Estudio comparado de casos

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Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO/Argentina) - Universidad
de San Andrés en cooperación con la Universidad de Barcelona
MAESTRIA EN RELACIONES Y NEGOCIACIONES INTERNACIONALES
CICLO 2008/2009
TRABAJO DE DISERTACION FINAL
Título:
“Evitando el conflicto nuclear – Estudio comparado de casos:
Conflicto de Misiles en Cuba y el Conflicto Indo-Pakistaní”
Autor: PAULA A. GRANADA C.
Director: Mg. SERGIO G. EISSA
Buenos Aires, diciembre 2012
I N D I C E
INTRODUCCION.................................................................................................................. 5
CAPÍTULO I: MARCO TEORICO....................................................................................... 10
Sección I: Presentación del marco teórico. El constructivismo y otras fuentes........ 10
Sección II – Ensayo de empleo de elementos del enfoque constructivista.............. 14
CAPÍTULO II..................................................................................................................... 17
PRIMER CASO: ANTECEDENTES DEL CONFLICTO DE LOS MISILES EN CUBA.
ESCENARIO Y DESARROLLO DEL CONFLICTO............................................................ 17
Sección I: PRIMER ESCENARIO: LA GUERRA FRÍA.............................................. 17
Sección II: CRONOLOGÍA DEL CONFLICTO........................................................... 21
CAPÍTULO III..................................................................................................................... 27
SEGUNDO CASO: ANTECEDENTES DEL CONFLICTO INDO-PAKISTANÍ.
ESCENARIO Y DESARROLLO DEL CONFLICTO............................................................ 27
Sección I: SEGUNDO ESCENARIO: LA DIVISION DEL RAJ BRITÁNICO............ 27
Sección II: Antecedentes del conflicto....................................................................... 31
Subsección II.1: 1° guerra Indo-Pakistaní (1947-1948)................................... 32
Subsección II.2: 2° Guerra indo-pakistaní (1965)............................................ 33
Subsección II.3: 3° Guerra indo-pakistaní (1971)............................................ 34
Subsección II.4: Los Jefes de Estado implicados............................................ 35
Subsección II.5: El escenario nuclear en Asia Meridional............................... 36
Sección III: CRONICA DEL CONFLICTO - Guerra de Kargil (1999)........................ 39
CAPÍTULO IV
ESTUDIO COMPARADO DE CASOS................................................................................ 42
Sección I: Nuevos paradigmas y nuevos escenarios................................................ 42
Sección II: De las doctrinas nucleares...................................................................... 44
Sección III: Arsenales, comandos y controles........................................................... 48
Sección IV: Ideas y creencias: Ideología vs. Religión............................................... 51
Sección V: Ensayando un paralelo........................................................................... 56
CAPÍTULO V
LA SITUACION ACTUAL. UN NUEVO ESCENARIO MUNDIAL....................................... 62
Sección I: El Asia Meridional después de Kargil....................................................... 62
Sección II: El revival de las religiones....................................................................... 64
Sub-sección II.1: Primera parte....................................................................... 64
Sub-sección II.2: Segunda parte...................................................................... 67
Sección III: El nuevo terrorismo: Los aprendices de brujos..................................... 70
Sección IV: Y el mundo islámico está cambiando..................................................... 75
CAPÍTULO VI
CONCLUSIONES Y PROPUESTAS.................................................................................. 78
APENDICE......................................................................................................................... 90
ANEXO NOTAS.................................................................................................................. 94
BIBLIOGRAFIA CITADA..................................................................................................... 99
BIBLIOGRAFIA GENERAL............................................................................................... 108
REVISTAS, PERIÓDICOS Y DIARIOS............................................................................ 109
PÁGINAS DE INTERNET CONSULTADAS..................................................................... 110
ANEXO MAPAS................................................................................................................ 115
Mapa Nº 1: LA PARTICION DE LA INDIA
Mapa N° 2: ASIA MERIDIONAL EN LA ACTUALIDAD
Mapa N° 3: PAKISTÁN
Mapa N° 4: Principales grupos étnico- lingüísticos en Pakistán y en sus áreas cercanas
Mapa N° 5: CACHEMIRA (región en disputa)
INDICE DE ABREVIATURAS Y ACRONIMOS
EE.UU.: Estados Unidos
URSS:
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
PCUS:
Partido Comunista de la Unión Soviética
COMINFORM: Comisión de Información Comunista Internacional
OTAN:
Organización del Tratado del Atlántico Norte
ONU:
Organización de Naciones Unidas
CIA:
Central Intelligence Agency
POL bloqueo: bloqueo dirigido al Petroleum, Oil, and Lubricants
NPT:
Tratado de No Proliferación, por sus siglas en inglés.
NWS:
Estados con status nuclear (nuclear weapons states)
CTBT:
Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares (siglas en inglés)
NWFZ:
Zona libre de armas nucleares (siglas en inglés)
LoC:
Línea de control (line of control)
MAD:
Mutua destrucción asegurada (siglas en inglés).
UD:
Daño inaceptable (siglas en inglés)
NFU:
No primer uso (siglas en inglés)
LOW:
doctrina de alerta (launch on worning)
ETA:
Euskadi Ta Askatasuna
IRA:
Irish Republican Army
IAEA:
International Atomic Energy Agency
NCA:
Autoridad Nacional de Comando (siglas en inglés)
A.I.:
Afers Internacionals
INTRODUCCION
La llamada “Crisis de los Misiles” (Cuba, 1962), el punto más álgido de la Guerra Fría,
¿expuso al mundo al peligro de la guerra nuclear? La llamada “Guerra de Kargil” (1999,
entre India y Pakistán) en Asia Meridional, ¿implicó similar riesgo? El actual conflicto indopakistaní, ¿expone al mundo en este siglo a un peligro similar? Si esas cuestiones recibieran respuestas afirmativas, serían el tronco del cual surgirían muchos otros interrogantes
cuales ramas de un árbol frondoso: ¿en qué circunstancias se produjo la crisis de 1962 y
de que características se revistió?; ¿cómo se condujeron las negociaciones que permitieron superar la crisis y aventar el peligro? Y fundamentalmente, aquella crisis comparada
con la de Kargil de 1999, ¿nos han dejado enseñanzas, en especial las relativas al management del conflicto, que podamos emplear en el examen del conflicto indo-pakistaní, para
prevenir el estallido de una guerra nuclear?
Las respuestas a las dos primeras preguntas son, en efecto, afirmativas. La Crisis de
Octubre (1962) enfrentó directamente a los dos principales protagonistas de la Guerra Fría
(Estados Unidos de América –EE.UU– y la Unión Soviética –URSS–), representantes cada
uno de ellos de sistemas políticos e ideológicos opuestos, a la posibilidad de una guerra
con probable escalada al estallido nuclear, sea por accidente, sea por errores de percepción y de evaluación de los agentes directamente involucrados. La llamada Guerra de
Kargil (1999) enfrentó a dos países (India y Pakistán) culturalmente semejantes pero con
religiones diferentes1, y de hecho llegaron a un enfrentamiento bélico de baja intensidad en
el que ninguna de las partes excluyó el recurso de su arsenal nuclear. A su turno, el conflicto indo-pakistaní reúne hoy todos los elementos que, en concurrencia simultánea, pueden
desencadenar la guerra (de hecho, en poco más del último medio siglo, India y Pakistán
se han enfrentado en cuatro guerras), ambos poseen arsenales nucleares, y uno de ellos
(Pakistán) se manifiesta dispuesto a usarlo primero, en una hipótesis extrema.
En esas condiciones, el problema desnuda el siguiente interrogante: ¿cuál fue y es
actualmente, el riesgo cierto de estallido de una guerra nuclear regional en Asia Meri-
1
Si bien en ambos países subsisten radicales diferencias inter-étnicas, ambos tienen al mismo tiempo, una
matriz cultural común emergente de su pertenencia a sucesivos imperios y, en los dos últimos siglos, al Raj
británico. Esa “semejanza cultural” de que hablamos es pues, más que relativa, pero se acentúa en el nivel de
las clases o grupos dirigentes, sirviendo como matiz diferenciador general la religión. Lo veremos con mayor
detalle a partir del Cap. III.
5
dional? Asimismo, como objetivos dirigidos a responder el problema, nos proponemos determinar: que factores inciden hoy en ese riesgo, y que medidas podrían adoptarse para
evitarlo. Y para ello, recurriremos al estudio comparado de casos (Conflicto de los Misiles en Cuba/Conflicto indo-pakistaní: se trata de las dos situaciones históricas –Cuba y
Kargil– que más se aproximaron a la hipótesis de uso por los agentes involucrados, de armas
nucleares) explorando que factores influyeron, las similitudes y diferencias, así como
enseñanzas que el mismo arroja, para proyectar las conclusiones a la actualidad con
el examen de nuevos factores emergentes en las últimas décadas. Esas exploraciones
han sido hechas hasta hoy, mayoritariamente desde enfoques provenientes de dos corrientes
tradicionales: la realista y la liberal, y más recientemente desde sus versiones neorrealista
y neoliberal. Ellas parten de la descripción de la estructura internacional como marcada por
la anarquía y la soledad de los agentes (los Estados, librados a su suerte en esa anarquía)
que interactúan con una lógica egoísta de supervivencia. El gran debate entre estas dos tradiciones discurre sobre si los Estados solo dependen de la autoayuda –posición realista–, o
si los procesos de interacción y aprendizaje y las instituciones que puedan crearse durante
esos procesos, pueden alterar aquella lógica de la anarquía –posición liberal– (Wendt: 2005).
Pero ambos enfoques encaran supuestos que parten del “pre-supuesto” de que los actores
actúan racionalmente en procura de obtener esas metas. Nos proponemos aquí emplear
otros elementos teóricos provenientes en especial del constructivismo así como recursos de
otras corrientes críticas, para intentar demostrar, más allá de las teorías racionalistas, cómo
la identidad y los intereses conformados en una estructura histórica inciden en ese riesgo. Y
la posibilidad de prevenirlo en el futuro.
Para obtener por contraste el objetivo de determinar qué factores inciden en ambos
casos tuvimos en cuenta por una parte la proximidad geográfica (Cuba-EE.UU./India-Pakistán) y el riesgo que ello implica, el valor que los agentes otorgan a la disuasión, y que
en ambos casos los protagonistas enfrentados tienen ciertas semejanzas culturales pero
con un elemento antagónico fundamental. En la crisis de los misiles se enfrentaban actores
con determinados perfiles: los EE.UU., una democracia liberal; la URSS una autocracia
con una conducción política rígidamente ejercida por el Partido Comunista de la Unión
Soviética (PCUS), con motivaciones muy diferentes (ideologías opuestas), con objetivos
puntuales (la expansión en todo el planeta de cada sistema político-ideológico). En tanto,
los actores en el conflicto indo-pakistaní se desenvuelven en un escenario muy complejo
derivado de sus identidades (identidades conformadas históricamente en base a la diferencia religiosa) y marcado por componentes diversos: India, extremadamente diversa y compleja, como veremos, y a pesar de ello, considerada habitualmente como la mayor demo-
6
cracia del mundo; Pakistán, con una profunda religiosidad, formas tribales de organización
en el interior, fragilidades institucionales, reacciones antioccidentales, un terrorismo de una
nueva índole, memoria colectiva nostálgica del pasado; y en ambos países costumbres y
creencias ancestrales, y enfrentados en diferendos territoriales.
Son estructuras sociales que es preciso interpretar para explicarse la identidad y los
intereses de los actores, y si los mismos expusieron o conducen al peligro extremo de la
guerra nuclear, objetivo que nos proponemos encarar con los criterios y técnicas que mencionaremos en el Capítulo I relativo al “Marco Teórico” que daremos a la investigación.
En el caso de los misiles en Cuba, y el de la Guerra de Kargil y la subsiguiente situación de conflicto entre India y Pakistán ya hemos mencionado que la mayoría de los
estudios se han aproximado al tema desde enfoques realistas que privilegian la lente de
la dinámica clásica del poder y su sujeción a intereses y propósitos objetivamente descriptos; y que atribuyen el comportamiento de los Estados a factores sistémicos y a la propia
naturaleza (estatal) de los agentes. Los supuestos de racionalidad que asume el realismo
en la política internacional han sido ejemplarmente graficados por Graham T. Allison en su
obra “La Esencia de la Decisión” (Allison: 1988) en tres modelos conceptuales: el modelo
del actor racional (para explicar por ejemplo, que la instalación de misiles en Cuba fue una
acción “razonable”, dados los objetivos estratégicos atribuidos a los soviéticos, y permitía
predecir lo que sería racional hacer en esa situación, dados objetivos específicos); el modelo de proceso organizacional (que explica las decisiones de gobierno como producto de
las características, los procedimientos y los repertorios de las organizaciones soviéticas
más relevantes); el modelo político gubernamental o burocrático (según el cual si un gobierno realiza una acción, ella es el resultado de acuerdos entre participantes que operan
en ese gobierno, en distintos juegos o maniobras).
Pero ya en los tempranos años ’90 del siglo pasado los estudiosos de las relaciones internacionales estaban preocupados por la cuestión de si las distintas variantes del
realismo o del liberalismo ofrecían en verdad, una vía superior para explicar el mundo
(Katzenstein: 1996, p. 3), y la emergencia de otras interpretaciones (denominadas algo
arbitrariamente como reflectivismo, constructivismo, feminismo, postmodernismo) implicó
la búsqueda de alternativas. El intento de una distinta aproximación al tema que nos proponemos estudiar aquí podría pues significar un valor positivo por el agregado que pudiere
aportar o, cuanto menos, por el debate que pudiera generar, una mirada que incorpore
elementos del constructivismo implicaría poner el acento en los rasgos identitarios más
remarcados en cada caso: en el primero, el valor de las ideologías, y en el segundo el de
7
la religión, como elementos fundamentales conformadores de las identidades de los sujetos, y habilitaría a proponer otros intereses más allá de las nociones de auto-seguridad y
auto-beneficio o voluntad de poder. Y desde esa óptica, el principio mismo de la disuasión
podría sufrir sus efectos.
En efecto, la disuasión consiste en la amenaza de recurrir a la fuerza, en proporción capaz de causar daños difícilmente asumibles, con el objeto de evitar un ataque. La
disuasión básica pretende evitar un ataque contra objetivos situados en su territorio (caso
Pakistán), pero puede consistir también en eliminar la posibilidad de una agresión contra
áreas geográficas consideradas vitales para la seguridad del estado que la realiza, o disuasión ampliada (caso URSS-Cuba). Las dos versiones de la teoría de la disuasión (la teoría
del “no uso”, que concede a las armas nucleares una función exclusivamente disuasoria,
y la teoría de “uso” que propugna la adopción de estrategias de guerra nuclear limitada en
forma escalonada) se han empleado durante la Guerra Fría en las doctrinas estratégicas
de la “Respuesta Masiva” y la “Respuesta Flexible”. En las Conclusiones (y en Nota N°
92 y su ampliación en el Anexo) veremos que, en determinadas circunstancias, es posible
cuestionar la concepción misma de la disuasión como racionalidad.
Por nuestra parte creemos que la principal distancia entre uno y otro caso –distancia
que nos proponemos acortar– radica en que el primero se presentó en un escenario del
mundo occidental2 y de Guerra Fría, en tanto el segundo se presenta en Asia Meridional
y en los confines del Medio Oriente. No se trata solo de una diferencia geográfica sino de
contextos, de diversidad histórica y cultural, por lo que la aproximación al tema debe hacerse extremando la prudencia, a la luz de la advertencia de Wendt de las dificultades con que
se encuentra el investigador proveniente de una cultura cuando explora en otra diferente
(Wendt: 1995, p. 2). Ahora bien, desde esta perspectiva el analista debe intentar despegarse, distanciarse de las estructuras mentales, creencias y reflejos propios de su cultura para
aproximarse, al objeto y a los sujetos de su estudio, en el medio en que se desarrolla o se
2
No solo el “escenario físico” (Cuba) sino el relativo a todos los protagonistas. El mundo eslavo inició su “europeización” en el siglo XVII; y ese proceso de occidentalización se acentuó con Pedro el Grande con la aceptación
de las formas de administración y los sistemas de organización occidentales, la lucha contra las vestimentas y las
costumbres tradicionales (Hellman et al.:1975). Rusia se fue despojando del componente asiático inicial también
con la Revolución de Octubre ya que Lenin y Trotsky no solo llevaron consigo el marxismo occidental, sino su propia
formación personal de exiliados. La participación de la URSS en la Segunda Guerra Mundial (primero secundando
a Alemania con una aparente neutralidad, luego miembro de los Aliados) ya exhibe un pragmatismo realista que
comparte con los otros beligerantes. Esa interacción durante tres siglos permite incluir a Rusia, en el período de la
Guerra Fría, como relativamente integrada al mundo occidental, conocedora y partícipe de sus códigos culturales.
8
desenvuelven. Debe intentar “ponerse en la piel del otro”, lo que no es fácil cuando –como
en el presente caso– el analista no es un avezado orientalista. Pero a ello intenta dirigirse
este esfuerzo, al amparo de la libertad académica, y en la inteligencia de que FLACSO
habilita lo que literalmente calificamos de “ensayo”, esto es, el intento, de investigar el caso
indo-pakistaní desde esta óptica3.
Además, debemos dejar sentado que la investigación realizada se basó en material
de segunda mano (obras, revistas, prensa), habiéndose omitido la exploración directa y
en el terreno, lo que aumenta la posibilidad de confusiones y malentendidos y por tanto,
el margen de error. En esas circunstancias, el presente trabajo solo pretende despertar
el interés en un mayor estudio de la temática (como prevenir el conflicto nuclear en Asia
Meridional), impulsar la discusión y alimentar la controversia; esto es: enriquecer el debate
de ideas; y en consecuencia, asumimos desde ya que las conclusiones y propuestas que
efectuamos se caracterizan por su naturaleza exploratoria y absolutamente provisional.
En el Capítulo I haremos un breve repaso de la visión constructivista y de otras corrientes, y en la forma en que intentaremos emplearla en el trabajo. A título introductorio y descriptivo, en el Capítulo II examinaremos el escenario y desarrollo del primer caso: Conflicto de
los misiles en Cuba; en el siguiente (Capítulo III) haremos lo propio en relación al segundo
caso: antecedentes, escenario y desarrollo del Conflicto indo-pakistaní (valiéndonos genéricamente en ambos capítulos de las obras de Historia Universal que se citan en la bibliografía, los aportes de actualización de datos de las Enciclopedias Británica y Encarta ediciones
2010 y 2009, las páginas citadas de Internet, así como el material específicamente citado en
el texto). A continuación pasaremos en el Capítulo IV, a realizar un estudio comparado de
ambos casos que se completa con el análisis de la compleja situación actual en el Capítulo
V, y sobre cuya base emitiremos conclusiones y propuestas en el Capítulo VI; y como complemento, agregamos un “ANEXO NOTAS” ampliando la información de las notas al pie de
página, y un “ANEXO MAPAS” con cartas de la región, a efectos ilustrativos.
PAULA GRANADA, Buenos Aires, diciembre de 2012
3
En el momento en que se efectuaban los primeros ajustes de edición de este trabajo, el Director que nos orienta nos hizo llegar publicaciones recientes que atañen al tema. En especial, un trabajo de Stefan Rother: “Wendt
meets East: ASEAN cultures of conflict and cooperation”, publicado en marzo de este año 2012 (lo agregamos
a la Bibliografía citada) que propone, basado en el social-constructivismo de Wendt, una aproximación teórica
a las situaciones del Sudeste Asiático que tenga en cuenta la historia, cultura e identidad de los sujetos de la
región, y apuesta a la emergencia en ese marco, de nuevas teorizaciones no exclusivamente occidentales.
Quizá se pueda interpretar que tal propuesta, de algún modo respalda la audacia del objetivo encarado aquí.
9
CAPÍTULO I
MARCO TEÓRICO
Sección I: Presentación del marco teórico. El constructivismo y otras fuentes.
Decíamos que el estudio de las Relaciones Internacionales ha sido encarado predominantemente con enfoques provenientes de dos corrientes tradicionales: la realista y
la liberal, y más recientemente desde sus versiones neorrealista y neoliberal4; englobadas
como teorías racionalistas. Pero el acaecer de determinados acontecimientos, como la
caída del Muro de Berlín y el inesperado fin de la Guerra Fría provocó una conmoción de
tal naturaleza y magnitud que modificó el escenario internacional, y provocó la emergencia
de nuevas posiciones y de nuevas teorizaciones (Salomón: 2002, p. 21; Katzenstein: 1996,
p. 3).
Los enfoques reflectivistas5 constituyeron una reacción “anti-racionalista”. Son enfoques disidentes de ambas tradiciones, que cuestionan las bases mismas del conocimiento
que denominan “positivista”: esto es, la posibilidad de formular verdades objetivas y verificables sobre el mundo social; así como cuestionan la posibilidad de hacer una ciencia
axiológicamente neutral. A estos enfoques cuestionadores se agregó la Teoría Crítica de
la Escuela de Frankfurt pretendiendo desenmascarar las ideologías que –sostiene– están
presentes en las teorías tradicionales y que frenan el cambio social. A esta familia debe
añadirse además la crítica feroz de los autores postmodernos (Derrida, Foucault) que niegan la racionalidad y la posibilidad de alcanzar un conocimiento científico objetivo y que,
incurriendo en un relativismo extremo (relativizan el valor de sus propias interpretaciones)
no ofrecen explicaciones alternativas. Empero sus ensayos de “deconstrucción” (reinterpretación) de textos y discursos, y el análisis genealógico que se enfoca en la singularidad
de los acontecimientos y hasta en los discursos olvidados, han efectuado valiosos aportes
4
Por supuesto que se dan numerosas variantes teóricas, tanto en extremada oposición como en aproximaciones de ambas corrientes. La simplificación que hacemos aquí sólo responde a las necesidades de la presentación de nuestro marco teórico. La propia denominación convencional de corriente “liberal” o “neoliberal”, es
cuestionada por Keohane (2002) que prefiere llamarla “teoría institucionalista”.
5
Así bautizados por Robert Keohane, denominación que se generalizara por su aptitud para referir a diferentes
teorizaciones que tienen como punto en común la negación de la posibilidad de formular verdades objetivas y
empíricamente verificables sobre el mundo social.
10
a través de la crítica. Asimismo, las autoras feministas han incorporado la mirada de género, cuestionando a las visiones tradicionales como producto de la mirada patriarcal o de
las estructuras políticas, sociales y económicas. Después de un prolongado debate, las
tradiciones clásicas y las posiciones reflectivistas parecieran ir aproximándose o, al menos
tomando cada una aportes positivos de las otras; y con tal aproximación fue tomando forma
la corriente que se ha dado en denominar constructivismo6.
El enfoque constructivista –y otras corrientes críticas– de las cuales nos proponemos
rescatar algunos elementos a ensayar aquí, es esencialmente crítico de las tradiciones realista y liberal. El constructivismo señala que ambas tradiciones observan la realidad como
una constelación de Estados con identidades e intereses establecidos que interactúan en
un mundo anárquico, en complejas relaciones de poder; y critica esa visión objetivada así
como rechaza la idea de que las identidades y los intereses en el escenario internacional
ya estén dados y que al actor racional solo le quepa concentrarse en la forma de comportamiento que en ese marco, lo conduzca a obtener mayores beneficios. Desde esta perspectiva analítica, se arguye que el entorno de seguridad en el cual se hallan inmersos los
Estados contiene un importante componente cultural e institucional, más allá de lo material,
más allá de las imágenes neorrealistas del balance de poder y de la burocracia política
(Ronald L. Jepperson, Alexander Wendt, en Katzenstein: 1996, p. 8), componente que define la identidad de los Estados. Los autores citados mencionan tres miradas del entorno
cultural que inciden en las políticas de seguridad: las instituciones formales o regímenes de
seguridad; una más amplia que incluye las reglas de soberanía y derecho internacional; la
tercera incluye los patrones “amigo-enemigo” (miradas todas que, sin volver a mencionarlas específicamente, emplearemos aquí).
Para el enfoque constructivista, la realidad tal como la observamos es una construcción social, y por tanto, esa visión objetivada del campo internacional de la que parten
las dos corrientes, también lo es. Pero a contrario de realizar proyecciones que en base a
ella hacen las tradiciones realista y liberal (la tradición realista proyecta un sistema internacional competitivo y la tradición liberal proyecta un sistema internacional cooperativo),
para el constructivismo lo importante es examinar el mismo punto de partida, esa visión
del sistema internacional: indagar como ha operado la construcción de ese escenario, de
esa realidad; como se han formado las identidades de los sujetos y como se ha formado
la definición de sus intereses. Y, como la construcción social de la realidad es constante,
6
La denominación fue acuñada por Nicholas Onuf, y el representante más caracterizado de esta corriente es
Alexander Wendt (Salomón: 2002, p. 38), autor al que seguimos fundamentalmente en este trabajo.
11
y variable desde el punto de vista socio-cultural, el proceso de formación de identidades y
definición de intereses de cada sujeto dependerá de ese contexto, y el resultado no será
inmutable, por el contrario, la sociedad puede cambiar, variar, modificar identidades e intereses (Wendt: 2005; Hopf: 1998).
Desde este enfoque pues, todas las estructuras que regulan la vida y acciones de
los hombres están socialmente construidas, incluso las estructuras internacionales. En ese
proceso de construcción social, las ideas y las fuerzas materiales están vinculadas en formas muy complejas. Los intereses son inexplicables si no se los relaciona con las ideas:
además de las bases materiales, son las creencias colectivas las que conducen o guían
los procesos que dan lugar a la formación de identidades e intereses, por lo que el examen de esas creencias o visiones del mundo es de importancia capital a los fines de una
investigación (Keohane: 2002). En el primer caso a estudio, las ideologías fueron sistemas
de pensamiento que condujeron a los paradigmas de la Guerra Fría. En el segundo caso
que trataremos (Asia Meridional), esas creencias o visiones del mundo se hallan profundamente impregnadas de religiosidad, lo que nos obligará a adentrarnos asimismo con
cierta profundidad, en el análisis de ese componente fundamental al que dedicamos varios
apartados (Sección I del Capítulo III, Sección IV del Capítulo IV y, a título de actualización
del tema estudiado, el Capítulo V en especial).
Con elementos de este enfoque, ensayaremos explicar pues, dos casos puntuales: la
crisis de los misiles en Cuba (1962) y el conflicto indo-pakistaní (desde 1999 –Kargil– hasta
la fecha). Ambos han implicado (y el último, implica) el riesgo cierto de la guerra nuclear.
Veremos como la identidad y los intereses conformados en una estructura histórica inciden
en ese riesgo. Y la posibilidad –o no– de prevenirlo en el futuro. Esa posibilidad se halla
estrechamente sujeta o vinculada a la noción de la disuasión. La explicación realista para
el no uso de armas nucleares supone actores racionales actuando en su propio interés
sobre datos establecidos, dados exógenamente; el temor a la represalia y el examen en
ese supuesto, del costo inaceptable y el cálculo costo-beneficio (lo que no explicaría satisfactoriamente los casos de la guerra de Corea, la intervención de Francia en Indochina y
Argelia, la guerra de Vietnam, y la actuación de la URSS en Afghanistán, en que no mediaba temor a represalias; ni explica el no uso del arma nuclear por los EE.UU. en los primeros
diez años de la era nuclear en que detentaba el monopolio de armas nucleares, o en la
primera Guerra del Golfo en 1991, en que la batalla en el desierto habilitaba a los EE.UU.
al uso de armas nucleares tácticas menores). El enfoque crítico o disidente pone el acento
en la valuación de la utilidad de su uso; la percepción pública de la desproporcionalidad de
una reacción que involucre ese uso, al menos en primer término, de armas nucleares; en
12
consideraciones morales (y por tanto, culturales) y de prácticas sociales (y como tales, normativas); se trataría de un odio a la posibilidad del uso de armas nucleares, de una suerte
de tabú (y como tal, irracional). Como arguye James Johnson, la decisión moral no es una
actividad a-histórica de una mente racional, sino que debe ser entendida esencialmente
como histórica, e implica continuidad entre el presente y el pasado, hace a las raíces de la
identidad de una nación. La perspectiva social-constructivista de la disuasión pone énfasis
en la relación entre normas, identidades e intereses (Karzenstein: 1996, p. 99, 101, 104).
Ahora bien, el extremo fanatismo ideológico, ¿puede conducir a la irracionalidad? Y cuando
un estado cuenta con una identidad confesional plena (una teocracia), ello, ¿incide o no en
la simplemente humana racionalidad de la disuasión?
Tenemos en cuenta que estas corrientes teóricas (tanto las tradiciones realista y
liberal, como la crítica y constructivista) se han originado y desarrollado principalmente en
Occidente, en tanto que las situaciones empíricas que examinaremos se han presentado
una en Occidente (crisis de los misiles en Cuba), la otra en Asia Meridional (conflicto indopakistaní). Para excluir en el segundo caso, la tacha de alguna “parcialidad” de la mirada
occidental tomaremos especiales precauciones, pero destacamos que los autores hindúes
y pakistaníes consultados adhieren asimismo, a una u otra de aquellas vertientes teóricas tradicionales, haciendo uso de su instrumental analítico. Nos ubicamos en una línea
intermedia a la que propone Stefan Rother en el artículo citado en la nota N° 3 de la Introducción del presente trabajo (Rother: 2012): desde nuestra historia intelectual occidental,
ensayar una aproximación al tema que considere la historia, y los contextos ideológicos y
culturales, las normas enraizadas en la memoria cultural y conciencia colectiva de la región
examinada. Un osado intento de “adelantado” a la emergencia de nuevos estudios que,
basados en el social-constructivismo de Wendt, provengan de autores orientales, naturales
de los países directamente involucrados.
Se pretende indagar como los actores que examinaremos han adquirido históricamente su identidad e intereses en el concierto internacional, y para ello, tomaremos como
campo básico de análisis esos dos casos puntuales y emblemáticos (crisis de los misiles
de 1962 y conflicto de Kargil de 1999) con las extensiones que demande el tema. Y con la
idea de que, siendo la construcción de la realidad un movimiento constante, los procesos
de interacción y nuevas ideas pueden producir un cambio significativo en la identidad (la
forma en que cada uno se refleja en el otro) y en la constitución misma de los intereses de
los sujetos involucrados, así como la renovación de la propia estructura de que se trate.
13
Sección II: Ensayo de empleo de elementos del enfoque constructivista y otras
corrientes.
Nos valdremos pues, de un estudio comparado de casos (conflicto de misiles en
Cuba de 1962 y el conflicto indo-pakistaní de Kargil de 1999, en Asia Meridional), ensayando interpretarlos en forma comparativa, evaluando el grado de posibilidad que existió
de que las crisis desembocaran en escenarios de guerra nuclear. Se toma el primer caso
(Cuba, 1962) como referente histórico acontecido en condiciones hoy inexistentes, para
especial referencia al segundo (conflicto indo-pakistaní) en que las condiciones se mantienen vigentes, o aún más, agravadas. Inmediatamente después, exploraremos la situación
actual, las perspectivas o expectativas de paz o de guerra en el Asia Meridional, con análisis de las estructuras en oposición en la región.
No descartamos referir a elementos de análisis de las tradiciones clásicas –realista y
liberal y sus nuevas (“neo”) versiones–, ni de las corrientes feministas o postmodernas (se
verá claramente el uso de herramientas de Derrida y de Foucault) por el contrario, las mencionaremos expresamente en la idea de que las diferentes aproximaciones “contribuyen a
clarificar la importancia relativa de factores diferentes y de sus relaciones mutuas” (Wendt:
2002, p. 3). El constructivismo no es una escuela formal sino una suerte de familia de ideas
diversas que buscan aproximarse desde asimismo diversas direcciones (Katzenstein: 1996);
algunos autores son “más constructivistas” que otros, y por nuestra parte no pretendemos
hacer “constructivismo puro” (si tal cosa existiere) sino utilizar elementos del constructivismo,
en especial para explicar como factores dogmáticos (ideologías radicalizadas o extremas) y
no racionales (religiones) tienen incidencia en la formación de las identidades y estructuras
socio-culturales, incluso institucionales, que definen la conducta que puede asumir un Estado en las relaciones internacionales. Por ello intentaremos, en lo fundamental, seguir
el camino propuesto por Alexander Wendt, dando al tema que encararemos un enfoque
constructivista, pero compartiendo con la teoría de la acción racional la idea de que las razones pueden ser causales esto es: los agentes pueden actuar “por” una razón (causa); y con
otros autores constructivistas que las razones pueden ser constitutivas, esto es: actuar “con”
una razón (constitutiva), y ambas formas son válidas (Wendt: 2002, p. 96).
Para aplicar este enfoque, estudiaremos previamente los escenarios en que cada
caso se presentara (la Guerra Fría y la rivalidad indo-pakistaní) y el modo en que esos
escenarios tomaron forma y se consolidaron conforme a la evolución de los respectivos
procesos históricos que les sirvieron de marco, siempre poniendo el acento en las variables
14
(ideologías/religión) que se compararán más adelante. Examinaremos a los protagonistas
enfrentados en ambos casos (EE.UU. / URSS – India / Pakistán) e intentaremos explicar
sus rasgos identitarios más remarcados, con especial énfasis en los sujetos enfrentados
en Asia Meridional por tratarse –lo reiteramos– de la situación de conflicto hoy amenazante. Apelando a un recurso de la teoría crítica examinaremos su “estructura histórica” (Cox,
1986-1981 - cit. Salomón: 2002, p. 27) entendida como la configuración de fuerzas: capacidades materiales, ideas e instituciones que presionan sobre el comportamiento de los
Estados (en concordancia con la mirada histórica de Hobsbawm, en el Capítulo V, relativa
al período post-Kargil).
Para el análisis de cómo se han definido los intereses de los sujetos involucrados y
sus motivaciones, pondremos el acento en dos factores clave: el peso de las ideologías
en el primer caso, la influencia de la religión en el segundo. Particular relieve daremos a
la religión, que se ha convertido de nuevo en una importante “fuerza global” que impone
reconsiderar la cuestión de la fe en las relaciones internacionales puesto que ha “retornado
del exilio” al que pareció condenarla la modernidad (Farr : 2008).
Al observar las costumbres y creencias de los pueblos, las peculiaridades de la estructura cultural –compleja y multiplicada en India y Pakistán–, distinguiremos también las
características y el rol que han cumplido y cumplen las élites y como en determinadas circunstancias, élites tan disímiles culturalmente pueden asumir posturas similares, en tanto
trataremos de explicar que motivaciones semejantes las anima. El análisis de los principales discursos: Castro y Kennedy en un caso (el de Castro, más que el de Kruschev, resulta
emblemático a los efectos de nuestro análisis, como se verá), en el otro Nehru, Jinnah,
Bhutto, nos permitirá una aproximación al contexto social específico, cuidando de explorar
no solo las continuidades y generalidades sino también atendiendo las singularidades y los
durante mucho tiempo “discursos silenciados” (Foucault, cit. Salomón: 2002, p. 30), como
el de las tribus pashtunes, que hoy afloran con fuerza.
Está presente también, apenas mencionado en los encabezados de algunos capítulos la figura del Mahatma como “emprendedor moral” (Florini, 1996 – Finnemore, 1996),
ese género de individuos “que se encuentran en el momento y lugar adecuado y consiguen
transmitir sus creencias a estructuras sociales más amplias” (cit. Salomón,: 2002., p. 43).
Mencionaremos la historia institucional de cada país, su estructura de gobierno, la
incidencia del componente político y del militar en el nivel decisional, la personalidad de los
gobernantes. Examinaremos el origen y desarrollo de la carrera nuclear en ambos casos;
las estructuras de defensa, las doctrinas estratégicas, las hipótesis de conflicto que ma-
15
nejaron y manejan los gobiernos involucrados; los objetivos que se proponen, el alcance
que dan a las normas, esto es, si ellas son meros constreñidores del comportamiento de
los actores o si pueden formar un consenso entre los actores que, a su vez, reconstituya
sus identidades e intereses (Checkel: 1997, Onuf: 1989, Ruggie: 1998, Rawls: 1955 – cit.
Salomón: 2002, p.42).
Al concluir veremos el rol de las “comunidades epistémicas” de Adler, esas redes de
profesionales con reconocida experiencia y competencia en un campo determinado para
la difusión e internalización de nuevas normas constitutivas que puedan acabar creando
nuevas identidades e intereses (Adler E., 1992 – cit. Salomón: 2002, p. 43). Finalmente,
y siguiendo la visión de Wendt para quien la acción estatal está condicionada tanto por la
estructura del sistema internacional (anarquía y distribución de poder) como por el proceso
de interacción y aprendizaje y las instituciones; y que los Estados pueden dirigir sus políticas de modo de superar la posición relativa de cada uno (estructura de auto-tutela o “self
help”) en procura de obtener las ganancias absolutas de la cooperación (Wendt: 1992),
arriesgaremos algunas propuestas que se dirijan a atenuar el peligro de guerra nuclear en
Asia Meridional. Y ello, porque “toda la realidad social es precaria; todas las sociedades
son construcciones que enfrentan el caos” (Berger-Luckman: 1991, p.134), y en la medida
en que quepa reducir las incertidumbres, el mundo se ofrecerá más seguro. Entre 1947 y
1990 vivimos un período de baja incertidumbre político-militar pues, en el mundo bipolar se
podía por lo general, proyectar linealmente en el futuro el comportamiento de las grandes
potencias, aunque existía también una “incertidumbre incómoda”: la humanidad podía
desaparecer en cualquier momento (Caputo: 30/10/2011). Compararemos, al finalizar, el
momento de mayor “incertidumbre incómoda” durante la guerra ideológica, Guerra Fría;
con la actual situación que desde el Asia Meridional proyecta una incertidumbre generalizada bajo la amenaza de nuevas guerras de religión.
16
CAPÍTULO II
PRIMER CASO: ANTECEDENTES DEL CONFLICTO DE LOS MISILES EN CUBA.
ESCENARIO Y DESARROLLO DEL CONFLICTO.
“La guerra no consiste solo en batallas, en la
acción de luchar, sino que es un lapso de tiempo durante el cual la voluntad de entrar en combate se manifiesta de modo suficiente”.
HOBBES, “Leviatán”, Capítulo 13
“La paz no es un estado natural en el que los
hombres vivan unidos. El estado natural es
más bien el de la guerra, uno en el que, si bien
las hostilidades no se han declarado, existe un
riesgo constante de que estallen”.
KANT , “La paz perpetua”
Sección I: PRIMER ESCENARIO: LA GUERRA FRÍA
Es un lugar común adjudicar al discurso pronunciado por Churchill en la Universidad
de Fulton el 5 de marzo de 1946, la calidad de punto inaugural (al menos como hecho público) de lo que se denominó la Guerra Fría. La denuncia de que “una cortina de hierro” había
descendido sobre el continente europeo de la posguerra venía a exhibir en el espacio público, las diferencias que los gobiernos coaligados contra el nazismo habían ido evidenciando
en las Conferencias de Teherán (28 de noviembre al 2 de diciembre de 1943), Yalta (4 al 11
de febrero de 1945) y Potsdam (17 de julio al 2 de agosto de 1945).
Tras la Batalla de Berlín, protagonizada primordialmente por el Ejército Rojo y la rendición incondicional de Alemania el 8 de mayo de 1945, se puso fin a la guerra en el escenario europeo. Pero a la guerra sucedió una paz armada entre las potencias de ocupación
que se habían repartido el territorio del vencido, y como símbolo principal, la partición de
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su capital, Berlín, un exclave dividido en cuatro zonas (soviética, norteamericana, inglesa
y francesa) que muy pronto se consolidaron en dos bloques: la trizona de los aliados accidentales, y el bloque soviético. Múltiples fracturas influyeron: en definitiva, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) fue inicialmente una suerte de aliada del régimen
nazi con el que suscribiera el Pacto Ribbentrop-Molotov (23 de agosto de 1939) que, al establecer un equilibrio estratégico favorable, permitiera a Hitler su política de expansión del
“espacio vital” de Alemania provocando el estallido de la 2da. Guerra Mundial. Solo tras el
fracaso de la Operación Barbaroja (iniciada el 22 de junio de 1941) que determinó la apertura del frente oriental con la invasión de la URSS, los soviéticos invirtieron su alianza.
La política expansionista de Stalin se manifestaba con evidencia ya desde los inicios
de la guerra: primero al amparo del Pacto de No Agresión con Alemania (repartición de
Polonia, ataque a Finlandia –1939– anexión de Estonia, Lituania, Letonia y territorios de
Rumania –1940–) y luego del cambio de rumbo, las apetencias adquisitivas que se formularon en las conferencias con los Aliados y que se manifestaron en la realidad tras la
derrota alemana cuando la URSS consolidó su zona de influencia en la Europa Oriental:
el famoso “Telón de Acero”. A ello se sumaba la rivalidad ideológica: durante el conflicto
bélico las diferencias se habían silenciado bajo el manto del pragmatismo y del enemigo
común pero, en definitiva, la URSS representaba la idea de una construcción político-social
alternativa que proponía la superación del sistema capitalista encarnado por las potencias
occidentales y con ese objetivo, en 1947 había creado el órgano de Información Comunista
(COMINFORM, organismo coordinador de los numerosos partidos comunistas nacionales). La puja por el poder mundial tomaba el rostro de un enfrentamiento entre sistemas de
organización social, lucha ideológica, en fin, y de un alcance planetario que determinó la
finalización del aislacionismo norteamericano y la asunción por la flamante superpotencia
emergente de la guerra, de un protagonismo mundial.
Muchos episodios acontecieron en la inmediata posguerra que contribuyeron al establecimiento del clima de guerra fría, pero en el escenario europeo –geografía en que
confluían y convivían ambos bloques– los gobiernos se escindieron en 1947-1948 en regímenes pro y anticomunistas homogéneos. En Occidente, los comunistas (antes integrantes de frentes antifascistas) desaparecieron de los gobiernos; en tanto el bloque oriental
siguió el mismo camino eliminando a los no comunistas de las democracias populares. En
los Estados Unidos de América (EE.UU.), ya desde 1946 Harry Truman había iniciado una
depuración de su gobierno apartando a los elementos prosoviéticos; pero a medida que el
clima de hostilidad se enfriaba cada vez más, se alcanzaron picos emocionales de anticomunismo que desembocarían en 1950 en la histeria McCarthista y su caza de brujas. Un
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episodio clave en la acentuación de ese clima de radicalización ideológica fue el Bloqueo
de Berlín.
La capital dividida se hallaba implantada en el corazón de la zona soviética de Alemania, habiéndose previsto corredores terrestres y aéreos a través de los cuales se abastecía
el sector occidental de la ciudad. En junio de 1948 los tres aliados occidentales anunciaron
la emisión de una nueva moneda alemana para su trizona, lo que anticipaba dificultades
económicas y comerciales al sector alemán bajo ocupación soviética (un año antes se
había iniciado la ejecución del Plan Marshall de ayuda económica norteamericana para la
reconstrucción europea que, por las condiciones que exigía, no beneficiaba a los países
de Europa Oriental); el cambio del viejo Reichsmark por el nuevo DeutscheMark implicaba independizar la economía alemana occidental de la deprimida contraparte oriental. En
respuesta, la URSS bloqueó los caminos que llevaban a Berlín (cuya población del sector
occidental de la ciudad, requería de miles y miles de toneladas diarias de alimentos, de carbón, de combustible y de otros bienes esenciales). Ante ello, EE.UU. decidió abastecer a la
ciudad mediante un puente aéreo que durante casi un año exhibió con eficacia el poderío
aéreo aliado. Cuando los líderes soviéticos advirtieron que el bloqueo no daba los resultados esperados, lo levantaron en mayo de 1949; pero para entonces Occidente ya había organizado sus alianzas con la firma en abril, del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); y poco
después se constituía la República Federal de Alemania (Alemania Occidental, incluido el
sector occidental de Berlín), e inmediatamente a continuación, la República Democrática
Alemana (Alemania Oriental).
En ese mismo año 1949, EE.UU. perdió el monopolio nuclear que había inaugurado con las bombas de Hiroshima y Nagasaki con que se había puesto fin a la guerra con
Japón, pues se recogieron pruebas de que en agosto, los rusos habían detonado su primer artefacto nuclear. En el mismo año también, Mao Tsé Tung consolidó su dominio de
la China continental. La política norteamericana de “contención” del comunismo parecía
amenazada, y esa percepción se agudizó con el estallido de la Guerra de Corea (junio de
1950) en que tropas chinas provistas con material militar soviético, llegaron a enfrentar
en batalla a las tropas estadounidenses desplegadas en el terreno bajo el paraguas de la
Organización de Naciones Unidas (ONU), hasta el armisticio a que se llega entre Corea
del Norte y Corea del Sur en 1953. En ese mismo año 1953 se producen cambios en el
liderazgo político: en EE.UU., Dwight D. Eisenhower reemplaza a Truman (luego vendría
Kennedy, en 1961); en tanto en la URSS, Nikita Kruschev sucede a Stalin y propondrá una
política de “coexistencia pacífica”.
19
Desde entonces y hasta la Crisis de los Misiles en Cuba (1962) numerosos acontecimientos se suceden en el escenario internacional: la ruptura chino-soviética y la rivalidad
de ambos países en el liderazgo del comunismo mundial; el eclipse de las “potencias medianas” (Francia e Inglaterra) en la crisis de Suez; el proceso de descolonización en los
años ’50 y ’60 en que las potencias rivales trataron de aumentar sus respectivas influencias
en los países descolonizados y en otras regiones del mundo; en 1961 se erige el Muro de
Berlín (símbolo emblemático de la Guerra Fría), y muchos países del denominado Tercer
Mundo intentan mantenerse al margen de la dinámica de la Guerra Fría con la creación
del Movimiento de Países No Alineados; y en definitiva, lo que paradójicamente florece en
esos años de “coexistencia pacífica”, es la carrera armamentista (en paralelo con la carrera
espacial) entre los dos sujetos de ese poder bipolar, en lo que se denominó “el equilibrio
del terror”.
El factor ideológico se había convertido en fundamental, ambos bloques interpretaban representar espacios diferentes: unos, se consideraban legítimos exponentes de un
espacio de libertad (tanto en lo político, con la democracia liberal; cuanto en lo económico,
con el capitalismo); los otros se consideraban los defensores de un espacio de igualdad
(igualdad social que liberaría a los hombres de la alienación a que conducía el sistema
opuesto); y en éste espacio, competían su conducción la URSS y China. En América Latina
los Partidos Comunistas (PC) nacionales se habían dividido en los “PC línea Moscú” y los
“PC línea Pekín”, la primera más contemporizadora, la segunda pregonaba la revolución
violenta. Entretanto Cuba, asediada, apoyaba a los movimientos nacionales de liberación.
La política del Kremlin en el Caribe se enfrentaba a un dilema: por un lado apoyaba a Cuba,
pero la política de Fidel Castro de apoyar a su vez a los movimientos de liberación latinoamericanos –en gran medida coincidente con la política china que pregonaba el derrocamiento violento de los regímenes capitalistas– se contraponía con la línea de Moscú de
la “coexistencia pacífica”. Khrushchev –enfrentado a Mao por el liderazgo del comunismo
mundial– buscaba evitar la deserción de Cuba de su campo.
Pero todo giraba en torno a las ideologías: en el “siglo corto” de Hobsbawn, que
transcurre desde 1914 con el estallido de la primera guerra mundial hasta 1989 con el
hundimiento de la URSS, se vivió una efervescencia ideológica y dos grandes oleadas de
rebelión y revolución generalizadas que convulsionaron la sociedad occidental (Hobsbawn:
2003) y afectaron al mundo todo. El arte, la literatura, el cine y la poesía; las ideologías infiltraban el mundo cultural y social y ayudaban a conformarlo. En el cuerpo social, diversos
rótulos vinculados definían a las personas: “conservadores”, “reaccionarios”, “fascistas”,
“progresistas”, “de derecha o de izquierda”, “liberales-capitalistas”, “comunistas” y “socia-
20
listas” y muchos otros. Esos rótulos determinaban en primera instancia, la inserción social
y el segmento al que la gente pertenecía. Y en todos los segmentos existían extremismos,
fundamentalismos, fanatismos.
El próximo paso clave en el marco de la Guerra Fría fue la Crisis de los Misiles.
Sección II: CRONOLOGÍA DEL CONFLICTO
En 1962, en plena Guerra Fría, se produjo el incidente internacional que enfrentara a
los EE.UU. por una parte, y por la otra la URSS y Cuba, y que fuera conocido como “la crisis de los misiles”. En los EE.UU. se vivía lo que se creía un cambio de era, se inauguraba
la “era Kennedy” con el advenimiento al poder de un joven líder John Fitzgerald Kennedy
que, al asumir, había integrado sus equipos de gobierno con gente de su generación: eran
los jóvenes de la esperanza que habían registrado su paso por prestigiosas universidades
norteamericanas. En la URSS había asumido el comando del Politburó del PC soviético
(1953) un hombre de origen campesino Nikita Khruschev que parecía traer vientos renovadores pues, en el XX Congreso del PC soviético (1956) había expuesto a la luz los crímenes de su antecesor J. Stalin, crímenes que el XXII Congreso (1961) condenara. En Cuba
había triunfado la Revolución (1959), Fidel Castro Ruz ejercía un liderazgo indiscutido que
se consolidaba cada vez más, y en 1961 se declaró el carácter socialista de la Revolución.
El intento de la URSS de montar en Cuba instalaciones misilísticas capaces de alcanzar
con el arma nuclear territorio estadounidense, precipitó la crisis y expuso al mundo al conflicto nuclear.
A principios de 1960 (aún bajo la presidencia de Eisenhower) la Central de Inteligencia norteamericana (CIA) forma una unidad denominada “Operación 40” dirigida a promover el derrocamiento de Fidel Castro, que programa disfrazar un intento de invasión organizando a exiliados cubanos disidentes. En abril de 1961 (ya en la presidencia Kennedy) se
concreta el plan con la invasión de Bahía de Cochinos en que se producen duros enfrentamientos que terminan en la victoria militar castrista. Como reacción ante el fracaso, EE.UU.
pone en marcha la denominada “Operación Mangosta” dirigida a desestabilizar al régimen
castrista y que incluía el último recurso de invadir la isla esta vez con tropas norteamericanas. En abril de 1962 EE.UU. llevó a cabo un ominoso ejercicio militar, el “Lantphibex-62”,
simulando la invasión de una isla (el escenario del simulacro fueron las Vieques Island, en
21
Puerto Rico) y en el cual participaron unos 40.000 hombres en total, incluida una fuerza de
desembarco de 10.000 infantes, y 34 barcos. Con el antecedente de la invasión de Bahía
de los Cochinos el año anterior por exiliados cubanos entrenados y armados por la Central
Intelligence Agency (CIA), este simulacro presagiaba lo peor para Cuba.
Khrushchev, que no estaba dispuesto, en caso de invasión de Cuba, a involucrar en
un conflicto armado a las propias fuerzas soviéticas directamente, se dispuso a proveer
armamento atómico bajo control soviético que disuadiera el proyecto de invasión. Pero la
jugada tenía varias patas, además de la autodefensa cubana: en tanto que replicaba la
situación en Europa, en que la espina de Berlín Occidental era un símbolo capitalista en el
corazón de la zona comunista, Cuba sería el símbolo del comunismo en la inmediata vecindad de los EE.UU. Y además, la instalación de armas atómicas en Cuba podía equiparar en
gran medida las capacidades nucleares de ambas potencias. En efecto, mientras la URSS
tenía superioridad de fuerzas convencionales en Europa, los EE.UU. la tenían en armamento nuclear estacionado allí (en especial las bases misilísticas de la OTAN en Turquía),
muy cerca del territorio soviético. Por su parte, la URSS solo contaba en Asia desde fecha
muy reciente y en número insuficiente, con un nuevo género de misiles intercontinentales
capaces de alcanzar territorio estadounidense (los R-16s que la OTAN conocía como SS7s, capaces de transportar ojivas de un megatón de potencia) y le requeriría por lo menos
una década construir la cantidad necesaria de R-16s para equiparar la amenaza nuclear
que pesaba sobre ella. La idea de Khrushchev fue instalar en Cuba misiles de medio alcance –con los que ya contaban– y fue discutida por primera vez en mayo de 1962 en un
círculo reducido, para luego ampliar el campo de consulta al Consejo de Defensa (grupo
inter-agencias gubernamentales), el Presidium y la Secretaría del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), el Ministerio de Defensa; todo supeditado a
la aprobación de Cuba para lo cual se envía una delegación de alto nivel a la isla. En Cuba
deliberan Fidel Castro, Raúl Castro, el Che Guevara, el presidente Dorticós y Ramiro Valdéz quienes aprueban la propuesta (Fursenko-Naftali:1997).
Para la ejecución de la “Operación Anadyr” (nombre de un río de Siberia utilizado
como clave, para despistar) se movilizan unos 50.000 hombres (cinco regimientos motorizados de 2.500 hombres cada uno se asentarían en Cuba con los misiles). En agosto de
ese año 1962, cuando una fuerte flota soviética ya había zarpado, en EE.UU. se reactivó
el grupo “Mangosta” (nombre clave de las operaciones encubiertas de la CIA contra Cuba);
la CIA propiciaba la invasión de la isla antes de que el convoy llegara pues los análisis de
inteligencia suponían que podía transportar material estratégico, pero Kennedy se resistía
a involucrar fuerzas norteamericanas directamente, por la negativa repercusión mundial
22
que ello podría tener. Desde junio, 114 cargueros fueron despachados a Cuba y la mayoría
ya había llegado a fines de agosto. El 29 de agosto se tiene la primera prueba fotográfica
tomada por un avión espía U-2 norteamericano que sobrevolando la isla detecta ocho emplazamientos misilísticos unas semanas antes de que devenguen operacionales. Durante
el mes de septiembre, en esferas del gobierno estadounidense se tejen toda clase de
exámenes, análisis, especulaciones, se elaboran planes militares de contingencia, pero el
núcleo de la crisis estalla en octubre. En los primeros días J.F. Kennedy conforma un reducido “Grupo de Crisis de Cuba” (más tarde conocido como Comité Ejecutivo del Consejo
Nacional de Seguridad) cuyas reuniones eran grabadas, aunque ese punto solo lo conocían los hermanos John –el Presidente– y Bob (Robert) Kennedy –Procurador General y
asesor presidencial de la máxima confianza–.
En las primeras reuniones del Grupo de Crisis se examinan e identifican cuatro opciones: a) un ataque aéreo localizado sobre las instalaciones misilísticas; b) un ataque aéreo
general sobre la isla; c) la invasión; d) el bloqueo naval. Muy curiosamente, mientras se
barajaban estas alternativas, aún no había canales de comunicación con el adversario (el
18 de octubre el Presidente Kennedy mantuvo una reunión personal con Gromyko, Ministro
de Relaciones Exteriores de la URSS, sin que ninguno de ellos exhibiera la menor preocupación ni dejara traslucir sus respectivos planes, ni se mencionara el motivo de la crisis);
e incluso la propuesta de Mc Cone (CIA) de dirigir un ultimátum fue desechada en la inteligencia de que solo podía desatar el ataque soviético y hacer que los EE.UU. soportaran
el primer golpe (first-strike). Kennedy mantuvo sobre el caso conversaciones personales
con amigos de su confianza: una con el Embajador Lewellyn Thompson, quien se manifestó a favor del bloqueo, una fuerte ofensiva diplomática coercitiva y una demanda pública
para que la URSS desmantele los misiles. Otra con el Embajador británico Ormsby-Gore a
quien hizo la confidencia de que, si EE.UU. realizaba el ataque aéreo, sospechaba que la
URSS daría el contragolpe en Berlín Occidental. Podría inferirse de ello que Kennedy no
se esperaba con seguridad la guerra nuclear, pero que la situación le había vuelto consciente del peligro de que el conflicto alcanzare ese nivel de riesgo real. Según el reporte
de Ormsby-Gore a Londres, Kennedy habría dicho que: “la existencia de armas nucleares
torna imposible un mundo seguro y racional” (Fursenko-Naftali:1997). El 22 de octubre,
Kennedy anuncia por radio y televisión que, la instalación de misiles nucleares en la isla
caribeña los enfrenta a una grave crisis que amenaza la paz y la seguridad de la Nación, y
que se ha dispuesto el bloqueo naval de Cuba. Khrushchev responde acusando de ilegal
el bloqueo, reafirma su apoyo a Fidel Castro, afirma que las armas en Cuba solo tienen un
propósito defensivo, que la URSS no amenazó con invadir Turquía cuestionando su sobe-
23
ranía cuando la OTAN instaló sus bases allí y que los barcos soviéticos en navegación continuarían su marcha (aunque al mismo tiempo ordena a los buques aminorar su marcha).
En la Embajada soviética, la KGB incinera sus documentos secretos y reservados; EE.UU.
ya había movilizado 150.000 hombres de su reserva, y lo propio hace Cuba movilizando
300.000 hombres.
Los días vitales de la crisis de octubre se inician el 26: el Pentágono se halla en estado de alerta DEFCON 27. Los informes dan cuenta de que las fuerzas soviéticas también se
hallan en estado de alerta pero sin que se observen aún, desplazamiento de tropas u otros
movimientos; Berlín Occidental parece seguro todavía. Donde la situación se agravaba era
en Cuba donde ya la casi totalidad de los misiles devendrían operacionales en las próximas 24 hs. y los cubanos se disponían para la defensa (Raúl Castro deja La Habana para
preparar la defensa en Oriente y ocuparse de neutralizar Guantánamo; el Che va con la
misma misión al Oeste, a la provincia de Pinar del Río; Fidel Castro, convencido de la inminencia de la invasión ordena derribar todo avión estadounidense que sobrevuele el espacio
aéreo cubano sin autorización; el Gral. Pliyev –Jefe de las fuerzas soviéticas en Cuba– ha
dispuesto la maniobra de “dispersal of technology”, esto es: separar las cabezas nucleares
de los misiles y almacenarlos separadamente para evitar su destrucción en un eventual
ataque relámpago, requiriendo solo tres horas y media su reensamble y utilización).
Excurso: La visión retrospectiva permite al cronista percibir panorámicamente la situación conforme a los registros históricos. En la misma fecha –26 de octubre– el Presidium
del PCUS ya había decidido retirar los misiles de Cuba –su principal preocupación eran
sus 40.000 hombres en Cuba que habían recibido instrucciones de defenderse en el caso
de un ataque a la isla, aunque no incluía la autorización de usar armas nucleares– pero
observaba que ventaja podía obtener como contraprestación, e insistía en que EE.UU. se
comprometa a no invadir Cuba, ni fomentar invasiones ni ensayos de desestabilización. En
el lado de los EE.UU. aún no se había decidido que hacer después del bloqueo (que en definitiva no había dado resultado), y se manejaban tres alternativas: a) el POL bloqueo (bloqueo extendido al Petroleum, Oil and Lubricants, esto es: petróleo, aceites y lubricantes);
b) incrementar los esfuerzos negociadores y c) el ataque aéreo seguido de la invasión. En
el campo comunista las percepciones y evaluaciones eran muy diferentes si se observaba
a La Habana o a Moscú: en Cuba, el teatro de operaciones, se tenía la convicción –tanto
cubanos como soviéticos allí estacionados– de que deberían enfrentar una invasión inmi-
7
DEFCON 5 señalaba estado de paz, DEFCON 1 estado de guerra. El nivel 2 era el próximo a la guerra inminente.
24
nente de la isla, en no más de 48 hs. En Moscú se creía que los EE.UU. no atacarían, ni
siquiera con un bombardeo aéreo contra las instalaciones; Khrushchev tampoco tenía interés en “liberar” Berlín Occidental, pero creía que si obtenía el compromiso norteamericano
de no invadir Cuba y la liquidación de las bases en Turquía, habrían ganado…La diferente
percepción de la situación y distinta apreciación de las circunstancias que se vivían surge
del diálogo que mantuvieran Fidel Castro y el Embajador soviético en Cuba, Alekseev. Fidel
se propone enviar un mensaje a Khrushchev y comienza su dictado: …Si la invasión se
concreta, “habría llegado el momento de eliminar el peligro por siempre, a través de un acto
de legítima defensa, por más terrible que sea esa solución”. Alekseev le pregunta: “¿está
diciendo que demos el primer golpe nuclear al enemigo?”, y Fidel responde: “No. No quiero
decir eso directamente, pero bajo ciertas circunstancias no debemos dejarles la iniciativa
del primer golpe que borraría a Cuba de la faz de la tierra…”. (Fursenko-Naftali: 1997, p.
272/273) Fin del excurso.
En el ínterin, los canales de comunicación formales e informales entre Washington y
Moscú se habían recalentado y a menudo transmitían mensajes diferentes o ambiguos. La
situación comenzó a despejarse cuando Kennedy propuso en un mensaje, la promesa de
no invadir Cuba contra el desmantelamiento de los misiles; a lo que Khrushchev respondiera con una carta que fuera leída en Radio Moscú (para su pronto conocimiento por los
norteamericanos) en que celebraba la voluntad negociadora para una solución pacífica y
ofrecía retirar los misiles de Cuba si EE.UU. hacía lo propio con los misiles instalados en
Turquía. Simultáneamente el Kremlin cursa al jefe militar soviético en Cuba, Gral. Pliyev,
la prohibición de armar los misiles con cabezas nucleares sin autorización de Moscú; y se
le ordena ya, embarcar nuevamente con destino a la URSS las ojivas de los cohetes aún
no instalados.
Cuando el nudo parecía desatarse, “el diablo mete la cola” y se produce lo imprevisto: Cuba vivía bajo una psicosis de guerra cuando los sistemas de seguridad soviéticos
detectan el vuelo del U-2 del Capitán Rudolf Anderson. Los oficiales superiores a cargo
intentan infructuosamente comunicarse con el jefe de las fuerzas estacionadas en la isla
Gral. Pliyev para requerir instrucciones y, al no dar con él, cursan por propia cuenta la orden
de derribar el avión, lo que se ejecuta con éxito. Una suma de nerviosismo y casualidades
prendió la mecha de la pólvora y, con ello, aceleró la definición negociada.
El desenlace se produce en un clima confuso: el hermano presidencial Robert (Bob)
Kennedy en entrevista con el Embajador soviético en Washington, explica que al Presidente le sería difícil acordar el retiro de los misiles de Turquía sin acordar previamente con sus
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socios de la OTAN, y que no podría hacerlo sino en tres a cinco meses después. Paralelamente el Presidente Kennedy propone nuevamente en mensaje a Moscú la promesa de no
invadir Cuba contra el retiro de los misiles (no incluía la cuestión de los misiles en Turquía).
Cuando en la reunión del Presidium ya se había dispuesto aceptar la propuesta formal y
se había comenzado a redactar la respuesta, se recibe el informe del embajador soviético
dando cuenta de la conversación con Bob Kennedy acerca de Turquía. Ello hace que la
respuesta soviética a la propuesta norteamericana tenga dos vías: por un lado, oficialmente se acepta la propuesta de retirar los misiles a cambio de la promesa de no invasión a
Cuba; y simultáneamente y por mensaje secreto, se acepta que el retiro de los misiles de
Turquía se efectivice en el lapso de unos meses. La primera respuesta (la oficial) es leída
por Radio Moscú, y una hora después se da la orden de desmantelar los misiles.
El conflicto se resuelve con el cumplimiento por ambas partes de los compromisos
asumidos. La URSS desmantela efectivamente los misiles que son reembarcados, junto
con las tropas que los custodiaban. EE.UU. formula el compromiso o promesa de no interferir en Cuba y desactiva las unidades operativas secretas montadas con ese fin, y pocos
meses después, desmantela los misiles “Júpiter” estacionados en Turquía. A fines de ese
mismo año 1962 se inician en Ginebra las conversaciones que conducirían al Tratado de
No Proliferación Nuclear.
26
CAPÍTULO III
SEGUNDO CASO: ANTECEDENTES DEL CONFLICTO INDO-PAKISTANÍ.
ESCENARIO Y DESARROLLO DEL CONFLICTO.
“Ojo por ojo y todo el
mundo acabará ciego”
Mahatma Gandhi
Sección I: SEGUNDO ESCENARIO: LA DIVISION DEL RAJ BRITÁNICO
El Indostán es una región del planeta que ha operado como un crisol de razas, etnias,
culturas, lenguas, religiones diferentes, más o menos amalgamadas a lo largo de siglos, y
que persisten como fragmentos de un gigantesco mosaico. Conquistada primeramente por
la Compañía Británica de las Indias Orientales, y luego en el siglo XIX administrada por la
Corona británica, hasta acceder, en el tiempo de las nacionalidades, a complejos ensayos
de constitución de países independientes.
De esas miles de diversidades que aún hoy subsisten, el trazo mayor de la religión
–y su consecuente tradición lingüística y cultural– operó como base de la división política.
Al término de la 2da. Guerra Mundial culminaba el proceso de descolonización de la India
que en etapas sucesivas se había iniciado –con dificultades y reticencias de la Corona–
desde fines del siglo XIX. Y culminaba con la creación, desde 1947, de dos países: la India,
mayoritariamente hinduista, y el Pakistán, mayoritariamente musulmán. Al tiempo de la
partición del Raj existían centenares de estados o reinos en el interior de la India coexistiendo con la administración colonial británica. El proceso incluyó la integración de esos
estados principescos a la India o al Pakistán; integración que se efectuara más o menos
resignadamente por la mayoría, salvo tres: el pequeño Estado de Junagadh (con población
hindú y príncipe musulmán, que había optado por Pakistán fue ocupado por el ejército indio
y por un plebiscito se declaró a favor de su unión con India); Hyderabad intentó conservar
su autonomía (con mayoría de población hinduista y gobernante –Nizam– musulmán, su
27
pretensión independista acabó con su anexión forzada a la India) y Cachemira (de población mayoritariamente musulmana y gobernante hindú, su inicial pretensión independista
naufragó durante una sublevación en que su Marahajá –hindú– pidió ayuda a la India).
La división implicó –siempre sobre la base de la religión–, la partición de Bengala (región con personalidad cultural propia dentro del mosaico, hablante de su propia lengua) en
dos partes: una, Bengala Occidental, que permaneció integrada a la India; y otra, Bengala
Oriental, de población musulmana, que inicialmente se incorporó artificialmente al Pakistán (pero separada geográficamente) con la denominación de Pakistán Oriental; y que en
1971 con el apoyo de la India en su “guerra de liberación” alcanzó la independencia como
el actual Bangladesh (Ver en Anexo final, Mapas N° 1 y 2).
Sobre la base pues, de la tremenda diversidad preexistente, la geopolítica, el azar y
la improvisación configuraron en esta región, en el segundo y tercer cuarto del siglo XX a
tres países (India, Pakistán y Bangladesh), los tres multiétnicos y multiconfesionales (en
especial los dos primeros, ya que Bangladesh registra mayor homogeneidad bengalí y musulmana), países que cobijan en cada ámbito nacional las diversidades étnicas, lingüísticas
y culturales originales uniformadas bajo el rasero grueso de la religión mayoritaria, pero
que, en el tablero de las nacionalidades operan como artificiales y eventualmente provisionales, homogeneidades. En lo que hace al objeto de este estudio, la composición actual de
los dos sujetos internacionales involucrados puede significar un factor revelador.
Subsección I.1: LA INDIA
La India (ver en Anexo final, Mapa N° 2) se integra con una población de más de
1.200 millones de habitantes con origen en dos grandes familias genéticas: la indo-aria y la
drávida o dravídica, con fuerte influencia asimismo de otros grupos étnicos (hindustanes,
teleguses, cingaleses, bengalíes, penjabíes, mongoloides, etc.) que se corresponden con
las familias lingüísticas y dialectales en uso. La lengua principal, la más hablada es el hindi
(estrechamente relacionada con el urdu pakistaní, aunque con alfabetos diferentes8), pero
en simultáneo con otras veintidós (22) lenguas oficiales9 y más de mil (1000) dialectos. La
mayoría de la población es hinduista (80% aproximadamente) que convive con minorías
8
El urdu y el hindi tienen gran similitud, especialmente a nivel coloquial, lo que hace posible la comprensión
básica recíproca de los hablantes de ambas lenguas. Ver más en “ANEXO NOTAS”, p. 98 y ss..
http://www.proel.org/index.php?pagina=mundo/indoeuro/indoiran/indico/urdu : “Lengua Urdu” (20-05-11)
9
Hindi, inglés, asamés, bengalí, bodo, cachemiro, canarés, dogri, guyaratí, kontaní, maithili, maratí, nepalí,
oriyá, punjabí, sánscrito, santali, sindhi, tamil, urdu, konkani, malamayam, manipuri
Encyclopedia Britannica: http://www.britannica.com (11-04-11)
28
musulmanas10, cristianas, budistas, judías, zoroastrianas, jainas y sijs, entre otras. Pese al
notable incremento de la población urbana producido en las últimas décadas, la predicción
de “muerte del campesinado” (Hobsbawm, 2003: p. 292) se halla postergada en la India.
En efecto, la mayoría de la población continúa siendo rural, medio en el cual persisten
creencias y tradiciones ancestrales; e incluso, buena parte de la población que emigrara
a las grandes megápolis (Mumbai/Bombay, Delhi, Calcuta) vive hacinada pero inmersa en
microclimas que reproducen o mantienen ese espíritu rural. Los grandes cambios y avances producidos en la era moderna apenas han penetrado a nivel de las élites, urbanizadas
y con educación superior, y al de una clase media en continuo crecimiento que aporta la
fuerza a la organización burocrática y a los cuadros de los capitanes de la industria.
La tasa de alfabetización ronda en promedio un 65%, aunque con notables disparidades en relación al género y a la geografía del país; pero la educación superior, aunque en
aumento, sigue reservada como privilegio de clase, herencia del antiguo sistema de castas
que, si bien fuera abolido legalmente, aún persiste en marcadas prácticas discriminatorias.
Sin que pretenda ser un ejemplo demostrativo, pero que sí tiene valor indiciario, la tasa de
usuarios de Internet alcanza solo al 5,30% de la población en el año 2009; se ubica en el
puesto n° 151 del Ranking que registra el Banco Mundial, apenas por encima de Ruanda y
Eritrea11. Otros índices le atribuyen en el año 2010, un 8,5%12.
En materia religiosa, el hinduismo es una tradición de creencias desplegada en una
amplia gama de vertientes que adoran a uno entre varios dioses. No entraremos aquí a reseñar el panteón hinduista ni sus libros sagrados (objeto apasionante, pero que nos desviaría del tema), sino a remarcar una característica: su casi pura espiritualidad. El hinduismo
no pregona la destrucción del infiel –del no hinduista–, al contrario, la India ha asimilado
históricamente todas las influencias que intentaron dominarla, de ahí su heterogeneidad. El
hinduismo no tiene un propósito expansionista (aún cuando se haya expandido con las migraciones). Al interior, el hinduismo rara –y poca– incidencia tuvo en las líneas de la política
Aunque se trata de una “minoría” musulmana aproximada a los 120 millones de personas, apenas menos
que los habitantes de Pakistán. Es que durante la partición emigró la capa más emprendedora de la comunidad
musulmana que quería tener su propio Estado, y permanecieron en cambio, desprovistos de una clase dirigente los pequeños campesinos, los jornaleros sin tierra, artesanos y clase baja urbana. Le Monde DiplomatiquePakistán
10
11
12
http//es.classora.com./reports/u30923/ranking-de-los-países
http//www.internetworldstates.com/list2.htm
29
de la India13. Ejemplo claro de ello es que tres de sus Presidentes tuvieron raíz musulmana,
y el actual Primer Ministro es de origen sij. Es la pertenencia política, no la confesional, la
que define la participación en la vida política del país. Pero no idealicemos estos síntomas
ni los extendamos más allá de su real significación: en India, tanto musulmanes como sijs
siguen siendo minorías, y como tales, sufren grados de discriminación que varían según
los momentos y la ubicación geográfica. Los estallidos anti-musulmanes se producen con
más frecuencia en Bengala que en Delhi, y especialmente en Bombay/Mumbai. En tanto
que Cachemira es fuente de discordia tanto en relación a musulmanes como a sijs. La discriminación con estas dos minorías es mucho más violenta que para con cristianos, judíos
o budistas (que, aunque atenuada, también la sufren por su condición de minorías) porque
se halla emparentada con la cuestión política. Sijs y musulmanes –contrariamente a las
otras minorías– significan una amenaza de naturaleza política, por sus pretensiones independistas, y las reacciones indias a su respecto han profundizado el foso que los separa (a
modo de ejemplo: las violaciones de los derechos humanos cometidas por el ejército indio
en Cachemira contra la población musulmana cuando el Conflicto de Kargil, la matanza de
sijs en 1984 en el Templo Dorado en Amritsar).
Subsección I.2: PAKISTÁN
Pakistán (ver en Anexo final, Mapas N° 3 y 4) tiene una población de más de 170
millones de individuos de diversas etnias (pashtún, sindhi, penjabi, baluchi) y en su mayoría, musulmanes (94%). Está dividido en cuatro provincias, dos territorios y un área tribal
bajo administración federal. Reconoce más de diez (10) idiomas oficiales14, pero la lengua
nacional es el urdu, el idioma que trajeran consigo los emigrados de la India (Ver: Nota N°
9, precedente) y que incorporara muchos aportes lingüísticos de las otras lenguas nativas,
lenguas madre de la mayoría de la población15. Tiene una tasa de alfabetización inferior a
Con alguna excepcionalidad, como la del partido ultrahinduista Shiv Sena que cambiara el nombre de Bombay (la buena bahía) por Mumbai (del nombre de la diosa local Mumba Devi que integra el panteón de Shiva). El
nacionalismo religioso anida también –con diversidad de grados según el momento– en un partido importante,
el Baaratiya Janata (Rev.NOTICIAS, 16-01-10-Secc. Internacionales).
13
Pashtú, sindhi, balochi, potwari, hindko, pahari, saraiki, balti, brahui y el urdu. Ver regiones de los cuatro
principales en Mapa N° 4. Encyclopedia Britannica: http://www.britannica.com (11-04-11)
14
Casi el 90% de la población tiene una lengua materna distinta al urdu, el que sin embargo es aprendido como
segunda o tercera lengua. El urdu es hablado o entendido por la inmensa mayoría, y utilizado en todas las provincias y territorios de Pakistán. http://www.proel.org/index.php?pagina=mundo/indoeuro/indoiran/indico/urdu :
“Lengua Urdu” (20-05-11)
15
30
la de India (apenas el 47%) y conviven en el territorio nacional sectores modernos16 que
buscan insertar al país en el concierto internacional, con sectores tradicionales sujetos aún
al sistema de vida y de organización tribal. El primer sector lo constituyen las élites urbanas con leve orientación laica y más proclive a admitir las influencias occidentales –aun
manteniendo sus pautas culturales tradicionales– por las ventajas que ello les depara; el
segundo sector se refugia en sus particularismos y los remarca como elemento diferenciador al amparo del fundamentalismo religioso.
Como hemos visto, Pakistán fue el primer Estado nacional creado como “Estado islámico”, sobre exclusiva base confesional (March 23, 1940: The Lahore Resolution). El Islam
–protagonista principal en esa creación– nació históricamente como fuerza expansiva, no
recluido en la pura espiritualidad. Desde sus orígenes se insertó en el mundo real y su Profeta fue, literalmente, un hombre de carne y hueso tanto como el transmisor de la palabra
de Alá. Como hombre de carne y hueso tuvo una familia, dejó descendencia, y condujo la
guerra; como hombre de Dios, reveló la Palabra. Y esa mezcla, con sus seguidores, construyó imperios en base a la espada y la conquista.
Pero además, en lo que hoy es Pakistán, ya existían antes de la partición del Raj,
partidos político-religiosos. Después de la independencia las condiciones de pobreza económica y elevadas tasas de desempleo atrajeron a la juventud a las madrasas (escuelas
religiosas islámicas) que brindan educación gratuita pero solo imparten educación religiosa sin incluir disciplinas modernas; los allí graduados encontraban asimismo empleo en
instituciones religiosas que acopiaban así extensos recursos humanos para sus propios
fines religiosos. Estas características son factores de fundamental incidencia, como iremos
viendo.
La India y el Pakistán constituyen, en este escenario, los actores principales del drama potencial que proyecta la hipótesis de un conflicto nuclear.
16
La tasa de usuarios de Internet alcanza a 10.9% a marzo de 2011 (http//www.internetworldstates.com/list2.htm).
31
Sección II: Antecedentes del conflicto
Subsección II.1: 1° guerra Indo-Pakistaní (1947-1948)
El conflicto indo-pakistaní se origina pues, al tiempo mismo de la partición, cuando
ambos países iniciaban su camino a la independencia. La partición implicó –simplificando en
extremo– dos procesos simultáneos: por un lado, los movimientos de población en el marco
de delimitación de fronteras; y por otro, la integración de los principados existentes (a los
cuales se hiciera una ligera referencia en las p. 30-3 precedentes), a uno u otro país.
Bajo el criterio de la religión mayoritaria, la India central era claramente hinduista. Dos
regiones en especial, de alta composición poblacional mixta (hinduista-musulmana) fueron
fuente de divergencias: Bengala17 y el Punjab18. Una vez que la Comisión de Límites trazó
las líneas demarcatorias, 14,5 millones de personas cruzaron los límites hacia donde suponían contar con seguridad al amparo de la mayoría religiosa de su propia confesión. El
78% (representativo de unos 11,2 millones de personas) de esa transferencia de población
tuvo lugar en el Oeste (Punjab y Sindh): 6,5 millones de musulmanes de la India se dirigieron hacia Pakistán, y 4,3 millones de hindúes hicieron el camino inverso hacia la India.
No existían estructuras ni gobiernos capacitados y equipados para administrar semejante
migración, y los hechos de violencia y matanzas en ambos lados cobraron entre 200.000 y
un millón de víctimas, asentando definitivamente la discordia histórica latente hasta hoy.
El segundo proceso consistió en la integración política de los Estados regidos por
príncipes o maharajás (unos 562 Estados –principados– que coexistían con la administración colonial británica), de los cuales la casi totalidad accedieron –de buena o mala gana
y hasta por la fuerza– a incorporarse a uno u otro Estado. La crisis se presentó en Cachemira, región limítrofe entre India y Pakistán cuya población se componía en más de 2/3
partes de musulmanes y menos de 1/3 de hindúes, sijs, budistas y tibetanos, gobernados
por un Maharajá hindú. Inicialmente pretendió constituirse en Estado independiente de sus
Bengala: más de 40 millones en 1947, en proporción pareja entre hindúes y musulmanes. La división a
trazo grueso dio nacimiento a Pakistán Oriental, más tarde el Bangladesh. http://www.frontlineonnet.com/
fl1826/18260810.htm “The partition of India”.
17
Punjab: región limítrofe entre India y Pakistán, con alrededor de 20 millones de habitantes: unos 11 millones
de musulmanes, cerca de 6 millones de hinduistas y más de 2 millones de sijs. http://voiceofdharma.com/books/mla/: in the Punjab 1947.
18
32
vecinos, pero una sublevación popular alentada por tropas pakistaníes llevó al Maharajá
a pedir el auxilio de la India cuyas tropas entraron en Cachemira al amparo de un acuerdo
de anexión a la Unión Hindú. La intervención degeneró en la primera guerra indo-pakistaní
de 1947, con miles de bajas en ambos bandos, habiéndose llegado a un alto el fuego en
enero de 1949 con intervención de la ONU. La línea de alto el fuego quedó como frontera
de facto, el plebiscito proyectado nunca llegó a celebrarse, y años después la Asamblea
de Cachemira hindú votó una Constitución que hacía definitiva su integración a la India. El
antiguo principado quedó dividido pues, en el Estado indio de Jammu y Cachemira (unos
101.387 km.2) y del lado pakistaní quedaron la actual Cachemira Azad (13.297 km.2) y los
Territorios del Norte (72.496 km.2). (Ver en Anexo final, Mapa N° 5).
Subsección II.2: 2° Guerra indo-pakistaní (1965)
Las tradicionales discrepancias religiosas entre hindúes y musulmanes, el insistente
reclamo de Pakistán por la zona de Cachemira, y el aumento significativo de sus fuerzas
militares, llevo a la región a su segundo conflicto armado. Entre abril y septiembre de ese
año 1965 se produjeron numerosas escaramuzas fronterizas. Durante agosto de 1965 tropas
pakistaníes cruzaron la línea de cese de fuego acordada por Naciones Unidas, lo que provocó una fuerte reacción de la fuerzas del ejército hindú que terminó en un enfrentamiento
abierto entre los ejércitos que durara unas cinco semanas provocando miles de bajas. Ante
tal situación el Consejo de las Naciones Unidas emitió una resolución solicitando el cese de
fuego, que fue aceptado por ambos con la Declaración de Tashkent, donde cada país se
comprometía a retirar las tropas a las posiciones que ocupaban al inicio de las hostilidades.
Como consecuencia de este segundo conflicto, la India consolida la anexión de Cachemira como parte de su territorio, mantiene para sí los beneficios económicos que reporta el área y logra inhabilitar la acción de China en beneficio de Pakistán19, mediante su
acercamiento a la URSS. Por su parte Pakistán, si bien no obtuvo su objetivo de anexar
los territorios de Jammu y Cachemira, logró unificar su población en torno a ese objetivo
y el gobierno salió fortalecido del conflicto, además, entendió que mantuvo su integridad
territorial mejorando su posición internacional.
La segunda Guerra indo-pakistaní se produce tres años después de la Guerra chino-india de 1962, también por cuestiones fronterizas y razones políticas (China había invadido el Tibet, e India brindó asilo al Dalai
Lama)
19
33
Subsección II.3: 3° Guerra indo-pakistaní (1971)
Las diferencias surgidas entre Pakistán Occidental y el Pakistán bengalí (Oriental) se
tradujeron en una fuerte represión ejercida por el primero sobre el segundo que provocara
una gran oleada de refugiados bengalíes hacia India. Se inició así la llamada “Guerra de
Liberación” de Bangladesh, en que India –liderada entonces por Indira Gandhi– apoyó
abiertamente al sector bengalí proporcionando refugios, adiestramiento y armamento. En
noviembre de 1971, el grupo insurrecto Muktihi Bahini (Luchadores de la libertad) ya estaba atacando las instalaciones militares de Pakistán Oriental desde bases situadas en la
frontera india. Incapaz de detener estos ataques, Pakistán20 declaró la guerra a la India en
la frontera occidental el 3 de diciembre de 1971. El enfrentamiento duró aproximadamente
dos semanas en que batallaron fuerzas aéreas, de mar y de tierra. Fue el más cruento de
este largo conflicto, y concluyó con la rendición de Pakistán. En julio de 1972 las autoridades de ambos países firmaron el “Acuerdo Simla”, por el cual India devolvía el territorio
conquistado en el oeste durante las operaciones y regresaba a la línea de control, y se
declaraba la independencia de Bangladesh (ver en Anexo final, Mapa N° 2). India dejó
demostrado su fuerte poderío militar, en tanto que Pakistán, sufrió importantes pérdidas
territoriales, de población y de recursos económicos, soportando una humillante derrota21.
Durante el resto de la década del 70 y durante la del 80, ambos países lograron mantener un cierto control ya que, a pesar de numerosas violaciones del cese de fuego, no se
produjeron grandes enfrentamientos. En ese mismo período ambos países comenzaron a
reactivar sus políticas económicas, especialmente Pakistán que comenzó a nacionalizar
sus empresas a crear universidades, escuelas, compañías y bancos, y principalmente a
redireccionar el 6% del producto bruto nacional a la defensa y al apoyo de grupos militantes
que luchaban por la anexión del territorio de Cachemira
Pakistán se hallaba bajo la presidencia de Yahiya Khan del Partido del Pueblo Pakistaní, cuyo líder Zulfikar
Alí Bhutto ya ejercía poderosa influencia en el gobierno y que sucedería a aquel en la presidencia el 20 de
diciembre de ese año 1971.
20
Las superpotencias jugaron a su turno un rol: EE.UU. –que bajo la presidencia de Nixon había iniciado la
apertura hacia China– así como la propia China se inclinaban a favor de Pakistán; en tanto que la URSS apoyaba a India y la independencia de Bangladesh.
21
34
Subsección II.4: Los Jefes de Estado implicados
Como un rasgo común –que puede resultar revelador, como veremos– y aunque en
tiempos diferentes, ambos países han sido gobernados o se hallaron bajo la influencia de
dos familias dirigentes: en India, es palpable la influencia de la familia Nerhu-Gandhi; en
Pakistán, la de los Bhutto, ambas con sino trágico.
Sri Pandit Jawaharlal Nerhu fue primer ministro de la India desde la independencia
(1947) hasta su muerte en 1964. En 1966, su hija Indira Ghandi se convirtió en primera
ministra hasta 1977 y en un nuevo período, desde 1980 hasta su asesinato en 1984. La
sucedió su hijo Rajiv Gandhi hasta 1989, quien fue a su vez asesinado en 1991. Su viuda
Sonia Gandhi, liderando el Partido del Congreso, lo condujo a la victoria en las elecciones
de 2004 pero desistió de ser investida primera ministra promoviendo la designación del
actual, Manmohan Singh, permaneciendo ella como presidenta del partido. Su hijo Rahul
Ghandi (hijo de Rajiv y Sonia, nieto de Indira y bisnieto de Pandit Nerhu) es el actual delfín
en el liderazgo del gobernante Partido del Congreso.
En Pakistán, Zulfiqar Alí Bhutto fue Presidente entre 1971 y 1973, y desde este último
año hasta 1977 se desempeñó como primer ministro. Derrocado por el general Muhammad Zia-ul-Haq fue condenado a muerte y ejecutado en 1979. Su hija Benazir Bhutto fue
primera ministra entre 1988-1990 y en 1993-1996. Exiliada durante largos años, regresó a
Pakistán en 2007 donde fue asesinada en un atentado. Su hijo Bilawal Bhutto la sucedió
en el liderazgo del Partido Popular de Pakistán, y su viudo Asif Ali Zardari, es el actual presidente de Pakistán.
Este rasgo común pone de relieve el rol que juegan las élites: son las mismas dirigencias políticas las que giran y rotan, van y vienen, siempre en torno al poder; lo iremos
exhibiendo a lo largo del trabajo, para lo cual será útil retener la idea desde aquí. Y sin
embargo, a lo largo de su corta historia, en ambos países se ha producido en diversos
momentos la alternancia: en India por la vía electoral, en Pakistán por vía electoral y por
la vía de los golpes de estado que determinaron que casi la mitad de la vida institucional
del país haya sido conducida por gobiernos militares. Pero aún desplazadas de los gobiernos, esas élites mantuvieron siempre considerable influencia: se trata en la mayoría de los
casos, de gente con educación superior, de cultura cosmopolita, casi siempre formada en
35
institutos y universidades extranjeras (lo veremos con mayor detenimiento en la Sección
IV del Capítulo IV).
Pero observando las secuencias del conflicto hasta el punto narrado hasta aquí, tenemos que la Primera Guerra (1947/1948) fue consecuencia directa de las características
que asumió el proceso de descolonización. En India, Sri Pandit Jawahartal Nerhu; en Pakistán Muhammed Ali Jinnah; ambos hombres de leyes formados en Occidente. El conflicto
fue netamente una disputa territorial derivada de la partición del Raj. La Segunda Guerra
(1965) encuentra en la India al Primer Ministro Lal Bahadur Shastri (político que sucede
a Nerhu, por el Partido del Congreso) y en Pakistán al Presidente Muhammad Ayub Khan
(militar de carrera y gobernante de facto) se produce siempre en base al diferendo por territorios y la pretensión redentista pakistaní, y motiva la intervención de la ONU. La Tercera
Guerra (1971) encuentra en la India a Indira Gandhi y en Pakistán a Zulfiqar Alí Bhutto
como personaje principal (presidencia de Yahiya Khan), ambos civiles con educación en
Occidente, y se origina en una cuestión política interna pakistaní22 que culminaría con la
independencia de Bangladesh. La dinámica del conflicto se contaminó con el ambiente de
la Guerra Fría, con la URSS en una postura de apoyo a India, y Pakistán con respaldo de
China y EE.UU.23 .
Desde este punto, en la evolución del histórico conflicto entre India y Pakistán, las
condiciones varían radicalmente con la conformación de un nuevo escenario: el nuclear.
Subsección II.5: El escenario nuclear en Asia Meridional
Si bien la India inició tempranamente la carrera nuclear24 (en 1974 produjo su primera
En las elecciones de 1970, Bhutto, líder del Partido del Pueblo había obtenido la victoria en Pakistán Occidental;
pero en Pakistán Oriental la Liga Awami se alzó con la mayoría de los escaños conformando la mayoría simple que
en principio, le permitía el derecho a formar el gobierno. Bhutto no aceptó esa posibilidad y se inició la feroz represión
que culminaría con la llamada Guerra de Liberación que conduciría a la independencia de Bangladesh.
22
23
El gobierno de Nixon ya había iniciado el acercamiento con China, país que visitaría al año siguiente.
Se atribuye a Pandit Jawaharlal Nehru, quien sería Primer Ministro, la precoz idea de integrar el flamante Club
Nuclear desde sus orígenes (1946): “Mientras el mundo se constituya como es, cada país tendrá que diseñar
y utilizar los últimos dispositivos para su protección. No tengo ninguna duda de que la India desarrollará sus
investigaciones científicas y espero que los científicos indios utilicen la fuerza atómica con propósitos constructivos. Pero si la India se ve amenazada, inevitablemente tratará de defenderse por todos los medios a su
alcance” (B. M. Udgaonkar, 1999).
24
36
“explosión nuclear con fines pacíficos”), lo cierto es que desde 1998, ambos países, India
y Pakistán, alcanzaron de hecho25 el status de NWS (nuclear weapons states), obligando
a ellos mismos y al resto del mundo, en especial a las potencias nucleares mayores, llamadas “P-5” (EE.UU., Rusia, China, Reino Unido de Gran Bretaña y Francia), al replanteo
estratégico de la geopolítica en la región.
El Tratado de No Proliferación Nuclear26 (NPT por sus siglas en inglés) había quedado abierto a la firma en 1968, entró en vigor en 1970 y fue extendido por tiempo indefinido
en 1995. No fue suscripto por India (que tempranamente –como se dijo– inició su programa
nuclear), ni por Pakistán, que se embarcó decididamente en la carrera desde 1972 tras la
derrota en la tercera guerra y la pérdida de su territorio Oriental (actual Bangladesh). Las
pruebas nucleares que ambos países, casi simultáneamente, realizaron en 1998 generaron un rechazo mundial; EE.UU. reaccionó aplicando sanciones (suspensión de la ayuda
económica y militar) y ejerciendo desde entonces fuertes presiones dirigidas a preservar
un equilibrio estable entre los contendientes. Es que, al tiempo de las detonaciones indopakistaníes de 1998, la suscripción de Tratado (NPT) había alcanzado a un gran número
de naciones del globo27; pero fundamentalmente, la Guerra Fría había llegado a su fin al
principio de los años ’90 y la esperanza residía en que el proceso de globalización económica con la intensificación del comercio y el intercambio pudiera sustituir a las guerras; la
dinámica política mundial se sujetaba a una nueva lógica en formación, con lo que los experimentos indo-pakistaníes parecían un resabio del pasado y el peligro de retornar a él, o
algo aún peor: que preanunciaran un futuro de terror. ¿Qué llevaba entonces, a dos países
cuyas poblaciones se hallaban sumidas en el atraso y la pobreza relativos, a dedicar sus
esfuerzos, sus mayores energías, a prepararse para la guerra nuclear? La respuesta de
En la temática, a menudo se diferencia a los Nuclear-Weapon Sate (NWS), integrantes del grupo de potencias nucleares mayores denominado P-5 en inglés, de los Estados que poseen armas nucleares State Posses25
sing Nuclear Weapons (potencias nucleares menores). Aquí mencionaremos a los protagonistas como NWS
de hecho.
El Tratado tiene su origen en la Conferencia de Desarme realizada en Ginebra en 1962, como inmediata
consecuencia de la Crisis de los Misiles de Cuba, y tuvo marchas y contramarchas, la detonación de un arma
nuclear por China en 1964 le confirió renovado impulso. La Conferencia concluyó en el año 1968 con la propuesta del Tratado de No Proliferación.
26
Los cinco NWS poseedores iniciales del arma nuclear –EE.UU., Rusia, China, Francia y Gran Bretaña–; y las
restantes que habían renunciado a tenerlas. A esta fecha suman 189 Estados reconocidos por las Naciones
Unidas que han suscripto el NPT. Asimismo, desde 1996, los Estados han adherido al Tratado de Prohibición
Completa de Ensayos Nucleares (CTBT).
27
37
ambas partes es la misma: la disuasión, aunque las estrategias sean diferentes28.
Para Pakistán, la tensión entre los dos países nace de la pretensión de hegemonía de
la India sobre el subcontinente asiático y, en especial a su respecto pues, su independencia
como país musulmán implicó un desmembramiento que la India nunca terminó de consentir o aceptar. Esa pretensión de hegemonía habría sido una constante evidenciada en la
política india desde Nerhu hasta la prueba atómica supuestamente pacífica realizada por la
India en 1974. Ello habría quedado claro, en la visión de Pakistán, cuando desde ese año
1974, propuso a su rival establecer una zona libre de armas nucleares (NWFZ = nuclear
weapons free zone), propuesta varias veces reiterada (la última en 2003) y rechazada por
su contendiente. Alega que en 1984, 1985, 1987 Pakistán propuso la suscripción conjunta
del Tratado de No Proliferación (NPT) con el agregado de un anexo bilateral de controles
y salvaguardas recíprocos, que tampoco fuera aceptada. Por su parte, India insiste en su
postura de que todas las potencias nucleares deben desarmarse al mismo tiempo, que el
NPT es altamente discriminatorio al admitir la tenencia de arsenales nucleares al grupo
del P-5 consagrando así el predominio militar concentrado y, por tanto, concentrando en
una élite de países (EE.UU., Rusia, China, Gran Bretaña y Francia) el poder mundial. Pero
además remarca que, mientras la política nuclear pakistaní es “anti-India” específicamente
(si bien podría dejar de serlo), la política nuclear india es global (con lo que implícitamente
refiere en especial a su otro vecino, China, con quien ya sostuviera una guerra en 1962).
A nivel teórico y desde el enfoque pakistaní, el caso encuadraría en los postulados de las
escuelas realistas del poder que debaten la existencia de un “realismo defensivo” en que
el agente busca incrementos adicionales de poder o busca maximizar su poder relativo;
y un “realismo ofensivo” en que se pretendería el aumento de poder a expensas del rival,
exhibiendo pretensión hegemónica (Waltz, Gideon Rose, Mearsheimer, Morgenthau, cit.
Zulfqar Khan, 2005, notas 17 a 24).
Con este escenario como marco, se produce la crisis de Kargil.
Los teóricos de la disuasión interpretan que la tenencia de armas nucleares cumple la función de prevenir
las guerras… (“nuclear weapons have helped to preserve the peace where it has been most endangered and
prevented war”). Kenneth N. Waltz: 1997, p. 161. Y en el caso concreto del conflicto indo-pakistaní, han interpretado que el temor a una represalia nuclear de Islamabad, evitó un ataque de India a Pakistán. Kenneth N.
Waltz: 1981, p. 14 y 15.
28
38
Sección III: CRONICA DEL CONFLICTO - Guerra de Kargil (1999)
En mayo de 1999, sorpresivamente se infiltran en Cachemira india, en el distrito
de Kargil, fuerzas paramilitares y militares del ejército pakistaní desatándose un nuevo
enfrentamiento bélico durante unos cincuenta días que produjera centenares de víctimas
en ambos bandos. Kargil es una subdivisión de la región de Ladakh (“tierra de los pasos
elevados”), que se sitúa justo en la línea de control (LoC), a unos cientos de kilómetros de
Srinagar, la capital de Cachemira hindú (ver Mapa N° 5, en el Anexo final). Detectada la
incursión, las fuerzas indias se movilizaron con el apoyo de la Fuerza Aérea que atacó las
posiciones enemigas, y el 14 de junio capturaron la vital altura de Tololing, en tanto que
el 4 de julio se apoderaron de Tiger Hill. Por sus dimensiones (duración e intensidad, así
como recursos bélicos afectados y la importancia de la diplomacia en su resolución), el
enfrentamiento recibió eufemísticamente varias denominaciones calificativas: “conflicto”,
“incidente armado”, “situación similar a la guerra”. Pero en definitiva, se trató de una guerra
de baja intensidad.
Esta cuarta guerra encuentra a los dos contendientes también con gobiernos civiles:
en Pakistán se hallaba al frente del gobierno Nawaf Sharif, aunque las repercusiones del
conflicto causaron una grave inestabilidad que concluyera con el golpe de estado de octubre de ese año 1999 asumiendo el gobierno el jefe del ejército Pervez Musharraf. En India
se hallaba al frente del gobierno Atal Bihari Vajpayee del Partido Popular Indio que lideraba
una coalición de corte conservador que se proclamaba defensora de valores socio-religiosos hinduistas denominada Alianza Democrática Nacional. Claro que, en el interín entre la
tercera y la cuarta guerra, el escenario mundial y regional había mutado radicalmente, lo
que solo mencionamos para tener en mente el cuadro general29.
El incidente bélico se produce menos de un año después de que ambos países hubieren anunciado (con las explosiones casi simultáneas de 1998) su flamante capacidad
nuclear. La alarma que esas pruebas atómicas produjo en todo el mundo, llevó a que a
principios de 1999, los primeros ministros de India y de Pakistán, suscribieran la Declaración de Lahore en que se comprometieran a dar los pasos necesarios para reducir los
Atrás quedaron la invasión soviética de Afghanistan y el apoyo de los EE.UU. a los guerrilleros mujhaidines;
la retirada de las tropas de la URSS en 1989; la caída del Muro de Berlín en noviembre de ese año; la llegada
al poder de los Talibanes en 1996.
29
39
riesgos del uso accidental o no autorizado de las armas nucleares y adoptar las medidas
tendientes a la prevención de conflictos; así como a intensificar los esfuerzos dirigidos a
lograr una salida pacífica en Jammu y Cachemira.
Tres meses después de la Declaración de Lahore, sin embargo, se produce el enfrentamiento en Kargil. Si bien inicialmente Pakistán negaba su participación y atribuía
el incidente a milicias independentistas, casi de inmediato quedó en claro que el ejército
pakistaní apoyaba a grupos infiltrados en el distrito. La fuerte presión internacional (en especial la amenaza de sanciones económicas por EE.UU. y el retiro de su histórico apoyo
por China) obligó a Pakistán a replegar sus tropas más allá de la LoC (Line of Control).
¿Cómo explicarse la estrategia pakistaní? Se ensaya (Sheheryar Banuri: 2007) que
la intención fue remarcar la importancia y actualidad que reviste para Pakistán el diferendo
territorial sobre Cachemira; que el ataque sorpresivo en una región de dificultoso acceso
para desplegar poderío logístico convencional le daría superioridad frente al ejército indio;
que se aguardaba contar con el apoyo de China (que mantiene con India diferendos territoriales similares); que el incidente, de mantenerse las tropas de ocupación en control del
territorio de Kargil, produciría la inmediata apertura de negociaciones definitivas en que se
procuraría acudir a la opción de la consulta popular propuesta inicialmente por la ONU para
la solución de la cuestión de la soberanía sobre Cachemira. Fue un notable error de percepción el suponer que la aparente legitimidad de su causa (legitimidad que en Pakistán es
indiscutida y aglutina a todos los sectores de la población) le habilitaría para exponer a la
región a la guerra, máxime con el riesgo de la escalada nuclear. En cualquier caso, tal error
de percepción se tradujo en una alteración del tablero de juego en la región: Rusia fue una
tradicional aliada de India; y las dos potencias que históricamente dieron su apoyo a Pakistán frente a la India (China y EE.UU.) presionaron contra la invasión y a favor del repliegue:
China guardó silencio omitiendo su respaldo; en tanto que el Primer Ministro de Pakistán
Nawaz Sharif, debió volar a Washington a requerir la intervención americana para el cese
de fuego y la apertura de negociaciones sobre Cachemira. En el encuentro que mantuvo
el 4 de julio con el Presidente Clinton se le indicó por el contrario que debía replegar sus
tropas, y se le informó que el Jefe del Ejército pakistaní Gral. Pervez Musharraf habría dispuesto –aparentemente sin conocimiento del Primer Ministro Nawaz Sharif– el despliegue
de armas nucleares (Bruce Reidel: 2002, p. 11 cit. Rahul Roy-Chauhury: 2004, p. 4).
Si bien no existen constancias fidedignas de una disposición real a recurrir al arsenal
nuclear por parte de Pakistán durante el conflicto de Kargil, los eventuales preparativos
para su uso se presumen a la luz de la doctrina nuclear enunciada informalmente por el
40
país (que veremos en detalle en la Sección II del capítulo siguiente). Y del lado de India, los
propios analistas y oficiales civiles indios revelaron que se habían desplegado sistemas básicos de armamento nuclear (Bedi, Rahul: 2003 cit. Zulfqar Khan: 2005). En rigor, a la fecha
del enfrentamiento habían pasado escasos nueve meses de las detonaciones de prueba,
por lo que difícilmente ambos países tuvieran disponibles armas nucleares operativas y, en
cualquier caso, se tratarían de armas rudimentarias (el peligro se acentúa en la actualidad,
pues en estos tiempos sí, ambos países han constituido ya su arsenal nuclear; ello sumado
a otros factores emergentes en la última década, y que trataremos en el Capítulo V con el
objeto de extender la investigación a la situación actual).
Lo cierto es que el gobierno civil del primer ministro pakistaní Nawaz Sharif, ordenó
en definitiva el repliegue de tropas cediendo a las presiones internacionales, pero sellando
así, su propia suerte: pocos meses después, un golpe de estado militar lo derrocó encumbrando como jefe del Estado al “héroe de Kargil”, el Gral. Pervez Musharraf que inauguraba
así, una dictadura que duraría casi una década30.
Pero el daño mayor consistió en exponer el limitado alcance que se da a las nor-
mas. Desatar un enfrentamiento bélico a tres meses de suscripta la Declaración de Lahore
que buscaba prevenir conflictos y la solución pacífica de controversias, dinamitó el principio
de la buena fe, consolidó unas estructuras configuradas por el “dilema de seguridad”31 e
inauguró la peor etapa de recelo y más que acentuada desconfianza entre las partes.
El derrocado Nawaf Sharif disfrutaría de su venganza casi una década más tarde –en 2008– cuando, aliado
con Benazir Bhutto, forzaran la renuncia de Pervez Musharraf bajo la amenaza de su destitución por el Parlamento (Rev. NOTICIAS, 23-08-08/Secc. Internacionales: “El vencedor vencido”).
30
A security dilemma is a social structure composed of intersubjective understandings in which states are so
distrustful that they make worst-case assumptions about each others’ intentions, and as a result define their
interests in self-help terms” (Wendt: 1995, p. 73)
31
41
CAPÍTULO IV
ESTUDIO COMPARADO DE CASOS
“En la historia, la guerra ha seguido a la guerra
en un orden ascendente de intensidad…”
TOYNBEE, “Guerra y civilización”.
Examinaremos aquí en relación a los agentes involucrados y al tema en estudio, las
respectivas estructuras históricas (Cox, 1987 – cit. Salomón: 2002 , p. 27) entendidas como
la configuración de fuerzas: capacidades materiales, ideas e instituciones que presionan
sobre el comportamiento de los Estados en la temática abordada; reservamos para la
Sección IV el contraste entre dos componentes fundamentales de las ideas o creencias:
la Ideología vs. la Religión; y el examen de ambos elementos lo material y las ideas, nos
permitirá luego (en la Sección V) ensayar un paralelo de ambas situaciones que a su turno
habilite, junto con el examen que en el Capítulo V hacemos de la situación actual, a emitir
conclusiones en el capítulo final.
Sección I: Nuevos paradigmas y nuevos escenarios
Durante la Guerra Fría, tanto la URSS como EE.UU. produjeron un gran arsenal,
elaboraron planes estratégicos que incluían la identificación de blancos y la construcción
de sofisticados comandos y mecanismos de control. La disuasión en esas condiciones, se
apoyaba en la idea de MAD32 esto es, la mutua destrucción asegurada de los contendientes ya que ambos tenían por igual, la capacidad letal de destruir al otro. Se trataba de un
equilibrio del terror.
Los viejos paradigmas y escenarios de la Guerra Fría y la carrera armamentista nuclear entre EE.UU. y la URSS, fueron la causa del impulso que tomaron terceros países
Nunca tan justificado acrónimo pues, las siglas en inglés (mutual assured destruction) equivalen a la palabra “MAD” = locura, en esa lengua.
32
42
para incorporarse a ese exclusivo círculo de países detentadores de armamento atómico.
En ese clima de guerra global contenida, en que las superpotencias se enfrentaban indirectamente y en guerras limitadas, el comunismo chino ya había iniciado su vía propia
distanciándose de la URSS y produjo su primera prueba atómica en 1964 (con lo que el
escenario nuclear que en Occidente se va traduciendo en la distensión, comienza a focalizarse peligrosamente en el Asia Meridional, como se verá). India (que mantuvo una
guerra con China dos años antes –1962–) se embarcó en un esfuerzo que le demandaría
una década, hasta producir su propia prueba nuclear en 1974. Pakistán (que mantuvo una
guerra con India casi tres años antes –1971–) siguió el mismo camino “aunque tuvieran
que comer pasto” para alcanzar ese objetivo33. Así se consolidaron en la región, estructuras
de seguridad competitivas en que la interacción entre los agentes se caracterizó por prácticas dirigidas a fortalecer su poderío nuclear: una carrera armamentista nuclear (aunque
en pequeña escala, si se la compara con la que caracterizó a los principales rivales de la
Guerra Fría).
Desde 1998, en que ambos países produjeran casi simultáneamente sus pruebas
atómicas, tanto India como Pakistán se han proveído de un arsenal nuclear. India dispone
desde bombas de plutonio de 0,1 a 1 kt. y de 12, 15 y 20 kt.; así como bombas termonucleares de 200-300 kt. Pakistán dispone de misiles balísticos de diferente tecnología Hatf,
Shaheen, Ghauri con distintos alcances y capaces de transportar ojivas de diversa potencia34. Comparativamente con los del P-5 (países-potencias con capacidad bélica nuclear:
EE.UU., la ex-URSS hoy Rusia, China, Inglaterra y Francia), son arsenales de capacidad
limitada, ya que están concebidos de acuerdo a una lógica bélica diferente: la exhibición
de una “mínima credibilidad” disuasoria. Ninguno de los contendientes tiene capacidad de
destrucción de nivel MAD (mutual assured destruction), ambos se encuentran en un estadio primario de la carrera nuclear en que su armamento atómico tiene alcance y efectos
tácticos, lo que apareja consecuencias favorables y desfavorables para la percepción –o
errores de percepción– en una situación de crisis: por un lado, el factor disuasivo de la
aniquilación total que operaba durante la Guerra Fría, no opera en este caso, por lo que las
partes pueden sentirse tentadas a subir, de acuerdo a las circunstancias, los costos de una
Se atribuye al entonces Primer Ministro de Pakistán, Zulfikar Alí Bhutto –el Padre de la bomba pakistaní– la declaración: “comeremos pasto, pero tendremos nuestra bomba atómica” (Universidad Central de
Colombia:2004).
33
Ver: www.nuclearweaponarchive.org. India viene de probar –en este año 2012– el “Agni V”, un misil capaz
de recorrer más de 5.000 km y, por tanto de alcanzar territorio chino y europeo, desarrollando un Programa
de Misiles Balísticos Intercontinentales (ICBM) a la altura del P-5 (Europa Press, cable del 20/04/12).
34
43
acción (“raise de cost”); por otro lado, esa situación permite, pese a la vecindad geográfica
–que aumenta los peligros para ambas partes–, exponer a India la doctrina de “no primer
uso”, en abono de la distensión. Es que, para que la disuasión sea efectiva se precisa el
reconocimiento de uno que, haciendo el primer uso, quedará al otro la capacidad de retaliación con un segundo golpe.
Ya no se trata –como durante la Guerra Fría– de asegurar la destrucción total y
recíproca (MAD=mutual assured destruction), ahora y aquí esa “locura” es reducida a un
concepto más limitado aunque no menos terrorífico: el de unacceptable damage. Esto es,
la limitada capacidad destructiva de los arsenales en juego se dirige a asegurar el efecto
disuasivo de una agresión que transponga las “líneas rojas” (límites máximos) tras las
cuales el agredido reaccionaría con el uso de armamento nuclear apropiado para causar al
adversario un daño de dimensiones “inaceptables”. ¿Qué se entiende por “daño inaceptable”?, ¿hasta cuándo y hasta cuanto una pérdida territorial o de fuerzas militares o de blancos civiles o de infraestructura es un “daño aceptable”?, y ¿hasta cuándo y hasta cuanto
deviene “inaceptable”? Esa diferenciación hace tanto al valor de la disuasión (del “no uso”)
como al de la réplica (retaliation). Se descuenta que, atravesadas las líneas rojas de uno de
los contendientes que a raíz de ello dispara un misil o bomba nuclear de cualquier potencia
que fuere, ello desencadenará el uso masivo de armamento atómico por ambas partes
(esto es: la “Respuesta Masiva”, descartando la escalada nuclear gradual de la doctrina
de la “Respuesta Flexible”). Entonces, la delimitación del concepto de “daño inaceptable”
remite al conocimiento que cada contendiente tiene de la capacidad destructiva del arsenal
del otro, y a delinear qué precio está dispuesto a pagar en la confrontación. Y ello depende, en la visión de Manpreet Sethi (2009, p. 8-9), de la experiencia histórica de cada país
(si participó en guerras anteriores, el grado de tolerancia del sufrimiento de su población),
de la naturaleza de su sistema político (sistemas militares o autocráticos pueden aceptar
mayores grados de daño que un sistema democrático), el nivel de desarrollo económico
(cuanto más avanzado es un país, menor es el nivel de tolerancia del daño), y si bien la
autora no lo menciona específicamente, en el caso indo-pakistaní habría que agregar como
fundamental en el nivel cultural, el componente de la religión.
Sección II: De las doctrinas nucleares
Cuando distintos actores internacionales de naturaleza estatal rivalizan en el ámbito
de la capacidad bélica nuclear, la doctrina que enuncien adquiere importancia fundamental. En efecto, una doctrina nuclear describe el propósito que alienta el detentar armas
44
nucleares e identifica en qué condiciones se halla el actor dispuesto a usarlas. La doctrina
encapsula la filosofía de la estrategia nuclear, la clase de comandos y sistemas de control,
el tipo de relaciones y el establecimiento de blancos. A nivel doméstico, esa estrategia se
traslada a las líneas políticas y de acción del gobierno. Y al adversario potencial le indica
cuando y como piensa utilizarlas, desterrando o minimizando, errores de percepción de
aquel. El enunciado de una doctrina es un momento importante en la creación de normas,
y cuyo alcance se dirige a formar un consenso intersubjetivo entre los actores, sea que se
trate –en la distinción de Rawls– de reglas “constitutivas” (las que crean las prácticas) o
“regulativas” (las que ordenan las interacciones). Se trata de los aspectos normativos de
las políticas de seguridad (Katsenstein: 1996, cit. Salomón: 2002, p. 42).
En las diferentes fases de la Guerra Fría entre las superpotencias (las de la contención, la disuasión, la coexistencia pacífica, la de la no proliferación, la del desarme, etc.),
ninguno de los agentes afirmaba su disposición a atacar al otro con armas atómicas en
primer término35. La devastadora experiencia de Hiroshima y Nagazaki estaba en la mente
de todos. Evidentemente existen, en relación a los casos en estudio, notorias diferencias
de contexto: en la Guerra Fría, las doctrinas nucleares de los agentes enfrentados eran
similares; no así en la posguerra fría y en la región examinada en que los agentes exhiben
posturas diferentes acordes con necesidades distintas y la naturaleza regional del conflicto.
En Asia Meridional, India anunció tempranamente (1999) su Doctrina Nuclear, explicitando oficialmente que su objetivo es exclusivamente defensivo, sosteniendo que no
intentará hacer uso de su capacidad nuclear, la que solo tiene efectos disuasivos; y como
reafirmación enuncia el principio de “no primer uso” (NFU no-first-use); esto es, compromete que en ningún caso hará uso de su armamento nuclear con propósitos ofensivos, y que,
solo en caso de sufrir un ataque nuclear (o con armas químicas o biológicas prohibidas,
agregó más tarde) por parte de otro país, recurrirá a las armas nucleares que posee, en
estricta represalia (conf.: Draft Report of NSAB-Indian Nuclear Doctrine, 1999 y Reviews of
India’s Nuclear Doctrine, 2003). Asimismo compromete no usar su capacidad nuclear –ni
amenazar con su uso–, contra países que no posean armas nucleares (ni empleen armas
prohibidas, según la revisión de 2003).
Por su parte Pakistán nunca anunció formal y oficialmente una doctrina nuclear, pero
Algunos observadores mencionan la disposición a hacerlo de McArthur durante la guerra de Corea, pero en el
nivel político decisional, ese recurso no fue admitido. El otro momento en que se especuló con esa posibilidad
fue durante la Crisis de los Misiles en Cuba (ver “Excurso” en p. 24-25 precedentes).
35
45
de esa misma reserva y de declaraciones emanadas aisladamente de representantes del
gobierno surgen los trazos de su estrategia nuclear. También sostiene que su propósito es
disuasorio de agresiones y salvaguarda de la soberanía y la independencia del país. Pero,
habida cuenta de la gran asimetría que se presenta con India en materia de fuerzas convencionales, se reserva el derecho al uso del armamento nuclear cuando lo considere estrictamente necesario para su defensa36. La reconstrucción de la postura nuclear pakistaní
lleva a concluir que tendría cuatro “líneas rojas” (límites extremos que traspasados generan
una reacción de máxima), atravesadas las cuales Pakistán se vería forzada a recurrir a su
armamento nuclear: 1) cuando a raíz de un conflicto, Pakistán sufra una pérdida importante
de territorio; 2) cuando a raíz de un enfrentamiento bélico, Pakistán sufra una destrucción
masiva de sus fuerzas militares; 3) cuando el país se vea sometido por India a una “estrangulación económica”; 4) cuando India induzca hostilmente la inestabilidad política en
Pakistán en procura de conducirlo a una anarquía que sirva de pretexto a intervenciones
extranjeras37. Los dos primeros márgenes de tolerancia refieren claramente a la asimetría
existente con India en materia de fuerzas convencionales, son clara y netamente perceptibles, explicables racionalmente y remiten a la experiencia histórica de 1971 (Guerra de
Bangladesh), experiencia que en una hipotética reedición, Pakistán no podría ni estaría
dispuesta a soportar; los dos últimos adolecen gravemente de precisión por la amplitud de
posibilidades que implican, son ambiguos y laxos, y dependen de la evaluación que pudiere subjetivamente efectuarse, exponiendo por tanto a serios errores de percepción.
En efecto, las dos primeras “líneas rojas” son dos escenarios extremos –pérdida
importante del territorio o destrucción masiva de sus fuerzas militares– que de concretarse
constituirían una réplica de la situación generada en 1962 en Cuba. Robert S. McNamara,
Secretario de defensa estadounidense contaba cuarenta años después de la crisis, como
la mayoría de los consejeros del Presidente Kennedy aconsejaba un bombardeo aéreo
preventivo sobre las instalaciones misilísticas en la isla (lo que implicaba el inicio de hostilidades y eventualmente la subsecuente invasión), en tanto que recoge las declaraciones
de Fidel Castro en una Conferencia en La Habana el 13-11-2002 en las que el líder cubano
El 30 de mayo de 2002 el embajador pakistaní ante la ONU, Munir Akram sostuvo: “Si India se reserva el
derecho de usar armas convencionales, como Pakistán, un poder débil, puede excluir todos los medios de
disuasión. No decimos que usaremos armas nucleares. No decimos que no usaremos armas nucleares…”. Tal
declaración, cede la responsabilidad al eventual contrincante ( Zulfqar Khan: 2005, Nota 141) y esa ambigüedad e indefinición constituye una grave anomalía en la estructura de seguridad pakistaní.
36
Conforme a declaraciones del Director General de Estrategia de Pakistán-División Planes, Lt. General Khalid
Kidwai (cit. Zulfqar Khan: 2005, Nota 144).
37
46
aseveraba que, de consumarse una invasión, la guerra nuclear hubiera estallado pues esa
era la hipótesis extrema sobre la que se asentaba su acuerdo en usar las armas atómicas
de que disponían, era el precio que se hubieran visto obligados a pagar: el de la supervivencia (McNamara: 2002). La proyección que nos arroja el caso es que, en la medida
en que se halle en juego la efectiva supervivencia de Pakistán –en las hipótesis extremas
de una gran pérdida territorial que amenace su existencia como país, o de la destrucción
máxima de sus fuerzas militares que hiciera impracticable una mínima defensa de su independencia–, el desenlace nuclear sería inevitable. En este punto ambos casos en estudio
se conectan ya que, con independencia de las diferencias socio-culturales pero mientras
predominen dirigencias laicas e instituciones seculares, ello se ajusta en cualquier supuesto a la filosofía de la disuasión, y sus márgenes extremos de tolerancia son perceptibles
por el actor racional –si lo hubiere– que lo observe desde la otra parte (como veremos en
el Capítulo V, la situación actualmente ha variado).
En cambio, las dos últimas “líneas rojas” parecen ser expuestas como posturas ajenas a una real disuasión. La relativa a una eventual “inducción de inestabilidad política por
la India hacia Pakistán” parece remitir nuevamente al trauma producido por la guerra librada
en 1971 y el apoyo suministrado por India a la facción que luego constituiría el Bangladesh
independiente. Empero tal experiencia histórica es prácticamente irreproducible: como se
ha visto en el capítulo anterior, la partición del Raj británico con el trazo grueso de la religión
determinó que una región con relativa homogeneidad cultural, la Bengala, se dividiera, pasando la Bengala musulmana a constituir el Pakistán Oriental (predominantemente rural),
separado geográficamente de Pakistán Occidental (sede de la capital y del sector político
dominante) por más de 1500 km. de territorio indio (Ver en Anexo final, Mapas N° 1 y 2).
Fueron la geografía y la cultura, la política interior desde el sector occidental y la aspiración
autonómica del oriental –más allá del estímulo indio apoyando a la facción bengalí– las
determinantes de la crisis interna que produjo la secesión de Bangladesh; condiciones de
base concurrentes en un tiempo histórico y productoras de un fenómeno de casi imposible
repetición. Antes bien, la “inducción de inestabilidad política” aparece como la política de
una facción pakistaní hacia la India en la actualidad, en especial pero no exclusivamente
en la región de Cachemira, con el aliento a los sectores musulmanes independistas y redentistas, y la infiltración de elementos milicianos y paramilitares desde Pakistán, cuando
no elementos francamente terroristas.
La última “línea” a analizar, la de “estrangulación económica de Pakistán por India”
puede encararse desde dos enfoques: en primer lugar, la hipótesis del control de las aguas
que descienden desde la Cachemira hindú, fuentes fundamentales de regadío de una gran
47
parte de territorio pakistaní, y su premeditada manipulación por India con miras a perjudicar
a su vecino, podría constituir un casus belli, aunque muy improbablemente un supuesto
que habilite un primer golpe (‘first-strike’) nuclear. Este supuesto se halla legalmente despejado con el Tratado de Aguas suscripto en 1960 entre India y Pakistán por el cual, la
primera se compromete a no afectar el flujo normal y regular de los ríos en perjuicio de
Pakistán. Cualquier improbable intento en tal sentido habilitaría en primer término la vía
pacífica de la instancia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. En segundo lugar,
la noción genérica de “estrangulación económica” implica en sí misma una suerte de admisión de la actual hegemonía económica relativa india que el Pakistán se empeña en desafiar e invoca como causal determinante de la carrera armamentista librada en la región. Por
tamaño, población y recursos, India es una subpotencia regional y su calidad de hegemon
–que de por sí no debería tener una forzosa connotación negativa para Pakistán– no irá
sino en crecimiento porque la propensión de un país a ejercer hegemonía es una dinámica
clásica del poder, guarda relación con los recursos de que dispone, y es irrefrenable pues,
ninguna postura voluntarista lo altera38, lo que no implica forzosamente una hipótesis de
guerra permanentemente abierta39. Hasta hoy, Pakistán ha buscado contrapesar esa objetiva capacidad hegemónica india explotando la rivalidad –más simétrica– existente entre
China e India, articulando vínculos estratégicos con la primera, y luego, haciendo lo propio
al servir de base a EE.UU. en el post-11/9, pero esa búsqueda de contrapesos externos es
casi siempre coyuntural en el volátil escenario internacional. Como veremos en las conclusiones, la salida se halla en otra vía.
Sección III: Arsenales, comandos y controles
En las superpotencias durante la Guerra Fría, el arsenal nuclear y su capacidad
destructiva se integraba en un sistema de comando estratégico y de una Autoridad conformada pluralmente que tomaba las decisiones en base a un régimen de alerta temprana
que monitoreaba constantemente el accionar del enemigo (radares, escuchas, sistemas
Paul Kennedy cita un ejemplo anormal y transitorio de hegemonía con el relato que hace Eric Hobsbawm en
su libro “Industria e Imperio”, en relación al Reino Unido, una pequeña isla. Ver ejemplo en “ANEXO NOTAS”,
p. 94
38
Cuba soporta desde hace décadas un boicot económico norteamericano pero de alcance continental, injusto
claro, pero que no constituyó casus belli. La postura pakistaní relativa a la “estrangulación económica” parece
excesiva. Se trata del comercio, no de la guerra.
39
48
computarizados, controles satelitales de las instalaciones nucleares del adversario, vuelos
de reconocimiento, aviones espías) y establecía niveles relativamente precisos y certeros
de alarma; y en base a lo cual la capacidad de ataque o de respuesta podía ser desplegada40 sobre datos concretos que despejaban –en la medida de lo posible– los errores de información y consecuentes de percepción de una hipótesis de situación hostil. Ello requería
la puesta en permanente función de toda una estructura compleja enmarcada en la visión
realista predominante, que suministraba la información y la inteligencia mínima necesaria
para la toma de decisión por el ‘actor racional’, esto es, la autoridad máxima41. Esa estructura complementaria compleja operaba según planes estratégicos preestablecidos que
incluían múltiples controles, códigos de seguridad, protocolos de procedimiento, de acción
y de ejecución de las órdenes por más de un responsable. El “gatillo” no podía –en teoría–
dispararse accidentalmente o por el hecho fortuito o por la acción de un psicópata investido
de alguna autoridad. Y desde la crisis de los misiles en Cuba se tornó operativo el famoso
“teléfono rojo”, como reaseguro de prevención de hipótesis de cuadros accidentales.
En lo que hace a los aspectos normativos de las políticas de seguridad (Katsenstein:
1996) en el caso, tanto India como Pakistán carecen de una estructura semejante. El alto
costo y el avance tecnológico que demanda ese grado de sofisticación se halla fuera de las
posibilidades técnicas y económicas de los dos países. Ambos han establecido mínimos
sistemas de alerta y seguridad procurando replicar aquellos de las superpotencias de la
Guerra Fría, pero ceñidos a los límites de sus presupuestos de defensa, mucho más encogidos y proporcionados a su capacidad económica. Ello trae aparejado dos efectos: por un
lado, aumenta los márgenes de inseguridad en el control y la custodia de los componentes
del arsenal; e incrementa los márgenes de error (de percepción, de evaluación y de decisión) ante un escenario hostil; por otro lado, se produce de hecho una suerte de delegación
–probablemente indeseada, pero delegación al fin– en las potencias nucleares mayores
(en especial EE.UU., pero también Rusia y China) que, provistos de esas estructuras sofisticadas monitorean por su cuenta los movimientos de la situación regional y adquieren un
mayor grado de incidencia en ella.
Asimismo, India y Pakistán han establecido una Autoridad con poder de decisión. En
De hecho, un porcentaje de la capacidad nuclear de cada superpotencia se hallaba permanentemente desplegada (aviones o submarinos con cargas atómicas, las 24 hs. de un período de alarma, en vuelo o en navegación, garantizando con su movimiento no ser alcanzados como blancos) a fin de prevenir golpes sorpresivos
del enemigo que pudieren inhibir su capacidad de respuesta en ejecución de una represalia.
40
Lo que, en el lenguaje encriptado de los análisis técnicos en la materia, se denomina C4I2 (Command, Control,
Communications, Computers, and Intelligence and Information)
41
49
India, la Autoridad Nacional de Comando (NCA) está compuesta por dos grupos con sus
correspondientes niveles de participación: el Consejo Político, constituido por el Primer
Ministro que lo encabeza y los ministros de Interior, de Relaciones Exteriores, de Defensa
y de Finanzas (que puede convocar o no a expertos militares); y un Consejo Ejecutivo encabezado por el Consejero Nacional de Seguridad y compuesto por funcionarios de rango,
tanto civiles como militares. En Pakistán, la Autoridad se conforma como Comité de Control
con el Presidente, el Primer Ministro, los ministros de Exteriores, de Interior, de Defensa, de
Finanzas; el Presidente y el staff del Comando Conjunto y los Jefes Militares de cada arma
(Ejército, Fuerza Aérea y Marina).
Un matiz diferenciador en los equipos constituidos por ambos países para las tomas
de decisión estriba en que en India, la Autoridad es netamente civil, reposa en el poder
político, sin perjuicio de que el sector militar pueda ser consultado por su expertise y tenga
participación en la ejecución. Por su parte, en Pakistán el sector militar se halla integrado al
proceso decisional (análisis de situación, evaluación de riesgos y consecuencias y toma de
decisiones) así como al proceso operativo de ejecución. Probablemente ese matiz –y las
diferencias que implica– tiene su origen en la historia institucional de cada país: si bien en
ambos, la política interior ha sido protagonizada por élites (a menudo familiares), en India
hubo regularidad en el empleo de los mecanismos y rituales de la democracia (partidos
políticos, elecciones periódicas, posibilidad de alternancia, independencia relativa de poderes); en tanto Pakistán sufrió una mayor inestabilidad política con la frecuente irrupción del
sector militar en la conformación de gobiernos de facto42, y una mayor tradición autocrática,
así como por una singularidad muy particular consistente en una larga y extendida actuación de partidos religiosos, factor que en la actualidad tiene un peso específico considerable. Sobre esta singularidad, volveremos más adelante.
Lo cierto es que no cabe descartar la posibilidad de una guerra accidental. Y la guerra,
una vez que comienza, desata fuerzas que pueden escapar a todo control. El menor error
de percepción de los sujetos en los objetivos de una guerra limitada, puede intensificar la
“niebla de la guerra”43. La desconfianza recíproca es tal que los militares en ambos países
despliegan todo su arsenal militar en cada crisis, incluso en medio de conflictos limitados
General Ayub Khan (1958-1969), General Yahya Khan (1969-1971), General Zia-ul-Haq (1977-1988), General Pervez Musharraf (1999-2008). Dictaduras militares que gobernaron la mitad del tiempo de vida independiente de Pakistán.
42
“The fog of war” es un documental en que Robert McNamara comenta las dificultades de percepción en situaciones de crisis. Disponible en Google-Videos y en YouTube.
43
50
o de baja intensidad44; esto es, no tienen un sistema jerárquico de alerta (low=launch on
warning doctrine). A su vez, los pronósticos que arrojan los simulacros de guerra llevados
a cabo son tenebrosos: de dos a ocho millones de personas morirían en el acto por efecto de las explosiones de armas nucleares tácticas (simulación de diez misiles de 15 kt, y
simulación de veinticinco bombas de 25 kt. cada una) y otras sesenta millones quedarían
expuestas a la radiación y sus efectos letales.
La situación de ambos países es asimismo diferente a tenor de las respectivas doctrinas
nucleares. Como hemos visto, Pakistán sostiene que, ante la asimetría desfavorable en fuerzas convencionales, se halla dispuesto a asestar el primer golpe nuclear en el supuesto de que
se concretaren los escenarios de riesgo extremo que describen sus hipótesis de “líneas rojas”
(pérdida importante de territorio, destrucción masiva de sus fuerzas militares, etc.), para lo cual,
ante el menor asomo de crisis le es preciso contar con su armamento nuclear ensamblado y
en condiciones de inmediato uso del mismo. En tanto que India, que se sujeta al principio de
“no primer uso” puede contar con mayores salvaguardas y control y mantener su armamento
sin ensamblar (ojivas o bombas custodiadas separadamente –incluso geográficamente separadas– de sus vehículos –cohetes o aviones–) pero ceñido a protocolos y procedimientos de
ensamblaje inmediato en caso de resultar necesario (Manpreet Sethi: 2009, p. 54-55).
Durante la Guerra Fría, la distancia entre los blancos permitía un margen temporal de
maniobra de unos 30‘, sea para prevenir una guerra accidental, sea para el eventual contragolpe. Pero en el caso de India y Pakistán, su vecindad inmediata no permite contar con
más de 8’ de margen (Ver en Anexo final, Mapa N° 2). Sólo el caso de los misiles en Cuba
–y la proximidad de la isla con el territorio estadounidense– puede equipararse en este
punto y explica como los actores racionales de ese conflicto abordaron la solución con el
desmantelamiento de instalaciones nucleares próximas al territorio de cada superpotencia
(en Cuba y Turquía). La geografía no permite ese abordaje aquí.
Sección IV: Ideas y creencias: Ideología vs. Religión
Como lo hemos anticipado, en el primer caso que estudiamos, el elemento diferenciador de los agentes involucrados era el ideológico; en tanto que en el segundo, lo es
V.R. Raghavan sostiene que los planes indios prevén alcanzar todo el territorio pakistaní, incluso si el conflicto
comienza en Cachemira (Raghavan V.R.: 2001 p. 82, 88, 90. Cit. por Zulfqar Khan: 2005, p. 21 Nota N°127).
44
51
la religión45. Las ideologías son sistemas propiamente reflexivos con que se expone una
concepción de la vida social, del mundo y de la historia (para su exhibición u ocultamiento);
y su característica principal es su naturaleza racional. En el marco del enfrentamiento durante la Guerra Fría, era esperable o natural pues –o cuanto menos, algo más coherente–,
que el análisis internacional se basare en ópticas racionalistas, en que la teoría del ‘actor
racional’ tuviere la preponderancia que efectivamente tuvo. Pero en la visión realista, la
actuación del Estado viene determinada por el propio sistema. “Con independencia de su
ideología o sistema político-económico, todos los Estados actúan de forma semejante, tratando siempre de aumentar su poder” (Arenal: 1990, p. 129-130 cit. Salomón, p. 3). Desde
esta óptica, la ideología tornaba comprensible la rivalidad de ambos sistemas, pero no era
el factor constitutivo ni causal del accionar de los EE.UU. y de la URSS; ambos actuaban
en el enfrentamiento según su naturaleza estatal y en razón de la anarquía del sistema
internacional; esto es: factores sistémicos gobernaban la política internacional. Pero esa
visión que prescindía del factor ideológico de los contendientes, era ella misma ideología:
si dentro de un sistema plural de agentes todo se reduce a la autoprotección de los sujetos
(auto tutela, velando por la propia seguridad) y a la voluntad de poder (en procura del propio
beneficio), esa visión solo tiende a justificar el interés de poder que anima la acción estatal
misma. Es que, “cuando una definición particular de la realidad llega a estar anexada a un
interés de poder concreto, puede llamársela ideología” (Berger-Luckman: 1991, p. 134).
En cambio, en la visión constructivista con que en este punto enfocamos el caso sostenemos que esa visión realista que limita todo a la sola voluntad de poder (en procura de
auto-seguridad y de auto-beneficio) desdeña el valor de las ideas, y por tanto, no explica
que la identidad y el interés de ambos protagonistas fue producto histórico de la interacción en los agentes: El comunismo soviético había adquirido su identidad (ideológica) en
la Revolución de Octubre, cumplía el rol de hegemon del campo comunista mundial y su
interés manifiesto era preponderar por sobre su rival en el planeta. EE.UU. se identifica con
la revolución democrática de 1776, asumió el rol de “líder del mundo libre”, y su interés era
y es la propagación (cuando no imposición) del sistema capitalista en el resto del mundo.
Y en ese marco, ambas potencias entendían que enfrentaban un “dilema de seguridad”
que los condujo durante medio siglo a “la caza del ciervo” (“Stag hunt”) alrededor del globo
(Wendt: 2005, p. 11). El mundo bipolar fue un mundo de confrontación ideológica, y todo se
Partimos de la noción según la cual la religión, aparece como una “zona limitada de significado” (p. 43) y
se describe como “la coexistencia de una mitología sencilla entre las masas y una teología sofisticada entre
una élite de teorizadores que contribuyen ambos a mantener el mismo universo simbólico” (p.144). BergerLuckman: 1991.
45
52
ceñía a la lógica de esa confrontación, y en el marco de la “disuasión ampliada” mediante
la interposición de la amenaza nuclear, los Estados han perseguido desvanecer el peligro
de un ataque, no solo contra su territorio, sino también contra el de determinadas regiones
del mundo que se consideran “claves” en el equilibrio global de poder (Sodupe Kepa, A.I.
n° 22), pero: ¿qué otro interés real pudo animar a la URSS a desplegar instalaciones misilísticas en Cuba que el equilibrar el poderío nuclear con las bases de la OTAN en Turquía?,
¿la defensa de Cuba hacía estrictamente a su auto seguridad o a su auto beneficio?, una
isla en el Caribe ¿tanto incidía en el interés o la seguridad soviética?, ¿o fueron juegos de
estrategia en el marco de la guerra ideológica? Indudablemente, los actores en ese mundo actuaban motivados, no solo por su naturaleza estatal, sino por la ideología que cada
bando había internalizado como guía transformadora que indicaba “hacia donde marchaba
el mundo” (hacia un futuro global socialista o hacia un futuro liberal capitalista). Los dos
polos peleaban por lo que consideraban “el futuro del mundo” y, para alcanzarlo, ambos se
expusieron a la destrucción del mundo…
Fueron pues, las ideologías opuestas las causantes primarias de la Crisis de los Misiles (por supuesto que, a nivel estratégico, también juegan los otros factores: la voluntad
de acrecentar el poder, las políticas de seguridad, etc.) pero “la idea” (ideología) que cada
uno tenía de sí mismo y del otro, jugó un rol fundamental. Así lo interpretaban ya algunos
analistas durante la Guerra Fría al señalar que el aumento de la conflictividad en el sistema
internacional bipolar respondió tanto a motivaciones de poder como ideológicas (Buzán, B.:
1987 cit. Kepa Sodupe) Y fue la interacción entre los contendientes (las prácticas de negociación encaradas y proseguidas luego de resuelta la crisis, hasta el NPT) la que obtuvo
la superación del dogmatismo ideológico, la “adaptación” de la estructura confrontativa de
seguridad que ambos oponentes habían construido durante la Guerra Fría. La racionalidad
y la suerte primaron en el pico de crisis estudiada, sobre la diferencia ideológica, evitando
el conflicto nuclear.
En el segundo caso, en los inicios y en la fecha del incidente de Kargil, una rara simbiosis operaba en los protagonistas. En India, con una identidad compleja y múltiple, había prevalecido históricamente una élite laica, con visión modernista, pero en tiempos del
incidente de Kargil, la conducción del país estaba a cargo de una coalición conservadora
que enarbolaba valores hinduistas (aunque más como afirmación nacionalista, de la “hinduidad”, con tintes confesionales muy atenuados: Atal Bihari Vajpayee, entonces Primer
Ministro, era un político profesional), y su interés en la ocasión se reducía a contener al
agresor y mantener el control de la región disputada. Pakistán se sentía siempre enfrentado al dilema de seguridad en relación a la India, y afirmaba su identidad en la particularidad
53
confesional que le sirvió de justificativo al momento de la partición del Raj, si bien la religiosidad popular estaba apenas contenida en la vida política por una élite secular que controlaba los resortes institucionales del poder y aplicaba –con matices– criterios y enfoques
occidentales; en tanto que el interés principal que enarbolaba, era el de reconocimiento y
respeto de su soberanía (extendida a la región de Cachemira, en disputa). En el incidente
bélico de 1999, las élites de ambos países (ambos con gobiernos civiles emergentes de
comicios) resolvieron los conflictos por la vía de una mezcla de cálculo racional de costos
y beneficios y de presiones internacionales. Si en Kargil se evitó la guerra nuclear fue merced a esa mezcla y a la relativamente precaria existencia de un verdadero arsenal nuclear
(si bien y como veremos, la situación actual es radicalmente diferente).
Así pues, los dos casos que estudiamos se presentaron en ese marco en que el
secularismo a nivel institucional prevalecía. En la Crisis de los Misiles en Cuba, las diferencias ideológicas permitieron sin embargo la negociación racional desde una óptica realista,
sobre intereses concretos: si no era posible adquirir más poder (dirigido a imponer el sistema socio-político que cada uno sostenía), lo deseable para ambas partes era obtener por
lo menos un equilibrio de poder. Ello, sumado a otros factores: el miedo (tan humano) y la
suerte, evitaron el estallido.
En el conflicto indo-pakistaní de 1999 la influencia de la religión era cada vez mayor
–especialmente en Pakistán– y se extendía, se acentuaba en la estructura social, pero
no había operado aún en la estructura institucional de la vida política. Por ello el cálculo
racional de riesgos y beneficios pudo funcionar, si bien la “negociación racional” no operó
directamente entre los sujetos involucrados, pero se manifestó a través de las presiones internacionales sobre una dirigencia laica de Pakistán (tanto Nawaz Sharif, entonces Primer
Ministro –gran empresario con trayectoria política conservadora– como Pervez Musharraf
–entonces jefe militar y siguiente Presidente de facto– son claramente opuestos al fundamentalismo religioso extremista), con lo que se evitó asimismo el conflicto nuclear. Es que
“se puede reconocer que el mundo social ha sido socialmente construido –gracias a las
ideas y las instituciones–, sin negar la importancia de la acción del Estado, de las fuerzas
materiales y del cálculo racional. Es más, los roles que predominan en el sistema y que
otros esperan que prevalezcan son de crucial importancia”, para conducir a sistemas de
relacionamiento dispares que van desde las “comunidades de seguridad” hasta “la guerra
de todos contra todos” (Keohane: 2002, p. 15) y, con mayor razón, al interior de un sistema
estatal esos factores y esos roles pueden prevenir una escalada bélica en una situación de
crisis, como efectivamente ocurrió en la de Kargil.
54
Pero, para comprender la forma en que se zanjaron hasta ese momento (Kargil,
1999) las situaciones que se presentaron, es preciso clarificar el escenario explicando
cómo se formaron en Oriente y Asia Meridional, esas “dirigencias laicas” hasta ese entonces contenedoras del fundamentalismo religioso.
En relación a las ideas políticas, desde el siglo XVIII el mundo todo se inspiraba en
ideologías de origen europeo o norteamericano, nacidas de las revoluciones norteamericana (1776), francesa (1789) y rusa (1917). Y en especial desde principios del siglo pasado,
en que el mapa político mundial fue diseñado por las potencias occidentales vencedoras
en las dos guerras mundiales. Tras la Primera Guerra (1914-1918) y la desintegración de
los imperios46, se formaron –de acuerdo al principio de las nacionalidades– países nuevos
que incluían a pueblos antiguos; y el mapa regional (Oriente y Asia Meridional) tal como lo
conocemos hoy terminó de dibujarse al finalizar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
A ese trazado caprichoso acompañó un proceso de “occidentalización” del Oriente Medio y
del Asia Meridional que operó fundamentalmente a nivel de las élites de los nuevos países
que, desde Marruecos hasta la India viajaban a obtener formación y educación superior en
colegios y universidades norteamericanas, europeas o soviéticas y, de regreso a sus países de origen asumían el rol dirigencial e intentaban trasplantar los beneficios materiales
de la Modernidad occidental. Esa tendencia incluyó la secularización de la mayoría de las
estructuras institucionales nacionales con un manto superficial que cubrió a una profunda
religiosidad popular. El fenómeno –al contrario de la profunda secularización occidental–
implicó en la mayoría de los países del cercano, mediano Oriente y Asia Meridional, la conformación de un espacio público laico y un espacio social, privado, doméstico, impregnado
de valores religiosos, especialmente en los sectores populares.
En un primer momento (segunda mitad del s. XX) la combinación pareció funcionar
ya que esas élites aliadas de (o influidas por) Occidente condujeron procesos de crecimiento económico y modernización técnica que extendieron algunos beneficios materiales, en
mejora de la calidad de vida en la región (o, al menos, “mejora” tal cual se entiende generalizadamente en Occidente: mayor acceso a bienes y servicios, mayor ingreso per cápita,
mayor consumo, etc.)47. Pero al mismo tiempo instalaron réplicas deformadas o mal formadas de regímenes formalmente republicanos o seudo-democráticos, que se revelaron
46
El de los Augsburgo, en Europa Central, y en lo que interesa aquí, el Imperio Otomano en Medio Oriente.
Hubo también fenómenos híbridos como el de Arabia Saudí y los Emiratos del Golfo: élites occidentalizadas
que importaron la técnica occidental pero mantuvieron las estructuras nacionales bajo el rígido sistema tradicional.
47
55
en su gran mayoría igualmente corruptas, ineptas y autoritarias que, en ciclos económicos
menos favorables, se apropiaron para las clases dirigentes de los márgenes excedentes
del beneficio económico relegando el bienestar de la mayoría que en un mundo más intercomunicado, tomó clara conciencia de su postergación48.
En ese mundo secular de las ideologías el fanatismo también existía, pero el hombre
en definitiva era consciente de su humanidad y de sus límites, y su actuar en el mundo se
ceñía a esos límites, recluyendo la búsqueda de lo absoluto en la oración y en los templos.
Pero la década que transcurre desde 1979 a 1989 (con prolongación hasta 1992), constituye
un período de transición que, silenciosa y casi imperceptiblemente, operó en la proyección
de un escenario mundial en lenta transformación, redefiniendo paradigmas, identidades e intereses. En 1979 la revolución iraní impuso la teocracia en el corazón de Medio Oriente, y en
1989 la Caída del Muro de Berlín (y el proceso de implosión de la URSS hasta 1992) eliminó
el debate ideológico que enriqueció el mundo de las ideas y envileció el mundo material con
las acciones de los hombres en ese siglo XX. El comienzo del ocaso de las ideologías y el del
revival de las religiones. Lo veremos en el Capítulo siguiente: “La situación actual…”.
Sección V: Ensayando un paralelo
Por lo pronto examinaremos aquí si, en hipotéticos escenarios de conflictos de magnitud tal que pudieren desembocar en guerra nuclear, la Crisis de los Misiles en Cuba proporciona luces que puedan proyectarse a esta región y a este siglo.
Para ello, tendremos en cuenta en primer lugar que, en la Crisis de Octubre de
1962:
1.
Ninguna de las partes se manifestó en ningún momento, dispuesta a utilizar realmente el armamento nuclear (aunque su instalación en la isla era por sí sola, la
amenaza de su empleo: una “incómoda incertidumbre”, y ambas partes elaboraron
planes para una hipotética confrontación nuclear). Los análisis que barajaron los
actores se vinculaban primordialmente al uso limitado de fuerzas convencionales,
Quizá la generalización sea injusta: La India –compleja, extremadamente compleja, con su larga historia
de castas y tantos factores potenciales de división– es considerada “la mayor democracia del mundo”; Israel
se mantiene como Estado democrático durante sucesivas guerras y un ambiente de violencia y hostilidad; el
Líbano era considerado un oasis cosmopolita antes de su destrucción en la guerra civil de 1975-1990, y por
factores primordialmente exógenos. Pero pueden ser las excepciones que confirmen el aserto en relación a la
mayoría de los países de la región.
48
56
aunque evidentemente no podía descartarse la escalada a un escenario temible
para todos. Ese temor, en definitiva, incidió en la resolución de la crisis. Solo Fidel,
en el pico de la tensión, pareció sugerir el uso de armas nucleares en primer término, pese a que inmediatamente después, en carta a Khrushchev del 31 de octubre
sostuvo que nunca sugirió un primer ataque nuclear. Sin embargo, décadas más
tarde, admitió que, a su juicio, el límite era la invasión, producida la cual él era
partidario de utilizar los misiles nucleares. Y, aunque su juicio poco contaba en la
ocasión (pues, las ojivas, los misiles y las instalaciones estaban custodiadas por
las fuerzas soviéticas que solo obedecían a Moscú), evidencia la radicalización del
combatiente ideológico, y los extremos a que esa radicalización podía llevar.
2.
J. F. Kennedy solo ordenó preparativos de fuerzas convencionales. N. Khrushchev
solo las puso en alerta, aunque su mayor preocupación eran las tropas soviéticas
estacionadas en Cuba; además desde el Kremlin solo se tenía en vista dos objetivos: evitar la invasión de la isla y equiparar su poderío nuclear, sea con la instalación de bases soviéticas en Cuba, sea con el retiro de las bases de la OTAN de
Turquía (o la URSS amenazaba territorio norteamericano desde Cuba, o evitaba,
suprimía la amenaza desde Turquía, del territorio soviético).
3.
Se presentó la posibilidad de una guerra accidental –convencional, con posible
escalada a la nuclear– cuando mandos subalternos dieron la orden de derribar al
avión U-2 norteamericano. Ese derribo provocó un doble error de percepción: en
EE.UU. creyeron que era un signo de la determinación de los soviéticos, cuando en
realidad Khrushchev explotó de rabia ante el suceso y lo llevó a su vez a aceptar
rápidamente la propuesta de Kennedy y retirar las ojivas nucleares de la isla sin
mayores garantías (promesa verbal de no invasión y promesa de retirar los misiles
de Turquía en un futuro cercano: 3 a 5 meses), aunque la propuesta así aceptada,
se cumplió.
4.
Los canales de negociación –formales e informales– transmitían mensajes diferentes o ambiguos, aumentando exigencias (las dos cartas sucesivas de Khrushchev)
o variando propuestas (paralelo entre la promesa oficial de no invadir Cuba y la
entrevista de Bob Kennedy con el embajador soviético en relación a los misiles en
Turquía).
5.
Cuba fue el peón del tablero. No se mencionaba a sus dirigentes, ni se les consultaba plenamente y en cada paso, pese a que era el teatro de operaciones. Aún así,
la postura de Fidel Castro respecto al uso eventual de los misiles se exhibe emble-
57
mática de los extremos a que puede conducir el fervor revolucionario.
A ese respecto, los analistas, y en especial, los de India y Pakistán, han abrevado en
las fuentes y las experiencias de la Guerra Fría, y han creído descubrir paralelos de situación comparables que podían señalarse:
1.
La posición de la OTAN frente al Pacto de Varsovia en Europa Occidental, asimétrica en materia de fuerzas convencionales49, tornaba verosímil la amenaza de uso
de armamento nuclear en caso de agresión, lo que de algún modo se equipara a
la vigente posición pakistaní. Esto es: en ambos casos concurre el requisito de la
credibilidad, núcleo básico de una relación disuasoria efectiva (Sodupe Kepa, A.I.,
n° 22).
2.
El símil de la “línea roja” o margen de tolerancia de Cuba en la crisis (la invasión
de la isla), se equipara al de la “pérdida importante de territorio” como límite pakistaní.
3.
El status quo establecido entre India y Pakistán, se asemejaría al logrado en 1953
entre Corea del Norte y Corea del Sur50; la precariedad que implicó en el Lejano
Oriente la cesación del conflicto con un armisticio, equivaldría al cese del fuego
entre India y Pakistán y repliegues de ambas fuerzas a la línea de LoC (línea de
control, que funge como frontera de facto entre ambos países).
Para una mayor aproximación a nuestro tema, exploraremos una síntesis de las coincidencias y las diferencias de situaciones –algunas de las cuales ya han sido mencionadas– en el caso de los misiles en Cuba y en el caso indo-pakistaní, y de allí, extraer las
conclusiones posibles.
En cuanto a las coincidencias:
1.
En ambos casos, la inmediata vecindad de los actores y de su poder de fuego nu-
Efecto del retorno a casa de la mayor parte de las fuerzas norteamericanas, los debilitados ejércitos inglés y
francés, frente a un poderoso Ejército Rojo aposentado en Europa Oriental.
49
Si bien en este caso, una sola parte contendiente poseía entonces armas nucleares, pero ahora Corea del
Norte las ha desarrollado y amenaza con su empleo.
50
58
clear (la URSS en Cuba vs EE.UU. en Turquía / India vs. Pakistán), acrecentaba y
acrecienta el peligro.
2.
En ambos casos asimismo, todos los actores pertenecían y pertenecen a una misma matriz cultural (ver notas N° 1 y N° 2 precedentes) aunque con un elemento
diferenciador (ideológico en el caso de los misiles en Cuba, religioso en el caso
indo-pakistaní), esto es, compartían y comparten en principio, códigos culturales de
razonamiento y de comportamiento cuya lectura es comprensible para ambas partes (y que debería facilitar la “interacción” a que refieren la mayoría de los autores,
de cualquier corriente que fueren51), lo que a su vez debería, en teoría, reducir las
posibilidades de errores de percepción (lo que no impidiera el error de evaluación
pakistaní al desatar el enfrentamiento en Kargil, pero que contribuyera a su pronta
resolución con el repliegue de tropas).
En lo que hace a las diferencias:
1) En la crisis de octubre de 1962 no existía un diferendo territorial fronterizo como
en el caso indo-pakistaní, lo que agrava las posibilidades de guerra en el segundo
caso.
2) Durante la crisis de los misiles en el Caribe subsistieron siempre52 canales de
comunicación, evaluación y negociación, subterráneos o de superficie, o ambos
a la vez; en tanto en las crisis indo-pakistaníes los canales bilaterales directos se
interrumpían, con lo que las comunicaciones se “tercerizaban” y requerían la intervención y mediación de Naciones Unidas o de otro país53. Esto es: la interacción, el
factor elemental de proyección de un conocimiento y un entendimiento compartidos
(Wendt: 1995), capaz de administrar racional y debidamente el pico de crisis incluso
en una estructura de confrontación, se ausentaba repentinamente. Los contendientes se enfrentaban a ciegas y presas de sus preconceptos54, apenas auxiliados por
Esa facilitación de la mentada “interacción” en esas condiciones es admitida tanto por los racionalistas (realistas o liberales) como por los constructivistas, sea que consideren las razones como causales o constitutivas
(Wendt: 2002, p. 96 y Wendt: 1995).
51
Incluso durante la ejecución de actos hostiles, como el derribo del avión espía U-2 norteamericano, el 27 de
octubre.
52
En la guerra de 1947/1948, Naciones Unidas; en la de 1965 la URSS, en la de 1971 la URSS y los EE.UU.,
en la de 1999 los EE.UU. y China.
53
La interrupción de la interacción, determinaba que cada cual se aferrase a sus posturas estratégicas inicialmente desarrolladas, sin que la confrontación directa de ambas pudiere arrojar soluciones negociadas, lo que
54
59
lazarillos o tutores.
3) En el caso de los misiles en Cuba hubo una fuerte dirección política de la crisis
en los tres actores involucrados (tanto en la URSS, como en Cuba y en los EE.UU.
–con sus diferentes sistemas políticos– el predominio y control del sector político
sobre las corporaciones militares era sólido); mientras que en el caso indo-pakistaní, en especial en Pakistán, el peso del sector militar es gravitante. No se trata de
un dato menor: el sistema de seguridad nuclear pakistaní es una institución, está
codificada en reglamentos y normas oficiales; y las instituciones son fundamentalmente entidades cognitivas que no existen independientes de las ideas de los
actores sobre el funcionamiento del mundo (Wendt: 1995). No solo los militares
son, por formación profesional, “señores de la guerra”, sino y como veremos más
adelante, el ejército y los servicios de inteligencia pakistaníes disfrutan de cierta autonomía como factor de poder y se presume que tienen conexiones con elementos
yihadistas. Nuevamente vemos aquí que los aspectos normativos de las políticas
de seguridad (Katsenstein: 1996) pueden no ser eficientes “constreñidores” del accionar de los sujetos a cuyo cargo se halla la ejecución de tales normas (como ya se
ha mencionado y como veremos en las conclusiones, es probable que, durante el
incidente de Kargil, ese nivel de autonomía del ejército haya permitido preparativos
de armamento atómico sin conocimiento de la autoridad civil).
4) En el caso cubano, tras la distensión inmediata, los actores racionales prosiguieron negociando en la Conferencia de Ginebra de 1962 ante el temor al MAD (mutual
assured destruction) que culminara en seis años con el NPT (Tratado de No Proliferación); en el caso indo-pakistaní las negociaciones tras cada pico de crisis son
erráticas e intermitentes, a la sombra del UD (unacceptable damage). Ahora bien,
toda política exterior se deriva, de un lado, de una combinación de capacidades materiales e intereses, y de otro, de ideas y valores (Keohane: 2002, p. 7); y en ambos
casos estudiados, las políticas exteriores son radicalmente diferentes: aún en el
marco de la rivalidad ideológica, los actores de la Guerra Fría “adaptaron” la estructura de confrontación generando el proceso para su transformación y, sin perjuicio
de sus capacidades materiales, acudieron a prácticas de negociación que no solo
resolvieron la crisis en sí, sino que además conducían a la distensión (y que en
definitiva culminaron con el Tratado de No Proliferación). Y son las prácticas las que
en definitiva condujo a una guerra de baja intensidad y obligó a que su resolución dependiese de la presión
internacional.
60
constituyen, dan forma a las estructuras, porque las estructuras solo existen como
procesos (Wendt: 1995). El proceso indo-pakistaní no avanza en prácticas de esa
naturaleza, por el contrario, ambas partes dirigen esfuerzos a reforzar sus capacidades materiales (de agresión –arsenales– o de prevención55 –C4I2–) so pretexto de
lograr la disuasión (del otro, disuadir al “enemigo” de emprender un ataque).
Y finalmente, el factor fundamental que operó para la resolución pacífica en la Crisis
de los Misiles de 1962 se reprodujo hasta hoy en el conflicto indo-pakistaní. El factor suerte (McNamara, “The flog of war” – You Tube), ese que más allá de la racionalidad de los
‘agentes racionales’ involucrados, interviene inexplicablemente: el azar positivo o la Divina
Providencia. ¿Hasta cuando se contará con él?. En el teatro griego antiguo, el Destino era
el rector de las mayores tragedias…
El trabajo elaborado hasta aquí no abarcaría la totalidad del objetivo enunciado en el
título de la portada: evitar la guerra nuclear en el conflicto indo-pakistaní, si no nos refiriéramos –aunque fuera brevemente– a la situación actual en la región en el marco del nuevo
escenario mundial que se configurara desde 1999. Evidentemente, sin intención de agotar
el tema sino apenas con la de estimular el debate y alentar nuevas investigaciones. Es lo
que propone Alexander Wendt: investigar las relaciones causales entre prácticas e interacciones y estructuras (“la relación entre lo que los actores hacen y lo que son” –Salomón:
2002, p. 41–) y como se constituyen mutuamente agentes y estructuras. Desde la guerra
de Kargil, en Asia Meridional han emergido nuevos agentes y se perfilan nuevas estructuras capaces de mutar radicalmente la identidad y los intereses en juego de los sujetos
involucrados. El capítulo siguiente plantea pues, más interrogantes que respuestas, pero
no considero que ello sea un demérito: como sostiene un conocido especialista, “elegir los
interrogantes vitales es un paso decisivo en el buen camino del conocimiento de la realidad
humana. Una vez planteada la ecuación, tarde o temprano se resolverán las incógnitas. Lo
imposible es responder lo que no se pregunta” (Caputo: Perfil, 4/3/2012).
Reiteramos que la denominación C4I2 refiere a la estructura preventiva de: Command, Control, Communications, Computers, and Intelligence and Information.
55
61
CAPÍTULO V
LA SITUACION ACTUAL. UN NUEVO ESCENARIO MUNDIAL.
Sección I: El Asia Meridional después de Kargil
Después de la guerra de Kargil de 1999 se han producido conflictos de gravedad entre
India y Pakistán en 2001-2002 (la crisis generada por el ataque al parlamento indio en diciembre del 2001 por un grupo armado apoyado por Pakistán, que habría cruzado la frontera con
la India para realizar actividades desestabilizadoras en el país, llevó al gobierno indio a organizar un gran despliegue militar a lo largo de su zona fronteriza con Pakistán, creándose una
situación de máxima alerta, tensión que prevaleció durante todo el 2002); y desde entonces
otros incidentes sospechados de contar con conexiones pakistaníes, como los atentados en
los trenes suburbanos de Mumbai en julio de 2006 (costaron la vida a unas 190 personas y
produjeron miles de heridos), los de febrero de 2007 en el tren que conecta Delhi con Lahore,
y los atentados de noviembre de 2008 nuevamente en Mumbai, capital financiera de la India,
así como el más reciente frente a la Alta Corte de Nueva Delhi en septiembre 2011, siempre
expandiendo el temor, la desconfianza, la aprehensión ante un posible estallido bélico.
Pero además, la tensión entre India y Pakistán opera en el área más sensible del
planeta, próxima al conflicto árabe-israelí-iraní y con ramificaciones que lo contactan. Eso
explica de alguna manera la relación desde los años ’70 del pasado siglo –inicialmente
secreta– entre India e Israel56 (Magnasco: 2008); y asimismo explica la forma en que se
recibieran en el mundo musulmán los test nucleares pakistaníes, el júbilo que se extendiera
en la región por la “bomba islámica”57, y que obligara a Pakistán a declarar formalmente
que no compartiría los secretos nucleares con ningún país vecino (promesa incumplida, ya
que el principal científico pakistaní Abdul Qadir Khan, impulsor del programa de desarrollo
nuclear admitió haber compartido secretos atómicos con la teocracia de Irán, país severamente cuestionado en la actualidad por su programa nuclear58).
En esa misma década se produjo al mismo tiempo un mayor acercamiento entre Pakistán y los Estados del
Golfo. Ver más en “ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
56
57
Ver expresiones de ese júbilo en “ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
El presidente norteamericano Barak Obama viene de comparar el peligro del proyecto nuclear iraní con el
de India y Pakistán (LA NACION, 2/3/2012).
58
62
Asimismo, desde el conflicto de Kargil en 1999 ha transcurrido más de una década
durante la cual radicales cambios se han producido en el orden mundial. Con los atentados
a las Torres Gemelas de Nueva York (11/9-2001) y los subsiguientes atentados en Londres
y Madrid, la política exterior estadounidense –y en general de los países occidentales– tuvo
un viraje radical, orientándose prioritariamente a lo que la agenda norteamericana denominó
la lucha antiterrorista mundial. Y en ese contexto, la India y Pakistán tuvieron un nuevo rol
a cumplir –desde la óptica norteamericana– en atención a los intereses geopolíticos de la
administración estadounidense, abocada en lo inmediato, a castigar a la red Al Qaeda, cuyo
“santuario-refugio” era presumiblemente el Afganistán talibán59. En especial Pakistán, hogar
junto con su vecino, de la etnia pashtún60 se convirtió en la pieza clave del tablero regional:
fue la base desde la cual EE.UU. produjo la ofensiva y, con suministro de apoyo a la Alianza
del Norte, derrocó al régimen teocrático afgano, relegando a los talibanes a la zona de Kandahar. El acercamiento norteamericano a Pakistán no carece de ambigüedades: es la política
del terrón de azúcar y el garrote al mismo tiempo. La ayuda económica y militar le permite
contenerlo como aliado y controlarlo a la vez; es una relación de contención alimentada por
la desconfianza y el recelo mutuos dirigida a neutralizar los elementos del fundamentalismo
religioso terrorista y la simpatía que algunas capas populares manifiestan con ellos61.
India, en tanto, se convirtió en el siglo XXI en una suerte de aliado natural de los
EE.UU. en el sudeste asiático62. En la década de 1990 produjo una variación de su política
económica, integrándose como economía de mercado y con un vigor excepcional al sistema económico internacional, con apertura al comercio internacional y a la inversión extranjera, constituyéndose con China en los tractores del resurgimiento asiático. Y por otro
lado, India mantiene relaciones de cooperación (inicialmente secretas, desde la década
de 1970) con Israel, y también es, al igual que los EE.UU., uno de los principales blancos
del terrorismo extremista islámico (la India es el tercer blanco en el ranking mundial de los
El Estado Islámico de Afganistán gobernado por los Talibanes solo había sido reconocido por tres países:
Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Pakistán.
59
Los talibanes –en idioma pashtú: “estudiantes”–, educados en las madrasas o escuelas religiosas son una
minoría de la etnia pashtún. A su respecto, ver más en “ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
60
La operación del 1°/05/2011 de un comando militar de las tropas norteamericanas que consumaran el ajusticiamiento de Osama Bin Laden en Abbottabad, a pocos kilómetros de la capital pakistaní Islamabad, operación
llevada a cabo con autorización de Barack Obama (que, junto a su gabinete, presenciara en tiempo real el operativo comando) y desconocimiento del gobierno de Pakistán, revela las peculiaridades de la relación bilateral
entre ambos países.
61
Durante la Guerra Fría, EE.UU. apoyaba a los mujhaidines afghanos y se inclinaba junto a China hacia Pakistán. Mientras que India era destacada figura de los Países No Alineados pero con fuertes lazos con la URSS,
lo que la distanciaba de la superpotencia norteamericana.
62
63
ataques terroristas, solo por detrás de Irak y de Israel-Palestina: Cragin-Curiel, 2006, p.
88/89). A su vez, como potencia regional y en alianza con los EE.UU., representa un factor
de contención o de equilibrio con China.
Pero, además de las variaciones en las relaciones inter-estatales que desde la guerra de Kargil se han producido en el tablero internacional, otros elementos de extraordinaria importancia han aflorado desde el último cuarto del siglo pasado. Otros elementos, de
orden político, cultural y religioso, que inciden profundamente en la construcción política de
las sociedades de Asia Meridional y Oriente Medio –hoy mismo en proceso de transformación–, se han presentado con una vitalidad extraordinaria influyendo en la configuración del
orden mundial, con especial incidencia en el escenario regional. A examinar esos elementos nos abocamos en los apartados siguientes.
Sección II: El revival de las religiones
Sub-sección II.1: Primera parte
Desde dos vertientes filosóficas diferentes –sino opuestas– parten análisis esclarecedores del nuevo escenario mundial. Eric Hobsbawm –historiador británico marxista–, evaluando el cambio habido en el equilibrio mundial de riqueza, poder y cultura, observa que
el período 1750-1970 implicó un predominio casi absoluto de Occidente, de la región del
Atlántico Norte (Europa/USA); pero, en lo tocante a las ideas políticas (en que el mundo se
inspiraba en ideologías nacidas de las revoluciones norteamericana, francesa y rusa), esta
situación comenzó a cambiar desde la revolución iraní de 1979 (Hobsbawm: 2008, p. 3-4) y
la consiguiente implantación de un sistema teocrático islámico en el corazón de la región.
Desde otra óptica, terminada la Guerra Fría a principios de la década del ’90, los exultantes sectores más conservadores de la triunfante superpotencia americana elaboraron dos
tesis centrales: con una festejaban la consagración de su triunfo pregonando el Fin de la
Historia (Fukuyama: 1992) con el éxito representado por el sistema liberal capitalista y democrático. La segunda tesis era predictiva: los nuevos roces, enfrentamientos y conflictos en el
orden internacional serían Choques de Civilizaciones (Huntington, Samuel P: 2008).
En paralelo con estas visiones se va produciendo con diferentes grados e intensidades, una suerte de revival de las religiones, especialmente en el cercano y mediano
64
Oriente y hasta Pakistán, cuna histórica de los imperios islámicos, y en ese revival, la
mayor fuerza y tenacidad se observa en el auge de los fundamentalismos. Desde Argelia
hasta el Pakistán se desarrollan más que nunca movimientos religiosos que inciden y
gravitan en la vida política de los países. No se trata de un fenómeno exclusivo del Islam
–si bien es quien mejor lo representa– ya que alcanza también a otras religiones y en
otras regiones. Pareciera como que el mundo secular edificado en la Modernidad se viera
desafiado: en Israel los partidos Likhud y Shas, de raíz religiosa, acceden a posiciones de
poder y en la sociedad israelí, cobran fuerza los movimientos ultraortodoxos, los haredim
(literalmente, “temerosos de Dios”); en los EE.UU. adquieren significante relevancia política las corrientes evangélicas (Roca: 2009, p. 153), el actual Tea Party ultraconservador
se abastece y fundamenta en esas corrientes63; en China el cristianismo y el budismo se
extienden; en Cuba y en la ex-URSS, el cristianismo y la religión mahometana. Es como
si “el desencantamiento del mundo” (Weber: 1991, p. 60) comenzara a revertirse.
En la mayoría de los casos, esos movimientos religiosos se encapsulan en sectores
no estatales pero, cuando alcanzan el poder político, producen el efecto de ondas concéntricas. El fenómeno es atenuado en las sociedades con larga tradición secular (Occidente y
los antiguos países comunistas), pero particularmente acentuado en el cercano y mediano
Oriente y hasta Pakistán64, en que el secularismo y las nacionalidades son de factura más
reciente. En esa cuna del Islam, desde la revolución iraní de 1979, el auge del fundamentalismo en Argelia y en Egipto y en toda esa franja, la llegada de los talibanes al poder en
Afganistán en 1996, la mayor incidencia de los partidos religiosos en la vida política de
Pakistán, y luego hasta la actual así denominada “Primavera Árabe” (Túnez, Egipto, Libia,
Yemen, Siria), la influencia religiosa es palpable65 y desplaza a regímenes autocráticos de
corte nasserista, panarabista secular66.
En Europa, menos de la mitad de la población cree en Dios. Pero en los EE.UU una investigación del Pew
Forum on Religion & Public Life informa que casi el 90% de los estadounidenses cree en Dios y que más del
70% va a la Iglesia (Rev. NOTICIAS, 09/08/2008).
63
En África (Sudán y Somalía) los musulmanes han declarado una suerte de guerra contra los cristianos; que
se hallan amenazados también en las minorías ortodoxas de Oriente Medio (Newsweek, 10/02/2012)
64
Influencia representada especialmente por el salafismo ( de “salaf”=antecesores), una corriente religiosa a
cuyo respecto es posible ver más en “ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
65
En la “Primavera Árabe” actualmente en desarrollo (a fines de 2011, ya derrocó los regímenes autoritarios de
Túnez, Egipto, Libia; tambalean los de Yemen y Siria) coexisten dos tendencias: una de legítimas aspiraciones
democráticas, y otra –más o menos disimulada– de fundamentalismo religioso en la que conviven a su vez,
musulmanes más o menos moderados, con salafistas y extremistas. El final del proceso está abierto, pero el
peligro de que la “primavera” se convierta en un crudo invierno es real. El ejemplo iraní puede inducir a la instauración de teocracias en esa región del mundo.
66
65
El corte que señala Hobsbawm es real: la revolución de los Ahyatolás sustituyó al
régimen secular pro-occidental, de raíz autocrática, del Shá Pavlevi, por una teocracia que
impuso la ley coránica con extrema rigidez67. Esa revolución fue la piedra que alteró radicalmente las aguas del estanque en la región pues, el pueblo era en el mundo hasta entonces, el fundamento y el punto de referencia común a todos los gobiernos estatales, lo que
no ocurre en los gobiernos teocráticos que tienen como fundamento y referencia a Dios.
Los efectos de ese revival de las religiones que se produjo desde entonces, podría
ser materia de una discusión de naturaleza filosófica-teológica (¿acaso las religiones no
“humanizan” al hombre, no lo mejoran dentro del mundo animal?), si no estuviera conectado con la política: la fe es, por naturaleza, dogmática, y cuando permanece en el mundo
espiritual se recluye en el templo. Pero cuando abandona el templo y se contamina con el
poder en lo terrenal, eso implica trasladar la verdad absoluta a un mundo de verdades relativas. El Occidente cristiano vivió –en el Medioevo– siglos de esa experiencia, hasta que
separó a esos dos mundos en la Era Moderna.
Lo cierto es que las religiones, al trasladar su influencia más allá de lo puramente espiritual, al abandonar el templo para ensayar aposentarse en la ciudad política, sufren una
transformación. La experimentó el Cristianismo cuando sedujo a Constantino y al Imperio
Romano y, armado de un brazo secular, combatió con saña todo lo diferente (paganismo,
judaísmo), y marcó en todos los siglos que vinieron después (Alta y Baja Edad Media) el
signo de las luchas y de los conflictos. La experimentó el Islam, construyendo sucesivos
imperios en expansión constante, imperios hoy desaparecidos pero que provocan en la
memoria colectiva de Oriente, el recuerdo nostálgico de lo que fueron y las ansias de lo
que podrían volver a ser68. Así como en el caso cubano el fervor revolucionario aproximó
a los protagonistas al abismo, el fervor religioso influye hoy en toda la región y también en
Pakistán, como veremos.
Si bien es cierto que ese régimen vino ya a coexistir con ese fósil político viviente de la Arabia Saudí, cuna de una
vertiente del salafismo conocida con el nombre del clérigo que la introdujo en la península como Wahhabismo.
67
En el marco de la actual revuelta árabe (la denominada “Primavera Árabe”), Irán viene de organizar una
conferencia con militantes rebeldes de toda la región convulsionada, bajo el lema “el despertar islámico” (New
York Times-LA NACION del 04/02/2012.
68
66
Sub-sección II.2: Segunda parte
En el caso concreto y específico de India y Pakistán, pueden chocar el hinduismo y el
Islam (dos civilizaciones, según la óptica de Hungtinton). Si bien el hinduismo se recluye en
la espiritualidad, el Islam, en cambio, tiene una larga historia de conquistas y de grandeza
imperial que, con frecuencia genera hoy una nostalgia del califato. El júbilo por “la bomba
islámica” no solo se explica por las relaciones secretas de India con Israel y por el conflicto
árabe-israelí, sino por lo que se consideró un “resurgimiento islámico” (al igual que ocurre
en la actualidad). Pero Pakistán no es un país árabe típico (en un país árabe sería inimaginable una mujer Primer Ministro como lo fueron Benazir Bhutto en Pakistán e Indira Gandhi
en la India69); en los últimos siglos estuvo integrado a la India y su raíz étnica y cultural es
una singularidad producto de esa asimilación. Cuando la partición en 1947, la élite de los
mohajir (los musulmanes que emigraron desde la India) trasplantó al recién nacido Pakistán la lengua y la cultura que habían desarrollado durante centurias en la India cuando en
la región prevalecían las lenguas de sus etnias originales (el baluchí, el sindhi, el penjabi,
el pashtú y otras: ver Mapa N° 4 en Anexo final), pero la flamante nacionalidad pakistaní
adoptó como idioma oficial el urdu de los emigrados, lengua de raíz similar al hindi, aunque
con alfabeto diferenciado70 . Entre India y Pakistán (ambos, mosaicos inter-étnicos), solo
la religión es diferente (con la salvedad asentada en la Nota N° 1), pero no solo la religión
hace a la cultura, aunque sea un componente fundamental; si bien y como veremos, en
Pakistán tiene hoy en día, una relevancia excepcional.
En los inicios del Pakistán independiente, en un Mensaje a la Nación de 1948 el Gran
Líder (Quaid-e-Azam) Mohammad Ali Jinnah sostenía: “La constitución de Pakistán debe
ser formulada aún por la Asamblea Constituyente. Desconozco la formulación final que tendrá esta constitución pero estoy seguro de que será democrática, que comprenderá los
principios esenciales del Islam que son tan aplicables a la vida actual como lo fueron mil trescientos años atrás. En todo caso Pakistán no será un Estado teocrático
gobernado por clérigos que poseen una misión divina…” (Nisar, Mohammad: 2003, el
Por eso, la corriente wahhadista de Osama Bin Laden solo pudo articular alianza con el sector pashtun más
retrógrado de Pakistán. Ver más en “ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
69
Sin ahondar en el análisis, tengo serias dudas de que en la partición haya existido únicamente, una verdadera
motivación religiosa. Ver más en “ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
70
67
sobre marcado es nuestro). Del conjunto del mensaje se desprende un objeto pietista y
moderado. Pero la afirmación de que es posible vivir hoy, de acuerdo a principios enunciados hace mil trescientos años, merece cuanto menos, un examen más profundo71. Las
tres “religiones del Libro” (judaísmo, cristianismo e Islam) emergieron en grupos tribales, la
primera y la tercera nómades; muchos de esos principios se ajustaban a las circunstancias
que esas sociedades vivían, y han sido interpretados hoy diversamente en cada religión.
¿Acaso serían admisibles en las sociedades modernas las prescripciones del Levítico?72.
¿Acaso el velo de la mujer no ha cesado de ser un impedimento para las cristianas, pero
no para muchas musulmanas?73. ¿Acaso la lapidación (el rayam contemplado en la Sharía,
pero que ni El Corán menciona) puede admitirse como método en la actualidad?74. Son los
dramas del multiculturalismo que no termina de convertirse en un sano y moderno interculturalismo.
La invasión soviética a Afganistán trajo consigo, pese al acto de guerra en sí, la
igualdad de género y la prohibición de las lapidaciones. La retirada soviética trajo a los
Talibanes (de las tribus pashtunes afgano-pakistaníes) y consigo, el regreso del burka (una
túnica integrada a un velo completo, desde la cual la mujer mira al mundo desde atrás de
una rejilla tejida), y la abolición del cine y de la música. La invasión con apoyo de la OTAN
que derrocó a los Talibanes aparejó nuevas atrocidades, y a la vez pareció inicialmente
reincorporar a Afganistán a un mundo de costumbres ligeramente más acordes con la era
moderna, aunque el pragmático actual Presidente Hamid Karsai (aún durante la ocupación
extranjera) reimplantó una ley islámica de los hazaras del Bamiyán que otorga plenos poderes al marido sobre la mujer, movido por urgencias electorales (Fantini: 10/04/2009).
Y Pakistán no es ajeno a ese mundo singular. Las relaciones internacionales están
marcadas por valores y preocupaciones esencialmente masculinas, pero la política internacional no puede ser absolutamente ajena a la cuestión de género y a las estructuras
arcaicas y mecanismos extremos de opresión (a menudo presentados culturalmente como
de “protección”), por el contrario, tanto la teoría como la práctica deben redireccionarse en
Ensayamos aplicar libremente aquí, el método de “deconstrucción” de Jacques Derrida en el análisis del
discurso. Método entendido como “problematizar los significados que el propio autor atribuye a su texto”, (Salomón M.: 2002 , p. 29) y proponiendo lecturas alternativas.
71
72
A solo título ejemplificativo: ver textos del Levítico en “ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
73
Pablo: Corintios, 11., 11.6. Sobre el velo, ver más en “ANEXO NOTAS”, p.94 y ss.
En Irán, son centenares los lapidados desde que, en 1979, se proclamó la teocracia. Ver en “ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
74
68
un sentido liberatorio (Steans: 1998) si deseamos alcanzar el interculturalismo que pregonamos. Pero es evidente que el tema en sí, requiere mayores estudios e investigaciones,
y excede las posibilidades del presente trabajo (Ver a título de ejemplo y curiosidad, el link
de la Bibliografía citada: Caux, Hélène: 2009).
A ello se sumó que, para combatir la invasión soviética a Afganistán se utilizó a la
religión como fuerza motivadora principal pero, esa guerra que duró una década originó
muchos radicales con motivación religiosa, Osama Bin Laden entre ellos. La guerra convirtió a la extensa frontera afgano-pakistaní en delimitación casi inexistente (en especial,
en territorio de las tribus pashtunes en ambos países –el Pashtunistán, alguna vez con
pretensión independista–, ver Mapa N° 4 en el Anexo final) y las armas entregadas a los
guerreros religiosos quedaron en manos de grupos fundamentalistas que se organizaron
para promover sus propios intereses, y el fanatismo –sea ideológico, sea religioso– conduce al mismo camino de incertidumbres. Cuando se produjo el 11/9, Pakistán –aliado de los
EE.UU.– “tuvo que someterse a la violencia de luchar contra la misma población, contra los
mismos grupos que había apoyado contra los soviéticos durante la guerra en Afganistán”
(Nisar: 2003) Durante esa lucha hubo elecciones en Pakistán (en las que, tras el asesinato
de Benazir Bhutto en diciembre de 2007 fue elegido su viudo, actual Presidente Asif Ali Zardari), en que los partidos político-religiosos obtuvieron un triunfo electoral que les permitió
no solo formar gobiernos en las provincias que lindan con Afganistán sino también emerger
como el tercer grupo más numeroso y un controlador de poder en el parlamento nacional.
En palabras del Embajador pakistaní en Argentina, Mohammad Nisar: “El electorado pakistaní siempre había tenido en alta consideración a los líderes religiosos pero jamás había
depositado su confianza en ellos para que se hicieran cargo de las cuestiones de estado.
Esta vez lo hicieron…” (Nisar: 2003).
Ahora bien, y como sostiene Linklater, la premisa básica para una teoría crítica de
las relaciones internacionales estriba en investigar no solo los cambios en la sociedad
internacional, sino también los cambios que afectan los vínculos sociales que unen a los
individuos dentro de un estado soberano y que los separan del resto del mundo (Linklater:
1990). Es que esos vínculos hacen a la propia identidad del estado: Pakistán nació como
un estado confesional; su máximo líder y fundador (Jinnha) creyó que la constitución de
ese estado comprendería los principios esenciales del Islam por ser tan aplicables a la vida
actual como lo fueron mil trescientos años atrás; desde el inicio como nación independiente operaban partidos político-religiosos preexistentes, de gran influencia social en medios
tribales mientras el Estado era conducido por una dirigencia laica. Hoy, esa dirigencia laica
se expone a ser desplazada, y las facciones religiosas se dirigen a la captura del poder
69
político. Ahora bien, la identidad de un Estado implica sus preferencias y consecuentes
acciones, ya que los intereses son producto de esa identidad (Hopf: 1998, p. 2).
Con los mencionados cambios en el equilibrio interno del poder en Pakistán el cuadro
pues, es bastante oscuro. Desde 1999, ni la dictadura de Pervez Musharraf pudo neutralizar la acción de los extremismos religiosos con la ofensiva militar que desató en los bastiones pashtunes de Baluchistán y Waziristán y con la sangrienta represión con que aplastara
la insurrección de Lal Masjid, la Mezquita Roja de Islamabad, un inmenso complejo de
mezquitas y madrasas cuna de las vertientes más fanáticas75. Por el contrario, desde 2008
un gobierno civil al mando del Estado (actual Presidente Asif Ali Zardari, viudo de Benazir
Bhutto), coexiste con gobiernos de partidos religiosos en provincias, elegidos por la población local y con fuerte presencia y legitimidad parlamentaria. El gobierno de Zardari se
respalda en una clase política debilitada y blanco a su vez, de atentados fundamentalistas
como veremos en el apartado siguiente. En esos términos, aquella afirmación de Mohammad Ali Jinnah de que “Pakistán no será un Estado teocrático gobernado por clérigos que
poseen una misión divina…” parece puesta en duda por la realidad actual.
Sección III: El nuevo terrorismo: Los aprendices de brujos76
Hobsbawm (2007, p.142) destaca –entre los brotes de violencia que se produjeran
desde la Caída del Muro (1989)– como el más sorprendente, el de raíz étnica y confesional: la aparición del terrorista suicida. Es que el terrorismo tal como era conocido hasta
hace poco tiempo, estaba conformado por bandas de género separatista (ETA=Euskadi Ta
Askatasuna; IRA=Irish Republican Army), o antisistema (Brigadas Rojas, Banda BaaderMeinhof, Guión Rojo) o nacionalistas (Al-Fatah palestino). El nuevo terrorismo “mata en
nombre de Dios” (Saramago, 2011) y, al hacerlo, el terrorista se inmola a sí mismo.
Para el historiador británico se trata de pequeñas minorías que pueden disfrutar de
Islamabad, en lengua urdu significa “habitada por el Islam”. En esa ciudad operaba Lal Masjid (conocida como
la Mezquita Roja). Ver más en “ANEXO NOTAS”, p 72 y ss..
75
“El aprendiz de brujo” es un poema sinfónico compuesto por el francés Paul Dukas en 1897, basado en una
balada de Goethe. Narra la historia de un joven aprendiz de brujo que consiguió que una escoba volara pero
se desesperó después cuando no supo cómo hacerla bajar, hasta que su maestro, bondadosamente, lo auxilió. Los terroristas religiosos podrían hacer que todo –no solo una escoba– vuele por los aires, pero ¿acaso la
mística religiosa que los inspira podrá construir algo sobre la desolación?
76
70
una cierta simpatía pasiva por parte de las masas, pero que en definitiva son solo síntomas, no agentes históricos (Hobsbawm: 2007, p. 148-149), ya que solo podrían desafiar
–sin afectar radicalmente– la resistencia de un Estado estable (aserto que más adelante
controvertiremos desarrollando una hipótesis probable). Hobsbawm sostiene que, por más
horrendo que haya sido el 11/9, el poderío internacional y las estructuras internas de los
EE.UU. permanecieron estables; que el daño en ese sentido, lo provocó después la reacción de la administración neoconservadora y fundamentalista norteamericana que, a un
supuesto “Eje del Mal” opuso no solo la guerra al Talibán sino la invasión a Irak con mentiras como pretexto y, en el orden interno, aberraciones como Guantánamo y la Patriot Act
que vulneran elementales principios que han regido la vida de los estadounidenses desde
la fundación de su nación. El peligro mayor del nuevo terrorismo estriba en la reacción de
lo que califica como un “grupo de locos políticos” (Hobsbawm: 2007, p. 38) que sustituyen
al ‘actor racional’ y causan con su propio fundamentalismo un daño mayor que el infligido
por el movimiento terrorista77. En otro sentido pero en coincidencia, Noam Chomsky se
refirió con un título sugestivo, a la ejecución del líder de Al-Qaeda en septiembre del año
2011: “Por que Osama ganó la guerra”, y lo explica en el subtitulado: “Su caída no evitó
el éxito de su plan maestro: La demonización de Occidente ante el Islam” (Rev. Noticias,
10/09/2011). El artículo sostiene, con cita del historiador militar Anatol Lieven, que la guerra en Afganistán está desestabilizando y radicalizando a Pakistán, y que, en todos los
niveles de la sociedad los pakistaníes simpatizan de manera abrumadora con los talibanes
afganos porque los consideran una fuerza legítima de resistencia contra la ocupación extranjera del país.
Concentrándonos en Pakistán, lo cierto es que existe un sustancial movimiento yihadista78 que anida particularmente en las tribus pashtunes y emerge de las madrasas
concentrándose especialmente en la región de Peshawar (y Kandahar en Afganistán-Ver:
Mapa N° 4, en el Anexo final). No se trata solo de “paranoia occidental” (como menciona
Zulfqar Khan, 2005, p. 32), sino de la comprobada existencia de ese género de “actores
no estatales” (eufemismo con que se hace referencia a los terroristas79) pero con notorios
Como contrapartida del extremismo religioso islámico que Bush (h) dijo combatir, un conocido escritor republicano, Kevin Philips, calificó su gobierno de ser una “American Theocracy” (Roca: 2009)
77
De yihad = lucha. En Occidente la simplificación (ya que yihad es mucho más que eso) hace referencia a la
parte militar de la lucha, a la “guerra santa”: “Combatid en la senda de Dios contra los que os hacen la guerra…”
(sura II.186) y “No creáis que los que han sucumbido combatiendo en esa senda de Dios hayan muerto; viven
cerca de Dios y reciben de él su alimento” (sura III.163) EL CORAN.
78
79
Pero capaz en su acepción amplia, de alcanzar a los “contratistas privados” del ejército norteamericano en
71
vínculos con partidos político-religiosos y con sectores militares, en especial el servicio de
inteligencia militar pakistaní (ISI, de sus siglas en inglés: Inter Services Intelligence)80.
También es cierto que la clase dirigente laica de Pakistán (incluyendo a sectores
militares como el representado por el ex-Presidente y Gral. Pervez Musharraf) resiste al
extremismo religioso, pero esa resistencia los convierte en blanco del terrorismo ultraislamista como se viera con el atentado suicida de octubre de 2007 en Karachi, en ocasión de
la populosa recepción a Benazir Bhutto de regreso del exilio, el posterior asesinato de la
ex–Primer Ministro en Rawalpindi, con similar modalidad en diciembre de ese mismo año
2007, y al siguiente año 2008 con el ataque suicida al Hotel Marriott de Islamabad donde
tenían agendada una cena el Presidente, el Primer Ministro, varios ministros y los líderes
de ambas cámaras parlamentarias. Si el camión bomba que devastó el Marriott esa noche
dejando más de medio centenar de muertos, hubiera alcanzado a la cúpula política que
a última hora cambió el lugar de la cena, hubiera sido el magnicidio colectivo más grande
de la historia (Fantini:27/09/2008) y hubiera desmantelado la “estructura estable del país”
a que refiere Hobsbawm. Los terroristas estuvieron muy cerca de convertirse en “agentes
históricos significativos” pues, es imposible imaginar que hubiera sucedido en Pakistán (un
NWS –nuclear weapons state–) si el golpe hubiera tenido éxito, máxime cuando la agenda
de reunión en el Marriott de la cúpula gobernante solo pudo haber sido filtrada desde sectores oficiales del espionaje o contraespionaje pakistaní, los mismos aparatos que, con el
ejército, controlan los misiles con ojivas nucleares que apuntan a Nueva Delhi y Bombay.
Así como el fundamentalismo norteamericano contra el “Eje del Mal” provocó una
transformación del pensamiento colectivo estadounidense81, ¿qué garantía existe, en un
país como Pakistán, de que un “grupo de locos políticos” (fanáticos religiosos) no se apropie del poder estatal por la vía electoral o la de facto?; de hecho, sería mucho más grave y
delicado que en los EE.UU. Es que, EE.UU. tiene una masiva y decisiva superioridad militar por sobre la de cualquier otro Estado, lo que le permite prescindir de su arsenal nuclear
–asimismo el mayor del mundo y que solo tiene efectos disuasivos en relación a los NWS–
para de todos modos alcanzar sus objetivos militares. No es el caso de Pakistán, que solo
Irak.
¿Acaso resulta verosímil que Osama Bin Laden viviera sin protección ni complicidades, en una casona amurallada vecina a la mayor academia militar de Pakistán, en Abbottabad?
80
No solo logró la reelección de George Bush (h), sino que hizo que numerosos sectores demócratas apoyaran
sus excesos temerosos de ser tildados de “antipatriotas”. La reedición de ese mcarthismo maniqueo provocó el
debilitamiento de la resistencia natural emergente de la cultura y tradición política estadounidenses
81
72
cuenta con su armamento nuclear para cualquier propósito hostil relevante.
Si bien de origen hindú, Sheheryar Banuri encuadra los casos de India y Pakistán
desde el enfoque de la teoría organizacional para concluir en que la estructura misma del
Estado y la sociedad india es democrática, en tanto que la de Pakistán es esencialmente
autoritaria (Sheheryar Banuri: 2007). Más allá de la probable parcialidad del análisis (la India probablemente sea más apegada a las formas democráticas, pero contiene asimismo
elementos antidemocráticos82) la historia reciente de Pakistán lo confirma a su respecto:
golpes militares intermitentes; peso específico del sector militar incluso en períodos democráticos; complicidad o complacencia de sectores oficiales con agentes no estatales;
peso e influencia de partidos religiosos que ganaran elecciones en gobiernos regionales
en cuyas provincias rige la sharía más fundamentalista (el Pashtunwalí, código por el que
se guían los pashtunes además de El Corán; y el código de los hazaras del Bamiyán); la
conformación de la autoridad nuclear con fuerte presencia militar; son todos aspectos que
denotan una fuerte organización con sesgo autoritario del gobierno y de la sociedad. La
estructura interna pakistaní participa de esa matriz, y es susceptible de orientar los procesos decisionales en un sentido de evidente peligrosidad, sustituyendo al ‘agente racional’.
Que el riesgo existe es real, así como que potencialmente afecte o se concrete en relación
a la capacidad nuclear que el país detenta y aún cuando esa posibilidad sea “remota”
(Zulfqar Khan: 2005), no es totalmente descartable. En definitiva, Pakistán nunca explicitó
claramente el rol y conexiones de Abdul Qadir Khan, el científico impulsor del programa de
desarrollo nuclear que en 2004 admitió haber compartido secretos y maquinarias atómicos
con Irán y Corea del Norte y que, encarcelado, fuera puesto en libertad en 2009.
Los laberintos del nuevo terrorismo acentúan su complejidad. No se trata solo de
grupos tribales oscurantistas provenientes de un mundo rural, montañoso, aislado de las
influencias de la civilización. Por el contrario, tiene extrañas conexiones como la de los
talibanes con Al Qaeda83, se ha internacionalizado y ramificado, pero siempre con el hilo
conductor del islamismo extremista y el desprecio a la muerte del terrorista suicida. No
afirmamos aquí la unidad del fenómeno: la violencia política que ejercen los distintos
grupos no siempre persiguen los mismos objetivos, solo el método es el mismo y aunque
Los excesos de militares con la población musulmana de Cachemira, los abusos policiales con la población
civil en especial contra disidentes, han sido denunciados por los informes de Amnesty International.
82
Se estima que alrededor de 30.000 árabes provenientes de Arabia Saudita, Yemen, Egipto, Jordania, Siria, y
el norte de África, se reunieron con las tribus pashtunes para combatir contra los soviéticos; y que la mitad de
ellos habría regresado a su país de origen al término de la guerra. Son los llamados “árabes-afghanos” (Ahmed
Rashid: 2001).
83
73
mantengan relaciones y comunicaciones entre ellos (las motivaciones del Grupo salafista
argelino para la predicación y el combate –GSPC– no son las mismas que las de la Jemaah Islamiyah indonesio, aunque ambos acepten enmarcar su acción bajo la pertenencia a
Al Qaeda). Lo curioso de estos nuevos aprendices de brujos es que, contra una difundida
y errada creencia, no todos son gente que proviene de la ignorancia y la pobreza, o de la
desolación de quienes, habiendo perdido todo lo que representaba un valor en sus vidas,
ya no tienen nada que perder. Esa visión es cierta con algunos movimientos terroristas (las
mujeres chechenas en el Teatro de Moscú, viudas o huérfanas que presenciaron la cruel
destrucción de sus familias y hogares; o el caso de muchos terroristas palestinos), pero no
con todos. Los objetivos más complicados como el propio 11/9, el intento contra el vuelo
de Londres a Detroit84, o el ataque al cuartel general de la CIA en la provincia afgana de
Khost85 requieren –al decir de un severo Claudio Fantini– de “un lunatismo más complejo y
refinado” (Rev. Noticias, 16/01/2010) que involucra familias de dinero, formación profesional y cultura cosmopolita. Sus motivaciones no provienen de la ignorancia y la desolación,
sino de los laberintos penumbrosos de la mente86.
Pero acotando el análisis a Pakistán y como ya se anticipara en páginas precedentes: lo peor es el desconocimiento relativo que se tiene de esa mezcla de fundamentalismo religioso extremista y violencia. El de las tribus pashtunes, es una suerte de “discurso
olvidado o silenciado” (Foucault, cit. Salomón M., p. 30) y como tal, poco conocido. La
relación misma entre Afganistán, Pakistán e India ha tenido fluctuaciones (“políticas de
influencia” de los dos últimos respecto al primero). Y los propios movimientos o corrientes
pashtunes no forman una unidad monolítica. A las confusiones o malentendidos frecuentes
que se producen cuando antropólogos de una cultura examinan a otra (Wendt: 1995, p.2),
se suma el hecho de que –al igual que el presente trabajo– el 80% de las investigaciones
llevadas a cabo proceden de materiales de segunda mano (obras, revistas, prensa) y solo
el 1% se basa en entrevistas, y ninguna encuesta sistemática se ha hecho en el terreno
(Silque, A.: 2008), con lo que su abordaje se expone a sobreinterpretaciones indeseadas
que no expliquen adecuadamente la dinámica de esos fenómenos. El terrorismo islámico
suicida no es solo una reacción antioccidental, es una acción política que pretende enviar
un mensaje cuya lectura se debe intentar o interpretar. La honestidad intelectual impone
esa aclaración en la convicción de que, durante una investigación no basta con “reproducir
84
Ver “ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
85
Ver “ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
86
Ver “ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
74
lo visible, sino volver visible” lo que quizá no lo es tanto (Gresh-Rekacewicz, 7/3/2012), lo
que apareja, al menos por el momento, la relatividad de todo aserto categórico y la provisionalidad de los juicios que se emitan. Para Gilles Lipovetsky, “la vida política está hecha de
pasión de poder y lógica de interés” (Lipovetsky: 2011). Creemos, quizá algo intuitivamente
que, sin desconocer la validez relativa de esa aserción, la vida política está hecha de algo
más que eso. Por ello, y como lo aclaráramos en la Introducción y al tiempo de emitir las
conclusiones del estudio comparado de casos, el presente ensayo se dirige a promover y
estimular nuevas y más acabadas investigaciones sobre el tema y, en modo alguno a clausurarlo. Pretende ser solo la puerta de apertura de nuevos estudios desde los más diversos
enfoques, que enriquezcan el análisis.
Sección IV: Y el mundo islámico está cambiando…
Atraviesa uno de esos períodos de cambio en que chispas minúsculas desatan procesos
que desembocan en incendios fenomenales. La primera chispa estalló en Túnez, en un pueblo
del interior cuando a un hombre que se ganaba la vida y el sustento de su familia como vendedor ambulante, le fue requisado su carrito por la policía. Desesperado e impotente protagonizó
la más extrema de las protestas: en la plaza, frente a la comisaría, se incineró como un bonzo,
dando comienzo a la rebelión que luego se extendiera por casi todo el mundo árabe.
El fracaso y degeneración de los regímenes seculares instaurados desde el siglo
XX por “élites occidentalizadas” fue el caldo de cultivo de la protesta social que estalló a
principios de 2011 en casi todos los países árabes, y en esas aguas revueltas navega el
oportunismo occidental87 y el integrismo religioso musulmán a la espera de su oportunidad88. Para conjurar el peligro de las alas más radicales hay dos visiones contrapuestas:
Gianni Vattimo, señalando el carácter totalitario del régimen de Khaddafi y sin lamentar su caída, advierte que
“los rebeldes” son ex-empleados del régimen, que la revuelta no fue protagonizada por proletarios hambrientos o inspirada en la sed de democracia y libertad. Sino que se trata de un acto más de Occidente que utiliza
a la OTAN como fuerza de policía, en función de la defensa de sus intereses económicos. (Rev. NOTICIAS,
27/08/2011)
87
En esos grupos religiosos conviven moderados y extremistas. Los extremistas ven en Occidente al “Satán”, y a las
corrientes moderadas como apostasías. Recientes noticias vinculadas a la primera ronda de elecciones en Egipto
tras la caída de Hosni Mubarak, dan cuenta de que las corrientes integristas alcanzaron casi el 70% de los votos (LA
NACION, del 09/12/2011). Y por su parte, Irán viene de organizar una conferencia con militantes rebeldes de toda la
región convulsionada, bajo el lema “el despertar islámico” (New York Times-LA NACION del 04/02/2012.
88
75
una se dirige a mantener las dirigencias seculares (modernas o que, cuanto menos, no
odien a Occidente y sean capaces de convivir con él) pero mejorando su desempeño,
suprimiendo o reduciendo sus vicios (mayores libertades, mayor aproximación real a las
formas democráticas, mayor apertura política, menor corrupción, promoción de mejoras
para las mayorías, etc.). Una segunda visión, observando la experiencia de Turquía89 en
especial, tiende a alentar a las corrientes moderadas del Islam, como muro de contención
de los extremismos. Pero no es posible olvidar que el Asia Meridional se encuentra en los
confines del Medio Oriente, y ambos conflictos (el indo-pakistaní y el de Medio Oriente)
tienen múltiples conexiones.
El mundo islámico entró en un proceso de cambio que está en pleno desarrollo y
por tanto, desconocemos los alcances que tendrá90. Tiene un final abierto: ¿alcanzará a
Pakistán? Y si lo alcanza, ¿cómo influirá en la rivalidad que lo opone a la India? Como hemos visto en las secciones precedentes, ese revival de la religión y el fenómeno del nuevo
terrorismo (sumado a las penurias económicas) han tornado al Pakistán extremadamente
inestable. Y es sabido que “sociedades inestables generan relaciones inestables entre las
naciones” (Caputo:19/02/2012). Al propio Presidente pakistaní Asif Zardari se le atribuye
que no cesa de decir que “el Pakistán es el hombre enfermo del Asia” (Le Monde Diplomatique 2009-blogmondediplo)
En medio de ese magma complejo que hemos analizado –religiosidad, rebelión
político-social que se extiende, terrorismo suicida, reacción antioccidental, nostalgia
del pasado, cultivo de creencias y costumbres ancestrales de un mundo tribal, rivalidades históricas, diferendos territoriales irresueltos–, se desarrolla, en un actual precario
statu-quo, el conflicto indo-pakistaní. Y si bien resulta difícil a la mirada de un occidental
no especializado orientalista, desentrañar los significados más profundos de esa trama,
no es sin embargo imposible advertir el riesgo que implica la capacidad nuclear hoy desarrollada, de ambos Estados involucrados. Tomar conciencia de ese riesgo es el paso
previo para desarrollar acciones conjuntas de cooperación a nivel planetario en miras
Tras la caída del Imperio Otomano, Turquía fue establecida bajo el liderazgo de Mustafá Kemal AtatürK, como
república democrática y secular, pero a partir de 2002 un Partido Islamista ganó las elecciones. Ver más en
“ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
89
90
La caída del régimen en Libia suscitó temores de que los materiales nucleares y las armas químicas caigan
en manos equivocadas. En tanto que frente a la desafiante postura de Irán y las declaraciones de relevantes
decisores políticos, los pronósticos de los analistas señalan expectativas de bombardeos israelíes contra instalaciones iraníes para los próximos meses de junio o julio de 2012; y sus derivaciones son imprevisibles. Ver
más en “ANEXO NOTAS”, p.94 y ss.
76
a prevenir un desastre que, por su naturaleza atómica, afectaría al mundo todo. En el
próximo Capítulo obtenemos conclusiones y efectuamos propuestas en consonancia
con ese objeto.
77
CAPÍTULO VI
“No existe un camino hacia la paz, la
paz es camino”
Mahatma Gandhi
“Se puede hablar de paz negativa al
ser definida sólo como la ausencia de
guerra, y paz positiva cuando en vez
de ser considerada simplemente como
la ausencia de guerra, pasa a ser una
cooperación y un cambio social no violento orientado a la creación de una
sociedad con estructuras más justas y
equitativas”
CONCLUSIONES Y PROPUESTAS
En la Introducción nos preguntábamos si la Crisis de los Misiles en Cuba de 1962
expuso al mundo al peligro de la guerra nuclear y si la “Guerra de Kargil” de 1999 en Asia
Meridional implicó similar riesgo; en que circunstancias y de que características se revistieron ambas, y si la primera crisis aportó lecciones que hubieran podido utilizarse en la
segunda; como se condujeron las negociaciones y si la comparación de ambos casos nos
han dejado enseñanzas, para prevenir, en el actualmente vigente conflicto indo-pakistaní,
el peligro de la guerra nuclear.
En esos términos y a título de conclusiones provisionales, tenemos las siguientes.
78
1.
Las lecciones de la Guerra Fría –en especial la Crisis de los Misiles– nos dicen que
la racionalidad de los actores no es garante de la paz, y que la guerra puede estallar
y escalar por accidente, por errores de cálculo y de evaluación de las circunstancias, así como por fallas en la escala de mando (el derribo del U-2 en Cuba). El discurso de uno de los principales protagonistas –las palabras de Kennedy– simboliza
esa realidad: “la existencia de armas nucleares torna imposible un mundo seguro
y racional”.
2.
Pero además de la posibilidad del error, esa crisis exhibe asimismo como la radicalización ideológica (el fervor revolucionario cubano y la desesperación) hubiera
podido llevar al uso premeditado de los misiles asestando un primer golpe nuclear
al adversario invasor, aún a sabiendas de que ese primer golpe no neutralizaría totalmente la capacidad de retaliación del que lo sufriera (EE.UU.) y que en ese caso
la represalia hubiera implicado la destrucción total del punto desde el que se iniciara
la escalada nuclear (la isla). Una suerte de suicidio pero causando algún daño al
otro (ello sin contar con la extensión probable del conflicto más allá de Cuba). No
interesa aquí discutir si la disuasión como racionalidad justifica no solo la amenaza
de uso de armas nucleares sino su efectivo uso cuando está en juego lo que se
entiende como supervivencia, más bien interesa constatar la verdad que encierran
las palabras de Kennedy: la existencia de armas nucleares y la amenaza de su
empleo nos impone un mundo irracional en el que los fanatismos –ideológico o religioso– juegan un rol principal que acrecienta el peligro. Si el peligro se concreta la
disuasión como racionalidad también habría desaparecido, perdido todo sentido, y
entonces los resultados y las consecuencias, todo, pasa a depender del más puro
azar91.
3.
Asimismo, se interpreta que en la Crisis de los Misiles de Cuba el sector político
pudo actuar mejor porque la “suerte” tuvo una incidencia importante: se habría
optado por responder a los mensajes de la línea menos combativa –los políticos–
mientras que se dejaban de lado los mensajes de la línea dura –los militares–.
Empero, se trata de una concepción racionalista de la “suerte”, esto es, la “suerte”
como probabilidad, afectada por relaciones causales según la opción que se hubie-
Nos encontramos en este punto con íntimas conexiones con la teoría de la disuasión. La disuasión por medio
de la defensa y la disuasión por medio de la represalia; la teoría del “no-uso” de armas nucleares y la teoría del
“uso” limitado de ellas; las doctrinas de la “respuesta masiva” y de la “respuesta flexible”, todas opciones que
buscan el cobijo de un marco racional. Ver más en ANEXO NOTAS, p. 94 y ss. Por nuestra parte sostenemos
aquí, que en el supuesto de “uso”, la racionalidad se ausenta.
91
79
re hecho. Es que, en toda situación de crisis emergen “halcones” y “palomas”. En el
caso de la Crisis de Cuba el management del conflicto no fue solo una cuestión de
“suerte” como puro azar, sino de elección de opciones probables, y ello es producto
de la evolución histórica, diseño normativo y prácticas institucionales: en uno y otro
bando prevalecía el poder político sobre el militar (en EE.UU. la sujeción del sector
militar al poder civil es una resultante histórica; en la URSS, la férrea conducción del
PCUS es una tradición que viene de la Revolución de 1917). El azar solo concurrió,
primero a acrecentar el peligro (derribo del avión espía U-2) y al final a despejarlo,
pero no incidió (al menos como factor único y exclusivo) en la forma en que los actores manejaron las negociaciones.
4.
En el conflicto indo-pakistaní la doctrina india del “no primer uso” es un aporte positivo y el control político de la Autoridad Nacional de Comando (NCA) es un signo favorable, se ajustan nítidamente a la racionalidad de la disuasión como prevención.
Por el contrario, la falta de una clara doctrina nuclear de Pakistán –que al menos
en dos “líneas rojas” impone interpretaciones de la ambigüedad y la indefinición y,
por tanto, expone al error–, así como la importante incidencia militar en el nivel de
decisión política y en la estructura de comando, no contribuyen a la paz. Es que,
aún en el marco del actor racional se entiende que “es necesario que el estado
que recurre a la disuasión haga llegar con claridad su amenaza a aquél a quien se
pretende disuadir, de manera que no se produzcan errores de percepción ni sobre
sus intenciones ni sobre su resolución a actuar en la forma indicada” (Sodupe Kepa:
A.I. n° 22, p. 62).
5.
Desde otra visión se interpreta que el problema principal de Pakistán –aún admitiéndose que acrecienta el margen de error– pasa por la inferioridad nuclear y la
posibilidad de un ataque sorpresa por parte de la India, lo que lleva a aquel país a
otorgar a sus comandantes del teatro de operaciones la prerrogativa de ejercitar la
opción de responder nuclearmente; y que esa opción sería provisional, solo hasta
que introduzcan un mando unificado y mejoren sus capacidades nucleares. Pero
esta interpretación –discutible de por sí–, no justifica ni impide arribar a la conclusión objetiva de que tal situación y estrategia –por las razones que fueren– son
un peligro para la paz. No se trata de calificar que India “es buena” porque tiene
comando y control, y Pakistán “es malo” por las limitantes que tiene para desarrollar
una doctrina nuclear centralizada. Se trata de verificar si las respectivas doctrinas,
más allá del realismo pragmático, exponen o no al riesgo del estallido nuclear. El
enunciado de normas claras y la centralización política del control reducen ese
80
riesgo, limitan el error de interpretación y evaluación de las circunstancias. El valor
y apego a las normas (Onuf:1989, Ruggie:1998, Checkel: 1997, Kratochwil:1989)
requiere el claro enunciado de una doctrina nuclear pakistaní que despeje dudas
y errores de percepción: no solo es efectiva la disuasión, es preciso llegar a una
real distensión que permita avanzar en un proceso de prácticas que alimenten la
confianza y la cooperación (Wendt: 1995).
5.En el último conflicto de Kargil, concurrieron tres fallas claves: a) el error de cálculo
pakistaní al subestimar la reacción hindú y la fallida evaluación de sus apoyos internacionales. Y otras dos que pueden reprocharse como “lecciones no aprendidas”
(de la crisis anterior con que se efectúa la comparación): b) la falla en la escala de
mando: el derribo del U-2 sin orden superior en Cuba fue menor –pero comparable– a la que se habría producido durante el incidente de Kargil pues, se sostiene
que el Primer Ministro pakistaní no se hallaba al tanto de la disposición del Jefe del
Ejército de desplegar armamento nuclear92 (el posterior derrocamiento del primero
por el segundo, parece confirmar aquella idea); c) quizá lo más grave, el management del conflicto: en la crisis de los misiles en 1962 –si bien confuso y plagado
de ambigüedades en su desarrollo– se caracterizó en su conclusión por la lealtad
y el cumplimiento de la palabra empeñada por las partes (la URSS retiró las ojivas
nucleares de Cuba y EE.UU. cumplió con los compromisos asumidos), lo que posibilitó la apertura de negociaciones que condujeron al Tratado de No Proliferación
Nuclear. En tanto que en el conflicto indo-pakistaní, la intrusión de Kargil se produjo
a pocos meses de suscripta públicamente la Declaración de Lahore y el repliegue
pakistaní no fue una acción espontánea que exhibiera buena intención y voluntad,
sino producto de la presión militar india y las presiones internacionales: ello revela
el poco apego a las normas, alimenta la desconfianza y refuerza estructuras de prevención, así como explica el estancamiento en que desde entonces, se encuentran
las negociaciones.
6.
El antecedente de cuatro guerras libradas y la subsistencia del diferendo en torno a
Cachemira. Todo indica que tras más de sesenta años de efectivo control de ese territorio, la India no resignará ni cederá su soberanía a Pakistán por la vía pacífica. A
su turno, ningún gobierno pakistaní, por más que fuere civil y pacifista, podría a esta
altura de los acontecimientos, resignar su pretensión sobre Cachemira y sobrevivir.
En esos términos, el conflicto se presenta insoluble, aumentando el peligro de una
92
Bruce Reidel, 2002, p. 11 cit. Rahul Roy-Chauhury, 2004, p. 4.
81
futura guerra.
7.El estancamiento de las negociaciones: desde Kargil (1999), el proceso de diálogo
entre la India y Pakistán no ha registrado avances significativos. Los sucesivos
incidentes de 2001, 2002, 2006, 2007, 2008, 2011 (de que se diera cuenta en la
Sección I.1: “La situación actual”, del Capítulo V anterior) fueron la causa de importantes cortocircuitos. La diplomacia de “creación de confianza” (Bouzas: 2006,
p. 5) iniciada ha fracasado hasta hoy; antes bien, subsiste un ambiente regional de
desconfianza que se manifiesta en las estériles rondas de conversaciones que han
sido incapaces de resolver controversias menores.
8.
Un factor relevante –y más que posible, probable– puede consistir en la sustitución de la racionalidad por el dogmatismo extremista (el factor religioso entendido
como factor determinante del potencial uso del arma nuclear): el avance fenomenal
de los partidos político-religiosos y el incremento del yihaddismo expone a que el
fundamentalismo religioso extremista pueda acceder al poder en Pakistán por vía
electoral o por la fuerza. La afirmación política de una identidad plenamente confesional –la implantación de un sistema teocrático– implicaría una reconstrucción
social de la realidad con potencial para la mutación radical de intereses, de políticas
y de prácticas concretas93. No se sostiene que el fanatismo religioso en el poder
conduzca inevitablemente al holocausto nuclear pues, carecemos hasta hoy de experiencia histórica que lo demuestre94, sino que nos aproximaría peligrosamente a
él en cualquier circunstancia de crisis, con más probabilidad aún que el ideológico.
La racionalidad de la disuasión puede no ser la voluntad de Dios que, a menudo en
los libros sagrados, es insondable para la humana condición.
9.
En el menor de los supuestos y ante la fragilidad institucional, el fundamentalismo
religioso extremista puede infiltrarse en la estructura de custodia y manejo del arsenal nuclear. Zulfqar Khan (2005) estima en unos 10.000 hombres esa estructura
de custodia y manejo del arsenal pakistaní. ¿Cómo garantizar su efectivo control?.
La misma duda anida en esferas oficiales de los EE.UU.: los documentos de WikiLeaks contienen los cables de la embajadora estadounidense Anne Patterson en
Islamabad, en los que menciona la posibilidad de que “alguien que trabaje en las
Es legítimo preguntarse: ¿qué hubiera ocurrido si Afganistán hubiera sido un NWS cuando los talibanes se
apropiaron del poder?
93
La teocracia iraní aún no dispone del arma nuclear; en tanto Pakistán, pese a la influencia de los partidos
religiosos, aún no es una teocracia –aunque podría llegar a serlo– y continúa regido por dirigencias laicas.
94
82
instalaciones (del gobierno pakistaní) introduzca subrepticiamente el material de fisión necesario para llegar a fabricar un arma”, peligro que se refuerza por “la vulnerabilidad de las armas en tránsito” (Noam Chomsky:10/09/2011). La hipótesis no es
disparatada: conforme al banco de datos de la IAEA (International Atomic Energy
Agency) solo en 2010 se han reportado 207 incidentes en el mundo relativos a manejo ilícito o no autorizado de material nuclear (IAEA: 2010). El propio presidente de
EE.UU. viene de admitir que la proliferación de armas atómicas en una región tan
“volátil” obliga a asumir como riesgo que una “acabe cayendo en manos de una organización terrorista” (LA NACION, 2/3/2012); y antes de la apertura de la II Cumbre
de Seguridad Nuclear en Seúl (Corea del Sur), al señalar que se sigue almacenando
material nuclear suficiente como para hacer más armas atómicas “sin la protección
adecuada”, volvió a enfatizar la advertencia que “el terrorismo nuclear es una de las
amenazas más grandes para la seguridad mundial” (Europa Press, 26/03/2012). El
terrorismo religioso suicida es una amenaza real (se lo vio actuar en menor escala
el 11/9 y muchas veces más) inmune a ninguna lógica de la disuasión; si accediere
al arma nuclear, la catástrofe estaría muy cercana.
En tales hipótesis pues, (8 y 9), el peligro de guerra nuclear se magnificaría.
10. El cambio de escenario en el Medio Oriente: la configuración política del mundo se
cristaliza durante algunos períodos, pero durante otros, puede mutar rápidamente:
el efecto contagio de la denominada “Primavera Árabe”, iniciada en 2011 y aún
en curso, ¿abarcará a todo el mundo musulmán?; las conexiones y ramificaciones de los conflictos árabe-israelí e iraní, y el indo-pakistaní, ¿se potenciarán?.
En estos períodos de cambio, los conflictos territoriales latentes (Cachemira) son
como fallas geológicas capaces, en cualquier imprevisible momento, de producir
catástrofes. La sola inestabilidad e imprevisibilidad en la región aumenta el peligro
de guerra.
En suma, el riesgo existe, es real, y el cóctel no puede ser más explosivo95.
11. En “The fog of war”, Robert S. McNamara concluye en que “la racionalidad no nos
Solo el conflicto árabe-israelí puede equiparársele, pero los países árabes no tienen aún armas nucleares.
Aunque, de conformidad a las más recientes noticias, Irán –enemigo declarado de Israel– se halla próximo a
contar con artefactos nucleares, en gran medida gracias a la colaboración de científicos pakistaníes, lo que enrarecería hasta extremos inimaginables aquel conflicto (Diario LA NACION, ediciones del 08 y 09 de noviembre
de 2011). Lo grave estriba en que las ramificaciones del conflicto árabe-israelí (e iraní) alcanzan al conflicto
indo-pakistaní por el hilo del islamismo, lo que puede acentuar el peligro.
95
83
salvará”, porque “la naturaleza humana no puede cambiar”.
Empero y desde nuestra óptica, la “naturaleza humana” remite a ciertas constantes
antropológicas (la apertura al mundo y la plasticidad de la estructura de los instintos)
pero la forma dentro de la cual se moldea esta humanidad está determinada por las
formaciones socio-culturales. Los seres humanos se interrelacionan no solo con un
ambiente natural determinado sino también con un orden cultural y social específico.
Al nacer, ya se encuentran frente a una realidad objetiva (que ha sido socialmente creada por los antecesores) y se desarrollan en vinculación con ella (desarrollo
socialmente determinado), y a su turno influyen en ella (rehaciendo o nuevamente
construyendo esa realidad). (Berger-Luckman: 1991).
Más allá pues, de ese pesimismo filosófico que exhibe McNámara, lo cierto es que la
naturaleza humana está compuesta al mismo tiempo de ángeles y de demonios, por
ello el hombre es capaz de alcanzar las mayores virtudes y los peores vicios. Entre
esas mayores virtudes destaca, en todas las culturas, el sentimiento moral: la valla
interior disuasoria de extremos de crueldad. Pero al mismo tiempo y en relación al
tema que nos ocupa, los peores vicios de la naturaleza humana se han canalizado
en los siglos de las ideologías por el camino de los extremismos ideológicos y, en
estos tiempos y en la región examinada, por el extremismo religioso.
No queda claro, es verdad, que si la racionalidad no nos va a salvar, la ideología o la
religión nos lleven a un holocausto nuclear: pero si queda claro que la radicalización
de la primera nos aproximó a ese abismo en el siglo pasado, y que los fundamentalismos extremistas de la segunda nos exponen a la catástrofe en el actual.
En ese cuadro de situación, como propuestas de medidas preventivas tendientes
a conjurar el peligro, serían de suma utilidad iniciativas de dos géneros diversos: unas
dirigidas a prevenir en lo inmediato el estallido de la guerra superando la instancia de la
disuasión y que conduzcan a una forma –aún imperfecta– de distensión; otras de más largo
aliento dirigidas a producir el cambio de identidades e intereses que alteren las actuales
estructuras de confrontación.
Entre las primeras, las siguientes:
1.- La suscripción de un Tratado de No Agresión entre ambos Estados (India y Pakistán).
84
2.- El compromiso formal de combatir al terrorismo en ambos Estados y cooperar coordinadamente en tal iniciativa (este punto ya está incluido en los acuerdos de comisiones, pero
debe tornarse plenamente operativo).
3.- Enmarcar institucionalmente el acuerdo en la esfera de la ONU e invitar como garantes
del Tratado a los EE.UU., Rusia y China. Si bien el marco de las Naciones Unidas aportaría legitimidad, la intervención de esas potencias formalizaría la influencia que realmente
detentan, y aportaría la fuerza, el poder real. Además, la garantía internacional constreñiría
a los actores (y a los propios garantes) a respetar efectivamente las normas durante un
período suficientemente prolongado durante el cual se pueda restablecer la confianza para
alcanzar el consenso. La garantía de las superpotencias –habiendo terminado la Guerra
Fría– equivaldría a un nivel de identidad colectiva que el sistema internacional haya alcanzado en la prevención de la guerra nuclear y basada en la seguridad colectiva (Wendt:
2005, p. 16-17).
4.- Fortalecer canales institucionales de comunicación. En los últimos años se han creado
comisiones conjuntas en el área de economía y de negocios, relajación de medidas para la
obtención de visados y promoción de las relaciones deportivas, entre otras; pero es preciso
intensificar los contactos y extenderlos a otras áreas.
5.- Fortalecer y fomentar canales de comunicación regulares y frecuentes entre la sociedad
civil de ambos países, a niveles académicos, culturales96, científicos etc., las llamadas “comunidades epistémicas” que como ha demostrado Adler en sus estudios de caso, juegan
un rol importante en la creación de normas de control nuclear (Salomón: 2002, p. 43).
6.- Efectivizar, ampliar y agilizar los mecanismos de resolución de disputas, particularmente
en las cuestiones menores. Las relativas al contencioso por el glaciar Siachen, el proyecto
de navegación Tulbul, la presa sobre el lago Wular –la denominación es distinta para los
Gobiernos de cada país– y la disputa de Sir Creek en la zona entre el Sind paquistaní y el
Gujarat indio, etc. Los Gobiernos de la India y Pakistán ya alcanzaron un cierto grado de
consenso sobre estas disputas cuando las conversaciones se rompieron tras el conflicto
de Kargil en 1999, y desde entonces han evolucionado hasta hoy, muy lentamente con
acuerdos considerados precarios.
7.- Establecer un Grupo de Crisis, con intervención de ambas partes y participación de
los garantes, para la hipótesis de conflicto inminente. Se trata de una lógica de seguridad
Un buen ejemplo a replicar, constituye la Orquesta Sinfónica organizada por Daniel Barenboim en Medio
Oriente, compuesta por israelíes y palestinos. Y ello, es extensible a todas las áreas incluido el deporte.
96
85
colectiva compatible con la propuesta numeral 3 precedente.
8.- Separar de este tratado de No Agresión la cuestión de Cachemira (que podrá tratarse
por separado, o por una comisión binacional como la que administre el Tratado de Aguas
de 1960 y otros aspectos económicos sobre los recursos de Jammu y Cachemira).
9.- Acentuar la desmilitarización de la LoC, estableciendo mínimos asentamientos militares
permanentes (la presencia militar es motivo de crítica y descontento por sus excesos y
brutalidad contra la población civil).
10.- Si bien los Gobiernos de la India y Pakistán acordaron durante las rondas de encuentros la creación de canales de comunicación entre los directores generales de Operaciones
Militares, y el previo aviso de ensayos y notificación de accidentes; al mismo tiempo buscan
estrechar relaciones y acuerdos con terceros (India con EE.UU., Pakistán con China) para
incrementar sus capacidades nucleares (supuestamente con fines pacíficos, pero que podrían derivarse a otros objetivos). La presencia de los garantes, comprometería con mayor
rigor a las superpotencias.
Las propuestas precedentes constituirían la primera etapa, aún dentro de la estructura de competición vigente entre los países afectados. Es que, incluso “las relaciones entre
polos opuestos pueden conducir a alguna reciprocidad positiva” en temas como el control
de armamento y la prevención de la guerra –como ocurriera durante la Guerra Fría–, aún
cuando el ambiente de desconfianza deje poco sitio para esta cooperación y sus consecuencias transformadoras. Pero, esas condiciones de identificación negativa hacen más
necesaria una “evolución de la cooperación” (Wendt: 2005, p. 27), objetivo al que se dirigen
las propuestas siguientes.
Entre las medidas dirigidas a promover un cambio de identidades e intereses, lo fundamental es promover emprendimientos económicos conjuntos, en especial en la zona en
disputa, de modo que los beneficios “se derramen” hacia ambos lados de la frontera. La
mayor responsabilidad en estas iniciativas toca a la India, por su calidad de subpotencia
regional y su supuesta tendencia hegemónica97. Si bien en los últimos años se han llevado
En palabras de Wendt: ““las prácticas transformadoras deberían intentar enseñar a los otros estados que el
propio estado merece confianza y que no debe identificarse como una amenaza para su seguridad. La forma
más rápida de conseguirlo es llevando a cabo iniciativas unilaterales y autoimponiéndose compromisos de tal
magnitud que el otro estado “no pueda rechazar la oferta”. Pero para que funcione, deben ser correspondidas
por la contraparte ya que, para que la práctica estratégica crítica pueda transformar las identidades competitivas, debe ser “recompensada” por el otro que así, animará al primero a emprender nuevas prácticas”. (Wendt:
2005, p. 30).
97
86
a cabo una serie de medidas para mejorar la situación política, económica y social en el
estado de Jammu y Cachemira (el cese de fuego, la apertura de pasos fronterizos, medidas económicas y mayores garantías judiciales para las víctimas de la violencia, además
de un programa de desarrollo económico en el estado), tales esfuerzos han sido notoriamente insuficientes. Pero si la mayor responsabilidad en estas iniciativas toca a la India, a
Pakistán toca, en reciprocidad, eliminar la imagen del que se halla dispuesto a aprovechar
cualquier coyuntura. La responsabilidad de ambos es transformar la anarquía en que se
desenvuelven en un sistema de seguridad común sobre la base del respeto de los principios de soberanía y de cooperación en procura de ganancias absolutas, esto es: que los
costes esperados no sean mayores que las recompensas (Wendt: 2005) y desterrando la
concepción autoritaria del poder que considera la negociación como una capitulación.
En el presente siglo, ambos Estados nacionales se encuentran firmemente consolidados, y del lado hindú no subsisten pretensiones que amenacen la soberanía global pakistaní: la inicial resistencia de Gandhi y de Nehru, a la independencia de Pakistán, se ha
convertido en aceptación en el pensamiento colectivo, y el reconocimiento de la soberanía
es el principio que permite pasar de un mundo hobbesiano –de todos contra todos– a un
mundo lockiano de reconocimiento mutuo de los derechos de cada uno a ejercer autoridad
política exclusiva dentro de sus límites territoriales y la conformación de una forma particular de comunidad con respeto de las identidades, y las identidades son a su vez, relacionales (Wendt: 2005, p. 21); lo que nos permite asimismo comprender mejor las nociones
de poder e interés nacional en tanto que productos históricos, políticos y culturales, y no
como elementos “objectificados” (Ashley: 1981). La inicial desconfianza de Pakistán: la no
admisión por India de la partición y de su independencia, como justificativo del “realismo
defensivo” pakistaní que lo condujera a la carrera nuclear, ya no tiene razón de ser en esta
etapa. Solo el diferendo territorial sobre Cachemira y la rivalidad histórica que ambos países han exhibido y alimentado determinaron la formación de sus identidades e intereses
en una suerte de espejo en que uno se ve reflejado como el adversario del otro. Pasar a
una nueva etapa (de seguridad en comunidad, y de relaciones de cooperación) requiere
el cambio de esa imagen en el espejo, y ello es posible, desde que “las identidades y los
intereses son endógenos a la interacción” (Wendt: 2005, p. 4). Promovido e impulsado el
proceso el objetivo de la real aproximación puede no estar cercano, pero está en ese camino, es lo que nos enseña la experiencia histórica.
En efecto, la mayor parte del siglo XX (desde la Revolución Rusa de 1917 hasta
1989/1992) estuvo congelada en la imagen de la confrontación ideológica que se exacerbara en el período de la Guerra Fría. Occidente se identificaba a sí mismo como el espacio
87
de libertad, y su oponente comunista-socialista se identificaba a sí mismo como defensor
de un espacio de igualdad; ambas identidades antagónicas defendían intereses contrapuestos que condujeron a centenares de conflictos armados. Ese marco congelado comenzó a cambiar desde 1985 con la llegada de una nueva dirigencia a los niveles políticos
del Kremlin que tomó iniciativas radicales en el ámbito interno de la URSS (la Perestroika
y la Glasnost) y promovió el desarme a nivel internacional (y ante los recelos de Occidente
inició el desarme unilateral). Las políticas impulsadas por Mijaíl Gorbachov produjeron un
cambio identitario y consecuente variación de intereses de los anteriormente campos rivales que se tradujo en la transformación del sistema mundial.
Pasar de un sistema competitivo a otro de cooperación solo es posible cambiando
las premisas del realismo defensivo que encuentra beneficios para uno, solo en desmedro
de los intereses del otro. Hasta hoy, la interacción entre ambos países ha conformado la
estructura de confrontación que está vigente; pero es preciso producir un cambio estructural y para ello, es necesario lograr una variación de las expectativas mutuas a través de
un cambio de prácticas recíprocas que consoliden una interdependencia entre los países
orientada a obtener una estructura de cooperación y consiguiente sensación de seguridad
en comunidad (Wendt: 1995, p. 5, 8, 11) que despeje las nubes de la guerra. Las iniciativas
económicas conjuntas que se plantean aquí, sumadas a un mínimo grado de autonomía
intrarregional para el territorio en conflicto, pueden conducir a la conformación de intereses
comunes de India y Pakistán, y a la construcción de una nueva identidad que los una en
lugar de separarlos. ¿Utopía?, puede ser, pero de utopías también está hecha la historia.
En cualquier caso, nada de ello es definitivo, pero ayudaría a no depender exclusiva o
mayoritariamente del factor suerte pues, dejar todo librado a manos del Destino, podría
aproximarnos a la tragedia.
Para concluir, y rindiéndoles tributo, mencionaré a tres personalidades. En gran medida, el inspirador del tema del presente ensayo ha sido Alexander Wendt, quien respondiendo a una crítica que le fuera formulada por omitir en sus libros el tema de la revolución
nuclear, admitió la validez de esa crítica como un “navío perdido” que omitió abordar y
manifestó que el desarrollo de esa tecnología militar “ayudó a mantener la Guerra Fría fría,
y todavía puede ayudar a empezar una guerra caliente en el continente subasiático”, tras lo
cual se pronunció por la necesidad de alentar investigaciones en esa línea (Wendt: 2002,
p. 109).
En segundo lugar, y como una forma gráfica de exhibir la gravedad del tema, sería
apropiado recordar las palabras de Albert Einstein durante la Guerra Fría: “No sé con qué
88
armas se librará la tercera guerra mundial, pero en la cuarta guerra mundial se usarán palos y piedras” (Lloret, Perfil, 2012).
Y finalmente y más extremista aún, un viejo y sabio profesor de quien soy deudora de
tantas inquietudes, matizaba el dramatismo del peligro de la guerra nuclear concluyendo
con un rapto de humor negro: relataba el diálogo de dos monos observando desde lejos el
hongo atómico, después del estallido nuclear, en que uno decía al otro: “Y bueno, deberemos comenzar todo de nuevo…”.
PAULA GRANADA
89
APENDICE
En la tarea final de pulir y corregir el trabajo de investigación, me encontré a lo largo
del mismo con lo que aparentaban ser soterrados temores o aprehensiones dirigidos en
especial al mundo islámico. ¿Paranoia occidental? (en Europa y EE.UU. el sentimiento
anti-musulmán es patrimonio de las derechas políticas más recalcitrantes, cuando la autora
del presente trabajo se halla en las antípodas de esas posiciones). Por ello, me propuse
reexaminarlo y eventualmente reelaborarlo parcialmente. Finalmente opté por dejarlo en
su versión aprobada, con el agregado de este apéndice que no integra el trabajo en sí
mismo y solo hace las veces de auto justificación y de manifestación de respeto hacia las
religiones.
En realidad, los tales temores se suscitan en defensa del laicismo, del principio republicano de separación de las Iglesias (cualquiera sea) del Estado; y ante el extremismo
religioso en general, sea el fundamentalismo islámico en Oriente como el fundamentalismo
evangélico o cristiano en Occidente. Empero, se relacionan aquí con el riesgo que amenaza a la región examinada –Asia Meridional–, y se vincula al Islam por ser la religión predominante en Oriente y la más influyente en la vida política.
Benazir Bhutto acusó en algún momento con severidad: “La llamada incompatibilidad
entre el Islam y los gobiernos democráticos es utilizada para distraer la atención de la triste
historia de la intervención política de Occidente en el mundo islámico, la que ha sido el
mayor impedimento para el crecimiento de la democracia en esa región” (Benazir Bhutto,
cit. Rodrigo Lloret: 2011). Como todas las verdades humanas, esta afirmación tiene mucho
de verdad, aunque no sea toda la verdad. Proviene de una mujer que integrara la élite
pakistaní, insospechable de antioccidental dogmática y que se sacrificó participando en la
vida democrática de su país.
Pero como se tiene dicho, “en el mundo corroído por la duda, conviven tres verdades:
tu verdad, mi verdad y la verdad. Si tolero tu verdad y expongo mi verdad, quizá, juntos,
sepamos la verdad” (Elías: 2006, p. 27). Por un lado, es absurdamente prejuicioso afirmar
–como lo hace el neoconservador Huntington– que el Islam fuera intrínsecamente contrario
a la democracia (cit. Armstrong : 2009); por otro, es innegable que en especial durante la
Guerra Fría, los Estados Unidos se han valido de los elementos más reaccionarios en su
lucha contra el comunismo y los nacionalismos progresistas y que, en especial en la región
que nos concierne, los tres grandes jugadores han sido los EE.UU., Pakistán y Arabia Sau-
90
dita, y que la actual situación que se registra es producto de la intervención política occidental y efecto de la explosión interna del mecanismo de la hegemonía occidental (Khoury
y Alí : 2001).
Pero observando con rigurosidad: Occidente interviene en la región desde el siglo
XVII en especial, cuando se trata de sociedades antiquísimas que habían forjado desde
mucho antes su identidad. Es cierto que el trazado caprichoso de fronteras nacionales fue
responsabilidad política de las potencias occidentales pero, en el caso concreto de India y
Pakistán fue conforme a los deseos de los mohajir (musulmanes que emigraron desde la
India al Pakistán) y de las propias élites locales ya asentadas en esa región (y con la oposición de Gandhi y de Nehru98).
Pareciera asimismo que además de la intervención occidental, una gran dificultad
estribó en la creencia de Jinnah (el Padre de la nación pakistaní) de la imposibilidad de la
convivencia de ambas comunidades en un solo y mismo país99 y de que en un nuevo Estado musulmán los principios del Islam serían tan aplicables a la vida actual como lo fueron
hace mil trescientos años atrás. Hemos controvertido esa idea, pero no solo en relación al
Islam sino a las tres religiones del Libro .
Una mentalidad religiosa diría: “si el siglo XX secular fue la Era de las Catástrofes
(Hobsbawn: 2003)100, ¿porqué no retornar a una mayor religiosidad que humanice al hombre?; ¿acaso las ideologías no constituyeron “dogmas laicos”? Hay mucho de razón en un
planteo semejante, pero lo importante es vivir libremente sin sujetarse a dogmas rígidos,
sean laicos o religiosos. Tanto la razón como la religión (o las religiones) tienen y han
exhibido históricamente sus patologías. Lo que ocurre en Occidente es que las otras dos
religiones del Libro (judaísmo y cristianismo) e incluso las expresiones musulmanas originarias de los propios países occidentales101 conviven democráticamente en una sociedad
secularizada102. Salvo las extravagancias de algunas minorías integristas (a las que nos
El Mahatma Gandhi se enclaustró y no asistió a las ceremonias de celebración de la independencia. Nehru
–político pragmático– consintió a regañadientes la independencia de Pakistán.
98
Pakistán fue el primer Estado nacional –y el único hasta hoy– creado como “Estado islámico”, sobre exclusiva
base confesional. (The Lahore Resolution: 1940).
99
Para Hobsbawm, el siglo XX ha sido el más sangriento de la humanidad. Ver más en “ANEXO NOTAS”, p.
94 y ss.
100
El imán español Abdenur Prado que preside la Junta Islámica Catalana defiende la secularización porque
posibilita la convivencia interreligiosa y permite superar todo atavismo religioso.
101
102
Sebreli ( 2009) compara los debates que mantiene el Papa Benedicto XVI con interlocutores ateos o agnós-
91
hemos referido en el ‘Revival de las religiones’, en el Capítulo V), las religiones antiguas
han aceptado en Occidente vivir en sociedades seculares103. No es el caso del Asia Meridional, y especialmente de Pakistán. No se pretende enaltecer un Occidente moderno en
desmedro del Islam. El daño se produce porque el pensamiento anti-occidental o el pensamiento anti-Islam son irreconciliables, por negativos ambos. Pero la afirmación positiva de
las aproximaciones también se halla contenida en los libros sagrados:
“Jehová, ¿quien morará en tu monte santo?. El que anda en integridad y hace justicia. Y
habla verdad en su corazón…” (Salmos, 15, 1.2).
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados…
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los
pacificadores porque ellos serán llamados hijos de Dios...” (Mateo, 5, 6.8.9).
“La piedad no consiste en volver vuestras caras hacia Levante y Poniente. Piadoso es…el
que, por el amor de Dios da de su haber a sus semejantes, a los huérfanos, a los pobres,
a los viajeros y a los que piden; el que rescata los cautivos, el que hace la oración, el que
da limosna y cumple los compromisos contraídos, y el que es paciente en la adversidad,
en los tiempos duros y en los tiempos de violencia. Estos son justos y temen al Señor” (El
Corán, sura II, 172). O la postura de sura V, 35 que dispone que el que mata a un inocente
será considerado el asesino del género humano…
La tradición humanista no concibe a las religiones como residuos irracionales de un
pasado mágico, por el contrario cree en la convivencia de la razón y la fe, como alimentos
necesarios de una mejor espiritualidad. Parafraseando a Darcy Ribeiro: “Que Dios nos ayude. A salvarnos y a salvarse, porque ¿qué sería de Dios si nosotros pereciésemos?” (Ribeiro: 2004). La Iglesia Católica también retribuye con respeto a los agnósticos, a quienes
Benedicto XVI viene de llamar –en la oración multiconfesional por la paz, en Asís– como
“peregrinos de la verdad”104.
ticos con la actitud del Ayhatollah Komeini al librar una orden de asesinato contra Salman Rudshi . Ver más en
“ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
Sin perjuicio de ese ‘revival’ en expresiones como el Tea Party y la generación de “locos políticos” a que refiere Hobsbawm (2007, p. 38) el Vaticano ha adecuado –aún tardíamente– sus doctrinas de origen premoderno
al progreso de las ideas y a los descubrimientos de las ciencias. Ver más en “ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
103
Durante la oración por la paz realizada conjuntamente con representantes de todas las religiones, en Asís,
en octubre de 2011, el Papa calificó a los agnósticos como “peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz”. Ver
más en “ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
104
92
Abderrahman III, octavo emir de Córdoba, subió al trono a los 22 años, y próximo
a morir a los 72 años, dejó su testamento espiritual: reinó más de cincuenta años y fue
amado por sus súbditos, temido por sus enemigos y respetado por sus aliados; disfrutó de
riqueza y honores, poder y placeres; “no existe terrena bendición que me haya sido esquiva” –dice–, y a pesar de todo, anotó solo catorce días en que disfrutó de pura y auténtica
felicidad. “Hombre –enseña– no cifres tus anhelos en el mundo terreno” (Vallejo Nágera :
1989105).
El Islam produjo gobernantes-filósofos y esclarecidos, piadosos y justos. Los temores
y aprehensiones que puedan haberse deslizado en el presente trabajo solo se dirigen a los
“locos iluminados” que en Oriente o en Occidente, son una amenaza para la paz.
PAULA GRANADA, Buenos Aires, diciembre de 2012
Se rescata la anécdota histórica, no el diagnóstico clínico, ni la historia personal del autor citado, y que no se
comparten. Ver más en “ANEXO NOTAS”, p. 94 y ss.
105
93
A N E X O N O T A S*
(*Los N° de las ampliaciones del presente Anexo, se corresponden con los N° de
Notas citadas al pié de página en cada caso).
Nota N° 9: El urdu y el hindi tienen gran similitud, especialmente a nivel coloquial, lo que hace posible la comprensión básica recíproca de los hablantes de ambas lenguas. El alfabeto es diferente: el urdu se escribe en
forma adaptada al alfabeto persa (en una variante derivada del alfabeto árabe); en tanto que el hindi emplea
un alfabeto con el que también se escribe en sánscrito. De todos modos, el urdu además de lengua nacional
pakistaní, es una de las lenguas oficiales de India. http://www.proel.org/index.php?pagina=mundo/indoeuro/
indoiran/indico/urdu : “Lengua Urdu” (20-05-11)
Nota N° 39: Paul Kennedy cita un ejemplo anormal y transitorio de hegemonía con el relato que hace Eric
Hobsbawm en su libro “Industria e Imperio”, de cómo el Reino Unido, siendo una pequeña isla, producía el
equivalente a dos tercios del carbón mundial, la mitad del hierro, cinco séptimos del acero, mitad de todo el
tejido de algodón comercial y, aproximadamente el 40% de las máquinas industriales del mundo. Esta situación sorprendente no era normal claro, y no iba a durar para siempre. Rápidamente países con poblaciones y
recursos mayores como Alemania, EE.UU., Rusia y Japón, se organizaron de la misma forma de los ingleses
y, naturalmente, comenzaron a quedarse con una participación mayor de la producción mundial y, así, asumir
mayor parte del poder (Rev. Noticias, 13/08/2011).
Nota N° 57: En esa misma década se produjo al mismo tiempo un mayor acercamiento entre Pakistán y los
Estados del Golfo. Cuando en 1988 los informes revelaban que Pakistán estaba construyendo un ingenio nuclear, los datos de inteligencia refirieron a un posible plan indo-israelí, de lanzar un ataque preventivo contra
Pakistán. El antecedente del bombardeo aéreo israelí que destruyó, en junio de 1985, una instalación nuclear
iraquí cerca de Bagdad tornaba verosímil la efectiva existencia de ese plan que siempre fue negado y que, en
definitiva, no se ejecutara.
Nota N° 58: Ese júbilo se expresó por ejemplo, en las palabras del Shaij Idrisi de la mezquita de Al-Aqsa de
Jerusalén: “la bomba nuclear de Pakistán es el comienzo del resurgimiento del poder islámico”. Y las del líder
de Hamas, jeque Ahmad Yasin en un periódico de Jartum, refiriendo que la condición nuclear de Pakistán era
“un valioso caudal para las naciones árabes y musulmanas”. El Ministro iraní de Exteriores, de visita en Islamabad declaró que la preocupación de los musulmanes por la nunca admitida capacidad nuclear israelí, se
había aliviado por el “sentimiento de confianza” que les proporcionaba el hecho de que una nación hermana
musulmana, estuviera en condiciones de producir armas nucleares (Magnasco: 2008).
Nota N° 61: Los talibanes –en idioma pashtú: “estudiantes”, remite a los jóvenes que recibieran educación
en las madrasas o escuelas religiosas que en Afghanistán y en Pakistán casi sustituyen al sistema educativo
estatal– son una minoría de la etnia pashtún. Las tribus pashtunes viven en un área que se extiende desde el
oeste de Pakistán (con centro en Peshawar) donde representan alrededor del 15% de la población pakistaní,
y hacia el sureste de Afghanistán (en torno a Kandahar) donde representan alrededor del 40% de la población
(Ver Mapa N° 4 en el Anexo final). En sus costumbres, el peso de la sharia (ley religiosa) tiene una incidencia
fundamental.
Nota N° 66: Influencia representada especialmente por el salafismo ( de “salaf”= antecesores), una corriente
religiosa que pretende vivir siguiendo estrictamente las prescripciones de El Corán y los dichos y acciones del
Profeta Mahoma reunidos en el Hadiz y transmitidas por las primeras generaciones de musulmanes. Habría
tres tipos de salafismo: el piadoso, el político y el revolucionario. Alrededor del “95% de los salafistas son piado-
94
sos y no les interesa la política”. Los salafistas políticos “piensan que hay que defender la identidad por medios
legales”. “Y los salafistas de tipo revolucionario son partidarios de usar métodos violentos y consideran que la
jihad es una obligación religiosa.” (Amghar Amir, LA NACION, 22/03/2012).
Nota N° 70: Esa corriente wahhadista o salafista proviene de Arabia Saudí, donde la esclavitud fue abolida
recién en 1963, las mujeres no pueden conducir automotores hasta hoy, bajo pena de azotes, y recién podrán
votar –para los decorativos concejos municipales, puesto que se trata de una monarquía hereditaria– en el año
2012 como efecto secundario de la llamada “Primavera Árabe”.
Nota N° 71: Sin ahondar en el análisis, tengo serias dudas de que en la partición haya existido únicamente,
una verdadera motivación religiosa; que no haya sido más bien –lo religioso– el móvil empleado por las élites
musulmanas indias que emigraron a Pakistán para mutar de su condición de “cola de león” en India, a la de
“cabeza de ratón” en el nuevo país fundado. En definitiva, emigraron unos 9 millones en total, y en India quedaron los hoy 120 millones de musulmanes. La duda es válida –como mero ejercicio intelectual– si se considera
que son religiones –la hinduista y la musulmana– que han convivido durante siglos (lo prueba el fenómeno de
la lengua), y que los mohajir aliados –y a menudo en conflicto– con las élites originarias, fueron a imponerse a
las etnias predominantes en la región.
Nota N° 73: Al solo título ejemplificativo: “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos” (Lev., 20.10), o: “Si alguno se ayuntare con varón como con
mujer, abominación hicieron; ambos deben ser muertos, sobre ellos será su sangre” (Lev.20.13). Y las consecuencias de la desobediencia: “Pero si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mis mandamientos…enviaré
sobre vosotros terror…traeré sobre vosotros espada…” (Lev. 26.14 y ss).
Nota N° 74: Pablo prescribía: “…toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta a su cabeza…si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello
o raparse, que se cubra” (Corintios, 11., 11.6). Hoy la Iglesia Católica ha prescindido de la carga del velo femenino en las misas; pero en el mundo musulmán sigue siendo una cuestión fundamental que ha generado el gran
debate en Francia, país occidental con importante población mahometana.
Nota N° 75: En muchos países musulmanes, en especial de África y Asia, la condena a muerte de la mujer
adúltera, es ley. En 2001, la presión mundial salvó de la lapidación a Amina Lawal, joven nigeriana condenada por un embarazo extramatrimonial. Y en Irán, en el caso de Sakineh Ashtiani, acusada de doble adulterio,
azotada frente a sus hijos, la presión internacional solo logró se sustituya la lapidación por la horca. El caso de
Bibi Aisha, la joven afgana –tapa del Time– mutilada por su marido por haber intentado escapar, arrancándole
nariz y orejas, constituye uno de los más graves extremos junto al de Asha Dhuhulow, la joven somalí que denunciara su violación ante un tribunal islámico y que fuera condenada ella, de 14 años, y lapidada en Kismayo,
ciudad de la costa somalí. Fantini, C.: Rev. NOTICIAS, 30/10/2010. Son casos reales, extremos pero reales del
mundo actual.
Nota N° 76: Islamabad, en lengua urdu significa “habitada por el Islam”. En esa ciudad operaba Lal Masjid
(conocida como la Mezquita Roja), un enorme centro religioso que alberga la Jamia Faridia (la madrasa donde
se formó la plana mayor del talibán afgano). Desde esos claustros, el maulana (maestro) Abdulá Gazhi introdujo en Pakistán la escuela deobandi, vertiente coránica integrista surgida en Deoband (India). A la muerte del
maestro, sus hijos estrecharon lazos con el emir Omar de los talibanes afganos y organizaciones vinculadas a
Al Qaeda (Fantini : Rev. NOTICIAS, 21/07/2007 y 23/08/2008).
Nota N° 85: Umar Faruk Abdulmutallab nació en Lagos (África), pero la fortuna de su familia le permitió estudiar en colegios caros de Occidente. Fue detenido cuando intentó hacer estallar el avión en que volaba desde
95
Londres a Detroit.
Nota N° 86: Jalil Abú Mulai al Balawi era un médico jordano joven y con dos hijas pequeñas, accedió al cuartel
general de la CIA en Khost diciendo tener información clave sobre Al Zawahiri (médico egipcio considerado
el N° 2 de Al Qaeda) y detonó el cinturón de explosivos que portaba, inmolándose y matando a numerosos
agentes de la CIA.
Nota N° 87: Cuesta explicarse porque el oficial Nidal Malik Assan, psiquiatra de Fort Hood (EE.UU.), tomó un
día (el 5/11/2009) su fusil y disparó contra sus camaradas de cuartel, matando y echando a perder su carrera
y su vida. La “inspiración” que le habría transmitido el clérigo Anwar al Awakli (de origen norteamericano, recientemente asesinado por la CIA en Yemén. Diario LA NACION, Argentina, –30/09/2011–) no explica sino la
dificultad de desentrañar los extraños laberintos de una mente educada.
Nota N° 90: Tras la caída del Imperio Otomano, Turquía fue establecida bajo el liderazgo de Mustafá Kemal
AtatürK, como república democrática y secular. En 2002 el Partido islamista de la Justicia y el Desarrollo (AKP)
ganó las elecciones y encumbró como Primer Ministro a Recep Tayylp Erdogan (quien en la segunda década
de los ’90 había sido encarcelado “por incitar al odio religioso”). Estos fundamentalistas moderados hicieron
un buen gobierno, pero en 2007 Erdogán propuso como Presidente a otro islamista, Abdullah Gül, lo que motivó la reacción de los sectores laicos ataturkistas y de un importante sector de las fuerzas armadas (guardián
constitucional de la república secular), temerosos de un ensayo teocrático. Eso motivo el adelantamiento de las
elecciones legislativas en que el AKP obtuvo nuevamente un resonante triunfo, tras lo cual impulsó la revisión
de los “hádices” (actos y dichos de Mahoma). Para Claudio Fantini, el fundamentalismo moderado, es un beneficio (Rev. NOTICIAS, ediciones del 04/08/2007 y del 02/08/2008).
Nota N° 91: El Secretario General de la ONU anunció que, ante la caída del régimen de Muammar Khaddafi en
Libia, enviará expertos a ese país norafricano para asegurar que los materiales nucleares y las armas químicas
no caigan en las manos equivocadas (cable de Reuters del 3 de noviembre 2011), lo que revela la incertidumbre del momento y los temores que produce. En tanto que de la entrevista mantenida en los primeros días de
marzo 2012 entre Barak Obama y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y de sus respectivas declaraciones, los pronósticos de los analistas señalan expectativas de bombardeos israelíes contra instalaciones
iraníes para los próximos meses de junio o julio de 2012; y sus derivaciones son imprevisibles (LA NACIÓN,
ediciones del 3 al 7 de marzo de 2012-Exteriores). También Dante Caputo en su más reciente análisis, anticipa
la posibilidad de una “guerra nuclear regional” (Perfil, 18/03/2012).
Nota N° 92: La disuasión consiste en la amenaza de recurrir a la fuerza, en proporción capaz de causar daños
difícilmente asumibles, con el objeto de evitar un ataque. La disuasión por medio de la defensa implicaba la
resistencia directa por parte de un estado, mediante el uso de la fuerza, a un intento de ataque sobre areas geográficas bajo su control. En cambio, las relaciones de disuasión fundadas en la noción de represalia, suponen
infligir un castigo a un oponente, en respuesta a un ataque; aquí la acción de castigo no requiere realizarse en
la misma zona en la que se produjo la agresión, en la era nuclear, un estado está en condiciones de causar un
daño de enormes proporciones, capaz de prevenir un posible ataque, aun no disponiendo de medios tradicionales de defensa (Snyder, G., .”Detemence: A Theoretical Introduction”, en Garnett, J. (Ed.), Theories of Peace
and Security. A Reader in Contemporary Strategic Thought, London, Macmillan, 1972, p. 111 - Catudal. H. M..
“Nuclear Deterrence. Does it Deter?”, London, Mansell. 1985, u. 54; Buzan, B., “An Introduction to Strategic
Studies. Military Technology and International Relations”, London, Macrnillan, 1987 p. 135). Pero también, En
función de los objetivos que se deseen conseguir, es posible distinguir dos tipos diferentes de disuasión. De un
lado, a través de la amenaza de represaliar nuclearmente, las grandes potencias mundiales buscaban evitar un
ataque nuclear contra objetivos situados en su territorio (lo que se conoce como disuasión básica). De otro lado,
tal amenaza puede perseguir también eliminar la posibilidad de una agresión, nuclear o convencional, contra
96
áreas geográficas consideradas vitales para la seguridad del estado que la realiza. Aquí se está en presencia
de lo que se ha llamado disuasión ampliada (Brodie, B., “The Anatomy of Deterrencen”, World Politics, Vol. 11,
1959, p. 175): tal el caso de la URSS y Cuba.
Asimismo se pueden distinguir dos versiones teóricas diferentes de la disuasión: históricamente, el empleo
de las fuerzas armadas de un Estado ha sido considerado como uno de los medios más importantes para la
consecución de sus objetivos exteriores, entre ellos, el de seguridad. Para la primera de las escuelas de pensamiento sobre la disuasión, que podríamos denominar de “no uso” de armas nucleares, la capacidad de estas
armas para causar niveles de destrucción sin precedentes ha abierto un gran interrogante en cuanto a la opinión tradicional que entendía que el poder militar era un instrumento más de la política exterior. B. Brodie, uno
de los primeros teóricos de la disuasión, recogió perfectamente la orientación fundamental de esta escuela, al
escribir que hasta el momento el propósito principal de nuestro sistema militar ha sido ganar guerras; de ahora
en adelante (bajo la lógica de la MAD), su propósito principal debe ser evitarlas. No puede tener prácticamente
ningún otro propósito útil. En paralelo a la anterior, también surgió una teoría de “uso”, de armamento nuclear
que apoya estrategias de guerra nuclear limitada (especialmente dirigidas a casos de “disuasión ampliada”,
como en Cuba). Mediante la interposición de la amenaza nuclear, los estados han perseguido desvanecer el
peligro de un ataque, no solo contra su territorio, sino también contra el de determinadas regiones del mundo
que se consideran “claves” en el equilibrio global de poder. Así, cuando la Unión Soviética poseía una clara
superioridad en fuerzas convencionales en el continente europeo en la década de los ‘50, esta circunstancia
trató de ser compensada por los países de la OTAN, a través de una estrategia que, en el supuesto de querer
hacer efectiva tal superioridad, preveía el empleo contundente de armamento nuclear con arreglo a la doctrina
de Respuesta Masiva vigente en dicha década: una agresión convencional de la Unión Soviética a Europa
occidental, seria contestada con un ataque nuclear generalizado contra su territorio. Para los partidarios de la
teoría de “uso” era desproporcionado, amenazar con la utilización de toda su fuerza estratégica si se producía
una agresión soviética en Europa occidental, cuando Moscú tenía la posibilidad de responder, también nuclearmente, a dicha utilización. Presumiblemente, ningún presidente americano estaría dispuesto a tomar una decisión que, pretendiendo la defensa de sus aliados, pusiera en grave peligro su propio país. En otras palabras,
la doctrina de Respuesta Masiva no resultaba creíble. El cambio en la estrategia del bloque atlantista implicó
la sustitución de la doctrina de Respuesta Masiva por la de Respuesta Flexible para restablecer la racionalidad
y la credibilidad de la disuasión ampliada. El contenido de esta nueva doctrina, aunque con distintos nombres,
fue la posición oficial de los Estados Unidos y la OTAN en las últimas décadas de la Guerra Fría: las potencias
occidentales pusieron de manifiesto el propósito de “graduar” su reacción, en función de la entidad de las provocaciones soviéticas. La doctrina de Respuesta Flexible suponía que, si las fuerzas convencionales no fueran
capaces de disuadir un ataque convencional soviético en Europa occidental, contemplaba la utilización, a distintos niveles de intensidad, de armas nucleares. Así, ante el resultado adverso de un choque convencional, la
doctrina proponía el empleo de armamento nuclear táctico en el campo de batalla. Si esto no fuera suficiente
para frenar el avance soviético, establecía el uso de armas nucleares de alcance intermedio contra objetivos
militares situados en territorio de la Unión Soviética. Por último, si el desarrollo de los hechos lo exigiera, urgía a
que los Estados Unidos lanzaran un ataque nuclear generalizado con su armamento nuclear estratégico (Para
una descripción de los distintos eslabones de la cadena de respuesta flexible, puede verse: Freedman, L., The
Price of Peace. Living with the Nuclear Dilemma, London, Firethorn Press, 1986, p. 143 y McNamara, R. S.,The
No-Cities Doctriner y Schlesinger, J., ~Lirnited Nuclear Options, en Art, R. J. and Waltz, K. N. (Eds.), The Use
of Force. International Politics and Foreign Policy, 2d ed., Lanham, University Press of America, 1983., pp. 149
y 152 respectivamente).
Así pues, la teoría del “no uso”, concede a las armas nucleares una función exclusivamente disuasoria. Por su
parte, la teoría de “uso” propugna la adopción de estrategias de guerra nuclear limitada, con la pretensión de
que los hombres de estado no tengan que elegir entre el suicidio o la rendición en desventajosas condiciones.
Una solución al problema de la cuestión nuclear pasa por la sustitución de las premisas del estatocentrismo
por el paradigma globalista (esto es: enfocar el tema desde una concepción de seguridad global, mundial, en
lugar del punto de vista individual estatal). La teoría de la disuasión no ha podido resolver la “anomalía” de su
97
fracaso: que ella no impida el desenlace de la guerra nuclear que, una vez iniciada suspende la pretendida
racionalidad que –para sus defensores– la sostiene.
Nota N° 99: Para Hobsbawm, el siglo XX ha sido el más sangriento de la humanidad. La cifra total de muertos
provocados directa o indirectamente por las guerras se eleva a unos 187 millones de personas, un número
equivalente a más del 10% de la población mundial de 1913. (Hobsbawm: 2002).
Nota N° 101: El debate HABERMAS-RATZINGER, conocido como “Diálogo entre la fe y la razón”; el de FLORES D’ARCAIS y RATZINGER, moderado por un judío: “Diálogo sobre la fe, el saber y el ateísmo” son la
evidencia palpable. No es imaginable en cambio (como lo señala Sebreli, 2009) un dialogo similar entre un
Ayhatollah y Salman Rudshi, disintiendo sobre la existencia de Alá: Komeini se redujo a librar una orden de
asesinato. Y aún hoy los musulmanes hindúes pretenden que no se autorice el ingreso a la India del autor de
Los versos satánicos” (Perfil, 15/01/2012).
Nota N° 102: Sin perjuicio de ese ‘revival’ en expresiones como el Tea Party y la generación de “locos políticos”
a que refiere Hobsbawm (2007, p. 38), las últimas menciones de “naciones católicas” terminaron con el fin de
las dictaduras española y portuguesa y las dictaduras militares de América Latina. Tardíamente el Concilio
Vaticano II aceptó en 1965 la democracia y el liberalismo; y el decreto de Pío XII excomulgando a quienes defiendan o propaguen “la doctrina materialista y anticristiana de los comunistas”, cayó en desuso. El Vaticano ha
adecuado sus doctrinas de origen premoderno a los descubrimientos de las ciencias. ¿Acaso el bing-bang no
puede ser un acto de creación?; ¿y la evolución, no puede ser efecto de “las fuerzas creadoras al servicio del
plan divino”? (La Biblia Latinoamericana, p. 2).
Nota N° 103: Durante la oración por la paz realizada conjuntamente con representantes de todas las religiones,
en Asís, en octubre de 2011, el Papa calificó a los agnósticos como personas “que buscan la verdad, buscan
al verdadero Dios, cuya imagen en las religiones, por el modo en que muchas veces se practican, queda frecuentemente oculta. Que ellos no logren encontrar a Dios depende también de los creyentes, con su imagen
reducida o deformada de Dios. Así, su lucha interior y su interrogarse es también una llamada a los creyentes
a purificar su propia fe, para que Dios –el verdadero Dios– se haga accesible”. El Papa señaló que, por ser los
agnósticos “peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz”, al formular preguntas “despojan a los ateos combativos de su falsa certeza”, pero también “interpelan a quienes adhieren a una religión, para que no consideren
a Dios algo que les pertenece, para luego sentirse autorizados a la violencia contra los demás” (LA NACION,
28/10/2011).
Nota N° 104: Antonio Vallejo Nágera fue un psiquiatra de la España franquista, comprometido con los excesos
de ese régimen durante la Guerra Civil, que adhería a variantes de la tesis biologista en materia social. Diagnosticó en Abderrahman III, el supuesto mal de la melancolía (que las nuevas escuelas han ido denominando
“síndrome maníaco-depresivo” o, actualmente, “trastorno bipolar”). Por nuestra parte, solo encontramos en el
viejo emir, un bien escaso: sabiduría.
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114
ANEXO MAPAS
Mapa N° 1: LA PARTICIÓN DE INDIA
115
Mapa N° 2 – ASIA MERIDIONAL EN LA ACTUALIDAD
Mapa N° 3: PAKISTÁN
Mapa N° 4: Principales grupos étnico- lingüísticos en Pakistán y en
sus áreas cercanas: pashtún (verde), baluchis (rosa), panyabí (café o
castaño) y sindhi (amarillo).
116
Mapa N° 5 : CACHEMIRA (región en disputa)
117
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