Historia de España 1 Historia de España 2 COMUNIDAD DE MADRID CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO AUTORA: Marta Monje Molina Opción A Cuestiones A partir del año 750 a. C., las culturas indígenas de la Península y de las Islas Baleares entraron en contacto con otros pueblos más desarrollados que procedían del Mediterráneo oriental: los fenicios y los griegos. Estos pueblos conocían el alfabeto y practicaban la escritura, realizaban unos ritos religiosos más sofisticados y su tecnología era más avanzada, pues empleaban ya el hierro, aún desconocido en Occidente. Los fenicios, pueblo oriental de comerciantes, fundaron Gades o Gadir (Cádiz), probablemente en el siglo VIII a. C., Malaca (Málaga), Abdera (Adra) y Sexi (Almuñécar). Su influencia cultural fue importante en Baleares y en toda la Península, especialmente en el sudeste. De influencia fenicia, en la zona del Bajo Guadalquivir, existía, al parecer, un país rico llamado Tartesos, del que se han encontrado restos relacionados con ritos, objetos y tecnologías orientales como la orfebrería fina de oro del tesoro del Carambolo (Sevilla). Los griegos llegaron hacia el siglo VII a. C. Eran focenses (originarios de Focea, en Asia Menor) y fundaron Emporion (Ampurias/Empúries) y, después, Rhode (Rosas). Junto con los fenicios, introdujeron la vid y el olivo y las primeras monedas acuñadas en la Península Ibérica. Los cartagineses procedían de Cartago, ciudad norteafricana de origen fenicio; a partir del siglo VI a. C., se convirtieron en la potencia hegemónica del área. Aparte de buscar metales, reclutaron mercenarios para sus enfrentamientos con los romanos (guerras púnicas). Tras su derrota en la Primera Guerra Púnica (264 a. C.-241 a. C.), Amílcar Barca y Asdrúbal sometieron la costa mediterránea y el valle del Guadalquivir y fundaron Cartago Nova (Cartagena). Los cartagineses se mantuvieron en la Península hasta las postrimerías de la Segunda Guerra Púnica, cuando fueron expulsados por Roma. A partir de la invasión musulmana del año 711, gran parte de la Hispania visigoda fue sometida a la influencia del islam. La conquista del reino visigodo fue un proceso relativamente breve (711-715), ya que las tropas islámicas no pretendían ocupar todo el territorio, sino controlar solo los puntos clave estableciendo guarniciones militares. Los conquistadores denominaron al-Ándalus a las tierras conquistadas, que durante los cuarenta años siguientes constituyeron una provincia del vasto Imperio islámico. En 756 al-Ándalus se convirtió en un emirato independiente y tras la proclamación del califato en 929, el poder islámico en España alcanzó su momento de mayor esplendor. El desarrollo político de estas tres fases en que se dividieron los primeros trescientos años © Oxford University Press España, S. A. de dominación musulmana en la Península Ibérica fue el siguiente: 쐌 Emirato dependiente (711-756). El poder político en al-Ándalus fue asumido por un valí dependiente del califato de Damasco, a menudo elegido desde Kairuán (en el actual Túnez). En estos años se sucedieron diferentes valís. Para someter las áreas conquistadas, los califas ordenaron el territorio en coras. Impusieron tributos a la población, repartieron las tierras entre sus guerreros y nombraron gobernadores árabes. Establecieron la capital en Córdoba para controlar el valle del Guadalquivir. Crearon tres áreas en las fronteras del territorio conquistado, en torno a Mérida, Toledo y Zaragoza, que se denominaron marcas (en árabe tagr) Inferior, Media y Superior, respectivamente. Apenas prestaron atención a las tierras de la Meseta septentrional ni a los pueblos montañeses del norte y los Pirineos, rebeldes y poco romanizados. 쐌 Emirato independiente (756-929). La mayoría de los omeyas fueron asesinados en una guerra civil; el clan abasí ocupó el califato y trasladó su capital a Bagdad (Irak). Un superviviente omeya, Abd al-Rahman I (734788), se trasladó a al-Ándalus y se proclamó emir (príncipe) independiente del califato de Bagdad (756). Abd al-Rahman I convirtió su poder personal en una dinastía, pues designó heredero en vida a un hijo suyo, estableciendo así un sistema sucesorio que se mantuvo durante los dos siglos siguientes. A partir del año 879, sin embargo, fue evidente la crisis en el emirato cordobés pues se produjeron numerosas revueltas locales y reivindicaciones continuas de independencia (como la de Umar ibn Hafsun en Andalucía). Para hacerles frente, los emires se rodearon de un ejército personal de mercenarios, generalmente esclavos liberados (eslavos en su mayoría). Consiguieron prestigio y recursos económicos a través de las aceifas, campañas de saqueo en las tierras cristianas del norte. 쐌 Califato de Córdoba (929-1031). El emir Abd al-Rahman III se proclamó califa en Córdoba (929), convirtiéndose en el líder político y religioso de todos los musulmanes. Restauró la unidad del Estado islámico y estableció la hegemonía de al-Ándalus sobre toda la Península Ibérica, pues los reinos cristianos del norte se convirtieron en tributarios y vasallos suyos a cambio de no sufrir las temibles aceifas. A nivel internacional intentó que la cultura andalusí liderara el mundo árabe e islámico promoviendo el renacimiento artístico e intelectual en Córdoba y Madinat al-Zahra Historia de España 3 COMUNIDAD DE MADRID (Medina Azahara), una ciudad-palacio construida desde el año 936 en las afueras de Córdoba y continuada por su hijo y sucesor Al-Hakam II (961-976). Tras la muerte de Al-Hakam II, los califas de Córdoba se mantuvieron en el poder de forma simbólica. Aprovechando la minoría de edad del nuevo califa, Hisham II, el gobierno efectivo pasó a manos del hayib o valido andalusí, Muhammad ibn Abi Amir, llamado Al-Mansur o Almanzor (el Victorioso). Él y sus dos hijos, que le sucedieron en el poder, son conocidos como los amiríes y fueron los auténticos gobernantes del califato cordobés entre los años 976 y 1009. Almanzor controló la Administración y el Ejército, imponiendo una dictadura militar, organizando la defensa de la ortodoxia religiosa y realizando expediciones de castigo contra los reinos cristianos del norte. Tras la muerte de Almanzor (1002), uno de sus hijos, Abd al-Rahman Sanchuelo, pretendió ser nombrado sucesor del califa Hisham II, lo cual le enfrentó a la dinastía omeya, a los dirigentes religiosos y al pueblo en general. En el año 1009 estalló una revolución en Córdoba durante la cual fueron asesinados los amiríes. En el año 1031, una asamblea de notables decretó en Córdoba el final del califato. Durante los siglos VIII y XI, la sociedad de los nuevos reinos cristianos se vio inmersa en un proceso de feudalización que culminó, en la Península Ibérica, entre los siglos XI y XIII. Esta sociedad presentaba las siguientes características: CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 A partir del siglo XI, Castilla-León y Aragón iniciaron un proceso de expansión territorial que les llevó a triplicar su extensión. Las tierras situadas al sur eran muy diferentes a las repobladas con anterioridad, ya que contaban con numerosa población musulmana y judía, ciudades importantes y gran riqueza agrícola en algunas áreas. Como consecuencia de ello, en la repoblación de estas regiones intervinieron muy activamente los monarcas. Los instrumentos empleados para la colonización de estas tierras fueron los siguientes: 쐌 Capitulaciones. Eran acuerdos o pactos locales con las poblaciones sometidas (musulmanes, judíos, mozárabes) en los que se respetaban sus leyes, creencias, costumbres y casi todas sus propiedades; a cambio, se les imponían contribuciones especiales. Con las capitulaciones también se fomentaba la salida de musulmanes o se les obligaba a vivir en barrios propios (morerías) o a trabajar como siervos. Este sistema se aplicó en los valles del Tajo y del Ebro y en Levante. 쐌 Repartimientos. Consistían en la distribución de lotes de bienes y tierras que efectuaba el monarca entre los conquistadores. Se aplicaron durante el siglo XIII en Baleares, el campo levantino, el valle del Guadalquivir y Murcia. En los repartimientos, las condiciones impuestas a los musulmanes fueron muy duras, lo que provocó numerosas sublevaciones de mudéjares. 쐌 Los nobles, por su parte, eran guerreros que poseían ejércitos privados, fortalezas, tierras y aldeas que constituían su patrimonio familiar. 쐌 Privilegios y fueros. Su objetivo era atraer a nuevos colonos. Se otorgaron sobre todo en el área situada entre el Duero y Sierra Morena (La Mancha, Extremadura…). Entre los privilegios y fueros se encontraban las cartas puebla o de población (establecían las condiciones para el cultivo de las tierras), los fueros (determinaban los derechos de una ciudad) y las cartas de franquicia (concedían privilegios a los colonos). 쐌 Los monasterios eran centros económicos y culturales y aseguraban la presencia de la Iglesia en el campo; también había eclesiásticos en las ciudades, encabezados por el obispo (obispados). El proceso de repoblación y colonización estuvo acompañado en los reinos cristianos de la Península por una serie de importantes transformaciones económicas y sociales: 쐌 El campesinado estaba sujeto a algún tipo de dependencia material o personal (o ambas) de los grandes señores laicos y eclesiásticos. 쐌 Se produjo un crecimiento demográfico que facilitó la expansión territorial, la repoblación y la colonización. 쐌 Los reyes y su Corte no residían en una capital estable: se desplazaban por las tierras de su propiedad. Existía una economía de subsistencia en la que los campesinos eran, además, artesanos; el escaso comercio se basaba en el trueque, y los pagos se efectuaban en especie (sobre todo trigo). Las ciudades eran de tamaño muy reducido y generalmente desempeñaban funciones políticas y militares (Oviedo, León, Burgos…). En este contexto se produjo la repoblación, el proceso de ocupación y organización administrativa por parte de nuevos pobladores cristianos de las tierras conquistadas al islam. Entre los siglos VIII y XI tuvo lugar la repoblación o colonización del norte de la Meseta y del interior de Cataluña. Inicialmente, fue de carácter espontáneo; después, estuvo controlada por el rey, ayudado por los nobles y la Iglesia. © Oxford University Press España, S. A. 쐌 Tuvo lugar un leve crecimiento de las ciudades debido, en parte, a la incorporación de las antiguas urbes musulmanas a los reinos cristianos y al desarrollo de los núcleos de población a lo largo del camino de peregrinación a Santiago de Compostela. El núcleo de comerciantes y artesanos se hizo permanente en algunas ciudades y fue bautizado con el nombre de burgo, y sus habitantes, con el de burgueses. El comercio se hizo más dinámico y se hicieron frecuentes, a partir del siglo XII, las ferias anuales. 쐌 La nobleza guerrera y el alto clero aumentaron su poder y sus tierras. 쐌 Disminuyeron las propiedades y las libertades de los campesinos, entre los que había una minoría de labradores propietarios, una mayoría de campesinos Historia de España 4 COMUNIDAD DE MADRID teóricamente libres que cultivaban los campos de los señores a cambio de una renta en dinero o en especie, y jornaleros que cobraban, a cambio de su trabajo, un salario que solía ser una parte de lo cosechado. La mayoría de los campesinos dependían de los señores laicos y eclesiásticos, y estaban sometidos a su jurisdicción. La Corona de Aragón se constituyó por el matrimonio en 1137 de doña Petronila, hija de Ramiro II el Monje de Aragón, y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona. Desde entonces, los sucesivos monarcas de la casa de Barcelona reinaron sobre el reino y el principado respetando su autonomía administrativa y financiera. La fórmula se extendió a otros territorios durante el proceso de expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo entre los siglos XIII y XV: Valencia, Córcega y Cerdeña, Mallorca, Sicilia. Para llevar a cabo dicha política de expansión, los reyes se vieron obligados a ceder patrimonio, privilegios y derechos a los grandes señores y hacer numerosas concesiones a las Cortes a cambio de préstamos y ayudas. Esta forma de gobierno se denominó pactismo. Había unas Cortes diferentes para cada reino (Aragón, Cataluña y Valencia), constituidas a lo largo del siglo XIII, además de unas generales. En esos años, debido a la guerra por la conquista de Sicilia, Pedro III se vio obligado a reconocer a los nobles de Aragón un Privilegio General (1283), por el que se comprometía a respetar los fueros del reino y sus derechos y a convocar Cortes anualmente. También en esta época surgió el Justicia Mayor de Aragón, cargo judicial que interpretaba los fueros y que inicialmente controló la nobleza. Pedro IV el Ceremonioso (1336-1387) derrotó a los nobles con ayuda de las ciudades. A cambio de su apoyo, las ciudades exigieron un mayor poder para sus instituciones representativas, las Cortes y la Generalitat, una diputación de las Cortes de Cataluña y Valencia que supervisaba la acción del monarca y la gestión de los subsidios concedidos al rey mientras estas no se encontraban reunidas. En Cataluña, la primera diputación de este tipo de la que se tienen noticias se estableció en 1289, y en Valencia en 1321. Su función era controlar el cobro de contribuciones decididas en Cortes, los drets del general o generalitats, llamados así porque ningún grupo social estaba exento de su pago. La Generalitat adquirió carácter permanente en Cataluña en 1359. Se encargó de la defensa de los estamentos representados en las Cortes y del control financiero y fiscal de los recursos del Principado, además de constituir un Tribunal de Justicia. En el reino de Valencia, la Generalitat tuvo carácter permanente a partir de 1418. El ejemplo más representativo de la tradición pactista de la Corona de Aragón es el Compromiso de Caspe (1412), cuando nueve compromisarios de los reinos de Aragón y Valencia y el Principado de Cataluña reunidos en esta localidad zaragozana acordaron la elección de Fernando de Antequera como nuevo monarca tras la muerte de Martín I el Humano (1396-1410) sin descendencia. La decisión supuso la instauración en los reinos aragoneses © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 de una rama de la dinastía Trastámara, que reinaba en Castilla desde 1369. La política exterior de los Reyes Católicos continuó con los objetivos marcados por los Trastámara en sus respectivos reinos. Sus líneas fundamentales fueron las siguientes: 쐌 Recuperación de los territorios perdidos por los reyes aragoneses y que Fernando reivindicaba como parte del patrimonio familiar: Navarra (en la que había reinado su padre, Juan II, y ahora los condes de Foix, de origen francés), Rosellón y Cerdaña (condados que Juan II había cedido al rey de Francia a cambio de su apoyo en la guerra civil catalana) y Nápoles (donde reinaban los Trastámara, pero constantemente reivindicado por Francia). En cualquier caso, la anexión de estos territorios implicaba algún tipo de enfrentamiento con Francia. 쐌 Consolidación de la expansión mediterránea de la Corona de Aragón. Este objetivo conllevaba conflictos con los reinos musulmanes del norte de África, una zona que siempre había tenido un gran interés comercial para Aragón y, tras la conquista de Granada, también para Castilla. Esta expansión incluía, asimismo, el reino de Nápoles. 쐌 Avance de la expansión atlántica del reino de Castilla. Hacia el sur, esta aspiración tenía muchas limitaciones debido a los acuerdos firmados con Portugal. El descubrimiento de América cambió por completo la situación. Portugal mantuvo su dominio en el litoral africano, pero por el Tratado de Tordesillas (1494) Castilla logró el control del Atlántico occidental y de la mayor parte del sur del Nuevo Continente excepto Brasil, que correspondió a Portugal. Con respecto a las rutas atlánticas del norte, la ruptura de la alianza con Francia impuso un cambio de aliados: Inglaterra y el Sacro Imperio Romano Germánico (también llamado Imperio alemán, que comprendía gran parte de Europa, incluyendo la actual Alemania, Suiza, Austria, el norte de Italia y Flandes) eran los candidatos a establecer nuevas alianzas. Los Reyes Católicos utilizaron varios instrumentos para llevar a cabo su política exterior: una diplomacia ágil (con embajadores estables en distintas capitales europeas), un ejército permanente y en aumento, y una política matrimonial para lograr las alianzas necesarias con Inglaterra y el Imperio alemán, además de con Portugal. Respecto a la política italiana en esta época, Francia reactivó las guerras en Italia, que estaba formada por una multitud de estados muy pequeños y débiles militarmente, aunque por lo general, ricos, cultos y de extremada habilidad diplomática. Para ello, quiso asegurarse la neutralidad de sus enemigos potenciales. Con este fin, en 1493 devolvió el Rosellón y la Cerdaña (Tratado de Barcelona) a la Corona de Aragón. Más tarde, acordó con Aragón el reparto del reino de Nápoles (Tratado de Granada, 1500). La falta de entendimiento entre Francia y Historia de España 5 COMUNIDAD DE MADRID Aragón condujo a la guerra en 1502. Las tropas francesas, mucho más numerosas y mejor armadas, fueron derrotadas en las batallas de Ceriñola y del río Garellano (1503). Como consecuencia, los Trastámara recuperaron Nápoles. Fernando siguió interviniendo en Italia para mantener el equilibrio de poderes entre los estados que dominaban la zona: Francia y Venecia, al norte; el papado en el centro; y Aragón, en el sur. Los Reyes Católicos pusieron al frente de las guerras de Italia a Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán), que supo combinar las armas de fuego de los arcabuceros con las picas largas de otros soldados —muchos de ellos mercenarios alemanes— en formaciones cerradas, creando el embrión de los tercios. En cuanto a la política norteafricana, entre 1497 y 1510, los castellanos realizaron diversas expediciones por esta costa. El objetivo era ocupar una serie de plazas fuertes (puertos y bases estratégicas) para garantizar la seguridad política y comercial del Mediterráneo occidental frente a la piratería berberisca o bereber y la expansión del Imperio turco (otomano). Tras la unión con Portugal (1580), Felipe II alcanzó su momento de mayor poder. A sus posesiones en el Nuevo Continente y en el Pacífico —entre los años 1565 y 1571 Miguel López de Legazpi conquistó Filipinas, islas del «del rey Felipe»— se añadían ahora las posesiones portuguesas en Brasil, África y Asia. Su imperio adquirió una dimensión mundial; en años posteriores incluso se plantearon proyectos de expansión en China para proceder a su evangelización. La unión con Portugal constituía además un importante apoyo a su política en el norte del Atlántico. Después de la paz con Francia en 1559, la política exterior de Felipe II se centró en el Mediterráneo. Hacia 1578-1580, tras la victoria en Lepanto (1571), el monarca imprimió un giro a la política exterior en el Atlántico debido, sobre todo, a la rebelión en los Países Bajos. Este conflicto se complicó por el apoyo a los rebeldes de Isabel I, reina de Inglaterra, tanto por motivos políticos (frenar el avance español al otro lado del canal de la Mancha), como religiosos, ya que era una anticatólica convencida. El rey prudente llegó a la conclusión de que era necesaria la invasión de Inglaterra. Sin embargo, para poder llevar a cabo este proyecto, Felipe II necesitaba, además de una flota poderosa y la base terrestre que le proporcionaban los Países Bajos, un importante puerto atlántico. La unión con Portugal (1580) le permitió disponer de uno (Lisboa), además del control de su gran imperio marítimo. El rey Sebastián de Portugal murió sin herederos en la batalla de Alcazarquivir (Marruecos, 1578). Heredó el trono el cardenal don Enrique, el último descendiente de la dinastía Avis, y tras su muerte en 1580 se abrió una crisis sucesoria en Portugal. Felipe II poseía derechos dinásticos, ya que era nieto de Manuel el Afortunado y de María de Castilla, hija de los Reyes Católicos. A su candidatura se opuso Antonio, prior de Crato, que contó con © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 el apoyo de muchas ciudades, incluida Lisboa. Sin embargo, apoyaron la incorporación a la monarquía hispánica la nobleza y la alta burguesía portuguesa, que de esta forma se procuraba el acceso a un mercado importante y a la plata americana. Felipe II ordenó entonces al duque de Alba la ocupación militar del reino vecino, que se realizó sin dificultades. El prior de Crato huyó pero el marqués de Santa Cruz envió una flota que derrotó definitivamente en las Azores a quienes eran contrarios a la unión. En 1581 las Cortes de Thomar reconocieron a Felipe II como monarca portugués. El rey español se comprometió a que todos los asuntos portugueses fueran gestionados por naturales de ese reino e incluso barajó la posibilidad de establecer su corte en Lisboa. Resulta clarificador que la unión ibérica durase hasta 1668, aproximadamente lo mismo que las guerras con Inglaterra. Los objetivos de la política exterior de los Austrias durante el siglo XVII fueron similares a los de la centuria anterior: defensa a ultranza de su patrimonio, que consideraban una herencia legítima; protección de la religión católica frente a luteranos y calvinistas (siempre que fuese compatible con el primer objetivo) y defensa militar del monopolio comercial en América, que suponía una importante fuente de ingresos. No obstante, en esta época la política exterior española se vio debilitada por una serie de factores: 쐌 Escasez de recursos financieros. Se debió a la disminución, entre 1630 y 1660, de las remesas de metales preciosos procedentes de América. La excesiva presión fiscal provocó además rebeliones y secesiones a partir de 1640 (Cataluña, Nápoles, Portugal). 쐌 Pérdida de efectivos militares. A la escasez de recursos financieros se unió la crisis demográfica, que hizo cada vez más difícil encontrar personas que se incorporasen al Ejército. 쐌 La acción de holandeses e ingleses en las colonias hispano-portuguesas. En Asia, los holandeses constituyeron su propio imperio en las llamadas Indias Orientales (Ceilán e Indonesia). También se establecieron, junto a franceses e ingleses, en la Guayana y en el Caribe, enclaves para el comercio, el contrabando, la piratería y el tráfico de esclavos. España tuvo que invertir cada vez mayores recursos económicos en defensa y en buques para América. 쐌 Los nuevos enemigos. El Imperio turco dejó de ser una amenaza, pero a la Corona española se enfrentaron Inglaterra, Francia y las Provincias Unidas, a las que se unió Portugal tras su independencia. En los comienzos del siglo XVII se produjo un apaciguamiento de los conflictos exteriores, determinado por la debilidad económica de la monarquía hispánica (bancarrota de 1607). Durante el reinado de Felipe III se firmaron la paz con Inglaterra (1604) y la Tregua de Amberes o de los Doce Años (1609) con las Provincias Unidas. Sin embargo, con Felipe IV y el conde duque de Olivares se reanudaron las hostilidades. El valido estaba convencido Historia de España 6 COMUNIDAD DE MADRID de la necesidad de restaurar el prestigio militar de España como gran potencia europea. Para ello, reinició la guerra con las Provincias Unidas (1621) y cooperó más estrechamente con los Habsburgo de Viena, a los que la Corona española consideraba aliados imprescindibles para defender las posesiones de Italia y Flandes. Como consecuencia, España se involucró en la Guerra de los Treinta Años, que enfrentó a los católicos Habsburgo con los príncipes protestantes alemanes y sus aliados (primero Dinamarca y después Suecia). En 1635, cuando los Habsburgo parecían haber derrotado a sus enemigos, Francia (gobernada por el cardenal Richelieu) decidió intervenir. España, debilitada por las rebeliones de 1640, no pudo atender tantas campañas militares al mismo tiempo: en 1643, los tercios españoles fueron derrotados por el ejército francés en Rocroi (Francia). En 1648 se firmó la Paz de Westfalia, en la que los Habsburgo reconocían su derrota: España, por el Tratado de Münster, aceptaba la independencia de las Provincias Unidas; los poderes del emperador de Alemania quedaban aún más limitados. Francia se consolidó como la potencia hegemónica en Europa: extendió sus posesiones hacia el este, apoderándose de Alsacia, e interrumpió las comunicaciones por tierra entre Flandes y los estados italianos. No obstante, España prosiguió la guerra con Francia y las rebeldes Cataluña y Portugal. La entrada en la guerra de Inglaterra en 1655 (primero en ayuda de Portugal y después de Francia) fue decisiva. Felipe IV se vio obligado a firmar con Francia la Paz de los Pirineos (1659), que establecía, entre otros acuerdos, la cesión por parte de España al reino francés de varias plazas situadas en Flandes, el Rosellón y la Cerdaña. La guerra con Portugal, apoyado por Inglaterra, continuó hasta 1668 (Tratado de Lisboa), ya muerto Felipe IV; España reconoció la independencia del país vecino y recibió a cambio Ceuta. El acoso de Francia a España persistió, aprovechando la debilidad de Carlos II y el aislamiento de sus territorios en el norte de Europa. Así, gran parte del Flandes español y la totalidad del Franco Condado fueron conquistados por Luis XIV entre 1668 (Paz de Aquisgrán) y 1678 (Paz de Nimega). La impotencia de España para defender sus posesiones y la ausencia de sucesor al trono promovieron distintos proyectos de reparto entre las potencias europeas. La Guerra de Sucesión española acabó por desintegrar el patrimonio de los Habsburgo. La Ilustración es la corriente de pensamiento que se difundió por Europa en el siglo XVIII. En el caso de España, constituyó la base intelectual de las reformas llevadas a cabo por los primeros Borbones, especialmente por el rey Carlos III. Para los seguidores de la Ilustración (los ilustrados), la monarquía y, por tanto, el Estado debía ser el motor de la modernización del país. Los rasgos más importantes del pensamiento ilustrado son los siguientes: 쐌 El empleo de la razón y la crítica como método de análisis y mejora de la sociedad española. Se rechaza- © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 ba aquello que los ilustrados juzgaban pernicioso o inútil, como determinados espectáculos públicos, ciertas prácticas religiosas, numerosos prejuicios sociales e instituciones que calificaban de obsoletas. 쐌 El fomento de la economía nacional (agricultura, industria y comercio), considerada un medio imprescindible para promover los cambios sociales necesarios, aumentar el bienestar general y fortalecer el poder de la monarquía. 쐌 El desarrollo del conocimiento científico y de la educación como base del progreso técnico y económico. En esta misma línea, la creación literaria y artística debía subordinarse a un fin educativo. 쐌 La difusión del progreso y de la felicidad entre el mayor número posible de individuos, meta del reformismo ilustrado. Esta corriente de pensamiento pretendía reformar el sistema económico, social y político del Antiguo Régimen. Sin embargo, lo que consiguió fue acuñar ideas y programas que, ya en el siglo XIX, acabaron destruyéndolo. Las ideas ilustradas se exportaron posteriormente a América del Sur, donde contribuyeron a impulsar la emancipación de las colonias. La Ilustración dispuso de una serie de canales de difusión, algunos oficiales, que fueron creados por iniciativas de particulares y luego impulsados por el Estado. También hubo canales de difusión no oficiales como la prensa periódica, concentrada sobre todo en Madrid. 쐌 Las academias. Imitaban instituciones similares a las creadas en Francia durante el reinado de Luis XIV y difundían desde Madrid un pensamiento ilustrado oficial y uniforme en los distintos ámbitos culturales: Real Academia Española (1713-1714), Academia de la Historia (1735-1738), Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744). 쐌 Las nuevas instituciones de enseñanza superior. Fueron numerosas y surgieron como alternativa a las universidades (que fueron reformadas): Real Seminario de Nobles de Madrid (1725), Seminario Patriótico de Vergara (Guipúzcoa), academias militares. 쐌 Las sociedades económicas de amigos del país. Surgieron a imitación de la Sociedad Bascongada de Amigos del País (1764), una tertulia de ilustrados creada en Vergara (Guipúzcoa). Entre sus objetivos figuraban la difusión y el progreso de las ciencias, especialmente las consideradas útiles, y el fomento de la economía. Además, realizaban memorias e informes y creaban escuelas de formación profesional. El éxito de estas sociedades (surgieron más de setenta antes de 1789) hizo que el Gobierno se apropiara de la iniciativa y la fomentase. Estuvieron integradas, principalmente, por nobles terratenientes, clérigos con inquietudes reformistas y funcionarios locales. La burguesía industrial y comercial tuvo una presencia muy escasa. Historia de España 7 COMUNIDAD DE MADRID CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 쐌 Los consulados. Eran los organismos encargados de proteger la actividad comercial y juzgar en los pleitos suscitados entre comerciantes. Aunque ya existían en varias ciudades (Sevilla, Burgos, Bilbao, Barcelona y Valencia), se difundieron por diversos puertos a partir de la apertura del comercio con destino a América (1778). Llevaron a cabo una labor similar a la que desempeñaban las sociedades económicas de amigos del país (especialmente en los lugares donde estas no existían) y crearon, además, escuelas de formación profesional (como la Junta Particular de Comercio de Barcelona, fundada en 1758) en el campo del comercio y la navegación. Tema Entre los ilustrados españoles destacaron, en la primera mitad del siglo XVIII, Gregorio Mayáns y Siscar, iniciador de la historia de la literatura, y el fraile Benito Jerónimo Feijoo, creador del ensayo español, divulgador de las novedades científicas y autor de Cartas eruditas y curiosas. En la segunda mitad del siglo XVIII es representativo Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811); en su Memoria sobre los espectáculos y diversiones públicas abogaba por el papel educador de los espectáculos sufragados por el Estado y criticaba las corridas de toros y el teatro barroco. En la generación de ilustrados anterior a 1808 despuntó Blanco White. A finales del siglo XIX, España solo mantenía de sus antiguas posesiones en ultramar Cuba y Puerto Rico en América, Filipinas en Asia y algunas islas en Oceanía, sometidas a una presión creciente por parte de otras potencias coloniales. En Cuba se fraguó una aguda división interna entre los sectores partidarios de las reformas sociales y de un mayor grado de independencia con respecto a la metrópoli y los burócratas, comerciantes y azucareros españoles residentes en la isla, que se oponían a cualquier tipo de reforma política, social (como la abolición de la esclavitud) o económica, que liberase a Cuba del régimen de monopolio del que se beneficiaba España. El acontecimiento científico más relevante del siglo XVIII fue la participación de dos marinos españoles, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, en la expedición hispano-francesa al Perú (1735-1744) para determinar el tamaño y la forma de la Tierra. Ambos investigadores contribuyeron a propagar la astronomía, la física y la historia natural en nuestro país. En el campo de la botánica destacó José Celestino Mutis, médico, matemático y difusor de las teorías de Newton. En cuanto a la creación literaria y artística, los ilustrados criticaron la estética y los temas barrocos, predominantes en la primera mitad del siglo XVIII. La función social del arte debía ser, según la Ilustración, educar la moral pública y el buen gusto a través de la didáctica y el sentido práctico. Las manifestaciones artísticas debían atenerse a unas rígidas normas que dieran medida y orden a las fantasías y extravagancias del Barroco. La primera guerra de Cuba (1868-1878) fue un aviso de la gravedad que había alcanzado la situación. Concluyó con la Paz de El Zanjón, que no resolvió los problemas de fondo que provocaron el conflicto; consecuencia de ello fueron la Guerra Chiquita de 1879 y las rebeliones de 1883 y 1885. La acción de los gobiernos españoles fue tímida: la abolición de la esclavitud fue tardía (1880-1886) y un proyecto de autonomía para la isla no se llevó a cabo. El gusto de los ilustrados por lo racional y lo mesurado favoreció la aparición, en la segunda mitad del siglo XVIII, del neoclasicismo: fachadas que imitaban las de los templos dóricos o jónicos en bibliotecas y museos, estatuas inexpresivas, armoniosas y sin policromía. Este estilo artístico irrumpió en las reformas urbanísticas de Madrid llevadas a cabo por Carlos III (fuentes de Neptuno, Apolo y Cibeles, el Museo del Prado, entonces de Ciencias Naturales, el Observatorio Astronómico, la Puerta de Alcalá). Finalmente, la guerra de la independencia cubana estalló en febrero de 1895, con el Grito de Baire, nombre con el que se conoce el levantamiento que tuvo lugar en la zona oriental de la isla. Poco después se proclamó el Manifiesto de Montecristi, redactado por José Martí y Máximo Gómez, líderes civil y militar de la rebelión, respectivamente. A la muerte de Martí, al poco de iniciarse la guerra, Gómez y Antonio Maceo, un mulato muy popular, asumieron la dirección militar de los rebeldes. En la literatura ilustrada sobresalieron el ensayista José Cadalso (Cartas marruecas, 1789), el poeta Juan Meléndez Valdés (Poesías, 1785) y el dramaturgo Leandro Fernández de Moratín (El sí de las niñas, 1806). En pintura destacó sobremanera Francisco de Goya, que de retra© Oxford University Press España, S. A. tista ilustrado de la aristocracia, los intelectuales y la familia real, pasó a ser un artista difícilmente clasificable, autor de una pintura inquietante e irónica, como se refleja en La familia de Carlos IV (1800) y en la colección de grabados satíricos titulada Los caprichos. Su estilo se fue haciendo cada vez más tenebroso, irracional e impresionista, influido tanto por sus tragedias personales (la sordera y el exilio) como por las colectivas (guerras y conflictos políticos): El 3 de mayo de 1808 en Madrid, Pinturas negras de la Quinta del Sordo (Madrid), La lechera de Burdeos. En esta época, Estados Unidos se había convertido en un factor de primer orden en el contexto cubano. La isla exportaba a este país el 90 % de su producción de azúcar y tabaco, y la presión estadounidense para defender sus intereses fue aumentando progresivamente. En 1892, el Gobierno de Washington logró un arancel favorable para sus productos, y en años posteriores comenzó a financiar a los independentistas con la intención de ejercer de árbitro cuando surgiera un conflicto entre Cuba y la metrópoli. Un año después estalló la rebelión en Filipinas, encabezada por Emilio Aguinaldo. El general Polavieja, al mando de las tropas españolas, actuó con extrema dureza y ejecutó al principal líder independentista filipino, José Rizal. La rebelión fue sofocada en 1897, pero rebrotó a principios del año siguiente. Historia de España 8 COMUNIDAD DE MADRID España envió a Cuba un contingente cada vez mayor de tropas, cuya actuación se vio condicionada por la falta de medios y la alta incidencia de enfermedades tropicales. En febrero de 1898 se produjo la voladura del Maine, un acorazado estadounidense fondeado en el puerto de La Habana; en la explosión murieron 250 marinos norteamericanos. La prensa y el Gobierno estadounidenses culparon a España del incidente y el segundo se ofreció a comprar la isla. El Gobierno español escogió una derrota honrosa en lugar de una paz comprada, opción que fue mayoritariamente compartida por la opinión pública española. Estados Unidos declaró la guerra a España en abril de 1898 y aniquiló a sus escuadras en Cavite, frente a Manila (mayo de 1898), y en las proximidades de Santiago de Cuba (mayo-julio de 1898). España apenas pudo ofrecer resistencia. En agosto se acordó el final de las hostilidades y el 10 de diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París, por el cual se reconoció la independencia de Cuba y se cedió a Estados Unidos Puerto Rico, la isla de Guam, en las Marianas, y Filipinas. Un año después, España vendió al Imperio alemán el resto de sus posesiones en el Pacífico: las islas Carolinas, las Marianas (excepto Guam) y Palaos. La pérdida de las últimas colonias fue conocida en España como el desastre del 98, y tuvo importantes repercusiones. Entre ellas destacan las siguientes: 쐌 El resentimiento de los militares hacia la clase política dirigente, causado por la derrota y el sentimiento de haber sido utilizados. 쐌 El crecimiento de un antimilitarismo popular, puesto que el reclutamiento para la Guerra de Cuba afectó a los que no tenían recursos, ya que la incorporación a filas podía evitarse pagando una cantidad. Esto, unido a la impresión que produjo la repatriación de los soldados heridos y mutilados, incrementó el rechazo de las clases populares al Ejército. El movimiento obrero hizo campaña contra este reclutamiento injusto, lo que provocó la animadversión de los militares hacia las organizaciones obreras. 쐌 La aparición del regeneracionismo, un importante movimiento intelectual y crítico que rechazaba el sistema de la Restauración al considerarlo una lacra para el progreso de España o, en el caso de los regeneracionistas más extremos, un símbolo de la decadencia moral del país. La oposición política, sin embargo, no rentabilizó la derrota. Comentario de texto El texto, una fuente primaria de carácter jurídico-político, está formado por una serie de fragmentos de la Ley para la Reforma Política, debatida y aprobada por las Cortes españolas el 18 de noviembre de 1976. La Ley fue ratificada en referéndum el 15 de diciembre de ese mismo año y promulgada el 4 de enero de 1977. Su aprobación por las Cortes supuso el asentimiento de los herederos del régimen franquista al proceso de reforma política emprendido por el rey Juan Carlos I y el presidente del Gobierno Adolfo Suárez. La Ley establecía unas nuevas Cortes bicamerales (formadas por un Con- © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 greso y un Senado). Se daba por hecho, aunque la nueva norma no lo indicara explícitamente, que estas Cortes tendrían un carácter constituyente. El Congreso sería elegido por sufragio universal; sin embargo, una quinta parte de los senadores serían designados por el rey. El Gobierno quedaba facultado para convocar elecciones. La aprobación de la Ley para la Reforma Política cerró la fase inicial del reinado de Juan Carlos I, que se había visto condicionada por la pervivencia de las instituciones del régimen anterior. A la muerte del dictador en 1975, el franquismo se encontraba dividido entre quienes eran partidarios de la apertura de un proceso de reformas y los inmovilistas, que abogaban por mantener inalteradas las Leyes Fundamentales. El último Gobierno de Franco, presidido por Carlos Arias Navarro, fue incapaz de conciliar unos propósitos aperturistas teóricos (el espíritu del 12 de febrero, por haber sido expuestos por Arias Navarro en esa fecha de 1974) con una práctica represiva que decepcionó tanto a los franquistas más conservadores como a los aperturistas. Sin embargo, Juan Carlos I, tras su proclamación como rey de España en diciembre de 1975, ratificó a Carlos Arias en el cargo. Su continuidad pareció señalar que se emprendía el camino hacia una «monarquía de corte franquista» o un «franquismo sin Franco». El nuevo Gobierno hubo de enfrentarse a una oposición creciente por parte de las organizaciones antifranquistas, que reclamaban su legalización. En marzo de 1975 las dos principales alianzas opositoras, la Junta Democrática —creada en 1974 y liderada por el PCE— y la Plataforma de Convergencia Democrática —constituida en 1975 e impulsada por el PSOE—, se unieron para establecer Coordinación Democrática, agrupación que concentró a todas las fuerzas políticas y sindicales no reconocidas por la ley. Asimismo, durante los primeros meses de 1976 se sucedieron graves problemas de orden público (sucesos de Vitoria y Montejurra, en Navarra), una oleada huelguística en el contexto de una crisis económica cada vez más acentuada y atentados terroristas. En esta coyuntura, el Gobierno de Arias Navarro dio algunos pasos para iniciar el proceso de reforma política. En mayo el ejecutivo acordó enviar a las Cortes un proyecto de reforma de las Leyes Fundamentales (Ley Constitutiva de las Cortes, Ley de Sucesión y Ley Orgánica del Estado) y promulgó un decreto que regulaba los derechos de reunión y asociación, lo que abría la vía para la existencia de los partidos políticos. Sin embargo, para que esto pudiese llevarse a efecto debían realizarse una serie de modificaciones del código penal, que las Cortes franquistas rechazaron. Finalmente, presionado por el monarca, Arias Navarro dimitió el 1 de julio y Juan Carlos I nombró a Adolfo Suárez presidente del Gobierno dos días después. Suárez, ministro Secretario General del Movimiento en el Gobierno saliente, era un joven político que había desarrollado su carrera en las instituciones franquistas. Su nombramiento fue acogido con escepticismo. Sin embargo, en su primera declaración el Gobierno anunció un impor- Historia de España 9 COMUNIDAD DE MADRID tante impulso en el proceso de reformas: reconocimiento de la soberanía popular, promulgación de una amnistía (quedaban excluidos los delitos de terrorismo), celebración de un referéndum para ratificar la futura Ley de Reforma Política y convocatoria de elecciones antes del 30 de junio de 1977. Desde ese momento, el Gobierno emprendió una intensa actividad. El 15 de julio las Cortes realizaron las modificaciones necesarias en el Código Penal para el establecimiento de partidos legales y, dos semanas después, el Gobierno aprobó una amnistía. En los meses siguientes, Adolfo Suárez se entrevistó con los principales líderes de la oposición y explicó a los militares el alcance de las reformas (asegurando que no legalizaría al PCE). En septiembre el Gobierno envió a las Cortes el proyecto de Ley para la Reforma Política. En esos meses continuaron los atentados llevados a cabo por los Grupos Revolucionarios Armados Primero de Octubre (GRAPO) y ETA. En octubre, el Consejo Nacional del Movimiento emitió un informe restrictivo, no vinculante, con respecto al proyecto de Ley para la Reforma Política, pese a lo cual el Gobierno decidió enviar el proyecto a las Cortes sin modificaciones. Finalmente, las Cortes aprobaron la Ley el 18 de noviembre de 1976. La decisión suponía la autoliquidación de la clase política franquista. Inmediatamente, el Gobierno aprobó la normativa reguladora del referéndum que debía convocarse para ratificar la Ley para la Reforma Política e inició negociaciones con la oposición para que esta participase en el mismo. Entre los días 5 y 8 de diciembre el PSOE celebró su XXVII Congreso, el primero que tenía lugar en España desde el final de la Guerra Civil. Pocos días antes de la celebración del referéndum, el GRAPO secuestró a Antonio María de Oriol, presidente del Consejo de Estado, exigiendo su canje por quince activistas. El referéndum para la aprobación de la Ley para la Reforma Política se celebró el 15 de diciembre con una alta participación (la abstención apenas alcanzó el 30 %), a pesar de que la oposición recomendó a los ciudadanos que no acudieran a votar. El 22 de diciembre fue detenido en Madrid Santiago Carrillo, secretario general del PCE, que había viajado clandestinamente a España. Fue puesto en libertad el día 30. Los fragmentos de los artículos 1, 2, 3 y 5 de la Ley para la Reforma Política reproducidos en el texto configuran una monarquía parlamentaria regida por un sistema democrático y de respeto a los derechos humanos. En el artículo 1.1. se indican los principios que guiarán al nuevo régimen político (supremacía de la Ley, voluntad soberana del pueblo, derechos inviolables de las personas). Se establecen asimismo las competencias de las Cortes (art. 1.2.) —elaboración y aprobación de las leyes— su composición (art. 2.1.) —bicamerales, compuestas por el Congreso y el Senado—, el procedimiento de elección de sus miembros (arts. 2.2. y 2.3.) —sufragio universal para los miembros del Congreso y Senado; estos también por designación real— y su régimen interno (art. 2.5.). Las funciones del rey son sancionar y © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 promulgar las leyes aprobadas por las Cortes (art. 1.2.) y convocar consultas populares mediante referéndum (arts. 3.3. y 5). Por último, se establecen los mecanismos de reforma constitucional (art. 3.2.), que debe realizarse con una mayoría de dos tercios de ambas cámaras. El procedimiento dotaba de estabilidad al sistema, aunque también provocaba cierta rigidez. a) Durante los primeros años de la Dictadura, la resistencia al Gobierno franquista fue débil, ya que la oposición se hallaba muy desunida. En las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial y en la posguerra (coincidiendo con el aislamiento impuesto por la ONU a España), el antifranquismo cobró cierto impulso. Sin embargo, nunca llegó a convertirse en un peligro serio para Franco, pues la oposición interior, que actuaba en la clandestinidad, tenía pocas posibilidades de triunfo frente al poderoso aparato represivo del régimen. Los principales grupos de oposición en esta época fueron: 쐌 Los republicanos en el exilio. Estaban muy divididos pero mantuvieron ciertas instituciones republicanas, aunque cada vez más debilitadas. Se intentó crear una institución común, la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD, 1944). Sin embargo, siempre se aisló a los comunistas, a pesar de constituir uno de los grupos opositores más activos contra Franco; esta tendencia se acentuó durante la guerra fría. Los socialistas de Prieto abandonaron a los republicanos para aproximarse, sin éxito, a una solución monárquica. Los anarquistas y, en especial, la CNT perdieron toda su influencia histórica. 쐌 Los Borbones. Tras la muerte de Alfonso XIII en 1941, quedó como heredero al trono su hijo Juan, conde de Barcelona, quien había intentado incorporarse a las tropas franquistas durante la Guerra Civil. Después de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, Juan de Borbón optó por reivindicar una transición hacia la monarquía constitucional, presionando a Franco para llegar a un acuerdo a través del cual este le cediera el poder (Manifiesto de Lausana, 1945). Tras la aprobación de la Ley de Sucesión, aceptó que su hijo Juan Carlos fuera educado en España bajo los principios del Movimiento, lo cual implicaba que se convertía en sucesor de Franco. 쐌 Los maquis. Las guerrillas del interior de España estuvieron lideradas, sobre todo, por comunistas y, en menor medida, por anarquistas que habían combatido en la Guerra Civil y, en ocasiones, en la resistencia contra el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Los comunistas llegaron a organizar, sin éxito, la invasión del valle de Arán (Lérida) con 4 000 hombres armados. La lucha de los maquis decayó a partir de 1952. Historia de España 10 COMUNIDAD DE MADRID En la década de 1950 comenzó en España la lenta reconstrucción de una auténtica oposición en el interior. Las protestas se canalizaron a través de los siguientes cauces: 쐌 La universidad. Los primeros conflictos relevantes se iniciaron entre el SEU (Sindicato Español Universitario, de ideología falangista) y los estudiantes que lo rechazaban. El más grave de estos incidentes se produjo con motivo de las elecciones para delegados de curso celebradas en febrero de 1956; tras una pelea que se saldó con un falangista herido por arma de fuego, se llevó a cabo la detención de un número de jóvenes considerados subversivos. Los incidentes provocaron, además, una purga general en la que fueron destituidos el ministro de Educación, Joaquín Ruiz-Giménez, y los rectores de las universidades de Madrid y Salamanca, Pedro Laín Entralgo y Antonio Tovar, respectivamente. 쐌 Las huelgas obreras. Se convocaron huelgas obreras, acompañadas a veces de boicots populares, aprovechando la existencia de los sindicatos verticales, es decir, practicando la oposición desde dentro de los cauces oficiales. Destacaron las huelgas de 1951, iniciadas en Barcelona en marzo de ese año con un boicot al servicio de tranvías como consecuencia de la subida de las tarifas; a esta acción siguieron una huelga general en la misma ciudad, que fue secundada en abril en el País Vasco, y la huelga blanca de Madrid. Durante el bienio 1956-1958 se reprodujeron las huelgas en el País Vasco, Madrid y Barcelona, como protesta contra la inflación; en ellas empezaron a surgir comisiones espontáneas de obreros para negociar cuestiones concretas. A partir de mediados de la década de 1960, la oposición al régimen se incrementó y empleó nuevas formas de lucha, especialmente en el interior del país, ya que el antifranquismo del exilio pasó a un segundo plano. La oposición en estos años tuvo diferentes manifestaciones: 쐌 La protesta obrera. Se canalizó a través de sindicatos no reconocidos por el régimen que, sin embargo, empezaron a tener una influencia decisiva. El más importante fue Comisiones Obreras (CC OO), surgido entre 1962 y 1966 en varias regiones españolas y dentro de la propia organización sindical vertical del franquismo. Las huelgas obreras, a partir de 1967, pasaron a ser cotidianas, en particular en Asturias, Vizcaya, Guipúzcoa, Barcelona y Madrid. A partir de 1973, la conflictividad social fue muy intensa. A las reivindicaciones de carácter laboral se incorporaron, además, las de contenido político. Estos factores hicieron que CC OO se aproximara al PCE, el partido obrero más fuerte y organizado de la oposición. Junto a CC OO destacó también, desde 1960, la Unión Sindical Obrera © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 (USO), una organización de orientación centrista y cristiana. La UGT no recuperó parte de su influencia hasta 1976. 쐌 La protesta universitaria. Los conflictos volvieron a estallar en 1965 en la Universidad de Madrid y se convirtieron en una revuelta permanente que obligó al Gobierno a declarar el estado de excepción en 1969. Los estudiantes contaron con el apoyo de numerosos profesores, entre ellos Enrique Tierno Galván, José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo, que fueron expulsados de sus cátedras. También alcanzó influencia, a partir de 1972, el movimiento de los profesores contratados no numerarios (PNN o penenes). El movimiento estudiantil sintonizó con organizaciones políticas clandestinas, especialmente el Frente de Liberación Popular (FLP), también conocido como «Felipe», el PCE y, en Cataluña, el PSUC. 쐌 Los movimientos vecinales y ciudadanos. Se trataba de asociaciones clandestinas de vecinos que se concentraban en las barriadas obreras y populares de grandes urbes como Madrid y Barcelona. Comenzaron por reivindicar para sus barrios infraestructuras básicas (agua, luz, transporte), pero evolucionaron hacia la protesta política exigiendo democracia y cambio. 쐌 La Iglesia católica. Imbuida en parte del espíritu modernizador del Concilio Vaticano II (1962-1965), se distanció del régimen. Proliferaron las declaraciones de la jerarquía católica contra el franquismo, sobre todo entre el clero vasco y catalán. También mostró una actitud crítica hacia el sistema el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal española. Algunos sacerdotes y religiosos (los «curas obreros») colaboraron con el movimiento obrero y el PCE. 쐌 La oposición política tradicional. Se renovó desde el interior del país, liderada por el PCE, partido dirigido desde 1960 por un veterano de la Guerra Civil, Santiago Carrillo. La estrategia del PCE, conocida como eurocomunismo, consistió en fomentar la unidad de clases contra el franquismo y la «reconciliación nacional», rompiendo con el comunismo soviético. En Cataluña, la actividad comunista fue encabezada por el PSUC. El PSOE no se renovó hasta 1972, cuando los grupos sevillano (Felipe González, Alfonso Guerra), vasco (Nicolás Redondo, Enrique Múgica) y madrileño (Pablo Castellanos) se hicieron con el control del partido, situación que se ratificó en el Congreso de Suresnes (Francia, 1974), cuando fue desbancado Rodolfo Llopis (líder socialista en el exilio). Los nuevos dirigentes trasladaron la dirección del PSOE a España y eligieron como líder a Felipe González. Ambos partidos, PCE y PSOE, dirigieron distintas «coaliciones democráticas unitarias» de oposición: Historia de España 11 COMUNIDAD DE MADRID la Junta Democrática (1974) —PCE, socialistas de Tierno Galván, CC OO y monárquicos juanistas—, y la Plataforma de Convergencia Democrática (1975) —PSOE, UGT, PNV y otros grupos nacionalistas catalanes y democristianos—. 쐌 El incremento del terrorismo. La organización terrorista más importante fue ETA (Euskadi ta Askatasuna, Euskadi y Libertad). En la práctica, esta organización derivó hacia el independentismo radical y el leninismo, y llevó a cabo asesinatos (desde 1968), secuestros y chantajes a empresarios en una autodenominada lucha armada contra las autoridades de España y Francia que impedían, según su visión, la libertad del pueblo vasco. Aparecieron otras organizaciones terroristas de extrema izquierda, como el Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico (FRAP) y los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO), constituidos ambos en 1975. La extrema derecha (Guerrilleros de Cristo Rey) organizó provocaciones y atentados para que el régimen no cediese a las reivindicaciones de la oposición. Ante la oposición, la única respuesta del régimen fue la represión. Los juicios, encarcelamientos y ejecuciones fueron respaldados por normas como la Ley de Responsabilidades Políticas (1939), que afectaba a todos aquellos que hubiesen desempeñado algún cargo en la Segunda República; la Ley para la Supresión de la Masonería y el Comunismo (1940); la Ley para la Seguridad del Estado (1941), y la Ley de Represión del Bandidaje y el Terrorismo (1947). En 1963 se creó el Tribunal de Orden Público (TOP). Los consejos de guerra y las ejecuciones se convirtieron en escándalos en el ámbito internacional. Así sucedió con el fusilamiento del dirigente del PCE, Julián Grimau (1963); el proceso de Burgos, instruido contra ETA (1970); y el proceso 1001, en el que se juzgó a dirigentes de CC OO (1973). En 1974 se produjo la ejecución del anarquista Salvador Puig Antich y en septiembre de 1975 tuvieron lugar las últimas ejecuciones llevadas a cabo durante el franquismo. b) Tras su proclamación como rey de España, Juan Carlos I confirmó en el cargo a Carlos Arias Navarro, último presidente del Gobierno del general Franco. Tras unos meses y ante la falta de impulso reformista, lo sustituyó por Adolfo Suárez, quien constituyó un Gobierno con ministros de su misma generación y dio impulso a la transición, un proceso político que condujo a la instauración de un régimen democrático en España. El primer paso fue la aprobación por las Cortes de la Ley de Reforma Política (noviembre de 1976), que significó la desaparición pacífica de las instituciones franquistas y abrió la vía a la celebración de unas elecciones constituyentes. Su ratificación en el referéndum del 15 de diciembre de 1976 y la alta participación (que rondó el 70 %) fortalecieron la posición del Gobierno frente a la oposición, que © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 había solicitado la abstención. Paralelamente, se llevaron a cabo negociaciones para la legalización de los partidos políticos que debían presentarse a los futuros comicios (constitución de Alianza Popular en octubre, celebración en Madrid del XXVII Congreso del PSOE en diciembre, el primero que se celebraba en España desde 1932). El Gobierno tuvo problemas para legalizar al PCE, debido a los recuerdos de la Guerra Civil que este partido suscitaba y el anticomunismo visceral que impregnaba a la derecha española y al Ejército. En enero de 1977 fueron asesinados por un grupo de extrema derecha cinco personas, todas del PCE, en un despacho laboralista de la calle Atocha de Madrid. La respuesta pacífica de sus militantes en una masiva manifestación favoreció su legalización, que finalmente se produjo el 9 de abril de ese mismo año. La decisión provocó dimisiones y un fuerte malestar entre los militares. Al mismo tiempo, el Gobierno resistió una ofensiva terrorista (secuestros por parte del GRAPO de Antonio María de Oriol, presidente del Consejo de Estado, en diciembre de 1976 y de Emilio Villaescusa, presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, en enero de 1977; ambos fueron liberados en febrero). Finalmente, el 15 de junio se celebraron las primeras elecciones democráticas en España desde febrero de 1936. La victoria correspondió a Unión de Centro Democrático (UCD), formación de la que era líder Adolfo Suárez, mientras el PSOE se convertía en la segunda fuerza política. Tras las elecciones, el Gobierno se marcó tres objetivos prioritarios: elaborar una nueva Constitución, construir el Estado de las Autonomías y gestionar una política económica de urgencia para paliar los efectos de la crisis energética mundial. Para ello impulsó una política de acuerdos (el llamado consenso), que permitió firmar los Pactos de la Moncloa, restablecer la Generalitat en Cataluña y aprobar la Constitución. 쐌 Pactos de la Moncloa. Estos acuerdos fueron inspirados por el economista Enrique Fuentes Quintana, vicepresidente del Gobierno para Asuntos Económicos. Se firmaron en octubre de 1977 por el Gobierno y los representantes de los principales partidos de la oposición. Se involucró además a la patronal y a los sindicatos. Estos pactos constituyeron un gran acuerdo económico que proponía un nuevo modelo de relaciones laborales y pretendía, además, neutralizar la conflictividad social. Los acuerdos incluían medidas económicas (reforma fiscal y control de los salarios, del déficit exterior, de la inflación y del creciente desempleo) pero también decisiones políticas y sociales (funciones de los sindicatos, reforma de la enseñanza, de la Seguridad Social y de la legislación laboral, transformación de los medios de comunicación gubernamentales, entre otros aspectos). Historia de España 12 COMUNIDAD DE MADRID 쐌 Restablecimiento de la Generalitat. El único gobierno autonómico constituido antes de la Guerra Civil era la Generalitat, institución que fue reinstaurada en septiembre de 1977. Al mes siguiente regresó su presidente en el exilio, Josep Tarradellas, miembro de Esquerra Republicana de Catalunya. A lo largo de este período (septiembre de 1977-octubre de 1978), el Gobierno estableció un régimen preautonómico en trece regiones españolas. Estas medidas implicaban la extensión del principio autonómico a todo el territorio español, con algunas excepciones (Madrid, Santander, Logroño, Navarra, León…), ya que se debatía a qué comunidad autónoma debían pertenecer determinadas provincias. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 쐌 Elaboración de la Constitución de 1978. El diseño del texto constitucional se fundamentó en el consenso: una comisión o ponencia formada por siete miembros redactó un anteproyecto que se debatió en las Cortes (mayo-octubre de 1978). La Constitución fue aprobada en referéndum el 6 de diciembre y promulgada el 29 de diciembre de 1978. La nueva Carta Magna establecía un Estado democrático (la soberanía nacional reside en el pueblo español) y de respeto a los derechos humanos bajo la forma de una monarquía parlamentaria. Se reconocían además las diferentes realidades nacionales del Estado español, dentro de su unidad, y se establecía una organización territorial basada en comunidades autónomas. Opción B Cuestiones A partir del año 750 a. C., las culturas indígenas de la Península y de las Islas Baleares entraron en contacto con otros pueblos más desarrollados que procedían del Mediterráneo oriental: los fenicios y los griegos. Estos pueblos conocían el alfabeto y practicaban la escritura, realizaban unos ritos religiosos más sofisticados y su tecnología era más avanzada, pues empleaban ya el hierro, aún desconocido en Occidente. Los fenicios, pueblo oriental de comerciantes, fundaron Gades o Gadir (Cádiz), probablemente en el siglo VIII a. C., Malaca (Málaga), Abdera (Adra) y Sexi (Almuñécar). Su influencia cultural fue importante en Baleares y en toda la Península, especialmente en el sudeste. De influencia fenicia, en la zona del Bajo Guadalquivir, existía, al parecer, un país rico llamado Tartesos, del que se han encontrado restos relacionados con ritos, objetos y tecnologías orientales como la orfebrería fina de oro del tesoro del Carambolo (Sevilla). Los griegos llegaron hacia el siglo VII a. C. Eran focenses (originarios de Focea, en Asia Menor) y fundaron Emporion (Ampurias/Empúries) y, después, Rhode (Rosas). Junto con los fenicios, introdujeron la vid y el olivo y las primeras monedas acuñadas en la Península Ibérica. Los cartagineses procedían de Cartago, ciudad norteafricana de origen fenicio; a partir del siglo VI a. C., se convirtieron en la potencia hegemónica del área. Aparte de buscar metales, reclutaron mercenarios para sus guerras con los romanos (guerras púnicas) por la supremacía en el Mediterráneo. Tras su derrota en la Primera Guerra Púnica (264 a. C.-241 a. C.), Amílcar Barca y Asdrúbal sometieron la costa mediterránea y el valle del Guadalquivir y fundaron Cartago Nova (Cartagena). Los cartagineses se mantuvieron en la Península hasta las postrimerías de la Segunda Guerra Púnica, cuando fueron expulsados por Roma. © Oxford University Press España, S. A. A partir de la invasión musulmana del año 711, gran parte de la Hispania visigoda fue sometida a la influencia del islam. La conquista del reino visigodo fue un proceso relativamente breve (711-715), ya que las tropas islámicas no pretendían ocupar todo el territorio, sino controlar solo los puntos clave estableciendo guarniciones militares. Los conquistadores denominaron al-Ándalus a las tierras conquistadas, que durante los cuarenta años siguientes constituyeron una provincia del vasto Imperio islámico. En 756 al-Ándalus se convirtió en un emirato independiente y tras la proclamación del califato en 929, el poder islámico en España alcanzó su momento de mayor esplendor. El desarrollo político de estas tres fases en que se dividieron los primeros siglos de dominación musulmana en la Península Ibérica fue el siguiente: 쐌 Emirato dependiente (711-756). El poder político en al-Ándalus fue asumido por un valí dependiente del califato de Damasco, a menudo elegido desde Kairuán (en el actual Túnez). Para someter las áreas conquistadas, los califas ordenaron el territorio en coras. Impusieron tributos a la población, repartieron las tierras entre sus guerreros y nombraron gobernadores árabes. Establecieron la capital en Córdoba para controlar el valle del Guadalquivir. Crearon tres áreas en las fronteras del territorio conquistado, en torno a Mérida, Toledo y Zaragoza, que se denominaron marcas (en árabe tagr) Inferior, Media y Superior, respectivamente. Apenas prestaron atención a las tierras de la Meseta septentrional ni a los pueblos montañeses del norte y los Pirineos, rebeldes y poco romanizados. 쐌 Emirato independiente (756-929). La mayoría de los omeyas fueron asesinados en una guerra civil; el clan abasí ocupó el califato y trasladó su capital a Bagdad (Irak). Un superviviente omeya, Abd al-Rahman I (734788), se trasladó a al-Ándalus y se proclamó emir (príncipe) independiente del califato de Bagdad (756). Historia de España 13 COMUNIDAD DE MADRID Abd al-Rahman I convirtió su poder personal en una dinastía, pues designó heredero en vida a un hijo suyo, estableciendo así un sistema sucesorio que se mantuvo durante los dos siglos siguientes. A partir del año 879, sin embargo, fue evidente la crisis en el emirato cordobés pues se produjeron numerosas revueltas locales y reivindicaciones continuas de independencia (como la de Umar ibn Hafsun en Andalucía). Para hacerles frente, los emires se rodearon de un ejército personal de mercenarios, generalmente esclavos liberados (eslavos en su mayoría). Consiguieron prestigio y recursos económicos a través de las aceifas, campañas de saqueo en las tierras cristianas del norte. 쐌 Califato de Córdoba (929-1031). El emir Abd al-Rahman III se proclamó califa en Córdoba (929), convirtiéndose en el líder político y religioso de todos los musulmanes. Restauró la unidad del Estado islámico y estableció la hegemonía de al-Ándalus sobre toda la Península Ibérica, pues los reinos cristianos del norte se convirtieron en tributarios y vasallos suyos a cambio de no sufrir las temibles aceifas. A nivel internacional intentó que la cultura andalusí liderara el mundo árabe e islámico promoviendo el renacimiento artístico e intelectual en Córdoba y Madinat al-Zahra (Medina Azahara), una ciudad-palacio construida desde el año 936 en las afueras de Córdoba y continuada por su hijo y sucesor Al-Hakam II (961-976). Tras la muerte de Al-Hakam II, los califas de Córdoba se mantuvieron en el poder de forma simbólica. Aprovechando la minoría de edad del nuevo califa, Hisham II, el gobierno efectivo pasó a manos del hayib o valido andalusí, Muhammad ibn Abi Amir, llamado Al-Mansur o Almanzor (el Victorioso). Él y sus dos hijos, que le sucedieron en el poder, son conocidos como los amiríes y fueron los auténticos gobernantes del califato cordobés entre los años 976 y 1009. Almanzor controló la Administración y el Ejército, imponiendo una dictadura militar, organizando la defensa de la ortodoxia religiosa y realizando expediciones de castigo contra los reinos cristianos del norte. Tras la muerte de Almanzor (1002), uno de sus hijos, Abd al-Rahman Sanchuelo, pretendió ser nombrado sucesor del califa Hisham II, lo cual le enfrentó a la dinastía omeya, a los dirigentes religiosos y al pueblo en general. En el año 1009 estalló una revolución en Córdoba durante la cual fueron asesinados los amiríes. En el año 1031, una asamblea de notables decretó en Córdoba el final del califato. Durante los siglos VIII y XI, la sociedad de los nuevos reinos cristianos se vio inmersa en un proceso de feudalización que culminó, en la Península Ibérica, entre los siglos XI y XIII. Esta sociedad presentaba las siguientes características: 쐌 Los reyes y su Corte no residían en una capital estable: se desplazaban por las tierras de su propiedad. © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 쐌 Los nobles, por su parte, eran guerreros que poseían ejércitos privados, fortalezas, tierras y aldeas que constituían su patrimonio familiar. 쐌 Los monasterios eran centros económicos y culturales y aseguraban la presencia de la Iglesia en el campo; también había eclesiásticos en las ciudades, encabezados por el obispo (obispados). 쐌 El campesinado estaba sujeto a algún tipo de dependencia material o personal (o ambas) de los grandes señores laicos y eclesiásticos. Existía una economía de subsistencia en la que los campesinos eran, además, artesanos; el escaso comercio se basaba en el trueque, y los pagos se efectuaban en especie (sobre todo trigo). Las ciudades eran de tamaño muy reducido y generalmente desempeñaban funciones políticas y militares (Oviedo, León, Burgos…). En este contexto se produjo la repoblación, el proceso de ocupación y organización administrativa por parte de nuevos pobladores cristianos de las tierras conquistadas al islam. Entre los siglos VIII y XI tuvo lugar la colonización del norte de la Meseta y del interior de Cataluña. Inicialmente, fue de carácter espontáneo; después, estuvo controlada por el rey, los nobles y la Iglesia. A partir del siglo XI, Castilla-León y Aragón iniciaron un proceso de expansión territorial que les llevó a triplicar su extensión. Las tierras situadas al sur eran muy diferentes a las repobladas con anterioridad, ya que contaban con numerosa población musulmana y judía, ciudades importantes y gran riqueza agrícola en algunas áreas. Como consecuencia de ello, en la repoblación de estas regiones intervinieron muy activamente los monarcas. Los instrumentos empleados para la colonización de estas tierras fueron los siguientes: 쐌 Capitulaciones. Eran acuerdos o pactos locales con las poblaciones sometidas (musulmanes, judíos, mozárabes) en los que se respetaban sus leyes, creencias, costumbres y casi todas sus propiedades; a cambio, se les imponían contribuciones especiales. Con las capitulaciones también se fomentaba la salida de musulmanes o se les obligaba a vivir en barrios propios (morerías) o a trabajar como siervos. Este sistema se aplicó en los valles del Tajo y del Ebro y en Levante. 쐌 Repartimientos. Consistían en la distribución de lotes de bienes y tierras que efectuaba el monarca entre los conquistadores. Se aplicaron durante el siglo XIII en Baleares, el campo levantino, el valle del Guadalquivir y Murcia. En los repartimientos las condiciones impuestas a los musulmanes fueron muy duras, lo que provocó numerosas sublevaciones de mudéjares. 쐌 Privilegios y fueros. Su objetivo era atraer a nuevos colonos. Se otorgaron sobre todo en el área situada entre el Duero y Sierra Morena (La Mancha, Extremadura…). Entre los privilegios y fueros se encontraban las cartas puebla o de población (que establecían las condiciones para el cultivo de las tierras), los fueros Historia de España 14 COMUNIDAD DE MADRID locales (que determinaban los derechos de una ciudad) y las cartas de franquicia (que concedían privilegios a los colonos). El proceso de repoblación y colonización estuvo acompañado en los reinos cristianos de la Península por una serie de importantes transformaciones económicas y sociales: 쐌 Se produjo un crecimiento demográfico que facilitó la expansión territorial, la repoblación y la colonización. 쐌 Tuvo lugar un leve crecimiento de las ciudades debido, en parte, a la incorporación de las antiguas urbes musulmanas a los reinos cristianos y al desarrollo de los núcleos de población a lo largo del camino de peregrinación a Santiago de Compostela. El núcleo de comerciantes y artesanos se hizo permanente en algunas ciudades y fue bautizado con el nombre de burgo, y sus habitantes, con el de burgueses. Durante este período, en los reinos cristianos las mayores ciudades fueron sede de los obispados. El comercio se hizo más dinámico y se hicieron frecuentes, a partir del siglo XII, las ferias anuales. 쐌 La nobleza guerrera y el alto clero aumentaron su poder y sus tierras. 쐌 Disminuyeron las propiedades y las libertades de los campesinos, entre los que había una minoría de labradores propietarios, una mayoría de campesinos teóricamente libres que cultivaban los campos de los señores a cambio de una renta en forma de dinero o en especie, y jornaleros que cobraban, a cambio de su trabajo, un salario que solía ser una parte de lo cosechado. La mayoría de los campesinos dependían de los señores laicos y eclesiásticos, y estaban sometidos a su jurisdicción. La Corona de Aragón se constituyó por el matrimonio en 1137 de doña Petronila, hija de Ramiro II el Monje de Aragón, y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona. Desde entonces, los sucesivos monarcas de la casa de Barcelona reinaron sobre el reino y el principado respetando su autonomía administrativa y financiera. La fórmula se extendió a otros territorios durante el proceso de expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo entre los siglos XIII y XV: Valencia, Córcega y Cerdeña, Mallorca, Sicilia. Para llevar a cabo dicha política de expansión, los reyes se vieron obligados a ceder patrimonio, privilegios y derechos a los grandes señores y hacer numerosas concesiones a las Cortes a cambio de préstamos y ayudas. Esta forma de gobierno se denominó pactismo. Había unas Cortes diferentes para cada reino (Aragón, Cataluña y Valencia), constituidas a lo largo del siglo XIII, además de unas generales. En esos años, debido a la guerra por la conquista de Sicilia, Pedro III se vio obligado a reconocer a los nobles de Aragón un Privilegio General (1283), por el que se comprometía a respetar los fueros del reino y sus derechos y a convocar Cortes anualmente. También en esta época surgió el Justicia © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 Mayor de Aragón, cargo judicial que interpretaba los fueros y que inicialmente controló la nobleza. Pedro IV el Ceremonioso (1336-1387) derrotó a los nobles con ayuda de las ciudades. A cambio de su apoyo, las ciudades exigieron un mayor poder para sus instituciones representativas, las Cortes y la Generalitat, una diputación de las Cortes de Cataluña y Valencia que supervisaba la acción del monarca y la gestión de los subsidios concedidos al rey mientras estas no se encontraban reunidas. En Cataluña, la primera diputación de este tipo de la que se tienen noticias se estableció en 1289, y en Valencia en 1321. Su función era controlar el cobro de contribuciones decididas en Cortes, los drets del general o generalitats, llamados así porque ningún grupo social estaba exento de su pago. La Generalitat adquirió carácter permanente en Cataluña en 1359. Se encargó de la defensa de los estamentos representados en las Cortes y del control financiero y fiscal de los recursos del Principado, además de constituir un Tribunal de Justicia. En el reino de Valencia, la Generalitat tuvo carácter permanente a partir de 1418. El ejemplo más representativo de la tradición pactista de la Corona de Aragón es el Compromiso de Caspe (1412), cuando nueve compromisarios de los reinos de Aragón y Valencia y el Principado de Cataluña reunidos en esta localidad zaragozana acordaron la elección de Fernando de Antequera como nuevo monarca tras la muerte de Martín I el Humano (1396-1410) sin descendencia. La decisión supuso la instauración en los reinos aragoneses de una rama de la dinastía Trastámara, que reinaba en Castilla desde 1369. La política exterior de los Reyes Católicos continuó con los objetivos marcados por los Trastámara en sus respectivos reinos. Sus líneas fundamentales fueron: 쐌 Recuperación de los territorios perdidos por los reyes aragoneses y que Fernando reivindicaba como parte del patrimonio familiar: Navarra (en la que había reinado su padre, Juan II, y ahora los condes de Foix, de origen francés), Rosellón y Cerdaña (condados que Juan II había cedido al rey de Francia a cambio de su apoyo en la guerra civil catalana) y Nápoles (donde reinaban los Trastámara, pero constantemente reivindicado por Francia). En cualquier caso, la anexión de estos territorios implicaba algún tipo de enfrentamiento con Francia. 쐌 Consolidación de la expansión mediterránea de la Corona de Aragón. Este objetivo conllevaba conflictos con los reinos musulmanes del norte de África, una zona que siempre había tenido un gran interés comercial para Aragón y, tras la conquista de Granada, también para Castilla. Esta expansión incluía, asimismo, el reino de Nápoles. 쐌 Avance de la expansión atlántica del reino de Castilla. Hacia el sur, esta aspiración tenía muchas limitaciones debido a los acuerdos firmados con Portugal. El descubrimiento de América cambió por completo la situación. Portugal mantuvo su dominio en el litoral Historia de España 15 COMUNIDAD DE MADRID africano, pero por el Tratado de Tordesillas (1494) Castilla logró el control del Atlántico occidental y de la mayor parte del sur del Nuevo Continente excepto Brasil, que correspondió a Portugal. Con respecto a las rutas atlánticas del norte, la ruptura de la alianza con Francia impuso un cambio de aliados: Inglaterra y el Sacro Imperio Romano Germánico (también llamado Imperio alemán, que comprendía gran parte de Europa, incluyendo la actual Alemania, Suiza, Austria, el norte de Italia y Flandes) eran los candidatos a establecer nuevas alianzas. Los Reyes Católicos utilizaron varios instrumentos para llevar a cabo su política exterior: una diplomacia ágil, un ejército permanente y en aumento, y una política matrimonial para lograr las alianzas necesarias con Inglaterra y el Imperio alemán, además de con Portugal. Respecto a la política italiana en esta época, Francia reactivó las guerras en Italia, que estaba formada por una multitud de estados muy pequeños y débiles militarmente, aunque por lo general, ricos, cultos y de extremada habilidad diplomática. Para ello, quiso asegurarse la neutralidad de sus enemigos potenciales. Con este fin, en 1493 devolvió el Rosellón y la Cerdaña (Tratado de Barcelona) a la Corona de Aragón. Más tarde, acordó con Aragón el reparto del reino de Nápoles (Tratado de Granada, 1500). La falta de entendimiento entre Francia y Aragón condujo a la guerra en 1502. Las tropas francesas, mucho más numerosas y mejor armadas, fueron derrotadas en las batallas de Ceriñola y del río Garellano (1503). Como consecuencia, los Trastámara recuperaron Nápoles. Fernando siguió interviniendo en Italia para mantener el equilibrio de poderes entre los estados que dominaban la zona: Francia y Venecia, al norte; el papado en el centro; y Aragón, en el sur. Los Reyes Católicos pusieron al frente de las guerras de Italia a Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán), que supo combinar las armas de fuego de los arcabuceros con las picas largas de otros soldados —muchos de ellos mercenarios alemanes— en formaciones cerradas, creando el embrión de los tercios. En cuanto a la política norteafricana, entre 1497 y 1510, los castellanos realizaron diversas expediciones por esta costa. El objetivo era ocupar una serie de plazas fuertes para garantizar la seguridad política y comercial del Mediterráneo occidental frente a la piratería berberisca o bereber y la expansión del Imperio turco. Tras la unión con Portugal (1580), Felipe II alcanzó su momento de mayor poder. A sus posesiones en el Nuevo Continente y en el Pacífico —entre los años 1565 y 1571 Miguel López de Legazpi conquistó Filipinas, islas del «del rey Felipe»— se añadían ahora las posesiones portuguesas en Brasil, África y Asia. Su imperio adquirió una dimensión mundial; en años posteriores incluso se plantearon proyectos de expansión en China para proceder a su evangelización. La unión con Portugal constituía además un importante apoyo a su política en el norte del Atlántico. © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 Después de la paz con Francia en 1559, la política exterior de Felipe II se centró en el Mediterráneo. Hacia 1578-1580, tras la victoria en Lepanto (1571), el monarca imprimió un giro a la política exterior en el Atlántico debido, sobre todo, a la rebelión en los Países Bajos. Este conflicto se complicó por el apoyo a los rebeldes de Isabel I, reina de Inglaterra, tanto por motivos políticos (frenar el avance español al otro lado del canal de la Mancha), como religiosos, ya que era una anticatólica convencida. El rey prudente llegó a la conclusión de que era necesaria la invasión de Inglaterra. Sin embargo, para poder llevar a cabo este proyecto, Felipe II necesitaba, además de una flota poderosa y la base terrestre que le proporcionaban los Países Bajos, un puerto atlántico relevante y seguro. La unión con Portugal (1580) le permitió disponer de uno (Lisboa), además del control de su gran imperio marítimo. El rey Sebastián de Portugal murió sin herederos en la batalla de Alcazarquivir (Marruecos, 1578). Heredó el trono el cardenal don Enrique, el último descendiente de la dinastía Avis, y tras su muerte en 1580 se abrió una crisis sucesoria en Portugal. Felipe II poseía derechos dinásticos, ya que era nieto de Manuel el Afortunado y de María de Castilla, hija de los Reyes Católicos. A su candidatura se opuso Antonio, prior de Crato, que contó con el apoyo de muchas ciudades, incluida Lisboa. Sin embargo, apoyaron la incorporación a la monarquía hispánica la nobleza y la alta burguesía portuguesa, que de esta forma se procuraba el acceso a un mercado importante y a la plata americana. Felipe II ordenó entonces al duque de Alba la ocupación militar del reino vecino, que se realizó sin dificultades. El prior de Crato huyó pero el marqués de Santa Cruz envió una flota que derrotó definitivamente en las Azores a quienes eran contrarios a la unión. En 1581 las Cortes de Thomar reconocieron a Felipe II como monarca portugués. El rey español se comprometió a que todos los asuntos portugueses fueran gestionados por naturales de ese reino e incluso barajó la posibilidad de establecer su corte en Lisboa. Resulta clarificador que la unión ibérica durase hasta 1668, aproximadamente lo mismo que las continuas guerras con Inglaterra. Los objetivos de la política exterior de los Austrias durante el siglo XVII fueron similares a los de la centuria anterior: defensa a ultranza de su patrimonio, que consideraban una herencia legítima; protección de la religión católica frente a luteranos y calvinistas (siempre que fuese compatible con el primer objetivo) y defensa militar del monopolio comercial en América, que suponía una importante fuente de ingresos. No obstante, en esta época la política exterior española se vio debilitada por una serie de factores: 쐌 Escasez de recursos financieros. Se debió a la disminución, entre 1630 y 1660, de las remesas de metales preciosos procedentes de América. La excesiva presión fiscal provocó además rebeliones y secesiones a partir de 1640 (Cataluña, Nápoles, Portugal). Historia de España 16 COMUNIDAD DE MADRID 쐌 Pérdida de efectivos militares. A la escasez de recursos financieros se unió la crisis demográfica, que hizo cada vez más difícil encontrar personas que se incorporasen al Ejército. 쐌 La acción de holandeses e ingleses en las colonias hispano-portuguesas. En Asia, los holandeses constituyeron su propio imperio en las llamadas Indias Orientales (Ceilán e Indonesia). También se establecieron, junto a franceses e ingleses, en la Guayana y en el Caribe, enclaves para el comercio, el contrabando, la piratería y el tráfico de esclavos. España tuvo que invertir cada vez mayores recursos económicos en defensa y en buques para América. 쐌 Los nuevos enemigos. El Imperio turco dejó de constituir una amenaza en el Mediterráneo, pero a la Corona española se enfrentaron Inglaterra, Francia y las Provincias Unidas, a las que se unió Portugal tras su independencia. En los comienzos del siglo XVII se produjo un apaciguamiento de los conflictos exteriores, determinado por la debilidad económica de la monarquía hispánica (bancarrota de 1607). Durante el reinado de Felipe III se firmaron la paz con Inglaterra (1604) y la Tregua de Amberes o de los Doce Años (1609) con las Provincias Unidas. Sin embargo, con Felipe IV y el conde duque de Olivares se reanudaron las hostilidades. El valido estaba convencido de la necesidad de restaurar el prestigio militar de España como gran potencia europea. Para ello, reinició la guerra con las Provincias Unidas (1621) y cooperó más estrechamente con los Habsburgo de Viena, a los que la Corona española consideraba aliados imprescindibles para defender las posesiones de Italia y Flandes. Como consecuencia, España se involucró en la Guerra de los Treinta Años, que enfrentó a los católicos Habsburgo con los príncipes protestantes alemanes y sus aliados (primero Dinamarca y después Suecia). En 1635, cuando los Habsburgo parecían haber derrotado a sus enemigos, Francia (gobernada por el cardenal Richelieu) decidió intervenir. España, debilitada por las rebeliones de 1640, no pudo atender tantas campañas militares al mismo tiempo: en 1643, los tercios españoles fueron derrotados por el ejército francés en Rocroi (Francia). En 1648 se firmó la Paz de Westfalia, en la que los Habsburgo reconocían su derrota: España, por el Tratado de Münster, aceptaba la independencia de las Provincias Unidas; los poderes del emperador de Alemania quedaban aún más limitados. Francia se consolidó como la potencia hegemónica en Europa: extendió sus posesiones hacia el este, apoderándose de Alsacia, e interrumpió las comunicaciones por tierra entre Flandes y los estados italianos. No obstante, España prosiguió la guerra con Francia y las rebeldes Cataluña y Portugal. La entrada en la guerra de Inglaterra en 1655 (primero en ayuda de Portugal y después de Francia) fue decisiva. Felipe IV se vio obligado a firmar con Francia la Paz de los Pirineos (1659), que establecía, entre otros acuerdos, la cesión por parte de España al reino francés de varias © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 plazas situadas en Flandes, el Rosellón y la Cerdaña. La guerra con Portugal, apoyado por Inglaterra, continuó hasta 1668 (Tratado de Lisboa), ya muerto Felipe IV; España reconoció la independencia del país vecino y recibió a cambio Ceuta. El acoso de Francia a España persistió, aprovechando la debilidad de Carlos II y el aislamiento de sus territorios en el norte de Europa. Así, gran parte del Flandes español y la totalidad del Franco Condado fueron conquistados por Luis XIV entre 1668 (Paz de Aquisgrán) y 1678 (Paz de Nimega). La impotencia de España para defender sus posesiones y la ausencia de sucesor al trono promovieron distintos proyectos de reparto entre las potencias europeas. La Guerra de Sucesión española acabó por desintegrar el patrimonio de los Habsburgo. La Ilustración es la corriente de pensamiento que se difundió por Europa en el siglo XVIII. En el caso de España, constituyó la base intelectual de las reformas llevadas a cabo por los primeros Borbones, especialmente por el rey Carlos III. Para los seguidores de la Ilustración (los ilustrados), la monarquía y, por tanto, el Estado debía ser el motor de la modernización del país. Los rasgos más importantes del pensamiento ilustrado son los siguientes: 쐌 El empleo de la razón y la crítica como método de análisis y mejora de la sociedad española. Se rechazaba aquello que los ilustrados juzgaban pernicioso o inútil, como determinados espectáculos públicos, ciertas prácticas religiosas, numerosos prejuicios sociales e instituciones que calificaban de obsoletas. 쐌 El fomento de la economía nacional (agricultura, industria y comercio), considerada un medio imprescindible para promover los cambios sociales necesarios, aumentar el bienestar general y fortalecer el poder de la monarquía. 쐌 El desarrollo del conocimiento científico y de la educación como base del progreso técnico y económico. En esta misma línea, la creación literaria y artística debía subordinarse a un fin educativo. 쐌 La difusión del progreso y de la felicidad entre el mayor número posible de individuos, meta del reformismo ilustrado. Esta corriente de pensamiento pretendía reformar el sistema económico, social y político del Antiguo Régimen. Sin embargo, lo que consiguió fue acuñar ideas y programas que, en el transcurso del siglo XIX, acabaron destruyéndolo. Las ideas ilustradas se exportaron posteriormente a América del Sur, donde contribuyeron a impulsar el proceso de emancipación de las colonias. Los partidarios de la Ilustración dispusieron de una serie de canales de difusión, algunos oficiales, que fueron creados por iniciativas de particulares y luego impulsados por el Estado. También hubo canales de difusión no oficiales como la prensa periódica, concentrada sobre todo en Madrid. Historia de España 17 COMUNIDAD DE MADRID 쐌 Las academias. Imitaban instituciones similares a las creadas en Francia durante el reinado de Luis XIV y difundían desde Madrid un pensamiento ilustrado oficial y uniforme en los distintos ámbitos culturales: Real Academia Española (1713-1714), Academia de la Historia (1735-1738), Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744). 쐌 Las nuevas instituciones de enseñanza superior. Fueron numerosas y surgieron como alternativa a las universidades (que fueron reformadas): Real Seminario de Nobles de Madrid (1725), Seminario Patriótico de Vergara (Guipúzcoa), academias militares. 쐌 Las sociedades económicas de amigos del país. Surgieron a imitación de la Sociedad Bascongada de Amigos del País (1764), una tertulia de ilustrados creada en Vergara (Guipúzcoa). Entre sus objetivos figuraban la difusión y el progreso de las ciencias, especialmente las consideradas útiles, y el fomento de la economía. Además, realizaban memorias e informes y creaban escuelas de formación profesional. El éxito de estas sociedades (surgieron más de setenta antes de 1789) hizo que el Gobierno se apropiara de la iniciativa y la fomentase. Estuvieron integradas, principalmente, por nobles terratenientes, clérigos con inquietudes reformistas y funcionarios locales. La burguesía industrial y comercial tuvo una presencia muy escasa. 쐌 Los consulados. Eran los organismos encargados de proteger la actividad comercial y juzgar en los pleitos suscitados entre comerciantes. Aunque ya existían en varias ciudades (Sevilla, Burgos, Bilbao, Barcelona y Valencia), se difundieron por diversos puertos a partir de la apertura del comercio con destino a América (1778). Llevaron a cabo una labor similar a la que desempeñaban las sociedades económicas de amigos del país (especialmente en los lugares donde estas no existían) y crearon, además, escuelas de formación profesional (como la Junta Particular de Comercio de Barcelona, fundada en 1758) en el campo del comercio y la navegación. Entre los ilustrados españoles destacaron, en la primera mitad del siglo XVIII, Gregorio Mayáns y Siscar, iniciador de la historia de la literatura, y el fraile Benito Jerónimo Feijoo, creador del ensayo español, divulgador de las novedades científicas y autor de Cartas eruditas y curiosas. En la segunda mitad del siglo XVIII es representativo Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811); en su Memoria sobre los espectáculos y diversiones públicas abogaba por el papel educador de los espectáculos sufragados por el Estado y criticaba las corridas de toros y el teatro barroco. En la generación de ilustrados anterior a 1808 despuntó Blanco White. El acontecimiento científico más relevante del siglo XVIII fue la participación de dos marinos españoles, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, en la expedición hispano-francesa al Perú (1735-1744) para determinar el tamaño y la forma de la Tierra. Ambos investigadores contribuyeron a propagar la astronomía, la física y la historia natural en © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 nuestro país. En el campo de la botánica destacó José Celestino Mutis, médico, matemático y difusor de las teorías de Newton. En cuanto a la creación literaria y artística, los ilustrados criticaron la estética y los temas barrocos, predominantes en la primera mitad del siglo XVIII. La función social del arte debía ser, según la Ilustración, educar la moral pública y el buen gusto a través de la didáctica y el sentido práctico. Las manifestaciones artísticas debían atenerse a unas rígidas normas que dieran medida y orden a las fantasías y extravagancias del Barroco. El gusto de los ilustrados por lo racional y lo mesurado favoreció la aparición, en la segunda mitad del siglo XVIII, del neoclasicismo: fachadas que imitaban las de los templos dóricos o jónicos en bibliotecas y museos, estatuas inexpresivas, armoniosas y sin policromía. Este estilo artístico irrumpió en las reformas urbanísticas de Madrid llevadas a cabo por Carlos III (fuentes de Neptuno, Apolo y Cibeles, Museo del Prado, entonces de Ciencias Naturales, Observatorio Astronómico, la Puerta de Alcalá). En la literatura ilustrada sobresalieron el ensayista José Cadalso (Cartas marruecas, 1789), el poeta Juan Meléndez Valdés (Poesías, 1785) y el dramaturgo Leandro Fernández de Moratín (El sí de las niñas, 1806). En pintura destacó sobremanera Francisco de Goya, que de retratista ilustrado de la aristocracia, los intelectuales y la familia real, pasó a ser un artista difícilmente clasificable, autor de una pintura inquietante e irónica, como se refleja en La familia de Carlos IV (1800) y en la colección de grabados satíricos titulada Los caprichos. Su estilo se fue haciendo cada vez más tenebroso, irracional e impresionista, influido tanto por sus tragedias personales (la sordera y el exilio) como por las colectivas (guerras y conflictos políticos): El 3 de mayo de 1808 en Madrid, Pinturas negras de la Quinta del Sordo (Madrid), La lechera de Burdeos. Tema El estallido de la Guerra Civil fue consecuencia de una sublevación militar que se inició el 17 de julio de 1936 en Marruecos, donde se encontraba la guarnición mayor y mejor preparada del Ejército español. Precedió al levantamiento una conspiración que se aceleró tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de 1936. En ella colaboraron elementos civiles (monárquicos alfonsinos, carlistas, fascistas de Falange), además de importantes sectores del Ejército. Al frente de la misma se encontraba el general Emilio Mola. El general José Sanjurjo era la personalidad designada para presidir un directorio militar que se crearía tras el golpe, mientras que el también general Francisco Franco, futuro caudillo de España, no se incorporó a la sublevación hasta el último momento. Los sublevados previeron un golpe breve y rotundo, pero la resistencia espontánea por parte de la población afín a los sindicatos y organizaciones de izquierda, junto a las fuerzas militares aún leales al Gobierno republicano provocaron el fracaso del golpe y el inicio de un largo conflicto. Historia de España 18 COMUNIDAD DE MADRID El Gobierno legítimo, compuesto por una coalición de partidos republicanos a cuyo frente se encontraba Santiago Casares Quiroga, dimitió a las pocas horas de la sublevación. Se produjo un intento de constituir un Gobierno de conciliación con los rebeldes liderado por Diego Martínez Barrio. Al fracasar esta tentativa, se formó un gabinete presidido por José Giral, quien cedió a las presiones de las fuerzas de izquierda para armar a las milicias obreras. En los meses siguientes, se puso en marcha una revolución espontánea liderada por la CNT, la FAI, el POUM y algunos sectores de la UGT, que fue acompañada por una dura represión contra todo sospechoso de colaborar con los rebeldes. Unos días después de la sublevación, los rebeldes controlaban Canarias, Marruecos y la costa andaluza cercana al estrecho de Gibraltar, además de núcleos aislados, como la ciudad de Sevilla. También dominaban una franja de territorio que incluía Galicia, Castilla, León, Navarra y las tres capitales aragonesas, junto con las islas de Palma de Mallorca e Ibiza en el archipiélago balear. En los días siguientes al golpe, los sublevados recibieron el apoyo de buena parte de la derecha conservadora y de la Iglesia. La zona leal a la República comprendía la cornisa cantábrica y el País Vasco (excepto Álava) y, al sur, Madrid, Cataluña, Valencia, CastillaLa Mancha, Málaga y Murcia. Estas zonas albergaban las principales ciudades y núcleos industriales. Asimismo, se mantuvieron fieles al Gobierno buena parte de las fuerzas de orden público y algunas unidades del Ejército, así como la mayor parte de la flota y la aviación. Durante los meses siguientes, hasta noviembre de 1936, se desarrolló la llamada «guerra de columnas». Las fuerzas sublevadas, compuestas por tropas del ejército regular, se impusieron fácilmente a las improvisadas formaciones republicanas. Mola se dirigió a Madrid desde Navarra, pero su avance quedó detenido al norte del Sistema Central. Franco, por su parte, cuyas tropas habían podido desembarcar en la Península con ayuda de la aviación alemana e italiana, se aproximó a Madrid a lo largo de agosto y septiembre, tomando Badajoz, Talavera y Toledo. En estos dos meses alcanzó una posición de predominio en la Junta de Defensa Nacional de Burgos, organismo que agrupaba a los dirigentes de la sublevación y, finalmente, logró el mando militar y político único al ser nombrado Generalísimo y jefe del Gobierno del Estado español el 1 de octubre de 1936. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 constitución de un comité de no intervención (septiembre) que velara por el cumplimiento de los acuerdos. Alemania e Italia ignoraron los dictados de dicho comité y prestaron una amplia ayuda a los sublevados que se materializó en cobertura naval y aérea, así como en el envío de unidades militares (Corpo di Truppe Volontarie italiano, Legión Condor alemana) y de material bélico. Las potencias democráticas, encabezadas por el Reino Unido, cuyo Gobierno temía el triunfo de una revolución social en España, promovieron una política de apaciguamiento de los estados fascistas y no apoyaron la causa de la República. Solo la Unión Soviética y México mostraron su apoyo; la primera envió material bélico, a cambio de las reservas de oro del Banco de España, y ordenó a la Internacional Comunista el reclutamiento de las Brigadas Internacionales y la organización de movimientos de solidaridad antifascista en los países occidentales. La siguiente fase de la guerra, la batalla de Madrid, se desarrolló entre noviembre de 1936 y marzo de 1937. El Gobierno republicano, convencido de que Madrid caería pronto, se desplazó a Valencia dejando la capital en manos de una Junta de Defensa. Gracias a la llegada de los primeros envíos de armamento soviético y de contingentes de voluntarios extranjeros (las Brigadas Internacionales), se resistió un primer ataque frontal por el oeste. Franco lanzó entonces varias ofensivas sin éxito —batallas de la carretera de La Coruña (hasta enero de 1937), del río Jarama (febrero de 1937) y de Guadalajara (marzo de 1937)—. En el frente político, procedió a la fusión de falangistas y carlistas mediante la promulgación del Decreto de Unificación en abril de 1937. En virtud de este decreto, se constituía FET y de las JONS, el partido único del nuevo régimen que se proponía construir. El poder indiscutible de Franco en el bando sublevado le permitió constituir sin oposición un primer Gobierno (febrero de 1938) en el que integró a militares, falangistas, carlistas y monárquicos alfonsinos. Los republicanos intentaron reconducir la revolución espontánea surgida durante los primeros meses del conflicto. Para ello, en septiembre, se formó un Gobierno de coalición presidido por el socialista Francisco Largo Caballero que agrupó a republicanos moderados, Esquerra Republicana, PNV, PSOE, UGT y PCE; a partir de noviembre, también se integró la CNT-FAI. Sus principales objetivos fueron la legalización de las incautaciones hechas por los campesinos, la integración de las milicias en el Ejército con el fin de reconstruir la operatividad de las fuerzas armadas y la instauración de tribunales para contener la represión indiscriminada llevada a cabo por grupos de incontrolados. Por su parte, Largo Caballero, pese al éxito en la defensa de Madrid, estaba sometido a una presión creciente por parte de sus compañeros de coalición; la caída de Málaga (febrero de 1937) no hizo sino agudizar esta situación. Esas tensiones estallaron en mayo, con el enfrentamiento armado entre la Generalitat, UGT y el PSUC, por un lado, y las fuerzas de la CNT y el POUM, por otro, para lograr el control de los servicios públicos de Barcelona. La crisis, que provocó la salida de los anarquistas del Gobierno, arrastró consigo a Largo Caballero. El presidente de la República, Manuel Azaña, designó al socialista Juan Negrín presidente de un nuevo Gobierno, cuyos objetivos fueron recuperar por completo el control de las instituciones y tomar la iniciativa militar. Para ello se impulsaron varias ofensivas —batallas de Brunete (Madrid, julio de 1937), Belchite (Zaragoza, agosto de 1937) y Teruel (invierno de 1937-1938)— que concluyeron con escasos avances. Con ellas, además, se intentó retrasar el avance franquista en el norte, sin resultado, ya que, tras la caída de Bilbao en junio de 1937, los sublevados conquistaron Santander y Asturias (agosto y octubre de 1937 respectivamente). En el ámbito diplomático, las potencias extranjeras acordaron la no injerencia militar y política en el conflicto y la En los primeros meses de 1938, Franco lanzó una ofensiva en el frente de Aragón gracias a la cual las tropas franquis- © Oxford University Press España, S. A. Historia de España 19 COMUNIDAD DE MADRID tas pudieron alcanzar el Mediterráneo a la altura de Vinaroz (abril), partiendo en dos el territorio republicano. La derrota provocó una crisis en el Gobierno de la República. Uno de sus pilares, el ministro de la Guerra Indalecio Prieto, dimitió y rompió con Negrín, agudizando la división en el PSOE. Azaña, por su parte, encabezaba el grupo de quienes eran partidarios de una conclusión rápida del conflicto. Como respuesta, Negrín publicó los llamados Trece puntos (mayo de 1938), en los que exponía las bases para un final negociado del mismo. El presidente del Gobierno, convencido de la inminencia de una guerra entre la Alemania de Hitler y las potencias democráticas, consideraba vital mantener la resistencia. Para alcanzar ese objetivo, impulsó la última gran ofensiva republicana de la guerra: la batalla del Ebro (julionoviembre de 1938), que, sin embargo, supuso el quebrantamiento definitivo del ejército popular. Los resultados de la Conferencia de Múnich (septiembre), en la que franceses y británicos aceptaron la invasión alemana de Checoslovaquia alejando la posibilidad de que estallara un conflicto bélico a gran escala, supusieron un revés para los puntos de vista de Negrín, pese a lo cual se mantuvo firme en su política de resistencia. En los inicios de 1939, Franco emprendió la conquista de Cataluña. Barcelona cayó en manos franquistas a finales de febrero. Tras la dimisión de Azaña, Negrín mantuvo su política de resistencia, planteamiento al que se opusieron importantes políticos y militares republicanos, encabezados por el coronel Casado y el general Miaja, socialistas, como Besteiro, y anarquistas, como Cipriano Mera. Casado y sus partidarios organizaron un golpe de Estado en marzo de 1939 que provocó una breve guerra civil en el bando republicano. Tras vencer todas las resistencias, los casadistas entregaron los territorios que aún estaban en manos de los republicanos. La guerra concluyó el 1 de abril de 1939. Unas 300 000 personas murieron en el campo de batalla. A estas cifras hay que añadir los 200 000 fusilados y asesinados en ambos bandos. Las pérdidas económicas también fueron enormes (destrucción de ciudades, desarticulación de la red de transportes, pérdida de 500 toneladas de oro del Banco de España enviadas a la URSS). Se produjo un exilio masivo y se abrió una etapa de durísima represión contra los partidarios de la República. El trauma de la guerra se prolongó durante décadas, provocando en amplios sectores de la sociedad sentimientos de apatía e indiferencia política. Comentario de texto El texto es un fragmento del llamado Manifiesto de Cea, hecho público el 4 de octubre de 1833 y firmado por la reina gobernadora María Cristina de Borbón-Nápoles, viuda de Fernando VII, quien había muerto pocos días antes. En ese momento, España se encontraba en los prolegómenos de una guerra civil, la Primera Guerra Carlista (1833-1840), que fue provocada por el conflicto dinástico que mantenían los seguidores de Carlos María Isidro de Borbón, hermano del rey fallecido, y los partidarios de Isabel II (1830-1904), hija de Fernando VII y María Cristina de Nápoles. Se unía a la crisis dinástica y a © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 la situación de incertidumbre provocada por la minoridad de Isabel II las radicales diferencias políticas que separaban a las partes enfrentadas. Ese mismo día, don Carlos hizo público el Manifiesto de Santarem, en el que se proclamó rey legítimo de España. En realidad, el autor del manifiesto fue Francisco Cea Bermúdez, presidente del ejecutivo desde el 1 de octubre de 1832. Con su publicación Cea pretendía evitar en el último momento el estallido de la guerra civil entre carlistas e isabelinos. Para ello, en el Manifiesto estableció un programa de gobierno con el que pretendía atraerse a ambas facciones. Por un lado, anunciaba el mantenimiento de la monarquía absoluta («Religión y Monarquía»), propuesta con la que intentaba suscitar el acuerdo con los partidarios del carlismo; por otro, se mostraba favorable a una política de reformas administrativas que contentara a los liberales más templados. El Manifiesto de Cea fue mal acogido, tanto por los carlistas —la guerra estalló ese mismo mes— como por quienes eran partidarios de reformas más audaces. En los meses siguientes, la reina María Cristina se inclinó también por profundizar en las reformas; el 15 de enero de 1834 prescindió de Francisco Cea Bermúdez y lo sustituyó por Francisco Martínez de la Rosa. El Manifiesto busca «disipar la incertidumbre» que ha provocado la muerte de Fernando VII y la minoría de edad de Isabel II, que cuenta con tres años de edad, enunciando los principios sobre los que se regirá el nuevo reinado. Dichos principios son dos. A nivel político, mantenimiento de la forma de gobierno absolutista, basado en la religión y la monarquía. Se indica además que la salvaguarda de las tradicionales formas de Gobierno se llevará a cabo «sin innovaciones peligrosas», lo que parece abrir la vía para futuras reformas políticas y, en cierta medida, contradice la primera afirmación. Garantizados los principios políticos de la monarquía tradicional, la reina gobernadora anuncia reformas de carácter administrativo con la finalidad de perseguir la «prosperidad y la dicha». Las materias en las que María Cristina de Nápoles se compromete a hacer cambios —seguridad del Estado, fiscalidad, justicia, seguridad de las personas y bienes y fomento de la riqueza—, pese a ser calificadas de administrativas, alteraban profundamente las bases tradicionales sobre las que se asentaba la sociedad española de la época. Tenían, por tanto, una honda significación política y su desarrollo podía llegar a poner en cuestión los principios institucionales de la monarquía absoluta. El mensaje se cierra con un llamamiento a la unidad que, dadas las circunstancias, puede interpretarse como un intento desesperado de frenar la insurrección carlista y la guerra civil. a) El conflicto dinástico que condujo a la Primera Guerra Carlista se mezcló con las radicales diferencias políticas que surgieron durante la Década Ominosa (1823-1833) entre los partidarios de Fernando VII favorables al absolutismo radical y los defensores del Historia de España 20 COMUNIDAD DE MADRID reformismo. Los primeros eran proclives al tradicionalismo, el Antiguo Régimen, el foralismo y la monarquía de origen divino. Los segundos defendían una política de reformas, moderada en lo político pero de profundo calado económico y social. La progresiva inclinación del monarca por los reformistas empujó a los absolutistas más radicales a la órbita de su hermano y sucesor, Carlos María Isidro de Borbón. En ese contexto, en mayo de 1829 se produjo la muerte de la reina M.ª Josefa, tercera esposa de Fernando VII. Meses después, en diciembre de ese mismo año, el monarca contrajo un nuevo matrimonio con María Cristina de Nápoles. En abril de 1830 el rey publicó la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica, establecida en España por Felipe V y que impedía el acceso al trono de las mujeres. En octubre de 1830 la reina daba a luz una hija, Isabel. El nacimiento de un heredero, aunque fuese mujer, apartaba del trono al hermano del monarca y sus partidarios interpretaron la secuencia de acontecimientos como una conspiración. Por ese motivo aprovecharon la enfermedad del rey en septiembre de 1832 para provocar los llamados sucesos de La Granja (por el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso, donde el monarca residía en ese momento): presionaron al propio Fernando VII y a su esposa para que la Pragmática Sanción fuese abolida y Carlos María Isidro pudiera reinar. Inicialmente, el monarca cedió y anuló la Pragmática Sanción pero, días después revocó su decisión y estableció un Gobierno sin absolutistas radicales. Su presidente era Francisco Cea Bermúdez. El 6 de octubre María Cristina de Nápoles fue habilitada para despachar con el Gobierno. La reina ratificó la política emprendida por Cea para atraer a los liberales moderados y aumentar la base de apoyo político para ella y su hija. Ese mismo mes se decretó una amnistía y se permitió el regreso de los liberales moderados exiliados. También se aprobaron otras medidas de corte reformista, como la constitución del Ministerio de Fomento, y se realizaron cambios en la política de nombramientos militares. A lo largo de la primera mitad de 1833, los carlistas dieron crecientes muestras de descontento. Carlos María Isidro abandonó el país y se negó a asistir en junio a la proclamación de Isabel II como heredera. Fernando VII falleció el 29 de septiembre de ese mismo año. En octubre, pese al llamamiento a la unidad y la vía política intermedia propuestas por el Manifiesto de Cea, estalló la Guerra Civil o Primera Guerra Carlista (1833-1840), entre los partidarios de Carlos María Isidro, los carlistas, y los de la reina y su hija Isabel, los isabelinos. Los carlistas contaban con un amplio respaldo social (campesinos, baja nobleza del norte de España, sectores conservadores de la Iglesia, grupos de artesanos, algunos oficiales del Ejército), procedente en su mayoría del ámbito rural. Las grandes ciudades apenas los apoyaron. Estaban a favor de la reina la bur© Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 guesía, los trabajadores urbanos, las jerarquías eclesiásticas, la alta nobleza y la mayor parte del Ejército. La Primera Guerra Carlista se desarrolló en cuatro etapas: 쐌 Entre 1833 y 1835 el ejército isabelino reprimió los núcleos de la insurrección carlista, excepto en el País Vasco y Navarra, donde el coronel carlista Tomás Zumalacárregui creó un ejército a partir de las cuadrillas guerrilleras existentes en la zona; sin embargo, Zumalacárregui no pudo tomar ni Pamplona ni las capitales vascas ya que murió durante el fracasado asedio a Bilbao, en junio de 1835. 쐌 A lo largo de 1836 y 1837 los carlistas organizaron incursiones fuera de los dos núcleos que controlaban (País Vasco-Navarra y el Maestrazgo, donde se había hecho fuerte el general Cabrera): la Expedición Gómez (1836) y la Expedición Real (1837). En esta etapa fracasó de nuevo el intento de conquistar Bilbao, debido a la victoria en el puente de Luchana (diciembre de 1836) del general isabelino Baldomero Espartero, que desde entonces se convirtió en un ídolo militar y popular. 쐌 Entre 1837 y 1839, el ejército gubernamental, liderado por Espartero, pasó a la ofensiva. La firma del Convenio de Vergara (1839), que puso fin a la guerra en el País Vasco, implicó la admisión de los militares carlistas en el ejército isabelino, respetándoles su categoría. También se acordó discutir la cuestión foral en las Cortes. 쐌 El general Cabrera se negó a acatar el Convenio de Vergara y siguió luchando hasta que Espartero tomó Morella (Castellón), su principal reducto en el Maestrazgo, en mayo de 1840. En julio de ese mismo año, los últimos combatientes carlistas cruzaron los Pirineos con destino a Francia. b) La regencia de María Cristina se inició en septiembre de 1833, como consecuencia de la muerte de su marido, Fernando VII. Concluyó tras la insurrección de los liberales progresistas en septiembre de 1840, que dio paso a otra regencia, la del general Baldomero Espartero (octubre de 1840-julio de 1843). En esos ocho años los gobiernos liberales iniciaron el desmantelamiento de las estructuras del Antiguo Régimen y dieron los primeros pasos para construir el Estado liberal en España. El período puede dividirse en dos fases: 쐌 Fase de transición (1833-1835), protagonizada por monárquicos reformistas (Francisco Cea Bermúdez y Javier de Burgos) y por liberales moderados (Martínez de la Rosa). Su objetivo fue suprimir las normas económicas del Antiguo Régimen y realizar las reformas políticas imprescindibles: división territorial en provincias (1833), similar a la actual, liberalización del comercio, la industria y los transportes, libertad de imprenta (con censura previa) y renacimiento de la Milicia Nacional. El texto juríHistoria de España 21 COMUNIDAD DE MADRID dico fundamental de esta etapa fue el Estatuto Real (1834), un intento de conciliar algunos principios del liberalismo y el absolutismo. Sin embargo, esta «tercera vía» fracasó. La guerra carlista fue un constante factor de inestabilidad y los progresistas (ala izquierda de los liberales) aspiraban a cambios mas radicales, para lo que promovieron un liberalismo popular constituido por clases medias y urbanas a través del movimiento de las juntas locales (1835-1836). 쐌 Fase de ruptura (1835-1840). En estos años, los gobiernos (especialmente los ministros progresistas) impulsaron la ruptura con el Antiguo Régimen. La figura política más representativa fue Juan Álvarez Mendizábal, ministro de Hacienda en el Gobierno moderado del conde de Toreno (1835) y presidente del Consejo de Ministros (1835-1836). Su cese provocó el pronunciamiento de los sargentos © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 de La Granja (1836), que obligó a la reina regente a reimplantar la Constitución de 1812. Esta ley fue reformada y dio lugar a la Constitución de 1837, más breve y, en algunos aspectos, más moderada que la de Cádiz. Además, se retomaron las medidas desamortizadoras del Trienio Liberal; la más importante, promovida por Mendizábal (como ministro de Hacienda en el Gobierno de Calatrava), fue la desamortización de los bienes del clero regular (1836-1837). Su objetivo era conseguir financiación para sufragar la deuda pública y los gastos de la Primera Guerra Carlista. En esos años se volvió a decretar la desaparición de los señoríos y mayorazgos (1836-1837), se suprimió la Mesta y se disolvieron los gremios. Entre 1837 y 1840, los moderados dominaron los gobiernos. Para recuperar el poder, los progresistas recurrieron a la insurrección militar, encabezada por un espadón de prestigio: Baldomero Espartero. Historia de España 22