NÚM: 63 • JULIO 2014 • 33 Mireia Morán El cementerio no católico de Madrid P ese a su importancia, uno de los cementerios menos conocidos de Madrid es el Cementerio Civil. Pertenecía a la Necrópolis del Este, lo que actualmente se conoce como el Cementerio de la Almudena. Se ubica entre la avenida Daroca, donde se encuentra su entrada, y la calle de Francisco Largo Caballero y la de Nicolás Salmerón. Desde el siglo XVIII el privilegio de sepultura en el interior de las iglesias se encontraba reservado a un grupo muy restringido de personas, y los camposantos eran para quienes murieran en el seno de la Iglesia. Con el aumento de la población urbana se hace necesario habilitar zonas en el extrarradio de las ciudades controladas con este fin. Además un corralillo en torno a las iglesias, se dedica a aquellos que no tienen dinero para ser enterrados o no caben. Poco a poco se lograron condiciones más dignas para los exiliados del cielo que inhumarles en una fosa común o en el denominado por aquel entonces corralillo de los ahorcados o de los suicidas. Según palabras de Miguel Morayta y Sagrario, catedrático de Historia de la Universidad Central que también fue enterrado en él, en su libro póstumo El Cementerio Civil del Este publicado en 1918 «Tan poco preocupaba el número a que pudieran llegar éstos, que se consideró bastante consagrarles un rincón, que aún siendo irregular y estrecho y estando en cuesta, quienes a la sazón se preocupaban de estas cosas, lo consideraron un triunfo de la tolerancia y un enorme progreso, comparado con el inmundo corral cubierto de hierba, pared por medio de un cementerio en los altos de San Isidro, destinado a ese fin«. Aunque se le denominó burocráticamente Cementerio Civil, las gentes lo llamaban Cementerio no católico. Su origen se remonta al 2 de Abril de 1883 cuando una Real Orden establecía que en Ayuntamiento cabeza de partido judicial y en aquellos con más de 600 vecinos debía crearse anejo al cementerio católico con una entrada independiente un espacio destinado a difuntos no católicos o suicidas. Más adelante acogería también a masones, librepensadores, comunistas, socialistas, protestantes o repudiados por la iglesia. Hay que destacar que en 1857 aún se reconocían en España en torno a 2655 pueblos sin cementerio. La primera persona en recibir sepultura en él NÚM: 63 • JULIO 2014 • 34 fue Maravilla Leal González quien se suicidó el 9 de Septiembre de 1884 a los 20 años. A su funeral celebrado el 13 de Septiembre de 1884 asistió Alfonso XII dándose, desde ese momento, por inaugurado. Como conmemoración el Ayuntamiento, cuyo alcalde era el marqués de Bogaraya, concedió una sepultura gratuita y a perpetuidad. La inhumación en este Cementerio civil se consideraba una declaración de intenciones tanto por parte del fallecido como de la familia de este y una afrenta desde sectores de la sociedad española como el conservador y el católico. En 1932, con la II República, se comenzó a cuestionar la división entre ambos y a discutir un proyecto de ley sobre la secularización de los cementerios. De hecho, se intentó que tuvieran la misma consideración que los recintos católicos, consiguiendo, por ejemplo, que por ley se derribasen los muros que separaban el cementerio civil de Madrid del de la Necrópolis Católica del Este, pero años después el régimen franquista los alzó de nuevo. Desde el año 2000, aunque algo escondida tras la capilla civil, el Pueblo de Madrid puso una placa homenaje a todos los que lucharon por la libertad y represaliados del franquismo. Muchas otras personas lo eligieron como lugar de enterramiento y gracias al libro de Morayta conocemos quienes yacieron allí hasta 1917. Sin embargo, la iglesia hacía excepciones, citando de nuevo sus palabras: la puerta se abrió cuando al suicida Larra se le sepultó en el cementerio de San Nicolás, sin la impedimenta de la cruz de la parroquia, ni curas, ni piporro, ni hisopo. Entre otros allí se enterraron: Políticos de la Primera República, como Estanislao Figueras y Moragas, Francisco Pi i Margall, en su impresionante mausoleo modernista, y Nicolás Salmerón Alonso, admirado en su época y defenestrado después, su epitafio comenta que dejó su puesto por no firmar una condena de muerte. Seguidores de alemán Karl Christian Friedrich Krause, los krausistas, como Fernando de Castro y Julián Sanz del Río y el creador y director de la Institución Libre de Enseñanza Francisco Giner de los Ríos y su compañero y sucesor Manuel Bartolomé Cossío. Intelectuales como el urbanista Arturo Soria y Mata, Pío Baroja, cuya tumba se esconde tras la hiedra, y el escultor Emiliano Barral. El fundador del PSOE y la UGT Pablo Iglesias Possé y líderes socialistas como Julián Besteiro Fernández y Francisco Largo Caballero. José del Castillo Sáenz de Tejada, el Teniente Castillo, su asesinato, cometido por ultraderechistas a las puertas de la Ermita del Humilladero en la esquina de las calles Fuencarral y Augusto Figueroa junto con el asesinato de Calvo Sotelo, se considera uno de los detonantes de la Guerra Civil Española. Julián Grimau, político comunista opositor a la dictadura, condenado a muerte y ejecutado en 1963 por el franquismo y una enorme lápida donde suele haber rosas para Dolores Ibárruri. Marcelino Camacho Abad, metalúrgico, militante del PCE y primer Secretario General de las Comisiones Obreras: «Ni nos domaron, ni nos doblaron ni nos van a domesticar». 3