TEMA 2: LÍRICA ROMÁNTICA. GUSTAVO A. BÉCQUER El Romanticismo se desarrolla en Europa durante la primera mitad del siglo XIX Como movimiento artístico y literario, el Romanticismo se caracteriza por: Reacción frente a los excesos de la etapa neoclásica, es decir, contra la imposición del dominio absoluto de la razón con sus normas y reglas, su arte verosímil y educativo, su moderación y “buen gusto”. Se eliminan barreras entre géneros: en una misma obra pueden aparecer pasajes en verso y en prosa, cómicos y trágicos, sublimes y grotescos. Individualismo, subjetivismo, predominio total del “yo”. Y con él, la libertad absoluta del artista, la inspiración. Dentro de este gusto por lo individual, por lo diferente, se exalta en esta época la individualidad de cada país, de sus características y costumbres, de sus lenguas, es decir, se produce un auge de los nacionalismos. Idealismo: Se rechaza la realidad vulgar que contrasta con sus ideales. Ante el presente sienten un desasosiego vital, un sentimiento de no plenitud, una “conciencia desgraciada” (Hegel). Evasión. Este desacuerdo con el mundo produce un deseo de evasión a otros lugares exóticos o “románticos” (el lejano Oriente) o a otras épocas, consideradas menos pragmáticas y más idealistas o caballerescas, como la misteriosa, por poco conocida, Edad Media. Rebeldía. Otras veces produce rebeldía contra lo establecido, que se manifiesta en la exaltación de personajes marginales, misteriosos, ajenos a las convenciones sociales, símbolo de la libertad, como el pirata o el mendigo. En los casos más radicales se llega al suicidio, siguiendo modelos literarios como el Werther de Goethe, cuyo protagonista se suicida como consecuencia de un fracaso amoroso, pero también casos reales como el de Larra. Transcendentalismo. El sentido de la vida no es la consecución de una felicidad mundana, material, “burguesa”, sino una aspiración trascendente al mundo, infinita e irrealizable, que por eso mismo choca siempre con la realidad y produce desengaño. La naturaleza se prefiere libre y poderosa (el océano inmenso, las tormentas desencadenadas, la noche misteriosa) ante la que el hombre se siente frágil y empequeñecido, como ante el Destino. Muchas veces la naturaleza es el reflejo 1 de la intimidad desconcertada y doliente del artista y así abundan las noches de luna, los paisajes desolados o violentos, las ruinas. En resumen, el Romanticismo exalta siempre la libertad del individuo y expresa la insatisfacción de éste ante la situación del momento. Esta insatisfacción fue entendida por unos en un sentido tradicional, como la liberación de los ideales racionalistas que habían tratado de imponer los ilustrados del siglo XVIII y, por lo tanto, significaba la vuelta a los valores tradicionales, patrióticos y religiosos. Y por otros, como una necesidad de profundizar en los nuevos valores de igualdad, derechos humanos y progreso que no habían sido convenientemente desarrollados por el nuevo régimen. Es el Romanticismo liberal o revolucionario. A pesar de que España era vista en Europa como país romántico por antonomasia por sus tradiciones, su paisaje agreste o su literatura popular, el Romanticismo llegó a España tarde y muy superficialmente, debido a razones políticas: el absolutismo de Fernando VII. Durante su reinado, muchos liberales tuvieron que ir al exilio y no regresaron definitivamente a España hasta su muerte, en 1833, trayendo las ideas románticas aprendidas en Europa. Antes había habido algunas anticipaciones en la línea del romanticismo tradicional, como los artículos de Nicolás Böhl de Faber, cónsul alemán en Cádiz y padre de Fernán Caballero, en defensa del teatro barroco español o los artículos de la revista El Europeo en Barcelona. Géneros literarios: En prosa, la novela histórica de temas legendarios ambientados en la Edad Media al modo de Walter Scott. Y los artículos periodísticos: unos más graves, como los políticos y literarios de Larra, otros más ligeros, los cuadros de costumbres, en los que se exalta en tono amable las peculiaridades de la vida cotidiana y los tipos populares, por lo que también constituye un anticipo del Realismo (R. Mesonero Romanos). El teatro, naturalmente, no sigue las reglas clásicas. Sus temas giran en torno al destino, al honor, al amor, generalmente imposible o contrariado, y pretende no tanto educar sino conmover o emocionar. Autores significativos son el Duque de Rivas (Don Álvaro o la fuerza del sino), Antonio García Gutiérrez (El trovador) Juan Eugenio Hartzenbush (Los amantes de Teruel), José Zorrilla (Don Juan Tenorio). Pero el género que más se ajusta a las características románticas es la poesía, ya sea narrativa (leyendas y temas históricos) o, sobre todo, lírica, que permite la expresión de los anhelos y frustraciones del poeta. 2 Los poetas románticos se sienten libres de toda atadura normativa y escriben sólo a impulsos de la inspiración. Más que la perfección buscan la sinceridad, la emoción. Para ello emplean formas espectaculares, voces sonoras, retumbantes, ritmos marcados para ser declamados en voz alta, tono vehemente con acumulación de exclamaciones e hipérboles. Los poemas románticos suelen ser polimétricos y poliestróficos, rescatando métricas olvidadas, como los romances populares, o inventando otras. Con todo ello, los poemas románticos resultan irregulares en su calidad: junto a hallazgos líricos se pueden encontrar tópicos, vulgaridades, ripios. En sus obras predominan el dramatismo y la intensidad que les alejan radicalmente de la moderación del “buen gusto” del siglo anterior por lo que han sido calificados caricaturescamente de “llorones” (por los temas) y “desmelenados” (por la forma). Sus temas principales son el amor, fuerza vital pero casi siempre imposible, tormentoso, fatal. La insatisfacción general ante la vida, la protesta o rebeldía. Y ello en ambientes que reflejan y refuerzan estos sentimientos: la noche, las ruinas, los cementerios, la tormenta… Durante la primera época, los principales representantes del Romanticismo son Espronceda (El estudiante de Salamanca, El diablo mundo), el Duque de Rivas (Romances históricos), Zorrilla (Leyendas y tradiciones españolas). La segunda época, a partir de 1850, corresponde a los Postrománticos. Escriben en pleno auge del Realismo en que la poesía vuelve a moderar sus formas y a adquirir un tono de prosaísmo, característico de la poesía de Campoamor, por ejemplo. Los postrománticos prefieren un lirismo de tono intimista, poemas breves, de formas sencillas, con tendencia a la asonancia, contenidos a la hora de emplear recursos retóricos (para ser leídos en voz baja, no declamados). Sus representantes son Rosalía de Castro (Follas novas, En las orillas del Sar) y Bécquer. Gustavo Adolfo Bécquer es el paradigma de romántico desgraciado: Huérfano desde niño, malvive escribiendo artículos y colaboraciones. A los 21 años contrae la tuberculosis; obtiene un cargo burocrático del que es despedido; se pierde, en una revuelta, la colección de poesías que preparaba para su publicación… Se enamora platónicamente de Julia Espín, ama a Elisa Guillén, que le abandona, y se casa infelizmente con Casta Esteban que le es infiel y de la que termina separándose. En prosa escribe las Leyendas con las características formales del romanticismo tradicional: ambiente medieval, caballeresco, con abundante presencia de lo sobrenatural y misterioso, la noche, la luz de la luna, las ruinas… Algunos títulos 3 famosos son Los ojos verdes, El Monte de las Ánimas, El rayo de luna, Maese Pérez, el organista. Y las Cartas desde mi celda, colección de artículos que recogen sus impresiones durante su estancia, debida a su enfermedad, en el monasterio de Veruela. Rimas. Aparecieron póstumas, una año después de la muerte del poeta, editadas por sus amigos a partir de un cuaderno manuscrito, El Libro de los Gorriones. Se caracterizan por el lirismo intimista, es decir, sencillez formal y hondura de sentimientos en la línea de los poetas alemanes, especialmente Heine, y de la poesía tradicional. Las Rimas son pues breves, la mayoría de menos de veinte versos, algunas de solo cuatro. Predominan los versos decasílabos y endecasílabos solos o combinados con pentasílabos o heptasílabos y un ritmo acentual muy marcado. Las figuras retóricas son igualmente sencillas, sobre todo las basadas en la repetición y sus variantes: anáforas, paralelismos, simetrías. Pero también los hipérbatos y, sobre todo, las imágenes y los símbolos, referidas al mundo de la naturaleza, la mujer, la música, los colores. El tono es intimista, muchas veces en forma de conversación (tú y yo) a media voz, con frecuentes exclamaciones y vacilaciones (puntos suspensivos). Él mismo definía así su poesía: " natural, breve, seca, que brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con una palabra y huye; y desnuda de artificio, desembarazada dentro de una forma libre, despierta, con una que las toca, las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía. (…). Carece de medida absoluta; adquiere las proporciones de la imaginación que impresiona.” Por sus temas, las Rimas se dividen tradicionalmente en cuatro grupos, con algunas excepciones: I-VIII, la poesía; IX-XXIX, el amor esperanzado; XXX-LI, el amor desengañado y perdido; LII-LXXVI, la soledad, el dolor y la muerte. Su reconocimiento pleno se produjo en el siglo XX, con Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y los "poetas del 27", entre los que Dámaso Alonso le considera el comienzo de la lírica contemporánea. 4