UNA CRISIS GLOBAL, PERO NO UNIFORME Joan MAJÓ

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Crisis económica e impactos territoriales - V Jornadas de Geografía Económica AGE Univ. de Girona 2012 - ISBN: 978-84-8458-429-2
UNA CRISIS GLOBAL, PERO NO UNIFORME
Joan MAJÓ
Doctor Ingeniero Industrial
Una de las características más notables de la crisis actual es su complejidad. Sin
exagerar se puede decir que es compleja en un triple aspecto: por su pluralidad, por su
temporalidad y por su territorialidad. Es plural porque se trata de una superposición de
diversas crisis (financiera, económica, inmobiliaria, de modelo de crecimiento, de
competitividad, de deuda soberana, de valores… y finalmente, política). Es cambiante en
el tiempo, porque las diferentes facetas de la misma han ido apareciendo en las distintas
fases que se han vivido y han ido cobrando importancia sucesivamente. Y es variable
geográficamente, porque tiene características muy distintas en distintas zonas del planeta
y sobre todo en distintos países, dentro de Europa.
Esta complejidad hace que su naturaleza no se pueda describir de la misma forma en
todas partes ni en todos momentos, y, sobre todo, que no se pueda combatir con las mismas
medidas en una parte que en otra. Estamos en una crisis global en el sentido de que ha
afectado a la totalidad de la economía, pero no en una crisis uniforme. Esto explica
muchas dificultades y el fracaso de según qué medidas.
Este artículo pretende solamente describir algunas de las particularidades de la
crisis en España y vista desde España (con alguna incursión en el ámbito de Cataluña,
que es el que mejor conozco). No trataré aspectos más globales que sé que serán objeto de
otras partes de la publicación.
Algunos rasgos diferenciales y problemas específicos
La economía española, en el momento de la explosión de la crisis (2008) tenía
algunas características que la diferenciaban de otras economías europeas, y que hacen que
los problemas de la recuperación española tengan elementos diferenciales propios. El
camino de la recuperación no es ni más fácil ni más difícil; es distinto. A veces esto no se
tiene en cuenta ni dentro ni fuera de España, y aumenta las dificultades.
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Una crisis global pero no uniforme – Joan Majó
Crecimiento
El PIB español estaba creciendo de forma fuerte y sostenida desde mitad de la
década de los 90 y especialmente desde la entrada del euro. Es verdad que casi toda Europa
vivía una etapa de crecimiento, pero España lo hacía entre dos puntos por encima de la
media Este diferencial positivo, que permitía futuro optimista, tenía unas bases muy
frágiles por su naturaleza y por sus consecuencias, ya que una parte muy importante del
mismo se debía a la gran fuerza expansiva del sector de la construcción inmobiliaria. El
volumen de viviendas que se construyeron alcanzó algunos años las 800.000, cuado los
expertos en demografía calculan que las necesidades reales españolas no llegan a la mitad.
La burbuja especulativa generó un crecimiento ficticio estimulado por las facilidades de
crédito.
Competitividad
Durante aquellos años la economía española creció mucho, pero las empresas
españolas perdieron competitividad respecto a las de otros países europeos. Ello se debió al
efecto conjunto de un diferencial de inflación superior, un menor crecimiento de la
productividad y unos aumentos salariales indexados con la inflación y no con la
productividad. Se ha calculado que entre 1995 y 2009 los costes unitarios crecieron por lo
menos un 15% por encima de los medios europeos.
El consumo excesivo y la pérdida de competitividad aumentaron el desequilibrio de
la balanza comercial exterior que también se vio afectada por el encarecimiento de los
productos energéticos. Todo ello produjo un fuerte crecimiento del endeudamiento con el
exterior.
Endeudamiento
La adopción por España del Euro, aunque tuvo algunos inconvenientes en cuanto a la
inflación, tuvo enormes ventajas entre las que se encuentra el aumento de la facilidad de
acceso al crédito y la disminución de su coste. Ello se produjo una gran disminución del
ahorro y un gran aumento del endeudamiento, tanto de las familias como de las empresas.
Este endeudamiento aparte de su magnitud tuvo otras dos características negativas:
mayoritariamente se produjo con el exterior, y en buena parte se dedicó al consumo o a la
adquisición de activos no productivos. Se empeoró el equilibrio comercial y se redujo la
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competitividad de las empresas. España no supo aprovechar adecuadamente las
oportunidades que el Euro representó y cayó en algunas tentaciones peligrosas.
Sector financiero
El sector financiero español llegó a la crisis del 2008 en un mejor estado que los del
resto de Europa. La razón es muy simple: no había adquirido activos “tóxicos”, como
habían hecho los bancos de la zona Euro. Por esta razón no tuvo necesidad de ningún
rescate por parte del gobierno, en contra de lo que ocurrió con grandes Bancos alemanes,
franceses o belgas… A pesar de que mantenía su solvencia, el sector financiero español
tuvo una gran crisis de liquidez por la incapacidad de seguir obteniendo recursos del
exterior, y esta crisis provocó el fin de la burbuja inmobiliaria y una restricción total del
crédito. Este fue el origen inmediato de la recensión española de 2009.
Esta explosión generó, en el interior del propio sector financiero, la aparición de unos
activos “tóxicos” de carácter interno pues una parte muy importante del crédito al sector
inmobiliario se convirtió en morosidad y se redujo el valor de muchos de los activos
inmobiliarios ya propiedad (forzosa) de la banca y las cajas. Se hizo imprescindible un
saneamiento que se inició tarde y se está realizando muy lentamente mediante fusiones y
rescates. Hasta que no este terminado, cosa que ahora se ve más cercana, será muy difícil
pensar en una reactivación real, por falta de crédito.
Demografía
Hay que recordar los cambios demográficos de los años anteriores a la crisis, que
están en el origen y también en las consecuencias de la misma. Las necesidades de mano
de obra para la construcción, y la resistencia de los parados autóctonos a ocupar estos
puestos de trabajo, propiciaron la llegada de una fuerte inmigración joven y poco
cualificada que aumentó la demanda interior y la capacidad productiva, pero que ahora
aumenta de forma notable la cifra española de parados haciéndola de las más elevadas de
Europa.
La necesaria recuperación de estas personas no se conseguirá solamente con una
reactivación, sino que exigirá al mismo tiempo medidas de reconversión, tanto de sus
actividades como de sus conocimientos y habilidades. Las políticas activas de ocupación
son imprescindibles y no se han puesto en marcha con suficiente intensidad.
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Una crisis global pero no uniforme – Joan Majó
Estado del bienestar
España llegó al la UE con unos años de retraso respecto de los países centrales de
Europa. Este retraso se ha puesto de manifiesto en muchos aspectos y en gran parte se ha
corregido, habiéndose situado la economía española en zonas cercanas a la media.
(Después de la ampliación al Este, por encima de la media, ya que la media ha bajado…)
Uno de estos aspectos era la construcción del Estado del Bienestar que tuvo un gran
impulso en Europa durante los 60 y los 70. Cuando en los 90 cambiaron los aires
ideológicos y se fue procediendo a una cierta revisión a la baja de las políticas públicas,
España estaba todavía en un período de construcción. De forma acertada, no se detuvo esta
dinámica y se hizo un gran esfuerzo en educación, sanidad, pensiones e infraestructuras.
Pero no se modificó al alza la fiscalidad española para equiparla a la de otros países de
Europa, sino que se dejó arrastrar por la corriente de reducción de impuestos (rentas del
capital en el IRPF, patrimonio, sucesiones…).
Ello fue posible porque durante este período los ingresos públicos aumentaron
mucho debido al fuerte crecimiento y sobre todo a los derivados de la burbuja inmobiliaria.
Esta situación permitió una financiación adecuada pero fue creando un desequilibrio
estructural (entre ingresos y gastos recurrentes) que se ha puesto de manifiesto
violentamente al desaparecer la burbuja. Creo que de forma equivocada, los gobiernos han
estado intentando rehacer el equilibrio solamente por la parte del gasto (con lo que han
dificultado más la recuperación) y solo últimamente se acepta la necesidad de una reforma
fiscal que incremente la recaudación mejore la equidad, aumentando la progresividad y
disminuyendo el fraude.
Descentralización y gasto público
La constitución española que se elaboró después de la muerte del general Franco
tuvo, aparte de la recuperación de la democracia y el régimen monárquico, un elemento
nuevo: la creación de un Estado autonómico. El origen de esta novedad estuvo en la
necesidad de reconocer la existencia de tres territorios con rasgos nacionales, históricos y
lingüísticos propios (Cataluña, País Vasco y Galicia. Al no querer aceptar con todas sus
consecuencias esta realidad, se optó por establecer 17 comunidades autónomas (muchas de
ellas artificiales) a las que se fueron transfiriendo muchos de las competencias básicas del
Estado del Bienestar, pero sin una dotación adecuada de recursos ni una corresponsabilidad
fiscal suficiente. Este sistema, que ha ido funcionando sin graves problemas durante el
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período de crecimiento y de facilidades de endeudamiento, ha demostrado sus fallos en el
momento de crisis y ha puesto en evidencia rasgos de duplicidad, de irresponsabilidad y de
falta de equidad horizontal y vertical, que habrá que resolver, sin para ello olvidar ni
eliminar el origen de la estructura constitucional: la realidad nacional de las actuales
comunidades históricas y su voluntad de autogobierno.
A este elemento se ha unido una falta de rigor en las Administraciones, tanto del
Estado central como de los entes políticos inferiores, a la hora de valorar la conveniencia y
la rentabilidad de algunas inversiones en infraestructuras, lo que ha llevado a cometer
excesos en su dotación. Por suerte España fue unos de los países que llegaron a la crisis
con una de las deudas públicas más reducidas de Europa en términos de PIB. Pero el gran
crecimiento reciente, debido a los fuertes déficits fiscales de los últimos años, una vez
desaparecidos los ingresos procedentes de la actividad inmobiliaria, ha convertido la deuda
en un problema.
Todos estos rasgos, y algún otro que la extensión de un artículo obliga a ignorar,
permiten decir que, como ocurre también con otros países europeos, la crisis española es
distinta. Es paralela, sincrónica e influida por la crisis general, però suficientemente
diferente como para necesitar remedios diferentes y para tener unos ritmos temporales de
solución no coincidentes con los de otras economías.
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Una crisis global pero no uniforme – Joan Majó
España y el Euro
No hay la menor duda de que España, tanto o más que otros estados, está muy
interesada en salvar el euro. Yo diría que ni tan solo se ha contemplado como hipótesis
la alternativa de su desaparición. El futuro de España está en la Unión Europea y el
futuro de su moneda es el euro. Aunque ahora a veces se olviden, los efectos positivos
derivados de la pertenencia a la UE y a la Euro zona han sido enormes y han permitido un
desarrollo de la economía y una estabilidad de la política extraordinarias.
Ello no impide que, a lo largo de la crisis, la UE y el Euro hayan, en algunos
momentos, representado limitaciones y añadido dificultades a los esfuerzos para luchar
contra ella, y que esta sensación haya provocado en la población una disminución
importante de su entusiasmo europeo, que en otras épocas había alcanzado cotas de las más
altas que se recuerdan en el continente. Quisiera mencionar algunas de estas dificultades.
Política monetaria
La renuncia a la moneda propia y a la política monetaria ha eliminado dos
instrumentos básicos de lucha contra la crisis: el ajuste tanto de la tasa de cambio como de
los tipos de interés. La desaparición de la posibilidad de devaluar la moneda obliga a
recuperar la competitividad a través de medidas de devaluación interna, sean de tipo
fiscal o de reducción de costes. Aunque sea cierto que el recurso a la devaluación tenía
algo de trampa, ya que permitía recuperar competitividad sin resolver los verdaderos
problemas, también es cierto que los efectos de sacrificio sobre la población eran menos
patentes y, por lo tanto, ahora los esfuerzos para salir de la crisis son más dolorosos.
La fijación de los tipos de interés por parte del BCE para toda la zona euro provoca
asimetrías, ya que las necesidades son distintas en unos u otros países. Se ha visto como en
algunos momentos la política del Banco ha estado más influida por las necesidades de las
economías de los países centrales que las de España y otros estados, con más problemas de
crecimiento y con falta de liquidez. Es cierto que el buen funcionamiento de la zona euro
obliga a seguir estas reglas, pero deben estar complementadas por otro tipo de medidas
compensatorias, como transferencias de renta o apoyo a la construcción de
infraestructuras de mejora de la competitividad, que si bien existieron en otros momentos
ahora han desaparecido.
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Equilibrio comercial
De forma más concreta es necesario que, mientras la economía española está
realizando esfuerzos muy intensos de austeridad pública y privada para conseguir mejorar
sus equilibrios, no se encuentre con dificultades añadidas provenientes de algunos de sus
socios de la zona euro. Ante la evidente flojedad de la demanda interna y las restricciones
en el gasto público, España necesita confiar más en la demanda externa y mejorar su
balanza comercial. Ello se ha dificultado por las decisiones de algunos países que, estando
ya en una situación de fuerte superávit, han basado buena parte de su recuperación en un
impulso a sus exportaciones a los otros países europeos. Tampoco ha ayudado, la
reticencia del BCE y de los socios del euro, a adoptar políticas monetarias que mejoraran la
competitividad global de la zona respecto de terceros países, reticencia basada, según
parece, en un exagerado temor a la inflación.
Solidaridad federal
La actual arquitectura institucional de la UE y de la zona euro, aparte de lenta y poco
eficiente (como tantas veces se ha analizado en comparación a otras zonas monetarias
“optimas”) perjudica en muchos momentos a países como España, ya que la cesión de
soberanía que supone la renuncia a la moneda, y a la política monetaria, solo actúa en
beneficio de todos si se complementa con transferencias “federales” de rentas,
movilidad real de factores de producción y la existencia de un “tesoro federal”. Las
primeras existieron, en cantidades no muy elevadas, en algún momento pero han
desaparecido, la segunda es total para los capitales pero muy limitada aún para la mano de
obra, y se mantiene una oposición a la ampliación de las facultades y misiones del BCE.
Independientemente de las importantes responsabilidades internas de cada uno de los
países, la evolución de las crisis de deuda de Grecia o Portugal, y las dificultades actuales
de España y de Italia, están poniendo de manifiesto una correosa interpretación de la
solidaridad por parte de algunos de los países más competitivos, como Alemania, que
también se han beneficiado como pocos de la ampliación del mercado y de la adopción de
la moneda común.
Los países del sur son culpables de haber desaprovechado el euro para aumentar su
competitividad, pero recuperarla aceleradamente y sin ayudas “federales” puede ser muy
doloroso y decepcionante con respecto a la idea que tenemos del futuro de una Europa
unida.
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Sector financiero
El sistema financiero internacional, que reaccionó a la desregulación con unos
comportamientos que provocaron falta de solvencia y de liquidez, tuvo una parte
importante de responsabilidad en el origen de la crisis. Las declaraciones políticas de los
gobiernos durante el año 2009, poniendo de manifiesto la urgencia de una nueva
regulación para reducir las prácticas especulativas y volver a ponerlo al servicio de la
economía productiva, han quedado solo en declaraciones. Más grave aún, cada vez más
han sido los mercados financieros, aprovechando su papel de acreedores, los que han
marcado las políticas de muchos países.
Frente a la frustración de ver cómo los responsables de la crisis han ido estableciendo
los ritmos, los calendarios y la dirección de las medidas a tomar (incluyendo en algunos
casos cambios constitucionales y en otros caídas de gobiernos), se ha formulado a menudo
la pregunta de si el poder financiero estaba claramente subyugando a los gobiernos
democráticos. Éste ha sido un sentimiento extendido en España y, frente a la evidencia de
que luchar contra ello no se puede hacer desde un solo país, ha ido creciendo la crítica de
“¿para qué nos sirve Europa?” Éste es también un elemento a tener en cuenta.
Mirando adelante
La crisis está en una fase ya avanzada, en el sentido que, aunque tarde, se ha hecho
ya el diagnóstico correcto y se han analizado su complejidad y sus particularidades. En
los últimos meses, ha habido una fuerte concienciación no solo de las medidas necesarias
sino también de los muchos errores cometidos. Esta impresión es válida para el caso
español y para el conjunto de la UE.
Vista desde España, la situación se puede resumir en este momento con dos
consideraciones:
- Existe ya, tanto a nivel político como a nivel ciudadano, la conciencia de la
necesidad de revisar comportamientos y ello se ha trasladado ya a las medidas de
austeridad que se están produciendo, muy especialmente en Cataluña, pero también en todo
el resto del Estado. Ahora bien, estas medidas tienen un ritmo que no puede acelerase de
forma imprudente, pues se pondría en peligro su éxito, si produce una nueva depresión.
- Hay ahora, y está justificada, una fuete insatisfacción ante la actuación de las
autoridades europeas, siguiendo las iniciativas de los países con menos dificultades, ya que
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Crisis económica e impactos territoriales - V Jornadas de Geografía Económica AGE Univ. de Girona 2012 - ISBN: 978-84-8458-429-2
se notan a faltar acciones decididas que corresponderían al inexistente gobierno de la euro
zona y se observa un repliegue de muchos países hacia actitudes egoístas.
Incluyo, para terminar, tres frases que he repetido profusamente a lo largo del año
2011:
“Nuestro futuro está en Europa, sin Europa no hay salida, y sin el euro no hay
Europa”.
“Hemos de acabar de convencernos que nadie puede salir de la crisis por sí solo; o
salimos todos juntos o no sale nadie”.
“Los españoles hemos de salir algo más alemanes, pero los alemanes han de salir
mucho más europeos”.
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