31. Las transformaciones económicas y sociales durante el

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31.
LAS TRANSFORMACIONES ECONOMICAS
Y SOCIALES DURANTE EL FRANQUISMO
EN ARAGON
POR
LUIS GERMAN ZUBERO
Azucarera de Épila (Zaragoza).
El avance durante el primer tercio de siglo XX en el proceso de
modernización de la economía española, y por tanto de la aragonesa
—una economía atrasada y aquejada de un claro dualismo interno— se
interrumpió durante los años cuarenta, como consecuencia de la ineficaz
política económica desarrollada por el triunfo bélico del franquismo. Una
política económica que exacerbó sus rasgos nacionalistas e intervencionistas
y que aspiraba a conseguir la autosuficiencia productiva. La depresiva
década de los años cuarenta agudizó el atraso relativo de la economía
española, produciéndose un claro retroceso en el nivel de bienestar de la
población conseguido ya en los años de la preguerra civil.
El sistema productivo aragonés experimentó un retroceso muy
notable. En el sector primario, solo a finales de la década de los cincuenta
parece recuperarse los niveles de preguerra de utilización de suelo
cultivado y de producción final. Sólo desde estos años se inicia una fase
de expansión agrícola vinculada a la nueva puesta de tierras en regadío y
a la ampliación de nuevas superficies de cultivo (Entre 1955 y 1980 se
amplían 426 mil Has de cultivo frente a las 222 mil entre 1900 y 1935;
asimismo, se ponen en regadío alrededor de 120 mil Has).
La industria fabril experimentó, igualmente, —tras la expansión
zaragozana durante los años bélicos— una fuerte contracción de sus
actividades, aquejada de similares problemas que en el resto del país:
carencia de materias primas y recursos energéticos, así como múltiples
dificultades en el transporte de mercancías. Junto con el descenso de los
dos productos básicos de la industria agroalimentaria aragonesa (harinas
y azúcar) asistimos a un bajón en el ritmo productivo del Metal zaragozano, con reducción, incluso, de los horarios laborales. Solo a partir de
la década de los cincuenta parece observarse un cambio en la tendencia
hacia la expansión.
Durante la «paulatinamente liberalizadora» década de los cincuenta,
definida por el profesor García Delgado como «década bisagra» de la
historia económica del franquismo, se recuperan los niveles productivos
de preguerra. A la postre, las necesidades de dicho proceso expansivo
condujeron la «vía nacionalista» de la economía española hacia un
callejón sin salida, debiendo consolidarse la apertura económica: así, el
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«Plan de Estabilización y Liberalización Económica» de 1959 constituye
el pórtico institucional de la expansiva década siguiente: altas tasas de
crecimiento de la economía española acompañadas de irreversibles transformaciones estructurales, actuando ya en este proceso el sector industrial
como motor de la expansión. Un sector industrial, a su vez, cuyo crecimiento se acompañaba de profundas variaciones en la estructura interindustrial, con el creciente protagonismo de las industrias metalúrgicas,
químicas y de bienes de equipo.
Si la superación del valor añadido bruto del sector industrial español
sobre el agrario se había producido ya en los años cincuenta, la población
activa industrial superaría asimismo a la agraria en 1965. En Aragón, el
mayor peso relativo del sector agrario retrasó en seis años el nuevo predominio de los activos industriales sobre los agrarios. Sin embargo,
recordemos que en 1975 (y en 1985) solo la provincia de Zaragoza
contaba con más activos industriales que agrarios.
Una aproximación a la evolución de la economía aragonesa durante
esta expansiva etapa podemos realizarla a partir de las estimaciones de la
Renta nacional de España del Banco de Bilbao.
1. Entre 1955 y 1975 el crecimiento de la economía aragonesa,
(4,7% anual) es menor que el de la española (5,5% anual). Internamente,
similar crecimiento productivo de Huesca y Zaragoza (4,9%) frente al
retraso turolense (3,4%). Este menor crecimiento de la producción aragonesa es paralelo al menor crecimiento de la población. Ambas, que representan en 1955 el 3,8% se reducen al 3,3 en 1975. Ello hace que la renta
per cápita aragonesa se mantenga entre 1955 y 1975 a un nivel similar
que la media española.
2. Este menor crecimiento del P. I. B. es achacable al menor crecimiento relativo de los sectores industrial y de servicios, en tanto que el
producto del sector agrario aragonés crece por encima de la media española, especialmente en Huesca, al beneficiarse de importantes mejoras
agrarias y conseguir aumentos en la productividad (7% de tasa anual)
superiores a los medios españoles (4, 8%).
Aragón sigue manteniendo un mayor peso relativo de su sector
agrario, dada la expansión del suelo cultivado y de nuevos regadíos. La
mitad de la producción agraria ya es ganadera a mediados de los setenta.
El retraso en el descenso de la población activa agraria no ha impedido
que ésta se reduzca a la mitad entre 1960 y 1975 (pasa de 222 mil activos
a 110, en 1985 quedan sólo 73 mil).
3. Dentro del sector industrial, los responsables del descenso
relativo sectorial son, fundamentalmente, los subsectores Minero, Energético
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y Edificación, en tanto el subsector fabril casi mantiene su peso relativo:
representa el 3,3% del país en 1955 y el 3,1% en 1975.
La redistribución interna del subsector fabril se orienta en las mismas
líneas que en el resto del país (descenso del peso de las industrias de
bienes de equipo) si bien para la industria fabril aragonesa es necesario
establecer las siguientes matizaciones: desde los años sesenta la tradicional
especialización agroindustrial aragonesa (la Alimentación en Aragón
siempre contó con un peso relativo superior al medio español) queda algo
relegada. A partir de los años sesenta y como reflejo de la decadencia del
sector azucarero aragonés (de las 11 azucareras aragonesas en funcionamiento en 1960, la de Calatayud cerró en 1952, seis cerraron durante la
década y otras tres en el siguiente quinquenio) el peso de Alimentación
es similar al español. En contraste con la estructura tradicional, asimismo,
el subsector de industrias metálicas operó una mayor incidencia relativa
en Aragón (en 1975 presenta casi cinco puntos por encima de la media
española); Esta nueva estructura fabril aragonesa es reflejo de la estructura zaragozana, frente a la continuista tipología tradicional turolense.
Este mayor peso relativo del Metal en Zaragoza, consecuencia de la
mayoritaria afluencia de inversiones hacia este sector, se afirmará en 1980
con la localización en esta provincia, en Figueruelas, de una industria de
cabecera en el sector, la factoría de General Motors.
Junto con el Metal, los sectores industriales aragoneses que presentan
un mayor peso relativo en el país, son: Edificación y Electricidad y,
dentro de la industria fabril, el subsector de Cuero, Calzado y Confección.
El importante sector eléctrico en Aragón desde la postguerra fue perdiendo peso relativo al producirse el aprovechamiento de otras cuencas
hidráulicas menos explotadas que la del Ebro. Así, la producción eléctrica
aragonesa que representaba alrededor del 13% de la española en 1951-55
descendió a menos del 7% en 1973-75 (si bien tras la creación de la
térmica de Andorra en 1979, se sitúa alrededor del 10% entre 1981-85).
5. Se consolida en este periodo la tendencia hacia la concentración
productiva aragonesa en Zaragoza: durante estos años supone alrededor
del 80% de la producción fabril aragonesa; alcanza casi las tres cuartas
partes del producto industrial (industrias fabriles y energéticas, sin
Construcción) y alrededor de las tres cuartas partes del empleo industrial
aragonés. Concentración cada vez más centrada en la capital tras la
paulatina desaparición del subsector agroalimentario que dispersaba su
localización en diversas cabeceras de comarca. La capital aragonesa, en
este sentido, de representar alrededor de la quinta parte del millón de
aragoneses durante los años cuarenta, en el Censo de 1981 (con casi 600
mil habitantes) suponía ya alrededor de la mitad de la población
aragonesa. Esta concentración industrial en la capital vino determinada
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por el aprovechamiento de una serie de economías externas vinculadas al
creciente ritmo de urbanización y a la excelente posición geográfica de la
ciudad, con un emplazamiento equidistante de las zonas más industrializadas
del país: Barcelona, Bilbao, Madrid y Valencia.
6. Se consolida una estructura empresarial con un mayor peso
relativo de la pequeña y mediana empresa y un porcentaje de empleo en
grandes empresas situado en alrededor de la mitad del existente en el país
a finales de los años sesenta.
7. Este crecimiento de la economía aragonesa muestra «un grado de
apertura económica relativamente muy elevado, tanto por el lado de las
compras como por el de las ventas, lo que conlleva una importante
dependencia del exterior». Especialmente en el sector secundario, que en
1972 «importaba» de fuera de Aragón el 39,5% de los inputs (de
Cataluña y País Vasco llegaba en 40% de lo importado y exportaba el
33,3% de los recursos (especialmente hacia Cataluña, y hacia Madrid,
Valencia y País Vasco). Además, el sistema productivo aragonés «se
caracterizaba por la debilidad de sus relaciones intersectoriales internas
que conducía a un escaso grado de integración del sistema productivo y
del sector industrial aragonés. Solo algunas ramas presentaban un mayor
grado de ligazón interindustrial que posibilitaría —caso de ser potenciadas—
propiciar un crecimiento regional más autocentrado. Estos complejos
industriales se localizaban en los sectores energético-minero, agroalimentario,
trasformados metálicos, químicas y edificación.
8. La creciente integración de la economía española en la economía
internacional durante esta fase de fuerte crecimiento ha supuesto, para la
economía aragonesa el protagonismo de la inversión extraregional así
como la creciente pérdida de posiciones del capital aragonés en el control
de la industria local, hecho que fue perceptible en la desaparición durante
los años sesenta de una parte importante de la banca zaragozana. Sin
embargo, el fuerte peso del ahorro dentro del sistema financiero aragonés
frenó algo esta tendencia. En 1975 de las cincuenta principales empresas
aragonesas todavía quince estaban controladas por capital local.
Desde el punto de vista demográfico, Aragón presenta durante estas
décadas un claro estancamiento. Con alrededor de un millón cien mil
habitantes pasa, de representar al 3,8% en 1955 y al 3,3% en 1975.
Estructura demográfica con un saldo vegetativo menor que el español (el
de Teruel ya es negativo) propio de un territorio con un notable saldo
migratorio negativo (estimado en 1955-1975 en -7,8% de su población
media frente al -2,9% medio español). Territorio con una escasa densidad
y con una creciente desequilibrada distribución espacial de su población
que tiende a concentrar en el municipio de la capital casi la mitad de la
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población total aragonesa, agudizándose el dualismo entre el crecimiento
urbano zaragozano y el retroceso de la periferia aragonesa.
En resumen, este avance (1955-75) en la industrialización de la economía
aragonesa (realizado sin embargo con notables pérdidas de factores productivos)
que fue impulsado desde la apertura y liberalización de la economía española por
el capital extrarregional, convierte a aquélla en una economía más abierta. Al
tiempo, consolida su desarticulación interna sectorial y espacial: da muestras de
una escasa integración productiva; por otro lado, agudiza la concentración espacial, demográfica y productiva, en el bien comunicado eje del Ebro Zaragozano.
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