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FOT
fV^AHOUNT
REVISTA]
SE M A N A Li
DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ
Año li.-Núm. 60.-Madrid, 3 de Noviembre de 1935
El pAbiieo espaiol «nte sa einenuí
P
A R A el observador menos atento hay un
hecho actual que encierra positivas enseñanzas en cuanto al momento que vive
nuestn) cinema y a loe rvunbos que éste ha de
seguir más adelante: la fervorosa adhesión popnlar hacia las creaciones de la pantalla española.
H a y , desde luego, en e«te movimiento de
atención un crecido tanto por ciento de curiosidad. Otra parte debe ser atribuida al afán patriótico, al noble propósito de alentar lo nuestro y
efitimular esa suma de esfuerzos que están dando
un extraordinario impulso a la pantalla española.
Pero hay, además, un tercer tanto por
ciento de justicia, una merecida reciprocidad a
lo que nuestra industria y nuestro arte cinonatográfico vienen consiguiendo. N o se trata ya,
como pudo ser en época todavía no lejana, de
alentar con espíritu de benevolencia los primeros balbuceos de nuestn) film, 8int> de rendir
un aplauso legitimamentc ganado a lo que
encierra ya, innegablemente, nn valor auténtico...
A a t e \aa fachadas de loe cinemas en que ahora^
-ioó
AnteMÍo Vico ea M I mi4m « L a U ¡ « del p e M l » ,
• • • • a prodüceiéa ,
CIFESA
4.
ValeriaiM Le4a, el gran artor
••eorpvrad* ai c t B e a u i en « b
ñim MciMHd CIFESA, ^
ae-
ra ealfe—¿e ea bnve ea el
aae
Rialto
están proyectándose peliculas nuestras, se aglomera la multitud para pasar a ver la cinta. Lob
títulos españoles viven dias y dias en los carteles, con una duración que no hace aún muchos
no se hubiera podido ni sospechar. Los estrenos ']
de nuestras nuevas cintas compiten y a en bri-j
llantez y en expectación con los de los grandes^
films extranjeros.
^
E n esta serie de afirmaciones no hay la menor hipérbole: son hechos perfectamente compn)bados y comprobables.
¿Qué debe significar este gran fervor del piiblico hacia nuestro cinema? ¿Cómo debe ser traducido por los rectores de nuestro movimiento
cinematográfico, por los que lo guian y lo impulsan? Creemos que una sola palabra puede traducir para estos elementos, más que nadie interesados en el cinema, aquel fervor de la gente.
L a palabra es ésta, simplemente: responsabilidad.
Responsabilidad, necesidad rigurosa de medir
cada paso, cada palabra, cada hecho. Necesidad
de no lanzarse a l p e m e n t e a empresas y decisiones que no hayan sufrido un previo y minucioso
control, que no hayan sido estudiadas minuciosamente El momento actual de nuestro cinema
l'na «'Kceiia ilr - HonibrpH ronira
hombres», proiiurrióii iiarional de
A. Moniplet, f|ue en breve será presentada |H>r (bastilla Film
es, eu cierto sentido, parecido
al de las oposiciones políticas
cuando llegan al poder res])aldada.s en UUM f u e r t e
niitsi
l'ilarin Muñoz, prinripal figura, CIMI i:\iigi-lillo . ile ía
producción Filmófono. en rodaje, KIM hija de Juan
Simón»
opinión.
L a oposición e.s .sieinpie lacil; lo difícil es el gobierno desde el poder.
Nuestra producción cinematográfica ha |>asado ya desde la
oposición al f)oder, y tiene tras
de si una enonne masa de opinión, ({ue espera en ella, ('(mfiadameixte.
lia llegarlo, c o m o si dijéramos, el momento de gobernar,
de s a b e r res[)onder a toda
esa gran esperanza de la rrudtitud.
fraria s o b r e l a a c l i v i d a d cinematográfica, j
En los medios (ñnematográficos ha causado j
esta medida la natural excelente imjn-esión. l í a - j
ce tiempo que se venía abogando por esa re-,i
d u w i ó n , y nosotros, desde nuestra revista, he-;
mos mantenido una tenaz campaña en favor ÚG)
lo que estimábamos una aspiración justísima.
('reemos, sin embargo, ([ue sabe ¡lerfilar y me-1
jorar tan a(!ertada medida, extemliéndola ¡i l o s '
doblajes. Estos representan una p a i t e de impor-;
tancia en el conjunto del negocio cmematográfi- ]
co en nuestro país. H a y razones [)erfe( tamente i
atendibles que justifican t«ia ampliación del im- \
pu«(sto reducido a los doblajes (pie se hacen (>n ;
los Estudios instalados en Espafia.
]
Santiago Ontañón e a
un momento e s c é n i r o
de l a Kr*n p r o d u r c i ó n
naeional Atlantir Kilms
«l/'na m u j e r e n p e l i ftro*. que. d i r i c i d a p o r
Josf Santugini, araba
de s e r rodada e n los
F.Nludios KallesteroH
páginas se stiman, de moflo incondicional, a < ii;in
' <ea estímulo y exaltación de ese cinemi».
Estamos seguros de que a poco cjue se m e d i t e ]
sobre la justicia de incluir al doldaje en esa re- ]
d u w i ó n fiscal, se extenderá hasta él ase men()r j
impuesto. Esto comiiletaría el reciente atnierdo, 1
de tan indudable beneficio jtara la industria cinematográfica. Tenemos fimdadys espenm/ns en ]
que esto (pie apuntamos hoy sea atendido y re- í
cogido por quien puede ctunpletar la medida. N o "
en vano está al frente del (!o)>ienio y del Minis- 1
terio de Hacienda una perstmalidad de lan clara I
visión de los problemas económicos y de tan |
justo sentido de lo (pie sobra o de lo que se ne- |
casita c o m o don .Joaquín Chapaprieta.
i
Cómo se debe completar la reducción riel ¡mpur> f<> cineinatoiiráfieo
Hacia I» Kxposieióii Inloriiacinnal de fÜiieniatn- j
«irafia
I
( iiiini r,-. .-^.il'ül!', t'l Jiiiiu>l.'0 ili- i i.i.-!>'JMl.i, i Mil
.Nuestra i n i c i a t i v a lanzada en ol numero j
anterior, de o r g a n i z a r en E s p a ñ a
una-;
E x p o s i c i ó n I n t e r n a c i o n a l de Cineniatogra- |
fía, ha tenido en nuestros medios c i n e m a - i
Jos^ Kaviera. Amalia
Isaura y Antonio M o m plel, protagonistas y
direetor, r e s p e r t i v a nieute. de la nueva producción naeional clji
Farándula»
Por esto es por lo qtie pedimos a los elementos directores de nuestro cinema, ert esta hfira
bella y difícil ai mismo tiempo, un ((int^epto
exacto y riguroso de su res[)onsabilidad. H a y
que medir cada pa.so y cada palabra. Naturalmente, ( í i N B O R A M A S reitera en eeta ocasión sus
v o t o s para que nuestro cinema pueda y sepa
responder cvimf>!idameu1e al anhelo y la eíiperanza de la opinión. Cuantos dirigen o siguen la
El doble de la parte hablada de l a » películas •
extranjeras .se hace j)or artistas nuestros, tpie^
v i v e n exclusivamente de ese tipo de trabajo, i
Muchos actores teatrales con<w'ida es la crisis ;
por (pie atraviesa hoy la escena- han encontra-1
do en esa labor la solución de su vida. El inatenal, a<iemás, es también español. (.Cuántos hom- \
bres y cuántas mujeres—artistas, oj(erarios, em- '
picados...- v i v e n cn los Estudios espiíñoles en i
(lue se hacen doblajes de cintas t!xtr;u)jeri!s? P ' s |
nna fonna de la industria cinematográfica que^
tiene verdadera importancia. Y ([ue merece, por i
tanto, ser atendida en cuanto signifique libera- i
ción de trabas económicas y descaigo de im- i
puestos que la dificidtan.
]
fornte a lo que desde estas {>áginas hemos venido
]>idien<lo uno y otro dia, ha acordado la reducción
í!i'' uiU'iio'^í'i, MMI' ?)("ííib!t ('(mici Mn:> fralm ;irbi-
de verdadera importancia en esta zona del cinema. E n aquel magnífico marco, la E x p o s i c i ó n
puede tener un relieve verdaderamente extraordinario, y todos los valoree a ella presentados
cobrarán asi su justa importancia.
E n plazo m u y b r e v e , apenas llevemos recorridos los primeros pasos para esta primera E x p o sición Internacional del Cinema en España,
empezaremos a dar ft conocer a nuestros lectores
la organización inicial y los aspectos fundamentales de aquella idea. H o y baste con recoger, desde
esta crónica de apostillas al m o m e n t o cinematográfico nacional, la acogida alentadora y cordial
tributada por los distintos medios cinematográficos a la iniciativa de CtNEORAMAS.
•1
n a escena de ( E l 113», peí;' Ulicula
editada para E. O. E. y
de la cual es protagonista y director a la vez el insigne actor
eapañol Ernesto Vilehea
*
Andrea Osorio, José A. Vázquex
y cChispita» en «F.l secreto de
Ana Marías, segunda producción
editada por Selecciones Capitolio
para su aerie ' U r o aacimud»
i
On momento escénico de la
producción nacional «Abajo loa
iHHnbres», editada por Febrer y
BUy
tográficos un inmediato eco de adhesión y de
simpatía. H a n e m p e z a d o a llegar a nosotros,
como reflejo de esa acogida a nuestra iniciativa,
algunas adhesiones, en las que nosotros v e m o s
un d o b l e v a l o r : lo que puedan representar para
el mejor é x i t o de la Exposición y lo que en ellas
hay de significación sentimental y de estimido
afectivo.
T a n t o esas adhesiones c o m o las que en adelante v a y a n produciéndose serán recogidas y encauzadas por nosotros del m o d o más p i á c t i c o
y más eficaz posible. E n toda esta clase d e certámenes, el factor principal del é x i t o está en la
organización. Nosotros nos proponemos, por esto,
que en el caso actual la organización responda a
una eficacia m á x i m a . N i n g ú n aspecto d e la v i d a
cinematográfica quedará desatendido en esn
Exposición, qiie aspiramos a que sea digna dc
España y del cinema.
C o m o en nuestro número anterior apuntamos,
tenemos el propósito de que dicha Exposición
se celebre en Barcelona. N o sólo porque en estn
ciudad se cuenta con un espléndido marco para
Exposiciones, sino porque existe alli, también,
tradicionalmente, una gran solera cinematográfica, i m a actividad—arte^e industria a l a v e z —
L'na escena de «Rosan*, la certijeni»
dirigida por León Artola en los Eatndios Roptence, y e d i t a d a para la
prestigiosa entidad E. González
[
POLU
i^S
Y LA
ORONES-
tiempos febriles. Se podría decir, pues, mny acertadtunonte, que los primeros que las leyeron en
su juventud han v i v i d o para ver a sus hijos, y a
mayores, siguiendo las mismas aventuras y en
la misma revista. Es un notable ejemplo de la
paciencia y la fidelidad del público b r i t á n i c o . » '
N o nos detengamos en esta modesta declaración :
de Conán D o y l e ; la fidelidad al detective no fué
p r i v a t i v a del lector inglés, sino que de ella participaron los lectores de t o d o el mundo.
L a primera aparición de Sherlock H o l m e s en
la pantalla se remonta, según parece, a 1914;
toda pesquisa para encontrar dociunentos anteriores resultó infructuosa. El primer Sherlock
Holmes cinematográfico es, en realidad, un
Shorlofk TTolmos doble, pues de dos p e l í f u l a s ,
Maurice Elv»-y,
' 1, elegante Kaffles fué el priv e t e r a n o cij mer héroe de literatura avenoeasta inglés, r l
t u r e r a — g r u p o de ju.sticias
primero en llevar
al celuloide la filadrones—que revivió en la pangura de Sberloek
illa. N o carece de interés consiHolme*
lerar el hecho de que en la aurora
tle todo un gran estilo cinemato^ á f i c o sea el delincuente y no el
representante de la ley quien adquiera categoría de héroe, y nada
menos que en los EStadofc l'nidos,
país que otorga rango de apariencia inflexible al puritanismo en la
lección de espectáculos. Pero a.<»í
•nrrió en el albor del cine yanqui
no es cosa de diluir la mención
iidita en muelles divagaciones de
irologla curiosa; b a s t e con la
i'nción para añadir que el policía
luo mucho después que su eterno
r.seguido.
Presentado el uno, habia de liarse lo mismo con el otro, para
liie no quedase coj(» el
lego. Pei-o los primeas detectives cuyas an;apzas muestra al públi() el celuloide no suelen
jE« asombrosol He aquí _
proceder de textos litea Sherlock Holmes en
persona, tal y romo Conán
arios, sino que son creal)oyle lo dei^rríbiera, tal y
ón exclusiva y directa
eomo un dibujante lo inpara e l cine. H a n de
mortalizó en retrato memotranscurrir t o d a v í a irnos
rable. Verdaderamente, A r thur Wontoer, el actor inaños^—estamos en los coglés q n e aqui eocarna al
iiienzos del siglo—antes
gran detective, es Sherlock
• que nuestros sabueHolmes mismo
^us favoritos pasen de la
lescripción impresa a la
El héroe d e sir Arthur C!onán D o y l e
:i(;arnación fantasmal
apareció en el mundo de los libros
t'l séptimo arte.
en 1887; a todos asombró con sus senY claro está q u e el
saiñonales métodos de investigación
primer g r a n d e t e c t i v e
desarrollados en el curso apasionante
incorporado a la pantad e la novela Estudio en rojo, esplénlla es Sherlock H o l m e s .
tiida intriga que servía para presenme será también el más
tar al nuevo héroe. Desde entonces
I^etido en films de diha.sta 192,5, en que escribió la última
rsa calidad.
aventura de su personaje Conám DoyJohn Barrymore en MU peraonificaeión
Era lógico que esto sule, hizo a Sherlock Holmes protago- ,
de su Sherioek Holmeti jovenil, que
•diese. Sherlock Holmes
abandona lo» estudios univeraitarioa—
nista de cuatro novelas largas y más
a sido—^y lo es t o d a v í a , Cambridge u Oxford, naturalmentede sesenta narraciones breves, reunipara penteguir a l perverso profetmr
' ir encima d e inclemendas en cinco gruesos tomos. Son, pues,
Moría rty
cias del tiempo y de procasi cuarenta años de actividad para
j)ós¡to3 de emulación superadora—ría figura más
resolver loa más intrincados problemas; cuarenta
ilustre de la narración policíaca. Mejor aún: la
años en que el perito en crímenes asomó su fina
irócer creación que abrió una escuela transcensilueta, su rostro aguileno y su inteligencia malontal. Transcendental en las letras y también
ravilosa.
i U las regiones graves de la realidad criminalis«Mi héroe—dijo el novelista en el prólogo al poi»ta; por ejemplo, F]<hnond LíK-ard. una de las liuutrer volumen de episodios de Sherlock Holmes—
j r e r a s contemporáneas de la policía (íientífi<;a,
comenzó sus aventuras a mediados de la última
revela a menudo en sus obra? la influencia de
época victoriana. las prf)siguió durante el breve
leterminados procedimientos que Sherlock Mol
reinado de Eduardo y se las ha a n e g l a d o de
mes fué el primero tn apliírar.
manera que todavía conscrvn su lugar
'^-^to-s
Una mirada aguda bajo el ala del sombrero blando; una pipa en la bora voluntariosa; un gesto personalísimo. i-.s
Sh«-rlock Holmes en la apariencia física del gran Clive Brook
sobre el mismo asunto se trata.
Era, la que abrió el fuegfi, traslado a los fotogramas de una
de las novelas más famosa.de Conán D o y l e : El petro de
Baskerviile;
inmediatamente v i n o la otra, que constituía su segimda parte: La
casa sumergible.
Ignora
quien estas notas escribe
cuál será el origen a i ^ m e n t a l de
la segunda cinta, que no tiene precedente
directo ni indirecto —salvo las figuras de su^
p r o t a g o n i s t a ' ~ « n toda la obra de Conán D o y l e .
N o sería aventurado suponer, habida cuenta de !
su atinada conformidad con las noimas del no-'.
velista, que éste sugiriera su idea ítmdamental.
y parece probable, en vista de sus notables virtudes cinematográficas, que íue?e el propio director del film, y no Conán D o y l e , el encargado
d e convertir en guión d e imágenes la nueva historia.
A m b a s peliculas son de factura británica, de
un tiempo en que el cine ingles adquiría unas calidades perdidas luego durante cerca de veinte
años. El director de El perro de Baskerviile y
La casa sumergible fué Maurice E l v e y . actor de
teatro, que en 1912 se c o n s r g i ó a la realización
de films y a quien se debe más de un centenar
de producciones, inglesas en su mayoría, sin
que falten algunas hechas en estudios de H o l l y wood.
El Sherlock Hobnes de ambos films era HenrjAinsley, gran actor teatral que disínitó efímera
nombradla en el séptimo arte. T e n í a treinta y
cinco años cuando encarnó la figura del detective; su delgadez, su mirada v i v a y su nariz
agui'eña se ajustaban muy bien a la concepción
popular del t i p o .
Dos años después, Willianí CJillette, un actor
pensada y realizada por Basil Dcaln-—el animaamericano que contaba entre sus interpretaciodor de ¡jfi ninfa <vnstante~, con B e t t y Lawford.
nes teatrales más apreciadas la de Sherlock
(Charles Hay, Fhilliji Holmes y Ikmaid Crisp, en
Holmes en la comedia rotulada con el nombre
el repajto; la segunda, dos años desjtués y para
del héroe, fué llamado por los estudios de H o la F o x . es Una aventura de Sherlock Hdmes, film
llywood para encamarlo ante la cámara. N o pas6
tle í^idney Lanfield, que nos mostraba a nuestro
este nuevo film de categoría mediana, y Gillette ,
héroe en sorprendente lucha con un gángster
perdía en el celuloide gran parte de sus méritos
americano y en más sorjirendentc idilio con una
dc la escena.
j
.señorita rubia, en <uyu honor, sin duda, vestía.^e
P o r aquel entonces, época en que Itis peliculas 1
d e series hacían ñiror, Inglaterra logró estimable ^
aportación al género con una docena de episodios
que intentaban animar cinematográficamente
otras tantas aventuras de Sherlock Holmes, dispuestas de m o d o que al comienzo de cada vma
se resolvía el problema cuyo esclarecimiento quedó pendiente al finalizar el anterior. V a calificada de simple intento esta colección de episodios, y así era en verdad; su director, d e c u y o
nombre no queda memoria, fracasó en el difícil propósito de dar ritmo a los métodos del héroe, más interesante en su proceso deductivo
que en la intensidad de la acción.
1922. P o r primera vez es un gran actor de la
pantalla el encargado de corporeizar a Sherlock
Holmes: nada menos que John Barrymore.
T a m b i é n W i l l i a m Gillette intervino en el notable film, pero no en calidad de intérprete, sino
de adaptador, más afortunado que en la otra
tarea. Este Sherlock Holmes, así someramente titidado, era una grata película, en la que se presentaba al héroe abandonando su v i d a estudiantil para enfrentarse y dar caza al temible pro- j
fesor Moriarty, caracterizado de m o d o estupen-¡
do por Gustav v o n Seyffertitz. Otros intérpretesj
de la cinta eran Carol Dempster, Roland Y o u n g y
en un b r e v e papel—uno de los primeros d e su
carrera—, W i l l i a m Powell. L a dirección de la
cinta corrió a cargo d? A l b e r t P a r k e i .
El quinto Sherlock Holmes fué Clive Brook,
que le dio v i d a por dos veces: la primera en 1930,
para la Paramount, es La vuelta de Sherlock
Holmes, fantasía sobre tipos de Conán D o y i e .
de etiqueta para cenar, refinamiento que nunca
hubiésemos sospechado en el proverltial de.scuidc
del gran detective. Pero ¡es un actor tan eminente
Clive Brook!...
Arthur Wontner, que en 1981 lleva a la pantalla el protagonista de La marca de los cuatro en
im film de este título dirigido por Graham Cutts,
es el mejor Sherlock Holmes que en lo fisico se
aí%mó al cine. A los cincuenta y seis años de sn
edad, W o n t n e r dio a su personaje todo el ímpetu de juventud madura requerido. Dijéraíie que
son sus rasgos los que inspiraron a Conán D o y l e
para la descripción d e su d e t e c t i v e y los que
sir\'ieron de modelo al dibujante que lo inmortalizó gráficamente en laa cubiertas de unos cuadernos inolvidables. Perfil, mirada y gesto eran i
prodigio de exactitud en la encamación de laj
populatísima figura. N o carecía de interés la
cinta; pero Arthur W o n t n e r era lo más intere-1
sante.
'
Heginald O w e n es. hasta ahora, el tiltimo Sherlo<;k H o m e s que ha lucido en los fotogramas .su
dest eza poli' ial. L o más fiel a Conán D o y l e son
el titulo y el nombre del protagomsta; pero el
adaptador, Robert Florey, y el director, Edwin
L . í í a r i n , camparon por sus respetos, conduciendo en Estudio en rojo una aventura que sólo dc
m u y lejos recuerda la que así rotuló el novelista
inglés. Y por lo que al actor se refiere, m m c a se
concibió hasta entonces tm Sherlock Holmes de
rostro redondo, de talla corpulenta y de ademanes sobremanera alegres.
Sir Arthur Oonin üoyir, el graa creador d r Sherlock
Htfliaes, ei detective aficionado qne abrió cauce a lodo
un género de literatura apasionante
Una típica escena de aventura de SlM'riock HoluMni. narrada por Conin Doyiei el detective, en la noche londi
nense, practica cierta investigación, acompañado de su
fidelísimo doctor Watson y de la muchacha que le sometió el caso en cuya solución se ocupa. La foto pertenece
al film inglés «La marca dc los cuatro». Sherlock Holmes es Arthur Wonincr, láo Hunter personifica al doctor Watson y la mujer es Isla Beván
El balance de Sherlock Holmes en la pantalla
acusa superior acierto en l o » actores que en la>
realizaciones. N o es fácil convertir en imágenes
lat> aventuras más llenas d e análisis psicológico
q u e pródigas en acción dinámica. P e r o el tema
no está agotado, ni mucho menos, y esperamos
que Sherlock Holmes tenga algún «ha el film que
merece y que sus devotos aguardan.
CAR1/)S DE MADRID
partir de cuarenta años, toda mujer es la
única'responsable de la hermosura de su rostro*
á
% / •
_Y
AONÍFiCA frase, en verdad. Se atribuye a madame Missia Sert, una bellísima parisién del pasado si
g l o , y sus palabras presiden actualmente el salón d e cierto Instituto de belleza de la Ville L u m i é r e
En realidad, en ellas se compendia todo un T r a t a d o de Filosofía acerca de c ó m o la mujer está obli
g a d a a cuidar de su belleza como del más preciado don que la Naturaleza pudo otorgarla. L ' o r i de plaire.
según la expresión francesa, ¿qué es sino el arte de utilizar todos los medios, todos los secretos qne la mujei
posee para poner de relieve, exaltándolos hasta donde sea posible, la seducción desús atractivos
y el encanto de sus cualidades más sensibles?
L a ciencia de la cosmética, c o m o es sabido, remóntase a las épocas más remotas, lo que e v i dencia el tradicional origen d e la coquetería f e m e n i n a E n nuestros días, la ciencia ha puesto
a su servicio mil medios que hacen más asequible este afán de embellecimiento. I^a indust ri
por su parte, ha aportado igualmente incontables productos c u y a eficacia, no siempre verdadera, difunden por el mundo las trompas publicitarias.
P e r o el deseo de aparecer bella no basta por si solo. En realidad, todas
las mujeres l o poseen; pero carecen d e la indispensable fuerza d e voluptad,
de la constancia imprescindible para que su deseo se convierta en realidad.
T o d a belleza e x i g e una disciplina, una diaria • aportación d e perseverancia.
orden es la primera cualidad q u e la mujer debe poseer piíra la eficacia
de esta disciplina Sin é l , sin m é t o d o , t o d o esfuerzo será inútil. P a r a la organización «práctica» de su hermosura es preciso cuidar, ordenar eí<crupulosaracntt» el «instrumental» d e .su coquetería. E l l o hará íácile»". cómodos, sen-
^9
\
cilios y eficaces t o d o »
los cuidados que sean
dedicados a la «apariencia física».
E n ese santuario d e
la mujer m o d e m a q u e
es su cuarto de toilette
Ifffl
H M Ü W M aparif aria, U •
M U M n i r . r o d M « í natural. • d T »
aef>ir por umi «Mnieura. p r e f í e . .
iM>r 4^U mUnta q«Íei» 4f a su» uña»
debe reinar el orden
más perfecto. Esa frase q u e la burocracia
ha implantado, «un sitio para cada cosa y
cada cosa en su sitio»,
tiene adecuada aplicación en el gabinete int i m o de la mujer de
nuestros dias. Y es e v i dente que el orden, la
organización, el m é t o do, estimulan, acucian
y vivifican, en cierto
modo,
l a energía
¿Cuántas veces, al regresar del teatro, del
baile, de alguna fiesta
nocturna, n o habéis
s e n t i d o el deseo d e
acostaros s i n librar
vuestro rostro del maquillaje? Y , confesadlo,
¿cuántas veces no habéis cedido a esta tentación? I n c o n t a b l e s ,
¿no? Pues ello constit u y e tui g r a v e delito d e
•
mente cuantos productos deben ser
utilizados para una perfecta limpieza
del rostro. Citaremos como indispen­
sables la crema de demaquülage, una
loción o astringente, una crema «ali­
menticia» para la piel y unos polvos
para la secación. Marca, la preferida;
pero siempre de la mejor calidad, por
tratarse de productos básicos para la
perfecta conservación del cutis. Antes
de acostarse, los ojos requieren igual­
mente una higiene especialísima, que.
bajo ningiin p r e t e x t o , debe ser o l v i ­
dada. U n l a v a d o con un cocimiento
d e manzanilla, ligeramente templada,
calmará su fatiga y conservará el bri­
llo y la limpidez de la mirada. P e r o
ha de cuidarse escrupulosamente de
que la vasija que se utilice para el
« v l a v a d o no tenga los bordes quebrados
o i cortantes, pues ello podría ocasio­
nar alguna lesión d e gravedad incalculable. Finalmente, atended también a vuestros
cabellos. N o os acostéis i m solo día sin cepillarlos con cuidado, facilitando su airea­
ción y procurando que no se formen mechas. Actualmente, en cualquier perfumería o
escuela de belleza pueden adquirirse cepillos adecuados a tal operación. Incluso y a se
v e n d e n algunos cuyas crines o raices—los hay metálicos, animales o vegetales—están
dispuestas de tal m o d o que no causan el menor deterioro en la ondulación.
En cuanto a las manos, también deben ser objeto de una toilette especial y cuida­
dosa cada día, porque en ellas reside, como es sabido, uno de los principales encantos
femeninos y porque ellas denotan, más que ningún otro detalle del cuerpo, el espí­
ritu refinado o vulgar de su poseedora, y el grado más (» menos cultivado de su
distinción y su elegancia.
M
( M r a \ f / JaiH' T r a N i>, n i o l r i i » <!•)« f » tiiiii)>u<. ( I r p o r t i «
lii h i c i r l i ' l H > r l .li-iir o m » la iiatii« i ó i i . \ el r><|uí. \
n'isu.
los x h I I O ! . . > t O f l l l .
lo-> ilr|i<trli-s, i M i tin
r a r r c c i i <lc >i-<r<'lcif>arti r«*la nii**\a ^
( I r l i r i o s a lí::ura
la p a n l a l l a
lesa belleza, en el que no se d e b e incurrir bajo ningiin pretexto, porque son incalculables
los perjuicios que ello ])U(Kle (xasionar en la piel del rostro, en los ojos e inclu.so en
los cabellos. Pues bien: si el cuarto de toilette donde vuestro rostro ha de ser librado d e
las cremas, los tintes y las pastas utilizadas en el maquillaje se halla ordenado y adecuadtunente dotado de los elementos indispensables para q u e la operación se realice
con facilidad y rapidez, y si cada uno de los útiles que hayáis d e emplear se encuentra
situado en el lugar que le corresponde, la operación no significará enojo y molestia,
sino placer. Si, por el contrario, en el gabinete de aseo no reina el orden máts perfecto,
y su dotación de instrumental y de productos es incompleta, vuestra pereza se halla­
rá justificada, y/'por muy n o c i v a q u e para vuestra belleza resulte, será disculpable.
U n o d e los/elementos indispensables para el perfecto cuidado de la belleza del
rostro es el
ejo-lupa, cuya utilidad ningima mujer des(X)n(x;e; pero del cual no to­
das se atreven a servirse porque te­
men a su ruda sinceridad. Su ccxjuetería congénita no permite q u e ni si­
quiera un artefacto inanimado les di­
g a brutalmente la verdad, aunque
tal hecho se produzca en la recóndita
intimidad de un cuarto de toilette. Ol­
vidan, con o l v i d o que sólo a ellas
perjudica, que el espejo no puede ni
debe ser un cortesano que mienta li­
sonjas, sino un amigo leal y verdade­
ro que responda con s i n ( » r i d a d a la
pregunta que se le hace. P a r a ser be>.
lia, para tener consciencia d e la proI
pia hermosura, es preciso, ante t o d o ,
^-conocerse bien a sí misma, para resaítar'coíi (Ktnsciencia cuanto sea dig­
no de exaltación y disimular con arte
aquello q u e se considere menos atrac­
tivo.
A
WARNER BROS FIRST NÁTKlÁL
wm
Buitirr Keatón no» ha referido un rhiiite
marabro en el que el hielo del f whiskey» ha sido extraído d<- un M i r r ó f a g »
de plomo. V Buster examina, r o n rierta
eorama, r l hirió dri hotel
H
Bustrr Keatón. en lo» baño» de
S a n S e b a s t i á n , de Barrelona,
praetíraha sus ejerririos natatorios, lirio aqui salirndo dri agua,
despuñ dri han»
oi.L^vvooi» n<i siiMniirc nos envía la nota
frív(»lad(' un «livot^-io o el procivo p.scjui(lalrisd de una estrella. De v e z en cuando,
A cable submarino o la.-< centrales radiofónií'as
vibran con la emoción de una rlesgracia irreparable.
Esta vez el dolor viene del brazo de la <;ariit
jada. Buster K e a t ó n , el po])ular Pamplinas, segi'in los partes de 1Í\.S AJ^eneia^. ha sido internado eu tm manicomio. Ixis i'iltimos despacho.s
ai-usan (pie el peligroso acceso de enajenación numtal, provocado per tina pa-sajera crisis de depresión, podrá ser, seguramenti>. y-wy
rado.
^'a hay maliciosos que insimian tma hábil ni.i
iiiobra publicitaria. Y , sin einliargii... Hace luui.s
años Buster Kc-alóu vi.sitó Rspiuui. . \ mi me fué
confiada la organización de sn viaje, con fines
iná^s o menos [iiiblicitarios. Désele sn entrada en
Kspaña. el recibirnienlo que el público le diíipensaba era algo apt>te<'»sici> e inenarrable. En
San Sebastián, el público de nna cfirriíla de toros
le aplaudió, le apretujó y acabó robándole la
cartera.
Buster K e a t ó n . el hombre de la cara de palo,
estaba aterrorizado. Tenía pánico de la muhitud.
L e espantaba su piipiilaridad. y acabó t>idiéndome una trcfTua. Estaba de.s<ila<ln. Su esposa,
Natalia Talinadjrc, adniiiiistralia desabridamente
esta popularidad. Media cuidadosamente la eap j u i d a d de los whi.skeiis, y le sustraía con acritud
a la. curiosidad de los pcíriodisia.'^. IJuster K e a -
tón, a pesar de s.u jxipulandail. no era lo que
se dice un hombre feliz. Pero sobre tnda.s las
tort.ura.s, ninguna como a^iuella farsa constante
a que su ()ersimaliciad artística le obligaba. .Jamás una risa franca en ]>úblic(i. l'or el contrario.
H las risas estruendosas é! debía Tes}>onder eon
aquel aire au.sente, desolado y [latétieo. que redoblaba el frenesí de una gente siempre dis|)uesta a
reirse del dolor, aun en sn más burda y trágica
ajíflrieneia.
Muchas veces temí que se volviera KMO en mis
propias manos.
l'ero Btister K e a t ó n no era un liombre aniai
gado. De vez en cuiuido escapábamos de uim
ciudad en su Holls, y era de ver eon la iníantilidad que departía con Luis Alonso y connuí
l-jitonces reía con la ingenua alegria d e un chiquillo. N o s contaba complicados chistes americanos, cuya gracia principal consistía en su manera peculiar de referirlos.
Un día fuimcxs a una playa. N a d a m o s v i g o r o samente hasta a g o t a m o s . N o s hallábamos lejos
de la orilla, donde y a le aguardaba una multitud
ávida de reírse de su imp<inente seriedad. Aquel
día creí perei*er ahogado. Con tal de no v o l v e r
al público, Buster K e a t ó n me obligaba a nadar
mar adentro, y no hallaba el momento de regreir.
Otro día, durante su estancia en Barcelona,
el telégrafo, que generalmente se (K-upa de loa;
ídolos de la pantalla para transmitimos a l g ú n »
catástrofe, nos transmitió con idéntica frialdad
que ahora la noticia esirueta de la muerte de
Ix)n Chaney.
Al dar la noticia a Buster, su rostro adquirió
una expresión doloi-osa. Algimas personas estuvieron a punto de romper en carcajadas. Este
mi.smo rictus amargo lo habían vLsto mil veces
en la pantalla subrayando uua situación de regocijada comicidad.
—-Su fama ha m a t a d o al hombre d e las m i l
caras—dijo Buster sordamente—. Quería poseer
también mil v w e s , e iba a operarse las cuerdas
bucales. Krí> ha debido costarle la v i d a .
Perf> lo iasólitu, lo patético, fué v e r dos lágrimas, verdaderas, auténticas, hechas de la misteriosa .segregación de algima glándula que emerge dirpt;tamentc del vor&7.(m, rodar por la cara
incorunoviblc de a<juel hí)mbre de palo.
En la vida de Buster K e a t ó n , (iordial y g e nen)80, había ima p m f i m d a tragedia. El dolor
de que sus tristezas desataran las risas de los
otros.
Pen> ahora ha tenido una revancha magnifica.
E n la soledad de una celda blanca y soleada
debe reír por v e z primera con esa carcajada
franca tantas veces cfmtenida, mientras ntwotros nos .sentimos conmovidos por la desgracia
•—que es tal v e z liberación—del hombre leal y
del artista incomparable.
A. M. F E R R Y
Keatón y au rx raposa, .NataUa Talmadge, de «piíen
ha poco se divoretó
Boalar Keatóa, coa Laia Alaaao,
coaTeriaado en el «hall» de a a
hotel de Barcelona con aueatr*
colaborador señor Kerry
KuHtrr Kratón r Ijlis A I « M o ., eoa c t M euposa» n-nfeHirm,.
• « M a n d o junto a Kerry
Kerrr
paaaado
.NataKa y Caaataaee TaJaM^fr.,
l!n g r u p o d e PüIrellaH del einrma eupanol e n la fiesta
organixada p o r Cifeaa. Se ve entre ella* a imperio A r -
gentina. Rosita Díaz Cimeno, Raquel Rodrigo, Blanca
Negri, Mary del C^armen, Charito Leonís y Blanca Posas
El ambienie
El motívo
M
Pudiera llamarse a este conjimto de risas y
sonrisas, de frases amables, Ja peregrinación ilusionada de nuestra familia del cinema.
Una familia que aparenta reñir a d i a r i o ,
cuando hay que ir a la compra de las viandas del
espíritu, y que tm día cualquiera—hoy—se reúne y se solaza (;ou ima ptjrfecta armonía familiar.
M o t i v o para el lienzo de un Wattman del día,
que fumase «bisontes» y supiera llevaí- la gabardina al brazo, con garbo torero. Título: Descanso de la caza. ( D e la caza mayor, clan», de un
negocio y de un éxito.)
¡Si todos los motivos familiares fueran aai! Entonces jamáí> tendríamos arrestos para salir del
hogar. H o y , aquí, nos encontramos a nosotros
mismos. Y nos sorprendemos con un corazón
aligerado, retrotraído a la infancia, capaz de los
más nobles latidos. L a v i d a es tan sencilla—pensamos^—que no vale la pena de complicarla ti-
dominical, clara y soleada, con
perfumes de otoño tan densos que parecen visibles.
La carretera es im largo y retorcido rosario de
máquinas que ruedan, que se deslizan o trepidan
sobre el alquitrán, que sabe de los asfaltos cosmopolita.s de la urbe, rezagada como una cortesana decadente.
Domingo libre, cara al campo más libre todavía. L a mentira alegre de una señorita Primar
vera que se anticipa—^al revés de la urbe, lejana ya—se nos tiende a los lados del camino, en
los pinos chatos y sociables—siempre en corro—, en los palos del telégrafo, en el espacio
flotante, espolvoreado de oro y azul.
Dia feliz, de piedra blanca. Y una promesa
cierta de grato almuerzo en im bello alto del camino.
Mirador sin celosía que se asoma hacia alié,
AÑANA
a las frondas de El Pardo. Ilusión de pabellón
de caza del tiempo de los Felipes. U n parador
que es restaurante y un menaje nistico que v i v e
un poquitín avergonzado entre el más refinado
confort. Simpé tico, propicio, sutil el ambiente.
Roxila Díaz eurnta ínipersiones dr llollvwood a alguna dr sus admiradoras, eo la fiesta
4tí exaltación de nue!«tro Cinema organisada por Cifeaa
Rosita Díaz Gimeoo, !Vlar> dri Carmen y la señora dr Prroiu. rn un grupo de lo* que
ae formaron durante la cordialísima fiesta...
- »
"i
Imperio Argen* ~ tina y la «enora
de Perojo, con don
Vicente C a s a n o v a
-director y alma de
Cife«a—y los directores Florián Rey y
Benito Perojo
Sol suave y fino cielo de otoño en M a drid. KIogios y fervores del eine y de
nuestros cine, juntas. Imperio Argentina y Raquel Rmlrig o se cuentan
-US p r o y e i - l u B
Alguno» de lus , «neurrentes a la fiesta que en exaltación de "»e«tro rinema organizó la entidad rinrmatográfica Cifesa, que logró reunir en u » almuerzo de vi» a rordinl.dad
a las más destacadas figuras de la pantalla. Se ve en U fotografU a Raquel Rodrigo, Rosita IHaz. Mary del Carmen. Aurora Redondo. Florián
Ff
eoruiniuiau
R e ) . Manuel l.una. Benito
Perojo,
Miguel l i g e r o , Antonio Vico, ele.
POTS. COITCS
raudo pt)r veredaf» penosas, jngando al eiscondite.
Sí. N o s hemos hallado h o y . U n gran padre
—Vicente (/tusanova se rodea de los suyos--directores, intérjjretes y colaboradores de Nobleza
baturra y ítumbo al Cairo
, y les v a a servir
el pan y la sal^—y t o d o lo demás del sabroso
mentí—de su cariño.
Nosotros, amigos de e.sta familia laVtoriosa q u e
intí-gra l a y a gran familia del cineiua naeional,
quizá hayamos aportado un granito de arena a
las dos obras, auntjue no seamos sus obreros,
que van a celebrarse en una sola fiesta.
Y queremos ¡)erdón intnKhi<imos en el ingrediente, en el bello m o t i v o de esta mañana
de primavera en otoño.
Ei acto
Alegría. (Tres platos de alegría con distinto
condiinent»>). Los entremest-s—¿será ponjue de
p l a t o a p l a t o se supoí>e un mes de rlistaneia?—
se borran ráf)idamente del mantel, com»> en un
truco ingenuo de comedia— ¿de comer?—de
magia.
Mientras, se perfilan las caras con(K;idas. Ijas
ll:is, artistas sin maquillaje- señoras o .se-
\
ñoritas que han olvidado el bolso y los ptilvos dela ficción
, primero. .Arpií tenemos a Magdalena Niles de Martínez. ¿ N o la < ontx'óis? Bueno,
tenéis razón. Debimtjs tlecir Imperit» Argentina.
E l secíieto d e lm|>erio, su grai-ia irr«»sistíble,
reside en el triángulo ([ue v a de los ojus a estrecharse en la Inna. l'na IxKra d e luz. l ' n o s ttjos sin
sombra. (Puede ser, a u n c a s a d a , nuestra novia
romántica: la novia de España).
Allí, Rosita Díaz ( l i m e ñ o . r«»n su barniz de
IIollywfMKl, oloroso y brillante. K w i é i i llegada
de la ciudad de las mil y una mentiras, es u n a
verdatl milagrosa y palpitante «le feminidwl. .Más
acá, Raquel Rodrigo, aniñatia, nmñeca de los
loíHw bazares de la pantalla. Y Mary del Carmen Merino, que no ha salido t o d a v í a de su feliz asombro de verse elevatia hasta la* estrellas.
Luego, ell(»s. Valeriano liC/m. modesto en su
liviana piel de grande artista, im-orjiorado al
celuloide. Miguel Ligen>, «pie lleva bien su a|»ellido, fwirque f»are<-e «pie vuela «tm alas de sint}>atia. ¿Sintpatía? Hemos des<'tibiertt>, sin tpierer, a R i c a n l i t o N I Í I M Í Z . el galleg») que ha tund i d o a Madrid «ron el ariete de sn sonrisa.
Pi'j)e (!alle, i\nt«Hiio V¡«;o, .Juan de Ordtiña.
NomÍ)r«'s familiares (jue nípelcn ttido elogio, todo
comentario.
(\>mo los de Benito P e r o j o y Florián K e y ,
jjadres adoptivos de Nobleza baturra y Ihimbo
al Cairo, puntales de Cifesa, la íntegra edit (.ra
nai ional.
Llegan los postres. Y los brindis. Y ii.
. irician la v o z fácil y la fá<'il expresión de A r t u r o
Pérez Camarero, en una charla de elegante sobremesa. Ffrias y fáciles imágenes: la de concpiistatlor t>l)liga«l«> por su apelli«lo, dedicada a Casanova, el gallardo y amante [)adre de PifesH,
conquistador de nuestra cinematografía.
l'erojo y R e y se alzan tras de este Camarero,
«pte no es sino im ático señor. Y agradecen la
fi«rsta. Ligero y Valeriano ehisj>ean como el chaiu|>án, en deliciosa batalla de agudeza- ^ ' ••imii<.
Por tiltimo, el padre...
Silencio. La palabra j)alernal e i n u i n n a m u
su pntpia entoción por este acto «pie era para los
demás y ha < aído sobre él, por inqiulso de los
otros. El humo de Itw habanos sid)e, c o m o un pagano incienso, a e n v o l v e r sti testa procer, elev a d a también sobre sus hijos, sobre su obra.
Falta la iiuisica do una orquesta invisible en
este rnomcnt«) de oonsagiación y de i'ommtióu.
El s«)l se a.soma un minuto antes «le tenderse
sobre él le«lio de vitdetas del civpúseulo. Y ahora, vu«Mta a Ma«lri«l. A l asfalto. .\ la lucha.
LA
BELLEZA
SERENA
/afe en cada cutis
dormido
DE
Despierte la belleza de su cutis con la finura de los aceites de un
Iabón puro como el Heno de Pravia. Friccione bien con la espuma.:
Poco a pocO/ los poros se limpian, la piel cambia, se afina, ronace;!
cobra lozanía y luce, al fin, una hermosura gemela de la de la
estrolla admirable de la Fox Film.
P A S T I L L A ,
J
H E N O
PERFUMERÍA
A
1,30
O
DE
N
P R A V I A
GAL . MADRID • B U E N O S
AIRES
¿e on\or
\
ArrilMi C o g e r R « f | c n jr Fred Aataifc, protegMÍalM Iwbitnales óe lm
p<éar«M y Bgero» a n i o r M de rodevil
A U k q u i e n U . T e f a n Todd ) Roiiert
Woolaey ea aaa b a l a eaceaa de eé-
• ñ e o aoMr
A U derechai K raneen Dee y l^esii*
Howard ea aa expreaivo idilio col-
ando de roaaaabeiaaao y aielaa
E
L amor en el celuloide
j es una copiadel amor
himiano. Y por ese
mismo m o t i v o ima y otra
v e z hemos v i s t o reproducir en la pantalla los primeros planos de la pasión.
H o y el cinema v a adquiriendo cada dia más el humanismo que le faltaba, y
los actores, en algunos momentos, saben posesionarse
tan p e r f e c t a m e n t e de su
papel que llegan a d a m o s
la más completa sensación
de la realidad.
Y los planos amorosos
son los que se han beneficiado de este realismo, quie
nes mayores ventajas han
obtenido de estos matices.
El amor c i n e m a t o g r á f i c o
ha creado hasta una escuela propia, que en la v i d a
humana se traduce por besos a lo Greta Garbo o a lo
G a r y Cooper. Estas sensiblerías del público, completamente ajenas de sensibilidad, no pueden const i t u i r a t r a c t i v o , porque
aqui precisamente es donde
comienza el t ó x i c o del mod e m o romanticismo femenil o la desviación morbosa del cinema.
Si enfocamos esta manifestación bajo otro fondo
analítico, habremos sacado
la conclusión de que esta
expresión fingida del amor
es la violencia más grande
de los artistas cinematográficos. Estas escenas tan simples ante la cámara, que
asombran por la pasmosa
naturalidad con que se hallan resueltas, y que se suceden una tras otra con la
más lógica hilación de los
hechos, es el m o m e n t o más
difícil para el actor y la
bes«t n<»ble y sereno de los novios lógicamente enamorados?
plano anebatador de los amantes unidos en una pose de voluptuosidad?
i u é clase de amor es el que prefiere usted? /.Qué c ase de amor prefiere el públi
^»? ¿Cuál es su matiz predilecto?
Cuestión de gustos, como en t<xio; de opiniones; deliberación que lleva al esnectador a juzgar a sus artistas predilectos, como si su ficíión fuera realidad.
Amor y cinema, una fórmula vistial que se apodera de todos. Y los directores siguen elal)orando celuloide, para cjue el píiblico pueda admirar el gran
encanto de las escenas amorosas.
N o como tóxico, ni curio.sisn)o, ni nervosdad. N o (^omo ]>erturbación del espíritu, sino simplemente como análisis de arte y estética deliemos juzgar
las es<H;nas de amor y darles la importancia que merecen.
\ T u i - ó l u !n (p)i' i i K T c • < i i N ' r\>\>. I ' o r ' M i e no debemos olvidar que
la farsa no es realismo.
.\imque, como en este ca
.so, sea arte puro, arte genuino de f a pantalla americana.
CKCILIA
1:1 b r s o
noble y sereno de los novio»
lúgiramente enamorados, simbolizado
por Franris Lederer
y (.inger Kogers
l.t l i z .
Bajo los fo<(»s (le potente»
viiltios abiíí.sadores se sitúan las dos figuras—los d o b l e s - - q u e les reom|)lazan y estudian la pose que han de adoptar los protagoni
tas a juicio del director.
Cuando y a está aceptado el primer plano, enton<
los dos intéipretes definitivos se colocan ante la cá
mará, y bajo el rayo quemante de luz se estrechan en
brazos, teniendo que dar a sus palabras ese tono entrecortado que exige toda escena de pasión. T o d o ello
es cuestión de medida, justa, precisa; el g r i t o estridente del director, cut u stop, separa a los dos artista»,
que con un gesto de cortesía, cuando no de fastidio,
corren a reparar los estragos que el apasionante abr^izo ha causado a su maquillaje.
E^te es el amor trajs el lente. El público no l o sabe
quizá. lis más: no debe saberlo. H a y que dejarle con
su imaginativa y bruja ilusión. Ellos y ellas, al poner
la eterna romanza de la Humanidad en la farsa del
lienzo, brindan estos planos, que son una rapsodia expresionista hecha de rostros unidos en plá.stica actitud.
¿Qué clase de amor prefiere usted? ¿Cuál es su amor
predilecto ante la cámara? ¿Qué reacción pasional juzga el lector puede tener más interés para el público?
¿ L a pareja de adolescentes enamorados, ignorantes
aún del propio significado del amor mismo, obedeciendo tan sólo al despertar de una atracción puramente
espiritual?
¿ L o s enamorados melancólicos y románticos, que eu
un paisaje otoñal buscan la soledad para pasar unahoras en plácido idilio?
¿Los jóvenes despreocupados que sonríen seguros de
su juventud y d e su porvenir?
¿El expresionista choque brutal, abigarrado, duro
gesto de burdel, v i s t o raras veces en el lienzo y tr
tado con sumo cuidado por los animadores?
¿El aspecto picaresco de v o d e v i l que
brindan al c i n e m a
los amantes frivolos?
¿ L a expresión bufa d e l a s p a r e j a s
cómicas?
A la izquierda: Anne
Sbirley y Tom Brown
en una pareja de enamorados q u e ignoran
•ún el propio sigiiifirado del amor ínliuio
A la dereebat Fii este
primer plan», (abarles
B o y r r y Kulliarine Hepburn expre^au el iuip«'tu a r r e b a t a d o r d e l
amor v e l u p t u u i M t . seo-
Mial y refinado
A. MANTUA
.Miriam H o p k i n s y Joel
Me Crea representan aquí a
dos jóvenes despreocupado*
que sonríen seguros de so j u ventud y de su porvenir
\ í r t o r Me Laglen y Margot
Srahame en el gesto abigarrado, duro y agrio del mercenario amor de burdel |
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Carmen Molina A
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Femando Garduño
A c t o r infandl
A c t o r iafaaHI
V1
Ramón Gardel
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« M i g u e l de los
G a l á n laven
«Solano de Ríos»
Galán j o r a
Sant
«Nicolás Lafuente»
Galáaiom
Claudio Medina
Caláalom
Fredesvindo M o ailero
OaUaio*ca
Jerónimo C . V'ila
Joaé L o p e s
Galán torca
Oaliaiovcn
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^
^
^
R O DUC CIÓ
MAS ^íLeiaifllN\
un
)ESCUiRI/V\IETO
•Jiilietfl compra uii liijo» y aetuaeión personal de
Catallmi Báreenn
L
A graciosa y desenfadada comedia de GreJ gorio Martínez Sierra y Honorio Maura,
adaptaí'ión habilísima de l^iópez Rubio y
super\'isi6n del propio Martínez Sierra, viene a la
pantalla > u u vidu c¡iieiunt<^ráfica propia, sin
perder por eso ninguno d e sus r&sgos
originales: i n g e n i o ,
,igili<lad y travesu] a, refrenados .siempre por el V)uen gusto. Labor de fina y
aíiuda .sensibilidad;
a d o r n o s y lambre• { u i n e s psicológicos
trazados c o n mano
l i g e r a d e miniaturista que ama lo.- detalles: film, en simia, «de sociedad», en el <pie la sonrisa subraya lo que la
fra.-e esboza y la imagen estiliza.
La interpretación es un diálogo -entiéndase
bien: im diálogo de imágenes y emociones, no de
palabra.s—entre un galán varonil, Luis Alonso,
sobrio de ademán y dueño del gesto, aunque demasiado propenso
la
irónica, y Catalina
Barcena o la feminidad y la gracia hechas actriz,
actriz de cine y de teatro, porque .sólo hay utia
manera de interpretar personajes: interpretarlos
bien, que diría Pero (irullo, el hombre (pie más
verdades ba sentado en la. vida. ¡ Y (pié Í)ien interpreta Catalina Barcena la psicología contradictoria, mejor, conturbada
el amor y el despeí'ho, de aquella enamorada ofendida, que quiere y no quiere querer; que finge v i v i r en si misma,
cuando, en realidad, v i v e en otro! H a y momentos en (pie una simple mirada, im juego de ojos,
iá|)ido como un relámpago, expresa a la vez ternura, desdén, recelo, vani(lad femenil sastifecha
y coquetería. N o es posible expresar en menos
tiempo y con tan clara elocuencia más contrapuestas emociones. Parece que en un momento
d.ido toda el alma del personaje se a.soma a los
ojo.» de la actriz y dice: «Asi soy: una y varia,
idéntica y distinta en cada segundo; me pierdo
dentro de mí cuando me bu.s<:o, y luego vuelvo
hallanne sin pensar; soy consecuencia,contradi'
ción y . .sobre todo, feminitlad.»
a niucí-a
jior
a
Los ojos de la Barcena liablan como nunca en
este film. Para ex|)licar con palabras lo que ellos
dan
entender en aquella e^-ena,
ejemplo,
en que el marido empieza a bu.scar el camino
del corazón de Julieta y no el de su talonario de
ehequi\s, .sería im^nt^ster un tratado de análisis
espiritual escrito por un psicólogo doblado en
a
jior
|K)eta.
Dicen que (Catalina Barcena, retiuerida |>or una
gran jirodiKitora española, se consagrará ya a
nuestro cinema, al cinema español de a<pii, y
valija la reduiidmicia. Si no es cierto, sería ima
bella mentira que merece transfonnarse en realidad.
Para los films en que detrás de un foi
grama soa necesario un aticismo espiritual cn
que la sonrisa no ll»;gue a carcajada ni el suspiro
a sollozo desgarrado; en que la gracia sea rayo
de .sol y no estruendo de casticismo, para ese
género de films jniéticos sin pedantería y delicados sin desmayo, Catalina Barcena tiene la preeminencia a que le da derecho su personalidad
inconfimdible.
Como fin de fiesta, Catalina Barcena eu j x i
recitó,
ella sabe hacerlo, dos monólogos humorísticos, cuyo único defecto es la
bnívedad.
Hona
como
A V E M D A y .MAIMUD-PAIUS
«Una nm-he de amor» y «La canción del crepÚ!K;ulo», rei>peclivamente
Dos films que tienen muchas semejanzas, en
asunto, en tendencia, en realización. Por eso, en
contra de nuestra costmnbre, vamos a comentarlos a la v e z .
Asunto de ambos—sin que esto quiera d(>cir
que sean iguales, ni que aJ conocer uno de ellos
se pueda dar por conocido el otro, lo mismo que
una obra en que los celos sean el móvil de la acción Hiede ser diferente de otras mil inspiradas
en «e mayor monstruo», como Calderón llamó a
la malhadada enfennedad celosa--: la vida privada y afectiva de una prima donna. Interés,
emoei»'m. amor, juventud y belleza en las dejiroduccione.s.
Realización. IA< mismo la de Víctor Si-henzinger en Una noche de amor, que la de \ ' í c t o r
Saville, en IM candbn del crepúando
¿no es ( ! U riosa también la coincidencia de que los dire<;tores sean homónimos?- -mere<;e un elogio sin
reservas. Y cuidado (pie el darle vida einematogiáfica a los mejores trozos de ('ipera (.-lásica no e.s
fá<ül empresa. Sin embarg«t, en ella triunfan ambos directores, y crean, a mi ver, un nuevo género de películas, que pare<.ía improbable: el de
la ópera cinematográfií^a. Se comprende que la
opereta, f)or la ligereza y friv«jlidad de los tenias,
>or la comicidad de los tipos y por la rapidez de
a acción, se adapte cou fa<'ilidad a la pantalla.
Ivo que y a no es tan fácil de presumir es que la
solemnidad del bel canto, su recreación estética,
se acomoden a la rajiidez e impic^ioni-nio del
c i n e m a , qu(> corre
como si a n d u v i e r a
sobre a.s<nias. Todas
esas dificultades casi insui)erables tpie
ofrecía el comjiaginar el aire maestmo
de la ó p e r a c o n el
acelerado jiie del c\
nema, las han v e n cido Schertzinger y
Saville, ha.sta imprimir a los solemnes y pompo-os de.-files mu-icale.'^
de la e.scuela italiana un sentido de i t ^ i a v i d e z
— •dándole acción a las arias y dúos, dramatizando los coros <pie, si no es auténtico cine,
se le jiarece mucho y tiene la (uialidad innegable
de que suena muy bien.
IxiS amigos d e la música están de enliorabuena.
Con Una tutche de amor y IM canción del crepúsculo empieza el ciclo de la ópera cinematográfica, (pie o y o me equivoco mucho o h a de
durar initnitras haya |)ers(mas que tengan los
oídos en tH>municación directa con la sensibilidad. La heroína de Una noche de amor es ÍIrace
.M(M)re, y la de IM canción del crepúscido. Evelyn
L a y e . Cantan como ángeles y actúan como
e.strellas. ¡Qu('> (juiereii ustedes! . \ mí, la música,
(íon tal de que no sea la radio del bar que hay a!
pie de casa, me transporta al Parai.so. En IM
canción del crepúsado, Conchita Supervia, nuestra
admiraila paisana, tiene una breve y brillante
aetuaei('m. El «pie no me agrada en esta película
es Fritz Korner. F>te hombre, paradwñr (jue ha
salido el sol, enarca las (!ejas, bizca los ojos, tuerce la b(K!a y .se contorsiona todo, eomo si en v e /
de rayos solares cayeran rayos de punta.
FKÍAKO
P i g o el recuerdo, poique el l'juil .Jannings de
ahora se parece más al de Kl patriota, por ejemplo, (pie al de aquellas tres obras geniales.
¿Quiere esto decir que el gran actor alemán
esté en dei;adencia? Nada más lejos de ello.
Su creación de ahora es soberbia también.
Pero FA rey soldado no tiene la ternura de aquel
portero de gran hotel, ni el profundo y desgarrador dramatismo del profesor ingenuo y enamorad(j.
El film estrenado en el Fígaro es una rcí-ou,-trucción histórica
del reino de l'rusia.
allá p o r los años
17.S0 a 1740. cuando el c a r á c t e r v i o l e n t o , disciplinado,
ordenancista y obeso en la g r a n d e z a
militar de .su país,
de Federico (¡uillermo 1, tropieza con la
resistencia pasiva
de su hijo, espíritu ilclu.'du. H I I U Í : » ! del j*'ego,
de la música y de las bellas artes. N a d a anunciaba en aquel joven tímido e irresoluto al gran
honiVire de Estado (¡ue pasó a la Historia cou el
apelativo de Grande.
El padre .se desespeía. el hijo sufre, y aquc
Ua Corte castrense, sombría y sobria hasta la
estref;hez- -el rey, en sus viajes, duerme sobre
lechos de paja- recuerda los tiempos niedievak s
más tpie la molicie general y el afeminamiento
cortesano de la époí^a.
La rwonstriicci('»n tiene carácter y jiersiiade.
Asi. como lo vemos en el film, debií) .ser el reinado del «rey eaiMiral». ¡Qué original manera de
despertar, muy de mañana, y a los reilobles de
tambor, a la reina y a los príncipes! ¿ Y aquella
revista al j)ie de j)alacio, cuando Federico (¡uillermo com|)rueba, entornando tm ojo y tomando
de referencia al primer hombre de cada fila, la
perfec-ta alineación de sus pelotones?
Abunda el film en rasgos de observación sul;rayados por el talento de Jannings. También
la escena en la llamada «tabaquería» es otra de las
pinceladas magistrales que retratan de cuerpo
entero al rey «<^élebre |)or su falta de tenqdanza»,
y a sus consejeros y amigos, endurecidos cu las
manillas y ctintramarchas militares.
Opuesto a e.ste ambiente, con>o vivn contras
te, los salone-s del príncipe hereder«i. eu kis
<]ue se rinde cultt» al ingenio, a la música y al
minué.
Afortunada evocación de una éptn-a interesante, muy bien vista en su propiedad histórii>a y en
su realización cinematográfica- hay muchos mom(>ntos d e cine verdadero
|>or Hans Stein,
que, además, ha sabido imprimir iuten's y t^mnción creciente al film
Emil Jannings se i>ortu como ipiieii es. l^os
altercados con su hijo, los mi! detalles de gesto y
e.xpresi<>n con (pie exonia su trabajo a todo lo
largo de la película, y lao»<:ena de su muerte,
son dignos de él.
N o se me (wurre mayor elogio.
^' si no supera sus creaciotuí." anteriores, n ( M
culpa suya, sin», de la índole, más espectaculai
que psicológi(ra,del film. Su antagonista, \ \ e r n e i
H i n z . se mantiene con méritos propios frente al
coloso de la pantalla alemana. En ellos dos se
concentra el interés de la acción. Los demás intérpretes, y es cinta de gran reparto, bien, sin
excepciones de iniíMirtancia.
«Kl rey soldado»
Emil .lamiiugs ha vueltd. Y con él. el recuerdo
gloiiii-n lil \'nr'<li /'7 >'ilti»iii \ Kl auyel o:ii!
ANTONIO G C / M A N
MEIUNO
saber ocultar
iutamente nada. T o d a mi v i d a
ha sido s i e m p r ^;onocida—^mi pasado, mis es'ciones- , porque en el fondo
peranzas, mis
no tengo más q u ^ n solo amigo, que hasta ahora
me ha penuai
o fiel: el público.»
ella una de las primeras amistades que hizo en California.
Joan le guia, le instraye, aleccionándole con el f m t o de una
larga experiencia en el Estudio.
Una camaradería cordial que distrae a la célebre vamp de sus
crueles de.>iengaños sentimentales.
« Y o le iniciaba en el cine y en la vida de H o l l y w o o d — d e c l a r a
Joan Crawford —. El me hacia recobrar la esperanza y el goce dc
vivir •
«Cuando FrancJot rae instaba a casamos y m e
hablaba d e lo f e l l " * q a e seríamos juntos, pucbto
que nos entendítfios tan bien, ie contestaba:
— P e r o si el mitrimonio lo estropeaba todo...
Si sobrevenían I d desacuerdos, las disputas...
Franchot me «eplicaba sonriendo:
—Cuando u n o o o quiere, dos no riñen.»
Y el o b l e a d o paralelo:
« D o u g era un ser delicioso. P e r o niño. Su infancia no habia
.sido mucho más dichf>sa que la m í a Necesitaba ternura, protección. E r a aturdido, liviano,
inconsecuente, cjqjrichoso y sin el menor sentido
práctico.
Franchot es un espíritu jMJsitivista, cquilil)rado, razonable.»
«Nunca le he i p t o enfurecerse. Y esto es, tal
vez, lo que me • r a j o al principio hacia él: ese
equilibrio tnmqt¿<', ese dominio dc los neivios
del humor, de (4 impulsos.»
¿e J O A N
« Y o siempre íit sido nerviosa, algo exaltada,
puerilmente sensl>le y vulnerable, ( f i a n d o <'0nocí a Franchot
muy desgraí'iada. L a éjKK-a
tnás turbia y mao'oolorosa de mi v u l a Después
lie tres año» de uí«ón con Douglas, veía d e m i m barse nuestra felicidad, a pesar de mi desespc-
U M MairaiC* cxprp.
• • « a - fmtió»
por
« « • - dr ¡ei" C r a w f o r d , i a graa »«*ri» einemalográfi««>q«e a r a b a dc c o a t r a « r BMtria i a a i o c o a FraaciHX
Toa*
Ja
cefcbre
E
L mito de Jano, el de las dos caras, tiene
j cdiora su realidad más expresiva en la
doble fi.sonomia que ofrece la vida de las
grandes figuras de la pantalla.
El convencionalismo artístico convierte en
criatiu-as irreales, intangibles, imponderables, a
los actores y a<;trice8 de la luz y de la v o z artificial. A d e m á s , a la mixtificación física del
make up se añade la mixtificatáón sentimental
del ró/e específico que suele caracterizar a cada
arti.sta.
P e r o el público, entre dus proyecciones de .--u
figura favorita, no o l v i d a la realidad elemental
de que bajo las esi)ecies artísticas, más o menos
fantaseadas, de cada estrella hay un hombre o
vma mujer. El público sabe que la criatura convencional que gira en la pantalla tiene una v i d a
privada que le presta t o d o su calor humano;
piensa en su intimidad y en que conoce un trance cotidiano que la d e v u e l v e a nuestro pequeño mtmdo de todos los dias, y cuyas realidades
himianizan al semidiós o a la semidiosa. Es una
búsqueda instintiva del equilibrio de la verdad
frente a los excesos imaginativos que la creación artí.stica le obliga a concebir.
Y para contrarrestar dichos excesos, al público le agrada curiosear la intimidad de las estrellas. Ctianta m a y o r es la categoría de las figuras, m a y o r es tainbién su curiosidad por buscarles, al través de la v i d a real, su verdadero
contenido humano.
A v("
contraste de la v i d a real aim
o
Y después d e la l)oda...
«Franchot m e ha enseñado a depender únicamente d e mi misma. Me ha dado
mi paz y mi equili"brio. Confío en él.
Nunca m e he sentido tan
dichosa c o m o en *^te momento.
Y he aqui, mi fiel amigo, mi
querido público, por qué h e
contraído matrinumiocon Franchot T o n e . »
Asi ha dicho la Crawford.
E. C A S C O ( X ) N T F J > L
Kl amor aatrríor d r Joan
Crawfor. V r d a^ai a l a ~ *
«tlrrlla con su primer maridu
Douglas (janior).Viéndalrs r a
esa actitud dr rendido amor,
nadir pensaría que al rabo
drl tirmpo rl divorcio v r a dría a poaer ua final airlaacólico a la pasióa dr loa doa
artista»
k
Vani|)
I
Inií
W
f
rada lucha por mantenerla. H a b i a perdido
la confianza en mí, en
él, en tcnlo.»
añade tintes fascinadores y misteriosos, nuevos
prtjstigios de ensueño y de aventura a la estrella,
cual ocurría con la v i d a privada de la tumultuosa e inolvidable Bárbara la Marr.
Otras veces, en cambio, la oirioáidad del público se encuentra con existencias mansas y apacibles que cualquier burguesita podría suscribir
y aun superar en emociones imprevistas con
cualquiera de sus horas discretas e ilusionadas.
— ¿ P o r qué he contraído matrimonio con
Franchot Tone?
Joan Crawford no ha podido recatar ni los
menores matices psiciológicou de este nuevo acontecimiento de su v i d a privada. Y así comienza,
sin [ilumas intermediarias y comiuiicándose directamente con su público al través de una gran
revista, la pequeña confesión de sus actualidades personales, con el titulo, muy americano, do
Mi marido Franchot
Tone.
Extractaremos las lineas esenciales de esta interesantísima confesión:
« ¿ P o r qué he contraído matrimonio con Fran(;hot
Tone?-—dice ,Ioán Crawford—. Sencillamente, porque le a m o . »
•
•
« N o me agrada el matrimonio secreto. M e horrorizan los compromisos y las tunbigüedatles.
Durante los nueve años que llevo en H o l l y w o o d
he v i v i d o en una casa de cristal, sin poder ni
•
«Siempre ha sido rico—habla d e Franchot—.
L a v i d a le ha sido fácil y ligera; pero esto no le
ha hecho arrogante ni eguista, sino que
por el contrario es confiado, benévolo,
optimista y a l i a r e . »
«Franchot llegaba de
N u e v a Y o r k . Ignoraba las hablillas, las in'!is,
los p e q u e ñ o s
.indalos de I l o l l y w t H j d . Era ima personalidad nueva, pura,
al que todo d i v e r t í a y
ue no se extrañaba
tt^nadAit
......—
#
Franchot T o n e acababa de íibtener brillantes éxitos en el teatro y ahora iba a H o l l y w o o d solicitado por
el cine.
E m p e z ó con un film
d e la Crawford, y fué
Vi nuevo gaUní Franchot
Tone, el amor actual d r
Joan Crawford. F.l matrimonio ba puesto un final
de novela blanca a car
idilio de loa dos artístaa-.
f
• v e r C M Doagiaa, Joéa C r a w f o r i ea*¡im
es hoT U a i a a M graa aBM»roaa
coa Fraaeh
raaehot Toae. He a4|af la aneva pareja.,j C a á l será r l epílogo
.
de este am
abora empezado?
|
DIRECCIÓN DE
UNA PRODUCCIÓN
JOUN FORD
COLUMBIA
2
sf
ÉXITO
OE
^ t í i m ^
i
LA OBRA CUMBRE del 0X050oCe£CINE
UNA PELÍCULA MARAVL
I LOSA
UNA OBP.A DE AP.TE.
OISTRIBUIDA
fiot m\Sl^<, MOOMOS
N
o hay nadie—^aunque posea el más amplio concepto de la división
del trabajo—que pueda calcular, o imaginar siquiera, la variedad y número de obreros que necesita un Estudio cinematográfico o, por lo menos, un Eístudio cinematográfico norteamericano. Dijérase que el espíritu yanqui, tan dado a la exageración, ha encontrado en
la producción de films el más amplio campo donde dar rienda suelta a
esa predisposición a él innata, y que, a juzgar por el tono de las notas
publicitarias que hasta nosotros llegan, hace gala de esa exageración.
N o se comprende de otro modo, o, mejor, no podemos comprenderlo
Ae otro modo.
A nuestro carácter individualista, c « ^ a z de las más contradictorias empresas llevadas a cabo por una sola persona, ha de extrañarle por fuerza ese alarde, aunque tal vez en él radique el secreto del triunfo.
Ea EIspaña, cuando la producción cinematí^ráfica sea una realidad,
encontraremos toda una l ^ i ó n de artistas y obreros en un solo hombre,
cuya presencia quizá pudiera descubrirse ahora, en una anticipación de
acontecimientos.
—Se me ha ocurrido--nos dirá ese hombre—un argumento, del cual
y a tengo hechos el guión y el diálogo. Ahora estoy componiendo la miisica,
porque todavía recuerdo algo de los cursos de solfeo que aprobé hace
tiempo. Comoquiera que el protagonista, según lo he «visto» y o , es un tipo
que coincide con el mío, pienso desempeñar y o mismo ese «papel»; pero...
Francamente, estoy seguro de que habrían de molestarme las órdenes de
otra persona, y para evitarme esa molestia, he decidido dirigir la película.
L a semana próxima comenzaré a dibujar los figurines y los bocetos de
los decorados. Seré, pues, argumentista, escenarista, dialoguista, músico,
intérprete, director, figurinista y escenógrafo, además de productor—pues
soy y o quien «capitaliza» la película^—, cameraman de aquellas escenas en
Cordón W W o M
Bárbara
Stanwiek
las que.
naturalmente, y o no intervenga, y montador del film. ¿Qué le parece?
Y a nosotros nos parecerá no solamente bien, sino perfectamente lógico.
Como nos parece increíble y caprichosa la existencia de los que en Cmelandia denominan «exóticos», legión de obreros y artífices a los que no ae les puede considerar elementos
imprescindibles, y que, sin embargo, a juicio de los productores norteamericanos, son
complemento necesario de aquéllos.
Ix)S «exóticos» ocupan, en la escala de los E l u d i o s , los últimos peldaños, y sua
nombres, afortunadamente para la
extensión de las películas, no figurarán nunca en ellas. Son los olvidados
en el momento del éxito, no obstante haber contribuido a él. El sacarlos, pues, a la superficie a través de
estas lineas pudiera ser una reparación, no por insignificante menos justa, y quizá lo único que justifícaae el
haberlas escrito.
Principiemos por m i éter Egbert
Bamer.
Míster Egbert B a m e r inventó hace
ocho años un curioso aparato, compuesto de un motor, un abanico y un
depósito, que llena de una substancia
química semejante al caucho líquido.
L o demás es bien fácil; el motor pone
en movimiento el abanico, y éste dirige y esparce convenientemente el
preparado químico contenido en el
depósito.
Gracias a tal procedimiento, míster B a m e r cuelga de los techos, de
las paredes y de los muebles falsas telarañas, que amnentarán la realidad
d e los decorados m loe que se intenta dar una impresión de abandono y
de vejez.
El hombre araña, como le denonxinan en los Estudios, posee tal habilidad y práctica, que puede imitar a
la perfección la tela de cuantas arañas existen, y hasta hacer naufragar en un mar de dudas a todos los
_
Masim Doyle
oatmistas del mtmdo. Compañero de
míster B a m e r ee míster Smith, especialista en imitación de animales y encargado de suplir a éstos ante la banda sonora. Una pelicula n<j puede detenerse porqne en el gnión esté marcado, por ejemplo, un ladrido lejano o
el canto de un ave, y no haya en
aquel momento perro que quiera ladrar o ave que lance sus trinos. Míster Smith suple la falta, y ladra perfectamente o imita el canto del ave.
Además, míster Smith es el encargado
de falsear el trote de un caballo golpeando una tabla con dos medias esferas de madera; de producir el sonido del viento merced a doa telas que
se deslizan una sobre otra, etc., etc.
D e S. W . Alian nos dicen que es educador de reptiles. A él se le alquilan
los lagartos, tarántulas, iguanas o aves
tan poco domésticas como murciélagos, buhos y vampiros, para qne, en un
momento dado, aparezcan en una película.
L a colección que de aquéllos se exhibía en La máscara de Fú Manchú fué
proporcionada por él.
H a y domadores de fieras salvajes
que alquilan é s t a s , más o menos
amaestradas, para documentales o para
films de aventuras en tierras inexploradas.
El músico alemán Hermán Frommel, hombre de prodigiosa memoria,
tiene a su cargo el inscribir en el registro cuantas melodías figuren en las
películas que salen de los Estudios donde él trabaja, y el descubrir, con sólo
oir diez compases tarareados o silbados, de qué autor es la música, y garantizar si puede ser utilizada sin abonar derechos.
A Steve McDonald se deben las flores artificiales que el público admira
en películas de determinada marca, y
que sustituyen a laa naturales, demasiado delicadas para soportar el calor
de loe reflectores de los Estudios horas
y horas sin marchitarse.
L a señorita Ann Viking es especialista en gritos de terror y en carcajadas. Aquéllos y éstas, en emisiones
perfectas, se han dejado oír no pocas
veces ante loa micrófonos, suplantando los gritos o las carcajadas de la protagonista menos diestra en esta habilidad.
Desde 1910, T e x Discroll luce en los
Estudios de Hollywood su magnifica
puntería de cazador. Cuando las necesidades del argumento obligan a imo
de los actores a disparar y romper la
copa que otro v a a llevarse a los labios, por ejemplo, o a arrancarle el
sombrero de un balazo, o a destrozar
un pequeño blanco colocado a distancia. Y esto también tiene su mérito.
Discroll sustituye al actor, realiza la
proeza al primer intento y evita un
indudable asesinato invohmtario.
Correctores de copias, «dobles», falsificadores de a n t ^ e d a d e s , mecánicos,
«catadores de ambientes»...
La lista, como corresponde a Cinelandia, sería interminable; que no todos
los que v i v e n dentro del cine aon actores, ni todos los que sufrieron el fracaso de ans aspiraciones artísticas encontraron cerradas otras puertas de
los Estudios.
Quizá en esto último pudiera encontrarse justificación a la existencia de
tanto «exótico».
Mauricio Chevalier
l^etro ^otawjftt |i(ayer
JOSÉ
SANTUGINI
Nació en el niediodiy dp Inglntena hace veipticinco años, de padre irlandés y ]
madre francesa. Tenninada su carrera de maestra, ocupó cl puesto de profesora \
de francés en un colegio de niñas del condado de Sussex, en cuyo puesto consiguió ^
ahorrar una modestísima suma que dedicó a su preparación artística más tarde, j
Una de sus grandes aficiones es la lec-tura, y dentro del ramo, es la poesía lo q u c í
más la entusiasma, según propia confesión.
Durante sus estudios en la Universida<l, se distinguió por sus conocimientos i
amplios y dominio absoluto de los poetas franceses, antiguos y modernos. Sin duda,
su amor a la literatura fué lo que la impulsó en el arte que había de darle gloria en
su propia tierra y en la Me<'a de la cinematografía.
Cuando niña, trabajó en un grupo de aficionados de su colegio y se distinguió por,
la soltura y maestría con que recital)a y a<'tuaba.
)
Con los ahorros que consigtiió reunir en Sussex se marchó a Londres en busca de j
trabajo. Después de algún tiempo consiguió que la admitieran para trabajar en una ]
|obra francesa, en la qne desempeñó i
el papel de doncella, el más insignificante de la obra, bajo la dirección
del gran actor Seymour Hieles, des- ]
pues de lo (-ual debutó en Ix)ndres |
con la C o m p a ñ í a de Robert L o - •
raine.
i
Vistas sus aptitudes, la StoU Film ]
Company la contrató para desempe- 1
ñar el papel principal en una de sus
películas. E r a la primera vez
que
pisaba un Estudio cinematográfico;
para este papel se I a eligió entre \
más de doscientas concureantes poi- i
considerársela prototipo de b e l l e z a i
inglesa.
i
El éxito q u e obtuvo en la pan- ;
talla la hizo abandonar el teatro por \
poco tiempo, pues los con\
tratos se multií
\1
LA
estrel'ft sobreH ^ ^ ^ ^
saliente de la
Gaumont - British
es inglesa, muy rubia, de
ojos azules, tirando a violeta, y
Come la f r u t a de M
cutis blanquísimo. I>e su belleza marmórea no
propio huerto, al que
hay que hablar; su perfil parece cincelado por
b a dado a s p e c t o d e
mano hábil; no ocurre con miss Carroll lo que
paratoo
con otras estrellas cinematográficas, que se la."
ve en la calle y no se las conoce por la diferencia
que existe cuando no van protegidas jKir el maquillaje; Madeleine Carroll
es lo mismo en la pantalla que en la calle, que en su casa. Y o he tenido
la suerte de verla trabajar en los Eistudios de Shepherd's Bush, y la
he visto en los restaurantes de Ltjndres, donde se la
puede encontrar todos los días, y puedo asegurar que
su belleza y su gesto no tienen nada de ficticio Mide Hela aqui a la puerta
l metro M centímetros de estatura y pesa poco, lo de uoa de sus residencias campestres. La que
que le hace tener ima agilidad increíble. Siendo niña
reproducimos aqui fn^
creyó tener vocación para monja y hasta estaba demansión del celebérrimo Seberiff inglés John
cidida a vestir los hábitos monjiles; pero cosas de la
Payne (1675 -1760). por
vida, aquella idea se disipó y decidió estudiar Magiso t r o nombre conocido
terio.
por«Eidueüodelaaelv»>
ban, y n o era cosa de
dejar lo que tanto habia
soñado tener algún día.
Fué contratada por la Gaumont-British para trabajar
como estrella e n t r e s películas: Lo que puede comprar el dinero, El
primogénito y The Croóked Billet. F i nalizando y a el año 1928, volvió a trabajar en el teatro,
donde representó el papel de
Paulina en La ninfa constante,
que hemos visto en Madrid la
temporada pasada, actuando ella
misma como estrella, y los de
Arabella Alien en Mr.
Pickioick,
e Isabel en Beau geste. El advenimiento del cine sonoro le proporcionó numerosas ofertas de Norteamérica; s u s grandes aptitudes
dramáticas, su belleza inglesa sin par
y su maravilloso timbre de v o z la
pusieron a la cabeza de la profesión,
y en el plazo breve de un año trabajó
en seis películas importantes.
Pero no olvidaba el teatro, su cuna.
Durante l a temporada 1929-1980 fué
primera actriz del Vaudeville Theatre,
y se distinguió en The roof, French Leave
y
Enchantment.
De aquí fué al L v r i c para representar
The Toy Cart. Estrenó After All, en Febrero de 1981, cuya obra figuró en las carteleras de Londres durante varios meses
consecutivos; durante este tiempo filmó tres
películas más.
Después de un año de ardua labor, abandonó el trabajo para contraer matrimonio con
Captain Phillip Astley, joven millonario que
Madel e i n e Carroll.
rn suH horas de descanso, se dedica a su
MÜrión favorita, los
libros; véanla en su
biblioteca
Kn el jardín de su
rasa desayuna plácidamente con su esporo y juega con sus
rarliorrillos i B l a r k
and Whitr.
se distinguió en la guerra europea, y es primogénito de una de las familias más aristocráticas de Inglaterra.
IJOS Astley eran dueños de Chequers, la magnífica
mansión campestre que regalaron a los jefes de Gobierno de Inglaterra.
El capitán Astley perteneció al regimiento de la
Guardia Real Británica, y es íntimo amigo del príncipe de Gales.
Su boda con miss Carroll tuvo lugar el 2G de Agosto de 1931, hace justamente dos años, a la orilla del
lago de Como, Italia, donde poseen un chalet hermoso, con grandes jardines (la debilidad de ambos).
E^tá s i t u a d o en lugar sumamente bello; no obstante,
Hemos sorprendido a
a las señores d e Astley les
miss Carroll fabrirangusta más nuestra Costa Brado ia mantequilla que
va catalana, donde en su últise ronie en su casa. Sin
duda es una mujer útil
ma visita, que efectuaron rey dispuesta, a quien su
cientemente, han c o m p r a d o
ralrgoría e s t e l a r no
una gran extensión de terreno
hace olvidar sus debev se están construyendo un
res d e «perfecta c a sada»
enorme chalet, con todo géne-
ro de
comodidades.
Después de su matrimonio, miss Carroll ha actuado en el
Phoenix Theatre, en Little Catherine, y en
Pleasure Cruiíe, en el .\pollo Theatre. Finalmente, gracias al programa que se ha desarrollado
en la (únematografia inglesa, y a la vista de los
directores nacionales, ha obtenido un «serio» contrato de la Gaumont-British, que la ocupa bastante tiempo.
La primera cinta que ha hecho para esta entidad es Sleeping-Car, que hemos visto en España
con el título Tenorio de sleeping.
Luego adquirió renombre mundial al lado de
Conrad Veidt, el inimitable, en / Was a Spy,
que también conocemos en España, cómo no,
bajo el nombre Fo he sido espia.
Las garras de H o llywood, que se extienden hastatodo lo
bueno habido y por
haber, la atraparon
para hacer Paz en la
Tierra,
con í > a n chot T o n e . Luego
h i z o The DictatoT,
que puede que veamos esta temporada, dirigida por el
célebre director de
El hombre que sabía
demasiado;
trabaj a n d o al l a d o de
Robert Donat acá
ba de hacer The 39
Steps — Treinta
y
nueve escalones, una
de las mejores cintas de esta temporada—, para la Gaumont-British, y act u a l m e n t e trabaja
en Tentación para la
misma empresa, basada en la novela de
Tolstoi.
ROBERTO
DIESSKL
R a l t o
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SUPERPRODUCCIÓN ESPAÑOLA
mi I M P E R I O ARGENTINA
y MIGUEL
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^
Viaje iiiuigiiiario: Cádiz. Madrid. Avila. Toledo.—
Otra v«>z ('.ádiz. —Sallo a la Itepúhlica Argentina.—Itpgreso a España.—Vuelta al lletiro y a la
prudureión naeional. - Valores rineinatográfieos
argeiitinos. - r n paseo por la (¡raii Vía.
E
xiSTK honilue tnás sedentario que el eserij tor? Sí, el fannaeéutieo. Pero, a exee(x>ión
de estos sufridos <ónq)liees de la Medicina,
ihistres paleógrafos «jue detrás de >ui mo.strador
descifran re<etas ante las que fracasaría el más
consumado egiptólogo, } a excepción también del
inspector de escuelas, no hay homhre más sedentario que el escritor. T o d o s sus periplos los realiza
en torno a la mesa del café.
H o y hemos emprendido uno de estos viajes a
base de moka y tabaco n i b i o , un servidor de
ustedes y el decano de la critica cinematográfica de Buenos .\ires, .José B . Oairola, reditctor
de JJO fíazón. que ha c n i z a d o el .Xtlántico. entre
otros m o t i v o s int{)ortantes, para tomar café en el
Capítol.
¡ L o que hemos viajado esta tarde el coinpaiiení
, Cairola y y o ! ¡ Y con qué rapidez! De-semban amos
en Cádiz. (Jrata imjtresión. De atpií partían los
jerifaltes de la e(K>peya española. De un brinct»
nos plantamos en el Museo del Prado. ¡Velázqxiez! Pero, ¿hay nadie que huya pintado c o m o
Velázquez? ¿ Y G o y a ? ¿Qtié me «lice usted fie sus
Caprichos! ¡El Museo del Greco! Y a estamos en
T o l e d o . Y después, hala, íiue es tarde: a Sidamanca. L a Casa de las Conchas, el Palacio de
Monterrey, la Catedral vieja... Hablamos de lo
divino y de lo humano. En . \ v i l a nos han recibido
las sombras de Teresa de Cepeda y de ,huui de la
Cruz. KetriH-edemos hacia .Vndalucía. ¿ Y vamos
a pasar por alto El E.scorial? ¿Quién no habla un
poco de Felipe H y de la Inquisición? ¡.Aquel
.\ntonio Pérez, pábulo de la «leyenda negra» que
inventaba Guillermo el Taciturno!
¡Qué tiemp(»s!
¡Qué raza! Lucha espiritual incomparable- e x clama, enarde<;ido, .If)sé B. Cairola« H a y un
momento extraño y superior de la esjHH'ie htimana—ha escrito T a i n e - . De látX) a I7ÍM\ España
es el pais más curioso del mundo.» ¿ i ' e r o vamos
a detenemos en comentarios? ¡Adelante! .Andalucía nos aguarda, ('ruzamos Sierra Morena.
A q u í reinó .losé María el Tempranillo.
¡Qué tío
más grande! Su caballo y su trabuco, y a ver
quién le tosía. ¡ ( \ i á n t a cchmma! H e n o s llegtido
a la .Mezquita cordobesa. ¡ V i v a Abderramán I
¡ Y q u é cielo más azul!
E s t a m o s en Granada.
¿ P a r a qué le v o y a decir? ¡Enorme Catedral!
U n a montaña de piedra.
« P o que no ze lo y e v e n
1 o z ingleze», murmura
alguien a nuestro lado.
Esto ea Sevilla. O t r o
sorbito de café, y adelante. De un tirón nos
plantamos en 1 luelva. Y
y a en Palos d e Moguer,
¿quién no se l l e g a a
Buenos Aires? Ea, u n
saltitít, y a la Avenida
de M a y o .
IJC h e m o s dado la
vuelta al mundo j a su
historia en dos horas escasas. ¡ Y con qué comodidad! N i sol, ni v i e n t o
ni borrascas. N o hemos
perdido un tren, ni sufrido u n naufragio, ni
aguantado si<)uiera a un
c:h6fer impertinente. Así
da gusto. Y por si t o d o
ello íuera poco, en tan
dilatado v i a j e n o m e falt ó un m o m e n t o la c o m
pañía d e este hombre
Charla con
un
decano
de la crítica
cordial, José B. Cairola. escritor dc amplia ctdtura y fina percc|H!Íón, robusto de cuer])o y de es[)íritu. que habla exaltándose, con cariño filial,
de las cosas de España.
Y ha exaltado también nuetro crnenia. *'on
la autoridad y ex¡>ericncia (pie le dan sus diez
años de crítica cinematográfica en
liazón, pre(•edidos tle otros siete de crítica teatral, el señor
Cairola juzgó que, técnicamente, el < mema llegó
a su mayoría <le etlad. t j i este sentido, afirma, .se
han het^ho grandes progrcstKs, (jue .se evidencian
en Rumbo al Cairo, Nobleza baturra, Don Quintín, el amargao, y IM bien pagada.
¿Pintonees, u.sted (írec que esas películas serón bien recibidas en Buenos Aires?
—¿Por qtié no? ¡Pero si no hay prevención
contra el cinema español, cuando es bueno! Y
ahí está el nudo de la cuestión: la calidad. Ella
es la que decide el é x i t o o fraca.so de un film.
FÁ ser española una película, es decir, el estar
hablada en nuestro idioma, y a es una ventaja
enorme, aimque no baste en muchas o(!asitines,
como es lógicí). N o hay [)revención, se lo aseguro; al contrario, hay tolerancia, que no excluye
el derecho a exigir un mínimum de arte. T o d o
lo demás es mentira. liO p m e b a el é x i t o de IM
bodega y de El negro que tenía el alma blanca,
ediciones mudas; y a v e si hace tiempo; y ahora,
el de TM hermana San Sidpicio,
entre otras.
Cuando llega a mi país una buena película española, triunfa siempre. Y hoy, que puedo apreciar
de cerca los progresos realizadas por la cinematografía española- he visitado los Estudios Balle-steros y las de la C E A , y he quedado maravil l a d o - - , le auguro un inmetliato y brillante porvenir en .\mérica. H a y un precedente...
- ¿ U n pre< etlente?
- S í , el teatro. Como todo el jihukIo sube, el
teatro español triunfó y predominó durante siglos en la .\mérica española. ¿ P o r qué no ha d e
(Híurrir lo mismo con el cinema, a condición, y
perdone mi insi.stencia, de que e.sté bien hecho?
Pues y o creía...
I*x|uívocos mantenidos por quientís llevar* n
allá mala producción. .\demás, hay que organizar *d mercado y establecer también intercairbif» de fieliculas. El m o m e n t o es propicio, y todos
esttunos ílispuestos a (pie no se malogre el interés (jue en mi país v a despertando la pnKlucción
española. Una de las figuras más prestigiosas fie
la cinematografía argentina, don Ángel Mentasti, gerente de la Sonó F i l m , ha venido a P'.spaña
con este propósito, y tal vez mi viaje obedezca
a las misma.s causas. L a C l F F i ^ A , al establecer una sucursal en Buenos .\ires, acredita una
certera visión de ia realidad. Y otn> tanto puede
detirse de Ballesteros T « m a - F i l m .
En efecto, hablé hace unos días con cl señor
.Menta.sti y se muestra tan ()ptimista como usteil.
•—No es optimismo; es ver las cosas como s o n .
- Y de los temas de muestras películas, ¿qué
rae dice usted?
- Demasiado tt^atro. ¡Con el c u u i i i a original
que podría hacerse en Espai^ia! Y en cuanto a
los documentales a estilo (Iranrula, Felipe
lly
El Escorial, monumentos, tradiciones y ti[»i.sin(»
españoles, serían allí ai'ogidos con entusia.smo,
y luista me atrevo a decirlo, con dev(MÍón.
¿Otro sorbito de <afé? Crucemos de n u e v o
el mar, y hablemos, si le parece, de la fuoducción argentina.
Encantado. VÁ nacimiento, vicisitudes y desarrollo de nuestra producción ofrecen muchos
f>untos de contacto con la historia de la producción española. Los primeros ensayos datan de
hace unos tpiince años. A' los pionniers fuen«n
Ferreiras, Cominetti, González Ca.stillo, García
Belloso... H o y , entre los más destacados actores
y diret^tores, figuran: .\rturo S. M o m , antiguo
críti<-(), y muy autorizado, por cierto, de ¡M
Nación, hombre de cultura y sensibilidad, q u e
ha v i a j a d o por Europa, sin olvidar el país de
los Stiviets, y p » r Norteamérica. Se reveló en
Monte Criollo:
pone ima gran nobleza en sus
películas y trata de hacer cine puro. Otro ipie
se ha destacar^) es- Soffichi, excelente actor en
El fUma del bandoneón
I.a barra mendocina y
lÁmjera.
—¿Linyera?
¿Qué es
eso?
— U n término popular
con el que se designa
al emigrante ([ue v a t r a l)ajand*> de pueblo en
fiueblo durante la cosecha, y luego se v u e l v e a
Italia con sus ahorros
Linyera lo d i r i g i ó don
Enrique Larreta, d e s |»ués de ser ministro. Su
prestigio [>olítico y literario incorpt>rado al cine
ha beneficiado mucho a
nuestra producción. Malí u e 1 R o m e r o , célebre
autor de revistas, ha dirigido Noches de Rueños
.\ires y El caballo del
pueblo. Esta últiina ha
sido el m a y o r é x i t o de la
cinematt^raíía nacional.
A . Petrone, a c t o r de
mérito. I n n a Córdoba,
m u y elegante, protagonista de^ Noches de Buenos aires y de El caballo
del pueblo. Luis SímdriF.\ decano de la rrítica ematO);ráfíra de Huenns Aire» don Jo<>é K. tlairola, redactor de <La Razón . pa»>eando por 111, líremlor de Lo.s' trt
el Retiro madrileño con nuestro colaborador acñor Guzmán
berretines (maninsV <1
VOT. VIOBA
Riadluelo, que f|ué un é x i t o formidable, muy
bien acogido en N u e v k Y o r k , y de El loco lindo, cuyo asunto es mío. Y Nedda Francy, actriz de envidiable temperamento. Nuestros mej o r e » estudios son liUmiton y Side, y las productoras y distribuidoras m¿s importantes, la misma Lumiton y A i ^ e n t i n a Sonó F i l m . C o m o
ustedes, después de muchos tanteos, parece que
hemos enc«mtrado el buen camino. Pero del estado actual de nuestra cinematografía y a tendré
ocasión de hablar ampliamente en crónicas que
enviaré a C I N B O R A M A S , como corresponsal de
esta revista en Buenos Aires.
—Pues entonces...
—Si, ({uédese para mañana, y vamos a estirar las piernas en la ( i r á n V i a , truyo movimiento
y animación en estas primeras horas de fa noche
sorprenderían a todos mis paisanos. Y eso que
Buenos Aires...
- E s la mejor ciudad del nmndo, ¿verda»!?
—Clié, si no lo es, poco le falta.
A. C.
Hablando con don Norberto Solíño, representante de la CIFESA en IAI Habana
Q
IT8 el cine español tiene un mercado natural en las Repúblicas hispanoamericanas es una evidencia repetida hasta
la saciedad. Que el cine español no se preocupa
gran cosa por conquistar ese mert-ado de veinte
naciones en pleno cre»;imiento, también es otra
e v i d e n c i a Y la tercera evidencia ee que el cine
español puede ser el más poderoso de Europa,
a condición de cruzar el Atlántico y ganar, en
nobles empeños de arte, la estimación de nuestros hermanos de idioma y raza.
Nosotros, desde estas páginas, vamos a mantener las tres evidencias hasta convertirlas en
realidades con la ayuda de todos los cineastas,
los de aquí y los de allá, que sientan y quieran
ja compenetración artística y el intercambio de \
producciones entre unos y otros países del que ]
pudiera ser un día imperio cinematográfico de \
habla española.
Con este pn)p/>sito inauguramos desde hoy la
Sección ííispauoamericaua. Y quisiéramos que
esta se«í<;ión fuese una e8|)ecie de lonja espiritual
en la que cada cual expusiera los valores inapreciables de sus iniciativas, ideas y opiniones
sobre el m o d o más rápido y eficaz de abrir ese
gran mercado recíproco para todos los filma editados en España y sus hijas de América.
Queda hecha la invitación, y acogeremr)s con
amplio y cordial criterio cuantas adhesiones y
aun objeciones se nos comuniquen a este fin.
Eknpezamos con una opinión optimista: la de
don Norberto Soliño, representante de la C I F E S A
en la Habana. El señor Soliño se encuentra en
Madrid. Ha venido a cambiar impresiones con
la C I F E S A , y al mismo tiempo, a observar de
cerca el desarrollo de nuestra producción. Y a
son tree las figuras destacadas en la cinematografía hispanoamericana—el señor Mentasti, el señor Cairola y el propio señor Soliño—, que en
menos de nn mea se han sucedido en Madrid
con el desetj de documentante sobre nuestra producción. liO que demuestra el interés que el cinema español v a desjiertando en el otro hemisferio.
—Costó mncho trabajo—confiesa el señor Soliño—introducir en Cuba la producción esptuiola
( L o mismo dijo el señor .Mentasti respecto a la
República A r g e n t i n a ¿Recuerda el lector?) P e r o
desde el estreno alli de C r « t « mundial hulu) una
reacción favorable, y hoy las peliculas españolas
tienen ganada la 8Ím|)atía del público.
—^¿De veras?
—^liasta el punto de que los cineb de estrenos
—el Nacional, el Payret y el Campoamor—hacen
mejores ofertas a las películas españolas que a laf
americanas.
—Ese y a es im dato.
—Pues añada usted otro: en cuanto en España se produzcan películas en cantidad suficiente
para abastecer el mercado cubano, los films
yanquis no tendrán nada que hacer en Cuba.
—¡Ole lo castizo! ¿Me permite usted un minuto de silencio en honor de la rumba?
-Nada de castizo. Ee qne a mia paisanos se
. - atraganta el inglés.
—Claro, el inglés es idioma de gente r u b i a
—^Y nosotros somos morenos, y a mucha
honra.
—\jo moreno lo hizo Dios, lo blanco lo hizo
nn platero.
—Naturalmente. Las películas españolas, para
los que haV)lau es|)añol. Y como da la rnsualidad
de que nosotros lo hablamos, nie v o y a llevar
todas las pelictdas que don Vicente Casanova ha
producido y las que él contrate a los demás. El
propósito es tener producción española suficiente para abastecer el mercado.
-Ekitonces, ¿usted es francamente optimista?
-Optimista no es término adecuado. Soy un
hombre que v e la realitlaíl y que aplaude la
previsión del señor Casaní)va al establecer .sucursalee de la CIFE>>A en las Antillas y en
América del Sur. Ojalá que esa visión del inmediato porvenir del ("inema español la compartan
canas en sus buenos tiempos. H e visitado los preciosos Estudios Roptence, los atareados y amplios de la C E A , los magníficos d e Ballesteros...
N o , no suponía y o tanto.
—-¿Qué actores de loa nuestros son más p "
pul ares en Cuba?
—Sin discusión, la admirable Imperio Argén
tina y el graciosísimo Miguel Ligero. A él le conix^e t o d o el mimdo jnir PoUdo, del personaje
que interpretó en Crisis mundial. También R o sita I)iaz Gimeno tiene muchos admiradores en
mi país.
~ Y en el nuestro.
— L o s directores más famosos allí aon Elorián
R e y y Benito Perojo. Y y a que habtamv>s de
actores y directores, no puede usted imaginarse la
curiosidad que hay en Cuba por conocer lo que
pudiéramos llamar vida íntima del cinema español: biografías de sus intérpretes, planes y
proj>Ó8Ítos de sus animadores y productores, intei^'iús. anécdotas, etc. T o d a esa literatura de
vulgarización y propaganda que tan bien ha
cultivado siempre el cinema norteamericano. Comí) le he dicho antes, mis paisanos han acogido
sin resellas la producción española y admiran a
muchas de sus figuras, pero no saben casi nada
acerca de ella». ¿Por qué no intentan ustedes
en CiNBoaAMAS, que es muy leído allí, y perdone
la intromisión, llenar ese va<'ío, pensando en los
|HÍbli(;os hispanoajuericanos, para establecer entre ellos y los valores del cinema español relaciones, en cierto mod(j, familiares?
—Aisi lo venimos haciendo. T a l v e z sin la insistencia necesaria
—Pues sabe a poco, por lo menos en mi pais.
— T o m o nota. Y dígame, señor Soliño, ¿conocía usted E>paña?
-Mucho. Y Madrid, también. Sólo que Madrid está desctmocido. ¡Cómo ha progresado esta
ciudad!
Y cuando mi a m a b l e interlocutor se disponía
a c(mtanue sus impresiones madrileñas, llegó
Imperio Argentina, a quien él no conocía j>ers.o-
La eininrntr rstrrila rspañola Imperio Argentina, con doi I Vicente Casanova, consejero delegada de la CIFRSA, y
d«a Roberi* S*liao, repreaenlanle ea La llábana de la citada imporiaole entidad einematogrifica
roí. c o a n s
otros productores y cese este inexplicable abandono en que se ha tenido hasta ahora el mercado
americano.
—Sí, señor, inexplicable abandono. Y ustedes, ¿qué hacen? ¿Tienen Estudios? ¿Producen
algo?
—^Nada N o tenemos elementos. jSi viera la
impresión, más atín, el entusiasmo <^ue roe ha
producido la actividad cinematográfica de uatedes!
—Empezamos ahora.
—Sí, pero con bríos. E6taa oficinas de la
C I F E S A y otras que he visto en la Gran V í a recuerdan, por su actividad, las sucursales amerí-
nalmente; y a hier de observador, declaró que
la gracia persona! de nuestra gran estrella si que
le produjo impresión.
Saludos. Presentaciones. T i r a Cortés una nuev a p l a c a Y al dest^arecer Magdalena en el mism o torbellino de simpatía que la trajo, quiero
reanudar la interviú:
—^¿I5n dónde estábamos?
—Estábamos—responde el señor Soliño—en
ue esa extraordinaria mujer, como su nombre
ice, vale un imperio.
N o hubo manera de proseguir.
3
A
Su gran triunfo en 'Nobleza baturra* da un máe %'ivo interé» de
actualidad a la figura de Imperio
Argentina,
nueetra
admirable
arlriz. Su arUf, tan lleno de feminidad, ttm rim ea matices, se pre
Menta más eao/• •
•
dente en eaét¡
Imperio
Árgenun
fina ttciri
ciamos primero} t
artiela de
auiénlir
tico, devigorost,
nueva rinta
tura
^rtillci|iim.»
AV.
E D U A R D O
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NlÑOdí. UTRERA * ElVA R,Oy * RAFAEL DURAN *ALfREDO CORCUfRA
é ANTONIA AREVALO • EWlUO PORTES
inspirac
FRANOS'
€fíyióto ^cnniáSíií
AV dt EDUARDO DATO, 31 • TELÉF. 14330. MADRID
'•érnóndez Cuenca.
c
K
A R M E N
(MARY DEL)
Nombre verdadero, Marta del Carmen
Merino. Nació en San Sebastián (Guipúzcoa) et 14 de Mayo de 1919. En su ciudad
natal al principio, y en Madrid más tarde,
cursó la primera enseñanza, distinguiéndose como alumna aplicada e inteligente.
T U T O siempre gran afición al cine, y soñaba con llegar a estiélla de la pantalla.
Mas cuantas veces intentó convertir en
realidad su propositaba resistencia de su
madre, que no transan con tales aspiraciones, detuvo toda clase de gestión. Pero
a principios de 1935 decidió arriesgarse y
correr la «ventura; sin que sus familiares
lo supicaen, presentóse i | M mañana en
los E«||dios de la Ciudad Lineal, y allí
nocimiento con Joaé.^artln,
director Benito Patojo. Se
papel secundario en la pelia en preparación: pero ella
icapié en «ometerse a una
ogenia. Realizada ésta, Pesfecho sobremanera, hasta
fiar a la novel aitista el
niño de mayor responsa' film. Terminada esa primera
6n, y antes de someterla al
empezó la segunda. Está
1 de carácter muy alegre. Preura a los deportes, y en el teonal gusta, sobre todo de
^dramáticos, que son, según
i que mayores posibilidara el rendimiento artístico.
Peiíeuiat
que
ha
interpretado:
Rumbo al Cairo, Benito Perojo.
Es mi hombre (versión hablada), Benito Perojo.
metroa. Ojos azules.
C
Pelíeula»
que
ha
interpretadot
Siete ocasiones (Seven
chances),
Donald Crisp. El moderno Sherloch
Holmes
(Sherloch Júnior),
Eddie
Cline. La ley de la hospitalidad (Our
Hospitality),
Eddie Cline. El navegante
(The
Navigator),
Donald
Crisp. El colegial (Collige),
James
Home y Harry Brand. El general
(The
General), Clyde Bmckman. El
rey
de los tcow-bóyst (Go
WestI),
Buster Keatón y Roscoe Arbuckie.
De (rente, marchen ( Forward, march ) ,
Edward Sedgwick. Estrellados
(Free
and Easy), Edward Sedgwick. ¡Pobre tenorio! (Spite marriage ) , Edward Sedgwick. El amante improvisado (The pasionate plumbej),
Edward Sedgwick. Las calles de Nueva
Yorh (Sidewalhs of New Yorh), Jules White y Zión Myers. El rey de
los Campos Elíseos (Le roi des Champs
Elysées), Max Nossek.
SCHEKOWA
(TULUO)
El conde Tullio Carminati di Brambillo nació en Zara (Dalmacia) el i . ° de
Septiembre de 1896. Pasó su infancia en
el castillo de sus padres, y varios profesores le dieron enseñanza privada. A los
quince años, aburrido por la monotonía
de sus costumbre* castellanas, abandonó
el hogar y se uni^en Ancona • una Compañía de cómicoiy^ la conmiaación para
que aban donara j | teatro y |otTÍese con
odió n^ttiramente,
sus familiares
dado, ^ j p a n actor
y por ello fué
Iióció el MMnto del
Ermete Nora^fa
Sevó a Roma, asignánjoven artista
dole papeles de relieve en su Compañia.
Trabajó en algunas películas pertenecientes a la última época esplendorosa del
cine italiano, y produjo varias por su
cuenta. Sus mayores éxitos en la
habia de lograrlos con la eximia
Eleonora Dua», por quien abandon
tarea en el Bl|tudio. Acompañó
olvidable actri| en su viaje a los
Unidos; pero svr maestra murió
burg en 1934, y la Compañía quedó disuetta. A IM^DOCOS dias, Carminati vgn^
chó a HolUÉpod, contratado por
M. Schend^Slizo unos cuantos fil
la llegada ^|fios «talkies» interrump
su carrera j>or no dominar del ta
idioma infles. Volvió al teatro con^
Compañia italiana; uno de sus triv
fué en la comedia «Strictly DishonorabtB»,
que representó setenta y seis semanas an
Broadway. Hizo un viaje a Europa para
visitar a su familia, con la que se reoMicilió tiempo atrás, y al regresar se incorporó de nuevo al cine dc Hollywood. Eftá
soltero.
Estatura, 1,73 metros. Ojos pardos.
(BUSTER)
Nombre verdadero, Joseph Francis Keatón. Apodo español, «Pamplinas». Nació
en Piqua (Kansas), durante un fuerte ciclón, el 4 de Octubre de 1895. Sus padres
eran renombrados artistas de variedades,
y con ellos empezó a trabajar desde muy
niño. Suspendió su actividad escénica para
hacer sus estudios, y la reanudó apenas
salió del colegio. Su fama fué pronto tan
considerable, que, recite cumplidos los
veintiún años, reábió del célebre empresario Shubert 1«
ntrato con
setecientos c:
semanales
para el Winter
, de Nueva
York; pero
do por la
propuesta,
noi en sueldo, que
Joseph M.
le hacía al mismo
tiempo para trabajar en peliculas de dos
rollos junto a «Fatty», Al St-John y Alice
Leaby. Vino a Europa durante la guerra
con las fuerzas del general Pershing, y a
poco de su regreso abandonó la producción de cini
cortas para consagrarse a
las largas,,
lando al cine cómko la
novedad di
;tro impasible inspirado
en lo que
iquis llaman «dead pan
comedians»?
en 1921 con Naflialia
Talmadge, su compañera de trabajft, de
la que tiene dos hijos: Jimmy y Bob. Se
divorció e4|^32 a petición de la clfMa.
Se volvió aqPar en 1933 con la enfer|9|era
Mae ScribbeÉl, que el 4 de Octubre de Íi|^5
ha obtenido también el divorcio. L o S W gustos de su>|^a intima y su ruina Monómica por Ui|escasa aceptación d i nu
films habladmik han conducido a la locura; et homb(M que no tm nunca, |fe a
carcajadas en ja celda dfl demente! del
Hospital MllatÜ de Sant
EsUtura,
T
ARMINATI
EATÓN
(OLGA)
Nació en Alexandropol (Caucasia), de
padres rusos, el 26 de Abril de 1897. Pertenece a una antigua familia de artistas;
es sobrina del famoso escritor Antón
Tschekov y de la gran actriz Olga Knipper. Cuando tenía cinco años se trasladó
con sus padres a Moscú. Hiz
tudios de cultura general y <
pezó a asistir a las cU
de la Escuela ^ ^ ^ ^ ^ ^
recoi^B
1 otorgaba. A los di<7
PetíeuloM
que
ha
interpretadot
En Italia: Mi vida por la tuya, Emilio Gbione. El vértigo, Luciano Doria.
L'aigrette. El camino de la luz. El rostro del pasado. Madame Flirt. El rival. En Hollywood. Mudas: El murciélago (The Bai). Rowland West.
La duquesa de Búffalo (The duchess
of Buffalo. Marshal Neilan, El miedo a amar (Honeymoon Hate), Edward H . Griffitb. Habladas: La estrella del Moulin Rouge (Moulin
Rouge), Sidney Landfield. Toda una mu-1
jer (Gallant lady), Gregory L a Cava. ]
Vivamos esla noche (Let's Uve lo-1
night), Vfctor Schertzinger. Una no-\
che de amor (One night of love), Víc- j
tor Schertzinger.
|
ílos se casó Conlsu primo Miehael
TschSioT, distinguido fl|or teatral. Unos
meses más tarde, decidSseguir la profesión de *u marido, y deAtó en el Teatro
de Arte, de Moscú. Compartió las tareas
escénicas con las escultóricas, y
después de tm revolución hizo un viajJ
vacaciones a Berlín; conoció al eminé
director d « jkUculas F
Mumau,' y
apareció por primera vez
film. Como
esta su salida inicial al
de la pantalla fuera vn éxito,
ibajando en
los Estufio*, y acabó
instalarse ea
Berlín y renunciar a t o t f o t r a tarea artística; aoa^e incorporapa al cine alemán,
ha iBitervenido también eo cintas
inglesas y francesas, y legada H época
del sonoro, pudo actuar |n diveí
versiones gracias a su domfiíio de
idiomas. En colaboración cofe su m:
dirigió una producción qu# ella m ^ ^ ^ ^
terpretaba. Se divorció fot i n c o ^ ^ B i
lidad j^carafcteres. Es una m a d i ^ ^ ^
plar.^Hva una vida retirada. No
' o^ieportes que los imprescOi
1 mantener la línea. Lee mucho.
Estatura, 1,68 metros. Ojos grises
CabéUo rubio.
Pelieula*
que
ha
interpretadoi
La
última carcajada
(Schlossvogel
heut).
Friedrich W . Murnau.
Norah, F. W . Murnau
Mouhn-Rouge.
Ewald A. Dupont. Troiha. Strijewsky.
Predilecto de los dioses (Liebling der
Gotter ) , Hanns Schwarz. El amor que
necesitan las mujeres (Wege zu guie
Ehe),
.Adoph Trotz. Un cierto señor _
Grant (Ein gewisser Herr
Grant),
Gerhardt Lamprecht. El trio de la
\beruina
(Le chemin du
Paradis),
tarUhelm Thiele. Amoríos
(Liebelei),
Max Ophuls. Poliche, Olga Tchekova
¡jkfichaelTschekov. Af<ucara//a (Mas) , WUly Forst. Vna aventura
ia (Abenteuer eines jungen
i» Polen), Gustav Frohlich
Intercambio
de
iniciativas entre
Europa y Norteamérica
del R í « gmatm.
ningana o t r a estrella d e ia
pantalla, d e las cloilettea»
originales. Vedla aquí lucieado un atavío exótico y elega»tíaii
Mary SMor con ua magnínco
a b r i g o de «breitrhwatz» y
« w a r d » , e o » p l « ! t a d o eoo ana
toquita de fieltro, de f o n M
N
o es la primera vez que esta sección hace resaltar la evidente influencia de la elegancia yanqui en las modas de nuestro Continente. N i será la última, ciertamente, porque aquélla de día en día se acentúa más y más. Parecía imposible, no obstante, que el espíritu sajón, rígido, estricto, supeditado casi en absoluto al aspecto práctico y confortable de la vida en todas sus modalidades, pudiera un día imponer sus normas a la vieja Europa. V menos aún en una disciplina colmada de sutilezas, de espiritualidades, de refinamientos, cual es la moda. Sin embargo, ello ha acontecido por un
milagro cuya realización débese totalmente a la avasalladora invasión del cinematógrafo, que ha Uegado a crear en el orbe
entero un nuevo sentido de la vida.
L a elegancia yanqui—la el^ancia cinematográfica, queremos decir—influye ya, de un modo decisivo, en la moda europea,
de tal suerte, que sus sedes tradicionales—París, landres, Berlin, Viena—sostienen una ruda pugna con la inspiración de
los modistos de allende el Atlántico.
¿Que cuáles son las razones fundamentales para que esta evolución haya podido producirse? Existe, ante todo, una
poderosísima y primordial: el dinero. Europa, desde la hecatombe inolvidable que determinó una convulsión cuyos dramáticos resultados alcanzan a todas las actividades, está en crisis. Norteamérica, en cambio, pujante y jxiderosa, pudo
resistir con mayor desenvoltura las salpicaduras de la tragedia, y su vida, en relación con
las restricciones que obligadamente hubo de adoptar Europa, afienas sufrió la menor evolución. El dólar, durante mucho tíempo, conservó su omnímodo poder. (Actualmente la.scosa>
l a elerancia inruuiparahan variado, y su situación se asemeja a la nuestra; pero, de todas suertes, de su pasado p i
Mf ae Ine uiavío- cluieoa.
derio conserva aún el ímpetu, la acometividad y la audacia que en nosotros ha tiem¡><> e-.x«<• iialla fLuipreiidida ea
pozaron a extinguirse.)
e«i« a e ñ n r i a l cloiletle»
V además de todo esto, Norteamérica tenía el cine. El cine constituyó una incakuiH'' f
rt'AÜaada eu t e r c i o p e l o
te de riquezas, y al amparo de aquel fasto, de aquel incesante y deslumbrador ala->i'
«cbiiToni eolor rubí
de suntuosidad, las estrellas de la pantalla pudieron disfrutar sueldos fabulosos, inmenso-,
incomprensibles en estas latitudes... A cambio de ellos, las Empresas editoras pedían a s i artistas, a sus decoradores, a sus directores, nuevos dispendios, nuevos derroches que a.son
braran al mundo. Y todos ellos, sumisos a la demanda, esforzáronse en aportar nuevas ii.
ciativas colmadas de fantasía, de refinamiento, de suntuosidad. Y cada vez fueron más di^
lumbrantes los cortejos femeninos, más afortunados y costosos los escenarios de los films.
L a moda femenina no sólo podía permanecer ajena a estas aportaciones de 1% inteligencia
del espíritu y—reconocerlo es inevitable—del dólar. \ en Norteamérica, el dinero logró realizar el milagro de incorporar a la moda europea—jerarca suprema de las elegancias femeninas
durante siglos—sus iniciativas. Y los modistos yanquis empezaron a cobrar fama, y sus nombres, inéditos e ignorados hasta poco antes, se interpolaron a los de los a.ses de la costura de
nuestro Continente.
Pero, ¿fueron realmente los modistos quienes conquistaron, por sí solos, celebridad mundial, o fuerf)n las estrellas de la pantalla norteamericana quienes, dotadas de un prodigioso
y sorprendente espíritu de
aclimatación, coadyuvaron a
ello decisivamente al incorporar a sus atuendos la depurada distinción y el inconfundible refinamiento de
las elegancias de Europa? N o
falta tampoco quien asegura que esta transformación
del gusto yanqui hacia lo
refinado, lo distinguido y lo
verdaderamente chic, débese esencialmente al interc a m b i o de a r t i s t a s . Las
europeas que llegaban allá
dejaban sentir su señorial
Utra vez Mary Astor. Aqui.
ron otro abrigo, confeerionado ron arreglo a las actuales
normas de la moda, en dos
distintas calidades de piel
Clenda Karrell luciendo un elegantísimo abrigo de ra.
lor, de líneas sobrias y distinguidas, y ajustado a la boga
de la elegancia de boy
(alenda Karrell luce aqui un magnírieo abrigo de
cvissoo», caya cálida tonalidad rinta a maravilla
eon el do ado eabello de U licriosa «*4«r>
influencia, y las yanquis que venían a nuestros
Estudios incorporaban a su temperamento, a
su psicología, el espíritu depurado y el tradicional y señero matiz de finura de nuestras mujeres.
Pero sea ello como quiera, k> inpegable es
que en nuestros dias la influencia a que aludíamos al comienzo de estas líneas existe, y que
ello ha determinado en la moda una saludable y
plausible evolución. Y de tal modo es esto cierto, que nuestras féminas acuden ahora a U s salas de los cinematógrafos con el doble propósito de solazar su espíritu y «cazar» alguna idea
feliz que puedan aprovechar en sa indumenta-
ria. Por otra parte, nuestras páginas—las que C I N E G R A M A S dedica semanalmente a esta Sección—son
el más rotundo exponente de nuestra teoría. Cada
semana ofrecemos a la curiosidad de nuestras lectoras
seis, ocho y hasta diez modelos distintos. Rara vez
utilizamos modelos creados en Europa. ¿Puede negarse, repasando nuestra colección y observando no sólo
la diversidad, sino la fortuna que preside la inspiración de los figurinistas yanquis, la evidencia de nuestra teoría?
El dinero de Cinelandia ha sido el poderoso talismán a cuyo conjuro el milagro ha podido realizarse.
L a cooperación de las inteligentes y bellísimas mujeres que hacen del séptimo arte, a la vez que un recreo del espíritu, una fiesta para los ojos, ha contribuido, ciertamente, a que la advertida influencia sea
de dia en día más sensible. Y también al constante
y cada vez mayor intercambio de artistas entre Europa y Norteamérica corresponde un cuantioso porcentaje de esa evolución.
Pero aunque al reseñar las causas sea obligado, no
es éste el propósito que inspira nuestros renglones,
sino simplemente el de constatar, como hecho cierto e ;
innegable, la realidad de esta influencia, a la cual—leal ]
es reconocerlo—debemos la incorporación de inconta-'
bles iniciativas que han renovado, ampliándolo y extendiéndolo, nuestro sentido de la elegancia. 1.a mujer
de Cinelandia ha afwrtado el perfil cómodo y confortable de la moda. Nuestras féminas, por su parte, han
permitido que tomen de su remoto y tradicional refinamiento, de su ancestral e histórica distinción, el
sentido depurado y perfecto de la auténtica elegancia.
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ti
Bililioieca de
ciMrfftitnaA
que durará mientras se desarrollan
las escenas que siguen, . A N G E L I T O .
entre bastidores, ve bailar y cantar a F ' E L I S A . Lleva en las manos
el abrigo de la estrella, su caja de
polvos, etc.
N Ú M . 134.
Nuevo cambio de ángulo. T E R E S A y P A C O , en la sala,
se levantan para irse. F E L I S A ,
que estd cantando y bailando en
aquel momento, lo ve, y al reconocer a T E R E S A , muestra una gran
sorpresa. Sin embargo, como está
actuando, nada puede hacer para
llamar la atención de su amiga.
T E R E S A tampoco la ha reconocido,
pues ni el nombre ni el aspecto
de F E L I S A pueden facilitar el reconocimiento
de las dos jóvenes.
F ' E L I S A ha terminado el cuplé, y
ahora está bailando.
Aprovecha
hacia el final de la calle, cambia
de pronto de color, y exclama:
A N G E L I T O . — ¡ E s él! ¡Mi madre!
Se ve avanzar a D O N Q U I N T Í N , que
nene con aspecto sombrío. No se
ha dado cuenta de la presencia de
los tres amigos. S E F I N I , asombrado, ve cómo A N G E L I T O monta en
el patinete y desaparece velozmente. Se le ve correr por toda la calle
pidiendo paso a los *autos* con la
bocina que lleva instalada en su
aparato. F E L I S A sale en su persecución. Se comprende que está
acostumbrada
a estas huidas repentinas.
N Ú M . 132.
En el ncabaret», en plena representación. Se hallan ocupadas todas las mesas. En una
de ellas están P A C O y T E R E .
P A C O , en aquel momento, paga ai
camarero
PACO.—Podíamos
esperar
un
poco.
T E R E S A . — N o , que ya es la hora
del chico, y sabes que no le gusta
esperar.
P A C O . — P e r o media horita...
K R E S A . — ¡ E l estómago es saf^i.io, hijo!
N Ú M . 133.
Continúa
la
escena.
Cambio de ángulo. El
público
aplaude, tl.a Perla de la
Ribera»,
vestida de cubana, con el rostro
maquillado de mulata, acaba de
^uhit a escena, i anta una rumba
4
21
DON O U I N T I N , EL A M A R G A O
el paso cerca de bastidores para
hablar con A N G E L I T O .
N Ú M . 135.
Primer
plano de F E LISA y
ANGELITO.
F E L I S A . — ¡ P o r Dios, Angelitol
Ve a la sala y sigue a la pareja que
va a sahr ahora a la calle.
N Ú M . 136.
Retrocede la cámara.
F E L I S A , sin esperar respuesta, sigue el baile, avanzando hacia las
candilejas.
A N G E L I T O se queda
boquiabierto.
Pregunta
con los
ojos a F E L I S A qué quiere decir
aquello. Pero un rabioso gesto de
ella, qt4e acentúa el ritmo dislocado
de la rumba haciendo reír al público, decide a A N G E L I T O a cumplir lo mandado. Cuando A N G E L I T O llega a la sala, ya salen de
ésta T E R E y P A C O .
ANGELITO
i
les
sigue. P A C O se para en rl guarda-
^
Tf.\, en la misma habitación donde al principio
encontró a su hija.
D O N Q U I N T Í N se pasea preocupado. S E F I N I le sigue con la vista.
S E F I N I estd apoyado en el borde
de una cómoda. A N G E L I T O , sentado en una silla.
Q U I N T Í N . — H a y que encontrarle, Sefini. Necesito matarle como a
un perro.
SEFINI.—¡Pero,
hombre,
don
Quintín! ¿Aun no se le ha pasado
a usted el rencor?
D O N Q U I N T Í N avanza hacia S E F I N I , se para frente a él. mirándole
airado.
Q U I N T Í N . — ¿ P a s á r s e m e el rencor? ¿Aun no hace dos meses que
sufrí la humillación, y esas cosas
no se olvidan aunque pasen diez
mil años. L a tengo hincada a<]uf
como un clavo de fuego. ¡Hasta
que no lo mate, no puedo vivir
tranquilo! H a y que encontrarlo,
sea como sea.
Cambio de ángulo. A N G E L I T O , que
no ha dicho ni una palabra, sigue
sentado en su silla. De pronto se
levanta. .Su actitud es muy enérgica.
A N G E L I T O . — ¡ P u e s conmigo no
cuente, ea!
NÚM.
122.
DON QUINTÍN
se
re-
vuelve
amenazador.
QUINTÍN.—¿Cómo?
ANGELITO.—¡Que
a
mf
no
me
da la gana de buscarle la perdición
a un muchacho que tenía más razón que un santo!
Q U I N T Í N . — ¿ P e r o qué estás diciendo? ¿Es que te vas a poner en
contra mía?
A N G E L I T O . — S í , señor. Que si ustes es un costal de hiél, con su pan
se lo coma. Pero eso de querer matar a traición a un hombre honrao...
N Ú M . 123.
Continúa
la
escena.
D O N Q U I N T Í N mira ferozmente a
A N G E L I T O . Este, al ver la que se
prepara, tiene un gesto de defensa, buscándose en el bolsillo
un
arma. Luego mira pot donde huir.
S E F I N I se abalanza
TÍN,
a DON QUIN-
sujetándolo.
Entonces A N GELITO
aprovecha
el
momento
para ganar la puerta y salir huyendo. D O N Q U I N T Í N forcejea y
empuja a S E F I N I para quedar libre. De una sacudida brusca consigue desasirse y se precipita a la
puerta, en persecución de A N G E L I T O . S E F I N I se repone y va a se'
guir a los dos hombres:
pero
22
Biblioteca de
comprendiendo que ya deben estar casi en la calle, abre el balcón
y se asoma a él.
NÚM. I¿4. Por la puerta de la calle
sale huyendo A N G E L I T O , seguido
muy de cerca por D O N Q U I N T Í N .
Arriba, S E F I N I los ha visto. Su
cara demuestra ansiedad, primero. Los sigue con la vista. De
pronto, con gesto de cómico horror,
se lleva las manos a la cabeza.
Vuelve a entrar en la habitación
y se abalanza cU teléfono. Marca
el número
cuatro!
T Í A . — N o bagas caso, mujer.
TERESA.—Algo
habrá cuando
nos advierten con tanta insistencia que tengamos cuidao, que el
tío aquel quiere matar a Paco.
TÍA.—Mujer, después del tiempo que ha pasado desde la bronca,
ya se le habrá olvidao la ofensa.
Esos anónimos te los escriben pa
amargarte la vida.
T E R E S A (pensativa).—Esos matones son muy vengativos... Es la
T E R E S A . — ¡ O t r o anónimo, y van
DON
llina que estás regando tendrás ya
un retoño seguramente.
OUINTIN, EL AMARGAO]
mi novia, que va a trabajar aquí
y ha venido a hablar con el empresario. La habrás oído nombrar: la
Se ve la clavellina. Poco a poco ésta
se cubre de claveles blancos.
SÚM. 12B. En la misma habitación se ve a P A C O y a T E R E S A
arrodillados a ambos lados de una
cuna. En la cuna, un niño de varios meses. T E R E S A V P A C O lo
miran embelesados. Luego se miran entre st. P A C O besa a T E R E SA en la mejilla.
Perla de la Ribera.
S E F I N I . — S l , hombre; ya lo creo.
ANGEUTO.—Pues
la
he
lan-
zao yo.
SEFINI.—Enhorabuena. Y dime:
¿ese patinete...?
A N G E L I T O . — V e r á s : es que desde
aquel día que el salvaje de don
ANGELITO.—Mira,
vedetU. (A
aquí está la
F E L I S A . ) Este es Sefi-
ni, el amigo de don Quintín.
SEFINI.—^Tantísimo gusto. Y a
sé que ha triunfao usted en toda
la línea.
F E L I S A . — H e debutao hace poco.
Pero ya me avisan pa las fiestas
de la aristocracia.
S E F I N I . — ¿ Y qué hace? ¿Canta?
F E L I S A . — C a n t o y bailo. Hago
P A C O . — | T e r e de mi vida!
T E R E S A . — ¡ P a q u e t e de mi alma!
fuera por esa inquietud que no me
deja...
P A C O . — | A t i z a ! ¿Ya estamos con
la canción de siempre?
TERESA.—No,
Paco,
no
es
la
canción de siempre. ¿Por qué iríamos a aquel restaurante?
P A C O . — P e r o no seas necia, criatura. ¡Pa chasco que viniera a inquietamos a nosotros el tío aquel
después del tiempo que hace! Y yo
no iré a buscarlo; pero si él quiere
venir, déjalo, que ya nos veremos.
¡Ay! ¿Has oído?
TERESA.—¿Qué?
P A C O . — E l crío, que ha hecho un
ruidito que parecía decir: «Ustedes
descansen».
T E R E S A . — S í , lo he oído. Pero
el que habrá descansao habrá
sido él.
SEFINI.—¿Es
la Casa de So-
corro?
Húu. 125. Interior de la casa de
la tía de P A C O . P A C O y T E R E se
única sombra que tengo en mi alegría. Me parece que le veo por todas partes con aquella mirada de
puñal.
han casado y viven alli. Latíade NÚM. 127. Latíase levanta y va
P A C O se halla cosiendo ropita de
hacia T E R E S A .
niHo junto a la ventana abierta,
TÍA.—Vamos, mujer, no seas
por donde entra un buen sol de tonta. Ahora te hace falta estar
Mediodía. Sobre la ventarut, va- tranquila. Piensa en lo que va a
rias macetas. T E R E S A estd regan- venir. f L « enseña un abrigo de
do las plantas. Suena el timbre niña.) Esto es lo único que debe
de la puerta.
preocuparte. ( T E R E S A mira el abríNÚM. 136. T E R E S A abre y rto ve , guito. Luego, a sutía,que se sona nadie. Pero en el suelo, bajo sus i ríe. Termina por sonreír también.
pies, hay un papelito. Lo lee. Una Coge la regadera y se pone a regar
sombra de alarma cubre su ros- una clavellina.) Y que ya está bien
tro. Avanza de nuevo hacia la tía. i cerca. Cuando florezca esa clave-
PACO.—Ya
ves,
tenía un
Pa-
quete na más y te has encontrao
con un Paquete y un Paquetito.
T E R E S A . — U n paquete de sal y
un paquetito de gloría.
PACO.—Gitana, mira qué ojirris
más ricos.
TERESA.—jChalao!
Oye, no me-
zas al niño tan fuerte, que se va a
creer que se ha subido a un columpio,
i
P A C O . — j V e n aquí, chata mía! j
¿Me quieres?
TERESA.—¡Como
no lo soñaba,
Paco!
PACO.—¿Estás contenta?
T E R E S A . — C o m o ninguna. Si no ¡
La música de chotis original sirve
de fondo a esta escetta.
Súu. 129. En la calle. Son las dos
de la madrugada. De un *cabarett de categoría modesta salen algunos clientes, y erUre ellos se ve
a A N G B U T O , que, vestido de
*smoking», con un gabancito raído
y un flexible de color, estd parado
en la puerta, como si esperase a
alguien. Por la cuera viene S E F I N I , que al llegar a la puerta reconoce a A N G E L I T O .
SEFINI.—¡Angelito!
ANGELITO.—¡Sefini!
S E F I N I . — ¡ V e n a mis brazos! (Le
abraza.)
¡Tanto tiempo!... ¿Qué haces aquí?
ANGELITO.—Estoy
esperando a
Quintín me hizo aquella fractura
conminuta en este pie, quedé imposibiUtao pa correr. Y como ba
jurao que donde me vea me extermina, pues me he agarrao a este
patinete de mi sobrino, y de que
vislumbro a ese bestia, encaramo
en ella el pie lesionao y arreo'a
una velocidad que tengo que pedirles paso a los aerodinámicos.
S E F I N I . — E s ingenioso.
A N G E L I T O . — Y a propósito: ¿Cómás
obsesionao
cada vez. Dice que si no mata al
de la aceituna no se muere tranquilo.
StM. 130. Se acerca F E L I S A , que
va vestida con un lujo grotesco de
£J»?.^«íff'
SEFINI.-—Bueno; pues ya vendré a verla un día de éstos.
F E U S A . — V e n g a usted mañana,
domingo, que debuto, y, además,
estreno una canción con letra de
Angelito,
S E F I N I . — N o faltaré.
F E L I S A . — O i g a usted: y de Te- \
resa, ¿no ha vuelto a saber nada? ,
S E F I N I . — C o m o si se la hubiera
mo sigue esa fiera?
SEFINI.—Pues
un espectáculo muy completo y
muy artístico.
tragao la tierra.
FELISA
(interrogando ).—¿ Qué
habrá sido de ella? La ilusión de
mi vida es volver a verla.
NtÍM. 131. A N G E L I T O , que mien-
tras dura el diálogo de los otros
dos ha estado mirando con fijeza ^
pasado que añoro,
el tiempo
vie—una lágritna asomada —
jo que llot o- y que nutua
volverá.
yo no pude contener.—Si
crucé por los caminos,—
como un pana que el destino—se
empeñó en deshacer; —ii fui
flojo,—s
fui ciego,—sólo quiero qi e
hoy comprendan—el
valor
LOS TOMOS QUE FORMAN UN EJEMPLAR ILEL
que representa—el
coraje
de querer.—Era
para mi
F
R
A
N
C
SCO
.
\
T
I
K
N
Z
A
C
A
M
P
O
M
A
R
I
A
.
V
.
V
K
(.Madrid)
T
e
D o s C H I C A S DK LA ( i l ' O A D
la vida entera—como un
(Jere
de li
Fronlíra).—No
envía Caruso del tango (al cual
( Coruña) . — Muy agradecido
mi esolvide que no .SE mantiene co- sol de primavera,
se lo agradecemos, ¿verdad?) la
por el envío de la canción.
peranza
y mi
pasión.
rrespondencia
particular
con
los
canción
que
te
interesaba
en
la
Kscriban a Angelillo. a E. C. E.,
—Sabia qtu en mi pecho
lectores y la Redacción. Escriba
película Hl novio de mamá, y
. \ venida Eduardo Dato. 13.
no cabía—toda la humila
Doroíhea
VVieck
a
Studios
que
es
como
sigue:
Prestos
a
.Madrid.
de alegría—-de mi pobre ¡
Ufa,
Neubabelsberg
(.\lemapelear, -prestos
a c mhatir—
lorazón.— .ihota,
cuesta
C O N C H I T A CuKvo ( í i y d n j . - —
nia).
siempre.—-Si es preciso luchar,—
abajo en mi rodada, —las
( A qué película pertenece esa
es cobarde el huir.
-Siempre—
T R E S .MOOISRILLAS ^ .M.tdrtd).
ilusiones
pasadas ye no
canción.'
nuestro lema será,- --nuestro afán
Solicitan de algún amable leclas puedo
arrancar.-—Stteha de ser,—-vencer o morir. —
J . LUIS .\izeuRU
(Cartagetor la le ra de la canción tituño
con
el
pasado
que añoVencer o morir.—-Es
forzoso
na ).—Nos
tiene que enviar
lada «Fin el pisito de un hotel»,de
ro.—el tiempo vtejo que
avanzar—y
no
retroceder
6 5 céntimo en selk» de correos,
la película Hl crimen del Vanilloro- -y que nunca volve— ijamás I—• yurad fidelidad
a
importe del número que le falta.
ties. Muy agradecido a quien la
rá.- -Por seguir tras de
nuestra bandera.—Venid
a nue.iEscribiendo a una casa que se
envíe.
su htiella.
yo bebí intras filas a formar.—Gritad: ¡a
dedique a la venta de discos,
cansablementeen mi cojuventud es la primera.— Troi(Balllf-BalllMr* M m )
D i A N . \ S A . S I X I V A I . (San Sese lo dirán con seguridad.
pa de dolor -Pero ttadxe
dor el que la impida
caminar.bastián ) . 4'on mucho gusto
comprendía -qtu si todo
Luchad con la esperanza de venUNA
B E H C I A N A - -Escriba a
contesto a TCKLA duda que tenga.
Balii M Cmrcit, 'iihtbia. PnfiiitiM, itc
yo lo daba, -a cada vuelta
cer.—Con la esperanza de venJosé Crespo, a Fox Studios,
L.as direcciones <\\ie la interedejaba—pedazos de coracer,—jatruis
de
la
victorta
hay
1401 N . Western Ave., ttollvsan son Juca lilms. Rambla
ziin.- .•ihora, triste en la
que dudar. -La paz la lograréis
wood (California).
de Cataluña. W», Harcelona;
petultente,
solitario y ya
U N A S a.eoo p a g i n a s
de esta manera, -después que at
Tnlla-l-a Riva. \ v e n i d a de
vencido,—yo no
quiero
MÁS OE 3.SOO.OOO DATOS
ToKKAiK)K
¡Alicantej.~
So
enemigo hagáis
temblar.
Santiago Rusiñol, Parque de
confesar—si aquella boca
me molesta para nada. El reMAPAS
oEOGRÁFicos-Índices
Montjuich, Barcelona. l'L'brcr
mentía—y
el amor que
parto de Torero a la fuerza es;
UNA AOMIRAUOKA O E R A Ú L
SECCIÓN EXTRANJERA
y Hlay, Avenida de Eduardo
me ofreció—por
aquellos
Eddie: F:ddie Cantor; Rosalie:
• m a t H OIrtctirf* Unlxrtal
KouLiEN I Tabarra )
QuedaDato, ¿q. Madrid. Estudios
Lyda Koberti; Ricardo: Robert
rá satisfecha su curiosidad si ve P. C . E . , Jorg' Juan. 5, V a - ojos brujos- yo habría dado siempre
más.- Era
Voung; Anita: Kuth Hall; PanPROCLO D A U N AJAMPLAR C O M P L E T O :
el número 5 5 de C I N E G R A M A S .
lencia.
para mí la vida entera.—
cho: John Miljan; .-Monso ('»óSiempre ha trabajado en la
CIEN
P E S E T A S
cotno UH sol de primavera,
CHUPITOS
(Harcelona
).—
mez: Noath Beery, Pedro: J. CaFox; pen) ahora marcha al
Iraaca < • voritt aa l t < i EtpaAa)
—mi esperanza y mi paN o es menester decirle el númerroll M a i s h ; Cirawford: KoBrasil para realizar una pelíro, pues todavía no se ha pu- sión.-- Sabia que en el
hert Emmett O'Connor; José;
cula como director, siendu la
¡SI QUIERE A N U N C I A R CON EFICAmundo no cabio- toda la
blicado. El tango Cuesta ahajo,
Stanley Fields; González: Paól
protagonista C<mchita .M<mtehumilde
alegria-de
mi
de
la
película
del
mismo
título,
CIA, ANUNCIE E N E S T E ANUARIO!
Porca.si; Dalmores: Julián Kinegro. Muy agradecido por el
pobre corazón.
-Ahora,
es: .Si arrastré por este munvero; Martha Olivier: Theresa
l u v í o d e la canción.
cuesta ahajo en mt rodado—la vergüenza de haber siMa.xweII Conover; Dean: Walter
I > H
V H I M T . V l
pasado—y el dolor de ya no ser, da, las ilusiones
Waiker; Ked: lien Hendrick,
. \ N G K L C A R B O N E R A S , Albadas—yo no las p u e d o
—bajo el al a del
sombrero
j r . , y Lidney Frankiin. Diricete ) .—Im^nMe;
terminó ya
I \ T O D A S I.AS LIBKKKÍAS
arrancar
-Sueño con el
—cuántas veces
embozada
gida por l.eo Mcí'arey.
• 1 plazo. Créame que lo siento.
NO OLVIDE USTED QUE SON
ERA
DEL
' SSSS^ TiDvia ^
de 'SnriSmiWn
O
EN SU MAS
mm- i
W
L.
P R O D U C C I Ó N
MONUMENTAL
. . -..a.«a2it..-i>f-i.-. .
^^FOX"
.•UNA PROPUc^..^N
" U N I V E R i A L '
SE NECESITAN
\HPHBRES,
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Pregideoria di-l hanqiieie-honieiiaje «on que los elemeolos rinemntngráriro». oin «lisliiirióii d e iiialice-i. h a n ab!>equiado al direetor en Kspaña de la Hispano Fox Film, S. S. Horeen. eon motivo dc su nombramiento por el (;obieme español de oficial de la Orden de la República. A dicho acto, celebrada en el Hotel Riti. dc U Ciudad Condal, se adhineron, eon ia representación oficial del Gobierno de la República española, los Sre«. Jaumar de Bofarull y ^jM-alas, alcalde
V consejero de la Oneralidad. respectivamente
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q j e se refiere o lo reconstrucción de los cores coS E G U N D O PREMIO: CINCUENTA pesetas. Semo o los nomb-es d e los c n c o oc'ores, q u e son:
ñor
don Jucn de la Riva, CoHe Moreno Nieto,
número 15, 3. , E, Mcdria.
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TERCER PREMIO: VEINTICINCO pesetas. Se2. Robert Montgomery
ñorito Carmen Pu-g, Calle Entenza, núm. 106,
3. Ricardo Núñez
l.^ 2. , Barcelona.
4. Dick Powell
Las personas favorecidos en este sorteo deben es5. Gary Cooper
escribi: nos inmediatamente, indicóndonos odónde
Seguidomente se procedió a sortear los premio»
hemos de enviorles el ainero, coso que haremos,
entre ios soluciones correctos, resultando fovoresolvo orden en contrario, por giro postol.
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-Pn
'OfiUo J e Loyola". p o r Jamé M a r í a S a -
I El KSIIIil Kl lili
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8 1 0 Wft 6cli S c L M A n a d n . C a l l f , E . U . A .
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PRIMER PREMIO: CIEN pesetas. Señorita Mario
Voquerizo, Calle Ace'res, núm. 10, Sevillo.
En la colección « L A O B K A M A E S T R A » publicada por
Ediciones « N U E S T R A R A Z A > tenía que figurar e a U
obra famosa del señor Salaverria, que hizo con ella nno
de loa estudios m i s minuciosos, ooucienzados y perfectos
de esa gran figura histórica llamada Ignacio de Loyola,
Eenio de naeatra raza y hombre cuyo espirita creador
dio vida a una de l a s Ordenes religiosas más disentidas
e influyentes en el mundo.
Apartándose el seflor Snlaverría de todo sentimiento
partidista y de toda idea qne pudiera poner nn límite a s u
pensamiento, llef^a con éste desde los más sorprendentes
y originales análisis al descubrimiento de uno de loe caracteres m i s firmes de la raza española.
No puede faltar eu la Biblioteca de n i n ^ n hombre
aficionado a la Literatura y a los estudios históricos una
obra c o m o l a q u e resefiamos, felicitando a Ediciones
« N U E S T R A B A Z A » y al seflor Salaverria, escritor selecto y eepíritu claro, que con « I N I O O D E L O Y O L A . ha
hecho ano de los libros máa importantes de la Literatura
española.
H. MANSnELD,
dc Radio
InidniCo
«•PrtRM 8rüiea.S.A.
73,
(Moda ln Spoin)
n. HiniH niL M , I U mi.
"'""•'"TREVIJANO
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••comandadas por lodos* IHMIco
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APARTADO
Número
571
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