fabian, 1983) y a su vez incurriría en no comprometerme con una argumentación y plausibilidad del texto que trasmite la importancia de lo estudiado y de expresarlo y compartirlo. Con esto en mente, me dispuse a pensar en una formulación inicial de la pregunta que delimitaría el campo. En ese momento me di cuenta de que tenia ciertos interés puntuales, pero sentía que la concreción de la pregunta vendría después de los primeros encuentros con los participantes, para así no forzar los intereses al contexto, sino dejar que emergieran-dentro de lo posible- de las prácticas y expresiones cruciales de ellos. Los intereses puntuales que tenía en ese momento, eran la continuación con mi estudio de las sexualidades disidentes que hace parte de mi proyecto de Maestría. Esta investigación tiene un análisis que hace enfatiza la interseccionalidad de la clase, el género y la sexualidad a propósito de las relaciones de poder en lo LGBT. Sabía que quería trabajar 2 con parte de esta población con el fin de indagar por la clase, no solo entendida desde una perspectiva económica, sino como la articulación de los contextos cultural y social que dan lugar a signos de distinción (Bourdieu, 1997) y los modos de vida gay que estos posibilitan e imposibilitan en el proceso. Sin embargo, en este punto surgió en mi un cuestionamiento por la distancia entre los participantes y yo como etnógrafa. Si escogía a las lesbianas como participantes al ser una de ellas, la falta de distancia me podría llevar a confluir o ser poco reflexiva con las prácticas y expresiones lésbicas. Por ello, esta distancia me permitió acercarme a estos hombres gays con menos concepciones previas y observar los roles, prácticas y relaciones entabladas entre ellos con más claridad. Otro punto a favor de trabajar con hombres gays y sus relaciones virtuales era que las redes sociales gays son más extendidas y usadas que las lésbicas. Son ellos quienes tienen más visibilidad tanto en discotecas, como en redes de socialización virtual. Teniendo en cuenta lo anterior, la distancia me parecía apropiada al permitirme tener apertura ante el contexto y a la vez tener un punto a mi favor al ser parte de las sexualidades disidentes y por ende, no ser concebida como una total extranjera o bajo “un status de outsider” como lo planteaba (Narayan, 1993. p. 672). Sin embargo, fui consciente -y trato de seguirlo- de que ésta podía ser un arma de doble filo; esto también podría generar sesgos o baja reflexividad y visión crítica ante la naturalización de ciertos temas en este contexto. De nuevo, tal como lo enfatiza la autora, la dicotomía entre nativo o no nativo o estar dentro o no de una comunidad no es tan esencial o delimitada como se pensaba antes, considerando además que en este tipo de comunidades se juxtaponen diversas variables identitarias como lo son la clase, género, etnia, edad y demás. Con esta reflexión, me adentre en el campo con conciencia de rastrear estas configuraciones y articulaciones entre los participantes, alerta de las ventajas y desventajas con las que contaba o creía contar. Teniendo en cuenta todo lo anterior, la pregunta inicial se perfilo de la siguiente manera: ¿Cómo se articula la interacción y se construyen códigos de distinción, en especial los vinculados a la clase, entre hombres gays en Bogotá en redes sociales y espacios virtuales? A través de este cuestionamiento se pretendía ver que tipos de plataformas eran usados, que motivaciones tienen los participantes para acceder a ellas, como seleccionan a otros hombres y para que prácticas y finalmente, como se muestran y conciben ellos mismos como usuarios 3 Antes de proseguir es necesario esclarecer como interpreté el término códigos de distinción, central para el análisis a desarrollar. Bourdieu habla de signos de distinción en el texto Razones Prácticas, aludiendo a “las diferentes posiciones, es decir a los bienes, las prácticas y sobre todo las maneras, que funcionan, en cada sociedad, a la manera de las diferencias constitutivas de sistemas simbólicos”. Sin embargo, si consideramos que manhunt se presenta como una plataforma visual y mediática, el uso de la noción de códigos de distinción resulta útil teórica y metodologicamente. Si se complementa la teoría de Bourdieu con el planteamiento de Stuart Hall sobre códigos, se abre la posibilidad de un proceso de descodificación de los mensajes en el consumo, que puede ser correspondiente o no con la intención inscrita en el acto de emisión de un código. Así, el proceso de producción y constitución del mensaje, está mediado por su inscripción y construcción en los limites discursivos del contexto en el que circula y se produce, y de lo significativamente valido y aprehensible. En suma, los códigos de distinción se entienden como el posicionamiento constitutivo en un sistema simbólico a través de las maneras, practicas y bienes que se configuran en la decodificación, codificación y negociación de estos elementos. De la pregunta se desprenden más depuraciones necesarias que no sólo dependían de la distancia que se mencionaba hace unos párrafos. Otro de los retos de este trabajo de campo fue accesar a esta plataforma de una manera indirecta, ya que asumir un perfil ficticio e interactuar en ésta, hubiese tenido posibles repercusiones tanto en la recolección de datos como en el análisis de estos. Esto se debe en gran medida a la imposibilidad de posicionarme como un hombre gay dentro de este contexto de homosocialización. Por esta razón, decidí hacer observación social directa y no participante. De esta forma tuve acceso a diferentes perfiles, procesos de búsqueda y reflexiones sobre estos por parte de los usuarios reales, sin descartar la posibilidad de tener un perfil propio -sin fotos o información personal- con el fin de observar otros perfiles, trafico de usuario y la configuración de la plataforma. Bajo la premisa de no ser un usuario ficticio, pensaba que debía rastrear esas interacciones y relaciones al compartir directamente con la persona el uso de la plataforma en tiempo real. El primer grupo de entrevistas- con K., Q., T. y X.2 - se caracterizó porque la metodología empleada en estas primeras las circunscribió -o las circunscribí- al uso del computador para tener acceso a los perfiles y observar el proceso de socialización. Si bien esto me permitió comprender el 2 Las iniciales de los participantes han sido cambiadas para evitar la inspección e intento de identificación de los participantes que se dio posterior a la ponencia. Este hecho no es congruente con mi intención investigativa. 4 funcionamiento de ciertas plataformas, al igual que darme una idea de su diseño y estructura -que es el primordialmente usado en el espacio virtual- a su vez generó una brecha o vacío en cuanto a la posibilidad de interacción entre los participantes y yo como etnógrafa. Todo se daba a propósito del computador y de los perfiles que veíamos; no había casi cabida para reflexiones de las personas, sino que la misma plataforma marcaba la temporalidad, funcionalidad y contexto de la conversación. Esto lo comprendí cuando en una sesión de las segundas entrevistas, A. me resaltaba que estos medios, bajo una idea de inmediatez auspiciada por el predominante modelo en éstas de la oferta y demanda de sexo casual, llevaba a tomar decisiones rápidas sobre descartar o seguir en contacto con un perfil con unas motivaciones claras. Me dejé llevar por el proceso mecánico y las disposiciones inmediatas y consumistas de la plataforma, al solo enfocarme en como la usaban en tiempo real los participantes. Después de comprender el impacto del uso de la plataforma durante la entrevista, me dispuse a replantear esa metodología. En el segundo grupo de entrevistas -A., D., B.,R.-se abrieron espacios de evocación de las imágenes, al igual que una elaboración más profunda y detallada de los códigos ante la ausencia de un medio visual, el cual era clave en legitimar la validez de lo que se dice del otro que esta siendo observado. “Míralo es obvio(...) es una naca” me decía Q., hecho ante el cual muchas veces me quedaba sin que decir. En las primeras entrevistas, debido al uso del computador y estar centrados en el proceso sistemático e inmediato de ver, descartar y seguir -bajo el cual operan generalmente los usuarios en su cotidianidad -era más difícil que espacios de reflexión emergieran. Debido a esto, opté por cambiar la estructura de la entrevista, sin la mediación de tantos entes externos -la plataforma, el computador, las notas, la grabadora - otorgándole primacía al contacto. Sobre esto, me pareció curioso que mis notas sobre la primera entrevista me hicieron recordar que K., al darme su opinión sobre como ser la loca o la que se comen es denigrante, dejó de mirar a la pantalla, me miro y fue un momento en el que yo sentí su apertura y los inconvenientes con los que él luchaba en medio de lo masculino y lo femenino. Quizás por esto, al igual que Rosaldo (1991), me vi inmiscuida en un proceso en el que si bien destacaba unos parámetros de selección (lectura de la foto, de los lugares en los que fue tomada, del texto expuesto, etc.) y la emergencia constante de algunas temáticas a propósito de la clase y el género, no las podía llenar de significado y explicar al lector con claridad. Este problema también se presenta en la recurrencia de términos peyorativos vinculados a la clase y al género -loca, 5 peluquera, naca, guisa- en un discurso que se muestra indiscutible y obvio. Por otro lado, la categorización de perfiles realizada en las primeras entrevistas, fue discutida sin mayor profundidad sobre el por qué, al igual que las reflexiones e introspecciones de los participantes. Antes de seguir y para que se hagan una idea de la muestra, es preciso esclarecer ciertos puntos claves de la misma. Todos los entrevistados pueden ser caracterizados como hombres homosexuales, entre 22 y 32 años, profesionales en diversas áreas (e.g. administración, ciencias sociales, comunicación social, contaduría, ingeniería civil y medicina) y provenientes de diferentes regiones del país. Estos criterios me parecíeron oportunos al considerar que la mayoría de estudios se han enfocado en las minorías dentro del colectivo LGBT, como transexuales, trabajadoras sexuales o en estado de indigencia. También existe la tendencia a caracterizar lo LGBT como un colectivo homogéneo y estático, sin considerar la gran diversidad que abarca. Me parece que el estudio de la sección de la población que se concibe como parámetro no cuestionable o sujeto de estudio, trunca con estos modelos y pretende dar posibles perspectivas no contempladas para los fenómenos de sexualidades disidentes. En este caso, ellos representaban el “más alto rango” de la “comunidad LGBT”: hombre gay, profesional, de clase media o alta. En cuanto al campo y su delimitación, la pregunta resaltaba diversas dinámicas que resultan pertinentes para la investigación. Primero, se pueden identificar aquellas que resultan más obvias en la formulación: hacer énfasis en las articulaciones homoeróticas entre hombres en la ciudad de Bogotá a través de medios virtuales. Tras el trabajo de campo, pude definir que los espacios virtuales más usados por los participantes para este fin son: manhunt.com, gaydar.co.uk, Facebook y MSN. Las primeras dos son empleadas como redes sociales de hombres gays, siendo la primera más explícita, usada y con mayor contenido de desnudez. En estos espacios se cuenta con perfiles que especifican gustos sexuales, características físicas, gustos generales, información y fotos que presentan a otros miembros. Facebook es usado para rastrear redes de hombres gays a través de la herramienta de “Personas que quizás conozcas”, la cual es un factor determinante al insinuar que alguien es gay si hay presencia de otras personas visiblemente gays en su red de amigos. Por otra parte, MSN es usado como un medio de contacto posterior a las redes sociales gays. Esto se debe a que, como manifestaban los participantes, el anonimato se convierte en una necesidad y la no mezcla de lo perceptiblemente gay con otras esferas de la vida cotidiana, como son la familia y amigos que tienen en Facebook o en sus MSN oficiales. 6 Generalmente, los participantes buscan el anonimato o ser poco reconocibles en estas redes sociales gays y en MSN, mientras que en Facebook esto es menos frecuente debido a una depuración de estos contactos gays. Este anonimato se manifiesta en cuentas de MSN paralelas con nombres ficticios y el uso de fotos con gafas, de segundo plano o poco distinguibles en las redes sociales gays. Tras este análisis decidí hacer la pregunta más especifica y plantear el primer cambio metodológico. En un comienzo, planteé una indagación sobre medios virtuales en los que se encontraban hombres gays en Bogotá. Luego, con el desarrollo de las entrevistas y las reflexiones descritas, me pareció más apropiado focalizar el análisis en manhunt.com, al ser un espacio exclusivo de homosocialización que condensa un alto trafico de perfiles (aproximadamente 700 usuarios constantemente en linea en la ciudad de Bogotá) y por ser el más nombrado y usado por los participantes. Tome la decisión de delimitar la pregunta a manhunt porque consideré que esta página era el espacio de uso predominante en el momento y a la vez representaba un lugar hiperbólico de esta forma de socialización al estar circunscrito a esta población y condensar su interacción. En las otras plataformas mencionadas, la mediación de un tercero que hacía parte de la vida virtual de estas personas, fue manifestada como un motivo de recato y por ello había una preferencia por socializar en otros espacios, tanto físicos como virtuales, bajo modelos de anonimato. Sobre esta idea de anonimato, quisiera esclarecer que éste es el hecho por el que uso iniciales en vez de nombres propios. El alto contenido y búsqueda sexual y la objetivización que generaban estas páginas y sus usuarios eran asociadas con motivos de pena o reproche. En la negociación con los participantes, siempre se hacia explícita la petición de no usar nombres propios y mantener éste. Por ello uso las iniciales, que si bien pueden tener un carácter despersonalizante, me hacen sentir más cómoda a mí y a mis participantes con el uso de esta información. En todos los casos se manifestó discreción y ocultamiento del uso de este medio frente a otros hombres gays de sus círculos de amistades, porque el hecho de ser reconocidos como usuarios era motivo de reproche y pena. D., participante del segundo grupo de entrevistados- me lo narró como un motivo de burla y silencio por mucho tiempo entre su circulo de amigos gays, como un develamiento de una conducta que no es bien vista porque “es básicamente andar buscando culiar con el que sea” decía él. Ellos también opusieron resistencia, que se manifestaba en cambiar citas, cancelarlas, reír en las entrevistas nerviosamente o mostrar una gran preocupación por el anonimato. De las seis personas 7 que contacté inicialmente, logré concretar a tres y una más la encontré porque es el compañero de apartamento de uno de los participantes. Con una de las personas que contacte sucedió lo siguiente. Él contestó rápidamente con un mensaje cuyo asunto era JAJAJA y respondió que con gusto hablaría conmigo. Le contesté de vuelta y pregunté por qué le daba risa. El respondió que no lo tomará a mal, que no me molestará y se disculpó. Yo repliqué que no había motivos para estar molesta, que sólo me causaba curiosidad su risa y consideraba que la burla era parte del tema. El respondió lo siguiente: La risa creo que hace parte como de los nervios o es chistoso como que lo estén a uno entrevistando en el momento en que está metido ya sea en manhunt o en gay.co o en la pagina que sea que uno tenga perfil es chistoso peor tambien (sic) uno se ríe de los perfiles que ve de las cosas que dice la gente por eso de pronto le creo que es más que todo el acto que estés haciendo la entrevista mientras uno está de levante o buscando lo que sea que cada quien busque en ese momento. La burla ha sido parte de todas las entrevistas. Siempre los participantes se ríen de otros, de sus perfiles, de su desnudez, de su guisada; se ríen de ellos mismo y de sus deseos; de ser ilusos al aspirar al perfil de un modelo o cosmopolita; se ríen de mis preguntas; se ríen a veces de vergüenza de que yo vea tantos penes en una sola pagina y también de comentarios racistas, clasistas o contra los plumositos o no masculinizados. Tanto a ellos como a mi nos servia para sobrellevar lo que a veces nos parecía repulsivo, increíble o demasiado explícito. Nos defendíamos con la risa, era nuestro mecanismo de defensa. Ellos la usaban para legitimar sus discursos discriminatorios, como cuando después de decirme “esa está muy guisita, se tapo con la cortina de la casa” el participante E. hacia una breve pausa, en la que yo veía cuestionamiento y remordimiento, y luego reía “Tu sabes como es (.)((risa))”. Por otro lado, no contemplé el impacto emocional y -se podría decir- de pudor que estas imágenes tuvieron en mí. Fue difícil separarme un constructo social muy arraigado: la naturalización del vinculo entre promiscuidad, los gays y la masculinidad, al observar este tipo de interacciones y relaciones. En este caso, hice uso del humor como Barley (1989) y consideré esta situación como uno de aquellos percances etnográficos necesarios al hacer trabajo de campo. Debo manifestar que estoy de acuerdo con Kondo (1986) al reconocer que éste es un ejercicio que no sólo contempla el nivel intelectual; quizás lo más comprometido de mi parte en las entrevistas eran mis emociones, mi pudor, mi deseo y mi repulsión, mientras que mi intelecto trataba de procesar lo que estaba sucediendo. Anoto que ha sido una experiencia confrontadora y no se equivocaban los participantes en estar preocupados de que yo viera tantos penes. En realidad, el 8 numero de fotos explícitas me impacto mucho, no sólo por el alto numero, sino a su vez porque rayaban con imágenes pornográficas muy explícitas. Durante el desarrollo de esta netnografia, ví un promedio de 50% de imágenes de desnudez parciales y totales; que bombardeaban la pantalla una tras otra al hacer búsquedas de perfiles. Sobre el acceso al campo, debo precisar que se caracterizó por altos niveles de resistencia y procastinación, tanto de mi parte como de los participantes. Debo admitir que no me resultaba fácil, primero, producir mi primera etnografía, y, segundo, hacer frente a mi primer trabajo de campo. Tuve muchos niveles de ansiedad previa y pensé mucho en la formulación de la pregunta y en como proceder en la investigación, antes de buscar a los participantes o concretar entrevistas. Fue la presión del tiempo que me llevo a hacerlo, el miedo era grande y fuerte. Este miedo tenía que ver con dos aspectos: me cuesta trabajo pedirle información a otros porque siento que es intrusivo y también me hace cuestionar mi autoridad para retratar la vida de los participantes, muchos de ellos amigo/as de mis amigo/as. La ultima depuración que se dio a propósito de la pregunta y la necesidad de delimitarla, es clave para comenzar el análisis de los datos obtenidos. Está se dio a partir de la comprensión de la crítica y el vacío que generó, en una primera fase de la investigación, mi asimilación de los términos ¨relaciones¨ e ¨interacciones¨ como sinónimos en el proceso de escritura. Cuando Jaramillo me hizo recordar que interacciones y relaciones pueden ser enfoques diferentes y generar resultados distintos, comprendí que había dado por sentado la equivalencia entre estos dos conceptos. Con esto en mente, comencé el replanteamiento del campo y de la metodología usada con los últimos cuatro participantes- R., D., B. y A.- en la segunda sesión de entrevistas y sobre el análisis de los datos recolectados. Esta reflexión sobre las relaciones e interacciones y como estas posicionan a los actores a partir códigos de distinción específicos sera el hilo conductor del análisis de los datos. Sobre esto, resalto primero la articulación entre las relaciones de poder, clase e identidad de género (masculino/femenino). Este tipo de articulaciones, con sus respectivos códigos y prácticas, fueron los más extendidos y recurrentes en el dialogo con los participantes. En cuanto a la clase, se manifestaban en expresiones tales como “Mira esa maldita loca” dijo K. o “que tal esta peluquera, naca (...)” decía Q. Estas expresiones poco a poco me permitieron ver como construían los participantes los conceptos de la gente bien y de la gente guisa o paila. La gente bien, usualmente mostraba perfiles con poca información y fotos donde el sujeto no es fácilmente reconocible (de segundo plano, con mucho efecto o con gafas de sol). Por otra parte, la 9 gente paila se puede identificar por el carácter sexual explícito tanto de las imágenes como de los textos. También eran criterios fuertes en este proceso de distinción el grado de dominio del ingles (el uso de palabras como “men” en singular), la ortografía, y sobre todo, la composición de las fotos. Había una decodificación de la composición visual de la foto de un guiso o de una persona bien, que se evidenciaba cuando yo preguntaba: ¿Por qué lo es? y la respuesta inmediata fue recurrentemente: “Mira, es obvio”. Después de insistir, ante la extrañeza de los participantes por mi incomprensión, ellos resaltaban detalles como la composición del sitio donde fue tomada la fotobien fuera el piso, la pared o el tipo de inmobiliaria-, la ropa y la marca de la misma, la calidad de la foto, si posaban o no de forma amanerada o si la locación se veía como destino internacional o nacional. Estas formas de distinción cuyo uso puede volverlos mecanismos de discriminación, son usados meticulosamente por los participantes y verificados luego en un contacto posterior por teléfono o MSN. Para ellos, esto les permite comprobar la certeza de sus conjeturas y, además, como lo apuntaba X., garantizar que se está con alguien que posea relativamente el mismo capital económico, cultural y simbólico “porque uno no aspira a menos, sino mínimo igual o más que uno”. En lo anteriormente expuesto, se evidencia como se articulan la clase y el género con relación a como se define lo masculino y lo femenino. Esto se evidencia con la proliferación del uso de lo femenino de una forma peyorativa y asociado a conductas de la gente guisa o afeminada- ser plumositos, locas, pasivas. En un punto de la entrevista cuando pregunte por la recurrencia de perfiles que expresaban ser un hombre masculinizado buscando hombres masculinizados, K. me contesto: Aunque me he dado cuenta que, huevón, hay un delirio de (...) ehh (...) muchos manes quieren ser activos porque para uno de alguna forma se ha metido en la cabeza que ser pasivo es denigrante, es de mujer, ay se la van a comer, en cambio ay vaya y cómase a ese man. Eso es muy pesado en la esfera mental de los manes. Yo soy muy versátil pero cuando me dicen a mi pasivona (.) Es duro. En el anterior extracto de una conversación grabada, K. mostraba la tensión entre el uso de adjetivos y artículos femeninos y masculinos relacionadas con un valor o poder intrínseco al referirse a otros participantes de la red social o sus perfiles y a la vez a si mismo. Las categorías masculino y activo son entendidas desde la heteronormatividad como características que permiten que estos hombres gays puedan ser respetados y tengan acceso a los círculos gays de clase alta. Existe una idea implícita de no verse gay, de no ser o de que sus amigos o novios no sean perceptiblemente gays ante la mirada de los demás. Por ello, todos los participantes hasta ahora han 10 manifestado la necesidad del anonimato y la no mezcla de lo perceptiblemente gay- las locas, las pasivas- que se mencionaba anteriormente, en redes sociales familiares o de amigos. Los diversos participantes cubrían diferentes gamas de motivaciones, sentimientos, expresiones y acciones que a su vez eran negociables y contextuales. Además, el carácter virtual también imprime cuestiones temporales y visuales aún más complejas y cambiantes que en lo real y mediadas por la posibilidad de la privacidad y de la no mediación de la censura y reproche social mencionada anteriormente. Finalmente, sobre las plataformas y la relación con las mismas, debo resaltar que el carácter virtual en estos espacios cuenta con un componente de inmediatez, en especial sexual; no en vano el encabezado de manhunt explícita, “entra, encuentra y juega”. Las discusiones y entrevistas mostraron una recurrencia del uso de esta plataforma como un centro concurrido de búsqueda de sexo casual virtual o en persona. Sobre este tema, Q. resaltó que esto era diferente a los sitios heterosexuales de encuentro virtual. Cuando le pregunte él me dijo: “Es que yo creo que a los manes hetero les toca aguantarse la conquista de la vieja, en cambio nosotros vamos a los que vamos (.) ((risa)) (.) me parece mejor”. Finalmente, relataré dentro de las dinámicas analizadas hasta ahora, la importancia de los mecanismos de selección los cuales operan bajo el uso de códigos que permitan distinguir a la gente bien y la gente paila. Estos mecanismos a los que me refiero, son el uso de las palabras no y nada como aquellas que especifican lo que no se acepta o se espera del otro. Los perfiles mostraban expresiones tales como “Nada de plumositos, nada de guisos, nada de gente que no sabe que no es guisa, nada de gordos” o “No locas, No menores de 23 años, no mala ortografía, no guiños, no a quienes usan men en plural”. Este uso del no y de nada es frecuente y genera delimita el alcance del contacto con otros participantes. En un punto, K. me dijo: “¿Quieres ver como me bloquean?” y envió un guiño a un modelo que manifestó claramente no querer guiños y pedía que la gente fuera realista y le escribiera si le daba la talla. K. manifestó que él estaba fuera de su alcance, que igual quería mostrarme como lo bloqueaban y porque eran importantes aquellos códigos que él y sus amigos usaban. Dos minutos después el modelo bloqueó a K. X. y T. hermanos e hijos de un policía eran los únicos participantes de clase media. Se pudo observar una tendencia fuertemente marcada en ellos; una visión más recatada y romántica de la pareja, que no se daba en los demás, al igual que una relativa flexibilidad o permisividad en cuanto a la apariencia de la persona. Por el contrario, el resto de la muestra, tendió a una desmitificación 11 del amor y de la pareja, en particular en estos espacios virtuales de homosocialización, marcados por ideas de objetivización y sexualización. A la vez, es evidente la intención de relacionamiento o potencial búsqueda de pareja o relación con personas de su mismo nivel socio económico y capital cultural. ¿Y no hay flexibilidad ante esto? le pregunté a D., Él me dice “si uno puede ser humilde pero, no boleta”. Indagué más “¿y tu con qué asocias lo boleta? ¿qué lo salvaría?”. “Ummmm su masculinidad, si... que sea macho... igual sería solo para comérselo, creo...”. Este tipo de conversaciones en las que íbamos y veníamos y en las que D. cada cierto tiempo decía: “uy esto va a sonar muy clasista” fueron recurrentes, pero no pueden llegar a ser una generalización. “Este tipo de cosas, a pesar de la conciencia” decía D. “siguen operando” o “se siguen reproduciendo” me comentaba A. A partir de esta reproducción de estigmatización social que nominalizaban o ejemplificaban muchos de los participantes, se puede analizar su desenvolvimiento en la plataforma y las características que definen a ésta, la cual bajo dinámicas capitalistas y globalizantes opera de manera que facilita la reproducción de ciertos mecanismos de poder y distinción entre los usuarios. La plataforma es un espacio creado exclusivamente para hombres gays en todo el mundo, con complejas formas de búsqueda delimitada por parámetros como preferencias sexuales, ubicación, edad, aspectos físicos, etc. Estos espacios se promocionan a través de fiestas y en países donde su entrada al mercado es reciente, tienen políticas de no pago iniciales y una vez generan el mercado cautivo, comienzan a cobrar en línea con tarjeta de crédito. Todo esto me lo contó, Q. que se clasificaba a sí mismo como uno de los usuarios más acérrimos de manhunt. Para R. y D., el pago en línea crea un filtro que hace que no todos tengan acceso, lo cual implica ver -tras el mes gratuitosólo un número de perfiles y mensajes limitados. Estas personas usan mensajes explícitos con su información de contacto, fotos sin restricción de visualización y con todos los criterios que definen su búsqueda como lo que tienen para ofrecer a otros. “La economía del placer” lo llamó D., participante muy cercano a mi campo de estudio, “pura oferta y demanda” completa la frase y ríe. La inherencia de la plataforma en estos procesos es de gran importancia, en la medida en que da la posibilidad de hacer público desde el tamaño del pene, hasta las preferencias sexuales y fetichistas. En suma, hay una idea o proyección de que se buscan y se ofrecen cuestiones muy claras de si y de los otros. En primera instancia, los perfiles antes de una interlocución tienden a ser inflexibles, como ejemplificaba el uso del no y nada. De igual forma, también juegan las diversas motivaciones de los usuarios o participantes en la plataforma. Para A., manhunt es “un punto de 12 azar”: puede ir desde sexo virtual, casual o potencial hasta la posibilidad- generalmente después de haber pasado algún tipo de contacto sexual- de tener una relación. Así el perfil de usuario varía: desde el curioso que encuentra un espacio lúdico virtual y deja que el cuerpo sea sólo una imagen de lo mejor de sí, como era para A. Por otro lado, existen personas que se vuelven adictas a estas redes, lo cual las lleva a estar conectadas permanentemente desde su casa o teléfono móvil, y de esta manera, tener encuentros de sexo casual muy frecuentes, como en el caso de R.. Se evidenció en las discusiones de manera recurrente, la vinculación de estos espacios y dinámicas de la economía del placer con la analogía de un “mercado de carne”. Todos los ocho participantes usaban los términos ¨mercado¨ y sobre todo ¨mercado de carne¨ al referirse al sexo como transacción: la oferta y demanda y el rápido intercambio de sexo causal, que dependiendo de como el producto es ofrecido, objeto o candidato podrían significar “sólo un polvo con el guisabroso” o el guiso que pasa -lo diría D.- o “mi futuro marido”-diría R.. En primera instancia estas plataformas se plantean como un lugar de objetivización de la sexualidad y de los cuerpos de los hombres. Esto se ejemplificaba en la alusión de R.: “Los hombres para mí se volvieron lo que había entre la rodilla y el cuello (...) eran el pene y lo que lo rodea”. Él mismo calificaría esto en retrospectiva como ridículo, le pregunté porqué y me respondió porque “anula todo lo demás, la mente, lo que es la persona, que hace”. Luego de un rato, reconocí a la vez que me confesaba, que esto le había ¨jodido la cabeza¨ y lo había llevado a sólo volverse su cuerpo, hecho que se manifestó en que su vida por seis años fue invertir tiempo en manhunt, gimnasio, trabajo y culiar. “Eso era todo”. Esta expresión de R. me remite al último apunte de contextualización que hilo a partir de aquellos cuerpos decapitados que tendían a llenar la pantalla, tanto por el anonimato, como la facilidad del cuerpo desnudo como gancho. Muchos hablaron sobre la caza, idea manifestada incluso en el nombre de la pagina manhunt, cazar al hombre. A partir de este punto, los datos y las discusiones -sobre todo en las segundas entrevistas- me llevaron a ver muchas contradicciones y tensiones que se juegan en estos espacios a propósito de la problemática de las interacciones, relaciones y sus códigos de distinción. Estas tensiones se daban principalmente en torno a la tensión entre dicotomías en cuanto a la alteridad (sujeto/objeto), el amor y el sexo, el género (femenino/masculino) y el status social (gente bien/gente “paila”) primordialmente. A pesar de que las planteo por separado, todos estos elementos actuaban simultáneamente. Esto se evidencia en procesos de negociación entre estos factores, por ejemplo como cite a S 13 anteriormente alguien boleta se salva por ser masculino. La tendencia que se mostraba es que a pesar de lo explícitos y esencialistas que parecían los perfiles que enunciaban quién soy y qué quiero de manera determinante, la flexiblilidad en los procesos de negociación abría paso al sexo casual o virtual. Entonces, le pregunto a A. y a D., ¿es una inversión de la visión tradicional de pareja o relación? ¿primero me lo como y luego lo conozco? Sí, respondieron ambos, al hacer alusión a que cuestionaba los constructos de noviazgo. Sin embargo, otro tipo de normativas no eran cuestionadas. Por un lado, existía una tensión recurrente, evidenciada en expresiones como “¿yo que hago acá?” o “yo no soy como ellos”. Este hecho se vinculaba o justificaba, a pesar de tener sexo casual o virtual, en el proceso de búsqueda -aunque desesperanzado- del amor o un marido, bajo unos parámetros específicos. Para R. este fue el motivo que lo llevó a ser adicto a este medio: la esperanza de encontrar a alguien que -como él- no pertenecía a este lugar. Sin embargo, cuando lo cuestioné y le pregunté como podía ser esa la motivación si me acababa de decir que ese no era el medio para hacerlo. Él me recordó que eso era lo que se ofrecía por el modo como opera la plataforma. Le mostré que comprendía, pero anoté que no sólo era la plataforma, sino también los usuarios que la configuraban y alimentaban. Esto se evidencia al ver que gaydargirls a pesar de ser una plataforma casi gemela, reprocha el uso de fotos explícitas y se plantea como un medio poco frecuentado y usado sólo para conseguir amigas o comenzar un chat. Sobre esto, R. reflexionó y asintió, siendo él uno de estos usuarios, pero siguió sosteniendo que buscaba marido: “Lo que quería en el fondo era cariño, contacto ... y lo tenía así fuera por un ratico”. Ese ¨ ratico¨ o el sexo causal o virtual, era para los participantes el espacio paradójicamente a la vez democrático y fetichista de estos espacios y las interacciones. Digo interacciones, porque en este asunto encontré el matiz entre interacciones y relaciones, al ser las primeras vistas o construidas como encuentros fortuitos motivados por la curiosidad, la gula, la arrechera o querer subir la autoestima y vinculados a la inmediatez de quien está en el mercado o en la caza y quiere conseguir algo, comprarlo/cazarlo y consumirlo. Esta primera interacción no generaba tantos filtros, ni conexiones a futuro: al hablar de éstas, el discurso se construye con base en el uso de términos como el guisabroso, el humilde varonil, el que tenía mala ortografía. Teniendo en cuenta lo anterior, es curioso que estas plataformas, permiten marcar perfiles visitados pero no crear amigos o permanecer en contacto por este medio, debido a las restricciones de perfiles y envío de mensajes. En todo caso, a pesar de tener ciertos límites o parámetros de 14 exclusión -narrados a veces como personas que rayaran en modelos no masculinizados o de clase baja o bajo nivel cultural como la peluquera, el que vive en el sur, el que me puede robar o la locael sexo si fue planteado por R., A. y D. como más flexible, democrático e inmediatista. Sin embargo, la ironía en esa democracia se evidencia al advertir el fetichismo en el otro se invisibiliza para ser sólo un fácil objeto del deseo. Como mencionó R., ¨el pene y lo que lo rodea, quitando todo lo otro¨: bajo la pretensión de buscar sólo sexo, se legitimaba la interacción y daba permisividad a un otro pobre, no masculino, no educado, feo - que en la homosocialización pública entre amigos gays o bares gay y la posicionalidad de los usuarios en la red determinada por su apariencia, status social, cultural, y etc- no se contemplaría en absoluto. Detrás de la fetichización se invisibilizan esas relaciones de poder y de clase fuertemente marcados, pero no de una manera consciente lo cual hace para ellos legitimo advertir en esta práctica un carácter democrático. Sin embargo, momentos después de advertir la democracia en el sexo y las interacciones D. me dice “Ahora que lo pienso(...) nunca he salido con gente que no sea de clase alta, solo me los como y eso (...)” dijo D. y luego al final “Tenaz(...) Tenaz!(...) solo lo hago porque es el oscuro objeto de deseo”. En la economía del placer, él podía sopesar si un guisabroso a quién podía ver desde arriba, representaría menor esfuerzo y mayor potencial de negociación, comparado con uno de sus pares, en el que el sexo podría llevar al amor. Muchos de ellos pensaban en costo y beneficio y a la vez en una idea potencial, aunque ilusoria, de encontrar una pareja o relación. La facilidad y negociación radicará en los contrapesos y balances entre humildad sin ser boleta, o ser masculino, serio y pulcro. ¿Por qué con el de clase alta si? preguntaba. “Porque somos parecidos y porque se lo presentaría a mis amigos” argumentó D. y X., por su parte diría, que ¨uno no aspira a menos de lo que uno es¨. Éste ademas advierte el carácter público de quien puede entrar en una relación y la necesidad de ocultamiento de ese oscuro objeto del deseo que se contacta y caza en privado. Con base en lo dicho previamente, la clase es puesta en tensión y negociación con otros elementos como ya había anotado en la asociación del humilde que se salva por ser masculino, el género esta intrínsecamente ligado a estas asociaciones de clase o posibilidad de algo más allá de una objetivización sexual. Esto ya se había visto con el uso de adjetivos feminizados para personas guisas o paila, para aquellos que no son “el gay de rosales que todos queremos ser” como me dijo A. pretendían ser, pienso, porque en esta idea siempre surgió la posterior reflexión sobre las pretensiones heteronormativas que se juegan en estos espacios. La mayoría de hombres de clase alta usan códigos de distinción como no mostrar su cara o hacerla irreconocible, comercializan sus 15 capitales culturales, sociales, simbólicos e inclusive erótico (con fotos de viajes por el mundo, uso apropiado de ortografía e inglés y exigencia, muestra de ser profesional y cuerpo de gimnasio) para no ser asociados con la maricada. Se denominan a si mismos como hombres serios, que buscan hombres serios. A veces el ¨serio¨ cambia por macho o masculinizado. Buscan ese igual, que no sea visiblemente gay que sea más adaptable a una visión normativa del hombre, “que no bote pluma”. Como decía D.: “por más estudios culturales que lea, si, hemos caído en la trampa de que si a mi me gustan los hombres, tiene que ser un hombre de verdad”. Con esto dicho, concluyo que las distinciones entre interacciones y relaciones, se marcaban con la distinción entre sexo, objetivación e inmediatez del mismo- que se planteaba como una práctica democrática y a la vez cosificadora- y un ideal de pareja que aunque desmitificado, se vinculaba a la idea de encontrar un igual - con capital similar- y así poder establecer una relación duradera. Esta relación esta marcada por exigencias altas sobre ese otro que inicialmente encontraban en el espacio privado y oscuro que es manhunt o gaydar, en el que se buscaba sexo causal puerta a puerta o virtual sin mediación de terceros y que éste se consumara. Esto depende del uso apropiado de códigos para que estas personas pudiesen ser algo más, y así poder ser vistas en diferentes esferas de su vida pública, por ejemplo con sus amigos universitarios gays. La pretensión heteronormativa, a mi modo de ver, no sólo limita las posibilidades de agencia en pro de las sexualidades disidentes con sus diversas clases y expresiones de género, sino que además propende modelos de endodiscriminación y normalización de estas personas. Este fue mi gran conflicto ético político en la negociación con los participantes. Si bien mi inclinación política me llevaba a comprender las implicaciones de estas prácticas, en medio de la comunicación con los participantes, cuyas discusiones sobre el tema y sobre la sexualidad generalmente se prolongaron en otros encuentros o conversaciones, comprendía que “por más consciente es como habitus, así soy” diría D.. ¿Que hacer con el así soy en el que desemboca el habitus de Bourdieu? ¿Cómo no quedarse en la constatación no reflexiva de los códigos que he aprendido a codificar en mi y en otros? Sobre este punto, a pesar de la recurrencia a la naturalización de estos modelos bajo una visión de identidad, tras el cambio de modelo metodológico hacia una entrevista abierta y no mediada por la presencia de la plataforma, fue enriquecedor compartir y hacer parte de la confrontación y reflexiones de los participantes sobre estos modelos. Esos momentos de pausa en que miraban hacia arriba y sentía que para ellos esa objetivización y clasismo los habían construido y hecho revaluar en un proceso en el tiempo. Yo los 16 acompañaba a través de mis propias reflexiones, al dejar los libros y aventurarme a hablar directamente con ellos sobre este tema. Estos códigos de distinción, la manera como operan en la posibilidad de interacciones sexuales amplias y cosificadores o relaciones con pares a propósito del capital cultural, simbólico, social y erótico son una apuesta a exponer como estas prácticas y configuraciones identitatiarias reformulan y cuestionan la sexualidad, pero no necesariamente emplean la misma deconstrucción del género y la clase. En el orden obligatorio sexo/género/deseo planteado por Judith Butler parecen sólo haber cuestionado el último componente. En cuanto a las distinciones de capital y habitus se escudan en la naturalización del modelo y por lo tanto, no reevaluar otro tipo de modelos opresivos. El argumento podría ser entonces equiparable a la crítica que desde lo LGBT se hace de la heteronomativdad. Es preciso preguntarnos por este tipo de interseccionalidad y no generar homonormatividades que respondan a la adaptabilidad den quienes cumplen mejor los modelos normativos heterosexuales que se cuestionan. Finalmente, lo anotaba Jaramillo a propósito de una conferencia en clase, todo es una representación, pero hay vergüenza en ello. Lo que a mi parecer brinda contrapeso a la culpa, al hablar del otro y sentir la potestad para mostrar una representación de estos participantes y el contexto puntal, es tanto la consciencia de este como sujeto con su multiplicidad y complejidad, al igual que un sentido político y reflexivo que hila sus posibilidades de representación. ------------------Bibliografía Beatty, Andrew. (2010). How did it feel for you? Emotion, narrative, and the limits of etnography. American Antropologist, 112(3), 430-433. Barley, Nigel. (1989) El antropólogo inocente. Barcelona, Anagrama. Butler, Judith. (2007) El género en disputa. Buenos Aires, Paídos. Bourdieu, Pierre. (1997) Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona, Anagrama. Clifford, James. (1986). On etnographic authority. Representations, 2, 118-146. Hannerz, Ulf. (2002)Among the Foreign Correspondents: Reflections on Anthropologial Styles and Audiences. Ethnos, 67(1), 57-74. Hall, Stuart. (1980) "Encoding/Decoding." Culture, Media Language. Working Paper in Cultural Studies. London, Hutchinson Kondo, Dorinne K (1986) Dissolution and Reconstituion of Self: Implications for Anthropological Epìstemology”. Cultural Antrophology. 1(1): 74-88. Lave, Jean y Etiene Wenger. (1991). Situated learning: Legitimiate peripheral participatión. Cambrige: Cambrige University Press Marcus, George E. (1995). Etnography in/of the world system : The emergence of mulit-sited etnography. Annual Review of Antropology, 24, 95-117. 17 Narayan, Kyrin (1993) “How Native is “Native” Anthropologist? ”. American Antropologist. 95(3): 671-686. Seidman, Steve y Nicholson, Linda (1995). Social Postmodernism: Beyond Identity Politics. Cambridge, Cambridge University Press. Rosaldo, Renato. (1991). Cultura y verdad. Nueva propuesta de análisis social. México, D.F.: Grijalbo. Taussig, Michael. (2004). My cocaine museum. Chicago: The University of Chicago Press. Vaid, Urvashi. (1995). Virtual Equality: the Mainstream of Gay and Lesbian Liberation. New York: Anchor Books . 18