Nuevos Comienzos - Creative People

Anuncio
El Legado
de los
Héroes de Caergoth
Escrito por Aitor Pelaez
Libro I
Nuevos Comienzos
2
Avalon Timelord
Cyric Keythor
Nemesis Elmo
Tasselhoff Woodruft
Rebeca Mineitor
Cristina Silvermoon
3
Phoenix Keythor
4
5
6
7
8
Me gustaría dedicar este libro a mi abuelo Vítor, quien con sus palabras, llenó mi mente de
fantasía e ilusión. Jamás podré olvidar su voz mientras me relataba historias de castillos
transportados por el aire con cadenas de oro. De sabias y orgullosas grullas conocedoras de
todos los grandes secretos de la humanidad. De valientes aventureros capaces de enfrentarse a
terroríficos dragones tan solo con su valor como aliado. O humildes pescadores recompensados
con grandes riquezas por su bondad y generosidad.
De estos y otros muchos relatos que me sería imposible narrar ni siquiera utilizando el espacio
de varios tomos, debo todo mi interés hacia la literatura, ya que gracias a las suaves palabras de
mi abuelo que me arrullaron durante el camino hacia la adolescencia, soy en gran parte como
soy, sin desmerecer el gran trabajo que mis padres realizaron en el resto de los campos. Mi
abuelo sembró en mí la semilla de la imaginación, mi madre me inculco esa parte tierna y
sensible que nos hace más humanos y condescendientes con los demás, mientras que mi padre me
convertía en la persona cabal y responsable que ahora soy.
He intentado encontrar alguna palabra que haría justicia al agradecimiento que siento, pero me
temo que no pueda hallar nada en ninguno de los lenguajes existentes con la que agradecer todo
lo que me han dado.
Así que me conformaré con decir: gracias por todo. Nunca podré olvidaros, siempre tendréis un
espacio en mi mente y mi corazón, y como el más sabio de todos los tiempos dijo una vez, una
persona no muere nunca mientras se encuentre viva en el recuerdo de los demás.
Aitor Pelaez Picado
9
10
Capitulo I - Cruel Destino
De nuevo se encontraba solo en la oscuridad, como todos los días desde
hacía quince años. En esos breves instantes de tranquilidad de los que
gozaba, se perdía en sus recuerdos del pasado y conjeturaba sobre su
destino de no haber sido abandonado frente a la puerta del hogar de
aquella familia adinerada.
Lo que sus progenitores desconocían, era que el cruel destino había
dirigido su dedo hacia la criatura, y aquella misma noche el pequeño iba
a ser secuestrado por error al ser confundido con el primogénito de la
familia. Y no acabaría ahí la intervención de los dioses, ya que el maestro
cofrade del gremio de la Sombra, responsable del secuestro, iba a tomarle
bajo su tutela. Quizás fueran las puntiagudas orejas del muchacho o sus
rasgos salvajes que no pertenecían a ninguna clase de elfo que él hubiera
visto jamás, o puede que la piel tostada del muchacho, no tan oscura
como la suya propia pero que aun así le recordaba sus orígenes, lo que le
hizo tomar la decisión final de quedarse con el muchacho.
Y así fue, como un elfo salvaje fue entrenado por un maestro de asesinos,
un viejo elfo oscuro criado en la superficie, perteneciente a un antiguo
clan huido de las profundidades de Mezoberranzan la antípoda oscura y
ciudad central de los elfos oscuros, las criaturas más despiadadas y
sanguinarias de la tierra. La historia le parecía tan similar a la suya, veía
al neófito aprender de una forma tan prodigiosa, que le hacía sentirse
orgulloso. Nunca llegaría a la pericia de su propio hijo, pero entre los
seres de la superficie tenia un claro porvenir en las sendas de la
oscuridad.
A los cuatro años comenzó a entrenarle en el arte de las armas, y fue
entonces cuando descubrió sus capacidades. No parecía tener habilidad
con las cimitarras, lo cual le causo un hondo pesar, pero un día descubrió
a su pupilo jugueteando con uno de sus muchos trofeos de guerra. Se
trataba de una extraña espada, perteneciente a un enemigo tan singular
como esta. La forma tan ilógica, al no disponer casi de guarda, y una hoja
extremadamente afilada hacían de su uso algo muy peligroso para su
portador.
11
Pero esto no amedrentaba al pequeño, que a pesar de los muchos cortes
que le asomaban a lo largo del cuerpo, se iba acoplando a su uso con una
pericia singular.
Un año después comenzó en serio su entrenamiento con tan extrañas
armas, eran dos hojas del mismo tamaño, además de una tercera más
pequeña que se asemejaba a una daga, pero que revestía la misma forma
y filo que las otras más grandes.
Todavía podía escuchar las palabras de su maestro resonando en su
mente: "Nunca es deshonroso huir de un combate, para poder librarlo en
otro momento, cuando nuestra posición sea mas ventajosa, y el enemigo
no se lo espere", aquellos consejos habían forjado su carácter, pero aun le
quedaba mucho tiempo para templar su brazo.
A los seis años ya despuntaba en sus habilidades con las armas, desde el
principio su tutor le insto a desarrollar ambos brazos, por lo que desde su
iniciación realizaba sus ejercicios con sendas armas. Su pericia fue
creciendo tanto en las espadas como en el uso del arco.
Pronto ingresaría en la escuela junto al resto de los alumnos, la mayoría
humanos, que durante los diez años de duración del curso se curtirían en
el arte de la oscuridad, todos aquellos que llegasen con vida, claro esta, al
final de tan peligroso periplo.
Era su séptimo cumpleaños desde que le habían aceptado en aquella casa,
fue cuando su mentor le hizo entrega de los pertrechos que deberían
acompañarle durante el resto de su vida. Las dos espadas con las que
había estado entrenando hasta ahora, y la extraña daga que parecía una de
las espadas en miniatura. También le entregó un pequeño arco, junto con
un consejo que aun recordaba y que debería cumplir algún día: "Este arco
te servirá por el momento, pero si lo que de verdad quieres es que tu arco
forme parte de ti, deberás hacerte uno a tu medida que aproveche todas tu
cualidades, será entonces cuando el arco y tu seáis uno".
Durante los dos meses siguientes el entrenamiento fue muy duro, ya que
al caer las primeras hojas de la estación de otoño debería ingresar en la
academia. Se esforzó en entrenar día y noche con sus armas, ya que el
resto de sus habilidades serian pulidas en la academia.
12
Día tras día entrenaba tanto a la luz del sol, como en la total oscuridad,
siempre con sus espadas prestas para el combate.
Y pasaron los días hasta la fecha señalada. Había concluido el tiempo con
su maestro, ahora debería ingresar en la academia que un día fuera
fundada por la familia de su mentor, el maestro de maestros. Ya en las
puertas su padre adoptivo se despidió con una corta aseveración: “Si en
realidad deseas ser el mejor, no te sirvas de tus armas, deja que ellas se
sirvan de ti". Cuando se adentraba en el recinto escuchó a sus espaldas lo
que serian las ultimas palabras que le dedicara su maestro hasta la fecha:
"Recuérdalo bien, cuando pienses algo, ten en cuenta que alguien puede
haberlo pensado también y anticípate".
Nada mas entrar fue obsequiado con un extraño presente que debería
portar durante los tres primeros años, de perderlo seria castigado con la
muerte. Se trataba de una pulsera que le privaría de la visión. Día y noche
debería portarla durante este periodo, para que sus ojos no se
inmiscuyeran en el entrenamiento de sus otros sentidos. Fue duro, pero
pronto descubrió que su fino oído, le daba una considerable ventaja
frente a los humanos, que desprovistos de tan fina herramienta eran un
blanco perfecto, además su ascendencia salvaje le dotaba de una agilidad
y una movilidad que en nada se parecía a los ruidosos y torpes
movimientos de los humanos. No hizo falta mucho tiempo para
comprobar que no había nadie que pudiera hacerle sombra, así que tras el
segundo año de entrenamiento optaron por pasarle a la clase superior
recortándole un año de entrenamiento básico. Se le retiro la pulsera y se
le preparo para la iniciación en el camino.
Su primer día fue duro, no solo por que acababa de comenzar el
entrenamiento de verdad, sino por que sus compañeros lo miraban como
a un niño, pues todos ellos eran mayores que el. Tras una corta
presentación, el tutor preparo a la clase para demostrar sus habilidades.
Había pensado en una prueba por grupos, así que nombro a cuatro
cabecillas para confeccionar los equipos.
13
Los elegidos fueron, en primer lugar Borack, un chico de aspecto robusto
y musculoso, seguido por Arkan un muchacho de aspecto frágil y
endeble que daba muestras de debilidad, al contrario que Sargonas el
siguiente elegido un joven de un tamaño descomunal, y para cerrar el
circulo fue elegida Gemma una dama de aspecto grácil, y una belleza que
se intuía bajo la capa de color teja que la cubría. Los capitanes de cada
grupo comenzaron a crear sus equipos eligiendo en orden aleatorio a los
alumnos que ellos querían para sus escuadras. Quedaban solo cuatro
pupilos para elegir pues todos los equipos tenían ya cuatro componentes
y Cyric todavía estaba entre ellos. El turno era para Gemma, y tenia
pensado elegir a Jonatan, un joven con poco talento en las armas pero de
gran inteligencia, cuando de pronto su mirada se cruzo con la de Cyric,
un brillo antinatural refulgía en sus ojos, era una mezcla de rabia junto
con algo que no llegaba a determinar, su mirada era tan intensa que
Gemma no podía apartar la vista de aquellos dos ojos. Indecisa, sin saber
el porque, eligió a Cyric, a la vez que bajaba la cabeza para ocultar el
rubor que teñía sus mejillas. Cuando se hubo recuperado, se aproximo a
Cyric para susurrarle al oído:
-No vuelvas a mirarme de esa forma -le amenazó apretando los dientes
con fuerza para contener la rabia- Ningún ser humano osa mirarme de ese
modo y pretende seguir con vida.
-Tranquilízate -la contesto Cyric sin inmutarse siquiera- nadie guía mis
pasos por mí, y lo más importante, nadie me dice lo que no tengo que
hacer. Además, al igual que tu, yo no soy humano -concluyó el elfo
mientras se alejaba hacia donde estaba el resto del grupo esperando, y sin
dar oportunidad de replica a su adalid-.
Recuperada de su zozobra interior y mordiéndose el labio inferior para no
dar rienda suelta a sus sentimientos de ira, se reunió con el resto del
grupo para planificar su estrategia.
El juego era simple, todos los grupos eran introducidos en un laberinto
mágico con sus armas envainadas en unas fundas especiales que al
contacto desprendían un tinte fosforescente que marcaban al contrario
con el color del grupo atacante, todos los grupos tenían que aniquilarse
entre si, y vencía aquel grupo en el que quedara algún miembro sin
marcar por las armas de los contrarios.
14
El grupo azul, el capitaneado por Gemma, apareció en una encrucijada de
caminos, Cyric instantáneamente rodó hacia una pared de uno de los
pasillos, preparo una flecha en su arco y en lo que pareció un único
movimiento disparo contra la pared opuesta. Todo el grupo se alerto
preparando sus armas.
- Solo estaba probando como afectan las fundas al vuelo de mis flechas se jactó, con una sonrisa en los labios que nadie vio- Pero si la pared os
parece hostil, podéis abalanzaos sobre ella para... -No concluyo la frase
pues había escuchado el ruido de un arco al tensarse- Al suelo -Gritó mientras hacía otro tanto, y sacaba una saeta de su
carcaj adherido a la pernera de su pantalón-.
En el mismo movimiento se reincorporo sobre su rodilla y disparo hacia
donde creía que estaba su atacante, no es que hubiese visto nada, pero
imaginaba que aquello desconcertaría al enemigo, obligándoles a
ocultarse, lo que le daría un poco mas de tiempo. Y así fue, por lo que
aprovecho para reincorporarse y salir hacia la dirección donde otro
pasillo cruzaba transversalmente. El resto del grupo lo siguió y cuando
alcanzaron esa posición intentaron reorganizar las ideas.
- Vosotros deberíais continuar hacia esa dirección -Dijo Cyric señalando
el pasillo que acababan de alcanzar- Yo podré encargarme de dos o tres
antes de que me reduzcan y de esa forma os será más sencillo acabar con
ellos.
Sin dar oportunidad de contrarrestar su orden, comenzó a trepar por la
pared del pasillo. Al llegar a la parte superior, sujetó una escarpia a la
pared y se paso una tira de cuero al rededor de las axilas que aseguro a la
escarpia, extrajo tres saetas de su carcaj y sujetó dos con los labios
mientras tensaba la tercera en el arco. Mientras tanto oía las pisadas de
sus compañeros que se alejaban en la oscuridad. Contuvo la respiración
cuando vio como el grupo capitaneado por una figura gigantesca giraba
la esquina hacia la dirección en la que habían huido sus compañeros. Se
mantuvo fijo contra la pared mientras estos pasaban bajo su posición y
despego poco a poco el arco de la pared cuando todo el grupo se
encontraba ya de espaldas, para apuntar al cabecilla. Por su aspecto
dedujo que se trataba de Sargonas, así que le apunto a la altura del
corazón y le disparo.
15
Ni siquiera noto el golpe del dardo cuando le golpeó, si no hubiese sido
porque al contacto con la flecha se desvaneció en el aire siendo
expulsado del laberinto mágico. En el resto del grupo estallo el caos al
verse desprovistos de capitán, y aturdidos comenzaron a mirar en todas
las direcciones, lo único que vieron fue como dos mas de sus compañeros
desaparecían sin dejar mas rastro que un leve zumbido en el aire. En
consecuencia los dos supervivientes echaron a correr a lo largo del
pasillo. Cyric soltó el arnés y se dejo caer al suelo incorporándose y
volviendo a colocar otra flecha en el arco. Corrió en pos de ellos, y
contempló como una aureola azul brillaba al rededor de sus presas justo
antes de que desaparecieran en la nada. Se lanzó al suelo con el arco listo
y oteo en la distancia. No veía a nadie, pero sabia que alguien estaba allí,
lo presentía. Dejo el arco en el suelo y saco un odre de agua que portaba,
lo rajo con su daga y lo esparció hacia la dirección en la que había
sentido la presencia de alguien. Un charco azulado se presento a sus ojos
que recogían la temperatura fresca del agua, y en un punto pudo discernir
dos pequeños círculos rojos al contacto con el agua. Salto en pos del arco
y disparo la flecha que estaba junto a este en el mismo movimiento, el
proyectil voló hacia la nada, y cuando alcanzo su destino, se vio un brillo
cegador seguido del zumbido que anunciaba la desaparición de otro
oponente. Se trataba de Arkan, oculto tras un conjuro de invisibilidad e
inconsciente de la habilidad de Cyric de percibir la temperatura de las
cosas. Cuando volvió la oscuridad Cyric pudo ver claramente como dos
figuras se acercaban sigilosas hacia él pegadas a la pared, lo que ellos
ignoraban es que Cyric podía percibir el calor que estos desprendían.
Mostrándose indefenso, dejo que pensaran que estaba desprevenido, y
cuando se decidieron a atacarle, este desenfundo sus espadas con tal
presteza que los atacantes no vieron los surcos azulados que les cruzaban
de lado a lado, hasta el momento en el que se vieron expulsados del
laberinto. Cyric se relajo un momento, lo que fue suficiente para su rival
que se encontraba tras el. Alzando el puñal se hizo visible y descargo la
estocada contra Cyric, estocada que nunca llegó a tocar a su objetivo ya
que un haz de luz rompió la oscuridad y se estrello contra el furtivo
atacante que desapareció con un zumbido.
16
Frente a Cyric, a unos dos metros del suelo, flotaba la figura de Gemma
que se había hecho visible al lanzar su ataque.
- ¿Parece que no sabes cuidarte muy bien solo, verdad? -comentó burlona
Gemma- Si, ya se que lo tenias todo bajo control -le dijo sarcástica- pero
me aburría aquí arriba sin hacer nada.
- ¿Donde están los demás? -Inquirió Cyric- De vuelta, -relató Gemma- Arkan nos cogió por sorpresa y lanzo contra
nosotros una bola en llamas, aunque yo conseguí escabullirme, no logre
verle cuando terminó todo, así que me quede por la zona, por si habías
sobrevivido a tu alocado ataque.
- Bien, así que quedamos tu y yo contra un indeterminado numero de
personas del grupo rojo. ¿Que sabes del tal Borack?, no parece mas que
un fanfarrón, que no atinaría ni a una mula en un pasillo aunque de ello
dependiera su vida.
- En los años que llevo con el, lo único de lo que estoy segura es que es
un tramposo, utiliza cualquier método para ganar, aunque con ello
perjudique a sus propios compañeros.
- Entonces tendremos que utilizar lo que sabemos de el para vencerle Concluyó Cyric- haremos lo siguiente... -Relató a Gemma entre susurros
para no ser escuchados.
Fue entonces cuando los vio, estaban allí sentados en medio del pasillo
hablando en voz queda el uno con el otro, como una parejita feliz en un
día de campo, que estúpidos -pensó Borack- por fin tendría su día de
gloria. Parecía que no le habían localizado, con gestos mando dar la
vuelta a dos de su grupo para que retrocedieran hasta el pasillo paralelo, e
intentaran cortarles la retirada, mientras enviaba a sus otros dos hombres
por el pasillo principal. Borack se ajusto la capa y desapareció sin que
nadie se diera cuenta de ello.
La primera avanzadilla, había llegado ya al lugar donde tenían que
impedir la retirada, y los otros dos estaban en posición de ataque. En un
instante saltaron desde las sombras con las armas prestas, Cyric se
levanto como si de un resorte se tratase, y ya tenía las katanas en las
manos cuando detuvo el ataque de sus dos oponentes. La sorpresa hizo
mella en Gemma que todavía estaba anonadada por el repentino ataque y
miraba al rededor sin saber que hacer.
17
Mientras tanto Cyric paraba los ataques de los agresores sin tener opción
a replicar con los suyos, y lo único que hacía era retroceder poco a poco
cubriendo la posición de su compañera. De repente otras dos formas se
abalanzaron sobre Gemma, atravesándola de parte a parte con sus
espadas. Un grito agónico, rompió la monotonía de los golpeteos de
acero contra acero, mientras Cyric seguía repeliendo los ataques de los
otros dos. De pronto una pequeña esfera de luz se creo a unos diez metros
de la escena, el tamaño se iba haciendo cada vez mayor, en tanto se
acercaba al grupo de combatientes. Pronto se dieron cuenta del ardid, los
cuerpos de Cyric y Gemma, imágenes ilusorias creadas por Gemma,
habían desaparecido, pero ya era tarde para los esbirros de Borack, la
esfera de energía se estrelló en el centro provocando una explosión de
llamas que alcanzó a los cuatro luchadores que desaparecieron al instante
acompañados por el típico zumbido. Ahora, en el lugar donde se había
creado la esfera de luz estaba Gemma, respirando entrecortadamente por
el esfuerzo realizado, murmuro algo y Cyric se hizo visible a su lado. Fue
entonces cuando Borack se materializo a sus espaldas descargando un
golpe letal contra Cyric que desprevenido se desvaneció con un zumbido,
Gemma se dio la vuelta para contemplar la sonrisa que afloraba en los
rasgos de su captor, la mueca se torno en carcajada, para terminar en una
risa demencial. De pronto, su risa concluyo tan rápido como había
comenzado y volvió la cabeza para contemplar el rostro de Cyric que le
observaba con una mueca burlona, le habían vuelto a engañar de nuevo y
un instante después era expulsado del laberinto mágico.
- Parece que mi plan ha tenido éxito, ¿verdad princesa? -Comentó Cyric
con sarcasmo- Vale, he de reconocer que a veces tienes ideas, pero solo eso. Y por
cierto, No vuelvas a llamarme princesa.
- Está bien princesa -contestó Cyric con una mueca burlona-.
Momentos después el laberinto mágico, se desdibujó y aparecieron en
una habitación rodeados del resto de los alumnos. El tutor avanzó unos
pasos y les dio la enhorabuena.
18
- He de reconocer que me habéis sorprendido, pero aun debéis mejorar
mucho -dijo el tutor en tono severo- La próxima vez no les podréis
engañar con trucos de ilusionista de feria, aunque reconozco que las
ilusiones que Gemma ha conjurado han sido muy creativas teniendo en
cuenta la edad que tiene. Y ahora ir todos a descansar, mañana
comenzaremos las clases.
Fue entonces cuando Cyric reparo en la mirada de Borack, desprendía un
odio letal, que solo era comparable a la envidia que le corroía por dentro
al haber sido vencido por un crío. Y así, año tras año fue adquiriendo el
poder y la destreza necesaria para convertirse en un maestro en el arte del
sigilo.
Un leve ruido le saco de sus cabilas, y volvió al presente, inspeccionó su
entorno lentamente, y volvió a oír el sonido, era tan ligero como el roce
del viento, pero ya sabia de quien se trababa, era Gemma la única amiga
que había tenido desde su ingreso en la clase superior de la academia. Era
una semielfa, y como él, no tenia hogar ni raíces que la atasen a ninguna
parte. Era la única fémina que había conseguido ingresar en el año
posterior a la instrucción, el año noveno (O el NoAño como lo llamaban
familiarmente), el año de la especialización, reservado solo para los
pupilos que habían demostrado poseer una destreza excepcional en el arte
de las sombras.
Pero la visita de hoy era distinta, lo que iba a acontecer al día siguiente
era algo que mantenía en vela a todos los discípulos. Se trataba de la
prueba final. Una prueba a la que solo la mitad de los discípulos
sobrevivían, ya que eran enfrentados entre ellos aleatoriamente, aunque
todos sabían que los enfrentamientos estaban predefinidos y solían
enfrentar a los alumnos que tenían lazos de amistad entre ellos. El roce
de la piel de Gemma, le sobresalto, aunque estaba al corriente de su
presencia, siempre se ponía nervioso cuando ella estaba cerca.
-Mañana seremos libres -le susurro ella al oído- nos iremos lejos y
emprenderemos cientos de aventuras, y nadie habrá que pueda competir
contra tu fuerza y mi magia.
-Por supuesto -contestó Cyric, poco convencido-, mañana todo habrá
acabado.
19
Gem, como cariñosamente la llamaba, se coloco frente a el, y se quedo
mirándole a los ojos, fijamente, no había luz, pero ella veía claramente
como el calor de una lagrima tibia recorría su mejilla derecha.
- Prométeme que si mañana luchas contra mí, no me dejaras vencer,
¡Prométemelo! -Susurró con voz lastimera-, Te juro que si mañana
mueres, yo iré tras de ti -Concluyó, dándose la vuelta y saliendo de la
habitación apresuradamente. De nuevo volvió el silencio a la habitación,
y se quedo solo con sus pensamientos. Llevaba días pensando sobre la
prueba del día siguiente, y estaba convencido del emparejamiento que iba
a tener lugar en su combate. Así que decidido, empacó su equipo, y se
dirigió a la ventana. Sabia que la mayoría de los maestros estarían
ultimando los preparativos de la prueba, así que se deslizo sigilosamente
por la pared y avanzo raudo por el patio de la escuela. Cuando se dirigía
a la muralla de la escuela, escucho las voces de dos personas que en un
principio no supo identificar, se acerco con cautela a una distancia
prudencial y escuchó parte de una conversación que le helo la sangre.
- Va ha ser un enfrentamiento magnifico, el pupilo de Keythor obligado a
luchar contra el ultimo eslabón de la estirpe Killraven -se jactó el mas
viejo-, la descendiente del Rey de Caergoth, una muchachita semielfa de
lo mas bella y letal.- Además tengo entendido que esa damita ejerce
cierta influencia sobre el joven Cyric, una influencia que mañana tendrá
que erradicar si quiere salir airoso del desafío.
- ¿Y si ella siente lo mismo por el?, ¿no seria eso perjudicial para el
desafío, maestro?
- Quien, ¿Gemma? ¿Sentir algo por otro ser humano?, acaso bromeáis
amigo Khelm, parece ser que al clan Dubarri les ablanda la edad, no
camarada Khelm, no habrá ni una pizca de apego en sus ojos cuando
Gemma Killraven acabe con la vida de Cyric Keythor.
- Si, maestro Derelor, -Asintió el contertuliano no muy convencido- pero
Cyric al igual que ella tampoco es humano -Susurró para él mientras
daba la vuelta y se marchaba-.
20
Cyric abrumado, abandono su posición y se dirigió al muro mas cercano,
para salir cuanto antes de aquel lugar. Comenzó a trepar la pared, cuando
un ruido imperceptible rasgo el silencio, en ese instante se soltó de la
pared y se dejo caer, para ver como una pequeña saeta se incrustaba en el
muro donde poco antes se encontraba su cuerpo. Cuando toco el suelo
rodó sobre si mismo buscando al atacante y tanteando las empuñaduras
de sus armas, se incorporo sobre la rodilla derecha sujetando la
empuñadura de una de las espadas, cuando vislumbro al atacante. Por su
tamaño parecía joven, e iba embutido en una túnica oscura, portaba en la
mano derecha una pequeña ballesta que apuntaba a su objetivo. Se acerco
lentamente sin apartar la ballesta.
- Parece que el gran Cyric tiene miedo -le increpó-, por lo visto tenias
planeado abandonar la escuela ahora que iba a verte morir. Pues mira por
donde no tendré que esperar a mañana para verlo, a nadie le importara
que un cobarde haya muerto a las puertas de la escuela, además... los
accidentes ocurren. Y ahora Cyric, dale recuerdos al señor del abismo de
mi parte.
En ese mismo instante, y sin que el ojo del atacante pudiera percibirlo,
una hoja muy afilada le secciono el abdomen de abajo arriba, la hoja
asesina era una de las katanas de Cyric que había salido disparada como
un resorte y le había rajado desde el abdomen hasta el diafragma,
acabando con la vida del agresor. Pero este en su último hálito de vida
disparo la ballesta, e hizo blanco en Cyric. El cual agarrándose el pecho
se giro para concluir su huida, en el suelo quedaba tendido otro de los
alumnos aventajados de la escuela, Borack Recktar.
- Parece que hoy saludaras al señor del abismo en persona, -señaló Cyric
con una mueca-, hazle llegar mis disculpas por no poder asistir hoy a la
cena.
Protegiéndose el lugar herido, y sin arrancarse la flecha, por miedo a
quedar inconsciente, ascendió el muro con la ayuda de una sola mano e
impulsado por los pies. Una vez arriba se dejo caer al otro lado, y huyo
dando tumbos. Poco o nada, recordaba de la escapada, solo que tras andar
lo que le parecieron días a través de la oscuridad, llego a la orilla de un
río donde hizo un alto para descansar e intentar arrancarse la flecha.
21
Al ser una flecha de ballesta preparada para portar veneno no tenia un
asta muy estriada, por lo que su extracción no le resulto difícil, cuando de
un tirón arranco la flecha de su pecho, la negrura le sumió por completo.
Al abrir los ojos se encontró sumamente débil y empapado en sangre, la
hemorragia parecía haber remitido, pero el dolor le recordaba que la
herida aun estaba allí. Se acerco al cauce del río y limpio como pudo
tanto sus ropas como la herida. Paso otras dos noches en aquel lugar,
incapaz de levantarse para conseguirse alimento. En el amanecer del
cuarto día, las fuerzas parecieron volverle, y aunque estaba exhausto y
muerto de hambre, se levanto para inspeccionar el terreno. La visión del
un elfo en aquel lugar era discordante, una figura embutida en ropas de
color negro azabache, rodeado de toda una amalgama de colores
brillantes, allí en aquel lugar, descubrió que la belleza no se encontraba
solo en la noche. Se irguió cuan alto era, (al rededor de un metro
ochenta), y dio gracias a su procedencia salvaje, ya que gracias a ella era
mucho mas alto de lo que un elfo normal podía aspirar, además su origen
salvaje le proporcionaba unas características físicas superiores a
cualquier raza noble, claro que sus rasgos no eran tan bellos como los de
sus primos los silvanesti o qualinesti, pero de nada le valían a él. Portaba
dos katanas en sendas fundas cruzadas sobre la espalda, adosadas a la
túnica, con las empuñaduras hacia abajo, a la altura de las caderas. El
carcaj de flechas en lugar de llevarlo en bandolera a la espalda, portaba
las flechas repartidas en sendos bolsillos especiales incluidos en los
pantalones a ambos lados de las piernas a la altura de los muslos.
También portaba un arco colgado a la espalda, que no le dificultaba la
extracción de las espadas, al estar la empuñadura de estas a la altura de
las caderas. Y sin más dilación puso rumbo hacia el sur, sin detenerse
apenas, solo paraba lo necesario para comer algo que había cazado, o
ingerir algunas bayas que se encontraba por el camino. Cuando el cuerpo
se negaba a continuar se dejaba caer y continuaba caminando a las pocas
horas. Quizás fueron días, mas al elfo le parecieron semanas de arduo
caminar a través de los campos, pero al fin se cruzo con una senda que
marchaba hacia el oeste.
22
Capitulo II - Nuevos Comienzos
No es que fuera la carretera de un burgo principal, pero era más que un
camino, probablemente perteneciese a una ciudad costera de segunda
categoría. Tomó la senda y avanzó sin dilación hacia su nuevo destino,
varios fueron los transeúntes que se cruzaron con el, y todos ellos lo
miraron con desconfianza. Ninguno cruzó palabra alguna con el nómada
que avanzaba un paso tras otro hacia la dirección de la que ellos
provenían, ninguno osó hacer ningún comentario sobre el despojo que
avanzaba hacia su ciudad. Al elfo solo lo mantenía en pie la fuerza de
voluntad, que impedía al cerebro hacerse con el control del cuerpo y
desplomarse en mitad de la calzada. Era un día soleado cuando vio en
lontananza el burgo hacia el que se dirigía, era más bien grande y se
trataba como él había supuesto de una ciudad portuaria. A las pocas horas
estaba avanzando por las calles de la ciudad, una ciudad en otros tiempos
capital del imperio de Abanisina, pero ahora desprestigiada tras la caída
del gran rey de Caergoth. Avanzó por una de las animadas calles de la
ciudad y puso rumbo a una de las muchas plazas de la urbe, allí se dejo
caer agotado, al rellano de una fuente y se quedo dormido. El ruido del
bullicio lo saco del sopor, aun cansado y con los huesos doloridos se
incorporo y hecho un vistazo. Estaban instalando el mercado en la plaza
y la gente parecía animada, centenares de frutos exóticos yacían
esparcidos al rededor de la plaza. Cyric comprobó los distintos sabores
de tan variopinta variedad de alimentos, y no comento nada a los
propietarios al respecto, para no incomodarles con la degustación de sus
manjares, al fin y al cabo quien era el para molestar a tan ilustres
personajes, tan ocupados en sus azarosos quehaceres. Ya mas animoso y
con el estomago lleno se dirigió hacia el puerto, pues sabia que allí era
donde se cerraban los mejores negocios. Acababa de atracar un barco y
estaban deslizando la trampilla, se acerco hacia el lugar a tiempo de ver
descender al cortejo de lo que parecía un ilustre caballero. El centro de
atención, el caballero, portaba una armadura completa que le dotaba de
un aire de majestuosidad, llevaba colgado a la espalda lo que parecía una
mochila muy pesada, aunque a sus hombros parecía tan ligera como una
pluma.
23
El séquito que le acompañaba estaba compuesto por siete personas, Tres
de ellas portaban túnicas hasta los tobillos. El mas enclenque una de
color carmesí, el otro, un sanador de Mishakal (dedujo por el símbolo
que llevaba al cuello) iba vestido con una túnica alba, y por ultimo la
figura mas sospechosa de todas que iba oculta tras una túnica azabache,
frente a estos, cerraban la comitiva cuatro personajes de aspecto
variopinto, dos guerreros fornidos, un bardo y una extraña figura de
aspecto lamentable, el mas colosal de todos ellos era una mujer de
aspecto fiero y temible, sus musculosos brazos daban fe de que su fuerza
era tan descomunal como su tamaño, la otra figura amenazadora era de
menos tamaño, al rededor de metro veinte, pero la constitución de su
torso y brazos eran, si cabe, mas terroríficos que los de la amazona. A los
lados de estos se encontraban, el bardo, un figura grácil y bella, que
portaba un arpa a la cintura, y un extraño personajillo de diminuta
estatura, que iba ataviado con ropajes de llamativos colores, además
portaba una colección de extraños utensilios con las formas mas dispares,
colgados a lo largo de su cuerpo. Cyric observaba al grupo mientras
discutían sobre su próximo destino, miro a la figura enlutada, y cuando
estuvo seguro de que este se había percatado, hizo unos movimientos
imperceptibles para cualquiera que no estuviera preparado para verlos.
No se extrañó cuando su saludo fue contestado de la misma manera por
la figura encapuchada. En aquel momento ya había fraguado un plan y se
dirigió con resolución hasta el grupo, cuando estuvo a su altura se dirigió
a ellos.
- Buenos días señores, mi nombre es Cyric y yo tengo lo que necesitan.
- Vaya por fin -comentó el caballero de brillante armadura mientras se
adelantaba un paso hacia él mientras se atusaba el bigote- por un
momento creí que no iba a aparecer el contacto.
- Se equivoca vuestra usía, solo soy el mensajero del que esperáis, me
manda para dirigir vuestros pasos hacia el.
- ¡Vamos entonces! -Tronó con voz airada- Ya estoy harto de tanta
espera.
24
Dirigieron pues los pasos por la calzada de la ciudad, hacia el incierto
destino, mientras Cyric se devanaba los sesos buscando la forma de
engañar a un personaje con tantos recursos monetarios, o como decía el,
aligerarle esa pesada carga que reposaba en su costado.
Les dirigió pues hacia las calles paralelas al puerto, donde suponía se
encontraban los bajos fondos de la ciudad, las paredes eran de piedra con
las juntas untadas de argamasa, los tejados de madera no imbuían mucha
seguridad, y las ventanas, la mayoría pequeñas, estaban o bien cerradas o
poseían barras de hierro cegándolas. A los diez minutos Cyric noto que el
caballero comenzaba a mirar de soslayo hacia su dirección por lo que
acelero la función, observo el cartel de una vieja posada desvencijada y
dirigió sus pasos hacia allí. La posada tenia una fachada de adobe
mugriento con decenas de huecos por donde sobresalía el amarillo de la
paja mal mezclada, el tejado se sujetaba como por arte de magia sobre
unas vigas podridas que sobresalían en la parte superior del tejado. De
pronto Tristán, el caballero ya no pudo resistir más. Paró en seco y
dirigiéndose a Cyric con donaire le increpó:
- ¡Donde se supone que nos llevas! No esperaras que yo el gran Tristán
de Roda, vaya a meterme en esa posada de mala muerte. Ni siquiera los
piojos de clase mas baja osarían introducirse en semejante antro.
- Pero mi señor -replicó en tono servil Cyric- yo solo soy el mensajero, la
persona a la que buscáis se encuentra allí, si no queréis hablar con ella no
se que hago perdiendo el tiempo haciendo de vuestro guía.
-Simplemente digo que no voy a entrar allí, así que ya puedes decirle a tu
señor que nos veremos en otra parte donde no haya que competir la barra
con las cucarachas para tomar un trago.
Sin más dilación y con una reverencia, Cyric se introdujo en la posada.
Nada mas entrar se encontró dentro de una atmósfera humeante y
maloliente, la habitación era mas o menos amplia, toda sembrada de
mesas de madera mugrienta, todas ellas desprovistas de manteles y
pintadas por los colores de las variopintas bebidas derramadas sobre
ellas. Se irguió cuan alto era y se dirigió con paso sereno hacia la barra
posando la mirada en todas las figuras que allí se encontraban, y dando a
entender que no era rentable tener un encuentro a solas con el.
25
Alcanzado su destino poso la vista en el regente del local que allí se
encontraba y le hizo un ademán para hacerle venir.
- Necesito algo efectivo contra las ratas -dijo Cyric sin presentarse- algo
que me deshaga de ellas de una vez por todas, ¿podrías decirme tu donde
encontrar lo que busco?
- Bueno en realidad no tengo problemas con las ratas... -comenzó a
replicar el posadero- Aun no -apuntó Cyric sin dejarle terminar- pero podrías empezar a
tenerlos.
- Ah, ejem, bueno -contestó el hombretón entrecortadamente- si esto..., lo
que quería decir es que tengo mala memoria, pero acabo de recordar que
tengo algo por la trastienda, pasa y te lo mostrare.
- No querría parecer descortés pero prefiero esperar aquí -contestó con un
guiño- solo tráeme lo mas fulminante que tengas, sabré agradecértelo.
Tinnao, que así le llamaban sus parroquianos desapareció por la puerta
que daba a la trastienda, mientras tanto Cyric paseo la mirada por las
mesas hasta que encontró lo que quería, cogiendo dos jarras de debajo de
la barra y llenándolas en un barril cercano a esta se dirigió a una mesa
cercana. Allí se encontraba una figura hedionda y rechoncha que intento
enfocarle con unos ojitos entrecerrados por el abuso del caldo.
- Buenas tardes -se presentó Cyric adelantando una de las jarras en el
campo de visión de éste- a esta ronda invito yo.
El contertuliano respondió con un "Grafiags" y dio un buen trago al
caldo, replicando con un pronunciado eructo.
- Mi nombre es Trog y soy del sur de Abanisinia -le comento con
indiferencia ¿y tu quien eres?, ¿la madre Teresa de los borrachos?
- No... Dejadme que me presente, mi nombre es Rodolf Matrat -contestó
con suspicacia- y solo quería conocer a alguien que me contara historias
locales, acabo de llegar en barco desde el sur y no conozco a nadie.
- Ah bueno pues entonces has venido a la persona indicada, déjame que
te cuente -comenzó dándole otro sonoro trago al liquido contenido de la
jarra, vaciando ésta- Caergoth ahora es una ciudad pesquera, pero antes
era la capital del reino, un lugar de gloria y poder, donde reinaba el
poderoso Shiryu Killraven de Tanelord, el caballero mas poderoso desde
los tiempos de Huma el Grande.
26
Pero la oscuridad planeaba sobre esta familia y quiso el destino que el
nieto primogénito del rey se enamorase una elfa, provocando la caída de
la corona...
Cyric comprobó que el tabernero volvía ya del almacén interior, con lo
que agarrando ambas jarras cortó la historia del borracho.
- Creo que seria mucho mejor si tuviésemos algo con lo que mojar los
labios durante tan interesante relato -comentó levantándose de pronto sin
escuchar siquiera el "Si claro..." del borrachínSe acerco con premura hacia el tabernero mientras se embozaba la
capucha de la capa que portaba sobre los hombros.
- ¿Tienes lo mío? -Preguntó con sequedad- ¿Y tu? -inquirió el posadero con el ceño fruncido.
Cyric poso las copas sobre la barra pidiendo otra ronda y cuando las
jarras estuvieron rebosantes, le hizo un sutil gesto al camarero.
- ¿No pensaras que pague sin comprobar la calidad verdad?, me gustaría
ver que tal se mezcla con la cerveza, ya sabes tengo unas ratas muy
especiales.
El camarero vertió con recelo una pequeña dosis en la jarra esperando ver
como su interlocutor lo olía, su asombro fue mayúsculo cuando recogió
ambas jarras y se dirigió a una mesa cercana. Se volvió a sentar
tendiéndole la jarra a Trog, el borrachín que en ese momento se
encontraba explorando uno de sus conductos nasales con el dedo, al ver
la llegada de refuerzos introdujo el dedo en la cerveza para darla mas
sabor y a continuación la degustó con un sonoro trago.
- Bueno como te iba diciendo -Continuó Trog-, el rey tuvo la mala
fortuna de que su nieto primogénito se casara con una elfa, dicen las
malas lenguas que lo embrujó para enamorarse de ella, pero ya sabes
como es la gente, no te puedes fiar de nada de lo que te dicen, bueno el
caso es que....
En ese momento Trog empezó a boquear como si le faltara el aire,
intento incorporarse pero su lucha fue en vano y cayo de bruces sobre la
mesa emitiendo un leve gorgojo.
27
- ¡Vaya!, parece que no aguantas mucho bebiendo -dijo Cyric con sorna-,
le dio una palmada en el hombro, mientras su otra mano se deslizaba por
su cintura en busca de la bolsa, la desprendió con un leve tirón y se
dirigió a la barra.
Tinnao, el posadero tenía los ojos desorbitados, acababa de ver como
asesinaban a un cliente delante de sus propios ojos, hizo ademán de
buscar algo debajo de la barra, mientras Cyric se acercaba con una mano
oculta bajo la capa. Llegó hasta la barra y soltó la bolsa sobre la barra, la
cual cayó con un tintineo metálico
- Dame lo mío, tengo prisa. -Expresó escuetamente- No creerás que voy a dejarte marchar después de ver lo que has hecho.
- ¿hecho? Yo solo le he invitado a una cerveza que tu me has servido,
¿acaso he hecho mal?, ¿esta prohibido llevar bebida a las mesas? Preguntó con tono irónico- ¿O deseas contarle a los guardias que has
envenenado a alguien?
El gordo posadero estaba paralizado, con los ojos abiertos de par en par y
la boca abierta.
Con un rápido movimiento Cyric se hizo con el paquete de veneno y se
dio la vuelta hacia la puerta.
- Por cierto, tenéis un caldo excelente... -le dijo girando la cabeza hacia el
posaderoDe pronto, al girar se encontró cara a cara con el gordo posadero que
portaba un espada ancha enarbolada desafiante sobre sus hombros. Cyric
le miro a los ojos y sin inmutarse le dijo:
- Puedes respirar por última vez, o coger esa bolsa y olvidar.
En ese momento el posadero hizo descender su hoja con una arco mortal
hacia la cabeza de Cyric, pero no encontró su destino ya que se vio
bloqueada por una hoja tintada de negro que instantes antes no se
encontraba allí. El posadero reculo al comprobar que una gemela de esta
se encontraba en la otra mano del asesino.
- Opción incorrecta -Contestó Cyric con sarcasmo-, mientras con un sutil
movimiento de su hoja hizo volar la espada de su contrincante por los
aires.
28
Sin darle mayor importancia se volvió a girar y se encamino de nuevo
hacia la puerta con donaire mirando a sus flancos y concentrándose en
cualquier sonido sospechoso que indicara una presencia hostil. Llego a la
puerta sin ningún contratiempo. Allí se encontraban esperándole, se fijo
en Tristán, sus ojos echaban chispas y tenia los nudillos blancos de la
presión que estaba realizando para contener la ira, de pronto estalló
furioso.
- ¡Pero como te atreves a hacerme esperar casi una hora en mitad de la
calle! a mi, un caballero de Solammia de alta alcurnia.
- Mi señor -contestó sumiso Cyric- me ha costado sobremanera
convencerle para quedar mañana en la plaza del mercado, dice que no
esta dispuesto a salir durante el día de hoy de esta posada, y si os es tan
urgente no os frenara la falta de una mano de pintura en la fachada.
- Bueno, esta bien -conminó el caballero- vayamos pues a una buena
posada para pasar la noche, estoy muy cansado después de un viaje tan
largo en barco.
- Detrás de vos señor -dijo Cyric con sorna postrándose ante el, mientras
le ocultaba la sonrisa incipiente que empezaba a aflorar en su rostro.
Dirigieron pues sus pasos hacia el centro de la ciudad, donde el aspecto
de las calles era totalmente diferente del que habían visto hasta ahora, las
fachadas, de piedra blanqueadas por capas de cal uniformemente
extendidas, con techos de teja oscura, estaban flanqueadas por bonitas
hileras de árboles en flor que delimitaban la calzada. En las paredes
colgaban bonitos ramos de flores fragantes que daban al aire un olor
dulzón y agradable al respirar. Las gentes, elegantes y bien vestidas
paseaban por las calles, y los niños jugueteaban en los portales de las
casas. No parecía siquiera que se tratase de la misma ciudad, pero así era,
la diferencia entre ricos y pobres, aquellos que habían tenido la suerte de
nacer en el seno de una familia adinerada, o los que habían sido paridos
en la oscuridad de un cuartucho del puerto, y abandonados poco tiempo
después. Cyric miraba con desolación a su alrededor al contemplar por
primera vez aquellos lujos.
29
Aquello era la reencarnación del mal para el, durante toda su vida le
habían adiestrado para robar y asesinar a ese tipo de gente con la certeza
de que aquellos tiranos habían conseguido todo lo que poseían a costa de
esclavizar a gente como él mismo. Ahora se sentía seguro de que estaba
actuando correctamente.
- Ese parece un buen sitio -la voz ronca de Tristán saco a Cyric de sus
cábalas y le hizo regresar a la realidad-.
La posada a la que se refería el caballero parecía más un palacete que un
hostal. Suspendido sobre la puerta, colgaba un cartel de roble grabado en
letras de oro en el que se leía "Los Héroes de Caergoth". Sin más dilación
el caballero se dirigió hacia el interior, el cual estaba plenamente
iluminado por lámparas de araña que colgaban de un techo de al menos 5
metros de altura.
La posada, si es que se la podía llamar así, ya que palacio seria un
termino mas adecuado, tenia el suelo de mármol rosa veteado con blanco,
las mesas, de roble macizo cubiertas con tapetes de seda o lino, estaban
dispuestas a distancias regulares a lo largo del gran salón. Cyric y los
demás se adentraron en el salón tras el caballero. Nada mas verlo Cyric
sintió una especie de punzada en el pecho. Apenas podía respirar, nunca
antes había contemplado algo similar, en casi todas las mesas, los clientes
poseían ricos ropajes y caros adornos tales como pulseras o extravagantes
collares de oro y piedras preciosas. Cyric, apenas si podía respirar ante
aquella visión de riqueza. Se ajusto la capucha de la capa sobre los ojos y
siguió al caballero hasta la barra. Cuando Cyric llegó a la barra, Tristán
ya estaba hablando con el camarero
- ....venado con guarnición y de bebida queremos cerveza -estaba
pidiendo el caballero al regente de la posada cuando por fin llego Cyric-.
El que se encontraba detrás de la barra parecía un gigante, media
alrededor de dos metros tenía el pelo rizado hasta la altura de los
hombros y su constitución era formidable, tenía la piel curtida y
bronceada lo que denotaba que no era un tabernero corriente, sino
alguien que ya se había enfrentado a la muerte en incontables batallas.
30
- Muy bien señor -contestó el camarero con voz cortes, lo cual
desentonaba con su apariencia feroz- ¿Y que tipo de Cerveza desearan?
Tenemos la mayor selección de Cervezas de todo el continente de
Ansalon, disponemos de más de cien tipos diferentes.
- Ahh esto.... ¡por supuesto! -Improvisó el caballero- tomaremos Cerveza
Trigada de Abanisinia. La mejor cerveza de todo el continente.
- Buena elección señor, si me permite decirlo. -contestó el camarero
mientras hacía una señal a una moza-, la camarera les acompañara a su
mesa.
- ¿Como? -Comenzó Cyric con tono ofendido- ¿Vais a juntarnos con el
populacho en este gran salón? ¡Al gran Tristán! ¡El insigne caballero que
regenta el cargo de gran patriarca en la orden de la Rosa! ¡Ni Hablar!
Nosotros debemos comer en un reservado aparte.
- El dinero no es problema ¿verdad mi señor? -Le pregunto a Tristán
mientras se postraba en una falsa reverencia-.
- Perdonar vuestras mercedes -se corrigió el camarero- desconocía la
llegada de tan ilustre personalidad. ¡Regina! acompaña a los caballeros a
nuestro salón privado.
La camarera se deshizo de la bandeja que portaba, dejándola sobre la
barra, y acompaño a los "ilustres" invitados hasta una sala colindante
separada por una puerta de madera de nogal fastuosamente adornada.
Una vez en el interior les acomodo en una mesa inmensa que se
encontraba en el centro de la habitación. Tomaron asiento y esperaron la
llegada de las viandas. A los diez minutos comenzaron a entrar camareras
con platos de comida que comenzaron a repartir por doquier, también
trajeron tres grandes jarras de Cerveza que colocaron a lo largo de la
mesa. Cuando todo estuvo dispuesto comenzaron a comer copiosamente,
la comida y la bebida corrían a granel como en una fastuosa fiesta de la
nobleza. Al rato, el efecto de la cerveza ya comenzaba a notarse en los
rostros de los comensales. Carrillos rojos, ojos vidriosos, copas
derramadas sobre la mesa, frases entrecortadas, miradas lascivas a las
camareras...
31
- ¡Señores! -se levanto Cyric con su copa en alto- Brindemos por Sir
Tristán, nuestro insigne líder…, -y sin acabar la frase vacío su copa sobre
la mesa añadiendo- Pero hagámoslo con un buen vino, como requiere la
ceremonia. Voy a ver al camarero.
Pasaron unos minutos desde que abandono la estancia, para regresar con
una botella descorchada, acompañado por sendas camareras portadoras
de copas de cristal. Distribuyeron las nuevas copas y Cyric pasó por
todos los sitios escanciando el precioso caldo. Se trataba de un vino joven
de buena cosecha de la región de Abanisinia, conocida por se cuna de los
mejores caldos así como de ser la capital de la caballería por excelencia.
Cyric volvió a su sitio cuando las camareras se marchaban y relleno su
copa. La alzo sobre la mesa mientras brindaba: "Por Sir Tristán, ilustre
caballero y audaz líder, que su vida sea prospera y sus aventuras
beneficiosas para si y sus amigos." Tras esto todos corearon "Que así sea,
Por Sir Tristán", tras lo cual, acercaron las copas a los labios y de un
trago dieron cuenta de ellas.
Cyric escupió el contenido de la suya sobre la mesa.
- ¡Pero como es posible que a esto le llamen buen vino! Es el vino más
malo que he probado en mucho tiempo.
Todos lo miraban atónito, el caldo al que se refería tenia un buque
excelente y su sabor era extraordinario. De repente comprendieron lo que
pasaba, primero fue una súbita contracción en el estomago, seguida por
algunas arcadas. Hicieron amago de alcanzar las armas, pero un sopor
incontrolable les embotaba las cabezas a la vez que perdían la fuerza de
las piernas derrumbándose sobre sus rodillas. Todos miraban atónitos a la
figura enlutada que les observaba inmutable desde la esquina de la mesa.
- ¡Vaya! Parece que era peor vino de lo que creía -comentó Cyric con
sarcasmo ocultando una sonrisa que luchaba por aflorar en su labiosmenos mal que escupí mi trago.
Esperó varios minutos mientras clausuraba todas las entradas a la
habitación, y por fin comenzó a registrar las pertenencias de sus antiguos
compañeros.
32
Empezó vaciando la mochila de Tristán sobre la mesa, allí se
desparramaron una buena cantidad de monedas de oro y alguna que otra
piedra preciosa, recogió todas dentro de un saquito que desprendió del
cinto del caballero, donde llevaba varias monedas de plata para gastar, y
se lo prendió al suyo propio. De pronto algo ocurrió. Cyric se lanzo sobre
la mesa con las manos por delante, para al alcanzar la mesa contraer los
codos y hacer fuerza con los brazos para voltearse en el aire sobre si
mismo. Durante el vuelo sus manos se dirigieron hacia las fundas ocultas
a la altura de su cintura, y cuando sus pies tocaron el suelo sus katanas
estaban ya desenfundadas, al instante de aterrizar ya estaba girando sobre
si mismo y colocando ambas katanas en posición cruzada para repeler el
golpe de su atacante. Los aceros entrechocaron con un golpe seco y
metálico. Parecía como si el tiempo se hubiese detenido, ambos
contrincantes se miraban a los ojos y solo se oía la leve respiración de
ambos, permanecieron así varios segundos estudiándose el uno al otro,
parecía que Cyric tenia cierta ventaja al manejar dos espadas en lugar de
una como su oponente. Cyric se encontraba erguido con la pierna derecha
adelantada y algo arqueada, las dos Katanas se cruzaban a la altura de la
garganta y el acero del contrario se encontraba preso entre las dos hojas.
- Némesis, deberías darte la vuelta y dar gracias por tu buena suerte,
ahora que te has salvado del veneno no me apetece manchar mis espadas.
- Desde que nos vimos en el puerto no me fíe de ti, escoria -Replicó
Némesis, el personaje que le había reconocido en el puerto como alguien
afín al gremio- Sea pues, Némesis -Sentenció Cyric al tiempo que se retiraba dos pasos
dejando libre la espada de su oponente.
Cyric se coloco en una posición defensiva manteniendo la espada
izquierda en una guardia alta, el cuerpo lateral, la pierna izquierda
adelanta con la rodilla flexionada y la derecha un poco retrasada y
perpendicular al cuerpo, mantenía la espada izquierda imitando la forma
de la pierna a cierta altura sobre esta, para mantenerla oculta al oponente.
Por el contrario Némesis mantenía una guardia más sencilla y al detectar
la guardia de su oponente supo que él tendría que iniciar el combate.
33
Dio un paso adelante y tropezó golpeándose la rodilla contra el suelo,
Cyric lo miro desconcertado sin intuir que al instante siguiente Némesis
se había impulsado con la pierna que aparentemente había tropezado para
atravesar la guardia de Cyric, este se dio cuenta demasiado tarde y apunto
estuvo de perder la vida, pero en el ultimo instante efectuó un arco con la
espada que había mantenido atrás desviando el acero de su abdomen. La
lucha continuó a una velocidad trepidante, lo único que se apreciaba eran
los continuos repiqueteos del metal al entrechocar y las estelas de ambos
luchadores. La lucha se hacía eterna, y las fuerzas empezaban a
consumirse, de repente la lucha ceso y ambos combatientes se quedaron
mirándose, ambos buscaban un resquicio en la guardia del contrario que
les diese la victoria, fue entonces cuando Cyric se dio cuenta de su
ventaja, se adelanto hacia su contrario con la espada izquierda adelantada
buscando el corazón, la cual fue rechazada con un corto arco trasversal
de Némesis, en ese instante Cyric giro en la dirección del rechace
mientras lanzaba la espada que portaba con la mano derecha contra la
cara de su adversario, golpeando con violencia la testa de su oponente, lo
cual aprovecho, para una vez completado el giro, cortar el abdomen de su
adversario con la hoja del arma. Némesis ahogo un grito y dejo caer su
espada para agarrase la herida. Levanto la cabeza para contemplar a su
verdugo, este lo mirada sin ninguna emoción en el rostro, no parecía que
se alegrara de haber vencido, así como tampoco había pena en sus ojos,
solo una mascara de inferencia. Cyric observo al caído se giro hacia la
mesa y camino hacia ella. Recogió todo lo que le pareció de valor de las
mochilas de sus compañeros, recogió la bolsa de Némesis, se dirigió de
nuevo hacia el y la dejo caer a su lado.
- Espero volverte a ver algún día Némesis, aunque la próxima vez espero
que estemos en el mismo bando ya que resultas un enemigo formidable.
Por cierto, si hoy te he vencido ha sido porque no estabas listo para
enfrentarte a alguien que no tiene ningún reparo en deshacerse del arma
que porta con su diestra. Recuerda que hay personas como yo que
desarrollamos ambos brazos con la misma pericia.
Se embozo la capucha de la capa y se dirigió hacia una puerta distinta a
la que habían entrado. Como sospechaba, ese pasillo daba paso a unas
escaleras que conducían a las habitaciones superiores.
34
Se dirigió a una de ellas, abrió la ventana, y cuando estuvo seguro de que
nadie le observaba se deslizo por la pared hasta la calle. Puso rumbo al
muelle y se perdió en la noche...
Una sensación húmeda le saco de la ensoñación en la que se encontraba,
giro la cabeza y observo al potro que olfateaba su cara con curiosidad.
Tenía los belfos entreabiertos y probablemente estaría pensando que
hacía "eso" en el lugar destinado a su comida.
Cyric se desperezo con celeridad y tras palmear el flanco del animal para
calmarlo salió de la cuadra con sigilo.
Al alcanzar la entrada y entornar la puerta, los rayos de luz de la mañana
se colaron en el pajar iluminándolo por completo, era una mañana cálida
pero el viento del oeste anunciaba la llegada del otoño. Se caló la túnica
hasta los ojos y abandono el pajar. Aun debía encontrarse por el barrio
adinerado, aunque desconocía exactamente su posición, ya que la noche
anterior tenía más preocupación por ocultarse que en hacer un mapa de
las inmediaciones, así que tomo una dirección al azar, el sur, calculo por
las sombras proyectadas sobre la calle, y comenzó a avanzar sin dilación.
Las gentes lo miraban de soslayo y se apartaban de su camino susurrando
entre ellas. Pasaban ya veinte minutos desde su salida del establo, cuando
el golpeteo de metal contra piedra resonó en la calle. En un instante Cyric
busco un buen sitio donde esconderse y se oculto en las sombras cuando
nadie se fijaba en el mientras observaba la dirección de donde provenía el
estridente golpeteo.
Pronto confirmo sus sospechas, se trataba de una patrulla de guardias,
que al trote recorrían la calzada. Hicieron un alto a unos veinte metros de
donde el se encontraba oculto, y parando a un transeúnte le inquirieron
sobre alguna cuestión, este les indico con el dedo hacia la dirección que
llevaban, asintiendo con la cabeza. Cyric pudo escuchar algo sobre el
asesinato de un mandatario y su séquito y algo de una recompensa.
Cyric se empujo aun mas contra el muro, como queriendo pasar a formar
parte de el, y se mantuvo allí varios minutos después de que los soldados
pasaran.
Cuando no vio a nadie por las proximidades abandono su refugio y se
dirigió con celeridad tras los soldados.
35
De pronto se dio cuenta de un detalle... ellos no podían saber como era el,
nadie le había visto la cara, lo que andaban buscando era una sombra, un
ser sospechoso embutido en una capa oscura, así que en cuanto se abrió
una calle perpendicular a la principal se dirigió por ella. Avanzo
lentamente observando los pisos superiores hasta que localizo lo que
buscaba. Trepo por la pared y se hizo con unas cuantas prendas que se
encontraban expuestas al sol para secarse. Una vez abajo, busco una
esquina oscura para quitarse las ropas y guardarlas en la mochila. Se
vistió con sus nuevos ropajes y se echo una ojeada, eran unos pantalones
de piel tintados de verde con una camisa a juego y un chaleco marrón,
completaba el equipo un cinturón de piel y unas botas oscuras.
Un súbito escalofrío le subió por la espalda al comprobar el aun húmedo
estado de las prendas y acelero el paso hasta encontrar una calle paralela
a la anterior por la que circulaba para seguir su singladura hacia el sur.
Al doblar la esquina se encontró con una calle mucho mas amplia que la
anterior y casi se le saltaron los ojos al comprobar que una división de
soldados patrullaba hacia su dirección y ya habían reparado en el.
Cyric se acerco hacia el que identifico como el de mayor rango y le
increpo.
- Buenos días mi general, me alegro haber encontrado a alguien que
puede ayudarme, me encuentro perdido en esta majestuosa ciudad y me
gustaría saber en que dirección se encuentra el puerto. Lo cierto es que
vengo desde Abanisinia e hicimos una parada en Caergoth antes de
continuar hacia el sur. -concluyendo su farsa con una reverencia
pronunciada- y por los dioses, esta ciudad es tan grande que hasta un
guardabosques podría perderse en ella.
Tras unos momentos de tensa espera el capitán de la guardia le
respondió.
- Debéis seguir esta avenida hasta el final, allí veréis la plaza de los
duques, tomad la calle que lleva hacia el sur y tras un buen rato de
caminata daréis con los muelles, aunque creo que no deberíais ir solo por
allí, es un lugar peligroso para un noble sin escolta, si lo deseáis podría
proporcionaos una escolta hasta los muelles.
36
- No querría importunaos con mis problemas, además no creo que sea
necesario ya que mis amigos deben andar por los muelles esperándome,
aunque muchas gracias por vuestro interés.
Tras hacer otra reverencia al capitán de la guardia, giro sobre sus talones
y se puso en marcha hacia la dirección indicada. Ya relajado, al saberse
seguro tras su disfraz de "Noble" avanzaba tranquilo por la avenida con
paso alegre y desenfadado, incluso se paro a saludar en una ocasión a una
bonita muchacha rubia que estaba atendiendo sus quehaceres, regando las
plantas de su pequeño jardín. Continuó su andadura mientras se colocaba
un margarita, regalo de la bella dama, en la solapa de su chaleco. Ahora
si que estaba elegante, pensó para si, con esa gigantesca margarita
amarilla y blanca que hacía juego con su camisa verde. Se rió para si con
una carcajada contenida y siguió su camino. Habían pasado una par de
horas ya desde que saliera desde el establo y el sol reinaba en su punto
mas alto, era mediodía y un rugido interior le indicaba que aun no había
probado bocado. Al llegar a la plaza que le habían indicado comprobó
que se trataba de la misma plaza donde había caído rendido la primera
vez que llego a la ciudad, solo que esta vez los puestos ya estaban
montados y la plaza bullía con la gente paseando entre ellos. Así que se
dispuso a pasear entre los puestos, gastando unas pocas monedas de
cobre comprando exóticas frutas, y bebidas dulces que embotaban el
paladar.
Por fin encontró lo que andaba buscando, se trataba de un pequeño
puesto donde exponían diferentes tipos de carne empaquetada, "raciones"
como cariñosamente le llamaban los aventureros a ese tipo de carne, ya
que poseía la ventaja de una larga conservación en cualquier ambiente,
aunque su sabor dejara mucho que desear. Se acerco al puesto y compro
carne para un mes de viaje, introdujo los cuatro paquetes de carne en su
mochila adquirida recientemente y se hizo con unos cuantos odres de
agua. Continuó su paseo hasta encontrar otra tienda interesante, el dueño
del puesto, un extraño personaje con la tez de color ébano estaba al frente
de las ventas de extraños elementos, "especias" le llamaba a aquellos
pequeños frascos que estaban dispuestos sobre el mostrador.
37
Cyric recorrió la mirada sobre ellos hasta que localizo los que buscaba,
recogió uno de pimienta, otro de nuez moscada y un último de sal, pago
al vendedor y se dirigió hacia los muelles.
Por fin divisó el mar, aquella inmensa toalla azul que se perdía en el
horizonte, cuantos secretos se escondían entre sus pliegues, y cuantos
peligros estaban al acecho de los insignificantes navíos que lo surcaban.
Pero eso no amedrentaba a los valerosos capitanes, que día tras día se
jugaban la vida surcando aquel inmenso desierto líquido.
Observó los barcos atracados y se dirigió al que le pareció mas sólido, se
trataba de un buque de tres mástiles, con una envergadura de unos 50
metros de eslora, y parecía estar en buen estado de conservación. En la
quilla de proa se leía el nombre del navío grabado en la madera "Corta
Vientos II", y de mascaron portaban la efigie de una sirena con una
espada en ristre alzada hacia las estrellas.
38
Capitulo III - Rumbo a un destino incierto
Se acercó al puesto del contramaestre para formalizar el pasaje. Este era
un tipo de aspecto áspero y poco tranquilizador. Tenia la tez morena y
dos aros dorados le colgaban taladrados en ambas orejas. Su musculatura
era extraordinaria y se alzaba del suelo más de dos metros.
Los brazos poseían el tamaño de troncos y las piernas parecían vigas,
vestía unos pantalones bombacho de color azul hechos de tela ligera y
amplia, y una camisa blanca de lino desabotonada hasta la cintura para
dejar al sol el increíble tórax del hombretón.
Tras las consabidas presentaciones, pagó el precio del pasaje, diez
monedas de oro que saco de su recién adquirido portamonedas de cuero.
Se dirigía hacia la escalera de embarque cuando la voz del contramaestre
sonó como un trueno a su espalda.
- Puede que esas ropas sirvan para despistar a los soldados, pero a mi no
me engañáis, así que espero no tengamos problemas con las posesiones
del resto del pasaje, a no ser que queráis demostrar vuestra valía frente a
mi. -Tronó con una voz grabe y cavernosa- Por cierto, disculpad mi
descortesía al no haberme presentado, mi nombre es Duncan.
Asombrado ante la revelación de la gran agudeza de Duncan, Cyric se
giro sobre si mismo para interpretar una exagerada reverencia hacia el
contramaestre.
- No os preocupéis señor, ya que la adquisición de nuevas riquezas no
entra dentro de los objetivos de mi trabajo, y no es un fin que persigo en
la actualidad- repuso el elfo no sin cierta ironía en la voz.
Sin más se dirigió hacia la zona de los camarotes para instalarse en el
suyo. Se trataba de una pequeña habitación de no más de un metro
cuadrado. Tenía una litera pegada a la pared derecha, una mesilla en la
cabecera de la cama, que casi llegaba a tocar la pared izquierda y una
serie de pivotes de madera clavados a la pared para colgar la ropa. La
única vista del exterior era un pequeño ojo de buey de apenas un palmo
por el podía contemplar el mar.
39
Sin más dilación se dispuso a descansar sobre la litera, pero antes colocó
la mesilla en equilibrio contra la puerta y preparo la litera de abajo para
que pareciera que alguien dormía bajo las sabanas. Se encaramo a la
litera superior y dejo descansar a su dolorido cuerpo durante un rato.
El vaivén del barco le fue desperezando poco a poco, no sabia cuanto
había dormido pero aun podía contemplar como se colaban los últimos
rayos de sol en la habitación. Se incorporo de la cama, y tras comprobar
el estado de sus pertenencias puso rumbo a la cubierta. Al salir al exterior
se ajusto la capa para resguardarse del viento frío que azotaba la cubierta.
Apenas había movimiento por el barco, tan solo se veía el faro sobre el
palo mayor donde se encontraba el vigía escrutando el horizonte, velando
por la seguridad de todos los de a bordo.
Cyric encamino sus pasos hacia la proa (como llamaban los marineros a
la parte delantera del barco) y se quedo erguido sobre su centro oteando
el infinito. El espectáculo era precioso, el sol, cayendo ya sobre el
horizonte, se reflejaba sobre el manto marino creando formas difusas de
colores rojizos y mostrando una estela anaranjada sobre las olas
semejando una alfombra coloreada de luz. Jamás antes había visto algo
semejante, sabía que el sol salía y se ponía, pero nunca antes se había
parado a contemplarlo. Y ahora, veía cuantas cosas se había perdido
mientras se encontraba recluido en la academia. ¿Cuantas cosas más se le
habían negado?, el poco tiempo que llevaba vagando por el mundo le
había enseñado que nada sabía sobre este. Y allí estaba el, mirando a las
estrellas, sin saber a donde le llevaría la vida. Y lo cierto es que no le
importaba, no conocía a nadie, más aun, nunca había conocido a nadie
que no fuera un rival o una víctima, su vida estaba tan vacía que no le
importaba su destino. De repente mientras contemplaba el reflejo del
firmamento sobre el mar, un escalofrío le recorrió la espalda y la imagen
de un rostro se formo en su mente, no era cierto que no conociera a nadie,
estaba Gemma su fiel compañera, su amiga, su cómplice en la academia.
Cuantos buenos ratos habían pasado juntos antes de abandonarla allí. Que
seria de ella, ¿aun le recordaría? Sorbió el salado líquido que pugnaba
por congestionarle la nariz y descubrió como sendas lágrimas recorrían
sus mejillas.
40
Sacudió la cabeza con ímpetu para alejar los fantasmas de su mente, el no
podía sentir pena por nadie, en la academia le habían enseñado a vaciarse
de sentimientos al hacerle estos débil y predecible. Pero lo que acabada
de sentir no había sido tan malo, durante un momento se había sentido
bien, había sido una sensación cálida que le había invadido por completo.
¿Y si sus enseñanzas estaban equivocadas? Y si todo lo que le habían
enseñado era mentira y había estado engañado durante toda su vida.
¿Podría ser que la falta de estos sentimientos que le habían enseñado a
encerrar en su interior, fueran los causantes de la carencia de sentido en
su vida? No, su maestro Keythor no podía estar equivocado, aquel su
mentor, el único que se había hecho cargo de el tras el abandono de sus
padres, la única persona que le había querido como a un hijo no podía
haberle mentido. Aparto las dudas de su mente y dejo vagar sus
pensamientos con la mirada perdida en el infinito horizonte, aun así, una
imagen se resistía a abandonar sus recuerdos. Aquello le inquietaba pero
nada hizo por expulsarla de su mente, su recuerdo le hacía sentir un calor
tan agradable en el pecho que apenas sentía el gélido viento que azotaba
la cubierta.
De pronto en las alturas, la voz del vigía sonó anunciando la aparición de
un barco a babor.
Cyric se incorporo buscando la dirección a la que el vigía se refería, y no
tuvo que mirar mucho, ya que Duncan el contramaestre se encontraba
pegado a la barandilla oteando el horizonte intentando localizar el velero
en cuestión. Cyric se aproximo a su costado e intento vislumbrar el
barco, pero nada encontró.
- ¿En verdad veis un barco?, ¡Si tan siquiera con mi vista de elfo puedo
ver nada!
- Lo cierto, señor elfo, es lo que no vemos lo que nos hace pensar que allí
hay un barco, ya que aquella es la constelación de Kiri-Jolith y si los
dioses no se han aburrido de ella debería tener una estrella más en la
parte inferior, estrella que probablemente este siendo tapada por el
velamen de un bergantín. -Replicó Duncan con seguridadCyric asombrado ante la deducción del contramaestre, fijó de nuevo la
vista en las estrellas, más de nada le valió, ya que al desconocer la forma
de la constelación no podía localizar la estrella ausente.
41
De repente se abrió de par en par la puerta que daba acceso a la cabina
del capitán, surgiendo tras esta, la figura de una mujer apresurada por
terminar de ceñirse una camisa al cuerpo al tiempo que portaba sobre el
hombro el cinturón con la espada que aun no había podido ceñirse en el
talle. Terminó de vestirse mientras se acercaba al encuentro de Duncan.
Se trataba de una mujer de piel morena que vestía con una camisa roja de
lino y unos pantalones bombachos azules. Su piernas bien torneadas iban
vestidas por sendas botas de piel negra, y aunque poseía un busto
reducido, los brazos desnudos, mostraban la fenomenal forma física de la
que gozaba la mujer.
Su rostro femenino y su pelo corto rizado de color negro la daban el
aspecto de una fiera indomable, sobre todo al reparar en sus ojos castaños
que brillaban con furia desatada.
Al llegar junto a Duncan este comenzó a relatarle la situación.
- Me temo que estemos siendo perseguidos por piratas capitana Sonya, se
mantienen ocultos al sur para evitar que el viento nos traiga el sonido de
sus mástiles o el olor hediondo de su tripulación.
Sonya escruto el horizonte con interés para confirmar las sospechas de su
contramaestre y no pudo sino estar de acuerdo con su opinión.
Cyric se encontraba tenso tanteando las empuñaduras de sus armas
mientras intentaba atisbar algo en la impenetrable negrura.
- Tranquilízate elfo, ya abr tiempo para luchar -Le espeto Duncan- parece
que nos vamos a enfrentar a Henril el Rojo, el pirata mas sanguinario de
toda esta zona, solo el podría haber planeado un ataque tan bien
diseñado. Aunque por los dioses que esta vez se va a llevar una sorpresa
que no olvidara.
Duncan bajó a la zona de camarotes y sin encender una sola luz despertó
a sus hombres poniéndoles al corriente del inminente ataque y citando a
todos en cubierta de inmediato.
Volvió al puente, fijó el timón, terminó con los últimos preparativos y se
reunió con Cyric para darle las ultimas instrucciones confiando en sus
habilidades elficas para ver en la oscuridad, mas tarde se reunió con
Sonya en el camarote del capitán y se mantuvo a la espera.
Cyric sentía ya el cosquilleo cervical que precedía a una emboscada.
42
Se encontraba oculto sobre la entrada que daba acceso al camarote del
capitán y su mirada estaba fija en el sur con el oído alerta ante cualquier
sonido fuera de lo común.
Por fin detecto algo, un ligero chapoteo se levanto por encima del ruido
del viento, pero al contrario de lo que esperaba provenía del norte, centro
su campo de visión en esa dirección y comprobó que se encontraba bien
oculto. Al rato una figura rojiza se presentó ante sus ojos elficos que
captaban el calor corporal, había trepado por la parte sur del barco y se
encontraba ya sobre la cubierta oteando en todas direcciones en busca de
algún vigía.
Cyric tenso el arco pero se mantuvo a la espera tal y como le había
ordenado Duncan.
El recién llegado comprobó que nadie lo observaba y colocándose bajo el
palo mayor, enfocó hacia el sur un pequeño fanal metálico que portaba
entre las ropas. Abrió una pequeña tapa durante un instante y un leve
fulgor salió de la pequeña lámpara.
Desde su posición Cyric no entendía como había mantenido encendida la
lámpara durante el trayecto que presumiblemente había hecho a nado,
pero sin darle mayor importancia y cuando el pirata se disponía a
encaramarse a la torreta del vigía, descargo su flecha mortal que alcanzo
con milimétrica precisión el corazón de su objetivo muriendo este en el
acto.
Muerta la avanzadilla enemiga lanzo una segunda flecha contra la torreta
del vigía y este al contemplar la señal, movió la lámpara de vigilancia de
derecha a izquierda...
Cyric clavo las puntas de unas cuantas flechas al lado de donde se
encontraba para poder acceder a ellas con más velocidad y relajo su
brazo mientras esperaba el ataque.
El otro navío, al observar la señal puso en marcha el abordaje.
Pasaron unos quince minutos antes de que Cyric comenzara a escuchar el
leve batir de remos sobre las aguas. Tenso su arco y apunto una flecha
hacia la cubierta de babor, donde presumiblemente comenzaría el
abordaje. Minutos más tarde una cabeza asomaba por la borda con un
sable entre los dientes y una cuerda anudada en la muñeca.
43
Al alcanzar la cubierta anudo la cuerda a la barandilla y se deslizo hacia
la zona del timón. Momentos después un hilera de maleantes comenzaron
a trepar por la cuerda hasta alcanzar la cubierta, en total eran una
veintena reunidos en la cubierta de babor.
Cyric dio la señal, apunto hacia lo alto y con un certero disparo corto la
cuerda que mantenía suspendida una red de pesca sobre las cabezas de
los invasores, esta cayo como una tela de araña, atrapando a la mayoría
bajo ella y arrastrando a su vez una serie de fundas que habían mantenido
oculta la luz de las lámparas del barco, las cuales eran utilizadas
normalmente para la navegación sin luna, cuando la oscuridad era total.
En ese instante la puerta del camarote del capitán se abrió de par en par,
para dejar salir a Duncan y a Sonya como una exhalación.
Duncan portaba un inmenso alfanje -una especie de espada curva como la
cimitarra pero de mayor grosor- que hacía girar sobre su cabeza mientras
se dirigía a la zona de la lucha.
A su vez Sonya manejaba un florete de guarda redonda, un arma ligera
de gran velocidad que carecía de hoja cortante en favor de su factor de
penetración al ser todo él en punta.
Cyric descargaba andanada tras andanada sobre los infortunados piratas
atrapados bajo las redes cuando de pronto un crujido a su espalda le
indico que algo iba mal. De un salto abandono su posición deshaciéndose
del arco y desenfundando sus armas en el aire mientras se daba la vuelta
para caer de frente a su atacante. Se quedo estupefacto, una docena de
piratas habían accedido al barco desde popa mientras él se dedicaba a
despachar a los que estaban atrapados bajo la red. Reculo nervioso
mientras meditaba sus posibilidades.
Duncan y Sonya se encontraban a babor terminando con la primera horda
de piratas cuando escucharon el estruendo. Sus hombres atrapados en la
bodega pugnaban por salir, pero la trampilla estaba sellada por una sólida
cadena que les impedía el ascenso a la cubierta.
Al lado de la trampilla, un descomunal pirata velaba por la entrada,
portando una gigantesca maza de pinchos que balanceaba de un lado a
otro de su cuerpo amenazadoramente.
Sonya dio un paso hacia el, pero el brazo de Duncan se interpuso en su
camino.
44
- No permitiré que te enfrentes a esa bestia, partiría tu espada como si de
un palillo se tratase.
Sonya resignada ante la evidencia buscó otro objetivo y lo encontró en
popa, el elfo estaba trastabillando hacia atrás defendiéndose de un gran
numero de salvajes que le ganaban terreno poco a poco, sin pensárselo
dos veces la capitana se dirigió en su ayuda.
Mientras tanto Duncan se lanzaba contra el primer oficial enemigo, se
trataba de Radik un gigantesco humano de más de dos metros y medio de
altura y doscientos kilos de músculo.
Comenzó a azuzarle con unas rápidas estocadas frontales que el
hombretón desvío sin dificultad con su maza, al tiempo que cambiaba el
giro para aplastar la cara de su oponente.
Duncan esquivó el golpe fintando lateralmente para intentar colarse
dentro de la guardia del coloso, pero este manejaba la maza mas rápido
de lo que el contramaestre esperaba, golpeándole de refilón en el hombro
izquierdo al intentarlo. Un dolor agudo se propago por todo su brazo e
intentó escapar del radio de acción del coloso cargando sobre el. El ardid
dio resultado, haciendo caer de espaldas a Radik, momento en el cual
Duncan intento rematarlo, pero este se libró en el último momento dando
vueltas sobre si mismo y evitando así ser empalado contra el suelo. Radik
se levanto furioso apuntando la parte superior de la maza a la cara de su
oponente y utilizando el impulso de levantarse para imprimir la máxima
fuerza a su golpe, pero el calculo le salió mal, ya que Duncan
anticipándose a su movimiento se tiró de rodillas al suelo y sesgo con un
corte trasversal el abdomen de su enemigo, el cual cayó agonizante de
bruces al suelo.
En la popa Sonya y Cyric se debatían contra una decena de piratas. Los
cuerpos de dos de sus compañeros ya teñían el suelo de rojo, pero eso no
intimidaba a los bandidos que se veían en ventaja numérica. Cyric
acosado por seis oponentes apenas podía repeler los ataques, mientras
que Sonya intentaba mantener a raya a los otros cuatro.
Cyric observó como intentaban acorralarlo creando un semicírculo a su
alrededor, así que se impulsó girando hacia la izquierda para atacar con
su espada derecha al que intentaba colarse por su flanco, el cual incapaz
de repeler el ataque cayó al suelo ensangrentado.
45
Mientras tanto y para evitar el envite de sus compañeros Cyric completó
el giro sobre si mismo y frenó los ataques del resto con gran maestría, los
cuales asombrados por su velocidad volvieron a cerrar filas frente a el.
Por su parte Sonya había despachado a otro que yacía ahora a sus pies y
dedicó una mueca de furia a los tres que aun respiraban, los movimientos
de su florete eran rápidos como el rayo y por el momento los mantenía a
distancia, aunque el tiempo corría en su contra al relevarse sus oponentes
en los ataques mientras ella se iba cansando mas y mas.
Cyric tenía ya los brazos entumecidos de frenar las estocadas enemigas
cuando un ruido a su espalda lo sobresaltó, eran gritos de furia y carreras
como si de una jauría humana se tratase.
De pronto comprendió, leyó el terror en los rostros de sus enemigos. La
tripulación del barco se había liberado de la bodega y por fin daba
comienzo el ataque. Cyric, aprovechando la confusión dio cuenta de dos
de sus enemigos de una única estocada frontal con cada una de sus
katanas y saltó hacia atrás para mantenerse fuera del alcance del resto,
pero los otros tres piratas no estaban interesados en seguir luchando y
tras darse la vuelta salieron huyendo hacia popa para saltar por la borda,
a su izquierda contempló como otro enemigo caía a los pies de la
capitana y los dos restantes salían huyendo como conejos para saltar al
mar.
-¡Victoria! -gritó la voz de la capitana coreada al instante por toda su
tripulación como si de una única voz se tratase.
Una voz se alzo sobre las demás como un trueno en la tormenta.
-¡Barco a Babor! -gritó el vigía, que aun se encontraba escrutando el
horizonte.
Todos giraron la vista para observar el velero que se aproximaba a toda
velocidad ondeando la bandera pirata, la calavera sobre el blasón negro,
pero con la salvedad de que esta estaba tintada de rojo., lo que la
distinguía de las demás por tratarse del barco de Henril el Rojo el pirata
mas sanguinario de aquellas costas. Su barco, una galera, no poseía la
velocidad de la goleta en la que viajaban ellos, pero Henril les había
ganado el viento y ya tenia las velas hinchadas, los remos calados y las
catapultas prestas para el combate.
46
Sonya dio una orden y todos se pusieron en movimiento al instante, la
actividad se volvió frenética, algunos hombres tiraban de las cuerdas para
tensar las gavias mientras otros se encaramaban a los mástiles para
desplegar todas las velas del barco.
Sonya se encontraba ya en el timón con Duncan y el Elfo a su lado, se
podía leer el nerviosismo en el rostro de la capitana aunque intentaba
ocultarlo bajo una mascara de tranquilidad. Sin mas dilación, y
comprendiendo que el tiempo era vital, rodó el timón hacia babor. El
rostro de Duncan se marco de sorpresa al ver tal acción, Sonya dirigía el
barco directamente hacia sus atacantes, se proponía enfrentar su
desarmada goleta frente a la fuertemente armada galera del enemigo.
Duncan miro de reojo a su capitana censurándole la acción con la mirada,
no obstante, no oso poner en duda su criterio en público y se mantuvo
firme en su posición junto a ella.
-Prepara tus flechas con aceite griego -Ordenó Duncan al Elfo- démosles
una lección a esos piratas de agua dulce de lo que vale la tripulación del
Corta Vientos II.
La goleta escoro a babor y los mástiles crujieron como quejándose de tan
repentino cambio de rumbo. La tripulación se quedo paralizada durante
un instante para contemplar lo que se les venia encima. La pequeña
goleta se dirigía inexorablemente al encuentro contra la poderosa galera
enemiga.
-No creo que sea buena idea mi señora -Comentó en un susurro Duncan a
la capitana- aunque ya sabéis que tenéis mi apoyo aunque el objetivo
seria atravesar las puertas del infierno.
Sonya no contesto, se encontraba ensimismada en sus pensamientos
mientras observaba sin distracción el momento del encuentro con la nave
enemiga.
Un ruido rompió la monotonía alzándose sobre el resto de sonidos.
El silencio se hizo a continuación mientras todos observaban atónitos
como la catapulta de proa del navío enemigo había disparado su
proyectil, una bala de madera en llamas impregnada de aceite que se
dirigía amenazadoramente hacia su posición.
El proyectil se cruzo con la goleta, pero paso de largo sobre ella, al no
haber previsto el artillero el brusco cambio de rumbo.
47
Sin esperar un instante mas, Sonya azuzo a sus hombres para que
aceleraran el proceso de despliegue del velamen, mientras ella a su vez
viraba dos grados a estribor.
El encuentro entre los buques era inminente, pero antes del choque, la
capitana había deslizado ya su barco hacia el costado de la galera
pasando junto a esta y partiendo a su paso los remos desplegados de la
galera enemiga.
A su vez Cyric lanzaba andanada tras andanada de flechas incendiarias
contra las velas enemigas, mientras el enemigo contemplaban con
indefensión como sus velas se consumían entre llamas.
Los gritos de pánico se entremezclaban con la potente voz de Henril que
ordenaba el ataque de sus catapultas contra la goleta.
Pero esto de nada servia, las embarcaciones se encontraban tan cerca que
los proyectiles caían al mar sin causar daño alguno.
La ira le congestionaba el rostro a Henril haciéndole valedor de su apodo,
y sin poder aguantar un momento mas, tomo carrerilla hasta la borda
saltando a la embarcación enemiga.
La figura del capitán era aterradora, su pelo tintado de rojo como el fuego
al igual que su espesa barba pelirroja le daban un aspecto infernal que
inspiraba pavor a cualquiera que miraba esos ojos cobrizos teñidos de
odio.
Iba armado con sendas hachas de doble filo y se abría paso despachando
cuantos grumetes se interponían a su paso. Habían caído ya más de cinco
marineros cuando llego al puesto del timonel donde se encontraba Sonya
y Duncan.
- ¡Te reto por la ley del mar, capitana Sonya!, trono la voz de Henril
Duncan desenfundo su arma, pero fue frenado al instante por Sonya. Un
reto de un capitán a otro no podía romperse o el dios de los mares
reclamaría el barco del traidor.
Sonya desenfundo su florete y le paso el timón a Duncan, sesgo el aire en
ambas direcciones y se posicionó en guardia con la mano izquierda en la
cadera y el arma en la diestra adelantada hacia su adversario.
Henril cargo como un poseso contra la capitana cortando el aire con sus
hachas en busca de su enemiga, ésta desconcertada por la furia, reculó
incapaz de interponerse al alocado ataque.
48
Fintó a ambos lados para mantenerse fuera del alcance de las hachas de
su oponente incapaz de parar las brutales embestidas de Henril con su
frágil arma, ya que de hacerlo, las posibilidades de que su florete se
partiera eran muy elevadas.
Por fin llegó el momento que esperaba, una grieta en la guardia de Henril
dejo paso a su florete a través del enemigo a la altura del estomago
atravesándolo. Pero la reacción del capitán enemigo no fue la esperada,
ya que riendo como loco soltó el hacha que portaba en la mano izquierda
e hizo presa en el brazo armado de Sonya.
La capitana descubrió su error demasiado tarde, ya que inmovilizada
como estada nada podía hacer para esquivar le hoja del segundo hacha
que se acercaba dirección a su cuello.
Pero el ataque nunca llego a su destino, ya que sin previo aviso, el
cuerpo de Henril se desplomó sobre la desprevenida capitana
arrastrándola bajo él.
Sonya se deslizó de debajo del pirata y contempló atónita el cuerpo sin
vida de Henril, las plumas de una flecha le sobresalían por la espalda a la
altura del corazón. Alguien había roto la ley del mar, asesinando a un
capitán que se encontraba en justa lid contra otro. Aquello no podía
presagiar nada bueno, pero al fin y al cabo la batalla había concluido, el
barco enemigo se encontraba a la deriva y su capitán estaba muerto.
Temía las represalias de los dioses del mar, pero al fin y al cabo ella
seguía con vida y estaba segura de que su salvador no había sido un
marinero. Así que sin darle mas vueltas al asunto, limpiaron la cubierta
de cadáveres e hicieron recuento de bajas, tras lo que algunos hombres
volvieron a sus catres mientras que otros se quedaron en cubierta
contándose unos a otros su particular versión de la batalla.
Cyric se colocó el arco a la espalda y se deslizó en silencio hacia su
camarote.
Sonya, la capitana, dedicó unas palabras a Cyric antes de que abandonara
la cubierta.
- Eres un gran luchador elfo, me alegro que estuvieras de nuestra parte
Cyric reclino la cabeza asintiendo y sin decir una sola palabra bajó las
escaleras que llevaban a la zona de los camarotes.
49
Entró en su pequeña habitación, se subió a la litera y se dejó caer
rendido, ni siquiera se preocupó por bloquear la puerta esta vez. Ya había
dejado claro ahí fuera que no era un enemigo apetecible, así que cerró los
ojos, tranquilo, y se dejó llevar por el sopor.
De pronto algo lo sacó de su sueño, no abrió los ojos de repente sino que
fingió como si aun estuviese dormido. Concentró sus sentidos en el oído
pero nada parecía irregular, solo escuchaba el chirrido de las tablas en su
acompasado vaivén sobre las olas. Pero sabía que algo no iba bien, por
fin entreabrió un párpado sin mover la cabeza y aunque no logró ver a
nadie Cyric seguía convencido de que no se encontraba solo en la
habitación. Con un movimiento tan rápido que apenas se pudo percibir el
inicio de éste, saltó de la cama con una de sus katanas empuñada en la
diestra. No ocurrió nada, todo parecía vacío.
De repente un carraspeo rompió el silencio, momentos después una
silueta traslúcida tomaba forma en una esquina del pequeño camarote.
- Sorprendente, eres muy rápido -Asintió la voz de la figura translucida
que se había formado un instante antes- tus espadas nada podrán contra
mi -aleccionó la voz a Cyric en el instante que éste le atravesaba con la
katana- de todas formas nada tienes que temer, ya que mi deseo es salvar
tu vida y no arrebatártela como inexorablemente sucederá si no escuchas
mis palabras con atención.
Cyric dio un salto atrás mientras desenfundaba su segunda espada y se
colocaba en guardia de espaldas a la pared trasera.
- Como has entrado aquí, quien eres tu, de donde vienes y que quieres de
mi - Exhortó Cyric al ente aparecido frente a él-.
La persona translucida que había aparecido ante Cyric era un hombre de
aspecto mayor, calvo en su mayoría a excepción del pelo cano que le
rodeaba la calva. Iba embutido en una túnica roja y portaba un cayado de
madera de su misma altura.
- Mi nombre es Avalon, Señor del Tiempo, mi misión es salvar tu vida y
la pregunta correcta no es de donde vengo, sino.... de cuando.
Una sonrisa se formo en la testa de Cyric, mientras pugnaba por impedir
que las carcajadas saliesen al exterior. Era la cosa mas ridícula que había
oído nunca, ese viejo loco no solo creía que podía viajar en el tiempo
sino que se auto denominaba señor del mimo.
50
-Ya, claro, ¿y se puede saber que he hecho yo para que la deidad del
Tiempo pierda su tiempo conmigo? -Contestó el elfo con sarcasmo-.
-No tengo tiempo para memeces -Replicó iracundo Avalon, no te he
pedido tu opinión, y no es nada que hayas hecho lo que me ha traído
hasta aquí, sino lo que no harás o podrías hacer.
Cyric confuso no bajó la guardia ni un instante y siguió contemplando la
figura etérea del que a el se dirigía. Un millar de preguntas le rondaban la
cabeza, y no daba crédito a las revelaciones de las que le habían hecho
participe. ¿Un ente que podía viajar en el tiempo?
Aquello era ridículo, y de ser verdad para que necesitaba su ayuda. Un
ser tan poderoso como para rasgar la continuidad del tiempo no debía
necesitar a nadie para obrar su voluntad. No, aquello debía ser un engaño
propio de algún mago enemigo dejado atrás entre los muros del gremio.
Eso es... pensó Cyric, todo aquello bien podía ser una trampa fraguada
por el maestro Derelor, jefe supremo del gremio de la sombra donde él
había sido instruido. Pero no iba a caer en la trampa, esta vez él tomaría
la ventaja de su parte.
En ese instante enfundo sus armas a la espalda e irguió su posición hasta
una menos amenazante mientras se dirigía a la figura translucida.
- Muy bien señor Avalon, y ¿que es lo que debo hacer para salvar mi
miserable vida?
Con un movimiento circular de manos y unas palabras en el lenguaje de
la magia la figura de Avalon invoco otro portento. Una zona circular en
la pared derecha de la habitación pareció rasgarse cual tela en un telar
dando paso a la imagen de una habitación al otro lado. Todo parecía
normal, salvo que la otra habitación era de ¡piedra!
-Cruza el umbral de este vórtice y aparecerás a mi lado -Instó la voz del
Archimago-.
Cyric sabedor del engaño tomo el cojín y lo lanzo a través de la grieta,
esta cruzo el espacio de la pared y cayo al otro lado sin más
contratiempos.
Un momento después, desde la derecha de la grieta apareció la figura de
Avalon observando a Cyric con interés.
51
En ese instante una daga salió disparada de la mano de Cyric tan rápida
que el todopoderoso mago, apenas tuvo tiempo de verla, para, con un
desesperado movimiento, conseguir que esta se clavara en su brazo, en
lugar de llegar al corazón, su autentico destino.
De repente el desgarro temporal de la pared se redujo al tamaño de una
moneda de cobre mientras Cyric veía a la figura de Avalon, ahora de
nuevo a través de su representación translucida, lanzando juramentos y
maldiciones hacia su persona.
-¡Esta bien gusano!, si tu deseo es cumplir tu destino y morir en ese
barco, sea pues. Pero si lo que quieres es modificar lo que los hados
habían previsto para ti, rompe esta varita y te veras transportado ante mi
presencia.
Sin más retórica la figura astral desapareció, una varita de madera cayo
desde el pequeño vórtice que aun quedaba abierto y cuando repiqueteó en
el suelo, éste terminó de cerrarse tan silenciosamente como se había
creado.
Respiró profundamente para relajar su cuerpo, mientras se acercaba
cauteloso al trozo de madera que había sido despedido desde sabe dios
donde... o como diría el chiflado Avalon "desde sabe dios cuando".
Acercó su segunda daga a la varita y lo toco con la punta, nada sucedió,
aquello era un vulgar trozo de rama burdamente tallado con símbolos
extraños. Sacó una porta mapas metálico y ayudado de la daga introdujo
el trozo de madera en el interior, enrosco la tapa y lo metió en la mochila.
Nunca se sabe cuando podría ser útil un elemento mágico de destrucción
pensó para él. Abandonó el camarote y se dirigió a cubierta para tomar
un poco el aire y desentumecer los músculos ya que levantarse de un
salto de la cama para enfrentarse a un mago sicótico no era su idea de
descanso y relax.
Al salir a cubierta la brisa le desperezó por completo, nunca antes había
visto el mar a la luz del día, y ahora que lo observaba, su majestuosidad
lo dejó sin habla. Aquel manto azul sin limite le hacía parecer
insignificante, se veía como una hormiga flotando en un hoja en el medio
del río llevada inexorablemente por la corriente, eso es lo que era él
ahora, una hormiga en el medio del mar, impotente e incapaz de dirigir su
destino fuera del buque.
52
Un cosquilleo le subió por la columna al recordar las palabras de Avalon
"si tu deseo es seguir tu destino..." y si ese viejo chiflado tenia razón,
ahora mismo era incapaz de sobrevivir fuera del barco, no sabia nadar,
pero aunque supiera nada podría hacer contra la inmensidad del mar,
seria solo cuestión de tiempo hasta que las fuerzas le abandonasen y el
manto azul lo engullera hacia sus profundidades. Abandono esos
pensamientos de su mente y se concentro en su futuro inmediato, ¿Que
haría al llegar a puerto? ¿Seria aceptado por los gremios locales? ¿Se
dedicaría a ser un mercenario a las órdenes del mejor postor?
Un crujido lo saco de sus ensoñaciones, miró a su derecha y comprobó
que una especie de tentáculo negro había rodeado el barco de parte a
parte y la tripulación había comenzado a correr en todas direcciones.
Duncan ya se dirigía al lugar donde el tentáculo aprisionaba el barco
portando un hacha de doble filo que era casi tan grande como el.
Descargó con furia un golpe contra el tentáculo y este se partió por la
mitad inundando la zona con una sangre verde y viscosa, Duncan se
sacudió con dolor la sangre que se le había adherido al torso y que
pugnaba por quemarle la piel. De pronto un ruido atronador inundó el
ambiente al tiempo que otro tentáculo salía a través del suelo de la
bodega seguido por un chorro de agua.
Cyric comprendió la situación, aquello era el fin, el barco se iría a pique
y el mismo junto con este. La tripulación y el pasaje estaban como locos
corriendo de un lado a otro arriando los botes al mar para saltar a
continuación tras ellos e intentar salvar la vida. Todos sabían lo que
pasaría si abandonaban el barco demasiado tarde, el remolino que se
formaría al hundirse el barco los succionaría a todos hacia el fondo de no
estar lo suficientemente lejos.
En esos instantes de locura una idea se hizo paso a través del pánico
hacia la mente de Cyric, y si el mago tenía razón y ese iba a ser su último
día de vida, y si la varita podía salvarle.
Sin siquiera terminar de pensarlo, corrió a toda velocidad escaleras abajo.
Cuando llegó a la bodega descubrió que aquello estaba peor de lo que
pensaba, el agua le llegaba al pecho y todos los víveres estaban flotando
por doquier. Vadeo como pudo los restos dirigiéndose raudo hacia su
camarote.
53
El miedo le atenazaba los pulmones y a cada paso que daba el nivel del
agua subía cada vez mas, los ruidos de lucha en cubierta y los rugidos
infernales se entremezclaban en una burda opera de terror que clamaba
por llegar a su fin.
Por fin divisó la puerta de su camarote, el agua casi llegaba hasta el
quicio así que se apresuró por llegar, intentó abrirla pero la presión le
impedía su apertura, observó con esperanza como las bisagras de la
puerta se encontraban en el exterior, así que extrayendo su segunda daga
de la funda intento desencajar la bisagra, que cedió sin complicaciones,
repitió la operación con las inferiores aguantando la respiración, ya que
se encontraban bajo el nivel del agua, y nada mas extraer la tercera se vio
arrastrado por una tromba de agua al interior de su habitación.
Todo era oscuridad, su mente pugnaba por no dejarse arrastrar por el
terror, pero se encontraba totalmente desorientado y su visión térmica de
nada le servia sumergido en el liquido elemento donde todo adquiría la
temperatura del agua. Sabiéndose perdido por su inaptitud para la
natación, intento impulsarse en alguna dirección para encontrar alguna
pared de referencia, cuando de pronto diviso un brillo en la oscuridad,
lanzo sus brazos hacia la luz encontrando con sorpresa que era su
mochila la que lo desprendía. Buscó en su interior con desesperación
mientras intentaba negar el dolor que sentía en los pulmones faltos de
oxigeno desde hace rato, parecía que le iba a estallar la cabeza y sentía
como poco a poco se le escapaba la consciencia, cuando de pronto
encontró lo que buscaba, con un ultimo aliento desenrosco el tubo que
estaba incandescente pero frío, arrancando de su interior el trofeo mas
anhelado, la pequeña rama de madera. Esta despedía un fulgor azulado
cegador, y Cyric la mantuvo a presión en su mano, con su ultimo hálito
de vida apretó los nudillos con las fuerzas que aun le restaban pero la
varita se resistía a ser partida, lo intentó una vez mas pero una convulsión
en el pecho le obligo a inhalar aire llenando todos sus pulmones con
agua, una arcada le subió por la garganta pero nada pudo hacer para
expulsar el agua que se hacía paso a su interior, la oscuridad se hizo a su
alrededor y la consciencia le abandono.
54
Capitulo IV - Cruce de Destinos
Un goteo incesante y un extraño olor le sacaron del sueño, de pronto
recordó y boqueó para llevarse aire a los pulmones, pero no hizo falta,
allí no había agua, estaba en una extraña sala semicircular con una
chimenea encendida que iluminaba la estancia. Los muebles eran de
madera tosca y él se encontraba recostado en un lecho que debía hacer las
funciones de sofá en aquella estancia. Una mesa rectangular que ocupaba
el centro de la habitación daba la nota discordante, en ella se encontraban
instalados una serie de recipientes de cristal unidos por tubos
sinusoidales por los que circulaba un extraño líquido de color verdoso. El
ruido que le había despertado provenía del la parte final del artefacto,
donde gota a gota destilaba el extraño liquido al interior de una pequeña
redoma de cristal reposada sobre la mesa al final de la espiral del extraño
artefacto.
Recorrió la habitación con la mirada observando con interés cada detalle
mientras calibraba su situación. No sabia donde se encontraba, sus ropas
estaban secas, no le habían desarmado y no se veían celadores por las
proximidades, aquello no tenia sentido, ¿donde demonios estaba? De
pronto una sensación familiar le invadió cuando un cosquilleo le recorrió
la espalda a través de la espina dorsal, no era causa del frío dado que el
aire se encontraba templado por las llamas de la chimenea sino mas bien
por su sexto sentido, legado de su ascendencia elfica, que le prevenía
ante las emboscadas avisándole de ataques inesperados.
Momentos después la puerta de la estancia se abrió lentamente dando
paso a dos figuras.
- Parece que nuestro bello durmiente ha despertado al fin -comentó
mordaz, la figura que inmediatamente reconoció como Avalon, el mago
que se le había aparecido en el camarote a través del vórtice mágicoademás creo que ya os conocéis...
No tuvo tiempo de terminal la frase, porque el acompañante de Avalon se
abalanzaba ya sobre Cyric desenvainando su espada. Cyric aun atontado
por el tan cercano percance con el mar que casi le había costado la vida,
tenía los sentidos aun embotados, y apenas si pudo desenfundar sus
katanas en cruz para detener el inminente asalto de su oponente.
55
El acero entrechoco con un ruido metálico ensordecedor y la espada del
atacante quedó atrapada entre la guardia de Cyric una vez mas. Al bajar
la vista hacia su oponente le reconoció estupefacto, era Némesis, el
ladrón que había dejado malherido en el hostal después de asesinar al
grupo con el que viajaba.
El temor hizo presa en Cyric. Aquella vez él estuvo en plena forma y la
lucha había estado igualada, pero ahora se encontraba desecho después
de haber estado a punto de ahogarse. Reculó con precaución manteniendo
la presa sobre la hoja del adversario mientras le examinaba, y se
recordaba para si, que su enemigo debía estar gravemente herido tras
quedar maltrecho en su anterior encuentro. Aprovechándose de esto
golpeó con la puntera de su bota izquierda sobre el abdomen del ladrón,
allí donde le había herido de muerte la vez anterior, pero increíblemente
no dio el efecto deseado, era como si no existiera herida alguna. Lo único
que consiguió fue perder la presa sobre la hoja de Némesis y ni siquiera
tuvo tiempo de parpadear cuando su enemigo aprovechando la ventaja,
lanzó un ataque letal sobre él. Tan solo pudo contemplar con impotencia
como el descenso de la espada proclamaba su muerte inminente.
De repente la hoja se quedo parada en el aire antes de alcanzar su blanco
sin que nada bloqueara su descenso, Cyric intentó escabullirse
aprovechando el inesperado error, pero comprobó que todos sus
músculos estaban agarrotados. No podía moverse, los músculos no le
respondían, pero aun así era consciente de lo que pasaba a su alrededor,
en particular, las palmadas del Mago que se encontraba observándolos
mientras reía.
- Muy bien, muy bien. Pero no me apetece que me estropeéis el salón, así
que agradecería que os comportarais -iba diciendo Avalon, mientras
desprendía de las manos paralizadas de ambos oponentes las armas que
portaban.- Ya veo que puedo obviar las presentaciones, así que
pasaremos directamente al grano. ¡Sentaos!
En ese mismo instante, volvieron a recuperar la movilidad, y con un
veloz movimiento se colocaron en una nueva posición defensiva mientras
ambos adversarios extraían de sus vestiduras sendas dagas ocultas.
Avalon movió sus brazos mientras apuntaba su mano hacia donde se
encontraban luchando.
56
- ¡Basta he dicho! -Ordenó Avalon iracundo, mientras movía un dedo
amenazador en dirección a éstos- vais a conseguir que me enfade. Así
que soltar las armas y sentaos.
Ambos combatientes giraron la vista hacia su interlocutor mientras
decidían el cumplimiento de tan severo mandato. Por fin Némesis bajo la
guardia y enfundo la daga en su lugar de origen mientras Cyric hacía lo
mismo. Examinó la habitación en busca de algún sitio para sentarse, solo
existía el lecho donde se había despertado y un sillón junto a la mesa que
ya ocupaba Avalon. Espió de soslayo la mirada de ira que afloraba en la
faz del mago y se dirigió sin mas dilación al sofá sentándose, Némesis
con cautela tomo asiento en la parte opuesta del lecho, sin peder de vista
a su enemigo.
- Os interesara saber que acabáis de ingresar en un selecto grupo de
aventureros, y esa es la razón por la que estáis aquí. -Sentenció tajante el
Mago-.
La faz de Némesis se congestiono al instante por la ira y no pudo
aguantar más su explosión.
- ¡No pienso formar parte de ningún grupo en el que se encuentre él! No
me he pasado los dos últimos meses entrenando aquí, preparándome para
mi venganza contra ese miserable, para que tú me digas ahora que tengo
que hacer equipo con mi enemigo. ¡Me niego!
A Cyric se le abrió la boca ante la sorpresa.
- ¿Dos meses? -Exclamó incrédulo Cyric- si no hace ni dos días que te
vencí en Caergoth. Me temo que la herida te haya afectado a la cabeza
haciéndote perder la cordura.
Avalon atrajo la atención de ambos con un carraspeo interrumpiendo la
discusión.
- No miente -Intervino tajante Avalon- Hace mucho que esta aquí, yo
mismo le atendí la herida. Como ya te había dicho, soy el Maestro del
Tiempo y le traje aquí hace dos meses, justo después de que le dejaras
tendido en el suelo con el abdomen abierto.
Némesis sonriente al ver la perplejidad en el rostro de su enemigo, se
levanto la cota de cuero dejando entrever una cicatriz que le cruzaba el
estomago allí donde debería encontrarse la herida hecha por Cyric dos
días atrás.
57
La mente de Cyric estaba embotada y confusa por la complejidad de la
historia, no podía entender como alguien podía haber estado
recuperándose de una herida durante dos meses, si él se la había infligido
hacía solo un par de días. La idea le parecía absurda, pero la realidad se
abría camino pues la cicatriz demostraba el paso del tiempo.
Avalon pidió atención con un carraspeo mientras se dirigía hacia el
centro de la habitación, se coloco rígido, con las manos por delante,
unidas por los pulgares y las palmas hacia el suelo mientras entonaba
unas extrañas palabras en el arcano lenguaje de la magia. Al instante una
luz se extendió por el suelo al rededor del mago, al principio era de un
blanco tenue pero pronto comenzó a teñirse de vivos colores y a adoptar
formas variadas por el piso. En un minuto el suelo al rededor de Avalon
era la viva imagen de una ciudad desconocida para ambos.
- Se trata de Beldor -dijo Avalon con solemnidad- y es vuestro punto de
destino, mas concretamente esta casa, -Mientras decía esto la imagen del
pueblo se iba acercando hacia una casa de grandes dimensiones que se
encontraba localizada en las afueras, una construcción de madera, tintada
de negro, que no mostraba ningún adorno ni distintivo a la vista- El
gremio de la cruz negra, hervidero de ladrones y asesinos. Lo que deseo
de vosotros es simple, debéis entrar en dicho antro de maldad y rescatar a
unas personas que se encuentran retenidas allí. Sus vidas, como las
vuestras antes que ellas, están a punto de llegar a un trágico final que de
ninguna forma merecen, y que vosotros impediréis trayéndomelas aquí.
Las caras de los contertulios se tornaron pálidas ante la noticia de lo que
les proponía aquel mago chiflado, no solo deseaba que se introdujesen
clandestinamente en un gremio de ladrones, sino que también debían
escapar junto con un numero indeterminado de personas.
El rostro de Cyric se encontraba pálido tras la declaración del mago.
- ¡Debes estar de broma! -se quejó Cyric- nadie puede escapar de un
lugar así, y mucho menos rescatar prisioneros.
El ceño de Avalon se contrajo mientras meditaba las palabras de Cyric.
- No obstante -apuntó Avalon al elfo- si no recuerdo mal, tú ya
conseguiste escapar en una ocasión de uno de ellos, ¿Verdad?
Cyric dio un respingo ante la revelación del mago pues por lo que
acabada de comentar conocía su procedencia.
58
- Sí, y casi pierdo la vida en el intento, razón por la que no deseo volver a
intentarlo. Además, para que necesita el todopoderoso Avalon, la ayuda
de dos despojos, cuando con un simple chasquido de dedos podría hacer
desaparecer el mundo -argumentó Cyric con sarcasmoEl salón quedo en silencio durante unos minutos, Avalon se encontraba
pensativo tras el mordaz comentario mientras divagaba sobre ello. Al
final rompió el silencio.
- Lo cierto es que mi poder alcanza para eso y para mucho mas, -alardeó
el mago- pero no es mi intención modificar el cauce del tiempo mas de lo
necesario, y por ninguna razón me involucrare directamente en esos
cambios. A vosotros dos os rescate de las garras de la muerte, pues con
ello no modificaba en exceso el curso del tiempo. Pero me aprovechare
de vosotros para modificar su curso sin que me vea obligado a participar.
Es mucho lo que se esta jugando aquí....
Dejo el comentario suspendido en el aire y continuo con los preparativos.
La imagen que le rodeaba se había centrado en un tejado próximo a la
casa en cuestión y separando las manos por primera vez, hizo ademán de
acercarse a los dos espectadores del sillón, los cuales, tras recoger sus
armas del suelo, se acercaron a la imagen.
En ese preciso instante, Avalon levanto las manos y al mismo tiempo la
imagen del suelo pareció elevarse junto con ellas envolviendo a Némesis
y Cyric dentro de la brillante luz. Cuando las manos alcanzaron su
posición más alta, solo Avalon se hallaba en la estancia.
Cyric y Némesis se encontraron sobre el tejado que momentos antes no
era mas que una imagen creada por el mago, se asombraron al ver que un
circulo al rededor de ellos aun se asemejaba al suelo de piedra de la sala
donde se hallaban momentos antes, mientras que curiosamente el resto
del tejado estaba construido con madera rústica, y allí donde antes se
encontraba erguido Avalon había ahora en su lugar un rollo de pergamino
que Cyric se dispuso a desenvolver. En su interior encontró algo familiar,
una pequeña varita de madera igual a la que le había sido entregada la
vez anterior. Esta vez guardó la varita en un bolsillo accesible de su capa
a la vez que leía el pergamino:
"Esta vez solo funcionara si el portador se encuentra dentro del circulo de
Retorno."
59
Así que allí estaban, dos enemigos mortales obligados a trabajar juntos
para poder salir de aquella peligrosa situación. Eran tan diferentes pero a
la vez tan similares. Dos figuras indecisas oteando el horizonte en busca
de respuestas, respuestas que nadie podía darles.
Un elfo salvaje de pelo negro al igual que sus ojos, de constitución
liviana y piel ligeramente morena no parecía tener mucho en común con
un humano musculoso de ojos castaños como la melena que le caía
ondulante hasta los hombros. Solo al ver que ambos iban embutidos en
sendas armaduras de cuero negro y cubiertos por capas del mismo color
daba a entender que tenían mas en común de lo que parecía en un
principio.
Némesis portaba una espada larga al cinto y una daga en la parte interior
de la bota, mientras que Cyric a su vez usaba dos katanas ocultas en el
interior de unas fundas secretas de su capa, y un arco cruzado sobre su
espalda. Remataba su armamento una daga que pendía oculta en su
cintura y otra escondida dentro de su bota derecha.
Fijaron pues la vista en el imponente edificio del gremio, un caserón
cuadrado de madera con cuatro pisos de altura, al menos por encima del
suelo, ya que de todos era sabido que los sótanos estaban a la orden del
día entre ese tipo de estructuras. La casa desde donde estaban observando
se alzaba tan solo dos pisos del suelo por lo que la azotea del gremio se
encontraba oculta a sus ojos. Pasaron un par de horas observando los
alrededores antes de decidirse a descender de la azotea, y cuando lo
hicieron, bajaron por la pared contraria a la que se encontraban para
evitar ser descubiertos por cualquier vigía apostado en el gremio
haciendo guardia, y poniendo especial cuidado en no ser vistos por
ningún transeúnte desde la calle. Al descender al suelo se encontraron en
una especie de patio formado por tres edificios unidos en "U" donde la
única salida estaba a lo largo de dos pequeñas calles que se formaban a
ambos lados del edificio del que provenían, obligándoles por tanto a
pasar justo frente al gremio para salir de aquella encrucijada. Se
relajaron un momento, y decidieron tomar la calle inferior del edificio de
donde habían descendido momentos antes y que se encontraba orientada
hacia el oeste, desde donde se proyectaban las sombras del perverso
caserón.
60
Avanzaron con cautela aparentando una falsa tranquilidad que no sentían
mientras pasaban junto a las paredes de la negra edificación.
Aprovecharon también la marcha para observar la localización de todas
las puertas y ventanas además de cualquier otro dato que pudiera serles
de utilidad cuando decidieran asaltar la negra fortaleza.
Dejaron atrás por fin la tan temida edificación y recorrieron la calle hasta
el final donde una bifurcación les obligaba a elegir entre norte o sur.
Examinaron ambas direcciones y se decidieron por la ramificación del
norte, donde al final, se podía observar una pequeña plaza, rematada en el
centro con una vulgar fuente de piedra de la que manaban cuatro chorros
de agua, uno por cada lado. Al llegar a ella saciaron su sed y buscaron su
siguiente destino.
Las casas colindantes, todas de madera y con las ventanas mas bajas
clausuradas, no parecían ser estructuras muy recias, además, la ausencia
de gente por las calles, denotaba el carácter marginal de aquella zona de
la ciudad.
Observaron a su alrededor y descubrieron algo interesante, un letrero de
madera anunciaba la existencia de un hostal, "El Golondrin Borrachín",
rezaba sobre el quicio de la puerta junto con el dibujo de un ave con una
jarra de cerveza en pose de beber. Empujaron la desvencijada puerta del
local y se adentraron en un ambiente cargado de humo y desagradables
olores. El hostal tenía dispuestas desordenadamente unas mesas formadas
por improvisadas barricas de madera en las cuales los parroquianos se
acomodaban sentándose en otros barriles de menor tamaño dispuestos
para su uso.
Buscaron un lugar apartado y solitario junto a la pared y tomaron asiento
en espera de ser atendidos, al rato una muchacha pelirroja de unos
diecisiete años con el pelo rizado desatendido y la cara sucia del humo se
acerco hacia ellos para tomarles nota del pedido.
- Tomaremos cerveza -Anunció Némesis en un tono extrañamente jovialMi "amigo" invita.
La moza se atuso el vestido mientras escuchaba el pedido, dándose unos
pequeños tirones a la altura de las caderas para ceñirse aun más el corsé a
la cintura.
61
- Ahora mismo guapetones -confirmó la camarera el pedido lanzando un
pícaro guiño- ¿y querrán algo para comer estos muchachotes tan
musculosos? -preguntó lanzado una mirada lasciva a Némesis- nuestra
especialidad es la carne picante, una verdadero festín para el estomago de
los guerreros mas intrépidos.
- Perfecto niña, tráenos pues una buena ración de esa carne tuya -añadió
irónico Cyric- hoy me siento generoso con mi dinero.
A los pocos minutos la improvisada mesa se encontraba repleta con las
jarras de cerveza y los platos de carne picante.
Se recostaron contra la pared mientras bebían y observaron tranquilos el
ambiente al rededor.
- ¡Al ladrón! -surgió un grito entre el humoVarias personas, dándose por aludidas, se levantaron de las sillas
presurosamente para dirigirse a la salida, cuando de entre el humo surgió
el tabernero arrastrando de una oreja puntiaguda a un ser de un metro y
medio que se debatía por soltarse de la presa mientras no paraba de
hablar escupiendo una excusa tras otra.
- Te juro que no se como ha terminado eso ahí, seguramente alguien lo
habrá puesto, quizás su mismo dueño se haya equivocado de bolsillo, yo
es la primera vez que lo veo, lo juro.
El personaje en cuestión era un Kender, una extraña raza
extremadamente curiosa y desprovista de malicia, que por lo general
vagaban por el mundo en busca de nuevas y emocionantes experiencias.
No sentían miedo por nada, ya que la curiosidad era la única sensación
que dominaba sus espíritus, la curiosidad por las pertenencias ajenas, la
cual solía ser el detonante que metía en líos en la mayoría de los casos a
estos incorregibles seres.
Este en particular parecía haber tenido algún tipo de problema con una
navajilla de marfil propiedad de un cliente, la cual había aparecido
misteriosamente en uno de sus saquitos.
El rostro de Némesis se ilumino de pronto, se levantó como un resorte y
dirigió sus pasos hacia el tabernero mientras Cyric lo contemplaba
intrigado.
62
- ¡Por fin encuentro a ese pequeño rufián! -Tronó Némesis apartando la
capa de su costado para dejar a la vista su espada- ¿Cuanto vale para vos
su cabeza mi señor? -Preguntó al tabernero que lo mantenía aun sujeto
por la orejaLa habitación se quedo en silencio, el tabernero hecho una mirada de
soslayo al contertuliano y dictaminó que no parecía provechoso
enemistarse con el.
- Bueno, eh, yo... imagino que si me pagáis lo que ha tomado y añadís
una de cobre por las molestias... pues eso harían.., casi cinco de cobre
por lo que redondeando seria una de plata.
Némesis lanzó dos monedas de plata hacia el jefe del local y se giro en
redondo para volver a la mesa donde le esperaba Cyric atónito.
- ¡Tráelo aquí!... -ordenó el ladrón al llegar a la mesa- y sírvenos otra
ronda de cervezas.
Arrastró pues al Kender hasta ellos y lo sentó sin delicadezas sobre un
barril, al rato, la camarera volvió con otra ronda de cervezas para los tres.
Cyric se encontraba anonadado, no tenia ni idea a que venia toda esa
farsa, así que opto por mantenerse en silencio y escuchar lo que tenia que
decir Némesis, bueno, si es que conseguía intercalar alguna palabra entre
la verborrea incesante del kender, ya que desde que había llegado no
había parado de hablar.
- ¿Sois aventureros?, ¿No seréis magos?... me encantan los magos, yo
una vez conocí a uno, echaba fuego por la boca y derribaba muros con
solo mirarlos. Me encantaría convertirme en mago y poder ir de un sitio a
otro con solo pensarlo, bueno, yo ya voy de un sitio a otro, pero lo que
quiero decir es que si fuera mago, llegaría allí solo con pensarlo y no que
tendría que pensar en ir y luego ir, no se si me entendéis...
- ¡Ya basta! -gritó iracundo Némesis- no te he traído aquí para que me
vuelvas loco, te he traído para proponerte algo que te podría interesar, ¿te
gustaría ver por dentro el gremio de la cruz negra? apuesto a que si.
- ¡Jo!, eso seria perfecto, nunca he visto un gremio de ladrones por
dentro, a nosotros los Kenders no nos dejan entrar, dicen que no somos
aptos para formar parte de ellos.
63
- No te preocupes, conmigo seguro que te dejan pasar. -sentenció
Némesis con un guiño de complicidad, mientras una sonrisa taimada
afloraba en su rostroLlevaban ya unas tres horas de charla y las sombras comenzaban ya a
alargarse sobre las calles mientras el sol se escabullía por el horizonte,
cuando Cyric se levanto de la mesa.
- Creo que voy a dar una vuelta antes de que le enseñemos a nuestro
nuevo amigo los dominios de la cruz negra, volveré en una hora.
Al salir a la calle, aspiró hondo para dar paso a sus pulmones al aire puro
del que habían sido privados en el interior del humeante antro y
encaminó sus pasos a través de la plaza hacia una calle paralela a la que
lindaba con el gremio. La calzada se encontraba desierta, así que trepó
por la cara norte del edificio de dos plantas hasta encaramarse al tejado,
una vez arriba divisó el imponente baluarte de los ladrones, y como a su
lado, se encontraba la pequeña casucha en la que habían aparecido.
Había unos tres metros entre él y el tejado de la casa donde aun se
hallaba el portal mágico, así que cargo en su arco una flecha con una
forma muy especial y apuntó a la azotea contraria. La flecha se clavó con
un ruido seco llevando tras de si una fina pero resistente cuerda de seda
trenzada, que solía utilizarse para estos fines. Así que aseguró el otro
extremo de la cuerda con una escarpia y se deslizó con cuidado hacia el
otro tejado. Allí estaba de nuevo, en el lugar donde todo había
comenzado. Observó con alivio como el círculo de piedra por donde
debían regresar aun se encontraba en su sitio y examinó los alrededores
en busca de vigías. Parecía haber cuatro, uno sobre el tejado del gremio
otro haciendo la ronda por el interior y dos mas en la calle, uno en cada
vía que daba acceso al gremio desde el patio donde antes habían estado
ellos.
Manteniéndose oculto a las miradas de los vigías, ultimó unos cuantos
preparativos en la azotea y tras terminar, volvió al tejado contiguo,
descolgó la cuerda por la que había cruzado y desando sus pasos hasta la
taberna donde le estaba esperando su compañero.
Allí encontró de nuevo a Némesis en compañía del extraño personajillo
con el que le había dejado.
64
Nunca antes había visto a nadie así, vestido con unas calzas azules
brillantes y una camisa verde ceñida a la cintura por un cinto de piel
marrón, completaban su atuendo unas botas de piel que le llegaban hasta
las pantorrillas. Su aspecto era si cabe, mas extraño incluso que su ropa,
tenia el pelo anudado en un copete a la altura de la cabeza, dejando caer
la coleta bamboleándose sobre su cuello, poseía la cara de un niño pero
las arrugas que la surcaban contradecían esta condición, sus ojos
marrones eran risueños y llenos de vida, y desde que le había conocido
aun no se había callado ni por un momento, era el ser mas parlanchín que
jamás había conocido.
Se sentó junto a la pared y observó el rostro desquiciado de Némesis, el
kender estaba relatándole como una vez tomo parte en un plan para la
salvación de Krynn.
- ...Y no solo formaba parte del grupo, ya que gracias a mi dimos con ese
pasadizo oculto en la roca por el que pudimos acceder a la cúpula secreta
del archimago que tenia la insidiosa intención de dominar el mundo. Pero
claro, no tuvo en cuenta que nosotros, "Los héroes de Caergoth"
teníamos otros planes, y lo mandamos al abismo lanzándole a través de la
boca del volcán. Y ufff amigos, no fue tarea fácil, ya que a punto estuve
de caer junto a él, gracias a un amigo que....
- ¡Ya basta! -Gimió Némesis desesperado-, ¿no te puedes estar ni un
segundo callado?, me estas volviendo loco.
- ¡Vaya! eso mismo le paso al mago de mi historia cuando se le perdió un
anillo que le era vital para la conquifsta...
La mano de Cyric termino la historia del Kender cuando tapo la boca de
este.
- Sería mas entretenido si comenzamos nuestra visita al gremio ¿no
crees? -Intervino CyricEl kender saltó como un resorte del asiento y se preparó para partir de
inmediato, Némesis a su vez respiró con alivio al ver terminada la tediosa
verborrea del kender, así que se puso en pie y dirigió los pasos del grupo
hacia el gremio de la cruz negra.
65
Se deslizaron sigilosamente al rededor de la plaza para tomar la calle del
sur, la que les debía conducir hasta las proximidades del gremio, pero
antes de adentrarse en ella, Némesis extrajo de su mochila un trozo de
cuerda de cáñamo y se acercó junto elfo...
- ¡Átale! -ordenó tajante Némesis mientras acercaba el trozo de cuerda a
CyricLa sorpresa podía leerse en los ojos del kender y habría salido corriendo
de no ser por que la mano de Cyric ya le sujetaba por el copete que
formaba su pelo.
- Tranquilo, creo que me imagino lo que planea, nunca te dejarían entrar
como invitado, pero si que te franquearían el paso si fueras nuestro
prisionero.
- Heeeey eso es muy interesante -comentó el kender excitado- nunca he
sido un prisionero, bueno en realidad si que he estado prisionero, pero no
era lo mismo, no eran asesinos sanguinarios como esta vefdf...
La frase del kender quedo entrecortada cuando Némesis anudo con gran
placer un pañuelo a modo de mordaza en la boca de este.
Suspiró aliviado y tras comprobar la rigidez de las ataduras continuó el
camino hacia el siniestro caserón.
Al cruzar una calle más, su punto de destino quedo a la vista. Se trataba
de una pequeña puerta de madera negra semioculta en la fachada, solo
detectable al reparar en los dos vagabundos que se encontraban tirados en
el suelo a ambos lados de las jambas.
Se acercaron con cautela, mas a Cyric no le pasaba inadvertido el
incesante cosquilleo que le recorría la espina dorsal, síntoma inequívoco
de que estaban siendo observados desde la oscuridad, apretó las
empuñaduras de sus katanas bajo la capa y se mantuvo alerta mientras
seguía los pasos de Némesis hacia la puerta.
Una vez allí pudo ver como esté, con un movimiento imperceptible de las
manos para alguien que no estuviera acostumbrado a ello, realizó la señal
de los ladrones a uno de los vagabundos que estaban tirados junto a la
puerta, la cual al instante se abrió con un chasquido seco. Al adentrarse
en el interior les sumió la oscuridad, pero Cyric aun pudo ver, gracias a
su visión de elfo que captaba la temperatura que emanaba de las cosas,
como tres figuras se encontraban apostadas al final del pasillo.
66
Estaban apuntándoles con ballestas, mientras una cuarta de más
envergadura se acercaba a ellos con cautela manteniendo la mano
derecha oculta bajo la capa y portando con la izquierda una pequeña
lámpara apagada que encendió con el solo movimiento de un dedo al
llegar a la altura donde ellos se encontraban. Un leve resplandor cegó
momentáneamente a Cyric mientras recuperaba su visión normal sensible
a la luz, entonces todos pudieron contemplar al portador de la lámpara,
un hombre de unos treinta años con varias cicatrices que le cruzaban la
cara, el pelo rapado y la nariz chata.
- ¿Que os trae por aquí? -preguntó secamente mostrando varios dientes
mellados al decir esto- Buscamos un lugar donde hospedar a nuestro prisionero durante la
noche, ya que no hemos encontrado ninguna posada adecuada donde
alojarlo -comentó irónico Némesis- La tarifa es del uno por ciento del valor que tenga el prisionero, al día.
La mente de Némesis funcionaba a toda velocidad, ya que no había
pensado en ponerle un precio a la cabeza del kender.
- Lo cierto es que es un tema personal que no implica una recompensa
material, pero digamos que me proporcionara grandes beneficios no
materiales el entregarlo con vida. -improvisó sacando una moneda de oro
de su bolsa y entregándosela a su interlocutor el cual llevándosela entre
los dientes comprobó su autenticidad. Satisfecho giró sobre si mismo y
les hizo un ademán para que le siguieran.
Se encaminaron por el pasillo hasta llegar a la puerta que antes había
visto Cyric, más los hombres que antes se encontraban allí apostados
habían desaparecido. El hombre abrió la puerta, que se movió tan
silenciosa como el aire, y todos cruzaron por ella. Al otro lado unas
antorchas colocadas a cada diez metros, mantenían el pasillo que se
dividía en ambas direcciones, con algo de iluminación. Tomaron la
ramificación sur hasta que tuvieron que girar a la izquierda y continuar
por este nuevo pasillo hasta llegar a una especie de hall decorado con dos
armaduras metálicas apostadas contra la pared. Había varias puertas
visibles, dos a los costados y una al frente. El guía les llevó hacia la
frontal, la cual cruzaron tras llamar con tres golpes.
67
Al otro lado, una habitación iluminada por una chimenea humeante que
se encontraba encendida en la esquina se abría ante sus ojos. En el centro
de esta, alguien les observaba sentado desde su confortable butaca. No
podían calcular bien su altura pero parecía sobrepasar el metro ochenta,
era humano, tenía el pelo largo y ondulado con mechas rubias, y estaba
ataviado con una armadura de cuero marrón. No parecía estar armado, y
los escrutaba con gran interés.
- Así que queréis dejar bajo mi custodia a un apestoso kender -intervino
Khelm, que así se llamaba- espero que no me cause problemas o de lo
contrario correréis con cualquier gasto que provoque. Por todos es
conocido la dificultad de mantener preso a un kender, y lo costosos que
resultan cuando vagan en libertad.
-No os preocupéis, pagaremos cualquier destrozo que ocasione -añadió
Némesis sumiso- como prueba de ello aquí tenéis estas monedas de oro
para sufragar cualquier problema que pudiera ocasionar -y acompañó sus
palabras lanzando una pequeña bolsa con unas cinco monedas a las
manos de aquel hombre.
Khelm asintió satisfecho e indicó con un ademán que se retiraran.
Siguieron pues al guía hasta el recibidor anterior para tomar la puerta que
se encontraba a la derecha, ésta daba paso a una habitación grande con
escaso mobiliario, tan solo disponía de una gran alacena repleta de
frascos de diferentes tamaños y colores, donde varias personas se
encontraban examinando con interés algunos de ellos. El guía dirigió sus
pasos a la esquina superior derecha de la habitación donde una escalera
de caracol serpenteaba hacia las profundidades. Descendieron por ella
hasta llegar a una habitación de piedra de unos seis por seis metros en la
que se podían apreciar dos puertas a la vista y donde el único mobiliario
existente se reducía a una burda mesa de madera rodeada de sillas
desvencijadas en la que cuatro soldados pasaban el rato jugando las
cartas y bebiendo cerveza a la vez que se lanzaban chanzas los unos a los
otros.
Por fin habían llegado a las mazmorras.
Uno de ellos se incorporo para acercarse a los visitantes al percatarse de
su llegada.
68
- Venimos a dejar este prisionero a cargo de la cruz negra durante esta
noche -informó Némesis arrastrando al kender por el copeteEl guardia miro a Chadler, el guía que les había acompañado desde la
entrada, y al observar que este asentía con la cabeza, se desprendió las
llaves que pendían de su cinturón y abrió la puerta que daba acceso a las
celdas.
El celador reveló una sonrisa que dejo a la vista dos hileras de dientes
negros cuando se dirigió a los recién llegados apuntado con la mano
hacia una extraña estancia.
- Si os queréis divertir un poco tenemos una sala de torturas a vuestra
disposición -rió con sorna el soldado mientras señalaba la habitación
contigua llena de extrañas maquinas de metal- no os cobraremos nada.
Némesis, Cyric y el kender giraron sus cabezas al unísono para observar
la siniestra estancia.
Solo el kender se mostró interesado en la nueva habitación ya que sus
compañeros volvieron la vista al celador sin realizar comentario alguno,
el cual, al no recibir ninguna respuesta por parte de los visitantes dio por
concluida la chanza y dirigió sus pasos a la zona de los reos.
Abrió la puerta de hierro con un chirrido y se introdujeron en un pasillo
lleno de pequeñas celdas custodiadas por barrotes de metal.
Avanzaron lentamente por el pasillo observando con gran interés cada
una de las celdas a su paso en busca de algún ocupante que pudiera ser el
objeto de su misión, alguna persona inocente retenida entre sus muros,
cuando repararon en algo impresionante, una visión desgarradora, se
trataba una mujer extremadamente bella encadenada a la pared por las
muñecas, tenia la melena rubia rizada como el platino y vestía una túnica
alba que aunque sucia y desgarrada, aun refulgía con una luz antinatural,
la cabeza le caía inerte sobre el pecho y pese a estar inconsciente y tener
las rodillas dobladas aun seguía en pie a causa de las cadenas que
aferraban sus brazos contra la pared, brazos por los que corrían pequeños
regueros de sangre surgidos allí donde los grilletes rozaban su delicada
piel.
También desentonaba ver que pese a encontrarse semidesnuda, aun
mantenía al rededor de su cuello un medallón que refulgía con brillos
dorados.
69
Némesis la miró impasible mientras que a Cyric le dio un vuelco el
corazón, no entendía porque sentía lastima cuando él mismo había sido
entrenado para efectuar acciones como esa, pero lo cierto es que no podía
reprimirlo, apretó los dientes con determinación y miró en otra dirección
para vaciar su mente.
Tomaron buena nota de su ubicación y tras encerrar al kender en una
celda contigua abandonaron el gremio por el mismo lugar por donde
habían entrado, regresaron a la taberna para hospedarse durante la noche
y así estar descansados para el asalto del día siguiente.
Un rayo de luz se coló en la habitación despertando de inmediato a
Némesis, sin perder un instante se vistió mientras contemplada
desconcertado a su compañero. Cyric ya estaba despierto y se encontraba
de rodillas sentado sobre sus talones y con las katanas colocadas
transversalmente frente a el. Sus manos reposaban sobre las rodillas y
tenia los dedos entrecruzados de una forma extraña con los pulgares e
índices unidos por las yemas formando una especia de triángulo,
mientras el resto de los dedos se mantenían entrelazados.
Némesis pasó una mano por delante de los ojos abiertos de Cyric y al
comprobar que no reaccionaba, optó por abandonar la habitación e ir a
comer algo mientras tanto.
Se encontraba dando buena cuenta de la famosa carne picante del
tabernero y tonteando con la camarera cuando Cyric apareció por las
escaleras ya pertrechado para la acción. Apenas probó un bocado de la
comida y engulló un poco de leche pero nadie le hizo ningún reproche.
- Si no salimos de esta, -comentó Cyric con aire frío y severo- quiero que
sepas que has sido el enemigo más temible con el que me he batido
Némesis parpadeó asombrado ante semejante comentario de admiración
proveniente de su enemigo e intentó camuflar su asombro bajo una
mascara de ironía sonriendo al comentario.
- Bueno, lo cierto es que si no salimos de esta, -respondió con sorna
Némesis para relajar un poco el ambiente- será porque nos habremos
enfrentado a alguien aun mas poderoso
El rostro del elfo se relajó ante tan audaz replica.
70
- Cierto -concluyó Cyric mientras afloraba una sonrisa incipiente en el
rostroAbandonaron el hostal y se dirigieron al gremio de la cruz negra. La
mañana era fría, y aunque el sol despuntaba por el horizonte sus rayos no
parecían calentar. No sin razón se encontraban en la estación fría con el
otoño llegando a su fin.
Arribaron frente a la puerta del gremio y se reunieron con Chadler, a
quien siguieron de nuevo hasta las mazmorras para llegar al cuarto de
guardia. Esta vez, también como el otro día, cuatro soldados jugaban a
las cartas al rededor de la mesa, pero esta vez la historia tomaría otros
derroteros ya que una sola mirada entre los dos compañeros basto para
entenderse.
Cyric se mantuvo a la expectativa junto a los tres soldados que quedaron
jugando a las cartas sobre la mesa mientras Némesis acompañaba a
Chadler y al celador hacia la zona de la prisión.
- ¡Vamos Dominic! decídete y tira de una vez -le increparon los guardias
que aun estaban en la mesa, a su perezoso compañero que no decidía que
carta jugarLa cabeza del interpelado golpeó secamente contra la mesa al caer sin
sentido, sus compañeros se afanaban por despertarlo, seguros de que la
vigilia de la guardia nocturna había vencido a su compañero, pero de
repente descubrieron la verdad, una mancha roja le empapaba la espalda
y comenzaba a formar un pequeño charco bajo la silla. Se incorporaron
de inmediato para alcanzar sus armas pero ya era demasiado tarde, dos
afiladas hojas que se movían tan rápido como el viento encontraron en
sus desvalidos cuellos un blanco letal. Lo único que pudieron hacer es
escuchar el sonido de sus propios cuerpos al desplomarse sin vida sobre
la mesa.
De un salto, Cyric alcanzó la puerta de acceso a las celdas a tiempo de
ver como Némesis despachaba al guardia que abría la celda, Chadler
horrorizado extrajo una pequeña daga de entre sus ropas para intentar
defenderse pero la katana de Cyric ya le rodeaba el cuello.
- ¡No lo mates! -instruyó la voz de Némesis desde el interior de la celdala chica no se encuentra aquí y ese gusano es lo único que tenemos para
saber a donde se la han llevado.
71
Cyric relajo la presión sobre la yugular de Chadler y golpeó con su otra
katana la muñeca de este, para así, con un alarido de dolor conseguir que
soltara el puñal.
El kender salió silbando jovial de su celda, libre al fin de sus ataduras, y
Némesis tras el, iba lanzando maldiciones e improperios al tiempo que
buscaba con la mirada la figura del celador. Arrastraron a Chadler hasta
la contigua sala de torturas, repleta de extrañas maquinas de metal,
construidas con el único propósito de infligir el máximo dolor
manteniendo a la víctima con vida el mayor tiempo posible. Cerraron la
puerta de acceso para amortiguar los gritos y colocaron al finado en una
cama de hierro sobre la cual, a cierta altura, colgaba un péndulo afilado
con forma de hacha que se balanceaba a ambos lados perdiendo un poco
de altura a cada recorrido.
La cara de reo se desencajó de horror mientras le repetían la misma
pregunta una y otra vez: "Donde esta la mujer rubia de túnica blanca".
Némesis y Cyric esperaban pacientes el descenso del péndulo haciendo
oídos sordos a las suplicas del finado que repetía sin cesar "Yo no se
nada". Mientras tanto el kender examinaba excitado los diversos aparatos
de la estancia, sin cesar de hacer comentarios sobre el posible
funcionamiento de cada uno y aportando su experta opinión de como
mejorar el rendimiento haciendo este o aquel retoque, explicándolo
gráficamente colocándose en la situación del reo.
La hoja continuaba su descenso mortal sin que por el momento hubieran
conseguido la confesión del celador cuando una voz chillona interrumpió
el interrogatorio.
- ¡Hey sacadme de aquí! -chilló la voz del kender pidiendo auxilio
atrapado desde los entresijos de una de las maquinas, esta en especial
tenia una serie de alambres cortantes entretejidos con muelles sobre una
mesa dándole la forma de un campo con alambres de espino, pensado
para causar mas dolor en cuanto mas fuerte se debatiera el infortunado
por librarse de ellos-
72
Cyric se acercó hasta el inquieto personajillo que ya sangraba por varios
cortes producidos por los alambres, para rescatarle del enjambre de púas,
tras varios minutos de arduo trabajo cortando los alambres consiguió
desmontar la maquinaria y liberar al magullado kender, al que una vez
suelto no dejó vagar a su antojo, ya que le agarró por el copete y lo
arrastro con él hasta donde se encontraba Némesis.
- ¡Esta es tu ultima oportunidad!, habla o lo próximo que oirás será el
sonido de tus huesos crujiendo bajo la hoja en busca del camino hacia tu
interior. ¡Donde esta la chica! -Era Némesis el que amenazaba al
aterrorizado Chanler que se debatía inútilmente por soltarse de sus
ataduras- ¿La chica? -interrumpió el kender- ¿os referís a Cristina la sacerdotisa
de Mishakal?
Némesis y Cyric giraron sus cabezas al unísono hacia el pequeño.
- ¿La conoces? ¿Sabes donde esta? -le preguntaron los dos como una
única voz-.
- Bueno, yo no diría que la conozco, tan solo hablamos un rato durante la
noche, pero luego llegó ese tipo tan desagradable y se la llevó. Y digo
desagradable porque ni siquiera me dejó acompañarles a la habitación del
segundo piso donde fueron.
- ¿Del segundo piso? -Le increpó Cyric al kender- Sí bueno, es que me aburría tan solo y no hay cosa mas aburrida que
aburrirse solo -empezó a argumentar risueño-, por lo que decidí
acompañarles por mi cuenta sin decirles nada para que no se molestaran.
Némesis y Cyric miraron con asombro al pequeño kender que seguía
relatando sus correrías nocturnas, pero antes de que terminara el relato le
tomaron del brazo y lo arrastraron hacia la estancia anterior para subir
por las escaleras a toda prisa.
- Mantén tus manos a la espalda, como si estuvieras atado -le comentó
Némesis- no queremos que nos descubran todavía.
Ascendieron por las escaleras y alcanzaron la habitación superior, donde
tres encapuchados que se encontraban examinando frascos giraron sus
cabezas para observarles.
- ¿Donde esta Chadler? -indagó uno de ellos mientras avanzaba hacia el
grupo73
- Se ha quedado abajo hablando con Dominic sobre una deuda de juego Contestó rápidamente Cyric al recordar el percance con los jugadores- Este Chadler siempre tan tahúr -sentenció la figura enlutada volviendo a
sus quehaceresAtravesaron la estancia hasta la puerta para llegar al recibidor de las
armaduras y se quedaron mirando al kender como preguntándole por el
camino a seguir. Su sorpresa fue mayúscula cuando se dirigió a la pared
y empezó a juguetear con la mano de una de las armaduras.
- No estamos aquí para que te div... -Comenzó a decir NémesisPero la frase de éste quedo inacabada, pues con un ruido de roca al rozar
contra el suelo quedó visible en la pared una puerta de piedra que se
mantenía oculta.
Se deslizaron a través de la recién descubierta puerta y la cerraron tras
franquearla, Cyric extrajo unas escarpias de metal y bloqueo la parte
inferior de la puerta contra el suelo para evitar que alguien los siguiera.
Ante ellos se alzaban unas escaleras de piedra que subían a través de
todos los pisos como si de una gigantesca "U" se tratara. Ascendieron
sigilosamente tras el kender evitando el primer piso, que según el
pequeño, se encontraba repleto de alojamientos para los ocupantes del
gremio. Al llegar al segundo nivel el kender hizo una señal indicando la
dirección donde una persiana de madera formaba un semicírculo entre las
dos paredes laterales. Se acercaron hasta la persiana con sigilo y una vez
allí descubrieron con horror las intenciones del kender. El pequeño,
colocado bajo una cuerda cuyo extremo inferior terminaba en una borla,
se afanaba dando saltos, por alcanzarla y tirar de ella. Ambos
compañeros intentaron evitarlo corriendo hacia el, pero fue demasiado
tarde, en uno de los saltos, atrapó la borla y en la caída atrajo hacia sí la
cuerda arrastrándola junto con el...
Momentos después un ruido grabe lo inundó todo mientras la persiana se
plegaba lentamente hacia los laterales dejando a la vista un salón con una
chimenea a la izquierda.
Al frente una serie de cojines de plumas se amontonaban en grupos y
sobre uno de ellos reposaba la mujer que andaban buscando.
El kender comenzó a dar saltos de alegría apuntando con el índice a la
mujer.
74
- ¡Veis, aquí esta! -Chilló triunfante el kender- ¡como yo os había dicho!
Cyric y Némesis ya habían desenfundado sus armas y miraban aterrados
en todas direcciones previendo una avalancha de enemigos que con toda
seguridad habrían escuchado el ensordecedor ruido y los gritos del
kender.
Cyric se movió en dirección a la doncella bajando las armas para no
mostrar una imagen amenazante.
- ¡Venimos a liberaos señora!, acompañadnos por favor, no tenemos
mucho tiempo.
La mujer sorda a las palabras de Cyric, seguía paralizada sobre los
cojines mirando aterrada el sillón que dejaba solo el respaldo a la vista de
los rescatadores.
Unas palmadas surgieron del otro lado del sillón y una figura
encapuchada en una túnica verde oscura de la cual solo eran visibles dos
largos mechones de pelo blanco, apareció tras el sillón al levantarse.
- Muy bien, muy bien.... bravo mis valientes -se jactó con sorna el recién
llegadoCyric sin esperar un instante se abalanzó contra el nuevo enemigo para
evitar que éste diera la voz de alarma, sus katanas estaban prestas y la sed
de sangre se leía es su rostro.
Con un movimiento rapidísimo, el encapuchado golpeó el sillón donde
momentos antes había estado sentado, lanzándolo hacia Cyric, que
previendo el ataque, se impulsó por encima de este con una voltereta y
cayó en el suelo con su katana derecha adelantada hacia su enemigo para
cubrirse, concluyó el movimiento cargando con la izquierda y
aprovechando la fuerza de la caída para imprimir mas velocidad al golpe.
El ruido de metal fue atronador, el enemigo, ahora visible
completamente, había desenfundado dos cimitarras (unas espadas curvas
con asombroso filo) con las que había detenido el golpe de su oponente.
También se había echado la capucha hacia atrás para tener una mejor
percepción de la situación.
75
Cyric se quedó anonadado por la sorpresa, su enemigo era un Drow, un
elfo oscuro de las profundidades como su mentor, pero no era esto lo que
le causaba mayor estupor, sino que a éste en particular no parecía
afectarle la luz del sol como al resto de sus congéneres, pues la sala se
encontraba plenamente iluminada y los ojos violetas de su enemigo no
daban muestras de dolor. Siempre había visto cómo a su maestro, pese a
haber pasado casi toda su vida en la superficie, aun le causaba gran dolor
observar la luz del día sin protección alguna.
Inmediatamente reorganizó su guardia hacia una más defensiva,
retrasando la pierna derecha y manteniendo la espada diestra a la altura
del pecho a la vez que cruzaba la espada izquierda en vertical por delante
del cuerpo, para calibrar la destreza de su oponente mientras lo
examinaba con sumo cuidado. Su enemigo no se hizo esperar, atacó
como un rayo moviendo las cimitarras en veloces círculos hacia él y
dejando en su recorrido ligeros surcos de luz azulada. Los aceros de
ambos combatientes entrechocaron una y otra vez dejando estelas de
chispas azules en cada golpe.
Cyric estaba asustado, apenas podía contener la furiosa acometida de su
oponente, y como si la destreza de este no fuera suficiente, parecía
además que las cimitarras que portaba estaban imbuidas con algún tipo
de sortilegio mágico que las dotaban de mayor poder combativo. Cyric
intentaba intercalar algún golpe entre la devastadora cadena de ataques
de su enemigo, pero apenas podía mantener el ritmo defensivo, incluso
alguna vez tenia que recular para evitar acometidas demasiado rápidas
para ser interceptadas. Era cuestión de tiempo que una de las hojas del
oponente atravesara su guardia hendiéndole el pecho.
Buscó a Némesis con la mirada mientras contenía la avalancha de golpes
que el drow lanzaba sobre él sin descanso.
- Llévate a la chica -Gimió jadeante Cyric al verse sobrepasado por su
enemigo- no se lo que podré aguantar.
Némesis miraba estupefacto a ambos contendientes, la furia del drow le
dotaba de una velocidad mayor pero lo que le sorprendía de verdad era la
similitud en las técnicas de ambos. Parecía como si hubiera un espejo
entre los dos, con la salvedad que los movimientos de Cyric parecían
ralentizaciones de los del drow.
76
Sin mas dilación se encaminó hacia la posición de la chica, que presa del
pánico se había refugiado entre los cojines de plumas.
Cyric estaba exhausto ante la ferocidad de los movimientos del drow,
jamás había sospechado que existiera alguien con una movilidad así, ni
siquiera su maestro poseía semejante velocidad, estaba seguro que el
embrujo de las armas de su oponente le dotaba de la ventaja para
superarle de forma tan abrumadora.
Por fin llegó lo inevitable, en uno de los ataques circulares del drow la
katana derecha de Cyric salió disparada por los aires cayendo a unos tres
metros a la espalda de este. El drow, victorioso avanzaba reavivando sus
ataques y obligando a Cyric a retroceder reteniendo a duras penas los
golpes con la única espada que le quedaba. La pared se acercaba cada vez
más a la espalda del elfo cuando éste se decidió por una acción
desesperada. Lanzándose al suelo hacia la izquierda, con el brazo
desarmado doblado hacia la rodilla e inclinando el cuerpo en posición
fetal rodó por el suelo hacia su otra katana recogiéndola con la mano
desarmada y terminando la voltereta incorporándose con la rodilla
derecha mientras colocaba ambas katanas en cruz por encima de la
cabeza previendo el golpe de su adversario por la espalda, pero este no
llegó, giró la cabeza para contemplar con sorpresa como Némesis
desoyendo su consejo de huir con la mujer, se batía con el. A duras penas
conseguía rechazar los superiores envites del drow y ya estaba con la
espalda pegada a la pared. Cyric avanzó veloz, presto para el combate, y
atacó con ambas katanas al unísono, lo cual obligó al drow a modificar su
posición retrocediendo por primera vez desde que comenzara el combate.
La cadencia de la lucha se volvió frenética, la lluvia de golpes propinados
por las armas de los dos compañeros, se estrellaban una y otra vez, en la
guardia infranqueable del drow, que moviendo sus armas a gran
velocidad desviaba cada estocada recibida. Pero lo que no les pasó
inadvertido es que el drow ya no respondía a sus continuos ataques,
concentrado exclusivamente en desviar los golpes que le lanzaban,
incluso no podía evitar retroceder en alguna ocasión cuando la cantidad
de ataques le sobrepasaba.
- Vienen refuerzos -gritó la voz chillona del kender desde las escaleras- y
son demasiados.
77
El ruido de varios pares de botas subiendo por las escaleras verificaba las
palabras del kender. La lucha se congelo un instante mientras todos
observaban las escaleras. Cyric y Némesis habían mantenido al drow a
raya a duras penas y lo que estaba claro es que no podrían vencerle de
poseer la ayuda de sus camaradas.
Sin esperar un momento mas y anticipándose a la reacción al drow,
Némesis y Cyric se dirigieron a toda velocidad hacia la posición de la
doncella, mientras tanto, el drow les siguió con la mirada sin moverse de
su posición actual y sin perder ojo de las escaleras.
Némesis llegó junto a la dama, que estaba hecha un ovillo sobre los
cojines y gimoteaba presa del terror que sufría.
- Venid con nosotros señora -la increpó Cyric que se encontraba en
posición defensiva tras Némesis, observando incrédulo al drow que no
les había seguido- nos envían a rescataos.
Cristina, como se llamaba la mujer, seguía inerte en el suelo gimoteando
ausente de lo que allí pasaba. Némesis harto de esperar la reacción de la
mujer, la tomó en brazos y se la cargó al hombro como si de un vulgar
saco se tratara. Cerró filas junto con Cyric y manteniendo al drow a la
vista se dirigieron hacia las escaleras donde el kender les esperaba para la
huida.
El drow, sereno y sin preocupación aparente se dirigía también hacia las
escaleras.
Cyric sobresaltado al descubrir el plan del drow se adelantó corriendo
hacia las escaleras.
- ¡Kender, huye hacia el piso de arriba! -le advirtió Cyric mientras corría
hacia élPero la advertencia llego tarde, el drow, anticipándose al aviso y con un
ágil salto tomó al kender por el copete y colocó una de sus cimitarras
pegada al cuello del kender.
- Muy bien, ¡Se acabo! -amenazó el drow- dadme a la sacerdotisa o
vuestro amigo terminara sus días ahora mismo.
Una sonrisa taimada afloró en el rostro de Némesis, pero no tuvo tiempo
de replicar con sarcasmo, pues la primera avanzadilla de soldados
apareció por las escaleras.
78
Eran seis hombres, cuatro de ellos, pertrechados con cotas de cuero de
color negro y armados con espadas cortas, encabezaban la formación,
mientras que los otros dos soldados colocados en la retaguardia, portaban
sendas ballestas cargadas.
Al llegar al descansillo de las escaleras los soldados palidecieron, tenían
los ojos desencajados y observaban paralizados al terrible ser que allí les
aguardaba.
- ¡Es un drow!, matadlo y recuperar después a la sacerdotisa -Ordenó el
soldado cuyo chaleco mostraba un ribete distinto al del resto, que le
designaba como capitán de la guarniciónSendas saetas volaron en dirección al drow alcanzando su objetivo, una
se le clavo al elfo oscuro en el hombro mientras que la otra se dirigía
directa al corazón, pero no alcanzo su objetivo, el cuerpo del kender
haciendo las veces de escudo recibió el impacto en el pecho.
El drow, furioso, soltó al inerte kender que cayo desplomado al suelo y se
lanzó como una fiera hacia los soldados armado tan solo con la cimitarra
de la mano derecha y utilizando la mano izquierda para protegerse la
herida de los envites enemigos.
Cyric y Némesis estaban anonadados, observaban incrédulos como el
drow se enfrentaba a los soldados que ellos creían sus camaradas. Sin
desperdiciar un momento aceleraron la marcha hacia las escaleras que
ascendían al piso superior y una vez allí un impulso obligo a Cyric a
hacer algo impensable para el, cuando pasó junto al malherido kender lo
tomo en sus brazos y lo colocó sobre su hombro teniendo especial
cuidado en no agravar mas la herida de su pecho.
No se explicaba lo que le había impulsado a reaccionar así, pero no le dio
mayor importancia, al fin y al cabo el pequeño kender le era simpático,
sobre todo cuando conseguía sacar de sus casillas a Némesis, sí, la
verdad es que disfrutaba de lo lindo con ello. Sin más dilación
continuaron la ascensión de las escaleras. Cuando se encontraron a medio
camino del piso superior, Cyric lanzó a Némesis un guante metálico con
la única instrucción de ponérselo, Némesis miró atónito el guante
recibido elevando los hombros en señal de desconcierto.
79
- Creo que deberíamos intentar abrirnos paso hacia abajo, es imposible
descender por estos muros yendo cargados con la chica y el kender. argumentó Némesis nerviosoCyric miró nervioso en ambas direcciones a la vez que se rascaba el
cogote pensativo, meditando las palabras de su compañero.
- Confía en mi, a estas horas todo el edificio será ya un hervidero de
asesinos con la única intención de matarnos, lo cual nos hace casi
imposible el abrirnos paso luchando, incluso sin el peso extra -comentó a
la vez que señalaba con la cabeza hacia el kender- nuestras posibilidades
serian mínimas. Enfúndate ese guante y sígueme haga lo que haga, de
ello depende el éxito de nuestra huida. Sin dar opción de replica, Cyric
corrió escaleras arriba con el kender al hombro.
Alcanzaron el piso superior, el cual, para su sorpresa, carecía de paredes
y se encontraba amueblado exclusivamente por mesas rodeadas de
mullidas sillas acolchonadas y muebles de pared en los que reposaban
botellas de distintos tipos, probablemente vinos y licores para el deleite
del maestro cofrade y sus amigos, también había tres ventanas opacas en
cada pared, tintadas de oscuro para evitar que los curiosos observaran
desde el exterior. Cyric se quedo parado al final de las escaleras
observado con cuidado la posición de las ventanas e intentando orientarse
por la incidencia de la luz a través de los cristales.
La voz de Némesis le obligó a tomar una decisión respecto al plan de
huida, pues con los ojos fijos en el hueco de la escalera no paraba de
avisar a Cyric.
-¡El drow esta subiendo la escalera! -exclamó Némesis- Date prisa, no
tengo una posición muy ventajosa para luchar contra ese demonio
llevando a la mujer sobre mi hombro.
Cyric sin vacilar un instante y tomó carrerilla hacia la ventana central
localizada frente a las escaleras, saltó contra ella cuando estuvo cerca,
haciendo añicos el cristal a su paso.
Némesis observó anonadado la acción suicida de su compañero, cuando
por fin comprendió el plan, al otro lado de la ventana una cuerda finísima
colgaba hasta el tejado de la casa colindante, apenas era visible a la vista
de no ser porque veía incrédulo como Cyric se deslizaba por ella a gran
velocidad sujeto tan solo con una mano.
80
Observó el guante que se había colocado en la mano derecha y al
comprender el plan, se lanzó a la carrera hacia la ventana saltando a
través de ella y agarrándose a la cuerda con la mano derecha para dejarse
deslizar hasta la casa contigua. Cuando Cyric sobrevoló la azotea se soltó
de la cuerda para dejarse caer en el tejado con suavidad.
El kender entreabrió un poco los ojillos mientras intentaba respirar con
dificultad.
-Otra vez... hagámoslo otra vez... ha sido genial -gimió la lastimera
vocecilla el kender sin perder su eterno sentido del humor-.
Cyric introdujo la mano en el bolsillo de su capa en busca de la varita
mágica que les debía devolver a casa, cuando descubrió con horror que
no estaba allí. Depositó al kender con cuidado en el suelo para poder
buscar mejor entre sus ropas pero fue inútil, la varita no estaba entre sus
pertenencias, Némesis aterrizó con la mujer sobre la azotea mientras
Cyric seguía buscando con desesperación entre sus ropas.
-El drow nos sigue -gritó Némesis mientras depositaba con cuidado a la
sacerdotisa en el suelo- esta cruzando la cuerda caminando sobre ella, ese
maldito elfo oscuro es un demonio.
Némesis corrió hasta la esquina opuesta del tejado donde se encontraba
sujeta la cuerda y con un certero tajo dio buena cuenta de ella, haciendo
que el drow se precipitara hacia la calle.
Cuando se disponía a respirar tranquilo, observó con horror como la
cabeza del drow aparecía de nuevo seguida del resto del cuerpo, éste
flotaba en el aire y se dirigía levitando lentamente hacia ellos.
Némesis se frotó los ojos con el brazo mientras miraba incrédulo el lugar
por donde había reaparecido el drow.
- ¡Ese condenado demonio vuela! -exclamó horrorizado Némesis
mientras extraía su espada y se colocaba frente a sus compañeros en
posición defensiva- date prisa Cyric, o ese mal nacido nos arrastrara a
todos al infierno.
Cyric estaba a punto de darse por vencido, cuando se le ilumino el rostro
al comprender, se agachó junto al kender y comenzó a vaciar sus saquitos
sobre el tejado.
- Heyy -gimió el moribundo kender molesto por la acción- ya hice
inventario la semana pasada.
81
Una amalgama de variopintos objetos se esparcieron por el suelo, desde
canicas de colores hasta extrañas plumas de aves desconocidas. De
pronto el objeto anhelado apareció ante los ojos de Cyric recogiéndolo
del suelo al instante.
El kender giró la cara hacia arriba para observar a Cyric con esa cándida
carita de niño que no ha roto un plato en su vida.
- Vaya... quien habrá puesto eso ahí -preguntó el kender con un hilo de
voz mientras se debatía por mantenerse con vida- seguro que te
equivocaste de bolsillo cuando viajaba sobre tu hombro, anda que si
llegas a haberlo perdido, menos mal que yo est.. -la voz del kender se
corto entre toses sanguinolentas cuando perdió de nuevo el
conocimiento-.
Cyric no pudo evitar una sonrisa que le afloró en el rostro al comprobar
la despreocupación del kender incluso en el estado tan grabe que se
encontraba, la jovialidad del pequeño parecía no tener fin, casi envidiaba
su libertad.
El grito de advertencia de Némesis le arranco de sus pensamientos,
observó como el drow ya había alcanzado la cornisa del edificio y se
dirigía corriendo hacia ellos armado con una de sus cimitarras y con el
rostro desencajado.
Sin más dilación y con un crujido de madera sesgo la varita por la mitad.
Una columna de luz se elevo del suelo y todos los que se hallaban en el
circulo sintieron como caían hacia el vacío notando esa desagradable
sensación de cosquilleo en el estomago. No duró mucho, a los pocos
segundos todo terminó y se vieron rodeados por paredes de piedra,
paredes pertenecientes a la torre de Avalon.
Cyric se incorporo de inmediato sacando las katanas de su funda y
lanzándose a por su enemigo........ El drow estaba allí.
82
Capitulo V - Cautivos del Destino
Todos se encontraban aturdidos al verse transportados de repente al
interior de aquella torre, todos excepto Cyric que se abalanzaba ya como
un ciclón hacia el drow, que se había colado en el circulo de
teletransporte en el ultimo momento.
El acero entrechocó de nuevo, como minutos antes en el gremio de la
cruz negra, la única diferencia era que esta vez la ventaja se encontraba
de parte del elfo, ya que al encontrarse herido el drow en su hombro
izquierdo, solo podía utilizar una cimitarra para detener los furiosos
ataques de Cyric. Aun así, el drow interceptaba cada uno de los golpes
lanzados por su oponente moviendo su acero con una destreza aterradora.
Cyric estaba impresionado por la pericia del drow. Le lanzó un golpe a la
cabeza con un arma a la vez que dirigía su otra katana con un tirabuzón
circular hacia el abdomen, intentando obligar al drow a recular ante la
imposibilidad de frenar dos ataques al mismo tiempo, mas el drow con un
velocísimo cruce vertical de cimitarra desvió el tirabuzón al mismo
tiempo que se agachaba para evitar el golpe a la cabeza. El drow,
aprovechando el giro del elfo apoyó en el suelo la punta de la cimitarra
que acaba de cruzar, para golpear con la pierna izquierda el tobillo del
elfo, dando con los huesos del desequilibrado Cyric en el suelo. El drow
moviéndose a una velocidad increíble retomó el apoyo de sus dos
piernas, para con un giro, trazar un arco con su cimitarra hacia el cuerpo
caído de Cyric, pero el acero no llegó a su destino, la cimitarra del drow
fue de nuevo interceptada, aunque esta vez fue la espada de Némesis la
que detuvo el ataque, que de pie retenía la cimitarra del drow. Al verse en
desventaja, el drow rodó hacia atrás para incorporarse sobre su rodilla al
completar la voltereta sobre si mismo y colocando la cimitarra sobre su
cabeza para detener el ataque de su nuevo oponente.
Pero esta vez, el drow había cometido un fallo. Al intentar incorporarse,
un grito de dolor desveló su error, pues al rodar hacia atrás su hombro
herido se había golpeado contra el suelo reavivando el dolor de la herida
y haciéndole dar un traspié al incorporarse.
83
Aun así, consiguió desviar todos los ataques que Némesis le enviaba sin
descanso, pero sabía que era cuestión de tiempo hasta que Cyric se uniera
al ataque provocando irremediablemente su derrota.
El drow dio un traspié desplomándose sobre la rodilla izquierda, error
que Némesis aprovechó para lanzar una estocada a la cabeza del
desprotegido drow, sin darse cuenta que al atacar tan impulsivamente
desatendía su propia protección.
Némesis intentó frenar su ataque al descubrir el ardid del drow, el cual,
sigilosamente y mordiéndose el labio inferior para remitir el dolor que
sentía en su hombro herido, había desenfundado una daga de su bota
izquierda e introduciéndose dentro de la guardia de Némesis al
reincorporarse, intentó hacer blanco en su abdomen. El tiempo pareció
ralentizarse durante un segundo, Némesis comprobaba indefenso como
de nuevo había caído en el truco sucio de un oponente, y que esta vez
seguro le costaría la vida. Pero el golpe mortal no llegó a su destino, ya
que la pierna de Cyric, que ya se había reincorporado a la lucha, alcanzó
con un golpe seco el hombro herido del drow, que con un gemido de
dolor soltó la daga antes de llegar a su fatal destino. El drow intentó
recuperarse, pero otra patada de Cyric, esta vez con la pierna izquierda, le
golpeo en la cara haciéndole caer al suelo hacia atrás.
Cyric avanzaba impasible hacia el caído, con ambas katanas adelantadas
para dar cuenta de su vencido enemigo, cuando el sonido de la lucha se
vio roto por el grito de una mujer.
- ¡Noooo! -Gritó la sacerdotisa mientras se acercaba al lugar de la luchano le matéis, Mishakal adora la vida de todas las criaturas, por favor,
perdonarle la vida.
Cyric cegado por la ira se disponía a rematar al caído, cuando de pronto
todo su ser se lleno de paz. Tan solo sentía el calor de una mano sobre su
hombro y la dulce voz de la sacerdotisa que parecía susurrarle cosas al
oído, no entendía lo que decían sus palabras pero no hacía falta ya que
todo su ser se encontraba en armonía. Observó de nuevo a su enemigo y
esta vez ya no vio al demonio asesino que veía momentos antes, tan solo
veía a una criatura herida y exhausta que luchaba por mantenerse con
vida, encogida sobre si misma.
84
Miró a su izquierda y comprobó como Némesis también había cesado en
sus ataques contra el drow, observó como la mano de Cristina también
reposaba sobre su hombro.
Cyric se acercó al drow tras alejar de una patada la cimitarra que se
encontraba caída en el suelo, mientras tanto, Némesis mantenía su espada
fija en el cuello del drow por si se le ocurría hacer algo. Una vez
desarmado, Cyric inmovilizó al drow atándole ambas manos a la espalda
y anudándoselas con un trozo de cuerda reforzada de cuero, utilizada
comúnmente para inmovilizar a seres escurridizos como este, después ató
sus pies de la misma forma y por ultimo, unió a la espalda con otra tira de
cuerda las manos y los pies del drow, dejándolo tumbado en el suelo
sobre su costado derecho.
Guardaron sus armas y observaron tranquilamente, por primera vez, a
Cristina la sacerdotisa de Mishakal que se encontraba de pie junto a ellos.
Tenia la presencia de una diosa, les parecía incluso la propia
reencarnación de Mishakal. Su melena rubio platino caía rizada sobre su
espalda como una cascada, sus ojos azules claros como el cielo de
primavera la dotaban de un aire casi celestial, sus finos labios y su nariz
suave, hacían juego con el resto de sus rasgos faciales. Iba vestida con
una rasgada túnica de seda blanca que caía sobre su cuerpo como una
segunda piel y que apenas ocultaba sus formas de mujer, en su talle un
cordón dorado le ceñía la túnica marcando las formas de sus caderas y al
cuello llevaba colgado el símbolo de oro de Mishakal el cual reposaba
sobre su pecho.
Observaron atónitos como portaba en su mano derecha un cetro de metal
grabado con símbolos rúnicos a lo largo de todo el. No imaginaban como
lo había conseguido ocultar durante todo este tiempo pero el caso es que
ahora lo tenía en la mano.
- Es el don de Mishakal -contestó al contemplar sus miradas perplejasElla se encarga de mantenerlo fuera del alcance de criaturas malignas.
Cristina giró sobre si misma para dirigirse hacia donde se encontraba el
kender, que moribundo no paraba de tiritar y quejarse del frío que hacía
en la estancia, aunque la habitación se encontraba caldeada por el fuego
que ardía en la chimenea.
85
Una vez junto al kender, la sacerdotisa apoyó la rodilla derecha sobre el
suelo, colocó la mano izquierda sobre la febril frente de la pequeña
criatura y comenzó a entonar una dulce melodía que ninguno de ellos
consiguió entender.
Instantes después una luz dorada comenzó a brillar en la mano de
Cristina que seguía entonando la preciosa melodía, movió su mano hasta
el pecho del kender, donde aun se alojaba la flecha, y cogiéndola en su
mano extrajo la saeta del cuerpo del kender, deposito la flecha en el suelo
y volvió a reposar la mano sobre la latente herida del kender.
Los dolorosos quejidos del kender remitieron dando paso a una
respiración tranquila y relajada a la vez que desaparecía el tono febril de
su faz y volvía de nuevo el color a sus mejillas. El brillo dorado cesó
cuando terminó el cántico, y Cristina alojando el cetro metálico en una
funda a su espalda desocupó las manos para tomar al inconsciente kender
entre ellas y llevarlo sobre el sofá que había en la estancia, lo recostó
sobre el y lo arropó con una manta que se encontraba al pie.
Cyric y Némesis no salían de su asombro, jamás habían visto un prodigio
semejante, aquello debía ser lo que se conocía como la magia de los
dioses.
Ambos habían contemplado la realización de magia, pero la magia
humana tenia sus limites, podían crear todo tipo de conjuros para causar
destrucción, podían engañar con miles de ilusiones e incluso podían
trasformar la realidad, pero nadie poseía el poder para curar. Aquello
estaba vedado por los dioses para su propio uso, y solo unos pocos
seguidores podían manifestar la voluntad de sus deidades en la tierra
canalizando sus poderes. Aquella mujer era uno de los elegidos, había
invocado la ayuda de su diosa para salvar la vida del kender cuando se
encontraba condenado a una muerte segura.
Al observar la cara de asombro de sus rescatadores la sacerdotisa se
dirigió a ellos.
- Mi nombre es Cristina Silvermoon -Explicó solemne- soy una
sacerdotisa de Mishakal como mi madre antes que yo, y poseo el don
legado por ella, Ariel Silvermoon, que guió mis pasos hacia el camino de
la diosa de la vida.
86
- Imagino que os encontrareis confusos ante mi petición de clemencia por
la vida del elfo oscuro, pero la venganza nunca es buena consejera.
Mishakal nos enseña a perdonar, ya que en el perdón se encuentra el
camino de la comprensión, siendo palabra de la diosa que ninguna
criatura es malvada por naturaleza, son las influencias de los que la
rodean lo que forja el destino de una criatura en la balanza de la vida.
Encaminó sus pasos hacia la figura retorcida del drow que se encontraba
tirado en el suelo y se arrodilló junto a el, acerco su mano al hombro
herido y se disponía a entonar de nuevo su cántico curativo cuando el
brazo de Némesis la separo del drow impidiéndoselo.
- No podemos permitir que ese maldito drow recupere sus fuerzas Intervino Némesis- ya has visto lo que nos ha costado reducirle. Apenas
hemos podido con él ahora que esta herido, así que si volviera a
recuperar las fuerzas, podría matarnos a todos.
El rostro de Cristina no albergaba miedo cuando con su mano libre soltó
la presa de Némesis que retenía su antebrazo.
- Mishakal quiso que vosotros me salvarais del elfo oscuro cuando os
envió para que me rescatarais de sus garras, más también ha sido
voluntad de la diosa que el drow se haya mantenido con vida.
- Creo que tenéis razón mi señora -Empezó a decir Cyric mientras se
interponía entre Cristina y el drow- pero en mi opinión creo que antes de
curarle deberíamos interrogarle para conocer los planes que albergaba
para vos.
La faz de la sacerdotisa se arrugó de repugnancia.
- Jamás permitiré que inflijáis dolor a esa pobre criatura herida mientras
se encuentra indefensa -Conminó severa Cristina- así que será mejor que
recapituléis en vuestras dañinas intenciones.
Los dos compañeros se encontraban atónitos. Hasta la faz del drow
mostraba el asombro que le producían las palabras de la mujer.
Cyric contempló el rostro severo de la sacerdotisa y se apartó de su
camino moviéndose a un costado, Némesis aun reticente claudicó al fin
al ver la reacción de Cyric.
87
Cristina se postró ante la figura del drow, posó suavemente la mano sobre
el hombro de este y alzando la cabeza como si pretendiera ver a través
del techo de la habitación, se preparó para iniciar las plegarias a su
deidad.
- ¡Aparta zorra! -Gritó iracundo el drow removiéndose entre sus
ataduras- no necesito la ayuda de una perra de Mishakal, tengo el favor
de Loth y eso es lo único que me hace falta.
La cara de la sacerdotisa se arrugó de repugnancia al escuchar el nombre
de Loth, la maléfica reina araña de los elfos oscuros.
- Como puedes tú, un elfo oscuro que vaga por la tierra, adorar a una
diosa que odia todo lo que se encuentra en la superficie, incluyéndote a ti,
que te encuentras bastante lejos de Mezoberranzan, el centro de su culto.
El drow adopto una mueca de burla mientras dirigía sus replicas a la
sacerdotisa.
- ¡Eso va a cambiar! Los errores de mis antepasados al abandonar la
antípoda oscura están a punto de ser perdonados, yo mismo he realizado
un pacto con Loth que me permitirá volver al lugar de donde nunca
debería haber huido el cobarde de mi padre.
Cristina, consciente de la imposibilidad de razonar con el drow, desistió
de la curación a manos de su diosa, sabedora de que ningún intento
funcionaria para curar a una persona que rechazara su ayuda. No
obstante, sin darse por vencida, rasgó una tira del bajo de su vestido con
el que improvisó una venda para el hombro del drow, la cual anudo a su
alrededor haciendo caso omiso de las quejas e insultos de este.
La noche caía sobre el horizonte, visible desde la pequeña ventana que se
encontraba en la habitación. No se veían ni pueblos ni ciudades en los
alrededores, tan solo una extensión de árboles que llegaba hasta el
horizonte, donde ahora la luz del sol mezclaba sus rojizos tonos con el
verde profundo de las copas de los árboles dando paso a un bello
espectáculo de colores durante la puesta de sol.
Aproximaron el diván donde reposaba el kender, hasta la chimenea para
mantenerlo caliente, mientras esperaban sentados en el suelo, a ambos
lados de la chimenea, la llegada del mago que empezaba a retrasarse mas
de lo normal.
88
Cristina se encontraba sentada en un sillón junto a la mesa central de la
estancia con el cetro en su mano derecha y la mirada perdida en el
infinito como si pudiera atravesar con la mirada las paredes que los
retenían.
La atención de Cyric se centró en la puerta, se levantó sigiloso
dirigiéndose a ella mientras la mirada de Némesis seguía su recorrido sin
levantarse. Pegó el oído a la puerta intentando escuchar algo que ya había
percibido antes.
- Oigo algo -Informó el elfo a todos- Es como una especie de música, y
parece provenir de algún lado de esta casa.
La mirada de Cristina volvió del infinito para centrarse en Cyric al
escucharle, Némesis a su vez, ya se levantaba para aproximarse a el.
- Yo no oigo nada -Contestó Némesis- además, Avalon me previno de
andar sin su compañía por la torre, me advirtió que grandes peligros
aguardan a los infortunados que osan aventurarse sin su permiso.
El ceño de Cyric se arrugo pensativo mientras tanteaba la puerta.
- Bueno, pero nosotros tenemos su permiso ¿no? -Preguntó retórico
Cyric- al fin y al cabo somos sus invitados.
Y sin mas dilación y girando el pomo de la puerta la abrió hacia fuera.
Una oscuridad total invadía el pasillo exterior, entrecerró los ojos para
concentrar su mirada térmica pero fue inútil, allí no se veía nada aparte
de las piedras de los pasillos que se revelaban a sus ojos con un tono
azulado que reflejaba su estado frío. Estaba a punto de adentrarse en la
oscuridad cuando una voz de ultratumba le hizo dar un respingo.
- Solo el señor de la torre puede vagar por ella -Rezó la vozCristina se acercó a la puerta y con una sola palabra su cetro comenzó a
refulgir con una luz plateada que iluminó parte del pasillo.
La sorpresa de Cyric fue mayúscula, ante sus ojos apareció una figura
translucida que levitaba a unos palmos del suelo y que había pasado
inadvertida a su infravisión térmica, no tenia una forma definida aunque
se percibía que era un humanoide, mas sus rasgos estaban difuminados
haciendo imposible saber de quien se trataba.
Némesis se adelanto colocándose frente al espectro pero manteniendo
una distancia prudencial entre ellos.
89
- Somos invitados de Avalon -Interpeló la voz de Némesis- y tenemos
permiso para estar en su torre.
La figura traslúcida vibró durante un momento mientras sus ojos
refulgían al observar a Némesis.
- Te reconozco -Contestó el ente con una voz carente de emociones- mas
el amo no se encuentra en la torre y no me ha dado instrucciones al
respecto, no puedo dejaos pasar.
Cyric aparto de un empellón a Némesis ocupando su lugar en la
conversación.
- Con o sin instrucciones no pienso quedarme aquí -Exclamó furioso
Cyric- ¡apártate fantoche! o pasaré a través de ti.
El rostro del ente parpadeo durante un instante mientras fijaba su
atención en Cyric, sus ojos refulgieron con un brillo rojizo además de
aumentar la intensidad de luz con la que estaba formado el resto de su
cuerpo.
- No te aconsejo mi contacto miserable mortal, el solo roce pondría fin a
tus días. -Contestó con el mismo tono carente de emociones que había
empleado durante toda la conversación- y aunque me agradaría mucho
absorber tu esencia vital, lamentablemente no se me permite dañarte.
Sin esperar ni un momento mas Cyric se deslizo rápidamente al lado del
espectro franqueando la puerta e internándose en el pasillo.
- Bueno entonces nada me impide continuar mi camino -Respondió
jocoso Cyric al descubrir el error que había cometido el espectro al
revelar sus instrucciones- ¿Seria mucho pedir que me iluminaras el
camino?
El rostro del ente se volvió de un blanco mortecino a la par que sus ojos
se convertían en fulgurantes puntos rojos cuando el espectro se volvió
hacia el huidizo elfo.
- Bueno en realidad no importa -Se jactó con sorna Cyric- Veo bastante
bien en la oscuridad.
Némesis avanzó despacio hacia la puerta para seguir los pasos del elfo
cuando el ente giró en redondo posando sus coléricos ojos rojos en los de
Némesis.
90
- Nada me impide dañarte a ti -Le increpó el espectro a Némesis con un
nuevo tono de voz en el que se revelaba un matiz diferente al mantenido
durante el resto de la conversación- así que si no aprecias tu vida cruza
este dintel.
La cara de Némesis palideció ante tal amenaza deteniéndose en seco
frente a la puerta momentos antes de que una fuerza sobrenatural la
cerrara con violencia.
Cyric subía ya por las escaleras de la torre en pos de la extraña música,
manteniéndose alerta y sin quitar ojo a su espalda. Le preocupaba lo que
le había oído al espectro, seria cierto que solo se le permitía a él vagar
por la torre, o había sido un farol para mantener al resto dentro de la
habitación. La verdad es que según lo poco que sabia sobre los espíritus,
estos no podían mentir respecto a sus fines ni transgredir estos, por lo que
siempre trataban de buscar ambigüedades en sus instrucciones para poder
actuar pasando estas por alto, lo cual preocupaba al elfo en este
momento. No paraba de imaginarse al espectro subiendo escaleras arriba
tras el para arrebatarle el alma. No es que sintiera mucho apego por su
alma, de no ser porque la pérdida de esta incluía su muerte física.
Apartó esos pensamientos oscuros de su mente y se concentró en la dulce
melodía que provenía de arriba, avanzó sigiloso y atento por las oscuras
escaleras hasta llegar al piso superior. Afinó su oído y comprobó que la
música se filtraba por la única puerta que había en ese piso.
Entorno la puerta lentamente lo suficiente para poder deslizarse al
interior de la estancia con sigilo, cerró suavemente una vez dentro y
examinó su entorno con rapidez, se encontraba en una habitación con
forma de anillo, donde, desde su posición apenas si podía ver la mitad de
la estancia. Por la izquierda una hilera de armarios se internaban hacia la
parte oculta de la habitación mientras que por el otro lado solo se veía el
cabezal de una cama semioculta tras la curva de la sala. La luz de la
estancia provenía de unas pequeñas esferas de cristal dispuestas a lo largo
del techo y que parecían flotar a escasos centímetros de este, refulgiendo
con una luz antinatural, probablemente fruto de la magia.
Frente a él se encontraba el origen de la música, un piano de color caoba
orientado hacia la ventana donde el artista se inspiraba contemplando el
exterior a la vez que tocaba la preciosa melodía.
91
Cyric se movió con cautela hacia una posición más favorable donde
contemplar la identidad del artífice cuando una ráfaga de viento lo
atravesó provocándole un escalofrío. La corriente de aire continuó su
camino hacia el músico causando a su paso el arremolinamiento de la
larga melena de éste. La música cesó de repente y la persona al piano
volvió la vista hacia la puerta encontrándose cara a cara con el elfo.
Instintivamente se levanto del taburete a la vez que extraía con la mano
izquierda un pequeño pedazo de madera de un bolsillo y apuntaba al elfo
con el índice de su mano derecha.
Cyric quedo paralizado, no podía apartar la vista de la mujer que se
encontraba frente a él, sabia que debía hacer algo, pero se encontraba
desarmado ante la belleza de aquella mujer, una humana, de
aproximadamente metro sesenta de estatura con la mirada desafiante, se
encontraba erguida frente a él. Su ondulante pelo caoba caía suelto sobre
los hombros de la mujer como una cascada de seda sobre su piel, tan
blanca como la nieve, con unos rasgos suaves y una naricita pequeña y
respingona, parecía como si el sol jamás hubiera osado tocarla, lo cual la
confería un aspecto de niña inocente que contrastaba con unos ojos
verdes tan brillantes como el fulgor de las esmeraldas. Su condición de
mujer quedaba patente bajo las sinuosas curvas que a duras penas se
ocultaban bajo la túnica de piel alba con la que iba vestida, y al talle, un
cinturón del mismo color marcaba sus caderas, en el que pendían
colgados una docena de saquitos repletos de misteriosos componentes.
La faz de la mujer se relajó un poco al comprobar la naturaleza de la
intrusión y no observar ninguna amenaza aparente.
- ¡Quien eres tu! -exclamó la mujer sin dejar de apuntar al elfo con el
dedo- y como te atreves a irrumpir en mis aposentos sin llamar.
La mirada de Cyric seguía perdida dentro del fulgor verde con el que
relucían los ojos de la mujer, escuchaba la voz de ésta en su cerebro, mas
su lengua estaba seca y se negaba a trasmitir las palabras que le venían a
la mente.
- ¡Cyric! -Consiguió balbucear al fin- estoy buscando a Avalon, nos
envió a una misión y ya hemos regresado.
92
La mujer ladeó la cabeza entrecerrando los ojos mientras intentaba
dilucidar la verdad en las palabras del elfo, examinó con resquemor la
capa oscura en la que iba embutido, pero había algo en su mirada que la
hacía pensar en la veracidad de lo que el elfo la estaba contando.
- Mi nombre es Rebeca Mineitor -le explicó mientras bajaba el brazo que
amenazaba a Cyric y se dirigía a una mesilla cercana- soy pupila de
Avalon Timelord, y lo cierto es que hace dos días que no le veo. Solo sé
que algo le preocupaba, pero nunca hablaba conmigo de sus asuntos
personales.
Cyric se rasco la cabeza, pensativo, mientras seguía con la mirada a
Rebeca.
- ¿Y donde están tus amigos? -Preguntó mientras se anudaba a la frente
una cinta dorada con la que mantener los rizos alejados de la cara y poder
encontrarse más cómoda- Espero que no se encuentren deambulando por
la torre, podría ser muy peligroso para ellos.
- Si, ya he conocido al espectro que cuida los pasillos -Comentó Cyric
burlón- no me costo mucho darle esquinazo a ese fantasmón.
La cara de Rebeca se torno pálida mientras escuchaba el relato.
- ¿Has desobedecido al guardián de la torre? -Preguntó incrédula la mujer
mientras se acercaba a Cyric y posaba la mano en la frente de éste para
comprobar su estado- Es increíble que aun estés vivo, espero por tu bien
que no le tocaras.
Cyric sintió el calor de aquella mano en su frente y percibió el agradable
olor perfumado de sus ropas.
- Si, bueno lo cierto es que se apartó de mi camino -Fanfarroneó Cyric- le
dije que pensaba atravesarle como si de una cortina de humo se tratara y
se hecho a un lado.
Una sonrisa se formo en la hasta ahora seria faz de Rebeca, a la vez que
se la escapaba una carcajada.
- Ya imagino el miedo que habrá pasado el guardián -Comentó socarrona
mientras separaba la mano de la frente de Cyric y la agitaba en el airePor lo que se ve, hace bastante tiempo que no te das un baño.
La cara de Cyric se torno roja por momentos, recordó que no se había
lavado desde que tuvo aquel pequeño incidente en el mar. Y de aquello
habían pasado ya dos días al menos.
93
- Esto... yo lo siento -consiguió balbucear Cyric rojo de vergüenzaRebeca se sintió culpable por el malestar del elfo ante lo mordaz de su
comentario.
- No te preocupes -le intentó tranquilizar Rebeca- no es culpa tuya y no
debería haber dicho nada. Seguro que habéis luchado duro e incluso
habréis arriesgado vuestras vidas en alguna de las alocadas misiones de
Avalon. Lo cierto es que desde que volvió de su último viaje ha estado
muy extraño y ausente. Ha abandonado mi aprendizaje y se encuentra
absorto todo el día en estudios e investigaciones que no comparte
conmigo.
A Cyric le vino una idea a la cabeza que le hizo sentirse incomodo...
- Ósea que tu y el.... -Comenzó a decir CyricRebeca estallo en una carcajada.
- ¡No! hombre, no. -Corrigió divertida- Avalon se hizo cargo de mí,
cuando mi madre Rosae, dedicada a la magia del bien, desapareció una
noche de casa. Me quede sola y desamparada, solo tenia diez años y a
nadie en el mundo que cuidara de mi. Mi padre Morfeo estaba más
interesado en visitar planos de existencia maléficos que en preocuparse
de su familia, apenas si le he visto en dos o tres ocasiones. Fue entonces
cuando apareció Avalon y se hizo cargo de mí. Ha sido como un padre
para mí, además creo que conoció a mi abuelo, nunca me lo ha querido
decir, pero alguna vez mientras me contaba historias del pasado,
aparecían en ellas un grupo de aventureros denominados Los Héroes de
Caergoth, un grupo de compañeros que arriesgaban su vida por aquello
que creían justo. Mi abuelo Júpiter, creo que pertenecía a ellos y era un
poderoso archimago, el más grande y justo de los hechiceros. Lastima
que mi padre no aprendiera mas de el...
- Pero bueno, no quiero aburrirte con mis historias -Cambió de tema
Rebeca, que empezaba a emocionarse por los recuerdos- ¿donde están tus
amigos?
Cyric dio un respingo al comprobar que se había relajado mientras
escuchaba la melodiosa voz de la mujer.
- Si, están justo en el piso inferior -explicó Cyric- es una especie de salón
o laboratorio... no sabría decirlo.
Rebeca tomo a Cyric del brazo mientras tiraba de el hacia la puerta.
94
- Pues no perdamos mas tiempo -Comentó excitada- hace mucho que no
hablo con nadie aparte de mi maestro.
Dicho esto, abrió la puerta y arrastro a Cyric tras ella hacia las escaleras,
que se encontraban en la más absoluta oscuridad.
- ¡Shirak! -Entonó Rebeca en el lenguaje de la magia, creándose frente a
ella un globo blanco de luzBajaron las escaleras apresuradamente con la esfera iluminándoles el
camino a su paso, hasta llegar frente a la puerta de donde había salido
Cyric. Sin esperar un instante más se introdujeron en la habitación.
Rebeca observó la estancia con interés, lo primero que vio fue a un ser
vestido con una capa verde oscura atado en el suelo, junto a el, un
humano armado con una espada parecía estar haciendo guardia y por
ultimo observó en el fondo de la habitación como una mujer parecía estar
cuidando a una pequeña criatura que se encontraba recostaba en un sofá
junto a la chimenea.
Y allí estaba ella, convertida en el centro de atención de las miradas que
la observaban con la misma curiosidad que ella sentía, lucía un vestido
blanco que la llegaba hasta los tobillos pero que por contra era mas
generoso con su busto, que mantenía un vistoso escote bordado en rojo
donde se entreveían sus formas femeninas y dejaba a la vista un medallón
de plata que reposaba sobre su pecho.
- Hola, me llamo Rebeca Mineitor -Dijo para romper el hielo- aprendiz
del todo poderoso Avalon, señor del tiempo.
Némesis arqueó una ceja mientras examinaba a la interlocutora.
- No te he visto en los meses que llevo aquí entrenando -contestó
Némesis desconfiado- ¿donde esta ahora Avalon? ¿Como sabemos que
no eres una espía? ¡Quien te envía!
Cyric se interpuso entre la dama y el ladrón colocando la mano en la
empuñadura de su arma.
- Yo confío en ella -Aseveró Cyric muy serio- y si alguien no esta de
acuerdo con mi criterio tendrá que medirse conmigo para ponerla una
mano encima.
Némesis evaluó la situación mientras observaba los desafiantes ojos del
elfo y mantenía su espada alzada.
95
- La chica no merece la pena y tengo cosas más importantes por las que
preocuparme, como por ejemplo, como vamos a salir de este maldito
sitio. He examinado la ventana y no hay forma de romperla, y por la
puerta..... Ya viste lo que ocurrió la última vez que lo intentamos.
El gesto de Cyric se relajó dejando caer los brazos a los costados
mientras miraba a Rebeca.
- Lo cierto es que no hay ninguna manera de salir de aquí -explicó
Rebeca al desconcertado auditorio que la escuchaba- ya que aunque
lograrais escapar de la torre, esta se encuentra emplazada en el centro de
un plano alternativo creado por Avalon donde el espacio y el tiempo
carecen de sentido. Todo lo que veis por esa ventana no es más que una
ilusión pues al otro lado no hay nada. Lo que significa que la única forma
de salir de aquí es por métodos mágicos, y por desgracia no poseo el
suficiente poder para realizar algo así.
Némesis se sentó en el suelo con la espada apoyada en la piedra.
- Pues vaya una aprendiz de mis narices -Contestó irónico el ladrón- si ni
siquiera puedes salir de casa para hacer las compras.
Rebeca observó ofendida a Némesis y haciendo caso omiso a sus
ofensivos comentarios, se acerco hacia la chimenea para conocer a la otra
mujer.
- Mi nombre es Cristina Silvermoon -se presentó la sacerdotisa cuando
Rebeca llego junto a ella- hija de Ariel Silvermoon y humilde sierva de
Mishakal como mi madre antes que yo, para velar por los débiles y
necesitados.
El drow se revolvió incomodo entre sus ataduras.
- ¡Calla por favor! -se quejó el drow- me vas hacer vomitar.
El comentario terminó con el quejido del drow al recibir una patada por
parte de Némesis.
- Silenció gusano, nadie te ha preguntado nada ¡Aun! -apuntó tras
golpearle en el estomagoLa faz de Cristina se tiño de rabia a la vez que su medallón refulgía con
un brillo dorado.
96
- Os dije que no permitiría que se dañara a una criatura indefensa en mi
presencia -acusó la sacerdotisa mientras se acercaba al ladrón extrayendo
el bastón metálico que portaba a la espalda- habéis desobedecido la ley
de Mishakal en presencia de una de sus hijas.
Némesis al comprobar la situación se coloco en guardia para enfrentarse
a la nueva amenaza, la sacerdotisa pretendía atacarle.
- ¿Pero estáis locos? -era la voz de Cyric la que interrumpía la lucha
colocándose desarmado en el camino de ambos con las manos extendidas
hacia ellos- Aun tenemos que conseguir salir de aquí, y vosotros perdéis
el tiempo en disputas de dioses y honor. Deberíais ayudar para conseguir
salir con vida de esta torre que se ha convertido en nuestra prisión.
Todos se quedaron quietos y pensativos dando vueltas a las palabras de
Cyric. Éste tenia razón, si no encontraban la forma de salir, sin duda
morirían de hambre en ese lugar.
Cristina arrepentida por su ataque de ira guardó su bastón y se disculpo
ante Némesis.
- Espero no obstante que no se vuelva a repetir -concluyó CristinaNémesis enfundo su arma y relajo el gesto.
- Realmente podéis hacer lo que os plazca con esa rata de alcantarilla,
siempre que no se acerque a mí. Y por cierto -cambió de tema mientras
se dirigía a Rebeca- mi nombre es Némesis Elmo, y no me fío de ti. Aun
sigo creyendo que eres una espía.
Rebeca suspiro resignada y se sentó junto al convaleciente kender para
acariciarle la frente.
De pronto lo ojos del kender se abrieron.
- ¿Estoy muerto? ¿Eres un ángel? ¿No es esto un poco oscuro para ser el
paraíso? siempre creí que los ángeles eran como los fantasmas, ya sabes
traslúcidos y todo eso -continuó diciendo con su verborrea incesante
mientras tocaba con el dedo la nariz de Rebeca- o puede que como yo
también debo ser un fantasma, te puedo tocar pero en realidad seamos los
dos traslúcidos e incorpóreos. Que divertido, siempre he querido poder
atravesar las paredes para no tener que abrir las puertas.
El kender se levanto y se abalanzó presuroso hacia una de las paredes
para probar sus teorías.
97
- ¡Maldito kender!, no estas muerto -gritó Némesis exasperado- para
desgracia nuestra.
El kender giró en redondo y miro a Rebeca extrañado mientras volvía
junto a ella.
- ¡Anda!, pues si no eres un ángel, ¿quien eres? Yo soy Tasselhoff
Woodruft un antiguo miembro de los Héroes de Caergoth el grupo mas
valiente de todo Krynn.
- ¿Los héroes de Caergoth? -preguntó interesada la maga-, yo soy
Rebeca, Rebeca Mineitor y creo que mi abuelo también perteneció al
grupo del que me hablas.
- ¿Mineitor?.... Si claro -contestó eufórico el kender- Yo conocí a tu
abuelo, se llamaba Júpiter Mineitor y era un poderoso mago que
perteneció a los Héroes de Caergoth. Fue uno de los hechiceros mas
poderosos de Krynn, incluso consiguió grabar su nombre en la superficie
de la luna roja. Lastima que yo no llegara a caerle muy bien. Siempre
estaba molesto conmigo porque se le perdían los componentes y yo los
encontraba.
De repente un fulgor blanquecino iluminó el centro de la habitación y la
traslúcida figura de Avalon se presentó ante todos ellos, era una especie
de figura difuminaba que parpadeaba débilmente. La voz de Avalon se
hizo eco en la habitación.
- No tengo mucho tiempo -comenzó a decir el hechicero- el tiempo es
vital pero el circulo aun no esta completo, lo que estaba perdido aun no
ha sido hallado, los que antes eran dos en uno han de unirse y diez almas
que solas vagaban juntas han de reunirse. Vuestro espíritu es fuerte y
cada semilla fue plantada, solo la rueda del tiempo hará que esta germine
y su fruto será el que ha de salvarnos.
La forma traslúcida perdió intensidad como diluyéndose en el espacio.
- Recordad, cuando el legado este listo dirigíos a Palanthas en busca de
Moglior el Rojo, lo encontrareis en la torre de la alta hechicería, el os
guiara hasta mi.
Rebeca se levantó del diván aproximándose con premura a la figura de
Avalon.
- Pero maestro, como llegaremos a Palanthas si ni siquiera podemos
abandonar la torre.
98
- Utiliza los pergaminos que encontraras en la mesilla de mis aposentos Aleccionó Avalon a su aprendiz- pero ¡cuidado! no intentes desentrañar
sus secretos pues su poder es aun superior a tus conocimientos,
simplemente invoca su poder.
Una segunda voz proveniente del más allá se inmiscuyó en la
conversación.
- ¡Avalon, es la hora!, el consejo espera tu juicio, se te acusa de interferir
en el continuo telar del tiempo dentro del plano de Krynn, sin permiso de
los dioses. Gilean espera tu alegato.
La imagen de Avalon se desvaneció y la habitación volvió a quedarse en
silencio.
No la hizo falta escuchar la respuesta de los allí presentes, sin esperar un
momento se dirigió a los aposentos de Avalon.
La puerta se abrió a su paso permitiéndola el acceso a las estancias que
hasta ahora se habían mantenido inaccesibles para ella. Luchando contra
su curiosidad se centró en la mesilla y extrajo los tres rollos de
pergamino que allí se encontraban guardados, apenas si pudo resistir la
tentación de ojear algunos de los libros que estaban apilados en multitud
de estanterías que decoraban la habitación, mas la prudencia venció por
fin, obligándola a abandonar la habitación una vez recogidos los
pergaminos. Recogió también algunas de sus cosas en su habitación,
empaquetándolas todas dentro de en una mochila de piel que se hecho al
hombro, desanduvo sus pasos hasta el salón donde todos la esperaban y
desenroscó poco a poco los tres pergaminos examinándolos con cautela.
- Parece que solo hay uno que puede sacarnos de aquí -Comentó Rebeca
mientras todos la contemplaban intrigados- uno parece invocar una
especie de esfera defensora mientras que el otro parece ser un conjuro
disruptor de magia, el único que parece sernos de utilidad es este -Dijo
elevando uno de los pergaminos- según reza, puede transportar a un
numero ilimitado de personas a una localización elegida por el hechicero.
- Bueno, pues no se a que esperamos, vayámonos de este lugar. -Contestó
presuroso Némesis- Cualquier sitio es mejor que esta prisión de roca
localizada en ninguna parte.
Rebeca frunció el ceño poco convencida.
99
- Lo que me preocupa es que desconozco la utilización de este conjuro,
ya que al estar por encima de mis limites, no se en que podría resultar la
invocación de una magia tan poderosa.
El kender eufórico, revoloteaba al rededor de la hechicera proponiendo
decenas de sitios interesantes a los que podrían ir.
- Está el lago estigio en el limite del plano de la muerte -parloteaba
eufórico el kender- o el inframundo de los nueve infiernos, o mejor aun
el mundo secreto de los altos elfos... aunque claro si es secreto....
La mano de Cyric sobre la boca del kender concluyó la disertación del
pequeño.
- Lo que creo que quiere decir Némesis -intervino el elfo- es que
cualquier lugar que no tenga paredes será mejor que este.
Rebeca manoseaba nerviosa el pergamino mientras observaba a su
insistente público.
- Esta bien -Claudicó al fin- lo intentare, aunque puede que acabemos
todos muertos transportados bajo tierra.
- No seas tan optimista -la conminó sarcástico Némesis- e intenta
transportarnos por encima de la tierra a poder ser, aunque no demasiado
por encima -concluyó con una sonrisa- todavía no he aprendido a volar.
Rebeca respiro hondo mientras guardaba en su mochila los otros dos
pergaminos.
- Colocaos en fila a mi izquierda y agarraos la mano los unos a los otros a
partir de mí.
La voz de Cristina interrumpió la formación de la fila.
- No podemos dejar al Drow abandonado aquí, sin duda moriría de
hambre.
Némesis observo incrédulo a la sacerdotisa.
- No solo espero que ese maldito engendro muera, sino que espero que su
muerte sea lenta y dolorosa. Pero, como podéis sentir compasión por esa
rata que ha intentado matarnos a todos.
El semblante de Cristina se encontraba triste y sus ojos mostraban una
convicción firme en sus creencias.
- Pues si el se queda aquí, no estará solo, pues yo me quedare junto a el Sentenció severa la sacerdotisa-.
100
Cyric intervino conciliador en la discusión, algo que se iba haciendo cada
vez mas frecuente.
- Parece que nunca vamos a estar de acuerdo en el tema del drow, así que
creo que deberíamos dejarlo a cargo de la sacerdotisa y que ella se haga
responsable de su custodia. Al fin y al cabo, ella solo sigue los dictados
de su diosa.
Némesis refunfuño en desacuerdo mientras se dirigía hacia Rebeca y el
kender el cual ya agarraba la mano de la maga mientras daba saltos de
alegría y aconsejaba una multitud de destinos "interesantes" a los que ir.
Aprisiono el hombro del kender para mantenerlo pegado al suelo y tomo
su brazo libre para continuar la cadena.
Cyric volvía ya con la sacerdotisa, portando al hombro al inmovilizado
drow. La sacerdotisa juntó su mano con la de Némesis mientras Cyric
hacía lo mismo con la de ella.
La habitación se quedo en silencio y todas las miradas se fijaron en la
maga que se afanaba por desentrañar las instrucciones del pergamino.
Rebeca respiro profundamente cerrando los ojos mientras mantenía su
mente en blanco. Levantó los párpados decidida y fijó su mirada en el
poderoso pergamino. Con voz clara comenzó a invocar las palabras de
poder que aparecían escritas con fuego ante sus ojos mientras el
pergamino se iba convirtiendo en cenizas a medida que liberaba el poder
contenido en el.
La voz de Rebeca quedó convertida en un susurro y las paredes que les
rodeaban se difuminaron junto con el resto del entorno, una espesa bruma
lo invadió todo y el cosquilleo que invadía sus estómagos cesó de
repente.
Rebeca abrió los ojos poco a poco para averiguar su localización pero
quedo desconcertada.
- ¡Donde diablos estamos! -Exclamó Némesis colérico- hemos escapado
de las brasas para caer en las llamas.
El paisaje que se les presentaba ante ellos era escalofriante, una
interminable planicie alfombrada de niebla se presentaba a sus ojos. No
había cielo, sino una superficie grisácea y uniforme un poco mas clara
que la que formaba el suelo que pisaban, que parecía estar formado por
nubes lo suficientemente densas como para evitar que cayeran al vacío.
101
Rebeca estaba desconcertada, no imaginaba que podía haber fallado, ella
había hecho todo lo que ponía en el pergamino no se había dejado pasar
ningún detalle por alto.
- ¡Yo!, yo he pensado en Krynn durante todo el tiempo -se excusó
Rebeca- no se que ha podido fallar.
- Krynn es muy grande -Protestó Némesis- ¿En que parte de Krynn?
Rebeca se torno roja de vergüenza.
- Yo no he viajado mucho ¿sabes?, no conozco ningún lugar en concreto.
He vivido entre planos con Avalon desde que era un niña. No es culpa
mía. -se lamentó Rebeca ante sus atónitos compañeros-.
El kender disfrutaba como un niño lanzándose al suelo de bruces como si
de una piscina se tratara para caer en la mullida superficie que formaban
las brumas y Némesis ya se había dado por vencido en su afán de
mantener quieto al kender.
Cyric observaba confuso el horizonte, jamás se había encontrado en un
lugar como este y daría cualquier cosa por descubrir donde se
encontraban.
De repente una figura apareció por el horizonte, parecía un humano que
avanzaba de pie tirando de las riendas de un animal.
Cyric avisó al resto de su descubrimiento y se pusieron en camino para
interceptar al transeúnte.
A los pocos minutos de marcha llegaron a su altura, daba la impresión de
que el espacio era mas corto de lo que en realidad parecía en el extraño
lugar donde se encontraban, ya que la distancia que habían recorrido, era
mucho mas de lo que era posible en tan poco tiempo.
Sin dar mayor importancia al percance llamaron la atención del hombre.
Se trataba de una persona de unos cuarenta años, iba vestido con un
pantalón de piel raído y un chaleco de lana puesto sobre una camisa de
tela hecha jirones. Tiraba de las riendas de una mula que parecía
transportar dos alforjas y unas mantas.
- Buenos días -saludó Cyric- Nos encontramos perdidos y desearíamos
saber donde estamos.
El hombre giró la vista hacia el elfo lentamente y con una voz
desprovista de tono le contestó.
102
- El donde no importa cuando no existe un hacia donde -contestó
enigmático-, esto es el plano etéreo, la frontera entre la materia y el plano
astral. Aquí no importa el espacio, no hay distancias no hay tiempo, no
hay nada. Todo lo que existe, existe porque alguien quiere que exista y
nada puede existir por si mismo.
- Pues si que nos va a ser de gran ayuda -se quejó Némesis-, esto y nada
es todo uno.
La figura del transeúnte se desvaneció en el aire convirtiéndose en bruma
que poco a poco se fue perdiendo en el vacío.
- Por lo menos debemos dar gracias de que no haya espectros como en la
torre -comentó irónico Cyric- Hemos pasado de una pequeña prisión a
una "gran" prisión.
Tres formas translucidas se crearon de la nada, tres entes con forma
humanoide y que flotaban a unos palmos del suelo se acercaban
lentamente hacia el grupo de compañeros con sus ojos rojos fijos en
ellos.
Cyric dejó caer al suelo al drow y desenvaino sus katanas presto para el
combate, Némesis ya tenia su espada desenvainada en espera de los
espectros.
Cyric avanzó veloz hacia el espectro mas cercano descargando sendos
golpes cruzados con ambas katanas, las hojas atravesaron inofensivas al
espectro como si de aire se tratara sin ni siquiera detener su imparable
avance, y una maldición a su espalda le indicó que a Némesis le había
ocurrido lo mismo.
- Estas malditas cosas son inmunes al acero -se quejó Némesis mientras
reculaba metro a metro evitando los traslúcidos brazos del espectro.Cristina alzó los brazos al cielo con el bastón sujeto en su mano derecha
y elevó la vista hacia el infinito mientras rezaba una plegaria a su diosa.
- ... y maten a tus hijos protegidos de todo mal -concluyó la oración
mientras dibujaba un circulo con el bastón a su alrededorEl espectro más cercano a las mujeres se acerco a Cristina con los brazos
adelantados y los ojos refulgiendo con un demoníaco brillo rojo.
Unos pasos antes de llegar a la sacerdotisa el espectro lanzó un grito
desgarrador de dolor que despertó el miedo mas profundo en los
corazones de todos los compañeros.
103
Cyric y Némesis observaban consternados como el espectro giraba al
rededor de la sacerdotisa mientras una cortina humeante aparecía en el
lugar donde había intentado cruzar.
- Acercaos a mi -gritó Cristina a sus compañeros- la protección de
Mishakal esta conmigo.
Cyric y Némesis giraron en redondo para acercarse a la sacerdotisa, pero
una mano gélida atravesó la piel del ladrón y Némesis cayó desplomado
retorciéndose entre escalofríos mientras Cyric intentaba acercarlo lo más
posible al aura protectora de la sacerdotisa.
Por fin todos se encontraron a salvo dentro del circulo de protección que
les otorgaba Mishakal, los espectros giraban a su alrededor intentando
encontrar una fisura y retrocediendo entre gritos inhumanos cada vez que
se acercaban demasiado.
- Por el momento estamos a salvo -comentó Cristina preocupada- pero no
se cuanto tiempo podré mantener alzada la protección de la diosa.
El Drow se removió entre sus ataduras.
- Soltadme, -gritó colérico- yo puedo acabar con esas criaturas. Mis
armas, forjadas en las entrañas de la tierra poseen propiedades mágicas, y
solo yo puedo empuñarlas.
Cyric aun estaba observando a Némesis cuando escucho las palabras del
drow.
- ¡Si!, y después de acabar con ellos, nada te impide acabar con nosotros
y con la sacerdotisa.
- ¡Nunca he querido matar a la sacerdotisa! -replicó el drow- si bien es
verdad que habría acabado muerta, mi misión era entregársela a las hijas
de Loth. Y os juro por mi casa que no volveré a atacaros, al fin y al cabo
nos necesitamos para salir vivos de aquí.
- No esperaras que nos fiemos de la palabra de un drow -le contestó
Cyric- antes me fiaría de una serpiente.
El drow dirigió una mirada asesina al elfo.
- ¡No soy un drow!, soy mitad drow mitad humano, lo que me dota de las
ventajas de un drow junto con la posibilidad de habitar en la superficie a
la luz del sol. Y te juro por mi estirpe que no os causare mas daño.
- Yo, Phoenix Keythor juro por mi casa que no dañare a ninguno de tu
grupo -juró el drow104
Cyric se quedo helado al oír las palabras del drow, sin dar ninguna
explicación y ante las atónitas miradas de sus compañeros cortó las
ataduras que lo mantenían prisionero. El drow se puso en pie con un ágil
movimiento y desenfundó sus cimitarras.
Una punzada de dolor le recordó la herida de su hombro izquierdo
dejando caer al suelo la cimitarra que con este brazo empuñaba. Cyric
con un rápido movimiento recogió la cimitarra caída ante la atónita
mirada del drow.
- No es posible que puedas empuñar mi cimitarra -explicó el drow
confuso- solo los pertenecientes a la casa Keythor tienen tal privilegio.
Una sonrisa taimada apareció en el rostro de Cyric.
- Si, eso tenia oído -le contestó enigmático- pero creo que me convertí en
uno cuando tu padre me tomo como hijo suyo.
Ahora era el drow el que estaba sorprendido, pero la voz de Cyric le
devolvió a la realidad.
- No es momento para historias -cortó el elfo- tenemos unos espectros
que enviar a su plano natal.... el infierno.
Sin terminar la frase saltó fuera del área de protección para golpear una y
otra vez a la transparente criatura que retrocedía entre gritos de dolor
mientras se difuminaba más y más con cada golpe, aunque Cyric sentía
que con cada tajo la empuñadura de la cimitarra se enfriaba mas y mas. A
su espalda mas gritos de ultratumba le hacían pensar que el drow
mantenía también ralla al segundo espectro.
Por fin el espectro al que instigaba Cyric se desvaneció en el aire. Pero
incapaz de aguantar el gélido contacto de la empuñadura que le quemaba
la mano, tuvo que dejarla caer al suelo.
Al volverse hacia sus compañeros comprobó con terror como el tercer
espectro se abalanzaba hacia él, ahora que se encontraba desarmado. Se
quedó quieto esperando el momento para esquivar el inminente ataque de
su enemigo, mas este no se produjo, pues una avalancha de proyectiles de
fuego salieron despedidos de las manos de Rebeca, que se encontraba
aun en el circulo de protección, con destino al espectro atacante, el cual,
tras recibir la andanada de proyectiles mágicos, se desvaneció con un
grito agónico.
105
- Pero que lugar es este -se quejó Cyric- no solo estamos perdidos sino
que los enemigos aparecen de la nada.
Rebeca dio un respingo al comprender lo que estaba ocurriendo.
- ¡No digas nada!, que todo el mundo se mantenga en silencio, intentar
también no pensar en nada, no recordáis lo que dijo el caminante con el
que nos encontramos. Nos dijo que todo lo que aquí existe, es porque
alguien quiere que exista, recordar que todo lo que ha acontecido fue
precedido por algún comentario al respecto. Creo que todo lo que aquí
ocurre es a causa de nuestros deseos.
La cara de fascinación del kender atrajo la atención de Cyric que se
encontraba escuchando las conclusiones de la maga. Al darse cuenta del
inminente peligro se lanzo sobre el kender para taparle la boca, pero fue
tarde, pues mientras volaba hacia al kender escuchó como éste
murmuraba algo. Fue al caer sobre el kender cuando el cielo se les vino
encima.
- ¡Noooooooooo! -gritó desesperado Cyric- No digas nadaaaaa.....
Pero ya era demasiado tarde, el elfo cayó a plomo sobre el kender, que
lanzo un quejido al sentir el peso del elfo sobre el, pero ya no pudo
evitarlo. Una avalancha de pequeñas canicas de cristal empezó a caer
sobre sus cabezas, decenas de miles de canicas caían sobre ellos
causándoles ligeros aguijonazos cuando se estrellaban sobre sus cuerpos.
Había muchas, con formas en el interior, de diversos colores, canicas
opacas, trasparentes, un sin fin de tipos.
Por fin cesó la lluvia de vidrio y la calma volvió al lugar, con la salvedad
de que todo el suelo antes alfombrado de nubes, se encontraba repleto de
las pequeñas esferas de cristal. Cyric saco la cabeza del montículo de
canicas bajo el que había quedado enterrado arrastrando tras de si al
kender de la pechera. Cuando miró a su alrededor comprobó como
Rebeca y Cristina se reían de su apariencia sin poder evitar las
carcajadas.
Cyric se reincorporó e intentó componerse las ropas lo mejor que pudo,
pero le era imposible, cada vez que se colocaba bien alguna prenda, un
aluvión de canicas ocultas entre los pliegues brotaban de sus ropas,
aumentando el jolgorio de sus compañeras.
106
- ¡No tiene gracia! -refunfuñó- este canijo, bien podría habernos matado a
todos, que hubiera pasado si en vez de canicas hubiera deseado oro.
Ahora podríamos encontrarnos aplastados bajo toneladas de metal.
- No me gusta el Oro -respondió el kender antes de levantarse- no es
interesante.
El kender se reincorporo de un salto, pero la maniobra le salió mal, ya
que al apoyarse sobre la desigual superficie resbaló dando con su trasero
en el suelo.
Las risas de ambas mujeres corearon el nuevo incidente, incluso se pudo
entrever una ligera sonrisa en la cara de Cyric al ver como el kender se
frotaba la parte dolorida.
- No tiene gracia -se quejó el pequeño- eso duele.
El comentario no hizo sino avivar las chanzas.
De repente Cyric se tornó serio. Volvió a recordar la lucha y dirigió veloz
la mirada hacia su compañero Némesis. Se encontraba caído en el suelo y
se convulsionaba entre escalofríos.
Avanzó rápido entre las esferas de cristal, teniendo cuidado de mantener
el equilibrio, y se dirigió hacia él. Una vez a sus lado se arrodilló junto a
él e intentó reincorporarle colocando su brazo tras los hombros del
ladrón, pero lo que descubrió lo lleno de terror, el cuerpo de Némesis se
encontraba helado, incluso el contacto de su cuerpo le producía dolor al
mantenerlo durante demasiado tiempo. Cyric giró la cabeza para mirar a
la sacerdotisa que también lo estaba observando con gesto serio y
preocupado.
- ¡Que le pasa! -inquirió Cyric- parece como si el frío del espectro le
estuviera consumiendo.
Cristina posó su mano sobre la helada frente de Némesis y no pudo sino
retirarla tras su contacto al sentir una punzada de dolor debido al frío.
- El contacto con el espectro le ha marcado -comenzó a relatar seria- si
no hacemos algo pronto, se convertirá en uno de ellos. Pero ahora nada
puedo hacer, he de descansar para poder volver a invocar la ayuda de mi
diosa. Y en este lugar sombrío no creo que ninguno de nosotros podamos
hacerlo.
Cyric se reincorporo con el gesto firme y decidido.
107
- ¡Pues entonces tendremos que abandonar este lugar! -tronó en un tono
de mando que no admitía replica ninguna- Si como dice Rebeca, aquel
loco tenia razón, no tendremos que perder el tiempo en deambular por
estas planicies de humo, bastara con desearlo.
Hecho una mirada al rededor para calibrar la situación.
- Acercaos todos al rededor de Némesis, vamos a largarnos de este
maldito lugar.
Todos se colocaron en torno al caído, incluso el drow, aunque este último
se coloco a una distancia prudencial.
Cyric observó que había un componente del grupo que aun no se había
acercado, el kender se encontraba examinando las canicas y
seleccionando aquellas mas interesantes que tendrían el privilegio de
viajar junto con el.
Cyric frunció el ceño enojado.
- ¡He dicho todos! -gritó el elfo- Y eso te incluye también a ti, Taselof.
El kender se giró curioso hacia el elfo.
- ¿Ah, de verdad? -preguntó con cara inocente- No sabia, como no dijiste
nada de kenders. Además mi nombre no es Taselof sino Tasselhoff, pero
mis amigos me llaman Tas, si tanta dificultad tienes en pronunciar mi
nombre.
Cyric resopló vencido por la retórica del kender.
- Esta bien, Tas, ¿te importaría venir junto a nosotros? -preguntó
sarcástico, emulando un tono afable- si es que no tienes ninguna otra cosa
mas importante que hacer, claro.
El kender se quedo pensativo.
- Pues ahora que lo dices....
- ¡Ven ahora mismo! -estalló Cyric desesperado- O yo mismo te
arrastrare hasta aquí por esas orejas puntiagudas que tienes.
El kender se toco la punta de una de sus orejas con el dedo mientras se
dirigía hacia el grupo.
- Me gusta la forma que tienen mis orejas -comentó Tas- Son tan
puntiagudas como las tuyas pero más bonitas, ya que no son tan grandes se burló mientras le guiñaba un ojo-.
Cyric ruborizado ante el comentario se concentró en el asunto principal,
salir de allí.
108
El kender llegó junto a Némesis y agachándose a su lado le toco con un
dedo.
- ¡Guauuuu! esta frío, y aun vive, me gustaría saber lo que se siente
estando tan frío y vivo, además esto empieza a aburrirme, ojalá
estuviésemos en otro lugar.
- Noooooooooo -Volvió a gritar Cyric-.
Pero de nuevo fue tarde, la niebla comenzó a disiparse al rededor a la vez
que en el horizonte comenzaban a formarse colinas montañosas. El color
gris del suelo se torno blanco y la consistencia de éste se mantuvo en su
estado mullido, pero algo si había cambiado, ahora estaba frío. Las
brumas habían terminado de disiparse y todo a su alrededor era blanco y
esponjoso, estaban en una inmensa planicie de nieve.
Cyric tomó un puñado de aquel elemento desconocido para él y
comprobó como enfriaba su mano al contacto, parecía tan ligera y se
hacía tan dura al apretarla en su puño, jamás había visto nada semejante.
Miró a su alrededor y comprobó la letal belleza de su entorno, todo
estaba cubierto por aquel manto albo, desde la planicie hasta las
montañas, espolvoreadas por aquella capa de nieve, adornaba el
horizonte. Comprobó entonces como Rebeca y Cristina encajaban en
aquel entorno como si estuviera creado para ellas, cubiertas como estaban
por sendos vestidos blancos. La inquietud recorrió el cuerpo de Cyric al
recordar a Némesis, volvió la mirada hacia sus compañeros y salió de su
sueño onírico.
Todos se estaban quejando por el frío, el drow pateaba el suelo para
sacarse el frío de sus ligeras botas de piel, Cristina tiritaba presa del frío
al carecer de abrigo bajo su ligero vestido, Rebeca intentaba compartir su
chaquetón de piel con Cristina juntándose a ella para aligerar un poco el
frío que hacía, Némesis no parecía estar afectado por el frío ya que
aunque seguía tiritando como antes, el frío que le corroía se encontraba
oculto en su interior. El único que parecía disfrutar con la situación era el
kender, que correteaba de un lado para otro mientras rodaba una bola de
nieve haciéndola cada vez más grande.
Unos nubarrones negros que se acercaban por el horizonte amenazaban
con tormenta, lo que podía volver crítica la situación que pesaba sobre
ellos.
109
Cyric se relajó al caer en la solución, vaciando su mente se preparó para
emitir su deseo.
- ¡Deseo que nos encontremos en la ciudad de Palanthas localizada en
Krynn!
Nada sucedió, todo estaba igual, con la salvedad de que las nubes cada
vez estaban mas cerca.
- Me gustaría estar en algún sitio más cálido que este -volvió a desear
Cyric a la desesperada emulando el deseo anterior del kenderDe nuevo se acercaban las nubes más y más, y allí nada sucedía.
Rebeca observó al desesperado Cyric que no hacía más que repetir un
deseo tras otro.
- No te esfuerces -instruyó Rebeca al elfo- tus deseos no funcionaran, ya
no estamos en el plano etéreo. No se donde estamos, pero nos
encontramos en un plano material.
Mientras tanto las nubes no dejaban de acercarse amenazadoramente.
110
Capitulo VI - Siguiendo su Destino
El cielo se tornó de un gris plomizo dando la sensación de haber caído la
noche de repente, el viento arreció y el ulular del aire semejaba el
lamento de un coro de ánimas en pena. El frío se sentía en los huesos
atravesando las ligeras vestiduras de los compañeros, poco adecuadas
para soportar unas temperaturas tan bajas. La nieve comenzó a golpearles
en la cara, mientras rachas de viento arremolinado les balanceaba de un
lado para otro. El frío era insufrible, incluso apiñados como estaban no
conseguían sentir el calor de sus cuerpos. Su suerte estaba echada, era
solo cuestión de tiempo hasta que sus cuerpos se congelasen por fin. Tan
solo Némesis parecía no sentir esta nueva ola de frío al estar
enfrentándose a un frío mucho mayor en su interior.
Por fin Cristina se decidió a actuar, agarro su cetro metálico con fuerza
clavándolo en la nieve, frunció el ceño con determinación y levantó la
cara hacia su diosa para requerir su ayuda.
- Señora de la vida, como sierva tuya imploro tu divina protección para
que nos otorgues tu calor celestial -rezó Cristina gritando al viento para
elevar su voz sobre la tormenta- protégenos del viento gélido que nos
azota.
Un instante después un aura carmesí rodeó a Cristina para seguidamente
extenderse al resto del grupo. Un agradable calor restableció la
temperatura a sus cuerpos, inmunes ahora al frío que reinaba en el
ambiente.
El kender disfrutaba con la nueva sensación, recogiendo nieve del suelo y
esparciéndosela por la cara.
- Heeeee esto es muy interesante, ¡Nieve Caliente!, -gritó eufórico- nunca
antes había visto algo así, ni siquiera cuando aquel dragón nos alcanzo
con su aliento de fuego, bueno no sentíamos frío, pero estaba ese
incomodo olor a chamuscado que estuvimos sintiendo durante toda una
semana, aunque claro....
La voz del kender se corto cuando una ráfaga de aire lo elevo del suelo
lanzándolo a unos metros de distancia.
111
El kender se quito la nieve de encima sacudiéndose como si de un perro
se tratara y comenzó a arrastrarse a gatas hacia el grupo para evitar ser
elevado de nuevo por el viento.
- ¡Guau! que divertido es esto -clamaba el kender- he volado, y sin la
ayuda de nadie.
Cyric observaba preocupado como la velocidad del viento se
incrementaba por momentos, incluso él tenia problemas para no ser
arrastrado por el viento.
- Deberíamos agruparnos y acercarnos más al suelo para evitar que la
fuerza del viento nos arrastre -aconsejó Cyric- esta maldita tormenta
parece haberse enfurecido con nosotros.
El kender llegó hasta el apiñado grupo de sus compañeros que se
encontraban agarrados y de cuclillas en el suelo junto a Némesis, y se
introdujo en el centro.
La nieve aumentaba su grosor, siendo ahora tan sólida como el granizo y
tan grande como el tamaño de un puño. Los compañeros luchaban por
protegerse las cabezas de tan demencial ataque de la naturaleza.
Rebeca, extenuada por el esfuerzo apenas podía sujetarse al grupo, le
dolía la cabeza, y por si esto fuera poco, cada vez que respiraba sentía
una punzada en los pulmones provocada por el frío que su cuerpo había
dejado de sentir pero que aun afectaba a su sistema respiratorio cuando
insuflaba aire a su interior.
Decidida, extrajo uno de los dos pergaminos que aun la restaban, de los
que había recogido en las dependencias de su maestro e invocó su poder.
De nuevo la salmodia mágica sonó como una melodía al invocar la magia
del manuscrito que se iba convirtiendo en cenizas. Cuando éste se hubo
consumido la tempestad desapareció.
Lo cierto es que eso parecía en un principio, pero al fijarse con mas
detenimiento, se dieron cuenta que la tormenta aun azotaba la zona, lo
que había ocurrido es que una esfera de colores los rodeaba
manteniéndoles protegidos del exterior. Era como un campo de energía
que brillaba con todos los colores del arco iris y que ni la nieve ni el
viento conseguía traspasar.
112
Rebeca se derrumbo agotada en el suelo. Cyric se acerco veloz para
comprobar su estado, aun respiraba aunque se podía percibir un sonido
sibilante cuando sus pulmones insuflaban aire.
Cristina observó al preocupado elfo.
- No tienes nada que temer elfo -le trasmitió tranquilizadora- la maga se
pondrá bien, solo esta exhausta, ha manejado fuerzas mágicas que están
muy por encima de su capacidad y la tormenta de nieve no la ha ayudado
a reponerse del cansancio.
Cyric dio un respingo al comprobar que Cristina lo miraba con ojos
risueños.
- No me preocupo por ella -contestó azorado- solo quería saber si aun
vivía para mantener este conjuro activo hasta que pase la tormenta. Yo no
siento ni lastima, ni nada, por nadie.
Cristina entrecerró los ojos para observar al elfo.
- Yo no he dicho que sientas lastima por ella -contestó suspicaz- solo que
algo debías sentir para reaccionar así.
Cyric se volvió hacia Némesis para ver como evolucionaba mientras
replicaba indiferente a la sacerdotisa.
- Ya te he contestado antes que no siento nada por esa humana. Y ahora,
si no te importa, podrías intentar ayudar a Némesis.
Cristina se volvió también hacia la figura del ladrón tumbada en el suelo.
- Vaya, parece que sigues preocupándote -volvió a apuntillar Cristina- No
esta mal para una criatura que no tiene sentimientos, diría yo.
Cyric haciendo caso omiso de sus palabras se volvió para observar a
través de la esfera como evolucionaba la tormenta.
Cristina se acerco al moribundo Némesis, colocó la parte superior del
bastón sobre su pecho para evitar el frío congelador que este desprendía y
volvió a invocar los favores de su diosa.
- Madre de la vida, restituye la salud de esta criatura, apiádate de su alma
y extirpa la enfermedad que aqueja su cuerpo mortal.
Un resplandor argénteo en el bastón acompañó la finalización del rezo,
extendiéndose hasta rodear el cuerpo tendido del ladrón, que no parecía
ser consciente de lo que sucedía.
El color azulado de su piel se normalizo pero el elfo seguía tiritando sin
parar.
113
Cristina acercó su mano al cuerpo del ladrón para comprobar su estado,
pero tuvo que retirarla de inmediato pues su cuerpo seguía gélido como
el hielo, lo que la hacía pensar que había algún tipo de magia
provocándole el mal que le estaba robando poco a poco, el escaso calor
que aun le restaba pasa mantenerlo con vida.
- No hay nada que yo pueda hacer hasta que no descanse y ruegue a mi
diosa, su enfermedad ha remitido pero una fuerza mágica aqueja su
cuerpo y me es imposible canalizar más energía de mi diosa hasta
mañana. Aun así, no se si podré hacer algo contra ese influjo mágico que
le corroe.
Cristina se recostó junto a Rebeca acurrucándose junto a ella e intentando
conciliar el sueño reparador que la devolviera sus exhaustas energías.
El drow también se encontraba recostado sobre su parte izquierda,
aunque manteniéndose siempre alerta y sin perder de vista a Cyric, que se
mantenía pensativo con la mirada perdida en el exterior de la esfera.
- Parece que el destino no carece de cierta ironía -preguntó retórico
Cyric, a sabiendas de que el drow le estaba observando- hace algunas
horas estábamos intentando matarnos por la vida de una mujer y ahora
nos encontramos encerrados en una esfera mágica dependiendo
enteramente de ella para sobrevivir.
El drow se quedo pensativo, las palabras del elfo tenían sentido. No hace
mucho había estado a punto de matar al elfo, y de haber logrado su
propósito, ahora se encontraría encerrado en una torre de piedra de la que
no habría podido huir.
- No hay destino, elfo. -aseveró el drow- solo existe el que uno se crea.
Cyric se giró hacia el drow y se sentó sobre la nieve que ahora parecía
tibia a su contacto.
- Siempre he sido de esa opinión -le contestó Cyric- no en vano ambos
tuvimos a tu padre como maestro. Mas estos últimos días me han hecho
meditar al respecto. Todo lo que ha pasado, parece formar de alguna
manera parte de un intrincado plan de Avalon, el mago que me rescató de
una muerte segura y que nos ha enviado a perseguir quimeras y acertijos
sin sentido.
Phoenix frunció el ceño en desacuerdo.
114
- Yo no me encuentro aquí para perseguir los deseos de un mago
chiflado, ni siquiera estaba incluida mi presencia en los planes de ese
mago majadero, me colé sin querer al perseguiros y lo único que quiero
es salir de este maldito témpano de hielo para poder volver a mi ciudad
natal, Mezoberranzan, la antípoda oscura.
Cyric observó al drow con detenimiento, mientras meditaba sus palabras.
- Creo que nada de lo que ha ocurrido ha sido obra del azar. -comenzó a
explicar Cyric- Es inquietante pensar que cuatro personas relacionadas
con los antiguos Héroes de Caergoth hayamos terminado juntas dentro
del mismo metro cuadrado.
El drow pestañeo confuso sin saber exactamente de lo que estaba
hablando Cyric.
- Por ejemplo, tú como descendiente de Phornee Keythor y yo como su
hijo adoptivo. Rebeca es el último legado de Júpiter Mineitor y ese
pequeño kender, Tas, fue un antiguo perteneciente del extinto grupo.
Desconozco los vínculos que Némesis o la sacerdotisa puedan tener con
los antiguos Héroes de Caergoth, pero cada vez pienso mas en serio que
el rescate de la Sacerdotisa se trató de un señuelo para atraerte a ti junto a
nosotros.
Phoenix escuchaba con atención las palabras del elfo sin poder rebatir
nada de lo que decía, todo ello parecía tener sentido. Algo caótico, eso si,
pero sentido al fin y al cabo.
Cyric se recostó sobre la nieve para intentar relajar sus maltrechos
músculos.
- Como no vamos a conseguir nada mientras la tormenta siga
azotándonos -comentó el elfo- creo que voy a intentar descansar un rato.
Si la tormenta no consigue penetrar aquí, nadie lo hará, a no ser que el
ataque venga desde dentro.
El drow, aludido por el comentario, enarcó un cínica sonrisa antes de
recostarse sobre la tibia nieve para descansar.
Solo pasaron unas cuatro horas descansando antes de que la chillona voz
del kender sacara a Cyric y a Phoenix del sueño, observaron a su
alrededor y comprobaron que la tormenta ya había pasado dejando tras de
si la oscuridad del cielo nocturno plagado de estrellas.
115
Solinari, la luna blanca estaba en cuarto creciente y Lunitari, la luna roja
estaba llena reflejando su rojiza luz y dando a la nieve un aspecto de mar
de sangre. Nuitari, la luna negra se mantenía invisible a los ojos de
aquellos que no adoraban su poder, solo los hechiceros adoradores del
mal ponían contemplarla en el firmamento.
Fijaron su mirada donde les indicaba el kender y observaron como varias
luces tintineantes se dirigían velozmente hacia su posición, parecía el
resplandor de unas antorchas, y por la velocidad se diría que no iban a
pie.
Cyric despertó a las mujeres a su pesar, las cuales aun adormiladas, se
desperezaron con sendos bostezos y más bien pocas ganas de mantenerse
despiertas, pues apenas habían dormido la mitad de lo que necesitaban
para recuperar las fuerzas.
Cyric se dirigía hacia la pared de la esfera cuando la voz de Rebeca lo
retuvo.
- No creo que puedas volver a entrar si sales de la esfera, recuerda que no
conozco este conjuro, ni siquiera se si podrás salir, su magia es muy
poderosa e incluso podría matarte cuando intentes atravesarlo.
Cyric tomo un puñado de nieve del suelo y lo lanzo contra la esfera, la
bola atravesó la superficie y cayo al otro lado.
- Bueno parece que se puede salir -comentó triunfal Cyric- veremos si
luego puedo volver a entrar. Al fin y al cabo sean lo que sean esas luces,
quizás puedan decirnos donde estamos.
Cyric con cautela acercó la mano a la esfera de energía y toco la
superficie, era como un líquido que se mantenía en su sitio, la esfera se
deformaba en el lugar donde la tocaba y aparte de un agradable
cosquilleo no le causó el más mínimo dolor. Seguro ya de si mismo,
atravesó la pared esférica de un solo paso. Una vez en el exterior pudo
comprobar como la esfera era mucho más brillante desde aquí,
impidiendo la visión de lo que dentro se encontraba.
Tomo un puñado de nieve y se disponía a lanzarlo cuando algo llamó su
atención, a sus pies, bajo la nieve, un colmillo sobresalía medio
enterrado.
Apartó la nieve con el pie para desenterrarlo y comprobó con sorpresa
que pertenecía a un humanoide que yacía muerto en el suelo.
116
El cadáver, tenía la cara de una morsa y el cuerpo como el de un oso con
las extremidades mas desarrolladas. A su lado reposaba una inmensa
hacha, formada por un mango de madera y terminada con la cabeza de
hielo. Era el arma mas extraña que había visto jamás, toco el filo con el
dedo y un hilo de sangre surgió al contacto. Estaba más afilada aun que
sus propias katanas.
Dio una vuelta al rededor de la esfera y comprobó como al menos otras
cinco criaturas como esa se encontraban a medio enterrar al rededor de la
esfera. Fuera lo que fuese lo que las había matado no había dejado huella
alguna.
Entonces una terrible idea le vino a la cabeza, recogió otro puñado de
nieve y lo lanzo contra la esfera. Un zumbido precedió a la completa
evaporación de la bola de nieve al tocar la esfera, la cual se esfumo al
instante seguida por un fuerte chispazo que se extendió por el aire.
Debía haber sido eso lo que había acabado con las extrañas criaturas al
haber intentado cruzar al interior.
Hizo señas a los de dentro para comentarles que no había viaje de vuelta,
al recordar que no había oído ningún ruido del exterior durante su
estancia allí y continuó con lo que había venido a hacer fuera.
Se centró en las antorchas y ahora pudo ver con claridad, gracias a su
visión térmica, que había cinco grandes formas humanoides que
desprendían calor y que se desplazaban en una especie de tablas tiradas
por una docena de animales cada una. Comprobó que se dirigían hacia él
y enseguida supo el porque. La esfera que se encontraba a su espalda era
como un faro de colores en medio de la noche.
Tras un rato de espera, los visitantes se encontraron lo suficientemente
cerca de la esfera como para poder verlos con detalle. Se trataba de cinco
gigantescos humanos de alrededor de dos metros y medio de altura, iban
vestidos con gruesas pieles de animales y calzaban botas del mismo
material. Lucían unos cascos creados con cráneos de animales y bajo
ellos se podían apreciar sus largas melenas.
117
Dos de ellos se habían armado con arcos de gran envergadura y
apuntaban al solitario elfo que se encontraba esperándoles desarmado y
con los brazos separados para no aparentar ningún tipo de amenaza.
Llegaron junto a el, y a una orden del hombre que iba en el trineo central,
los perros que tiraban de los vehículos se detuvieron al instante y los dos
hombre a los lados del que había dado la orden bajaron de sus trineos
empuñando unos gigantescos mandobles que eran casi tan grandes como
el elfo, y se posicionaron a los lados de la figura central. Este se
distinguía del resto por vestir unas pieles mucho mejor cosidas y portar
sobre la cabeza un casco de metal con dos cuernos apuntando a las
estrellas.
El que parecía ser el líder se apeó del trineo y se colocó justo entre sus
dos hombres.
- ¿Quien ser tu?, estas ser tierras de bárbaros de la tundra -tronó con una
voz cavernosa- tu no ser un bárbaro de la tundra, tu entonces ser un
enemigo de nosotros.
Cyric se puso tenso ante el monologo del bárbaro.
- Mi nombre es Cyric, un humilde ciudadano de Palanthas y me
encuentro perdido en este inmenso glacial, no soy vuestro enemigo, tan
solo necesito que me digáis como puedo salir de la tundra y me iré.
Las risas de los bárbaros tronaron en la noche.
- Silencio -Ordenó el líder de los bárbaros, acallando a sus hombres- Yo
no conocer Palanthas, y tu no poder abandonar el glacial caminando. Yo
decirte salida, pero tu darme algo a cambio para yo permitir tu andar por
las tierras de Worlf.
Cyric extrajo varias monedas de oro y se las tendió al bárbaro, este se
acerco cauteloso, las tomo en la mano y se las llevo a los dientes para
morderlas. La expresión del bárbaro se mostró ceñuda.
- Tu querer engañar a Worlf, el gran jefe de la tundra, esto no tener valor,
solo metal inútil que no vale para ser forjado en armas y herramientas.
El bárbaro tiro las monedas hacia Cyric mientras lo observaba
amenazante.
- Worlf ayudar a tu si tu dar la comida que guardar ahí -dijo el bárbaro
mientras apuntaba detrás de CyricCyric observó la esfera y devolvió la mirada al bárbaro.
118
- No es posible entrar en la esfera de color, ahí no hay comida -comentó
mientras demostraba sus palabras lanzando una bola de nieve contra ellaveis, ni siquiera la nieve puede atravesarla.
Los bárbaros se pusieron en tensión al escuchar el zumbido y los
arqueros tensaron sus arcos al ver como la bola de nieve se evaporaba al
tocar la esfera.
Pasados los primeros momentos de tensión, el líder continuó tranquilo
con sus exigencias.
- Comida no en bola que ilumina -replicó Worlf- comida enterrada bajo
nieve.
Cyric asombrado ante la petición y la darse cuenta de a lo que se refería
el jefe bárbaro, intentó sacar ventaja a la situación.
- Esta bien, gran jefe de los bárbaros de la tundra -alabó Cyric, viendo
como el bárbaro hinchaba el pecho ante el cortejo- yo os entregare esta
pieza por dejarme moverme en vuestro territorio, pero os daré cuatro mas
si nos permitís a mi y mis cuatro amigos que están tras la "gran bola de
luz" descansar durante un día en vuestro campamento.
El bárbaro meditó la propuesta reflexivo.
- Cinco personas en mis tierras, cinco piezas. -dictaminó al fin mientras
indicaba a sus hombres que recogieran la comida- pero extranjeros no
poder ir a poblado. Solo gente de Worlf poder estar en poblado.
El resto de los compañeros aparecieron por la izquierda de la esfera
encabezados por la figura enlutada del drow mientras que detrás de él
Cris y Rebeca se afanaban por arrastrar a Némesis intentando olvidar el
frío que las producía tocarle. Ni siquiera con la protección de la diosa
ante el frío, podían soportar la gélida sensación de su contacto.
Tas apareció de un salto desde el centro de la esfera, causando una gran
consternación entre las filas de los bárbaros.
Los arqueros tensaron sus arcos, descargando sendas flechas hacia la
posición del pequeño recién salido.
Tas, se lanzó hacia un lado evitando a duras penas ser alcanzado por los
proyectiles, y se levantó molesto recogiendo una de las flechas que se
encontraba clavada en la nieve.
119
- ¿Pero estáis locos? -se quejó el kender- ¿No sabéis que podéis hacer
daño a alguien con esto? -Parloteaba el kender mientras se dirigía hacia
ellos con un de las flechas en la mano y tocando la punta con el pulgar¡Auu!, además esta tan afilada que pincha. Deberíais tener cuidado de
mirar que no haya nadie cuando disparéis vuestros arcos.
Los bárbaros lo miraban confusos sin comprender la reacción del
pequeño personaje y buscando respuestas en la mirada de su jefe, el cual
parecía encontrarse tan confuso como ellos.
Por fin el jefe habló a la pequeña criatura.
- Tu, mago. Tu morir por ser portador del mal. -Sentenció Worlf severo
apuntando a la pequeña criatura.
Los bárbaros que lo flanqueaban alzaron sus armas y los arqueros
cargaron de nuevo.
El kender recorrió con la mirada a todos los bárbaros que lo miraban con
odio.
- ¡Hey cabeza buque! -protestó el kender- "yo no ser mago", "yo ser
kender", "tú ser gran asno con cabeza de mosca y cerebro congelado" y
"yo no ser portador de nada". Y dejarme de apuntar con esos arcos -se
quejó a los bárbaros que lo mantenían como blanco- alguien podría
hacerse daño con esas flechas si se os disparan.
Cyric se adelanto cubriendo al kender con su cuerpo al ver la expresión
de furia en los ojos de Worlf.
- Pero gran señor de la tundra, jefe de la gran tribu. -comenzó zalamero el
elfo- nos habéis dado vuestra palabra de dejarnos vagar por vuestras
tierras. No querréis que los dioses vean como el gran jefe Worlf rompe su
palabra.
El ceño del bárbaro se relajó y con un ademán indicó a sus hombres que
bajaran las armas.
- Worlf siempre mantener su palabra. Pero el pequeño mago venir al
poblado, ser juzgado por juicio de Tempos.
Cyric meditó las palabras del bárbaro, no pensaba permitir que un jauría
de bárbaros juzgasen al pequeño kender de brujería, pero lo cierto es que
se les había presentado la oportunidad de ir al poblado. Dudaba bastante
que pudieran sobrevivir en esas áridas tierras en el estado de agotamiento
que se encontraban y mucho menos Némesis, tan febril como estaba.
120
- Esta bien -Asintió Cyric al bárbaro- llevadnos a vuestro poblado, el
kender será juzgado.
Los compañeros miraron a Cyric sorprendidos ante tal declaración, todos
excepto el Drow que se mantenía alerta e impasible en una posición
desafiante, sin perder de vista a los dos arqueros y con las manos ocultas
debajo de la capa.
El kender le dio unos tirones a la capa del elfo.
- Yo no quiero ser juzgado por brujo -le susurró el kender- a los brujos
los queman.
Cyric giró la cabeza para susurrarle unas palabras al kender.
- Piensa en ello como en una nueva aventura -Intentó convencerle- estoy
seguro que nunca has visto un juicio bárbaro.
El kender se mordió el labio superior mientras pensaba si había visto
algún juicio.
- Oh pero yo si que he visto un juicio bárbaro, y digamos que suelen
acabar de una forma violenta. Una vez nos introdujimos en una reunión
de bárbaros, y nuestro compañero Drapper, un gigantesco bárbaro de los
hielos como estos, fue juzgado por el juicio del valor. Acabó peleando
contra una inmensa mole de la otra tribu. Fiuuu, todavía recuerdo el
tamaño de aquel tipo.
- Bueno pero tu no eres un bárbaro, por lo que el juicio seguro que será
diferente. Así que anímate, seguro que es divertido -intentó convencer
Cyric al kender-.
El kender se dio cuenta al fin, que lo que se encontraba a su alcance era
una nueva experiencia repleta de emociones.
- Sí, tienes razón, seguro que es interesante comprobar como funcionan
las leyes entre los Bárbaros. -concluyó excitado- esta bien cabeza buque comentó dirigiéndose al jefe de los bárbaros- me someteré al juicio.
Cyric ayudo a las mujeres a llevar a Némesis a uno de los trineos
acomodándole en la parte de atrás y asegurándole con una cuerda para
evitar que cayera. Cristina se acomodo en el mismo trineo para velar por
él, mientras que los demás se repartieron entre el resto de los trineos, a
excepción de Rebeca que subió al trineo del jefe ante el ofrecimiento de
éste.
121
Los bárbaros aseguraron la "comida" desenterrada en los trineos y con un
chasquido seco de los látigos, los perros se pusieron en marcha
arrastrando los trineos tras ellos.
Los trineos avanzaban veloces sobre la nieve dejando dos grandes surcos
a su paso, Cyric observaba el lejano horizonte distraído, a su vista
térmica, un mar azul se abría en la oscuridad, lo que antes había sido un
infierno en vida, ahora le parecía algo extremadamente bello y tranquilo.
Las dunas azules de diferentes tonos se esparcían hasta donde la vista le
alcanzaba y a lo lejos podía discernir donde las montañas cortaban la luz
de las estrellas, intuyendo así su tamaño. Recordó entonces a los amigos
dejados atrás, Duncan el fabuloso contramaestre del Cortavientos y
Sonya la capitana del buque, tragados sin piedad por el mar junto con
toda su tripulación. Rememoró lo que de ellos había aprendido, busco en
el horizonte la constelación del carro, y contó tres veces la distancia entre
sus dos primeras estrellas en la dirección que indicaban. Allí estaba,
Polaris la estrella del Norte, se encontraba lejana en el horizonte, aquello
le inquietó, pues significaba, al contrario de lo que pensaba, que se
encontraban muy al sur del lugar donde la vio por última vez, pues la vez
anterior que observó esa estrella se encontraba mas alta en el horizonte.
Poco a poco la brisa nocturna comenzó a sentirse en el ambiente, el
efecto de la protección divina contra el frío remitía, aun así, el frío no
castigaba tanto como la vez anterior pues aunque los escalofríos les
recorrían el cuerpo, era una sensación soportable. Se ajustaron las ropas
para intentar mitigar el frío, agachando la cabeza para que los cuerpos de
los bárbaros les cortaran el viento.
Pasaron aun dos horas más de viaje antes de ver las luces de lo que
parecía ser un poblado. Había hogueras por el suelo repartidas en el
exterior de las tiendas. Las cuales, construidas con pieles de animales,
apoyadas en travesaños de madera clavados al suelo y formando un cono,
se levantaban al menos cuatro metros de altura cada una. La parte
superior del cono estaba abierta, para dejar paso al humo de los fuegos
que ardían también en su interior.
Una de las tiendas era mucho más grande que las demás, tenia forma de
carpa circular y varios bárbaros se encontraban sentados en el exterior al
rededor de una hoguera que ardía próxima a la entrada.
122
Al escuchar la llegada de los trineos se pusieron alerta oteando hacia la
dirección por donde ellos venían.
Nada mas llegar a la aldea y antes de que el trineo se detuviera, Worlf,
impulsándose con las piernas abandono el trineo para plantarse en el
suelo junto a los hombres que se encontraban de pie junto a la hoguera.
- Preparar preparativos -tronó la voz del jefe- mañana hacer juicio de
Tempos.
Los hombres se miraban confusos, hacía tiempo que no se realizaba
semejante ritual. Debía haber sido alguna falta grave cometida por
alguien de la escolta del jefe para recurrir al juicio de su dios supremo.
La confusión de los hombres se multiplicó cuando una pequeña criatura
saltó de un trineo cercano y con un fingido porte marcial se dirigió hacia
ellos.
- Preparar los preparativos -se chanceó redundante el kender- pues el
preparador que los prepare buen preparador será, y a buen preparador
pocos preparativos bastan.
Los bárbaros miraban confusos al kender sin comprender muy bien lo
que este decía, mas todas sus dudas se aclararon cuando la voz colérica
de su jefe, rojo de furia ante la osadía del pequeño, les ordenó mantenerlo
en la tienda prisión hasta el amanecer.
Cyric abandonó su trineo para acercarse al tumulto. El kender elevado
del suelo por uno de los bárbaros y colocado en el hombro de este, como
si de un vulgar saco se tratara, se quejaba mientras el bárbaro lo llevaba
hacia la tienda en cuestión.
- Gran señor de la tundra -cortejó el elfo sumiso, reclinando la cabeza
durante el comentario- permitidnos velar al kender durante la noche,
dejad que la pase con nosotros.
El bárbaro lo observo confuso, el elfo hablaba de una forma tan rara...
- Yo no saber bien lo que tú querer, pero tú poder pasar noche con kender
-respondió Worlf mientras señalaba al hombre que se llevaba al kender
hacia la tienda-.
En el semblante de Cyric se formó media sonrisa al comprender lo que el
bárbaro había entendido. Así que, para evitar tentar más a la suerte,
siguió al bárbaro que portaba al kender sobre su hombro.
123
Para su sorpresa observó como el drow también iba tras él. Por contra,
Rebeca y Cristina se mantuvieron juntas a Némesis preocupadas por su
salud.
Cyric se giró para dirigirse de nuevo al líder de los bárbaros.
- Perdón mi señor, ¿Podrías dar cobijo a las damas y a nuestro
compañero enfermo?
El bárbaro dirigió su mirada hacia las preocupadas damas que se
afanaban por mantener con vida al humano.
- No preocupar, hoy alojarse en mi tienda -sentenció Worlf- yo llamar a
Ukrul Chang, chaman de pueblo para que ayudar a tu amigo.
Cyric, aunque preocupado aun por las mujeres, se giró para seguir al
drow que ya le aventaja un buen tramo, era consciente de que nada podía
hacer por ellas enfrentándose al líder de una tribu en el centro de su
propia aldea, además Worlf parecía ceñirse a un extraño código de honor,
lo cual le tranquilizaba un poco.
Llegó hasta la tienda donde se había introducido el Drow siguiendo al
bárbaro, esta era mas pequeña que las demás, pero la piel que la recubría
parecía mas gruesa y áspera, la zona donde se abría la entrada que daba
paso al interior estaba construida con una especie de cuero endurecido al
que le habían practicado un corte para permitir el acceso. A ambos lados
del corte había una argolla de metal cosida al cuero para permitir pasar
una cadena entre las dos y así mantener la abertura cerrada. Cyric se coló
en el interior, el bárbaro que había transportado al kender lo había dejado
sobre un montón de pieles apiladas en el centro.
- ¡Tu no salir hasta mañana! -le amenazó al kender el hombretón- Yo
afuera vigilando.
Cyric sonrío en silencio, había visto al kender escaparse de una prisión
del gremio de asesinos y la idea de retenerlo dentro de una tienda de
campaña le parecía irrisoria. Inclinó la cabeza a modo de saludo al
bárbaro que se acercaba, más para ocultar su sonrisa que por mostrarse
cortes con el bárbaro. Una vez éste se hubo marchado, escucharon como
se cerraba la cadena que debía mantenerlos encerrados, Cyric tomó dos
de las pieles apiladas en el centro y echando una al suelo a modo de
colchón se tumbo y se tapo con la otra, el Drow ya se había echado cerca
del borde de la tienda usando varias de las pieles.
124
El único que quedaba en pie era el kender, que se encontraba revolviendo
todas las pieles en busca de alguna "Interesante".
Cyric se dejo llevar por el cansancio acumulado mientras se preguntaba
como se encontrarían las mujeres.
Cristina había vuelto a empapar en agua tibia la tela con la que intentaba
devolver el calor a la frente de Némesis, los escalofríos de éste no
remitían y temía que la magia causante de su estado terminara venciendo
acabando con su vida. Pero no pensaba darse por vencida, lucharía contra
esa maldita enfermedad con todas sus fuerzas, debía existir alguna modo
de vencer el extraño frío que aquejaba a Cyric y ella tenia que
encontrarlo a cualquier precio, su diosa debía escucharla para salvar el
alma de quien la había salvado la vida en una ocasión, cuando la
rescataron de aquella oscura prisión.
Rebeca se acercó lentamente en silencio, estaban en una especie de
habitación dentro de la tienda de Wolf, ya que aparte de la zona central
donde se encontraba el trono y una gran mesa para los banquetes, había
unas cinco estancias separadas por pieles, la que se encontraba tras el
trono debía ser la del jefe y el resto imaginaba que serian para sus
mujeres. Por fortuna el gigantesco bárbaro no había intentado nada con
ellas.
- ¿No crees que es irónico? -se dirigió Rebeca a CrisCristina observó a su interlocutora sin entender.
- No te comprendo -comentó la sacerdotisa- ¿A que te refieres?
La maga meneó la cabeza para aclarar sus ideas y explicarse a su
compañera.
- A nosotras, ambas abrazamos el camino de la luz y la esperanza, y aquí
nos encontramos, rodeadas de bárbaros sin ética y acompañadas por
criaturas malignas.
Cristina parpadeó mientras sopesaba las palabras de la joven.
- Puede que estos bárbaros no compartan nuestra visión del bien y del
mal, pero no por ello son peores que nosotras, no debe ser nada fácil
sobrevivir en estas circunstancias y el que sus costumbres nos parezcan
extrañas no es motivo para censurarles.
125
Los pómulos de Rebeca se tiñeron de rojo al sentir la vergüenza por lo
que había dicho mientras Cris seguía con su disertación.
- Y por lo que a nuestros compañeros atañe, yo les debo la vida, es cierto
que pueden parecer criaturas crueles, pero no sabemos lo que han tenido
que sufrir. Yo he percibido sus auras, y la de Némesis esta corroída por el
odio a todo lo que le rodea en respuesta al abandono que sufrió de
pequeño. Aun así arriesgó su vida para salvarme al igual que Cyric.
Los ojos de Rebeca se encontraban muy abiertos mientras escuchaba con
atención las palabras de la sacerdotisa.
- Ósea que Cyric también odia a todo lo que le rodea -conjeturó la magano me extraña si se crió con ese Drow asesino.
Cristina negó con la cabeza mientras suspiraba por la inocencia en los
comentarios de la joven hechicera.
- El caso del elfo es diferente, él mantiene una coraza al rededor de sus
sentimientos para protegerse de ellos, aunque algo me dice que su odio es
aun mayor que el de Némesis.
Rebeca dio un respingo ante lo inesperado del comentario.
- ¿Y que puede llevar a una persona a odiar tanto a sus semejantes?
La sacerdotisa bajó la mirada hacia donde reposaba Némesis mientras
meditaba su respuesta.
- Yo no he dicho que odie a nadie, -replicó la sacerdotisa- al contrario,
parece como si todo lo que se encuentra a su alrededor le causara
indiferencia, el odio al que me refería parece ir dirigido contra si mismo.
La maga estaba desconcertada, no imaginaba que actos podrían llevar a
una persona a odiarse a si mismo de esa manera. Sentía lastima por el
pobre elfo solitario, no entendía como alguien se podía mantener
insensible ante los demás cuando dentro de el se desataba una batalla de
sentimientos.
Se recostó entre un montón de mullidas pieles que alfombraban el suelo e
intentó conciliar el sueño sin poder quitarse a Cyric de la cabeza, ella no
leía en las almas como la sacerdotisa, pero en su corto trato con el elfo la
había parecido percibir algo en sus ojos al mirarla, y habría jurado que el
elfo se preocupaba por ella.
126
La noche duró lo que tarda en llegar el amanecer, y los ruidos de una
cadena al deslizarse sacaron al elfo de su sopor, lo primero que vio fue al
drow con el torso desnudo comprobando el estado de la herida del
hombro, tenia mejor aspecto y ya empezaba a cerrarse aunque la faz del
drow mostraba el dolor que sentía cuando se la tocaba. Al descubrir que
el elfo lo observaba apretó los dientes y forzó una sonrisa.
- Apenas me molesta ya -mintió el Drow- pronto podré luchar con ambas
manos.... y me largaré de aquí.
A Cyric no le pillo de sorpresa el comentario, por lo que no modifico su
indiferente semblante.
- No voy a ser yo el que te impida marcharte "solo" -replicó con sagaz
intención al drow asesino- y me temo que Némesis no este en
condiciones tampoco. Pero la sacerdotisa se quedara con nosotros, si ese
es su deseo, claro esta.
El drow se anudó de nuevo la venda conteniendo el dolor que le producía
y volvió a ponerse la camisa y la capa.
- Esa sacerdotisa ya no es de mi interés -respondió tajante- encontraré
otra para mi diosa.
Cyric mantuvo la expresión severa, sabía que Loth, la diosa araña de los
Drows no era compasiva con aquellos que fracasaban, y que el encontrar
otra sacerdotisa no aplacaría la furia vengativa de Loth contra Phoenix.
Un movimiento en la entrada hizo que ambos se volvieran al unísono
colocándose en una posición defensiva, se trataba del bárbaro que les
había guiado por la noche hasta la tienda.
El bárbaro se paró a mitad de camino para llamar al kender.
- Ser hora de Juicio de Tempos -tronó hinchando el pecho en una pose
ceremonial- ¿donde estar aspirante?
El montón de pieles que se encontraba en el centro de la tienda se
removió y surgió el kender.
Las miradas asombradas de todos se encontraban fijas en el pequeño.
Vestía una replica exacta de las ropas de los bárbaros. Había estado
recortando algunas de las pieles y se había confeccionado un peto y unos
pantalones, hasta había añadido piel a sus botas. Se había desanudado el
copete del pelo y ahora la melena castaña le caía sobre los hombros.
127
Incluso llevaba un collar con dientes de algún animal que seguramente se
habría "encontrado" por ahí.
Tenía un aspecto pintoresco, parecía un bárbaro en miniatura. A Cyric le
iban a estallar los pulmones de intentar aguantar las carcajadas, incluso el
bárbaro estaba estupefacto observando la marca que el pequeño llevaba
en la frente, la marca de Tempos el dios bárbaro.
- ¿Tu ser pequeño bárbaro de las arenas? -preguntó aturdido el bárbaro¿De que tribu ser?
Cyric no pudo aguantar mas y estallo en carcajadas, sujetándose el
estomago de la risa.
- Si... es un kender bárbaro -se jactó Cyric con sorna mientras se moría de
risa al observar que al bárbaro que les había estado vigilando le faltaba el
collar- ...bárbaro encontrando cosas de otros. Por cierto, por muy
ocupado que hayas estado toda la noche haciéndote ese traje, recuerda
que el hábito no hace al moje.
El kender ofendido por el comentario se dirigió solemne hacia el bárbaro
haciendo caso omiso a Cyric. Cuando el pequeño Tas llego hasta la
posición del bárbaro, este giro en redondo y escoltó al pequeño hasta el
"Hielo de Tempos" seguido por Phoenix y Cyric.
Allí se encontraba toda la tribu, hombres mujeres y niños al rededor de
una plancha de hielo de unos diez metros de diámetro que se encontraba
separada del publico por un metro de agua helada que la rodeaba, había
sido literalmente recortada y se mantenía a flote en el centro. Solo una
pasarela de gigantescos huesos unidos unos con otros por trozos de tela
anudados comunicaba el círculo interior de hielo con el exterior donde se
apiñaba el público.
Worlf se encontraba junto a la pasarela que conducía a la zona interior
impidiendo el acceso.
El escolta del kender se detuvo a varios metros del jefe franqueándole el
paso, el cual con un porte marcial se dirigió a Wolf mirándole
directamente a los ojos.
- Soy Tasselhoff Woodruft, y vengo a presentarme ante el juicio de
Tempos, para demostrar ante él, que mi causa es justa.
Worlf asintió complacido ante el correcto protocolo del pequeño y se
echó a un lado para permitir el paso al kender a la plataforma interior.
128
Tas atravesó la plataforma con aire solemne y se colocó en la posición
mas alejada del interior de ésta mirando hacia Worlf.
El jefe de la tribu llamó con un ademán a su campeón.
- Tempos elegir su campeón -anunció Worlf- Acércate Tronak.
Un bárbaro descomunal se abrió paso entre la gente del poblado,
sobrepasaba los dos metros y medio, y una de sus piernas era mas grande
que todo el cuerpo del kender, iba vestido también con un peto de piel y
unos pantalones de igual material, una melena rubia le caía sobre la
espalda y una barba del mismo color le poblaba la cara, tenia los ojos
azules y un collar de huesos como el que portaba el kender.
- Yo, Tronak de los Karpatos, luchar por mantener limpio el nombre de
Tempos. El brazo de Tempos, mi brazo ser.
Todo el mundo se quedó en silencio preparado para observar la lucha y
retiraron la plataforma una vez que Tronak hubo pasado al interior del
circulo, fue entonces cuando la voz del kender se dirigió los presentes.
- ¡Por Tempos que me da fuerzas para luchar! -parafraseó el kender el
grito que tantas veces le había oído a su antiguo compañero Drapper el
Bárbaro antes de entrar en combate-.
Todos los presentes se quedaron en silencio, incluso Tronak se giro hacia
el jefe de la tribu en busca de una respuesta que incluso él desconocía,
como demostró al elevar los hombros en señal de desconcierto. No
imaginaban como un pequeño kender podía conocer el grito de batalla de
los Bárbaros de la Tundra.
La lucha dio comienzo, el bárbaro se dirigió con determinación al centro
de la plataforma para ganar ventaja en la posición, pero el kender se
mantuvo quieto en la orilla, a la espera...
El bárbaro al comprobar que el kender no se acercaba para luchar, se
aproximó a él de dos zancadas e intentó alcanzar al pequeño con una
patada. Pero no había estimado la velocidad del kender, el cual, saltando
sobre la rodilla flexionada del bárbaro apoyó su pequeño pie sobre ella y
utilizando el impulso de la patada de éste, se elevo sobre la cabeza del
bárbaro para aterrizar a su espalda y terminar el movimiento dándole un
fuerte pisotón en el talón del pie que aun apoyaba en el suelo.
129
Tronak cogido por sorpresa y desequilibrado, cayó de rodillas al suelo
evitando el golpearse la cara al frenar la caída con las manos.
Tas utilizó la ventaja de la indecorosa postura del bárbaro y lanzó una
fuerte patada contra las posaderas del bárbaro, una risa atronadora surgió
del público, divertido al ver a su campeón en tan comprometida
situación, comenzó a corear el nombre de Tas y a lanzar puyas contra su
campeón Tronak.
Un grito de furia borro la sonrisa del semblante del kender, el bárbaro se
incorporó dolorido en su orgullo y con el rostro rojo de furia. Tenía los
ojos inyectados en sangre, y a punto estaba de salirle espuma por la boca.
El kender trastabillo dos pasos hacia atrás para apartarse de la inminente
acometida del bárbaro, quien avanzando hacia el kender lanzó su puño
derecho hacia el diminuto ser. Pero no alcanzó su objetivo, ya que
momentos antes el kender se había lanzado hacia delante escurriéndose
del golpe al pasar bajo las piernas del bárbaro. Y antes de concluir su
paso dio un salto alcanzando con la cabeza las partes nobles del guerrero,
quien con un grito sordo perdió el resuello y cayo al suelo de hinojos
justo momentos después de que el kender se quitara de allí.
El clamor de la gente era ensordecedor, se oían gritos de chanzas contra
el gigantón tales como "Mi hija lucha mejor que tu", o "Mas te valdría
dedicarte a la pesca" junto con gritos de animo para el pequeño.
El kender divertido por el clamor del público se giró hacia ellos para
agradecerles el apoyo con una exagerada reverencia, pero cuando se
estaba levantando del saludo descubrió su error en los ojos del público.
Todo el mundo se había quedado en silencio y al mirar tras su hombro
pudo ver como la gigantesca figura de Tronak pasó sus manos al rededor
del cuerpo del pequeño para elevarlo en el aire. Continuó la elevación del
kender mientras el bárbaro se pasaba los brazos por encima de la cabeza
para tomar impulso y lanzar al kender por los aires, pero algo le salió
mal. Cuando hizo fuerza para lanzar al kender noto como algo le tiraba
de la espalda. La piel que le cubría el torso se le recogió por la espalda
hasta darse la vuelta y cubrirle la cabeza. El kender se había agarrado a
las vestiduras de este y las había atraído junto con el, impidiendo al
bárbaro el lanzamiento del pequeño.
130
El kender utilizo la sorpresa del bárbaro para escabullirse de su presa
mientras este trataba de quitarse la piel que lo inmovilizaba. Cuando
consiguió retirarse la piel miró en todas direcciones en busca del
pequeño, y allí estaba, en la parte mas alejada de la plataforma, justo
junto a la orilla. Tronak enfurecido se dirigió hacia él como un miura y
alargó ambos brazos en ángulo tapando el hueco de sus piernas para
evitar el mismo truco, pero tampoco alcanzó al kender esta vez ya que,
dando un saltito hacia atrás el kender se introdujo en el agua helada ante
la expresión de incredulidad del bárbaro que se frenó para no caer tras el.
Pero el kender volvió a jugársela, ya que cuando se encontraba a la altura
del borde de hielo se sujeto con las manos e hizo fuerza para tomar
impulso hacia arriba deslizándose sobre el hielo y volviendo a pasar por
debajo de las piernas del bárbaro, alejándose de el.
El sonido de un crujido le descubrió al bárbaro el plan del pequeño, todo
había sido una treta del kender para atraerle al borde, y dándose
rápidamente la vuelta observo lo inevitable, el hielo había cascado por
donde el se encontraba separándose de la superficie principal y
hundiéndose en el agua junto con él. El kender lo miraba con aire jovial
mientras se hundía en el gélido elemento. El bárbaro braceó torpemente
hacia el círculo exterior y se alzo resignado y derrotado mirando al suelo
con vergüenza.
El kender atravesó la plataforma una vez que estuvo colocada y se acerco
al derrotado bárbaro.
- Mi causa era justa -le comunicó en tono humilde al humillado bárbaro
mientras le tendía la mano en símbolo de amistad- No podías vencer en
nombre de Tempos por una causa injusta.
El bárbaro elevó lentamente la vista del suelo hasta encontrarse con los
ojos del kender. Había una fe sincera en aquellos pequeños ojos azules.
Tomó la pequeña mano del kender entre la suya y la apretó con suavidad.
Un coro de gritos jubilosos coreo el gesto, acompañado por la voz
atronadora de Worlf.
- Hoy haber banquete en honor a Tempos -Retumbó el vozarrón del
bárbaro por encima del resto- Tener un nuevo miembro en la tribu.
Taseltrof Wutrof.
131
Tas hincho el pecho con orgullo, y se dirigió hacia sus sorprendidos
compañeros. Hasta el drow tenía la boca abierta después de contemplar la
lucha del kender.
El kender paso triunfal junto a Cyric.
- Puede que anoche estuviera mas ocupado de lo que pensabas -le susurró
al pasar junto a él enarcando una sonrisa de oreja a oreja- Ese trozo de
hielo tenía un grosor de mil demonios.
Cyric sonrió al descubrir la treta del kender, seguramente el pequeño se
habría pasado toda la noche preparándolo.
Al comprobar que el kender ya no se encontraba en peligro se escabullo
del bullicio y se dirigió a la tienda del jefe para ver como le iba a
Némesis.
Llegó junto a la entrada, donde tres bárbaros la custodiaban, mas no le
pusieron ningún impedimento cuando intento pasar al interior, una vez
dentro escucho dos voces conocidas en una habitación cercana, parecía
que estaban hablando con otra persona, un bárbaro, dedujo al escuchar su
tono de voz, aunque el dialecto de este era un poco mas pulido que el del
resto de los que había conocido hasta el momento. Se acercó a la cortina
y la apartó con una mano mientras se introducía en el interior de la
habitación.
Las voces callaron para observar al nuevo visitante. Cyric carraspeo al
sentirse observado por todos y dirigió la atención hacia el desconocido.
Parecía un bárbaro, pero su musculatura estaba menos desarrollada y
parecía ser mucho mayor que cualquier otro de los que había visto por el
campamento. Su cara estaba arrugada, y se vestía con una piel de oso que
aun conservaba la cabeza, la cual utilizaba a modo de gorro. Gran
cantidad de abalorios le colgaban del cuello, entre huesos de criaturas
desconocidas hasta saquitos que desprendían extraños olores.
- Adelante elfo -Invitó el extraño bárbaro, con un leguaje mas depurado
que el del resto de los bárbaros- mi nombre es Ukrul Chang líder
espiritual de la tribu, Worlf me ha mandado llamar para ayudar a tu
amigo, pero me temo que nada puedo hacer ya por su vida, su destino no
se encuentra al alcance de mi mano.
Cyric busco otra respuesta en los ojos de Cristina, pero esta asintió las
palabras del bárbaro.
132
- Le he rezado a mi diosa para que ayude a tu amigo -contestó apenadapero el mal que lo aqueja es muy poderoso.
Cyric negó con la cabeza, mientras paseaba los ojos por los presentes
hasta terminar en su compañero caído.
- Debe haber algo que se pueda hacer, no vamos a rendirnos hasta
encontrar una cura para esta maldita enfermedad.
Rebeca con el rostro apenado se introdujo en la conversación.
- Pero Cyric, Némesis no esta enfermo, es la magia lo que lo corroe por
dentro, una magia muy poderosa que ni Cris ni yo podemos combatir.
- Pues entonces tendremos que buscar un mago más poderoso que
vosotras -contestó Cyric con desdén- alguien que pueda extirpar la magia
que esta matando a Némesis.
Rebeca agachó la cabeza triste y dolida ante el cruel comentario del elfo.
El cual, avergonzado al comprobar la reacción de sus palabras, se acerco
a la maga para disculparse. Tomó con suavidad la nuca de la maga en su
mano apartando su melena caoba con el dorso y la levantó la cabeza
hasta encontrarse con unos ojos vidriosos a punto de llorar.
- Perdóname, sabes que no quería molestarte -se excusó Cyric sincerome encuentro extraño. Siento cosas que nunca antes había sentido,
incluso la vida de Némesis, un enemigo contra el que luché a muerte en
el pasado en varias ocasiones, me preocupa. No se si mi temor es que no
podré volver a luchar contra el, o siento que es la primera persona con la
que tengo algo en común desde hace mucho tiempo.
Rebeca absorbió las incipientes lágrimas con un sorbito y se abrazo a
Cyric reposando la cabeza contra su pecho, mientras intentaba controlar
sus lágrimas.
Cyric se encontraba azorado, un tumulto de emociones se sacudían en su
interior, la coraza que tanto tiempo le había costado construir, pugnaba
ahora por romperse. Incluso al respirar, sentía como olor de los cabellos
de Rebeca lo embriagaba y le hacía sentir como si se encontrara sobre
una nube. Entonces levantó la vista y contemplo como Cristina los
observaba. Una sonrisa de complacencia la cubría el rostro, no había
malicia ninguna en su gesto pero Cyric volvió a la realidad
desembarazándose del abrazo de Rebeca.
133
- Es hora de ponerse en marcha -cortó Cyric tajante, sin atreverse a mirar
los confundidos ojos de Rebeca- el tiempo es precioso en nuestra
búsqueda y aun tenemos mucho por andar. Con o sin remedio para la
enfermedad debemos marcharnos.
Rebeca salió corriendo de la habitación gimoteando al sentirse humillada
por el elfo.
Cristina observó severa a Cyric.
- No deberías hacer sufrir a la pobre -le censuró tajante- Rebeca es como
una niña, ha pasado toda su vida recluida y lo que "no" necesita es el
desprecio de una criatura tan despiadada como tu. Puede que a los demás
los engañes con tu mascara de insensibilidad, pero no a mi, yo te veo
como lo que eres, como el niño al que le han quitado su juguete y no
permite que los demás se lo restituyan, porque piensa que lo que quieren
en realidad, es verle sufrir cuando vuelva a perderlo.
Cyric se disponía a replicar a la sacerdotisa, pero esta no le dio opción,
pues abandono la habitación en pos de Rebeca.
El elfo se sentó sobre las pieles de la habitación dolido por el crudo
comentario de la sacerdotisa, él no quería molestarlas, pero ellas no le
comprendían, nadie lo hacía. Borró de su mente las preocupaciones y se
concentró en el compañero que se encontraba tendido a su lado.
Ukrul, que se había mantenido al margen durante toda la discusión se
dirigió al elfo.
- Puede que exista un remedio para el mal que aqueja a tu compañero -le
alentó el chaman- aunque no es fácil, y es posible que la muerte os
aguarde cuando lleguéis. Hay un lugar en la columna del mundo llamado
el aliento de los dioses, donde una cueva se abre paso hacia las entrañas
de la tierra. Mas allá, pasado del reino de los Tanoi, donde habitan las
criaturas más sanguinarias de la tundra, horrendos monstruos de grandes
colmillos y gigantescas hachas de hielo más afiladas que el mejor acero,
se encuentra el río sin vida, una vez vadeado su curso hasta el
nacimiento, hallaras un lugar donde el hielo arde. Ese es el sitio, sus
llamas de hielo deberían devolver el calor a tu compañero, ya que si eso
no lo salva, nada lo hará.
134
El elfo, confuso ante la enigmática explicación se centró en una sola
cosa, como llegar a la columna del mundo.
- Pero, ¿como llegare hasta esa cueva?, todo lo que hay a nuestro
alrededor es un inmenso desierto de hielo -se quejó Cyric con
desesperación- ¿como me guiare en una tierra donde las huellas que dejas
se borran al pasar?
Ukrul miro al joven con detenimiento, era obvio que el elfo no era un
explorador y probablemente resultaría difícil aleccionarle para que se
orientara.
- La columna del mundo son las montañas que separan los hielos del sur
del desierto ardiente que da acceso al resto del continente. Ningún
bárbaro ha osado adentrarse en sus traicioneras arenas, a excepción de
Drapper de la Tundra, el gran jefe que consiguió forjar la unión de todos
los pueblos bárbaros bajo su mando en la antigüedad. Después de el,
nadie mas ha osado aventurarse allí donde lo que aguarda sin duda seria
una muerte segura.
Bien, pues una vez alcanzadas las montañas, hay que seguir la misma
dirección que toma el sol, hasta que pasados dos días de viaje veas en la
cumbre de la montaña una columna de humo, busca en su falda la cueva
que se adentra en las montañas, pero cuidado, toda esa tierra es territorio
de los Tanoi y esas bestias no hacen prisioneros.
El elfo seguía confuso con las explicaciones.
- ¿Pero como llegare a las montañas? -Insistió el elfoEl chaman tomo al elfo del brazo y lo atrajo hacia la salida de la tienda.
Una vez fuera apuntó hacia el horizonte con el dedo índice. Cyric
entrecerró los ojos para evitar el deslumbramiento provocado por el
reflejo del sol y vio a lo que el chaman se refería, una cadena de
montañas, las mismas que había percibido la noche que habían viajado
hacia el poblado, surcaba todo el horizonte.
El chaman se adelantó a la siguiente pregunta del elfo.
- Podéis llevaos dos de los trineos -se anticipó Ukrul a las peticiones del
elfo- con la condición de que soltéis a los perros una vez alcanzado
vuestro destino, ellos sabrán volver a casa. Ya que si os dirigís hacia el
norte, los perros no sobrevivirían a las arenas ardientes del desierto que
nos separa del resto del continente.
135
Cyric sopesó las palabras del anciano y tomo una decisión.
- Solo necesitare un trineo -anunció el elfo- y algunas provisiones para el
camino. Además os pediría que mantuvieseis en silencio mi decisión, no
creo que las mujeres puedan comprenderlo.
El rostro del chaman se arrugo ante la inesperada situación.
- El camino que ha de llevarte hasta las montañas es duro de por si, como
para que además te adentres solo en el, arrastrando a un compañero
caído. No dejes atrás a aquellos que ya forman parte de tu vida,
abandonarlos ahora seria como dejar de lado a una parte de ti. Todos
vosotros formáis parte del mismo equipo lo quieras o no, y abandonar
ahora a aquellos que creen en ti, podría significar perder todo lo bueno
que te puede deparar el futuro.
El rostro de Cyric se mantuvo inmutable. Ni siquiera parpadeó al
escuchar las palabras del Chaman, había tomado una decisión y nada ni
nadie le haría cambiar de parecer.
- Te equivocas, ha sido el destino el que nos ha mantenido juntos. Ellos
no creen en mí, ni siquiera yo mismo creo. Durante toda mi vida he
fallado a todos los que confiaban en mi, así que será mejor que me vaya
ahora. Créeme, no me echaran en falta, y les ahorrare el sufrimiento de
cargar con un moribundo por estos hielos infernales.
Ukrul giró la cabeza negándose a aceptar las palabras del elfo.
- Cada cual es dueño de su destino, pero escúchame, algún día, cuando
mires a tu alrededor y te encuentres solo, o cuando llegues a casa y veas
que no te espera nadie y que no hay nadie a quien puedas esperar,
descubrirás que el haberte alejado de todo el mundo no fue la mejor
solución. Aquí en la tribu, un hombre no es nada sin el resto. Lo que nos
hace fuertes es el lazo que nos une como pueblo, para afrontar la luchar
contra los avatares del destino.
Pero Cyric ya no lo escuchaba, mantenía la vista fija en dos figuras que
unos metros mas al sur se encontraban abrazadas junto a una tienda. Se
trataba de Cristina que con su abrazo intentaba consolar el llanto de
Rebeca.
El elfo giró con determinación y se introdujo de nuevo en la tienda del
jefe para preparar a Némesis para el viaje.
136
Improvisó una camilla con pieles y huesos y colocó sobre ella a su amigo
para momentos después salir furtivamente de la tienda y dirigirse donde
tenían alojados a los perros junto con los trineos.
Aseguró la camilla de Némesis sobre uno de los trineos y tras afianzar las
correas a seis perros, rasgó el aire con un chasquido del látigo
provocando la marcha de los perros. Tiró de las bridas del trineo hasta
que los perros avanzaron hacia lo que seria su punto de destino, las
lejanas montañas del horizonte.
El trineo se desplazaba sobre la nieve con un siseo que le recordaba al
sonido de una tabla al deslizarse sobre la hierva húmeda. El tiempo
parecía pasar mas lentamente mientras el sol recorría el tramo que le
quedaba para completar su arco y esconderse por el horizonte. Aun no
sabia como iba a hacer para orientarse por la noche pero no le
preocupaba, por primera vez sabia cual era su destino, su punto final, ya
no vagaba en busca de acertijos sin respuesta.
Observó el rostro de Némesis que se encontraba azul de nuevo, como
antes de que la sacerdotisa implorara a la diosa por su vida. Tenía poco
tiempo, pero no se iba a rendir. Esta vez no.
La noche cayó poco a poco y la temperatura empezó a bajar, el aire
comenzaba a colarse entre las ropas, incluso las pieles que había tomado
de la tienda para abrigarse parecían no ser suficiente ante ese frío
descomunal, de todas formas dio gracias por haberlas cogido, ya que de
no ser por ellas probablemente ahora estaría ya muerto.
Continuó su camino al menos tres horas mas, hasta que los perros
comenzaron a dar muestras de cansancio, momento en el que tiró de las
riendas para frenar a los animales e intentar acampar sobre la nieve.
Nunca había tenido que pasar una noche en un lugar tan yermo, y no
tenía ni idea de lo que debía hacer para no congelarse durante la noche.
Cyric se quedo observando como los animales escarbaban en el suelo un
agujero en el que acomodarse juntos como una piña y compartir así el
calor de sus cuerpos. Tras tomar buena nota, tapó con varias pieles a su
compañero y se acomodo junto a los perros para intentar aprovechar él
también el calor de sus cuerpos. No se preocupaba por Némesis ya que el
frío que surgía de su interior era con mucho mas gélido que el reinante en
el ambiente.
137
Se acurrucó entre el pelaje del único perro de color pardo y se dejo llevar
por el cansancio que le invadía.
Una sensación húmeda le saco de su reposo, dos pares de lenguas rosadas
le recorrían la cara a lametones. El elfo, de mejor humor y algo divertido
acaricio el pelaje de los canes y busco entre las provisiones la comida
para los perros.
Mientras estos se alimentaban comprobó tranquilizado como su
compañero seguía aun con vida, mantenía ese tono azul en la piel, pero
por el momento se encontraba en el mundo de los vivos. O al menos eso
parecía.
Pateó el suelo con fuerza para quitarse el frío de encima y devolver a su
cuerpo el riego que le hiciera regresar el calor a sus entumecidos
músculos.
Ingirió alguna de sus frías provisiones y tras asegurar los perros al trineo
y colocar a su compañero detrás, se preparo para continuar su viaje hacia
las montañas. El sol había despuntado y el día había amanecido claro.
El segundo día de camino también pasó tranquilo y sin percances, fue en
el tercer día de marcha cuando comenzó a nevar. Primero levemente con
copos que parecían pequeños pétalos de seda, pero pronto la nevada
arreció, la nieve caía con tanta fuerza que apenas se podía vislumbrar la
cadena montañosa que ahora se encontraba mas cercana. El viento
ululaba con gran violencia y los perros con las cabezas agachadas tiraban
del trineo a ciegas hacia delante.
De pronto sucedió lo inevitable, el golpe fue precedido por el aullido
lastimero de uno de los animales para después con una sacudida, enviar a
los dos pasajeros volando por el aire hasta aterrizar de bruces en la nieve.
Habían chocado contra una roca de hielo.
Cyric se incorporo rápidamente y busco con la mirada el cuerpo de su
compañero, al que halló a pocos metros del destrozado trineo. Los perros
se afanaban por desembarazarse de las ataduras que los mantenía presos
junto al trineo mientras aullaban sin cesar.
138
El elfo observó los destrozos, el trineo estaba inservible, una de las palas
estaba destrozada lo que hacía imposible ponerlo en marcha de nuevo, así
que desenfundo una de sus katanas y corto las correas que mantenían
prisioneros a los animales junto al trineo, los cuales al verse libres,
salieron huyendo hacia el norte.
Rescató lo que pudo de las provisiones e improviso unos arneses
utilizando los restos que habían quedado de las correas del trineo, para
así poder arrastrar la camilla de su compañero. Intentó descubrir donde se
encontraban las montañas pero fue en vano, la tormenta hacía imposible
ver nada, eligió la dirección casi al azar utilizando como referencia la
posición de los restos del trineo. Y con total determinación se puso en
marcha arrastrando a su compañero tras de si atado a la improvisada
camilla.
El frío le atravesaba el alma como el aliento gélido de la desesperación,
la nieve cortaba su rostro cual esquirlas de cristal cayendo del cielo,
mientras en el suelo, el manto nevado amenazaba por congelar sus
piernas, mas nada conseguía frenar su marcha. Se encontraba perdido,
desorientado, solo oía el constante crujir de la nieve bajo sus botas y el
siseante deslizar de la camilla tras de sí, apenas podía sentir ya sus
miembros entumecidos por el frío y sus ojos tan sensibles a la luz y el
calor, solo le provocaban dolor cada vez que intentaba vislumbrar el
camino... Aunque de poco le servia ver el camino cuando vagaba sin
rumbo a través de aquel manto blanco. Tan blanco como el armiño...,
decenas de recuerdos se le agolparon en su angustiada mente, La imagen
de Rebeca rodeada por aquel manto albo frente a Gemma embutida en su
capa negra y él entre ambas... Tenía la sensación de que su alma se
encontraba vacía, de que había fallado a todos aquellos que creían en él.
De nada le valía que los otros pudieran perdonarlo cuando el se sabia
fracasado. Cayó de hinojos al suelo y no pudo aguantar más, las lágrimas
afloraron en sus mejillas sembrando un pequeño reguero de carámbanos
sobre el tupido manto helado. Intento contener su llanto mas el dolor le
superó esta vez, dando rienda suelta a sus sentimientos, unos
sentimientos que creía perdidos. Notó como el calor que sentía en las
mejillas luchaba contra el frío viento que lo azotaba causándole pequeñas
grietas en la piel.
139
Las imágenes de sus amigos aparecían frente a sus ojos como espíritus
errantes..... Esta vez todo había acabado para él, pensó mientras caía
desplomado en la nieve sin fuerzas para continuar. Se había ganado el
descanso...
Un nuevo amanecer sorprendió al elfo, y no fue lo único, ya que al mirar
a su lado comprobó como uno de los perros, el de pelaje azabache, se
había tumbado junto a él para mantenerlo caliente. Estaba asombrado por
la lealtad del animal, había arriesgado su propia vida por salvar la del
elfo. Comprobó aliviado el buen estado del animal y se alegro también al
ver que su amigo Némesis aún se encontraba entre los vivos.
Otra sorpresa más le aguardaba al elfo, ya que la tormenta se había
levantado dejando a la vista las montañas que tanto anhelaba observar.
Estas se encontraban ya muy cerca, apenas había una decena de
kilómetros calculó a ojo. Así que se incorporó y tras engullir algo de
comida para reponer las fuerzas y hacer lo propio con su nuevo
compañero canino se puso en marcha hacia su cercano objetivo
arrastrando a Némesis con nuevas energías.
A las pocas horas alcanzó la falda de la montaña, apenas si paró unos
minutos para recuperar el aliento antes de continuar su camino, siguiendo
a su sombra mientras el sol le perseguía. El clima junto a la ladera de la
montaña no era tan frío como en la intemperie del llano, por lo que el
camino no se le hizo tan agotador, además ahora paseaba mas animado al
gozar de la compañía de su nuevo amigo, Sombra, como había decidido
llamarlo, ya que era tan intenso el color azabache de su pelaje que al
mirarlo apenas podía distinguir cual de los dos era el reflejo en el suelo.
Paso un día mas sin incidentes, caminando sobre la nieve al abrigo de la
montaña, mientras arrastraba a su debilitado compañero, cuando por fin
al siguiente amanecer la excitación hizo presa en él, por fin pudo
contemplar como una columna de humo surgía de una montaña próxima
en el oeste.
Se detuvo para descansar lo que restaba de jornada y así poder alcanzar la
entrada de noche, aun recodaba la advertencia del chaman respecto a los
Tanois y no quería aparecer por allí en pleno día convirtiéndose en un
blanco fácil.
140
Cuando las sombras se alargaron, recorrió el último trecho hasta la cueva.
Ocultó a Némesis a un kilómetro de la entrada, dejo al perro apostado
junto a su amigo y se aventuró hacia la entrada escalando un tramo de la
montaña para poder así observar la cueva desde una posición más
ventajosa desde las alturas.
Pronto estuvo lo suficientemente cerca para poder ver a los Tanois.
Realmente eran unas criaturas repulsivas, con esos cuerpos de osos
rematados con unas cabezas de morsa y unos apéndices parecidos a los
humanos, aunque no era la primera vez que veía a unas criaturas como
esas, ya las había visto con anterioridad cuando desenterró una, próxima
a la esfera creada por la maga para salvarles de la tormenta. En aquella
ocasión los había intercambiado con los bárbaros para poder moverse por
sus tierras con libertad, ahora tendría que luchar contra ellos para
moverse por las suyas...
Esta vez eran tres y se encontraban guardando la entrada de la cueva. Se
aproximó con precaución por la parte superior de la ladera hasta
encontrarse sobre sus cabezas, y se mantuvo en aquella posición durante
al menos dos horas, a la espera de comprobar si había más por los
alrededores. Pero ninguna otra criatura apareció para relevar la guardia
de sus compañeros.
Con gran cuidado y maestría, descolgó el arco de su espalda y extrajo dos
flechas que sujeto con los labios. Se recostó contra la pared inclinada de
la montaña y tenso el arco colocando una de las flechas en la cuerda.
Un sonido seco indicó que la saeta había partido hacia su destino, y antes
de alcanzarlo otra mas compartía viaje hacia un lugar próximo. Las
flechas se clavaron casi a la vez en los cuerpos de los hombres morsa,
causándoles la muerte casi al instante. Fue entonces cuando Cyric soltó el
arco y se dejo caer al suelo mientras desenfundaba sus katanas durante la
caída. Tomo tierra junto al asombrado ser que aun se estaba
preguntándose por la causa del desplome de sus compañeros, y que
apenas se enteró cuando el elfo levanto sus katanas contra el abdomen de
la criatura, abriéndole el estomago de un tajo y acabando con su vida en
un instante.
141
Cyric lanzó una rápida mirada al interior de la cueva para comprobar que
nadie le había visto y desanduvo los pasos en busca de Némesis y su
canino compañero. Arrastró al ladrón hasta la entrada de la gruta y se
adentró en la oscuridad de su interior acompañado por Sombra, que no
cesaba de olfatear el suelo nervioso, al parecer el perro no estaba dotado
de una vista tan fina en la oscuridad como la suya y tenía que ayudarse
del olfato para guiarse en el interior.
Por lo menos en el interior de la gruta no hacía tanto frío como en el
inhóspito exterior.
La cueva tenia alrededor de seis metros de ancho por cinco de alto, la
parte central del suelo estaba pulido por el uso y continuo pasar de
criaturas, al contrario que los bordes, donde un camino de estalagmitas
decoraba el camino hacia el interior. Como contrapartida, en la parte
superior del techo, un centenar de estalactitas colgaban inertes
amenazando con caer sobre las cabezas de aquellos que se aventurasen
desprevenidos por la cueva. El interior estaba oscuro y en silencio, hacía
fresco, las paredes estaban cubiertas por el hielo, pero el ambiente era
soportable.
Avanzó lentamente intentando evitar en lo máximo posible el ruido que
provocaba la camilla al ser arrastrada. Podía ver las paredes de un color
azulado gracias a su visión térmica y percibía también el calor emanando
por el can que le precedía olfateando el camino. Estuvo avanzando por la
serpenteante galería al menos durante una hora hasta que el perro se
detuvo olfateando el suelo. Era como si hubiese detectado algo extraño,
daba vueltas en círculo al rededor del centro del pasillo olfateando
nervioso.
Cyric se concentró en la parcela que estaba escrutando el animal y
también detecto algo anormal, esa parte del suelo estaba mas oscura que
el resto, lo que para sus ojos que recogían la temperatura, significaba que
desprendía menos frío que el resto. Palmeo el lomo del animal para
indicarle que se apartara y se agacho junto al suelo. Recorrió con la
palma de la mano la superficie de este, allí donde percibía el cambio de
temperatura hasta que detecto un pequeño saliente en la roca. Hizo
presión con los dedos y de repente el suelo cedió.
142
A punto estuvo de precipitarse en el vacío al caer la trampilla de piedra y
replegarse contra la pared como sostenida por alguna bisagra en uno de
sus lados. Sombra comenzó a ladrar nervioso ante el estrépito producido
por la trampilla al abrirse, así que Cyric tuvo que acariciar el lomo del
animal para intentar calmarlo y no delatar su ya de por si ruidosa
situación.
Detenidos los ladridos, Cyric examinó la trampa. Era una caída libre de
muchos metros, ni siquiera podía percibir el fondo, y no se atrevía a
encender una antorcha para medir su profundidad por miedo a ser
descubierto al encender una luz. Rodeo el agujero y continuó su camino
hacia las profundidades de la cueva.
Avanzó unos metros mas y se dio cuenta que algo no encajaba. El suelo
que se abría delante de él era mucho más agreste que el que había
seguido hasta ahora, con cantidad de estalagmitas que surgían de la
superficie elevándose como pinchos helados. Además el perro no le
seguía, se había quedado quieto junto a la trampa husmeando en su
interior.
Cyric aun confuso, volvió sobre sus pasos hasta la trampilla recién
descubierta. Observó la caída y no encontró nada por lo que poder
descender, era una caída libre total hasta el fondo, y no se veían asideros
de ningún tipo. De pronto se dio cuenta de su error, busco en la mochila
que llevaba atada a la espalda y extrajo una pequeña antorcha, hizo
chispa con la yesca y el pedernal, y con un fulgor anaranjado comenzó a
arder. Introdujo la antorcha en el pozo y descubrió una hilera de huecos
del tamaño de un puño que descendían equidistantes hacia las
profundidades. Había estado buscando huecos con su visión térmica en
un ambiente frío, por eso las hendiduras se habían mantenido invisibles a
sus ojos. De ahora en adelante tendría más cuidado con lo que su vista le
mostraba. Estaba en un ambiente extraño y no había nada en el pasado
que le pudiera valer de referencia ante esto.
La cuestión que ahora le preocupaba, era como iba a descender por la
boca de un pozo cuya profundidad desconocía portando a un lisiado y
acompañado por un perro.
143
Le dio vueltas al asunto y solo veía una posibilidad, debería bajar con la
camilla de Némesis asegurada a la espalda, pero Sombra, el perro al que
había empezado a apreciar debería quedarse atrás.
Miro a los tiernos ojos del animal mientras acariciaba su cuello y le decía
que volvería a por el. El perro como entendiendo lo que el elfo le quería
decir se tumbo junto a la abertura al tiempo que emitía un gemido
lastimero.
Al elfo se le hizo un nudo en el estomago, pero no tenia otra opción,
levantó la camilla de Némesis y aseguro las tiras con las que lo arrastraba
al rededor de sus hombros y a la camilla, colocándose esta como si de
una mochila gigante se tratara, teniendo que abandonar su propia mochila
junto al animal, al serle imposible llevarla junto a el. Se colocó la
antorcha encendida entre los dientes y se dispuso a descender por la
apertura.
Bajaba lentamente, primero un pie, luego la mano para seguir con el otro
pie y la mano inversa. Tenia que soportar un peso terrible cada vez que
hacía un movimiento, tenía la boca llena de saliva por culpa de la
antorcha que llevaba mordida, y los ojos le picaban a causa del humo. El
peso de Némesis le empujaba hacia atrás y se afanaba por mantenerse
pegado a la pared para no precipitarse al vacío. De repente un poco de
humo se le introdujo en los pulmones, y un horrible picor le comenzó a
comer por dentro como si iría a estallar. Hasta que sin poder remediarlo,
comenzó a toser con violencia. Vio con desesperación como la antorcha
se precipitaba al vacío en una caída sin fin hasta que se apago con un
siseo. "Agua", pensó el elfo, estaba descendiendo por lo que parecía ser
un pozo con agua en el fondo.
Desesperado observó hacia arriba como preguntándose las posibilidades
que tendría de ascender de nuevo, y tras verse incapaz de la ascensión,
continuó con su descenso hasta las ultimas consecuencias.
Descubrió con agrado que al encontrarse en el ambiente frío, y no tener
la interferencia del calor corporal que desprendía el perro ante sus ojos,
ahora podía observar las diferencias de temperatura entre la roca y los
huecos que le hacían de soporte para sujetarse a la pared, pudiendo así
continuar con el duro descenso.
144
Tenia los dedos doloridos y las muñecas apenas si le respondían ya,
estaba cansado y tenia un dolor de cuello insoportable, cuando un sonido
atrajo su atención. Al principio pensó que había sido algún eco en su
mente, pero pronto descarto tal posibilidad. Abajo a unos quince metros
una luz se colaba por una abertura abierta justo bajo la dirección que el
llevaba. Lo que había oído, y que ahora se repetía, parecía ser las voces
de dos criaturas. No entendía lo que decían pero intuyó que se trataba de
Tanois.
Se pegó a la pared y se quedó inmóvil, rezando por que las criaturas no
se dirigieran hacia arriba. Pasaron los minutos, y la luz se fue apagando
tan rápido como había venido. Por lo visto solo estaban de paso.
Aceleró el descenso, teniendo eso si, sumo cuidado de no caer ahora que
se encontraba tan cerca, hasta llegar a la abertura. El pozo aun continuaba
hacia abajo, pero ahora se abría una galería en el lugar donde antes había
visto la luz. Decidió que estaba muy cansado como para seguir
descendiendo en busca de otra entrada y se internó en la nueva galería.
Mantuvo fija a su espalda la camilla para facilitarse los movimientos en
caso de tener que entrar en combate y se desplazo lentamente por la
nueva gruta.
Avanzó unos veinte metros por el pasillo hasta llegar a una encrucijada
de caminos, salía una bifurcación curva hacia ambos lados, y al frente
continuaba el pasillo principal. Toda esta zona se encontraba iluminada
por la luz anaranjada de antorchas fijas en pebeteros sujetos a la pared.
Por el pasillo central parecía haber incluso más iluminación que en las
curvas que se abrían a ambos lados, por lo que se adelantó para
comprobar la causa. Avanzó unos diez metros más y pudo observar el
origen de la luz. Se encontraba en la entrada de lo que parecía ser un
pequeño poblado en las entrañas de la tierra, tenía forma circular, y había
salidas en las cuatro direcciones, dándole el aspecto de un círculo cortado
en cuatro pedazos. El pequeño poblado estaba construido mayormente
por pequeñas casas de piedra terminadas con techos formados por pieles
de animales. Las ventanas eran huecos entre las piedras, en donde las
pieles hacían también la vez de ventanas.
145
Fuera de las casas se encontraban una veintena de Tanois ocupados en
sus asuntos, algunos estaban hablando entre si, otros exponían
mercancías en el centro del poblado, mientras que los restantes se
dedicaban a sus quehaceres diarios...
Cyric reculó hacia atrás asustado, había Tanois suficientes para reducirlo
en un minuto, así que retrocedió hasta el pasillo curvo y tomo la
ramificación de la derecha. Este nuevo túnel parecía rodear el poblado
por la parte exterior.
Llegó hasta la mitad del poblado, donde se encontraba otro de los accesos
al mismo, y comprobó que hacia la derecha un pasillo ascendía hacia
arriba de la montaña. Lo descartó de inmediato, ya que lo que el buscaba
era el "río sin vida" y los ríos subterráneos solían encontrarse por las
profundidades de la tierra, así que continuo por el túnel circular rodeando
la ciudad.
De pronto un rugido a su espalda lo alertó. Giro la cabeza para
comprobar como cuatro Tanois lo habían descubierto y se dirigían a su
encuentro. Cyric avivó el paso todo lo que pudo para escapar de sus
perseguidores.
Llegó hasta la siguiente entrada de la ciudad donde se extendía otra
bifurcación, con la salvedad de que esta vez se dirigía hacia abajo. Sin
pensárselo dos veces se introdujo en ella y aceleró el paso todo lo que
pudo.
Podía escuchar cada vez mas cerca las pisadas de los Tanois que lo
perseguían. Incluso diría por el ruido que se habían incrementado en
número. Por fin observo a lo lejos su salvación, al final del pasillo se
encontraba una puerta de piedra entreabierta que daba acceso a algún tipo
de estancia que no distinguía desde sus posición. Se introdujo
apresuradamente y empujó con todas sus fuerzas la losa de piedra. Esta
se movió con un ruido sordo de rozamiento sobre la roca, hasta que
alcanzo el dintel y sin perder un momento la bloqueó cruzando un tablón
de madera entre el cierre de la puerta y un hueco existente en la pared
para tal efecto.
Respiró mas tranquilo al escuchar el golpeteo de sus perseguidores contra
la puerta y se giró para observar la estancia donde se encontraba.
146
Dio un respingo al darse la vuelta, poco faltó para que la gigantesca
hacha de hielo de un Tanoi le separara la cabeza de un tajo. Preocupado
por su loca huida, no se había fijado en la habitación, y había pasado por
alto que en ella también había mas criaturas como sus perseguidores.
Exactamente otros cuatro Tanois esperaban al elfo con sus armas en alto,
aparte del que se había adelantado para atacarle. Cyric esquivo otro
envite de su atacante mientras intentaba desembarazarse de la camilla
sujeta a la espalda, la cual se había enredado con las empuñaduras de sus
armas. Se agachó para esquivar otro corte al cuello y extrajo la daga de
su bota. Tomó impulso hacia arriba y agarrándola con ambas manos para
imprimir el máximo de fuerza, la introdujo a través de la correosa piel de
su adversario intentado alcanzar algún órgano vital.
La criatura cayó de rodillas dejando caer el hacha al suelo, momento que
Cyric aprovecho para cortar las correas que mantenían a Némesis sujeto a
su espalda. La camilla cayó al suelo y sus armas quedaron libres.
Con un veloz movimiento lanzó la daga que aun portaba en su mano
derecha contra la criatura más cercana, clavándose esta en el cuello de su
víctima. El tanoi se hecho las manos a la garganta como intentado
recuperar el resuello, pero se desplomó sin vida momentos después.
Cuando sus otros tres oponentes se acercaron, Cyric ya tenia sus armas
prestas para la batalla y un rojo intenso de furia le brillaba en la mirada.
Lanzó un grito de odio y se abalanzó hacia sus oponentes, sorprendidos
por el ataque de una criatura que se encontraba en inferioridad numérica.
Se prepararon para la acometida del elfo manteniendo sus hachas en
equilibrio frente a sus cuerpos y formando un triángulo entre los tres.
Cyric atacó con vehemencia al mas cercano de sus oponentes, pero este
interpuso el hacha de por medio deteniendo el golpe de Cyric. El elfo se
asombró al comprobar la resistencia de las hachas de hielo, no se había
partido como el esperaba, al contrario su katana izquierda había quedado
presa al introducirse unos centímetros dentro del hielo que formaba la
hoja del hacha. Cyric vio como el tanoi de la izquierda aprovechando la
ventaja le lanzaba un golpe vertical hacia su hombro izquierdo. Pero el
elfo no se amedrentó, utilizó su katana inmovilizada como palanca e hizo
fuerza para obligar al tanoi que la mantenía sujeta, a mover el hacha y así
interceptar el ataque de su nuevo adversario.
147
El golpe del tanoi cayó con gran fuerza sobre el hacha de su compañero
partiéndola por la mitad y dejando libre al fin el arma del elfo justo a
tiempo para esquivar la brutal embestida. Cyric aprovechando la
confusión creada por su ardid, cambió la dirección de su katana derecha
girando hacia su nuevo enemigo impulsándose con el pie que soportaba
todo su peso. La hoja de la katana pasó como el viento junto al tanoi
sesgando el vientre de la criatura. Utilizando la fuerza del golpe, continuó
con el giro hasta completar la vuelta y descargar un golpe de revés con su
hoja izquierda contra el cuello del tanoi desarmado. Mas esta vez el elfo
no tuvo suerte, pues su katana se estrello contra los colmillos de la
criatura que protegieron el cuello de esta como un escudo natural... Lo
único que consiguió fue provocar un chirrido como quien arrastra una
piedra por la superficie de un cristal. Seguidamente utilizó su pierna
izquierda para impulsarse hacia atrás justo en el momento en que la
criatura echaba los brazos hacia delante intentando apresar al elfo entre
ellos. Cyric evito la presa de milagro, aunque la criatura siguió
avanzando para apresar al elfo. Cyric, nervioso al haber perdido de vista
a su otro enemigo armado, intentó girar la cabeza para localizarlo antes
de que pudiera ponerse a su espalda, pero al recular dio un traspié y se
fue de espaldas al suelo. El tanoi desarmado viéndose victorioso se
adelanto confiado para acabar con la vida del elfo, pero una desagradable
sorpresa lo esperaba. Al acercarse a su "indefensa" presa, Cyric contrajo
las rodillas sobre su vientre y estirándolas con fuerza descargo un golpe
brutal con sus pies en las rodillas del tanoi. Un crujido seco le indico al
elfo que su golpe había dado resultado, rodó sobre su cuerpo hacia la
izquierda, para evitar por poco ser empalado por los colmillos de la
criatura que se desplomaba sobre él al carecer del apoyo de sus rodillas.
Cuando se encontró fuera del alcance del Tanoi, se levanto rápidamente y
examino la habitación. Había despachado a cuatro de las criaturas y la
última se encontraba junto a la puerta intentando quitar el atrancado
tablón que bloqueaba la entrada.
Cyric corrió silencioso como una serpiente hacia la posición del hombre
morsa y atravesó su cuerpo con ambas cimitarras hasta escuchar como la
punta repicaba contra la puerta. Arranco sus armas del cuerpo del tanoi, y
este se desplomó sin vida al suelo como un saco.
148
Regresó lentamente hasta el lugar donde yacía el tanoi con las rodillas
rotas. Se estaba impulsando con los brazos intentando alcanzar el hacha
de su compañero caído, provocando en su movimiento un molesto
chirrido al arrastrar sus colmillos por el suelo.
Cyric se acerco a él desde detrás y empalo el corazón de la criatura con
un golpe certero que atravesó al hombre morsa de parte a parte hasta
golpear el suelo.
Limpió sus armas en la piel del caído, y tras comprobar que todos se
encontraban muertos, recogió su daga del cuello de uno de ellos.
Recuperó el aliento y comprobó que la puerta aun aguantaba. Era una
resistente puerta de piedra, y el tablón se mantenía bien fijo en su sitio,
así que enfundo sus armas y escrutó la habitación meticulosamente.
Parecía ser una especie de templo hacia una deidad desconocida para el.
El suelo estaba formado por trozos de piedra pulida, y remataba el frontal
de la habitación con un gran altar de metal. Por toda la habitación había
frescos pintados de una especie de gigantesco hombre morsa portando
una inmensa hacha de hielo en diferentes poses de lucha. En una se batía
contra cinco bárbaros, en otra luchaba en solitario contra un dragón
blanco, y en la ultima aparecía triunfal con la cabeza de un enemigo en su
mano.
Se acercó al altar para examinarlo de cerca, pues había algo que le
llamaba la atención. En el centro del altar, reposaba una reproducción de
la cabeza de un hombre morsa en un metal que parecía ¡Oro! Pero no era
el material lo que llamaba la atención del elfo, sino que de sus ojos
surgían sendos chorros de humo que se elevaban por el aire hasta
desaparecer a través de unos pequeños agujeros existente en el techo.
Intentó quitar la cabeza de metal para ver la procedencia del humo, pero
aparto la mano rápidamente mientras soltaba una maldición. Estaba
ardiendo, sopló sobre su mano para aplacar el dolor y derribó de un
furioso manotazo las copas que reposaban sobra el altar derramándolas
sobre su superficie. Se sentó junto al altar apoyando su espalda en el, y
examino su mano para ver lo grabe de la quemadura. Se trataba de su
mano derecha, y una quemadura de unos cinco centímetros afloraba ya
en su palma, probablemente le saldrían ampollas.
149
Maldecía para si por su estupidez cuando algo volvió a llamar su
atención, era como un goteo, como el líquido cuando cae. Observo a su
lado y lo que vio le sorprendió gratamente, pues el líquido que había
derramado en su ataque de furia caía por el altar, y en lugar de esparcirse
por el suelo, continuaba por debajo del metal que formaba el altar y
desaparecía con un sonido que hacía pensar que debajo del altar había un
hueco.
Se colocó a un lado y empujó con su hombro, no había forma de mover
aquella mole. Lo intentó desde las otras direcciones pero fracasó en sus
intentos.
Aquella mole estaba fuertemente sellada. Examino el altar, pero no pudo
ver ninguna pieza que indicara algún mecanismo de apertura.
Se tumbó cansado junto al altar observando el fluir del humo mientras
pensaba en la manera de escapar de allí.
Un golpe en la puerta lo sobresalto, estaba tan cansado que se había
quedado dormido mientras miraba como el humo se filtraba por los
agujeros del techo, los tanois estaban intentando tirar la puerta
golpeándola con alguna especie de ariete.
De repente una idea le vino a la cabeza. Examinó todo lo que había sobre
el altar hasta que encontró lo que buscaba. Era una especie de mano con
dos dedos separados unos cinco centímetros, y cada uno de los dos dedos
poseía una uña en forma de cuña.
Lo introdujo en los ojos de la mascara de morsa, acoplándose como un
guante y haciendo un ruido al quedar las uñas atrapadas en alguna
cavidad interior. El humo dejo de salir de la cabeza. A los pocos minutos
un siseo comenzó a oírse por la habitación, mientras el altar comenzaba a
vibrar. Parecía como si un terremoto estuviera a punto de azotar la zona.
Se retiró unos pasos hacia atrás y siguió esperando. Unos minutos mas
tarde el altar se movió hacia la derecha como siendo empujado por una
fuerza invisible, hasta que hizo tope contra la piedra. Había dejado a la
vista unas escaleras que se internaban en la tierra. Lo que aun le mantenía
intranquilo era que el siseo continuaba cada vez con más fuerza y el
temblor del altar ganaba en fuerza.
150
Temeroso de que se produjera algún desprendimiento se acerco al altar y
con cuidado presiono la parte posterior de la "mano" que había
introducido en la estatua. El sonido de un "click" le alerto, tirándose al
suelo inmediatamente. Momentos después la mano de metal salió
disparada por los aires dejando libre el humo que salía a presión por los
ojos de la estatua. La habitación se llenó de humo tibio, y el elfo
aprovecho para recoger la camilla de Némesis y arrastrarla hasta la nueva
entrada. La escalera descendía perpendicular en las entrañas de la tierra.
Se introdujo por el hueco y comenzó a bajar arrastrando la camilla tras de
si sujetándola para que no cayera escaleras abajo sin control.
Alcanzó el final de las escaleras y contempló con su vista térmica el
espectáculo visual que se desarrollaba frente a sus ojos. Un río de un tono
azul profundo se encontraba a unos pasos delante de el, mas allá, a unos
metros hacia el fondo, surgía el nacimiento del río que se dividía en dos
justo en el lugar donde el se encontraba, desapareciendo por sendas
cuevas, una al norte y otra al sur. El lugar del nacimiento del río era algo
espectacular. Todos los tonos de azules que podía percibir se encontraban
allí entremezclados con todos los tonos rojos que era capaz de ver. Allí
estaban unidas todas las temperaturas desde la más fría en su base hasta
la más ardiente en la parte alta. Realmente era como si el hielo ardiera.
Una fumarola de vapor se escurría por el techo hasta ascender por un
hueco en la roca, que supuso iba a dar a la habitación superior.
Se introdujo en el gélido río y lo vadeó hasta alcanzar la otra orilla
arrastrando la camilla de Némesis que afortunadamente flotaba. No era
un río muy profundo pues había tocado fondo durante todo el trayecto,
pero su cuerpo se sacudía entre escalofríos por el gélido elemento.
Avanzó por la roca helada hasta llegar al lugar donde "el hielo ardía",
apenas podía mirar fijamente el espectáculo de colores sin que le dolieran
los ojos. Aquello era más de lo que podía soportar, la unión del frío más
intenso con el calor más tórrido. Acercó la camilla hasta el lugar y nada
mas tocar el chorro de vapor, las ataduras de resquebrajaron deshaciendo
la camilla por completo y dejando a Némesis flotando en el interior.
151
El elfo sujetó a su compañero del brazo para que la corriente no lo
arrastrara pero no hizo falta, vio con consternación como las aguas de ese
río no fluían, se mantenían estancas sin moverse en ninguna dirección.
Ahora entendía por que el bárbaro lo había llamado río sin vida.
Un quejido le devolvió la esperanza, miro hacia Némesis, y comprobó
aliviado como su amigo se encontraba con los ojos abiertos intentando
ver que pasaba, aunque claro, el humano no podía ver en la oscuridad.
- Ya esta bien -se quejo el convaleciente- No se si sentir frío o calor, me
quemo y me hielo, seas quien seas sácame de aquí, si no quieres que use
tu pellejo para secarme.
Cyric atrajo a su compañero junto a si.
- Me alegro que estés de nuevo entre los vivos -se alegró Cyric- Pensaba
que ibas a terminar convertido en un carámbano de hielo. Pero veo que
has recuperado tu color.
El elfo podía ver con claridad como la temperatura del cuerpo de su
compañero volvía a ser la normal en un humano.
Némesis forzaba la vista en vano intentando vislumbrar algo en la
oscuridad.
- Maldito elfo -clamó el ladrón- podrías haber encendido alguna luz.
¿Sabes? los humanos no vemos muy bien en la oscuridad.
Cyric rió divertido al ver que su compañero seguía tan cascarrabias como
siempre.
- Si, se me había olvidado lo inferiores que se encuentran los humanos en
la escala evolutiva.
El elfo regresó a la habitación del altar y volvió con tres antorchas, dos
de ellas apagadas.
Cuando regresó a la cueva comprobó la belleza del espectáculo ante la
luz de las antorchas.
Ahora se veía claramente como del agua helada surgían borbotones de
agua hirviendo que se evaporaba por el techo, manteniendo la cúpula de
la cueva en una neblina constante.
Volvió a cruzar el río y se acercó al consternado Némesis que miraba
incrédulo el espectáculo de hielo y fuego.
152
- Pero donde diablos estamos -inquirió este- ¿en alguna parte dentro de
un infierno de hielo?, lo ultimo que recuerdo es la bruma cuando
abandonamos la torre y cuando me despierto me encuentro con otra
bruma que surge de un pozo de hielo que parece que esta ardiendo. Esto
es de locos. Y donde esta la sacerdotisa, el kender y la maga.....
¿Acabaste con el Drow?
El elfo sonrió cansado mientras se tumbaba sobre la roca. Daría cualquier
cosa por encontrarse ahora en una posada caliente con una mullida cama
esperándole en la habitación.
- Es un historia muy larga -le contestó cansado el elfo- Las mujeres y el
kender están bien, en cuanto al drow... aun sigue vivo.
El gesto de Némesis se tornó preocupado.
- Entonces tenemos que encontrarlo -insistió preocupado mientras perdía
el equilibrio al intentar incorporarse e irse de nuevo al suelo- Ese maldito
demonio, volverá a buscarlas para matar a la sacerdotisa y a todo aquel
que se cruce en su camino.
Cyric escucho las palabras de su compañero y por primera vez se dio
cuenta de lo que había hecho, había dejado a las mujeres abandonadas
junto a una maquina asesina que ya había pretendido matarlos a todos en
el pasado, aunque bien pensado no era tan diferente como su relación con
Némesis.
- Tienes que descanar -le tranquilizó el elfo- luego partiremos en su
busca.
- Si es que conseguimos salir de aquí con vida -susurró para si mismo
Cyric al recordar que un pueblo entero de hombres morsa les esperaban
para cuando intentaran salir-.
Némesis cayó rendido de cansancio, pues la enfermedad lo había
debilitado hasta límites insospechados. Cyric miró complacido al ver
como el ladrón se quedaba dormido al instante, el desconocimiento de la
situación es la felicidad se dijo a si mismo.
Apago la antorcha y se quedo tumbado mirando al techo recuperando
fuerzas sin permitir que el sueño se apoderara de el.
Un golpe atronador sonó en la habitación de arriba, Cyric se levantó
raudo para averiguar la causa, aunque ya se lo imaginaba.
153
La puerta había cedido por fin. Recogió su arco de la espalda y comprobó
su estado después de haber cargado con la camilla de Némesis. Probó a
tensarlo y vio como aun parecía encontrase en buen estado.
Posó la rodilla derecha en el suelo mientras mantenía la planta de la
izquierda en el suelo con la pierna flexionada para poder acceder más
fácilmente al carcaj de flechas que tenia adherido al muslo derecho.
Abrió el carcaj y separo las flechas para dejarlas mas accesibles.
Cargó una en el arco y se mantuvo a la espera apuntando a las escaleras.
El primer ser que apareció portando una antorcha, escuchó un zumbido
justo antes de morir y caer desplomado sobre las escaleras. El mismo
destino les aguardó a los tres siguientes. Ya eran cuatro las criaturas que
yacían sobre las escaleras formando una pila mortal.
La procesión de hombres morsas cesó de repente, ninguno parecía querer
seguir el mismo destino de los que yacían muertos allí.
Pasados unos minutos que al elfo le parecieron horas, escuchó como los
tanoi volvían al ataque. Al aparecer el primero, Cyric descargo otra
andanada, pero esta no alcanzo su destino. El hombre morsa iba
pertrechado por un escudo de madera de gran tamaño que cubría casi
todo su cuerpo. Tras el una hilera de tanois se cubrían con el cuerpo de su
compañero.
Cyric despertó a Némesis de un puntapié, el cual se desperezo sin ganas.
Aunque cuando contemplo a las criaturas que se acercaban al río en fila
para cruzarlo, se levantó como empujado por un resorte.
- No tengo armas -se quejó Némesis- ¿tienes algo que pueda usar?
Cyric dejo el arco en el suelo y desenfundo su katanas. Con un grito de
dolor inesperado soltó su katana derecha dejándola caer al suelo, había
olvidado que tenía la mano quemada.
Némesis se agacho raudo y recupero el arma de su compañero.
- Gracias -sonrió sarcástico- esto servirá.
Cyric enarco una mueca y afianzo su katana izquierda en la mano. La
lucha seria mucho mas dura de lo que había planeado.
Ambos se acercaron al borde del río para esperar que los tanois se
acercaran, pero cuando vieron que nadie les disparaba se abrieron en una
línea para subir a la otra orilla por varios sitios al mismo tiempo.
154
Dos de los hombre morsa murieron nada más alcanzar la orilla, pero el
resto del primer aluvión, ocho tanois, ya se encontraban sobre la orilla.
Némesis y Cyric se colocaron espalda contra espalda para intentar
defender su posición de tan repugnantes seres. Se acercaban cuatro por
cada lado y en la otra orilla cinco mas aguardaban para engrosar las filas
de los atacantes.
Los tanois iban cerrando el circulo al rededor de los dos compañeros
cuando un grito conocido les sobresalto a todos.
"¡Por Tempos!" Retumbo en la cueva por dos voces de un tono
totalmente distinto. Se trataba de Tronak que seguido por el kender
vadeaban el río desde el norte. El bárbaro portaba un hacha enorme de
metal mientras que el pequeño kender iba armado con una pequeña onda
de piel cargada con una piedra alojada en el centro de la misma. Tas se
afanaba en darle vueltas sobre su cabeza para imprimirle el máximo
impulso posible.
El kender descargó la primera andanada en la cabezota del tanoi que
tenia mas cerca de aquellos que acosaban a Cyric consiguiendo que este
se volviera aturdido hacia la nueva amenaza mientras se sacudía la
cabeza molesto aun por el golpe e intentaba enfocar al pequeño kender
con los ojos vidriosos.
El bárbaro ya se encontraba subiendo a la orilla de roca helada y se
dirigía hacia la pelea.
Mientras tanto, el desconcierto estalló en la otra orilla, pues uno de los
tanois había caído al suelo entre espasmos con una pequeña flecha negra
clavada en su pecho. Antes de que el resto pudieran esconderse en las
escaleras, otros dos tanois cayeron fulminados entre espasmos, con
sendos dardos negros emponzoñados clavados en la espalda.
Una figura encapuchada con una túnica verde oscuro, disfrutaba de las
muertes escondido junto a la entrada del río y cargando de nuevo su
pequeña ballesta letal.
Cyric y Némesis se dirigieron a por los tanois que les cortaban el paso
hasta sus compañeros. Cyric lanzo una estocada al mas cercano abriendo
un surco en el bajo vientre de este, mientras Némesis a su lado había
clavado la katana en las entrañas del otro.
155
Uno de los tres restantes, el que se encontraba aun bajo la conmoción del
golpe en la cabeza, saltó al agua para huir del inminente ataque del
bárbaro, algo que no lograron los otros dos, los cuales cayeron al suelo
partidos por la mitad ante el furioso envite del bárbaro.
La voz de Cristina se escucho desde la parte norte del río.
- Venid rápido, -gritó la sacerdotisa instándoles a huir- debemos salir de
aquí antes de que vengan mas.
Cyric y Némesis saltaron al río, y comenzaron a vadearlo hasta alcanzar
al resto del grupo.
Al entrar en la cueva que seguía el curso del río, escucharon la voz de
Rebeca, la cual, concentrada y con la mirada fija en la cueva del fondo,
movía las manos realizando extraños dibujos en el aire al tiempo que
murmuraba extrañas palabras en el secreto idioma de la magia.
Un fulgor brilló al rededor de la maga cuando tres flechas de fuego se
materializaron en el aire suspendidas a su lado y se mantuvieron inertes
junto a ella.
A un gesto de Rebeca dos de las flechas salieron disparas hacia la cueva
alcanzando a unos hombres morsa que aun seguían a Cyric y a Némesis
por el río. Los tanois cayeron fulminados en el agua tras ser alcanzados
por las flechas mágicas.
Rebeca lanzo el tercer proyectil contra la entrada de la escalera donde se
encontraban mas tanois apostados, la flecha se desvaneció con un
chisporroteo al golpear la pared de piedra sin alcanzar a nadie, pero
cumplió su propósito, ya que todos ellos huyeron horrorizados al
presenciar el prodigio mágico.
Los compañeros se reagruparon en el centro del río y comenzaron a
vadearlo siguiendo la curva del cauce que se arqueaba continuamente
hacia la derecha.
Cuando llevaban unos minutos avanzando por el río, el drow les instó a
detenerse haciéndoles una seña con la mano.
- Alguien nos sigue -comentó susurrante- puedo oír como se abren paso a
través del agua detrás de nosotros.
Cyric cerró los ojos para concentrarse en los sonidos, y asintió con la
cabeza para comunicar a los demás que el también lo percibía.
156
- Creo que deberíamos separarnos -explicó el drow- algunos deberíamos
quedarnos aquí para emboscar a nuestros perseguidores mientras que el
resto debería seguir para que no noten nada anormal.
Cyric asintió dándole su apoyo al drow.
- En mi opinión, tú -dijo dirigiéndose a Némesis- junto con Tronak y el
kender, deberíais ir con las mujeres para protegerlas mientras el drow y
yo emboscamos a nuestros perseguidores.
Némesis no parecía muy complacido con la idea, pero tuvo que aceptar
con desgana, era consciente de que no había tiempo para discutir y al fin
y al cabo aun no estaba completamente repuesto de su reciente
enfermedad.
Phoenix y Cyric se colocaron uno a cada lado del río y tras extraer
sendos tallos de caña de sus vestiduras se sumergieron en el agua, no sin
antes dedicarse una sonrisa de complicidad al comprobar sus mismos
métodos, al fin y al cabo habían tenido el mismo maestro.
Cuando el agua se estabilizo solo dos pequeños tallos eran apenas
visibles, pegados como estaban, junto a las paredes que delimitaban el río
subterráneo.
No tuvieron que esperar mucho, pronto cinco tanois pasaron junto a ellos
por el centro del río, todos iban armados con hachas a excepción del
primero que portaba un gigantesco escudo de madera que le cubría todo
el cuerpo.
Los tanois se giraron al escuchar un pequeño chapoteo, pero ninguno
pudo llegar a percibir como un pequeño dardo negro surgía del agua para
atravesar la correosa piel del Tanoi que cerraba la formación. Solo se
dieron cuenta de lo que pasaba cuando su compañero se desplomo sin
vida en el agua. Prepararon sus armas para el combate fijando la mirada
en la retaguardia, cuando el desconcierto volvió a estallar entre las filas.
Dos espadas surgieron del agua al unísono, una de ellas, la cimitarra
curva, se clavó en el pecho de una de las bestia mientras el drow surgía
del agua con el brazo derecho adelantado hacia arriba portando el arma.
Cerca de él, Cyric realizaba el mismo movimiento, con la salvedad de
que el brazo armado de este era el izquierdo.
157
El tanoi que iba a la cabeza, lanzó el escudo contra Cyric mientras
intentaba alcanzar el arma que llevaba colgada a la espalda, a la vez que
el restante hombre morsa atacaba con un furioso golpe de hacha
descendente a la cabeza del drow.
Phoenix fintó hacia la izquierda esquivando con impresionante precisión
el tajo de su oponente y devolviendo el ataque con un golpe transversal
de su cimitarra, que realizó con total tranquilidad, y que sesgo el costado
de su enemigo. El tanoi echó su mano a la herida para intentar cerrar la
hemorragia, pero ya era demasiado tarde, la cimitarra del drow atravesó
la mano del tanoi y se introdujo a través de la herida hasta encontrar las
entrañas del desdichado hombre morsa, el cual, sin ni siquiera poder
gritar, cayo al agua formando un circulo rojo a su alrededor.
Mientras tanto, el escudo lanzado por el tanoi contra Cyric alcanzó al elfo
en la cara tirándole hacia atrás a causa del violento golpe. Cyric cayó de
espaldas sobre las aguas empujado hacia el fondo por la fuerza del golpe
y tragando agua durante la inesperada inmersión.
El tanoi avanzó hasta la última posición conocida del elfo descargando
un tajo descendente del hacha contra las aguas. Sesgo el río por la mitad
pero no alcanzo su objetivo, pronto descubrió su error, al sentir como
algo cortante le sesgaba los tendones de las rodillas. El tanoi al verse
desprovisto de apoyo, se desplomo en el agua de rodillas intentado
utilizar su hacha contra el fondo para evitar caer bajo las aguas. Frenó su
caída al sujetarse al arma, pero no le valió de nada. Cyric se había
reincorporado a su espalda y tras introducir su katana entre los colmillos
y el cuello de la criatura le sesgó el gaznate, desplomándose sin vida
sobre el agua carmesí. Miró a su alrededor y comprobó como el drow
también había dado buena cuenta del resto. Enfundó su arma y con un
gesto avisó al drow para ponerse en marcha y alcanzar a sus adelantados
compañeros.
Habían avanzado veinte metros cuando un estruendo demoledor, como si
el techo se hubiese venido abajo, sonó por delante de ellos. Escucharon
los gritos de Rebeca y Cristina e incluso pudieron oír la chillona voz del
kender exclamando por lo emocionante de la situación.
Avanzaron corriendo a socorrer a sus compañeros, y cuando llegaron el
miedo les subió por el cuerpo.
158
Una gigantesca criatura con aspecto de hombre morsa, había abierto un
agujero en la parte superior del túnel y observaba desde arriba al
aterrorizado grupo. El gigantesco ser alargó una mano para alcanzar a las
mujeres, pero la retiro de inmediato con un quejido. Una flecha negra se
había clavado en su dorso, lo arranco con la otra mano y se rascó la
herida.
Cyric observó al perplejo drow mientras corría al encuentro de sus
camaradas.
- Parece que tu veneno no le afecta -le comentó- lo mejor será que
salgamos de aquí cuanto antes, si no queremos que nos entierre a todos
en este túnel.
Una gigantesca mano salió del agujero hacia el drow, golpeando la
posición donde se encontraba momentos antes. Un grito de furia anuncio
el fallido intento por parte del hombre morsa de golpear al drow.
Comenzaron a correr frenéticamente por el río tan rápido como se lo
permitían sus piernas, el bárbaro incluso tuvo que subir al kender sobre
su hombro para avanzar más rápidamente. Mientras tanto un aluvión de
piedras caían del techo provocado por los temblores producidos por la
gigantesca criatura desde arriba.
Por fin alcanzaron su destino, allí se encontraba el túnel que ascendía
hacia su salvación, el mismo túnel por el que Cyric había bajado con
anterioridad, solo que esta vez había unas cuerdas dispuestas para
emprender la escalada. Ascendieron por ellas a toda prisa hasta
encontrarse de frente con el gigantesco ser. Este les esperaba en la
abertura por la que el elfo se había introducido cuando había ido al
poblado subterráneo. El tanoi gigante abarcaba toda la abertura y se
encontraba a la espera mirándoles con una sonrisa taimada.
Rebeca rebusco entre sus saquitos con la mano derecha mientras se
mantenía sujeta con la otra a la cuerda hasta hallar lo que buscaba, un
pequeño pedazo de cuerda.
Apretó el pequeño pedazo de cuerda entre sus manos deshilándolo
mientras entonaba otra de sus prosas místicas. Cuando esta llegó a su fin
lanzó el trozo de cuerda deshilachada hacia donde se encontraba el
gigante.
159
Nada mas abandonar la mano de Rebeca, el trozo de cuerda comenzó a
crecer y a extenderse hacia todas las direcciones surgiendo nuevos cabos
de cuerda, como si de un árbol se tratara. Cuando alcanzó su objetivo, ya
no era el pequeño pedazo de cuerda que Rebeca había lanzado, sino una
inmensa tela de araña de un tamaño colosal que bloqueaba la entrada
donde se encontraba el tanoi, el cual, pegado a la tela forcejeaba
furiosamente por soltarse.
Rebeca volvió a asirse a la cuerda para continuar su ascensión.
- No tenemos mucho tiempo -anunció al resto de sus compañeros- así que
debemos darnos prisa en salir de este pozo antes de que ese monstruo
consiga romper la tela.
Continuaron la ascensión a toda prisa, ya llevaban un buen trecho cuando
un sonido en las profundidades les avisó que la criatura había roto el
sello. Podían oír con claridad como la criatura ascendía tras ellos.
Aceleraron el ritmo de escalada, ya podían ver como la abertura del pozo
se abría ante ellos.
Escalaron el último tramo a toda prisa, temerosos de descubrir de un
momento a otro como la mano del gigante hacía presa en alguno de ellos,
cuando por fin salieron del pozo.
Escudriñaron las profundidades y vieron con horror como el tanoi apenas
distaba diez metros de la entrada y seguía ascendiendo con preocupante
velocidad.
Rebeca instó a todos a apartarse de la entrada y se acercó serena a la
trampilla, apuntó con su dedo a la tapa que normalmente cerraba el pozo
y entonó una salmodia mágica.
- Surius lack -Pronunció con tono firme, causando el cierre de la
trampilla con un golpe seco.
- Bueno, por lo menos tardara un día en abrirla -comentó al resto- ahora
solo nos queda saber a donde vamos a ir nosotros...
El perro que allí les esperaba contestó con ladridos de júbilo junto a las
piernas de Cyric.
160
Tronak anunció su decisión con su vozarrón.
- Yo volver con tribu, si vosotros querer llegar hasta desierto ardiente continuó el bárbaro- deber seguir cueva hasta el final.
Cyric no se atrevía a mirar a Rebeca a la cara, así que giró hacia el norte
y comenzó a avanzar en solitario. Némesis lo miró sin entender nada.
- ¿A donde vas Cyric? -le preguntó perplejo el ladrón- somos un equipo,
debemos ir juntos para mantener a ese demonio vigilado -dijo
dirigiéndose al drow-.
Cyric bajo la vista al suelo y negó con la cabeza, mientras acariciaba a su
canino compañero.
- Yo abandoné a las mujeres en la tundra, y no espero, ni necesito vuestro
perdón, ni vuestra compasión.
Rebeca se adelanto hasta Cyric y le tomo del hombro.
- Pero nosotros si te necesitamos a ti -le rogó Rebeca sincera- Yo te
necesito, nunca antes había conocido a alguien como tú, nunca había
sentido algo como lo que ahora siento, nunca había tenido un amigo que
me comprenda como tu lo haces.
Cyric detuvo su paso y se giro hacia Rebeca. Ésta tenía los ojos acuosos
y sus palabras la temblaban en la garganta.
Cyric no habló, no hizo falta, rodeo a Rebeca entre sus brazos mientras
escuchaba el llanto de jubilo de la maga. Una lagrima resbalo por la
mejilla del elfo, mas nadie pudo verla pues la capucha le cubría la
cabeza. Por primera vez se había sentido como en casa, allí a tanta
distancia de donde había crecido, había sentido lo que es ser querido por
otra persona.
El kender se adelantó jubiloso a la posición de estos.
- ¡Vale!, pues entonces vamos allá. Esperadme, arenas hirvientes,
Tasselhoff Woodruft va en vuestra busca.
El resto de compañeros se puso en marcha en pos de ellos a excepción de
Cristina que se quedó un momento para dar las gracias al Bárbaro.
- Que la bendición de Mishakal vaya contigo Tronak, siempre estarás en
nuestros recuerdos.
161
Tronak asintió complacido y con un ademán levantó la mano
despidiéndose, justo después, se dio la vuelta y comenzó a avanzar hacia
el sur.
De nuevo se encontraban todos juntos en busca de Palanthas, la ciudad
que marcaría el fin de su aventura, la respuesta a todas sus preguntas.
Pero aun distaban mucho de alcanzar su destino, estaban muy lejos de
aquellas tierras lejanas y todavía tenían que cruzar el desierto ardiente.
.
162
Capitulo VII - Hielo y Fuego
Más de diez horas llevaban de marcha por aquel frío y desesperante túnel
de piedra, sin ni siquiera atreverse a parar durante un momento para
descansar. Aun tenían reciente en la memoria el ataque de la colosal
criatura que los había acosado durante toda la huida, el hombre morsa
gigante que había estado a punto de acabar con todos ellos.
Avanzaban intentando no pisar las estalagmitas que alfombraban el suelo
de la cueva y que provocaban dolorosos pinchazos a todo aquel que,
despistado, posaba sus pies sobre alguna de ellas.
No quedaba ninguno que no mostrara algún corte o arañazo en las
piernas debido a los roces de las traicioneras estalagmitas. Solo les
consolaba el pensar que si la horrenda criatura se decidía a perseguirles,
debería pasar por el mismo calvario que ellos. Ahora ya no les parecía
tan extraño que nadie se aventurase por aquel camino.
Durante la siguiente hora de marcha algo cambió en el ambiente, no
sabían exactamente de lo que se trataba, pero algo era distinto. De
repente cayeron en la cuenta, la temperatura ya no era tan fría como
antes, hacía ya un rato que el ambiente era mas cálido. Pronto sintieron
los efectos de la nueva temperatura, primero fue el ruido seco, como el de
un hueso al quebrarse, seguido de la voz de alerta de Cyric.
- ¡Echaos a un lado! -avisó el elfo mientras se lanzaba contra Rebeca
aplastándola contra la pared y evitando por poco que una estalactita
desprendida del techo cayera sobre ella-, manteneos pegados a las
paredes de la cueva, la temperatura esta subiendo y los penachos del
techo no parecen ser tan estables como antes.
Tres conos más se desplomaron contra el suelo con un sonido sordo que
retumbo por toda la cueva, pero esta vez nadie se encontraba expuesto,
pues todos estaban pegados a la pared del túnel.
Siguieron avanzando con cautela, sin perder de vista en ningún momento
el techo de la cueva, y se dieron cuenta que poco a poco, tanto el suelo
como el techo se tornaban mas lisos por momentos, hasta el extremo, que
una extraña y fina arenilla de color claro, comenzaba a alfombrar el suelo
de la cueva.
163
A cada paso que daban, la arena parecía tornarse más tórrida, y el
ambiente se hacía más sofocante. Se trataba de una sensación muy
extraña, hace unos minutos el frío se colaba entre las pieles que les
cubrían, y ahora eran estas, las que apenas les dejaban transpirar el calor.
El kender se quitó las ropas esparciéndolas sobre la arena mientras se
secaba el sudor de la frente y se volvía a atar el pelo con una cómoda
coleta en forma de copete.
- ¡Por todos los diablos del abismo! -se quejó Tas- nunca había tenido
tanto calor. Bueno a excepción de aquella vez en la que nos introducimos
en las entrañas de un volcán en busca de un poderoso hechicero que tenia
aterrorizado a todo el mundo y que nosotros como los valerosos héroes
que éramos...
Némesis, jadeante como estaba por el exceso de calor no pudo aguantar
mas.
- ¡Vale! -atajó el ladrón- te hemos comprendido, hace demasiado calor
para que nos cuentes la versión completa.
El kender, sin hacer demasiado caso al comentario del ladrón, se quedó
únicamente vestido con unos calzones azules brillantes que le llegaban
por encima de las rodillas y una ligera camisa amarilla a la que le recogió
las mangas por encima de los codos. Introdujo el resto de ropa en su
mochila y se la colgó al hombro.
- Bueno, pues si no queréis saber como termina mi historia -contestó el
kender ofendido- podemos seguir adelante.
Cyric enarcó una sonrisa de complicidad al kender.
- ¿Lo cierto es que acabaste tirando al mago a la lava del volcán verdad?
El kender hinchó el pecho al escuchar las palabras del elfo.
- Ah pero ya conocías mi historia -replicó con orgullo Tas- la verdad es
que soy un tipo famoso ¿verdad?
Cyric dejo caer su mochila al suelo mientras se dirigía al resto.
- Creo que voy a seguir el ejemplo de Tas -explicó a los demás- parece
que esto aun se va a calentar mas, y no me gustaría terminar asado como
un pollo.
Cyric se quitó las pieles que llevaba bajo su capa negra, la cual se retiro
también, al igual que la cota de cuero y la camisa, dejando su musculoso
torso al descubierto.
164
No tenia una musculación exagerada, pero todo su cuerpo parecía como
acero torneado, con cada uno de sus músculos marcado sobre el.
Némesis hizo lo propio con sus ropas, salvo que tras quitarse la cota de
cuero, volvió a colocarse la ligera camisa sobre su sudoroso cuerpo. Se
retiró los guantes y los introdujo junto con su capa y la cota en la
mochila.
El drow, más reticente a quitarse su valiosa cota de mallas de fabricación
drow, solo se retiró la capa y los guantes, mientras que las mujeres tan
solo tuvieron que quitarse las pieles prestadas en el poblado, ya que
realmente no necesitaban quitarse nada más.
Cristina, embutida como estaba en una ligera túnica blanca de seda, que
se trasparentaba allí donde el sudor se pegaba a la tela y que dejaba
entrever los encajes de su ropa interior, y
Rebeca que tras retirarse el chaquetón de armiño, dejó al descubierto un
vestido blanco opaco que se la ceñía al talle como un guante, dejando
entrever sus formas femeninas a través del generoso escote.
Una vez guardadas las ropas junto con el resto del equipo se dispusieron
a partir.
Los ojos de Cyric y Némesis apenas podían apartarse de los sudorosos
cuerpos de las hembras, ninguno de los dos había contemplado nunca a
una mujer de la forma que ahora las veían.
Rebeca al ser consciente de la mirada de éstos intentó alzar el escote de
su vestido mientras se colocaba detrás de la sacerdotisa para ocultar el
rubor que la teñía las mejillas. Cristina, mucho más tranquila e
indiferente a las miradas lascivas, tomó a la tímida maga del hombro y
comenzó a avanzar agarrada a ella.
- Vaya, había olvidado que los machos de todas las especies son iguales comentó Cris con sorna- será mejor que sigamos adelante.
El pequeño kender, intrigado por lo que llamaba la atención del ladrón y
el elfo comenzó a merodear al rededor de las mujeres.
165
- ¿Me pregunto que es lo que os tiene tan intrigados? -preguntó el
inocente kender- los medallones parecen muy interesantes. ¿Acaso son
medallones hipnóticos? -le preguntó intrigado a la maga que se moría de
vergüenza- yo una vez, vi uno que si lo mirabas fijamente te convertías
en un siervo de su portador. ¿A ver? -inquirió mientras miraba fijamente
el brillo del colgante que portaba Rebeca al cuello- no parece ser mágico,
igual tocándolo....
Un sonoro bofetón sonó en la cueva, bofetón que fue coreado por las
risas de Cyric y Némesis. El pequeño Tas, confuso, aun se preguntaba
por la razón de la torta, él no pretendía quitarla el medallón, tan solo
quería verlo mas de cerca para comprobar sus propiedades mágicas.
Rebeca, roja de vergüenza, salió a la carrera por el túnel. Cyric
consciente del peligro que aquello entrañaba salió corriendo tras ella. No
fue una carrera muy larga, pues las ágiles zancadas del elfo enseguida
dieron caza a la huidiza maga reteniéndola de un brazo y haciéndola
parar.
- Rebeca, perdóname -se disculpó el elfo- me he comportado como un
chiquillo, no debería haberte mirado de esa forma, pero es que nunca
había visto a una mujer tan bella como tú, simplemente me quede turbado
ante tu belleza. Te juro que no volverá a pasar.
La maga giró la cabeza hasta encontrarse con los ojos negros del elfo,
ahora su mirada era distinta, ya no vio en él la mirada lasciva que la
desnudaba, no pudo desentrañar lo que aquellos ojos ocultaban pero pudo
ver con claridad que la preocupación por ella era sincera. Dejó que el elfo
acariciara su mejilla hasta que recupero el color normal. Estaba tan a
gusto cuando se encontraba cerca del elfo, él la hacía sentirse tranquila y
segura. Y cuando él la tocaba tenia sensaciones que nunca antes había
experimentado.
Las voces del resto de sus compañeros los interrumpieron, podían
escuchar como el kender divagaba sobre las razones que habían llevado a
la maga a darle el bofetón. La que lo tenía mas intrigado era, que el
medallón de la maga estaba maldito y obligaba a su portador a dar
bofetones a aquellos que lo tocaban.
Una sonrisa afloró en el rostro de la sacerdotisa, quien, tomando al
pequeño kender de la mano se dirigió a él.
166
- Lo que ocurre, Tasselhoff -explicó la sacerdotisa con voz suave al
pequeño kender- es que a las mujeres no nos gusta que nadie nos toque
los medallones sin tener nuestro permiso.
La boca del kender se abrió ante tan escabroso descubrimiento.
- Ahhhh, vaya, la próxima vez la pediré permiso antes de tocarlo concluyó inocentemente el kender mientras continuaba con su paso
despreocupado junto a CristinaProsiguieron la marcha a través de la cueva, sintiendo que a cada paso
que daban, el calor se hacía mas agobiante. Némesis, cediendo por fin, se
había quitado la camisa, dejando al descubierto su impresionante plexo
plagado de torneados músculos. Incluso el drow, tuvo que claudicar por
fin y retirarse su preciosa cota de mallas, pues el calor que reinaba en el
ambiente, estaba causando que el metal comenzase a quemar la piel del
elfo oscuro al contacto con la cota metálica, atravesando incluso la
camisa que llevaba por debajo para evitar el rozamiento de ésta.
Al fin vislumbraron el final del túnel. Una luz anaranjada, probablemente
la luz de un atardecer, se colaba por la abertura que era visible a unos
doscientos metros. Avivaron la marcha, sintiendo que por cada paso que
daban, el ambiente se caldeaba mas y mas, como si estuvieran a punto de
cocerse vivos en aquella tórrida cueva.
Pasaron unos minutos antes de que llegaran a la salida de la cueva, pero
lo que vieron allí, lejos de alegrarles por haber alcanzado su destino, les
deprimió aun más. Todo lo que alcanzaban a ver era una espectáculo
aterrador. Por la vertiente de la montaña, decenas de ríos de lava caían a
lo largo de sus paredes hasta desembocar en lo que parecía ser un mar de
fuego ardiente. Más allá, a unos kilómetros de la falda, donde la lava
llegaba a su fin, un desierto de arena se extendía en todas direcciones.
- ¡Bravo! -aplaudió sarcástico Némesis- salimos de un infierno de hielo
para meternos de cabeza en un horno en llamas, ¿alguien me puede decir
como vamos a cruzar la lava? No creo que tengamos tiempo para ver si
se enfría y así cruzar por encima.
El gesto de todos era de desanimo, Cyric se sentó en el suelo derrotado
con la mirada perdida en el desolador espectáculo, nada le salía bien,
había estado a punto de morir en la nieve, para perecer ahora engullido
por un mar de lava incandescente. No era justo.
167
El drow resignado se apoyo en la pared mientras Rebeca y Cristina
observaban meditabundas el panorama que se abría ante sus ojos. Solo el
kender, como era frecuente, se divertía con la nueva experiencia. Esta
vez se afanaba en lanzar piedras contra el incandescente río, disfrutando
mientras contemplaba como la rocas se fundían al contacto con la lava
ardiente.
- Ahora comprendo por que le llaman a esto el desierto ardiente -comentó
entusiasmado el kender-, aunque yo le habría puesto un nombre mas
interesante, como el desierto calcinante o el desierto desintegrante.
Némesis enfurecido, miró al insidioso kender, ese pequeño le sacaba de
sus casillas.
- ¿Pero es que a ti no te preocupa nada? -le preguntó iracundo- estamos
en el confín del mundo rodeados por hielo y fuego. Apenas nos quedan
provisiones para dos días, por no hablar del agua, que se agota con gran
rapidez en este caluroso clima y ¿lo único que te preocupa es el maldito
nombre del cochino desierto?
Tas miró a Némesis con los ojos muy abiertos sin acabar de
comprenderle.
- Como decía mi bisabuelo -respondió Tas a su interlocutor- Si el
problema tiene solución, ¿Por que preocuparse?, y si no la tiene... ¿Por
que preocuparse?
Todos se quedaron estupefactos ante la lógica aplastante en la respuesta
del pequeño, incluso Cyric se recostó sobre la piedra caliente y se quedo
mirando al techo mientras coreaba en un murmullo las palabras del
kender. -¿Por que preocuparse?El elfo suspiró y entrecerró los párpados buscando el reposo que tan
merecido tenía, momentos después sintió como su fiel compañero
Sombra se acurrucaba junto a él.
Némesis lo observo con envidia, el elfo no parecía preocuparse por nada,
lo mismo parecía darle tanto vivir como morir. Incluso ahora que se
encontraban en el borde del infierno se tiraba a dormir como si nada
pasara a su alrededor.
Se recostó contra una de las paredes y desenfundó su recientemente
recuperada espada, la reposó sobre sus piernas y recostó la cabeza contra
la pared sin dejar de soltar la empuñadura.
168
Se quedó observando a las dos mujeres que parecían meditar tranquilas
mientras observaban el infinito, le parecían tan distintas pero a la vez tan
débiles. Aunque no dejaba de ser una falsa cortina de debilidad, pues
había contemplado con sus propios ojos el poder que podía conjurar la
pequeña maga, con su inocencia casi infantil, era capaz de invocar un
poder sobrecogedor. O la sacerdotisa, que con su talante casi de deidad,
se mantenía firme ante todas las situaciones aferrada a la fe ciega de su
diosa. Némesis se preguntaba lo que habría tenido que soportar para
madurar tan rápidamente, pues cada vez que la escuchaba, no oía a la
bella joven que se encontraba ante sus ojos, sino a una mujer tenaz cuyas
palabras rezumaban sensatez y sabiduría.
Observó por fin al kender, que se encontraba sentado justo en el borde de
la cueva con los pies colgando fuera mientras ríos de lava pasaban a
escasos metros de el, era un ser tan inconsciente que lo sacaba de quicio.
Volvió a mirar al exterior y contempló la puesta de sol bajo el fulgor
naranja que lo teñía todo, el sol se iba ocultando poco a poco bajo el
horizonte y por fin el ladrón se dejo llevar por el cansancio. Ni siquiera la
presencia del drow le desveló aquella noche.
Phoenix incapaz de dormir en aquellas circunstancias se introdujo en la
oscuridad de la cueva para hacer guardia, aun se encontraba intranquilo,
no descartaba un ataque de los tanois ahora que se disponían a dormir,
por lo que se sentó junto a la pared y se ocultó entre las sombras con la
ballesta cargada sobre las rodillas.
Rebeca miró a la sacerdotisa con admiración.
- En verdad te envidio, Cristina -la halagó la joven maga- tu sabes en
todo momento como debes reaccionar, sabes lo que has de decir y como
decirlo, siempre tienes las palabras justas para cada momento y nunca
pierdes la compostura.
Cristina giró la mirada hacia la joven y acarició su pelo castaño como una
madre mima a su hija.
- Aun estas en la primavera de la vida mi joven amiga -relató suavemente
a la pequeña maga, relajada bajo sus caricias- y tus sentimientos te
honran, pero aun debes darte tiempo para florecer...
- Pero ya tengo diecinueve años -se quejó la maga- soy toda una mujer.
La sacerdotisa sonrió a la pequeña.
169
- Si, tu cuerpo es el de una mujer -la sonrió con mutua complicidad- , eso
ya ha quedado patente antes, pero has estado recluida en la soledad
durante mucho tiempo, por lo que desconoces muchas de las cosas
importantes de la vida. Aun te queda mucho por experimentar, y cuando
llegue el momento, añoraras los días en los que cada amanecer era una
cosa nueva y fascinante. Ten presente que las margaritas, aunque
florecen las primeras en el ciclo primaveral, envidian la belleza de las
rosas, que sin darse tanta prisa, exhiben su esplendorosa majestuosidad
con más calma, tomándose su tiempo.
Rebeca la miraba con verdadera admiración mientras se dejaba llevar por
sus caricias.
- Pero hoy he sentido algo que nunca antes había sentido -la confesó a
Cristina- cuando Cyric me miraba, un cúmulo de sensaciones se
desataron en mi cuerpo. Cada vez que él esta cerca siento como si me
costara respirar, pero a la vez me encuentro segura y protegida y no
deseo estar en ninguna otra parte.
La cara de la sacerdotisa se lleno con una sonrisa de felicidad.
- Parece que la pequeña maga ha descubierto un nuevo conjuro, el más
poderoso que existe.... el hechizo del amor.
El kender, que aun se encontraba sentado en el borde observando el
exterior, elevó la cabeza hacia las féminas que se encontraban junto a el.
- ¿Y que conjuro es ese?, ¿Es devastador?, ¿Lanza fuego?, o ¿Hace volar
flechas en llamas como las de la cueva?
Las mujeres sorprendidas por la presencia del pequeño miraron hacia
abajo.
- ¿Si es devastador? -preguntó retórica Cristina- Con ese conjuros se
pueden mover hasta las montañas.
El kender se levantó de un salto excitado, parloteando sin cesar.
- Guaaaaauu, pues entonces podrías usar el conjuro para mover la
montaña en la que nos encontramos y atravesar el río de lava que nos
separa del desierto. Seria estupendo, nunca he volado dentro de una
montaña, tiene que ser algo glorioso, y sobre todo excitante.
170
Ambas mujeres rieron divertidas mientras se introducían en la cueva para
descansar, debían recuperar fuerzas para el día siguiente, Rebeca tenía
que estar descansada para memorizar sus conjuros y Cristina debía
encontrarse en armonía para rezar a su diosa y obtener sus dones.
Cerraron los párpados y se dejaron llevar por el cansancio, lo ultimo que
escucharon fue la vocecilla del kender, que excitado recorría la cueva
parloteando sobre lo emocionante que seria cabalgar los cielos a lomos
de una montaña.
Un sonido sacó a Cyric de su letargo, se lanzó a un lado justo antes de
que algo se estrellara contra el lugar donde se encontraba momentos
antes, y tras dar una voltereta en el suelo se incorporo con sus katanas
listas. Un punzante dolor en la mano derecha le recordó que aun no tenía
curada la quemadura, así que aflojó la presión de esa mano. Miró hacia
los lados y vio lo que le había despertado. El drow lo miraba divertido,
estaba sentado contra la otra pared y le había lanzado un pequeño
guijarro para despertarle.
- Muy impresionante, elfo -le halagó Phoenix- parece que mi padre te
enseño bien.
Cyric guardó sus armas y frunció una sonrisa forzada mientras se
recuperaba del sobresalto.
- Sí, y ya veo que tú mantienes vivo el humor de los Keythor -replicó
sarcástico el elfo- ¿Acaso no sabes despertar a la gente como todo el
mundo?
El resto de los presentes, despertados por el ruido y las voces, se fueron
reincorporando poco a poco. El sol ya había salido y se levantaba unos
centímetros por encima del horizonte. El calor seguía siendo sofocante y
el fulgor anaranjado de la lava se mezclaba ahora con la luz amarillenta
del sol.
Cyric se dirigió hacia donde se encontraban las mujeres.
- Bueno, ¿alguna idea de como salir de aquí? -las preguntó mientras estas
se desperezabanEl kender se acerco rápidamente al grupo y tiró del pantalón del elfo para
llamar su atención.
171
- Sabes Cyric, Rebeca tiene un conjuro nuevo, el hechizo del amor y lo
va a utilizar para hacer volar la montaña y hacernos pasar hasta el otro
lado del mar de lava. Va ha ser tan emocionante..., apenas he podido
dormir pensando en lo que se tiene que ser volar dentro de una montaña
por encima del desierto ardiente.
El elfo miraba al kender confuso sin llegar entender nada, perdiéndose
así el poder contemplar como el rostro de la joven maga se tornaba rojo
de vergüenza. Cristina se interpuso delante de Rebeca cubriéndola con su
cuerpo para dirigirse al elfo.
- Lo cierto es que Rebeca aun no ha sido capaz de aprender a manejar ese
conjuro -explicó a los presentes sin recurrir a una mentira que contrariara
a su diosa- por lo que la será completamente imposible utilizarlo para
sacarnos de aquí.
La expresión del kender se lleno de desilusión al escuchar las palabras de
la sacerdotisa, mientras tanto, ésta continuaba con la explicación.
- Pero espero que Mishakal escuche mis plegarias para continuar nuestro
camino -comunicó a todos- tanto si cruzamos la lava como si no,
deberemos irnos de aquí, así que lo mejor será que nos preparemos para
el viaje.
Recogieron las cosas y se colocaron tras la sacerdotisa, que con porte
regio se acerco a la salida de la cueva y observó a su alrededor. Había un
pronunciado escalón de medio metro hasta la pendiente, la cual se dirigía
directamente al mar de lava, además, a ambos lados de la cueva, ríos del
incandescente elemento se deslizaban por la ladera hasta desembocar en
el mar ígneo. La sacerdotisa agarró con fuerza su cetro sagrado y saltó
hacia el camino.
Aterrizó en el centro de la pequeña senda, flanqueada a ambos lados por
ríos incandescentes, y comenzó a caminar hacia abajo teniendo sumo
cuidado de no acercarse al peligroso cauce de lava. Hizo una señal a sus
asombrados compañeros para que la siguieran, mas estos aun estaban
perplejos por la acción de Cristina.
- Mishakal esta con nosotros -les explicó con suma convicción- ella me
guía por su senda.
172
Todos, aunque reticentes, se deslizaron con cuidado por el escalón para
seguir los pasos de Cristina, que sin esperarles, seguía su camino hacia el
gran mar de lava.
El calor era sofocante, y los gases que desprendía la lava les provocaba
picores y nauseas al respirar, pero ninguno detuvo su descenso en pos de
la sacerdotisa, a la cual alcanzaron detenida a escasos metros frente al
horrendo mar de lava.
El drow se adelanto al resto para acercarse a la sacerdotisa.
- Muy bien -se chanceó irónico- y ahora que vamos a hacer, ¿nadar a
través de las llamas?, ¿o es que tu diosa nos abrirá las "aguas" ardientes
para que podamos flanquearlas?
Cristina, aunque visiblemente afectada por el calor, mantenía su porte
serio. Estaba empapada en sudor, su túnica blanca se encontraba
manchada y chamuscada, su cabello estaba sucio y enredado, pero aun
se podía ver el brillo de esperanza en su mirada, sus ojos mantenían la
serenidad de una persona devota que sabe con certeza que posee el apoyo
divino.
El drow, guardó silencio al contemplar la expresión de concentración de
la sacerdotisa y dio varios pasos hacia atrás.
Cristina a su vez, elevó los brazos al viento al mismo tiempo que una
ligera brisa removía sus ropas.
- O, madre de la vida y la esperanza -rezó Cristina con devoción- ayuda a
tus hijos y otórganos el don de atravesar sin sufrir daño alguno estas
fulminantes llamas infernales.
Un aura azulada envolvió el cuerpo de Cristina, aura que momentos
después se extendió al rededor de todos ellos provocando una brisa fresca
a lo largo de su propagación. Cuando todos se encontraron cubiertos por
el aura, el asfixiante calor reinante fue reemplazado por un agradable
frescor que devolvió la sensibilidad a sus sofocados cuerpos.
Cristina, alzó una pierna sobre la lava para avanzar sobre la ígnea
alfombra cuando la mano de Némesis la retuvo.
- ¿No iras a cruzar por encima de la lava verdad? -preguntó el asombrado
ladrón-, te abrasaras al instante.
Cristina, con el semblante tranquilo y sereno le dedicó una sonrisa al
ladrón.
173
- ¿Con todo lo que has visto y aun no tienes fe? -preguntó retórica la
sacerdotisa-, ni al fuego del infierno has de temer cuando la protección de
Mishakal nos envuelve. Ella es generosa con las criaturas que siguen su
camino -concluyó dedicando una mirada intencionada al drow- al
contrario que otras diosas, ella no es rencorosa con las criaturas a las que
otorga su ayuda.
Sin añadir nada mas concluyó el paso e introdujo el pie en la lava
ardiente. Una nubecilla de vapor se generó al rededor del aura azulada
que cubría el pie y este permaneció intacto sin daño alguno. Todos
observaron perplejos como la lava se mantenía inofensiva al rededor de
sus pies. Cristina giró la vista hacia sus compañeros indicándoles que la
siguieran, y sin perder un instante el kender se lanzó de un salto hacia la
peligrosa lava.
Tas aterrizó con un fuerte chapoteo esparciendo lava en todas direcciones
y provocando el pánico en sus compañeros que veían como pedazos
incandescentes de lava volaban en todas direcciones.
La sacerdotisa tomó al pequeño del hombro para impedir que continuara
sus correrías por la lava.
- Manteneos cerca de mi para estar protegidos -explicó serena Cris- y no
os preocupéis por la lava, Mishakal nos ha ofrecido su protección, y nada
hemos de temer.
Momentos después todos se tranquilizaron, no por las palabras de la
sacerdotisa, sino porque veían como las salpicaduras de lava se apagaban
inofensivas al contacto con sus cuerpos.
La comitiva avanzó lentamente sobre el ardiente líquido causando a su
paso un arremolinamiento de vapores. El kender no cabía en si de alegría
por lo fantástico de la experiencia, y a duras penas conseguían
mantenerlo a raya después de haber intentado cruzar nadando el río de
lava y tener que sacarle de debajo de esta tras colarse hasta el fondo,
dado que el nivel de la lava les llegaba ya por encima de las rodillas.
Tras un rato de marcha sin percances a través de las incandescentes
aguas, llegaron por fin a la otra orilla donde el desierto daba comienzo.
174
Al volver la vista atrás, no pudieron sino encogerse con un escalofrío al
contemplar el desgarrador paisaje en el horizonte, donde las montañas
nevadas se entremezclaban con volcanes que escupían ríos de lava al
viento antes de caer por sus laderas.
Una nube cáustica de vapor y azufre se extendía por encima de los picos
dando a la imagen un aspecto aterrador.
Dejaron atrás el terrible espectáculo y se adentraron en el inhóspito
desierto. Se trataba de una infinita extensión de arena que se perdía en
todas direcciones así que pusieron rumbo hacia la dirección donde habían
creído ver luces la primera noche que contemplaron el desierto.
Avanzaron por el caluroso desierto durante unas seis o siete horas antes
de parar a descansar, hacía un buen rato que la protección de la diosa
había concluido y el calor se hacía sofocante, incluso el kender, siempre
dicharachero, se encontraba taciturno y agobiado por el calor.
- Tengo sed -rogó el pequeño kender- necesito agua.
El drow agarró la mano de la sacerdotisa cuando ésta se disponía a
entregar al pequeño el último odre de agua que les quedaba.
- Debemos racionar el poco agua que nos queda -se quejó el elfo oscuro,
él cual no mostraba ningún signo de cansancio ni agotamiento como los
demás- si acabamos con toda ella el primer día, ¿cuanto tiempo crees que
duraremos vivos en el desierto?
Cristina le dedico una mirada serena al drow mientras soltaba la mano de
éste de su brazo.
- No has de preocuparte por nada mientras te encuentres bajo la tutela de
Mishakal, ella velará por nosotros.
El drow meneó la cabeza en desacuerdo.
- Yo no confío en los dioses -contestó explícito- tan solo en mi mismo,
así que ahorra agua.
Cristina suspiró resignada y le dio un pequeño sorbo al kender para acto
seguido volver a guardar el odre en la mochila.
Tras varias horas más de marcha el sol se ocultó tras el horizonte,
momento que todos aprovecharon para dejarse caer sobre la arena,
estaban exhaustos y rendidos por el cambio de clima tan radical y la larga
caminata. Tenían arena por todas partes y sus caras cansadas estaban
sucias y llenas de arena.
175
Tan solo el drow mantenía el porte severo manteniéndose en pie oteando
el horizonte sin apartar las manos de la empuñadura de sus cimitarras.
Cyric le dedico una mirada desde donde se encontraba tumbado mientras
se humedecía los labios con saliva.
- Deberías aprovechar a descansar ahora que el sol no nos azota.
- Lo que deberíamos hacer -replicó el elfo oscuro- es seguir caminando
por eso mismo. Además, hay algo que no va bien. No se lo que es y
tampoco puedo verlo pero presiento que nos están acechando desde las
sombras, puedo sentirlo, ¿acaso tu no lo sientes "hermano"?.
Cyric dio un respingo al oír el comentario del elfo oscuro, no se había
planteado su parentesco con el drow, pero era cierto, al fin y al cabo él
había sido adoptado por su padre, otro drow como él.
- Parece que sigues siendo mejor que yo, como siempre -respondió
resignado- ya sabes que mis sentidos no son tan agudos como los tuyos.
Dicho esto, recostó la cabeza en la arena y se quedo mirando el estrellado
cielo.
Una mano que portaba una tela húmeda lo saco de su ensoñación, se
trataba de Rebeca que con suavidad pasó el húmedo paño por la cara de
Cyric limpiando la arena a su paso y devolviendo el frescor a su piel.
Cyric posó sus ojos sobre ella, sus cabellos caoba caían sobre él
rozándole la cara, sentada como estaba a su lado y con el cuerpo
inclinado hacia él. La miró fijamente a los ojos perdido en la profundidad
de su mirada.
- Aun no te he dado las gracias por ayudarme en las cuevas... -comenzó a
decirla el elfoMás ella no le dejo terminar, ya que con un susurro le conmino al
silencio mientras posaba su humedecido dedo sobre los labios de Cyric,
el cual tomándola de la cintura la recostó a su lado para quedarse en
silencio mirándose a los ojos, mientras Cyric acariciaba los cabellos de la
maga.
Los labios de Rebeca le invitaban a acercarse más y mas, el corazón le
latía en el pecho como un caballo al galope, sentía frío, calor, dificultad
para respirar. No sabia que le ocurría, tan solo sentía que debía acercarse
más y más hacia los labios de la maga.
176
Unió por fin sus labios a los de ella y algo en su interior explotó, jamás
había sentido algo similar, era una sensación de descontrol absoluto, su
cabeza vagaba sin control y había perdido la noción del tiempo.
Cuando un grito de alerta le devolvió a la realidad.
- Allí hay algo -les comunicó el drow- es como si algo estuviera
ardiendo, deberíamos ir a ver lo que ocurre ahora que es de noche y aun
podemos verlo con claridad.
Cyric, confuso, se levantó de un salto mientras tanteaba sus armas, y al
comprobar que no había peligro, bajó la vista hacia Rebeca que aun
tumbada le observaba con ojos brillantes. Cyric agachándose la tendió
una mano para ayudarla a incorporarse, la cual aceptó pegándose al
cuerpo del elfo al levantarse.
- Phoenix tiene razón -la comentó en susurros- debemos partir de noche
para no perder de vista el lugar de donde procede el brillo, pues cuando
salga el sol es posible que lo perdamos de vista.
Rebeca aun falta de aire, asintió al elfo y bajó la vista azorada.
Cyric acarició la nuca de la maga y se dirigió hacia donde se encontraba
el drow, oteo en la distancia y contempló como a lo lejos un fulgor
anaranjado iluminaba el cielo nocturno.
Se levantaron perezosamente del lugar donde habían acampado y
encaminaron sus pasos a través de las ahora frías arenas, hacia el lugar
donde se encontraba el fulgor.
Avanzaron durante al menos media hora hasta llegar al origen del brillo,
una vez allí, aun al cobijo de la oscuridad, pudieron ver como a unos
cincuenta metros de ellos se desarrollaba un escena terriblemente
desgarradora.
Lo carros de una caravana de comerciantes se encontraban en llamas bajo
el ataque de varias criaturas abominables, al rededor de una veintena de
muertos vivientes, seres condenados a vagar sin vida sobre la faz de la
tierra, daban muerte sin compasión a todos aquellos que osaban cruzarse
en su camino. El espectáculo era dantesco, algunos de los zombis con las
harapientas ropas en llamas prendidas por las antorchas que algunos
comerciantes utilizaban para defenderse, propagaban el fuego entre las
carretas provocando el pánico entre los camellos, que atados como
estaban, luchaban por soltarse de los arreos bramando de terror.
177
Mientras tanto, media docena de esqueletos, criaturas malignas
desprovistas de carne cuyo ultimo vestigio de humanidad que les
quedaba eran las formas óseas que los conformaban, atacaban sin piedad
a todo aquel que se interponía en su camino, sesgando sus vidas con las
espadas curvas que sostenían en sus descarnadas manos.
Cristina estaba horrorizaba al ver a todas aquellas criaturas privadas del
descanso eterno, obligadas a vagar por la tierra sin descanso con las
almas prisioneras en sus cuerpos desprovistos de vida.
La sacerdotisa dio un paso adelante para dirigirse hacia al lugar maldito,
pero una mano le aferró el hombro impidiéndoselo.
- No pretenderás luchar contra esa abominación, -la increpó Némesisson demasiados, y por si eso no fuera suficiente, no podemos matar lo
que ya esta muerto.
Cristina visiblemente afectada por la horrorosa visión miró a Némesis
mientras intentaba controlar su nerviosa respiración.
- No me quedare de brazos cruzados mientras contemplo la destrucción
de vidas inocentes a manos de criaturas atormentadas, obligadas a
hacerlo por la voluntad de alguien sin escrúpulos que se sirve de las
almas de estas pobres criaturas para llevar a cabo sus malvados fines.
Desprendiéndose de la mano de Némesis, Cristina avanzó hacia el lugar
de la lucha elevando los brazos al cielo en señal de plegaria.
- Madre de la vida, -rezó la sacerdotisa dirigiéndose a su diosa- apiádate
de estas pobres criaturas y acoge sus atormentadas almas en tu seno para
que descansen en paz.
Al concluir sus palabras el ambiente se quedó en silencio de repente, solo
se escuchaba el crepitar de las llamas en los carros y algún sonido
lastimero proveniente de los heridos.
Las criaturas atacantes habían cesado en sus acciones y ahora todas ellas
miraban a la sacerdotisa. Pasados unos instantes que parecieron horas,
todas las criaturas comenzaron a moverse poco a poco hacia la dirección
donde se encontraba Cristina.
Némesis se colocó frente a ella para protegerla al tiempo que Cyric se
disponía a hacer otro tanto, pero las palabras de la sacerdotisa fueron
tajantes.
178
- ¡No os interpongáis!, nada podéis hacer para ayudarme ya que solo la
diosa de la vida tiene el poder de devolver la paz a estas criaturas,
¡volved atrás!
Némesis, aunque reticente, se retiró hacia atrás pero manteniéndose junto
a la sacerdotisa, mientras que Cyric, más confiado por las palabras de la
sacerdotisa, volvió junto a Rebeca.
Las criaturas seguían avanzando hacia el lugar donde Cristina seguía
impasible.
La sacerdotisa seguía inmóvil, a la espera del momento oportuno. Solo
cuando todas ellas se encontraron en su campo de visión, bajó los brazos
y aferró el medallón que portaba al cuello mostrándolo hacia las
criaturas. En ese instante un fulgor blanco proveniente del medallón lo
inundó todo convirtiendo por unos momentos la noche en día y bañando
a todas las criaturas malditas con su brillo albo. La respuesta no se hizo
esperar, dentro de las filas de los muertos vivientes, un clamor que helaba
la sangre se elevó en el aire. Era un siseo agudo, como el aire cuando por
la noche atraviesa los tejados formando un ulular que recuerda los
lamentos de las ánimas en pena.
Al acostumbrarse los ojos al reciente brillo, pudieron observar como la
podrida carne de los zombis se convertía en polvo, desprendiéndose de
sus putrefactos cuerpos y mezclándose con la arena del desierto, mientras
tanto, los huesos de los zombis caían inertes al suelo desperdigándose
desordenados sobre el manto arenoso. Así mismo, las pocas de las
horrendas criaturas que no se vieron afectadas por la mano purificadora
de la sacerdotisa, giraron en redondo y huyeron despavoridas hacia el
abrigo de la fría oscuridad del desierto.
Cyric y Némesis comenzaron la persecución de las horrendas criaturas
pero Cris los retuvo.
- ¡No corráis tras ellos! -gritó la sacerdotisa- Han visto el semblante de
Mishakal y ya no volverán a molestarnos. Vagarán desorientados y sin
rumbo a través del desierto hasta el fin de sus penosos días.
Némesis observó desconfiado a la sacerdotisa.
- Si, o hasta que la persona que les ordeno atacar la caravana los vuelva a
tomar bajo su control y los envíe tras de nosotros -objetó el ladrón- yo
opino que deberíamos seguirles para encontrar a su dueño.
179
Cyric asintió conforme a las palabras de Némesis, no le apetecía tener
tras él a un grupo de muertos vivientes. La idea de que ahora eran unos
pocos gracias a la intervención de Cristina no le tranquilizaba, pues no
podía olvidar las historias tenebrosas que había oído sobre personas que
habían caído fulminadas por el mero hecho de haber sido tocadas por una
de esas malignas criaturas.
Cristina suspiró resignada ante la cabezonería de sus compañeros.
- Ósea que preferís dejar a toda esta gente desamparada a su suerte por ir
a perseguir a un puñado de zombis asustados. -concluyó la sacerdotisapues yo me quedo, no pienso abandonar a su suerte a los heridos.
Rebeca colocó su mano sobre el hombro de su amiga ofreciéndola su
ayuda y dándole a entender al resto que ella también se quedaba.
El drow al verse observado por todos obligándole a tomar una decisión
elevó los hombros en señal de indiferencia.
- No me importan lo mas mínimo las vidas de esta gente, como tampoco
tengo interés en salir corriendo detrás de una banda de zombis para darles
caza, así que por lo que a mi respeta podéis hacer lo que queráis.
Cyric miró a Rebeca que ya se encontraba postrada junto a uno de los
heridos intentando aplacar el dolor de este y enfundó sus katanas.
- Nuestro lugar esta junto a esta gente -concluyó el elfo- yo me quedo por
si vuelven a atacar.
- ¡Que demonios!, -replicó Némesis- no pienso salir corriendo sólo detrás
de esa escoria, si se deciden a volver les estaremos esperando.
Cristina iba de un lado a otro ayudando a los heridos como le era posible.
Algunos solo tenían rasguños mientras que otros estaban tan gravemente
heridos que solo les podía ofrecer la bendición de su diosa para que les
acompañara en su último viaje.
Rebeca también intentaba ayudar a la gente haciendo improvisadas
vendas de los bajos de su vestido para tapar las heridas que no dejaban de
sangrar. Cyric, a su lado, miraba con admiración como la maga se
afanaba en curar las heridas de alguien que no conocía de nada.
El herido al reparar en la presencia de Cyric comenzó a hablar nervioso
dirigiéndose al elfo.
- Donna danduín taneo dándala -repetía el herido en el suelo dirigiéndose
a Cyric que le escuchaba sorprendido180
Hacía mucho tiempo que no escuchaba el idioma en que ahora hablaba
aquel desconocido, el lenguaje de los elfos, la antigua lengua de sus
antepasados. No entendía muy bien el dialecto con el que le hablaba, al
haberse criado en el seno de una familia de elfos oscuros, pero por el
tono de sus palabras imaginó que se trataba de algún descendiente de las
razas nobles.
Rebeca giró la cabeza hacia arriba y miró a Cyric sorprendida.
- ¿Le conoces? -preguntó la maga desconcertada- ¿Que esta diciendo?
- No le entiendo bien -contestó Cyric confuso- dice algo sobre devolver
una reliquia a su pueblo, pero no se a que pueblo se refiere.
- ¿Donna dandala? -pregunto Cyric intentando modificar su acento para
averiguar a que pueblo se refería su interlocutor-.
El elfo moribundo observó a Cyric con los ojos muy abiertos y con la
mano izquierda se arrancó el colgante que llevaba al cuello para
acercárselo a Cyric.
- Recuerda que a los tuyos, los salvajes Kargon -Habló esta vez en el
idioma común- al igual que a los Qualin a los que yo pertenezco fueron
expulsados de los bosques del este por los altivos Silvanos,
considerándose ellos como la única raza elfica noble y pura, y exiliando a
todos aquellos que no pertenecieran a su clan...
Un dolor agudo en el pecho del elfo le hizo callar, para momentos
después verse asaltado por una tos sanguinolenta. Tenía los ojos
vidriosos, pero aun se resistía a dejarse llevar por la inevitable mano de la
muerte.
Volvió a hacer ademán de entregar el colgante para que Cyric lo
recogiera.
- Tómalo y devuélveselo a los Qualin, hace mucho tiempo que el danduín
debía estar con sus legítimos dueños. Yo he recuperado lo que una vez
nos robaron los Silván, ahora es misión de un Kargonesti el devolvérselo
a mi pueblo.
Cyric ya sabía que él era un elfo salvaje, su mentor y padre adoptivo se lo
había comentado en alguna ocasión, pero era ahora cuando se daba
cuenta lo poco que sabía de su origen y de sus verdaderos padres.
Aferró el colgante tomándolo de la mano del moribundo elfo, y
seguidamente se lo ató al cuello introduciéndolo debajo de la ropa.
181
- Yo se lo devolveré a tu gente -confirmó Cyric al elfo- pero dime, ¿cual
es tu nombre?
El elfo no le podía contestar, pues había partido ya hacia el paraíso de
una vida mejor.
Las últimas palabras que el elfo había pronunciado antes de emprender su
viaje, resonaban en la mente de Cyric... "sutra duin", no sabía
exactamente lo que quería decir con ello, tenia relación con los sueños y
el peligro, pero no entendía que querría decirle, ¿Que los sueños eran
peligrosos?, ¿que era peligroso no tener sueños?, o simplemente les
estaba diciendo que ya se acercaba su ultimo sueño cuando la muerte
hacia presa en el.
Sin darle mayor importancia coloco su mano en el hombro de la maga e
intento consolarla.
- Tú nada podías hacer ya -le dijo a Rebeca- los dioses ya habían escrito
su destino.
La maga, visiblemente afectada por la muerte sin sentido de aquel
hombre se abrazo al elfo y descargo sus lágrimas contra su pecho.
- ¿Por que? -gimoteó la joven maga- Que puede mover a alguien para
hacer algo tan horrendo contra gentes pacificas como estas.
Cyric se quedó pensativo, no hacia mucho tiempo, él había seguido sus
fines sin reparar en el daño que podía hacer a los demás. En el fondo él
era tan cruel como las personas responsables del ataque a la caravana,
pues en el fondo él era un asesino. Durante un momento la mente se le
inundó con imágenes de todos los crímenes que había cometido y se dio
cuenta que no recordaba ninguna de las caras. Para él solo habían sido
obstáculos que había tenido que superar para lograr alcanzar sus fines.
Rebeca mas tranquila observo los ausentes ojos negros del elfo.
- En que piensas -le preguntó a Cyric- pareces ausente.
Cyric volvió a la realidad y fijo su mirada a la de Rebeca.
- Solo pensaba que me alegro de haberte conocido -susurró el elfo- tu
haces que desee ser mejor persona.
182
Las lágrimas afloraron de nuevo en los ojos de la joven maga y besó los
labios del elfo fundiéndose en su abrazo. El tiempo se detuvo para ellos
mientras miles de sensaciones desconocidas azotaban sus cuerpos, el
sabor salado de las lágrimas de la maga se mezclaba con los besos
pasionales y la respiración entrecortada.
Pasados unos minutos fueron conscientes de lo que hacían y volvieron a
la realidad, el rostro de Cyric mostraba el desconcierto que sentía
mientras buscaba con la mirada al rededor por si alguien les había visto.
A su vez Rebeca, con los pómulos teñidos de rojo por el rubor que sentía
se dirigió hacia Cristina para ver si podía ayudar en algo.
- ¡Rebeca! -la detuvo la voz de Cyric- Lo que siento por ti, jamás lo había
sentido por nadie.
Rebeca, azorada, giró la cabeza para observar los brillantes ojos negros
del elfo.
- Lo sé -asintió la maga con un cabeceo- lo mismo me sucede a mi.
Cyric se quedó pensativo, dándole vueltas a los últimos acontecimientos
mientras jugueteaba inconscientemente con el colgante que el elfo le
había entregado.
Se trataba de una piedra de color negro con las caras pulidas en forma de
prisma y sus facetas brillantes. Tenía algunas motas blancas que
salpicaban la piedra como imperfecciones en la superficie, y se
encontraba engarzada a un vulgar hilo grueso de seda negra que la
atravesaba por la parte superior.
Centró su atención en la piedra y se dio cuenta de algo insólito, a pesar
del calor reinante en el ambiente a causa de los numerosos incendios, la
superficie de la gema se encontraba extrañamente fría y un ligero
hormigueo le recorrió la espina dorsal al contacto con la piedra.
Un escalofrío lo invadió, se sacudió los hombros para alejarse el frío que
lo invadía y volvió a dejar reposar la piedra sobre su pecho.
Regreso a la realidad y observo al rededor para observar el
desesperanzador panorama, tan solo el incombustible kender parecía
mantenerse jovial jugueteando con Sombra, como había bautizado al
perro que les acompañaba desde los hielos árticos. El kender, a
horcajadas sobre el can, cabalgaba como si de un pony se tratara.
183
Y le lanzaba el hueso de un esqueleto para hacerle trotar al ir en su busca
mientras el pequeño se aferraba a su lomo con las rodillas.
Poco a poco, el campamento fue volviendo a la calma, el fuego estaba ya
extinguido, los muertos enterrados y la Sacerdotisa estaba ya ultimando
las ultimas plegarias a su diosa por las almas de los desdichados que
habían perecido a manos de las espectrales criaturas.
Cuando todo se hubo calmado, los compañeros se reunieron con el jefe
de la caravana, un hombre de tez tostada vestido con una túnica de color
blanca y un tocado de tela del mismo color que le cubría la cabeza
formando un extraño nudo.
El hombre, visiblemente cansado y con la voz apagada por el desanimo
se dirigió a ellos.
- Mi nombre es Agmed Muad Halaff -les explico en el lenguaje común,
con un extraño acento en la voz que nunca habían oído, en el que la "i"
era utilizada frecuentemente para sustituir otras vocales- soy el jefe de
esta caravana, y me gustaría daos las gracias por vuestra ayuda. De no ser
por vuestra oportuna llegada no se que hubiese sido de nosotros. Aceptad
nuestra gratitud y sed bienvenidos a nuestra caravana si vuestro deseo es
viajar con nosotros hasta nuestro próximo destino
Cristina tomo la palabra y se dirigió al hombre.
- Estamos muy agradecidos por su hospitalidad, -respondió sinceramentey estaríamos honrados de aceptarla de conocer vuestro punto de destino.
Agmed, se dio cuenta de su falta de delicadeza y haciendo aspavientos
con los brazos se disculpo ante ellos.
- Perdonad a Agmed por su falta de tacto -se culpó a si mismo el jefe de
la caravana- nuestro destino es Abanisinia, al otro lado de las montañas,
cruzaremos a través del paso de Thorbandin, el reino de los enanos que
viven bajo la montaña. Aunque el camino será duro, aun quedan muchos
días hasta que crucemos el desierto, y la única ciudad que hay en nuestro
camino intentaremos evitarla.
Cristina frunció el entrecejo confundida. Parecía un viaje peligroso, y no
era normal para una caravana de comerciantes evitar un punto de
abastecimiento en estas circunstancias.
Agmed, al vislumbrar las dudas de la sacerdotisa continuó con su
explicación.
184
- Lo que ocurre con la ciudad de Tarsis -se explicó Agmed a la
sacerdotisa- es que desde hace algunos meses se empeñan en revisar
todas las mercancías de las caravanas que pasan por ella, para reclamar
impuestos por la carga. Antes solo había que pagar una tarifa justa con
respecto a la carga, pero parece que el gobernador se ha convertido en
una persona codiciosa.
Cristina miró a sus amigos para ver que opinaban ellos y Cyric se acerco
a ella.
- En mi opinión, -comenzó a explicar el elfo- creo que lo mas sensato
seria ir con ellos. Ya hemos visto los peligros que acechan por este
desierto, y desconocemos estos parajes. Sin duda alguna ir en compañía
de una caravana seria beneficioso para todos.
El resto asintió aprobando las palabras de Cyric, por lo que este concluyó
su exposición.
- Entonces parece que esta decidido -sentenció Cyric- viajaremos junto a
ti amigo Agmed. Y si no te importa, me gustaría echarme un rato a
descansar. Estos días han sido duros para todos.
Agmed, visiblemente contento, acompañó a sus nuevos visitantes, a las
proximidades de las carretas que ahora estaban dispuestas en círculo al
rededor de una hoguera, donde se habían tumbado a descansar los
supervivientes del ataque.
Cyric se tumbo cerca de la hoguera y se dejo llevar por el cansancio.
Antes de perder la consciencia vencido por el sueño, sintió el peso de
Sombra junto a sus piernas y la dulce fragancia del perfume de Rebeca
junto a él.
Uno tras otro, a excepción del drow que se mantuvo en las sombras para
hacer guardia, fueron dejándose llevar por el agotamiento arropados por
el confortable calor que desprendía la hoguera.
Un ruido despertó a Cyric de forma súbita, rápidamente intentó averiguar
donde se encontraba pero el paisaje no le era familiar. Se trataba de una
planicie inmensa donde el horizonte gris se unía en el infinito junto con
la tierra de color ceniciento. Parecía como si en lugar de estar en el
desierto, estuviera sobre un manto de cenizas.
185
Alargó la mano al suelo y recogió un puñado de lo que confirmó que eran
cenizas. Pero, como había llegado has allí, aquello parecía cosa de
brujería.
Oteó en todas direcciones pero nada halló, solo el monótono paisaje del
suelo ceniciento.
De pronto, algo cambió a su alrededor, las cenizas comenzaron a ondear
como si un mar de polvo se tratara, y de ellas comenzaron a surgir
decenas de formas, al principio difusas, pero con el tiempo se fueron
formando los rasgos de cada una de ellas.
Cyric estaba paralizado, nunca antes había sentido una sensación de
terror como la que ahora le embargaba, las criaturas que surgían de las
cenizas eras sus antiguas víctimas. Podía ver a Borack, el compañero al
que asesinó cuando huía del gremio de asesinos, el cual le observaba con
una mirada de complacencia que daba miedo, y tantos otros de los que
había dado cuenta, allí estaban todos, desde algún borracho de taberna,
hasta el caballero que había conocido en Caergoth, todos lo observaban
con miradas de satisfacción.
¿Estaría el también muerto?, ¿Habría sido asesinado mientras dormía?,
no lo sabia con certeza, pero lo que era seguro que vivo o muerto aquello
no tenia buena pinta.
Echó mano a sus katanas y su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió
que no se encontraban en su sitio. Estaba desarmado, y todas las formas
que habían surgido se dirigían lentamente hacia él. Intentó escapar pero
descubrió con horror como los pies se le habían hundido en las cenizas
hasta la altura de las rodillas, intentó vadear para salir de allí, pero cuanto
mas forcejeaba, mas se colaba en las inestables cenizas que ya le llegaban
a la cintura.
Miró al rededor y sus antiguas víctimas ya se encontraban junto a él,
estas comenzaron a arrancarle las ropas con sus frías manos y a hincarle
los afilados dientes en su cálida carne.
Todos pugnaban por asistir al festín de carne caliente que se les había
dispuesto en la forma de Cyric. El dolor era lacerante y nada podía hacer
para evitarlo, se encontraba indefenso y lo único que podía hacer era
gritar horrorizado de dolor.
186
Una risa seca resonó en el ambiente, grabe y ronca, parecía atravesar sus
tímpanos para resonar hueca en lo más profundo de su mente.
- Ahora me perteneces -Resonó la voz como un trueno dentro de la
cabeza de Cyric- tú me lo entregaras ahora que estas atado a mí, tanto en
vida como en la muerte.
El dolor crecía por momentos y apenas podía escuchar ya sus propios
gritos de dolor ante la voz ensordecedora que le llenaba la cabeza.
Gritaba con todas sus fuerzas pero era incapaz de escuchar su voz, solo
sentía como el aire le escapaba de la garganta.
De pronto todo cesó, aun sentía las manos que lo acosaban pero el dolor
había remitido, todo era oscuridad, se removió entre sus opresores y
comprobó que ya había recuperado la movilidad, echó mano a sus armas
y descubrió que ahora si estaban en su sitio. Se disponía a atacar a ciegas
cuando una voz conocida lo detuvo.
- Cyric -le dijo una voz dulce que enseguida reconoció- ¡despierta!
Sacudió la cabeza aturdido y observó a su alrededor. Ahora veía otra vez
claramente, Rebeca lo miraba preocupada, al igual que el resto de sus
compañeros. Habían sido las manos de estos los que lo habían despertado
de su pesadilla. Pero había sido tan real, nunca antes había vivido algo
semejante.
- Estabas muy nervioso y no parabas de gritar -susurró Rebeca
suavemente- así que intentamos despertarte, pero estabas tan
profundamente dormido que no conseguíamos que despertaras. Nos
tenias muy preocupados.
Cyric intentó relajar su respiración jadeante y comprobó como su
corazón latía a toda velocidad a causa de la tensión soportada.
- No se que me ha pasado -intentó contestar Cyric a sus sorprendidos
compañeros- ha sido un sueño tan real...
De repente se dio cuenta de algo, una sensación de calor le quemaba el
pecho. Miró bajo su camisa y descubrió como la piedra negra se
encontraba al rojo vivo y pugnaba por quemarle la piel. Se quito
rápidamente el colgante y se quedo observándolo.
187
A los pocos instantes de sacárselo del cuello, volvió a recuperar su color
ceniciento y se volvió frío de nuevo. "sutra duin" murmuro Cyric para si,
repitiéndoselo como un eco para sí mientras se perdía en sus
pensamientos... "Sutra Duin".
- Parece que no va ha ser una tarea tan fácil como pensaba el devolver
esta reliquia a su pueblo -comentó Cyric absorto-.
Cristina, que se encontraba también junto a él se acercó para observar la
piedra más de cerca.
- No detecto ninguna presencia maligna en ese colgante -comentó a los
demás- al contrario parece contener algún tipo de magia blanca muy
poderosa, aunque de un tipo que desconozco. Lo que es seguro es que
ningún humano ha encantado esta piedra, parece estar imbuida con algún
tipo de magia casi divino.
Cyric entrecerró los ojos mientras observaba la piedra ahora con más
tranquilidad.
- Pues tu magia benigna -comentó el elfo mordaz- ha estado a punto de
matarme.
Cristina se quedo meditabunda durante unos momento sin perder de vista
la piedra.
- Puede que la magia de la piedra no sea maligna en si, -comentó la
sacerdotisa pensativa- sino que de alguna manera, la piedra canalice lo
que cada uno de nosotros llevamos en lo mas profundo de nuestro ser,
como un espejo del alma.
Cyric confuso, recordó lo que había visto y comprendió que la
sacerdotisa pudiera tener razón. Su vida, al fin y al cabo, no había sido un
ejemplo a seguir.
Sin quitar ni dar la razón a Cristina, el elfo alargó el brazo acercando la
piedra hacia ella.
- En ese caso -comentó el elfo- será mejor que la lleves tú. De todos las
personas que he conocido, creo que serias la más indicada, si resulta ser
correcto lo que dices. No obstante, yo velare tu sueño por si te has
equivocado.
Cristina recogió la piedra, que ahora estaba fría, y se la coloco al cuello
bajo el símbolo de oro de Mishakal. Se recogió entre su manta e intento
conciliar el sueño.
188
Los demás regresaron a sus mantas a excepción de Cyric que se acomodo
sentado junto a Cristina para hacer guardia mientras esta dormía. Rebeca
se acomodo junto a él compartiendo una manta que echó sobre los
hombros de ambos y reposó su cabeza sobre el hombro de Cyric.
- ¿Que viste en tu sueño? -le pregunto la joven maga- ¿tan horrible fue?
Cyric, triste y pensativo, no podía apartarse las palabras de Cristina de la
cabeza.
- Mi alma -contestó el elfo apenado- eso fue lo que vi, el interior de mi
alma.
Rebeca pasó su brazo al rededor de la cintura del elfo y se apretó junto a
él.
- No puedes cambiar el pasado -comentó Rebeca, intentando consolar a
Cyric- pero ahora puedes controlar tu futuro. No pudiste elegir lo que has
sido, pero ahora ya eres libre para elegir lo que quieres ser.
Cyric reposó su cabeza sobre la de Rebeca y respiró la fragancia de sus
cabellos.
- Aun no se cual será mi fin en esta vida, ni que es lo que quiero hacer
con mi destino, pero lo que si se, es donde quiero estar -contestó el elfo
en un susurro- quiero estar junto a ti.
Rebeca no dijo nada, no porque no quisiera, sino porque las lagrimas de
felicidad le impedían hablar. No hacia mucho que conocía al elfo, pero
en ese poco tiempo se había forjado un vínculo tan fuerte entre los dos,
que sentía que nada podría romperlo.
- Y yo estaré allí contigo -consiguió decir por fin Rebeca- para siempre.
El ambiente se quedo en silencio, y Cyric no perdió de vista ni un
momento las reacciones de Cristina durante su sueño.
Cristina despertó dentro de su sueño y se encontró de pie en una
gigantesca planicie de cenizas que abarcaba todo el horizonte, y al igual
que en sueño del elfo, nada había a su alrededor, tan solo la interminable
arena grisácea.
Un minuto después, se produjo un movimiento ondulante en las cenizas,
y cientos de muertos vivientes comenzaron a surgir de ellas. A diferencia
de los que había visto el elfo, estos estaban demacrados y no tenían
rasgos en sus rostros.
189
Cuando al fin se encontraron en la superficie, todos ellos, al unísono,
comenzaron a avanzar hacia la inmóvil sacerdotisa sin que esta se
inmutase lo mas mínimo. Avanzaban como un solo ser, emitiendo
gemidos y lamentos que harían huir al guerrero mas valiente con solo
oírlos, mas la sacerdotisa se mantenía serena en su posición sin das
muestras de miedo.
Los engendros se movían como un solo ser, lentamente, arrastrando los
pies, acorralando a la sacerdotisa cada vez mas y estrechando el circulo a
su alrededor con cada paso que daban.
Cuando las horribles criaturas se encontraban a escasos metros de ella y
ya gemían de placer al sentir el calor que emitía el aura pura de la bella
sacerdotisa, sucedió algo imprevisible.
Con un ruido sordo, la cúpula que hacia de cielo, crujió sobre sus cabezas
haciéndose pedazos en un punto de unos dos metros de diámetro. Por el
recién creado agujero surgió un chorro de luz tan blanca y brillante, que
les habría cegado solo de mirarla de no ser porque las cuencas de sus ojos
ya se encontraban vacías desde hace mucho tiempo. La corriente de luz
continuó su descenso hasta llegar a la sacerdotisa y cubrirla por
completo. Cristina al sentir el fuerte impacto de energía que la recorría
por dentro, separó los brazos a los lados y hecho la cabeza hacia atrás
para no oponer resistencia, ya que el aura que ahora la envolvía le era
sobradamente familiar pues había detectado la presencia de Mishakal en
ella, ya estaba acostumbrada a manejar los dones de su diosa en el día a
día, pero esta vez, la fuerza con la que se manifestaba era mucho mayor
que en otras ocasiones. Era como si diosa misma se habría presentado
junto a ella. Cristina sentía como el cuerpo se le llenaba de energía
invadiendo todo sus ser, parecía como si las sienes le fuesen a estallar por
la presión, pero de pronto una sensación devastadora y de alivio a la vez,
la llenó por completo.
Todo su cuerpo se convulsionó y una esfera de energía blanca surgió de
ella creciendo en todas direcciones manteniendo a la sacerdotisa como
eje central.
Las malignas criaturas que la rodeaban, gritaron a unísono con un
gemido tan aterrador que la heló el alma, antes de evaporarse en el aire al
contacto con la luz blanca que se expandía.
190
La explosión duró un segundo, pero a la vista de Cristina todo se
desarrollo tan despacio, que podía ver como la luz avanzaba hacia sus
agresores y los iba envolviendo en ella para consumirlos en llamas
doradas que se evaporaban al instante después.
Cuando todo hubo terminado, solo quedo la esfera blanca a su alrededor.
Ahora media mas de un kilómetro y se mantenía estática cubriéndola.
Escuchó en su mente las palabras reconfortantes de su diosa "No temas
hija mía, yo velare tu sueño". Así que se recostó en el suelo y se dejo
llevar por la voz suave de Mishakal. Ni siquiera el grito de furia
clamando venganza proveniente desde la oscuridad del otro lado, pudo
atravesar la esfera de luz para perturbar sus sueños.
Cyric, atento a todas las reacciones de Cristina, observó con alivio como
tras un rato de lucha y tensión en el cuerpo de la joven, al fin se había
relajado y su respiración se había vuelto acompasada y tranquila a la vez
que una sonrisa de complacencia se le dibujaba en el semblante. Aun así,
Cyric se mantuvo alerta durante el resto de la noche velando su sueño,
pero ya no hubo más cambios en la expresión de la Sacerdotisa, su alma
pura, había vencido sin duda la maldad de la piedra.
El cielo se comenzó a tornar rojizo por el este anunciando la salida del
sol, Cyric observó fascinado como las luces rojas del alba se
entremezclaban con el tono amarillento de la arena formando un
espectáculo precioso de color. Miró a su lado y contempló como Rebeca
dormía tranquila sobre su hombro, así que con el índice de su mano
derecha, acarició el suave pómulo de la maga la cual al sentir el cálido
contacto entreabrió los ojos sonriente.
Se incorporó un poco para acomodarse mas aun junto a Cyric y se apretó
junto a el mientras contemplaban en silencio el bello amanecer en el
desierto.
El disco dorado ya había surgido en su mitad, creando a su salida un
efecto óptico asombroso. Ahora la arena era un reflejo del cielo en la
lejanía, daba la sensación de que un espejo gigante estuviera dispuesto a
lo lejos en el horizonte reflejando los rojizos rayos.
191
Poco a poco el astro dorado se fue encumbrando en el cielo hasta que el
milagro del amanecer hubo concluido y la noche dio paso al día.
Los sonidos al rededor, denotaban que el campamento ya se estaba
levantando. Todos se afanaban por recoger todo y preparar las caravanas
para lo que se avecinaba como un duro trayecto a través del desierto.
El drow apareció desde detrás de uno de los carromatos y se acerco al
grupo, Cristina se estaba desperezando para rezar a su diosa y Rebeca
estudiaba con ahínco un viejo libro de magia del cual no separaba nunca,
para estudiar los conjuros que la podrían ser de utilidad en la difícil
marcha que se les avecinaba.
Un chasquido precedió al quejido del kender.
- ¡Au! -se quejó el pequeño soplándose el dorso de la mano golpeadatampoco tienes que ponerte así, solo quería comprobar la textura de tu
libro
Rebeca miró fijamente al pequeño kender.
- Es muy peligroso que leas este libro -le explicó seria la maga- la simple
lectura de sus paginas por parte de alguien que no esta familiarizado con
la magia, podría incluso matarle.
El kender tenía los ojos abiertos como platos al escuchar a Rebeca.
- ¡Guauu! -exclamó el pequeño- ¿y que pasaría?, saldrá un rayo del libro
para achicharrarme, o se me cerrara el libro en la cabeza aplastándomela.
O acaso saldrá una mano que me arrastrara hacia el interior. ¡Que
emocionante! podría ver como es un libro mágico por dentro.
Rebeca suspiró resignada al comprobar una vez más que era imposible
razonar con el incombustible kender y pidió ayuda a sus compañeros con
la mirada. Necesitaba estudiar sus hechizos y le seria del todo imposible
con las continuas interrupciones del pequeño.
Cyric se acerco a Tas y le puso la mano en el hombro.
- ¿Que tal si ayudamos un poco a Agmed en los preparativos? -Le
pregunto el elfo al pequeño kender curioso- estoy seguro que tienen un
montón de cosas interesantes que cargar en las carretas.
Los ojos del kender se abrieron como platos y salió disparado hacia la
dirección donde el jefe de la caravana se afanaba por cargar todos los
enseres en la carreta.
192
- ¡Agmed! -chillaba el kender durante su alocada carrera- Espera, que te
ayudo.
Rebeca y los demás no pudieron ocultar las risas que les producía la
situación, no tardaría mucho Agmed en arrepentirse por aceptar la ayuda
del kender.
Los preparativos terminaron con celeridad y pronto todos estuvieron
preparados para partir. La caravana estaba formada por diez carretas, ya
que de las catorce iniciales, cuatro de ellas habían quedado inservibles
tras el ataque de las criaturas espectrales. se encontraban dispuestas en un
bloque de tres filas guiadas por la caravana de Agmed, la cual, se
encontraba a la cabeza para ir abriendo camino a las demás yendo por
delante en la formación. La carretas iban tiradas por dos camellos cada
una, a excepción de las tres que iban tras Agmed y las tres que cerraban
la comitiva, las cuales, para equilibrar la carga de las que habían sido
destruidas en el ataque, habían embozado un animal extra al tiro. Agmed,
también había unido un camello más a la suya para compensar el peso
extra de los invitados que le acompañaban, y a petición del Drow había
dejado al último camello bajo el control de Phoenix para que lo montara,
ante la rotunda negativa de éste de viajar sentado en una carreta. "No
pienso viajar como un granjero" había alegado el drow molesto al
escuchar las intenciones de Agmed.
Con un chasquido de látigo los camellos comenzaron a avanzar por el
desierto dejando el sol, que ya comenzaba a despuntar a sus espaldas, tras
ellos y permitiendo a sus sombras que les guiasen hacia el oeste, su
destino final.
Avanzaron durante lo que les pareció una eternidad para ellos, que no
estaban acostumbrados a moverse por el desierto con ese calor tan
asfixiante.
Cyric había pasado a la parte de atrás de la carreta incapaz de soportar
por mas tiempo el tórrido viento que lanzaba contra su cara oleadas de
arena, culpables de dejarle la piel seca como la madera y formar
pequeñas grietas sangrantes en su piel, además, sentía en su boca una
sensación de sequedad, como si estuviera masticando espuma.
193
Rebeca, exhausta también por el calor se había tumbado junto al elfo en
la parte trasera de la carreta, pero esta vez se mantuvo separada de Cyric
para evitar compartir el calor de sus cuerpos.
Cristina y Némesis, agobiados por el calor también se habían cobijado en
la parte posterior de la carreta y descansaban con sus espaldas reposadas
contra una de las paredes del carro.
Tan solo el incombustible kender parecía disfrutar del viaje, mientras
jugueteaba con una fusta dando golpecitos en la grupa de uno de los
camellos el cual bramaba molesto mientras dirigía miradas asesinas al
pequeño Tas.
El drow, solitario en su montura, cabalgaba a lomos del camello
aguantando el calor estoicamente. Nadie podría haber adivinado que
nunca antes había montado un animal como este, pues se mantenía sobre
su lomo como si de un experto se tratara, apretando los tacones contra los
costados del animal y utilizando las oscilaciones de su cuerpo para avivar
la marcha del animal, avanzando a la altura de la carreta donde iban sus
compañeros.
Tas dirigió su mirada hacia la montura del drow.
- Hey Fénix -chilló el pequeño- déjame montar un poco contigo
El drow intercambió una mirada de desagrado con el kender.
- ¡Ni muerto! -le contestó Phoenix con desdén al kender- antes
compartiría mi montura con un elfo de la superficie, que montar junto a
kender.
El kender suspiro desilusionado.
- Si tanto deseas cabalgar con un elfo -contestó mordaz el pequeñopuedo avisar a Cyric.
El drow haciendo caso omiso a los comentarios del pequeño, aceleró a su
montura golpeando los flancos del animal con las rodillas y se adelantó a
la caravana para tomar la delantera.
A su vez, el kender algo aburrido de hacer rabiar al pobre camello se
introdujo en la parte interior de la caravana para hacer algo más
interesante.
Una vez en el interior observó desilusionado como los demás se
encontraban descansando, y sin ganas aparentes de divertirse un rato.
El pequeño entró como una exhalación dando un brinco hacia el interior.
194
- Parece mentira que algunos de vosotros seáis descendientes de los
Héroes de Caergoth, mis compañeros de antaño jamás se hubieran
arrugado por un poco de calor. -se quejó tasNémesis miró de reojo al pequeño incansable.
- Tus "compañeros de antaño" no están ahora aquí para soportar este
calor asfixiante. -le respondió el ladrón- ya me gustaría haberles visto en
nuestra situación.
Cyric interesado por el tema se dirigió al pequeño.
- No nos has contado mucho acerca de nuestros antepasados -comenzó a
hablar el elfo- aparte de tu liderazgo en todas las aventuras. ¿En verdad
perteneciste a su grupo?
Tas lanzo una mirada de enfado hacia Cyric.
- Por supuesto que viaje con ellos -respondió en tono molesto- ¿acaso
crees que miento?
El elfo miro los grandes ojos del pequeño y se dio cuenta al instante que
lo que había dicho, le había molestado de verdad al kender. Ahora estaba
seguro que no mentía.
- Perdona, -se retractó Cyric- no dudo de la verdad de tus palabras, pero
como nunca nos hablas de los demás, solo nos cuentas tu participación en
todas sus aventuras.
El kender respiro mas tranquilo y la sonrisa volvió a su rostro.
- Bueno eso tiene fácil explicación -contestó risueño Tas mientras
hinchaba el pecho de orgullo- lo que ocurre es que lo mas interesante de
todas las aventuras que vivimos estuvo protagonizado por mi. Pero si
queréis saber mas sobre los Héroes os lo contare.
El kender se sentó en el escalón que daba acceso a la salida de la carreta
y saco de su bolsillo una canica de cristal con la que se puso a juguetear
dándole vueltas con una de sus manos.
- Recuerdo todo aquello como si hubiese sido ayer -rememoró el
pequeño con la mirada perdida en el interior de la bolita de cristal-.
- Cuando yo les conocí, apenas eran un grupo de mocosos desaliñados, se
habían conocido en una pelea de taberna al salir en ayuda de una
camarera en apuros.
195
Por entonces, antes de que se unieran a mi, solo eran cinco, Drapper el
Bárbaro, un bruto de la tundra, como los que nos encontramos en el
desierto de hielo, que había abandonado la fría tundra en busca de gloria
y aventura, Arturo Headheal un seguidor de Mishakal como tú -dijo
dirigiéndose a Cristina- Júpiter Mineitor, un mago chiflado que
empezaba a hacer algunos trucos de magia, Phornee Keythor el drow del
que tanto habláis Fénix y tú -dijo dirigiéndose a Cyric- aunque en
aquellos tiempos creo que yo no le caía bastante bien... bueno el caso es
que una vez me salvó la vida, así que no creo que me odiase mucho....
aunque otra vez me intentó matar....
Cyric carraspeó para que el kender continuara con la historia.
- si, si... continuó el pequeño, ya sigo. Bueno luego estaba el Caballero,
aunque por aquel entonces no pasaba de escudero de segunda, se llamaba
Shiryu Killraven de Tanelord, y tenia madera de héroe, aunque para
madera.... la cabeza tan dura que tenia.
Cyric se incorporó al escuchar el nombre del caballero.
- ¿Killraven has dicho? -preguntó ansioso el sorprendido elfo- Esa
familia me resulta familiar. No se donde, pero he oído ese nombre con
anterioridad.
El kender, asintió con la cabeza y continuó con la explicación.
- No es raro que su nombre te sea familiar, -se explicó el kender- pues
Shiryu llegó a ser el rey de Caergoth en la época de mayor esplendor de
la ciudad. Pero la gloria no duró por siempre, y un desafortunado día, su
castillo fue invadido por hordas oscuras comandadas por Baahl el dios de
la muerte de los planos exteriores, que intentó apoderarse de todo el
continente, y vaya si lo hubiera conseguido de no ser por nosotros.... Pero
bueno, el caso es que Shiryu nunca se repuso del golpe que supuso la
perdida de Samantha, su mujer. Algunos dicen que ella consiguió escapar
con la ayuda del mago del castillo y que dio alud a una hija del rey, pero
eso no son mas que cuentos populares, porque nunca mas volvimos a
saber de ella. Lo único que he oído es que en los últimos días de vida del
rey, apareció un chico en Caergoth proclamando ser el nieto del rey, y
Shiryu en un gesto de desesperación y remordimiento por sus actos
pasados, lo tomó como su sucesor.
196
La gente vio esto como un gesto de debilidad y demencia en su regente al
poner en el trono a un desconocido, pero al final accedieron a los deseos
del monarca, en gratitud a los años pasados. Pero no acabó ahí la mala
suerte del rey, sino que tras la muerte de Shiryu, el joven rey se enamoró
de una elfa, lo que inexorablemente provocó la caída de la corona a
manos del pueblo, obligando al recién monarca a huir hacia los bosques
para salvar su vida, borrando así la pista de la estirpe de los Killraven.
El kender miró al taciturno elfo que parecía perdido en sus pensamientos
y continuó con el relato.
- Pasamos muchas aventuras juntos, librando innumerables batallas,
luchando contra despiadados magos y terribles dragones, antes de que
nuestro grupo aumentara. El primero en llegar fue Huja Slayermaster un
guerrero gigantón con un carácter un tan explosivo como su tamaño, tan
solo comparable con su habito por la bebidas fuertes de las tabernas.
Poco después nos encontramos con Hermes Krateros, un halfling bueno
para todo, tan pronto abría una cerradura, como luchaba como un titán
maza en mano, o bien podía pedir ayuda a su dios para otorgarle el don
de la curación, o sorprenderte lanzando bolas de fuego por un pasillo
contra sus enemigos. Todo un carácter ese Hermes Krateros, éramos
grandes amigos ese halfling y yo, aunque no me dejaba jugar con sus
cosas, me caía muy bien. El ultimo en unirse a los Héroes de Caergoth
fue una criatura malvada y despreciable, aun no entiendo como
permitieron que se uniera al grupo, creo que Avalon tuvo algo que ver
con su ingreso en el grupo, se trataba de un mago oscuro, con el alma tan
negra como su túnica azabache, adoraba a Morgion el dios de las
enfermedades y su crueldad no tenía límite, la mera mención de su
nombre era preludio de sufrimiento y calamidad pues se hacía llamar
como el mensajero de la muerte, la Némesis.
El ladrón dio un respingo al escuchar su nombre, también Cyric salió de
su estado meditabundo al escuchar el nombre.
- ¿Némesis? -Preguntaron el ladrón y el elfo al unísonoNémesis continuó el interrogatorio al pequeño.
- ¿Recuerdas el nombre de su familia? -indago el ladrón- ¿Su apellido?
El kender arrugó la frente intentando recordar.
197
- Creo que era algo como -dijo lentamente el pequeño mientras
recordaba- Elmismo, elmister, elmito, elmi, o algo parecido.
- ¡Elmo! -Concluyó el ladrón sorprendido- ¡Némesis Elmo!
El kender asintió excitado.
- Exacto eso es, -aseveró el pequeño- Némesis Elmo, ese era su nombre
¿Le conoces?
Némesis respiró hondo mientras meneaba la cabeza negándolo.
- No conocí a mis padres -le contesto tenso- y mucho menos a mis
abuelo, pero no cabe duda que tenemos el mismo nombre.
Cyric lo miró extrañado mientras se rascaba el cogote.
- Pero si no conociste a tus padres -conjeturó el elfo confuso- ¿como
sabes que te llamas así?
Némesis se sacó el único anillo que portaba en la mano izquierda con el
símbolo de una calavera, en la parte interior se podía leer con claridad un
nombre: "Némesis Elmo".
- Es lo único que tengo de mis antepasados -comentó Némesis mientras
le daba vueltas- el hombre que me introdujo en el gremio de ladrones me
dijo que lo llevaba al cuello cuando me encontró abandonado en los
muelles, estaba engarzado en una cadena de plata que según me dijo se le
había "perdido". Imagino que nadie querría robar el símbolo del dios de
las enfermedades del cuello de un niño abandonado. Desde entonces
adopté el nombre que había en el anillo, con el fin de provocar el miedo
en mis víctimas por el mero hecho de escucharlo.
Cyric se apoyo de nuevo en la pared suspirando.
- Vaya -susurró el elfo- parece que las piezas comienzan a encajar en esta
locura. Solo nos queda por saber que pinta Cristina en toda esta historia.
La sacerdotisa, aludida por las palabras del elfo se reincorporo cansada.
- Yo no tengo padre -aseveró tajante Cristina, dejando a todos
boquiabiertos- mi nacimiento fue un don de la diosa. Mi madre Ariel
Silvermoon, fue una virgen vestal devota en cuerpo y alma a Mishakal, a
la que le fue concedido el don de alumbrar una hija en recompensa a la
fidelidad y gran devoción en su diosa, por lo que carezco de padre
ninguno.
198
Cyric sin resignarse a encontrar la explicación de la presencia de Cristina
dentro del rompecabezas, continuó dándole vueltas.
- Pero puede que tu madre fuese hija suya -argumentó el elfo perspicaz- o
quizás tu abuela.
El kender se introdujo en la conversación para replicar al elfo.
- Eso es imposible -interrumpió el pequeño Tas- Arturito se metió en una
extraña maquina que según los Gnomos que la habían construido podía
viajar bajo el mar. Lo que parecía querer, era llegar a la ciudad sumergida
de Istar, tal y como creo le había pedido Mishakal o algo así. Por lo que
se metió junto con sus cinco amigos Gnomos y se lanzaron al agua dentro
de aquel barco de metal que parecía una nuez gigante. Fue algo curioso,
primero se mantuvo flotando durante un rato, pero de pronto se escuchó
un ruido metálico y empezó a entrar agua al barco. Todo fue muy rápido,
porque poco después se hundió como una piedra en el mar. El caso es
que ninguno de ellos regresó nunca de ese viaje, y es una pena porque me
había prometido que me llevaría en su próximo viaje.
Cyric se recostó resignado y se dejo llevar por sus pensamientos mientras
divagaba sobre todo lo que les había relatado el Kender, poco a poco la
verborrea incesante del kender se fue apagando como un susurro lejano
mientras el cansancio acumulado le ganaba la batalla por la consciencia.
A Cristina también se le avivaron los recuerdos al mencionar Cyric a su
madre. Hacia tanto tiempo que no la veía, ella nunca la había hablado de
sus abuelos. Ella tampoco tenía las respuestas que el elfo buscaba, tan
solo sabía que seguía los dictados de su diosa de predicar su palabra
cuando la asaltaron en Beldor y se despertó horas después en aquella
oscura celda.
Parecía todo tan lejano, y apenas hacia algunos días que había sucedido.
Parecía ya una eternidad desde que se había marchado de casa para
seguir las instrucciones de Mishakal.
Miró a sus compañeros, apenas les conocía y casi les podía considerar
unos extraños, pero sentía que les necesitaba, había acabado por
acostumbrarse a estar con ellos y la mera idea de volver a vagar sola por
los caminos la producía una extraña sensación de intranquilidad.
199
Se había acostumbrado a la divertida cháchara del kender, el constante
mutismo de Cyric, la inocencia casi infantil de Rebeca descubriendo
poco a poco los caminos del amor, la competitividad de Némesis frente a
Cyric, e incluso el indiferente odio que el Drow procesaba por todos
ellos, se había convertido en algo necesario para ella. Estaba segura que
las acciones de Mishakal no eran al azar, si ella se encontraba allí, junto a
aquellas criaturas arraigadas al mal, no podía ser sino una señal
inequívoca, para que ella las atrajera hacia la senda de la luz. Y ya había
detectado cambios en ellos, Cyric parecía estar descubriendo algunas
otras cosas por las que merecía la pena vivir, y Némesis poco a poco
parecía sentirse menos amenazado por sus antiguos compañeros.
Complacida como estaba comenzó a honrar a su diosa con plegarias
silenciosas para no molestar el descanso de los demás.
Una voz de alarma en el exterior interrumpió el descanso del grupo. El
primero en salir al exterior fue Némesis, justo a tiempo de contemplar
como Phoenix se acercaba a la carreta en su montura. Némesis oteó el
horizonte con rapidez mientras desenfundaba su arma pero no divisó
ninguna amenaza, busco la respuesta en el drow, pero el gesto de
desconcierto en la faz de éste le indicó que tampoco él conocía la razón
de la alarma.
Los gritos de alarma se multiplicaban por todos los lados del
campamento, y hasta los animales parecían encontrarse nerviosos
bramando e intentando soltarse de sus arneses.
Némesis se acerco a Agmed para preguntarle por la causa de la alarma y
este antes de que el ladrón pudiera decir nada señaló el horizonte.
- El desierto se levanta sobre nosotros -dijo el jefe de la caravana
nervioso- debemos agruparnos o moriremos todos.
Némesis junto con el drow y el resto que acababa de salir al exterior
miraban con interés la dirección sin ver nada extraño que hiciera peligrar
sus vidas.
De repente Cyric vio algo, no era una amenaza física como ellos buscan,
sino que en el horizonte la tierra parecía difuminarse con el cielo
entremezclándose.
200
- Ya lo veo -exclamó Cyric- es como si el desierto se levantara contra
nosotros.
Todos entrecerraron los párpados para intentar vislumbrar algo, pero los
ojos humanos no podían apreciarlo aun, tan solo el drow parecía que lo
contemplaba con una mezcla de preocupación y temor.
-¡Que demonios es eso! -exclamó Phoenix preocupado por primera vez
desde que le conocieran- nos va ha tragar a todos.
Agmed se dirigió a sus hombres con el tono de voz visiblemente alterado.
- ¡Juntad las carretas!, ¡unidlas en un bloque! -gritaba en todas
direcciones- se aproxima una tormenta de arena.
Los conductores de las carretas se afanaban por controlar a los animales
para agruparlos a todos en un bloque que pudiera resistir la inminente
embestida de la tormenta.
Minutos más tarde, el horizonte se había tornado oscuro, como si el sol se
hubiera adelantado y se hubiese ocultado antes. Una ligera brisa comenzó
a soplar entre las caravanas provocando constantes silbidos, cada vez
más agudos, cuanto mas aumentaba la velocidad del viento.
Por fin consiguieron agrupar las carretas formando un bloque compacto y
ataron a los animales en el lado contrario del que provenía la tormenta.
Una vez aseguradas las carretas, todos los nómadas se ataron a si mismos
en la estructura formada por las carretas para evitar ser arrastrados por el
viento.
Agmed, se había quedado con los recién llegados para explicarles como
sobrevivir a una tormenta en el desierto.
- Debéis ataos firmemente en algún lugar sólido -les explicó
apresuradamente- mantened la cara pegada al refugio y rodeaos la cabeza
con algún tipo de tela que os deje respirar y que no deje pasar la arena, ya
que de lo contrario os asfixiaríais sin remedio.
Agmed desenrollo un fardo de tela y repartió el contenido entre los
compañeros, se trataba de unos rollos de tela perfectamente enroscados.
- Rasgar varias tiras y atadlas juntas para que resistan -les instó
apresuradamente- la enfurecida fuerza del viento es mas devastadora que
el embate de un elefante.
Todos ellos se afanaron presurosamente en confeccionar las tiras de tela
que debían mantenerles atados a la caravana.
201
Mientras tanto, Agmed repartía instrucciones entre el resto de las
caravanas. Todos los conductores doblegaban a los animales para
tumbaran sobre sus estómagos y ataban sus patas para impedir que se
levantaran. Los animales asustados se encogían sobre ellos mismos
manteniendo el morro pegado sobre la arena, como si supieran lo que
estaba a punto de acontecer.
Cyric ya se había asegurado a la carreta, pero en lugar de atase por
completo había pasado una tira desde la cadera hasta el hombro
izquierdo, dejando libre su brazo derecho y parte de la cintura para no
perder toda su movilidad. El drow, haciendo caso omiso de los consejos
del capataz, se había atado de espaldas a la carreta, manteniendo los
brazos libres y cerca de las empuñaduras de sus armas, tan solo se había
colocado un pañuelo de tela en la cabeza, el cual le cubría la cara
evitando que la arena se le colase al respirar. Las dos mujeres se habían
atado juntas tal y como Agmed las había indicado, y el kender se había
adherido a una de las ruedas de la carreta. Por ultimo, Cyric asió una tira
al rededor del cuerpo de Sombra, el cual aullaba nervioso y
desconcertado, ante la extraña situación que sentía como se avecinaba.
Poco a poco, la intensidad del viento fue aumentando a la vez que la luz
del sol se oscurecía por momentos. Pronto, el ruido se tornó insoportable,
y el sonido de los techos de tela de las carretas se convirtió en un
golpeteo brutal, que parecía que iba a desquebrajarlo todo.
Al instante después, un golpe brutal, les sacudió como una devastadora
bofetada, el sonido de viento paso del fuerte ulular, al aterrador coro de
terror que producía los vacíos sonidos del viento al pasar entre los
huecos de la caravana unido al de los lamentos de los animales.
Todos se aferraron a las tablas de la carreta que crujían por la presión del
aire como si se fueran a desquebrajar de un momento a otro, pero esto era
lo que menos les preocupaba, pues se aferraban a ellas con tal fuerza que
los nudillos ya se les habían tornado blancos por la presión. Tan solo los
gritos del júbilo del kender desentonaban en aquella caótica situación,
pues el pequeño había soltado de la rueda y volaba enganchado a la larga
tela con la que se había atado a la carreta, como si de una cometa humana
se tratara.
202
- Yuuuuuupiiiiiii -gritaba el pequeño kender extasiado- esto es lo mas
divertido que he hecho nunca, aun mas que cuando nos pasamos todo el
día andando por un techo mágico que nos mantenía pegados a el.
Ninguno de ellos podía oírle, ahogadas sus palabras por el estruendo de
la tormenta, pero Cyric, que era el más próximo se encontraba de la
rueda, lo observaba preocupado. El elfo, se desplazó poco a poco lo que
le permitía la holgura que había dejado a la tira de tela que lo sujetaba e
intentó agarrar la que mantenía al kender sujeto a la rueda. En el
momento en que se hizo con ella escucho un aullido lastimero a su
espalda y al instante descubrió su error.
Al abandonar su posición, Sombra, que había estado sujeto entre las
piernas del elfo, había salido disparado arrastrado por el viento, hasta
donde se lo permitía la tira de tela con la que estaba sujeto. El perro se
revolvía en el aire y aullaba de dolor sin cesar, al estar apretándose la tela
al rededor de su abdomen. El elfo estaba confundido, no sabia que hacer,
si dejaba al kender este podía salir despedido en cualquier momento, pero
si no hacia nada, era seguro que Sombra moriría asfixiado.
Miró al inmutable drow que se encontraba cerca del perro sin dar
ninguna muestra de preocupación por el animal.
Phoenix al observar el gesto de su hermanastro, se liberó la mano derecha
para poder actuar y la introdujo en su bota. Cyric observó consternado
como el drow cortaba la tira de tela que mantenía al perro sujeto a la
carreta.
El grito del elfo se elevo en el aire, y en el aire se desvaneció en el
mismo momento, sin que nadie, a excepción de él, escuchara su clamor
mientras veía como su fiel compañero canino era arrastrado por las
traicioneras arenas del desierto.
El corazón de Cyric se lleno de cólera, el elfo soltó la tira de tela que
sostenía al kender, el cual salió volando por los aires hasta que la tela se
tensó, y a punto estuvo de desgarrarse el nudo que lo mantenía asido a la
rueda tras el brutal tirón de la soga.
Cyric, fuera de sus casillas se abalanzó hacia el drow sin importarle su
seguridad y llegó hasta casi alcanzarle cuando la tela que lo mantenía en
tierra llegó a su fin.
203
Los metales de ambos contrincantes chocaron en el aire cuando las dagas
de ambos se encontraron.
- Parece que vuelves a ser tú mismo, hermanito -le espetó el drow- ya
pensaba que te habías vuelto un blando, dejándote influenciar por esas
humanas con las que viajáis. Aunque no entiendo porque te enfadas por
un miserable perro, solo le he ahorrado el sufrimiento de una muerte
lenta asfixiándose con la correa.
Cyric estaba rojo de ira, y acometía sin descanso su daga contra los
resquicios en la guardia del Drow, huecos que de inmediato eran
cubiertos para repeler sus ataques con la daga que Phoenix portaba en su
mano derecha.
- ¡Eres un gusano! -gritó el elfo- ese animal me salvó la vida en una
ocasión.
La faz del drow, invisible para los demás tapada como estaba por el
pañuelo de tela que la cubría, no parecía inmutarse por las palabras del
elfo. No llegaba a entender la razón de su furia.
- Me parece bien -replicó el drow- a mi me salvan la vida mis cimitarras
cada día y no me siento en deuda con ellas, pues yo me valgo de lo que
me rodea para seguir viviendo sin importarme lo mas mínimo sus
destinos. Y si no recuerdo mal es en lo que nuestro padre te adoctrinó a ti
también.
Las mujeres, escuchaban la conversación mientras intentaban girar sus
cabezas para vislumbrar lo que sucedía, atadas firmemente al lateral de la
carreta. Mientras tanto Némesis, a la espalda del drow, intentaba aflojarse
las ataduras para alcanzar su arma. Ya se había soltado la mano derecha y
se disponía a recoger la daga de su cintura cuando la tormenta arreció con
fuerza brutal.
La poca visibilidad que les quedaba desapareció al instante, y el ruido
incesante del entrechocar de metal cesó de inmediato.
Cyric, Phoenix y el recién liberado de sus ataduras Némesis, salieron
despedidos a causa del fuerte viento. Volaron sin control hasta que las
telas que les mantenían sujetos llegaron a su fin. Momento en que, como
el kender, quedaron suspendidos en el aire como comentas a la deriva a
merced de los vientos.
204
Cyric apenas podía respirar inmerso como estaba en el centro de un
torbellino que lo bamboleaba en todas las direcciones. En cada bocanada
de aire que conseguía dar, una miríada de granos de arena se colaba en
sus pulmones provocándole un picor horrible cada vez que expiraba el
poco aire que conseguía aspirar.
Por contra, Phoenix y Némesis, luchaban ya por reincorporarse en el aire,
para poco a poco acercarse a la carreta tirando de sus propias telas que
les mantenían sujetos. Ellos no tenían el problema del elfo, ya que al
haberse rodeado la cabeza con una fina tela de lino, impedía el paso de la
arena a los pulmones.
Cyric coloco el brazo sobre la boca para intentar tomar aire sin tragar
arena y consiguió llevar unas bocanadas a sus pulmones. Aun tenia el
problema de volver a la carreta al tener el brazo ocupado haciendo de
filtro para la arena, pero al menos había conseguido respirar con menor
dificultad.
La fuerza del viento aun aumentó más y los granos de arena empezaron a
cortar como cuchillas, y a proferir pequeños surcos en las zonas de la piel
que no estaban cubiertas por la ropa. Némesis y el drow, luchaban por
llegar hasta la carreta manteniendo los ojos cerrados para evitar quedarse
ciegos por la incesante lluvia de arena.
La carreta crujía con sonidos secos como quejándose por el cruel embate
del aire y se bamboleaba a merced del viento cada vez con mas
intensidad, parecía como si se fuera a volcar sobre su costado aplastando
a todos aquellos que se encontraran refugiados tras el.
Cristina rezaba a su diosa en silencio mientras Rebeca se acurrucaba
contra las tablas de la pared de la carreta, estaba inmovilizada y con
aquel temporal de arena de nada le valía toda su magia.
Por fin, el drow y el ladrón alcanzaron la carreta, sin perder un instante,
aseguraron sus ataduras e hincaron los pies en el suelo para hacer fuerza
en la pared del carro y evitar así que volcara. Solo Némesis giro la cabeza
para intentar ver a Cyric, mas ni siquiera podía contemplar el rostro del
drow que se encontraba a su lado, así que pego la cara contra la madera y
siguió empujando.
Mientras tanto, Cyric se encontraba en una posición desesperada, solo, a
merced del temporal, se encontraba indefenso ante su inminente destino.
205
No podía trepar por la cuerda con una sola mano mientras el viento la
bamboleaba como una brizna de paja, y no sabia cuanto tiempo mas
podría aguantar consciente, el castigo de los cientos de cortes que
asomaban por su rostro y sus brazos. Pero esta vez no se iba a dejar ganar
la partida, pues esta vez, a diferencia de las otras ocasiones, si que tenía
algo que perder, había descubierto que existía algo más que odio en su
interior, y lo más importante, había encontrado a alguien que le
perdonaba todo su pasado y le quería por él mismo.
Sacó fuerzas de flaqueza y comenzó a trepar por la cuerda con su brazo
izquierdo, milímetro a milímetro empezó a avanzar hacia la carreta, hacia
su salvación. Intentaba retener la cuerda con su mano derecha mientras se
tapaba la boca con el antebrazo. La fuerza de la soga era brutal, pero la
mantenía con firmeza estoicamente.
De pronto, cuando ya había recorrido más de la mitad de la distancia,
ocurrió algo inesperado.
Primero fue un extraño ulular, como el del viento pero mas fuerte y
desgarrador, que daba vueltas a su alrededor para de pronto terminar en
un sonido agudo y sibilante como el bufido de un gato y el siseo de una
serpiente, algo impacto contra el, parecía como si la arena hubiese
ganado densidad y se hubiese abalanzado contra el. En ese momento
sintió como su pecho se humedecía, bajó la vista como pudo y observo
con nerviosismo como varias marcas como de garras se abrían en su peto
de cuero dejando manar ríos sangre por ellas. El sonido se repitió y su
brazo se cubrió de cortes que empezaron a sangran con profusión. Pronto
comenzó a escuchar varios sonidos semejantes, y los golpes se
multiplicaron, era como un incesante baile mortal que lo lanzaba de un
lado a otro mientras luchaba por aferrarse a la cuerda.
Por fin sus fuerzas cedieron y soltó la cuerda, el viento lo lanzó de nuevo
a la deriva hasta que con un golpe seco alcanzo el tope de la tela que lo
sujetaba. Por segunda vez había aguantado el tirón, pero en el fondo de
sus ser se preguntaba, cuanto mas podía aguantar.
Pronto dejo de importarle, las fuerzas le abandonaron y su mente cedió a
la dulce oscuridad.
La tormenta, como satisfecha tras haberse cobrado su víctima, remitió tan
rápido como había surgido.
206
El kender fue primero en soltarse, y ya corría hacia sus compañeros
gritando extasiado.
- Ha sido la experiencia mas alucinante que he tenido -gritaba el
pequeño- ni siquiera la sensación de volar a lomos de un dragón puede
igualarse a esto. ¿Podemos repetirlo?, me encantaría volver a surcar el
aire, aunque la próxima vez construiré unas alas como me enseño una vez
Timón, un amigo gnomo que tuve que construyo una maquina voladora
que nos transportó hasta la luna, de esa forma podré controlar mi vuelo
y...
- ¡Te quieres callar! -gritó exasperado Némesis mientras se desataba las
correas de tela- ¿es que no vas a callarte ni siquiera cuando estemos en
las llamas del abismo?
El kender miro al ladrón con curiosidad infantil sin acabar de comprender
su enfado.
- Bueno en realidad ya he estado en el abismo, y lo cierto es que no hay
llamas, solo una llanura interminable de nada, es lo más aburrido que he
visto nunca. Aunque la parte perteneciente al mundo de los muertos, con
su pared de cuerpos...
-¡Basta ya! - le interrumpió de nuevo Némesis- No me importa la
decoración del abismo, ni si es interesante o no, así que si no quieres
visitar el reino de los muertos que tanto te gusta, antes de tiempo será
mejor que cierres el pico.
Tas, elevo los hombros y se dirigió hacia las mujeres para compartir sus
nuevas sensaciones tras haber surcado los vientos.
El drow se deshizo de sus ataduras y miró a su alrededor, observó el
cuerpo de Cyric y se dirigió a el.
Tas, ayudo a las mujeres a desatarse, y una vez libres comprobaron los
daños que la tormenta había producido.
Algunas carretas estaban volcadas, se veían animales medio enterrados
por la arena, otros descansaban exhaustos en el suelo, pero lo que llamo
inmediatamente la atención de Rebeca fue la figura conocida de Cyric
inerte en el suelo.
Salió corriendo en dirección al elfo, pasando como una exhalación junto
al drow, se arrodilló junto a él y le busco el pulso.
207
Su peto de cuero se encontraba aun mas negro de lo que era
normalmente, teñido por la sangre del elfo y sus brazos, se encontraban
cubiertos por arena pegada, la cual, lucia un color rojizo al contacto de la
sangre del elfo. No obstante, Rebeca aun podía sentir el leve pulsar de su
corazón, junto con una respiración leve y entrecortada.
La joven maga, levantó con cuidado la cabeza del elfo y limpió con
delicadeza la ensangrentada cara de éste. La joven, sentía un nudo en el
estomago al contemplar como decenas de cortes poblaban el bello rostro
del elfo.
- No me abandones -susurraba entre gemidos la desconsolada maga- no
ahora que tanto te necesito.
Phoenix, a la espalda de la maga observaba la escena con repugnancia.
No podía aguantar aquel estúpido sentimentalismo, posó su mano en la
empuñadura de su cimitarra, pero una voz a su espalda le frenó.
-¡Ni se te ocurra, escoria! -le amenazó Némesis mientras reforzaba sus
palabras empujando la punta de su espada contra la espada del drowAunque bien mirado, me alegrarías el día si me dieses una excusa para
acabar contigo.
El drow, sabiéndose en desventaja tras el esfuerzo agotador de luchar
contra la tormenta, alejó la mano de la empuñadura.
- Solo quería librar a mi hermano de las malas influencias -respondió el
drow con una voz que no delataba sentimiento alguno- desde que esa con
esa bruja, esta volviendo una persona débil. Si sigue influenciándole, sin
duda acabara muerto como casi ha ocurrido en esta ocasión. El Cyric que
yo conocí, jamás se hubiera arriesgado por nadie que no fuera él, y hoy
casi muere por ayudar a un par de perros.
El drow hizo caso omiso de la espada a su espalda y se alejó de allí,
sabedor de que el ladrón no le atacaría sin una provocación previa. Sin
duda, él en su lugar no habría perdido el tiempo en palabrerías.
Unas toses a su espalda le indicaron al drow que su hermano se había
despertado.
-¿Donde estoy? -Preguntó confuso el elfo- ¿que ha pasado?
Rebeca se sintió visiblemente aliviada al contemplar los brillantes ojos
negros del elfo fijos en los suyos.
208
- Sssssshh -susurro la maga- estas muy débil, a punto has estado de morir
en la tormenta.
Los ojos del elfo se quedaron fijos mientras rememoraba la tormenta.
- Ya me acuerdo, -comenzó a conjeturar- recuerdo el viento, la arena, y
aquel terrible ulular que cortaba mi piel, jamás había oído algo tan
aterrador.
Némesis se acerco hasta ellos y ayudo al elfo a levantarse. Entre el y la
maga lo llevaron sujetándole por los hombros hasta la carreta.
Una vez allí vieron como Agmed miraba los desperfectos con el
semblante visiblemente preocupado. Al percatarse de las miradas de
Némesis y Rebeca les explicó la situación.
- Nuestro estado es preocupante -les comentó a todos- hemos perdido
casi la mitad de las monturas y muchos de los víveres, lo cual me hace
pensar que tenemos pocas posibilidades de alcanzar el oasis que se
encuentra antes de la llegada a la puerta de Thorbandin.
Cristina se introdujo en la conversación mientras examinaba las heridas
del elfo y las lavaba con un paño húmedo de lino.
- ¿No había una ciudad antes de llegar al oasis? -preguntó la sacerdotisano se cual es el peligro de esa ciudad, pero quizás sea mejor que
arriesgarnos a cruzar el desierto sin víveres.
Agmed movió la cabeza dubitativo, la escala en esa ciudad podría
significar grandes pérdidas en sus beneficios a causa de los desorbitados
impuestos y el exhaustivo examen de las mercancías. Pero la sacerdotisa
tenía razón, las posibilidades de llegar hasta el oasis en esas condiciones
eran ínfimas.
Agmed dio las ordenes pertinentes y prepararon las carretas para el viaje
hasta Tarsis, la ciudad mas temida por los mercaderes, aunque no tanto
como las traicioneras arenas del desierto, pues eran pocos los que
evitaban la ciudad. Unieron varias carretas a cada montura a excepción
de la suya propia, y pronto la caravana volvió a estar dispuesta para
partir.
Con un chasquido de látigo, como al comienzo de su singladura, la
caravana se puso en marcha, aunque esta vez con dirección norte, hacia
la misteriosa ciudad de Tarsis. Pasaron las horas sin percances y poco a
poco el sol fue realizando su diario recorrido por el cielo despejado.
209
Las nubes que hace poco les habían embestido, habían desaparecido del
firmamento como por arte de magia, y ni un solo cúmulo se vislumbraba
en todo el cielo.
Cuando cayó la noche, pudieron ver con claridad unas luces en el
horizonte, sin duda se estaban acercando a su destino y hasta los animales
parecían haberlo visto, pues ahora la caravana avanzaba con más rapidez.
Agmed se introdujo en la caravana con otro fardo de tela entre las manos.
- He pensado que os podría ser de utilidad -les comentó mientras les
hacia entrega del mismo- ya que vuestras ropas no están muy
presentables para andar por una ciudad.
Rebeca tomo el paquete de las manos del capataz y lo abrió con
nerviosismo. Como ella esperaba había unas cuantas prendas de ropa en
el interior.
Sacó una túnica de seda blanca que entregó a la sacerdotisa, y un
precioso vestido azul cielo que tomo enseguida para ella tras comprobar
que era de su talla.
También había una camisa verde que le gustó para Cyric, aunque éste no
estaba por la labor de cambiar el color de su vestuario. Al final, resignada
por su terquedad, le entrego el fardo de ropa y se retiró a un rincón con la
sacerdotisa. Allí, utilizando una sabana para cubrirse la una a la otra, se
cambiaban de ropa. Una vez vestidas, comprobaron que Cyric, algo
recuperado ya, había optado por quitarse el estropeado peto de cuero, y
se había colocado una camisa de cuero negra y un pantalón de cuero del
mismo color, así como una capa que se había anudado a la altura del
cuello dejando caer la capucha sobre su espalda. Por contra, tanto
Némesis como el drow habían optado por mantener sus antiguas ropas,
mientras que el kender aun rebuscaba en el fardo alguna prenda
"interesante" que llevarse con el, y ya había encontrado una bufanda de
colores brillantes que se había colocado de forma estrafalaria al rededor
del cuello. Ni siquiera los comentarios de sus compañeros respecto al
desierto le habían hecho cambiar de opinión.
De pronto escucharon la voz de Agmed desde fuera que les reclamaba.
Al salir se quedaron asombrados por lo que vieron, aquella ciudad era
mayor de lo que habían imaginado.
- Bienvenidos a Tarsis -clamó el capataz- la ciudad sin ley.
210
Capitulo VIII - Almas Divididas
El bullicio de las calles denotaba el ambiente de una ciudad comercial
pese a encontrarse en el centro del desierto, su localización entre los
bosques Silvanesti y las puertas de Thorbandin, lugar de acceso a la parte
occidental del continente, le dotaban de una posición inmejorable para
todos aquellos que querían atravesar la planicie de polvo, convirtiéndose
en paso obligado para reabastecerse de agua y víveres.
Un ruido proveniente del norte de la calle los alertó. Otearon la distancia
y contemplaron como, acompañando al sonido atronador, una gran
polvareda se levantaba por la avenida, al paso sin duda de varios pares de
botas pesadas.
Pronto descubrieron el origen, una guarnición compuesta por once
soldados, avanzaba hacia ellos con paso vivo.
Phoenix y Némesis se prepararon para el combate de inmediato,
colocando las manos en las empuñaduras de sus armas.
- No debemos precipitarnos -Argumentó Cyric visiblemente cansadoProbablemente vengan a inspeccionar las mercancías de la caravana.
Agmed se colocó en cabeza del grupo atusándose el pelo para recibir a la
patrulla de soldados que se aproximaba.
- Por las arenas de Tarsis, os damos la bienvenida extranjeros. -Anunció
el soldado que iba en primer lugar dentro de la formación, denotando así
su mayor graduación-. He sido enviado para llevar a cabo el registro
regular de vuestras mercancías, así como para traer los saludos
personales y la admiración del Señor de Tarsis. Me ha pedido en su
nombre, que os invite a pasar la noche en su casa para honrar a los
Héroes que han conseguido doblegar a las bestias del desierto ardiente.
- Por vuestro aspecto apostaría a que sois vosotros -auguró el capitán
dirigiéndose a los seis compañeros de fatigas- Y debo añadir por mi
parte, que estoy impresionado -comentó mirando fijamente a CristinaHabía oído de vuestra belleza, pero los comentarios se han quedado tan
cortos como comparar el brillo de una vela con el fulgor del sol al
mediodía.
211
El rostro de la sacerdotisa se ruborizo durante un momento ante lo
inesperado del halago, aunque pronto recuperó la compostura para
dirigirse al hombre que la miraba sin cesar.
- Es un honor oír tales palabras de un hombre tan cortes como vos -le
respondió ella- y también encuentro incomodo que mi fe me impida
agradecerte como mereces tales palabras.
El soldado, sonriente ante el halago de Cristina no apartó la vista de ella,
hasta que Némesis se cruzó entre ambos.
- Habéis dicho que "vuestro señor" deseaba vernos -Recalcó el ladrónpues en mi opinión creo que no deberíamos demorar la invitación, ya que
estamos agotados de tan largo viaje.
La sacerdotisa dio un respingo ante la reacción del ladrón, su actitud la
había sorprendido, de no haber viajado con él durante estas ultimas
semanas en las que le había conocido tan bien, habría dicho que se
trataba de ¿celos?
Cyric, aun poco convencido se acercó también al capitán.
- Y como es posible -le increpó el elfo- que sepáis de nuestras lucha e
identidad, cuando ni siquiera las alimañas del desierto estaban presentes
durante las batallas que hemos librado.
El Jefe de los soldados dirigió su vista hacia el altivo elfo.
- Las noticias en Tarsis viajan mas rápido que las ardiente arenas del
desierto -replicó sagaz el Capitán al ver los asombrados rostros de los
compañeros- tenemos exploradores por todo el desierto que nos
informan de cualquier cosa que allí suceda.
- Y por casualidad vuestros "exploradores" no serán muertos vivientes
¿verdad? -le espetó Phoenix con saña- porque hemos conocido a algunos
de ellos que ya no volverán a informar.
El capitán observó confuso al drow, meneó la cabeza para sacudirse las
ideas antes de continuar.
- Creo que no se de lo que hablas -se excusó el guerrero- nosotros nunca
trabajaríamos con magia negra. Seremos hombres toscos por vivir en
medio de un desierto, pero nunca cooperaríamos con criaturas tan viles.
A nuestra manera, somos honorables.
212
- Es cierto que hay noticias del ataque de criaturas oscuras como las que
describes -les explicó el capitán- pero puedo asegurarte que ningún
hombre de Tarsis esta detrás de todo eso.
- Nuestra economía se basa en el comercio, con todos los viajeros que
paran de camino al paso de Thorbandin. Por lo que haciendo que las
caravanas eviten el desierto, solo traería la desolación a nuestra ciudad.
Al fin y al cabo aquí no hay nada fértil por lo que dependemos de los
suministros de otras ciudades. No obstante, si tanto os intriga el tema,
podéis hablarlo directamente con el Señor de Tarsis.
Un sonido a sus espaldas interrumpió la conversación. Al darse la vuelta
todos observaron al Kender que se apretaba las tripas.
- Lo siento, -contestó el pequeño- pero es que ya no puedo contenerlas
más... Tengo Hambre.
Un coro de risas inundó el ambiente, mientras el pequeño kender seguía
intentando acallar sin éxito los ecos de su estomago.
Vahdlor Reighard, que así les había dicho que se llamaba el capitán de la
guardia, impartió las órdenes oportunas a sus hombres para que llevaran
a cabo el registro rutinario de las mercancías, mientras que él escoltó a
los seis compañeros en presencia de su Señor.
Vahdlor, era un hombre maduro de unos treinta y cinco años, tenia el
pelo negro y unas canas le surcaban la cabeza a la altura de las sienes
denotando un envejecimiento prematuro, debido sin duda, a una vida
excesivamente agitada. Vestía una armadura metálica un poco
deslustrada, la cual debía ser asfixiante para un clima como este, pero a él
no parecía molestarle, aunque al ser de noche el calor sofocante de la
tarde ya había remitido y los vientos que soplaban ahora eran mas bien
templados, aunque aun reinaba en el ambiente un calor pegajoso que
mantenía constantemente secas las gargantas.
Portaba una espada larga al cinto que llamaba la atención a causa de un
brillo antinatural que desprendía al bambolearse sobre su cadera,
denotando sin duda la existencia de algunas propiedades mágicas en su
hoja.
213
Avanzaron por la avenida durante un cuarto de hora hasta alcanzar el
barrio central de la ciudad, donde lo primero que les llamo la atención
fue el adoquinado de la calle por la que avanzaban, además de la mayor
calidad que se vislumbraba en los edificios que escoltaban ambos lados
de la nueva avenida. Fue entonces cuando se le volvieron a revolver las
tripas a Cyric, de nuevo encontraba la diferencia entre ricos y pobres,
diferencia que aún ahora no conseguía entender. No podía creer que el
simple hecho de nacer en un lugar u otro, otorgaba derechos a unos para
mandar sobre otros. Era Aquello lo que le daba la razón a la hora de
enfrentarse a aquella sociedad injusta y corrupta que se aprovechaba de
los débiles. A Cyric nunca le habían importado los métodos cuando
atacaba a los auto denominados "ricos", él, simplemente les devolvía el
dolor que ellos infligían a los demás.
Rebeca se percató de la rabia que asolaba el rostro de Cyric y le tomó del
brazo con su mano, provocando el respingo del elfo ante el inesperado
roce.
- ¿Que te sucede? -le susurro al oído- ¿Te encuentras mal?
Cyric se tranquilizó al escuchar la aterciopelada voz de la hechicera
paseándose por su mente como un bálsamo relajante que devolvía de
nuevo la paz a su espíritu.
- Nada, -titubeó el elfo- estoy bien, solo han sido unos recuerdo que han
venido a mi mente.
El elfo froto con su mano izquierda el brazo con el que la maga le
sujetaba, tranquilizándola.
- Son solo viejos fantasmas que aun viven en mi interior -la explicó
Cyric- pues mi vida, no siempre ha sido fácil.
La maga se acercó al elfo hasta chocar contra su cuerpo.
- Espero que algún día confíes en mí lo suficiente como para compartir
conmigo tus secretos.
- En realidad eres la única persona en quien he confiado... -Respondió
titubeante al recordar de repente a Gemma, la única persona por la que
había sentido algo, y por la cual había llevado la vergüenza a su tutor al
huir de la escuela para evitar el enfrentamiento mortal contra ella en la
prueba final de graduación- ...en quien confío. -rectificó al fin-.
214
Tras ellos, Phoenix, escuchaba atento la conversación de su hermanastro,
mientras una sonrisa torva afloraba en su malicioso rostro. El sabía
perfectamente cuales eran los fantasmas que rondaban por la mente de su
hermano, y los utilizaría a su favor en su preciso momento.
Por fin, alcanzaron el centro de la ciudad, donde una plaza daba acceso al
resto de las calles, y donde la casa del alcalde se alzaba sobre las demás
como un gigantesco roble sobre los arbustos de un prado.
La imponente mansión relucía con su piedra blanca, reflejando los rayos
de las lunas y creando unos juegos de sombras blancas y rojas, que la
dotaban de un aspecto sobrecogedor.
Unas escaleras de mármol daban acceso a las gigantescas puertas de
entrada, las cuales se encontraban franqueadas por cuatro columnas de
piedra blanca que sujetaban la terraza del piso superior. Una fila de
ventanales coronaba el último piso de la casa, donde reposaba el manto
de tejas blancas, colocadas formando una pendiente para proteger la
construcción contra la acumulación de arena en la parte superior de la
vivienda.
El grupo se quedó estupefacto ante lo imponente de la construcción.
Había tenido que costar una fortuna levantar semejante mansión en
medio del desierto.
Cuando se encontraban ascendiendo por las escaleras, una pequeña
puerta de piedra construida dentro del propio portón derecho, se abrió
despacio. De ella surgió una figura envuelta en ropas de seda. Su aspecto
mostraba el paso del tiempo, ya que la ausencia de pelo en la parte
superior de la cabeza y las pronunciadas arrugas en el rostro denotaba
que hacia ya tiempo que había cruzado el umbral de los cuarenta años.
Aun así, se acercaba hacia ellos con un vigor inusitado para su aspecto.
- ¡Bienvenidos! caballeros, -saludó a los presentes- ...y damas -añadió
ensalzando sus palabras con una ligera reverencia-. Estoy encantado de
que hayáis aceptado mi hospitalidad, si sois tan amables de acompañarme
al interior.
El capitán que les había servido de guía volvió sobre sus pasos,
presumiblemente para encontrarse con su guarnición de soldados,
mientras los compañeros siguieron al extravagante personaje al interior
de la casa.
215
Su anfitrión vestía un pantalón de seda azul oscuro y una camisa granate
del mismo material, completaba su vestimenta, una capa de color azul y
unas babuchas del mismo tono.
Una vez dentro, lo siguieron a través de un inmenso hall en el que se
abría una imponente escalera de mármol que daba acceso a los pisos
superiores. Dejaron la escalera a la izquierda y atravesaron una puerta
doble de madera que daba acceso a un gigantesco comedor con otras tres
puertas, la doble hoja por la que habían cruzado, otra puerta doble
cerrada en la parte izquierda de la habitación, y una ultima entrada en la
derecha a través de la cual se podía vislumbrar parte de una biblioteca en
la habitación contigua.
Observaron como una gigantesca mesa ocupaba el comedor a lo largo,
estando la parte mas alejada de ésta, habilitada para cenar, y antes de que
su anfitrión pudiese decir nada, el pequeño kender ya se estaba
acomodando en el sillón que presidía la mesa, manoseando todo lo que se
encontraba a su alcance.
Némesis se acercó al pequeño para levantarle de las orejas, pero una voz
a su espalda lo detuvo.
- No es necesario que se levante, -intervino el anfitrión- imagino que
nuestro pequeño héroe estará hambriento y cansado, así que será todo un
honor si me permitís sentarme junto a vosotros a la mesa.
Tasselhoff, que se encontraba engullendo las frutas repartidas por encima
de la mesa, colocadas a tal fin para decorar el comedor, levantó la vista
hacia su interlocutor.
- Por mi no hay problefma -respondió el kender con la boca llena de
fruta- aquí hay suficiente comida para todos.
Cyric no pudo sino ocultar una sonrisa que le afloró en el rostro, el
pequeño Tas no tenía remedio, cuando creía que lo había visto todo, el
kender hacia algo que lo sorprendía.
Cristina carraspeó para dirigir la atención hacia ella y así evitar la escena
del kender.
- Estaremos honrados en que nos acompañe a la mesa -contestó
diplomática- mi nombre es Cristina Silvermoon, hija de Mishakal, la
madre de la vida. Y mis compañeros son Rebeca, Cyric, Némesis,
Phoenix y Tas, al que ya conoces -presentó al resto la sacerdotisa216
- Tasselhoff Woodruft -rectificó el pequeño kender- último superviviente
del los archiconocidos Héroes de Caergoth.
El anfitrión se quedó boquiabierto al escuchar esto ultimo.
- Mi nombre es Lúan de Riot, Alcalde de la ciudad de Tarsis -se
presentó- ¿En verdad serviste junto al valeroso Shiryu Killraven de
Tanelord?
Tas, hinchó el pecho de orgullo al verse reconocido y se levantó del
asiento para darle mas fuerza a su alegato.
- No solo serví con él. -relató el pequeño- éramos como uña y carne.
Recuerdo una vez que tuvimos que enfrentarnos a una ciudad repleta de
vampiros. Fue algo heroico, estábamos espalda con espalda luchando
contra aquellas malvadas criaturas. Nos tenían acorralados, pero no
cejábamos en defendernos abriéndonos paso hasta una posada cercana
dondeff...
La mano de Némesis concluyó el relato, como se estaba haciendo
habitual.
- Muy bien, ya hemos oído todo eso antes -le interrumpió- ahora me
gustaría saber para que nos han traído aquí.
- Por el momento desearía que serias mis invitados a cenar -respondió
Lúan evasivo- mas tarde ya habrá tiempo de hablar del resto.
El drow, práctico, se sentó en una silla y ya iba a comenzar con la fruta
cuando unas palmadas del alcalde lo detuvieron.
Al instante, la doble puerta que había permanecido cerrada, se abrió de
par en par para dejar paso a una comitiva de sirvientes cargados con
bandejas que comenzaron a repartir a lo largo de la mesa. En ellas, se
podía apreciar gran cantidad de comida, entre la que se encontraba un
humeante cordero asado, que llenó la sala con un delicioso aroma a
comida.
Un segundo después, todos ellos se encontraban sentados, deleitando el
magnifico sabor del lechazo asado. En poco tiempo dieron buena cuenta
de él y del resto de platos que habían repartido por la mesa, todo ello bien
regado con cerveza helada que les habían servido en grandes jarras de
metal.
217
Lúan, que apenas había probado bocado al haber cenado ya con
anterioridad, se levantó de la mesa cuando comprobó que todos estaban
saciados y les hizo un ademán para que le acompañasen a la habitación
contigua.
Atravesaron la puerta que había permanecido abierta desde el principio,
para adentrarse en una especie de salón biblioteca, donde en el centro,
una serie de grandes sillones rodeaban una mesa de cristal vacía.
Lúan tomó asiento en uno de los sofás, al tiempo que el resto le imitaba,
a excepción de Rebeca que miraba con asombro la gigantesca biblioteca.
- Veo que os gusta mi colección de libros -intervino el alcalde- lo cierto
es que ni siquiera los he leído, en realidad es mi esposa la que se interesa
por la lectura.
- En verdad poseéis una colección impresionante -respondió la joven
maga realmente sorprendida- me encantaría poder leer alguno de ellos.
- No creo que haya ningún problema, -contestó enigmático- si al final
aceptáis en prestarme vuestra ayuda.
Todos ellos, sorprendidos ante tan inesperada revelación, fijaron su vista
en el alcalde, pidiéndole respuestas con la mirada.
- Se trata de mi esposa Casandra, -relató con calma- hace ya un par de
semanas que la encuentro extraña.
- Todo comenzó una mañana con la noticia de la fatídica muerte de sus
padres. Por lo visto, aparecieron muertos en casa sin razón aparente, todo
muy misterioso. Fue a partir de entonces cuando mi querida esposa
comenzó a perder el juicio. Primero me pidió que aumentara los
impuesto, y después, no contenta con eso, no paró hasta que puse una
tasa variable por carga, obligándome así a registrar todas las caravanas
que pasaban por la ciudad.
- No me mal interpretéis, -se defendió Lúan- no es que me parezca bien
todo esto, pero lo cierto es que la economía de la ciudad ha crecido, y mi
esposa esta contenta, así que todos ganamos con ello.
Némesis se desentumeció los músculos del cuello para evitar la modorra
que le embargaba, tras el fastuoso festín.
- Y si todo esta tan bien -intervino irónico el ladrón- ¿Para que nos
necesitas?
Lúan dirigió su preocupada mirada hacia Némesis.
218
- Yo se que ella no esta bien -contestó apenado el alcalde- hago todo lo
que me pide para que se encuentre contenta, pero en el fondo se que la
estoy perdiendo poco a poco. Antes era vital y espontánea, pero se ha
vuelto introvertida y callada. Pasa mucho tiempo sola en su habitación y
apenas sale de casa. Necesito vuestra ayuda para saber lo que la pasa.
Cristina se aclaró la garganta para dirigirse a Lúan.
- Yo por mi parte estoy dispuesta a ayudarte, en parte esa es la misión
que mi diosa me impone. Y no puedo hablar por mis compañeros, pero
imagino que no tendrán inconveniente alguno.
Rebeca, sentada a su lado asintió con la cabeza.
- Conmigo no contéis -intervino Phoenix rotundo- Yo partiré al alba
hacia mi casa, con o sin vuestra aprobación -amenazó el drow apoyando
las manos en las empuñaduras de sus cimitarras-. Ya me encuentro
recuperado y no creo que ninguno de vosotros queráis probarlo.
Némesis se levantó prestó a luchar contra el insolente drow, mas Cyric lo
retuvo sujetándolo del brazo.
- Déjale que se marche si así lo desea -habló tranquilo el elfo- la
presencia de mi hermano entre nosotros solo puede traernos problemas.
Cuanto más lejos esté, mejor.
Una risa torva afloró en el rostro del drow.
- Cuanto te ha ablandado el poco tiempo que has estado lejos de casa
hermanito -respondió el drow con cinismo- ¿donde esta el hermano que
no titubeaba en quitar la vida a cualquiera por el mero echo de
encontrarse en su camino?
Cyric, bajó la vista apesadumbrado al ver como la faz de Rebeca se
entristecía bajo las crueles, aunque ciertas palabras del drow.
- Aquel Cyric ha muerto -respondió con una voz carente de emocionesmurió atravesado por una saeta cuando intentaba escapar de la prisión
donde se encontraba recluido.
Un falsa risa sonó durante un instante apagándose de forma queda en la
garganta del drow.
219
- Ya, pues recuerda que se puede intentar amaestrar a una Pantera, pero
en el fondo de su corazón siempre guarda los instintos salvajes que la han
visto nacer y con los que se ha criado hasta el día de su cautiverio, y lo
único que hace falta para que afloren de nuevo, es que el animal se
encuentre libre de nuevo.
Cyric levantó la vista con determinación.
- Yo ya soy libre -respondió con seguridad- por primera vez desde hace
mucho tiempo me siento libre, libre de elegir a donde ir y que hacer.
Phoenix mostró una mueca que imitaba una sonrisa.
- No te engañes, "Elfo" -respondió hiriente el drow- tu no eres libre, tus
cadenas tienen nombre de mujer. Pero no te preocupes, porque su
consistencia es endeble para los de tu raza y en solo una centena de años,
que pasaran como un suspiro para ti, te veras libre de ellas y volverás a
tus orígenes, de donde nunca debiste huir.
Cyric cayó apesadumbrado al no poder contradecir las palabras de su
hermano. Nunca se había parado a pensar que dada su herencia elfica, él
aún sería joven cuando la hechicera se encontrara en su lecho de muerte.
- Y ahora si me disculpáis... -anunció el drow a los demás- desearía ir a
mi habitación para descansar, mañana tengo que estar en plena forma
para reemprender mi camino.
Lúan dio una palmada, y al instante apareció uno de sus criados con un
candil de aceite en la mano.
- Acompaña a nuestro invitado a sus aposentos -le ordenó al criado con
tono firmeEl recién llegado contestó con una ligera reverencia e hizo ademán a
Phoenix para que le siguiera.
Juntos, abandonaron la estancia hacia el hall anterior, Apareciendo en el
lado contrario de las escaleras del que habían atravesado para entrar al
comedor, así que rodearon la base de la escalinata y ascendieron por ella
hasta el primer piso. Allí, las escaleras descansaban en un pasillo antes de
continuar su ascensión al siguiente piso girando de forma circular hacia
la dirección contraria para alcanzar el último piso. Todo el tramo de las
escaleras que separaba el primer del segundo piso se apoyaba en unas
largas columnas que descansaban en la planta baja.
De pronto, el drow reparó en una figura que descendía por la escalinata.
220
Al fijar su atención, comprobó que se trataba de una mujer vestida con un
traje largo de seda negro construido con una única pieza desde el cuello
hasta los tobillos, abierto exclusivamente a la altura del pecho, donde una
pieza de gasa transparente del mismo color que el traje dejaba discernir
los exuberantes encantos de la mujer.
Al pasar junto a Phoenix, la mujer le lanzó una sonrisa picara.
- Mi nombre es Casandra -se presentó la fémina- y tu ¿eres?... -Inquirió
la mujer al drow- Phoenix, -respondió el drow sorprendido- Muy bien, Fénix, -contestó la mujer utilizando la traducción común del
nombre drow-, y ¿como es que te has separado de tus amigos tan pronto?
-inquirió intrigada- ¿acaso no has disfrutado de la cena? ¿Quizás la
comida no era de tu agrado?
Phoenix observó a la mujer directamente a los ojos y un escalofrío le
recorrió la espina dorsal.
- No me interesa lo mas mínimo la compañía de esos, "mis amigos",
como tu les llamas. Además, pienso partir al amanecer por mi cuenta, así
que lo mejor que puedo hacer es estar descansado para el largo viaje que
me espera.
Phoenix interpretó una corta reverencia a modo de despedida.
- Así, que si no os importa - concluyó el drow- desearía encontrar cuanto
antes mi habitación.
La dama asintió con la cabeza y sin decir nada mas continuó su descenso
hacia la planta baja.
Phoenix y su acompañante retomaron el camino. Fueron hasta el fondo y
al llegar a la esquina, el sirviente giró hacia la derecha donde el pasillo
transcurría entre una pared sembrada de puertas cada varios metros y una
barandilla al otro lado desde donde se podía observar el piso inferior.
Pasaron de largo las dos primeras puertas y se detuvieron frente a la
tercera, tras lo cual, el criado saco un manojo de llaves del bolsillo para
abrirla, quedándose a un lado para permitir el paso al drow.
Phoenix se introdujo en la habitación, y contempló sorprendido el lujo
con el que estaba decorada, para tratarse de una habitación de invitados.
221
La puerta de la habitación se cerró tras él, y no pudo reprimir una sonrisa
cuando escuchó el sonido de la llave al cerrarla. No sería un vulgar
cerrojo el que le impediría salir de allí, aunque al contemplar la ventana,
exenta de barrotes, comprendió que no pretendían mantenerlo encerrado,
mas bien estaban intentando evitar que entrara.
Sin darle la menor importancia al asunto, se dirigió a la cama y vació su
mochila para ver que iba a necesitar en su futuro viaje.
Mientras tanto en el salón el resto de compañeros seguían con la
discusión.
- En mi opinión quedarnos aquí no es mas que una perdida de tiempo -se
quejó Némesis- o ya no os acordáis de nuestra misión. Avalon dijo que
teníamos poco tiempo.
El semblante de Cyric se frunció de enfado.
- ¡Avalon!, Y que ha hecho ese viejo por nosotros. -preguntó retórico el
elfo a los presentes- , yo os lo diré. No ha hecho ¡Nada! A excepción
claro esta de poner nuestras vidas en peligro en varias ocasiones. Mi
opinión es que deberíamos ayudar a Lúan, por lo menos el nos ha
acogido en su casa y nos ha dado de cenar.
Rebeca entrecerró los ojos meditando sus opciones.
- Mi respeto por Avalon es grande -explicó la joven maga- pero opino
como Cyric, si Lúan necesita de nuestra ayuda, deberíamos dársela.
Siempre tendremos tiempo de ir a Palanthas, además, Avalon nos dijo
que fuéramos a Palanthas cuando el legado estuviera listo. Pero, a que
legado puede referirse... eso no lo se.
Cristina se introdujo en la conversación.
- Un legado es algo que perdura tras la desaparición de aquel que lo dio
lugar -explicó a los presentes- así que quizás debamos hacer algo antes
de dirigirnos a nuestro destino. Por lo que no me parece mal que
ayudemos a nuestro benefactor.
El kender observaba impasible la conversación, en realidad a él le daba
igual ir o no a Palanthas, cualquier camino era bueno para encontrar
divertidas aventuras. Además, después del atracón, el sueño se estaba
apoderando de el.
222
Cyric se levantó del asiento para dirigirse a los demás.
- Bueno pues parece que somos mayoría -dijo el elfo dirigiéndose a
Némesis- ahora la pregunta es... Nos ayudaras, ¿o te marcharas como
Phoenix?
Némesis refunfuñó por lo bajo.
- Yo no soy un traidor como esa escoria de drow -respondió el ladrónme quedare con vosotros, pero que conste que no me parece una buena
idea. Al fin y al cabo Avalon salvó mi vida después de que tú intentaras
quitármela. Y si mal no recuerdo también salvó la tuya.
Rebeca se quedo mirando a los dos asombrada, apenas sabía nada del
pasado de sus amigos, así que el ladrón, al percatarse de la atención de
los demás, continuó con su historia.
- ¡Vaya!, -exclamó Némesis irónico- veo que no le has contado a Rebeca
como nos conocimos. ¿O es que te has olvidado de mis antiguos
compañeros?
La faz de Cyric se entristeció al recordar sus actos pasados y bajó la vista
hacia la mesa para evitar la mirada de Cristina y Rebeca.
- No me he olvidado de mis actos pasados -susurró compungido- cierto
es que no recuerdo las caras de tus amigos, así como la de tantos otros
con los que me he "cruzado" en el camino, pero eso no significa que no
me arrepienta de algunas de las cosas que hice.
Rebeca, sentada junto a Cyric, posó su mano sobre el brazo del elfo para
mostrarle su apoyo.
- Sé todo lo que necesito saber sobre Cyric -respondió la maga con
rotundidad- así que no necesito oír todo el veneno que escupes.
Némesis con una sonrisa torva en la boca dirigió su mirada hacia el elfo.
- Veneno.... -susurró lentamente para que sus palabras se deslizaran por
la mesa como una serpiente- de eso se trataba ¿verdad "compañero"?.
- ¡Ya basta! -intervino Cristina con rotundidad- no estamos aquí para
perder el tiempo con disputas personales, sino para intentar encontrar la
manera de ayudar a Lúan.
Una corriente de aire frío se coló en la habitación de repente
interrumpiendo la discursión.
223
- ¡Buenas noches a todos! -saludó desde la puerta la mujer morena con la
que se había cruzado el drow de camino a la habitación- como ya os
habrá contado mi marido, me llamo Casandra.
La mujer que ahora hablaba tenía el pelo negro recortado a media melena
cubriéndola justo hasta el cuello, e iba vestida con un traje largo de color
negro construido únicamente de una sola pieza, a excepción por una
abertura a la altura del pecho donde tenía cosida una pieza de gasa, la
cual permitía discernir sus exuberantes curvas a través de la transparente
tela.
La mujer, jugueteó un poco con su pelo, peinándoselo con la mano
derecha mientras hablaba.
- Además -continuó con aire inocente mientras se acercaba a las butacasme ha comentado que nos ibais a abandonar al amanecer, lo cual me ha
entristecido, pues deseaba gozar de vuestra compañía durante mas tiempo
para poder escuchar las increíbles aventuras de las que todo el mundo
habla.
El kender, que se encontraba amodorrado en su sillón a causa de la
comida y el licor, se despejó de inmediato para relatarle a la dama todas
sus aventuras.
- No se lo que contarán aquí de nuestras hazañas -comenzó el kender
excitado- pero lo cierto es que nos hemos enfrentado a la muerte en
multitud de ocasiones, y en todas ellas salimos triunfantes. Aun se me
ponen los pelos de punta cuando recuerdo como aquella morsa gigante,
que era más grande que este edificio, nos perseguía por aquellos túneles
intentando devorarnos. Menos mal que yo me encontraba allí para
salvarles a todos...
Un quejido a su espalda detuvo la narración del pequeño. Al darse al
vuelta contempló como la sacerdotisa se había desmayado sobre el sofá y
su cuerpo reposaba sobre el brazo izquierdo de este.
Rebeca se levantó con premura e incorporó la cabeza de la sacerdotisa al
tiempo que Némesis se acercaba a ayudar también.
- ¿Te encuentras bien? -preguntó la maga nerviosa mientras acariciaba la
mejilla de su amiga-. ¿Me oyes?
Cristina respiró con dificultad al tiempo que murmuraba palabras
inconclusas.
224
- El frío.... -repetía sin cesar- ...el frío me llega al alma.
Némesis pasó el brazo de Cristina por detrás de su cuello al tiempo que
repetía la operación con el suyo propio e incorporó a la sacerdotisa.
- Lo mejor será que la lleve a la habitación -anunció a los presentes- lo
mas seguro que el cansancio de estos días haya al fin podido con ella.
Rebeca asintió conforme y repitió la operación de Némesis con el otro
brazo de su amiga.
Para cuando la hubieron levantado, el criado que había ido a acompañar
al drow a su habitación, ya se encontraba esperándoles en la entrada.
Némesis y Rebeca abandonaron el salón llevando a la sacerdotisa, y
siguieron al criado escaleras arriba hasta llegar al pasillo donde se
encontraban todas las habitaciones.
Una vez allí, el criado abrió una de las puertas y se detuvo frente a ella.
Al entrar a la habitación Cristina comenzó a respirar con más
tranquilidad.
- Ya me encuentro mejor -le aclaró la sacerdotisa- no se que me ha
pasado, era como si un puño gélido se hubiese cerrado al rededor de mi
pecho impidiéndome respirar. Un frío que incluso me congelaba el alma.
Pero ya ha pasado, ahora ya estoy bien.
Rebeca aliviada, posó su mano sobre la frente de Cris, como una madre
comprueba la temperatura de su hijo.
- Lo mejor será que descanses de todas formas -replicó Rebeca- yo me
quedare contigo por si acaso te vuelve a suceder. Tu -dijo Rebeca
dirigiéndose a Némesis- deberías volver para tranquilizar a los demás.
El ladrón asintió y retomó sus pasos junto al criado hasta el salón. Al
llegar allí, observó como el pequeño kender aun seguía contando sus
historias. Ahora mismo se encontraba relatando el encuentro con el
ejército de muertos vivientes.
Cyric se encontraba tumbado en uno de los sillones con los ojos
entrecerrados, arrullado sin duda por la incesante verborrea del kender.
Al contrario que Lúan y su esposa, que escuchaban con interés. El
alcalde escuchaba la historia del kender mientras paladeaba una generosa
copa de licor, mientras que su mujer, escuchaba con atención sin perder
ni una sola palabra, e incluso pidiéndole mas detalles al pequeño, como si
la cantidad de datos que parloteaba por segundo no fueran suficientes.
225
Némesis carraspeó para cortar la historia cuando el kender la estaba
terminando de contar, justo en el momento en que él hizo huir a las
criaturas con la pequeña colaboración de la sacerdotisa y ya se disponían
a ayudar a los supervivientes.
- Cristina se encuentra bien -anunció a todos- por lo visto solo fue un
repentino ataque de cansancio, por lo que Rebeca se ha quedado con ella
en la habitación.
Cyric se reincorporó en el sillón desperezándose del pequeño sueño que
le había invadido.
- Y en mi opinión creo que todos deberíamos seguir su ejemplo -sugirió
el elfo- yo también estoy cansado de tantas aventuras. Ni tan siquiera
recuerdo cuando fue la última vez que dormí en una cama.
Lúan se levantó de su asiento un poco afligido.
- Creo que tenéis razón -se disculpó el alcalde- no debí entreteneos tanto.
Cyric saludó al alcalde y a su esposa, y acto seguido avanzó hacia
Némesis para dirigirse a su habitación. Al ver al elfo, el kender se levantó
apresuradamente y tras ejecutar dos exagerados saludos para el alcalde y
su mujer siguió a sus compañeros con celeridad.
Siguieron a su guía hasta las habitaciones. Némesis se metió en la
primera disponible, la cual, como él sabia, se encontraba junto a la de las
mujeres, dato que no compartió con Cyric, el cual se introdujo en la
habitación siguiente arrastrando junto con él al pequeño kender. Al fin y
al cabo, no quería dejar a ese pequeño demonio suelto de noche por la
casa del alcalde.
- Hey, ¡Que divertido!, -exclamó el kender- vamos a dormir juntos. Así
podrás contarme todo eso de lo que hablabais antes sobre los amigos de
Némesis.
Cyric miró al kender con enfado, pero pronto cesó su expresión de
enfado, pues las preguntas del kender carecían de malicia alguna.
- Los amigos de Némesis están muertos -le contestó sin emoción alguna
en la voz- así que si no quieres correr su misma suerte, será mejor que
mantengas tu boca cerrada.
Tas, pese a las amenazas, seguía mirando al elfo con su eterna expresión
risueña.
226
- La muerte es el viaje mas interesante que existe -respondió el pequeñonadie ha querido nunca regresar, por lo que tiene que ser muy divertido.
Pero, aunque no quiero perderme una experiencia como esa, creo que aun
no me he divertido lo suficiente por aquí para realizarlo.
Cyric no podía sino sentir envidia por el pequeño. No tenia
preocupaciones, siempre estaba de buen humor, y siempre conseguía
escabullirse de todos los problemas. En ese momento le vino a la
memoria la lucha del pequeño con el gigantesco bárbaro de la tundra, y
no pudo sino esbozar una sonrisa.
- Si, ya lo creo -murmuró para si- aun resta mucho tiempo para que hagas
ese viaje diría yo.
Cyric dejó caer su mochila junto a la cabecera de su cama y tras quitarse
las armas, se dejó caer también él sobre la cama, manteniendo empuñada
la daga con forma de katana, la cual escondió debajo de su cuerpo.
Apenas si escuchó la incesante verborrea del kender contándole la
historia del viaje a una luna roja, antes de quedarse profundamente
dormido.
En la habitación contigua Némesis descansaba ya, tumbado sobre la
cama, con una daga empuñada oculta bajo sus ropas. Y una pared mas
allá, hacia rato que las mujeres dormían plácidamente.
Incluso el drow, dormía plácidamente en su habitación, hasta que un
sonido lo sacó abruptamente de sus sueños.
- ¡Despierta Siervo! -clamó una voz que parecía salir directamente de su
mente- ¿acaso pensabas que me iba a olvidar de una escoria como tu?
¿De verdad pensabas que podías traicionarme y salir indemne?
Phoenix, estupefacto, se frotó los ojos intentando ver si lo que creía
vislumbrar era cierto.... pero... no podía ser.... era imposible.
- ¡Pe... Pero... No es posible! -tartamudeó Phoenix- tú no puedes
aparecerte aquí, esto es la superficie. Tus poderes no alcanzan hasta tan
lejos.
La voz aumentó el tono en la mente del drow.
227
- ¡YO SOY LOTH! -gritó la voz en la confundida mente del drow- mi
poder lo abarca todo.
El rostro del drow, mostraba el pánico que sentía, lo cual parecía divertir
a la figura traslúcida que se encontraba aparecida frente a el. Loth, la
reina araña.
- Que quieres de mí, ¿has venido a trasformarme? -preguntó asustado
Phoenix, al recordar las tenebrosas historias que su padre le había
contado, acerca de las horrendas transformaciones que la reina araña
infligía a todos los súbditos que la fallaban. Criaturas, mitad araña mitad
drow condenados por siempre a servir a la diosa en las tareas mas viles.
La figura de Loth se echó a reír, y sus risas causaron en el drow tanto
temor como placer. Pues la visión de Loth, una hembra drow de extrema
belleza, con el pelo plateado y unas formas de mujer, tan voluptuosas que
apenas podía cubrirlas con el ceñido peto de tela que llevaba, excitaban a
Phoenix de una forma que nunca antes había sentido.
- No dudo que serias un siervo de lo mas útil -conjeturó la diosa- pero
aun necesito de tu forma drow para mis planes. Voy a ser breve. Esta es
tu ultima oportunidad para ganarte mi favor, si me fallas te convertiré en
un servidor araña, y entonces solo te preocuparas de vagar por los túneles
de la antípoda oscura buscando comida.
- ¡Escúchame bien! Vas ha secuestrar a esa sacerdotisa amiga tuya y la
vas a traer a mi presencia. Puedes llegar a mí a través de los túneles de
Thorbandin, dirígete allí con ella y volveré a ponerme en contacto
contigo para darte más instrucciones.
Phoenix estaba confundido, por primera vez Loth se había dirigido a él
como a un drow, sin tener en cuenta que su madre había sido una
humana. ¿Podría ser aquello, el comienzo de su nueva vida?,
¿Conseguiría por fin dejar de ser un mestizo sin tierra, y ser acogido en
Mezoberranzan? la tierra de los drows bajo la superficie. O había sido
simplemente un olvido de la diosa.... No, No podía ser, la diosa nunca
cometía errores.
Antes de que ninguna pregunta pasara por su mente, la figura de la diosa
se evaporó tan rápido como había aparecido. Así que Phoenix se levantó
como empujado por un resorte y recogió sus cosas con rapidez.
228
Abrió la puerta y antes de salir se quedó de nuevo pensativo... habría
jurado que le habían encerrado con llave por la noche, pero ahora la
puerta se encontraba abierta. Sonrió bajo la túnica al sentirse bajo la
protección de Loth y comenzó a escuchar a través de las puertas del
pasillo.
Pronto descubrió las respiraciones de las mujeres y abrió la puerta de la
habitación al comprobar que también estaba abierta. Se introdujo
silenciosamente cual serpiente al tiempo que extraía un frasco de uno de
los saquitos que pendían de su cinturón. Esparció el cristalino líquido en
un pequeño trozo de tela y lo sostuvo sobre la nariz de la sacerdotisa.
Esperó unos segundos hasta comprobar que la respiración de Cristina se
hacia mas ligera y repitió la operación con Rebeca para evitar que la
maga le oyera mientras salía con la sacerdotisa a cuestas.
Cuando estuvo seguro de que ambas mujeres dormían profundamente,
cerró la puerta atrancándola con una cuña de madera que coloco contra la
parte baja de la hoja.
Rápidamente se dirigió a la ventana y la abrió con cuidado para asomarse
con cautela. Cuando observó la desierta callé, reparó en la presencia de
un corcel negro que se encontraba atado contra la barandilla exterior, de
nuevo, se dijo para si mismo, la diosa guiaba sus pasos.
Tras echar otro vistazo a los alrededores y comprobar que no había nadie,
se cargó a la sacerdotisa sobre su hombro y se dispuso a descender por la
fachada del edificio.
Fue una escalada fácil, acostumbrado como estaba a trepar por paredes
sin apenas grietas, el descenso por una pared como aquella, repleta de
huecos donde las piedras que la conformaban se unían con argamasa, y
plagada de adornos esculpidos por la pared, no tuvo ningún problema en
descender hasta la calle.
Una vez allí, cargó a la sacerdotisa sobre la grupa del caballo y la aseguró
atándola a los arneses de la silla, para un momento después, tras desatar
la bridas de la barandilla Phoenix montó de un salto, y picando espuelas,
salió del lugar a toda velocidad en dirección oeste.
El animal corría como un demonio, realmente el corcel con el que su
diosa le había proveído parecía pertenecer al mundo de las tinieblas.
229
Pues aunque el drow le azuzaba sin descanso, el animal no daba muestra
de cansancio ninguna, por lo que en poco tiempo, la luz de la ciudad
había quedado reducida a un pequeño resplandor a sus espaldas. Avanzó
al galope durante lo que le pareció una eternidad, hasta que empezó a
sentir el cansancio en su cuerpo. Intentó frenar la marcha para descansar
pero las fuerzas le abandonaron antes de que pudiera hacerlo y se
desplomó del caballo rodando inerte por la arena. Cuando cesó de dar
vueltas, Phoenix ya estaba inconsciente.
Némesis se despertó sobresaltado y empapado en sudor como si hubiera
tenido una pesadilla, pero no recordaba haber tenido ningún sueño.
De un salto se incorporó de la cama portando ya la daga que había
mantenido oculta bajo la manta y salió veloz de la habitación hasta el
pasillo, donde, nervioso, abrió la habitación contigua donde dormían las
damas.
Al entrar allí, sus sospechas se hicieron realidad. La cama de la
sacerdotisa estaba vacía y Rebeca dormía plácidamente.
- ¡Despierta! -gritó el ladrón mientras agitaba a Rebeca en su cama¡Donde esta Cristina!
La maga se desperezó lentamente como si saliera de un profundo sueño,
aun atontada por el brusco despertar.
- ¡Vamos, contesta! -insistió Némesis a la confundida joven- Que ha
pasado, donde esta Cris.
Rebeca movió la cabeza confundida, no sabia a que se refería Némesis.
- No se de que me hablas -contestó la maga mientras se incorporaba,
sentándose en la cama- anoche no pasó nada.
Némesis se retiró de delante de Rebeca para dejarla ver la cama vacía de
su compañera.
- ¿Entonces donde esta ella? -preguntó con nerviosismoLa joven maga sopesó la situación antes de responder, lo mas seguro es
que se habría levantado temprano para rezar a su diosa, pero cuando iba a
comentárselo al ladrón, éste ya había abandonado la habitación.
Poco después, un grito, mezcla de ira y resignación, sonó de la habitación
contigua.
230
- ¡Maldito drow hijo bastardo de una araña! -gritó desalentado- ¡Juro que
voy a encontrarte!... y cuando lo haga te arrepentirás de haberte cruzado
un día en mi camino.
Rebeca se vistió apresuradamente y salió al pasillo justo para ver como
Némesis salía de su habitación a toda prisa con la mochila en una mano.
- ¡En cuanto encuentre a Cristina volveré a buscaos! -exclamó el ladrón
mientras pasaba junto a Rebeca- No hay tiempo que perder, he de
encontrar a ese bastardo antes de que se aleje demasiado y se pierda su
rastro.
Rebeca estaba estupefacta y llena de confusión mientras observaba al
ladrón bajar las escaleras de tres en tres.
- ¡Pero tu solo no podrás con el! -gritó la joven maga- ¡Te matara!
Némesis le dedico una última mirada a Rebeca antes de abandonar la
mansión.
- La ultima vez que la salvamos de las garras de ese monstruo asesino su
diosa estuvo con nosotros -comentó esperanzado- Solo espero que aún no
se haya olvidado de mi.
Tras decir esto, atravesó la puerta doble y bajó las escalinatas a toda
velocidad. Tomó la primera calle que encontró con dirección oeste y
echó a correr por ella. No sabía exactamente a donde quería ir el drow,
pero si sabía por donde tendría que cruzar a la fuerza, no tenía más
remedio que ir por el paso de Thorbandin, el único sitio por el que podía
salir del desierto.
Mientras corría por la calle escuchó a su espalda el trote de un caballo
que se acercaba por detrás. Miró por el rabillo del ojo y comprobó que se
trataba de un guardia de la ciudad haciendo su ronda diaria, y cuando
paso junto a él, Némesis dio un salto subiéndose a la grupa del corcel y
lanzando contra el suelo a su ocupante aprovechando la fuerza del
impulso. Antes de que el guardia pudiera articular palabra alguna,
Némesis ya se había montado sobre la silla y azuzaba al caballo al galope
para salir de la ciudad.
En unos minutos, el ladrón salía a toda velocidad hacia el desierto como
si estuviera echándole una carrera al sol, el cual, poco a poco, pugnaba
por alzarse sobre la cabeza de Némesis.
231
El drow se despertó con una sensación extraña de calor. Abrió los ojos y
los cerró inmediatamente al quedar deslumbrado por el brillo del sol,
estaba confundido, ¿que estaba haciendo en medio del desierto? Se
estrujo los sesos y recordó la noche anterior, había secuestrado a la
sacerdotisa y en el camino él se había desmayado. No daba crédito a lo
que recordaba, ¿Por que la había secuestrado? Recordaba vagamente a su
diosa ordenándoselo, pero aun así, el ya había decidido no seguir con los
planes de Loth. ¿Por que la había obedecido entonces? No podía admitir
que había sentido miedo ante las amenazas de la reina araña, pero parecía
evidente que eso era lo que le había tenido que suceder. Por primera vez
había estado asustado. Aquello no tenia sentido, él era incapaz de tener
miedo, y además, pese a tener mas fortaleza que cualquier humano, se
había desplomado del caballo como un saco, muerto de cansancio.
Aún confuso, examinó los alrededores en busca de las huellas de su
caballo, pero nada halló, el único rastro visible eran las profundas
rodadas pertenecientes, sin duda, a algún tipo de carreta pesada. También
encontró algunos huesos esparcidos por la arena, antiguos despojos de
algún aventurero confiado que se quedó sin provisiones antes de llegar a
la ciudad. Por lo demás, el viento no había dejado ninguna otra huella,
borrándolo todo con meticuloso cuidado.
Sin perder un segundo más en estúpidas cavilaciones, y todavía confuso,
puso rumbo tras la única pista que había quedado sobre la arena, los dos
surcos que se dirigían hacia el oeste, dirección que él mismo llevaba
antes de caer inconsciente.
Se ajustó la mochila a la espalda tras comprobar que disponía de una
buena reserva de agua y tras cubrirse la cabeza con la capucha de su
capa, para evitar que el sol le friera el cerebro, avanzó con determinación
entre los surcos que le marcaban el camino.
Mientras tanto en el salón del ayuntamiento había comenzado una nueva
discusión.
- ¡Deberíamos decidir que es lo que hacemos! -conjeturó Cyric, tanto
para sí, como para Rebeca y Tasselhoff que se encontraban junto a el en
la biblioteca-.
232
La maga estaba sentada en uno de los sillones, mientras el kender
examinaba algunos de los libros mas "interesantes" mientras murmuraba
"¿será mágico?".
- Por una parte hemos ofrecido nuestra ayuda al alcalde. -sopesó el elfoPero no podemos engañarnos, las posibilidades de que Némesis consiga
derrotar a mi hermano son muy escasas.
Rebeca no dejaba de mirar a Cyric mientras éste daba vueltas por la
habitación, sopesando los pros y los contras de cada una de las opciones.
- Yo creo que deberíamos dar un voto de confianza a Némesis -le
defendió la joven maga- yo he visto el fuego que animaba su mirada al
salir en pos del drow, y había algo en sus ojos que me hizo temblar, como
una ira intensa..., como si toda su energía se hubiese concentrado y
estuviera a punto de estallar. Yo creo que si alcanza al drow, conseguirá
vencerle, además, su causa es justa y Mishakal estará con el.
Cyric enarcó un sonrisa irónica ante la inocencia de Rebeca, aquella
muchacha, de verdad pensaba que una causa justa y un poco de ira eran
suficientes para derrotar a un ser como Phoenix, un drow entrenado
desde su nacimiento para las artes del asesinato.
- Será como dices -concluyó al fin- aunque he de reconocer que
empezaba a sentir algo de aprecio por él, creo que voy a echarle de
menos. De todas formas, no me apetece enfrentarme a mi hermano
porque recuperado como está de su herida, sin duda me vencería.
Rebeca seguía pensando en el fulgor de los ojos del ladrón. Había visto
algo realmente preocupante en aquellos ojos, era como si el ladrón
hubiese concentrado una gran cantidad de fuerzas mágicas para invocar
algún conjuro, pero aquello era imposible, el humano no poseía
habilidades para lanzar sortilegios.
- Bueno de todas formas espero que no tengas razón -replicó la jovenrecuerda que le diste a Cristina la piedra que te entregó aquel elfo para
que llevaras a Qualinost.
Cyric se paró de repente y posó la vista en la ventana de la biblioteca. Era
cierto, con todos los problemas que habían tenido se le había olvidado ya
de la piedra negra.
233
Pero había dado su palabra a un moribundo, y no es que su palabra
tuviera mucha importancia para él en el pasado, pero ahora había elegido
cambiar y no era un buen comienzo romper el juramento a un moribundo.
- Tienes razón -exclamó el elfo volviéndose hacia Rebeca- resolveremos
el asunto del alcalde y después saldremos tras ellos para rescatar a la
sacerdotisa de las garras de mi hermano. Prometí entregar ese pedazo de
piedra a los elfos y lo haré cueste lo que cueste.
Una voz les interrumpió desde la entrada.
- ¡Bonita historia!, -exclamó ingenua Casandra, la mujer del alcaldedebe ser una gema muy valiosa para que arriesguéis la vida por
recuperarla.
Todos se volvieron al unísono para ver a su nuevo interlocutor. Se trataba
de Casandra, quien con un vestido blanco entallado que la cubría desde el
cuello hasta los tobillos con seda blanca, les hablaba desde la entrada de
la biblioteca.
- En realidad para mí no tiene valor alguno -contestó el elfo- es la
promesa que hice lo que le da valor.
Casandra frunció el ceño confundida, al escuchar las palabras de Cyric.
- Es curioso -siguió comentando la mujer del alcalde- por tu aspecto
hubiese jurado que no le debías fidelidad a nadie.
Rebeca se levantó del sillón y tomo al elfo por el brazo atrayéndolo hacia
ella.
- La gente cambia -intervino la joven- no se puede juzgar el contenido de
un libro por sus pastas.
Casandra sonrió ante el súbito ataque de celos de la joven.
- Bonito símil -contestó la mujer del alcalde suspicaz- quien mejor para
conocer los libros que un hechicero, siempre tan posesivo con sus
pergaminos...
La mujer del alcalde, visiblemente sonriente y satisfecha se volvió sobre
si misma despidiéndose apresuradamente.
- Lamento tener que abandonaos tan pronto -se excusó la mujer-, pero
tengo unos cuantos asuntos pendientes que atender que requieren mi
atención inmediata.
234
Cyric frunció el ceño al observar la reacción de la mujer y con un gesto
hizo acercarse al kender, el cual se aproximó a toda velocidad.
- Tengo una misión extremadamente importante y secreta para ti pequeño
amigo -explicó zalamero a Tasselhoff- ve tras Casandra y si sale de casa
síguela y observa todo lo que hace, pero no dejes que se percate de tu
presencia.
Rebeca observó confusa a Cyric, le estaba pidiendo al pequeño que la
espiara.
El elfo al sentir la mirada de la maga se volvió hacia ella para explicarse.
- ¿No viste su cara cuando hablamos de la piedra? -inquirió el elfo- tenía
demasiada curiosidad, así que la seguiremos para ver a donde va.
Además si queremos saber que es lo que la esta pasando tendremos que
empezar por observar lo que hace.
Rebeca asintió poco convencida, aunque en realidad ya daba igual pues
el kender ya había desaparecido tras ella.
- Y tu crees que podemos confiar en Tas -preguntó incrédulaCyric mostró una sonrisa de oreja a oreja
- ¿Bromeas? -se jactó el elfo- ese pequeño la seguirá hasta las
mismísimas puertas del infierno y mas allá. No creo que haya ningún
mortal que pueda zafarse de el.
- Estate tranquila, y vamos a aprovechar para descansar.... o por lo menos
para descansar del kender. -bromeó CyricLa risita jovial de la joven maga inundo la habitación y se sentaron
abrazados en el sillón.
- Espero que Cristina este bien -murmuró Rebeca en un suspiro- era tan
buena...
Cyric apretó mas aun a la hechicera contra el para animarla.
- No te preocupes -intentó tranquilizarla el elfo- su diosa nunca la ha
abandonado. En realidad, desde que la conozco, creo que nunca ha estado
realmente en peligro. Es como si un aura protectora la acompañara allá
donde va.
Rebeca respiró mas tranquila al sentir ella lo mismo que había dicho
Cyric. Ella también había sentido esa sensación de paz cada vez que se
encontraba cerca de ella.
235
Poco a poco la mañana se consumió dando paso al atardecer y el
despertar de la luna les cogió abrazados en el sofá cuando la voz chillona
del kender irrumpió en el salón.
- ¡A desaparecido! -repetía a la carrera- No está, se ha ido, se esfumó.
Cyric entreabrió los ojos aun amodorrado y observó al pequeño que ya
tiraba de él.
- Vamos, vamos -chillaba el histérico kender- ha desaparecido en su
habitación.
El elfo se reincorporó poco a poco en el sillón y se desperezó estirando
los brazos.
- ¿Que significa eso? -preguntó el confuso elfo- ¿cuando ha
desaparecido?
El kender arrugó la frente en pose de concentración.
- Uhmmm, veamos -recordó el pequeño- salí tras ella desde aquí....
subimos por las escaleras hasta el primer piso.... luego subimos al
segundo.... entró a su habitación.... y ya no volví a verla.
Cyric meneó la cabeza incrédulo.
- ¿Quieres decir que no has entrado a la habitación en todo el día? ¿Y que
has estado haciendo hasta ahora?
Tas miró a Cyric molesto.
- ¡He! yo he hecho lo que me dijiste -respondió el pequeño- me dijiste
que la siguiera si salía de la casa, pero como la habitación esta dentro de
la casa no cuenta.
El elfo se llevó la mano a la frente ante la ingenuidad del kender.
- Esta bien... -se disculpó el elfo- ¿y se puede saber como sabes que no ha
salido de casa si no la has seguido a la habitación?
- Porque he estado todo el día en la puerta -respondió satisfecho el
pequeño- revisando mis cosas y actualizando mis mapas mientras tanto.
Cyric aun tenía alguna laguna en la historia del pequeño, pero siguió con
el interrogatorio.
- Pero si no te moviste de la puerta, y ella no abandonó la casa.... Como
diablos sabes que ha desaparecido.
Tas sacó pecho orgulloso y miró hacia el elfo.
236
- Porque cuando ha entrado una chica a limpiar la habitación, muy
divertida por cierto, le han encantado las historias que la iba contando, en
especial cuando me enfrenté al dragón en la montaña de fuego que....
- ¡Al grano! -gritó Cyric cuando ya empezaba a impacientarseEl kender dio un saltito asustado ante el inesperado grito.
- Bueno pues eso, -continuó el pequeño- que no estaba en la habitación.
Solo había polvo por todas partes, o eso es lo que no dejaba de repetir la
chica que estaba limpiando la habitación.
Cyric se levantó del sofá y haciendo un ademán al kender le indicó que le
guiara hasta la habitación.
Subieron las escaleras hasta el segundo piso y se dirigieron a la puerta
indicada por el kender. La habitación estaba abierta y una mujer se
afanaba por limpiar la habitación. Cuando entraron, se encontraba
sacudiendo las alfombras en la ventana con una especie de vara de
madera rematada en forma de trébol, que generaba una gran nube de
polvo cada vez que se estrellaba contra la tela.
Rebeca entro tras ellos y se quedó examinando la habitación.
- Parece que Tas tenía razón -comentó irónica- ¡Casandra ha
desaparecido!
Ambos la miraron con una sonrisa fingida en el rostro, y ella les devolvió
el gesto divertida.
- Bueno, pues si no esta aquí, -intervino Cyric- deberíamos ponernos a
buscarla cuanto antes, ¿crees que podrías hacer algo al respecto? -le
preguntó a la joven magaRebeca frunció el entrecejo recordando los conjuros que había preparado
por la mañana y contestó negativamente.
- No conozco ningún sortilegio para localizar personas -se disculpó la
joven- y me temo que no poseo ninguno que nos pueda ser útil ahora
mismo.
La voz de la doncella llamó la atención de la pareja.
- ¡Sal de ahí pequeño! -le chilló al kender que se había colado en el
armario- ¡Deja de manosear las cosas de la señora!
El kender, se había introducido en el armario y estaba revolviendo todas
las cosas buscando alguna cosa interesante.
237
- ¿Que es esto? -preguntó retórico el kender mientras accionaba un
pequeño botón en el interior del armario- ¿Que demonios.....?
Las caras de los presentes se quedaron atónitas cuando vieron
desaparecer al pequeño en el armario. Cyric se acercó rápidamente y
observó que el fondo del armario se había abierto dejando al descubierto
un túnel vertical en el que el kender se afanaba por sujetarse.
Cyric, alargó la mano y sacó al curioso kender del agujero.
- Parece que tu curiosidad nos va ha servir para algo al fin y al cabo bromeó el elfoCyric, desenroscó un tramo de la cuerda que portaba en la mochila y la
aseguró a la reja inferior de la ventana.
Se acercó al agujero sujetando la cuerda y se deslizó al interior. Sus
compañeros tras él descendieron por la pared poco a poco, deslizándose
con cuidado por la cuerda que Cyric iba desenrollando conforme
avanzaban hacía abajo, para evitar en lo posible el ser detectados por
alguien que se encontrara en el fondo. El pozo parecía profundo, como si
desembocara en el fondo de la tierra. Sin mirar hacia abajo, y sin
encender ninguna luz para evitar ser vistos continuaron con su descenso
confiando en la posibilidad tanto de Cyric como de Tas de ver en la
oscuridad. Tan solo Rebeca, con la cuerda asegurada al rededor de la
cintura trastabillaba a cada paso que daba por llegar al fondo. El descenso
era largo, pero no tenían prisa por llegar demasiado rápido abajo.
El calor era insoportable, llevaba ya más de seis horas caminando bajo la
abrasadora luz del sol y aun no veía nada en el horizonte. La lengua se le
empezó a hinchar y los pulmones ya empezaban a dolerle a causa de toda
la arena que iba respirando. Las fuerzas le empezaban a fallar y los ojos
le escocían por el incesante azote del sol. Echó mano a su mochila y
extrajo el odre de agua que estaba ya en las últimas, a ese ritmo, apenas
le quedaría agua para un par de horas de seguir soportando aquel calor
asfixiante.
De repente una idea cruzó por su cabeza, cerró los ojos para quitarse de
la mente el dolor que sentía e invocó sus habilidades innatas. Cuando los
volvió a abrir de nuevo, todo a su alrededor era oscuridad.
238
La magia innata de Phoenix, don con el que todos los drows nacían y
aprendían a controlar durante la juventud, había funcionado a la
perfección, generando un globo de oscuridad a su alrededor. Esa era una
de sus habilidades menores, junto con la de levitar y resistir los ataques
mágicos. Siempre se había sentido superior al poder valerse de tales
poderes en la superficie, donde todos sus congéneres perdían los suyos,
pero esta vez le había valido para salvarle la vida.
Durante un momento una sonrisa que nadie pudo ver afloró en su rostro,
al fin y al cabo alguna ventaja tenia que tener el ser un bastardo hijo de
una humana. La condición de semi drow siempre le había pesado, pero
no podía negar que las ventajas que le proporcionaba su condición de
mestizo eran cuantiosas. Ningún otro drow podría haber paseado por el
desierto sin haber caído inconsciente por la brillante luz del sol,
incapaces como eran sus hermanos de raza de vislumbrar el astro dorado
sin sentir un dolor terrible. Eso sin contar la perdida de poderes que el sol
provocaba en el resto de drows, incluido su propio padre, el cual tuvo que
renunciar a sus poderes innatos al abandonar la antípoda oscura.
Ahora, arropado por el manto de oscuridad continuó su camino. No podía
orientarse ya que ni si quiera se veía a sí mismo, pero como disponía de
un sentido de la dirección tan fino como su oído, no tuvo muchos
problemas para continuar su camino.
Se refrescó la garganta con un trago del odre y tras guardarlo a buen
recaudo en la mochila tanteó el suelo hasta sentir el surco dejado por la
carreta a la que perseguía. Una vez encontrado el rastro comenzó a
avanzar a paso vivo, para poco a poco aumentar el ritmo y así aprovechar
al máximo el tiempo de sombra que le brindaba su magia.
Némesis recorría el desierto a toda la velocidad que su caballo podía
aguantar levantando una cortina de arena a su espalda y haciendo caso
omiso a las quejas de su caballo en forma de espuma blanca rezumando
entre sus belfos. Némesis buscaba huellas del drow, pero nada hallaba,
era como si el drow se hubiese deslizado sobre la arena sin tocarla
siquiera, tan solo había encontrado las profundas rodadas de una carreta
pesada que llevaba la misma dirección que él.
239
Era improbable que el drow se hubiera decidido a viajar en carreta, pero
le quedaba la esperanza de que los conductores de la misma hubiesen
visto algo.
Azuzó a su montura y continuó estoicamente la cabalgada, oculto bajo la
capucha de su capa, para evitar las quemaduras del sol. Solo veía arena y
más arena pasar bajo los cascos de su caballo.
Llevaba unas diez horas de cabalgada cuando de pronto algo que pasó
bajo su montura le llamó la atención. Detuvo a su jadeante corcel y
desmontó para observar lo que había visto fugazmente al pasar. Se
trataba de una serie de huesos esparcidos sobre la arena, que a simple
vista no parecían más que los restos de algún aventurero confiado. Pero
lo que realmente llamaba la atención de Némesis era el brillo de los
huesos y la posición sobre la arena.
Un cadáver que se hubiese podrido en el desierto, hubiera dejado unos
huesos erosionados y semienterrados en la arena, al contrario que los que
ahora examinaba, expuestos sobre la arena como si alguien los acabara
de depositar en ella.
Inmediatamente le vino a la mente la horda de muertos vivientes contra
la que habían luchado la última vez y un escalofrío le subió por la
espalda.
Sacó el odre de agua que llevaba en la mochila y le dio de beber a su
caballo hasta que se hubo saciado, y un instante después, saltó sobre su
lomo azuzándolo de nuevo para alcanzar el galope. La arena pasaba bajo
sus pies a toda velocidad mientras su mente se llenaba de ideas
terroríficas sobre el destino de la sacerdotisa. No tenia claro lo que había
sucedido, pero los huesos que había visto denotaban lucha, y el no haber
encontrado ninguna pista de Cris le hacía temer que esta vez no había
salido victoriosa contra los muertos vivientes.
Durante largas horas de marcha el sol continuó su recorrido sobre él
ladrón, haciendo del viaje una excursión por el infierno. Cuando Némesis
se encontraba al borde del desfallecimiento una ligera brisa le devolvió
las fuerzas. Elevó su cabizbaja testa hacia el cielo y comprobó con
agrado que el astro rey ya se difuminaba tras las montañas que se
perfilaban en el horizonte. Su destino ya se encontraba a la vista, a unas
pocas horas de viaje. Por fin estaba llegando a Thorbandin.
240
Phoenix salió de su escondite junto a la pared de la montaña para tener
una mejor visión de la entrada. Hacía un rato que la magia encubridora le
había abandonado, justo a tiempo para comprobar que ya era de noche y
había llegado a su destino. Las puertas de Thorbandin eran tan grandes
como contaban los relatos. Construidas con hierro forjado, se perdían en
las alturas de la montaña con más de un centenar de metros de altura.
Solo el secreto mecanismo interior era capaz de cerrarlas, pero contaba la
leyenda, que una vez bloqueadas, nada ni nadie podría abrirlas ya.
El drow escaló una decena de metros por la montaña y luego avanzó con
cautela a lo largo de la pared hasta colocarse lo mas próximo posible a la
puerta, se encaramó a esta y comenzó a rodearla con cuidado. No tenia
problemas para escalar en la oscuridad pues como drow su visión estaba
perfectamente preparada para la oscuridad más absoluta. Lo que le
preocupaba, era que los enanos también disponían de infravisión, o lo
que es lo mismo, podían ver el espectro térmico de las cosas. Así, que si
a alguno se le ocurría mirar hacia arriba vería una mancha rojiza
escalando una gigantesca superficie azulada.
Phoenix rodeó la inmensa puerta de metal y cuando hubo llegado al lado
interior se quedó quieto observando la entrada de la cueva.
Debajo de él un enano hacia guardia en el centro de la puerta, se trataba
de un ser de alrededor de metro cincuenta, que lejos de parecer una
criatura débil, poseía una excepcional musculatura bajo la armadura de
placas en la que iba envuelto.
Sus rasgos eran feroces, y bajo la tupida barba pelirroja que le llegaba
hasta la barriga se entreveían dos ojos rojizos rematados por un par de
pobladas cejas del mismo color que la barba. Una melena rojiza se
adivinaba bajo el casco de metal que le cubría la cabeza, casco rematado
con dos cuernos metálicos del tamaño de los de un toro.
Phoenix esperó inmóvil durante unos minutos desde su posición hasta el
momento oportuno para actuar. Llegado el momento se dejó caer de su
asidero, bajaba a gran velocidad hacia el suelo, pero unos metros antes
del impacto, la caída se frenó hasta quedar levitando a un metro del suelo
justo a la espalda del enano.
241
Antes de tocar el suelo desenfundó su cimitarra derecha y en el mismo
movimiento golpeó con la empuñadura la nuca de enano allí donde el
casco no le protegía.
El enano trastabillo confuso ante lo inesperado del ataque, pero
inmediatamente se dio la vuelta y cargó contra el drow como si de un
toro salvaje se tratara.
La carga terminó con un golpe seco del cuerpo del elfo contra la puerta
metálica, la cual resonó como el tañido de un campana llevando el sonido
hacia el interior de la cueva.
El drow, preocupado por la perdida de la sorpresa ataco con furia al
enano. Pero este, mas preparada de lo que Phoenix había pensado ya
había elevado el gigantesco hacha con el que iba armado, un arma que
casi era tan grande como el mismo enano y que descendía peligrosamente
hacia el pecho del drow.
Phoenix se lanzo rodando hacia el suelo, y otro golpe metálico resonó por
toda la cueva cuando el hacha impactó contra la puerta.
El drow se introdujo hacia el interior de la cueva buscando la seguridad
de la oscuridad, sabiendo que en las sombras él tendría mas ventaja que
su homónimo enano, el cual le perseguía lanzando tajos al aire con su
inmensa hacha de acero.
Cuando Phoenix determinó que habían avanzado lo suficiente, y un cruce
de pasillos le favorecían la posibilidad de escape en caso de refuerzos, se
acercó con velocidad a la pared e impulsándose sobre ella saltó por
encima de la cabeza del enano dando una voltereta y cayendo justo a su
espalda. Antes de tocar el suelo, la hoja de la cimitarra del drow ya se
encontraba al rededor del cuello del enano.
- ¡No quiero matarte! -amenazó el drow al enano mientras lo
inmovilizaba empujándolo hasta que la nariz le tocó contra la pared- pero
lo haré si no te estas quieto o no respondes a mis preguntas.
Un puñal se clavó en la pared pasando a escasos milímetros del cuello del
drow.
- ¡Suelta a ese Enano! -exigió una voz a su espalda- a donde te voy a
mandar, iras solo, porque he esperado mucho tiempo este momento, y
por fin me voy a tomar la merecida venganza que se me debe.
242
Phoenix dio un respingo al sentir el frío acero pasar junto a su cuello y
dejar tras de si un pequeño hilo de sangre.
- ¡Vaya, vaya! -respondió el drow al reconocer la voz al instante- parece
que has mejorado mucho para conseguir sorprenderme de esta forma.
- Pero no te emociones -continuó Phoenix al tiempo que lanzaba al enano
de un empellón al suelo y se encaraba a su enemigo con ambas
Cimitarras empuñadas- esta vez estas solo, y mi herida ya ha remitido.
Así que prepárate a morir, miserable ladrón.
Némesis, abrió completamente el fanal que llevaba en la mano izquierda,
con lo que la tenue luz que desprendía aumento en intensidad y pasó a
iluminar parte del pasillo. Aquello era necesario para él, pues al contrario
que el drow, Némesis era humano y no disponía de una visión capaz de
penetrar la oscuridad. Lo dejó caer al suelo y sin ponerse en guardia se
abalanzó contra su contrincante para llevar la iniciativa.
Phoenix cruzó sus armas para detener el ataque de su contrincante y
cuando el acero entrechocó, bajó el ángulo de la derecha para pasar por
debajo de la hoja del ladrón y alcanzar su pecho, pero éste ya se lo
esperaba y giró sobre su cuerpo hacia la derecha manteniendo la espada
contra la del drow y desenfundando una daga del cinto con su mano
izquierda. Cuando hubo completado el giro y su espalda se encontró con
el costado del asesino le lanzó una estocada hacia atrás atravesando su
propia capa con la daga para ocultar el golpe. Y a punto estuvo de
alcanzar su objetivo, pero en el último instante, Phoenix escuchó el
desgarro de tela y comprendió el ardid. Adelantándose al movimiento, el
drow utilizó su pierna izquierda de palanca entre las del ladrón y
avanzando un paso barrió a su contrincante aprovechando la precaria
posición que había tenido que adoptar para el ataque sorpresa.
Némesis perdió el equilibro ante la inesperada respuesta del drow y se
fue de espaldas al suelo, aunque nada mas llegar, rodó hacia su izquierda
evitando por milímetros la hoja de la cimitarra del drow. El ladrón
completó su giro volteándose hacia atrás como una vez le había visto
hacer a Cyric y volvió a ganar de nuevo la posición erguida.
243
El drow, sin dar un segundo de tregua empezó a lanzar cortes cruzados
contra la guardia de Némesis, el cual sobrepasado por los ataques de
Phoenix solo podía retroceder paso a paso intentando evitar las mortales
hojas de éste.
Némesis, al fin, encontró el signo de la derrota al sentir la pared a su
espalda. Nervioso, al conocer su posición critica frente al drow, recurrió
a la astucia para intentar salvar la vida y recordando la primera derrota
frente a su, ahora compañero Cyric, se arriesgó a una muerte segura en
caso de error, y en un acto desesperado, el ladrón, lanzó la espada contra
la cara del drow, impactando con fuerza en la testa del desprevenido
asesino.
Aprovechando la confusión de éste, cargó con furia contra él, haciéndole
caer de espaldas y arrebatándole la cimitarra izquierda durante la caída.
Cuando la espalda del asesino tocó el suelo, Némesis bajó con furia la
cimitarra hacia el cuello del drow, pero éste en un movimiento tan veloz
que el ladrón apenas pudo percibir, elevó la hoja derecha para bloquear el
golpe de su adversario.
Némesis, al ver su treta descubierta, rodó hacia atrás para recuperar su
arma recogiéndola con su mano izquierda e impulsándose al mismo
tiempo hacia el flanco izquierdo del drow, el cual, lleno de ira lanzó una
estocada mortal con su arma restante.
El ladrón, que ya había previsto el movimiento del asesino, trabó la
cimitarra restante del drow entre sus armas.
Phoenix bramó furioso ante la acción del ladrón.
- Esas tretas no te valdrán para salvar tu miserable vida -le amenazó
lanzándole una enigmática sonrisa- acabaras cayendo bajo el filo de mis
cimitarras.
Némesis confundido ante la súbita euforia del drow, se esforzó por
mantener la presa sobre el arma de éste, cuando de repente reparó en su
error.
Un frío intenso comenzó a apoderarse de su mano derecha congelándole
los nudillos y extendiéndose rápidamente por el brazo como si una
serpiente de hielo se tratase.
Cuando el frío le alcanzó el hombro una punzada de dolor le taladró el
corazón.
244
Fue entonces cuando descubrió su error, ya había oído las propiedades de
aquellas armas con anterioridad, pero hasta ahora no había creído que
solo la familia del drow pudiera empuñarlas.
Aterrado, retrocedió para evitar la liberada cimitarra del drow la cual
cayó sobre él como la hoja de un verdugo, y a punto estuvo de partirle en
dos, mas su velocidad le salvó de la muerte segura.
Siguió retrocediendo con nerviosismo, bloqueando como podía los
ataques del drow con el arma que portaba en su mano izquierda. Su
derrota era cuestión de tiempo, porque la pericia que Némesis tenía con
esa mano no se podía comparar ni de lejos con la maestría del drow, así
que, pronto sintió de nuevo la fría pared a su espalda. Todo estaba
perdido, ahora ya nada podía salvarle. Pero cuando ya se creía acabado,
una voz grabe resonó en su mente, era como si le estuviesen hablando
directamente al cerebro.
- "Abraza mi poder" -le habló la voz desconocida- "Usa mi esencia y
juntos prevaleceremos"
Némesis estaba confundido, no sabía que tipo de truco era ese, lo único
que veía era como la hoja del asesino descendía velozmente entre su
guardia para atravesarle el pecho. Pero antes de que esto sucediera, con
una velocidad tan vertiginosa que ni siquiera el drow pudo verlo, la
espada del ladrón se interpuso entre la mortal cimitarra y su pecho.
Phoenix parpadeó asombrado, y a punto estuvo de caer al suelo, cuando,
inesperadamente se vio empujado hacia atrás de forma brutal por el brazo
armado de Némesis.
El ladrón no daba crédito a sus ojos, su brazo izquierdo se movía tan
rápido que no podía verlo y antes de que pudiera pensarlo siquiera, la
hoja ya estaba allí. Era como si la espada formara ahora parte de su
cuerpo y se moviese a voluntad.
Por primera vez durante el combate, Phoenix sintió que no lo tenía bajo
control y comenzó a recular intentando frenar las brutales embestidas del
ladrón.
Pronto descubrió que había perdido el combate, su espalda golpeó la
pared y la cimitarra que aun le quedaba salió volando por los aires
incapaz de resistir la inusitada furia de Némesis.
245
Incapaz de hacer otra cosa, observó como la espada del ladrón se
acercaba para proclamar el final de la pelea.
- ¡Alto! -gritó Cristina saliendo de un corredor contiguo junto con un
grupo de enanos- ¡No le hagas daño!, él no ha tenido nada que ver con mi
secuestro.
Phoenix y Némesis miraron hacia la dirección donde había surgido
Cristina.
- ¿No? -contestaron al unísono ambos contendientes, sin poder ocultar su
sorpresaPhoenix estaba anonadado, él sabía perfectamente, aunque no
comprendía la razón, que había secuestrado a la mujer. Y lo que
realmente le desconcertaba, era ver que Cristina estaba quebrantando un
voto divino de su diosa mintiendo, tan solo para salvarle la vida.
Cristina se acercó lentamente hacia Némesis y cuando estaba a punto de
tocarle el hombro éste se levantó velozmente y agarrando de la muñeca a
la sacerdotisa se dispuso a lanzarle una estocada mortal.
- "Acaba con ella" -resonaba el mismo eco de su mente que antes le
había otorgado el poder con el que había conseguido derrotar al drow"Mátala, yo te haré inmortal y serás el príncipe de mi legado".
Némesis elevó la mano derecha con determinación para dejar caer la hoja
sobre la sacerdotisa cuando el drow se abalanzó sobre él para evitarlo,
pero a Némesis le bastó con el mero movimiento de su mano libre para
lanzar a Phoenix a lo largo del túnel como si de un pelele de paja se
tratara.
Cristina estaba desorientada, no entendía lo que le podía suceder a
Némesis, antes siempre había sido tan cortes con ella y en cambio ahora
se mostraba como un animal furioso.
La sacerdotisa observó con asombro como los antes marrones ojos del
ladrón, ahora brillaban rojos como carbones ardientes, y como un aura
maléfica que nunca antes había visto rodeaba al ladrón entremezclándose
con la suya propia.
246
- Némesis -llamó Cristina con voz suave y aterciopelada- Soy yo,
Cristina, tu amiga. Por quien en varias ocasiones arriesgaste la vida por
salvar la mía propia.
La mente del ladrón volvió a convertirse en un hervidero de voces y
contradicciones. Por una parte su mente emocional le recordaba lo mucho
que la hembra que tenía delante le importaba, pero por otra parte la voz le
había prometido poder, tanto o mas aún del que él había soñado. Por
primera vez tenia al alcance de la mano ser alguien importante, mas aún,
podía convertirse en un ser inmortal. Recordaba como hacía un momento
se había desecho del drow con un simple gesto de muñeca, y por primera
vez había saboreado el dulce sabor del poder, durante un breve instante
se había sentido como un dios.
La sacerdotisa, sabedora de que nada podía hacer contra el ente que
dominaba las acciones del ladrón se arrodillo frente a el y elevó los
brazos a los costados en señal de sumisión a su verdugo.
Némesis elevó la espada por encima de su cabeza y lanzó la estocada
mortal que bajó como un arco hacia su víctima.
De repente, justo cuando la hoja pasaba por delante de sus ojos, el ladrón
detuvo el descenso. Algo había resquebrajado su mente, una imagen, una
visión le había devuelto la cordura. Cuando la muerte de la sacerdotisa
era algo evidente sus ojos habían reparado en la imagen de esta
arrodillada frente a él y vino a su memoria la primera vez que la
contempló. Atada con grilletes a una parad, herida y semidesnuda,
aquella vez le había dado un vuelco el corazón, y esa misma sensación
era la misma que ahora le invadía. Némesis dejó caer la espada de entre
sus manos y se desplomó de rodillas al suelo entre sollozos.
Cristina observó al desconsolado ladrón y acercándose a él lo arropó
entre sus brazos.
- No te preocupes -lo tranquilizó entre susurros- yo estoy aquí contigo y
se que eras tú el de hace un instante. Quien quiera que te dominaba ya se
ha ido.
Némesis devolvió el abrazo a la sacerdotisa y durante un momento el
tiempo se detuvo, solo sentía el rápido palpitar de sus corazones, aun
acelerados por la tensión de hace un momento, y las respiraciones
entrecortadas de ambos.
247
Némesis, inmerso aún en sus pensamientos analizaba las palabras de la
sacerdotisa... "El ente que te domina..." Némesis sabía que lo único que
lo había dominado era la codicia por el poder, y eso, le asustaba.
Recuperó el control sobre si mismo y acarició con suavidad el pelo de
Cristina entrelazando sus dedos entre los pequeños bucles dorados que
adornaban su melena rubia. Al llegar a la altura de la barbilla, la tomó
con delicadeza y la elevó el mentón hasta que sus ojos se encontraron. El
pulso del ladrón se aceleró al perderse en el iris azulado de la sacerdotisa.
Némesis se dejo llevar por algún impulso olvidado y juntó sus labios a
los de la mujer. El momento se hizo eterno, y los pocos segundos que
duró se grabaron en la mente del ladrón como si una eternidad hubiera
pasado.
Cristina, confundida por la lucha de contradicciones que se disputaban en
su mente no sabía como actuar. Deseaba seguir viviendo ese momento
eternamente, pero sabía que debía respetar los dictados de su deidad, así
que, poco a poco, se apartó ruborizada del abrazo del ladrón y recuperó la
compostura levantándose del suelo.
Némesis, avergonzado, se dio la vuelta sin ni siquiera mirar de nuevo a la
sacerdotisa y retrocedió por el túnel para rematar al desaparecido drow.
- No debes avergonzarte de tus sentimientos -intentó aliviarle la
sacerdotisa- son estos los que nos diferencian de los animales, y de ser
distintas las circunstancias de nuestro encuentro, yo los hubiese
compartido. Pero nada puedo hacer contra los dictados de mi señora.
- ¡Mishakal! -contestó Némesis sin ni siquiera volverse- que clase de dios
impide a sus siervos que perpetúen sus dictados formando su propia
familia. Y que me dices de ti, ¿acaso no tienes padre?
La cara de Cristina se entristeció ante el ataque de Némesis.
- Mi madre, al igual que yo, era una sacerdotisa -comentó con orgullo- y
fue tan fiel a la diosa, que al final fue premiada con el don de Mishakal,
mi nacimiento.
Némesis se paró en seco y giró confundido. Cristina, al verlo intentó
explicarse un poco mejor.
248
- Lo cierto es que nunca conocí a ningún hombre durante el periodo que
pasé con mi madre en el templo de Mishakal. -Relató Cris para el ladrónpero en mis sueños siempre aparecía un hombre, que aunque nunca había
visto, me era familiar. Su cara era benévola, sus ojos rebosaban felicidad
y su porte tranquilo mostraba un orgullo indefinido por algo. Siempre
aparecía vestido con una túnica de seda alba y el símbolo dorado de
Mishakal colgado del cuello. En realidad, siempre he pensado que era mi
padre, y que al igual que mi madre se ganó el favor de Mishakal por su
devoción y empeño.
Némesis meneó la cabeza confuso por lo inverosímil de la historia.
- O sea, que si lo he entendido bien -sentenció triste el ladrón mientras
volvía a dar la espalda a Cristina- nunca me querrás.
La sacerdotisa siguió con la vista al cabizbajo ladrón hasta que
desapareció de su vista.
- No voy a negar que siento algo por ti -se defendió Cristina elevando la
voz para que la oyera- pero te engañaría si te dijera que es amor, pues el
único amor que puedo sentir es por mi diosa Mishakal. Si te sirve de
consuelo, el cariño que siento por ti, nunca lo había sentido por ningún
otro hombre.
No hubo respuesta por parte de Némesis, tan solo silencio, el silencio de
una cueva vacía.
Némesis llegó al lugar donde el cuerpo del drow yacía en el suelo
inconsciente, con un coaguló de sangre en la cabeza, allí donde se había
golpeado contra la pared de roca.
El ladrón sacó una de sus dagas de una bota y se acercó al cuello de su
enemigo para degollarlo, pero de nuevo la voz de Cristina le retuvo.
- ¡No lo hagas! -repitió Cristina- ya te he dicho que él no esta tras mi
secuestro, no se quien estará detrás de todo esto, pero los enanos nos
rescataron a ambos.
Phoenix se despertó a causa de las voces, y dolorido, se reincorporo
como pudo contra la pared sin perder de vista en ningún momento el
cuchillo del ladrón. Se podía leer la confusión en los ojos del drow por el
súbito cambio en la pericia de lucha de Némesis.
249
- ¿Que quieres decir? -preguntó Némesis- Todos sabemos que ese
maldito drow intentó secuestrarte una vez, y que sin duda lo ha vuelto a
intentar.
La faz de Cris lo negó con un par de cabeceos.
- Como te he dicho antes -se explicó la mujer- los enanos nos rescataron
a ambos cuando se cruzaron con nuestros raptores camino a Thorbandin.
Phoenix estaba confuso. ¿Raptores?... Él la había secuestrado, eso lo
recordaba bien.
- ¿Pero quienes eran nuestros "raptores"? -preguntó Phoenix incrédulo¿seguro que no lo has soñado?
Uno de los enanos que había acudido con Cristina habló por primera vez
adelantándose un paso al resto.
- ¡Tan reales como el hacha con el que les partí los huesos! -intervino el
pequeño pero fornido hombrecillo, mostrando una gigantesca hacha de
acero casi tan grande como él- Eran al menos ocho, y cabalgaban a lomos
de corceles provenientes del infierno, con los ojos rojos como las llamas
del abismo, el aliento de fuego y unos cascos que ni siquiera tocaban la
arena por donde pisaban.
- Nos pasaron a pocas horas de Thorbandin, -continuó otro de los enanosasí que no les dimos opción de llegar y acabamos con todas aquellas
criaturas. Aunque a decir verdad, por su aspecto parecía que ya estaban
muertas. Eran tan solo un cúmulo de huesos con forma humana. Bahh,
apenas si nos duraron diez minutos.
- Y respecto a ti drow -intervino un tercer enano, con un aspecto mas
hosco que los demás al llevar un parche en el ojo- no me gustabas
antes.... y sigues sin gustarme. De no ser por Bálin y su empeño de
dejarte con vida en el desierto, ahora serias una muesca más en el mango
de mi hacha.
El drow estaba confundido, ¿acaso se estaba volviendo loco? el sabia lo
que había hecho, ¿por que ese atajo de enanos se empeñaban en culpar a
unos jinetes fantasmas? cuando lo único que había sucedido es que el
cansancio había podido con el.
¿Podría ser que los jinetes les hubiesen secuestrado mientras estaban
dormidos?... No, eso era impensable para el, el simple sonido de un
pisada habría bastado para despertarle.
250
Némesis aun no estaba muy convencido con todo aquello. El había
estado toda la no noche alerta, y sabia que pese a haberse quedado
dormido durante un rato se habría despertado al mínimo indicio de lucha.
Y por lo que el sabía nadie en la casa había oído nada.
- Eso no tiene ningún sentido -intervino el ladrón escéptico - como van a
entrar ocho jinetes del abismo a una casa, secuestrar casualmente a
Cristina y al drow, y salir de allí sin que nadie se diese cuenta, ni siquiera
Rebeca que dormía con ella.
Cris reflexionó sobre las palabras de Némesis pero no encontró ninguna
explicación a lo que este argumentaba.
- Bueno -concluyó la sacerdotisa- yo tampoco puedo darte una
explicación, pero lo que ahora tenemos que decidir, es que vamos a
hacer.
Némesis paseó su mirada entre los presentes hasta llegar a la del drow.
- Yo creo que esta bastante claro -expuso el ladrón- debemos volver
cuanto antes a Tarsis para que sepan que te encuentras bien.
- Y por lo que a ti respecta -continuó dirigiéndose al drow- espero no
volver a ver tu horrible cara por aquí, porque la próxima vez que nos
encontremos, ni la mismísima intervención de Mishakal te salvara.
Cristina cabeceó triste al escuchar las palabras de Némesis.
- Nunca alcanzaras la paz mientras no aprendas a perdonar -le reprochó
al ladrón- y aunque ya te he dicho que Phoenix no es el responsable de
todo esto, tu nada escuchas de todo lo que yo digo.
El drow, herido en su orgullo por la humillante derrota frente a Némesis,
se levantó apoyándose en la pared y recuperó su porte altivo.
- Yo iré a donde me plazca -respondió orgulloso- esta vez has tenido la
suerte de pillarme desprevenido.... pero no volverá a pasar.
Némesis echó mano a la cintura para desenfundar su arma, pero recordó
que aun seguía tirada en el suelo. Cuando quiso reaccionar, una daga
negra se apoyaba ya en su cuello.
- Debería matarte ahora por lo que me has hecho -le amenazó el drowpero he de reconocer que jamás había encontrado un rival como tu, por lo
que te dejare vivir hasta que nos volvamos a enfrentar.
251
La daga desapareció tan rápido como había aparecido y cuando Némesis
quiso reaccionar el drow ya había lanzado una pequeña redoma de cristal
contra el suelo.
Al romperse ésta, una espesa nube de humo amarillo llenó el ambiente,
provocando toses y picores de ojos a todos aquellos que allí se
encontraban.
Némesis cayó de rodillas al suelo entre toses mientras clamaba venganza.
La nube se fue evaporando poco a poco, y cuando por fin se disolvió el
drow había desparecido.... aunque esta vez, Cristina aún estaba allí.
El ladrón se acercó a la pared y se apoyó en ella para recuperar el aliento.
Que había sido aquello que había sentido en la lucha, rememoró el poder
que le había invadido, y como gracias a ello había derrotado al drow.
Recordó como estuvo a punto de matar a Cristina y la voz que se repetía
en su mente... "Inmortalidad..." "Mi legado...".
Se recostó contra la pared y se quedo pensando en ello. ¿Aceptaría el
trato la próxima vez que fuese tentado? ¿Seria lo suficientemente fuerte
para rechazar un obsequio con el que siempre había soñado? Tan solo el
tiempo le traería la respuesta. El tiempo.... pensó para si, al fin y al cabo
todo giraba a su alrededor... ...de momento.
En otro lugar muy lejos de allí, las cosas discurrían de forma muy
distinta...
- ¡Tu estupidez casi nos cuesta la victoria! -tronó una voz de ultratumba
que se expandió por toda la habitación- has estado a punto de arruinar la
misión. Te encargo la sencilla misión de recuperar una pequeña piedra, y
tú no solo no la consigues, sino que además se la entregas en bandeja a
nuestros enemigos.
La faz de la mujer se estremeció de miedo ante las palabras de su se
señor, y postrándose en el suelo se dirigió a él.
- Mi señor, -respondió sumisa en tono bajo, disculpándose- pero yo aun
no he encontrado la piedra. Además creo que el elfo sabe algo, ya que
según he podido saber se la entregó un moribundo cuando ataqué la
caravana en la que viajaba el desdichado portador.
252
- ¡Estúpida Zorra! -exclamó colérica la voz- la piedra lunar esta en poder
de la Sacerdotisa que tu hiciste secuestrar y que gracias a tu negligencia
fue rescatada por una partida de enanos de Thorbandin.
La boca de la mujer del alcalde se contrajo en una mueca de miedo.
- ¿Pe... Pe... Pero como iba yo a saberlo? -tartamudeó la hembra aterradaElla podía ver mi aura, de haberla dejado estar un minuto más aquí me
habría descubierto. No tuve otra alternativa, la misión estaba en peligro.
- ¡Ahora si que esta en peligro la misión! -gritó la voz colérica
aumentando el tono- si esa piedra se pierde en las profundidades de
Thorbandin, jamás la recuperaremos.
La hembra intentó recuperarse de su zozobra interior para replicar a la
omnipresente voz.
- ¡Mi señor!, -replicó manteniendo el tono de suplica- como te he dicho
antes, el elfo prometió devolver la reliquia a los Qualinestis, por lo que es
cuestión de tiempo que atraviesen Thorbandin para llegar a los bosques
elfos.
La voz grave y con tono de furia volvió a resonar por todas partes.
- ¡Yo me encargaré de los elfos! -sentenció la voz- tu desplázate a
Thorbandin e invoca a tus ejércitos para que recuperen la piedra lunar
para mi.
- ¡Si mi señor! -replicó la mujer mientras se postraba ante la voz- No os
volveré a fallar otra vez, os lo juro.
De nuevo volvió a escucharse el eco de la voz, esta vez con un volumen
menor.
- No, Shandra, No lo harás, -se despidió la voz en un tono que rallaba el
cinismo- eso seguro.
La mujer se levantó aun temblando por las palabras de su señor y se
sacudió el polvo de la falda que se había quedado acumulado donde las
rodillas habían estado en contacto con el suelo.
- Tampoco te arregles mucho -la interrumpió una voz desde las
profundidades del pasillo- al fin y al cabo nadie va a verte ya.
Shandra miró en vano hacia el lugar en penumbras de donde provenía la
voz.
253
- ¡Envíame la luz desde las tinieblas! -invocó la mujer a la vez que
levantaba una de sus manos hacia el techoAl instante siguiente toda la estancia se iluminó con una luz brillante y
cegadora, dejando visibles a los tres compañeros que agazapados en el
pasillo habían estado escuchándolo todo.
- ¡Vosotros! -exclamó la mujer- ¿como habéis encontrado este sitio?
Cyric se adelantó un par de pasos para cubrir a sus compañeros y se
dirigió a la "mujer" del alcalde.
- He de reconocer que al abrirlo me pareció un armario extremadamente
grande, incluso para una mujer -se chanceó el elfo- Pero jamás imaginé
encontrar algo así en el fondo de él. Y ahora, si nos cuentas lo que esta
pasando, le contaremos a tu marido que estas enferma para que puedan
ayudarte.
La cara de la mujer cambió al descubrir a sus invitados y pasó de ser una
mueca asustada a una sonrisa complaciente.
- Vaya, vaya, vaya -sermoneó Shandra- pero como podéis creer que una
mujer como yo podría siquiera interesarse por un ser apestoso como ese.
Hace tiempo que tengo a buen recaudo a la arpía de su mujer para
hacerme pasar por ella. Pero no creáis que ha sido una tarea fácil
suplantarla, apenas podía contener los vómitos cuando me besaba.
Cyric, anonadado ante la revelación de la mujer no sabia que decir.
- ¡¿Donde esta la mujer del alcalde?! -inquirió Rebeca tras colocarse al
lado de Cyric en posición amenazante con una mano dentro de uno de sus
muchos saquitos y la otra apuntando hacia su oponente- ¡Donde esta
Casandra!
Shandra espetó una carcajada al ver la pose desafiante de la joven maga.
- ¿Me estas amenazando mocosa? -se jactó ésta con prepotencia- me
basta un giro de muñeca para barreros a ti y a tus amigos.
Rebeca dibujó unos símbolos en el aire y un fulgor brillante siguió a las
arcanas palabras que pronunció "Eolos Shark". Al instante tres flechas de
fuego se materializaron a los lados de la joven maga, las cuales a un
gesto de ella salieron disparadas hacia Shandra que permanecía inmóvil
en su posición.
254
Todo sucedió en pocos segundos. Las flechas volaron hasta su destino
con la velocidad de una estrella fugaz y al llegar hasta Shandra salieron
desviadas en diferentes direcciones chocando contra las paredes y
estallando en un espectáculo de chispas de colores.
La risas de Shandra se elevaron a lo largo de la habitación hasta llenar el
pasillo donde los compañeros se encontraban apostados.
Rebeca estaba anonadada. El conjuro que acababa de lanzar era infalible,
nadie podía evitar las saetas mágicas que había lanzado. Tan solo otro
hechicero protegido con el conjuro de defensa adecuado podía evadirse
de las flechas. Hecho que empezaba a inquietar a Rebeca, ¿sería su
oponente otra lanzadora de conjuros?
Cyric, cansado del absurdo dialogo entre féminas, empuñó sus katanas y
salto hacia adelante para terminar con todo aquello.
Shandra fijó la mirada en la nueva amenaza y dirigió su dedo índice hacia
él.
- ¡Que tus armas sientan el calor del infierno! -recitó la mujer sin titubear
siquiera- al tiempo que se frotaba el dedo índice contra el pulgar.
El elfo que avanzaba con determinación se paró durante un momento.
Sentía una sensación extraña en la empuñadura de sus armas, pues habría
jurado que el metal se estaba calentando.
Afianzó con mas fuerza las armas y se dispuso a seguir avanzando pero
un dolor lacerante le subió a través de las palmas de las manos, su
katanas le estaban abrasando.
Intentó resistir el dolor, pero fue inútil, pues el calor siguió aumentando y
no tuvo otra opción que deshacerse de ellas. Incluso se vio obligado a
deshacerse la daga, que pugnaba por abrasarle el costado donde pendía.
Lejos de amedrentarse por el pequeño contratiempo, continuó desarmado
hacia Shandra, mientras a su espalda Tas ya estaba cargando un piedra en
la honda y Rebeca iniciaba los primeros versos de una salmodia mágica.
- ¡Señor, haz que mis enemigos se paren! -clamó Shandra a su dios- ¡No
deis un paso mas!
Cyric, observo confuso a Shandra mientras continuaba su camino,
aquella mujer pretendía detenerle simplemente ordenándoselo.
255
Shandra observó estupefacta como Cyric continuaba avanzando hacia
ella como si nada y antes de que pudiera hacer nada, éste agarro a la
mujer por la muñeca y se la sujetó a la espalda para inmovilizarla.
- Bueno, parece que no ha sido tan difícil cerrarla la boca -dijo Cyric
girando la cabeza para dirigirse a RebecaCyric se quedo extrañado ante la indiferencia de Rebeca, no solo no le
había contestado, sino que seguía allí de pie, inmóvil, sin hacer nada.
- ¿Te sucede algo? -volvió a preguntar a la hechicera- ¿no te encuentras
bien?
Fue entonces, cuando el elfo se dio cuenta de su error. Reparó en la
presencia del kender al lado de rebeca con su honda suspendida e inmóvil
encima de la cabeza. Era como si el tiempo se hubiese detenido para sus
compañeros, aunque aun podía percibir el movimiento de sus
respiraciones, parecía que el resto de sus funciones se habían paralizado.
Cyric, volvió la atención a su prisionera cuando la escuchó murmurar
algo.
- Descarga el dolor de tu ira en este mortal, mi señor -rezó Shandra
mientras giraba la palma de la mano por la que Cyric la tenía
inmovilizada y le tocaba el antebrazo.
Al instante, el elfo sintió una descarga de dolor lacerándole el antebrazo,
por lo que soltó a su presa de inmediato y se levantó la manga de la
camisa para ver que era lo que le causaba tanto dolor. Observó con
horror, como una serie de llagas sangrantes se le habían abierto en el
antebrazo y seguían subiéndole por el brazo hasta el hombro, para
extenderse por el resto del cuerpo. El dolor que sentía era insufrible, era
como si alguien le estuviera degollando desde dentro cortándole la piel a
jirones.
Cyric levantó la vista para ver como Shandra estallaba en carcajadas, y
fue lo último que escuchó al tiempo que se desplomaba inconsciente en
el suelo retorciéndose de dolor.
Rebeca, exhausta por la lucha y el desgaste mágico al que se había
sometido, empezaba a sentir una extraña sensación que la invadía el
estomago poco a poco, el miedo, eso era lo que estaba paralizando ahora
sus músculos.
256
Y es que, jamás se había enfrentado a alguien como Shandra, invocaba
encantamientos mágicos de los que ni siquiera había oído hablar. Y eso
no era lo peor, ya que la forma que tenia de realizarlos no se parecía a
nada de lo que hubiera visto. No utilizaba componentes, ni extraños
versos entonados en el idioma de la magia. Simplemente las acciones que
invocaba se hacían realidad.
De repente cayó en la cuenta, si que había visto algo parecido. Cristina,
su amiga, imploraba los poderes a su diosa de la misma manera. Pero su
amiga solo había acudido a su diosa para pedir protección y curación, al
contrario que Shandra que no dejaba de invocar calamidades y dolor a
través de su deidad.
Intentó mover las piernas pero fue inútil, parecía estar aún bajo el control
del sortilegio que Shandra había lanzado contra ellos. Este conjuro, si que
la era familiar pues su maestro lo utilizaba con bastante frecuencia para
retener a los invitados insidiosos sin tener que causarles daño. Recordó
en su mente las explicaciones de su maestro sobre aquel conjuro en
particular, y por un momento creyó escuchar la voz de Avalon dentro de
su cabeza.
- ¿Como crees que lo consigo? -recordó Rebeca la escena de su propio
aprendizaje cuando tuvo aquella conversación con su maestro- Imagino maestro -respondía Rebeca en sus recuerdos- que será algún
tipo de fuerza telequinética que mantendrá la materia retenida en su
lugar.
En sus recuerdos Avalon invocó el sortilegio contra un pajarito que
volaba libre por el salón de su torre. Al instante la pequeña ave cayó al
suelo como una piedra y Avalon se acercó para recoger a la asustada
criatura.
- Ves -continuó con sus enseñanzas el viejo mago mientras acariciaba al
pequeño gorrión- la telequinesia lo habría mantenido en el aire. La fuerza
de este conjuro radica en el encantamiento, es de ahí de donde extrae su
poder afectando a las mentes de las víctimas.
En realidad, este ave no se encuentra paralizada, pero su mente así lo
cree, por lo que no podrá moverse mientras no salga de su error y
comience a enviar ordenes a sus alas.
257
De pronto lo comprendió, era lo mismo que ahora sufría ella. Su piernas
estaban perfectamente, era su mente la que estaba en un error.
Concentró todas sus energías y dejo su mente en blanco, para un instante
después enviar una orden directamente a su mano izquierda. Fue como si
un bloque de piedra que cubriera todo su cuerpo se resquebrajara en mil
pedazos y por fin pudo sentir como sus dedos la obedecían comenzando
la búsqueda del componente que necesitaba para su siguiente conjuro.
No estaba muy segura de si debía lanzarlo o no, al fin y al cabo aún no lo
había invocado con éxito ninguna vez, ya que se trataba del último
conjuro que había estado aprendiendo con su maestro antes de que
desapareciera. Pero no tenia mas remedio, sabia que las consecuencias
del error podrían ser fatales, pero el no hacer nada traería
inexorablemente las mismas consecuencias.
Mientras tanto, Shandra en la esquina superior izquierda de la habitación
seguía buscando algo en los toscos cajones de la única mesa de madera
que había en la estancia.
La habitación parecía un cuarto de guardia, y tan solo había una puerta
maciza de hierro con una zona rectangular móvil en la parte superior para
poder ver al otro lado. El otro acceso a la habitación era el estrecho
pasillo por donde Cyric y los demás habían llegado.
Shandra exclamó un "por fin" al encontrar lo que buscaba entre los
objetos que plagaban el cajón. Se trataba de una cadena de plata sujeta a
un amuleto del mismo material, en el cual, había engarzado un ópalo
negro del tamaño de un puño.
Se colocó el collar al rededor del cuello y ya se disponía a recoger una
varita negra que había sobre la mesa cuando unos sonidos a su espalda la
hicieron volverse precipitadamente.
La faz de Shandra se estiró de asombro cuando observó la escena.
Rebeca se había liberado del hechizo que la retenía y parecía estar
conjurando algo.
Había elevado su mano izquierda con la palma levantada hacia el techo
mientras que en la otra sostenía a la altura del pecho una pequeña bolita
de color pardo.
258
- Darunak... -comenzó a recitar mientras bajaba la mano izquierda y
movía la derecha a la vez hasta encontrarse juntar las dos muñecas a la
altura del diafragma en el centro del pecho- Helios taderon sunrai... -invocó con voz mas grave a la vez que juntaba
los dedos de sus manos al rededor de la bolita marrón y una luz
anaranjada muy brillante empezó a escaparse entre los huecos de sus
dedosShandra no tuvo tiempo de reaccionar, la acción de Rebeca pareció durar
un instante, solo fue consciente del peligro cuando la pequeña bolita
marrón que sostenía entre las manos se convirtió en una esfera
incandescente que crecía entre las manos de la joven maga.
Lo que antes había tenido el tamaño de un garbanzo ahora era una esfera
de energía que tenia el tamaño de una sandia y pulsaba
amenazadoramente.
A Rebeca le empezaban a quemar las manos, sabía que el tamaño al que
se podía hacer llegar la esfera dependía de la pericia del mago, así que
aguanto todo lo que pudo la incandescente bola entre sus palmas antes de
desatar la fuerza del conjuro.
- ¡Kai! -sentenció Rebeca mientras separaba las palmas manteniendo las
muñecas juntas a la vez que estiraba los brazos para lanzar la esfera de
entre sus manos en dirección hacia ShandraLa bola ígnea provocó un sonido aterrador durante el desplazamiento
hacia su destino, como un bala de catapulta en llamas atravesando el
cielo.
De pronto algo salió mal y a mitad de camino la esfera estalló
súbitamente esparciendo por todas partes un infierno de fuego y
destrucción. Primero las llamas cubrieron por completo la pequeña
habitación, y una vez llena, buscaron la salida por el pequeño pasillo
arrasándolo todo a su paso.
Rebeca sintió el abrazo de la cortina de llamas a su alrededor sintiendo
como sus ropas se abrasaban. Apenas sintió dolor antes de caer
inconsciente al suelo.
El kender, paralizado, tan solo pudo observar como la tromba de fuego lo
envolvía antes de caer al suelo por la fuerza de las llamas.
259
Cyric, mas afortunado que sus compañeros ni siquiera sintió la
mordedura de las llamas, al encontrarse inconsciente cuando el fuego lo
envolvió de camino hacia Shandra, la cual, milagrosamente había
conseguido saltar detrás de la mesa en el ultimo momento evitando en
parte ser engullida por las llamas.
La llamas se extinguieron tan pronto como habían surgido, dejando a su
paso un panorama desolador. Las paredes estaban cubiertas de hollín y la
única mesa que había en la estancia estaba carbonizada. Los cuerpos de
Cyric, Tas y Rebeca se encontraban tirados en el suelo semidesnudos y
con la piel quemada, desprendiendo un olor horrible que llenaba el
ambiente.
Tan solo Shandra seguía en pie a duras penas, pese a tener la ropa hecha
jirones y algunas partes de su cuerpo chamuscadas, se había salvado de lo
peor al haberse protegido tras la mesa.
A Shandra le costaba respirar, tenia el pelo chamuscado y un dolor
lacerante en el pecho la recordaba que podía caer inconsciente en
cualquier momento.
Vació su mente, y de nuevo volvió a dirigirse a su dios.
- Señor, déjame viajar a través de tu casa para que pueda huir de aquí -le
pidió a su deidadY al momento, la continuidad del plano frente a ella se rasgó creando un
vórtice oscuro hacia algún lugar desconocido.
A Shandra no le preocupaba a donde llevara el Vórtice, tan solo quería
salir de aquel apestoso lugar y ponerse en marcha con su ejercito cuanto
antes hacia Thorbandin. Deseaba vengarse arrasando aquel nido de
cucarachas y de enanos. Y ya de paso, arrebatar de la mano muerta de la
Sacerdotisa la piedra lunar que tanto trabajo la había costado encontrar.
260
Mientras tanto, en Thorbandin seguían ignorantes al ataque que se
avecinaba.
- Vamos a ver -resumió Némesis cuando todos se habían recuperado de
la nube cáustica que el drow había creado- ahora que nos hemos desecho
de ese maldito drow tenemos tres opciones. Podemos volver a Tarsis,
esperarles aquí o bien continuar hasta Qualinost nosotros solos.
Cristina no tardó mucho en tomar una decisión pues lo que estaba claro
es que no quería aventurarse sola por ahí después de todo lo que había
visto.
- En mi opinión -contestó al fin la mujer- creo que deberíamos volver a
Tarsis. No creo que ellos se vayan de allí hasta no tener noticias nuestras.
- Yo también lo creo -cabeceó Némesis conforme- así que deberíamos
empezar por conseguirte una montura y víveres para el viaje.
Tras consultar a los enanos que les acompañaban, les siguieron hasta
Thorbandin, la ciudad principal de su cultura, un lugar en honor a Reorx,
su dios, el forjador del mundo.
Avanzaron durante al menos media hora entre oscuros pasillos, con la
única iluminación del pequeño fanal que transportaba Némesis en la
mano, hasta que vieron la primera antorcha colgada en la pared, junto
con dos enanos que hacían guardia a su lado.
Por todos era sabido que los enanos estaban perfectamente preparados
para ver el calor de las cosas en la oscuridad total, pero su naturaleza
artística por tallar la roca y el metal les hacían fieles seguidores del fuego
y la luz que este desprendía. Ya que sin el primero nunca podrían forjar
las fantásticas armas por las que eran famosos, y también era cierto que
sin la luz jamás podrían ver la belleza de sus tallas y construcciones.
Tras el saludo ritual de la patrulla, continuaron su camino, ahora a través
de túneles iluminados, vestidos con impresionantes tallas a lo largo de las
paredes.
Había desde inscripciones rúnicas que recordaban famosas gestas, hasta
dibujos tallados en la roca representando dichas luchas heroicas.
Cuando llegaron al final del túnel y el ladrón vio la ciudad de los enanos
por vez primera se quedó sin respiración. Era lo mas impresionante que
jamás había visto, ante él se abría una gruta de al menos cincuenta
kilómetros de radio y con una altura de unos tres mil metros.
261
En su base, centenares de casas se apilaban en zonas perfectamente
delimitadas al rededor de una zona central en la que se elevaba una
imponente construcción con forma de yunque.
- El trono de Reorx -susurró uno de los enanos cuando observó al
anonadado humano- Es su casa dentro de la nuestra -concluyó el enanoTras contemplar la maravilla arquitectónica del lugar, descendieron por
unas largas escaleras que serpenteaban a lo largo de la pared de roca
hasta llegar abajo.
Una vez allí, les acompañaron hasta el mercado, una zona, que pese a
estar haciéndose de noche en el exterior, rezumaba bullicio entre sus
calles. Los compañeros se perdieron entre la multitud de puestos, y se
dedicaron a comprar las provisiones necesarias para la vuelta.
Tras casi una hora de compras y después de desistir en conseguir una
montura mayor a un pony, ya se disponían a marcharse cuando un sonido
atronador comenzó a sonar en la gruta.
Parecía provenir del templo central, el trono de Reorx, y era como si un
gigantesco martillo estuviese golpeando contra un inmenso yunque.
Cristina se acercó a uno de los asustados enanos para preguntarle la causa
pero éste salió corriendo apresuradamente murmurando "atacan las
puertas".
Cris y Némesis, preocupados por la noticia, aceleraron su paso hacia la
salida de la ciudad de los enanos y subieron el tramo de escaleras hasta el
túnel de entrada.
Corrieron a través de los pasillos por los que habían entrado, al tiempo
que escuchaban el incesante golpeteo de botas en todas direcciones.
Prueba inequívoca de que las patrullas de enanos avanzaban hacia la
misma dirección con rapidez.
Por fin llegaron a las puertas de Thorbandin, y al llegar a los límites, lo
que vieron al otro lado les congeló el corazón, miles de antorchas cubrían
toda la visión y eso no era lo más terrorífico, pues al mirar a sus
portadores, comprobaron con horror sus descarnados brazos.
El ejercito que se disponía a atacarles ya estaba muerto.
262
Capitulo IX - Sueños Oscuros
Las filas de enanos agrupados en el exterior de la puerta estaban
horrorizados, nunca antes habían luchado contra engendros similares.
Jamás habían sentido miedo al ver a un enemigo, pero esta vez era
distinto. Aquellas hordas infernales salidas del interior del abismo, con
sus cuerpos descarnados y sus ojos rojos como el fuego, provocaban en
los enanos una incomoda sensación desconocida para ellos... el miedo.
Cristina avanzó hasta colocarse detrás de la primera línea de enanos.
Todos ellos preparados para la lucha, pero con las caras sobrecogidas por
el terrorífico espectáculo.
Un chillido sobrenatural, como el sonido de una puerta de metal
desengrasada, sonó entre las filas de los no muertos, trasmitiéndose a
través de ellos siendo coreado por el resto de criaturas en un tono más
bajo y tenebroso. Y como una premonición, comenzó el avance de las
tropas enemigas. Primero avanzaron despacio, ganando velocidad a
medida que se acercaban a la entrada, hasta alcanzar una frenética carrera
cuando apenas restaban una decena de metros para llegar. Era la primera
línea de la inminente ofensiva.
Los enanos, esperaban paralizados la maléfica carga de las horrendas
criaturas, incapaces de avanzar ni un solo centímetro a causa del miedo.
Cristina elevó los brazos al aire y se concentró para entrar en contacto
con su diosa.
- Madre sanadora -rezó Cristina con devoción- acoge las almas de estas
pobres criaturas y devuélveles la paz eterna que les ha sido arrebatada.
Terminadas sus palabras el amuleto al cuello de la diosa comenzó a
pulsar con una cegadora luz dorada. Cristina, tomo el símbolo sagrado
entre sus manos y lo dirigió hacia el lugar desde donde se aproximaban
las criaturas.
En ese mismo instante y durante un momento la noche se tornó día, y un
brillo cegador, envolvió a todas las criaturas que avanzaban coléricas a su
encuentro.
De repente la carrera se frenó en seco, y un siseo clamó en el aire,
helando la sangre de todos los mortales que lo escucharon.
263
Eran las almas en pena, que abandonaban los descarnados cuerpos en los
que habían sido encarceladas para elevarse en el aire hacia el descanso
eterno.
Cristina respiró aliviada cuando la formación de no muertos que
avanzaban hacia ellos se desintegro en pedazos, formando una alfombra
de huesos a lo largo de las arenas del desierto.
La sacerdotisa observó entonces a su verdadero enemigo. Rodeado por
varios jinetes espectrales se elevaba en su corcel tenebroso el general del
ejército endemoniado.
Vestía una túnica azabache, y poco mas podía vislumbrar a la distancia
que se encontraba, excepto que parecía estar moviendo los brazos de
forma ritual sujetando una especie de amuleto entre las manos.
Se trataba de Shandra, quien sosteniendo con la mano derecha un
pequeño amuleto de plata con un ópalo negro engarzado el centro,
parecía estar invocando los favores de su dios elevando el brazo
izquierdo hacia el cielo con la palma abierta hacia arriba.
El amuleto de plata comenzó a pulsar con un brillo púrpura oscuro y del
ópalo negro salió un rayo de oscuridad que ensombreció aun mas la zona
donde se apilaban los huesos, impidiendo incluso a la luna iluminar el
lugar con su resplandor.
Un instante después, el campo donde descansaba la pila de huesos se
llenó con una neblina carmesí surgida de las entrañas de la tierra.
Cuando el campo de batalla estuvo cubierto por la extraña niebla
carmesí, un temblor de tierra sacudió toda la zona.
La fila de enanos no dejaban de murmurar preocupados, "magia negra",
mientras afianzaban las hachas entre sus manos. Y su terror fue mayor,
cuando de entre las brumas rojizas comenzaron a surgir llamas
provenientes de las grietas del terremoto, insuflando vida a los huesos
esparcidos sobre la arena...
Los recién invocados, continuaron su avance hacia las filas de los
horrorizados enanos.
Cristina, asombrada, comprendió que se enfrentaba a un grave peligro.
Su oponente, no eran las filas de no muertos, sino el sacerdote que les
insuflaba vida a través de su maligna deidad.
Elevó la mirada al cielo y alzando los brazos volvió a rogar a su diosa.
264
- Madre de la verdad -empezó la plegaria- libera a tus hijos de la opresión
del miedo que aferra sus corazones.
Un instante después, una lluvia de estrellas luminosas cayó entre las filas
de enanos que esperaban frente a la puerta, limpiando sus corazones del
terror que sentían.
- Solo son un atajo de huesos -exclamó Thorfin Cabeza de Hierro, el
capitán de la formación que se encontraba en primera línea- Vamos a
enseñarles de que pasta están hechos los enanos de la facción del Puño de
Hierro.
- ¡Por Reorx! -clamó Thorfin en honor a su dios elevando al aire el
gigantesco hacha de doble filo- ¡Gloria para el forjador del mundo!
Los enanos presentes en las puertas de Thorbandin corearon al unísono el
grito de guerra, al tiempo que el primer batallón de infantería de enanos
avanzaba varios metros para colocarse en formación y esperar a los
atacantes con sus hachas prestas para la batalla. Eran un grupo de
cincuenta enanos encabezados por su líder, Thorfin Cabeza de Hierro. Un
tono rojo de furia contenida, encendía sus mejillas mientras esperaban la
acometida de la horda enemiga.
El choque no se hizo esperar, el escuadrón formado por un centenar de
esqueletos llegó hasta las puertas, y la lucha comenzó con el sonido
ensordecedor del entrechocar de acero y huesos rotos, al contacto con los
filos de las hachas enanas. La acometida fue breve, la pericia en el arte de
la guerra de los enanos apenas dio una pequeña oportunidad a los
esqueletos, sobre todo después de haberse visto libres del aura de miedo
que les había congelado los corazones.
Pronto el suelo se alfombró de restos de huesos. Huesos que fueron
pisoteados por la segunda brigada de engendros, esta vez formada por
otro centenar de criaturas aun provistas de carne putrefacta, que iban
perdiendo a trozos al tiempo que avanzaban sobre los restos de sus
compañeros. Estos nuevos no muertos, avanzaban desprovistos de arma
alguna, lo cual no les amedrentaba a la hora de atacar a los bien
pertrechados enanos, principalmente porque eran inmunes a ningún
sentimiento, incluido el miedo.
265
La lucha se hizo frenética, algunos de los enanos que habían sido tocados
por esta segunda ola de muertos vivientes se habían quedado paralizados,
y sus compañeros contemplaban estupefactos como las criaturas
atacantes se detenían para comenzar a devorarlos arrancándoles la piel
con las manos y mordiendo con sus dientes amarillentos las partes
desprotegidas por la armadura.
Los enanos, histéricos ante la imagen de sus compañeros siendo
devorados por las maléficas criaturas, comenzaron a dar cuenta de los
necrófagos con sus hachas. Movimiento que el enemigo había previsto,
pues la tercera ola de muertos vivientes comenzó su ataque en el
momento en que la formación de los enanos se había resquebrajado.
La caballería enemiga, montada sobre una veintena de corceles infernales
cuyos cascos no tocaban el suelo al avanzar, cargó contra los enanos,
aplastando tras la carga, tanto a los enanos como a sus propios
compañeros.
Los enanos intentaron reagruparse, pero la formación era tan caótica que
las fuerzas dirigidas por Thorfin quedaron desperdigadas entre las
huestes enemigas.
El segundo escuadrón de enanos dirigido por Theodor Testa Brillante, un
enano con porte noble y una poblada barba bien arreglada de color
azabache al igual que su ensortijado pelo, esperaba a las puertas el
momento preciso para salir en ayuda de sus compañeros de armas.
Vestía una armadura completa fabricada por él mismo, e iba armado con
un gigantesco martillo de guerra forjado a partir de una única pieza de
metal, dando al arma un aspecto glorioso, que se hacia patente al
observar al resto de sus hombres armados de la misma manera.
- ¡Por la ira de Reorx! -gritó solemne Theodor al unísono que todos sus
hombres- !Que nuestro brazo no tiemble al impartir su justicia!.
- ¡Adelante! -ordenó Theodor- ¡Por el honor de la brigada del Yelmo
Brillante!
Y otros cincuenta enanos salieron al auxilio de sus compañeros, rápido,
pero sin perder la ordenada formación, avanzaron codo con codo sin
dejar resquicios entre ellos por los que pudiera pasar el enemigo, que se
movía a sus anchas entre las dispersas tropas de Thorfin pisoteando a los
desmoralizados enanos.
266
La lucha se intensificó ante la llegada de refuerzos, la nueva brigada de
enanos comenzó a romper las patas de los caballos a su paso y aplastando
las cabezas de sus esqueléticos jinetes nada mas llegar al suelo, dejando
tan solo un amasijo de huesos envueltos en la túnica negra con la que
iban cubiertos. Además la nueva brigada fue reforzándose metro a metro
con aquellos enanos que se habían ido quedando dispersados.
Pronto la situación cambió en favor de los enanos, Theodor con su
armadura sucia por los restos de los muertos, y Thorfin con su hacha
llena de restos viscosos de los cuerpos medio podridos de los necrófagos
se encontraron en el campo de batalla.
El líder de la brigada del puño de hierro cerró filas junto a su camarada
para seguir con el exterminio de las infernales criaturas.
La batalla parecía ganada, los muertos vivientes yacían por doquier
desperdigados por el suelo, y aunque las bajas en las filas de enanos
habían sido bastante numerosas, pues apenas quedaban una quincena de
hombres de la brigada del Puño de Hierro, incluyendo a su líder y unos
cuarenta enanos por parte de los hombres de Theodor, los supervivientes
clamaron de jubilo ante la derrota del enemigo.
Los enanos corearon la victoria a su dios, pero la felicidad fue efímera.
Una soplo helado atravesó las filas de enanos como un viento gélido,
dejando tras de si la desesperación de sus compañeros. Todos aquellos
que habían sentido el gélido toque de la muerte yacían temblorosos en el
suelo hechos un ovillo.
- ¡Sombras! -Gritó Némesis con el rostro desencajado al reconocer a su
temido enemigo- ¡Son inmunes al acero! -advirtió a los enanos- Tan solo
la magia puede acabar con ellas.
El ladrón trastabilló mientras reculaba hacía atrás presa del pánico.
Hacía no mucho, Némesis había estado a punto de morir tan solo por
haber sido tocado por una de aquellas criaturas, y ahora veía decenas de
ellas cruzando las líneas de enanos en dirección a las puertas de
Thorbandin.
Cristina observó al joven e intentó tranquilizarlo, pero fue inútil, Némesis
estaba fuera de si y se zafó del brazo de la sacerdotisa cuando ésta intentó
agarrarlo.
267
Cristina elevó la vista una vez más hacia las estrellas y se concentro en
una nueva plegaria a su diosa.
- ¡Mishakal! -inició la oración, colocándose en el centro de las puertas de
Thorbandin con los brazos elevados al cielo mientras sujetaba el bastón
con la mano derecha- Oh Madre de la vida, protege a tus hijos de todo
mal.
Al concluir la oración Cristina trazó un circulo imaginario a su alrededor
con el bastón, y un instante después un leve fulgor dorado rodeó el
espacio comprendido entre las puertas.
Las primeras sombras que ya habían atravesado las líneas de enanos se
dirigieron hacia la entrada de Thorbandin volando a toda velocidad. Pero
al llegar allí, una desagradable sorpresa las hizo gritar de dolor al tiempo
que eran repelidas hacia atrás por el invisible campo de fuerza invocado
por Cristina para proteger el acceso hacia el interior de criaturas malignas
provenientes de otros planos.
- ¡No ataquéis a las criaturas desde el interior! -advirtió Cristina a los
enanos-, de hacerlo romperíais el circulo protector que los mantiene fuera
de la cueva.
La tercera y última brigada de enanos miró al exterior con desesperación
mientras observaban como sus compañeros huían en desbandada de las
incorpóreas criaturas.
Theodor miró a los ojos de su camarada y comprendió la situación,
habían perdido. Aquellas criaturas sombrías, pasaban entre ellos como el
viento a través de un trigal, dejando tras de si un reguero de enanos
moribundos.
- ¡La batalla esta perdida! -informó a Thorfin, quien lanzaba hachazos a
diestro y siniestro sin causar el menor daño a las espectrales criaturas- Es
inútil morir sin luchar, hemos de retirarnos a la protección de la montaña.
¡Mira! -exclamó poniendo un brazo sobre el hombro de Thorfin que
parecía estar fuera de si, y así conseguir llamar su atención hacia la
entrada de Thorbandin- Las criaturas no atraviesan hacia interior.
El líder de la brigada del Puño de Hierro pareció reaccionar y observó la
situación a su alrededor desolado.
268
Apenas quedaba un puñado de enanos bajo sus órdenes, y si eso no fuera
poco, las bajas en el bando de su camarada eran igualmente abultadas.
- ¡Nos retiramos al interior! -tronó Theodor Testa Brillante- Debemos
reagruparnos.
Todos los enanos, incluidos los dos líderes, se dirigieron en desbandada
hacia el interior de la cueva. Aun cayeron varios enanos durante el
trayecto, pero unas decenas consiguieron salvarse de las infernales
criaturas.
Una vez en la seguridad del interior hicieron recuento de bajas. Theodor
aun disponía de dieciocho enanos, pero tan solo restaban siete de la
brigada del Puño de Hierro.
Thorfin miraba desolado a sus hombres mientras maldecía a todos los
dioses malignos que conocía.
- ¡Debemos salir a por los heridos! -bramó Thorfin iracundo- no podemos
dejarles morir como perros.
Némesis, recuperado de su ataque de pánico, se acercó al jefe de brigada.
- Es inútil -explicó el ladrón- vuestros hombres están sentenciados a un
destino peor que la muerte. Pronto, sus almas se unirán al ejército que
nos asedia, en forma de nuevas sombras para repetir el ritual con los que
antes habían sido sus camaradas. Créeme -continuó Némesis observando
la expresión de repugnancia en el rostro de Thorfin- yo estuve a punto de
convertirme en una.
Los ojos de Theodor parpadearon.
- Entonces hay una esperanza -exclamó el jefe de la brigada del Yelmo
Brillante- si tu conseguiste salvarte, quizás ellos también puedan.
Cyric negó con la cabeza.
- A mi me arrastraron durante días a través de los hielos del sur, mas allá
de la columna de hielo hasta un lugar mágico donde el agua emerge en
llamas. Solo entonces me vi libre de la maldición, pero aquí... me temo
que nada podemos hacer por tus hombres.
Thorfin golpeó el suelo con el mango de su hacha maldiciendo.
269
- Pues algo tendremos que hacer contra esas criaturas -bramó el jefe
enano- no nos vamos a quedar aquí hasta que tu amiga se agote y entren a
exterminarnos como cucarachas. Tan solo quedan unos setenta y cinco
enanos contando la brigada de reserva que capitanea Brock Boca Sucia explicó Thorfin señalando hacia la formación que aun no había entrado
en combate y aguardaba en la entrada de la cueva-, yo digo que
luchemos.
Brock ya se había acercado hace rato y escuchaba los comentarios de los
otros dos capitanes de brigada.
- ¿Así que la magia los daña eh? -preguntó Theodor para si mismo- pues
si magia es lo que quieren.... magia van a tener. ¡Ven aquí soldado! ordenó mientras sacaba una hoja de papel del interior de su peto y
garabateaba unas runas en ella- llévale esto al comandante Erin Furia
Roja tan rápido como tus pies te lo permitan. -concluyó mientras sellaba
la nota con el anillo de oro de su mano derecha empapado en su propia
sangre, que manaba por numerosas heridas a lo largo de su cuerpo-.
- ¡Si, Señor! -asintió el soldado, y salió a toda velocidad hacia el interior
de la cueva en dirección a Thorbandin para entregar el mensaje-.
Theodor se dio la vuelta y se dirigió hasta donde la sacerdotisa
continuaba inmóvil en el centro de la salida a la cueva para mantenerla
protegida por su esfera divina.
Al otro lado, las sombras se arremolinaban al rededor de la entrada
buscando desesperadamente un resquicio para atravesar el campo
protector. Y periódicamente se podían escuchar los horribles lamentos de
las sombras al encontrarse con la invisible esfera protectora.
Theodor se dirigió a la sacerdotisa cuando estuvo junto a ella.
- ¿Cuanto tiempo creéis que podréis aguantas? -preguntó el enano
pensativo- los refuerzos están de camino, pero no se cuanto tiempo
tardaran en llegar.
Cristina dirigió una mirada preocupada hacia el jefe enano.
- No creo que aguante más de una hora -explicó la sacerdotisa- el poder
de Mishakal es grande, pero mi pericia para canalizarlo aun dista mucho
de ser perfecto.
El enano cabeceó preocupado mientras maldecía para sus adentros y
volvía junto al resto de los capitanes.
270
- Brock, Thorfin, debemos prepararnos para la lucha -comenzó Theodor
visiblemente preocupado- Somos enanos, y ¡Por Reorx! que no nos
cogerán sin lucha. Debemos reagruparnos al rededor de la entrada para
frenar en todo lo posible a esas criaturas, por lo menos ganaremos tiempo
hasta que llegue Erin con sus hombres.
Los tres líderes impartieron órdenes a sus hombres para formar una
barrera delante de la sacerdotisa teniendo sumo cuidado de no alejarse
demasiado de ella y abandonar la protección que la esfera de Mishakal
les ofrecía.
Cristina observó a los tres jefes enanos que se hallaban junto a ella
escoltándola. Thorfin estaba plantado frente a ella mirando iracundo
hacia la salida del túnel donde las sombras revoloteaban y chillaban
lanzando lamentos que le helaban la sangre a sus hombres, no obstante
Thorfin, aunque su armadura se encontraba rota por el costado y varios
hilos de sangre le corrían por las piernas, se mantenía en pie estoicamente
sin dar siquiera señales de cansancio. A su vez, Theodor estaba firme a la
izquierda de Cristina con la cabeza del martillo de guerra apoyado contra
el suelo entre las piernas y el mango sujeto entre ambas manos. Su estado
parecía más grave que el de Thorfin, porque tenía varios cortes en el
cuello y sangraba profusamente por varias heridas del costado donde la
armadura se encontraba rota. Por ultimo, el aspecto de Brock, que se
encontraba a su derecha y pese a no haber entrado aun en combate, era
lamentable. Iba vestido con una armadura de placas tan sucia que parecía
que el oxido que desprendía podía acabar con la vida de cualquiera que
se cortara con ella. Poseía una melena rubia como su barba, pero era
difícil de ver, pues tenía el pelo grasiento, sucio y ensortijado. Lo único
que parecía estar más limpio que el resto, aunque no brillaba ni mucho
menos, era su hacha y su escudo. Al contrario que sus compañeros,
Brock no portaba un arma de dos manos sino que sujetaba un escudo
metálico redondo con la mano izquierda, mientras que en la derecha
llevaba un hacha de mano de una sola hoja, más pequeña que la
gigantesca hacha de doble hoja que Thorfin manejaba. A Cristina le
sorprendía el aspecto de este último enano, pero lo cierto es que no
habían ido allí a un concurso de belleza sino a luchar contra una horda de
muertos vivientes.
271
Cristina juntó sus manos en el regazo y luego tomó su símbolo sagrado
con la mano izquierda mientras dirigía un plegaria a su diosa.
- Madre de la tierra, ayuda a tus hijos en estos momentos oscuros y dales
fuerza para continuar luchando por tu causa.
Al terminar la plegaria, soltó el símbolo sagrado y posó sus manos sobre
los hombros de los dos enanos heridos, momento en el que una luz
azulada se trasmitió desde ellas a través de los cuerpos de los
sorprendidos enanos, al ver como sus heridas se cerraban milagrosamente
sin dejar ni siquiera una pequeña cicatriz que recordara que habían estado
allí.
- ¡Vaya! -exclamó Thorfin sorprendido- contigo a nuestro lado, si que
tenemos la victoria asegurada.
Cristina fingió una sonrisa al jefe enano.
- Es lo menos que puedo hacer -contestó la sacerdotisa humildemente- no
solo me salvasteis cuando esas criaturas me habían secuestrado, sino que
me acogisteis en vuestra ciudad y velasteis por mi vida.
- ¡Bahh! -restó importancia Theodor- cualquiera habría hecho lo mismo
que nosotros, no tiene importancia. Lo que ahora debe preocuparnos es
como vamos a luchar contra esas malditas criaturas cuando no puedas
mantener más la protección que nos separa de ellas.
- He rezado a Mishakal con todo mi alma -respondió la sacerdotisa- ella
estará con nosotros en la lucha. Pero nuestros enemigos también cuentan
con el favor de su dios. Va ha ser una lucha muy dura.
Había pasado mas de media hora desde que saliera el mensajero pidiendo
refuerzos y aun no habían recibido ninguna señal de su llegada, los
nervios estaban patentes en todos ellos y los minutos volaban sin
descanso, y aun pasaron otros diez minutos mas antes de que vieran
como alguien se aproximaba hacia la entrada desde las filas enemigas.
La figura de un jinete rodeado por cinco espectros a caballo se fue
haciendo mas clara desde el interior de la montaña, y cuando estuvieron
lo suficientemente cerca como para ver al jinete central a Cristina se la
heló la sangre. No era una sensación nueva, ya lo había sentido con
anterioridad, y ahora empezaba a comprender. La sensación que ahora la
invadía era la misma que había tenido en la casa del alcalde, cuando
creyéndose cansada se retiró a su habitación.
272
Pero la mujer que se encontraba a una veintena de metros rodeada de
espectros, tenia que tener algo que ver con lo que la había pasado. Bien
es cierto que la mujer no la era conocida, pero sentía algo familiar en su
aura, como si ya la conociese. Aunque lo que Rebeca no se podía
imaginar, es que la mujer que se hallaba frente a ella, era la misma mujer
que había visto en la casa del alcalde, solo que aquella vez había tomado
la apariencia de su mujer, y ahora, tras quitarse el disfraz mágico,
mostraba su verdadera apariencia a los ojos de Cris.
Se sacudió el malestar que la invadía y se concentró en su enemiga, una
hembra de pelo rubio rizado vestida con una túnica azabache que dejaba
al descubierto gran parte de sus atributos femeninos, y aunque la tela la
llegaba casi hasta los tobillos, la llevaba tan abierta que mostraba todo su
cuerpo semidesnudo. En este momento, sostenía en su mano derecha un
pequeño amuleto de plata con un ópalo negro engarzado en su centro.
La mujer, murmuró unas palabras mientras observaba sonriente a
Cristina y apuntó con su mano libre directamente hacia la sacerdotisa.
Una luz purpúrea surgió del medallón hasta alcanzar la entrada de la
cueva donde una lluvia de estrellas doradas chisporrotearon al contacto
del rayo púrpura provocando una reacción en cadena en toda la esfera
que comenzó a pulsar entre el color dorado de Cristina y el púrpura de
Shandra, la sacerdotisa oscura.
- ¡Esta intentando destruir mi conjuro protector! -anunció Cristina
asustada, a los enanos que miraban absortos el espectáculo de luces y
colores que se desarrollaba a su alrededor- Su poder es superior al mío...
no se cuanto tiempo más podré aguantar.
Al cabo, un fogonazo púrpura sentenció las palabras de Cristina y un
instante después todas las criaturas que habían estado revoloteando fuera,
se abalanzaron en tromba hacia el interior.
Los enanos se mantuvieron inmóviles a la espera del ataque, aun
sabiendo que sus armas eran inútiles contra las malignas criaturas.
Cristina, protegida por los jefes enanos se mantenía estoicamente en el
centro sin moverse un ápice.
La sacerdotisa elevó la vista una vez más hacia el cielo y volvió a hablar
con su diosa.
273
- Señora de la virtud, -invocó Cristina en tono sumiso- permite a tu sierva
que utilice tus armas y guía mi brazo para que defienda tu justa causa.
Un brillo dorado refulgió en el cielo como una estrella fugaz dejando una
estela de oro, estela que fue aproximándose hacia el lugar donde se
estaba desarrollando la batalla a gran velocidad. Y cuando estuvo lo
suficientemente cerca, todos se quedaron boquiabiertos ante lo que
vieron. Se trataba de un martillo de cabeza doble completamente hecho
de oro que refulgía con brillos argénteos y que se dirigía a toda velocidad
hacia el interior de la cueva.
Cristina elevo el brazo derecho cuando el martillo se introdujo en la
cueva y lo agarro en su mano cuando éste se dirigió hasta ella. Cuando
Cristina sostuvo el martillo en lo alto un brillo dorado inundó la cueva y
durante una fracción de segundo todas las criaturas se quedaron
inmóviles, momento que Cristina aprovecho para calibrar la situación.
Las sombras habían irrumpido en la cueva y se disponían a atacar a los
valientes enanos que las esperaban ansiosos. Fuera de la cueva, Shandra
gesticulaba con los brazos al tiempo que parecía murmurar algo,
probablemente pidiendo el favor de su dios.
Cris, cambió de idea en lo que se disponía a hacer y volvió a dirigirse a
su diosa.
- Mi señora, -pidió la sacerdotisa mientras apuntaba con su dedo índice
hacia ShandraCastiga a tus enemigos restaurando el silencio en el caos que ellos
producen.
Mientras tanto la sacerdotisa oscura hablaba con su dios pidiéndole sus
propios deseos.
- Haz que mi mano porte tu furia -clamaba Shandra al viento- y déjame
repartir tu fuego eterno entre los mortales.
Un trueno cruzó el cielo en respuesta a la plegaria de la maligna
sacerdotisa y un instante después una llama con forma de espada surgió
de la mano de Shandra.
- Siiiii -gritó la sacerdotisa oscura de gozo- ahora probareis el fuego de
mi señ...
274
Las palabras de la mujer se la interrumpieron en la garganta y un silenció
sepulcral sustituyó sus gritos, al tiempo que una lluvia dorada caía sobre
ella.
Shandra boqueó nerviosa, pero ningún sonido salió de su garganta.
Intentó repartir órdenes a su ejército pero nada se escuchó. Por lo visto
las plegarias de Cristina habían surtido efecto.
Shandra, giró su montura hacia la entrada de la cueva enarbolando su
espada de llamas sobre la cabeza, y espoleó a su caballo en dirección
hacia la sacerdotisa que la había lanzado el círculo de silencio. Estaba
muy furiosa de no poder dar instrucciones a su ejército, pero aun seguía
escoltada por su guardia espectral que no se separaba ni un ápice de ella.
Cristina observó consternada como la horda infernal de sombras seguida
por su propia adalid se acercaban hacia la entrada rugiendo entre gemidos
de ultratumba.
Cris, arqueó el brazo derecho y lanzó el martillo dorado contra la horda
de sombras que se aproximaba. El argénteo martillo salió volando como
una exhalación hacia delante hasta que alcanzó su objetivo, momento en
el que un brillo dorado arrancó un grito entre las sombras próximas al
impacto. Cuando la luz se desvaneció, los enanos observaron con
entusiasmo como las sombras que habían sido tocadas por el mágico
martillo se desvanecían en volutas de humo. Y por si eso no fuera
suficiente, la sorpresa de todos ellos fue mayor cuando vieron como el
martillo regresaba por arte de magia a las manos de su dueña.
Por fin las sombras se introdujeron en la cueva y comenzaron a causar
estragos entre las filas de enanos, mientras estos aguantaban como podían
sin perder la formación viendo como sus compañeros caían junto a ellos
cuando eran tocados por las viles criaturas.
Cristina seguía lanzando su martillo divino tan rápido como le era
posible, pero las sombras eran demasiadas, y podía ver como Shandra
con su escolta, hacía estragos entre las filas de enanos, podía ver la
maligna sonrisa de ésta tras la muerte de cada valiente criatura.
Los enanos estaban empezando a desperdigarse, apenas quedaban ya la
mitad, y sus enemigos eran inmunes a sus golpes. Ni siquiera la ayuda de
275
Cristina, que ya había acabado con al menos una decena de sombras,
conseguía subirles la moral, pues aun quedaban tres veces mas de
criaturas malignas, además de Shandra, que con su espada flamígera,
proveniente del abismo, hacia estragos entre las filas de enanos, los
cuales, atacaban a su caballo espectral inútilmente, ya que sus armas
atravesaban al tenebroso corcel sin provocarle daño alguno.
Además los jinetes que rodeaban a la sacerdotisa se ocupaban de
protegerla concienzudamente sin dejar a ningún enano ni tan solo rozar a
su adalid.
De repente, cuando todo parecía perdido, un sonido atronador surgió del
pasillo a sus espaldas, era como una marabunta de botas metálicas
golpeando el suelo a toda velocidad y armaduras repiqueteando contra
los escudos.
Cuando llegaron a la entrada, fue como una inyección de moral para sus
compatriotas que reavivaron sus inútiles ataques contra las sombras, las
cuales no se imaginaban lo que se las venia encima.
Pronto lo descubrieron, Erin Furia Roja, comandante de la brigada
especial de los Aplasta Cráneos, avanzaba vestido con una armadura
completa de un material excepcional, tan brillante como la plata pulida y
tan dura como el mejor acero enano, estaba forjada con un mineral que
solo se extraía en las minas mas profundas, la plata mithril, el material
mas preciado de todo el continente, y que solo los enanos poseían en
pequeñas cantidades. Erin, portaba un hacha doble de batalla que llevaba
alzada durante la carrera y que desprendía descargas chispeantes como si
estuviera cargada de electricidad. Tras él, dos docenas de enanos le
seguían a la carrera, todos vestidos con la misma armadura que su líder,
pero a diferencia de él, también cargaban con escudos del mismo
material. Y mientras que una docena de enanos iban armados con hachas
de mithril de una sola hoja, la otra mitad portaba martillos de guerra de
una mano.
276
El comandante fue el primero en llegar a la contienda y descargó su
hacha con la velocidad de la carrera, atravesando a dos sombras al mismo
tiempo y dejando en el aire una estela de chispas eléctricas que
recorrieron los neblinosos cuerpos de las sombras, las cuales se
desvanecieron en el aire junto con la descarga. Tras Erin, su compañía se
unió al combate descargando golpes contra las malignas criaturas, las
cuales se iban desvaneciendo entre chispas de energía azul que parecía
surgir de las armas enanas.
Poco a poco la lucha le dio un revés a las hordas enemigas, que vieron
como sus fuerzas se fueron diezmando rápidamente a causa de la brigada
de enanos que acababa de entrar en combate, pertrechados con armas
mágicas capaces de devolver a las sombras a su plano de existencia.
Shandra echó una nueva ojeada a la situación y lo que vio no le gustó en
absoluto, su ejército de sombras estaba siendo derrotado por unos
miserables enanos, ayudados por una joven sacerdotisa de Mishakal con
menos poder del que ella misma podía desarrollar con una sola mano.
Shandra estaba indignada, aquella cría había conseguido silenciarla y con
ello la había privado de poder invocar los favores de su dios. Aquello la
ponía furiosa, pero no le quedaba otra opción que rendirse a la evidencia,
la batalla estaba perdida, lo cual tampoco la preocupaba demasiado,
porque de la misma forma que había creado su ejercito el día anterior,
volvería a hacerlo el día siguiente. Así que sin pensárselo dos veces, giró
a su montura y huyó hacia la seguridad del desierto, seguida de cerca por
su escolta sombría.
- Esos malditos enanos -pensó Shandra para si- han ganado una batalla,
pero a fe mía que no ganaran la guerra, volveré a invocar de nuevo a mi
ejército y no dejare piedra sobre piedra.
Shandra no se equivocaba, sabía de sobra que los enanos caídos en el
combate no iban a levantarse para volver a luchar, al menos, no del lado
de los enanos, ya que probablemente se unirían a su ejército, que ya
estaba muerto.
Tras ella, en la cueva, la algarabía era general, todos los enanos coreaban
a gritos la victoria en favor de Reorx. Habían hecho huir al general
enemigo y las pocas sombras que aun quedaban habían escapado.
277
Las bajas en las filas enanas eran cuantiosas, más de la mitad de la
brigada del Escudo Tronador había perecido antes de la llegada de las
fuerzas especiales de Erin el Rojo, los cuales no habían sufrido ni una
sola baja.
En total, de las tres brigadas de infantería se podían contar unos
cincuenta de enanos, lo cual hacia mas de un centenar de enanos muertos.
Milagrosamente, ninguno de los tres líderes había perecido, y ahora se
afanaban por reagrupar a sus soldados junto a la puerta entre los hombres
de la brigada Aplasta Cráneos liderada por Erin el Rojo, quien ostentaba
el mayor rango de entre todos ellos, el de comandante de tropa.
- Debemos planificar nuestro próximo paso -tronó el vozarrón de Erin el
Rojo- hemos recibido muchas bajas y la ciudad esta apenas protegida por
una división de zapadores y el regimiento de Ralf Cabeza Buque comentó esto ultimo poniéndose la mano en la cabeza como
lamentándose del comentario- y que Reorx nos coja confesados si
tenemos que depender de ese medio gnomo para defender nuestra
querida ciudad.
El regimiento al que hacía mención Erin, la Venganza de Fuego, era el
lugar, donde se alistaban los enanos no aptos para el combate, los cuales
eran recogidos por Ralf, un curioso enano mezcla de la relación entre su
madre enana y un padre gnomo, cuyas ideas en el arte de la guerra de
utilizar extraños inventos no eran bien acogidas por el resto de los
mandos.
Todos se habían preguntado en alguna ocasión, como un semi gnomo
había conseguido llegar a comandar una brigada de enanos, incluso
corrían rumores que su madre había sido una hija no reconocida del gran
Thane, el líder supremo de los enanos de Thorbandin.
- Deberíamos reunir al consejo -sugirió Theodor a su comandante- pese a
haberla hecho huir, es seguro que volverá en cuanto reclute un nuevo
ejercito de zombis.
Cristina y Némesis, que se encontraban junto a los capitanes, no pudieron
sino asentir las palabras de Theodor, Cris había visto la mirada de su
enemiga y sabía de sobra que un pequeño contratiempo no la iba a
detener, conocía su poder y sabía que no necesitaría mucho tiempo para
invocar una nueva hueste del inframundo.
278
Probablemente incluso mas aterradora que la anterior, pensó para ella
misma para no asustar a sus compañeros.
- Esta bien, la facción roja de los aplasta cráneos vendrá conmigo, ordenó Erin dirigiéndose a los soldados que portaban hachas dentro de su
brigada-, y Tú -le dijo a un enano de confianza de la facción azul, los que
portaban martillos de guerra- te harás cargo del resto de la brigada y
comandaras también a los supervivientes de las tres facciones de
infantería.
- Los capitanes de brigada -continuó Erin- vendréis conmigo para
convocar al consejo, y vosotros dos, -dijo dirigiéndose a Cris y Némesisdado que os habéis visto involucrados en esta guerra, estáis invitados a
asistir al consejo.
Los primeros rayos del sol comenzaron a iluminar el terrorífico
espectáculo del campo de batalla, plagado de cuerpos, entremezclados
con los restos de los muertos vivientes. Nada había cambiado desde que
Shandra se retirara seguida de su corte de espectros.
Todos los enanos miraban expectantes al horizonte esperando ver una
miríada de muertos vivientes atacando las puertas como unas horas atrás.
Pero nada ocurrió, tan solo quedaba el horrible recuerdo impreso sobre la
arena, en forma de cuerpos sin vida de aquellos enanos que no habían
conseguido sobrevivir a la lucha.
Pero mientras tanto, un centenar de metros por debajo de las arenas se iba
a discutir el destino de la reciente guerra, pues los líderes de la ciudad
estaban reunidos planificando su próximo movimiento en el juego de la
guerra.
La sala era inmensa, y el eco de las botas resonaba a través de la
gigantesca habitación, el salón de los Thanes dentro del gigantesco
edificio central que habían visto desde fuera con forma de yunque.
La habitación era rectangular de unos treinta metros de largo por veinte
de ancho, y la altura, pese a servir para cobijar criaturas de apenas metro
y medio, se elevaba hasta diez metros.
Las paredes estaban decoradas con cuadros narrando luchas épicas entre
enanos y otras criaturas mitológicas, como dragones, minotauros y ogros.
279
Había dos puertas de entrada, una enfrente de la otra, entre las cuales
había una gigantesca mesa de madera con forma rectangular que ocupaba
el centro de la habitación.
A uno de los lados de la mesa, reposaban junto a la pared una hilera de
estatuas representando los bustos de todos los Thanes enanos que habían
reinado hasta la era actual.
El último de la hilera, según entraban, era la imagen en piedra del enano
que esperaba en el centro de la mesa de pie junto a su silla. A ambos
lados de él había una docena de enanos vestidos con ropas amplias y con
aspecto menos fiero que los capitanes con los que Cris y Némesis habían
llegado. Se trataba de los ministros del Thane, enanos que se ocupaban
de las diferentes materias para gobernar la ciudad, desde la economía y
las infraestructuras, hasta el comercio. Erin, que además de ser
comandante de las fuerzas especiales, también era el ministro de defensa
se sentó frente a la silla del gran Thane, Theodor, Thorfin y Brock se
sentaron a su derecha, mientras que otros tres enanos aun desconocidos
se sentaron a su izquierda.
Se trataba de los otros tres capitanes, que por proximidad a Erin el Rojo
eran, Arlés Hacha de Fuego, el capitán de los comandos especiales, un
reducido grupo de hombres entrenados hasta el límite para soportar las
condiciones más adversas. La elite de la milicia enana. Lucía una
armadura de mithril tintada de negro, y al contrario que sus camaradas,
no llevaba casco, tenía el pelo corto, y mostraba la barba recortada y
arreglada, algo inusual entre los de su raza, para los cuales, lucir una
larga melena y una barba poblada era un gran orgullo. A su izquierda
estaba, Dorhan Pico de Acero, nombre que no rememoraba su falta de
palabra, sino mas bien la función que desarrollaba dentro del ejercito al
capitanear la brigada de zapadores. Lucía un peto de acero y un casco del
mimo material. Era extremadamente corpulento y la melena rubia le caía
del casco hasta encontrarse a los lados con la espesa barba.
Y por ultimo, había tomado asiento el famoso semi gnomo Ralf Cabeza
Buque, que al contrario que sus compañeros lucia una peto de cuero y un
bacinete, o casco redondo, del mismo material. Portaba una mochila que
dejó junto a su silla y su aspecto era cómico.
280
Poseía una nariz rechoncha dentro de su redonda cara y unos ojos muy
grandes para su tamaño. Tenía las manos pequeñas y los dedos delicados
a comparación que sus camaradas enanos. Y al contrario que cualquier
otro enano, era barbilampiño, pues no poseía un solo pelo en la cara, a
excepción, claro esta, de dos espesas cejas castañas tan rizadas como el
ensortijado pelo que se le escapaba de debajo del casco.
Era un enano realmente singular, pensó Némesis, aunque no quiso juzgar
al pequeño, sin duda debía tener valía para haber alcanzado el grado de
capitán dentro de la jerarquía militar.
Cris y Némesis se sentaron junto a Brock y se mantuvieron en silencio
escuchando a los enanos, que poco a poco se fueron sentando, hasta que
por fin, el Gran Thane tomó asiento en la butaca central.
- ¿Cual es vuestro informe comandante Erin? -inquirió el soberano, un
canoso enano con porte regio, vestido con la coraza de Mithril mas
brillante que jamás nadie había visto.
Erin se levantó de su silla y relató el combate que había tenido lugar en la
puerta oriental de Thorbandin. El gran Thane, Drak Puño de Plata,
escuchó el informe preocupado, y cuando Erin terminó, le hizo ademán
para que se sentara dirigiéndose al tiempo hacia Arles.
- Creía que ya te habías ocupado de cerrar la puerta -inquirió el Thane al
capitán de los comandosArles se levantó como empujado por un resorte ante la acusación de su
señor.
- Y así fue, mi señor, -se defendió el preocupado enano- envié a tres de
mis mejores hombres y volvieron hace horas para reportarme el éxito de
la misión.
Thorfin se levantó colérico con el rostro encendido.
- ¡Eso no es cierto! -clamó con ira el enano- mis soldados morían a
decenas mientras tu maldita puerta seguía abierta.
- No lo entiendo -respondió desconcertado- mis hombres son los mejores
soldados de todo Thorbandin, y me explicaron como al accionar el
mecanismo sonó el atronador sonido de las puertas al cerrarse mientras
las gigantescas cadenas giraban entre el mecanismo.
281
- Haced venir a sus hombres -intervino el Thane sin pronunciarse aun por
ninguna versión, y el único enano que se mantenía en pie junto a la
puerta salió para cumplir la orden-.
La puerta se abrió al rato para cortar la discursión entre Arles y Thorfin, a
la cual se había unido Brock para apoyar la versión de su camarada. La
sala enmudeció, y los hombres de Arles entraron en la estancia.
El comando se componía de cuatro hombres y una mujer, aunque definir
al ultimo componente como una hembra era algo arriesgado, ya que lucia
una barba tan espesa como la de sus compañeros y la única señal que la
diferenciada de ellos, era una cota de cuero ceñida a su voluptuoso
cuerpo y unas caderas bien formadas.
Delante de ella avanzaban sus camaradas. El que iba en primer lugar
parecía demasiado grande para ser un enano, pero sus rasgos no dejaban
lugar a duda de su ascendencia. Medía un metro setenta y su
constitución era fornida con unos brazos extremadamente musculosos, el
pelo rubio y una barba tupida del mismo color. Vestía una armadura
completa de mithril, sin duda hecha a medida para él, y completaba su
atuendo un casco del mismo material rematado con dos cuernos de toro.
Tras él, caminaba un extraño enano vestido también con una armadura
completa de mithril, solo que a diferencia de sus compañero, llevaba el
símbolo de Reorx grabado en el peto, y al carecer de casco, lucía una
melena castaña que llevaba tan arreglada como la barba. Junto a él
caminaba un enano que desentonaba junto al resto, tenia el pelo cano al
igual que la barba y parecía demasiado mayor para pertenece a un grupo
de comandos, lucía unas pequeñas gafas redondas de metal sobre la nariz,
y no llevaba armadura alguna, tan solo vestía un chaleco de cuero negro
sobre una camisa marrón y unos pantalones de piel a juego. El último
componente del equipo avanzaba junto a la hembra y su indumentaria era
similar, una cota de cuero de color negro protegiéndole el torso y unos
pantalones de igual color y material con los que caminaba cómodamente.
Todos ellos completaban su atuendo con sendas botas de piel que les
llegaban hasta la pantorrilla.
Nadie portaba armas de ningún tipo, probablemente las habrían tenido
que dejar fuera para tener acceso a la sala del consejo.
Arles se levantó para dirigirse a sus hombres.
282
- ¡Murdok!, -llamó con voz severa el capitán al enano canoso- Creía que
me habías dicho que habíais cerrado la puerta oriental de Thorbandin
como os había ordenado. ¿Me puedes decir que demonios habéis hecho?,
porque la puerta sigue abierta, y muchos de nuestros soldados han muerto
por vuestra ineptitud.
-¿Señor? -preguntó confuso el enano de pelo cano, con los ojos tan
abiertos que parecía que se le iban a salir de las órbitas- ¿de que ordenes
estáis hablando? Que yo sepa hace más de una semana que no tenemos
ninguna misión.
El rostro del líder de los comandos especiales se tiñó rojo de ira.
- Me estáis tomando el pelo o es que sois idiotas -estalló colérico Arles a
su subordinado- porque si sois idiotas quizás podríais servir en la brigada
del gnomo -insinuó despectivo- pero si lo que queréis es tomarme el pelo,
mas os valdría rezar por vuestras vidas.
- Pe... pe... pero mi señor -tartamudeó Murdok Mente Despierta- vos no
nos habéis enviado a ninguna misión, ayer nos pasamos todo el día
entrenando.
El resto de los presentes observaban la escena estupefactos, en especial
sus propios hombres, que no sabían que pensar. Arles, tenia fama de ser
severo, pero también de ser un capitán justo e inteligente.
El enano con el emblema de Reorx grabado en el pecho avanzó un paso
para dirigirse a su capitán.
- Mi señor, Murdok tiene razón -intervino Palin para corroborar la
historia de su compañero- pasamos todo el día de ayer entrenando, y no
recibimos ninguna orden. Os lo juro por Reorx.
Arles se quedó en silencio sin saber que decir. Era Palin el que se lo
aseguraba en nombre de Reorx, ni más ni menos que uno de sus
paladines, un ferviente seguidor de su fe. No sabia que pensar, pero él
había dado la orden, lo veía con toda claridad en sus recuerdos, incluso
casi podía escuchar sus propias palabras mientras se dirigía a Murdok.
Cristina se levantó para dirigirse al consejo.
283
- Me temo que no vais a encontrar ninguna explicación -dijo la
sacerdotisa a los presentes- creo que nuestro enemigo tiene la facultad de
embotar nuestras mentes y hacernos creer cosas que en realidad no
suceden. Yo también fui engañada de la misma forma. No se
exactamente lo que es, ni como lo hace, pero cada vez estoy mas segura
de que hay alguien detrás de todo lo sucedido, y esto parece ser la
demostración definitiva.
Arles se sentó frustrado en su silla. A los enanos les repugnaba la magia,
a excepción de la que se imbuía a las armas, y el haber estado
presuntamente bajo los efectos de ésta era la humillación mas terrible que
un enano podía sufrir, al menos después de perder la barba.
Drak Puño de Plata, el gran Thane, se atusó la barba pensativo.
- Si lo que dices es cierto -se dirigió taciturno Drak a la sacerdotisanuestro destino esta sellado si nuestro enemigo puede controlar nuestras
mentes.
- No parece que su poder llegue tan lejos -le rebatió Cris- parece que solo
puede actuar sobre nuestros recuerdos y no sobre la voluntad. Aunque
nuestras acciones muchas veces se ven afectadas por nuestros recuerdos,
y ahí es donde radica el verdadero poder de nuestro enemigo. Debemos ir
con cuidado de ahora en adelante si queremos descubrir las tretas de
nuestro oponente, ya que ni siquiera conocemos su identidad.
Un murmullo de aprobación sonó en la sala cuando los presentes
comentaron las palabras de la sacerdotisa, murmullo que cesó de
inmediato cuando el gran Thane volvió a hablar.
- Bien, entonces esta claro, Arles -sentenció el líder de los enanos- iras
personalmente con tus hombres y verificaras el cierre de las puertas.
Arles se levantó y se golpeó el pecho con el puño a modo de saludo. Se
acercó a sus hombres, y ya se disponía a salir de la estancia cuando la
voz de Némesis llamo su atención.
- Me gustaría unirme a tu partida, capitán Arles -propuso el ladrón
decidido- si nuestro enemigo intenta confundir nuestras mentes,
tendremos ventaja si somos mas.
El gran Thane se levantó de su sillón, seguido precipitadamente por el
resto de ministros y militares, obligados por el protocolo a no permanecer
sentados frente a su Thane, el equivalente al rey para los humanos.
284
- Entonces todo esta decidido -sentenció con tono firme- El comando de
Arles junto con el humano se encargaran de activar el mecanismo que
clausura las puertas de Thorbandin.
- Al mismo tiempo, Theodor -continuó dirigiéndose hacia el otro capitán
enano- dirigirá la defensa de las puertas poniéndose al frente de las tres
brigadas de infantería, o de lo que queda de ellas, mientras Brock
coordinara la acción de la brigada de zapadores junto con la brigada
"especial" de Ralf para preparar las defensas de la ciudad en caso de que
nuestros enemigos crucen al interior. Thorfin se hará cargo de las fuerzas
especiales de Erin el Rojo y reunirá a las dos facciones en las puertas de
Thorbandin, para ayudar a Theodor a defender el acceso. Para hacerse
cargo de estas nuevas asignaciones se les conferirá a los tres el rango de
comandantes. Y por ultimo, Erin se hará cargo de coordinar a todas
nuestras fuerzas, pues a partir de ahora será el capitán general de los
ejércitos de Thorbandin.
Erin se hinchó orgulloso al escuchar como su Thane le confería el mayor
honor posible para un guerrero de Thorbandin. A su vez, Theodor,
Thorfin y Brock se felicitaron al verse también ascendidos por su Thane.
- ¿Y vos? -preguntó el rey enano a la sacerdotisa con respeto- ¿Que vais
a hacer?
Cristina se aclaro la garganta antes de dirigirse al Thane.
- Yo desearía ayudar en la defensa de la puerta -contestó Cristina con
humildad- la lucha no será fácil, los ejércitos enemigos están dirigidos
por una sacerdotisa oscura muy poderosa, tanto, que no creo que pueda
derrotarla. Pero no obstante, quizás pueda ayudar para contrarrestar su
poder en la medida de lo posible.
- Sea pues. -concluyó Drak, el gran Thane- Thorfin, tu te encargaras
personalmente de la seguridad de nuestra amiga, procura no olvidarlo
cuando empiece el combate. Controla tus impulsos, ahora eres el
comandante de las fuerzas especiales, la brigada de elite de Thorbandin.
El nuevo comandante de la brigada de los Aplasta Cráneos asintió con
orgullo.
285
- No me separaré de ella mi señor -afirmó Thorfin, reforzando sus
palabras con un saludo marcial a su Thane- juntos defenderemos la
puerta y haremos regresar a todas esas criaturas al abismo del que
proceden.
- Eso espero amigos -comentó el gran Thane al tiempo que terminaba la
reunión-, eso espero.
Mientras tanto, muy lejos de allí, tres compañeros se debatían entre la
vida y la muerte.
El olor a quemado invadía toda la habitación, y cuando abrió los ojos,
solo pudo ver las paredes cubiertas de un tono rojizo. Debía estar a
oscuras y lo que percibía era la temperatura de la piedra. Pero nunca
antes había visto unas paredes tan calientes, a excepción como diría él, de
aquella vez en la que se enfrentó a aquel dragón....
El pequeño kender se levantó dolorido entre toses y miro a su alrededor.
Junto a él yacía Rebeca inconsciente y contempló con alivio que aun
seguía con vida, pues aunque no se movía podía percibir el calor de su
cuerpo.
Intentó acercarse a ella, pero comprobó que cada paso que daba era como
un horrible calvario, como si la piel se le fuese a caer a cada paso, y los
pulmones le fuesen a estallar a cada bocanada de aire que insuflaba.
Avanzó como pudo entre dolorosas toses hacia el otro cuerpo que yacía
tendido en el suelo, tenía un aspecto más crítico que el de la hechicera, ya
que el calor corporal que desprendía era casi imperceptible. Llegó junto a
él y agachándose le tomó el pulso, había esperanza, un débil latido pulsó
en los dedos del kender cuando tocó la yugular del elfo. Latía débil y a
intervalos irregulares, pero aun estaba con vida. Apretó los dientes y se
dirigió hacia la única puerta que había en la habitación de guardia. Abrió
la puerta de metal y una corriente de aire frió se coló en la habitación
provocándole un escalofrío que le llegó hasta los huesos. Lo que ahora se
abría ante sus ojos era el acceso a las mazmorras, examinó el pasillo y
contempló como a ambos lados había dos hileras de celdas oscuras, pero
no fue eso lo que le llamó la atención, sino la misteriosa luz que
resplandecía al final del pasillo.
286
Guió sus pasos hacia allí, y cuando llegó descubrió el origen. Una
hembra con la misma apariencia que Casandra yacía en el suelo atada
con cadenas y vestida con harapos.
- Mátame de una vez -suplicó la joven entre lamentos al escuchar su
llegada- no me tortures mas, por favor, ya no aguanto el dolor.
A Tasselhoff se le hizo un nudo en el estomago al comprobar el
lamentable estado de la joven, y extrayendo de uno de sus bolsillos una
pequeña herramienta de metal, forzó la cerradura en un instante y abrió la
puerta.
- No vengo a haceos daño señora -la tranquilizó el pequeño en tono bajovengo a sacaos de aquí, o eso espero... que podamos salir -comentó
Tasselhoff mientras abría los grilletes de la joven con la misma
herramienta que había usado con la puerta- de todas formas vuestra
carcelera ha huido.
La mujer se incorporó desconfiada para contemplar a su liberador y
cuando contempló al pequeño su mirada cambió por otra de lastima. El
estado del kender era lamentable, tenía las ropas quemadas y hechas
jirones, la piel que se veía entre los rotos estaba quemada al igual que su
pelo que se encontraba chamuscado.
La joven se levantó y cogiendo la antorcha de la pared ayudó al kender a
desandar el camino hasta la sala de guardia.
- ¿Por donde salimos? -preguntó la joven- ¿donde esta la salida?
Tas esbozó una mueca irónica a la joven.
- Me temo que la única salida esta al final de este pasillo -explicó
desilusionado- pero me parece que no voy a tener fuerzas para alcanzarla
-comentó desesperanzado mientras lanzaba una mirada a sus compañeros
caídos.
Ahora bajo la luz de la antorcha su aspecto era mas desolador, Cyric se
encontraba en un estado lamentable, allí donde se la piel sobresalía entre
los jirones de las ropas, se podían ver grandes llagas chamuscadas
supurando un pus verdoso, su cara era una caricatura de su aspecto y su
cuerpo yacía hecho un ovillo en el suelo como si se hubiese quedado
inconsciente presa de un dolor insufrible.
287
Por su parte, Rebeca tenia mejor aspecto, tan solo tenia las ropas
quemadas y el pelo un poco chamuscado, pero su piel no parecía haber
sufrido tanto como la del elfo o la suya propia, quizás gracias a estar libre
del conjuro de paralización que les retenía a ambos, o quizás gracias a su
naturaleza mágica.
Sin perder mas tiempo en sus pensamientos, indicó a la mujer que
continuaran su camino hacia el final del pasillo y una vez allí contempló
con desanimo la interminable escalada, aunque fuese con ayuda de la
cuerda que pendía inerte.
- Yo no se escalar -respondió la joven a la silenciosa pregunta del kender
que la miraba preocupado- jamás podría alzarme por esa cuerda.
Tas, meneó la cabeza preocupado y tras observarse las quemadas manos
lanzó una mirada de preocupación a la humana.
- Lo intentaré -afirmó el pequeño en un tono poco convencido- pero
cuida de mis amigos mientras tanto.
La mujer, asintió con la cabeza y antes de marcharse se arrancó un trozo
de la manga que aun le quedaba al vestido.
- Toma -dijo mientras le entregaba el trozo de tela al kender- al menos te
protegerá las manos de la cuerda.
Tasselhoff, pasó la improvisada venda entre sus manos y tras agarrar la
cuerda se dio impulso hacia arriba.
El dolor fue indescriptible, como si miles de agujas se clavaran en sus
manos y cuando cruzó los pies para asegurar la cuerda no fue mejor.
Ascendió metro a metro, sin mas en mente que avanzar un trecho mas de
cuerda e intentando quitarse de la cabeza el dolor que le invadía y
pugnaba por hacerse con el control de su mente para dejarle inconsciente.
El olor a carne quemada invadía sus fosas nasales, tan cerca como
estaban de sus descarnadas manos y podía ver con perfección como gotas
calientes de sangre resbalan del vendaje para deslizarse hacia abajo por la
cuerda. Tan solo una cosa le hacia mantenerse consiente, la imagen de
Cyric moribundo en la sala de guardia. Ahora todo dependía de él, tenia
que llegar hasta arriba, no había otro opción, tenía que salir de allí, debía
pedir ayuda a toda costa.
288
Por fin vio el final del camino, la luz al final del túnel. Se impulsó con
renovada esperanza, sacando fuerzas de flaqueza y por fin salió del
armario.
- ¡Ayuda! -gritó desesperado en la vacía habitación- ¡necesito ayuda! repitió, pero no pudo escuchar la contestación pues su mente se oscureció
y su cuerpo se desplomó junto al armario. Había perdido la batalla por la
consciencia.
A cientos de kilómetros de allí, bajo las arenas del desierto, en las
profundidades de los húmedos túneles de Thorbandin, las gotas de agua
repiqueteaban en el suelo al caer sobre los charcos formados por la
intensa humedad reinante en el ambiente, entremezclándose con los
sonidos de chapoteo de botas al pasar sobre ellos. El primero en avanzar
era Murdok, el enano canoso de mayor edad, escoltado a los flancos por
León y Neida, el enano con el pelo afeitado que lucía la barba corta y la
mujer enana.
Ambos avanzaban sin perder detalle tanto del suelo como de las paredes,
como buscando trampas entre cada junta de los bloques de piedra que
formaban el corredor. Tras ellos, avanzaban cautelosos el resto de sus
compañeros.
- Llevamos mas de dos horas caminando -se quejó con su vozarrón
Tronck, el enano grandullón- Oye Abuelo no te habrás vuelto a perder
¿verdad?.
- Te he dicho que no me gusta que me llames Abuelo, -se quejó Murdok
resignado- Y haber si te enteras Tronck, de que no estoy perdido, solo
soy cauto.
La mujer torció el labio mostrando una risa torva a su compañero.
- Pero Murdok -intervino la hembra- si fueron nuestros antepasados los
que construyeron estos túneles y hubiesen puesto trampas... ¿No crees
que nos lo habrían dicho?
El enano canoso se rascó la patilla pensativo antes de contestar a su
compañera.
289
- Nuestros antepasados nunca tuvieron necesidad de cerrar la gran puerta
-respondió Murdok con seguridad- y hace mucho tiempo que nuestros
hermanos dejaron de utilizar estas galerías.
- Silencio -susurró León poniéndose el dedo sobre los labios- me parece
haber oído algo... como una especie de zumbido.
Todos los enanos se quedaron en silencio, dentro de lo posible para un
enano cargado con metal hasta las orejas, pero nada escucharon.
León, hizo una señal a Némesis para que escondiera la antorcha y le
comunicó a la hembra por señas que le siguiese.
Avanzaron pegados a las húmedas paredes del pasillo evitando en todo lo
posible cualquier sonido delator. Cubrieron unos veinte metros de
distancia hasta que el pasillo giró a la derecha y pudieron observar como
el corredor confluía en una habitación circular de unos cuatro metros de
radio.
León hizo una señal a la mujer para que trajese a los demás mientras él se
aventuraba en la estancia. La habitación se alzaba un par de metros, y
enfrente del pasillo, había otra puerta metálica custodiada por dos
estatuas con forma de enanos prestos para la lucha, con las hachas
enarboladas y la mirada desafiante al frente.
De nuevo escuchó el extraño sonido. Como el chirriar de dos bastones o
el ruido provocado por las chicharras al entrechocar sus patas traseras.
Cerró los ojos para averiguar la dirección de procedencia, pero no lo
logró, el sonido se disipaba tan rápido como surgía, impidiendo a León
localizar su origen.
Minutos después llegó el resto de la comitiva y se internaron en la
extraña habitación.
- El acceso de los Thanes -sermoneó Arles observando las estatuas- ya
estamos cerca, el mecanismo se encuentra tras esa puerta.
León, empujado por el entusiasmo de ver el milenario mecanismo al que
ningún otro enano había tenido acceso hasta ahora, abrió la puerta que les
impedía el paso.
Un sonido bajo sus pies les indicó que habían cometido un grabe error.
La puerta estaba protegida por una trampa, y ahora, el suelo se había
abierto bajo sus pies en pedazos, como los pétalos de una flor.
290
Un grito de sorpresa sonó entre los enanos cuando se vieron de pronto
con los pies en el aire cayendo hacia la oscuridad del abismo. Némesis se
aferró a su extinta antorcha con la esperanza de no perder la única
posibilidad de encender una luz después de llegar al final del pozo. Pero
por el momento solo había oscuridad, acompañada por un hormigueo
incesante en el estomago que le recordaba que estaba cayendo hacia un
destino incierto. Quizás hacia su propia muerte, y la de los enanos que le
acompañaban. Esta vez, habían fracasado.
Las filas de enanos estaban visiblemente nerviosas. Ni siquiera la llegada
de sus líderes consiguió aplacar su zozobra. Theodor avanzaba junto con
Thorfin escoltando a Cristina hasta las puertas de Thorbandin, seguidos
por la facción roja de las fuerzas especiales.
Cristina se acercó a la puerta mientras los jefes enanos daban las nuevas
órdenes a sus tropas.
Los últimos rayos de sol, proyectaban alargadas sombras de las montañas
de Thorbandin, sobre el liso manto de arena.
Nada había cambiado desde el día anterior. La arena del desierto seguía
teñida por la sangre de los valientes guerreros enanos muertos en
combate, y sembrada por sus inmóviles cadáveres.
Cristina elevó una corta plegaria a su diosa por las almas de los caídos y
echó una ojeada al horizonte. No podía verla, pero sentía la presencia del
aura maligna en el aire que la rodeaba. Con toda seguridad su enemiga
estaba cerca... muy cerca.
Theodor hizo recuento de tropas y comenzó a preparar la defensa de la
puerta.
- Tendremos que jugar bien nuestras bazas -exclamó con voz firme y
clara- si queremos salir victoriosos de esta. Ya sabemos de lo que es
capaz nuestro enemigo, así que han perdido el factor sorpresa. Esta vez,
cuando vuelvan a atacarnos, les estaremos esperando.
Theodor avanzaba con Thorfin a lo largo de la formación de enanos
dirigiéndose a ellos.
291
- Lo primero que vamos a hacer -continuó seguro de si mismo- es unir
nuestras fuerzas. La vez anterior sufrimos una humillante derrota y eso
no se va ha repetir. Por lo pronto, el resto de las tropas de infantería se
unirán en una única unidad bajo mi mando, la cual tomara el nombre de
"Puño Brillante Tronador" en honor al pasado.
- También quiero -continuó con las ordenes Theodor- crear una nueva
unidad para repeler el ataque principal. Diez enanos de cada una de tus
dos facciones -explicó a Thorfin- se unirán a otros tantos enanos de
infantería portadores de escudos de la antigua unidad de Brock. Además,
también se unirán a ellos, enanos con armas de combate de doble puño.
- En suma -concluyó Theodor- cada soldado de Thorfin, ira acompañado
por dos soldados de infantería. La decena restante de guerreros se
quedará en el interior por si tenemos que efectuar una retirada
desesperada.
Thorfin, escuchó con aprobación las palabras de su camarada hasta que
oyó la última parte,
- ¡¿Huir?! -Tronó el otro comandante- jamás he huido de una batalla y no
pienso hacerlo frente a unos sacos de huesos.
Theodor miró resignado a su impulsivo compañero.
- Nadie ha dicho que vayamos a huir -le explicó a Thorfin- pero si somos
vencidos, alguien deberá llevar la noticia hasta la ciudad para que estén
preparados.
El coronel enano se tranquilizó convencido y dio las órdenes pertinentes
a sus hombres para unirse junto a la infantería.
Varios minutos mas tarde, dos facciones de treinta enanos cada una se
encontraban en formación frente a la entrada, preparados para la lucha.
A cada enano de las fuerzas especiales, le flanqueaba por la derecha un
miembro de infantería armado con hacha y escudo, y a su izquierda se
mantenía firme otro soldado de infantería.
La facción roja, portadores de hachas mágicas iban acompañados por
soldados de infantería con gigantescos martillos de guerra, mientras que
la facción azul, famosos por sus martillos de batalla mágicos, se
encontraban agrupados junto a los soldados de infantería armados por
hachas de guerra de doble filo.
292
El nerviosismo se podía oler en el ambiente en forma de testosterona
segregada por los soldados prestos para el combate. La sombra de la
montaña proyectada por el sol, se hacía cada vez, mas y mas alargada,
preludiando la proximidad de la noche.
De repente lo vieron. Cuando el último rayo de sol abandonó la
superficie del desierto, contemplaron de nuevo a su enemigo.
Una hilera de puntos rojos se hicieron visibles a sus ojos. Puntos
llameantes que titilaban en las cuencas vacías de los cráneos a los que
pertenecían.
Era difícil conocer el número, pero avanzaban con ritual parsimonia
hacia el lugar donde los enanos los esperaban. Enanos, que aunque
provistos de infravisión, no les era de gran ayuda frente a los engendros
que les atacaban, desprovistos de calor corporal.
La línea de puntos rojos se fue acercando lentamente hacia la entrada,
mientras Thorfin esperaba el momento preciso para comenzar con el
ataque.
Cristina, protegida por cinco soldados, levantó la mirada hacia las
estrellas, preparándose para ponerse en contacto con su diosa.
- Mi señora -rezó la joven- lleva mi canto a tus hijos para que fortalezca
sus corazones.
Cuando Cris terminó la plegaria, hincho de aire sus pulmones y comenzó
a cantar.
Se trataba de una melodía dulce que llenó toda la cueva con su sonido,
extendiéndose a través de las tropas y viajando a lo largo de las arenas
del desierto.
Fue como una inyección de moral, todos los enanos comenzaron a
entrechocar sus armas contra el suelo, creando un sonido atronador que
desentonaba frente al dulce cántico.
Por fin Thorfin dio la orden. Esperó hasta que el enemigo estuvo a un
centenar de metros, y entonces, las dos facciones de enanos salieron en
tromba a paso vivo con su líder entre ellas.
La batalla había comenzado, los engendros aceleraron el paso, los enanos
apretaron los nudillos para sujetar sus armas con fuerza, y el espacio
entre ambos bandos se fue haciendo cada vez menor.
293
El choque era inevitable..., y la lucha estaba servida. Solo quedaba por
determinar el ganador, y eso, ni siquiera los dioses lo sabían.
Cientos de metros por debajo de las sangrientas arenas, otros compañeros
tampoco eran conocedores de su destino, cayendo al vacío a toda
velocidad en un pozo de negrura sin fin.
La queja de uno de los enanos les indicó al resto que se aproximaban al
final de la caída.
- ¡Por Reorx! -exclamó Tronck, el enano mas fornido de todos- ¿Que
demonios es esto?
Pronto, el resto, supo a que se refería. Ya que al llegar al final del túnel,
rebotaron contra una superficie elástica que les hizo volver a elevarse
durante un momento antes de caer de nuevo.
- ¡¿Que demonios es eso?! -exclamó Arles apuntando en una dirección
que Némesis no podía ver, al carecer de visión térmica como los enanos¡se acerca hacia nosotros!
Los sonidos metálicos de los enanos preparándose para el combate, se
entremezclaban con el inquietante sonido, mezcla de chirridos y siseos,
que sonaba en la habitación cada vez con más intensidad.
Némesis nervioso, se afanó por buscar a ciegas la yesca y el pedernal de
su mochila, mientras aferraba la extinta antorcha entre los dientes.
Los siseos se fueron haciendo cada vez más cercanos y el nerviosismo de
los enanos se sentía en el ambiente. A cada movimiento de los pequeños
soldados, el suelo bajo los pies de Némesis se movía, como si estuviera
en equilibrio sobre una superficie elástica.
Por fin dio con lo que buscaba, lo sacó a toda velocidad y empezó a
golpear la yesca contra el pedernal para conseguir la chispa que
devolviera el brillo a su antorcha.
Cuando el fuego volvió a prender en la tea el espectáculo heló la sangre
del ladrón.
Frente a él, sus cinco compañeros enanos se enfrentaban a una siniestra
amenaza, una gigantesca araña de ocho patas. La criatura estaba
recubierta de pelos negros a excepción de la cabeza, tintada con vivos
tonos de color verde y rematada por dos fulgurantes ojos rojos.
294
Dos de las patas delanteras se encontraban erguidas a ambos lados de la
cabeza, y además de estar extremadamente afiladas, brillaban con un
sospechoso resplandor metálico.
La boca de a araña, rodeada por mandíbulas quintillosas, se abría y se
cerraba produciendo los escalofriantes chirridos que Némesis había oído
en la oscuridad.
Bajo sus pies, el suelo que le sustentaba, era la fibrosa tela de araña de la
criatura, que se entrelazaba con gruesas hebras formando la peculiar
forma a lo largo del pozo.
El capitán de la escuadra de comandos, se afianzó con cuidado en el
inestable suelo, elevó su hacha y avanzó con determinación hacia la
criatura.
- Vamos chicos -exclamó Arles Hacha de Fuego- todos a una, atacar a las
patas.
- ¡Por la gloria de Reorx! -exclamó Palin Manos Suaves, el enano con el
símbolo del dios enano grabado sobre la coraza, al tiempo que lanzaba su
imponente martillo de mithril contra la araña gigante-.
El martillo salió volando en dirección hacia la criatura, pero en el tiempo
que dura un parpadeo, la araña saltó hacia delante con las patas frontales
elevadas. El movimiento fue tan rápido, que apenas pudieron percibirlo.
- ¡Cuidado Rezos! -exclamó Neida Corta Vientos, la hembra enana,
dirigiéndose a su compañero por su alias de combate, "El Rezos"-, esa
zorra va directa a por ti.
Palin "el Rezos", apenas tuvo tiempo de apartarse de la acometida del
arácnido y una de las patas frontales le alcanzo la parte derecha de la
coraza y la atravesó de parte a parte, manteniendo al enano preso como
una aceituna ensartada en un palillo.
El dolor le recorrió el cuerpo al sentir como la afilada pata le atravesaba
el costado, por suerte para él no le había alcanzado ningún órgano vital,
pero el dolor lacerante pugnaba por robarle la consciencia. En un último
acto de valor elevó el brazo hacia el cielo, y para sorpresa de su enemigo,
recogió el martillo que volvía de su lanzamiento a través del aire.
En un mismo movimiento, descargo con fuerza el martillo contra la base
de la pata que le aprisionaba.
295
El golpe produjo un crujido en el apéndice antes de que este se rompiera,
pero aparte de dejarlo inservible, no fue suficiente para arrancarlo del
tórax de la araña.
Un siseó grave coreo el gritó de dolor que él mismo lanzó al sentir las
vibraciones de la pata en el interior de su cuerpo. Dejando caer el
martillo sobre la tela, sujetó la pata con ambas manos e intentó arrancarla
de su base, pero fue inútil, sus fuerzas estaban muy mermadas y el
apéndice seguía firmemente sujeto al tórax.
Un chasquido en el aire, precedió a un arco de luz que paso por delante
de sus narices y cuando volvió a parpadear, contempló como la pata de la
araña que lo mantenía ensartado estaba completamente cortada a unos
centímetros de él. Trastabilló un par de pasos y se extrajo el cortante
apéndice con cuidado.
- Gracias Chiqui -le agradeció a Neida con la voz rota, llamándola por su
nombre de pila-.
La mujer enana se encontraba a su lado, ondeando al costado un látigo
que brillaba con una luz antinatural de color verdoso. Aparentemente
había cercenado la dura pata de la bestia con un simple latigazo.
Un segundo restallar de látigo alcanzó la pata metálica que aun tenia al
otro lado de la cabeza, y un instante después, ésta cayó al suelo
cercenada.
Los siseos del arácnido se volvieron más frenéticos, y de repente un
chorro verdoso como la bilis salió de su boca hacia la posición de la
enana.
Neida saltó hacia un costado y evitó por los pelos que el líquido la
alcanzara en la cara, mas no pudo evitar que el pegajoso fluido la
alcanzara en el pecho.
Al instante un sonido burbujeante atrajo su atención hacia el peto, y
descubrió con sorpresa como el viscoso líquido la estaba deshaciendo la
cota de cuero a la vez que desprendía una nube de gas verdoso.
Neida se arrancó el peto entre toses justo momentos antes de que el
líquido alcanzara su piel, lo tiró al suelo con premura y sin preocuparle
estar casi desnuda, se encaró de nuevo hacia la araña levantado el látigo
sobre su cabeza para volver a descargarlo.
296
Pero esta vez el restallar del látigo no fue tan seco como los anteriores, y
solo quedo enroscado en una de las patas frontales de la araña. Neida
intentó desenredar su arma pero le faltaba fuerza en los brazos. Intentó
reunir todas sus energías, pero las rodillas le fallaron y cayó al suelo. De
pronto todo se había vuelto negro para la hembra enana.
Unos metros a la izquierda la voz de Palin resonó en la habitación.
- Reorx, señor de nuestro pueblo -recitaba en tono alto y grabe el enano
mientras se tocaba la fea herida que le atravesaba el costado- ayuda a tu
hijo y sana mis heridas para que pueda seguir combatiendo por tu causa.
Al terminar la oración, Palin cayó sobre sus rodillas y un momento
después un fulgor rojizo le recorrió el cuerpo hasta concentrarse en el
punto donde la pata de la araña le había atravesado.
Como por arte de magia, la herida abierta dejo de sangrar y la piel
comenzó a cubrirla hasta que no quedo ni un pequeño rastro del daño.
Palin se levantó con nuevas energías y tras recuperar su martillo, dio un
giró de brazo sobre su cabeza y lanzó su arma sagrada contra su
enemigo. El martillo atravesó el espacio que les separaba y alcanzó con
un golpe seco la cabeza del arácnido, hundiéndole uno de sus fulgurantes
ojos rojos, que dejo de brillar.
Palin alzó el brazo para recuperar el martillo, que volvía después de
golpear a la criatura, pero de repente un extraño cosquilleo que comenzó
en el abdomen le invadió el cuerpo.
La visión se le hizo borrosa, y apenas pudo contemplar como el martillo
pasaba de largo cuando él se vino abajo y cayó de bruces al suelo.
Tronck, el enano gigantesco que se encontraba unos metros mas a la
izquierda, había visto como su querida Chiqui había caído frente al
arácnido. Estaba furioso, un velo de ira le empañaba la vista y sin
pensárselo dos veces, cargó a la carrera hacia la araña manteniendo la
porra sujeta con las dos manos, a la derecha del cuerpo, a la altura de las
piernas.
- ¡Tocho, Noooo! -gritaron al unísono Murdok y Arles que se
encontraban al otro lado del monstruo, y vean por debajo de él como
Tronck venía a la carrera dispuesto a golpearla-.
297
La advertencia llegó tarde, porque Tronck llegó como una exhalación
hasta la gigantesca araña y elevando la porra la golpeo en el abdomen al
tiempo que invocaba a su dios.
- ¡Por Reorx! -exclamó en el ultimo instante- ... y por ti, Neli.
La gigantesca porra de hierro golpeó el quintilloso abdomen de la araña
provocando un estruendoso temblor con el impacto.
Tocho -como comúnmente le llamaban al enano bárbaro- asió con fuerza
la porra aguantando las vibraciones de su arma para imprimir la mayor
fuerza posible al golpe.
La araña lanzó un siseo quejumbroso cuando la fuerza del impacto la
hizo volar por los aires hasta el otro extremo del pozo, golpeándose
contra la pared de piedra y cayendo de nuevo sobre la tela.
- ¡Por un pelo! -exclamó Murdok a su jefe, tumbado sobre la tela junto a
él- un segundo mas de pie y nos hubiera aplastado.
El viejo enano tenía razón, de no haberse tirado al suelo a tiempo, la
gigantesca araña les habría arrastrado en su vuelo contra la pared y ahora
estarían muertos.
Arles se levantó colérico y cargó contra el maldito animal que ahora
pugnaba por recuperarse de la caída.
- ¡Por Reorx! -Gritó Arles Hacha de Fuego, alzando su hacha, que al
instante comenzó despedir llamas a lo largo de la hoja haciendo honor a
su nombre- ahora comprobaras la furia de nuestra raza.
A su lado Murdok Mente Despierta corría a la carrera para enfrentarse al
arácnido. También había sacado su hacha, pero a diferencia de la de su
líder, era más pequeña, pues iba armado también con un escudo, y en
lugar de soltar llamas, parecía estar recubierta por una capa de hielo
eterno.
Tras ellos Tronck Culo Gordo se dirigía también a la pelea.
Arles descargó su hacha de fuego en el bajo abdomen de la araña al
tiempo que Murdok hacia lo propio con su hacha de hielo. Un siseo
furioso surgió de las fauces de la araña, que intentaba revolverse para
recuperar el equilibrio y poder defenderse de la nueva amenaza.
- Venga Capi -exclamó Murdock a su jefe mientras mantenían las hojas
de su hachas clavadas en su interior- ya es nuestra.
298
Un liquido verdoso que se convertía en vapor al contacto con la
flamígera arma de Arles, salía por la herida provocada por éste, mientras
que la zona donde la había herido Murdok se iba recubriendo por una
capa de hielo, extendiéndose hacia las otras partes del abdomen.
La araña no dejaba de proferir chasquidos y siseos quejumbrosos que
ponían la piel de gallina a León y a Némesis que varios metros mas atrás
observaban la escena.
Mientras tanto, la nube verdosa generada por la evaporación del liquido
verdoso envolvió tanto a Arles y a Murdok, como a Tronck que acababa
de llegar.
- Capi, Abuelo -llamó entre toses Tocho al acercarse a la zona de
combate- no puedo ver nada, ¿donde demonios estáis?
Arles intentó contestar, pero comprobó que sus pulmones ya no
producían sonido alguno, y que sus fuerzas le habían abandonado. Ni
siquiera pudo ver como Murdok se desplomaba junto a el.
Tocho intento encontrarles para unirse a la lucha, pero no pudo avanzar
ni dos pasos antes de desplomarse al suelo entre toses.
Delante de la nube verde que se había creado Némesis y León
observaban absortos.
León Dedos Rápidos sacó una piedra de un saquito atado a su cintura y
tras equilibrar su arma, una especie de martillo con forma de pico en uno
de los extremos, lanzó la piedra al aire y la golpeo con la parte plana de
su martillo pico.
Al instante la piedra se encendió en llamas y voló a toda velocidad hacia
la nube de vapor.
Un siseo agudo le confirmó que había acertado su tiro y ya se disponía a
lanzar otra piedra cuando la araña surgió de la nube como una
exhalación, impulsada por sus patas traseras, y con las dos patas
delanteras que aun le restaban, enfiladas hacia delante.
El pequeño enano apenas tuvo tiempo de quejarse cuando las dos patas le
atravesaron el pecho y lo clavaron contra la pared.
Némesis no sabia que hacer, no podía huir a ningún sitio, y el pánico le
paralizaba.
299
Desenvainó su espada aferrando la antorcha con la mano izquierda y se
encaró al costado del arácnido, pero fue inútil, el hacha de fuego de Arles
aun se encontraba clavada en las tripas del animal y pronto otra nube
verdosa se formó en su posición. Intentó huir pero las piernas le fallaron
cuando estaba a punto de abandonar la nube cáustica, dobló las rodillas y
vio como la antorcha se escurría de entre sus manos y caía sobre la tela
de araña formando un agujero al contacto con el fuego. La tea ardiente lo
atravesó y fue cayendo hacia las profundidades trayendo la oscuridad a
los ojos del ladrón. Aunque no supo decir con certeza si solo estaba
cegado o había perdido la consciencia.
Una mano callosa le palmeó la mejilla.
- ¡Vamos!, ¡despierta! -exclamó una voz conocida para él- tenemos una
misión que cumplir.
Entreabrió los ojos y pudo ver con sorpresa a sus compañeros enanos en
plena forma esperándole para continuar.
- ¿Que ha pasado? -preguntó Némesis confundido mirando a León- Pero
tu estabas muerto, yo te vi morir empalado por las patas de la araña.
León extendió los brazos y dio una vuelta sobre si mismo.
- Ni un rasguño -exclamó el enano ladrón- El Rezos se ha ocupado de
curarme. ¿Sabes?, es bueno tener a Reorx de nuestra parte.
Némesis parpadeó y se puso en pie aun confuso.
- Pero puedo ver, y no hay ninguna antorcha. -exclamó el ladrón- ¿Como
es posible?
Palin se acercó a Némesis para despejar sus dudas.
- Invoque el favor de Reorx para que nos iluminara -respondió el enanoa veces la infravisión no es suficiente para descubrir los peligros que nos
acechan.
- ¡Vamos! -exclamó Murdok- no tenemos todo el día. Nuestros hermanos
en la superficie nos necesitan.
Némesis enfundó su arma y siguió los pasos de los enanos hasta la única
salida. Un hueco cubierto por telarañas.
Arles avanzó hasta la entrada e invocando el nombre de Reorx, se abrió
paso quemando las telarañas con su hacha en llamas.
Al cruzar al otro lado, lo vieron por fin, la maquinaria que cerraba la
puerta de Thorbandin se encontraba ante sus ojos.
300
Gigantescas ruedas de madera interconectadas unas con otras, con ruedas
dentadas y cadenas que descendían hasta las mismísimas entrañas de la
tierra, llenaban toda la habitación.
Murdok "El Abuelo", se acercó a lo que parecía ser el panel de control y
activó algunas palancas y botones, hasta que un ruido secó hizo retumbar
todo.
Un instante después, la gigantesca cadena que atravesaba la habitación de
arriba abajo empezó a moverse hacia arriba, hacia el techo de la
habitación y mas allá, provocando un ruido ensordecedor durante su
recorrido. Solo Reorx sabía hasta donde podía llegar la interminable
cadena que nadie había despertado desde hacía siglos...
Y ahora se movía con espasmódica calma, hacia arriba, hacia las zonas
altas de los túneles, y con un poco de suerte, quizás.... hasta las
mismísimas puertas dobles de Thorbandin.
En ese mismo instante, varios cientos de metros por encima, una brigada
de enanos guerreros estaba a punto de entrar en combate. El brutal
choque de huesos contra acero se escuchó en centenares de metros a la
redonda.
Lo valerosos enanos entraron en tromba contra la formación de muertos
vivientes compuesta principalmente por esqueletos armados con espadas
cortas y escudos, y necrófagos tan solo armados por sus ponzoñosas
garras.
Justo en el momento en que el choque tuvo lugar, se levantó una brisa
fría que atravesó las filas de enanos. Muchos de ellos, sobre todo
aquellos que ya habían combatido con anterioridad contra las huestes
infernales, quedaron paralizados al recordar la sensación.
Un ulular se levantó sobre las tranquilas arenas del desierto, y una
formación de sombras atravesó a toda velocidad la legión de muertos
vivientes hasta llegar a los enanos.
- ¡Ataque de sombras! -gritó Throfin a sus hombres- Fuerzas Especiales,
¡Ateeención!
301
Los enanos de las fuerzas especiales se prepararon para recibir la
acometida, y asieron con fuerzas las mágicas armas, mientras que los
soldados de infantería que los escoltaban luchaban contra los muertos
vivientes.
Las sombras no tardaron en llegar, pero el efecto destructivo que querían
acarrear no fue el esperado. Los preparados enanos de las fuerzas
especiales avanzaron un paso, adelantándose a sus compañeros de
infantería, y cargaron contra las incorpóreas criaturas.
En un momento, el infame ulular de las sombras, se convirtió en un
intenso gemido que heló los corazones de todos los enanos que lo
escucharon. Aunque el miedo, se disipo tan rápido como el sonido de los
lamentos cuando las criaturas incorpóreas se desvanecieron en etéreas
volutas de humo.
Esta vez parecía que la victoria acompañaría a las huestes enanas, y todos
los guerreros comenzaron a corear alabanzas a Reorx cada vez que un
enemigo caía a sus pies.
Pero la victoria no iba a resultarles tan sencilla, y pronto fueron
conscientes de ello.
El cielo tronó con un fuerte clamor cuando un jinete, alejado de la zona
de combate y rodeado de una decena de espectros a caballo, elevó los
brazos hacia el cielo.
- ... y baña a tus enemigos con fuego y azufre -invocó Shandra la
intervención de su dios- que se revuelvan entre tus llamas infernales y
sus lamentos glorifiquen tu nombre.
Cuando Shandra finalizó su macabra petición, una columna de llamas
bajó del cielo estrellándose en el centro de la facción roja del ejército
enano.
Los gritos de dolor sonaron entre las filas enanas, mientras que la
columna de fuego se movía desde los aterrorizados enanos de la facción
roja hasta sus compañeros de la otra facción, en una danza de fuego y
muerte.
Thorfín retrocedió justo a tiempo para evitar que la columna llameante
pasara sobre él y calibró la situación.
302
El fuego hacía estragos entre los enanos que corrían en todas direcciones,
y aunque también provocaba bajas entre los enemigos, ellos no disponían
de moral para temer por su destino, al contrario que los enanos, siempre
temerosos y cautos frente a la magia.
- ¡Retroceded! -Gritó Theodor a su camarada desde la entrada de la
cueva- ¡No sacrifiques a nuestros guerreros!
Thorfin echó una ojeada al campo de batalla antes de impartir las
órdenes.
- ¡Retroceded diez metros! -gritó a sus tropas- ¡Reagruparos en cuatro
grupos! y ¡Manteneos separados unos de otros!
Los enanos siguieron las órdenes de su líder plantándose firmes en el
campo de batalla a la espera del envite enemigo, el cual no se hizo
esperar, ya que siguieron a los enanos en su retroceso.
La lucha se avivó mientras la columna de fuego seguía moviéndose
erráticamente entre la batalla.
Los enanos, aunque diezmados por la lucha, no solo mantenían a raya a
las espectrales criaturas sino que poco a poco se iban haciendo con la
superioridad sobre el campo de batalla, tras aprender a esquivar la
columna de llamas al tiempo que se enfrentaban al enemigo, pues al estar
divididos en grupos mas pequeños les era mas sencillo prever la
dirección de la destructiva columna llameante.
Pero Shandra no titubeó cuando observó la segunda derrota de sus tropas.
Esta vez todo estaba previsto, no la iban a coger por sorpresa como la
otra vez.
Extrajo de su cintura un pequeño cuchillo de ceremonias del tamaño de
un dedo meñique, y con total tranquilidad se hizo un corte en la palma de
la mano.
Al momento, comenzó a brotar un hilo de sangre del corte, y cuando la
mano estuvo empapada del rojo elemento, la cerró y dejó caer las gotas
sobre la arena.
- ¡Señor de las tinieblas! -clamó al aire la sacerdotisa oscura- Toma mi
sangre e insúflales vida a tus nuevos fieles para que defiendan tu causa a
costa de sus almas.
La sangre sobre la arena comenzó a burbujear como si hirviera, al tiempo
que se filtraba hacia debajo de la tierra como si de un ácido se tratara.
303
Cuando la sangre desapareció bajo la arena, un temblor de tierra sacudió
toda la zona.
Los enanos se miraron con nerviosismo unos a otros intentando encontrar
una explicación para el extraño temblor de tierra, pero no tuvieron que
esperar demasiado tiempo para descubrirlo. Varias grietas humeantes se
abrieron en la arena a lo largo del lugar de la batalla por las que
escapaban alargadas llamas anaranjadas y espesas fumadoras de humo.
Pero el horror no acabó ahí, ya que las brillantes lenguas de fuego
comenzaron a extenderse sobre la arena en busca de los cuerpos caídos
en batalla, y cada vez que entraban en contacto con un cadáver, éste
cobraba vida levantándose de inmediato para servir de nuevo junto a sus
compañeros espectrales.
Los enanos se quedaron horrorizados, no solo estaban cobrando vida los
zombis y esqueletos que habían caído en el combate, sino que sus
propios compañeros de armas se alzaban como muertos vivientes para
servir al lado de sus enemigos.
Thorfin estaba horrorizado, eso era más cruel que cualquier otra cosa que
él hubiera podido imaginar en la peor de sus pesadillas. ¿Como podía
enfrentarse a un ejercito que se alzaba sobre sus muertos y los de sus
enemigos?
Observó con desesperación como sus propios hombres caídos en la
batalla, avanzaban junto a sus enemigos en el nuevo ejército recién
creado por la oscura sacerdotisa, para enfrentarse a sus antiguos
compañeros de armas apoyados por aquellos que les habían arrebatado la
vida.
Theodor miró a Cristina con desesperación implorándole su ayuda
mientras esta le devolvía la mirada con los ojos llorosos.
- No hay nada que pueda hacer -contestó a la muda pregunta del
comandante enano- el poder de esa mujer es muy superior al mío. No
puedo liberar las almas de tus hombres del maléfico yugo que atormenta
sus almas.
Thorfin pateó el suelo colérico, mientras observaba resignado el avance
del ejército enemigo.
304
- ¿Pero cuando demonios van ha cerrar la puerta? -gritó Theodor con
desesperación al contemplar como sus hombres eran superados en
numero por las hordas oscuras- Que Reorx se apiade de nuestras almas si
no cierran pronto esta maldita puerta.
Un sonoro "clack" sonó en las profundidades de la tierra completando el
ciclo del mecanismo que habían activado.
- ¡Lo hemos conseguido! -gritó Arles excitado- hemos conseguido cerrar
el acceso a Thorbandin. Nuestra ciudad esta a salvo.
Némesis miro extrañado al líder enano.
- Pero tú dijiste que el acceso estaba al otro lado de la puerta que vimos
arriba. -conjeturó el ladrón incrédulo- ¿Como es posible que lo hallamos
encontrado aquí, a decenas de metros por debajo?
Arles sacudió la mano restándole importancia al asunto.
- Bah, -contestó sin mas- a quien le preocupa eso, igual habríamos tenido
que descender por la cadena hasta los controles. El caso es que ya esta
cerrada la puerta y eso es lo que importa.
Némesis, aun poco convencido, encendió la antorcha y asiéndola con la
mano izquierda se encaramó a la cadena y trepó por ella.
Era una escalada fácil, pues los eslabones eran amplios y le dejaban
espació suficiente para asegurar los pies como si de una escalera se
tratara. Pero de pronto, cuando llevaba recorridos un par de metros, las
manos le empezaron a resbalar, y le comenzó a resultar difícil ascender
por la sencilla cadena.
Némesis, lleno de asombro, intentó asirse a los metálicos eslabones, pero
era como si sus manos estuvieran llenas de grasa. Sin pensárselo dos
veces, retomó el camino hacia abajo, y su sorpresa fue mayúscula cuando
descubrió que volvía a recuperar la estabilidad sobre la cadena.
Némesis, confundido, bajó de la cadena y se reunió con sus compañeros.
Era increíble, nunca antes le había pasado algo igual, él, que era capaz de
alzarse por las paredes mas lisas, no era capaz de escalar una gigantesca
cadena de hierro. De haber sido una escalada mas dura se lo hubiera
achacado a la antorcha pero... ¡La antorcha!, recordó de pronto…
305
Y de una carrera se dirigió a la habitación contigua donde se habían
topado con la araña gigante.
Examinó la tela y se quedó petrificado. ¡Estaba intacta!, el agujero por
donde recordaba que había caído su antorcha momentos antes de quedar
inconsciente no estaba. Y lo mas extraño de todo, era que la antorcha en
cuestión, se hallaba misteriosamente en su mano.
Cyric sacudió la cabeza confuso, aquello no tenía sentido. Acaso se
estaba volviendo loco...
O quizás no, ordenó sus recuerdos y de pronto todo tuvo sentido.
Hincho los pulmones con determinación para quitarse el miedo que le
recorría por el cuerpo y tras dejar caer la antorcha, salió corriendo hacia
la habitación contigua.
Pasó como una exhalación entre sus sorprendidos compañeros, que lo
miraron boquiabiertos, al verle pasar corriendo como un poseso. Y su
sorpresa fue mayor, cuando Némesis saltó por el agujero donde la cadena
se perdía en las profundidades de la tierra.
La caída fue frenética, la velocidad aumentó de manera vertiginosa, y la
negrura se apoderó de él. No sabia cuando el suelo se aproximaría hasta
el, y rezaba por que sus sospechas fueran ciertas. La negrura lo envolvió
y un cosquilleo en el estomago se fue haciendo cada vez mas intenso,
hasta que la velocidad de la caída fue tal, que apenas pudo soportar el
hormigueo del estomago que le corroía por dentro. De repente, en un
instante, todo cesó bruscamente.
Némesis profirió un grito en el momento que la caída cesó y se encontró
de pie e inmóvil.
Intentó liberarse, pero algo le aprisionaba al rededor de su cuerpo, como
una serie de cuerdas fibrosas atadas a su alrededor formando un ovillo.
Movió la mano hasta alcanzar la pequeña daga que siempre llevaba asida
al antebrazo, y con suma destreza cortó las cuerdas.
Cuando estuvo libre, comprobó que aun portaba la mochila a la espalda y
rebuscó a ciegas.
Una sensación de alivio le recorrió el cuerpo cuando localizó lo que
buscaba y consiguió encender el pequeño fanal con una chispa del
pedernal.
306
Una luz leve surgió del pequeño ingenio, diseñado para moverse por los
interiores de las casas sin que la luz del fanal fuese detectada por otra
persona que no fuese el portador.
Giró la pequeña rueda del ingenio y la luz se hizo más brillante
alumbrando una zona mayor.
Cuando la luz alcanzo un radio mayor, lo que Némesis vio le heló la
sangre. Allí estaban sus compañeros enanos, inmovilizados en ovillos de
telaraña como del que él se había escapado.
Se acercó a Palin, el más cercano a él, y le palmeó la mejilla. No hubo
respuesta, el enano estaba inconsciente, o al menos eso parecía. Su
respiración era tranquila y no parecía que corriese peligro de momento.
Tras comprobar el estado del resto, a excepción de León que no se
encontraba allí, examinó el acceso hacia la otra habitación. Estaba
clausurado por una gruesa capa de tela de araña.
Sus sospechas se habían cumplido, todo los que había visto con
anterioridad había estado producido por su mente. Como si una especie
de sueño real se tratase. Pero ahora ya estaba despierto, o al menos eso es
lo que él creía.
Némesis reflexionó. Podía sin duda abrirse paso a la estancia contigua,
pero lo único que iba a encontrar con toda seguridad era a la gigantesca
araña esperándole. Además, escalar la pared del pozo no le iba a resultar
nada fácil.
De repente cayó en la cuenta y se dio la vuelta. Observó la habitación y
se centro en la inmensa cadena que atravesaba la habitación desde el
techo hasta las entrañas del suelo.
Esta visión era diferente a la que había tenido. Ahora ya no se encontraba
en la habitación de control, tan solo había una cadena que cruzaba la
habitación.
Recordando sus visiones pasadas, se ató el fanal metálico al cuello y se
asió a la cadena para escalarla. Némesis comenzó a ascender lentamente,
sin poderse quitar de la cabeza la sensación de miedo que había sentido la
ultima vez que intento alzarse por la, antes, resbaladiza cadena. Ahora la
cadena no resbalaba y el ascenso era tan fácil que Némesis aceleró el
ascenso.
Unos minutos después, el ladrón alcanzó a ver el final de la escalada.
307
Una abertura se abría por encima de su cabeza, dando acceso a una nueva
estancia.
Cuando Némesis sacó la cabeza, observó anonadado la maquinaria que
allí se encontraba.
Todo era mucho más sofisticado de lo que había visto en su visión
anterior. El panel de mandos de aquella maquina era un enjambre de
botones y palancas, y la habitación estaba atestada de ruedas dentadas
concatenadas al rededor de un dispositivo que apresaba la cadena por la
que él subía y que desaparecía por el techo de la habitación.
Una susurrante voz resonó en su mente y el vello del cogote se le erizó de
repente.
- Bienvenido -susurró la voz- Bienvenido a tu tumba de piedra.... tu
nuevo hogar para el resto de la eternidad.
Némesis volvió la cabeza, y lo que encontró tras él le heló el espíritu.
Tres sombras flotaban inertes a pocos metros de él, esperando efectuar el
ataque mortal.
El ladrón, preso de miedo, se agarró a los laterales de la cadena y tras
retirar los pies de su apoyo y apretarlos a ambos lados de la cadena, se
dejó caer hacia abajo.
Némesis comenzó a ganar velocidad, al tiempo que sus guantes de cuero
comenzaban a desprender una nube humeante causada por la fricción de
la caída.
Cuando llegó a la altura de la habitación, hizo fuerza con los pies al
tiempo que apretaba las manos y frenó su caída a un par de metros del
suelo. Saltó de la cadena y se separó de ella.
Pronto vio lo que mas temía. Las sombras le habían seguido hasta abajo,
y salieron flotando desde el agujero del techo, dirigiéndose lentamente
hacia él.
A Némesis se le secó la garganta y las piernas dejaron de responderle.
Ahora si que estaba perdido, esta vez no conseguiría burlar a la muerte.
De repente otra voz invadió su mente, aunque esta vez no fue un susurro,
sino más bien una voz hosca que ya había escuchado con anterioridad.
- De ti depende salvarte -sonó la voz que había oído cuando se enfrentó
al drow en la entrada de Thorbandin- tiñe tu arma con sangre inocente y
yo te daré el poder para sobrevivir.
308
- Demuéstrame que eres digno descendiente de mi legado -tentó la voz al
ladrón- descubre el poder de las tinieblas. Abraza tu destino, y únete a
mí. El primero de nuestra dinastía.
Némesis estaba confundido, por un lado sentía terror por las sombras que
lo acechaban, y por otro miedo de vender su alma a una entidad
desconocida que no dejaba de repetir que formaba parte de su legado.
Las sombras se acercaban cada vez más al aterrorizado ladrón, y cuando
apenas restaban dos metros para llegar donde él, se decidió.
Desenfundando la espada, giró sobre si mismo y cortó la garganta del
indefenso enano que se encontraba tras él. El pobre Palin lanzó un
gorgojeo agónico, al despertar en el ultimo momento, y sus ojos se
pusieron en blanco cuando la vida se le escapó por la herida del cuello.
Un risa atronadora sonó en la mente del ladrón y un cosquilleó le corrió
por el brazo hasta el corazón.
De repente se sintió revitalizado y recuperado completamente. Estaba
pletórico de fuerzas y cuando echó un ojo a su arma comprobó que la
hoja se había teñido de color carmesí y brillaba con un fulgor rojizo
antinatural.
- Tu espada ahora es una continuación de ti -le explicó la enigmática
voz- cuando beba la sangre de almas puras, compartirá su fuerza
contigo.
Némesis escuchó atentamente mientras veía como las sombras se
aproximaban amenazantes.
De un saltó se planto entre las tres sombras y trazando un arco con su
recién encantada espada, atravesó a las tres de un solo golpe.
Un grito de ultratumba sonó en la habitación al tiempo que las sombras
desaparecían entre volutas de humo.
Némesis elevó el brazo armado al tiempo que gritaba por la victoria,
cuando la voz volvió a resonar en su mente.
- Recuerda que has de saciar la sed te tu espada -le previno la voz- sino,
ella se servirá de ti.
Némesis se quedó pensativo, puede que el pacto de sangre al que se
había comprometido, era más de lo que había pensado pagar en un
principio.
Pero lo importante es que aun seguía con vida. Lo demás no importaba.
309
Némesis arrastró el ovillo que contenía al enano hasta la abertura por la
que desaparecía la cadena y lo tiro por el. Los remordimientos del ladrón
desaparecieron tan rápido como el cuerpo del enano dentro de las
profundidades del pozo.
El ladrón se quitó los fantasmas de la mente y se centró en el problema
principal, cerrar la puerta. El había visto los controles, y sabía de
antemano que sería incapaz de accionarlos de la forma correcta para
cerrar la puerta.
Recordando la muerte de Palin, y como se había despertado justo antes
de morir, se acercó hasta Arles y enfundando su espada le atizó un fuerte
puñetazo en la barbilla.
El enano no reaccionó, así que sujetando la empuñadura de su daga,
volvió a golpear la testa del enano de nuevo, esta vez utilizando el hierro
de la guarda para imprimir mas fuerza al golpe.
Su táctica dio resultado, y el amodorrado enano despertó entre
incoherentes palabras.
- ¿Que esta pasando aquí? -indagó el capitán confundido- ¿donde
demonios estoy? y ¿como diablos he llegado hasta aquí?
Némesis interrumpió con un ademán al capitán.
- No hay tiempo para explicaciones -respondió el ladrón con brevedadEl enemigo ha estado confundiendo nuestras mentes y tenemos que
despertar al resto para completar la misión.
Némesis cortó la tela que aprisionaba a Arles con la daga y le indicó
como despertar a los demás. En pocos minutos, todos estuvieron
despiertos y preparados para acometer la escalada de la cadena. Némesis
ató una cuerda a la cintura de Murdok, pues no quería arriesgarse a que el
único enano capaz de manejar los controles cayera cadena abajo. Los
demás les siguieron en la escalada dirigidos por Neida.
No tardaron mucho en llegar a la habitación que controlaba las puertas,
porque pese a la poca pericia de los enanos en la escalada, los grandes
eslabones de hierro, facilitaban mucho la ascensión por la misma.
Murdok se acercó rápidamente al panel de control y comenzó a
manipular los controles, activando botones y palancas a lo largo del
panel.
310
De nuevo, el ruido seco sonó atronador en la estancia y las cadenas
comenzaron a moverse pesadamente ascendiendo hacia el techo. Las
puertas de Thorbandin se estaban cerrando por fin... ¿O podría ser de
nuevo un engaño para sus mentes?
Pronto lo sabrían, pensó Némesis para si, solo tenían que volver a la
ciudad para comprobarlo.
Sobre la superficie, el ruido seco hizo temblar la arena, y el sonido de la
cadena al salir de su milenario letargo llamó la atención de todos los
enanos.
Theodor, esperanzado se dirigió a su compañero de armas.
- Thorfin -exclamó por encima del ruido que hacia la puerta al cerrarse
lentamente- ¡Ordena a tus hombres que se retiren!, la puerta se esta
cerrando.
Thorfin echó un vistazo a la puerta e inmediatamente ordenó a sus
hombres la retirada.
Los enanos corrieron ordenadamente, sin romper sus respectivas
formaciones, en dirección hacia la entrada de Thorbandin mientras los
engendros apoyados por los enanos muertos en combate les siguieron a la
carrera.
- ¡Noooooo! -gritó Shandra, al darse cuenta que sus planes se venían
abajo- no les permitáis que cierren las puertas. ¡Aniquilarlos a todos!
La sacerdotisa oscura estiró ambos brazos con las palmas abiertas en
dirección a la puerta.
- Señor de la oscuridad -invocó de nuevo los favores de su dios- descarga
tu ira sobre nuestros enemigos en forma de fuego contra su salvación.
Un instante después, una gigantesca barrera de llamas surgió de debajo
de las arenas hasta cubrir por completo la entrada hacía Thorbandin.
Thorfin frenó en seco su carrera justo a tiempo de evitar ser engullido
dentro de la gigantesca barrera de fuego que se había alzado
mágicamente entre ellos y la seguridad de la entrada.
El comandante enano volvió la cabeza y la desesperación se le reflejó en
el rostro.
311
Las llamas del muro de fuego se reflejan en los ojos aterrados de sus
hombres, que habían detenido la carrera para observar horrorizados el
muro llameante que les impedía acceder a la seguridad del túnel.
Mientras tanto, a sus espaldas, las hordas maléficas ganaban terreno,
acercándose cada vez más a los desmoralizados enanos.
Thorfin, incapaz de admitir la derrota que se avecinaba, hinchó el pecho
de orgullo y tras darse impulso se lanzó contra el muro de llamas.
- ¡Por Reorx! -gritó con valor mientras atravesaba las abrasadoras llamas
infernales-.
Sus tropas, tras ver el acto de valor de su comandante, reanudaron la
carrera lanzando gritos en honor a Reorx. Fue como un tromba
abalanzándose contra un muro, pues todos los guerreros atravesaron las
llamas alabando el nombre de su dios y no hubo uno siquiera que se
quedara temeroso al otro lado.
Un grito de desesperación sonó en la retaguardia de las tropas oscuras,
cuando Shandra maldijo a los pequeños guerreros, al ver como
atravesaron el muro de fuego para internarse en la seguridad del interior
del túnel momentos antes de que la puerta se sellara.
- ¡Malditos enanos! -maldijo la sacerdotisa oscura momentos antes de
frenar a sus tropas que ya se dirigían al muro de fuego para atravesarlo en
pos de los enanos- Vuestra provocación no quedara impune, mi magia lo
destruirá todo, y no quedará piedra sobre piedra.
Al otro lado de las puertas de Thorbandin, el espectáculo era dantesco.
No había ningún enano que no presentara quemaduras, y regados por el
suelo se encontraban todos los guerreros que quedaban del maltrecho
ejército de Thorbandin.
Cristina se acercó al comandante, que presentaba un aspecto lamentable,
con la barba chamuscada, el pelo quemado y su piel tostada por las
llamas. Respiraba con dificultad, y sus ojos cegados, apenas podían
enfocar a la joven.
- Señora de la luz -invocó Cristina- Préstame el poder de curar a aquellos
que defendieron tu causa con valor y guía mis manos para obrar tus
prodigios. Un aura dorada comenzó a brillar en las manos de la joven y al
imponerlas sobre el cuerpo del comandante, éste fue recuperando la
vitalidad poco a poco.
312
Cristina comenzó a examinar uno a uno a todos los supervivientes para
ofrecer su ayuda a todos aquellos que la necesitaran.
El trabajo fue agotador, ni siquiera supo calcular el tiempo que pasó hasta
que examinó el estado de todos los supervivientes, pero no la importaba,
tan solo la vida tenia importancia, y ella había logrado salvar muchas hoy
con la ayuda de Mishakal.
Horas más tarde, el consejo se había vuelto a reunir para discutir la línea
de acción a tomar frente a la nueva amenaza que planeaba sobre sus
cabezas.
Seis de los ministros de Thorbandin se encontraban sentados a ambos
lados del gran Thane, mientras que el ministro de defensa y capitán
general de las tropas, Erin el Rojo, estaba frente a él. A los lados de Erin,
se encontraban sentados el resto de capitanes y comandantes, así como
Némesis y Cristina, que escuchaban con atención las palabras del
dirigente enano.
- ¿Cual es exactamente nuestra situación? -Preguntó el gran Thane, Drak
Puño de Plata, dirigiéndose a Erin Furia Roja, su ministro de defensa y
recién nombrado capitán general-.
Erin se puso en pie y se dirigió a los presentes.
- No os voy a engallar -explicó con tono grabe- la situación no es
alentadora. Nuestro ejército ha sufrido muchas bajas, y por si eso no
fuera suficiente, el líder de nuestros enemigos tiene el poder de alzar a
los guerreros caídos para que luchen a su lado. De no ser por la
intervención de Arles y su equipo en el ultimo instante..., ahora
estaríamos engrosando las filas de muertos vivientes del ejercito de
nuestros enemigos. -narró a los presentes dirigiendo la mirada hacia el
capitán de las fuerzas especiales-.
- Muchos buenos guerreros han muerto por cerrar la puerta del éste de
Thorbandin -intervino Arles desde su sitio- no seria justo que yo me
llevara toda la gloria cuando las tropas de Theodor y Thorfin morían por
impedir el paso de los malditos engendros.
El gran thane asintió con la cabeza mientras paseaba la mirada entre los
dos héroes.
313
Theodor lucia un buen aspecto, pero Thorfin, aun se estaba recuperando
de las heridas causadas por el fuego, y aunque había recuperado la visión,
aún tenía algunas heridas en la piel provocadas por las llamas, además de
tener el pelo y la barba chamuscados.
- Y como ministro de defensa, -se dirigió de nuevo el gran thane a Erin¿Cuales son tus recomendaciones?
Erin carraspeó para aclararse la garganta antes de continuar con su
exposición.
- Aunque de momento estamos a salvo -se explicó el capitán general
enano- en mi opinión deberíamos clausurar también la puerta que nos
comunica con el oeste hasta que la amenaza haya desaparecido. Quizás
Arles querría volver a intentarlo con su equipo de nuevo.
El capitán de las fuerzas especiales se levantó de su silla para dirigirse a
los presentes.
- Aunque dos de mis mejores hombre perecieron en la ultima misión anunció Arles a los presentes- Será todo un honor para mí, hacerme cargo
de la misión. ¿Podremos contar con tu valerosa ayuda? -inquirió el
capitán tendiéndole la mano a Némesis, que se encontraba sentado junto
a él- de no haber sido por ti, no lo habríamos logrado.
Némesis se levantó de sus silla al escuchar el honor que le hacía Arles.
- Será un honor servir contigo -sentenció el ladrón estrechando la mano
de su compañero-.
El gran thane, complacido, levantó los brazos para dar la reunión por
resuelta.
- Entonces, todo esta dicho, comandante Arles -sentenció Drak Puño de
Plata anunciando el ascenso de Arles a comandante- Esperaremos
vuestras noticias con impaciencia, mientras tanto, Brock se encargará de
preparar las defensas de la ciudad por si todo lo demás falla.
Drak dio la reunión por terminada y todos abandonaron la sala con
rapidez para dedicarse a sus tareas por la defensa de la ciudad.
Arles toco con el codo las costillas del Némesis para llamar su atención.
- Estaremos en nuestro cuartel general preparando el equipo -informó el
comandante enano- cuando estés listo pásate por allí, te estaremos
esperando.
Némesis palmeó el hombro del enano en señal de amistad.
314
- Allí estaré -contestó el ladrón- iré lo antes posible, pero antes me
gustaría hablar con mi amiga sacerdotisa.
Arles asintió con la cabeza, a la vez que guiñaba el ojo de forma picara al
ladrón.
Némesis sonrió al comprender el malentendido y salió con Cristina de la
habitación.
Pasearon por la ciudad durante un rato observando asombrados las
perfectas construcciones enanas. Cruzaron la gran urbe y se adentraron
por uno de los muchos túneles. Tras pasear durante varios minutos por el
corredor, lo que vieron, les dejó anonadados. Los enanos habían
construido un parque bajo tierra. El túnel desembocaba en una gigantesca
gruta que estaba plagada de gran variedad de extrañas plantas, dándole al
lugar una belleza indescriptible.
Había setas gigantes, que hacían las veces de árboles elevándose varios
metros sobre el suelo. Némesis se sentó sobre el musgo que crecía en la
base de las gigantescas setas e hizo ademán a Cristina para que le
acompañara.
- Hace tan solo unos días que abandonamos Tarsis -rememoró Némesis
melancólico- y ya me parece una eternidad. No sabes lo que deseaba
estar contigo a solas.
Cristina se acurrucó junto a Némesis y apoyó la cabeza sobre su hombro
para observar la belleza de la gruta. Una luminosidad fosforescente
alumbraba el lugar, ya que las hilera de antorchas que colgaban a lo largo
del túnel, terminaba en la entrada de la gruta, dejando a ésta tan solo
iluminada por el polvo fosforescente de diferentes colores que parecía
provenir de las propias rocas. Las paredes superiores emitían un fulgor
verdoso, mientras que las paredes de alrededor refulgían con tonos verdes
y azulados.
El espectáculo de luz era maravilloso, pues le daba al ambiente un
aspecto mágico.
Cris suspiró ante la belleza subterránea y se olvidó durante un momento
de la amenaza del ejército de Shandra.
- No soy digno de estar contigo -susurró melancólico el ladrón- soy
demasiado débil, y mis sentimientos por ti no hacen mas que volverme
mas loco aún.
315
Cristina intentó contradecir al ladrón pero este la silenció colocándola el
dedo sobre los labios.
- Creo que deberías alejarte de mi -conjeturó Némesis disimulando el
dolor que sentía- cuanto mas tiempo pases junto a mi, mas será el peligro
que corras. Mi alma es oscura y retorcida, y la imposibilidad de tenerte
podría ponerte en peligro.
Cristina, con los ojos llorosos intentó rebatir las palabras de Némesis
cabeceando negativamente, pero el ladrón se lo impidió, continuando con
su alegato.
- Yo se lo que me digo -explicó a la sacerdotisa- ya viste lo que pasó en
el túnel, estuve a punto de acabar con tu vida. Y ni siquiera se el porque,
y lo que es peor, no se si podría volver a suceder.
Némesis se levantó acariciando la empuñadura de su espada para
recordarse a si mismo el pacto que había hecho, y se alejó del lugar, sin
poder evitar que sendas lagrimas le recorrieran las mejillas, sintiendo su
sabor salado cuando alcanzaron sus labios.
- Algún día espero ser digno de volver a tu lado -susurró con la voz rota
por la congoja que luchaba por aflorar- hasta entonces, te deseo buena
suerte. Y cuando veas a Cyric, dile que la próxima vez que nos veamos....
Yo seré el maestro.
Cristina rompió a llorar como una niña doblada sobre su regazo. No sabía
que pensar, siempre había creído tener claros sus sentimientos, pero
ahora que Némesis la había dejado, sentía que no era así. Lo único que
tenía claro, ahora que se había ido, es que le quería.
La pisadas de Némesis sonaron por el túnel hasta que poco a poco se
fueron difuminando en la mente de la sacerdotisa.
- ¿Por que no puedo quererle? -preguntó Cristina al vacío desconsolada¿Por que no puedo decirle lo que en verdad siento? ¿Acaso es malo que
le quiera?
Los sollozos de Cristina sonaron por la gruta, y hasta las paredes
parecieron sentir su pena atenuando la intensidad de la luz que emitían
hasta dejar a la sacerdotisa en una penumbra de colores, sola, con su
desesperación... sin ni siquiera la compañía de su diosa.
316
Muy lejos de allí, en medio del desierto, un murmullo incesante, como un
cántico continuo, le despertó. Intentó abrir los ojos, pero el dolor que
sintió le hizo desistir. Sentía calor por todo el cuerpo, y un dolor
constante le taladraba los oídos acompañado por un pitido incesante,
como si alguien estuviera intentando alcanzar su cerebro a través de la
oreja.
Intentó reincorporarse, pero una voz distorsionada por el pitido que
residía en sus tímpanos le instó a estarse quieto.
- No te muevas -le ordenó la voz desconocida- has estado a punto de
morir, descansa y no intentes moverte.
De pronto, el cántico cambió de tono y un sopor irrefrenable se apoderó
de él arrastrándole de nuevo a la negrura.
No supo cuanto tiempo pasó dormido, un día, una hora, un minuto, era
imposible de saber, pero lo único cierto es que cuando se despertó de
nuevo se encontraba mucho mejor. Ya no sentía dolor y el pitido de los
oídos había remitido. Intentó abrir los ojos de nuevo y esta vez no
encontró oposición en ellos. La luz entró hasta su cerebro y tuvo que
cerrarlos de golpe para protegerse del brillo cegador.
Volvió a intentarlo, esta vez mas despacio, para que su vista se
acostumbrara a la brillante luz que reinaba en el ambiente. Pasados unos
instantes, los ojos se acostumbraron a la claridad y pudo ver donde se
encontraba.
Estaba sobre una cama en una inmensa habitación cuyo techo formaba
parte de una gran cúpula de cristal a través de la cual se filtraba la luz del
sol.
Se incorporó sobre el abdomen y se sentó en la cama para echar un
vistazo a su alrededor.
Estaba en lo que parecía ser una gran habitación con cuatro camas. Una
de las cuales estaba ocupada, la otra desecha y una ultiman sin utilizar.
Se centró en el ocupante de la cama y comprobó con sorpresa que se
trataba del pequeño kender.
Se levantó rápido y se acercó a él.
- Tas -susurró al pequeño- ¿donde esta Rebeca?
317
El kender se removió en su cama moviendo la sabana en su recorrido y
dejando la espalda a la luz. Cuando Cyric observó la piel de su
compañero se quedó paralizado. La espalda del kender estaba llena de
quemaduras al igual que sus brazos.
Recordó entonces la sensación que había sentido antes y se miró a si
mismo.
Su piel estaba bien, no parecía haber sufrido ningún daño, ni siquiera
tenía ya las llagas que había visto en sus brazos momentos antes de caer
inconsciente frente a Shandra. Aquello, o era obra de la magia, o había
pasado mucho tiempo dormido.
Y que le había podido haber pasado al pequeño para estar en aquel estado
tan lamentable.
- Estas vivo -susurró el kender al despertarse de repente- me alegro de
que te hayas salvado, creí que ya no lo contábamos.
El elfo observó apenado la cara del kender, desprovista de la chispa de
alegría que siempre reinaba en su interior y con los ojos apagados del
brillo juvenil que caracterizaba al pequeño.
- No te preocupes -tranquilizó Cyric al kender- tu también vas a ponerte
bien.
Una sonrisa se dibujó en el rostro del pequeño.
- Espero que tan rápido como tú -bromeó Tas entre toses- estabas medio
muerto y mírate ahora, ni un rasguño.
Cyric volvió a mirarse los brazos como haciéndose eco de las palabras
del kender.
- Descansa -instó el elfo al pequeño posando su mano con suavidad en la
frente de Tas-, voy a ver si encuentro a Rebeca.
El kender asintió con la cabeza y se dio media vuelta para descansar.
- Lo intentare -replicó antes de dormirse de nuevo- pero tu deberías
ponerte algo de ropa.
Cyric se miró de nuevo y se dio cuenta de a lo que se refería el kender.
Se encontraba completamente desnudo, así que examinó la habitación y
dentro de un armario encontró más o menos lo que buscaba. Una especie
de túnica amarilla con un sol de color rojo bordado en el pecho. Se la
introdujo por la cabeza y tras calzarse unas sandalias amarillas abandonó
la habitación por la única puerta que existía.
318
Al salir al pasillo, lo primero que le llamó la atención fue que el techo
estaba construido bajo la misma bóveda de cristal que cubría la
habitación de la que provenía, y lo segundo, que a través del silencio
reinante se filtraban unos cánticos que no le eran del todo desconocidos.
Calculó su origen y se dirigió hacia ellos. No tardó mucho en llegar al
lugar de donde procedían. Una inmensa sala aparentemente dedicada
para honrar a algún tipo de dios.
En la pared que quedaba a su derecha se alzaba la gigantesca imagen de
un sol inmenso que ocupaba toda la pared y apoyado contra ella se alzaba
un altar de oro, al rededor del cual se encontraban seis personas alzando
cánticos, supuestamente en honor a su dios.
El resto de la estancia constaba de una doble hilera de bancos,
seguramente para albergar a los fieles a la hora de escuchar el mensaje de
su dios, y una puerta doble de metal justo en la pared contraria al altar,
presumiblemente la entrada principal del templo.
Se acercó un poco hacia los sacerdotes y el corazón casi se le paró al
subir las escaleras que llevaban al rellano donde se encontraba el altar y
ver a Rebeca tumbada desnuda boca abajo sobre el altar de oro.
Su piel tenía un color ceniciento, su pelo estaba chamuscado, su
respiración parecía irregular y sin duda estaba inconsciente.
Corrió rápido para llegar junto a ella, pero uno de los discípulos lo retuvo
antes de que pudiera llagar.
- No debes interrumpir nuestras oraciones -advirtió al elfo manteniendo
un tono tranquilo- tu amiga se pondrá bien, pero debes dejarnos acabar
con el ritual.
Cyric se encontraba nervioso tras ver el estado de su amiga, pero la razón
se hizo paso hasta su mente. Él nada podía hacer para ayudarla, así que
dio unos pasos hacia atrás y se quedo observando el ritual.
Uno de los presuntos sacerdotes parecía vestir de forma distinta al resto,
rematando su hábito con un tocado sobre la cabeza en forma de cilindro
donde se entremezclaban líneas de colores rojas y amarillas. Su hábito,
pese a ser del mismo color que el que Cyric vestía ahora, poseía unos
colores mas vivos y la tela parecía de mayor calidad, con el sol del pecho
bordado con hilo dorado. El resto de monjes lucían hábitos como el que
el elfo vestía.
319
El sacerdote del gorro, parecía llevar la voz cantante dentro de las
plegarias mientras que el resto coreaban sus palabras.
De repente, todos se quedaron en silencio y elevaron su vista al techo de
cristal. Cyric elevó su mirada justo a tiempo de observar como el sol,
durante un instante aumento su intensidad, y lanzó una ráfaga luminosa
hacia la posición donde se encontraban los sacerdotes.
Cuando ésta alcanzo el altar con forma de sol, una miríada de rayos de
colores se esparcieron entre los sacerdotes rebotando de uno a otro y
atravesando el cuerpo de Rebeca a cada paso por el centro.
El ritual duró tan solo unos minutos, tras el cual, un brillante fogonazo
hizo desaparecer los rayos de colores.
Cuando los ojos del elfo se adecuaron de nuevo a la luz ambiental,
descubrió con asombro que las quemaduras de Rebeca habían
desaparecido por completo y su respiración ahora era continua y relajada.
Se frotó los ojos incrédulo y se acercó al lugar del milagro.
- Es voluntad del dios de la luz que sigáis con vida -recitó misterioso el
sacerdote que presuntamente era el líder de todos ellos- Se acercan
tiempos de oscuridad, y parece ser que vosotros habéis sido elegidos para
luchar del lado de la luz.
Cyric arrugó la cara desconcertado.
- ¿Nosotros? -preguntó incrédulo- ¿y por que nosotros? Solo por
enfrentarnos a unos esqueletos en el desierto.
El semblante del líder espiritual de los sacerdotes se mantuvo inmutable.
- No me compete juzgar las razones de mi dios -respondió firme el
sacerdote- Los caminos del señor de la luz se manifiestan de formas
misteriosas. Solo sé, que en una visión comprendí que debía encontraros
para prestaos nuestra ayuda, aunque a decir verdad, nunca imaginé que os
encontraría tan malheridos. Fue toda una suerte que el alcalde os trajese
hasta mi para ver si podía hacer algo por vuestras vidas, de otra forma
quizás ahora estaríais muertos.
- Pero... -replicó Cyric sin creerse aun la historia del hombre- ¿quien eres
tú? ¿Y quien es ese, tu dios?
- Mi nombre es Raimond Rayo de Luz -respondió sereno- Patriarca de la
orden del dios del Sol, quien guía nuestros pasos a través del cálido
camino de la luz.
320
- Nunca he oído hablar de ningún dios consagrado al sol -replicó el elfo¿Como se que puedo fiarme de ti?
Una sonrisa surgió en el tranquilo semblante del sacerdote.
- Eso es algo que solo tú puedes juzgar -respondió con sabiduría- pero
deberías pensar, que si no estaríamos de tu lado, no nos habríamos
molestado en curar vuestras heridas.
Cyric, meditó las palabras del sacerdote y concluyó que Raimond tenía
razón, de haber querido hacerles daño, lo único que tendría que haber
hecho es dejarles morir sin prestarles ayuda alguna. Aún tenía fresco en
la memoria el milagro que acababa de contemplar al ver la recuperación
de Rebeca a manos de los clérigos.
- Creo que tienes razón -reconoció al fin Cyric-, partiremos hacia
Thorbandin lo antes posible si podéis proporcionarnos unas monturas.
Raimond se mordió el labio superior pensativo.
- Os entregaremos dos corceles para el viaje -le explicó- pero creo que
aún deberías esperar un poco hasta que estéis repuestos.
Mientras el sacerdote hablaba, el resto de sus acólitos se afanaban por
tapar con una sabana blanca el cuerpo desnudo de Rebeca para
transportarla hasta otro lugar, presumiblemente la habitación, pensó
Cyric.
- Tenéis razón de nuevo -asintió Cyric con una ligera reverencia-, y si no
os importa, me gustaría velar el descanso de mi compañera.
Raimond sonrió complacido.
- Ve con ella -liberó el sacerdote a Cyric de su presencia- estoy seguro de
que se alegrara de verte cuando despierte. Además tengo que preparar el
ritual para tu otro compañero.
- Muchas gracias... -se despidió Cyric antes de seguir a los sacerdotes que
cargaban con Rebeca- ...por todo.
El elfo desapareció tras los acólitos hacia la habitación donde él había
despertado y cuando acercó una silla junto a la cama de la hechicera
observó como recogían al kender y se lo llevaban.
- Me alegro de que estés bien -susurró para si mismo mientras acariciaba
la frente de la joven- me he acostumbrado tanto a tu compañía que no se
que haría si tu te vas.
321
El elfo se despertó de repente al oír ruidos, y se dio cuenta que se había
quedado dormido sentado en la silla, con la cabeza en la cama de Rebeca.
Se desperezó y comprobó que la maga aun seguía dormida. Los sonidos
provenían del pasillo.
- ¡Pero a donde vas! -gritaba una voz desesperada- aun estas muy débil,
tienes que descansar.
- ¡Tonterías! -chilló con una voz aguda muy familiar el aludido- me
encuentro perfectamente, y quiero ver a mis amigos. -seguía diciendo
cuando cruzó corriendo por la puerta de la habitación seguido de dos
sacerdotes que intentaban atraparloSe trataba de Tasselhoff, que desnudo, entró corriendo en la habitación.
- ¡Cyric! -gritó emocionado el pequeño al verle- viste el espectáculo de
luces. ¡Jamás había visto algo así!, las luces de colores entraban y salían
de mí haciéndome cosquillas. Fue genial, pero estos clericuchos no
quisieron repetirlo. Y ahora se empeñan en que tienen que meterme en la
cama. ¡Ja! a mí, al gran Tasselhoff de los héroes de Caergoth.
Cyric, hizo ademán a los sacerdotes para que se fueran cuando el
pequeño llegó junto a él.
- Sabes pequeño -le confesó el elfo a Tas- me alegro de que te encuentres
bien. Pero no le digas a Némesis que yo he dicho eso... O lo negaré bromeó Cyric con una sonrisa- Guardare el secreto -susurró una voz a sus espaldas- Yo también me
alegro de volver a veros.
Cyric se dio la vuelta excitado al tiempo que Tas saltaba sobre la cama
para ver a su amiga.
- ¡Rebeca! -gritaron los dos al unísono tirándose sobre la cama a los
brazos de su amodorrada compañera- ¡De nuevo juntos!
El tiempo paso veloz mientras hablaban sobre los últimos
acontecimientos y mucho mas rápido mientras compartían la cena con
sus anfitriones, los sacerdotes del sol.
- Nunca os podremos agradecer todo lo que habéis hecho por nosotros -le
agradeció Rebeca de corazón- Pero sabed que siempre podréis contar con
nosotros si algún día nos necesitáis.
Raimond se levantó antes de dirigirse a sus invitados.
322
- Puede que antes de lo que creas hagáis algo por nosotros -respondió
enigmático el sumo sacerdote- En mi opinión nuestros destinos ya
estaban cruzados mucho antes de que nos conociéramos. Vuestra lucha
en Thorbandin, también será la nuestra. Aunque las motivaciones sean
distintas, ambos estamos en el mismo lado de la balanza.
Rebeca se quedó pensativa dándole vueltas a las palabras de Raimond
mientras Cyric se levantaba de su asiento.
- Y creo que es el momento de ir en busca de la batalla -anunció serenoEl sol ya se ha ocultado, y nos será más fácil viajar al abrigo de la noche,
ya que como extranjeros que somos no estamos acostumbrados a las altas
temperaturas el desierto.
- Sea pues -concluyó el sumo sacerdote- que la luz del sol os guíe a
vuestro destino, y que su calor os arrope en las peores situaciones.
Así que se levantaron de la mesa para dirigirse a los establos, y tras
montar Cyric en un caballo, y Rebeca junto a Tasselhoff en el otro corcel,
que con gran amabilidad les habían regalado, pusieron rumbo hacia el
oeste... hacia la montaña de los enanos... Thorbandin.
En otro lóbrego lugar bajo tierra, cerca de la ciudad de los enanos,
avanzaba con cautela envuelto en penumbras Phoenix Keythor. El semi
drow, intentaba orientarse entre los laberínticos túneles de Thorbandin.
También había perdido la noción del tiempo, pues pese a pertenecer a la
raza de los elfos oscuros, acostumbrados a vivir bajo las entrañas de la
tierra, él había nacido en la superficie y no estaba acostumbrado a pasar
largos periodos de tiempo bajo oscuros túneles. De todas formas, el
tiempo transcurrido no le importaba, tenía provisiones de sobra en la
mochila, y su ascendencia drow le dotaba de una gran resistencia frente a
las condiciones mas adversas, sin contar además, que como todos los de
su raza, apenas necesitaba dormir un par de horas al día.
Un leve sonido proveniente del fondo del túnel resonó en sus oídos como
un clamor. Como el golpeteó de botas metálicas sobre la roca. Una
patrulla de enanos, pensó el elfo, y pegando su cuerpo a la pared, e
intentando ocultar su temperatura ante los bien provistos ojos enanos
para la visión térmica, esperó paciente.
323
Pronto los tuvo a la vista, eran seis. Probablemente una patrulla de
enanos reconociendo la zona.
Phoenix, sabedor de que no podía pasar inadvertido, por muy bien que se
escondiera junto a la pared del estrecho pasillo, salió de su escondite y se
dirigió directamente hacia ellos.
El grupo de enanos al ver al drow se colocaron en posición de defensa e
increparon al extraño.
- ¡Alto! -gritó el que parecía ser el jefe de la patrulla- ¡Quien va!
Phoenix continuó andando con las manos a los costados hasta que estuvo
a un par de metros de los enanos.
- Mi nombre es Phoenix -contestó el drow severo- y tengo el permiso del
gran thane para atravesar la montaña de Thorbandin -mintió Phoenix-.
El jefe de la patrulla entrecerró los ojos, poco convencido de que Drak
Puño de Plata permitiera a un elfo deambular por los túneles sin una
escolta.
- Muéstrame tu salvoconducto -inquirió el enano- son tiempos de guerra,
y nadie puede vagar por estos túneles sin autorización.
- No dispongo de ningún documento -se explicó Phoenix al tiempo que el
jefe enano encendía una pequeña lámpara para poder leer-.
El rostro de los enanos se encendió de terror cuando la pequeña luz
mostró el color de la piel del presunto elfo. La tez morena del drow se
reflejó en los aterrorizados ojos de los enanos, que en un principio le
habían confundido con un elfo de la superficie.
- ¡Por Reorx! -clamaron varios enanos de la patrulla- ¡Es un drow!
El jefe enano, arrojó la lámpara a un lado y embistió con el hacha a la
maligna criatura sin esperar un solo instante. El resto de los enanos
siguieron a su sargento a la lucha.
Phoenix, sin tan siquiera inmutarse, esperó paciente a que el enano se
acercara en su torpe movimiento, y cuando estuvo a la distancia
adecuada, con un movimiento casi instantáneo, desenfundó sus cimitarras
cruzadas sesgando el abdomen del sargento, que cayó al suelo herido de
muerte sujetándose las tripas.
324
Sus hombres encolerizados, atacaron a un tiempo contra la maléfica
criatura con sus hachas, pero Phoenix ya se lo esperaba, y girando sobre
si mismo se introdujo entre los cinco enanos y descargó un aluvión de
cortes mientras giraba entre los sorprendidos enanos.
Un clamor de quejidos sonó al instante siguiente, cuando comprobaron
los efectos de las mortíferas cimitarras del asesino entre los puntos
débiles de sus armaduras.
Phoenix saltó en plancha hacia adelante del túnel, escabulléndose del
centro de la formación y rodó por el suelo hasta reincorporarse dos
metros mas adelante. Giró sobre si mismo y comprobó el estado de sus
enemigos.
Los cinco enanos que formaban la patrulla se encontraban tirados en el
suelo desangrándose, y formando un tibio charco de sangre a su
alrededor, al tiempo que su líder yacía muerto a pocos metros.
- ¡Idiotas! -exclamó Phoenix indiferente- ahora tenéis lo que os merecéis,
malditos enanos.
El drow pasó entre los moribundos cuerpos y examinó las pertenencias
de su difunto líder.
¡Premio!, pensó para sí cuando desenvolvió un pequeño pergamino. Lo
acercó a la caída lámpara y comprobó con satisfacción que sus conjeturas
eran correctas. Había conseguido un mapa de los túneles.
Recogió la lámpara del suelo y continuó su camino a través del túnel
intentando orientarse con el mapa. Ahora si que lograría salir, ya solo era
cuestión de tiempo que encontrara algún punto de referencia en el mapa
que le ayudara a salir de allí.
No muy lejos de allí, por otro túnel húmedo y oscuro, otra patrulla de
enanos avanzaba decidida hacia una importante misión. Pero a diferencia
de la patrulla que se había topado con el drow, estos enanos portaban
antorchas para iluminar el camino.
- Estoy honrado de que nos acompañes -le agradeció Arles, a su nuevo
compañero-
325
Némesis le dedicó una sonrisa forzada a su interlocutor. Aún no se había
podido quitar de la cabeza la conversación que había tenido con Cristina,
y lo que era peor, todavía no se había hecho a la idea de no volver a
verla.
- Si, bueno -contestó esquivo el ladrón- no podía estar ni un minuto mas
sin hacer nada, necesitaba estirar las piernas un rato.
- Ese es mi chico -se jactó el enano palmeando la espalda del ladrón con
fuerza- vamos a ver si deshuesamos algún esqueleto que se cruce en
nuestro camino, para amenizar la marcha.
El resto de enanos corearon con risas la chanza de su comandante, y
siguieron amenizando las horas restantes con épicas historias de luchas
titánicas de enanos contra enemigos mitológicos.
Las palabras cesaron tan rápido como habían surgido cuando vieron el
caótico espectáculo, el piso del túnel era un verdadero baño de sangre, y
en su centro, seis enanos caídos, alfombraban el suelo con sus cuerpos
sin vida.
Arles se acercó a la carrera para ver si había algún superviviente entre los
enanos degollados.
- Era un demonio -masculló entre dientes uno de los enanos que no
estaba completamente muerto- se movía con la velocidad del rayo y se
escabullía como el humo. Sus ojos estaban marcados por las llamas del
infierno. Venganza, -susurró el enano moribundo con su ultimo hálito de
vida- ¡Por Reorx!
Tronck, el enano bárbaro más grande y fornido de todos, golpeó su porra
metálica contra la pared, provocando un inusitado temblor en el pasillo.
- ¡Malditos sean! -gritó lleno de ira- Cuando encuentre al que hizo esto,
lo voy a enviar de vuelta al infierno de donde procede.
Neida agarró el brazo del colérico enano e intentó calmarle.
- Tranquilízate -le instó al joven- lo único que vas a conseguir con
aporrear así la pared, es hacer que se derrumbe el túnel sobre nuestras
cabezas. Y eso no vengaría a nuestros camaradas ¿Verdad?
Tronck apretó los dientes para contener su furia y asintió con un cabeceo
a su buena amiga.
326
Némesis se quedó pensativo observando los cadáveres caídos en el suelo.
Aquello no era obra de un vulgar muerto viviente, era mas bien la obra de
un profesional, un genio en el arte de matar... un asesino.
Phoenix avanzó durante varias horas más sin ningún contratiempo. No le
había sido muy difícil orientarse por el interior de los túneles teniendo el
mapa, y ahora, según el pergamino se encontraba ya muy cerca de la
salida, un ultimo recodo más y por fin lo vio.
La luz de las estrellas se filtraba por la entrada de la gigantesca gruta en
la que desembocaba el túnel por el que él avanzaba. La noche estaba
bastante avanzada, y dos docenas de enanos pertrechados para la acción
custodiaban la entrada de Thorbandin.
Phoenix se estrujó la cabeza pensando la manera de burlar a la guardia,
pero no se le ocurría nada. Un ataque frontal, tenía pocas posibilidades de
éxito contra más de una veintena de enanos preparados para el combate.
Y pasar inadvertido entre ellos era igualmente descabellado. Se le ocurrió
que podía escalar e intentar cruzar encaramado a la pared, pero lo
descartó de inmediato. Hacía mucho tiempo que no dormía, y el
cansancio acumulado era algo que no se podía tomar a la ligera. Un
pequeño error y daría con sus huesos en el suelo, rodeado de enanos
sedientos de sangre drow.
Phoenix se acurrucó oculto entre las sombras de la pared y esperó a que
se le presentara una oportunidad de escapar de allí. Pero mientras tanto,
aprovecharía para recuperar energías descansando un poco.
La oportunidad no se hizo esperar, el alboroto entre los enanos le sacó
del duerme en vela en que se encontraba, y tras despejarse las ideas, se
asomó a la gruta con cautela.
Tres jinetes espectrales habían entrado en la cueva a la carga, con sus
monturas, y estaban sembrando el caos entre los sorprendidos enanos.
Los espectros, montados en sus caballos, sesgaban las vidas de los
enanos manejando sus gigantescas guadañas, como un labrador segando
el campo. Las hojas curvas surcaban el aire cortando las cabezas de los
pobres enanos, como si de espigas de trigo se tratasen.
327
El drow contempló el sangriento espectáculo. Habían pasado apenas diez
minutos, y el suelo ya estaba alfombrado de cadáveres mutilados y
decapitados, con sus respectivos miembros esparcidos por doquier a lo
largo de la entrada. Pero eso no fue lo que impresionó al asesino, lo que
en realidad le puso la piel de gallina, fue contemplar como, uno de los
espectros había reparado en el, y se aproximaba a lomos de su siniestro
corcel.
Phoenix tragó saliva y puso sus músculos en tensión al tiempo que asía
fuertemente sus cimitarras aún sin desenvainar.
El asesino espero hasta el último momento, y cuando el espectro lanzó su
ataque, el drow se lanzó rodando por debajo de la guadaña, y pasando
entre las patas del fantasmal corcel, se reincorporó de rodillas bajo el
caballo, y con un solo movimiento, sacó sus cimitarras y cortó la
brumosa piel del caballo, que relinchó de dolor al sentir el mágico acero
atravesar su incorpóreo cuerpo.
El caballo se desvaneció en el aire y el espectro cayó al suelo al quedarse
desprovisto de montura. Intentó alzarse de nuevo, pero Phoenix ya estaba
junto a él lanzándole una estocada tras otra, hasta que se desvaneció en el
aire como su caballo.
El asesino se dio la vuelta justo a tiempo para comprobar, como los otros
dos espectros desmontaron de sus caballos, y por arte de magia, sus
guadañas se convirtieron en humo para, un instante después, volver a
tomar forma como espadas llameantes.
Phoenix retrocedió el pie derecho y les espero en una guardia frontal,
para cubrirse ambos flancos de la nueva amenaza.
De pronto, algo en la entrada llamó la atención del asesino. Un pequeño
esqueleto, de alrededor de metro y medio, se encontraba en el centro de
la entrada... observando.
Lo que hacia de esta criatura algo tan extraño, era un brillo blanquecino
que refulgía en sus huesos y las dos pequeñas esferas de luz azul que
descansaban en sus cavidades oculares. Además, parecía observar con
interés los movimientos de Phoenix. Algo impensable para una criatura
carente de cerebro.
328
Phoenix se quitó aquellas extrañas ideas de la cabeza y se concentró en
su problema principal, los espectros. Las abominables criaturas, se
acercaban lentamente hacia la posición del asesino, una por cada lado.
Phoenix se preparó para la embestida. Luchar contra aquellas criaturas
tan lentas no sería muy peligroso, pensó para él, lo que le preocupaba era
el pequeño esqueleto que le observaba como si le conociera. Incluso le
parecía haber visto un gesto de desdén.
Cuando los espectros se encontraban a tres metros de distancia del
asesino, atacaron. Y su envite fue tan veloz que Phoenix se sintió
desbordado.
A duras penas había conseguido parar la brutal embestida de ambos
espectros, y ahora luchaba por parar el aluvión de golpes que se le venían
encima de ambos lados. Solo podía retroceder, pana no permitir que cada
uno de los espectros le atacara por un flanco diferente, y le era del todo
imposible intercalar ni un solo ataque entre la lluvia de fuego que le
acosaba sin descanso.
No sabia si era cosa de su imaginación, pero incluso las hojas mágicas de
sus cimitarras parecían empezar a calentarse por los golpes de las armas
en llamas.
Phoenix erradicó el miedo de su cabeza en intentó pensar en algo. Podía
intentar alguna maniobra de distracción, pero la velocidad de sus
oponentes era tal, que no deseaba arriesgarse a dejar un hueco en su
guardia mientras ejecutaba la artimaña.
De repente, un gemido del espectro a su derecha le arrancó un escalofrío
en el cuerpo. El ser incorpóreo saltó hacia a atrás a toda velocidad y
Phoenix, al verse libre del segundo adversario, atravesó con su cimitarra
el incorpóreo cuerpo del segundo espectro. Cuando éste reculó hacia
atrás, intentó ver lo que pasaba.
A su derecha, Némesis se encontraba en guardia portando su espada
tintada de rojo, que pulsaba con brillo carmesí al tiempo que emitía un
zumbido amenazante.
- Parece que llego antes de tiempo -se chanceó el ladrón intentando
ocultar el malestar que le embargaba- creo que debí haber esperado un
poco mas.
Tras ellos, los cuatro componentes del comando observaban la situación.
329
El pequeño esqueleto había avanzado hasta el centro de la gruta y
observaba a todos con gesto... ¡Divertido! Incluso parecía que estaba
realizando una mueca con la boca para burlarse de los presentes.
El esqueleto extendió los brazos, cerrando con fuerza sus descarnados
puños y soltó un gemido de ultratumba.
El brillo de su cuerpo aumento, y eso no fue lo único, ya que su cuerpo
también aumento de tamaño hasta casi tocar el techo de la gigantesca
gruta con la cabeza. El "Pequeño" esqueleto media ahora más de diez
metros de altura.
Los enanos del comando, salieron a la carrera hacia el gigantesco
esqueleto, mientras que Phoenix y Némesis esperaron el envite de los
espectros.
Éste no se hizo esperar, las criaturas espectrales se abalanzaron al mismo
tiempo contra sus dos enemigos que las esperaban en guardia. El
entrechocar de las armas sonaba de forma misteriosas, como el ulular del
viento cuando atraviesa el campo, y como el crujido de los juncos, cada
vez que las armas espectrales golpeaban contra los aceros.
Phoenix no tardó mucho en llevar la iniciativa del combate, ya que pese a
que la criatura era extremadamente rápida, ahora estaba sola frente al
drow, armada simplemente con una espada, y no podía igualarse a la
pericia del asesino con sus dos cimitarras.
Peor lo estaba pasando Némesis, al cual la espada, parecía pesarle cada
vez más, como si de repente la fuerza de sus brazos estuviera
desapareciendo, y el zumbido de su arma, cada vez mayor, se introducía
por sus oídos volviéndole loco.
Némesis gritó por el dolor que le atenazaba la mente y descargó toda su
ira contra el espectro, el cual, interpuso con maestría su espada de fuego
para repeler el ataque. Pero la furia del ladrón era tal, que la hoja carmesí
de Némesis, atravesó el arma espectral de su enemigo y lo partió en dos,
dejando sendas nubes de humo a ambos lados de su hoja.
Los enanos por su parte se afanaban por combatir al gigantesco
esqueleto, el cual descarga descomunales golpes contra ellos con una
gigantesca espada que había sacado de la nada.
330
Los enanos esquivaban las brutales acometidas como conejos evitando
ser pisados por un elefante.
Neida chasqueó su látigo contra la pierna izquierda del esqueleto y una
línea de luz verdosa cruzó el aire hasta alcanzar la tibia del esqueleto, que
cayó cercenada en dos.
- ¡Ahora, Tocho! -gritó Neida a su amigo- atácale la otra pierna.
El enano cargó con su gigantesca porra metálica, y descargó un golpe
descomunal en el pie del esqueleto haciéndolo polvo al instante, y
enviando astillas de huesos en todas direcciones.
El gigantesco esqueleto, privado de apoyo, trastabilló y cayó al suelo con
un golpe seco que hizo retumbar toda la gruta.
Un grito jubiloso sonó entre los enanos que comenzaron a descargar
golpes contra los huesos de la criatura, partiéndolos en pedazos a cada
corte.
Cuando la criatura estuvo deshecha, algo inesperado los cogió a todos
por sorpresa, los globos azules que conformaban los ojos de la criatura
estallaron en un baño de luz azul que cegó a todos los presentes.
Phoenix, cegado por la luz, se movió preocupado hacia la última posición
de su enemigo y asestó un golpe doble con sus cimitarras. Sus sospechas
se vieron confirmadas, cuando escucho con alivio el lamento del
espectro. El brillo azul también había afectado a la maléfica criatura y
Phoenix se había aprovechado de ello para vencerla.
Cuando la luz se disipo, Phoenix no podía dar crédito a sus ojos. El
gigantesco esqueleto se estaba recomponiendo. Los huesos volvían a él
por el aire y se fusionaban unos con otros volviendo a formar la
gigantesca criatura. Mientras que a sus pies, los cegados enanos daban
vueltas intentando orientarse en la oscuridad de sus mentes.
En menos de un minuto el esqueleto estuvo completó de nuevo, y la
espada volvió a su mano atravesando el aire.
- ¡Cuidado! -gritó el drow para avisar a los enanos- ¡apartaos de ahí!
Pero la advertencia llegó tarde, el gigantesco pie del esqueleto, ya
descendía hacia el suelo y aplastó en su recorrido al pobre Tronck, el
enano bárbaro, dejándolo reducido a una mancha sanguinolenta en el
suelo.
331
Phoenix se disponía de nuevo a advertir a las pequeñas criaturas del
peligro, pero lo que vio lo dejo desconcertado y sin habla.
Némesis, recuperado de la ceguera, se había acercado hasta el enano que
estaba más retrasado, y lo había empalado con su espada de parte a parte.
Y no contento con acabar con su vida, se regodeaba manteniendo la hoja
dentro, mientras saboreaba la muerte del pequeño.
Murdok, cayó desplomado al suelo cuando Némesis liberó la espada de
su cuerpo, pero al caer sin vida a los pies de su asesino, no salió ni una
sola gota de sangre de sus venas.
Phoenix, incrédulo no sabía que pensar de lo que estaba viendo, parecía
que Némesis había recuperado todas sus energías, y ahora manejaba la
espada como si ésta estuviera hecha de papel. Se acercó a Neida por la
espalda y trazando un arco con la espada a la altura del pecho sesgó la
cabeza de la enana que cayó varios metros más adelante que su cuerpo
sin vida.
Arles, que acababa de recuperar la visión, miró incrédulo la escena con
los ojos llenos de lagrimas.
- ¿Por que? -preguntó a Némesis sin saber que otra cosa decir- éramos
amigos.
Cuando Némesis se disponía a avanzar hacia él, algo pasó a gran
velocidad junto a su oreja y se clavó profundamente en la garganta del
enano. Arles, sorprendido por el fulminante ataque, cayó de rodillas al
suelo sosteniendo entre las manos la daga asesina.
- Yo ya no tengo amigos -replicó el ladrón al moribundo enano al tiempo
que arrancaba la daga de su cuello y un borbotón de sangre comenzó a
salir por la herida abierta.
Phoenix se acercó andando hasta Némesis, cruzando entre las gigantescas
piernas del esqueleto, que se había mantenido inmóvil observando la
escena desde las alturas con una misteriosa sonrisa dibujada en su
descarnada cara.
Cuando Phoenix llegó a la altura de Némesis, el ladrón le alargó la daga
con su mano.
- Toma -le instó el ladrón sin emoción alguna en la voz- creo que esto es
tuyo.
332
Phoenix recuperó su daga y la limpió en la ropa del moribundo enano,
antes de guardarla de nuevo, en la funda asida a la pantorrilla...
- Impresionante -comentó el asesino sin especificar a que se refería
exactamente- Realmente impresionante.
Némesis observó a Phoenix que continuaba su caminó hacia el exterior
de la gruta y le siguió hacia fuera. Parecía como si el destino le hubiese
atado a su peor enemigo como compañero de viaje. Pero eso ya carecía
de importancia, miró hacia la cueva y observó como el esqueleto, tras
volver a reducir su tamaño, se internó en los túneles por los que él había
venido momentos antes. ¿Que clase de demonio había dejado libre para
adentrarse en los pasillos que llevaban a la ciudad? ¿Conseguiría Cristina
salir con vida? Un cosquilleo le recorrió por la espalda, pero cuando su
espirito sintió la flaqueza que le invadía ante el recuerdo de la única
persona a la que había querido, comenzó a notar una quemazón en los
brazos que últimamente se estaba haciendo bastante constante.
Expulsó los recuerdos de su mente, y el malestar cesó de inmediato. Se
centró únicamente en el presente, en el largo camino que se presentaba
ante a él, y en su nuevo compañero de viaje.
Sobre las arenas del desierto, muy lejos aún de la ciudad enana, la noche
pasaba fría bajo los cascos de los caballos al galope, mientras Cyric,
Rebeca y Tas recorrían el desierto a toda prisa para llegar cuanto antes a
Thorbandin y avisar a sus camaradas del inminente ataque por parte de
Shandra. Rebeca se ajustó el manto al cuerpo a la vez que el kender se
arrimaba más a ella para compartir el calor corporal.
De repente, una voz irrumpió en la mente de Rebeca, como un susurro al
principio que fue ganando intensidad poco a poco hasta convertirse en la
familiar voz de Avalon.
- Tengo poco tiempo -se explicó la voz en la mente de Rebeca- No debéis
ir a Thorbandin todavía. Cuando el sol despunte al alba buscar su guía
al sur para seguirla hasta su templo. Allí buscareis el Códice de la Luz,
con el en vuestro poder tendréis alguna oportunidad para enfrentaos a
los ejércitos que os esperan en vuestro destino.
333
Rebeca frenó el paso de su caballo mientras giraba la mirada hacia ambos
lados, como si se fuese a encontrar con su mentor flotando en el viento.
- Pero maestro ¿donde estáis? -protestó Rebeca- Os necesito, aun no
estoy preparada, y la última vez que use mi magia, casi nos mató a todos.
La voz se repitió en la mente de la joven.
- No desesperes, mi niña -la animó la voz del viejo maestro- los caminos
de la magia son largos y peligrosos. Pero no debes cejar en tu empeño
porque algo te salga mal. Al contrario, debes seguir intentándolo hasta
que logres dominarlo por completo. Recuérdalo, mi pequeña hechicera concluyó el mago- tu lo puedes conseguir todo.
La joven maga asintió sin darse cuenta que estaba hablando con la mente.
- Si, maestro -respondió con seguridad- no cejaré en mi empeño hasta
dominar la magia más poderosa.
La voz del archimago se fue apagando por momentos en la mente de la
joven.
- Un último favor -la pidió Avalon mientras su voz se desvanecía- Cuida
de Cyric por mí...
Rebeca respondió un "si" ahogado por las lagrimas ante la emoción de
haber estado hablando con su maestro. Aunque esta vez había sido
diferente de las anteriores, la forma con la que se había dirigido a ella, no
había sido como la de un maestro a un aprendiz, sino más bien como la
de un mago a otro.
Rebeca azuzó la marcha de su caballo para colocarse a la altura de su
compañero, y le indicó con gestos que redujese la marcha para poder
hablar y explicarle la situación.
Cyric movió la cabeza sorprendido.
- ¿Avalon? -preguntó incrédulo- y por que nos iba a pedir que
buscásemos en el sur la guía del sol, cuando sale por el este.
Rebeca levantó los hombros en señal de desconcierto.
- No lo se, pero ya queda menos para averiguarlo -le respondió al tiempo
que contemplaba como el cielo y la arena hacia el este comenzaban a
teñirse de rojo, preludiando el amanecer.
Varios minutos después el disco dorado comenzó a hacerse visible en el
horizonte enviando sus rayos luminosos hacia todas partes.
334
Cyric, Rebeca y el adormecido Tas, giraron sus cabezas al sur para
intentar encontrar lo que Avalon le había encomendado a Rebeca.
- ¿Que es aquello? -Inquirió Tas a sus compañeros señalando hacia un
punto del sur- parece el resplandor de una moneda de oro. Aunque a esta
distancia, debería ser gigantesca. Vamos a verla, vamos, vamos, antes de
que la perdamos de vista. -exclamó el pequeño, excitado por momentos y
dejando olvidado el sueño que sentía hace unos minutos- Debe tener el
tamaño de un lago para brillar así.... o es que igual es un lago de monedas
de oro... oh, nunca he visto ninguno, aunque una vez escuche una historia
sobre uno que se movía... aaaaahh
El kender dio un gritito de sorpresa cuando el caballo de la maga salió al
galope en pos del de Cyric que ya había tomado la delantera para llegar
al punto en cuestión.
- ¡Hiiiiiiii Haaaaaa! -gritó el pequeño, al reincorporarse sobre la grupa
del caballo, después de haber estado a punto de caerse al suelo- ¡Esto se
pone tan divertido, que creo que me va a gustar! ¡Adelanteeeeeee!
Rebeca, ocultó la sonrisa, encorvada como estaba sobre la grupa del
caballo para alcanzar la máxima velocidad y no perder de vista a Cyric.
Tras casi media hora de galope, lo que al kender le había parecido una
"moneda de oro", se encontraba frente a sus ojos. Llegaron junto a su
destino y desmontaron, para mirar boquiabiertos hacia arriba.
Allí, en medio del desierto, se levantaba frente a ellos una estructura
colosal con forma de sol surgiendo de la arena. La estructura estaba
completamente construida de oro y no tenia ventanales, tan solo una
puerta central hecha del mismo material que permanecía cerrada.
Toda la construcción estaba ricamente tallada con la forma del sol y con
los rayos esculpidos en oro saliendo majestuosamente en todas
direcciones.
Al bajar de los caballos y acercarse a la puerta, contemplaron con
asombro como en la parte superior central de la misma, una especie de
diamante del tamaño de un puño se sostenía en el centro de una cavidad
circular taladrada en el metal, cuya misión sin duda, era dejar pasar la luz
al otro lado.
335
Avanzaron hasta la puerta, y cuando estuvieron junto a ella, una
vibración precedió al sonido chirriante de la apertura, y el portón,
dividiéndose en dos, batió la doble hoja hacia el interior permitiéndoles
la entrada.
Ya se disponían a entrar cuando de nuevo el kender atrajo su atención.
- Eh Mirad -gritaba excitado mientras miraba hacia arriba- ¡el diamante
flota!
El kender tenia razón, el diamante que se encontraba engarzado en el
agujero de la puerta se mantenía a flote después de que las dos puertas se
abrieran.
Cyric agarró el brazo del pequeño cuando éste se disponía a lanzar una
cuerda con un lazo para coger la curiosa piedra.
- Si alguien es tan poderoso como para dejar eso flotando ahí por
perpetuidad, mucho me temo que también tenga poder para protegerlo -le
advirtió Rebeca al pequeño- se de gemas que han llegado a atrapar gente
en su interior.
Tas no cabía en si de gozo al escuchar esto ultimo.
- Guauuu, siempre he querido saber como seria un diamante por dentro gritaba extasiado- quiero entrar, quiero entrar...
Rebeca meneo la cabeza desesperada.
- Pero la mayoría de ellas -se corrigió- simplemente matan a los ladrones
que intentan apoderarse de ellas.
- Pero yo no soy un ladrón -respondió el kender molesto a la joven
mientras la miraba con reproche- yo solo quiero verla... mas de cerca.
Cyric resopló cansado por la terquedad del pequeño.
- Bueno, eso inténtaselo explicar a una piedra asesina -le comentó el elfo
mientras arrastraba al pequeño hacia el interior de la gigantesca salaUna vez dentro la curiosidad del kender cambió de objetivo y salió
corriendo hacia una puerta que se encontraba en el otro extremo mientras
Cyric y Rebeca examinaban la sala.
Era una bóveda semicircular dentro de la gigantesca bóveda exterior. Las
paredes, al igual que la que ya habían visto, estaban hechas de oro, y
poseían grabados a lo largo de todas ellas.
De repente, cuando Rebeca se disponía a examinar los grabados de una
de las paredes, un fuerte chirrido les indicó que algo iba mal.
336
Cambiaron su atención hacia donde se encontraba el kender justo a
tiempo de contemplar como éste, con las manos sobre una especie de sol
en relieve que sobresalía de la puerta cerrada que habían visto al entrar,
les devolvía la mirada risueño.
El chirrido sonó con más fuerza y cuando se quisieron dar cuenta de lo
que ocurría un fuerte golpe les indicó que la puerta de la entrada se había
cerrado.
Justo cuando se disponían a darle la reprimenda al kender, se quedaron
en silencio al ver el espectáculo de luz que se había producido. El agujero
donde se sostenía el diamante, dejaba pasar la luz a través de éste,
reflectándola en todas direcciones con decenas de rayos de colores, los
cuales al llegar a la pared se reflejaban en pequeños espejos disimulados
dentro de los grabados, y devolviéndolos en otra dirección, hasta confluir
en el sol en relieve que el kender había tocado. El cual ahora, iluminado
de todos los colores, emitía un fulgor azulado.
Unos segundos después, la luz azulada salió de la parte trasera del sol,
iluminando completamente la puerta y dejando a la vista una enigmática
escritura que hasta ahora se había mantenido oculta.
Rebeca se acercó para examinar las palabras, pero cuando se disponía a
leerlas desaparecieron de repente. Miró confusa a los lados, y
comprendió que Cyric se había interpuesto entre uno de los rayos del sol.
- Maldito kender -gritó el elfo agarrando al pequeño de la coleta- otra vez
nos has metido en uno de tus líos por andar toqueteándolo todo.
Rebeca miro a ambos entre preocupada y divertida por la escena.
- No le culpes -dijo la maga dirigiéndose a Cyric- al fin y al cabo, si lo
que queremos es examinar este templo, la puerta se habría cerrado tarde o
temprano.
Cyric, soltó la coleta del kender y posó su atención en Rebeca.
- además -continuó la joven- si seguís cortando los haces de luz, jamás
podré examinarlo, así que si podéis alejaros para dejarme trabajar... -les
dijo con aire rimbombanteTas y Cyric se miraron sorprendidos y una sonrisa floreció en la faz del
elfo, mientras tomaba al kender del brazo para alejarse de la puerta.
Se sentaron en el suelo, teniendo cuidado de no cortar ninguno de los
rayos de luz y se quedaron contemplando a Rebeca "trabajar".
337
Al instante, la luz volvió a incidir, y de nuevo la puerta se tiñó de azul
mostrando otra vez la críptica inscripción.
- Parece un lenguaje rúnico antiguo -comentó retórica la maga- de mucho
antes del cataclismo diría yo...
- O lo que es los mismo... -interrumpió Cyric- que no tienes ni idea de lo
que pone.
La maga se ruborizó ante el mordaz comentario del elfo, intentando no
escuchar las risitas del kender, que añadía mas puyas al asunto como
"¿Te dejo unas gafas de colores?" ó "Yo tengo un diccionario del rúnico
antiguo de antes de cataclismo".
Rebeca cerró los ojos y tomando un trocito de papel entre los dedos
índice y corazón se los puso en la frente, intentando alcanzar la
concentración necesaria para el encantamiento.
- Ommni Cogito -recitó en la lengua secreta de la magia al tiempo que
abría los ojos poco a poca a tiempo de ver como el papel que sujetaba
desaparecía en llamas entre los dedos.
Dirigió entonces la vista hacia la puerta y pudo ver claramente lo que
estaba escrito.
- "Tan solo cuando el poder del sol se halle comprometido" -recitó
Rebeca- "la puerta del templo de la luz se abrirá como estaba prometido".
- ¿Y que demonios quiere decir eso? -se quejó Cyric- ahora seguimos
igual que antes.
El kender se levantó de un salto parloteando como era frecuente en él.
- Yo lo se, yo lo se -gritaba emocionado el pequeño- lo que tenemos que
hacer es destruir el sol, aunque no se me ocurre como hacerlo, quizás
podrías volver a lanzar aquel conjuro que casi acaba con nosotros la
ultima vez -le dijo a Rebeca recordando el incidente de las mazmorras
que casi les había costado la vida- aunque claro si se lo lanzas al sol igual
se pone mas brillante y lo que realmente queremos es que se apague. O
bien podríamos esperar a un eclipse... aunque claro, creo que no tenemos
tiempo para eso.
Cyric estaba perdido entre la palabrería del kender, y ya estaba a punto
de mandarle callar, cuando un "¡claro!" de rebeca llamó su atención.
- Pero que tonta eres Rebequilla -se culpó la hechicera- lo tenias delante
de las narices y no lo supiste ver.
338
Tas la miró asombrado, abriendo los ojos como platos.
- ¿Vas a destruir el sol? -exclamó el kender boquiabierto- ¡guauuuu! yo
no me lo quiero perder. ¡Voy a ver estallar el sol!, es lo más emocionante
que he visto. Bueno, sin contar cuando Bahl el señor de la muerte cruzo
hasta nuestro plano y nos perseg...
Rebeca interrumpió al pequeño.
- ¡No!, no voy a destruir el sol -corrigió la maga- tan solo lo voy a
"comprometer un poco".
Cyric y Tas arrugaron la frente confusos ante las enigmáticas palabras de
la hechicera, pero no obstante se quedaron quietos a la espera de las
acciones de Rebeca, la cual, erguida, comenzó a respirar profundamente
para conseguir la concentración necesaria, seguramente para realizar
algún otro encantamiento.
- ¡Dulak! -gritó secamente, apuntando con el índice al diamante por el
que fluían los rayos del solEn respuesta a la magia de rebeca, una esfera oscura se creó al rededor
del diamante expandiéndose a su alrededor hasta alcanzar el metro de
diámetro. Aunque no lograron verlo, pues una vez el hueco estuvo
cubierto por la esfera oscura la estancia se quedo en la más absoluta
oscuridad, negrura que tan solo los ojos del drow y del kender podían
penetrar.
- Lo has conseguido -gritó el elfo al ver desde la oscuridad que los
goznes de la puerta cedían- ¡eres la mejor!
Rebeca no tuvo que esperar mucho tiempo para confirmar las palabras
del elfo, ya que instantes después de sus palabras, un hilo de luz se
empezó a colar por la apertura de la puerta que hasta ahora había
permanecido cerrada.
Cuando la puerta se abrió por completo, se acercaron hasta el limite para
ver el interior de la siguiente estancia, la cual, al igual que la anterior
estaba construida como una semiesfera de oro, con la diferencia que en
esta habitación reposaban tres gigantescas estatuas, una frente a ellos y
otras dos a los lados de la habitación. En la base de cada una de ellas, una
puerta cerrada indicaba que esta vez el camino se ramificaba en tres.
Una estrella dorada rodeada por un círculo, reposaba frente a cada una de
las estatuas.
339
La que ahora estaba frente a ellos, tenía forma humanoide, portando
sendos cetros en las manos y manteniendo los brazos cruzados. Lo más
peculiar era la cara de la estatua, que estaba rematada con la forma de la
cabeza de un águila. La de la derecha era igual a la primera con la
excepción de que ésta tenía la cabeza de toro, y por último la de la
izquierda terminaba en una cabeza de serpiente.
En el techo de la habitación Rebeca pudo ver con claridad otra
inscripción en el mismo lenguaje que la anterior.
- "Varias pruebas aguardan al valiente," -recitó para todos- "grandes salas
repletas de misterios, pasillos que conducen a la muerte, y hasta un tesoro
oculto hace milenios."
- Tesoros -gritó el kender al tiempo que salió corriendo hacia la estatua
de la derecha para verla mas de cerca, ignorando la advertencia de la
inscripción-, eso parece divertido.
Pero cuando el pequeño pasó sobre la estrella dorada grabada en el suelo,
un fulgor brillante subió hacia el techo de la habitación y el kender chocó
contra lo que parecía ser una campo de fuerza.
- ¡No puedo salir! -gritó el kender en vano, porque nada oían Rebeca ni
Cyric de lo que él decía- ¡Sacadme de aquí!
Rebeca se acercó a examinar la estrella mientras tranquilizaba al
pequeño.
- No te preocupes Tas -Intentó tranquilizar al kender- vamos a sacarte de
ahí.
- Yo estoy tranquilo -contestó el kender al escuchar las palabras de
Rebeca- pero esto es muy aburrido.
Rebeca, sin perder mas tiempo, examinó la estrella contigua para
encontrar algún patrón y cuando creyó haber encontrado algo se dirigió al
elfo.
Creo que se como sacar a Tas de ahí, pero me temo que tengas que entrar
tu en esa otra estrella, -le dijo mientras señalaba la de la estatua con
cabeza de águila.
Cyric, sin pensárselo dos veces y confiando ciegamente en Rebeca, se
introdujo en el interior, para un instante después quedar encerrado al
igual que el kender.
340
Por ultimo, ella misma avanzó unos pasos y se introdujo en el tercer
círculo.
Un brillo dorado iluminó la estancia y el pico del águila comenzó a
moverse a la vez que hablaba.
- "El aventurero contestara primero" -graznó con voz aguda la estatua
con cabeza de águila- "la razón veras y mas tarde contestaras" -habló la estatua del toro con
voz ronca- "y al fin usaras la perspicacia para intentar lograr mi gracia" -concluyó
entre siseos la estatua con cabeza de serpiente.
La sala se quedó en silencio un segundo, hasta que las tres voces
corearon a la vez.
- "Y ahora dime aventurero" -preguntaron las tres voces al unísono"¿Quien contestara primero?
Rebeca se disponía a contestar cuando escuchó la voz del kender.
- ¡Yo!, ¡yo!, ¡yo! -gritó el pequeño mientras saltaba excitado- yo soy el
aventurero.
Cyric y Rebeca se llevaron las manos a la cabeza, pero ya era tarde, la
voz de la estatua con cabeza de toro se escuchó con fuerza en toda la
estancia.
- Si un árbol cae en el centro del bosque y no hay nadie cerca para verlo.
-tronó la voz ronca del toro- ¿Que ruido haría el árbol al caer?
El kender se rascó la cabeza dubitativo antes de contestar.
- Bueno, humm, déjame pensar -contestó el pequeño dubitativo- pero
podría haber un ciego en el bosque y escucharlo caer, aunque claro si no
hubiese ningún ciego, como podríamos decir que habría hecho ruido, esta
claro que si nadie lo oye, no se puede demostrar que hace ruido. Aunque
sigo pensando que aunque no puedas ver como cae, no significa que no
vayas a poder oírlo. Podrías estar en casa tranquilamente dándote un
buen baño de burbujas cuando de repente caería el árbol, y como no
caiga encima de la casa no podrías verlo, pero seguro que si lo oirías
caer... aunque claro, si en ese preciso momento tuvieras la cabeza bajo el
agua de la bañera igual no podrías escucharlo caer, pero seguro que
notaríamos la vibración... aunque el notar la vibración no cuenta
¿verdad?
341
La esfinge con forma de toro, con la cara paralizada por la sorpresa ante
la complicada retórica del kender, no dijo nada y volvió a quedar de
nuevo en silencio. Un instante después la puerta de su base se abrió de
par en par dejando a la vista un pasillo. Y a continuación el kender quedó
libre del campo de fuerza que le mantenía preso. Sin duda Tasselhoff
había acertado la pregunta gracias a alguna de las contestaciones
contenidas en su verborrea.
Observó el nuevo pasillo y luego echó un vistazo a sus compañeros, aun
presos por el campo de fuerza. Su primera intención era echar un vistazo
al nuevo corredor, pero los gestos explícitos de sus compañeros le
hicieron cambiar de opinión y se sentó en el suelo a la espera, intentando
vislumbrar el final del nuevo pasillo.
Ahora era la esfinge con cabeza de serpiente la que hablaba entre siseos,
y su voz se hacia eco como miles de víboras a lo largo de toda la
habitación.
- Un día llegó un humano a una isla donde vivían halflings y kenders comenzó a relatar a Rebeca en su peculiar dialecto viperino la estatua con
cabeza de cobra- criaturas cuyo aspecto idéntico los confunde, y cuya
única diferencia radica en que mientras los halflings siempre se atienen a
la verdad, los kenders siempre mienten.
- Resultó que este humano se encontró con tres individuos de la isla y les
preguntó con curiosidad a que raza pertenecían.
- El primero le respondió, -relató la figura- pero con tan mala fortuna,
que por culpa del viento, el humano no llegó a escuchar su respuesta.
- El segundo le contestó: mi compañero te ha dicho que es un halfling.
Yo al igual que él, también soy un halfling.
- A lo cual, el tercero, molesto por el comentario del anterior contestó:
Eso es mentira, aquí el único Halfling que hay soy yo.
- Y ahora tú, extranjero, -concluyó la esfinge- contéstame, ¿A que raza
pertenece cada uno de ellos?
El kender que había oído toda la historia, se levantó de un salto y echó a
correr hacia la esfinge con cabeza de cobra.
- Yo lo se, yo lo se -respondía el pequeño alocado durante la carrera- es
una historia con truco porque los kenders nunca mienten.
342
Rebeca esbozó una sonrisa al ver al jovial kender correteando por la
habitación e imaginando los reproches que estaría echándole a la esfinge
por haber dicho que los kenders siempre mentían.
Rebeca cerró los ojos para aislarse de todo y ordeno sus pensamientos.
Aquello era un problema de lógica, y como tal, ella había sido adiestrada
de esa forma.
Pronto la solución se hizo paso a través de su ordenada mente.
- Es cierto que el primero nada dice -comenzó Rebeca su respuesta- mas
falta no hace para saber lo que dijo, pues tanto si Halfling o Kender
fuera, Halfling siempre hubiera sido su respuesta. Por lo tanto, y aunque
esto nada nos dice de su origen, su compañero nos da la pista definitiva,
ya que al corroborar las palabras de su compañero, nos hace participes de
que el origen de ambos es el mismo, ante lo cual vemos con claridad que
la raza de los dos primeros es la Halfling, y por lo que sin duda ya, el
tercer personaje miente y en su defecto debe de ser un kender.
- Sabias palabras para una mujer de tan corta edad -siseó la estatua al
finalizar el alegato de la maga- mi puerta puedes franquear si lo deseas.
Y dicho esto la puerta bajo los pies de la estatua se abrió de par en par
dando paso a otro corredor. Rebeca observó con curiosidad como sobre
la puerta que daba acceso al nuevo pasillo, se encontraba clavado a la
base de la estatua, un cuadro en el que se podía vislumbrar con claridad
el dibujo de un gigantesco lagarto en pose amenazante.
- ¡Pero esa no era la respuesta! -se quejaba el kender mientras Rebeca
examinaba el curioso cuadro- los kenders no mentimos. Puede que
alguna vez exageremos un poco, pero solo es para hacer las historias más
interesantes.
Rebeca dejó de observar la pintura y fijó su atención en el ofendido
kender.
- Ya lo se, pequeño amigo -le dijo en tono condescendiente- tan solo he
dicho lo que la esfinge quería oír. De lo contrario me habría convertido
en piedra.
Los ojos del kender se abrieron como platos.
343
- ¡Guauuuuuu! me encantaría volver a ser de piedra -se entusiasmó el
pequeño- ¿ya te he contado que una vez fui una estatua de piedra? Fue en
una peligrosa misión en la que Baahl entró en nuestro plano, y tu abuelo
que se había vendido al enemigo nos convirtió en piedra por error....
Bueno o eso nos dijo luego, cuando nos saco de allí cargados en un carro
y diciendo que era un escultor de renombre...
Rebeca suspiró resignada y acarició la cabeza del pequeño.
- Ya sabes que siempre me gusta escuchar tus historias -comentó la joven
maga- pero aun estoy preocupada por Cyric.
Ambos dirigieron sus miradas hacia el elfo, a tiempo de escuchar la
pregunta que ahora le hacía la tercera y ultima esfinge.
- No me ves pero existo, -comenzó a decir con voz aguda la estatua
parlante- no me escuchas pero sabes que estoy ahí, no me puedes tocar
pero sin embargo me sientes, tan solo di mi nombre y desaparezco.
La mente de Cyric retrocedió hasta su infancia, cuando tantas veces había
tenido esa sensación.
- El silencio -respondió el elfo con melancolía recordando sus años
pasados-, nadie lo ve ni lo oye, pero se hace patente cuando te atrapa el
corazón, te ahoga en la garganta y sientes su soledad.
Justo después de que terminaran sus palabras, el campo de fuerza
luminoso que le retenía desapareció y la puerta a los pies de la estatua se
abrió de par en par dejando a la vista un tercer pasillo.
- Puedes cruzar mi puerta joven elfo -clamó la voz aguda de la figura con
forma de pájaro- se libre de andar por mis dominios, y no dejes que el
silencio ahogue tus sentidos.
Cyric se reunió con sus compañeros justo en el momento en que Rebeca
revisaba otro cuadro bajo la estatua con forma de toro. En ese dibujo,
había una extraña criatura con el cuerpo en forma de pavo, y con la cola
rematada en tres plumas multicolores.
- Es un basilisco -informó el kender a la joven- una vez vi uno, aunque
tuve suerte, porque todo aquel que observa uno se convierte en piedra.
Como le sucedió a Arturo Headhell, uno de mis compañeros, se quedó
convertido en una estatua de piedra al verlo... Buf, lo que tuvimos que
pasar para devolverle a su forma normal.
344
Cyric y Rebeca se miraron preocupados. Ambos sabían que el pequeño
kender era por naturaleza un poco exagerado, pero también sabían que
tenia mucha mas experiencia que los dos juntos. Así que decidieron
acercarse a la tercera de las puertas.
Allí observaron con sorpresa, como el cuadro de la estatua con cabeza de
águila no contenía pintura alguna, tan solo el marco rodeando un lienzo
vacío.
- Ni lagartos, ni basiliscos -explicó Rebeca- yo creo que deberíamos
optar por este pasillo.
Tas miro a la maga con sus ojitos brillantes.
- Pero yo quería volver a ver un basilisco -murmuró desilusionado
haciendo pucheros con los carrillos- una habitación vacía no es lo mas
interesante que existe. Corrijo, es lo más aburrido que hay.
Cyric meneó la cabeza sonriente, acostumbrado ya como estaba a los
extraños gustos del pequeño.
- Ni lagartos, ni basiliscos -repitió el elfo en tono agudo satirizando la
voz de la maga en forma de mofa- ni pollos, ni nada de nada.
Las risas de todos relajaron el ambiente durante unos instantes, casi se les
había olvidado lo cerca que habían estado de convertirse en piedra de
haber fallado alguna pregunta.
Sin más dilación, Cyric avanzó con cautela por el pasillo que ahora se
abría ante ellos.
El corredor por el que avanzaba ahora el elfo, se encontraba iluminado
por pebeteros a ambos lados del pasillo, en los que colgaban antorchas de
madera, las cuales curiosamente, parecían no consumirse pese al paso del
tiempo.
Cyric avanzaba lentamente con suma precaución, examinando sin parar
cada tramo de suelo y cada sección de pared. De repente, con una señal
indicó a sus compañeros que se detuvieran. Se puso de rodillas y paso la
palma de la mano suavemente sobre una de las baldosas del suelo que se
encontraban frente a el, al ligero contacto con su piel sonó un ligero
"click" y un instante después decenas de pequeños dardos salieron de la
pared derecha para terminar clavándose en la pared contraria.
Rebeca dio un respingo al observar los dardos volar de un lado a otro,
mas Cyric sin perder la calma recogió uno de ellos.
345
- Veneno -sentenció el elfo llevándose el pequeño dardo a la nariz- y muy
potente diría yo.
Recogió varios más de ellos y envolviéndolos en un trozo de cuero los
introdujo en su mochila.
Sin reparar en la asombrada mirada de la hechicera, sacó una pequeña
cuña de madera de la mochila y la introdujo entre la dos baldosas. En ese
momento, otra andanada de pequeños dardos, esta vez de la pared
contraria, se clavaron en la otra pared.
Avanzó poco a poco repitiendo la misma operación en cada una de las
baldosas hasta que dejaron de salir las pequeñas saetas emponzoñadas de
las paredes y observó también que las piedras dejaron de tener los
pequeños orificios por los que salían los dardos.
Se puso en pie y continuó el camino por el pasillo hasta la puerta de oro
que se vislumbraba al final del mismo. Una vez allí, examinó el marco de
la puerta en busca de trampas y extrayendo la daga investigó la cerradura.
Se trataba de una cerradura sencilla, así que introdujo la daga sin mas,
para girar el mecanismo de apertura de la puerta, pero un sospechoso
"click" le avisó de su error.
Cyric, demasiado confiado ante la supuesta sencillez de la cerradura no
pudo prever que la baldosa que sostenía sus pies podía ceder bajo él. Así
que, sin poder hacer nada, fue arrastrado hacia las oscuras profundidades
del recién abierto agujero.
- ¡Cyric! -gritó la hechicera histérica ante la súbita desaparición del elfo¡Cyric! ¿Estas bien?
Un sonido en el borde del hueco recién abierto, les indicó a Rebeca y Tas
que Cyric aun seguía con vida, pues en el último instante, el elfo había
conseguido clavar su daga entre dos rocas y se había salvado por los
pelos de la mortal caída hacia un fondo incierto.
- ¡Estoy bien!, -respondió el elfo mientras hacia fuerza por alzarse fuera
del pozo- esa maldita puerta casi me la juega.
El kender, una vez que Cyric hubo salido del pozo, bordeó el agujero y se
acercó a la cerradura todo lo que pudo agarrándose a las hendiduras de la
roca.
346
- Justo lo que me temía -murmuró el pequeño kender mientras ponía el
ojo en la cerradura para examinar el interior- la gente de este templo es
muy desconfiada, no solo han colocado una trampa en la cerradura, sino
que hay otra mas en el mecanismo de apertura. Y me parece que no voy a
poder desactivarla...
Cyric observó con vergüenza al pequeño. Había sido tan prepotente, que
no había pensado en que las habilidades del pequeño para con las
cerraduras eran superiores a las suyas. Al fin y al cabo, durante su
instrucción en la academia de asesinos, la apertura de cerraduras siempre
había sido algo secundario.
Observó al kender mover sus pequeños dedos en el interior de la
cerradura manipulando los componentes de la misma.
- Ya esta, -exclamó el kender con jubilo mientras saltaba al otro lado del
pozo sosteniendo un pequeño cordel de pita en la mano que terminaba en
la cerradura- ya esta listo.
- ¿Podemos abrir ya la puerta? -preguntó Cyric asombrado- ¿has
desactivado esa segunda trampa?
El pequeño kender esbozó una sonrisa picara al dirigirse a sus amigos.
- Bueno... Desactivar lo que se dice desactivar... -le empezó a contar el
pequeño- como os he dicho esta en el mecanismo de apertura, por lo que
no puedo desconectarla, pero podemos abrir la puerta tirando de esta
cordel.
Cyric entrecerró los ojos no muy convencido de las palabras del kender.
- Abrir la puerta... y activar la trampa, querrás decir...
Tas presentó una sonrisa jovial en el rostro.
- Bueno si -confirmó el kender- pero lo haremos desde lejos, así que lo
que quiera que sea, no nos alcanzará...
- Teóricamente... -respondió Cyric- ¿Verdad?
- Teóricamente, claro -corroboró el pequeño- siempre hay algún riesgo
con estas trampas de gente tan desconfiada que no te deja andar por sus
templos.... Teóricamente.
Así que los tres, retrocedieron por el pasillo hasta que el cordel de pita
del kender llegó a su fin.
347
- Podías haber comprado una cuerda mas larga -se quejó el elfo al
comprobar que apenas había tres metros de distancia entre la puerta y
ellosEl kender, dirigió una mirada de disculpa al elfo.
- Bueno, es lo mas que pude coger prestado de tu cuerda -contestó el
pequeño elevando los hombros en señal de impotencia- la próxima vez te
cogeré mas. -dijo Tas, dedicándole un guiño a la maga, que tenía la mano
en la boca para evitar la risa.Cyric meneó la cabeza con impotencia.
- Esta bien -asumió al fin tumbándose en el suelo- vamos a ver que
ocurre.
Cuando todos estuvieron tumbados. El pequeño kender dio un tirón al
cordel el cual provocó otro "click" en la puerta que estaban intentando
abrir.
Al principio no sucedió nada, pero era la falsa calma que precede a la
tempestad, porque de repente, la hoja de metal que formaba la puerta,
cayó como empujada por un resorte hacia el lugar donde se habría
encontrado el pequeño de haber activado la trampa cerca de la puerta. El
sonido fue atronador, causando un ligero dolor de oídos a los tres
compañeros que aun se encontraban tumbados en el suelo.
- ¡Guau! -exclamó Tasselhoff mientras aun le pitaban los oídos por el
ruido- a eso le llamó yo una apertura sonada.
Cyric y Rebeca se levantaron sacudiendo la cabeza para recuperar la
audición.
- Que barbaridad -exclamó la maga dirigiéndose a Cyric- si llegas haber
abierto la puerta, te habría lanzado como una pelota hacia el fondo del
pozo.
- Eso, si no me aplasta contra en el suelo -contestó el elfo preocupadovamos a tener que andar con mas precaución por este templo. Parece que
al que lo construyó no le gustaban las visitas de desconocidos.
Una vez recuperados del estruendo producido por la puerta, cruzaron con
cautela por encima de la misma adentrándose en una nueva habitación
circular con otra puerta cerrada en la parte opuesta de donde se
encontraban.
348
Cyric y el pequeño kender examinaron el suelo en busca de nuevas
trampas, y tras verificar la seguridad de las baldosas se adentraron en la
habitación.
Una vez dentro, un sonido a sus espaldas les indicó que de nuevo habían
activado algo, pues con otro nuevo estruendo la puerta volvió a su lugar
sellando la única salida abierta disponible.
- Vaya -comentó el kender metiéndose los índices en sus taponados
oídos- parece que la puerta debía tener algún tipo de detector de peso...
que curioso ¿verdad?
Un suspiro surgió al unísono de Cyric y Rebeca antes de aventurarse en
la nueva habitación.
Esta era como las demás habitaciones, una cúpula circular de oro, con la
excepción de que esta vez, en el centro de la habitación se levantaba un
pequeño púlpito de oro.
Cyric, se acercó lentamente sin perder de vista el suelo, pero cuando se
encontraba a unos tres metros del púlpito una sensación conocida le
recorrió la espina dorsal, la prueba inequívoca de una emboscada, el
aumento de adrenalina que se producía en su cuerpo los instantes
anteriores a un ataque por sorpresa, así que se lanzó hacia la izquierda
para intentar evitar el presunto ataque.
Nada sucedió, a excepción de una erección de los pelos de su nuca, como
si algo hubiera pasado rozándole. Se reincorporó de inmediato y
desenfundando sus armas sesgó el aire con un doble ataque cruzado. Pero
nada ocurrió.
Cyric estaba confundido, el había sentido algo, estaba seguro de que algo
le había atacado, podía sentir su presencia a su alrededor, pero no oía ni
veía nada. ¿Estarían sus sentidos jugándole una mala pasada? Observó a
sus compañeros, y sus caras de asombro le confirmaron que ellos
tampoco estaban viendo nada.
De repente, la ola de adrenalina volvió a arremolinarse en su cuerpo, así
que intento moverse hacia la derecha pero esta vez no lo pudo esquivar y
un escozor sin igual se apoderó de su brazo izquierdo.
Se miró la supuesta herida y su asombro no tuvo límite cuando observó
como cinco regueros de sangre corrían por sendas aberturas en su camisa
que dejaban a la vista otras tantas heridas en su piel.
349
Batió sus armas a la desesperada haciendo círculos a su alrededor, pero
no fue suficiente, pues otra marca como la anterior se abrió en su pecho.
Cyric estaba desquiciado, nadie, ni siquiera un ser invisible como al que
ahora debía estar enfrentándose, podía haber cruzado por delante de su
guardia. Ya se había enfrentado en otra ocasión contra un enemigo oculto
a sus ojos, pero aquella vez pudo oírlo, y vencerle gracias a una de sus
tretas. Lo que le preocupaba a Cyric, es que esta vez, era como si su
enemigo no existiera, tan solo lo percibía a través de su sexto sentido,
pero eso no le servia para poder localizar la posición de su enemigo.
Cyric seguía con su peculiar danza mortal, dando vueltas a su alrededor
mientras giraba sus katanas a una velocidad mortífera, cubriendo todos
sus flancos a la vez, cuando escuchó claramente la voz de Rebeca
invocando sus poderes mágicos.
- Ommni Veridia -invocó la joven a la vez que pasaba una de sus manos
por delante de los ojos.
En ese instante, un brillo azulado tiñó los iris de la hechicera haciendo
visible a su mirada la criatura invisible que atacaba a su compañero,
como una forma brumosa de color azul.
Era como una especie de forma humanoide con los brazos terminados en
garras.
- ¡Esta a tu espalda! -gritó la joven al tiempo que Cyric giró bruscamente
para atacar la posición que ahora le indicaba Rebeca- Pero tus armas le
atraviesan sin causarle daño como si estuviera hecho de aire.
El aviso de la hechicera llego tarde, porque otra herida se abrió en la
parte izquierda del pecho de Cyric. El cual empezaba a preocuparse al
ver que nada podía hacer contra su enemigo.
Cyric reculó hacia el centro de la habitación, con la esperanza de
encontrar algo en el púlpito que le ayudara a combatir a su enemigo.
Dos heridas más, se le abrieron en el costado antes de conseguir llegar
hasta el púlpito, y una vez allí su decepción fue mayúscula al comprobar
que en él, solo rezaba una extraña inscripción grabada en el mismo
lenguaje que las otras que habían visto hasta ahora.
Desesperado, subió al púlpito de un salto y se lanzó al otro lado para
intentar escapar de la invisible criatura que le perseguía.
350
- ¡Esta en el púlpito! -gritó nerviosa Rebeca al ver que los ataques de
Cyric no parecían afectar a la criatura- Puedo intentar lanzar de nuevo el
conjuro de la bola de fuego, creo que esta vez podría dominarla, pero
debes alejarte mas. No quiero que pase lo mismo que la última vez,
cuando casi morimos todos por mi culpa.
Ni siquiera a Cyric le dio tiempo a contestar a Rebeca, pues el ataque del
kender fue fulminante. Con una velocidad inusitada, lanzó su pequeña
daga hacia la posición del elfo, y antes de que Cyric pudiera hacer nada
se quedo clavada a escasos centímetros de éste, suspendida en el aire.
- Mi daga es mágica -exclamó el pequeño- utilízala para vencerle.
Un grito gutural de dolor se extendió a través la habitación como el
sonido de un alma en pena. Y antes de que la criatura pudiera reaccionar,
Cyric se abalanzó hacia la posición del puñal y extrayéndolo del invisible
cuerpo de la criatura, lo clavó una y otra vez en el aire, donde suponía
que aún se encontraba.
Los repetidos gritos de dolor del ente invisible le confirmaron al elfo que
había acertado la posición de su enemigo, y tan solo dejo se apuñalar el
aire cuando cesaron los gritos y Rebeca le informó que la extraña criatura
había desaparecido.
Cyric observó la pequeña hoja que tenia en la mano, no se diferenciaba
mucho de una daga normal, excepto por el acero de su hoja mas brillante
de lo habitual, y la empuñadura labrada con esmero en marfil.
- Me la encontré en una de nuestras aventuras -le explicó al intrigado
elfo- ya ni recuerdo donde, pero seguro que fue alguna arriesgada misión
en la que estuvimos a punto de perder la vida, y donde gracias a mi...
- Se salvaron todos -terminó el elfo con un guiño sujetándose el costado
herido con gesto de dolor- gracias a ti, como ahora. -le agradeció al
pequeño kender al tiempo que le devolvía la pequeña hojaTasselhoff recogió su arma satisfecho.
- No ha sido nada -respondió Tas sin alardeos- vosotros habríais hecho lo
mismo por mi.
Cyric meditó las palabras del pequeño. El kender tenía razón, en el poco
tiempo que conocía al pequeño se había formado un vínculo que nunca
antes había sentido.
351
Alguien como él que nunca había dependido de nadie, se estaba
acostumbrando a tener a su lado a los amigos en los momentos críticos.
Esta era la segunda vez que la intervención de un compañero le salvaba
la vida. Igual eso de trabajar en equipo, no estaba tan mal al fin y al cabo.
Rebeca llamó la atención de sus compañeros.
- Aquí hay otra inscripción -informó Rebeca aun bajo los efectos del
conjuro que le permitía leer la extraña lengua- "Acércame tu destino y yo
abriré tu camino" -leyó para todosCyric y Tas se miraron confundidos sin entender el nuevo acertijo.
- Pero el destino no esta en nuestras manos -exclamó el pequeño kenderpues se va creando según nuestras acciones.
Rebeca sonrió al comprender ahora el significado de la frase tras el
comentario del pequeño.
- De nuevo nos has dado la solución -le confesó la maga al kenderparece que tu ayuda nos va a ser de mas utilidad de lo que había pensado
en un principio.
El kender se disponía a protestar por el comentario, cuando Rebeca posó
su palma abierta sobre el púlpito de oro. Al instante, un ruido atronador
precedió a la apertura de la puerta que les impedía la salida de la
habitación.
- Parece ser -bromeó Cyric al kender- que esta vez el destino, si estaba en
nuestras manos.
- Ya lo sabia -respondió el kender satisfecho por su colaboración- ya
habéis visto que yo lo se todo, creo que me voy a hacer llamar "el
oráculo" a partir de ahora.
Cyric meneó la cabeza incapaz de vencer al kender en ninguna batalla
dialéctica, parecía como si el pequeño tuviera respuestas para todo.
Tras un momento de esparcimiento, los tres se dirigieron hacia la puerta
recién abierta, y una vez allí, Cyric y Tas comenzaron a examinar el
pasillo con detalle.
Habían avanzado hasta la mitad del corredor cuando el kender detuvo a
Cyric.
- Aquí hay algo raro -comentó el pequeño- no veo ninguna trampa, pero
hay algo que no me gusta.
352
Cyric, adelantó la mano y palmeó el tramo de pasillo que se encontraba
frente a ellos.
- Yo no encuentro nada extraño -contestó Cyric convencido- no detecto
ningún peligro.
Tasselhoff se rascó el cogote mientras pensaba.
- No estoy de acuerdo -contestó el pequeño poco convencido- Puedo
sentir que algo no esta bien ahí delante.
Cyric, aunque no veía ninguna trampa, no quiso contradecir las
sensaciones del kender. Lo poco que había visto de él a la hora de
detectar trampas le había impresionado, y no en vano el pequeño era un
superviviente del antiguo grupo de los héroes de Caergoth.
Tasselhoff extrajo una piedra de su honda y la dejo caer un metro mas
adelante. Cuando esta toco el piso y ante los atónitos ojos de los tres
compañeros, el pequeño guijarro desapareció a través del suelo como
atravesándolo.
Cyric, incrédulo, golpeó el suelo comprobando que era sólido y miró al
kender buscando respuestas.
- Es una ilusión -contestó el pequeño- aunque para nuestra mente parezca
real, ahí delante no hay suelo. Créeme, ya he visto antes ilusiones como
esta, parecen reales a todos los sentidos, pero en realidad no son mas que
un engaño de la mente. Tendremos que pasar escalando por la pared si no
seguir a mi piedra en la caída.
Cyric, confuso aun, pero crédulo no obstante a las palabras del kender se
retiró la mochila para extraer los aperos de escalada, y una vez listo, tras
colocarse en la puntera de las botas dos especies de estribos con pinchos
y sacar de su pernera una pequeña daga con forma redondeada y punta
estriada para ayudarle en la escalada, comenzó a clavar en la pared lo
mas alto que pudo alcanzar, unas escarpias de acero rematadas en un aro
circular por las que fue pasando dos vueltas de cuerda a la vez que la
desenrollaba de su espalda.
Avanzaba, despacio y con cautela, asiéndose a su daga de escalada y
fijando bien los pies en las grietas de las rocas, ya que al utilizar el estilo
de cuerda doble, no le permitía la seguridad de sostenerle en caso de
caída, pues de soltársele de la mano el extremo que iba pasando por la
escarpias, era muy probable que la cuerda se desasiese de su recorrido.
353
Esta forma de improvisar un puente era mas arriesgada que la forma
tradicional de escalada que consistía en anudar el extremo de la soga en
la primera escarpia e ir pasándola por las demás hasta llegar al final. Pero
la ventaja de ser mas seguro para aquellos sin experiencia en la escalada
al quedar dos cuerdas de apoyo para cruzar, y el poder recuperar la soga
después de alcanzar el otro lado, le habían convencido para utilizar esta
otra técnica mas arriesgada para él, pero mas segura para su compañera
Rebeca, neófita en el arte de la escalada.
Avanzó metro a metro aferrándose a los resquicios de las piedras con la
daga de escalada y clavando los crampones de sus botas en la roca a cada
paso antes de colocar una nueva escarpia para pasar la cuerda por su
interior.
El kender a su vez, lanzaba piedras al lado de Cyric para comprobar si
por fin existía suelo bajo sus pies. Y tras unos doce metros de recorrido,
el golpeteo de piedra sobre piedra llamó la atención del elfo. Miró hacia
el suelo, y comprobó como el guijarro del kender se mantenía sobre el
suelo. Anudó la cuerda tras la última escarpia para poder soltarse con
seguridad de la pared, cuando llegó al suelo y comprobó la solidez del
piso, clavó una nueva escarpia en él y anudó un nuevo tramo de cuerda
para asegurarla más aún.
Cyric sacó de su mochila una especie de arnés de cuero y lo aseguró con
unas hebillas a la parte exterior de la cuerda que no pasaba por el interior
de las escarpias. Lo lanzó con impulso y gracias a un rodamiento del
arnés éste se deslizo por la cuerda hasta el otro extremo, donde el kender,
conocedor de tal pertrecho, se lo colocó a la hechicera.
Una vez asegurada con el arnés, Rebeca solo tuvo que ir tirando de la
cuerda para ir deslizándose cómodamente por la soga hasta el otro lado
del pasillo. Tasselhoff, más experto en el arte de escalar, se encaramó a la
cuerda y la atravesó braceando con las manos.
Cuando llegaron al otro lado el elfo ya había examinado el resto del
pasillo y se encontraba junto a la puerta de oro sin atreverse a tocarla.
El kender se acercó a la puerta de metal argénteo y examinó la cerradura
con detenimiento.
- Es raro -exclamó el pequeño- muy raro..... Esta puerta no solo no tiene
trampas, sino que ni siquiera esta cerrada.
354
Cyric dio un respingo sorprendido.
- Eso no es posible -contradijo Cyric al pequeño- después de todas las
trampas que hemos pasado es imposible que esta puerta este abierta.
Simplemente, no me fío.
Tas, entrecerró los ojos pensativos.
- Quizás -supuso el kender- los creadores de todas las trampas pensaron
que nadie podría atravesar hasta aquí y no se molestaron en cerrar la
puerta.
- O pensaron que un ladrón bien experimentado podría atravesarlas especuló Rebeca- y dejaron la última protección con algún tipo de sello
mágico. -concluyó mientras acercaba su mano a la cerradura con los ojos
cerrados para concentrarse en las vibraciones mágicas que manaban de
los conjuros.
Un leve erizar en el bello de su brazo la indico que su suposición era
correcta. La puerta estaba protegida por un encantamiento mágico, que
casi con toda seguridad se dispararía al intentar abrirla.
- Hay un sello mágico -concluyó convencida- no puedo saber de que tipo
es sin lanzar el conjuro apropiado de detección, pero puedo sentir la
magia que despide el sello.
Cyric arrugó los labios en señal de desconfianza. Últimamente estaba
empezando a desconfiar de la magia, no en vano había estado a punto de
morir a causa de las artes arcanas.
- ¿Tienes alguna idea de como anular el hechizo? -preguntó el elfo a
Rebeca- no me gustaría morir por culpa de otro encantamiento.
Rebeca ladeó el labio pensativa.
- Bueno en realidad lo que casi nos mata fue una invocación, no un
encantamiento -corrigió la joven maga- pero bueno, creo que eso tiene
poca importancia. Lo cierto es que no conozco ningún conjuro para
anular los efectos mágicos, aunque -recordó Rebeca extrayendo un rollo
de papel de uno de sus saquitos- aún me queda uno de los conjuros que
recogí en la habitación de Avalon.
Rebeca examinó el conjuro y sus ojos se iluminaron por la sorpresa.
- ¡Puedo leerlo! -Exclamó la joven- ¡Lo entiendo! puedo comprender sus
runas.
Cyric y Tas la miraron extrañados.
355
- Como los otros dos ¿no? -preguntaron al unísonoRebeca negó con la cabeza excitada.
- ¡No, no! -exclamó excitada- los otros pergaminos eran demasiado
poderosos para mis conocimientos y lo único que pude hacer fue desatar
el poder contenido en ellos. Pero este es diferente, puedo comprender su
funcionamiento, veo las palabras con claridad y comprendo su uso. explicó mientras desataba su libro de magia asido a la correa que portaba
en la espalda- debo escribirlo en mi libro de magia antes de invocar su
poder y que se desvanezca en el aire, así podré memorizarlo otra vez
cuando lo necesite.
La cara de Cyric era una mascara de desconcierto, no entendía nada, tan
solo miraba absorto como Rebeca se disponía a escribir ahora en su libro,
allí, en medio de un pasillo repleto de trampas.
- ¡¿Pero te vas a poner a estudiar ahora?! -la reprochó Cyric- te recuerdo
que estamos buscando algo que nos ayude para cuando lleguemos a
Thorbandin. Y si no te acuerdas ya, tenemos mucha prisa por llegar.
Rebeca, molesta, levanto la vista de su libro.
- No me desconcentres -respondió seria- necesito de toda mi
concentración. Si yerro en cualquier ínfimo detalle al copiarlo, el conjuro
se perderá y no podré utilizarlo para sacarnos de aquí.
Tas asintió con la cabeza las palabras de la hechicera. Él, mejor que nadie
sabía como funcionaban las reglas de la magia. Cuantas veces había visto
a Júpiter, el abuelo de Rebeca, enfrascado en sus estudios para lograr lo
que ahora se disponía a hacer la joven maga, y en cuantas ocasiones le
había visto fracasar perdiéndose el conjuro original en una nube de
volutas de humo.
- Ommni Compendia -salmodió Rebeca mientras pasaba su mano por
encima del texto mágico para poder interpretarlo con claridad-.
Cyric, se mantuvo en silencio al igual que el kender mientras
contemplaban como Rebeca plasmaba con su pluma finas líneas en
extraños caracteres que desaparecían de su vista al tiempo que los
completaba.
Media hora después, Rebeca dio por finalizada la copia y respiró con más
tranquilidad.
356
- ¡Ya esta! -exclamó victoriosa-, o eso creo... al menos no se ha perdido
el original, como hubiese sucedido si no hubiese estado escrito por mi
maestro, o si lo hubiera trascrito mal al libro de magia.
Cyric, se quedó como estaba, ya que no podía entender, que de haber
sido un pergamino de otro hechicero que no fuese el maestro de la joven
maga, el conjuro se habría desvanecido tanto si lo hubiera escrito bien,
como si no.
- Bueno -intervino Cyric ansioso- ¿podemos continuar entonces?
Rebeca volvió a asegurar el libro en la correa que portaba a la espalda y
se preparó para invocar el poder del pergamino que portaba desplegado
entre las manos.
Tas carraspeó a sus espaldas para llamar la atención.
- Creo que tengo una idea por si lo del conjuro falla -comentó a Rebeca y
a Cyric que lo miraban con interés- ¡observad! -dijo el pequeño mientras
daba un salto hacia atrás y desaparecía tragado por el suelo ante las
sorprendidas miradas de sus compañeros.
- ¡Tas! -gritó Rebeca asustada acercándose al lugar donde el pequeño
había desaparecido- ¿te encuentras bien?
- Si -sonó la respuesta, mientras una mano aparecía de la roca para
aferrarse en el suelo e impulsarse hacia arriba- como veis, me he atado a
la cuerda por la que hemos cruzado para no caer y así mantenerme oculto
bajo el suelo ilusorio. De esa forma si algo sale mal, estaríamos a salvo.
Cyric asintió con la cabeza la brillante idea del pequeño y comenzó a
asegurar a la maga con el arnés de escalada, para después afianzarse él
mismo manteniéndose junto a ella.
Una vez asegurados, Rebeca se encaró hacia la puerta y levantando el
pergamino a la altura de los ojos invocó el poder contenido en él.
Unas chispas de color azul aparecieron alrededor de la puerta al mismo
tiempo que otras de color rojo parecían surgir de su interior,
entremezclándose unas con otras y produciendo pequeños chispazos de
energía al entrechocar. La pequeña batalla mágica se prolongo durante un
par de minutos hasta que las chispas azules se desvanecieron envueltas en
la aureolas creada por las rojas.
- ¡El conjuro ha fallado! -gritó la maga- la magia del sello era demasiado
poderosa para mí.
357
Un fogonazo de luz en la puerta les informó de lo que Rebeca quería
decir, y un instante después una esfera de fuego, extremadamente
familiar para ellos, surgió de la puerta de oro y salió a toda velocidad a lo
largo del pasillo, provocando a su paso un ruido ensordecedor que
desgraciadamente ya conocían.
La cara de Rebeca se llenó de terror ante lo que se les avecinaba y el
kender miraba impresionado como la gigantesca esfera de fuego
avanzaba inexorablemente hacia donde ellos estaban.
Cyric, sin dejarse impresiona por el terrorífico espectáculo, rodeó a
Rebeca con el brazo derecho a la vez que sujetaba al kender con la mano
izquierda y salto hacia el suelo ilusorio.
Inmediatamente fueron tragados por la ilusión de piedra y después de que
la cuerda se tensara provocando un pequeño tirón, quedaron colgando a
unos dos metros por debajo del suelo.
Durante la caída, pudieron sentir el calor sofocante que la esfera en
llamas provocaba a su paso y escucharon como el aterrador sonido
pasaba sobre sus cabezas.
Unos pocos segundos después escucharon una explosión seguida de las
vibraciones provocadas por la onda expansiva.
Cuando todo hubo pasado, Cyric subió a pulso por la cuerda cargando
con Rebeca y seguido de cerca por el pequeño kender.
- ¡Guauuuu! -exclamó el pequeño- ¿Habéis visto el tamaño de esa bola?
Era casi el doble de grande que la de Rebeca. Lastima que no haya
podido verla explotar.
Cyric, aun nervioso, meneó la cabeza sobrepasado por la jovialidad de
Tasselhoff, es que el pequeño kender nunca sentía miedo por nada. No se
explicaba como podía haber sobrevivido tanto tiempo con una curiosidad
como la suya.
Cyric, desató el arnés y tomando a la asustada maga por la cintura se
acercaron a la puerta.
Rebeca acerco temerosa la mano y cerró los ojos intentando apartar el
miedo que sentía para concentrarse en las vibraciones mágicas.
- No siento nada -tartamudeó la joven- pero ya no me atrevo a decir nada
después de ver lo que ha pasado.
358
- Bueno -exclamó el elfo tirando de la puerta hacia si- imagino que nos
tendremos que arriesgar entonces.
Los ojos de Rebeca se abrieron de terror al ver como la puerta giraba
sobre si misma, pero nada sucedió, excepto que dejo a la vista la
habitación contigua, una sala también circular, pero esta vez, en lugar de
estar vacía, estaba repleta de joyas y tesoros por todas partes.
El kender salió a la carrera hacia dentro, pero Cyric lo retuvo cogiéndole
del copete que formaba la coleta.
- ¡Quieto! -instó el elfo- ¡No! ¡Toques! ¡Nada!
El kender intentó zafarse de la presa, pero el férreo agarrón del elfo se lo
impidió.
- Jo -se quejó el pequeño- yo solo quería mirar un poco.
- Ni mirar ni nada -sentenció tajante Cyric- te vas a estar quietecito hasta
que sepamos lo que nos aguarda.
Rebeca observó el interior con detenimiento y cuando encontró lo que
buscaba se internó en la habitación y se dirigió hacia una mesa central en
la que descansaban decenas de libros encuadernados en ricos tomos de
piel engastados con joyas.
En la habitación, había contenida una verdadera fortuna. Montañas de
monedas de oro, muebles de metales preciosos llenos de collares y joyas.
Piedras preciosas en copas de oro sobre mesas de platino y cualquier cosa
que un hombre pudiera imaginar se encontraba allí.
Pero Rebeca no se dejo abrumar por las riquezas y tras examinar los
libros esparcidos por la mesa reparó en un curioso ejemplar semioculto
bajo dos libros enjoyados encuadernados en oro.
Alargó su brazo y lo tomo entre sus manos. Se trataba de un pequeño
libro viejo con las tapas de piel resquebrajadas y rotas por el paso del
tiempo. Tenía las hojas amarillentas y apenas se podía leer el titulo
borrado ya de la piel que cubría la portada.
- Este es el libro de un sacerdote -murmuró rebeca para sí examinando el
pequeño ejemplarCyric se había acercado con el pequeño kender agarrado de los brazos, y
miraba con escepticismo el libro que rebeca sujetaba.
- ¿Estas segura que eso es lo que vinimos a buscar?
359
- Lo cierto es que no -confesó la joven- pero ningún sacerdote usaría un
libro ostentoso para guardar sus plegarias. Este es sin duda el libro de un
clérigo.
Así que sin mas dilación, continuaron su camino abandonando la
habitación a través de una puerta abierta localizada en frente de por
donde habían entrado.
Tras cruzar la puerta se cerró a sus espaldas y observaron otras sala
semiesférica sin más puertas que por la que habían cruzado y un
gigantesco altar con forma de sol al final de la habitación en frente de
donde ellos se encontraban y donde se suponía que debía estar la puerta
de salida.
Un brilló antinatural iluminó el altar al mismo tiempo que una voz grabe
inundaba la estancia.
- "Habéis sido fieles y justos conmigo, y es justo que ahora yo sea fiel
con vosotros" -clamó la voz sin emoción alguna- "Hacedme participe de
vuestro poder y yo participare de mi poder con vosotros"
Al apagarse el eco de las palabras, la parte superior del altar se abrió por
la mitad dejando escapar una luz brillante de color anaranjado del
interior.
Tas, libre del abrazo de Cyric salió corriendo hacia al altar. El elfo al ver
al pequeño salió tras él para evitar que les metiera en algún otro lío.
Cuando alcanzó al pequeño, este ya se encontraba junto al altar miranda
al interior.
- Hey, ¿has visto? -se preguntó el pequeño a si mismo- me apuesto todos
mis saquitos a que esa luz es magia en estado puro.
La luz a la que se refería el kender era una serie de corrientes de luces
anaranjadas que recorrían la parte interior del altar moviéndose de un
lado a otro.
- Voy a probar una cosa -exclamó el pequeño kender, y antes de que
Cyric pudiera hacer nada, Tasselhoff dejó caer su honda al interior del
altarUn fulgor anaranjado estalló en el interior, y las luces naranjas
recorrieron el objeto introduciéndose en su interior y dotando a la honda
de un brillo antinatural, para luego volver a mantener el movimiento
constante del principio.
360
El kender, carente de miedo, como siempre, introdujo la mano y recuperó
la honda.
- ¡Vaya! -exclamó el pequeño- esta fría, pero ciento como una vibración
en su interior.
El kender cargó una piedra en la honda y la disparó para probar el arma.
Cuando el proyectil abandonó la honda, todos, incluso Rebeca
observaron anonadados como la vulgar piedra que había introducido el
kender salió al rojo vivo dejando una estela de humo a su paso.
- ¡Guauuuuuu! ¿Habéis visto eso? -exclamó el pequeño- ahora lanza
piedras en llamas.
Cyric sorprendido, siguió el ejemplo de Tasselhoff e introdujo sus
katanas en el altar.
Otro brilló precedió al movimiento de la luz, y de nuevo, la excitada
corriente naranja se introdujo a través de las hojas de las katanas, hasta
que estas brillaron con el fulgor del fuego.
Momentos después, se volvió apagar y recobró la actividad normal.
Cyric recupero sus armas y las calibró en sus manos. Ciertamente había
algo diferente, era como si las armas pesaran menos, y cada vez que las
movía un cosquilleo le recorría los brazos.
- ¡Vamos Rebeca! -le instó el pequeño Tas- mete tu libro haber que pasa.
La maga poco convencida se acercó al altar para mirar en su interior.
Ahora tan solo una leve luz anaranjada recorría el interior del altar, así
que con delicadeza depositó el libro en el fondo.
El último rayo luminoso brilló en un último fulgor antes de introducirse
en el libro de la hechicera, e iluminar su libro con un brillo dorado
durante un instante, antes de apagarse.
Cuando Rebeca recuperó su libro, la luz del altar se había extinguido y
poco a poco el altar se fue cerrando de nuevo.
Una vez sellado, la forma de sol que había tras el altar comenzó a brillar,
hasta tal punto que todos ellos tuvieron que cerrar los ojos para no quedar
cegados.
Lo último que escucharon antes de que la luz volviera a atenuarse fue:
"Haced buen uso del poder del códice de la luz, no dejéis que la
oscuridad os invada el alma"
361
Cuando los ojos de todos ellos se acostumbraron a la nueva luz
descubrieron con asombro que ya no se encontraban dentro del templo.
Es mas, el templo no se veía por ninguna parte. Lo único que había a su
alrededor eran los dos caballos con los que habían llegado hasta allí.
Así que sin más dilación, subieron a sus monturas y pusieron rumbo a
Thorbandin, pero esta vez acompañados con el poder de la luz para
luchar a su lado contra las oscuras criaturas de las tinieblas que les
aguardaban en el destino.
- ¡Mirad! -exclamó Rebeca jubilosa antes de partir- hay varios conjuros
nuevos inscritos en mi libro de magia. Ahora si que nada podrá
detenernos.... ¡Adelante! -gritó instigando a su caballo y avanzando al
galope hacia la dirección que seguía el sol.... hacia Thorbandin.
Bajo las profundidades de la tierra, a cientos de metros por debajo de las
puertas del éste de Thorbandin, el jefe de la guardia asignado para
proteger el mecanismo de apertura bromeaba con sus subordinados.
- ... y Reorx dejará su partida de dados y bajará del cielo para ayudarnos bromeó el sargento con lo que era el pasatiempos favorito de sus dios, e
incluso era tan aficionado a los dados, rezaba la leyenda, que incluso
llegó a perder la gema gris del poder, en una de ellas- y que se prepare
nuestro enemigo, de enfrentarse a nuestro dios después de dejar una
partida a medias.
Las risas de sus camaradas se extendieron por la habitación como un
bálsamo relajante, algo que agradeció el sargento, porque sabia de sobra
que el aburrimiento, era el peor enemigo de los soldados.
- ¿Y realmente que hacemos aquí sargento? -preguntó uno de los
subordinados a su superiorEl enano con mayor rango se atusó la barba pensativo antes de contestar.
- Nuestra misión es muy importante -motivó a sus hombres- somos la
ultima línea de defensa entre el exterior y la ciudad. Si nuestra posición
cae, nada impedirá a los ejércitos de nuestro enemigo pasar por encima
de nuestra ciudad.
Los enanos de la brigada aferraron con fuerza sus hachas hasta que los
nudillos se les pusieron blancos por la presión.
362
- ¡No pasaran! -gritó uno de los enanos, al que corearon sus compañeros¡NO PASARAN!
Las horas se sucedían lentamente sin que nada pasara, ningún cambio,
ninguna novedad, ninguna noticia. Hasta que el vigía que se encontraba
en la habitación contigua, la que el suelo había cedido al intentar abrir la
puerta sin desactivar la trampa y que había vuelto a su posición normal a
continuación, hizo callar a sus compañeros.
- He oído algo -anunció al resto- como unos pasos avanzando por el
pasillo.
La respuesta no se hizo esperar, del recodo del túnel, surgió un fulgor
blanco precediendo la aparición de su enemigo.
Un pequeño esqueleto, que emitía un brillo blanquecino de sus
descarnados huesos, avanzaba veloz a través del túnel dirigiéndose
directamente hacia donde se encontraban los enanos.
- ¡Preparaos! -gritó el sargento a sus hombres- vamos a convertir en
astillas a ese saco de huesos.
- ¡Por Reorx! -gritaron todos al unísono, cargando contra pequeña
criatura, que se encontraba en el centro de la habitación que precedía a la
estancia de la maquina.
Una espada en llamas surgió de la nada en la mano del esqueleto y sonrió
con desdén a la veintena de atacantes que se empujaban por llegar hasta
él.
El esqueleto alzó su arma y atacó con una estocada central al enano más
cercano, pero el arco del arma se detuvo a la mitad del recorrido y el
fulgor azul de sus ojos se apagó de repente.
Los enanos llegaron hasta él y comenzaron a descargar sus hachas contra
el esqueleto de apenas metro y medio. Las astillas de huesos partidas,
volaban por todas partes de la habitación, y en menos de cinco minutos el
esqueleto quedo reducido a un amasijo de huesos dispersados.
Los enanos corearon con sorna su victoria. Aquellas criaturas del averno
no tenían nada que hacer contra los poderosos guerreros enanos. Con
ellos allí, la puerta estaba a salvo...
363
Al otro lado de las puertas de Thorbandin, Shandra estaba sentada sobre
la arena, en el centro de una estrella de cinco puntas que había dibujado
con un líquido viscoso de color negro, y que después había rodeado con
un círculo lleno de inscripciones al rededor de la estrella.
La mujer tenía los ojos perdidos en el horizonte y gesticulaba con las
manos mientras murmuraba cosas entre dientes.
Una voz sonó en su mente rompiendo su concentración.
- ¡Shandra! -tronó con fuerza la voz de su maestro dentro de su cabeza¿Tienes ya la piedra lunar?
La sacerdotisa oscura sintió una arcada al perder la profunda
concentración en la que estaba sumida, y colocó los brazos en la arena a
ambos lados para recuperarse del mareo que sentía.
- ¿Señor? -contestó Shandra aun mareada- estoy a punto de entrar en al
ciudad enana, y puedo asegurarte que antes de que amanezca tendré esa
maldita piedra en una mano, y la cabeza de la portadora en la otra.
- No me vuelvas a fallar -la amenazó la voz de su mente- No querría
nombrar otro nuevo general.
Shandra se levantó dentro de la estrella pintada y dirigió su mirada hacia
las alturas.
- La piedra será mía -aseguró la sacerdotisa oscura- y la ciudad enana
será reducida a polvo.
- Mas te vale -sonó la voz en su mente apagándose como el eco en una
montaña- mas te vale.
Shandra se volvió a sentar en la posición de concentración, con las
piernas cruzadas sobre sus rodillas, cerró los ojos, y volvió a perderse en
el interior de su mente. Al momento, volvieron las imágenes, y el sonido
del ulular del viento del desierto se mezcló con los sonidos de túneles y
voces enanas. Allí estaba de nuevo, veía a los enanos jactarse de la
victoria desde su posición a ras del suelo, y sentía como su cuerpo estaba
incompleto y carente de movilidad.
Concentró su mente y empezó a sentir como su cuerpo volvía a reunirse.
Pronto los enanos se tragarían sus risas y temblarían al conocer su
verdadero poder...
364
Centenares de metros por debajo de Shandra, los enanos coreaban con
júbilo la pequeña victoria contra el esqueleto brindando con aguardiente
enanil. Cualquier pequeña batalla, después de las largas horas de
inactividad, bien se merecía un brindis.
De lo que no eran conscientes los valientes enanos, era que los huesos
esparcidos por la habitación contigua habían comenzado a reunirse, y las
vacías cuencas oculares de la cabeza volvían a brillar con un intenso
fulgor azul.
En breves instantes el esqueleto estuvo rehecho y en pie, momento en el
que se dirigió, espada flamígera en mano, hacia la habitación donde se
encontraban los enanos protegiendo el mecanismo de apertura.
- ¡Otro esq... -es lo único que consiguió decir el primer enano que lo vio,
antes de que la espada de fuego del esqueleto lo partiera por la mitad, y
dejara su cuerpo dividido y humeante sobre el suelo de la habitación-.
Los enanos, sorprendidos, recogieron sus armas y se dirigieron hacia la
nueva amenaza. Lo que desconocían, era que este no era otro esqueleto,
sino el mismo, recompuesto.
La lucha era un infierno, los enanos caían despedazados a los pies del
engendro que dedicaba muecas de desprecio ante sus atacantes mientras
manejaba la espada en llamas con suma maestría, partiendo en su
camino, tanto las armas de sus adversarios en un intento fútil de detener
el envite, como las armaduras y los cuerpos, que caían al suelo en
pedazos con las heridas ya cauterizadas.
Mientras tanto, los ataques enanos en la criatura no parecían causarle
ningún daño, ya que cada vez que conseguían serrar alguno de sus
huesos, éste volvía milagrosamente a unirse en el lugar indicado como si
nada hubiera pasado.
Pronto la escena se volvió aterradora, y el suelo se alfombró con los
restos de los desmembrados cadáveres enanos. El sargento, con un brazo
cortado a la altura del hombro, aun seguía luchando contra la diabólica
criatura, la cual, hacia caso omiso de sus ataques, como un elefante ante
el picotazo de un mosquito, y seguía con su danza de muerte y fuego
entre los aterrorizados enanos. Tan solo quedaban dos enanos vivos ya,
aparte del sargento, que se afanaba por combatir en vano a la satánica
criatura.
365
- ¡Huid! -ordenó el sargento a los únicos dos hombres que quedaban con
vida- yo cubriré vuestra huida. Alguien tiene que avisar al gran thane que
la ciudad esta en peligro.
Los dos enanos se miraron durante un momento, y un instante después
salieron a la carrera hacia el túnel.
El esqueleto se dio la vuelta, y un chorro de energía azul salió de sus ojos
para impactar contra los huidizos enanos cuando estaban a punto de
doblar el recodo del pasillo. Un grito de dolor resonó en el túnel y los
pequeños guerreros cayeron al suelo entre quejidos agónicos.
El esqueleto volvió su mirada al sargento, y comprobó satisfecho su
desesperación en la mirada. Una voz de mujer surgió de las descarnadas
mandíbulas.
- Tu muerte será en vano, -anunció en un tono carente de emoción-, pero
no sufras, pronto se reunirá contigo el resto de tu pueblo.
El esqueleto clavó su espada de llamas en el pecho del enano, y la
mantuvo allí, hasta que el brillo en los ojos del guerrero se desvaneció al
abandonarle la vida.
Lo ultimo que escuchó el valeroso guerrero, fue la risa de la infernal
criatura repitiéndose como un eco entre las paredes de habitación.
Lo que el sargento ya no pudo escuchar, fue el atronador sonido de la
cadena en su avance hacia las entrañas de la tierra. Ni como, después de
terminar su periplo, una fulminante explosión destruyó la estancia, al
estallar el esqueleto con una gigantesca onda de energía azul.
Las carcajadas de los túneles se corearon en la superficie cuando las
gigantescas puertas de Thorbandin se abrieron de par en par para permitir
el paso del ejército invasor.
Shandra se levantó de la arena y de un puntapié desdibujó la estrella del
suelo, para dirigirse junto a sus tres espectros hacia la entrada, que ya
había sido tomada por sus huestes infernales, dando cuenta de la pequeña
guarnición de enanos que se encontraba al otro lado.
Su plan se estaba cumpliendo, ya solo tenía que arrasar la maldita ciudad
y recoger la piedra lunar de la mano muerta de la sacerdotisa de
Mishakal. "Arggg", escupió al suelo solo de recordar el repugnante
nombre de la diosa del bien.
366
En ese mismo momento, bajo las montañas, en la ciudad enana de
Thorbandin, las calles de la urbe bullían de actividad.
Hacía unas horas, el gran thane había comunicado a todos los ciudadanos
de Thorbandin, que todos los enanos aptos para la lucha, eran requeridos
para unirse a las milicias de la ciudad.
Centenares de enanos se habían acercado a las afueras de la ciudad para
presentarse a filas.
Erin el Rojo pasaba revista a los enanos para alistar a los más aptos, e iba
separando a estos según sus aptitudes con las armas.
Tras un par de horas de revista, mas de tres centenares de enanos
engrosaban las filas de las milicias separados en dos grupos, unos,
diestros con el hacha y los otros, mas familiarizados con el uso del
martillo.
Erin promocionó al rango de sargentos a la decena de supervivientes de
las fuerzas especiales y dividió a la milicia en diez grupos que puso al
mando de cada uno de ellos.
Los supervivientes de la antigua infantería recibieron el rango de cabos, y
tras hacerles entrega de poderosas armas mágicas sacadas del arsenal de
la ciudad, fueron repartidos entre los diez escuadrones.
Erin, dejó de moverse y se dirigió a las filas de enanos.
- Theodor liderará la facción azul de las tropas -informó Erin al
comandante, que ya estaba tan familiarizado en el uso del martillo de
guerra, como en dirigir hombres armados con ellos- por su parte, Thorfin
hará lo mismo con la facción roja. -refiriéndose ahora a los hombres
armados con hachas- Todos los soldados deberán recoger sus armas indicó el capitán general señalando la zona montada para tal efecto en las
afueras de la ciudad- Por lo demás, me he permitido traeros unos regalos
en honor a vuestro valor -concluyó chasqueando los dedos, al tiempo que
dos enanos le acercaron un par de cojines tapados con una corta tela de
color rojo.
Los ojos de los comandantes se desorbitaron, cuando al retirar las telas
observaron lo que ocultaban. Eran las dos armas más perfectas que
habían visto.
367
Un gigantesco martillo de mithril, brillaba con un fulgor azulado que
pulsaba con un siseo en uno de los cojines, mientras que en el otro, una
gigantesca hacha desprendía un aura de energía de color anaranjado.
- Estas armas son "La ira de Reorx" -explicó Erin a los presentesforjadas por el mismísimo Reorx en el albor de los tiempos, estas armas
han estado guardadas a la espera de tiempos más oscuros en los que haría
falta la intervención divina. Y solo los enanos más valientes pueden
empuñarlas, pues utilizan la fuerza vital de su portador para defender la
causa de Reorx.
Theodor y Thorfin recogieron sus nuevas armas, y al instante sintieron un
cosquilleo que les recorrió desde el brazo hasta el corazón, como si las
armas estuvieran evaluando a sus nuevos dueños para ver si eran dignos.
Una sensación de poder les recorrió el espíritu, y no pudieron contener un
grito de júbilo alzando las armas sobre sus cabezas.
- ¡Por Reorx! -gritaron al unísono los dos comandantes- ¡Por la victoria!
- ¡Por Reorx! -corearon las tropas, alzando sus propias armas en
respuesta- ¡Por la victoria!
Erin volvió a elevar los brazos para atraer la atención hacía él.
- Nuestra causa es justa -proclamó- y ¡Venceremos!
Un murmullo entre las tropas desconcertó al gran general que siguió las
miradas de sus hombres a su espalda.
Agudizó la vista y por fin lo contempló, un enano moribundo se
arrastraba por el último tramo de escaleras que llevaban a la ciudad.
Había descendido un centenar de metros de escaleras para llegar hasta
allí, y lo había hecho sobre su vientre.
Erin corrió hacia el guerrero acompañado por sus dos comandantes de
campo.
- Ha caído... -murmuró el enano con sus ultimas fuerzas- ...la puerta... ha
caído.
Erin tomo de la axila al enano para reincorporarlo, pero ya era tarde, el
joven solo se había mantenido con vida hasta el momento de entregar su
importante mensaje. Otro heroico gesto para una raza heroica.
Erin visiblemente afectado, entregó el cadáver de su camarada a uno de
los tenientes y le dio instrucciones de llevarlo al templo de Reorx.
368
- ¡La batalla por la defensa de la ciudad se aproxima! -anunció a sus
tropas- y aunque nos superen en número, tendrán que bajar por ahí explicó apuntando con el dedo a las interminables escaleras- así que
cuando lleguen abajo... les estaremos esperando.
- Mi señor -intervino Theodor a voz en cuello para que solo lo escuchara
su superior- pero que ocurrirá si dan un rodeo y atacan por la entrada
norte.
Erin gesticuló una sonrisa picara a su comandante.
- Todo esta previsto -respondió enigmático el capitán general guiñándole
un ojo a Theodor- si se les ocurre dar un rodeó, cosa que dudo en esas
descerebradas criaturas, se arrepentirán.
Mientras tanto, las tropas de Shandra avanzaban con estrépito por los
túneles de Thorbandin, golpeando con sus descarnados pies el suelo de
piedra de los pasillos.
Tras varias horas de marcha Shandra ordeno parar a sus tropas.
- ¡Shmortis! -susurró dirigiéndose a uno de los espectros en su propia
lengua- Noath slimn necra glorim tahs.
- ¡Phmentis! -volvió a susurrar a otro de sus tres espectros- Yoht dandar
oastk necra tahs.
Ambos espectros sisearon una respuesta ininteligible, tras la cual, uno de
ellos, acompañado por una veintena de esqueletos, tomó el túnel que
giraba hacia la izquierda, mientras que el otro, siguió hacia adelante,
hacia el pasillo que descendía dentro de las entrañas de la tierra,
acompañado por mas de un centenar de muertos vivientes.
Shandra sonrió al ver partir a sus tropas, y junto con el resto de su
numeroso ejercito de muertos viviente, tomó la derivación hacia la
derecha, aquella que la llevaría directamente a la entrada principal de
Thorbandin.
Por los oscuros pasillos de Thorbandin, avanzaban entre tinieblas las
silenciosas tropas de Shandra al mando de Shmortis, uno de los espectros
servidores de la sacerdotisa oscura.
369
El espectro miraba desde las profundidades de sus ojos vacíos el
panorama ante él. Habían llegado hasta el final del túnel, y al otro lado de
la apertura, una planicie de tierra daba acceso a la ciudad de los enanos.
Y el camino estaba desierto, tal como había pensado su señora.
Lanzó un grito estridente que habría helado las almas de los mortales
presentes de haberlos habido, y las filas de esqueletos y necrófagos
avanzaron a la carga delante de él.
Shmortis avanzaba a lomos de su corcel tenebroso saboreando el triunfo
de la victoria, cuando descubrió que había sido víctima de una
emboscada.
Las primeras líneas de esqueletos habían caído en una zanja alargada, de
unos dos metros de profundidad por tres metros de ancho, perfectamente
camuflada en la orografía del terreno.
Y por si eso no fuera poco, del otro lado de la zanja, habían aparecido
como por arte de magia, al rededor de un centenar de enanos preparados
por el combate.
En realidad, se habían mantenido ocultos bajo mantas marrones cubiertas
de tierra, esperando que el enemigo cayera en la trampa. Y ahora, estaban
listos para la lucha, con la sorpresa a su favor.
El primer enano en dar la orden fue Brock Boca Sucia, el comandante de
las dos tropas,
Los zapadores de la Zanja Sangrienta al mando de Dorhan Pico de Acero
y los bombarderos de la Venganza de Fuego a las ordenes de Ralf Cabeza
Buque, el medio Gnomo.
A Brock, personalmente, le gustaba más llamar a sus tropas, el ejercito de
la Zanja y Venganza, tal y como iba a quedar demostrado ahora.
- ¡Dorham! -ordenó el comandante- que tus hombres no dejen pasar ni a
un solo esqueleto, quiero una línea de enanos mas fuerte que el
encadenado de una cota de mallas.
El capitán Dorham asintió con la cabeza al tiempo que repartía
instrucciones entre sus hombres.
- ¡Ralf! -se dirigió Brock al otro capitán bajo su mando- ¡Ahora!
370
Ralf se descolgó una especie de embudo de metal de la espalda,
conectado a la mochila de acero que llevaba, por una especie de
manguera de algún material flexible como el cuero. Sus hombres a lo
largo de la línea, al verle, lo imitaron.
Todos a una, sacaron una pequeña cajita de metal de un bolsillo y se
mantuvieron a la espera con el embudo en una mano y la extraña cajita
en la otra.
Mientras tanto, los esqueletos iban cayendo en la trinchera pisando las
cabezas de sus camarada caídos intentando alcanzar el otro lado de la
zanja.
Cuando el primer esqueleto llegó con la mano a la parte alta de la zanja,
la voz del capitán sonó en toda la planicie dando la orden a la división de
la Venganza de Fuego.
- ¡Fritanga! -gritó Ralf Cabeza Buque a sus hombres mientras pulsaba el
botón de la pequeña caja metálica- ¡Que no quede ninguno!
Un instante después, todos los enanos de la división de Ralf pulsaron sus
respectivas cajitas, y una pequeña llama brotó de las mismas. Al
acercarlo al embudo, una llamarada infernal brotó de los mismos, como
el aliento de un dragón rojo, y llenó la zanja de fuego.
Los esqueletos crepitaban al contacto con el fuego, y sus huesos se
calcinaban en cenizas en el interior de zanja mortal, saltando chispas de
fuego en todas direcciones como en un espectáculo de fuegos de artificio.
Un grito de ultratumba frenó a la horda de esqueletos que aun se
lanzaban a la muerte en llamas por alcanzar el otro lado, y durante un
instante solo se escucho el crepitar de las llamas, incinerando a los
enemigos de los enanos.
- ¡Alto el fuego! -gritó Ralf cuando vio que el enemigo había dejado de
avanzar- No debemos malgastar nuestras llamas.
Al unísono todos los enanos tiraron de una palanquita en el embudo, y el
chorro de llamas cesó de inmediato.
Apenas podían ver lo que sucedía al otro lado a causa de las llamas, pero
alcanzaban a ver que el enemigo se había detenido.
Un ulular les puso sobre aviso y un instante después, decenas de sombras
comenzaron a atravesar las llamas flotando para extender el terror entre
las filas de enanos...
371
Pero esta vez ya estaban preparados y el ataque no les cogió por sorpresa,
más bien se lo esperaban, y en cuanto la primera sombra apareció a
través de las llamas, todos los enanos de la división Venganza de Fuego
retrocedieron un paso, para que sus compañeros, los zapadores de la
Zanja Sangrienta, cerrasen filas delante de ellos.
Cuando las sombras llegaron al otro lado de la zanja, se encontraron con
una fila de enanos inescrutable preparados para el ataque.
Las sombras atacaron confiadas, pero la sorpresa se trasmitió a través de
sus lamentos, cuando descubrieron el contacto de las armas encantadas
de los enanos. Los martillos pico de los zapadores estaban bendecidos
por la gracia de Reorx, y pronto no quedó ninguna sombra a excepción
de las que proyectaban las llamas en las filas de enanos. Y antes de que el
enemigo se enterara del destino de su avanzadilla, una voz entre las filas
enanas les avanzó el destino de la batalla.
- ¡Venganza de Fuego! -gritó de nuevo Ralf abriendo un saco colgado a
su costado y extrayendo una botella con un trozo de tela como tapón y
con la punta hacía fuera- ¡Lluvia de Fuego!
Todos los enanos ejecutaron el mismo movimiento que su jefe y
pulsando la pequeña cajita metálica una vez más, aplicaron la llama al
trozo de tela que sobresalía de la botella.
Cuando prendió la tela, todos a una, trazaron un arco con los brazos y
arrojaron las botellas por encima de la zanja hasta el otro lado. Y antes de
que alcanzaran el suelo, otra andanada surcó el aire en la misma
dirección.
Cuando cayeron al otro lado, entre las filas de enemigos, el efecto fue
caótico. Decenas de focos de fuego se extendieron entre el mermado
ejercito invasor, y antes de que el espectro que los lideraba pudiera
reaccionar, otra avalancha de fuego se les vino encima, y después otra, y
otra mas.
El ejército invasor ardía por decenas de lugares y los muertos vivientes se
consumían en llamas incendiando a sus propios compañeros y
propagando el fuego sin control.
Cuando el espectro se disponía a dar la orden de retirarse al interior de
los túneles, otra orden en el ejército de enanos se le adelantó.
- ¡Fase dos! -Gritó Brock Boca Sucia- ¡Rápido!
372
Como las piezas de una perfecta maquinaria, los enanos del ejército de
Ralf levantaron del suelo unas finas planchas de hierro y las arrastraron
hasta las zanja, que aunque aun seguía ardiendo, la intensidad se había
reducido considerablemente.
Cuando las planchas estuvieron extendidas sobre la zanja, la voz del
Brock se elevó en el aire.
- ¡A por ellos! -ordenó Dorhan, el capitán de los zapadores- ¡Que no
quede ninguno!
Como una tromba, todos los zapadores con su capitán a la cabeza,
atravesaron la zanja por encima de las planchas de hierro y cargaron
contra el desorientado ejército de muertos vivientes.
La lucha fue breve, las reducidas fuerzas enemigas no presentaron batalla
para un grupo de enanos enardecidos por la lucha. Ni siquiera el espectro
salió impune de la liza, una decena de enanos lo rodearon, y tras acabar
con su corcel sombrío, le llego su turno y lo atacaron hasta que se
desvaneció en una grisácea voluta de humo.
- ¡Victoria! -clamó Dorhan elevando los brazos hacia el techo de la gruta
en agradecimiento a su dios- ¡Por la gloria de Reorx!
Todos los enanos presentes se unieron al júbilo con un clamor que
retumbó a través de toda la ciudad de Thorbandin.
En el exterior, al pie de la montaña, Rebeca observó atónita la macabra, y
al mismo tiempo extraña, visión que se encontraba frente a ella. La arena
que tenía delante, estaba teñida con la sangre de los enanos, derramada
en la lucha por la defensa de la ciudad. Pero lo que a la joven maga la
tenía confundida, era la ausencia de cadáveres sobre las sangrientas
arenas. Un escalofrío le provocó que se erizara el vello de los brazos y
horribles ideas le vinieron a la cabeza, imaginando a un ejército invasor
comiéndose los cadáveres enemigos.
Las imágenes de su mente la provocaron una arcada y pensó en otra cosa
para quitarse el malestar del cuerpo. Miró a Cyric buscando respuestas,
pero comprobó en su semblante que estaba tan perplejo como ella.
- Será mejor que entremos -sentenció el elfo algo nervioso- este lugar me
da mala espina.
373
Al adentrarse en el interior, les asaltó un horrible olor a podrido que
parecía rezumar por todas partes, obligándoles a aguantar la respiración
hasta que los pulmones necesitaron del vital oxigeno.
- Aquí huele raro -comentó el kender con voz nasal, al mantener pinzada
la nariz entre los dedos- como cuando se te olvida que llevas comida en
la mochila y lo descubres a los dos meses.
Cyric, abrumado por el apestoso hedor, tomó de la solapa al kender y tiró
de él hacia el interior de la cueva.
Rebeca, tras ellos, trastabillo a causa de la oscuridad reinante al
tropezarse con algo que había en el suelo.
- Shirak -susurró en el secreto lenguaje de la magia, y un instante
después, un globo de luz se creó sobre la palma de su mano iluminándolo
todo-.
Miró lo que la había hecho perder el equilibrio y contempló asombrada
que se trataba de un enano herido, apoyado contra la pared.
El enano al verse descubierto, intentó alcanzar su hacha, pero al
enarbolarla para atacar, se quedó sin fuerzas y volvió a caer al suelo.
- No me tendréis sin lucha -exclamó el enano furioso- te arrastrare
conmigo al abismo.
Rebeca, sorprendida al tiempo que asustada, no sabía que hacer.
- Pe... Pero... -tartamudeó Rebeca al fin- yo no quiero hacerte daño,
venimos a ayudaros.
El enano ajustó su borrosa visión, causada por la sangre que le recorría
sobre los párpados, y enfocó a la maga. Al comprobar que no era su
odiada enemiga, dejó caer el hacha a un lado.
- Fue terrorífico, horrible, una matanza -explicó apresuradamente el
enano- mi gente está en peligro, van a atacar Thorbandin, y son
demasiados.
Rebeca limpió la herida de la cabeza del enano con un paño húmedo.
- No te preocupes -intentó tranquilizarle- nosotros vamos hacia allí.
Avisaremos a tu gente del ataque y les ofreceremos nuestra ayuda.
El enano cabeceó nervioso.
374
- No hay tiempo -exclamó mientras se reincorporaba asiéndose a la
pared- Ellos nos llevan la delantera. La única forma de llegar antes que
ellos sin que nos vean, es siguiendo los túneles secretos que se esconden
tras esta pared -señaló el enano palmeando la roca-.
Cyric, examinó la roca golpeándola con la empuñadura de su daga y no
vio nada que le indicara que tras ella hubiera un pasadizo.
- Esta ahí -respondió el enano a la muda pregunta del elfo- lo se, puedo
sentirlo detrás de la roca.
El elfo siguió examinando la pared y de pronto cayó en la cuenta de su
error, le dedicó una sonrisa de complicidad a Rebeca y se puso de
rodillas para tantear la pared.
Cyric, había pasado por "alto" que estaba buscando una puerta secreta
para un enano.
- Ya esta -exclamó al tiempo que un "clank" metálico confirmaba sus
palabras, y una sección de roca se metía hacia dentro de la pared.
El enano se introdujo por la abertura tambaleándose, a causa del fuerte
golpe que tenía en la cabeza, pero no parecía amedrentarlo el hecho de
estar herido pues avanzaba con determinación. Tras él, Cyric, Tas y
Rebeca gatearon por la abertura hasta alcanzar el pasillo paralelo.
- El tiempo apremia -insistió el enano acelerando el paso- debemos
darnos prisa, este camino nos llevara a la entrada secreta de la ciudad en
la zona sur, hemos de llegar cuanto antes y avisarles del peligro que
corren.
Mientras tanto, en la entrada éste de la ciudad Thorfin y Theodor
aguardaban ansiosos el momento de la batalla. El olor del miedo se
mezclaba en el ambiente con el aroma de la ansiedad, hasta que la voz de
Theodor rompió la espera.
- ¡Ya vienen! -anunció a sus tropas- Todos a sus puestos.
Una fila interminable de criaturas comenzó a descender por las escaleras
a paso vivo, y cuando estuvieron mas cerca Thorfin pudo verlos con
claridad.
- ¡Son nuestros hombres! -Exclamó a sus tropas- ¡Vienen para ayudarnos
en la defensa de nuestra ciudad!
375
Theodor arrugó la nariz desconfiado, no veía como era posible que el
enano moribundo que había traído la noticia de la invasión, consiguiera
llegar antes que una tropa a paso vivo.
- ¡No son nuestros hermanos! -Anunció Theodor al ejercito defensor¡Ya, no! Ahora sirven a nuestros enemigos bajo su influencia demoníaca.
Lo mejor que podemos hacer por ellos es darle descanso a sus almas.
Los enanos allí reunidos se miraron unos a otros, hasta ahora no habían
pensado en el enemigo, pero luchar contra sus propios hermanos, era más
de lo que un enano podía soportar.
Por fin, la fila de enanos llegó hasta la base de la escalera y continuó su
carrera hacia la formación de enanos, que esperaba, haciendo caso omiso
de la orden de ataque de Theodor.
- ¡Atacad! -clamaba el líder enano con desesperación- ¡ya no son
nuestros hermanos!, ahora son el enemigo.
Pero nada podía convencer a los incrédulos enanos, que no podían creer
que sus camaradas se hubieran vuelto contra ellos. Aunque pronto
pudieron comprobarlo.
La línea de enanos que había llegado a la base de las escalera, se
reagrupó y cargó contra el primer escuadrón de enanos, y en un instante
el caos se apoderó del campo de batalla.
Los inexpertos luchadores de la milicia no eran rivales para los guerreros
alzados desde la muerte, confundiéndose entre el alborotado ejercito.
Theodor y Thorfin se miraron desesperanzados al ver la caótica defensa y
se unieron a la lucha, el primero en atacar fue Thorfin, quien al golpear a
un enano zombi con su hacha, un fulgor anaranjado surgió de la hoja de
su arma recorriendo todo el cuerpo del muerto viviente y regresando
luego a través del arma hasta el cuerpo de su portador. Thorfin sintió
como sus fuerzas aumentaban y su vigor se veía restablecido, y aquello
no era todo, a cada golpe que daba, sus fuerzas aumentaban más y más.
Por su parte Theodor, al alcanzar el cráneo de un enemigo con su
imponente martillo, una ola azul de energía se expandió al rededor del
arma expulsando por los aires a todos los enanos, vivos o muertos, que se
encontraban a menos de un metro.
Los comandantes se miraron sorprendidos y continuaron liberando las
almas atrapadas de sus antiguos camaradas.
376
Un relincho de ultratumba llamó la atención de Thorfin, que comprobó
como en la entrada superior, junto a la escalera, Shandra, la adalid del
mal, observaba complacida el transcurso de la batalla, haciendo gestos en
el aire.
De pronto, una neblina gris descendió desde las alturas donde se
encontraba la sacerdotisa oscura y se posó sobre los ejércitos en liza
disipándose instantes después.
Thorfin llamó a varios de sus hombres.
- Facción roja de las fuerzas especiales -ordenó el comandante- ¡venid
conmigo!
Thorfin confuso, observó como sus hombres hacían caso omiso de su
orden y lo miraban extrañados. Aunque su confusión fue mayor cuando
habló uno de sus hombres y no pudo comprender nada de lo que éste
decía.
- ¡Brujería! -clamó el impulsivo enano- ¡esa maldita zorra del infierno! murmuró rechinando los dientes de furia mientras observaba en las
alturas a la sacerdotisa oscura, incluso casi podía oír las risas en su
mente-.
Thorfin apretó los puños y se dirigió a las escaleras, había visto como
empezaba a descender una división de esqueletos y necrófagos, y por
Reorx que no conseguirían llegar hasta abajo.
Ascendió por la escalera como un exhalación, hasta encontrarse con la
hilera de muertos vivientes. El comandante enano comenzó a oscilar el
hacha de un lado a otro como un péndulo mortal que repartía muerte
entre sus enemigos.
Su euforia era tal, que subía las escaleras pisoteando los restos de sus
enemigos caídos, aplastando los huesos con sus pesadas botas metálicas.
A cada tajo que daba, sentía como el poder recorría todos sus músculos, y
como, cada esqueleto muerto, le otorgaba nuevas energías para seguir
luchando. Miró hacia atrás y comprobó con sorpresa el reguero de huesos
que se alargaba escaleras abajo, había mas de una veintena de cadáveres,
y el número seguía aumentando, porque Thorfin se sentía cada vez mejor
con cada muerte de sus enemigos.
Con el hacha de Reorx en sus manos, sus enemigos estaban perdidos,
pensó para sí.
377
El comandante enano no tardó mucho en alcanzar la cima con su cuerpo
repleto de energía.
Echó una ojeada alrededor y pronto descubrió lo que buscaba. Shandra,
el general del ejercito enemigo, se encontraba allí observando la
evolución de la batalla con aire inexpresivo en la mirada.
- Mátale, -le ordenó al espectro que estaba junto a ella, sin ni siquiera
dirigir la mirada hacia el enano- pero, lentamente...
El espectro se movió tan rápido, que Thorfin solo pudo verle cuando éste
le agarró el cuello entre las manos.
El enano sintió como el frío gélido de la muerte le recorría el cuerpo
desde el cuello hasta las extremidades. Y sentía como el frío viajaba
rápido hacia su corazón al tiempo que las fuerzas le abandonaban poco a
poco. La noche se fue haciendo en su mente y sintió el repicar del hacha
contra el suelo cuando se le escapo de entre las manos. Sintió que las
fuerzas le abandonaban las piernas, pero no cayó al suelo porque el
espectro lo mantenía bien sujeto.
- ¡Por Reorx! -gritó una voz a la espalda del espectro, un instante antes de
que un gigantesco martillo le atravesara, dejando tras de si una mágica
explosión azulEl espectro se desvaneció con un gritó de ira maldiciendo a su atacante
mientras desaparecía. Theodor, encolerizado, descargó varias veces más,
el poderoso martillo sobre los vaporosos restos del espectro.
- Gracias -le dijo entre susurros el debilitado Thorfin a su salvador- de no
ser por ti...
- ¡No te canses! -les interrumpió la voz de Shandra- lo que habéis hecho
no cambiara en nada vuestro destino.
Theodor, echó su brazo bajo las axilas de su compañero para mantenerlo
erguido y se encaró a la sacerdotisa oscura.
- ¡Tus artes oscuras no dominaran al pueblo enano! -La desafió el
comandante- Los enanos de Thorbandin nunca se arrodillaran ante ti.
Shandra sonrió con una risa cínica ante las palabras del valeroso enano.
- Por eso mismo no tengo intención de someteos -reveló enigmática- tan
solo busco vuestra aniquilación total, así como la completa destrucción
de vuestra ciudad. Como puedes ver, poco me importa vuestro
inquebrantable espíritu.
378
Theodor, fuera de sus casillas y lleno de ira, soltó a su compañero y
cargó a la carrera contra la maléfica mujer que amenazaba con destruir
completamente su civilización.
Shandra mostró una maléfica sonrisa y entrecerró los ojos mientras
contemplaba la carga del comandante.
- ¡Mátale!, señor de la noche -dictaminó con una sola palabra apuntando
con el dedo índice hacia el enano- ¡Y haz que su alma quede atrapada en
el abismo para siempre!
La carrera del enano se frenó de repente, cayendo de bruces al suelo....
sin vida.
Thorfin, agotado y ojeroso, observó impotente como su compañero de
armas expiraba a los pies de la maléfica mujer. Intentó ponerse en pie
para vengarse, pero fue inútil, el espectro había hecho bien su trabajo, y
apenas le restaban fuerzas para mantenerse en pie.
Thorfin dirigió su desesperanzada mirada a la hembra, la cual le
observaba con una maléfica sonrisa en el rostro.
- ¡Haz que tu veneno circule por sus venas! -invocó Shandra el poder de
su dios- y que su muerte sea lenta y dolorosa.
Thorfin sintió la quemazón en su ya maltrecho cuerpo, y sin poder
mostrar resistencia alguna, cayó inconsciente al suelo esperando la
inevitable llegada de la muerte.
Shandra, con porte victorioso, se asomó al precipicio para observar la
batalla.
Su tropas de enanos muertos vivientes se habían diezmado y las escaleras
estaban alfombradas con los restos de su ejército de esqueletos.
Shandra lanzó una carcajada atroz y alargó los brazos hacia el fondo del
abismo, apretó los puños clavándose sus propias uñas en las palmas de
las manos y sendas gotas de sangre cayeron hacia el lejano suelo.
- Señor de la oscuridad -invocó de nuevo la sacerdotisa- Otorga de nuevo
la vida a todos tus fieles que la han abandonado, para que sirvan de
nuevo a tu lado.
El sonido de su voz se extendió por toda la caverna como un eco
tenebroso, y cuando las gotas de sangre regaron el suelo, un estrépito
gigantesco recorrió la inmensa gruta.
379
Los enanos que aun luchaban contra las huestes oscuras contemplaron
horrorizados como sus enemigos caídos se alzaban de nuevo para seguir
luchando. Y no solo eso, sino que el ejército de esqueletos destruido a lo
largo de las escaleras, volvían a recomponerse para seguir luchando.
La mayoría de los enanos, al verse sin líderes y carentes de moral,
abandonaron la lucha huyendo hacia la falsa seguridad del interior de la
ciudad. Por contra, todos aquellos valientes que se mantuvieron en la
brecha, luchando contra las huestes infernales, no sobrevivieron durante
mucho tiempo frente a la superioridad del ejército de las tinieblas.
La batalla, perdida sin remedio, no presagiaba nada bueno para el destino
de la ciudad.
En una alejada zona sur de la ciudad, un pequeño grupo también accedía
en ese momento a la inmensa urbe de Thorbandin. Cyric, acompañado de
Rebeca, Tas, y Rudolf Piedra Dura, el enano herido que les había guiado
a través de los túneles secretos de la montaña, acababan de salir a través
de una pequeña puerta secreta camuflada en la pared de piedra.
- ¡A prisa! -instó el enano- los ejércitos enemigos ya deben estar a punto
de llegar a la ciudad, debemos encontrar a Erin el Rojo para explicarle la
situación.
Lo que Rudolf desconocía, era el trágico destino que le aguardaba a su
querida ciudad, pues los ejércitos del mal ya habían abierto brecha en las
filas de defensores y deambulaban libres sembrando el caos por las calles
de Thorbandin. Aunque pronto fueron conscientes de ello, cuando vieron
a un enano huir desesperado de un grupo de tres esqueletos que estaban
a punto de darle alcance.
Rebeca observó sorprendida la inesperada escena, pero su indecisión no
duró mucho, concentró su mente y visualizó las palabras de su hechizo.
- Eolos Shark -invocó la joven hechicera, y al instante tres flechas
mágicas aparecieron flotando a su lado, apuntó con el índice a sus
enemigos y completó la formula del encantamiento- ¡Kai!, ¡Kai!, ¡Kai! repitió, y las tres flechas salieron por turnos hacia sus correspondientes
objetivos-.
380
Tres líneas de luz se trazaron en el aire, concluyendo con un destello
luminoso al explotar contra los esqueletos al alcanzarles, los cuales,
estallaron en pedazos al contacto.
Cyric palmeó el hombro de la hechicera felicitándola, mientras que el
enano miraba absorto el poder de la joven maga.
- Debemos darnos prisa -exclamó el enano saliendo de su asombro- hay
que encontrar a Erin el Rojo, y prestarle nuestra ayuda.
El pequeño grupo se internó en las calles para dirigirse hacia el centro de
la ciudad, en busca del líder enano, aunque no podían imaginar, como, un
kender, una joven maga, un asesino y un pobre enano herido, podían
desequilibrar la balanza de una batalla a gran escala. Solo el tiempo les
daría la respuesta.
En ese momento, a unos cientos de metros del centro de la ciudad, el
llanto ahogado de la sacerdotisa sonaba en la bello jardín de la gigantesca
gruta, ignorante de la difícil situación que en esos momentos vivía la
ciudad. Llevaba horas allí tumbada maldiciendo su suerte, y suspirando
por su perdido amigo. Ya nunca volvería a verle, no podría sentir su
presencia, ni escuchar el dulce sonido de su voz. Lo había perdido para
siempre, y todo por culpa de una injusta diosa que no la permitía
enamorarse de nadie.
Suspiró una última vez, y se secó los enrojecidos ojos llorosos, con la
manga de su túnica.
Tragó la salada saliva, y de pronto escuchó un sonido que llamó su
atención, como un siseo regular en la lejanía.
Se levantó del suelo, echó una ojeada, y lo que vio le heló la sangre. Un
espectro envuelto en una inmaterial túnica negra, comandaba una
escuadra de muertos vivientes con dirección a la ciudad.
Cristina, salió a la carrera hacia el pasillo principal y colocándose en el
centro les cerró el paso.
- ¡Alto! -gritó la sacerdotisa severa- Daos la vuelta, o sentiréis el poder
de Mishakal.
El espectro produjo un siseo agudo y sus ojos refulgieron al tiempo que
avanzaba más rápidamente hacia donde se encontraba la sacerdotisa.
381
- Señora de la vida -rezó Cristina al verse amenazada- libera las almas de
estas pobres criaturas, obligadas a vagar por la tierra sin descanso,
durante toda la eternidad.
Nada pasó, las criaturas seguían avanzando, y Cristina sentía una extraña
sensación en el cuerpo. Por primera vez en toda su vida no había sentido
la presencia de la diosa en sus rezos.
Esta vez había sido como si estuviera hablando sola. Como si su diosa no
la estuviera escuchando, como si la hubiese abandonado.
Un escalofrío de temor la recorrió el cuerpo al sentirse desamparada, y
por primera vez en toda su vida sintió miedo a la soledad.
Mientras tanto el espectro se acercaba peligrosamente a la indefensa
joven, que paraliza por el miedo, esperaba resignada su inexorable final.
Pero de pronto, algo dentro de ella luchó con furia contra la situación
haciendo que los músculos reaccionaran a sus órdenes. Era el recuerdo
Némesis, de como el ladrón, siempre se había jactado de no necesitar de
nadie para sobrevivir. Su autosuficiencia le había dado fuerzas a la
sacerdotisa para darse la vuelta y salir corriendo hacia la ciudad.
Recorrió tan veloz como pudo el tramo del túnel que la separaba de la
entrada y una vez fuera siguió corriendo hacia el abrigo de las calles.
Durante su carrera, pudo observar preocupada, como, varios focos de
fuego habían prendido en algunos puntos de la ciudad, extendiéndose con
peligrosa rapidez.
Echó una ojeada a su espalda y descubrió con horror como, tanto el
espectro, como los muertos vivientes que comandaba, la perseguían con
inusitada rapidez.
Avanzaba desesperada por una de las muchas calles desconocidas de la
ciudad cuando vio algo que avivó su esperanza. Al final de la avenida,
tres figuras conocidas, se encontraban hablado con un nervioso enano.
- ¡Socorro! -gritó la sacerdotisa a sus amigos- ¡Cyric!, ¡Rebeca!,
¡ayudadme, por favor!
Sus compañeros se giraron en redondo y sus caras se iluminaron al verla,
pero cambiaron a una mascara de preocupación cuando contemplaron lo
que se aproximaba detrás de ella.
382
- ¿Que vamos a hacer? -preguntó el elfo visiblemente preocupado- Son
demasiados para nosotros, no tenemos ninguna posibilidad, debemos
huir.
Rebeca se plantó firme en el suelo decidida, y extrajo una pequeña bolita
marrón de algún material orgánico, de uno de los muchos saquitos
prendidos a su cintura.
- No huiremos -susurró convencida- Esta vez, No.
Cyric observó confundido a la joven mientras que el pequeño kender la
miraba con los ojos abiertos como platos.
- ¡Lo va ha volver a hacer! -Exclamó el pequeño- ¡la va a lanzar!
El elfo cabeceó sin entender.
- Que va a lanzar ¿que? -preguntó desconcertado Cyric- no entiendo
nada.
Sus preguntas pronto vieron la respuesta, pues Gemma había colocado la
bolita entre las manos a la altura del pecho y había comenzado a
murmurar un sortilegio en el extraño lenguaje mágico.
- Darunak... -invocó y al instante la pequeña bolita se incendió en una
minúscula esfera de energía vibrante entre sus manos- ...Helios taderon
sunrai... -continuó la maga con su poderoso hechizo al tiempo que la
minúscula esfera aumentaba de proporciones a gran velocidad entre las
manos de la hechicera, alcanzando ya el tamaño de una sandia grande.
El kender nervioso y excitado observó la escena de la maga ejecutando
su conjuro más poderoso y peligroso, arriesgando la vida por salvar a su
amiga Cristina.
De repente se dio cuenta del error de su amiga, Cristina se encontraba
entre Rebeca y el grupo de muertos vivientes que les acosaban. Si la
maga ejecutaba el conjuro era muy probable que alcanzara a la
sacerdotisa antes de llegar a sus atacantes.
- ¡Al suelo! -gritó el pequeño kender para intentar avisarla- tírate al suelo
Cristina, ¡rápido!
La sacerdotisa, no entendía por que el pequeño la decía aquello, pero un
vistazo a su amiga Rebeca se lo reveló todo.
- ¡Kai! -conjuró al fin la joven maga, acompañando su grito con el gesto
de estirar los brazos hacia delante, como para impulsar la bola de
energía.383
La esfera llameante voló con un ruido atronador hacia delante, pasando
sobre el cuerpo tumbado de la sacerdotisa momentos después de que se
tirara al suelo, y siguió su mortal camino hacia el grupo de muertos
vivientes.
La explosión fue brutal cuando la esfera ígnea alcanzó al espectro que iba
en cabeza, y la onda de fuego se expandió alrededor, llegando el calor de
la explosión incluso hasta Rebeca, que se encontraba a más de diez
metros del lugar del impacto.
Cuando las llamas se extinguieron a los pocos segundos, solo quedó un
amasijo de huesos quemados sobre el centro de la calle, y ninguna señal
del espectro que los guiaba.
Cristina se levantó asustada y observó a su amiga Rebeca con
admiración.
- Veo que tu poder ha crecido mucho en poco tiempo -halagó a su amigay gracias a ello me has salvado la vida, te lo agradezco.
- No es nada -respondió la maga justo antes de que sus rodillas cedieran,
y cayera al suelo en hinojos con las manos apoyadas en el suelo-.
Todos se apresuraron a recogerla pero la joven les hizo un gesto de
negación.
- Solo estoy cansada -tranquilizó a sus compañeros- he llevado al limite
mi magia, y eso ha agotado mis energías. Pero no hay tiempo, toma -dijo
a la vez que la entregaba el libro de la luz- te hemos traído esto.
Cristina recogió el viejo y maltrecho tomo, y le echó un vistazo.
Hubo un rato de mudo silencio mientras Rebeca pasaba con cuidado las
páginas, hasta que ésta lo rompió con sus palabras.
- Parece que habla de un olvidado culto a la luz -comentó la sacerdotisa a
los pocos minutos de ojear el libro- y de su lucha eterna contra la
oscuridad.
Cyric se dirigió presuroso a Cristina cuando vio lo que se les venía
encima.
- Pues si el librito de marras cuenta como defendernos de una horda de
zombis furiosos-la increpó el elfo- te sugeriría que empezaras a leerlo.
Cris elevó la vista de las viejas páginas del libro, y observó aterrada la
avalancha de muertos vivientes que se les venía encima, comandados por
Shandra.
384
La sacerdotisa oscura, montada sobre su corcel demoníaco, elevaba los
brazos hacia el techo invocando los favores de su malévolo dios. Pero
Rebeca se dio cuenta de sus intenciones y se adelantó.
- Pismak Avalon Tsark -invocó a toda velocidad apuntando con el índice
hacia la sacerdotisa oscuraShandra continuó con sus plegarias hasta que de pronto un picor
comenzó a atenazarla por todas partes. Era como si cientos de bichos
picaran su piel a lo largo de su cuerpo, obligándola a arrascarse, y
rompiendo la concentración necesaria para trasmitir las plegarias a su
dios.
Rebeca esbozó una sonrisa de complacencia, al ver los asombrados ojos
de sus compañeros.
- Es un conjuro que inventó mi maestro para distraerse -se explicó la
joven- y si os soy sincera, nunca pensé que fuese a tener alguna utilidad comentó divertida- porque tan solo invoca a unas cuantas pulgas, aunque
parece que ella atrae a las malas.
- Si, -añadió Cyric socarrón- parece que tiene muy malas pulgas. Aunque
os aconsejaría que tuvieseis en cuenta a sus amigos -avisó Cyric a las
mujeres señalando la horda de muertos vivientes que se avecinabaporque no creo que unas pulgas vayan a detener su avance.
Cristina, sintió de pronto una extraña atracción por el libro, y cuando
dirigió la vista hacia él contempló extrañada como brillaba a sus ojos con
un fulgor entre dorado y anaranjado.
Tocó la página con la mano, y un chorro de energía la recorrió el brazo
hasta transmitirse por todo su cuerpo. Y cuando cesó la luz, el libro se
convirtió en polvo entre sus manos.
- ¡No! -gritó Cyric asustado- y ahora que vamos a hacer sin el libro.
Cristina avanzó serena al lado del elfo y se encaró con el ejército de las
sombras.
- El libro no es necesario ya -exclamó enigmática la sacerdotisa- ahora el
libro forma parte de mi, y ya se lo que tengo que hacer.
Sus compañeros la miraron sorprendidos, y no solo por sus palabras, sino
porque una brisa ligera se había creado en torno a ella.
385
- Señor de la luz -invocó Cristina con voz clara- protégenos de las
tinieblas que nos acechan y reparte tu fuego purificador entre nuestros
enemigos.
Un aura naranja envolvió a Cristina y la ligera brisa se convirtió en un
torbellino de calor que giraba alrededor de ella a gran velocidad. De
pronto, Cristina se elevó un par de metros del suelo rodeada por el
torbellino de aire y su cuerpo comenzó a pulsar con un fulgor naranja.
Un sonido vibrante rompió el aire cuando el aura naranja que rodeaba a
la sacerdotisa explotó con un brillo cegador y se extendió en todas
direcciones, dejando a su paso un agradable calor a todos los que se
cruzaban en su recorrido. A excepción de las corruptas criaturas, que
comenzaron a deshacerse como el hielo expuesto al sol, y dejando tras de
si un pequeño charco liquido, que fue absorbido por la tierra en minutos.
Cyric y Rebeca miraron a su amiga anonadados, mientras que el pequeño
kender, por primera vez, no sabia que decir, y miraba absorto con los
ojos irritados por la intensidad de la luz, los últimos vestigios de la
cegadora explosión.
- ¿Has hecho tu eso? -exclamaron al unísono sus tres compañeros sin
ninguna otra preocupación en mente- ¿Y que le ha pasado a tu pelo? preguntó el pequeño kenderCristina descendió hasta el suelo lentamente y observó un mechón de su
largo cabello rizado, ya no era dorado como el trigo maduro, sino que
tenia el color rojo del fuego, su rizado pelo rubio se había tintado y ahora
lucía una preciosa melena pelirroja.
- Es deseo del señor de la luz que todos sus fieles luzcan el fuego de su
poder -fue la enigmática respuesta de la sacerdotisa-.
Cyric sonrió a Cristina ladeando la cabeza para contemplarla mejor...
- Pues no se puede negar que tiene buen gusto -exclamó socarrón
guiñándola un ojo- con ese pelo estas muy provocativa.
Rebeca le dio un codazo en las costillas al elfo reprobando el comentario,
lo que le provocó otra nueva carcajada a Cyric.
- ¿Donde esta Némesis? -preguntó interesada Rebeca a su amiga- veo que
consiguió salvarte del drow. ¿Acaso el....?
386
El semblante de Cristina palideció al escuchar el nombre de su amigo
perdido.
- Se fue -contestó escueta con la voz carente de emoción para ocultar sus
verdaderos sentimientos- Némesis ha elegido su propio camino y se ha
alejado de nosotros para seguirlo, así que no creo que volvamos a verlo, comentó con pesar- al menos, no como le conocimos.
- ¡Hey, mirad! -chilló el kender emocionado- aun esta viva -exclamó
señalando a Shandra mientras ésta se reincorporaba-.
Inmediatamente, Cyric empuñó las armas y salió a la carrera en pos de la
maléfica sacerdotisa, pero ésta ya había implorado el poder de su dios y
un vórtice oscuro había desgarrado parte del plano material, creando un
agujero negro en frente de Shandra.
La sacerdotisa tomó impulso y saltó al interior.
- ¡Volveremos a vernos! -amenazó mientras entraba en el vórtice- ¡os lo
juro!
Cyric llegó a la carrera tras ella haciendo oídos sordos a las advertencias
de sus compañeras, y se lanzó hacia el oscuro disco sin pensárselo dos
veces. Pero no llegó a tiempo, el vórtice menguó de tamaño tras el paso
de la sacerdotisa, hasta que desapareció por completo.
El elfo cayó al suelo, pero gracias a su agilidad, evitó golpearse la cara
contra el piso y se reincorporó con una grácil pirueta.
- ¡Lo hemos conseguido! -gritó el enano que les había guiado por los
túneles secretos de Thorbandin- hemos repelido el ataque, y todo gracias
a vosotros. Acompañadme a ver a nuestro thane para que os recompense
como debéis, y celebremos una fiesta en vuestro honor.
El kender daba saltos de alegría al lado del enano, imaginándose ya la
fiesta.
- ¡Una Fiesta! -gritó jubiloso el pequeño- me encantan las fiestas. Y
mucho más si son en mi honor.
Cristina posó su mano en el hombro del pequeño para tranquilizarle y se
dirigió al enano.
- No podemos quedarnos -explicó la joven- aunque desearíamos
participar en vuestra celebración, tenemos una misión que cumplir, y ya
hemos perdido demasiado tiempo. Ofrece nuestros respetos a vuestro
Thane y explícale las circunstancias de nuestra marcha.
387
La cara del kender se entristeció al escuchar las palabras de la
sacerdotisa, e incluso las caras de Cyric y Rebeca se resintieron ante la
idea de unas horas de descanso.
El kender gimoteó haciendo pucheros, al mismo tiempo que los ojos del
enano rogaban en silencio.
- Esta bien -claudicó al fin la sacerdotisa al comprobar que a todos sus
compañeros les apetecía evadirse un poco de todos los problemas que
habían tenido- Iremos ante tu señor y estaremos honrados de participar en
vuestra celebración.
- ¡Bien! -gritaron al unísono el enano y el kender dándose la mano
efusivamenteAunque el momento de confusión duró poco, y pronto el enano se retiró
unos centímetros del pequeño kender. Al fin y al cabo, no quería perder
las pocas posesiones que le quedaban encima.
Los enanos eran grandes trabajadores, apenas habían pasado un par de
horas desde el final de la batalla, y ya tenían preparada la plaza principal
para la gran fiesta de celebración en honor a Reorx y a todos sus
camaradas caídos en la batalla.
Había dos piras funerarias en el centro de la plaza con los cuerpos de los
generales caídos, una en honor a Thorfin y la otra con el cuerpo de
Theodor, ambos vestidos con sendas armaduras de combate nuevas y con
las magnificas armas de Reorx sobre su regazo.
Erin, se subió a un púlpito colocado para la ocasión y se dirigió a los
presentes.
- Hoy estamos aquí con pesar, para honrar a nuestros hermanos caídos comenzó el capitán general en tono quedo, mientras los enanos
mantenían los cascos sobre el pecho- pero también es un día para el regocijo, -continuó el líder con mas bríoporque los valerosos actos de nuestros hermanos caídos, nos han traído la
victoria sobre la oscuridad que pretendía someternos, y gracias a ellos
hemos prevalecido. Y también es día para agradecer la ayuda, a aquellos
que no son como nosotros, y que pese a no afectarles nuestra lucha,
arriesgaron sus vidas por ayudarnos.
388
Los enanos comenzaron a vitorear a los extranjeros al tiempo que se
mezclaban voces que alababan a Reorx y a todos los caídos.
Erin hizo una señal, y dos enanos vestidos con armaduras de campaña, se
acercaron a las piras con porte glorioso y las prendieron con sendas
antorchas.
Las piras se incendiaron al instante y las llamas alcanzaron varios metros
de altura, crepitando sin cesar, como si los espíritus de los enanos, aun
con ganas de lucha, escapasen de los cuerpos que los mantenían
encerrados.
Tras la ceremonia, se celebró el banquete seguido de una gran fiesta que
se alargó durante casi toda la noche. Al final todos terminaron durmiendo
en el suelo bajo los efectos del aguardiente enanil, tan solo Cristina,
Rebeca y Cyric se mantuvieron sobrios en previsión del largo viaje que
les esperaba, al contrario que Tas, que descansaba en el suelo, tumbado
boca arriba, bajo los efectos del fuerte alcohol enanil.
Rebeca y Cyric se acurrucaron juntos, observando la gigantesca bóveda
de la cueva que les cubría, dejando pasar el tiempo con el mero placer de
escuchar sus tranquilas respiraciones.
Y el tiempo pasó veloz. Y cuando la fiesta hubo terminada, un extraño
enano, con una pluma prendida en el pelo se acercó hasta ellos.
- Mi nombre es Radik Ojo de Lince -se presentó un joven enano con dos
curiosas plumas colocadas entre su morena melena rizada- y me envían
para guiaos hasta donde deseéis.
El enano en cuestión vestía un peto de cuero y no portaba casco. Llevaba
una pequeña ballesta colgada a la espalda y un hacha de mano le colgaba
al cinto.
Cyric se reincorporó para estrechar la mano del enano y ayudó a Rebeca
a levantarse, Cris saludó también al joven enano y observó preocupada a
su compañero kender.
- Eso será si conseguimos levantarle -exclamó la sacerdotisa mientras
observaba al ebrio kender tirado panza arriba en el sueloEl enano recién llegado dedicó una sonrisa a la sacerdotisa, y extrayendo
una pequeña redoma de la bolsa que le pendía en la cintura, volcó varias
gotas sobre los labios del pequeño.
389
La reacción fue inmediata, el kender dio un salto, y comenzó a correr al
rededor de la plaza intentando insuflar aire a los pulmones.
- ¡Me quemo! -gritó entre jadeos casi imperceptibles- ¡Argggggg!
Y sin pensárselo dos veces, se tiró de cabeza a la pequeña fuente que
adornaba el centro de la plaza, bebiendo a tragos el estancado agua.
- ¡Puajjjj! -escupió el pequeño cuando asomó la cabeza por el borde de la
fuente- sabe fatal.
Todos los presentes comenzaron a reírse de la comicidad del pequeño, y
aun siguieron un rato después de que los extranjeros salieran de la plaza
en compañía de Radik, en dirección hacia las puertas de Thorbandin.
Tras varias horas de viaje, el grupo llegó hasta la impresionante entrada,
y no solo por la magnificencia de ésta, sino por la dantesca imagen que se
mostró ante sus ojos. El rostro de Radik se llenó de desolación al ver los
cuerpos de todos los enanos que allí yacían. Incluidos los restos del
equipo de comandos, liderado por Arles, que alfombraban el suelo
cubiertos de sangre.
Elevó una plegaria a Reorx, y apretando los nudillos intentó controlar su
ira, para acompañar a Cyric y al resto hasta la salida.
- ¡Malditos Asesinos! -gritó antes de escupir al suelo, cuando pasaba
cerca de Arles y su equipo- eran unos enanos valerosos, no merecían
morir a manos de una horda de muertos vivientes como estos, es injusto,
su destino debería haber sido mas glorioso.
Cyric echó una ojeada a la escena. Había algo que no le encajaba, esos
hombres no habían sucumbido a manos de muertos vivientes, se veía
claramente que su asesino era un experto en el arte de la oscuridad. Lo
que le rondaba por la cabeza en este momento, era, si conocía a alguien
que utilizara métodos tan eficaces. La respuesta no se hizo esperar, y la
imagen de su hermanastro Phoenix y su ex compañero Némesis le
vinieron pronto a la cabeza. Lo que al elfo le tenía inquieto, era pensar
que había ocurrido, para que dos enemigos mortales, uniesen sus fuerzas
y terminaran trabajando juntos.
Sin darle mayor importancia, se despreocupó de las muertes de aquellos
enanos que no significaban nada para él y siguió al resto al exterior.
390
Una vez fuera, contemplaron el espectáculo del amanecer, un juego de
luces proyectadas cuando la sombra rojiza de la montaña se alargó sobre
el bosque que tenían delante, ya que al despuntar el sol desde el otro lado
de la montaña, enviaba sus anaranjados rayos de luz para darles la
bienvenida al nuevo día.
- Allí abajo -señaló el enano, al gigantesco bosque que se perdía por todo
el horizonte- en alguna parte, entre los árboles, se encuentran las tierras
qualinestis. No hay que intentar encontrar la ciudad, pues nos
perderíamos sin remedio. Simplemente seguiremos un camino hacia el
interior, y ellos nos encontraran a nosotros.
Los cuatro compañeros asintieron a las palabras del enano y dirigieron
sus pasos al camino que descendía hacia el bosque. Ya estaban de nuevo
al aire libre, y cada vez se encontraban más cerca de su destino final. Y
de descubrir cual era en realidad su destino final...
391
392
Capitulo X - Un Rayo de Esperanza
El día había amanecido templado, y el sol lucía desde éste sobre el
horizonte, mientras una agradable brisa recorría la cresta de la montaña,
removiendo las ropas de dos figuras encapuchadas que avanzaban
lentamente sobre la cima, siguiendo una diminuta senda que se dibujaba
sobre la roca.
Némesis sentía un nudo en el estomago que le impedía respirar, como si
los pulmones solo pudieran retener la mitad de aire que antes, y un
escozor en el pecho le quemaba cada vez que insuflaba una bocanada de
aire. Pero no estaba herido, al menos no físicamente, la herida que le
flagelaba, nada tenia que ver con ningún arma, sentía el escozor del
despecho, el sentimiento de haber sido rechazado por la única mujer que
había amado durante toda su vida, la imposibilidad de compartir su vida
con ella, de envejecer juntos, de sentirse completo por vez primera. Todo
se había esfumado cuando ella le había revelado sus verdaderos
sentimientos.
Sentía una opresión en el pecho como nunca antes había sentido, y en su
interior, sentimientos encontrados luchaban por prevalecer. El
remordimiento de las muertes inocentes que había provocado se
entremezclaba en su interior con el placer de sentirse al fin un ser
poderoso.
Phoenix caminaba a su lado sin hacer ningún comentario, examinando
con cautela el sendero que habían elegido, caminando sobre la cresta de
la montaña.
- No se si hemos hecho bien -comentó el drow dubitativo- este camino es
peligroso, cuando caiga la noche vas a tener problemas para avanzar por
él sin tropezar. Y no hace falta que te diga que una caída a esta altura...
- Preocúpate por ti -cortó tajante el ladrón- ya te he dicho que ellos
elegirán ir por el bosque, y no deseo volver a verlos.
- Es tu vida -respondió el drow indiferente alzando los hombros- Espero
que esa espada tuya te permita ver en la oscuridad. Aunque, por lo que he
podido ver, ahora te manejas mucho mejor entre las sombras.
Némesis echó inconscientemente la mano a su costado y sintió el calor
que desprendía su espada.
393
Parecía como si el acero pulsara con vida propia e incluso creyó oírla
respirar. ¿Acaso se estaba volviendo loco?, ¿con que clase de ente había
hecho el pacto? Durante un breve instante pensó si no había sido un error
el haberse vendido, pero pronto una punzada en las sienes le quitó esas
absurdas ideas de la cabeza y volvió a la realidad, al lugar donde él, era
una persona poderosa y letal. Rió para sus adentros y alzó la barbilla en
pose altiva hacia el cielo, como retando a los mismísimos dioses.
- Es importante tener un buen arma de la que servirse -instruyó retórico el
drow mientras continuaban avanzando por la cresta de la montaña-, pero
es peligroso cuando es el arma la que se sirve de ti -concluyó sin ni
siquiera mirar al ladrón-.
Némesis dio un respingo y agarró la empuñadura de su espada como un
acto reflejo, pero frenó el movimiento cuando vio que el drow no se
encontraba en pose amenazante. Tan solo seguía avanzando haciendo
caso omiso a su provocación.
- Yo soy el que controla la situación -respondió Némesis acelerando el
paso para alcanzar al drow-, soy yo el que se sirve del poder de la espada.
Yo hago lo que quiero y soy el dueño de mis acciones.
Phoenix enarcó una sonrisa forzada y continuó avanzando sin hacer caso
al ladrón.
- Espero que encontremos algo para comer por el camino -comentó el
drow cambiando de tema, "aparentemente"- no quisiera deambular por
encima de una montaña con el estomago vacío.
- Bah -restó importancia el ladrón- tenemos provisiones para una semana
al men... -y la voz de Némesis se quebró cuando descubrió la verdadera
intención en las palabras de su compañero, ya había sentido la sed de
sangre de su arma, y su voraz apetito. Pensó en ello y un escalofrío le
recorrió la espina dorsal. ¿Que sucedería si no encontraban a nadie para
alimentar su espada? , y lo que era peor, ¿Estaría condenado a vagar por
el mundo como un vampiro sediento de sangre para satisfacer la sed de
su arma?
Borró todas esas ideas de su mente, él era más fuerte que un simple trozo
de metal.
Continuaron a lo largo del camino sobre la montaña, mientras el sol
realizaba su lento recorrido por encima de sus cabezas.
394
Abajo, en el bosque, las ramas de los árboles se abrían ante ellos,
dándoles la bienvenida al misterioso lugar donde se encontraba oculto el
reino de los elfos. Los pájaros cantaban tranquilos y una ligera brisa
mecía las ramas de los impresionantes árboles sobre sus cabezas.
Los troncos, de al menos veinte metros de altura, alfombraban el suelo
del bosque como gigantescas columnas, y sus copas frondosas, cubrían
las alturas, impidiendo al sol atravesar la cúpula de hojas. No obstante, el
bosque se encontraba iluminado por los rayos del sol, que conseguían
filtrarse tímidamente a través de las hojas de los gigantescos árboles.
El viento soplaba fresco, pero era agradable en comparación con la
humedad que habían tenido que soportar dentro de los túneles de
Thorbandin, la cual se colaba hasta los huesos.
Tas, avanzaba jovial y algo mareado, aun bajo los efectos del extraño
liquido que le habían hecho ingerir para despertarlo de su estado etílico.
Aunque la verdad, es que ni siquiera eso, impedía al kender corretear de
un lado para otro, examinando todas las cosas interesantes que se
cruzaban en su camino.
El viento ululaba al pasar entre las hojas de los árboles, balanceándose a
su son como péndulos de papel. Cyric, cerró los ojos y dejo que la
refrescante brisa vespertina acariciase sus mejillas mientras vaciaba su
mente de todas las preocupaciones. Junto a él, Rebeca paseaba agarrada
de su brazo, caminando despreocupada tras el enano que les guiaba,
observando la belleza del lugar y olvidando los peligros que habían
dejado atrás, con la única preocupación en mente de aprovechar aquellos
instantes de tranquilidad que podían pasar juntos. Al contrario que
Cristina, que cerrando la comitiva, avanzaba apesadumbrada con la
mente plagada de preocupaciones y dudas. ¿La había abandonado
Mishakal por haberse enamorado de un humano?, ¿Que significaba el
reciente cambio de color en sus cabellos?, ¿Viviría ahora bajo la tutela
de un nuevo dios?, ¿Había perdido su magia tal y como la conocía?, ¿Por
que?, ¿Que había hecho mal? Ella que siempre había seguido los dictados
de su corazón y había venerado a su señora hasta el punto de haber
sacrificado su vida en favor a su diosa de haber sido necesario. Y ahora la
había dejado sola, desampara, sin respuesta a ninguna de sus muchas
preguntas.
395
Cris, se tragó sus lagrimas antes de que afloraban y elevó una muda
plegaria a los cielos, hacía cualquiera que quisiera escucharla, alguien a
quien no le importara responder a sus preguntas.
- No tengas miedo -sonó una voz grabe en su mente como el trueno en
una tormenta- Yo soy la luz que ilumina el día, el que trae el calor al
mundo, el que los alimentos hace crecer. No tengas miedo -repitió la
voz- Tu diosa no se ha enfadado contigo, yo la pedí que me permitiera
reclutarte para la causa de la luz. Se aproximan tiempos oscuros, y tú
serás la pieza clave para llevar mi luz hasta los corazones de la gente.
- Pero yo soy una simple mortal -se quejó Cristina- ¿Que puedo hacer yo
en asuntos de dioses?
Sus compañeros se giraron para mirarla intrigados al ver a Cristina
hablando sola.
- No menosprecies el peso de un mortal en la balanza del destino respondió la voz de forma enigmática- la batalla final no será una lucha
entre dioses, sino entre la fe de sus fieles.
Cristina alzó la cabeza hacia el cielo, y sus cabellos de fuego ondearon
libres al viento como las llamas de una hoguera.
- Si esa el la voluntad de mi señora -concluyó al fin la joven- te serviré
con devoción.
- Tu lealtad será recompensada -dictaminó la voz que sonaba en su
cabeza- Ten fe en ti y los tuyos, y lleva la luz a las almas de aquellos que
caminan atrapados en la oscuridad.
La voz desapareció de su mente tan rápido como había aparecido y los
sonidos de la naturaleza la devolvieron a la realidad, encontrándose
rodeada de sus compañeros que la miraban extrañados.
- He hablado con él -respondió escuetamente la sacerdotisa ante las
mudas preguntas de sus amigos- me ha abierto los ojos y me ha dado
nuevas esperanzas.
- Continuemos -instó la sacerdotisa con el semblante mas alegre, después
de escuchar las palabras de su nuevo señor- el camino es largo y nos
esperan grandes retos por superar, pero todos juntos, venceremos.
Los compañeros se miraron estupefactos ante las revelaciones de la
sacerdotisa, no llegaban a entender lo que estaba pasando.
396
- ¿Que retos? -preguntó Cyric extrañado por las vagas palabras de su
amiga- ¿Sabes algo que los demás deberíamos conocer?, cuando dices
todos, ¿A quienes te refieres?
- Se lo mismo que vosotros -sentenció Cris-, que debemos darnos prisa,
el tiempo ha empezado a correr y las sombras esperan acechantes a la
vuelta de la esquina.
Cyric meneó la cabeza confuso, todo aquello era demasiado complicado
para él, acababan de salir victoriosos en una batalla contra las fuerzas del
mal y lo único que deseaba ahora era viajar tranquilamente hacia
Palanthas, para que Avalon respondiese a todas sus preguntas.
Rebeca apretó al elfo contra su cuerpo y besó sus labios en un
interminable beso.
- No te preocupes -susurró la humana aun con la respiración
entrecortada- si un ejercito de muertos vivientes no ha podido separarnos,
nada en este mundo podrá hacerlo.
Cyric respondió a la maga con otro beso mientras el kender correteaba al
rededor de ellos.
- ¿Que están haciendo? -preguntó excitado el pequeño- ¿Acaso Rebeca se
esta ahogando?
Cristina sonrió divertida y el enano le dio una palmada en la espalda al
kender.
- Es el amor -respondió Radik Ojo de Lince- Tus amigos han caído bajo
el hechizo mas poderoso que existe.
El kender empezó a dar saltos excitado.
- ¡El hechizo del amor! -exclamó eufórico- Por fin voy a ver como se
mueve una montaña.
El enano y la sacerdotisa miraron al pequeño sin entender nada.
- Tu lo dijiste -exclamó el pequeño seguro de si mismo, dirigiéndose a
Cristina- dijiste que el hechizo del amor podía mover montañas.
Radik y Cris comenzaron a reír sin parar ante los locos comentarios del
pequeño, y Cyric, divertido revolvió el pelo del kender manoseándole la
cabeza.
- Otro día movemos alguna -le contestó al pequeño aguantando la risapiensa que a los enanos no les haría ninguna gracia que cambiásemos su
montaña de sitio.
397
- ¡Exacto! -exclamó Radik agarrándose la barriga para amortiguar el
dolor que le producía la risa- además a los enanos no nos gusta volar. Si
Reorx hubiese querido enanos voladores, nos habría creado con alas.
Los amigos se tiraron sobre la hierba y rieron a gusto olvidándose de
todos los problemas, habían derrotado a Shandra, y el bosque les
proporcionaba una calma casi sobrenatural.
El tiempo se les había pasado a toda velocidad en aquel bosque donde el
sol nunca estaba visible, y la progresiva oscuridad, les indicó que la
noche se acercaba poco a poco.
Rebeca conjuró una esfera luminosa en el centro del improvisado
campamento para evitar encender una hoguera, pues Radik les había
advertido del peligro de encender fuego en los bosques de los elfos, que
detestaban el abuso contra la naturaleza. Se tumbaron al raso al rededor
de la luz y descansaron durante la noche. Era una tibia noche de
primavera y el sonido de los grillos les arrulló hasta conciliar el sueño.
Un sueño placido... sereno... tranquilo...
Dos figuras avanzaban por la cornisa de la montaña mientras el sol
proyectaba alargadas sombras sobre las rocas. Caminaban cautelosas,
oteando nerviosas a su alrededor, como si esperaran una emboscada
detrás de cada piedra del camino.
- Deberíamos pensar en descansar -habló Phoenix rompiendo el silencioel sol ya se está ocultando, y resultara peligroso continuar por este
sendero cuando caiga la noche.
- ¡Tonterías! -exclamó Némesis molesto- si necesitas descansar, puedes
hacerlo, pero yo continuaré hasta llegar a la costa.
El drow cabeceó hastiado por la prepotencia del ladrón y continuó
andando a su lado.
- Tus alardeos no te salvaran en caso de peligro -concluyó Phoenix con
un tono carente de emociones- espero que esa espada tuya te permita
volar cuando te precipites montaña abajo.
El sol se ocultó y la oscuridad lo inundó todo. Ni tan siquiera se veían las
lunas, ocultas tras las espesas nubes que poblaban el firmamento y a
duras penas podía Némesis vislumbrar sus pies. Problema que
evidentemente el drow no tenía, tan preparado para la oscuridad como si
se encontrara a plena luz del día.
398
Némesis avanzaba a duras penas, trastabillando con todas la piedras que
sus pies se encontraban en el camino, pero era demasiado orgulloso para
admitirlo, jamás le pediría al drow que parasen, ni siquiera aunque
estuviera cayendo ladera abajo dando vueltas como un tonel.
- ¿Que ha sido eso? -inquirió el drow al tiempo que se paraba y se
quedaba en silencio escuchando el sonido que había llamado su atención- Yo no he oído nada -respondió el ladrón haciendo caso omiso al gesto
de silencio del drow, que evidentemente no podía ver- creo que estas
demasiado tenso.
Némesis escucho el sonido metálico de dos armas al desenfundarse y por
la distancia dio por hecho que se trataba de su compañero.
Phoenix estaba en lo cierto, y pronto descubrió el origen del nerviosismo
del drow. A unos cinco metros, dos puntos rojizos habían surgido de la
oscuridad acompañados por un inquietante rugido.
- ¡Lobos! -anunció Phoenix- ¡muchos!.... demasiados para nosotros dos,
debemos huir.
Némesis meneó la cabeza incrédulo, pero cuando se disponía a rebatir al
drow los contemplo.
Había mas de una docena acosándoles a su alrededor. Allí donde posaba
la vista, aparecían un par de puntos luminosos de color rojo que los
observaban con ansiedad.
Desenfundó su arma y un ligero fulgor rojizo ilumino de forma tenue un
metro a su alrededor.
- ¡Venid a por mi, malditos perros! -instigó el ladrón colérico- pienso
hacerme un abrigo con vuestras pieles.
La respuesta no se hizo esperar, un tenebroso aullido surgió de algún
lugar tras el círculo de lobos y un instante después, tres de ellos se
lanzaron a la carrera.
Némesis plantó los pies firmemente en el suelo y esperó la embestida de
las tres criaturas, de las cuales solo podía vislumbrar sus sangrientos ojos
moviéndose de arriba a abajo durante la frenética carrera.
399
Al llegar a un par de metros, los tres lobos saltaron a por su presa, uno de
frente y los otros a los flancos. Pero Némesis les estaba esperando, el
primero saltó sobre su presa lanzando gruñidos amenazantes, pero
pronto, los ladridos se convirtieron en agudos lamentos, cuando la hoja
del ladrón abrió brecha en el abdomen del animal abriéndole en canal.
Un instante después se tiró al suelo dejándose caer de espaldas, e impedir
así que los otros dos animales le alcanzaran. En lugar de eso, se escuchó
un golpe seco, cuando las cabezas de los dos lobos se golpearon
irremisiblemente entre ellos. Némesis trazó un arco con su espada, y
partió en dos ambas criaturas con la facilidad con la que un cuchillo corta
mantequilla, y con un golpe seco, los cuerpos mutilados de los lobos
cayeron sin vida a los lados del ladrón, cubriéndole con un baño de
sangre.
Némesis se levantó de un saltó y se posicionó junto a Phoenix para
evaluar la situación.
Los puntos rojos se habían duplicado y cerraban filas alrededor de ellos
acorralándoles poco a poco.
- No tenemos ninguna posibilidad -anunció el drow- nuestra única opción
es huir, y esperar que no quieran arriesgarse a seguirnos.
Némesis examinó la situación y no pudo más que estar de acuerdo con su
compañero, los lobos eran cada vez más y se acercaban por momentos.
Phoenix metió la mano dentro de la mochila y saco varias esferas de un
color rojizo del tamaño de un garbanzo.
Se echó la capucha sobre la cabeza e indicó con un gesto a su compañero
que lo imitara, para después comenzar a lanzar las pequeñas esferas en
todas direcciones a su alrededor.
Cuando la primera de ellas alcanzó la línea de lobos, estalló en una bola
de fuego de un metro de radio, esparciendo las llamas entre el pelaje de
los animales. A los pocos segundos, las otras cuatro bolitas que había
lanzado causaron el mismo efecto en otros tantos puntos del círculo de
lobos.
- ¡Ahora! -gritó el drow mientras arrancaba a la carrera hacia el lugar
donde había lanzado dos de las esferas juntas, para crear un mayor cerco
de fuego- ¡hacia el camino!
400
Némesis miró sorprendido al drow y sin pensárselo dos veces salió tras
él, aquella criatura era una caja de sorpresas.
- Vaya, -exclamó el ladrón mientras huían a la carrera entre el caos
reinante de los lobos aterrorizados por el fuego- eso si que son ópalos de
fuego.
Phoenix le dedico un guiño de complicidad a su compañero mientras
corría junto a él.
- Bueno, quizás la magia que contenían también haya ayudado un poco.
Los dos compañeros llegaron junto al fuego y saltaron por encima de las
llamas para continuar a la carrera después de atravesar la línea de fuego.
Los aullidos a sus espaldas les indicaron que los lobos no parecían
interesarse por ellos, pero no obstante, el asesinó se frenó un momento y
lanzó otros dos de los rojizos ópalos para proteger su retirada.
Sendas explosiones de fuego surgieron del suelo al contacto con las
esferas cubriendo la retirada de ambos, y provocando los lastimeros
aullidos de dos de los lobos que al final habían optado por perseguirles.
Phoenix retomó la carrera y salió en pos del ladrón. El humano era
rápido, pero su ascendencia drow le dotaba de mayor agilidad y
velocidad, así que en unos segundos lo tuvo de nuevo a la vista.
- ¡Cuidado! -gritó el drow al ver que el camino giraba hacia la derecha y
el ladrón parecía no haberse percatado de elloPero fue demasiado tarde, el ladrón ya había perdido el equilibrio al
tropezarse con las piedras sueltas del borde del camino.
Némesis intentó recuperar el equilibrio pero se vio arrastrado por el
desnivel del terreno cayendo por la ladera hacia un destino incierto.
De repente, el desnivel se convirtió en caída libre al alcanzar un risco en
la montaña y durante un instante pensó que todo había terminado, pero
una mano en su antebrazo lo frenó de repente.
Alzó la vista y dos puntos violetas le descubrieron a su salvador. El drow
se había arriesgado para salvarle la vida, aquello era insólito, él en su
lugar, sin duda se hubiese dedicado a observar la caída de su rival sin
más.
Afianzó los pies en la roca y se agarró a la cornisa con su otra mano libre.
Cuando toco la tierra con los dedos, una horrible idea le inundó la
cabeza, "su espada no estaba", la había soltado durante la caída.
401
Observó nervioso a su alrededor y cuando miró hacia abajo la vio. La
espada reposaba sobre una pequeña rama, a menos de un metro bajo él, a
la izquierda.
Soltó su mano izquierda de la pared, volviendo a quedar suspendido del
brazo del drow e intentó alcanzarla.
- ¡Déjala! -exclamó el drow dando un tirón al brazo del ladrón- esta
demasiado lejos y pesas demasiado para que te sujete durante mucho
tiempo.
Némesis no respondió a su compañero, estaba concentrado en alcanzar su
espada, ya casi podía tocarla, podía sentir el pomo de la guarda rozando
contra su dedo índice.
Némesis dio un último tirón, se balanceó usando el brazo del drow en su
movimiento, y por fin alcanzó su objetivo atrapando la empuñadura con
su mano izquierda.
Pero el peso extra del arma, sumado a la fuerza del impulso que había
realizado el ladrón, fueron demasiado para el drow, y el brazo de éste se
desprendió de la mano de Phoenix.
El ladrón cayo arrastrando la pequeña rama en su caída. Ahora si que
todo había terminado pensó, pero algo se hizo con su mente y descargó
una brutal acometida contra la pared de la montaña usando la espada. La
hoja se clavó como un palillo en un trozo de mantequilla y la caída cesó
bruscamente al quedar sujeto a la roca.
Instantes después, una cuerda arrojada por el drow pasó junto a él.
- Átatela al cuerpo -le instó el drow desde arriba- intentaré subirte.
Némesis se ajustó la cuerda alrededor del cuerpo y esperó a que estuviera
tensada para extraer la espada de la roca.
Phoenix, sentado en el suelo y con los pies apoyados en una roca donde
había atado la cuerda, tensaba la soga poco a poco mientras la hacía pasar
por detrás de su espalda para hacer mas fuerza.
Pronto vio asomar las manos del ladrón en la cima del risco, y observó
apesadumbrado que no había soltado la empuñadura de la espada.
El ladrón se arrastró junto al drow y se tumbo sobre la espalda mirando
las estrellas.
- Ha estado cerca -murmuró el ladrón- gracias.
402
Phoenix se impulsó para ponerse en pie sin perder un minuto.
- No hay de que -respondió el asesino- pero no es momento de descansar,
debemos continuar antes de que esos malditos lobos se decidan a
perseguirnos.
Némesis se reincorporó y tras desentumecer sus músculos continuó junto
con el drow a paso vivo, pero esta vez caminando tras él para no volver a
salirse del camino.
Avanzaban veloces por la senda y la amenaza de los lobos se fue
desvaneciendo poco a poco para ser reemplazada por otras
preocupaciones dentro de su mente.
Némesis no dejaba de pensar en el incidente con la espada, había
arriesgado su vida por recuperarla, y cuando lo había hecho, la espada
había reaccionado por su cuenta, obligándole a realizar sus propios
deseos.
La preocupación del ladrón se hizo patente en el rostro mientras
avanzaban a gran velocidad por el pequeño sendero, pero nadie podía
verlo, estaba solo en la oscuridad, y dentro de su mente, no dejaba de
darle vueltas al camino que había elegido, un camino de sombras, que ya
para siempre dominaría su destino...
Las primeras luces del alba y el calor del sol despertaron a Cyric de su
letargo. Se estiró tras separase del cuerpo aun somnoliento de Rebeca y
contempló como sus compañeros aun dormían plácidamente.
Había algo extraño, algo distinto al día anterior, no sabia que era, pero
algo no encajaba.
El resto de amigos se fueron despertando poco a poco para saludar el
nuevo día.
La sacerdotisa se levantó con una extraña sensación y Cyric reparó en su
preocupado semblante.
- ¿Tu también lo sientes? -le preguntó Cris al elfo al reparar en su
mirada- No lo se -respondió confuso meneando la cabeza- noto algo extraño,
como si faltara algo, pero no puedo decir lo que es.
Cristina asintió las palabras del elfo.
403
- Algo esta corrompiendo la naturaleza -aseveró la sacerdotisa- siento su
dolor a mí alrededor, puedo oír sus lamentos y sentir su miedo.
Rebeca se desperezó despreocupada al igual que el kender y el enano que
no habían sentido nada raro.
- Eso es -dictaminó Cyric al descubrir lo que había notado diferente- son
los animales, no se oye ningún ruido, ni el trinar de los pájaros, ni el
ruido de los conejos al esconderse. Es como si el bosque se hubiese
quedado desierto.
Recogieron el campamento con premura y se dispusieron a continuar su
camino con más cautela, observando cada copa de árbol y cada arbusto
oculto, en busca de algún ataque furtivo.
Radik, con la ballesta cargada entre las manos, avanzaba cauteloso por la
senda al lado de Cyric, que llevaba desenfundadas las dos katanas. Tras
ellos el kender y las dos mujeres les seguían con cautela.
Habían pasado cuatro horas cuando la tensa calma se rompió con el
sonido seco de varias cuerdas al tensarse, y antes de que ninguno de ellos
pudiera reaccionar una docena de flechas se habían clavado a su
alrededor a escasos centímetros de sus pies.
Cyric se quedó clavado en el sitio y observó como el enano depositaba en
el suelo la ballesta que portaba.
- Ya nos han encontrado -susurró el enano- no debemos presentarnos
hostiles si queremos seguir viviendo.
Cyric asintió y con un movimiento imperceptible enfundó sus armas en
las vainas ocultas de su ropa.
En ese momento otra andanada de flechas se clavó a varios metros
delante de ellos formando una barrera imaginaria en el camino.
- Danduín taneo dándala -clamó Cyric en el lenguaje elfico para llamar la
atención de sus atacantes- sutra dándala duin.
Un instante después, tres figuras aparecieron en la senda. Las tres
criaturas median al rededor de metro sesenta y vestían con colores verdes
y marrones, confundiéndose con la foresta del bosque.
El trío se acercó hasta la posición de Cyric y lo examinaron de arriba a
abajo.
Cyric era más alto y fornido que ellos y únicamente por sus orejas
puntiagudas se podía discernir su origen elfico.
404
- Es un kargonesti -comunicó el elfo del centro al los otros dos- ¿Que
hace un kargonesti en nuestro bosque? y ¿Como has conseguido el
danduín?
Cyric relató la historia del encuentro con el elfo moribundo y les mostró
la piedra que llevaba la sacerdotisa al cuello, para a continuación,
hacerles entrega de ella.
Los elfos se quedaron sin habla al verla y ninguno de ellos quiso aceptar
la piedra cuando Cyric hizo ademán de entregársela.
- Debéis acompañarnos hasta nuestra ciudad -ordenó el elfo sin
contemplaciones- solo Elder, nuestro venerable anciano, el que todo lo
sabe, puede manejarla sin que su vida corra peligro.
Cyric comprendió entonces las palabras del elfo moribundo, y como, él
mismo había estado a punto de morir durante el primer sueño que había
tenido bajo la posesión de la piedra lunar.
- Sea pues -exclamó Cyric convencido- llevadnos ante vuestro anciano
para que pueda completar la promesa que le hice a vuestro hermano.
Los elfos sacaron unas tiras de tela de la mochila que cargaban a la
espalda.
- Debemos vendaros los ojos -advirtió de nuevo el elfo- no esta permitido
conocer la ubicación de nuestra ciudad a ningún extranjero. Y vuestro
amigo deberá marcharse -explicó el elfo dirigiéndose al enano- el sabe
que su presencia aquí esta prohibida, e incluso se puede sentir el rechazo
del bosque a su presencia.
Cristina avanzó un paso para defender a su pequeño guía.
- El sufrimiento del bosque no se debe a la presencia de nuestro amigo
Radik -dijo la sacerdotisa defendiendo al enano- hay alguna otra fuerza
diabólica detrás de todo esto.
Los tres elfos escrutaron a la humana con los ojos entrecerrados. No
llegaban a entender como una humana había podido sentir el malestar del
bosque.
- Sea como sea -concluyó el jefe del grupo de los elfos- él sabe que debe
irse. Su presencia en nuestras tierras no es grata.
Radik asintió con la cabeza y le hizo gestos a Cris para que cediera en la
disputa.
405
- Ha sido un placer viajar con vosotros -se despidió el enano- espero que
vuestro viaje os lleve a buen puerto, y recordad que siempre tendréis un
hogar entre los enanos de Thorbandin, nuestra gratitud nunca será
suficiente por todo lo que hicisteis por nosotros.
Y sin añadir nada mas, el enano dio media vuelta y volvió sobre sus
pasos hacia su ciudad natal.
Cuando el pequeño guía se hubo alejado, los elfos cegaron a los
compañeros con los pañuelos de tela y les guiaron hacia el interior del
bosque.
El tiempo parecía pasar de otra manera dentro del bosque, y más ahora
que iban cegados con pañuelos de tela que les impedía ver la luz. Ya no
sabían si era temprano o tarde, día o noche.
De pronto algo alertó a los elfos, parecía como si estuvieran hablando
con alguien, y después unos extraños ruidos de ramas hicieron
enmudecer el ambiente.
Los compañeros se retiraron las vendas con premura y lo que vieron les
pareció increíble.
Colgados de los árboles, había una docena de elfos enredados entre las
ramas, boca abajo.
Y los tres elfos que les hacían de guías estaban atrapados en unas
extrañas enredaderas que habían surgido misteriosamente del suelo.
A una decena de metros se hallaba una bella mujer vestida con una piel
de leopardo.
Era una mujer rubia, con el pelo largo y rizado y un antifaz negro que la
cubría los ojos.
Portaba una espada al cinto y un escudo a la espalda, e iba acompañada
por un extraño ser que se apoyaba en su hombro, como una especie de
pequeño demonio de color rosado.
Tras la piel de leopardo, se vislumbraba un corpiño de cuero que la
protegía el pecho y unas botas del mismo material que se le ajustaban a
las piernas como una segunda piel.
- Vosotros tenéis algo de mi señor -informó con una voz altiva carente de
miedo- y vengo a recoger lo que por derecho le pertenece.
406
Cuando terminó la frase, y antes de que ninguno pudiera hacer nada, una
bandada de animales de todo tipo salió de los alrededores del bosque para
atacar a los compañeros. Desde osos pardos hasta lobos, salían de sus
escondrijos para unirse a la causa de la hembra.
Cyric desenfundó sus katanas mientras Rebeca pensaba con rapidez
como deshacerse de la amenaza sin dañar el bosque con su poderosos
conjuros de fuego.
Lo que todos desconocían, es que la recién llegada solo quería distraer su
atención hacía otro lugar, ya que, con un rápido movimiento lanzó la
mano hacia al suelo, y misteriosamente se introdujo en el interior de la
tierra como si de una raíz se tratara. Un minuto después, la mano de la
mujer reapareció a una decena de metros, justo bajo la sacerdotisa, y
surgió hacia arriba como una gigantesca raíz, introduciéndose por el
interior de la túnica de Cristina. La sacerdotisa emitió un grito al sentir
un tirón en el pecho seguido de una punzada, y cuando bajó la vista,
observó aterrada, como, una mano sosteniendo el colgante con la piedra
lunar, se retraía hacia la tierra. Y su sorpresa fue mayor, cuando vio
como la mujer que se encartaba a unos diez metros de ella, extraía la
mano de la tierra con el colgante sujeto en ella.
- Muchas gracias -exclamó la bella rubia mientras se dirigía a un árbol
cercano- el señor de la noche os agradece vuestra ayuda.
Un instante después, la mujer toco la corteza del árbol, y pareció como si
su cuerpo se fundiera con la madera. A los pocos segundos, la hembra ya
no estaba allí.
Cyric giraba en torno a Rebeca con las katanas en alto intentando evitar
que dos osos pardos se acercaran, amagando golpes contra ellos para
mantenerles a distancia, cuando de pronto algo cambió en sus atacantes,
el fulgor rojizo que teñía sus ojos desapareció, eliminando al mismo
tiempo la agresividad de los animales, que huyeron hacia la seguridad del
interior de bosque.
Cyric sacudió la cabeza sin entender nada, hasta que escuchó el lamento
de la sacerdotisa. Se dio la vuelta y comprobó con terror como la piel de
la mujer había adquirido un tono verdoso y se encontraba apoyada contra
un árbol para no perder el equilibrio.
407
- ¿Que ha ocurrido? -exclamó el elfo sin entender nada- ¿Que te ha
pasado?
- Esa mujer -balbuceó Cris mareada- la piedra, la ha robado.... me siento
mal... veneno...
Y cayó al suelo entre delirios, provocados seguramente por la fiebre que
se había apoderado de ella.
Las ramas que mantenían presos a los elfos, se aflojaron, y una docena de
ellos cayeron desde las alturas al suelo, mientras tanto, sus otros tres
compañeros se deshacían de los restos de las enredaderas que los habían
mantenido aprisionados.
- La situación es mas grabe de lo que habíamos creído -comentó de forma
enigmática el elfo- hemos de llegar a la ciudad cuanto antes. El mundo
corre un grabe peligro si la piedra lunar cae en manos del señor de la
noche.
Cyric se dirigió amenazante hacia el elfo al tiempo que Rebeca miraba
confusa a su alrededor.
- Pe... Pero ¿Que ha pasado? -preguntó sobrecogida- Todo ha sido tan
rápido que no he visto nada.
La maga tenia razón, todo había sucedido en apenas un minuto, y apenas
la había dado tiempo de ver a los animales que se abalanzaban contra
ellos.
Rebeca reparó en el estado de su amiga y salió corriendo para prestarla su
ayuda.
Mientras tanto Cyric había llegado a la altura del jefe de la escuadrilla al
que alcanzó con un puñetazo, que terminó con el elfo en el suelo.
Una decena de arcos apuntaron inmediatamente hacía Cyric con las
cuerdas listas a una orden de su jefe.
- No disparéis -intervino el elfo mientras se ponía en pie tocándose la
dolorida mandíbula- Tu sabias que esto podía ocurrir -gritó Cyric furioso- y aun así no nos
avisaste. Por eso no queríais coger la piedra ¿verdad?, era mas fácil
sacrificar a una extrajera.
El elfo se acercó hasta Cyric y posó la mano en su hombro en señal de
amistad.
408
- Para un elfo la vida es sagrada -replicó condescendiente- se trata del
don mas importante, y puedes creerme si te digo, que nunca pondríamos
la vida de nadie en peligro si no esta amenazando la nuestra.
- ¿Pero quien era esa mujer? -inquirió Cyric- ¿Parecía como si conocieras
a su señor?
- Y así es, -dijo el elfo asintiendo con la cabeza- se trata del señor de la
noche, pero será mejor que nos demos prisa en llegar al poblado. Tú
amiga esta muy enferma, y solo allí podrá recibir los cuidados necesarios.
Nuestro anciano responderá a todas vuestras preguntas cuando
lleguemos.
Cyric asintió, y tras acercarse a la sacerdotisa la recogió del suelo y cargó
con ella durante el resto de la marcha.
- ¿Se va ha convertir en un árbol? -preguntó el kender sin el tono jovial
que era característico en él- Yo no quiero que se convierta en una planta.
- Tranquilo Tas -le calmó Rebeca- Cristina se pondrá bien, no te
preocupes.
La comitiva continuó su camino hacia el corazón del bosque, y poco a
poco la luz se fue difuminando hasta dar paso a la oscuridad, aunque eso
no era problema para los elfos, capaces de captar el calor que emitían las
cosas, mas comúnmente denominado infravisión, con la cual podían
moverse de la misma forma tanto de día como de noche.
Cuando por fin cayó la noche en el bosque, pudieron vislumbrar su
destino. Una serie de farolillos de colores iluminaban a lo lejos las calles
de la urbe elfica, y cuando se adentraron entre sus calles, la belleza del
lugar les cortó la respiración.
Todas las casas estaban construidas, respetando las formas del bosque y
adecuándose a los árboles, sin dañar ni uno solo. Parecía como la ciudad
de un cuento de hadas, con miles de farolillos colgados entre las ramas de
los árboles iluminando las flores que colgaban de estos.
Centenares de fuegos fatuos, pequeñas hadas que emitían luces de
colores como las luciérnagas, revoloteaban de un lado a otro por la
ciudad de los elfos.
Atravesaron la urbe y por fin llegaron a su destino, al templo de los
ancianos, donde pronto conocerían a Elder, el que todo lo sabe.
409
Se adentraron en el interior del templo, una preciosa construcción de
piedra, alzada al rededor de varios árboles gigantescos que salían a través
del tejado hacia el cielo.
Dentro, contemplaron con asombro, como el suelo estaba alfombrado con
hierba y flores de vivos colores, y al alzar la vista a las alturas pudieron
observar la gigantesca cúpula de cristal que se ajustaba entre los árboles
para dejar pasar la luz de sol. No en vano la construcción se llamaba el
templo del sol, pues era la única zona del bosque donde los rayos del sol
conseguían atravesar la tupida capa de hojas que lo cubría.
- Os estaba esperando -clamó una voz desde el fondo, que aunque
desgastada por la edad, aun mantenía el tono claro y viril- acercaos, para
que mis cansados ojos puedan veros.
El grupo se acercó hasta donde se encontraba el anciano y comprobaron,
como sus castaños ojos, les escrutaba palmo a palmo.
- Así que vosotros sois el legado -murmuró para si pensativo- o al menos
parte de el. Es un honor conoceos.
- ¿El legado? -preguntaron al unísono Cyric y Rebeca- ¿Que quieres
decir con eso?
El anciano emitió una risa queda y volvió su atención hacia la sacerdotisa
que reposaba entre los brazos de Cyric con un aspecto poco alentador. Su
cara tenía ya un tono verdoso oscuro y sus brazos estaban agrietados
como la corteza de un árbol.
- Cada cosa tiene su momento -respondió el anciano- y ahora, es el
momento de velar por la vida de tu amiga.
El anciano cortó la disculpa del elfo con un ademán, y con otro simple
gestó, hizo surgir de la hierba una lecho formado de flores, donde indicó
al elfo que depositara a su amiga sobre él.
Cyric tendió con cuidado a Cristina sobre el lecho de flores y se quedó
mirando.
Cuando el cuerpo de la sacerdotisa reposó sobre él, una serie de
enredaderas de colores comenzaron a tejer una película de flores sobre su
cuerpo, hasta que la sacerdotisa quedó oculta bajo ellas.
- Ahora esta bajo el cuidado de la madre naturaleza -explicó el ancianoella es la única fuente de vida, que puede contrarrestar los efectos
malignos de la corruptora.
410
- ¿La corruptora? -preguntó Rebeca confusa- ¿la mujer que nos ataco en
el bosque?
- Si -asintió Elder, el anciano elfo- en un tiempo fue discípula mía, pero
era impaciente y fue tentada por el señor de la noche, corrompiendo su
fuente de poder para dañar la naturaleza en lugar de curarla. Ahora es un
ser tan poderoso como maligno, a las ordenes del señor de la noche.
- ¿El señor de la noche? -inquirió Cyric- ¿Quien es? ¿Y para que quiere
la piedra lunar?
- Preguntas, preguntas y mas preguntas -se quejó el anciano- no es
momento ahora para preguntas. Ir a descansar, y cuando vuestra amiga se
recupere, saciaré vuestra curiosidad.
Los tres compañeros fueron escoltados hasta una estancia contigua donde
había dispuestas seis camas listas para ser usadas.
- Creo que no esperaban que nos separásemos por el camino -comentó
Cyric a Rebeca al ver las dos camas de mas- parece ser que este anciano,
tampoco lo sabe todo.
Se tumbaron en tres camas contiguas y se dejaron llevar por el
cansancio...
Muy lejos de allí, sobre la columna del mundo, en las montañas que
alojaban la grandiosa ciudad enana de Thorbandin, el sol había ya
concluido su recorrido por tres veces, y la noche inundaba el lugar con su
impenetrable negrura. Sobre la cumbre montañosa, dos figuras
encapuchadas avanzaban cautelosas, atravesando el manto de oscuridad
en busca de su destino.
Unas horas mas tarde, un ligero descenso en la pendiente les levantó el
ánimo. Habían pasado las ultimas cinco noches sin pegar ojo, y por fin
sus esfuerzos comenzaban a verse recompensados. Desde el éste, un rayo
de sol les daba la bienvenida al nuevo día.
- Por fin -exclamó Némesis mientras se dejaba caer al suelo exhaustoempezaba a pensar que esta maldita montaña no tenía fin.
411
En la distancia, a varios kilómetros, se podían observar las luces de un
poblado cerca de la base de la montaña, y unos cincuenta kilómetros mas
allá, hacía el norte, se vislumbraba el reflejo de los primeros rayos del sol
sobre el mar, y las luces tenues de una ciudad costera que comenzaba a
despertar con la llegada del amanecer.
Phoenix se sentó junto a él y dejó la mochila a su lado para sacar algo de
comer.
Las raciones de carne estaban resecas, pero después de avanzar sin parar
durante cinco días, el sabor de la carne dura era un verdadero manjar para
el paladar. Mojaron sus resecas gargantas con agua y descansaron
durante unos minutos.
- Bueno -informó el drow poniéndose en pie, cuando el sol se hubo
levantado lo suficiente como para ver la escarpada vertiente de la
montaña- ya tenemos suficiente luz para comenzar el descenso, así que
vamos allá.
Némesis se levantó a regañadientes, interrumpiendo su reconfortante
descanso. El drow tenía razón, aún tenían que descender la montaña, y si
la noche les alcanzaba durante la escalada sería extremadamente
peligroso... al menos para él, que no podía ver en la oscuridad.
El ladrón tensó sus doloridos músculos y se dispuso a coger la cuerda que
llevaba enroscada al cuerpo, cuando un carraspeo del drow llamó su
atención.
- ¿Cuantos metros de cuerda tienes? -inquirió el drow con una sonrisa- a
menos que tengas mas de quinientos metros de cuerda, me temo que no
te va ha servir de mucho para el descenso.
Némesis echó por primera vez una ojeada a la vertiente de la montaña, y
lo que vio le heló el alma, había una pared vertical de más de medio
kilómetro hasta llegar a un descenso menos duro, que les llevara a la
falda de la montaña. En total había más de dos mil metros hasta el suelo.
- Aunque claro, -se jactó el drow- si estas muy cansado, siempre te puedo
ayudar a bajar.
Némesis soltó un rugido y se acercó al saliente con determinación.
Descolgó los pies hasta encontrar un buen asidero y comenzó a descender
la escarpada pared.
412
Phoenix, se descolgó medio metro a la derecha de la ruta del humano y le
alcanzó en un momento, haciendo gala de una mayor pericia en la
escalada.
- Deberías haberte puesto guantes -instruyó el drow, que llevaba puestos
unos guantes especiales sin dedos, para protegerse las palmas de las
manos- la escalada va ha ser larga y peligrosa.
- Yo no necesito guantes -respondió Némesis molesto- no soy una niña
drow que necesite protegerse las delicadas manos, yo soy un hombre con
las manos curtidas.
Phoenix enarcó una sonrisa maliciosa y continuó el descenso de la
montaña.
Bajaban metro a metro, buscando un nuevo asidero para la mano antes de
mover el pie contrario en busca de apoyo.
El descenso era lento, y ya llevaban más de dos horas bajando por la
pared, cuando un calambre atenazó la muñeca del ladrón mientras estaba
buscando apoyo con su otro brazo.
Némesis intentó avisar al drow, pero sus piernas no pudieron aguantar el
cuerpo erguido, desequilibrado por el peso de su mochila. El ladrón se
vino abajo arrastrado por el peso de su equipo, y vio en un momento,
como toda su vida pasaba ante sus ojos, más rápido aún, que la pared de
la montaña.
De pronto sintió un tirón en la pierna, y la caída se fue frenando poco a
poco.
Levanto la vista hacia arriba, pues se encontraba flotando en el aire boca
abajo, y observó como el drow lo sujetaba por la pierna. Pero lo que mas
sorprendió al ladrón fue el hecho de que el drow también se encontraba
flotando en el aire sin apoyo ninguno.
- ¿Acaso habías olvidado que poseo la habilidad de levitar? -se jactó el
drow con una sonrisa de oreja a oreja- deberías tener mas presente las
habilidades de tus oponentes.
Némesis quería contestar con un comentario ácido a las mordaces
palabras del drow, pero un nudo en la garganta le impedía articular
palabra. Había estado tan cerca de la muerte que su mente aun se
encontraba bajo el efecto del shock.
413
El drow continuó el descenso levitando y en menos de veinte minutos
alcanzó la base de la pared vertical.
Némesis se reincorporó, y sin articular palabra continuó el descenso, esta
vez menos pronunciado, al haber alcanzado ya la ladera de la montaña.
Cuando el sol marcaba el mediodía sobre sus cabezas llegaron a la falda
de la montaña y una hora después ya habían llegado hasta su base.
Tomaron dirección norte, hacia donde habían visto las luces del poblado
al amanecer, y ninguno de los dos medió palabra durante el camino hasta
la aldea.
Pronto llegaron a su destino, el pequeño poblado no se encontraba lejos
de la montaña, pero les sorprendió la configuración del mismo.
Los habitantes del lugar, habían construido sus casas en las copas de los
árboles, y gigantescas escaleras de caracol ascendían al rededor de los
troncos hasta llegar a ellas.
Sobre sus cabezas, las casas se unían unas a otras con inmensos puentes
de madera asidos con cuerdas. Estaba claro que los habitantes de aquel
poblado estaban hartos de ser saqueados y habían trasladado sus
viviendas a las alturas para estar más seguros.
Tan solo una casa seguía plantada en la tierra, una casa típica de madera,
con una chimenea a través de la cual surgía un hilo de humo blanco.
Junto a la casa se alzaba un establo, y por el sonido que salía de el, se
podía adivinar que había caballos en su interior.
Némesis dirigió sus pasos hacia la casa y espió a través de una de las
ventanas. En su interior, un hombre fornido aporreaba un trozo de metal
sobre un yunque con un inmenso martillo que manejaba con su brazo
derecho.
El ladrón, forzó la cerradura con maestría y entreabrió la puerta. Una
bocanada de aire caliente escapo hacía el exterior, y el ladrón, al
descubrir su error, entró con precipitación y cerro la puerta a sus
espaldas, pero ya era tarde, el herrero había sentido la corriente y se había
dado la vuelta, encontrándose frente al sorprendido Némesis.
El herrero, al detectar al intruso, cargó contra él, manteniendo sobre la
cabeza el imponente martillo que manejaba.
414
Un cúmulo de pensamientos pasaron por la cabeza del ladrón. Estaba
demasiado cansado para pelear contra aquella mole, pero darle la espalda
mientras intentaba huir a través de la puerta tampoco le parecía una
opción muy aceptable, sobre todo, después de ver la cara de rabia de su
rival. Estaba claro que los ladrones no eran muy bien recibidos por
aquella zona.
De repente, el sonido de cristales rotos llamó la atención de ambos, y
vieron como uno de los pequeños cristales que componían la cuarteada
ventana, se había roto sin razón aparente. El herrero, sin darle mayor
importancia, cargó contra su adversario con furia, dispuesto a aplastarle
la cabeza con su imponente martillo. Pero el golpe no llegó a concluirse,
el herrero se vio vencido por el peso del martillo al tomar impulso hacia
atrás y quedarse sin fuerza en los brazos. El hombre se miró incrédulo las
manos, y un instante después, las rodillas cedieron bajo el peso del
cuerpo, cayendo a plomo contra el piso.
Némesis examinó el cuerpo del caído y encontró la respuesta que
buscaba. Una diminuta saeta negra asomaba por el costado del
hombretón. Volvió a mirar hacia la ventana esperando encontrarse con su
compañero de armas, pero el drow ya no estaba allí.
El ladrón sintió un cosquilleo en el brazo izquierdo y se vio impulsado
irremediablemente a blandir su espada sanguinaria. Un instante después,
descargó su hoja con un golpe seco, clavándola en la espalda de su
indefenso oponente. Una extraña sensación le recorrió el cuerpo, como
un cosquilleo que le inundaba de arriba a abajo, pero de pronto el
cosquilleo se convirtió en un dolor insoportable. Sentía cómo la energía
de su cuerpo se disipaba a través de su mano, y podía percibir el flujo de
su energía escapándosele a través de las yemas de los dedos.
La espada, al no haber conseguido alimentarse de su ya muerta víctima,
estaba absorbiendo la propia energía del ladrón.
Némesis apretó los dientes para evitar lanzar un grito de dolor, y a punto
estuvo de perder la consciencia. De repente todo pasó, el dolor remitió
tan rápido como había aparecido, y todo su cuerpo se quedó en medio de
una sensación de absoluta debilidad, desplomándose al suelo sin poder
hacer nada para evitarlo.
415
El ladrón escuchó unas pisadas a su espalda, y un momento después
sintió las manos del drow reincorporándole.
- ¡Noooo! -gimió el ladrón con un tono de ultratumba, mientras Phoenix
lo arrastraba hacia el exterior, sujetándole por la cintura- ¡Mi espada!...
no me iré sin ella.
Phoenix cabeceó incrédulo ante las palabras del humano, había estado a
punto de sucumbir a manos de su propia espada y aun así la quería con
toda su alma. Phoenix reticente por recuperar tan maligna arma, pero
sabedor de lo peligroso de mantener una discursión en aquel lugar,
arrancó la espada de la espalda del herrero con la mano izquierda, y
abandonó la casa junto al ladrón.
El drow le arrastró hasta la caballeriza que se encontraba cerca de la casa.
El edificio no era muy grande, pero albergaba un carro de madera,
probablemente para comerciar con sus mercancías en otros pueblos, y
cuatro caballos en corrales separados.
Abrió uno de los portones, coloco al ladrón a la grupa de uno de los
caballos, y se montó él a continuación para escapar a toda prisa.
Habría sido ridículo coger otro caballo, el ladrón apenas podía
mantenerse en equilibrio sobre la grupa, y mucho menos cabalgar sobre
su lomo.
El drow espoleó al caballo con ambos talones y salió al galope a través
de la puerta del cobertizo en dirección hacia el camino. Mantuvo el
galope durante un buen rato, para dejar atrás la amenaza de una
persecución a manos de los habitantes del poblado, y examinó el
horizonte en busca de alguna señal de la ciudad que habían visto hacia el
norte, antes de descender de la montaña, pues pese a encontrarse en una
planicie sin excesiva vegetación no conseguía ver nada, lo que debía
significar que aún se encontraban lejos del lugar.
Continuó el camino, manteniendo al caballo en un trote vivo, y cuando el
sol comenzó a proyectar sus alargadas sombras preludiando el atardecer,
observó a lo lejos las primeras luces de lo que parecía ser la ciudad.
Aumentó el ritmo de su caballo llevado por la nueva inyección de
esperanza, y pronto alcanzó la entrada de la ciudad.
416
Se trataba de una gran urbe costera, y las luces del atardecer iluminaban
el bullicioso trajín de las calles. Los habitantes de la ciudad parecían
aprovechar las últimas horas de la tarde, para pasear con sus familias o
charlar con los amigos y conocidos.
Las entradas a las tabernas estaban atestadas de gente y los comercios se
encontraban rebosantes de posibles clientes.
Némesis levantó la cabeza para examinar la ciudad y palmeó la cintura
del drow para atraer su atención.
- Ya estoy mejor -anunció el ladrón mientras se reincorporaba para
sentarse sobre la grupa del caballo- dirígete hacia el puerto. Necesitamos
dinero, y ese es el mejor sitio para cerrar un buen trato.
Phoenix asintió convencido, y dirigió su caballo hacia el norte a través de
la calle, hacia el mar.
El flujo de transeúntes fue disminuyendo conforme se acercaban a la
zona portuaria, y es que los muelles no era un lugar aconsejable para
pasear cuando el sol se acercaba al horizonte.
Todos sabían que los muelles eran los dominios de los gremios oscuros,
los cuales abrían y cerraban todos los tratos en sus inmediaciones, y no
reparaban en quitar de en medio a cualquiera que se inmiscuyera en sus
negocios.
Némesis oteó las inmediaciones y pronto descubrió el lugar que andaba
buscando. Se encontraba señalizado por un cartel de madera mecido por
el viento y colgado sobre una puerta cerrada que ocultaba el bullicio del
interior. "El Cuervo Huraño" rezaba el cartel que anunciaba el nombre
del local, acompañando al texto con el dibujo de un pájaro negro grabado
en la madera. A la izquierda de la puerta, unos ventanales cubiertos pon
cortinas impedían ver el interior, pero aun así, se podía apreciar el brillo
de las luces filtrándose a través de la tela.
El ladrón desmontó del caballo, seguido por el drow, que amarró al
mismo a una barandilla cercana y se dirigieron hacia la puerta.
Al abrir la hoja de madera, una nube de humo acompañada de pestilentes
olores, les inundó las fosas nasales. Atravesaron la jamba y al cerrar la
puerta a sus espaldas, comprobaron que el bullicio había cesado de
repente, y la mayoría de los presentes les observaban de reojo.
417
Némesis recorrió la estancia pausadamente con la mirada, y con un
movimiento imperceptible para unos ojos no preparados a verlo, ejecutó
una serie de movimientos con los dedos.
Un instante después, todos los presentes volvieron a sus asuntos sin hacer
el menor caso de los recién llegados.
Phoenix comprendió rápidamente lo que había pasado, Némesis había
ejecutado la señal de los ladrones para que les permitieran el acceso.
El ladrón condujo a su compañero hasta una mesa retirada, cerca de la
pared, y esperó la llegada del tabernero. Pronto, un hombre calvo y
fornido con una inmensa cicatriz en la cara que le cruzaba desde la
cuenca del ojo izquierdo, que dicho sea de paso tenia vacía,
atravesándole la cara hasta la comisura del labio, lo que le daba un
aspecto poco tranquilizador.
- ¿Que va ha ser? -preguntó el tabernero con una voz tan dura como su
aspectoNémesis miró fijamente al único ojo del hombre y le lanzó mirada de
complicidad.
- Un par de cervezas -pidió el ladrón al tiempo que repetía la seña con las
manos asegurándose de que el hombre que tenía delante la viera- y algún
trabajito tampoco nos vendría mal.
El hombre entrecerró el ojo sano sopesando las palabras de su
interlocutor antes de contestar.
- Ahora os traigo lo que habéis pedido -contestó enigmático el extraño
posadero, y se dio media vuelta para dirigirse a la barraEl drow dirigió una mirada recelosa al ladrón.
- ¿Que demonios estas haciendo? -preguntó el drow en un susurro¿Supongo que sabrás lo que haces?
Némesis articulo un ademán despreciativo.
- He hecho esto desde que era un niño -alardeó el ladrón ante el drow- se
supone que necesitamos coger un barco para salir de aquí, y eso cuesta
dinero, un dinero que no tenemos.
Phoenix no pudo contradecir las palabras del ladrón. Bien es verdad que
había pensado vender el caballo para conseguir dinero, pero después de
ver en la piel del animal la marca del herrero al que se lo habían robado,
la idea no le había parecido tan buena.
418
Así que decidió seguir el plan que estaba urdiendo el ladrón,
manteniéndose en silencio para no provocar sospechas.
Un buen rato después, más de lo que un tabernero hubiera necesitado
para llenar un par de jarras de cerveza, apareció el camarero portando una
bandeja de latón que depositó sin cuidado sobre la pequeña mesa de
madera, derramando algo de la cerveza en el movimiento.
Némesis extrajo de su bolsa las últimas monedas de cobre que le
quedaban, unas veinte, y se las entregó al tabernero.
- ¿Bastara? -inquirió a su tuerto interlocutor- Será suficiente -respondió en una voz extrañamente baja comparada con
el tono anterior- por el momento.
Phoenix introdujo la uña del dedo meñique en la jarra y tras olfatear el
liquido con cuidado, se paladeó la uña cerrando los ojos para
concentrarse en su sentido del gusto.
- Es un gran catador de caldos -intervino el ladrón al ver la recelosa
mirada del tabernero- le gusta paladear la bebida antes de disfrutar de
ella.
El hombretón se dio la vuelta molesto ante la desconfianza del drow y
volvió a la barra, pese a ello se le encendió una sonrisa en el rostro, en
realidad hacían bien, pensó para sí, de no haberle hecho la señal de los
ladrones, era seguro que les habría servido cerveza emponzoñada.
Némesis levantó su jarra para brindar con el drow, y al alzarla vio lo que
buscaba, un pequeño papel se encontraba doblado en el lugar donde
reposaba la jarra.
Bebió un sonoro trago después de entrechocar su jarra con la del drow y
tras dejarla de nuevo sobre la mesa, desdobló el papel con discreción.
En el pequeño trozo de papel se leía escrito en común "En el almacén de
enfrente" y bajo la frase, había dibujado en forma de código, tres rayas
verticales, dos horizontales y cuatro verticales.
Némesis rompió en pequeños pedacitos el trozo de papel, y vació de un
trago lo que le quedaba de la jarra de cerveza antes de levantarse y
dirigirse a la salida acompañado del drow.
- Ya estamos en marcha -le comunicó a su compañero con un guiño
mientras cruzaban la calle- pronto estaremos atravesando el maldito mar
que nos separa de la parte norte del continente.
419
Phoenix miró inquieto al ladrón, no habían hablado de lo que iban a
hacer después de llegar a la ciudad, pero lo que no se había parado a
pensar es que el ladrón aun quisiera ir a Palanthas, al fin y al cabo era allí
donde se dirigirían el resto de sus compañeros, a los cuales ya le había
dejado claro que no quería volver a ver. El asesino desestimó sus dudas
de momento y se centró en lo que estaba a punto de hacer, introducirse en
un gremio de ladrones, él, un asesino, intentando colarse en un gremio
rival. Si alguien le descubría, era seguro que intentarían acabar con él de
inmediato.
Un golpeteo en la puerta de madera le devolvió a la realidad y escuchó
como Némesis golpeaba la hoja de la puerta con una serie de golpes. Tres
golpes cortos, dos largos, y cuatro cortos. La verdad es que los ladrones
no eran muy cuidadosos con su seguridad, pensó para sí. Una contraseña
en un gremio de asesinos distaría mucho de ser una consecución de
golpecitos en una puerta. Al fin y al cabo, los asesinos se tomaban más
en serio la seguridad en sus instalaciones.
Otros sonido le volvió a arrancar de sus pensamientos, cuando una
pequeña rendija se entreabrió en la puerta dejando a la vista dos ojos
oscuros al otro lado.
- Quien va -inquirió la vozNémesis retrocedió un paso para que sus manos quedaran a la vista y tras
realizar la complicada señal de los ladrones le respondió.
- Pertenecemos al guante oscuro -respondió el ladrón haciendo referencia
al nombre de su gremio- estamos buscando la forma de reunir unas
cuantas monedas para continuar nuestro viaje a través del mar.
El ruido sordo de un cerrojo de metal retirándose hacia el interior y el
chirrido de una puerta sin engrasar les dio la bienvenida al interior del
edificio.
El lugar era un almacén vacío y abandonado, en el que solo se veía polvo
por todas partes, aquello era un solar.
- Bienvenidos al gremio de la Mano Silenciosa -invitó el hombre que les
había abierto, al tiempo que cerraba la puerta a sus espaldas- ahora, si
sois tan amables de acompañarme.
Némesis y Phoenix acompañaron a la enlutada figura hasta el centro de la
habitación, donde se quedo quieto durante un momento.
420
Cuando los recién llegados estuvieron junto a él, pisó una tablilla oculta y
el suelo se abrió bajo sus pies.
Los tres cayeron hacia el vacío, para, tres metros mas abajo aterrizar en el
suelo con un grácil aterrizaje. Ni siquiera la sorpresa de la caída había
impedido, que tanto, Phoenix como Némesis aterrizaran en pie
flexionando ligeramente las rodillas.
El guía, aparentemente conforme con la prueba, dirigió entre penumbras
a los dos compañeros a través de los laberínticos túneles subterráneos,
hasta llegar a una maciza puerta de metal con una pequeña mirilla en el
centro. Un ruido de metal rozando contra metal, precedió la apertura de
la puerta cuando el cerrojo que la mantenía clausurada fue retirado. Un
fuerte chirrido acompañó la apertura y una luz tenue se filtró por la
entrada. Al otro lado, un siniestro personaje con mirada torva, los escrutó
de arriba a abajo.
- Son extranjeros buscando trabajo -anunció el guía al portero- he
pensado que eran lo que el jefe andaba buscando.
El guardián de la puerta echó otro vistazo a los recién llegados y asintió
levemente, aprobando la conjetura de su compañero.
- Es posible que nos sirvan -concluyó al final- ¡Seguidme!
El guardián aseguró la puerta cuando el guía que les había traído hasta
allí se había marchado, y acompañó a los recién llegados hacia la pared
derecha de la pequeña habitación que se encontraban.
El lugar parecía una especie de sumidero de aguas fecales, donde en el
centro, un pozo de un metro de diámetro rezumaba un agua de color
marrón. La paredes de la habitación cuadrangular no tenían más de dos
metros, y una antorcha medio consumida se soportaba en un improvisado
pebetero que se encontraba frente a la puerta.
El guardián tanteó la pared y una sección de la misma se deslizo hacia
delante dando paso a otro pasillo iluminado.
Este último, a un par de metros, desembocaba en una habitación
hexagonal de unos diez metros cuadrados donde cuatro encapuchados
hacían guardia, cada uno colocado en una esquina de la habitación.
Cuando los visitantes accedieron a ésta última habitación vieron como
cuatro ballestas apuntaban hacia ellos.
421
- La luz de nuitari es tan negra como el corazón de Sargos -dijo el
guardia en forma de clave al entrar a la habitación-.
Al instante, los guardias que protegían la estancia, guardaron las ballestas
bajo sus capas y franquearon el paso a los recién llegados.
Atravesaron la puerta situada en la pared éste y cuando pasaron al otro
lado contemplaron algo impresionante. Escavano en la roca, había una
gigantesca gruta de más de trescientos metros cuadrados y unos diez
metros de altura.
En el centro de la gruta se levantaba otra estructura, esta vez de madera, a
la que se accedía por varias puertas. La que tenían frente a ellos estaba
protegida por dos guardianes.
El guía les acercó hasta la puerta y los guardianes les franquearon el
paso.
Al acceder al interior les sorprendió el cambió de estilo en la decoración.
Las formas abruptas y austeras de la roca, habían dado paso a una
exquisita decoración en el interior.
La estancia en la que habían entrado, era la replica de una taberna, pero
espléndidamente decorada. En la parte sur, se encontraba la barra del bar
en forma de ele, con una barrica sobre ella preparada para llenar las jarras
de la clientela, y en la pared, una puerta daba acceso al almacén contiguo
para reponer las existencias.
Junto a la barra, varias mesas redondas se agrupaban al rededor, donde se
reunían los miembros del gremio cuando no tenían otra cosa que hacer.
Ahora mismo había una decena de personas diseminadas entre varias
mesas.
Otra gran mesa, ésta, vacía y rectangular, se hallaba frente a ellos junto a
la pared éste de la taberna, seguramente preparada para dar de comer a la
clientela.
Y por ultimo en la esquina noroeste de la habitación, había dispuesta una
diana para entretener al personal, practicando la puntería con el cuchillo.
Ahora mismo, tres personas se enfrentaban en duelo por la mejor
puntuación.
El que les guiaba, hizo caso omiso al bar y continuó hacia la puerta que
se encontraba junto a la cabecera de la gran mesa para pasar a la
siguiente habitación.
422
Ésta, mucho mas grande, parecía una sala táctica, en la cual solo había
tres gigantescas mesas rectangulares, orientadas de norte a sur, en las
cuales se podían ver diseminados multitud de papeles, mapas y
documentos. Varias personas, merodeaban al rededor de las mesas,
estudiando con detalle los papeles.
Pasaron de largo las mesas hasta la pared contraria donde una de las tres
puertas de la habitación, la del éste, estaba custodiada por dos guardias
fuertemente armados.
- Vengo a ver a Sargos -informó el guía a los guardias- le traigo carne
fresca.
Phoenix y Némesis se miraron intrigados al escuchar el apelativo con el
que les habían descrito. Mientras tanto, uno de los guardias accedió al
interior, y un minuto después volvió a salir.
- Sargos os verá ahora -informó el guardia permitiendo el paso a los
recién llegados- ¡Entrad!
Némesis y el drow pasaron al interior, siguiendo al guía para encontrarse
con el jefe del gremio, y una vez dentro pudieron contemplar al líder de
la "Mano Silenciosa", pues habían entrado en sus aposentos.
Frente a ellos, una gran cama rodeada por una cortina de tela negra, daba
la bienvenida a la estancia, y a la izquierda, un gigantesco armario de
madera tapaba la pared casi por completo, guardando sin duda en su
interior los valiosos efectos personales de Sargos.
El jefe del gremio, junto con su ayudante, les esperaban a la derecha, en
la parte sur de la habitación, al otro lado de un precioso escritorio de
manera barnizada y brillante.
El jefe del gremio, un corpulento humano de pelo rubio y ojos verdes, se
encontraba tras la mesa sentado en un imponente sillón de tela roja,
mientras que su ayudante, un hombrecillo delgado de ojos grises y pelo
negro, se sentaba en un taburete, al lado derecho de la mesa.
- Buenos días, -saludó el ayudante que se encontraba sentado a la derecha
de la mesa- me llamo Rédil, y os doy la bienvenida en mi nombre y en el
de mi señor a nuestra guarida. Espero que estéis tan cómodos como en el
gremio del Guante Oscuro.
Phoenix dio un respingo al oír las palabras del curioso hombrecillo, pero
Némesis intervino antes de que el drow empeorara la situación.
423
- Veo que la información vuela por aquí mas rápida que el viento intervino satisfecho- me gusta ver que las cosas funcionan bien por aquí
si vamos a trabajar para vosotros.
Rédil sonrió entrecerrando los ojos, intentando entrever la verdad dentro
de las palabras del humano, y al final dirigió la mirada hacia su
compañero.
- ¿Y tu? -inquirió al drow- ¿hace mucho tiempo que perteneces al
gremio?
Némesis giró la cabeza hacia su compañero, lentamente, intentando
evitar mostrar el nerviosismo que sentía.
- El tiempo es algo abstracto dentro de los de mi raza -explicó el drow
mientras se echaba la capucha hacia atrás, y dejaba a la luz sus rasgos de
elfo oscuro- pero imagino que sería lo suficiente como para ocupar dos
vidas humanas.
Rédil dio un paso atrás, al mismo tiempo que Sargos desenfundaba su
espada y se levantaba para enfrentarse a la amenaza.
- Mi señor -intervino Rédil, tras recuperarse del shock- Si los del Guante
Oscuro lo aceptaron entre ellos, no veo porque nosotros no vamos a hacer
lo mismo.
El ayudante conocía bien el poder de los drows, y lo que realmente
buscaba, era evitar una confrontación con uno de ellos, dentro de una
habitación pequeña. Sabía de sobra, que las posibilidades de salir con
vida en una confrontación así, eran mínimas.
Sargos miró a su ayudante con los ojos desencajados, pero al final
recuperó la compostura y se volvió a sentar en su silla.
- Mi señor es algo desconfiado e impulsivo -disculpó su ayudante- sobre
todo con razas con tan mala fama como la tuya.
El drow aceptó las disculpas soltando las empuñaduras de sus cimitarras
que estaba a punto de desenfundar, e hizo un gesto de humildad
saludando con la cabeza.
- Estoy acostumbrado a reacciones de este tipo -respondió el drow- así
que volvamos a lo que nos interesa.
Rédil se frotó los labios con el torso de la mano y dirigió una mirada
suspicaz al elfo oscuro.
424
- Es cierto -respondió el ayudante tras un tenso silencio-, si no os
importa, mi señor, llevaría a nuestros invitados a la sala de reuniones
para asignarles la misión que teníamos pendiente.
- Como quieras -Respondió Sargos haciendo un ademán con la manoson todo tuyos.
Rédil se dirigió a la puerta de la habitación reclamando la compañía de
los presentes.
- ¡Seguidme! -les indico antes de salir- y tu... -añadió dirigiéndose al
guardia que les había guiado hasta allí- puedes volver a tu puesto.
Volvieron a la habitación contigua junto al ayudante del jefe del gremio y
le siguieron hasta una de las tres grandes mesas, donde, tras rebuscar un
rato entre varios planos, escogió uno grande y lo extendió sobre la mesa
haciendo un hueco entre el resto de papeles. Luego buscó un pequeño
pergamino y lo tomó entre sus manos.
- Esta es la lagrima de Mishakal -explicó mientras extendía el pergamino
y mostraba a sus dos acompañantes una especie de piedra con forma de
lagrima- es un diamante con forma de lagrima que tiene el tamaño de un
puño, y dicen que esta labrado por la mano del propio Reorx como
encargo personal de Paladine, para regalárselo a la mismísima diosa de la
vida.
Némesis observó con recelo el mapa que había extendido sobre la mesa.
- ¿Y cual se supone que es el problema? -intervino el ladrón- ¿Por que no
la habéis robado ya?
Rédil mostró una forzada sonrisa al suspicaz ladrón.
- Bueno, el problema, como tú le llamas -respondió lentamente el
ayudante- esta en que la susodicha joya se encuentra a buen recaudo en
una caja de seguridad, dentro de los aposentos del barón Reginald di
Boreau, el adalid de la ciudad. Y resulta que su mansión, es la más
protegida de toda la zona. Además, resulta que Reginald es un personaje
respetado en toda la costa. Por eso mismo, aquel que haga el trabajo, no
podrá poner en peligro ni su vida, ni la de los suyos, o nos enfrentaríamos
a represalias por parte de factores muy poderosos. Pero esto no es nada
que dos expertos ladrones no puedan solventar.
425
Némesis lanzó una mirada preocupada a su compañero, sabía que el drow
no tenía rival en el campo de lucha, y que disponía de recursos para
infiltrarse en cualquier lugar para dar caza a su objetivo. Pero entrar en
una mansión sutilmente y sin derramar una gota de sangre, eso ya era
otro cantar.
- ¿No será demasiado arriesgado para solo dos hombres? -replicó de
nuevo Némesis aun poco convencido de la fiabilidad del plan- Al fin y al
cabo no conocemos el lugar, y el deambular de dos extranjeros por
delante de la vivienda no pasará desapercibido.
Rédil enrolló el mapa que había sobre la mesa y se lo acercó al ladrón.
- Aquí tenéis todo los que necesitáis saber -respondió secamente
entregándoles el mapa- y resulta, que vuestro estado de extranjeros, es
una ventaja para este trabajo, ya que de esa forma, en caso de que os
capturen, no os podrán relacionar de ninguna manera con nosotros.
Némesis dibujó una sonrisa burlona para el ayudante de Sargos.
- ¿Y cuanto vamos a sacar nosotros? -inquirió el ladrón- las travesías por
el mar son bastante costosas.
- Se os pagará lo suficiente como para ir y volver -dijo con un guiño
burlón- si es que aun os quedan ganas de volver, después de la que vais a
liar.
Némesis dibujó una sonrisa forzada en su rostro y lanzó una mirada de
resignación a su compañero.
- ¡Trato hecho entonces! -sentenció el ladrón recogiendo el mapa de la
mano del ayudante de Sargos-, aunque antes nos gustaría comprar unas
cuantas cosas. A cuenta de nuestros honorarios claro esta.
- No faltaba mas -respondió Rédil servicial- si me acompañáis... completó la frase dirigiéndose hacia la puerta que había en la pared sur
de la gran sala-.
La estancia contigua era una especie de almacén que comunicaba con el
almacenillo de la taberna. Y en el extremo oriental del pasillo, una
escalera, descendía hacia los sótanos.
- Bajad por aquella escalera y decirle a Shina, nuestra gestora de
compras, que yo os envío, ella se encargara de suministraros todo lo que
necesitéis.
426
Dejaron atrás a Rédil y tomaron el camino hacia abajo. Las escaleras
crujían a cada paso, y la gruta que había bajo el piso, rezumaba humedad
por todas las paredes.
El lugar no era muy grande, unos seis metros cuadrados, y estaba lleno de
repisas, baldas y baúles, diseminados por todo el recinto, y en el centro,
sentada frente a una mesita de madera, esperaba paciente una mujer.
Lucía el pelo corto recortado a lo chico, y tenía los rasgos finos, aunque
su mirada desafiante, dejaba bien claro que no era el típico arquetipo de
chica débil.
- ¿Que deseáis? -inquirió con un fino tono de voz que desentonaba con su
fría miradaNémesis volvió a tomar la voz cantante y se dirigió a la mujer sin
dilación.
- Somos extranjeros en una misión de Rédil -explicó el ladrón- nos ha
dicho que tu nos podrías ayudar con el equipo que necesitamos.
La mujer bajó los pies de la mesa y se incorporó para echar una ojeada a
los recién llegados.
- Así que extranjeros -comentó mientras daba una vuelta al rededor de
ellos, examinando hasta el más mínimo detalle- humm, no tenéis mala
pinta. Yo soy Shina, ¿en que os puedo servir?
Shina, imprimió un tono sensual en la última parte de la frase y Némesis
tuvo que tragar saliva antes de contestar.
- Necesitamos unas cuantas cosas -explicó el ladrón- aunque cuando nos
las consigas, igual puedes proporcionarnos alguna que otra cosa más. concluyó con tono pícaro- Será un placer -respondió la mujer, terminando en un susurro- ...para
todos...
Las horas pasaron rápidas en la pequeña cueva húmeda, y cuando todas
sus necesidades, y deseos, fueron satisfechos por Shina, abandonaron el
gremio por el mismo lugar por el que habían entrado.
Al llegar a la calle comprobaron que ya estaba amaneciendo, la noche se
había consumido rápidamente entre los sórdidos juegos de la sensual
mujer del gremio de ladrones, y ahora tendrían que planificar el asalto a
la mansión acompañados por la luz del día.
427
En el fondo, pensó Némesis para sí, quizás sea mejor. Al fin y al cabo, si
lo que Rédil les había dicho era cierto, la casa estaría fuertemente
protegida. Y si hubiera resultado extraño ver a dos extranjeros
deambulando por los alrededores de la mansión de día, por la noche
hubieran resultado realmente sospechosos.
Deambularon por las calles de la ciudad, siguiendo las indicaciones que
les había dado Shina, hasta que llegaron al sitio que andaban buscando.
El lugar parecía inexpugnable, la mansión del gobernador era aun más
impresionante en la realidad que en el plano que les habían facilitado en
el gremio. Como ya habían visto sobre el papel, se alzaba cuatro pisos
sobre el suelo, y si la información del plano era correcta, disponía de un
sótano bajo la estructura.
Observaron desanimados la imposibilidad de colarse por la fachada, pues
aunque la escalada no parecía excesivamente difícil, había guardias en
varios balcones del último piso. Además, una patrulla recorría sin
descanso el perímetro de la casa. Por lo visto, hacerse con la dichosa
lagrima de mishakal, iba a ser mucho más difícil de lo que habían
pensado.
- Es imposible -aseveró el drow- no podemos colarnos dentro sin que nos
vean. Y mucho menos sin matar a nadie -se quejó el asesino ante la
observación que les habían hecho en el gremio sobre dañar las vidas de
los residentes en la mansión-.
Al fin y al cabo, no querían iniciar una guerra contra la guardia de la
ciudad, a causa del asesinato de algún familiar del alcalde.
El humano observó el bullicio típico de las primeras horas de la mañana,
y como todos los sirvientes, se afanaban por realizar las tareas
encomendabas.
- Lo haremos esta noche -informó el ladrón- tengo una gran idea.
El drow miró a Némesis con suspicacia pero evitó hacer ningún
comentario al respecto, al fin y al cabo, a él no se le había ocurrido
ninguna forma de entrar, al menos, no una, en la que la sangre no bañara
las baldosas del suelo.
- Ven conmigo -instó al tiempo que rodeaba el edificio construido frente
a la mansión-.
428
El ladrón se detuvo durante un instante para observar la calle. Se trataba
de una calle secundaria dentro del barrio residencial, algunos transeúntes
paseaban a lo largo de ésta y unos cuantos carros de madera reposaban
aparcados en la calle.
- Acompáñame -instó el ladrón al tiempo que se acercaba a uno de los
carros para comenzar a empujarlo calle abajo-.
- ¿Que estas haciendo? -preguntó con voz queda el exaltado drow,
mirando en todas direcciones- ¿Acaso te has vuelto loco?
Némesis miró al drow mientras continuaba empujando del carro.
- Esto pesa ¿sabes? -recriminó el ladrón al drow- échame una mano.
¿Acaso crees que alguien se va a fijar en dos tipos empujando su carro?
- ¡Pero este no es nuestro carro! -replicó el drow nervioso- Bahhh, -restó importancia Némesis- pero eso, solo tú y yo lo sabemos.
El ladrón tenía razón, ningún transeúnte les dirigió mirada alguna, cada
uno de ellos tenia sus propios asuntos que solucionar.
Phoenix ayudó a empujar del carro a regañadientes hasta que Némesis le
dijo que parara.
- ¡Ya esta! -comentó eufórico- vamos allá.
Némesis se deslizo bajo el carro haciendo una señal al drow para que le
siguiera.
Una vez debajo, el asesino descubrió lo que Némesis pretendía. Bajo el
carro se encontraba un acceso a las alcantarillas de la ciudad, bloqueada
por una fila de barrotes.
- ¿Como se supone que vamos a entrar? -preguntó el asesino- esos
barrotes parecen firmemente unidos al suelo.
- Bahh -respondió con un ademán para restarle importancia- aun no han
construido nada que yo no pueda franquear.
Acompañando sus palabras, extrajo un pequeño frasco de cristal con
forma alargada, y abrió el tapón de cerámica con sumo cuidado. Lo
acercó a la reja y dejo caer una gota del líquido elemento en ambos
extremos de cada uno de los barrotes.
Inmediatamente, el líquido comenzó a hervir mientras se filtraba por el
interior del metal al tiempo que, literalmente, se iba comiendo el hierro.
En pocos segundos, los barrotes cayeron al fondo de la alcantarilla con
un chapoteo, descubriéndoles la existencia de agua en el fondo.
429
Némesis extrajo el pequeño fanal y lo abrió para prenderlo, una vez que
se iluminó, reguló la apertura para que emitiese una ligera luz tenue y se
dejó caer al interior.
Un fuerte chapoteo dio la bienvenida a la llegada del ladrón y un
momento después, otro más, le informó que el drow le había seguido...
El agua de las cloacas les llegaba hasta la cintura, y el olor del río
subterráneo era nauseabundo.
- Bonito olor nos has hecho descubrir -se quejó el drow cuando una
arcada le sobrevino en la garganta-, si los guardias de la mansión no nos
ven... seguramente nos olerán.
Némesis meditó sus palabras por un momento, no había tenido en cuenta
el olor hasta ahora, y lo que el drow acababa de decir no era ninguna
tontería. No tendrían más remedio que improvisar por el camino.
Némesis iba llevando la cuenta de los pasos que iban avanzando antes de
girar a la derecha, y tras otro tramo volver a girar de nuevo a la derecha.
Por fin vio lo que quería, una intersección a la izquierda que terminaba a
los pocos metros en un callejón sin salida.
- Lo sabía -anunció eufórico- una mansión como ésta debía tener su
propia toma individual para los residuos.
Phoenix miró hacia arriba y observó otra reja que les impedía el paso.
Hacia donde daba..., ya era otro cantar, ya que la estancia se mantenía en
penumbras, por lo que no se veía lo que había al otro lado.
Némesis asió el pequeño frasco entre los dientes y trepó por la pared con
facilidad. Una vez arriba, buscó un buen punto de apoyo para su mano
izquierda y con la derecha recogió el frasco de entre sus dientes y dejo
caer un par de gotas sobre el primero de los barrotes.
Volvió a colocar el frasco en su boca con cuidado y asió el barrote con la
mano.
Cuando este se desprendió, lo agarró y le hizo una señal al drow para que
lo recogiera, y cuando estuvo preparado, abrió la mano y lo dejo caer.
Repitió la misma operación con el resto de los barrotes y cuando terminó
se introdujo en la oscura habitación. Le hizo otra señal al drow, y éste se
encaramó por la pared portando el fanal de su compañero en una mano y
los barrotes en la mochila.
430
Como habían imaginado, aquello era un sótano, y según el mapa que
tenían, parecía ser el de la mansión a la que tenían que entrar. La bodega,
el almacén de la comida, el cuarto con las herramientas y los enseres de
limpieza. Todo coincidía con el mapa, así que el ladrón, recuperó los
barrotes que le había lanzado al drow y volvió a colocarlos en su lugar
tras aplicarles en los extremos un extraño ungüento que llevaba en una
bolsita de cuero.
- Realmente eres mas ingenioso de lo que había pensado -comentó el
drow- ¿Admiración? -preguntó el ladrón con sarcasmo- Mas bien asombro, diría yo -contestó secamente el drow-. No te vi
coger nada de eso en el almacén del gremio.
Némesis mostró una sonrisa de oreja a oreja.
- Eso es porque aproveché cuando Shina y tu estabais concentrados en
otras cosas -explicó el ladrón con una sonrisa burlona- no sabes lo caras
que pueden llegar a ser las cosas que vamos a necesitar para este robo.
El drow no pudo reprimir una carcajada que intentó ahogar sin éxito.
- Y ahora -continuó Némesis recuperando la compostura- si no te importa
deberíamos buscar un buen escondite hasta la noche.
El drow asintió, y ambos se dirigieron hacia la parte trasera del almacén,
donde se encontraba la bodega. Para ocultarse tras las gigantescas
barricas de madera que allí se encontraban.
Pasaron las horas, y ninguno de los dos hizo el mas mínimo ruido, tan
solo se escuchaban los sonidos de pisadas que provenían del piso de
arriba, hasta que de pronto, el sonido de una puerta rompió la
tranquilidad del sótano.
Némesis cerró la abertura de su fanal y la oscuridad los rodeó por
completo, hasta que un sirviente del barón bajó las escaleras con un farol
de aceite de la mano iluminando todo a su alrededor...
Phoenix y Némesis lo observaron desde su posición y contemplaron
como el sirviente se dirigió hacia la parte de la bodega donde reposaban
las botellas de vino.
Némesis se deslizó de su escondite y observó como el recién llegado
extraía varias botellas que examinaba con gran maestría, antes de dejarlas
sobre una mesa junto al botellero, o bien devolverla de nuevo a su sitio.
431
El ladrón se movió silenciosamente hacia la espalda del sirviente cuando
éste se disponía a recoger las botellas que había seleccionado encima de
la mesa.
Ni siquiera se enteró de lo que le había pasado cuando Némesis le asestó
un golpe en la nuca con la empuñadura de su daga. El pobre hombre cayó
al suelo inconsciente al instante.
El ladrón le arrastró hasta el escondite del drow, y le quitó la ropa antes
de atarle y amordazarle. Finalmente lo ocultaron detrás de las barricas de
vino.
El drow miró a Némesis de soslayo intuyendo las intenciones de éste y
antes de que pudiera articular palabra, Némesis se le adelanto.
- Bueno, -se adelantó el ladrón al reproche del asesino- ya no hay marcha
atrás, así que para que vamos a discutir.
El ladrón se desvistió a toda velocidad y se puso las ropas del hombre
que habían dejado inconsciente. Luego se puso erguido y dio varias
vueltas sobre si mismo para que el drow le viera.
- ¿Que tal estoy? -preguntó a Phoenix en tono jocoso- ¿Parezco un
camarero de prestigio?
- Espero que el éxito de la misión no dependa de tu aspecto -se lamentó
el drow- sino estamos perdidos.
El ladrón recogió un par de cosas de la mochila y se la dejó al cargo del
drow.
- Eres demasiado critico -respondió Némesis mientras recogía las botellas
que había encima de la mesa- al fin y al cabo solo es vino. Guárdame mis
cosas... Volveré.
Némesis subió las escaleras, atravesó la puerta de acceso y ya se disponía
a deambular por los pasillos, cuando un hombre con un extraño bigote,
vestido con un traje negro y camisa blanca se dirigió hacia él.
- ¿Pego que demognios hags estadu haciendo? -inquirió con un extraño
acento, como si la lengua no le funcionase bien- Hagce hogas que
espegan el vino.
- Vaamos sigeme -ordenó al tiempo que le tomaba de la oreja y tiraba de
él a través del pasillo hasta llegar a la cocina- gapido, sigveles el vino.
432
El extraño personaje le colocó una servilleta blanca en el antebrazo y tras
coger las botellas que traía y examinarlas con cuidado, le entregó una de
ellas después de haberla abierto.
El ladrón utilizando su pericia, recogió la botella de manos del hombre y
deslizó con cuidado un pellizco de una sustancia polvorienta que portaba
oculta en la manga.
Némesis tragó saliva, era obvio que en aquella casa había tantos
sirvientes que el jefe del servicio no le había conocido, solo esperaba que
el patrón tampoco le reconociera.
Atravesó la doble puerta de la cocina, que como bien había estudiado en
el mapa, llevaba directamente al comedor.
La grandiosa sala, estaba espléndidamente decorada, con costosos biseles
que cubrían los grandes ventanales, y en el centro de la habitación, una
gigantesca mesa atravesaba la habitación de parte a parte.
Lo que chocaba dentro de aquella grandiosidad, era que tan solo había
cinco personas sentadas en tan impresionante mesa.
El que encabezaba la mesa, presumiblemente sería el barón, un hombre
de pelo negro y bigote frondoso, vestido con una camisa de seda de color
blanco en la cual había bordado un símbolo con un martín pescador y una
rosa sujeta de su pico.
"¡Maldición!", pensó el ladrón para sí al observar el emblema de la
camisa, aquel hombre, era o había sido un caballero de solamnia de la
orden de la rosa, el máximo grado de honor que la caballería otorgaba a
uno de los suyos por su pericia y su valor. La misión había dado un giro
inesperado, pues por todos era sabido que los caballeros de la rosa eran
los guerreros mas avezados de todo el continente.
A la derecha del barón se encontraba su mujer, una humana morena con
el pelo rizado y las facciones marcadas por su mediana edad. Iba vestida
con un vestido de terciopelo de color azul que hacía juego con sus ojos
claros. Junto a ella, dos niños de unos ocho años jugueteaban con los
cubiertos en la mesa. Y por ultimo, a la izquierda del padre, una adorable
joven de pelo negro como su madre y ojos marrones como su padre,
esperaba paciente la llegada de la cena.
433
Némesis volvió a tragar saliva y se acercó por la parte derecha del
hombre para servirle. Colocó la servilleta en la parte frontal de la botella,
como había visto hacer en alguna ocasión, y escanció el oscuro líquido
hasta que la copa estuvo llena.
El barón extrañado le dirigió una mirada de reproche.
- ¿Acaso no me vas a permitir probarlo antes de servirme? -inquirió
molesto- ¿Pero que clase de camarero eres?
- El jefe de cocina me dijo -improvisó nervioso el ladrón- que había
conseguido un caldo tan bueno que hasta los reyes lo envidiarían, por eso
me he permitido servirle sin formalidades.
El barón, probó un sorbo de la copa y su rostro se encendió de placer.
- Tienes razón muchacho -respondió satisfecho el barón- dale mi
enhorabuena a Fransesc por el vino, es excelente.
- Gracias mi señor -alabó zalamero inclinando la cabeza y dejando la
botella en la mesa junto al barón- voy a decírselo ahora mismo.
Y sin mediar más palabra volvió a la cocina. Al llegar allí, observó que
tan solo estaba el cocinero, atento a la preparación de la cena para su
señor. Tenía varias delicias de entremeses expuestas a lo largo de una
gran bandeja y una olla en el fuego, donde parecía estar preparando sopa
de algún tipo. Se acercó a la bandeja de canapés y les echó un vistazo
arrugando el morro.
-¿Que pasa? -preguntó el cocinero al reparar en la expresión de Némesis¿hay algo mal?
Me ha parecido que estos entremeses olían mal.
El cocinero se acercó rápidamente a la bandeja, momento que aprovecho
el ladrón para echar una buena dosis de polvo en la olla donde se estaba
haciendo la sopa.
- ¡Están perfectamente! -aseguró el cocinero- lo único que esta mal aquí
es tu olfato.
- Podría ser -aseguró el ladrón siguiendo con la farsa- ya llevo unos días
que huelo raro.
El cocinero se acercó al ladrón y enseguida dio un paso atrás.
- Lo que huele mal aquí eres tu, caramba -le informó tapándose la nariz
con los dedos- tu necesitas un baño urgentemente.
434
- Creo que tienes razón -se excusó Némesis- ahora mismo voy a darme
un baño.
Y sin más dilación, y tras subir al primer piso, donde se encontraban los
cuartos del servicio y echar una ojeada al lugar, el ladrón desanduvo sus
pasos hasta la bodega donde el drow seguía oculto tras los barriles.
- Todo esta listo -informó el ladrón- ahora solo nos queda esperar un rato.
Y con un leve soplido, apagó la luz del farol que portaba, quedándose de
nuevo en tinieblas a la espera de la segunda parte de su plan.
El tiempo pasó inexorablemente, y el deambular por el piso superior se
fue atenuando hasta quedarse en un absoluto silencio.
- Es la hora -informó el ladrón, prendiendo de nuevo la mecha de faroles hora de que empiece la acción.
Némesis entregó al asesino un traje de sirviente y éste lo rechazó con la
mano.
- No pienso vestirme de payaso para asaltar la casa de un barón -se quejó
el asesino- por muy poderoso que sea éste. Me basto y me sobro yo solo
para conseguirlo. Además, de que crees que me serviría un traje como
ese, crees que nadie iba a reparar en mi cara.
Némesis se paró a pensar durante un instante y se dio cuenta de lo que
decía el asesino. Su tez morena y sus ojos violetas, rasgos inconfundibles
de su parte drow, no pasarían inadvertidos para nadie.
- Tienes razón -recapituló el ladrón- vamos a empezar con esto en serio.
Y sin más dilación, Némesis se quitó las ropas de sirviente, para volverse
a calzar su vestimenta habitual, aun húmeda por el paseo a través de las
cloacas. Se ajustó la espada al cinto, y al instante sintió un fuerte calor
por todo su cuerpo y notó como la sangre le hervía por la excitación de
un nuevo asalto.
Cerró los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos, y apretó los
dientes para soportar el fuego que lo embargaba.
El drow reparó en el nuevo estado de Némesis y se mantuvo a una
distancia prudencial.
Por fin, el ladrón se hizo de nuevo con el control de su cuerpo y tras
encender su pequeño fanal, que entreabrió para que soltara una luz tenue
y ligera que alumbrara unos centímetros a su alrededor, apagó la lámpara
que le había quitado al criado.
435
Juntos, aunque el drow se mantuvo a un par de pasos por detrás del
humano como medida de cautela por el influjo que la espada podía tener
sobre Némesis, ascendieron por la escalera hasta llegar a la planta baja.
Todo estaba en penumbras, ninguna luz había quedado encendida, y no
se escuchaba ni un alma.
Némesis echó instintivamente la mano a la empuñadura de su espada y
sintió como la mano del drow se posó en su antebrazo para impedírselo.
El ladrón le dio un empellón a Phoenix con el codo y lo miró desafiante.
- Recuerda que no hemos de verter ni una gota de sangre -le recordó el
asesino a un Némesis fuera de sus casillas- pero veo que eso va ha ser del
todo imposible mientras sea tu espada la que hable y tome las decisiones.
- Yo soy el que tomo las decisiones -respondió el ladrón colérico sin
darse cuenta de su situación- y yo elegiré si hay sangre o no en esta
misión.
Phoenix miró nervioso a ambos lados del pasillo, imaginándose a una
guarnición completa de soldados alertados por las voces de Némesis.
Pero hubo suerte, porque nadie pareció escuchar la voz del ladrón, así
que Phoenix hizo caso omiso de su peligroso compañero y continuó hacia
delante con la misión, con la esperanza de que el ladrón recapacitara en
su actitud.
Atravesaron el pasillo hasta llegar a las escaleras que daban acceso a los
niveles superiores, el drow echó un vistazo, y no vio a nadie haciendo
guardia en las proximidades de las escaleras.
- No hay guardias hasta el segundo piso -informó el ladrón a su espaldaen el primer piso están los alojamientos del servicio y los soldados, pero
hay una pareja de guardias para llegar hasta la segunda planta.
Phoenix se pegó a la pared, y ascendió las escaleras lentamente, oculto en
la más absoluta oscuridad, hasta llegar al primer piso.
Como bien había dicho Némesis no había guardia alguno, y tampoco se
escuchaba ningún sonido.
- Ya me he ocupado de que tengan un profundo sueño -respondió en un
susurro el ladrón a las silenciosas dudas del asesino-, polvo de
adormidera, es muy útil cuando no consigues conciliar el sueño... Ayuda
mucho.
436
El drow asintió con la cabeza y continuó su ascenso hacia el segundo
piso. Al llegar al último tramo de escaleras, pudo ver a dos soldados
hablando tranquilamente, ignorantes al peligro que se les avecinaba
pocos metros mas abajo.
El drow descolgó la pequeña ballesta de su cinturón, y tras extraer dos
saetas del carcaj adherido a la pernera, hizo blanco en el primero de los
guardias, y antes de que el otro pudiera reaccionar al ver como su
compañero se desmayaba ante sus ojos, sintió un picotazo en el cuello y
notó como la consciencia le abandonaba de repente.
Phoenix cargó una tercera saeta en su pequeña ballesta, y subió
rápidamente hasta el rellano en busca de alguien que pudiera haber oído
algo.
No vio a nadie, el camino estaba libre, le hizo una señal a Némesis y
arrastraron los cuerpos hasta la habitación contigua, donde según el mapa
se encontraba el salón. Así que guió con su infravisión al ladrón hasta el
lugar donde se encontraban un par de butacas, y una vez allí, colocaron
los cuerpos sobre ellas.
Phoenix extrajo sus saetas de los cuellos de sus víctimas, mientras
Némesis le miraba absorto.
- También he usado adormidera -respondió entre susurros- aunque una
variedad concentrada, mas potente, y mezclada con digital para que
afecte rápidamente al sistema nervioso.
El drow guardó las saetas en otro carcaj, para no mezclarlas con las que
aun estaban impregnadas de la peligrosa sustancia, y Némesis se quedo
observándolas abstraído.
- No tienen punta -le explicó el drow al ladrón- ni la necesitan, de esa
forma, al extraerlas del cuerpo no dejan marca y tan solo parece el
picotazo de un mosquito.
El ladrón asintió, y para completar la farsa, tomó una botella de brandy
del mueble que estaba junto a los sillones y tras vaciar la mitad sobre las
ropas de los soldados, la dejo sobre la mesa.
- Me temo que nadie va ha creerles cuando digan que se durmieron de
repente -preconizó el ladrón- no me gustaría estar en su pellejo mañana.
El drow asintió, y sin perder un momento más, volvió a las escaleras para
seguir ascendiendo.
437
Al llegar al rellano superior, comprobó que no había nadie más de
guardia, pero recordó que al entrar por la mañana, habían divisado unos
balcones donde varios soldados hacían guardia.
Examinó el gigantesco pasillo que se extendía a lo largo del tercer piso, y
vio varios ventanales a lo largo del lado éste del pasillo. Varias siluetas
de calor, se anunciaban tras los cristales de algunas de ellas.
El lugar estaba levemente iluminado por la luz de la calle e hizo una
señal al ladrón para cerrara su pequeño fanal. Némesis le hizo caso y se
acercó hasta él.
Desde donde se encontraban, un gran pasillo se abría a lo largo de todo el
piso, y por lo que habían visto en el mapa, daba la vuelta a toda la
fachada para poder acceder a las habitaciones.
Las puertas se encontraban al otro lado del pasillo y la luz del exterior
llegaba hasta ellas iluminándolas pálidamente con la luz de las lunas.
Némesis hizo memoria e intentó ubicar la habitación del barón.
Avanzaron sigilosamente por el pasillo, ocultándose entre las sombras
proyectadas por las ventanas, hasta llegar a la puerta indicada. El ladrón
saco sus herramientas y examinó la cerradura, para sorpresa suya no
halló trampa ninguna, y lo mas extraño de todo es que la puerta ni
siquiera estaba cerrada.
Sacó un pequeño frasquito de cristal y vertió unas gotas en las bisagras
de la puerta para evitar ser sorprendido por un molesto chirrido. Así que
después de engrasarla, entreabrió la hoja y se coló al interior seguido de
Phoenix, que cerro la puerta a su espalda.
La habitación se quedó completamente a oscuras y a los ojos del drow
apareció la silueta de una mujer dormida en una cama.
- Nos hemos equivocado de puerta -le susurró el drow a Némesis- esta no
es la habitación del barón.
El ladrón entreabrió su pequeño fanal y un tenue luz iluminó ligeramente
a su alrededor. Se acercó a la cama con sigilo y pudo ver lo que el drow
le estaba diciendo.
Adormilada entre las sabanas se encontraba acurrucada la joven y bella
hija del barón, durmiendo plácidamente, ignorante de lo que pasaba a su
alrededor.
438
De pronto, Némesis sintió un impulso irrefrenable y la hoja de su espada
apareció empuñada en su mano derecha sin ni siquiera haberlo pensado,
y contempló, como si de un espectador se tratara, como su brazo, movido
con voluntad propia, descargó un golpe fatal contra la indefensa fémina.
Pero la descarga mortal no llegó a producirse, pues el drow saltó sobre el
ladrón inmovilizándolo contra el suelo.
La cara de Némesis estaba desencajada, en una expresión entre ira y
asombro.
- No te dejes dominar -le instó el drow- tu voluntad es mas fuerte que la
de esa maldita espada, ¡imponte a ella!
La respiración del humano se hizo mas tranquila y soltó la espada antes
de reincorporarse.
- ¿En que demonios me estoy convirtiendo? -preguntó en un susurro para
si- ¿Que me esta pasando?
El drow observó al ladrón con una mezcla de lastima e indiferencia, y
volvió rápidamente hasta la puerta, para ver si alguien había escuchado el
alboroto.
Pegó la oreja en la hoja de madera y escuchó con alivio la ausencia de
sonidos amenazantes.
Por su parte, Némesis se había levantado y observaba a la joven
iluminada por la ligera luz de su pequeño fanal. Era tan bella, con el pelo
negro esparcido por la almohada, y su rostro angelical, que aun tenía
tantas cosas que experimentar. Como había sido capaz de enarbolar un
arma contra aquella criatura, se daba asco a si mismo al ver en qué se
había convertido.
Resignado, e incapaz de abandonar su fuente de poder, recogió su espada
y volvió a meterla en la funda de su cinto. Mientras tanto, una lágrima
tibia recorría su mejilla, incapaz de contenerse en el párpado.
Para cuando el drow regresó, Némesis ya se había recompuesto, y
Phoenix le halló acariciando la tersa mejilla de la joven, pero esta vez no
hizo ningún comentario mordaz.
- Debemos buscar la habitación del barón -instó el drow- no sabemos
cuanto tiempo tenemos antes de que descubran a los guardias dormidos.
439
- No hace falta volver a salir -explicó el ladrón- la habitación era la
correcta, solo que el mapa estaba al revés, esta habitación debería
comunica con la del barón, pues se encuentra en frente.
El ladrón acercó su fanal a la pared, y el drow comprobó la teoría del
ladrón. Una pequeña puerta de madera daba acceso a la habitación
contigua.
El ladrón la abrió con cuidado, y como imaginaba, tampoco se
encontraba cerrada.
Al entrar en la habitación, comprobaron con satisfacción, que esta vez no
se habían equivocado, y pudieron ver, como, en la cama que había a su
izquierda, dormían plácidamente el barón y su mujer.
El drow, entrecerró la puerta a su paso y echó una ojeada a la habitación,
mientras tanto, el ladrón ya había comenzado a tantear las paredes en
busca de la cámara de seguridad.
- Esta detrás del cuadro grande, -intervino Phoenix- en la pared izquierda.
El ladrón se dio la vuelta sorprendido de la destreza del asesino, había
encontrado la cámara sin siquiera palpar las paredes.
- No tiene mérito -respondió a las mudas preguntas del ladrón- el metal
de la cámara es mas frío que el lienzo del cuadro, por lo que se revela
ante mis ojos.
Némesis forzó una sonrisa y descolgó el cuadro. Allí estaba, la cámara de
seguridad del barón, una caja de acero empotrada en una pared de piedra,
sin bisagras donde poder echar el ácido y sin huecos donde hacer
palanca. Tan solo con el pequeño orificio, donde la llave correcta, abriría
la cerradura.
Némesis se secó el sudor de las manos y extrajo de nuevo sus
herramientas.
- Esta cerradura parece extremadamente compleja -comentó el ladrón en
voz baja- no se si voy a ser capaz de forzarla.
Phoenix se acercó a él con algo de la mano.
- Entonces usa esto -comentó el drow con tono indiferente, al tiempo que
le acercaba una alargada llave de metal- me la he encontrada colgada del
cuello del barón. Igual te sirve de algo.
Némesis tomó la llave de la mano del drow mascullando entre dientes.
440
- Vale, vale, -masculló para si- a veces, tú también tienes ideas... muy de
vez en cuando.
Phoenix mostró una sonrisa de oreja a oreja a su compañero, y este,
fingiendo que estaba molesto, le dio la espalda e introdujo la llave para
abrir la cámara.
Un ligero "click" indicó que la cerradura se había abierto y la puerta de la
caja se abrió.
Némesis introdujo el fanal en el interior y extrajo lo único que le
interesaba, una funda de terciopelo que guardaba algo en su interior. La
abrió un momento, y un brillo cegador se reflejo en las faceteadas caras
del gigantesco diamante.
Cerraron de nuevo la caja sin tocar ninguna de las otras cosas, la mayoría
papeles sin ningún sentido para ellos, y volvieron a colocar la llave en el
cuello del barón antes de desandar el camino.
- Un momento -le retuvo Némesis al drow mientras sacaba un guante
negro de su mochila- no voy a irme de aquí después de darle el golpe al
pez mas gordo de la ciudad, sin dejar la firma de mi gremio.
Y sin más, dejó el pequeño guante sobre el pecho del barón, antes de
retomar el camino de vuelta hasta el sótano de la casa.
Realizaron el camino de vuelta sin contratiempos, y una vez allí, retiraron
los barrotes para escapar. Pero esta vez volvieron a colocarlos en su sitio,
para darles más tiempo en su huida.
Vadearon de nuevo las aguas fecales hasta el lugar por donde habían
entrado y se alzaron hasta el exterior.
El carro aun seguía allí, y nadie parecía haberse dado cuenta del ardid, así
que tras comprobar que no había nadie por los alrededores, salieron de
debajo del carro y se dirigieron hacia el gremio de la mano silenciosa con
el botín a buen recaudo.
No tardaron mucho en llegar al almacén que guardaba la entrada al
gremio que ellos conocían, y tras franquearles la entrada, descendieron al
laberíntico subterráneo. Némesis entreabrió su fanal y siguió al drow por
las laberínticas galerías hasta llegar a la puerta de metal.
- Vaya, vaya, vaya -sonó una voz desde el interior de la puerta mientras
esta se abría- pero si son los dos extranjeros que ya están de vuelta. ¿No
me digáis que lo habéis conseguido?
441
Némesis dirigió una mirada amenazante al guardián de la entrada.
- Eso solo le incumbe a tu jefe -contestó secamente- así que dedícate a
cuidar la puerta.
El guardia retrocedió un paso y no hizo más comentarios, mientras tanto
Némesis accionó el mecanismo de la puerta secreta y se deslizó junto con
el drow al interior del complejo.
Atravesaron el puesto de guardia sin problemas y entraron en el gremio,
donde se encontraba la taberna.
El drow ya se dirigía hacia la puerta que daba a la sala de mapas cuando
Némesis le frenó.
- He, compañero -llamó al drow, antes de que llegara a la puerta- no hay
prisa, ¿No te apetece tomar algo?
Némesis se había sentado en el taburete de una mesa vacía, y el drow tras
alzar los hombros en señal de indiferencia, tomó asiento junto a él.
- ¡Camarero! -llamó el drow desde la mesa sorprendiendo a Némesistráenos una botella de buen vino.
Némesis observó sorprendido al drow.
- ¿Como sabias que iba a pedir vino? -preguntó el ladrón- siempre he
pedido cerveza.
El drow sonrió de buena gana por primera vez frente al ladrón.
- Que mejor que el vino para celebrar un asalto como el nuestro -comentó
con un tono enigmático el drow-, aunque esta vez, pienso catarlo
primero, -bromeó Phoenix- no me apetece irme a dormir demasiado
pronto.
Ambos compañeros rieron de buena gana al rededor de la mesa hasta que
el camarero les trajo lo que habían pedido, una botella de vino de
Solamnia y dos copas.
- Excelente -alabó el ladrón la elección del camarero- no se me ocurre un
vino mejor para celebrar nuestra victoria.
Y continuaron rieron, hasta mucho rato después de que el camarero se
hubiera marchado.
Media hora después, cuando la última gota de la botella caía sobre la
copa del ladrón, se abrió la puerta de la parte superior de la taberna, y
apareció el ayudante de Sargos, Rédil.
442
- ¿Lo habéis conseguido? -inquirió el recién llegado tras acercarse a
ellos- ¿Tenéis la lagrima?
Némesis esbozó una amplia sonrisa en el rostro, en respuesta a la
pregunta del ayudante.
- Debemos ir a ver a Sargos -instó nervioso Rédil- nos esta esperando.
Phoenix miró con recelo al ayudante, había algo en aquel tipejo que no
acababa de gustarle.
- Si ha esperado hasta ahora -respondió el drow con un tono carente de
emoción- podrá esperar hasta que terminemos el vino.
Un extraño brillo, como de furia contenida, iluminó los ojos del
ayudante, pero solo duró un instante y Rédil recuperó la compostura sin
que nadie se percatara de ello, o eso creyó él.
Phoenix y Némesis vaciaron las copas sin prisa, y se levantaron para
seguir al ayudante hasta las habitaciones personales de Sargos.
El jefe del gremio se encontraba sentado al otro lado de la mesa, como si
no se hubiera movido de allí desde la última vez que le vieron.
- ¡Ya era hora! -tronó con su vozarrón característico- ¿Me habéis traído
el diamante?
Némesis extrajo la bolsa de terciopelo donde estaba la lágrima de
Mishakal y se disponía a entregársela a Sargos cuando la voz de Némesis
lo interrumpió.
- Antes nos gustaría saber que nos vais a dar a cambio -exigió el asesinono me he jugado la vida para nada.
Los ojos de Sargos se abrieron como platos, y por primera vez desde que
le conocían, se levantó de su silla.
- ¿Como te atreves? -instó el hombre colérico- Se os dará lo que
habíamos convenido.
- Si, -respondió el ladrón- pero todo eso fue, antes de descubrir que el
barón al que hemos robado, era un caballero de Solamnia. Un pequeño
error por vuestra parte el no habérnoslo comentado.
La faz de Sargos se tiñó de rojo como la piel de un tomate, y la voz de su
ayudante interrumpió la discusión.
443
- Mi señor reconsiderará la recompensa a vuestro favor en consideración
a "esos" nuevos factores de peligrosidad -conminó Rédil- imagino que la
cantidad de mil monedas de oro será suficiente para procuraros una
rápida salida de la ciudad.
- Es inútil que sigas con la farsa -replicó Phoenix dirigiéndose al pequeño
ayudante- se de sobra que eres tu el que dirige todo esto, utilizando a ese
pelele musculoso como una marioneta. De donde yo procedo, eso es algo
muy habitual, pero no deberías haber elegido a un descerebrado para
actuar como tu marioneta. Deberías haber sido mas cuidadoso con tu
elección, aunque he de reconocer, que darle la vuelta a tu rango para
usarlo como nombre, no deja de ser imaginativo.
Némesis tenía la boca abierta y Sargos miraba confuso la escena mientras
el supuesto ayudante mantenía la compostura sin apenas inmutarse.
- Muy bien -exclamó Rédil al tiempo que aplaudía la sagacidad del
asesino- creo que te había infravalorado.
Sargós montó en cólera y avanzó amenazadoramente hacia donde el
drow.
- ¡Te matare con mis propias manos! -gritó el gigantesco humano
mientras avanzaba- voy a hacerme un collar con tus tripas.
- Basta ya Sargos -ordenó el pequeño humano, que hasta ahora se había
estado haciendo pasar por su ayudante- ¿acaso crees que iban a ser tan
estúpidos de venir hasta aquí y desenmascararme sin tener un plan
alternativo? No son como tu, que apenas usas el cerebro para comer,
dormir, y emborracharte.
El gigantón se detuvo en seco y volvió a sentarse en su silla cabizbajo.
- Esta bien, drow -exclamó despectivo el autentico líder del gremio- que
quieres.
- En realidad estoy conforme con lo que nos habías ofrecido -respondió
Phoenix con frialdad sin apartar la vista de los ojos de su adversario- lo
cierto es que la cantidad de mil monedas de oro para cada uno es bastante
generoso.
- Yo no dije que eran para cada uno -se quejó Rédil- Huy, -replicó el drow con tono teatral llevándose las manos a la cabeza¿Igual entendí mal?
444
- No, -abdicó al fin, al verse atrapado entre la espada y la paredentendiste bien.
Y el jefe del gremio, sacó dos bolsas de cuero de color negro de un cajón
del escritorio y se las lanzo.
- Muchas gracias Rédil, -se despidió el drow con cierto cinismo, después
de que Némesis le entregara la bolsa con el diamante- o como quiera que
te llames.
Los dos compañeros, avanzaron en silencio durante el trayecto de vuelta
hacia el exterior, y cuando por fin llegaron a la calle, Némesis dirigió una
mirada preocupada a su compañero.
- ¿Cual era tu plan alternativo? -preguntó con curiosidad al asesino-, ya
sabes, en caso de que no hubieran aceptado.
El drow sonrió por segunda vez desde que conociera al ladrón al tiempo
que extendía los brazos en cruz con las palmas hacia arriba.
- ¿Que plan alternativo?
Y a ambos se perdieron en los muelles en busca de un barco que les
llevara hacia Palanthas.
"El Navío Bregador", era el nombre del barco que habían elegido. No es
que fuera el mejor barco del puerto, pero era el primero en partir, y
aunque las quinientas monedas de oro que el capitán les había pedido por
el pasaje era algo abusivo, la ausencia de preguntas por su parte les había
convencido de que ese era el barco que necesitaban.
Rozaba el medio día, cuando el capitán dio la orden de levar anclas, y el
drow y Némesis, colocados en la popa, observaron como la ciudad se fue
alejando poco a poco, hasta convertirse en un punto en el horizonte.
Némesis soltó la espada de su cinturón y la arrojó al mar cuando la
ciudad se perdió de vista.
Phoenix se quedó mirándole desconcertado.
- ¿Creía que esa espada significaba mucho para ti?
- Quiero el poder -comentó el ladrón ausente-, es lo que mas deseo en
este mundo. Pero no permitiré que nadie me controle para conseguirlo,
porque entonces no sería yo el que ostente el poder, sino el muñeco que
baila al son del titiritero. ¡No me convertiré en otro Sargos!
Y el barco siguió alejándose de la costa para acercarles cada vez más a su
destino.
445
Mientras tanto, cientos de kilómetros al sur del mar, tres amigos
descansaban plácidamente.
Por primera vez en mucho tiempo, mas incluso del que el elfo podía
recordar, Cyric no se despertó cuando alguien se introdujo sigilosamente
en la habitación donde se encontraba durmiendo, sino que solo cuando
éste le tocó en el hombro, fue consciente de su presencia. El elfo se
despertó sobresaltado y miro a su alrededor, Rebeca y Tas aun seguían
profundamente dormidos, y quien le había despertado, era un elfo joven,
vestido con una túnica de color esmeralda.
- Tu amiga ya se encuentra mejor -informó el joven al sobresaltado elfoimaginé que estaríais deseosos de conocer la noticia. Si os he
molestado...
- No, no, -se apresuró a negar Cyric con la cabeza al tiempo que se
reincorporaba y se ponía los pantalones- me encantaría verla si es
posible. Por cierto... ¿cuanto tiempo hemos dormido?, me siento tan
descansado como si hubiera pasado todo un año durmiendo.
El elfo sonrió a Cyric mientras calculaba el tiempo.
- Mas o menos... -calculó el elfo pensativo- ...una semana.
- ¿Que? -replicó el elfo alarmado al descubrir que había pasado casi una
semana durmiendo, cuando apenas necesitaba descansar un par de horas
al día- ¿Como es posible? jamás he dormido durante tanto tiempo.
- No vimos la necesitad de despertaos mientras vuestra amiga seguía
enferma -le explicó el elfo al sorprendido Cyric- simplemente, os
dejamos dormir hasta que se recuperó.
Cyric hizo caso omiso a las enigmáticas palabras del elfo y se dirigió
veloz hacia el gran salón donde habían dejado a Cris siete días atrás.
Cuando llegó, comprobó que el sol se encontraba en el centro de la
cristalera marcando el mediodía, y descubrió con sorpresa que Cristina se
encontraba hablando con Elder, el venerable anciano elfo.
- Adelante -instó el anciano- acércate junto a nosotros y toma asiento, os
estábamos esperando.
Cyric se sentó junto a la sacerdotisa tras comprobar su espléndido estado
de salud y esperaron durante un rato al resto de sus compañeros.
446
El kender no tardó en llegar, acompañado del alboroto típico que solía
provocar allí por donde pasaba, avanzaba con paso desenfadado seguido
de cerca por tres elfos vestidos de verde turquesa que no perdían detalle
de ninguno de los movimientos del pequeño, para asegurar que no hiciese
cambios en la decoración del templo.
- ¿Hey? -replicó el kender molesto, cuando uno de los elfos le dio un
manotazo en el dorso de la mano, al intentar tocar una preciosa figurita
de cristal que reposaba sobre un pedestal- solo quería verla mas de cerca.
A Cyric se le iluminó la cara cuando vio acercarse a Rebeca tras el
kender. Se había quitado la harapienta y sucia túnica blanca que durante
tanto tiempo había llevado, y se había vestido con una bonita túnica
esmeralda con ribetes de color dorado en el cuello y las mangas. Apenas
tenia escote, pero la tela se pegaba a su cuerpo como si se tratara de una
segunda piel, marcando su voluptuosa feminidad, para alegría de los
presentes.
- Yo también me alegro de verte -rompió el silencio Rebeca lanzando una
sonrisa de complicidad al ruborizado elfo, incapaz de articular palabraVeo que te encuentras mucho mejor -se dirigió esta vez a su compañeray que nuestro sastre es el mismo.
En el rostro de Cristina afloró una sonrisa, mientras se levantaba para dar
una vuelta sobre sus talones.
- Pero a mi no me queda tan bien -bromeó la sacerdotisa- no lo relleno
tanto.
Cyric rompió en carcajadas, al tiempo que colocaba la mano sobre su
boca para intentar controlarse.
Rebeca, lejos de sentirse ofendida, cruzó los brazos por debajo del pecho
para remarcar sus formas y se giró de un lado a otro.
- Si -corroboró Rebeca con una sonrisa- lo cierto es que me gusta como
me "sientan".
Cristina siguió riendo de buena gana, pero de pronto recordó donde se
encontraba y tras recuperar la compostura volvió a tomar asiento junto al
anciano, que al contrario de lo que había pensado Cris, parecía mirarlas
divertido.
- Perdón señor -se disculpó la joven- ya estamos todos, puede ahora
contarnos que es lo que esta pasando.
447
Elder, el anciano que todo lo sabe, carraspeó y se removió en su asiento
para recuperar la postura, cuando comenzó a hablar todos se encontraban
sentados frente a él.
- No os voy a engañar -comenzó Elder preocupado- el robo de la piedra
lunar es algo muy grabe. Si esta gema cae en manos del señor de la
noche, nada le impedirá hacerse con el control de todas las criaturas del
continente.
Cristina se removió incomoda en su sillón al escuchar el tenebroso
nombre.
- Pero de quien se trata -preguntó la sacerdotisa- ¿quien es ese señor de la
noche?
El anciano frunció el ceño y entrecerró los ojos para vagar por su mente.
- Lo cierto es que no conozco la respuesta a tus preguntas -respondió al
fin- lo único que te puedo decir es que debéis ir a Palanthas. Allí os será
revelado el verdadero rostro del mal.
- Pero aun no podemos ir -protestó Rebeca a su interlocutor- todavía no
hemos reunido el legado de los Héroes de Caergorh, ni siquiera sabemos
de que se trata.
- Habéis estado buscado fuera, lo que se encuentra en vuestro interior respondió enigmático el anciano- ¿acaso hay algo mas grande para un
padre, que legado del milagro de la vida?
Los cuatro compañeros se quedaron boquiabiertos, lo que aquel anciano
insinuaba, era, que el destino final de su búsqueda, ¡eran ellos mismos!
- ¿Que quieres decir con eso? ¿Que todos nosotros somos descendientes
de los Héroes de Caergoth? -preguntó Cristina estupefacta-, ¡eso es
imposible!, yo no tengo padre.
Cyric meneó la cabeza confuso. La sacerdotisa tenía razón, incluso él,
pese haberse criado bajo la tutela de uno de los héroes, el origen de la
sangre que corría por sus venas era todo un enigma para él.
El anciano extendió las palmas de las manos hacia ellos para pedirles
calma.
448
- Los planes de los dioses se manifiestan de manera misteriosa -contestó
Elder con cautela- es cierto que tu madre fue bendecida por la gracia de
Mishakal para engendrarte a ti -explicó a la sacerdotisa con dulzura sin
apartar sus marrones ojos de los de ella- pero utilizó el alma de uno de
sus mas devotos fieles, que murió siguiendo los dictados de la diosa.
Cristina se sentó en el suelo de mármol aturdida sin ni siquiera darse
cuenta que había un sillón habilitada para ella.
- Aquel buen hombre -continuó el gran Elder- Arturo Headhell, fue un
fiel siervo que luchó con devoción por instaurar la olvidada fe de la diosa
de la vida. Aquel valeroso hombre, luchó codo con codo con el resto de
los Héroes de Caergoth, velando por sus vidas y sus almas.
El rostro del kender se iluminó de inmediato. Por supuesto, él lo había
conocido.
- ¡Arturito! -recordó el pequeño- éramos grandes amigos, él y sus cinco
amigos gnomos. Por desgracia, desapareció intentando encontrar el
perdido templo de mishakal en Istar, que según la leyenda se encontraba
bajo las aguas del mar sangriento.
Todos miraron al kender, esta vez con curiosidad, intentado entrever la
verdad dentro del extraño relato del pequeño.
- Aun lo recuerdo como si hubiera sido ayer -continuó el pequeño con su
relato- Arturito, junto a sus cinco compañeros, montados dentro de aquel
extraño aparato en forma de pez, que los gnomos le habían construido
para poder navegar bajo las aguas, preparado para aventurarse en las
aguas del mar sangriento en busca del sagrado templo. Por desgracia no
volvimos a saber nada de él.
Cristina se secó una lágrima que resbalaba por su mejilla a causa de la
emoción que sentía al revivir el destino del que había sido objeto su
padre, y se reincorporó para sentarse en el sillón.
- Lo sabía -murmuró en un susurro- no se como, pero siempre lo he
sabido. Aquel hombre que aparecía en mis sueños cuando era niña, ¡era
mi padre!
Cyric observó confundido la escena, no entendía muy bien lo del padre
de Cristina, pero seguía desconcertado por su propio origen.
El anciano leyó las dudas en el rostro de Cyric y volvió a hablar.
449
- Si he de ser sincero -se explicó dirigiéndose al confundido elfo- tu
origen esta tan oscuro como una noche sin luna. Se que por tu interior
corre la sangre de los héroes, pero no consigo ver mas allá. Tu aspecto no
deja lugar a duda de que eres un elfo, pero tu edad no se corresponde,
apenas tienes veinte años y posees el aspecto de un elfo de mas de cien,
pues la naturaleza de nuestra raza se toma mas tiempo en madurar. Sea
quien sea tu padre -sentenció el anciano- es lo suficientemente poderoso
como para mantenerse oculto ante mis ojos.
Cyric alzó los hombros en señal de indiferencia, en realidad hacía mucho
tiempo que sus orígenes le habían dejado de preocupar...
- De todas formas -comentó Cyric cambiando de tema- aun no estamos
juntos, Phoenix y Némesis tomaron su propio camino al abandonar
Thorbandin, y dudo mucho que volvamos a vernos.
El anciano chasqueó la lengua repetidas veces para mostrar su
desacuerdo.
- El agua de un río puede dividirse a lo largo del cauce -explicó el
anciano con un símil- pero siempre termina confluyendo en el mar.
- Y ahora partid hacía vuestro destino -instó el anciano cortando la
conversación- ya hemos perdido demasiado tiempo. He dado
instrucciones a mi pueblo para que os sean prestadas unas monturas con
las que poder llegar a Palanthas, así como suficientes víveres para el
camino.
Los compañeros se levantaron y dedicaron una pequeña reverencia a su
interlocución a modo de agradecimiento, y al salir del templo, se
quedaron boquiabiertos, allí, frente a ellos, cuatro gigantescas criaturas
aladas les esperaban junto a varios elfos. Mitad águila, mitad león, las
criaturas esperaban pacientes la llegada de los héroes.
La mitad del cuerpo de las criaturas, hasta el torso, era como el de un
águila, con dos garras delanteras surgiendo amenazantes y dos grandes
alas rematadas con plumas doradas que surgían a ambos lados del lomo,
y tras ellas, comenzaba el cuerpo de león, terminando en dos poderosas
garras traseras y una larga cola dorada como las plumas de las alas.
- ¡Grifos! -Exclamó el kender excitado- ¡jamás había visto ninguno!
Cyric se anticipó a la reacción del pequeño y lo cogió del copete antes de
que este saliera corriendo hacia las aladas criaturas.
450
- Ellos os llevaran hasta Palanthas a la velocidad del viento -les explicó el
anciano- tan solo debéis montar sobre sus lomos, y disfrutar del viaje a
través de las nubes.
Cyric, atento a las palabras de Elder, no pudo contener por más tiempo al
kender, que se zafó de su presa y salió como un exhalación hacia donde
esperaban las grandiosas criaturas, y tras trepar por su lomo y se
encaramó sobre una de ellas.
- ¡Me pido este! -exclamó Tasselhoff tras subirse al Grifo que se
encontraba a la cabeza- ¡esto es genial!, me encanta.
Los elfos ayudaron al resto a subir sobre las criaturas y cuando
estuvieron listos, el anciano se colocó frente a ellos con los brazos
alzados, mirando a los ojos del primero, el que cargaba con el pequeño
Tas.
El grifo lanzo un graznido en respuesta a las mudas indicaciones del
anciano y empezó a batir las alas, movimiento que replicaron el resto de
sus congéneres.
Una nube de polvo se elevó en el aire ante el poderoso batir de alas y
todos los elfos se protegieron los ojos con la mano.
- Buena suerte -exclamó el anciano elevando su voz por encima del ruido
que producía la ventolera- que los vientos os sean propicios y la luz os
guíe a salvo hasta vuestro destino.
Los grifos se impulsaron con sus poderosas patas traseras de león y
elevaron el vuelo hacia las nubes a gran velocidad. Pronto se encontraron
a gran altura, haciendo imposible distinguir el poblado elfo dentro del
gigantesco tapiz formado por las copas de árboles del frondoso bosque.
- ¡Yuuuuuupiiiiiiiiii! -gritó Tas con los ojos llenos de lagrimas a causa
del viento, y una mano sujetándose el estomago para resistir el fuerte
cosquilleo producido por la velocidad- esto es lo mas genial que me ha
pasado nunca. ¡Arre! -gritó el pequeño mientras espoleaba al grifo en los
costados con los talones-, ¡mas rápido!
El orgulloso grifo giró la cabeza hacia el kender y le miró con recelo, no
acostumbraba a llevar jinetes sobre su lomo, pero lo que ya era
demasiado para él, era verse espoleado como si de una vulgar mula se
tratara.
451
El kender observó a la criatura y un nudo le secó la garganta, el grifo
tenía un pico lo suficientemente grande como para tragarse toda su
cabeza de un solo picotazo, así que acarició el cuello del animal con la
palma de su mano para calmarlo.
- Estoooo.... yo solo quería ir un poco mas rápido -se disculpó el
pequeño- si eso fuera posible claro, igual ya has alcanzado la máxima
velocidad a la que eres capaz de volar, al fin y al cabo no eres un dragón.
Las palabras del ingenioso kender hicieron efecto en la orgullosa criatura
y aceleró su aleteo hasta alcanzar una velocidad de vértigo. Un orgulloso
graznido sonó en el cielo, coreado por sus otros tres congéneres que
también aumentaron el ritmo del vuelo.
El pequeño kender sonrío entre dientes, aquello era lo mas emocionante
que le había sucedido nunca.
Rebeca y Cristina, agarradas a las plumas del cuello y tumbadas sobre el
lomo, apretaron los dientes para resistir el miedo que sentían.
- Creo que me voy a morir -exclamó Rebeca con los ojos cerrados para
no ver a la velocidad que pasaba el suelo bajo sus pies- el corazón me va
a estallar.
Cristina, concentrada en todos los dioses a los que era devota, elevaba
plegarias en silencio para sobrevivir a tan peligrosa experiencia.
Por su parte Cyric, ya se había acostumbrado a la velocidad del viaje, y
empezaba a disfrutar de la belleza de las vistas desde la gran altura a la
que volaban.
El paisaje era precioso, el sol estaba sobre sus cabezas e iluminaba todo a
su alrededor.
Las montañas de Thorbandin, al este, no parecían tan altas y abruptas
desde aquella altura, y el desierto de las arenas sangrientas no parecía tan
letal. Hacia el oeste se veía como el bosque de los elfos terminaba en la
costa, donde el mar era el dueño absoluto. Y hacia el norte, su destino,
podía percibir como la costa se acercaba por momentos.
En unas pocas horas habían dejado atrás la tierra, y bajo ellos, solo
podían ver el infinito mar teñido de azul, y un pequeño barco surcando
valientemente las aguas. Desde aquella altura, el poderoso bajel, parecía
como una cáscara de nuez adentrándose en los abismos del espacio.
452
Cristina levantó la cabeza como impulsada por un extraño presentimiento
y miró hacia las infinitas aguas para escrutar el pequeño barco que
dejaban atrás. Una extraña sensación la invadió y un hormigueo la
recorrió por la espina dorsal, cuando el amuleto con forma de sol que la
adornaba el pecho se iluminó con un brillo dorado.
En ese mismo instante, en la proa del barco que surcaba las infinitas
aguas, dos figuras encapuchadas oteaban el horizonte ignorantes de su
destino y sin conocer muy bien lo que los dioses les tenían reservado.
En el cielo un resplandor brillante surcó el firmamento como una estrella
fugaz.
- Pide un deseo -susurró Phoenix a su preocupado compañero-.
Némesis se llevó la mano al corazón, que le había empezado a quemar
con desazón hacía un instante, y elevó la vista hacia el cielo.
- Solo espero encontrar, mi rayo de esperanza -deseó en tono quedo el
ladrón-.
El resplandor se perdió en el firmamento, y el barco se alejó tras él,
rumbo norte hacia el horizonte, en busca de las respuestas, que todos,
tanto anhelaban.
453
454
Epilogo - Luces Tras el Ocaso
- Como es posible que no hagáis nada -exigió Avalon al consejo de
dioses reunidos a su alrededor, en un circulo brumoso perdido en alguna
parte del plano astral-, y os quedéis sentados viendo como vuestros hijos
sufren bajo el yugo opresor. Y no contentos con quedaros indiferentes a
los problemas de vuestros fieles, me censuráis a mí por intentar poner un
poco de orden en vuestro caótico mundo.
Los dioses le miraron indignados y con el rostro encendido.
- Como te atreves a juzgar nuestras acciones -inquirió el que parecía
llevar la voz cantante en el grupo, vestido con una extraña armadura
plateada que desprendía un fulgor divino-, tu, un miserable mortal venido
de otro plano de existencia. No tienes derecho a decirnos lo que tenemos
que hacer, ni tampoco tenias derecho a inmiscuirte en nuestros asuntos.
Avalon echó un vistazo a su alrededor para evaluar su precaria situación.
Estaba rodeado de los dioses de Krynn, desde Paladine, el dios supremo
de la caballería, y voz cantante en el coro de los dioses del bien, hasta
Mishakal, la divina madre de la vida, pasando por kiri-joli el dios de la
guerra. Los únicos que no estaban presentes eran los dioses del mal, que
no habían querido mezclarse con un miserable mortal.
- ¿Me acusáis por intentar ayudar a vuestro pueblo, cuando vosotros os
habéis negado a ver la amenaza que se cierne sobre ellos? -protestó el
mago- ¿Por que creéis que ningún dios del mal ha querido asistir a este
juicio? Se están preparando para forjar alianzas con el nuevo orden que
se aproxima.
El dios con la armadura plateada, Paladine, se acercó al mago con cara de
pocos amigos.
- ¿Estas insinuando que sabes cosas que nosotros desconocemos?, ¿he de
recordarte que nosotros somos dioses y tu solo un mortal?
Avalon suspiró pesaroso ante la cerrazón de Paladine.
455
- Hace tiempo que traspase el límite de mi humanidad, y deje el plano
terrenal para concentrarme en mis estudios. -respondió con respeto a la
deidad- y mi intención no es faltaros al respeto, pero el peligro que
acecha a vuestro mundo proviene de otro plano, y yo descubrí sus
intenciones por casualidad durante uno de mis experimentos.
- ¡Esto es intolerable! -clamó furioso con voz grave la gigantesca figura
del dios de la guerra, kiri-joli- ese miserable humano esta loco. Quiere
compararse con nosotros, y encima dice saber cosas que nosotros
desconocemos.
- Tranquilízate, -sonó como un susurro la voz de la mujer que se hallaba
entre ellos, la diosa de la vida, Mishakal- yo he visto la amenaza a través
de los ojos de una de mis fieles sacerdotisas. Y también he hablado con el
dios de la luz, que ha venido tras su hermano desde el plano de los
sueños para intentar detenerle.
Paladine miró a la madre de la vida y reflexionó para sus adentros,
mientras que una pequeña figura se atusaba su espesa barba roja.
- ¡Paparruchas! -intervino la achaparrada figura, Reorx, el dios de los
enanos- yo no creo en misteriosas presencias de otros planos que osen
atacar nuestro mundo. Nadie se atrevería a enfrentarse a los dioses.
Avalon observó el cuadro de los dioses discutiendo, y no pudo aguantar
más sin intervenir.
- ¿Como puedes decir eso? -preguntó Avalon al dios enano- después de
ver como ha estado a punto de arrasar tú reino.
El rostro del Reorx se tiñó del color de su barba, y enarboló amenazante
el gigantesco martillo que portaba.
- No te permito que me hables con esos aires de superioridad, humano amenazó Reorx- todos vosotros, creéis que por elevaros mas del suelo,
sois mejores que nosotros, y lo único que hacéis mejor, es caer desde mas
alto.
Avalon reclinó la cabeza en señal de sumisión hacia el poderoso dios de
los enanos.
- Perdonadme si os he faltado al respeto -se disculpó el mago al tiempo
que se sentaba en el brumoso suelo para estar a la altura del enano- mi
respeto por los de tu raza es grande, y haría lo que fuese por defender su
derecho a prevalecer.
456
Reorx ronroneó satisfecho y volvió a apoyar el martillo en el suelo.
- Si, bueno, -volvió a decir el dios enano- es cierto que los míos han
pasado momentos difíciles, pero no he visto nada que me haga sospechar
de algún nuevo ente en una cruzada por extender su poder. Tan solo era
un sacerdotisa oscura al mando de un ejército de muertos vivientes.
Avalon meneó la cabeza disconforme, pero no volvió a contradecir las
palabras del dios de los enanos, sino que esta vez se dirigió a todos los
dioses presentes.
- Sea como sea, -concluyó el alegato del mago al tiempo que se
reincorporaba del suelo- tanto si me creéis como si no, solo os pido que
se me permita permanecer en vuestro plano el tiempo suficiente, como
para instruir a aquellos que pueden poner freno a esta nueva amenaza, el
legado de aquellos que ya libraron vuestro mundo de numerosos peligros,
los hijos de los Héroes de Caergoth.
Paladine asintió esta vez las palabras de Avalon, las personas a las que se
refería habían luchado siempre del lado de los dioses.
- Tienes razón en lo que dices cuando alabas a nuestros héroes -intervino
Paladine- pero antes de permitirte lo que pides, debemos reunirnos para
pensarlo. Ya has manipulado demasiado los hilos del tiempo y el destino
en nuestro plano, como para arriesgarnos a que vuelvas a hacerlo.
Avalon inclinó la cabeza de nuevo, y cuando la levantó, pudo observar
que todos los dioses se habían ido, dejándole sólo en aquella prisión
brumosa, perdida en algún lugar del plano astral. No es que tuviese
miedo, su poder era suficiente como para escapar de allí, pero no quería
abandonar aquel plano sin poder hablar con sus enviados...
...El legado de los Héroes de Caergoth.
En algún otro lugar de un plano perdido entre las sombras, dentro de la
oscuridad más absoluta, un destello rojizo iluminó durante un instante los
ojos del mal.
- ¿Estas ahí mi señor? -sonó la voz de Shandra entre aquella oscuridad
eterna- ¿Donde estoy?
El eco de una risa hueca resonó en la negrura.
457
- Te avisé del coste de tu fracasó -advirtió una voz grave, carente de
ningún rastro de emoción- ahora es el momento de pagar. Te quedaras
aquí conmigo para hacerme compañía por toda la eternidad. Y créeme...
la eternidad, es mucho tiempo.
Shandra comenzó a tiritar sin saber muy bien si era a causa del frío, o al
miedo que sentía.
- Pero mi señor -suplicó la mujer con la voz rota, a punto de llorarsiempre te he servido con fidelidad. Dame otra oportunidad y te
conseguiré esa maldita piedra.
La risa tronó de nuevo al rededor de la nada que les envolvía.
- Eso no va ha ser necesario, -la informó su dios- otro siervo se ha
ocupado ya de eso.
Y la voz del dios se perdió envuelta en la negrura, y tan solo quedó el
llanto contenido de la sacerdotisa, llorando desconsolada por su horrible
destino, encerrada por toda la eternidad en el vacío más absoluto.
Y allí se quedó, sola en la oscuridad, para toda la eternidad...
458
Índice de Capítulos
Nuevos Comienzos
Capitulo I - Cruel Destino
Capitulo II - Nuevos Comienzos
Capitulo III - Rumbo a un destino incierto
Capitulo IV - Cruce de Destinos
Capitulo V - Cautivos del Destino
Capitulo VI - Siguiendo su Destino
Capitulo VII - Hielo y Fuego
Capitulo VIII - Almas Divididas
Capitulo IX - Sueños Oscuros
Capitulo X - Un Rayo de Esperanza
Epilogo - Luces Tras el Ocaso
Indice de Capitulos
1
11
23
39
55
83
111
163
211
263
393
455
459
459
Esta es la historia de como los actos de un solo hombre,
obsesionado por corregir los errores del pasado, pueden influir en
las vidas de personas normales, seres perdidos en la busqueda de
sus propios destinos. Otorgandoles fuerza y valor con los que
enfrentarse a sus miedos y luchar audazmente por desvelar los
oscuros secretos que rodean sus pasados.
En el, se narra el relato de como Avalon Timelord, un poderoso
mago, se enfrenta incluso a los dioses por defender la causa que
cree justa. Restaurar el nombre de aquellos, que en el pasado,
dedicaron sus vidas a la paz y prosperidad de Krynn:
Los Heroes de Caergoth.
460
Descargar