Chilenos en Madrid. Augusto D`Halmar.

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ANALES DE LITERATURA CHILENA
Año 5, Diciembre 2004, Número 5, 45-60
CHILENOS EN MADRID. AUGUSTO D’HALMAR
Juana Martínez
Universidad Complutense. Madrid
“Yo soy uno, diversificado por cuanto amé,
multiplicado por cuantos me amaron. Plural y
ubícuo, tal cual viví más de una vida para el
goce, tal para la pena he de sufrir –o he ido
sufriendo ya– más de una muerte”.
Augusto D’Halmar, Castilla
Los quince años que vivió Augusto D’Halmar en Madrid entre 1918 y 1934
constituyen, según Enrique Espinoza, el período “más fecundo y el más ejemplar”
del autor de Juana Lucero. Este crítico ruso-argentino-chileno llegó a hablar del
“españolismo” de D’Halmar, pensando no tanto en los personajes o escenarios españoles de sus novelas o ensayos, como en la perspectiva española, tan excesivamente
entusiasta para él, que lo llevaba a mostrarse en sus escritos “más papista que el
Papa” 1. D’Halmar explicaba, ya desde Chile, que en España había encontrado el
clima atmosférico y el clima moral que le era necesario para vivir, pues era “la única
comarca europea donde no pasamos como forasteros, es decir ficticiamente, los
americanos, y donde vivimos en carne y hueso y en alma y vida” 2.
Es sabido que su llegada a España estuvo precedida por otros viajes, ya que
la vida itinerante de D’Halmar había empezado años antes al internarse por rutas
orientales desde el puerto de Londres. Desde ahí llegó a Francia en enero de 1908,
1
E. Espinoza: “El maduro escritor viviría durante quince años como pequeño rentista en
Madrid. Es su período más fecundo y el más ejemplar por la dignidad con que supo hacer
frente a la vida manteniéndose como artista puro, sin distraerse “al servicio” de nadie”. Antología
de Augusto D´Halmar. El hermano errante. Santiago de Chile: Zig-Zag, 1963, p. 22.
2
Augusto D’Halmar, Carlos V en Yuste. Castilla. Santiago: Ediciones de la Sociedad de
Escritores de Chile, 1945, p. 64.
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JUANA MARTÍNEZ
camino de Calcuta donde se estableció en la siguiente primavera. En escasos meses,
sin embargo, tuvo que abandonar la India por motivos de salud y al poco volvió a
desembarcar en Francia, en el puerto de Marsella. Es posible que desde esta escala
estableciese el primer contacto con España 3, bien porque pasase en persona a Barcelona o porque desde allí enviase al editor Antonio López el manuscrito de su obra de
teatro Al caer la tarde que fue publicada al año siguiente. Ese mismo año de 1908 ya
se le encuentra como cónsul en Puerto Etén, en Perú, donde residió hasta 1916.
Mientras tanto, en 1909, en Barcelona aparece el “drama en tres actos” Al
caer la tarde, cuyo autor se nombra simplemente como Halmar. La acción transcurre en un balneario en el sur de Chile y, según E. Espinoza, parece que nunca se
representó. En esta primera obra suya en España, D’Halmar todavía se interesa por
difundir el imaginario chileno, algo que después será sustituido por la visión exotista
de Oriente.
No es hasta finales de 1916 cuando D’Halmar pisa por primera vez tierra
española, aunque no se trate más que de una escala en el puerto de Cádiz en ruta
hacia Francia. En diciembre de ese año se establece en París y comienza a enviar a
Chile crónicas sobre la guerra europea como corresponsal en el diario La Unión de
Santiago. En París entra en contacto con otros escritores chilenos con los que también compartirá más tarde experiencias madrileñas, como Vicente Huidobro y Joaquín Edwards Bello. También entabla amistad con el poeta lituano Oscar Lubisz
Milosz que dará a conocer después a los madrileños.
Hacia finales de noviembre de 1918, cuando terminó la gran guerra, D’Halmar
pudo pasar de Francia a España. Coincidió con la llegada también a “los Madriles” 4
de Federico García Lorca que se instaló en la Residencia de Estudiantes, importantísimo
núcleo de la cultura y el arte español, cuya actividad quedó interrumpida con la
Guerra Civil. No deja de sorprender 5 la personal visión descalificadora que D’Halmar
3
E. Espinoza afirma: “Al caer la tarde aparece publicado en volumen al paso de D’Halmar
por Barcelona en 1907”. Sin embargo, no hay constancia de tal paso por Barcelona, y la obra
se publicó en 1909. Op. cit., p. 15.
4
Expresión castiza asimilada y empleada por D’Halmar. En Los 21, Santiago de Chile: Ed.
Bachillerato, 1962 (2ª edición), p. 237.
5
Pero más sorprendente resulta su interpretación misógina de la versión femenina de la
Residencia de Estudiantes: “entre tales aulas y promiscuidades de convento laico de los de a
dos en la celda, las educandas se hacían marimachos y ¡ay! se afeminaban y enfeminaban los
educandos; la intransigencia, el fanatismo, de esa cultura de pseudo emancipación, no tenían
nada que envidiarle a la más ultramontana”. Los 21, ed. cit., p. 238.
CHILENOS EN MADRID. AUGUSTO D’HALMAR
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tiene de este lugar que él debió frecuentar en sus años madrileños. Considera que el
gran proyecto educativo y cultural realizado por don Francisco Giner de los Ríos,
que era la Residencia de Estudiantes, quedó desvirtuado al poco de su puesta en
marcha “por pedagogos que no supieron conservar su espíritu y no inculcaban sino
letra y bellas letras, letra muerta, en todo caso”. Pese a todo, estima que la personalidad de García Lorca le mantiene a resguardo de tal desatino, pues “era mucho
muchacho para formarse o deformarse en ese vivero del pedantismo”:
Cuando él, todavía imberbe, tuvo tratos asiduos con las Musas, y conste que no
he dicho con las mozas, no tomó esas paredes falsamente austeras sino como
garçonnière, donde convivía con condiscípulos de su edad y mocedad, sobre
los cuales reinaba, esta es la palabra, con su entusiasmo y su fantasía 6.
Al menos durante ese primer invierno madrileño del chileno y el granadino, la
relación entre ambos fue intensa y continuada. Se encontraban asiduamente en un
salón del Teatro Eslava7 con otros amigos del mundo teatral, como el autor Gregorio
Martínez Sierra y la actriz Catalina Bárcena, y los escritores de memoria inseparable
Vidal y Planas y Antón del Olmet 8. A la salida, D’Halmar acompañaba a Federico
hasta la Residencia paseando al frío del Paseo de la Castellana. El chileno, atento a
su itinerario urbano, se recreaba ante todo en la arquitectura palaciega y comentaba
con la pasión de un madrileño que “era esa la Villa y Corte, contra la cual se ha
estrellado siempre toda invasión extranjera, la napoleónica deshecha y detenida indefinidamente estotra de moros, ulanos y besaglieri” 9.
Sus encuentros se distanciaron después, posiblemente porque Lorca fue conociendo en la Residencia a la mayoría de los poetas y artistas de su generación
con los que pasaba gran parte de su tiempo10. Ello no impidió que su amistad se
6
Ibídem, p. 238.
Donde un año después García Lorca estrenaba El maleficio de la mariposa. D’Halmar se
equivoca y dice que aquí estrena Mariana de Pineda (sic) que no se estrenó hasta 1927 en el
Teatro Fontalba. Sobre la costumbre de las tertulias en los saloncillos de los teatros, véase
Antonio Espina, Las tertulias de Madrid. Madrid: Alianza ed., 1995. Según Espina, el teatro
Eslava era “un rincón ameno y el más bullicioso” de la época y estaba especializado en el
“género verde” con chicas “muy atractivas y muy simpáticas”.
8
Alfonso Vidal y Planas, dramaturgo, novelista y periodista mató a su compañero y socio
Luis Antón del Olmet, por un asunto personal en el saloncillo del Eslava en 1922.
9
Los 21, ed. cit., p. 239.
10
“En esa jaula de grillos (referencia a una frase de Pérez Galdós citada previamente por
D’Halmar, en la que el novelista se refiere a Madrid como “nuestra casa de locos nacional”),
7
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mantuviese siempre intacta, como da a entender D’Halmar 11 al evocar algunos momentos en que volvieron a verse años más tarde, y especialmente aquel reencuentro
que se produjo al finalizar el año 1930 cuando García Lorca regresó desde Nueva
York :
Una noche de otoño, ya de regreso, me dijo, como él sabía decir, su Oda, en la
terraza del café de Correos, junto a Cibeles. Solía reservarme la primicia de sus
inspiraciones; solía explicarme hasta sus proyectos, y otra vez, describiéndome
su Zapatera Prodigiosa, como yo no acababa de enterarme, alzó la pantorrilla
y los brazos, y esbozando con los dedos un castañeteo de petenera, me dijo:
“En fin, la Zapatera Prodigiosa vengo a ser yo mismo”; solía aconsejarse de
mi corrida experiencia: “Siempre te reservo como último recurso de amparo”,
me confesó una vez 12.
A su regreso a Chile, un D’Halmar afín a la República y comprometido con el
pueblo español quedó profundamente conmocionado al recibir de forma inesperada
la noticia de la muerte de su compañero Federico 13.
Durante ese primer año de vida madrileña, D’Halmar siguió todavía vinculado editorialmente a Barcelona donde publicó Nirvana (viajes al extremo oriente).
Relato de viaje en la Casa Editorial Maucci. Este libro constituye el tomo VIII de la
Colección de Escritores Americanos dirigida por el escritor peruano Ventura García
por el aturdimiento y la alegría vivimos años de años, Lorca y yo, cada uno por su lado, abejas
de distinta celdilla y de diverso panal, pero en la misma colmena, y de ahí irradiábamos en
verano hacia los cuatro confines de la península, los cuatro costados de esa piel de toro, de
Levante a Vasconia y de Galicia a Almería”. Op. cit., p. 239.
11
“Recuerdo que en La Coruña, donde yo veraneaba, me tocó un año presentarlos (se
refiere a “La barraca”) y presentar su estreno del “Gran Teatro del Mundo” de Calderón [...]
Otra vez nos reunió Manuel de Falla, en su carmen de la Alambra, para que leyera Federico un
libro suyo inédito..”. Op. cit., pp. 239-240.
12
Los 21, ed. cit., pp. 240-241.
13
“La noticia de su misterioso viaje, me ha llegado de muy lejos y me ha tocado en lo más
hondo. El ha realizado integralmente su destino de artista y de hombre y ha sido inmolado ¡este
sí! En los altares de una patria que hoy es Patria de Todos. Y yo le envidio, por haber muerto
joven, por haberse llevado intacta y sellada la copa que los Olímpicos le confiaran; por haberse
sacrificado en aras del pueblo, que es la única patria verdadera; y simplemente lo envidio por
haber muerto, por estar ya muerto. Así se me ha roto a mí la voz y suspendido el aliento, al
conocer su muerte y transfiguración”. Los 21, ed. cit., p. 241.
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Calderón. Según indica el subtítulo, es un “relato de viaje”, que recoge las experiencias vividas por D’Halmar diez años antes y donde lo más importante es la idea de
movilidad del viajero y la sucesión de espacios diversos de gran significado exótico.
D’Halmar construye su relato sobre textos fragmentarios de diversa índole, con un
gran componente autobiográfico, que llevan al lector español en un viaje marítimo
desde el océano Atlántico rumbo al mar Adriático hasta la India, pasando por Venecia,
Turquía y Egipto. Desde la India regresa rumbo al Perú, pasando por África, la
Bretaña francesa y Londres. Con un marcado exotismo oriental de fondo y con un
tono discursivo intimista y lírico, el viajero divaga sobre la realidad y se enfrenta a
su soledad y sus recuerdos de la infancia. Las largas horas de viaje en barco le invitan a meditar sobre su origen y su destino, más en el terreno de las ensoñaciones o
entrevisiones que en el del desarrollo lógico del pensamiento.
D’Halmar se esfuerza por distanciarse de la imagen de un turista convencional para ofrecer la de un viajero singular que fija las imágenes para el recuerdo con
la palabra escrita:
Yo que no traigo de mis viajes tarjetas iluminadas, ni llevo conmigo Kodak
inseparable a los turistas, ¡poder fijar por medio de las palabras esta escena tan
efímera, que se irá debilitando en mi memoria y que mañana ya no encontraré
en ninguna parte; poder conservármela para mí mismo con toda la vibración
que le prestaba el ambiente africano y la proximidad inquietante del mar de
fuego y del gran desierto…14
En su archivo literario guarda los países y las ciudades que recorre: Amsterdam,
Constantinopla, Venecia, Calcuta, Ceylán, Atenas, Pompeya, Alejandría, Nápoles,
París, etc. No de forma global, sino siempre por algún detalle; “yo se que no todos
recuerdan como yo, sólo por cierto aspecto los países que han recorrido, como les
pasa a lo niños”. Junto a los lugares exóticos, Chile aparece en varias ocasiones en
su memoria, evocado también “sólo por cierto aspecto”:
No recuerdo de Chile más que San Bernardo y del pequeño pueblo, solamente
el molino viejo… De las personas amadas, un gesto, un rasgo, y de mi vida
entera, pequeños lampos, que no fueron nada en el momento de vivirlos y que
ahora lo son todo 15.
14
15
Augusto D’Halmar, Nirvana. Barcelona: Casa editoral Maucci, p. 161.
Ibídem, p. 175.
50
JUANA MARTÍNEZ
Sin haber entrado aún en el mercado editorial madrileño, lentamente se iba
haciendo su propio espacio en el mundo literario de la capital de España, hasta que
en 1922 aparecieron sus primeras publicaciones en Madrid, no como autor sino como
traductor y prologuista. Ediciones Auriga publicó su traducción y prólogo de los
Poemas del poeta lituano Milosz y la editorial Mundo Latino sacó la novela de Joaquín Edwards Bello con un prólogo de D’Halmar en el que, fiel a su propia trayectoria y a la de su compatriota, hace una defensa de la inteligencia y el cosmopolitismo
del hispanoamericano16.
También ese año de 1922 recibe el espaldarazo definitivo en uno de los santuarios de la cultura de entonces que era El Ateneo. Allí en tres conferencias consecutivas 17 explora en el tema del viaje a lugares exóticos –de nuevo la India, Egipto,
el Oriente– que ya había empezado a rentabilizar en su novela Nirvana y que seguirá
explotando en libros sucesivos.
Fue presentado en la primera conferencia por Antonio Espina, un joven escritor, coetáneo de la Generación del 27, que empezaba a despuntar ya con una voz
muy personal después de haber publicado varios poemarios y artículos de crítica
literaria y artística. Espina mostraba ya una firme defensa del compromiso ético del
escritor con su mundo y terminó convirtiéndose en uno de los intelectuales republicanos de mayor relevancia. Es evidente que las compañías españolas de D’Halmar
desde los comienzos apuntaban ideológicamente hacia el mismo vértice y él sintonizaba con esa onda republicana que se afianzará a su vuelta a Chile y durante la
Guerra Civil Española.
La amistad de D’Halmar con Antonio Espina así como su afinidad ideológica
les llevo a colaborar juntos en varias ocasiones, como es el caso de la traducción que
ambos hicieron en 1925 para la editorial de la revista de Occidente de Le cocu
magnifique (El estupendo cornudo), del dramaturgo francés Crommelynck que no
se estrenó hasta el 15 de enero de 1933 en el teatro Cervantes de Madrid 18.
En Chile se tuvo conocimiento de estas conferencias de D’Halmar en El Ateneo a través de Joaquín Edwards Bello, testigo de ellas, que al tiempo que mantenía
16
Véase Juana Martínez, “Chilenos en Madrid. Joaquín Edwards Bello”, en Anales de
Literatura Chilena, nº 4, año 4, diciembre, 2003, pp. 78-79.
17
Las tres conferencias, dictadas el 6 de febrero, el 6 de marzo y el 7 de abril, llevan
respectivamente los títulos de “Sensaciones de la India”, “Iniciaciones. Evocación de Egipto”
y “Escalas del Levante”.
18
Antonio Espina, Ensayos sobre literatura. Edición al cuidado de Gloria Rey Faraldos.
Valencia: Pre-textos, 1994, pp. 43-44.
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51
informados a sus lectores chilenos de las actividades de otro chileno en Madrid, le
devolvía a su compatriota la atención del prólogo que le había dedicado a su novela.
Edwards destacaba la originalidad con la que impresionaba D’Halmar en el Madrid
de la época:
Es una novedad en español, en la España solitaria, un poco refractaria a lo
exótico, es una novedad como fueron Darío, Gómez Carrillo, Rodó, etc.
D’Halmar produce siempre un gran efecto. D’Halmar dijo cosas muy bellas en
el Ateneo de Madrid; recordó Valparaíso y su vida de marino19.
Edwards lo veía en su crónica como un pesimista dado a la actitud
contemplativa, y lo llamaba un “pequeño soñador desencantado”. Lo describía como
un hombre alto, con el pelo encarrujado, blanco. Ojos color mar, cambiantes, y hasta
revueltos algunas veces, como después del temporal. Todo en él dice del marino,
desde la pipa inseparable, que es la chimenea de su barco interior, hasta los caracoles
blancos de la cabeza, como velas enrolladas 20.
Grande debía de ser la sintonía de Edwards Bello con D’Halmar, cuando esta
misma figura marina de ojos “claros, llenos de cielo y mares” con su pipa de espuma
y su capa española aparece como personaje –sin duda inspirado en su amigo, viajero
y cosmopolita, D’Halmar– de su novela El chileno en Madrid: un escritor chileno,
Lindstrom, de ascendencia nórdica pero muy arraigado en Madrid, con el que el
protagonista, proyección de Edwards, comparte experiencias e ideales. El narrador
se refiere a ellos como “exchilenos” y “malos chilenos, porque parecen más españoles que los mismos españoles”. Son en verdad “chilenos españolizados”, identificados especialmente con el pueblo madrileño, que profesan una peculiar forma de
cosmopolitismo, “satisfechos sin patria”, para los que “su desarraigo es la mayor
voluptuosidad”. El narrador profetizaba que este personaje, Lindstrom, estaba tan
identificado con el pueblo español que “vivirá hasta el fin, hasta que le lleve la
desnarigada, en su Madrid”. A D’Halmar, sin embargo, los prolegómenos de la
Guerra Civil lo devolvieron a Chile.
El año definitivo para el reconocimiento de Augusto D’Halmar en Madrid es
sin duda 1924, pues publica tres de sus más importantes novelas. Dos de ellas vinculadas a la prestigiosa casa Ribadeneyra, que se encargó de imprimirlas a cargo de la
Editora Internacional (Berlín-Madrid- Buenos Aires), La sombra del humo en el
19
20
Joaquín Edwards Bello, Crónicas. Santiago de Chile: Talleres “La Nación”, 1924, p. 79.
Ibídem.
52
JUANA MARTÍNEZ
espejo y La pasión y muerte del cura Deusto. La tercera es una novela corta que
escribió D’Halmar expresamente para publicarla en la colección “La novela semanal” 21 con el título de Mi otro yo. La doble vida en la India.
La sombra del humo en el espejo la escribió D’Halmar en los últimos meses
que vivió en París antes de pasar a España y está construida con el mismo material
de su novela Nirvana, extraído de su viaje a Oriente en 1908. Los mismos lugares se
organizan en itinerarios distintos con un personaje autobiográfico que cohesiona la
narración. El componente narrativo de esta novela es mucho mayor que en Nirvana,
con personajes mejor perfilados y con una estructura más compacta. Aunque la sustancia de que está hecha es también el viaje, más que la sucesión de espacios, cobra
una gran importancia la singularidad de los personajes y las misteriosas relaciones
que se establecen entre ellos y entre ellos y la realidad.
La pasión y muerte del cura Deusto (Fechada en Sevilla, 1º de enero, y Madrid, 18 de septiembre de 1920) es la primera obra de factura española donde rompe
con la inercia del exotismo oriental, del autobiografismo explícito y del modo discursivo del libro de viajes para entrar de lleno en el mundo de la ficción novelesca.
Por primera vez sitúa la acción en España, pero, como si se resistiese a referentes
geográficos inmediatos, vividos por él, busca escenarios distantes de Madrid para
situarse en Sevilla, donde D’Halmar pasa una temporada mientras escribe la novela.
El protagonista, que llega desde el país vasco desconocedor del ambiente sevillano,
le permite al narrador tomar en consideración la lejanía entre dos polos distantes de
España, y hace inevitable que repita un motivo propio de sus libros de viajes, el de
un yo ajeno a un medio, en conflicto con la realidad inmediata desconocida para él.
La peripecia que sigue y las características de la novela han sido amplio objeto de la
crítica que ha situado la obra en su justo lugar.
En ese momento, La pasión y muerte del cura Deusto fue leída en los medios
literarios madrileños, pero seguramente no fue bienvenida, ni comprendida por todos. El crítico por excelencia de la época, Cansinos Asséns, a quien el propio
D’Halmar le había enviado su novela, no muestra mucho afecto por ella, afirmando:
“me repele por lo que de su argumento me han anticipado y no he tenido ánimos para
leerla”22. Quizás el rechazo de Cansinos venía por ser una novela “de corte wildiano”.
21
En estos años se extendió en España la costumbre escribir novelas cortas que encontraron
un vehículo apropiado para su publicación en colecciones como “El Cuento Semanal”, “Los
Contemporáneos”, “La Novela Semanal”, “La Novela Corta”, “La Novela de Hoy”, etc., que
tuvieron una gran acogida popular y contribuyeron a la fama de los escritores que en ellas
colaboraban.
22
Lo que quiere decir que fue leída o comentada en los círculos literarios.
CHILENOS EN MADRID. AUGUSTO D’HALMAR
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En la novela Mi otro yo. La doble vida en la India, D’Halmar vuelve sobre los
temas exóticos orientales con los que el lector español más lo identificaba. Aquí
reorganiza narrativamente algunos aspectos de su viaje a la India tratados en una de
las conferencias dadas anteriormente en El Ateneo y vuelve a relatar las experiencias viajeras de un personaje con tintes autobiográficos. De nuevo un marino, ensimismado, contemplativo, dado a las reminiscencias de infancia que vive experiencias únicas en el ambiente misterioso de la India. Una India entrevista tanto por el
hechizo de la noche, como por el sopor de la siesta, el arrobamiento de la pipa de
opio o los ritos esotéricos que favorecen visiones fantasmales y desdoblamientos
como los sufridos por el protagonista, que al volver de su viaje prefiere la explicación racional de los extraños sucesos vividos:
¿Todo no había sido un sueño de opio y de insolación, o el remedo de algo que,
Dios sabe cuándo, se había ya verificado? ¡Bah, parodia y ficción todo!
El texto iba precedido de un prólogo firmado por uno de los narradores más
activos y conocidos de la época, José Francés, también prestigioso periodista y crítico de arte.
La narrativa española de la época estaba presidida por nombres como Pío
Baroja, Azorín, Valle Inclán, Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Gómez de la
Serna, etc., a los que acompañaba un grupo importante de narradores –entre los que
se encuentra José Francés– que preferentemente vuelve a un costumbrismo más o
menos tamizado por el paso del modernismo. Aunque resulta imposible generalizar
sobre la narrativa española de la época porque existen grandes distancias entre unos
y otros escritores, entre Azorín y Gómez de la Serna, por ejemplo, y se dan múltiples
posibilidades entre ellos, se puede afirmar que lo español se impone como referente
literario, por lo que la narrativa exoticista, lírica e intimista de D’Halmar no deja de
ser un caso raro dentro del panorama narrativo español. El prologuista, José Francés,
así lo certifica cuando presenta a D’Halmar como una “extraña y sutil figura de
artista”, “un escritor chileno por su origen, pero universal por su obra mecida bajo
los más diversos cielos y sobre los más lejanos mares”, y como no podía ser menos
lo considera hermano espiritual de Pierre Loti “infatigable indolente soñador de sensaciones”. Califica la novela como “una narración plena de misterio y de la feroz
sensualidad de la India remota” que seguramente impresionó la sensibilidad de los
lectores españoles, poco acostumbrados a los lejanos exotismos.
También durante 1924 vuelve al Ateneo, donde ya no necesita de presentaciones como dos años antes había ocurrido, a pronunciar dos conferencias, el 29
de enero, “el poeta Milosz y el misticismo eslavo”, cuyos poemas había traducido
y publicado dos años antes, y el 24 de marzo, “Gatita. Costumbres del Perú”,
54
JUANA MARTÍNEZ
basándose en sus experiencias como cónsul en el puerto peruano de Etén, sobre las
que ya había publicado anteriormente un relato de carácter autobiográfico 23.
Integrado ya en la vida cultural madrileña, Rafael Cansinos Asséns repara en
él 24, aun sin haber frecuentado los ambientes vanguardistas –que a D’Halmar no le
interesaban– ni su tertulia del Colonial, donde sí acudían sus compatriotas Vicente
Huidobro y Joaquín Edwards. Cansinos Asséns asegura que lo conoce solo de lejos,
de verlo en algunas tertulias, en La Granja del Henar o en la terraza de la Maison,
“envuelto en una capa a lo Judex y rodeado de efebos”. Por su aspecto saca la impresión de que es un hombre cansado y escéptico y desdeña la leyenda con que se rodea
“de descendiente de los vikingos escandinavos y audaz e insaciable descubridor de
horizontes, una especie de Childe Harold que ha dado la vuelta al mundo, en busca
de sensaciones”. Por Cansinos sabemos que D’Halmar aglutinaba en torno suyo
algunas tertulias de escritores que participaban de los mismos principios estéticos
que él, y que tenían por maestro a Oscar Wilde:
Augusto d’Halmar es el pontífice de un cenáculo de estetas, al que concurren
Baeza 25, el inevitable Goy de Silva 26 y un grupo de jóvenes, estilo Dorian Gray,
cuyos tipos suspectos hacen sensación entre los ingenuos vecinos del Viaducto 27.
Su fama crece a partir de 1926, cuando empieza a publicar periódicamente en
el diario Informaciones de Madrid. Su primer artículo aparece el 24 de diciembre de
ese año y seguirá publicando ininterrumpidamente hasta el 21 de febrero de 1931.
Durante más de cuatro años, los lectores españoles se acostumbran a leer un artículo
de portada –salvo escasas excepciones que aparece en el interior– con una frecuencia media de cuatro por mes, firmado por Augusto D’Halmar. Su firma se asocia a
23
Había sido publicado en 1917 en Santiago en la Revista de Los Diez, nº 3, con el título de
“Gatita”.
24
Ambos escritores vivían muy cerca en el mismo barrio de Madrid. “El viaducto está
literatizado. No soy yo el único escritor que vive en él. Ricardo, el cartero-dramaturgo, me
participa que también le lleva cartas al escritor americano Augusto d’Halmar, el autor de Muerte
y pasión del cura Deuto (sic) –novela de corte wildiano– que vive en la calle Angosta de los
Mancebos”. Rafael Cansinos Asséns, La novela de un literato, 3. Madrid: Alianza Ed., 1995,
p. 27.
25
Ricardo Baeza, traductor y poeta. Tradujo la obra completa de Oscar Wilde.
26
Ramón Goy de Silva, poeta gallego afincado en Madrid.
27
R. Cansinos Asséns, La novela de un literato, ed. cit., p. 27.
CHILENOS EN MADRID. AUGUSTO D’HALMAR
55
varias secciones que cambiaban a lo largo de los meses, después de haberse iniciado
en una de las de más larga duración en el diario, llamada “Nuestros colaboradores”.
Su primer artículo versa precisamente sobre la figura de su admirado Oscar Wilde,
un alegato a favor de su poesía y su pensamiento, con motivo del 26 aniversario de
su muerte. En ese artículo consideraba D’Halmar que Wilde
era encarnación de la cultura de su época, rey en el magnífico mundo irreal del
Arte y rey también de la Vida. El que hizo de la estética una filosofía y de la
filosofía una estética; el que enseñó a sus contemporáneos a pensar de otra
forma y dio otro color a las cosas28.
Pero el tema literario no era exclusivo en sus artículos. D’Halmar interesó a
sus lectores en temas musicales, pictóricos, teatrales, cinematográficos, históricos,
filosóficos, sociales, legendarios, etc., que remitían a cualquier lugar del mundo. La
mayor novedad de sus artículos residía en que su pluma se volvió más enérgica y
más rigurosa, perdió la gran dosis de autobiografismo de sus novelas y ganó en
proyección y apertura. Y, además, sin renunciar a su arraigado cosmopolitismo y a
su gusto por el exotismo, Madrid aparecía por primera vez en sus escritos.
Madrid era el objeto de una sección del diario llamada “Madrileñas”, que
D’Halmar redactó en más de una ocasión. A través de esos artículos, en los que no
puede desprenderse de lo autobiográfico, por tratarse de un objeto inmediato y vivido, conocemos más detalles de su experiencia madrileña y obtenemos algunas visiones muy particulares del paisaje urbano madrileño:
En esta parte donde habito del Madrid antiguo tengo un horizonte de tejados
que es como la perspectiva de una sucesión de mesetas vírgenes. Y ninguna
mirada puede explorarlas sino una que otra ventanita de buhardilla, con sus
espejuelos que hace relucir el sol o que la luz interna dora, con su cofia de tejas,
adornada con gasa y tul azul por la niebla, bordada por la nieve o plateada por
la luna.
Son los estados de las nubes demasiado bajas que suelen enredarse en las chimeneas, de los humos de esas pequeñas fábricas de vida llamadas cocinas.
Algunas cuerdas de ropa puesta a secar ondean como empavesados. Y son
sobre todo el dominio de los gatos.
Yo los veo mientras trabajo, trajinar precavidamente por los canales y mirar
hacia la calle, que abajo corre como un río, brincar sobre los tejadillos…29
28
29
“El aniversario de Oscar Wilde”, Informaciones, 24 de diciembre de 1926.
“El seráfico padre de los mininos”, Informaciones, martes 15 de febrero de 1927.
56
JUANA MARTÍNEZ
D’Halmar logra distanciarse del costumbrismo reinante y con el pretexto de
hablar de los gatos ofrece un paisaje fragmentado, impresionista de una ciudad que
ama y disfruta cada día, pese a sus defectos que tan bien ya conoce y padece; en
definitiva, un Madrid que considera dulce “sin lastre de epopeya, pero también con
la indispensable cepa y solera para aquilatar la vida”30.
A finales de febrero de 1931 se suspenden las colaboraciones de D’Halmar en
el diario, poco antes de la proclamación de la República, el 14 de abril, cuando los
incidentes y las revueltas políticas reclamaban mayor espacio en los periódicos.
Durante la República Informaciones continuó publicándose, pero renovó sus secciones y a gran parte de sus colaboradores.
Por esto años conoció al periodista César González Ruano, que también publicaba en el diario Informaciones. En coincidencia con Cansinos Asséns, González
Ruano calificaba a D’Halmar de “oscarwildeano”, y lo retrata de esta manera, no
exenta de cierta intención:
Augusto D’Halmar era un tipo muy impresionante, alto y distinguido, de pelo
blanco y aire un tanto diabólico. Lleva con él a todas partes a un muchacho que
era su amigo y con el que decía estar tan identificado que cuando le dolía la
cabeza mandaba al muchacho que se tomara la aspirina31.
En 1930 obtuvo D’Halmar el primer premio en el concurso convocado en
Madrid por la revista Estampa32 por su cuento “En provincia”, firmado con el seudónimo de “Provinciano”. El concurso había sido convocado en noviembre de 1928 y
hasta el 6 de mayo de 1930 no apareció el fallo del mismo firmado por los escritores
Armando Palacio Valdés, Alfonso Hernández Catá, Alberto Insúa y Rafael López
de Haro. No me consta, sin embargo, que el cuento apareciese publicado en dicha
revista, donde sí aparecieron algunos de los cuentos no premiados, pero recomendados para su publicación por el jurado por considerarlos “muy estimables”.
Al igual que el jurado, los concursantes eran de procedencia española e hispanoamericana. La revista había confesado su vocación americanista a partir del
30
“Los moradores de los sitios”, Informaciones, jueves 22 de enero de 1931.
César González Ruano, Mi medio siglo se confiesa a medias. I. Antes del mediodía.
(Memorias). Madrid: Fundación Cultural MAPFRE VIDA, 1997, p. 271.
32
Estampa. Revista gráfica y literaria de la actualidad española y mundial era una
publicación semanal que salía los martes, editada por los sucesores de Rivadeneyra. Había
sido fundada por Luis Montiel en enero de 1928 y unía a una clara intención divulgadora de la
actualidad política, social y cultural española una preocupación por temas internacionales.
31
CHILENOS EN MADRID. AUGUSTO D’HALMAR
57
segundo número, donde aparece una sección –“en la que pondremos mucho cariño”,
según señala el periodista que la dirige, Eduardo A. Quiñones– llamada “Las realidades del hispanoamericanismo” donde pretende llevar “las representaciones literarias, artísticas y diplomáticas de la América Hispana”. Pese a su propósito de no
hacer “hispanoamericanismo” al uso, que no había dado ningún resultado práctico, y
a sus buenas intenciones de estrechar los lazos fraternos con América por el camino
de las “realidades” 33, pocos números después la sección fue interrumpida.
Poco después de finalizar sus colaboraciones con el diario Informaciones, su
espíritu viajero se pone de nuevo en marcha y realiza un viaje a Yuste, en Extremadura34, dispuesto a conocer un lugar del que “todo el mundo ha oído hablar”. Allí
escribió un relato titulado “La carreta de la santa compaña” y recopiló todo el material de lo que sería un ensayo histórico sobre el emperador Carlos V, que llevaría el
título de Carlos V en Yuste, publicado en Chile en 1945.
A su vuelta le esperaba una de las mejores amistades que tuvo en Madrid, la
de Antonio Machado, que en 1932 se había trasladado a vivir a la capital, mientras
33
“Realidades” se opone a “romanticismos”, según se desprende de las palabras de Francos
Rodríguez, entrevistado en la primera edición de la sección por Eduardo A. Quiñónez, quien
considera indispensable la concertación de tratados comerciales, la concesión de préstamos, el
establecimiento de servicios, etc., en lugar de perderse en los lazos de sangre y del idioma, y
naufragar en “un mar de romanticismo”. Pero lo que considera más importante es la existencia
de una comunicación informativa constante “un cable directo”, entre América y España. La
creación de un periodismo atento a las noticias de ambos mundos: “Nosotros debemos ocuparnos
y preocuparnos de lo que ocurre en América (...) Es preciso llegar a conseguir que nuestro
pueblo sienta la necesidad de saber de sus hermanos americanos. Si no hay ambiente, debe
hacerse. No podemos hablar de hispanoamericanismo, ni menos conseguir en este sentido
obra alguna de trascendencia, sin haber logrado antes verdadera y leal compenetración entre
los pueblos español e hispanoamericanos”.
34
“Un azar de la suerte, o una suerte del azar, quiso que cierto escritor hispanoamericano
llamado d’Halmar, fuese a residir durante un año de su trashumante vida, al socaire del inmoble
monasterio legendario o, mejor dicho, auténtico; y si contribuyó algo a atraerle, la idea de
alentar al amor de su sombra, más le retuvo el hechizo que urdieron en torno suyo esas arañas
acurrucadas entre las grietas de los muros como parcas devanadoras y tejedoras de la túnica
inconsútil de Clío, comadre y comadrona de la historia.
Una pregunta, en boca de todos, me había hecho a mí mismo, y era por qué el Emperador
de Occidente, entre sus estados de Europa, desde el Vístula hasta el Guadalquivir, había escogido
para aislarse este punto hasta entonces ignoto del orbe. Sólo habitándolo, a mi vez, he resuelto
tal incógnita y voy a despejársela a quienquiera le haya preocupado”. Carlos V en Yuste, ed.
cit., p. 8.
58
JUANA MARTÍNEZ
ejercía como catedrático de francés en Segovia. En Madrid pasaba sólo los fines de
semana, pero eso bastó para que se afianzaran entre ellos unos sólidos lazos amistosos:
Entre los hogares españoles que me fue dado frecuentar durante mi larga residencia en España, estaba el de Manuel y Antonio Machado, el “malo” y el
“bueno”, según se les distinguió corrientemente 35.
Aunque valoraba a los dos hermanos Machado, D’Halmar sentía mayor predilección por Antonio, con el que compartía algunas tertulias, como la del Café
“Reina Victoria”, “de la calle ancha de San Bernardo, frente al antiguo palacio de la
Pardo Bazán [donde] nos reunimos durante años de años, con Emilio Carrere y Valerio
Martín, un poeta y un jurisconsulto”36. De su amistad con Machado guardó algunas
anécdotas 37 que recordará años más tarde, cuando también valoraba el papel de Machado en los desastres de la guerra que habían ocurrido después, como uno de los
componentes del “triunvirato de las víctimas de España” junto con Unamuno y Lorca.
Poco a poco se acercaba el fin de la residencia de D’Halmar en Madrid, sin
haber dejado de escribir incansablemente en los últimos años. Sus tres últimas novelas fechadas en Madrid, donde escribe sobre experiencias de París y Londres, son La
casa de citas de los muertos, El club de los durmientes y Capitanes sin barco que
están fechadas en febrero-marzo de 1930, 20-25 de mayo de 1931 y 14-29 de enero
de 1932, respectivamente. Se publicarán juntas en Chile en 1934 por Ediciones Ercilla,
con el título de la última.
En carta a Anita, viuda de Jordán, escrita desde Yuste con fecha 14 de abril de
1932, le comunica que acaba de terminar otra novela, Amor cara y cruz, que también
publicará en Chile en 1935. Esta carta contiene una serie de confesiones sobre lo que
había significado España y la República Española para él, después de “doce largos
35
Los 21, ed. cit., p. 209.
A la tertulia también asistían otros escritores y los pintores, escultores, músicos, toreros,
políticos, etc. más sobresalientes en los años de la República. Op. cit., p. 213.
37
“Naturalmente distraído, solía convertir en cenicero la banqueta del café donde nos
reuníamos, y como se lo reprochábamos, cierto día vimos con asombro que cuidadosamente
reunía la ceniza en un ángulo del velador. Pero cuando nos levantamos para irnos, el volvió
sobre sus pasos; con el codo limpió el mármol de la mesa; luego se restregó la manga contra la
solapa y salió tan orondo, con la chaqueta hecha una compasión”.
“Un recuerdo que conservaba Antonio Machado de mí y yo de él, eran las traducciones de
sus versos que solí improvisarle y que, como buen profesor de francés, se aprendía de memoria”.
Los 21, ed. cit., p. 213-214.
36
CHILENOS EN MADRID. AUGUSTO D’HALMAR
59
años de convivencia y compenetración española”. Expresaba su adhesión a la República y se enorgullecía de ser amigo de sus prohombres, sin menoscabo de su filiación americana, manifestando su convicción sobre la identidad entre España y América. “Trabajando por “esto” –decía– yo sé que lo hago por “aquello”, porque esto y
aquello, España y América, no viene a ser sino una sola cosa, o por lo menos lo será
con el tiempo”.
Le expresaba a su amiga el gran afecto que sentía por España porque era el
“país más entrañablemente humano de todos” aquellos en donde había vivido, donde podía llevar una vida recogida “aunque muy en comunicación con la de todo y de
todos”, y donde su obra “se redondea día por día”.
Dos años más tarde preparaba su vuelta a Chile y en una carta fechada en
Madrid, el 16 de mayo de 1934, se lo anunciaba a Armando Donoso, anticipándole
el entusiasmo y la emoción que lo llenaban después de 27 años de ausencia entre los
suyos.
Se embarcó el 24 de junio en el “Reina del Pacífico”, que debía llegar a Valparaíso el 18 de julio. Pocos meses después de su desembarco en tierra chilena se
convertía en el socio nº 87 del Partido Socialista Obrero Español en Chile, pues
España y los temas españoles seguían en su corazón. En seguida también publicó en
Santiago un lúcido ensayo, La mancha de Don Quijote, que debía llevar ya preparado desde España, donde recorre los espacios de Don Quijote comparando la Mancha
de Cervantes y la que él se encuentra en un viaje por esas tierras.
Coherente con su confesada adhesión a la causa republicana, en 1936 creó
“La unión para la Victoria” a favor de la República española, y publicó en Santiago
Lo que no se ha dicho sobre la actual revolución española.
Gran parte de la producción escrita por D‘Halmar se debe a su larga residencia madrileña donde pudo llevar la vida aislada y reconcentrada que él necesitaba
para dar forma escrita a sus ideas y experiencias. Sus conferencias, su participación
en las tertulias literarias y su amistad con los hombres de letras más importantes le
mantuvieron, sin embargo, en continuo contacto con la realidad circundante. Se sintió un español más sin dejar de ser chileno y de llevar una vida en perpetua errancia
y en búsqueda permanente de valores universales. Con estas palabras resumía su
vida como compendio de sus experiencias:
Yo he pasado lo que llaman una vida errante, que consiste en no vegetar en una
sola de las dependencias de esta posesión nuestra que viene a ser el mundo. Sé
dónde y cuando nací, pero ignoro cuándo y dónde moriré….Debo al Oriente
mi vulnerable fatalismo, a Inglaterra la cualidad aliviadora de percibir con oportunidad el lado humorístico de las solemnidades, a mi España38 esa instintiva
38
El subrayado es nuestro.
60
JUANA MARTÍNEZ
admiración por cuanto de por sí sea noble, a Francia mi refinamiento, y mi
ductilidad, a Italia39.
Lo cierto es que, pese a tantas vivencias y espacios recorridos, D’Halmar
reconocía al final de su vida, ya en Chile, que España le había hecho moralmente
porque en ella se había puesto en paz consigo mismo 40.
RESUMEN / ABSTRACT
Esta tercera entrega de “Chilenos en Madrid” se dedica exclusivamente a Augusto D’Halmar que,
durante los quince años de su residencia madrileña, entre 1918 y 1934, llegó a integrarse de forma
muy activa en la vida cultural de la capital de España. Aquí publicó varias de sus novelas, entre las que
se encuentra una de las más logradas, La Pasión y Muerte del cura Deusto. También pronunció conferencias en El Ateneo, participó en tertulias literarias, ejerció como periodista durante varios años en
Informaciones, uno de los diarios más importantes de la época, cultivó grandes amistades literarias,
etc. Esta intensa actividad fue interrumpida por los prolegómenos de la Guerra Civil que le llevaron de
nuevo a Chile
CHILEANS IN MADRID: AUGUSTO D’HALMAR
This third paper on “Chileans in Madrid” is dedicated exclusively to Augusto D’Halmar, who, during
the fifteen years he lived in Madrid (1918-1934), was an active participant in the Spanish capital’s
cultural life. In Madrid he published various novels, among them one of the most accomplished, La
Pasión y Muerte del cura Deusto (The Passion and Death of Father Deusto). He also gave conferences
in the Ateneo, was a member of literary groups, worked as a journalist for several years in Informaciones, one of the most important daily papers of the period, became a good friend of several Spanish
writers, etc. This intense activity was interrupted by the onset of the Civil War and his subsequent
return to Chile.
39
Carlos V en Yuste. Castilla, ed. cit., p. 62.
“una de las condiciones para la comprensión es el amor y para el amor el desinterés y si
yo no he triunfado en España ni intelectual ni materialmente, si hasta le debo como un favor
más el no haberme dispensado trato de favor, moralmente me he rehecho, por ser más exactos,
me ha hecho moralmente España. Porque dentro de ella me he puesto en paz conmigo”. En
Carlos V en Yuste. Castilla. Santiago de Chile: Ediciones de la Sociedad de Escritores de
Chile, 1945, p. 64.
40
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